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Traducción Briant:

Entre los imperios de la antigüedad, el imperio aqueménida plantea una serie de


cuestiones fundamentales a los historiadores que, en la actualidad, permanecen
abiertas y debatidas. En el primer plano de estas cuestiones se encuentra la
relativa a la estructura misma de este imperio, cuyo estudio ha dado lugar a
numerosos análisis parciales, sin que estos se integren siempre en una visión
histórica global. El problema decisivo, que nadie puede eludir, sigue siendo el de
los métodos y la intensidad del poder ejercido por el Gran Rey y la etnoclase
dominante sobre los territorios y las poblaciones de un Estado cuya diversidad
etnocultural constituye una característica primordial. Aunque los estudios globales
no son muy numerosos, parece que, en su mayoría, historiadores y arqueólogos
tienden más bien a reducir (en proporciones variables) el impacto del poder
central frente a lo que puede designarse bajo el conveniente término de las
autonomías locales continuaron ejerciéndose incluso después de las conquistas de
Ciro y Cambises y las reformas de Darío. Este es el problema que me gustaría
tratar en las páginas siguientes. En el marco limitado de esta intervención,
obviamente no tengo ni la ambición ni la pretensión de dar una respuesta global y
detallada a cuestiones de tan vasto alcance. Tampoco tengo el objetivo de
proponer un estado de la cuestión y menos aún de elaborar un inventario
bibliográfico. Me contentaré con hacer algunas reflexiones y sugerencias
parciales, destinadas sobre todo a alimentar un debate que se ha desarrollado
ampliamente en otros lugares.
1.1 En primer lugar, la discusión no debe quedar congelada en una forma
alternativa, como: poder central o autogobierno local, o incluso: centralización
o descentralización. De apariencia formalmente contradictoria, las dos
realidades central y local están presentes una al lado de la otra y de forma
permanente en todas las regiones del Imperio y según métodos propios de
cada región.
Por un lado, en efecto, la centralización de poderes no puede negarse una vez reduzcamos el
problema al de las relaciones entre el Rey, las administraciones centrales y las autoridades
satrápicas. Los textos griegos insisten particularmente en el control político ejercido por el
Rey sobre el espacio imperial. Tal es en efecto el pensamiento que Jenofonte (Cyr. VIII 6)
atribuye a Ciro: el envío de sátrapas encargados de administrar y controlar territorios y
poblaciones tributarias va acompañado de medidas encaminadas a prohibir que estos altos
personajes se liberen de la tutela real: autoridad directa del Rey sobre las principales
ciudadelas (§9), envío de representantes del Rey a cada sátrapa para controlarlo ($16),
creación de un puesto "<remediando la inmensidad de su imperio ($17-19). Por supuesto,
no basta con citar estos textos (u otros textos clásicos muy conocidos) para concluir que las
medidas que transmiten tienen una eficacia general y permanente: es detectable una
evolución a lo largo del tiempo. Sin embargo, se puede admitir que el sistema de poder
persa se mantuvo en general hasta la llegada de Alejandro, a pesar de las manifestaciones de
fuerzas centrífugas dentro de la propia clase dominante. Pero por otro lado y al mismo
tiempo, las representaciones persas (inscripciones y monumentos) del espacio imperial no
deben engañar. Dentro de las fronteras imperiales, todos los territorios y poblaciones nunca
han sido colocados en un marco político-administrativo unificado, no obstante la
generalización del módulo satrápico. Muy al contrario, los aqueménidas dejaron subsistir
cuando ellos mismos no los recrearon (cf. Jerusalén) -estructuras políticas cuya historia se
sumerge en el largo plazo: ya se trate de etnias, reinos (Paflagonia, Cadusios, India),
dinastías (Caria), hyparchi (Sogdiana-Bactrian), ciudades (griego, fenicio,
babilónico) o comunidad-templos (Jerusalén, Egipto, Babilonia). La
diversidad de estatus y situaciones es impresionante, hasta el punto de
poner en duda la realidad del poder territorial aqueménida. Incluso
presentadas de forma tan esquemática, las modalidades del poder
aqueménida muestran que no se puede elegir entre dos tesis, cada una tan
simplista como la otra:
- una tesis 'centralista', que se apoyaría esencialmente en textos quetratan
de las relaciones Rey/sátrapas y que se apoyaría en el postulado implícito de
que una formación estatal de la antigüedad puede ser analizada a partir de
conceptos y nociones nacidos con la aparición - tardía y en Europa sola - del
estado-nación: los países aqueménidas no son estados-nación, y las satrapías
aqueménidas no son los departamentos de una república hipercentralizadora
como lo es Francia;
- una tesis 'autonomista', que partiendo de la innegable especificidad
delos diversos países sujetos al Gran Rey - querría negar toda realidad al
impacto y eficacia práctica del poder aqueménida, cuya autoridad se reduciría
aproximadamente a las líneas de los grandes caminos reales.

1.2. El verdadero problema y la verdadera dificultad es más bien comprender cómo


ambas realidades pudieron jugar y reaccionar recíprocamente, de tal manera que
permitieron y favorecieron la relativa longevidad del Imperio aqueménida. Desde
este punto de vista, me parece ante todo que es importante distinguir -al menos en
el primer análisis- poder (local) y control (aqueménida). Estas dos realidades no
son, de hecho, mutuamente excluyentes, ni son exactamente superponibles entre sí.
Además, pueden complementarse y reforzarse entre sí, siempre que el poder central
disponga de medios suficientes. El ejemplo de las medidas tomadas por Artafernes
tras la revuelta de las ciudades jónicas (Herodoto VI 42-43) es bastante
esclarecedor desde este punto de vista. Tras las medidas de terror (destrucciones,
masacres, confiscaciones, deportaciones) vinieron las medidas que Heródoto
califica de “pacíficas” (943) y “muy provechosas para los jonios” (43). Una de las
medidas apunta a prohibir las guerras entre ciudades, que siempre han sido una de
las plagas de la vida internacional tanto en Asia Menor como en Grecia; el otro
apunta a establecer sobre nuevas bases el monto del tributo pagado por cada ciudad.
Heródoto no se equivoca al vincular lógicamente dos medidas aparentemente
dispares: son dos aspectos de la misma política frente a las ciudades, que el sátrapa
pretende 'pacificar'. El objetivo de Artafernes no es aumentar brutalmente el monto
de los tributos que quedaron aproximadamente "lo que eran antes": además, ¿cómo
podría haber promulgado un aumento en el impuesto sobre las ciudades que
salieron arruinadas? El propósito del sátrapa es en realidad menos fiscal que
político. El objetivo fundamental es garantizar la estabilidad interna de las ciudades,
en cuya vida ha sido siempre la manzana de la discordia el problema de las tierras
limítrofes. A partir de ahora, el territorio de cada ciudad, debidamente agrimensado
y delimitado, se inscribe en los archivos reales de Sardis que conservan la huella de
todos los movimientos de tierra (donaciones, confiscaciones): a partir de entonces,
es la administración aqueménida la que se convierte en límites garantes de los
territorios cívicos. Dos ventajas: en primer lugar, garantiza la regularidad de la
percepción del tributo, que se permite suponer que se calcula en proporción a las
superficies cultivadas. Pero sobre todo, la administración aqueménida sabe
perfectamente que las disputas fronterizas son el origen de muchas guerras entre
ciudades. Por lo tanto, la administración persa toma medidas para regular las
relaciones entre las
ciudades vecinas: en caso de disputa, las ciudades deberán recurrir al arbitraje,
y este se rendirá necesariamente con referencia al documento oficial
depositado en los archivos satrápicos de Sardis. Tal proceso implica dos consecuencias
importantes en la relación sátrapa/ciudades: si dos ciudades van a la guerra, estará en
contradicción con una regulación imperial, por lo que realizarán un acto de rebelión y
como tales serán tratadas como rebeldes. Por otro lado, si una ciudad rechaza el
arbitraje, corresponderá al sátrapa intervenir y. Posiblement, para hacer cumplir la
decisión judicial. Una inscripción del siglo IV (Tod II: n. 113) es la ilustración
concreta del proceso previsto por Artafernes: efectivamente vemos allí al 'sátrapa de
Jonia', Strouses, interviniendo en un conflicto fronterizo entre Myous y Mileto. El
texto muestra que la administración aqueménida no tiene la intención de intervenir
directamente: ante la apelación de las
ciudades, el rey encomendó a Strouses la tarea de convocar a los "jueces de los
jonios"; después de que Myous se niega a aceptar el veredicto, el papel del sátrapa es
defender el juicio: de alguna manera actúa de acuerdo con la decisión de los propios
jonios.
