Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

Medea en Las Fronteras Entre Nosotros

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 25

Nunt. Antiquus, Belo Horizonte, v. 14, n. 1, p.

133-157, 2018

Medea en las fronteras entre nos(otros)

Medea at the Borders Between Us-Others

Maria Fernanda Garbero


Universidade Federal Rural do Rio de Janeiro, Nova Iguaçu, Instituto Multidisciplinar,
Rio de Janeiro / Brasil
nandagarbero@gmail.com

Resumen: Este artículo tiene como objetivo trazar una comparación entre el personaje
Medea, de la tragedia griega de Eurípides, y tres piezas escritas en Argentina, Uruguay
y Brasil. En contextos y tiempos completamente diversos de la Atenas de 431 a.C., es
posible comprender la potencia que ese personaje sigue teniendo siempre que vuelve a
los escenarios. La maternidad es el punto de encuentro elegido para esa lectura de las
“Medeas”, pero una maternidad que desde el principio trae consigo la cicatriz bárbara,
desautorizando al sujeto como portador de una herencia. El tema del filicidio conecta
esos textos a la tragedia, a pesar de la inscripción del carácter violento presente en
Eurípides. En las “Medeas” de Latinoamérica, las muertes de los hijos adquieren un
aspecto que se suma a la reivindicación de identidad, actualizando debates y heridas
que históricamente se encuentran en los legados de la colonización.
Palabras-clave: maternidad; herencia; bárbaro; otro; reivindicación.

Abstract: This article compares the character Medea, from the tragedy by Euripides, and
three plays written in Argentina, Uruguay and Brazil. In contexts and times completely
different than those of the Athens of the 431st B.C.E. it is possible to understand the
power that the character still has when it returns to the stage. The motherhood is the
meeting point chosen for this reading of the “Medeas”, but a motherhood that from the
beginning brings with it the barbarian scar, disavowing the subject as the bearer of any
heritage. The theme of the filicide connects the texts of these plays to that of the Greek
tragedy, despite the ascription of violence present in the Euripidean character. In these
“Medeas” of Latin America the murders can mean a claim of identity that proposes
an update on the debates and wounds that historically are found in the legacies of the
Colonization.
Keywords: Motherhood; Succession; Barbarian; Otherness; Claim.

eISSN: 1983-3636
DOI: 10.17851/1983-3636.14.1.133-157
134 Nunt. Antiquus, Belo Horizonte, v. 14, n. 1, p. 133-157, 2018

Mil nações
Moldaram minha cara
Minha voz
Uso pra dizer o que se cala
O meu país
É meu lugar de fala [...]
Nosso país
Nosso lugar de fala
“O que se cala”,
en la voz de Elza Soares.

1 Del otro hacia nosotros (o más bien al revés)


¿Por qué todavía hablamos de Medea? ¿Qué tiene esa mujer que
hace más de 2400 años nos asombra con su hecho imperdonable? ¿Es
posible leer esa tragedia de Eurípides sin tomar partido? Entre muchas
preguntas que nos planteamos ante la lectura de Medea, quizás la más
constante ni siquiera esté entre las tres enunciadas ahora, sino en el ¿por
qué? de su crimen, o mejor, ¿para qué?. Muchos pueden afirmar que
se trata de una venganza provocada por el abandono de Jasón, pero la
complejidad del personaje tramado por Eurípides parece decirnos más
cosas, lo que hace que la perspectiva de una venganza – por más atroz
que sea – quede como una parte del ¿por qué?.
Sabemos bien que la filicida que queda en nuestra memoria
aparece con Eurípides, quien por primera vez cambia la noción del filicidio
involuntario – sea como sacrificio a la diosa Hera, sea en el abandono de
los hijos muertos apedreados por la gente de Corinto – y pone en escena
un personaje plenamente consciente de lo que hace. La muerte de sus
hijos en el texto trágico forma parte de un plan que se cobijará como su
mejor venganza; un plan cuidado para ser irreversiblemente aniquilador,
sin perderse en la noción reducida de reacción. Hay más.
Como vemos en el texto de Eurípides, su condición bárbara
es lo que Jasón toma como justificación para distinguirla de las otras
mujeres, mejor dicho, de las mujeres helénicas. Su destierro y las plagas
portadas por los que no pertenecen a la Hélade, sumados al poder que
Medea adquiere por su astucia con los corintios, sirven como ingredientes
fundamentales a su combustión. Ya en el prólogo, la nodriza nos alerta
Nunt. Antiquus, Belo Horizonte, v. 14, n. 1, p. 133-157, 2018 135

