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Las Ruinas - Scott Smith112

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Scott Smith

Las Ruinas

Dedicatoria. Para Elizabeth, que ha conocido el terror.

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Deseo dar las gracias a mi esposa, Elizabeth Hill; a mi editora, Victoria Wilson; y a mis agentes, Gail Hochman y Lynn Pleshette, por su generosa contribucin a este libro. Tambin leyeron el primer borrador, aportando crticas y comentarios invariablemente tiles, las siguientes personas: Michael Cendejas, Stuart Cornfeld, Carlyn Coviello, Carol Edwards, Marianne Merola, John Pleshette, Doug y Linda Smith y Ben Stiller. Gracias a todos.

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Conocieron a Mathias en una excursin a Cozumel. Haban contratado a un gua para que los llevase a bucear con snorkel en el lugar de un naufragio, pero la boya que sealaba el sitio se haba soltado durante una tormenta y el gua no consegua encontrarla. As que se limitaron a nadar, sin mirar nada en particular. Fue entonces cuando de las profundidades del mar emergi Mathias, como un tritn, con un equipo de submarinismo atado a la espalda. Cuando le contaron lo ocurrido, sonri y los llev al lugar del naufragio. Era un alemn de piel bronceada, cabello rubio muy corto y ojos azul claro. En el antebrazo derecho tena un tatuaje de un guila negra con alas rojas. Les dej la botella de oxgeno por turnos para que bajasen a ver el barco hundido, sumergido a unos diez metros de profundidad. Era un chico cordial, aunque introvertido, y hablaba ingls con apenas un ligersimo acento extranjero. Cuando subieron al barco del gua para regresar a la costa, l subi con ellos. Dos noches despus, en Cancn, conocieron a los griegos en una playa cercana al hotel. Stacy se emborrach y se dio el lote con uno de ellos. La cosa no pas a mayores, pero despus de aquello empezaron a encontrarse con los griegos en todas partes, fueran donde fuesen e hicieran lo que hiciesen. Ellos no hablaban griego, por supuesto, y los griegos no saban ingls, de manera que se limitaron a sonrerse mutuamente, saludarse con la cabeza y compartir una bebida o una comida. Los griegos eran tres todos veinteaeros, como Mathias y los dems y bastante agradables, a pesar de que parecan perseguirlos a todas partes. Adems de desconocer completamente el ingls, los griegos tampoco hablaban una palabra de castellano. Sin embargo, se haban puesto nombres espaoles, lo que al parecer les haca mucha gracia. Se presentaron como Pablo, Juan y Don Quijote, pronunciando los nombres con su curioso acento y sealndose el pecho. Don Quijote era el que haba tonteado con Stacy. Aunque se parecan tanto algo rollizos, morenos, con los hombros fornidos y el pelo largo recogido en una coleta que incluso Stacy tena dificultades para diferenciarlos. Incluso intercambiaban sus nombres como parte de la broma, y el que haba dicho llamarse Pablo el martes, el mircoles poda insistir en que era Juan. Pasaran tres semanas en Mxico. Estaban en agosto, una poca ridcula para viajar a Yucatn. Haca demasiado calor, demasiada humedad. Casi cada tarde caa un chaparrn, un aguacero que poda inundar la calle en cuestin de segundos. Y por las noches aparecan grandes y zumbadoras nubes de mosquitos. Al principio, Amy se quej de todas estas cosas, lamentndose de que no hubieran ido a San Francisco, como ella quera. Hasta que Jeff se hart y le espet que estaba amargndoles el viaje, as que dej de hablar de California, de los das
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frescos y soleados, de los tranvas y la niebla al atardecer. Al fin y al cabo, aquello no estaba tan mal. Era un sitio barato y sin aglomeraciones, y decidi sacarle el mximo partido. Ellos eran cuatro: Amy, Stacy, Jeff y Eric. Amy y Stacy eran ntimas. Se haban cortado el pelo muy corto para el viaje, llevaban sombreros idnticos y se cogan del brazo para las fotos. Parecan hermanas Amy la rubia; Stacy la morena, pues las dos eran menudas, poco ms de un metro cincuenta de estatura, delgadas como pajaritos. Tambin se comportaban como hermanas, siempre susurrndose cosas al odo, compartiendo confidencias y miradas cmplices. Jeff era el novio de Amy; Eric, el de Stacy. Los chicos se llevaban bien, pero no eran exactamente amigos. El viaje a Mxico fue idea de Jeff; una ltima aventura antes de que l y Amy ingresaran en la Facultad de Medicina. Haba encontrado una oferta estupenda en Internet, una ganga que no podan dejar escapar. Seran tres semanas sin dar golpe en la playa, tomando el sol tranquilamente. Jeff convenci a Amy, Amy a Stacy, y Stacy a Eric. Mathias les cont que haba llegado a Mxico con su hermano, Henrich, que ahora estaba desaparecido. Era una historia confusa, y ninguno entendi bien los detalles. Cuando le preguntaban por l, Mathias se pona nervioso y responda vaguedades. Empezaba a hablar en alemn, gesticulaba y se le humedecan los ojos. Al cabo dejaron de preguntarle, porque pareca una descortesa seguir presionndole. Eric sospechaba que se trataba de un asunto de drogas y que el hermano de Mathias intentaba huir de las autoridades, aunque no saba si de las alemanas, las estadounidenses o las mexicanas. Se haba producido una pelea; en eso coincidan todos. Mathias discuti con su hermano, hasta era posible que le pegase, y despus Henrich desapareci. Mathias estaba preocupado, por supuesto. Lo esperaba para volver juntos a Alemania. A veces pareca tranquilo, convencido de que su hermano regresara y todo acabara bien, pero otras veces no se le vea tan seguro. Mathias era reservado por naturaleza, ms dado a escuchar que a hablar, y propenso a sumirse sbitamente en la melancola, al menos en aquellas circunstancias. Los otros cuatro intentaban animarlo. Eric contaba chistes; Stacy haca imitaciones; Jeff sealaba vistas interesantes. Y Amy haca una foto tras otra, ordenando a todo el mundo que sonriera. Durante el da tomaban el sol en la playa, sudando sobre las toallas de colores chillones. Tambin nadaban y buceaban con snorkel. Todos se quemaron y comenzaron a pelarse. Montaban a caballo, paseaban en kayaks y jugaban al minigolf. Una tarde, Eric los convenci de que alquilaran un barco de vela, aunque result que no era tan buen navegante como deca, y tuvieron que remolcarlos a la orilla. Fue una experiencia embarazosa y cara. Por las noches coman marisco y beban litros de cerveza. Eric no saba nada de lo de Stacy con el griego. Se haba acostado inmediatamente despus de la cena, dejando a los otros tres paseando por la playa con Mathias. Detrs de un hotel cercano se organiz una hoguera y un grupo musical que tocaba en un cenador. All conocieron a los griegos, que beban tequila y batan palmas al ritmo de la msica. Se ofrecieron a compartir la botella. Stacy se sent junto a Don Quijote y
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todos comenzaron a conversar animadamente, cada uno en su lengua, y a rer con ganas mientras se pasaban la botella y beban, haciendo muecas por el sabor ardiente del tequila. De repente Amy se volvi y vio a Stacy abrazada al griego. Cinco minutos de besuqueos y alguna caricia tmida en la teta izquierda, hasta que el grupo dej de tocar. Don Quijote pretenda que Stacy le acompaase a su habitacin, pero ella sonri y neg con la cabeza, y eso fue todo. A la maana siguiente, los griegos pusieron las toallas cerca de Mathias y los otros cuatro, y por la tarde se fueron a hacer esqu acutico todos juntos. Nadie habra adivinado lo de los besuqueos. Los griegos eran atentos y respetuosos. A Eric tambin le caan bien. Los convenci de que le enseasen palabrotas en griego, aunque se impacientaba, porque era difcil saber si las palabras que le enseaban eran exactamente las que quera aprender. Henrich haba dejado una nota. Mathias se la ense a Amy una maana temprano, durante la primera semana de vacaciones. Estaba escrita a mano, en alemn, y tena un mapa garabateado en la parte inferior. Ellos no entendieron nada, naturalmente, y Mathias tuvo que traducirla. La nota no deca nada de drogas ni de la polica Eric siempre se precipitaba a sacar conclusiones, y cuanto ms dramticas, mejor. En la playa, Henrich conoci a una chica llegada esa misma maana. Estaba de paso y se dispona a viajar al interior, donde la haban contratado para trabajar en una excavacin arqueolgica. Se trataba de una vieja mina, aunque Mathias no supo si de oro o esmeraldas. Henrich y la chica pasaron el da juntos. l la invit a comer y estuvieron nadando. Luego fueron a la habitacin de Henrich, donde se ducharon e hicieron el amor. Despus la joven se march en autobs. En el restaurante, durante la comida, haba dibujado un mapa del lugar de la excavacin en una servilleta de papel. Le dijo a Henrich que fuese, que aceptaran su ayuda con mucho gusto. Tras su partida, Henrich no paraba de hablar de ella. No cen y no consigui dormirse. A media noche se sent en la cama y le dijo a Mathias que se unira al equipo de la excavacin. Mathias lo llam idiota. Acababa de conocer a aquella chica, estaban de vacaciones y l no tena ni puetera idea de arqueologa. Henrich le respondi que no era asunto suyo. No estaba pidindole permiso, sino informndole de su decisin. Se levant de la cama y empez a preparar la maleta. Se insultaron, y Henrich le tir a su hermano una maquinilla de afeitar que le dio en el hombro. Mathias se lanz sobre l y lo arroj al suelo. Lucharon en el suelo de la habitacin del hotel, rodando, forcejeando y soltando tacos, hasta que Mathias le dio a su hermano un cabezazo accidental en la boca y le parti el labio. Henrich mont un escndalo y corri al lavabo para escupir la sangre en la pila. Mathias se puso algo encima y sali a buscar hielo para su hermano, pero acab yendo al bar de la piscina, que permaneca abierto toda la noche. Eran las tres de la maana y pens que necesitaba tranquilizarse. Bebi dos cervezas, una rpidamente y la otra despacio. Cuando volvi a la habitacin, encontr la nota sobre la almohada. Henrich se haba largado. La nota ocupaba las tres cuartas partes de una hoja de cuaderno,
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aunque les pareci ms corta cuando Mathias la ley. Amy supuso que Mathias se habra saltado los prrafos que prefera mantener en secreto, pero no importaba ella y Jeff lograron hacerse una idea de la situacin. Henrich deca que Mathias confunda el papel de hermano con el de padre. Se lo perdonaba, pero no poda admitirlo. Por mucho que Mathias lo llamase idiota, l estaba convencido de que aquella maana haba conocido al amor de su vida, y jams se perdonara ni perdonara a su hermano, desde luego si dejaba escapar esa oportunidad. Procurara volver a tiempo para el viaje de regreso a Alemania, aunque no poda garantizarlo. Si Mathias se senta solo, poda reunirse con ellos en la excavacin, que se encontraba a slo medio da de viaje en coche en direccin oeste. El mapa garabateado al final de la nota una copia del que haba dibujado la chica en la servilleta le indicaba cmo llegar. Mientras Amy escuchaba la historia de Mathias, y luego su trabajosa traduccin de la nota, comenz a darse cuenta de que el alemn esperaba que lo aconsejasen. Estaban sentados en la terraza del hotel. Cada maana servan un desayuno tipo buf, con huevos, crepes, torrejas, zumos, caf, t y una inmensa variedad de fruta fresca. Una pequea escalinata conduca a la playa. Sobre sus cabezas planeaban las gaviotas, mendigando restos de comida y cagando en las sombrillas que protegan las mesas. Amy oy el rtmico rumor de las olas y vio a varias personas corriendo por la playa, a una pareja de ancianos juntando caracolas y a tres empleados del hotel rastrillando la arena. Era muy temprano, poco ms de las siete. Los haba despertado Mathias, telefonendoles desde la cabina de abajo. Stacy y Eric todava dorman. Jeff se inclin para estudiar el mapa. En realidad, era su consejo el que quera Mathias: Amy lo entendi sin necesidad de que nadie dijera nada. Y no se ofendi, porque ya estaba acostumbrada. Haba algo en Jeff, cierto aire de segundad y competencia, que haca que la gente confiara en l. Amy se recost en el respaldo de la silla y lo mir alisar el dibujo del mapa con la palma de la mano. Jeff tena el cabello moreno y rizado y unos ojos que cambiaban de color con la luz. Podan ser castaos, verdes o pardo muy claro. No era tan alto y fornido como Mathias, pero, curiosamente, pareca el ms grande de los dos. Tena un aspecto grave e imperturbable, siempre sereno. Si todo sala segn lo previsto, sera esa actitud lo que algn da lo convertira en un buen mdico. O al menos lo que hara que la gente creyera que era un buen mdico. Mathias sacuda rtmicamente la pierna, subiendo y bajando la rodilla. Era mircoles, y l y su hermano deban regresar a su pas el viernes por la tarde. Ir a buscarlo dijo. Lo traer. Lo obligar a volver conmigo a Alemania, no? Jeff levant los ojos del mapa. Volvers esta noche? pregunt. Mathias se encogi de hombros y seal el papel. Lo nico que saba era lo que haba escrito su hermano. Amy reconoci algunas de las ciudades del mapa, como Tizimn, Valladolid y Cob; nombres que haba visto en la gua del viajero. No lleg a leerla, pero haba mirado las fotos. Recordaba una hacienda en ruinas en la pgina de Tizimn, una calle flanqueada por casas blancas en Valladolid
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y una gigantesca cara de piedra, sumergida entre los viedos, en Cob. En un punto al oeste de esta ltima ciudad era donde haba una cruz en el mapa de Mathias. All se encontraba la excavacin. Haba que ir en autobs desde Cancn hasta Cob y luego recorrer unos diecisis kilmetros en taxi en direccin oeste. Por ltimo haba que hacer tres kilmetros a pie, por un sendero que se apartaba de la carretera. Si llegabas a una ciudad maya, era seal de que te habas pasado. Contempl a Jeff examinar el mapa y adivin lo que estaba pensando. No tena nada que ver con Mathias ni con su hermano. Pensaba en la selva, en las ruinas y en la posibilidad de explorarlas. Nada ms llegar haban hablado vagamente de alquilar un coche, contratar a un gua y ver lo que fuese que hubiera que ver. Pero haca tanto calor que la idea de abrirse paso por la selva, sacando fotos de flores gigantescas, lagartijas o murallas en ruinas se les antojaba menos interesante cuanto ms hablaban de ella. As que permanecieron en la playa. Pero y ahora? Era una maana decepcionantemente fresca, con un ligero viento procedente del mar, y Stacy pens que a Jeff le resultaba difcil recordar lo hmedo que se volvera el da con el transcurso de las horas. S; era fcil adivinar lo que estara pensando: Por qu no iba a ser divertido? Con tanta comida y bebida estaban amuermndose. Una aventura como sa poda ser justo lo que necesitaban para espabilarse. Jeff le devolvi el mapa a Mathias. Te acompaaremos dijo. Amy permaneci callada, reclinada en la silla. No, no quiero ir, pens, pero saba que no poda negarse. Se quejaba demasiado; todo el mundo lo deca. Era una pesimista. No tena el don de la alegra; alguien se lo haba negado en algn punto del camino, y ahora haca sufrir a todos los que la rodeaban. La selva sera sofocante y sucia, con las zonas de sombra infestadas de mosquitos, pero procur no pensar en ello y estar a la altura de las circunstancias. Mathias era su amigo, no? Les prest la botella de oxgeno y les indic dnde bucear. Y ahora se encontraba en apuros. Amy dej que esta idea adquiriera fuerza en su mente, como una mano cerrando puertas, dando portazos en rpida sucesin, hasta que slo una qued abierta. Cuando Mathias la mir sonriendo, encantado con las palabras de Jeff, esperando que ella las confirmase, Amy no pudo evitarlo. Le devolvi la sonrisa, asinti con la cabeza y dijo: Por supuesto. Eric soaba que no poda dormir. Con frecuencia tena este sueo frustrante y agotador. En l intentaba meditar, contar ovejas o pensar en cosas relajantes. Senta un sabor a vmito en la boca y quera levantarse para cepillarse los dientes. Tambin necesitaba orinar, pero tena la impresin de que si se mova, aunque slo fuera un poco, cualquier posibilidad de conciliar el sueo se desvanecera para siempre. As que permaneca donde estaba, deseando dormir, esforzndose por dormir, pero sin dormir. El sabor a vmito y la vejiga llena no eran componentes habituales del sueo. Slo estaban presentes esta vez, porque eran reales. La noche anterior haba bebido demasiado y poco antes del amanecer se levant para vomitar en el lavabo, y ahora tena ganas de hacer pis. Aun
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dormido era capaz de percibir la inslita magnitud de estas dos sensaciones, como si su psique intentara advertirle del riesgo de ahogarse con su propio vmito, o de mojar la cama. Haban sido los griegos quienes lo metieron en ese brete, intentando ensearle un juego de borrachos. Este requera agitar unos dados en un cubilete. Le explicaron las reglas en griego, lo que sin duda contribuy a que parecieran an ms complicadas de lo que eran. Eric arrojaba valientemente los dados y pasaba el cubilete, pero no alcanzaba a entender por qu ganaba unas veces y perda otras. Al principio le pareci que lo mejor eran los nmeros altos, pero luego, de manera errtica, comenz a ganar tambin con los bajos. Los griegos le hacan seas para que bebiese en ciertas ocasiones, y en otras no. Al cabo de un rato empez a darle igual. Le enseaban palabras nuevas y se rean de lo rpido que las olvidaba. Todo el mundo se puso ciego de alcohol, y al final Eric se las ingeni para volver a su habitacin y meterse en la cama. A diferencia de los dems, que en otoo comenzaran el segundo ciclo universitario, Eric estaba preparndose para incorporarse a un trabajo. Lo haban contratado para ensear Lengua y Literatura en un internado de las afueras de Boston. Dormira en la residencia de los chicos, ayudara a organizar un concurso literario, y entrenara al equipo de ftbol en otoo y al de bisbol en primavera. Estaba convencido de que se le dara bien. Tena seguridad en s mismo y don de gentes. Era un joven simptico, capaz de congraciarse con los nios hacindoles rer. Era alto y delgado, con el cabello y los ojos oscuros, y se consideraba guapo. Y listo; un ganador. Stacy estara en Washington, estudiando Asistencia Social. Se veran en fines de semana alternos, y en un par de aos l le pedira matrimonio. Viviran en algn punto de Nueva Inglaterra, donde ella trabajara ayudando a la gente y l continuara enseando, o quiz no. No importaba. Era feliz y seguira sindolo; seran felices juntos. Optimista por naturaleza, Eric ignoraba que hasta el ser ms dichoso del mundo poda sufrir duros golpes. Su psique no era lo bastante sanguinaria como para darle una pesadilla en toda regla y ahora le ofreca una red de seguridad, una voz en su cabeza que deca: Tranquilo, slo es un sueo. Unos instantes despus, alguien llam a la puerta. Stacy se levant; Eric abri los ojos y mir alrededor, sooliento. Las cortinas estaban echadas y la ropa de ambos desperdigada por el suelo. Stacy se haba llevado la colcha. Estaba envuelta en ella junto a la puerta, desnuda por abajo, hablando con alguien. Poco a poco, Eric cay en la cuenta de que se trataba de Jeff. Quera ir a mear, cepillarse los dientes y enterarse de qu pasaba, pero no consegua ponerse en marcha. Volvi a adormecerse y lo siguiente que vio fue a Stacy de pie a su lado, vestida con un pantaln color caqui y una camiseta, secndose el pelo y metindole prisa. Que me d prisa? pregunt. Ella mir el reloj. Sale dentro de cuarenta minutos. Quin? El autobs? Qu autobs? El de Cob.
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Cob Se incorpor con esfuerzo y por un instante pens que vomitara otra vez. La colcha estaba en el suelo, cerca de la puerta, y le cost recordar cmo haba llegado all. Qu quera Jeff? Que nos preparsemos. Por qu llevas pantaln largo? Lo dijo Jeff. Por los bichos. Bichos? pregunt Eric. Tena dificultades para entenderla. Todava estaba un poco borracho. Qu bichos? Nos vamos a Cob respondi Amy. A una vieja mina. Para ver las ruinas. Enfil de nuevo hacia el cuarto de bao. Eric oy el grifo y record que tena la vejiga llena. Se levant y fue arrastrando los pies hasta el lavabo. Stacy haba encendido la luz del espejo, que lo deslumbr. Permaneci un instante en la puerta, parpadeando. Ella abri el grifo de la ducha y tir de Eric, que estaba desnudo y lo nico que tuvo que hacer fue meterse dentro. Un instante despus estaba enjabonndose, orinando entre los pies, pero an medio dormido. Stacy lo anim, y con su ayuda pudo terminar de ducharse, cepillarse los dientes, peinarse y vestirse con unos tejanos y una camiseta, pero slo cuando bajaron al comedor, mientras desayunaban a toda prisa, Eric empez a entender adnde se dirigan. Se encontraron en el vestbulo para esperar a la camioneta que los llevara a la estacin de autobuses. Mathias fue pasando la carta de Henrich y se turnaron para estudiar la nota en alemn, escrita en una curiosa letra mayscula, y el mapa dibujado abajo. Stacy y Eric aparecieron sin equipaje, y Jeff los mand a su habitacin a preparar una mochila con agua, repelente de mosquitos, protector solar y comida. A veces tena la impresin de que era el nico que saba moverse por el mundo. Se percat de que Eric segua medio bebido. En la facultad, a Stacy solan llamarla Despistes, y con razn, porque siempre estaba en las nubes. Soaba despierta, y a menudo se quedaba sentada contemplando las musaraas y tarareando una cancin. Luego estaba Amy, con su tendencia a enfurruarse cuando se disgustaba. Jeff saba que no quera ir a buscar al hermano de Mathias. Se demoraba algo ms de lo necesario para hacer cualquier cosa. Despus del desayuno haba desaparecido en el cuarto de bao, dejando que l preparase solo la mochila. Luego empez a cambiarse y acab tendida boca abajo en la cama, hasta que l le meti prisa. No le hablaba, y responda a sus preguntas con gestos o monoslabos. Jeff le dijo que no era necesario que los acompaase, que si quera poda pasar el da sola en la playa, pero ella se limit a mirarlo fijamente. Ambos saban cmo era, y que prefera estar con el grupo haciendo algo que no le gustaba, a estar sola haciendo algo que le apeteca. Mientras esperaban que Eric y Stacy volvieran con la mochila, uno de los griegos entr en el vestbulo. Era el que ltimamente se haca llamar Pablo. Los abraz a todos, uno por uno. A los griegos les encantaba abrazar, y lo hacan siempre que tenan ocasin. Despus, l y Jeff mantuvieron una breve conversacin en sus respectivas lenguas, llenando
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las lagunas con gestos. Juan? pregunt Jeff. Don Quijote? Alz las manos y enarc las cejas. Pablo dijo algo en griego e hizo un ademn como si lanzara el sedal al agua. Luego fingi sacar un pez grande, luchando contra el peso. Seal el reloj, primero al nmero seis y luego al doce. Jeff asinti y sonri, demostrando que le entenda: los otros dos se haban ido de pesca. Se marcharon a las seis de la maana y regresaran al medioda. Cogi la nota de Henrich y se la mostr al griego. Seal a Amy y Mathias, luego hacia arriba, en direccin a la habitacin de Stacy y Eric, y luego a Cancn, en el mapa. Movi lentamente el mapa hacia Cob, y luego hasta la cruz que indicaba la excavacin. No saba cmo explicar con seas el propsito del viaje, cmo representar hermano o desaparecido, as que sigui moviendo el dedo por el mapa. Pablo se puso eufrico. Sonri y seal primero su pecho y luego el mapa, hablando rpidamente en griego. Era evidente que quera acompaarlos. Jeff asinti, y los dems tambin. Los griegos se alojaban en el hotel contiguo. Jeff seal hacia all, luego a las piernas desnudas de Pablo y finalmente a sus pantalones. Pablo lo mir sin entender. Entonces Jeff seal los pantalones de los dems y el griego empez a asentir otra vez con la cabeza. Cuando se dispona a marcharse, se volvi de repente y cogi el mapa de Henrich. Fue al mostrador, pidi un bolgrafo y escribi algo. Le llev un buen rato. En ese momento llegaron Eric y Stacy con la mochila, y Pablo dej el bolgrafo y corri a abrazarlos. Eric y l gesticularon, simulando agitar unos dados imaginarios y beber. Luego rieron y sacudieron la cabeza, y Pablo cont una larga historia que nadie entendi. Pareca tener algo que ver con un avin, o con un pjaro, algo con alas, y tard varios minutos en contarla. Por lo visto era graciosa, o l la encontraba graciosa, porque se detuvo varias veces para rer. Su risa era contagiosa, y los dems tambin rieron, aunque no saban de qu. Por fin continu lo que estaba haciendo con la nota de Henrich. Cuando termin y volvi con ellos, vieron que haba hecho una copia del mapa y encima haba escrito algo en griego. Jeff comprendi que era una nota para Juan y Don Quijote, dicindoles que se encontrasen con ellos en la excavacin. Trat de explicarle a Pablo que slo pasaran el da all y que regresaran por la noche, pero no encontr la manera de dejarlo claro. Seal su reloj una y otra vez, y el griego lo imit, convencido de que estaba preguntndole cundo volveran de pescar los otros dos. Ambos sealaban las doce, pero Jeff se refera a la medianoche y Pablo, al medioda. Finalmente Jeff se dio por vencido. Si seguan as, perderan el autobs. Una vez ms, seal el hotel del griego y sus propios pantalones. Pablo asinti, sonri, los abraz a todos otra vez y cruz el vestbulo corriendo, llevando la copia del mapa de Henrich. Jeff sali a esperar a la camioneta en la puerta del hotel. Mathias se paseaba detrs de l, doblando y abriendo la nota de Henrich, o guardndosela en el bolsillo, slo para volver a sacarla un minuto despus. Stacy, Eric y Amy se haban sentado en un sof del vestbulo y, al verlos, Jeff titube por un instante. No deberan ir; era una psima idea. Eric no dejaba de dar cabezadas; era evidente que estaba borracho y agotado y que tena dificultades para mantenerse despierto. Amy estaba
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enfurruada, con los brazos cruzados y la mirada fija en el suelo. Stacy llevaba sandalias sin calcetines; en pocas horas, sus pies estaran cubiertos de picaduras de insectos. Jeff no quera ni imaginar lo que sera hacer una caminata de tres kilmetros, en medio del bochorno de Yucatn, con esos tres. Saba que debera explicrselo a Mathias y pedirle perdn. Slo necesitaba encontrar la manera de hacrselo entender, y luego pasaran otro da holgazaneando en la playa. No sera difcil encontrar las palabras adecuadas, y Jeff empezaba a pronunciarlas mentalmente cuando apareci Pablo, vestido con tejanos y cargando una mochila. Otra ronda de abrazos y todo el mundo empez a hablar a la vez. Entonces lleg la camioneta, subieron y de repente fue demasiado tarde para hablar con Mathias; demasiado tarde para negarse a ir. Estaban sorteando el trfico, alejndose del hotel y la playa, de las cosas con las que se haban familiarizado tanto durante las dos ltimas semanas. S: estaban en marcha, se iran, se iban, se haban ido. En la estacin de autobuses, mientras Stacy corra tras los dems, un chico le toc una teta. Se la cogi por detrs y la apret con fuerza. Stacy par en seco, forcejeando para liberar su pecho. sa era la idea, el giro, los manotazos, la distraccin inherente a estos movimientos, que dieron a un segundo cro la oportunidad perfecta para arrebatarle el sombrero y las gafas de sol. Luego salieron corriendo los dos un par de nios morenos de unos doce aos, y se perdieron en la multitud. Sin las gafas, el mundo se volvi sbitamente deslumbrante. Stacy parpade, aturdida, sintiendo an la mano del chico en el pecho. Los otros ya se abran paso por el vestbulo de la estacin. Ella haba gritado, o crea haber gritado, pero nadie le hizo caso. Para alcanzarlos tuvo que correr, y levant la mano mecnicamente para sujetar el sombrero que ya no estaba all, sino al otro lado de la plaza, alejndose ms y ms con cada segundo que pasaba, viajando hacia las manos de un nuevo propietario, un extrao que no sabra nada de ella, desde luego, que no tendra conciencia de ese momento, de cmo haba corrido en una estacin de autobuses de Cancn, esforzndose por contener las lgrimas. En el interior, aquel sitio limpio, luminoso y con aire acondicionado pareca ms un aeropuerto que una estacin de autobuses. Jeff ya haba encontrado la ventanilla correcta y estaba interrogando al empleado en un espaol pausado y cuidadosamente pronunciado. Los dems se amontonaban a su espalda, sacando la cartera y contando el dinero para el viaje. Cuando los alcanz, Stacy dijo: Un cro me ha robado el sombrero. Slo se volvi Pablo. Los dems estaban inclinados hacia Jeff, tratando se escuchar lo que le deca el empleado. Pablo le sonri y seal la estacin de autobuses como quien seala una vista bonita desde un balcn. Stacy empezaba a calmarse. Se le haba acelerado el corazn, alimentado por la adrenalina, y se haba puesto a temblar, pero ahora que empezaba a tranquilizarse se senta ms avergonzada que otra cosa, como si el incidente hubiera sido culpa suya. Siempre le pasaba algo. Perda la cmara de fotos en un transbordador, o se dejaba el bolso en un
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avin. Los dems no perdan ni rompan nada, y tampoco les robaban. Por qu a ella s? Debi prestar ms atencin. Debi ver acercarse a esos cros. Se senta ms tranquila, pero an tena ganas de llorar. Y las gafas de sol dijo. Pablo asinti y su sonrisa se ensanch. Pareca encantado de estar all. Era inquietante verlo responder con semejante placer e indiferencia a una angustia que, en opinin de Stacy, deba de ser evidente. Por un instante se pregunt si no estara burlndose de ella. Mir a los dems. Eric llam. Eric la mand callar con un gesto, sin mirarla siquiera. Ya est dijo. Estaba dndole dinero a Jeff para los billetes. Mathias fue el nico que se volvi. La mir un instante, escrutndole la cara, y se acerc a ella. l era tan alto y ella tan baja que casi tuvo que acuclillarse, como si Stacy fuese una nia, y la mir con sincera preocupacin. Qu pasa? pregunt. La noche de la hoguera, cuando bes al griego, Stacy no slo sinti la mirada de Amy, sino tambin la de Mathias. La de Amy reflejaba autntica sorpresa; la de Mathias, nada en absoluto. Durante los das siguientes lo haba sorprendido mirndola de la misma manera: no exactamente como si la juzgara, sino ms bien como si tuviera una intencin oculta, reprimida, que la haca sentirse como si la pesaran en una bscula, como si la tasaran y evaluaran y la encontrasen defectuosa. Stacy era una autntica cobarde no se engaaba al respecto y se saba capaz de sacrificar cualquier cosa con el fin de evitar complicaciones o conflictos y haba eludido a Mathias siempre que pudo. Eludido no slo su presencia, sino tambin sus ojos, esa mirada escrutadora. Y ahora estaba all, acuclillado delante de ella, mirndola con actitud comprensiva mientras los dems, ajenos a todo, compraban los billetes. Era tan desconcertante que se qued sin habla. Mathias alarg la mano y le toc el antebrazo con la punta de los dedos, rozndola apenas, como si intentase tranquilizar a un animal. Qu pasa? pregunt. Un cro me ha robado el sombrero consigui decir Stacy. Se seal los ojos. Y las gafas de sol. Ahora mismo? Stacy asinti con la cabeza y seal hacia la puerta. Ah fuera. Mathias se enderez, apartando los dedos de su brazo. Pareca dispuesto a correr tras los chicos. Stacy alz la mano para detenerlo. Se han ido dijo. Escaparon. Quin escap? pregunt Amy, que haba aparecido sbitamente junto a Mathias. Los chicos que me robaron el sombrero. Eric tambin estaba all, pasndole un papel. Stacy lo cogi sin saber qu era ni por qu se lo daba Eric. Mralo dijo l. Mira tu nombre. Stacy mir el papel. Era el billete y tena su nombre impreso. Despistes Hutchin, deca. Eric sonrea, complacido consigo mismo.
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Nos pidieron los nombres. Le han robado el sombrero explic Mathias. Stacy asinti, avergonzada otra vez. Todos los ojos estaban fijos en ella. Y las gafas. Entonces lleg Jeff, y pas junto a ellos sin detenerse. Deprisa dijo. Vamos a perder el autobs. Enfil hacia all, y los dems lo siguieron. Pablo, Mathias y Amy, en fila india. Eric se qued junto a Stacy. Cmo ha sido? pregunt. No fue culpa ma. Yo no he dicho eso. Slo Los cogieron. Los cogieron y salieron corriendo. Todava senta la mano del cro en su pecho. Y tambin los dedos curiosamente frescos de Mathias en su brazo. Temi que Eric le hiciera otra pregunta y fuera demasiado para ella; se rendira, se echara a llorar. Eric mir a los dems. Casi no se les vea. Ms vale que nos demos prisa dijo. Esper a que ella asintiera y empezaron a andar juntos, cogidos de la mano, l tirando de ella entre la multitud. El autobs no era lo que Amy esperaba. Haba imaginado un vehculo cochambroso y destartalado, con las ventanillas flojas, los amortiguadores rotos y un olor apestoso procedente del lavabo. Pero era agradable. Tena aire acondicionado y pequeos monitores de televisin colgando del techo. Amy mir su nmero de asiento en el billete. Ella y Stacy viajaran juntas, en el centro. Jeff y Mathias iban en el asiento de delante, y Pablo y Eric al otro lado del pasillo. En cuanto salieron de la estacin, los televisores se encendieron. Estaban poniendo un culebrn mexicano. Amy no saba espaol, pero mir de todos modos, imaginando un argumento acorde con la cara de sorpresa y los gestos de disgusto de los actores. No era demasiado difcil todos los culebrones son ms o menos iguales, y perderse en el relato imaginario la ayud a sentirse mejor. Enseguida se dio cuenta de que el tipo moreno, probablemente abogado, se la pegaba a su mujer con la rubia teida, aunque sin saber que la rubia grababa sus conversaciones. Haba una mujer mayor, cargada de joyas, que seguramente utilizaba su dinero para manipular a todo el mundo. Tambin haba una joven de cabello largo y negro en quien la vieja confiaba, a pesar de que pareca estar tramando algo contra ella. Estaba compinchada con el mdico de la vieja, que, a su vez, pareca ser el marido de la rubia oxigenada. Al cabo de un rato, cuando la ciudad qued atrs y tomaron la carretera de la costa en direccin sur, Amy se sinti por fin lo bastante relajada para coger la mano de Stacy. Tranquila dijo. Si quieres, te dejar mi sombrero. Y la sonrisa de Stacy tan sincera, inmediata y amorosa lo cambi todo, hizo que la empresa del da pareciera posible, incluso divertida. Eran las mejores amigas del mundo y estaban a punto de emprender una aventura, una excursin por la selva para visitar unas ruinas. Vieron el
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culebrn cogidas de la mano. Stacy tampoco saba espaol, as que discutieron sobre lo que estaba pasando, compitiendo para ver quin inventaba la historia ms descabellada. Stacy imit las expresiones de la vieja, exageradas y dramticas como las de una actriz de cine mudo, llenas de codicia y maldad, y se arrellanaron en los asientos riendo, confortndose mutuamente ms seguras y felices mientras el autobs avanzaba por la costa en el creciente calor del da. Pablo llevaba una botella de tequila en la mochila. No; Eric oy el ruido del cristal contra el cristal, de manera que deba de haber dos botellas o ms. Aunque l slo vio una. Pablo la sac para ensersela y sonri, enarcando las cejas. Por lo visto, quera compartirla con ellos durante el viaje a Cob. Tambin dijo algo sobre una moneda una moneda griega. Pablo la sac, simul echarla al aire y luego beber. Otro juego. Por lo que Eric pudo entender, pareca sencillo. Tiraran la moneda. Si sala cara, tendra que beber Eric; si sala cruz, bebera el griego. Pero Eric hizo un gesto de rechazo, demostrando una sensatez inslita en l. Inclin el asiento, cerr los ojos y se durmi con tanta rapidez como si lo hubiesen anestesiado. Cien, noventa y nueve, noventa y ocho, noventa y siete y se sumi en un profundo sueo. Al cabo de un rato despert brevemente, aturdido, y vio que estaban aparcados delante de una larga fila de puestos de souvenirs. Aunque an no era su parada, muchos pasajeros recogieron sus cosas para bajar, y otros esperaban en la puerta para subir. Pablo estaba dormido a su lado, con la boca abierta, roncando suavemente. Amy y Stacy hablaban en murmullos, acurrucadas en el asiento. Jeff lea la gua del viajero, inclinado sobre ella y concentrado como si quisiera aprendrsela de memoria. Mathias tena los ojos cerrados, pero no dorma. Eric no habra podido decir cmo lo saba, pero lo saba, y mientras lo miraba, especulando al respecto, Mathias gir la cabeza hacia l y abri los ojos. Fue un momento extrao: separados slo por el pasillo, se sostuvieron la mirada. Por fin, un pasajero nuevo pas arrastrando los pies hacia el fondo del autobs, bloquendoles la vista. Cuando pas, Eric vio que Mathias haba girado la cabeza hacia el frente y cerrado los ojos otra vez. Al otro lado de la ventanilla, los pasajeros que acababan de apearse parecan dudar junto al autobs, mirando alrededor como si se preguntasen si haban hecho bien en escoger ese destino. Los vendedores los llamaban hacindoles seas para que se acercasen. Los pasajeros sonrean, asentan, saludaban con la mano o trataban de fingir que no oan sus reclamos. Permanecan en su sitio, inmviles. En los puestos vendan refrescos, comida, ropa, sombreros de paja, bisutera, estatuillas mayas, cinturones y sandalias de cuero. La mayora tena carteles en castellano y en ingls. Detrs de un puesto, haba una cabra atada a una estaca, y varios perros se paseaban por los alrededores, mirando con suspicacia al autobs y a los recin llegados. Ms all de los puestos comenzaba la ciudad. Eric vio la torre de una iglesia, de piedra gris, y los muros de las casas, blanqueados con cal. Imagin fuentes ocultas en los patios, hamacas que se balanceaban suavemente y pjaros enjaulados, y por un instante pens en levantarse, animar a los dems a bajarse del autobs y
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guiarlos por aquel lugar que pareca mucho ms autntico que Cancn. Por una vez seran viajeros, en lugar de turistas, y podran explorar, descubrir Pero tena resaca, estaba agotado y fuera haca un calor espantoso; poda percibirlo a travs de los cristales ahumados, lo vea en la postura de los perros, que andaban con la cabeza gacha y la lengua fuera. Adems, tena que pensar en el hermano de Mathias, la razn por la cual se haban aventurado a hacer ese viaje. Eric volvi a mirar al alemn, casi esperando que lo estuviera mirando, pero todava tena la cara vuelta hacia el frente y los ojos cerrados. Eric lo imit: se gir hacia la parte delantera del autobs y cerr los ojos. Todava estaba consciente cuando empezaron a moverse. Dieron una vuelta en redondo, sacudindose y traqueteando, y salieron a la carretera. Pablo se movi en sueos, cayendo sobre l, y Eric tuvo que empujarlo. El griego murmur algo, pero no despert. Sin embargo, sus palabras sonaron bruscas, como un taco o una acusacin, y Eric pens en las sonrisas cmplices que los griegos intercambiaban a veces, como si compartieran un secreto. Quines son? Ya estaba medio dormido, y su mente trabajaba sola; ni siquiera saba a quines se refera. A los mexicanos, tal vez, a los mayas que gritaban desde los puestos. O a Pablo y el resto de los griegos, con sus constantes parloteos, sus saludos, abrazos y guios. O a Mathias, con su misterioso hermano desaparecido, el siniestro tatuaje y la mirada perdida. O bueno, por qu no?, a Jeff, Amy y Stacy. Quines son? Durmi sin soar, y cuando volvi a abrir los ojos, estaban entrando en Cob. Todo el mundo se levantaba y se estiraba, y la pregunta ya no estaba en su cabeza ni en su memoria. Eran las doce pasadas y, mientras terminaba de despertar, Eric se percat de que se senta mucho mejor. Tena hambre, sed y ganas de hacer pis, pero su cabeza estaba ms despejada y su cuerpo ms fuerte, y tuvo la sensacin de que por fin estaba preparado para lo que fuese que les deparara el da. Jeff consigui un taxi. Era una camioneta de color amarillo intenso. Jeff le ense el mapa de Mathias al conductor, un tipo corpulento con gafas de culo de botella, que lo estudi con detenimiento. El hombre hablaba una mezcla de ingls y espaol. Llevaba una camiseta muy ceida, que le marcaba los msculos. Tena grandes manchas de transpiracin bajo las axilas y la cara brillante de sudor. Se la limpi una y otra vez con un pauelo mientras miraba el mapa, aparentemente descontento con lo que vea. Frunci el entrecejo y los mir uno a uno; luego a su camioneta y finalmente al sol. Veinte dlares dijo. Jeff neg con la cabeza. No tena idea de cul era el precio justo, pero presenta que deba regatear. Seis dijo, eligiendo una cifra al azar. El taxista pareci ofendido, como si Jeff acabara de escupirle sobre las sandalias. Le devolvi el mapa y ech a andar hacia la camioneta. Ocho! grit Jeff. El conductor se gir, pero no regres. Quince.
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Doce. Quince insisti el taxista. El autobs se marchaba y los dems pasajeros se internaban en la ciudad. El taxi amarillo era el nico lo bastante grande para llevarlos a todos. Quince convino Jeff. Intuy que lo estaban estafando y se sinti como un idiota. Advirti que el taxista se esforzaba para disimular su alegra, pero nadie ms pareca notarlo. Los dems ya caminaban hacia la camioneta. No importaba; no importaba nada. Aqulla era slo una etapa del viaje, y acabara enseguida. Mathias apareci sbitamente a su lado y pag al conductor. Jeff no se opuso, ni se ofreci a contribuir. Al fin y al cabo, Mathias era el responsable de que estuvieran all; de no ser por l, en aquellos momentos estaran dormitando en la playa. En la caja de la camioneta haba un perro pequeo atado a un bloque de hormign. Cuando se acercaron, el chucho comenz a tirar de la correa, ladrando, gruendo y soltando largos hilos de baba. Era negro con las patas blancas, un pelaje de aspecto greudo y grasiento y el tamao de un gato grande, aunque sus ladridos correspondan a un animal mucho ms voluminoso. Su enfado, el deseo de hacerles dao, pareca casi humano. Todos se detuvieron y miraron al animal. El taxista hizo un ademn desdeoso y rio. No problem dijo en su ingls macarrnico. No problem. Abri la puerta trasera, seal al perro y les ense que la correa slo llegaba hasta la mitad de la caja. Podran sentarse dos en la cabina y los otros cuatro, en la caja, fuera del alcance de la pequea fiera. Les dijo esto sobre todo por seas, subrayadas con la continua repeticin de aquellas dos palabras: No problem, no problem, no problem Stacy y Amy se ofrecieron voluntarias para viajar en la cabina. Corrieron hacia all, abrieron la puerta del acompaante y se sentaron antes de que los dems tuvieran tiempo de protestar. Los chicos subieron con desconfianza a la caja. El perro aument el volumen de los ladridos y tir de la correa con tanta fuerza que pareci que iba a romperse el cuello. El conductor trat de apaciguarlo murmurndole algo en maya, aunque sin efecto aparente. Finalmente, el hombre sonri, se encogi de hombros y cerr la puerta trasera de la camioneta. El vehculo arranc al tercer intento. Se metieron por una carretera asfaltada y empezaron a alejarse de la ciudad. Al cabo de un kilmetro y medio, giraron a la izquierda, por un camino de grava. Estaba rodeado de campos; Jeff no saba qu cultivaban en ellos, pero en uno haba un tractor roto, y en otro un par de caballos. De repente se encontraron en la selva, una maleza espesa y de aspecto hmedo que creca hasta el borde mismo del camino. El sol estaba en el centro del cielo, directamente encima de ellos, as que era difcil saber en qu direccin viajaban, pero dio por sentado que iban hacia el oeste. El taxista se haba quedado con el mapa. No les quedaba ms remedio que confiar en que sabra usarlo. Los cuatro estaban apoyados en la puerta trasera, con las piernas flexionadas contra el pecho y mirando al perro, que continuaba saltando hacia ellos, gruendo, ladrando y babeando sin parar. Haca un calor bochornoso, con esa humedad densa y ligeramente maloliente de un
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invernadero. El movimiento de la camioneta creaba una falsa brisa, pero no bastaba, y pronto estuvieron baados en sudor. De vez en cuando, Pablo le gritaba algo en griego al perro y todos rean con nerviosismo, aunque no tenan ni idea de lo que deca. Hasta Mathias, que rara vez rea, se una a ellos. Al cabo de un rato, el camino de grava se volvi terroso y con profundas rodadas. La camioneta aminor la velocidad y traquete entre los surcos. En los baches ms grandes el bloque de hormign saltaba, levantndose en el aire antes de volver a caer estrepitosamente contra el suelo de la caja. Cada vez que suceda esto, el perro se acercaba un par de centmetros ms a ellos. Tenan la impresin de que ya haban recorrido ms de diecisis kilmetros, que era lo que marcaba el mapa. Avanzaban cada vez ms despacio, pues el camino era cada vez peor, y los rboles se cerraban sobre ellos, rozando los lados de la camioneta. Una nube de insectos se cerni sobre el vehculo, siguiendo su lenta marcha, y empezaron a darse manotazos para evitar que les acribillasen los brazos y el cuello. Eric sac de la mochila un bote de repelente, pero se le cay y rod hacia el perro hasta detenerse contra el bloque de cemento. El animal lo olfate por un instante y luego sigui ladrando. Pablo ya no gritaba, y nadie rea. El tiempo se eternizaba haban viajado ms de lo previsto y Jeff comenzaba a pensar que haban cometido un terrible error, que aquel hombre los conducira a la selva para robarles y matarlos. Violara a las chicas y a ellos les disparara o les aplastara la cabeza con una pala. Se los dara a comer al perro, luego enterrara sus huesos en aquel suelo hmedo y nadie volvera a saber de ellos. En ese momento, el camino gir abruptamente hacia la derecha y el vehculo se detuvo con un rugido. Vieron un sendero que se internaba en el bosque. Haban llegado. Los cuatro bajaron rpidamente de la caja de la camioneta, riendo otra vez y abandonando el bote de repelente, mientras el perro, sin dejar de tirar de la correa, se despeda con gruidos y ladridos. Stacy iba sentada del lado de la ventanilla, que estaba cerrada hasta arriba para protegerlos del creciente calor. Conforme avanzaban, con el aire acondicionado a tope, a Stacy se le sec el sudor, se le puso la piel de gallina y empez a temblar. El viaje no le pareci demasiado largo. En realidad, casi no se dio cuenta de que su mente haba retrocedido quince aos y tres mil kilmetros. El color de la camioneta: s, se haba sido el detonante. Un color parecido al de los blocs de notas. Su to haba muerto en un coche de ese color. El to Roger, el hermano mayor de su padre, detenido en Massachusetts por una tormenta de primavera, trat de abrirse camino por un tramo de carretera inundado. El ro se haba desbordado y la corriente arrastr al vehculo, le dio la vuelta y lo remolc hasta un huerto de manzanos. All encontraron al to Roger, todava con el cinturn de seguridad puesto, colgado boca abajo, como un murcilago, en su coche amarillo. Ahogado. Stacy, sus padres y sus dos hermanos estaban en Florida cuando recibieron la noticia. Eran las vacaciones de primavera y su padre los haba llevado a Disneylandia. Se alojaban los cinco en una sola habitacin:
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los padres en una cama, los dos nios en otra, y Stacy en un catre situado entre ambas. Record a su padre hablando por telfono mientras les haca seas con la mano libre para que callasen: Qu qu qu La conexin era mala y tena que gritar, repitiendo cada frase que le decan con una inflexin interrogativa: Roger Una tormenta Ahogado Luego se dobl en dos, llorando con los ojos cerrados con fuerza mientras trataba infructuosamente de colgar el auricular. Despus de que diese varios golpes contra la mesita de noche, la madre de Stacy se lo quit de las manos y colg por l. Stacy y sus hermanos estaban sentados en la cama de al lado, mirndolo atnitos. Nunca haban visto llorar a su padre, ni volveran a verlo. La madre se los llev a tomar un helado en el restaurante del hotel y, cuando volvieron, todo haba terminado. Su padre ya era el de siempre y haca las maletas con aire expeditivo. Haba reservado billetes para todos en el vuelo de esa noche. El to Roger era un hombre corpulento, prematuramente cano, que siempre pareca incmodo con los hijos de su hermano y que, para distraerlos, recurra a las sombras de animales y a los chistes pueriles. Haba pasado con ellos las ltimas navidades. La habitacin de huspedes se hallaba enfrente de la de Stacy, que una noche despert al or un golpe descomunal. Intrigada y un poco asustada, se asom al pasillo. El to Roger estaba en el suelo, completamente borracho, tratando de levantarse. Tras varios intentos fallidos, se dio por vencido. Se gir con un gruido, se incorpor un poco y consigui sentarse a medias, con la espalda contra la puerta de su habitacin. Fue entonces cuando vio a Stacy. Le hizo un guio y sonri. Ella abri un poco ms la puerta y se sent en el suelo a mirarlo. Lo que oy a continuacin permaneci tan vivido en su memoria, tan claro pese a las limitaciones de una conciencia de siete aos, que Stacy ya no se atrevera a asegurar que hubiese ocurrido en realidad. La claridad de la escena era ms propia de un sueo que de un recuerdo. Voy a decirte algo muy importante dijo. Me escuchas? Al ver que la nia asenta, sacudi un dedo admonitorio. Si no vas con cuidado, puedes llegar a un punto en el que tomars las decisiones sin pensar. Sin hacer planes. Puedes acabar viviendo una vida distinta de la que deseabas. Tal vez la merezcas, pero no ser la que deseabas. Entonces movi el dedo otra vez. Asegrate de pensar. Asegrate de hacer planes. Despus, call. No era forma de hablarle a una nia de siete aos, y por fin pareci darse cuenta de ello. Esboz una sonrisa forzada. Alz las manos e intent, sin mucho empeo, hacer sombras de animales en la pared con la luz mortecina procedente de la escalera. No le salieron muy bien, y tambin pareci advertirlo. Bostez, cerr los ojos y se durmi casi de inmediato. Stacy cerr la puerta y regres a la cama. Nunca habl a sus padres de aquella conversacin, aunque la recordase ms de una vez durante su infancia. An pensaba en ella ahora que era una adulta, y quiz por eso, ms a menudo todava. La inquietaba, porque presenta que lo que haba dicho su to, o lo que haba soado que haba dicho su to, encerraba una gran verdad, y saba que ella no era de las que pensaban, ni de las que hacan planes, y nunca lo sera. Le
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resultaba fcil imaginarse atrapada de alguna manera imprevisible, ya fuese por incompetencia o por holgazanera. Vieja, por ejemplo, y sola, vestida con una bata llena de manchas, viendo la tele de madrugada con el volumen bajo, rodeada por media docena de gatos. O tal vez en una zona residencial, abandonada en una casa llena de habitaciones vacas, con los pezones escocidos y un beb chillando, pidiendo comida, en el piso de arriba. Esta ltima imagen era la que tena en mente mientras viajaba en la camioneta amarilla, mientras avanzaban traqueteando por el camino de tierra, y la haba hecho sentirse hueca y capaz de estallar, como un globo. Hizo un esfuerzo para espantar esos pensamientos. Al fin y al cabo, aquello no era su vida; todava no. Dentro de unos meses comenzara el segundo ciclo universitario, y todo era posible an. Conocera gente, y probablemente hara amistades que duraran para siempre. Dedic unos minutos a imaginarse en Boston estaba en una cafetera, por la noche, con una pila de libros sobre la mesa, el sitio prcticamente desierto, y entonces entraba un chico, un compaero de clase que le sonrea tmidamente y le preguntaba si poda sentarse con ella, cuando de repente se sorprendi pensando de nuevo en el to Roger, esta vez solo en la carretera inundada, en el mgico instante en que el agua del ro arrastraba el coche, lo levantaba, haciendo que Roger experimentase una sensacin de ingravidez, sin sentir miedo an sino simplemente sorpresa, o incluso cierto placer embriagador, como ante el comienzo de una pequea aventura, de una historia graciosa para contar a sus vecinos cuando regresara a casa. Nunca intentes conducir en medio de una corriente de agua. Haba tantas reglas que recordar! No era de extraar que la gente acabase en sitios donde no deseaba estar. Con esta idea en la cabeza que luego, vista en retrospectiva, parecera un presentimiento atinadamente aciago mir por el parabrisas y vio que haban llegado. Cuando la camioneta se detuvo, el hombre tendi el mapa hacia Amy. sta intent cogerlo, pero l no se lo permiti. Amy tir del papel, pero el taxista no se lo dio: un pequeo forcejeo. Stacy, que estaba pelendose con la manecilla de la puerta, no se dio cuenta de nada. La camioneta se sacudi ligeramente cuando los cuatro chicos saltaron al suelo. Las ventanillas estaban subidas, y el aire acondicionado zumbaba, pero Amy les oy rer. El perro segua ladrando. Stacy consigui abrir la puerta, por fin, y sali al calor del exterior, dejndola abierta para que bajase Amy. Pero aquel tipo se negaba a soltar el mapa. Ese sitio dijo sealando el sendero con la cabeza. Por qu van? Consciente de que el ingls del taxista era muy limitado, Amy se pregunt cmo describir el propsito de su misin con las palabras ms sencillas. Se inclin hacia delante. Los dems se congregaban a un lado de la camioneta, colgndose las mochilas, esperndola. Seal a Mathias. Su hermano? dijo. Tenemos que encontrarlo. El conductor se volvi, mir a Mathias por un instante y luego otra vez a ella. Frunci el entrecejo, pero no dijo nada. Ninguno de los dos haba soltado el mapa.
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Hermano? dijo Amy, ahora en castellano. No saba cmo se le haba ocurrido la palabra, ni si era correcta. Sus conocimientos de espaol se limitaban a los ttulos de algunas canciones o el nombre de algn restaurante. Perdido? aadi, sealando otra vez a Mathias. Hermano perdido. No estaba segura de lo que deca. El perro segua ladrando y comenzaba a darle dolor de cabeza, lo que le impeda pensar con claridad. El mexicano cabece. Este lugar. No bueno. No bueno? repiti Amy sin comprender. El hombre asinti. No bueno que ustedes ir a este lugar. Fuera, los dems se haban girado y miraban la camioneta. La estaban esperando. Detrs de ellos empezaba el sendero. Los rboles lo cubran, formando un tnel umbro, casi oscuro. Amy no alcanzaba a ver muy lejos. No entiendo dijo. Quince dlares. Para volver. Estamos buscando a su hermano. El taxista sacudi la cabeza con vehemencia. Los llevo otro sitio. Quince dlares. Todos contentos. Para demostrar lo que quera decir sonri de oreja a oreja, enseando los dientes, que eran grandes y gruesos, con manchas negras junto a las encas. ste es el sitio correcto repuso Amy. Es el del mapa, no? Tir del papel, y esta vez el hombre lo solt. Amy seal la cruz y luego el sendero. Es este lugar, no? La sonrisa del taxista se esfum. Cabece como si se sintiera asqueado y seal la puerta abierta. Vaya, entonces. Le digo que no bueno, pero ustedes van igual. Amy le ense el mapa, sealando otra vez la cruz. Estamos buscando Vaya dijo el hombre, interrumpindola y alzando la voz, como si de repente hubiese perdido la paciencia y empezara a enfadarse. Continu sealando la portezuela de la camioneta sin mirar el mapa. Vaya, vaya, vaya As que Amy le hizo caso. Se ape, cerr la puerta de la camioneta y la contempl alejarse lentamente por el camino. Tuvo la impresin de que el calor era una mano gigantesca que la abrazaba. Al principio, tras el fro del aire acondicionado, fue una sensacin agradable, pero muy pronto esa mano comenz a apretar. Sudaba, y enjambres de mosquitos revoloteaban a su alrededor, zumbando y picndole. Jeff haba sacado un repelente en aerosol y estaba aplicndoselo a todos. El perro segua saltando hacia ellos y ladrando desde la camioneta que se alejaba sacudindose sobre las profundas rodadas. Qu quera? pregunt Stacy. Rociada ya con repelente, tena la piel brillante y ola a ambientador. Pero los mosquitos seguan picndole, y no paraba de darse manotazos. Ha dicho que no deberamos ir. Amy seal el sendero.
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Adnde? Por qu no? Dijo que no es bueno. Qu no es bueno? El sitio adonde vamos. Las ruinas? Amy se encogi de hombros; no lo saba. Quera quince dlares para llevarnos a otro sitio. Jeff se acerc con el repelente de insectos. Le quit el mapa de las manos y comenz a rociarla. Amy extendi los brazos y luego los levant por encima de la cabeza, para que pudiese aplicrselo en el torso. Se gir lentamente. Cuando volvi a mirarlo, Jeff se agach para guardar el bote en la mochila. Todos se quedaron mirndolo. De repente, a Amy le asalt una duda inquietante. Cmo volveremos? Jeff la mir con los ojos entornados. Volver? Amy seal el camino de tierra por donde haba desaparecido la camioneta. A Cob. Jeff se volvi a mirar el camino, pensativo. La gua dice que puede pararse cualquier autobs que pase. Se encogi de hombros, como si acabara de caer en la cuenta de la tontera que haba dicho. As que pens Seguro que no pasan autobuses por este camino dijo Amy. Jeff asinti. Era evidente. Ni siquiera cabran Tambin deca que se puede hacer autostop Ves algn coche por aqu? Jeff suspir y cerr la mochila. Se levant y se la colg del hombro. Amy empez. En todo el trayecto, viste algn? Seguro que tienen alguna forma de salir a comprar provisiones. Quines? Los arquelogos. Tendrn una camioneta. O acceso a una camioneta. Cuando encontremos al hermano de Mathias, les pediremos que nos lleven a Cob. Joder, Jeff! Estamos perdidos, no? Tendremos que andar como treinta kilmetros. Y por la puta selva! Diecisis. Qu? Son diecisis kilmetros. De eso nada. Hemos hecho muchos ms. Amy se volvi hacia los dems, buscando apoyo, pero slo Pablo la mir. Sonrea; no tena ni idea de lo que deca. Mathias rebuscaba en la mochila. Stacy y Eric tenan los ojos clavados en el suelo. Intuy que otra vez estaban pensando que era una quejica, y eso la indign. Es que a nadie ms le preocupa? Por qu es responsabilidad ma? pregunt Jeff. Por qu se supone que soy yo quien debe organizado todo? Amy levant las manos como si eso fuera obvio. Porque empez, pero no supo cmo seguir. Por qu Jeff?
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Estaba convencida de que era responsabilidad suya, pero no se le ocurri una razn. Jeff se volvi hacia los dems y seal el sendero. Listos? pregunt. Asintieron todos, salvo Amy. Jeff encabez la marcha, seguido por Mathias, Pablo y Eric. Stacy mir a Amy con gesto comprensivo. Reljate, cario, vale? dijo. Ya vers como todo sale bien. Tom del brazo a su amiga y tir de ella. Amy no se resisti. Jeff y Mathias comenzaban a desaparecer entre las sombras y los pjaros chillaban, marcando sus progresos hacia las profundidades de la selva. Segn el mapa, tenan que recorrer tres kilmetros por ese sendero. Luego aparecera otro a la izquierda que los conducira por una suave pendiente a lo alto de una colina. Y all encontraran las ruinas. Llevaban ms de veinte minutos andando cuando Pablo se detuvo a mear. Eric par tambin. Dej la mochila en el suelo y se sent sobre ella a descansar. Los rboles ocultaban el sol, pero todava haca demasiado calor para andar tanto. Tena la camiseta empapada en sudor y el pelo pegado a la frente. Haba mosquitos y unas moscas diminutas que parecan especialmente atradas por su sudor. Lo rodearon como una nube, emitiendo un zumbido agudo. O bien el repelente se haba aguado con el sudor, o no serva para nada. Stacy y Amy los alcanzaron mientras Pablo haca pis. Eric las oy hablar antes de llegar, pero callaron al acercarse a l. Stacy le sonri, le dio una palmadita en la cabeza y sigui andando. No se detuvieron, ni siquiera aflojaron el paso y, tras recorrer algunos metros, reanudaron la conversacin. Eso lo inquiet, porque tuvo la sensacin de que hablaban de l. O tal vez no. Puede que hablasen de Jeff. Las chicas siempre estaban secreteando, y Eric no acababa de acostumbrarse a la relacin tan estrecha que mantenan. A veces se daba cuenta de que le pona mala cara a Amy inconscientemente, de que ella lo irritaba sin motivo aparente: estaba celoso. Quera ser el confidente de Stacy, no el objeto de sus confidencias, y le molestaba que las cosas fueran de otra manera. El griego tena una vejiga descomunal. Segua meando, formando un charco a sus pies. Las mosquitas negras parecieron encontrar la orina an ms atractiva que el sudor; se congregaron alrededor de ella y comenzaron a zambullirse una y otra vez, dejando pequeos hoyos en la superficie. El griego meaba, meaba y meaba. Cuando termin, sac una botella de tequila de la mochila y rompi el precinto. Ech un trago y se la pas a Eric. ste se levant para beber, y el tequila le hizo saltar las lgrimas. Tosi y le devolvi la botella. Pablo bebi otro sorbo antes de guardarla en la mochila. Dijo algo en griego, cabeceando y secndose la frente con la camisa. Eric supuso que era un comentario sobre el calor: tena el aire quejumbroso correspondiente. Asinti. Hace un calor infernal dijo. Tenis una expresin parecida en griego? Debe de existir en todas las lenguas, no? Hades? El infierno? El griego se limit a sonrer.
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Eric se colg la mochila del hombro y reemprendieron la marcha. En el mapa, el sendero estaba dibujado como una lnea recta, pero en la realidad era serpenteante. Stacy y Amy los haban adelantado unos trescientos metros y aparecan y desaparecan de la vista de Eric. Jeff y Mathias haban emprendido la marcha con la actitud expeditiva de dos exploradores y Eric ya no los vea, ni siquiera en los tramos ms rectos del camino. El sendero era de tierra compacta, tena un metro veinte de ancho y estaba flanqueado por una densa vegetacin. Plantas de hojas grandes, lianas y enredaderas que parecan escapadas de un tebeo de Tarzn. Debajo de los rboles estaba oscuro, y no se vea gran cosa a los lados, pero de vez en cuando Eric oa ruidos en el follaje. Pjaros, quizs, asustados por la proximidad del grupo. Haba graznidos y un zumbido continuo de fondo, semejante al canto de una cigarra, que de vez en cuando se interrumpa sbitamente, provocndole escalofros. El camino pareca bastante transitado. Vieron un envase de cerveza y una cajetilla de cigarrillos aplastada. En cierto punto encontraron tambin las huellas de un animal ms pequeo que un caballo. Un burro, tal vez. O incluso una cabra. Eric no estaba seguro. Jeff seguramente lo sabra. Se le daban bien esas cosas: conoca las constelaciones, los nombres de las plantas Le gustaba leer y acumular datos, quiz para fanfarronear, como cuando peda la comida en espaol aunque el camarero entendiera el ingls a la perfeccin, o cuando correga la pronunciacin a los dems. Eric no terminaba de decidir si le caa bien o mal. O ms exactamente, y esto deba de ser lo ms importante, no saba hasta qu punto le caa bien l a Jeff. Giraron en una curva, bajaron por una suave pendiente, bordeando un arroyo, y de pronto se encontraron con un luminoso claro. Despus de tanto tiempo a la sombra, la luz del sol los deslumbr. La selva qued atrs, sucumbiendo a lo que pareca un fallido proyecto agrcola. A ambos lados del sendero haba ahora sendos campos de unos cien metros de ancho, con grandes surcos de tierra removida secndose al sol. Era la etapa final de un ciclo de deforestacin y quema: la deforestacin, la quema, la siembra y la cosecha ya haban tenido lugar y lo que quedaba era la tierra balda que preceda al retorno de la selva. En los bordes, el follaje haba enviado ya patrullas de reconocimiento, enredaderas y algn que otro arbusto que llegaba ya a la cintura de un hombre y que pareca ligeramente agresivo entre los terrones levantados por el arado. Pablo y Eric sacaron las gafas de sol. A lo lejos empezaba otra vez la selva, atravesando el camino como un muro. Jeff y Mathias desaparecieron entre las sombras, pero Stacy y Amy estaban a la vista. Amy se haba puesto el sombrero y Stacy se cubri la cabeza con un pauelo. Eric las llam a gritos, hacindoles seas con las manos, pero no le oyeron. O le oyeron, pero no se volvieron. Las moscas negras se quedaron atrs, entre los rboles, pero los mosquitos los acompaaron, impertrritos. Se encontraban en la mitad del claro cuando una serpiente cruz el camino delante de ellos. Era negra con dibujos cobrizos y pequea, de unos sesenta centmetros de largo, pero Pablo lanz un grito de terror. Salt hacia atrs, atropellando a Eric, y cay encima de l. Se levant en el acto y empez a sealar el lugar por donde haba desaparecido la serpiente, mascullando en griego mientras saltaba primero con un pie y
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luego con el otro, aterrorizado. Al parecer, las serpientes le producan pnico. Eric se incorpor despacio y se sacudi la ropa. Al caer se haba hecho un corte en el codo, que estaba lleno de tierra. Trat de limpiarlo. Pablo continu hablando en griego, gritando y gesticulando. Los tres griegos eran iguales: en raras ocasiones trataban de comunicarse mediante gestos o dibujos, pero la mayora del tiempo hablaban por los codos, sin molestarse en aclarar lo que decan. Era como si soltar lo que queran fuera lo nico que les importaba, como si les trajera sin cuidado que les entendiesen o no. Eric esper a que Pablo terminara. Al final le pareci que le peda perdn por haberlo tirado al suelo, as que sonri y asinti con la cabeza. Continuaron andando, aunque ahora Pablo iba mucho ms despacio, mirando con cautela los bordes del sendero. Eric trat de imaginar la llegada a las ruinas. Los arquelogos con sus prolijos mapas, los pequeos cepillos y palas y las bolsas de plstico llenas de utensilios: las tazas de latn donde antao haban bebido los mineros, los clavos de hierro con que construan sus cabaas. Mathias encontrara a su hermano y se enfrentara con l: una discusin en alemn, gritos, ultimtums. Eric estaba impaciente por que llegase ese momento. Le chiflaban las situaciones dramticas, los conflictos, las explosiones de sentimientos. No poda seguir todo como hasta el momento, la tediosa y sofocante marcha, la herida del codo que lata al ritmo de su corazn. Cuando encontraran las ruinas, el da cambiara, adquirira un nuevo cariz. Llegaron al final del claro y la selva se alz otra vez ante ellos. Las mosquitas los esperaban a la sombra. Formaron una nube zumbadora alrededor de ellos, como si celebrasen el reencuentro. Ya no se vea el arroyo por ninguna parte. El sendero gir hacia la derecha, luego hacia la izquierda, y por fin se volvi recto otra vez; un largo y sombro pasillo en cuyo extremo pareca haber otro claro, un crculo de luz solar tan intensa que a Eric se le antoj casi audible, como el sonido de un cuerno. Mirarlo le lastimaba los ojos y la cabeza. Volvi a ponerse las gafas oscuras. Entonces cay en la cuenta de que los dems se haban detenido all. Jeff, Mathias, Stacy y Amy estaban acuclillados alrededor del claro, pasndose una botella de agua, y se volvieron a mirarlos a Pablo y a l. Segn el mapa, si estaban en el poblado maya significaba que se haban pasado, y el poblado maya se vea al final de la cuesta que empezaba a sus pies. Jeff y Mathias haban estado atentos a la bifurcacin del camino, pero por alguna razn no la vieron. Ahora tendran que dar media vuelta e ir con ms cuidado. Lo que estaban discutiendo era si deban explorar primero la aldea maya, comprobar si por casualidad haba alguien all que pudiera guiarlos. No es que el lugar pareciera muy prometedor. Consista en unas treinta casas de aspecto frgil, de tamao y apariencia casi idnticos. Chozas de una o dos habitaciones, casi todas con techo de paja, aunque algunos eran de metal. Jeff supuso que el suelo sera de tierra. No vio cables, as que dio por sentado que no habra electricidad. Ni agua, desde luego, ya que haba un pozo en el centro del poblado, con un cubo atado a una soga. Mientras esperaban que Pablo y Eric los alcanzasen, vio a una mujer sacando agua, girando una manivela
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para bajar el cubo. La rueda necesitaba aceite, pues a pesar de la distancia oy el chirrido que produca mientras el cubo descenda ms y ms, haca una pausa para llenarse e iniciaba un ascenso igual de ruidoso que el descenso. Jeff mir cmo la mujer se cargaba el cntaro de agua al hombro y regresaba a su choza por una calle polvorienta. Los mayas haban despejado un crculo de selva alrededor de la aldea para plantar algo que pareca maz y legumbres. En los campos trabajaban hombres, mujeres y nios agachados, arrancando las malas hierbas. Tambin haba cabras, gallinas, varios burros y tres caballos atados a la valla de un corral, pero ni rastro de equipamiento mecnico: ni tractores, ni arados, ni coches ni camionetas. Cuando Jeff y Mathias aparecieron en lo alto de la cuesta, un chucho alto y flaco corri a su encuentro, con el rabo agresivamente tieso. Se detuvo a unos metros de ellos, ladrando y gruendo. Pero haca demasiado calor para esa clase de conducta, as que al cabo de un rato se qued quieto. Finalmente perdi todo el inters en ellos y regres al poblado, donde se dej caer a la sombra de una choza. Jeff supona que los ladridos del perro alertaran a los pobladores de su llegada, pero no haba indicios de ello. Nadie se detuvo a mirarlos; nadie dio un codazo a su vecino ni los seal. Los hombres, las mujeres y los nios continuaron arrancando la maleza, movindose lentamente entre las filas de plantas. Casi todos los hombres vestan de blanco y llevaban sombrero de paja. Las mujeres, en cambio, llevaban vestidos oscuros y chales sobre los hombros. Los nios tenan aspecto salvaje e iban descalzos; casi todos los varones con el torso desnudo y tan bronceados por el sol que parecan fundirse con la tierra en la que trabajaban, desaparecer y reaparecer en cuestin de segundos. Stacy quera bajar a la aldea para ver si encontraban un sitio donde refrescarse y sentarse a descansar hasta era posible que pudiesen comprar una bebida fresca, pero Jeff vacil. El hecho de que nadie los saludase, la sensacin de que el pueblo entero se empeaba en negar su presencia all, lo llen de cautela. Seal la ausencia de cables, lo que indicaba que all difcilmente existiran neveras o aire acondicionado, lo cual, a su vez, haca poco probable que hubiera bebidas fras o un sitio fresco donde sentarse a descasar. Pero puede que por lo menos encontremos un gua dijo Amy, tras sacar la cmara de la mochila y empezar a hacer fotos. Luego tom algunas de ellos acuclillados, y luego otra de Pablo y Eric mientras se acercaban. Jeff not que su humor mejoraba. Stacy la haba animado. Su estado de nimo sufra grandes variaciones, y l supona que con motivos, aunque haca tiempo que ya no intentaba adivinarlos. La llamaba su medusa, por la forma en que bajaba y suba de las profundidades. A ella a veces le haca gracia, y otras no. Ahora le sac una foto, mirando tanto rato por el visor que lo puso nervioso. Igual nos pasamos el da yendo y viniendo por ese camino dijo. Qu pasar entonces? Acamparemos aqu? Puede que despus nos lleven a Cob dijo Stacy. Ves algn coche all? pregunt Jeff. Todos miraron fijamente hacia la aldea. Antes de que pudieran
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responder, Pablo y Eric llegaron junto a ellos. Pablo abraz a todo el mundo y de inmediato empez a hablar animadamente en griego, abriendo los brazos como si hubiera pescado un pez enorme y lo estuviera describiendo. Dio varios saltos, fingi tirar a Eric al suelo y volvi a abrir los brazos. Vimos una serpiente explic Eric. Pero no era tan grande. Ms o menos, la mitad de eso. Los dems rieron, y esto pareci animar a Pablo, que empez otra vez con los parloteos, los saltos y los choques contra Eric. Les tiene pnico dijo Eric. Se pasaron la botella de agua mientras esperaban a que Pablo terminase de hablar. Eric bebi un largo trago y se ech un poco de agua en la herida del codo. Todo el mundo se acerc para examinarla. Estaba cubierta de sangre, pero no era demasiado profunda, meda unos siete centmetros de largo y tena forma de hoz, siguiendo la curva del codo. Amy le hizo una foto. Vamos a bajar a buscar un gua en la aldea dijo. Y un sitio fresco donde sentarnos aadi Stacy. Y bebidas fras. A lo mejor tienen tambin limn dijo Amy. Te echaremos el zumo en la herida. Eso matar cualquier germen. Ella y Stacy se volvieron para sonrer a Jeff, como provocndolo. Pero l no respondi para qu? Era evidente que ya haban tomado la decisin de ir a la aldea. Pablo al fin estaba callado y Mathias enroscaba la tapa de la botella de agua. Jeff se colg la mochila al hombro. Vamos? dijo. Todos empezaron a bajar la cuesta. Hubo un instante, justo cuando salieron de entre los rboles, en que el pueblo entero pareci petrificarse; en los campos, los hombres, las mujeres y los nios se detuvieron durante una dcima de segundo para mirarlos. Luego todo termin, y fue como si no hubiera sucedido, aunque Stacy estaba convencida de que haba sucedido, o quiz no, puede que no lo estuviera tanto, que lo estuviese cada vez menos con cada paso que daba hacia la aldea. El trabajo continu en el campo las espaldas dobladas, la continua extraccin de hierbas sin que nadie los mirase, sin que nadie, ni siquiera los nios, se molestase en ver cmo avanzaban por el camino. As que era posible que finalmente no hubiera sucedido. Stacy era una fantasiosa, lo saba, una soadora que siempre construa castillos en el aire. All no habra habitaciones frescas ni bebidas fras. Y era igualmente posible que no hubiese existido ese instante de observacin furtiva, esa rpida y cautelosa mirada colectiva. El perro que les haba ladrado antes reapareci. Volvi a salir de la aldea, pero esta vez con una actitud completamente diferente. Moviendo la cola, con la lengua fuera: un amigo. A Stacy le gustaban los perros. Se agach para acariciarlo y dej que le lamiese la cara. El movimiento de la cola del animal se intensific, y toda su mitad trasera comenz a balancearse. Los dems no se detuvieron. Entonces Stacy cay en la cuenta de que el perro estaba cubierto de garrapatas. En la barriga tena docenas de garrapatas gordas, llenas de sangre, que parecan uvas pasas.
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Vio otras movindose entre el pelo y se levant rpidamente, tratando infructuosamente de ahuyentar al chucho. Pero con su breve demostracin de afecto se haba ganado al animal, que decidi adoptarla. Y ahora se le pegaba al cuerpo mientras ella caminaba, metindosele entre las piernas, gimoteando y moviendo la cola, a punto de hacerla tropezar a cada paso. Impaciente por alcanzar a los dems, Stacy tuvo que contenerse para no pegarle una patada o un manotazo en el hocico. Senta que las garrapatas trepaban por su cuerpo y tuvo que decirse que no era verdad, decrselo mentalmente con todas las letras: No es verdad. De repente dese estar de vuelta en Cancn, en la habitacin del hotel, a punto de meterse en la ducha. El agua caliente, el olor del champ, la pequea pastilla de jabn envuelta en papel, la toalla limpia esperando en el toallero. Al adentrarse en la aldea, el sendero fue ensanchndose hasta convertirse en algo parecido a una carretera. Las chozas lo flanqueaban. En algunas casas haba mantas de vivos colores colgando del dintel; en otras el hueco de la puerta estaba vaco, pero tampoco revelaba nada, pues el interior se perda entre las sombras. Las gallinas correteaban, cloqueando. Apareci otro perro, que se uni al primero en la adoracin de Stacy, y ambos empezaron a darse dentelladas, disputndose su atencin. El segundo era gris y de aspecto lobuno. Tena un ojo azul y otro pardo, lo que confera a su mirada una ominosa intensidad. Stacy ya los haba bautizado para s: Gorrino y Repeluz. Al principio pensaron que en el pueblo no haba nadie, que todos estaban trabajando en el campo. Sus pasos sonaron estentreos e indiscretos en la tierra compacta del camino. Nadie habl, ni siquiera Pablo, para quien el silencio era casi un imposible. Entonces vieron a una mujer sentada en un portal, con un beb en brazos. Tena aspecto avejentado y una larga melena negra salpicada de canas. A pesar de que caminaban hacia ella, y estaban ya a unos treinta metros, la mujer no alz la vista. Hola! dijo Jeff en espaol. Nada. Silencio; la mirada hacia otro lado. El beb no tena casi pelo y su cuero cabelludo estaba cubierto de una erupcin de aspecto doloroso. Era difcil no mirarlo, pues pareca que alguien le hubiera untado la cabeza con mermelada. Stacy no entenda cmo el pequeo no estaba llorando y esto la inquiet sobremanera, aunque no habra podido decir por qu. Es como un mueco pens, no se mueve, no llora Entonces comprendi por qu aquella inmovilidad le preocupaba tanto: tena la impresin de que el nio estaba muerto. Mir hacia otro lado y nuevamente se oblig a pronunciar mentalmente aquellas palabras: No es verdad. Luego los dejaron atrs, y no se volvi a mirar. Se detuvieron junto al pozo, en el centro del pueblo, y miraron alrededor, esperando que alguien se les acercase, sin entender por qu nadie lo haca. El pozo era profundo. Cuando Stacy se inclin sobre el borde, no pudo ver el fondo. Contuvo la tentacin de escupir, o de arrojar una piedra para or el lejano chasquido cuando diera contra el agua. Sobre un viscoso rollo de cuerda haba un cubo de madera que Stacy no deseaba tocar. Los mosquitos se arremolinaban alrededor del grupo, como si
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tambin ellos esperasen descubrir lo que ocurrira a continuacin. Amy sac fotos de las chozas, el pozo y los perros. Luego le pas la cmara a Eric y le pidi que las retratase a ella y a Stacy cogidas del brazo. Cuando volvieran tendran un montn de fotos parecidas: las dos abrazadas, sonriendo a la cmara, primero plidas, luego bronceadas, y finalmente medio despellejadas. sta era la primera que se hacan sin los sombreros idnticos, e hizo que Stacy se entristeciera al recordar lo que haba pasado: los ladronzuelos corriendo por la plaza, la sensacin de una mano pequea apretando su pecho. El perro al que haba llamado Repeluz, el que tena un ojo azul y otro marrn, se acuclill y dej una espiral de mierda en el suelo, junto al pozo. La caca se mova, llena de gusanos. Gorrino la olfate con inters, y finalmente el espectculo anim a Pablo, que comenz a hablar en griego y a gesticular con vehemencia. Se inclin y mir la movediza pila de excrementos con una mueca de asco. Alz la cabeza al cielo y sigui hablando, como si se dirigiera a los dioses, mientras sealaba a los dos perros. Tal vez no debimos venir dijo Eric. Jeff asinti. Deberamos irnos. Simplemente Viene alguien dijo Mathias. Un hombre avanzaba por el camino de tierra. Pareca venir de los campos y se limpi las manos en los pantalones, dejando dos manchas marrones en la tela blanca. Era bajo, con los hombros fornidos, y cuando se quit el sombrero de paja para enjugarse el sudor de la frente, Stacy vio que estaba prcticamente calvo. Se detuvo a unos seis metros de ellos y los escrut sin prisas. Volvi a ponerse el sombrero y guard el pauelo en el bolsillo. Hola! dijo Jeff. El hombre respondi en maya, con una pregunta, aparentemente, a juzgar por el arco de sus cejas. Era lgico suponer que les preguntaba qu queran, as que Jeff trat de contestar, primero en castellano, luego en ingls y finalmente con seas. El hombre no pareci entenderle. De hecho, Stacy tena la extraa sensacin de que no quera entender. Escuch las palabras de Jeff, incluso sonri al verlo recurrir a la mmica, pero haba algo manifiestamente hostil en su actitud. Era amable pero no cordial, y Stacy intuy que esperaba que se marcharan, que habra preferido que no pasaran por all. Por fin, Jeff pareci llegar a la misma conclusin. Se dio por vencido y se gir hacia los dems, encogindose de hombros. No hay manera dijo. Nadie discuti. Cogieron las mochilas, se dieron la vuelta y comenzaron a andar hacia la selva. El maya permaneci junto al pozo, mirndolos marchar. Pasaron junto a la mujer que no les haba hecho caso y nuevamente se neg a mirarlos. El beb con la cabeza salpicada de mermelada permaneca inmvil en sus brazos. Est muerto pens Stacy, y luego: no es verdad. Los perros les seguan. Y tambin, sorprendentemente, dos nios. Oyeron un chirrido, y cuando Stacy se volvi, vio a dos nios subiendo la
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cuesta en bicicleta. El mayor pedaleaba; el ms pequeo iba sentado sobre el manillar. Ms grande, ms pequeo, eran trminos relativos, ya que ambos eran esmirriados. El pecho hundido, los hombros cados, las rodillas y los codos huesudos, y una bicicleta demasiado grande para ellos. Pareca pesada, con ruedas grandes y gruesas y sin silln. Obligado a pedalear de pie, el nio que iba detrs sudaba y jadeaba por el esfuerzo. La cadena necesitaba aceite, de ah el chirrido. Los seis se detuvieron y se volvieron a mirar, pero entonces los nios pararon tambin, a unos doce metros, esquelticos, de ojos oscuros, cautelosos como bhos. Jeff los llam, les hizo seas para que se acercaran, pero los nios permanecieron donde estaban, mirndolos, el pequeo todava sentado en el manillar. Finalmente se dieron por vencidos y continuaron andando. Al cabo de un instante volvieron a or el chirrido, pero no le hicieron caso. En los campos, seguan arrancando las malas hierbas. Slo el hombre del pozo y los nios de la bicicleta mostraron inters por la partida del grupo. Repeluz se separ de ellos en cuanto entraron en la selva, pero Gorrino persever. Segua restregndose contra las piernas de Stacy, y sta segua tratando de apartarlo. El chucho pareca pensar que se trataba de un juego, y lo practicaba con creciente entusiasmo. Al final, Stacy perdi la paciencia. No dijo, y le dio un golpe en el hocico. El perro gimi y salt hacia atrs, atnito. Par en seco en medio del camino y la mir con una expresin de dolor casi humana. Traicin: de eso hablaban aquellos ojos. Ay, cario murmur Stacy, acercndose, pero ya era demasiado tarde; el perro retrocedi, ahora cauteloso, con el rabo entre las patas. Los dems haban seguido adelante y acababan de girar por una curva, as que desapareceran de la vista en cualquier momento. Stacy se estremeci, invadida por un sbito temor infantil, el de la nia perdida en el bosque, y corri para alcanzarlos. Cuando se volvi, vio que el perro continuaba en el camino, mirndola marchar. Los nios pasaron a su lado en la bicicleta, casi rozndolo, pero l no se movi, y su mirada pesarosa pareci adherirse a ella mientras giraba por la curva. Mientras reanudaba la marcha, Amy trat de pensar en un final feliz para aquel da, pero no le result fcil. O bien encontraban las ruinas, o no las encontraban. Si no las encontraban, tendran que volver por el camino de tierra, recorrer diecisis kilmetros o ms hasta Cob mientras anocheca rpidamente. Tal vez se haban creado una falsa impresin sobre el camino y por all hubiese ms trnsito del que imaginaban. se era un final feliz, supuso, porque entonces alguien los recogera y los llevara a Cob. Llegaran al atardecer, y bien buscaran un sitio donde pasar la noche, o cogeran el autobs para volver a Cancn. Pero Amy no consigui mantener la fe en esa visin. En cambio, se imagin andando con los dems en la oscuridad absoluta, o acampando a la intemperie, sin tienda, ni sacos de dormir ni mosquiteros, y pens que quiz sera mejor que encontrasen el camino de las ruinas. All estaran Henrich, su nueva novia y los arquelogos. Con toda probabilidad hablaran ingls y seran amables y serviciales. Encontraran
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la manera de llevarlos a Cob o, si era demasiado tarde, se ofreceran encantados a compartir sus tiendas de campaa. S, por qu no? Los arquelogos les prepararan la cena. Habra una hoguera, bebidas, risas, y ella hara un montn de fotos para ensearlas cuando volviera a casa. Sera una aventura, la experiencia ms emocionante del viaje. ste fue el final feliz que Amy mantuvo en su mente mientras avanzaban por el camino en direccin al claro, el crculo de luz deslumbrante por el que tendran que pasar pronto. Poco antes de llegar all, hicieron una pausa a la sombra. Mathias sac la botella de agua y la pas. Todos sudaban, y Pablo empezaba a oler mal. Detrs de ellos, el chirrido se interrumpi. Amy se volvi y vio a los dos nios mirndolos desde una distancia de unos quince metros. El perro sarnoso, el que se haba enamorado de Stacy, tambin estaba all, aunque algo ms lejos, casi perdido entre las sombras. l tambin se haba detenido y ahora titubeaba, con la vista fija en el grupo. Fue Amy quien pens en los campos. Cuando se le ocurri la idea, se hinch de orgullo, un sentimiento infantil, la nia inclinndose hacia delante en el pupitre, alzando la mano para llamar la atencin de la maestra. Puede que el camino salga de los campos dijo, y seal hacia la luz. Los dems se volvieron y miraron hacia el claro, pensando. Entonces Jeff asinti. Es posible respondi sonriendo, complacido con la idea, lo que hizo que Amy se sintiera ms orgullosa an. Se descolg la cmara del cuello, coloc a los dems en semicrculo y los mir por el visor, con la espalda hacia el sol, animndoles a sonrer a todos, incluso al enfurruado Mathias. En el ltimo instante, antes de que apretase el obturador, Stacy se volvi a mirar atrs, hacia los nios, el perro y la silenciosa aldea. Pero de todas maneras fue una foto bonita, y ahora Amy estaba convencida de haber hallado la solucin, el camino hacia el final feliz. Encontraran las ruinas. Despus de la firmeza de la tierra del camino, les result difcil avanzar por el campo, cuyo suelo pareca removido con una rastra recientemente. El terreno era irregular, lleno de hoyos y surcos, con sbitos e inexplicables trechos cubiertos de lodo. El barro se les pegaba a los zapatos y se iba acumulando poco a poco, as que tenan que detenerse a cada rato para quitrselo. Eric no estaba en condiciones para esta clase de aventura. Tena resaca, haba dormido poco y el calor comenzaba a afectarle. El pulso se le haba acelerado y le dola la cabeza. Senta oleadas de nuseas. Comenzaba a pensar que no podra seguir, y a preguntarse cmo explicarlo, cuando Pablo lo salv de la humillacin parando en seco. Su pie derecho haba desaparecido por completo en el barro. Se detuvo con una pierna levantada, haciendo equilibrio como una grulla, y empez a maldecir. Eric reconoci varias palabrotas de las clases de griego que le haba dado. Jeff, Mathias y Amy ya haban avanzado bastante andaban con sorprendente facilidad por el borde de la selva, pero Stacy se qued
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atrs, igual que ellos. Se detuvo para socorrer al griego, y lo sujet por el codo, ayudndole a mantener el equilibrio, mientras Eric se acuclillaba para liberar el zapato de las garras del campo. ste sali por fin, tras varios tirones fuertes, con un ruido de succin que los hizo rer a todos. Pablo se calz y dio media vuelta, regresando al camino, sin decir una palabra. Stacy y Eric miraron a los dems, que ya estaban a unos quince metros. Continu un breve y silencioso debate, hasta que Eric le tendi la mano a Stacy. Ella la cogi y comenzaron a cruzar el campo otra vez, siguiendo los pasos de Pablo. Jeff les grit algo, pero Eric y Stacy se limitaron a saludar con la mano y continuaron la marcha. Pablo los esperaba en el camino. Haba abierto la mochila y sacado la botella de tequila. Se la ofreci a Eric, que, aun sabiendo que no le convena, ech un buen trago, se estremeci, y se la pas a Stacy. sta era capaz de impresionar a cualquiera con su forma de beber, cuando le daba por ah, y ahora lo demostr. Ech la cabeza atrs, coloc la botella en una vertical perfecta, y el tequila descendi por su garganta haciendo glu-glu-glu. Par para respirar, con una tos que se convirti en carcajada y la cara roja. Pablo aplaudi, le dio una palmada en el hombro y cogi su botella. Los dos nios mayas seguan all. Se haban acercado un poco ms, aunque sin salir de la sombra de la selva. Bajaron de sus bicicletas y ahora estaban de pie uno al lado del otro, el mayor con la mano en el manillar. Pablo alz la botella y los llam en griego, pero ellos permanecieron inmviles, pendientes de lo que hacan. El perro estaba a su lado, tambin mirndolos. Jeff, Mathias y Amy llegaron al otro lado del campo, donde la selva se alzaba como un muro. Comenzaron a moverse a lo largo del borde, paralelamente al sendero, buscando el misterioso camino. Pablo guard la botella en la mochila y los tres miraron cmo sus amigos andaban por el lmite del fangoso campo. Eric no crea que fueran a encontrar las ruinas. De hecho, ni siquiera crea que existieran. Alguien les haba mentido, o gastado una broma, pero no saba si ese alguien era Mathias, el hermano de Mathias o incluso, quiz, la novia imaginaria de este ltimo. No importaba. Se haba divertido un rato, pero ahora quera que todo terminara, quera estar a salvo en el autobs con aire acondicionado que los llevara a Cancn, durmiendo tranquilamente. No saba cmo lo conseguira; slo saba que lo primero que deba hacer era volver a la carretera por el camino ms corto. Y eso no inclua cruzar un campo lleno de barro. Eric mir el sendero. Podan esperar a los dems a la sombra, del otro lado del claro. Hasta podra dar una cabezada. Stacy y l iban de la mano. As que dijo Stacy. Haba una chica que compr un piano. Pero no saba tocar repuso Eric. As que se apunt para tomar clases. Pero no poda pagarlas. As que se puso a trabajar en una fbrica. Pero la echaron por llegar tarde. As que se hizo prostituta. Pero se enamor del primer cliente. Las historias de as que-pero eran uno de sus juegos favoritos. No
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tenan sentido, lo cual las converta en la forma ms pura de ocio, y podan pasarse horas entretenidos con ese pimpn de frases. Hasta Amy lo encontraba irritante. Pero la tontera, el juego, era lo que mejor se les daba a Eric y Stacy. En su fuero interno, en una parte de su mente no del todo accesible, Eric se daba cuenta de que eran como nios y de que Stacy algn da crecera; de hecho, ya empezaba a hacerlo. No saba si l lo conseguira; no entenda cmo lo haca la gente. l enseara a nios y seguira siendo un nio para siempre, mientras Stacy avanzaba implacable hacia la edad adulta, dejndolo atrs. Soaba con casarse con ella, pero eso no era ms que una fantasa, otro ejemplo de su incorregible inmadurez. De hecho, en el futuro haba una ruptura esperndole, una carta de despedida, un ltimo y doloroso encuentro. Era algo que procuraba no ver, aunque saba que estaba all, o lo sospechaba, pero ante lo cual cerraba voluntariamente los ojos. As que le pidi que se casara con ella. Pero l ya estaba casado. As que le suplic que se divorciase. Pero l amaba a su esposa. As que ella decidi matarla. El perro ladr, sobresaltando a Eric, que se volvi a mirar hacia el camino. Los dos nios y el chucho haban salido de la selva y estaban al sol. Pero no miraban en la direccin de Eric, sino en la de Jeff, Mathias y Amy. Junto a la linde de la selva, Mathias levant una enorme hoja de palmera y la arroj al campo. Cuando se agach para coger la segunda, Jeff se volvi, grit algo indescifrable y les hizo seas para que se acercasen. Eric, Stacy y Pablo no se movieron. Ninguno de los tres quera volver al barro. Mathias no paraba de levantar hojas de palmera y tirarlas a un lado. Poco a poco vieron una abertura entre los rboles. Eric no haba terminado de asimilar este hecho cuando advirti un movimiento por el rabillo del ojo. Se volvi. El nio ms grande se haba subido a la bicicleta y se alejaba pedaleando a toda velocidad. El ms pequeo se qued en el sendero, desde donde miraba a Jeff y a los dems con inconfundible ansiedad, balancendose, con las manos juntas debajo de la barbilla. Eric se fij en todas estas cosas, pero no entendi nada. Jeff segua hacindoles seas, llamndolos. Por lo visto, no tenan ms remedio que ir. Suspirando, volvi hacia el campo cubierto de lodo. Stacy y Pablo lo siguieron, y los tres iniciaron la lenta marcha hacia los rboles. Detrs, el perro sigui ladrando. Fue Mathias quien se fij en las hojas de palmera. Jeff haba pasado de largo. Slo cuando vio que Mathias titubeaba, se volvi, sigui su mirada y las vio. Todava estaban verdes. Las haban colocado all hbilmente, con los tallos semienterrados para que parecieran un arbusto y ocultaran la entrada del sendero. Pero una de las hojas se haba cado y llam la atencin de Mathias, que se acerc, levant otra y, al cabo de unos instantes, revel el secreto. Entonces Jeff llam a los dems y les hizo seas para que se acercaran. Cuando terminaron de retirar las hojas de palmera, vieron el camino
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con claridad. Era estrecho y se internaba sinuosamente en la selva, ascendiendo por una ligera pendiente. Mathias, Jeff y Amy se acuclillaron en la entrada, a la sombra. Mathias volvi a sacar la botella de agua, y todos bebieron. Luego se sentaron a mirar los lentos progresos de Eric, Pablo y Stacy por el campo. Amy fue la primera en decir lo que con toda probabilidad pensaban todos. Por qu lo habrn tapado? Mathias guard la botella en la mochila. Haba que hablarle directamente para conseguir una respuesta, porque si uno se diriga al grupo, l no deca ni po. Jeff supuso que era razonable. Al fin y al cabo, no era un miembro del grupo. Jeff se encogi de hombros, fingiendo indiferencia. Intent pensar en algo para distraer a Amy, pero no se le ocurri nada, as que permaneci callado. Tena miedo de que ella se negara a acompaarlos. Intuy que Amy no iba a abandonar el tema, y no se equivoc. El nio se march a toda velocidad dijo. Lo habis visto? Jeff asinti. No la miraba estaba pendiente de Eric y los dems, pero poda sentir su mirada fija en l. No quera que Amy pensara en la huida del nio ni en el sendero camuflado. Eso la asustara, y cuando se asustaba se volva terca e irritable, una psima combinacin. All pasaba algo raro, pero Jeff tena la esperanza de que, si no le prestaban atencin, la cosa quedara en nada. Quiz no fuese la actitud ms sensata, lo saba, pero en ese momento no se le ocurra otra mejor. Alguien intent ocultar el camino dijo Amy. Eso parece. Cortaron las hojas de palmera y las enterraron en el suelo para que parecieran una planta. Jeff guard silencio, deseando que ella lo imitara . Es mucho trabajo insisti Amy. Supongo. No te parece raro? Un poco. Puede que no sea el camino correcto. Ya veremos. Igual es un asunto de drogas. A lo mejor el sendero conduce a un campo de marihuana. Los del pueblo cultivan mara, y el cro volvi para avisarles y ahora vendrn con armas y Finalmente, Jeff se volvi hacia ella. Amy dijo, y ella se detuvo, es el camino correcto, vale? Pero no sera tan fcil, naturalmente. Amy lo mir con cara de incredulidad. Cmo puedes estar tan seguro? Jeff seal a Mathias. Porque est en el mapa. Es un mapa dibujado a mano, Jeff. Bueno, es Se qued sin palabras y titube. Ya sabes Explcame por qu escondieron el camino. Dame una razn lgica para que hayan camuflado la entrada si es el camino correcto. Jeff reflexion un minuto. Eric y los dems estaban cerca. Al otro lado del campo, el nio maya segua mirndolos. El perro haba dejado de ladrar al fin.
