La Adolescencia Del Siglo XXI 203
La Adolescencia Del Siglo XXI 203
La Adolescencia Del Siglo XXI 203
El discurso capitalista
Esta variación se produce por una reversión del lado izquierdo de la fórmula
que queda alterado en sus términos y en su relación. En el discurso del amo, el
sujeto queda determinado por la verdad, lo que se escribe S1 sobre S/ tachada.
En cambio, en el discurso del capitalismo, el sujeto opera sobre el significante
amo como verdad, esto quiere decir que el sujeto dirige la verdad, por eso este
discurso supone el rechazo de la castración. Es una verdad dirigida, construida,
desde el sujeto tachado que encubre con un significante amo su tachadura, o
sea, encubre su pérdida. Esto trae consecuencias en las relaciones de los
términos: Es el S1 como verdad lo que pone en trabajo al S2. Cuanto más se
trabaja para recuperar la primer pérdida, más se pierde, pero más se trabaja:
las plusvalías se acumulan. Se trata de poner a contar, totalizar, cotizar la
plusvalía cumpliéndose con el objetivo del capitalismo. En este modo discursivo
no se producen restricciones, hay circularidad discursiva.
La absolutización del sujeto y del amo político plantean el problema del límite
para el tirano moderno y lleva a la interrogación sobre la función del padre
como límite al goce. Las formas del ejercicio de la autoridad, del poder, se
modernizaron con gran rapidez y dieron origen al “amo capitalista”.
Consecuencia: El desastre de una sociedad destituida de cualquier autoridad
ética sufriendo de los efectos sintomáticos de no poder librarse de una
degradación mercantilista más que a través de la violencia.
El discurso capitalista implica la producción extensiva, insaciable. En esa
perspectiva, todo es mercancía, y toda mercancía producida en este sistema
no puede ser más que un objeto efímero, ya caduco en el momento de su
adquisición, y destinado esencialmente a ser reemplazado por un nuevo objeto
más prometedor, y así sucesivamente. Por consiguiente, todo objeto puesto en
circulación en el mercado, lleva consigo una vocación de desecho. La
plusvalía, el más de valor producido por el capitalismo es inversamente
proporcional a la menosvalía, a la depreciación infligida al consumidor. El
consumidor se encuentra sometido a la presión constante y siempre más
exigente de un empuje a volver a comprar. Un sistema así no puede sino
extender el consumo cada vez más. Así, está asegurado que el capitalismo
produzca cada vez más objetos con los que se acrecienta el empuje insaciable
de objetos de satisfacción imposible de ser colmada. En esa carrera, cada
mercancía se vuelve desecho desde el momento de su adquisición. En este
circuito entra también el hombre como mercancía. El discurso capitalista es un
discurso en rechazo a la castración. La perversión ínsita del capitalismo reside
precisamente en un sistema social, un modo de dotar del pacto que suple el
vacío central que es el hombre, de tal manera pervertido que su estructura se
resuelve en el ataque al vínculo social que lo instituye. Del capitalismo todos
somos víctimas. Su capacidad destructiva es extraordinaria. Entre modernidad
y posmodernidad, se ha procesado una alquimia: pasaje de la creencia en el
Otro a la querencia del Otro. El horror de saber es contra el horror de la verdad
de la castración.
El discurso del capitalismo expresa una cultura que hace desaparecer al
hombre en su singularidad: construye su perversión para tratar de superar la
imposibilidad de encontrar “el objeto perdido desde siempre” -nos referimos al
objeto en su estatuto freudiano-. La ciencia, con su gran producción de objetos,
anima este discurso que promueve tantos objetos que permite que el ojo se
nutra con una cantidad jamás vista. Y en estas formas se enmascara la
posición del goce que está difundido en estos objetos de la ciencia. Lo que
produce es un “exceso de goce”.
Sólo el impacto que causan los síntomas sociales recuerdan a los habitantes
del mundo globalizado que les queda un poco de humanidad, “aún”, y también
de malestar en la cultura. Su decir es “no nos sentimos cómodos en la
civilización del presente”.
El adolescente y el mundo del los gagdestes
Se me ocurre este título para plantear si es posible pensar un sufrimiento
específico actual del adolescente. Enfrentando diferentes entretelones, entre
tragedia y comedia, el adolescente grita cuan sujeto histérico: “no soy lo que
parezco, soy otro, otro que como me quieren.” Sólo que ese otro que es, es tan
extraño a sí mismo como es extranjero para los otros”.
También quieren que no se los reconozca para poder ser diferentes, porque
ahora la simetría padres-hijos aumenta la necesidad de separación.
