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Amor A La Liturgía

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AMOR A LA LITURGIA

DEF: AMOR: COMPROMISO


DEF: LITURGUIA

(AMOR) No hay motor más fuerte para conservar el fervor y la ilusión que el amor. (cf. 1Jn
4,7-10; Jn 15, 9-17): Dios es amor y nosotros no podemos llamarnos hijos de Dios, amigos
o discípulos de Jesús si no vivimos el amor concretamente.
(AMOR) El amor no es un sentimiento.
(AMOR) ¿Creía que amar es sentir? Pues sí, pero no solo eso.
(AMOR) Amar es una decisión, una acción, algo muy concreto; no debe ser solo un
sentimiento sujeto a los vaivenes de las emociones y otras cosas.
(AMOR) Hoy puede decidir amar para cumplir el mandato del Señor, que por su esencia
nos ama hasta el extremo.
(AMOR) Más que un mandato está respondiendo a su esencia, pues si Dios es amor y
nosotros hemos sido creados a su imagen y semejanza, de alguna manera nosotros
también tenemos que ser amor en acto.
AMOR A LA LITURGIA

Cuando hablamos de liturgia, ¿qué queremos decir?

(LITURGIA) Si vamos a la etimología griega, la palabra liturgia significa obra


(ergon) del pueblo (leiton, adjetivo derivado de laos, que significa pueblo). Por
tanto, podríamos decir que la liturgia es obra del pueblo, obra pública dedicada
a Dios. En palabras más simples diríamos que la liturgia es el culto espiritual o
servicio sagrado a Dios de cada uno de nosotros, que formamos su pueblo.

(LITURGIA) Hoy ya entendemos la liturgia como el culto oficial de la Iglesia,


nuevo Pueblo de Dios, a la Santísima Trinidad, para adorarle, agradecerle,
implorarle perdón y pedirle gracias y favores.

(LITURGIA) El concepto de liturgia incluye los siguientes elementos: la


presencia de Cristo Sacerdote, la acción de la Iglesia y del Espíritu Santo, la
historia de la salvación continuada y actualizada a través de signos eficaces,
que son los sacramentos, y la santificación del culto.

(LITURGIA) La liturgia es la “fuente y culmen de la vida cristiana

(LITURGIA) Si se preguntara a los católicos la razón por la que asisten a misa


los domingos, muchos probablemente dirían que, porque es algo muy
importante para ellos, o porque les gusta cómo habla el sacerdote que celebra,
o porque los católicos tienen la obligación de asistir.

(LITURGIA) si reflexionamos un poco, tendremos que decir que la razón por la


que vamos a misa es porque Dios nos ha llamado a reunirnos junto a Él en su
Iglesia, para darle gloria, agradecerle, implorarle ayuda y pedirle perdón.

(LITURGIA), nos reunimos para la celebración litúrgica, y seguimos siendo lo


que somos: un pueblo llamado por Dios a ser su testigo y su ayuda en la
historia humana. Somos el Cuerpo de Cristo, sus brazos y piernas, pies y
manos, para el mundo que Él ama.

(LITURGIA) En la liturgia, somos llamados juntos a la presencia del Padre, que


es el Padre de todos. Nos reunimos en Cristo, porque sin Cristo no podemos
presentarnos ante el Padre.

(LITURGIA) La liturgia, pues, nunca puede ser un asunto privado,


individualista, donde cada quien reza sus devociones privadas, encerrado en sí
mismo. Es la Iglesia, la comunidad eclesial la que celebra la liturgia. La liturgia
es una acción de todos los cristianos. Nadie es espectador de ella; nadie es
espectador en ella. Todos deben participar “activa, plena y conscientemente en
ella”, como nos dice el concilio Vaticano II.
AMOR A LA LITURGIA
(LITURGIA) la liturgia es una expresión de nuestra fe y amor; pero también
conforma y profundiza esa fe y amor. Nos enseña cómo vivir con fe y cómo
amar más profundamente y con mayor verdad. Nos enseña que la fe, la
esperanza y el amor se hacen vivos a medida que reconocemos y aceptamos la
obra de Dios en el mundo. Sabemos que la liturgia comienza y termina con la
señal de la cruz, porque la cruz es la señal del amor que Dios nos tiene y de la
respuesta humana de Jesús a ese amor. Amó hasta el final, obediente hasta la
muerte de cruz.

La liturgia nos hace comprender que no hay amor sin sacrificio, ni vida excepto
por la muerte. En la liturgia y en la vida nos identificamos con la muerte de
Jesús.

No solamente el pan y el vino se han de transformar en la liturgia, sino que


también nosotros tenemos que transformarnos, asociándonos al sacrificio de
Jesús, permitiendo que Dios suscite en nosotros constantemente una vida
nueva
AMOR A LA LITURGIA

La misa, una cuestión de amor


Consejos de monseñor Javier Echevarría, prelado del Opus Dei

MARZO 31, 2010 00:00REDACCIÓNMUNDO HISPÁNICO


ROMA, miércoles 31 de marzo de 2010 (ZENIT.org).- La santa misa es una cuestión de
amor, responde monseñor Javier Echevarría, prelado del Opus Dei, cuando se le pide un
consejo para todos aquellos que alguna vez se han aburrido en la celebración eucarística.

