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Ensayos Decoloniales Sobre La Ciencia y

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ENSAYOS DECOLONIALES SOBRE LA CIENCIA Y EL DERECHO A LA SALUD MENTAL L.

Luciani Conde
Leandro Luciani Conde

Descolomializar la salud mental podría ser un neologismo poco academicista pero muy
gráfico a la hora de condensar los sentidos del enfoque propuesto, que se basa en dos
proposiciones: la necesidad de una lectura que bucee en las relaciones de poder y domi-
nación presentes en las prácticas, y la necesidad de reflexionar críticamente sobre la subje-

Ensayos decoloniales
tividad moderno colonial occidental de las profesionales y los profesionales del campo que
sostienen dichas prácticas.
Leandro Luciani Conde

sobre la ciencia
y el derecho
Esta frase del autor del libro resume su doble objetivo: inaugurar la búsqueda de una
articulación indispensable y profundizar una confluencia necesaria. La articulación, inevita-
blemente tensa, es entre los discursos y prácticas en salud mental y las corrientes que
cuestionan y deconstruyen la hegemonía occidental eurocéntrica en el pensamiento, un
camino nula o escasamente recorrido aún por quienes tenemos una lectura crítica del a la salud mental
campo, lo cual le da una importante originalidad y el valor de buscar un enlace que no ha Leandro Luciani Conde nació en la Ciudad de Buenos Aires,
sido explorado. Simultáneamente da un paso más en el proceso de confluencia entre el Argentina. Es Licenciado en Psicología, Magister en Salud Pública
pensamiento médico social / salud colectiva latinoamericano y los discursos del campo de y Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires.
la salud mental, movimientos entre los que ha habido caminos paralelos e intersecciones Es docente e investigador en la Universidad de Buenos Aires y en
en nuestro subcontinente. Se trata de un objetivo audaz que contiene una fuerte voluntad la Universidad Nacional de Lanús. Participa también como docente
de abonar a lo emancipatorio. de posgrado en Salud Mental en la Universidad Nacional de Entre
Fragmento del Prólogo de Alicia Stolkiner Ríos y en la Universidad Nacional de Córdoba. Ha dictado cursos
de posgrado en universidades de Uruguay y Colombia. Ha dirigido
proyectos de investigación acreditados, y publicado numerosos
artículos sobre salud mental, derechos humanos, niñez y políticas
públicas. Es co autor de las siguientes obras: Derechos en la niñez
(Teseo, 2008 - organizador), Anticoncepción después de… (Teseo,
2010 - coautor), Salud Mental y niñez en Argentina (Teseo, 2015 -
compilador). Integra desde el año 2014 el equipo técnico interdis-
ciplinario del Órgano de Revisión Nacional de la Ley de Salud
Mental Nº 26.657.

_Psicología
_Psicología
Luciani Conde, Leandro
Ensayos decoloniales sobre la ciencia y el derecho a la salud mental / Leandro Luciani Conde.
- 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Editorial FEDUN, 2019.
145 p. ; 23 x 15 cm.

ISBN 978-987-3640-23-0

1. Educación para la Salud Mental. I. Título.


CDD 150.195

Fecha de catalogación: Septiembre 2019

Equipo Editorial
Director Editorial: Daniel Ricci
Director Ejecutivo: Claudio Di Tocco
Coordinación Editorial: Horacio Fernández, Miguel Petridis
Asistencia de Producción: Julián Talledo, Lucía Arenas
Asistencia de Administración: Sofía Mauno
Diseño Gráfico y maquetación: Lorena Bufidis

©2019 Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de esta publicación pueden repro-
ducirse, en ninguna forma, ni por ningún medio, sin previa autorización escrita del editor.
(Imagen de portada #www.desktopbackground.org)

Editorial Fedun
Azcuénaga 770, CABA
Tel. (011) 4961-9132/5834
Impreso en Argentina
Hecho el depósito que establece la ley 11.723
Ensayos decoloniales sobre la ciencia
y el derecho a la salud mental

Leandro Luciani Conde


EDITORIAL

Esta edición de Ensayos decoloniales sobre la ciencia y el derecho a la salud men-


tal, nos llena de orgullo y ayuda a fortalecer el camino que decidimos tomar al crear la
Editorial FEDUN. Visibilizar la producción de los docentes e investigadores de nuestras
universidades públicas es una muy buena manera de mejorar la calidad institucional de
las mismas y, por otro lado, permite retroalimentar la producción de conocimiento que
es un componente básico y central de la función del profesor universitario, que adquie-
re un carácter integral y permite la transferencia e innovación generada en ámbitos
institucionales, aportando al desarrollo humano, económico y social del país.
Saludamos a su autor, Leandro Luciani Conde, que, en ese entendimiento, plantea
que toda obra es un ejercicio de lo colectivo, y lo hacemos con mucha satisfacción,
pues conocemos la seriedad y el compromiso con los que encara su trabajo, plantean-
do nuevos paradigmas que nos permiten releer los hechos de nuestra realidad, apor-
tando material fundamental para los debates necesarios que, como sociedad, todavía
nos debemos.
Es de primordial importancia para la Editorial FEDUN catalizar la publicación y cir-
culación de estos trabajos, pues la accesibilidad al conocimiento es algo que tiene un
impacto directo e inmediato que mejora las condiciones y el medio ambiente de su tra-
bajo, y promueve la producción académica de todos los docentes, reforzando el fuerte
compromiso que los mismos docentes de la Universidad de Buenos Aires tienen con la
producción del conocimiento.
Este acompañamiento a la producción científica e intelectual y al desarrollo de la
carrera académica de nuestros docentes, refuerza nuestro compromiso de seguir cons-
truyendo día a día, una Universidad de Buenos Aires de calidad e inclusiva.

Lic. Claudio Di Tocco Dr. Daniel Ricci


Director Ejecutivo de la Editorial FEDUN Secretario General ADUBA
Director General de la Editorial FEDUN
Agradecimientos

Agradezco en el más amplio de los sentidos posibles a la enseñanza estatal ar-


gentina, la cual posibilitó que mi familia tuviera acceso a una educación pública, laica
y gratuita de alta calidad, desde el tramo inicial hasta la universidad.
A Alicia Stolkiner, profesora titular de la IIº Cátedra de Salud Pública y Salud Men-
tal de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, cátedra en la cual
ingresé como docente en el año 1997 y en la que continúo trabajando. La perspectiva
inspiradora de Alicia Stolkiner sembró en mí una manera de entender a la salud mental,
y a la psicología en particular, desde los derechos humanos que me acompaña desde
entonces. Gran parte de los eventos profesionales y laborales significativos de mi ca-
rrera se los debo a ella. Y una vez más está presente en su generosa lectura del borra-
dor de este libro, en sus aportes y correcciones al mismo, y en la escritura del prólogo.
A Mario Rovere, a quien tuve la posibilidad de tener como profesor de la Maestría
de Salud Pública de la Universidad de Buenos Aires en 1997. La potencia de su pen-
samiento en salud colectiva ha constituido desde entonces un motor que alimentó,
y sigue haciéndolo, gran parte de los proyectos profesionales en los cuales participé.
A Emiliano Galende, quien desde sus obras primero, y luego como Director del
área de Salud Mental de la Universidad Nacional de Lanús, en la cual trabajo desde el
año 2005, forjó las bases teóricas de mi concepción de la salud mental. Muchas de las
posiciones que logré alcanzar en la vida profesional se las debo a su generosa actitud
y sus valiosos consejos.
A Miguel Petridis y Claudio Di Tocco, Coordinadores editoriales de la Editorial FE-
DUN. Desde un inicio esta obra ha sido pensada como un insumo y un aporte a la en-
señanza pública, razón por la cual su afán no es convertirse en un bien de mercado sino
al contrario, constituir un bien público, accesible para todas las personas interesadas en
este campo de problemáticas. Este objetivo, difícil de conseguir en los tiempos neoli-
berales que signan nuestra época, ha sido alcanzado gracias a la Editorial de Docentes
Universitarios, que brinda el soporte y los recursos necesarios para su concreción.
Desde que me recibí de psicólogo, hace 23 años, fueron muchísimas las personas
y los espacios institucionales con los que estoy plenamente agradecido. Si bien esta
obra es de carácter individual, es el resultado entreverado de los intercambios y apren-
dizajes realizados en todos estos años con mis compañeras y compañeros de ruta, y en
este sentido es colectiva.
ÍNDICE

Prólogo 15
Introducción 21
1. Análisis decolonial de las ciencias modernas 29
2. ¿Es científica la salud mental? 43
3. Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental 49
3.1. Enfoque pedagógico 51
3.2. La dimensión ontológica: el tránsito hacia una nueva ontología
de la salud mental 59
3.3. La dimensión epistemológica: conocimiento científico, saberes
y teorías críticas en salud mental 65
3.3.1. La ciencia occidental pre moderna 66
3.3.2. La ciencia moderna occidental 68
3.3.3. La ciencia en la sobre modernidad 70
3.3.3.1. Paradigmas consolidados y rupturas epistemológicas
en el pasaje a la colonial modernidad tardía occidental: positivismo,
materialismo histórico e interpretativismo 71
3.3.3.2. Rupturas epistemológicas de fines de S XX: constructivismo
y complejidad 77
3.3.3.3. Pensamiento latinoamericano en salud y salud mental 80
3.3.3.4. Enfoque decolonial de la salud mental en la transmodernidad 90
3.4. La dimensión praxiológica: operaciones y competencias
profesionales en salud mental 102
3.4.1. Praxis en salud mental: operaciones y competencias profesionales 104
3.4.2. Los momentos intra, inter y trans disciplinarios y las operaciones
de los equipos de salud mental 106
3.4.3. Praxis en perspectiva descolonizadora 113
4. Hacia una descolonización del derecho a la salud mental 117
4.1. ¿Kiyiya Vuran Insanlik? 119
4.2. De la universalidad a la pluriversalidad de los derechos humanos 124
5. Cierre y apertura: el derecho a la salud mental con
perspectiva decolonial 129
Referencias bibliográficas 137
ÍNDICE DE FIGURAS Y CUADROS

Figura 1: Planos analíticos del objeto salud mental 54


Esquema 1: Objeto integrado salud mental 56
Cuadro síntesis 1: Dimensión ontológica del modelo integrado de salud mental
(punto 3.2.). 64
Cuadro síntesis 2: Dimensión epistemológica: ciencia colonial occidental
y teorías críticas en la modernidad tardía (puntos 3.3.1 a 3.3.3.3.). 100
Cuadro síntesis 3: Dimensión epistemológica: descolonización epistémica
(punto 3.3.3.4.). 101
Cuadro síntesis 4: Esquema matricial para la construcción de un modelo
explicativo de la salud mental comunitaria (punto 3.4.2.) 108
Cuadro síntesis 5: Dimensión praxiológica: operaciones y competencias
decoloniales en salud mental (punto 3.4.3.) 116
PRÓLOGO
Alicia Stolkiner

Descolomializar la salud mental podría ser un neologismo poco acade-


micista pero muy gráfico a la hora de condensar los sentidos del enfoque
propuesto, que se basa en dos proposiciones: la necesidad de una lectu-
ra que bucee en las relaciones de poder y dominación presentes en las
prácticas, y la necesidad de reflexionar críticamente sobre la subjetivi-
dad moderno colonial occidental de las profesionales y los profesionales
del campo que sostienen dichas prácticas.
Leandro Luciani Conde

El epígrafe del autor de este libro resume su doble objetivo: inaugurar la búsqueda
de una articulación indispensable y profundizar una confluencia necesaria. La articu-
lación, inevitablemente tensa, es entre los discursos y prácticas en salud mental y las
corrientes que cuestionan y deconstruyen la hegemonía occidental eurocéntrica en el
pensamiento, un camino nula o escasamente recorrido aún por quienes tenemos una
lectura crítica del campo, lo cual le da una importante originalidad y el valor de buscar
un enlace que no ha sido explorado. Simultáneamente da un paso más en el proceso de
confluencia entre el pensamiento médico social / salud colectiva latinoamericano y los
discursos del campo de la salud mental, movimientos entre los que ha habido caminos
paralelos e intersecciones en nuestro subcontinente. Se trata de un objetivo audaz que
contiene una fuerte voluntad de abonar a lo emancipatorio.
El pensamiento médico social / salud colectiva latinoamericano, cuyos hitos funda-
cionales se remontan a los años 70, ha sido un movimiento simultáneamente académico
y político, cuyas transformaciones y crecimientos han articulado siempre con la época
y con la perspectiva de derechos. A nivel mundial coincidió con la crisis de eficacia de la
Salud Pública tradicional por su imposibilidad de dar respuesta a los problemas que se
generaban en los colectivos humanos, con la mercantilización extrema de la salud tan-
to por la apropiación con fines financieros privados de los fondos sociales destinados

15
a ella como por el desarrollo fenomenal del complejo médico industrial financiero,
y con el avance y reformulación de la medicalización de la vida (Stolkiner & Ardila,
2012), así como con luchas emancipadoras y dictaduras. Ha tenido un importante papel
en el análisis crítico de las reformas neoliberales promercado de los sistemas de pres-
tación de salud de los países de América Latina proveyendo herramientas teóricas para
la lucha por el derecho a la salud y la vida, que también se han concretado en políticas;
en consecuencia, es un pensamiento cuyo desarrollo se liga a los procesos sociales de
época. Ha abrevado de corrientes teóricas como los marxismos de la época  1 y el pen-
samiento crítico, uno de sus ejes ha sido la crítica al pensamiento biomédico científico
positivista, para avanzar en otros campos conceptuales siempre problematizando el
objeto salud, las dimensiones del proceso de salud/enfermedad/atención-cuidado. La
caracteriza un particular sincretismo que incorpora autores, los resignifica y estable-
ce diálogos con otros discursos, por ejemplo el debate sobre determinantes sociales
o determinación social en salud en el marco de la convocatoria OPS/OMS.
En este pensamiento se han ido incorporando los debates de género, ambiente
y, con mucho énfasis en los últimos tiempos, una revisión del pensamiento occidental
colonial que conlleva el rescate teórico y político de conceptos de pueblos y lenguas
latinoamericanas, tal como Buen Vivir o Vivir Bien, y su particular epistemología. Así,
la declaración final del XV Congreso Latinoamericano de Medicina Social y Salud Co-
lectiva de ALAMES, realizado en La Paz, Bolivia, en octubre de 2018 plantea: “Desde la
recuperación de los valores de la solidaridad, la universalidad y el reconocimiento de la
diversidad, promovemos la construcción social y política de `sistemas universales de
salud´, de naturaleza pública, diversa, territorial, intercultural, democrática, desmer-
cantilizada, sin intermediación alguna y sin barreras económicas, geográficas, cultura-
les y políticas frente a la necesidad y al sufrimiento, basado en el cuidado integral de la
vida humana y no humana, y articulado a los saberes ancestrales en la construcción de
un nuevo proyecto civilizatorio” (Alames, 2018).
El autor se propone recuperar estos principios y conceptos y producir enlaces
y diálogos con la salud mental comunitaria. Para ello parte desde las concepciones de
la ciencia, enmarca en ello las ciencias de la salud y la salud mental, para arribar a una
propuesta conceptual del objeto y luego una referencia central y concreta a los actores
del campo de la salud mental.

1 En los 80 Jaime Breilh señalaba la existencia en el pensamiento médico-social latinoamericano de di-
versas corrientes marxistas: “objetivo-económica”, “humanista”, “filosofía de la praxis” y “epistemológi-
ca-althusseriana”. El uso del término “los marxismos” se justifica más aún por la proliferación de corrientes
dentro de este pensamiento al final del siglo XX. 

16
Los dos primeros capítulos del libro, Análisis decolonial de las ciencias modernas
y ¿Es científica la Salud Mental?, dan el marco. Luego de situar el debate sobre la fun-
ción de las ciencias modernas en el establecimiento del poder capitalista, occidental
colonial, y la relación de este proceso con la subalternización de otros saberes y co-
nocimientos, se adentra en las ciencias de la salud y salud mental, que, según afirma,
no habrían podido cumplir los requisitos de ciencias modernas. Dice: “(…) una de las
contradicciones fundantes del campo es que las ciencias de la salud y la salud mental
han sido modernas en términos históricos de proyecto político social y económico, sir-
viendo a la expansión capitalista y a la conquista colonial europea pero adoptaron un
modelo de ciencia (positivista, racional y experimental) que nunca pudo plasmarse
acabadamente en este campo debido a la particularidad de las problemáticas que lo
constituyen”. Afirma que, pese a no poder ser consideradas científicas en los términos-
del proyecto de ciencia de la primera modernidad, si pueden serlo “(…) en términos
del proyecto científico de la sobre modernidad europea, y de una ciencia decolonial
del sur”.
A la propuesta de revisión crítica sigue en el texto la propuesta pedagógica que ha
desarrollado en su práctica de docencia universitaria, la matriz comprensivo explicativa
del objeto salud mental (MCEOSM) la que implica una permanente recursividad dia-
léctica entre tres dimensiones: la ontológica, la epistemológica y la praxiológica como
camino o método para estudiar un “objeto de reflexión/conocimiento/transformación
como es el constructo salud mental”. Luego, aborda extensamente estas dimensiones.
No es la intención de este prólogo sintetizar el libro, sino adelantar algunas de sus
propuestas. Una de sus originalidades es introducir, ya desde el debate de la dimen-
sión ontológica, la epistemología ch ´ixi, que establece categorías no excluyentes ni
binarias, donde los opuestos coexisten sin anularse y que habilita a pensar horizontes
de sentido “que no sólo fundamenten su referencia a la realidad a partir de lo que está
siendo (demostración empírica), sino también a partir de lo que es posible que sea”
para construir el objeto salud. El texto incluye ejemplificaciones concretas, tal el caso
del análisis crítico de los diagnósticos en salud mental para pensar la cuestión de obje-
tividad, subjetividad en el proceso de conocimiento. Interesa señalar cómo, finalmente,
arriba a un esquema del objeto salud mental como un “integrado de conocimiento
– intervención – transformación, (…) en la medida en que conocer necesariamente
supone intervenir e intervenir necesariamente supone transformar, y todo intento por
fragmentar artificialmente estos momentos – acciones limita la capacidad comprensiva
y explicativa del objeto de estudio”.

17
En la dimensión epistemológica comienza con un recorrido que va de la ciencia
occidental premoderna, pasando por la ciencia occidental moderna y la sobremoderni-
dad, luego se detiene en los “paradigmas consolidados” y en las rupturas epistemoló-
gicas de finales del siglo XX, para finalizar con un desarrollo de las “epistemologías no
occidentalistas desde un enfoque decolonial, para el cual occidente más que un lugar
geográfico en el mapa es el lugar de la epistemología hegemónica”. En este punto hay
una interesante referencia de autores y los debates de este pensamiento. Luego sitúa
el pensamiento latinoamericano en salud/salud mental y la propuesta de un enfoque
decolonial en salud mental.
Arriba así a la dimensión praxiológica, y con el fundamento desarrollado, al análisis
de las formas en que se concretan las “competencias profesionales” de quienes traba-
jan en el campo, incluyendo reflexiones sobre experiencias de gestión universitaria.
Su eje es promover la transformación de aquellas prácticas habituales en servicios de
salud mental que, basándose en el dualismo asimétrico entre profesional y usuario
–privilegios epistémicos según Aníbal Quijano–, producen lo que denomina tecnolo-
gías sociales de la no existencia.
El siguiente capítulo está destinado a un eje fundamental de la problemática: la
relación entre derechos humanos y salud mental. Tiene un subtítulo con signo de pre-
gunta: ¿Kıyıya Vuran İnsanlik? (¿La Humanidad ha naufragado?) que es el título de un
poema de Kintto Lukas dedicado al niño sirio muerto en el Mediterráneo cuya foto con-
movió al mundo. El autor lo formula como pregunta a la que responde negativamente
porque existe la posibilidad abierta de antagonizar a las tecnologías de la no existencia
este constructo paradójico de los Derechos Humanos, no sin revisarlo críticamente, por
ello plantea la necesidad de “desoccidentalizarlo” y pasar de la universalidad a la “plu-
riversalidad” de los derechos humanos.
El libro finaliza con un capítulo que es simultáneamente de cierre y apertura a la
construcción de una praxis decolonial de la salud mental. El último párrafo lo conden-
sa: “Sintetizando la propuesta desarrollada a lo largo del texto podemos afirmar que,
desde una lectura decolonial, la salud mental puede ser comprendida en términos de
un proceso pluriversal de garantía de derechos, capaz de ampliar los márgenes del
buen vivir en los planos personal, familiar, comunitario y social, des sujetándose (des
colonizándose) de la cultura colonial patriarcal moderna occidental capitalista que aún
conserva hegemonía en el campo”.
A medida que trabajaba este prólogo he tenido preguntas y se me han abierto de-
bates, he aprendido y he disentido, me ha promovido a pensar y a revisar supuestos.

18
Lamentablemente, faltó tiempo para hablar más detenidamente con el autor, como
suele suceder en esta época. Pero básicamente me dio mucho gusto la tarea.
El autor, para nosotros Leandro, afirma que en este libro volcó lo que ha producido
en su actividad docente de grado y posgrado, entre ello las clases que dicta como Pro-
fesor Adjunto de la Cátedra de Salud Pública/Salud Mental II de la Facultad de Psicolo-
gía de la UBA, de la que soy Profesora Titular. Fui la directora de su beca y de su tesis
de Maestría en Salud Pública, cuando él iniciaba su carrera. Al terminar su beca decidió
no postularse a la de doctorado – se doctoró en la Facultad de Ciencias Sociales de la
UBA pero no como becario full time-- porque quería conjugar la docencia, la investi-
gación y la gestión. Con aquella beca nos acompañó en el primer proyecto de investi-
gación fundacional, el de Eldorado. Luego dividimos el equipo de investigación para
crear un nuevo proyecto UBACyT en la cátedra, centrado en Salud Mental y derechos
de las infancias, cuya dirección compartió con Alejandra Barcala; un excelente trabajo
que también habilitó espacios para lxs niñxs, como por ejemplo una radio. También
hemos compartido tareas en los posgrados en Salud Mental de la Universidad Nacional
de Lanús.
No puedo sino agradecerle su presencia todo este tiempo, el haber construido un
camino propio que nos habilita a debatir o disentir y nos convoca a pensar. Celebrar
que haya formado parte de un colectivo que hemos sostenido entre todos como un es-
pacio con conflictos, diversidades y afectos. La tarea académica me ha posibilitado el
placer de ver cómo un joven becario que comenzaba su carrera y su vida adulta, es hoy
un profesional creativo y comprometido éticamente con su práctica, y también un pa-
dre al que el cuidado de sus hijos le quitó muchas veces el tiempo de lectura y estudio.
Pese a ello, no ha cesado de producir y este libro inaugura una etapa más.

19
Introducción

El presente libro nace de la intención de sistematizar algunos ejes de reflexión so-


bre los cuales vengo trabajando a lo largo de mi trayectoria docente en salud mental
desde hace más de veinte años. Esto asigna a la obra un carácter pedagógico, esencial-
mente didáctico, destinado a interesar a las personas en formación, como un insumo
de estudio, reflexión, crítica y debate.
Dichos ejes son: el conocimiento científico en salud mental, el enfoque de derechos
humanos y el análisis decolonial.
Transcurridos casi diez años de la sanción de la Ley Nacional de Salud Mental Nº
26.657 en Argentina, sancionada en 2010, el grado de avance alcanzado en la consecu-
ción del pleno goce de los derechos humanos de las personas con padecimiento mental
(art. 1), y en la sustitución del actual modelo de atención hospitalocéntrico de corte
asilar, por otro de base socio comunitaria, nos plantea interrogantes y preocupaciones,
y nos impone la necesidad de enfrentar las dificultades emergentes en este proceso de
transformación de cara a fortalecer el proceso de implementación de la ley.
¿Por qué sigue siendo difícil implementar una ley de derechos humanos en salud
mental?
Si bien existen potentes movimientos sociales, políticos y profesionales que pug-
nan por su plena efectivización, la misma sigue constituyendo en gran medida más
un afán a alcanzar que una realidad. Comprender los determinantes de esta situación
constituye un objetivo central de todas las personas que trabajamos en el campo de la
salud mental para el logro de su aplicación definitiva.
El propósito de este libro se dirige a este objetivo.
En este camino, uno de los aspectos que considero merece ser revisado es el de la
formación profesional de las carreras del campo de la salud, con miras a la inclusión
de los ejes señalados (reflexión sobre las ciencias de la salud – salud mental, enfo-
que de derechos humanos y perspectiva decolonial) como organizadores curriculares.
Proceso que requiere de una reflexión crítica sobre las matrices de sentido formativas

21
tradicionales que siguen construyendo las identidades profesionales de las disciplinas
del campo.
Con este propósito, en el primer capítulo el texto presenta un análisis de la ciencia
desde las lecturas decoloniales, perspectiva de gran potencia que aún tiene escasa
presencia en los currículos de enseñanza – aprendizaje, tanto al nivel de grado como
de posgrado.
Desde este enfoque analizo el carácter político de las ciencias modernas como
tales, comprendiéndolas como parte del proyecto de dominación social propio de la
cultura colonial occidental capitalista que las forjó. Las periodizaciones académicas es-
tándares respecto de la modernidad son revisadas a la luz de una interpretación no
eurocentrista, señalando no sólo la existencia de una modernidad ibérica propia de los
países de Europa del sur, previa a la modernidad industrial burguesa surgida en la Eu-
ropa del norte, sino también la importancia del período colonial y del evento america-
no como antecedentes claves para posibilitar el desarrollo de la modernidad capitalista
occidental Europea del siglo XVIII.
En base a este derrotero se aborda como núcleo central de la argumentación el pa-
pel histórico que ha desempeñado la ciencia moderna en tanto proyecto de poder, de
construcción de hegemonía en la colonial modernidad occidental en América.
Los cuestionamientos académicos tradicionales hacia el positivismo y el método
experimental son revisados a la luz de la lectura política propuesta, descentrando el
foco de atención desde las cuestiones epistémicas y metodológicas hacia su fuente de
producción, definida como la necesidad de instalar una matriz de sentido en donde la
norma es la raza, la cultura, la ciencia y el modelo capitalista de producción europeo,
es decir, una cultura colonizada.
Esta configuración de sentido colonial moderna es reinterpretada con autoras
y autores del pensamiento andino que deconstruyen los mitos modernos proponien-
do caminos que los trascienden mediante culturas, conocimientos y epistemologías
alternativas.
Una vez demarcada la noción de ciencia que utilizaré en el texto, presento en el
segundo capítulo las implicancias que este análisis decolonial de las ciencias modernas
impone a las ciencias de la salud, y al campo de la salud mental en particular.
Parto del supuesto de que la clásica definición de Ciencia con mayúscula (sentido
colonial occidental moderno capitalista) conserva aún su hegemonía en el armado de
la matriz de sentido curricular de las carreras del campo, que denomino matriz forma-
tiva tradicional (en adelante MFT), traduciéndose posteriormente como un modelo de

22
competencias profesionales que conserva aún muchos de los aspectos centrales del
modelo psi hegemónico.
Argumento entonces en favor de la necesidad de modificar la noción de ciencia,
sus objetos y sus métodos, en las matrices de formación profesional, abogando por la
sustitución de la MFT por otra, que denomino matriz formativa alternativa (en adelante
MFA); dejando caer de esta manera un modelo pedagógico de enseñanza aprendizaje
euro céntrico (occidentalista, colonial y patriarcal), su ideal de ciencia positiva (con sus
únicos objetos y métodos científicos como posibles), y su perspectiva capitalista (cen-
trada en la producción de prácticas mercantiles de trabajo individualista con marcado
desinterés por el bien público).
Modernas pero no científicas, tal es la expresión que utilizo para resumir la trayec-
toria de las disciplinas del campo de la salud – salud mental desde la reflexión que
propongo, que alienta la búsqueda de proyectos de ciencia alternativos al de la colonial
modernidad occidental.
En el marco de esta búsqueda, en el capítulo tres, desarrollo uno de los ejes centra-
les de la obra, consistente en la propuesta pedagógica que he denominado matriz de-
colonial comprensivo explicativa del objeto de la salud mental (en adelante MDCEOSM),
la cual se sostiene en tres dimensiones fundamentales: la ontológica, la epistemológica
y la praxiológica. Este modelo analítico tiene el propósito de constituir un instrumento
conceptual metodológico que oriente la reconfiguración del objeto salud mental.
Fundamento en primer lugar la necesidad de conservar la noción de objeto, que
defino como un integrado de conocimiento, intervención, y transformación. Posterior-
mente profundizo en la conceptualización de cada una de las dimensiones propuestas,
siempre desde la perspectiva de las ciencias críticas decoloniales.
Respecto de la primera dimensión señalada, se propone un tránsito hacia una onto-
logía alternativa de la salud mental, que supera la visión tradicional de la ciencia están-
dar y se desancla de las tensiones binomiales clásicas tales como ser – deber ser, ente
– atribución, objetivo – subjetivo, interior – exterior, evitando la trampa ontológica de
las ciencias modernas a partir de la consideración de ontologías mestizas.
Nuevas nociones que enriquecen nuestro campo provenientes desde el antiguo
(idea del pasado por delante que recuperan las cosmovisiones indígenas), tales como
la noción de lo ch´ ixi propia del pensamiento indio, que deslocaliza las metaforizacio-
nes propias de la modernidad por ontologías alternas.
La introducción de la sociología de las ausencias da lugar a la consideración de lo
que denomino juicios de inexistencia, un trastrocamiento de los límites perpetrado por

23
el giro ontológico descolonizador, promotor de un tránsito trascendental hacia el vivir
bien y hacia la salud como juicios de lo posible. Planteo que se instala en el seno de un
denso problema ontológico planteado a partir por la presencia de un hiato ontológico
no cancelable por la vía del discurso.
A partir de estas consideraciones me aboco a la segunda dimensión de la MDCEOSM,
la epistemológica, proponiendo en primer término una revisión de las principales ca-
racterísticas que asumió la reflexión epistémica durante el período premoderno y la
primera modernidad occidental, para desarrollar posteriormente las epistemologías
consolidadas y las rupturas epistemológicas emergentes propias de la modernidad tar-
día, así como los aportes fundamentales que realiza el pensamiento latinoamericano
a la epistemología de la salud - salud mental.
En este contexto postulo que, ante la imposibilidad de la ciencia de nombrar obje-
tivamente la totalidad de lo social, en tanto condición formal y no empírica del cono-
cimiento científico, resulta necesario establecer una epistemología de la salud mental
de la incompletud.
Finalizo el recorrido de esta dimensión con el planteamiento de un enfoque decolo-
nial de la salud mental, orientado hacia una necesaria descolonización epistemológica
a producir en el contexto de la transmodernidad.
Las epistemologías del sur y la pulsión descolonizadora conducen a una episte-
mología ch´ixi articulada a lo posible y el buen vivir, como camino para un análisis
crítico del campo de la salud mental, regido aún por prácticas de dominación y de
poder reguladoras de los llamados normalismos mediante una cultura del encierro del
sufrimiento mental.
Manicomio y colonialidad van juntos, tal la afirmación a la que llego al finalizar
este capítulo, en la medida en que se constituyen en la misma lógica de alteridad ex-
cluyente, generadora de tecnologías sociales de la no existencia. De allí la necesidad
imperiosa de descolomializar la salud mental, neologismo que construyo para deno-
minar la operación que permita develar los procesos políticos mediante los cuales los
profesionales y las profesionales del campo hemos sido normalizados como agentes
del mismo.
Por último, planteo la tercera dimensión de análisis propuesta de la MDCEOSM, la
praxiológica, relativa al involucramiento de las y los participantes del campo con el ha-
cer sobre el objeto integrado de conocimiento – intervención – transformación salud
mental.