En la actualidad, más allá de las organizaciones familiares bien o mal
instituidas, la familia como modo de discurso está devaluada. Esto tiene
consecuencias. Cuando la familia ofrecía en la cultura patriarcal, un sitio en las
identificaciones edípicas más claro en referencia a la castración, esto le
permitía al adolescente armonizar más fácilmente su lugar en el deseo
logrando un lugar en la sociedad con mayores apuestas a la futuridad. Le
permitía apuntar a la castración del padre. Pero al decaer el valor de la función
paterna en tanto agente de castración, el adolescente cae en un goce
desbordante buscando por todos los medios, -trampa mortal- que el Otro sea
consistente. Allí el discurso capitalista tiene la respuesta. El padre de familia ya
no es un patriarca sino el que tiene que trabajar para mantener una familia. Al
final todos han llegado socialmente al lugar del esclavo, al del esclavo
moderno, que es el trabajador de las grandes concentraciones urbanas. El
discurso capitalista impone un ser social, y ello implica tener un valor como
mercancía. Lo que está es juego no es el valor como ser de deseo.
Pareciera que el capitalismo se propuso liberar a los sujetos del marco
edípico. Se propuso acabar con la ley patriarcal.
Todo esto es cuestionado por los síntomas de adolescente y dificulta las
identificaciones y su ubicación respecto a la ubicación masculina o femenina, o
sean, al destino en tanto ser sexuado. Las patologías de la adolescencia lo
revelan brutalmente: las transgresiones y abusos están al orden del día, o sea,
lo que está fuera de medida. Estos modos de sufrimiento revelan que la
inscripción de la falta es muy precaria, encontrándose manifestaciones en la
búsqueda insaciable de todo aquello que tapa agujeros, hasta producirse
agujeros en el cuerpo, marcándolo, castrándolo en lo real.
Sabemos que ningún objeto del mundo es el objeto del deseo, porque el objeto
del deseo falta. Todos esos señuelos de los nuevos gadgests que produce el
sistema, pueden venir a templar y a calmar la exigencia de goce y a satisfacer
al sujeto. Estos objetos que resultan del saber de la ciencia y de la industria,
solo agravan la falta de regulación pulsional, lo cual va en un incremento de la
pulsión de muerte. Lo que aporta el capitalismo bajo el nombre de la ciencia es
una industrialización del fantasma: vende imágenes que tengan ese poder de
captar el goce de los sujetos. Es decir, que propone a los sujetos, en vez de
que se las tenga que arreglar con su mito individual o su novela familiar, con su
fantasma particular, que haya objetos que puedan venir a taponar ese lugar de
falta.
A los adolescentes actuales, en vez de desear al otro sexo, se les invita a ser
‘zombis’ errantes en los ‘guetos’ del goce, o sea, de lo ruinoso pulsional. Por
ejemplo, los llamados lugares de reunión, que no son tales, donde lo que
domina es la soledad de los goces autoeróticos: del goce oral que va desde la
absorción en demasía a la expulsión en vómito , del goce escópico tomado por
las luces que reflejan a sus compañeros de igual sexo (baile de chicas con
chicas y de varones con varones), del goce de la voz que llega a la vociferación
ocultando que están solos.
El adolescente de hoy sufre del anonimato social, y es la soledad de estar
empujado por esa exigencia de goce que es la pulsión de muerte y por buscar
sólo objetos para acomodarla. Y como el malestar es ineliminable por
estructura, cuanto más luchan por eliminarlo, más lo generan y esto a su vez
más los lanza a buscar más gadgets.
La cultura patriarcal ofrecía mejores respuestas al objeto perdido?
La cultura actual dominada por el discurso capitalista produce nuevos objetos
pero no dona un saber que diga lo que hay que hacer como hombre o como
mujer para orientar el deseo en una posición sexuada.
La ley del padre establece una mediación entre esas dos partes heterogéneas
del sujeto: su ser en el deseo sexual y su ser en la esfera social, su ser de
deseo y su ser de identificación. De hecho la institución de la familia, que es la
forma social que toma el orden simbólico de la ley del padre, es la institución en
la que se reúnen dos cosas heterogéneas: lo que se llama vida privada y lo que
se llama vida pública.
El adolescente siempre se ha cuestionado frente a ella, pero el adolescente
actual y su sufrimiento muestra cuando des-ubicado está, cuan des-alojado se
halla.
El saber edípico es un mito para hablar del saber del inconsciente que un
psicoanálisis puede llevar al sitio de la verdad. El saber de la ciencia del cual se
sirve el capitalismo no es un saber en el sitio de la verdad, es un saber en lo
real que excluye la verdad subjetiva. El discurso del Otro moderno aparece en
los imperativos que anulan cada vez más la mediación edípica, esa mediación
que hacía converger el ser en el deseo con el ser social. Por eso se habla de la
desestructuración de la familia, de la degradación de los grupos sociales.
En la adolescencia actual impera la ley del Todo-vale, “hago lo que se me
canta, sin ton ni son, con ruedi, sin límites, todolo digo y lo hago sin
diferenciación. (Pulsión de muerte).
Bibliografía