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Vale dijo, qu te parece sta? Los arquelogos han encontrado objetos de valor. La mina no est agotada. Han encontrado plata. O esmeraldas. Lo que fuese que hubiera all antes. Y les preocupa que alguien quiera robarles, as que camuflaron la entrada del camino. Amy dedic un minuto a considerar esa posibilidad. Y el nio de la bici? Han reclutado a los mayas para que vigilen el camino. Les pagan. Jeff sonri, orgulloso de s mismo. En realidad no crea nada de lo que acababa de decir. De hecho, no saba qu pensar. Pero de todas maneras estaba satisfecho con su historia. Amy estaba pensando. Jeff advirti que tampoco crea en ella, pero no importaba. Los dems ya haban llegado. Todos sudaban, especialmente Eric, que pareca plido y algo demacrado. El griego los abraz uno a uno, desde luego, rodendoles los hombros con sus sudorosos brazos. Y as acab la discusin. Al fin y al cabo, tenan alternativa? Descansaron unos minutos y se internaron en la selva. El sendero era tan estrecho que tenan que andar en fila india. Jeff encabez la marcha, seguido por Mathias, Amy, Pablo y Eric. Stacy era la ltima. Pero su amante le cont todo a la polica dijo Eric. Stacy le mir la nuca. Llevaba una gorra de los Red Sox de Boston, puesta con la visera hacia atrs. Trat de imaginar que aqulla era su cara cubierta de cabello castao, los ojos, la boca y la nariz ocultos debajo. Sonri a la cara peluda. Saba que deba continuar con el juego, y pens la frase as que ella huy a otra ciudad, pero no la dijo. Amy se haba redo tantas veces de ellos, imitndoles, que ya no quera jugar en su presencia. No respondi, y Eric sigui andando. A veces era as: uno soltaba un as que o un pero, el otro no contestaba, y todo quedaba ah. Formaba parte de su complicidad. No debi beber tanto tequila. Haba sido una estupidez. Supuso que intentaba lucirse, impresionar a Pablo. Ahora se senta mareada y con un poco de nuseas. Y tanto verde alrededor demasiado, en su opinin no mejoraba las cosas: las gruesas hojas a ambos lados, los rboles tan cerca del camino que era difcil no rozarlos al pasar. De vez en cuando, una ligera brisa agitaba las hojas, las haca murmurar. Stacy trat de adivinar qu decan, asociar los sonidos con palabras, pero no rega bien, no consegua concentrarse. Estaba un poco borracha y haba demasiado, demasiado verde. Sinti una jaqueca incipiente, esperando impaciente una oportunidad para crecer. El suelo tambin era verde por efecto del musgo que creca en el sendero y lo volva resbaladizo en ciertos tramos. Estuvo a punto de caer en una pequea hondonada. Grit mientras trataba de recuperar el equilibrio y descubri con congoja que nadie se volvi a mirar si estaba bien. Y si se hubiera cado, golpeado la cabeza y quedado inconsciente? Cunto tiempo habran tardado en descubrir que no iba detrs de ellos? Tarde o temprano habran vuelto por ella, supuso; la habran encontrado y reanimado. Pero y si antes hubiera aparecido un animal salvaje y se la hubiera llevado entre los dientes? Porque sin duda haba animales en la selva. Mientras avanzaba, Stacy poda sentir su
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presencia acechando, vigilando sus pasos. Naturalmente, no crea en nada de esto. Le gustaba asustarse a s misma, pero como suelen hacerlo los nios, a sabiendas de que no es ms que un juego. Ella no se fij en el cro de la bici ni en la entrada camuflada del camino. Nadie mencion el tema. Haca demasiado calor para hablar. Lo nico que podan hacer era poner un pie delante del otro. Por lo tanto, los nicos peligros que deba afrontar Stacy eran los que se inventaba ella sola. Quin la mandara ponerse sandalias? Haba sido una estupidez. Tena los pies hechos un asco, llenos de barro entre los dedos. Haba sido agradable andar por el campo el barro blando, hmedo, curiosamente reconfortante, pero ya no lo era. Ahora slo quedaba la suciedad con un ligero olor fecal, como si hubiese metido los pies en un montn de mierda. El verde era el color de la envidia, del vmito. Stacy haba sido exploradora, y se haba hartado de verdes bosques, vestida con su uniforme verde. Todava saba canciones de aquellos tiempos. Trat de recordar alguna, pero el dolor de cabeza se lo impidi. Cruzaron un arroyo, saltando de piedra en piedra. Estaba lleno de algas, as que tambin era verde. Las piedras eran ms resbaladizas an que el sendero. Salt a la pata coja una vez, dos, tres, hasta que lleg al otro lado. Haba tantos mosquitos, y eran tan perseverantes, que haca rato que no se molestaba en espantarlos. Pero desaparecieron de repente al otro lado del arroyo. Fue en un instante; estaban todos alrededor de ella, zumbando, acosndola, y se esfumaron sbitamente, como por arte de magia. Sin ellos, hasta el calor, el implacable verdor y el olor a mierda de sus pies se le antojaron ms soportables, y durante un rato la caminata en fila india entre los rumorosos rboles fue casi agradable. Se le aclar la cabeza y encontr palabras para el murmullo de las hojas. Llvame contigo, pareci decir un rbol. Y luego: Sabes quin soy? El camino dibuj una curva y de pronto se encontraron con otro claro a unos treinta metros de distancia, un crculo de sol al que el calor confera una cualidad palpitante y acuosa. Un rbol pareci llamarla desde la izquierda. Stacy, murmur tan claramente que ella se volvi, y un escalofro le recorri la espalda. A su espalda, otra voz susurr: Ests perdida? Entonces lleg al claro con los dems. Esta vez no era un campo. Pareca un camino, pero tampoco. Era como si un grupo de hombres hubiese decidido construir una carretera, cortar la vegetacin y allanar el terreno, pero luego hubieran cambiado de planes. El claro "tena unos veinte metros de ancho y se extenda hacia ambos lados, a derecha e izquierda, hasta donde Stacy alcanzaba a divisar, desapareciendo por fin en una curva. Enfrente haba una pequea colina pedregosa, sin rboles, curiosamente, y cubierta de algo parecido a una enredadera: una planta color verde vivo, con hojas con forma de mano y flores diminutas. Cubra la colina entera, agarrndose a la tierra con tanta fuerza que pareca oprimirla. Las flores se asemejaban a amapolas, tanto en la forma como en el color, de un rojo intenso y vidrioso.
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Todos se quedaron parados mirando la colina, protegindose los ojos del sol. Era una vista preciosa: una colina con forma de animal gigantesco cubierta de flores rojas. Amy sac la cmara y empez a hacer fotos. En este claro, el suelo tena una tonalidad diferente. En los campos era de color marrn rojizo, anaranjado en algunos puntos, mientras que aqu era negro con vetas blancas, como de escarcha. Al otro lado, el sendero continuaba, subiendo sinuosamente por la colina. Reinaba un silencio extrao, y Stacy de repente se dio cuenta de que los pjaros haban dejado de cantar. Hasta el continuo zumbido de las langostas haba cesado. Un sitio tranquilo. Respir hondo, somnolienta, y se sent. Eric la imit y luego Pablo, los tres sentados en fila. Mathias les pas el agua otra vez. Amy segua haciendo fotos de todo de la colina, de las bonitas flores, de cada uno de ellos; una foto tras otra. Le dijo a Mathias que sonriera, pero el alemn estaba mirando hacia lo alto de la colina. Aquello es una tienda? pregunt. Se volvieron para mirar. En la cima se divisaba un cuadrado de tela anaranjada. Estaba hinchada por el viento, como una vela. Desde tan lejos, con la ladera de la colina ocultando parte de la vista, era difcil saber qu era. Stacy dijo que pareca una cometa atrapada en la enredadera, aunque, naturalmente, lo de la tienda tena ms sentido. Antes de que nadie pudiera hablar, mientras seguan mirando a la colina con los ojos entornados a causa del sol, se oy un ruido extrao procedente de la selva. Lo oyeron todos a la vez, cuando an era relativamente bajo, y se volvieron casi al unsono con la cabeza ladeada, aguzando el odo. Era un sonido familiar, aunque por unos segundos nadie fue capaz de identificarlo. Jeff fue el nico que al final lo consigui. Un caballo dijo. Y entonces Stacy tambin lo reconoci: los cascos de un caballo, que se aproximaba al galope por el estrecho sendero, a su espalda. Amy todava tena la cmara en la mano, y vio por el visor la llegada del animal. Le hizo una foto cuando irrumpi en el claro: un caballo pardo, que se detuvo en seco frente a ellos. El jinete era el maya que haba hablado con ellos en la aldea, junto al pozo. Pero aunque era el mismo hombre, ahora pareca otro. En el poblado haba mantenido una actitud serena, distante y casi condescendiente: un padre cansado tratando con unos nios traviesos. Ahora tena un aire muy distinto, de urgencia, casi de pnico. La camisa y los pantalones blancos estaban cubiertos de manchas verdes, fruto de la precipitada carrera entre los rboles. Haba perdido el sombrero y su calva brillaba a causa del sudor. El caballo tambin estaba agitado: resoplaba, bizqueaba y echaba espuma por la boca. Se empin dos veces, asustndolos, y ellos retrocedieron. El hombre empez a gritar y a sacudir el brazo. El caballo tena riendas pero no silla, de manera que el jinete montaba a pelo, con las piernas aferradas como pinzas a los flancos del animal. El caballo se empin otra vez, y el maya salt, o cay, al suelo. An sujetaba las riendas, pero el animal recul sacudiendo la cabeza, tratando de soltarse. Amy hizo una foto del forcejeo subsiguiente: el hombre luchando para
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tranquilizar al caballo mientras ste tiraba de l, paso a paso, hacia el sendero. Slo cuando dej de mirar por el visor vio la pistola que el jinete llevaba en la cintura, una pistola negra en una funda marrn. No la llevaba en la aldea; estaba segura. La haba cogido para seguirlos. El caballo estaba demasiado nervioso, y su dueo no poda controlarlo, as que al final solt las riendas. Instantneamente, el animal dio media vuelta y se intern en la selva. Le oyeron avanzar entre los rboles, hasta que el ruido de cascos comenz a desvanecerse. Entonces el maya les grit otra vez, gesticulando y sealando el sendero. Era difcil saber qu quera decir. Amy se pregunt si tena algo que ver con el caballo, si los culpaba de haberlo enloquecido. Qu quiere? pregunt Stacy. Son aterrorizada, como una nia, y Amy se volvi a mirarla. Se haba cogido al brazo de Eric, ocultndose en parte tras su cuerpo. Eric sonrea al maya como si pensara que todo era una broma y que el hombre estaba a punto de confesarlo. Quiere que volvamos dijo Jeff. Por qu? pregunt Stacy. Tal vez pretenda dinero. Una especie de peaje. O que le contratemos como gua. Jeff meti la mano en el bolsillo y sac la cartera. El hombre sigui gritando, sealando con vehemencia hacia el sendero. Jeff sac un billete de diez dlares y se lo ofreci. Dinero? dijo en castellano. El maya no le hizo caso. Movi la mano como para ahuyentarlos del claro. Todos permanecieron en su sitio, titubeantes. Jeff guard el billete en la cartera antes de devolverla a su bolsillo. Al cabo de unos segundos, el hombre par de gritar: se haba quedado sin aliento. Mathias se volvi hacia la colina cubierta de flores, hizo una bocina con las manos y grit: Henrich! No hubo respuesta ni movimiento alguno en la cima, salvo el suave abultamiento de la tela anaranjada. Oyeron ruido de cascos otra vez, cada vez ms cerca. O bien regresaba el caballo, u otro aldeano estaba a punto de unirse al grupo. Por qu no subes a la colina, para ver si lo encuentras? dijo Jeff a Mathias. Nosotros trataremos de arreglar las cosas aqu. Mathias asinti, dio media vuelta y comenz a cruzar el claro. El maya empez a gritar otra vez y, al ver que Mathias no se detena, sac la pistola y dispar al aire. Stacy grit, se tap la boca con las manos y retrocedi. Los dems se sobresaltaron, encogindose instintivamente. Mathias se volvi, vio que ahora el maya le apuntaba al pecho, y se qued petrificado. El hombre le grit algo, hacindole seas, y Mathias regres junto a los dems, con las manos en alto. Pablo tambin levant las manos, aunque luego, al ver que nadie ms lo haca, las baj muy despacio. Las pisadas de caballo se oyeron cada vez ms cerca, y de repente aparecieron otros dos jinetes. Los animales estaban tan agitados como el primero, resoplando, con los ojos en blanco y los flancos brillantes por el sudor. Uno era gris claro; el otro, negro. Los jinetes saltaron al suelo, sin
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tratar de sujetar las riendas, y los caballos corrieron instantneamente hacia la selva. Los recin llegados eran mucho ms jvenes que el calvo, morenos y musculosos. Llevaban un arco atado al torso y un carcaj con flechas finas, de aspecto frgil. Uno de ellos tena bigote. Empezaron a hablar rpidamente con el primer maya, interrogndolo. El calvo sigui apuntando en la direccin de Mathias, y los otros dos cargaron sendas flechas en los arcos, sin dejar de hablar. Qu coo pasa? pregunt Eric, con aparente indignacin. Tranquilo orden Jeff. Estn Espera dijo Jeff. Espera a ver qu pasa. Amy enfoc a los hombres con su cmara y les hizo una foto. Not que no haba captado el dramatismo del momento, y que para ello debera retroceder y enfocar no slo a los mayas, con sus armas, sino tambin a Jeff y los dems, que ahora parecan muy asustados. Camin un par de pasos atrs, mirando por el visor. Se senta ms segura de esta manera, como si no formase parte de aquella extraa situacin. Cuatro pasos ms y pudo enfocar tambin a Jeff y Pablo, incluso a Mathias, con las manos todava levantadas. Slo tena que retroceder un poco ms para pillar a Stacy y Eric; as tendra la foto que quera. Dio otro paso atrs, otro, y de repente los mayas empezaron a gritar de nuevo, ahora a ella, y el calvo le apunt con la pistola mientras los otros dos tensaban la cuerda del arco. Jeff y los dems se volvieron a mirarla, sorprendidos s, ahora sala tambin Stacy, a la derecha, y Amy dio otro paso. Amy dijo Jeff, y ella casi se detuvo. Titube y comenz a bajar la cmara, pero vio que le faltaba muy poco, as que dio otro paso atrs, y consigui el encuadre perfecto: Eric ya sala en la foto. Apret el obturador y oy el clic. Estaba orgullosa de s misma. Segua sintindose ajena a la situacin, y eso le gustaba. Fue entonces, al separar el ojo del visor, cuando sinti una extraa presin en el tobillo, como si se lo sujetase una mano. Mir hacia abajo, y se dio cuenta de que haba cruzado el claro entero. Lo que haba sentido era una rama florecida de la enredadera. Un largo zarcillo verde se enrollaba alrededor de su tobillo. Haba metido el pie en un bucle de la planta que ahora, curiosamente, pareca tensada. Hubo una extraa pausa: los mayas callaron. Los arqueros siguieron apuntndolos, pero el hombre de la pistola baj el arma. Amy not que los dems la miraban y sigui las miradas hasta su pie derecho, hundido hasta el tobillo entre las ramas de la planta, como si se lo hubieran tragado. Se acuclill para soltarse y oy que los mayas empezaban a gritar otra vez. Le gritaban a ella, aunque despus empezaron a gritarse entre s. Pareca una discusin entre los dos mayas jvenes y el calvo. Jeff llam Amy. l alz las manos sin mirarla, como para hacerla callar. No te muevas dijo. As que no se movi. El calvo se tiraba del lbulo de la oreja, sacudiendo la cabeza con el entrecejo fruncido, apretando an la pistola contra el muslo izquierdo. No pareca dispuesto a or lo que decan los otros dos. Seal a Amy, luego a los dems, y finalmente, al sendero. Pero a sus gestos les faltaba vehemencia, como si presintiera su derrota. Amy intuy que saba que no se iba a salir con la suya. Lo vio agotado, dando el
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brazo a torcer. Ahora call, y los hombres del arco, tambin. Se quedaron mirando a Jeff, Mathias, Eric, Stacy y el griego. Y a ella. Cuando el calvo alz la pistola, apunt al pecho de Jeff. Hizo una sea como para ahuyentarlos con la otra mano, pero esta vez en la direccin opuesta, hacia Amy y la colina que estaba detrs de ella. Nadie se movi. El calvo empez a gritar, sealando en direccin a la colina. Baj ligeramente la pistola, y dispar a los pies de Jeff. Todo el mundo se sobresalt y empez a retroceder. Pablo volvi a levantar las manos. Los otros dos mayas tambin gritaban, sacudiendo los arcos, apuntando primero a uno, luego a otro, y avanzando paso a paso hacia Amy. Jeff y los dems reculaban sin mirar atrs. Al llegar al borde del claro, titubearon, todos sintiendo la enredadera contra los pies y las piernas. Miraron al suelo y se detuvieron. Eric estaba junto a Amy, a la izquierda. Pablo, a su derecha. Luego los otros: Stacy, Mathias y Jeff. Y ms all de Jeff, el sendero. Hacia all sealaba ahora el calvo, indicndoles que empezaran a subir a la colina. Tena una expresin extraamente acongojada, como si estuviera a punto de llorar No, de hecho, ya se haba echado a llorar. Se enjug las lgrimas con la manga mientras les haca seas para que subieran. Era todo tan raro, tan incomprensible, y sin embargo nadie deca nada Se dirigieron al camino y Jeff encabez la marcha. Luego, todava en silencio, empezaron a ascender lentamente por la cuesta. Eric era el ltimo de la fila. No paraba de mirar por encima del hombro mientras andaba. Los mayas los miraban; el calvo hacindose sombra con la mano. En la colina no haba rboles, slo las gruesas ramas de la enredadera que creca sobre todas las cosas, con los gruesos zarcillos, las hojas verde oscuro y las brillantes flores rojas. El sol derramaba su calor sobre ellos no haba sombra por ninguna parte, y tambin detrs de ellos, cuesta abajo, donde estaban los hombres armados. Nada de aquello pareca tener sentido. Al principio, el calvo les haba dicho que volviesen atrs; luego, que siguieran adelante. Era evidente que los arqueros tenan algo que ver con eso: haban discutido con l hasta hacerle cambiar de opinin. Pero aun as era incomprensible. Ahora los seis suban por la ladera de la colina, sudando por el esfuerzo, en absoluto silencio, porque estaban asustados y a nadie se le ocurra nada que decir. En algn momento tendran que volver atrs, cruzar el claro, tomar el estrecho sendero hasta los campos y luego el ms ancho hasta la carretera, pero Eric no saba cmo lo conseguiran. Supuso que los arquelogos podran explicarles lo sucedido. A lo mejor era algo sencillo, un asunto fcil de solucionar y del que se reiran unos minutos despus. Era una desavenencia. Un desacuerdo. Un desencuentro. Eric busc otras palabras con el prefijo des. Dentro de unas semanas estara dando clases de Lengua, y tendra que saber esa clase de cosas. Y saberlas bien, porque siempre haba alumnos ansiosos por dejar en evidencia al profesor. Se haba propuesto leer libros ese verano, libros que asegur al jefe de departamento que ya haba ledo, pero el verano casi haba terminado y
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an no los haba abierto siquiera. Desatino. Desconcierto. Destemplanza. El ltimo era bueno. Eric dese conocer ms palabras por el estilo, deseaba ser la clase de maestro capaz de usarlas sin esfuerzo, mientras sus alumnos se esforzaban por entenderle y aprendan slo con escucharle, pero saba que jams sera as. Sera el hombre nio, el entrenador de bisbol, el que guiaba el ojo y sonrea las bromas de los chicos, uno de los favoritos, quiz, pero no un gran profesor. No alguien de quien fueran a aprender cosas importantes. Descontento. Desilusin. Descontrol. A Eric se le iba pasando el susto con cada paso que daba, y se alegr, porque durante unos minutos haba sentido terror. Cuando el calvo dispar a los pies de Jeff, l estaba mirando a Stacy, para cerciorarse de que se encontraba bien, y no vio al maya bajar el arma; slo oy el disparo y por un instante crey que le haba dado en el pecho, que lo haba matado. Despus todo ocurri tan deprisa los hicieron retroceder y subir a la colina, que slo ahora su corazn empezaba a serenarse. A alguien se le ocurrira algo. O los arquelogos los ayudaran. Todo quedara en agua de borrajas. Desperfecto. Desesperanza. Desconsuelo. Henrich! llam Mathias, y se detuvieron para mirar a la cima, esperando una respuesta. No obtuvieron ninguna. Titubearon durante unos segundos, y luego continuaron subiendo. Era una tienda de campaa. Eric la vea claramente ahora que estaban ms arriba: una tienda algo ajada, del mismo color anaranjado de los conos de trfico. Deba de llevar all una temporada, porque la enredadera ya suba por las piquetas de aluminio, usndolas como guas. Eric calcul que se trataba de una tienda para cuatro personas. La puerta estaba del otro lado. Hola? dijo Jeff, y otra vez se detuvieron. Estaban lo bastante cerca para or el viento dentro de la tienda, un golpeteo semejante al que producira la vela de un barco. Pero no oyeron nada, ni vieron seales de vida. En medio de la quietud, Eric se percat de lo que Stacy haba notado antes: la desaparicin de los mosquitos. Y tambin de las minsculas moscas negras. Esto debera haberle causado cierto alivio, pero por alguna razn no fue as. De hecho, tuvo el efecto contrario, y lo puso ansioso, recordndole el pnico que haba sentido en el claro al imaginar el cuerpo de Jeff tendido en el suelo, mientras el disparo resonaba an entre los rboles. Se le hizo extrao estar all, sudando, a medio camino de la cima, sin que los mosquitos lo acosaran. Y en ese preciso momento no quera sentirse extrao; quera que todo fuera lgico y previsible. Quera que alguien le explicase por qu haban desaparecido los mosquitos, por qu los mayas los haban obligado a subir a la colina y por qu seguan all abajo, al principio del camino, vigilndolos con las armas en las manos. Despertar no contaba. Ni desierto. Eric se pregunt brevemente si tendran la misma raz. Provenan del latn, sin duda. Otra cosa que deba saber y no saba. El corte del codo empezaba a dolerle. Otra vez senta el corazn
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latiendo all, un poco ms lento, pero todava demasiado rpido. Trat de imaginar a los arquelogos riendo de aquella situacin absurda, que al final, cuando se la explicasen, no resultara tan absurda. Supuso que en la tienda anaranjada habra un equipo de primeros auxilios. Alguien le limpiara la herida y la cubrira con una venda blanca. Luego, cuando volvieran a Cancn sonri al imaginarlo, comprara una serpiente de goma y se la pondra debajo de la toalla a Pablo. La enredadera lo cubra todo salvo el sendero y la tela naranja de la tienda. En algunos puntos era lo bastante rala como para que Eric viera el suelo seco, casi rido y ms pedregoso de lo que esperaba, pero en otros, las ramas parecan doblarse sobre s mismas, apilndose y formando montculos que le llegaban a la cintura, una retorcida profusin de verde. Y por todas partes, colgando como campanillas de las ramas, aquellas luminosas flores rojo sangre. Eric volvi a mirar al pie de la colina justo a tiempo para contemplar la llegada de un cuarto hombre. Iba en bicicleta, vesta de blanco, como los dems, y llevaba un sombrero de paja. Hay otro ms dijo. Todos pararon y se volvieron a mirar. Entonces llegaron el quinto y el sexto hombre, tambin en bicicleta. Todos llevaban un arco colgando del hombro. Hubo un breve intercambio de pareceres; el calvo pareca estar al mando. Habl durante unos instantes, gesticulando, y los dems le escucharon. Despus seal la colina y los hombres se volvieron hacia all. Eric tuvo el impulso de desviar la mirada, pero era una tontera, desde luego. El reflejo de mirar fijamente es una grosera no tena cabida en aquellas circunstancias. Vio cmo el calvo sealaba en las dos direcciones, con los gestos bruscos de un jefe militar, y entonces los arqueros comenzaron a cruzar el claro, avanzando con rapidez, dos hacia un lado y tres hacia el otro, dejando al calvo solo al principio del sendero. Qu hacen? pregunt Amy, pero nadie le contest. Nadie lo saba. Un nio emergi de la selva. Era el ms pequeo de los dos que los haban seguido desde el poblado, el que vieron por ltima vez en el campo. Se coloc junto al calvo, y los dos los observaron, el calvo con la mano en el hombro del nio. Como si posaran para una foto. A lo mejor deberamos bajar corriendo dijo Eric. A toda velocidad. Ahora que est solo con el cro. Tiene un arma, Eric replic Stacy. Amy asinti. Y podra llamar a los dems. Callaron otra vez, todos mirando hacia abajo, tratando de pensar, pero si exista una solucin para su problema, ninguno la encontr. Mathias hizo bocina con las manos y grit otra vez hacia la tienda: Henrich! La tienda continu aleteando suavemente con el viento. La distancia entre la cima y la base de la colina no era tan grande, de unos ciento cincuenta metros como mximo, y ya haban recorrido ms de la mitad. Desde luego, estaban lo bastante cerca para que cualquiera que estuviera all pudiera orles. Pero no apareci nadie. No respondi nadie. Y mientras el silencio se prolongaba, Eric tuvo que admitir lo que todo el mundo deba
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de estar pensando, aunque nadie haba reunido el valor suficiente para decirlo: la tienda estaba vaca. Vamos dijo Jeff, animndolos a seguir. Y reanudaron la marcha. En la cima, la colina se volva plana, formando una ancha planicie, como si en los instantes inmediatamente posteriores a la creacin, cuando an era maleable, una mano gigantesca hubiera descendido del cielo y le hubiese dado una palmada. El sendero pasaba junto a la tienda naranja y luego, unos cincuenta metros ms all, se abra en un pequeo claro de tierra pedregosa. All haba una segunda tienda de color azul. Pareca tan rada como la primera. No haba nadie a la vista, por supuesto, y Jeff tuvo la sensacin de que el lugar llevaba mucho tiempo desierto. Hola? dijo hacia la tienda naranja. Los seis se detuvieron, simulando esperar una respuesta que ninguno esperaba de verdad. No haba sido una ascensin difcil, pero todos estaban agitados. Nadie habl ni se movi durante un rato; estaban demasiado acalorados, sudorosos, asustados. Mathias sac la botella de agua y se la fueron pasando hasta que la terminaron. Eric, Stacy y Amy se sentaron en el suelo, sostenindose mutuamente. Mathias se acerc a la tienda. La puerta estaba cerrada y tard unos segundos en descubrir cmo se abra. Jeff se acerc a ayudarle. La cremallera emiti un zzzzip. Luego los dos metieron la cabeza dentro. En el suelo haba tres sacos de dormir desplegados; una lmpara de queroseno; dos mochilas; algo parecido a una caja de herramientas de plstico; una garrafa de plstico con agua hasta la mitad; un par de botas de montaismo. A pesar de los indicios de ocupacin, era evidente que nadie haba estado all en bastante tiempo. El olor a moho habra podido bastar como prueba, pero la ms llamativa era la florida enredadera. De algn modo haba conseguido entrar en la tienda hermticamente cerrada y creca sobre algunos objetos, dejando otros intactos. Una de las mochilas estaba abierta, y la enredadera sala de ella como si rebosase. Jeff y Mathias sacaron la cabeza de la tienda y se miraron sin pronunciar palabra. Qu hay dentro? pregunt Eric. Nada respondi Jeff. Unos sacos de dormir. Mathias ya cruzaba la cima en direccin a la tienda azul, y Jeff lo sigui, esforzndose por entender lo que ocurra. Tal vez los arquelogos tuvieran un conflicto con los mayas, y stos los haban atacado. Pero, en tal caso, por qu les ordenaron que subieran a la colina? No preferiran que se marcharan? Era posible, desde luego, que los mayas estuvieran preocupados porque haban visto demasiado, incluso antes de subir. Pero por qu no los mataron directamente? Jeff supona que no sera difcil esconder el crimen. Nadie saba dnde estaban. Aparte de los griegos, tal vez. Pero incluso as, pareca sencillo. Slo tenan que matarlos y enterrarlos en la selva. Fingir ignorancia si alguien vena a buscarlos. Jeff se oblig a recordar su temor sobre el taxista; el mismo temor, de hecho, y haba resultado ser infundado. Por lo tanto, por qu no poda ser igual de benigna esta situacin?
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Mathias abri la cremallera de la tienda azul y meti la cabeza dentro. Lo mismo: sacos de dormir, mochilas, equipo de acampada. De nuevo percibi olor a moho y vio que la enredadera creca sobre ciertas cosas, y no sobre otras. Sacaron la cabeza y cerraron la puerta. A unos diez metros detrs de la tienda haba un agujero en el suelo y, a un lado, una especie de cabrestante: un tambor horizontal con una manivela en la base. Alrededor del tambor haba una cuerda enrollada. Desde el barril pasaba sobre una pequea rueda, que colgaba desde algo parecido a un caballete, situado encima del agujero. Luego caa directamente hacia el fondo. Jeff y Mathias se acercaron con cautela al borde del pozo y miraron hacia abajo. El agujero era rectangular de unos tres metros por seis y muy profundo; Jeff no alcanz a ver el fondo. El pozo de la mina, supuso. Del interior soplaba una suave brisa, la fresca y espeluznante exhalacin de la oscuridad. Los dems se haban puesto en pie y los siguieron. Se turnaron para mirar en el agujero. Ah no hay nadie dijo Stacy. Jeff asinti. Segua pensando. Habra sido por algo relacionado con las ruinas? Un asunto religioso? Una violacin tribal? Pero no eran esa clase de ruinas, no? Era una vieja mina, un pozo excavado en la tierra. Creo que por aqu no ha pasado nadie en mucho tiempo dijo Amy. Y ahora qu hacemos? pregunt Eric. Todos, hasta Mathias, miraron a Jeff, que se encogi de hombros. El sendero contina. Seal ms all del agujero y todos se volvieron a mirar. El claro terminaba a unos pocos pasos; luego las enredaderas continuaban y, entre ellas, se abra un camino que iba serpenteando por el borde de la cima y desapareca al otro lado. Deberamos tomarlo? pregunt Stacy. Yo no vuelvo por donde hemos venido dijo Amy. As que continuaron por el sendero, otra vez en fila india y con Jeff a la cabeza. Durante un rato no pudo ver el pie de la colina, pero luego el sendero comenz a bajar, de manera ms precipitada que en el otro lado, y Jeff vio exactamente lo que tema ver. Los dems se quedaron atnitos y pararon en seco, todos a la vez. Pero Jeff no estaba sorprendido. Lo haba imaginado en cuanto vio al calvo enviar a los arqueros hacia los lados del claro: uno de ellos haca guardia al pie del sendero, mirndolos, esperndolos. Mierda dijo Eric. Qu hacemos? pregunt Stacy. Nadie respondi. Desde all, pareca que hubiesen desmantelado la selva al pie de la colina, cercndola con un crculo de tierra yerma. Los mayas se haban diseminado a lo largo de ese crculo y los tenan rodeados. Jeff comprendi que era absurdo continuar bajando por el sendero, pues saltaba a la vista que el hombre les cerrara el paso, pero no se le ocurri nada mejor que hacer. As que se encogi de hombros e hizo seas a los dems para que lo siguieran. Veremos qu pasa dijo. El sendero se volvi mucho ms empinado, y hubo tramos en que tuvieron que sentarse y deslizarse sobre el trasero, uno tras otro. La subida sera difcil, pero Jeff trat de no pensar en eso. Mientras se
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acercaban, el maya sac una flecha y la coloc en el arco. Les grit algo, gesticulando, ahuyentndolos. Luego grit hacia su izquierda, como si llamase a alguien. Al cabo de unos segundos, otro arquero apareci corriendo. Los dos los esperaron al pie de la colina, preparados para disparar. Se detuvieron al borde del claro, enjugndose el sudor de la cara, y Pablo dijo algo en griego. Tena la entonacin ascendente de una pregunta, pero, naturalmente, nadie le entendi. Repiti la frase una vez ms y por fin se dio por vencido. Y ahora? pregunt Amy. Jeff no saba qu hacer. Crea que haba una diferencia entre apuntar a alguien con una flecha y disparar la flecha una diferencia significativa, pens, y durante unos instantes acarici la idea de comprobarlo en la prctica. Poda dar un paso hacia el claro, luego otro, y otro, y en algn momento los dos arqueros tendran que dispararle, o dejarle pasar. Quiz fuese simplemente una cuestin de valor, y se prepar para correr el riesgo, estuvo a punto de correrlo, pero entonces un tercer arquero lleg a toda prisa desde la izquierda, y el instante pas. Jeff sac la cartera, sabiendo que era intil; simplemente tena que probar. Sac todos los billetes que tena y se los ofreci a los mayas. No hubo reaccin. Corramos hacia ellos insisti Eric. Todos a la vez. Cierra el pico, Eric dijo Stacy. Pero l no la oy. O fabriquemos unos escudos. Si tuviramos escudos Otro hombre corri hacia ellos por el borde del claro. Era nuevo, ms corpulento y con barba. Llevaba un rifle. Ay, Dios mo dijo Amy. Jeff guard el dinero y se meti la cartera en el bolsillo. La enredadera haba invadido el claro de ese lado, formando un puesto fronterizo en el centro. A unos tres metros del final del sendero, haba uno de esos extraos montculos verdes, ste ms pequeo, hasta la rodilla, cubierto de flores. Los mayas se haban colocado al otro lado, con los arcos preparados, y el hombre del rifle se reuni con ellos. Subamos otra vez dijo Stacy. Pero Jeff miraba el montculo cubierto por la enredadera, la pequea isla, intuyendo qu era, sabindolo en su fuero interno, aunque sin llegar a ser consciente de que lo saba. Quiero volver insisti Stacy. Jeff dio un paso al frente. Lo separaban unos tres metros de los hombres, y los recorri en cuatro pasos. Avanz con las manos tendidas, tranquilizando a los mayas, tratando de demostrarles que no quera hacerles dao. Tal como pensaba, no dispararon y le permitieron ver lo que haba debajo de la enredadera, lo que ya saba pero no quera reconocer. S; queran que lo viera. Jeff llam Amy. Jeff no le hizo caso y se acuclill junto al montculo. Meti la mano entre las ramas de la enredadera, separndolas. Cogi un zarcillo, tir de l y vio una zapatilla de tenis, un calcetn, la espinilla de un hombre. Qu es? pregunt Amy.
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Jeff se volvi y mir fijamente a Mathias, que tambin lo saba; Jeff lo not en sus ojos. El alemn se acerc, se arrodill junto a Jeff y comenz a arrancar las ramas, primero despacio, luego con violencia, exhalando un gemido desde el fondo de su pecho. Los mayas lo miraban desde unos seis metros de distancia. Apareci otro zapato, otra pierna. Unos tejanos, la hebilla de un cinturn, una camiseta negra. Y luego, por fin, la cara de un hombre joven. Era la cara de Mathias, aunque diferente: los mismos rasgos, el aire de familia muy marcado incluso ahora, a pesar de que parte de la cara de Henrich haba desaparecido, revelando un pmulo y la cuenca vaca del ojo izquierdo. Ay, no! exclam Amy. Jeff alz la mano para hacerla callar. Mathias estaba arrodillado junto al cadver de su hermano, gimiendo y balancendose ligeramente. Jeff se dio cuenta de que la camiseta de Henrich no era negra, sino que se haba teido de ese color: estaba dura por la sangre seca. Tres finas flechas salan de su pecho y asomaban entre los gruesos zarcillos de la enredadera. Jeff apoy la mano en el hombro de Mathias. Tranquilo murmur. Vale? Tranquilo. Nos levantaremos y volveremos despacio a la cima de la colina. Es mi hermano dijo Mathias. Lo s. Lo han matado. Jeff asinti. An tena la mano en el hombro del alemn, y sinti cmo se contraan sus msculos debajo de la camisa. Tranquilo repiti. Por qu? No lo s. Era Chsss. Aqu no. Hablaremos arriba, vale? Mathias pareca tener problemas para respirar. Se esforzaba por inhalar, pero el aire no llegaba muy hondo. Jeff no le solt el hombro. Finalmente, el alemn asinti y los dos se levantaron. Stacy y Amy estaban cogidas de la mano, mirando el cadver de Henrich con la cara desencajada. Stacy lloraba, aunque quedamente. Eric le haba rodeado los hombros con un brazo. Los mayas todava tenan las armas en alto las flechas cargadas, la cuerda del arco tensa, el rifle sobre el hombro, y los miraron en silencio mientras regresaban a la colina. La escalada les ayud a distraerse momentneamente las exigencias fsicas, la necesidad de concentrarse en los tramos ms empinados, donde casi tenan que subir a gatas, dndose impulso con las manos, y poco a poco Stacy consigui parar de llorar. Por mucho que lo intentara, no poda evitar mirar atrs a cada rato. Tena miedo de que aquellos hombres fueran tras ellos. Haban matado al hermano de Mathias, as que era lgico pensar que la mataran tambin a ella. Los mataran a los seis y dejaran que la enredadera los cubriera. Sin embargo, los mayas permanecieron en el centro del claro, mirndolos. Cuando llegaron a la cima, las cosas volvieron a ponerse difciles.
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Amy se ech a llorar y contagi a Stacy. Lloraron sentadas en el suelo, cogidas de la mano. Eric se arrodill junto a Stacy y comenz a decirle cosas como todo saldr bien, o nos marcharemos de aqu, o simplemente chsss, tranquila. Slo palabras, tonteras, pequeas frases para tranquilizarla y consolarla, pero el miedo que reflejaba su cara hizo que Stacy llorase ms fuerte. Sin embargo, al cabo de un rato el sol comenz a achicharrarlas, y no haba sombra, y ella estaba agotada por la subida, y empez a sentirse tan aturdida por todo lo que haba pasado que no pudo seguir llorando. Cuando par, Amy tambin par. Jeff y Mathias estaban en el otro extremo de la cima, mirando hacia abajo y hablando. Pablo haba desaparecido en la tienda azul. Queda agua? pregunt Amy. Eric sac una botella de su mochila y bebieron por turno. Todo ir bien repiti Eric. Cmo? Stacy se odi por hablar. Saba que no deba hacer esa clase de pregunta. Tena que permanecer callada y dejar que Eric construyese un sueo para los dos. Eric reflexion durante un instante, debatindose en la duda. A lo mejor, cuando se ponga el sol podremos bajar y marcharnos sin que nos vean. Bebieron un poco ms de agua, considerando esa idea. Haca demasiado calor para pensar y Stacy senta un zumbido constante en los odos, un ruido como de interferencias telefnicas, pero ms agudo. Supo que deba salir del sol, meterse en una de las tiendas de campaa y acostarse un rato, pero las tiendas le daban miedo. Estaba casi segura de que quienquiera que las hubiera montado all, con tanto cuidado, ahora estara muerto. Si Henrich ya no se encontraba entre los vivos, los arquelogos tampoco. Stacy no vea una salida. Eric lo intent otra vez. O podemos esperar aqu dijo. Los dems griegos vendrn tarde o temprano. Cmo lo sabes? pregunt Amy. Pablo les dej una nota. Pero cmo puedes estar seguro de que vendrn? Les dej una copia del mapa, no? Amy no respondi. Stacy dese que volviera a hablar, que de un modo u otro consiguiera aclarar la cuestin, refutando la lgica de Eric o aceptndola, pero Amy sigui callada, mirando hacia Jeff y Mathias. No podan estar seguros, desde luego. Pablo pudo dejar la nota, o no. Slo lo sabran si los griegos aparecan. Yo nunca haba visto un muerto dijo Eric. Amy y Stacy guardaron silencio. Cmo responder a una declaracin semejante? Uno habra pensado que se lo haba comido algn animal, no? Que haba salido de la selva y Para dijo Stacy. Pero es raro, no? Ha estado aqu el tiempo suficiente para que esa planta Por favor, Eric. Y dnde estn los dems? Dnde estn los arquelogos?
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Stacy alarg la mano y le toc la rodilla. Para, vale? No hables ms. Jeff y Mathias se acercaban. Mathias tena las manos extendidas hacia delante, como si se las hubiese manchado con pintura y no quisiera ensuciarse la ropa. Cuando llegaron, Stacy vio que las manos y las muecas del alemn haban adquirido un color rojo intenso, como el de la carne cruda, y parecan despellejadas. Qu ha pasado? pregunt Eric. Jeff y Mathias se acuclillaron junto a ellos. Jeff cogi la botella de agua y puso unas gotas en las manos de Mathias, que se las sec con la camisa, haciendo una mueca de dolor. Esa planta tiene algo raro explic Jeff. Cuando arranc las ramas para sacar a su hermano, se manch con la savia. Es cida. Le ha quemado la piel. Todos miraron las manos de Mathias. Jeff devolvi el agua a Stacy, que se sac el pauelo de la cabeza y empez a mojarlo, pensando que el pao hmedo le refrescara la cabeza. Pero Jeff la detuvo. No dijo. Tenemos que ahorrar agua. Ahorrar agua? repiti Stacy. El calor la atontaba, y no entenda qu quera decir Jeff. No nos queda mucha. Necesitaremos al menos dos litros por cabeza al da. O sea, un total de doce litros. Tendremos que encontrar la manera de recoger el agua de lluvia. Mir al cielo, como buscando nubes pero no se vea ninguna. Haba llovido cada tarde desde que llegaron a Mxico, y ahora, cuando ms lo necesitaban, el cielo estaba perfectamente despejado. Los dems lo miraron sin hablar. Podemos sobrevivir durante un tiempo sin comida. Lo ms importante es el agua. Tenemos que salir del sol, pasar el mayor tiempo posible en las tiendas. Al escucharlo, Stacy sinti nuseas. Hablaba como si fuesen a pasar una temporada all, como si estuvieran atrapados, y esa idea la llen de horror. Sinti el impulso de taparse los odos; quera que se callara. No podramos escapar cuando oscurezca? pregunt. Eric cree que s. Jeff cabece. Seal hacia el otro lado de la cima, al punto donde haba estado con Mathias unos momentos antes. No paran de venir. Cada vez son ms. Estn armados, y el calvo les da rdenes. Nos estn rodeando. Por qu no nos matan de una vez? pregunt Eric. No lo s. Me parece que tiene algo que ver con la colina. Una vez que subes a ella, no se te permite marchar. Algo por el estilo. Ellos no la pisan, pero ahora que hemos subido, no nos dejarn ir. Nos dispararn si lo intentamos. As que tendremos que encontrar una forma de sobrevivir hasta que alguien venga a rescatarnos. Quin? pregunt Amy. Jeff se encogi de hombros. Tal vez los griegos Eso sera lo ms rpido. O si no, cuando nuestros padres vean que no regresamos No tenemos que volver hasta dentro de una semana dijo Amy.
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Slo entonces empezarn a buscarnos. Jeff asinti. O sea, de cunto tiempo hablas? Un mes? Jeff se encogi de hombros. Es posible dijo. Amy pareca consternada. Su voz subi de volumen. No podemos pasar un mes aqu, Jeff! Si intentamos huir, nos dispararn respondi Jeff. Eso es lo nico que sabemos con certeza. Pero qu comeremos? Cmo? Puede que vengan los griegos dijo Jeff. Podran venir maana mismo. Y de qu nos servira? Acabarn atrapados aqu, igual que nosotros. Jeff neg con la cabeza. Uno de nosotros har guardia al pie de la colina. Les advertiremos. Pero esos tipos no lo permitirn. Los obligarn a Jeff volvi a negar con la cabeza. No lo creo. No nos obligaron a subir a la colina hasta que t cruzaste el claro. Al principio, slo queran que no nos acercsemos. Creo que harn lo mismo con los griegos. Ahora tenemos que buscar la manera de comunicarnos con ellos, de explicarles lo sucedido, para que vayan a pedir ayuda. Pablo dijo Eric. Jeff asinti. Si conseguimos hacrselo entender, l podr ponerlos sobre aviso. Todos se volvieron a mirar a Pablo, que haba salido de la tienda azul y estaba pasendose por la cima. Pareca hablar para s quedamente, en murmullos. Andaba encorvado, con las manos en los bolsillos. No se dio cuenta de que lo miraban. Tambin es posible que pase un avin dijo Jeff. Podemos hacerles seas con algo reflectante. O podramos cortar unas ramas, dejarlas secar y hacer fuego. Tres fuegos formando un tringulo. Es la seal de socorro. Finalmente call; se haba quedado sin ideas. Y ni Stacy ni los dems tenan otras, as que todos guardaron silencio durante un rato. En la quietud, Stacy se dio cuenta gradualmente de que haba un zumbido extrao, un sonido continuo, persistente, apenas audible. Un pjaro, pens, pero supo de inmediato que se equivocaba. Nadie ms pareci notarlo, y cuando se volva a buscar su origen, Pablo empez a gritar como loco. Daba saltos junto al pozo de la mina, sealndolo. Qu hace? pregunt Amy. Stacy lo vio llevarse la mano a la cara, a la oreja, como si imitase una conversacin telefnica, y corri hacia l. Deprisa dijo a los dems, haciendo seas para que la siguieran. De repente se haba percatado de lo que era el zumbido: como por milagro, inexplicablemente, estaba sonando un telfono mvil en el fondo del pozo. Amy no se lo crea. Oy el ruido que provena del fondo del pozo y, al
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igual que los dems, tuvo que admitir que sonaba como el timbre de un mvil, pero no tena fe en que realmente lo fuera. Antes de salir de Estados Unidos, Jeff le haba dicho que no llevase el suyo, porque sera demasiado caro usarlo en Mxico. Claro que eso no significaba que no hubiese redes locales, y por qu no poda estar aquel telfono conectado a una de esas redes? S, era perfectamente posible, y Amy trat de convencerse de ello. Pero no funcion. Por dentro, en su corazn, ya haba cado en un pozo de desconsuelo, y el plaidero pitido procedente de la oscuridad no bastaba para sacarla de all. Cuando mir en el agujero, no imagin un mvil llamndolos, sino una cra de pjaro con el pico abierto, pidiendo comida piiiu piiiu piiiu; o sea, una llamada de socorro, ms que un ofrecimiento de ayuda. Pero los dems estaban ilusionados, y quin era ella para cuestionarlos? De modo que call y fingi estar tan esperanzada como sus amigos. Pablo ya haba desenrollado un trozo de la cuerda del cabrestante y estaba atndoselo alrededor del pecho. Por lo visto, quera que lo bajasen al pozo. No podr contestar dijo Eric. Tendremos que mandar a alguien que hable espaol. Trat de coger la cuerda, pero Pablo no la solt. Estaba atando un montn de nudos grandes y contrahechos. No pareca saber lo que haca. No importa dijo Jeff. Subir el telfono, y lo usaremos para llamar a alguien. El pitido se interrumpi y todos miraron al interior del agujero, esperando, aguzando el odo. Tras un largo silencio, comenz otra vez. Se sonrieron entre s y Pablo se aproxim al borde del pozo, impaciente por bajar. La florida enredadera se haba enrollado alrededor del cabrestante, y cubra parte de la cuerda, la manivela, el caballete y la pequea rueda. Jeff apart las ramas con cuidado de no mancharse con la savia. Mathias haba desaparecido en la tienda azul. Cuando sali, llevaba una lmpara de queroseno y una caja de cerillas. Puso la lmpara junto al pozo, rasc una cerilla y encendi cuidadosamente la mecha. Luego le dio la lmpara a Pablo. El cabrestante era una mquina primitiva, mal construida y de aspecto frgil. Estaba junto al pozo, sobre una pequea plataforma de acero atornillada de algn modo a aquella tierra dura como la piedra. El tambor estaba montado sobre un eje medio oxidado y que sin duda necesitaba aceite. La manivela no tena freno; si era necesario detenerla en la mitad de su recorrido, habra que hacerlo mediante la fuerza bruta. Amy dudaba que aquel aparato pudiera aguantar el peso de Pablo; en cuanto metiera un pie en el agujero, pens, aquel chisme se vendra abajo. El griego caera al vaco ms y ms hondo y nunca volveran a verlo. Pero cuando por fin empez a bajar, despus de intercambiar innumerables seas, gestos y palmadas de nimo, el cabrestante hizo un ruido, acomodndose sobre su base, y comenz a girar, chirriando con estridencia mientras Jeff y Eric luchaban con la manivela, bajando lentamente al griego al fondo del pozo. Funcionaba y, sin quererlo, Amy empez a hacerse ilusiones. A lo mejor era un mvil despus de todo. Pablo lo encontrara en la oscuridad,
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lo subira y llamaran a la polica, a la embajada de Estados Unidos, a sus padres. El pitido se interrumpi otra vez, y en esta ocasin no volvi a sonar, pero no importaba. Estaba all abajo. Amy empezaba a creer quera creer, se haba dado permiso para creer que se salvaran. Estaba junto al pozo, con Stacy a la derecha y Mathias enfrente, todos mirando cmo Pablo descenda poco a poco hacia las profundidades de la tierra. La lmpara iluminaba las paredes del foso: la tierra era negra y salpicada de rocas al principio, pero luego se volva marrn, despus caoba y finalmente de un intenso color entre amarillo y naranja. Tres metros, cuatro, seis, ocho y an no vean el fondo. Pablo mir hacia arriba y sonri, usando la mano libre para tocar la pared y frenarse. Amy y Stacy lo saludaron con la mano. Pero Mathias no. Mathias miraba fijamente la cuerda. Parad! grit de repente, y todo el mundo se estremeci. Jeff y Eric, que ya estaban sudando por el esfuerzo, el pelo pegado a la cabeza, sujetaron la manivela con fuerza. Amy se fij en cmo sobresalan los msculos del cuello de Jeff tensos, nervudos, y eso le dio una idea de la inmensa tensin de la cuerda, del poder de la gravedad que tiraba del griego, atrayndolo hacia el fondo. Ahora Mathias gritaba como loco. Subidlo! Subidlo! Jeff y Eric titubearon. Qu pasa? pregunt Eric, parpadeando como un tonto. La enredadera! exclam Mathias con voz imperiosa, hacindoles seas para que empezaran a subir a Pablo. La cuerda! Y entonces vieron lo que ocurra. Jeff haba arrancado parte de la enredadera que cubra el cabrestante, pero no toda. Los zarcillos restantes se haban metido entre el ovillo de cuerda y ahora, mientras el cabrestante giraba, estaban aplastndose, exprimiendo la lechosa savia, que comenzaba a oscurecer y corroer el camo de la cuerda. Pablo grit una breve cadena de palabras, una pregunta en griego, y Amy lo mir por un instante, vio cmo se balanceaba suavemente a unos ocho metros de profundidad, con la lmpara en la mano, y luego corri con Stacy y Mathias hacia la manivela, donde todos trataron de ayudar, atropellndose, tirando con toda su fuerza mientras la savia se coma la cuerda implacable, demasiado rpido, ms rpido de lo que ellos podan trabajar. Pablo acababa de empezar a subir cuando se produjo una sacudida brusca, vertiginosa, y cayeron unos contra otros mientras el cabrestante giraba a toda velocidad, libre de su carga. Hubo un largo silencio demasiado, demasiado largo y luego ms que or sintieron un golpe, seguido un instante despus por la estruendosa explosin de la lmpara. Corrieron hacia el agujero y se asomaron, pero all no haba nada que ver. Oscuridad. Silencio. Pablo? grit Eric, y su voz retumb en el pozo. Entonces Amy oy un sonido muy lejano y a la vez cercano, sofocantemente cercano, como si procediera del interior de su cuerpo: eran los gritos del griego.

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Aquellos alaridos llenaron de horror a Eric. Pablo estaba all abajo, en la oscuridad, sufriendo un dolor espantoso, y l no saba qu hacer, cmo solucionar la situacin. Tenan que ayudarlo, y ya estaban tardando demasiado. Deban socorrerlo deprisa, en el acto, pero no lo hacan, no podan. Primero deban trazar un plan, y nadie pareca saber cmo hacerlo. Stacy se haba quedado parada junto al cabrestante, con los ojos desorbitados, mordindose la mano. Amy miraba al interior del pozo. Pablo? llamaba una y otra vez. Pablo? Aunque gritaba, era difcil orla con los alaridos del griego, que se negaba a parar, que continuaba gritando sin pausa y con la misma desesperacin. Mathias corri hacia la tienda naranja y se meti dentro. Jeff subi la cuerda con la manivela. Luego la desenroll del cabrestante y la extendi por el claro, dibujando un enorme crculo. Acto seguido, comenz a examinarla palmo por palmo, retirando los restos de la planta y buscando los trozos corrodos por la savia. Fue un proceso lento y lo llev a cabo con insoportable meticulosidad, como si no tuviera prisa alguna, como si no oyera los gritos del griego. Eric estaba a su lado, demasiado aturdido para servir de algo, inmvil, pero sintiendo que corra por dentro una huida rpida, precipitada, con el corazn desbocado debajo de las costillas. Y los alaridos no cesaban. Busca un cuchillo le orden Jeff. Eric lo mir boquiabierto. Un cuchillo? La palabra qued como suspendida en su cerebro, inerte, como si perteneciera a una lengua desconocida. Dnde quera que encontrase un cuchillo? Mira en las tiendas aadi Jeff, sin apartar la vista de la cuerda. Doblado sobre ella, buscaba los puntos quemados. Eric fue a la tienda azul, abri la cremallera y entr. Ola a moho, como un desvn, con el aire quieto y caliente. El nailon azul dejaba pasar parte de la luz del sol, aunque atenundola, confirindole un matiz acuoso, onrico. Haba cuatro sacos de dormir, tres de ellos extendidos y con aspecto de que acababan de albergar el cuerpo de sus propietarios. Todos muertos, pens Eric, y trat de apartar esa idea de su mente. Vio un transistor y tuvo que contener el impulso de encenderlo para ver si funcionaba, si poda encontrar una emisora, quiz de msica, cualquier cosa que tapase los gritos de Pablo. Haba dos mochilas, una verde y otra negra. Se acuclill junto a la primera y empez a registrarla, sintindose como un ladrn, un viejo instinto que perteneca a un mundo totalmente diferente, el sentimiento de transgresin inherente al acto de manipular las posesiones ajenas. Todos muertos, volvi a pensar, esta vez adrede, buscando valor en aquellas palabras que, sin embargo, lejos de conseguir que se sintiera mejor, convirtieron el acto en un delito diferente. Al parecer, la mochila verde perteneca a un hombre y la negra, a una mujer. La ropa de otros: oli a cigarrillo en la del hombre y a perfume en la de la mujer. Se pregunt si pertenecera a la chica que el hermano de Mathias conoci en la playa, la misma que los haba llevado a todos hasta all, quiz condenndolos a morir. La enredadera creca sobre algunos objetos; delgados zarcillos verdes salpicados de minsculas florecillas de color rojo claro, casi rosa. Haba ms sobre la mochila de la mujer que sobre la del hombre, enredndose
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en las camisetas, los calcetines y los tejanos sucios. En la mochila del hombre, Eric encontr un anorak gris con rayas azules en las mangas, idntico al que tena l colgado a buen recaudo en la casa de sus padres, ahora inalcanzable, aguardando su llegada. El cuchillo, tuvo que recordarse, y abandon el revoltijo de ropa, buscando ahora en los dems bolsillos, abrindolos y vaciando su contenido en el suelo de la tienda. Una cmara de fotos, todava con pelcula; media docena de cuadernos de espiral; diarios, por lo visto, prcticamente llenos de anotaciones hechas con letra de hombre en tinta negra, azul, incluso roja en algunas partes, pero todo en una lengua que Eric no slo no entenda, sino que ni siquiera era capaz de identificar: holands, quizs, o escandinavo. Una baraja; un botiqun de primeros auxilios; un frisbee; un tubo de protector solar; un par de gafas de montura metlica; un frasco de vitaminas; una cantimplora vaca; una linterna. Pero ningn cuchillo. Eric sali al exterior con la linterna y cerr los ojos, deslumbrado por la sbita claridad y, despus de un rato encerrado entre los sofocantes confines de la tienda, tuvo la sensacin de que el espacio se abra bruscamente a su alrededor. Encendi la linterna y se dio cuenta de que no funcionaba. La sacudi y prob otra vez: nada. Pablo dej de gritar el tiempo suficiente para respirar hondo dos veces, y luego empez otra vez. El silencio fue casi tan terrible como los alaridos, pens Eric, pero enseguida cambi de idea: el silencio haba sido peor. Dej la linterna en el suelo y vio que Mathias haba salido ya de la tienda naranja con una segunda lmpara de queroseno, un cuchillo grande y un botiqun de primeros auxilios. l y Jeff estaban cortando concienzudamente las secciones quemadas de la cuerda, trabajando en equipo con tranquilidad y diligencia. Eric se acerc y permaneci de pie, mirndolos. Se sinti como un idiota; l tambin tendra que haber trado el botiqun, o comprobar al menos su contenido. No pensaba. Quera ayudar, quera que Pablo dejase de gritar, pero era un imbcil, un intil, y no haba nada que hacer al respecto. Sinti la imperiosa necesidad de caminar, pero se qued donde estaba, mirando. Stacy y Amy parecan encontrarse exactamente igual que l: asustadas, nerviosas, incapaces de moverse. Todos observaron cmo Jeff y Mathias trabajaban con la cuerda, cortando, atando, tirando. Estaban tardando mucho, muchsimo. Ir yo dijo Eric. No haba pensado antes de hablar; las palabras nacieron del miedo, de la necesidad de apresurar las cosas. Yo bajar a buscarlo. Jeff alz la vista. Pareca sorprendido. Es igual dijo. Puedo ir yo. Su voz sonaba tan tranquila, tan increblemente serena, que por un momento Eric tuvo dificultades para entender las palabras. Fue como si primero tuviera que traducirlas a su estado de terror. Entonces sacudi la cabeza. Yo peso menos dijo. Y lo conozco mejor. Jeff consider estos dos puntos y pareci encontrarlos razonables. Se encogi de hombros. Le haremos una camilla. Puede que tengas que ayudarle a meterse en ella. Despus de sacarlo a l, volveremos a echar la cuerda y te sacaremos a ti.
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Eric asinti. Pareca muy fcil, muy sencillo, y quera creer que saldra bien, pero no lo consegua del todo. Otra vez sinti el impulso de pasearse y tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para quedarse quieto. Pablo par de gritar. Una respiracin, dos, tres, y empez otra vez. Hblale, Amy dijo Jeff. La idea pareci asustar a Amy. Que le hable? pregunt. Jeff seal el agujero. Asmate. Deja que te vea. Que sepa que no lo hemos abandonado. Qu le digo? pregunt Amy, todava asustada. Cualquier cosa. Algo que lo tranquilice. De todas maneras no te entender. Que oiga el sonido de tu voz. Amy se acerc al pozo. Se puso de rodillas y se inclin sobre el agujero. Pablo? grit. Te sacaremos de ah. Estamos arreglando la cuerda, y despus Eric bajar a buscarte. Continu en la misma lnea, describiendo lo que haran paso a paso, cmo lo ataran con la cuerda y lo izaran hasta la superficie, y al cabo de un rato Pablo par de gritar. Jeff y Mathias casi haban terminado. Haban llegado a la ltima seccin de la cuerda. Jeff hizo el ltimo nudo y luego tir de un extremo mientras Mathias tiraba del otro, ambos con todas sus fuerzas, un momentneo tira y afloja para poner a prueba su resistencia. Ahora la cuerda tena cinco empalmes. Los nudos no parecan muy fuertes, pero Eric trat de no especular al respecto. Le gustaba la idea de ser el que iba a bajar, el que iba a hacer algo, pero saba que si se pona a pensar en los nudos, en su aparente fragilidad, acabara cambiando de opinin. Mathias estaba enrollando de nuevo la cuerda en el cabrestante, comprobando por segunda vez que no hubiera partes corrodas. Volvi a meter el extremo en la pequea rueda metlica del caballete. Despus Jeff hizo un lazo para Eric, lo ayud a pasrselo por encima de la cabeza y se lo apret con cuidado por debajo de las axilas. Todo saldr bien grit Amy. Ya va para all. Est a punto. Stacy se arrodill, encendi la segunda lmpara y se la dio a Eric, la llama titilando dentro del globo de cristal. Eric ya estaba junto al agujero, mirando hacia la oscuridad, y Mathias y Jeff ocuparon sus posiciones detrs de la manivela, inclinados sobre ella. La cuerda se tens. Estaban listos. Lo ms difcil sera el momento de poner un pie en el vaco, preguntndose si la cuerda aguantara, y por un instante Eric pens que le faltara valor. Pero entonces se dio cuenta de que no poda hacer otra cosa: en el momento de pasarse la eslinga por encima de la cabeza haba puesto algo en marcha, y ya no haba manera de detenerlo. Salt por encima del borde, con la cuerda clavndosele en las axilas, y empezaron a bajarlo, el cabrestante chirriando y temblando con cada vuelta de manivela. Antes de que hubiera descendido tres metros, la temperatura empez a bajar, enfrindole la piel sudorosa y tambin el alma. No quera ir ms all, y sin embargo continu bajando poco a poco, a pesar de que ya estaba dispuesto a reconocer que senta pnico, que ojal hubiese dejado que bajara Jeff. En las paredes del pozo haba soportes de madera
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clavados caprichosamente en la tierra, en ngulos extraos. Parecan viejas traviesas de ferrocarril pintadas con creosota, y Eric no consigui encontrar la lgica de su distribucin. A unos seis metros de la superficie, descubri con asombro un pasadizo que se internaba en la pared, un foso perpendicular a aquel por donde estaba bajando. Levant la lmpara para verlo mejor. Dos rieles de hierro, opacos a causa del xido, discurran por el centro. Sobre uno de ellos, en el lmite de la luz de la lmpara, vio un cubo abollado. El pozo se curvaba hacia la izquierda y desapareca en las entraas de la tierra. De l sala una continua corriente de aire fresco, denso, hmedo, que primero aviv la llama de la lmpara y luego estuvo a punto de apagarla. Hay otro pozo! grit a los dems, pero la nica respuesta fue el constante chirrido del cabrestante que lo conduca hacia la oscuridad. En las paredes tambin haba piedras del tamao de calaveras y de color gris claro, suaves, casi vidriosas. La enredadera llegaba incluso hasta all, y colgaba de algunos soportes de madera, las hojas y flores mucho ms plidas que en el exterior, prcticamente traslcidas. Cuando alz la vista, alcanz a ver a Amy y Stacy mirndolo, enmarcadas por un rectngulo de cielo, ms pequeas con cada palmo que bajaba. La cuerda haba empezado a balancearse ligeramente, como un pndulo, y la lmpara tambin se sacuda, haciendo que las paredes del pozo parecieran agitarse vertiginosamente. Eric experiment una oleada de nuseas y tuvo que mirarse los pies con atencin para recuperarse. Oa a Pablo quejndose ms abajo, pero el griego sigui oculto por la oscuridad durante un rato largo. A Eric le costaba calcular cunto haba bajado ya unos diecisiete metros, supuso, y, justo cuando avist el fondo rodeado de sombras (una oscuridad ms intensa en la que comenzaba a adquirir forma el cuerpo acurrucado de Pablo, sus zapatillas de tenis, su camiseta azul claro), la cuerda dio un tirn y se detuvo. Eric permaneci colgado all, balancendose. Alz la vista hacia el rectngulo de cielo. Vio las caras de Amy y Stacy, y luego tambin la de Jeff. Eric? llam Jeff. Qu? Se ha terminado la cuerda. Todava no he llegado al fondo. Ves a Pablo? S, casi. Se encuentra bien? No estoy seguro. A cunto ests de l? Eric mir hacia abajo y trat de calcular la distancia que lo separaba del fondo. Estas cosas no se le daban muy bien; lo nico que poda hacer era decir un nmero al azar, como si adivinara cuntas monedas llevaba alguien en el bolsillo. Unos seis metros? dijo. Se mueve? Eric volvi a observar la borrosa silueta del griego. Cuanto ms miraba, ms cosas vea; no slo las bambas y la camiseta, sino tambin los brazos, la cara, el cuello, inslitamente plidos en la oscuridad. La
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lmpara de Eric ilumin los fragmentos de vidrio que rodeaban a Pablo, los restos de su desventurada prima. No respondi Eric. Est quieto. No hubo respuesta. Eric alz la mirada y vio que las caras haban desaparecido del agujero. Hablaban, y aunque no distingui las palabras, oy un runrn de voces que parecan ir y venir; voces discursivas, extraamente pausadas. Sonaban an ms lejanas de lo que estaban, y por un instante Eric sinti pnico. Quiz se iban, quiz lo abandonaban all Mir hacia abajo justo en el momento en que Pablo levantaba la mano y se la tenda muy despacio, como si estuviera debajo del agua, como si ese movimiento casi imperceptible se le antojase una proeza. Ha levantado la mano grit. Qu? Era la voz de Jeff, cuya cabeza haba reaparecido en el agujero. Igual que las de Stacy, Amy y Mathias. Nadie sujetaba el cabrestante. Nadie necesitaba hacerlo, porque me he quedado sin cuerda, pens Eric. No pudo evitarlo, las palabras estaban ya en su cabeza. Un chiste, pero sin ninguna gracia. Ha levantado la mano! grit otra vez. Vamos a subirte grit Jeff. Y las cuatro cabezas desaparecieron del agujero. Esperad! grit Eric. Reaparecieron por turno las caras de Jeff, Stacy y Amy. Se vean minsculas recortadas en el cielo. Aunque no poda distinguir las facciones, de algn modo Eric saba quin era quin. Tenemos que buscar la forma de alargar la cuerda grit Jeff. Eric sacudi la cabeza. Quiero quedarme con l. Voy a saltar. Una vez ms oy un murmullo de voces, una deliberacin por encima de su cabeza. Despus, la voz de Jeff retumb en el pozo: No. Te subiremos. Por qu? Puede que no consigamos alargar la cuerda. Te quedaras atrapado ah abajo. Eric no supo qu responder. Pablo ya estaba all abajo. Si no conseguan alargar la cuerda bueno, eso significara que Vislumbr lo que pasara, y trat de no pensar. Eric? dijo Jeff. Qu? Vamos a subirte. Las cabezas desaparecieron otra vez, y al cabo de un segundo la cuerda se tens y comenzaron a subirlo. Eric mir hacia abajo. La lmpara se balanceaba otra vez, as que era difcil asegurarlo, pero tuvo la impresin de que Pablo lo miraba fijamente. Su mano ya no estaba alzada. Eric empez a dar tirones a la cuerda, pataleando. No pens; se estaba comportando como un idiota, y lo saba. Pero no poda dejar a Pablo all, solo, herido, en la oscuridad. Levant el brazo izquierdo y la cuerda le ara la piel al pasar por encima de su cabeza. Todava estaba sujeto por el otro brazo, subiendo lentamente, y el fondo del pozo comenzaba a sumirse en la oscuridad, y tuvo que pasarse la lmpara de una mano a la
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otra. Luego solt la cuerda y comenz a caer, la llama apagndose durante el descenso. El fondo estaba ms lejos de lo que haba imaginado, y sin embargo lleg muy pronto, se materializ en la oscuridad y choc contra l sin darle tiempo a prepararse, mientras sus piernas se aplastaban, dejndolo sin aire en los pulmones. Aterriz a la izquierda de Pablo. Antes de que la lmpara se apagase, haba tenido la presencia de nimo necesaria para apuntar hacia all, aunque fue incapaz de mantener el equilibrio al tocar el fondo. Cay, rebot en la pared y se desplom sobre el pecho del griego, que empez a gritar otra vez. Eric trat desesperadamente de levantarse y apartarse, pero no consegua orientarse en la oscuridad. Nada estaba donde l pensaba que deba estar. Extenda los brazos, esperando tocar el suelo o la pared, pero slo tocaba aire. Lo siento dijo. Ay, Dios mo, lo siento. Debajo de l, Pablo chillaba y sacuda un brazo, aunque totalmente inmvil de cintura para abajo. Esa inmovilidad asust a Eric, que saba lo que poda significar. Consigui ponerse de rodillas y luego en cuclillas. Haba paredes detrs de l, a derecha e izquierda, pero enfrente, ms all del cuerpo de Pablo, pareca que no haba nada. Otro foso que se adentraba en la tierra de la colina. Otra vez percibi una corriente de aire fresco saliendo de la cueva, pero tambin algo ms, una sensacin de opresin, una presencia que los vigilaba. Eric aguz el sentido, tratando de ver algo en la oscuridad, distinguir la silueta de quien fuese que los observaba, aunque all no haba nadie, desde luego, slo su miedo fabricando fantasmas, y al final logr convencerse de ello. Oy que Jeff gritaba algo y ech la cabeza atrs, mirando hacia la boca del foso. Ahora estaba muy alto y era apenas una diminuta ventana de cielo. La cuerda se balanceaba suavemente entre los lmites del pozo, y Jeff haba empezado a gritar otra vez, pero Eric no le entenda por culpa de los alaridos de Pablo, que al rebotar en las paredes de tierra se duplicaban o triplicaban, hasta que tuvo la impresin de que con l haba ms de una persona, de que estaba atrapado en una cueva llena de hombres vociferantes. Estoy bien! grit, aunque dudaba de que pudieran orle desde arriba. Y de verdad estaba bien? Dedic un momento a cerciorarse, evaluando los dolores que el cuerpo comenzaba a anunciar. Deba de haberse golpeado la barbilla, porque tena la impresin de que haba recibido un puetazo. Pero era su pierna derecha la que llamaba su atencin ms agresivamente, con una sensacin opresiva y desgarradora debajo de la rtula, acompaada de una extraa humedad. Eric se palp ese punto y comprob que se haba clavado un cristal. Era del tamao de un naipe, aunque con forma de ptalo, ligeramente cncavo, y haba atravesado limpiamente el pantaln tejano para enterrarse un centmetro en la carne. Eric supuso que era un fragmento de la lmpara de Pablo que haba cado sobre l. Apret los dientes, haciendo de tripas corazn, y tir. Sinti la sangre que le corra por la espinilla, curiosamente fresca y tambin profusa, desde luego Prcticamente haba empapado el calcetn.
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Me he cortado la pierna grit hacia arriba y esper, pero no supo si le contestaban. No pasa nada se dijo. Todo saldr bien. Era la clase de consuelo tonto que slo confortara a un nio, y Eric lo saba, pero a pesar de ello continu repitindose esas frases. Estaba muy oscuro y encima senta aquella corriente fresca desde el otro foso, esa presencia al acecho, y su bamba derecha llenndose de sangre, y los gritos de Pablo que no cesaban. Se me acab la cuerda pens Eric. Y luego, otra vez: No importa. Todo saldr bien. Eran slo palabras, su cabeza estaba llena de palabras. An tena la lmpara en la mano izquierda; no saba cmo, pero haba conseguido que no se rompiera. La dej en el suelo y tante el aire, encontr la mano del griego y se la cogi. Luego se acuclill en la oscuridad, diciendo: Chsss. Tranquilo. Estoy aqu. Estoy a tu lado. Y esper a que Pablo parase de gritar. Podan or a Eric, pero no conseguan descifrar sus palabras por culpa de los gritos de Pablo. Jeff saba que el griego parara tarde o temprano, que se cansara y cerrara la boca, y entonces descubriran qu haba pasado all abajo, si Eric haba saltado o se haba cado, y si l tambin estaba herido. Por el momento, nada de eso tena demasiada importancia. Lo que importaba era la cuerda. Hasta que encontraran la manera de alargarla, no podran hacer nada por ninguno de ellos. Jeff pens primero en la ropa que haban dejado los arquelogos, en improvisar una cuerda atando pantalones, camisas y chaquetas. Saba que no era muy buena idea, pero durante los primeros minutos no se le ocurri nada mejor. Faltaban unos seis metros de cuerda, quiz nueve para ir sobre seguro, y para ello hara falta mucha ropa, no? Adems, dudaba de que las prendas de vestir resultaran lo bastante resistentes, o que los nudos aguantasen. Nueve metros. Jeff y Mathias estaban al lado del cabrestante, ambos devanndose los sesos sin hablar, porque de momento no tenan nada que decir, ninguna solucin que proponer. Amy y Stacy se haban arrodillado junto al agujero y miraban hacia abajo. De vez en cuando, Stacy llamaba a Eric, y a veces l le responda, pero era imposible entenderle, ya que Pablo segua gritando. Las tiendas dijo Jeff. Podramos desmontar una y cortar tiras de tela. Mathias se volvi y examin la tienda azul. Ser suficientemente fuerte? pregunt. Podramos trenzar las tiras. Tres tiras por seccin. Y luego atar las secciones. Mientras pronunciaba estas palabras, Jeff experiment una oleada de placer, una sensacin de xito en medio de tanto fracaso. Estaban atrapados en la colina, prcticamente sin agua y comida, dos en el fondo de una mina y al menos uno de ellos, herido; pero, por el momento, nada de eso pareca importar. Tenan un plan, y era un plan razonable que llen momentneamente a Jeff de energa y optimismo,
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ponindolo en movimiento. Mathias y l comenzaron a desmontar la tienda azul: sacaron al pequeo claro los sacos de dormir, las mochilas, las libretas y la radio, el botiqun de primeros auxilios, el frisbee y la cantimplora vaca, haciendo una montaa con todas estas cosas. Despus desarmaron la tienda, desenterrando las piquetas y tirando de los palos. Mathias se encarg de cortar la tela. Hubo una pequea discusin sobre el ancho adecuado, que al final establecieron en diez centmetros, y con firmes y rpidas pasadas Mathias cort tiras de tres metros de longitud, el cuchillo atravesando limpiamente el nailon, para que Jeff las trenzara. ste iba por la mitad de la primera seccin, tomndose su tiempo para asegurarse de que el trenzado fuera lo bastante prieto, cuando Pablo par de chillar. Eric? grit Stacy. La voz de Eric retumb en las paredes del pozo: Estoy aqu. Te caste? Salt. Te encuentras bien? Me he hecho un corte en la rodilla. Grande? Tengo la zapatilla llena de sangre. Jeff dej las tiras de nailon y se acerc al hoyo. Comprmelo grit hacia abajo. Qu? Qutate la camiseta y apritala contra la herida. Fuerte. Hace demasiado fro. Fro? pregunt Jeff, pensando que haba entendido mal. Su cuerpo entero estaba empapado en sudor. Hay otro pozo grit Eric. Hacia un lado. Sale aire fro de ah. Espera dijo Jeff, y fue hacia los objetos de la tienda azul, rebusc en la pila, sac el botiqun de primeros auxilios y lo abri. No saba qu esperaba encontrar, pero fuera lo que fuese no estaba all. Haba una caja de tiritas, que con toda probabilidad eran demasiado pequeas para el corte de Eric. Haba una pomada antisptica, que les vendra bien cuando subieran a Eric. Tambin haba aspirinas, un anticido y unas tijeras pequeas. Jeff regres al hoyo con el bote de aspirinas y se quit la camiseta. Qu pas con la lmpara? pregunt. Se apag. Voy a liar mi camiseta y te la arrojar grit Jeff. Dentro encontrars aspirinas y una caja de cerillas. Vale? Vale. Usa la camiseta para restaar la herida. Dale tres aspirinas a Pablo y toma t otras tres. Vale repiti Eric. Jeff envolvi las aspirinas y las cerillas con la camiseta y se inclin sobre el agujero. Listo? pregunt. Listo. Lanz la camiseta y la vio desaparecer en la oscuridad. Tard mucho
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en aterrizar. Finalmente, oy un golpe sordo y seco. La tengo grit Eric. Mathias haba terminado de cortar tiras y ahora continuaba con la trenza que haba abandonado Jeff. ste se volvi hacia Amy y Stacy, que seguan mirando por el agujero. Ayudadle dijo, sealando a Mathias con la cabeza. Las chicas fueron hasta la tienda desmontada y se sentaron en el suelo. El alemn les ense a trenzar la tela, y cada una comenz a trabajar en una seccin nueva. En el fondo del pozo apareci un suave resplandor, pero enseguida comenz a adquirir fuerza: Eric haba encendido la lmpara. Ahora Jeff consigui verlo, arrodillado junto a Pablo, los dos muy pequeos. Se encuentra bien? pregunt Jeff. Eric tard unos segundos en responder, y Jeff vio que estaba inclinado sobre el griego, examinndolo, con la lmpara en la mano. Por fin alz la cabeza y grit: Creo que se ha roto la espalda. Jeff se volvi hacia los dems, que dejaron de trabajar y le devolvieron la mirada. Stacy tena la mano en la boca, como si estuviese a punto de echarse a llorar otra vez. Amy se levant y se acerc a Jeff. Los dos miraron por el agujero. Mueve los brazos grit Eric, pero no las piernas. Jeff y Amy se miraron. Examnale los pies murmur Amy. Creo que se ha Eric se interrumpi, buscando las palabras adecuadas. Bueno, aqu huele como si se hubiera cagado. Los pies murmur Amy otra vez, dndole un codazo a Jeff. Por alguna razn, no quera gritarlo ella. Eric? dijo Jeff. Qu? Qutale una bamba. Una bamba? Qutasela. Y tambin el calcetn. Luego psale la ua del pulgar por la planta del pie. Con fuerza. Fjate si hay alguna reaccin. Amy y Jeff se inclinaron sobre el agujero y vieron cmo Eric se agachaba, le quitaba la bamba y el calcetn a Pablo. Stacy tambin se acerc a ver, pero Mathias continu trenzando la tela. Eric levant la cabeza hacia ellos. Nada grit. Oh, Dios! murmur Amy. Santo cielo! Tenemos que construir una camilla para inmovilizarle la espalda. Pero cmo? Amy sacudi la cabeza. No, Jeff. No debemos moverlo. Pues tendremos que hacerlo. No vamos a dejarlo ah abajo. Lo pondremos an peor. Tiraremos y se Usaremos los palos de la tienda dijo Jeff. Lo ataremos a ellos y despus Jeff! Se interrumpi y la mir. Estaba pensando en los palos de la tienda,
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imaginando cmo hacer una camilla con ellos. No estaba seguro de que funcionase, pero no se le ocurra otra solucin. Entonces se acord del armazn de hierro de las mochilas. Hay que llevarlo a un hospital dijo Amy. Jeff no respondi. Se limit a mirarla mientras desmontaba mentalmente las mochilas y usaba los palos de la tienda como refuerzo. Cmo pensaba Amy que iban a transportarlo a un hospital? Es espantoso dijo Amy. Es horrible. Empez a llorar, pero enseguida trat de contenerse, sacudiendo la cabeza mientras se enjugaba las lgrimas con el dorso de la mano. Si lo movemos dej la frase en el aire. No podemos dejarlo ah, Amy insisti Jeff. Lo entiendes, no? Es imposible. La joven reflexion durante unos instantes y luego asinti. Jeff se inclin sobre el agujero y grit: Eric? S? Tendremos que hacer una camilla para inmovilizarle la espalda antes de subirlo. Vale. Lo haremos lo ms rpido posible, pero seguramente nos llevar un buen rato. T sigue hablndole. No queda mucho queroseno en la lmpara. Entonces apgala. Que la apague? La idea pareci asustarle. La necesitaremos ms tarde. Cuando bajemos para ponerlo en la camilla. Eric no respondi. De acuerdo? grit Jeff. Puede que se limitase a asentir con la cabeza; era difcil de asegurar. Lo vieron inclinare sobre la lmpara y luego, sbitamente, dejaron de verlo. Una vez ms, el fondo del pozo se sumi en tinieblas. Stacy y Amy continuaron trenzando tiras de nailon mientras Jeff y Mathias se las ingeniaban para construir una camilla. Hablaban en murmullos, discutiendo las posibilidades. Tenan los palos de la tienda, el armazn de una mochila y un rollo de cinta adhesiva que haba encontrado Mathias entre los brtulos de los arquelogos, y no dejaban de armar y desarmar las distintas piezas. Stacy y Amy trabajaban en silencio. La tarea habra debido tranquilizarlas tan sencilla, tan automtica, un simple movimiento de las manos de derecha a izquierda, de derecha a izquierda, pero cuanto ms trenzaba Stacy, ms tensa se pona. El tequila le haba revuelto el estmago, tena la boca pastosa y la piel pegajosa por el sudor, y le dola la cabeza. Quera pedir agua, pero tema que Jeff le dijera que no. Adems, empezaba a sentirse desmayada de hambre. Le habra gustado tomar un tentempi con una bebida fresca y buscar un sitio a la sombra donde recostarse un rato, y el hecho de que todo esto fuera imposible la pona nerviosa, la haca sentirse al borde del pnico. Trat de recordar lo que llevaban ella y Eric en la mochila: una botella pequea de agua, una bolsa de galletas de aperitivo, una latita de frutos secos y un par de pltanos demasiado maduros. Tendran que
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compartirlo, desde luego; todos tendran que compartir sus cosas. Juntaran toda la comida y la racionaran para que durase lo mximo posible. Derecha, izquierda, derecha, izquierda, derecha Mierda oy decir claramente a Jeff desde el otro extremo del claro, y los chicos comenzaron a desarmar su ltimo intento de camilla, los palos de aluminio tintineando al chocar entre s. Stacy ni siquiera se atreva a mirarlos. Pablo se haba roto la columna, y ella era incapaz de hacerse a la idea. Necesitaban ayuda. Necesitaban un helicptero con un equipo de rescate, para llevar a Pablo a un hospital. Sin embargo, lo subiran ellos mismos, sacudindolo y golpendolo hasta sacarlo a la superficie. Y cuando lo hubieran sacado, qu? Lo meteran en la tienda naranja, supuso, donde gemira o gritara sin que nadie pudiera hacer nada por l. Aspirinas. Pablo se haba roto la espalda y Jeff le haba arrojado un frasco de aspirinas. Jeff respir hondo, cruz el claro y mir hacia el pie de la colina. Todo el mundo dej lo que estaba haciendo para mirarlo. Se han ido, pens Stacy en un breve arrebato de optimismo, pero luego Jeff se dio la vuelta y regres hacia ellos sin decir nada. Se acuclill junto a Mathias. Stacy oy de nuevo el tintineo de los palos y el ruido de la cinta adhesiva al rasgarse. Los mayas seguan all, por supuesto, lo saba. Los imagin apostados al pie de la colina, mirando hacia arriba con aquella aterradora cara de pquer. Haban matado al hermano de Mathias. Lo haban cosido a flechazos. Y all estaba Mathias ahora, sujetando los palos de aluminio para que Jeff los pegara, absorto en las dificultades, tratando de solucionarlas. Stacy no entenda cmo era capaz de hacer todas aquellas cosas; de hecho, no entenda cmo todos ellos eran capaces de hacer lo que estaban haciendo. Eric estaba en el fondo del pozo, en la oscuridad, con la bamba llena de sangre, y ella trenzaba tiras de nailon, una mano cruzando sobre la otra, tensando los cabos a cada paso. Derecha, izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda El sol iniciaba su implacable descenso hacia el oeste. Cunto tiempo haba pasado? Stacy no poda saber la hora, pues haba olvidado su reloj en la mesita de noche del hotel. Al darse cuenta, experiment un sbito acceso de ansiedad, pensando que la camarera poda robrselo. Era el regalo de graduacin de sus padres. Siempre sospechaba que las camareras de los hoteles le robaran algo, aunque no le haba pasado nunca, ni una sola vez. Quiz no fuera tan sencillo como pareca, o puede que la gente fuese ms honrada de lo que ella crea. Oy el reloj en su cabeza, lo imagin sobre el cristal de la mesita contando pacientemente los segundos, los minutos, las horas, esperando a su duea. Las camareras abran la cama por la noche, dejaban chocolatinas en la almohada y la radio encendida, tan baja que a veces Stacy no la notaba hasta que apagaba las luces. Qu hora es? pregunt ahora. Amy hizo una pausa en el trabajo y consult su reloj de pulsera. Las cinco y treinta y cinco respondi. Cuando terminasen de trenzar las tiras, tendran que subir la cuerda y
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atar las nuevas secciones. Luego alguien bajara con la improvisada camilla, para ayudar a Eric a levantar a Pablo e inmovilizarlo sobre la camilla, de manera que pudieran subirlo sin demasiados riesgos. Despus volveran a arrojar la cuerda y subiran a los otros dos, uno despus del otro. Stacy trat de calcular cunto tardaran en hacer todas estas cosas y supo que sera demasiado, que les faltara tiempo. Porque si ya eran las cinco y treinta y cinco, o y cuarenta casi, eso significaba que quedaba aproximadamente una hora y media para la puesta de sol. Al final tuvieron que hacer cinco trenzas de tela. Ataron las tres primeras a la cuerda y la lanzaron, pero Eric les grit que todava no era suficiente. As que empalmaron una cuarta, pero cuando lleg la hora de atar la camilla, se dieron cuenta de que necesitaran dos secciones de cuerda en el extremo, una para el lado de la cabeza y otra para el de los pies. Mientras Mathias trenzaba rpidamente este ltimo trozo, Jeff hizo un aparte con Amy. Ests de acuerdo? Se hallaban en el cuadrado de tierra donde previamente haba estado la tienda azul. El sol estaba casi en el horizonte, pero segua deslumbrante y abrasador. Amy saba que por all no haba transicin entre el da y la noche, que la luz no se desvaneca lentamente. El sol sala y casi de inmediato brillaba con la intensidad del medioda, sin suavizarse hasta el momento en que tocaba el lmite occidental del cielo. Entonces uno poda contar de diez a uno mientras se despeda del da: as de rpido anocheca. La nica lmpara de que disponan la tena ahora Eric, y no le quedaba mucho queroseno. Dentro de unos quince minutos, calcul, tendran que trabajar a ciegas. De acuerdo con qu? Bajars t dijo Jeff. Bajar? Al pozo. Amy lo mir boquiabierta, demasiado sorprendida para hablar. Jeff se haba puesto la camisa de uno de los arquelogos, para reemplazar la camiseta que le haba arrojado a Eric, y estaba cambiado, como si fuese otra persona. Abotonada por delante y con cuatro bolsillos grandes, dos a cada lado, la camisa era de un color que quera pasar por caqui pero no lo consegua, y la tela tena un ligero brillo: era de polister. La clase de prenda que llevara un cazador en un safari, pens Amy. O tal vez un fotgrafo, que llenara esos curiosos bolsillos con rollos de pelcula. O un soldado. Haca que Jeff pareciera mayor, e incluso ms corpulento. Tena la nariz roja y despellejada, y aunque se le vea cansado y achicharrado por el sol, daba la impresin de estar exaltado, en un estado de alerta mxima. Mathias y yo tenemos que ocuparnos de la manivela dijo. As que la cosa est entre t y Stacy. Y ya sabes cmo es Stacy dej la frase en el aire y se encogi de hombros. Parece que tendrs que bajar t.
