Ensayos Decoloniales Sobre La Ciencia y
Ensayos Decoloniales Sobre La Ciencia y
Ensayos Decoloniales Sobre La Ciencia y
Luciani Conde
Leandro Luciani Conde
Descolomializar la salud mental podría ser un neologismo poco academicista pero muy
gráfico a la hora de condensar los sentidos del enfoque propuesto, que se basa en dos
proposiciones: la necesidad de una lectura que bucee en las relaciones de poder y domi-
nación presentes en las prácticas, y la necesidad de reflexionar críticamente sobre la subje-
Ensayos decoloniales
tividad moderno colonial occidental de las profesionales y los profesionales del campo que
sostienen dichas prácticas.
Leandro Luciani Conde
sobre la ciencia
y el derecho
Esta frase del autor del libro resume su doble objetivo: inaugurar la búsqueda de una
articulación indispensable y profundizar una confluencia necesaria. La articulación, inevita-
blemente tensa, es entre los discursos y prácticas en salud mental y las corrientes que
cuestionan y deconstruyen la hegemonía occidental eurocéntrica en el pensamiento, un
camino nula o escasamente recorrido aún por quienes tenemos una lectura crítica del a la salud mental
campo, lo cual le da una importante originalidad y el valor de buscar un enlace que no ha Leandro Luciani Conde nació en la Ciudad de Buenos Aires,
sido explorado. Simultáneamente da un paso más en el proceso de confluencia entre el Argentina. Es Licenciado en Psicología, Magister en Salud Pública
pensamiento médico social / salud colectiva latinoamericano y los discursos del campo de y Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires.
la salud mental, movimientos entre los que ha habido caminos paralelos e intersecciones Es docente e investigador en la Universidad de Buenos Aires y en
en nuestro subcontinente. Se trata de un objetivo audaz que contiene una fuerte voluntad la Universidad Nacional de Lanús. Participa también como docente
de abonar a lo emancipatorio. de posgrado en Salud Mental en la Universidad Nacional de Entre
Fragmento del Prólogo de Alicia Stolkiner Ríos y en la Universidad Nacional de Córdoba. Ha dictado cursos
de posgrado en universidades de Uruguay y Colombia. Ha dirigido
proyectos de investigación acreditados, y publicado numerosos
artículos sobre salud mental, derechos humanos, niñez y políticas
públicas. Es co autor de las siguientes obras: Derechos en la niñez
(Teseo, 2008 - organizador), Anticoncepción después de… (Teseo,
2010 - coautor), Salud Mental y niñez en Argentina (Teseo, 2015 -
compilador). Integra desde el año 2014 el equipo técnico interdis-
ciplinario del Órgano de Revisión Nacional de la Ley de Salud
Mental Nº 26.657.
_Psicología
_Psicología
Luciani Conde, Leandro
Ensayos decoloniales sobre la ciencia y el derecho a la salud mental / Leandro Luciani Conde.
- 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Editorial FEDUN, 2019.
145 p. ; 23 x 15 cm.
ISBN 978-987-3640-23-0
Equipo Editorial
Director Editorial: Daniel Ricci
Director Ejecutivo: Claudio Di Tocco
Coordinación Editorial: Horacio Fernández, Miguel Petridis
Asistencia de Producción: Julián Talledo, Lucía Arenas
Asistencia de Administración: Sofía Mauno
Diseño Gráfico y maquetación: Lorena Bufidis
©2019 Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de esta publicación pueden repro-
ducirse, en ninguna forma, ni por ningún medio, sin previa autorización escrita del editor.
(Imagen de portada #www.desktopbackground.org)
Editorial Fedun
Azcuénaga 770, CABA
Tel. (011) 4961-9132/5834
Impreso en Argentina
Hecho el depósito que establece la ley 11.723
Ensayos decoloniales sobre la ciencia
y el derecho a la salud mental
Prólogo 15
Introducción 21
1. Análisis decolonial de las ciencias modernas 29
2. ¿Es científica la salud mental? 43
3. Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental 49
3.1. Enfoque pedagógico 51
3.2. La dimensión ontológica: el tránsito hacia una nueva ontología
de la salud mental 59
3.3. La dimensión epistemológica: conocimiento científico, saberes
y teorías críticas en salud mental 65
3.3.1. La ciencia occidental pre moderna 66
3.3.2. La ciencia moderna occidental 68
3.3.3. La ciencia en la sobre modernidad 70
3.3.3.1. Paradigmas consolidados y rupturas epistemológicas
en el pasaje a la colonial modernidad tardía occidental: positivismo,
materialismo histórico e interpretativismo 71
3.3.3.2. Rupturas epistemológicas de fines de S XX: constructivismo
y complejidad 77
3.3.3.3. Pensamiento latinoamericano en salud y salud mental 80
3.3.3.4. Enfoque decolonial de la salud mental en la transmodernidad 90
3.4. La dimensión praxiológica: operaciones y competencias
profesionales en salud mental 102
3.4.1. Praxis en salud mental: operaciones y competencias profesionales 104
3.4.2. Los momentos intra, inter y trans disciplinarios y las operaciones
de los equipos de salud mental 106
3.4.3. Praxis en perspectiva descolonizadora 113
4. Hacia una descolonización del derecho a la salud mental 117
4.1. ¿Kiyiya Vuran Insanlik? 119
4.2. De la universalidad a la pluriversalidad de los derechos humanos 124
5. Cierre y apertura: el derecho a la salud mental con
perspectiva decolonial 129
Referencias bibliográficas 137
ÍNDICE DE FIGURAS Y CUADROS
El epígrafe del autor de este libro resume su doble objetivo: inaugurar la búsqueda
de una articulación indispensable y profundizar una confluencia necesaria. La articu-
lación, inevitablemente tensa, es entre los discursos y prácticas en salud mental y las
corrientes que cuestionan y deconstruyen la hegemonía occidental eurocéntrica en el
pensamiento, un camino nula o escasamente recorrido aún por quienes tenemos una
lectura crítica del campo, lo cual le da una importante originalidad y el valor de buscar
un enlace que no ha sido explorado. Simultáneamente da un paso más en el proceso de
confluencia entre el pensamiento médico social / salud colectiva latinoamericano y los
discursos del campo de la salud mental, movimientos entre los que ha habido caminos
paralelos e intersecciones en nuestro subcontinente. Se trata de un objetivo audaz que
contiene una fuerte voluntad de abonar a lo emancipatorio.
El pensamiento médico social / salud colectiva latinoamericano, cuyos hitos funda-
cionales se remontan a los años 70, ha sido un movimiento simultáneamente académico
y político, cuyas transformaciones y crecimientos han articulado siempre con la época
y con la perspectiva de derechos. A nivel mundial coincidió con la crisis de eficacia de la
Salud Pública tradicional por su imposibilidad de dar respuesta a los problemas que se
generaban en los colectivos humanos, con la mercantilización extrema de la salud tan-
to por la apropiación con fines financieros privados de los fondos sociales destinados
15
a ella como por el desarrollo fenomenal del complejo médico industrial financiero,
y con el avance y reformulación de la medicalización de la vida (Stolkiner & Ardila,
2012), así como con luchas emancipadoras y dictaduras. Ha tenido un importante papel
en el análisis crítico de las reformas neoliberales promercado de los sistemas de pres-
tación de salud de los países de América Latina proveyendo herramientas teóricas para
la lucha por el derecho a la salud y la vida, que también se han concretado en políticas;
en consecuencia, es un pensamiento cuyo desarrollo se liga a los procesos sociales de
época. Ha abrevado de corrientes teóricas como los marxismos de la época 1 y el pen-
samiento crítico, uno de sus ejes ha sido la crítica al pensamiento biomédico científico
positivista, para avanzar en otros campos conceptuales siempre problematizando el
objeto salud, las dimensiones del proceso de salud/enfermedad/atención-cuidado. La
caracteriza un particular sincretismo que incorpora autores, los resignifica y estable-
ce diálogos con otros discursos, por ejemplo el debate sobre determinantes sociales
o determinación social en salud en el marco de la convocatoria OPS/OMS.
En este pensamiento se han ido incorporando los debates de género, ambiente
y, con mucho énfasis en los últimos tiempos, una revisión del pensamiento occidental
colonial que conlleva el rescate teórico y político de conceptos de pueblos y lenguas
latinoamericanas, tal como Buen Vivir o Vivir Bien, y su particular epistemología. Así,
la declaración final del XV Congreso Latinoamericano de Medicina Social y Salud Co-
lectiva de ALAMES, realizado en La Paz, Bolivia, en octubre de 2018 plantea: “Desde la
recuperación de los valores de la solidaridad, la universalidad y el reconocimiento de la
diversidad, promovemos la construcción social y política de `sistemas universales de
salud´, de naturaleza pública, diversa, territorial, intercultural, democrática, desmer-
cantilizada, sin intermediación alguna y sin barreras económicas, geográficas, cultura-
les y políticas frente a la necesidad y al sufrimiento, basado en el cuidado integral de la
vida humana y no humana, y articulado a los saberes ancestrales en la construcción de
un nuevo proyecto civilizatorio” (Alames, 2018).
El autor se propone recuperar estos principios y conceptos y producir enlaces
y diálogos con la salud mental comunitaria. Para ello parte desde las concepciones de
la ciencia, enmarca en ello las ciencias de la salud y la salud mental, para arribar a una
propuesta conceptual del objeto y luego una referencia central y concreta a los actores
del campo de la salud mental.
1 En los 80 Jaime Breilh señalaba la existencia en el pensamiento médico-social latinoamericano de di-
versas corrientes marxistas: “objetivo-económica”, “humanista”, “filosofía de la praxis” y “epistemológi-
ca-althusseriana”. El uso del término “los marxismos” se justifica más aún por la proliferación de corrientes
dentro de este pensamiento al final del siglo XX.
16
Los dos primeros capítulos del libro, Análisis decolonial de las ciencias modernas
y ¿Es científica la Salud Mental?, dan el marco. Luego de situar el debate sobre la fun-
ción de las ciencias modernas en el establecimiento del poder capitalista, occidental
colonial, y la relación de este proceso con la subalternización de otros saberes y co-
nocimientos, se adentra en las ciencias de la salud y salud mental, que, según afirma,
no habrían podido cumplir los requisitos de ciencias modernas. Dice: “(…) una de las
contradicciones fundantes del campo es que las ciencias de la salud y la salud mental
han sido modernas en términos históricos de proyecto político social y económico, sir-
viendo a la expansión capitalista y a la conquista colonial europea pero adoptaron un
modelo de ciencia (positivista, racional y experimental) que nunca pudo plasmarse
acabadamente en este campo debido a la particularidad de las problemáticas que lo
constituyen”. Afirma que, pese a no poder ser consideradas científicas en los términos-
del proyecto de ciencia de la primera modernidad, si pueden serlo “(…) en términos
del proyecto científico de la sobre modernidad europea, y de una ciencia decolonial
del sur”.
A la propuesta de revisión crítica sigue en el texto la propuesta pedagógica que ha
desarrollado en su práctica de docencia universitaria, la matriz comprensivo explicativa
del objeto salud mental (MCEOSM) la que implica una permanente recursividad dia-
léctica entre tres dimensiones: la ontológica, la epistemológica y la praxiológica como
camino o método para estudiar un “objeto de reflexión/conocimiento/transformación
como es el constructo salud mental”. Luego, aborda extensamente estas dimensiones.
No es la intención de este prólogo sintetizar el libro, sino adelantar algunas de sus
propuestas. Una de sus originalidades es introducir, ya desde el debate de la dimen-
sión ontológica, la epistemología ch ´ixi, que establece categorías no excluyentes ni
binarias, donde los opuestos coexisten sin anularse y que habilita a pensar horizontes
de sentido “que no sólo fundamenten su referencia a la realidad a partir de lo que está
siendo (demostración empírica), sino también a partir de lo que es posible que sea”
para construir el objeto salud. El texto incluye ejemplificaciones concretas, tal el caso
del análisis crítico de los diagnósticos en salud mental para pensar la cuestión de obje-
tividad, subjetividad en el proceso de conocimiento. Interesa señalar cómo, finalmente,
arriba a un esquema del objeto salud mental como un “integrado de conocimiento
– intervención – transformación, (…) en la medida en que conocer necesariamente
supone intervenir e intervenir necesariamente supone transformar, y todo intento por
fragmentar artificialmente estos momentos – acciones limita la capacidad comprensiva
y explicativa del objeto de estudio”.
17
En la dimensión epistemológica comienza con un recorrido que va de la ciencia
occidental premoderna, pasando por la ciencia occidental moderna y la sobremoderni-
dad, luego se detiene en los “paradigmas consolidados” y en las rupturas epistemoló-
gicas de finales del siglo XX, para finalizar con un desarrollo de las “epistemologías no
occidentalistas desde un enfoque decolonial, para el cual occidente más que un lugar
geográfico en el mapa es el lugar de la epistemología hegemónica”. En este punto hay
una interesante referencia de autores y los debates de este pensamiento. Luego sitúa
el pensamiento latinoamericano en salud/salud mental y la propuesta de un enfoque
decolonial en salud mental.
Arriba así a la dimensión praxiológica, y con el fundamento desarrollado, al análisis
de las formas en que se concretan las “competencias profesionales” de quienes traba-
jan en el campo, incluyendo reflexiones sobre experiencias de gestión universitaria.
Su eje es promover la transformación de aquellas prácticas habituales en servicios de
salud mental que, basándose en el dualismo asimétrico entre profesional y usuario
–privilegios epistémicos según Aníbal Quijano–, producen lo que denomina tecnolo-
gías sociales de la no existencia.
El siguiente capítulo está destinado a un eje fundamental de la problemática: la
relación entre derechos humanos y salud mental. Tiene un subtítulo con signo de pre-
gunta: ¿Kıyıya Vuran İnsanlik? (¿La Humanidad ha naufragado?) que es el título de un
poema de Kintto Lukas dedicado al niño sirio muerto en el Mediterráneo cuya foto con-
movió al mundo. El autor lo formula como pregunta a la que responde negativamente
porque existe la posibilidad abierta de antagonizar a las tecnologías de la no existencia
este constructo paradójico de los Derechos Humanos, no sin revisarlo críticamente, por
ello plantea la necesidad de “desoccidentalizarlo” y pasar de la universalidad a la “plu-
riversalidad” de los derechos humanos.
El libro finaliza con un capítulo que es simultáneamente de cierre y apertura a la
construcción de una praxis decolonial de la salud mental. El último párrafo lo conden-
sa: “Sintetizando la propuesta desarrollada a lo largo del texto podemos afirmar que,
desde una lectura decolonial, la salud mental puede ser comprendida en términos de
un proceso pluriversal de garantía de derechos, capaz de ampliar los márgenes del
buen vivir en los planos personal, familiar, comunitario y social, des sujetándose (des
colonizándose) de la cultura colonial patriarcal moderna occidental capitalista que aún
conserva hegemonía en el campo”.
A medida que trabajaba este prólogo he tenido preguntas y se me han abierto de-
bates, he aprendido y he disentido, me ha promovido a pensar y a revisar supuestos.
18
Lamentablemente, faltó tiempo para hablar más detenidamente con el autor, como
suele suceder en esta época. Pero básicamente me dio mucho gusto la tarea.
El autor, para nosotros Leandro, afirma que en este libro volcó lo que ha producido
en su actividad docente de grado y posgrado, entre ello las clases que dicta como Pro-
fesor Adjunto de la Cátedra de Salud Pública/Salud Mental II de la Facultad de Psicolo-
gía de la UBA, de la que soy Profesora Titular. Fui la directora de su beca y de su tesis
de Maestría en Salud Pública, cuando él iniciaba su carrera. Al terminar su beca decidió
no postularse a la de doctorado – se doctoró en la Facultad de Ciencias Sociales de la
UBA pero no como becario full time-- porque quería conjugar la docencia, la investi-
gación y la gestión. Con aquella beca nos acompañó en el primer proyecto de investi-
gación fundacional, el de Eldorado. Luego dividimos el equipo de investigación para
crear un nuevo proyecto UBACyT en la cátedra, centrado en Salud Mental y derechos
de las infancias, cuya dirección compartió con Alejandra Barcala; un excelente trabajo
que también habilitó espacios para lxs niñxs, como por ejemplo una radio. También
hemos compartido tareas en los posgrados en Salud Mental de la Universidad Nacional
de Lanús.
No puedo sino agradecerle su presencia todo este tiempo, el haber construido un
camino propio que nos habilita a debatir o disentir y nos convoca a pensar. Celebrar
que haya formado parte de un colectivo que hemos sostenido entre todos como un es-
pacio con conflictos, diversidades y afectos. La tarea académica me ha posibilitado el
placer de ver cómo un joven becario que comenzaba su carrera y su vida adulta, es hoy
un profesional creativo y comprometido éticamente con su práctica, y también un pa-
dre al que el cuidado de sus hijos le quitó muchas veces el tiempo de lectura y estudio.
