Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

Boda Sangrienta

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 9

FICHA DE APRENDIZAJE N°1-

SEGUNDO SEMESTRE

PRIMERO MEDIO B
COMPRENSIÓN LECTORA

TÍTULO: Obra dramática

Profesor/a: Gabriel González. Asignatura: Lengua y Literatura

Objetivo(s) de Aprendizaje (s): Habilidades:


OA 5
Analizar los textos dramáticos Comprender-analizar: reconocer en
leídos o vistos, para enriquecer el texto la información que promueve
su comprensión, considerando, la pregunta. Es una habilidad de
cuando sea pertinente: naturaleza explícita.

 El conflicto y qué problema Analizar-interpretar: indagar,


humano se expresa a través de rastrear la información y le asigna un
él. sentido.
 Un análisis de los personajes
principales que considere su Sintetizar: resumir lo más relevante
evolución, su relación con otros del texto. Debe ser un equilibrio del
personajes, qué dicen, qué se contenido, no caer en lo general,
dice de ellos, lo que hacen, cómo tampoco en los detalles.
reaccionan, qué piensan y cuáles
son sus motivaciones. Inferir: deducir o concluir información
atendiendo a claves que el texto
entrega. La respuesta está implícita.

Evaluar: emitir un juicio o comentario


en torno a algún hecho o actitud.
Nombre del estudiante: Fecha de entrega:
I. Lee la siguiente obra dramática

Bodas de sangre Federico García Lorca, español

1° ACTO

CUADRO PRIMERO

Habitación pintada de amarillo.

NOVIO: (Entrando.) Madre.

MADRE: ¿Qué?

NOVIO: Me voy.

MADRE: ¿Adónde?

NOVIO: A la viña. (Va a salir.)

MADRE: Espera.

NOVIO: ¿Quieres algo?

MADRE: Hijo, el almuerzo.

NOVIO: Déjalo. Comeré uvas. Dame la navaja.

MADRE: ¿Para qué?

NOVIO: (Riendo.) Para cortarlas.

MADRE: (Entre dientes y buscándola.) La navaja, la navaja... Malditas sean todas y el bribón
que las inventó.

NOVIO: Vamos a otro asunto.

MADRE: Y las escopetas, y las pistolas, y el cuchillo más pequeño, y hasta las azadas y los
bieldos de la era.

NOVIO: Bueno.

MADRE: Todo lo que puede cortar el cuerpo de un hombre. Un hombre hermoso, con su flor
en la boca, que sale a las viñas o va a sus olivos propios, porque son de él, heredados...

NOVIO: (Bajando la cabeza.) Calle usted.

MADRE: ... y ese hombre no vuelve. O si vuelve es para ponerle una palma encima o un plato
de sal gorda para que no se hinche. No sé cómo te atreves a llevar una navaja en tu cuerpo, ni
cómo yo dejo a la serpiente dentro del arcón.

NOVIO: ¿Está bueno ya?


MADRE: Cien años que yo viviera no hablaría de otra cosa. Primero, tu padre, que me olía a
clavel y lo disfruté tres años escasos. Luego, tu hermano. ¿Y es justo y puede ser que una cosa
pequeña como una pistola o una navaja pueda acabar con un hombre, que es un toro? No
callaría nunca. Pasan los meses y la desesperación me pica en los ojos y hasta en las puntas del
pelo.

NOVIO: (Fuerte.) ¿Vamos a acabar?

MADRE: No. No vamos a acabar. ¿Me puede alguien traer a tu padre y a tu hermano? Y luego,
el presidio. ¿Qué es el presidio? ¡Allí comen, allí fuman, allí tocan los instrumentos! Mis
muertos llenos de hierba, sin hablar, hechos polvo; dos hombres que eran dos geranios... Los
matadores, en presidio, frescos, viendo los montes...

NOVIO: ¿Es que quiere usted que los mate?

MADRE: No... Si hablo, es porque... ¿Cómo no voy a hablar viéndote salir por esa puerta? Es
que no me gusta que lleves navaja. Es que.... que no quisiera que salieras al campo.

NOVIO: (Riendo.) ¡Vamos!

MADRE: Que me gustaría que fueras una mujer. No te irías al arroyo ahora y bordaríamos las
dos cenefas y perritos de lana.

NOVIO: (Coge de un brazo a la Madre y ríe.)

Madre: ¿y si yo la llevara conmigo a las viñas?

MADRE: ¿Qué hace en las viñas una vieja? ¿Me ibas a meter debajo de los pámpanos?

