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TIBERIO
TIBERIO
TIBERIO
UNIVERSIDAD DE FALCÓN
FACULTAD DE CIENCIA JURÍDICAS Y POLÍTICAS
CARRERA: DERECHO
CÁTEDRA: DERECHO ROMANO
DOCENTE: ABOG. LUIS PRIMERA
EL EMPERADOR TIBERIO
AUTORES:
MOLINA, NORANGELIS
V- 19.880.889
El Imperio romano es una de las etapas por las que atravesó la cultura romana
de la Antigüedad, la cual llegó a dominar el mundo occidental y parte de los países
que hoy día conforman el norte de África, Oriente Próximo e incluso algunos de
Asia central. Una parte de dicho éxito radicó en el brillante rol de varios
emperadores romanos.
Roma primero adoptó sistemas de gobierno republicanos inspirados en el
legado de las polis griegas. Sin embargo, a finales del siglo I a. C., su cultura
registró un florecimiento y una expansión sin precedentes, que dieron paso a una
forma política similar a la de una monarquía absoluta y teocrática.
En ese sistema, que garantizaba el orden y la unificación aun cuando los
territorios conquistados estaban geográficamente distantes, la figura principal era
el emperador, a quien se consideraba un enviado de los dioses para regir los
destinos de los ciudadanos.
Fueron varios los emperadores romanos que hicieron historia. De hecho,
resulta difícil elaborar una lista de unos pocos cuando, en realidad, la gran
mayoría de quienes ocuparon dicho cargo tuvieron que ver de algún modo con el
devenir de su cultura. Dentro de la cual destaca la historia de Tiberio, considerado
como el más triste de los emperadores Romanos.
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Estratega Prudente, Pésimo Político
Tiberio, el más triste de los emperadores romanos. Tras la muerte del
emperador Augusto, a su sucesor Tiberio le esperaba la difícil tarea de estar a su
altura. Aunque fue un estratega prudente en el aspecto militar, nunca llegó a
sentirse cómodo como gobernante. Su carácter huraño y errático dejó un pésimo
recuerdo en las crónicas romanas y un apelativo nada halagüeño: "el más triste de
los hombres".
Tiberio Julio César Augusto fue el segundo emperador romano, gobernando
desde el 17 de septiembre del año 14 hasta su muerte. Era hijo de Tiberio Claudio
Nerón y Livia Drusila, miembro por tanto de la gens Claudia.
Nacimiento: 16 de noviembre de 42 a. C., Roma, Italia
Fallecimiento: 16 de marzo de 37 d. C., Miseno, Italia
Padres: Livia Drusila, Tiberio Claudio Nerón
Hermanos: Druso el Mayor
Cónyuge: Vipsania (m. 19 a. C. –11 a. C.), Julia la Mayor (m. 11 a. C. –2 a. C.)
Hijos: Germánico, Druso el Joven, Tiberio Claudio
Nietos: Calígula, Agripina, Nerón César, Julia Drusila, Druso César.
El escritor romano Plinio el Viejo describió a Tiberio como tristissimus
hominum, “el hombre más triste”. Lo cierto es que el segundo de los emperadores
romanos se enfrentaba a la tarea imposible de igualar el recuerdo que había
dejado Augusto; un peso excesivo para un hombre que, aunque brillante como
militar, nunca apreció las complicaciones de la política y terminó huyendo de ellas.
Por ello es recordado como un gobernante huraño y dejado, a pesar de que logró
consolidar buena parte de la herencia de su antecesor.
Un Hombre De Acción
Tiberio Claudio Nerón nació en Roma el 16 de noviembre del año 42 a.C., en
plena lucha por la herencia política de Julio César. Cuando tenía apenas tres años
su madre, Livia Drusila, se divorció de su padre para casarse con Octavio, el hijo
adoptivo de César, que en aquel momento estaba aún lejos de ser emperador.
Tiberio permaneció al cuidado de su padre hasta que este murió en el año 33 a.C.;
esta temprana pérdida influyó en el muchacho, dándole un carácter reservado y
melancólico, y al mismo tiempo le obligó a hacerse adulto prematuramente y
empezar muy pronto su carrera política y militar.