de que esa mujer puede llegar a explotar, “pues violento es su ánimo y


no tolerará ser menospreciado” (EURÍPIDES, Medea, v. 39-40).
La breve, aunque importante, referencia a su ánimo violento guía
lo que sigue hasta el final, sosteniendo la tensión entre los personajes que
comparten las escenas con Medea. Todo gira a su alrededor; alrededor
de su potencia para engendrar las vidas y las muertes que se encuentran
en los mitos y, en la tragedia, se suman al filicidio.
Es teniendo en cuenta tal potencia engendradora, aquí pensada
en la representación de una maternidad bárbara, como este trabajo
propone la lectura de tres maneras distintas de mirar la tragedia a través
de la recreación del mito, en contextos y tiempos bastante lejanos de
aquella Atenas de 431 a.C. Desde el sur, o sea, desde las orillas del Río
de la Plata hasta los escenarios de Río de Janeiro, pretendemos trazar
algunos caminos que nuestras Medeas parecen seguir cuando escritas,
presentadas y, por que no, paridas en otras fronteras más cercanas. La
Cólquida de la antigüedad cede el lugar a las tierras gauchas, a la memoria
de las violencias resultantes de la colonización española y a las calles de
grandes ciudades sin nombre, donde la condición del exiliado, pensada
en la contemporaneidad, puede llegar a ser una constante.
Comprender esas dimensiones diversas que Medea logra en
tales contextos, además de acercarnos, aunque simbólicamente, a
nuestros vecinos argentinos y uruguayos, permite una articulación que
cuestiona las muchas identidades encerradas en lo que consideramos
argentinos y uruguayos, poniéndonos como interlocutores de ese otro que,
quitando la proximidad geográfica, traduce herencias opacas, distantes
e históricamente borradas. Como punto de partida, trataremos de las
piezas La frontera (Argentina, 1960), de David Cureses, Medea del
Olimar (Uruguay, 2009), de Mariana Percovich, e Mata teu pai (Brasil,
2016), de Grace Passô. Alejadas de Corinto, sin su Cólquida y no más en
Atenas, las protagonistas dan vida – y muerte – desde la pampa, desde
los rincones de un pueblecito rural uruguayo y desde alguna ciudad (des)
ubicada en un país donde, en portugués, Medea gesta otras maneras de
hablar y ser oída.
136 Nunt. Antiquus, Belo Horizonte, v. 14, n. 1, p. 133-157, 2018

2 Las fronteras
En El miedo a los bárbaros, Tzvetan Todorov en determinado
momento nos propone una diferenciación entre dos sentidos del vocablo
bárbaro. Tras discurrir sobre la comprensión griega de ese otro al
extremo, situando en la guerra contra los persas un principio para el uso
del término, Todorov habla de una tensión entre un significado relativo,
correspondiente al extranjero incomprensible por cuestiones lingüísticas,
y un absoluto, que históricamente provendrá de la extrañeza frente a
lenguas desconocidas, basada en el contacto de los griegos con los que
no hablaban griego, y alargándose a partir del siglo XV cuando empiezan
los viajes y las clasificaciones de los pueblos dominados por los europeos.
En ese sentido absoluto se enfatiza la noción de ‘cruel’, clave para las
empresas de catequización y anulación de las lenguas indígenas como
etapas de la civilización, cuyo punto de referencia estaba en la cultura
cristiana, blanca y, por supuesto, europea. Como ejemplo, tenemos la
llegada de los españoles y portugueses a América y el exterminio indígena
que se produjo como sistematización de un “plan civilizacional” por la
pluma, la cruz y la espada.
En la problematización histórica de Todorov, el civilizado
inicialmente se opone a los bárbaros por ser “en todo momento y en
todo lugar, el que sabe reconocer plenamente la humanidad de los otros”
(TODOROV, 2014, p. 39). Con una mirada (rápida) hacia nuestra historia,
tal idea parece más un chiste de mal gusto que propiamente una postura
de reconocimiento. En líneas generales, los hechos de los colonizadores
traducen evocaciones de barbarie bastante salvajes – tomando prestada
una palabra cara a los que aquí llegaron – y en ese sentido Todorov nos
alerta, anticipando su discusión sobre los contextos actuales entre los
países árabes y el occidente, al decir que la misma facultad que algunos
primatólogos encuentran para narrar al “civilizado”, enfocada en la
compasión, es también la que “nos empuja a torturar al otro o a participar
en un genocidio” (2014, p. 39).
Por lo tanto, delante de las implicaciones contenidas en tales
términos y de lo que sucedió en Latinoamérica, es imposible pensarnos
desde aquí sin tener en cuenta una violencia que también forma parte de
Nunt. Antiquus, Belo Horizonte, v. 14, n. 1, p. 133-157, 2018 137

