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SOMATIZACIÓN Y ELECCIÓN DE ÓRGANO - Rev. Desv Ps. - Felipe Rilova Salazar

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Revista Desvalimiento Psicosocial

Vol. 5, N°2, 2018


(Julio-Diciembre)
ISSN electrónico: 2362-6542

Somatización y elección de órgano: “Psicología y neurociencias”


Somatization and organ choice: "Psychology and neurosciences"
Felipe Rilova1

Resumen

Se presentan fragmentos del tratamiento psicológico de un joven asistido varios años. Llegó
derivado por un neurólogo para que una psicoterapia pudiera ayudarlo a sobrellevar mejor sus
menoscabos físicos. A los 3 meses de tratamiento hubo de relatar un trauma de adolescencia que
mostraba una estrecha relación simbólica con los sitios corporales en los que sufría sus lesiones
neurológicas. A partir de la evocación de esos acontecimientos sobrevino un cambio en la modalidad
evolutiva de su enfermedad somática. Esta breve reseña clínica invita a considerar, una vez más, la
repercusión y las precisiones que ciertos acontecimientos personales pueden llegar a cifrar sobre la
materialidad del cuerpo. En un área de fronteras disciplinarias distintas propondremos algunos
conocimientos actuales, procedentes del campo de las neurociencias, que puede aproximarnos a una
mejor comprensión de otros casos similares a este.

Palabras Clave

Objeto de la pulsión y trayectoria vital; Pulsión de sanar; Cualidad de los vínculos y capacidad de
registro; El aislamiento metodológico del sujeto en los estudios de las neurociencias.

Summary
Fragments of the psychological treatment of a young man assisted several years ago are
presented. He arrived derived by a neurologist so that a psychotherapy could help him to cope with

1
Médico Especialista en Psiquiatría. Prosecretario Jefe de la Oficina de Violencia Doméstica de la CSJN.
Autor de los libros: “Cuando el Cuerpo Solicita la Palabra” (Edit. Lohlé-Lumen 2001) y “La Violencia Doméstica “ (
Edit. Ad Hoc, 2007)

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the physical impairments that he presented. After 3 months of treatment, he had to report a trauma of
adolescence, which showed a close relationship with the corporal sites in which he suffered his
neurological injuries. From the evocation of those events - about which he had never spoken before - a
change occurred in the evolutionary modality of his somatic illness. This brief clinical review invites us
to consider, once again, the repercussion and the precisions that certain personal events can come to
cite about the materiality of the body. In order to a clinical material that is located in an area of
different disciplinary boundaries, we propose the articulation between some knowledge of psychology
with others that come from the field of neurosciences, so they can help us to better understand other
similar cases.

Keywords

Object of the drive and vital trajectory, Healing impulse, quality of our relations and registration
capacity, Multiple Sclerosis The methodological isolation of the subject in neuroscience studies.

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I. UN PACIENTE CON ESCLERÓSIS MÚLTIPLE

Iván G., de 28 años de edad, padece una enfermedad neurológica que se conoce como Esclerosis
en Placas o Esclerosis Múltiple. Se trata de un proceso crónico de naturaleza autoinmune que
evoluciona generalmente por brotes. En cada uno de estos sobreviene un cuadro febril y se produce
una lesión degenerativa de extensión variable que afecta diferentes áreas del sistema nervioso y se
traduce en el déficit o en la abolición de funciones que pueden ser motoras, sensitivas, cognitivas o
sensoriales.
Cuando hace su primera consulta psicoterapéutica ya lleva 10 años con esa enfermedad.
Presenta dificultades para caminar, impotencia sexual y déficit de visión en el ojo derecho. Iván es alto,
desgarbado y camina encorvado por las hipotrofias musculares que presenta. Su trato es cordial, tiene
buena capacidad para ordenar el relato de los acontecimientos que comunica y sabe concitar también
el interés de su interlocutor, pero lo hace a expensas de involucrar a éste en los sucesos que comunica.
Así, cuando habla de algo que le pasa a él recurre a fórmulas tales como —Es como si vos…—,— O
como si a tu mujer…— O como si un amigo viene y te dice…—. Amén de la forma en que expone sus
relatos, es justamente por el contenido de los mismos que Iván aparece como un paciente con rasgos
“épicos” en su organización psíquica: robo de autopartes, episodios de impulsividad y violencia con su
novia amén de reiteradas detenciones en una comisaría vinculadas, por lo general, con el exceso de
velocidad en moto (llamativamente, estas entradas ocurren siempre en la misma comisaria).
Su familia estaba compuesta originariamente por cuatro personas: Iván, un hermano 5 años
mayor que él y los padres. Eran frecuentes las escenas violentas y las agresiones físicas entre el padre y
la madre. Cuando los choques entre ellos llegaban demasiado lejos era Iván, él menor, el encargado de
poner límites en la casa.
Otro episodio relevante en esta línea ocurre cuando el paciente tiene alrededor de 9 años, su
madre anunció por entonces a los hijos que estaba embarazada y la fantasía familiar llegó circular en
torno a la eventual llegada de "la nena" y poco tiempo después la madre comunicó, sin más, que no
iba a llegar ninguna nena porque se había practicado un aborto.

