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Los Mumuni La Gran Inundacion

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LA GRAN

INUNDACIÓN

TOVE JANSSON
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Tí t u l o o rigin al: Sm åt rollen och d en St ora Översavämningen Traducción del sueco de


Co lecció n d irigid a p o r Mich i Strausfeld
D iseñ o gráf ico : G lo ria G a uger
Pontus Sánchez
© To ve Jan sso n , 1945
F i r s t p u b lish ed b y Sch ild t s F ö rlags Ab , F in la nd. All rights reserved.
© D e la t rad u cció n , P o n t u s Sánchez
Ilustraciones de la autora
© Ed icio n es Siru ela, S. A., 2 0 1 4
c/ Alm agro 25 , p p al. d cha.
28010 Mad rid . Tel.: + 34 91 35 5 5 7 2 0
F ax: + 34 91 355 22 01
ISBN : 978-84-16120-60-4
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d e acu erd o co n crit erio s d e so stenibilidad Las Tres Edades
Era invierno de 1939 y estábamos en plena guerra. Mi tra-
bajo estaba parado, me parecía inútil intentar hacer algún di-
bujo.
A lo mejor no es tan raro que de pronto me entraran ga-
nas de escribir algo que empezara con «Érase una vez». Lo
que viniera después tenía que ser por fuerza un cuento, era
inevitable, pero en un intento de excusarme opté por no ha-
blar de príncipes, princesas ni de niños pequeños, sino que
me decanté por usar el personajillo enfurruñado que utiliza-
ba para firmar mis ilustraciones cómicas y al que llamé Mu-
mintroll.
El cuento, a medio escribir, quedó olvidado hasta 1945.
Entonces me vino una amiga y me dijo que aquello podía
convertirse en un libro infantil, que lo terminara de escribir
e ilustrar, que a lo mejor me lo aceptaban en alguna editorial.
Yo había pensado ponerle por título algo relacionado con
el Mumintroll o la búsqueda de su padre –al estilo de la
búsqueda del capitán Grant–, pero la editorial quería poner
«los pequeños troles» para que los lectores lo entendieran
mejor.

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El cuento está bastante influenciado por los libros que leí y
adoré en mi infancia, un poco de Julio Verne, un poco de Co-
llodi (la niña del pelo azul), etcétera. Pero ¿por qué no?
En cualquier caso, ¡aquí va mi primer final feliz!

a debía de ser mediodía, de un día de finales


de agosto, cuando el Mumintroll y su madre
alcanzaron la parte más profunda del gran
bosque. Con el silencio y la penumbra entre
los árboles uno podía pensar que ya estaba
anocheciendo. Por todas partes crecían flo-
res gigantes que brillaban con luz propia como si fueran lámpa-
ras, y al fondo de las sombras había unos puntitos verde claro
que se movían.
–Luciérnagas –dijo Mamá Mumin, pero no tenían tiempo
de pararse a mirarlas más de cerca. Habían salido a buscar un
sitio agradable y cálido donde construirse una casa en la que
vivir antes de que llegara el invierno. Los mumintroll no so-
portan nada bien el frío, así que la casa tenía que estar lista
como muy tarde en octubre.
Siguieron caminando y cada vez se adentraban más en la
oscuridad. Al cabo de un rato el Mumintroll empezó a tener
miedo y le preguntó entre susurros a su madre si creía que ha-
bía animales peligrosos allí dentro.