Ya desde su juventud Tiberio demostró una gran cultura e inteligencia; motivo
por el que Augusto, tras convertirse en primer ciudadano de Roma, se fijó en él
como posible sucesor y le mandó con el ejército en Hispania para ponerlo a
prueba cuando contaba apenas dieciséis años. Tiberio cumplió con creces sus
expectativas, por lo que de inmediato Augusto le encomendó tareas
administrativas de gran responsabilidad como la supervisión y distribución del
grano del cual dependía buena parte de la población de Roma.
Pero era entre soldados donde realmente se sentía a sus anchas. En las
décadas que duró el principado de Augusto, Tiberio ascendió en el ejército y
cumplió con éxito tanto campañas punitivas como políticas, logrando colocar de
nuevo el reino cliente de Armenia bajo la influencia romana y asegurar la frontera
contra los partos, el gran rival de la Roma imperial en Oriente. Su popularidad en
el ejército lo colocaba entre los primeros en la lista de candidatos para suceder a
Augusto, especialmente cuando este le concedió la mano de su única hija, Julia la
Mayor; algo que por otro lado Tiberio no deseaba pues el princeps le obligó a
repudiar a su primera mujer, Vipsania, a la que amaba.
Sin embargo, Tiberio decidió de improviso retirarse de la vida pública cuando
estaba en lo más alto. Presumiblemente se sentía herido por las supuestas
preferencias del princeps por otros candidatos a la sucesión y estaba cansado por
el infeliz matrimonio político al que este le había obligado con su hija. Se retiró a
Rodas durante diez años, pero finalmente volvió a Roma cuando todos los otros
posibles herederos hubieron muerto. Augusto lo adoptó formalmente y compartió
con él el título de princeps, de modo que tras su muerte en el año 14 d.C., se
convirtió en su sucesor político.
El Sucesor De Augusto
Igual que había hecho Augusto con Julio César, Tiberio cuidó mucho las
apariencias en esa sucesión. Roma seguía siendo formalmente una república y la
política romana, si bien oligárquica, era ferozmente antimonárquica; el emperador
no debía comportarse como un rey, sino como un primer ciudadano ejemplar. Para
ganarse el apoyo del Senado, transfirió a este órgano competencias que habían
sido de las asambleas populares, aunque era él quien proponía a la mayoría de
los candidatos para las magistraturas.
Este método le permitía dejar las decisiones en manos de personas de su
confianza, ya que Tiberio era un hombre más interesado en la acción militar que
en las intrigas de la política. Sus primeras acciones en este sentido fueron
dirigidas a sofocar los motines de las legiones en las provincias de Panonia y
Germania, descontentas por los retrasos en recibir su paga y por permanecer
tanto tiempo lejos de Roma. Para ello contó con la ayuda de su hijo natural, Druso
el Joven, y del adoptivo, el brillante general Germánico.
A Tiberio le correspondió tomar una decisión trascendental: en lugar de seguir
expandiendo los dominios de Roma, optó por fortificar las fronteras y consolidar la
romanización de los territorios donde ya se habían asentado colonos. Esta
decisión fue motivada entre otras cosas por la experiencia en Germania, donde la
traición de Arminio, un príncipe supuestamente aliado, había conducido al
exterminio de tres legiones y la pérdida del territorio al este del Rin. Después de
enviar a germánico para vengar la humillación sufrida en Teutoburgo, Tiberio llegó
a la conclusión de que seguir expandiéndose en una tierra de escaso valor
estratégico no salía a cuenta y que era prioritario asegurar la frontera natural que
representaba el Rin.
Criando Víboras
El nuevo emperador nunca había sentido predilección por la política y su nueva
posición solo hizo crecer el hastío que esta le provocaba. Desde el comienzo de
su principado se apoyó en Lucio Elio Sejano, el comandante de la guardia
pretoriana, que había servido a Augusto durante años. Tiberio confiaba
ciegamente en él y lo llamaba incluso su “amigo y compañero”, una influencia que
fue creciendo hasta cederle toda la iniciativa política.