Pese a ello, no ha cesado de producir y este libro inaugura una etapa más.
19
Introducción
21
tradicionales que siguen construyendo las identidades profesionales de las disciplinas
del campo.
Con este propósito, en el primer capítulo el texto presenta un análisis de la ciencia
desde las lecturas decoloniales, perspectiva de gran potencia que aún tiene escasa
presencia en los currículos de enseñanza – aprendizaje, tanto al nivel de grado como
de posgrado.
Desde este enfoque analizo el carácter político de las ciencias modernas como
tales, comprendiéndolas como parte del proyecto de dominación social propio de la
cultura colonial occidental capitalista que las forjó. Las periodizaciones académicas es-
tándares respecto de la modernidad son revisadas a la luz de una interpretación no
eurocentrista, señalando no sólo la existencia de una modernidad ibérica propia de los
países de Europa del sur, previa a la modernidad industrial burguesa surgida en la Eu-
ropa del norte, sino también la importancia del período colonial y del evento america-
no como antecedentes claves para posibilitar el desarrollo de la modernidad capitalista
occidental Europea del siglo XVIII.
En base a este derrotero se aborda como núcleo central de la argumentación el pa-
pel histórico que ha desempeñado la ciencia moderna en tanto proyecto de poder, de
construcción de hegemonía en la colonial modernidad occidental en América.
Los cuestionamientos académicos tradicionales hacia el positivismo y el método
experimental son revisados a la luz de la lectura política propuesta, descentrando el
foco de atención desde las cuestiones epistémicas y metodológicas hacia su fuente de
producción, definida como la necesidad de instalar una matriz de sentido en donde la
norma es la raza, la cultura, la ciencia y el modelo capitalista de producción europeo,
es decir, una cultura colonizada.
Esta configuración de sentido colonial moderna es reinterpretada con autoras
y autores del pensamiento andino que deconstruyen los mitos modernos proponien-
do caminos que los trascienden mediante culturas, conocimientos y epistemologías
alternativas.
Una vez demarcada la noción de ciencia que utilizaré en el texto, presento en el
segundo capítulo las implicancias que este análisis decolonial de las ciencias modernas
impone a las ciencias de la salud, y al campo de la salud mental en particular.
Parto del supuesto de que la clásica definición de Ciencia con mayúscula (sentido
colonial occidental moderno capitalista) conserva aún su hegemonía en el armado de
la matriz de sentido curricular de las carreras del campo, que denomino matriz forma-
tiva tradicional (en adelante MFT), traduciéndose posteriormente como un modelo de
22
competencias profesionales que conserva aún muchos de los aspectos centrales del
modelo psi hegemónico.
Argumento entonces en favor de la necesidad de modificar la noción de ciencia,
sus objetos y sus métodos, en las matrices de formación profesional, abogando por la
sustitución de la MFT por otra, que denomino matriz formativa alternativa (en adelante
MFA); dejando caer de esta manera un modelo pedagógico de enseñanza aprendizaje
euro céntrico (occidentalista, colonial y patriarcal), su ideal de ciencia positiva (con sus
únicos objetos y métodos científicos como posibles), y su perspectiva capitalista (cen-
trada en la producción de prácticas mercantiles de trabajo individualista con marcado
desinterés por el bien público).
Modernas pero no científicas, tal es la expresión que utilizo para resumir la trayec-
toria de las disciplinas del campo de la salud – salud mental desde la reflexión que
propongo, que alienta la búsqueda de proyectos de ciencia alternativos al de la colonial
modernidad occidental.
En el marco de esta búsqueda, en el capítulo tres, desarrollo uno de los ejes centra-
les de la obra, consistente en la propuesta pedagógica que he denominado matriz de-
colonial comprensivo explicativa del objeto de la salud mental (en adelante MDCEOSM),
la cual se sostiene en tres dimensiones fundamentales: la ontológica, la epistemológica
y la praxiológica. Este modelo analítico tiene el propósito de constituir un instrumento
conceptual metodológico que oriente la reconfiguración del objeto salud mental.
Fundamento en primer lugar la necesidad de conservar la noción de objeto, que
defino como un integrado de conocimiento, intervención, y transformación. Posterior-
mente profundizo en la conceptualización de cada una de las dimensiones propuestas,
siempre desde la perspectiva de las ciencias críticas decoloniales.
Respecto de la primera dimensión señalada, se propone un tránsito hacia una onto-
logía alternativa de la salud mental, que supera la visión tradicional de la ciencia están-
dar y se desancla de las tensiones binomiales clásicas tales como ser – deber ser, ente
– atribución, objetivo – subjetivo, interior – exterior, evitando la trampa ontológica de
las ciencias modernas a partir de la consideración de ontologías mestizas.
Nuevas nociones que enriquecen nuestro campo provenientes desde el antiguo
(idea del pasado por delante que recuperan las cosmovisiones indígenas), tales como
la noción de lo ch´ ixi propia del pensamiento indio, que deslocaliza las metaforizacio-
nes propias de la modernidad por ontologías alternas.
La introducción de la sociología de las ausencias da lugar a la consideración de lo
que denomino juicios de inexistencia, un trastrocamiento de los límites perpetrado por
23
el giro ontológico descolonizador, promotor de un tránsito trascendental hacia el vivir
bien y hacia la salud como juicios de lo posible. Planteo que se instala en el seno de un
denso problema ontológico planteado a partir por la presencia de un hiato ontológico
no cancelable por la vía del discurso.
A partir de estas consideraciones me aboco a la segunda dimensión de la MDCEOSM,
la epistemológica, proponiendo en primer término una revisión de las principales ca-
racterísticas que asumió la reflexión epistémica durante el período premoderno y la
primera modernidad occidental, para desarrollar posteriormente las epistemologías
consolidadas y las rupturas epistemológicas emergentes propias de la modernidad tar-
día, así como los aportes fundamentales que realiza el pensamiento latinoamericano
a la epistemología de la salud - salud mental.
En este contexto postulo que, ante la imposibilidad de la ciencia de nombrar obje-
tivamente la totalidad de lo social, en tanto condición formal y no empírica del cono-
cimiento científico, resulta necesario establecer una epistemología de la salud mental
de la incompletud.
Finalizo el recorrido de esta dimensión con el planteamiento de un enfoque decolo-
nial de la salud mental, orientado hacia una necesaria descolonización epistemológica
a producir en el contexto de la transmodernidad.
Las epistemologías del sur y la pulsión descolonizadora conducen a una episte-
mología ch´ixi articulada a lo posible y el buen vivir, como camino para un análisis
crítico del campo de la salud mental, regido aún por prácticas de dominación y de
poder reguladoras de los llamados normalismos mediante una cultura del encierro del
sufrimiento mental.
Manicomio y colonialidad van juntos, tal la afirmación a la que llego al finalizar
este capítulo, en la medida en que se constituyen en la misma lógica de alteridad ex-
cluyente, generadora de tecnologías sociales de la no existencia. De allí la necesidad
imperiosa de descolomializar la salud mental, neologismo que construyo para deno-
minar la operación que permita develar los procesos políticos mediante los cuales los
profesionales y las profesionales del campo hemos sido normalizados como agentes
del mismo.
Por último, planteo la tercera dimensión de análisis propuesta de la MDCEOSM, la
praxiológica, relativa al involucramiento de las y los participantes del campo con el ha-
cer sobre el objeto integrado de conocimiento – intervención – transformación salud
mental.
24
Propongo una praxiología con perspectiva de derechos humanos como horizonte
primario de todo acto en salud y salud mental, fundamentando la subordinación de la
racionalidad técnica instrumental a la perspectiva y garantía de derechos.
Para esto analizo las praxis en salud y salud mental desde un esquema fundado
en la epistemología genética, que prevé la existencia en el proceso de conocimiento
– acción de un momento intra, uno inter y uno trans, los cuales, tanto en el orden de
lo disciplinario como de lo subjetivo, posibilitan la emergencia de operaciones diferen-
ciadas con distintos grados de complejidad, que sintetizan los procesos logrados en
cada uno de ellos.
A partir de este esquema matricial propuesto para la construcción de un modelo
explicativo de la praxis en salud – salud mental abordo los interrogantes planteados
por las dificultades existentes para transformar las prácticas de salud mental de acuer-
do a los actuales estándares de garantía de derechos humanos.
Finalizando con la tercera dimensión argumento que, convertida en causa desean-
te, en pulsión de vida colectiva, la salud mental en perspectiva decolonial se traduce
en involucramientos sociales, culturales y políticos, en participaciones por la garantía
de derechos humanos.
La salud mental queda definida como una praxis contrahegemónica mediatizada
por articulaciones militantes, generadoras de operaciones y competencias profesiona-
les intra, inter y trans, en los planos de lo subjetivo y lo disciplinario, capaces de romper
con cuatro órdenes normativos básicos, del poder, del saber, del ser y del hacer.
Para terminar el capítulo, retomo la noción del buen vivir (sumak kawsay) en tanto
cosmovisión que sintetiza la noción de salud mental tal como es definida en el texto.
En el capítulo cuatro, manteniendo la perspectiva descolonizadora que atraviesa la
obra, enfoco la cuestión de los derechos humanos, y del derecho a la salud mental en
particular.
Esquematizo primeramente el surgimiento de la doctrina internacional de los de-
rechos humanos, planteando un análisis contextual socio político de la emergencia de
las diferentes series de derechos (civiles y políticos; sociales, económicos y culturales;
y colectivos); enmarcando su aparición en el mundo occidental capitalista, y en las di-
versas configuraciones socio históricas asumidas por los Estados modernos.
En base a esta descripción propongo la existencia de dos procesos relevantes en
la configuración de la agenda occidental de los derechos humanos, en primer lugar
la preocupación de los Estados modernos por mejorar la capacidad de respuesta a
25
diversas cuestiones socialmente problematizadas, lo cual marcó la agenda de la Doctri-
na Internacional de los derechos humanos. En segundo lugar, la dinámica de tolerancia
geopolítica de esta doctrina con el mantenimiento de un modelo caracterizado por la
producción de dominación e injusticia social como es el capitalismo, acompañándolo
en sus distintas fases históricas hasta alcanzar la hegemonía global propia de la cultura
tardo moderna colonial patriarcal y occidentalista actual.
Ratificado el avance que significó la emergencia y consolidación de la Doctrina in-
ternacional de derechos humanos en occidente, se discute sobre sus límites y opaci-
dades, en pos de aportar vías comprensivas alternativas para el logro de un mayor
bienestar colectivo.
Una vez planteada la tolerancia histórica que han mantenido los derechos humanos
con el modelo capitalista, se señala la predominancia de ciertos derechos (los civiles
y políticos) por sobre otros (los sociales, económicos y culturales) en diversos instru-
mentos normativos, dando cuenta del proceso actual de neoliberalización de los de-
rechos humanos.
A partir del señalamiento de este carácter paradójico de la emergencia de los
derechos humanos, discuto el presupuesto de universalidad de los mismos, retoman-
do las nociones decoloniales desarrolladas en los capítulos previos tales como occi-
dentalismo, colonial modernidad, pluriversalidad y transmodernidad, para analizar
los derechos humanos, siguiendo el supuesto según el cual resulta esencial conservar
y defender los avances que los mismos han permitido, pero a la vez visibilizar sus límites
y contradicciones de cara al logro de mejores condiciones de vida colectiva respetuo-
sas de todas las culturas.
En esta vía, analizo el carácter occidentalista (colonial, moderno, patriarcal y ex-
tractivista) propio de la cultura europea y estadounidense que estos derechos intentan
imponer como realidad universal.
Siguiendo a distintas autoras y autores decoloniales, el sentido etimológico del
término universo es tomado como argumento para justificar la existencia de diversos
universos, es decir, de pluriversos. A partir de esta lectura se reconoce la existencia
de múltiples historias, culturas, religiones, géneros, políticas y economías que pugnan
desde el antiguo, y desde la exterioridad del unus monopolar occidental europeo. Exis-
ten diversos unus que merecen ser considerados existentes, reconocidos en su coeta-
neidad como humanidades culturales vivas.
Ni mejores ni peores, ni buenas ni malas, distintas. Tal la frase con la que sintetizo la
urgente necesidad de reconocimiento de estas humanidades diferentes, identificables,
26
coetáneas al unus occidentalista. Este es el núcleo de este capítulo, que gira en torno
de la necesidad de construcción de un mundo pluriversal (que deconstruya lo universal
como lo único posible abriéndose a la existencia de múltiples unus que coexisten sin
dominarse) y transmoderno (que define formas coetáneas de modernidad distintas
a la colonial occidental) como un mundo posible y necesario.
Cerrando la obra, y como apertura a una resignificación del derecho a la salud
mental, el capítulo cinco integra la propuesta conceptual operativa desarrollada en
los primeros capítulos (la MDCEOSM) con las rupturas impuestas por el giro decolo-
nial, sosteniendo al derecho a la salud mental como una operación de desmontaje
de las estructuras de poder que siguen organizando en gran medida nuestro campo
de prácticas.
Como anticipé al inicio de esta introducción, en este camino se impone la susti-
tución de la matriz formativa tradicional (MFT) aún vigente en la construcción de las
identidades profesionales, por una matriz formativa alternativa (MFA) forjada en el
marco de derechos humanos potencialmente descolonizadores.
La pulsión decolonial constituye una herramienta privilegiada para la ampliación
de los márgenes de acceso al derecho a la salud mental. Esta frase sintetiza la ar-
gumentación del capítulo cinco, fundamentando la necesidad de sustitución matricial
formativa propuesta.
Considero que aún persisten las lógicas coloniales y manicomiales en las identida-
des profesionales normalizadas mediante la MFT, por esta razón insisto en el cierre del
libro sobre la necesidad de descolomializar las matrices de sentido (descolonizarlas
y desmanicomializarlas) como un desafío actual clave en salud mental para el logro
de matrices formativas que ajusten sus lógicas, saberes, teorías y praxis al enfoque de
derechos humanos.
El derecho a la salud mental es planteado como la superación de las tecnologías
sociales de no existencia que aún siguen vigentes en gran medida en el campo de lo
mental, transformándolas en prácticas que apunten al buen vivir como horizonte tras-
cendental, como proyecto de lo posible, siendo promotoras de vidas que merecen ser
vividas acorde a derechos humanos, y promuevan la coexistencia de las diferencias
sin colonizarlas.
Tal es la noción de praxis en salud mental a la que arribo, expresión de una cosmo-
visión decolonial, que la comprende en términos de un proceso pluriversal de garantía
de derechos, capaz de ampliar los márgenes del buen vivir en los planos personal,
familiar, comunitario, social y planetario.
27
Cabe cerrar la introducción agregando que la obra en su conjunto entiende que
la causa de la salud mental es política, es histórica, es social, es cultural, en definitiva,
es humana, y requiere de una activa militancia deseante por la garantía de derechos.
Movimiento militante iniciado hace décadas en el mundo, y sostenido en Argentina
por diversos colectivos sociales que han posibilitado las diversas conquistas esenciales
alcanzadas para el campo de la salud mental. Este libro espera constituir un aporte
a esta causa.
28
1
29
La ciencia moderna nace con los prejuicios propios del mundo moderno:
la realidad es el espacio de la dominación y en el tiempo se administra
lo que es siempre una acumulación constante e infinita de riqueza. La
ciencia al servicio del capital (Bautista, 2017: 33).
31
realidad simultánea y mutuamente constituyente. La Modernidad habría
tenido cinco siglos, lo mismo que el sistema - mundo (…) América Latina
fue un momento constitutivo de la Modernidad. El sistema colonial no
pudo ser feudal, sino periférico de un mundo capitalista moderno, y por
lo tanto él mismo moderno (op. cit: 276 - 278).
33
Pero vemos que este plano de análisis correspondiente a la reflexión epistemológi-
ca y metodológica de la cuestión no avanza en el plano del análisis político.
Asistimos por una parte en el ámbito académico, sobre todo en las ciencias so-
ciales de la salud, a un descarte casi automático del marco positivista y del método
experimental que opera en muchas oportunidades más como una señal de cierto pro-
gresismo epistemológico (que tiene raíces deológicas como toma de posición frente
a algunos de los estragos generados por dicho marco), que como una decisión emana-
da de la reflexividad epistémica. Estragos, cierto es, que en el caso de la salud mental
han sido devastadores por las consecuencias humanas que han tenido, como lo evi-
dencia la historia de encierro asilar manicomial.
Por otra parte, existe un sector importante en las ciencias de la salud que sigue
posicionándose en una epistemología y metodología positivistas que promueven el
desarrollo de las neurociencias en su afán de alcanzar la localización cerebral del pade-
cimiento mental, e identificar los procesos neurofisiológicos y las bases genéticas del
mismo. No obstante actualmente se instala con fuerza en el seno del campo de la psi-
quiatría una tendencia que ya no busca en las neurociencias clínicas la llave del acceso
a la identificación de los padecimientos mentales, sino que lo hace en los sistemas mul-
timétricos de información aportados por el uso de los Smartphone (el big data) para
diagnosticar (cuando no crear) dichos padecimientos. Mediante el análisis estadístico
de la cantidad inconmensurable de datos en tiempo real que brindan las tecnologías
actuales, la próxima psiquiatría buscará resolver el problema de la generación de co-
nocimiento en torno del padecimiento mental.