24
Propongo una praxiología con perspectiva de derechos humanos como horizonte
primario de todo acto en salud y salud mental, fundamentando la subordinación de la
racionalidad técnica instrumental a la perspectiva y garantía de derechos.
Para esto analizo las praxis en salud y salud mental desde un esquema fundado
en la epistemología genética, que prevé la existencia en el proceso de conocimiento
– acción de un momento intra, uno inter y uno trans, los cuales, tanto en el orden de
lo disciplinario como de lo subjetivo, posibilitan la emergencia de operaciones diferen-
ciadas con distintos grados de complejidad, que sintetizan los procesos logrados en
cada uno de ellos.
A partir de este esquema matricial propuesto para la construcción de un modelo
explicativo de la praxis en salud – salud mental abordo los interrogantes planteados
por las dificultades existentes para transformar las prácticas de salud mental de acuer-
do a los actuales estándares de garantía de derechos humanos.
Finalizando con la tercera dimensión argumento que, convertida en causa desean-
te, en pulsión de vida colectiva, la salud mental en perspectiva decolonial se traduce
en involucramientos sociales, culturales y políticos, en participaciones por la garantía
de derechos humanos.
La salud mental queda definida como una praxis contrahegemónica mediatizada
por articulaciones militantes, generadoras de operaciones y competencias profesiona-
les intra, inter y trans, en los planos de lo subjetivo y lo disciplinario, capaces de romper
con cuatro órdenes normativos básicos, del poder, del saber, del ser y del hacer.
Para terminar el capítulo, retomo la noción del buen vivir (sumak kawsay) en tanto
cosmovisión que sintetiza la noción de salud mental tal como es definida en el texto.
En el capítulo cuatro, manteniendo la perspectiva descolonizadora que atraviesa la
obra, enfoco la cuestión de los derechos humanos, y del derecho a la salud mental en
particular.
Esquematizo primeramente el surgimiento de la doctrina internacional de los de-
rechos humanos, planteando un análisis contextual socio político de la emergencia de
las diferentes series de derechos (civiles y políticos; sociales, económicos y culturales;
y colectivos); enmarcando su aparición en el mundo occidental capitalista, y en las di-
versas configuraciones socio históricas asumidas por los Estados modernos.
En base a esta descripción propongo la existencia de dos procesos relevantes en
la configuración de la agenda occidental de los derechos humanos, en primer lugar
la preocupación de los Estados modernos por mejorar la capacidad de respuesta a

25
diversas cuestiones socialmente problematizadas, lo cual marcó la agenda de la Doctri-
na Internacional de los derechos humanos. En segundo lugar, la dinámica de tolerancia
geopolítica de esta doctrina con el mantenimiento de un modelo caracterizado por la
producción de dominación e injusticia social como es el capitalismo, acompañándolo
en sus distintas fases históricas hasta alcanzar la hegemonía global propia de la cultura
tardo moderna colonial patriarcal y occidentalista actual.
Ratificado el avance que significó la emergencia y consolidación de la Doctrina in-
ternacional de derechos humanos en occidente, se discute sobre sus límites y opaci-
dades, en pos de aportar vías comprensivas alternativas para el logro de un mayor
bienestar colectivo.
Una vez planteada la tolerancia histórica que han mantenido los derechos humanos
con el modelo capitalista, se señala la predominancia de ciertos derechos (los civiles
y políticos) por sobre otros (los sociales, económicos y culturales) en diversos instru-
mentos normativos, dando cuenta del proceso actual de neoliberalización de los de-
rechos humanos.
A partir del señalamiento de este carácter paradójico de la emergencia de los
derechos humanos, discuto el presupuesto de universalidad de los mismos, retoman-
do las nociones decoloniales desarrolladas en los capítulos previos tales como occi-
dentalismo, colonial modernidad, pluriversalidad y transmodernidad, para analizar
los derechos humanos, siguiendo el supuesto según el cual resulta esencial conservar
y defender los avances que los mismos han permitido, pero a la vez visibilizar sus límites
y contradicciones de cara al logro de mejores condiciones de vida colectiva respetuo-
sas de todas las culturas.
En esta vía, analizo el carácter occidentalista (colonial, moderno, patriarcal y ex-
tractivista) propio de la cultura europea y estadounidense que estos derechos intentan
imponer como realidad universal.
Siguiendo a distintas autoras y autores decoloniales, el sentido etimológico del
término universo es tomado como argumento para justificar la existencia de diversos
universos, es decir, de pluriversos. A partir de esta lectura se reconoce la existencia
de múltiples historias, culturas, religiones, géneros, políticas y economías que pugnan
desde el antiguo, y desde la exterioridad del unus monopolar occidental europeo. Exis-
ten diversos unus que merecen ser considerados existentes, reconocidos en su coeta-
neidad como humanidades culturales vivas.
Ni mejores ni peores, ni buenas ni malas, distintas. Tal la frase con la que sintetizo la
urgente necesidad de reconocimiento de estas humanidades diferentes, identificables,

26
coetáneas al unus occidentalista. Este es el núcleo de este capítulo, que gira en torno
de la necesidad de construcción de un mundo pluriversal (que deconstruya lo universal
como lo único posible abriéndose a la existencia de múltiples unus que coexisten sin
dominarse) y transmoderno (que define formas coetáneas de modernidad distintas
a la colonial occidental) como un mundo posible y necesario.
Cerrando la obra, y como apertura a una resignificación del derecho a la salud
mental, el capítulo cinco integra la propuesta conceptual operativa desarrollada en
los primeros capítulos (la MDCEOSM) con las rupturas impuestas por el giro decolo-
nial, sosteniendo al derecho a la salud mental como una operación de desmontaje
de las estructuras de poder que siguen organizando en gran medida nuestro campo
de prácticas.
Como anticipé al inicio de esta introducción, en este camino se impone la susti-
tución de la matriz formativa tradicional (MFT) aún vigente en la construcción de las
identidades profesionales, por una matriz formativa alternativa (MFA) forjada en el
marco de derechos humanos potencialmente descolonizadores.
La pulsión decolonial constituye una herramienta privilegiada para la ampliación
de los márgenes de acceso al derecho a la salud mental. Esta frase sintetiza la ar-
gumentación del capítulo cinco, fundamentando la necesidad de sustitución matricial
formativa propuesta.
Considero que aún persisten las lógicas coloniales y manicomiales en las identida-
des profesionales normalizadas mediante la MFT, por esta razón insisto en el cierre del
libro sobre la necesidad de descolomializar las matrices de sentido (descolonizarlas
y desmanicomializarlas) como un desafío actual clave en salud mental para el logro
de matrices formativas que ajusten sus lógicas, saberes, teorías y praxis al enfoque de
derechos humanos.
El derecho a la salud mental es planteado como la superación de las tecnologías
sociales de no existencia que aún siguen vigentes en gran medida en el campo de lo
mental, transformándolas en prácticas que apunten al buen vivir como horizonte tras-
cendental, como proyecto de lo posible, siendo promotoras de vidas que merecen ser
vividas acorde a derechos humanos, y promuevan la coexistencia de las diferencias
sin colonizarlas.
Tal es la noción de praxis en salud mental a la que arribo, expresión de una cosmo-
visión decolonial, que la comprende en términos de un proceso pluriversal de garantía
de derechos, capaz de ampliar los márgenes del buen vivir en los planos personal,
familiar, comunitario, social y planetario.

27
Cabe cerrar la introducción agregando que la obra en su conjunto entiende que
la causa de la salud mental es política, es histórica, es social, es cultural, en definitiva,
es humana, y requiere de una activa militancia deseante por la garantía de derechos.
Movimiento militante iniciado hace décadas en el mundo, y sostenido en Argentina
por diversos colectivos sociales que han posibilitado las diversas conquistas esenciales
alcanzadas para el campo de la salud mental. Este libro espera constituir un aporte
a esta causa.

28
1

Análisis decolonial de las ciencias modernas

29
La ciencia moderna nace con los prejuicios propios del mundo moderno:
la realidad es el espacio de la dominación y en el tiempo se administra
lo que es siempre una acumulación constante e infinita de riqueza. La
ciencia al servicio del capital (Bautista, 2017: 33).

Al hacer referencia a la ciencia moderna haré alusión a la matriz de sentido surgida


en la colonial modernidad occidental propia de un proyecto político de poder y de do-
minación social como ha sido (y continúa siendo) el capitalismo; lo cual lleva a la nece-
sidad de revisar la finalidad con la que este particular y contextuado modo de produc-
ción de conocimiento científico ha tenido en la dinámica geopolítica de la modernidad.
Respecto de esta última noción, tomaré en este capítulo la periodización desarro-
llada por Enrique Dussel (2015: 257 - 294), que se aparta de ciertas miopías históricas
vehiculizadas por la versión tradicional de modernidad.
Para Dussel las referencias usuales a este período parten del momento en que los
aspectos constitutivos de la modernidad fueron coetáneos a la centralidad económica
europea en el contexto mundial, ubicando su comienzo a fines del siglo XVIII (con la
revolución francesa en 1789).
Pero este período de doscientos años (desde 1789 hasta 1989 en que termina la
guerra fría y se produce el ascenso mono polar de la hegemonía estadounidense ac-
tual), deja por fuera un período previo, de trescientos años, donde la modernidad no
fue coetánea a la hegemonía de Europa en el mercado mundial.
(…) en el Occidente la Modernidad – que se inicia con la invasión de
América por parte de los españoles, cultura heredada de los musulma-
nes del Mediterráneo (por Andalucía) y del Renacimiento italiano (por
la presencia Catalana en el sur de Italia) – es la `apertura´ geopolítica
de Europa al Atlántico, y la `invención´ del sistema colonial (…) Todo lo
cual es simultáneo al origen del capitalismo. Es decir: modernidad, co-
lonialismo, sistema – mundo y capitalismo son aspectos de una misma

31
realidad simultánea y mutuamente constituyente. La Modernidad habría
tenido cinco siglos, lo mismo que el sistema - mundo (…) América Latina
fue un momento constitutivo de la Modernidad. El sistema colonial no
pudo ser feudal, sino periférico de un mundo capitalista moderno, y por
lo tanto él mismo moderno (op. cit: 276 - 278).

Esta periodización, que pone en cuestión la visión estándar de la historia mundial


que deja por fuera de la misma a las culturas de América Latina, África, Asia y Europa
oriental, y la reconstruye desde una perspectiva exterior (no eurocentrista), propone la
existencia de los siguientes momentos: 1- primera modernidad, ibérica con sus matices
musulmanes, de carácter pre burgués, abarca desde el año 1492 a 1630 aproximada-
mente, 2- segunda modernidad desarrollada en los Países Bajos entre los años 1630
a 1688, ya propiamente burguesa, 3- tercera modernidad, primeramente inglesa con
la denominada revolución gloriosa de 1688 y luego francesa, la cual con la revolución
industrial de 1760 y la ilustración iniciada a mediados de siglo XVIII llevan a la plenitud
las transformaciones propias de la modernidad, 4- cuarta modernidad, que abarca de
1789 con la revolución francesa hasta 1989, período en el cual se consolida la centrali-
dad económica europea en el mercado mundial dando lugar a la hegemonía ilustrada
de Europa (del norte).
Clarificada la noción de modernidad que utilizaré en el texto, propongo un análisis
de las ciencias modernas que no parte de la crítica de la razón científico positivista
como método, llegaré a esto como un segundo momento, sino en tanto proyecto he-
gemónico de sociedad en su faz de dominación capitalista.
Como advierte Rafael Bautista en el epígrafe de este apartado (2017) la ciencia mo-
derna constituye una de las maneras a través de las cuales se instrumentó el proyecto
de dominación social y de reproducción del capital que requería el momento expansivo
de los países europeos colonialistas.
Considerar que la discusión sobre la ciencia es una discusión sobre la manera en la
cual se genera el conocimiento en determinado momento histórico y, en definitiva, una
discusión sobre el método científico, encubre los fundamentos políticos de dicho pro-
yecto, que atañen a la conquista de territorios, la expropiación de sus riquezas y a la ins-
talación y expansión de un régimen hegemónico de poder y de producción capitalista.
La ciencia no solo es la manera a través de la cual se produce conocimiento, sino que
implica una determinada producción de objetividad y subjetividad, y la cristalización

32 Análisis decolonial de las ciencias modernas


de una particular cosmovisión de la cultura, la historia, la economía y la política; en
síntesis, una visión del alcance y potencialidad del hacer humano.
Toda ciencia supone la formalización de un proyecto de poder, y la ciencia moder-
na encarna, en el ámbito del saber, la formalización del proyecto de conquista iniciado
a fines del siglo XV (1492) con el descubrimiento de América por los países europeos
del sur (España y Portugal), que proseguirá durante el siglo XVI hasta inicios el siglo
XIX, momento en que los movimientos independentistas ponen fin al período colonial
latinoamericano. Iniciándose así una primera fase descolonizadora con eje en lo jurídi-
co político. Veremos que esta descolonización inicial, de gran trascendencia histórica,
continuó sin embargo con el proceso de colonialidad en el orden cultural.
Muchas de las nociones científicas que la tradición académica ha instalado como
verdades constituyen claros aportes a la objetivación de una realidad a ser conquistada
y dominada. Tal la idea de raza que, como observa Aníbal Quijano (2000), fue una de
las razones que la ciencia moderna aportó a los proyectos imperialistas para justificar
el aniquilamiento y la esclavización de los pueblos conquistados.
Existe consenso (Marrandi, Archenti, Piovani; 2018) en que la ciencia moderna sur-
ge en el siglo XVI a partir de los desarrollos llevados adelante por Galileo, que sientan
las bases para la consolidación del método experimental que, desde ese momento se
adoptaría como método hegemónico de la ciencia.
Aunque si bien esta ha sido la versión hegemónica reproducida en la formación
académica euro centrista, existen evidencias respecto a que tales descubrimientos eu-
ropeos en realidad se nutrieron y enriquecieron (cuando no tomaron prestado o se
apropiaron directamente) de conocimientos producidos en otras culturas milenarias
tales como la bizantina, la china, la hindú o la islámica (Dussel, op. cit.).
En los debates académicos iniciados en las últimas décadas del siglo pasado es
recurrente encontrar en las discusiones referidas a la salud revisiones críticas del posi-
tivismo como marco epistemológico así como de su método, en torno de su capacidad
de comprender y explicar los fenómenos del campo, es decir sus objetos de estudio,
sobre su posibilidad de generar metodologías que dieran cuenta de nuevos objetos
de conocimiento.
Se considera que el centramiento de la ciencia moderna en aspectos tales como el
causalismo, la linealidad, el biologicismo, la ahistoricidad, la desocialización, el indivi-
dualismo o el pragmatismo es, con justa razón, un enfoque débil que ha agotado sus
límites y debilitado su posibilidad comprensivo-explicativa de la realidad.

33
Pero vemos que este plano de análisis correspondiente a la reflexión epistemológi-
ca y metodológica de la cuestión no avanza en el plano del análisis político.
Asistimos por una parte en el ámbito académico, sobre todo en las ciencias so-
ciales de la salud, a un descarte casi automático del marco positivista y del método
experimental que opera en muchas oportunidades más como una señal de cierto pro-
gresismo epistemológico (que tiene raíces deológicas como toma de posición frente
a algunos de los estragos generados por dicho marco), que como una decisión emana-
da de la reflexividad epistémica. Estragos, cierto es, que en el caso de la salud mental
han sido devastadores por las consecuencias humanas que han tenido, como lo evi-
dencia la historia de encierro asilar manicomial.
Por otra parte, existe un sector importante en las ciencias de la salud que sigue
posicionándose en una epistemología y metodología positivistas que promueven el
desarrollo de las neurociencias en su afán de alcanzar la localización cerebral del pade-
cimiento mental, e identificar los procesos neurofisiológicos y las bases genéticas del
mismo. No obstante actualmente se instala con fuerza en el seno del campo de la psi-
quiatría una tendencia que ya no busca en las neurociencias clínicas la llave del acceso
a la identificación de los padecimientos mentales, sino que lo hace en los sistemas mul-
timétricos de información aportados por el uso de los Smartphone (el big data) para
diagnosticar (cuando no crear) dichos padecimientos. Mediante el análisis estadístico
de la cantidad inconmensurable de datos en tiempo real que brindan las tecnologías
actuales, la próxima psiquiatría buscará resolver el problema de la generación de co-
nocimiento en torno del padecimiento mental.
Frente a este panorama cabe preguntarnos si el nivel epistemológico y metodoló-
gico alcanzan por si mismos para tomar partido por una u otra posición. Es más, ¿tene-
mos que tomar necesariamente una posición al respecto?
¿Es necesario abandonar definitivamente el método experimental? ¿Confirmaría
esto el abandono de la ciencia colonial moderna occidental?
No necesariamente, deconstruir (en el sentido que le asigna Derrida al concepto)
no significa destruir ni excluir, sino dejar caer ciertas tradiciones que han demostrado
haber dejado de ser significativas, efectivas en su afán de conocer y transformar la rea-
lidad, o bien que han sido encubridoras de ciertas formas de colonización. La exclusión
no genera superación, sino al contrario, forclusión, es decir imposibilidad de dialectizar,
de hacer pensable.
Intentaré clarificar este planteo a través de un ejemplo propio del campo de
la salud.

34 Análisis decolonial de las ciencias modernas


Podríamos remontarnos a una de las tantas discusiones que han nutrido la historia
de la salud, y que, con matrices discursivas aggiornadas a los conocimientos de época
insiste actualmente. Me refiero a la oposición entre las explicaciones propias de los
sectores que postulaban que lo esencial era la identificación de las causas de las enfer-
medades y la búsqueda de un tratamiento (contagionistas), versus los que entendían
que más allá de la importancia del conocimiento de las noxas, el eje debía concentrarse
en las determinaciones políticas, sociales y económicas del proceso de enfermar.
Cabe recordar que a partir de la “gran peste negra” (peste bubónica) del siglo XIV
hasta entrado el siglo XX las acciones preventivas se basaban en la teoría contagio-
nista, que consideraba que las enfermedades se trasmitían desde las personas sanas
a las enfermas, razón por la cual la prevención pasaba por aislar a las primeras de las
segundas, mediante el método de la “cuarentena”.
Estas teorías, como afirma Marcelo Urquía (2019: 17-20), se enfrentaron en el siglo
XIX con el problema político y económico que estas medidas, que implicaban cierre
de puertos y paralización del comercio, le imponían al desarrollo de las burguesías
y liberales que pugnaban por la expansión del capitalismo, surgiendo el movimiento
anticontagionista.
Se observa de esta manera que, inicialmente, las diferencias respecto de las inter-
venciones de la salud pública tuvieron su origen en una batalla comercial, tendiente
a evitar las pérdidas económicas que las medidas del contagionismo le imponían al li-
bre mercado, asociándose inicialmente el anticontagionsimo a los ideales de progreso,
libertad e individualidad propios de la primera modernidad europea.
En este contexto se instala la batalla entre los seguidores de las teorías contagio-
nistas y el incipiente movimiento de saneamiento ambiental que, conservando algunos
de los preceptos propios de las teorías miasmáticas, constituyó para los liberales la
alternativa a la cuarentena ya que esta “(…) no solo interfería con el comercio y, por lo
tanto, con los intereses de la clase dominante, sino que también contradecía el axioma
de que el gobierno no debía interferir en la economía” (Urquía, op. cit.: 19).
Es en el marco de estas discusiones que surge el movimiento alternativo de la me-
dicina social el cual, descentrándose del debate entre las teorías contagionistas (que
empezarán a centrar su interés en la identificación de las causas) y las de saneamiento
(con base en las conceptualizaciones miasmáticas), centra el eje del análisis en la in-
equidad social, promoviendo que las intervenciones de la salud pública se incluyan en
reformas radicales del sistema político y de la organización social.

35
De los párrafos precedentes se desprende que esta discusión obedecía, y sigue
obedeciendo en sus formas actuales, a cuestiones políticas, éticas e ideológicas pro-
pias de los intereses de los actores sociales que impulsaban dichos movimientos. Por
una parte, el interés mercantil de la industria de medicamentos y las corporaciones
profesionales en la búsqueda de nuevas enfermedades que amplíen los márgenes de
venta de tecnología de diagnóstico y de tratamiento han motorizado históricamente
a una de las corrientes. En tanto que la otra ha surgido en el marco de movimientos
políticos contra hegemónicos que en salud identificaban la necesidad de comprender
la determinación social de la desigualdad en los perfiles de morbi mortalidad, y operar
en la dirección de des mercantilizar los servicios, los diagnósticos y los tratamientos
a nivel colectivo.
Pero evitando por el momento el plano de discusión político ideológica al cual arri-
baré más adelante, y ciñéndome estrictamente al debate señalado (artificio analíti-
co para argumentar en favor de la hipótesis de trabajo que planteo), vemos que la
cuestión constituye en sí misma (despojada de su dimensión ética, política, ideológica
y corporativa) un reduccionismo.
Continuando con la discusión señalada por estas dos tradiciones opuestas pero
aggionarda al escenario actual, sería totalmente inadecuado poner en discusión la ne-
cesidad de contar con un sistema de vigilancia epidemiológica de calidad para la gene-
ración de información y toma de decisiones propias de las políticas de salud.
Gran parte de los eventos de notificación obligatoria del Sistema Nacional de Vi-
gilancia Epidemiológica en Argentina se confirman gracias a pruebas de laboratorio.
Existe consenso internacional en que uno de los pilares fundamentales de las políticas
de salud en términos de impacto para el mejoramiento de los indicadores relativos
a eventos críticos actuales (como dengue, sarampión, influenza, zika, vih, para men-
cionar sólo algunos) sigue siendo la positiva identificación de una relación causal entre
una noxa y una enfermedad, o bien la confirmación de su ausencia.
Al escribir estas páginas (enero de 2019) por ejemplo, asistimos en Argentina a un
brote epidémico de uno de estos eventos, la hantavirosis (enfermedad viral trasmitida
por ratones colilargos y ocasionalmente vía contacto interpersonal) en la Provincia de
Chubut (en donde esta enfermedad es endémica) que al momento lleva 10 personas
muertas y ocasionó que las autoridades sanitarias pongan en cuarentena a la ciudad
de Epuyén, si, cuarentena de una ciudad en 2019, con 80 personas en aislamiento
y 10 fallecimientos.

36 Análisis decolonial de las ciencias modernas


Habría que analizar el deterioro del sector salud para que se genere un brote de
estas características, basado en una de las modalidades de contagio de relativa baja
frecuencia como es la interpersonal, en un evento donde la prevención es un elemento
esencial para evitar la epidemia o bien mitigar su expansión. No obstante, llegados
a este punto, sería totalmente inadecuado poner en cuestión las herramientas de la
epidemiología clásicas como el control de foco, el establecimiento de nexos epidemio-
lógicos hasta llegar al aislamiento comunitario.
Al mismo tiempo, sabemos que la relación lineal causa - efecto propia de la ra-
cionalidad científico positivista y del método experimental no alcanzan para explicar
la complejidad de las problemáticas que enfrenta el sector salud, y por supuesto, no
permiten explicar por qué pese a que ya conocemos las causas y en muchos casos
las formas de tratar las enfermedades, lejos de ser erradicadas reemergen (como el
sarampión en Argentina 2018), se hacen más fuertes e inteligentes (como la TBC multi
resistente), se diversifican (identificándose distintas cepas del virus de influenza), au-
mentan (como el VIH cuya transmisión aumenta en algunos países de la región), o se
tornan de difícil manejo (dengue, zika o hantavirus).
¿Podríamos recomendar por las razones recién presentadas el cese de la vigilancia
epidemiológica? Por supuesto que no, al contrario, cada vez más resulta imprescindi-
ble contar con estos sistemas que han demostrado alta efectividad en el logro de sus
objetivos técnicos. Sigue siendo necesario el conocimiento positivo que permita confir-
mar eventos, sistematizar información que se convierta en insumo para la planificación
y gestión de políticas y programas sanitarios.
No se trata de cerrar la brecha entre posiciones que históricamente han zanjando
las aguas del pensamiento en salud, como veremos más adelante, la contradicción, el
conflicto, la existencia de opuestos que no luchan por su supremacía sino que se sos-
tienen y mezclan, puede constituir una vía potente y creativa para el desarrollo de otras
formas de conocimiento no dicotómicas.
Considero que insistir en la des adecuación del método experimental y la episte-
mología positivista constituye una discusión ya saldada.
Se trata en cambio de descentrar el foco de atención desde el marco epistémico
y metodológico hacia sus fuentes de determinación.
El método sigue al objeto mencionaba en sus clases Maritza Montero, no pode-
mos quedarnos sólo en el análisis y la crítica del método, del camino para alcanzar el
conocimiento, porque este puede ser mantenido, sustituido, transformado o incluso

37
resignificado en función de la matriz explicativa del objeto de conocimiento – interven-
ción – transformación centro de nuestra atención.
Podríamos proponer incluso una recuperación crítica de aquello que del marco
positivista y su método sigue siendo útil al conocimiento. Podemos confiar, como ya
mencioné, en procedimientos basados en la identificación de causas para orientar la
toma de decisiones posterior, o bien modelizar esquemas causales de determinación
en perspectiva dialéctica y compleja tales como las estructuras causales dinámicas
(Vasco Uribe; 1987), cadenas de redes causales (Almeida Filho, 2003), o estructuras
jerárquicas de determinación (Samaja; 2004), sin que esto debilite el enfoque explica-
tivo, enriqueciéndolo y potenciándolo.
Y al contrario, podemos hacer referencia a propuestas superadoras del positivismo
como las que se verán en capítulos próximos (3.3.3.2), sin que nuestra capacidad de
transformación del objeto se vea enriquecida o superada respecto de los enfoques
tradicionales.
Los motivos del debilitamiento de la capacidad comprensivo explicativa de las
ciencias de la salud no solo se reducen a la crisis de la racionalidad científico-instru-
mental y sus técnicas, sino a la crisis de la epistemología del positivismo y de sus de-
terminaciones histórico políticas.
Por esta razón resulta imprescindible visibilizar el proyecto político de dominación
cultural en el cual se ha enraizado la ciencia positivista moderna, de manera de llegar
al núcleo de sentido de la cuestión.
Si de dejar caer se trata, y no de desconocer o excluir, se requiere poner en te-
la juicio aquello que de la ciencia tradicional no nos permite ya comprender nuestro
objeto de conocimiento – transformación. Y esta, por el momento no es una cuestión
de método.
Centraré entonces la discusión en la explicitación de las razones que el mundo co-
lonial moderno euro céntrico occidental tuvo para fundamentar su proyecto de expan-
sión capitalista.
Rita Segato (2016), se refiere a la cuestión de la colonialidad como eje de
este análisis.
Adopto la expresión `moderno´ precedido por el término `colonial´
para expresar, siguiendo el giro decolonial con que Aníbal Quijano ha in-
flexionado la conciencia histórica y sociológica, la necesidad del evento

38 Análisis decolonial de las ciencias modernas


`americano´ como condición de posibilidad de la modernidad, así tam-
bién del capitalismo (op. cit.: 18).

La creación de estas condiciones de posibilidad para la expansión del viejo mundo


y la conquista del nuevo, constituye la clave para la comprensión de muchos de los
procesos de nuestra historia, incluso aquella en la que cobra hegemonía el relato inde-
pendentista de los países latinoamericanos que, en definitiva, sentaron las bases para
la consolidación posterior de regímenes socio políticos liberales que continuaban vien-
do a Europa como el modelo ideal a seguir en lo social, económico, cultural y científico.
Y es aquí donde el conocimiento científico colonial moderno entra en nuestro análisis,
no solo como la importación de una epistemología y de un método sino como una po-
tente forma de colonización del pensamiento y del saber.
La modernidad, con su precondición colonial y su esfera pública patriar-
cal, es una máquina productora de anomalías y ejecutora de expurgos:
positiviza la norma, contabiliza la pena, cataloga las dolencias, patri-
monializa la cultura, archiva la experiencia, monumentaliza la memoria,
fundamentaliza las identidades, cosifica la vida, mercantiliza la tierra,
ecualiza las temporalidades” (Segato; op. cit.: 23).

El método colonial científico positivista, en términos de análisis socio político, no


fue bueno ni malo, fue necesario para instalar una matriz de sentido según la cual la
norma es la raza, la cultura, la ciencia y el modelo capitalista de producción europeo,
esa matriz binaria moderna dual y reglada a la que refiere Rita Segato.
El pasaje del pensamiento religioso como base axiomática de la cosmovisión me-
dieval hacia el pensamiento científico como regla para la producción del conocimiento,
que acompañó en Europa el movimiento del medioevo a la primera modernidad, en
nuestros territorios se encuentra atravesado por la dominación colonial.
Cabe alertar, como señala Enrique Dussel (op. cit.), que la formación moderna así
como la hemos aprendido en nuestros claustros de enseñanza se basa en una historia
que es periodizada en antigüedad clásica, etapa medieval, modernidad y modernidad
tardía, pero existen otras historias, tan importantes como la europea occidental, incluso
mucho más antiguas, que han sido silenciadas y forcluidas (en el sentido de excluidas
y rechazadas) tales como la andina, la egipcia, la persa o la china. Y por supuesto, cada
una de ellas presentó diferentes períodos, politizaciones de la vida, culturas, modos de
producción, y de ciencias.

39
No se trató de la importación de una religión primero y de una epistemología y de
un método después, sino de la utilización de esta religión y de esta epistemología para
la conquista y colonización de los pueblos. Por esto no fue posible la coexistencia de
religiones y de conocimientos, sino la negación y eliminación de lo previo por lo nuevo,
del modelo europeo que sentaba la base del patrón de medida sobre lo alterno, lo in-
dio, que imaginarizaba lo diferente a ser dominado.
Los desarrollos de Silvia Rivera Cusicanqui (2010 y 2018) que retomaré más adelan-
te, permiten una aguda percepción sobre la profundidad y alcance de las epistemolo-
gías indígenas que fueron forcluidas y que recién en las últimas décadas vienen siendo
recuperadas (Zelaya, 2013).
La instalación de la idea de que existe una única evolución de la especie y una raza
superior (la blanca de los países colonialistas europeos cristiano occidentales) ha sido
el fundamento de la distinción binaria entre la civilización y la barbarie, por eso es que
la modernidad desde una perspectiva latinoamericanista ha constituido un proyecto
civilizatorio de dominación, y es aquí donde la racionalidad y el método científico po-
sitivista hizo su parte colonizando otras formas de conocimiento.
Esta lógica binaria como eje central del pensamiento y de la manera de simboli-
zar el mundo es propia de esta matriz de sentido que, invisibilizada, ha servido para
ontologizarlo en término de una lógica dual: norma versus desvío, objetividad ver-
sus subjetividad, femenino versus masculino, sano versus enfermo, civilización versus
barbarie, causa versus efecto, entre muchos otros opuestos que no sólo han formado
parte fundamental del repertorio de categorías teóricas de las ciencias modernas, sino
que ha sido naturalizado como parte de las metáforas cotidianas con las cuales nos
explicamos y experienciamos la realidad. Categorías conceptuales que como veremos
al introducir la matriz explicativa del objeto salud mental han sido excluyentes de otras
ontologías, epistemologías y praxis.
El positivismo lógico inauguró una serie de sentidos metafóricos ordenadores im-
prescindibles para la instalación del proyecto político de la colonial modernidad ca-
pitalista, qué otra cosa constituyen sino los conceptos de progreso, de desarrollo (de
mitos en palabras de Bautista) fundacionales de las significaciones de tiempo, espacio
e historia propias de este proyecto. Lo previo como pasado a ser superado y dejado
atrás por el progreso de la ciencia encubre la negación y eliminación de la otredad
cultural, espiritual, científica, económica y social de lo alterno a esta forma de moder-
nidad, que en nuestra región es representada por los pueblos indígenas que ocupaban
los territorios americanos.