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Amy sigui callada. No quera ir, desde luego; le aterrorizaba la idea de bajar a las profundidades de la tierra en la oscuridad. Ni siquiera haba querido ir all eso era lo que quera decirle a Jeff. De haber sido por ella, ni siquiera se habran alejado de la playa. Y despus, cuando encontraron el camino secreto, haba tratado de advertirles del peligro, no? Trat de decirle que no deban tomarlo, pero l se haba negado a escucharla. Era todo culpa de Jeff, no? Por tanto, no debera ser l quien bajara al pozo? Sin embargo, en el mismo momento en que se haca estas preguntas, Amy record lo que haba ocurrido abajo, cmo haba retrocedido por el claro mirando a travs del visor de la cmara hasta que un zarcillo de la enredadera le atrap el pie. De no ser por eso, era posible que los mayas no los obligasen a subir. No estaran all. Pablo no estara en el fondo del pozo, con la espalda rota, y Eric no tendra la bamba llena de sangre. Se encontraran a kilmetros de ese lugar, alejndose un poco ms con cada paso, los seis pensando que los mosquitos, las minsculas moscas negras y las ampollas de los pies eran motivos perfectamente legtimos para quejarse. Fuiste socorrista, no? pregunt Jeff. Deberas saber cmo actuar en esta clase de situaciones. Socorrista. Era verdad, al menos hasta cierto punto. Un verano, haba trabajado en una piscina de una urbanizacin de su ciudad natal. Una pequea piscina ovalada, con dos metros y medio de profundidad en la parte ms honda, donde no estaba permitido tirarse de cabeza. Ella se sentaba en una tumbona, broncendose de las diez de la maana a las seis de la tarde, y les deca a los nios que no corriesen, ni salpicasen ni se empujaran mutuamente, y a los adultos que no podan beber alcohol junto al borde de la piscina. Ninguno de los dos grupos le haca mucho caso. Era una urbanizacin de gente que apenas araaba la solvencia, de pijos venidos a menos: borrachos y divorciadas. Un sitio deprimente. No abundaban los nios, y haba das en que no apareca ninguno. Amy se pasaba las horas en la tumbona, leyendo. En las jornadas ms tranquilas, se meta en la parte baja de la piscina y flotaba boca arriba con la mente en blanco, haciendo el muerto. Por supuesto, antes de contratarla la haban obligado a hacer un cursillo. Y all deban de haberle enseado a inmovilizarle la espalda a una persona con lesiones en la columna vertebral. Pero, si lo haban hecho, no lo recordaba. Usars nuestros cinturones dijo Jeff. Lo que Amy quera era salir corriendo colina abajo. Se imagin hacindolo, irrumpiendo en el claro y enfrentndose con los mayas. Les contara lo sucedido, buscara la manera de explicarles con mmica todos los percances que haban sufrido. Sera difcil, naturalmente, pero se las ingeniara para que vieran su miedo, para que lo sintieran, incluso. Y ellos se ablandaran. Pediran ayuda. Los dejaran marchar. Durante un breve instante Amy consigui creer esta fantasa, a pesar de que el hermano de Mathias estaba al otro lado de la colina, cosido a flechazos. No quera bajar al fondo del pozo. Jeff le cogi la mano. Estaba abriendo la boca para decir algo para convencerla, pens Amy, o para decirle que no tena alternativa, cuando volvieron a or el pitido desde el fondo del pozo. Todos, salvo Mathias, corrieron hasta el agujero y miraron hacia
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abajo. Mathias estaba a punto de terminar la trenza y ni siquiera hizo una pausa. Eric? grit Jeff. Lo has encontrado? Eric permaneci callado unos instantes. Les pareci verlo moverse, buscando la fuente del sonido. Se mueve respondi. A veces me parece que est a mi izquierda, y luego lo oigo a la derecha. No debera encenderse una luz mientras suena? pregunt Amy en voz muy baja, casi en un susurro. No ves una luz? grit Jeff. Busca una luz! Una vez ms, les pareci que Eric se mova. No la veo dijo. Y al cabo de un segundo: Ha parado. Todos permanecieron expectantes, por si el sonido se reanudaba, pero no fue as. El sol alcanz el horizonte y todo adquiri una tonalidad rojiza. Anochecera en cuestin de minutos. Mathias haba terminado la trenza. Lo miraron mientras ataba esta ltima seccin a las dems, y luego las dos tiras a la camilla. Termin en el preciso instante en que el da comenz a convertirse en noche. Luego Jeff cogi la manivela mientras Mathias y Stacy levantaban la camilla y la metan en el agujero. Durante unos segundos, observaron cmo se balanceaba. Mathias haba cubierto la estructura de aluminio con un saco de dormir, para hacerla ms mullida. Pusieron los cuatro cinturones encima del saco de dormir. Amy saba que aunque ella no haba aceptado directamente la propuesta de Jeff, el asunto ya estaba decidido. Todo estaba a punto, y crean que ella tambin. Mathias se uni a Jeff junto al cabrestante. Stacy estaba en el borde del agujero, abrazndose, mirando. Sbete dijo Jeff. Y Amy obedeci. Haciendo de tripas corazn, infundindose valor, dio un paso hacia el agujero y se acuclill sobre el armazn de aluminio, cogindose de las cuerdas de nailon. La camilla chirri bajo su peso, pero aguant, y comenz a balancearse. Entonces, antes de que tuviera tiempo para hacerse a la idea, o para cambiar de idea, el tambor del cabrestante comenz a girar, llevndola desde la creciente oscuridad del atardecer a la profunda oscuridad del pozo. Tardaron demasiado, pero por fin estaban bajando. Eric no saba a ciencia cierta cunto tiempo haba pasado. Quiz no fuese tanto como imaginaba, pero era mucho, sin duda alguna. Ni siquiera en las mejores circunstancias era capaz de calcular el tiempo careca de reloj biolgico , pero en aquel agujero, en la oscuridad, con el estrs por todo lo ocurrido esa tarde, se le antoj mucho ms difcil de lo habitual. Lo nico que saba era que arriba estaba anocheciendo, que el rectngulo de cielo haba adquirido una fugaz tonalidad rojiza antes de teirse sucesivamente de azul grisceo, gris plata y gris pizarra. Haban construido una camilla y Amy estaba de rodillas encima de ella, acercndose. Horas, pens Eric. Deban de haber pasado horas. Pablo haba gritado, luego haba parado, Stacy estuvo conversando con l y finalmente Jeff le dijo que apagase la lmpara. Despus todos haban desaparecido para construir la camilla y alargar la cuerda tardaron un rato largo,
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demasiado largo, y l esper sentado junto a Pablo, cogindole la mueca todo el tiempo. Y hablando a menudo para que el griego se sintiera acompaado, para animarlo y hacerle creer engandose tambin a s mismo que al final todo saldra bien. Pero no saldra bien, por supuesto, y por mucho que se esforzase por imprimir un tono de optimismo en su voz cosa que haba hecho conscientemente, tratando de imitar el dejo jovial de los griegos, no conseguira ocultar la terrible verdad. Por un lado estaba el olor. El olor a caca y a pis. Pablo se haba roto la espalda y haba perdido el control de los esfnteres. Necesitara una sonda, una bolsa colocada a un lado de la cama que las enfermeras vaciaran para mantenerlo limpio. Necesitara ciruga y pronto, ahora mismo, antes que ahora, y mdicos, y fisioterapeutas que lo controlasen, que midiesen sus progresos. Eric no vea cmo iban a suceder esas cosas. Haban trabajado durante toda la tarde para construir una camilla con la cual sacarlo de aquel agujero, pero qu conseguiran con eso? Arriba, entre las tiendas y las enredaderas con flores, la espalda de Pablo seguira rota y su vejiga y sus intestinos continuaran perdiendo pis y caca en los pantalones ya empapados. Y ellos no podran hacer nada al respecto. Su rodilla haba dejado de sangrar por fin. Senta un dolor sordo y palpitante, que se intensificaba cada vez que se mova, y la camiseta de Jeff estaba tiesa de sangre. La desat y la dej en el suelo, a su lado. La bamba segua hmeda. Eric le explic a Pablo cmo la gente se curaba de manera inexorable, inevitable, que la peor parte era el accidente en s, pero luego el cuerpo se pona a trabajar a toda marcha, movilizndose, reconstruyndose. Lo haca incluso ahora, mientras hablaban. Le habl de las fracturas que haba sufrido en su infancia. Le cont que resbal en una acera hmeda y se rompi un hueso del antebrazo; no recordaba cul, el radio, quizs, o el cbito; qu ms daba. Haba llevado una escayola durante seis semanas, y an recordaba lo mal que ola cuando se la quitaron, a sudor y a moho, y el aspecto del brazo, plido y demasiado delgado, y el miedo que pas al ver la sierra elctrica. En otra ocasin se rompi la clavcula jugando a Superman, volando desde lo alto del tobogn del parque. Haba aterrizado sobre un balancn de muelle y se rompi tambin la nariz. Describi detalladamente estos accidentes a Pablo; el dolor de cada uno, el proceso de curacin, la inexorable, inevitable recuperacin. Pablo no entendi una sola palabra, desde luego. Gema y murmuraba. De vez en cuando levantaba el brazo libre como si quisiera coger algo, aunque Eric no saba el qu, porque all slo haba oscuridad. Sin hacer caso a estos movimientos, ni a los gemidos y quejidos tampoco, Eric continu hablando con voz aflautada y falsamente jovial. No saba qu ms poda hacer. Le cont otros accidentes que haba presenciado: un cro que se meti entre los coches en monopatn (conmocin cerebral y varias costillas rotas); un vecino que se cay del tejado mientras limpiaba los canalones (un hombro dislocado y un par de dedos rotos); una chica que calcul mal al saltar desde un columpio de soga y no cay en el ro, como se propona, sino en la pedregosa orilla (un tobillo destrozado y tres dientes menos). Le habl del pueblo donde se haba criado, un sitio
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pequeo, feo y provinciano, y sin embargo pintoresco dentro de su fealdad, cosmopolita dentro de su provincianismo. Cuando sonaba una sirena, la gente sala a la puerta a mirar, con la mano en la frente, a modo de visera. Los nios corran a coger la bici y perseguan a la ambulancia o el coche de bomberos. Haba morbo en ello, desde luego, pero tambin empata. Cuando l se rompi el brazo, los vecinos fueron a verlo con regalos: tebeos y cintas de vdeo. Hablaba con la mueca de Pablo en la mano derecha, apretndosela para hacer hincapi en ciertos puntos, sin soltrsela nunca. La izquierda iba desde la lmpara de queroseno a la caja de cerillas, tocando una y otra en un continuo, nervioso circuito, como si fueran las cuentas de un rosario. De hecho, el gesto tena algo de oracin, pues lo acompaaba mentalmente con dos palabras. S, incluso mientras le contaba historias a Pablo con voz confiada y optimista, repeta dos palabras para s, las recitaba en su fuero interno mientras su mano viajaba de la lmpara a las cerillas, de las cerillas a la lmpara: Sigue aqu, sigue aqu, sigue aqu, sigue aqu Le describi a Pablo lo que haba supuesto correr en bicicleta detrs de las sirenas y luces relampagueantes. La emocin, aquella embriagadora sensacin de dramatismo y catstrofe. Le cont los finales felices. El de Mary Kelly, una cra de siete aos que saba subir a los rboles pero no bajar, y que una vez, movida por el miedo, haba trepado ms y ms, hasta acabar con su cuerpecito a trece metros de altura, en la copa de un roble centenario, con una multitud a sus pies llamndola, suplicndole que volviera, mientras se levantaba una ventolera que agitaba las ramas, haciendo que el rbol entero pareciera subir y bajar. Imit para Pablo la exclamacin colectiva de horror cuando la nia haba estado a punto de caer, balancendose durante unos segundos interminables hasta que consigui recuperar el equilibrio, llorando sin parar mientras se aproximaban las sirenas y los nios en bicicleta. Despus el coche de bomberos, con la escalera que ascenda lentamente, los gritos de alegra cuando un enfermero se inclin sobre las ramas, cogi a la nia del brazo, la acerc a l y la carg sobre un hombro. En la oscuridad, Eric tuvo la sbita sensacin de que una mano le tocaba la espalda. Se estremeci y estuvo a punto de gritar, pero se contuvo. Era la enredadera. De algn modo haba conseguido echar races tambin all, en el fondo del pozo. Eric deba de haberse inclinado hacia ella mientras hablaba, causndole la impresin de que se mova para tocarlo, cogindolo de la parte inferior de la columna, casi acaricindolo. All era imposible orientarse; era como estar ciego. Sus nicos hitos eran la mueca de Pablo y sigue aqu, sigue aqu, sigue aqu la lmpara de queroseno y las cerillas. Se inclin hacia delante para evitar el contacto con la enredadera que era espeluznante y le haca temblar; no le gustaba, arrastrndose hasta quedar justo delante del cuerpo de Pablo. Al moverse sinti un dolor desgarrador en la rodilla, que empez a sangrar otra vez. Busc la camiseta de Jeff a tientas y se la puso encima de la pierna, apretando. Volvi a la chica del columpio de soga: Marci Brown, de trece aos. Llevaba aparato en los dientes y una larga cola de caballo castaa. Le cont a Pablo que l y los dems nios haban redo al verla caer. Haba
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sido gracioso, como en los dibujos animados. La vieron, oyeron el espantoso golpe de su cuerpo al chocar contra las piedras, y todos saban que estara herida. Pero de todas maneras rieron, como tratando de negar lo ocurrido, de deshacerlo, y slo se detuvieron al ver cmo trataba de incorporarse pero se desplomaba, resbalando por la orilla en direccin al ro. Se haba hecho un corte en la boca al caer de bruces sobre las piedras, y en el agua comenz a formarse lentamente una turbia nube de sangre mientras la chica manoteaba para mantenerse a flote. Eric record que tena los ojos cerrados con fuerza, y la cara desencajada. Haca muecas de dolor, pero no lloraba; no llor en ningn momento, ni siquiera cuando la sacaron de all y uno de ellos fue a pedir ayuda en bicicleta. Ms tarde, todos se sintieron culpables por haber redo, sobre todo cuando se enteraron de que quiz no pudiera volver a andar. Pero se recuper inexorable, inevitablemente y al final camin, quiz con una pequea cojera, aunque casi imperceptible, totalmente imperceptible, en realidad, a menos que uno se fijase expresamente porque conoca la historia. De vez en cuando, Eric crea ver cosas en la oscuridad: unas figuras flotantes, como globos, y ligeramente fluorescentes. Parecan acercarse y flotar brevemente delante de l antes de alejarse poco a poco. Algunas eran entre verdes y azules; otras, amarillo claro, casi blanco. Saba que eran ilusiones pticas, reacciones fisiolgicas a la oscuridad, pero no poda evitarlo, y cada vez que se acercaban lo suficiente, soltaba la mueca de Pablo e intentaba tocarlas. Sin embargo, cada vez que levantaba la mano, las figuras se desvanecan, slo para reaparecer en otro punto, ms lejano, y reanudar su lenta y ondulante aproximacin. Apart la camiseta del corte de la pierna. La herida haba dejado de sangrar otra vez. De inmediato busc la lmpara y las cerillas: Sigue aqu, sigue aqu, sigue aqu Tambin le cont a Pablo otras historias que no haban terminado tan bien inexorable, inevitablemente, modificndolas por el bien de su amigo. El pequeo Stevie Stahl, a quien el agua arrastr hasta una alcantarilla mientras jugaba en un campo inundado; no fue descubierto por un submarinista voluntario, semienterrado en el barro e irreconocible de tan hinchado. No; haba aparecido cinco minutos despus a un kilmetro y medio de all, en el ro, llorando y cubierto de cortes y magulladuras, pero por lo dems sano y salvo, milagrosamente ileso. Y Ginger Riby, que haba incendiado el garaje de su to mientras jugaba con cerillas, y luego, atontado por el humo y el pnico, se alej de la puerta por donde habra podido escapar fcilmente y muri acurrucado en la pared del fondo, detrs de unos cubos de basura; en la versin de Eric haba sido rescatado por un bombero, salvado entre los gritos de alegra de la multitud que se haba congregado en la puerta, y pudo salir tosiendo y jadeando, cubierto de holln y con la camisa y el pelo chamuscados, pero por lo dems (s, milagrosamente) ileso. La corriente de aire fresco procedente del otro foso, ms all del cuerpo de Pablo, no era constante. A veces se detena, como para recuperar el aliento, y la temperatura del foso comenzaba a ascender en el acto. Entonces Eric empezaba a sudar, mojndose la camisa, y entonces, sbitamente, el aire fro volva a soplar. Estas fluctuaciones
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continuas le inquietaban, lo asustaban, hacan que la oscuridad pareciese viva, amenazadoramente viva. Cada vez que la corriente cesaba, Eric tena la sensacin de que la bloqueaba alguien, o algo, una presencia titubeante que estaba justo delante de l, examinndolo, estudindolo. En una ocasin crey que incluso lo olfateaba, aspiraba su olor. Saba que los sentidos estaban jugndole una mala pasada. Sin embargo, hizo un esfuerzo enorme para no encender la lmpara y su mano se detuvo, dudando, antes de continuar con su incesante danza: Sigue aqu, sigue aqu, sigue aqu Le habl a Pablo de su amigo Gary Holmes, que soaba con convertirse en piloto. Gary haba implorado, rogado, suplicado durante aos, hasta que sus padres le regalaron unas lecciones de vuelo para su decimosexto cumpleaos. Todos los sbados iba en bicicleta al aeropuerto local y pasaba la tarde all, aventurndose en ese nuevo mundo. Al cabo de tres meses, Eric estaba jugando al ftbol en la escuela. Era la liga juvenil, cuatro partidos a la vez en campos paralelos. Un avin pequeo pas por encima de ellos, muy bajo, y los jugadores se detuvieron por un reflexivo instante mientras la sombra del aparato los cubra, todos encogindose instintivamente antes de mirar hacia arriba. El avin se alej, dio media vuelta y volvi a pasar, prcticamente deteniendo el juego. Los rbitros tocaban el silbato y sacudan las manos, tratando de restaurar el orden, cuando el avin se acerc por segunda vez. El motor rugi, tosi y por fin call. Entonces, apenas unos segundos despus, el tiempo necesario para inhalar, exhalar y volver a inhalar, desde algn punto del bosque situado al oeste se oy el ruido atronador, estrepitoso, explosivo de un choque. Pero no en la versin que Eric le cont a Pablo. No; segn Eric, alguien haba entendido lo que ocurra en la primera aproximacin del avin. Uno de los entrenadores, y luego otro, empezaron a gritar y hacer seas, y los rbitros se unieron a ellos con los silbatos, y de repente todo el mundo corra y gritaba. El avin estaba averiado y el piloto intentaba un aterrizaje de emergencia. Tenan que desocupar os campos. Y lo hicieron. Cuando el avin se acerc por segunda vez, todo el mundo estaba amontonado en las gradas. El avin aterriz bruscamente, sacudindose, y choc contra una portera, las ruedas delanteras hundindose en la tierra, y a punto estuvo de volcar, pero al final aterriz sobre el morro, con la hlice rota y el parabrisas agrietado. Eric titube un instante, tratando de imaginar las heridas de Gary y su instructor, la forma en que el precipitado regreso del avin a la tierra sacudira los cuerpos dentro de la cabina. Un golpe en la rtula, decidi. Un hombro dislocado, una fractura en la pelvis, una conmocin cerebral leve. Hizo un ademn desdeoso, como para restar importancia a las lesiones incluso mientras las enumeraba. Todas se curaron, le asegur a Pablo, como suelen curarse esas cosas, una vez ms, inexorable, inevitablemente. Los dems estaban ocupados arriba, trenzando las tiras de nailon que haban cortado de la tienda azul y construyendo la camilla; no tenan tiempo para pensar. Pero Eric estaba abajo, en la oscuridad, rodeado del olor a mierda y pis de Pablo, de sus quejidos y murmullos. En consecuencia, era bastante natural que fuese el primero en preguntarse si el griego sobrevivira a aquella aventura, si su cuerpo no estara ms all de la curacin inexorable, inevitable; en suma, si morira durante las horas
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o los das siguientes, mientras ellos lo rodeaban, impotentes. Ahora Pablo pareca dormido, o inconsciente. Por lo menos haba dejado de quejarse y murmurar, de levantar la mano tratando de coger lo que fuese que crea ver. Eric tambin call, pero permaneci sentado junto al griego, cogindole la mueca con una mano y tocando la lmpara y las cerillas con la otra. El tiempo pareca pasar an ms despacio sin el sonido de su propia voz retumbando en las paredes del pozo. Pens otra vez en Gary Holmes, en la fotografa del avin estrellado en la primera pgina del peridico local, en el responso celebrado en el auditorio del colegio. Gary haba sido amigo suyo, no demasiado ntimo, pero ms que un simple conocido, y un mes despus del entierro, su madre pas por la casa de Eric. Alguien quiere verte, cario haba llamado su madre. Eric baj corriendo, slo para encontrar a la seora Holmes en el vestbulo. Haba ido para preguntarle si quera la bicicleta de Gary. Fue un momento extrao, incmodo, y la madre de Eric lo presenci con lgrimas en los ojos, tendiendo la mano una y otra vez para tocar el hombro de la seora Holmes. El ofrecimiento sorprendi a Eric y lo hizo sentirse curiosamente avergonzado; al fin y al cabo, nunca haba sido tan amigo de Gary. Iba a negarse, pero cambi de idea al ver lo afectada que pareci la seora Holmes ante su primer titubeo. S, dijo. Por supuesto que se quedara con la bici. Le dio las gracias y su madre se ech a llorar con desconsuelo. La seora Holmes tambin. La bicicleta an estaba en el aeropuerto, encadenada a una valla, tal como la haba dejado Gary el ltimo da de su vida. El padre de Eric lo llev all una maana temprano, antes de irse a trabajar, y Eric se agach junto a la bicicleta con el papel que le haba dado la seora Holmes, entornando los ojos para descifrar los tres nmeros de la combinacin del candado. Tuvo que intentarlo media docena de veces antes de acertar. Luego se fue directamente al colegio, que estaba a ms de veinte kilmetros, y lleg unos minutos tarde, despus del primer timbre, cuando los pasillos estaban ya desiertos y silenciosos. El silln de la bicicleta estaba demasiado alto para l, as que le haba costado pedalear; la cadena necesitaba aceite y las ruedas comenzaban a oxidarse despus de un mes a la intemperie. No era para sentirse orgulloso de ella, adems, l tena la suya, y tal vez por eso, o simplemente porque haba llegado tarde, no at la bici a la puerta de la escuela; se limit a apoyarla contra la valla y corri al interior del edificio. Tambin la dej all esa noche, siempre sin candado, porque volvi a casa en autobs. Y a la maana siguiente haba desaparecido. Una vez ms sinti una presin en la espalda, la mano que lo tocaba. El corazn le dio un vuelco, aunque trat de tranquilizarse. Deba de haberse encorvado otra vez. Se movi hacia el griego, pero se dio cuenta de que ya no poda estar ms cerca de l. La enredadera se haba movido, haba reptado hacia l, quizs atrada por su calor. Pensar en la planta en esos trminos, como un ser con voluntad, casi sensitivo, le causaba inquietud, miedo, deseos de salir corriendo de all. Pens en gritar y llamar a los dems, pero se contuvo para no despertar a Pablo. La madre de Gary haba ido de casa en casa entregando las
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posesiones de su hijo a unos chavales que no saban qu hacer con ellas. Chavales que perdieron los jersis, las chaquetas, el guante de bisbol y las gafas de natacin de su hijo, que regalaron estas cosas a otros, o las tiraron directamente, o las enterraron en armarios, bales o desvanes. Era lo que pasaba siempre con la muerte, pens Eric; los vivos hacan todo lo posible por borrar cualquier vestigio de su existencia. Hasta los amigos ms ntimos de Gary siguieron adelante con su vida, una vida que no se vio afectada significativamente por la ausencia de Gary, pasando de curso en curso hasta ingresar en la universidad y olvidndolo en el nterin, aunque sin duda recordaran an la foto del avin estrellado, el sbito silencio en el campo de ftbol inmediatamente antes del accidente. Eric necesitaba hacer pis, pero tena miedo de levantarse para ir hasta la pared del fondo. Senta un temor irracional a que el griego, la lmpara o las cerillas no estuvieran all cuando volviese. Se desabroch el cinturn, con el fin de aliviar la presin sobre la vejiga, y trat de distraerse con juegos de palabras, preparando una prueba de vocabulario para sus futuros alumnos, un pequeo acertijo para iniciar la semana: diez palabras que empezaran con A, cinco puntos por las definiciones y otros cinco por la ortografa. Albatros pens. Avaricia. Anunciacin. Apremio. Armamento. Adyacente. Arduo. Acentuar. Albergar. Alegacin. Acababa de pasar a la B Bullicioso, bravata, bandolero, botnico cuando empez a sonar otra vez el pitido electrnico, que despert a Pablo y los sobresalt a los dos. Eric solt la mueca del griego y se levant. La herida de la rodilla lo obligaba a cojear como si tuviese un pie deforme. El sonido pareca proceder de la derecha, pero cuando fue hacia all, se dio cuenta de que se equivocaba. Vena de atrs. Empez a girarse, pero dud. Ahora el ruido pareca rodearlo, como si saliera de las paredes del pozo. Eric? grit Jeff. Lo has encontrado? Eric ech la cabeza atrs. Los vio inclinados contra el rectngulo de cielo azul. Al cabo respondi que el sonido se mova, primero en una direccin y despus en otra. Hay alguna luz? pregunt Jeff. Busca una luz. Ahora el pitido pareca venir del pozo que estaba al otro lado del cuerpo de Pablo. Eric se dirigi hacia all y observ que el aire se enfriaba notablemente. El pitido retrocedi, como para atraerlo al interior del otro pozo. Eric vacil, sbitamente asustado. No veo ninguna luz dijo, y entonces el ruido ces. Y ha parado grit. Cont mentalmente hasta diez, esperando que volviera a empezar, pero no lo hizo. Cuando mir de nuevo hacia la boca del pozo, las cabezas haban desaparecido y el cielo haba adquirido una tonalidad rojiza. El sol comenzaba a ponerse. Regres junto a Pablo. A pesar de la oscuridad, poda percibir sus movimientos, los giros de la cabeza, aunque no deca nada. No volvi a quejarse ni murmurar, y esto asust a Eric. Pablo? dijo. Te encuentras bien? Quera que el griego volviese a hablar, pero ahora estaba callado e inmvil. Eric busc la lmpara, la encontr, busc las cerillas y no
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estaban all. Con una creciente sensacin de pnico, tante el pedregoso suelo dibujando un crculo cada vez ms amplio, pero no encontr la caja de cerillas. Oy un chirrido sobre su cabeza y mir hacia arriba. El cielo oscureca con rapidez, pero vio algo recortado sobre l, una figura alargada que llenaba el hueco casi por completo. Haban terminado de construir la camilla y estaban a punto de bajarla. Sigui palpando el suelo, alejndose cada vez ms del punto donde estaba pero regresando luego para tocar la lmpara, slo para comenzar otra vez. Las cerillas no aparecan. El chirrido se hizo ms intenso. Estaban bajando la camilla. Eric? oy que llamaba Amy. Enciende la lmpara! Entonces se dio cuenta de que Amy iba sentada en la camilla y se acercaba lentamente a l. Se levant y dio un paso al frente, pensando que quiz tuviera las cerillas en la mano al or el pitido y las llevase consigo cuando fue a buscar su origen, que tal vez se haba despistado y las haba dejado en el suelo. Era una idea absurda, y en realidad no crea en ella, pero dio otro paso y su pie choc contra algo, lo pate, y supo por el ruido, y tambin por la sensacin, que se trataba de las cerillas. Se agach con cuidado y comenz a palpar el suelo, buscando. El chirrido continu. Ahora el cielo estaba oscuro; ya no poda ver la camilla, aunque la senta aproximarse. Enciende la lmpara repiti Amy. Estaba ms cerca y su voz sonaba apremiante. Tena miedo. Eric continu tanteando el suelo. Estaba en un rincn del pozo que la enredadera haba colonizado agresivamente, y sus manos se enredaban constantemente con los zarcillos, causndole la espeluznante sensacin de que la planta le cerraba el paso a propsito. Cuando por fin encontr las cerillas, descubri que estaban enterradas bajo la enredadera, tapadas casi por completo. Para liberarlas, tuvo que arrancar una rama y la savia se adhiri a los dedos de su mano izquierda, primero fresca, luego sbitamente ardiente. Eric? grit Amy otra vez. Estaba casi encima de l. Un segundo respondi. Regres cojeando hasta la lmpara y levant el globo de cristal. No se percat de cunto le temblaba la mano hasta que encendi la cerilla y sta se apag de inmediato. Se tom un momento para tranquilizarse y respir hondo dos veces antes de volver a intentarlo. Esta vez tuvo suerte consigui encender la lmpara, y all estaba Amy, mirando con ansiedad hacia ellos y bajando, bajando, bajando. Despus de tantas horas en la oscuridad, la luz de la lmpara lo deslumbr, y sin embargo la llama pareca ms dbil de como la recordaba o, quiz, de como la hubiese deseado. La mayor parte del pozo permaneci sumida en las sombras, en una impenetrable oscuridad. Le escoca la mano por las quemaduras de la savia. Se la limpi en el pantaln, pero no sirvi de nada. Cuando la camilla lleg a su alcance, la cogi y la gui hacia la derecha, para que aterrizara cerca de Pablo, pero entonces, aunque an estaba a un metro del suelo, se detuvo con una sacudida que estuvo a punto de hacer caer a Amy. Amy? grit Jeff desde arriba.
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Qu? Has llegado junto a ellos? Casi. Falta un poco. Hubo un breve silencio, mientras asimilaban el dato. Cunto? Amy se inclin y mir hacia el lastimado cuerpo de Pablo. No estoy segura. Un metro? Se ha terminado la cuerda grit Jeff. Una pausa. Podris hacerlo? Amy y Eric se miraron. El objetivo de la camilla era inmovilizar la columna de Pablo mientras lo suban; sin ella, habra torsiones y sacudidas que, naturalmente, agravaran las lesiones. Pero si decidan esperar, tendran que subir la camilla, trenzar otra seccin de cuerda, atarla a la camilla y bajar sta por el pozo de nuevo, todo en la ms absoluta oscuridad. T qu crees? pregunt Amy a Eric. Segua acuclillada sobre la camilla, aunque podra haber bajado sin dificultad. Daba la impresin de que no quera intentarlo, como si pensara que eso la obligara a hacer algo que todava tena la esperanza de eludir. Eric luchaba por encontrar algo que se pareciese a un pensamiento; no le result fcil. Vio una pala contra la pared del fondo una pala de camping, de las que se pliegan para llevarlas en la mochila y se qued mirndola, tratando de buscarle una utilidad. Pero no se le ocurri ninguna, y cuando la palabra sepulturero se le cruz por la cabeza, casi se encogi, como si hubiese tocado algo caliente. Podemos desatar la camilla dijo. Acostarlo en ella y luego levantarla y volverla a atar. Nosotros solos? pregunt Amy. Era evidente que no le pareca posible. Eric neg con la cabeza. Tendrn que enviarnos a otro. A Stacy, supongo. Dos para levantar la camilla y uno para atar los nudos. Lo pensaron, imaginando cada paso y el tiempo que llevara. Tendremos que apagar la lmpara y esperar en la oscuridad. Amy se movi y la camilla comenz a balancearse. Eric tendi la mano y la par. Pens que Amy bajara, pero no lo hizo. O podramos levantarlo nosotros aadi. Amy continu mirando a Pablo en silencio. Eric dese que dijera algo. No poda hacerlo todo solo. Son slo unos palmos. Si se tuerce Yo podra cogerlo por los hombros y t por los pies. Una, dos y tres; as de fcil. Amy frunci el entrecejo, titubeando. Eric levant la lmpara, la inclin y examin el depsito, la menguante reserva de queroseno. Tenemos que decidirnos dijo. La luz no durar. Amy? llam Jeff. Los dos echaron la cabeza atrs para mirarlo, pero haba oscurecido tanto que no vieron nada. Lo intentaremos grit Amy.
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Eric sujet la camilla para que ella bajase y luego dej la lmpara en el suelo. Amy sac los cinturones del saco de dormir y los puso junto a la lmpara. Pablo los miraba, moviendo los ojos de uno a otro. Vamos a levantarte dijo Amy. Simul hacer un esfuerzo, con las palmas hacia arriba, y despus seal la camilla. Te pondremos ah y te subiremos a la superficie. Pablo la mir fijamente. Eric tom posicin junto a la cabeza del griego y Amy se coloc a los pies. Por la cadera dijo Eric. Amy dud. Ests seguro? Si lo coges por los pies, se le doblar la cintura. Pero si lo levanto por las caderas, no arquear la espalda? Ambos observaron a Pablo imaginando las dos posibilidades. Eric saba que aquello era una insensatez. Deberan enviar la camilla arriba y esperar a que alargasen la cuerda. O por lo menos hacer bajar a Stacy. Mir la lmpara. Casi no quedaba queroseno. Por las rodillas decidi Eric. Amy consider la idea, pero no por mucho tiempo. Al cabo de unos segundos estaba acuclillada junto a las rodillas de Pablo. Eric se agach y desliz las manos por debajo de los hombros del griego. Sinti que el corte de la rodilla se estiraba, se abra y comenzaba a sangrar otra vez. Pablo gimi y Amy comenz a apartarse, pero Eric neg con la cabeza. Rpido dijo. A la de tres. Contaron al unsono: Uno dos tres. Y lo levantaron. Fue un desastre, mucho peor de lo que Eric haba temido. Pareci eterno, y sin embargo fue rapidsimo. Apenas lo haban levantado del suelo cuando Pablo lanz un grito ms fuerte incluso que los anteriores, un alarido de infinito dolor. Amy estuvo a punto de claudicar y dejarlo en el suelo, pero Eric le grit No!, y continu levantando. Pablo se hundi por la cintura y comenz a dar manotazos en el aire. Su grito era interminable. Pesaba demasiado para Amy, que no consegua levantarlo a la misma altura que Eric. Los hombros del griego ya estaban al nivel de la camilla, pero a sus rodillas an les faltaba un buen trecho para llegar, y todo pareca indicar que Amy sera incapaz de levantarlas ms. La curva en la cintura de Pablo se hizo ms pronunciada. Con uno de sus manotazos golpe la camilla, que comenz a balancearse frenticamente. Arriba! le grit Eric a Amy, y ella intent levantar las piernas de Pablo con una embestida, pero el torso del griego se retorci y sus gritos se intensificaron. Cuando todo acab, Eric ni siquiera habra podido decir cmo lo haban conseguido. Fue como si una amnesia temporal le impidiera recordar esos ltimos instantes. Tena la impresin de que al final haban hecho una especie de lanzamiento sobre la balanceante camilla, arrojando al griego sobre ella. Lo nico que saba era que se senta fatal, como si hubiera pisado a un nio sin darse cuenta. Amy lloraba, con la cara desencajada. Tranquila dijo Eric. Se recuperar.
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Dudaba de que le hubiera odo, porque Pablo segua gritando. Eric sinti la lengua pastosa, la bilis subindole por la garganta, una necesidad imperiosa de vomitar. Se oblig a respirar hondo. La pierna le sangraba de nuevo, produciendo un reguero que desembocaba en la bamba, y de repente se acord otra vez de su vejiga. Tengo que mear dijo. Amy ni siquiera lo mir. Se haba cubierto la boca con la mano y miraba fijamente a Pablo, que segua gritando, con la mitad inferior del cuerpo absolutamente inmvil mientras sacuda desesperadamente las manos. Y la camilla no paraba de balancearse. Eric fue cojeando hasta la pared, se abri la bragueta e hizo pis. Cuando termin, Pablo comenzaba a tranquilizarse. Tena los ojos cerrados y la frente perlada de sudor. Tenemos que atarlo dijo Amy. Haba parado de llorar y estaba enjugndose las lgrimas con la manga. En el suelo, junto a la lmpara, haba cuatro cinturones, pero Eric se quit el suyo y lo aadi a la pila. Amy pas el extremo de un cinturn por la hebilla de otro, formando una correa ms larga. Rode con ella el torso de Pablo, a la altura del esternn, tir para tensarla y la abroch. El griego no abri los ojos. Eric uni otros dos cinturones y se los dio a Amy, que repiti el procedimiento en los muslos de Pablo. Necesitaremos otro dijo Eric, ensendole el ltimo cinturn. Amy se inclin sobre Pablo, le desabroch el cinturn con sumo cuidado y comenz a tirar para sacarlo de entre las presillas del pantaln. El griego segua sin abrir los ojos. Eric le dio a Amy el cinturn que tena en la mano y ella us los dos ltimos para sujetar la frente de Pablo a la camilla. Despus dieron un paso atrs para observar su trabajo. Est bien dijo Eric. Se recuperar. Pero por dentro estaba destrozado. Quera que Pablo abriese los ojos, que empezara a murmurar otra vez, pero Pablo segua callado, balancendose ligeramente en la camilla, y en su frente continuaban formndose gotas de sudor cada vez ms grandes, hasta que estallaban de repente y se deslizaban por los lados, hacia la parte posterior de la cabeza. Eric sinti la bamba llena de sangre. Le dola el codo. Le escocan las manos. Tena una magulladura en la barbilla y le picaba la espalda: los mosquitos lo haban acribillado durante la larga caminata por la selva. Tena hambre y sed y quera volver a casa; no a la relativa seguridad del hotel, sino a su casa. Y saba que eso era imposible. Nada saldra bien. Pablo estaba gravemente herido y hasta cierto punto ellos eran responsables de lo sucedido, responsables de su dolor. Eric sinti ganas de llorar. Amy mir hacia arriba, a la oscuridad. Preparado! grit. Y luego: Subidlo despacio! Acababan de empezar a subirlo el cabrestante emiti los primeros chirridos, la camilla pas junto al rostro de Eric, movindose hacia arriba por encima de l, fuera ya de su alcance, cuando la llama de la lmpara tembl y se apag. Jeff dijo Stacy en voz baja, casi en un murmullo, pero a la vez apremiante.
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Jeff y Mathias sujetaban la manivela del cabrestante, tratando de moverla a ritmo lento y regular, as que contest sin mirarla. Qu? La lmpara se ha apagado. Ahora s que se volvi, y Mathias y l hicieron una pausa para mirar hacia el agujero. Estaba oscuro, como todo lo que les rodeaba. En el cielo haba estrellas, pero la luna no haba salido an. Jeff trat de recordar si la vio durante las noches anteriores en qu fase se encontraba, a qu hora sola aparecer, pero lo nico que le vino a la mente fue una especie de rodaja de meln suspendida sobre el horizonte en la primera noche en la playa. No saba si estaba subiendo o bajando, creciendo o menguando. Hblales orden a Stacy. Ella se inclin sobre el agujero, hizo bocina con las manos y grit: Qu pasa? La voz de Eric retumb en el pozo: La lmpara se ha quedado sin queroseno! Jeff trataba de memorizarlo todo, pero no lo consegua. Dese tener un papel y tiempo para escribir, para hacer una lista y poner un poco de orden en el caos con el que haban tropezado. Por la maana usara una libreta de los arquelogos, pero de momento tendra que controlar la situacin mentalmente, a pesar de la constante sensacin de que estaba pasando por alto algn detalle crucial. Haba que pensar en el agua, la comida y un sitio donde refugiarse. Estaban los mayas al pie de la colina, y el cuerpo de Henrich lleno de flechas. Estaba Pablo, con la espalda rota. Y los dems griegos, que tal vez fueran a rescatarlos y tal vez, no. Y a todo eso haba que aadir la lmpara una lmpara sin queroseno para encenderla. Mathias y l continuaron girando la manivela. Avsanos cuando lo veas le pidi a Stacy. Se dijo que, por el momento, pensar no era importante; pensar slo confundira las cosas, lo hara titubear, lo frenara. Poda posponerlo hasta la maana, hasta la salida del sol. Lo que necesitaba hacer ahora era sacar a todo el mundo del pozo, meterlos en la tienda naranja y luego, si era posible, dormir un poco. El cabrestante chirriaba incesantemente mientras la cuerda se enrollaba lentamente sobre el tambor. Stacy no deca nada, seal de que Pablo continuaba entre las sombras. Pero de repente Jeff lo oli: un olor a retrete, a mierda, a meados. Mientras cortaban y trenzaban las tiras de nailon, l haba estado repitindose que a lo mejor Eric se equivocaba y Pablo no se haba roto la columna. Al da siguiente, cuando el griego se levantase y empezara a cojear, se reiran de esa conclusin precipitada y lgubre. Pero ahora, con la peste que sala del pozo, Jeff cambi de idea. Para se dijo. Saca a todo el mundo all. Mtelos en la tienda. Y luego, a dormir. Ya lo veo murmur Stacy. Una vez que pase por el agujero, tendrs que coger la camilla y guiarla hacia el suelo orden Jeff. Continuaron dndole a la manivela. Ya vale dijo Stacy, y los chicos hicieron una pausa, volvindose para mirar.
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La camilla estaba suspendida sobre el agujero, justo debajo del caballete. Pablo era una figura oscura sobre ella, totalmente inmvil, como una momia. Stacy agarr el saco de dormir por uno de los tubos de aluminio. Bajadlo un poco indic. Giraron la manivela hacia el otro lado, y cuando la camilla comenz a descender, Stacy la gui hacia el borde del agujero. Con cuidado dijo. Despacio. Despus de dejarlo en el suelo, Jeff y Mathias corrieron hacia l y los tres se arrodillaron junto a la camilla. Tal vez se debiera a la oscuridad, o a su propio cansancio, pero Jeff tuvo la impresin de que Pablo estaba mucho peor de lo que haba temido. Tena las mejillas hundidas, la cara chupada y asombrosamente plida, casi luminiscente en la oscuridad. Y su cuerpo pareca ms pequeo, encogido a causa de la lesin, como si la atrofia ya hubiera comenzado. No abri los ojos. Pablo? dijo Jeff, rozndole el hombro. Los prpados del griego se abrieron temblorosamente y mir a Jeff, luego a Stacy y finalmente a Mathias. No dijo nada. Un instante despus, volvi a cerrar los ojos. Est muy mal, no? pregunt Stacy. No lo s respondi Jeff. No estoy seguro. Y luego, porque haba sonado como una mentira: Creo que s. Mathias miraba a Pablo en silencio, con expresin sombra. Se haba levantado una suave brisa y, sin el calor del sol, comenzaba a refrescar. A Jeff se le sec el sudor y se le eriz la piel de los brazos. Y ahora qu? pregunt Stacy. Lo meteremos en la tienda. T te quedars con l mientras subimos a los dems. Jeff la mir, preguntndose si protestara. Pero no lo hizo. Segua mirando fijamente a Pablo. Jeff se inclin sobre el agujero y grit: Vamos a llevarlo a la tienda. Enseguida volvemos, vale? Daos prisa! grit Amy. Tuvieron dificultades para desatar los nudos de la camilla, y finalmente Mathias cogi un cuchillo y cort las trenzas de nailon. Despus, l y Jeff llevaron a Pablo a la tienda anaranjada, caminando despacio, tratando de no sacudirlo, mientras Stacy los segua diciendo: Con cuidado cuidado cuidado. Lo dejaron fuera, mientras Jeff abra la puerta. Entr a hacer espacio para la camilla, pero de inmediato, en cuanto oli el aire enrarecido, supo que no era buena idea. Se volvi y sali. No podemos meterlo ah explic. La vejiga seguir perdiendo orina. Mathias y Stacy lo miraron boquiabiertos. No vamos a dejarlo aqu fuera protest Stacy. Habr que construir una especie de refugio Jeff seal hacia el otro lado de la cima. Usaremos los restos de la tienda azul. Los otros sopesaron la idea en silencio. Pablo an tena los ojos cerrados y su respiracin haba adquirido una tonalidad ronca, una aspereza viscosa. Primero subiremos a Amy y Eric y despus lo pensamos, vale?
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Stacy asinti, y Jeff y Mathias corrieron hacia el pozo. Pablo empez a temblar. Estaba all tendido, con los ojos cerrados no dorma, pero Stacy habra jurado que estaba tranquilo, y un instante despus temblaba con tanta fuerza que la chica se pregunt si seran convulsiones. No saba qu hacer. Hubiera querido llamar a Jeff, pero an se oan los chirridos del cabrestante. Estaban subiendo a Eric o a Amy, y no deba interrumpirlos. El cuerpo de Pablo segua firmemente sujeto por los cinturones en los muslos, el pecho y la frente y dese aflojarlos, pero no estaba segura de que fuese conveniente. Le toc la mano y l abri los ojos y la mir. Dijo algo en griego con voz ronca y dbil. Segua temblando, resistindose a los temblores, pero incapaz de parar. Tienes fro? pregunt Stacy. Se abraz a s misma, hundi la cabeza entre los hombros y simul un escalofro. Pablo cerr los ojos. Stacy se levant y entr en la tienda. Dentro estaba ms oscuro que fuera, pero tanteando el suelo a gatas consigui encontrar un saco de dormir. Se incorpor con el saco en la mano, decidida a salir rpidamente y cubrir a Pablo, pero de repente le asaltaron las dudas, la tentacin de acostarse, de acurrucarse en aquel refugio con olor a humedad, de esconderse. Sin embargo, la tentacin dur slo un instante. Stacy saba que era intil no haba escapatoria y recuper la compostura. Cuando sali, el griego segua temblando. Stacy lo cubri con el saco de dormir, se sent a su lado y le cogi la mano. Pens que deba hablar, decirle unas palabras tranquilizadoras, pero no se le ocurra nada. Pablo yaca en la camilla sobre sus propios excrementos, con la columna rota, rodeado de extranjeros que no hablaban su lengua. Qu poda hacer ella para que se sintiera mejor? Soplaba una brisa suave que inflaba la tienda. Las ramas de la enredadera tambin parecan moverse, cambiar de posicin, susurrar. Estaba demasiado oscuro para ver nada; y ella estaba sola con Pablo y la tienda, y en algn lugar de la cima, fuera de su vista, el cric, cric, cric del cabrestante. Pronto, Amy o Eric surgiran de las sombras para sentarse junto a ella y Pablo, y entonces todo sera ms sencillo. Es lo que se dijo Stacy: ste es el peor momento. Ahora mismo, sola con l. No le gustaban los sonidos rumorosos. Pareca que all fuera ocurran ms cosas de las que podan explicarse por la accin del viento. Alguien se mova, se acercaba con sigilo. Stacy pens en los mayas, con sus arcos y flechas, y tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no huir, para no soltar la mano de Pablo y correr a toda velocidad hacia Jeff y Mathias. Pero era una tontera, por supuesto, una tontera tan grande como la fantasa de refugiarse en la tienda. No haba dnde escapar. Si los sonidos eran lo que tema, tratar de huir slo servira para prologar el terror y la angustia. Sera mucho mejor acabar de una vez, rpidamente, con una flecha surgida de la oscuridad. Permaneci tensa, esperando esa flecha, aguzando el odo para or la vibrante cuerda del arco, mientras el furtivo rumor continuaba entre las ramas de la enredadera, pero la flecha no lleg. Al final fue incapaz de seguir soportando el suspense, la expectacin.
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Hola? dijo. Desde el otro lado de la cima lleg la voz de Jeff. Qu? El cabrestante haba dejado de chirriar. Nada respondi Stacy, y despus, cuando la mquina comenz a girar otra vez, se repiti esta palabra, ahora en voz muy baja: Nada, nada, nada. Pablo se movi ligeramente y la mir. Tena la mano fra y curiosamente hmeda, como algo que hubiera aparecido podrido en un stano, pens Stacy. Se lami los labios y dijo: Nada? Stacy asinti y sonri. Exactamente respondi. No es nada. Mientras esperaba a que llegasen los dems, trat de convencerse de que era verdad, de que no pasaba nada, slo el viento, su imaginacin, de que estaba creando monstruos de la oscuridad. No es nada repiti. Nada, nada, nada. Amy le pidi a Eric que le diera la mano. No tena miedo, explic, pero estaba tan oscuro que necesitaba alguna clase de contacto, algo ms que el sonido de su voz para asegurarse de que segua a su lado. l acept, por supuesto, y aunque al principio Amy se sinti un poco incmoda, sentada en el suelo de piedra del pozo de la mano del novio de su mejor amiga, enseguida se encontr mejor. Esto ocurri mientras esperaban a que Jeff y Mathias regresaran para lanzarles la cuerda. Ella y Eric hablaron sin parar, como si presintieran que hasta el silencio ms breve poda entraar algn peligro. El peligro de pensar, supuso Amy, de detenerse a considerar dnde estaban y a qu se enfrentaban. Ella se senta como si estuvieran sentados en el borde de un precipicio muy alto, sabiendo que la tierra estaba muy lejos pero sin atreverse a mirar para comprobarlo. Hablar pareca ms seguro que pensar, incluso si acababan hablando de lo que ocupaba sus pensamientos, porque las palabras servan al menos para consolarse, para tranquilizarse y darse nimos mutuamente de una forma imposible de conseguir a solas. Y tambin podan servir para mentir, si era necesario. Hablaron de la rodilla de Eric (le dola cuando apoyaba su peso en ella, pero haba dejado de sangrar otra vez, y Amy le asegur que no era nada). Hablaron de la sed que tenan y de cunto les durara el agua (mucha sed, y slo un da, aunque ambos convinieron en que conseguiran juntar el agua de lluvia necesaria para arreglrselas). Se preguntaron si los griegos llegaran por la maana (probablemente, dijo Eric, y Amy lo secund, aunque saba que era una esperanza, ms que una certeza). Hablaron de la posibilidad de hacerle seas a un avin que pasara por all, o de que uno de ellos burlase la vigilancia de los mayas por la noche, o de que stos perdieran el inters por ellos en un momento u otro y regresaran a la selva, dejndoles va libre para escapar. De lo que no hablaron fue de Pablo. De Pablo y su espalda rota. Hablaron de qu sera lo primero que haran cuando por fin regresaran al hotel, debatieron las ventajas de las distintas opciones, hasta que les result demasiado doloroso pensar en ello Soar con comidas y cerveza fra les daba hambre y sed; y la fantasa de una ducha
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les haca sentirse an ms sucios. La corriente de aire fresco iba y vena, pero no consegua eliminar el olor a mierda que haba dejado Pablo. Amy trataba de respirar por la boca, pero incluso as segua olindolo, y se le ocurri que era como si le hubiesen dado un bao de pintura de la que jams conseguira librarse. Eric le pregunt si vea cosas en la oscuridad, luces que flotaban y se acercaban a ellos con movimientos ondulantes. Ah dijo, cogiendo su barbilla y girndole la cabeza hacia la izquierda. Una esfera azulada, como un globo. La ves? Pero no, all no haba nada. Jeff grit que haban vuelto. Ataran otro lazo a la cuerda y los subiran. Amy y Eric discutieron quin debera ir primero, y se ofrecieron mutuamente la oportunidad. Amy insisti en que deba ser Eric. Al fin y al cabo estaba herido y haba pasado muchas horas en aquel agujero. Jur que no tena miedo; sera cuestin de un par de minutos, y le daba igual. Pero Eric se neg en redondo y al final, con secreto alivio (porque tena miedo, porque no le daba igual), Amy acept su decisin. El cabrestante comenz a chirriar. Jeff y Mathias estaban bajando la cuerda. Estaba demasiado oscuro para verla acercarse, as que miraron hacia arriba sin ver nada, hasta que el chirrido par. La tenis? pregunt Jeff. Eric y Amy se levantaron sin soltarse la mano, alzaron el brazo libre y lo sacudieron hasta que Amy sinti el fro nailon de la cuerda, que pareci materializarse en la oscuridad cuando ella lo toc. Aqu est dijo, guiando a Eric hacia all. Se quedaron quietos un momento, ambos cogidos de la cuerda. Ya la tengo! grit Amy. Avisadnos cuando estis listos dijo Jeff. Amy sinti la respiracin de Eric a su lado. Ests seguro? pregunt. Desde luego respondi l. Y luego rio. Eso s, no os olvidis de bajarla otra vez. Cmo lo hago? Psate el lazo por encima de la cabeza y ajstalo alrededor de las axilas. Amy le solt la mano y pas los brazos y la cabeza por el lazo de la cuerda. Eric se lo ajust por debajo de las axilas. Ests seguro de que no te importa? repiti. No supo cmo, pero not que asenta en la oscuridad. Quieres que grite yo? pregunt. Ya puedo yo dijo Amy, y Eric no respondi. Permaneci junto a ella, con una mano apoyada en su hombro, esperando que gritase. Amy ech la cabeza atrs y chill: Lista! Entonces el cabrestante comenz a chirriar, Amy empez a subir, balaceando los pies, y la mano de Eric cay de su hombro para perderse en la oscuridad. El pitido comenz otra vez. Al principio pareca provenir de encima de
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la cabeza de Eric, pero despus lo sinti delante, casi a sus pies. Alarg la mano y tante el suelo, pero slo toc otra rama de la enredadera, las hojas aceitosas, incluso viscosas, como la piel de algn habitante anfibio de las tinieblas. El chirrido del cabrestante se detuvo, y Amy qued suspendida en algn punto por encima de l. Lo ves? grit Jeff. Eric no respondi. El pitido se haba trasladado hacia el pozo que tena enfrente y se internaba en l, alejndose lentamente. Eric? llam Amy. A su izquierda haba un globo amarillo. No era real, por supuesto; Eric saba que se trataba de una ilusin ptica. Entonces, por qu iba a ser real el pitido? No tena intencin de perseguir el sonido por el pozo; no, no pensaba moverse, estaba decidido a quedarse acuclillado donde estaba, con una mano en la lmpara sin queroseno y otra en la caja de cerillas, esperando a que le arrojasen la cuerda. No veo nada! grit. El cabrestante volvi a chirriar. La herida de la rodilla lata incesantemente. Le dola la cabeza y tena hambre y sed. Estaba cansado. Trat de distraerse para no pensar en las cosas que haba discutido con Amy, porque ahora que se encontraba solo era mucho ms difcil creer en las fantasas que haban creado juntos. Los mayas no se marcharan, a cul de los dos se le haba ocurrido esa estupidez? Y cmo diablos pensaron que podran hacer seas a un avin que volara tan por encima de ellos que sera apenas un punto diminuto en el cielo? Credenciales pens para silenciar aquellas preguntas. Colisin. Celestial. Cadver. Circunstancial. Curvilneo. Circunvolucin. Cmulo. Caballerosidad. Culminacin. Ces el pitido, y al cabo de unos segundos, tambin el chirrido del cabrestante. Eric oy a sus amigos ayudando a Amy a quitarse la cuerda. Y si los griegos no aparecan? O si aparecan, pero acababan atrapados en la colina, igual que ellos? Desdn pens. Dilapidado. Decadente. Y si no llova? Cmo se las arreglaran sin agua? Delicioso. Divinidad. Druida. Jeff le haba dicho que se lavase bien el corte del codo, porque aunque fuera pequeo poda infectarse rpidamente en aquel clima, y ahora tena una herida mucho ms profunda en la rodilla, y ninguna posibilidad de lavarla. Se gangrenara. Perdera la pierna. Dobln pens. Desastroso. Demente. Y Pablo? Qu pasara con Pablo, con su columna rota? El chirrido se reanud y Eric se puso en pie. Efervescente pensaba ahora. Eunuco. Con las cerillas en una mano y la lmpara en otra, alz los brazos y los extendi a ciegas hacia delante, esperando la cuerda. Stacy y Amy estaban sentadas en el suelo, a un metro de la camilla de Pablo. Cogidas de la mano, miraban cmo Jeff examinaba la rodilla de Eric. ste se haba bajado el pantaln con cuidado, haciendo muecas de dolor cuando la tela se separ de la herida y levant la costra de sangre seca. Jeff se arrodill y trat infructuosamente de valorar la gravedad de la herida en la oscuridad. Al final se dio por vencido; habra que esperar a la
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maana siguiente. Lo nico que importaba ahora era que haba dejado de sangrar. Mathias estaba construyendo un refugio para Pablo, usando la cinta adhesiva, la tela y los palos que haban sobrado de la tienda azul, para montar un cobertizo de aspecto frgil. Uno debera hacer guardia mientras los dems duermen dijo Jeff. Para qu necesitamos un vigilante? pregunt Amy. Jeff indic a Pablo con la cabeza. Le haban quitado los cinturones y estaba tendido en la camilla, con los ojos cerrados. Por si necesita algo respondi. O Se encogi de hombros y mir hacia el sendero que conduca al pie de la colina. Los mayas, pens, pero no quiso decirlo. No lo s. Parece lo ms sensato. Nadie habl. Mathias cort un trozo de cinta adhesiva con los dientes. Haremos turnos de dos horas dijo Jeff. Podemos eximir a Eric. ste estaba sentado en el suelo, con los pantalones alrededor de los tobillos y la mirada perdida. Jeff no supo si lo haba odo. He pensado que quiz tambin deberamos empezar a juntar nuestra orina. La orina? Jeff asinti con la cabeza. Por si nos quedamos sin agua antes de que llueva. Podemos aguantar un poco si Yo no pienso beber pis, Jeff. Stacy la secund: Ni yo. De ninguna manera. Si llegamos al punto en que tenemos que elegir entre beber nuestra orina o morir Dijiste que vendran los griegos protest Amy. Dijiste que Slo intento ser prudente, Amy. Ser sensato. Y eso significa pensar en lo peor que puede suceder. Porque si llega ese momento, desearemos haber hecho planes, no? Amy no respondi. Nuestra orina se volver ms concentrada a medida que nos vayamos deshidratando continu Jeff, as que ahora es el momento de empezar a juntarla. Eric sacudi la cabeza y se restreg la cara con un ademn cansino. Dios dijo. Me cago en Dios. Jeff no le hizo caso. Maana, en cuanto amanezca, comprobaremos cunta agua tenemos y pensaremos en cmo racionarla. Lo mismo con la comida. Ahora, creo que lo mejor es que cada uno beba un poquito y trate de dormir. Se volvi hacia Mathias, que segua trabajando en el cobertizo. Tienes la botella vaca? Mathias se dirigi a la tienda naranja. Su mochila estaba en el suelo. La abri, rebusc y sac la botella vaca. Se la pas a Jeff. Jeff la levant, ensendosela a los dems. Era una botella de dos litros. Si tenis que mear, usad esto, vale? Nadie respondi. Jeff dej la botella junto a la puerta de la tienda. Mathias y yo terminaremos el refugio para Pablo. Despus, yo har la primera guardia. Los dems deberais intentar dormir.

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Tendidos en la oscuridad, murmurando, hablaron slo lo necesario para convenir que no deban hablar, ya que lo nico que conseguiran sera ponerse nerviosos. Stacy estaba acostada boca arriba entre Amy y Eric, cogida de la mano de ambos. Le haban dejado sitio a Mathias al otro lado de Amy. En la tienda quedaban dos sacos de dormir, pero haca demasiado calor para usarlos, as que los amontonaron contra la pared del fondo junto con todo lo dems: las mochilas, la caja de herramientas, las botas de escalada y la garrafa de agua. Tambin haban hablado brevemente, conspirando en susurros, de beber un poco de agua a escondidas. Lo haba sugerido Amy como si fuese una broma, con la mano sobre la tapa de la garrafa. Era difcil saber si lo deca en serio quizs habra tomado un largo trago si se hubiesen puesto de acuerdo, pero cuando sacudieron la cabeza y concluyeron que no sera justo para los dems, apart rpidamente la garrafa, riendo. Stacy y Eric tambin haban redo, pero la risa son extraa en la oscuridad, en aquella sofocante proximidad, y callaron enseguida. Eric se descalz y Stacy le ayud a terminar de quitarse los pantalones. Ella y Amy permanecieron completamente vestidas. Stacy no se senta lo bastante segura para desnudarse; quera estar preparada para salir corriendo. Supuso que Amy pensara lo mismo, aunque ninguna lo admitiese en voz alta. Claro que no tenan adnde correr. Stacy se qued muy quieta, escuchando la respiracin de los otros dos, tratando de adivinar si estaban a punto de quedarse dormidos. Ella no; habra podido llorar de cansancio, pero jams conseguira descansar en ese lugar. Oy a Jeff y a Mathias hablando en voz baja en la puerta de la tienda, pero no pudo descifrar sus palabras. Al cabo de un rato, Amy le solt la mano y se dio la vuelta, y Stacy estuvo a un tris de gritar que no la dejara sola. Pero se acerc ms a Eric, apretndose contra l. Eric la mir y quiso decir algo, pero ella le puso un dedo en los labios, silencindolo, y apoy la cabeza en su hombro. Poda oler su sudor; sac la lengua y le lami la piel, saboreando la sal. Le haba puesto la mano en la barriga y casi sin pensarlo la desliz por debajo de la cinturilla de los calzoncillos. Acarici con dedos vacilantes el pene blando, somnoliento, cubrindolo con la mano. No estaba pensando en el sexo; se senta demasiado cansada y asustada para excitarse. Slo buscaba consuelo. Lo buscaba a tientas, sin saber dnde encontrarlo, probando este camino porque no se le ocurra otro. Quera ponrsela dura, hacerle una paja, sentir cmo se corra arqueando el cuerpo. Pens que ese acto la confortara, le dara una ilusoria sensacin de seguridad. Y eso es lo que hizo. No tard mucho. El pene se endureci gradualmente entre sus dedos y ella comenz a sacudirlo con fuerza, cada vez ms rpido, haciendo muecas por el esfuerzo. La respiracin de Eric se volvi rpida, ronca, y justo cuando a Stacy empezaba a dolerle el brazo por el agotamiento, se convirti en un gemido de placer. Stacy oy el sonido hmedo del primer chorretn de semen al caer sobre el suelo de la tienda. Not que el cuerpo de Eric se relajaba, los msculos aflojndose, y hasta adivin el momento preciso en que se qued dormido. La sensacin de alivio, de calma repentina, result contagiosa, y fue como si la inundara un vaco donde el miedo pareci retroceder un paso, al menos
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temporalmente. Con eso le bastaba, pens; era lo nico que necesitaba. Porque en ese breve instante, como por milagro, con el pene pegajoso y menguante de Eric todava en la mano, ella tambin se qued dormida. Amy lo oy todo. Escuch las caricias furtivas de Stacy, las sacudidas rtmicas, cada vez ms rpidas, que arrastraban consigo a la respiracin de Eric, el gemido reprimido, el silencio que sigui. En otras circunstancias le habra hecho gracia, le habra tomado el pelo a Stacy por la maana, o hasta habra dicho algo en el momento del clmax, algo as como bravo, bravo!, aplaudiendo. Pero all, en la sofocante oscuridad de la tienda de campaa, se limit a soportarlo con los ojos cerrados. Adivin cundo se durmieron y sinti una envidia momentnea, el deseo de que Jeff estuviese con ella, abrazndola, acunndola. En ese momento se abri la puerta de la tienda y entr Mathias en calcetines. Pas por encima de ella y ocup el espacio vaco. Fue asombroso lo rpido que se uni a los otros dos, como si el sueo fuera una camiseta y se la pasase por encima de la cabeza, se la metiera debajo de la cinturilla del pantaln, le alisase las arrugas y, antes de terminar de cerrar los ojos, empez a roncar. Amy cont los ronquidos. Algunos eran tan fuertes que retumbaban en la tienda, mientras que otros eran como murmullos, y tena que esforzarse para orlos. Cuando lleg a cien, se sent, fue a gatas hasta la puerta, abri la cremallera y sali a la noche. Fuera no estaba tan oscuro como en el interior de la tienda. Amy vio la silueta de Jeff junto a la sombra ms grande del cobertizo y not que giraba la cabeza para mirarla. No dijo nada, y ella supuso que no quera despertar a Pablo. Cogi la botella de plstico, se desabroch el pantaln y, de cuclillas junto a la tienda, con Jeff mirndola desde la oscuridad, comenz a mear. Tard unos instantes en colocar el pico de la botella justo debajo del chorro, y en el proceso se moj la mano. La botella ya estaba algo pesada en el fondo la haba usado Mathias, supuso Amy, y el sonido de su orina cayendo sobre la de l, chocando, salpicando, mezclndose, se le antoj inquietante. Se dijo que jams bebera eso; no llegaran a necesitarlo. Lo haca slo para complacer a Jeff, para demostrarle que era capaz de acatar las reglas. Si l quera que mease en la botella, lo hara, pero por la maana llegaran los griegos y nada de eso importara. Los mandaran a buscar ayuda y todo se solucionara antes de que atardeciera. Cerr la botella, la dej en su sitio, junto a la puerta, y se subi los pantalones mientras caminaba hacia Jeff. La luna haba salido por fin, pero era diminuta, un pequeo gajo de plata suspendido sobre el horizonte. No iluminaba mucho; Amy poda ver la silueta de las cosas, pero no los detalles. Jeff estaba sentado con las piernas cruzadas y pareca sorprendentemente tranquilo, incluso contento. Amy se dej caer a su lado y le cogi la mano, como si esperase que l le transmitiera parte de esa tranquilidad con slo tocarla. Hizo un esfuerzo consciente para no mirar debajo del cobertizo. Duerme se dijo. Est bien. Qu haces? susurr. Pienso respondi Jeff. En qu?
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Intento recordar cosas. Amy sinti un vuelco en el corazn, como si hubiera alargado la mano para encender el interruptor en una habitacin oscura, y en cambio se hubiera encontrado con la cara de alguien. Record que haba visitado a su abuelo materno poco antes de que muriese, un viejo con tos de fumador, entubado y monitorizado, absorbiendo lquidos claros y excretando lquidos oscuros. A la sazn tena seis aos, quiz siete, y no haba soltado la mano de su madre ni un segundo, ni siquiera cuando la empujaron para que besase la spera mejilla del moribundo. Qu haces, pap?, le haba preguntado su madre al viejo nada ms llegar. Y l haba respondido: Intento recordar cosas. Eso era lo que haca la gente mientras esperaba la muerte, concluy Amy; luchaba por recordar los pormenores de su vida, todos los acontecimientos que parecan imposibles de olvidar mientras se padecan, lo que haban odo, olido y saboreado, los pensamientos que haban considerado revelaciones; y era lo mismo que estaba haciendo Jeff ahora. Se haba dado por vencido. No sobreviviran en aquel lugar; acabaran como Henrich, cosidos a flechazos, envueltos por los tallos florecidos de la enredadera. Pero no; Jeff no lo vea as. Amy debera saberlo. Hay una forma de destilar la orina dijo. Cavas un hoyo, metes la orina dentro, en un recipiente abierto, tapas el agujero con una tela impermeable sujeta por un peso. En el centro pones una piedra, para que la tela se hunda. Y debajo, en el hoyo, colocas un vaso vaco. El sol calienta el agujero. La orina se evapora y luego se condensa en la tela. Las gotas se deslizan hacia el centro y caen en el vaso. Te parece bien? Amy se limit a mirarlo. Haba perdido el hilo casi al principio. Pero no importaba. Saba que Jeff no hablaba con ella. Estaba pensando en voz alta, y si le hubiese contestado, difcilmente la habra odo. Me parece que era as continu. Pero tengo la sensacin de que me olvido de algo. Call otra vez, pensando. Amy no poda verle la cara en la oscuridad, pero se la imaginaba. El entrecejo fruncido, una arruguita en la frente. Sus ojos pareceran mirarla con vehemencia, pero sera una falsa impresin. Miraban ms all, a travs de ella. No es necesario que sea orina dijo por fin. Tambin podramos cortar la enredadera. Meterla en el agujero. El calor har que despida el lquido. Amy no supo qu decir. Desde que llegaron all, Jeff pareca alterado, y su voz y sus gestos tenan una vehemencia extraa. Amy haba dado por sentado que eran sntomas de ansiedad, que senta el mismo miedo y nerviosismo que los dems. Pero ahora se dio cuenta de que tal vez no fuese eso; tal vez fuera algo ms inesperado. Euforia. De repente tuvo la sensacin de que Jeff se haba pasado toda la vida esperando una situacin como aqulla una crisis, una catstrofe, estudiando, preparndose, leyendo libros, memorizando datos. A esta idea le sigui la conviccin de que si alguien poda sacarlos de all, se era Jeff. Amy saba que eso debera haberla tranquilizado, pero no. La inquiet, hizo que le dieran ganas de apartarse de l, de regresar a la tienda. Jeff pareca feliz, contento de estar all. Y esta posibilidad la puso al borde de las lgrimas. No pienso beber pis quiso decir. Me da igual si lo destilas; no pienso beberlo.
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Pero en lugar de hablar, alz la cabeza y olfate el aire. Percibi ese ligero aroma almizcleo de la madera quemada, un olor a campamento, y sus tripas reaccionaron haciendo ruido. Cay en la cuenta de que tena hambre; no haban comido nada desde la maana. No hueles a humo? murmur. Han prendido varios fuegos respondi Jeff, dibujando un crculo con la mano. Alrededor de toda la colina. Para cocinar? pregunt ella. Jeff neg con la cabeza. Para vernos. Para asegurarse de que no nos escabullimos en la oscuridad. Amy medit el significado de aquella respuesta, el hecho de que estaban sitiados. Debera hacer ciertas preguntas, abrir las puertas que comunicaban con este pasillo y conducan a habitaciones por explorar, pero no crea tener suficiente valor para or las respuestas. As que call, y el miedo venci al hambre, tensndole y revolvindole el estmago. Por la maana habr roco dijo Jeff. Podremos atarnos trapos a los tobillos y caminar entre las plantas para recoger la humedad. No ser mucho, pero Para. Amy no pudo aguantar ms. Por favor, Jeff. Jeff call y la mir en la oscuridad. Dijiste que vendran los griegos dijo Amy. Jeff titube, como si ensayase respuestas diferentes. Luego dijo en voz muy baja: Es verdad. As que da igual. Supongo. Adems, va a llover. Siempre llueve. Jeff asinti en silencio. Aunque no poda verle la cara, Amy supo que slo trataba de tranquilizarla. Y eso era precisamente lo que quera ella: que le dijese que todo saldra bien, que al da siguiente los rescataran, que jams tendran que cavar un hoyo para destilar orina ni atarse trapos alrededor de las piernas para recoger el roco de la colina. Un sorbo de roco escurrido de un trapo sucio Cmo haban llegado a ese punto? Permanecieron sentados, cogidos de la mano. Record que en su segunda cita, una salida al cine, Jeff haba enlazado su brazo en el de ella. Llova y haban compartido el paraguas, apretndose el uno contra el otro mientras andaban. l era ms tmido de lo que ella haba imaginado. Aquella noche ni siquiera intent despedirse con un beso, a pesar de estar tan cerca, la lluvia repiqueteando en la tensa tela por encima de sus cabezas. El beso an estaba en el futuro, tal vez una semana ms all, y fue mejor de esa manera, porque entonces tuvieron importancia otras cosas, los pequeos gestos, su brazo enlazando el de ella mientras salan de debajo del alero luminoso del cine hacia las resbaladizas calles. Amy estuvo a punto de recordrselo, pero se detuvo a ltimo momento: le preocupaba que l no guardase ningn recuerdo de aquel momento, que lo que a ella se le haba antojado tan conmovedor, tan bonito, para Jeff hubiera sido simplemente un acto reflejo, una reaccin ante las inclemencias del tiempo, ms que una tmida aproximacin al corazn de ella.
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Se levant una breve ventolera, y por un instante Amy sinti fro. Pero enseguida pas y regres el calor. Estaba sudando; sudaba desde que se haba subido al autobs, haca muchas horas, en una era totalmente diferente. Pablo movi la cabeza, murmur algo y call otra vez. Amy tuvo que hacer un esfuerzo para no mirarlo; tuvo que cerrar los ojos. Deberas estar durmiendo dijo Jeff. No puedo. Lo necesitars. He dicho que no puedo. Amy supo que haba sonado brusca, irritable otra vez se estaba quejando, estropendolo todo, fastidiando el momento de serenidad que haban logrado crear juntos, esa falsa sensacin de paz y dese poder retirar sus palabras, suavizarlas de alguna manera y apoyar la cabeza sobre el regazo de Jeff, para que l la acunase hasta que se quedara dormida. Su mano izquierda estaba pringosa por el pis. Se la llev a la nariz y la oli. Luego abri los ojos e inconscientemente mir a Pablo. Le haban quitado el saco de dormir de encima. Estaba acostado boca arriba debajo del pequeo cobertizo, con los brazos cruzados sobre el pecho. Tena los ojos cerrados. Duerme se dijo para tranquilizarse. Descansa. La lesin no se vea estaba dentro, la vrtebra aplastada, la mdula cortada, pero era fcil imaginarla. Se le vea encogido, envejecido. Mustio, disminuido. Amy no terminaba de entender cmo haba sufrido una transformacin semejante en tan poco tiempo. Lo record de pie junto al agujero, sujetando un telfono imaginario junto al odo, hacindoles seas para que se acercaran. Pareca imposible que esa figura marchita perteneciese a la misma persona. Le haban quitado los pantalones; estaba desnudo de cintura para abajo, y sus piernas estaban retorcidas, como si alguien lo hubiese dejado caer imprudentemente en aquel sitio. Amy vio el pene, semioculto entre el oscuro vello pubiano, y apart la mirada. Le has quitado los pantalones dijo. Los cortamos. Amy imagin a Jeff y Mathias inclinados sobre la camilla con el cuchillo, uno cortando mientras el otro sujetaba las piernas de Pablo. Pero no; las piernas de Pablo no necesitaban que nadie las sujetase, desde luego, se era el problema. Mathias era como Jeff, pens Amy; cabeza gacha, ojos centrados, un superviviente. Su hermano haba muerto, pero l era demasiado disciplinado para llorarlo. Amy decidi que l empuara el cuchillo mientras Jeff, acuclillado a su lado, apartaba las tiras de tela tejana, pensando ya en cmo aprovechar las que no estuvieran demasiado sucias, cmo atarlas alrededor de los tobillos por la maana, para recoger el roco. Saba que si ella hubiese estado en el lugar de Mathias, todava estara al pie de la colina, abrazando el cadver putrefacto de su hermano, llorando, gritando. Y de qu le habra servido? Tenemos que mantenerlo limpio dijo Jeff. Ser as. Si es que pasa. Se levant otra brisa y Amy tembl de fro. Respiraba por la boca, para no oler el humo de los fuegos que ardan al pie de la colina. Si pasa qu? Si muere aqu, ser por una infeccin, supongo. Septicemia, o algo
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por el estilo. En realidad, no podemos hacer nada para evitarlo. Amy se removi y solt la mano de Jeff. No haba que pronunciar esas palabras, pero l lo hizo como si tal cosa, como quien espanta una mosca. Si muere aqu. Amy sinti la necesidad de decir algo, de esbozar otra realidad ms benigna, ms esperanzadora. Los griegos llegaran por la maana, habra querido decirle. Nadie tendra que beber orina ni roco. Y Pablo no morira. Pero guard silencio, y supo por qu. Tema que Jeff le llevase la contraria. l bostez y estir los brazos por encima de la cabeza. Ests cansado? pregunt Amy. Jeff hizo un gesto vago en la oscuridad; Amy seal la tienda. Por qu no te vas a dormir? Yo me quedo con l. No me importa. Jeff consult su reloj de pulsera, apretando un botn que lo ilumin. Un breve resplandor verde claro; si Amy hubiese parpadeado, no lo habra visto. Jeff no dijo nada. Cunto tiempo te queda? pregunt Amy. Cuarenta minutos. Smalos a mi guardia. No puedo dormir, de todas maneras. Es igual. Lo digo en serio. Por qu bamos a estar despiertos los dos? Jeff volvi a mirar el reloj, el verde fosforescente. Amy casi pudo verle la cara, la protuberancia de la barbilla. Jeff se gir hacia ella. Estoy pensando en bajar dijo. Amy entendi lo que le deca, pero no quiso admitirlo. Por qu? Jeff seal ms all de la tienda. Hay un punto donde los fuegos estn ms separados. Podra escabullirme entre ellos. Amy record el cuerpo lleno de flechas del hermano de Mathias. No pens. No lo hagas. Pero no dijo nada. Quera pensar que Jeff era capaz de cruzar el claro como un fantasma, pasar sigilosamente entre los mayas que hacan guardia e internarse en la selva, corriendo entre los rboles. Supongo que tendrn los senderos vigilados. Pero si paso por encima de las plantas Se interrumpi, esperando la reaccin de Amy. Debers tener mucho cuidado dijo ella. Fue lo nico que se le ocurri. Slo voy a mirar. No lo intentar a menos que lo vea claro. Amy asinti con la cabeza, aunque no estaba segura de que Jeff pudiera verla. l se levant y se agach a atarse el cordn de la bamba. Si no vuelvo dijo, ya sabes dnde estar. Quiso decir que estara corriendo. Buscando ayuda. Pero ella volvi a ver el cadver de Henrich, con los huesos de la cara a la vista. Vale dijo mientras pensaba no, no lo hagas, detente. Y se qued sola con Pablo, mirando cmo Jeff se alejaba sin decir palabra y se perda en la oscuridad. Eric despert brevemente cuando Jeff pas junto a la tienda. Estaba tendido boca arriba, preguntndose qu haca all. Tena sed, le dola la
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pierna, y estaba ms oscuro de lo normal. Entonces lo record todo: el da entero pas por su mente en un instante. Los mayas con los arcos, el descenso al pozo, Amy y l subiendo a Pablo a la camilla. Este ltimo recuerdo fue demasiado espantoso, y lo apart de su mente sintindose despreciable. Stacy se haba separado de l, y oy roncar a alguien al fondo de la tienda. Mathias, supuso. Se pregunt qu hora sera y cmo estara Pablo, y pens en levantarse para ir a verlo. Pero estaba demasiado cansado; el impulso pas y volvi a cerrar los ojos. Se meti la mano por debajo del calzoncillo. Estaba pegajoso. Slo entonces record que Stacy le haba hecho una paja. En la oscuridad haba algo ms, algo suave y titubeante pero insistente, como una tela de araa, rozndole la pierna. Trat de ahuyentarlo de una patada, se gir y se qued dormido de nuevo. Jeff comenz a bajar la colina en diagonal, pisando las plantas. Los mayas haban encendido fuegos a intervalos regulares alrededor del claro, lo bastante cerca entre s para que la luz de uno se fundiese con la del siguiente. Pero haba dos bastante separados, con una estrecha franja de sombra en medio. No era mucho, y Jeff saba que no bastara. Tendra que contar con otra ayuda, una distraccin, por ejemplo, un maya que se durmiera, o dos contndose historias en voz baja. Slo necesitaba diez segundos, o quiz veinte, tiempo suficiente para acercarse al claro, cruzarlo y desaparecer en la selva. Avanzar entre las ramas de la enredadera result ms difcil de lo previsto. En la mayora de los sitios la planta le llegaba a la rodilla, pero en ciertos puntos lo cubra hasta la cintura. Se le adhera al pasar, atrapndole las piernas con los zarcillos. Fue una bajada ardua y lenta, pues tena que parar a cada rato para recuperar el aliento. Saba que deba conservar las fuerzas para cuando llegase abajo, por si necesitaba correr a toda velocidad por la selva, los mayas disparndole, las flechas zumbando. Fue despus de una de estas pausas, an a medio camino del claro, cuando los pjaros comenzaron a chirriar, a emitir graznidos que sealaban su avance. Se detuvo, y los pjaros callaron. Pero luego, en cuanto dio otro paso, volvieron a cantar. Eran chillidos fuertes y disonantes, y pareca que una bandada entera haba anidado en la colina. Jeff record una visita infantil al aviario del zoolgico, su temor a los ruidos, a los ecos, a los frenticos aleteos. Su padre haba intentado tranquilizarlo, sealndole la malla metlica que colgaba del techo, muy por encima de ellos, pero a Jeff no le haba bastado; se ech a llorar y tuvieron que irse. Ahora comprendi que no tena sentido continuar, pues los mayas ya estaran alertados de su presencia. Pero sigui bajando de todos modos, seguido por los graznidos en la oscuridad. Cuando se acerc abajo, vio que los mayas lo estaban esperando. Haba tres hombres junto al fuego de la izquierda, y dos junto al de la derecha. Uno tena un rifle y los dems lo apuntaban con sus arcos. Jeff titube, pero luego pis el borde del claro, y la luz de los fuegos tembl suavemente sobre su cuerpo. Los arqueros no parecan mirarlo a l; escrutaban la ladera de la colina, como si esperasen a los dems. El tipo
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del rifle le apunt al pecho. Los pjaros callaron en ese instante. Los mayas estaban de espaldas al fuego, Jeff supuso que para conservar la visin nocturna. Las sombras cubran sus caras, as que Jeff no supo a ciencia cierta si eran recin llegados o los mismos de antes. En el fuego de la derecha, sobre un trpode, un perol grande y negro despeda un vapor denso con olor a pollo guisado y tomates. Las tripas de Jeff se quejaron de hambre. No pudo evitarlo, y durante un rato se qued petrificado mirando el perol. Haba alguien cantando entre las sombras, una voz femenina, pero uno de los arqueros emiti un silbido estridente, y el canto ces en el acto. Nadie dijo nada. Los mayas se limitaron a mirarlo, pendientes de lo que hara a continuacin. A Jeff le habra gustado hablar con ellos, preguntarles qu queran, por qu los tenan prisioneros en la cima de la colina y cmo podan comprar su libertad, pero no conoca su lengua, desde luego, y aunque la conociese, dudaba de que se dignasen contestarle. No; slo lo miraban, con las armas en alto, esperando. Jeff poda avanzar valientemente hacia ellos, para que lo matasen como al hermano de Mathias, o dar media vuelta y subir entre las plantas, los estridentes pjaros y la oscuridad. No haba alternativa. As que empez a escalar. La subida fue inexplicablemente ms fcil que la bajada. Estaba el esfuerzo de la escalada, por supuesto, la implacable accin de la gravedad, pero los tallos de la planta le causaron menos dificultades, como si se apartaran a su paso, en lugar de frenarlo enredndose entre sus piernas. Y lo ms curioso fue que los pjaros guardaron silencio. Jeff especul al respecto mientras suba. Supuso que se habran ido mientras los mayas y l mantenan su muda confrontacin al pie de la colina; de ser as, sin embargo, no entenda cmo no haba odo sus aleteos. Y por qu no haba notado la presencia de los pjaros antes, cuando an era de da? A juzgar por el volumen de sus graznidos, deban de ser muchos, y era extrao que no hubiese reparado en ellos. La nica explicacin que se le ocurri fue que haban llegado al atardecer, mientras Mathias y l estaban demasiado ocupados tratando de rescatar a Pablo del pozo. Pero era obvio que los pjaros pasaran la noche all, as que podra encontrar los nidos por la maana. Y acaso tambin algunos huevos. Por lo menos construira trampas para coger algn espcimen adulto. Esta idea lo reconfort. Aunque destilasen la orina y recogieran las gotas del roco, nada de eso les ayudara a alimentarse. Jeff haba intentado eludir ese problema, porque pensaba que sera incapaz de encontrar una solucin, pero la solucin se present sola, como un regalo inesperado. Necesitaran un material delgado pero fuerte, como el hilo de pescar. Pero estaba demasiado cansado para pensar nada ms. No importaba; tena tiempo de sobra. Lo nico que deba hacer ahora era regresar a la tienda y dormir. Estaba seguro de que por la maana, cuando saliera el sol, lo vera todo ms claro: las cosas que an quedaban por hacer y la forma en que conseguiran hacerlas. Stacy tena el tercer turno. Amy la despert, sacudindola por el hombro y susurrndole que era la hora. Stacy estaba muerta de sed y con
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los ojos abiertos, pero an no haba despertado del todo. Dentro de la tienda estaba demasiado oscuro para ver nada. Distingui a Eric, de espaldas a ella, y a Amy acuclillada a su lado, sacudindola, y luego a Jeff y Mathias. Todos los chicos dorman, Mathias roncando suavemente. Amy murmuraba lo mismo una y otra vez: Es la hora. Stacy intent descifrar primero las palabras y despus su significado, hasta que las entendi de pronto. Se levant, sali de la tienda y cerr la cremallera a su espalda. Estaba despierta, pero todava aturdida. Tuvo que volver a buscar el reloj de Amy, pasando con cuidado por encima de Jeff. Amy empezaba a quedarse dormida y estir la mano mascullando algo entre dientes. Stacy necesit varios intentos para desabrochar la correa del reloj. Despus volvi a salir y se sent junto a Pablo, un poco ms despierta con cada minuto que pasaba. Se puso el reloj de Amy, que estaba caliente y ligeramente hmedo. Pablo dorma. Su respiracin no sonaba muy bien. Era entrecortada, como si los pulmones estuvieran llenos de lquido, y Stacy se pregunt qu estara ocurriendo dentro de Pablo, qu crisis se avecinaban, qu sistemas fallaban. Lo mir con ojos somnolientos, sin fijarse demasiado, y tard unos minutos en reparar en la desnudez de las piernas y el pubis. Tuvo el impulso momentneo absurdo, inapropiado y rpidamente reprimido de tocarle el pene. El saco de dormir estaba en el suelo, junto a la camilla, y Stacy lo cogi y cubri a Pablo con l, inclinndose sigilosamente para no despertarlo. El griego se movi ligeramente, girando la cabeza, pero no abri los ojos. Era el momento ideal para analizar la situacin, para repasar los acontecimientos del da anterior y prever los del siguiente, pero aunque Stacy lo tena claro, aunque saba que habra sido lo ms sensato, no fue capaz de intentarlo. Se limit a escuchar el sonido acuoso de la respiracin de Pablo y su mente permaneci vaca; no dormida, pero tampoco despierta del todo. Tena los ojos abiertos era consciente de lo que ocurra a su alrededor, y se habra dado cuenta si Pablo hubiera dejado de respirar sbitamente o la hubiese llamado, pero no se senta consciente del todo. Pens en un maniqu en un escaparate, mirando ciegamente hacia la calle: as se senta ahora. Consultaba el reloj de Amy a cada rato, entornando los ojos para ver los nmeros en la oscuridad. Haban pasado siete minutos, despus tres, despus dos, hasta que se oblig a dejar de mirar, sabiendo que consumir el tiempo con bocados tan pequeos slo conseguira hacerlo eterno. Trat de cantar mentalmente para que pasara ms rpido, pero las nicas canciones que se le ocurran eran villancicos: Jingle Bells, O'Tannenbaum, Frosty el mueco de nieve. No saba las letras completas, e incluso en silencio, con las palabras ascendiendo y descendiendo en su cabeza, no le gustaba el sonido de su voz. As que par y mir tontamente a Pablo. A su pesar, volvi a consultar el reloj. Llevaba veintinueve minutos despierta; an le quedaba una hora y media. De repente se pregunt a quin deba llamar cuando terminase su turno, y sinti un sbito acceso
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de pnico, pero enseguida resolvi la incgnita y se sinti orgullosa de su inteligencia. Amy la haba despertado sacudindole el hombro, y Jeff haba sido el primero, lo que significaba que Mathias era el siguiente. Mir el reloj; haba pasado otro minuto. Slo espero que Pablo no se despierte, pens. Y en ese preciso instante, como si las palabras no hubiesen sonado en su cabeza, sino en la de l, Pablo despert. Por un momento permaneci inmvil, mirando fijamente a Stacy. Luego tosi y mir hacia otro lado. Levant la mano, como para cubrirse la boca, pero no pareca tener suficiente fuerza, y slo lleg a la garganta. La mano qued suspendida en el aire durante unos segundos, flotando sobre su nuez, y luego baj lentamente hacia el pecho. Se lami los labios, mir a Stacy otra vez y murmur algo semejante a una pregunta en griego. Stacy le sonri, aunque se sinti falsa, embustera, y pens que l lo saba, que haba adivinado todo lo que esa sonrisa trataba de ocultar, la desesperante situacin en la que se encontraban. Pero no poda hacer nada: la sonrisa estaba all y se negaba a desaparecer. Todo va bien dijo, pero eso no bast, por supuesto, y Pablo repiti su pregunta. Hizo una pausa y la repiti de nuevo moviendo los brazos para darle nfasis, manoteando el aire. Esto hizo que fuera mucho ms difcil pasar por alto la inmovilidad de sus piernas, y a Stacy le invadi el pnico. No saba qu hacer. Pablo sigui hablando, repitiendo la misma pregunta una y otra vez. Stacy decidi asentir con la cabeza, pero par de inmediato, sbitamente preocupada de que estuviera preguntndole: Voy a morir? Entonces sacudi la cabeza, negando, aunque enseguida se dio cuenta de que eso era igual de peligroso, porque poda estar preguntando: Me recuperar? Sigui mirndolo y sonriendo no poda evitarlo, pero se senta cada vez ms cerca de las lgrimas, aunque no quera llorar, trataba desesperadamente de ser fuerte, de hacerlo sentir seguro, aunque slo fuera porque ella estaba a su lado, porque era su amiga y lo ayudara si pudiese. Se pregunt qu sabra Pablo de su situacin. Era consciente de que se haba roto la columna? De que con toda probabilidad no podra volver a andar? De que era muy posible que muriese antes de que consiguieran llevarlo a un hospital? Continuaba moviendo las manos y repitiendo la misma pregunta, ahora alzando la voz con impaciencia y frustracin. Stacy supuso que la pregunta estaba compuesta por seis o siete palabras, aunque no estaba muy segura, porque parecan solaparse, fundirse entre s, y aquella friccin acuosa acechndolas, redondeando los bordes. Trat de adivinar su significado, pero su mente no la ayudaba. Slo le propona: Voy a morir?, y Me recuperar?. As que Stacy permaneci a su lado debatindose entre asentir y negar con la cabeza, pero sin hacer ninguna de las dos cosas, mientras la sonrisa embustera se iba petrificando en su cara. Quera mirar el reloj otra vez, quera que alguien saliese de la tienda y la ayudara, quera que Pablo callase, que se durmiera de nuevo, que cerrase los ojos, que dejase de mover los brazos. Le cogi la mano y se la apret con fuerza, y esto pareci tranquilizarlo un poco. Despus, sin pensar, Stacy comenz a cantar villancicos en voz muy baja, tarareando
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las frases que no recordaba. Cant Noche de paz, Adornar el hogar y Aqu viene Santa Claus. Pablo call. Sonri, como si reconociese las canciones, y hasta pareci canturrear Rudolph, el reno de nariz roja, siguindola en griego. Despus cerr los ojos y su mano se relaj en la de Stacy. Se haba quedado dormido y su respiracin se volvi cada vez ms profunda, mientras el sonido acuoso se intensificaba en su pecho. Stacy par de cantar. Se senta agarrotada y deseaba levantarse y estirarse, pero tena miedo de despertar a Pablo si le soltaba la mano. Cerr los ojos para descansar un poco, se dijo, escuch la respiracin del griego, deseando que no sonara de aquella manera, cont las inhalaciones y trat de imitarlas: Uno, dos, tres, cuatro Mathias apareci a su lado de repente, acuclillado en la oscuridad, la mano fresca en su brazo, y Stacy parpade, aturdida, ligeramente alarmada, preguntndose quin era, qu quera, hasta que lo record todo y supo que se haba quedado dormida. Se sinti avergonzada, nerviosa, irresponsable. Se incorpor con torpeza. Lo siento dijo. Mathias pareci sorprendido. Qu sientes? Haberme quedado dormida. No pasa nada. No quera. Le estaba cantando y Chsss. Mathias le dio una palmada en el brazo y luego apart la mano, producindole un hormigueo en el pecho, una sbita sensacin de ingravidez; se dio cuenta de que estaba inclinndose hacia l y se enderez bruscamente. Est bien. Mralo. Seal a Pablo, que todava dorma con la boca entreabierta y mirando hacia el otro lado. Pero no pareca estar bien; se lo vea destrozado, como si alguien se hubiera sentado sobre su pecho y estuviera chupndole la vida poco a poco. Han pasado dos horas aadi Mathias. Stacy mir el reloj de Amy. Tena razn; su turno haba acabado. Pero se senta culpable. No se movi. Cmo te despertaste? pregunt. Mathias se encogi de hombros y se sent a su lado. Tengo esa capacidad. Me digo a qu hora quiero despertarme y me despierto. Henrich tambin poda hacerlo. Y mi padre. No s cmo. Stacy se gir y observ el perfil del alemn por un momento. Oye dijo, titubeando, buscando las palabras adecuadas. Nadie le haba enseado a decir estas cosas. Con respecto a tu hermano, quera que supieras quera decirte Mathias la silenci con un gesto. Est bien. Descuida. Quiero decir que debe de ser Est bien. De verdad. Stacy no supo qu ms decir. Quera ofrecerle apoyo, que l le contara cmo se senta, pero no consigui encontrar las palabras adecuadas para proponrselo. Haca una semana que lo conoca y prcticamente no haban hablado. Vio cmo la miraba la noche que bes a Don Quijote, y hasta le asust su mirada, pensando que la estaba juzgando, pero luego fue tan amable con ella en el autobs, despus de
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que le robasen el sombrero y las gafas de sol Se haba inclinado y le haba tocado el brazo. Stacy no saba quin era en realidad Mathias, cmo era, ni lo que pensaba de ella, pero su hermano estaba muerto al pie de la colina, y deseaba comunicarse con l de alguna manera, deseaba que llorase para poder consolarlo, para abrazarlo, tal vez, y acunarlo. Pero Mathias no llorara, por supuesto; Stacy vio que eso era imposible. Estaba sentado a su lado y al mismo tiempo muy lejos, demasiado lejos para alcanzarlo. Ella no tena la menor idea de lo que senta. Deberas ir a dormir dijo. Stacy asinti con la cabeza, pero no se movi. Por qu crees que lo hicieron? pregunt. Quines? Seal hacia el pie de la colina. Los mayas. Mathias reflexion en silencio durante un rato. Despus se encogi de hombros y dijo: Supongo que no queran dejarlo marchar. Igual que a nosotros dijo Stacy. S respondi Mathias. Igual que a nosotros. Pablo gir la cabeza, y los dos lo miraron. No lo hagas dijo Mathias. Que no haga qu? El alemn simul estrujar algo. Crisparte. Procura comportarte como un animal. Como un perro. Descansa siempre que surja la ocasin. Come y bebe cuando haya comida y agua. Sobrevive a cada momento. Ya est. Henrich era impulsivo. Le daba vueltas y vueltas a las cosas y despus actuaba precipitadamente. Pensaba poco y a la vez demasiado. No debemos ser as. Stacy no dijo nada. Al final de la frase, el alemn haba subido la voz con una furia que la hizo estremecerse, y a continuacin dio un manotazo al aire, como restndole importancia a todo. Lo lamento dijo. Hablo por hablar. Ni siquiera s lo que digo. Est bien repuso Stacy, pensando: As es como llora. Estaba a punto de tocarlo, cuando l sacudi la cabeza, detenindola. No, no est bien dijo. Nada est bien. Pas casi un minuto mientras Stacy ensayaba palabras y frases mentalmente, buscando infructuosamente la combinacin correcta. La respiracin entrecortada de Pablo era lo nico que rompa el silencio. Al final, Mathias seal la tienda otra vez. Deberas irte a dormir. De verdad. Stacy asinti y se levant, sintindose agarrotada y ligeramente mareada. Toc el hombro de Mathias. Apoy la mano all y apret por un instante antes de regresar a la tienda. Amy se despert sobresaltada, con el corazn en la boca. Se sent y trat de orientarse, de entender qu la haba despertado tan bruscamente. Debi de ser un ruido, pens, pero en tal caso era la nica que lo haba odo. Los dems estaban quietos, con los ojos cerrados, respirando profunda y acompasadamente. Cont los cuerpos en la
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oscuridad: Eric, Stacy y Jeff. Supuso que Mathias estara fuera, haciendo guardia junto a Pablo. As que no faltaba nadie. Permaneci sentada, aguzando el odo, y su corazn se tranquiliz poco a poco. Silencio. Quiz fuera un sueo, aunque no recordaba nada; slo el momento de pnico cuando se irgui con la sensacin de que su sangre se mova demasiado rpido y era demasiado espesa para sus venas. Pero ahora estaba despierta, todava escuchando, todava asustada aunque no supiera por qu y tambin sedienta, con los labios pegoteados entre s, correosos, duros, y un desagradable sabor pastoso en la boca. Poco a poco, mientras intentaba sin xito volver a dormirse, la sed fue venciendo al miedo, como los ladridos de un perro grande silenciando los de otro ms pequeo. Estir la pierna como una bailarina y toc con el pie la garrafa de agua que estaba al fondo de la tienda. Si pudiera beber un sorbo pequeo, apenas lo suficiente para quitarse ese sabor inmundo de la boca, crea que podra volver a dormirse. Y no era lo ms importante? Por la maana necesitaran estar descansados, para hacer lo que fuese que Jeff considerara que deban hacer para sobrevivir. Andar entre las plantas con las piernas envueltas en trapos. Cavar un hoyo para destilar la orina. Slo un sorbito de nada, acaso era pedir demasiado? Claro que haban acordado no beber nada hasta la maana siguiente. Cuando todos estuvieran despiertos y descansados, se reuniran para racionar la comida y el agua. Pero de qu le serva eso ahora a Amy, que tena los labios gomosos y la boca ftida mientras los dems descansaban como benditos? Se sent otra vez y mir hacia el fondo de la tienda, tratando de distinguir la garrafa en la oscuridad. No lo consigui. Vio la montaa de objetos, un bulto sombro, pero fue incapaz de ver cada cosa por separado, las mochilas, la caja de herramientas, las botas de escalada, la garrafa de plstico. Pero la haba tocado con el pie; estaba segura. Lo nico que tena que hacer era gatear un par de metros y tantear hasta encontrarla. Luego desenroscara el tapn, se llevara el pico a la boca y echara la cabeza atrs. Un pequeo sorbo quin iba a reprochrselo? S Eric, por ejemplo, se despertase ahora suplicando un trago, ella se lo ofrecera con mucho gusto, aunque no hubiera tenido sed. Y estaba convencida de que los dems estaran de acuerdo, que tendran el mismo espritu solidario. Podra despertarlos y pedirles permiso, y ellos diran S, por supuesto. Pero para qu iba a molestarlos cuando parecan profundamente dormidos? Se acerc un poco ms, an tratando de distinguir la garrafa, con cuidado de no hacer ruido. No iba a robar agua, ni siquiera un sorbo, por supuesto. Porque sera precisamente eso, no? Un robo. No tenan mucha agua y, a pesar de los planes de Jeff, no haba grandes perspectivas de conseguir ms. Por lo tanto, si ella beba mientras los dems dorman, aunque slo fuese un sorbito pequeo, insignificante, quedara incluso menos para compartir. Amy haba visto suficientes pelculas de supervivencia accidentes areos, naufragios, viajeros espaciales atrapados en planetas lejanos para saber que siempre haba alguien que trataba de acaparar, que
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luchaba por la ltima racin, maldiciendo con los ojos desorbitados, que engulla cuando los dems picoteaban, y ella no sera esa persona. No sera una egosta que slo pensaba en sus necesidades. Todos haban bebido lo mismo antes de acostarse, pasndose la garrafa, y convinieron que eso sera todo hasta la maana siguiente. Si los dems podan esperar, por qu no iba a poder ella? Se acerc un poco ms. Slo quera ver la garrafa, acaso tocarla, levantarla, reconfortarse con su peso. Qu tena de malo, sobre todo si la ayudaba a dormirse de nuevo? Aunque lo cierto era que no haban acordado nada, no? No era como si hubiesen discutido o votado. Sencillamente, Jeff tom la decisin y se la impuso a los dems, demasiado cansados para protestar. Si Amy se hubiese sentido ms fresca, o menos asustada, habra dicho algo, habra exigido una racin mayor all y entonces. Y con toda probabilidad, los dems la habran secundado. No; no haba sido un acuerdo. Y qu ocurrira por la maana? Se pasaran la garrafa otra vez, no? Todos beberan la cantidad convenida. Pero como Amy tena sed ahora, por qu no poda beber su parte unas horas antes que los dems? Eso no sera acaparar ni robar; sera como pedir un anticipo del sueldo. A la maana siguiente, cuando le pasasen la garrafa, la rechazara, explicara que por la noche haba sentido sed una sed terrible y tomado ya su racin matutina. Dio otro paso y por fin la vio, distingui su silueta entre las cosas amontonadas contra la pared del fondo. Lo nico que tena que hacer era alargar el brazo y coger la garrafa por el asa. Titube durante un largo instante. En su cabeza segua debatindose, comenzaba a rechazar la idea, a decirse que deba esperar a la maana como todos, que se estaba comportando como una cra, pero mientras tena estos pensamientos, su cuerpo se acerc a la garrafa, su mano la cogi, la levant, desenrosc la tapa. Entonces todo sucedi deprisa, como si temiera que alguien fuera a detenerla. Se llev la garrafa a la boca y bebi un sorbito, pero no fue suficiente, ni mucho menos, y levant la garrafa ms alto, tomando un largo trago y luego un segundo, el agua salpicndole la barbilla. Baj la garrafa y se sec la boca con el dorso de la mano. Estaba enroscando la tapa cuando ech una ojeada culpable hacia las siluetas de los dems, Eric y Stacy todava dormidos, Jeff mirndola en la oscuridad. Intercambiaron una larga mirada. Ella pens que iba a hablar, a reirla, pero no lo hizo. Estaba lo bastante oscuro para creer que Jeff no tena los ojos abiertos, que en realidad no la haba visto y todo haba sido un error de percepcin, una mala pasada de su conciencia, pero entonces l sacudi la cabeza una vez un gesto de repulsin, ms que de reproche, pens Amy y le dio la espalda. Amy dej la garrafa contra la pared del fondo y regres a su sitio. Tena sed murmur. Senta deseos de llorar, pero tambin furia, un terrible cctel de emociones: culpa, ira, vergenza. Y alivio: el agua en la boca, la garganta, el estmago. Jeff no respondi. Permaneci callado y totalmente inmvil, y Amy pens que no hubiera podido decir nada que le hiciera sentirse peor. Ella no mereca una respuesta; eso era lo que manifestaba con su actitud.