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En la evolución clínica de la Esclerosis en Placas existe una estrecha relación entre el comienzo de
esta enfermedad y ciertos hechos salientes de la vida de este paciente. Pocas semanas antes de su
primer brote, hacia sus 20 años de edad, había concurrido con su novia al consultorio de un médico
para que este le efectuara un aborto. Esta situación tuvo un añadido de violencia “extra” porque Laura,
su novia, había comenzado a llorar y a inquietarse en cuanto se hubo de acostar en la camilla
ginecológica. El médico hizo entonces que Iván se retirara del consultorio y fue desde una habitación
contigua que éste escuchó las cachetadas y los golpes que se le prodigaban a Laura —Pensé en golpear
la puerta... quise entrar, pero no pude hacer nada.— La referencia a esos acontecimientos se presentó
reiteradamente en sus sesiones y diez años después de aquellos acontecimientos se seguía
reprochando lo ocurrido afirmando ser “el único responsable de la muerte de su hijo”. Fue pocas
semanas después de aquellos sucesos que Iván había experimentado la parálisis en flexión de los
dedos mayor, anular y meñique de la mano derecha — Tenía la mano así, como si llevara una
pistola.— Era el comienzo de la enfermedad neurológica.
Habían pasado varios meses de trabajo psicoterapéutico cuando algo comentado con especial
virulencia hizo lugar a una cadena de sucesos que habría de revelar otros aspectos nodales de su
historia personal. Pocas horas antes de venir al consultorio, una amiga le había comentado un hecho
luctuoso ocurrido a un tercero a quien Iván no conocía. Se trataba de un joven que había fallecido en
circunstancias poco claras mientras prestaba servicios como militar de bajo rango en el sur del país. Al
parecer los padres de aquel joven, sin aviso previo, habían recibido un ataúd cerrado que contenía el
cuerpo del hijo adjunto a un certificado de defunción, firmado por un médico militar, donde se refería
que una leucemia aguda había sido la causa de muerte. De acuerdo con Iván aquello no podía ser. Casi
gritando temblaba y dramatizaba lo que decía apuntándome con las manos como si llevara en ellas un
revolver — Mirá, si lo agarro al médico ese le pego un tiro en el ojo, un tiro en cada pierna y otro tiro
en la pija.— Era obvia la coincidencia entre las lesiones del paciente y aquellos "blancos imaginarios"
sobre los que él disparaba (recordar el déficit de visión, su dificultad para caminar y su impotencia
sexual). Le señalé estas coincidencias, le dije que a través de su dramatización procuraba que otro
experimentara los dolores que él mismo sentía, añadí que el odio que le despertaba el médico militar
le correspondía también a otros, entre los cuales estaba el médico del aborto a quién nunca había

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criticado, pero ninguna de esas interpretaciones lo movieron a establecer asociaciones propias.


Contrariamente, a partir de entonces se inició un período difícil en su tratamiento. Durante semanas se
mostró agresivo, demacrado, refiriendo estar insomne e inapetente. Concurría en horario pero se
mostraba parco y taciturno haciendo gala de una serie de actitudes inequívocamente hostiles. Le dije
que él me estaba dedicando su deterioro y que de algún modo me responsabilizaba por su estado,
frente a lo cual redobló la apuesta comunicando que desde hacía varios días había abandonado
súbitamente su medicación neurológica. Le planteé una condición inexorable para seguir asistiéndolo,
afirmándole que no volvería a verlo sin antes efectuar, en forma conjunta y sin demora, una reunión
con su neurólogo. Esa reunión otorgó algunos datos reveladores que no se relacionaban
exclusivamente con su cuadro orgánico. Lo que me fue dado conocer era que Iván no estaba afiliado ni
era beneficiario de los servicios de aquella institución en la que se desenvolvía el neurólogo que lo
había derivado. Este especialista tampoco lo atendía regularmente, lo cual significaba que, en realidad,
Iván carecía de un médico tratante y la relación con quien lo había derivado estaba signada por las
pautas transgresivas tan afines a este paciente, corriendo con todas las desventajas que dependen de
las intervenciones irregulares ante un cuadro somático.
La opinión de aquel neurólogo no fue tan alarmante respecto a las consecuencias de haber
suspendido súbitamente la medicación y en lo que hizo hincapié fue en la necesidad de no demorar el
inicio del tratamiento fisiátrico que Iván venía aplazando. Para eso Iván debía cumplir con los trámites
burocráticos que le otorgaran la asistencia y el traslado regular a un centro público de rehabilitación.
No era oportuno ofrecer más apoyo sin antes evaluar la propia “pulsión de sanar” de Iván(2), ni
reforzar que siguiera ocupando lugares que no fueran cabalmente propios. En aras de buscar una
salida a esa situación recurrí al mismo estilo imperativo que había demostrado ser eficaz en la consulta
que acabábamos de realizar y le planteé que, antes de retomar su psicoterapia, debía realizar una