A este sacramento, monseñor Echevarría, que junto a monseñor Álvaro del Portillo fue la
persona más cercana a san Josemaría Escrivá de Balaguer, dedica su último libro, que lleva
por título Vivir la santa misa (RIALP, 2010, 196 páginas).

Monseñor Echevarría, miembro de la Congregación vaticana para las Causas de los Santos
y del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica, consultor de la Congregación vaticana
para el Clero y miembro honorario de la Academia Pontificia de Santo Tomás de Aquino,
busca con este libro redescubrir el amor a la Eucaristía, “que debe ser el centro de nuestra
vida”, según explica en esta entrevista concedida a ZENIT.

-¿Qué recomendaría a los católicos que dicen que se “aburren” en misa?

Monseñor Echevarría: Yo les recomendaría que participaran con sinceridad en la misa,


buscando y amando a Jesús. Escribió san Josemaría en Camino: “La Misa es larga, dices, y
añado yo: porque tu amor es corto”.

No hay que dar demasiada importancia al sentimiento: entusiasmo o apatía, ganas o


desgana. La misa es sacrificio: Cristo se entrega por amor. Es una acción de Dios, y no
podemos captar plenamente su grandeza, por nuestra condición limitada de criaturas.
Pero hemos de hacer el esfuerzo no sólo de estar en misa, sino de vivir la misa en unión
con Cristo y con la Iglesia.
AMOR A LA LITURGIA
-¿Cuándo descubrió usted el misterio que esconde y revela la Eucaristía?

Monseñor Echevarría: Gracias a Dios, procuro redescubrirlo todos los días: en la liturgia de
la palabra —que ayuda a mantener la conversación con Dios durante la jornada— y en la
liturgia eucarística. Deberíamos admirarnos siempre de nuevo ante esa realidad que nos
supera, pero en la que el Señor nos permite participar, mejor dicho, nos invita a participar.

En la misa no sólo se cumple una comunicación descendente del don redentor de Dios,
sino también una mediación ascendente, ofrecimiento del hombre a Dios: su trabajo y sus
padecimientos, sus penas y sus alegrías, todo eso unido a Cristo: por Él, con Él y en Él. No
puedo callar que ver cómo San Josemaría celebraba el Santo Sacrificio me produjo un
serio impacto, al contemplar cómo era su devoción eucarística diaria.

Remueve hondamente la consideración de que en la presentación de las ofrendas, el


sacerdote pide a Dios que acoja el pan y el vino, que son “fruto de la tierra (o de la vid) y
del trabajo de los hombres”. En cualquier circunstancia puede el hombre ofrecer su
trabajo a Dios, pero en la misa esa ofrenda alcanza su pleno sentido y valor, porque Cristo
la une a su sacrificio, que ofrece al Padre por la salvación de los hombres.

Cuando la misa es el centro y la raíz de la jornada del cristiano, cuando todo su quehacer
está orientado al sacrificio eucarístico, se puede afirmar que todo su día es una misa y que
su lugar de trabajo es un altar, donde se entrega plenamente a Dios como amado hijo
suyo.

-Benedicto XVI, en su pontificado, está impulsando un redescubrimiento de la inmensidad


de este Sacramento. ¿Qué es lo que más le ha llamado la atención de las palabras o gestos
del Papa sobre la Eucaristía?

Monseñor Echevarría: Me parece especialmente importante, en estos momentos, su


insistencia en que la liturgia es acción de Dios y, como tal, es recibida en la continuidad de
la Iglesia.

El Papa ha escrito que la mejor catequesis sobre la Eucaristía es la Eucaristía misma bien
celebrada. Por tanto, el primer deber de piedad del sacerdote que celebra o del fiel que
AMOR A LA LITURGIA
participa en la misa es la observancia atenta, devota, de las prescripciones litúrgicas: la
obediencia de la pietas.

Por otro lado, el Papa también insiste en que la Eucaristía es el corazón de la Iglesia: Dios
presente en el altar, el Dios cercano, edifica la Iglesia, congrega a los fieles y los envía a
todos los hombres.

-Algo más personal. Según sus recuerdos, ¿qué era para san Josemaría la Eucaristía? ¿Qué
papel tenía en su jornada?

Monseñor Echevarría: He ayudado a misa a san Josemaría muchas veces. En esas


ocasiones me solía pedir que rezara para que no se acostumbrara a celebrar aquella
acción tan sublime, tan sagrada. He podido comprobar, en efecto, algo que dijo alguna
vez: que experimentaba la misa como trabajo: un esfuerzo a veces extenuante, tal era la
intensidad con que la vivía.

A lo largo del día, solía recordar los textos que había leído, en particular el Evangelio, y
muchas veces los comentaba, con naturalidad, como un alimento de su vida espiritual y
humana.

Era consciente de que en la misa el protagonista es Jesucristo, no el ministro, y de que el


cumplimiento fiel de las prescripciones permite al sacerdote “desaparecer”, para que sólo
Jesús brille. Muchas personas que asistieron a su misa —incluso en las circunstancias
difíciles de la guerra civil española— comentaban luego que su modo de celebrarla poseía
algo que les había removido hondamente, y se sentían invitados a crecer en su devoción al
Santo Sacrificio. Estoy convencido de que lo que removía a quienes participaban —a
quienes participábamos— en su misa era precisamente eso: que dejaba que apareciera
Cristo y no su persona.

Por Jesús Colina

MARZO 31, 2010 00:00MUNDO HISPÁNICO

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