40 Análisis decolonial de las ciencias modernas


En esta explicación se basa la crítica que algunas autoras (Rivera Cusicanqui, 2010)
hacen a la noción de pueblos originarios, que los ubican en los orígenes como algo
muerto, pasado y extinguido, quitándole la potencialidad vital de su cotidianeidad.

41
2

¿Es científica la salud mental?

43
Si la clásica definición de lo que es una Ciencia (“un saber con unidad de
objeto y de métodos”) fuese tomada “al pie de la letra”, la conclusión
a sacar sería que no existe una ciencia (ni muchas ciencias) de la salud.
J. Samaja (2004: 33)

Argumenté que toda ciencia es política, e implica la construcción hegemónica de


una cosmovisión del mundo que asienta en ciertos conocimientos, a los cuales se llega
a través de un camino (método) cuya racionalidad obedece a los intereses de dicho
proyecto político.
En este capítulo reflexionaré sobre las implicancias que este planteo tiene en el
campo de las ciencias de la salud.
El modelo ideal de las ciencias modernas ha sido el de las ciencias exactas, de
allí el precepto iniciático según el cual toda relación debiera poder ser expresada en
términos de una fórmula matemática para considerarse científica. Explicarse el mun-
do requeriría que esa explicación tuviera una expresión matemática exacta. Muchos
han sido los debates y esfuerzos desde el campo de las ciencias sociales por ajustarse
a este mandato, arribándose actualmente a la conclusión de que tanto el objeto como
el método moderno positivista no es aplicable en términos de una totalidad integrada
a este campo de conocimientos (Palma & Pardo, 2012). Razón epistémica esta que
constituye el punto de partida de la división entre ciencias formales y fácticas, y al in-
terior de esta últimas entre naturales y sociales (cap. 3.3.2.)
Parafraseando a Juan Samaja a partir del epígrafe de inicio a este apartado, si por
ciencia nos representamos a la ciencia con mayúscula, moderno positivista con su ob-
jeto y método, las ciencias de la salud no son científicas. Es decir son otra cosa: refieren
a otros objetos de conocimiento y requieren otros marcos explicativos. Incluyo a las
ciencias de la salud en el conjunto de las ciencias sociales retomando el planteo que
Juan Samaja hace en base a Bruno Latour, que postula que los fenómenos del campo

45
de la salud constituyen objetos híbridos puesto que integran repertorios categoriales
distintos, entre los que menciona a las ciencias naturales, las sociales y las discursivas,
con su propias categorías conceptuales, lógicas y tradiciones. Es decir, la comprensión
– explicación de los objetos del campo de la salud requieren necesariamente de estos
distintos repertorios categoriales sin poder, en sentido estricto, ser exhaustivamente
comprendidos y explicados por uno solo de ellos.
Retomaré este desarrollo más adelante, dado que ahora quisiera señalar que, uno
de los aspectos problemáticos en los procesos educativos en sus distintas instancias
formativas (inicial, primaria, secundaria y universitaria) es el relativo a la concepción de
ciencia forjada y reproducida en las currículas de las carreras universitarias de la salud.
Si bien es cierto que existe un nutrido corpus teórico que alerta sobre esta situa-
ción, y que también existen algunas experiencias de currículos innovados en el país,
acotando el análisis a la formación curricular universitaria de grado y posgrado –sobre
todo teniendo en cuenta las universidades de mayor tradición, la clásica definición de
Ciencia con mayúscula, como la denomina Juan Samaja en el acápite de inicio, conser-
va su hegemonía en el armado de la matriz de sentido curricular de las carreras de la
salud, irradiando a los distintos espacios disciplinarios tales como la medicina, la psico-
logía, la enfermería, la nutrición, por mencionar sólo algunos.
La necesaria trasformación respecto de la noción de ciencia, objeto y métodos
no se ha realizado hasta el momento en las carreras de salud, o por lo menos no
en forma integral y coherente, existiendo sí diversos espacios que marchan en esta
dirección, pero que no son suficientes para modificar la matriz positivista de la forma-
ción profesional.
Sigue instalándose de esta manera una brecha entre las herramientas teóricas con-
ceptuales propias de la formación académica y las necesidades de aprendizajes y com-
petencias profesionales que se ajusten a los problemas de la práctica en territorio; la
ciencia que estudiamos no es la ciencia que nos permite resolver muchas de las situa-
ciones concretas de las prácticas en salud.
En síntesis, en el ámbito de la salud se sigue reproduciendo un proceso de en-
señanza universitaria que posteriormente se traduce como modelo de competencias
profesionales en servicios de salud, que mantiene las distintas características que iden-
tifiqué como propias de una matriz de sentido colonial occidental moderno capita-
lista. Tanto en lo que hace a su configuración en términos de proyecto político social
y económico, como en lo que hace a la concepción de ciencia en términos de objeto
y método.

46 ¿Es científica la salud mental?


Si bien se han producido avances identificables en reformas curriculares parciales
de planes de estudio en las universidades más antiguas y tradicionales del país en
algunas asignaturas, en el surgimiento de nuevas generaciones de universidades con
orientaciones más abarcativas, o en la innovación curricular de otras, aún no se ha
deconstruído: a- un modelo pedagógico de enseñanza aprendizaje eurocéntrico occi-
dental colonial y patriarcal como proyecto político, b- una matriz de sentido formativa
moderna positivista como ideal de objeto y método científico; y c- una perspectiva
capitalista como modelo de producción de prácticas mercantiles de trabajo individua-
listas con reducción del interés público (considerándose al interés general o de bien
público como un modelo residual inserto en prácticas de corte asistencialistas).
Siguiendo la división propuesta por Rafael Bautista, entre ciencias críticas y cien-
cias del mercado, el modelo pedagógico de las ciencias de la salud no ha logrado aún
dejar caer la matriz de sentido qua capitalista de las ciencias mercantiles.
Acotando el análisis al campo de la salud mental, la identidad profesional psi con-
tinúa forjándose mayoritariamente en esta matriz de sentido y, con mayor o menor
grado de conciencia social al respecto, somos formados para reproducir este proyecto
político en las prácticas de docencia, de cooperación, de investigación y en los servicios
de salud.
Por supuesto que existen proyectos alternativos, contra hegemónicos y prácticas
que generan grados de libertad respecto de este proyecto hegemónico (niveles indi-
viduales y colectivos), me refiero en este planteo exclusivamente al nivel de macro
determinación de los procesos bajo estudio, la gran política en términos de Carlos
Vilas (2009).
En base a estas consideraciones entonces la salud y la salud mental son modernas,
en los términos recién explicitados, pero no son científicas, porque no responden al
modelo de ciencia positivista de la modernidad. Una de las contradicciones fundantes
de nuestro campo es que las ciencias de la salud - salud mental han sido modernas en
términos históricos de proyecto político social y económico, sirviendo a la expansión
capitalista y a la conquista colonial europea pero adoptaron un modelo de ciencia (po-
sitivista, racional y experimental) que nunca pudo plasmarse acabadamente en este
campo debido a la particularidad de las problemáticas que lo constituyen.
Modernas pero no científicas, esta frase condensa el sentido que atribuyo a la tra-
yectoria de las ciencias de la salud - salud mental desde la perspectiva tomada.
En el sub campo de lo mental, el modelo psi hegemónico (primero médico y luego
compartido por las diversas disciplinas que conforman este sub campo) constituye un

47
constructo teórico que traduce y explica las características y mandatos sociales de esta
forma de modernidad en términos de ciertos binarismos: razón – locura, salud – enfer-
medad, mente – cuerpo, curable – incurable, encierro – libertad, son duplas dicotómi-
cas propias de esta representación imaginaria instituida.
Será recién en la modernidad tardía de finales de siglo XX (también de matriz eu-
ropea), cuando surjan categorías conceptuales que sacudan los cimientos del proyecto
de ciencia con la consolidación o emergencia de marcos epistemológicos que conmue-
van al objeto y método positivista.
Y será en Latinoamérica (o en los sures, para tomar la idea de Boaventura de Sousa
Santos en tanto metáfora de las geografías de la dominación) donde surjan o se reto-
men proyectos de ciencia alternos al proyecto colonial moderno y patriarcal de europa
occidental, tales como las epistemologías mestizas.
Profundizaré en los marcos epistemológicos de la modernidad europea tardía,
y en las epistemologías mestizas del sur en el próximo apartado, cuando desarrolle
la matriz explicativa del objeto salud mental. Por ahora basta con sostener, siguiendo
la línea argumental propuesta, que la salud y la salud mental no pueden ser conside-
radas científicas en los términos del proyecto de ciencia de la primera modernidad;
pero sí podrán serlo en los términos del proyecto científico de algunas corrientes de
pensamiento de la sobre modernidad europea, y de una ciencia decolonial del sur.
Que puedan serlo implica que constituyen más un proyecto en curso que un modelo
acabado. Volveré sobre esto algunos apartados más adelante.

48 ¿Es científica la salud mental?


3

Matriz decolonial comprensivo explicativa


de la salud mental

49
3.1. Enfoque pedagógico

En este apartado presento el enfoque pedagógico sobre el que subyace la propues-


ta comprensivo explicativa del objeto salud mental con perspectiva decolonial. Como
vimos en los apartados previos, llegar a este punto supone una reflexión crítica sobre
la ciencia en tanto proyecto político social y económico en el transcurso de la moder-
nidad occidental.
Analizados estos aspectos como contextualización imprescindible del tema, me
centraré ahora en la propuesta pedagógica que denomino matriz decolonial compren-
sivo explicativa del objeto salud mental (en adelante MDCEOSM), que he ido sistemati-
zando a lo largo de más de dos décadas de involucramiento en el proceso de enseñan-
za aprendizaje universitaria en esta temática específica.
La matriz propone una permanente recursividad dialéctica entre tres dimensiones,
la ontológica, la epistemológica y la praxiológica, como un camino (método - herra-
mienta) para estudiar un objeto de reflexión/conocimiento/transformación como es el
constructo salud mental. En este sentido propongo visualizarla como un instrumento
metodológico para el abordaje de un objeto concreto.
Resulta imprescindible para esta re conceptualización de nuestro objeto una pro-
puesta integral, que no escinda estas dimensiones de interpretación, rompiendo con la
lógica binaria y jerarquizada tradicional que limita nuestra posibilidad de comprensión
- interpretación; se trata de dimensiones simultáneas, históricas, vivas, pluri nivela-
das, que resultan permeables al conflicto, al mestizaje, y a los vacíos de conocimiento.
Apunta al enriquecimiento de la cosmovisión de los problemas de manera de que cada
acto en salud (hecho concreto), en cualquiera de sus diversos momentos (explicativo,
formativo, preventivo, curativo o de cuidado), y niveles de determinación (individual,
comunitario, de regulación, de formulación, de atención entre otros tantos) plantee de

51
forma explícita y sistematizada un diálogo e inter juego permanente entre estas tres
dimensiones propuestas.
La MDCEOSM reinterpreta e integra diversos planteamientos teóricos de autores
latinoamericanos del campo de la salud, entre los que destacan el epidemiólogo ecua-
toriano Jaime Breilh (2000), que anticipó la necesidad de una articulación de estas
dimensiones de análisis en su teorización sobre las matrices críticas; el sociólogo ar-
gentino Juan Samaja con la noción de objeto híbrido ya referida (2004), el epide-
miólogo brasilero Naomar Almeida Filho con la articulación de los circuitos dialécticos
de la salud colectiva y la propuesta de operacionalización de los integrales de salud,
enfermedad, atención, cuidado (2003); con pensadores andinos como la socióloga bo-
liviana Silvia Rivera Cusicanqui con la propuesta de epistemologías mestizas o ch´ ixi
(2018), el filósofo argentino Enrique Dussel con el desarrollo del giro descolonizador
(2015) y otros pensadores críticos como el sociólogo portugués Boaventura de Sousa
Santos que plantea una perspectiva decolonial de la ciencia con su epistemología del
sur (2009), la psicóloga argentina Alicia Stolkiner (2013, 2017) y los médicos argenti-
nos Mario Testa (1997) y Emiliano Galende (1994, 2006), entre tantas otras personas
significativas del campo de la salud colectiva latinoamericana.
Como primer supuesto, parto de la necesidad de conservar la noción de objeto, en
el sentido que el esfuerzo intelectual, afectivo, humano por conocer supone siempre
cierta objetivación de la realidad. Dejando caer el debate entre el positivismo y las
ciencias simbólicas normativas determinante de la batalla entre el objetivismo y el
subjetivismo fundante de este par de opuestos contradictorios, el conocimiento resul-
ta de los emprendimientos humanos en pos de comprender y explicar la realidad, que
es objetivada mediante un proceso de construcción e interpretación intra, inter y trans
subjetivo (volveré sobre estos tres momentos más adelante al referirme a las opera-
ciones – cap. 3.4.2.).
Las discusiones en torno de los pares ciencia estándar o tradicional versus ciencia
no estándar o crítica, explicación versus comprensión, objetividad versus subjetividad
como ya he mencionado son extensas (Marrandi, Archenti, Piovani, 2018). Discusión
que se instala inevitablemente en la concepción que se tenga sobre la ciencia, el mé-
todo y las técnicas.
¿Necesitamos eliminar alguno de estos términos, o definir académicamente la su-
premacía de uno sobre el otro? Ciertamente no, el proceso mismo de conocer el mundo
resulta de la permanencia y coexistencia de planos de mutua determinación (objeti-
vante - subjetivante) como acciones esenciales del acto humano de conocer. Subyace
aquí otro supuesto, de no supresión, conquista o forclusión, que hace a la necesidad de

52 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


conservar la contradicción o sostener los opuestos como parte del mismo proceso, y no
como una inconsistencia del mismo, o un indicador de su incompletud.
Como anticipa la epistemología ch ´ixi (cap. 4.3.3.4.) los opuestos se separan
y coexisten, se determinan pero se mezclan, se mestizan, se presentan abigarrados.
Es propio de la cosmovisión moderno occidental el imperativo de conquista, de ahí la
necesidad imperiosa (imperativo categórico) de la supresión de uno de los términos de
los planos en tensión; pero en la cosmovisión andina los pares pueden coexistir con sus
diferencias, sin que esto sea interpretado como una debilidad del saber, al contrario,
expresa la pluralidad de realidades posibles, de allí la diferencia que establece Silvia
Rivera Cusicanqui (op. cit.: 70) entre hibridación y mestizaje, en donde el primer pro-
ceso implica la licuación de las características de uno de los elementos en tanto que el
mestizaje supone una mezcla sin pérdida de identidad. La expresión abigarrada y den-
sa de la realidad de los colores en las piedras de las minas andinas se presentan como
metáforas de este concepto, de donde surge la idea de abigarrado.
Tomemos el tema de los diagnósticos en salud mental como ejemplo para abordar
el par objetividad - subjetividad. ¿Es posible el discurso científico sobre la salud mental
sin ese particular tipo de rotulo epocal que constituye un diagnóstico?
Por ahora vale mencionar que toda clasificación, más o menos corporativa, más
o menos estigmatizante, más o menos estandarizada, más o menos positivista, no deja
de constituir una cristalización (objetivación) de sentido epocal (subjetivación). Toda
producción científica (humana en definitiva) constituye una objetividad visiblemente
subjetivada, en términos de constituir una producción cultural atravesada inevitable-
mente por el lenguaje (Agamben, 2005). Cabe señalar que el concepto de subjetividad
hace referencia justamente a los procesos de producción mediante los cuales lo social,
lo histórico, lo cultural, lo político se hacen carne, biología, pensamiento, afecto (Galen-
de, 2015). Más adelante (cap. 3.4.2.) retomaré este eje de análisis mediante el concepto
de brecha ontológica no cancelable formulado por Jorge Alemán (2016).
Ejemplificaré este punto con una de las escalas comúnmente utilizadas en algunos
servicios de salud mental como es la “Escala PANSS” (Escala de Síndrome Positivo
y Negativo de la Esquizofrenia desarrollada en 1987 por S. Kay y A. Fiszbeinb) (Gil et.
al., 2009).
Dejando de lado con fines expositivos la discusión sobre el carácter estigmatizante
del diagnóstico, lo cual nos llevaría a la posibilidad de cuestionar esta metodología de
recolección de datos en sí misma (el método sigue al objeto) observamos la aplicación
de un proceso lineal de objetivación, en este caso la evaluación de síndromes positivos

53
y negativos en un momento particular (la semana anterior a la toma) de un padeci-
miento psíquico que es rotulado con un diagnóstico determinado (esquizofrenia), al
cual se llega asignando una puntuación basada en las observaciones de un entrevis-
tador o entrevistadora referidas a la presencia o no de una serie de ítems y al grado
de severidad de los mismos (en caso de ser identificados), es decir, una valoración
claramente subjetiva dado que la sensibilidad, afectividad, experiencia, competencia,
conocimiento, cultura, género, ideología entre tantos otros planos posibles de cada
entrevistador o entrevistadora incidirá seguramente en la observación.
Tomo este ejemplo por su simplicidad ilustrativa, pero en definitiva con mayor
o menor grado de complejización y reflexividad, toda denominación en salud mental
tiene fines clasificatorios y, como veremos más adelante, implica una ecuación obje-
tivo – subjetivo que intenta definir a través del lenguaje un aspecto del padecimiento
psíquico de acuerdo al conocimiento disponible en un momento histórico, cultural, po-
lítico, económico particular, proceso que le asigna un carácter performativo (Galende,
2008) a dicha acción comprensiva.
Esto introduce ciertas tensiones que son inherentes al proceso mismo, que no
pueden ser eliminadas (como ha modelizado el positivismo lógico) y que podríamos
graficar a través de bandas de moebius que sintetizan facetas, momentos y aspectos
analíticos (es decir formales, dado que en la realidad se presentan necesariamente abi-
garrados) entre los cuales podemos mencionar lo individual – colectivo, lo particular
– singular – general, lo inductivo – deductivo, entre otros posibles.
La noción hasta aquí presentada se sintetiza de la siguiente manera: O [(o-s) (i-c)
(p-s-g) (i-d-t) (n…)]).
Figura 1: Planos analíticos del objeto salud mental

__Fuente: Elaboración propia.

Referencia: Planos analíticos del objeto O [(o-s) (i-c) (p-s-g) (i-d) (n…)] donde: (o-s) = objetivo-subjetivo,
(i-c) = individual – colectivo, (p-s-g) = particular-singular-general, (in-d) = inductivo-deductivo y (n…) =
otros planos o tensiones posibles.

54 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


Dicho esto en cuanto al por qué de la conservación de la noción de objeto en tanto
producto necesario del discurso científico en salud mental, me referiré ahora al atributo
de conocimiento con que es predicado tradicionalmente el objeto de estudio, en tér-
minos de un objeto de conocimiento como el producto esperable de la ciencia. Se ad-
vierte que no lo definimos como un objeto de estudio sino como un objeto de reflexión,
conocimiento, intervención, transformación.
Sin redundar en aspectos ya mencionados, la idea según la cual la ciencia sólo
produce conocimiento, es resultado de la invisibilización del proyecto político social de
conquista que vehiculiza toda ciencia. Ya hemos visto que la necesidad de descubrir un
nuevo mundo tenía como motor la necesidad de expansión capitalista y de conquista
de los pueblos para dominarlos con afán de explotación. La ciencia aportó un objeto
y un método a este proyecto, desde la capacidad técnica de movilidad marítima, la
sofisticación de las armas y su poderío letal, la creciente industrialización de los pro-
cesos de producción necesitados de materias primas entre tantas otras innovaciones
modernas (técnicas).
¿Cuáles sino los mismos objetivos subyacen al afán de las naciones industrializadas
por conocer y conquistar el espacio y los planetas condensado en la metáfora de la
guerra? Santa, fría, espacial, adjetivos estos que han caracterizado momentos particu-
lares del proceso histórico al que refiero en el cual la ciencia aportó (y sigue haciéndo-
lo) al proceso.
Volviendo al eje, me referiré al objeto salud mental, en adelante OSM [(o-s) (i-c)
(p-s-g) (i-d-)], como un integrado de conocimiento – intervención – transformación,
en adelante I [c-i-t], en la medida en que conocer necesariamente supone intervenir
e intervenir necesariamente supone transformar, y todo intento por fragmentar arti-
ficialmente estos momentos – acciones limita la capacidad comprensiva y explicativa
del objeto de estudio.
El Esquema 1 que sigue a continuación sintetiza la expresión a través de la cual me
referiré objeto salud mental: OSM [(o-s) (i-c) (p-s-g) (i-d) (n…)] I [c-i-t].

__Cuadro en página sigueinte

55
Esquema 1: objeto integrado salud mental

__Fuente: elaboración propia.

Referencias: Planos de análisis del objeto salud mental (Figura 1) = OSM [(o-s) (i-c) (p-s-g) (i-d-)].
Integrado de conocimiento – intervención– transformación = I [c-i-t].

Una vez argumentada la necesidad de referirme al objeto OSM [(o-s) (i-c) (p-s-g)
(i-d-t)] integrado de conocimiento intervención transformación I [c-i-t], me referiré
a las tres dimensiones de análisis propuestas para la configuración de la matriz decolo-
nial comprensiva explicativa salud mental.
Otro de los supuestos centrales de trabajo planteado es que se requiere la inclu-
sión sistemática del plano ontológico, epistemológico y praxiológico para comprender
- explicar al objeto salud mental integrado, dimensiones estas que en lo que sigue
analizaré por separado con fines expositivos pero que coexisten, son simultáneas y se
determinan mutua y permanentemente en cada momento socio histórico concreto que
se aborde. Una aproximación que nos permita comprender la esencia de un ser en el
mundo como es la salud - enfermedad (dimensión ontológica), se asocia inevitable-
mente al conocimiento científico y a la capacidad tecnológica desarrollada para obser-
varlo y comprenderlo (dimensión epistemológica), y a las competencias profesionales

56 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


reflexivo formativas que generen las operaciones necesarias para su abordaje (dimen-
sión praxiológica).
Tomaré un padecimiento particular para ejemplificar el planteo, el Síndrome de
Lynch, condición hereditaria que incrementa significativamente las probabilidades de
desarrollar cáncer colorectal (CIE – 10 C00-D48).
Hasta aquí hice referencia al término enfermedad, al rotular la misma como pa-
decimiento incorporo la dimensión subjetiva (que posteriormente llamaremos cuerpo
subjetivo siguiendo a Canguilhem) inherente al análisis de cada evento (que por el mo-
mento no estoy incluyendo); es decir, cómo vivencia, interpreta y registra la persona
el atravesamiento vital de esta situación, o el notificarse que tiene probabilidades de
atravesarla, y cómo esta experiencia personal a su vez determina los procesos bioló-
gicos involucrados.
Hasta hace algunos años las personas diagnosticadas con este síndrome tomaban
conocimiento de la situación a través de la evaluación clínica, cuando se comprobaba
ya la presencia de tumores que requerían cirugía y/o tratamiento. Más recientemen-
te las prácticas preventivas hicieron posible que a través de algunos estudios (video
colonoscopías) las personas diagnosticadas con este síndrome y sus familiares desde
temprana edad pudieran monitorear periódicamente la aparición de pólipos (pre can-
cerígenos) en las principales áreas del cuerpo implicadas. Y también por supuesto la
inclusión de este estudio a partir de las edades en las que aumenta la aparición de este
síndrome en población general.
Más recientemente, gracias al avance del conocimiento científico en esta área espe-
cífica de la oncología se identificó que esta predisposición genética se observa en las
personas que presentan prioritariamente mutaciones germinales en los genes MSH2
y MLH1. Esto permite ya que las hijas e hijos de las personas diagnosticadas con este
síndrome, a través de una sencilla muestra de sangre sepan a ciencia cierta que presen-
tan (o tienen grandes probabilidades de presentar) este síndrome (síndrome de Lynch
= existente = mutación en los genes MSH2 y MLH1).
Vemos con este ejemplo simplificado al extremo con fines ilustrativos el carácter
imbricado de mutua determinación de las tres dimensiones señaladas: definir la pre-
sencia (existencia) de este padecimiento (síndrome de Lynch) depende de la produc-
ción de conocimiento (estudios genómicos) y de las operaciones praxiológicas (com-
petencias profesionales).
Siguiendo el postulado de trabajo desarrollado, según el cual todo proyecto de
ciencia es político, cabe señalar como contextualización que hasta hace pocos meses

57
era una institución privada la que concentraba muchos de los esfuerzos que hacían
posible el diagnóstico y tratamiento de este padecimiento en el país, en alianza con
laboratorios también privados que en EEUU realizan la identificación de esta mutación
genética (que aún no se realizaría en Argentina). Es decir que las personas que tienen
capacidad de pago directo (ninguna obra social o empresa de medicina prepaga cubre
este estudio) podrían acceder a ser incluidas en el protocolo de investigación clínica
para la determinación de esta mutación.
En el caso del sector público estatal, era un hospital especializado el que desa-
rrollaba los esfuerzos en el área de diagnóstico y tratamiento referido a este padeci-
miento. Informalmente, supe que una de las profesionales que desarrolló su trabajo
por años en este síndrome a través de becas de investigación del CONICET (Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas) con sede en una universidad pública estatal
ha sido expulsada del sistema de investigación de CONICET en el marco del ajuste pre-
supuestario del último año de dicha institución, y la universidad nacional que alojaba
su desarrollo no ha podido absorberla en su planta debido al ajuste que ha tenido el
presupuesto universitario público. Claro ejemplo de cuál es el sector que tomará la
posta los próximos años en el desarrollo científico de esta área y quiénes serán sus
potenciales beneficiarios.
Pero retomando el análisis de este apartado, observamos por una parte la mutua
imbricación de las tres dimensiones señaladas, por otra, que sostiene el par compren-
sión - explicación como momentos necesarios del proceso, que no pueden ser subsu-
midos uno en el otro sino que requieren ser sostenidos como alteridades necesarias
(según hemos caracterizado al referirnos a la epistemología ch´ixi).
El claro énfasis en el carácter biológico del análisis realizado del padecimiento to-
mado como ejemplo (repertorio categorial de las ciencias naturales en la terminología
de Juan Samaja) me permitió esquematizar el análisis propuesto.
En lo que sigue, veremos estas dimensiones en relación a la salud mental, es decir,
tomando como noción nuclear a la salud y ya no la enfermedad, desde la especificidad
de lo mental.

58 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


3.2. La dimensión ontológica: el tránsito hacia una
nueva ontología de la salud mental

Este plano de análisis implica preguntarnos sobre el ser de nuestro objeto, sus con-
diciones de existencia: ¿qué es la salud mental? ¿Es una entidad? ¿Existe la salud men-
tal como ente, existente o hecho? ¿Existe una salud mental decolonial?
Retomo aquí la sistematización realizada por Juan Samaja (2004: 34 y siguientes),
en la que aborda la batalla ontológica (término tomado de Anthony Giddens) existente
para dar entidad al asunto de la salud, en la cual apela a las tres ontologías para ha-
blar del mundo que considera Bruno Latour: aquella que postula la existencia de entes
naturales (cosas reales del mundo) de la que se desprenden las ciencias que caracte-
rizamos como modernas positivistas (cap. 2) aquella que prioriza en su formulación
a las relaciones sociales y de poder, tales como las que se desprenden de las ciencias
simbólico normativas o ciencia no estándar (Parrandi, 2012); y en tercer lugar, la que
postula a las construcciones discursivas y a las producciones de sentido tales como el
deconstructivismo. Ontologías que Bruno Latour sintetiza como: naturalización, socia-
lización y deconstrucción.
Profundizando la noción de objeto híbrido, la salud mental constituye un objeto de
estas características, que condensa las diversas ontologías señaladas por Latour, cons-
tituyendo simultáneamente a los hechos concretos del mundo que sintetizan la unidad
de lo diverso término utilizado por Bruno Latour , que ya fuera anticipado por Marx
(1859: 258). Las situaciones propias del campo de la salud mental condensan entonces
entes naturales, relaciones sociales de poder y construcciones discursivas.
En términos de Juan Samaja, desde la perspectiva ontológica la salud es una espe-
cie de bien (2004: 35) que pertenece al orden del ser (entes, cosas, hechos) y al orden
del deber ser (sentidos y representaciones sociales), es decir, involucra necesariamen-
te hechos y valoraciones, juicios de existencia y de atribución.
Se rompe así con el debate del campo de la salud relacionado a las ciencias natu-
rales por un lado y las sociales por otro, en donde las ciencias positivistas explican la
biología y las ciencias interpretativas explican lo social. Las ciencias de la salud son na-
turales, sociales y discursivas simultáneamente, los múltiples repertorios categoriales
propios de cada una comprende y explica facetas que hacen a una totalidad compleja
con historia (p. 146).

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Cualquier hecho de salud implica una valoración, para que una determinada situa-
ción (estado de cosas) sea considerada como una enfermedad o padecimiento tiene
que ser puesta en relación a otra situación que es considerada esperable o deseable en
términos de salud o bienestar (p. 140). Lo normal o anormal, esperable o indeseable de
un objeto o hecho no resulta inherente al objeto mismo sino que refiere a una expecta-
tiva o normatización externa al él.
Esta ontologización se enriquece con la noción de cuerpo subjetivo (Canguilhem,
2004), según la cual lo sano o enfermo, el bienestar o malestar en el plano de lo mental
no solo obedece a las hetero normatizaciones, aquellas regulaciones macrocontextua-
les de determinación, sino que incluyen también las valoraciones afectivas y signifi-
caciones del sujeto. En otros términos, qué se considera sano o enfermo en el orden
de lo mental no sólo obedece a las determinaciones sociales externas al proceso, las
que denomino hetero determinaciones, sino a la comprensión del mismo sujeto, que
llamo auto regulaciones, en tanto regulaciones producidas desde la propia percepción
y experiencia.
Observamos que en este esquema de análisis tensiones tales como ser - deber
ser, natural – social, ente (existente) – valor (atribución), externo – interno, objetivo
– subjetivo se sostienen, no se anulan recíprocamente ni se colonizan, existen como
contradicciones necesarias.
Vuelvo aquí sobre el concepto de mestizaje como argumento comprensivo de estas
contradicciones, y a la diferencia formulada por Rivera Cusicanqui entre hibridación
(pérdida de identidad de los componentes) y mezcla (enlazamientos que conservan
lo propio).
La noción de cuerpo subjetivo sostiene estas tensiones y define el carácter de la
entidad salud mental, en tanto hecho objetivo (juicio de existencia) que es construido
intra, inter y transubjetivamente (juicio de atribución), histórica y socialmente deter-
minado (hetero determinaciones) pero individual y comunitariamente regulado (auto
y meso regulaciones), externo e interno al sujeto en simultáneo, cultural y biológico al
mismo tiempo.
Retomo la idea de densidad abigarrada que toma Silvia Rivera Cusicanqui de René
Zavaleta para referirse a lo ch´ixi, porque desde el pensamiento andino (aymara en
este caso) proviene una ontología alterna a la colonial moderna occidental que permite
definir a la salud mental como una entidad poderosa en su indeterminación, alternati-
va al pensamiento binario europeo occidental: ni salud ni enfermedad, salud y enfer-
medad, ambas a la vez en tanto entidad.