Frente a este panorama cabe preguntarnos si el nivel epistemológico y metodoló-
gico alcanzan por si mismos para tomar partido por una u otra posición. Es más, ¿tene-
mos que tomar necesariamente una posición al respecto?
¿Es necesario abandonar definitivamente el método experimental? ¿Confirmaría
esto el abandono de la ciencia colonial moderna occidental?
No necesariamente, deconstruir (en el sentido que le asigna Derrida al concepto)
no significa destruir ni excluir, sino dejar caer ciertas tradiciones que han demostrado
haber dejado de ser significativas, efectivas en su afán de conocer y transformar la rea-
lidad, o bien que han sido encubridoras de ciertas formas de colonización. La exclusión
no genera superación, sino al contrario, forclusión, es decir imposibilidad de dialectizar,
de hacer pensable.
Intentaré clarificar este planteo a través de un ejemplo propio del campo de
la salud.
35
De los párrafos precedentes se desprende que esta discusión obedecía, y sigue
obedeciendo en sus formas actuales, a cuestiones políticas, éticas e ideológicas pro-
pias de los intereses de los actores sociales que impulsaban dichos movimientos. Por
una parte, el interés mercantil de la industria de medicamentos y las corporaciones
profesionales en la búsqueda de nuevas enfermedades que amplíen los márgenes de
venta de tecnología de diagnóstico y de tratamiento han motorizado históricamente
a una de las corrientes. En tanto que la otra ha surgido en el marco de movimientos
políticos contra hegemónicos que en salud identificaban la necesidad de comprender
la determinación social de la desigualdad en los perfiles de morbi mortalidad, y operar
en la dirección de des mercantilizar los servicios, los diagnósticos y los tratamientos
a nivel colectivo.
Pero evitando por el momento el plano de discusión político ideológica al cual arri-
baré más adelante, y ciñéndome estrictamente al debate señalado (artificio analíti-
co para argumentar en favor de la hipótesis de trabajo que planteo), vemos que la
cuestión constituye en sí misma (despojada de su dimensión ética, política, ideológica
y corporativa) un reduccionismo.
Continuando con la discusión señalada por estas dos tradiciones opuestas pero
aggionarda al escenario actual, sería totalmente inadecuado poner en discusión la ne-
cesidad de contar con un sistema de vigilancia epidemiológica de calidad para la gene-
ración de información y toma de decisiones propias de las políticas de salud.
Gran parte de los eventos de notificación obligatoria del Sistema Nacional de Vi-
gilancia Epidemiológica en Argentina se confirman gracias a pruebas de laboratorio.
Existe consenso internacional en que uno de los pilares fundamentales de las políticas
de salud en términos de impacto para el mejoramiento de los indicadores relativos
a eventos críticos actuales (como dengue, sarampión, influenza, zika, vih, para men-
cionar sólo algunos) sigue siendo la positiva identificación de una relación causal entre
una noxa y una enfermedad, o bien la confirmación de su ausencia.
Al escribir estas páginas (enero de 2019) por ejemplo, asistimos en Argentina a un
brote epidémico de uno de estos eventos, la hantavirosis (enfermedad viral trasmitida
por ratones colilargos y ocasionalmente vía contacto interpersonal) en la Provincia de
Chubut (en donde esta enfermedad es endémica) que al momento lleva 10 personas
muertas y ocasionó que las autoridades sanitarias pongan en cuarentena a la ciudad
de Epuyén, si, cuarentena de una ciudad en 2019, con 80 personas en aislamiento
y 10 fallecimientos.
37
resignificado en función de la matriz explicativa del objeto de conocimiento – interven-
ción – transformación centro de nuestra atención.
Podríamos proponer incluso una recuperación crítica de aquello que del marco
positivista y su método sigue siendo útil al conocimiento. Podemos confiar, como ya
mencioné, en procedimientos basados en la identificación de causas para orientar la
toma de decisiones posterior, o bien modelizar esquemas causales de determinación
en perspectiva dialéctica y compleja tales como las estructuras causales dinámicas
(Vasco Uribe; 1987), cadenas de redes causales (Almeida Filho, 2003), o estructuras
jerárquicas de determinación (Samaja; 2004), sin que esto debilite el enfoque explica-
tivo, enriqueciéndolo y potenciándolo.
Y al contrario, podemos hacer referencia a propuestas superadoras del positivismo
como las que se verán en capítulos próximos (3.3.3.2), sin que nuestra capacidad de
transformación del objeto se vea enriquecida o superada respecto de los enfoques
tradicionales.
Los motivos del debilitamiento de la capacidad comprensivo explicativa de las
ciencias de la salud no solo se reducen a la crisis de la racionalidad científico-instru-
mental y sus técnicas, sino a la crisis de la epistemología del positivismo y de sus de-
terminaciones histórico políticas.
Por esta razón resulta imprescindible visibilizar el proyecto político de dominación
cultural en el cual se ha enraizado la ciencia positivista moderna, de manera de llegar
al núcleo de sentido de la cuestión.
Si de dejar caer se trata, y no de desconocer o excluir, se requiere poner en te-
la juicio aquello que de la ciencia tradicional no nos permite ya comprender nuestro
objeto de conocimiento – transformación. Y esta, por el momento no es una cuestión
de método.
Centraré entonces la discusión en la explicitación de las razones que el mundo co-
lonial moderno euro céntrico occidental tuvo para fundamentar su proyecto de expan-
sión capitalista.
Rita Segato (2016), se refiere a la cuestión de la colonialidad como eje de
este análisis.
Adopto la expresión `moderno´ precedido por el término `colonial´
para expresar, siguiendo el giro decolonial con que Aníbal Quijano ha in-
flexionado la conciencia histórica y sociológica, la necesidad del evento
39
No se trató de la importación de una religión primero y de una epistemología y de
un método después, sino de la utilización de esta religión y de esta epistemología para
la conquista y colonización de los pueblos. Por esto no fue posible la coexistencia de
religiones y de conocimientos, sino la negación y eliminación de lo previo por lo nuevo,
del modelo europeo que sentaba la base del patrón de medida sobre lo alterno, lo in-
dio, que imaginarizaba lo diferente a ser dominado.
Los desarrollos de Silvia Rivera Cusicanqui (2010 y 2018) que retomaré más adelan-
te, permiten una aguda percepción sobre la profundidad y alcance de las epistemolo-
gías indígenas que fueron forcluidas y que recién en las últimas décadas vienen siendo
recuperadas (Zelaya, 2013).
La instalación de la idea de que existe una única evolución de la especie y una raza
superior (la blanca de los países colonialistas europeos cristiano occidentales) ha sido
el fundamento de la distinción binaria entre la civilización y la barbarie, por eso es que
la modernidad desde una perspectiva latinoamericanista ha constituido un proyecto
civilizatorio de dominación, y es aquí donde la racionalidad y el método científico po-
sitivista hizo su parte colonizando otras formas de conocimiento.
Esta lógica binaria como eje central del pensamiento y de la manera de simboli-
zar el mundo es propia de esta matriz de sentido que, invisibilizada, ha servido para
ontologizarlo en término de una lógica dual: norma versus desvío, objetividad ver-
sus subjetividad, femenino versus masculino, sano versus enfermo, civilización versus
barbarie, causa versus efecto, entre muchos otros opuestos que no sólo han formado
parte fundamental del repertorio de categorías teóricas de las ciencias modernas, sino
que ha sido naturalizado como parte de las metáforas cotidianas con las cuales nos
explicamos y experienciamos la realidad. Categorías conceptuales que como veremos
al introducir la matriz explicativa del objeto salud mental han sido excluyentes de otras
ontologías, epistemologías y praxis.
El positivismo lógico inauguró una serie de sentidos metafóricos ordenadores im-
prescindibles para la instalación del proyecto político de la colonial modernidad ca-
pitalista, qué otra cosa constituyen sino los conceptos de progreso, de desarrollo (de
mitos en palabras de Bautista) fundacionales de las significaciones de tiempo, espacio
e historia propias de este proyecto. Lo previo como pasado a ser superado y dejado
atrás por el progreso de la ciencia encubre la negación y eliminación de la otredad
cultural, espiritual, científica, económica y social de lo alterno a esta forma de moder-
nidad, que en nuestra región es representada por los pueblos indígenas que ocupaban
los territorios americanos.
41
2
43
Si la clásica definición de lo que es una Ciencia (“un saber con unidad de
objeto y de métodos”) fuese tomada “al pie de la letra”, la conclusión
a sacar sería que no existe una ciencia (ni muchas ciencias) de la salud.
J. Samaja (2004: 33)
45
de la salud constituyen objetos híbridos puesto que integran repertorios categoriales
distintos, entre los que menciona a las ciencias naturales, las sociales y las discursivas,
con su propias categorías conceptuales, lógicas y tradiciones. Es decir, la comprensión
– explicación de los objetos del campo de la salud requieren necesariamente de estos
distintos repertorios categoriales sin poder, en sentido estricto, ser exhaustivamente
comprendidos y explicados por uno solo de ellos.
Retomaré este desarrollo más adelante, dado que ahora quisiera señalar que, uno
de los aspectos problemáticos en los procesos educativos en sus distintas instancias
formativas (inicial, primaria, secundaria y universitaria) es el relativo a la concepción de
ciencia forjada y reproducida en las currículas de las carreras universitarias de la salud.
Si bien es cierto que existe un nutrido corpus teórico que alerta sobre esta situa-
ción, y que también existen algunas experiencias de currículos innovados en el país,
acotando el análisis a la formación curricular universitaria de grado y posgrado –sobre
todo teniendo en cuenta las universidades de mayor tradición, la clásica definición de
Ciencia con mayúscula, como la denomina Juan Samaja en el acápite de inicio, conser-
va su hegemonía en el armado de la matriz de sentido curricular de las carreras de la
salud, irradiando a los distintos espacios disciplinarios tales como la medicina, la psico-
logía, la enfermería, la nutrición, por mencionar sólo algunos.
La necesaria trasformación respecto de la noción de ciencia, objeto y métodos
no se ha realizado hasta el momento en las carreras de salud, o por lo menos no
en forma integral y coherente, existiendo sí diversos espacios que marchan en esta
dirección, pero que no son suficientes para modificar la matriz positivista de la forma-
ción profesional.
Sigue instalándose de esta manera una brecha entre las herramientas teóricas con-
ceptuales propias de la formación académica y las necesidades de aprendizajes y com-
petencias profesionales que se ajusten a los problemas de la práctica en territorio; la
ciencia que estudiamos no es la ciencia que nos permite resolver muchas de las situa-
ciones concretas de las prácticas en salud.
En síntesis, en el ámbito de la salud se sigue reproduciendo un proceso de en-
señanza universitaria que posteriormente se traduce como modelo de competencias
profesionales en servicios de salud, que mantiene las distintas características que iden-
tifiqué como propias de una matriz de sentido colonial occidental moderno capita-
lista. Tanto en lo que hace a su configuración en términos de proyecto político social
y económico, como en lo que hace a la concepción de ciencia en términos de objeto
y método.
47
constructo teórico que traduce y explica las características y mandatos sociales de esta
forma de modernidad en términos de ciertos binarismos: razón – locura, salud – enfer-
medad, mente – cuerpo, curable – incurable, encierro – libertad, son duplas dicotómi-
cas propias de esta representación imaginaria instituida.
Será recién en la modernidad tardía de finales de siglo XX (también de matriz eu-
ropea), cuando surjan categorías conceptuales que sacudan los cimientos del proyecto
de ciencia con la consolidación o emergencia de marcos epistemológicos que conmue-
van al objeto y método positivista.
Y será en Latinoamérica (o en los sures, para tomar la idea de Boaventura de Sousa
Santos en tanto metáfora de las geografías de la dominación) donde surjan o se reto-
men proyectos de ciencia alternos al proyecto colonial moderno y patriarcal de europa
occidental, tales como las epistemologías mestizas.
Profundizaré en los marcos epistemológicos de la modernidad europea tardía,
y en las epistemologías mestizas del sur en el próximo apartado, cuando desarrolle
la matriz explicativa del objeto salud mental. Por ahora basta con sostener, siguiendo
la línea argumental propuesta, que la salud y la salud mental no pueden ser conside-
radas científicas en los términos del proyecto de ciencia de la primera modernidad;
pero sí podrán serlo en los términos del proyecto científico de algunas corrientes de
pensamiento de la sobre modernidad europea, y de una ciencia decolonial del sur.
Que puedan serlo implica que constituyen más un proyecto en curso que un modelo
acabado. Volveré sobre esto algunos apartados más adelante.
49
3.1. Enfoque pedagógico
51
forma explícita y sistematizada un diálogo e inter juego permanente entre estas tres
dimensiones propuestas.
La MDCEOSM reinterpreta e integra diversos planteamientos teóricos de autores
latinoamericanos del campo de la salud, entre los que destacan el epidemiólogo ecua-
toriano Jaime Breilh (2000), que anticipó la necesidad de una articulación de estas
dimensiones de análisis en su teorización sobre las matrices críticas; el sociólogo ar-
gentino Juan Samaja con la noción de objeto híbrido ya referida (2004), el epide-
miólogo brasilero Naomar Almeida Filho con la articulación de los circuitos dialécticos
de la salud colectiva y la propuesta de operacionalización de los integrales de salud,
enfermedad, atención, cuidado (2003); con pensadores andinos como la socióloga bo-
liviana Silvia Rivera Cusicanqui con la propuesta de epistemologías mestizas o ch´ ixi
(2018), el filósofo argentino Enrique Dussel con el desarrollo del giro descolonizador
(2015) y otros pensadores críticos como el sociólogo portugués Boaventura de Sousa
Santos que plantea una perspectiva decolonial de la ciencia con su epistemología del
sur (2009), la psicóloga argentina Alicia Stolkiner (2013, 2017) y los médicos argenti-
nos Mario Testa (1997) y Emiliano Galende (1994, 2006), entre tantas otras personas
significativas del campo de la salud colectiva latinoamericana.
Como primer supuesto, parto de la necesidad de conservar la noción de objeto, en
el sentido que el esfuerzo intelectual, afectivo, humano por conocer supone siempre
cierta objetivación de la realidad. Dejando caer el debate entre el positivismo y las
ciencias simbólicas normativas determinante de la batalla entre el objetivismo y el
subjetivismo fundante de este par de opuestos contradictorios, el conocimiento resul-
ta de los emprendimientos humanos en pos de comprender y explicar la realidad, que
es objetivada mediante un proceso de construcción e interpretación intra, inter y trans
subjetivo (volveré sobre estos tres momentos más adelante al referirme a las opera-
ciones – cap. 3.4.2.).
Las discusiones en torno de los pares ciencia estándar o tradicional versus ciencia
no estándar o crítica, explicación versus comprensión, objetividad versus subjetividad
como ya he mencionado son extensas (Marrandi, Archenti, Piovani, 2018). Discusión
que se instala inevitablemente en la concepción que se tenga sobre la ciencia, el mé-
todo y las técnicas.
¿Necesitamos eliminar alguno de estos términos, o definir académicamente la su-
premacía de uno sobre el otro? Ciertamente no, el proceso mismo de conocer el mundo
resulta de la permanencia y coexistencia de planos de mutua determinación (objeti-
vante - subjetivante) como acciones esenciales del acto humano de conocer. Subyace
aquí otro supuesto, de no supresión, conquista o forclusión, que hace a la necesidad de
53
y negativos en un momento particular (la semana anterior a la toma) de un padeci-
miento psíquico que es rotulado con un diagnóstico determinado (esquizofrenia), al
cual se llega asignando una puntuación basada en las observaciones de un entrevis-
tador o entrevistadora referidas a la presencia o no de una serie de ítems y al grado
de severidad de los mismos (en caso de ser identificados), es decir, una valoración
claramente subjetiva dado que la sensibilidad, afectividad, experiencia, competencia,
conocimiento, cultura, género, ideología entre tantos otros planos posibles de cada
entrevistador o entrevistadora incidirá seguramente en la observación.
Tomo este ejemplo por su simplicidad ilustrativa, pero en definitiva con mayor
o menor grado de complejización y reflexividad, toda denominación en salud mental
tiene fines clasificatorios y, como veremos más adelante, implica una ecuación obje-
tivo – subjetivo que intenta definir a través del lenguaje un aspecto del padecimiento
psíquico de acuerdo al conocimiento disponible en un momento histórico, cultural, po-
lítico, económico particular, proceso que le asigna un carácter performativo (Galende,
2008) a dicha acción comprensiva.