Las medidas tomadas por Artaphernes están, por lo tanto, en perfecta armonía con las
prácticas aqueménidas que apuntan menos a gobernar las ciudades que a controlarlas
eliminando o prohibiendo las guerras. El mantenimiento del orden y la estabilidad:
estos son de hecho los fundamentos de la política de Artafernes. Por tanto, la
administración registró todas las modificaciones que habían podido ocurrir
recientemente: como la confiscación de tierras en Mileto (VI 20), pero cualquier
modificación posterior fue prohibida o más precisamente reglamentada. Heródoto, por
tanto, no se equivoca al hablar de medidas 'pacíficas': aún es necesario precisar que se
trata de la Paz Aqueménida que, muy hábilmente, compatibiliza la autonomía interna y
el control real. Desde este punto de vista, cabe añadir que, frente a las formas de
organización sociopolítica de los poderes locales, la administración aqueménida no
tiene preferencia ideológica:
después de haber apoyado a los tiranos, instaló democracias en las ciudades
jónicas ( Herodoto VI 43), y Diodoro (X 25) probablemente no se equivoque al
designar a Artafernes (y no a Mardonio) como el autor del cambio. Los persas
simplemente sacaron la conclusión política de la relación de fuerzas existente
dentro de las ciudades, y entendieron que la expulsión de los tiranos era, hinc et
nunc, una de las condiciones para el restablecimiento del orden interno y por lo
tanto también del orden imperial: así como lo eran las tiranías, los regímenes
democráticos deben estar sujetos al control superior de la autoridad satrápica.

1.3. La administración persa no pretende intervenir directamente en los asuntos


internos de otro tipo de comunidades cuya existencia reconoce oficialmente,
salvo cuando las necesidades de mantenimiento del orden lo obliguen. Esto es
lo que vemos muy bien en la historia de las disputas que enfrentaron a los
devotos de Yahveh contra los devotos de Chnum en Elefantina. La respuesta
real a las quejas de los judíos llegó por medio de Jerusalén, la única comunidad
judía reconocida como interlocutor válido por el poder central.³ La decisión real
no interfiere en los asuntos estrictamente religiosos de la comunidad judía en
'Elefantina que están regulados directamente por las autoridades de Jerusalén: el
firman de Darío [II] no tiene una finalidad específicamente religiosa. La
religión, como tal, estaba fuera del horizonte administrativo de las cancillerías
persas. En el imperio del Gran Rey, no hay ortodoxos ni cismáticos para la
administración, sino sólo diferentes poblaciones, hacia las cuales, para la paz
del reino, era necesario mostrar una amplia tolerancia, sin inmiscuirse en sus
creencias, siempre y cuando pues la tranquilidad pública no se resintió.
La carta dirigida a la pequeña comunidad de Elefantina, por lo tanto, no
tiene en vista un objeto que sería solo religioso, sino un objeto religioso
que tenga sus repercusiones en el campo político.+ En los años siguientes,
si el sátrapa Arshama tomó medidas nuevamente, fue sólo con el objetivo
de restaurar un orden público perturbado por las rencillas y la violencia.4

1.4. Sin embargo, la administración no es laxa hasta el punto de dejar que un


poder local desarrolle una política que pueda entrar en contradicción con la
estrategia imperial. Estos poderes locales son vigilados por las autoridades
satrápicas de las que nominalmente dependen y que cuentan con eficientes redes
de delatores. Sea testigo de los eventos que se desarrollan en Jerusalén al
comienzo del reinado de Darío I. La perceptible agitación de los espíritus no
había escapado a la vigilancia de Tattenai, sátrapa de Transeuphratene, y sus
subdelegados. Se ordenó una investigación y el caso volvió a Darío quien, al ver
el memorándum de Ciro, ordenó a Tatnai y sus colegas que dejaran que los
judíos reconstruyeran su templo (Esdras 5-6). Se hicieron más acusaciones a
principios del reinado de Jerjes y luego a principios del reinado de Artajerjes por
parte de "Mitrídates, Tabeel y sus otros colegas", quienes le escribieron al rey
indicándole el peligro potencial de reconstruir los muros de Jerusalén: "Si esta
ciudad es reconstruida, no se pagarán más impuestos, contribuciones ni derechos
de paso y, al final, esta ciudad dañará al rey... Informamos al rey que si esta
ciudad se reconstruye y se levantan sus murallas, pronto tendréis no más
territorios en Transeuphratene" (Ezra 4.12-16).

1.5. Por supuesto, el breve análisis de estos casis estrechamente ubicados en el


tiempo y el espacio no proporciona respuestas definitivas al problema planteado.
Sólo un estudio exhaustivo de todas las situaciones en el interior del Imperio ya
lo largo de toda su duración podría llevar a conclusiones generales
razonablemente fundamentadas. De ahí la urgencia de multiplicar los estudios
regionales sustituidos en la cronología. También sería apropiado identificar 'tipos'
en esta constelación bautizados por pura conveniencia bajo el término genérico
de 'poderes locales': Mileto no es Jerusalén y Paflagonia no es Babilonia. No
obstante, como primera aproximación, podemos considerar que, en general, las
relaciones entre el poder central y los poderes locales se rigen por contratos o
tratados, escritos o consuetudinarios. Tal es el caso de la comunidad de Judea en
Jerusalén, que recibió una verdadera Carta del rey; tal es también el caso de los
pueblos de Zagros (Ouxiens, Cosséens) cuyas relaciones con el Gran Rey se
basan en la costumbre de dar y contraregalar; tal es el caso de varios pueblos
árabes y sagrados que han hecho verdaderos tratados con el rey; tal es también el
caso de Mileto, cuyas relaciones con Ciro se definieron en el marco de un tratado.
Sujetos al cumplimiento de las obligaciones (militares, tributarias) que se les
imponen, estos reyes, dinastías, ciudades, comunidades llevan a cabo sus asuntos
internos como les parece: el 'choque' sólo estalla cuando dichos poderes las
autoridades locales incumplen sus compromisos o /e intentar usurpar las prerrogativas
soberanas del Gran Rey. En última instancia, las relaciones se basan, por lo tanto, en
un equilibrio de poder: obviamente, no es una coincidencia que muchas revueltas de
pueblos conquistados ocurrieran en los períodos (a menudo conflictivos) de la
sucesión dinástica.
2. Texto e imagen
2.1. Desde este punto de vista, se percibe un contraste entre la imagen
global que se extrae del examen de los testimonios arqueológicos y la que
requerido de la lectura de las fuentes escritas. Este contraste ha sido
subrayado, por ejemplo, en varias ocasiones con respecto a Bactria, donde
todos los arqueólogos han quedado impresionados por las continuidades
bactrianas más allá y a través del período aqueménida que, en cierta
medida, se convierte en una especie de epifenómeno sin consecuencias
visibles y verificables en el forma de vida y la cultura de los bactrianos
entre c. 550 yc. 330: ya sea en técnicas de riego, cerámica o arquitectura
militar, la impronta aqueménida parece ausente del paisaje arqueológico
bactriano, mientras que en otros lugares los textos clásicos (y ciertas
tablillas de Persèpolis) citan con frecuencia caminos reales, sátrapas,
tributos y contingentes, aqueménidas. guarniciones Es una observación del
mismo tipo a la que llega E. Stern en su análisis del material arqueológico
del período aqueménida en las regiones palestinas: "Nos enfrentamos así al
hecho asombroso de que la cultura material de Palestina no muestra
ninguna influencia de los gobernantes persas que dieron su nombre al
período y solo se pueden notar ligeras influencias en algunos tipos de
cerámica, en raras piezas de joyería y trabajo en metal.... La mayor
influencia ejercida durante el largo período de dominio persa en Palestina
está atestiguado solo en áreas
relacionadas con la administración extranjera, como el gobierno, la administración
militar, la vida económica y los impuestos... Por lo tanto, está claro que la
influencia persa en Palestina fue más marcada en el dominio de la administración
que en el de la vida material” (p. . 236-237).
La imagen arqueológica babilónica no es significativamente diferente: mientras que
la influencia aqueménida es clara en la arquitectura palaciega y visible en las
glípticas, muchos sectores de la vida material babilónica sobreviven sin cambios
perceptibles. En Egipto, es lo mismo. J.D. Cooney escribe, por ejemplo: “Incluso
con el esfuerzo más minucioso, solo se puede rastrear un rastro insignificante de
influencia persa en los productos egipcios de este tiempo... En la arquitectura
egipcia, el arte persa no tuvo ninguna influencia”. Por su parte, G. Michaélidis
destaca que los persas "dejaron relativamente pocos vestigios en el valle del Nilo",
y añade este comentario: "Los aqueménidas ocuparon militarmente el país y nunca
lo conquistaron, acamparon allí (...) pero no no se establezca allí”. Esta es
finalmente la conclusión expresada recientemente por P.R.S. Moorey 10 durante un
estudio de la evidencia arqueológica de la dominación aqueménida en los países del
Medio Oriente. El autor extrae conclusiones de orden político o, más precisamente,
sitúa su análisis arqueológico en el marco de la debilidad de la dominación
territorial aqueménida que, según él, queda corroborada por el material que
presenta:
«Las huellas materiales de los doscientos años de dominio persa en el Cercano Oriente todavía son
generalmente esquivas. En muchas regiones de su lejano Imperio, este período se encuentra entre
los menos conocidos arqueológicamente... La influencia persa fue geográficamente restringida y
socialmente superficial en todas las áreas, excepto en unas pocas, sobre las que en un momento u
otro tuvieron autoridad. En cuanto al gobierno y la administración, adoptaron y modificaron en
lugar de cambiar radicalmente lo que habían ganado mediante la conquista o la anexión. Las
jerarquías administrativas existentes fueron coronadas y reforzadas con funcionarios imperiales y
oficiales militares, no transformadas a un patrón estándar. En cuestiones religiosas, la
administración persa solía ser tolerante y complaciente, simpatizaba con las costumbres
y prácticas tradicionales, y en ninguna parte buscaba forzar sus propios cultos mediante edictos...