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Vete a la mierda dijo, no en voz alta del todo, pero bastante fuerte. Vale, Jeff? Vete a la mierda. Ahora sinti las lgrimas y no hizo nada por contenerlas. Qu pasa? pregunt Stacy, confundida, medio dormida. Amy no respondi. Se acurruc y llor en voz baja, deseando golpear a Jeff, sacudirlo, obligarlo a que se volviese y le dijera que no haba hecho nada malo, que la entenda y la perdonaba, que no era nada, nada en absoluto, pero l sigui dndole la espalda, ahora dormido, pens Amy, igual que Eric y Stacy; todos la haban dejado sola, despierta en la oscuridad, con la cara anegada en lgrimas. El sol haba salido. Lo primero que not Eric cuando abri los ojos fue la luz que se filtraba a travs de la tela anaranjada de la tienda. Tambin haca calor fue lo segundo que not; estaba sudoroso y tena la boca seca. Levant la cabeza y mir alrededor. Stacy dorma a su lado, y ms all, Amy, hecha un ovillo. Mathias y Jeff haban desaparecido. Eric pens en incorporarse, pero todava estaba cansado y dolorido. Baj la cabeza, cerr los ojos otra vez y dedic unos minutos a inventariar todas las molestias que le ofreca su cuerpo, comenzando por arriba. Tena la barbilla magullada, y le dola cada vez que abra o cerraba la boca. Le escoca el codo, y cuando toc el corte, comprob que estaba caliente. Tena la cintura agarrotada y el dolor se irradiaba a la pierna izquierda cada vez que se mova. Y por ltimo la rodilla, que no le dola tanto como haba previsto; de hecho, estaba medio dormida. Trat de doblarla, pero la pierna no se lo permiti, como si algo la sujetase al suelo de la tienda. Levant la cabeza para mirar y vio que la enredadera haba crecido muchsimo durante la noche: sala de entre los bultos del fondo de la tienda y se extenda sobre su pierna izquierda y ms all, cubrindolo casi hasta la cintura. Dios santo dijo. No senta miedo, al menos por el momento, sino algo ms cercano al asco. Se sent y extendi la mano para arrancar los zarcillos de la planta cuando Pablo empez a gritar. Jeff estaba al pie de la colina, demasiado lejos para or los gritos. Poco antes del amanecer, haba salido de la tienda y meado en la botella. Cuando termin, la botella estaba medio llena. Ms tarde, cuando saliera el sol, cavaran un pozo para destilar la orina. Jeff estaba convencido de que funcionara, aunque todava tena la sensacin de que se le escapaba un detalle importante. Pero al menos eso los mantendra ocupados durante unas horas, los distraera del hambre y la sed. Tap la botella, la dej en el suelo y fue al pequeo cobertizo. Mathias estaba sentado junto a l con las piernas cruzadas y lo salud con la cabeza cuando se acerc. Todava no haba luz, pero la oscuridad comenzaba a desvanecerse. Jeff pudo ver la cara de Mathias, el rastrojo de barba que le creca en los carrillos. Tambin vio a Pablo, inconsciente en la camilla, con un saco de dormir sobre las piernas; de hecho, pudo verlo lo suficientemente bien para apreciar los estragos en su cara, las mejillas
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hundidas, las sombras ojeras, la boca relajada. Se sent junto a Mathias y permanecieron un rato en silencio. Lo que ms le gustaba del alemn era esa discrecin, el hecho de que siempre esperaba que el otro dijera la primera palabra. Era fcil tratar con l. No finga; era exactamente lo que pareca ser. Parece que est bastante mal, no? Mathias recorri el cuerpo de Pablo con la mirada, hasta detenerse en la cara. Asinti con la cabeza. Jeff se toc el cabello. Estaba grasiento y le pring los dedos. Su cuerpo despeda un olor cido, rancio. Dese darse una ducha con una urgencia sbita, casi insoportable, un sentimiento infantil de frustracin, de saber que no conseguira lo que quera por mucho que se esforzarse para conseguirlo. Arrincon ese sentimiento, esa nostalgia, obligndose a concentrarse en lo que haba, ms que en lo que deseaba que hubiera: el aqu y ahora en su cruel extremismo. Tena la boca seca y la lengua hinchada. Pens en la garrafa de agua, pero saba que deba esperar a que despertase todo el mundo. Este pensamiento lo condujo inevitablemente al recuerdo de Amy y su furtiva fechora nocturna. Tendra que hablar con ella; no poda seguir haciendo cosas como sa. O quiz no; quiz deba pasarlo por alto. Intent pensar en una manera de aludir al robo indirectamente, pero estaba cansado, sucio y sediento, y su mente se neg a ayudarle. A su padre se le daba bien contar historias en lugar de sermonear. Slo despus uno se daba cuenta de que haba querido decir No mientas, o No tiene nada de malo sentir miedo, o Haz lo que debas, aunque no te convenga. Pero su padre no estaba all, por supuesto, y Jeff no era como l; no saba ser sutil. Al pensar en esto lo invadi una sbita emocin y ech de menos a sus padres ms que a la inalcanzable ducha; dese que estuvieran all, que solucionaran las cosas. Tena veintids aos y durante las nueve dcimas partes de su vida haba sido un nio; an poda volver atrs y tocar ese lugar. De hecho, le asust comprobar lo cerca que se encontraba. Saba que comportarse como un cro, esperar a que alguien lo salvara, sera una forma tan fcil de morir como otra cualquiera. Decidi que no dira nada. Slo hablara en caso de que Amy mencionara el tema. Le habl a Mathias del sistema para destilar orina en un hoyo cubierto con tela impermeable. De cmo recoger el roco con trapos atados alrededor de las piernas. Ahora sera el momento dijo. Justo antes de la salida del sol. Mathias se volvi hacia el este. No era cierto que los minutos inmediatamente anteriores al amanecer fueran los ms oscuros del da, como decan algunos. Ya estaba ms claro, el cielo se haba vuelto grisceo, y an no haba seales del sol. O tal vez no prosigui Jeff. Tal vez deberamos esperar. Dejar que todo el mundo descanse. Tenemos suficiente agua para hoy. Y puede que llueva. Mathias hizo un gesto ambiguo, entre el asentimiento y el encogimiento de hombros, y ninguno de los dos habl durante un minuto. Jeff escuch la respiracin de Pablo. Era demasiado densa, como viscosa por la flema. Si estuviera en el hospital, estaran metindole toda clase de
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antibiticos y succionndole la mucosidad para despejar las vas respiratorias. As de mal sonaba. Supongo que deberamos poner un letrero dijo Jeff. Por las dudas. Por si vienen los griegos y no nos damos cuenta. Una calavera con unos huesos cruzados, por ejemplo. Mathias ro en voz baja. Pareces alemn. Qu quieres decir? Siempre haces lo ms prctico, aunque no sirva para nada. Crees que un letrero no servira de nada? Acaso una calavera con unos huesos cruzados te habra detenido ayer, cuando subimos la colina? Jeff consider la pregunta, frunciendo el entrecejo. Pero merece la pena intentarlo, no? O sea, podra detener a otros, incluso si no nos hubiera detenido a nosotros. Mathias rio otra vez. Ja, Herr Jeff. Desde luego. Ve a dibujar tu letrero. Lo ech con un ademn. Gehen. Ve. Jeff se levant y se fue. Junto al pozo estaban los objetos que haban sacado de la tienda azul: las mochilas, la radio, la cmara, el botiqun de primeros auxilios, el frisbee, la cantimplora vaca, las libretas de espiral. Jeff revis primero una mochila y luego la otra, hasta que encontr un bolgrafo negro. Se lo llev junto con un cuaderno al otro extremo de la cima, donde estaban los restos de la precipitada construccin del cobertizo. De ah cogi la cinta adhesiva y un palo de aluminio de un metro de longitud. Mathias lo mir sonriendo y cabeceando, pero no dijo nada. Estaba aclarando, y Jeff saba que faltaba poco para la salida del sol. Mientras bajaba por el sendero vio los fuegos de los mayas, temblando lnguidamente al otro lado del claro. A medio camino sinti una necesidad urgente, apremiante, de defecar. Dej todo lo que llevaba en las manos, se meti entre las plantas y se baj rpidamente los pantalones. No era diarrea, pero casi. La mierda sali a chorros, serpenteante, y form una pequea pila a sus pies. Despeda un olor intenso que le dio nuseas. Tena que limpiarse, pero no saba con qu. Estaba rodeado por la enredadera, con sus brillantes hojas planas, pero Jeff saba que cuando se las aplastaba soltaban una savia cida. Regres al sendero arrastrando los pies y medio encogido, todava con los pantalones bajados, y arranc una hoja de la libreta. La hizo una bola y la restreg con energa. Tendran que cavar una letrina en la ladera de la colina, pens, en la direccin del viento. Podran dejar una libreta al lado, para limpiarse con el papel. Al fin despuntaba el alba. Era una vista extraordinaria, rosa claro y rosa oscuro sobre una lnea verde. Jeff la contempl en cuclillas, con el papel manchado de caca todava en la mano. De repente, en un instante, el sol pareci saltar por encima del horizonte; un sol amarillo plido, centelleante, demasiado brillante para mirarlo. Cuando volva a la zona de las plantas para tapar su caca con tierra subindose los pantalones, tanteando la cremallera, not un escozor en los dedos. La creciente luz le permiti ver que una pelusilla verde cubra sus tejanos. Y tambin sus bambas. Se dio cuenta de que era la
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enredadera; durante la noche, haba echado races en su ropa, que ahora estaba cubierta por unos retoos tan diminutos difanos, traslcidos, prcticamente invisibles que parecan ms un hongo que una planta. Cuando Jeff los sacudi, se rompieron y desprendieron su corrosiva savia, quemndole las manos. Mir aquella pelusilla verde durante un rato, intrigado. El hecho de que la enredadera creciese tan rpido pareca extraordinario, un descubrimiento importante, y sin embargo, qu significaba? Era incapaz de pensar, de sacar conclusiones, as que se dio por vencido. Se oblig a mirar hacia otro lado y a continuar con las actividades del da. Arroj el papel sobre la pequea pila de mierda. La tierra era demasiado compacta para desprenderla con el pie, de manera que se agach y la rompi con una piedra, sudando por el esfuerzo. Consigui sacar un par de puados de tierra amarilla y los arroj sobre la porquera, tapndola a medias, sofocando el olor. Era suficiente. Despus volvi al sendero, se agach para recoger el boli, la cinta adhesiva, la libreta y el palo de aluminio. Cuando iba a girarse para reiniciar el descenso, dud un instante y pens: Debera haber moscas. Por qu no hay moscas? Se acuclill otra vez, intrigado, mirando hacia la mierda semienterrada como si esperase que los insectos aparecieran con retraso, zumbando y revoloteando. Pero no lo hicieron y la mente de Jeff continu discurriendo a toda velocidad, sin pausa, como un ladrn registrando un escritorio, abriendo los cajones y arrojando el contenido al suelo. No slo aqu, sino tambin sobre Pablo. Debera haber moscas revoloteando sobre su piel, atradas por el olor. Y mosquitos. Y jejenes. Dnde estn? El sol segua ascendiendo. Y la temperatura aumentaba rpidamente. Igual es por los pjaros. Puede que se hayan comido todos los insectos. Se incorpor y mir alrededor, buscando a los pjaros, tratando de orlos cantar. Ya deberan estar despiertos, revoloteando, saludando al amanecer. Pero nada. Ni movimientos ni sonidos. All no haba moscas, ni mosquitos, ni jejenes ni pjaros. Excrementos, pens y mir las plantas que le rodeaban, buscando las tpicas cagadas blancas o amarillas de pjaro entre las flores rojas y las hojas planas con forma de mano. Pero tampoco encontr nada. A lo mejor viven en agujeros, excavan los nidos en la tierra con el pico. Record haber ledo sobre unas aves que hacan algo as, y casi pudo ver aquellos especmenes de color tierra, con garras y pico ganchudo. Pero no haba seales de tneles de tierra o agujeros sombros. Vio una piedrecilla perfectamente redonda, no ms grande que un arndano, se agach a recogerla y se la meti en la boca. Tambin haba ledo que los que se perdan en el desierto a veces chupaban piedras para combatir la sed. sta tena un sabor cido, ms fuerte de lo que esperaba, y estuvo a punto de escupirla, pero resisti el impulso y la empuj con la lengua hacia abajo del labio inferior, como si fuese tabaco de mascar. Haba que respirar por la nariz, y no por la boca, porque de ese modo se perda menos humedad. Haba que evitar hablar a menos que fuera absolutamente necesario.
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Haba que restringir la comida y abstenerse de consumir alcohol. Haba que sentarse a la sombra, a por lo menos treinta centmetros del suelo, porque la tierra actuaba como un radiador y absorba la energa del cuerpo. Qu ms? Demasiadas cosas para recordar, demasiados aspectos que considerar, y all no haba nadie para ayudarle. La noche anterior haba odo pjaros. Jeff estaba convencido de ello. Sinti la tentacin de ir a buscar los nidos al otro lado de la colina, pero saba que eso tendra que esperar, que no era importante. Primero el letrero. Luego volvera a la tienda para racionar la comida y el agua del da. Luego cavara el hoyo para destilar la orina y la letrina; tendran que excavar antes de que el calor se volviera insoportable. Despus podra buscar pjaros y huevos y preparar trampas. Era crucial que no se agobiaran ni actuaran impulsivamente. Una tarea detrs de la otra; slo as conseguiran salir de aqulla. Mir hacia abajo. Cuatro mayas, tres hombres y una mujer, lo esperaban al pie del sendero. Estaban acuclillados en torno a los rescoldos del fuego. Le vieron acercarse, y los hombres se levantaron para coger sus armas. Uno de ellos era el calvo de la pistola, el primero que trat de detenerlos. Ahora llevaba el arma en la mano, colgando despreocupadamente a un lado, pero lista para levantarla en cualquier momento. Para apuntar y disparar. Sus dos acompaantes iban armados con arcos, con la flecha preparada pero la cuerda todava floja. Jeff vio que en la linde de la selva haba media docena de mayas ms, envueltos en mantas y con la cara oculta bajo el sombrero de paja, durmiendo. Uno de ellos se movi, como si presintiera la proximidad de Jeff. Sacudi al que estaba al lado, y ambos se levantaron para mirar. Jeff se detuvo al pie del sendero y dej todo en el suelo. Se acuclill de espaldas a los mayas. Sinti un aleteo de miedo no poda dejar de imaginar los arcos levantados, las flechas preparadas, pero pens que as resultara menos amenazador. Arranc la ltima pgina de la libreta, destap el boli y comenz a dibujar el primer letrero, una calavera con unos huesos cruzados, un smbolo claro, sencillo y convenientemente aciago. Lo repas una y otra vez con el boli, hasta que qued lo bastante oscuro. Arranc otra hoja y escribi SOS. En la tercera puso AUXILIO. Y en la cuarta, PELIGRO. Recogi una piedra del tamao de una pelota de bisbol y la us para clavar el palo de aluminio en la tierra, justo al borde del claro, bloqueando el camino. A continuacin peg los letreros, uno debajo del otro, y se volvi a observar la reaccin de los mayas. Los que estaban entre los rboles se haban acostado otra vez, con el sombrero en la cara, y la mujer del fuego le daba la espalda. Avivaba el rescoldo con la mano izquierda mientras con la derecha apoyaba una olla de hierro sobre el trpode; el desayuno, supuso Jeff. Los otros tres seguan mirndolo, pero con una actitud ms despreocupada. Casi parecan sonrer, y con jovialidad, pens Jeff. O tambin con aire burln? Jeff se volvi y dio un par de golpes ms al palo. Alguien tendra que bajar y sentarse all por la
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tarde, despus de que el autobs llegase a Cob, pero por el momento bastaba con eso. Era slo una precaucin, por si los griegos se las ingeniaban para llegar antes de lo previsto. Por si hacan autostop, por ejemplo. O alquilaban un coche. Jeff recogi el bolgrafo, el cuaderno y el rollo de cinta adhesiva y se gir para empezar a subir la cuesta, pero entonces cambi de idea. Dej todo en el suelo otra vez y, con paso titubeante, con sumo cuidado, baj al borde del claro levantando las manos. Los mayas alzaron las armas. Jeff seal hacia la derecha, tratando de explicarles que slo pretenda caminar por el borde del claro, muy cerca de la enredadera, y que no tena intencin de huir. Los mayas lo miraron fijamente, con los arcos preparados y apuntndole al pecho con la pistola, pero no dijeron ni hicieron nada para detenerlo, cosa que Jeff interpret como una autorizacin. Los mayas lo siguieron, dejando el sendero sin vigilancia. Cuando haban recorrido unos doce metros, el hombre de la pistola le grit algo a la mujer que estaba a su espalda, y ella dej de cocinar para ir a despertar de un puntapi a uno de los durmientes. ste se sent y se restreg los ojos. Mir a Jeff durante un largo instante y despert a un compaero. Cogieron los arcos, se levantaron y se dirigieron hacia el fuego con aire sooliento. Jeff continu andando por el borde del claro, seguido por los mayas con las armas en alto. Su mente se dispers otra vez: la letrina, el hoyo para destilar la orina, Amy robando agua. Se pregunt si sus letreros tendran algn significado para los griegos, o si stos pasaran de largo, sin hacerles el menor caso. Mir al cielo, ahora azul claro y totalmente despejado, y se pregunt si por la tarde apareceran nubes y caeran los chaparrones de rigor, breves pero fuertes, incomprensiblemente ausentes el da anterior. Trat de pensar en cmo recogeran el agua si por fin llova; supuso que podran usar los restos de la tienda azul, construir un gigantesco embudo de nailon que desembocara dnde? No tena sentido juntar agua si no podan almacenarla; necesitaban recipientes, botellas, vasijas. Y ste era el problema que estaba considerando cuando vio el primer montculo de plantas hasta la cintura y se dio cuenta por fin de por qu haba bajado al borde del claro, qu buscaba all y qu saba que encontrara indefectiblemente, aunque se resistiera a admitirlo. El montculo estaba a unos tres metros del borde del claro, una pequea isla verde en el suelo rido y oscuro. Jeff se detuvo unos pasos antes de llegar, asustado, a punto de echarse atrs. Pero no, aunque saba de qu se trataba, estaba convencido de ello, tena que cerciorarse. Se acerc, se agach y comenz a arrancar las ramas, olvidando los peligros de la savia hasta que comenzaron a escocerle las palmas. Pero no poda detenerse, porque aquello ya estaba medio desenterrado. Se limpi las manos en la tierra. Era otro cadver. Jeff se incorpor y apart las ramas que quedaban con el pie. Era una mujer, probablemente la que Henrich haba conocido en la playa, la que lo conquist con su belleza y lo invit a ir all, conducindolo a la muerte. Tena el cabello rubio oscuro, largo hasta los hombros, pero aparte de eso habra resultado difcil describirla, ya que la mitad de su carne estaba
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corroda. Su rostro era una calavera mirando fijamente al vaco. Su ropa tambin haba desaparecido; no era ms que un esqueleto con pelo, algunos trozos de carne momificada, una sucia pulsera de plata en la huesuda mueca, la hebilla de un cinturn, una cremallera, un botn de cobre en la por lo dems vaca oquedad de su pelvis. No poda ser la novia de Henrich, desde luego; estaba demasiado podrida. Incluso en aquel clima, un grado de descomposicin semejante llevara meses. O quiz no, pens Jeff mientras se inclinaba para apartar otra rama, esta vez con cuidado. Quiz la planta corroyera la carne para alimentarse con sus nutrientes. Los mayas estaban a unos seis metros, observndolo. Jeff apart otro zarcillo y el brazo izquierdo del esqueleto se desprendi de la articulacin del hombro y cay al suelo con estrpito. Entonces not que la enredadera no brotaba del suelo, sino directamente de los huesos. Jeff reflexion durante un momento y de repente pens en el misterio del propio claro: cmo conseguan mantenerlo libre de vegetacin? La enredadera creca tan rpido que en una sola noche haba echado races en su ropa y en sus bambas. Y, sin embargo, la tierra que pisaba ahora estaba totalmente yerma. Recogi un puado y lo examin con atencin. Era un suelo oscuro, de aspecto frtil, salpicado de cristales blancos. Sal pens, llevndose un cristal a la boca para cerciorarse. La han sembrado de sal. Fue en ese instante cuando Pablo empez a gritar en la cima de la colina. Lejos, demasiado lejos para que Jeff lo oyese. Se levant, dej caer el puado de tierra y sigui andando. Sus tres acompaantes lo siguieron, mantenindose a una distancia intermedia entre l y la linde de la selva. Jeff pas delante de otro fuego, alrededor del cual desayunaban siete mayas. Cuando se acerc hicieron una pausa y apoyaron los platos de metal sobre el regazo. Jeff alcanz a ver y oler la comida. Era una especie de guiso pollo, tomates, arroz, quiz los restos de la noche anterior. Le grueron las tripas por el hambre. Tuvo el impulso de pedirles comida, de arrodillarse y extender las manos en seal de splica, pero se resisti, sabiendo que sera un gesto intil. Sigui andando, chupando la piedrecilla que llevaba en la boca. Ya poda ver el montculo siguiente. Cuando lleg a l, se agach y retir con cuidado algunas ramas. Otro cadver. ste pareca masculino, aunque sera difcil asegurarlo, pues estaba an ms corrompido que el de la rubia. Los huesos se haban soltado, formando un montn que ya no guardaba semejanza alguna con un esqueleto. Jeff adivin el sexo del muerto por el tamao del crneo, que era grande y casi cuadrado. Un zarcillo de la enredadera se haba metido en las cuencas de los ojos, entrando por la derecha y saliendo por la izquierda. Otra vez encontr botones y una cremallera larga y delgada, semejante a un gusano, que deba de pertenecer a la bragueta de un pantaln de hombre. Unas gafas con montura de alambre, un peine de plstico, un llavero. Jeff vio tres puntas de flecha sin el asta. Y en el suelo, casi ocultos por el revoltillo de huesos, varias tarjetas de crdito y un pasaporte. Era el contenido de una cartera, por supuesto. Una cartera de piel, pens Jeff, puesto que no quedaba ni rastro de ella. Slo se
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conservaban los materiales inorgnicos, sintticos el metal, el plstico, el vidrio; todo lo dems haba sido devorado. S, devorado era la palabra adecuada. Porque aquello no era fruto de la accin de una fuerza pasiva la podredumbre, la descomposicin, sino de una fuerza activa: la planta. Jeff se inclin junto a los huesos y examin el pasaporte. Perteneca a un holands llamado Cees Steenkamp. La foto mostraba a un hombre de cejas gruesas, rubio, con entradas y una expresin que poda interpretarse o bien como distante, o como melanclica. Haba nacido el 11 de noviembre de 1951, en una ciudad llamada Lochem. Cuando Jeff levant los ojos, descubri que los tres mayas lo observaban. Naturalmente, era posible que ellos hubieran asesinado a aquel hombre con sus flechas. Jeff tuvo el impulso de alargarles el pasaporte y ensearles la foto de Cees Steenkamp, el hombre que haba contemplado al mundo melanclicamente, con aquellos ojos grandes y ligeramente bovinos, y que ahora estaba muerto, asesinado. Pero saba que eso no servira de nada, que no cambiara las cosas. Empezaba a entender lo que ocurra, los porqus, los motivos, las fuerzas que estaban en juego. All no haba sitio para la culpa, la comprensin o la misericordia. La foto no significara nada para aquellos hombres, y Jeff los comprenda cada vez mejor; casi simpatizaba con ellos. A una docena de metros de los mayas haba una nube de mosquitos, detenida en la entrada de la selva como si una fuerza invisible le impidiera acercarse. Y Jeff tambin entendi por qu. Se puso el pasaporte en el bolsillo y continu andando, seguido por los silenciosos mayas. Pasaron por delante de otros fuegos, donde nuevamente todos dejaron lo que estaban haciendo para ver pasar a Jeff. Tard casi una hora en rodear la colina, y encontr otros cinco cadveres antes de terminar. Ms huesos, botones, cremalleras. Dos pares de gafas. Tres pasaportes: uno estadounidense, otro espaol y otro belga. Cuatro alianzas, unos pendientes, un collar. Ms puntas de flecha y un puado de balas achatadas por el choque contra el hueso. Tambin vio a Henrich, por supuesto, aunque al principio le cost reconocerlo. Su cadver estaba en el mismo sitio, pero haba cambiado radicalmente durante la noche. La carne y la ropa haban desaparecido casi por completo, devoradas por la enredadera. Ahora Jeff lo entenda todo, o empezaba a entenderlo. Pero hasta que no dio la vuelta completa a la colina y regres al punto de partida, al pie del sendero, no fue consciente de la autntica magnitud de la situacin. Los letreros haban desaparecido. Al principio pens que los mayas los haban arrancado, pero esto no encajaba con la idea que se estaba formando, as que mir alrededor durante largo rato, buscando otra explicacin. Vio el agujero donde haba clavado el palo, la piedra que haba usado como martillo, el cuaderno, el bolgrafo y el rollo de cinta adhesiva. Pero no haba ni rastro de los carteles. Cuando ya se daba por vencido, percibi un brillo metlico a aproximadamente un metro del sendero, semienterrado entre las plantas. Fue hacia all, se agach y comenz a apartar la vegetacin, que en aquel punto le llegaba a la rodilla. Era el palo de aluminio, todava caliente por el sol. Los zarcillos de la enredadera se haban enroscado a su alrededor con
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tanta fuerza que Jeff tuvo que forcejear para liberarlo. Los letreros haban sido arrancados de la cinta, y las plantas ya haban empezado a disolver el papel. Incluso despus de ver esto, Jeff sigui tratando de aferrarse a la vieja lgica, a las reglas del mundo que exista ms all de esa colina cubierta de enredaderas: quiz los mayas haban arrojado piedras contra el palo hasta derribarlo, pens. Entonces vio algo ms entre las sarmentosas ramas: una plancha de metal negra. Apart los zarcillos con el pie y se agach a recogerla. Era una bandeja de horno de unos treinta centmetros de lado y siete de hondo. En el tiznado fondo, alguien haba rayado el metal para escribir una sola palabra en espaol: PELIGRO! Jeff la estudi durante unos minutos. El da estaba volvindose cada vez ms caluroso. Se haba dejado el sombrero en la tienda de campaa, y el sol estaba achicharrndole el cuello y la cara. Su sed haba adquirido una nueva dimensin. Ya no era un simple deseo de beber; ahora senta dolor, la sensacin de que el cuerpo estaba padeciendo. La piedrecilla que chupaba no haba servido de nada, as que la escupi, y entonces observ con sorpresa una rpida conmocin entre las plantas al contacto con la piedra. Algo haba salido disparado como una serpiente, aunque Jeff slo vio un movimiento brumoso, demasiado rpido para identificarlo. Los pjaros, pens. Pero no eran los pjaros, por supuesto, y lo saba. Porque, aunque an tena que averiguar de dnde haban salido los ruidos de la noche anterior, ya se haba dado cuenta de que en la colina no haba pjaros. Ni pjaros, ni mosquitos, ni moscas ni jejenes. Se agach, recogi otra piedra y la arroj hacia la profusin de zarcillos que le rodeaban los pies. Una vez ms percibi el movimiento, casi demasiado rpido para apreciarlo, y ahora Jeff supo de qu se trataba, supo quin haba arrancado sus carteles, y la idea le asque. Arroj otra piedra. Esta vez no hubo movimiento alguno, y Jeff tambin entendi por qu. Era exactamente lo que esperaba. Si hubiese ocurrido otra vez, habra sido simplemente un reflejo, y no lo era. Se volvi a mirar a los mayas, que por fin haban bajado las armas y lo observaban desde el centro del claro. Se les vea aburridos con el espectculo, y a Jeff le pareci comprensible. Al fin y al cabo, no haba hecho nada que ellos no hubiesen visto en otras ocasiones. El letrero, la caminata alrededor de la colina, el descubrimiento de los cadveres, la lenta revelacin de la clase de mundo en el que estaban atrapados: lo haban visto todo con anterioridad. Y an haba ms; sin duda prevean lo que ocurrira a continuacin, los acontecimientos de los das venideros, cmo comenzaran y cmo acabaran; lo saban todo y habran podido contrselo si hablasen la misma lengua. Con esta idea en la cabeza comenz a subir lentamente por el sendero, ansioso por compartir sus descubrimientos con los dems. Stacy haba abierto los ojos al or los gritos. Eric se retorca a su lado, obviamente desesperado, y tard unos instantes en darse cuenta de que no eran suyos los gritos que resonaban en la tienda. El ruido proceda de fuera. Era Pablo. Pablo gritaba. Y, sin embargo, a Eric tambin le pasaba
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algo. Estaba apoyado sobre el codo, mirndose las piernas, sacudindolas y diciendo: Ay, mierda, ay, Dios mo, Dios santo. Repeta lo mismo una y otra vez mientras Pablo gritaba, y Stacy no entenda nada. Amy estaba del otro lado, desperezndose, y pareca an ms confundida que ella. Los tres estaban solos en la tienda. No haba seales de Jeff ni de Mathias. La enredadera haba cubierto la pierna izquierda de Eric. Qu pasa? pregunt Stacy. Eric no pareci escucharla. Se incorpor un poco ms y comenz a tirar de la planta, luchando por liberarse. Al tirar de las hojas, las aplastaba y las rompa, y la savia comenz a quemarlo, y a quemar tambin a Stacy cuando intent ayudarlo. Un zarcillo se haba enroscado alrededor de su pierna izquierda, trepando hasta el pubis. El semen pens Stacy, recordando la paja de la noche anterior. La atrajo el semen. Porque era cierto: la planta no envolva slo la pierna de Eric, sino tambin su pene y sus testculos. Eric luchaba por soltarse, ahora con desesperacin, repitiendo las mismas palabras: Ay, mierda; ay, Dios mo; ay, Dios santo. Los gritos de Pablo eran an ms potentes si cabe, y las paredes de la tienda parecan temblar. Ahora Stacy oy gritar tambin a Mathias. Los llamaba, pens, pero era incapaz de concentrarse en eso, slo lo percibi de una manera vaga mientras segua tirando de la enredadera con las manos ya no slo quemadas, sino laceradas, y las yemas de los dedos sangrantes. Amy se levant, corri hacia la puerta, la abri y sali. Dej la cremallera abierta y por la abertura entr un chorro de luz, haciendo que Stacy, incluso en medio de aquel caos, se volviera brutalmente consciente de su sed. Tena la boca algodonosa y la garganta hinchada, cuarteada. No era slo por el semen, pens. Tambin era por la sangre. La planta pareca haberse pegado como una sanguijuela a la herida de la rodilla. Fuera, Pablo dej de gritar de repente. Est dentro de m! grit Eric. Joder, est dentro de m! Y era verdad. La planta se las haba ingeniado de alguna manera para meterse dentro de la herida, abrindola, ensanchndola, atravesando el cuerpo. Stacy vio un zarcillo debajo de la piel, una protuberancia de unos ocho centmetros de largo, como un dedo largo tanteando el terreno. Eric trat de extraerlo, pero lo hizo con demasiado miedo, con demasiada brusquedad, y el zarcillo se rompi y despidi ms savia, quemndolo, dejando aquel dedo adherido debajo de la piel. Eric empez a chillar. Al principio eran slo gritos de dolor, pero luego aadi palabras: Coge el cuchillo! Stacy no se movi. Estaba demasiado sorprendida. Se qued mirndolo. La enredadera estaba dentro de l, debajo de la piel. Se mova? Trae el puto cuchillo! grit Eric. Ella se levant y corri hacia la puerta de la tienda.
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Amy despert unos segundos despus que Stacy. No se dio cuenta de lo que le pasaba a Eric; los gritos de Pablo eran demasiado estridentes para fijarse en otra cosa. Entonces Mathias los llam y, por alguna razn, Eric y Stacy no le hicieron caso. Se movan con brusquedad, como si estuvieran peleando. Amy no entenda nada; estaba medio dormida y era incapaz de pensar con claridad. Pablo gritaba; el resto no importaba. Se levant de un salto y sali a ver qu pasaba. Los gritos eran ensordecedores, llenos de dolor, y pareca que no acabaran nunca, pero esto no le preocupaba demasiado. Al fin y al cabo, Pablo tena la columna rota, no era lgico que gritase? Lo tranquilizaran, aunque les llevase un rato, y podra volver a la tienda a dormir. Una vez fuera, parpade durante unos instantes, deslumbrada por el sol. Se sinti mareada, desorientada, y cuando estaba a punto de volver a por las gafas, Mathias se gir hacia ella con una expresin de pnico en la cara. El miedo invadi a Amy de repente, como si una mano la cogiera y la sacudiera con violencia. Aydame! exclam Mathias. Estaba acuclillado junto a la camilla, inclinado sobre las piernas del griego, y tuvo que gritar para hacerse or por encima de los alaridos de aqul. Amy corri hacia l, viendo y a la vez sin ver lo que ocurra. Vio el saco de dormir hecho un ovillo en el suelo, junto a Mathias, de modo que Pablo estaba desnudo de cintura para abajo. Pero no, no estaba desnudo en absoluto, pues tena las piernas totalmente cubiertas por la florida enredadera, tan densamente que pareca que se haba puesto unos pantalones hechos con la planta. No se vea ni un centmetro de piel entre la cintura y los pies. Mathias tironeaba, arrancaba los largos y sarmentosos tallos y los arrojaba a un lado, mientras la espesa y brillante savia le cubra las manos y las muecas. Pablo haba levantado la cabeza lo suficiente para mirar, y trataba desesperadamente de apoyarse en los codos, pero no lo consegua. Tena los tendones tensos por el esfuerzo, y la boca abierta en una o perfecta: estaba desgaitndose. El sonido era tan fuerte, tan terrible, que al acercarse a ellos Amy sinti que atravesaba una barrera fsica, que entraba en una zona donde la gravedad se encontraba inexplicablemente acentuada. Ahora tambin ella estaba a cuatro patas, tirando de la enredadera sin pensar en la savia que corra por sus manos, fresca al principio, pero luego tan ardiente que se habra detenido de no ser por los gritos, los incesantes gritos, los gritos que parecan haber entrado en su cuerpo y alojarse dentro de ella, resonando, retumbando, volvindose ms fuertes, insoportablemente fuertes, mucho ms dolorosos que las quemaduras. Tena que detenerlos, que silenciarlos, y la nica forma de hacerlo era seguir tirando de las ramas arrancndolas, desgarrndolas para liberar el cuerpo de Pablo. Y, sin embargo, vea y no vea; las piernas aparecieron por fin, una mancha blanca por debajo de la rodilla, no el blanco de la piel, sino un color ms claro, ms brillante brillante y hmedo, el blanco de un hueso. Continu arrancando los zarcillos, viendo y sin ver no ya el blanco del hueso sino el propio hueso, despojado de la carne, y la sangre que empezaba a encharcarse, que se encharcaba y chorreaba mientras apartaban la planta revelando ms blanco, ms hueso blanco, ms hueso,
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la parte inferior de la pierna convertida en nada ms que hueso, la piel y el msculo y la grasa desaparecidos, devorados, la sangre manando de la rodilla del griego, chorreando y encharcndose, y un largo zarcillo completamente enroscado alrededor del hueso de la espinilla, atenazndolo, negndose a soltarlo, y tres flores colgando de la rama verde, tres flores rojas, de un rojo vivo, rojo sangre. Oh, Dios santo exclam Mathias. Haba dejado de tirar de las ramas y miraba con horror las piernas mutiladas de Pablo; y de repente el no ver de Amy dej de funcionar: ahora slo vea los huesos, las flores, la sangre encharcndose y ya no le importaron ni los gritos ni las quemaduras; slo estaban los huesos deslumbrndola con su blancura y la presin en el pecho, el nudo en el estmago, una oleada de nuseas. Se levant de un salto, se alej tres pasos del cobertizo y vomit. Pablo par de gritar. Ahora lloraba; Amy le oy llorar, gemir. No se volvi; permaneci inclinada con las manos en las rodillas, un largo hilo de saliva colgando de su boca, balancendose ligeramente, y un pequeo charco de bilis a sus pies, el suelo absorbiendo lentamente la preciosa agua que haba robado durante la noche. Todava no haba terminado. Sinti nuseas de nuevo y se qued esperando. Despert y empez a gritar como un loco explic Mathias. Amy no se movi ni lo mir. Tosi una vez y escupi, con los ojos cerrados. Apart el saco. Yo no Ya llegaba, peor que la primera vez; se inclin y de su boca sali un torrente. Fue doloroso; se senta como si hubiera vomitado una parte de s misma, una parte de su cuerpo. Mathias call, y Amy supuso que la estara mirando. Y un segundo despus, en el interior de la tienda, Eric empez a chillar. Al principio eran slo gritos de dolor, pero luego aadi palabras: Coge el cuchillo! Amy alz la cabeza, con el vmito an chorrendole por la boca, la barbilla y la camisa. Se volvi hacia la tienda. Se volvieron todos, incluso Pablo, que hizo una pausa en sus sollozos y levant la cabeza, esforzndose para ver. Trae el puto cuchillo! Entonces apareci Stacy, agachada para pasar por la puerta de la tienda, y titube por un instante al otro lado, mirando a Amy, al hilo de saliva que le colgaba de la boca, al charco de vmito entre sus pies. Stacy entorn los ojos, deslumbrada por el sol cegador Ve y no ve, pens Amy y se gir hacia el cobertizo, hacia Mathias. Necesito el cuchillo dijo. Para qu? pregunt Mathias. Se le ha metido dentro. No s cmo Se le ha metido dentro. El qu? La planta. En la rodilla. Se meti dentro. Mientras hablaba mir a Pablo, que estaba llorando otra vez, aunque ms quedamente. Vea sin ver los huesos descarnados, la sangre encharcada, la enredadera que todava le cubra la mitad de las piernas. Desde el interior de la tienda se oy la voz de Eric, aparentemente aterrorizada, gritando:
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Deprisa! Stacy mir hacia la puerta de la tienda, luego otra vez a Pablo y por fin a Mathias. Amy se dio cuenta de que no estaba asimilando los hechos, de que no entenda nada de lo que pasaba. Tena la cara relajada y la voz inexpresiva. Se encuentra en estado de shock, pens. Creo que quiere cortarla. Mathias se dio la vuelta y rebusc entre el revoltijo de cosas que haba al lado del cobertizo, las tiras de nailon azul, los palos de aluminio. Cuando se levant, tena un cuchillo en la mano. Empez a andar hacia la tienda, pero se detuvo en seco y mir hacia los pies de Amy y un poco ms all. Stacy tambin se volvi y tambin se qued petrificada en el acto. Las caras de ambos reflejaron una emocin idntica, una mezcla de espanto e incomprensin, as que, incluso antes de mirar, Amy sinti que el corazn se le aceleraba y la adrenalina le inundaba el cuerpo. No quera verlo, pero el no ver se haba acabado, ya no era una opcin. Detrs de ella haba movimiento, un sonido como de algo que se arrastraba, y Stacy levant la mano derecha y se cubri la boca, con los ojos desorbitados. Amy se volvi. Para mirar. Para ver. Ella se encontraba en el centro del pequeo claro, junto a la tienda. Haba unos cinco metros de tierra seca y rocosa en todas direcciones, y luego comenzaban las plantas, un muro de vegetacin que llegaba a la rodilla. Emergiendo de esta masa verde, directamente enfrente de ella, vio lo que al principio confundi con una serpiente gigantesca: increblemente larga, de color verde oscuro con manchas rojas en toda su extensin. Manchas de sangre que no eran manchas, desde luego, sino flores, porque aunque se mova como una serpiente, dibujando grandes eses mientras se arrastraba hacia ella, no era una serpiente. Era un zarcillo de la planta. Rpidamente Amy dio un paso atrs, alejndose del charco. Sigui retrocediendo hasta quedar detrs de Mathias, que tena el cuchillo en la mano. Pablo contemplaba la escena desde la camilla, ahora en silencio. Eric volvi a llamar desde la tienda, pero Amy casi no le oy. Mir cmo la serpiente vegetal avanzaba por el claro hacia el pequeo charco de vmito. All vacil, como si olfateara la porquera antes de hundirse en ella, formando una voluta poco apretada. Luego empez a sorber el lquido de manera audible, aparentemente con las hojas, que se haban aplanado sobre la superficie del charco y lo succionaban como con un sifn. Amy no habra podido calcular cunto tiempo dur. Pero no fue mucho tal vez unos segundos, un minuto como mximo, y cuando todo termin, cuando el charco se sec, convertido en una sombra hmeda sobre el suelo pedregoso, la planta comenz a retirarse del claro, deslizndose de la misma manera que antes. Entonces Stacy empez a gritar. Mir uno por uno a los dems, sealando la enredadera, aterrorizada. Amy se acerc, la cogi en sus brazos y empez a acariciarla, tratando de calmarla, mientras las dos miraban cmo Mathias se meta en la tienda con el cuchillo en la mano.

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Eric haba parado de gritar al or los chillidos de Stacy. Le escocan las manos, las piernas y los pies por la savia de la planta, y an tena aquel zarcillo de ocho centmetros dentro, bajo la piel, apenas a la izquierda de la espinilla, paralelo a ella. Se mueve, pens. Aunque tal vez fueran movimientos de su cuerpo, espasmos musculares. Lo nico que saba era que quera quitrselo y que para extirparlo, para separarlo de la carne, necesitaba un cuchillo. Pero qu pasaba fuera? Por qu gritaba Stacy? La llam a gritos: Stacy? Entonces, un instante despus, Mathias entr en la tienda con el cuchillo en la mano y la cara crispada. Crispada de miedo, pens Eric. Qu pasa? pregunt. Qu est pasando? Mathias no respondi. Estaba examinando el cuerpo de Eric. Ensame dijo. Eric le seal la herida. Mathias se agach y escrut la larga protuberancia en la piel. Se mova como un gusano, como si intentase cavar un tnel dentro de Eric. Fuera, Stacy haba callado por fin. Mathias levant el cuchillo. Quieres hacerlo t? pregunt. O prefieres que lo haga yo? T. Te doler. Lo s. No est esterilizado. Por favor, Mathias. Hazlo de una vez. Puede que no consigamos detener la hemorragia. Eric se dio cuenta de que no eran los msculos. Era la planta: el zarcillo se mova por voluntad propia, enterrndose cada vez ms en la pierna, como si presintiera la proximidad del cuchillo. Sinti el corte y grit, tratando de apartarse, pero Mathias no se lo permiti y lo sujet con el peso de su cuerpo. Eric cerr los ojos. La hoja del cuchillo se hundi un poco ms, producindole la extraa sensacin de una cremallera que se abra, y entonces sinti los dedos de Mathias dentro de l, cogiendo el zarcillo y arrancndolo. Lo arroj lejos, hacia los objetos apilados junto a la pared del fondo. Eric lo oy chocar viscosamente contra el suelo de tela. Ay, Dios dijo. Joder. Sinti que Mathias le presionaba la herida, tratando de contener el nuevo chorro de sangre, y abri los ojos. Mathias tena la espalda desnuda; se haba quitado la camiseta para vendarle la pierna. Tranquilo dijo. Ya est. Permanecieron inmviles durante varios minutos, ambos tratando de recuperar el aliento y Mathias usando todo su peso para restaar la herida. Eric pens que Stacy vendra a ver qu le pasaba, pero no lo hizo. Oy llorar a Pablo. No haba seales de las chicas. Qu pas? pregunt por fin. Qu ha pasado ah fuera? Mathias no respondi. Eric lo intent de nuevo. Por qu gritaba Stacy? Es terrible. El qu? Tienes que verlo. No puedo Mathias sacudi la cabeza. No
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sabra cmo describirlo. Eric hizo una pausa, tratando de asimilar aquellas palabras, de encontrarles un sentido. Es Pablo? Mathias asinti. Se encuentra bien? Mathias neg con la cabeza. Qu le pasa? Mathias hizo un ademn vago con la mano y Eric sinti una opresin de impotencia en el pecho. Deseaba ver la cara del alemn. Dmelo de una vez insisti. Mathias se levant. Tena la camiseta en la mano, hecha una bola y oscurecida por la sangre de Eric. Le tendi la mano. Puedes levantarte? Eric lo intent. Todava le sangraba la pierna, y le cost apoyar el peso sobre ella. Consigui levantarse, aunque casi de inmediato estuvo a un tris de caerse. Mathias lo sostuvo, enderezndolo, y lo ayud a salir de la tienda. Jeff los encontr a los cuatro sentados en el pequeo claro, junto a la tienda anaranjada. Cuando lo vieron, todos empezaron a hablar a la vez. Amy pareca a punto de llorar. Qu haces aqu? preguntaba una y otra vez. Haba tardado tanto en volver, que todos pensaban que se las haba ingeniado para escapar, que burlara a los guardias apostados al pie de la colina y se internara en la selva, camino de Cob, para regresar con ayuda. Haban comentado esta posibilidad de manera tan exhaustiva, imaginando las distintas etapas del viaje y el factor tiempo podra parar un coche cuando llegara a la carretera, o tendra que recorrer los diecisis kilmetros a pie? La polica acudira de inmediato, o necesitaran tiempo para organizar un destacamento lo bastante numeroso para vencer a los mayas?, que Amy pareca haberse abierto camino por el brumoso territorio de lo posible para instalarse en el de lo probable, mucho ms claro y con lmites ms definidos. La huida de Jeff no era algo que podra estar ocurriendo; era algo que haba ocurrido. La misma pregunta una y otra vez: Qu haces aqu? Cuando le explic que baj al pie de la colina y dio toda la vuelta por el borde del claro, ella lo mir como si no le entendiera, como si acabara de decirle que se haba pasado la maana jugando al tenis con los mayas. A Eric le pasaba algo. No paraba de levantarse y pasearse, cojeando, y enseguida se sentaba otra vez, con la pierna herida extendida. Ahora llevaba pantalones cortos, Jeff supuso que robados de una de las mochilas. Permaneca un rato sentado, balancendose ligeramente mientras se miraba la costra de sangre en la rodilla y la espinilla, slo para levantarse bruscamente de nuevo y hablar, hablar y hablar. La planta estaba dentro de l: eso era lo que deca, lo que repeta sin dirigirse a nadie en particular, como si no esperase una respuesta, como si le pareciera imposible que se la dieran. Se la haban quitado, pero segua dentro. Stacy cont a Jeff cmo la enredadera se haba metido en la herida de Eric mientras ste dorma y cmo Mathias tuvo que extirparla con el cuchillo. Al principio pareca ms tranquila que los otros,
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sorprendentemente tranquila. Pero luego cambi de tema a mitad de una frase. Vendrn hoy, no? dijo con voz baja y apremiante. Quines? Los griegos. No lo s empez Jeff. Yo Entonces vio la expresin de la joven, el temblor de su cara, el pnico, y se corrigi. Es posible. Tal vez esta tarde. Tienen que venir. Si no es hoy, entonces Stacy lo interrumpi, subiendo la voz: No podemos pasar otra noche aqu, Jeff. Tienen que venir hoy. Jeff call y la mir con asombro. Stacy dedic un momento a observar los paseos y murmullos de Eric. Despus se inclin hacia Jeff y le toc el brazo: La planta se mueve susurr. Mientras hablaba ech una ojeada al pequeo muro de vegetacin que rodeaba el claro, como si temiera que pudiera orla. Amy vomit y la planta se acerc. Imit a una serpiente con el brazo. Se acerc y se bebi el vmito. Jeff not que todos lo miraban como si esperasen que lo negara todo, que dijera que eso era imposible. Pero se limit a asentir. Saba que la planta poda moverse. De hecho, saba muchas cosas ms. Oblig a Eric a sentarse para examinarle la pierna. La herida se haba cerrado de nuevo; la costra era de color rojo oscuro, casi negro, y la piel de alrededor estaba inflamada, notablemente caliente. Y debajo haba otra herida, perpendicular a la primera y paralela a la espinilla, de modo que pareca que alguien hubiese tallado una T en la carne del joven. Parece que est bien dijo Jeff. Slo intentaba tranquilizar a Eric; en realidad, no crea que la herida tuviera buen aspecto. La pierna de Eric estaba brillante, porque le haban untado los cortes con el antisptico del botiqun, y haba motas de polvo pegadas al gel. Por qu no lo vendasteis? pregunt. Lo intentamos respondi Stacy. Pero se quita la venda. Dice que quiere ver el corte. Por qu? Si no la vigilo, esa cosa empezar a crecer una y otra vez dijo Eric. Pero te la sacaste. Cmo iba a? Slo sacamos el trozo ms grande. El resto est dentro de m. Puedo sentirlo. Se seal la espinilla. Ves lo hinchado que est? La hinchazn es natural, Eric. Se produce siempre que hay un corte. Eric desech esa idea con un movimiento de la mano y su voz adquiri un dejo ansioso. Y una mierda! Est creciendo dentro de m! Se levant y empez a pasearse de nuevo por el claro, cojeando. Tengo que salir de aqu. Necesito ir a un hospital. Jeff lo mir, sorprendido por su agitacin. Amy todava pareca a punto de echarse a llorar. Stacy se restregaba las manos. Mathias se haba puesto una camisa de color verde oscuro que deba de haber encontrado en una mochila. No haba dicho ni una palabra, pero
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finalmente dijo algo con la voz serena de siempre y su casi imperceptible acento alemn: Y eso no es lo peor. Se volvi para mirar a Pablo. Pablo; Jeff se haba olvidado de l. Al llegar a la cima ech una ojeada rpida al cobertizo y vio al griego muy quieto, con los ojos cerrados Estupendo; duerme, pens; y luego Amy haba empezado a repetir su extraa pregunta qu haces aqu?, y Stacy a preocuparse por la llegada de los griegos, y Eric a insistir en que la enredadera estaba creciendo dentro de l, y todo aquel absurdo caos lo haba distrado, apartando su mente de donde tena que estar. Lo peor. Jeff se dirigi al cobertizo. Mathias lo sigui y los dems los miraron desde el otro extremo del claro, como si tuvieran miedo de acercarse. Pablo estaba tendido en la camilla, con el saco de dormir sobre las piernas. Su aspecto no haba variado, as que Jeff no entendi por qu tena el extrao presentimiento de que le acechaba un peligro. Pero lo tena: la sensacin de un peligro inminente, una opresin en el pecho. Qu? pregunt. Mathias se agach y retir con cuidado el saco de dormir. Durante unos minutos interminables, Jeff fue incapaz de asimilar lo que ocurra. Lo miraba, lo vea, pero no aceptaba la informacin que le ofrecan sus ojos. Lo peor. No era posible. Cmo iba a ser posible? La carne haba desaparecido casi por completo de las piernas de Pablo, de la rodilla para abajo. Lo nico que quedaba eran huesos, tendones, cartlago y grandes cogulos de sangre negra. Mathias y los dems haban atado un par de torniquetes alrededor de los muslos del griego, obturando la arteria femoral. Haban usado las tiras de nailon de la tienda azul. Jeff se agach para examinar los torniquetes; era una estratagema para escapar, para no tener que mirar los huesos expuestos, lo reconoca. Necesitaba ocupar su mente por un momento, distraerla, darle tiempo para acostumbrarse a este nuevo horror. Nunca haba atado un torniquete, pero haba ledo sobre ellos y saba cmo hacerlos, al menos en teora. Haba que aflojarlos a intervalos regulares y luego volver a apretarlos, pero Jeff no recordaba el tiempo exacto de cada fase ni para qu servan esas maniobras. Supona que no tena importancia. No: saba que no tena importancia. La enredadera? pregunt. Mathias asinti. Cuando arrancamos los zarcillos, empez a sangrar a chorros. De un modo u otro la planta contena la hemorragia. Pero cuando se la quitamos Imit un surtidor con las manos. Pablo tena los ojos cerrados, como si estuviera dormido, pero sus manos parecan crispadas y la piel que recubra los nudillos estaba tensa y blanca. Est consciente? pregunt Jeff. Mathias se encogi de hombros. Es difcil asegurarlo. Al principio grit, pero de repente par y cerr
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los ojos. Ha estado sacudiendo la cabeza y chill una vez. Pero no ha vuelto a abrir los ojos. Pablo desprenda un olor curiosamente dulce, y nauseabundo una vez que uno lo notaba. Jeff saba que era gangrena. Las piernas del griego comenzaban a pudrirse. Necesitaba una operacin, necesitaba ir a un hospital y lo antes posible. Para que sobreviviese, tendran que recibir ayuda antes del anochecer. De lo contrario pasaran los das siguientes contemplando la agona de Pablo. O tal vez hubiera una tercera opcin. Jeff estaba bastante seguro de que nadie los auxiliara antes del anochecer. Y no quera sentarse a ver morir a Pablo. Pero la tercera opcin Saba que los dems an no estaban preparados para ella, no podran aceptarla ni en teora ni en la prctica. Y si quera intentarlo, necesitara ayuda, desde luego. En consecuencia, regres con la idea de prepararlos, de endurecerlos, dando la espalda al cuerpo mutilado de Pablo, y comenz a hablar de los descubrimientos que haba hecho esa maana. Despus de todo lo que haban visto hacer a la planta desde el amanecer meterse en la pierna de Eric, devorar la carne de Pablo, reptar por el claro para sorber el vmito de Amy, a Stacy no le sorprendieron las revelaciones de Jeff. Las escuch con una extraa sensacin de indiferencia; su nica emocin visible era una ligera irritacin ante Eric, que continuaba pasendose por el claro sin prestar atencin a Jeff y a su historia. Ella quera que se sentara, que dejara de obsesionarse por la presencia de la planta en el interior de su cuerpo, la cual, en opinin de Stacy, era completamente imaginaria. La enredadera no estaba dentro de su cuerpo; la sola idea le pareca ridcula, gratuitamente aterradora. Sin embargo, sus intentos por tranquilizar a Eric resultaban infructuosos. Segua pasendose y detenindose de vez en cuando para tocarse la herida con expresin de dolor. La nica alternativa era esforzarse para no hacerle caso. La enredadera era la razn de su cautividad all: sa era la esencia de lo que estaba dicindoles Jeff. Los mayas haban conseguido formar un claro al pie de la colina sembrando el suelo con sal, todo con la intencin de aislar a la planta. La teora de Jeff era que la enredadera se reproduca por contacto. Cuando la tocaban, recogan las semillas, las esporas, o lo que fuese que le sirviese de medio de reproduccin, y si cruzaban el claro, se las llevaran consigo. Por eso los mayas no los dejaban salir de la colina. Y los pjaros? pregunt Mathias. No? No hay pjaros interrumpi Jeff. No lo has notado? Ni pjaros ni insectos; ningn ser vivo aparte de nosotros y la planta. Todos miraron alrededor, como si buscasen algo con que refutar esta declaracin. Pero cmo saben que no deben acercarse? pregunt Stacy. Se imagin a los mayas deteniendo a los pjaros, las moscas y los mosquitos como haban hecho con ellos seis, el calvo alzando el arma hacia los pequeos seres, gritndoles para mantenerlos a raya. Cmo era posible que los pjaros se dieran cuenta de que deban volver atrs y ella no?
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La evolucin respondi Jeff. Los que vinieron a la colina murieron. Los que presintieron que deban evitarla sobrevivieron. Todos? pregunt Amy con evidente incredulidad. Jeff se encogi de hombros. Mira. Su camisa tena botones de plstico en los bolsillos. Arranc uno y lo arroj contra la enredadera. Hubo un movimiento ondulante, una bruma verde. Veis lo rpida que es? pregunt. Pareca extraamente complacido, como si estuviera orgulloso de las habilidades de la planta. Imaginad que en lugar de una piedra fuese un pjaro. O una mosca. No tendra ninguna oportunidad. Nadie dijo nada; miraban la vegetacin como si esperasen que volviera a moverse. Stacy record aquel largo brazo balancendose hacia ella por el claro y el sonido de succin que haba hecho al absorber el vmito de Amy. Entonces cay en la cuenta de que contena la respiracin, y eso la estaba mareando. Tena que acordarse de exhalar inhalar exhalar Jeff arranc el botn del otro bolsillo y tambin lo arroj. Otra vez hubo una vertiginosa agitacin. Pero hay algo asombroso continu. Esta vez se llev la mano al cuello, arranc el tercer botn y lo lanz contra la enredadera. No pas nada. Lo veis? Les sonri. Otra vez pareca orgulloso; era incapaz de evitarlo. Aprende aadi. Piensa. Qu dices? exclam Amy, como ofendida por las palabras de Jeff. O quizs aterrorizada, porque su voz se quebr. Arranc mis letreros. Sugieres que sabe leer? Lo que digo es que saba lo que yo estaba haciendo. Saba que tena que deshacerse de los letreros si quera matarnos; a nosotros y a quienquiera que aparezca por aqu. Igual que se deshizo de esto. Dio un puntapi a la fuente metlica con la palabra PELIGRO! en el fondo. Amy rio. Pero fue la nica. Nadie la imit. Stacy haba escuchado todo lo que dijo Jeff, pero era incapaz de asimilar sus palabras, de entender que las estaba usando en sentido literal. Las plantas se inclinan hacia la luz, pens. Incluso, milagrosamente, record el nombre de este reflejo una rpida remembranza de la biologa del instituto, el olor a tiza y a formol, los pegajosos bultos de chicle seco debajo del pupitre, una pequea burbuja subiendo hacia la superficie de su mente, rompindose con un sonido explosivo: fototropismo. Las flores se abren por la maana y se cierran por la noche; las races buscan el agua. Era extrao, inquietante, misterioso, pero no era lo mismo que pensar. Eso es absurdo dijo Amy. Las plantas no tienen cerebro. No piensan. Crece sobre casi todo, no? Sobre cualquier material orgnico, eh? Jeff seal la pelusilla verde que haba brotado en sus tejanos. Amy asinti. Entonces, por qu la cuerda estaba limpia? No lo estaba. Por eso se rompi. La enredadera Pero por qu quedaban restos de la cuerda? Esa cosa devor la
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carne de las piernas de Pablo en una sola noche. Por qu no se comi tambin la cuerda? Amy frunci el entrecejo. Era obvio que ignoraba la respuesta. Era una trampa dijo Jeff. No lo veis? Dej la cuerda, porque saba que quienquiera que viniese acabara explorando el pozo. Entonces poda quemar la cuerda y Amy alz las manos en un gesto de incredulidad. Es una planta, Jeff! Las plantas no son conscientes. No Mira interrumpi Jeff. Se meti las manos en los bolsillos y los vaci en el suelo. Haba cuatro pasaportes, dos pares de gafas, anillos, pendientes y un collar. Estn todos muertos. Esto es lo nico que queda de ellos. Esto y sus huesos. Y yo digo que lo hizo la enredadera. Los mat. Y ahora mismo, mientras hablamos, est haciendo planes para matarnos a nosotros tambin. Amy sacudi la cabeza con vehemencia. No los mat la enredadera; fueron los mayas. Trataron de huir y los mayas se los cargaron. La planta slo se apoder de los cuerpos una vez que murieron. Para eso no necesita pensar. No Mira a tu alrededor, Amy. Amy dio una vuelta en redondo, observando el claro. La imitaron todos, incluso Eric. Qu? pregunt la joven, alzando las manos. Jeff cruz el claro y se meti entre la vegetacin. A unos doce pasos del borde haba uno de esos extraos montculos que llegaban hasta la cintura. Se inclin y empez a arrancar ramas. Se quemar, pens Amy, aunque era evidente que a l no le importaba. Mientras Jeff despejaba la zona, Amy empez a ver manchas de color crema debajo de la masa verde. Piedras, pens, aunque incluso mientras pronunciaba la palabra en su mente saba que no eran piedras. Jeff lleg al centro del montculo, sac un objeto aproximadamente esfrico y se lo ense. Stacy no quera verlo: sta fue la nica explicacin que encontr a su incomprensible tardanza en reconocer algo tan fcil de identificar, la sonriente imagen de Halloween, la bandera pirata ondeando en el mstil del brazo de Jeff, el pobre Yorick con su gracia infinita. Lo que les enseaba era una calavera. Tuvo que repetir la palabra en su mente varias veces para poder asimilarla, para convencerse de que era verdad: Una calavera, una calavera, una calavera Luego Jeff movi el brazo hacia la cima de la colina y todas las cabezas se giraron a la vez para seguir el gesto. Stacy vio que los montculos estaban por todas partes. Empez a contarlos, pero al ver cuntos le quedaban cuando lleg al noveno, se acobard y par. Los ha matado a todos dijo Jeff. Volvi junto a ellos, limpindose las manos en el pantaln. Fue la enredadera, no los mayas. Los mat a todos, uno a uno. Eric haba dejado de pasearse por fin. Tenemos que escapar dijo. Todos se volvieron hacia l. Sacuda la mano frenticamente, como si acabara de pillrsela con un cajn y tratase de calmar el dolor. Tal era su nerviosismo, su ansiedad. Podemos fabricar escudos. Y tal vez lanzas. Y cargar contra ellos
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todos a la vez. Podemos Jeff le interrumpi casi con desprecio: Tienen armas de fuego dijo. Dos, por lo menos, pero quiz ms. Y nosotros slo somos cinco. Y con? Cunto? Unos veinte kilmetros por delante para llegar a un lugar seguro? Y Pablo La mano de Eric se mova cada vez ms rpido, desdibujndose y produciendo un chasquido. No podemos quedarnos aqu sentados sin hacer nada! Eric Est dentro de m! Eric sacudi la cabeza con firmeza. Su voz tambin son firme, sorprendentemente firme. No es verdad dijo Jeff. Quiz te lo parezca, pero no la tienes dentro. Te lo prometo. Naturalmente, Eric no tena ningn motivo para creerle. Lo nico que pretenda Jeff era tranquilizarlo; incluso Stacy se dio cuenta. Pero por lo visto funcion, y ella vio cmo Eric se daba por vencido y sus msculos se relajaban. Se sent en el suelo con las rodillas apretadas contra el pecho y cerr los ojos. Pero Stacy saba que no durara; saba que pronto se levantara y volvera a pasearse por el claro. Porque incluso mientras Jeff se giraba, pensando que haba resuelto este problema y poda ocuparse del siguiente, vio que la mano de Eric descenda de nuevo hacia la espinilla, la herida, la pequea hinchazn alrededor de los bordes. Todos bebieron un trago de agua. Estaban sentados en crculo en el claro, junto al cobertizo de Pablo, y fueron pasndose la garrafa de plstico. Amy no pens en su promesa de la noche anterior su intencin de confesar y rechazar la racin matutina, y acept el trago convenido sin el menor remordimiento. Tena demasiada sed y estaba demasiado ansiosa por quitarse el sabor acre del vmito de la boca. Los griegos vendrn pronto, se repeta una y otra vez, mientras imaginaba sus progresos: los dos riendo y haciendo payasadas en la estacin de Cancn, comprando los billetes con los nombres impresos Juan y Don Quijote; cunta gracia les hara esto: intercambiaran palmadas y sonreiran con su picarda de costumbre. Despus el viaje en autobs, el traqueteo del taxi, la larga caminata por la selva hasta el primer claro. No bajaran al poblado maya, decidi Amy; seran ms listos que ellos, encontraran el segundo sendero y lo recorreran a paso rpido, quiz cantando. Amy imagin sus caras de sorpresa cuando salieran de entre los rboles y vieran la colina cubierta de plantas, y a ella, o Jeff, o Stacy o Eric en la base, hacindoles seas para que se marcharan, explicndoles con mmica el peligro que corran, el apuro en que se encontraban. Los griegos lo entenderan. Daran media vuelta, correran hacia la selva y buscaran ayuda. Amy saba que an faltaban horas para esto. Era muy temprano. Juan y Don Quijote todava no habran llegado a la estacin de autobuses; puede que ni siquiera estuvieran despiertos. Pero vendran. S; no importaba si aquella planta era perversa o si, como deca Jeff, poda pensar y estaba planeando cmo destruirlos, porque los griegos los rescataran pronto. Ya mismo se levantaran de la cama, se
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ducharan, desayunaran, estudiaran el mapa de Pablo Jeff les hizo vaciar las mochilas para hacer un inventario de la comida. Stacy ense las provisiones que haban llevado ella y Eric: dos pltanos semipodridos, una botella de agua de un litro, una bolsa de galletas saladas, una lata pequea de frutos secos. Amy abri la mochila de Jeff y sac dos botellas de t fro, un par de barritas proteicas, una caja de uvas pasas y una bolsa de plstico llena de uvas demasiado maduras. Mathias sac una naranja, una lata de Coca-Cola y un grasiento sndwich de atn. Todos tenan hambre, desde luego, y podran haber acabado con las provisiones all mismo sin quedar satisfechos. Pero Jeff no lo permitira. Se acuclill delante del montn de comida y lo mir con el entrecejo fruncido, como si slo con su poder de concentracin pudiera hacerlo crecer duplicarlo, triplicarlo tal vez, produciendo milagrosamente suficiente comida para sobrevivir all el tiempo necesario. El tiempo necesario. Amy pens que era la clase de frase que usara Jeff, fra y objetiva, y sinti una furia sbita hacia l. Los griegos apareceran por la tarde. Por qu se negaba tercamente a reconocerlo? Encontraran la manera de advertirles, de mandarlos a buscar ayuda, y el rescate sera al anochecer. No haba necesidad de racionar la comida. Era una medida exagerada y alarmista. Ms tarde le tomaran el pelo, pens Amy, lo imitaran, burlndose de cmo haba cogido el sndwich de atn, lo haba desenvuelto y cortado en cinco trozos idnticos con el cuchillo. Amy dedic unos minutos a imaginar la escena: todos en la playa de Cancn, rindose de Jeff. Ella pondra el ndice a dos centmetros y medio del pulgar para describir lo pequeos que haban sido los trozos, ridculamente pequeos s, de verdad, no ms grandes que una galleta de aperitivo, tanto que ella se haba metido el suyo entero en la boca. Y esto es precisamente lo que hizo ahora, mientras imaginaba esa escena ms feliz an por llegar al da siguiente, duchados y descansados, tendidos en la playa sobre las coloridas toallas: abri la boca, se meti el pequeo cuadrado de sndwich dentro, mastic un par de veces y trag. Los dems se entretenan con los suyos dando minsculos mordiscos de ratn, y ella se arrepinti. Por qu no haba pensado como ellos en alargar el proceso, en hacer durar aquello que ni siquiera mereca el nombre de aperitivo para convertirlo en algo semejante a una comida? Quera que le devolvieran su racin, que le dieran una nueva, porque ahora encontrara la manera de consumirla ms despacio. Pero haba desaparecido, perdida para siempre en su estmago, y ahora tena que esperar all sentada mientras los dems se recreaban con la suya, picoteando, olfateando, saboreando. De repente sinti ganas de llorar; no, llevaba con ganas de llorar toda la maana, o incluso ms, desde que llegaron a la colina, pero ahora se haban intensificado. Nadaba para mantenerse a flote en aguas cada vez ms profundas y al mismo tiempo intentaba fingir que no pasaba nada, pero estaba agotada por el esfuerzo de nadar, de fingir y no saba cunto tiempo podra aguantar. Quera ms comida y ms agua, quera volver a casa, quera que Pablo no estuviera tendido debajo del cobertizo con las piernas descarnadas. Quera eso y mucho ms, pero todo era imposible, as que segua nadando
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y fingiendo, y saba que en cualquier momento le resultara demasiado, que tendra que dejar de nadar, dejar de fingir, y abandonarse, ahogarse. Se pasaron la garrafa y cada uno bebi otro sorbo de agua para bajar la comida. Y qu hay de Pablo? pregunt Mathias. Jeff mir hacia el cobertizo. No creo que pueda comer nada. Mathias neg con la cabeza. Me refiero a su mochila. Miraron alrededor, buscando la mochila de Pablo. Estaba cerca de Jeff, que la cogi, la abri, sac tres botellas de tequila, y le dio la vuelta, sacudindola. Cayeron unos sobrecitos de celofn: galletitas saladas. Stacy rio y Amy la imit. Fue un alivio. Se sinti bien, casi normal. La risa le aclar la mente y le levant el nimo. Tres botellas de tequila En qu estara pensando Pablo? Adnde crea que iban? Amy dese seguir riendo, hacer durar el momento como los dems haban hecho con su miserable porcin del sndwich de atn, pero fue demasiado escurridizo, demasiado rpido. Stacy par, y ella no poda seguir sola, as que call y mir cmo Jeff guardaba las botellas y aada las galletas a la pequea reserva de provisiones. Not que estaba haciendo clculos mentalmente, decidiendo qu deban comer y cundo. Primero los alimentos perecederos, supuso, los pltanos, las uvas y la naranja, que repartira en bocados. En su boca, el sabor del atn estaba mezclndose con el resabio del vmito. Le dola el estmago y se senta extraamente hinchada, pero quera ms comida. Para ella era obvio que no bastaba con lo que les haba dado Jeff. Tendra que ofrecerles algo ms: una galleta, un gajo de naranja, un puado de uvas. Amy mir alrededor, al amplio crculo que haban formado. Eric no formaba parte de l: de nuevo iba y vena, pasendose con nerviosismo, y slo se detena de vez en cuando para examinarse la herida. Mathias miraba a Jeff, que estaba ordenando la comida, y Stacy se deleitaba con su ltimo y miserable bocado de sndwich: se lo meti en la boca y luego mastic durante largo rato con los ojos cerrados. Los griegos llegaran pronto en unas cuantas horas, as que era ridculo que estuviesen racionando la comida de esa manera, y alguien tena que decirlo. Pero Amy saba que no seran los dems. No, como de costumbre, tendra que ser ella, la quejica, la protestona, la tiquismiquis. Uno de nosotros debera bajar a esperar a los griegos dijo Jeff. Y he pensado que deberamos cavar una letrina Ahora, antes de que el sol suba ms. Y Slo nos toca esto? pregunt Amy. Jeff levant los ojos y la mir. No saba de qu hablaba. Amy seal la comida. Para comer aadi. l asinti. Una inclinacin breve y brusca de la cabeza. Por lo visto, la pregunta no mereca ni siquiera una respuesta hablada. No habra discusiones ni debate. Amy se volvi hacia los dems, buscando apoyo, pero era como si no la hubiesen odo. Todos miraban a Jeff, esperando que continuara. Jeff titube por un instante con la mirada fija en Amy, como para cerciorarse de que haba terminado de hablar. Y haba acabado. Se
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encogi de hombros, mir hacia otro lado, se someti a la voluntad del grupo. Era una cobarde, y lo saba. Se quejaba, se enfurruaba, pero era incapaz de rebelarse. Mathias y yo cavaremos la letrina prosigui Jeff; Eric debera tratar de descansar un poco a la sombra, en la tienda. Mir a Stacy y Amy. Eso significa que una de vosotras tendr que bajar a la colina para vigilar, mientras la otra se queda con Pablo. Amy not que Stacy no prestaba atencin. An estaba saboreando el atn, con los ojos cerrados. Aparte del hambre, la sed y el malestar general, ahora Amy tom conciencia de una apremiante necesidad de hacer pis. Se haba aguantado durante toda la maana porque no quera volver a mear en la botella, esperando la oportunidad para esconderse y hacerlo en cualquier parte. Eso, y nada ms que eso, fue lo que la indujo a hablar; no pens en lo que supondra estar al pie de la colina sola, con los mayas al otro lado del pequeo claro de tierra yerma. No; se limit a imaginarse en cuclillas en el camino, fuera de la vista de los dems, un pequeo charco de pis formndose lentamente a sus pies. Ir yo dijo. Jeff dio su aprobacin con una inclinacin de la cabeza. Ponte el sombrero. Y las gafas de sol. E intenta no moverte demasiado. Deberamos esperar un par de horas antes de volver a beber agua. Amy se dio cuenta de que la estaba despidiendo. Se levant, todava pensando slo en su vejiga y en el alivio que le esperaba cuesta abajo. Se puso el sombrero y las gafas de sol, se colg la cmara al cuello y empez a cruzar el claro. Acababa de empezar a bajar por el sendero cuando Jeff la llam: Amy! Ella se volvi. Jeff se haba levantado y corra a su encuentro. Cuando lleg a su lado, la cogi del codo y dijo en voz baja: Si ves una oportunidad de escapar, no lo dudes, aprovchala. Amy no respondi. No tena intencin de escapar; le pareca una idea absurda, un riesgo innecesario. Los griegos llegaran pronto. En ese mismo momento deban de estar levantndose, duchndose o preparando las mochilas. Lo nico que tienes que hacer es correr e internarte unos metros en la selva aadi Jeff. Luego trate al suelo. La vegetacin es tan espesa que difcilmente te vern. Espera un poco y despus sigue adelante. Pero con cuidado, cuando te mueves es cuando tienen ms posibilidades de verte. No pienso huir, Jeff. Lo digo slo por si tienes la Van a venir los griegos. Por qu iba a tratar de escapar? Ahora fue Jeff quien no dijo nada. Se limit a mirarla con cara inexpresiva. Te comportas como si no fueran a venir. No nos dejas comer, ni beber ni No sabemos si vendrn. Por supuesto que vendrn. Y si vienen, no podemos estar seguros de que no acabarn aqu con nosotros. Amy sacudi la cabeza como si esa posibilidad fuera demasiado absurda para considerarla siquiera.
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No lo permitir dijo. Jeff call de nuevo. Esta vez su cara se crisp ligeramente. Les advertir que no se acerquen. Jeff continu mirndola en silencio durante un rato, y ella lo vio debatirse, contemplar la idea de aadir algo y abandonarla, slo para considerarla otra vez. Cuando por fin habl, lo hizo en voz an ms baja, casi un murmullo: Esto es muy grave, Amy. Lo sabes, no? S. Si slo fuera cuestin de esperar, no me preocupara demasiado. Por difcil que resulte, creo que conseguiramos sobrevivir. Tal vez Pablo no, pero los dems s. Tarde o temprano vendr alguien Slo tendramos que aguantar hasta entonces. Y no sera fcil. Pasaramos hambre y sed y tal vez a Eric se le infectara la rodilla, pero al final todo saldra bien, no crees? Amy asinti. Pero ahora no se trata slo de esperar. Amy no respondi. Entenda lo que quera decir, pero no tena valor para reconocerlo. Jeff no le quit la mirada de encima, obligndola a mirarlo a los ojos. Sabes a qu me refiero? A la enredadera. l asinti. Tratar de matarnos. Igual que a esas otras personas. Y cuanto ms tiempo nos quedemos aqu, ms oportunidades tendr de hacerlo. Amy mir al vaco. Haba visto lo que era capaz de hacer la planta. La haba visto acercarse a ella reptando, para absorber el pequeo charco de vmito. Haba visto las piernas descarnadas de Pablo. Sin embargo, todo eso se apartaba tanto de las leyes naturales que consideraba inmutables, de lo que saba que podan hacer las plantas, que era incapaz de aceptarlo. Haban ocurrido cosas extraas cosas espeluznantes, y ella las haba visto con sus propios ojos, pero aun as no acababa de creerlas. Al mirar ahora hacia la vegetacin enmaraada y retorcida, con las hojas verde oscuro y las flores de color rojo sangre, no sinti miedo. Le aterrorizaban los mayas, con sus arcos y pistolas, y la idea de quedarse sin bebida y comida. Pero en su cabeza la planta segua siendo una planta, y era incapaz de temerla, aun sabiendo que debera hacerlo. No poda creer que fuese a matarla. Regres a su refugio: Los griegos llegarn pronto. Jeff suspir. Ella se dio cuenta de que lo haba decepcionado, de que esta vez tampoco haba dado la talla. Pero era incapaz de hacer otra cosa no poda ser mejor, ni ms valiente, ni ms lista de lo que era y advirti que Jeff estaba pensando lo mismo, resignndose a la incompetencia de ella. Le apart la mano del codo. Ten cuidado, vale? dijo. Estate atenta. Si pasa algo, grita lo ms alto que puedas e iremos corriendo. Con esas palabras de despedida, la envi hacia el pie de la colina. Eric estaba de nuevo en la tienda naranja. Saba que era una insensatez, que era el peor lugar donde poda estar, pero era incapaz de marcharse. Se senta flojo, aptico y, sin embargo dentro de esa coraza
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de abulia, presa del pnico. Atrapado, fuera de s, y su presencia en la tienda slo empeoraba las cosas. Pero Jeff le haba ordenado que se pusiera a la sombra y tratara de descansar, y en eso estaba ahora. Pero tena la sensacin de que no era lo ms indicado. Haca cada vez ms calor; el sol ascenda inexorablemente, calentando el nailon anaranjado, y dentro de poco sera como si la propia tela irradiase luz y calor, en lugar de limitarse a filtrarlos. Eric estaba acostado boca arriba, sudoroso y con el pelo grasiento, tratando de controlar su respiracin. Era demasiado rpida e irregular, y crea que si consegua calmarla, inspirando hondo, llenando el pecho de aire, todo lo dems se compondra a la vez: frenara el ritmo de su corazn, y quiz tambin el de sus pensamientos. Porque se era su principal problema ahora: sus pensamientos se movan demasiado rpido, saltaban, se encabritaban. Saba que estaba al borde de un ataque de nervios, o tal vez ya haba traspasado ese borde. Sufra un ataque de ansiedad y no encontraba la manera de serenarse. La respiracin, el corazn y los pensamientos haban escapado inexplicablemente de su control. No paraba de sentarse para examinarse la pierna, inclinndose, mirando con los ojos entornados, apretando la zona hinchada con un dedo. La planta estaba dentro de l. Mathias la haba extirpado, pero an quedaba algo dentro. Estaba seguro, la senta, pero los dems se negaban a escucharlo. No le hacan caso, no le crean, y la enredadera empezaba a crecer; a crecer y a comer, y cuando terminase, Eric quedara igual que Pablo, sin un pice de carne en las piernas. Ni l ni el griego saldran con vida de aquel lugar, acabaran en uno de esos montculos que salpicaban la colina. Haba ocurrido en la tienda, as que por qu estaba de nuevo all? Por culpa de Jeff, que le orden que se metiera all y descansase, como si pudiera descansar. Y todo porque Jeff no le crea. Haba dedicado apenas unos segundos a examinarle la pierna, y eso no era suficiente, ni mucho menos; l no la haba visto. Claro que tal vez fuera imposible verla por mucho que uno mirase; tal vez el problema era se. Eric saba la verdad porque l la senta; haba algo raro dentro de su pierna, algo que se mova y que no formaba parte de l, algo ajeno a s mismo, con voluntad propia. Ojal pudiera verlo, ojal pudieran verlo Jeff y los dems, porque entonces sera ms sencillo. No estara all, en la tienda, donde haba ocurrido todo, donde poda ocurrir otra vez. No debera estar solo. Se sorprendi a s mismo ponindose en pie. Fue cojeando hasta la puerta de la tienda, se agach y sali a la luz del sol. Stacy estaba junto al cobertizo. Le haban construido una sombrilla pequea con los palos y la tela que quedaba de la tienda azul, convirtiendo esos desperdicios en una especie de paraguas abollado. Ella estaba sentada debajo, en el suelo, con las piernas cruzadas, en diagonal a Pablo, para poder vigilarlo sin tener que mirarlo. Ya nadie quera mirar a Pablo, y Eric lo entenda; l tampoco quera. Lo que le preocupaba era que los dems parecan empezar a incluirlo dentro de esa zona de fuga visual. Incluso ahora, cuando se sent al lado de Stacy, sta sigui mirando hacia otro lado. Eric le cogi la mano y ella se lo permiti, pero pasivamente, con los msculos relajados, as que fue como sujetar un guante. Permanecieron un rato callados, y en este breve silencio Eric casi consigui alcanzar un
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estado parecido a la serenidad. Eran slo dos personas descansando al sol, por qu no poda ser as de sencillo? Pero el momento de paz no dur; se rompi repentinamente, como un objeto de cristal que se hace aicos contra el suelo, y Eric sinti el corazn en la boca. Su sudor se hizo ms profuso, y la mano de Stacy se volvi resbaladiza. Tuvo que contenerse para no levantarse de un salto y pasearse de nuevo. Poda or la respiracin de Pablo acuosa, enfermiza, como el sonido de un serrucho cortando una lata, y le ech una mirada rpida, aunque se arrepinti en el acto. La cara del griego haba adquirido un extrao tono grisceo, sus ojos estaban hundidos y cerrados y de su boca penda un hilo de lquido oscuro que Eric fue incapaz de identificar; tal vez vmito, bilis o sangre. Alguien debera limpiarlo, pens, pero no hizo nada al respecto. Y debajo del saco de dormir estaban las piernas de Pablo, desde luego, o lo que quedaba de ellas: los huesos, los cogulos de sangre, los amarillentos tendones. Eric saba que el griego no sobrevivira de esa manera, descarnado, y dese que ocurriera lo antes posible, ahora mismo Ser un alivio, una bendicin, pens, y todas las pamplinas que la gente suele decir sobre la muerte, con el nico fin de consolarse, sbitamente le parecieron verdad. Hazlo, murete ya, pens. Y mientras tanto s, inexorable, inevitablemente la respiracin de Pablo continu su tortuoso curso. Eric oy el suave murmullo de las voces de Jeff y Mathias, pero no logr entender lo que decan. Estaban fuera de la vista, en la ladera de la colina, cavando la letrina. Apret la mano de Stacy, que an no lo haba mirado. As que comenz, titubeando, no demasiado seguro de que fuera lo mejor, haba un tipo que tena una planta creciendo dentro de l. Silencio. No responder, pens. Pero entonces lo hizo. Te la sac dijo quedamente. Eric tuvo que inclinarse para orla. Deberas decir pero. No estoy jugando. Te digo que te la extirp. Ya no la tienes dentro. Pero la siento. Finalmente lo mir. El hecho de que la sientas no significa que la tengas dentro. Y si fuera as? No podemos hacer nada al respecto. O sea que admites que es posible. Yo no he dicho eso. Pero la siento, Stacy. Te digo que sea como sea, no podemos hacer nada aparte de esperar. As que acabar como Pablo. Para, Eric. Pero est dentro de m en mi sangre. La siento en el pecho. Para, por favor. As que morir aqu. Eric. Eric call, sorprendido por el cambio en la voz de Stacy. Estaba llorando. Cundo haba empezado a llorar?
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Por favor, para, cario dijo Stacy. Puedes? Puedes tranquilizarte un poco? Se sec la cara con el dorso de la mano. Necesito que te tranquilices, de verdad. Eric no dijo nada. En el pecho De dnde haba salido esa idea? Era cierto, aunque no se haba dado cuenta hasta que lo dijo. Poda sentir la enredadera dentro de su pecho, una presin sutil pero clara contra el interior de las costillas, empujando hacia fuera. Stacy le solt la mano, se levant y cruz el claro. Se inclin sobre la mochila de Pablo, rebusc en el interior, sac una botella y la abri mientras regresaba junto a Eric. Aqu tienes dijo, ofrecindole el tequila. Eric no lo cogi. Jeff dijo que no debamos beber. Pero Jeff no est aqu, no? Todava sin moverse, Eric mir la botella, el lquido ambarino del interior. Pudo oler el tequila, sentir su atraccin, que estaba mezclada de manera ilgica pero inevitable con su intensa sed. Levant la mano y cogi la botella. Era la misma de la que haban bebido la tarde anterior, despus de la abortada expedicin por el lodazal, en un mundo totalmente diferente, habitado por otras versiones de s mismos, ilesas e inocentes. Record a Pablo delante de l, rebosante de alegra, tendindole la botella, y con esta imagen en la cabeza que pareca ms un sueo que un recuerdo, ech la cabeza atrs y apur un largo trago del licor. Fue demasiado; se atragant, tosi, y las lgrimas le nublaron fugazmente la vista. Pero tambin fue agradable; lo necesitaba. Sin esperar a recuperarse lo nico que necesitaba era volver a respirar, se llev la botella a la boca de nuevo. Lo nico que haba comido desde el da anterior era un minsculo cuadradito de pan con atn; estaba deshidratado, exhausto, y el tequila le hizo efecto en cuestin de segundos, causndole una placentera sensacin de euforia, permitindole respirar por fin. La insensibilidad, la obnubilacin fue todo tan rpido como el pinchazo de una aguja en una vena. Se sec la boca con el antebrazo y se sorprendi soltando una carcajada. Stacy todava estaba de pie frente a l, con aquel ridculo paraguas apoyado en el hombro, abarcndolo en su crculo de sombra. No tanto dijo, y cuando l levant la botella para echar otro trago, se inclin rpidamente y se la quit de la mano. La cerr y la guard en la mochila de Pablo. Despus se sent junto a l y dej que volviera a cogerle la mano. A Eric le arda el pecho y le zumbaban los odos por culpa del tequila. A lo mejor tienen razn pens, a lo mejor estoy exagerando. Todava poda sentir algo movindose por su pierna como un gusano y aquella extraa opresin en el pecho, pero ahora que el licor haba serenado sus tumultuosos pensamientos, comprendi que todas esas cosas no estaban necesariamente relacionadas con la enredadera. Puede que simplemente estuviera asustado, demasiado pendiente de su cuerpo. Si uno presta demasiada atencin al cuerpo, siempre encuentra alguna sensacin rara. Las desdichadas desdichas del desdichado dijo. Las palabras salieron sbitamente de su boca, sin razn aparente.