Esto introduce ciertas tensiones que son inherentes al proceso mismo, que no
pueden ser eliminadas (como ha modelizado el positivismo lógico) y que podríamos
graficar a través de bandas de moebius que sintetizan facetas, momentos y aspectos
analíticos (es decir formales, dado que en la realidad se presentan necesariamente abi-
garrados) entre los cuales podemos mencionar lo individual – colectivo, lo particular
– singular – general, lo inductivo – deductivo, entre otros posibles.
La noción hasta aquí presentada se sintetiza de la siguiente manera: O [(o-s) (i-c)
(p-s-g) (i-d-t) (n…)]).
Figura 1: Planos analíticos del objeto salud mental
Referencia: Planos analíticos del objeto O [(o-s) (i-c) (p-s-g) (i-d) (n…)] donde: (o-s) = objetivo-subjetivo,
(i-c) = individual – colectivo, (p-s-g) = particular-singular-general, (in-d) = inductivo-deductivo y (n…) =
otros planos o tensiones posibles.
55
Esquema 1: objeto integrado salud mental
Referencias: Planos de análisis del objeto salud mental (Figura 1) = OSM [(o-s) (i-c) (p-s-g) (i-d-)].
Integrado de conocimiento – intervención– transformación = I [c-i-t].
Una vez argumentada la necesidad de referirme al objeto OSM [(o-s) (i-c) (p-s-g)
(i-d-t)] integrado de conocimiento intervención transformación I [c-i-t], me referiré
a las tres dimensiones de análisis propuestas para la configuración de la matriz decolo-
nial comprensiva explicativa salud mental.
Otro de los supuestos centrales de trabajo planteado es que se requiere la inclu-
sión sistemática del plano ontológico, epistemológico y praxiológico para comprender
- explicar al objeto salud mental integrado, dimensiones estas que en lo que sigue
analizaré por separado con fines expositivos pero que coexisten, son simultáneas y se
determinan mutua y permanentemente en cada momento socio histórico concreto que
se aborde. Una aproximación que nos permita comprender la esencia de un ser en el
mundo como es la salud - enfermedad (dimensión ontológica), se asocia inevitable-
mente al conocimiento científico y a la capacidad tecnológica desarrollada para obser-
varlo y comprenderlo (dimensión epistemológica), y a las competencias profesionales
57
era una institución privada la que concentraba muchos de los esfuerzos que hacían
posible el diagnóstico y tratamiento de este padecimiento en el país, en alianza con
laboratorios también privados que en EEUU realizan la identificación de esta mutación
genética (que aún no se realizaría en Argentina). Es decir que las personas que tienen
capacidad de pago directo (ninguna obra social o empresa de medicina prepaga cubre
este estudio) podrían acceder a ser incluidas en el protocolo de investigación clínica
para la determinación de esta mutación.
En el caso del sector público estatal, era un hospital especializado el que desa-
rrollaba los esfuerzos en el área de diagnóstico y tratamiento referido a este padeci-
miento. Informalmente, supe que una de las profesionales que desarrolló su trabajo
por años en este síndrome a través de becas de investigación del CONICET (Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas) con sede en una universidad pública estatal
ha sido expulsada del sistema de investigación de CONICET en el marco del ajuste pre-
supuestario del último año de dicha institución, y la universidad nacional que alojaba
su desarrollo no ha podido absorberla en su planta debido al ajuste que ha tenido el
presupuesto universitario público. Claro ejemplo de cuál es el sector que tomará la
posta los próximos años en el desarrollo científico de esta área y quiénes serán sus
potenciales beneficiarios.
Pero retomando el análisis de este apartado, observamos por una parte la mutua
imbricación de las tres dimensiones señaladas, por otra, que sostiene el par compren-
sión - explicación como momentos necesarios del proceso, que no pueden ser subsu-
midos uno en el otro sino que requieren ser sostenidos como alteridades necesarias
(según hemos caracterizado al referirnos a la epistemología ch´ixi).
El claro énfasis en el carácter biológico del análisis realizado del padecimiento to-
mado como ejemplo (repertorio categorial de las ciencias naturales en la terminología
de Juan Samaja) me permitió esquematizar el análisis propuesto.
En lo que sigue, veremos estas dimensiones en relación a la salud mental, es decir,
tomando como noción nuclear a la salud y ya no la enfermedad, desde la especificidad
de lo mental.
Este plano de análisis implica preguntarnos sobre el ser de nuestro objeto, sus con-
diciones de existencia: ¿qué es la salud mental? ¿Es una entidad? ¿Existe la salud men-
tal como ente, existente o hecho? ¿Existe una salud mental decolonial?
Retomo aquí la sistematización realizada por Juan Samaja (2004: 34 y siguientes),
en la que aborda la batalla ontológica (término tomado de Anthony Giddens) existente
para dar entidad al asunto de la salud, en la cual apela a las tres ontologías para ha-
blar del mundo que considera Bruno Latour: aquella que postula la existencia de entes
naturales (cosas reales del mundo) de la que se desprenden las ciencias que caracte-
rizamos como modernas positivistas (cap. 2) aquella que prioriza en su formulación
a las relaciones sociales y de poder, tales como las que se desprenden de las ciencias
simbólico normativas o ciencia no estándar (Parrandi, 2012); y en tercer lugar, la que
postula a las construcciones discursivas y a las producciones de sentido tales como el
deconstructivismo. Ontologías que Bruno Latour sintetiza como: naturalización, socia-
lización y deconstrucción.
Profundizando la noción de objeto híbrido, la salud mental constituye un objeto de
estas características, que condensa las diversas ontologías señaladas por Latour, cons-
tituyendo simultáneamente a los hechos concretos del mundo que sintetizan la unidad
de lo diverso término utilizado por Bruno Latour , que ya fuera anticipado por Marx
(1859: 258). Las situaciones propias del campo de la salud mental condensan entonces
entes naturales, relaciones sociales de poder y construcciones discursivas.
En términos de Juan Samaja, desde la perspectiva ontológica la salud es una espe-
cie de bien (2004: 35) que pertenece al orden del ser (entes, cosas, hechos) y al orden
del deber ser (sentidos y representaciones sociales), es decir, involucra necesariamen-
te hechos y valoraciones, juicios de existencia y de atribución.
Se rompe así con el debate del campo de la salud relacionado a las ciencias natu-
rales por un lado y las sociales por otro, en donde las ciencias positivistas explican la
biología y las ciencias interpretativas explican lo social. Las ciencias de la salud son na-
turales, sociales y discursivas simultáneamente, los múltiples repertorios categoriales
propios de cada una comprende y explica facetas que hacen a una totalidad compleja
con historia (p. 146).
59
Cualquier hecho de salud implica una valoración, para que una determinada situa-
ción (estado de cosas) sea considerada como una enfermedad o padecimiento tiene
que ser puesta en relación a otra situación que es considerada esperable o deseable en
términos de salud o bienestar (p. 140). Lo normal o anormal, esperable o indeseable de
un objeto o hecho no resulta inherente al objeto mismo sino que refiere a una expecta-
tiva o normatización externa al él.
Esta ontologización se enriquece con la noción de cuerpo subjetivo (Canguilhem,
2004), según la cual lo sano o enfermo, el bienestar o malestar en el plano de lo mental
no solo obedece a las hetero normatizaciones, aquellas regulaciones macrocontextua-
les de determinación, sino que incluyen también las valoraciones afectivas y signifi-
caciones del sujeto. En otros términos, qué se considera sano o enfermo en el orden
de lo mental no sólo obedece a las determinaciones sociales externas al proceso, las
que denomino hetero determinaciones, sino a la comprensión del mismo sujeto, que
llamo auto regulaciones, en tanto regulaciones producidas desde la propia percepción
y experiencia.
Observamos que en este esquema de análisis tensiones tales como ser - deber
ser, natural – social, ente (existente) – valor (atribución), externo – interno, objetivo
– subjetivo se sostienen, no se anulan recíprocamente ni se colonizan, existen como
contradicciones necesarias.
Vuelvo aquí sobre el concepto de mestizaje como argumento comprensivo de estas
contradicciones, y a la diferencia formulada por Rivera Cusicanqui entre hibridación
(pérdida de identidad de los componentes) y mezcla (enlazamientos que conservan
lo propio).
La noción de cuerpo subjetivo sostiene estas tensiones y define el carácter de la
entidad salud mental, en tanto hecho objetivo (juicio de existencia) que es construido
intra, inter y transubjetivamente (juicio de atribución), histórica y socialmente deter-
minado (hetero determinaciones) pero individual y comunitariamente regulado (auto
y meso regulaciones), externo e interno al sujeto en simultáneo, cultural y biológico al
mismo tiempo.
Retomo la idea de densidad abigarrada que toma Silvia Rivera Cusicanqui de René
Zavaleta para referirse a lo ch´ixi, porque desde el pensamiento andino (aymara en
este caso) proviene una ontología alterna a la colonial moderna occidental que permite
definir a la salud mental como una entidad poderosa en su indeterminación, alternati-
va al pensamiento binario europeo occidental: ni salud ni enfermedad, salud y enfer-
medad, ambas a la vez en tanto entidad.
61
ser, lo que no tiene sentido y, en consecuencia, lo que no es posible. Desde el horizonte
del ser, lo único posible es el desarrollo del ser. Lo que es funda lo que se debe hacer
(…) Por eso la crítica no puede reducirse al orden del aparecer o lo que es, sino debe
dirigirse al fundamento o el horizonte del ser mismo (p. 25).
Introduzco este esquema conceptual como aporte a una ontología decolonial que
subvierta la matriz según la cual el objeto se define exclusivamente por lo que es
y que, abriéndose a lo inaudito (lo que era imposible de ser pensado en el marco de la
ciencia estándar), también se defina por lo que no es, porque lo que no es, es también
como posibilidad.
Innumerables situaciones clínicas individuales, familiares y comunitarias quedan
inmediatamente trastocadas si las imaginamos desde esta óptica. Lo que es (el ser) es
lo que podemos ver – pensar – sentir, pero en ese mismo instante lo que no es (el no
ser) existe como posible.
La sociología de las ausencias que propone Boaventura Sousa Santos va en esta
dirección, intenta demostrar que lo que no existe es, en verdad, activamente producido
como no existente, o sea, como una alternativa no creíble a lo que existe. (…) el obje-
tivo es transformar objetos imposibles en posibles, y con base en ellos transformar las
ausencias en presencias (2009: 109).
Históricamente nuestro campo ha abordado la enfermedad mental, no la salud
mental. En sentido estricto, si por este sentido nos referimos a la ciencia estándar co-
lonial, deberían llamarse ciencias de la enfermedad mental. Si lo científico es lo de-
mostrable exclusivamente a través de juicios de existencia y el ser es la enfermedad, el
único horizonte de sentido posible es ese ser y en función de él la fundación del hacer.
La larga tradición de las instituciones de encierro se basa en definitiva en esta acepción
del hacer (ver cap. 3.4.3.).
Una ontología decolonial se abre a lo inaudito, definiciones del ser (juicios de exis-
tencia) y definiciones del no ser (juicios sobre lo que no es). Es decir, horizontes de sen-
tido que no sólo fundamenten su referencia a la realidad a partir de lo que está siendo
(demostración empírica), sino también a partir de lo es posible que sea.
Este giro ontológico, rebelión de los límites como lo denomina Bautista, nos permi-
te comprender que el horizonte de sentido moderno occidental forjó un concepto de
salud en tanto proyecto político hegemónico fundado en un único modo de ser posible
que, constituido como única referencia existencial, niega lo que no es.
Si el objeto de la ciencia moderna se funda exclusivamente en un juicio de existen-
cia, el único ser posible es la enfermedad, objeto del mundo concretizado en la biología
63
64
Cuadro síntesis 1 (punto 3.2.): Dimensión ontológica del modelo integrado de salud mental.
Abordaré ahora el plano del conocimiento científico, relativo a las teorías y cuerpos
conceptuales actuales sobre la salud mental, y las epistemologías emergentes en la
conceptualización de la misma, lo cual nos permitirá generar aprendizajes significati-
vos y, fundamentalmente, identificar los vacíos de conocimiento que –deconstrucción
de la racionalidad científico positivista mediante- constituye un aspecto estructurante
inevitable del proceso científico de conocer la realidad y no una falencia de la teoría
necesariamente.
La dificultad de abordaje de los problemas que enfrenta el campo de la salud men-
tal no solo nos obliga a comprender y explicarlos mejor a partir de las teorías propias
del campo, sino a identificar con la mayor rigurosidad posible lo que no podemos com-
prender y explicar en cierto momento, de cara a la generación de nuevos conocimien-
tos socialmente útiles y potencialmente contra hegemónicos.
Visibilizado el carácter político de toda ciencia, y partiendo de la noción de brecha
ontológica mencionada al final del apartado previo como fundamento, avanzaré en el
análisis de la ciencia tomando la propuesta de Jorge Alemán (op. cit), construida a su
vez en base al pensamiento de Ernesto Laclau, sobre (…) la imposibilidad del discurso
de nombrar objetivamente a la totalidad de lo social. Esta fractura, esta brecha que
vuelve imposible pensar en una sociedad unificada y totalizable, es la condición formal
y no empírica del antagonismo (Alemán, op. cit.: 25).
Esta imposibilidad del discurso (en nuestro caso el científico) de nombrar objetiva-
mente la totalidad de lo social como condición formal y no empírica, instala una marca
definitiva en la capacidad comprensivo explicativa de la ciencia, dejando caer gran
parte de los supuestos sostenidos por la modernidad positivista, en nuestro caso el
ideal de definir científicamente a la salud y a la enfermedad en su totalidad. Inaugura
una epistemología de la incompletud como propia del proceso mismo de conocimiento
científico, que guía el análisis de la producción teórica relativa al integrado salud men-
tal que abordamos.
Pero antes de avanzar en una conceptualización decolonial de la ciencia desde una
epistemología de lo inacabado como horizonte del conocimiento científico en salud
65
mental, tal el objetivo que propongo, repasemos brevemente algunos conceptos tra-
dicionales en este plano.
A los fines expositivos, trazaremos una línea de tiempo (en clave de la tempo-
ralidad histórica moderno occidental) para describir la noción de ciencia a la que
haré referencia.
La preocupación por el descubrimiento, el conocimiento y la ciencia en sentido
general ha formado parte de las inquietudes del ser humano desde tiempos remotos,
reconduciéndose al espíritu griego, fundante de la cultura occidental cristiana, el des-
cubrimiento del concepto de ciencia (Pardo 2012: 18).
Provenimos de tradiciones formativas que se han centrado en esta cultura occiden-
tal como versión hegemónica de la historia, desconociendo la preexistencia de otras
culturas y cosmovisiones. Me ceñiré por ahora a esta versión hegemónica, según la
cual, en sentido amplio la historia de la ciencia presenta tres grandes momentos: el
correspondiente al paradigma 2 pre moderno que incluye a la antigüedad clásica (pen-
samiento griego) y la edad media (feudalismo) (desde el siglo VI A. C. hasta el XVI), el
paradigma moderno (desde el siglo XVI hasta los años ´60s del siglo XX), y el paradig-
ma actual, posmoderno o tardomoderno (que inicia a mediados a fines de los ´60s del
siglo XX hasta nuestros días) (Pardo; op.cit. 27).
2 De las diversas acepciones que el propio Thomas Kuhn dio al término paradigma en la posdata al libro
La estructura de las revoluciones científicas, escrita en 1969, 7 años después de la primer edición original,
tomo para este capítulo aquella que refiere exclusivamente al carácter epistemológico, es decir a la reflexión
sobre las reglas para la producción del conocimiento científico. Cabe destacar la interesante discusión que
mantienen los autores de la salud colectiva latinoamericana Naomar Almeida Filho y Jaime Breilh (Almeida
Filho, 2000: 28; Breilh, 2003:93) en torno de las acepciones del término y sus usos en el campo de la salud;
así como los análisis más recientes de otro autor de la salud colectiva, Everardo Duarte Nunes, en torno de
la recuperación crítica de esta noción en las discusiones actuales (Nunes; 2014 y 2016).
67
3.3.2. La ciencia moderna occidental
69
occidental, en el seno del proceso de separación entre la ciencia y la filosofía como
esferas distintas del conocimiento.
En este contexto se forja durante los siglos XVII y XVIII un sentido fuerte del con-
cepto de epistemología destinado al establecimiento de los criterios y la validez de to-
do conocimiento, en tanto que en la modernidad tardía de mediados del siglo pasado
a inicios del siglo XXI se construye un sentido más débil de la epistemología que tiende
a la problematización de los aspectos referidos a la historia de la ciencia y su método,
potenciando su capacidad de comprensión socio histórica (Palma, Pardo; 12).