La contribución persa generalmente se limitaba a la reconstrucción de los edificios
administrativos existentes o a la creación de parques y palacios a la manera iraní,
particularmente en capiteles satrapiales... En algunas regiones, especialmente en Egipto, la
influencia cultural persa fue muy leve, confinada a elementos decorativos que necesitan una
investigación minuciosa para detectarlos (...)»
La acumulación de datos arqueológicos es, por tanto, llamativa: además, nadie
sueña con negar que la dominación aqueménida permitió el mantenimiento de las
culturas locales. Lo que parece más sorprendente es la debilidad de la influencia
cultural persa. Queda por interpretar esta documentación arqueológica, y es en
este punto donde posiblemente surjan divergencias y diferencias. Para P.R.S.
Moorey, la causa se escucha rápidamente: “<Como gobernantes, ellos [los
aqueménidas] parecen haber vivido principalmente en enclaves o puntos fuertes
militares, muy dispersos, pero unidos por un sistema de comunicaciones altamente
eficiente y por la administración fuertemente centralizada a la que servía y
fomentado” (p. 128). Lo que debemos concluir si entiendo bien que el resto (es
decir la parte principal) de los territorios queda fuera de control
permanente. Tal interpretación equivale a negar (implícitamente en este caso)
cualquier vínculo estructural y funcional existente (desde mi punto de vista)11 entre la
ocupación militar y el control del espacio y de las poblaciones tributarias o, en otras
palabras, a reducir a su expresión más simple las realidades espaciales de la
dominación del Gran Rey. Este es también el punto de vista de una serie de
arqueólogos bactrianos que creen que las principales obras de desarrollo hidráulico
realizadas durante el período aqueménida no tienen nada que ver con la iniciativa del
poder aqueménida, porque ni las técnicas de construcción (conocidas mucho antes del
período aqueménida) ni las cerámicas dan
testimonio de ninguna intervención de las autoridades aqueménidas. En tal presentación,
los diversos países involucrados continúan viviendo su propia historia que habría sido
perturbada solo de manera muy superficial por la conquista persa. En última instancia,
¿podemos seguir hablando de imperio si, en las principales áreas de la vida
sociocultural, la iniciativa escapa sistemáticamente a la clase étnica dominante?
2.2. Esta documentación arqueológica obviamente debe ser tenida en cuenta por
cualquiera que pretenda analizar las estructuras imperiales. Pero, lo que me
gustaría discutir aquí es la validez de las inferencias históricas que ofrecen los
arqueólogos. Desde este punto de vista, haré tres observaciones, de desigual
importancia. En primer lugar, las 'antigüedades aqueménidas' no están ausentes
en los países estudiados, y pueden ser relativamente abundantes en otros países.
En Bactria, por ejemplo, no se puede negar la influencia aqueménida,
particularmente en los campos de la glíptica y la orfebrería. Para E. Kuz'mina, "el
arte bactriano, en los siglos V-IV, era una rama del arte aqueménida, pero una
rama independiente que desempeñó un gran papel en el desarrollo posterior de la
creación artística de Asia Central y el arte de las estepas euroasiáticas>>, 12
Sin embargo, este argumento cuantitativo sólo tiene una eficacia relativa. De
hecho, estas antigüedades aqueménidas no proporcionan una prueba decisiva
para quien quiera insistir en la densidad del poder persa en la región considerada:
no existe una relación mecánica entre el número de objetos aqueménidas y el
impacto del poder aqueménida. La presencia de tales objetos (byoux, sellos,
objetos pequeños) solo confirma lo que sabemos en otros lugares, a saber, que la
presencia persa en los países conquistados está marcada por la instalación de
'colonias' persas (civiles y militares): estos persas de la diáspora bien
pudieron ser los usuarios de estos objetos, por lo que el argumento se torna tautológico
del mismo modo que la multiplicación de los santuarios de Anahita en el oeste de Asia
Menor se explica esencialmente por la voluntad de los persas de esta región de
practicar sus propios cultos. Por supuesto, los
fenómenos de aculturación han ocurrido aquí y allá, según métodos e intensidades
variables (3.5). Se puede notar en particular la ambición de las élites locales de
identificarse con los conquistadores, y esta identificación está frecuentemente
marcada por el préstamo de ciertos atributos externos de la clase dominante.
Estos préstamos, además, a menudo son parciales y se reintegran a las tradiciones
locales, por lo que la interpretación política se vuelve ambigua: sea testigo de la
estatua del 'colaborador' Ptah-hotep, que está esculpida según los cánones
tradicionales de la estatuaria egipcia; al mismo tiempo, el personaje viste la
prenda y unos típicos byoux persas. 13
2.3. Más importante, en mi opinión: frente a la documentación que maneja. el
historiador o el arqueólogo deben preguntarse sobre la base de qué criterios de
análisis va a concluir en una dirección y no en otra. Un documento responde sólo en
la medida en que es cuestionado. Según la forma y el fondo de las preguntas, las
respuestas pueden ser diversas, si no contradictorias. Sin embargo, más allá de la
observación de permanencias culturales, lo que se debate es una cuestión de orden
político, y los dos dominios no pueden asimilarse entre sí. ¿Sobre la base de qué
criterios de análisis decidimos que un determinado monumento u objeto atestigua
exclusivamente una permanencia local? ¿Cuáles son los elementos en un
documento arqueológico del período aqueménida que le permiten al comentarista
usarlo en un sentido en lugar de otro? Desde este punto de vista, el análisis de
documentos arqueológicos plantea problemas metodológicos análogos a los que
plantea la lectura de textos. Las formas externas de un monumento o de una
institución representan uno de los elementos de análisis, pero un elemento entre
otros, y no siempre es el que tiene una importancia decisiva. Lo que es igual y más
importante de comprender. es la función del monumento o de la institución en el
contexto histórico que vio su nacimiento y desarrollo. Con esto quiero decir que no
es suficiente insistir en las formas típicamente locales de tal o cual monumento o tal
o cual institución para concluir ipso facto que esta forma por sí sola atestigua la
debilidad del control aqueménida en la región considerada. Tal conclusión puede
ser correcta, pero para ser convencida necesita apoyarse en otros datos: estos
pueden corroborar la imagen arqueológica (que por lo tanto adquirirá validez
científica), también pueden ofrecer una imagen contradictoria: entonces será
importante comprender estas contradicciones. Queda abierta otra posibilidad, que
no debe ser descuidada entre las hipótesis de trabajo, a saber, que el poder
aqueménida pudiera haber tomado voluntaria o necesariamente un disfraz local para
imponer su ley y su dominación. Es preferible no razonar por exclusión: poder
central o poder local, y es mejor comprender, caso por caso, los modos y medios
locales utilizados por el poder aqueménida. Excavado de acuerdo con técnicas
específicamente bactrianas, un canal puede haber sido iniciado por iniciativa del
poder aqueménida; construida según los métodos de Asia Central, una ciudadela
puede servir como guardián de la orden aqueménida; De manera similar, una
institución típicamente bactriana como el syllogos de los hyparchi puede haber
sido investida desde adentro por el poder persa y servida desde entonces lugar
de integración de la nobleza bactriana en la organización militar aqueménida;
Aunque realizada con técnicas egipcias, la estatua de Darío descubierta en Susa
adquiere, no obstante, un significado ideológico específicamente aqueménida, y
se podrían multiplicar los ejemplos de aparentes contradicciones entre forma y
contenido.
Desde este punto de vista, la situación lingüística del Imperio aqueménida ofrece
un paralelo instructivo. La lengua de los conquistadores nunca se convirtió
en la lengua del Imperio; su uso se ha mantenido estrictamente restringido al
círculo de la etnoclase dominante. Para gobernar, es decir para imponer sus
decisiones a poblaciones extraordinariamente heterogéneas, los conquistadores
se valieron de los vehículos lingüísticos existentes. De ahí la paradoja lingüística
aqueménida: es a través de lenguas y escrituras regionales (griego, licio,
demótico, jeroglífico, hebreo, acadio) o interregionales (arameo) que se tiene
acceso a las normas dictadas por la central de poder, y es esencialmente a través
de las visiones impuestas por sus enemigos y súbditos que podemos reconstruir,
de alguna manera, la historia aqueménida. Todos estos ejemplos, por lo tanto,
muestran elocuentemente que las condiciones de producción de un documento
(arqueológico o escrito) determinan en gran medida la visión que el
historiador/arqueólogo tiene de él: desde el momento en que, por razones bien
conocidas, la historia aqueménida es reconstruida para el en su mayor parte bajo
formas regionales, es obvio que el corpus documental -tal como se constituyó
históricamente- da cuenta fielmente del poder de las tradiciones locales: pero, no
hay más que inferir mecánicamente la debilidad de la dominación aqueménida
frente a los poderes locales. .