2 Conferencia N° 32 redactada por Freud en 1933, momento en que se hubo de referir a esta pulsión: “a la cual debemos
nuestras curaciones - unida a nuestros auxilios terapéuticos” (Freud, S. a, AE. Vol. 22 Pag. 98). A propósito de esta noción
freudiana, David Maldavsky (1998 a, Pag. 106-107) estableció algunas precisiones referidas a la misma en los siguientes
términos: “A veces esta sufre una alteración y se transforma en su inverso, en una necesidad de estar enfermo, como ocurre, por
ejemplo, en aquellas situaciones en que el sistema inmunitario ataca un fragmento del propio organismo como extraño. En tal
caso se potencian: las disposiciones a darle poder a incitaciones exógenas menores, que pasan a tener una eficacia devastadora,
en una particular complementariedad, en la cual el factor endógeno tiene un papel preponderante”.

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consulta en el Instituto Nacional de Rehabilitación donde amén de ser evaluado iba a ser informado
sobre los trámites a realizar para que se le otorgara regularmente un lugar, añadiendo que lo
apropiado era que algún miembro de su familia lo acompañara. Aquello intentaba instaurar en él
“algo” de la esfera de lo propio procurando establecer además un mensaje por elevación dirigido a la
familia, a efecto de involucrarlos más en el apoyo que Iván requería.
A la semana siguiente realizó la consulta con dos fisiatras en el Instituto de Rehabilitación a la
que lo acompañó el padre, siendo muy significativo lo que ocurrió en la sesión que siguió a aquella
consulta fisiátrica. Sin que mediara pregunta alguna Iván hubo de comunicar una serie de
acontecimientos que habían sido largamente silenciados por él. A los 16 años había sido secuestrado
durante toda una noche en una comisaría junto a un amigo de su misma edad. Allí había sido golpeado
e interrogado por espacio de varias horas. Obnubilado dijo haber sido tomado desde las axilas por dos
personas que lo habían arrastrado a lo largo de un pasillo donde había escuchado gritos humanos
habiendo llegado a observar, a través de una puerta entreabierta, las piernas de una persona
convulsionando. Esa era la comisaría en la que más tarde había vuelto a ser detenido numerosas veces
— Cuando pasaba por ahí, aceleraba la moto fondo, no sé por qué... casi siempre me detenían por un
rato y después me volvían soltar... al final ya me conocían.— El paciente y su amigo sobrevivieron a
aquella noche pero no volvieron hablar entre sí. — Fuimos vecinos durante años y habíamos llegado a
ser amigos pero no volvimos a hablar entre nosotros ni siquiera cuando nos cruzábamos.—Hasta ese
momento ni sus padres, ni su hermano, ni su novia ni otros amigos sabían nada respecto a esos
sucesos —Yo no sé por qué hablo de esto ahora, yo nunca más pensé en esto; nunca lo soñé, ni me lo
estuve imaginando ni nada… tampoco quise saber nunca nada sobre los desaparecidos o sobre el libro
Nunca Más.—
En las sesiones siguiente hizo referencia a las actividades que había desarrollado los días previos
a al brote que había determinado la disminución del campo visual derecho como secuela. En relación a
esos pormenores comentó — El día anterior mi primo me había invitado al tiro federal; él y mi
hermano tenían que decirme: Pará! Pará! Porque yo tiraba un tiro atrás del otro como un desesperado
hasta que se acababa el cargador. Al día siguiente empecé con fiebre dejé de ver con el ojo derecho.