Actualmente se reconoce la existencia de dos significados asignados al término
epistemología (Gregorio Klimovsky en: Di Tella y otros; 2006: 222-223), el primero
referido a la teoría del conocimiento en general, que aborda todas las formas de cono-
cimiento humano y se incluye en el campo más amplio de la filosofía; y el segundo, que
atañe al conocimiento científico particularmente, es decir a las formas socio históricas
a través de las cuales el mismo se produce, estructura y valida.
Esta segunda acepción es la que seguiré en esta obra, que tiene como objetivo el
estudio de las regularidades epocales mediante las cuales se genera el conocimiento
científico en determinada comunidad, y que presupone la existencia de tres contextos
(Di Tella y otros; op. cit) inherentes a la reflexión epistemológica: el de descubrimiento,
que hace a preguntas tales como ¿en qué circunstancias se produce el saber? ¿quién
y en qué momento histórico social se produjo una determinada teoría? El de justifi-
cación, que se pregunta por la fundamentación de las teorías, su estructura, lógica
y corrección. Y el de aplicación, cuya preocupación constituye el aspecto instrumental
de la ciencia en su capacidad de aplicarse en la realidad, de accionar sobre ella.
Cabe señalar la importancia central de distinguir entre la epistemología y la me-
todología, en tanto la primera persigue reflexionar críticamente sobre los modos de
producción del conocimiento científico en los tres contextos de determinación mencio-
nados, la segunda persigue establecer aquellas reglas a seguir para la producción de
nuevos conocimientos científicos.
71
(sólidos modernos en términos de Bauman) que empiezan a erosionarse, a debilitarse,
tales como el sentido del trabajo, del Estado-nación, de la seguridad social, de la repre-
sentación política, de la familia y, por supuesto, de la ciencia.
Analizaré brevemente estas transformaciones.
A mediados de la primera modernidad (siglo XIX), se consolidaron dos paradig-
mas 3, el materialista histórico y el positivista.
El materialismo histórico y el método dialéctico constituían para Karl Marx el modo
científicamente correcto para el conocimiento de la realidad, yendo de lo abstracto a lo
concreto: (…) las reproducciones abstractas conducen a la reproducción de lo concre-
to por la vía del pensamiento. (…) el método que consiste en elevarse de lo abstracto
a lo concreto no es sino la manera de proceder del pensamiento para apropiarse de lo
concreto, para reproducirlo mentalmente como cosa concreta (Marx [1859] 1978: 259).
Este paradigma introduce la idea de unidad de lo diverso para hacer referencia a la
síntesis de las múltiples determinaciones de lo concreto, (…) lo que constituye el movi-
miento dialéctico es la coexistencia de dos lados contradictorios, su lucha, su fusión en
una categoría nueva (Karl Marx, citado en Vasilachis de Gialdino; 1992: 33).
El concepto de totalidad en tanto categoría nuclear surgida del pensamiento mar-
xista constituye una clave para los desarrollos teóricos de los cientistas sociales pos-
teriores. La misma ha sido conceptualizada de diversas maneras: como una voluntad
estratégica de los sujetos sociales (Lefebvre, 1961), como el nivel de predominancia
jerárquica en la determinación del conjunto sobre las partes, o como construcción del
pensamiento crítico dialéctico (Vasilachis de Gialdino, op. cit: 35). Estos desarrollos
constituyen los pilares de las distintas corrientes marxistas fundantes de la que se de-
nominará posteriormente teoría crítica, que en las décadas de 1920 y en la 1930 nuclea
a autores tales como Horkheimer, Adorno, Marcuse, Benjamin y Fromm, los que desde
campos disciplinares diversos tales como la sociología, la filosofía, el psicoanálisis, la
economía y las artes se combinan para promover un nuevo enfoque de investigación
en ciencias sociales, denominado Escuela de Frankfurt (Alvesson & Sköldberg, 2000:
111). Planteando postulados que siguen vigentes hasta el presente con sucesivos desa-
rrollos encuadrados en las actualmente llamadas ciencias sociales críticas.
3 Explicitado ya el uso del término paradigma en su acepción epistemológica, tomo a partir de aquí la
definición de paradigma de Vasilachis de Gialdino, según la cual (…) estos paradigmas son definidos como
los marcos teórico – metodológicos utilizados por el investigador para interpretar fenómenos sociales en el
contexto de una determinada sociedad (op. cit.: 9).
73
diversas teorías que intentaron transformar o convertir a las ciencias sociales y huma-
nas en positivas o duras: las sociologías de Durkheim, Merton o Parson (Vasilachis de
Gialdino, op. cit.), las psiquiatrías de Pinel, Esquirol o Kraepelin (Bercherie, 1980) o las
psicologías experimentales de Herbart, Fechner, Helmholtz y Wundt (Lodieu, 2006)
para mencionar solo algunos ejemplos de la influencia de Comte en este campo.
De manera tal que las discusiones centrales en el campo de las ciencias, incluso
en el de las ciencias sociales, giraban en relación a estos dos grandes marcos teórico
metodológicos.
Hacia finales del siglo XX, al decir de Irene Vasilachis de Gialdino (1992), estos eran
los dos paradigmas consolidados, en tanto que el paradigma interpretativo por ese
entonces se encontraba en vías de consolidación.
Este paradigma, cuyo supuesto básico (…) es la necesidad de comprensión del sen-
tido de la acción social en el contexto del mundo de la vida y desde la perspectiva de
los participantes (Vasilachis de Gialdino, op. cit: 43), surge de una crítica sistemática al
positivismo y su proyecto de naturalización de las ciencias sociales.
Autores como Weber, Schutz, Cicourel o Husserl abonan a una perspectiva científi-
ca que delinean diferentes enfoques dentro del paradigma interpretativo tales como:
a- el etnográfico, que describe unidades sociales concretas para reconstruir sus cultu-
ras, formas de vida y estructuras; b- el fenomenológico, que enfatiza el conocimiento
que las personas mismas otorgan a sus experiencias de vida reconstruyendo los pro-
cesos mismos de interpretación; c- el interaccionismo simbólico, que acentúa el des-
cubrimiento de los modos de elaboración de los significados socialmente construidos
en tanto productos de la interacción simbólico social; y d- el etnometodológico, que
apunta al conocimiento de las prácticas procedimientales puestas en juego por los ac-
tores sociales en su vida cotidiana (Rodríguez Gil, 1986; Souza Minayo, 1997).
Se produce un centramiento en el problema de la comprensión más que en el de
la observación del mundo objetivo, siendo la interpretación de los significados social
y simbólicamente construidos la esencia de este paradigma, y la razón del énfasis en
la participación no intrusiva para una compresión hermenéutica del mundo de la vida.
Observamos que se trata de un paradigma epistemológico que introduce rupturas
en cuanto al objeto, en tanto se constituye al otro como objeto de estudio (Denzin
& Lincoln, 2012), los enunciados y tipo de verdad que promueve, apoyados en cono-
cimientos basados en la experiencia de los sujetos sociales y no del investigador, con
métodos que priorizan los modos de proceder inductivos, con una perspectiva holística
de la realidad social. Sus axiomas (González Monteagudo, 2001) quiebran el concepto
75
metodológica que se oponía a la hegemonía positivista de la ciencia sino en un enfo-
que que permitió instalar otras cuestiones como por ejemplo aquellas ligadas a la recu-
peración de la voz de las y los participantes del proceso de investigación, a la democra-
tización de las relaciones de poder inherentes a la investigación científica, la inclusión
de la perspectiva subjetiva, relacional y afectiva entre otros tantos aspectos que hacen
a una postura ética en consonancia con el respeto de los derechos humanos. La cual no
es una cuestión menor.
Vimos hasta aquí que a lo largo del siglo XX se han ido consolidando los tres pa-
radigmas epistemológicos mencionados, cada uno con sus avances, crisis, rupturas
y desprendimientos teóricos que exceden ampliamente un análisis exhaustivo en el
marco de esta obra.
Pero este acotado desarrollo sobre los debates paradigmáticos y teóricos es nece-
sario para comprender cómo las epistemologías del siglo pasado han ido acompañan-
do (generando y siendo generadas por) el giro histórico entre la primera y la segunda
modernidad.
La reflexión epistemológica de finales de siglo pasado se ha servido en gran me-
dida para comprender estas transformaciones paradigmáticas de la tradicional teoría
de Tomás Kuhn (1962) que, criticando la concepción positivista instalada del progreso
de la ciencia a través de la acumulación, se refiere a la estructura y periodización de la
misma según una secuencia de momentos normales, surgimiento de anomalías para-
digmáticas y posteriores revoluciones científicas para dar comienzo a un nuevo ciclo de
ciencia normal (pensamiento estructuralista).
Cabe reiterar el análisis que realiza Edverardo Nunes (2014) sobre las múltiples
acepciones del término paradigma y sus usos en ciencias sociales de la salud, sobre
todo por el trabajo realizado con la obra de Tomás Kuhn, y los cambios que en la misma
experimentó esta noción. En última instancia, el análisis introducido por el mismo Kuhn
en la posdata de 1969 a la edición original de su libro, anticipa ya en cierta manera una
necesaria crítica a la concepción presentada en su obra, la cual construye en definitiva
una lectura homogenizante de la ciencia que analiza hacia adentro de cada paradigma
sus fortalezas y transformaciones, evitando la confrontación con una realidad en la
cual hay coexistencia y solapamientos paradigmáticos (post estructuralismo). Visión
que no escapa del mito moderno del progreso ilimitado que termina convirtiéndose
en limitante.
77
conocimiento científico. La idea de la unidad de la ciencia, propuesta como objetivo
central de esta epistemología, aborda las diferencia entre el conocimiento científico
y el filosófico sosteniendo que (…) no existe ninguna técnica que satisfaga a todas las
mentes: el conocimiento total es actualmente, y tal vez lo será siempre, una cuestión de
síntesis en parte subjetivas, pues se encuentra dominado de hecho por juicios de valor
que no son universalizables sino específicos a ciertas colectividades o incluso a ciertos
individuos (Piaget, 1970: 88).
Se trata de una ruptura esencial ya que, a diferencia de las tradiciones paradigmá-
ticas mencionadas hasta aquí, no profundiza en la crítica hacia dentro de los paradig-
mas sino que realiza una crítica que resulta en definitiva transversal a todos, señalando
diversos puntos ciegos en su capacidad comprensiva explicativa, avanzando en una
propuesta epistemológica de integración y síntesis que retomaré más adelante.
En esta línea Piaget propone resolver el problema de la unidad de la ciencia cam-
biando el modo de comprender a las diversas ciencias mediante la idea de proceso
o ciclo en lugar de secuencia lineal (op. cit: 108). La secuencia lineal tradicional en la
cual se desarrolló históricamente la ciencia poseía una dirección que iba desde las ma-
temáticas a la física, de ésta a la biología y de ésta a la psico sociología; derrotero que
en los términos presentados con anterioridad marcaba la diferencia entre las ciencias
formales y las fácticas en tanto campos científicamente irreconciliables.
Pero, al decir de Piaget, los conocimientos alcanzados en estas distintas disciplinas
muestran que (…) las dos extremidades de esta serie tienden a encontrarse para for-
mar una especie de círculo postulando una doctrina abierta que tiende puentes entre
los extremos de esta cadena y tiene como una de sus principales consecuencias lo que
denomina las dos direcciones del pensamiento científico según la cual existe una conti-
nuidad inevitable entre el sujeto y el objeto en juego en todo conocimiento. Círculo de
las ciencias que (…) alcanza una unidad por interdependencia entre las diversas cien-
cias tal que las disciplinas opuestas en este orden cíclico sostienen entre sí relaciones
de reciprocidad (p. 109-110).
El esfuerzo de la propuesta piagetina trasciende con la noción de unidad de lo di-
verso la tradición escotomizada de los paradigmas epistemológicos presentados como
irreductibles, sin que esto promueva una epistemología relativista o reduccionista ope-
rante por sumatoria o evitación de los conflictos emergentes de la integración teórica.
Este esfuerzo es profundizado, junto a Rolando García, al establecer una analogía entre
los distintos períodos históricos de la ciencia y los propios del desarrollo psicogené-
tico (Piaget & García, 1982) de manera tal que, sostienen, ambos presentan procesos
79
Los paradigmas emergentes proponen epistemologías que trascienden las viejas
dicotomías y encerronas teóricas. Tal es la incorporación de teorías provenientes del
campo de las matemáticas (ciencias formales) para abordar objetos y hechos sociales
(ciencias fácticas) tales como la teoría fractal del matemático Benoit Mandelbrot en
1975 o la teoría del caos del meteorólogo Edward Norton Lorenz (1993), integraciones
que fortalecen la propuesta de círculo de las ciencias piagetiano ya mencionado.
Estas teorías permiten considerar otros principios estructurantes más allá del orden
causal predominante en la epistemología convencional tales como las discontinuida-
des, las bifurcaciones y las paradojas, entre las cuales destacan: a- el orden a partir del
caos (expectativa de formas alternativas de determinación surgidas a partir de proce-
sos aparentemente desordenados o caóticos), b- lo nuevo a partir de lo existente, posi-
bilidad de la emergencia de lo nuevo desde algo que no estaría contenido en la síntesis
de los determinantes potenciales, c- eventos que no siguen la lógica del efecto pro-
porcional al estímulo causal específico (cuestión de la discontinuidad), d- iteratividad
o efectos de los sistemas dinámicos no convergentes y no finalísiticos (retroalimenta-
ción, circuitos de feed back). e- efecto mariposa: efectos potencializados de estímulos
débiles en sistemas dinámicos complejos (Almeida Filho, 2006: 126).
81
Como ya he mencionado, los aportes teóricos y técnicos de estos movimientos son
múltiples en distintas líneas de trabajo tales como la planificación, la epidemiología, la
participación política, la gestión, la investigación científica académica por mencionar
solo algunos. En lo que sigue centraré la atención en la reflexión epistemológica en
salud que aportan estos movimientos sobre la salud.
Los autores y autoras partícipes de estas corrientes sostienen una crítica funda-
mentada a la inercia tradicional de la racionalidad instrumental acrítica del sanitarismo
tradicional, sosteniendo la necesidad de una revisión teórico epistemológica de las ca-
tegorías explicativas centrales del campo para visibilizar las relaciones de poder inhe-
rentes al mismo, en lugar de centrar los esfuerzos en un abordaje meramente técnico
que no llega al hueso de los problemas de salud centrales de la región.
El fracaso de los distintos movimientos ideológicos en salud (Almeida Filho & Paim,
1995) en términos históricos no se debe entonces a la debilidad de sus técnicas, sino
a la progresiva incapacidad explicativa de la epistemología que fundamentaba dichas
técnicas. En otras palabras, los enfoques, métodos y técnicas pueden cambiar, mejo-
rarse o incluso sustituirse, sin que se modifique el piso epistemológico sobre el cual
descansan sus fundamentos teóricos; y eso es lo que ha pasado a juicio de estos auto-
res en la historia de las propuestas de salud. Razón por la cual afirman que salir de la
crisis en la que ha caído la capacidad explicativa de las teorías de la salud requiere una
reconfiguración del objeto de estudio de estas teorías, que permita un descentramien-
to desde el objeto enfermedad, hacia el objeto salud. Histórico punto ciego epistémico
del sanitarismo tradicional.
En la lectura de Silva Paim (2009) la crisis de la salud pública, es decir, el fracaso de
las corrientes tradicionales de la salud en términos del empeoramiento de los indica-
dores de morbi mortalidad en la región, la reemergencia de enfermedades infectocon-
tagiosas antes controladas o su reaparición modificada, los excesos de la mercantiliza-
ción del sector y la creciente medicalización de las prácticas no se deben solo al fracaso
de las políticas y las técnicas implementadas, sino a la incapacidad explicativa que
mostraron las teorías sanitarias; en particular el paradigma científico positivista, en el
transcurso de la segunda mitad de siglo pasado para dar respuesta la complejidad de
los problemas del campo social de la salud.
Es decir, más allá de los diferentes modelos y estrategias propuestas que se han
ido instalando en la agenda internacional de las políticas de salud desde el siglo pa-
sado hasta nuestros días tales como los niveles de prevención de la salud, la salud
comunitaria (atención primaria de la salud -APS), la promoción de la salud, la salud
familiar, entre otras, su reiterado fracaso para garantizar mejores condiciones de salud
83
cultura, incorpora en el análisis teórico las determinaciones propias de la dimensión
simbólica y discursiva de las prácticas de salud.
Tomando dos obras fundamentales para comprender el alcance teórico de la pers-
pectiva latinoamericana en salud, como son las de Jaime Breilh (2003) y Almeida Filho
(2000) vemos que desde ambas corrientes, y aún con las diferencias teóricas explici-
tadas en las mismas, se sostiene una crítica fundamentada al pensamiento moderno
positivista, la necesidad de una salud contra hegemónica, la recuperación de nociones
nucleares del pensamiento marxista así como del constructivismo, y el planteamiento
de desafíos teóricos ligados a la necesidad de incorporar a la teoría de la compleji-
dad en salud para construir un nuevo objeto epistemológico, totalizado y complejo,
conceptualizado (…) como unidad integral de observación – análisis – interpretación
– intervención tanto a nivel conceptual como metodológico”. Este nuevo objeto epis-
temológico en tanto modelo sintético incluye distintas instancias (explicativa, estruc-
tural, sistémica y sintética), dominios (general y particular) y niveles de complejidad
(niveles de organización de los objetos de conocimiento: molecular, individual y social)
(Almeida Filho, 2000: 297).