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Qu? pregunt Stacy. Eric sacudi la cabeza e hizo un gesto de indiferencia. Haba tres botellas de tequila, y trat de pensar en las horas siguientes, en racionar la bebida gota a gota, como el suero que entraba en la vena desde una bolsa. Los griegos llegaran pronto y todos se salvaran. Lo nico que necesitaba era quedarse all sentado, de la mano con Stacy, y al cabo de unos minutos podra pedirle la botella de nuevo. Pens que as, sorbo a sorbo, sera capaz de sobrevivir al da. No tenan pala. Jeff haba encontrado una piedra afilada parecida a una gigantesca cabeza de lanza, tan grande que tuvo que ponerse a cuatro patas y usar las dos manos para cavar en el compacto y seco suelo. Mathias usaba una de las piquetas de la tienda azul para romper la tierra, gruendo cada vez que mova el brazo. Cuando conseguan aflojar una cantidad de tierra considerable, se levantaban para apartarla con el pie; luego hacan una pequea pausa para recuperar el aliento y enjugarse el sudor de la cara, y volvan a empezar. Era un trabajo arduo y no estaba saliendo todo lo bien que esperaba Jeff. ste tena una imagen en la cabeza: un hoyo de un metro veinte de profundidad y el ancho necesario para que una persona pudiera acuclillarse encima, con paredes de tierra perfectamente perpendiculares. Puede que hubiera ledo un libro que describiera algo semejante, o que hubiese visto un diagrama en alguna parte, pero eso no era lo que l y Mathias estaban creando. A una profundidad mnima, las paredes de tierra comenzaron a desmoronarse, as que el hoyo iba ensanchndose conforme se haca ms hondo. Si queran que quedase lo bastante estrecho para que alguien pudiera sentarse encima, tendran que dejar de cavar cuando adquiriera unos sesenta centmetros de profundidad, con lo cual, naturalmente, no cumplira su cometido. Una letrina tan superficial no era una letrina, y para eso podan seguir haciendo lo que haba hecho Jeff por la maana: meterse entre las plantas, cagar y cubrir la porquera con un puntapi de despedida. Mientras pensaba en esto, Jeff se rindi al peso de la evidencia, acept lo que habra debido saber desde el principio: su idea era una estupidez. No necesitaban una letrina, ni siquiera una letrina perfecta. En esos momentos, la higiene no era uno de sus problemas prioritarios, y pasara lo que pasase en aquel lugar, ellos estaran en otro sitio mucho antes de que se convirtiera en una necesidad urgente. A salvo, quizs. O muertos. Seguan cavando no porque tuviera lgica, sino porque Jeff luchaba por mantenerse a flote, buscaba un clavo ardiente al que agarrarse, una actividad, cualquier cosa con tal de no sentarse a esperar con impotencia. Cuando se dio cuenta, cuando por fin lo admiti, dej de cavar y se sent en el suelo. Mathias lo imit. Qu estamos haciendo? pregunt Jeff. Mathias se encogi de hombros y seal el pequeo y contrahecho hoyo que haban conseguido excavar. Cavar una letrina. Acaso servir de algo?
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Mathias neg con la cabeza. La verdad es que no repuso. Jeff arroj la piedra al suelo y se limpi las manos en los pantalones. Le escocan las palmas. Aquella maldita pelusi11a estaba creciendo otra vez en sus tejanos. Todos la llevaban en la ropa y en las bambas, y en un momento u otro Jeff los haba visto agacharse para sacudrsela. Podramos usar el hoyo para destilar la orina sugiri Mathias. Hizo un movimiento con las manos, cubriendo el agujero con una lona imaginaria. Y eso servira de algo? Esta vez Mathias se pic y dijo: Oye, fuiste t quien Ya s, fue idea ma le interrumpi Jeff. Pero cunta agua conseguiramos de esa manera? No mucha. La necesaria para compensar la que estamos perdiendo con el sudor mientras cavamos? Lo dudo. Jeff suspir. Se senta idiota. Y qu ms? Cansado, tal vez, pero sobre todo derrotado. O quizs estuviera desesperado, que era lo peor que poda sentir, lo opuesto a la supervivencia. Fuera lo que fuese, aquel sentimiento lo haba invadido y no consegua librarse de l. Si llueve, tendremos agua suficiente dijo. Si no llueve, moriremos de sed. Mathias no respondi. Lo miraba con atencin, con los ojos entornados. Trataba de buscar una actividad continu Jeff. Algo que hacer para mantenernos ocupados. Para levantar el nimo. Sonri, burlndose de s mismo. Hasta haba planeado bajar al pozo. Para qu? El pitido. El sonido que pareca el timbre de un mvil. No hay queroseno para la lmpara. Podramos hacer una antorcha. Mathias rio con incredulidad. Una antorcha? Con trapos Podramos impregnarlos con tequila. Lo ves? dijo Mathias. No te he dicho que pareces alemn? Quieres decir que no servira de nada? De nada que justifique el riesgo. Qu riesgo? Mathias se encogi de hombros, como si la respuesta fuera evidente. Mira a Pablo. Pablo. Lo peor. Jeff todava no haba mencionado su idea, su plan para salvar al griego, e incluso ahora titube, preguntndose hasta qu punto eran puras sus intenciones. Consider la posibilidad de que nuevamente estuviera buscando actividades para matar el tiempo, pero enseguida la descart. Si lo intentaban, podran salvarlo. Estaba convencido de ello. Crees que sobrevivir? pregunt. Mathias frunci el entrecejo. Cuando habl, su voz son ronca y casi inaudible:
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Difcilmente. Pero si recibimos ayuda hoy T piensas que recibiremos ayuda hoy? Jeff neg con la cabeza, y guardaron silencio durante un rato. Mathias remova la tierra con la piqueta. Jeff estaba armndose de valor. Al final se aclar la garganta y dijo: Quiz podramos salvarlo. Mathias sigui removiendo la tierra, sin molestarse en levantar los ojos. Cmo? Podramos amputarle las piernas. Mathias se detuvo y esta vez mir a Jeff, sonriendo pero con expresin de duda. Bromeas. Jeff neg con la cabeza. Quieres cortarle las piernas? Morir si no lo hacemos. Sin anestesia. No sentira dolor. Est insensible de cintura para abajo. Perdera demasiada sangre. Ya le hemos puesto torniquetes. Cortaramos por debajo. Con qu? No tienes instrumental quirrgico y El cuchillo. Necesitaras una sierra para huesos. No hars nada con un cuchillo. Podramos romper los huesos, y despus cortarlos. Mathias sacudi la cabeza con expresin de horror. Era la primera emocin que Jeff vea en su cara. No, Jeff. Ni hablar. Entonces est perdido. Mathias pas por alto ese comentario. Y qu me dices de las infecciones? Usaras un cuchillo sucio? Podramos esterilizarlo. No tenemos lea. Ni agua para hervir. Ni una olla, desde luego. Hay cosas para quemar: los cuadernos, las mochilas llenas de ropa. Podramos calentar el cuchillo en las llamas. Ira cauterizando a medida que cortara. Lo mataras. O lo salvara, una de las dos cosas. Pero al menos tendra una oportunidad. Prefieres quedarte de brazos cruzados y ver cmo agoniza durante los prximos das? No ser rpido. No te engaes. Si recibimos ayuda Hoy, Mathias, la ayuda tendra que llegar hoy. Con las piernas destrozadas, pronto se producir una septicemia. Si es que el proceso no ha empezado ya. Una vez que empieza, nadie puede hacer nada para detenerlo. Mathias comenz a remover la tierra de nuevo, con los hombros encorvados. Lamento haberos trado aqu dijo. Jeff lo silenci con un gesto; no tena sentido hablar de eso. Vinimos por decisin propia. Mathias suspir y dej caer la piqueta. No me creo capaz de hacerlo dijo.
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Lo har yo. Me refiero a dar mi consentimiento. No puedo dar mi consentimiento. Jeff call mientras asimilaba esta informacin. No se lo esperaba; haba pensado que Mathias sera el ms comprensivo, que incluso le ayudara a convencer a los dems. Entonces deberamos ayudarlo a morir dijo Jeff. Emborracharlo, meterle el tequila por el gaznate y esperar a que muera. Y ya sabes Hizo un ademn brusco con el brazo, sacudindolo: un golpe. Decirlo con palabras resultaba ms difcil de lo que esperaba. Mathias lo mir fijamente y Jeff se dio cuenta de que no le haba entendido. O tal vez no quera entenderle, quera obligarle a decirlo sin rodeos. Qu? pregunt. Terminar con la agona. Cortarle el cuello. Asfixiarlo. No hablas en serio. Si fuera un perro, no lo haras? Pero no es un perro. Jeff levant las manos con impotencia. Por qu se lo pona tan difcil? Slo intentaba ser prctico. Compasivo. T me entiendes. No estaba dispuesto a continuar con el tema. Ya haba explicado su idea, qu otra cosa poda hacer? De nuevo experiment la sensacin de llevar una carga, un gran peso. El sol estaba ascendiendo. Deberan estar en la tienda, a la sombra; era una tontera seguir a la intemperie, sudando. Pero no hizo ademn de levantarse. Se dio cuenta de que estaba enfurruado, castigando a Mathias por no aceptar su propuesta. Se odi por esa escena, y odi a Mathias por presenciarla. Deseaba parar, pero no poda. Has hablado de esto con los dems? pregunt Mathias. Jeff neg con la cabeza. Mathias se sacudi la pelusilla de los tejanos y luego se limpi las manos en la tierra, reflexionando. Al final se levant. Deberamos votar dijo. Si los dems estn de acuerdo, yo acatar la decisin de la mayora. Y mientras pronunciaba esas palabras comenz a andar hacia la tienda. Se reunieron de nuevo en el claro. Primero lleg Mathias, y al cabo de unos instantes lo hizo Jeff. Se sentaron junto a Eric y Stacy, formando un pequeo semicrculo alrededor del cobertizo. Pablo tena los ojos cerrados y nadie pareca dispuesto a mirarlo, ni siquiera mientras discutan su situacin. Tambin evitaban usar su nombre: se limitaban a decir l mientras sealaban vagamente hacia su cuerpo destrozado. Amy segua al pie de la colina, esperando a los dems griegos, pero nadie mencion su ausencia, ni siquiera cuando comenzaron a hablar y qued claro que estaban a punto de tomar una decisin trascendental, una decisin terrible. Stacy pens en ella, se pregunt si deberan ir a buscarla ella la quera a su lado, cogindole la
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mano mientras discurran cmo salir de aquel brete, pero no se atrevi a decir nada. Era incapaz de dar la talla en situaciones como aqulla. El miedo la volva pasiva y silenciosa. Se acobardaba y esperaba que las cosas malas desaparecieran por s solas. Pero ahora queran su opinin. La suya y la de Eric. Si decan que s, Jeff le cortara las piernas a Pablo. Algo terrible e inimaginable, pero tambin, segn Jeff, la nica esperanza. Por lo tanto, de acuerdo con este razonamiento, si se negaban, no quedara ninguna esperanza. Era lo que les haba dicho Jeff. Ninguna esperanza: haba un precursor de estas palabras, una primera esperanza que era preciso abandonar para arriesgarse a abrigar la segunda. Lo que estaba dicindoles Jeff era que ese da no los rescataran. Y Stacy se centr en eso, aunque saba que debera estar pensando en Pablo; tendran que pasar otra noche en la tienda naranja, rodeados por la enredadera, que poda moverse y meterse en la pierna de Eric y que, si Jeff estaba en lo cierto, pretenda matarlos a todos. Ella se senta incapaz de soportarlo. Cmo lo sabes? pregunt. Percibi el miedo en su propia voz, y eso tuvo el efecto de intensificarlo: orlo la asust an ms. Cmo s qu? replic Jeff. Que no van a venir. Yo no he dicho eso. Dijiste Que no pareca probable que fueran a venir hoy. Pero Y si no vienen hoy, y no hacemos nada, l seal vagamente hacia el cobertizo no conseguir sobrevivir. Pero cmo lo sabes? Tiene los huesos al aire. Se No. Cmo sabes que no van a venir hoy. No se trata de lo que sabemos, sino de lo que no sabemos con seguridad. Se trata del riesgo de esperar en lugar de actuar. As que puede que vengan. Jeff levant los brazos en un gesto de exasperacin. Y puede que no vengan. sa es la cuestin. Hasta Stacy poda ver que no hacan ms que dar vueltas alrededor de lo mismo, sin decir nada, arrojndose las palabras mutuamente. Jeff no le dara lo que ella deseaba; de hecho, no poda drselo. Ella quera que llegaran los griegos o, mejor an, que ya estuvieran all, que la rescatasen y la llevaran a un lugar seguro, y Jeff insista en que era posible que eso no ocurriera, al menos ese da, y que en tal caso tendran que cortarle las piernas a Pablo. Para Stacy era obvio que l deseaba cortrselas. Y que Mathias no estaba de acuerdo. ste se limitaba a escuchar, como de costumbre, esperando que la decisin la tomaran ellos. Stacy dese que dijera algo, que se esforzara por convencerlos a Eric y a ella de que no aceptaran, porque ella no quera que Jeff lo hiciera, no le pareca una buena idea, aunque no saba cmo argumentar su postura. Intua que no poda negarse sin ms; tendra que dar explicaciones. Necesitaba que alguien la ayudase, y no haba nadie dispuesto a hacerlo. Eric estaba medio
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borracho, adormilado por el alcohol; se lo vea mucho ms tranquilo, desde luego, pero era como si no estuviera presente del todo. Y Amy estaba lejos, al pie de la colina, esperando a los griegos. Y qu hay de Amy? pregunt Stacy. Qu pasa con Amy? No deberamos pedirle su opinin? Slo si hay un empate. Un empate? En la votacin. Vamos a votar? Jeff asinti con un gesto equivalente a un por supuesto lleno de impaciencia, como si votar fuera la nica accin lgica y no entendiese de qu se sorprenda tanto Stacy. Pero ella estaba sorprendida. Haba pensado que slo discutan buscando el consenso, y que no haran nada a menos que todos estuvieran de acuerdo. Sin embargo, no sera as; bastara con el consentimiento de tres de ellos para que Jeff le cortara las piernas a Pablo. Stacy se esforz por expresar su reticencia con palabras; tartamude, buscando una forma de empezar: Pero O sea No parece Crtaselas dijo Eric en voz tan alta que la sobresalt. Ahora mismo. Stacy se volvi a mirarlo. De repente pareca sobrio y despierto. Y tambin vehemente, seguro de s mismo y de la propuesta que secundaba. Stacy saba que aun as poda negarse. Poda decir que no, y entonces Jeff tendra que bajar al pie de la colina para consultar a Amy. Probablemente la convencera; incluso si ella se opona, l acabara por persuadirla. Era ms fuerte que cualquiera de ellos. Los dems estaban cansados, sedientos y ansiosos por marcharse, mientras que l pareca inmune a todas esas cosas. Qu sentido tena discutir, entonces? Ests seguro de que es lo mejor? pregunt. Si no hacemos nada, morir. Al or estas palabras, Stacy se estremeci como si acabaran de responsabilizarla de la posible muerte de Pablo, como si sta pudiera ser culpa suya, algo que habra podido evitar fcilmente. Yo no quiero que muera. Claro que no dijo Jeff. Stacy sinti los ojos de Mathias fijos en ella. La miraba sin pestaear. Quera que se negase; lo saba. Y habra deseado hacerlo, pero fue incapaz. Vale dijo. Supongo que deberas cortrselas. Amy estaba haciendo fotos. Antes de bajar haba cogido la cmara como por reflejo, sin una intencin consciente; simplemente se la colg del cuello. Slo se dio cuenta de que la llevaba consigo a mitad de camino, cuando estaba acuclillada junto al sendero, en ese momento de relajacin y lucidez que sigui a la evacuacin de la vejiga. Quera fotografiar a los mayas, reunir pruebas de lo que estaba ocurriendo all, porque los rescataran no
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dejaba de repetrselo, e inevitablemente habra una investigacin, arrestos y un juicio. Lo que significaba que necesitaran pruebas, desde luego, y qu mejor prueba que las fotografas de los responsables del delito? Comenz a usar la cmara en cuanto lleg abajo, enfocando la cara de los hombres. Le gustaba esa sensacin, esa especie de poder furtivo, la presa volvindose contra los cazadores. Los castigaran; pasaran el resto de su vida entre rejas. Y Amy contribuira a encarcelarlos. Mientras enfocaba y apretaba el obturador, imagin el juicio, la sala abarrotada, los murmullos mientras ella declaraba. Proyectaran sus fotos en una pantalla gigantesca, y ella sealara al calvo con la pistola en la cintura. l era el jefe dira. El que no nos dejaba marchar. Los mayas no le hacan caso. De hecho, casi no la miraban. Slo cuando pis el claro, buscando una posicin mejor para enfocar a los hombres que se encontraban alrededor del fuego ms cercano, dos de ellos se movieron y levantaron el arco. Amy hizo la foto y regres rpidamente a la zona de la enredadera. Al cabo de un rato, la sensacin de poder comenz a desvanecerse, y no logr sustituirla por ninguna emocin agradable. El sol segua subiendo y Amy tena demasiado calor, demasiada sed, demasiada hambre. Sin embargo, ya haba sentido todas esas cosas al llegar, as que el cambio deba de tener otra causa. S; era la indiferencia de los mayas al verla all, haciendo fotos afanosamente, lo que acab por desmoralizarla. Estaban reunidos en torno a los rescoldos del fuego, algunos dormitando en la linde de la selva, bajo la menguante sombra de los rboles. Conversaban y rean, y uno de ellos le sacaba punta a un palo que acabara reducido a la nada: era la tarea de un hombre aburrido, una forma de ocupar las manos mientras el tiempo pasaba lentamente. Porque eso era lo que hacan, no? Saltaba a la vista que lo nico que hacan era esperar. Y no en vilo, no intrigados por el posible resultado de su vigilia. Esperaban sin emocin aparente, como quien espera la llegada de la noche mirando arder una vela, totalmente seguro de lo que pasar, sabiendo que lo nico que lo separa del final de la espera es el propio tiempo. Y qu significa eso?, se pregunt Amy. Tal vez los mayas supieran algo de los griegos. Tal vez Juan y Don Quijote hubieran llegado ya, pasado por delante de la entrada del camino y seguido hasta el poblado, slo para regresar sin mirar hacia la linde de la selva. Ni siquiera se haban planteado esta posibilidad, pero ahora que pensaba en ella, a Amy le pareci evidente, imposible de pasar por alto. De repente se dio cuenta de que los griegos no llegaran, sinti el peso de esa certeza: nadie ira a buscarlos. Si estaba en lo cierto, no haba ninguna esperanza. Ni para Pablo, desde luego, ni para los dems. Los mayas lo saban y de ah su aburrimiento, su apata; saban que slo tenan que esperar a que los acontecimientos siguieran su curso. Lo nico que se requera de ellos era que vigilasen la colina. La sed, el hambre y la enredadera haran el resto, como tantas otras veces. Amy dej de sacar fotos. Se senta mareada, como borracha, y tuvo que sentarse al pie del camino. Es el calor se dijo. El estmago vaco. Pero se engaaba, y lo saba. El sol y el hambre no tenan nada que ver. Lo que senta era miedo. Trat de distraerse de este
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descubrimiento respirando hondo, jugueteando con la cmara. Era un chisme sencillo y barato que haba comprado haca diez aos con lo que gan haciendo de canguro. Jeff le haba regalado una cmara digital, pero ella le oblig a devolverla. Le tena demasiado cario a la vieja para reemplazarla. No era muy de fiar la mayora de las veces sacaba fotos malas, oscuras o sobreexpuestas, y casi siempre movidas, pero Amy saba que slo la cambiara por otra si la rompa, la perda o se la robaban. Mir cuntas fotos le quedaban: tres de treinta y seis. Y eso sera todo, porque no haba llevado rollos de recambio; no imagin que estaran fuera el tiempo suficiente para necesitarlos. Era curioso pensar que en toda su vida haba hecho un nmero concreto de fotos, y casi todas con esa cmara. Haba un nmero x de fotos de sus padres, un nmero x de fotos de monumentos, atardeceres y perros, un nmero x de fotos de Jeff y Stacy. Y si ahora estaba en lo cierto si los mayas y Jeff estaban en lo cierto, era muy probable que slo le quedasen tres fotos por hacer. Amy trat de decidir cules seran. Tendra que usar el temporizador para hacer una del grupo, pens; todos alrededor de la camilla de Pablo. Otra de ella y Stacy cogidas del brazo, desde luego: la ltima de la serie. Y luego Te encuentras bien? Amy se volvi y vio a Stacy a su lado, de pie, con la improvisada sombrilla en el hombro. Estaba horrible, demacrada y con el pelo grasiento. Le temblaban la boca y las manos, as que la sombrilla se sacuda como empujada por una suave brisa. Estoy bien?, pens Amy, buscando una respuesta sincera. Al mareo le haba seguido una extraa sensacin de calma, un sentimiento de resignacin. Ella no era una luchadora, como Jeff. O puede que no fuera capaz de engaarse tan fcilmente como l. La amenaza de morir all no la llenaba de una urgencia por hacer cosas; ms bien la haca sentirse agotada, con ganas de echarse a descansar para acelerar el proceso. Supongo que s respondi. Y luego, viendo que Stacy tena aspecto de estar peor de como se senta ella: Y t? Stacy sacudi la cabeza e hizo un gesto hacia la cima de la colina. Estn ya sabes Dej la frase en el aire, como si fuese incapaz de encontrar las palabras adecuadas. Se humedeci los labios, que en las ltimas horas se haban llenado de profundas grietas; eran los labios de un nufrago, partidos, despellejados. Han empezado. Empezado a qu? A cortarle las piernas. De qu hablas? pregunt Amy. Aunque lo saba, por supuesto. Las piernas de Pablo murmur Stacy, arqueando las cejas como si la noticia la sorprendiera tambin a ella. Estn usando el cuchillo. Amy se levant sin saber qu se propona hacer. Estaba tan aturdida por la sorpresa, que todava no senta su reaccin. Pero deba de estar sintiendo algo, porque su expresin haba cambiado. Vio que Stacy responda a ella retrocediendo con cara de horror. No deb decir que s, no? A qu? Votamos y yo Por qu no me avisaron? Porque estabas aqu abajo. Jeff dijo que tu opinin slo importara si
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haba un empate. Eric acept y yo Otra vez la misma expresin de horror, aunque ahora dio un paso al frente y cogi el antebrazo de Amy. Deb negarme, verdad? Entre t, Mathias y yo habramos podido detenerlos. Amy era incapaz de aceptar que aquello estaba sucediendo. No crea que fuera posible cortarle las piernas a alguien con un cuchillo y no imaginaba que Jeff fuese capaz de intentar una barbaridad semejante. Quiz se limitaran a hablar de ello, quiz todava estuvieran hablando, en cuyo caso podra detenerlos si corra. Se solt de la mano de Stacy y dijo: Qudate aqu. Vigila por si vienen los griegos, vale? Stacy asinti, todava con el miedo en la cara y un temblor intermitente en los msculos de alrededor de la boca. Se sent en el suelo, dejndose caer en el centro del sendero como si alguien hubiese cortado el hilo que la sujetaba. Lo estaban haciendo Jeff y Mathias. Fue una suerte que no pidieran ayuda a Eric, porque ste saba que sera incapaz de participar. Mientras ellos trabajaban, Eric se paseaba de un extremo al otro del claro, haciendo una pausa de vez en cuando para mirar, pero volvindose de nuevo casi en el acto, ya que ambos estados, el de ver y el de no ver, se le antojaban igual de insoportables. Primero volvieron a sujetarlo con los cinturones. Los encontraron en el suelo junto a la camilla; tres serpientes enredadas, abandonadas all la noche anterior. Jeff y Mathias slo necesitaron dos para atar al griego por el pecho y la cintura. Durante estos preliminares los ojos de Pablo permanecieron cerrados; de hecho, no los haba abierto ni una sola vez desde que par de gritar por la maana. Incluso ahora que Jeff trataba de despertarlo para explicarle por seas lo que iban a intentar, el griego se negaba a responder. Tena la cara crispada, cada parte de ella la boca, los ojos firmemente acorazada contra el mundo. Pareca fuera del alcance de todos, como si no estuviera presente. Como si ya no le importase nada, supuso Eric, nada en absoluto. A continuacin prendieron un fuego pequeo, porque no consiguieron encender otro mayor. Usaron tres de los cuadernos de los arquelogos, una camisa y un pantaln. Arrancaron un par de pginas para empezar y luego aadieron los cuadernos enteros. La ropa la empaparon en tequila. El fuego casi no despeda humo y arda con una insignificante llama azul. Jeff dej el cuchillo en medio, junto a la piedra con forma de cabeza de lanza. Mientras estos objetos se calentaban la piedra crujiendo conforme adquira un intenso color rojo, Pablo y Mathias se arrodillaron al lado de Pablo y empezaron a susurrar, sealando primero una pierna y luego la otra, planeando la operacin. Jeff pareca sbitamente triste y deprimido, como si estuviese actuando bajo coaccin, en contra de su voluntad; si tena dudas, no permiti que stas entorpecieran la intervencin. Eric estaba de pie junto a ellos cuando empezaron. Jeff utiliz una toalla que haba encontrado en una mochila para sacar la piedra del fuego; se envolvi la mano con ella, como si fuera una manopla, para protegerse del calor. Con rapidez, en un nico y fluido movimiento, sac la piedra, la levant por encima de su cabeza y se gir hacia la camilla.
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Luego la dej caer con todas sus fuerzas sobre la pierna del griego. Pablo abri los ojos, sobresaltado, y empez a gritar de nuevo, retorcindose y arquendose bajo las ataduras. Jeff no pareci notarlo; su cara no expres emocin alguna. Volvi a poner la piedra en el fuego y cogi el cuchillo. Tambin Mathias permaneci inmutable, concentrado en la tarea. Su trabajo consista en mantener el fuego ardiendo: alimentarlo con cuadernos, si era necesario, aadir alcohol y remover las brasas o avivarlas soplando. Jeff estaba de cuclillas junto a la camilla, cortando y serrando, con los msculos tensos por el esfuerzo. Al contacto con el cuchillo caliente, la piel de Pablo despeda olor a carne quemada, a comida. Eric ech una ojeada a la pierna del griego por debajo de la rodilla, al hueso astillado y la sangrienta mdula que sala de l mientras el cuchillo de Jeff se henda, cortaba, hurgaba. Vio cmo la mitad inferior de la pierna se separaba del resto, y el pie, el tobillo y la espinilla se convertan en una pieza escindida, amputada, irrecuperable. Jeff se sent en el suelo, tratando de recobrar el aliento. Pablo segua gritando y retorcindose, con los ojos en blanco. Mathias le quit el cuchillo a Jeff y lo puso de nuevo en el fuego. Jeff se envolvi la mano con la toalla por segunda vez. Cuando iba a coger la piedra ardiente, Eric se volvi con rapidez y comenz a cruzar el claro. Era incapaz de seguir mirando; tena que huir. Pero no haba adnde huir, por supuesto. Incluso en el otro extremo de la cima, de espaldas a la escena, poda or lo que pasaba, el crujido de la piedra al chocar contra la otra pierna y los gritos, que ahora parecan ms fuertes y agudos. Eric no pudo evitar mirar por encima del hombro. Mathias sujetaba la fuente de horno negra que Jeff haba encontrado al pie de la colina, la que deca peligro. Eric vio que la pona al fuego. La usaran para cauterizar las heridas del griego, apretndola contra los muones. Jeff estaba inclinado sobre la camilla, trabajando con el cuchillo, serruchando rtmicamente, con la camisa empapada en sudor. Pablo segua gritando. Y ahora deca algo. Eran palabras incomprensibles, por supuesto, pero Eric supo que eran splicas, ruegos. Record cmo haba chocado contra Pablo al saltar en el pozo, la sensacin de que el cuerpo del griego se arqueaba bajo su peso. Y cmo Amy y l lo haban subido a la camilla con movimientos torpes, bruscos, llenos de pnico. Sinti la planta movindose en su interior, en la pierna y en el pecho; la insistente presin debajo de las costillas, empujando hacia fuera. Todo iba mal, espantosamente mal, y no haba forma de detenerlo, no haba forma de escapar. Eric se gir otra vez, pero fue incapaz de permanecer de espaldas. No pudo evitar echar otra ojeada casi de inmediato. Jeff termin con el cuchillo y lo arroj al suelo. Eric observ cmo coga la toalla, se envolva la mano y se giraba para sacar la fuente de horno del fuego. Ahora Mathias tuvo que ayudarlo. Se acuclill junto a la camilla y se inclin para levantar la pierna de Pablo, o lo que quedaba de ella, sujetndola con las dos manos por encima de la rodilla. Pablo lloraba y ahora se diriga a Jeff y Mathias por su nombre. Pero ninguno de los dos le hizo caso; evitaban mirarlo. La fuente de horno estaba anaranjada y las letras del fondo se
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vean ms oscuras, casi rojas, as que Eric consigui leer la inscripcin incluso mientras Jeff la sacaba de entre las llamas. Vio cmo Jeff se giraba, colocaba la fuente contra el mun izquierdo de Pablo y apretaba con todas sus fuerzas. Eric oy el sonido de la carne al quemarse: un crujido, un chisporroteo. Tambin la oli, y se qued atnito ante la espeluznante reaccin de su estmago, que se removi no por las nuseas, sino de hambre. Se alej unos pasos y se puso en cuclillas, con los ojos cerrados y las manos sobre los odos, respirando por la boca. Permaneci as durante un rato que se le antoj eterno, concentrado en la sensacin de que tena la enredadera dentro de su cuerpo el persistente e incisivo espasmo de la pierna, la presin en el pecho, e intent imaginar que se trataba de otra cosa, de algo benigno, un engao de los sentidos, como insista Stacy: los latidos del corazn, los msculos cansados, el miedo. Pero no lo consigui, y tampoco consigui seguir de espaldas; tuvo que volverse a echar otra ojeada. Cuando lo hizo, vio que Jeff y Mathias seguan inclinados sobre la camilla. Ahora Jeff apretaba la fuente contra el mun derecho. El aire se llen del mismo olor espeluznantemente tentador. Pero ahora haba silencio: Pablo ya no gritaba. Por lo visto haba perdido el conocimiento. Entonces oy unas pisadas que se acercaban. Amy suba por el sendero. Lleg al claro corriendo, sin aliento, con la piel brillante por el sudor. Demasiado tarde pens Eric. Vio cmo se detena y se tambaleaba, mirando, viendo lo que pasaba, con una expresin de horror . Ha llegado demasiado tarde. Jeff no saba qu sentir. No; saba qu pensaba y por ende saba qu senta, aunque no lograba armonizar las dos cosas. Todo haba salido bien, tal vez incluso mejor de lo previsto. Esto era lo que pensaba. Haban cortado las piernas bastante rpido, ambas a unos centmetros por debajo de la rodilla, salvando la articulacin. Haban cauterizado las heridas lo suficiente para que al quitar los torniquetes casi no sangraran; slo unas gotas, nada importante. Pablo haba perdido el conocimiento hacia el final de la operacin, al parecer ms por la impresin que por otra cosa. Jeff estaba convencido de que no haba sido por el dolor, ya que no deba de sentir nada. Sin embargo, haba permanecido despierto; fue capaz de levantar la cabeza para ver qu le hacan, y eso explicaba su angustia. Ahora tena ms posibilidades de sobrevivir, pens Jeff, aunque todava se encontraba en peligro. Slo haban logrado alargarle la vida, aunque no demasiado, quizs un da o dos. Pero algo era algo, y Jeff pens que deba sentirse orgulloso, que haba realizado una proeza, una hazaa digna de encomio. Por eso no entenda por qu se senta tan angustiado, casi incapaz de respirar, como si estuviera conteniendo las lgrimas. Amy no le ayudaba mucho. Nadie le ayudaba. Mathias pareca eludir su mirada. Estaba sentado junto a las brasas, con los hombros encorvados, completamente absorto en sus pensamientos. Eric haba reanudado los paseos y las fastidiosas exploraciones de la pierna y el pecho. Y Amy empez a atacarlo de inmediato, mientras retiraban los
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torniquetes y untaban concienzudamente los muones con la pomada antisptica, sin molestarse en tratar de entender lo que haba hecho. Dios mo! exclam, sobresaltndolo. No la haba visto venir. Joder. Qu coo has hecho? A Jeff le pareci innecesario contestar. Lo que haba hecho era evidente. Le has cortado las piernas. Cmo puetas? No tenamos alternativa dijo Jeff, que estaba inclinado sobre el segundo mun, aplicndole el gel. Iba a morir. Y crees que con esto lo salvars? Cortndole las piernas con un cuchillo mugriento? Lo hemos esterilizado. Venga, Jeff. Mira dnde est acostado. Era verdad, por supuesto: el saco de dormir que haban usado para acolchar la camilla estaba empapado en la orina de Pablo. Jeff se encogi de hombros. Le hemos alargado la vida. Si nos rescatan maana, o incluso pasado maana Le has cortado las piernas! dijo Amy, casi gritando. Jeff se volvi a mirarla por fin. Estaba de pie junto a l, quemada por el sol, con la cara sucia de tierra y los pantalones cubiertos con una capa de pelusilla verde de un centmetro. Andrajosa y desesperada, pareca otra persona. Jeff supuso que a todos les pasara lo mismo, en mayor o menor medida. De hecho, l haba dejado de sentirse el Jeff de siempre en las ltimas veinticuatro horas. Acababa de usar una piedra y un cuchillo para cortarle las piernas a un hombre Un amigo?, un desconocido?, no estaba seguro. Ni siquiera saba el verdadero nombre de Pablo. Cuntas posibilidades crees que tena de sobrevivir con los huesos expuestos? pregunt. Pero Amy no respondi. Estaba mirando al suelo, hacia la derecha, con una expresin extraa. Responde. Iba a echarse a llorar? Le temblaba la barbilla, y se la toc con la mano. Oh, Dios! murmur. Dios santo! Jeff sigui la direccin de sus ojos. Estaba mirando los miembros amputados, los restos de los pies, los tobillos y las espinillas, los huesos manchados de sangre y todava sujetos por jirones de carne. Jeff los haba arrojado a un lado de la camilla, con la intencin de enterrarlos ms tarde, cuando terminase de cauterizar los muones. Pero por lo visto no tendra que hacerlo. La enredadera haba enviado al claro un largo zarcillo, que avanzaba serpenteando. Se haba enrollado alrededor del pie de Pablo y estaba arrastrando los huesos por el suelo. Mientras Jeff contemplaba la escena, apareci un segundo zarcillo, ms rpido que el primero, para reclamar el otro pie. Ahora miraban todos; tambin Eric y Mathias. ste se levant de repente con el cuchillo en la mano. Fue hasta el primer zarcillo, se inclin y lo cort de cuajo. Se gir rpidamente hacia el segundo y lo cort tambin. Sin embargo, mientras haca esto apareci un tercer zarcillo, y luego un cuarto, para coger los huesos. Amy solt un grito breve y estridente, se llev una mano a la boca y comenz a retroceder hacia Jeff. Mathias se inclinaba y cortaba, se inclinaba y cortaba, pero la enredadera segua acercndose, ahora desde todas partes.
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Djalo dijo Jeff. Mathias le ignor. Cortaba, pisoteaba y arrancaba los zarcillos, cada vez ms rpido, pero la planta se defenda, enroscndosele alrededor de las piernas, obstaculizndole los movimientos. Mathias dijo Jeff. Lo cogi del brazo y tir de l. Sinti la fuerza del alemn, sus msculos en tensin, esforzndose, pero tambin su fatiga, su derrota. Juntos observaron cmo la enredadera se llevaba su presa, doblndose sobre s misma, el blanco de los huesos penetrando en la verde masa hasta desaparecer por completo. Los cuatro seguan en la misma posicin, petrificados, cuando en el otro extremo de la cima se oy un zumbido familiar, el timbre de un telfono mvil sonando con insistencia en el fondo del pozo. Stacy estaba sentada con los hombros encorvados debajo de la deshilachada sombrilla, en su pequeo crculo de sombra. Le costaba resistirse al impulso de mirarse la mueca; tena que recordarse constantemente que no llevaba el reloj, que lo haba olvidado en Cancn, en la habitacin del hotel, donde tambin debera estar ella, pero no estaba. Quizs el reloj tampoco estuviera all; quiz sus temores se haban hecho realidad al fin y al cabo y la camarera se lo haba robado. Dnde estara en ese caso? Junto con su sombrero, supuso, adornando a una desconocida, a una mujer que rea mientras almorzaba en un restaurante de la playa. Stacy sinti la ausencia de estas posesiones de una forma casi fsica, como un dolor en el pecho, una aoranza del cuerpo, pero lo que ms echaba de menos eran las gafas. All haba demasiado sol, demasiado resplandor. La cabeza le lata por ese motivo, aunque tambin por el hambre, la sed, la fatiga y el miedo. A su espalda, en la cima de la colina, estaban cortndole las piernas a Pablo. Morira all; ella no vea otra posibilidad. Pero trat de no pensar tampoco en eso. Al final no pudo evitarlo: se mir la mueca. All no haba nada, desde luego, y de nuevo empez a dar vueltas alrededor de lo mismo: la mesilla de noche, la camarera, el sombrero, las gafas, la mujer almorzando en la playa. sta estara descansada, limpia y bien alimentada, con una botella de agua junto al codo. Estara tranquila, despreocupada, alegre. Stacy experiment una oleada de odio hacia aquella desconocida imaginaria, un odio que enseguida se extendi hacia el cro que le haba tocado la teta junto a la estacin de autobuses, la perversa camarera tal vez ficticia y los mayas sentados enfrente de ella, con sus arcos y flechas. Ahora estaba con ellos un nio, el mismo que los haba seguido el da anterior sobre el manillar de la bicicleta, el ms pequeo. Estaba sentado en el regazo de una anciana y observaba a Stacy con cara inexpresiva, igual que los dems. Stacy tambin lo odi a l. La plida pelusilla verde de la enredadera le cubra el pantaln, la camiseta y las sandalias. No paraba de sacudrsela, quemndose las manos, pero los diminutos zarcillos volvan a crecer de inmediato. Ya le haban hecho varios agujeros en la camiseta. Uno de ellos, situado encima del ombligo, era grande como un dlar de plata. Stacy saba que era slo
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cuestin de tiempo que su ropa se convirtiese en harapos. Naturalmente, tambin detestaba a la planta, si es que era posible detestar a una planta. Detestaba su vivo color verde, sus florecillas rojas, el escozor que le produca la savia en la piel. La odiaba porque era capaz de moverse, por su voracidad y su malevolencia. Todava tena los pies llenos de barro a causa de la caminata del da anterior, y el barro continuaba despidiendo un tufillo a mierda. Igual que Pablo, pens Stacy, y su mente regres a la cima, a lo que estaba sucediendo all, al cuchillo y la piedra caliente. Se estremeci y cerr los ojos. Odio y ms odio; se hunda, se estaba ahogando en l, y no vea el fondo. Odiaba a Pablo por haber cado en el pozo, por haberse roto la columna, porque estaba a punto de morir. Odiaba a Eric por la herida de la pierna, porque la enredadera se haba movido como un gusano debajo de su piel, por el pnico que haba visto reflejado en su cara en esos momentos. Odiaba a Jeff por su competencia y su frialdad, por haber recurrido con tanta facilidad al cuchillo y a la piedra ardiente. Odiaba a Amy por no haberlo detenido, y a Mathias por su silencio y sus miradas perdidas, pero sobre todo se odiaba a s misma. Abri los ojos y mir alrededor. Haban pasado un par de minutos, pero todo segua igual. S; se odiaba a s misma. Se odiaba por no saber qu hora era ni cunto tiempo tendra que seguir sentada all. Se odiaba por haber dejado de confiar en que Pablo vivira. Se odiaba por saber que los griegos no acudiran, ni ese da ni nunca. Inclin el paraguas hacia atrs y ech una rpida ojeada al cielo. Saba que Jeff esperaba que lloviera, contaba con ello. Estaba trabajando para salvarlos; tena planes, proyectos, estrategias, pero todos tenan el mismo defecto, la misma deficiencia: todos requeran cierto grado de esperanza. Y la lluvia no vena de la esperanza, vena de las nubes; nubes blancas, grises o totalmente negras, daba igual, pero tenan que estar all para que lloviera. Sin embargo, el cielo se mantena tercamente azul, de un azul deslumbrante, sin una sola nube a la vista. No llovera. Y Stacy se odi tambin por esa conviccin. Decidieron bajar de nuevo al pozo. Fue idea de Jeff, pero Amy no discuti. Los griegos no acudiran ese da. Ahora todos lo admitan al menos ante s mismos, as que el telfono, el acaso mtico mvil que los llamaba desde el fondo del pozo, era su nica esperanza. Por lo tanto, cuando Jeff propuso hacer un ltimo intento por encontrarlo, Amy lo sorprendi accediendo. Por supuesto, no podan dejar solo a Pablo. Al principio pensaron en poner a Amy a vigilarlo mientras Eric y Mathias bajaban a Jeff al pozo. Pero Jeff quera que ella lo acompaase. Se propona hacer una antorcha con la ropa de los arquelogos, empapndola en tequila, y no saba cunto durara la luz. Dos pares de ojos veran ms que uno, dijo, y permitiran hacer una bsqueda metdica y concienzuda.
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Amy no quera bajar otra vez al pozo. Pero Jeff no le pregunt qu quera; le estaba diciendo lo que quera l, describindolo como una decisin inamovible. Podramos llevarla junto al agujero sugiri Mathias. Se refera a la camilla, a Pablo, y todos sopesaron la cuestin durante unos instantes. Hasta que Jeff asinti. Y eso fue lo que hicieron. Jeff y Mathias levantaron la camilla y cruzaron la cima hasta la boca del pozo, despacio, con cuidado de no sacudir a Pablo. Su cuerpo despeda olores nauseabundos: el ya familiar hedor a pis y caca, la peste a carne quemada de los muones y ese otro aroma dulzn, el primer y aciago indicio de putrefaccin. Nadie dijo nada al respecto. De hecho, nadie deca ya nada sobre Pablo. Segua inconsciente y tena peor aspecto que nunca. No eran slo las piernas lo que evitaba mirar Amy, sino tambin la cara. Tras matricularse en la Facultad de Medicina haba hecho una gira por el campus y vio los cadveres que diseccionaban los estudiantes. Tenan la piel griscea, los ojos hundidos y la boca entreabierta. El mismo aspecto que comenzaba a adquirir el rostro de Pablo. Lo dejaron junto al agujero. El pitido haba cesado, pero ahora, en cuanto llegaron, empez a sonar otra vez, y todos ladearon la cara para mirar a la oscuridad, aguzando el odo. Son nueve veces y par. Mathias examin la cuerda. La desenroll por completo, extendindola en zigzag sobre el pequeo claro y se cercior de que no hubiera defectos en el camo. Amy estaba junto al agujero, mirando hacia abajo, tratando de armarse de valor mientras recordaba el rato que haba pasado all con Eric, los dos solos, las mentiras que haban dicho para mantener a raya el miedo. No quera volver, y lo habra dicho si hubiese sabido cmo. Pero ahora que haban cruzado el claro con Pablo, no pareca tener alternativa. Eric se acuclill y se toc la herida de la pierna murmurando para s: Lo cortaremos. Amy se volvi a mirarlo con asombro, sin saber si haba odo bien. Pero Eric empez a pasearse de nuevo. La enredadera le haba comido la mayor parte de la camiseta, dejndola casi en jirones. Estaba cubierto por su propia sangre, con manchas y chorretones por todas partes. Todos tenan mal aspecto, pero nadie superaba a Eric. Jeff estaba preparando la antorcha. Cogi un palo de la tienda y envolvi el extremo inferior con cinta adhesiva para que el aluminio no se calentase demasiado. En la parte superior enroll unos vaqueros cortos y una camiseta de algodn, atndolos con fuerza. Amy no entenda cmo funcionara, pero no dijo nada, pues estaba demasiado cansada para discutir. Si no tena ms remedio que hacer lo que le mandaban, quera acabar cuanto antes. Mathias se levant y se sec las manos en el pantaln. La cuerda estaba bien. Todos lo observaron mientras volva a enrollarla en el tambor del cabrestante. Cuando termin, Jeff se pas el lazo por la cabeza y lo ajust por debajo de las axilas. Llevaba consigo la caja de cerillas, la botella de tequila y la antorcha de aspecto endeble. Mathias y Eric se acercaron al cabrestante y apoyaron todo su peso contra la manivela.
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Entonces, sin el menor atisbo de duda, Jeff puso el pie en el agujero. Se fue sin decirle nada a Amy, sin explicarle su plan. Lo nico que saba ella era que deba seguirlo. Del resto se enterara abajo. Se oy el familiar chirrido del cabrestante. Mathias y Eric lucharon contra el peso, soltando la cuerda palmo a palmo, sudando por el esfuerzo. Amy se inclin sobre el agujero y vio cmo Jeff se suma en la oscuridad, cmo pareca empequeecerse a medida que se alejaba. Sigui vindolo durante ms tiempo del que haba previsto, como si se llevara la luz del sol a las profundidades. Su figura se volvi brumosa, como la de un fantasma, pero ella sigui vindolo aun cuando habra debido desaparecer por completo. Jeff no le devolvi la mirada, no alz la cara hacia ella ni una sola vez, sino que mantuvo los ojos fijos abajo, hacia el fondo del pozo. Ya casi estamos dijo Mathias con voz tan baja que era imposible saber a quin se diriga; quizs a s mismo. Amy se volvi, lo mir y ech una ojeada al cabrestante. La cuerda casi se haba acabado; faltaban slo un par de vueltas. Cuando volvi a mirar al pozo, Jeff haba desaparecido. La cuerda descenda en la oscuridad, balancendose ligeramente mientras se desenrollaba, y ella ya no alcanzaba a ver la punta. Venci el impulso de llamar a Jeff, luchando contra la sensacin de que haba desaparecido de verdad, y no slo de su vista. El cabrestante dej de chirriar por fin. Eric y Mathias se unieron a Amy junto al agujero y los tres miraron hacia abajo. Todo bien? grit Mathias. Subid la cuerda respondi Jeff. Su voz son lejana, llena de ecos, diferente. Mathias volvi a enrollar la cuerda, que sin peso subi muy rpido y con un chirrido diferente, ms agudo, un sonido espeluznante, curiosamente parecido a una risa. Amy sinti escalofros y se abraz. Di que no pens. Puedes hacerlo. Dilo sin ms. Pero Eric le estaba pasando el lazo, ayudndola a meterse dentro, y ella an no haba hablado. No es tan difcil se dijo. Ya lo hiciste una vez. Por qu no ibas a poder hacerlo de nuevo? Y con estas palabras en la cabeza dio un paso al vaco y se balance en el aire durante unos segundos antes de empezar el lento descenso hacia las profundidades. De da era diferente. Mejor en algunos sentidos; peor en otros. Se vea mejor, por supuesto: vio el pozo, con las piedras y las maderas empotradas en la pared, la enredadera brotando aqu y all en forma de largas y serpenteantes hebras, como festivas guirnaldas. Pero, a su vez, la luz acentu la sensacin de trnsito, de que al bajar estaba cruzando una frontera, pasando de un mundo a otro. Era una sensacin opresiva. El da convirtindose en noche; la visin, en ceguera; la vida, en muerte. Mirar hacia arriba tampoco fue buena idea; slo empeor las cosas, pues incluso a una profundidad relativamente escasa, la luz se le antoj increblemente lejana. Y al igual que Jeff haba parecido empequeecerse mientras descenda, ahora daba la impresin de que el pozo se encoga, amenazando con cerrarse del todo, como una boca devorndola, atrapndola en la tierra. Se cogi con fuerza de la cuerda y se concentr en respirar ms despacio, tratando de tranquilizarse. La cuerda estaba hmeda; Amy supuso que por el sudor de Jeff. O quiz por el suyo.
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Comenz a balancearse de un extremo al otro del pozo, casi tocando las paredes, y trat de detenerse, pero fue peor, y sinti las tripas revueltas como si estuviera viajando en barco. Todava tena sabor a vmito en la boca y esto no ayud; hizo que pareciera an ms posible, a pesar de su estmago vaco, que vomitase all mismo, salpicando a Jeff, que la esperaba abajo. Cerr los ojos. Misteriosamente, la sensacin pas. El aire se volva cada vez ms fresco, incluso fro. Amy lo haba olvidado; si lo hubiese recordado, se habra puesto un suter robado de las mochilas de los arquelogos. Aunque todava sudaba, ahora empez a temblar. Saba que eran los nervios y el miedo. El chirrido continu. Cuando volvi a abrir los ojos, vio a Jeff, aunque indistintamente. Estaba y no estaba all. Era como mirarlo debajo del agua, o a travs del humo. Amy no alcanzaba a verle la cara, pero haba algo en su postura que la convenci de que le sonrea. A su pesar a pesar del miedo, el sudor, los escalofros y la sensacin de malestar general, le devolvi la sonrisa. Toc el fondo del pozo con los pies. La cuerda se afloj y el chirrido ces. Fue extrao, pero el sbito silencio la llen de pnico y sinti una opresin en el pecho. Bueno dijo, slo por or su voz, por romper aquella escalofriante quietud. Aqu estamos. Jeff la ayud a quitarse el lazo de cuerda. Es increble! exclam. No te parece increble? A qu profundidad crees que estamos? Amy no pudo responder, demasiado sorprendida por la emocin y el placer que not en la voz de su novio. Se dio cuenta de que Jeff estaba disfrutando. A pesar de todo lo que haba ocurrido durante las ltimas veinticuatro horas, era capaz de sentir satisfaccin. Era como un nio con pasiones de nio: las delicias ilcitas de las cosas subterrneas, como las cuevas, los escondites y los tneles secretos. Ms profundo de lo que he estado en mi vida aadi. Sin duda alguna. Treinta metros, tal vez? Jeff dijo ella. Era extrao, estaban a oscuras, pero tambin haba luz. O un vestigio, un remanente de la luz procedente de arriba. Conforme sus ojos se fueron adaptando a la oscuridad, Amy empez a ver cada vez mejor: las paredes, el suelo y la cara de Jeff. Vio que la miraba con expresin de intriga. Qu pasa? pregunt. Busquemos el telfono, vale? Jeff asinti con la cabeza. Vale. Amy vio que se acuclillaba y preparaba la antorcha. Le quit el tapn al tequila y derram el lquido sobre el nudo de ropa lentamente, para que se empapase bien. Se tom su tiempo: ech un chorrito, hizo una pausa y ech otro chorrito. Amy poda oler el tequila; estaba tan vaca hambrienta, sedienta, cansada, que el olor bast para que se sintiera ligeramente borracha. Vio una bamba y un calcetn en el suelo del pozo, varios palmos a la derecha de Jeff, y tard unos minutos en darse cuenta
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de que pertenecan a Pablo. Los haban olvidado la noche anterior, con las prisas, y ya estaban cubiertos por una fina pelusilla verde. Amy estuvo a punto de agacharse y recogerlos, pensando que Pablo los querra, pero entonces se detuvo, sintindose idiota. Y tambin culpable, porque haba esbozado una sonrisa morbosa. Desde luego, Pablo no volvera a necesitar zapatos ni calcetines. Nunca ms. Anoche haba una pala ah dijo, y se sorprendi de sus propias palabras. No lo haba pensado antes, ni siquiera pens en la desaparicin de la pala hasta que se oy mencionarla. Seal la pared del fondo, donde haba estado apoyada la herramienta. Ya no estaba all. Jeff se volvi y sigui la direccin de su dedo. Ests segura? pregunt. Amy asinti. Era de esas que se pliegan. Jeff mir hacia all durante unos segundos antes de volver a concentrarse en la antorcha. Puede que se la llevara. Quin? La planta. Por qu? Hace un rato, Mathias y yo intentamos cavar un hoyo con una piedra y una piqueta de la tienda. Para hacer una letrina y un pozo donde destilar la orina. Quiz no quieran que lo hagamos. Amy no respondi. Haba tantas cosas cuestionables en esas palabras que experiment algo parecido al pnico y un zumbido en los odos. No saba por dnde empezar. Sugieres que es capaz de ver? Qu os vio cavando? Jeff se encogi de hombros. Ha de tener algn medio para percibir las cosas. De lo contrario, cmo iba a extenderse para coger el pie de Pablo, como hizo hace un rato? Feromonas pens Amy. Reflejos. No quera que la planta fuese capaz de ver, la sola idea la horrorizaba; deseaba que sus acciones fueran automticas, preconscientes. Y puede comunicarse? pregunt. Jeff termin de usar la botella y la tap. La ropa ya estaba saturada de tequila. A qu te refieres? Te vio cavando arriba y avis a las plantas de aqu abajo para que escondieran la pala. La idea era tan absurda que estuvo a punto de echarse a rer. Pero algo, ese zumbido en la cabeza, le impidi hacerlo. Supongo respondi Jeff. Y piensa? Seguro. Pero Arranc los letreros. Cmo iba a hacerlo si no? Es una planta, Jeff. Las plantas no ven. No se comunican. No piensan. Anoche haba una pala ah? Seal la pared del pozo. Creo que s. Yo
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Dnde est ahora entonces? Amy call. No poda responder. Si alguien se la llev, no es lgico pensar que fue la enredadera? Antes de que pudiera responder, el pitido empez a sonar otra vez. Proceda de la galera que se abra hacia la izquierda. Jeff encendi una cerilla y la acerc al nudo de ropa. El alcohol pareci atrapar la cerilla, absorber su luz con un sonido de aleteo, y alrededor de la antorcha apareci una nube de fuego azul claro. Jeff levant la antorcha y la puso delante; emita un resplandor dbil, tenue, que pareca a punto de extinguirse en cualquier momento. Amy supo que no durara. Rpido dijo Jeff, sealando hacia la galera. El sonido continu ya iba por el tercer pitido, y los dos avanzaron con rapidez, impacientes por encontrarlo antes de que volviera a parar. Cinco pasos largos y entraron en la galera, donde soplaba una continua brisa fresca que sacudi ligeramente la antorcha en la mano de Jeff. Por un momento Amy sinti miedo de dejar atrs el pequeo cuadrado de cielo azul; ahora el techo era lo bastante bajo para que Jeff tuviera que agacharse. La oscuridad pareca oprimirlos, constreirlos un poco ms a cada paso, como si las paredes y el techo de la galera se movieran hacia dentro. Curiosamente, en aquel lugar la enredadera creca por todas partes, cubriendo todas las superficies disponibles. Les llegaba a la rodilla y colgaba del techo, rozando la cara de Amy, que si no hubiese estado desesperada por encontrar el mvil, habra dado media vuelta y huido despavorida. Son un cuarto pitido, siempre por delante de ellos, atrayndolos ms y ms adentro. Amy advirti que ms adelante haba una pared; a pesar de no haberla visto an, a pesar de la oscuridad, supo que la galera terminaba a unos nueve metros de all. El pitido produca una especie de eco, pero incluso as le pareci evidente que el telfono estaba contra la pared del fondo, en el suelo, escondido entre las plantas. Ahora casi corra; la ansiedad por encontrar el telfono antes de que parase de sonar se uni al terror que le infunda aquel lugar, y la combinacin de las dos cosas la empuj a seguir. Jeff avanzaba ms despacio, con cautela. Amy lo estaba dejando atrs, con la antorcha, mientras la enredadera le rozaba el cuerpo suavemente, acaricindola, casi apartndose para dejarla pasar. Espera dijo Jeff, y se detuvo en seco, levantando la antorcha para ver mejor. Amy no le hizo caso; lo nico que quera era llegar, coger el telfono y largarse. Ahora poda ver la pared, o algo por el estilo: una sombra, un obstculo, delante de ella. Amy dijo Jeff, ahora en voz ms alta, y su voz retumb contra la pared del fondo. La joven titube, afloj el paso y se volvi a medias, y entonces se dio cuenta de que la enredadera se mova y sa era la causa del sentimiento de opresin; no era slo la creciente oscuridad, ni la galera que se estrechaba. No; eran las flores. Las flores que colgaban del techo, de las paredes, que brotaban del suelo, estaban movindose, abrindose y cerrndose como bocas diminutas. Al percatarse de esto, Amy estuvo a punto de parar. Pero entonces el telfono son por quinta vez, atrayndola; saba que no habra muchos pitidos ms. Y estaba cerca;
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contra la pared, supuso. Lo nico que tena que hacer era arrodillarse y Amy! grit Jeff, sobresaltndola. Se mova otra vez, corriendo hacia ella con la antorcha en la mano. No Est aqu mismo dijo Amy, y dio otro paso. Era una tontera, pero quera ser ella quien lo encontrase. Est Para! grit Jeff. Y antes de que ella pudiera responder, Jeff apareci a su lado, la cogi del brazo y tir, obligndola a retroceder. Amy sinti su cara junto a la suya, percibi su calor, le oy murmurar: No hay ningn telfono. Qu? pregunt ella, confundida. Justo entonces son el sexto pitido, que pareca venir de entre las ramas, a un paso de ellos. Amy trat de soltarse. Est Jeff tir de ella con brusquedad, hacindole dao. Se inclin y le susurr al odo. Es la enredadera. Las que emiten el sonido son las flores. Amy neg con la cabeza. No le crea. No quera creerle. No. Est Jeff se inclin y acerc la antorcha a la masa de plantas que se alzaba ante ellos. Los zarcillos temblaron, apartndose del fuego, creando una abertura en el centro. Se movan con tanta rapidez que parecan silbar. Jeff se acuclill y acerc las llamas a lo que debera ser el suelo pero era en realidad un oscuro vaco, y la corriente se intensific de repente, agitando el cabello de Amy, confundindola. Ahora Jeff sacuda la antorcha de un lado a otro, agrandando el agujero que haba hecho, y Amy an tard unos segundos en comprender qu era lo que estaba viendo, aquella oscuridad, por qu no haba suelo. Era la boca de otro pozo, que la enredadera haba ocultado de la vista. Entonces entendi que era una trampa. Los haban estado atrayendo para que cayesen al vaco. Se oy un chasquido semejante a un latigazo y un zarcillo se enroll alrededor de la empuadura de la antorcha, arrancndosela a Jeff de la mano. Amy la vio caer, titilando, a punto de apagarse, aunque segua encendida cuando choc contra el fondo, unos diez metros ms abajo. Entonces vio un resplandor blanco Huesos, pens y algo parecido a una calavera mirndola desde las profundidades. La pala tambin estaba all, junto a una masa retorcida d zarcillos, algo parecido a un nido de serpientes apartndose de la pequea antorcha que arda en su centro. Luego las llamas temblaron, se atenuaron y por fin se apagaron. Todo qued oscuro, terriblemente oscuro, mucho ms de lo que Amy habra credo posible. Por un instante, lo nico que oy fue la respiracin de Jeff a su lado y el suave tamborileo de su propio corazn, pero entonces reapareci el zumbido, ahora ms alto y penetrante, e incluso antes de que la cogieran supo que el sonido proceda de la enredadera. Los zarcillos parecan brotar de todas partes a la vez, de las paredes, del techo, del suelo, y se le enroscaban alrededor de los brazos, las piernas e incluso el cuello, arrastrndola hacia el pozo. Amy grit y luch por escapar, tirando de las ramas, pero cuando consegua liberar una extremidad, de inmediato le cogan otra. La enredadera no tena fuerza suficiente para vencerla de esta manera se rompa con excesiva facilidad, quemndole la piel con su savia, pero cada vez haba ms zarcillos. Amy se dio la vuelta y continu gritando,
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ahora presa del pnico y tan desorientada que no saba en qu direccin estaba la salida y en cul la entrada de la galera. Jeff? llam, y entonces sinti que su mano tiraba de ella y se dej llevar, lo sigui mientras los zarcillos los golpeaban a ambos, atenazndolos, quemndolos, arrastrndolos. Jeff grit algo, pero ella no le entendi. La llevaba hacia atrs, y ambos tropezaban constantemente, cayendo el uno sobre el otro mientras avanzaban a gatas entre los zarcillos que intentaban detenerlos. Cuando por fin pudieron levantarse, vieron un tenue resplandor y corrieron hacia l, Jeff tirando del brazo de Amy, hasta que los zarcillos quedaron atrs, de nuevo inmviles y silenciosos. Amy vio el lazo en el extremo de la cuerda. Y ms arriba, la pequea ventana de cielo. Cuando ech la cabeza atrs, para mirar hacia arriba, distingui las cabezas de Eric y Mathias. Jeff? dijo Mathias. Jeff no se molest en responder. Miraba por encima del hombro hacia la boca de la galera, donde ahora slo haba oscuridad y la continua corriente de aire, pero l pareca incapaz de apartar los ojos de all. tate la cuerda dijo. Amy not que estaba casi sin aliento. Ella tambin estaba agitada, as que permaneci junto a Jeff durante unos segundos, tratando de recuperarse. Jeff se agach y destap la botella de tequila. Recogi el calcetn de Pablo y lo moj con el licor. Qu haces? susurr Amy. En la oscura boca de la galera se oy un sonido como de alguien movindose, casi inaudible al principio, pero luego cada vez ms fuerte. Jeff empez a meter el calcetn por el pico de la botella, empujndolo con el dedo ndice. Aquel ruido iba aumentando de volumen, y aunque an era demasiado suave para identificarlo, sonaba curiosamente familiar, como alguien barajando unas cartas; era extrao, horripilante, casi humano. Deprisa, Amy. Ella no rechist; cogi la cuerda y pas la cabeza y los brazos por el lazo. Jeff? repiti Mathias. Sbela! Amy mir hacia arriba. An poda ver las cabezas, observndola desde el rectngulo de cielo. Aunque saba que no podan verla en la oscuridad. Vio que Mathias haca bocina con las manos: Qu ha pasado? grit. Jeff trasteaba con las cerillas. Ahora! grit. El sonido aumentaba de volumen segundo a segundo, y al mismo tiempo se iba haciendo ms familiar. Amy saba lo que era; la informacin estaba en la cabeza, aunque todava fuera de su alcance. No quera or ese ruido ni descubrir qu era. La cuerda se sacudi y el chirrido comenz de nuevo, descendiendo hacia ella, tapando el otro sonido, el que se resista a reconocer, y empez a subir, a elevarse en el aire, con los pies balancendose por encima del suelo. Jeff ni siquiera la mir. Sus ojos iban de la caja de cerillas a la oscuridad, el origen del sonido que continuaba
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aumentando de volumen, como empeado en seguirla hacia la luz, en capturarla, en arrastrarla de nuevo hacia abajo. Amy vio que Jeff sacuda la mano y encenda una cerilla. La acerc al calcetn de Pablo y el tequila ardi de inmediato, con la misma llama de color azul claro que haba producido la antorcha. Jeff se levant y sostuvo la botella a un lado durante unos segundos, para cerciorarse de que no se apagara. Luego la arroj a la galera como si fuera una granada. Amy la oy estallar, y de la boca del pozo sali una llamarada que ilumin an ms a Jeff. Un cctel molotov, pens. Se extra de haberlo reconocido; imagin a los polacos arrojndolos con impotencia a los tanques rusos, un gesto desesperado e intil. Debajo de ella, Jeff estaba totalmente inmvil, mirando hacia la galera; el fuego ya se extingua y ella continuaba subiendo sin pausa. Saba que pronto, muy pronto, lo perdera de vista por completo. Las llamas habran debido detener ese ruido horrible, el ruido que reconoca aunque no quisiera admitirlo, y al principio lo hizo, pero luego el sonido empez de nuevo, y aunque esta vez era ms suave, pareci envolverla. Amy tard unos instantes en darse cuenta de que ya no proceda slo de abajo; ahora sala tambin de arriba y de los lados. Jeff estaba desapareciendo de la vista, el fuego se apagaba y las sombras lo reclamaban, y cuando Amy alz los ojos para ver cunto le faltaba para llegar, un pequeo movimiento atrajo su mirada y la cautiv. Eran las plantas que colgaban de las paredes del pozo, ms plidas y endebles que sus hermanas de arriba. Sus florecillas se abran y se cerraban. Amy se dio cuenta de que eran ellas las que producan aquel sonido horrible ahora mucho ms suave, insidiosamente suave, el sonido que ya no tena ms remedio que reconocer y que supuso se oira en toda la colina. Se ren, pens. Tras sacarlos a los dos del pozo, no supieron qu ms hacer. Jeff se haba quedado sin planes, para variar. Pareca aturdido por lo que haba visto all abajo. Llevaron a Pablo de nuevo al cobertizo, se sentaron juntos todos menos Stacy, que segua al pie de la colina esperando a los griegos y se pasaron la garrafa de agua. Cuando Jeff la cogi para beber el sorbo convenido, Eric not que le temblaban las manos, y sinti un extrao placer. A l haca tiempo que le temblaban, as que se alegr de no ser el nico. Las desdichadas desdichas del desdichado, pens. Por alguna razn no consegua quitarse estas palabras de la cabeza, y a cada rato tena que contenerse para no pronunciarlas en voz alta. Se rean de nosotros murmur Amy. Nadie respondi. Mathias tap la garrafa, se levant y regres a la tienda. Nada ms salir, Jeff les cont que las plantas haban imitado el timbre del telfono mvil con el fin de tenderles una trampa, e incluso este engao, con sus aterradoras connotaciones, haba reconfortado a Eric hasta cierto punto. Porque ahora entenderan; ahora que haban sido testigos del poder de la enredadera, le creeran cuando deca que sta segua dentro de su cuerpo, creciendo, devorndolo desde el interior. Porque todava la senta, desde luego; no poda evitarlo. Tena la sensacin de que una cosa pequea, parecida a un gusano, se mova en
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su pierna, enterrndose en la carne junto a la espinilla, hurgando y masticando. Pareca avanzar hacia el pie. Ms arriba, en el pecho, no senta movimientos sino una presin constante, imposible de ignorar. Eric imaginaba que all, justo debajo de las costillas, haba una especie de vaco, una cavidad natural del cuerpo que la planta intentaba ocupar, enroscndose mientras creca, empujando los rganos, exigiendo ms y ms espacio con cada segundo que pasaba. Pensaba que si se haca un corte all, aunque slo fuera una incisin diminuta, la planta se asomara, saldra a la luz, manchada de su sangre, como un terrorfico recin nacido, retorcindose y contorsionndose, con las flores abrindose y cerrndose, una docena de pequeas bocas pidiendo comida. Pablo gimi fue algo parecido a una palabra, como si llamase a alguien, pero cuando se volvieron hacia l comprobaron que segua inmvil y con los ojos cerrados. Suea, pens Eric, aunque enseguida fue consciente de que era algo peor, mucho peor. El delirio, el tropezn previo a la cada. Soar, delirar, morir No deberamos darle un poco de agua? pregunt Amy. Eric not algo extrao en su voz. Deben de temblarle las manos a ella tambin, pens. Nadie respondi. Miraron a Pablo en silencio durante un rato, esperando que se moviera o abriese los ojos, pero no hizo ninguna de las dos cosas. Slo se oa el gorgoteo hmedo y viscoso de su respiracin. Eric record una maana lejana en que haba despertado al or a alguien arrastrando muebles de un extremo al otro de la habitacin de arriba. l estaba de visita en casa de un amigo, durmiendo en el sof. Curiosamente, no consegua acordarse del nombre del amigo en cuestin. An poda ver las botellas de cerveza en la mesa de centro, oler el tufillo a moho de la almohada que le haban dado y or el ruido de los muebles que empujaban en el piso de arriba, pero estaba tan cansado, sediento y hambriento que no recordaba quin lo haba alojado. Sin embargo, aquel ruido era el mismo que oa ahora, no le caba la menor duda; la respiracin de Pablo sonaba exactamente igual que una mesa arrastrada por el suelo de madera. Amy insisti: No ha bebido nada desde Est inconsciente la interrumpi Jeff. Cmo quieres que le demos agua? Amy call, enfurruada. Uno a uno dejaron de mirar a Pablo: cerraron los ojos, o giraron la cabeza. Eric pase la mirada por el claro, ociosamente, hasta que la pos en el cuchillo, abandonado junto al cobertizo. La hoja estaba opaca por la sangre de Pablo, manchada de punta a punta. No se encontraba muy lejos; para alcanzarlo, Eric slo necesit moverse un par de palmos hacia la izquierda, inclinarse, estirarse y listo, ya lo tena en la mano. El mango estaba caliente por el sol, un calor reconfortante, un indicio de que haba hecho bien al cogerlo. Trat de limpiar la hoja con la camiseta, pero la sangre se haba secado y no sala. Eric estaba tan deshidratado que slo despus de mover la lengua durante un rato junt saliva suficiente para escupir. Pero no le sirvi de mucho; en cuanto empez a restregar la hoja, su camiseta tan carcomida por la pelusilla verde de la enredadera que
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estaba casi transparente, como si fuera de gasa comenz a convertirse en jirones. No importaba. Lo que menos le preocupaba era el riesgo de infeccin. Se inclin y se hizo un corte de unos ocho centmetros en la pierna, a la izquierda de la espinilla, a unos milmetros de la incisin que le haba practicado Mathias por la maana. Le doli, por supuesto, sobre todo porque tuvo que hundir el cuchillo en el msculo, separando la carne con el filo para buscar el minsculo trozo de planta que saba que estaba ah. Fue un dolor intenso estentreo, pens, pero a la vez curiosamente reconfortante: lo anim, le aclar la cabeza. La sangre se acumul primero en la hendidura y luego comenz a salpicar, a chorrear por la pierna, impidindole ver, as que meti el dedo ndice de la otra mano en la herida y escarb, buscando a tientas, y ahora el dolor fue como un hombre subiendo las escaleras corriendo, saltando peldaos. Los dems lo miraban, demasiado sorprendidos para hablar. A pesar del dolor, la sensacin de que tena un gusano dentro no desapareci. Eric senta cmo esa cosa se mova, huyendo de su dedo. De nuevo empez a escarbar con el cuchillo, cortando ms hondo, hasta que Jeff se levant y corri hacia l. Eric levant los ojos mientras la sangre que le caa a chorros por la pierna empezaba a acumularse otra vez en el zapato. Esperaba comprensin, un ofrecimiento de ayuda, as que se qued atnito al ver la cara de furia e impaciencia de Jeff. ste le arrebat el cuchillo de las manos. Para dijo, arrojando al suelo el cuchillo, que se desliz por la tierra . No seas imbcil. Se hizo un silencio. Eric se volvi hacia los dems, esperando que alguien lo defendiera, pero todos eludieron su mirada, y sus caras reflejaban la misma desaprobacin que la de Jeff. No te parece que ya tenemos suficientes problemas? continu Jeff. Eric hizo un gesto de impotencia, sealndose la espinilla ensangrentada con las ensangrentadas manos. Est dentro de m. Lo nico que vas a conseguir es una infeccin. Es lo que quieres? Que se te infecte la pierna? No es slo la pierna. Tambin la tengo en el pecho. Eric se apoy la palma de la mano en el sitio donde senta aquel dolor sordo, y le pareci que la planta le responda empujando sutilmente hacia fuera. Dentro de ti no hay nada, entiendes? pregunt Jeff con una voz tan severa como su expresin, llena de frustracin y cansancio. Te lo ests imaginando todo, y tienes que parar de una puta vez. Con esas palabras dio media vuelta y regres al centro del claro. Comenz a pasearse de un lado a otro mientras todos lo miraban. Pablo segua empujando esa pesada mesa por el suelo de madera, y de repente en la cabeza de Eric apareci el nombre de Mike O'Donnell. se era el amigo: pelirrojo, con los dientes separados, jugador de lacrosse. Se haban conocido en el instituto, pero luego fueron a facultades diferentes y terminaron distancindose. Mike viva en un edificio viejo de Baltimore, y Eric pas un fin de semana all. Fueron a ver un partido de los Oriole, pero le haban comprado las entradas a un revendedor y al final no vieron ni
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torta. Todo esto haba ocurrido haca dos o tres aos, pero ahora pareca increblemente lejano, como si hubiese sucedido en una vida diferente a la que viva aqu, sentado en el pequeo claro, oyendo el espantoso chirrido de la respiracin de Pablo Soar, delirar, morir, deseando meterse el dedo de nuevo en la herida, pero contenindose, dicindose no est ah y tratando de crerselo. Jeff dej de pasearse. Alguien debera ir a sustituir a Stacy dijo. Nadie se movi ni habl. Jeff mir primero a Amy y luego a Mathias. Ninguno de los dos le devolvi la mirada. Ni siquiera se molest en mirar a Eric. Vale dijo por fin, con un gesto desdeoso con el que pareci expresar su desprecio hacia los tres, hacia su apata, su abulia, su indefensin, y la expresin de disgusto de su cara pareci abarcarlo todo . Ir yo. Y sin otra palabra ni otra mirada, dio media vuelta y se march. Mientras empezaba a bajar por el sendero, Jeff cay en la cuenta de que deberan haber comido algo. Ya era ms de medioda. Deberan repartir los cuatro pltanos; cortarlos en partes iguales, masticarlos y tragarlos, y llamar a eso almuerzo. La cena sera la naranja, y tal vez algunas uvas; eran los alimentos perecederos, los que ya empezaban a estropearse con el calor. Y despus? Las galletas saladas, los frutos secos, las barritas proteicas. Cunto duraran las provisiones? Un par de das ms, supuso Jeff; luego empezara el ayuno, el hambre. Pero no tena sentido preocuparse por eso ahora, puesto que no poda hacer nada para cambiar la situacin. Fantasear y rezar era lo nico que les quedaba por hacer, y para Jeff, fantasear y rezar equivala a no hacer nada. Debi llevarse el cuchillo. Eric seguira cortndose, a menos que los dems lo detuvieran, y Jeff no confiaba en que Amy y Mathias fueran capaces de detenerlo. Estaba perdindolos; lo saba. Haban pasado slo veinticuatro horas y ya se comportaban como vctimas: encorvados, con la mirada perdida Hasta Mathias pareca haberse dado por vencido en el transcurso de la maana; se haba vuelto pasivo, y Jeff lo necesitaba activo. Debi darse cuenta de lo del telfono mvil; debi prever que los acontecimientos tomaran ese curso, o que pasara algo por el estilo. No estaba pensando con tanta lucidez como deba, y saba que eso slo poda acarrear problemas. La enredadera pudo devorar la cuerda, pero no lo hizo. La dej intacta en el cabrestante, lo que significaba que quera que volvieran al fondo del pozo, y Jeff debi percatarse de ello, entender que slo poda significar una cosa: que el silbido era una trampa. La planta poda moverse e imitar sonidos, no slo el de un telfono, sino tambin el canto de los pjaros. Porque tuvo que ser la enredadera la que alert a los mayas de su intento de fuga de la noche anterior, y tambin tendra que haberse dado cuenta de eso. Estaba volvindose descuidado. Estaba perdiendo el control, y no saba cmo recuperarlo. Vio a Stacy sentada debajo de la sombrilla, mirando hacia el claro, los
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mayas y la selva. No le oy venir ni se volvi para saludar, y Jeff no entendi por qu hasta que lleg a su lado. Estaba sentada con las piernas cruzadas, inclinada hacia delante, con la sombrilla apoyada en el hombro, los ojos cerrados y la boca entreabierta, profundamente dormida. Jeff la mir durante casi un minuto, con los brazos en jarras. La furia que lo embarg por la negligencia de la chica pas enseguida; estaba demasiado cansado para alimentarla. En la prctica, habra dado casi igual, y Jeff lo saba. Si los griegos hubieran llegado y la hubiesen visto all sentada, la habran despertado con tiempo suficiente para que ella los detuviera. Pero lo ms importante era que los griegos no haban llegado y con toda probabilidad no llegaran nunca. As que no haba lugar para enfados, y el que sinti vino y se fue como un escalofro. La sombrilla estaba del lado equivocado, as que el crculo de sombra slo cubra la mitad superior de Stacy, dejndole el regazo y las piernas expuestos a la luz del sol del medioda. Dentro de las sandalias manchadas de barro, los pies se haban quemado hasta el tobillo y ahora eran del color rojo vivo de la carne cruda. Ms tarde se llenaran de ampollas y se despellejaran, un proceso doloroso. De tratarse de Amy, aquello habra sido motivo de innumerables quejas, o incluso lgrimas, pero Jeff saba que Stacy no lo notara apenas y ni siquiera lo mencionara. Esa especie de desconexin con su cuerpo formaba parte de su actitud soadora. Jeff no poda evitar compararla con Amy. Las haba conocido a las dos juntas, porque durante el primer ao de facultad vivan en la misma residencia estudiantil que l, en el piso de arriba. Un da subi a quejarse por un golpeteo y las encontr en pijama, acuclilladas junto a una pila de madera, con un martillo, unos clavos y unas instrucciones escritas en coreano. Era una estantera barata que Amy haba comprado por Internet, sin darse cuenta de que no vena montada. Termin montndola Jeff, y en el proceso se hicieron amigos. Durante una temporada ni siquiera haba quedado claro a cul de las dos cortejaba Jeff, y ahora supona que por eso le costaba tanto dejar de compararlas, de sopesar las diferencias. Al final, Amy lo conquist con su personalidad a pesar de las quejas, era mucho ms seria, ms sensata y de fiar que Stacy, pero desde un punto de vista puramente fsico, Stacy siempre haba sido la favorita. Haba algo en sus oscuros ojos, en la forma en que lo miraba a uno de repente, con una expresin que no ocultaba nada, casi dolorosamente franca. Tambin era cautivadora y sensual, mientras que Amy slo era bonita. Durante una breve temporada, poco despus de que l y Amy empezaran a salir en serio, Jeff haba acariciado la fugaz y morbosa fantasa de vivir una aventura con Stacy. Porque lo que pas en la playa con Don Quijote no era un hecho aislado. Stacy haca esas cosas a menudo. Era promiscua de una forma pcara e inocente, casi a pesar de s misma. Le gustaba besar a jvenes desconocidos, tocar y que la tocasen, sobre todo si haba bebido antes. Eric estaba al corriente de alguno de estos episodios, pero no de todos. Discutan por ello, gritando e insultndose mutuamente con agresividad, y Stacy siempre acababa haciendo promesas llorosas, aparentemente sinceras, que indefectiblemente rompa, a veces pocos das despus. Era extrao que Jeff recordase estas cosas ahora, sobre todo la fantasa de adulterio,
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cuando no consegua recordar cmo haba surgido. Ni por qu. Ahora pareca muy lejana. Lo curioso sobre Stacy era que tena un aire sorprendentemente infantil, a pesar del erotismo que exudaba. En parte se deba a su personalidad su tendencia a huir, el hecho de que prefiriese el juego y las fantasas a cualquier cosa semejante al trabajo, pero haba tambin un componente mucho ms fsico, algo en los rasgos de su cara y en la forma de su cabeza, que era notablemente redonda y un poco grande en relacin con el cuerpo, una cabeza ms de nia que de mujer. Jeff dudaba de que fuera a cambiar. Incluso si sala con vida de aquel lugar, si llegaba a convertirse en una anciana arrugada, encorvada y temblorosa, seguira conservando aquella cualidad. Una cualidad acentuada ahora, por supuesto, por su aire de indefensin mientras dorma profundamente. No debera estar aqu, pens Jeff. Las palabras aparecieron solas en su cabeza, sobresaltndolo. Era verdad, desde luego: ninguno de ellos debera estar all. Pero estaban all, y cada vez pareca ms evidente que no llegaran a pisar otro sitio. l haba tenido la idea del viaje a Mxico y tambin la de acompaar a Mathias en la bsqueda de Henrich. Acaso esas palabras se referan a eso? Eran una forma sutil de atribuirle la responsabilidad? La enredadera haba echado races en las sandalias de Stacy, colgaba del cuero como una guirnalda, y mientras pensaba en ello, Jeff se agach para arrancar los zarcillos. Stacy despert al sentir su contacto y se levant rpidamente, con torpeza, dejando caer la sombrilla. Estaba asustada. Qu pasa? pregunt, casi gritando. Jeff trat de tranquilizarla con gestos, y la hubiese tocado cogido de la mano, abrazado si ella no hubiera retrocedido, ponindose fuera de su alcance. Te dormiste dijo. Stacy se llev la mano a la frente, a modo de visera, y trat de orientarse. Jeff not que la enredadera tambin haba echado races en la ropa de la chica. Un zarcillo largo colgaba de la pechera de la camiseta y otro de la pernera izquierda del pantaln, enroscndose alrededor de la pantorrilla. Jeff se agach, cogi la sombrilla y se la ofreci. Ella la mir como si le costase reconocerla, como si no supiera qu era ni para qu serva, pero al final la cogi y se la apoy en el hombro. Retrocedi otro paso. Es como si tuviera miedo de m, pens Jeff con un asomo de irritacin. Seal hacia la cima. Ya puedes volver. Stacy no se movi. Levant el achicharrado pie y se rasc con aire distrado. Se rea dijo. Jeff se limit a mirarla. Saba qu quera decir, pero no cmo responder. Haba algo en Stacy, en este encuentro con ella, que le haca tomar conciencia de su cansancio. Reprimi un bostezo. Stacy seal alrededor. La planta. Jeff asinti con la cabeza. Bajamos de nuevo al pozo. Para buscar el telfono.
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La expresin de Stacy cambi radicalmente en un instante. Su postura y el tono de su voz tambin cambiaron, animados por la esperanza. Lo encontrasteis? Jeff neg con la cabeza. Era una trampa. La que haca el ruido era la enredadera. Se sinti como si le hubiera pegado, porque el efecto de sus palabras fue dramtico. Stacy se encorv y su cara empalideci y se volvi mustia. O cmo rea toda la colina. Jeff asinti. Imita cosas. Y puesto que ella pareca necesitar apoyo, aadi enseguida: Es algo que ha aprendido. No es una risa verdadera. Me qued dormida. Stacy pareca sorprendida, como si hablara con otra persona. Tena mucho miedo. Estaba Sacudi la cabeza, incapaz de encontrar las palabras idneas, y luego termin en voz baja: No entiendo cmo me dorm. Ests cansada. Todos estamos cansados. Se encuentra bien? pregunt Stacy. Quin? Pablo. Est? Titube de nuevo, otra vez buscando las palabras adecuadas. Est bien? Fue extrao, pero Jeff tard unos instantes en entender de qu le hablaba. Le bastaba con mirar hacia abajo para ver las salpicaduras de sangre en sus tejanos y, sin embargo, tuvo que hacer un esfuerzo para recordar de quin era esa sangre y cmo haba llegado all. El cansancio, pens, pero saba que haba algo ms. Por dentro estaba huyendo, igual que sus amigos. Est inconsciente respondi. Y las piernas? Ya no las tiene. Pero sigue vivo? Jeff asinti. Y se recuperar? Ya veremos. Amy no te detuvo? Jeff neg con la cabeza. Se supona que iba a detenerte. Ya habamos terminado. Stacy call. Jeff not que empezaba a exasperarse, a impacientarse otra vez con ella. Quera que se marchara. Por qu no se iba? Adivin lo que iba a decir a continuacin, lo esperaba, y aun as se sinti desconcertado y ofendido cuando por fin lo dijo. Creo que no debiste hacerlo. Jeff hizo un movimiento brusco, como sacudindose las palabras. Es un poco tarde para eso, no? Stacy titube, pero sigui mirndolo. Luego, como a regaadientes, aadi: Quera decirlo. Para que lo supieras. Ojal hubiera votado que no. Que no quera que le cortasen las piernas. Jeff no supo cmo responder. Todas las opciones que se le ocurrieron eran inaceptables. Habra querido gritarle, cogerla por los hombros y sacudirla, abofetearla, pero eso slo le habra causado problemas. Todo el
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mundo pareca empeado en fallarle, en decepcionarlo; todos eran mucho ms dbiles de lo que jams habra imaginado. l slo intentaba hacer lo correcto, salvar la vida de Pablo, salvarlos a todos, y nadie era capaz de reconocerlo, y mucho menos de armarse de valor para ayudarle a hacer todas las cosas difciles que haba que hacer. Deberas volver dijo. Diles que te den un poco de agua. Stacy asinti, tirando del pequeo zarcillo que colgaba de su camiseta. Lo arranc, pero la tela se rasg, dejando un largo tajo. No llevaba sujetador, y Jeff le vio fugazmente el pecho derecho. Era sorprendentemente parecido al de Amy: el mismo tamao, la misma forma, pero con el pezn ms oscuro, color marrn, mientras que el de Amy era rosa muy claro. Desvi rpidamente los ojos y este gesto pareci adquirir vida propia, porque la inercia lo empuj a seguir volvindose y, sin quererlo, acab dndole la espalda. Mir a los mayas, al otro lado del claro. La mayora estaban tendidos a la sombra, en la linde de la selva, tratando de protegerse del calor. Algunos fumaban mientras conversaban y otros parecan dormir. Haban apagado el fuego, cubriendo el rescoldo con ceniza. Nadie les prestaba atencin ni a Stacy ni a l, y por un brevsimo instante Jeff tuvo la impresin de que podra cruzar el claro, pasar por entre los mayas y desaparecer bajo la sombra de los rboles sin que nadie hiciera nada para detenerlo. Pero saba que no era ms que una fantasa; le result fcil imaginar cmo cogeran las armas en cuanto diera un paso, el grito de advertencia y el sonido de los arcos al disparar, as que no sinti el impulso de intentarlo. Vio a uno de los nios que los haban seguido desde el poblado el da anterior; era el ms pequeo de los dos, el que iba sentado en el manillar de la desvencijada bicicleta. Estaba junto a los restos del fuego, tratando de aprender a hacer juegos malabares. Tena tres piedras del tamao de un puo y las arrojaba al aire una tras otra, esforzndose por conseguir ese fluido movimiento circular que los payasos practican con pelotas, espadas o antorchas encendidas. Pero el cro no tena ni de lejos la gracia de los payasos y dejaba caer las piedras constantemente, slo para recogerlas y volver a empezar de inmediato. Despus de una docena de repeticiones, se percat de que Jeff estaba mirndolo. Se gir y le devolvi la mirada, y tambin esto pareci convertirse en una especie de juego, un desafo, ya que ambos se negaban a apartar los ojos. No sera Jeff quien se rindiera, desde luego, pues estaba desfogando toda su frustracin y su furia en aquel encuentro, tan concentrado en l que apenas not que Stacy daba media vuelta y empezaba a alejarse, sus pisadas atenundose con cada segundo hasta fundirse, al fin, con el silencio. Stacy encontr a Amy y Eric en el claro, junto a la tienda. Amy estaba sentada en el suelo, de espaldas a Pablo, con las rodillas contra el pecho. Tena los ojos cerrados. Eric se paseaba de un lado a otro, y ni siquiera la mir cuando lleg. No haba seales de Mathias. La primera preocupacin de Stacy era la sed. Jeff me ha dicho que bebiera un poco anunci. Amy abri los ojos y la mir fijamente, pero no dijo nada. Eric tampoco. En el claro haba olor a comida y un crculo de holln donde
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Mathias haba encendido el fuego, y Stacy pens: Han cocinado. Despus record el motivo del fuego y mir a Pablo de soslayo; lo vio a medias debajo el cobertizo (los ojos hundidos, los brillantes muones de color rosa y negro) antes de retroceder, volverse hacia la tienda y huir. La puerta estaba abierta, as que Stacy se agach y entr rpidamente, dejando la sombrilla fuera. Sus pupilas tardaron unos instantes en adaptarse a la mortecina luz del interior. Mathias estaba acostado de lado sobre un saco de dormir. Tena los ojos cerrados, pero Stacy intuy que no dorma. Pas por su lado para ir al fondo de la tienda, donde se agach y cogi la garrafa de agua. La destap, bebi un largo trago y se sec la boca con el dorso de la mano. No le bast, por supuesto, ni la garrafa entera le habra bastado, y por unos instantes consider la posibilidad de beber otro sorbo. Pero saba que habra sido injusto la sola idea le hizo sentirse culpable, as que tap la garrafa. Cuando se volvi para marcharse, descubri que Mathias la estaba mirando con la expresin indescifrable de costumbre. Jeff ha dicho que poda dijo. Le preocupaba que el alemn pensara que estaba robando agua. Mathias asinti y continu mirndola en silencio. Est bien? susurr Stacy, sealando en la direccin de Pablo. Mathias tard tanto en responder que pareci que no iba a hacerlo. Al final sacudi lentamente la cabeza. A Stacy no se le ocurra qu ms decir. Dio otro paso hacia la puerta y se detuvo. Y t? pregunt. La cara de Mathias cambi, amagando una sonrisa que al final no se produjo. Por un instante, Stacy crey incluso que iba a rer, pero no lo hizo. Y t? pregunt l. Stacy neg con la cabeza. No. Y luego, nada: l continu mirndola con esa expresin casi ausente, la insinuacin de una jocosidad cansina que no terminaba de expresarse. Por fin, Stacy comprendi que Mathias estaba esperando que ella se marchara. Y eso fue lo que hizo: sali al sol y cerr la cremallera de la puerta. Eric continuaba pasendose. Stacy not que le sangraba la pierna de nuevo y estuvo a punto de preguntarle por qu, pero entonces se dio cuenta de que prefera ignorarlo. Dese que se metiera en la tienda con Mathias y se acostara un rato. Lo habra obligado, si hubiera sabido cmo. Con toda probabilidad, Jeff habra deseado que todos permanecieran en la tienda. A la sombra, descansando, conservando las fuerzas. Pero era como meterse en una trampa. Estabas encerrado, sin ver lo que pasaba ni lo que poda pasar. Stacy no quera quedarse all dentro, y supuso que los dems se sentiran igual. No entenda cmo poda soportarlo Mathias. Recuper la sombrilla y se sent en el suelo, a la derecha de Amy. Eric segua pasendose, con un hilo de sangre deslizndose por su pierna. La bamba produca un ruido de chapoteo cada vez que daba un paso. Stacy quera que parase, que se tranquilizase, y dedic unos instantes a ordenrselo mentalmente. Sintate, Eric pens. Sintate, por favor. No funcion, por supuesto; no habra funcionado aunque
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hubiese dicho las palabras en voz alta, aunque las hubiera gritado. Lo peor de estar en el claro no eran ni el sol ni el calor. Era el sonido de la respiracin de Pablo, que era intenso, ronco, extraamente irregular. A veces se detena durante unos segundos y Stacy, a su pesar, siempre acababa mirando hacia el cobertizo, pensando las mismas dos palabras: Ha muerto. Pero entonces, con un ronquido spero que siempre la sobrecoga, la respiracin del griego se reanudaba, aunque nunca antes de que ella se sintiera obligada a mirarlo de nuevo, a ver los brillantes muones cubiertos de ampollas, los ojos que se negaban a abrirse, el fino hilo de lquido marrn que brotaba de la comisura de su boca. Y tambin estaba la enredadera, desde luego. Verde, verde, verde dondequiera que mirase Stacy, all estaba ella. Trataba de convencerse de que era nicamente una planta, slo una planta, nada ms que una planta. Al fin y al cabo, ahora que no se mova ni emita sus espeluznantes carcajadas falsas, no pareca otra cosa. Era slo una bonita maraa de vegetacin, con las diminutas flores rojas y las hojas planas con forma de mano, absorbiendo la luz del sol, inofensivamente inerte. Eso era lo que hacan las plantas. No se movan ni se rean, porque no podan moverse, no podan rer. Pero Stacy fue incapaz de alimentar su fantasa. Era como sujetar un cubito de hielo y desear que no se derritiera; cuanto ms tiempo lo tuviera en la mano, menos quedara de l. Haba visto a la enredadera moverse, la haba visto meterse en la pierna de Eric y sorber el vmito de Amy, y tambin la haba odo rer La colina entera haba redo. Ahora no poda evitar sentir que los observaba mientras planeaba su prximo ataque. Se acerc un poco ms a Amy y coloc la sombrilla de manera que diera sombra para las dos. Cuando cogi la mano de Amy, le sorprendi lo hmeda que estaba. Tiene miedo, pens. Y volvi a formular la pregunta de rigor, la que le haba hecho a Mathias en la tienda: Te encuentras bien? Amy neg con la cabeza y se ech a llorar, apretando la mano de Stacy. Chsss murmur Stacy, tratando de calmarla. Tranquila. Le rode los hombros con un brazo y sinti que los gemidos de Amy se volvan ms profundos y su cuerpo comenzaba a estremecerse, a hipar. Amy le solt la mano y se sec la cara. Comenz a sacudir la cabeza como si no pudiera parar. Eric segua pasendose, absorto en su mundo, sin mirarlas siquiera. Stacy lo observ ir y venir por el pequeo claro. Finalmente Amy logr hablar: Estoy muy cansada murmur. Eso es todo. Estoy tan cansada Empez a llorar de nuevo. Stacy se qued a su lado, esperando a que se calmara. Pero no se calm. Al final, Stacy no pudo aguantar ms. Se levant y camin hacia el otro extremo de la cima, donde estaba la mochila de Pablo. La abri, sac una de las dos botellas de tequila que quedaban y regres con Amy, rompiendo el precinto por el camino. No saba qu otra cosa hacer. Se sent debajo de la sombrilla, bebi un largo y ardiente sorbo y le ofreci la botella a su amiga. Amy la mir fijamente, todava llorando, pestaeando rpidamente mientras se enjugaba las lgrimas con la mano. Stacy la vio
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dudar, y casi le pareci que iba a negarse, pero al final cedi. Cogi la botella, se la llev a los labios, ech la cabeza atrs y el tequila cay copiosamente en su boca, deslizndose hacia la garganta. Amy emergi a la superficie con un gemido, una mezcla de tos y sollozo. Eric se haba sentado inesperadamente al lado de ellas y tena la mano extendida. Amy le dio la botella. Y as pasaron la tarde, mientras el sol avanzaba despacio hacia el oeste. Sentados muy juntos en el pequeo claro rodeados por la gigantesca y enmaraada enredadera, las hojas verdes, las flores rojas, turnndose para beber de una botella de tequila cada vez ms vaca. Amy no tard en emborracharse. Empezaron despacio, pero no importaba. Tena el estmago tan vacio que el tequila pareca estar quemndola viva. Al principio se sinti roja, achispada, ligeramente mareada. Luego noto cierta falta de coordinacin en el habla y en el pensamiento, y al final lleg el cansancio. Eric ya se haba dormido a su lado, aunque del tro de heridas de su pierna continuaban brotando finos hilos de sangre que se deslizaban por la espinilla. Stacy estaba despierta, incluso hablaba, pero pareca cada vez ms lejana, y costaba seguir el hilo de lo que deca. Amy cerr los ojos por unos instantes y trat de no pensar en nada en absoluto, lo cual era una maravilla, lo mejor que poda hacer. Cuando volvi a abrir los ojos, sintindose agarrotada e infeliz, el sol estaba mucho ms bajo. Eric segua dormido y Stacy an no haba parado de hablar. Esa es la cuestin, desde luego deca. Si haba o no otro tren que coger. No debera tener importancia, pero estoy segura de que ella se la da; estoy convencida de que piensa en ello todo el tiempo. Porque si era el ltimo tren del da, si se hubiera visto obligada a pasar la noche en esa ciudad cuya lengua an no conoca Bueno, eso mejora un poco las cosas, no? Amy no saba de qu hablaba, pero de todas formas asinti; le pareci la respuesta adecuada. La botella de tequila estaba delante de Stacy, sin el tapn, de lado, con el lquido por la mitad. Amy saba que deba parar, que haba sido una idiota por beber como lo hizo, que el alcohol la deshidratara, haciendo que las dificultades se le antojaran ms insoportables todava, que la noche se acercaba y que deberan estar sobrios para recibirla, pero nada de esto surti efecto. Lo repas varias veces, reconociendo su sensatez, y luego volvi a estirar la mano para coger la botella. Stacy se la pas sin dejar de hablar. Yo pienso lo mismo deca. Si es el ltimo tren, corres para pillarlo; saltas. Y recuerda que era deportista, una deportista muy buena. As que seguro que ni siquiera consider la posibilidad de caerse y no dud. Simplemente corri y salt. Yo no la conoca, as que no puedo decirte cmo ocurri. Slo estoy especulando. Eso s, la vi una vez cuando volvi. Haba pasado ms o menos un ao, lo cual es bastante poco en sus circunstancias. Y jugaba al baloncesto. Ya no con el equipo, por supuesto, pero en el campo. Y se la vea ya sabes, bien. Llevaba un pantaln de
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chndal, as que no pude ver qu aspecto tenan. Pero la vi correr por el campo y pareca casi normal. Bueno, no exactamente normal, pero casi. Amy tom dos sorbos rpidos de tequila. Estaba acalorada despus de tanto rato al sol, y esto haca que la bebida bajase ms fcilmente de lo normal. Tomaba grandes sorbos y no tosa. Stacy alarg la mano, reclamando la botella, y Amy se la devolvi. Bebi un sorbito pequeo, como una seora, y luego tap la botella y se la puso en el regazo. Quiero decir que pareca contenta. Pareca estar bien. Sonrea y estaba haciendo lo que le gustaba, a pesar de Ya sabes. Stacy dej la frase en el aire, con expresin triste. Amy estaba borracha y medio dormida y todava no tena ni idea de qu estaba hablando Stacy. A pesar de? Stacy asinti con gesto grave. Exactamente respondi. Despus de eso guardaron silencio durante un rato. Amy estaba a punto de pedir la botella de nuevo, cuando Stacy se anim de repente. Quieres que te ensee? Qu cosa? Cmo corra. Amy asinti y Stacy le dio la sombrilla y la botella. Se puso en pie y empez a fingir que jugaba al baloncesto, driblando, pasando la pelota, amagando. Despus de un lanzamiento a la canasta, corri con las manos en alto, jugando de defensa. Luego sali disparada hacia el otro lado, una rpida escapada, un pequeo salto para hacer un gancho. Corra defectuosamente, como con una pequea cojera, y desgarbada como un ave zancuda. Amy ech un largo trago mientras la miraba con perplejidad. Ves? dijo Stacy jadeando, todava inmersa en su juego imaginario. Le salvaron las rodillas. Es lo ms importante. As que todava poda correr bastante bien. Pareca un poco patosa, pero haba pasado slo un ao, como te deca. Puede que ahora est mejor. Le salvaron las rodillas. Ahora Amy lo entendi todo: la carrera detrs de un tren, el salto, la cada. Le salvaron las rodillas. Bebi otro sorbo de tequila y se atrevi a echar una ojeada hacia Pablo. Su respiracin se haba serenado un poco, y ahora era ms lenta y suave, aunque conservaba el inquietante gorgoteo de fondo, hmedo y viscoso. Su aspecto era horrible, desde luego. Cmo no iba a serlo? Se haba roto la columna y tena dos muones chamuscados en lugar de piernas. Haba perdido mucha sangre, estaba deshidratado, inconsciente y posiblemente moribundo. Y apestaba a pis, a caca y a carne quemada. La enredadera haba empezado a brotar en el saco de dormir, empapado en los distintos fluidos que despeda el joven. Amy pens que deberan hacer algo al respecto, como deshacerse del saco de dormir, levantar a Pablo de la camilla y quitar ese trapo ftido de abajo. Comprenda que sera lo apropiado, lo que quizs hara Jeff si se encontrase all en esos momentos, pero no se movi. Slo poda pensar en la noche anterior, en ella y en Eric en el fondo del pozo, levantando a Pablo hacia la movediza camilla. Saba que no intentara levantar de nuevo a Pablo, ni ahora ni nunca. Sin las rodillas dijo Stacy, tienes que moverlas as. De esta manera.