nosotros, y “formar parte” ahora reivindica saltar la frontera y comprender


– o al menos intentarlo – las violencias concretas y simbólicas que
todavía apuntan para quienes son los potenciales “otros” en la exclusión:
los sujetos desautorizados y apartados de los “sistemas simbólicos”,
concepto importante de Pierre Bourdieu para nuestra discusión, pues
permite entender, a su vez, a los personajes que encontramos en la Medea
de Eurípides y en las piezas de nuestro recorte:
los sistemas simbólicos cumplen la función política
de instrumentos de imposición o de legitimación
de la dominación, que cumplen para garantizar
la dominación de una clase sobre otra (violencia
simbólica) dando refuerzo de su propia fuerza a
las relaciones de fuerza que las fundamentan y
contribuyendo, de esa manera, según la expresión
de Weber, a la domesticación de los dominados.
(BOURDIEU, 1989, p. 11).1

Tomadas las debidas proporciones, cuando Jasón rechaza la ira


de Medea, antes de la muerte de los niños, se basa en lo que representa
en aquel contexto su condición de bárbara, como ya hemos mencionado,
y es así como esos sistemas simbólicos emergen en la tragedia:
Sin embargo, por haberme salvado, has recibido
más de lo que diste, como voy a explicar. En primer
lugar, habitas una tierra helena en vez de un territorio
bárbaro, has aprendido justicia y a servirte de leyes,
sin favorecer la violencia. Todos los helenos se
enteraron de que eres sabia y adquiriste renombre.
Si habitaras en remotos confines, no existiría tu
prestigio. (EURÍPIDES, Medea, v. 532-541).

1
“Os sistemas simbólicos cumprem a função política de instrumentos de imposição ou
de legitimação da dominação, que cumprem para assegurar a dominação de uma classe
sobre a outra (violência simbólica) dando reforço da sua própria força às relações de
força que as fundamentam e contribuindo, assim, segundo a expressão de Weber, para a
domesticação dos dominados”. La traducción de los textos no publicados en español es
de nuestra autoría (los datos completos de las ediciones se encuentran en las referencias).
138 Nunt. Antiquus, Belo Horizonte, v. 14, n. 1, p. 133-157, 2018

Además de situarla a través de una memoria que regresa


simbólicamente de un dentro-fuera en el momento de la discusión,
se invoca su actual espacio para la reubicación de una pertenencia no
autorizada, es decir, de una “estadía” condicionada. Al confrontar la tierra
helena y el territorio bárbaro (πρῶτον μέν Ἑλλάδ’ ἀντί βαρβάρου χθονός,
v. 536), Jasón toma como parte de su argumento un elemento que para él
pertenece a los griegos: el renombre, lo que corresponde a una distinción
que radicalmente se contrapone a la imposibilidad de su origen bárbara.
Medea, así, no solamente deja de habitar una tierra inhóspita, como será
la que tiene fama (δόξαν ἔσχες, v. 540). Lo simbólico y lo concreto, en
ese momento, se suman al entendimiento de un espacio donde Medea
ve su vida en manos de los designios de los que tienen el poder sobre la
pólis, con sus leyes que tampoco le pertenecen por derecho, dentro de
esa comprensión.
Su carácter bárbaro, ya anunciado por la nodriza como “violento”
desde el comienzo, queda en estado de latencia durante toda la tragedia, y
con el asesinato de los hijos Jasón confirma la crueldad y la monstruosidad
como constituyentes indisociables de Medea, recuperando una memoria
aún más profunda y antigua sobre ella, también presente en las versiones
del mito donde hay otros crímenes que la religan con su tierra. La cita
siguiente, aunque demasiado extensa, es interesante por congregar, en
forma de conclusión, el trazo bárbaro y todo lo que eso es capaz de dejar
como huella/legado:
¡Ojalá te mueras! Y yo cuerdo estoy ahora, pero
entonces no lo estaba, cuando, desde tu palacio y
de una tierra extranjera, te conducía hacia un hogar
heleno, horrible desgracia, traidora a tu padre y al
país que te había criado. Los dioses han lanzado
contra mí tu espíritu vengador, pues tras dar muerte
a tu hermano cabe el hogar, subiste la nave Argo de
hermosa popa. Por tal crimen comenzaste. Después
de casarte con ese hombre que te habla y darme hijos,
por culpa de un lecho y una esposa, los aniquilaste.
No existe mujer griega que jamás se hubiera atrevido
a eso, y, por delante de ellas, creía oportuno casarme
Nunt. Antiquus, Belo Horizonte, v. 14, n. 1, p. 133-157, 2018 139