60 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


Lo ch´ixi (…) conjuga opuestos sin subsumir uno en el otro, yuxtaponiendo dife-
rencias concretas que no tienden a una comunión desproblematizada. Lo ch´ixi cons-
tituye así una imagen poderosa para pensar la coexistencia de elementos heterogé-
neos que no aspiran a la fusión y que tampoco producen un término nuevo, superador
y englobante (2010: 7). Es una nueva ontología para comprender y explicar la salud
mental que emerge del pasado, en donde una entidad es y no es al mismo tiempo,
produciendo una lógica del tercero incluido (p. 69).
Se trata de nociones indígenas andinas que renuevan desde el antiguo nuestra
posibilidad de ontologizar la vida y la salud mental, como la idea de pachakuti (p. 22)
que expresa un trastocamiento del espacio – tiempo tal como se concibe en el occi-
dente europeo.
Que una entidad pueda ser y no ser al mismo tiempo es injustificable en términos
de juicios de existencia que permitan alcanzar la esencia definitiva de ese ser en el
mundo, tal como pretendía el método experimental positivista.
Pero una ontología tolerante a ideas tales como mundo al revés, orden desordena-
do o pasado por delante, propias de un espacio – tiempo alterno, potencia definiciones
comprensivas del proceso de salud – padecimiento mental que derrumban definitiva-
mente los dualismos (mente – cuerpo, normal - anormal), las temporalidades (pasado
– presente – futuro) y los espacios (interno - externo).
Rafael Bautista (2017) sostiene que para evitar caer en la trampa ontológica en la
que se encuentran la ciencias sociales (modernas occidentales) es necesario un movi-
miento dialéctico, un tránsito categorial – existencial, hacia un nuevo horizonte de sen-
tido, trascendental, que se sitúe por fuera de los fundamentos que se intentan cues-
tionar: atravesar el horizonte del ser es sólo posible por un situarse ya fuera de éste, es
decir, se trata de un movimiento cuyo sentido ya no lo determina el ser (p. 25). Intere-
sante reflexión que nos permite pensar que la solución al problema de la entidad de
la salud mental no la encontraremos en los fundamentos propios de las concepciones
positivistas que se la niegan. El problema del uso del diagnóstico en el modelo colonial
moderno occidental es que se redujo todo el ser al rótulo.
Las academias latinoamericano eurocentristas nos han formado exclusivamente
para identificar la entidad enfermedad, el ser es la enfermedad; por eso nos sigue re-
sultando tan difícil pensar en salud, porque desde esta perspectiva la salud es lo que
no es, lo posible.
El movimiento trascendental al que nos invita Bautista no se determina por el ser,
por lo que es, sino por lo que no es: (…) lo que no es, es lo inaudito para el horizonte del

61
ser, lo que no tiene sentido y, en consecuencia, lo que no es posible. Desde el horizonte
del ser, lo único posible es el desarrollo del ser. Lo que es funda lo que se debe hacer
(…) Por eso la crítica no puede reducirse al orden del aparecer o lo que es, sino debe
dirigirse al fundamento o el horizonte del ser mismo (p. 25).
Introduzco este esquema conceptual como aporte a una ontología decolonial que
subvierta la matriz según la cual el objeto se define exclusivamente por lo que es
y que, abriéndose a lo inaudito (lo que era imposible de ser pensado en el marco de la
ciencia estándar), también se defina por lo que no es, porque lo que no es, es también
como posibilidad.
Innumerables situaciones clínicas individuales, familiares y comunitarias quedan
inmediatamente trastocadas si las imaginamos desde esta óptica. Lo que es (el ser) es
lo que podemos ver – pensar – sentir, pero en ese mismo instante lo que no es (el no
ser) existe como posible.
La sociología de las ausencias que propone Boaventura Sousa Santos va en esta
dirección, intenta demostrar que lo que no existe es, en verdad, activamente producido
como no existente, o sea, como una alternativa no creíble a lo que existe. (…) el obje-
tivo es transformar objetos imposibles en posibles, y con base en ellos transformar las
ausencias en presencias (2009: 109).
Históricamente nuestro campo ha abordado la enfermedad mental, no la salud
mental. En sentido estricto, si por este sentido nos referimos a la ciencia estándar co-
lonial, deberían llamarse ciencias de la enfermedad mental. Si lo científico es lo de-
mostrable exclusivamente a través de juicios de existencia y el ser es la enfermedad, el
único horizonte de sentido posible es ese ser y en función de él la fundación del hacer.
La larga tradición de las instituciones de encierro se basa en definitiva en esta acepción
del hacer (ver cap. 3.4.3.).
Una ontología decolonial se abre a lo inaudito, definiciones del ser (juicios de exis-
tencia) y definiciones del no ser (juicios sobre lo que no es). Es decir, horizontes de sen-
tido que no sólo fundamenten su referencia a la realidad a partir de lo que está siendo
(demostración empírica), sino también a partir de lo es posible que sea.
Este giro ontológico, rebelión de los límites como lo denomina Bautista, nos permi-
te comprender que el horizonte de sentido moderno occidental forjó un concepto de
salud en tanto proyecto político hegemónico fundado en un único modo de ser posible
que, constituido como única referencia existencial, niega lo que no es.
Si el objeto de la ciencia moderna se funda exclusivamente en un juicio de existen-
cia, el único ser posible es la enfermedad, objeto del mundo concretizado en la biología

62 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


del cuerpo humano que le da carácter ontológico a la entidad enfermedad. Pero este
horizonte del ser niega aquello que no es, la salud, el bienestar, y en definitiva la vida.
Propongo con este recorrido establecer un movimiento que deje caer el horizonte
de sentido ontológico propio de la razón positivista en el cual se ubicaba a la salud
mental en un lugar de no ciencia por carencia o inexistencia de un objeto en los térmi-
nos de la ciencia estándar. Y dé lugar a una reflexión alternativa que permita salirse de
la trampa ontológica positivista promoviendo tránsitos trascendentales hacia nuevos
sentidos en donde no solo existe lo que es (la enfermedad como única entidad posi-
ble), sino la vida, el vivir bien y la salud (lo que es posible).
No se trata de convencer a la ciencia colonial moderno occidental que es posible
otra ciencia, alternativa, porque su horizonte político de sentido es el que nos constru-
yó (nosotros y nosotras indígenas, mestizos y mestizas, latinoamericanos y latinoa-
mericanas, padecientes mentales) en tanto sujeto histórico como la objetivación de
aquello a ser dominado, hemos encarnado la cristalización del no ser a conquistar.
Un último aspecto a considerar en el plano ontológico, no se refiere ya al carácter
del ser salud mental, sino a la cuantificación del concepto. No se trata de una entidad,
sino de concebir unidades integradas, la fundamentación realizada hasta aquí respecto
de la complejidad procesual y el mestizaje propio de los fenómenos del campo de la
salud da cuenta de unidades que integran lo diverso, mixturas de diferentes objetos
que dan lugar a nuevos objetos totalizados (retomaré esto en el cap. 3.3.3.2.).
Por esta razón conceptualizamos al proceso de salud – enfermedad - atención –
cuidado, como un integrado, una síntesis dialéctica, histórica y viva en la cual interjue-
gan diversos objetos, juicios y repertorios categoriales que no son susceptibles de ser
superados mediante una dialéctica finalística como pretendió concretizar la colonial
modernidad, sino que responde a un denso problema ontológico, tal la denominación
que asigna Jorge Alemán a este proceso (2016: 25) para dar cuenta de una brecha on-
tológica no cancelable históricamente.
Brecha ontológica que, siguiendo a Alemán, es nombrada a través de nominacio-
nes que en las diversas teorías marcan el límite de lo representable por el discurso, es
decir, el límite donde el discurso se detiene frente a un real innombrable por la realidad
construida simbólicamente. Y, por lo mismo, estos nombres son siempre el resultado
de una disputa hegemónica que muestra que nunca hay una totalidad unificable de lo
social, y que ´el antagonismo es el límite de la objetividad´ (2016: 25).
El cuadro síntesis 1 resume los contenidos principales abordados respecto de la
dimensión ontológica.

63
64
Cuadro síntesis 1 (punto 3.2.): Dimensión ontológica del modelo integrado de salud mental.

Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


3.3. La dimensión epistemológica:
conocimiento científico, saberes y teorías críticas
en salud mental

Abordaré ahora el plano del conocimiento científico, relativo a las teorías y cuerpos
conceptuales actuales sobre la salud mental, y las epistemologías emergentes en la
conceptualización de la misma, lo cual nos permitirá generar aprendizajes significati-
vos y, fundamentalmente, identificar los vacíos de conocimiento que –deconstrucción
de la racionalidad científico positivista mediante- constituye un aspecto estructurante
inevitable del proceso científico de conocer la realidad y no una falencia de la teoría
necesariamente.
La dificultad de abordaje de los problemas que enfrenta el campo de la salud men-
tal no solo nos obliga a comprender y explicarlos mejor a partir de las teorías propias
del campo, sino a identificar con la mayor rigurosidad posible lo que no podemos com-
prender y explicar en cierto momento, de cara a la generación de nuevos conocimien-
tos socialmente útiles y potencialmente contra hegemónicos.
Visibilizado el carácter político de toda ciencia, y partiendo de la noción de brecha
ontológica mencionada al final del apartado previo como fundamento, avanzaré en el
análisis de la ciencia tomando la propuesta de Jorge Alemán (op. cit), construida a su
vez en base al pensamiento de Ernesto Laclau, sobre (…) la imposibilidad del discurso
de nombrar objetivamente a la totalidad de lo social. Esta fractura, esta brecha que
vuelve imposible pensar en una sociedad unificada y totalizable, es la condición formal
y no empírica del antagonismo (Alemán, op. cit.: 25).
Esta imposibilidad del discurso (en nuestro caso el científico) de nombrar objetiva-
mente la totalidad de lo social como condición formal y no empírica, instala una marca
definitiva en la capacidad comprensivo explicativa de la ciencia, dejando caer gran
parte de los supuestos sostenidos por la modernidad positivista, en nuestro caso el
ideal de definir científicamente a la salud y a la enfermedad en su totalidad. Inaugura
una epistemología de la incompletud como propia del proceso mismo de conocimiento
científico, que guía el análisis de la producción teórica relativa al integrado salud men-
tal que abordamos.
Pero antes de avanzar en una conceptualización decolonial de la ciencia desde una
epistemología de lo inacabado como horizonte del conocimiento científico en salud

65
mental, tal el objetivo que propongo, repasemos brevemente algunos conceptos tra-
dicionales en este plano.
A los fines expositivos, trazaremos una línea de tiempo (en clave de la tempo-
ralidad histórica moderno occidental) para describir la noción de ciencia a la que
haré referencia.
La preocupación por el descubrimiento, el conocimiento y la ciencia en sentido
general ha formado parte de las inquietudes del ser humano desde tiempos remotos,
reconduciéndose al espíritu griego, fundante de la cultura occidental cristiana, el des-
cubrimiento del concepto de ciencia (Pardo 2012: 18).
Provenimos de tradiciones formativas que se han centrado en esta cultura occiden-
tal como versión hegemónica de la historia, desconociendo la preexistencia de otras
culturas y cosmovisiones. Me ceñiré por ahora a esta versión hegemónica, según la
cual, en sentido amplio la historia de la ciencia presenta tres grandes momentos: el
correspondiente al paradigma  2 pre moderno que incluye a la antigüedad clásica (pen-
samiento griego) y la edad media (feudalismo) (desde el siglo VI A. C. hasta el XVI), el
paradigma moderno (desde el siglo XVI hasta los años ´60s del siglo XX), y el paradig-
ma actual, posmoderno o tardomoderno (que inicia a mediados a fines de los ´60s del
siglo XX hasta nuestros días) (Pardo; op.cit. 27).

3.3.1. La ciencia occidental pre moderna

El período de la premodernidad hace referencia a aquello que, en términos de Es-


ther Díaz (2000), se denomina ciencia en sentido amplio, como los sentidos que en la
antigua Grecia o en el medioevo se atribuían a la ciencia, y que no pueden asimilarse al
actual sentido de la misma, o ciencia en sentido restringido, que posee determinados
criterios y características propias.

2 De las diversas acepciones que el propio Thomas Kuhn dio al término paradigma en la posdata al libro
La estructura de las revoluciones científicas, escrita en 1969, 7 años después de la primer edición original,
tomo para este capítulo aquella que refiere exclusivamente al carácter epistemológico, es decir a la reflexión
sobre las reglas para la producción del conocimiento científico. Cabe destacar la interesante discusión que
mantienen los autores de la salud colectiva latinoamericana Naomar Almeida Filho y Jaime Breilh (Almeida
Filho, 2000: 28; Breilh, 2003:93) en torno de las acepciones del término y sus usos en el campo de la salud;
así como los análisis más recientes de otro autor de la salud colectiva, Everardo Duarte Nunes, en torno de
la recuperación crítica de esta noción en las discusiones actuales (Nunes; 2014 y 2016). 

66 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


En la Grecia clásica de los siglos VI al IV A. C. se inicia el proyecto racionalista que
signa a la cultura occidental, con preocupaciones que llegan hasta nuestros días tales
como la racionalidad y la ilustración. En el mundo griego se sentaron las bases para el
establecimiento de dos importantes diferencias, entre el logos y el mito por un lado,
y entre la doxa y la episteme por el otro.
Uno de los primeros sentidos heredados del pensamiento griego respecto de las
características del conocimiento científico atañe al logos, es decir, a la producción de
un discurso esencialmente lógico (etimológicamente logos = lógica), racional y de-
mostrativo; el cual se contraponía básicamente con los mitos, que no requerían de
ninguna demostración para fundamentar su carácter verdadero. Así, el logos aludía
a un “discurso explicativo y demostrativo” (Pardo, 27).
La segunda contraposición inaugurada por el pensamiento griego, entre episteme
y doxa, y que de alguna manera llega hasta nuestros días, hace a la distinción entre el
sentido común o saber vulgar y el conocimiento científico. La episteme (usualmente
traducido como ciencia) suponía un determinado tipo de saber que poseía ciertas ca-
racterísticas tales como la de ser fundamentado y sistemático en su afán de alcanzar
la verdad, en tanto que la doxa hacía referencia a aquel tipo de saber que si bien era
racional y lógico constituía meras opiniones infundadas que se quedaban en la verosi-
militud, sin alcanzar su verdad. Uno de los aspectos importantes del saber epistémico
antiguo que señala Rubén Pardo (op. cit) es que, a diferencia del conocimiento cien-
tífico moderno, poseía un carácter racional en sentido estricto, es decir, no existía una
preocupación por la fundamentación empírica.
Este período premoderno se completa con la Edad Media, en la cual el mundo es
interpretado y analizado en función de su carácter divino en lugar de racional, en el
seno de la tradición cristiana occidental que subordinaba la verdad de la razón a la
verdad de la fe.
Los fundamentos del paradigma premoderno, comunes al pensamiento griego y al
medieval, suponen una comprensión científica del mundo basada en una cosmología
Aristotélica que propugnaba el geocentrismo, la finitud del espacio, un universo orga-
nizado por jerarquías y una concepción teleológica del mismo estructurada a partir las
dos físicas de Aristóteles, una relativa al mundo sublunar y la otra al supralunar (Pardo
op. cit).

67
3.3.2. La ciencia moderna occidental

Por su parte, el paradigma moderno, promueve como ya anticipé a lo largo del


texto una concepción de la ciencia que abandona la verdad de la fe cristiana, para re-
tomar un modelo esencialmente racionalista del saber (ideal de racionalidad plena),
desde un apriori matemático de la realidad que empieza a ser considerada como una
realidad objetiva, calculable y cuantificable. Los procesos de separación entre la iglesia
y el Estado, y entre la ciencia y la religión, característicos de este momento, subyacen
al movimiento de desacralización y secularización nucleares de la primera modernidad.
En el primer apartado de este texto ya señalé en qué medida el conocimiento cien-
tífico en su versión estrictamente moderna se da en el marco de un proyecto político
cultural de dominación que emerge de la mano de la gran transformación social pro-
pia de la industrialización capitalista accidental euro céntrica. Ideas tales como la del
progreso social y los proyectos civilizatorios (civilización o barbarie) (Dussel, 2006)
partían del supuesto del poder de la razón como herramienta central para la transfor-
mación y apropiación de la naturaleza. A diferencia del mundo griego, la racionalidad
de la modernidad constituye una racionalidad práctica (razón instrumental), que es la
que funda en definitiva uno de los mitos centrales de la colonial modernidad (Bautista,
2017), el del progreso social ilimitado y la conquista de la naturaleza por medio del
conocimiento científico (tecnologías).
Una gran diferencia, quizás la más relevante para una reflexión epistemológica,
entre la racionalidad propia de la antigüedad clásica y la de la modernidad es que, para
ser considerado científico en el programa racionalista moderno el conocimiento debe
tener un carácter empírico y experimental. Las ideas de Copérnico, Galileo y Newton,
que como ya mencioné son tomadas en muchos casos de culturas previas como la
bizantina, islámica y china (Dussel, 2015) promueven una revolución científica basada
en el método experimental, y proponen una nueva cosmología que, a diferencia de la
premoderna propone entre otros aspectos la infinitud del universo, el mecanicismo
como matriz explicativa del orden de las cosas del mundo y del universo, y la caída del
geocentrismo característico del período anterior.
Es el a priori matemático el que, según Rubén Pardo, constituye la esencia del pro-
yecto científico de la modernidad para la comprensión del mundo, el que explica la
esencia empírica de la ciencia colonial moderno occidental ya que, solo lo calculable
y cuantificable es real. La realidad es un objeto de cálculo, un objectum del mundo que,
mediante métodos científicos adecuados, el subjectum manipulará para convertir en

68 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


un recurso puesto que la (…) racionalización total de la realidad deviene en un progra-
ma de dominio tecnológico de la misma (Pardo, op. cit: 37).
Se trata de un aspecto clave en la comprensión de la racionalidad de la primera
modernidad puesto que este a priori constituye la raíz de la división entre un sujeto
que conoce y un objeto a ser conocido (dominado y conquistado a través de la técnica),
y en definitiva el núcleo de la batalla entre objetividad y subjetividad.
Esta racionalidad funda el supuesto de la objetividad, el de la existencia de una
brecha epistemológica entre sujeto y objeto que ubica al conocimiento científico como
el saber que hará posible alcanzar verdades universales en la medida que ese sujeto
logre tomar distancia de la realidad para determinar racionalmente su estructura. La
abstracción de los determinantes histórico culturales y subjetivos constituyen condi-
ciones primordiales para posibilitar la observación neutral de la realidad.
Esta pretensión de objetividad como componente esencial del conocimiento cien-
tífico, si bien es herencia de la primera modernidad, continúa siendo una de las carac-
terísticas necesarias del conocimiento para ser considerado científico. Además de este
componente, la ciencia actual en su sentido restringido (Esther Díaz, 2000) pretende
ser descriptivo, explicativo y predictivo generando leyes que aspiran a ser universales
a partir de un saber lógica y empíricamente fundamentado, producido mediante un
determinado método (el hipotético deductivo), sistematizado y comunicable. En esta
matriz moderna de sentido se forja la concepción, que continúa hasta nuestros días,
según la cual las ciencias se clasifican según su objeto de estudio, sus métodos, sus
tipos de enunciados y tipos de verdad (Pardo, op. cit: 23).
La división entre las ciencias formales como las matemáticas o la lógica cuyos ob-
jetos poseen solo existencia ideal, y las fácticas abocadas al estudio de los entes ma-
teriales como los hechos y procesos extralingüísticos; y la subsiguiente división de las
ciencias fácticas en naturales y sociales, en donde el objeto de estudio de las primeras
es la naturaleza y el de las segundas las personas, marcan el escenario que hasta nues-
tros días acotan el sentido restringido del término ciencia. Y por oposición, delimitan el
territorio de lo que es científico y lo que es pseudocientífico.
A partir de aquí al referirme a la ciencia, haré alusión al sentido restringido del tér-
mino, con las características moderno occidentales que la misma ha asumido durante
la primera modernidad.
La preocupación por el problema epistemológico, eje central de la dimensión
de análisis que abordo en este capítulo, inicia en esta primera colonial modernidad

69
occidental, en el seno del proceso de separación entre la ciencia y la filosofía como
esferas distintas del conocimiento.
En este contexto se forja durante los siglos XVII y XVIII un sentido fuerte del con-
cepto de epistemología destinado al establecimiento de los criterios y la validez de to-
do conocimiento, en tanto que en la modernidad tardía de mediados del siglo pasado
a inicios del siglo XXI se construye un sentido más débil de la epistemología que tiende
a la problematización de los aspectos referidos a la historia de la ciencia y su método,
potenciando su capacidad de comprensión socio histórica (Palma, Pardo; 12).
Actualmente se reconoce la existencia de dos significados asignados al término
epistemología (Gregorio Klimovsky en: Di Tella y otros; 2006: 222-223), el primero
referido a la teoría del conocimiento en general, que aborda todas las formas de cono-
cimiento humano y se incluye en el campo más amplio de la filosofía; y el segundo, que
atañe al conocimiento científico particularmente, es decir a las formas socio históricas
a través de las cuales el mismo se produce, estructura y valida.
Esta segunda acepción es la que seguiré en esta obra, que tiene como objetivo el
estudio de las regularidades epocales mediante las cuales se genera el conocimiento
científico en determinada comunidad, y que presupone la existencia de tres contextos
(Di Tella y otros; op. cit) inherentes a la reflexión epistemológica: el de descubrimiento,
que hace a preguntas tales como ¿en qué circunstancias se produce el saber? ¿quién
y en qué momento histórico social se produjo una determinada teoría? El de justifi-
cación, que se pregunta por la fundamentación de las teorías, su estructura, lógica
y corrección. Y el de aplicación, cuya preocupación constituye el aspecto instrumental
de la ciencia en su capacidad de aplicarse en la realidad, de accionar sobre ella.
Cabe señalar la importancia central de distinguir entre la epistemología y la me-
todología, en tanto la primera persigue reflexionar críticamente sobre los modos de
producción del conocimiento científico en los tres contextos de determinación mencio-
nados, la segunda persigue establecer aquellas reglas a seguir para la producción de
nuevos conocimientos científicos.

3.3.3. La ciencia en la sobre modernidad

Explicitado el sentido moderno de la noción de ciencia y de epistemología, cabe


abocarnos al estudio del contexto actual en el que se encuentran dichas nociones, de

70 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


manera de completar el análisis de la segunda dimensión de la matriz comprensivo
explicativa del objeto salud mental que propongo.
Para esto desarrollaré tres ejes de análisis. El primero relativo a la discusión actual
respecto del conocimiento científico en el ámbito de las ciencias sociales. Mediante
este eje llegaré a reflexionar sobre el objeto salud mental sin salirme de la tradición
colonial occidental, pero contextuada en la sobre modernidad o modernidad tardía
eurocéntrica.
En segundo lugar, me referiré a algunos de los paradigmas epistemológicos rele-
vantes dentro del pensamiento sanitario, que deconstruyen la inercia de la tradición
eurocentrista desde una perspectiva latinoamericana.
Y en tercer lugar, me referiré a los estudios poscoloniales, que reubican a mi juicio
gran parte de los debates científicos contemporáneos sobre las ciencias sociales y la
salud – salud mental en particular, desde un proyecto de ciencia enraizado en la histo-
ria, cultura y pensamiento latinoamericano.

3.3.3.1. Paradigmas consolidados y rupturas epistemológicas en el pasaje a la


colonial modernidad tardía occidental: positivismo, materialismo histórico
e interpretativismo
Caracterizaré ahora a los paradigmas epistemológicos emergentes en el marco de
las transformaciones históricas producidas durante la modernidad que transitamos
a partir de finales de la década de 1970. Existen diversas formas de referirse a las trans-
formaciones llevadas a cabo en este período histórico, algunas de ellas son: posmo-
dernidad (Di Tella, et. al; 2006) modernidad reflexiva (Giddens, 1991), segunda moder-
nidad (Beck 2002 y 2004), modernidad líquida (Bauman, 2002), sobremodernidad
(Vallespín, 2000), modernidad tardía (Palma, op. cit.; Segato, op. cit.) para mencionar
algunas de las utilizadas con mayor frecuencia.
Estas transformaciones exceden ampliamente al campo científico abordado en este
texto, pero lo cierto es que las mismas han impactado en muy diversos planos. Desa-
rrollé este análisis con mayor profundidad en otros trabajos, que pueden ser consulta-
dos para una mejor contextualización histórica, política y social de la cuestión (Luciani
Conde, 2010 y 2015).
En ajustada síntesis, la modernidad tardía consiste en un proceso de transformación
social, cultural, política y económica de las representaciones imaginarias instituidas
durante la primera modernidad occidental, que habían generado fuertes tradiciones

71
(sólidos modernos en términos de Bauman) que empiezan a erosionarse, a debilitarse,
tales como el sentido del trabajo, del Estado-nación, de la seguridad social, de la repre-
sentación política, de la familia y, por supuesto, de la ciencia.
Analizaré brevemente estas transformaciones.
A mediados de la primera modernidad (siglo XIX), se consolidaron dos paradig-
mas  3, el materialista histórico y el positivista.
El materialismo histórico y el método dialéctico constituían para Karl Marx el modo
científicamente correcto para el conocimiento de la realidad, yendo de lo abstracto a lo
concreto: (…) las reproducciones abstractas conducen a la reproducción de lo concre-
to por la vía del pensamiento. (…) el método que consiste en elevarse de lo abstracto
a lo concreto no es sino la manera de proceder del pensamiento para apropiarse de lo
concreto, para reproducirlo mentalmente como cosa concreta (Marx [1859] 1978: 259).
Este paradigma introduce la idea de unidad de lo diverso para hacer referencia a la
síntesis de las múltiples determinaciones de lo concreto, (…) lo que constituye el movi-
miento dialéctico es la coexistencia de dos lados contradictorios, su lucha, su fusión en
una categoría nueva (Karl Marx, citado en Vasilachis de Gialdino; 1992: 33).
El concepto de totalidad en tanto categoría nuclear surgida del pensamiento mar-
xista constituye una clave para los desarrollos teóricos de los cientistas sociales pos-
teriores. La misma ha sido conceptualizada de diversas maneras: como una voluntad
estratégica de los sujetos sociales (Lefebvre, 1961), como el nivel de predominancia
jerárquica en la determinación del conjunto sobre las partes, o como construcción del
pensamiento crítico dialéctico (Vasilachis de Gialdino, op. cit: 35). Estos desarrollos
constituyen los pilares de las distintas corrientes marxistas fundantes de la que se de-
nominará posteriormente teoría crítica, que en las décadas de 1920 y en la 1930 nuclea
a autores tales como Horkheimer, Adorno, Marcuse, Benjamin y Fromm, los que desde
campos disciplinares diversos tales como la sociología, la filosofía, el psicoanálisis, la
economía y las artes se combinan para promover un nuevo enfoque de investigación
en ciencias sociales, denominado Escuela de Frankfurt (Alvesson & Sköldberg, 2000:
111). Planteando postulados que siguen vigentes hasta el presente con sucesivos desa-
rrollos encuadrados en las actualmente llamadas ciencias sociales críticas.

3  Explicitado ya el uso del término paradigma en su acepción epistemológica, tomo a partir de aquí la
definición de paradigma de Vasilachis de Gialdino, según la cual (…) estos paradigmas son definidos como
los marcos teórico – metodológicos utilizados por el investigador para interpretar fenómenos sociales en el
contexto de una determinada sociedad (op. cit.: 9).

72 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


Otro antecedente a ser mencionado, en este caso surgido del propio del campo
de la salud, lo constituye la corriente política e ideológica que a partir de los valores
de la revolución francesa de 1848 inicia las llamadas revoluciones de primavera, que
pondrían fin a la Europa de la Restauración y que en Alemania nucleó a diferentes
pensadores y activistas de izquierda, iniciándose el movimiento de medicina social con
figuras como las de Rudolf Virchow, Salomón Neumann y R. Leubuscher (Rosen, 1985
[1974]: 78).
Como veremos más adelante, tanto la categoría de totalidad como la de unidad de
lo diverso son retomadas en la actualidad por diferentes autores y autoras del campo
de la salud.
El paradigma positivista, por su parte, encuentra en la obra de Auguste Comte a su
figura inaugural. Corriente epistemológica surgida en la primera mitad del siglo XIX,
inicia la hegemonía de la lógica positiva, generadora de un movimiento de atracción
centrípeto de tal magnitud en el campo científico que aún hoy continúa siendo extre-
madamente difícil desinstalar muchos de sus postulados centrales.
Si bien los estadios propuestos por este autor para alcanzar los conocimientos ver-
daderamente accesibles (el teológico, el metafísico y el positivo) no han cobrado gran
relevancia en las discusiones epistemológicas, muchas de las características de lo que
a su juicio constituiría la ciencia positiva se han instalado como representaciones ima-
ginarias instituidas en la comunidad científica respecto de lo que es (o debiera ser) el
verdadero conocimiento.
Aspectos tales como el monismo metodológico que establece que deben usarse los
mismos criterios para todas las ciencias, la instauración de las ciencias naturales como
el modelo a seguir, el énfasis en los modelos explicativos causales de los objetos de es-
tudio, la necesidad de formulación de leyes generales y universales fundamentadas en
el método inductivo, la supremacía de la racionalidad instrumental (Galende, 2015:37)
son parte de una matriz de sentido que se ha convertido en la versión hegemónica de
la ciencia, llegando incluso hasta nuestros días y reproduciéndose en los diversas currí-
culos de formación universitaria.
Retomando lo dicho previamente, el positivismo instala una matriz comprensivo
explicativa de la ciencia según la cual las ciencias fácticas toman como modelo a las
ciencias naturales en cuanto a sus criterios básicos (objeto, enunciados, verdad y mé-
todo). Esta es la raíz de la consideración de las ciencias sociales como pseudo cien-
cias o ciencias blandas, cuyo déficit consistiría en su incapacidad de sostener los mis-
mos criterios básicos que las ciencias naturales. Explicando también el surgimiento de

73
diversas teorías que intentaron transformar o convertir a las ciencias sociales y huma-
nas en positivas o duras: las sociologías de Durkheim, Merton o Parson (Vasilachis de
Gialdino, op. cit.), las psiquiatrías de Pinel, Esquirol o Kraepelin (Bercherie, 1980) o las
psicologías experimentales de Herbart, Fechner, Helmholtz y Wundt (Lodieu, 2006)
para mencionar solo algunos ejemplos de la influencia de Comte en este campo.
De manera tal que las discusiones centrales en el campo de las ciencias, incluso
en el de las ciencias sociales, giraban en relación a estos dos grandes marcos teórico
metodológicos.
Hacia finales del siglo XX, al decir de Irene Vasilachis de Gialdino (1992), estos eran
los dos paradigmas consolidados, en tanto que el paradigma interpretativo por ese
entonces se encontraba en vías de consolidación.
Este paradigma, cuyo supuesto básico (…) es la necesidad de comprensión del sen-
tido de la acción social en el contexto del mundo de la vida y desde la perspectiva de
los participantes (Vasilachis de Gialdino, op. cit: 43), surge de una crítica sistemática al
positivismo y su proyecto de naturalización de las ciencias sociales.
Autores como Weber, Schutz, Cicourel o Husserl abonan a una perspectiva científi-
ca que delinean diferentes enfoques dentro del paradigma interpretativo tales como:
a- el etnográfico, que describe unidades sociales concretas para reconstruir sus cultu-
ras, formas de vida y estructuras; b- el fenomenológico, que enfatiza el conocimiento
que las personas mismas otorgan a sus experiencias de vida reconstruyendo los pro-
cesos mismos de interpretación; c- el interaccionismo simbólico, que acentúa el des-
cubrimiento de los modos de elaboración de los significados socialmente construidos
en tanto productos de la interacción simbólico social; y d- el etnometodológico, que
apunta al conocimiento de las prácticas procedimientales puestas en juego por los ac-
tores sociales en su vida cotidiana (Rodríguez Gil, 1986; Souza Minayo, 1997).
Se produce un centramiento en el problema de la comprensión más que en el de
la observación del mundo objetivo, siendo la interpretación de los significados social
y simbólicamente construidos la esencia de este paradigma, y la razón del énfasis en
la participación no intrusiva para una compresión hermenéutica del mundo de la vida.
Observamos que se trata de un paradigma epistemológico que introduce rupturas
en cuanto al objeto, en tanto se constituye al otro como objeto de estudio (Denzin
& Lincoln, 2012), los enunciados y tipo de verdad que promueve, apoyados en cono-
cimientos basados en la experiencia de los sujetos sociales y no del investigador, con
métodos que priorizan los modos de proceder inductivos, con una perspectiva holística
de la realidad social. Sus axiomas (González Monteagudo, 2001) quiebran el concepto