El princeps era de carácter melancólico y huraño y la muerte de su hijo Druso
en el año 23 -en la que podría haber estado implicado el propio Sejano, deseoso
de hacerse con el poder para él solo- acentuó hasta el extremo este rasgo de su
carácter. Tres años después, decidió apartarse totalmente del poder -uno de los
pocos emperadores romanos que lo haría voluntariamente- y dejarlo en manos de
Sejano, al que nombró cónsul. Se retiró a la isla de Capri, donde según los
rumores pasaba el tiempo dedicándose a todo tipo de perversiones sexuales; unos
rumores que posiblemente eran falsos, pero que condicionaron la imagen que
tuvieron la mayoría de historiadores romanos que escribieron sobre él.
Pero las excesivas ambiciones de Sejano al final le traicionaron. El despotismo
con el que ejercía el poder, unido a las sospechas de haber estado implicado en la
muerte del hijo de Tiberio, llevaron al princeps a retirarle su favor de modo tan
expeditivo como se lo había concedido. En el año 31 el emperador envió una carta
al Senado en la que acusaba a Sejano de traición y daba orden de ejecutarlo de
inmediato a él y a sus partidarios.
La supuesta traición del hombre en el que había confiado durante años tuvo un
efecto dramático en la personalidad de Tiberio, que empezó a desconfiar de todos.
Delegó el poder en el hijo de germánico, el futuro emperador Calígula, y en su
nieto Tiberio Gemelo, al que el primero se encargó de eliminar tan pronto como
asumió el poder. El princeps no era ciego a la ambición de Calígula y se le
atribuyó haber dicho, al nombrarlo sucesor: “Estoy criando a una víbora entre los
pechos de Roma”.
La historia ha sido muy dura al juzgar a Tiberio, sin embargo, siempre resulta
necesario crear un juicio propio sobre un personaje determinado, puesto que, la
opinión que se tenga sobre éste, debe encontrarse fundamentada con la mayor
objetividad posible.
Sobre Tiberio se conocen pocos hechos relacionados con su vida y su aporte a
la Civilización Romana, si se le compara con figuras como su antecesor, Augusto.
Pese a ello, existen ciertos acontecimientos, que creemos, lo convierten en una
víctima y no un victimario, como señalan los libros de historia.
El problema con Tiberio era que éste pensaba de diferente manera al resto de
los romanos, que en nuestra opinión eran bastante superficiales. “De poco le
servían esas buenas cualidades y cumplir sin desaliento sus deberes de jefe,
reprimir el bandolerismo y otros delitos, usar los fondos públicos con parsimonia y
no desperdiciar dinero ni esfuerzos cuando era menester reparar los quebrantos
de malas cosechas, incendios y otros desastres. Cada vez era más evidente que
Tiberio no debía esperar gratitud alguna por su abnegación hacia Roma. Sus
súbditos sólo veían en él sus brusquedades”
Basándonos en lo que conocemos de su administración; el florecimiento de las
provincias, la disminución de delitos, los fondos destinados a obras públicas, etc.,
nos resulta imposible sentir hacia él lo que sentía el pueblo romano. Creemos, en
cambio, que Roma le debe mucho y que no supo reconocer la sabiduría de
gobierno y abnegación de este personaje, quien, si bien no llevó a Roma a tanto
esplendor como lo hizo Augusto, sí logró gobernar bien y cumplir la difícil misión
de mantener de pie a un imperio de tan vasta extensión como lo fue el romano.
BIBLIOGRAFÍA
Referencias Electrónicas
- https://eacnur.org/blog/emperadores-romanos-hicieron-historia/ .
- https://historia.nationalgeographic.com.es/a/tiberio-mas-triste-
emperadores-romanos_15855.
- http://cvc.cervantes.es/el_rinconete/anteriores/abril_05/06042005_01.ht
m.
-
ANEXOS
B
usto de Tiberio
conservado en la Gliptoteca de Múnich.