NOVIO: (Levantándola en sus brazos.) Vieja, revieja, requetevieja.

MADRE: Tu padre sí que me llevaba. Eso es buena casta. Sangre. Tu abuelo dejó a un hijo en
cada esquina. Eso me gusta. Los hombres, hombres, el trigo, trigo.

NOVIO: ¿Y yo, madre?

MADRE: ¿Tú, ¿qué?

NOVIO: ¿Necesito decírselo otra vez?

MADRE: (Seria.) ¡Ah!

NOVIO: ¿Es que le parece mal?

MADRE: No

NOVIO: ¿Entonces...?

MADRE: No lo sé yo misma. Así, de pronto, siempre me sorprende. Yo sé que la muchacha es


buena. ¿Verdad que sí? Modosa. Trabajadora. Amasa su pan y cose sus faldas, y siento, sin
embargo, cuando la nombro, como si me dieran una pedrada en la frente.

NOVIO: Tonterías.

MADRE: Más que tonterías. Es que me quedo sola. Ya no me quedas más que tú, y siento que
te vayas.

NOVIO: Pero usted vendrá con nosotros.


MADRE: No. Yo no puedo dejar aquí solos a tu padre y a tu hermano. Tengo que ir todas las
mañanas, y si me voy es fácil que muera uno de los Félix, uno de la familia de los matadores, y
lo entierren al lado. ¡Y eso sí que no! ¡Ca! ¡Eso sí que no! Porque con las uñas los desentierro y
yo sola los machaco contra la tapia.

NOVIO: (Fuerte.) Vuelta otra vez.

MADRE: Perdóname. (Pausa.) ¿Cuánto tiempo llevas en relaciones?

NOVIO: Tres años. Ya pude comprar la viña.

MADRE: Tres años. Ella tuvo un novio, ¿no?

NOVIO: No sé. Creo que no. Las muchachas tienen que mirar con quien se casan.

MADRE: Sí. Yo no miré a nadie. Miré a tu padre, y cuando lo mataron miré a la pared de
enfrente. Una mujer con un hombre, y ya está.

NOVIO: Usted sabe que mi novia es buena.

MADRE: No lo dudo. De todos modos, siento no saber cómo fue su madre. NOVIO: ¿Qué más
da?

MADRE: (Mirándole.) Hijo.

NOVIO: ¿Qué quiere usted?

MADRE: ¡Que es verdad! ¡Que tienes razón! ¿Cuándo quieres que la pida?

NOVIO: (Alegre.) ¿Le parece bien el domingo?

MADRE: (Seria.) Le llevaré los pendientes de azófar, que son antiguos, y tú le compras...

NOVIO: Usted entiende más...

MADRE: Le compras unas medias caladas, y para ti dos trajes... ¡Tres! ¡No te tengo más que a
ti!

NOVIO: Me voy. Mañana iré a verla.

MADRE: Sí, sí; y a ver si me alegras con seis nietos, o lo que te dé la gana, ya que tu padre no
tuvo lugar de hacérmelos a mí.

NOVIO: El primero para usted.

MADRE: Sí, pero que haya niñas. Que yo quiero bordar y hacer encaje y estar tranquila.

NOVIO: Estoy seguro que usted querrá a mi novia.

MADRE: La querré. (Se dirige a besarlo y reacciona.) Anda, ya estás muy grande para besos. Se
los das a tu mujer. (Pausa. Aparte.) Cuando lo sea.

NOVIO: Me voy.

MADRE: Que caves bien la parte del molinillo, que la tienes descuidada.

NOVIO: ¡Lo dicho!


MADRE: Anda con Dios. (Se va el novio. La madre queda sentada de espaldas a la puerta.
Aparece en la puerta una vecina vestida de color oscuro, con pañuelo a la cabeza.) Pasa.

VECINA: ¿Cómo estás?

MADRE: Ya ves.

VECINA: Yo bajé a la tienda y vine a verte. ¡Vivimos tan lejos...!

MADRE: Hace veinte años que no he subido a lo alto de la calle.

VECINA: Tú estás bien.

MADRE: ¿Lo crees?

VECINA: Las cosas pasan. Hace dos días trajeron al hijo de mi vecina con los dos brazos
cortados por la máquina. (Se sienta.)

MADRE: ¿A Rafael?

VECINA: Sí. Y allí lo tienes. Muchas veces pienso que tu hijo y el mío están mejor donde están,
dormidos, descansando, que no expuestos a quedarse inútiles.

MADRE: Calla. Todo eso son invenciones, pero no consuelos.

VECINA: ¡Ay!

