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Revalorando Nuestras Raíces Desde El Andar Con Arguedas

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Revalorando nuestras raíces

desde el andar con Arguedas


El Perú es un país en el que el indígena ha ganado poca visibilidad, pero
sigue siendo denigrado a través de los años (en medios de comunicación, con
estereotipos, etc.). A día de hoy, la mayoría de peruanos no consideran que se
haya logrado alcanzar una relación armoniosa junto a los pueblos indígenas del
Perú. De la misma forma, la producción intelectual de Arguedas es muy amplia
y abarca diversos trabajos sobre aspectos de la cultura peruana, especialmente
de tradiciones culturales indígenas. Sus letras plasman la forma cruel en la que
se vulneran los derechos y libertades de los indígenas junto a los desafíos que
se presentan al entrar en el mundo occidental, contradiciendo la creencia de
que ya no existen limitaciones en un país pluricultural como lo es el Perú. De
esta manera, considero que, como peruanos, deberíamos revalorar la
riqueza cultural de las poblaciones indígenas, así como Arguedas supo
reconocerla como parte de nuestra identidad regional.

Según la I Encuesta Nacional ‘Percepciones y Actitudes sobre


Diversidad Cultural y Discriminación Étnico-Racial’, «el 53% de los/as
encuestados/as considera a los peruanos/as racistas, pero solo el 8% se
considera a sí mismo racista». La diferencia porcentual entre aquellos que se
identifican como racistas y aquellos que son identificados como tal, nos permite
identificar uno de los grandes problemas que tenemos para enfrentar la
Discriminación Étnico-Racial (incluye a los indígenas) es su normalización. Esta
misma problemática nos conduce a negar la existencia de la infravaloración a
la población indígena y de las consecuencias que tiene, dejándonos en un
punto medio en donde sabemos poco o nada sobre esta cultura ancestral. «Por
su parte, el 57 % percibe que la población indígena o nativa de la Amazonía es
discriminada o muy discriminada, siendo las principales causas su forma de
hablar, costumbres, sus rasgos faciales o físicos». En cambio, Arguedas
visibiliza estos problemas a través de sus obras, con el propósito de sensibilizar
al lector y que reflexione sobre el estado en el que se halla la sociedad.
Por otro lado, Arguedas se educó dentro de dos tradiciones culturales
que le permitieron comprender la compleja realidad del indígena, lo que le
permitió compartir una visión más fiel sobre los indígenas a comparación de las
que se presentaban en aquella época. Fue más allá de analizar y criticar la
realidad de los indígenas: se empapó de su cultura y la defendió de forma
genuina. De igual modo, el castigo que le impuso su madrastra (vivir junto a los
“indios”) resultó paradójicamente enriquecedor: los pongos (trabajadores
indígenas obligados a servir gratuitamente a su Patrón) lo cobijaron como uno
de ellos, padeciendo a su vez los sufrimientos e inquietudes que vivían
únicamente por ser indígenas. Un tiempo después, Arguedas notó que muchos
autores, que hasta ese momento habían representado a los indígenas en sus
obras, daban una imagen falsa acerca de los indígenas, es así que él decide
escribir con el fin de revelar la realidad indígena de manera auténtica y dar a
conocer su visión integradora de la sociedad peruana acompañada de la
denuncia del abuso hacia los indígenas.

Según la Directora General de Educación Básica Alternativa,


Intercultural Bilingüe y de Servicios Educativos en el Ámbito Rural del Ministerio
de Educación, Elena Burga Cabrera, sostiene que «al mantenerse viva una
lengua, se mantiene viva una cultura, un pensamiento distinto, una versión
propia del mundo y una nueva forma de contribuir al conocimiento humano».
Es así que Arguedas aprendió la lengua quechua directamente de los
indígenas, adaptándola a sus obras, con el fin de que esta lengua no perdiera
su esencia al ser traducida al español (por ejemplo, el uso de palabras quechua
de manera frecuente en sus obras, brindando su significado para una mejor
comprensión). Esta era su labor como traductor cultural en la narrativa
indigenista.