contigo, matrimonio odioso y fatal para mí, leona,


que no mujer, pues tienes una naturaleza más salvaje
que la tirrénica Escila. (EURÍPIDES, Medea, v.
1329-1343).

Además de lo que podemos ver en ese momento de la tragedia,


nos llama la atención una de las formas elegidas por el traductor Juan
Antonio López Férez, en la edición de Cátedra, para componer la noción
de “casa bárbara” desde donde emigra Medea, diferenciándose de lo que
en el verso 1330 vemos con ἐκ δόμων σε βαρβάρου τ’ ἀπὸ χθονὸς. La
traducción por “tierra extranjera” para un lector de la actualidad puede
referirse, de hecho, a aquel que proviene de un país diferente. Sin embargo,
deja en suspenso justamente lo que marca y, por qué no, limita a ese otro
en un sistema que no le permite tener los mismos ejes de reconocimiento
que aquellos que tienen “derecho de suelo”. Completamente diferente del
xénos, el extranjero como huésped de otra ciudad que hablaba griego y
compartía los mismos sistemas simbólicos comprendidos en los hábitos
culturales de distinción frente a los bárbaros, Medea es la leona que se
asemeja a un monstruo mítico temible y sin forma humana. La pérdida
de su humanidad, con la muerte de los hijos, hace que se concretice la
primicia del peligro de los que, sin ley y sin justicia, como le dijo Jasón
en su primer embate, solo pueden vivir entregados a la violencia.
La condición animal de esa Medea-leona es muy importante en
la comparación entre las piezas que forman parte de ese diálogo con
Eurípides. De maneras diversas, por cuestiones contextuales, vemos la
animalización como argumento presente en las voces de los que comparten
los conflictos con las Medeas de nuestro recorte, sea directamente o a
través de la memoria de la protagonista. Cuando tomamos, por ejemplo,
el drama argentino La frontera (1960), de David Cureses, cuyo contexto
está basado en la Conquista del Desierto (1878), comandada por el
entonces Ministro de Guerra, el general Julio Roca (y el más grande
responsable del genocidio de los pueblos indígenas que vivían en la
región de la Patagonia y La Pampa), a la idea del indio-bárbaro se le
añade una discusión histórica: el conflicto entre civilización y barbarie.
140 Nunt. Antiquus, Belo Horizonte, v. 14, n. 1, p. 133-157, 2018

Con respecto a lo que encontramos acerca de tal embate, en 1845


tenemos la publicación de Facundo, de Domingo Faustino Sarmiento,
que posteriormente será presidente de Argentina (cuatro años antes de
Julio Roca) y a quien hasta hoy se le reconoce un rol de destaque en
la constitución de la enseñanza pública en ese país. Sobre esa obra de
gran relevancia para la comprensión de las tensiones políticas internas
entre Unitarios y Federales, nos interesa cómo el bárbaro aparece en las
herencias indígenas y, por extensión, en las conformaciones históricas
del gaucho.
La trama política argentina es bastante compleja y no nos cabe
reducirla a una discusión que la recupere a través de un interés puntual.
Pero aclarar algunas divergencias entre Sarmiento y Juan Manuel de
Rosas, a través de la voz de Sarmiento, tiene relación con lo que nos dice
Todorov sobre el bárbaro absoluto, es decir, cruel y violento, culpable por
los atrasos civilizacionales, según el autor de Facundo. Ya en las primeras
páginas, el caudillo Rosas – su gran opositor y contemporáneo de otro
caudillo destacado, Facundo Quiroga, que, aunque lleve su nombre en
el título, sirve para que Sarmiento hable de Rosas – es presentado de la
siguiente manera:
Un día vendrá, al fin, que lo resuelvan, y el Esfinge
Argentino, mitad mujer por lo cobarde, mitad tigre
por lo sanguinario, morirá a sus plantas, dando a la
Tebas del Plata el rango elevado que le toca entre las
naciones del Nuevo Mundo. (SARMIENTO, 1999,
p. 26).