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Después de eso no pude volver tirar porque justo la zona que usaba para apuntar fue la que perdí con
el brote.—
Iván sabía “algo” respecto a la relación existente entre sus traumas personales y las mermas
somáticas dependientes de la Esclerosis Múltiple. Él había llegado a establecer una suerte de
“autodiagnóstico” de lo que traducían los sitios en los que se presentaban sus secuelas, sin haber
podido referirse hasta entonces a esos sucesos en primera persona, acaso porque de haberlo hecho
hubiera tenido que afrontar discursivamente que esos horrores le habían ocurrido efectivamente a él:
— Nunca lo soñé, ni me lo estuve imaginando ni nada…— De allí que Iván procurara encontrar una
situación vicariante que al menos indirectamente le permitiera referirse a aquello que hasta ese
momento ni siquiera había podido nombrar; por eso había dejado de cruzar palabras con aquel “doble
especular” de torturas que hasta entonces había sido su amigo y por eso tampoco había podido hablar
sobre aquellos sucesos que se expresaban compulsivamente llevándolo a caer preso "siempre en la
misma comisaría".
El furor desatado a partir de la referencia al acontecimiento luctuoso ocurrido a un joven que
prestaba servicios militares en el sur del país guardaba una íntima relación simbólica con aquello que le
había ocurrido a él mismo. Importa destacar que los señalamiento planteados en ese momento no
hicieron lugar a asociaciones ulteriores en las que Iván se implicara y pudiera pensar en sí mismo,
dando lugar a conductas hostiles dirigidas contra sí mismo en una etapa que puso en vilo la
prosecución de su mismo tratamiento. Lo anterior invita a pensar en el tipo de intervenciones
apropiadas a pacientes como este, donde no habrían sido los señalamientos verbales abstractos sino
algunas operaciones concretas, efectivizadas al imponer un límite a sus descuidos y al acompañarlo a
las consultas hospitalarias las que coincidieron, como dijimos, con la comunicación de aspectos
medulares de su historia personal y con un cambio ulterior en la modalidad evolutiva de su
enfermedad.
Con el paso del tiempo se hizo sentir el peso de la escasez de recursos materiales, aunada a la
pobreza afectiva del entorno. Pasados algunos años, la familia no pudo seguir alquilando el
departamento que Iván habitaba en la Capital Federal y, a partir de ese momento, pasó a residir en el
domicilio de su madre en una localidad alejada. Su muerte sobrevino después de un año de convivir

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con la madre a partir de una infección pulmonar contraída después de una larga estancia en cama
ligada a la falta de rehabilitación de la musculatura de sus miembros inferiores. Para entonces habían
pasado 8 años desde el momento en que había iniciado su tratamiento psicológico. Iván nunca pudo
consumar los trámites que se precisaban para que se le concediera el lugar y el traslado para ser
asistido en un centro de rehabilitación.

I. LAS CORRIENTES PSÍQUICAS


Cuando un psicoterapeuta evalúa a quienes lo consultan no deja de recurrir a categorías
genéricas de diagnóstico a partir de los puntos de fijación pulsional, las defensas psíquicas prevalentes
o al tipo de relación interpersonal que reconoce en aquellos a quienes asiste. Estas categorizaciones
genéricas dependen de las corrientes psíquicas prevalentes en cada paciente y de los diferentes
momentos que atraviesa este en el curso de su tratamiento. En la vida psíquica se asiste a la
coexistencia habitual de varias corrientes que operan como orientaciones alternativas para resolver un
mismo conflicto. La predominancia de una o más de estas corrientes puede llegar a ser transitoria,
tratándose de vías que tanto pueden abandonarse como incrementar su caudal por circunstancias
ligadas al vivenciar traumático del adulto.
Freud desde sus primeros trabajos sostuvo la tesis de las corrientes psíquicas (1899 b) como
medio para resolver la tensión entre la necesidad de establecer un diagnóstico, cuidando que esa
categorización no indujera una cristalización de criterios que atropellara el carácter dinámico del
psiquismo omitiendo las posibilidades de cambio. Volvió sobre el tema cuando realizó el análisis
del “Hombre de los Lobos” (1914 c) paciente en el que coexistían distintas corrientes ligadas a un
mismo conflicto entre el deseo y su intento de consumación; en una corriente se asistía a
la aceptación de la realidad y la consecuente sofocación del deseo, en otra se desestimaba la
existencia real del afecto que determinaba aquel conflicto, y una tercera corriente -ligada a un
mecanismo que más tarde designaría como “desmentida” (Freud, 1927 d)- en la que se aceptaba la
realidad de ese deseo pero se desmentían las consecuencias éticas que dependían de su consumación.
En un trabajo ulterior Freud (1922 e) comunicó, “con asombro”, el reconocimiento de un paciente en
el que una corriente delirante paranoica prevalecía durante la vigilia al tiempo que las mociones que