MADRE: ¡Ay! (Pausa.)

VECINA: (Triste.) ¿Y tu hijo?

MADRE: Salió.

VECINA: ¡Al fin compró la viña!

MADRE: Tuvo suerte.

VECINA: Ahora se casará.

MADRE: (Como despertando y acercando su silla a la silla de la vecina.) Oye.

VECINA: (En plan confidencial.) Dime.

MADRE: ¿Tú conoces a la novia de mi hijo?

VECINA: ¡Buena muchacha!

MADRE: Sí, pero...

VECINA: Pero quien la conozca a fondo no hay nadie. Vive sola con su padre allí, tan lejos, a
diez leguas de la casa más cerca. Pero es buena. Acostumbrada a la soledad.

MADRE: ¿Y su madre?

VECINA: A su madre la conocí. Hermosa. Le relucía la cara como un santo; pero a mí no me


gustó nunca. No quería a su marido.

MADRE: (Fuerte.) Pero ¡cuántas cosas sabéis las gentes!


VECINA: Perdona. No quisiera ofender; pero es verdad. Ahora, si fue decente o no, nadie lo
dijo. De esto no se ha hablado. Ella era orgullosa.

MADRE: ¡Siempre igual!

VECINA: Tú me preguntaste.

MADRE: Es que quisiera que ni a la viva ni a la muerta las conociera nadie. Que fueran como
dos cardos, que ninguna persona los nombra y pinchan si llega el momento.

VECINA: Tienes razón. Tu hijo vale mucho.

MADRE: Vale. Por eso lo cuido. A mí me habían dicho que la muchacha tuvo novio hace
tiempo.

VECINA: Tendría ella quince años. Él se casó ya hace dos años con una prima de ella, por cierto.
Nadie se acuerda del noviazgo.

MADRE: ¿Cómo te acuerdas tú?

VECINA: ¡Me haces unas preguntas...!

MADRE: A cada uno le gusta enterarse de lo que le duele. ¿Quién fue el novio?

VECINA: Leonardo.

MADRE: ¿Qué Leonardo?

VECINA: Leonardo, el de los Félix.

MADRE: (Levantándose.) ¡De los Félix!

VECINA: Mujer, ¿qué culpa tiene Leonardo de nada? Él tenía ocho años cuando las cuestiones.

MADRE: Es verdad... Pero oigo eso de Félix y es lo mismo (Entre dientes.) Félix que llenárseme
de cieno la boca (Escupe.) y tengo que escupir, tengo que escupir por no matar.

VECINA: Repórtate. ¿Qué sacas con eso?

MADRE: Nada. Pero tú lo comprendes.

VECINA: No te opongas a la felicidad de tu hijo. No le digas nada. Tú estás vieja. Yo, también. A
ti y a mí nos toca callar.

MADRE: No le diré nada.

VECINA: (Besándola.) Nada.

MADRE: (Serena.) ¡Las cosas...!

VECINA: Me voy, que pronto llegará mi gente del campo.

MADRE: ¿Has visto qué día de calor?

VECINA: Iban negros los chiquillos que llevan el agua a los segadores. Adiós, mujer.

MADRE: Adiós. (Se dirige a la puerta de la izquierda. En medio del camino se detiene y
lentamente se santigua.)

CUADRO SEGUNDO
Habitación pintada de rosa con cobres y ramos de flores populares. En el centro, una mesa con
mantel. Es la mañana. Suegra de Leonardo con un niño en brazos. Lo mece. La mujer, en la otra
esquina, hace punto de media.

(Entran al niño. Entra Leonardo.)

LEONARDO: ¿Y el niño?

MUJER: Se durmió.

LEONARDO: Ayer no estuvo bien. Lloró por la noche.

MUJER: (Alegre.) Hoy está como una dalia. ¿Y tú? ¿Fuiste a casa del herrador?

LEONARDO: De allí vengo. ¿Querrás creer? Llevo más de dos meses poniendo herraduras
nuevas al caballo y siempre se le caen. Por lo visto se las arranca con las piedras.

MUJER: ¿Y no será que lo usas mucho?

LEONARDO: No. Casi no lo utilizo.

MUJER: Ayer me dijeron las vecinas que te habían visto al límite de los llanos.

LEONARDO: ¿Quién lo dijo?

MUJER: Las mujeres que cogen las alcaparras. Por cierto, que me sorprendió. ¿Eras tú?

LEONARDO: No. ¿Qué iba a hacer yo allí en aquel secano?

MUJER: Eso dije. Pero el caballo estaba reventando de sudor.