2.4. Al expresar estas reservas, no pretendo imponer una tabla de lectura con
preferencia a otra. Simplemente quiero señalar que es arriesgado plantear
interpretaciones políticas basadas en documentación puramente
arqueológica: del mismo modo sería absurdo querer borrar la imagen
arqueológica del Imperio. El problema es que, en este tipo de investigación,
muy pocas veces hay una conjunción relevante entre documentación
arqueológica y documentación literaria. Incluso sucede que la documentación
literaria está casi totalmente ausente: este es el problema que plantea la
historia de los países de la Meseta iraní y de Asia Central. 15 En otros casos,
en cambio, la documentación escrita disponible permite abordar con menos
incertidumbre el problema de los contactos entre los conquistadores persas y
las poblaciones locales.
3. Etnoclase, poder imperial y aculturación
Las reservas mencionadas anteriormente no constituyen de hecho una
demostración de fondo: simplemente abren otras vías posibles. La imagen
arqueológica del imperio sigue planteando un interrogante al historiador: ¿cómo
explicar la relativa debilidad del impacto cultural persa en los países
conquistados? ¿Hasta qué punto no existe una contradicción entre el pretendido
deseo de los persas de dominar tierras y poblaciones y su incapacidad para
imponer o dar lugar a normas y valores que hubieran podido cimentar una
verdadera lealtad imperial?
3.1. En primer lugar, me parece que la rareza de la evidencia arqueológicade
la influencia cultural persa refleja una política deseada y aplicada por los
aqueménidas y los mismos persas, quienes velaron con celoso cuidado
para preservar
su especificidad etnocultural y, por lo tanto, política: por eso Usualmente uso la
expresión etno-clase. Historia persa, es decir, la historia de la comunidad persa
no se detuvo abruptamente al comienzo de la historia aqueménida, es decir, la
historia de un imperio creado por el grupo étnico persa. El Gran Rey sigue
proclamándose Ario, Persa, hijo de Persia, Aqueménida, Rey en Persia. Persia
(Färs) siguió siendo el corazón del Imperio, como muestran elocuentemente las
inscripciones reales. Al mismo tiempo, el privilegio del poder estaba reservado a
los miembros de la aristocracia persa que, por el (cambiante) favor del Rey,
compartían puestos de mando en todos los países conquistados donde recibían
tierras y beneficios. En la medida en que es a la vez numéricamente estrecha y
apasionadamente apegada a sus privilegios derivados de la explotación de los
territorios conquistados, una etnoclase dominante siente la necesidad y la
necesidad de mantener intactas sus características culturales y no fusionarlas en
una especie de crisol que significa compartir el poder y los privilegios. Cuando
un persa viaja por el imperio, trae consigo a su esposa, sus hijos, sus sirvientes,
pero también sus creencias, sus hábitos de vida, su idioma y, llegado a la
provincia donde el rey lo designó, se encuadra en el persa. comunidad que se ha
formado en cada una de las grandes ciudades del imperio. Es bastante
significativa la forma en que Jenofonte (Cyr. VIII 6,10-12) describe las medidas
adoptadas por Ciro para instalar sátrapas y persas en cada una de las provincias:
el sátrapa debe recrear una corte real en reducción (jerarquía, etiqueta, banquetes
, paraíso); los persas de la provincia, que allí habían recibido un beneficio, debían
enviar a sus jóvenes a la corte del sátrapa para recibir una educación del mismo
tipo que la que se daba en la corte del rey. En definitiva, en cada satrapía se
reconstituye una 'Pequeña Persia', y todo se planifica para que se reproduzca en
el acto, tanto biológica como culturalmente y, por tanto, políticamente.
Salvaguardar estas tradiciones y la pureza de la comunidad es una de las
condiciones sine qua non para el mantenimiento de la estatus de prestigio y poder
de la clase étnica dominante. No se detecta ninguna voluntad de los persas de
convertirse en misioneros de su religión: si se identifican numerosos santuarios
de Anahita en Asia Menor, este hecho está directamente relacionado con la
instalación de numerosas colonias civiles y militares persas, pero no revela una
'difusión' de los cultos persas en el sentido estricto de la palabra.16
3.2. Tal sistema teóricamente inmutable ha desarrollado a lo largo de la
historia una serie de contradicciones, tanto dentro de la propia etnoclase dominante
(cf. 4-5) como en el marco de las relaciones que mantenía con las élites de los
países conquistados.
En cierta medida, esta política de exclusión y exclusivismo fue consistente
con el reconocimiento de las especificidades culturales locales, como lo
muestra la documentación disponible en el campo religioso en particular: el
desarrollo endógeno de la etnoclase dominante implicó en efecto que cada
comunidad cultural del imperio debe reconocerse que tiene la posibilidad de
perpetuarse. Mucho más, los creadores del Imperio se esforzaron en utilizar
sistemáticamente las estructuras preexistentes como vector y medio de su
poder recién impuesto por la fuerza de las armas, de tal manera de aparecer
más como continuadores que como destructores: evidentemente no es
casualidad que Astiages, Creso y Nabonides quedaron vivos. Considérese en
particular la política de Ciro en Babilonia, o la de Cambises y Darío en
Egipto. Fue atrayendo la alianza y la colaboración de las élites locales que los
reyes aqueménidas intentaron imponer una transición suave entre los poderes
anteriores y su propia dominación. Es exactamente la misma estrategia
ideológica que Alejandro desarrolló posteriormente en las regiones del mundo
aqueménida que acababa de conquistar.
Pero tal política no estuvo exenta de contradicciones en su aplicación.
No dependía únicamente de la inteligencia política de los Grandes Reyes,
y éstos no iban a ser los únicos beneficiarios. Esta estrategia respondía a
una necesidad: absorber al menor coste (humano y material) las
estructuras preexistentes, que aún podían ofrecer resistencia militar a los
ejércitos aqueménidas. Esto significa que al mismo tiempo los Grandes
Reyes tuvieron que hacer concesiones, al menos inicialmente: ȧ En
Babilonia, por ejemplo, Ciro tuvo que conceder exenciones de impuestos a
los ciudadanos y varios privilegios a los templos. Al mismo tiempo, los
textos acadios muestran que la imagen de la monarquía persa fue
literalmente babilónica. Del mismo modo, la autobiografía de
Oudjahorresme egipcia a Cambises y Darío. 18 Esto también significa que
esta colaboración se basó en un contrato o, si se prefiere, en un
intercambio del que cada parte esperaba obtener beneficios: las élites
babilónica y egipcia acordaron reconocer a los reyes aqueménidas como
sus reyes, pero fue en el nombre de las tradiciones y valores babilónicos y
egipcios que acordaron servirle; en otras palabras, el Gran Rey también se
comprometió a devolver a las élites locales sus privilegios ya no tocar las
tradiciones de su país.
3.3. Que en el corto plazo esta política ha cumplido su objetivo está fuera de toda
duda. Pero a mediano plazo, los malentendidos iniciales no dejaron de convertirse en
verdaderas contradicciones. Los conquistadores pretendían efectivamente retirar todos
los beneficios de su victoria: refuerzo de la capacidad real sobre los templos
babilónicos, confiscación de tierras con el beneficio del rey y los persas, instalación de
colonias militares, restricción drástica de los ingresos de los templos egipcios. . Las
primeras revueltas que estallaron en Egipto y Babilonia bajo Darío y Jerjes marcaron
un punto de inflexión brutal en la política persa: Jerjes pretendía hacer de Egipto una
provincia como cualquier otra a partir de entonces; 19 asimismo en Babilonia, y
F.M.Th. de Liagre Böhl no se equivoca al señalar que, desde el punto de vista persa,
los acontecimientos de Babilonia en 484-482 son de tanta importancia como la
expedición a Europa y la batalla de Salamina. 20 A la estrategia del consenso
ideológico sucedió la de la constricción militar2¹ que, en sí misma, sólo podía acentuar
a largo plazo los privilegios del poder persa y la oposición de las poblaciones locales.
Para que esta estrategia diera frutos más duraderos, los persas tendrían que
haber accedido a compartir el poder. Ahora bien, aparte de los medos, algunos
de los cuales ocuparon altos cargos militares bajo Ciro y Darío, 22 parece
aunque los persas otorgaron a los colaboradores locales solo roles secundarios.
Por supuesto, los extranjeros fueron llamados en gran número al servicio del Rey,
quien supo recompensar su lealtad con honores y regalos, 23 pero permanecieron en
una posición subordinada. La documentación nos proporciona un solo ejemplo de un
griego 'admitido al rango de los persas'. 24 Uno puede suponer que tal exclusivismo
creó mucho resentimiento y frustración entre las élites de los países conquistados,
varios ejemplos de los cuales muestran que buscaban identificarse con la clase étnica
dominante.