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presentaba durante el sueño estaban exentas de delirio, refiriéndose por última vez al tema de las
corrientes en una obra suya que hubo de quedar inconclusa y fue de publicación póstuma a la que
llamó: “La escisión del yo en el proceso defensivo” (Freud, 1938, f. AE, Vol. 23 Pág. 271).
Lo que puede haberle ocurrido a Iván, estriba en que él estaba ubicado en una suerte de zona
intersticial respecto a los planteos del psicoanálisis por cuanto la corriente psíquica prevalente no era,
en su caso, la de la libido conversiva, aun cuando sus mermas guardaban similitudes con aquellos
cuadros en que prevalece la conversión y el cuerpo se presta a la representación de un término
simbólico en conflicto pero sin lesión en la materialidad del cuerpo.
Del repertorio de líneas erógenas planteadas originariamente por Freud dependen cada una de
las corrientes psíquicas referidas (oral primaria, oral secundaria, anal primaria, anal secundaria, fálico
uretral y fálico genital). A partir de una mención muy sucinta planteada por Freud en “Inhibición,
síntoma y angustia” (Freud, 1926 g), David Maldavsky (1994 b) estableció las precisiones relativas a
una corriente psíquica ampliando el repertorio erógeno planteado inicialmente en la obra freudiana.
La “libido intrasomática” remite al momento en que la pulsión inviste a los órganos internos tal como
ocurre al inicio de la vida postnatal, reconociendo la prevalencia de esta línea erógena detrás de
procesos clínicos tales como las adicciones, las traumatofílias, los trastornos alimentarios, las
epilepsias y los cuadros psicosomáticos.
El cuerpo está siempre involucrado en cualquier apreciación que proceda de la teoría
psicoanalítica, en tanto el psiquismo es un sistema que sólo existe en su articulación interna con una
estructura biológica y en su articulación externa con el entorno afectivo y social del paciente. No
obstante, lo cierto es que la complejidad planteada por esta doble articulación no siempre es tenida en
cuenta por quienes refieren fundamentar su praxis en el psicoanálisis.
Tradicionalmente se ha pensado que los conflictos que afectan simbólicamente al cuerpo lo
hacen a través de una corriente psíquica conversiva (vinculada con algunas viscitudes de la líbido fálico
genital) a través de un patrón simbólico en el que la anestesia, el dolor o las parálisis motrices se
anteponen a los trayectos nerviosos, en pos de representar a uno de los términos simbólicos en
conflicto que ha sido desplazado al cuerpo merced a un esfuerzo de desalojo abonado por la
“represión”. Así, las piernas de Elisabeth von R. (Freud, 1892 h) se paralizan cuando frente al lecho de

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muerte de su hermana sobreviene en ella la idea de que, a partir del fallecimiento de la hermana, ella
tendrá expedito el camino que le permite acceder amorosamente a quien hasta entonces ha sido su
cuñado. Se supuso, entonces, que las mermas funcionales conversivo-simbólicas no guardaban
relación con la neuroanatomía o con la neurofisiología. Por contraste, las mermas que coinciden con
un incremento de la líbido intrasomática producirían lesiones en la materialidad del cuerpo que van
más allá de la disfunción transitoria, pero en estas lesiones no se suelen reconocer nexos simbólicos
entre las mismas y otros acontecimientos de índole personal. Así la hipertensión, el infarto o las
úlceras gástricas que se presentan a partir de situaciones personales críticas y acontecimientos sin
salida suelen ser procesos “mudos”, en tanto esas alteraciones orgánicas no cifran, por sí mismas,
ningún trazo que vincule a estas con los acontecimientos personales que las precedieron, no siendo
esto lo que ocurría con las cicatrices escleróticas consecutivas a las lesiones irreparables que
presentaba Iván.
En el caso que nos ocupa, el reconocimiento de la relación entre la enfermedad y el trauma de
adolescencia bien podía corresponder a una corrientes psíquicas de líbido intrasomática que había
actuado en primera instancia sobre ciertos sitios corporales, y luego otra corriente era la que le
revelaba a Ivan algunas de las relaciones existentes entre sus afecciones somáticas y aquellos
acontecimientos pretéritos (3). No obstante, en el tratamiento psicológico de Iván ocurría algo similar
a lo que se observa en el análisis de algunos pacientes psicóticos, donde las interpretaciones pueden
llegar a ser correctas pero inoperantes, porque el paciente no puede involucrarse en ellas. Los hechos
ocurridos en la comisaría estaban sujetos entre sí y afectando zonas somáticas significativos, pero
aquella significación se encontraban fuera del discurso del paciente. Había en él una alteración en el
desarrollo de la conciencia de sí que impedía que aquellos hechos adquirieran significatividad para él.
A partir de haber hablado y de haberse implicado en los horrores referidos muchos de sus rasgos de
personalidad persistieron (Vg.: el descuido de sí en orden a la rehabilitación) pero en lo que respecta al
curso de su cuadro orgánico algo se modificó, porque a partir de entonces no volvió a presentar
nuevos brotes de esclerosis múltiple.