Llegados a este punto del desarrollo, y teniendo en cuenta el título de este apar-
tado, podemos preguntarnos ¿en qué consiste la epistemología de la salud mental?
Desde la perspectiva aquí propuesta, la epistemología de la salud mental es la epis-
temología de la salud, es decir, no existen epistemologías distintas para cada uno de
los objetos parcializados de un campo de problemáticas más amplias. El objeto salud
mental es parte de la unidad integral de observación – análisis – interpretación – in-
tervención. Constituye una faceta de esta unidad integral, posee instancias, dominios
y niveles de complejidad que le son propios, pero a su vez, y con su especificidad, par-
ticipa de otras instancias, dominios y niveles de complejidad.
La conceptualización de la salud mental no corre por carriles diferentes a los de la
salud en general, y esto no obedece a la imposibilidad de aplicación del método cientí-
fico positivista capaz de extraerla de las pseudociencias, sino a que las epistemologías
actuales permiten generar contextos de descubrimiento, justificación y aplicación en
este campo particular de estudio con suficiente alcance explicativo.
El esfuerzo realizado en explicitar las discusiones paradigmáticas desde finales del
siglo pasado hasta la actualidad, y exponer la capacidad explicativa de las epistemolo-
gías actuales, tuvo como objetivo fundamentar el carácter científico de las ciencias de
la salud, y sostener la tesis según la cual la integración de la salud mental a la salud, tal
como lo plantea Alicia Stolkiner (2012), nos obliga a una reflexión epistemológica que
85
a partir del desarrollo y expansión de la tecnología de diagnóstico y tratamiento, es
decir, la epistemología positivista en el campo de la salud ha sido fundamental para el
desarrollo de conocimientos que aún continúan siendo imprescindibles. Ya he justifica-
do que la revisión epistemológica no invalida ni descarta conocimientos científicos que
continúan siendo socialmente útiles y necesarios.
Pero no ocurre lo mismo en el sub campo de la salud mental, en el cual la racio-
nalidad científico positivista ha demostrado fracasar en su intención de llegar a una
identificación causal de la enfermedad mental por medio de la localización cerebral de
los trastornos psíquicos (Ausburguer, 2004).
Si bien hay autores que sostienen que justamente desde el campo de la neurología
llegará la justificación científica de las teorías que el positivismo se empecina en des-
calificar, por ejemplo el psicoanálisis (Pommier, 2010), existen fundamentadas razones
para desestimar el ideal de la localización cerebral como el hallazgo del componente
causal de la enfermedad mental.
En todo caso el discernimiento de los determinantes biológicos involucrados en los
padecimientos mentales (repertorio de categorías de las ciencias naturales en la termi-
nología propuesta por Juan Samaja) echará luz sobre uno de los niveles del integrado,
pero no explicará la totalidad (como tampoco lo harán los demás repertorios catego-
riales), y por supuesto, podrá mejorar la capacidad de diagnóstico y tratamiento en el
mejor de los casos pero nunca dar cuenta acabada del objeto totalizado.
Se logra alcanzar aproximaciones explicativas más potentes al padecimiento men-
tal, pero no de identificar sus causas. Si se comprobaran variaciones genéticas para
algunos padecimientos mentales específicos, por ejemplo las actuales investigaciones
que mapean las variantes en el cromosoma 6 en personas que presentan esquizofre-
nia (Pérez Vargas, 2019: 6), este hallazgo sería más que bienvenido, ya que permitiría
instrumentar mejores acciones de prevención, identificación y tratamiento adecuado
pero no alcanzará por sí mismo a explicar las causas. En otras palabras, en el plano
del padecimiento psíquico, resultan esenciales los distintos repertorios de categorías
explicativas disponibles, pero ninguno subordina a los demás, cada uno explica y per-
mite comprender diferentes facetas del objeto de estudio, potenciándose su capacidad
explicativa por la vía de la integración.
Cabe realizar antes de finalizar este apartado una referencia a la cuestión de las
disciplinas desde el plano epistemológico.
El derrotero recorrido por las ciencias de la primera modernidad occidental ex-
plica la configuración de las distintas divisiones que hemos repasado, entre ciencias
87
Retomaré el tema del trabajo disciplinario en el próximo apartado, al referirme
a la dimensión praxiológica del objeto, no obstante considero importante remarcar
que, más allá del prefijo utilizado y de cuál sea la definición que se le dé al mismo
(intra, uni, multi, inter, epi o trans) la cuestión de las disciplinas se fundamenta en el
campo de la reflexión epistemológica.
Es la transición paradigmática la que explica el sentido, alcance y pertinencia de las
disciplinas y las teorías, así como su capacidad comprensiva explicativa y sus grados
posibles de intervención de acuerdo a la complejidad del objeto integrado salud enfer-
medad atención cuidado.
El desafío en la construcción de una epistemología de la salud mental es la inte-
gración y el trabajo de síntesis en el planteamiento y problematización de una realidad
compleja a comprender y/o explicar. Los postulados propuestos por las epistemolo-
gías emergentes desarrolladas marcan la dirección a seguir con nociones nucleares
tales como unidad de lo diverso, circularidad de las ciencias, momentos dialecticos
u objeto híbrido.
Tal como define Emiliano Galende (…) el objeto de la salud mental es el sujeto
en su existencia real, esto es, en su tiempo, su sociedad, su cultura (2015: 173), en fun-
ción de lo cual requerimos una epistemología que dé cuenta de las características de
este objeto.
No existe hasta el momento teoría científica que explique el objeto salud mental
en su totalidad, existen teorías científicas que constituyen repertorios nocionales que
amplían los márgenes explicativos de este objeto. La capacidad para entrar en circula-
ridad (forzando la propuesta piagetiana) con teorías que desbordan la especificidad de
un sub campo es indicadora de la potencia explicativa de un concepto. De allí la nece-
sidad de recurrir a conceptos que provean síntesis de conjunto, que desde su potencia
explicativa puedan trascender la especificidad de un sub campo particular, y generar
capacidad de interconexión por rebasamiento. Me refiero a conceptos que puedan re-
basar los límites de lo disciplinario, para pasar a un nuevo nivel que incluya y supere su
capacidad explicativa.
La categoría de subjetividad por ejemplo, trasciende distintos repertorios cate-
goriales interconectando conocimientos científicos imprescindibles para la compren-
sión del objeto salud mental, con énfasis en la integración de las ciencias sociales
y discursivas.
Así, encontramos definiciones que integran lo social y cultural con el pensamien-
to complejo al proponer que la subjetividad (…) es una totalidad relacional compleja,
89
esfuerzo de desagregación) cuyo objetivo es la comprensión no la forclusión. No se
trata de descartar uno de estos planos de la realidad por su falta de rigor científico ni
de supravalorar los aspectos subjetivos del mismo. La búsqueda de conceptos anfibios,
tales como el de objeto híbrido o cuerpo subjetivo, no constituyen la superación de
esta tensión epistemológica sino al contrario, la sostienen, proveen herramientas con-
ceptuales desde paradigmas emergentes que amplían los márgenes del conocimiento
científico en este sub campo particular.
Como plantea Boaventura de Sousa Santos al postular una epistemología de las
ausencias destinada a (…) identificar lo que falta y por qué razón falta, tenemos que
recurrir a una forma de conocimiento que no reduzca la realidad a aquello que existe
(…) una forma de conocimiento que aspire a una concepción expandida de realismo,
que incluya realidades suprimidas, silenciadas o marginadas, tanto como realidades
emergentes o imaginadas (2009: 87).
Así como en el capítulo anterior fundamenté que una ontología de la salud mental
tiene como horizonte trascendental tolerar la tensión entre juicios del ser y del no ser,
promoviendo una ontología de las ausencias y de lo posible; una epistemología de la
salud mental requiere sostener la tensión entre objetividad y subjetividad integrándola
en un proceso sintético comprensivo, en base a una nueva epistemología que denomi-
naré de la incompletud, fundamentada en la idea de que toda ampliación científica del
conocimiento en sí supone y es tolerante a la generación de vacíos de conocimientos
en el propio campo específico o en otros, y este develamiento de las ausencias de co-
nocimiento constituyen una parte del proceso científico mismo.
91
sub alteridad mediante una nueva epistemología que permita de una vez abandonar
la subordinación a la filosofía y la ciencia occidental (lenguaje heredado de las ciencias
sociales del siglo XIX).
Para Walter Mignolo, la posibilidad de entrar en diálogo requiere un nuevo lengua-
je que bucee en paradigmas, enfoques y saberes extraterritoriales a los académicos
oficiales: el conocimiento siempre tiene una ubicación geohistórica y geopolítica en la
diferencia epistémica colonial. (…) la geopolítica del conocimiento es la perspectiva ne-
cesaria para que se desvanezca el supuesto eurocéntrico de que el conocimiento válido
y legítimo se mide de acuerdo con parámetros occidentales (2007: 66).
En esta perspectiva, las relaciones coloniales de poder no se reducen a lo político
económico y a lo jurídico administrativo sino que poseen una dimensión epistémica
(Barukel, 2014), por esta razón se requiere de un giro epistémico, una descolonización
epistemológica (Quijano, 1992: 442) que rompa la colonialidad en los órdenes del po-
der (que expresa las relaciones globales de poder instauradas por el colonizador para
el dominio de los pueblos colonizados en función de la idea de raza), del saber (geopo-
lítica del conocimiento), y del ser (formas de violencia ejercida sobre los pueblos domi-
nados para anular su capacidad de lucha) (Quijano, 2010).
La descolonización epistemológica supone romper con la subalternidad instalada
por el colonialismo mental, razón por la cual el enfoque decolonial supone un movi-
miento emancipador de la razón moderna, a la manera en la cual es planteado por la
filosofía de la liberación, corriente surgida a finales de los años sesenta en Latinoamé-
rica según la cual la afirmación y emancipación de la diferencia construye nuevas uni-
versalidades que permiten universalizar las diferencias (Dussel, 2015: 48).
En tanto desmontaje de estructuras de poder, el pensamiento decolonial desafía
a la episteme de la colonial modernidad y a su proyecto político imperial contraponien-
do a este un proyecto que más que universal es pluriversal (Méndez Reyes, 2012: 85) ya
que pone en relación a los múltiples mundos y vidas sociales y culturales en una matriz
de vinculación transversal no originada en la matriz colonial del poder.
Se trata de una matriz vinculante que puede trascender la (pos) colonial (tardío)
modernidad a través de lo que Enrique Dussel denomina mundo transmoderno, un
más allá de la modernidad – colonialidad mediante una ruptura epistémica respecto
de la razón moderna euro céntrica (2005).
Para este autor es necesario superar los dualismos simplistas de la razón moderna
alertando que tal superación no implica decretar su inexistencia, inutilidad epistémica
93
Esta autora boliviana presenta un pensamiento crítico incluso dentro de la corriente
de pensamiento andino presentada, retomando las tradiciones kataristas (Julián Apaza
Tupac Katari protagonizó varias rebeliones contra los conquistadores españoles, falle-
ciendo en 1781, en el cerco sobre la Ciudad de La Paz) e indianistas (tales como Felipe
Guamán Poma, cronista amerindio de ascendencia incaica del período del virreinato
peruano) recupera el uso del término indio e india en detrimento de la actual noción de
pueblos originarios, en vistas de que referirse a los orígenes de estos pueblos reprodu-
cen el carácter negacionista de su existencia actual remitiéndolos a un pasado residual,
estático y arcaico, en lugar de considerarlos como una cultura coetánea, neutralizando
su pulsión descolonizadora (2010: 59).
De esta autora tomaré dos potentes líneas de análisis, la primera ligada al pensa-
miento crítico respecto de un sector mismo de los estudios poscoloniales, y en segun-
do término, la propuesta de una epistemología ch´ixi.
Varios autores postulan la existencia de un colonialismo interno que en nuestro eje
de análisis se ha expresado a través de las elites intelectuales latinoamericanas, Dussel
se refiere a las elites ilustradas neocoloniales que desde las culturas periféricas eran
fieles a los imperios de turno (2015: 267).
Silvia Rivera Cusicanqui tensa aún más este análisis crítico, al plantear que el multi-
culturalismo oficial que se pretende inclusivo utiliza términos tales como el de pueblos
originarios para invisibilizar y excluir a la gran mayoría de la población india hablante
actual como la aymara o la qhichwa convirtiéndose este multiculturalismo en un meca-
nismo encubridor de nuevas formas de colonización que introduce modos de ciudada-
nía recortada y condicionada (2010: 60).
De este planteo me interesa particularmente el análisis que realiza del rol que jue-
ga la universidad, denunciando la existencia de una estructura de colonialismo interno
cuya arquitectura institucional incluye universidades, fundaciones y organismos inter-
nacionales en la cual los intelectuales tienen un papel en la dominación del imperio,
con flujos de financiamiento y reconocimientos académicos que sirven para afianzar
el colonialismo interno – externo: (…) como en el mercado mundial de los bienes ma-
teriales, las ideas también salen del país convertidas en materia prima, que vuelve re-
gurgitada y en gran mezcolanza bajo la forma de producto terminado. Se forma así el
canon de una nueva área del discurso científico social: el pensamiento poscolonial que
(…) visibiliza ciertos temas y fuentes, pero deja en la sombra a otros (2010: 68).
En este marco de pensamiento la epistemología ch´ixi, tal la denominación que
ella misma asigna al esfuerzo para superar al historicismo y binarismo de la ciencia
95
sido ni son euro céntricos, el análisis crítico de los conceptos de descolonización y la
emergencia del enfoque decolonial, las epistemologías del sur y la lucha por visibilizar
el sufrimiento humano en el marco del capitalismo (moderno y tardo moderno), las
categorías del pensamiento indoamericano tales como lo ch´ ixi y el suma qamaña,
que instalan logos y epistemes decoloniales, todos estos son algunos ejemplos de las
categorías revisadas para fundamentar en pos de una ciencia no occidental, alterna,
no subordinada, nacida antes que la razón moderna hegemónica pero coetánea a ella
y viva, que no disputa su supremacía respecto de aquella sino que establece potentes
direcciones epistemológicas a seguir.
La pertinencia de esta teoría de la descolonización para un análisis crítico del cam-
po de la salud mental resulta clara, la misma se funda en que toda lectura decolonial
implica la historización de los modos naturalizados de dominación, y nuestro cam-
po, tal como lo aprendemos y lo practicamos en la matriz de sentido formativa que
constituye la educación formal, continúa siendo en esencia escenario de prácticas de
dominio social.
A las potentes formas de dominación que aún atraviesan nuestra cultura tales
como el patriarcado, el capitalismo y el occidentalismo moderno tardío, la lógica del
trabajo con el sufrimiento psíquico agrega una práctica disciplinadora que aún sigue
siendo hegemónica en el modelo de atención, el encierro humano, el cual constituye la
práctica reguladora por excelencia de los normalismos, tal la denominación que Agus-
tina Barukel (2014: 7) da a la tarea que nombra y delimita la estructura de dominación
que le es particular a la salud mental (…), normalismo refiere a la vez a la idea de lo
normal y de la norma.
Las instituciones de encierro en sus diversas manifestaciones actuales, tales como
los establecimientos monovalentes especializados en padecimientos mentales (evito
explícitamente su equívoca denominación como efectores de salud mental), las co-
munidades terapéuticas, los centros para personas adultas mayores (geriátricos) y de
niños, niñas y adolescentes (hogares), constituyen modalidades diferentes de insti-
tuciones totales, atravesadas por la lógica manicomial, que confirman que si bien la
misma encuentra su expresión más típica en la institución total psiquiátrica asilar, esta
no es la única forma institucional con estas características.
Existe una larga tradición de autoras y autores críticos a esta modalidad de ins-
titución total, según el clásico término acuñado por Erving Goffman para referirse a
los lugares (…) de residencia y trabajo, donde un gran número de individuos en igual
situación, aislados de la sociedad por un período apreciable de tiempo, comparten en
su encierro una rutina diaria, administrada formalmente (1992: 13 [1961]).
97
Prácticas decoloniales en salud mental: el otro soy yo
Toda institución produce una definición de aquél hacia quien se orienta la acción,
un otro discursivo, destinatario de las prácticas. Esta definición del otro permite inda-
gar acerca del grado de simetría que establece la institución con respecto de las per-
sonas con las que trabaja, puesto que será muy diferente la relación que se establezca
con una persona definida como peligrosa, enferma, sufriente, paciente, irrecuperable,
incapaz, residual, defectuada (entre otras acepciones que a diario surgen en las histo-
rias clínicas actuales de personas usuarias de servicios de salud mental escritas por las
y los profesionales que las atienden) o ciudadana, capaz, recuperable, potente, sujeta
de derechos, vital.