Finalmente, a partir del cierre del poder, el sistema permitió a la vez que las
comunidades perpetuaran sus tradiciones y su cultura. Esto significa que la conciencia
de pertenecer a una comunidad etnocultural cuyos principios y objetivos eran opuestos
a los de los persas se mantuvo viva en varios países. Esto es muy visible en Egipto
donde la literatura popular, el teatro e incluso la onomástica 25 dan testimonio de la
oposición a los 'Medos' conquistadores y opresores. Un documento demótico del
período Lagide ilustra perfectamente la fuerza y permanencia de este sentimiento
persofóbico. 26 Para los egipcios, el término 'Mede' se convirtió en sinónimo de
'soldado' y 'conquistador'.27 Los persas también aparecen como despiadados
recaudadores de tributos.28 La adopción del título faraónico por parte de Cambises y
Darío no pudo ocultar tales contradicciones para mucho tiempo, sobre todo porque en
la época en que Cambises se apoderó de Egipto, el poder faraónico había perdido gran
parte de su prestigio y su antiguo esplendor.
3.4. Las proposiciones anteriores deben cotejarse con otros casos, que pueden
ofrecer imágenes diferentes. El ejemplo de Egipto ciertamente no es extensible
a todo el imperio: de hecho, es el único país que logró reconectarse con el
curso de su historia milenaria durante sesenta años, antes de ser tomado
brutalmente en 343. Además, los éxitos de las dinastías egipcias no puede
explicarse únicamente por la hostilidad de la población hacia los
conquistadores: la integración de Egipto en el marco de la rivalidad Egeo
Ateneo-Aqueménida es una causa externa que tiene
su peso. Sin duda, sería apropiado tratar por separado el caso de los países de
habla iraní (meseta iraní y Asia Central), con los que los persas estaban
unidos por una comunidad cultural bastante unida. La actitud adoptada hacia
Alejandro puede servir como piedra de toque: mientras Egipto y Babilonia
dan la bienvenida a Alejandro como quien viene a liberarlos de la
dominación persa, las poblaciones iraníes oponen resistencia, por importante
y variable que sea. Quizás sea útil, en esta perspectiva, señalar lo que Quinte-
Curce (V 10,2) escribe sobre las poblaciones iranias: “Entre estos pueblos, el
prestigio del rey es extraordinario; el solo nombre es suficiente para reunir a
los bárbaros y la veneración por su pasada fortuna sigue al rey en la
adversidad”. También es significativo que, para animar la resistencia contra
los macedonios, Bessos optó por ser reconocido en Bactra como Gran Rey
tomando el nombre de reinado de Artajerjes, 30 3.5. Además, la división
cultural entre la etnoclase dominante y las poblaciones subyugadas no ha
resistido, a lo largo de la historia, la intimidad de los contactos entre las élites
locales y las familias persas a menudo arraigadas en el país durante varias
generaciones. Parece lógico postular que la actitud de los persas nacidos en el
país 31 -en relación con las formas de vida locales- era diferente de la que
podría haber adoptado un persa recién asentado en tiempos de Ciro (cf. 3.1).
En Asia Menor se pueden identificar varios testimonios de solidaridad y
aculturación. Recordemos primero un conocido pasaje de Plutarco (Lisandro
3,3) sobre la 'barbarización' de Éfeso: que estaba rodeada por Lidia y que los
generales persas permanecían allí la mayor parte del tiempo”. Este juicio de
Plutarco se refiere a un proceso en curso de desculturación griega y
aculturación persa; se ve allí en particular el testimonio entre otros de la
fascinación ejercida sobre los griegos por el estilo de vida lujoso de los
persas. Se pueden producir otros testimonios de la misma región. Es ante
todo la designación genérica del sacerdote de Artemisa de Éfeso (Megabyze)
que es de origen iranio (Bagabuxša), y al respecto E. Benveniste 32 subraya
con razón: “La influencia irania debe haber sido profunda entre los fieles de
Artemisa en Éfeso para que un nombre personal haya adquirido allí un valor
de culto del que no hay rastro en el propio Irán. Este será quizás un dato a
recordar para la compleja historia de los sincretismos religiosos que la
dominación persa produjo en Asia Menor>>. En el templo de Artemisa
(Templo E), se representaban grupos de fieles sacerdotes vestidos con trajes
persas.Éfeso.34
Por el contrario, la influencia griega es visible en ciertos santuarios de Anahita
(asimilada a Artemisa por los griegos): en Hierocesarea,35 reconocemos una
cierta simbiosis entre los cultos iranios y los cultos persas. Mais cette évolu- tion
difficile à dater - n'est pas générale: à Hypaipa (site tout proche de Sardes), la
statue de la déesse a conservé un caractère proprement iranien: cette idole se
distingue de toutes les figurations des autres dieux dans la región. conservó su
carácter iranio desde el establecimiento de la colonia persa hasta el final del
paganismo.36 En Amyzon, en Caria, fue una familia irania la que, a principios
del período helenístico, obtuvo el Neocore de un santuario dedicado a Artemisa:
“Allí captamos un contacto entre persas y un culto indígena, y esto puede
permitirnos reflexionar fructíferamente sobre los cultos de Artemisa en Lidia
donde se mezclan diosas indígenas y la diosa persa Anahita -Artemisa, y sobre
las influencias persas y helénicas que dieron forma a la cultos de la tierra”.37
Una inscripción de Sardes -publicada recientemente por L. Robertsarroja luz
sobre la fascinación o al menos la seducción que ejercían los cultos de
Anatolia sobre los persas. En este documento aqueménida, traducido al
griego, el hyparchus de Sardis, Droaphernes, de hecho prohíbe a los servidores persas
(neocores y terapeutas) del templo de Zeus/Ahura-Mazdah participar en los
misterios de Sabazios, Mâ y Angdistis, un manifiesto signo de su popularidad en
la comunidad persa de Sardis.
Hay otro culto que llama la atención, es el del héroe Perseo. 39 Está atestiguado en
varios sitios. En Hierocesarea (sede de un santuario de Anahita), está representado en
monedas con el arpa y la cabeza de la Gorgona; en un bronce romano, vemos a
Artemisa estrechando la mano, sobre un altar ardiente, con un héroe desnudo que es
sin duda Perseo.40 En la acuñación del reino del Ponto, nos "llama la atención la
importancia que tuvo el culto de Perseo en este país en la época de Mitrídates:
encontramos la imagen del héroe en muchas ciudades, a veces portando el arpa y la
cabeza de Medusa, a veces nos conformamos con un simple busto alado, con yelmo o
mitra. Hay más: otras ciudades griegas de la costa de Pont-Euxin, que fueron
gobernadas por príncipes de origen iraní, acuñaron monedas con un busto, de una
mitra, y sin duda hay que reconocer a Perseo en ella". Sin embargo, Perseo fue
originalmente un héroe griego. De Europa, el mito pasó a Asia tras las migraciones
argivas. Antes de mediados del siglo VIII, Perseo era adorado en Mileto y en Caria,
luego en Cilicia (donde Tarso lo reconoce como su fundador). Luego se produjo el
apego de los persas a Perseo, siguiendo un “juego de palabras mitológico” (F.
Cumont). Una primera versión de la leyenda lo convirtió, a través de su hijo o nieto
Achéménès, en el antepasado de los Grandes Reyes. Esta leyenda está bien
atestiguada como lo indica el significado de la embajada enviada a los argivos por
Jerjes. 42 Otra versión afirmaba que Perseo recogió fuego del cielo, lo transportó a su
palacio y fue el primero en establecer su culto, que los persas continuaron
practicando a partir de entonces. “Evidentemente, fueron los griegos de Asia Menor
incluidos en el Imperio Persa quienes habían forjado un mito tan favorable a su
causa, y los persas lo habían acogido con benevolencia como cuestión de política. A
partir de entonces, todos los soberanos que, tras la conquista de Alejandro, querían
unir su
dinastía a la de los aqueménidas, eligieron a Perseo como patrón y antepasado»>,+3
En Hierocesarea, «<el héroe griego establece el vínculo entre los helenos y los
persas, y en muchos lugares del interior de Asia Menor»>,+4 Estos testimonios
reflejan la diversidad de formas de contacto: simple yuxtaposición de cultos,
simbiosis o sincretismo. A nadie sorprenderá tampoco que la mayor parte de la
documentación disponible se refiera a los aspectos religiosos de la aculturación.
Pero, estos intercambios y contactos ciertamente también jugaron en el marco de
las relaciones personales y familiares entre persas y griegos (y las otras
comunidades subyugadas en Asia Menor). En este sentido pueden invocarse
algunos testimonios aislados.