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Cuando Freud (1932 i) teoriza las funciones del superyó lo describe como sede común que involucra tanto a los ideales como a
la conciencia moral y a la capacidad para la autobservación.

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III. PSICOLOGÍA Y NEUROCIENCIAS


En una de sus primeras obras escritas Freud (1890 j, Pag.119) sostenía: “Es evidente que los
grandes afectos tienen mucho que ver con la capacidad de resistencia a las infecciones; un buen
ejemplo de ello es el que han indicado ciertos observadores médicos: la propensión a contraer tifus y
disentería es mucho mayor en los integrantes de un ejército derrotado que en los triunfadores. Ahora
bien, los afectos, y casi con exclusividad los depresivos, pasan a ser con harta frecuencia causas
patógenas tanto de enfermedades del sistema nervioso con alteraciones anatómicas registrables,
cuanto de enfermedades de otros órganos”. Pocos años antes, hacia 1884, había dado la conferencia
“La estructura de los elementos del sistema nervioso”, donde proponía la existencia de “fibrillas
nerviosas que tienen el significado de vías aisladas de conducción” (Jones, 1981), sentando una
hipótesis que habría de perfeccionar años más tarde Santiago Ramón y Cajal. En su “Proyecto de
Psicología” (Freud, 1895 k) había intentado bocetar el correlato material de los fenómenos psicológicos
que observaba en sus pacientes, procurando inferir las conexiones nerviosas y las sustancias
cuantificables que debían ser las que operaban estimulando o inhibiendo determinados circuitos que
explicaran los procederes que observaba. La inconclusión de aquel escrito dependió de su interés
progresivo por el análisis psicológico, situación que hubo de reconocer en una carta que escribiera a
Viktor Von Weizsäcker en 1923 confesando que desaconsejaba a sus discípulos el estudio de lo
somático para no desviarlos de su misión psicológica (Von Weizsäcker, 1956). No obstante, los
bosquejos neurológicos que Freud dejó planteados en varios de sus trabajos lo ubican entre los
precursores de importantes descubrimientos neurocientíficos ulteriores. En sus “Notas sobre la Pizarra
Mágica” (Freud, 1925 l) se hubo de referir a la función discontinua de la conciencia sentando un
precedente que habría de desarrollar mucho después el neurofisiólogo colombiano Rodolfo Llinás
(2001) al establecer los puntos del circuito nervioso que debe reiterar cualquier estímulo nervioso
para devenir consciente, planteo este último que llevó a este investigador a ser nominado para la
recepción del Premio Nobel de Medicina en el año 2011.
Uno de los principales conceptos operativos de la obra freudiana es la noción de “pulsión”, en
tanto concepto límite que cabalga entre lo somático y lo psíquico, donde una “fuente” y una “energía”

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somática impelen a alcanzar un “objeto” al que se adscribiría esa energía pulsional para lograr una
cancelación parcial de esa tensión energética, en cuyo caso la pulsión alcanza su “meta” después de
atravesar distintas vicisitudes. (Freud, 1915 m).
El “objeto” de la pulsión no está predeterminado por cuanto se trata de un elemento variable
que se va construyendo con el tiempo en orden a las vivencias singulares que atraviesa cada quien. Los
“objetos” de la pulsión son por lo tanto cambiantes porque se complejizan o se embotan conforme al
derrotero singular de vivencias y aprendizajes que recorre el portador de la fuente en su trayectoria
vital.
En un trabajo orientado a establecer el correlato entre el concepto psicoanalítico de pulsión y sus
posibles sustratos neurales, María Susana Korec (2017) señala que la “fuente” y la “energía” serían los
componentes “somáticos” de la pulsión, al tiempo que el “objeto” y la “meta” serían sus componentes
psíquicos. Enlazando esta noción con datos aportados por las neurociencias, esta autora refiere que el
sitio cerebral privilegiado (fuente) desde el cual el cuerpo haría sus demandas a la psique se sitúa en
los distintos núcleos hipotalámicos. Por su parte, las investigaciones llevadas a cabo por Donald Pfaff
(2016) lo llevan a presumir que la “energía” de la pulsión procedería de núcleos ubicados en el sistema
activador reticular ascendente (SARA), lo que obliga a presumir la existencia de conexiones entre el
hipotálamo y el (SARA) distribuyendo la información desde la fuente pulsional hacia diferentes zonas
corticales y subcorticales encargadas de encontrar los “objetos” apropiados a las distintas “metas” de
la pulsión.
Investigaciones recientes -señala Susana Korec (2017)- muestran que los primitivos registros
asociados a vivencias de placer-displacer se encuentran alojados en la estructura columnar de la
sustancia gris periaqueductal (PAG), una de las cortezas más primitivas del cerebro situada en el
corazón del tallo cerebral. El investigador Jaak Panksepp (2000) ubica un sitio neural cuyo
funcionamiento promovería sistemas de búsqueda y valoración de los objetos pulsionales a partir de
estructuras neurales del sistema mesolímbico/mesocortical que se sitúa en el área tegmental ventral
anterior (VTA).
De acuerdo con la patogenia autoinmune del cuadro que nos ocupa podemos pensar en el lugar
preponderante que han de haber jugado las inter-neuronas en este proceso (“neuronas llave”, Freud,

