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Homilía Jueves Santo
Homilía Jueves Santo
Homilía Jueves Santo
Comenzamos hoy el triduo pascual, celebramos hoy el jueves Santo, día en que habitualmente se realiza el gesto del
lavado de pies y la procesión con el Santísimo hasta el monumento (lugar donde queda reservado el Santísimo en
adoración). Nada de eso tendrá esta celebración por las circunstancias que nos toca vivir. Sin embargo, en la pobreza de
los signos y gestos, tiene que alzarse con fuerza la vos del corazón. Que responde a la voz de Dios que nos dice en el
comienzo del evangelio “habiendo amado a los suyos” los amó “hasta el extremo”. Toda la vida de Jesús está movida por
amor, pero lo que hoy conmemoramos es el amor hasta el extremo. Hoy conmemoramos la última cena del Señor y la
institución de la eucaristía. Eucaristía que no podemos recibir sacramentalmente, por estar en nuestras casas, pero que
la Iglesia enseña a hacer la comunión espiritual, es decir, una oración que exprese el deseo de recibir la presencia del
Señor en la Eucaristía y Dios viendo ese deseo concede muchas veces los frutos de la comunión.
Pero más allá de la comunión sacramental, es importante detener la mirada en la Institución de la Eucaristía. En este
deseo del Señor de quedarse entre nosotros en el Pan y el Vino, este acto que Él nos invita a realizar una y otra vez. Un
hecho que anticipa la entrega de Jesús en la cruz, en gesto que nos enseña a ser familia, a ser fraternos, a entender lo
importante vivir en comunidad. Un gesto que nos enseña a amar, porque en este partirse y repartirse, está la forma de
amar de Jesús. Un gesto que es presencia viva, un gesto que es amor real, un gesto que símbolo sino verdadera realidad
sobrenatural para alimentar nuestra vida sobrenatural. Él nos amó hasta el extremo en la última cena, y nos siga
amando de esa manera en cada Misa.
En este contexto, debemos preguntaros por el lugar que ocupa la misa en nuestra vida, el lugar de la eucaristía en
nuestra vida, cuantas veces se vuelve rutina, superficialidad, frialdad lo que está llamado a encender el corazón de los
cristianos. Nos amó hasta el extremo.
Hoy celebramos también la institución del ministerio sacerdotal que está al servicio de la eucaristía y al servicio de los
hermanos. Por eso en la lectura aparece este gesto de Jesús, “el lavado de los pies” a sus discípulos. Este gesto cuando
se realiza en la Iglesia es simbólico porque todos tiene los pies limpios, pero cuando Jesús lava los pies esos pies no
estaban limpios, estaban completamente sucios, y ese gesto que Jesús es propio de los esclavos. Este gesto de Jesús, con
el que quiere dar el ejemplo a los apóstoles y a nosotros hoy, busca mostrar que la grandeza de Dios pasa por su forma
de amar, y la gradesa entre nosotros debe pasar por nuestra forma de amar. De hecho es así, cuando uno ve a alguien
entregado en el servicio, por amor y con alegría dice “que bella persona”. Hay algo curioso en el texto y es que Pedro se
resiste en un primer momento, es que Jesús es Dios, es el Señor. En el concepto de grandeza y reverencia hacia Dios no
parecería que entre este gesto. Por eso hay que aprender a dejarse lavar los pies por Jesús, eso implica aprender a
descubrir que a Dios no le importa tanto que reconocemos su grandeza y majestad, como que nos dejemos purificar,
amar, tocar por su presencia. Muchas veces ponemos una distancia reverencial con lo sagrado, y en parte está bien, es
entendible, pero Jesús nos llama amigos y nos lava los pies… No deja de ser Dios por eso, no nos invita a dejar de
alabarlo por eso, al contrario nos invita a cambiar nuestra idea de que la grandeza pasa por la distancia sino por la forma
de amar y de darse. El lavado de pies es un gesto que se renueva en cada confesión, porque cada vez que le pedimos
perdón al Señor, no nos perdona como desde arriba, desde lejos, no nos perdona poniéndose de rodilla y lavando los
pies, no persona poniéndose en la cruz por nosotros, no perdona abajándose.
Todo el servicio que como Iglesia tenemos que vivir, entre nosotros como comunidad, tiene en este gesto su expresión
más profunda. Un ejemplo que debe modelar nuestra vida.
El Jueves Santo es un día para celebrar el amor de Dios en la eucaristía, el amor de Dios hecho pan, el amor de Dios que
se hace servicio en el sacerdocio y el amor del servicio que debemos vivir entre nosotros como comunidad. ¿Me molesta
lavarles los pies a mis hermanos? ¿Me siento menos? ¿Me siento indigno? Que nos pueda hacer sentir Cristianos de
verdad, porque si Cristo les lavó los pies a sus discípulos, si nos lava lo pies a nosotros, entonces también lavemosnos los
pies entre nosotros.