Claramente, fue gracias a las relaciones de solidaridad forjadas con las altas
figuras persas de Lidia (oi ano dunatoi) que el invitado de Temístocles en Aigai
d'Eolis logró conseguirle un pasaje a la corte de Susa.45 No duda que estos al
mismo tiempo también se organizaban intercambios en el marco de los
matrimonios mixtos. Que yo sepa, no tenemos mención explícita de un
matrimonio greco-persa en Asia Menor:45 a lo sumo podemos postularlos, en
particular en una ciudad como Éfeso donde griegos y persas se codeaban e
intercambiaban permanentemente. Por otro lado, podemos citar dos
matrimonios entre dignatarios persas de Asia Menor y la dinastía paflagónica:
conocemos en primer lugar el matrimonio celebrado, por iniciativa de Agesilao,
entre Spithridates y la hija del rey Kotis de Paflagonia: citaremos
también el ejemplo de Datames, que nació de una matrimonio mixto: de hecho, está
relacionado con el príncipe Thuys de Paflagonia, "ya que el padre de uno [Thuys] y
la madre del otro [Datamės] eran hermano y hermana"; La madre de Datames es “<
la tía de Thuys”.47 El propio Datames se casó con una familia iraní, ya que su
padrastro lleva el nombre de Mithrobarzanes. Cabe agregar que tales matrimonios
se ven en otras regiones del Imperio. Los intercambios matrimoniales entre los
Saces por un lado y los bactrianos y persas de Bactria por el otro deben haber sido
relativamente frecuentes:48 es probablemente de un matrimonio de este tipo que
Amorgès, hijo de Pissouthnės, él mismo hijo del sátrapa de Bactria Hystaspes.49
Tales matrimonios mixtos eran también frecuentes en Babilonia, si se juzga por la
onomástica 50 y por la costumbre adoptada por los mismos aqueménidas de tomar
esposas en las grandes familias babilónicas. $1
Queda por preguntarse acerca de las consecuencias políticas de estas múltiples y
entrecruzadas relaciones. En primer lugar, condujeron a la constitución de la
solidaridad entre los jefes persas y los jefes locales. Estas solidaridades ciertamente
permitieron a los jefes persas tener un apoyo seguro en el lugar la afirmación de
fuerzas centrífugas basadas en la comunidad de intereses entre los jefes persas y las
aristocracias locales: en otras palabras, esta evolución tendió a la constitución de
poderes persas regionales cada vez más autónomos en comparación con el poder
central. Al menos se trata de una tendencia, que a la larga corría el riesgo de poner en
peligro la relación entre el Rey y sus delegados satrápicos, según una evolución
comparable a la que veremos ocurrir a una velocidad acelerada tras la desaparición
de Alejandro Magno.$3
¿Estaba el poder central al tanto de tal desarrollo y trató de prevenirlo o
frenarlo? Se pueden añadir al expediente dos medidas tomadas en tiempos de
Artajerjes II en el campo religioso, dos medidas que parecen ser la expresión
de una política coherente. Una brevemente analizada anteriormente se refiere
a la prohibición, proclamada por el hiparca de Lidia y dirigida a los
servidores del culto de Ahura-Mazdah en Sardis, de participar en los cultos y
misterios de Anatolia: vemos, pues, que la autoridad satrápica reacciona
contra la simbiosis entre Cultos persas y cultos de Anatolia. 54 Este texto
epigráfico por su contenido y función debe compararse con el texto de
Berossus, según el cual Artajerjes II fue el primero en introducir una estatua
de culto (agalma) de Afrodita (Anahita) en Babilonia, Susa y Ecbatana e
invitar a los persas , bactrianos, damasco y sardos para venerar a la diosa. Por
lo tanto, se enviaron instrucciones a todas las comunidades persas asentadas
en los grandes centros del Imperio: el aspecto político e ideológico de la
iniciativa de Artajerjes es claro,
es adoptar la mediación de la ideología religiosa- para fortalecer los lazos entre
el Rey y su Persas del Imperio: ¿No es Anahita la dispensadora de la
investidura real?, la seducción de los cultos locales: a largo plazo, dada la
estrecha simbiosis entre religión y poder en Persia, lo que tal evolución puso
en juego fue la cohesión ideológica interna de la etnoclase dominante. Por
supuesto, no se puede probar que estas medidas fueran tomadas por Artajerjes
para reaccionar contra una tendencia cuyos contornos hemos tratado de
rastrear. Lo que hay que subrayar, en cambio, es la acción concomitante de dos
tendencias contradictorias: una detectable en ciertas provincias de una
interreacción entre los persas de la provincia y las poblaciones subyugadas; la
otra expresada (no sin contradicciones) a nivel del poder central destinado a
garantizar la perpetuación de una etnoclase homogénea unida solidariamente
en torno a su rey. Innegablemente, esta tendencia hacia la provincialización de
la etnoclase dominante constituye un índice de la evolución del sistema: lo que
no significa -lo especifico inmediatamente- índice de su quiebra (ver más
abajo).
4. Especificidades socioculturales persas y poder real
Los desarrollos anteriores nos invitan a preguntarnos acerca de las contradicciones que
no han dejado de desarrollarse dentro de la propia etnoclase dominante. Et cette
évolution ne peut pas être décrite ni expliquée uniquement par les contacts établis par
la noblesse perse provinciale et les aristocraties locales: ou, plus exactement, cette
analyse doit être étroitement articulée avec une enquête sur les modalités du
développement interne de l'ethnoclase. La reproducción de este último se basaba ella
misma en una serie de condiciones difíciles de mantener y susceptibles de generar
contradicciones que, a la larga, amenazaban con poner en peligro el poder del Gran
Rey sobre sus persas, condición absoluta de la supervivencia del poder aqueménida en
el imperio.
4.1. Primer aspecto del problema que, sin ser el más decisivo, debe ser
abordado desde el principio. La renovación biológica (demográfica) de la
etnia persa debía asegurarse regularmente. Varios textos inequívocos muestran
que ésta era una de las principales preocupaciones de los reyes.56 Sabemos,
de hecho, que siempre prestaron gran atención a la tasa de natalidad:
Heródoto (I 136) y Estrabón (XV 3, 17) mencionan en particular las bonificaciones
concedidas a cada uno de ellos. año a los padres de familia numerosa, porque los
persas “creen que en el número se hace la fuerza”. Una costumbre retomada, fuera
de su contexto original, por Alejandro quien, en Pasargadae, a su regreso de la
India, “dio dos monedas de oro a las mujeres embarazadas”. Algunas tablillas de
Persépolis también atestiguan el deseo de promover la natalidad entre la población
obrera de Fars, 58 Tenemos muy pocos elementos para emitir conclusiones
generales sobre la demografía persa. Sin embargo, parece que el estímulo real no
fue en vano. De hecho, nos llama la atención la frecuencia de las familias
numerosas. Se sabe que la propia familia aqueménida fue muy 'filogenitivo', para
usar la feliz formulación de D. M. de Artabazus, los “<siete hijos muy vigorosos”
de Artabán,62 o los siete hijos del campesino persa Rhakôkės.63 Los hijos y
hermanos de Intaphernes, 64 de Masistes,65 de Spithridates o Datames eran
obviamente muy numerosos también.
Il est vrai que les Perses de par le rôle central qu'ils jouaient dans les
grandes batailles ont subi des pertes sévères au cours des guerres: le
nombre et la qualité des Perses tombés en Europe en 480/479 sont impression- nants
de ce point de vista. Sin embargo, nada demuestra que tal derramamiento de sangre
pueda poner en peligro de forma permanente la renovación demográfica. Los
ejemplos citados en el párrafo anterior muestran claramente, por el contrario, que la
tasa de natalidad de las familias numerosas se mantuvo muy alta a lo largo del siglo
IV. A lo largo de la historia, los grandes mandos civiles y militares permanecieron en
manos de los persas, a pesar de la muy circunstancial llamada a los griegos: el
recurso a los mercenarios griegos ciertamente no puede explicarse mecánicamente
por un desequilibrio demográfico persa.68 Agreguemos además, según el testimonio
de Jerónimo de Kardia transmitido por Diodoro (XIX 21,3), la demografía persa
seguía floreciendo a finales del siglo IV: “<Esta región [entre Fahliyun y Persépolis]
está habitada por los más belicosos de los persas, todos arqueros y honderos , y su
población es muy superior a la de las otras satrapías>>.
4.2. La reproducción social e ideológica de la etnoclase dominante estaba asegurada
por una serie coherente de medidas y normas, todas las cuales apuntaban a asegurar
la estabilidad del poder dinástico a través del mantenimiento estricto y regulado de
las tradiciones socioculturales persas. Uno puede preguntarse legítimamente si
conservaron plenamente su carácter operativo a lo largo de la dominación ejercida
por los persas sobre los territorios y poblaciones del imperio.
4.2.1. En primer lugar, los jóvenes de la aristocracia debían seguir el
curso de educación conocido especialmente por Herodoto, Estrabón y
Jenofonte.70 Sucedía lo mismo con los jóvenes persas nacidos en los
países conquistados: tenían que ser educados en la corte del sátrapa.
Los persas, una vez que habían entrado en la clase de los guerreros
adultos, debían tomar parte en las expediciones ordenadas por el rey:
las medidas más severas se tomaban contra los
padres que buscaban contener y proteger a sus hijos.”72 Al
mismo tiempo, esta educación pretendía reproducir política,
cultural e ideológicamente la etnoclase dominante. Fue
durante este entrenamiento que los jóvenes persas recibieron
oralmente las tradiciones más antiguas de su historia heroica,
de las cuales se convirtieron en heraldos y depositarios. el
Rey y la familia real: además, el rey mismo se presenta como
el modelo de todas las virtudes físicas y morales que se
inculcan a los jóvenes. Al sustraer a los niños muy pronto de
la influencia de su clan, el rey quiere hacerlos fieles
vinculados a sí mismo de manera indisoluble y forzosa: sus
'esclavos', para usar la terminología de los griegos, incapaces
de traducir en su lengua el sociorealidades políticas del
término bandaka.75 De esta manera, la lealtad real se
superpuso a la lealtad al clan, identificada con el
mantenimiento de sus propios privilegios.