La noción de alteridad permite indagar sobre la relación establecida entre la insti-
tución y sus destinatarios y destinatarias. En términos esquemáticos, puede estable-
cerse un extremo de alteridad excluyente, que implica una asimetría absoluta entre el
sujeto social que presta servicios y las usuarias y usuarios de los mismos; y un polo de
la alteridad incluyente, en el cual se ubican aquellas instituciones o movimientos socia-
les en las que la definición del otro no excluye por definición al sujeto efector.
Uno de los binarismos cristalizados fuertemente en nuestro campo consiste en la
diferencia entre profesionales y usuarios de servicios de salud mental, tensión que
tiende a tratar de ser resuelta por la vía del afán de levantar los síntomas psíquicos
o de mitigar el sufrimiento mental, de manera tal de que los fenómenos puedan ser
momentáneamente re ordenados en uno u otro lado de la ecuación.
Se trata de una fragmentación ilusoria (momentánea), ya que no existe persona
que no sea actualmente, haya sido en algún momento, o lo vaya a ser alguna vez,
usuaria de servicios de salud mental y en definitiva, sufriente mental. Pese a esto en
muchas oportunidades, la matriz formativa de las prácticas profesionales en salud
mental, hace que los servicios establezcan relaciones de alteridad excluyente entre
profesionales y personas usuarias de esos servicios, en lugar de promover relaciones
de alteridad incluyente entre actores sociales diferentes pero iguales respecto del pa-
decimiento mental.
El valor social, familiar y personal de toda relación terapéutica es incuestionable, pe-
ro resulta imprescindible para una praxis emancipadora identificar (y en el mejor de los
casos trabajar en el sentido psicoanalítico del término) esta asimetría relacional consti-
tutiva de las prácticas, potencialmente colonizadora del otro destinatario de las mismas,
ya que en definitiva implica en mayor o menor medida cierto forzamiento del otro.
99
Los cuadros número 2 y 3 sintetizan los contenidos principales abordados en este
capítulo respecto de la dimensión epistemológica de la salud mental.
101
3.4. LA Dimensión praxiológica: operaciones
y competencias profesionales en salud mental
En los apartados precedentes de este capítulo (puntos 3.2. y 3.3.) abordé las di-
mensiones ontológica y epistemológica de la matriz decolonial comprensivo explicati-
va del objeto salud mental.
Para completar la propuesta desarrollaré en este punto la dimensión praxiológica,
que apunta a involucrarnos con el hacer sobre el objeto desde la reflexividad en la
propia praxis social, que da cuenta de cómo los actores y actrices sociales de un cam-
po intervienen en su realidad de trabajo o bien para transformarla (desnaturalización,
desideologización instituyente) o bien para reproducirla (naturalización imaginaria de
lo instituido).
Uno de los resabios de la modernidad occidental positivista aún operante en las
formas tradicionales de enseñanza aprendizaje en salud es la bifurcación entre teoría
y práctica, en sus diversas instancias tales como: a- la formativa: primero se aprende la
teoría y luego se la aplica en la práctica, lógica binaria secuencial según la cual en los
primeros años del ciclo de grado universitario se amontonan las asignaturas más teóri-
cas y hacia el final las más practicas, que en algunas carreras incluso se encuentra divi-
dido en materias y prácticas, lógica que se reproduce también en forma ampliada entre
el ciclo de grado y la formación en servicios de salud (residencias / concurrencias) en
donde en el ciclo de grado se aprenderían las teorías y en la residencia / concurrencia
se aprenderían las prácticas; b- la profesional – laboral: están los y las que trabajan con
las teorías por que enseñan, investigan o escriben, y quienes trabajan aplicando esas
teorías ya que se encuentran en servicios de salud, secretarías, direcciones o cualquier
otra organización del campo.
Diversas autoras del campo de la educación se han ocupado de generar enfoques
pedagógicos tendientes a disminuir estas brechas planteando distintos modelos de
trabajo, tales como el enfoque de estudio trabajo propuesto por María Cristina Davini
(2001) basado en la pedagogía de la problematización, o el de desarrollo de competen-
cias profesionales (ORE, 2006, Suárez Conejero, 2013) por mencionar algunos ejemplos.
Desde los últimos años se han desarrollado en el país proyectos de currículos in-
novados en carreras de salud que constituyen valiosos avances en esta perspectiva,
tal la Carrera de Nutrición del Departamento de Salud Comunitaria de la Universidad
Nacional de Lanús o la Carrera de Medicina del Departamento de Ciencias de la Salud
103
sea coherente con los dos planos trabajados anteriormente, habida cuenta que toda
escisión de los mismos es totalmente artificial ya que como mencioné previamente el
conocimiento científico del objeto (reflexión epistémica) es posible en la medida en
que se actúa sobre él (reflexión praxiológica), y esto es posible en la medida en que
contamos con juicios que permitan aproximar su esencia (reflexión ontológica).
Volviendo al plano que nos ocupa en este apartado, no se trata de agregar un nivel
pragmático o práctico del objeto, descriptivo de la fenomenología que es determinada
por las otras dimensiones, sino que una comprensión y explicación acabada del objeto
como la que propongo requiere de los tres planos de determinación necesariamente;
no existe una lógica de subordinación entre estos planos, existe una lógica de muta
determinación e interdependencia, cada plano opera como reverso de los otros dos
permanentemente.
105
sea su nivel de toma de decisiones, su planteamiento inicial marca los límites de la
intervención posible.
En síntesis, desde la perspectiva aquí sostenida, la praxis en salud mental reflexio-
na sobre el contexto (histórico, político, ideológico, cultural, económico, social) de pro-
ducción de esa misma praxis. Partiendo de la imposibilidad de una praxis que pueda
abarcar la totalidad de la realidad, se interroga sobre su capacidad contra hegemónica,
descentra del propio campo discursivo el sentido mismo de su quehacer reubicándolo
en la arena de los derechos humanos como horizonte de transformación colectiva.
107
Me interesa especialmente la idea según la cual cada uno de los momentos implica
la puesta en acción de instrumentos y procesos (asimilación, acomodación, equilibra-
ción) que generan síntesis por integración (esquemas en la terminología piagetiana),
las cuales a su vez mediante procesos de rebasamiento dan lugar a nuevas síntesis
que incluyen los esquemas y subsistemas anteriores pero los superan constituyendo
estructuras de conjunto, y así sucesivamente. Cada uno de los momentos supone la
puesta en práctica de operaciones propias que generan síntesis sucesivas por integra-
ción de operaciones.
Se trata de un enfoque abierto al análisis de diferentes dimensiones, en la propues-
ta original formulada por Mario Testa se consideraba el movimiento de desplazamiento
de lo intra a lo inter, y luego a lo trans en relación a: 1- los sujetos sociales involucra-
dos en las prácticas de salud mental (tanto en su nivel individual como colectivo), 2-
el objeto de estudio – intervención – transformación, c- las disciplinas involucradas,
y d- las operaciones generadas en cada momento. Este conjunto de variables ana-
lizadas en su desplazamiento por los distintos momentos según los mecanismos de
pasajes ya descriptos constituyen lo que Galende denomina modelo explicativo de la
salud mental (Galende, 2015: 179) y que Testa sistematizó como un Esquema matricial
para la construcción de un modelo explicativo de la salud mental comunitaria. A este
esquema matricial agrego la dimensión de los aprendizajes y competencias eventual-
mente adquiridos en las distintas instancias formativas.
Cuadro síntesis 4 (punto 3.4.2.): Esquema matricial para la construcción de un
modelo explicativo de la salud mental comunitaria
VARIABLES MOMENTOS
109
aprendizajes, sujetos y operaciones del nivel intra, otras que requieran el inter, y otras
el trans; y otras que requieran supra estructuras trans que relancen el movimiento dia-
léctico nuevamente.
Este enfoque apunta a evitar la consideración de carácter positivista secuencial se-
gún la cual cuanto más se avanza en los momentos es mejor porque no se trata de una
lógica de acumulación sino de capacidad de resolución. El tradicional deber ser que ha
ocupado el discurso de la salud mental en términos de la obligatoriedad de ajustarse
a una perspectiva inter y transdisciplinaria, queda reformulada a la luz de este enfoque,
según el cual cada momento resulta indispensable, debido a que en cada uno se gene-
ran esquemas operativos particulares.
De esta manera, desde el plano praxiológico de reflexión, y teniendo en cuenta
el enfoque propuesto, la determinación del carácter del trabajo disciplinario en salud
mental (intra, inter o trans) queda definido por las operaciones que pueden ser puestas
en práctica para la observación, análisis, interpretación, transformación del integrado
salud – enfermedad – atención - cuidado en cada situación problema concreto.
Dejando de tener sentido la rotulación del carácter inter o transdisciplinario en fun-
ción de un deber ser, si no tiene un correlato práctico en término de las operaciones que
se logran instrumentar en un momento, que resultarían imposibles de ser puestas en
acto en momentos previos. Este pasaje de niveles de menor capacidad de operaciones
(integraciones y síntesis posibles) a los sucesivos no constituye un proceso susceptible
de ser enseñado o aprendido desde una pedagogía tradicional, es decir, como mera
transmisión de información, sino que requiere de un proceso de transformación inte-
lectual y cultural para el pensamiento de los problemas complejos (Galende, 2015: 178).
Constituye este un punto crítico en la formación de profesionales de salud men-
tal, dado que aún con las limitaciones presentadas anteriormente, el plano de la pro-
ducción de conocimiento sin duda presenta un desarrollo más amplio que el logrado
hasta el momento en el plano de las prácticas. Pareciera que una de las dificultades
mayores en la actualidad no reside en saber qué hacer sino en saber cómo y para qué
hacerlo. Podríamos tomar como ejemplo el importante cúmulo de leyes, normativas,
marcos regulatorios, planes, programas y recomendaciones que existen actualmente
en el campo de la salud mental, sin que las mismas logren ser llevadas a la práctica
acabadamente.
¿Por qué se siguen reproduciendo prácticas que no debieran reproducirse si se to-
man en cuenta los estándares consensuados? ¿Por qué no logran transformarse?
111
salud mental el desarrollo de capacidades colectivas para: a- subsumir la racionalidad
instrumental al enfoque de derechos humanos, b- dejar caer el modelo de atención clí-
nico asistencial basado en el encierro y sustituirlo por el modelo de abordaje comunita-
rio, y c- generar herramientas contextuales en escenarios emergentes y diversificados
de práctica profesional.
Tomaré una situación que permite ejemplificar el planteo. Una estudiante de la
carrera de psicología se contacta para solicitar dirección de tesina de grado, relata que
en una de las últimas asignaturas un docente afirmó en clase a los estudiantes: no es-
tamos para garantizar derechos. Afirmación que le hizo recordar la cursada de la asig-
natura Salud Pública y Salud Mental realizada años atrás y la decidió a realizar un tesis
que refute esa frase desafortunada. La inquietud que se le presenta es que , según con-
sidera, se trataría de una tesis sociológica, y se pregunta si podría llevarla al plano psi.
Tomaré esta micro situación como modelo a analizar desde el enfoque propuesto,
ya que sintetiza varios de los puntos trabajados en la medida en que pone en el cen-
tro de la escena un problema esencial de la praxis en salud mental (¿para qué esta-
mos acá?).
Por una parte la afirmación del docente se ubica claramente en el momento intra
disciplinario, acá (carrera de psicología) no estamos para garantizar derechos huma-
nos, podemos suponer que para lo que si se está en la carrera es para temas ligados
al objeto de la disciplina psicológica. Si se pudiera desplegar la re pregunta ¿enton-
ces para que estamos acá (en el grado)? tendríamos la posibilidad de conceptualizar,
a criterio del caricaturizado docente, cuáles son los esquemas, relaciones prácticas,
competencias y operaciones que definen al objeto psicología.
La pregunta que se hace la estudiante en cambio se encuentra plenamente insta-
lada en el momento inter disciplinario, ya que su inquietud hace a la relación entre dos
objetos disciplinarios (el de la sociología y el de la psicología). ¿Cómo pongo en rela-
ción estos dos objetos disciplinarios? Las operaciones y competencias desarrolladas
a lo largo de la cursada de la carrera de grado no resultan suficientes aún para generar
las operaciones propias del momento inter, son necesarios movimientos de acomo-
dación y asimilación que luego de reequilibramientos por rebasamiento producirán
síntesis e integraciones que posibilitarán operaciones en un plano jerárquico de ni-
vel superior. Quizás la praxis que requiere la elaboración de la tesis ponga en acción
las operaciones necesarias para ello. Se observa que el momento inter disciplinario
produjo ya un descentramiento del momento intra hacia el inter en cada una de las
características de los ejes del esquema matricial descripto anteriormente: del sujeto
social individual (estudiante) al múltiple (estudiante y eventual director de tesina), del
113
Siguiendo el argumento de Rivera Cusicanqui, no existen saberes y teorías deco-
loniales en salud mental sin prácticas descolonizantes, razón por la cual considero que
este enfoque requiere poder ser traducido en operaciones y competencias profesio-
nales en los términos en que fueron definidas más arriba (caps. 3.4.1 y 3.4.2.) para ser
considerado como tales.
Principalmente se espera que las y los participantes del campo de la salud mental
(todas las personas desde el lugar y grado de involucramiento que sea) puedan de-
sarrollar operaciones intra, inter y trans en el plano de lo subjetivo y de lo disciplinar
capaces de romper con cuatro órdenes normativos claves: el orden del poder, del saber,
del ser y del hacer.
Del poder, en los términos ya planteados respecto de hacer visible, pensable y sen-
tible la capacidad de acción de las relaciones de poder inherentes al campo y el grado
de implicación en las mismas. Esto supone romper con un proyecto universal de salud
mental, abriendo la puerta a proyectos pluriversales (múltiples y transmodernos en los
términos de Enrique Dussel).
Del saber, en los términos de la hegemonía de los saberes profesionales sobre los
no profesionales, y de la imprescindible descolonización epistemológica trabajada en
apartados previos (ver 3.3.3.4.) que supone promover competencias para dejar caer el
pensamiento binario patriarcal moderno y sus privilegios epistémicos, fundantes de la
matriz profesional formativa tradicional.
Del ser, en términos de la emergencia de un nuevo sujeto de la salud mental in-
dividual y colectivo abierto a novedosas formas de existencia, mezclada, abigarrada
(Rivera Cusicanqui), definido por lo que es, lo que existe, y simultáneamente por lo que
no existe pero que es posible (ver cap. 3.2.), que trascienda la lógica de no-existencia
(Santos, 2009) en la que continúan sumidas aún las vidas de muchas personas usua-
rias de servicios de salud mental, en términos de des victimizarlas por su condición de
diferencia, recuperando una existencia acorde a derechos.
Del hacer, rompiendo la inercia de los tres órdenes previos para promover praxis
reflexivas contra hegemónicas, deseantes, que conmuevan la realidad partiendo del
supuesto de trabajo según el cual todo acto en salud mental (individual o colectivo)
transforma la realidad en términos del buen vivir o reproduce los órdenes instalados.
En la tensión entre estos polos, que operan a manera de referencias potenciales per-
manentes, se instalan las innumerables situaciones concretas de la vida profesional
cotidiana que se acercan a uno u otro polo.
115
4
117
4.1. ¿Kiyiya Vuran Insanlik?
En septiembre del año 2015 los medios de prensa y las redes sociales del mun-
do replicaban esta frase, que en idioma turco significa la humanidad ha naufragado,
acompañada de la foto de un agente cargando en sus brazos el cuerpo de un niño
ahogado encontrado en una playa de Turquía, tras el naufragio de dos barcos cargados
de refugiados sirios.
Como en muchas otras oportunidades históricas, situaciones dramáticas que en-
frenta Europa, como es la presión ejercida para gestionar la llegada de miles de mi-
grantes obligados a dejar sus países por razones políticas, económicas, sociales y/o
culturales; ubican una vez más a la cuestión de los derechos humanos en la agenda de
asuntos internacionales a ser problematizados.
Pero antes de responder al interrogante propuesto en el título repasemos breve-
mente el proceso de institución en el mundo moderno occidental de la doctrina inter-
nacional de los derechos humanos.
Surgidos a la luz del ideario propio de los Estados modernos de fines del siglo XVIII
con la Declaración de la Independencia norteamericana de 1776 y la Declaración de los
derechos del hombre y del ciudadano de 1789, los derechos civiles y políticos ingresa-
ron al derecho constitucional, siendo coherentes y tolerantes con el modo de produc-
ción capitalista colonial occidentalista y patriarcal en el cual se produjeron.
Importa señalar que la noción de derechos humanos se corresponde con la afir-
mación de la dignidad de la persona frente al Estado (Nikken, 1994: 1), ubicando dos
aspectos centrales de esta noción: los derechos humanos son inherentes a la persona
humana, y suponen una afirmación frente al poder público.
