Medea en Las Fronteras Entre Nosotros
Medea en Las Fronteras Entre Nosotros
Medea en Las Fronteras Entre Nosotros
133-157, 2018
Resumen: Este artículo tiene como objetivo trazar una comparación entre el personaje
Medea, de la tragedia griega de Eurípides, y tres piezas escritas en Argentina, Uruguay
y Brasil. En contextos y tiempos completamente diversos de la Atenas de 431 a.C., es
posible comprender la potencia que ese personaje sigue teniendo siempre que vuelve a
los escenarios. La maternidad es el punto de encuentro elegido para esa lectura de las
“Medeas”, pero una maternidad que desde el principio trae consigo la cicatriz bárbara,
desautorizando al sujeto como portador de una herencia. El tema del filicidio conecta
esos textos a la tragedia, a pesar de la inscripción del carácter violento presente en
Eurípides. En las “Medeas” de Latinoamérica, las muertes de los hijos adquieren un
aspecto que se suma a la reivindicación de identidad, actualizando debates y heridas
que históricamente se encuentran en los legados de la colonización.
Palabras-clave: maternidad; herencia; bárbaro; otro; reivindicación.
Abstract: This article compares the character Medea, from the tragedy by Euripides, and
three plays written in Argentina, Uruguay and Brazil. In contexts and times completely
different than those of the Athens of the 431st B.C.E. it is possible to understand the
power that the character still has when it returns to the stage. The motherhood is the
meeting point chosen for this reading of the “Medeas”, but a motherhood that from the
beginning brings with it the barbarian scar, disavowing the subject as the bearer of any
heritage. The theme of the filicide connects the texts of these plays to that of the Greek
tragedy, despite the ascription of violence present in the Euripidean character. In these
“Medeas” of Latin America the murders can mean a claim of identity that proposes
an update on the debates and wounds that historically are found in the legacies of the
Colonization.
Keywords: Motherhood; Succession; Barbarian; Otherness; Claim.
eISSN: 1983-3636
DOI: 10.17851/1983-3636.14.1.133-157
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Mil nações
Moldaram minha cara
Minha voz
Uso pra dizer o que se cala
O meu país
É meu lugar de fala [...]
Nosso país
Nosso lugar de fala
“O que se cala”,
en la voz de Elza Soares.
2 Las fronteras
En El miedo a los bárbaros, Tzvetan Todorov en determinado
momento nos propone una diferenciación entre dos sentidos del vocablo
bárbaro. Tras discurrir sobre la comprensión griega de ese otro al
extremo, situando en la guerra contra los persas un principio para el uso
del término, Todorov habla de una tensión entre un significado relativo,
correspondiente al extranjero incomprensible por cuestiones lingüísticas,
y un absoluto, que históricamente provendrá de la extrañeza frente a
lenguas desconocidas, basada en el contacto de los griegos con los que
no hablaban griego, y alargándose a partir del siglo XV cuando empiezan
los viajes y las clasificaciones de los pueblos dominados por los europeos.
En ese sentido absoluto se enfatiza la noción de ‘cruel’, clave para las
empresas de catequización y anulación de las lenguas indígenas como
etapas de la civilización, cuyo punto de referencia estaba en la cultura
cristiana, blanca y, por supuesto, europea. Como ejemplo, tenemos la
llegada de los españoles y portugueses a América y el exterminio indígena
que se produjo como sistematización de un “plan civilizacional” por la
pluma, la cruz y la espada.
En la problematización histórica de Todorov, el civilizado
inicialmente se opone a los bárbaros por ser “en todo momento y en
todo lugar, el que sabe reconocer plenamente la humanidad de los otros”
(TODOROV, 2014, p. 39). Con una mirada (rápida) hacia nuestra historia,
tal idea parece más un chiste de mal gusto que propiamente una postura
de reconocimiento. En líneas generales, los hechos de los colonizadores
traducen evocaciones de barbarie bastante salvajes – tomando prestada
una palabra cara a los que aquí llegaron – y en ese sentido Todorov nos
alerta, anticipando su discusión sobre los contextos actuales entre los
países árabes y el occidente, al decir que la misma facultad que algunos
primatólogos encuentran para narrar al “civilizado”, enfocada en la
compasión, es también la que “nos empuja a torturar al otro o a participar
en un genocidio” (2014, p. 39).