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1895 m). Nos interesa reparar en los motivos por los cuales es el ojo y no lo mirado lo que hace que la
pulsión tome a la retina por objeto. En esta misma línea, en nuestro paciente eran las zonas del
homúnculo motor de la corteza cerebral encargadas de flexionar los dedos mayor, anular y meñique
de la mano derecha, las que habían sido afectadas provocando el espasmo y la parálisis de esos
músculos -—“como si llevara en ella una pistola"(sic) — lo que nos lleva a presumir que en Iván la
pulsión encontraba su objeto en la materialidad de esas zonas del sistema nervioso, sin haber logrado
una representar mental del mismo.
La cualidad de doble vía (ascendente y descendente) del “sistema activador reticular
ascendente” (SARA) nos lleva a pensar que en Iván podría haberse producido un embotamiento
refractario donde la energía de la pulsión había quedado estancada a medio camino afectando la
materialidad del concreta del cuerpo. ¿Se puede presumir que un cambio en la circulación neuronal
después de haber evocado ciertos acontecimientos traumáticos acotó las agresiones autoinmunes que
sufría hasta entonces? Vale recordar que a partir del momento en que pudo referir lo ocurrido en su
adolescencia no se volvieron a presentar nuevos brotes.
¿El advenimiento a la conciencia coincidirá con el momento en que la energía pulsional puede
empezar a recorrer el “vórtice” (remolino) descripto por Rodolfo LLinás en una trayectoria recurrente
que va ligando las zonas neurales con aquellas otras en las que la pulsión traza la representación
mental de sus objetos? ¿Cuántas vueltas deberá dar el “vórtice” de LLinás para que su recorrido
termine de labrar el registro y la conciencia de ciertos acontecimientos de carácter traumático?
¿Cuántas veces el cuerpo deberá solicitar la presencia efectiva de alguien más para registrar y tramitar
psíquicamente aquellas pulsiones que terminaron tomando al mismo cuerpo de Iván por objeto?

IV. CONCLUSIONES, NEXOS DEL MATERIAL E INTERROGANTES ABIERTOS AL DEBATE

a) ¿Cuál ha de ser el impacto que sufre un menor cuando constata que sus padres se faltan el
respeto entre sí a través de situaciones de violencia doméstica (me refiero a los golpes que se
propinaban delante de sus hijos) o cuando no mantienen un marco de privacidad en orden a

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decisiones graves que debieran tomar entre ellos (me refiero a la comunicación del aborto de la
“nena” que Iván había imaginado como la hermanita que habría de nacer en breve término). Cuando
desfallece la fuente normativa de un grupo familiar, cuando las personas encargadas de fijar allí las
reglas son las mismas que las quebrantan o desestiman se crea, en tales casos, uno de los ambientes
más adversos para el desarrollo de un menor. Roto el límite entre lo permitido y lo prohibido se
fractura la matriz que garantiza cualquier tipo de acuerdo, referencia o ley y, a partir de allí, se instala
la vivencia de estar al acecho de cualquier atrocidad. Frente a situaciones como esta damos cuenta de
la teoría del trauma con la que se hemos trabajado en estas páginas.

b) Ser humano es ser con otros con quienes cada cual va amasando la propia existencia. La
calidad de nuestras vidas depende de la calidad y profundidad de los vínculos que entablamos con
nuestros otros. De la calidad de estos vínculos depende también la relevancia que le damos al registro
de aquello que nos acontece. Los vínculos marcados por la brutalidad imponen la desestimación
registros cotidianos impidiendo, por esta vía, la concientización y tramitación psíquica facilitando la
aparición ulterior de procesos psicosomáticos. En esta línea nos atrevemos a sostener que la “pulsión
de sanar” -planteada sucintamente por Freud- no puede alcanzar un “impulso” saludable si no hay otro
cercano que desee que sanemos.