La referencia a imágenes clásicas, además de formar parte de


un plan cultural en el que Buenos Aires se equipara a la mítica Tebas,
trae la ausencia de la condición humana como un rasgo que caracteriza
a los que representan la barbarie. Su emblemática frase acerca de Rosas,
“mitad tigre por lo sanguinario, mitad mujer por lo cobarde” recupera el
monstruo híbrido derrocado por Edipo al llegar a Tebas y libertar la ciudad
de su maldición, confirmando la potencia animalesca de los que impiden
el desarrollo de un “Nuevo Mundo” de base ilustrada, europea (más
específicamente, francesa). Eso refuerza los rasgos del atraso que son
Nunt. Antiquus, Belo Horizonte, v. 14, n. 1, p. 133-157, 2018 141

retomados durante toda la obra como una herencia de la independencia:


“Había antes de 1810 en la republica Argentina dos sociedades diversas:
la una española europea, culta; y la otra bárbara, americana, casi indígena”
(SARMIENTO, 1999, p. 81).
Según esa noción, el bárbaro pierde su trazo foráneo cuando
entran en juego los que van a escribir las narrativas históricas. Su
“enfermedad” adquiere una potencia endógena, propicia a la dominación,
y el indio es el que mejor servirá para expresarla, por no pertenecer a los
sistemas simbólicos de los colonizadores. Tras el genocidio de los pueblos
indígenas, que todavía persisten y conectan hediondamente nuestros
países, el bárbaro sigue siendo descripto por su potencia híbrida, es decir:
a través de otros cuerpos e identidades desautorizados, excluidos de los
proyectos nacionales. Sin reconocimiento de legitimidad, es como si su
cuerpo estuviera a disposición de un exterminio autorizado socialmente.
Con razón, una Medea posible, capaz de actualizar la potencia
bárbara que vemos en Eurípides, solo tiene sentido cuando recupera
quienes pueden ser nuestros bárbaros en las narrativas oficiales. Si
en Cureses es una india cuyo nombre está en una nominación ajena,
producto del contacto con los cristianos, “Bárbara, me dicen… así me
pusieron hace mucho... otros frailes en la tribu” (CURESES, 1960, p. 64),
es porque encontramos en la creación ficcional un tema de circulación
fácilmente reconocible, sobre todo cuando nos acordamos de Facundo. El
enredo que se pasa en un pueblo indígena de la pampa, en el interior de
Argentina, rescata además un espacio donde se trabaron muchas luchas,
como leemos en Sarmiento, entre los Federales y los Unitarios, siendo
un territorio de predominancia de gauchos y caudillos.
Ahora Jasón forma parte de la Conquista del Desierto al lado del
Coronel Ordoñez, ambos representantes de la patria, cristianos y blancos.
Juntos, deciden expulsar a Bárbara de su tierra, tomando a sus hijos y
armando el casamiento entre Jasón y la hija del Coronel, como manera de
anular “los diez años viviendo a lo indio” (CURESES, 1960, p. 39), según
las palabras de Jasón. El texto comienza diez años después de Bárbara
haber traicionado a su padre, el cacique Coliqueo, cuando Jasón había
142 Nunt. Antiquus, Belo Horizonte, v. 14, n. 1, p. 133-157, 2018

llegado a su pueblo para luchar contra los indígenas que allí vivían.2 Así
como en los mitos de los Argonautas en la Cólquida, la supervivencia y el
posterior asentamiento de Jasón se deben al encuentro con esa mujer que,
como Medea o Bárbara, reescribirán en sus cuerpos la idea de frontera.
La oposición con el bárbaro, en Cureses, aparece en lo que se proyecta
en el imaginario de los militares acerca de la dicotomía civilización x
barbarie, incluso marcado en el habla, como vemos en ese diálogo entre
Bárbara y Coronel Ordoñez, cuando este llega para decirle que se vaya:
C. ORDOÑEZ. – Soy el coronel Ordóñez ... Nuevo
comandante del Fortín “Las Mulitas” ... soldado de
la conquista del desierto ... hombre de la patria ...
BARBARA. – (Lo mira altanera y luego responde
con todo el orgullo de su raza.) Y io soy la hija del
cacique Coliqueo ... dueña de tuito lo que loj ojos
alcanzan a ver pa el sur y pa el norte ... y de tuito lo
que los ojos no ven pero el corazón andivina ...

