Boda Sangrienta
Boda Sangrienta
Boda Sangrienta
SEGUNDO SEMESTRE
PRIMERO MEDIO B
COMPRENSIÓN LECTORA
1° ACTO
CUADRO PRIMERO
MADRE: ¿Qué?
NOVIO: Me voy.
MADRE: ¿Adónde?
MADRE: Espera.
MADRE: (Entre dientes y buscándola.) La navaja, la navaja... Malditas sean todas y el bribón
que las inventó.
MADRE: Y las escopetas, y las pistolas, y el cuchillo más pequeño, y hasta las azadas y los
bieldos de la era.
NOVIO: Bueno.
MADRE: Todo lo que puede cortar el cuerpo de un hombre. Un hombre hermoso, con su flor
en la boca, que sale a las viñas o va a sus olivos propios, porque son de él, heredados...
MADRE: ... y ese hombre no vuelve. O si vuelve es para ponerle una palma encima o un plato
de sal gorda para que no se hinche. No sé cómo te atreves a llevar una navaja en tu cuerpo, ni
cómo yo dejo a la serpiente dentro del arcón.
MADRE: No. No vamos a acabar. ¿Me puede alguien traer a tu padre y a tu hermano? Y luego,
el presidio. ¿Qué es el presidio? ¡Allí comen, allí fuman, allí tocan los instrumentos! Mis
muertos llenos de hierba, sin hablar, hechos polvo; dos hombres que eran dos geranios... Los
matadores, en presidio, frescos, viendo los montes...
MADRE: No... Si hablo, es porque... ¿Cómo no voy a hablar viéndote salir por esa puerta? Es
que no me gusta que lleves navaja. Es que.... que no quisiera que salieras al campo.
MADRE: Que me gustaría que fueras una mujer. No te irías al arroyo ahora y bordaríamos las
dos cenefas y perritos de lana.
MADRE: ¿Qué hace en las viñas una vieja? ¿Me ibas a meter debajo de los pámpanos?
MADRE: Tu padre sí que me llevaba. Eso es buena casta. Sangre. Tu abuelo dejó a un hijo en
cada esquina. Eso me gusta. Los hombres, hombres, el trigo, trigo.
MADRE: No
NOVIO: ¿Entonces...?
NOVIO: Tonterías.
MADRE: Más que tonterías. Es que me quedo sola. Ya no me quedas más que tú, y siento que
te vayas.
NOVIO: No sé. Creo que no. Las muchachas tienen que mirar con quien se casan.
MADRE: Sí. Yo no miré a nadie. Miré a tu padre, y cuando lo mataron miré a la pared de
enfrente. Una mujer con un hombre, y ya está.
MADRE: No lo dudo. De todos modos, siento no saber cómo fue su madre. NOVIO: ¿Qué más
da?
MADRE: ¡Que es verdad! ¡Que tienes razón! ¿Cuándo quieres que la pida?
MADRE: (Seria.) Le llevaré los pendientes de azófar, que son antiguos, y tú le compras...
MADRE: Le compras unas medias caladas, y para ti dos trajes... ¡Tres! ¡No te tengo más que a
ti!
MADRE: Sí, sí; y a ver si me alegras con seis nietos, o lo que te dé la gana, ya que tu padre no
tuvo lugar de hacérmelos a mí.
MADRE: Sí, pero que haya niñas. Que yo quiero bordar y hacer encaje y estar tranquila.
MADRE: La querré. (Se dirige a besarlo y reacciona.) Anda, ya estás muy grande para besos. Se
los das a tu mujer. (Pausa. Aparte.) Cuando lo sea.
NOVIO: Me voy.
MADRE: Que caves bien la parte del molinillo, que la tienes descuidada.
MADRE: Ya ves.
VECINA: Las cosas pasan. Hace dos días trajeron al hijo de mi vecina con los dos brazos
cortados por la máquina. (Se sienta.)
MADRE: ¿A Rafael?
VECINA: Sí. Y allí lo tienes. Muchas veces pienso que tu hijo y el mío están mejor donde están,
dormidos, descansando, que no expuestos a quedarse inútiles.
VECINA: ¡Ay!
MADRE: Salió.