c) Un ejemplo histórico de desvalimiento y derrumbe psicosomático por precariedad vincular


lo constituye la experiencia de privación emocional llevada a cabo por Federico II, emperador del Sacro
Imperio Romano Germánico entre los años 1190 y 1250, preocupado por investigar cuál era el lenguaje
natural en el hombre (si el latín, el griego o tal vez el arameo) -este “experimento” está consignado por
Rof Carballo (1972)-. A tal efecto, el emperador tomo a un gran número de niños recién nacidos -se
refiere que habrían sido cuarenta neonatos en total- a quienes puso a cargo de otras tantas nodrizas
con el objeto de que le otorgaran todo tipo de cuidados administrativos -alimentarios, vestuarios e
higiénicos- con la consigna de que en ningún caso aquellas nodrizas se comunicaran con los neonatos
a través de ningún tipo de cántico, contacto gestual o balbuceo. Tratados “a cuerpo de rey”, la
experiencia culminó en breve termino con el fallecimiento de todos los niños que fueron sometidos a

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ese experimento. "Privados del baño del lenguaje -lenguaje de las caricias, los cantos, los susurros y las
miradas- ningún bebé sobrevivió" (Galbiati, 1996).

d) Iván no había hablado con nadie sobre aquel episodio de torturas sufrido en la comisaría
durante su adolescencia. Hasta con el amigo de su misma edad habían dejado de hablarse entre sí,
acaso a falta de un adulto confiable que oficiara de receptor sensible que les hubiera permitido
expresar lo que significaban esos acontecimientos. A fin de esclarecer y ordenar los recortes del
material clínico acopiaremos los fragmentos del mismo en dos columnas de acuerdo con su
equivalencia simbólica. En la columna de la izquierda consignaremos a los “agentes y acontecimientos
de violencia activa” y en la columna de la derecha incluiremos a los “destinatarios pasivos” de esos
tratos violentos. Consignaremos entre estos acontecimiento una única “franja de excepción”, para
referirnos a un momento en el que la violencia cede, haciendo lugar a una mejoría clínica signada por
la desaparición de los “brotes” de Esclerósis Múltiple” a partir de entonces. Los ítems a considerar en
cada columna se desplegarán de acuerdo al orden en el cual han ido apareciendo en el curso de este
desarrollo.

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Agentes activos de violencia Destinatarios pasivos


Sus padres en la pre-adolescencia Iván y su hermano
Policías torturadores de Iván Iván, su amigo y el hombre que Iván había
llegado a ver convulsionando (*) en las
piernas
Iván disparando un polígono Retina de Iván afectada al día siguiente (**)
Médico del aborto Iván y su novia
Médico militar; joven que fallece en Los padres que reciben su ataúd
circunstancias poco claras en el sur del
país
Iván dramatizando la escena en el Señalamiento del terapeuta: los blancos
consultorio de su terapeuta como si imaginarios sobre los que dispara coinciden
llevara una pistola (***) con sus trastornos visuales y con los de la
motricidad en las piernas y la impotencia
sexual que él mismo padece 4
Iván abandona la medicación; Descuido Terapeuta: transferencia negativa.
desafiante de sí.

ITEM DE EXCEPCIÓN DONDE NO PREVALECE LA VIOLENCIA


Padre de Iván colaborando con su traslado Comunicación a su terapeuta al centro de
ocurrido en la comisaría a sus 15 años. rehabilitación.

4
(*), (**), (***). Estos son los correlatos inversos de la “pulsión de sanar” a los que ya nos hemos referido.

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RETORNO A MODALIDAD HABITUAL

Padre de Iván colaborando Fallecimiento de Iván a falta de las


“insuficientemente” con los trámites medidas adecuadas que demanda su
burocráticos. tratamiento en el centro de rehabilitación.

e) Critica a la modalidad experimental de las neurociencias

Entre otros, el neurocientífico Rodolfo Llinás trabaja metodológicamente sobre un sujeto aislado,
reducido a su dimensión fisiológica. A través de un aparato que traduce en imágenes el número de
recorridos circulares que ocurren en el cerebro a partir de un estímulo sensorial provocado
artificialmente, el investigador procura establecer cuántos de esos recorridos ocurren hasta que el
sujeto del experimento informa -por encontrarse despierto- que ese estímulo sensorial provocado
artificialmente ha llegado a hacerse consciente para él.

¿Qué ocurriría si al llevar adelante la investigación la misma se descompusiera en dos fases


diferentes? Esto es: en una de esas fases el sujeto es evaluado en forma aislada y, en la otra, los
registros se establecen mientras el mismo es tomado de la mano por distintas personas significativas
para él. La hipótesis a corroborar, en tal caso, es que nuestra capacidad de registro y de conciencia
está afectada por la conciencia de los otros y que la misma depende, además, de la calidad de nuestros
vínculos.

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