Por lo tanto, delante de las implicaciones contenidas en tales
términos y de lo que sucedió en Latinoamérica, es imposible pensarnos
desde aquí sin tener en cuenta una violencia que también forma parte de
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“Os sistemas simbólicos cumprem a função política de instrumentos de imposição ou
de legitimação da dominação, que cumprem para assegurar a dominação de uma classe
sobre a outra (violência simbólica) dando reforço da sua própria força às relações de
força que as fundamentam e contribuindo, assim, segundo a expressão de Weber, para a
domesticação dos dominados”. La traducción de los textos no publicados en español es
de nuestra autoría (los datos completos de las ediciones se encuentran en las referencias).
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llegado a su pueblo para luchar contra los indígenas que allí vivían.2 Así
como en los mitos de los Argonautas en la Cólquida, la supervivencia y el
posterior asentamiento de Jasón se deben al encuentro con esa mujer que,
como Medea o Bárbara, reescribirán en sus cuerpos la idea de frontera.
La oposición con el bárbaro, en Cureses, aparece en lo que se proyecta
en el imaginario de los militares acerca de la dicotomía civilización x
barbarie, incluso marcado en el habla, como vemos en ese diálogo entre
Bárbara y Coronel Ordoñez, cuando este llega para decirle que se vaya:
C. ORDOÑEZ. – Soy el coronel Ordóñez ... Nuevo
comandante del Fortín “Las Mulitas” ... soldado de
la conquista del desierto ... hombre de la patria ...
BARBARA. – (Lo mira altanera y luego responde
con todo el orgullo de su raza.) Y io soy la hija del
cacique Coliqueo ... dueña de tuito lo que loj ojos
alcanzan a ver pa el sur y pa el norte ... y de tuito lo
que los ojos no ven pero el corazón andivina ...
2
Infelizmente, aunque David Cureses haya sido en los años 60 un autor premiado y
reconocido, sus obras teatrales están agotadas y ni siquiera en la Biblioteca Nacional
Argentina es posible encontrarlas por completo. Por un interés proveniente de la lectura
de Otras Medeas: nuevas aportaciones al estudio literario de Medea (Granada, 2007),
de Andrés Pociña, supe de la publicación de La frontera y por medio de una colega
de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY), pude obtener una copia del
texto, ya que en Argentina se hacía imposible. En el momento, preparo la edición crítica
bilingüe con la traducción de la pieza al portugués. Por motivos que todavía no nos fue
posible comprender, sus obras cayeron en el olvido; las referencias a lo que hizo son
básicamente inexistentes, excepto por la gente que trabajó con él en el teatro y que pude
conocer a partir de la investigación en Buenos Aires y Adrogué, donde el dramaturgo
vivió hasta su muerte en 2006. Todo lo que conseguimos saber sobre el contexto de La
frontera son datos y fechas que aparecen en el primer acto y que, cuando comparadas
históricamente, hacen conexión con la Conquista del Desierto (1878). Con respecto
al tiempo de la llegada de Jasón, una década antes, la referencia puede ser a lo que se
sucedió a la ley 215, sancionada en 1867 en el gobierno de Bartolomé Mitre. En términos
generales, la ley permitió una expedición general contra grupos indígenas opositores al
sometimiento de las autoridades argentinas. Tales grupos deberían ocupar una nueva
línea de frontera, formada a partir de la expulsión de sus tierras. El cacique Coliqueo
aparece en los documentos históricos argentinos como jefe de una tribu mapuche que
vivía en la región de Los Toldos, provincia de Buenos Aires.
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Fuente: <http://marianapercovich8.blogspot.com.br/
search?updated-max=2010-08-26T17:01:00-07:00>.
Yo soy Medea
La vaca oriental
Triste y gorda vaca del Olimar
Despeinada
Con el cerebro frito por los electroshock del hospital
Soy como esa vaca que pasta en la ruta,
comiendo el pasto que quedó
después del paso de Seca
Araña autóctona
Araña domiciliaria y rural
Vivo detrás de los muebles
Me muevo poco
Y solo ataco en la cama revuelta
Si me molestan .
Vaca
que parió hace seis años
un potrillo raquítico
una yegüita temblorosa y flaca
con las costillas marcadas en los flancos de un lomo
marrón,
una potrilla joven y nerviosa
que me mira con ojos negros y busca mis tetas cansadas
y caídas
Milagros me dicen que se llama.
Me lo dice Jasón
y yo miro sin entender
Milagro de parir, me dice la nodriza
y yo miro con asco a ese montón de huesitos todavía blandos y
mojados que acaba de salir de mí
Jasón el hombre al que seguí
Contra mi padre y mi madre
Por que quise
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Las analogías que se hacen con los animales recrean una Medea
fabular en su correspondencia alegórica, trazando una aproximación entre
las características de dichos animales y los personajes, como vemos en
“la vaca” que pasta y da la leche; “la araña” que se esconde en el rincón
y ataca cuando acosada; “el potrillo, la yegüita y la potrilla” como un
solo personaje raquítico parido por esa vaca; y en “las ovejas” como
imagen de las mujeres pastoreadas por un Jasón que mantiene su poder
en el orden patriarcal.