Asimismo, la temática de Arguedas muestra los diferentes maltratos y


humillaciones del pueblo indígena. Por ejemplo, “El sueño del Pongo”, un
cuento que, aunque no fue de su creación literaria original, nos muestra la
situación de humillación, discriminación e inhumanidad en la que vivía un
indígena (pongo) en casa de “su amo”, frente a la mirada indiferente o
complaciente del resto. Un día, el pequeño pongo comenta sobre un sueño que
tuvo a su Patrón, este insiste en que le cuente todos los detalles en son de
mofa. El sueño era de ellos en el juicio final, donde cada uno recibió lo que
había dado al otro, es decir, el Patrón estuvo cubierto de manjares y delicias,
pero fue el pongo quien las recibió en el cielo, y viceversa. A pesar de ser un
relato popular recogido por Arguedas, nos muestra la creencia fiel de que al
final cada quien recibirá aquello que dio y lo que merece, en un juicio justo (en
otras palabras, justicia social), bajo ningún tipo de influencia.

En su obra, “Ríos profundos”, describe una de las situaciones que


Arguedas pasó en su juventud, con un padre de pasos errantes y un joven que
deseaba echar raíces junto a su tierra. Ernesto se inscribe al colegio, pero su
padre decide partir, dejándolo sólo ante los atascos del mañana. El joven
comienza a ir al colegio, donde presencia muchas situaciones de violencia
social y racial abollando el alma de Ernesto. Pero a partir del éxito efímero de
una rebelión, él reafirma su identidad y descubre que la justicia social se puede
lograr a partir de la organización colectiva. Poco después de ello, la peste llega
a la ciudad, por lo que Ernesto es mandado a ir donde un pariente para
resguardarse, pero él decide ser libre y cambia de rumbo hacia la cordillera.
Por lo tanto, Ríos profundos nos narra la historia de Ernesto, un joven que
afronta los aspectos contrapuestos de su cultura mestiza, una división entre el
mundo andino y el mundo occidental, donde reafirma su identidad y descubre
la justicia social ejercida desde la organización colectiva.

También, en su obra más ambiciosa al querer retratar la diversidad


racial, regional y cultural del Perú, “Todas las sangres”. Su mensaje es la
denuncia de la opresión hacia los indígenas, en la historia era ejercida por don
Fermín y don Bruno, quienes se regían por la explotación y el
empobrecimiento. Por consiguiente, surgieron rebeliones para luchar por los
derechos de los suyos (indígenas). Aunque en su primer momento fue mal
acogida por la crítica, fue un gran modo de plasmar la diversidad cultural del
país y las problemáticas que nos envuelven. Nos alienta a ser una gran unidad,
ya que todas las sangres contienen e integran nuestra identidad.
Otra de ellas es, “El Sexto”, una novela corta que, con una gran narrativa
peruana, narra lo que acontecía en una cárcel del mismo nombre, nos muestra
la vivencia carcelaria de Arguedas —bajo un alter ego llamado “Gabriel
Osborno”—, entre los años 1937 y 1938. Esta historia hecha raíces en el
pensamiento del autor, ya que su experiencia lo lleva a rotularla como un
infierno (dado el trato inhumano que había allí), un lugar donde, según él,
conoció “lo mejor y lo peor del Perú”. Con esta novela, aunque no lo dice
textualmente, Arguedas transmite un mensaje pluricultural, donde nos propone
llegar a la reconciliación como sociedad peruana mediante la transformación
del desprecio que sentían muchos peruanos, a volverse admiración hacia el
mundo indígena, para poder establecer una sociedad unida y orgullosa de su
cultura.

De esta manera, Arguedas, por medio de la mayoría de sus obras,


transmitió la necesidad de establecer una relación armónica entre los dos
mundos (la sociedad indígena y la sociedad urbana) que existen en el Perú, sin
apartar la naturaleza mestiza de su patria, para lograr el equilibrio social en la
diversidad humana. En otras palabras, las obras de Arguedas comparten una
visión más cercana al mundo indígena, donde se enfrentan a prejuicios,
estereotipos y discriminación, y dan “el golpe de conciencia” al lector, quien se
dirige a reflexionar sobre lo leído.

Por otro lado, él defendió la valoración de la maravillosa riqueza cultural


del Perú, el aprender a quererla sobre otras culturas ajenas a la nuestra, y
respetar al indígena. Sin considerar a los indígenas como seres inferiores o
superiores a los demás, darles las mismas oportunidades como a cualquier otro
ciudadano. Es decir, igualdad social y revaloración de nuestro orgullo como
peruanos, el interés por nuestra propia cultura que se está perdiendo a causa
de nuestra indiferencia, es así que deberíamos desprendernos de prejuicios y
estereotipos que nos impiden avanzar socialmente.