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Amy se volvi a mirar a su amiga, que caminaba por el borde del claro con las piernas rgidas, balancendose, y con cara de concentracin. Las imitaciones se le daban bien desde siempre; era una actriz nata. Pareca el capitn Ahab pasendose por la cubierta con su pata de palo. Amy no pudo evitarlo y rio. Stacy se volvi hacia ella, complacida. La otra todava no me sale, no? Deja que lo intente otra vez. Reanud el imaginario partido de baloncesto, al principio slo driblando, probando distintos movimientos de piernas, buscando el efecto apropiado. Pareci conseguirlo de repente: era una especie de elegancia patosa, como una bailarina con los pies dormidos. Corri hacia el extremo del claro e hizo otro gancho antes de regresar hacia Amy jugando de defensa. Eric se movi. Haba estado acurrucado de lado y ahora se sent y mir a Stacy. Su aspecto era deplorable, aunque Amy supuso que todos tendran ms o menos la misma pinta. Estaba demacrado y sin afeitar. Pareca un refugiado hambriento y agotado, huyendo de una catstrofe. Tena la camisa hecha jirones y daba la impresin de que las heridas de sus piernas no cicatrizaran nunca. Mir a Stacy driblar y hacer pases con expresin ausente, una expresin de sala de estar, como un enfermo que mira la televisin sin volumen en la sala de Urgencias mientras espera la llamada de la enfermera. Est jugando al baloncesto explic Amy. Con piernas ortopdicas. Eric se gir y transfiri su mirada ausente de la cara de Stacy a la de Amy. Haba una chica continuaba Amy. Se cay debajo de un tren. Pero todava puede jugar al baloncesto. Saba que lo estaba contando mal, confundindolo todo, pero daba lo mismo, porque Eric asinti. Ah dijo. Tendi la mano y ella le pas la botella. Vieron cmo Stacy marcaba otro tanto y luego, cuando por fin par, agotada y sudando por el esfuerzo, Amy aplaudi. Aunque no saba por qu, se senta cada vez mejor, y estaba decidida a contagiar a los dems. Haz la azafata! exclam. Stacy tens la cara con una sonrisa rgida, exagerada, y comenz a repasar la mmica de las instrucciones previas a un vuelo, demostrando cmo usar el cinturn de seguridad, dnde estaban las salidas de emergencia y cmo usar la mscara de oxgeno, todo con gestos concisos y mecnicos. Imitaba a la azafata del avin que los haba trado a Cancn. Lo haba hecho la primera noche, en la playa, donde se reunieron despus de dejar las cosas en la habitacin y bebieron cerveza sentados en crculo. An no conocan a los griegos. Fue un encuentro alegre: estaban todava blancos y cansados del viaje, pero contentos de encontrarse all. Y todos rieron la actuacin de Stacy mientras beban cerveza, sintiendo la arena en los pies, an clida por el sol, oyendo el rumor de las olas y la msica procedente de la terraza del hotel; s, un encuentro alegre. Y puede que Amy le pidiera a Stacy que imitara de nuevo a la azafata para recuperar aquel momento, para llevarlos a todos de vuelta a aquella situacin de inocencia, cuando an ignoraban la existencia de este horrible lugar en el que haban acabado sin saber cmo. Pero no funcion, por supuesto. Aunque no por culpa de Stacy, que haba calcado la sonrisa, los gestos afectados que era la azafata. Los que haban cambiado, frustrando este
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intento de volver atrs, eran Eric y Amy. La miraron, y Amy hasta consigui rer, pero con un dejo de tristeza imposible de disimular. Le salvaron las rodillas, pens. Aquella primera noche en la playa cada uno contribuy con algo. Eran duchos en estas cosas; compartan un historial de campamentos de verano y excursiones de esqu y saban cmo entretenerse bajo el cielo estrellado o alrededor del fuego. Cada uno tena asignado un papel. Stacy haca imitaciones. Jeff les enseaba cosas, y aquel da les cont lo que haba ledo en la gua del viajero durante el vuelo. Eric inventaba historias graciosas, fantaseaba sobre lo que poda pasar en el viaje y creaba escenarios estrafalarios, hacindoles rer. Y Amy cantaba. Tena una voz bonita, lo saba; no particularmente potente, sino suave y melodiosa, perfecta para las veladas junto al fuego bajo el cielo estrellado. Ahora Stacy cruz el claro y se sent junto a ellos, recuperando la sombrilla. Amy se fij en que tena la camiseta rota y se le vea un pecho. Todos estaban igual. La pelusilla verde de la enredadera les estaba comiendo la ropa. No podan hacer nada al respecto; se la sacudan, pero al cabo de unos minutos haba vuelto a crecer. Y cada vez que la arrancaban, la planta soltaba su cida savia, quemndoles la piel. Tenan las manos en carne viva, y resultaba doloroso coger cualquier cosa. Si buscaban, seguramente encontraran pantalones y camisetas en las mochilas, pero haba algo escalofriante en ponerse la ropa de otros, de los muertos, de los montculos verdes que salpicaban la colina, y Amy esperaba poder evitarlo durante el mayor tiempo posible. En cierto modo sera como rendirse, como aceptar la derrota, porque, qu sentido tena cambiarse de ropa si el rescate era inminente? Eric no paraba de frotarse el pecho. Pareca incapaz de dejar de tocar un punto en concreto debajo de las costillas. Lo apretaba, hunda los dedos en l, o lo masajeaba con suavidad. Amy saba lo que haca, saba que estaba convencido de que la enredadera continuaba creciendo dentro de l, y este constante manoseo comenzaba a ponerla nerviosa. Quera que parase. Cuntanos algo gracioso, Eric dijo. Gracioso? Amy asinti, sonriendo, tratando de que olvidara de que los tres olvidaran aquella sensacin en el pecho. Invntate un cuento. Eric neg con la cabeza. No se me ocurre nada. Dinos qu pasar cuando volvamos a casa sugiri Stacy. Lo miraron beber otro sorbo de tequila, con los ojos lagrimeando por el alcohol. Se limpi la boca con el dorso de la mano y tap la botella. Bueno, seremos famosos, no? Al menos por un tiempo. Las dos chicas asintieron. Por supuesto que seran famosos. Saldremos en la portada de People continu Eric, animndose. Y puede que tambin en la de Time. Y alguien querr comprar los derechos para la pelcula. Tendremos que ser listos y ponernos de acuerdo, firmar un documento o algo por el estilo donde aceptemos vender la historia en grupo. De esa manera sacaremos ms pasta. Supongo que necesitaremos un abogado, o un agente.
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Harn una pelcula? pregunt Stacy. Pareca ilusionada con la idea, pero tambin sorprendida. S. Quin me interpretar a m? Eric mir a Stacy, pensando. De repente sonri y le seal el pecho. Tienes una teta al aire, sabes? Stacy mir hacia abajo y se arregl la camiseta. No quedaba tela suficiente para cubrirle el pecho, pero no pareci preocuparle. En serio, quin har mi papel? Primero tienes que decidir quin eres. Quin soy? Porque tendrn que cambiarnos un poco, sabis? Transformarnos en personajes. Necesitarn un hroe, un villano esas cosas. Sabis lo que quiero decir? Stacy asinti. Y yo qu soy? Bueno, hay dos papeles femeninos, no? As que una de vosotras tendr que ser la chica buena, la repipi, y la otra, la puta. Reflexion un momento y se encogi de hombros. Supongo que Amy ser la repipi, no crees? Stacy se enfurru, pero no dijo nada. Por lo tanto, ya sabes t sers la puta. Vete a la mierda, Eric. Pareca enfadada. Qu pasa? Yo slo digo Entonces t sers el villano. Si yo tengo que ser Eric sacudi la cabeza. De eso nada. Yo soy el graciosillo, el personaje tpico de Adam Sandler. O Jim Carrey. El que no debera estar aqu, el que vino por error y se pasa el tiempo chocndose con los dems y tropezando con las cosas. Soy el toque humorstico, para relajar la tensin. Entonces quin es el villano? Mathias, sin lugar a dudas. Los perversos alemanes hicieron que nos trajera hasta aqu con un motivo. La enredadera es una especie de experimento nazi que no sali bien. Su padre era un cientfico, por ejemplo, y l nos trajo a este sitio para dar de comer a las plantas de pap. Y el hroe? Jeff, desde luego. Bruce Willis, el estoico salvador. El ex explorador. Se volvi hacia Amy. Porque fue explorador, no? Apuesto a que estuvo en los boy scouts. Amy asinti. Del grupo guila. Los tres rieron, aunque no era un chiste. Era cierto que Jeff haba formado parte del grupo guila. Su madre tena una foto enmarcada donde se le vea de uniforme, estrechando la mano del gobernador de Massachusetts. Al pensar en ello, Amy experiment una presin en el pecho, una sbita oleada de amor hacia l y deseos de protegerlo. Record lo que haba pasado en el pozo, los zarcillos restallando en la oscuridad, agarrndola, tratando de arrastrarla. Haba visto los huesos en el fondo antes de que se apagara la antorcha; all haban muerto otras personas, y ella pudo ser una ms. Y no haba sobrevivido gracias a sus
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habilidades o a su inteligencia. No; la haba salvado Jeff. Si lo dejaban, Jeff los salvara a todos. No deberan rerse de l. No tiene gracia dijo, pero su voz sali demasiado baja y los otros dos estaban borrachos. No parecieron orle. Quin har de m? insisti Stacy. Eric hizo un gesto despectivo. Da igual. Cualquiera que tenga buen aspecto con una teta al aire. T sers el gordo dijo Stacy, que pareca enfadada otra vez. El gordo sudoroso. Amy se dio cuenta de que estaban a punto de empezar una pelea. Un par de comentarios ms como aqullos y empezaran a insultarse a gritos. Se senta incapaz de soportar algo as all y entonces, as que procur distraerlos. Y qu hay de m? pregunt. T? dijo Eric. Quin har mi personaje? Eric frunci los labios, pensando. Destap la botella, tom otro sorbo y le pas el tequila a Stacy como ofrenda de paz. Ella lo acept, ech la cabeza atrs y bebi un buen chorro, atragantndose casi. Al bajar la botella rio complacida, con los ojos brillantes y vidriosos. Alguien que sepa cantar respondi Eric. Es verdad dijo Stacy. As podrn meter nmeros musicales. Eric sonri. Un dueto con el boy scout. Madonna, tal vez. Eric resopl. Britney Spears. Mandy Moore. Ambos rean. Cntanos algo, Amy dijo Eric. Amy sonrea confundida, esperando una ofensa. No saba si se burlaban de ella o si se trataba de una broma a la que tambin ella deba encontrarle la gracia. Se dio cuenta de que estaba tan borracha como ellos. Canta One is the loneliest number propuso Stacy. S convino Eric. Es perfecto. Los dos sonrean, esperando. Stacy le ofreci la botella, y Amy bebi con los ojos cerrados. Cuando los abri, an estaban esperando. As que empez a cantar: El uno es el nmero ms solitario El dos puede ser tan malo como el uno Es el ms solitario despus del uno El no es la experiencia ms triste que conocers El s es la experiencia ms triste que conocers Porque el uno es el nmero ms solitario El uno es el nmero ms solitario, peor que el dos Se interrumpi por falta de aire, ligeramente mareada. Le pas la botella a Eric. No recuerdo cmo sigue dijo. No era verdad, pero no quera seguir cantando. La letra la estaba entristeciendo y haca un rato se haba sentido bien, o casi bien. No deseaba estar triste. Eric tom un largo trago de tequila. Ya se haban bebido las dos terceras partes de la botella. Se levant y cruz el claro con paso
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vacilante. Se agach, recogi algo y regres hacia ellas haciendo eses. Tena la botella en una mano, y en la otra, el cuchillo. Amy y Stacy lo miraron atnitas. Amy no quera que tuviera el cuchillo, pero no se le ocurri qu decir para que lo dejase. Lo vio escupir sobre la hoja y tratar de limpiarla con la camiseta. Luego la seal con el cuchillo. Podrs cantarla al final, cuando no quede nadie ms. Cuando no quede nadie ms? pregunt Amy. Quera arrebatarle el cuchillo, y hasta le orden a su brazo que se levantara, que se moviera en esa direccin, pero no pas nada. Saba que estaba muy, pero que muy borracha, y tambin cansada. No se senta con fuerzas para detenerlo. Cuando hayamos muerto todos los dems dijo Eric. Amy sacudi la cabeza. No digas eso. No tiene gracia. Eric no le hizo caso. El boy scout vivir; es el hroe, as que tiene que sobrevivir. Pero t creers que ha muerto. Te pondrs a cantar y l reaparecer de repente. Entonces escaparis juntos. l construir un globo aerosttico con la tienda y os iris volando hacia la libertad. Yo morir? pregunt Stacy. Lo mir con los ojos como platos, aparentemente alarmada ante esta posibilidad. Comenzaba a arrastrar las palabras. Por qu tengo que morir? La puta debe morir; sin discusin. Porque eres mala. Debes ser castigada. Stacy pareca ofendida. Y qu me dices del graciosillo? l ser el primero. Siempre es el primero. Y muere de una forma estpida. Para que la gente ra cuando desaparezca. Como cul? Se hace un corte, por ejemplo, y la enredadera se le mete dentro de la pierna. Lo devora de dentro hacia fuera. Amy saba lo que iba a hacer a continuacin y por fin levant la mano para detenerlo. Pero ya era demasiado tarde. Estaba hacindolo lo haba hecho. Se haba levantado la camiseta y cortado un tajo de diez centmetros debajo de las costillas. Stacy emiti un grito ahogado. Amy permaneci con la mano intilmente levantada. En los bordes de la herida se dibuj una cresta de sangre que luego descendi por el abdomen hasta empapar la cinturilla del pantaln. Eric observ el corte con el entrecejo fruncido y comenz a hurgar con el cuchillo, separando la carne y aumentando la hemorragia. Eric! exclam Stacy. Pens que saldra como un muelle dijo. Deba de dolerle, pero no pareca importarle. No paraba de hurgar en la herida con el cuchillo. Est aqu abajo. La siento. Debe de percibir que estoy cortando y por eso retrocede. Se oculta. Se palp con la mano izquierda, apretando la piel por encima de la incisin. Amy se estir y le quit el cuchillo. Pens que se resistira, pero no lo hizo; prcticamente se lo dio. La herida segua sangrando y no hizo nada para contenerla. Aydalo dijo Amy a Stacy. Arroj el cuchillo al suelo, a su lado. Aydalo a parar la hemorragia.
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Stacy la mir boquiabierta. Jadeaba como si estuviera al borde de un ataque de nervios. Cmo? Qutale la camiseta. Pnsela en la herida y aprieta. Stacy solt la sombrilla, se acerc a Eric y le ayud a quitarse la camiseta. l se haba vuelto pasivo, y levant los brazos como un nio. Acustate orden Amy, y Eric obedeci. Se tendi de espaldas y la sangre sigui manando, acumulndose en el ombligo. Stacy hizo una bola con la camiseta y la apret contra la herida. Las cosas se haban desquiciado de nuevo, y Amy saba que no haba forma de enmendarlas, de obligar a la tarde a recuperar su falso aire de serenidad. No habra ms imitaciones, ni chistes ni canciones. Ella y Stacy permanecieron sentadas en silencio, la segunda ligeramente inclinada para aplicar presin sobre la herida. Eric segua acostado boca arriba, extraamente sereno, sin quejarse, mirando al cielo. Es culpa ma dijo Amy. Stacy y Eric la miraron intrigados. Se pas la mano por la cara y la sinti sucia y sudorosa. Yo no quera venir. Cuando Mathias lo propuso, yo pens que prefera quedarme. Pero no dije nada; me dej llevar. Ahora podramos estar en la playa. Podramos estar Calla dijo Stacy. Y luego el hombre de la camioneta, el taxista. Nos advirti que no viniramos. Dijo que era un sitio malo. Que T no sabas nada, cario. Y despus, cuando nos marchamos del poblado, si no se me hubiese ocurrido mirar entre los rboles, nunca habramos encontrado el sendero. Si me hubiera callado Stacy sacudi la cabeza, sin dejar de presionar el abdomen de Eric. La camiseta ya estaba empapada de sangre, as que la hemorragia no cesaba. Tambin tena las manos ensangrentadas. Cmo ibas a imaginar lo que pasara? Y fui yo quien pis la enredadera, no? Si no la hubiera pisado, el calvo nos habra obligado a marcharnos. Habramos Mirad las nubes dijo Eric, interrumpindola con voz soolienta, extraamente distante, como si estuviera drogado. Levant una mano, sealando el cielo. Tena motivos: hacia el sur comenzaban a formarse nubes de tormenta, con la parte inferior ominosamente oscura, preadas de lluvia. Si hubiesen estado en la playa de Cancn, ahora empezaran a recoger los brtulos para regresar al hotel. Jeff y ella haran el amor y se quedaran dormidos, una larga siesta antes de cenar mientras la lluvia empaaba las ventanas y en el diminuto balcn se formaba un charco de varios centmetros de altura. El primer da haban visto a una gaviota sentada en ese charco, parcialmente protegida del aguacero, mirando al mar. Desde luego, la lluvia significaba agua. Amy saba que deberan pensar en la manera de recogerla. Pero fue incapaz; tena la mente en blanco. Estaba borracha, cansada y triste, as que tendra que ser otro el que discurriera cmo juntar el agua de lluvia. Eric no, por supuesto, con toda esa sangre empapando la camiseta. Y tampoco Stacy, que pareca estar peor que Amy: quemada por el sol, temblorosa, con la mirada ausente. Los tres
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eran unos intiles, con sus estpidos cuentos, sus canciones, sus risas en un sitio como aqul; eran idiotas, no supervivientes. Y cmo era posible que el sol hubiese descendido tanto en tan poco tiempo? Casi rozaba ya el horizonte. Dentro de una hora, o dos, como mucho, sera de noche. Cundo haban empezado a torcerse las cosas? Despus, a la maana siguiente, cuando todos pas a significar uno menos que antes, Eric dedic un buen rato a tratar de descifrar esta incgnita. No crea que se debiera a la bebida ni al corte. Porque entonces las cosas an eran manejables un tanto desquiciadas, quiz, pero todava soportables. Tendido boca arriba, mientras Stacy le restaaba la herida con la camiseta, esforzndose por contener la hemorragia, mientras las nubes crecan en el cielo, l haba experimentado una inesperada sensacin de paz. Estaba a punto de llover, de manera que no moriran de sed. Y si eso era cierto, si lograban superar el obstculo ms acuciante para la supervivencia, por qu no iban a superar los dems? Por supuesto, la necesidad de comida estaba apenas oculta tras la necesidad de agua, y qu poda hacer la lluvia al respecto? Eric mir fijamente al cielo, cavilando sobre este dilema, pero fue incapaz de despejarlo. Lo nico que consigui fue despertar el hambre latente. Por qu no hemos comido nada ms? pregunt; su voz se le antoj lejana incluso a l; hablaba con la lengua estropajosa, a medio pulmn. El tequila pens. Y luego: Estoy sangrando. Tienes hambre? pregunt Amy. Era una pregunta tonta, desde luego cmo no iba a tener hambre? , as que no se molest en contestar. Al cabo de unos minutos, Amy se levant, fue hasta la tienda, abri la cremallera de la puerta y desapareci en el interior. Fue justo entonces concluy Eric a la maana siguiente. Cuando se march a buscar la comida. Pero en el momento no not nada; la vio entrar en la tienda y volvi a centrar su atencin en el cielo, en las nubes que se cernan en lo alto. Decidi que no se movera. Se quedara donde estaba, boca arriba, mientras la lluvia caa sobre l. No para dijo Stacy. l saba que se refera a la sangre de la herida. Pareca preocupada, pero l no lo estaba. La hemorragia le daba igual y estaba demasiado borracho para sentir dolor. Permanecera all y dejara que la lluvia lo lavase. Una vez limpio, se armara de valor para meter la mano dentro del corte y buscar la planta, cogerla, extirparla. Todo acabara bien. Amy sali de la tienda, trayendo consigo la garrafa de agua y la bolsa de uvas. Dej la garrafa en el suelo, abri la bolsa y se la alarg a Stacy. sta neg con la cabeza. Tenemos que esperar. Nos hemos saltado la comida dijo Amy. Deberamos comer algo. Sigui mirando a Stacy sin bajar las uvas, pero sta sacudi la cabeza de nuevo. Cuando vuelva Jeff. Podemos Le guardar algunas. Las apartar.
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Y qu pasa con Mathias? Para l tambin. Qu est haciendo? Amy seal la tienda. Duerme. Sacudi la bolsa. Vamos; slo un par. Nos ayudarn a combatir la sed. Stacy titube, visiblemente confusa, pero al final cogi dos uvas. Amy sacudi la bolsa de nuevo. Ms. Coge algunas para Eric. Stacy sac otras dos. Se puso una en la boca y le dio otra a Eric. ste la sostuvo sobre la lengua unos instantes, recrendose en su textura. Mir cmo Amy y Stacy masticaban las suyas y las imit. La sensacin fue casi demasiado intensa la explosin de zumo, el dulzor, el placer de masticar, de tragar y se sinti embriagado. Pero no experiment satisfaccin, ni siquiera un leve aplacamiento del apetito. Por el contrario, ste pareci crecer, como si despertase de un profundo sueo, y el cuerpo entero empez a dolerle de hambre. Stacy dej caer otra uva dentro su boca y esta vez mastic ms rpido tragar haba pasado a ser ms importante que saborear y sus labios se abrieron de inmediato, esperando otra. Los dems parecan sentir una urgencia semejante. Nadie hablaba; estaban masticando, tragando, metiendo la mano en la bolsa. Eric observ las nubes mientras coma. Slo tena que abrir la boca para que Stacy dejase caer otra uva dentro. Las dos chicas sonrean. Tal como haba prometido Amy, el zumo mitig la sed de Eric. Empezaba a sentirse ms sobrio, en el mejor sentido: todo comenz a ordenarse, a armonizarse, dentro y fuera de l. Senta dolor, pero incluso esto era reconfortante. Saba que haba cometido una estupidez cortndose, escarbando con el cuchillo; no entenda de dnde haba sacado el valor necesario para hacerlo. Ahora estaba en apuros. Necesitaba puntos, y tal vez tambin antibiticos, pero de todas formas se senta extraamente en paz. Crea que si poda seguir all tumbado comiendo uvas, mirando cmo las nubes se oscurecan, de alguna manera, milagrosamente, todo saldra bien y se salvara. Se llev una desagradable sorpresa al comprobar de repente, sin que nada lo presagiase, que la bolsa estaba casi vaca. Quedaban slo cuatro uvas. Se haban comido el resto. Los tres miraron fijamente la bolsa y nadie habl durante unos minutos. La respiracin de Pablo segua siendo dificultosa, pero Eric ya casi no la oa. Era como cualquier sonido de fondo: el trfico al otro lado de la ventana, las olas en la playa. Alguien deba decir algo, desde luego, comentar lo que haban hecho, y fue Amy quien por fin asumi la responsabilidad. Ellos pueden comerse la naranja dijo. Stacy y Eric no respondieron. La bolsa de uvas era grande; habra sido fcil apartar unas cuantas para Jeff y Mathias. Tengo que mear murmur Stacy. Eric cay en la cuenta de que se diriga a l. Puedes sujetar la camiseta? Asinti, cogi la camiseta y mantuvo la presin sobre el costado. Por debajo del dolor, sinti que la enredadera se mova de nuevo dentro de l. Despus de cortarse se le haba pasado, pero ahora haba vuelto. Debera usar la botella? pregunt Stacy a Amy.
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sta neg con la cabeza y Stacy se levant y se alej unos metros. Por lo visto, no quera meterse entre las plantas. Se acuclill de espaldas a ellos y Eric oy que empezaba a orinar. No son a mucho, apenas un breve chorro antes de incorporarse y subirse los pantalones. Tambin pueden comer algunas uvas pasas dijo Amy, pero en voz baja, como si hablara sola. Stacy volvi y se sent junto a Eric. ste pens que volvera a restaarle la herida, pero no lo hizo. Cogi la garrafa de plstico, la destap y se tir un chorrito de agua en el pie derecho. Eric y Amy la miraron atnitos. Qu coo haces? pregunt Amy. Stacy pareci sorprendida por la brusquedad de la voz de su amiga. Me he meado el pie respondi. Amy le quit la garrafa de las manos y la tap. Es el agua de todos. Y t acabas de desperdiciarla en tu puto pie. Stacy pestae de manera teatral, como si no entendiera lo que Amy le deca. No es necesario que sueltes tacos. Podramos morir por falta de agua, sabes? Y t Lo hice sin pensar, vale? Me moj el pie con pis, vi la garrafa y Me cago en Dios, Stacy. Cmo puedes ser tan despistada? Stacy seal el cielo, las nubes que se acercaban. Llover pronto. Tendremos agua de sobra. Por qu no esperaste, entonces? No me grites, Amy. Ya he dicho que lo siento y El hecho de que lo sientas no nos devolver el agua, no? Eric quera decir algo para distraerlas, pero no se le ocurri nada. Se dio cuenta de lo que pasaba, de lo que estaba a punto de empezar. As peleaban Amy y Stacy, con sbitos, pequeos ataques de furia que iban y venan con una violencia proporcional a su brevedad. El detonante sola ser una palabra involuntaria casi siempre cuando haban estado bebiendo, y en cuestin de segundos empezaban a tirarse los trastos a la cabeza, a veces literalmente. Eric haba visto cmo Stacy le araaba la cara a Amy hasta hacerle sangre, y saba que en una ocasin Amy le haba pegado a Stacy una bofetada tan fuerte que la arroj al suelo. Pero estas batallas quedaban siempre en agua de borrajas, y se zanjaban precisamente en el momento de mayor ferocidad. Entonces las chicas se miraban con asombro, preguntndose cmo haban sido capaces de decir lo que haban dicho, se pedan perdn mutuamente, se abrazaban y lloraban. Y ahora empezaban a recorrer ese camino trillado. A veces eres tan idiota dijo Amy. Vete a la mierda replic Stacy en voz casi inaudible. Qu? Que lo dejes, vale? Ni siquiera lo lamentas, no? Cuntas veces tengo que disculparme? Eric trat de incorporarse, pero experiment un dolor lacerante, y se lo pens mejor. A lo mejor deberais empez a decir.
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Amy lo mir con autntico desprecio. l not que la borrachera se le reflejaba en la cara, exagerando sus expresiones. No te metas, Eric. Ya has causado suficientes problemas. Djalo en paz dijo Stacy. Las dos gritaban demasiado y le lastimaban los odos. Quera levantarse y dejarlas solas, pero todava estaba sangrando, dolorido y borracho, as que se senta incapaz de moverse. Si el muy imbcil se corta de nuevo, dejar que se desangre. Te ests comportando como una arpa, Amy, te das cuenta? Puta. Al or esto, Stacy se qued de una pieza, como si Amy le hubiera escupido. Qu? Eric tiene razn. T seras la puta. Stacy hizo un gesto desdeoso, tratando de fingir indiferencia, asumir un aire de superioridad, pero Eric not que no lo estaba logrando. Se aproximaba la etapa de los araazos, las bofetadas y las patadas. Ests borracha dijo Stacy. Te ests poniendo en evidencia. Puta. Eso es lo que eres. Oyes cmo arrastras las palabras? Cierra el pico, puta. Cierra el pico t, arpa. No. T. Arpa. Puta. Arpa. Puta. Entonces ocurri algo extrao. Las dos callaron y miraron hacia la derecha de Eric. O no callaron, porque las palabras continuaron sonando, con su voz, una y otra vez Arpa Puta Arpa Puta Arpa Puta , aunque ya no eran ellas quienes las pronunciaban. Primero con sorpresa y despus con algo semejante al terror, miraron hacia el otro lado de la colina, donde sus propias voces gritaban esos dos insultos cada vez ms alto, comenzando a mezclarse, a fundirse entre s. ArpaPutaArpaPutaArpaPutaArpaPutaArpaPuta Era la enredadera. Las estaba imitando, como si se burlase de la pelea, copiando el sonido de sus voces con tanta perfeccin que incluso cuando Eric comprendi lo que pasaba, incluso mientras miraba a Stacy y Amy y vea que ya no movan la boca, que estaban calladas, que no podan ser ellas las que hablaban, no terminaba de crerselo. Porque eran sus voces robadas, confiscadas de alguna manera, pero sus voces al fin. ArpaPutaArpaPutaArpaPutaArpaPutaArpaPuta Se repente Mathias apareci junto a ellos, despeinado, parpadeando, despertando mientras Eric lo miraba. Qu pasa? pregunt. Nadie respondi. Al fin y al cabo, qu podan decir? Las voces se amortiguaron y luego se amplificaron nuevamente para articular otras palabras: Si el muy imbcil se corta de nuevo Ni siquiera lo lamentas, no? Es la enredadera dijo Stacy, como si los dems necesitaran una
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explicacin. Mathias estaba callado, pero mova los ojos, atando cabos: la bolsa con las cuatro uvas restantes, la camiseta ensangrentada en el abdomen de Eric, la figura inmvil de Pablo, la botella de tequila casi vaca. Dnde est Jeff? pregunt. Me moj el pie con pis Ellos pueden comerse la naranja Al pie de la colina respondi Amy. No debera ir alguien a reemplazarlo? Nadie respondi. Todos miraban al vaco, avergonzados, deseando que las voces callaran y Mathias los dejase en paz. Eric sinti una presin en el pecho los primeros indicios de la furia. Acaso Mathias se crea con derecho a juzgarlos? l no era un miembro del grupo, no? Casi no lo conocan; era prcticamente un extrao. A veces eres tan idiota Habis estado bebiendo? pregunt Mathias. Otra vez enmudecieron. Y de repente se oy la voz de Eric desde el otro lado de la cima: Nazi boy scout Nazi boy scout Eric sinti que Mathias se volva hacia l, pero sigui mirando al sur, a las nubes que continuaban creciendo y oscurecindose. Descargaran pronto, muy pronto; dese que fuera en ese instante. Cierra el pico. Djalo en paz. Cuntanos algo gracioso. Yo ser el graciosillo. Cunto tiempo hace que empez todo esto? pregunt Mathias. Acaba de empezar respondi Amy. Le salvaron las rodillas. Nazi. Dejar que se desangre. Ests borracha. Nazi. Vete a la mierda. Nazi. Nazi. Nazi. Eric not que Mathias se desentenda de las voces; su expresin se endureci mientras tomaba una decisin. Ir a reemplazar a Jeff dijo. Amy y Stacy asintieron. Eric sigui callado. Le pareca or a la planta en su interior, sentir cmo vibraba contra la caja torcica, hablando, gritando. Alguien ms la oa? Arpa, dijo en la voz de Amy. Y puta en la de Stacy. La camiseta estaba totalmente empapada, como una esponja; cuando la estruj, la clida sangre cay como una cascada por su costado. Nazi. Puta. Arpa. Nazi. Vieron cmo Mathias daba media vuelta y empezaba a cruzar el claro. Las voces continuaron durante un rato Amy, Stacy y Eric hablando desde distintas direcciones, solapndose, gritando por momentos y por fin pararon, de manera tan sbita como haban comenzado. Pero el
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silencio no result tan reconfortante como Eric esperaba; estaba cargado de tensin, de la certeza de que la enredadera poda volver a empezar en cualquier momento. Tardaron un rato en reunir el valor suficiente para hablar, y cuando Stacy se atrevi por fin, su voz fue un murmullo: Lo siento. Amy la silenci con un gesto. No s en qu estara pensando insisti Stacy. Yo Tena pis en el pie. No importa Amy seal las nubes. Todo saldr bien. No eres ninguna arpa. Lo s, cario. Olvidmoslo, vale? Hagamos como que no ha pasado nada. Las dos estamos cansadas. Y asustadas. Exactamente. Cansadas y asustadas. Stacy se arrim a Amy. Le tendi la mano y ella se la cogi. Eric deseaba levantarse, seguir a Mathias y aclarar las cosas. Haba odo a su propia voz gritar nazi una y otra vez, y no poda ni imaginar lo que estara pensando Mathias, no quera ni pensarlo y, sin embargo, segua dndole vueltas al asunto en la cabeza. Deb habrselo explicado pens con una creciente sensacin de pnico. Deb decirle que era una broma. Pero estaba demasiado dolorido para seguir al alemn y su herida segua sangrando profusamente; de hecho, no pareca que fuera a parar nunca. Pero alguien tena que ir y arreglar las cosas. Ve a decrselo le dijo a Stacy. sta lo mir intrigada. Qu? A quin? A Mathias. Dile que era una broma. Qu cosa era una broma? Lo de nazi. Dile que slo estbamos tonteando. Antes de que Stacy pudiera responder, Pablo los sorprendi hablando. En griego, por supuesto: una sola palabra asombrosamente alta. Todos se volvieron a mirarlo. Haba abierto los ojos y levantado la cabeza, con los msculos del cuello tensos, temblando ligeramente. Repiti la palabra y seal la garrafa de plstico con la mano derecha. Aquella voz cavernosa: Po to. Creo que quiere agua dijo Stacy. Amy cogi la garrafa, la llev al lado de la camilla y se acuclill junto a Pablo. Agua? pregunt. Pablo asinti. Abri y cerr la boca como si imitase a un pez. Po to po to po to Amy destap la garrafa y le ech un poco de agua en la boca. Pero le temblaban las manos y el agua sali demasiado deprisa, atragantndolo. Pablo tosi, escupi y gir la cabeza. Tal vez deberas darle una uva dijo Stacy. Levant la bolsa y se la tendi a Amy. T crees? No ha comido nada desde ayer. Pero, puede? Intntalo. Pablo haba parado de toser. Amy esper a que volviera a mirarla y
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entonces sac una uva y se la puso en la cara, arqueando las cejas. Tienes hambre? pregunt. Pablo se limit a mirarla. Pareca estar desapareciendo, hundindose dentro de s. Por un momento su cara haba tenido color, pero ahora volva a estar gris. Relaj el cuello y la cabeza cay sobre la camilla. Mtesela en la boca, a ver qu pasa sugiri Stacy. Amy meti la uva entre los labios de Pablo y la empuj hasta que desapareci de la vista. Pablo cerr los ojos, pero su mandbula no se movi. Usa la mano dijo Stacy. Aydalo a masticar. Amy cogi la barbilla del griego y tir, abrindole la boca, y despus se la cerr. Eric oy el sonido acuoso de la uva al reventar y Pablo empez a ahogarse otra vez, a girar la cabeza y hacer arcadas. La fruta masticada sali junto con una sorprendente cantidad de lquido. Un lquido negro, lleno de viscosos cogulos. Eric saba que era sangre. Dios mo pens . Qu coo estamos haciendo? Y en ese momento le sobresalt el sonido de unas palabras casi exactas: Qu coo estis haciendo? Eric se volvi, atnito, y vio que Jeff estaba junto a ellos, mirando a Amy con furia. Sentado al pie de la colina, esperando a los griegos, Jeff tuvo la sensacin de haber entrado en una versin ms lenta y densa del tiempo. Los segundos se prolongaban hasta convertirse en minutos, los minutos se acumulaban para formar horas, y no pasaba nada importante, nada de nada desde luego no aquello para lo que estaba all: impedir que los griegos cruzaran el claro y entrasen en la zona prohibida. Permaneci sentado mientras el sol le robaba a su piel parte de la valiosa humedad, aadiendo el calor a la lista de malestares del cuerpo: el hambre, la sed, el cansancio y la creciente sensacin de fracaso, de que todo lo que haca no serva ms que para infligir tanto dao como el que pretenda evitar. Tena demasiadas cosas en que pensar, y ninguna era agradable. Estaba Pablo, por supuesto. Cmo no iba a pensar en Pablo? An poda sentir el peso de la piedra en la mano y el calor a travs de la toalla; an poda or el sonido del hueso astillndose mientras l golpeaba la tibia y el peron; an poda oler el nauseabundo hedor de la carne quemada. Qu alternativa tena?, se preguntaba una y otra vez, sabiendo que ese impulso de justificarse, de explicarse como si respondiera a una acusacin, no era una buena seal. Intentaba salvarle la vida. Y tampoco quera or estas palabras retumbndole en la cabeza, porque el intentaba sugera un fracaso, algo deseado, ambicionado, pero no logrado. Porque era verdad: Jeff haba perdido todas las esperanzas con relacin a Pablo. Si los rescataban ese mismo da o a primera hora del siguiente, quiz pudieran hacer algo por l. Pero sucedera as? sa era la cuestin: que los rescatasen en las horas siguientes, al da siguiente; todo dependa de eso, y Jeff estaba perdiendo la fe. Haba pensado que al cortarle las piernas al griego le concedera un poco ms de tiempo no mucho, slo un poco, pero no sera as. Tena
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que admitirlo. Pablo durara un par de das, tres como mucho, y luego morira. En medio de terribles dolores, sin duda alguna. Por supuesto, siempre exista la posibilidad de que llegaran los griegos, pero cuanto ms pensaba en ella, ms remota se le antojaba. Los mayas saban exactamente lo que hacan; lo haban hecho antes y, casi con toda probabilidad, volveran a hacerlo. Jeff dio por sentado que habran puesto a alguien a vigilar la entrada del sendero, para que distrajera o confundiera a los posibles rescatadores. Don Quijote y Juan no estaban a la altura de un reto como se; incluso si acudan, cosa que Jeff dudaba, los engaaran sin dificultad. No; si alguien los rescataba sera mucho despus quiz demasiado tarde, al cabo de varias semanas, cuando sus padres se dieran cuenta de que no haban regresado y comenzaran a investigar, a preocuparse, a actuar. Jeff no quera ni pensar en lo que demorara eso, en las llamadas que tendran que hacer, las preguntas que tendran que formular antes de que el engranaje correcto se pusiera en marcha. Incluso entonces, los buscaran ms all de Cancn? Los billetes de autobs tenan sus nombres impresos, pero quedaba constancia de esa informacin en alguna parte? Y si salvaban ese obstculo y la bsqueda se trasladaba a Cob, cmo se extendera a veinte kilmetros ms, hasta la selva? Quienquiera que se encargara del caso llevara fotografas, pens Jeff, y las enseara a los taxistas, los vendedores ambulantes y los camareros de los bares de Cob. El conductor de la camioneta amarilla los reconocera y tal vez estuviera dispuesto a contar lo que saba. Y entonces qu? El polica o detective seguira el sendero, llegara al poblado maya con aquellas cuatro, cinco o seis fotografas dependiendo de si se enteraba de la existencia de Mathias y Pablo y los relacionaba con ellos, y qu le ofreceran los mayas? Caras de pquer, sin duda. Se rascaran la barbilla con expresin pensativa y sacudiran la cabeza muy despacio. Incluso si el mtico polica o detective, dotado de una sagacidad y una perseverancia milagrosas, llegaba a desenmascarar esas falsas declaraciones de ignorancia, cunto tiempo tardara? Todos los pasos que deba dar para avanzar, con los potenciales desvos y callejones sin salida cunto tiempo le llevaran? Demasiado, supuso Jeff. Demasiado para Pablo, sin duda alguna. Y quiz demasiado para los dems tambin. Necesitaban que lloviera. Era lo principal, lo ms urgente. Sin agua, no duraran mucho ms que Pablo. Y luego estaba el asunto de la comida. Tenan las escasas provisiones que haban llevado consigo, simples aperitivos, en realidad, que mediante un racionamiento estricto podran alimentarlos durante dos o tres das. Y despus? Nada. Ayuno. Hambre. Jeff saba que Eric se encontraba en apuros. El corte, los paseos, los murmullos, todo eran malas seales. Sus heridas se infectaran pronto, y l no poda hacer nada al respecto. Una vez ms, el tiempo sera crucial. La gangrena y la septicemia seran ms lentas que la sed, pens, pero mucho ms rpidas que la desnutricin. Jeff no pens en la enredadera; se resista a hacerlo, no saba qu pensar. Aquellas plantas se movan, emitan sonidos, pensaban y urdan
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planes. Y sospechaba que an haran cosas peores, aunque no quera ni imaginarlas. Sigui sentado, mirando a los mayas que lo miraban a l. Esperando a los griegos, aun sabiendo que no acudiran. Pens en el agua, en la comida, en Pablo y en Eric. Cuando empezaron a formarse nubes en el sur, las observ deseando que crecieran, que se oscurecieran y se movieran hacia el norte. La lluvia. Tendran que recoger el agua. No haban hablado del tema. Debera haberlo hecho, debi dejar instrucciones a los dems, pero estaba cansado, tena demasiadas cosas en que pensar y lo haba olvidado. Se levant y mir hacia la cima de la colina. Por qu no venan a reemplazarlo? Tambin debi prever esa cuestin, pero no lo haba hecho. Las nubes continuaban creciendo. Estaba aquella caja de herramientas de la tienda azul. Podran vaciarla y usarla para juntar agua. Sin duda habra otras cosas que podran utilizar con este propsito, pero necesitaba verlas, necesitaba estar en la cima para pensar en cmo adaptarlas. Dio un pequeo paseo. Se sent otra vez. Mir a los mayas, las nubes, el sendero a su espalda. Los mayas le sostenan la mirada, mudos e impasibles. Las nubes se multiplicaban. El sendero permaneca vaco. Jeff se levant, se estir y anduvo un poco ms. El cielo estaba ya completamente encapotado; la lluvia era inminente, lo saba, y cuando comenzaba a considerar la posibilidad de darse la vuelta y subir a la cima, mientras sopesaba el riesgo de dejar el camino sin vigilancia contra el de que llegase la lluvia antes de que estuvieran preparados para recogerla teniendo en cuenta lo breves e intensas que solan ser las tormentas en esa parte del mundo, oy unos pasos aproximndose por el camino. Era Mathias. Algo iba mal; Jeff lo supo nada ms ver la forma en que se mova Mathias. Andaba con cierta tirantez, como si se apresurase y se frenase al mismo tiempo. Su cara reflejaba la cautela de costumbre, pero con un pequeo cambio, algo casi imperceptible. Estaba en los ojos, pens Jeff: un aire de cansancio, incluso de alarma. Se detuvo a unos metros de Jeff, agitado. Qu pasa? pregunt Jeff. Mathias seal hacia la cima. No lo has odo? El qu? Hablaban. Quines? Las plantas. Jeff lo mir fijamente, no con incredulidad, pero demasiado sorprendido para hablar. Nos imitaban. Imitaban las voces de Stacy y Amy. Jeff reflexion. Aquello no le pareci suficiente para explicarse la agitacin de Mathias; tena que haber algo ms. Qu decan? Yo me qued dormido en la tienda. Y cuando despert Mathias se interrumpi, como si no supiera cmo continuar. Luego dijo: Estaban discutiendo. Discutiendo?
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S, las chicas. Se insultaban a gritos. Oh, Dios. Jeff suspir. Han estado bebiendo tequila. Bastante, creo. Todos? Mathias asinti con la cabeza. Estn borrachos? Mathias volvi a asentir. Me llamaron nazi. Qu? Las plantas. O Eric, supongo. Lo gritaban las plantas, pero con la voz de Eric. Jeff lo observ con atencin. Se dio cuenta de que era eso lo que lo haba alterado tanto. Y por qu no? Deba de sentirse solo entre ellos, puesto que casi no los conoca. Era un extrao, y resultaba fcil convertirlo en el chivo expiatorio. Jeff trat de tranquilizarlo. Seguro que fue una broma. Eric es as, sabes? Mathias permaneci mudo, sin confirmar ni negar estas palabras. Debera subir continu Jeff. Te quedas vigilando por si aparecen los griegos? Mathias asinti con la cabeza. Jeff se volvi para marcharse, pero se detuvo. Qu tal Pablo? pregunt a Mathias. El alemn hizo un gesto vago, extendiendo la mano. Igual respondi. No muy bien. Despus de or esto, Jeff comenz a subir la colina, corriendo en los tramos ms planos y andando en los ms escarpados. Se agitaba ms de lo habitual. Slo llevaban un da all, y ya empezaba a sentirse dbil. Tena la impresin de que el decaimiento fsico era el reflejo de un deterioro ms general: comenzaba a perder el control de la situacin. Stacy, Amy y Eric se haban pasado la tarde bebiendo tequila. Cmo podan ser tan estpidos? Imprudentes, impulsivos, irresponsables; tres idiotas coqueteando con su propia destruccin. Y Eric, vaya a saber por qu, haba llamado nazi a Mathias. La incredulidad de Jeff se fue transformando en furia. sta era otra clase de temeridad, lo saba, pero se senta incapaz de resistirse, incapaz de reprimir el deseo de castigar a aquellos tres, de sacudirlos para que recuperasen la sensatez. An estaba lidiando con estos sentimientos cuando lleg a la cima de la colina, cruz el pequeo claro y vio a Amy obligando a comer una uva al semiinconsciente Pablo. Qu coo estis haciendo? exclam, y todos se volvieron a mirarlo, sobresaltados por su presencia all y por la furia de su voz. Pablo vomitaba, aunque sta no era la palabra ms exacta para describir lo que haca. Porque vomitar es una accin dinmica y vigorosa, y la actitud de Pablo era mucho ms pasiva. Volviendo la cabeza a un lado, abri la boca y de ella sali un pequeo torrente de lquido negro. Sangre, bilis lo que fuera. Pero la cantidad era excesiva, muy superior a lo que Jeff habra credo posible. Un lquido negro con grumos o cogulos. Form un charco al lado de la camilla, demasiado gelatinoso, al parecer, para que la tierra lo absorbiera. Aunque estaba a ms de un metro de distancia, Jeff percibi un olor dulzn a podrido. Tena hambre dijo Amy. Al or su voz, la amenaza de trastabillar acechando en cada palabra, Jeff se dio cuenta de lo borracha que estaba. En la mano izquierda sujetaba la bolsa de plstico que haba contenido las uvas y donde ahora slo quedaban tres. La botella de tequila estaba en el
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suelo, casi vaca, al lado de Stacy. Eric apretaba una camiseta ensangrentada contra su abdomen. Jeff sinti que la furia se expanda dentro de su cuerpo, que lo llenaba por completo y comenzaba a empujar hacia fuera, como buscando una salida. Ests borracha, no? Amy mir hacia otro lado. Pablo haba parado de vomitar y ahora tena los ojos cerrados. Todos estis borrachos insisti Jeff, sorprendido de su capacidad para mantener la voz serena. Me equivoco? Yo no dijo Eric. Jeff se volvi bruscamente hacia l, como si fuera a pegarle. Para se dijo. No lo hagas. Pero ya era demasiado tarde, ya haba empezado a hablar y su voz, animada por la furia, aumentaba de volumen, de velocidad y de intensidad con cada palabra. As que t no ests borracho? Eric sacudi la cabeza, pero daba lo mismo, porque Jeff no lo not. No haba hecho una pausa para esperar una respuesta; no, sigui hablando, consciente de que estaba manejando este asunto de la peor manera posible, pero incapaz de detenerse, sin querer detenerse, de hecho, porque en el fondo encontraba satisfaccin, placer, en hablar y gritar. El desahogo fue casi fsico, con una intensidad semejante a la de un orgasmo. Porque la borrachera sera tu nica excusa, Eric, entiendes? Joder, te has rajado otra vez, no? Te has rajado la puta barriga. Tienes idea de lo que haces?, de lo capullo que eres? Te ests cortando a cada rato con un cuchillo mugriento, y estamos atrapados en este sitio con slo un puetero tubo de pomada antisptica. Te parece lgico? coo, to, le ves algn sentido? Sigue as y la palmars aqu. Vas a Jeff empez Amy. T calla, Amy. Eres igual de idiota. Se volvi hacia ella. Daba igual a quin le gritara; le vala cualquiera. Esperaba que t, por lo menos, fueses un poco ms sensata. El alcohol es un diurtico te deshidrata. Y t lo sabes. As que por qu coo? Te parece lgico? Era su propia voz, pero proceda de algn lugar a su izquierda, y lo hizo callar. Coo, to, le ves algn sentido? Jeff se volvi; aunque saba lo que pasaba, casi esperaba encontrarse a una persona imitndolo a su espalda. Se haba levantado una pequea ventolera que agitaba la enredadera, y las hojas con forma de mano se mecan y balanceaban como en una danza pardica. Ahora se oy la voz de Amy: Puta! Y luego la de Stacy: Arpa! Es porque ests gritando explic Stacy, casi susurrando. Lo hace cuando gritamos. Boy scout, dijo la voz de Eric. Nazi! El cielo estaba totalmente encapotado, casi oscuro, as que resultaba difcil calcular la hora. La tormenta se acercaba, no caba ninguna duda, pero la noche tambin pareca al caer. Y no estaban ni remotamente preparados para ninguna de las dos cosas.
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Mirad dijo Amy, sealando hacia arriba. Jeff not que haca un enorme esfuerzo por hablar con normalidad, pero no lo consegua. Tendremos agua. Pero os habis preparado para recogerla? pregunt Jeff. El chaparrn durar poco, ser visto y no visto, y vosotros os quedaris ah sentados, papando moscas, no? Mirando cmo el agua desaparece en el suelo, desperdiciada. Jeff sinti que su furia comenzaba a disiparse, aunque no de una forma satisfactoria, en una erupcin rpida y violenta, sino como una fuga lenta e inexorable. No quera que se marchara, se sinti abandonado, como si perdiera una fuente de energa: sin ella, su cuerpo pareci debilitarse. Dais pena dijo, volvindose. Todos dais pena. No necesitis que la enredadera os mate. Lo conseguiris solos. La voz de Stacy pregunt: Quin es el villano? Cntanos algo, Amy, respondi la voz de Eric. Arpa! Puta! Nazi! Luego Jeff oy otra vez su propia voz, llena de furia, y se le antoj odiosa: Ests borracha, no? Jeff fue a la tienda naranja, abri la cremallera de la puerta y entr. Observ los objetos amontonados contra la pared del fondo. All estaba la caja de herramientas, pero no vio otra cosa que pudiera resultar til en aquellas circunstancias. Se inclin sobre la caja, la abri y le sorprendi no encontrar herramientas sino un pequeo costurero, un acerico lleno de agujas, un recipiente con dos filas de carretes de hilo que cubran todas las tonalidades del espectro, como una caja de lpices de colores. Retazos de tela, unas tijerillas, e incluso una cinta mtrica. Jeff vaci la caja en el suelo de la tienda y la sac al claro. Nada haba cambiado. Eric continuaba acostado boca arriba, con la camiseta ensangrentada en el abdomen. Stacy estaba sentada a su lado, con la misma expresin de miedo. Los ojos de Pablo seguan cerrados y su respiracin cavernosa suba y bajaba de volumen. Amy estaba junto a l y no levant los ojos cuando apareci Jeff. ste coloc la caja de herramientas en el centro del claro, y la abri para recoger el agua de la lluvia. Luego se dirigi a la boca del pozo, donde estaba el montn de objetos que haban sacado de la tienda azul. Las plantas continuaban con sus imitaciones. Unas veces las voces gritaban y otras susurraban. Hacan largas pausas, durante las cuales pareca que fueran a detenerse, pero de repente soltaban una andanada, y las palabras y los sonidos se fundan entre s. Jeff trat de no prestarles atencin, pero algunas de las cosas que decan lo sorprendan y lo hacan detenerse a pensar. Lleg a la conclusin de que se era el objetivo; sospechaba que la enredadera, por increble que pareciera, haba empezado a hablar para enfrentarlos, para crear discordia entre ellos. La voz de Stacy dijo: Jeff no est, no? Y luego la de Eric: Jeff fue explorador? Apuesto a que estuvo en los Boy Scouts. A continuacin se oyeron las risas de Eric y Stacy, mezclndose, con un dejo burln. Era como si la enredadera hubiese aprendido sus nombres, como si supiera quin era quin y creara parodias personalizadas, para
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molestarlos ms. Jeff trat de repasar las cosas que haba dicho durante las ltimas veinticuatro horas, buscando posibles consecuencias. Pero estaba tan cansado, tan aturdido, que su mente se negaba a ayudarle. Pero daba igual, porque la enredadera lo saba, y mientras rebuscaba entre los brtulos situados cerca del pozo, oy su propia voz diciendo: Terminar con la agona. Cortarle el cuello. Asfixiarlo. Cuanto ms tiempo pasemos aqu, ms oportunidades tendr de matarnos. Es algo que ha aprendido. No es una risa verdadera. Entonces la colina entera pareci estallar en carcajadas: una interminable sucesin de risas tontas, burlonas, irnicas y maliciosas. En medio se oa la voz de Jeff, gritando como si quisiera silenciar las risas, repitiendo la misma frase una y otra vez: No es una risa verdadera No es una risa verdadera No es una risa verdadera Jeff cogi el frisbee y la cantimplora vaca y se dirigi a la tienda naranja. Supuso que podra usar el frisbee para llenar la cantimplora, la garrafa y la botella que haban usado para la orina. No era el mejor plan del mundo, pero no se le ocurri ningn otro. Amy, Stacy y Eric no se haban movido. La enredadera haba enviado otro zarcillo, que se estaba dando un festn con el vmito de Pablo, sorbindolo ruidosamente. Los tres lo miraban boquiabiertos, borrachos. Cuando termin con el pequeo charco, el zarcillo se retir. Nadie se movi ni habl. A Jeff le exasperaba aquella pasividad, aquel estupor colectivo, pero no dijo nada. La necesidad apremiante de gritar haba desaparecido. Dej el frisbee junto a la caja de herramientas y vaci la botella de orina. Los dems lo miraban en silencio, todos escuchando a la enredadera, que haba callado durante unos instantes slo para empezar a rer de nuevo a todo volumen. Las voces de los desconocidos, pens Jeff. De Cees Steenkamp, quiz. De la joven que Henrich haba conocido en la playa. No eran ms que un montn de huesos descarnados, almas perdidas desde haca tiempo, pero sus risas seguan all, recordadas por la enredadera y utilizadas ahora como arma. No es una risa verdadera No es una risa verdadera No es una risa verdadera An quedaban algunas tiras de nailon de la tienda azul, y Jeff las estaba examinando, preguntndose cmo usarlas para recoger o guardar el agua de lluvia. Saba que debera haberlo pensado antes; habra podido usar el costurero que encontr en la tienda naranja para unir las tiras y confeccionar una bolsa enorme. Pero ahora no haba tiempo para eso. Maana, pens. Entonces empez a llover. La lluvia cay de golpe, como si en el cielo se hubiera abierto una claraboya. No hubo una llovizna de advertencia; primero el cielo estaba encapotado, de color gris oscuro, con ese aire de expectacin que suele preceder a las tormentas tropicales, la brisa agitando ligeramente las hojas de la enredadera, y un instante despus, sin transicin aparente, el aire se llen de lluvia. La luz se volvi mortecina, adquiri una tonalidad verdosa que rayaba en la oscuridad, y la compacta tierra del suelo se convirti en lodo de inmediato. Costaba respirar.
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Las plantas callaron. El frisbee se llen en un segundo. Jeff verti el agua en la cantimplora, llen el frisbee de nuevo y repiti la operacin. Luego le pas la cantimplora a Stacy. Tuvo que gritar para que lo oyese por encima del sonido de la lluvia, que ahora pareca un rugido. Bebe! grit; tena los zapatos completamente empapados, pesados por el agua, y la ropa se le pegaba al cuerpo. Verti el agua del frisbee en la garrafa de plstico: dej que se llenara y lo volc, dej que se llenara y lo volc de nuevo. Cuando termin, empez con la botella de Mathias. Stacy bebi de la cantimplora y se la pas a Eric, que segua tumbado en el suelo, sin camisa, mientras la lluvia le cubra el cuerpo de barro. Se sent con esfuerzo, agarrndose el costado, y cogi la cantimplora. Bebe tanto como puedas! grit Jeff. Jabn, pens. Debi registrar las mochilas para ver si encontraba una pastilla de jabn. Les habra dado tiempo para lavarse al menos las manos y la cara; una tontera, lo saba, pero estaba convencido de que les habra levantado el nimo. Maana pens. Si ha llovido hoy, por qu no va a llover maana? Termin con la botella de Mathias, extendi la mano para coger la cantimplora, volvi a llenarla y se la pas a Amy. La lluvia continuaba cayendo a mares. Estaba sorprendentemente fra. Jeff empez a temblar. Los dems tambin temblaban. Supuso que sera por la falta de comida. Se haban quedado sin fuerzas para luchar contra el fro. Cuando el frisbee se llen otra vez, se lo llev a los labios y bebi directamente de l. Le sorprendi el sabor dulzn de la lluvia. Agua azucarada, pens, y mientras beba, su mente pareci aclararse y su cuerpo adquiri una solidez, un peso, que no saba que hubiera perdido. Llen el frisbee, bebi, llen el frisbee, bebi, y su estmago empez a hincharse, a crecer de una forma placentera, hasta que casi empez a dolerle de tan tenso. Era la mejor agua que haba probado en su vida. Amy haba parado de beber. Stacy y ella estaban de pie, encorvadas, abrazndose a s mismas, temblando. Eric haba vuelto a acostarse, y tena los ojos cerrados y la boca abierta, para llenarla de lluvia. El barro le salpicaba las piernas, el abdomen, el pelo y la cara, cubrindolo cada vez ms. Llevadlo a la tienda! grit Jeff. Le quit la cantimplora a Amy y comenz a llenarla, mientras las chicas ayudaban a Eric a levantarse y lo llevaban a la tienda. La lluvia empez a amainar. Todava lloviznaba, pero el aguacero haba terminado. Jeff saba que en cuestin de cinco o diez minutos habra parado por completo. Cruz el claro para ver cmo estaba Pablo. El cobertizo no lo haba resguardado mucho, y estaba tan mojado como los dems. Al igual que a Eric, el barro lo haba salpicado por todas partes: la camiseta, la cara, los brazos y los muones. An tena los ojos cerrados y su respiracin segua su tortuoso y spero curso. Pero, curiosamente, no temblaba, y Jeff se pregunt si eso sera una mala seal, si el cuerpo poda llegar a deteriorarse hasta el punto de quedarse sin fuerzas incluso para temblar. Se agach, le puso la mano en la frente y se sobresalt al
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comprobar lo caliente que estaba. Por supuesto, todo eran malas seales; all no haba otra cosa. Pens en cmo haba imitado su voz la enredadera: Terminar con la agona. Cortarle el cuello. Asfixiarlo. Y con estas palabras en mente, estuvo a punto de actuar. Al fin y al cabo sera fcil; estaba solo en el claro, y nadie se enterara. Poda agacharse, apretarle la nariz, cubrirle la boca y contar hasta cunto? Hasta cien? Compasin, esto es lo que pens mientras levantaba la mano de la frente de Pablo y la deslizaba hacia abajo. La dej suspendida a unos centmetros de la nariz del griego, sin tocarlo an, y estaba considerando la idea Noventa y siete, noventa y ocho, noventa y nueve cuando Amy sali de la tienda, llevando consigo su borrachera, tambalendose al pisar el claro. Tena el pelo lacio a causa de la lluvia y una mancha de barro en la mejilla izquierda. Est bien? pregunt. Jeff se levant rpidamente. Detestaba la forma en que mascullaba Amy y volvi a sentir el impulso de gritar y devolverle la sobriedad con su furia. Pero se contuvo; dej la pregunta sin responder qu poda responder? y fue hacia la caja de herramientas. La cual, inexplicablemente, estaba casi vaca. Jeff la mir fijamente, tratando de entender qu haba pasado. Tiene un agujero dijo Amy. Y era verdad. Cuando Jeff la levant, vio salir un chorro continuo desde el fondo, que tena una grieta de casi tres centmetros. No la haba visto al retirar el costurero. Con las prisas, no la examin detenidamente. De haberlo hecho, habra podido arreglarla antes de que lloviese Con la cinta adhesiva, pens, pero ya era demasiado tarde. La lluvia haba llegado y se marchaba ya. Mientras pensaba estas palabras, estaba amainando; y al cabo de otro minuto, parara del todo. Enfadado consigo mismo, arroj la caja de herramientas, que fue dando vueltas hacia la tienda. Amy se qued atnita. Qu coo haces? Todava haba agua! Corri y la levant. Jeff saba que era intil. La tormenta haba pasado y el cielo comenzaba a despejarse. No llovera ms, al menos ese da. Mira quin fue a hablar. Amy se volvi hacia l, limpindose la cara. Qu? Ya puedes hablar t de desperdiciar el agua. No empieces replic ella, sacudiendo la cabeza. Que no empiece qu? Ahora no. Que no empiece qu, Amy? A sermonearme. Pero no paras de joder la marrana, y lo sabes, no? Amy no respondi. Se limit a mirarlo con una fingida expresin de tristeza, como si la culpa de todo fuese de l. Jeff se enfureci an ms. Robas agua a media noche. Te emborrachas. Acaso crees que esto es un juego? Amy volvi a sacudir la cabeza. Ests siendo demasiado duro, Jeff.
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Duro? Mira esos putos montculos. Seal hacia el otro lado de la cima, hacia los huesos cubiertos por la enredadera. Podemos acabar todos as. Y ser con tu ayuda. Amy sigui sacudiendo la cabeza. Los griegos Para de una vez. Eres una cra. Los griegos, los griegos, los griegos Olvdate, Amy, no vendrn. Ms vale que vayas hacindote a la idea. Amy se tap los odos con las manos. No, Jeff. Por favor, no Jeff se acerc, la agarr por las muecas y la oblig a escucharlo. Ahora gritaba: Mira a Pablo. Se est muriendo, lo ves? Y Eric acabar con gangrena o con Chsss. Trat de soltarse, mirando con ansiedad hacia la tienda. Y a vosotros tres os da por beber. No te das cuenta de que es un disparate como una casa? Es exactamente lo que la enredadera quiere que Amy lo interrumpi con un brutal alarido de furia: Yo no quera venir! Se solt las manos y empez a pegarle en el pecho, obligndolo a retroceder un paso. No quera venir! repiti sin parar de pegarle. T sugeriste que viniramos! La culpa es tuya, no ma! Lo golpeaba en el pecho y en los hombros, con la cara desencajada y brillante, Jeff no saba si por la lluvia o por las lgrimas. Es culpa tuya, no ma! De repente, la enredadera empez a gritar otra vez: Es culpa ma, no? Fui yo quien pis la enredadera, no? Era la voz de Amy y pareca proceder de todas partes. Amy dej de pegar a Jeff y mir alrededor con los ojos desorbitados. Es culpa ma. Para! grit Amy. Fue por mi culpa, no? Cierra el pico! Fui yo quien pis la enredadera, no? Amy se volvi hacia Jeff con cara de desesperacin, las manos extendidas en actitud de splica. Hazla callar! Es culpa ma. Amy sealo a Jeff con una mano temblorosa. Fuiste t! Sabes que eso no es cierto! No fui yo! Yo no quera venir. Fue por mi culpa, no? Hazla callar. Por favor, puedes hacerla callar? Jeff no se movi ni habl; permaneci donde estaba, mirndola. Fui yo quien pis la enredadera, no? El cielo empezaba a oscurecer, pero no era por la tormenta. Detrs de la cortina de nubes, el sol se acercaba al horizonte. La noche estaba al caer, y no se haban preparado para recibirla. Jeff pens que deberan comer, y esto le record la bolsa de uvas. Amy y los dems no se haban limitado a emborracharse, tambin haban cogido la comida.
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Qu ms comisteis? pregunt. Comer? Adems de las uvas. Robasteis algo ms? No robamos las uvas. Tenamos hambre y Contstame. Vete a la mierda, Jeff. Te comportas como si Dmelo. Amy cabece. Eres demasiado duro. Todo el mundo todos Todos pensamos que eres demasiado duro. Qu quieres decir? La culpa es ma. Amy dio media vuelta y volvi a dirigirse a la planta. Calla! Habis hablado de eso? pregunt Jeff. De m? Para, por favor. Otra vez sacuda la cabeza, y ahora Jeff no tuvo dudas: estaba llorando. Puedes parar, cario? Por favor? Le tendi la mano. Cgela, se dijo Jeff. Pero no hizo ningn movimiento. Haba una historia comn, y los conflictos que surgan entre ellos solan seguir unas pautas fijas. Cada vez que discutan, con independencia del motivo, Amy se alteraba, lloraba, se retiraba; y por mucho que se resistiera, Jeff acababa acercndose para tranquilizarla, mimarla, susurrarle ternezas y asegurarle que la amaba. No importaba de quin fuera la culpa, porque siempre, siempre, siempre era l quien peda perdn; nunca Amy. Y esta vez no fue diferente. Haba dicho: Puedes parar? No Podemos parar?. Jeff estaba cansado harto, hasta la coronilla y se jur que no hara lo mismo de siempre. No all ni entonces. La que se haba equivocado era ella, y en consecuencia le corresponda ceder y pedir perdn. En cierto momento, Jeff no saba exactamente cundo, la enredadera haba callado. Pronto oscurecera. En cuestin de diez o quince minutos, calcul Jeff, no veran nada. Habran debido hablar, convenir un turno de guardias, repartir otra racin de comida y agua. Incluso ahora, mientras la luz se desvaneca, deberan estar haciendo cosas. Eres demasiado duro haba dicho Amy. Creemos que eres demasiado duro. l se esforzaba por salvarlos, y ellos se quejaban, murmuraban a sus espaldas. Que le den pens Jeff. Que les den a todos. Se volvi, dejando a Amy con la mano extendida. Se acerc al cobertizo y se sent en el barro, mirando a Pablo. ste tena los ojos cerrados y la boca entreabierta. El olor que despeda era casi insoportable. Jeff saba que deban moverlo, levantarlo de ese asqueroso y hediondo saco de dormir, que estaba empapado con sus fluidos corporales. Deberan lavarlo, irrigar los muones para quitarle el barro. Ahora tenan suficiente agua y podan permitrselo. Pero la luz se desvaneca, y Jeff saba que no podran lavarlo en la oscuridad. La culpa era de Amy de Amy, de Stacy y de Eric, que lo haban distrado, le haban hecho perder el tiempo. Y ahora Pablo tendra que esperar hasta la maana siguiente. Los muones seguan sangrando no mucho, slo una exudacin
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continua y era preciso limpiarlos y vendarlos. No tenan gasas, por supuesto, ni otro material esterilizado. Jeff tendra que revisar las mochilas de nuevo, coger una camisa limpia y rogar que bastara con eso. Tal vez poda aprovechar el costurero, usar una aguja con hilo. Buscara los vasos que sangraban y los cosera uno por uno. Tambin tena que pensar en Eric: le cosera la herida del costado. Se volvi y mir a Amy, que segua de pie en medio del claro, inmvil. Ni siquiera haba bajado la mano. Esperaba que l se ablandara. Pero no lo hara. Dime que lo sientes dijo en cambio. Cmo? La luz era demasiado tenue para verle la cara. Jeff saba que se estaba comportando como un nio. Era tan tonto como ella. Pero no poda evitarlo. Di que lo sientes insisti Jeff. Amy baj la mano. Dilo. Que siento qu? Haber robado el agua. Haberte emborrachado. Amy se sec la cara con un gesto cansino y suspir. Vale. Qu vale? Lo siento. Qu sientes? Venga Dilo, Amy. Hubo una larga pausa mientras Amy titubeaba. Por fin cedi y recit con voz monocorde: Siento haber robado el agua. Siento haberme emborrachado. Ya basta se dijo Jeff. Para aqu. Pero no lo hizo. Al mismo tiempo que pensaba estas palabras, se oy decir: No pareces muy sincera. Joder, Jeff. No puedes Dilo como si lo sintieras de verdad; de lo contrario, no cuenta. Amy suspir de nuevo, esta vez ms fuerte; fue casi una risa despectiva. Despus sacudi la cabeza, se volvi y se dirigi al otro extremo del claro, donde se dej caer pesadamente al suelo. Estaba de espaldas a Jeff, encorvada, con la cabeza en las manos. Casi no quedaba luz; a Jeff le pareci que la vea extinguirse, desaparecer del aire. Not que la silueta encorvada de Amy se desvaneca entre las sombras, como si se fundiera con la vegetacin que haba ms all. Le pareci que sacuda los hombros. Lloraba? Aguz el odo, pero la ronca respiracin de Pablo le impidi or nada ms. Ve a buscarla se dijo. Ya mismo. Pero no se movi. Se senta atrapado, paralizado. Una vez haba ledo cmo forzar una cerradura, y supona que sera capaz de hacerlo si fuera necesario. Saba cmo escapar del maletero de un coche, cmo trepar desde el fondo de un pozo, cmo huir de un edificio en llamas. Pero nada de eso le serva en las actuales circunstancias. No; no saba cmo salir de esa situacin. Necesitaba que Amy diera el primer paso. Ahora no le caba duda: estaba llorando. Pero en lugar de ablandarlo, el llanto tuvo el efecto contrario. Jeff lleg a la conclusin de que buscaba compasin, de que pretenda manipularlo. Lo nico que le haba pedido era que se disculpara con sentimiento. Tan irracional era eso? O quiz no
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lloraba; quizs estuviera temblando, porque deba de estar mojada, por supuesto, y tendra fro. Mientras la miraba, tratando de dilucidar si eran temblores o sollozos, vio que Amy se inclinaba hacia un lado y se acostaba en el barro. Saba que esto tambin debera infundirle compasin, pero, una vez ms, slo sinti furia. Si estaba mojada y tena fro, por qu no haca algo al respecto? Por qu no se levantaba, se meta en la tienda y buscaba ropa seca en las mochilas? Tena que decrselo l? Bien, pues no lo hara. Si quera quedarse tirada en el barro, temblando o llorando, o las dos cosas a la vez, all ella. Por l poda pasarse toda la noche all, que no hara nada para impedrselo. Ms tarde, mucho ms tarde, despus de que el sol se pusiera y Mathias regresara para unirse a los dems en la tienda, despus de que saliera la luna, aquella plida rodaja reducida ahora a casi nada, despus de que a Jeff se le secara la ropa, endurecindose un poco en el proceso, despus de que la respiracin de Pablo cesara durante treinta segundos y se reiniciara con un ronquido brusco que son como una arcada, o como si desgarraran una sbana, despus de que Jeff pensara una docena de veces en Amy, en despertarla, en mandarla a la tienda, slo para decidir que no en cada ocasin, despus de que acabara su turno de guardia e hiciera la mayor parte del siguiente, sin moverse, deseando que fuera ella quien tomase la iniciativa, que se acercase a pedirle perdn o, mejor an, que lo abrazara en silencio, despus de todas estas cosas, Amy se levant tambalendose. O no se levant del todo, porque dio medio paso hacia l, cay de rodillas y empez a vomitar. La vio doblada hacia delante, apoyada en una mano mientras se cubra la boca con la otra, como si quisiera contener el vmito. Estaba demasiado oscuro para verla bien. Jeff vislumbr su silueta, el sombro bulto de su cuerpo, pero nada ms. No tanto sus ojos como sus odos le advirtieron de lo que pasaba. La oy hacer arcadas, toser, escupir. Intent incorporarse de nuevo, pero obtuvo el mismo resultado: otro medio paso antes de volver a caer de rodillas, la mano derecha sobre la boca mientras la izquierda pareca buscar a Jeff en la oscuridad. Lo llamaba? Por debajo de las arcadas, la tos, los escupitajos, le oy pronunciar su nombre? No estaba seguro, o no del todo, as que no se movi. Y ahora las dos manos de Amy cubran su boca, como para contener el vmito. Pero no lo conseguan, naturalmente. Las arcadas y las toses continuaron. A pesar del apestoso olor de Pablo, Jeff pudo oler el vmito de Amy el tequila, la bilis, que no cesaba. Ve a buscarla, pens de nuevo. Y luego: Eres demasiado duro. Todos creemos que eres demasiado duro. La vio inclinarse ms, siempre con las manos en la boca. Titube all y por fin par: no ms toses, ni arcadas ni atragantamientos. Durante casi un minuto, no se movi en absoluto. Luego, muy despacio, se gir de lado sobre el barro. Qued en posicin fetal, totalmente inmvil. Jeff dio por sentado que haba vuelto a dormirse. Saba que debera ir a ayudarla, limpiarla como si fuese una nia y acompaarla a la tienda. Pero ella se lo haba buscado, no? As que, por qu tena que sacarle las castaas del fuego? No lo hara. La dejara all, para que despertase por la maana con la cara cubierta de vmito seco. Volvi a olerlo, y se le revolvi el estmago. Pero su estmago no fue el nico que reaccion ante aquel
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hedor; tambin lo hicieron sus sentimientos. La furia, el asco y un profundo desasosiego lo mantuvieron junto al cobertizo durante toda la noche, observando sin actuar. Debera ir a ver cmo se encuentra, pens. Cuntas veces? Una docena, o ms. Debera cerciorarme de que est bien. Pero no lo hizo. Se qued mirndola, pensando estas palabras, reconociendo su sensatez, su cordura, pero sin hacer nada en toda la noche. Rayaba el alba cuando por fin se movi. Haba estado dando cabezadas, perdiendo y recuperando la conciencia mientras la luna ascenda, llegaba al cenit y empezaba a descender. Casi haba desaparecido cuando Jeff consigui despertar, se levant con esfuerzo y se estir, sintiendo la sangre espesa en las venas. Ni siquiera entonces fue a ver a Amy; aunque ya daba igual. La mir durante un rato largo un bulto inmvil en el centro del claro, se dirigi a la tienda, abri la cremallera y entr con sigilo. Stacy haba odo discutir a Jeff y Amy. No pudo descifrar sus palabras a causa del tamborileo de la lluvia contra el techo de la tienda, pero estaba segura de que haban discutido. La enredadera tambin haba participado, imitando la voz de Amy. Gritando: Es culpa ma. Y luego: La culpa es ma, no? En la tienda slo estaban ella y Eric. La tormenta impeda ver gran cosa. Stacy no saba qu hora era, pero intua que el da llegaba a su fin. Otra noche; no saba cmo iban a afrontarla. Si me duermo, me vigilars? pregunt Eric. La mente de Stacy estaba embotada por el alcohol. Todo pareca moverse ms despacio de lo normal. Mir a Eric en la oscuridad, tratando de procesar su pregunta. La lluvia no amainaba, y el techo de la tienda se hunda bajo su peso. Jeff y Amy haban dejado de gritar. Toda la noche? pregunt. Eric neg con la cabeza. Una hora. Podrs mantenerte despierta durante una hora? Slo necesito ese tiempo. Stacy se dio cuenta de que estaba cansada, como si el solo hecho de hablar de ello la agotase. Cansada, hambrienta y muy, pero que muy borracha. Por qu no podemos dormir los dos? Eric seal los objetos amontonados en el fondo de la tienda. Volver. Se me meter dentro de nuevo. Uno de los dos ha de permanecer despierto. Se refiere a la enredadera, pens Stacy, y por un momento la sinti cerca, oculta entre las sombras, escuchando, observando, esperando a que se durmiesen. Vale dijo. Una hora. Despus te despertar. Eric estaba acostado boca arriba. Segua apretndose el costado con la camiseta hecha una bola. En la tienda estaba demasiado oscuro para saber si la hemorragia haba cesado. Stacy se sent a su lado y le cogi la mano libre, que estaba fra y hmeda. Saba que deberan secarse y
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cambiarse. Aunque ella an temblaba de fro, no dijo nada ni rebusc en las mochilas. Los arquelogos estaban muertos, igual que todos los que haban llegado antes y despus que ellos, y Stacy tena la absurda sensacin de que sus pertenencias podan contagiarle algo. No quera usar su ropa. Eric se durmi, y su mano se relaj dentro de la de Stacy. sta se sorprendi de la rapidez con que haba conseguido conciliar el sueo. Empez a roncar, con un sonido aterradoramente similar al de la respiracin de Pablo. Stacy estuvo a punto de despertarlo, deseando que se pusiera de lado y callara, pero entonces, de repente, par solo. Eso tambin la aterr, aunque de una forma diferente, as que se inclin y puso la oreja derecha sobre la cara de Eric, para asegurarse de que segua respirando. Respiraba, desde luego. Inclinada de esta forma, con la cabeza casi horizontal, a apenas un palmo del suelo de la tienda, pareca ms fcil seguir cayendo que luchar para incorporarse. Se tumb a su lado, abrazndolo. No se dormira, cmo iba a dormir? Ni siquiera era de noche todava. Amy entrara pronto, y entonces se pondran a charlar en voz baja, susurrando incluso, para no despertar a Eric. Cierto que estaba cansada, pero le haba dado su palabra a Eric, y saba que la planta estaba al acecho, esperando que bajaran la guardia. No; no se dormira. Slo iba a cerrar los ojos por un momento, para escuchar el suave tamborileo sobre el nailon y tal vez fantasear un poco, imaginndose en otro lugar. Cuando abri los ojos, la tienda estaba muy oscura, demasiado oscura para ver. Haba alguien a su lado, sacudindola por el hombro. Despierta, Stacy deca esa persona una y otra vez. Te toca a ti. Reconoci la voz de Jeff, pero no se movi; se limit a mirarlo en la oscuridad. Las cosas le volvan a la memoria, pero demasiado despacio para entenderlas. La lluvia; Amy gritndole puta; Jeff y Amy discutiendo; Eric pidindole que lo vigilase. Tena resaca y todava estaba borracha. Una combinacin dolorosa. La cabeza no slo le dola; experimentaba la extraa sensacin de que su contenido poda volcarse, de que si se mova demasiado rpido hacia un lado o hacia el otro, se vaciara por completo. No era una idea clara; slo saba que no quera moverse, que era peligroso. Tena la vejiga tan llena que le dola, pero ni siquiera eso bast para ponerla en marcha. No respondi. No poda ver a Jeff, pero percibi su asombro, cierta rigidez entre las sombras, por encima de ella. No? pregunt l. No puedo. Por qu? Simplemente no puedo. Pero es tu turno. No puedo, Jeff. ste alz un poco la voz, enfadado. Djate de puetas, Stacy. Levntate. Le dio un pequeo empujn y ella casi grit. Le dola todo el cuerpo. Empez a repetir: No puedo, no puedo, no puedo, no puedo
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Ir yo. Era la voz de Mathias, procedente del otro extremo de la tienda. Stacy not que Jeff se apartaba de ella y se volva. Le toca a ella. Es igual. Estoy despierto. Stacy le oy levantarse, prepararse y dirigirse a la puerta. Aunque se detuvo all, con un titubeo. Dnde est Amy? pregunt. Fuera respondi Jeff. Durmiendo la mona. Debera Djala en paz. Stacy oy que Mathias abra la cremallera, y algo semejante a la luz entr en la tienda. Por un momento, los vio a los tres: Eric acostado boca arriba, inmvil; Jeff de pie al lado de ella, y Mathias saliendo al claro. Gracias, pens, pero no consigui convertir la idea en sonido. La puerta se cerr, sumindolos de nuevo en la oscuridad. Sin querer, estaba cerrando los ojos otra vez. Jeff se acost a unos palmos de ella, mascullando algo con un inconfundible tono quejumbroso. Echando pestes sobre ella, supuso Stacy. Qu ms daba. Ya estaba enfadado con Amy, as que, por qu no con ella? Ms tarde se reiran del incidente; Stacy imitara sus murmullos y suspiros, que todava continuaban. Debera comprobar cmo est Eric, pens. Trat de recordar lo que haba hecho antes de dormirse. Lo haba despertado, como le haba prometido? Cuanto ms pensaba en ello, ms improbable le pareca, y mientras luchaba por despertarse, por abrir los ojos, e incluso por sentarse y tocar a Eric, Mathias empez a llamar a Jeff a gritos. Todo se repeta: el despertar rodeado por aquel olor a humedad y la enredadera creciendo sobre sus piernas. Dentro de m pens Eric mientras la tocaba. Y ahora tambin en el pecho. Mathias gritaba desde el claro. Otra persona se mova en la tienda. Estaba demasiado oscuro para ver quin era. Eric trat de incorporarse, pero la planta estaba encima de l, y era como si lo sujetase. Dentro de m. Jeff! gritaba Mathias. Jeff! Algo malo haba ocurrido; Eric lo not en la voz de Mathias. Pablo ha muerto, pens. Jeff! Haba alguien de pie, dirigindose a la puerta de la tienda. Ay, Dios dijo Eric. Haba metido la mano entre los zarcillos, y se estaba tocando el pecho, por encima de la herida. Debajo de la piel, una masa esponjosa le cubra las costillas y se extenda hacia el esternn. El cuchillo! exclam. Traedme el cuchillo! Qu pasa? Qu tienes? Era Stacy, con voz soolienta y asustada. Lo cogi del hombro. Necesito el cuchillo dijo Eric. El cuchillo?
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Deprisa! En el claro, Mathias segua gritando: Jeff Jeff Eric baj la mano hasta la pierna, donde encontr el mismo bulto acolchado por debajo de la piel, subiendo por la rodilla en direccin al muslo. Oy la cremallera de la tienda y se volvi a mirar. Todava era de noche, pero fuera estaba ms claro que dentro. Vio salir a Jeff. Espera lo llam. Necesito Pero Jeff ya se haba ido. Jeff lo saba. Lo supo en cuanto oy gritar a Mathias. Se haba levantado y corra por el claro, todo suceda muy rpido, demasiado rpido, pero no lo suficiente para ocultar la verdad. Estaba en la voz de Mathias, en el pnico y la urgencia que oy en ella. Era lo nico que necesitaba Jeff. S, lo saba. Se levant, sali de la tienda y cruz el claro en la oscuridad, donde Mathias era apenas una sombra inclinada sobre otra sombra: Amy. Jeff cay de rodillas y cogi la mueca de Amy, que estaba fra. No poda verle la cara a ninguno de los dos. Creo que empez Mathias, buscando las palabras adecuadas, tartamudeando casi por culpa de la agitacin. Creo que la ha estrangulado. Jeff se inclin un poco ms. La planta creca dentro de la boca y la nariz de Amy. Empez a tirar de ella, quemndose las manos con la savia. Un zarcillo se le haba metido hasta la garganta, y tuvo que escarbar con los dedos para sacarlo, ignorando la textura correosa de los labios, que tambin estaban muy fros, demasiado fros En la tienda, Eric haba empezado a gritar otra vez. El cuchillo! Traedme el cuchillo! No la estrangul; la ahog, pens Jeff. Porque ola a tequila y a bilis y la planta estaba hmeda. Record a Amy tratando de levantarse, dando medio paso hacia l con la mano en la boca. l se haba equivocado al pensar que Amy intentaba contener el vmito. En realidad estaba tirando, ahora lo entenda: luchaba por apartar la planta de su cara, para dejar salir al vmito que la estaba ahogando, y al final haba cado de rodillas, pidindole ayuda. Cuando le hubo despejado la cara, le inclin la cabeza hacia atrs, le apret la nariz y apoy sus labios sobre los de ella; un cierre hermtico, sin fugas. Sinti un sabor a vmito y el ardor de la savia en la lengua. Exhal, llenando los pulmones de Amy, levant la boca, le palp el pecho, buscando el esternn, apoy todo su peso contra l, empujando con las palmas de las manos, contando cada presin uno dos tres cuatro cinco, y regres a la boca. Jeff dijo Mathias. Jeff evoc historias de muertes aparentes, de gente rescatada de las profundidades del mar, sin pulso, con los labios amoratados y los miembros rgidos. Historias sobre ataques cardacos, picaduras de serpiente y electrocucin por rayos. Por qu no vctimas de asfixia? Aquellas personas no deban volver a respirar y, sin embargo, gracias a un milagro, a un capricho de la fisiologa, haban vuelto a la vida simplemente
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porque alguien que no tena motivos para creer ni para insistir mantuvo la fe e insisti de todos modos, insuflando aire en los pulmones de un cadver, bombeando sangre a su corazn, resucitndolo como a Lzaro, salvndolo de una muerte prematura. Es demasiado tarde dijo Mathias. Jeff haba aprendido primeros auxilios en segundo de bachillerato. Principios de primavera al oeste de Massachusetts, las moscas zumbando y chocando contra las ventanas que daban al patio, donde haba una bandera izada en un mstil y un pequeo invernadero. Despus de una clase breve, practicaron en el suelo con una mueca de goma, una grotesca mujer sin piernas. Jeff record que le haban puesto un nombre, pero se le haba borrado de la memoria. Quince adolescentes turnndose con ella; alguien hizo un chiste subido de tono, que el seor Kocher silenci con su expresin ceuda. Todos estaban cohibidos, temerosos de equivocarse, pero disimulaban. Los labios de la mueca saban a alcohol. Arrodillado junto a la cabeza, Jeff haba imaginado los rescates que le aguardaban en el futuro. Su abuela inconsciente en el suelo de la cocina, mientras el resto de la familia su hermana, sus padres, sus primos, sus tos y tas la miraban agonizar paralizados, impotentes; entonces un sereno Jeff se adelantara, se abrira paso entre ellos y se arrodillara junto a la anciana para devolverle la vida con la respiracin artificial, un gesto sencillo pero a la vez propio de un dios. Un momento de gracia as lo haba imaginado, lleno de calma y aplomo. Exhal, llenando los pulmones de Amy. Mathias le toc el hombro. No est Ve a buscarla, haba pensado. Record que aquellas palabras le pasaron por la cabeza cuando estaba sentado en el barro, junto al cobertizo de Pablo, mirando cmo Amy se tambaleaba y caa de rodillas con la mano en la boca. Ya mismo. Por qu no haba ido? Not un movimiento cerca de la tienda y enseguida apareci Stacy. Se le ha metido dentro de nuevo dijo. Yo Se interrumpi, tratando de ver algo en la oscuridad. Qu ha pasado? Jeff volvi a palpar el pecho de Amy, buscando el esternn. Est? Fue culpa ma. No le caba la menor duda y, sin embargo, Jeff no poda permitirse el lujo de pensar en eso ahora. Despus tendra que afrontar esas palabras, cargar con las consecuencias; sera inevitable. Pero ahora Empez a presionar: uno dos tres cuatro cinco. Por otra parte, quiz no hubiese un despus. Era posible, no? Ningn despus, nada ms all de ese sitio. Amy era slo la primera, pero l y los dems la seguiran pronto. Y si era as, qu ms daba? De esta forma y no de otra; ahora en lugar de al cabo de unos das o unas semanas. No sera incluso una bendicin, como cualquier otra forma de acortar el sufrimiento? Jeff dijo Mathias. l no se haba dado cuenta. No pudo verla. Amy haba estado a unos cinco metros, pero envuelta en sombras. Cmo iba a imaginar Jeff lo que le pasaba?