Híbridos de lo humano y lo animal, la Medea del Olimar y su
hija/cría recuperan la perspectiva de un legado donde la inscripción en
lo monstruoso las distingue de los hombres como Jasón y Seca. Con
respecto a ese personaje, la psicoanalista Marta Labraga, en artículo
para la página personal de Mariana Percovich, propone una lectura de
los elementos imbricados en su composición multifacética y polisémica,
al argumentar que Seca sea al mismo tiempo:
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El texto fue gentilmente cedido por la autora para integrar el presente artículo.
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En español, “soy del tamaño del amor”.
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En español: “Necesito que me escuchen./ Voy a ser breve, no voy a tardar./ Vivo acá,
fue acá que llegaron estos pies./ Y también otros:/ Bien allí, una vecina cubana./ Allí,
mi vecina judía./ Allí, aquella paulista./ Allí, la haitiana./ La mujer siria vive en aquel
lado./ Esta es mi vecindad: acá los que son de allá. [...]/ A toda inmigrante que encuentro
por las calles, saludo,/ compro lo que vende, pregunto si quiere agua./ Pienso siempre
en las haitianas./ Nuestra tierra es nuestra tierra./ En la mía, por ejemplo, tratarían esa
fiebre de otra manera./ Prestá atención, toda exiliada mira como si tuviera un secreto./
Los hombres trazan un cuadrado en el suelo y listo, nombran un país como si dibujaran
sus bolsas en el piso y después se las pusieran en las espaldas como suyas./ Mentira.
Esclavizan a otros hombres para cargarlas./ Ya pisé inúmeras veces las fronteras.[...]/
En mi tierra, tratarían esa fiebre con una sanación que no/ existe acá. [...]/ En mi tierra
hay fruta que sólo existe allá./ Nadie llora con aquella canción, YO lloro con aquella
canción./ La sal no es la misma en todas partes./ Además de que es agotador tener que
contar su historia siempre que./ Alguien me pregunta de donde vine y mi ojo se llena./
Acá, siempre me preguntan de donde vine, como para hacerme recordar./ La paulista
que vive allí solo me pregunta eso./ Pienso siempre en las hidroeléctricas poniendo un
fin a las ciudades. En el barro./ Nuestra tierra es nuestra tierra. [...]/ Ustedes escucharon
todo lo que dije hasta acá?”
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un cuerpo respetado por esos otros, la vida que debe y puede haber en
todas las mujeres. Por qué hablar de Medea, además de una pregunta,
traduce nuestra urgencia. Su carácter fuerte y su crimen imperdonable
revisitados en otros tiempos y espacios, por medio de nuevas voces y
exigencias de reconocimiento, ponen en escena un teatro crítico y un
discurso atento al género. Desde la ficción, la maternidad vuelve con su
potencia transgresora: en la escrita dramatúrgica de tres mujeres, Medea
trae en si la cicatriz bárbara, exponiéndola como marca de las violencias
a que las mujeres estamos sometidas en la historia. Los filicidios sin el
trazo de la venganza traducen lo que puede haber de más primitivo en los
discursos acerca de la maternidad: la protección. Contradictoriamente, es
matando a los herederos de una identidad desautorizada en la narrativa
oficial que cada una, a su manera, amplifica la voz femenina y deja libre
el escenario para que la historia sea suya, de los suyos y, por que no, de
nosotras.
Referencias
BADINTER, E. Um amor conquistado. O mito do amor materno.
Tradução de Waltensir Dutra. Rio de Janeiro: Nova Fronteira, 1985.
BADINTER, E. O conflito: a mulher e a mãe. Tradução de Vera Lucia
dos Reis. Rio de Janeiro: Record, 2011.
BOURDIEU, P. O poder simbólico. Tradução de Fernando Tomaz. Rio
de Janeiro: Bertrand Brasil S.A, 1989.
CURESES, D. La frontera. Buenos Aires: Argentores, 1960.
EURÍPIDES. Medeia. Tradução do grupo Trupersa e coordenação de
Tereza Virgínia Ribeiro Barbosa. São Paulo: Ateliê Editorial, 2013.
EURÍPIDES. Tragedias I. Edición de Juan Antonio López Férez. Madrid:
Ediciones Cátedra, 2010.
JASON, T. A história das línguas: uma introdução. Traducão de Marcos
Bagno. São Paulo: Parábola, 2015.
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