4.2.2. A lo largo de su vida, los persas estarían efectivamente vinculados al rey
por un sutil intercambio de regalos y servicios que constituyó a lo largo de la
historia aqueménida el manantial profundo de su lealtad. De ahí la polidoria de
los reyes aqueménidas que hacían de los donatarios sus deudores y sus
deudores.76 ¿No dijo Artajerjes “que era más digno de un rey dar que
tomar>>??? La reacción de Alejandro ante la negativa de Foción a aceptar sus
regalos parte de las mismas consideraciones: "Él no consideraba amigos a las
personas que no le pedían nada".78 Este sistema de regalos/contra-regalos
Achaemenids es casi teorizado por Tucídides (II 97.3-4). Hay incluso una
verdadera jerarquía de los dones reales, establecida según el valor económico y
simbólico de los objetos y honores, así la devoción y lealtad de sus seguidores:
es así como Jerjes (entre otros ejemplos) exacerba el celo de sus sátrapas y
estrategas para levantar "<las tropas mejor pertrechadas">,81 o que un Rey
premie toda otra forma de servicio o devoción a su persona y a la causa
aqueménida:83 de ahí que los extranjeros también puedan ser inscritos en las
listas de Benefactores. De esta manera, un noble colmado de bendiciones o
simplemente fascinado por la esperanza de un regalo real, se siente totalmente
agradecido a su Rey. En dernière analyse, un tel
système implica y crea la precariedad de la situación de todos los líderes persas, quienes
deben demostrar constantemente con sus actos que son leales y devotos: de lo contrario,
expuesto por el informe de los enviados reales o por la denuncia de un rival, su cargo
puede ser tomado. de ellos: de la noche a la mañana pueden ser degradados al caldo de
cultivo de los hombres oscuros, de donde un nuevo favor real puede atraerlos
nuevamente. Todo procede del Rey y todo vuelve al rey.
4.3.
4.3.1. Todo el sistema relacional de poder tendía tanto a desarrollar el ardor de los persas por
servir al rey como a frenar cualquier deseo de independencia, dos objetivos que, en
determinadas circunstancias, resultaban contradictorios. El miedo al castigo oa la simple
reprobación era a veces más fuerte que la esperanza de las recompensas. Tal temor fue en sí
mismo generador de parálisis en la actividad del alto personal del Imperio, que no se atrevía
a hacer nada que pudiera ser presentado (por un rival) o interpretado (por el rey) como algo
que iba más allá de las instrucciones de partida. En general, las misiones diplomáticos o
militares son limitados y precisos, y es a ellos a los que todo enviado real se refiere
constantemente. 85 Cuando desea ir más allá, el enviado real debe enviar un emisario o un
mensaje a la corte, 86 o s ir allí él mismo. A veces, los sátrapas argumentan la autoridad real
para retrasar a sus interlocutores griegos, ya que los generales persas "se refieren al rey para
todo y esperan su respuesta en cada detalle". Los asesores reales deben tener la misma
cautela: mientras que los buenos consejos pueden traer ascensos u honores,89 los consejos
que se juzgan poco confiables o indignos pueden resultar en ira y represalias.90 Por lo tanto,
es mejor permanecer en una expectativa cautelosa". 1
Si, desde el punto de vista del monopolio del poder real, el sistema
es eficaz es porque engendra la competencia desenfrenada, la intriga
y el cortejo, de los que los textos clásicos son particularmente
elocuentes. Cada líder busca brillar solo y sobre todo reflejar en él
solo el prestigio de un logro. De ahí las perpetuas luchas por la
influencia entre los sátrapas y los allegados al rey. De ahí también
las camarillas que se crean para perder a un feliz rival. De ahí los
problemas de precedencia entre jefes, agravados aún más cuando el
Rey introdujo jefes griegos en el Estado Mayor: o acudir a la corte a
exculparse corriendo el riesgo de ser condenado, 96 o tomar la
decisión de rebelarse (apostasis ).""
4.3.2. Pero el sistema estuvo cargado desde el principio con una contradicción
más fundamental. Las mismas condiciones bajo las cuales Darío I logró tomar
el poder marcan en efecto tanto la afirmación de un poder real que tiende a
volverse absoluto como el mantenimiento de los privilegios de ciertas grandes
familias de la aristocracia. En cierto modo podemos considerar que el objetivo
de Darío y sus sucesores era superponer una jerarquía vertical (real) a una
jerarquía horizontal preexistente (clan). Pero las dos jerarquías permanecieron
conjuntamente en su lugar: los persas de la aristocracia definían su lugar en
relación con el Rey, y al mismo tiempo en relación con su familia, clan y
tribu:99 en determinadas circunstancias estas dos lealtades podían actuar
contradictoriamente. en relación con el otro. En particular. la cohesión
familiar estaba en contradicción con el principio de precariedad laboral. De
hecho, sorprende la frecuencia de los casos de devolución familiar de cargos
satrápicos o militares. Uno de los ejemplos más conocidos es el de la satrapía
de Frigia-Hellesponticum, donde se instauró una verdadera dinastía satrápica.
100 Uno también piensa en las Orontidas de Armenia. 101 Pero pueden
citarse otros casos: como Datames que sucedió a su padre en su gobierno, 102
o el de Spithridates in lonia. 103 La práctica parece tan común que en dos
ocasiones (53 y 57) Clesias usa la expresión: "N fue nombrado sátrapa en
lugar de su padre". Parece, además, que esta práctica también está en vigor
para los oficios áulicos: sabemos, por ejemplo, que tras el fusilamiento de su
padre
Sisamnés. Otanės asumió como juez real.104
Parece que se tomó muy temprano la costumbre de asociar un hijo con el
poder. Cuando un persa es nombrado sátrapa, todo un clan familiar se muda
y se establece. 106 No es imposible que la sucesión de Farnakes en la Frigia
helénica fuera asegurada conjuntamente por Farnabazus y sus hermanos ya
que el tratado celebrado con Esparta nombra “los hijos de Farnakes”, 107
Cuando Vidranga se convirtió en gobernador (fratadara) c Fue su hijo
Nafaina quien se convirtió, en su lugar, en comandante de la guarnición
Syène-Eléphantine: una señal de que ya estaba asociado con el cargo de su
padre. De manera similar, en Babilonia, Gubaru es asistido por su hijo
Nabfanga. 109 Además, no son sólo los hijos los que están asociados, sino
también los miembros del linaje: Datames tiene cerca de él a su suegro
Mithobarzanes que manda la caballería y sus dos hijos; 110 cuando Strouthas
es designado para Sardis en lugar de Tiribazus, su yerno Tigranes lo
acompaña, 111 Sin embargo, tales prácticas implican que el nombramiento
para tal o cual post de facto escapó a la elección del Rey. Los comandantes
de la flota de Asia Menor en 479 son Mardontes y Artayntes: Herodoto
especifica: “Ithamithres. sobrino de Artayntès, a quien se había unido (autou
proselomenou). compartió el mando con ellos” (VIII 130). Este hábito de
elegir subordinados entre los miembros de la familia parece ser una regla
general: cuando Lisandro le pide a Farnabazo que persiga a Alcibíades.
Pharnabaze instruye a su hermano Bagaios y Subimithres para que lleven a
cabo la orden:¹¹² este mismo Bagaios, hermano bastardo de Pharnabaze,
comanda un cuerpo de ejército cerca de Daskyleion. Cada cabeza de familia
o clan busca promover la carrera de sus hijos y sus aliados familiares: tras el
regreso del exilio de Memnon y Artabaze, uno y otro responsable de
numerosa descendencia. su amigo Mentor “pensó inmediatamente en el
progreso de los niños varones
a quienes dio los más altos grados en el ejército”.114 Cerca de
morir. Memnón entregó el poder a su sobrino Farnabazo, hijo de
Artabazo, mientras esperaba que Darío tomara medidas, «una formalidad».116 En
cierto modo, el derecho absoluto del rey se vio contrarrestado por la cohesión de las
estructuras familiares. En esto, los jefes de las grandes familias sólo actuaban a
imitación de los mismos aqueménidas, quienes con mucha frecuencia los designaban
para altos cargos civiles y militares. En cierto modo, la gestión del Imperio siguió
siendo una cuestión de familia(s) unida(s) dentro de la clase étnica dominante.
El sistema también tenía ventajas para el rey al asegurarle la lealtad de las grandes
familias a largo plazo: además, se otorgaban ciertos honores y privilegios a
perpetuidad dentro de la misma familia.117 Además, el rey nunca perdía su
derecho a trasladar a los sátrapas y incluso cambiar a todos los titulares a la
vez.118 Pero tal dinamización de los cargos se volvió muy peligrosa en caso de
rebelión (apostasis) contra el poder central. De hecho, no fue un solo hombre el
que se separó, sino todo un clan. Cuando Darío decidió hacer desaparecer a
Intafernes, "< lo hizo arrestar, a él, a sus hijos y a todos sus parientes, porque tenía
fuertes sospechas de ellos, él y su familia, de conspirar contra él". 119 Del mismo
modo, Masistes tiene a sus hijos y algunos amigos cercanos a él.120 Megabyze
lucha con sus hijos contra el ejército real. 121 Cuando Spithridates se rebeló contra
Farnabazus, pasó al lado de Lysander "con sus hijos, sus bienes y su gente de a
caballo, en número de unos doscientos". 122 Es todo el clan el que asume la
responsabilidad de la revuelta. Como resultado, el rey castiga colectivamente. De
ahí la reacción de Glous, yerno de Tiribaze: temiendo verse rodeado por las
acusaciones formuladas contra su suegro, "<resolvió velar por su seguridad con
nuevas empresas">, 123 la responsabilidad familiar era abandonar el campamento
de la rebelión a tiempo.