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Eric gritaba en la tienda, llamando a Stacy, pidiendo auxilio y reclamando el cuchillo. Ahora no pens Jeff, tratando de organizarse. Ms tarde. Mathias? dijo Stacy, con voz de pnico. Amy est? S. Bebs sacados de la basura, ancianas halladas inconscientes en camisn, montaeros sepultados en la nieve; lo importante era no rendirse, no dar nada por sentado, actuar sin vacilaciones y rezar para que se produjera el milagro, la sbita y caprichosa inhalacin. Stacy dio un paso al frente. Quieres decir que est Muerta. Jeff no les hizo caso. Volvi a la boca: los labios fros, el sabor a vmito, la quemadura de la savia mientras le llenaba los pulmones a la fuerza. Eric segua gritando en la tienda. Stacy y Mathias permanecan callados e inmviles, mirando cmo Jeff trabajaba con el cadver con los pulmones y el corazn, tratando de provocar ese momento de gracia que se le resista, le rehua, no llegaba. Se rindi mucho antes de parar, pero sigui bregando durante unos minutos por pura inercia, por el miedo a lo que significara apartarle los labios de la boca y las manos del pecho sin intencin de regresar. Al final, la fatiga, un calambre en el muslo derecho y el creciente mareo le obligaron a detenerse. Se sent sobre los talones y trat de recuperar el aliento. Nadie habl. Me llam, pens Jeff. Se limpi la boca, los labios escoriados por la savia. Le o pronunciar mi nombre. Cogi la mano de Amy entre las suyas, como si intentase calentarla. Stacy! grit Eric. Jeff levant la cabeza y mir hacia la tienda. Qu le pasa? pregunt. La serenidad de su propia voz lo dej atnito; haba supuesto que sonara ronca y desesperada, como un rugido. Esper las lgrimas las senta muy cerca, pero no llegaron. Se negaban a llegar. Ms tarde, pens. Se le ha metido dentro de nuevo dijo Stacy, y tambin ella habl en voz baja, casi inaudible. Jeff saba que era la presencia de la muerte lo que los induca a hablar en susurros. Solt la mano de Amy y se la coloc con cuidado sobre el pecho, pensando otra vez en aquella mueca de goma de brazos flcidos. Despus de aprobar el cursillo, le haban dado un diploma que su madre enmarc y colg en la pared. Si cerraba los ojos, an poda ver todos aquellos diplomas, medallas y placas junto a las estanteras llenas de trofeos. Alguien debera ir a ayudar a Eric dijo. Mathias se levant en silencio y se dirigi a la tienda. Jeff y Stacy lo miraron alejarse, una sombra movindose por el claro. Como un fantasma, pens Jeff, y entonces llegaron las lgrimas. Fue incapaz de reprimirlas. No hubo sollozos ni hipos ni gemidos ni gritos ni lamentos, slo media docena de gotas de agua salada, deslizndose despacio por sus mejillas, escocindole en los puntos donde
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la savia le haba quemado la piel. Stacy no vio las lgrimas de Jeff. De hecho, no vea casi nada. Se encontraba en un estado deplorable: cansada, borracha, con los msculos y los huesos doloridos y la cabeza embotada por el miedo. Estaba oscuro, demasiado oscuro, y le dolan los ojos por el esfuerzo de tratar de distinguir las cosas. Lo nico que alcanzaba a ver era que Amy estaba tendida boca arriba y Jeff, arrodillado a su lado. Pero en cuanto sali de la tienda supo la verdad: Amy haba muerto. Se arrodill en el suelo. Estaba a sesenta centmetros de ellos, y le habra bastado con extender el brazo para tocar a Amy. Saba que debera hacerlo, que era lo ms apropiado, lo que Amy habra querido, pero no se movi. Tena miedo. Si la tocaba, su muerte se volvera real. Ests seguro? pregunt a Jeff. Seguro de qu? De que est Stacy era incapaz de decirlo. Pero Jeff la entendi; intuy que asenta en la oscuridad. Cmo? susurr. Cmo qu? De qu manera? Se le meti dentro de la boca. La asfixi. Stacy respir hondo y se qued pensativa. No puede estar pasndonos esto pens. Cmo es posible? Otra vez ola a fuego, y eso le record que haba gente al pie de la colina. Tenemos que decrselo dijo. A quin? A los mayas. Supo que Jeff la miraba, aunque l no respondi. Dese poder verle la cara, porque con su serenidad, su voz queda y su cara oculta, Jeff propiciaba la sensacin de irrealidad, de que nada de aquello estaba sucediendo de verdad. Tenemos que decirles lo que ha pasado aadi Stacy en voz un poco ms alta. Ms que or sinti cmo su corazn se aceleraba, consumiendo el tequila, el sueo e incluso el miedo. Tenemos que convencerlos de que nos ayuden. No van a Tienen que hacerlo. Stacy Tienen que ayudarnos! Stacy! Ella lo mir parpadeando. Tena los muslos agarrotados y le costaba permanecer de cuclillas. Quera levantarse, correr cuesta abajo y acabar con todo. Pareca muy sencillo. Cierra el pico dijo Jeff en voz muy baja. De acuerdo? Stacy no respondi. Estaba demasiado sorprendida. Por un instante sinti deseos de gritar, de insultarlo, de pegarle, pero se le pas enseguida. Todo pareca desvanecerse en un santiamn. De repente, el cansancio y el miedo la invadieron de nuevo. Extendi el brazo y cogi la mano de Amy. Estaba fra y ligeramente hmeda. Si Amy le hubiese devuelto el apretn, Stacy habra gritado, y esta certeza la oblig a aceptar por fin la verdad.
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Ha muerto pens. Amy est muerta. No hables, vale? dijo Jeff. Puedes quedarte aqu conmigo, con ella, sin decir nada? Stacy segua apretando la mano de Amy. Le haca sentirse mejor. Asinti con la cabeza. Y eso fue lo que hicieron. Permanecieron junto al cadver de Amy, esperando, sin hablar, mientras la tierra giraba lentamente hacia el amanecer. Eric no paraba de suplicarle a Mathias que lo operase, pero ste se negaba a hacerlo en la oscuridad. Tenemos que sacarla insisti Eric. Se est extendiendo por todas partes. Eso no lo sabemos. No la palpas? Palpo una hinchazn. No es una hinchazn. Es la enredadera. Es Mathias le dio una palmada en el brazo. Chsss dijo. Cuando haya ms luz. En la tienda haca un calor hmedo y sofocante, y Mathias tena la mano sudorosa. Molesto por su contacto, Eric se apart. No puedo esperar tanto tiempo. Amanecer pronto. Es porque te llam nazi? Mathias no respondi. Era una broma. Estbamos hablando de la pelcula que harn cuando volvamos y dijimos que te convertiran en el malo. Porque eres alemn, sabes? As que te transformarn en un nazi. No rega bien, lo saba, y hablaba demasiado rpido. Estaba aterrorizado y pens que quiz no se le entendiera. Pero una vez que se meti por ese camino, fue incapaz de detenerse. No es que lo seas, pero harn que lo parezcas. Porque necesitarn un malo. Es indispensable. Aunque la mala podra ser la planta, no? Entonces no tendras que pasar por nazi. Podras ser un hroe, igual que Jeff. Los dos seris los hroes. Tenis boy scouts en Alemania? Oy que Mathias suspiraba. Eric Dame el puto cuchillo, vale? Lo har yo mismo. No tengo el cuchillo. Pues ve a buscarlo. Cuando empiece a aclarar. Llama a Jeff. l lo har. No podemos llamar a Jeff. Por qu no? Hubo una pausa y Eric not que Mathias dudaba. Ha ocurrido algo malo dijo. Eric pens en el pequeo cobertizo y en el olor a pis y mierda que sala de all. Asinti con la cabeza. Ya lo s dijo. No creo que lo sepas. Es Pablo, no? Ha muerto.
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No. No es Pablo. Entonces? Es Amy. Amy? Eric no se lo esperaba. Qu pasa con Amy? Otra pausa parecida para buscar las palabras apropiadas. Se ha ido. Se ha ido? Sinti que Mathias sacuda la cabeza en la oscuridad. Ha muerto, Eric. La planta la mat. Qu demonios? La asfixi mientras dorma. Eric no dijo nada; estaba demasiado horrorizado para hablar. Muerta. Ests seguro? pregunt, consciente de que era una pregunta tonta. S. Eric sinti que la cabeza le daba vueltas, como si estuviera en un coche que ha perdido la traccin. Muerta. Quera levantarse para comprobarlo en persona, pero no saba si sera capaz. Primero, alguien tendra que cortar la planta y quitrsela de la pierna y el pecho. Muerta. Saba que era verdad, y al mismo tiempo no poda aceptarlo. Muerta. Era una tontera, pero la pelcula que haban inventado en broma haba conquistado su imaginacin: Amy era la chica buena, la repipi y se supona que deba sobrevivir, escapar con Jeff en un globo aerosttico. Muerta, muerta, muerta. Dios mo dijo. Lo s. Quiero decir que Otra palmada en el brazo, y de nuevo el contacto con la mano sudorosa. Calla. Tranquilo. No hay nada que decir. Eric dej caer la cabeza de nuevo sobre el suelo de la tienda. Cerr los ojos durante unos instantes y luego los abri, buscando indicios de claridad en las paredes de nailon. Pero slo haba oscuridad; estaba rodeado por la oscuridad. Cerr los ojos otra vez y esper el amanecer con una palabra resonando en la cabeza: Muerta, muerta, muerta, muerta, muerta, muerta En cuanto sali el sol, Eric empez a llamar otra vez desde la tienda. Quera el cuchillo. Mathias sali al claro y se qued mirando a Jeff y Stacy, que continuaban sentados junto al cadver de Amy, uno a cada lado. Stacy le haba cogido la mano. Qu pasa? pregunt Jeff. Mathias se encogi de hombros y mir hacia arriba. La luz an no era demasiado intensa y estaba teida de rosa. Jeff oy cantos y graznidos de pjaros a lo lejos, en la selva. No consegua descifrar la expresin de Mathias, aunque le pareci preocupado. O quiz confundido. Creo que deberas echarle un vistazo.
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Jeff se levant sintindose agarrotado y al lmite de sus fuerzas. Sigui a Mathias hacia la tienda, dejando a Stacy con el cuerpo de Amy. Dentro, la luz era demasiado tenue para ver con claridad. Eric estaba acostado boca arriba, con la pierna izquierda y el abdomen ocultos debajo de algo, y Jeff tard unos instantes en darse cuenta de que ese algo era la enredadera. Se arrodill a su lado. Por qu no la has arrancado? pregunt. Tiene miedo de romperla explic Mathias. Eric asinti. Si los zarcillos se rompen, se metern por todas partes. Como gusanos. Jeff separ la masa de hojas, inclinndose un poco ms para ver mejor. La planta haba penetrado por las heridas de la pierna y el pecho, pero era difcil saber si haba llegado muy hondo. Jeff necesitaba ms luz. Puedes andar? pregunt. Eric neg con la cabeza. Las aplastara. Me quemaran. Jeff reflexion y lleg a la conclusin de que Eric estaba en lo cierto. Entonces tendremos que llevarte en brazos. Esto pareci asustar a Eric, que intent sentarse, pero slo consigui incorporarse a medias, apoyndose sobre los codos. Adnde? Fuera. Aqu est demasiado oscuro. En total haba cinco zarcillos enroscados alrededor del cuerpo de Eric. Tres estaban adheridos a la pierna, cada uno de ellos en una herida diferente. Los otros dos haban penetrado por la incisin del pecho. Jeff se dio cuenta de que tendran que cortarlos cerca de la raz si queran sacar a Eric de all, y lo hizo rpidamente, sin decir nada, por si Eric protestaba. Luego hizo una sea a Mathias para que le ayudase. ste cogi a Eric por los hombros y Jeff por los pies. Lo levantaron y lo llevaron al claro con los zarcillos colgando, balancendose y retorcindose como serpientes. Lo dejaron en el suelo, a mitad de camino entre Pablo y Amy. Luego Jeff cruz el claro en busca del cuchillo. Tener una tarea era agradable y reconfortante. El solo hecho de sujetar el cuchillo en la mano pareci aclararle la mente y aguzarle los sentidos. Titube por un segundo, observando el pequeo campamento. Eran un grupo de zarrapastrosos, sucios y con la ropa hecha jirones. Mathias y Eric tenan un grueso rastrojo de barba. Eric estaba cubierto de sangre seca, y los zarcillos parecan brotar de sus heridas, ms que haber penetrado en ellas. Mientras lo sacaban de la tienda, Jeff le haba visto mirar brevemente a Amy, echar una pequea ojeada exploratoria antes de estremecerse y desviar la mirada. Nadie haba hablado; todos parecan esperar que empezara otro. Jeff saba que necesitaban un plan, un camino que los llevase ms all del presente, algo en que pensar, y tambin saba que tendra que ser l quien lo encontrase. La luz empezaba a aumentar, trayendo consigo el calor del da. Curiosamente, a Pablo casi no se le oa respirar. Por un instante Jeff temi que hubiera muerto. Se acerc al cobertizo y se acuclill junto a l. El griego segua con ellos. Pero aquel gorgoteo viscoso haba desaparecido, y
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la respiracin ahora era lenta y regular. Jeff le toc la frente y comprob que an arda de fiebre. Pero algo haba cambiado. Cuando Jeff levant la mano, Pablo abri los ojos y los fij en l. Parecan sorprendentemente centrados y alerta. Hola dijo Jeff. Pablo se humedeci los labios y trag saliva con dificultad. Poto? dijo. Te est pidiendo agua dijo Stacy desde el otro lado del claro. Es agua en griego. Cmo lo sabes? Porque lo dijo antes. Eric segua acostado boca arriba, mirando al cielo. El cuchillo, Jeff dijo. Un momento. Mathias estaba de pie junto a Eric, con los brazos cruzados, como si tuviera fro. Pero Jeff vio que tena la frente cubierta de sudor, brillante bajo la creciente luz del alba. Jeff seal la garrafa de agua. Mathias la cogi y se la llev. Jeff destap la garrafa y se la ense a Pablo. Poto? pregunt. Pablo asinti, abri la boca y sac un poco la lengua. Jeff vio que tena una mancha marrn en los dientes, tal vez sangre. Le puso la garrafa en los labios y ech una pequea cantidad de agua sobre la lengua. El griego trag, tosi un poco y volvi a abrir la boca. Jeff repiti la operacin tres veces. Saba que la respiracin calmada, la recuperacin de la conciencia y la capacidad de retener el agua en el estmago eran buenas seales, pero no terminaba de aceptarlo. En su fuero interno, Pablo ya estaba muerto. Le pareca imposible que alguien pudiera sobrevivir a todo lo que le haba ocurrido al griego en las ltimas treinta y seis horas sin la ayuda de complicados procedimientos mdicos. La fractura de la columna, la amputacin de las piernas, la hemorragia, la infeccin casi segura Unos sorbos de agua no podan compensarlo por todo eso. Cuando Pablo cerr los ojos de nuevo, Jeff cruz el claro y se arrodill junto a Eric. Un plan. Eso era lo que necesitaban. Limpiar el cuchillo, lavando la sangre de la hoja, y prender otro fuego para esterilizarlo. Tal vez deberan esterilizar tambin algunas agujas. Luego extirpar la enredadera y coser a Eric. Y al cabo de un rato, alguien debera bajar al pie de la colina para esperar a los griegos. Despus tendran que coser los restos de la tienda azul, confeccionar un recipiente donde guardar el agua, por si llova. Y qu ms? Saba que olvidaba algo. O lo rehua. El cadver de Amy. Lo mir y apart los ojos con rapidez. Paso a paso se dijo. Primero el cuchillo. Tardaremos unos minutos en prepararnos advirti a Eric. ste trat de sentarse, pero se lo pens mejor. Qu quieres decir? Tengo que esterilizar el cuchillo.
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No importa. No necesito No pienso cortarte con el cuchillo sucio. Eric extendi el brazo. Entonces lo har yo. Jeff neg con la cabeza. Sern tres minutos, Eric, vale? Eric titube, cavilando. Por fin pareci darse cuenta de que no tena alternativa. Baj la mano. Date prisa, por favor. Limpiar el cuchillo. Jeff regres a la tienda y rebusc en las mochilas de los arquelogos. En un bolsillo con cremallera, encontr un neceser que contena espuma de afeitar, dentfrico, un cepillo de dientes, un peine, un desodorante y una pastilla de jabn en una pequea jabonera roja. Se llev el neceser al claro junto con una toalla pequea, una aguja y un diminuto carrete de hilo. El jabn, la toalla, el cuchillo, la aguja, el hilo, la garrafa de agua qu ms necesitaba? Se volvi hacia Mathias, que estaba sentado junto al cobertizo. Puedes encender fuego? pidi. Cmo de grande? Uno pequeo. Para esterilizar el cuchillo. Mathias se levant y comenz a moverse por el claro, preparndolo todo. El da anterior se haban dejado los cuadernos fuera y ahora estaban demasiado mojados para que prendieran. Mathias desapareci en la tienda, buscando algo que sirviera como combustible. Jeff moj la toalla y restreg con ella la pastilla de jabn, haciendo espuma. Cuando empezaba a frotar la hoja del cuchillo, manchada de sangre seca, Mathias reapareci con un libro y un calzoncillo. Los dej en el suelo, junto a Jeff, y los roci con tequila. El libro era una novela de Hemingway que Jeff haba ledo en el instituto: Ahora brilla el sol. La misma edicin, la misma tapa. Al mirarlo, se dio cuenta de que no recordaba absolutamente nada del argumento. Dale un poco de eso dijo, sealando el tequila. Mathias le pas la botella a Eric, que la cogi con las dos manos y mir a Jeff con expresin dubitativa. Jeff asinti, indicndole que bebiera. Para el dolor. Eric ech un largo trago, se detuvo para respirar y bebi un poco ms. Mathias tena la caja de cerillas en la mano. La haba abierto y sacado una. Avsame cuando ests listo le dijo a Jeff. Jeff ech un chorro de agua sobre la hoja del cuchillo, aclarndola. Cuando termin, le quit la botella de tequila a Eric y la dej en el suelo. Despus te coser, de acuerdo? Eric sacudi la cabeza, aterrorizado. No quiero que me cosas. Las heridas no se cerrarn solas. Pero quedarn restos. No dejar nada dentro, Eric. La
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No podrs verla toda. Una parte es demasiado pequea. Y si coses cuando an queda algo Escchame, quieres? Jeff se esforzaba por mantener la voz baja, serena y tranquilizadora. Si dejamos las heridas abiertas, ocurrir lo mismo una y otra vez. Lo entiendes? Te dormirs, y la enredadera se te meter dentro. Quieres que te pase eso? Eric cerr los ojos y su cara comenz a temblar. Jeff not que luchaba por contener las lgrimas. Lo que quiero es volver a casa dijo. Eso es lo que quiero. Respir hondo, algo cercano a un sollozo reprimido a ltimo momento. Si me coses Eric dijo Stacy. Eric abri los ojos y se gir para mirarla. Todava estaba sentada junto a Amy, cogindole la mano. Deja que te cosa, cario, vale? Eric la mir fijamente y tambin a Amy. Respir hondo dos veces ms y su cara dej de temblar. Cerr los ojos, los abri y asinti. Jeff se volvi hacia Mathias, que haba estado esperando con una cerilla preparada entre el dedo ndice y el pulgar. Adelante dijo Jeff. Y todos miraron cmo el alemn encenda un pequeo fuego. Stacy estaba a pocos metros y pudo verlo todo. Jeff empez por el abdomen, agrandando la herida original y tirando con suavidad de un zarcillo mientras cortaba. No tuvo que cortar demasiado para que saliera; slo unos cinco centmetros. Luego comenz a practicar una incisin en la direccin contraria, tirando del segundo zarcillo. Una vez ms, bast con cortar cinco o seis centmetros para que la rama saliera con facilidad. Deba de dolerle, por supuesto, pero Eric se limit a hacer muecas y apretar los puos. Ni siquiera rechist. Jeff le pas el cuchillo a Mathias y cogi la aguja. Mathias la haba calentado en el pequeo fuego antes de enhebrarla. Aquellos dos no necesitaban hablar; saban lo que quera el otro y lo hacan. Como Amy y yo, pens Stacy, y casi se ech a llorar. Para contenerse, cerr los ojos y los apret con la misma fuerza con que apretaba la mano de Amy. El calor de su propio cuerpo haba calentado la piel de su amiga, y si no hubiera sabido la verdad, habra podido imaginar que dorma. No; no era cierto. Una extraa rigidez haba empezado a tomar posesin del cuerpo, y los dedos estaban ligeramente curvados. Stacy abri los ojos. Jeff limpiaba la sangre con la toalla y sujetaba la aguja con la otra mano, listo para empezar a coser. Eric levant la cabeza y lo mir fijamente. Qu haces? Jeff titube, con la aguja suspendida sobre el abdomen de Eric. Te lo he dicho. Voy a coserte. Pero todava no la has extirpado del todo. Claro que s. Ha salido entera. Eric sacudi la mano. No la ves, coo? Sube por mi pecho.
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Jeff examin la zona que sealaba Eric: la parte izquierda de la caja torcica y el esternn. Slo es hinchazn, Eric. Y una mierda. Es la reaccin del cuerpo ante un traumatismo. Crtame ah. Seal el esternn. No pienso Hazlo y vers. Jeff mir primero a Mathias y luego a Stacy, esperando que lo ayudasen. Stacy lo intent, aunque sin demasiado empeo. Deja que te cosa, cario. Eric no le hizo caso. Tendi la mano hacia Mathias. Dame el cuchillo. Mathias mir a Jeff, que neg con la cabeza. O me cortas, o me das el cuchillo y lo hago yo. Eric empez Jeff. Joder, la tengo dentro. La siento. Jeff sigui dudando durante unos instantes, pero luego le devolvi la aguja a Mathias y cogi el cuchillo. Indcame dnde dijo. Eric se pas la mano por el lado izquierdo del esternn. Aqu. Este bulto. Jeff se inclin sobre l, hundi la hoja en la piel y descendi, practicando una incisin de unos siete centmetros. La sangre que brot de la herida comenz a deslizarse por las costillas de Eric. Lo ves? pregunt Jeff. No hay ni rastro de la planta. Eric sudaba, y tena el pelo pegado a la frente. Stacy supuso que era por el dolor. Ms adentro dijo. Ni lo suees. Jeff sacudi la cabeza. Ah no hay nada. Se esconde. Tienes que Si hago un corte ms profundo, tocar el hueso. Sabes lo que sentiras? Pero est ah. La siento. Jeff estaba restaando la herida con la toalla. Slo es hinchazn, Eric. A lo mejor est debajo del hueso. Podras? No se hable ms. Te coser. Jeff le devolvi el cuchillo a Mathias y cogi la aguja. Me comer por dentro. Igual que a Pablo. Jeff no le hizo caso. Sigui absorbiendo la sangre con la toalla. Luego empez a coser. Eric dio un respingo y cerr los ojos. Duele. Jeff estaba encorvado sobre el cuerpo de Eric, cosiendo y restaando, cosiendo y restaando, tirando del hilo y juntando los bordes de la herida. En voz muy baja, tan baja que Stacy tuvo que inclinarse para orlo, dijo: Tienes que controlarte. Eric permaneci callado, con los ojos cerrados. Respir hondo, contuvo el aire y luego exhal despacio.
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Es que no quiero morir aqu. Desde luego. Nadie quiere morir. Pero podra suceder, no crees? Podramos morir todos. Jeff no respondi. Termin de coser la herida del esternn y volvi a la de las costillas. Eric abri los ojos. Jeff? Qu? Crees que moriremos aqu? Jeff haba comenzando a coser, y estaba concentrado en la tarea, con los ojos entornados. Creo que ste es un sitio peligroso y tenemos que ir con muchsimo cuidado dijo. Y ser muy listos. Y precavidos. No me has respondido. Jeff sopes la cuestin y asinti con la cabeza. Lo s. Pareci que iba a aadir algo, pero no lo hizo. Cosi y resta, cosi y resta, y cuando termin con el abdomen, empez con las heridas de la pierna. Cuando hubo acabado, Jeff le dej beber un poco ms de tequila. No mucho, no lo suficiente, pero algo era algo. Tambin le dio una aspirina, lo cual pareca un chiste. Eric rio cuando Jeff le ofreci el bote. Pero el boy scout ni siquiera sonri. Tmate tres dijo. Ser mejor que nada. Le dolan los puntos; le dola todo. Su piel pareca demasiado tirante para el cuerpo, como si pudiera empezar a rasgarse en cualquier momento. Le daba miedo moverse, sentarse o ponerse en pie, as que no hizo ninguna de las dos cosas. Permaneci acostado boca arriba en el claro, mirando al cielo, que estaba sorprendentemente azul, sin una sola nube. Un da ideal para la playa, pens, y trat de imaginar el bullicio en el hotel de Cancn y cmo l y los dems se habran entretenido en una maana como sa. Un chapuzn temprano, quizs, antes del desayuno en la terraza. Luego, por la tarde, si no llova, iran a montar a caballo. Stacy haba dicho que quera probarlo antes de volver. Amy tambin. Al pensar en esto, Eric se gir para mirarlas. Stacy insista en cerrarle los ojos a Amy, pero cada vez que lo consegua, volvan a abrirse de inmediato. Tambin tena la boca abierta. La savia de la planta le haba quemado la cara, y la quemadura pareca una mancha de nacimiento. Eric supuso que tendran que enterrarla, y se pregunt cmo conseguiran cavar un hoyo lo bastante grande para el cadver. Lo primero que percibi fue el hambre, no el olor que lo despert. Not una especie de tensin, como un espasmo en el estmago, y la boca se le llen de saliva. Inhal con aire pensativo. Pan, pens. En el mismo momento, Stacy pregunt: Olis eso? Es pan respondi Eric. Alguien est haciendo pan. Los otros dos levantaron la cabeza y olfatearon el aire. Los mayas? pregunt Stacy. Jeff estaba siguiendo el rastro del olor, que era cada vez ms intenso
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y se asemejaba ya al de una panadera. Se mova despacio por el borde del claro, respirando hondo. A lo mejor nos han trado pan sugiri Stacy sonriendo, encantada con la idea. De hecho, pareca convencida de que era as. Uno de nosotros debera bajar y No son los mayas. Jeff estaba de cuclillas en el borde del claro, de espaldas a ellos. Pero Se volvi hacia Stacy y le hizo una sea para que se acercara. Es la enredadera dijo. Mathias y Stacy se levantaron y fueron a oler las florecillas rojas. Eric no tuvo necesidad de acompaarlos. Supo por la expresin de sus caras que Jeff estaba en lo cierto, que la planta se las haba ingeniado para desprender el olor del pan recin horneado. Stacy regres junto al cadver de Amy y se sent. Se cubri la boca y la nariz con la mano, tratando de bloquear el olor. No puedo soportarlo, Jeff. No puedo. Comeremos un poco dijo Jeff. Repartiremos la naranja. Stacy sacudi la cabeza. No servir de nada. Jeff no respondi. Desapareci en el interior de la tienda. Cmo lo hace? pregunt Stacy. Pase la mirada entre Eric y Mathias, como si esperase que uno de los dos le diera una explicacin. No se la dieron, desde luego, y pareci que iba a echarse a llorar. Se haba tapado la nariz con dos dedos y respiraba por la boca, casi jadeando. Jeff reapareci al cabo de un momento. Lo hace adrede, verdad? pregunt Stacy. Nadie respondi. Jeff se sent y comenz a pelar la naranja. Eric y Mathias observaron cmo la fruta emerga despacio por debajo de la cscara. Por qu ahora? insisti Stacy. Por qu no? Esper a que tuviramos hambre explic Jeff. A pillarnos con las defensas bajas. Cort la fruta y cont los gajos: haba diez. Si hubiese empezado antes, no nos habra fastidiado tanto. Nos habramos acostumbrado. Pero ahora Se encogi de hombros. Tambin se tom su tiempo antes de empezar a imitar nuestras voces. No revela sus poderes hasta que nos ve dbiles. Por qu el olor a pan? pregunt Stacy. Debi de percibirlo en algn momento. Puede que alguien hiciera pan aqu, o por lo menos lo calentara. Porque la enredadera imita cosas: lo que oye, lo que huele. Como un camalen. Como un sinsonte. Pero es una planta! Jeff la mir. Cmo lo sabes? Qu quieres decir? Cmo sabes que es una planta? Qu va a ser si no? Tiene hojas, flores y Pero se mueve. Y piensa. As que es posible que slo parezca una planta. Jeff sonri, como si estuviera encantado con las facultades de la enredadera. No tenemos forma de saberlo, no?
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El olor cambi, se volvi ms fuerte e intenso. Eric buscaba la palabra en su mente cuando Mathias la pronunci: Carne. Stacy mir hacia arriba, olfateando. Un bistec de ternera. Mathias neg con la cabeza. Hamburguesas. Chuletas de cerdo replic Eric. Jeff los silenci con un gesto. No lo hagis. Que no hagamos qu? pregunt Stacy. Hablar del tema. Slo conseguiris sentiros peor. Todos callaron. Chuletas de cerdo no pens Eric. Salchichas de Frankfurt. La planta segua dentro de l; estaba convencido. Cosida en su interior, esperando una oportunidad para actuar. Pero tal vez no importara. Era capaz de imitar sonidos y olores, pensar y moverse. Triunfara indefectiblemente, dentro o fuera de su cuerpo. Jeff dividi la naranja en cuatro porciones iguales, dos gajos y medio por cabeza. Deberamos comer tambin la piel dijo. Y la dividi. Seal a Stacy. Elige t primero. Stacy se levant, se acerc a las pequeas montaitas y observ cada porcin, midindola con los ojos. Al final cogi una. Eric? dijo Jeff. Eric tendi la mano. Me da igual. Dame cualquiera. Jeff sacudi la cabeza. Seala. Eric seal una porcin y Jeff se la acerc. Dos gajos y medio de naranja y un montoncillo de pieles. Si hubiesen sido cinco, les habran tocado slo dos gajos por cabeza. A Eric le pareci tristsimo que la ausencia de Amy pudiera medirse de una forma tan mezquina, con medio gajo de naranja. Se meti uno en la boca y cerr los ojos, sin masticar an, recrendose en la sensacin. Mathias? dijo Jeff. Eric oy que el alemn se levantaba para ir a buscar su racin. Luego se hizo un silencio: todos se haban retirado a un lugar ntimo donde saborear lo que sera el desayuno de ese da. El olor cambi otra vez. Pastel de manzana, pens Eric, que todava no haba empezado a masticar y que ahora, de manera repentina e inexplicable, tuvo que contener las lgrimas. Cmo conoce el aroma del pastel de manzana? Oy el sonido acuoso de las bocas de los dems, que ya haban empezado a comer. Se cubri los ojos con el sombrero. Con una pizca de canela. Eric mastic, trag el gajo y luego se puso un trozo de piel de naranja en la boca. No lloraba; haba logrado vencer la tentacin. Pero las lgrimas continuaban al acecho. Las senta cerca. Con nata montada, incluso. Mastic la pequea tira de cscara, la trag y se meti otra en la boca. Hasta poda ver la masa del pastel, ligeramente tostada por debajo.
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Y aquello no era nata montada, sino helado de vainilla, derritindose despacio en el plato un plato metlico de postre, con una taza de caf al lado. Mientras imaginaba estas cosas, Eric sinti ganas de llorar de nuevo. Tuvo que cerrar los ojos con fuerza, aguantar la respiracin y esperar a que pasaran, mientras aquellas tres palabras se repetan en su cabeza: Cmo lo sabe? Cmo lo sabe? Cmo lo sabe? Tenemos que ponernos de acuerdo en algunas cosas dijo Jeff. Ya haban dividido la naranja y se la haban comido con piel y todo. Despus se pasaron la garrafa de agua, y Jeff dijo a los dems que bebieran hasta llenarse. El agua ya no era su principal preocupacin. Despus del chaparrn de la noche anterior, estaba seguro de que llovera a menudo, tal vez a diario. Y saba que el hecho de aliviar aunque slo fuese un malestar les levantara el nimo. As que tomaron su miserable desayuno y luego bebieron agua hasta hincharse. Ms tarde podran usar los restos de nailon azul para confeccionar un depsito para el agua. Con suerte recogeran una cantidad suficiente para lavarse. Eso tambin los animara. No se haban saciado, por supuesto. Cmo iban a saciarse con una naranja repartida entre cuatro? Jeff trataba de verlo como un ayuno voluntario o una huelga de hambre. Cunto podan prolongarse esas cosas? Le vino a la cabeza una fotografa de peridico, en blanco y negro, de tres jvenes que miraban desafiantes al objetivo desde sus camas; dbiles, demacrados pero indiscutiblemente vivos, con los ojos brillantes. Hizo un esfuerzo para recordar el pie de foto, o la noticia que acompaaba la imagen. Por qu no lo lograba? Quera una cifra, el nmero de das. Haban sido semanas, s, semanas a base de agua. Cincuenta das? Sesenta? Setenta? Pero sin duda llegara un momento en que el ayuno se convertira en inanicin, y en la mente de Jeff esto estaba relacionado con la duracin de su msera reserva de provisiones, con independencia de lo poco que comieran. Crea que mientras tuvieran algo que repartir, por insignificante que fuera, seran dueos de la situacin. Porque en tal caso estaran racionando, no murindose de hambre. Una forma de negar la realidad. Un cuento de hadas. Luego estaban las cosas que saba y no poda negar, aquellas de las que haba ledo en el transcurso de los aos, los detalles que se le haban quedado grabados. En cierto punto, las punzadas de hambre desapareceran. El cuerpo comenzara a quemar msculo, a digerir los cidos grasos, como una mquina que se consume a s misma para obtener combustible. El metabolismo se volvera ms lento, el pulso disminuira y la tensin arterial caera en picado. Se sentiran letrgicos y tendran fro incluso bajo el sol. Y todo esto pasara bastante rpido. En dos semanas, o tres como mucho. Luego se producira un deterioro rpido: arritmia, problemas de visin, anemia, lceras bucales, etctera, etctera, etctera, hasta que no hubiera ms etcteras posibles. Daba lo mismo que no recordase si eran cincuenta, sesenta o setenta das; lo importante era
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que se trataba de un nmero finito. En algn punto del camino haba un lmite un muro, un abismo, y con cada hora que pasaba se acercaban un poco ms a l. Despus del pan haba sido la carne; despus de la carne, el pastel de manzana; y despus del pastel de manzana, chocolate con fresas. Luego la planta se detuvo. Es para que no nos acostumbremos dijo Jeff. Para pillarnos con la guardia baja. Podan hacer algo, desde luego, tenan un recurso a su disposicin, pero Jeff dudaba de que los dems quisieran usarlo. Difcil de digerir, fue la expresin que le pas por la cabeza. A los dems les costar digerir la idea, pens, y a pesar del dramatismo de la situacin, pudo apreciar el humor de la metfora. Humor negro. Tenemos que ponernos de acuerdo en algunas cosas. Lo haba planteado as, con aquellas palabras engaosas por su banalidad, falsamente benignas. Pero de qu otra manera poda empezar? Eric segua acostado boca arriba, con el sombrero en la cara. No dio seales de haberle odo. Eric? dijo Jeff. Ests despierto? Eric levant la mano, se quit el sombrero de la cara y asinti. La piel que rodeaba las incisiones estaba arrugada, tensa por los puntos, y an sangraba un poco en algunos sitios. Las heridas se vean irritadas y dolorosas: una imagen desagradable. Mathias estaba a la izquierda de Jeff, con la garrafa de agua en el regazo. Stacy continuaba sentada junto al cadver de Amy. El cadver de Amy. Deberas ponerte protector solar en los pies, Stacy dijo Jeff. Stacy se mir los pies como si no los viera. Estaban rojos e hinchados. Y coge el sombrero y las gafas de Amy. Stacy mir a Amy, que tena las gafas de sol enganchadas al cuello de la camiseta. El sombrero se le haba cado y estaba a un metro de distancia; manchado de barro, deformado y todava hmedo por la lluvia. Stacy se la qued mirando sin moverse, as que Jeff se levant. Se acerc, recogi el sombrero, desenganch con cuidado las gafas de la camiseta de Amy y le ofreci las dos cosas a Stacy. sta titube, como si fuera a rechazarlas, pero al final extendi el brazo muy despacio y las cogi. Jeff la observ mientras se pona las gafas y el sombrero. Se alegr: era una buena seal, un primer paso. Regres a su sitio y se sent. Uno de nosotros tendr que bajar pronto para vigilar el sendero. Por si los griegos Mathias se levant. Ir yo. Jeff sacudi la cabeza y le indic que se sentara con una sea. Dentro de un minuto. Primero tenemos que No deberamos? Ya sabes Stacy seal el cadver de Amy. El cadver de Amy. Jeff se volvi hacia ella, sorprendido. A su pesar, experiment una extraa mezcla de esperanza y alivio. Ella lo dir por m. Qu? pregunt.
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Ya sabes repiti, sealando de nuevo a Amy. Jeff esper, deseando que lo dijera ella en su lugar. Por qu tena que ser siempre l? La mir, impaciente por orla hablar, decirlo sin tapujos. Pero Stacy le fall . Creo No s Se encogi de hombros. No deberamos enterrarla? No, no era eso, no? Nada que ver. Tendra que decirlo l; haba sido un idiota al imaginar que haba otra posibilidad. Inclin la cabeza, como si asintiera, pero no asenta en absoluto. Bueno, sa es la cuestin. El tema que deberamos discutir. Los dems escuchaban en silencio. Jeff comprendi que nadie le ayudara, que tendra que dar el salto solo. Son como vacas, pens, escrutando sus caras. A lo mejor se haba equivocado al darles la naranja; quizs habra debido hablar en el momento de mayor intensidad del hambre, con el olor a pan en el aire. O a carne. S, a carne. Creo que estamos bien dijo. Me refiero al agua. Parece que podremos contar con que llover lo suficiente para que no muramos de sed. Hasta podramos fabricar un depsito donde guardar el agua. Seal hacia el otro lado del claro, a los restos de la tienda azul. Los dems siguieron su gesto, miraron hacia all por un momento, y luego a l otra vez. Como borregos, pens. Buscaba las palabras idneas, pero no las encontraba. Stacy se movi y de nuevo le cogi la mano a Amy, como para tranquilizarse. Las palabras idneas no existan, desde luego. Todo es cuestin de esperar, sabis? continu Jeff. Eso es lo que estamos haciendo. Esperar a que venga alguien y nos encuentre: los griegos, o tal vez alguien enviado por nuestros padres. Le costaba mirarlos a los ojos, y se sinti avergonzado por ello. Sera mejor si pudiera mirar por lo menos a uno, lo saba, pero por alguna razn le resultaba imposible. Su mirada se pase entre su regazo, los quemados pies de Stacy, las heridas arrugadas de Eric y de nuevo su regazo. Tenemos que esperar y sobrevivir durante la espera. Mantener la provisin de agua nos ayudar, desde luego. Pero tambin est el asunto de la comida, no? Porque no tenemos mucha. Y no sabemos Bueno, si no vienen los griegos, si tenemos que esperar a que vengan a rescatarnos nuestros padres, podran pasar varias semanas. Y la comida que tenemos, incluso si la racionamos, durar dos das, como mucho. Si pudiramos cazar, o pescar, o recoger races o bayas Se interrumpi, encogindose de hombros. Lo nico que hay en la colina, aparte de nosotros, es la enredadera, y es evidente que no podemos comrnosla. Supongo que podramos buscar la manera de hervir los cinturones Hay gente que lo ha hecho; nufragos o personas perdidas en el desierto. Pero eso no mejorara mucho las cosas, no? Sobre todo si hablamos de semanas aqu. Se arm de valor para echar una breve ojeada a las caras de sus amigos. Todas inexpresivas. Le escuchaban, lo not, pero sin saber adnde quera ir a parar. Trataba de no asustarlos, acercarse poco a poco a lo que deba decir, porque crea que as les dara la oportunidad de adivinarlo y prepararse, pero no pareca que la tctica funcionase. Para
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ello necesitaba la ayuda de los dems, y estaba claro que nadie estaba en condiciones de prestrsela. Cincuenta, sesenta, setenta das prosigui. Algo por el estilo; no recuerdo bien Es el tiempo que podemos sobrevivir sin alimentos. Pero tendremos problemas antes, mucho antes. As que calculemos treinta das, vale? Unas cuatro semanas? Si no vienen los griegos sino nuestros padres, cunto tiempo podran tardar? Seamos realistas. Falta una semana para que nos esperen en casa, y puede que pase otra ms antes de que empiecen a preocuparse, luego las llamadas a Cancn, el hotel, el consulado de Estados Unidos todo eso es bastante sencillo. Pero despus, qu? Cunto tardarn en seguirnos el rastro hasta Cob, hasta el poblado maya, hasta esta puta colina en medio de la selva? Podemos confiar en que todo eso ocurra en menos de cuatro semanas? Neg con la cabeza, respondiendo a su propia pregunta. Luego se arriesg a mirarlos de nuevo a la cara, pero no, no le entendan. Los estaba deprimiendo, asustando, nada ms. Lo tenan delante de sus narices y no podan verlo. O no queran, quiz. Seal el cuerpo de Amy, manteniendo la mano levantada el tiempo suficiente para que no pudieran evitar mirar hacia all. Tenan que mirarla, observarla, ver la cenicienta piel, los ojos que se negaban a permanecer cerrados, la zona en carne viva alrededor de la boca y la nariz. Lo que le ha ocurrido a Amy es terrible. Terrible. No hay otra forma de describirlo. Pero, puesto que ha ocurrido, debemos afrontarlo, tenemos que aceptar lo que puede significar para nosotros. Porque hay una cuestin que debemos plantearnos una cuestin muy delicada. Y habr que usar la imaginacin, porque se trata de algo que no parecer importante hasta dentro de unos das, pero que debemos resolver ahora, con antelacin. Volvi a escrutar las caras. Entendis lo que quiero decir? Mathias permaneci callado, con expresin inmutable. Eric volvi a cerrar los ojos. Stacy no haba soltado la mano de Amy, y ahora neg con la cabeza. Jeff saba que no funcionara, pero tena que plantear el tema, lo consideraba una obligacin. Por fin se lanz. Hablo de Amy. De buscar la manera de preservarla. Los dems lo escucharon. Mathias se removi ligeramente y su cara pareci crisparse. Lo sabe, pens Jeff. Pero los dems, no. Eric segua acostado, y hasta era posible que se hubiera dormido. Stacy lade la cabeza y lo mir intrigada. Te refieres a embalsamarla? Jeff decidi usar otra tctica. Si necesitaras un rin, si fueras a morir sin l, y Amy muriera primero, cogeras el suyo? Su rin? pregunt Stacy. Jeff asinti. Y eso qu? Entonces, en mitad de la frase, lo entendi todo. Se cubri la boca con la mano, como si tuviera nuseas. No, Jeff, no. Ni lo suees. Qu? Insinas que Respndeme, Stacy. Si necesitaras un rin y
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No es lo mismo y t lo sabes. Por qu? Porque un rin supondra una operacin. Sera Cabece, exasperada. El volumen de su voz iba aumentando mientras hablaba. Esto esto es Levant las manos con indignacin. Eric abri los ojos y mir a Stacy intrigado. De qu hablis? Stacy seal a Jeff. Quiere que que Pareca incapaz de decirlo. Hablamos de alimentos, Eric. Jeff hizo un enorme esfuerzo para mantener la voz baja, serena en comparacin con la creciente histeria de Stacy. De si vamos a morir de hambre o no. Eric le escuch, pero sigui sin entender. Y eso qu tiene que ver con el rin de Amy? Nada! grit Stacy. sa es la cuestin. T lo haras? pregunt Jeff, sealando a Amy. Si necesitaras un rin, si fueras a morir sin l, cogeras el suyo? Supongo que s. Eric se encogi de hombros. Por qu no? No habla de riones, Eric. Habla de comida, entiendes? De comernos a Amy. Ya no habra ms rodeos: Stacy lo haba dicho con todas las letras. Hubo un largo silencio mientras miraban el cadver. Al final lo rompi Stacy, dirigindose a Jeff: De verdad lo haras? Mucha gente lo ha hecho. Nufragos y Te lo pregunto a ti. Si t seras capaz de comrtela a ella. Jeff reflexion por unos instantes. No lo s. Era cierto: no lo saba. Stacy se qued de piedra. No lo sabes? Jeff neg con la cabeza. Cmo puedes decir eso? Porque no s qu se siente al morirse de hambre. No s qu decidira llegado el caso. Lo nico que s es que si hay una posibilidad de que lo hagamos, si convenimos al menos en considerar la idea, entonces tendremos que tomar ciertas medidas ahora, antes de que pase mucho tiempo. Medidas. Jeff asinti. S. Por ejemplo? Tendramos que buscar la manera de preservar el cadver. El cadver? Jeff suspir. Aquello era un desastre, tal como haba previsto. Qu quieres que diga? Qu tal Amy? Jeff experiment un sbito sentimiento de ira, una especie de indignacin moral, y le gust esa sensacin. Era reconfortante; lo convenci de que haca lo que deba. De verdad crees que sigue siendo Amy? Eso ahora es un objeto, Stacy. Una cosa. Algo sin movimiento, sin vida. Podemos guiarnos por la razn y usarlo para sobrevivir, o dejarnos arrastrar por la estupidez y el
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sentimentalismo y permitir que se pudra, que la enredadera se lo coma y lo convierta en otro montn de huesos. sa es la decisin que debemos tomar. Tenemos que decidir de manera consciente qu hacemos con ese cadver. Porque no te engaes, rehuir la cuestin, tratar de no pensar en ella, tambin es una eleccin. Lo entiendes, no? Stacy no respondi. Ni siquiera lo miraba. Lo nico que digo es que, tomemos la decisin que tomemos, debemos hacerlo con los ojos abiertos. Jeff saba que deba dejarlo ah, que ya haba hablado y presionado demasiado, pero haba llegado ya tan lejos que fue incapaz de detenerse. En un sentido puramente material, no es ms que carne. Eso es lo que hay ah. Stacy lo mir con desprecio. Qu coo te pasa, to? Ni siquiera ests afectado, no? Amy est muerta, Jeff. Lo entiendes? Muerta. Jeff tuvo que hacer un esfuerzo para no alzar la voz al nivel de la de Stacy, pero lo logr. Quera extender el brazo, tocarla, pero saba que ella se apartara. Quera calmarla y calmarse. De verdad crees que a Amy le importara? Te importara a ti, si estuvieras en su lugar? Stacy sacudi la cabeza con vehemencia. El sucio sombrero de Amy comenz a carsele y tuvo que levantar la mano para mantenerlo en su sitio. No es justo. Por qu? Haces que parezca un juego. Como si estuviramos en un bar, hablando en trminos abstractos. Pero esto es real. Es su cuerpo. Y yo no pienso Cmo lo haras? interrumpi Eric. Jeff se volvi hacia l, contento de que participara alguien ms. Hacer qu? Eric segua tumbado boca arriba, las heridas rezumando diminutos hilos de sangre. No paraba de apretarse la barriga, palpando ahora en una zona nueva. Ya sabes Preservar la Quera decir carne. No haba otra palabra, pero no se atrevi a pronunciarla. Jeff se encogi de hombros. Supongo que habra que curarla. Secarla. Stacy se inclin hacia delante con la boca abierta, como si fuera a vomitar. Voy a devolver dijo. Jeff no le hizo caso. Creo que hay una forma de salarla usando orina. Se corta la carne en tiras, se remoja Stacy se cubri los odos con las manos y empez a sacudir la cabeza de nuevo. No, no, no, no, no Stacy Comenz a recitar: No te lo permitir, no te lo permitir, no te lo permitir, no te lo Jeff call. Qu alternativa tena? Stacy segua canturreando y
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sacudiendo la cabeza. El sombrero se desliz hacia un lado y cay al suelo. Al mirarla, Jeff volvi a experimentar aquel peso, aquel sentimiento de resignacin. Daba lo mismo. Ese lugar era tan bueno para morir como cualquier otro, no? Levant la mano y se enjug el sudor de la frente. Percibi el olor a piel de naranja en los dedos. Tena tanta hambre que se los habra chupado, pero se contuvo. Al final, Stacy par. Nadie dijo nada durante un buen rato. Eric continuaba palpndose el pecho. Mathias cambi de postura y el agua de la garrafa gorgote sobre su regazo. Stacy an sujetaba la mano de Amy. Jeff mir a Pablo, que tena los ojos abiertos y los miraba como si supiera que estaban hablando de un tema importante. Al ver el cuerpo inmvil y destrozado del griego, Jeff se dio cuenta de que la discusin no acabara all, de que, casi con toda probabilidad, la muerte de Amy no sera la ltima. Trat de no pensar en ello. Todos evitaban mirarse. Jeff saba que nadie dira nada, que sera l quien tendra que romper el hielo, y tambin que lo que dijera debera sonar como una ofrenda de paz. Se humedeci los labios, que estaban agrietados e hinchados. En tal caso, supongo que habr que enterrarla dijo. No tardaron mucho en darse cuenta de que sera imposible enterrar a Amy. El creciente calor habra bastado para impedrselo. Y aunque no hiciese tanto calor, an habran tenido el problema de la pala. Lo nico que podan usar para cavar era una piqueta y una piedra. As que Jeff sac un saco de dormir de la tienda y metieron el cadver dentro. Esto entra otras dificultades, ya que Amy pareca resistirse a que la amortajaran. Las extremidades se negaban a cooperar y se salan de su sitio o se enganchaban. Jeff y Mathias tuvieron que luchar contra el cuerpo, ambos sudando y jadeando, para meterlo en el saco. Stacy no hizo ademn de ayudar. Observ la escena con un malestar creciente. Tena resaca, por supuesto, y estaba mareada, hinchada y con nuseas. Y Amy haba muerto. Jeff haba propuesto que se comieran el cuerpo para sobrevivir, pero ella se lo haba impedido. Trat de sentir satisfaccin por su victoria, pero no lo consigui. Hubo un pequeo titubeo antes de que los muchachos cerraran la cremallera, como si adivinaran la importancia simblica, el carcter irreversible de ese acto, algo semejante a la primera palada de tierra sobre un atad. Stacy vio la cara de Amy a travs de la abertura; ya se haba hinchado y adquirido una ligera tonalidad verdosa. Los ojos se le haban abierto de nuevo. Stacy saba que en el pasado solan poner monedas en los ojos de los muertos. O era en la boca, para pagar al barquero? No estaba segura; nunca prestaba atencin a esa clase de datos, y despus lo lamentaba siempre; saber las cosas a medias era peor que no saberlas, y ella tena la constante sensacin de que no dispona de una informacin lo bastante completa para que resultara til. Lo de las monedas en los prpados pareca una tontera. Porque no se caeran de camino al cementerio, con todos los meneos y sacudidas que le daran al atad antes de meterlo en el hoyo? Los cuerpos yaceran bajo el peso de la tierra durante toda la eternidad, con los ojos abiertos y las monedas
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desperdiciadas sobre las tablas de madera. Pero para Amy no habra atad ni monedas. Nada con que pagar al barquero. Deberamos celebrar una ceremonia, pens Stacy. Trat de imaginarla, pero lo nico que le vino a la cabeza fue la vaga silueta de alguien junto a una tumba abierta, leyendo un pasaje de la Biblia. Poda ver un montculo de tierra junto al hoyo y pequeas gotas ambarinas de savia rezumando del atad de pino. No haba nada de eso, por supuesto: ni Biblia, ni hoyo ni atad. Lo nico que tenan era el cuerpo de Amy y un saco de dormir con olor a humedad, as que Stacy permaneci callada mientas Jeff se inclinaba por fin para cerrar la cremallera. Eric volvi a cubrirse la cara con el sombrero. Mathias se sent y cerr los ojos. Jeff desapareci en el interior de la tienda. Stacy se pregunt si intentara huir de ellos, si querra estar solo para llorar o golpearse la cabeza contra el suelo, pero Jeff reapareci casi de inmediato con una botellita de plstico en la mano. Se arrodill delante de Stacy, sobresaltndola, y sta estuvo a punto de apartarse, pero se control en el ltimo momento. Tienes que ponerte esto en los pies dijo. Le alarg la botellita. Stacy la mir fijamente, haciendo un esfuerzo por descifrar la etiqueta. Protector solar. La camisa caqui de Jeff tena manchas de sudor por todas partes y un cerco de sal alrededor del cuello. Stacy percibi el apestoso olor de su cuerpo y las nuseas se intensificaron; era consciente de la fruta masticada, de los trocitos de piel de naranja que tena en el estmago, de lo efmera que sera su residencia en el interior de su cuerpo, de su evanescencia. Quera que Jeff se marchara, que se levantara y se fuera. Pero l no se movi; se qued donde estaba, mirando cmo ella se echaba rpidamente crema en la mano y comenzaba a aplicrsela en el pie derecho, evitando las finas tiras de la sandalia. Vamos dijo Jeff. Hazlo bien. Bien? No entenda de qu hablaba, pues toda su atencin estaba centrada en contener el vmito. Si vomitaba, la planta se acercara reptando y le robara los gajos y trozos de piel de naranja, y ella saba que no haba nada con qu reemplazarlos. Jeff le quit la botella de las manos. Desclzate. Stacy se descalz con torpeza y observ cmo Jeff le aplicaba un chorretn de protector solar y le masajeaba la piel. Ests enfadado conmigo? pregunt. Enfadado? Jeff no levant los ojos de los pies de Stacy, y esto la asust, la hizo sentirse como si no estuviera presente. Quera que la mirase. Por Seal el saco de dormir. Ya sabes. Por detenerte. Jeff no respondi de inmediato. Comenz con el segundo pie, y una gota de sudor se desliz por su nariz hasta caer sobre la espinilla de Stacy, que se estremeci. La respiracin de Pablo haba empeorado, y volva a sonar como un gorgoteo ronco. Era el nico sonido en el claro, as que era inevitable orlo. Stacy not que Jeff estaba escogiendo las palabras. Yo slo quiero que nos salvemos dijo. Nada ms. Evitar que
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muramos aqu. Y la comida Se interrumpi, encogindose de hombros . Al final todo depender de la comida. Me parece evidente. Cerr la botella, la dej en el suelo y le hizo una sea para que se calzara. Stacy se mir los pies. Estaban quemados, de color rojo vivo. Me dolern en la prxima ducha, pens, y tuvo que luchar por contener las lgrimas, porque de repente se sinti totalmente segura de que no habra otra ducha, ni para ella ni para los dems. No sera slo Amy; ninguno de ellos volvera a casa. Y qu hay de ti? pregunt Jeff. Yo? Ests enfadada conmigo? En la cabeza de Stacy haba empezado a sonar un zumbido, quiz por el hambre, la fatiga o el miedo. Ignoraba cul era la causa, slo saba que cualquiera de esas explicaciones era igual de buena. Estaba demasiado agotada para experimentar un sentimiento tan enrgico como la furia; llevaba demasiado tiempo all y haba vivido demasiadas cosas. Neg con la cabeza. Bien respondi Jeff. Y acto seguido, como si le anunciara que haba ganado un premio por dar la respuesta correcta: Por qu no haces el primer turno al pie de la colina? Stacy no quera. Sin embargo, incluso mientras buscaba una razn para negarse, comprendi que no tena alternativa. La muerte de Amy debera cambiarlo todo. Pero el mundo continuaba y Jeff se mova con l, preocupndose por el protector solar y los griegos, haciendo planes, siempre haciendo planes, porque eso era lo que significaba estar vivo. Yo estoy viva?, se pregunt ella. Jeff cogi la garrafa de agua y se la ofreci. Primero hidrtate. Stacy la cogi, la destap y bebi. El agua le alivi las nuseas, al menos lo suficiente como para levantarse. Jeff le dio el protector solar. Tres horas, de acuerdo? Luego te sustituir Mathias. Stacy asinti y l se dio la vuelta, listo para emprender la siguiente tarea. Ella slo poda marcharse. Y lo hizo, con los pies resbaladizos a causa de la crema y el zumbido de su cabeza aumentando y disminuyendo de volumen. Puedo hacerlo. Estoy viva. Y mientras bajaba despacio por el camino, repiti esas palabras como si fueran un mantra: Estoy viva. Estoy viva. Estoy viva. Eric estaba tendido boca arriba en el claro. Senta el sol en su cuerpo en la cara, los brazos, las piernas, lo bastante caliente para causarle un ligero dolor. Pero tambin senta placer, y no a pesar del dolor, sino a causa de l. Se estaba quemando la piel, qu haba de malo en eso? Era normal, poda pasarle a cualquiera en el borde de una piscina, en la playa, y esta idea lo reconfortaba. S, deseaba quemarse, deseaba experimentar ese dolor ordinario, porque crea que tal vez contribuyera a disimular los malestares extraordinarios de su cuerpo: la sensacin de que las heridas podan abrirse si se mova con excesiva brusquedad, la sospecha no, la conviccin de que la enredadera segua dentro de l,
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aprisionada por los puntos que le haba dado Jeff, enterrada pero no muerta, en perodo de latencia, como una semilla, esperando una oportunidad. Con los ojos cerrados, concentrado en la superficie del cuerpo, en la piel tensa y ardiente, Eric encontr un refugio especialmente seductor a causa de su evanescencia. Pero saba que no deba llevar las cosas demasiado lejos. En el proceso haba un elemento de estabilidad, un punto de equilibrio que deba evitar. Estaba agotado no paraba de contener bostezos, y saba que si se relajaba aunque slo fuera un poco, se dormira. Y el sueo era su enemigo; era el momento en que la enredadera se apoderaba de l. Se oblig a abrir los ojos y se incorpor, apoyndose sobre los codos. Jeff y Mathias estaban lavando los muones de Pablo. Usaron el agua de la garrafa para enjuagar el tejido quemado; luego Jeff enhebr una aguja y la esteriliz con una cerilla. Todava haba media docena de vasos sanguneos que rezumaban pequeas gotas rojas. Jeff estaba inclinado para coserlos. Eric fue incapaz de mirar, as que volvi a acostarse. El olor de la cerilla ya le result demasiado, pues le record los horrores del da anterior: Jeff apretando la fuente al rojo vivo contra la carne del griego, el aroma a comida difundindose por la cima de la colina. Saba que deba meterse en la tienda, salir del sol. Pero mientras pensaba en ello cerr los ojos. Oy su propia voz en el interior de su cabeza: Todo ir bien. Jeff est a un paso. Me vigilar. Me cuidar. Las palabras aparecieron solas, sin que Eric tuviera conciencia de haberlas concebido. Fue como or hablar a otra persona. Sinti que se dorma, y no se resisti. Cuando despert, descubri que haba pasado mucho tiempo. El sol iniciaba su lento descenso hacia el ocaso. Tambin haba nubes. stas cubran la mitad del cielo y avanzaban visiblemente hacia el oeste. No se trataba de las tpicas nubes de lluvia que l y los dems haban visto desde su llegada, las que aparecan de repente y se dispersaban con idntica rapidez. No; esto pareca una tormenta en toda regla, a punto de estallar encima de ellos. El sol an estaba a la vista, pero Eric presinti que no seguira as por mucho tiempo. Lo habra adivinado incluso sin mirar hacia arriba, porque la luz tena una cualidad ominosa. Gir la cabeza y mir alrededor, todava aturdido y sooliento. Stacy haba regresado del pie de la colina y estaba sentada junto a Pablo, cogindole la mano. Por lo visto, el griego haba vuelto a perder el conocimiento. Su respiracin continuaba deteriorndose. Eric la escuch: las inhalaciones acuosas, las exhalaciones silbantes, las inquietantes pausas entre una respiracin y otra. El cadver de Amy estaba a su derecha, dentro del saco de dormir azul. Jeff segua en el otro extremo de la cima, inclinado sobre algo que requera toda su atencin. Eric tard unos instantes en darse cuenta de qu era. Jeff haba confeccionado una bolsa del tamao de un cubo con los retazos de nailon azul: un depsito para el agua. Ahora estaba usando los palos de aluminio para hacerle un soporte, pegndolos con cinta adhesiva, de manera que los lados de la bolsa no se cerraran mientras sta se llenaba. No haba seales de Mathias, y Eric supuso que estara vigilando el sendero. Se sent y sinti el cuerpo agarrotado, vaco, extraamente fro.
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Acababa de inclinarse para examinarse las heridas, y estaba palpando la piel circundante en busca de seales de que la enredadera segua creciendo en su interior bultos, relieves, hinchazn, cuando Jeff se levant, pas por delante de l sin decir palabra, y se meti en la tienda. Por qu tengo tanto fro? Eric saba que la temperatura no haba bajado. Alcanzaba a ver los crculos de sudor debajo de las axilas de Stacy, e incluso poda sentir el calor, pero distante, como si estuviera en una habitacin con aire acondicionado mirando un paisaje rido por la ventana. No; no era as. Era como si su propio cuerpo fuese la habitacin con aire acondicionado, como si su piel fuera el alfizar de la ventana, caliente en la superficie, y fro por debajo. Supuso que sera una consecuencia del hambre, el cansancio o la prdida de sangre, o incluso de la planta que tena dentro, absorbiendo el calor de su cuerpo como un parsito. No haba manera de saberlo a ciencia cierta. Slo saba que era una mala seal. Otra vez sinti deseos de acostarse, y lo habra hecho si Jeff no hubiera reaparecido con dos pltanos en la mano. Eric lo vio desenterrar el cuchillo, pasrselo por la camiseta, en un desganado intento por limpiar la hoja, acuclillarse y cortar cada pltano en dos, sin quitarles la piel. Luego les hizo una sea a l y a Stacy para que se acercaran. Elegid dijo. Stacy dej con cuidado la mano de Pablo sobre el pecho, fue hasta Jeff y se agach para examinar la comida. La piel de los pltanos estaba casi negra; a Eric le bast mirarlos para saber cmo estaran de blandos. Stacy cogi un trozo y se lo puso en la palma de la mano. Nos comemos la piel? Jeff se encogi de hombros. Te costar masticarla, pero puedes probar. Se volvi hacia Eric, que no se haba movido. Elige un trozo dijo. Y qu pasa con Mathias? pregunt Eric. Ir a reemplazarlo y le llevar su parte. Eric se senta a punto de echarse a temblar. No confiaba en que pudiera levantarse. No era slo por las heridas, que parecan frgiles, como si fueran a reabrirse en cualquier momento; tambin tema que las piernas no pudieran sostenerlo. Extendi el brazo. Psame uno. Cul? Seal el que estaba ms cerca de l. se. Jeff se lo arroj, y aterriz sobre su regazo. Comieron en silencio. El pltano estaba demasiado maduro y saba como si ya hubiese empezado a fermentar: una pasta agridulce que a Eric le costaba tragar a pesar de su inmensa hambre. Comi con rapidez, primero la fruta y luego la piel. Esta ltima era demasiado fibrosa para triturarla con los dientes. Eric mastic y mastic hasta que empezaron a dolerle las mandbulas y luego se oblig a tragar la grumosa masa. Jeff ya haba terminado, pero Stacy estaba tomndose su tiempo, dando pequeos bocaditos a la fruta, la cscara intacta an sobre su rodilla. Jeff levant los ojos, examin las nubes, que eran cada vez ms
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oscuras, y el decreciente cuadrante azul. Os he dejado jabn por si empieza a llover antes de que vuelva. Seal hacia el depsito azul. A su lado, en el suelo, haba una pastilla de jabn. La caja de herramientas tambin estaba all. Jeff haba reparado la grieta con cinta adhesiva. Lavaos y luego meteos Se interrumpi en mitad de la frase y se gir hacia la tienda con expresin de estupor. Eric y Stacy siguieron la direccin de su mirada. Se oy un susurro: el saco de dormir se mova. No Amy se mova, pataleando, retorcindose y tratando de levantarse en el interior del saco. Por un momento se limitaron a mirarla, incapaces de creer lo que vean. Luego corrieron hacia all los tres, incluso Eric, que se olvid de las heridas, de su debilidad y del cansancio; todo esto qued arrumbado, desplazado sbitamente por la impresin, la sorpresa y la esperanza. Una parte de l supo lo que iban a descubrir mientras miraba a Jeff y a Stacy inclinarse junto al saco de dormir, pero se resisti a aceptar esa informacin y esper que se abriera la cremallera y Amy saliera jadeante y desconcertada. Un error. Todo ha sido un error. Oy la voz de Amy desde el interior del saco. Una voz ahogada, llena de pnico: Jeff Jeff Estamos aqu, cario grit Stacy. Aqu mismo. Buscaba la cremallera, pero Jeff la encontr primero, la abri y un montn de zarcillos enredados salieron del saco y cayeron al suelo como en cascada. Las flores eran de color rosa claro. Eric contempl cmo se abran y cerraban, repitiendo an: Jeff Jeff Jeff La gruesa maraa de zarcillos se mova espasmdicamente, enroscndose y desenroscndose. En el interior estaban los huesos de Amy, despojados ya de la carne. Eric contempl la calavera, la pelvis y lo que pareca un fmur, todo mezclado. Entonces Stacy empez a gritar, retrocediendo y sacudiendo la cabeza. Eric se acerc y ella lo abraz con suficiente fuerza para recordarle sus heridas, lo fcil que sera que volvieran a sangrar. La enredadera dej de pronunciar el nombre de Jeff. Tras unos minutos de silencio, se ech a rer. Fue una risa ronca y burlona. Jeff estaba de pie junto al saco de dormir, mirndolo. Stacy apret la cara contra el pecho de Eric. Ahora lloraba. Tranquila dijo Eric. Tranquila. Le acarici el pelo, sintindose curiosamente distante. Record la forma en que mucha gente describa los accidentes que haba sufrido, aquella sensacin de flotar por encima del lugar de los hechos que a menudo acompaaba las catstrofes, y se esforz por volver a ser el mismo. El pelo de Stacy estaba grasiento; trat de concentrarse en eso, con la esperanza de que esa sensacin lo devolviera a la realidad, pero incluso mientras la tocaba su mirada se desviaba hacia el saco de dormir, hacia la madeja de zarcillos que continuaba retorcindose y riendo y los huesos encerrados en su interior. Amy. Stacy lloraba con desconsuelo, abrazndolo con fuerza. Le estaba clavando las uas en la espalda. Tranquila repiti Eric. Tranquila. Jeff no se haba movido.
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Eric sinti la enredadera en su pecho, not cmo se mova, pero incluso esto lo dejaba fro, como si no le preocupase en lo ms mnimo. Supuso que se encontraba en estado de shock. Y quiz fuera una ventaja, la manera en que su psique lo protega cuando las cosas llegaban demasiado lejos. Quiero irme a casa gimi Stacy. Quiero irme a casa. Eric le daba palmaditas en la espalda y la acariciaba. Tranquila Tranquila La enredadera se haba comido la carne de Amy en medio da, as que, por qu no iba a hacerle algo parecido a l? Supuso que slo necesitaba encontrar el camino del corazn y luego qu? Apretarlo despacio mientras todava lata? Al pensar en esto, Eric tom conciencia de su pulso, del hecho a la vez banal y profundo de que un da se detendra, ya fuese all o en cualquier otro lugar, y cuando lo hiciera, l dejara de existir. Esos latidos que resonaban con suavidad en su cabeza estaban contados, tenan un lmite, y cada contraccin de su corazn lo acercaba un poco ms al final. Fuera de toda lgica, pens que si fuese capaz de ralentizar el pulso, quiz conseguira vivir ms, aadir un par de das o incluso una semana a su vida, y estaba meditando sobre este desatino cuando la planta call. Por un momento, lo nico que se oy en el claro fue la respiracin de Pablo. Luego se oyeron las arcadas de una persona, al principio apenas perceptibles pero luego ms altas. Eric saba que era Stacy. Estaba vomitando. Jeff le dio la espalda al saco de dormir, a la madeja de zarcillos y a los huesos. Su rostro estaba petrificado en una mueca de crispacin. Eric se percat de que estaba haciendo un gran esfuerzo para no llorar. Quera decirle algo, consolarlo, pero Jeff se mova demasiado deprisa. Y Eric tena la mente embotada y no consegua encontrar las palabras apropiadas. Vio que Jeff se agachaba para coger el ltimo trozo de pltano y echaba a andar hacia el sendero. Estaba saliendo del claro cuando se oy la voz de Amy, muy dbil, a travs de las arcadas: Aydame. Jeff se detuvo y se volvi hacia Eric. Aydame, Jeff. Jeff sacudi la cabeza. De repente pareca indefenso y sorprendentemente joven, un nio tratando de contener las lgrimas. Yo no me di cuenta de lo que pasaba dijo. Lo juro. Estaba demasiado oscuro. No la vi. Sin esperar la respuesta de Eric, dio media vuelta y se fue a toda prisa. Eric lo mir marchar, con Stacy todava abrazada a l, sollozando, mientras la voz de Amy, cada vez ms lejana, persegua a Jeff por la cuesta. Aydame, Jeff Aydame Aydame Jeff no haba recorrido ni cien metros cuando la planta call. Haba imaginado que sentira alivio, pero no fue as. El silencio, la forma repentina en que la voz se apag y el inexplicable sentimiento de soledad que le sigui fueron mucho peores. Acababa de or a Amy en el momento de su muerte, por supuesto, su voz interrumpida en mitad de un grito. Sinti la inminencia de las lgrimas y supo que esta vez seran ms
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poderosas que l, que no tendra ms alternativa que someterse. Se acuclill en medio del sendero, cruz los brazos sobre las rodillas y hundi la cara entre ellos. Era absurdo, pero no quera que la enredadera supiese que estaba llorando. Sinti el impulso de esconderse, como si temiera que la planta se alegrase de verlo sufrir. Llor pero sin ruido, limitndose a hacer pequeas aspiraciones entrecortadas. Y mantuvo la cabeza agachada todo el tiempo. Cuando al fin logr tranquilizarse, se levant y se sec las lgrimas y los mocos con la manga de la camisa. Senta las piernas temblorosas y un vaco extrao en el pecho, pero advirti que aquel desahogo lo haba fortalecido y serenado. Todava estaba angustiado cmo no iba a estarlo?, y se senta culpable y solo, pero al mismo tiempo ms entero. Continu bajando la colina. Por encima de l, al oeste, las nubes continuaban creciendo y oscurecindose de manera ominosa. Se acercaba una tormenta, y de las grandes, a juzgar por los indicios. Jeff calcul que tardara un par de horas en descargar. Supuso que tendran que apretujarse en la tienda, y la idea de los cuatro metidos en ese espacio reducido, esperando que pasara el tiempo, le caus ansiedad. Pablo tambin era un problema; no podan dejarlo bajo la lluvia, no? Jeff se devan los sesos tratando de resolver ese dilema; imagin la camilla dentro de la tienda, con ellos, mientras el agua se filtraba a travs del techo de tela y el cuerpo del griego despeda aquel terrible hedor, y enseguida se dio cuenta de que esa solucin era impracticable. Sin embargo, no se le ocurri otra. A lo mejor no llueve, pens, e incluso mientras lo pensaba supo que estaba comportndose como un nio, igual que los dems, esperando pasivamente, confiando en que aquello que se le antojaba demasiado horrible incluso para imaginarlo se desvanecera sin ms con slo mirar hacia otro lado. Mathias estaba sentado al pie de la colina, de cara a los rboles. No oy que Jeff se acercaba o, si lo oy, no se molest en volverse. Jeff se sent a su lado y le dio el medio pltano. La comida dijo. Mathias cogi la fruta sin decir palabra. Jeff lo observ mientras empezaba a comer. Era viernes, el da en que Mathias y su hermano deban regresar a Alemania. Jeff y los dems le habran dado su telfono y la direccin de correo electrnico. Se habran hecho vagas pero sinceras promesas de visitarse en el futuro. Se abrazaran en el vestbulo, y Amy habra sacado fotos. Despus, ellos cuatro se quedaran junto al ventanal, saludando con la mano mientras la furgoneta se alejaba, llevndose a los dos hermanos al aeropuerto. Jeff volvi a limpiarse la cara con la manga de la camisa, temiendo que quedaran vestigios de su llanto, como el rastro de las lgrimas en sus mugrientas mejillas. Era evidente que Mathias no haba odo a la enredadera, y Jeff se sorprendi de lo mucho que le alivi este hecho. Se dio cuenta de que no quera que el alemn se enterase; le preocupaba lo que pudiera pensar de l. Me llam. Pronunci mi nombre. Los mayas estaban atando un trozo de hule entre los rboles, Jeff supuso que para protegerse de la inminente tormenta. Los que trabajaban
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eran cuatro, tres hombres y una mujer. Haba otros dos hombres sentados cerca de un fuego medio consumido, mirando a Jeff y Mathias con los arcos en el regazo. Uno de ellos no paraba de sonarse la nariz con un pauelo sucio, y luego examinaba el pauelo para ver qu haba expulsado. Jeff se inclin hacia delante y escrut el pasillo de tierra de derecha a izquierda, pero no vio seales del jefe, el calvo con la pistola en la cintura. Supuso que se turnaran, y que algunos vigilaran la colina mientras los dems se quedaban en el poblado, trabajando en el campo. Lo ms lgico sera que nos mataran de una vez dijo. Mathias dej de comer por un momento para mirarlo. Estar ah sentados requiere un esfuerzo demasiado grande. Por qu no nos mataron al principio y se quitaron el problema de encima? Puede que lo consideren un pecado repuso Mathias. Pero de todas maneras nos matarn al retenernos aqu, no? Y si tratramos de escapar, no dudaran en dispararnos. Desde su punto de vista, sera en defensa propia, no? No sera un asesinato. Un asesinato, pens Jeff. Qu estaba pasando all? Amy haba sido asesinada? Y en tal caso, por quin? Por los mayas? La enredadera? l mismo? Desde cundo crees que hace esto? Quin? Jeff sealo alrededor, a la colina y el terreno desmantelado. La enredadera. De dnde crees que ha venido? Mathias mir la piel del pltano con el entrecejo fruncido, pensando. Jeff aguard a que terminase de masticar. Tres pjaros negros revoloteaban entre los rboles, por encima del toldo de los mayas. Jeff supuso que seran cuervos. Aves de carroa atradas por el olor de Pablo o de Amy, pero demasiado listas para acercarse ms. Mathias trag y se limpi la boca con el dorso de la mano. Imagino que de la mina, no crees? Alguien tiene que haberla cavado. Pero cmo han conseguido contenerla? Cmo es que tuvieron tiempo para aislar la colina? Porque han tenido que desmantelar parte de la selva y sembrar el suelo con sal. Piensa en el tiempo que habrn tardado. Cabece; no pareca lgico. Tal vez te equivoques al pensar que tienen a la planta en cuarentena. A lo mejor saben cmo matarla, pero no quieren hacerlo. Por qu? Porque volvera a crecer. Y sta es una forma de marcar su lmite de accin. Una especie de tregua que han acordado. Pero si no la tienen en cuarentena, por qu no nos dejan marchar? Puede que se trate de algn tab transmitido de generacin en generacin, una forma de asegurarse de que la planta no escapar de su territorio. Si la pisas, no puedes volver. Y luego, cuando empez a llegar gente de fuera, tambin les aplicaron el tab. Sopes esta cuestin mientras miraba a los mayas. O podra ser un asunto religioso, no? Consideran que la colina es sagrada, y si la pisas, no puedes marcharte. Puede que seamos las vctimas de un sacrificio. Pero si
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Son slo especulaciones, Jeff dijo Mathias con una mezcla de cansancio e impaciencia. Hablo por hablar. No merece la pena discutir al respecto. Permanecieron un rato en silencio, mirando a los cuervos saltar de rama en rama. Se estaba levantando viento y la tormenta estallara pronto. Los mayas haban empezado a guardar sus cosas debajo del hule. Mathias tena razn, por supuesto. Teorizar no serva de nada. La enredadera y ellos estaban de un lado, y los mayas del otro. Y ms all de los mayas, inalcanzable, se encontraba el resto del mundo. Eso era lo nico que importaba. Y qu me dices de los arquelogos? pregunt Jeff. Qu pasa con ellos? Tantas personas Por qu no ha venido nadie a buscarlas? Puede que an sea demasiado pronto. No sabemos cunto tiempo hace que desaparecieron. Si tenan previsto pasar todo el verano aqu, por ejemplo, por qu iban a preocuparse por ellos? Pero t crees que vendr alguien? Que nos rescatarn si conseguimos aguantar el tiempo suficiente? Mathias se encogi de hombros. Cuntos montculos de sos crees que hay? Treinta?, cuarenta? Ha muerto demasiada gente aqu para que pase inadvertido. Tarde o temprano, alguien encontrar este sitio. No s cundo, pero lo descubrirn. Y piensas que podremos sobrevivir hasta entonces? Mathias se limpi las manos en los tejanos y se las mir. Tena las palmas rojas, quemadas por la savia de la planta, y las yemas de los dedos agrietadas y sanguinolentas. Neg con la cabeza. No sin comida. Jeff comenz a hacer un inventario mental de las provisiones que quedaban. Las dos barritas proteicas, las uvas pasas, las galletas de aperitivo. Una lata de Coca-Cola y dos de t. Todo esto haba que repartirlo entre cuatro personas, o cinco si Pablo mejoraba lo suficiente como para comer, a lo largo de cunto tiempo?, seis semanas? Uno de los cuervos baj al claro y comenz a acercarse muy despacio a los dos mayas que estaban sentados junto al fuego. El del resfriado lo ahuyent con el pauelo y el pjaro regres a los rboles, graznando. Jeff lo observ. A lo mejor podramos cazar uno de esos pjaros dijo. Podemos coger un palo de la tienda, pegarle el cuchillo en un extremo con la cinta adhesiva y atar un trozo de la cuerda del cabrestante en el otro extremo, como si fuera un arpn. As podramos arrojarlo a los rboles y recuperar la presa tirando de la cuerda. Slo tenemos que buscar la manera de sacarle punta al cuchillo, para que No nos dejarn acercarnos lo suficiente. Era cierto, desde luego; Jeff se dio cuenta de inmediato, pero aun as sinti un asomo de furia contra Mathias, como si ste le llevase la contraria adrede. Y si tratsemos de desmantelar la colina? Podramos ponernos todos a cortar y arrancar la planta. Si Hay demasiada, Jeff. Y crece muy deprisa. Cmo bamos?
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Slo intento buscar una solucin dijo Jeff. Saba que lo haba dicho con brusquedad, y se detest por ello. Pero a Mathias no pareci importarle. Puede que no haya ninguna solucin dijo. Quiz lo nico que podemos hacer es esperar y tratar de sobrevivir el mximo tiempo posible. La comida se acabar, el cuerpo nos fallar y la enredadera har lo que tenga que hacer. Durante un momento, Jeff observ con atencin la cara de Mathias. Al igual que a los dems, se le vea sorprendentemente consumido. Comenzaban a pelrsele la frente y la nariz, y tena adherida una pasta gomosa en las comisuras de los labios. Estaba ojeroso. Pero por debajo de este deterioro haba una reserva de fuerzas que no posea nadie, ni siquiera Jeff. Pareca ms sereno que los dems, como si estuviera dotado de una entereza excepcional. De repente, Jeff se dio cuenta de lo poco que saba de l: se haba criado en Mnich, haba pasado una breve temporada en el ejrcito, durante la cual se haba hecho un tatuaje, y estudiaba Ingeniera. Nada ms. Mathias sola ser tan discreto, tan reservado, que era fcil creer que uno conoca sus pensamientos. Pero ahora que se explayaba por primera vez, Jeff tuvo la impresin de que el alemn se transformaba segundo a segundo ante sus propios ojos, revelando su autntica personalidad y demostrando ser mucho ms fuerte, equilibrado y maduro de lo que Jeff habra imaginado. A su lado, l se senta pequeo y un poco infantil. En ingls tenis un dicho sobre el que se comporta como una gallina a la que le han cortado la cabeza, no? Mathias us los dedos para imitar a alguien corriendo en crculos. Jeff asinti. Nos estamos debilitando, y eso slo puede ir a peor. As que no malgastes tus fuerzas en tonteras. No andes si puedes estar sentado. No ests sentado si puedes echarte. Entiendes? El ms pequeo de los nios mayas haba reaparecido mientras hablaban. Ahora estaba sentado junto al fuego, practicando los juegos malabares. Los hombres se rean de sus intentos fallidos y pareca que le daban consejos. Mathias los seal con la cabeza. Qu deca tu gua sobre este pueblo? Jeff evoc las brillantes pginas de la gua del viajero; casi poda oleras, palpar su superficie lisa y fra. El libro contena abundante informacin sobre el pasado de los mayas las pirmides, los caminos, los calendarios astrolgicos, pero pareca indiferente ante su presente. No mucho respondi. Hablaba del mito de la creacin maya. Es lo nico que recuerdo. De la creacin del mundo? Jeff neg con la cabeza. No. De la humanidad. Cuntamelo. Jeff dedic unos segundos a hacer memoria y ordenar las distintas partes del relato. Hubo varios intentos fallidos. Primero los dioses trataron de usar barro, y las personas que crearon eran capaces de hablar, pero no de girar la cabeza, y se deshacan con la lluvia. As que los dioses probaron con
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madera. Pero los seres de madera eran malos: tenan la cabeza vaca y no hacan caso a los dioses. As que el mundo entero los atac. Las piedras y las tinajas les golpeaban la cara y los cuchillos los apualaban. Algunos huyeron a la selva y se convirtieron en monos, pero todos los dems fueron destruidos. Y entonces? Los dioses usaron maz blanco y amarillo. Y agua. Con estos materiales crearon cuatro hombres perfectos. Demasiado perfectos, de hecho, as que los dioses se asustaron. Teman que estos seres supieran demasiado y no los necesitaran, as que soplaron sobre ellos y les nublaron el entendimiento. De manera que estos individuos de maz, agua y pensamientos confusos fueron los primeros hombres. Se oy un trueno ensordecedor, sorprendentemente cercano. Jeff y Mathias miraron al cielo. Las nubes estaban a punto de cubrir el sol. No vimos ningn mono en la selva, de camino aqu dijo Mathias, como si eso le entristeciera. Me hubiera gustado ver alguno, a ti no? Lo dijo con tanta resignacin, como quien rememora con nostalgia algo inalcanzable ya para siempre, que Jeff se puso nervioso y habl sin pensar, sorprendindose a s mismo: Yo no quiero morir aqu. Mathias esboz una sonrisa. Yo no quiero morir en ninguna parte. Junto al fuego, uno de los mayas empez a aplaudir. El nio haba aprendido a hacer malabarismos: las piedras dibujaban un fluido arco sobre su cabeza mientras l las contemplaba atnito, como si no supiera a ciencia cierta cmo estaba realizando aquella proeza. Cuando por fin se le cay una piedra, los hombres lo ovacionaron y le dieron palmadas en la espalda. El nio sonri, mostrando los dientes. Pero supongo que morir aunque no quiera, no? dijo Mathias. En la mente de Jeff surgi una pregunta, una sola palabra: Aqu?, pero no dijo nada. Tema la respuesta del alemn, su posible indiferencia, el desdeoso encogimiento de hombros. Pablo sera el primero en morir, supuso Jeff. Luego, Eric. Stacy sera la siguiente, aunque tal vez no; era difcil prever estas cosas. Pero Mathias tena razn; al final, todos acabaran convertidos en un montculo cubierto por la enredadera. Jeff trat de imaginar lo que quedara de l: la cremallera y las tachuelas de los tejanos, las suelas de goma de sus zapatillas de tenis, el reloj. Y acaso tambin esta camisa que haba robado de una mochila; esta falsa tela militar que supona de polister acabara envolviendo su hueca caja torcica. Por una misteriosa razn, lo que ms le inquiet fue este ltimo detalle: la idea de morir vestido con la ropa de un desconocido, y que cuando por fin lo descubrieran lo cual, segn Mathias, sucedera tarde o temprano supusieran que la camisa era suya. Eres cristiano? pregunt. A Mathias pareci hacerle gracia la pregunta. Me bautizaron. Pero, tienes fe? El alemn sacudi la cabeza sin titubear. Entonces, qu significa morir para ti? Nada. El final. Mathias mir a Jeff con la cabeza ladeada. Y para ti?
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No lo s respondi Jeff. Te parecer una tontera, pero nunca haba pensado en ello. No en serio, al menos. Era cierto. Jeff haba sido educado en la doctrina episcopaliana, pero con laxitud; la religin haba sido una ms entre las obligaciones de la infancia, semejante a cortar el csped o ir a clases de piano. Una vez en la universidad, haba dejado de asistir a los oficios. Era joven, estaba sano y tena un techo sobre su cabeza; la muerte no figuraba entre sus preocupaciones. Mathias solt una risa ahogada y cabece. Pobre Jeff. Qu? Siempre ansioso por estar preparado. Extendi el brazo y le dio una palmada en la rodilla. Pasar lo que tenga que pasar, no? Nada, algo Al final, nuestras creencias no tendrn la menor importancia. Dicho esto, Mathias se levant y estir los brazos por encima de la cabeza. Jeff saba que se preparaba para marcharse, y sinti pnico ante esa perspectiva. No habra podido explicar por qu, pero tena miedo de quedarse solo. Era una premonicin, desde luego, aunque Jeff jams haba credo en premoniciones. Por alguna razn, le vino a la cabeza el momento en que haba arrancado la enredadera de la boca de Amy, la fra humedad de la planta, el olor a bilis y tequila, la forma en que los zarcillos se adheran a la cara de la joven, resistindose, retorcindose y enroscndose mientras l tiraba de ellos. Se estremeci. En qu clase de sitio vives? pregunt. Mathias lo mir sin comprender. En Alemania aadi Jeff. En una casa? Mathias neg con la cabeza. En un apartamento. Cmo es? Nada especial. Es muy pequeo, con un dormitorio, un saln y una cocina. Est en un primer piso y da a la calle. Abajo hay una panadera. En verano, hace un calor de miedo por culpa de los hornos. Huele a pan? Desde luego. El olor me despierta por la maana. Pareci que no iba a aadir nada ms, pero continu: Tengo un gato. Se llama Katschen, que significa gatito. Lo est cuidando la hija del panadero. Le da de comer y le limpia el cagadero. Y tambin me riega las plantas. Tengo un balcn cerrado, cmo lo llamis vosotros? Una galera? Jeff asinti . Est llena de plantas. Supongo que tiene gracia: todas las noches me dorma en una habitacin llena de plantas, porque las encontraba relajantes. Rio y Jeff lo imit. En ese momento, las nubes cubrieron el sol y la luz cambi en el acto, volvindose tenue y otoal. Sopl una rfaga de viento y los dos jvenes se llevaron la mano a la cabeza, para sujetarse el sombrero. Cuando el viento pas, Mathias dijo: Bueno, me voy. Jeff asinti y eso fue todo: no haba nada ms que aadir. Mir cmo Mathias se alejaba por el sendero. En el aire haba un aroma a comida. Al principio, Jeff pens que era la enredadera, creando una nueva tortura. Pero cuando se volvi hacia el claro, vio que la mujer maya haba puesto una olla grande al fuego y estaba removiendo la comida. Cabrito, pens Jeff, olfateando el aire.