Además, Arguedas fue defensor y promotor del folklore peruano. Por


ejemplo, él amaba los cantos andinos, siendo que estos lo motivaban a leer y
escribir, dictar sus clases, visitar su tierra, porque «luchar y contribuir fue su
vida». José María Arguedas era un antropólogo que afloraba con la literatura.
Es así que compartió ese amor con Sybilla, su esposa, y le enseñó a “amar su
música y sus danzas, su campesinado quechua tan dulce, tan puro e
inquebrantablemente fuerte”. Un literario quien tenía al Perú como fuente
infinita de creación: «No hay país más diverso, más múltiple en variedad
terrena y humana; todos los grados de calor y calor, de amor y odio, de
urdimbres y sutilezas, de símbolos utilizados e inspiradores», fragmento de su
discurso No soy un aculturado (1968).

Entonces, ¿por qué nos avergonzamos de aquello que nos identifica


como peruanos? Simplemente, nuestra identidad es débil, que pasa por un
proceso de aculturación, es decir, empezamos a adoptar otras culturas como
propias perdiendo la nuestra. Esta no debe confundirse con la interculturalidad,
la cual enriquece nuestra identidad al exponernos a diversas formas de pensar,
sentir, actuar, etc. «Entiendo y he asimilado la cultura llamada occidental hasta
un grado relativamente alto; admiro a Bach y a Prokófiev, a Shakespeare,
Sófocles y Rimbaud, a Camus y Eliot, pero más plenamente gozo con las
canciones tradicionales de mi pueblo; puedo cantar, con la pureza auténtica de
un indio chanka, un harawi de cosecha. ¿Qué soy? Un hombre civilizado que
no ha dejado de ser, en la médula, un indígena del Perú; indígena, no indio».
Fragmento de una entrevista del gran José María Arguedas para la Revista
Trilce, 1969. ¿Acaso Arguedas se desprendió de su espíritu indígena al
conocer las “maravillas” del mundo occidental? No; es más, él abrazó con
mayor fuerza su cultura y, asimilando parte de culturas ajenas a la suya,
disfrutó la divinidad de los propios cantos andinos.

Por otro lado, es claro que Arguedas mantenía una lucha interna donde
se percibió incapaz de hacer lo que más amaba, y la desazón lastimera de no
poder contribuir a su patria, lo llevó a juntar sus latidos con la tierra que
anhelaba. Porque, al final, el encuentro de dos mundos era la propia vida de
Arguedas, nacido de padre diplomático peruano y de madre indígena de la
región andina. Aun así, él se adentró en el mundo indígena, colocando allí su
corazón. «Yo no soy un aculturado; yo soy un peruano que orgullosamente,
como un demonio feliz, habla en cristiano y en indio, en español y en
quechua», fragmento del discurso No soy un aculturado (1968). Estas palabras
del propio Arguedas nos demuestran que la interculturalidad enriquece nuestra
identidad y la fortalece.

En conclusión, es preciso que, como peruanos, revaloremos la riqueza


cultural de los pueblos indígenas como parte de nuestra identidad regional, así
como Arguedas supo reconocerla. Porque él buscó el logro de la igualdad
social, la revaloración de la maravillosa riqueza cultural del Perú así como
nuestro orgullo como peruanos, dejando de lado la creencia de que somos
razas distintas solo para sentirnos superiores al discriminar a alguien más.
Además, debemos entender que nadie es más que otra persona, aprendamos
a aceptarnos y respetarnos, ya que nuestras características no nos hacen
menos o más que los demás. Por eso, podemos empezar a forjar en las
escuelas estos temas de manera adecuada para crear conciencia, empezar a
reconocer que el problema de la discriminación étnico-racial existe, fomentar la
empatía y evitar que nuestro comportamiento se alinee con tonos
discriminatorios o de apropiación cultural. Tal vez parezca una meta
desproporcionada para el corto plazo; sin embargo, sí parece justo
replantearnos el estado en el que se encuentra nuestra identidad regional y
revalorar la riqueza cultural de las poblaciones indígenas.

Por: Yaiza Dajhana, Pinedo Lozano


5to “B”
Referencias bibliográficas
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especial protección de la Defensoría del Pueblo. gob.pe - Plataforma digital
única del Estado Peruano. Recuperado 10 de agosto de 2022, de
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— Doforo, E. (s.f.). El Aporte De Jose Maria Arguedas Al Indigenismo.
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6000100004
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https://red.pucp.edu.pe/ridei/files/2012/09/120912.pdf

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