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La Hora de La Estrella
La Hora de La Estrella
La Hora de La Estrella
HORA DE LA ESTRELLA
El libro inacabado.
La hora de la estrella se publica en 1977, el mismo año de la muerte de la autora, este se escribe
en el reverso de cheques y en cajetillas de tabaco, es el último libro de Clarice Lispector. Esta
había obtenido ya cierto reconocimiento global con obras como La pasión según G.H., de 1963,
o Cerca del corazón salvaje, de 1954, y habiendo creado cierto misterio alrededor de su perfil
como escritora. En todas sus publicaciones observamos interés en explorar su identidad a través
de la literatura, en esta obra nos remitimos al origen ucraniano de la propia autora para entender
a esta muchacha nordestina sobre la que se desarrolla la narrativa. Lispector nos invita a
conocerla continuamente por medio de diferentes recursos estilísticos y lingüísticos aplicados al
libro, y nos invita también a conocer su contexto, la miseria y la pobreza sin atender a si estas
características son comparables con su vida, porque esto es lo de menos.
La hora de la estrella es un “libro inacabado”, según el autor porque no tiene respuesta, es, con
lo cual, un libro inmerso en una búsqueda que ansía claridad y resolución pero que no termina
por encontrarla. Es entonces cuando el lector se vuelve escritor, me remito a Borges para
explicar que todos somos escritores en acto o en potencia “afirmaba también que de las diversas
felicidades que puede ministrar la literatura, la más alta era la invención” (Borges 1944). Esa
respuesta que necesita el libro para completarse se va formando a medida que lo leemos, cuando
se presenta la brecha o la tensión, el fantasma adopta luminosidad y nosotros podemos dar
respuesta porque apelamos a la obra con nuestra narrativa. Con esto quiero explicar que la
indeterminación que se arroja sobre el libro, en cuanto al futuro, es lo que permite al lector
arropar la narración con su determinación, darle una forma en virtud de su experiencia estética,
que no es más que lo que pretendo realizar yo ahora.
El fantasma.
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El limbo impersonal de la hora de la estrella
sino una ilustración de este, imponiendo unos límites por el pintor que engañan al espectador,
tal y como Rodrigo, el autor, engaña al lector haciéndole creer que le va a entregar una obra
definida en un marco, ese punto que tras “en cuanto al futuro” cree delimitar su devenir.
El fantasma conforma una realidad que desea ser, desea ser vista inundada por insignificancia,
pero es que la propia Macabea es un simple recuerdo, es un fantasma en la memoria de Rodrigo
S.M. y a través de ella, él mismo se recuerda y se conoce. Debemos entender la tensión entre
estos dos personajes que se reducen a uno mismo, por una parte, tenemos a Rodrigo S.M., el
autor, cuya relación con el mundo es por medio de la palabra, nos envuelve en su proceso
creativo. En la primera página del libro presenta un viaje por el interior de los abismos de uno
mismo en busca de la verdad, siendo finalmente inalcanzable, este periplo se da por medio de la
muchacha nordestina con falta de “lo delicado esencial”. En cambio, Macabea, esta muchacha,
es la creación y está al servicio de Rodrigo S.M. A diferencia de este su manera de relacionarse
con la realidad es absolutamente silenciosa, es una muchacha sin palabras, no sabe ejecutarlas y
es el único personaje que no puede ser escritor, ni en potencia ni en acto, pero a su vez es
dactilógrafa. El autor apela a un derecho al grito puro por tener existencia, siendo esta
totalmente prescindible en tanto que el creador podría ser otro, toma conciencia de su propia
insignificancia y de su propia apatía, relacionándolo con Macabea, que no tiene derecho a grito
y nunca lo llega ejecutar, y que es totalmente prescindible y apática, pero no toma conciencia de
ello.
Esta tensión marcada por las diferencias es un rasgo claro de los abismos del interior de uno
mismo, es la representación de la brecha entre los yoes, y por eso se hace tan difícil entender el
juego de espejos y en consecuencia la identidad. Esta tensión es el diálogo entre Lispector y el
lector, la autora se presenta como la tensión entre un personaje que tiene voz a través de otro,
siendo estos aparentemente contrarios. Macabea tiene voz a través de Rodrigo S.M., podemos
afirmar esto incluso sabiendo que la muchacha nordestina revuelve alrededor de una dificultad
con las palabras, pero esa tensión entre derecho al grito y el grito no ejecutado es Lispector.