74 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


positivista de una única realidad simple y fragmentable abriendo la posibilidad a múl-
tiples realidades socialmente construidas, derriban la independencia y distancia entre
el observador y el objeto investigado, en pos de una necesaria interacción y transfor-
mación recíproca entre sujeto cognoscente y realidad a conocer, visibilizan la imposibi-
lidad de generalizaciones universales, debilitan la explicaciones causalistas basadas en
la necesaria identificación de los nexos causales en pos de procesos de muta influencia
de los procesos sociales bajo estudio, muestran la presencia insoslayable de los valo-
res, la ética, la ideología y los principios que guían las decisiones de los investigadores,
a contramano de la perspectiva positivista que suponía la prescindencia de estos as-
pectos (Denzin & Lincoln, 1994).
En este contexto de tensiones epistémicas la razón calculante de la primera mo-
dernidad cada vez más se desplaza hacia una razón instrumental, en términos de pro-
ducción de técnicas, y la cuestión de los métodos se va instalando como una de las
discusiones centrales del conocimiento científico.
Pareciera que la batalla epistemológica en torno de los paradigmas vigentes a fi-
nales de siglo pasado termina disputándose en la arena metodológica, tal es así que
se establece una asociación, aún operante en ciertos ámbitos científico - académicos,
entre positivismo y métodos cuantitativos por un lado, y paradigma interpretativo
y métodos cualitativos por el otro. Batalla metodológica que no es central puesto que,
como ya he aludido, la producción de datos y sus características cuanti o cualificables
no constituyen técnicas que de por sí deben estar asociadas a un determinado paradig-
ma epistemológico, sino que las mismas deben estar al servicio de los mismos, siendo
parte de su bagaje instrumental.
Cabe señalar por otra parte que, además de números y textos, existen otros tipos
de datos que también se utilizan de manera pertinente en el contexto científico ya
que poseen las propiedades para ser considerados como tales (soporte físico, unidad
de información), como son las imágenes o los sonidos. Asimismo, existe una larga
tradición de uso de datos cualitativos con perspectiva positivista, razón que refuer-
za el criterio planteado de que la discusión epistemológica atañe esencialmente a las
categorías fundantes de los cuerpos conceptuales de los diferentes paradigmas y no
a sus técnicas.
No obstante, como otras de las múltiples batallas jugadas en el territorio de la cien-
cia, la tensión entre cuantitativistas y cualitativistas no se redujo a cuestiones exclusi-
vamente metodológicas, sino que ha sido apropiada por actores sociales del campo,
en su interés por visibilizar y defender ciertos aspectos. Es así como en las ciencias
sociales el interés por la inclusión de lo cualitativo no solo se convirtió en una opción

75
metodológica que se oponía a la hegemonía positivista de la ciencia sino en un enfo-
que que permitió instalar otras cuestiones como por ejemplo aquellas ligadas a la recu-
peración de la voz de las y los participantes del proceso de investigación, a la democra-
tización de las relaciones de poder inherentes a la investigación científica, la inclusión
de la perspectiva subjetiva, relacional y afectiva entre otros tantos aspectos que hacen
a una postura ética en consonancia con el respeto de los derechos humanos. La cual no
es una cuestión menor.
Vimos hasta aquí que a lo largo del siglo XX se han ido consolidando los tres pa-
radigmas epistemológicos mencionados, cada uno con sus avances, crisis, rupturas
y desprendimientos teóricos que exceden ampliamente un análisis exhaustivo en el
marco de esta obra.
Pero este acotado desarrollo sobre los debates paradigmáticos y teóricos es nece-
sario para comprender cómo las epistemologías del siglo pasado han ido acompañan-
do (generando y siendo generadas por) el giro histórico entre la primera y la segunda
modernidad.
La reflexión epistemológica de finales de siglo pasado se ha servido en gran me-
dida para comprender estas transformaciones paradigmáticas de la tradicional teoría
de Tomás Kuhn (1962) que, criticando la concepción positivista instalada del progreso
de la ciencia a través de la acumulación, se refiere a la estructura y periodización de la
misma según una secuencia de momentos normales, surgimiento de anomalías para-
digmáticas y posteriores revoluciones científicas para dar comienzo a un nuevo ciclo de
ciencia normal (pensamiento estructuralista).
Cabe reiterar el análisis que realiza Edverardo Nunes (2014) sobre las múltiples
acepciones del término paradigma y sus usos en ciencias sociales de la salud, sobre
todo por el trabajo realizado con la obra de Tomás Kuhn, y los cambios que en la misma
experimentó esta noción. En última instancia, el análisis introducido por el mismo Kuhn
en la posdata de 1969 a la edición original de su libro, anticipa ya en cierta manera una
necesaria crítica a la concepción presentada en su obra, la cual construye en definitiva
una lectura homogenizante de la ciencia que analiza hacia adentro de cada paradigma
sus fortalezas y transformaciones, evitando la confrontación con una realidad en la
cual hay coexistencia y solapamientos paradigmáticos (post estructuralismo). Visión
que no escapa del mito moderno del progreso ilimitado que termina convirtiéndose
en limitante.

76 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


3.3.3.2. Rupturas epistemológicas de fines de siglo XX: constructivismo
y complejidad
En este diverso y heterogéneo contexto científico del siglo XX, en el cual operaban
las distintas tensiones paradigmáticas, teóricas y metodológicas señaladas cabe des-
tacar la emergencia de nuevas epistemologías relevantes que acompañan una serie de
replanteos respecto del sentido actual del conocimiento científico.
La distinción dicotómica entre ciencias naturales y ciencias sociales dejó
de tener sentido y utilidad, todo conocimiento científico natural es cien-
tífico social (Santos, 2009: 41).

La pregunta respecto de si desde mediados del siglo XX a esta parte asistimos a la


emergencia de un nuevo paradigma científico o bien si nos encontramos en presencia
de nuevos pliegues del paradigma dominante moderno ocupa un lugar central en la
reflexión epistemológica reciente.
Como hemos mencionado, los sólidos de la ciencia moderna empiezan hacerse lí-
quidos (Baumann, 2005) al compas del debilitamiento de los sentidos propiamente
modernos. El ideal de alcanzar verdades universales necesarias y definitivas cae en
pos de la búsqueda de verdades provisorias, incompletas y contingentes que se abren
a una inexorable equivocidad comprensiva ligada a la inclusión de la dimensión inter-
pretativa en todo proceso de conocimiento, de la misma manera que se resquebraja el
mito del progreso social ilimitado como aspecto inherente a la ciencia. En síntesis, en
la tardo modernidad colonial occidental emerge una cosmovisión de la ciencia abierta
a la ampliación de los márgenes de la noción de razón y de verdad.
En este contexto de ruptura, mencionaré dos epistemologías que considero centra-
les para el objetivo perseguido en este texto, la genética y la complejidad.
La primera, desarrollada por Jean Piaget desde mediados del siglo pasado, realiza
una crítica fundamental a la noción de verdad del positivismo y del empirismo en tanto
doctrina cerrada, dando lugar al paradigma constructivista (Denzin & Lincoln, op. cit.:
87) para el cual no existe una única realidad, y en donde el conocimiento es producto
de una co-creación entre el sujeto cognoscente y el objeto a conocer, la realidad no
constituye una externalidad al sujeto sino que es en la medida en que el sujeto opera
sobre la realidad transformándola practica y mentalmente que es posible conocerla.
La epistemología genética en tanto doctrina abierta se pregunta por la posibilidad
de generación del conocimiento, aportando nuevas nociones esenciales para definir el

77
conocimiento científico. La idea de la unidad de la ciencia, propuesta como objetivo
central de esta epistemología, aborda las diferencia entre el conocimiento científico
y el filosófico sosteniendo que (…) no existe ninguna técnica que satisfaga a todas las
mentes: el conocimiento total es actualmente, y tal vez lo será siempre, una cuestión de
síntesis en parte subjetivas, pues se encuentra dominado de hecho por juicios de valor
que no son universalizables sino específicos a ciertas colectividades o incluso a ciertos
individuos (Piaget, 1970: 88).
Se trata de una ruptura esencial ya que, a diferencia de las tradiciones paradigmá-
ticas mencionadas hasta aquí, no profundiza en la crítica hacia dentro de los paradig-
mas sino que realiza una crítica que resulta en definitiva transversal a todos, señalando
diversos puntos ciegos en su capacidad comprensiva explicativa, avanzando en una
propuesta epistemológica de integración y síntesis que retomaré más adelante.
En esta línea Piaget propone resolver el problema de la unidad de la ciencia cam-
biando el modo de comprender a las diversas ciencias mediante la idea de proceso
o ciclo en lugar de secuencia lineal (op. cit: 108). La secuencia lineal tradicional en la
cual se desarrolló históricamente la ciencia poseía una dirección que iba desde las ma-
temáticas a la física, de ésta a la biología y de ésta a la psico sociología; derrotero que
en los términos presentados con anterioridad marcaba la diferencia entre las ciencias
formales y las fácticas en tanto campos científicamente irreconciliables.
Pero, al decir de Piaget, los conocimientos alcanzados en estas distintas disciplinas
muestran que (…) las dos extremidades de esta serie tienden a encontrarse para for-
mar una especie de círculo postulando una doctrina abierta que tiende puentes entre
los extremos de esta cadena y tiene como una de sus principales consecuencias lo que
denomina las dos direcciones del pensamiento científico según la cual existe una conti-
nuidad inevitable entre el sujeto y el objeto en juego en todo conocimiento. Círculo de
las ciencias que (…) alcanza una unidad por interdependencia entre las diversas cien-
cias tal que las disciplinas opuestas en este orden cíclico sostienen entre sí relaciones
de reciprocidad (p. 109-110).
El esfuerzo de la propuesta piagetina trasciende con la noción de unidad de lo di-
verso la tradición escotomizada de los paradigmas epistemológicos presentados como
irreductibles, sin que esto promueva una epistemología relativista o reduccionista ope-
rante por sumatoria o evitación de los conflictos emergentes de la integración teórica.
Este esfuerzo es profundizado, junto a Rolando García, al establecer una analogía entre
los distintos períodos históricos de la ciencia y los propios del desarrollo psicogené-
tico (Piaget & García, 1982) de manera tal que, sostienen, ambos presentan procesos

78 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


y mecanismos comunes. Volveré sobre este desarrollo en la próxima dimensión de es-
tudio, la praxiológica.
La segunda epistemología emergente en el siglo pasado de la cual me ocuparé, se
refiere a la teoría de la complejidad. Diferentes autores, entre los que destaca Edgar
Morín (2011) o el recién mencionado Rolando García, promueven un pensamiento que
deconstruye muchos de los pilares del positivismo, y definen a un objeto complejo
como un modelo sistémico que forma parte de un conjunto de totalidades parciales.
Modelos explicativos fuertemente arraigados en las ciencias tales como la uni
o multicausalidad se ven obligados con estos desarrollos a dar paso a una conceptua-
lización de procesos de determinación en los cuales resulta imposible una fragmen-
tación de la realidad en secuencias causa – efecto, la realidad emerge al análisis de
la ciencia como una totalidad heterogénea e integrada (heterogeneidad organizada)
sujeta a múltiples efectos de determinación histórica, cultural, política, económica, de
género, de relaciones de poder entre otros niveles de determinación posibles.
Nótese el pasaje de la idea mecánica, lineal y unidireccional del proceso de produc-
ción de fenómenos, a la postulación de pluri niveles de determinación de la realidad
que es siempre multifacetada y en la cual coexisten en simultáneo relaciones unidi-
reccionales y bidireccionales; que complementa la idea de uni linealidad con la de una
recursividad sujeta a las transformaciones históricas propias del ser humano. Nocio-
nes propias de la física mecánica basadas en conceptos como magnitud de estímulo
y efecto o acción de fuerzas se enriquecen con ideas tales como efecto mariposa, que
subvierte la tradicional relación de fuerzas entre estímulo y respuesta.
La revisión crítica de teorías como el estructuralismo o la teoría de sistemas dan
paso a nuevas conceptualizaciones tales como la teoría de redes, la de las estructuras
jerárquicas de determinación (Samaja, 2004), o las estructuras disipativas propuestas
por Ilya Prigogine (1983, 1990) para referirse a la coherencia y auto organización de
los sistemas abiertos que se alejan del equilibrio, pero presentan tendencia al orden.
La noción de objeto moderno positivista, en tanto recorte objetivo de la realidad
que puede ser abordado experimentalmente para su estudio, cede frente a una reali-
dad que ya no puede ser dicotomizada entre objetivo – subjetivo y que se define como
borrosa, difusa y deslimitada; los límites (o la ausencia de ellos) ya no son los del mé-
todo, sino los del conocimiento científico en sentido estricto.
La barrera entre los juicios de existencia y los de atribución abordada en la primera
dimensión de estudio (cap.3.2.), que erigía una brecha infranqueable entre ambos se
torna porosa, dando lugar mixturas de saberes científicos antes imposibles.

79
Los paradigmas emergentes proponen epistemologías que trascienden las viejas
dicotomías y encerronas teóricas. Tal es la incorporación de teorías provenientes del
campo de las matemáticas (ciencias formales) para abordar objetos y hechos sociales
(ciencias fácticas) tales como la teoría fractal del matemático Benoit Mandelbrot en
1975 o la teoría del caos del meteorólogo Edward Norton Lorenz (1993), integraciones
que fortalecen la propuesta de círculo de las ciencias piagetiano ya mencionado.
Estas teorías permiten considerar otros principios estructurantes más allá del orden
causal predominante en la epistemología convencional tales como las discontinuida-
des, las bifurcaciones y las paradojas, entre las cuales destacan: a- el orden a partir del
caos (expectativa de formas alternativas de determinación surgidas a partir de proce-
sos aparentemente desordenados o caóticos), b- lo nuevo a partir de lo existente, posi-
bilidad de la emergencia de lo nuevo desde algo que no estaría contenido en la síntesis
de los determinantes potenciales, c- eventos que no siguen la lógica del efecto pro-
porcional al estímulo causal específico (cuestión de la discontinuidad), d- iteratividad
o efectos de los sistemas dinámicos no convergentes y no finalísiticos (retroalimenta-
ción, circuitos de feed back). e- efecto mariposa: efectos potencializados de estímulos
débiles en sistemas dinámicos complejos (Almeida Filho, 2006: 126).

3.3.3.3. Pensamiento latinoamericano en salud y salud mental


Los debates, tradiciones y movimientos ideológicos en salud en Latinoamérica son
extensos y poseen una extraordinaria riqueza teórica, excede el alcance de este capítu-
lo un desarrollo exhaustivo de los mismos.
Cabe mencionar solo a manera de contextualización que la reflexión epistemoló-
gica con perspectiva latinoamericanista se enraíza en diversos debates y marcos con-
ceptuales que fueron desarrollándose en la región desde la segunda mitad del siglo
pasado, acompañando las transformaciones socio políticas y las discusiones científicas
a las que hice referencia en el punto anterior.
Me refiero a una perspectiva latinoamericanista y no a una epistemología latinoa-
mericana porque, si bien con perspectiva crítica, muchos de los desarrollos teóricos
producidos en el campo de la salud, no todos por supuesto, continúan de alguna ma-
nera nutriéndose y discutiendo con la cultura científica colonial occidental euro cen-
trista. Como ya hemos visto, en tanto campo socio histórico y cultural, la historia de
las ideas en salud en Latinoamérica se ha forjado en el contexto de las luchas por la
dominación hegemónica colonial euro céntrica, configurando las características de las
políticas y servicios de salud.

80 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


Basta repasar los manuales de formación universitaria en salud pública para com-
prender cómo los distintos modelos en salud reproducidos en la enseñanza de grado
y posgrado a lo largo del siglo XX han respondido más a la historia que los mismos han
tenido en la cultura europea que en la propia.
Si bien la importación de ideas, teorías y técnicas europeas y posteriormente es-
tadounidense ha dado lugar a innumerables avances en la posibilidad de planificación
en salud y en la generación de los distintos modelos de cobertura, así como en el
mejoramiento de la situación epidemiológica, y en el desarrollo e innovación en el ám-
bito de la investigación, trato de visibilizar cierta inercia a la incorporación de teorías
y conocimientos que, surgidas en otras culturas, historias, economías, y regímenes de
gobierno, en el proceso de importación dan lugar a avances y logros, pero también
a retrocesos y subordinaciones que han colonizado las prácticas en el seno de la mer-
cantilización del sector. Haré referencia a partir de aquí a esta perspectiva colonial
moderno euro centrista particular del campo de la salud como la tradición sanitarista.
A partir de la segunda mitad de siglo pasado, se desarrollan en Latinoamérica dis-
tintos movimientos en salud críticos a la tradición sanitarista mencionada, de los cuales
me referiré a dos en particular surgidos en la década de 1970 y que se institucionalizan
en los ´80s (Duarte Nunes, 2016): el movimiento de salud colectiva y el de medicina
social latinoamericana, que hoy constituyen movimientos consolidados en la región,
con presencia en los debates internacionales del campo, realizando múltiples y pro-
fundos aportes en diversas áreas. Cabe señalar la importancia fundante de la figura de
Juan César García en el armado del movimiento de medicina social latinoamericana,
el cual no sólo constituye una corriente de pensamiento sino un movimiento de acción
política (Galeano, Trotta, Spinelli, 2011: 286) que dió lugar a que diversos exponen-
tes de esta corriente lleguen a ocupar lugares clave en la gestión pública en distintos
países de la región, tales como Nila Heredia, Sonia Fleury, Asa Cristina Laurell, María
Urbaneja o Mario Rovere, por mencionar sólo algunos ejemplos.
Estos movimientos surgen como resistencia desde el campo de la salud a la repre-
sión política desarrollada en los países latinoamericanos en el contexto de las dictadu-
ras militares de los ´70s y ´80s; y realizan una recuperación crítica de los basamentos
de la medicina social alemana de mediados de siglo XIX (descripta más arriba) en
cuanto al compromiso ético, político y social de los movimientos ideológicos en salud.
Con un discurso opuesto a las miradas exteriorizantes y normativistas, son profunda-
mente críticos a las intervenciones asistencialistas sin compromiso político (a – críti-
cas) del sanitarismo tradicional.

81
Como ya he mencionado, los aportes teóricos y técnicos de estos movimientos son
múltiples en distintas líneas de trabajo tales como la planificación, la epidemiología, la
participación política, la gestión, la investigación científica académica por mencionar
solo algunos. En lo que sigue centraré la atención en la reflexión epistemológica en
salud que aportan estos movimientos sobre la salud.
Los autores y autoras partícipes de estas corrientes sostienen una crítica funda-
mentada a la inercia tradicional de la racionalidad instrumental acrítica del sanitarismo
tradicional, sosteniendo la necesidad de una revisión teórico epistemológica de las ca-
tegorías explicativas centrales del campo para visibilizar las relaciones de poder inhe-
rentes al mismo, en lugar de centrar los esfuerzos en un abordaje meramente técnico
que no llega al hueso de los problemas de salud centrales de la región.
El fracaso de los distintos movimientos ideológicos en salud (Almeida Filho & Paim,
1995) en términos históricos no se debe entonces a la debilidad de sus técnicas, sino
a la progresiva incapacidad explicativa de la epistemología que fundamentaba dichas
técnicas. En otras palabras, los enfoques, métodos y técnicas pueden cambiar, mejo-
rarse o incluso sustituirse, sin que se modifique el piso epistemológico sobre el cual
descansan sus fundamentos teóricos; y eso es lo que ha pasado a juicio de estos auto-
res en la historia de las propuestas de salud. Razón por la cual afirman que salir de la
crisis en la que ha caído la capacidad explicativa de las teorías de la salud requiere una
reconfiguración del objeto de estudio de estas teorías, que permita un descentramien-
to desde el objeto enfermedad, hacia el objeto salud. Histórico punto ciego epistémico
del sanitarismo tradicional.
En la lectura de Silva Paim (2009) la crisis de la salud pública, es decir, el fracaso de
las corrientes tradicionales de la salud en términos del empeoramiento de los indica-
dores de morbi mortalidad en la región, la reemergencia de enfermedades infectocon-
tagiosas antes controladas o su reaparición modificada, los excesos de la mercantiliza-
ción del sector y la creciente medicalización de las prácticas no se deben solo al fracaso
de las políticas y las técnicas implementadas, sino a la incapacidad explicativa que
mostraron las teorías sanitarias; en particular el paradigma científico positivista, en el
transcurso de la segunda mitad de siglo pasado para dar respuesta la complejidad de
los problemas del campo social de la salud.
Es decir, más allá de los diferentes modelos y estrategias propuestas que se han
ido instalando en la agenda internacional de las políticas de salud desde el siglo pa-
sado hasta nuestros días tales como los niveles de prevención de la salud, la salud
comunitaria (atención primaria de la salud -APS), la promoción de la salud, la salud
familiar, entre otras, su reiterado fracaso para garantizar mejores condiciones de salud

82 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


a millones de habitantes en la región no se debe a la inutilidad de estas técnicas (ra-
cionalidad instrumental) sino a la crisis paradigmática que presentó el positivismo en
el campo de la salud.
Se observa así que la reflexión epistemológica desarrollada en el campo teórico de
la salud por estos movimientos latinoamericanos acompaña el proceso de transfor-
mación y deconstrucción más general que se dio en el campo de las ciencias sociales.
La abundante bibliografía de estas corrientes que abordan la cuestión de los para-
digmas epistemológicos actuales en salud hace referencia a los distintos paradigmas
y teorías emergentes a las que hice referencia previamente (materialismo histórico,
paradigma interpretativo, constructivismo, complejidad con sus respectivas categorías
y transformaciones).
Uno de los aportes claves de las corrientes de pensamiento latinoamericano es su
énfasis por construir modelos comprensivos explicativos no sólo del proceso de enfer-
mar, como lo hacía el positivismo científico, sino, en definir su objeto como un proceso
de salud - enfermedad - atención - cuidado, que no se presenta en una comunidad
idealizada y armónica, sino en un territorio contextuado y contradictorio, determinado
por prácticas institucionales y configurada por actores históricos interesados en las
acumulaciones de poder inherentes al campo.
Esta reflexión epistemológica de la salud en su articulación con las condiciones
sociales, económicas y político-ideológicas, sujetas a la historicidad da lugar a un mo-
delo sintético de articulación de tres circuitos esenciales para la comprensión del pro-
ceso salud - enfermedad - atención propuesto por Almeida Filho (2000) que integra
los diferentes aportes surgidos desde la epidemiología social latinoamericana para la
comprensión de este proceso.
Estos circuitos son: a- la epidemiología laboral desarrollada por Asa Crisitina Lau-
rell quien, desde México, investigó y teorizó sobre el proceso de trabajo y sus determi-
naciones en la morbi mortalidad de las trabajadoras y trabajadores en el contexto de
los estados neoliberales de finales del siglo pasado, b- la epidemiología de las clases
sociales propuesta por la Escuela de Quito, Ecuador, representada principalmente por
Edmundo Granda y Jaime Breilh, quienes enfocan su análisis desde el pensamiento
marxista de la dinámica de la lucha de clases y en los procesos de determinación so-
cial de la salud - enfermedad en las sociedades capitalistas dependientes como las
de nuestra región, y c- la epidemiología del modo de vida, propuesta por Almeida
Filho quien desde la Salud Colectiva brasilera recupera esta noción, el modo de vida,
de tradición marxista, para hacer referencia a los modos objetivos de existencia y de
reproducción de la vida que en una lectura más cercana al concepto antropológico de

83
cultura, incorpora en el análisis teórico las determinaciones propias de la dimensión
simbólica y discursiva de las prácticas de salud.
Tomando dos obras fundamentales para comprender el alcance teórico de la pers-
pectiva latinoamericana en salud, como son las de Jaime Breilh (2003) y Almeida Filho
(2000) vemos que desde ambas corrientes, y aún con las diferencias teóricas explici-
tadas en las mismas, se sostiene una crítica fundamentada al pensamiento moderno
positivista, la necesidad de una salud contra hegemónica, la recuperación de nociones
nucleares del pensamiento marxista así como del constructivismo, y el planteamiento
de desafíos teóricos ligados a la necesidad de incorporar a la teoría de la compleji-
dad en salud para construir un nuevo objeto epistemológico, totalizado y complejo,
conceptualizado (…) como unidad integral de observación – análisis – interpretación
– intervención tanto a nivel conceptual como metodológico”. Este nuevo objeto epis-
temológico en tanto modelo sintético incluye distintas instancias (explicativa, estruc-
tural, sistémica y sintética), dominios (general y particular) y niveles de complejidad
(niveles de organización de los objetos de conocimiento: molecular, individual y social)
(Almeida Filho, 2000: 297).
Llegados a este punto del desarrollo, y teniendo en cuenta el título de este apar-
tado, podemos preguntarnos ¿en qué consiste la epistemología de la salud mental?
Desde la perspectiva aquí propuesta, la epistemología de la salud mental es la epis-
temología de la salud, es decir, no existen epistemologías distintas para cada uno de
los objetos parcializados de un campo de problemáticas más amplias. El objeto salud
mental es parte de la unidad integral de observación – análisis – interpretación – in-
tervención. Constituye una faceta de esta unidad integral, posee instancias, dominios
y niveles de complejidad que le son propios, pero a su vez, y con su especificidad, par-
ticipa de otras instancias, dominios y niveles de complejidad.
La conceptualización de la salud mental no corre por carriles diferentes a los de la
salud en general, y esto no obedece a la imposibilidad de aplicación del método cientí-
fico positivista capaz de extraerla de las pseudociencias, sino a que las epistemologías
actuales permiten generar contextos de descubrimiento, justificación y aplicación en
este campo particular de estudio con suficiente alcance explicativo.
El esfuerzo realizado en explicitar las discusiones paradigmáticas desde finales del
siglo pasado hasta la actualidad, y exponer la capacidad explicativa de las epistemolo-
gías actuales, tuvo como objetivo fundamentar el carácter científico de las ciencias de
la salud, y sostener la tesis según la cual la integración de la salud mental a la salud, tal
como lo plantea Alicia Stolkiner (2012), nos obliga a una reflexión epistemológica que

84 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


renuncie por un lado a infravalorar su estatus científico, eludiendo la trampa positivis-
ta según la cual cada objeto de conocimiento debe poder ser explicado por el mismo
paradigma hegemónico, y aquellos que no lo son se consideran extra científicos; pero
por otro lado, a reconocer sus límites y determinaciones como parte de campos de
observación – análisis – intervención más amplios, que requieren de conocimientos
científicos que no son específicos y pueden corresponder a paradigmas epistemoló-
gicos diversos.
Caber señalar por otra parte que, así como sostenemos la pertenencia de la salud
mental al campo científico de la salud, solo a los fines analíticos expositivos podemos
escindir el momento de la salud, del de la enfermedad, del de la atención, y del cui-
dado. Este es el fundamento epistémico de la existencia fenoménica de un integrado
que incluye estas distintas facetas de la vida cumpliendo con las características de
cualquier otro objeto totalizado y complejo, en términos de la epistemología cons-
tructivista y de la complejidad que hemos descripto. Solo por reiterar algunas de ellas,
se trata de facetas simultáneas, especificas pero diversas, independientes pero inter
determinadas, pluri niveladas, cuyos límites son porosos.
La afirmación de Almeida Filho y Silva Paim según la cual el objeto epistemoló-
gico salud ha constituido un punto ciego de las ciencias positivistas aplica también
a la salud mental. Existe una amplia producción teórico crítica respecto del carácter
limitado y limitante que ha ejercido la tradición moderno positivista en el sub campo
de lo mental.
Como señala Emiliano Galende (2008), en el marco de las ciencias positivistas el
objeto de conocimiento ha sido hegemónicamente desarrollado por la psiquiatría, la
cual sin lugar a dudas se ocupó de la enfermedad mental, con las limitaciones ya de-
sarrolladas en su ideal de aplicar el método de las ciencias naturales a este campo
de problemáticas.
Diversas obras del autor mencionado esclarecen los determinantes históricos que
en el contexto de la razón científico positivista constituyen a la psiquiatría como dis-
ciplina en el orden de lo mental (1990, 2006, 2012, 2013) develando sus fundamen-
tos epistemológicos. Mandato histórico por otra parte que le cupo a la medicina de lo
mental (la psiquiatría), pero que posteriormente asumieron subordinadamente como
propio otras disciplinas tales como la psicología o la psicopedagogía para mencionar
solo algunas.
La aplicación del método científico positivista logró múltiples avances en la expli-
cación causal de diferentes enfermedades, y en precisar diversos estados patológicos

85
a partir del desarrollo y expansión de la tecnología de diagnóstico y tratamiento, es
decir, la epistemología positivista en el campo de la salud ha sido fundamental para el
desarrollo de conocimientos que aún continúan siendo imprescindibles. Ya he justifica-
do que la revisión epistemológica no invalida ni descarta conocimientos científicos que
continúan siendo socialmente útiles y necesarios.
Pero no ocurre lo mismo en el sub campo de la salud mental, en el cual la racio-
nalidad científico positivista ha demostrado fracasar en su intención de llegar a una
identificación causal de la enfermedad mental por medio de la localización cerebral de
los trastornos psíquicos (Ausburguer, 2004).
Si bien hay autores que sostienen que justamente desde el campo de la neurología
llegará la justificación científica de las teorías que el positivismo se empecina en des-
calificar, por ejemplo el psicoanálisis (Pommier, 2010), existen fundamentadas razones
para desestimar el ideal de la localización cerebral como el hallazgo del componente
causal de la enfermedad mental.
En todo caso el discernimiento de los determinantes biológicos involucrados en los
padecimientos mentales (repertorio de categorías de las ciencias naturales en la termi-
nología propuesta por Juan Samaja) echará luz sobre uno de los niveles del integrado,
pero no explicará la totalidad (como tampoco lo harán los demás repertorios catego-
riales), y por supuesto, podrá mejorar la capacidad de diagnóstico y tratamiento en el
mejor de los casos pero nunca dar cuenta acabada del objeto totalizado.
Se logra alcanzar aproximaciones explicativas más potentes al padecimiento men-
tal, pero no de identificar sus causas. Si se comprobaran variaciones genéticas para
algunos padecimientos mentales específicos, por ejemplo las actuales investigaciones
que mapean las variantes en el cromosoma 6 en personas que presentan esquizofre-
nia (Pérez Vargas, 2019: 6), este hallazgo sería más que bienvenido, ya que permitiría
instrumentar mejores acciones de prevención, identificación y tratamiento adecuado
pero no alcanzará por sí mismo a explicar las causas. En otras palabras, en el plano
del padecimiento psíquico, resultan esenciales los distintos repertorios de categorías
explicativas disponibles, pero ninguno subordina a los demás, cada uno explica y per-
mite comprender diferentes facetas del objeto de estudio, potenciándose su capacidad
explicativa por la vía de la integración.
Cabe realizar antes de finalizar este apartado una referencia a la cuestión de las
disciplinas desde el plano epistemológico.
El derrotero recorrido por las ciencias de la primera modernidad occidental ex-
plica la configuración de las distintas divisiones que hemos repasado, entre ciencias

86 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


formales y fácticas, y entre naturales y sociales dentro de estas últimas, y cómo en ca-
da ámbito parcializado del conocimiento científico moderno, fue forjándose un objeto
epistemológico parcializado.
A la inversa de la trayectoria propuesta por las epistemologías actuales, la frag-
mentación y parcialización del saber científico en compartimientos estancos,partía de
la necesidad de objetivar la realidad para luego dividirla y atribuirle a cada disciplina
un recorte de dicha realidad, el cual constituiría su objeto epistemológico.
Formuladas las propiedades que requería el conocimiento para ser considerado
científico (objeto, tipo de proposiciones, valor de verdad de sus enunciados y método)
la configuración histórica de las diversas disciplinas del campo de la salud respondió
a esta lógica moderna positivista. De allí que la tradición académica diera lugar a la
idea de universidades que se dividían en facultades, respondiendo a esta lógica par-
cializada del conocimiento científico.
Pero siguiendo con las epistemologías no positivistas mencionadas, la trayectoria
es inversa, es decir, no se parte del conocimiento disciplinario y desde allí se construye
el objeto de estudio, sino que se parte de la comprensión de la problemáticas de la
realidad en su complejidad, para desde allí identificar cuáles son los repertorios ca-
tegoriales que permitan comprender, explicar e intervenir en los distintos problemas.
Al decir de Emiliano Galende, (…) el surgimiento de esta definición del campo de la
salud mental no constituye un agregado a las disciplinas preexistentes, se trata de una
reformulación, un nuevo objeto epistémico, que necesariamente redefine los lugares
de las disciplinas existentes (2008: 99).
Esta inversión epistemológica resulta clave para reubicar la discusión respecto del
lugar que ocupan las diversas disciplinas del campo puesto que usualmente esta cues-
tión giraba en torno de una lógica secuencial progresiva típicamente moderna que
iba sumando disciplinas a la manera de capas en el afán de una comprensión total
del objeto de estudio. Así, la sumatoria iba de la uni disciplina a la multi disciplina, de
está a la inter disciplina para llegar a la trans disciplina en donde cada una implicaba
una yuxtaposición de saberes que intentaban dar cuenta de sus objetos parciales de
estudio, con la lógica más es mejor, o a más disciplinas más respuestas, propia de una
concepción acumulativa del conocimiento.
Pero, como desarrolla Alicia Stolkiner (2013), no se trata de sumar conocimientos
sino de un replanteamiento epistemológico del objeto según el cual la necesidad de
abordar los problemas que deben enfrentar las prácticas de salud mental desde su
complejidad justifica la integración disciplinaria.