VECINA: Pero quien la conozca a fondo no hay nadie. Vive sola con su padre allí, tan lejos, a
diez leguas de la casa más cerca. Pero es buena. Acostumbrada a la soledad.
MADRE: ¿Y su madre?
VECINA: Tú me preguntaste.
MADRE: Es que quisiera que ni a la viva ni a la muerta las conociera nadie. Que fueran como
dos cardos, que ninguna persona los nombra y pinchan si llega el momento.
MADRE: Vale. Por eso lo cuido. A mí me habían dicho que la muchacha tuvo novio hace
tiempo.
VECINA: Tendría ella quince años. Él se casó ya hace dos años con una prima de ella, por cierto.
Nadie se acuerda del noviazgo.
MADRE: A cada uno le gusta enterarse de lo que le duele. ¿Quién fue el novio?
VECINA: Leonardo.
VECINA: Mujer, ¿qué culpa tiene Leonardo de nada? Él tenía ocho años cuando las cuestiones.
MADRE: Es verdad... Pero oigo eso de Félix y es lo mismo (Entre dientes.) Félix que llenárseme
de cieno la boca (Escupe.) y tengo que escupir, tengo que escupir por no matar.
VECINA: No te opongas a la felicidad de tu hijo. No le digas nada. Tú estás vieja. Yo, también. A
ti y a mí nos toca callar.
VECINA: Iban negros los chiquillos que llevan el agua a los segadores. Adiós, mujer.
MADRE: Adiós. (Se dirige a la puerta de la izquierda. En medio del camino se detiene y
lentamente se santigua.)
CUADRO SEGUNDO
Habitación pintada de rosa con cobres y ramos de flores populares. En el centro, una mesa con
mantel. Es la mañana. Suegra de Leonardo con un niño en brazos. Lo mece. La mujer, en la otra
esquina, hace punto de media.
LEONARDO: ¿Y el niño?
MUJER: Se durmió.
MUJER: (Alegre.) Hoy está como una dalia. ¿Y tú? ¿Fuiste a casa del herrador?
LEONARDO: De allí vengo. ¿Querrás creer? Llevo más de dos meses poniendo herraduras
nuevas al caballo y siempre se le caen. Por lo visto se las arranca con las piedras.
MUJER: Ayer me dijeron las vecinas que te habían visto al límite de los llanos.
MUJER: Las mujeres que cogen las alcaparras. Por cierto, que me sorprendió. ¿Eras tú?
LEONARDO: El justo.
SUEGRA: (Saliendo.) Pero ¿quién da esas carreras al caballo? Está abajo, tendido, con los ojos
desorbitados, como si llegara del fin del mundo.
LEONARDO: Sí.
LEONARDO: ¿Cuándo?
MUJER: Mañana. La boda será dentro de un mes. Espero que vendrán a invitarnos.
SUEGRA: Pero cuando dice eso es porque la conoce. ¿No ves que fue tres años novia suya?
(Con intención.)
LEONARDO: Pero la dejé. (A su mujer.) ¿Vas a llorar ahora? ¡Quita! (Le aparta bruscamente las
manos de la cara.) Vamos a ver al niño. (Entran abrazados. Aparece la muchacha, alegre. Entra
corriendo.)
MUCHACHA: Señora.
MUCHACHA: No, con su madre. Seria, alta. (La imita.) Pero ¡qué lujo!
MUCHACHA: ¡Y compraron unas medias caladas! ¡Ay, qué medias! ¡El sueño de las mujeres en
medias! Mire usted: una golondrina aquí (señala el tobillo), un barco aquí (señala la pantorrilla)
y aquí una rosa (señala el muslo).
SUEGRA: ¡Niña!
MUCHACHA: ¡Una rosa con las semillas y el tallo! ¡Ay! ¡Todo en seda! SUEGRA: Se van a juntar
dos buenos capitales. (Aparecen Leonardo y su mujer.)
MUJER: Déjala.
MUJER: (A Leonardo.) ¿Qué te pasa? ¿Qué idea te bulle por dentro de la cabeza? No me dejes
así, sin saber nada...
LEONARDO: Quita.
SUEGRA: (Enérgica, a su hija.) ¡Cállate! (Sale Leonardo.) ¡El niño! (Entra y vuelve a salir con él
en brazos. La Mujer ha permanecido de pie, inmóvil.) […]
Telón