Macabea y Rodrigo S.M. son uno mismo, en cuanto a la voz, uno sin palabras y otro inundado
de estas, hay una dualidad por la que cada personaje habla por el otro, complementándose; en
cuando a la insignificancia y apatía, los dos personajes se ven repletos de esto, pero se
relacionan con el vacío atendiendo a una brecha interior que es el ser. Ser para Macabea es
felicidad, es ignorancia, es eso que Rodrigo desea, dado que ser para él es angustia, y es que este
vacío en el ser se acerca a lo pleno. Podemos decir que la existencia de estos personajes es
pequeña, incluso diminuta, pero como Micromegas cambiando de tamaño, su existencia se
engrandece en cuanto entramos en contacto con el desconocimiento, los espejos y la soledad,
abiertos a la posibilidad (impuesta por el lector). Me imagino que se siente como Edward James
en el retrato de Magritte, La reproduction interdite, como una persona que se mira en el espejo
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El limbo impersonal de la hora de la estrella
“Quién no se preguntó alguna vez: ¿soy un monstruo o esto es ser una persona?”.
Ya en el prólogo se nos invita a preguntarnos por la identidad del autor, que firma como
Rodrigo S.M. (Clarice Lispector), y este libro es quizás un simple espejo por el que la autora se
presenta a sí misma, dando comienzo a un diálogo interminable entre el autor y el lector. Se
introduce la tensión, desarrollada en la narrativa, entre la indeterminación impuesta por
Lispector y la determinación ansiada por el lector. Hay cierto reflejo de la situación que se
impone la autora en tanto que manifestación de su lenguaje en una voz masculina, cuando
Rodrigo S.M. describe el proceso por el cual quiere adaptarse a la feminidad de su creación.
Si hay en La hora de la estrella una brecha como no emergencia, si hay algo que se queda al
margen de la creación, Lispector debe ser ese no ser y en esa esfera se refleja en su propia
creación. La ausencia en el libro es la autora, que no hace más que entenderse por medio de su
creación pese a no saber tan siquiera quién es, cuál es su identidad.
“Quién no se preguntó alguna vez: ¿soy un monstruo o esto es ser una persona?”, esta es la
pregunta que no se puede hacer Macabea, porque esta se pierde en su cotidianidad y se deja
definir por ella, es lo primero que sabemos. No se quiere ver desnuda como si eso fuera a
revelar una nueva dimensión antes desconocida, poniendo de manifiesto su ser, apelando a la
vergüenza dice no poder mirarse así, no sólo en un espejo, sino en su interior, no se sabe ver
desnuda. Esta muchacha nordestina se desarrolla en una imagen vacía, impalpable, ligera,
ausente, que como ya he dicho se deja definir, frente a una reducción a sí, una identidad, cierta
pretensión de densidad, que, al no manifestarse del todo, es fantasma. Es decir, tanto el autor
como Macabea viven en el presente, en una brecha, y esa es su identidad entre el yo definido del
pasado y el yo indefinido que ansía ser, no apelan de forma directa a la pregunta por uno mismo
porque su existencia es tan abrumadora que no pueden responder. Macabea siente el tiempo
porque es una creación completa, tan viva como Rodrigo, o eso cree el mismo, pero ella es
eterna, porque el presente parece tener esta característica y, de hecho, nunca piensa en la
muerte, pese a aludir el libro a esta continuamente.
Rodrigo S.M y su creación tienen una existencia “de más”, como si su existencia fuera
demasiada únicamente por la grandeza que experimentan en ellos mismos, en la grandeza de la
respuesta por la identidad. Pero al menos lo que siente su creación es levedad porque vive en un
“limbo impersonal”, vive de forma intrascendente, banal. Macabea no conoce la ausencia dentro
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El limbo impersonal de la hora de la estrella
de sí porque en su realidad hasta ella está fuera de sí, pero no hace más que reducirse a sí
misma. Ella es feliz, pero parece no sentir nada más allá que la levedad como en un limbo
impersonal del que no es plenamente consciente. Observamos un atisbo de sentimiento en el
momento en el que se queda sola en el cuarto. En este momento Macabea siente la soledad y se
siente libre, incluso se mira en el espejo para no perderse nada porque surge la verdad al estar
sola en el mundo, de modo que se permite sentir la felicidad y lo único que suele sentir es lo
insignificante. El otro momento de inflexión, en el que Macabea se deja llevar por pulsiones
creyendo sentir pasión, sintiendo en verdad euforia por el devenir, es cuando va a hablar con
madame Carlota, quien la presenta un destino que nada tiene que ver con la miseria de su vida
actual, de la que acaba de tener conciencia. Pero, aun así, Macabea no se acaba por encontrar,
solo encuentra ilusión, no a ella misma, y es entonces cuando muere y las campanas ansían
sonar, pero nunca llegan a hacerlo, dando paso al silencio en tanto que se sigue sin tener el
derecho al grito.
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El limbo impersonal de la hora de la estrella
en el recuerdo, apelando entre líneas con nuestra narrativa a la historia, completando la obra
(como escritores en acto) en nuestra experiencia propia.
Recursos pictóricos.
Referencias
Borges, Jorge Luis. «Ficciones.» En Cuentos completos, de Jorge Luis Borges, 560. Barcelona:
Debols!llo, 2014.
Duchamp, Marcel. «El proceso creativo.» En Escritos. Duchamp du signe. Barcelona: Gili
Gaya, 1975.