87
Retomaré el tema del trabajo disciplinario en el próximo apartado, al referirme
a la dimensión praxiológica del objeto, no obstante considero importante remarcar
que, más allá del prefijo utilizado y de cuál sea la definición que se le dé al mismo
(intra, uni, multi, inter, epi o trans) la cuestión de las disciplinas se fundamenta en el
campo de la reflexión epistemológica.
Es la transición paradigmática la que explica el sentido, alcance y pertinencia de las
disciplinas y las teorías, así como su capacidad comprensiva explicativa y sus grados
posibles de intervención de acuerdo a la complejidad del objeto integrado salud enfer-
medad atención cuidado.
El desafío en la construcción de una epistemología de la salud mental es la inte-
gración y el trabajo de síntesis en el planteamiento y problematización de una realidad
compleja a comprender y/o explicar. Los postulados propuestos por las epistemolo-
gías emergentes desarrolladas marcan la dirección a seguir con nociones nucleares
tales como unidad de lo diverso, circularidad de las ciencias, momentos dialecticos
u objeto híbrido.
Tal como define Emiliano Galende (…) el objeto de la salud mental es el sujeto
en su existencia real, esto es, en su tiempo, su sociedad, su cultura (2015: 173), en fun-
ción de lo cual requerimos una epistemología que dé cuenta de las características de
este objeto.
No existe hasta el momento teoría científica que explique el objeto salud mental
en su totalidad, existen teorías científicas que constituyen repertorios nocionales que
amplían los márgenes explicativos de este objeto. La capacidad para entrar en circula-
ridad (forzando la propuesta piagetiana) con teorías que desbordan la especificidad de
un sub campo es indicadora de la potencia explicativa de un concepto. De allí la nece-
sidad de recurrir a conceptos que provean síntesis de conjunto, que desde su potencia
explicativa puedan trascender la especificidad de un sub campo particular, y generar
capacidad de interconexión por rebasamiento. Me refiero a conceptos que puedan re-
basar los límites de lo disciplinario, para pasar a un nuevo nivel que incluya y supere su
capacidad explicativa.
La categoría de subjetividad por ejemplo, trasciende distintos repertorios cate-
goriales interconectando conocimientos científicos imprescindibles para la compren-
sión del objeto salud mental, con énfasis en la integración de las ciencias sociales
y discursivas.
Así, encontramos definiciones que integran lo social y cultural con el pensamien-
to complejo al proponer que la subjetividad (…) es una totalidad relacional compleja,

88 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


su esencia no es inmutable sino variable, cambiante, y lo social y cultural no es una
relación del sujeto con algo exterior a él, es intrínseca, constitutiva de la subjetividad
misma (Galende, 2013: 11).
O bien aquellas que, desde el pensamiento psicoanalítico, diferencian esta catego-
ría de la de sujeto, al introducir la dimensión de lo político y del poder en la produc-
ción de subjetividad, como expresa Jorge Alemán, existe una diferencia entre sujeto
y subjetividad que emerge de la necesidad de (…) distinguir las relaciones de poder, las
construcciones de subjetividad y la posición del sujeto (Alemán, 2016: 115).
Diferencias conceptuales que también son señaladas por Silvia Bleichmar al dis-
tinguir la producción de subjetividad de la constitución del psiquismo: (…) si la pro-
ducción de subjetividad es un componente fuerte de la socialización, evidentemente
ha sido regulada, a lo largo de la historia de la humanidad, por los centros de poder
que definen el tipo de individuo necesario para conservar al sistema y conservarse a sí
mismo. Sin embargo, en sus contradicciones, en sus huecos, en sus filtraciones, anida
la posibilidad de nuevas subjetividades” (2005: 84), (…) lo que se llama producción de
subjetividad es del orden político e histórico (2009: 33).
Otras definiciones enfatizan la relación de lo biológico con lo social y discursivo: el
sujeto (...) no es algo que pueda ser alcanzado directamente como una realidad sus-
tancial presente en alguna parte; por el contrario, es aquello que resulta del encuentro
cuerpo a cuerpo con los dispositivos en los cuales ha sido puesto en juego (…). La his-
toria de los hombres no es quizás otra cosa que el incesante cuerpo a cuerpo con los
dispositivos que ellos mismos han producido (Giorgio Agamben; 2005: 93-94).
En esta misma dirección, otra categoría integrativa es la de cuerpo subjetivo, pro-
puesta por Canguilhem, que incluye al dolor o al placer (en Caponi, 2010: 150), es decir
la forma a través de la cual el cuerpo humano incorpora lo social y cultural que forma
parte en su existencia real (Galende, 2015: 176) y a su vez es vivenciado, experienciado
por el sujeto.
Como última reflexión en torno de la dimensión epistemológica, resta enfatizar que
en el contexto de los paradigmas emergentes la objetividad es subjetiva y la subjeti-
vidad es objetiva, un juego de palabras que apunta a deconstruir la barrera epistemo-
lógica convencional que marcaba el imperativo epistemológico de tener que optar por
una u otra de estas facetas en el terreno científico del objeto salud mental, ideologizan-
do decisiones que pertenecen al plano del conocimiento científico.
Ambas facetas son constitutivas y constituyentes del objeto salud mental y el dis-
cernimiento de sus caracteres diferenciales constituye una operación de análisis (un

89
esfuerzo de desagregación) cuyo objetivo es la comprensión no la forclusión. No se
trata de descartar uno de estos planos de la realidad por su falta de rigor científico ni
de supravalorar los aspectos subjetivos del mismo. La búsqueda de conceptos anfibios,
tales como el de objeto híbrido o cuerpo subjetivo, no constituyen la superación de
esta tensión epistemológica sino al contrario, la sostienen, proveen herramientas con-
ceptuales desde paradigmas emergentes que amplían los márgenes del conocimiento
científico en este sub campo particular.
Como plantea Boaventura de Sousa Santos al postular una epistemología de las
ausencias destinada a (…) identificar lo que falta y por qué razón falta, tenemos que
recurrir a una forma de conocimiento que no reduzca la realidad a aquello que existe
(…) una forma de conocimiento que aspire a una concepción expandida de realismo,
que incluya realidades suprimidas, silenciadas o marginadas, tanto como realidades
emergentes o imaginadas (2009: 87).
Así como en el capítulo anterior fundamenté que una ontología de la salud mental
tiene como horizonte trascendental tolerar la tensión entre juicios del ser y del no ser,
promoviendo una ontología de las ausencias y de lo posible; una epistemología de la
salud mental requiere sostener la tensión entre objetividad y subjetividad integrándola
en un proceso sintético comprensivo, en base a una nueva epistemología que denomi-
naré de la incompletud, fundamentada en la idea de que toda ampliación científica del
conocimiento en sí supone y es tolerante a la generación de vacíos de conocimientos
en el propio campo específico o en otros, y este develamiento de las ausencias de co-
nocimiento constituyen una parte del proceso científico mismo.

3.3.3.4. Enfoque decolonial de la salud mental en la transmodernidad


El movimiento de autoras y autores que desarrollan una perspectiva decolonial es
amplio, profundo y heterogéneo; excede esta obra profundizar en este sentido, pero
cabe alertar que tomo una serie de conceptualizaciones y aportes de la misma sin una
acabada explicitación de las discusiones teóricas que constituyeron su contexto his-
tórico, cultural y académico, quedando de esta manera invisivilizadas algunas de las
tensiones inherentes existentes.
Mi intención no es abonar a una tradición académica despolitizada y descontextual
que captura ideas de corrientes de pensamiento con larga historia política y de parti-
cipación social, para utilizarlas como una nueva moda universitaria que, como alerta
Silvia Rivera Cusicanqui, suma neologismos y prolifera enredando el lenguaje, dejando

90 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


paralogizados a sus objetos de estudio –los pueblos indígenas y afrodescendientes-
con quienes creen dialogar (2010: 65).
El objetivo de este análisis, al contrario, consiste en introducir algunos de los de-
bates, autoras y autores esenciales de este enfoque para pensar, sentir y actuar en un
campo como es el de la salud mental colectiva, en el cual aún se encuentran relativa-
mente ausentes.
Siguiendo el hilo conductor de la obra, me referiré en este apartado a las epistemo-
logías no occidentalistas desde un enfoque decolonial, según el cual más que un lugar
geográfico en el mapa occidente es el lugar de la epistemología hegemónica.
La idea de un occidente (occidentalismo) y la ideología de la expansión
occidental a partir del siglo XVI también nacieron con el reconocimiento
y la invención de América. A partir de ahí, las Indias Occidentales defi-
nieron los confines de occidente y, si bien eran parte de su periferia, per-
tenecían a Occidente de todos modos. Esos confines se trazaron desde
un locus de observación que se veía a sí mismo como centro del mundo
que observaba, describía y clasificaba (Mignolo, 2007: 60)

Para este enfoque el mundo no ha sido completamente descolonizado durante la


denominada primera descolonización de siglo XIX, la cual se limitó a lograr los proce-
sos de independencia jurídico – política de las periferias, en tanto que la segunda des-
colonización, a la cual se alude con el concepto de decolonialidad, apunta al logro de un
diálogo (heterarquía) entre las relaciones culturales, étnicas, de género, económicas y
epistémicas que la primera descolonización no logró modificar. Por esta razón la mira-
da decolonial supone un marco de pensamiento alternativo al eurocentrismo moderno,
con la finalidad de poner de manifiesto los procesos del sistema –mundo capitalista /
patriarcal / moderno / colonial (Donoso-Miranda, 2014: 47 - 49).
La colonialidad es un producto de la modernidad occidental (en el sentido geopo-
lítico anteriormente mencionado). En tanto que históricamente el período colonial ter-
mina en las Américas en el primer cuarto de siglo XIX con las independencias jurídicas
y político – administrativas, la colonialidad continúa bajo otras formas, en la actualidad
existe una colonialidad tardío moderna que sigue viva a través de los modos globales
de dominación y explotación propios del capitalismo actual.
En la medida en que la epistemología moderna de la colonialidad del poder cons-
truyó a América Latina como un producto de la geopolítica del conocimiento (la idea
de América fue parte del occidentalismo), surge el requerimiento de subvertir a esta

91
sub alteridad mediante una nueva epistemología que permita de una vez abandonar
la subordinación a la filosofía y la ciencia occidental (lenguaje heredado de las ciencias
sociales del siglo XIX).
Para Walter Mignolo, la posibilidad de entrar en diálogo requiere un nuevo lengua-
je que bucee en paradigmas, enfoques y saberes extraterritoriales a los académicos
oficiales: el conocimiento siempre tiene una ubicación geohistórica y geopolítica en la
diferencia epistémica colonial. (…) la geopolítica del conocimiento es la perspectiva ne-
cesaria para que se desvanezca el supuesto eurocéntrico de que el conocimiento válido
y legítimo se mide de acuerdo con parámetros occidentales (2007: 66).
En esta perspectiva, las relaciones coloniales de poder no se reducen a lo político
económico y a lo jurídico administrativo sino que poseen una dimensión epistémica
(Barukel, 2014), por esta razón se requiere de un giro epistémico, una descolonización
epistemológica (Quijano, 1992: 442) que rompa la colonialidad en los órdenes del po-
der (que expresa las relaciones globales de poder instauradas por el colonizador para
el dominio de los pueblos colonizados en función de la idea de raza), del saber (geopo-
lítica del conocimiento), y del ser (formas de violencia ejercida sobre los pueblos domi-
nados para anular su capacidad de lucha) (Quijano, 2010).
La descolonización epistemológica supone romper con la subalternidad instalada
por el colonialismo mental, razón por la cual el enfoque decolonial supone un movi-
miento emancipador de la razón moderna, a la manera en la cual es planteado por la
filosofía de la liberación, corriente surgida a finales de los años sesenta en Latinoamé-
rica según la cual la afirmación y emancipación de la diferencia construye nuevas uni-
versalidades que permiten universalizar las diferencias (Dussel, 2015: 48).
En tanto desmontaje de estructuras de poder, el pensamiento decolonial desafía
a la episteme de la colonial modernidad y a su proyecto político imperial contraponien-
do a este un proyecto que más que universal es pluriversal (Méndez Reyes, 2012: 85) ya
que pone en relación a los múltiples mundos y vidas sociales y culturales en una matriz
de vinculación transversal no originada en la matriz colonial del poder.
Se trata de una matriz vinculante que puede trascender la (pos) colonial (tardío)
modernidad a través de lo que Enrique Dussel denomina mundo transmoderno, un
más allá de la modernidad – colonialidad mediante una ruptura epistémica respecto
de la razón moderna euro céntrica (2005).
Para este autor es necesario superar los dualismos simplistas de la razón moderna
alertando que tal superación no implica decretar su inexistencia, inutilidad epistémica

92 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


y una total negación; sino que se trata de una lectura deconstructiva en sentido derri-
diano que interpreta desde la exterioridad del Otro (Dussel, 2015: 44).
La transmodernidad implica dar lugar a un más allá y un antes a las configuracio-
nes socio históricas culturales valoradas por la cultura imperial moderno occidental,
presentes en diferentes culturas universales no europeas tales como las de América
Latina, África, Asia y Europa oriental. Incluso este autor señala el derrotero según el
cual muchas de las grandes ideas de la modernidad occidental se originan en el mundo
islámico y chino (tales como la filosofía aristotélica, las matemáticas, la astronomía
y otras ciencias empíricas) (Dussel, 2015: 331).
El sentido de lo transmoderno supone la novedad de irrumpir desde una exterio-
ridad que había sido colonizada, despreciada, negada e ignorada, irrupción desde lo
inaudito, lo distinto, desde culturas que son otras, previas a la actual modernidad eu-
ropeo - norteamericana, que están vigentes en el presente en las grandes culturas uni-
versales no europeas y que se han puesto en movimiento hacia una utopía pluriversa
(2015: 284).
Autores como los referidos hasta aquí, Aníbal Quijano (de origen peruano, fallecido
en 2018), Walter Mignolo (de origen argentino radicado en EEUU) o Enrique Dussel
(también de origen argentino radicado en México), dan cuenta, con sus diferencias
teórico políticas, de una corriente de pensamiento que se nutre de tradiciones teóricas
tales como la teoría de la dependencia, los estudios poscoloniales anglosajones, la teo-
ría crítica, el marxismo y la filosofía de la liberación (Castro Gómez & Grosfoguel, 2007)
para evidenciar diversas arquitecturas de dominación moderna que han determinado
a lo largo de siglos nuestra historia cultural, tales como el colonialismo, el racismo, el
capitalismo, y el patriarcado (Barukel, 2014).
Con diversas líneas de ruptura respecto de algunos de los autores mencionados
(Mignolo y Dussel principalmente), la propuesta de una epistemología del sur de San-
tos (ya descripta en los capítulos previos), plantea la idea de un sur que al igual que
la categoría de occidente con el que inicié este apartado, no constituye un lugar geo-
gráfico sino que es una metáfora del sufrimiento humano causado por el capitalismo
(2009: 339)
En este desafío de establecer nuevas autonomías mediante la construcción de lazos
sur – sur se instala también el pensamiento descolonizador de Silvia Rivera Cusicanqui,
para quien (...) no puede haber un discurso de la descolonización, una teoría de la des-
colonización, sin una práctica descolonizadora (2010: 62).

93
Esta autora boliviana presenta un pensamiento crítico incluso dentro de la corriente
de pensamiento andino presentada, retomando las tradiciones kataristas (Julián Apaza
Tupac Katari protagonizó varias rebeliones contra los conquistadores españoles, falle-
ciendo en 1781, en el cerco sobre la Ciudad de La Paz) e indianistas (tales como Felipe
Guamán Poma, cronista amerindio de ascendencia incaica del período del virreinato
peruano) recupera el uso del término indio e india en detrimento de la actual noción de
pueblos originarios, en vistas de que referirse a los orígenes de estos pueblos reprodu-
cen el carácter negacionista de su existencia actual remitiéndolos a un pasado residual,
estático y arcaico, en lugar de considerarlos como una cultura coetánea, neutralizando
su pulsión descolonizadora (2010: 59).
De esta autora tomaré dos potentes líneas de análisis, la primera ligada al pensa-
miento crítico respecto de un sector mismo de los estudios poscoloniales, y en segun-
do término, la propuesta de una epistemología ch´ixi.
Varios autores postulan la existencia de un colonialismo interno que en nuestro eje
de análisis se ha expresado a través de las elites intelectuales latinoamericanas, Dussel
se refiere a las elites ilustradas neocoloniales que desde las culturas periféricas eran
fieles a los imperios de turno (2015: 267).
Silvia Rivera Cusicanqui tensa aún más este análisis crítico, al plantear que el multi-
culturalismo oficial que se pretende inclusivo utiliza términos tales como el de pueblos
originarios para invisibilizar y excluir a la gran mayoría de la población india hablante
actual como la aymara o la qhichwa convirtiéndose este multiculturalismo en un meca-
nismo encubridor de nuevas formas de colonización que introduce modos de ciudada-
nía recortada y condicionada (2010: 60).
De este planteo me interesa particularmente el análisis que realiza del rol que jue-
ga la universidad, denunciando la existencia de una estructura de colonialismo interno
cuya arquitectura institucional incluye universidades, fundaciones y organismos inter-
nacionales en la cual los intelectuales tienen un papel en la dominación del imperio,
con flujos de financiamiento y reconocimientos académicos que sirven para afianzar
el colonialismo interno – externo: (…) como en el mercado mundial de los bienes ma-
teriales, las ideas también salen del país convertidas en materia prima, que vuelve re-
gurgitada y en gran mezcolanza bajo la forma de producto terminado. Se forma así el
canon de una nueva área del discurso científico social: el pensamiento poscolonial que
(…) visibiliza ciertos temas y fuentes, pero deja en la sombra a otros (2010: 68).
En este marco de pensamiento la epistemología ch´ixi, tal la denominación que
ella misma asigna al esfuerzo para superar al historicismo y binarismo de la ciencia

94 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


social hegemónica (2018: 17), surge de recuperar la noción aymara de ch´ixi como al-
go que es y no es a la vez, es decir, la lógica del tercero incluido, que conjuga opuestos
diferenciados sin que se mezclen, plantea la simultaneidad de existencias paralelas
de múltiples diferencias que no se hibridan, antagonizan o se complementan (2010:
69-70).
Lo ch´ixi supera sin anular las diferencias, sostiene los pares opuestos como una
apuesta epistemológica por el reconocimiento de la diferencia sin eliminación de uno
de los términos en tensión. Rivera Cusicanqui apela para explicar esta idea al (…) dou-
ble bind mestizo como una potencia ambivalente. Resulta interesante la alusión en esta
frase al tradicional concepto del antropólogo inglés Gregory Bateson, doble vínculo
o doble constreñimiento, que sirvió para sentar las bases de una de las explicaciones
de la teoría sistémica sobre la esquizofrenia a mediados de siglo pasado, basada en la
idea de que la enfermedad se originaba en la existencia de mandatos familiares con-
tradictorios o dilemas comunicativos generados por dobles mensajes.
Señalo este hallazgo porque la epistemología ch´ ixi, lejos de visualizar en esta si-
tuación un carácter negativo a suprimir, postula un ir y venir entre dos o más posiciones
enfrentadas al mismo tiempo contradictorias y co – constitutivas, permitiendo vivir en
medio de mandatos contradictorios (2018: 30-31). Volveré sobre esta articulación con
salud mental en el próximo apartado.
Una última noción en esta reflexión epistemológica, proveniente del pensamiento
andino, es la de vivir bien o suma qamaña, que plantea un proyecto de lo posible, un
horizonte basado en lo que todavía no hay, un proyecto de vida que trasciende al su-
jeto individual para situar la responsabilidad trascendental del sujeto colectivo por el
planeta (pachamama), recuperado por las naciones y pueblos indígenas. La potencia
de este concepto gira en torno de un vivir para la vida, hacerse responsable por el todo
de la vida (Bautista, 2017: 27).
Para cerrar este apartado dedicado a las epistemologías decoloniales, cabe seña-
lar que más allá de las tensiones señaladas, inherentes a todo campo heterogéneo de
conocimientos, miradas y problemáticas, existen aspectos trasversales en la obra de
las autoras y autores citados que constituyen una alentadora perspectiva para lograr
una síntesis integral del recorrido que hemos realizado por las distintas epistemologías
emergentes superadoras del positivismo.
La necesidad de deconstrucción de los binarismos y la formulación de un mundo
transmoderno que establece diálogos transversales sin que sean modulados por la ra-
zón moderna hegemónica, reconociendo otras culturas y conocimientos que no han

95
sido ni son euro céntricos, el análisis crítico de los conceptos de descolonización y la
emergencia del enfoque decolonial, las epistemologías del sur y la lucha por visibilizar
el sufrimiento humano en el marco del capitalismo (moderno y tardo moderno), las
categorías del pensamiento indoamericano tales como lo ch´ ixi y el suma qamaña,
que instalan logos y epistemes decoloniales, todos estos son algunos ejemplos de las
categorías revisadas para fundamentar en pos de una ciencia no occidental, alterna,
no subordinada, nacida antes que la razón moderna hegemónica pero coetánea a ella
y viva, que no disputa su supremacía respecto de aquella sino que establece potentes
direcciones epistemológicas a seguir.
La pertinencia de esta teoría de la descolonización para un análisis crítico del cam-
po de la salud mental resulta clara, la misma se funda en que toda lectura decolonial
implica la historización de los modos naturalizados de dominación, y nuestro cam-
po, tal como lo aprendemos y lo practicamos en la matriz de sentido formativa que
constituye la educación formal, continúa siendo en esencia escenario de prácticas de
dominio social.
A las potentes formas de dominación que aún atraviesan nuestra cultura tales
como el patriarcado, el capitalismo y el occidentalismo moderno tardío, la lógica del
trabajo con el sufrimiento psíquico agrega una práctica disciplinadora que aún sigue
siendo hegemónica en el modelo de atención, el encierro humano, el cual constituye la
práctica reguladora por excelencia de los normalismos, tal la denominación que Agus-
tina Barukel (2014: 7) da a la tarea que nombra y delimita la estructura de dominación
que le es particular a la salud mental (…), normalismo refiere a la vez a la idea de lo
normal y de la norma.
Las instituciones de encierro en sus diversas manifestaciones actuales, tales como
los establecimientos monovalentes especializados en padecimientos mentales (evito
explícitamente su equívoca denominación como efectores de salud mental), las co-
munidades terapéuticas, los centros para personas adultas mayores (geriátricos) y de
niños, niñas y adolescentes (hogares), constituyen modalidades diferentes de insti-
tuciones totales, atravesadas por la lógica manicomial, que confirman que si bien la
misma encuentra su expresión más típica en la institución total psiquiátrica asilar, esta
no es la única forma institucional con estas características.
Existe una larga tradición de autoras y autores críticos a esta modalidad de ins-
titución total, según el clásico término acuñado por Erving Goffman para referirse a
los lugares (…) de residencia y trabajo, donde un gran número de individuos en igual
situación, aislados de la sociedad por un período apreciable de tiempo, comparten en
su encierro una rutina diaria, administrada formalmente (1992: 13 [1961]).

96 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


En tanto relación de dominación humana, el manicomio constituye en sí mismo
una forma de colonización de la otredad padeciente mediante la construcción de una
arquitectura socio institucional de poder y de conquista (sistema asilar manicomial);
constelación institucional que en América Latina se introdujo a su vez, en el marco de
la instauración del proyecto de dominio colonial occidental, convirtiendo a nuestra re-
gión (y a nuestro campo de prácticas) en un territorio cultural producido por un doble
movimiento colonialista de poder.
Manicomio y colonialidad van juntos ya que se forjan en la misma lógica consti-
tutiva de la alteridad excluyente, que hace de la diferencia una situación de potencial
peligro a resolver mediante el ejercicio orgánico de la violencia institucional.
Este ha sido el mandato social constitutivo (y políticamente opacado) de los sabe-
res y de las prácticas en el orden de lo mental, fundamentando que uno de los mayores
desafíos actuales que enfrenta el análisis decolonial en salud mental sea el de descolo-
nizar y desmanicomializar la subjetividad (de profesionales, usuarios y usuarias de ser-
vicios de salud mental), puesto que allí se resignifica y se relanza la disposición práctica
(habitus) según la cual el destino de las prácticas es la otredad sufriente, haciendo de
esta alteridad excluyente su principal rasgo distintivo.
Descolomializar la salud mental podría ser un neologismo poco academicista pero
muy gráfico a la hora de condensar los sentidos del enfoque propuesto, que se basa en
dos proposiciones: la necesidad de una lectura que bucee en las relaciones de poder
y dominación presentes en las prácticas, y la necesidad de reflexionar críticamente so-
bre la subjetividad moderno colonial occidental de las profesionales y los profesionales
del campo que sostienen dichas prácticas.
Planteo que tiene el propósito de hacer pensable y sentible en nuestras prácticas
aquello que ya en los años ´70s conceptualizó Michel Foucault cuando, al referirse a la
policía médica surgida en Alemania de mediados del siglo XVII, postuló que una de sus
características esenciales fue la normalización de la práctica y el saber médico median-
te la capacidad otorgada por el Estado a la universidad para regular y profesionalizar
sus prácticas: (…) la medicina y el médico son, por tanto, el primer objeto de la nor-
malización. El concepto de normalización empieza por aplicarse al médico antes que al
enfermo. El médico fue el primer individuo normalizado (1990 [1974]: 135).
Descolonizar y desmanicomializar (descolomializar según nuestra condensación)
la salud mental supone develar los procesos políticos mediante los cuales hemos sido
normalizados como participantes del campo.

97
Prácticas decoloniales en salud mental: el otro soy yo
Toda institución produce una definición de aquél hacia quien se orienta la acción,
un otro discursivo, destinatario de las prácticas. Esta definición del otro permite inda-
gar acerca del grado de simetría que establece la institución con respecto de las per-
sonas con las que trabaja, puesto que será muy diferente la relación que se establezca
con una persona definida como peligrosa, enferma, sufriente, paciente, irrecuperable,
incapaz, residual, defectuada (entre otras acepciones que a diario surgen en las histo-
rias clínicas actuales de personas usuarias de servicios de salud mental escritas por las
y los profesionales que las atienden) o ciudadana, capaz, recuperable, potente, sujeta
de derechos, vital.
La noción de alteridad permite indagar sobre la relación establecida entre la insti-
tución y sus destinatarios y destinatarias. En términos esquemáticos, puede estable-
cerse un extremo de alteridad excluyente, que implica una asimetría absoluta entre el
sujeto social que presta servicios y las usuarias y usuarios de los mismos; y un polo de
la alteridad incluyente, en el cual se ubican aquellas instituciones o movimientos socia-
les en las que la definición del otro no excluye por definición al sujeto efector.
Uno de los binarismos cristalizados fuertemente en nuestro campo consiste en la
diferencia entre profesionales y usuarios de servicios de salud mental, tensión que
tiende a tratar de ser resuelta por la vía del afán de levantar los síntomas psíquicos
o de mitigar el sufrimiento mental, de manera tal de que los fenómenos puedan ser
momentáneamente re ordenados en uno u otro lado de la ecuación.
Se trata de una fragmentación ilusoria (momentánea), ya que no existe persona
que no sea actualmente, haya sido en algún momento, o lo vaya a ser alguna vez,
usuaria de servicios de salud mental y en definitiva, sufriente mental. Pese a esto en
muchas oportunidades, la matriz formativa de las prácticas profesionales en salud
mental, hace que los servicios establezcan relaciones de alteridad excluyente entre
profesionales y personas usuarias de esos servicios, en lugar de promover relaciones
de alteridad incluyente entre actores sociales diferentes pero iguales respecto del pa-
decimiento mental.
El valor social, familiar y personal de toda relación terapéutica es incuestionable, pe-
ro resulta imprescindible para una praxis emancipadora identificar (y en el mejor de los
casos trabajar en el sentido psicoanalítico del término) esta asimetría relacional consti-
tutiva de las prácticas, potencialmente colonizadora del otro destinatario de las mismas,
ya que en definitiva implica en mayor o menor medida cierto forzamiento del otro.

98 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


No se trata de renunciar al objetivo de contribuir a modificar una realidad psíquica
y social que aqueja en lo personal y en lo colectivo, de hecho esto es parte de nues-
tras competencias profesionales, sino de hacer visible el carácter constitutivo que este
particular tipo de relación social posee y que, con mayor o menor nivel de registro por
parte de las profesionales y los profesionales, o bien promueve mayores sufrimientos
personales y relacionales, o bien los alivia potenciando los márgenes del bienestar, del
vivir bien.
El trabajo sobre estas tensiones inherentes a las prácticas en salud mental forma
parte de las competencias profesionales a desarrollar desde un enfoque crítico puesto
que, como propone Donoso-Miranda (…) las innovaciones relevantes para la mayoría
históricamente excluida solo puede emerger de mentes descolonizadas (2014: 55).
Para esto es necesario superar uno de los problemas que aún insisten en el modelo
de atención en salud mental predominante en nuestro país, me refiero a la lógica de
no existencia (Santos, 2009) que victimiza a usuarias y usuarios de salud mental con-
denándolos a ser la constatación viviente de un forma de existencia descalificada del
normalismo (normalidad más norma) (Barukel, 2014).
Siguen existiendo una serie de prácticas preocupantemente habituales en servicios
de salud mental que configuran formas de tratos degradantes y crueles que denomino
tecnologías sociales de la no existencia. Entre ellos se destacan: la retención ilegítima
de los documentos de identidad, la imposibilidad de votar, la privación de la libertad
ambulatoria pese a cursar internaciones voluntarias, la imposibilidad de cobrar y/o ad-
ministrar bienes y/o beneficios económicos sin que exista proceso judicial que restrinja
esas capacidades, el condicionamiento de la voluntad para forzar internaciones volun-
tarias, violencias institucionales tales como las prácticas de aislamiento y sujeciones
prolongadas, el uso inadecuado de medidas terapéuticas como internaciones y me-
dicaciones; prácticas todas estas constatadas permanente por organismos de defensa
(Luciani Conde & Barcala 2018). Es decir, la privación del ejercicio de derechos (civiles,
políticos, sociales, económicos y culturales) representa una síntesis de lo que constitu-
ye una tecnología de supresión de una existencia acorde a derechos humanos.
Se observa en estas prácticas la asimetría excluyente en su grado máximo posible,
la supresión del otro como sujeto de derechos. El cese de los privilegios epistémi-
cos propuesto por Aníbal Quijano (2000) consiste en dejar caer las formas de auto-
ridad teórico disciplinares que se ponen al servicio de las tecnologías sociales de la
no existencia.