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–¡Mira! –dijo, y estaba tan asustado que la cola se le había
puesto tiesa. Entre las sombras, detrás de un tronco, había dos
ojos observándolos fijamente. Al principio su madre se asustó
también, pero después se relajó.
–Creo que no es más que un animalito muy pequeño. Espe-
ra, voy a iluminarlo. A oscuras las cosas siempre parecen mu-
cho peores de lo que son, ¿sabes?
Y luego cogió una de las grandes flores que brillaban y
alumbró la oscuridad. Entonces pudieron comprobar que, en
efecto, allí había un animalito muy pequeño, de aspecto ama-
ble y que parecía un poco asustado.
–¿Ves? –dijo Mamá Mumin.
–¿Qué sois vosotros? –preguntó el animalito.
–Soy un mumintroll –dijo el Mumintroll, que ya se había
vuelto valiente otra vez–. Y ella es mi madre. Espero que no te
hayamos molestado. (Es evidente que su madre lo había ense-
ñado a ser amable.)
–Al contrario –dijo el animalito–. Me estaba poniendo bas-
tante triste aquí sentado y echaba de menos un poco de com-
pañía. ¿Tenéis mucha prisa?
–Sí –respondió Mamá Mumin–. Estamos buscando un sitio
bien soleado para construirnos
una casa. Pero a lo mejor te apete-
ce acompañarnos.
–¡Claro que me apetece!
–Lo dudo –dijo ella–, aunque creo que sería mejor que nos –exclamó el animalito, que se
diéramos un poco más de prisa, a pesar de todo. Y si viniera acercó a ellos de un brinco–. ¡Me
algún bicho peligroso, espero que seamos lo bastante pequeños he perdido y creía que nunca más
como para pasar desapercibidos. volvería a ver el sol!
De pronto el Mumintroll agarró a su madre muy fuerte del Y así continuaron los tres, con
brazo. un gran tulipán para alumbrar el

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camino. Pero a su alrededor la oscuridad cada vez era más pro- –Tendremos que seguir en bar-
funda y las flores brillaban con menos intensidad bajo los árbo- ca –dijo ella–, porque te has em-
les, hasta que al final las últimas se apagaron. papado los pies. Seguro que te
Un poco más adelante vieron los reflejos de una superficie resfrías.
de agua negra y el aire se volvió pesado y frío. Entonces sacó un par de calce-
–Uy, qué horror –dijo el animalito–. Es la ciénaga. Yo no tines secos de su zurrón y subió al
me atrevo a acercarme. Mumintroll y al animalito a una
–¿Por qué no? –preguntó Mamá Mumin. gran hoja de nenúfar. Los tres me-
–Pues porque ahí vive la Gran Serpiente –dijo el animalito tieron la cola en el agua a modo
con un hilillo de voz y mirando hacia todas partes. de remos y pusieron rumbo al
–Bah –dijo el Mumintroll, haciéndose el valiente–. Somos tan centro de la ciénaga. Bajo el agua
pequeños que seguro que no se da cuenta. ¿Cómo vamos a en- vislumbraban seres oscuros que nadaban entre las raíces de los
contrar la luz del sol si no nos atrevemos a cruzar? Venga, vamos. árboles, chapoteaban y se zambullían; la niebla se les echó en-
–Vale, pero solo un trocito. Hay que ir con cuidado. ¡Y bajo cima con sigilo. De pronto el animalito gritó:
vuestra responsabilidad! –¡Quiero irme a casa!
Comenzaron a cruzar en silencio de una mata de hierba a –No tengas miedo, animalito –dijo el Mumintroll con voz
otra. A su alrededor, el lodo negro borboteaba y susurraba, temblorosa–. Vamos a cantar algo alegre y…
pero mientras el tulipán luminoso siguiera dando luz estaban En ese momento se apagó el tulipán y se quedaron total-
tranquilos. En un momento dado, el Mumintroll tropezó y mente a oscuras. Y en la oscuridad oyeron un siseo y notaron
estuvo a punto de caer al agua, pero su madre consiguió aga- que el nenúfar comenzaba a balancearse.
rrarlo en el último momento. –Rápido, rápido –gritó Mamá Mumin–. ¡Que viene la
Gran Serpiente!
Sumergieron las colas aún más en el agua y comenzaron a
remar con tanta fuerza que saltaba espuma por la proa. Enton-
ces vieron que la serpiente se les acercaba por detrás.
Tenía aspecto de malvada y sus ojos eran crueles y amari-
llos.
Remaron cuanto pudieron, pero la serpiente estaba a punto
de alcanzarlos y ya abría las fauces y sacaba su larga lengua bí-
fida. El Mumintroll se tapó los ojos con las manos y gritó:
–¡Mamá! –Y esperó el momento de ser devorado.

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