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Articulo - Ciencia Politica

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UNIVERSIDAD PERUANA LOS ANDES

Facultad de Derecho y Ciencias Políticas

Escuela Profesional de Derecho

LA CIENCIA POLITICA CON OTRAS CIENCIAS

DOCENTE: ROSARIO MERCEDES CHUQUILLANQUI GALARZA

ASIGNATURA: Ciencia Política

AUTORA:

• Peña Ramos Yajhaira

CICLO/SECCION:

IV – C1

HUANCAYO - PERÚ

2022
INTRODUCCION

El pensamiento social ha tenido en la cuestión del poder una de sus problemáticas más

escurridizas y caprichosas. Su radical complejidad, sin embargo, se acompaña de una

relevancia también radical para comprender el cambio y orden social, la constitución de

los sujetos sociales, entre otras cuestiones fundamentales1. En esta complejidad, sin

embargo, es posible trazar ciertas líneas de desarrollo al interior de la teoría social en

relación al entendimiento del fenómeno del poder. Efectivamente, hay un desplazamiento

en el cómo se ha entendido éste en la tradición del pensamiento social. Sin pretensiones

de exhaustividad, a trazar ciertos rasgos de esta línea de desarrollo conceptual es a lo que

se avoca el presente artículo. Para mostrar una cuestión que sin duda recorre gran parte

de la historia de la idea del poder, y no sin una cuota importante de arbitrariedad, tomamos

como punto de partida el marxismo clásico. Comenzamos estableciendo que tanto éste

como algunos de sus desarrollos contemporáneos conciben el poder como un objeto

situado en la institucionalidad. Esta concepción, decimos, se relaciona con otras dos ideas

que sobre el poder se suponen: su lógica binaria (tener/ no tener poder) y su estabilidad

temporal. Continuamos mostrando cómo a partir de trabajos teóricos ulteriores se han

desarrollado perspectivas que relativizan estas concepciones tradicionales. Las líneas de

crítica en este sentido que aquí se reconocen son dos: la primera, con un carácter

intermedio —pues no se confronta directamente con la idea institucional del poder sino

que es más bien complementaria— es relativa al reconocimiento de la participación

subjetiva en la configuración de las relaciones de poder como fuente de disolución de una

perspectiva puramente estructural que caracteriza a la visión objetualiza de éste y; la

segunda, más radicalmente crítica, ataca directamente a esta visión concibiendo al poder

como desubstancializado.
El Poder como Objeto Institucional.
El marxismo concibe que el poder se agencia institucionalmente en los espacios
estructurales que se corresponden con los mecanismos de reproducción básicos de los
diferentes tipos de sociedad. En la capitalista, particularmente, Marx ancla el poder
directo y explítico al Estado Capitalista. En la sociedad, en cambio, existitiría ausencia
de relaciones directas de poder. La explotación del hombre por el hombre está mediada
por los intercambios anónimos y neutrales del mercado y no por algún tipo directo de
coacción. Esto más bien caracterizaría a “modos de producción” anteriores al 1 Lukes, S.
“Poder y autoridad”, en: Bottomore T. y R. Nisbet (comp.) Historia del análisis
sociológico, Amorrortu, Buenos Aires, 1988, pp. 718-719; Runciman, W. Ensayos:
Sociología y Política, F.C.E., México, 1966, pp. 107-108 3 capitalsmo. Por el intercambio
entre iguales se constituye la diferencia entre capital y trabajo, según la que algunos son
vendedores y otros compradores de fuerza de trabajo. El poder no está ahí en la sociedad
sino en la institucionalidad coercitiva del Estado capitalista, que asegura, estabiliza y da
continuidad las relaciones económicas. En este sentido, dice Marx, que el Estado es una
expresión activa, consciente y oficial de la estructura de la sociedad.

El Lugar del Sujeto


Primera Línea Crítica a la Idea de Poder como Objeto. El supuesto de la
objetualizada, cabe señalar, tiene una cierta dependencia lógica con una perspectiva
estructural. Efectivamente, el poder como objetualizada depende de una perspectiva
societal pues solamente ésta puede otorgar la idea de que él tiene características estables
de las cuales se unge a quien ocupa o accede a determinadas posiciones. Esto se ve con
claridad en el rol que supone el mecanismo de la asignación en el marco del estructural
funcionalismo. Sea lo que sea, más adelante se evidenciará la necesidad de una mayor
consideración de los actores en la constitución de las relaciones de poder. La apelación
aquí es a la efectividad de éste en el marco de relaciones sociales concretas; efectividad
que, se dice, en ningún caso viene asegurada puramente por las instituciones, sino que
por la conjunción entre éstas, por un lado —en tanto que dispositivos que viabilizan el
poder— y las características propias de los actores, por otro. No se trata, entonces, de un
mecanismo según el cual el objeto poder sea poseído a través de la sociedad,
constituyéndose así, sin más, relaciones de poder. La institucionalidad vendría a ser aquí
un dispositivo viable17 a través del cual son posibles o se facilitan ciertas formas de
acción y de relación social, cuestión que indica al mismo tiempo que las relaciones de
poder dejan de tener una forma necesaria; pura y simplemente determinadas por la
institución.

Del poder explícito al poder subrepticio.


Desde la perspectiva de Weber la lucha por el poder explica, en cierta medida, la
propia civilización. Esta nacería de la fuerza y la violencia y beneficiaría sólo a unos
cuantos. En contradicción con el imaginario ilustrado, Weber dice que el proceso de
civilización no opaca la lucha por el poder enalteciendo la armonía racional y socializante.
La lucha por el poder, lejos de llevar a un mundo pacífico, prevalece interna en una
institucionalización desarrollada en el marco de un proceso no de eliminación sino que
de racionalización y administración de la violencia31. Esta racionalización del poder se
asentaría en dos ámbitos: el societal, por un lado, y de la personalidad de los individuos,
por otro32. En el primero se destacan los procesos de constitución del Estado nación y
del mercado capitalista así como el tipo de relación producida entre ambos. En el ámbito
de la personalidad la cuestión está puesta en el proceso de constitución de los sujetos y
del yo en la modernidad. Formas explícitas y externas del poder, formas del poder
ancladas directamente en el modo de ser de los individuos, las relaciones entre uno y otro
proceso; estas son cuestiones fundamentales para la elaboración teórica contemporánea
en esta área donde se percibe como necesario ya no sólo el estudio del poder en sus
manifestaciones explícitas sino que también en sus manifestaciones más ocultas.
CONCLUSIONES

La constitución de nuevos discursos que tematizan el poder considerándolo desde sus


formas subrepticias representa un avance desde el punto de vista de la posibilidad, que
otorgan a la investigación social crítica, de reconocer formas de poder para las cuales
estas ciencias no estaban sensibilizadas. Como dice T. McCarthy respecto de Foucault
“Lo que ganamos adoptando esta posición es una mayor sensibilidad hacia las coacciones
e imposiciones que aparecen en cualquier orden social, en cualquier práctica racional, en
cualquier proceso de socialización... Queda claro por ejemplo que cualquier régimen de
verdad implica privilegiar ciertos tipos de discurso, sancionar ciertas formas de distinguir
las afirmaciones falsas de las verdaderas, aprobar ciertas técnicas de acceso a la verdad,
conceder un cierto status a aquellos que las empleen competentemente, etc. En este
sentido hay una “economía” política de la verdad como hay en cualquier actividad social
organizada. Esta intuición es la principal ventaja de la ontologización del concepto de
poder de Foucault

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