El peligro se agrava por la tendencia de las familias numerosas a arraigarse en
las provincias. 125 En primer lugar, podrían encontrar apoyo y aliados en el
lugar. Por otra parte, toda familia asentada en una provincia recibía el goce de
un territorio a cambio de la obligación de responder a cualquier citación militar.
126 La posesión de estos grandes latifundios dio a estas familias un gran poder
económico y militar: es claro que de sus tierras Spítridates levantó a los
doscientos jinetes que lo acompañaban. 127 Incluso los dominios de función se
consideran cada vez más como propiedades personales, especialmente cuando el
hijo sucede al padre en la función satrápica. Véase el diálogo intercambiado
entre Agesilao y Farnabaze.128 Véase también la preocupación de Tisafernes
por proteger sus propiedades en
Caria, 129
5. Una evaluación parcial
5.1. Al final de esta investigación demasiado rápida que sigue
siendomuy
parcial -yo- no pretendo trazar un estado del Imperio en torno al año 334: sería un
análisis que va mucho más allá de mi propósito inicial, que era, les recuerdo,
tratar de entender cómo una etnoclase política y culturalmente homogénea logró
mantener su dominio durante más de dos siglos sobre un conjunto de territorios y
poblaciones dispares y heterogéneas. Sabemos que los autores griegos del siglo
IV no dudaron en presentar el Imperio aqueménida como un estado en completa
decadencia, ya los persas como incapaces de hacerse obedecer a sus súbditos,
debilitados por el lujo y la lujuria. Este no es el lugar para realizar un análisis de
esta literatura. Baste aquí insistir en una observación obvia: en términos de rigor
metodológico, está prohibido apoyarse en tales afirmaciones para concluir que el
sistema de gobierno aqueménida estaba moribundo. Está claro, en efecto, que
todos estos
autores griegos (Isócrates, Jenofonte) están impulsados por presupuestos
ideológicos y por necesidades de demostración interna, donde el valor
documental de los hechos alegados no tiene importancia intelectual. Errores
fácticos, contradicciones internas, argumentos polémicos y analogías forzadas
(Persia/Esparta) representan la esencia de una demostración que el historiador
de hoy sólo puede utilizar para conocer el estado de la opinión pública griega
pero no el estado del Imperio aqueménida.
5.2. En el transcurso del estudio anterior se han abordado dos
aspectoscomplementarios del problema (pero no tratados de manera
exhaustiva): 1) las formas y medios utilizados por el poder central
para dominar política y militarmente a las poblaciones subyugadas sin
pretender asimilarlas culturalmente:
2) la naturaleza y la fuerza de los lazos que, dentro de la etnoclase dominante.
permitió al rey despertar la lealtad dinástica de los persas. Dado que. en el
gobierno central y en las provincias, los altos cargos de responsabilidad están
reservados a los persas, la suerte del Imperio, en última instancia, estuvo ligada
fundamentalmente a la supervivencia y reproducción de la etnoclase dominante.
Desde este punto de vista, me parece difícil hablar de "decadencia": es por el
contrario el mantenimiento del sistema lo que me parece más llamativo.
entre las conquistas de Ciro y la de Alejandro.
5.2.1. Uno de los peligros para el poder central era permitir que se desarrollara una
solidaridad activa y sólida entre las familias persas arraigadas en las provincias
durante generaciones y la aristocracia local (véase más arriba, p. 20). Ciertas
pistas parecen llevar a la conclusión de que, en ciertas provincias (Lidia), tal
proceso estaba en marcha. Todavía es recomendable no generalizar y no analizar
estas solidaridades desde un solo ángulo. El poder central también se benefició de
ello, porque estas solidaridades provinciales también le permitieron establecer
mejor su dominación o su control. El verdadero peligro era confiar en las alianzas
locales: los persas intentaban crear principados territoriales personales. Es quizás
un desarrollo de este tipo el que tuvo lugar en Armenia y Capadocia.130 Pero, en
general, los persas de las provincias continúan sintiéndose profundamente persas,
cultural y políticamente. 131 No parece que su eventual atracción por los cultos o
prácticas locales realmente alterado su profunda lealtad a un sistema del que eran
los beneficiarios privilegiados. No olvidemos tampoco que los persas de las
provincias conservaban parientes en la corte real, y que estos lazos familiares
podían jugar un papel activo en el mantenimiento o fortalecimiento de su lealtad.
Véase Arieo que, en el ejército de Ciro el Joven, manda la caballería persa
levantada en Asia Menor:132 después de Counaxa, «llegando a Arieo sus
hermanos con otros parientes, y a los que con él estaban llegan varios persas.
Estas personas lo consolaron y trajeron en nombre del Rey a algunos de ellos la
seguridad de que no los culparía por la expedición que habían hecho contra él con
Ciro, y que olvidaría el pasado. . 133 Los miembros de las familias que
permanecieron con el Rey sirvieron en cierto modo como rehenes de lealtad; es
probable que fueran tanto más persuasivos cuanto que temían, en nombre del
principio de la solidaridad familiar (cf. 4.3.2), ser incluidos en el castigo que no
dejaría de pronunciarse contra Arieo si persistía en sedición.
5.2.2. Este sencillo ejemplo deja claro, como se ha sugerido anteriormente
(pág. 26), que la política familiar no era en todos los casos antinómica a
los intereses del rey. Hay que añadir a este respecto que las alianzas
matrimoniales entre la familia aqueménida y las grandes familias
aristocráticas ya establecidas en tiempos de Darío 134 fueron muy
numerosas y muy buscadas por los dignatarios persas 135 : es evidente
que los aqueménidas se aprovecharon de estas solidaridades familiares,
aunque sólo complicaran los períodos de sucesión-
5.2.3. Para concluir, me gustaría insistir en el hecho de que todo demuestra, en mi
opinión, que la estructuración político-ideológica de la etnoclase dominante se
mantuvo muy firme a lo largo de la historia aqueménida: la conducta de los sátrapas
y las tropas persas en 334/330 o el grave fracaso de alejandro en persia son dos
buenos ejemplos, entre otros.la revuelta del 352/1. Nommé chef, Orontes quitta le
camp des conjurés qu'il trahit: «Il supposait en effet qu'il obtiendrait du Roi des
cadeaux importants (dórea megala) et qu'il recevrait la satrapie de toute la région
côtière s'il livrait les rebelles al rey". 137 Por su parte, Datamės fue abandonado por
su suegro y su hijo: “este último se pasó al Gran Rey y denunció la rebelión
(defectio= apostasis) de su padre”;138 el primero en cuanto a él, “<quería atraer
tanto el reconocimiento del Rey como velar por su seguridad”>,139 También
podemos citar el caso de Ciro el Joven: lejos de querer combatirlo, es confiando en
la lealtad aqueménida de los persas de Asia Menor para su propio beneficio
obviamente que pretende liderar la lucha contra su hermano: establece relaciones
con los persas de Asia Menor basadas en la devoción y en la práctica de dar; 140
reconstituyó a su alrededor una verdadera corte real en miniatura, en competencia
con la de su hermano, con sus jerarquías, sus grandes dignatarios áulicos, 141 los
órganos del poder, 142 su ejército persa claramente distinto del ejército griego: 143
Ciro el Joven se
comporta Como un rey. 144 Si esta revuelta ilustra los efectos nocivos de las luchas
dinásticas, prueba al mismo tiempo la naturaleza operativa de la ideología
monárquica aqueménida, contra la cual no existe un contramodelo. Cuando
Alejandro, en la primavera de 334, clavó su lanza en el suelo de Tróade, el Imperio
aqueménida no había entrado irremediablemente en una fase de anarquía y
decadencia: el reinado de Artajerjes marcó incluso una toma de poder muy clara.
145 Las derrotas de los ejércitos aqueménidas ante el macedonio tampoco permiten
inferir una debilidad estructural, salvo que nos apoyemos en textos tan sospechosos
como los de Isócrates o Jenofonte. Además, ¿no es la mejor prueba de la cohesión
ideológica de la etnoclase dominante ilustrada por el hecho de que Alejandro trató
de hacerse cargo en su propio beneficio de la dinámica de la ideología monárquica
aqueménida? Esta conclusión obviamente no nos permite afirmar sin matices que
todo el sistema aqueménida se ha mantenido sin evolución ni ruptura desde su
establecimiento hasta su recuperación por Alejandro: nos permite situar estas
evoluciones en una perspectiva tal vez más equilibrada,¹¹7 donde el postulado
griego de la decadencia aqueménida ya no reina supremo e indiscutido.

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