99
Los cuadros número 2 y 3 sintetizan los contenidos principales abordados en este
capítulo respecto de la dimensión epistemológica de la salud mental.

Cuadro síntesis 2 (puntos 3.3.1 a 3.3.3.3.): Dimensión epistemológica: ciencia co-


lonial occidental y teorías críticas en la modernidad tardía

__Fuente: elaboración propia.

Cuadro en página siguiente >

100 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


Cuadro síntesis 3 (punto 3.3.3.4.): Dimensión epistemológica:
descolonización epistémica

__Fuente: elaboración propia.

101
3.4. LA Dimensión praxiológica: operaciones
y competencias profesionales en salud mental

En los apartados precedentes de este capítulo (puntos 3.2. y 3.3.) abordé las di-
mensiones ontológica y epistemológica de la matriz decolonial comprensivo explicati-
va del objeto salud mental.
Para completar la propuesta desarrollaré en este punto la dimensión praxiológica,
que apunta a involucrarnos con el hacer sobre el objeto desde la reflexividad en la
propia praxis social, que da cuenta de cómo los actores y actrices sociales de un cam-
po intervienen en su realidad de trabajo o bien para transformarla (desnaturalización,
desideologización instituyente) o bien para reproducirla (naturalización imaginaria de
lo instituido).
Uno de los resabios de la modernidad occidental positivista aún operante en las
formas tradicionales de enseñanza aprendizaje en salud es la bifurcación entre teoría
y práctica, en sus diversas instancias tales como: a- la formativa: primero se aprende la
teoría y luego se la aplica en la práctica, lógica binaria secuencial según la cual en los
primeros años del ciclo de grado universitario se amontonan las asignaturas más teóri-
cas y hacia el final las más practicas, que en algunas carreras incluso se encuentra divi-
dido en materias y prácticas, lógica que se reproduce también en forma ampliada entre
el ciclo de grado y la formación en servicios de salud (residencias / concurrencias) en
donde en el ciclo de grado se aprenderían las teorías y en la residencia / concurrencia
se aprenderían las prácticas; b- la profesional – laboral: están los y las que trabajan con
las teorías por que enseñan, investigan o escriben, y quienes trabajan aplicando esas
teorías ya que se encuentran en servicios de salud, secretarías, direcciones o cualquier
otra organización del campo.
Diversas autoras del campo de la educación se han ocupado de generar enfoques
pedagógicos tendientes a disminuir estas brechas planteando distintos modelos de
trabajo, tales como el enfoque de estudio trabajo propuesto por María Cristina Davini
(2001) basado en la pedagogía de la problematización, o el de desarrollo de competen-
cias profesionales (ORE, 2006, Suárez Conejero, 2013) por mencionar algunos ejemplos.
Desde los últimos años se han desarrollado en el país proyectos de currículos in-
novados en carreras de salud que constituyen valiosos avances en esta perspectiva,
tal la Carrera de Nutrición del Departamento de Salud Comunitaria de la Universidad
Nacional de Lanús o la Carrera de Medicina del Departamento de Ciencias de la Salud

102 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


de la Universidad Nacional de La Matanza, por mencionar solo dos ejemplos en los que
he participado directamente.
En cuanto a la Carrera de Nutrición de la Universidad Nacional de Lanús, se logró
instalar la necesidad de crear propuestas educativas en salud basadas en la idea fuerza
de sistematizar tramos curriculares compartidos para generar aprendizajes y compe-
tencias de trabajo en común entre las distintas disciplinas del campo desde la forma-
ción de grado.
Esta perspectiva tiende a evitar la fractura entre una propuesta discursiva que ape-
la por un lado a la necesidad de la interdisciplina, pero sin generar espacios formales
destinados a lograr aprendizajes significativos coherentes con dicha propuesta en la
formación de grado; dejando que el aprendizaje y la capacidad de trabajo en equipos
interdisciplinarios se produzcan eventualmente durante las prácticas profesionales en
terreno; o bien intentando instalar algo de esta lógica pedagógica al nivel de posgrado
(especializaciones, maestrías o doctorados) cuando las profesionales y los profesio-
nales han consolidado ya a lo largo de su experiencia de trabajo en servicios de salud
distintos automatismos que (con mayor o menor grado de registro) reproducen acríti-
camente la lógica hegemónica de la fragmentación ya señalada.
Por estas razones la Carrera incluía asignaturas anuales compartidas desde los pri-
meros años para las Carreras del Departamento de Salud Comunitaria (Nutrición, En-
fermería y Trabajo Social). Considero, como he insistido diversas publicaciones (Luciani
Conde, 2002, 2015), que los tramos curriculares compartidos constituyen una herra-
mienta valiosísima para ampliar los márgenes de los aprendizajes en las carreras de
salud con miras a un planteo coherente entre el discurso académico y las prácticas.
En cuanto al otro proyecto mencionado, la Carrera de Medicina de la Universidad de
La Matanza, bajo la Dirección del Dr. Mario Rovere, logró poner en marcha un potente
y ambicioso proyecto académico de trabajo según los lineamientos de las currículas
innovadas que entre otros ejes preveía el atravesamiento permanente de las asigna-
turas con talleres de ABP (aprendizaje basado en problemas) y la inclusión de los y las
estudiantes desde el inicio de la carrera en el campo de trabajo profesional en servicios
de salud con tutorías permanentes. Lamentablemente la continuidad de este proyecto
se vio obstaculizada por razones político corporativas, obligando a que la dirección
del mismo y muchos de los profesionales y las profesionales que participamos de él
tuvieramos que alejarnos.
La propuesta aquí desarrollada retoma estos modelos e intenta profundizar su al-
cance generando un proceso pedagógico de reflexión – acción (plano de la praxis) que

103
sea coherente con los dos planos trabajados anteriormente, habida cuenta que toda
escisión de los mismos es totalmente artificial ya que como mencioné previamente el
conocimiento científico del objeto (reflexión epistémica) es posible en la medida en
que se actúa sobre él (reflexión praxiológica), y esto es posible en la medida en que
contamos con juicios que permitan aproximar su esencia (reflexión ontológica).
Volviendo al plano que nos ocupa en este apartado, no se trata de agregar un nivel
pragmático o práctico del objeto, descriptivo de la fenomenología que es determinada
por las otras dimensiones, sino que una comprensión y explicación acabada del objeto
como la que propongo requiere de los tres planos de determinación necesariamente;
no existe una lógica de subordinación entre estos planos, existe una lógica de muta
determinación e interdependencia, cada plano opera como reverso de los otros dos
permanentemente.

3.4.1. Praxis en salud mental: operaciones y competencias profesionales

Planteo la propuesta de reflexividad praxiológica en términos del involucramiento


del sujeto social de la acción, sea este individual o social (Testa, 1993).
¿En qué medida la definición de salud mental (o de enfermedad) que aprendimos
y con la cual trabajamos reproduce una matriz de sentido positivista? ¿En qué medi-
da los conceptos de trabajo reproducen una lógica de colonización y conquista? ¿En
qué medida como sujeto de la acción reproduzco matrices de sentido hegemónicas
o produzco otras contra hegemónicas? ¿Cuáles son los determinantes socios históricos,
políticos, culturales, formativos del hacer de la disciplina que encarno y ejerzo?
¿En qué medida los conocimientos y prácticas en salud contribuyen a reproducir
prácticas propias del modelo psi hegemónico? ¿Generan las prácticas en las que esta-
mos involucrados una ampliación de los grados de libertad de las personas?
¿Contribuyen a garantizar derechos? ¿Contribuyo a que las personas tengan sus
derechos garantizados? ¿Sirven los conocimientos aprendidos a esta causa? ¿Cuáles
son los determinantes ideológicos corporativos del campo? ¿Los reproducimos o los
transformamos?
¿Las prácticas en salud mental son iguales en términos de calidad, disponibilidad,
aceptabilidad y accesibilidad, garantía de derechos en los diferentes sub sectores en
los que trabajo? ¿En qué medida estaremos contribuyendo a eso?

104 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


Se observa que existen innumerables interrogantes que apuntan a un trabajo de
desnaturalización, desideologización y problematización que hacen al ejercicio de una
praxis reflexiva. Se trata del trabajo de confrontación permanente del actor y la actriz
social (a nivel singular o colectivo) con la contextualización de su propia práctica.
Este plano que se alinea con un eje político ideológico es constitutivo de la praxis
en salud mental, supone un trabajo de visibilización colectiva de las diferencias que
atraviesan el campo, sobre las clases sociales, las culturas, las economías, las políticas,
los géneros. Aspectos que se incluyen en definitiva en el campo más amplio de los
derechos humanos; tal como lo propongo, el trabajo en salud mental es un trabajo en
derechos humanos.
La revisión crítica que hice en capítulos previos respecto de la racionalidad cientí-
fico positivista, que postula la hegemonía de una razón instrumental se basa en este
punto nuclear, la creencia de que las profesionales y los profesionales de la salud solo
ejecutan una práctica o aplican técnicas, es parte de un proceso de enajenación des-
tinado a hacer invisible e impensable el proyecto político de ciencia epocal que se in-
tenta reproduzcan.
En el mundo capitalista actual toda práctica, en nuestro caso las de salud, o bien re-
produce o bien transforma los grados de libertad de las y los sujetos sociales respecto
del mercado, es decir, promueve el reforzamiento del proceso de mercantilización de
la vida o amplía los márgenes de su desmercantilización.
Esta es la razón fundamental por la cual las ciencias de la salud enfrentan el desafío
de desbordar sus límites técnicos, no porque los mismos carezcan de importancia en sí,
sino porque lo esencial es comprender al servicio de cual sujeto social estarán destina-
dos. Ya he argumentado en pos de la importancia de generar conocimiento científico
en salud, en este plano de análisis corresponde hacerse la pregunta sobre el para qué
servirá ese conocimiento, el sentido social del mismo.
Excede los límites de este escrito una mayor profundización del tema, pero alcanza
lo dicho para argumentar la tesis mencionada respecto de que el trabajo en salud per-
tenece al campo de los derechos humanos, porque en definitiva antes que la pregunta
acerca de la mejor práctica posible en un campo específico de problemática correspon-
dería formularse la pregunta acerca de la medida en que dicha práctica será capaz de
mejorar la garantía de derecho de las personas.
Esta praxiología con perspectiva de derechos humanos constituye el núcleo de to-
do acto en salud, ya que en los diferentes espacios de trabajo institucional, cualquiera

105
sea su nivel de toma de decisiones, su planteamiento inicial marca los límites de la
intervención posible.
En síntesis, desde la perspectiva aquí sostenida, la praxis en salud mental reflexio-
na sobre el contexto (histórico, político, ideológico, cultural, económico, social) de pro-
ducción de esa misma praxis. Partiendo de la imposibilidad de una praxis que pueda
abarcar la totalidad de la realidad, se interroga sobre su capacidad contra hegemónica,
descentra del propio campo discursivo el sentido mismo de su quehacer reubicándolo
en la arena de los derechos humanos como horizonte de transformación colectiva.

3.4.2. Los momentos intra, inter y trans disciplinarios y las operaciones


de los equipos de salud mental

La propuesta que sigue a continuación surgió en el marco del Seminario de Integra-


ción de la Maestría en Salud Mental Comunitaria de la Universidad Nacional de Lanús,
cuyo dictado estuvo a cargo de Mario Testa y Emiliano Galende desde los inicios del
posgrado en 1997, quedando a mi cargo en el año 2009.
La propuesta pedagógica realizada para este seminario por estos dos importantes
referentes de la salud, que atravesaba de manera continua los dos años de cursada del
posgrado acompañando longitudinalmente el proceso de aprendizaje, se basaba en
la perspectiva desarrolla por Jean Piaget y Rolando García (1982), a la cual Emiliano
Galende hace referencia en distintas obras (2008: 99, 2015: 178).
Como mencioné precedentemente al referirme a la epistemología genética, la te-
sis central del libro Psicogénesis e historia de la ciencia de Piaget y García consiste en
comparar el derrotero histórico de las ciencias con la psicogénesis de los conocimien-
tos a nivel individual, es decir, para demostrar el valor del constructivismo epistemo-
lógico demuestran a lo largo del libro cómo los modos a través de los cuales se pasa
de un período histórico de las ciencias al siguiente, son los mismos que aquellos que
llevan de un estadio psicogenético al siguiente en el desarrollo individual.
Estos modos de pasaje de un momento a otro (en el plano de la historia del co-
nocimiento general y del desarrollo psicogenético individual), que ellos denominan
mecanismos de pasaje, poseen características en común, la primera es la lógica de
rebasamientos propia de todo progreso cognoscitivo, según la cual la superación de
un momento opera por rebasamiento del previo, en donde el estadio rebasado que-
da integrado de alguna forma en el rebasante. La segunda característica general que

106 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


comparten estos mecanismos de pasaje atañe al proceso que conduce de lo intra – ob-
jetal (o análisis de los objetos), a lo inter – objetal (o estudio de las relaciones y trans-
formaciones) y de allí a lo trans – objetal (o construcción de estructuras) (op. cit: 33).
La propuesta pedagógica que sostengo en este apartado toma como eje esta su-
cesión invariante del momento intra (hacia adentro del objeto) al inter (entre objetos),
y de éste a uno trans (en común a los objetos).
En el marco de los procesos generales de asimilación y acomodación postulados
por la epistemología genética para cualquier adquisición de conocimiento, el carác-
ter intra del primer momento surge frente a la necesidad de abordar un nuevo do-
minio, generándose un proceso de asimilación de lo nuevo a los esquemas previos
propios con los que se contaba, y una equilibración entre lo asimilado (sean objetos,
información o relaciones) y su acomodación a las propiedades objetivamente dadas.
Los esquemas producidos en este momento inicial establecen relaciones de recipro-
cidad de asimilación y acomodación con otros esquemas que, dadas las exigencias
de equilibración, le imponen a estos esquemas relacionados entre sí nuevas formas
de organización, coordinación y transformación que le asignan a esta fase el carácter
inter. Posteriormente, una tercera forma de equilibrio adviene necesariamente debido
al interjuego entre la tendencia a la multiplicación de subsistemas que pone en peli-
gro la unidad del todo y la tendencia integradora. El equilibrio entre el movimiento de
diferenciación y de integración se alcanza mediante la configuración de sistemas de
interacciones que dan lugar al despliegue de las diferencias pero armonizadas sin que
entren en conflicto, dando lugar a las estructuras de conjunto de carácter formador que
caracterizan el nivel trans. Este proceso continuo, a su vez, de carácter dialéctico, es
relanzado al alcanzarse las estructuras de conjunto del nivel trans, que dan lugar nue-
vamente al nivel intra, y luego al inter, configurando posteriormente superestructuras
trans y así permanentemente (op. cit.: 128).
En síntesis, el eje de la propuesta desarrollada por estos autores se basa en la exis-
tencia de instrumentos comunes en la adquisición de conocimientos, procesos que son
el resultado de la aplicación de estos conocimientos, y mecanismos de conjunto que
constituyen síntesis de los mecanismos marcando una orientación a los mismos.
El sentido de profundizar este esquema de abordaje en el plano praxiológico tie-
ne varias implicancias. En primer lugar el hecho de proponer un proceso de diálogo
permanente entre el conocimiento y la acción, entre el sujeto y el objeto. En segundo
lugar, aportar a un proceso secuencial dialéctico entre los distintos momentos postula-
dos, de suma importancia para su aplicación en el campo de la praxis en salud mental
como veremos a continuación.

107
Me interesa especialmente la idea según la cual cada uno de los momentos implica
la puesta en acción de instrumentos y procesos (asimilación, acomodación, equilibra-
ción) que generan síntesis por integración (esquemas en la terminología piagetiana),
las cuales a su vez mediante procesos de rebasamiento dan lugar a nuevas síntesis
que incluyen los esquemas y subsistemas anteriores pero los superan constituyendo
estructuras de conjunto, y así sucesivamente. Cada uno de los momentos supone la
puesta en práctica de operaciones propias que generan síntesis sucesivas por integra-
ción de operaciones.
Se trata de un enfoque abierto al análisis de diferentes dimensiones, en la propues-
ta original formulada por Mario Testa se consideraba el movimiento de desplazamiento
de lo intra a lo inter, y luego a lo trans en relación a: 1- los sujetos sociales involucra-
dos en las prácticas de salud mental (tanto en su nivel individual como colectivo), 2-
el objeto de estudio – intervención – transformación, c- las disciplinas involucradas,
y d- las operaciones generadas en cada momento. Este conjunto de variables ana-
lizadas en su desplazamiento por los distintos momentos según los mecanismos de
pasajes ya descriptos constituyen lo que Galende denomina modelo explicativo de la
salud mental (Galende, 2015: 179) y que Testa sistematizó como un Esquema matricial
para la construcción de un modelo explicativo de la salud mental comunitaria. A este
esquema matricial agrego la dimensión de los aprendizajes y competencias eventual-
mente adquiridos en las distintas instancias formativas.
Cuadro síntesis 4 (punto 3.4.2.): Esquema matricial para la construcción de un
modelo explicativo de la salud mental comunitaria

VARIABLES MOMENTOS

Intra Inter Trans


Sujeto social (individual o colectivo) Individual Múltiple Colectivo
Objeto (de observación, análisis, Aislado Relacionado Sistematizado
interpretación, transformación)
Disciplina Puntual Múltiple Totalizante
Operaciones Única Combinada Transformadora
Aprendizajes / competencias Personal Interpersonal Colectivo
__Fuente: Modificado en base al documento de trabajo “Reflexiones pedagógicas sobre el criterio de
evaluación” escrito por Mario Testa y Emiliano Galende para la Maestría en Salud Mental Comunita-
ria – UNLa.

108 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


Este cuadro síntesis presentado sintetiza la manera en que cada eje analizado (pri-
mera columna) en su pasaje por los distintos momentos da lugar a una forma o modo
(cada celda particular) característica de dicho momento. Ninguno de los ejes, y ningu-
no de los momentos es mejor que otro, cada uno supone y permite diferentes síntesis
de integración y mecanismos de conjunto.
Si tomamos el eje de las disciplinas, observamos que el momento intra atañe
a la configuración del propio objeto de cada una de las disciplinas intervinientes en el
campo de la salud mental, así, dicha instancia supone la construcción de un específico
objeto de estudio en base a una serie de aprendizajes propios de dicha disciplina, los
cuales dan lugar a la puesta en práctica de operaciones diferenciadas como parte de
las competencias de dicha disciplina.
Este momento intra disciplinario es insustituible e imprescindible para que, una
vez constituido, el objeto ya configurado pueda ponerse en relación con otros objetos
disciplinarios dando lugar al momento inter disciplinario, el cual supone la integración
de las diferencias del momento anterior y de la tendencia a la multiplicación de cada
disciplina en una unidad de mayor nivel de integración que aloja dichas diferencias
sin que entren en conflicto, superándose mediante síntesis en un esquema de mayor
complejidad que posibilita nuevas operaciones y aprendizajes entre las y los sujetos
sociales involucrados. Y la misma lógica constructivista opera para pasar del momento
inter disciplinario al trans disciplinario, en el cual los objetos puestos en relación en el
momento anterior ahora se ponen en común forjando una instancia nuevamente supe-
radora mediante mecanismos de rebasamiento y síntesis integrativas que incluyen las
relaciones previas, integrándolas a una instancia de mayor complejidad, produciendo
nuevas operaciones, aprendizajes e involucramientos.
Se observa por una parte que este círculo dialéctico no puede saltearse ningún mo-
mento, si tomamos un ejemplo del desarrollo psicogenético individual vemos que sería
imposible para un niño pequeño que se encuentra en el estadio sensorio motriz realizar
operaciones lógico matemáticas previstas para el estadio formal, dado que no se han
configurado aún los esquemas necesarios para que se produzcan las síntesis operati-
vas suficientes para alcanzar dichas operaciones. De la misma manera, las operaciones
que puede realizar un equipo de salud mental comunitaria no pueden alcanzar el nivel
de síntesis propia de la puesta en común transdisciplinaria, sin haber conquistado las
operaciones necesarias en cada uno de los momentos previos.
Estas consideraciones son suficientes para afirmar que los equipos de salud mental
pueden operar permanente y simultáneamente en los distintos momentos sin que esto
sea contradictorio. Existen situaciones problema que podrán resolverse con objetos,

109
aprendizajes, sujetos y operaciones del nivel intra, otras que requieran el inter, y otras
el trans; y otras que requieran supra estructuras trans que relancen el movimiento dia-
léctico nuevamente.
Este enfoque apunta a evitar la consideración de carácter positivista secuencial se-
gún la cual cuanto más se avanza en los momentos es mejor porque no se trata de una
lógica de acumulación sino de capacidad de resolución. El tradicional deber ser que ha
ocupado el discurso de la salud mental en términos de la obligatoriedad de ajustarse
a una perspectiva inter y transdisciplinaria, queda reformulada a la luz de este enfoque,
según el cual cada momento resulta indispensable, debido a que en cada uno se gene-
ran esquemas operativos particulares.
De esta manera, desde el plano praxiológico de reflexión, y teniendo en cuenta
el enfoque propuesto, la determinación del carácter del trabajo disciplinario en salud
mental (intra, inter o trans) queda definido por las operaciones que pueden ser puestas
en práctica para la observación, análisis, interpretación, transformación del integrado
salud – enfermedad – atención - cuidado en cada situación problema concreto.
Dejando de tener sentido la rotulación del carácter inter o transdisciplinario en fun-
ción de un deber ser, si no tiene un correlato práctico en término de las operaciones que
se logran instrumentar en un momento, que resultarían imposibles de ser puestas en
acto en momentos previos. Este pasaje de niveles de menor capacidad de operaciones
(integraciones y síntesis posibles) a los sucesivos no constituye un proceso susceptible
de ser enseñado o aprendido desde una pedagogía tradicional, es decir, como mera
transmisión de información, sino que requiere de un proceso de transformación inte-
lectual y cultural para el pensamiento de los problemas complejos (Galende, 2015: 178).
Constituye este un punto crítico en la formación de profesionales de salud men-
tal, dado que aún con las limitaciones presentadas anteriormente, el plano de la pro-
ducción de conocimiento sin duda presenta un desarrollo más amplio que el logrado
hasta el momento en el plano de las prácticas. Pareciera que una de las dificultades
mayores en la actualidad no reside en saber qué hacer sino en saber cómo y para qué
hacerlo. Podríamos tomar como ejemplo el importante cúmulo de leyes, normativas,
marcos regulatorios, planes, programas y recomendaciones que existen actualmente
en el campo de la salud mental, sin que las mismas logren ser llevadas a la práctica
acabadamente.
¿Por qué se siguen reproduciendo prácticas que no debieran reproducirse si se to-
man en cuenta los estándares consensuados? ¿Por qué no logran transformarse?

110 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


El sentido de la propuesta de esta matriz explicativa del objeto salud mental es que
el plano praxiológico no puede quedar escindido de los otros; si el cómo definimos y el
cuánto sabemos de nuestro objeto no es susceptible de ser llevado al nivel de la praxis
mediante operaciones de conjunto que posibiliten su transformación en los términos
de la definición y conocimiento sobre el mismo no se ha logrado la síntesis integrativa
que perseguimos.
Si bien la respuesta a estos interrogantes excede el análisis aquí propuesto, la
idea de competencias resulta complementario al de operaciones recién mencionado,
y aporta un camino a seguir.
Tal como mencioné en el primer punto de este capítulo, en el marco de la necesaria
deconstrucción de un modelo de enseñanza - aprendizaje que disocia la teoría de la
práctica, postulando que primero es necesario aprender para luego hacer, puede pa-
sarse a un aprendizaje basado en la problematización a través de la propia práctica re-
flexiva en términos de la creación de competencias de trabajo individuales y colectivas.
Las competencias constituyen los conocimientos, habilidades, afectos, capacidades
que las profesionales y los profesionales de salud mental pueden poner en práctica,
instrumentar, de cara a la resolución de los problemas de la realidad en su campo de
trabajo (Suarez Conejero; 2013). Son necesariamente situadas y contextualizadas, es
decir, complementando la propuesta de operaciones de la perspectiva piagetiana an-
tes descripta, las competencias son intencionadas en pos del logro de objetivos tales
como el alcance del enfoque de derechos humanos.
El carácter situado del concepto de competencia refiere a que cobra sentido ex-
clusivamente en relación a la situación concreta a resolver, adquiriendo el carácter de
contextualizada ya que su eficacia está directamente ligada a la situación, en tanto que
en otros contextos requiere ser revisada: “(…) ser competente no es simplemente apli-
car un conjunto de conocimientos a una situación, es poder organizar la actividad para
adaptarse a las características de la situación. La competencia pasa a ser entonces «la
estructura dinámica organizadora de la actividad, que permite que la persona se adap-
te a un tipo de situaciones, a partir de su experiencia, de su actividad y de su práctica»
ORE, Montreal, 2006, p: 15.
Para finalizar esta dimensión de análisis del objeto integrado salud mental cabe
agregar que en el pasaje de los diferentes momentos disciplinarios mencionados, los
cuales dan lugar a operaciones y competencias diferenciadas que progresan en niveles
de síntesis e integración, siendo acordes a la situación y contexto en las cuales serán
puestas en práctica, resulta esencial fijar como horizonte de trabajo de los equipos de

111
salud mental el desarrollo de capacidades colectivas para: a- subsumir la racionalidad
instrumental al enfoque de derechos humanos, b- dejar caer el modelo de atención clí-
nico asistencial basado en el encierro y sustituirlo por el modelo de abordaje comunita-
rio, y c- generar herramientas contextuales en escenarios emergentes y diversificados
de práctica profesional.
Tomaré una situación que permite ejemplificar el planteo. Una estudiante de la
carrera de psicología se contacta para solicitar dirección de tesina de grado, relata que
en una de las últimas asignaturas un docente afirmó en clase a los estudiantes: no es-
tamos para garantizar derechos. Afirmación que le hizo recordar la cursada de la asig-
natura Salud Pública y Salud Mental realizada años atrás y la decidió a realizar un tesis
que refute esa frase desafortunada. La inquietud que se le presenta es que , según con-
sidera, se trataría de una tesis sociológica, y se pregunta si podría llevarla al plano psi.
Tomaré esta micro situación como modelo a analizar desde el enfoque propuesto,
ya que sintetiza varios de los puntos trabajados en la medida en que pone en el cen-
tro de la escena un problema esencial de la praxis en salud mental (¿para qué esta-
mos acá?).
Por una parte la afirmación del docente se ubica claramente en el momento intra
disciplinario, acá (carrera de psicología) no estamos para garantizar derechos huma-
nos, podemos suponer que para lo que si se está en la carrera es para temas ligados
al objeto de la disciplina psicológica. Si se pudiera desplegar la re pregunta ¿enton-
ces para que estamos acá (en el grado)? tendríamos la posibilidad de conceptualizar,
a criterio del caricaturizado docente, cuáles son los esquemas, relaciones prácticas,
competencias y operaciones que definen al objeto psicología.
La pregunta que se hace la estudiante en cambio se encuentra plenamente insta-
lada en el momento inter disciplinario, ya que su inquietud hace a la relación entre dos
objetos disciplinarios (el de la sociología y el de la psicología). ¿Cómo pongo en rela-
ción estos dos objetos disciplinarios? Las operaciones y competencias desarrolladas
a lo largo de la cursada de la carrera de grado no resultan suficientes aún para generar
las operaciones propias del momento inter, son necesarios movimientos de acomo-
dación y asimilación que luego de reequilibramientos por rebasamiento producirán
síntesis e integraciones que posibilitarán operaciones en un plano jerárquico de ni-
vel superior. Quizás la praxis que requiere la elaboración de la tesis ponga en acción
las operaciones necesarias para ello. Se observa que el momento inter disciplinario
produjo ya un descentramiento del momento intra hacia el inter en cada una de las
características de los ejes del esquema matricial descripto anteriormente: del sujeto
social individual (estudiante) al múltiple (estudiante y eventual director de tesina), del

112 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


objeto disciplinario aislado y puntual (psicología) al relacionado y múltiple (psicología
y sociología), de las operaciones únicas (prácticas psi) a las combinadas (prácticas de
la psicología y de la sociología), de los aprendizajes personales (lo aprendido en la
carrera de psicología) a los interpersonales (los aprendizajes que se generarán even-
tualmente en el trabajo compartido con el director).
Finalizando el ejemplo, vemos que la temática de la garantía de derechos humanos
introduce el nivel propio del momento trans, ya que solo operaciones que hayan tras-
cendido el momento inter podrán, también por rebasamiento, generar síntesis capaces
de instaurar operaciones de conjunto, en común. Las operaciones de conjunto capaces
de garantizar derechos humanos incluyen, pero exceden, a las de primer y segundo
nivel, son otras, que suponen sujetos sociales colectivos (movimientos de derechos
humanos, instancias de defensa pública, movimientos de familiares y usuarios de sa-
lud mental, profesionales de la salud mental, entre tantos otros posibles). Los objetos
disciplinares constituyen aportes desde las propias especificidades y experticias que
nutren un nuevo objeto transdisciplinario que las incluye a todas pero las excede en
complejidad jerárquica, sistematizando praxis teóricas para la emergencia de un nuevo
objeto en común a todas, los derechos humanos. Las operaciones de conjunto capaces
de instalarse en este momento son transformadoras, aspecto que se mide con el grado
de alcance en la garantía de derechos humanos, la operación se logra construir en un
determinado nivel o no se logra, y los aprendizajes son colectivos, se logran visiones en
común (entre los sujetos sociales involucrados) respecto de lo que implica la garantía
de derechos.