Como recién se señaló, la manifestación original con la cual entran los derechos hu-
manos al derecho constitucional está constituida por los denominados derechos civiles
y políticos, (… ) tales derechos son libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia
119
a la opresión (Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, art. 2), siendo
estos sus objetos de tutela.
Este carácter individual con los que entran los derechos humanos al derecho inter-
nacional es congruente con la denominación de derechos negativos u obligaciones ne-
gativas del Estado (Abramovich, 2006) para explicar el deber del Estado en garantizar
su no vulneración (de allí el carácter negativo): a la libertad individual, a la propiedad
privada, a la responsabilidad individual respecto de los cuidados de la salud y a la
educación para aquellos con capacidad de pago, a la participación política a través del
voto individual, entre otros. Se observa que, en consonancia con el modelo de produc-
ción capitalista occidental particular de ese momento histórico, el ideario de igualdad
y fraternidad, que también configuraban parte de la agenda de temas públicos so-
cialmente problematizados en la citada Declaración, quedan relegados respecto de la
libertad individual.
Posteriormente, en el contexto de la posguerra europea de mediados de siglo pa-
sado y de la necesidad de reconstrucción económica, social y sanitaria de los distintos
países afectados por la segunda guerra mundial se debilitó la primera configuración
socio histórica moderna del Estado (su forma liberal), ya deteriorada desde la primera
gran crisis del sistema capitalista de 1929, dando lugar a la emergencia de una segun-
da configuración de la estatalidad moderna: los Estados sociales; los cuales, ya en el
proceso de polarización este – oeste, propio de la guerra fría que marcaría la historia
geo política del período hasta 1989, dio lugar en occidente a las distintas formas de los
denominados Estados de Bienestar (Esping-Andersen, 1993).
Es en este marco de profunda crisis de Europa occidental en el cual emerge la ne-
cesidad de nuevos derechos que, a diferencia de los negativos, deben ser garantiza-
dos positivamente (es decir, mediante la provisión directa de bienes y servicios) a tra-
vés de la activa participación e intervención de los Estados. Estos derechos han sido
conceptualizados como derechos de desmercantilización Esping-Andersen (op. cit.),
o derechos -prestación (Cunill Grau, 2010) planteando rupturas y continuidades socio
políticas respecto de la primera serie de derechos antes mencionada.
Respecto de la noción de desmercantilización (Martínez Franzoni, 2008) cabe se-
ñalar que, a diferencia de los derechos negativos que surgieron en un momento de
plena expansión de la economía de Europa central occidental, prioriza el carácter social
de estos derechos en detrimento del aspecto individualista de los previos, en la medida
en que promueve un proceso de desmercantilización de la vida cotidiana, vehiculizada
por la posibilidad de que grandes franjas poblacionales (básicamente la clase asala-
riada) tengan acceso directo a prestaciones sociales por fuera del mercado (de allí la
121
peligrosa para la dignidad humana, de modo que su control no debe
dejarse a cargo, monopolísticamente, de las instituciones domésticas,
sino que deben constituirse instancias internacionales para su protec-
ción (Nikken, 1994:3).
Sin embargo, la efectiva garantía de estos derechos se vió debilitada por una serie
de transformaciones sociales ya en curso desde fines de la década de 1970 tales como:
a- el agotamiento de los Estados sociales y el surgimiento de los denominados Estados
neoliberales en el contexto de la caída del muro de Berlín y el fin de la guerra fría, b-
una nueva crisis cíclica del modelo de producción capitalista que, surgida a partir de la
crisis del petróleo, pone fin a un modelo de producción industrializado en serie basado
en la mano de obra intensiva para dar lugar a otro, caracterizado por el talento inten-
sivo, centrado en la producción de servicios, c- la globalización de la economía, que
debilita las economías de los Estados - Nación en favor del capital financiero trasna-
cional, d- las transformaciones de los sentidos sociales de época que acompañaron la
erosión de los sólidos modernos (tradiciones modernas tales como la seguridad social,
el trabajo, la democracia, los derechos sociales, entre tantas otras) por nuevos senti-
dos propios de una forma distinta de modernidad occidental, que ha sido denominada
de diversas formas, tales como segunda modernidad, modernidad cosmopolita (Beck,
2001, 2004), sobre modernidad (Vallespín;2000), modernidad reflexiva (Giddens;
1991), o modernidad líquida (Bauman; 2002) entre otras.
En el seno de estas transformaciones de finales de siglo pasado emergen nuevas
series de derechos humanos, como son los colectivos y de la humanidad (Di Marco,
et. al., 2010), que ubican en la agenda internacional la cuestión de la paz, la justicia, el
desarrollo sustentable, el cuidado del planeta y el derecho a un medio ambiente sano.
Se observa que en estos derechos, coetáneos a las severas crisis humanitarias liga-
das al cambio climático, a los movimientos migratorios, o al resurgimiento de enferme-
dades infectocontagiosas previamente erradicadas, para mencionar solo algunas, se
enfatiza el interés por el aspecto colectivo y común de las situaciones socialmente pro-
blematizadas, descentrándose, por lo menos discursivamente, del carácter individual
y personal de los anteriores en favor del imprescindible cuidado de asuntos tendientes
a la preservación de la vida (humana) en la tierra.
Esta esquemática línea de tiempo trazada respecto de la configuración de la agen-
da occidental de derechos humanos, me permite señalar dos procesos que considero
de importancia: por una parte, la preocupación creciente desde el surgimiento de los
123
4.2. De la universalidad a la pluriversalidad de los
derechos humanos
El planteo propuesto hasta aquí en torno de los derechos humanos presenta dos
ejes de análisis respecto del proceso histórico político y cultural de su configuración.
El primero atañe a la matriz moderna capitalista en la cual fueron forjados, que dio
lugar por un lado a la tolerancia y coexistencia de la doctrina internacional de los de-
rechos humanos (los diferentes tipos históricos señalados) respecto de las relaciones
de dominación social propias del capitalismo; y por otro, al predominio de algunos de
estos derechos por sobre otros, al compás de las reconfiguraciones socio históricas del
Estado moderno en el marco de las cíclicas crisis del capital.
Este último punto ya desde hace algunos años ocupa la atención de diferentes au-
toras y autores que señalan la presencia de cierta hegemonía de los derechos surgi-
dos en el marco de los Estados liberales por sobre los emanados en momentos de los
Estados sociales, incluso en instrumentos normativos internacionales trascendentales
como por ejemplo la Convención Internacional de los Derechos del Niño de fínales de
siglo pasado.
Siguiendo con este ejemplo, como recuerda Valeria Llobet (2011: 449), la tensión
entre la perspectiva de derechos individuales, coherentes con el ideario liberal de los
Estados modernos occidentales por sobre la perspectiva de ciudadanía social fue el
centro de la discusión mantenida entre los años 1979 y 1989 para el logro del pasaje
de la Declaración de los Derechos del Niño (de 1959) a la Convención Internacional
de Derechos del Niño (de 1989) entre países que privilegiaban una mirada basada
en el derecho a la libertad como eje del próximo instrumento normativo (tales co-
mo EEUU, Inglaterra y Francia), y otros que pugnaban por imprimirle al mismo una
posición orientada al igualitarismo de los derechos humanos privilegiando los dere-
chos sociales, económicos y culturales como por ejemplo fue la posición de Polonia en
dicho debate.
Discusión saldada, como fundamenta Eduardo Bustelo, a favor del primer grupo de
países. Lo cual condujo a que en la redacción final del documento prime la perspectiva
de derechos civiles e individuales por sobre los sociales, en sintonía con la configura-
ción del Estado de dicho momento histórico, generándose según este autor una (…)
manera neoliberal de plantear los derechos humanos (Bustelo, 2007: 118-119).
125
países) como una forma actual de reproducción de la dominación social capitalista,
y en definitiva potencialmente colonizadora.
Se trata de visibilizar que, así como hemos analizado ya el papel que ha jugado la
ciencia moderna en la conquista y dominación colonial occidental, también los dere-
chos humanos poseen una cara de dominación social implícita, en la medida en que
definen la realidad del mundo desde un único patrón de medida como es la matriz de
sentido occidental europea y estadounidense, que pugna por establecerse como una
realidad universal.
Etimológicamente la palabra universo proviene del latín universus (unus = uno
y versus = participio pasado del verbo girar o convertir) que significa hecho uno o con-
vertido en uno, es decir, significa uno y todo lo que lo rodea. El unus en nuestro análisis
es la cultura occidental eurocéntrica, de manera tal que el sentido del universus estaría
constituido por el mundo que gira en torno a esta cultura y se convierte en ella.
Pero sucede que existen diversos unus, diversas humanidades y otras tantas son
posibles, en tanto existen diversas historias, culturas, religiones, géneros, políticas
y economías que pugnan desde el antiguo y desde la exterioridad (Dussel, 2015) a ese
unus para poder ser visibilizadas en la agenda internacional - mundial, sin tener que
ser definidas (dadas por existentes) por el eje del poder mundializado, reconocidas en
su coetaneidad, como humanidades (existencias) culturales vivas.
Ni mejores ni peores, ni buenas ni malas. Distintas, identificables, diversas, coetá-
neas al unus occidentalista.
Este es el eje de un mundo pluriversal (que deconstruye lo universal como lo único
posible abriéndose a la existencia de múltiples unus que coexisten sin dominarse ni
suprimirse) y transmoderno (que define formas coetáneas de modernidad distintas
a la colonial occidental). Aplico en esta propuesta, como se observa, las conceptuali-
zaciones ya desarrolladas sobre la trascendencia y la sociología de las ausencias (ver
capítulo 3.2.).
Parafraseando el título de la obra de Silvia Rivera Cusicansqui (Un mundo ch´ixi
es posible, 2018) sostengo que un mundo pluriversal y transmoderno es posible
y necesario.
En esta línea decolonial han avanzado por ejemplo la Constitución de la Repúbli-
ca del Ecuador (2008) y la Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia (2009),
que integran desde una perspectiva intercultural y plurinacional a los derechos civiles,
políticos, económicos, sociales y culturales con otros tipos de derechos tales como el
127
5
129
Desde un inicio la obra se propuso avanzar en la comprensión y explicación de la
salud mental desde una perspectiva decolonial. Para ello postulé una matriz de análisis
integrada por tres dimensiones (ontológica, epistemológica y praxeológica) y articulé
en los distintos capítulos cada una de estas dimensiones con las rupturas que le impo-
ne el giro decolonial.
Finalizamos el recorrido integrando esta propuesta conceptual operativa con el en-
foque de derechos humanos, argumentando en favor de una perspectiva descoloniza-
dora de los mismos como aspecto esencial al campo de la salud mental.
La salud mental desde un enfoque de derechos con perspectiva decolonial implica
el desmontaje de las estructuras de poder que configuran, organizan y sostienen aún
en la actualidad nuestro campo de prácticas.
Partí del supuesto de que las prácticas modernas en salud mental han sido forjadas
a la luz de un proyecto occidental, colonial, patriarcal y capitalista, instrumentalizando
distintas formas de dominación social a través de los saberes profesionales. Así como
al inicio del libro analicé el papel que la ciencia moderna ocupó en el proyecto político
cultural colonial occidental, de la misma manera, el modelo psi hegemónico constituyó
la encarnación de este mandato científico en el orden de lo mental.
Visibilizar y deconstruir esta estructura de poder es una tarea aún pendiente, y el
enfoque de derechos humanos apunta (debe apuntar) en esta dirección.
Para esto es necesario dejar caer, animarnos a sustituir lo que denomino una matriz
formativa tradicional (en adelante MFT) por una matriz formativa alternativa (en ade-
lante MFA), forjada en el marco de los derechos humanos, que promueva la descolo-
nización de las dimensiones ontológica, epistemológica y praxeológica en los órdenes
esenciales ya trabajados, el orden del poder, del saber, del ser y del hacer.
La pulsión decolonial constituye una herramienta imprescindible para ampliar los
márgenes de acceso al derecho a la salud mental.
Sustituir la MFT supone un rompimiento con el modelo instituido de dominación
humana que implica una arquitectura institucional basada en el encierro y en las
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prácticas psi hegemónicas (de claro carácter capitalista, colonial, patriarcal, occidenta-
lista y científico positivista) basadas en su núcleo de sentido en lo que hemos denomi-
nado la producción de normalismos (ver cap. 3.3.3.4.).
La lógica manicomial subyacente a la MFT ha sido (y es) el modo histórico mediante
el cual se implementó (y sigue implementándose) un proyecto político de dominación
del padecimiento mental; y las instituciones totales constituyeron (y siguen haciéndo-
lo) la forma institucional, el dispositivo, a través del cual se materializa dicho proyecto
de colonización cultural y humana.
Como ya he sostenido, manicomio y colonialidad van juntos, se nutren de la misma
lógica de alteridad excluyente que suprime, forcluye, la diferencia en los órdenes del
ser, del saber, del poder y del hacer.
En esta línea de análisis Franco Berardi Bifo, cita a Jean Hypolite para sostener que
la alienación o extrañamiento implica un (…) momento en el que el sí mismo se hace no
igual a sí mismo, se niega el mismo para conquistar su universalidad (2016:14).
Este descentramiento de sí mismo, de pérdida de conciencia de si mismo en pos de
una pretendida universalidad son aspectos constitutivos de la relación humana esta-
blecida por el modelo psi hegemónico.
La MFT sostiene, y de manera más o menos conciente, más o menos explícita, re-
produce esta lógica.
El desafío actual en salud mental continúa siendo en gran medida desmanicomiali-
zar las relaciones sociales, las instituciones y las políticas, en el sentido que asumió este
concepto a partir la experiencia pionera en Argentina del Programa de salud mental en
la provincia de Río Negro, como el planteo de una nueva cultura en la atención de la SM
(Cohen & Natella, 2009: 357); pero también descolonizarlas.
De allí la necesidad de descolomializar (ver definición en cap. 3.3.3.4.) la MFT, su
ontología, sus teorías, sus prácticas y la subjetividad profesional por ella generada; se
trata de un término que condensa los sentidos necesarios para nominar la operación
que hará posible la construcción de una MFA.
Descolomializar la salud mental supone deconstruir las relaciones de poder y de
alienación que persisten en las prácticas y en las subjetividades profesionales, es decir,
implica develar y hacer concientes los procesos políticos mediante los cuales hemos
sido normalizados como agentes del campo.
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El enfoque de derechos humanos en salud mental constituye una práctica eman-
cipadora respecto de esta subjetividad normalizada, de superación de los binarismos
propios de la MFT basados en la lógica de la alteridad excluyente, y de sustitución por
una lógica de alteridad incluyente, es decir de reconocimiento de la diferencia, pero de
no eliminación.
El derecho a la salud mental en los términos planteados consiste entonces en la su-
peración de la lógica de la no existencia que, a través de la producción de normalismos,
construye a las personas como la constatación viviente de una existencia descalificada.
Aún en la actualidad las prácticas habituales del campo se sostienen en gran me-
dida en la implementación de estas tecnologías sociales que he denominado de no
existencia (ver cap. 3.3.3.4.).
Continúan produciéndose situaciones de preocupante actualidad por su frecuen-
cia y gravedad tales como: usos inadecuados de medidas terapéuticas (internación,
medicación, sujeción mecánica); vulneraciones tales como la prolongación de interna-
miento en condiciones de alta clínica, prácticas de aislamiento social y comunicacional,
de restricción a la libertad ambulatoria, de privación de la identidad (sustracción de
documentos), del derecho a voto o a la inserción educativa y laboral; diferentes for-
mas de violencias institucionales expresadas en formas de malos tratos, abusos sexua-
les, agresiones físicas o verbales; la vulneración del derecho a la identidad de género
y cultural (Luciani Conde & Barcala; 2018).
Ejemplos todos estos que, si bien no son representativos de la totalidad de las prác-
ticas, constituyen una alarmante realidad, que da cuenta del uso de la privación de de-
rechos (civiles, políticos, sociales, económicos, culturales, colectivos) como una tecno-
logía al servicio de la supresión de formas de existencia acordes a derechos humanos,
y en este sentido, tecnologías de no existencia.
El derecho a la salud mental con perspectiva decolonial implica renunciar a estas
tecnologías de no existencia, para ubicar al buen vivir como horizonte trascendental
de las prácticas, como proyecto de lo posible, como las vidas que merecen ser vividas
acorde a derechos humanos, que tolere las diferencias (de capacidad, de identidad, de
género, de cultura, de salud mental) sin colonizarlas, renunciando definitivamente al
mandato de dominarlas.
La noción de salud mental tal como aquí la propongo expresa esta cosmovisión
decolonial y pluriversal de los derechos humanos.
Sintetizando la propuesta desarrollada a lo largo del texto podemos afirmar que,
desde una lectura decolonial, la salud mental puede ser comprendida en términos de
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