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Iban a cenar ms pronto que los das anteriores, quiz con la esperanza de terminar antes de que estallase la tormenta. Por debajo del olor de la comida y el fuego, Jeff percibi el de su cuerpo. A sudor rancio con una nota de algo peor, como si se le hubiese adherido el hedor a orina, heces y carne podrida de Pablo. Pens en la pastilla de jabn que haba dejado en la cima, junto a la tienda, preparada para la llegada de la lluvia. Trat de imaginar lo que sentira al enjabonarse, restregarse y enjuagarse, pero no consigui convencerse de que todo eso produjese algn efecto, de que sera capaz de librarse alguna vez de aquella peste. Porque era algo ms que una sensacin fsica. No; la degradacin pareca ms profunda, como si no oliera slo a sudor y pis, sino tambin a fracaso. Haba pensado que podra mantener con vida a todo el mundo, que era ms listo y disciplinado que los dems, y que esas facultades los salvaran. Pero ahora comprenda que era un idiota. Haba sido una idiotez cortarle las piernas a Pablo. Slo haba conseguido alargar su sufrimiento. Y haba sido un idiota ms que un idiota, algo mucho peor al quedarse sentado, rabiando, mientras Amy se asfixiaba a apenas cinco metros de l. Incluso si por un milagro lograba salir de all con vida, sera incapaz de sobrevivir a aquel recuerdo. Pas el tiempo. Los mayas terminaron de cenar y la mujer us un puado de hojas para limpiar la olla. Los hombres se sentaron con el arco en el regazo, mirando a Jeff. El nio haba dejado de hacer juegos malabares y estaba acostado debajo del hule. Los cuervos continuaban saltando de rama en rama, inquietos, intercambiando graznidos. El cielo se oscureci ms y ms y el viento comenz a agitar los rboles. Cada vez que soplaba una rfaga, el hule produca un ruido explosivo, semejante a un disparo. Entonces, justo cuando el da se aproximaba a un ocaso precoz, la lluvia lleg por fin. Stacy estaba en la tienda con Eric. Haba perdido los nervios durante un rato, en el claro, junto al saco de dormir, mientras la enredadera reptaba y rea a sus pies. Se haba echado a llorar, abrazada a Eric, mientras las lgrimas no paraban de brotar. Continu llorando hasta mucho despus de que Jeff bajara al pie de la colina, despus de que la planta callara, e incluso despus de que regresara Mathias. Esto la asust y comenz a preguntarse si sera capaz de detenerse alguna vez. Pero Eric haba seguido abrazndola y acaricindola, diciendo tranquila, tranquila y al final, quiz slo por cansancio, not que empezaba a calmarse. Necesito recostarme un rato haba murmurado. Y as fue como acabaron otra vez en la tienda. Eric le abri la puerta y la acompa. Cuando ella se dej caer sobre el nico saco de dormir que quedaba, l se acurruc a su lado. Al llanto sigui una sensacin de pesadez, de incapacidad para continuar. Esto tambin pasar, se dijo Stacy, y trat de crerselo. Record lo interminables que se le haban antojado las tres horas que pas al pie de la colina por la maana, sola, y cmo haba pensado que sera incapaz de soportarlas. Haba hecho un
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enorme esfuerzo por no pensar en Amy enorme e infructuoso y un momento condujo al siguiente, hasta que al fin se volvi y se encontr a Mathias, dicindole que ya era la hora y poda volver a subir. Le dola la garganta y tena los ojos hinchados de tanto llorar. Aunque estaba cansada, desesperadamente cansada, le daba miedo dormirse. Senta la respiracin de Eric en la nuca. La tena abrazada, y al principio le haba gustado, la haba tranquilizado y reconfortado, pero ahora, de repente, comenz a sentir que la apretaba demasiado, hacindola consciente del ritmo de su corazn, que an lata desbocado. Trat de cambiar de posicin, pero slo consigui que l se acercara ms. Tengo mucho fro dijo Eric. T tambin? Stacy neg con la cabeza. De hecho, el cuerpo de Eric no estaba fro sino caliente, casi ardiente. La haca sudar all donde la tocara. Y estoy cansado aadi . Hecho polvo. A su regreso, Stacy haba encontrado a Eric dormido con la boca abierta en medio del claro. Jeff, que haba estado cosiendo la bolsa del depsito, la llam nada ms verla asomar por el sendero y le dijo que bebiera agua. Incluso entonces, Eric no se movi. Supona que deba de haber dormido durante dos o tres horas y, sin embargo, segua cansado. Se movi otra vez, ahora con mayor energa, y l la solt, dejando caer los brazos como pesos muertos. Stacy se sent y se volvi para mirarlo. Me vigilars? pregunt Eric. Vigilarte? Mientras duermo respondi. Slo un rato. Stacy asinti. Observ las heridas de la pierna de Eric, los feos costurones que le haba dejado Jeff, brillantes por la pomada antisptica. Tena la piel manchada de sangre. Estaba destemplado y cansado, y no haba motivos evidentes para ninguna de las dos cosas. Stacy hizo un esfuerzo consciente para no sacar conclusiones de esta observacin. Cerr los ojos y pens: Esto tambin pasar. Dio un respingo cuando la toc. Haba extendido el brazo para cogerle la mano y la miraba con una sonrisa somnolienta. Stacy no se solt, pero le cost lo suyo; quera apartarse, huir del calor que irradiaba la piel de Eric y de su mano sudorosa. Est dentro de l, pens. Trat de sonrer, y lo logr, pero apenas. No import demasiado, porque Eric estaba cerrando los ojos. Stacy esper a estar segura de que se haba dormido y entonces retrocedi muy despacio y se solt, dejando la mano de Eric sobre el suelo de la tienda, con la palma hacia arriba y ligeramente ahuecada, como la de un mendigo. Se imagin poniendo una moneda en ella, a altas horas de la madrugada en la calle de una ciudad desconocida, y se vio a s misma dndose prisa, alejndose para no volverlo a ver. Esto tambin pasar. Mathias estaba en el claro, sentado junto a Pablo. Stacy le oy respirar a pesar del zumbido del viento, que haba ido arreciando de forma gradual pero implacable y ahora hinchaba las paredes de la tienda. All dentro estaba casi oscuro. Eric empez a roncar, como de costumbre. En el cuarto de la residencia universitaria, Stacy sola imitarlo para Amy, bufando y resoplando a altas horas de la noche, cuando cambiaban
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confidencias, y las dos se rean de l. Ahora, el dolor de este recuerdo fue sorprendentemente fsico: una opresin pulstil en el pecho. Se toc el punto exacto y lo masaje, tratando de contener las lgrimas. Esto tambin pasar. Hubo algo que le hizo presentir la llegada de la lluvia. Aqu viene, pens, y no se equivoc: un instante despus se desat la tormenta. Era una lluvia racheada, empujada por el viento, como si una gigantesca mano hmeda golpease la tienda rtmicamente. Stacy se inclin hacia delante y le toc el hombro a Eric. Eric dijo. l abri los ojos y la mir, pero no pareca despierto. Est lloviendo dijo. Lloviendo? Stacy vio que se tocaba una herida tras otra, como para comprobar que seguan all. Tengo que ayudar a Mathias, vale? Eric se limit a mirarla fijamente. Tena la cara demacrada y muy plida. Stacy pens en toda la sangre que haba perdido en las ltimas cuarenta y ocho horas y record a Jeff extirpndole los zarcillos. No pudo evitar estremecerse. Estars bien? pregunt. Eric asinti y se cubri con el saco de dormir. Stacy se conform con eso y sali rpidamente a la lluvia. Al cabo de unos segundos estaba empapada. En el centro del claro, Mathias llenaba la garrafa con el frisbee. Tena la ropa adherida al cuerpo y el sombrero, deformado por la lluvia, le caa sobre la cara. Le alarg el frisbee y la garrafa a Stacy y corri hacia Pablo, que permaneca inmvil y con los ojos cerrados mientras la lluvia lo azotaba. Stacy esper que se llenara el frisbee y verti el agua en la garrafa. Repiti estas acciones una y otra vez, mientras Mathias trataba de mover el cobertizo para proteger mejor al griego. Pareca una tarea imposible, ya que el viento continuaba racheando, empujando la lluvia casi horizontalmente. La nica manera de resguardar a Pablo sera meterlo en la tienda. Stacy tap la garrafa. El depsito de nailon pareca funcionar: se estaba llenando. La lluvia caa a cntaros, convirtiendo el claro en un lodazal. Stacy sinti que sus sandalias se hundan en el barro. Entonces vio que la pastilla de jabn estaba semienterrada junto al depsito, la recogi y se lav la cara y las manos. Despus ech la cabeza atrs, dejando que la lluvia la enjuagase. Pero no era suficiente. Quera ms, y sin pensarlo se quit la camisa, los pantalones e incluso la ropa interior. Desnuda en el centro del claro, se enjabon los pechos, el vientre, la entrepierna y el pelo, eliminando la suciedad el sudor, la grasa, el olor de todo su cuerpo. Mathias estaba agachado junto al cobertizo, ajustando los retazos de nailon a los palos de aluminio mientras el viento tiraba de l. Se volvi como para pedirle ayuda a Stacy, pero luego se limit a observarla, recorrindole el cuerpo con la mirada de abajo arriba. Cuando lleg a los ojos, los rehuy y se volvi hacia el cobertizo sin decir palabra. La luz, de por s dbil, estaba disipndose con rapidez. Haca rato que Stacy haba perdido la nocin de la hora, as que no saba si esto era un
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efecto de la tormenta, que oscureca el da, o si el sol haba empezado a ponerse por detrs de la masa de nubes. Se oan truenos graves, rugientes, guturales y la lluvia caa con suficiente fuerza para irritarle la piel. Adems, cada vez haca ms fro. Tuvo que apretar los dientes para que no le castaetearan. Temblaba, calada hasta los huesos por el agua helada. Los huesos. Stacy se volvi hacia el saco de dormir, con la madeja de zarcillos brotando de su interior y las manchas blancas destellando por la humedad bajo la luz mortecina. Tuvo la extraa sensacin de que alguien la observaba y de repente tom conciencia de su desnudez, se sinti vulnerable y se abraz, ocultando los pechos bajo los brazos cruzados. Mir a Mathias, que segua de espaldas, concentrado en su lucha con el cobertizo, y luego hacia el sendero, pensando que quizs hubiera regresado Jeff. Pero all no haba nadie; ni siquiera Eric mirndola desde la tienda. Aquella incmoda sensacin continu, sin embargo, e incluso se intensific. Slo entendi cul era su origen cuando se volvi hacia la ladera de la colina, a la lluvia que caa sin pausa sobre las verdes hojas, agitndolas y mecindolas. Era la planta; poda sentirla observndola. Corri a la tienda, abandonando el montn de ropa mojada en el barro. Dentro estaba an ms oscuro que fuera, y Stacy apenas alcanzaba a distinguir a Eric; tuvo que esforzarse para verlo en el suelo de la tienda, envuelto en el saco de dormir. Supuso que tendra los ojos abiertos, porque le pareci sentir su mirada al entrar, pero no poda asegurarlo. Me he lavado dijo. T deberas hacer lo mismo. Eric no respondi. No habl ni se movi. Stacy se acerc y se agach. Eric? Ahora gru y se movi un poco. Te encuentras bien? Otro gruido. Stacy titube, mirndolo en la oscuridad. El viento no dejaba de azotar las paredes de la tienda. El techo tena varias goteras y el agua caa al suelo con un golpeteo, formando crecientes charcos. Stacy no poda dejar de temblar. Tengo que vestirme dijo. Eric permaneci inmutable. Stacy fue hasta el fondo de la tienda y rebusc en las mochilas hasta que encontr una falda y una blusa amarilla. Se sec rpidamente con una camiseta y se visti, aunque sin ponerse ropa interior. Le horrorizaba la idea de usar las bragas de una desconocida. La falda le llegaba hasta la mitad del muslo y la blusa le quedaba estrecha. La propietaria de esas prendas deba de haber sido an ms menuda que ella. Stacy se sinti un poco mejor, no exactamente bien, pero algo menos desgraciada que antes. El zumbido de su cabeza casi haba desaparecido. Y el hambre tambin pareca haber desaparecido; se senta hueca, como una cscara vaca, pero serena. Todava tena fro, y por un instante pens en meterse debajo del saco de dormir con Eric y abrazarse a l, sentir el calor que irradiaba. Pero entonces record que Mathias estaba solo en el
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claro, esforzndose por crear un refugio para Pablo, as que se acerc a la puerta y escudri la creciente oscuridad. Ya casi no quedaba luz. A slo tres metros de ella, Mathias era poco ms que una sombra. Estaba sentado en el barro junto a Pablo, inclinado debajo de la sombrilla de Stacy. Haba conseguido bajar el cobertizo, pero Stacy no alcanzaba a ver si al griego le haba servido de algo. Mathias? llam. ste la mir a travs de la lluvia. Dnde est Jeff? Mathias mir por encima del hombro, como si esperase encontrar a Jeff en algn lugar del claro. Luego se volvi hacia ella y sacudi la cabeza. Dijo algo, pero era imposible entenderle con el ruido de la lluvia. Stacy hizo bocina con las manos. No debera haber vuelto ya? Mathias se levant y fue hacia ella. La sombrilla pareca un objeto ms simblico que funcional: no lo protega de la lluvia. Qu? pregunt. No debera haber vuelto Jeff? Mathias desplaz el peso del cuerpo de un pie al otro, pensando. Las punteras de sus zapatillas de tenis se hundieron en el barro, reaparecieron y se hundieron otra vez. Supongo que debera ir a ver. A ver qu? Por qu no viene. Stacy volvi a or aquel zumbido en su cabeza. No quera quedarse sola con Pablo y Eric. Trat de discurrir algo para que Mathias no se fuera, pero no se le ocurri nada. Puedes vigilar a Pablo? pregunt l. Stacy vacil. Estaba seca y limpia, y le horrorizaba la idea de renunciar a esas pequeas comodidades. A lo mejor, si esperamos Est oscureciendo. Si espero mucho ms, no ver nada. Le ofreci la sombrilla y cuando ella fue a cogerla, extendiendo el brazo bajo la lluvia, se le puso la piel de gallina. Tratar de volver rpido, vale? Stacy asinti. Se arm de valor, se inclin y sali. Fue como meterse debajo de una catarata. Corri hasta el cobertizo y se acurruc debajo, tratando de no mirar a Pablo la cara demacrada y manchada de barro, el cabello mojado, demasiado asustada para afrontar la desdicha del griego, consciente de que no poda hacer nada para aliviarla. Sostuvo la sombrilla sobre su cabeza, aunque intilmente: era slo un objeto ms a merced del viento. Mathias se qued mirndola un momento bajo la cortina de lluvia. Luego se volvi, cruz el claro y desapareci en la oscuridad. Eric se haba hecho un ovillo debajo del saco de dormir, tratando de calentarse. Llova, y Stacy y Mathias estaban fuera, mojndose. El viento no dejaba de rachear y sacudir la tienda. Eric estaba agotado, pero no se dormira si no haba nadie que lo vigilara. Slo cerrara los ojos durante un instante, unos segundos; cerrara los ojos, respirara, descansara. De repente Stacy reapareci, se inclin sobre l y le pregunt si se
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encontraba bien. Estaba mojada, desnuda, chorreando sobre l. El techo tambin chorreaba. Y Eric pens: Estoy dormido. Soando. Pero no era verdad; o no del todo. Era consciente de que ella estaba en la tienda y la oy rebuscar en las mochilas, secarse y vestirse con ropa nueva. Eric se palp las heridas, temiendo que la enredadera lo hubiese atacado mientras dormitaba, pero no descubri ningn indicio de ello. Le dola todo el cuerpo, hasta las yemas de los dedos, las plantas de los pies y las rodillas todo. Oy voces y levant la cabeza. Stacy estaba junto a la puerta de la tienda, hablando con Mathias. Eric volvi a cerrar los ojos, crey que slo por un instante, pero cuando los abri, descubri que estaba solo. Volvi a palparse las heridas y pens en sentarse, pero no tuvo fuerzas suficientes. La lluvia haca tanto ruido un ruido semejante a un aplauso que le impeda pensar. Sinti que volva a quedarse dormido y se resisti, tratando de mantenerse despierto. Estaba en clase durante su primer da como profesor, pero cada vez que intentaba hablar, los alumnos aplaudan, ahogando su voz. Se dio cuenta de que era un juego, aunque no estaba seguro de cules eran las reglas; slo saba que iba perdiendo, y que si la cosa segua as, lo despediran antes de que acabara la jornada. Curiosamente, esta perspectiva le pareci reconfortante. Una parte de l segua despierta y saba que estaba soando. Y con este pequeo resquicio de conciencia, Eric se las ingeni incluso para analizar su sueo. En el fondo no deseaba ser profesor, nunca lo haba deseado, pero slo era capaz de admitirlo ahora que estaba atrapado en un lugar de donde no regresara nunca. Entonces, qu?, pens, y la respuesta lleg de una forma que le hizo comprender que tambin este autoanlisis formaba parte del sueo, porque descubri que quera ser camarero de una taberna, pero no una taberna de verdad, sino una de pelcula de vaqueros en blanco y negro, con puerta de vaivn, una partida de pquer entre borrachos en un rincn, y unos pistoleros batindose a duelo en la calle. l llenara las jarras de cerveza y las deslizara sobre el mostrador. Tendra acento irlands y sera el mejor amigo de John Wayne, o de Gary Cooper Se lo est inventando, vale, Eric? Lo sabes, no? La tienda estaba oscura y Stacy se inclinaba sobre l otra vez, chorreando, tocndole el brazo. Pareca nerviosa y asustada. No dejaba de mirar por encima del hombro, hacia la puerta de la tienda. No es real dijo. No ocurri. Eric no saba de qu hablaba; segua medio inmerso en el sueo, los alumnos aplaudindole, las puertas de la taberna balancendose. Qu es lo que no ocurri? pregunt. Entonces, por debajo del sonido de la lluvia, oy un susurro: Bsame, Mathias. Por qu no me besas? Era una voz femenina y proceda del claro. Pareca la de Stacy, pero estaba ligeramente distorsionada; era y no era ella a la vez. Stacy adivin lo que pensaba. Est tratando de fingir mi voz. Pero yo nunca dije eso. Y entonces son una voz parecida a la de Mathias: No deberamos. Y si l? Calla. Nadie nos oir.
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No soy yo dijo Stacy. Te lo juro. No pas nada. Eric se incorpor y se sent con las piernas cruzadas y el saco de dormir sobre los hombros. Desde el claro oscuro y asolado por la lluvia lleg el sonido de unos jadeos, al principio suaves y luego ms fuertes. De nuevo la voz de Mathias, casi suspirando: Ay, qu bien. Los jadeos se convirtieron en gemidos. Ms fuerte, murmur la voz de Stacy. Los gemidos crecieron de manera gradual e inexorable hasta el clmax, y entonces son algo parecido a un grito de Stacy. Despus se hizo el silencio, slo el tamborileo de la lluvia y la ronca y entrecortada respiracin de Pablo. Eric mir a Stacy a travs de la oscuridad. Llevaba la ropa de otra persona. Le quedaba pequea, y se le haba adherido al cuerpo a causa de la humedad. No debera importarle, desde luego. Puede que hubiera pasado y puede que no; de cualquier modo, sera una estupidez preocuparse por eso en un momento semejante. Eric vio la lgica del argumento y durante unos minutos luch por guardar la distancia necesaria para adoptar una actitud racional. Incluso pens en la posibilidad de rer. Sera una buena estrategia? Deba cabecear y soltar una risita burlona? O deba abrazarla? Pero Stacy estaba tan mojada, y vestida con esa ropa extraa pareca una puta. La idea lleg sin que la buscara; es ms, Eric trat de no hacerle caso, pero no pudo librarse de ella, no con esos pezones erectos debajo de la blusa, con esa falda a mitad del muslo y T sabes que no es verdad dijo Stacy. No? Limtate a rer pens. Es tan sencillo Pero entonces, sin proponrselo, empez a hablar, su voz sali de l, incontrolable, y lo condujo por un camino completamente distinto: La planta no se inventa cosas. Stacy guard silencio, mirndolo con los brazos cruzados sobre el pecho. Eric Imita cosas que ha odo. No las crea. Entonces oy a alguien haciendo el amor y ahora ha aadido nuestras voces. O sea que es tu voz. T has dicho esas cosas? Por supuesto que no. Pero acabas de decir que aadi tu voz. Quiero decir que ha cogido cosas que hemos dicho y las ha mezclado para hacernos decir cosas diferentes. Entiendes? Coge una palabra de una conversacin y otra de Cundo dijiste ms fuerte, o bsame? No s. Tal vez Vamos, Stacy, Dime la verdad. Esto es una estupidez, Eric. ste se dio cuenta de lo nerviosa que se estaba poniendo y de cmo luchaba para controlarse. Slo quiero la verdad. Ya te he dicho la verdad. No pas nada. No Te prometo que no me enfadar. Pero ya estaba enfadado, desde luego. sta no era la primera vez que
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le peda que confesara una infidelidad, y ahora sinti que el peso de todas aquellas conversaciones previas lo abrumaba y lo instaba a seguir. Indefectiblemente, las discusiones seguan unas pautas, se ajustaban a un guin: l le daba la lata, razonaba con ella, desmontaba metdicamente sus tcticas evasivas o de distraccin y la arrinconaba hasta que ella no tena ms remedio que sincerarse. Entonces Stacy lloraba, le suplicaba que la perdonase y prometa no volver a engaarlo. Y por alguna razn, a su pesar, Eric siempre la crea. La sola idea de recorrer ahora el mismo camino, de avanzar pesadamente por cada una de sus numerosas etapas, le produca un cansancio enorme. Quiso haber llegado ya al final. Quera verla llorar, suplicar y prometer, y le enfureca el hecho de que incluso all, incluso en circunstancias tan extremas como aqullas, Stacy lo obligara a bregar. Mrame dijo Stacy. De verdad supones que podra tener el menor inters en tirarme a cualquiera en estos momentos? No puedo ni Te lo tiraras en otro momento? Eric Te lo habras tirado en Cancn? Stacy solt un suspiro audible, como si la pregunta fuese demasiado degradante para merecer una respuesta. Y en cierto modo lo era, Eric lo saba. Un razonamiento sereno pens. Una voz serena. Se esforz por conseguir esas cosas, pero no las consigui. Te lo tiraste en Cancn? pregunt. Antes de que Stacy pudiera responder, su voz comenz otra vez: Abrzame. Slo abrzame. No deberamos. Y si l? Calla. No nos oir nadie. Los jadeos comenzaron de nuevo y fueron subiendo de volumen de manera gradual. Eric y Stacy permanecan callados, escuchando. Qu otra cosa podan hacer? Ay, qu bien Los jadeos se convirtieron en gemidos. Eric estaba concentrado en las voces, que seguan sonando ligeramente distorsionadas. Unas veces no tena dudas de que pertenecan a Stacy y a Mathias y otras casi estaba dispuesto a creer que, como deca su novia, aquello no era real, no haba sucedido. Ay, qu bien, oy, y pens: No, se no puede ser l. Ms fuerte, oy un susurro apremiante, lleno de pasin, y se dijo: S; no cabe duda de que es ella. Al final lleg el clmax y a continuacin la lluvia, la respiracin de Pablo y el aleteo hmedo de la puerta de la tienda cada vez que soplaba una rfaga de viento. Stacy le puso una mano en la rodilla y se la acarici a travs del saco de dormir. Trata de separarnos, cario. Quiere que peleemos. Di Abrzame, slo abrzame. Stacy le quit la mano de la rodilla y lo mir con fijeza. Qu? Quiero ortelo decir. Entonces lo sabr. Qu sabrs? Si es tu voz.
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Te ests comportando como un gilipollas, Eric. Di No nos oir nadie. Stacy sacudi la cabeza. Ni lo suees. O Ms fuerte. Susurra Ms fuerte. Stacy se levant. Tengo que ir a ver cmo est Pablo. Est bien. No lo oyes? Y era verdad: la respiracin del griego pareca ocupar toda la tienda. Stacy tena los brazos en jarras. Aunque Eric no poda verle la cara, intua que tena la frente fruncida. Por qu haces esto? Tenemos tantos problemas que resolver y t te comportas como Amy tena razn. Eres una puta. Esto le lleg al alma, la silenci como una bofetada. Despus, en voz baja, dijo: Joder, Eric! Cmo puedes decir eso? Eric not un temblor en su voz y estuvo a punto de darle un respiro. Pero enseguida empez a hablar de nuevo, incapaz de contenerse. Cundo lo hicisteis? Esta noche? Era difcil saberlo, pero caba la posibilidad de que Stacy estuviera llorando. Cuando entraste estabas desnuda aadi. Te vi desnuda. Stacy se limpi la cara con la mano. La lluvia arreci de pronto, subiendo de volumen, y la tienda pareci a punto de desplomarse bajo su peso. Los dos se agacharon instintivamente. Pero esto slo dur unos segundos, y cuando termin, una extraa quietud se apoder del mundo. Lo hicisteis en otras ocasiones? Stacy se sorbi la nariz. Para, por favor. Eric titube. Por extrao que pareciera, ese silencio exacerbado comenzaba a inquietarlo; pareca agorero, amenazador. Mir hacia el claro, como si esperase ver a un intruso. Dime cuntas veces, Stacy. Eres un cabrn. No estoy enfadado. Te parezco enfadado? A veces te odio. En serio. Slo quiero la verdad. Slo quiero Stacy lo sobresalt con un grito: Cierra la boca! Quieres? dijo, tirndose de los pelos. Cierra la puta boca de una vez! Dio un paso al frente, como si fuera a pegarle, con el brazo derecho levantado por encima de la cabeza, pero se detuvo y se gir hacia la puerta de la tienda. Eric sigui su mirada. Mathias estaba all, agachndose para entrar en la tienda, con un pie fuera y otro dentro. Estaba totalmente empapado. Era difcil distinguir cualquier otro detalle en la oscuridad, pero Eric percibi la turbacin del alemn. Dio la impresin de que iba a retroceder para devolverles la intimidad, pero entonces Eric dijo: Tal vez puedas decrmelo t. Te la has follado? Mathias se qued mudo, demasiado sorprendido por la pregunta para
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responder. La enredadera ha estado hablando explic Stacy. Como si t y yo nos hubiramos acostado. Eric estaba inclinado hacia delante, escrutando la cara de Mathias, tratando de descifrar su expresin. Di Ay, qu bien. Mathias todava tena una pierna fuera. Sacudi la cabeza. No entiendo dijo. O No deberamos; y si l. Quieres decirlo, por favor? Para, Eric dijo Stacy. Eric se volvi bruscamente hacia ella. No hablo contigo, vale? Y de nuevo hacia Mathias. Dilo. Slo quiero escuchar tu voz. Dnde crees que ests? pregunt Mathias, y a Eric no se le ocurri ninguna respuesta lgica. Pens: En el infierno. Estoy en el infierno. Pero no lo dijo. Aunque fuera verdad, qu importancia tendra a estas alturas que Stacy y yo nos hubiramos enrollado? Qu ms dara? Estamos atrapados en este sitio sin comida, no puedo encontrar a Jeff y Pablo Se interrumpi y lade la cabeza, aguzando el odo. Los dems le imitaron. El silencio, pens Eric. Mathias desapareci bajo la lluvia. Ay, Dios. Ay, no, por favor gimi Stacy, y sali corriendo tras l. Eric se levant, todava con el saco de dormir sobre los hombros. Se acerc a la puerta y mir hacia el cobertizo. Mathias se haba arrodillado junto a la camilla y Stacy estaba de pie a su lado. La lluvia caa a cntaros sobre ambos. Lo siento no paraba de repetir Stacy. Lo siento tanto. Mathias se levant. No dijo nada. No hizo falta; no habra podido encontrar palabras ms elocuentes que la expresin de desprecio que le dedic a Eric cuando entr en la tienda. Stacy se acuclill, se abraz a sus piernas y comenz a mecerse: Lo siento tanto lo siento tanto lo siento tanto A Eric le cost distinguir a Pablo en su camilla, detrs de ella, apenas visible en la oscuridad. Inmvil. En silencio. Mientras discutan en la tienda y la lluvia caa con furia desde el cielo, la enredadera haba enviado un emisario. Un solo zarcillo que se enrosc alrededor de la cabeza del griego, tapndole la boca y la nariz hasta asfixiarlo. Incluso despus de que empezara a llover, Jeff se mantuvo en su puesto al pie de la colina. Si los griegos haban salido por la maana, era posible que la tormenta los sorprendiese durante la caminata desde la carretera. Jeff dedic un rato a especular sobre cmo reaccionaran Juan y Don Quijote ante la tormenta, si daran media vuelta e intentaran volver a Cob, o si agacharan la cabeza y apretaran el paso. Jeff tuvo que admitir que la segunda posibilidad pareca la ms remota. Supuso que slo seguiran adelante si estuvieran a punto de llegar, si hubieran recorrido ya el camino principal y se encontrasen en el ltimo tramo, donde el terreno
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se converta gradualmente en una pendiente. Decidi darles veinte minutos ms. Un tiempo considerable para estar sentado a la intemperie, sin un lugar donde resguardarse, bajo un feroz aguacero. Los mayas se haban retirado a la linde de la selva, y estaban apretujados debajo del hule. Slo uno permaneci en el claro, vigilando a Jeff. Se haba fabricado una especie de chubasquero con una bolsa de basura grande, hacindole agujeros para la cara y los brazos. Jeff record haber improvisado una prenda parecida en una acampada con los Boy Scouts, cuando una tormenta de dos das los haba pillado desprevenidos. En el camino de regreso se vieron obligados a vadear un ro, el mismo que haban cruzado una semana antes, pero su caudal haba aumentado de forma sustancial desde la ltima vez que lo haban visto. La corriente era impetuosa, y las glidas aguas los cubran hasta el pecho. Jeff se haba desvestido y nadado en calzoncillos hasta la orilla contraria, con un rollo de cuerda en el hombro. Luego at la cuerda a un rbol para que los dems pudieran agarrarse a ella mientras lo seguan. Record que tras realizar aquella hazaa se haba visto a s mismo como un valiente, una especie de hroe, y ese recuerdo le hizo sentirse ligeramente incmodo. Ahora era consciente de que se haba pasado toda la vida compitiendo de una manera u otra, siempre fingiendo que se trataba de algo ms que un juego. Pero slo haba sido eso, un juego. Caa una lluvia torrencial. Haba truenos, pero no relmpagos. Estaba casi oscuro cuando por fin Jeff mir el reloj y se levant para marcharse. Con el barro, el sendero se haba vuelto tan resbaladizo que era difcil subir por l. Jeff tena que detenerse a cada rato para recuperar el aliento. Durante una de esas pausas, cuando mir hacia abajo para ver hasta dnde haba conseguido llegar, volvi a pasrsele por la cabeza la idea de huir. Haba tan poca luz que ya no alcanzaba a ver los rboles. Del suelo del claro haba brotado una neblina que entorpeca an ms la vista. El aguacero haba apagado los fuegos de los mayas, y a menos que se propusieran pasar la noche haciendo guardia uno al lado del otro alrededor de la linde de la selva, pareca perfectamente posible que Jeff encontrase un hueco por donde escapar. La lluvia continuaba azotando la colina, pero Jeff ya no le prestaba atencin. Estaba hambriento y exhausto. Quera regresar a la tienda, abrir la latita de frutos secos y repartirla entre todos. Quera beber de la garrafa de agua hasta que le doliera el estmago; quera cerrar los ojos y dormir. Pero luch contra estas tentaciones y tambin contra la sensacin de fracaso, que segua obsesionndole, prometindole un desengao ms y trat de forjarse una esperanza, ese estado que ahora se le antojaba tan poco familiar. Y si funciona?, se pregunt. Y si consegua bajar sin que lo vieran y descubra que todos los mayas se haban resguardado debajo del hule y el claro estaba desierto? Por qu no iba a lograr escabullirse sin que lo vieran y desaparecer en la selva? Podra ocultarse all hasta el amanecer y emprender el viaje a Cob en cuanto aclarase. Podra salvarlos a todos. Pero lo estaba haciendo de nuevo, no? Ms tonteras, ms ficcin. Porque, cmo no iban a prever los mayas una cosa as? No habra centinelas esperndolo, con las flechas a punto? Entonces tendra que
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volver sobre sus pasos, an ms cansado, helado y hambriento por el esfuerzo. Le dio vueltas y vueltas a la idea, inclinndose primero por una opcin y luego por la otra, mientras la lluvia caa sobre l y la oscuridad segua creciendo. Al final, a pesar del hambre, la fatiga y los malos plpitos, lo que triunf fue la educacin de Jeff, el proverbial ascetismo de los nativos de Nueva Inglaterra, aquel reflejo de los puritanos de escoger siempre el camino ms difcil. Regres lentamente por el sendero hasta el pie de la colina. Tal como haba previsto, la neblina, la lluvia y la creciente oscuridad impedan ver nada a ms de cinco metros de distancia. Si el maya del improvisado chubasquero segua en el centro del claro, estaba fuera de su vista. Lo que significaba, desde luego, que Jeff tambin era invisible para l. Slo tena que recorrer veinte o treinta metros hacia la izquierda; de esta manera quedara a mitad de camino entre los mayas resguardados debajo del hule y el siguiente campamento. Y luego, si avanzaba con sigilo, amparado en la oscuridad, la neblina y la lluvia, era muy posible que llegara a la selva sin que lo vieran. Gir a la izquierda y comenz a andar, contando sus pasos mentalmente: Uno dos tres cuatro La lluvia haba saturado el claro, convirtiendo la tierra en un profundo y viscoso lodo que se le pegaba a las bambas. Jeff record que la primera noche, cuando intent huir bajando entre las plantas, la enredadera haba emitido sonidos para alertar a los mayas de su proximidad, y se pregunt por qu ahora permaneca callada e inmvil. Desde luego, ese silencio poda ser un indicio de sus escasas posibilidades de xito, porque, a pesar de la oscuridad, era probable que la enredadera hubiera percibido que los mayas seguan de guardia, que Jeff no lograra su cometido ni siquiera con la ayuda de la oscuridad, la neblina y la lluvia, y que lo obligaran a volver o lo mataran. En lo ms profundo de su ser, Jeff advirti este augurio adverso y reconoci que lo ms lgico, lo ms sensato, sera rendirse ahora y regresar al refugio de la cima. Sin embargo, sigui andando. Despus de treinta pasos, se detuvo y escudri la selva. Slo oa el sonido de la lluvia al caer sobre el barro a su alrededor. El viento agitaba la niebla, removindola engaosamente: Jeff no paraba de ver siluetas a su alrededor, primero a la izquierda y despus a la derecha. Cada clula de su cuerpo pareca advertirle que retrocediera mientras poda, pero l no se explicaba por qu deba hacer algo as. Al fin y al cabo, no era sa la oportunidad que haba estado esperando? Cmo iba a renunciar a ella? Trat de darse nimos imaginando cmo se sentira en aquella tienda al cabo de cinco das, cuando el hambre empezara a acuciar y su cuerpo sucumbiera a ella, y cmo entonces pensara en este momento, recordara estos titubeos, furioso y asqueado ante su propia cobarda. Dio otro paso hacia el claro y se detuvo al ver otra figura en la niebla, pero se desvaneci enseguida. Jeff estaba convencido de que la mejor manera de hacer lo que se propona era avanzar con cautela, paso a paso, pero tambin saba que no sera capaz de aplicar ese mtodo, que si por fin decida arriesgarse, echara a correr. Estaba demasiado cansado para actuar de otra forma; no se encontraba en condiciones para emplear una
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estrategia ms sensata y prudente. Por supuesto, corra el riesgo de chocar de bruces con un maya. Pero tal vez no importara. Si se mova con suficiente rapidez, quiz lograra desaparecer de nuevo en la oscuridad antes de que el hombre tuviera tiempo para levantar el arma. Slo deba llegar a la selva, donde jams lo encontraran con ese tiempo; estaba seguro de ello. Jeff se percat de que si segua pensando, dudando, no pasara a la accin. O bien lo haca ahora, de inmediato, o regresaba sobre sus pasos. Este mismo pensamiento debi empujarle a replantearse las cosas, pero no se lo permiti. Regresar supondra aceptar otra derrota, y Jeff no estaba dispuesto a hacerlo. Volvi a recordar aquel ro lejano, la cuerda colgada del hombro, el aplomo que haba demostrado al sumergirse en las furiosas aguas, su absoluta confianza en s mismo, y luch por recobrar ese sentimiento, o al menos una semblanza de l. Despus respir hondo. Y ech a correr. No haba dado cinco pasos cuando percibi un movimiento a su izquierda: un maya levantndose con el arco en la mano. Incluso entonces, Jeff habra podido tener una oportunidad. Podra haberse detenido, sonredo y alzado las manos. Era preciso levantar el arco, preparar la flecha y tensar la cuerda, de manera que an habra tenido tiempo suficiente para demostrar lo dcil e inofensivo que era. Pero eso hubiese sido pedirle demasiado. Ya estaba en marcha y no se detendra ante nada. Oy gritar al hombre. Errar el tiro pens Jeff. No me La flecha le dio justo debajo de la barbilla y le atraves limpiamente el cuello, entrando por la izquierda y saliendo por la derecha. Jeff cay de rodillas, pero se incorpor en el acto, pensando: Estoy bien, no me ha herido, mientras su boca se llenaba de sangre. Logr dar otros tres pasos antes de que lo alcanzara la siguiente flecha. sta penetr en su pecho, a unos centmetros por debajo de la axila, y se hundi casi hasta las plumas. Jeff sinti como si le hubiesen dado un martillazo. Se le cort la respiracin, y supo que no la recuperara. Cay otra vez, ahora con ms fuerza. Abri la boca y expuls un potente chorro de sangre que salpic en el barro. Trat de levantarse, pero le fallaron las fuerzas. Sus piernas se negaban a moverse; las senta fras y lejanas, como si estuvieran detrs de l, en la oscuridad. Todo se nublaba cada vez ms: no slo su vista, sino tambin sus pensamientos. Tard unos instantes en darse cuenta de quin lo estaba agarrando. Pens que era uno de los mayas. Pero no; nada ms lejos de la realidad. Los zarcillos haban salido al claro y estaban enroscndose alrededor de sus extremidades, arrastrndolo por el barro. Intent levantarse una vez ms, y hasta consigui hacer una torpe flexin de pecho antes de que la enredadera tirase de su brazo izquierdo. Entonces cay sobre la flecha que an le sobresala del pecho, clavndola ms hondo con el peso de su cuerpo. Los zarcillos lo llevaban hacia la colina. Debajo de l, el barro irradiaba un extrao calor. Jeff supo que era su sangre. Oy cmo la enredadera la sorba ruidosamente, para transportarla a las hojas. En la periferia de su campo de visin distingui unas siluetas; eran los mayas
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que lo observaban sin dejar de apuntarlo con el arco. Ayudadme suplic, y su voz gorgote al pasar entre la sangre que continuaba llenndole la boca. Saba que sus palabras eran inaudibles, pero trat de hablar de todas maneras. Por favor ayudadme Fue lo nico que consigui articular. Entonces un zarcillo le cubri los labios. Otro se desliz viscosamente por encima de sus ojos y orejas y el mundo pareci retroceder un paso los mayas que lo miraban, la lluvia, el calor de su sangre, luego otro y otro mientras todo se alejaba, todo menos el dolor de sus heridas, hasta que al final, en el largo instante que precedi a la muerte, slo qued la oscuridad; la oscuridad, el silencio, y el dolor. La lluvia continu cayendo, implacable, hasta altas horas de la noche. Traspasaba las paredes de la tienda, y las goteras se multiplicaban. Pronto, el suelo qued convertido en un charco de un par de centmetros de altura. Los tres estaban sentados all, en la oscuridad. Era imposible dormir, por supuesto, as que Stacy y Eric mataron el tiempo hablando. Eric le suplic que lo perdonara, y ella lo hizo. Se acostaron abrazados. Stacy desliz la mano hasta la entrepierna de l, pero no consigui provocarle una ereccin, as que al poco tiempo se dio por vencida. Lo que deseaba no era sexo sino calor, tanto en su sentido literal como en el figurado. Sin embargo, la piel de Eric estaba mucho ms fra que la suya, y cuanto ms tiempo pasaban abrazados, ms senta ella que le estaba robando el calor, enfrindola. Cuando Eric tosi, doblndose hacia delante, aprovech la ocasin para soltarse. Trataba de no pensar en Pablo, pero no poda evitarlo. Se le haca extrao seguir all sentada sabiendo que la enredadera estara devorando la carne del griego, y que ste quedara convertido en un esqueleto antes de que amaneciera. En varias ocasiones durante la noche, Stacy llor pensando en su participacin en la muerte de Pablo, en su incapacidad para protegerlo. Eric la consolaba como poda, asegurndole que no era culpa suya, que la muerte del griego haba sido ineludible desde el mismo momento en que cay al pozo, y que era una bendicin para l que todo hubiese terminado. Tambin hablaron de Jeff, desde luego, especulando sobre su ausencia, considerando las distintas posibilidades y volviendo de manera obsesiva a la de que quizs hubiese encontrado la forma de escapar. Cuanto ms hablaban de ello, ms evidente le pareca a Stacy. Qu otra cosa poda ser? En ese preciso momento estaba camino de Cob, y los rescataran al da siguiente, antes del atardecer. S; al final no moriran. Mathias permaneci callado durante toda la conversacin. Stacy senta su presencia en la oscuridad, a apenas un metro de distancia, e intua que estaba despierto. Quera que hablara, que participase en la creacin de su fantasa. Su silencio sugera dudas, y Stacy se senta amenazada por ellas, como si el escepticismo del alemn pudiera alterar el curso de los acontecimientos. Necesitaba que l tambin creyera en la huida de Jeff, necesitaba su ayuda para hacerla realidad. Saba que era absurdo, una supersticin pueril, pero no consegua sacudirse ese sentimiento, y estaba cada vez ms asustada.
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Mathias? susurr. Duermes? No respondi l. T qu piensas? Crees que ha escapado? Se oa el sonido de la lluvia sobre la tienda y el constante goteo del techo de nailon. Eric no dejaba de moverse, produciendo olas en el pequeo charco. Stacy dese que se quedara quieto. Pasaban los segundos, uno tras otro, y Mathias no responda. Mathias? Lo nico que s es que no est aqu. As que podra haber escapado, no? Podra No lo hagas, Stacy. Esto la pill por sorpresa. Que no haga qu? Piensa en lo mal que te sentirs si te permites alimentar la esperanza y luego resulta que te equivocas. No podemos permitrnoslo. Pero Ya veremos por la maana. Qu veremos? Lo que haya que ver. O sea que crees que podra haber? Chsss. Espera. Amanecer dentro de pocas horas. Poco despus de esto, volvieron a or la respiracin de Pablo. Las inhalaciones roncas, las exhalaciones silbantes y la pausa antes de que el ciclo se reiniciara. Stacy se levant en el acto, aun sabiendo lo que pasaba. Mathias tambin se haba levantado y se rozaron en el camino hacia la puerta de la tienda. l la cogi de la mueca, detenindola. Es la enredadera susurr. Lo s, pero quiero asegurarme. Ir yo. T espera aqu. Por qu? Quiere ensearnos algo, no te parece? Algo que ha hecho. Para asustarnos. Fuera se oy otra inspiracin ronca. Sonaba idntica a las de Pablo, y a pesar de todo lo que haban vivido, a Stacy le cost creer que no fuera l. Pero saba que Mathias tena razn, y tambin que no deseaba ver lo que fuese que les hubiera preparado la enredadera debajo del cobertizo. Ests seguro? pregunt. Not que Mathias asenta en la oscuridad antes de soltarle la mano y dirigirse a la puerta. Se agach y abri la cremallera. Casi de inmediato, en cuanto sali a la lluvia, la respiracin ces. Entonces un hombre empez a gritar en una lengua extranjera que a Stacy le pareci que era alemn. Wo ist dein Bruder? Wo ist dein Bruder? Stacy se sent y busc la mano de Eric en la oscuridad. La encontr y la cogi con fuerza. Est hablando de su hermano dijo. Cmo lo sabes? pregunt Eric. Escucha. Dein Bruder ist da. Dein Bruder ist da. Mathias reapareci, empapado, chorreando agua sobre el charco del
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suelo. Cerr la cremallera y regres a su sitio junto a ellos. Qu ha pasado? pregunt Stacy. Mathias no respondi. Dmelo. Se lo est comiendo. Su cara la carne ha desaparecido. Stacy not que dudaba. Hay algo ms, pens, y esper a orlo. Finalmente, Mathias dijo en voz muy baja: Tena esto en la cabeza. En la calavera. Le alarg un objeto en la oscuridad. Stacy lo cogi con cautela y lo palp, tratando de reconocerlo por la forma. Un sombrero? pregunt. El de Jeff, creo. Stacy supo que eso era cierto de inmediato, pero se neg a creerle. Busc otra posibilidad, aunque no se le ocurra ninguna. El sombrero estaba pesado, impregnado de agua. Tuvo que luchar contra el impulso de arrojarlo a un lado. Se inclin hacia delante y se lo devolvi a Mathias. Cmo lleg all? pregunt. La enredadera debi de ya sabes. Qu? Debi de subirlo por la ladera de la colina, pasndolo de zarcillo en zarcillo. Despus nos llam para que lo encontrsemos. Pero cmo lo cogi en primer lugar? Cmo? Se interrumpi, pues la respuesta acudi a su mente antes de que terminara la pregunta. De hecho, era demasiado evidente. Pero no quera or cmo Mathias pronunciaba aquellas palabras, as que tom un camino nuevo, esforzndose por plantear otra posibilidad. A lo mejor se le cay. Puede que mientras corra entre los rboles La interrumpi la voz procedente del claro, que empez a gritar de nuevo: Bruder ist gestorben. Dein Bruder ist gestorben. Qu dice? pregunt Eric. Primero pregunt dnde estaba Henrich respondi Mathias. Despus dijo que estaba aqu. Ahora dice que est muerto. Wo ist Jeff? Wo ist Jeff? Y eso? Mathias guard silencio. Jeff ist da. Jeff ist da. Stacy entendi lo que deca; era fcil de adivinar, aunque a Eric le costara. Dice algo de Jeff? pregunt. Jeff ist gestorben. Jeff ist gestorben. Eric acarici la mano de Stacy, dndole un pequeo tirn. Por qu no me lo dice? Es lo mismo, Eric susurr Stacy. Lo mismo que qu? Pregunta dnde est Jeff. Luego dice que est aqu y finalmente, que est muerto. Fuera, la voz se multiplic de repente, rodendolos, propagndose por la colina. Se convirti en un coro que subi gradualmente de volumen, repitiendo: Jeff ist gestorben Jeff ist gestorben Jeff ist gestorben
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La lluvia amain poco antes del amanecer. Cuando el sol despunt, las nubes ya haban empezado a separarse y disiparse. Eric, Stacy y Mathias salieron de la tienda, agarrotados y titubeantes, y examinaron los daos producidos por la tormenta. La enredadera se haba extendido sobre la camilla, cubrindola por completo y ocultando los restos de Pablo. Media docena de zarcillos haba logrado meterse en el depsito azul, y estaban absorbiendo el agua recogida durante la tormenta. Los huesos de Amy haban sido arrastrados fuera del saco de dormir y estaban desperdigados por el claro. Eric vio que Stacy empezaba a recogerlos, movindose de un lado a otro con expresin ausente. Los dej junto a la tienda, en un pequeo montn. Durante la noche, a Eric le haba entrado una tos seca y perruna. Le dola la cabeza, tena la ropa hmeda y la piel irritada por el tiempo que haba pasado sentado en el agua. Estaba exhausto, hambriento y helado, y le costaba creer que todo eso fuera a cambiar. Mathias se agach junto a la camilla y comenz a apartar los zarcillos del cadver de Pablo. Eric estaba lo suficientemente cansado para no sentirse despierto: una vez ms, todo haba adquirido aquel aire lejano que resultaba a la vez reconfortante y aterrador. Por lo tanto, cuando se rasc distradamente el pecho y not un nuevo bulto bajo la piel, reaccion con una serenidad impropia de l: Dnde est el cuchillo? pregunt. Mathias se volvi a mirarlo. Por qu? Eric se levant la camiseta. El bulto era an peor de lo que pensaba, como si una estrella de mar se le hubiese metido entre las costillas y la piel. Y tambin se mova, reptando despacio pero visiblemente hacia el estmago. Oh, Dios mo! exclam Stacy, cubrindose la boca con la mano. Mathias se levant y corri hacia l. Te duele? Eric neg con la cabeza. Tengo la zona dormida. No siento nada. Se lo demostr apretando la protuberancia con el dedo. Mathias mir alrededor, buscando el cuchillo. Lo encontr cerca de la tienda, semienterrado en el barro. Lo recogi y trat de limpiarlo un poco frotndolo contra sus tejanos. stos an estaban hmedos, y el cuchillo les dej una larga mancha marrn. Tambin la tiene ah abajo dijo Stacy, sealando la pierna derecha mientras intentaba mirar hacia otro lado. Eric se inclin para ver mejor. Era verdad: un bulto con forma de serpiente le suba por la pierna, desde la parte superior de la espinilla hacia el interior del muslo. Se lo palp con cuidado y tampoco sinti nada. La protuberancia le daba casi una vuelta entera alrededor de la pierna: empezaba por delante, giraba hacia la corva y se detena poco antes de llegar a la entrepierna. Debera estar gritando, pens, pero por alguna razn mantuvo aquella digna actitud de aplomo. Stacy pareca la ms afectada y era incapaz de mirarlo a los ojos.
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Eric extendi el brazo, esperando el cuchillo. Dmelo. Mathias no se movi. Tenemos que esterilizarlo. Eric neg con la cabeza. De eso nada. No pienso esperar a que Est sucio, Eric. No me importa. No puedes cortarte con algo tan Joder, Mathias! Quieres mirarme? De verdad piensas que debera preocuparme por la posibilidad de una infeccin? O de la gangrena? O bien viene alguien a rescatarnos hoy o maana, o esta mierda me matar. No lo ves? Mathias no respondi. Ahora dame el puto cuchillo! aadi, extendiendo la mano por segunda vez. Eric saba que Jeff no lo habra hecho. Jeff se habra ceido a las normas; habra ido a buscar el jabn, encendido un fuego y calentado la hoja del cuchillo. Pero Jeff ya no estaba con ellos, y quien decida ahora era Mathias. ste titube, observando la estrella de mar en el pecho de Eric, la serpiente que le rodeaba la pierna. Eric lo vio tomar la decisin y supo cul sera. De acuerdo dijo Mathias. Pero deja que lo haga yo. Eric se quit la camiseta. Mathias mir alrededor del embarrado claro. Quieres acostarte? Eric neg con la cabeza. Me quedar de pie. Te doler. Sera ms fcil si Estoy bien. Hazlo. Mathias empez por el pecho. Practic cinco cortes rpidos, dibujando un asterisco encima del bulto con forma de estrella de mar. Luego meti la mano dentro y tir del zarcillo. Era sorprendentemente grande, tanto que tuvo que dejar el cuchillo en el bolsillo de atrs del pantaln y tirar con ambas manos de la viscosa masa. sta sali sacudindose, cubierta de sangre a medio coagular. El dolor no el de los cortes, sino el del tirn fue espantoso; Eric sinti como si Mathias le arrancara una parte esencial de su cuerpo, un rgano vital. Record las imgenes de la gua del viajero de Jeff, los aztecas con sus largos cuchillos extirpando el corazn an latiente de sus prisioneros, y las rodillas estuvieron a punto de fallarle. Tuvo que agarrarse del hombro de Mathias. ste arroj a un lado la movediza masa, que aterriz en el barro con un chasquido hmedo y empez a enroscarse y desenroscarse. Te encuentras bien? pregunt. Eric asinti y le solt el hombro. La sangre le caa a chorros por el torso, empapando la cinturilla del pantaln. Hizo una bola con la camiseta y se la puso sobre la herida. Contina dijo. Mathias se acuclill y con un movimiento limpio hundi la hoja del cuchillo desde abajo hacia arriba y luego alrededor de la pierna de Eric. Una vez ms, no experiment dolor durante la incisin sino cuando Mathias meti la mano y desprendi la planta de su carne. Eric solt un
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gemido, un rugido. Fue como si lo despellejasen vivo. Cay pesadamente al suelo, aterrizando sobre el trasero. La sangre manaba a chorros de la pierna. Mathias le ense el zarcillo. Era mucho ms largo, con hojas y flores ms desarrolladas, casi de tamao normal. Se retorci en el aire y pareci levantarse hacia Eric, como si quisiera alcanzarlo. Mathias lo arroj al barro y lo pisote, aplastndolo. Luego hizo lo mismo con el primero. Ir a buscar la aguja y el hilo dijo, y ech a andar hacia la tienda. Espera! exclam Eric. Hay ms. Su voz sonaba frgil y temblorosa; tan dbil que lo asust. La tengo por todas partes en la pierna. Y tambin en el hombro y la espalda. Siento cmo se mueve. Era verdad, ahora la senta por todas partes, movindose debajo de la piel como un msculo al contraerse. Mathias se volvi hacia l y lo mir fijamente. Estaba a un paso de la tienda. No, Eric, no empieces de nuevo dijo con voz cansina. l tambin pareca cansado; estaba encorvado y ojeroso. Tenemos que coserte. Eric call. Se senta sbitamente mareado y saba que no tendra suficiente fuerza para discutir. Ests perdiendo demasiada sangre aadi Mathias. Por un momento, Eric tuvo la impresin de que iba a desmayarse. Se acost con cuidado boca arriba. El dolor comenzaba a ceder. Cerr los ojos, y la oscuridad que le aguardaba all estaba llena de colores: un anaranjado vivo que se converta en rojo hacia los bordes. Sinti el vaco que le haban dejado los zarcillos en la pierna y el pecho, y se le antoj que esa sensacin era consustancial al dolor, como si el cuerpo experimentase la extirpacin de la planta como un robo, como si quisiera recuperarla. Oy que Mathias entraba en la tienda y luego regresaba, pero no abri los ojos. Observ los colores que destellaban en la oscuridad y observ cmo aumentaban de intensidad cuando el alemn se inclinaba sobre l y comenzaba a coser la herida de la pierna. Se puso a trabajar sin mencionar siquiera la esterilizacin de la aguja. La incisin era larga, y tard un buen rato en coserla. Luego le apart las manos con cuidado, levant la camiseta empapada en sangre y comenz con la herida del pecho. Eric se tranquiliz poco a poco. El dolor no disminuy, pero empezaba a recuperar la familiar sensacin de distancia, as que senta como si observara el malestar de su cuerpo en lugar de percibirlo. El sol se haba alejado del horizonte, empezaba a calentarse, y eso tambin le ayud. Por fin dej de temblar. Stacy estaba en el otro extremo del claro; Eric la oa moverse de aqu para all. Supuso que lo estaba evitando, que le daba miedo acercarse. Levant la cabeza para averiguar qu haca y la vio inclinada sobre la mochila de Pablo. Sac la ltima botella de tequila y la levant. Alguien quiere? grit. Eric neg con la cabeza y vio que ella se agachaba para volver a mirar en el interior de la mochila. Por lo visto, haba un bolsillo interior. La oy abrir la cremallera. Rebusc y sac algo. Se llamaba Demetris dijo.
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Quin? pregunt Mathias sin levantar los ojos de la herida. Stacy se volvi hacia ellos, ensendoles un pasaporte. Pablo. Su nombre verdadero era Demetris Lambrakis. Se levant y cruz el claro con el pasaporte en la mano. Mathias dej la aguja, se limpi las manos en los tejanos y cogi el documento. Lo mir largamente, en silencio, y se lo pas a Eric. La foto mostraba a un Pablo un poco ms joven y rollizo, con el pelo mucho ms corto y un bigote ridculo. Vesta traje y corbata y pareca esforzarse para no sonrer. Eric not de nuevo como desde una gran distancia que le temblaban las manos. Le devolvi el pasaporte a Stacy y apoy la cabeza en el suelo. Demetris Lambrakis. Repiti el nombre mentalmente, como si intentase memorizarlo. Demetris Lambrakis Demetris Lambrakis Demetris Lambrakis Mathias termin de coser. Eric oy que volva a la tienda. Regres con la lata de frutos secos. La abri y dividi el contenido en tres pilas idnticas, contando cada fruto y usando el frisbee como bandeja. Eric comprendi que el alemn se haba convertido en el jefe. Los tres parecan convenir en este punto sin necesidad de discutirlo. Eric tuvo que sentarse para comer, y eso le produjo dolor. Dedic un momento a examinarse el cuerpo. Pareca un mueco de trapo heredado por varias generaciones de nios descuidados, cosido y recosido, con el relleno asomando por las costuras. No vea cmo iba a regresar vivo a casa, y este pensamiento se deposit en su alma como el limo en el fondo de un ro. Sinti que le pesaba, que lo obligaba a resignarse. Pero a su cuerpo no pareca importarle y segua reivindicando sus necesidades. La sola visin de los frutos secos lo llen de un hambre feroz, y comi deprisa, engullndolos, masticando y tragando en un santiamn. Cuando termin, se lami la sal de los dedos. Mathias le ofreci la garrafa de plstico y bebi de ella mientras notaba, una vez ms, que la enredadera se mova en su interior. El sol iba calentando conforme ascenda en el cielo. El barro comenzaba a secarse y sus huellas a solidificarse en pequeos huecos llenos de sombras. Los tres haban terminado de comer y se miraban en silencio. Supongo que debera ir a buscar a Jeff dijo Mathias. Antes de que haga ms calor. La idea pareca causarle una enorme fatiga. Stacy todava tena la botella de tequila en el regazo y se entretena enroscando y desenroscando el tapn. T crees que ha muerto, no? Mathias se volvi y la mir con los ojos ligeramente entornados. Deseo tanto como t que no sea as. Pero desear y creer Se encogi de hombros. Son cosas diferentes, no? Stacy no respondi. Se llev la boca de la botella a los labios, ech la cabeza atrs y bebi. Eric intuy que el alemn quera quitarle la botella de la mano, vio que estaba a punto de hacerlo, pero al final desisti. No era como Jeff; era demasiado reservado y distante para ser un lder. Si Stacy quera meterse en los emborrachndose, era asunto suyo. Nadie la detendra.

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Mathias se levant. No tardar dijo. Stacy dej la botella y se levant de un salto. Te acompao dijo. Una vez ms, Eric intuy que tena miedo de l, que le aterrorizaba lo que ocurra en el interior de su cuerpo. Era evidente que no quera quedarse con l. Mathias mir el desnudo y ensangrentado torso de Eric. Estars bien? pregunt. No pens Eric, por supuesto que no. Pero no dijo nada. Estaba pensando en el cuchillo, en la oportunidad de quedarse a solas con l en el claro, libre para hacer lo que deseara. Asinti con la cabeza. Y permaneci tendido al sol, invadido por una extraa paz, mientras ellos desaparecan en el sendero. Stacy y Mathias se detuvieron al pie de la colina, observando la zona de tierra desmantelada y el muro de rboles al otro lado. El sol ya haba cubierto la tierra de una corteza fina y quebradiza, pero por debajo an haba una capa de barro que llegaba a los talones. Los mayas se movan laboriosamente sobre ella, ensucindose los pies. Stacy vio a dos mujeres extendiendo mantas y ropa para secarlas al sol. An les quedaba una pila enorme. Junto al fuego haba tres mayas. Uno era el calvo del primer da, con la pistola en la cintura. Los otros dos eran mucho ms jvenes, casi unos nios. Los dos llevaban arcos. El calvo se haba remangado los pantalones blancos hasta la rodilla, Stacy supuso que para no manchrselos. Tena las pantorrillas muy delgadas, casi raquticas. Mathias pis el claro, hundiendo las bambas en el barro. Mir hacia la izquierda y se qued petrificado. Su expresin permaneci inmutable, pero Stacy supo lo que estaba viendo, aunque era incapaz de decir por qu. El tequila le haba producido acidez de estmago y la haba mareado un poco. El sudor le corra por la espalda. Ahora slo poda hacer una cosa, no tena alternativa, pero se tom su tiempo: se resista a imitar a Mathias, buscaba algo que amortiguase el golpe antes de ver lo que ya haba visto l. Se quit las sandalias con cuidado, despacio, y las dej en el centro del camino, una al lado de la otra. Al final dio un paso hacia el barro, que estaba ms fro de lo que haba imaginado le record a la nieve, y se concentr en esa imagen (Blanca como los pantalones del calvo, blanca como los huesos) mientras miraba hacia un pequeo montculo situado a veinticinco metros de distancia, una pequea pennsula verde que asomaba como un dedo sobre la tierra desmantelada. Ese dedo destellaba bajo el creciente calor, de modo que Stacy habra podido convencerse fcilmente de que era un espejismo. Pero saba que no, saba que era Jeff que los haba abandonado, igual que Amy y Pablo, y que ahora quedaban slo ellos tres. Le tendi la mano a Mathias, temiendo que l no quisiera cogrsela, pero lo hizo, y echaron a andar en silencio. Caminaban por el borde de la colina, cerca de la enredadera, avanzando con dificultad por el barro. No hablaron. El calvo y los dos
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jvenes arqueros los siguieron. No iban muy lejos, as que no tardaron en llegar. Mathias se inclin sobre el pequeo montculo y comenz a apartar las ramas, descubriendo el cuerpo de Jeff. An estaba a medio devorar, identificable, como si la planta hubiese controlado su apetito para que ellos supieran a ciencia cierta que aqul era Jeff. Estaba tendido boca abajo, con los brazos por encima de la cabeza, como si lo hubieran arrastrado por los pies. Mathias le dio la vuelta. Tena dos heridas en el cuello, una a cada lado, y la camisa impregnada de sangre. La carne haba desaparecido de la mitad inferior de su cara, revelando los dientes y las mandbulas, pero los ojos an permanecan intactos. Estaban abiertos y parecan mirarlos con aire soador. Stacy desvi la mirada. Se sorprendi y se asust de su propia serenidad. Quin soy? se pregunt. Sigo aqu? Mathias le quit el reloj a Jeff. Luego le meti la mano en el bolsillo del pantaln y sac la cartera. Por ltimo, le quit un anillo de plata de la mano derecha. Tuvo que tirar de l para que saliera. Stacy record que haba acompaado a Amy a comprar aquel anillo. Lo haban descubierto en una tienda de empeos de Boston, y Amy se lo regal a Jeff en su primer aniversario. Durante los aos siguientes, las dos haban especulado muchas veces sobre el propietario original del anillo: cmo era, cmo haba llegado al punto de tener que empear un objeto tan hermoso como se. De aquella fantasa haban creado un personaje, un msico fracasado, unas veces drogadicto y otras camello, cuyo nico roce con la fama haba consistido en que una vez, supuestamente, le haba vendido coca a Miles Davis. Le haban puesto un nombre Taddeus Fremont, y cada vez que vean por la calle a un tipo de mediana edad con pinta de tirado, se daban un codazo y susurraban: Mira, ah va Taddeus Fremont, buscando su anillo. Mathias le alarg los objetos personales de Jeff y ella los cogi. Deb recuperar tambin las cosas de Henrich dijo. Llevaba un colgante, un amuleto. Se toc el pecho, como para indicarle dnde lo haba llevado colgado. Despus se qued mirando el claro, como si considerase la posibilidad de ir a buscarlo, pero cuando se levant fue para volverse hacia el sendero. Regresaron juntos, uno al lado del otro, nuevamente en silencio. Stacy tena los pies cubiertos de barro, y se senta como si llevara unas botas muy pesadas. No es que haya funcionado dijo Mathias. Qu? El amuleto de la buena suerte. Stacy no supo cmo reaccionar a esto. Saba que era un chiste, o un intento de chiste, pero la idea de rer, o incluso de sonrer, en una situacin semejante le pareci abominable. Otra vez senta un zumbido en el interior de su cabeza, y de repente empez a tener dificultades para mantener los ojos abiertos. Misteriosamente, hablar haca que le dolieran. Sigui andando, con los brazos cruzados sobre el pecho, como abrazndose, el reloj de Jeff en una mano y la cartera y el anillo en la otra. Dej pasar el tiempo suficiente para fingir que Mathias no haba hablado y entonces, cuando estaban llegando al sendero, pregunt:
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Y ahora qu hacemos? Volver a la tienda, supongo. Tratar de descansar. No debera quedarse uno de los dos a esperar a los griegos? Mathias neg con la cabeza. No hasta dentro de una hora. Stacy pens en la tienda, en el pequeo claro de la cima. Record la agona de Pablo en la camilla. Pens en s misma, recordando con cunta naturalidad se haba agachado a recoger los huesos de Amy esa misma maana, como si estuviera poniendo orden despus de una fiesta. Volvi a or aquella frase en su cabeza: Quin soy? Y de buenas a primeras se ech a llorar. Fue como un ataque de tos, dos docenas de sollozos intensos que llegaron y cesaron en menos de un minuto. Mathias esper a que se calmara para ponerle una mano en el hombro. Quieres sentarte un momento? pregunt. Stacy levant los ojos y mir alrededor. Tenan los pies enterrados en una capa de diez centmetros de barro. A la derecha, la colina ascenda abruptamente, cubierta por la enredadera. A la izquierda estaban los tres mayas, de pie en medio del claro, vigilndolos. Neg con la cabeza y se enjug las lgrimas. Eric se est muriendo, no es cierto? pregunt. La planta est dentro de l y lo va a matar. Mientras lloraba haba abierto las manos, dejando caer las pertenencias de Jeff. Mathias se haba agachado para recogerlas. Estaban manchadas de barro, y trat de limpiarlas frotndolas contra sus tejanos. No s si podr soportar verlo morir, Mathias aadi Stacy. El alemn se puso el anillo de Jeff en el bolsillo. Stacy vio que le sangraban las manos, agrietadas e irritadas por la savia de la planta. Tena la ropa hecha jirones y el rastrojo de pelo que le cubra la cara se estaba convirtiendo en una barba que lo haca parecer mayor. No respondi. Claro que no. Stacy se volvi hacia los tres mayas. Siempre la miraban de una forma extraa, sin establecer contacto visual. Supuso que era un truco que haban aprendido para facilitarse las cosas. Deba de ser ms difcil matar a alguien a quien se haba mirado a los ojos. Qu crees que haran si nos acercamos a ellos? pregunt. Si echamos a andar en esa direccin. Mathias se encogi de hombros. La respuesta era evidente. Dispararnos. Quiz deberamos hacerlo. Para acabar de una vez. Mathias la mir como si estuviera considerando seriamente la idea. Pero luego neg con la cabeza. Tarde o temprano vendr alguien, Stacy. Cmo sabemos que no ser hoy? Pero es posible que no sea hoy, no? Podran pasar semanas, o meses. O toda la eternidad. Mathias no respondi; se limit a mirarla fijamente. Aquella mirada melanclica e inmutable inquietaba a Stacy desde que se haban conocido. Tena que apartar los ojos al cabo de unos segundos. Mathias la cogi de la mano y la condujo hacia el sendero, todava en silencio.
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Eric senta la enredadera movindose en su interior. La tena en la zona lumbar, en la axila izquierda, en el hombro derecho. El cuchillo estaba a tres metros de l, manchado de barro y de su propia sangre. Haba planeado que empezara a cortarse en cuanto Stacy y Mathias se marcharan de la cima, pero cuando lleg el momento, descubri que le daba demasiado miedo. Ya haba perdido una pavorosa cantidad de sangre le bastaba con mirarse el cuerpo para saberlo, y no saba cunta ms poda permitirse el lujo de perder. Se sent, respir hondo y se dobl, emitiendo una tos seca. No tena mucosidad, sino la sensacin de que en su pecho haba algo que no debera estar all y que su cuerpo trataba infructuosamente de expulsar. Haba luchado contra esa tos durante toda la noche, y era extrao que no se hubiera percatado antes de su origen. Era la enredadera, desde luego, ahora estaba seguro. S, tena un zarcillo creciendo en los pulmones. Debera meterme en la tienda pens. Y acostarme. Da igual que el suelo est mojado. Pero no se movi. Tosi otra vez. Habra resultado ms fcil si Stacy se hubiera quedado con l. Ella le habra hablado, habra discutido. Y era posible que l la hubiese escuchado, por qu no? Y en caso contrario, ella lo habra cogido del brazo, lo habra sujetado. Pero Stacy no estaba all, lo haba abandonado, as que nadie le impidi levantarse y coger el cuchillo. Se sent de nuevo, con el cuchillo en el regazo. Quiso reiniciar el juego de palabras, la imaginaria prueba de vocabulario, pero no recordaba por qu letra iba. Adems, le costaba concentrarse con aquellos movimientos en el interior de su cuerpo. Le pareca importante mantenerlos localizados. El empeine del pie derecho la nuca Se inclin hacia delante para rascarse la pantorrilla izquierda y se descubri otro bulto. Lo examin y vio cmo se aplanaba slo para hincharse otra vez un poco ms abajo. Era casi del tamao de una pelota de golf. Al tocarlo, percibi el familiar adormecimiento de la zona. Saba que la incisin no le dolera; lo que le hara gritar sera la extirpacin. Mientras pensaba en esto, encontr otro bulto. Estaba en el antebrazo izquierdo y era mucho ms pequeo que los dems, de unos siete centmetros de longitud y delgado como un gusano. Cuando lo toc, desapareci, hundindose profundamente en su carne. Todo esto era demasiado para Eric, desde luego; no poda permanecer sentado viendo cmo esas cosas aparecan y desaparecan por todo su cuerpo. Tena que hacer algo, y slo haba una solucin, no? Cogi el cuchillo, se inclin y empez a cortar. La ladera de la colina pareca mucho ms escarpada que la ltima vez que Stacy haba subido por ella. Mientras ascendan, empez a jadear. La ropa se le adhera al cuerpo por culpa del sudor. Luego le dio una punzada en el costado. Mathias pareci intuir su angustia y, a pesar de que ya estaban casi en la cima, se detuvo para que pudiera descansar.
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Permaneci a su lado, mirando a lo lejos mientras Stacy intentaba recuperar el aliento. Su corazn acababa de empezar a serenarse cuando oyeron las voces: Wo ist Eric? Wo ist Eric? Stacy y Mathias se miraron. Eric ist da. Eric ist da. No, Dios mo! exclam Stacy. Eric ist gestorben. Eric ist gestorben. Los dos corrieron, pero Mathias fue ms rpido. Ya estaba en el claro cuando lleg ella. Lo encontr gesticulando y repitiendo con vehemencia una sola palabra. El cansancio y la desesperacin lo haban hecho volver a su lengua materna: Genug deca. Genug. Stacy tard unos instantes en comprender que hablaba con Eric. Su primera impresin fue que en la cima haba un demonio, un nuevo monstruo salido de la mina: un ser cubierto de sangre, desnudo, con ojos desorbitados y un cuchillo en la mano. Pero no; era Eric. Pareca haberse cortado gran parte de la piel, que colgaba a tiras de su cuerpo. Stacy le vio los msculos de las piernas, los abdominales e incluso un trozo de hueso del hombro izquierdo. Tena el pelo apelmazado de un lado de la cabeza, y Stacy descubri que se haba cortado la oreja derecha. La voz de Mathias fue subiendo de volumen hasta volverse atronadora: Genug, Eric! Genug, Eric! Haca gestos desesperados para que bajase el cuchillo, aunque a Stacy le pareci evidente que Eric no le hara caso. Se lo vea aterrorizado, feroz, como si alguien lo hubiera atacado. Eric! exclam Stacy. Por favor, cario Mathias dio un paso al frente y trat de arrebatarle el cuchillo. Stacy adivin lo que ocurrira a continuacin. No! grit. Pero ya era demasiado tarde. Cuando comenz, Eric ya no pudo detenerse. Haba empezado con el bulto de la pantorrilla, y fue bastante sencillo: un pequeo corte con el cuchillo y ah mismo, apenas debajo de la piel, apareci un zarcillo firmemente enroscado, no ms grande que una nuez. Se lo arranc y lo arroj a un lado. Luego empez con el antebrazo, y fue aqu donde las cosas se complicaron. Hizo una pequea incisin en el lugar donde haba visto el bulto con forma de gusano, pero no encontr nada. Rebusc con la punta del cuchillo, y luego alarg el sanguinolento tajo, hundiendo la hoja en lnea recta desde la mueca hasta el codo. El dolor era intenso casi no poda sujetar el cuchillo, pero el miedo era peor. Saba que la enredadera estaba all y tena que encontrarla. Continu cortando, escarbando cada vez ms hondo y desplazndose luego lateralmente, insertando el cuchillo por debajo de la piel a cada lado de la incisin y tirando hacia arriba, levantando la epidermis, despellejndose hasta que todo el antebrazo qued en carne viva. No paraba de salirle sangre demasiada sangre y ya no poda ver lo que
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haca. Trat de contenerla con la mano, pero sigui brotando. Entonces sinti un sbito espasmo en la nalga derecha, como si una mano lo hubiera cogido por ah, as que se levant, se baj el pantaln corto y el calzoncillo y se gir para mirar. Pero no vio nada, y cuando iba a empezar a explorar la zona con la hoja, sinti un movimiento lento y ascendente en el torso, justo por encima del ombligo. Rpidamente desplaz su atencin a este punto y empez a cortar. Esta vez, la planta estaba cerca de la superficie: un zarcillo de ms de treinta centmetros sali precipitadamente y qued colgando de la herida, sacudindose y retorcindose en el aire, chorreando sangre. An estaba conectado a l y pareca haber echado races en un lugar ms alto de su cuerpo. Tuvo que hurgar con el cuchillo casi hasta la tetilla derecha pare extirprselo. Despus fue el muslo izquierdo. El codo derecho. La nuca. Haba sangre por todas partes. Poda oler su aroma metlico, como a cobre, y saba que la hemorragia lo estaba debilitando segundo a segundo. Una parte de l entenda que aquello era un desastre, que deba detenerse y que, de hecho, no debera haber empezado nunca. Pero la otra parte slo era consciente de que la planta estaba metida en su cuerpo y quera librarse de ella a toda costa. Cuando volvieran a casa podran coserlo, vendarlo y ponerle torniquetes. Lo importante ahora era no parar antes de haber acabado; de lo contrario, todo el sufrimiento habra sido en vano. Deba continuar cortando, hurgando y escarbando hasta cerciorarse de que no quedaba ni un solo zarcillo. La enredadera estaba en su oreja derecha. Esto pareca imposible, pero levant la mano y palp la abultada masa de cartlago, la sinti debajo de la piel. Ya no pensaba; simplemente actuaba. Comenz a serrucharse la oreja, manteniendo el cuchillo recto contra la cabeza. Haba empezado a gemir, a llorar, no a causa del dolor aunque ste era casi insoportable, sino por la estridencia del cuchillo al seccionar la carne. A continuacin fue la espinilla izquierda. La rodilla derecha. Estaba levantando la piel de las costillas inferiores cuando apareci Mathias. El tiempo haba empezado a transcurrir de una manera extraa, lento y rpido a la vez. Mathias gritaba, pero Eric no entenda lo que deca. Quera explicarle lo que estaba haciendo, aclararle la lgica de sus acciones, pero saba que era imposible, que le llevara demasiado tiempo y que el alemn nunca lo comprendera. Deba darse prisa eso era lo fundamental; tena que extirpar toda la planta de su cuerpo antes de perder el conocimiento, y saba que ese momento estaba muy prximo. Entonces apareci tambin Stacy. Dijo algo, pronunci su nombre, pero Eric no la escuch. Deba continuar cortando era lo nico que importaba, y cuando se inclinaba para hacerlo, Mathias se lanz sobre l para quitarle el cuchillo. No! oy que gritaba Stacy. Eric estaba dbil, no terminaba de controlar su cuerpo y actuaba por instinto. Lo nico que quera era apartar a Mathias, empujarlo para que le dejase terminar lo que haba empezado. Pero cuando alarg las manos para hacerlo, una de las dos sujetaba an el cuchillo. Fue increble la
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facilidad con que la punta atraves el pecho del alemn, deslizndose entre dos costillas, justo a la izquierda del esternn. A Mathias le fallaron las piernas. Cay hacia atrs, alejndose de Eric, y el cuchillo se fue con l. Stacy empez a gritar. Warum? dijo Mathias, mirando a Eric. Warum? Eric oy el sonido de la sangre en la voz del alemn y la vio expandirse por la camiseta. El mango del cuchillo se mova rtmicamente, como un metrnomo. Eric saba que era por el corazn del alemn. Le haba clavado el cuchillo justo ah. Mathias trat de levantarse. Consigui sentarse a medias, apoyado en un codo, pero era evidente que no llegara ms lejos. Warum? dijo otra vez. Ahora la planta pas a la accin una vez ms, reptando rpidamente por el claro y enrollndose alrededor del cuerpo de Mathias. Stacy corri a su lado y trat de liberarlo. Hizo todo lo que pudo, pero haba demasiados zarcillos. Eric se sinti desfallecer. Necesitaba sentarse y lo hizo con tanta torpeza que ms bien cay sobre un charco de sangre, la suya y la de Mathias. Era absurdo, pero todava quera el cuchillo, y si hubiese tenido fuerzas habra ido a gatas hasta el cuerpo del alemn para arrancrselo del pecho. Lo vio subir y bajar, subir y bajar, subir y bajar. Cada vez llegaban ms zarcillos. Stacy tiraba de ellos, ahora llorando. Eric saba que pronto iran tambin a por l. Cerr los ojos slo por un instante, pero fue suficiente. Cuando volvi a abrirlos, el cuchillo haba concluido su rpido temblequeo. Stacy se sent con la cabeza de Eric en el regazo. La enredadera se haba llevado a rastras el cadver de Mathias. An poda ver una bamba que sobresala de la masa verde, pero el resto estaba cubierto por completo. Los zarcillos permanecan inmviles y silenciosos, y slo de vez en cuando se oa un suave rumor, un indicio de que estaban consumiendo el cuerpo. Stacy no entenda por qu la planta no se haba acercado reptando para capturar tambin a Eric. Ella no podra defenderlo, como tampoco haba podido defender a Mathias, y estaba segura de que la planta lo saba. Sin embargo, slo haba enviado un largo zarcillo, que ahora sorba ruidosamente la sangre del inmenso charco que los rodeaba, vacindolo poco a poco. Dej en paz a Eric. No es que hubiera alguna duda de cmo acabara todo: para Stacy era obvio que se estaba muriendo. Al principio pens que sera cuestin de minutos. La sangre brotaba, goteaba y se deslizaba en finos hilos por todo el cuerpo de Eric, encharcndose en el hueco de las clavculas, surtiendo en chorros verticales en las heridas ms profundas. Despeda un olor fuerte, vagamente metlico, que a Stacy le record su coleccin de monedas de la infancia, los centavos que limpiaba y clasificaba por fechas. Le acarici la cabeza y Eric gimi. Estoy aqu dijo. Estoy aqu.
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La sorprendi abriendo los ojos y mirndola con expresin de pnico. Cuando intent hablar, emiti un susurro grave y demasiado dbil para que ella le entendiera. Stacy se inclin. Qu? Otro susurro vago. Pareca pronunciar un nombre. Madeleine? pregunt Stacy. Eric cerr los ojos y volvi a abrirlos con esfuerzo. Quin es Madeleine, Eric? Lo vio tragar y supo que era una accin dolorosa. Respirar tambin era doloroso. Todo era doloroso. No conozco a ninguna Madeleine. Eric neg muy despacio con la cabeza y ella not que trataba de concentrarse, haciendo un esfuerzo para articular las palabras: M ta me dijo. Stacy lo mir. No pens. No, no, no. Dese que cerrara los ojos, que volviera a perder el conocimiento. Me duele. Stacy asinti. Lo s, pero Por favor Eric Por favor Stacy haba empezado a llorar. Ahora entenda por qu la planta no haba tocado a Eric: para poder atormentarla con su muerte. Te pondrs bien, te lo prometo. Slo tienes que descansar. Eric consigui esbozar una sonrisa. Busc la mano de Stacy y se la apret. Te lo su plico. Eso fue demasiado para Stacy; la enmudeci. El cu chillo Stacy sacudi la cabeza. No, cario. Chsss Te lo su plico Te lo su plico. No parara, Stacy lo saba. Seguira con la cabeza sobre su regazo, sangrando, sufriendo, suplicndole que lo ayudara mientras el sol ascenda lentamente por el cielo. Si ella quera terminar con todo con la hemorragia, el sufrimiento, las splicas, tendra que ocuparse de ello personalmente. Te lo su plico Stacy le levant la cabeza con cuidado y se puso en pie. Se lo dar pens. Dejar que lo haga. Fue hasta el borde del claro y se meti entre las plantas. Se acuclill junto al cadver de Mathias y empez a apartar las ramas. La planta ya haba devorado el brazo derecho hasta el hombro. Pero la cara estaba intacta, con los ojos abiertos, mirndola. Stacy resisti el impulso de cerrarlos. El cuchillo segua clavado entre las costillas. Tir de l, separndolo del cuerpo, y se lo llev a Eric. Aqu lo tienes dijo. Se lo puso en la mano derecha y le cerr los dedos alrededor del mango. Eric esboz otra sonrisa torcida y neg despacio con la cabeza. Dema siado d bil susurr. Por qu no descansas, entonces? Cierra los ojos y T Trataba de devolverle el cuchillo. T
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No puedo, Eric. Por favor Apret el cuchillo contra la mano de Stacy. Por favor Stacy saba que la vida de Eric haba terminado. Lo nico que le quedaba era sufrimiento. Necesitaba desesperadamente su ayuda. No era una especie de pecado hacer caso omiso de sus ruegos y abandonarlo a una lenta agona slo porque ella era demasiado aprensiva, porque le daba terror hacer lo que deba? Tena el poder para aliviarle el dolor, pero prefera no hacer nada. Por lo tanto, no era responsable, en parte, de su suplicio? Quin soy? se dijo otra vez. Sigo siendo yo? Dnde? pregunt. Eric le cogi la mano que empuaba el cuchillo y la gui hacia su pecho. Aqu Coloc la punta cerca del esternn. Slo em puja Hubiera sido fcil quitarle el cuchillo y arrojarlo a un lado, y Stacy le orden a su cuerpo que lo hiciera. Pero no la escuchaba, no se mova. Por favor susurr Eric. Stacy cerr los ojos. Sigo siendo yo? Por favor Entonces lo hizo: se inclin hacia delante y empuj el cuchillo con todas sus fuerzas. Dolor. Durante un instante, eso fue lo nico que sinti Eric, como si algo hubiese estallado en su interior. Por encima de l vio a Stacy, que pareca inmensamente triste y asustada. Quiso hablar, decirle gracias y lo siento y te quiero, pero las palabras no llegaron. Una tarde haban ido al cutre zoolgico de Cancn, para cachondearse. Albergaba slo una docena de animales, uno de los cuales tena un cartel que deca Zebra aunque se vea a la legua que era un burro con las rayas blancas pintadas en la piel. Algunas rayas tenan chorretones de pintura. De repente, mientras los cuatro lo miraban, el animal haba abierto las patas y meado un autntico torrente. Amy y Stacy se echaron a rer a carcajadas. Por una misteriosa razn, esto es lo que pas por la cabeza de Eric en aquellos instantes, la imagen del burro orinando, las chicas abrazndose y el sonido de sus risas. Gracias intentaba decir. Lo siento. Te quiero. El dolor se desvaneci poco a poco y todo se fue alejando alejando alejando

La enredadera acudi a reclamar el cadver. Stacy no intent impedrselo; saba que sera intil. El sol estaba justo encima de su cabeza, as que calcul que faltaban unas seis horas para que empezara a ponerse. Record las palabras de Mathias: Cmo sabemos que no ser hoy?, y las us para infundirse esperanzas. Mientras hubiera luz, estara bien. Lo que le inquietaba era la
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oscuridad, la idea de acostarse sola en la tienda, demasiado aterrorizada para dormir. Saba que el ltimo superviviente deba ser Jeff, no ella. A l no le habra asustado contemplar el largo viaje del sol hacia el oeste. Comida, agua, cobijo Jeff habra trazado un plan para cada cosa, uno diferente al de Stacy, que en realidad no era un plan. Simplemente se sent junto a la tienda y se zamp todas las provisiones que quedaban las dos barritas proteicas, las uvas pasas, las diminutas galletas de aperitivo, regndolas con las latas de Coca-Cola y t fro. Todo; acab con todo. Mir de un extremo al otro del claro y pens en todas las personas que haban muerto all. Cada una de ellas haba pasado por su propio suplicio. Tanto dolor, tanta desesperacin, tanta muerte Arrojarse al vaco desde un edificio en llamas poda considerarse un plan? Stacy record que los cuatro haban hablado del suicidio una madrugada en que estaban medio borrachos, y cada uno haba elegido un mtodo. Ella estaba en su cama, reclinada sobre Eric. Amy y Jeff jugaban con desgana al backgammon en el suelo. Jeff, siempre eficiente, haba sugerido somnferos y una bolsa de plstico, asegurando que eran sistemas indoloros y fiables. Eric propuso una escopeta: el can en la boca y un dedo del pie en el gatillo. Amy prefera la idea de caer desde una gran altura, pero en lugar de saltar quera que alguien la empujase, lo cual haba suscitado una discusin sobre si aquello sera o no un suicidio. Finalmente se rindi y escogi el monxido de carbono de un coche en marcha en un garaje cerrado. La fantasa de Stacy era ms rebuscada: un bote de remo en alta mar y pesos para lastrar su cuerpo. Lo que ms le atraa era la idea de desaparecer sin dejar rastro, el misterio que envolvera su muerte. Naturalmente, haba sido una broma. Un juego. Stacy not el efecto de la cafena de la Coca-Cola y el t; se senta agitada. Levant las manos a la altura de la cara y vio que le temblaban. All no haba un bote de remos, desde luego, ni un coche, ni una escopeta, ni un frasco de somnferos. Deba arrojarse al pozo. Tena la cuerda del cabrestante. Los mayas que la esperaban al pie de la colina, con sus flechas y balas. Y tambin tena el cuchillo, por supuesto. Cmo sabemos que no ser hoy? Recogi la botella de tequila del suelo y ech a andar hacia el sendero. Con el cuchillo. Cuando estaba llegando, los mayas se volvieron a mirarla y vieron su ropa ensangrentada y sus manos temblorosas. Se sent en el borde del claro, con el cuchillo en el regazo y la sombrilla apoyada en el hombro. Destap la botella de tequila y bebi un largo trago. Sera genial que se le ocurriera una forma de poner sobre aviso a los que llegasen luego. Le habra gustado ser la mujer que con su inteligencia y capacidad de previsin acababa salvando la vida de un desconocido. Pero haba visto la fuente de horno con una palabra de advertencia
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grabada en el fondo; saba que otros lo haban intentado y haban fallado, y no vea por qu iba a conseguirlo ella. Slo esperaba que su presencia all, el pequeo montculo con sus huesos al pie del camino, se convirtiera en una eficaz seal de peligro. Bebi. Esper. Por encima de su cabeza, el sol avanzaba despacio hacia el oeste. No; no poda decirse que fuera un plan. Stacy ech un chorro de tequila sobre la hoja del cuchillo y la frot con la blusa. Saba que era una tontera, un acto gratuito y desesperado, pero quera que estuviera limpio. Fue tranquilizndose a medida que el da avanzaba hacia el ocaso. Dejaron de temblarle las manos. Tena miedo de muchas cosas, sobre todo de lo que ocurrira despus, pero no del dolor. El dolor no la asustaba. Cuando el sol roz por fin el horizonte, el cielo cambi de repente, adquiriendo una tonalidad rojiza, y Stacy supo que ya haba esperado lo suficiente. Los griegos no acudiran, al menos ese da. Pens en la inminente oscuridad, volvi a imaginarse sola en la tienda, escuchando los sonidos de la noche, y comprendi que no tena alternativa. Por un instante pens en rezar pidiendo qu?, perdn?, pero entonces se dio cuenta de que no tena a quin rezar. No crea en Dios. Se haba pasado la vida dicindolo de manera instintiva, sin pensar, pero ahora, por primera vez a punto de hacer lo que se propona hacer, poda mirar en su interior y pronunciar aquellas palabras con absoluta conviccin. No crea en Dios. Comenz con el brazo izquierdo. El primer corte fue vacilante, exploratorio. Incluso ahora, al final de todo, segua siendo la Stacy de siempre, la que no cruzaba un ro a nado si poda hacerlo a pie. Le doli ms de lo que haba imaginado. Pero eso no importaba, daba igual, se senta capaz de soportarlo. Y el dolor dio visos de realidad a lo que an no los tena, confiri la adecuada trascendencia a sus ltimos momentos. La segunda vez cort ms hondo, empezando en la mueca y hundiendo el filo con firmeza por el antebrazo. La sangre sali a borbotones. Se pas el cuchillo a la mano izquierda. Le cost sujetarlo sus dedos no parecan dispuestos a cerrarse y estaban resbaladizos por la sangre, pero al final lo logr y empuj el cuchillo hacia abajo. Quiz fuera por la luz mortecina, pero su sangre era ms oscura de lo que haba previsto, no del color rojo vivo de la de Eric y Mathias, sino casi negra, como tinta. Apoy las manos en el regazo y la sangre se desliz por sus piernas, al principio caliente, y luego ms fra conforme se encharcaba a su alrededor. Era extrao pensar que ese lquido formaba parte de ella, y que su prdida continua la reducira a la nada. Quin soy?, se pregunt. Los mayas la observaban. Por lo visto se haban enterado de que era la ltima, porque las mujeres empezaron a levantar el campamento, recogiendo cosas y atndolas en fardos. Stacy haba supuesto que su corazn se desbocara, bombeando ms y ms rpido con cada segundo que pasaba, pero ocurri lo contrario. Por dentro y por fuera, todo pareci volverse ms lento. Se sorprendi de lo tranquila que se senta.
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Sigo siendo yo? Los zarcillos se acercaron reptando. Oy que empezaban a sorber el charco de sangre. Pens que habra debido cortar la cuerda del cabrestante. Por qu no se le haba ocurrido? Trat de convencerse de que no tena importancia, porque su cuerpo permanecera all como un centinela, advirtiendo del peligro a los futuros visitantes, aunque saba que esto no era cierto, lo supo cuando la enredadera la agarr y comenz a arrastrarla, apartndola del sendero. Se resisti hasta el ltimo instante, tratando de levantarse, pero era demasiado tarde. Ya no le quedaban fuerzas. La planta la sujet y la cubri por completo, sepultndola. Muri con la sensacin de que se ahogaba, evocando aquel bote imaginario en alta mar, los lastres empujndola hacia el fondo y las verdes olas cerrndose sobre su cabeza. Los griegos llegaron tres das despus. Fueron en autobs hasta Cob y en la camioneta amarilla hasta el camino. En Cancn haban hecho tres amigos nuevos, todos brasileos, y los trajeron para que los acompaasen en la aventura. Los brasileos se llamaban Antonio, Ricardo y Sofa. Tanto Juan como Don Quijote estaban locos por Sofa, aunque sta pareca ser la novia de Ricardo. Era difcil asegurarlo, sin embargo, ya que los griegos no hablaban portugus y los brasileos, naturalmente, no tenan ni idea de griego. No obstante, se lo pasaban en grande todos juntos. Charlaban y rean mientras se adentraban en la selva. Ricardo llevaba una nevera con botellas de cerveza y bocadillos. Antonio haba trado un equipo de msica porttil y haba puesto el mismo disco un milln de veces, empeado en ensear a los griegos a bailar salsa. Juan y Don Quijote cooperaban slo por Sofa, para or cmo se rea de su torpeza. El giro que conduca a las ruinas no tena prdida. ltimamente haban caminado por all demasiadas personas para que el estrecho sendero pasara inadvertido. La tierra estaba pisoteada, y la hierba aplastada. Justo cuando iban a entrar en l, Ricardo vio a una nia mirndolos desde el otro lado del campo. Menuda y de unos diez aos, llevaba un vestido sucio y una cabra amarrada a una cuerda. Pareca muy nerviosa daba saltos y gesticulaba como si intentara decirles algo, as que se detuvieron a mirarla. La llamaron por seas Ricardo incluso levant un bocadillo como incentivo, pero la nia se neg a acercarse y al final se dieron por vencidos. Haca calor al sol. Saban que se encontraban cerca del punto de destino y estaban impacientes por llegar. Comenzaron a andar por el sendero. Detrs de ellos, Juan y Antonio vieron que la nia soltaba la cuerda de la cabra y corra hacia la selva. Se encogieron de hombros e intercambiaron una sonrisa. Avanzaron a travs de los rboles, cruzaron el pequeo arroyo y por fin se encontraron otra vez con la radiante luz del da. Un claro. Y al otro lado, una colina cubierta de flores. Se detuvieron, maravillados por la belleza del lugar. Ricardo sac una
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botella de cerveza y la compartieron entre todos. Sealaron las flores y hablaron de ellas en sus respectivas lenguas, admirndose de lo hermosas y originales que eran. Sofa las fotografi. Luego siguieron adelante en fila india. No oyeron llegar al primer jinete. Estaban ya casi en lo alto de la colina, llamando a Pablo.

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RESEA BIBLIOGRFICA
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Scott Smith estudi en Darmouth College y la Universidad de Columbia. Es el autor de Un plan sencillo y Las ruinas. En la actualidad vive en la ciudad de Nueva York.

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La enredadera era la razn de su cautividad all: sa era la esencia de lo que les estaba diciendo Jeff. Los mayas haban conseguido formar un claro al pie de la colina sembrando el suelo con sal, todo con la intencin de aislar a la planta. La teora de Jeff era que la enredadera se reproduca por contacto. Cuando la tocaban, recogan las semillas, las esporas, o lo que fuese que le sirviese de medio de reproduccin, y si cruzaban el claro, se las llevaran consigo. Por eso los mayas no los dejaban salir de la colina. Y los pjaros? pregunt Mathias. No hay pjaros interrumpi Jeff. No lo has notado? Ni pjaros ni insectos; ningn ser vivo aparte de nosotros y la planta. Unos jvenes que pasan unas vacaciones en Mxico ven cmo sus das de diversin se convierten en una pesadilla. Lo que en un principio iba a ser un trekking emocionante por la jungla mexicana, se convertir en una caza y captura en la que ellos sern las vctimas.

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Ttulo original: The Ruins Traduccin: Jaume Subira Ciurana 1 edicin enero 2007 2006 by Scott B. Smith, Inc Ediciones B S.A. 2007 ISBN 978-84-666-1977 6 Depsito legal: B-43-874-2006

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