LEONARDO: ¿Lo viste tú?

MUJER: No. Mi madre.

LEONARDO: ¿Está con el niño?

MUJER: Sí. ¿Quieres un refresco de limón?

LEONARDO: Con el agua bien fría.

MUJER: ¡Cómo no viniste a comer!...

LEONARDO: Estuve con los medidores del trigo. Siempre entretienen.

MUJER: (Haciendo el refresco y muy tierna.) ¿Y lo pagan a buen precio?

LEONARDO: El justo.

MUJER: Me hace falta un vestido y al niño una gorra con lazos.

LEONARDO: (Levantándose.) Voy a verlo.

MUJER: Ten cuidado, que está dormido.

SUEGRA: (Saliendo.) Pero ¿quién da esas carreras al caballo? Está abajo, tendido, con los ojos
desorbitados, como si llegara del fin del mundo.

LEONARDO: (Agrio.) Yo.


SUEGRA: Perdona; tuyo es.

MUJER: (Tímida.) Estuvo con los medidores del trigo.

SUEGRA: Por mí, que reviente. (Se sienta. Pausa.)

MUJER: El refresco, ¿está frío?

LEONARDO: Sí.

MUJER: ¿Sabes que piden a mi prima?

LEONARDO: ¿Cuándo?

MUJER: Mañana. La boda será dentro de un mes. Espero que vendrán a invitarnos.

LEONARDO: (Serio.) No sé.

SUEGRA: La madre de él creo que no estaba muy satisfecha con el casamiento.

LEONARDO: Y quizá tenga razón. Ella es de cuidado.

MUJER: No me gusta que penséis mal de una buena muchacha.

SUEGRA: Pero cuando dice eso es porque la conoce. ¿No ves que fue tres años novia suya?
(Con intención.)

LEONARDO: Pero la dejé. (A su mujer.) ¿Vas a llorar ahora? ¡Quita! (Le aparta bruscamente las
manos de la cara.) Vamos a ver al niño. (Entran abrazados. Aparece la muchacha, alegre. Entra
corriendo.)

MUCHACHA: Señora.

SUEGRA: ¿Qué pasa?

MUCHACHA: Llegó el novio a la tienda y ha comprado todo lo mejor que había.

SUEGRA: ¿Vino solo?

MUCHACHA: No, con su madre. Seria, alta. (La imita.) Pero ¡qué lujo!

SUEGRA: Ellos tienen dinero.

MUCHACHA: ¡Y compraron unas medias caladas! ¡Ay, qué medias! ¡El sueño de las mujeres en
medias! Mire usted: una golondrina aquí (señala el tobillo), un barco aquí (señala la pantorrilla)
y aquí una rosa (señala el muslo).

SUEGRA: ¡Niña!

MUCHACHA: ¡Una rosa con las semillas y el tallo! ¡Ay! ¡Todo en seda! SUEGRA: Se van a juntar
dos buenos capitales. (Aparecen Leonardo y su mujer.)

MUCHACHA: Vengo a deciros lo que están comprando.

LEONARDO: (Fuerte.) No nos importa.

MUJER: Déjala.

SUEGRA: Leonardo, no es para tanto.


MUCHACHA: Usted dispense. (Se va llorando.)

SUEGRA: ¿Qué necesidad tienes de ponerte a mal con las gentes?

LEONARDO: No le he preguntado su opinión. (Se sienta.)

SUEGRA: Está bien. (Pausa.)

MUJER: (A Leonardo.) ¿Qué te pasa? ¿Qué idea te bulle por dentro de la cabeza? No me dejes
así, sin saber nada...

LEONARDO: Quita.

MUJER: No. Quiero que me mires y me lo digas.

LEONARDO: Déjame. (Se levanta.)

MUJER: ¿Adónde vas, hijo?

LEONARDO: (Agrio.) ¿Te puedes callar?

SUEGRA: (Enérgica, a su hija.) ¡Cállate! (Sale Leonardo.) ¡El niño! (Entra y vuelve a salir con él
en brazos. La Mujer ha permanecido de pie, inmóvil.) […]

Telón

II. Sigue las instrucciones

 Destaque con azul las acotaciones de la obra


 Destaque con rojo las escenas que hay en la obra
 Subraye los diálogos de los personajes que más le llamaron la atención en la obra,
y explique el por qué

III. Responda las siguientes preguntas:

¿Por qué la obra Bodas de sangre se considera una tragedia?

¿Cuál es el rol que cumplen los personajes en la obra?

IV. Identifique el conflicto dramático de la obra

También podría gustarte