3.4.3. Praxis en perspectiva descolonizadora

El enfoque decolonial de la salud mental no puede reducirse al análisis epistémi-


co, sino que debe plasmarse necesariamente en una práctica concreta de trabajo, no
es posible una teoría decolonial sin una práctica descolonizadora dirá Rivera (2018),
en operaciones y competencias decoloniales de salud mental que en cada uno de los
momentos intra, inter y trans en los planos de las disciplinas y de la subjetividad poten-
cien praxis contrahegemónicas mediante articulaciones militantes, de lucha ciudadana
político profesional.
Convertida en causa deseante, en pulsión de vida colectiva, la salud mental en
perspectiva decolonial se traduce en involucramientos sociales, culturales, políticos, en
participación en movimientos por la garantía de derechos humanos desde cualquiera
de las instancias y niveles institucionales posibles, formales o informales

113
Siguiendo el argumento de Rivera Cusicanqui, no existen saberes y teorías deco-
loniales en salud mental sin prácticas descolonizantes, razón por la cual considero que
este enfoque requiere poder ser traducido en operaciones y competencias profesio-
nales en los términos en que fueron definidas más arriba (caps. 3.4.1 y 3.4.2.) para ser
considerado como tales.
Principalmente se espera que las y los participantes del campo de la salud mental
(todas las personas desde el lugar y grado de involucramiento que sea) puedan de-
sarrollar operaciones intra, inter y trans en el plano de lo subjetivo y de lo disciplinar
capaces de romper con cuatro órdenes normativos claves: el orden del poder, del saber,
del ser y del hacer.
Del poder, en los términos ya planteados respecto de hacer visible, pensable y sen-
tible la capacidad de acción de las relaciones de poder inherentes al campo y el grado
de implicación en las mismas. Esto supone romper con un proyecto universal de salud
mental, abriendo la puerta a proyectos pluriversales (múltiples y transmodernos en los
términos de Enrique Dussel).
Del saber, en los términos de la hegemonía de los saberes profesionales sobre los
no profesionales, y de la imprescindible descolonización epistemológica trabajada en
apartados previos (ver 3.3.3.4.) que supone promover competencias para dejar caer el
pensamiento binario patriarcal moderno y sus privilegios epistémicos, fundantes de la
matriz profesional formativa tradicional.
Del ser, en términos de la emergencia de un nuevo sujeto de la salud mental in-
dividual y colectivo abierto a novedosas formas de existencia, mezclada, abigarrada
(Rivera Cusicanqui), definido por lo que es, lo que existe, y simultáneamente por lo que
no existe pero que es posible (ver cap. 3.2.), que trascienda la lógica de no-existencia
(Santos, 2009) en la que continúan sumidas aún las vidas de muchas personas usua-
rias de servicios de salud mental, en términos de des victimizarlas por su condición de
diferencia, recuperando una existencia acorde a derechos.
Del hacer, rompiendo la inercia de los tres órdenes previos para promover praxis
reflexivas contra hegemónicas, deseantes, que conmuevan la realidad partiendo del
supuesto de trabajo según el cual todo acto en salud mental (individual o colectivo)
transforma la realidad en términos del buen vivir o reproduce los órdenes instalados.
En la tensión entre estos polos, que operan a manera de referencias potenciales per-
manentes, se instalan las innumerables situaciones concretas de la vida profesional
cotidiana que se acercan a uno u otro polo.

114 Matriz decolonial comprensivo explicativa de la salud mental


Retomo la noción de buen vivir (sumak kawsay) mencionada en el párrafo pre-
cedente así como la concepción andina del vivir bien (suma qamaña), en los planos
personal, comunitario y planetario, en consonancia con la madre tierra (pachamama)
como seres humanos integrados en ella, que cuidan de ella y de la comunidad. Se trata
de una concepción en donde prevalece lo colectivo y lo familiar sobre lo individual, con
procesos y actores económicos colectivos que buscan el bienestar de la comunidad
en vez de la rentabilidad individual, en donde predominan las instituciones recíprocas
tendientes al interés común, que valoriza un sentido del mercado en tanto espacio so-
cial de intercambios y complementación, con una perspectiva social de la producción
basada en las necesidad sociales y en el logro de alianzas estratégicas para la garantía
del acceso a bienes y servicios en sintonía con el cuidado de la tierra y el medio am-
biente (Arteaga-Cruz, 2017).
Retomaré esta concepción desde la perspectiva de derechos en el próximo capítulo.
El cuadro síntesis Nº 5 sintetiza los contenidos principales abordados respecto de la
dimensión praxiológica de la salud mental.

Cuadro síntesis 5: Dimensión praxiológica: operaciones y competencias decolo-


niales en salud mental (punto 3.4.3.)

__Fuente: elaboración propia.

115
4

Hacia una descolonización del derecho


a la salud mental.

117
4.1. ¿Kiyiya Vuran Insanlik?

En septiembre del año 2015 los medios de prensa y las redes sociales del mun-
do replicaban esta frase, que en idioma turco significa la humanidad ha naufragado,
acompañada de la foto de un agente cargando en sus brazos el cuerpo de un niño
ahogado encontrado en una playa de Turquía, tras el naufragio de dos barcos cargados
de refugiados sirios.
Como en muchas otras oportunidades históricas, situaciones dramáticas que en-
frenta Europa, como es la presión ejercida para gestionar la llegada de miles de mi-
grantes obligados a dejar sus países por razones políticas, económicas, sociales y/o
culturales; ubican una vez más a la cuestión de los derechos humanos en la agenda de
asuntos internacionales a ser problematizados.
Pero antes de responder al interrogante propuesto en el título repasemos breve-
mente el proceso de institución en el mundo moderno occidental de la doctrina inter-
nacional de los derechos humanos.
Surgidos a la luz del ideario propio de los Estados modernos de fines del siglo XVIII
con la Declaración de la Independencia norteamericana de 1776 y la Declaración de los
derechos del hombre y del ciudadano de 1789, los derechos civiles y políticos ingresa-
ron al derecho constitucional, siendo coherentes y tolerantes con el modo de produc-
ción capitalista colonial occidentalista y patriarcal en el cual se produjeron.
Importa señalar que la noción de derechos humanos se corresponde con la afir-
mación de la dignidad de la persona frente al Estado (Nikken, 1994: 1), ubicando dos
aspectos centrales de esta noción: los derechos humanos son inherentes a la persona
humana, y suponen una afirmación frente al poder público.
Como recién se señaló, la manifestación original con la cual entran los derechos hu-
manos al derecho constitucional está constituida por los denominados derechos civiles
y políticos, (… ) tales derechos son libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia

119
a la opresión (Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, art. 2), siendo
estos sus objetos de tutela.
Este carácter individual con los que entran los derechos humanos al derecho inter-
nacional es congruente con la denominación de derechos negativos u obligaciones ne-
gativas del Estado (Abramovich, 2006) para explicar el deber del Estado en garantizar
su no vulneración (de allí el carácter negativo): a la libertad individual, a la propiedad
privada, a la responsabilidad individual respecto de los cuidados de la salud y a la
educación para aquellos con capacidad de pago, a la participación política a través del
voto individual, entre otros. Se observa que, en consonancia con el modelo de produc-
ción capitalista occidental particular de ese momento histórico, el ideario de igualdad
y fraternidad, que también configuraban parte de la agenda de temas públicos so-
cialmente problematizados en la citada Declaración, quedan relegados respecto de la
libertad individual.
Posteriormente, en el contexto de la posguerra europea de mediados de siglo pa-
sado y de la necesidad de reconstrucción económica, social y sanitaria de los distintos
países afectados por la segunda guerra mundial se debilitó la primera configuración
socio histórica moderna del Estado (su forma liberal), ya deteriorada desde la primera
gran crisis del sistema capitalista de 1929, dando lugar a la emergencia de una segun-
da configuración de la estatalidad moderna: los Estados sociales; los cuales, ya en el
proceso de polarización este – oeste, propio de la guerra fría que marcaría la historia
geo política del período hasta 1989, dio lugar en occidente a las distintas formas de los
denominados Estados de Bienestar (Esping-Andersen, 1993).
Es en este marco de profunda crisis de Europa occidental en el cual emerge la ne-
cesidad de nuevos derechos que, a diferencia de los negativos, deben ser garantiza-
dos positivamente (es decir, mediante la provisión directa de bienes y servicios) a tra-
vés de la activa participación e intervención de los Estados. Estos derechos han sido
conceptualizados como derechos de desmercantilización Esping-Andersen (op. cit.),
o derechos -prestación (Cunill Grau, 2010) planteando rupturas y continuidades socio
políticas respecto de la primera serie de derechos antes mencionada.
Respecto de la noción de desmercantilización (Martínez Franzoni, 2008) cabe se-
ñalar que, a diferencia de los derechos negativos que surgieron en un momento de
plena expansión de la economía de Europa central occidental, prioriza el carácter social
de estos derechos en detrimento del aspecto individualista de los previos, en la medida
en que promueve un proceso de desmercantilización de la vida cotidiana, vehiculizada
por la posibilidad de que grandes franjas poblacionales (básicamente la clase asala-
riada) tengan acceso directo a prestaciones sociales por fuera del mercado (de allí la

120 Hacia una descolonización del derecho a la salud mental.


denominación derechos-prestación), es decir, a través de políticas de protección social
estatal que garantizan el acceso a la vivienda, la educación, la salud, el trabajo.
Ahora bien, así como los denominados Estados de Bienestar y las políticas eco-
nómicas de tipo keynesianas de dicho momento histórico dieron lugar a un proceso
de desmercantilización en los términos previamente señalados, mediante intervencio-
nes estatales de redistribución de la riqueza que promovieron el mejoramiento de las
condiciones de vida de las clases trabajadoras, también han servido para legitimar en
occidente la continuidad del modelo de producción capitalista. Si bien los derechos
sociales, económicos y culturales surgidos a la luz de los Estados sociales de mediados
del siglo pasado han servido indudablemente para el mejoramiento de las condiciones
de vida de la población, también han constituido una formación de compromiso me-
diante la cual ha podido sobrevivir el Estado moderno, reproduciendo el modelo de
producción capitalista.
La promesa de un mundo de bienestar para toda la ciudadanía (derechos de ciu-
dadanía) conformó una salida política de sutura para la legitimación y reproducción de
una relación social básica de dominación como es la que constituye el Estado moderno
capitalista occidental.
En este escenario de posguerra, a la luz de las contradicciones socio políticas men-
cionadas, y a partir del reciente exterminio de millones de personas judías así como de
otros colectivos sociales tales como la comunidad gay o la gitana que murieron en los
campos de concentración del nazismo, se aprueba la Declaración Internacional de los
Derechos Humanos en 1948, sentando las bases de una nueva serie de derechos huma-
nos en sintonía con las transformaciones mencionadas en el párrafo precedente, que
encontrará en el Pacto Internacional de los Derechos Sociales, Económicos y Culturales
(de 1966) su plasmación definitiva como parte de la agenda de asuntos internacionales
(Sepúlveda, 2014).
El genocidio perpetrado por el nazismo no ha sido el primero en la historia de la
humanidad, pero quizás el hecho de haber transcurrido en el centro mismo de Europa
haya posibilitado que los derechos humanos sean colocados en la agenda de asuntos
internacionales como la cuestión social particular a ser tratada por la recientemente
creada Organización de las Naciones Unidas (ONU-1945).
Lo que en definitiva desencadenó la internacionalización de los dere-
chos humanos fue la conmoción histórica de la segunda guerra mundial
y la creación de las Naciones Unidas. La magnitud del genocidio puso
en evidencia que el ejercicio del poder público constituye una actividad

121
peligrosa para la dignidad humana, de modo que su control no debe
dejarse a cargo, monopolísticamente, de las instituciones domésticas,
sino que deben constituirse instancias internacionales para su protec-
ción (Nikken, 1994:3).

Sin embargo, la efectiva garantía de estos derechos se vió debilitada por una serie
de transformaciones sociales ya en curso desde fines de la década de 1970 tales como:
a- el agotamiento de los Estados sociales y el surgimiento de los denominados Estados
neoliberales en el contexto de la caída del muro de Berlín y el fin de la guerra fría, b-
una nueva crisis cíclica del modelo de producción capitalista que, surgida a partir de la
crisis del petróleo, pone fin a un modelo de producción industrializado en serie basado
en la mano de obra intensiva para dar lugar a otro, caracterizado por el talento inten-
sivo, centrado en la producción de servicios, c- la globalización de la economía, que
debilita las economías de los Estados - Nación en favor del capital financiero trasna-
cional, d- las transformaciones de los sentidos sociales de época que acompañaron la
erosión de los sólidos modernos (tradiciones modernas tales como la seguridad social,
el trabajo, la democracia, los derechos sociales, entre tantas otras) por nuevos senti-
dos propios de una forma distinta de modernidad occidental, que ha sido denominada
de diversas formas, tales como segunda modernidad, modernidad cosmopolita (Beck,
2001, 2004), sobre modernidad (Vallespín;2000), modernidad reflexiva (Giddens;
1991), o modernidad líquida (Bauman; 2002) entre otras.
En el seno de estas transformaciones de finales de siglo pasado emergen nuevas
series de derechos humanos, como son los colectivos y de la humanidad (Di Marco,
et. al., 2010), que ubican en la agenda internacional la cuestión de la paz, la justicia, el
desarrollo sustentable, el cuidado del planeta y el derecho a un medio ambiente sano.
Se observa que en estos derechos, coetáneos a las severas crisis humanitarias liga-
das al cambio climático, a los movimientos migratorios, o al resurgimiento de enferme-
dades infectocontagiosas previamente erradicadas, para mencionar solo algunas, se
enfatiza el interés por el aspecto colectivo y común de las situaciones socialmente pro-
blematizadas, descentrándose, por lo menos discursivamente, del carácter individual
y personal de los anteriores en favor del imprescindible cuidado de asuntos tendientes
a la preservación de la vida (humana) en la tierra.
Esta esquemática línea de tiempo trazada respecto de la configuración de la agen-
da occidental de derechos humanos, me permite señalar dos procesos que considero
de importancia: por una parte, la preocupación creciente desde el surgimiento de los

122 Hacia una descolonización del derecho a la salud mental.


Estados modernos por mejorar la capacidad de respuesta frente a las distintas cuestio-
nes socialmente problematizadas que han sido ubicadas en la agenda de los derechos
humanos, los derechos civiles y políticos primeramente, luego los sociales, económicos
y culturales, y finalmente los colectivos; proceso que indudablemente es trascendental.
En segundo lugar, una dinámica de tolerancia de estos distintos derechos, en la cultura
occidental al menos, con la continuidad y afianzamiento de un modelo de producción
generador de dominación e injusticia social como es el capitalista, acompañándolo en
sus distintas fases hasta alcanzar la hegemonía global propia de la cultura tardo moder-
na colonial patriarcal y occidentalista actual (estadounidense y de Europa del norte).
Dinámicas que ponen en evidencia que originalmente los derechos humanos sur-
gieron como una construcción del pensamiento liberal, y que, posteriormente, fueron
incorporados al discurso del bloque capitalista en la configuración geopolítica emer-
gente de la posguerra (Stolkiner, 2015).
Llegados a este punto podemos retomar el título del capítulo:
¿Kiyiya Vuran Insanlik?
¡NO!
Por supuesto que no. La ajustada línea de tiempo presentada tiene como objetivo
justificar esta respuesta dando una negativa rotunda, señalando el avance fundamen-
tal que representa la configuración de la Doctrina Internacional de los Derechos Hu-
manos y argumentar en favor de su defensa. Pero al mismo tiempo, propone discutir
sobre sus límites y opacidades, de manera de aportar vías alternativas de comprensión
- acción en pos de un mayor bienestar colectivo.
En esta línea de recuperación crítica de la potencialidad del enfoque de derechos
avanza la propuesta de Alicia Stolkiner que, en el marco de la identificación de un an-
tagonismo central entre una tendencia a la objetivación (propia de la mercantilización
de la vida) y otra a la subjetivación (promotora de dignidad y autonomía), conceptua-
liza a los derechos humanos como una potente idea fuerza que pulsa en las prácticas
colectivas emancipatorias (2010: 91-92).

123
4.2. De la universalidad a la pluriversalidad de los
derechos humanos

El planteo propuesto hasta aquí en torno de los derechos humanos presenta dos
ejes de análisis respecto del proceso histórico político y cultural de su configuración.
El primero atañe a la matriz moderna capitalista en la cual fueron forjados, que dio
lugar por un lado a la tolerancia y coexistencia de la doctrina internacional de los de-
rechos humanos (los diferentes tipos históricos señalados) respecto de las relaciones
de dominación social propias del capitalismo; y por otro, al predominio de algunos de
estos derechos por sobre otros, al compás de las reconfiguraciones socio históricas del
Estado moderno en el marco de las cíclicas crisis del capital.
Este último punto ya desde hace algunos años ocupa la atención de diferentes au-
toras y autores que señalan la presencia de cierta hegemonía de los derechos surgi-
dos en el marco de los Estados liberales por sobre los emanados en momentos de los
Estados sociales, incluso en instrumentos normativos internacionales trascendentales
como por ejemplo la Convención Internacional de los Derechos del Niño de fínales de
siglo pasado.
Siguiendo con este ejemplo, como recuerda Valeria Llobet (2011: 449), la tensión
entre la perspectiva de derechos individuales, coherentes con el ideario liberal de los
Estados modernos occidentales por sobre la perspectiva de ciudadanía social fue el
centro de la discusión mantenida entre los años 1979 y 1989 para el logro del pasaje
de la Declaración de los Derechos del Niño (de 1959) a la Convención Internacional
de Derechos del Niño (de 1989) entre países que privilegiaban una mirada basada
en el derecho a la libertad como eje del próximo instrumento normativo (tales co-
mo EEUU, Inglaterra y Francia), y otros que pugnaban por imprimirle al mismo una
posición orientada al igualitarismo de los derechos humanos privilegiando los dere-
chos sociales, económicos y culturales como por ejemplo fue la posición de Polonia en
dicho debate.
Discusión saldada, como fundamenta Eduardo Bustelo, a favor del primer grupo de
países. Lo cual condujo a que en la redacción final del documento prime la perspectiva
de derechos civiles e individuales por sobre los sociales, en sintonía con la configura-
ción del Estado de dicho momento histórico, generándose según este autor una (…)
manera neoliberal de plantear los derechos humanos (Bustelo, 2007: 118-119).

124 Hacia una descolonización del derecho a la salud mental.


Este carácter contradictorio también es señalado por Alicia Stolkiner, al hacer re-
ferencia a la doble faz que presenta la incorporación política de los derechos humanos
como producto paradójico de la modernidad y el capitalismo (2015).
En síntesis, el primer eje propuesto para el análisis se centra en la tolerancia his-
tórica, cuando no cierta forma de complicidad socio política, que la doctrina de los
derechos ha mantenido con el modelo capitalista, y en su interior, en la predominancia
que los derechos civiles y políticos han mantenido (y mantienen) por sobre los sociales
y colectivos.
El segundo eje de análisis centra su atención en el presupuesto de universalidad de
los derechos.
He desarrollado en capítulos previos (3.3.3.4.) el modo en que las lecturas decolo-
niales conceptualizan la idea de occidentalismo (Mignolo, 2007), la noción de colonial
modernidad (Segato, 2016), la tensión entre universalismo y pluriversalismo (Méndez
Reyes, 2012; Dussel, 2015) y la propuesta de transmodernidad (Dussel, op. cit.).
Utilizaré ahora estas conceptualizaciones para analizar los derechos humanos si-
guiendo con el presupuesto según el cual resulta esencial conservar y potenciar los
avances que los mismos han generado, pero a la vez visibilizar sus contradicciones
y límites de cara al logro de mejores condiciones colectivas de vida respetuosas de
todas las culturas.
Sólo una cultura dominante se encuentra en condiciones de poder tales como para
preguntarse por su universalidad.
Al decir de Boaventura de Sousa Santos (2002) la pregunta por la universalidad de
los derechos en sí misma es una pregunta particular de la cultura occidentalista, cen-
trada en el locus de observación europeo estadounidense, sostenido en preconceptos
occidentales y liberales.
Proceso socio histórico este que, en el marco de las diferentes formas de globaliza-
ción actual, constituye un nuevo choque civilizatorio dado que, siguiendo con el autor
mencionado, en la medida en que sean considerados como universales, y por univer-
sales se hace referencia a la cultura occidental cristiana colonial patriarcal y capitalista,
los mismos continuarán funcionando como un localismo globalizado, es decir, una ma-
triz de sentido generada localmente (la perspectiva occidentalista hegemónica domi-
nante) con presupuestos propios de dicha cultura local, que se impone a otras culturas
en el inter juego de los condicionamientos políticos, económicos y culturales (com-
petencia globalizante desde arriba) que le otorgan legitimidad local (en los distintos

125
países) como una forma actual de reproducción de la dominación social capitalista,
y en definitiva potencialmente colonizadora.
Se trata de visibilizar que, así como hemos analizado ya el papel que ha jugado la
ciencia moderna en la conquista y dominación colonial occidental, también los dere-
chos humanos poseen una cara de dominación social implícita, en la medida en que
definen la realidad del mundo desde un único patrón de medida como es la matriz de
sentido occidental europea y estadounidense, que pugna por establecerse como una
realidad universal.
Etimológicamente la palabra universo proviene del latín universus (unus = uno
y versus = participio pasado del verbo girar o convertir) que significa hecho uno o con-
vertido en uno, es decir, significa uno y todo lo que lo rodea. El unus en nuestro análisis
es la cultura occidental eurocéntrica, de manera tal que el sentido del universus estaría
constituido por el mundo que gira en torno a esta cultura y se convierte en ella.
Pero sucede que existen diversos unus, diversas humanidades y otras tantas son
posibles, en tanto existen diversas historias, culturas, religiones, géneros, políticas
y economías que pugnan desde el antiguo y desde la exterioridad (Dussel, 2015) a ese
unus para poder ser visibilizadas en la agenda internacional - mundial, sin tener que
ser definidas (dadas por existentes) por el eje del poder mundializado, reconocidas en
su coetaneidad, como humanidades (existencias) culturales vivas.
Ni mejores ni peores, ni buenas ni malas. Distintas, identificables, diversas, coetá-
neas al unus occidentalista.
Este es el eje de un mundo pluriversal (que deconstruye lo universal como lo único
posible abriéndose a la existencia de múltiples unus que coexisten sin dominarse ni
suprimirse) y transmoderno (que define formas coetáneas de modernidad distintas
a la colonial occidental). Aplico en esta propuesta, como se observa, las conceptuali-
zaciones ya desarrolladas sobre la trascendencia y la sociología de las ausencias (ver
capítulo 3.2.).
Parafraseando el título de la obra de Silvia Rivera Cusicansqui (Un mundo ch´ixi
es posible, 2018) sostengo que un mundo pluriversal y transmoderno es posible
y necesario.
En esta línea decolonial han avanzado por ejemplo la Constitución de la Repúbli-
ca del Ecuador (2008) y la Constitución del Estado Plurinacional de Bolivia (2009),
que integran desde una perspectiva intercultural y plurinacional a los derechos civiles,
políticos, económicos, sociales y culturales con otros tipos de derechos tales como el

126 Hacia una descolonización del derecho a la salud mental.


derecho al buen vivir, o los derechos de múltiples naciones y pueblos indígenas origi-
narios reconocidos en su existencia, por mencionar sólo algunos.

127
5

Cierre y apertura: el derecho a la salud mental


con perspectiva decolonial

129
Desde un inicio la obra se propuso avanzar en la comprensión y explicación de la
salud mental desde una perspectiva decolonial. Para ello postulé una matriz de análisis
integrada por tres dimensiones (ontológica, epistemológica y praxeológica) y articulé
en los distintos capítulos cada una de estas dimensiones con las rupturas que le impo-
ne el giro decolonial.
Finalizamos el recorrido integrando esta propuesta conceptual operativa con el en-
foque de derechos humanos, argumentando en favor de una perspectiva descoloniza-
dora de los mismos como aspecto esencial al campo de la salud mental.
La salud mental desde un enfoque de derechos con perspectiva decolonial implica
el desmontaje de las estructuras de poder que configuran, organizan y sostienen aún
en la actualidad nuestro campo de prácticas.
Partí del supuesto de que las prácticas modernas en salud mental han sido forjadas
a la luz de un proyecto occidental, colonial, patriarcal y capitalista, instrumentalizando
distintas formas de dominación social a través de los saberes profesionales. Así como
al inicio del libro analicé el papel que la ciencia moderna ocupó en el proyecto político
cultural colonial occidental, de la misma manera, el modelo psi hegemónico constituyó
la encarnación de este mandato científico en el orden de lo mental.
Visibilizar y deconstruir esta estructura de poder es una tarea aún pendiente, y el
enfoque de derechos humanos apunta (debe apuntar) en esta dirección.
Para esto es necesario dejar caer, animarnos a sustituir lo que denomino una matriz
formativa tradicional (en adelante MFT) por una matriz formativa alternativa (en ade-
lante MFA), forjada en el marco de los derechos humanos, que promueva la descolo-
nización de las dimensiones ontológica, epistemológica y praxeológica en los órdenes
esenciales ya trabajados, el orden del poder, del saber, del ser y del hacer.
La pulsión decolonial constituye una herramienta imprescindible para ampliar los
márgenes de acceso al derecho a la salud mental.
Sustituir la MFT supone un rompimiento con el modelo instituido de dominación
humana que implica una arquitectura institucional basada en el encierro y en las

131
prácticas psi hegemónicas (de claro carácter capitalista, colonial, patriarcal, occidenta-
lista y científico positivista) basadas en su núcleo de sentido en lo que hemos denomi-
nado la producción de normalismos (ver cap. 3.3.3.4.).
La lógica manicomial subyacente a la MFT ha sido (y es) el modo histórico mediante
el cual se implementó (y sigue implementándose) un proyecto político de dominación
del padecimiento mental; y las instituciones totales constituyeron (y siguen haciéndo-
lo) la forma institucional, el dispositivo, a través del cual se materializa dicho proyecto
de colonización cultural y humana.
Como ya he sostenido, manicomio y colonialidad van juntos, se nutren de la misma
lógica de alteridad excluyente que suprime, forcluye, la diferencia en los órdenes del
ser, del saber, del poder y del hacer.
En esta línea de análisis Franco Berardi Bifo, cita a Jean Hypolite para sostener que
la alienación o extrañamiento implica un (…) momento en el que el sí mismo se hace no
igual a sí mismo, se niega el mismo para conquistar su universalidad (2016:14).
Este descentramiento de sí mismo, de pérdida de conciencia de si mismo en pos de
una pretendida universalidad son aspectos constitutivos de la relación humana esta-
blecida por el modelo psi hegemónico.
La MFT sostiene, y de manera más o menos conciente, más o menos explícita, re-
produce esta lógica.
El desafío actual en salud mental continúa siendo en gran medida desmanicomiali-
zar las relaciones sociales, las instituciones y las políticas, en el sentido que asumió este
concepto a partir la experiencia pionera en Argentina del Programa de salud mental en
la provincia de Río Negro, como el planteo de una nueva cultura en la atención de la SM
(Cohen & Natella, 2009: 357); pero también descolonizarlas.
De allí la necesidad de descolomializar (ver definición en cap. 3.3.3.4.) la MFT, su
ontología, sus teorías, sus prácticas y la subjetividad profesional por ella generada; se
trata de un término que condensa los sentidos necesarios para nominar la operación
que hará posible la construcción de una MFA.
Descolomializar la salud mental supone deconstruir las relaciones de poder y de
alienación que persisten en las prácticas y en las subjetividades profesionales, es decir,
implica develar y hacer concientes los procesos políticos mediante los cuales hemos
sido normalizados como agentes del campo.

132 Cierre y apertura: el derecho a la salud mental con perspectiva decolonial


Siguiendo a Michel Foucault, el cuerpo del profesional ha sido el primer objeto que
la ciencia ha disciplinado, normalizado, mediante la profesionalización de su práctica,
en sintonía con el proyecto político de Estado moderno de época:
Surge así la idea de una normalización de la enseñanza médica y espe-
cialmente de un control estatal de los programas de enseñanza y de la
concesión de títulos. La medicina y el médico, son, por lo tanto, el primer
objeto de la normalización. El concepto de normalización empieza por
aplicarse al médico antes que al enfermo (1990 [1974]: 130).

En el campo de lo mental, el primer cuerpo subjetivo que ha sido normalizado de


manera de servir al proyecto de dominación social y cultural del padecimiento mental
impuesto por la colonial modernidad occidental (enseñanza universitaria y regulación
de las competencias profesionales mediante), ha sido el de las profesionales y los pro-
fesionales de la salud mental, de la psiquiatría inicialmente, pero luego de la psico-
logía, la enfermería, la psicopedagogía, y todas las disciplinas partícipes del modelo
psi hegemónico.
Este es un aspecto clave para comprender el carácter performativo, en los térmi-
nos que le asigna Emiliano Galende al concepto (2008: 55-61), de la normalización
profesional; es decir, sostengo que la función social performativa de las prácticas del
modelo psi hegemónico constituyen un segundo tiempo, posterior a la función social
performativa de la MFT, en tanto capacidad subjetivante de la institución disciplinaria.
Por esta razón es que resulta imprescindible descolomializar las matrices de senti-
do que, en los planos intra, inter, y trans, y en los órdenes de la subjetividad y la disci-
plinariedad, han generado esta heteronormatividad profesional aún contemporánea.
Uno de los principales obstáculos para lograr la transformación y sustitución de las
prácticas de acuerdo a los actuales estándares de derechos humanos gira en torno de
este núcleo problemático. No habrá posibilidad de descolonizar ni desmanicomializar
el modelo de prácticas en salud mental ajustándolo a un marco de garantía de dere-
chos humanos sin descolomializar la MFT que la soporta y la conserva en sus acuerdos
tácitos básicos.
Por estas razones, el desafío por delante en la construcción de una MFA consiste
en la adecuación de las disciplinas, las teorías, y las prácticas, al enfoque de derechos
humanos. Si el objetivo es la garantía de derechos, la MF debe ajustar sus lógicas, sus
saberes, sus conocimientos y sus praxis a este objetivo.

133
El enfoque de derechos humanos en salud mental constituye una práctica eman-
cipadora respecto de esta subjetividad normalizada, de superación de los binarismos
propios de la MFT basados en la lógica de la alteridad excluyente, y de sustitución por
una lógica de alteridad incluyente, es decir de reconocimiento de la diferencia, pero de
no eliminación.
El derecho a la salud mental en los términos planteados consiste entonces en la su-
peración de la lógica de la no existencia que, a través de la producción de normalismos,
construye a las personas como la constatación viviente de una existencia descalificada.
Aún en la actualidad las prácticas habituales del campo se sostienen en gran me-
dida en la implementación de estas tecnologías sociales que he denominado de no
existencia (ver cap. 3.3.3.4.).
Continúan produciéndose situaciones de preocupante actualidad por su frecuen-
cia y gravedad tales como: usos inadecuados de medidas terapéuticas (internación,
medicación, sujeción mecánica); vulneraciones tales como la prolongación de interna-
miento en condiciones de alta clínica, prácticas de aislamiento social y comunicacional,
de restricción a la libertad ambulatoria, de privación de la identidad (sustracción de
documentos), del derecho a voto o a la inserción educativa y laboral; diferentes for-
mas de violencias institucionales expresadas en formas de malos tratos, abusos sexua-
les, agresiones físicas o verbales; la vulneración del derecho a la identidad de género
y cultural (Luciani Conde & Barcala; 2018).
Ejemplos todos estos que, si bien no son representativos de la totalidad de las prác-
ticas, constituyen una alarmante realidad, que da cuenta del uso de la privación de de-
rechos (civiles, políticos, sociales, económicos, culturales, colectivos) como una tecno-
logía al servicio de la supresión de formas de existencia acordes a derechos humanos,
y en este sentido, tecnologías de no existencia.
El derecho a la salud mental con perspectiva decolonial implica renunciar a estas
tecnologías de no existencia, para ubicar al buen vivir como horizonte trascendental
de las prácticas, como proyecto de lo posible, como las vidas que merecen ser vividas
acorde a derechos humanos, que tolere las diferencias (de capacidad, de identidad, de
género, de cultura, de salud mental) sin colonizarlas, renunciando definitivamente al
mandato de dominarlas.
La noción de salud mental tal como aquí la propongo expresa esta cosmovisión
decolonial y pluriversal de los derechos humanos.
Sintetizando la propuesta desarrollada a lo largo del texto podemos afirmar que,
desde una lectura decolonial, la salud mental puede ser comprendida en términos de

134 Cierre y apertura: el derecho a la salud mental con perspectiva decolonial


un proceso pluriversal de garantía de derechos, capaz de ampliar los márgenes del
buen vivir en los planos personal, familiar, comunitario, social, y planetario, des suje-
tándose (des colonizándose) de la cultura colonial patriarcal moderna occidental capi-
talista que aún conserva hegemonía en el campo.

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