2
Infelizmente, aunque David Cureses haya sido en los años 60 un autor premiado y
reconocido, sus obras teatrales están agotadas y ni siquiera en la Biblioteca Nacional
Argentina es posible encontrarlas por completo. Por un interés proveniente de la lectura
de Otras Medeas: nuevas aportaciones al estudio literario de Medea (Granada, 2007),
de Andrés Pociña, supe de la publicación de La frontera y por medio de una colega
de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY), pude obtener una copia del
texto, ya que en Argentina se hacía imposible. En el momento, preparo la edición crítica
bilingüe con la traducción de la pieza al portugués. Por motivos que todavía no nos fue
posible comprender, sus obras cayeron en el olvido; las referencias a lo que hizo son
básicamente inexistentes, excepto por la gente que trabajó con él en el teatro y que pude
conocer a partir de la investigación en Buenos Aires y Adrogué, donde el dramaturgo
vivió hasta su muerte en 2006. Todo lo que conseguimos saber sobre el contexto de La
frontera son datos y fechas que aparecen en el primer acto y que, cuando comparadas
históricamente, hacen conexión con la Conquista del Desierto (1878). Con respecto
al tiempo de la llegada de Jasón, una década antes, la referencia puede ser a lo que se
sucedió a la ley 215, sancionada en 1867 en el gobierno de Bartolomé Mitre. En términos
generales, la ley permitió una expedición general contra grupos indígenas opositores al
sometimiento de las autoridades argentinas. Tales grupos deberían ocupar una nueva
línea de frontera, formada a partir de la expulsión de sus tierras. El cacique Coliqueo
aparece en los documentos históricos argentinos como jefe de una tribu mapuche que
vivía en la región de Los Toldos, provincia de Buenos Aires.
Nunt. Antiquus, Belo Horizonte, v. 14, n. 1, p. 133-157, 2018 143

C. ORDOÑEZ. – Hacia el Norte, estamos nosotros, la


civilización que avanza ...
BARBARA. – Malos pasos trae la civilización que acorrala al
indio hasta ahogarlo ...
C. ORDOÑEZ. – (Un poco picado.) Se resisten a ser gente ...
sólo queremos enseñarles.
BARBARA. – ¿Qué cosa? ... ¿A ser crestianos? ...
C. ORDOÑEZ. – A saber de Dios ... y de la patria ... de los
deberes y obligaciones del hombre, de la justicia y el trabajo ...
Queremos levantarlos hasta nosotros ... vernos todos al mismo
nivel, ser iguales ... hermanos como cuadra a los nacidos bajo
un mismo cielo ... sin distingo de raza, ni de sangre ...
BARBARA. – (Segura pero conteniéndose, pronta a saltar.)
Muy lindas sus palabras, coronel ... pero entre ustedes y
nosotros hay levantada una paré de sangre ... que se hace muy
difícil saltar... (CURESES, 1960, p. 18. Grifo nuestro).

Las violencias de la “Conquista” son retomadas en las dos voces,


lo que hace que Bárbara asuma lo que entendemos como una porta-
demanda de su tiempo y su espacio. En ese sentido, la narrativa histórica
se cuestiona, revisita y revisa desde la ficción, y la historia que podemos
oír se construye en el sentido benjaminiano del contrapelo.
En comparación con la literatura que vemos en el siglo XIX
brasileño, por ejemplo, en la que el indio alencariano se basa en el buen
salvaje de Rousseau, soportando el sacrificio como parte de su carácter
“apto” para la colonización, la protagonista de Cureses, curiosamente, se
aleja en el mismo punto en que se la conecta a Iracema: ambas habrían
traicionado a su tribu; ambas hicieron del colonizador su amante. Sin
embargo, mientras que es necesario la muerte de Iracema para que nazca
el hombre americano, “el hijo del dolor” Moacir, casi cien años después
vemos que los que tienen que morir para que otra historia sea contada
son los hijos de Bárbara, pues el filicidio se torna la manera de impedir
que el proyecto de anulación identitaria de los indígenas persista.
144 Nunt. Antiquus, Belo Horizonte, v. 14, n. 1, p. 133-157, 2018

La frontera está puesta. Es por Bárbara que sabemos que eso se


debe a la raza, a la sangre y, con la llegada de Ordoñez, comprendemos
que las fronteras jamás serán iguales para todos:
C. ORDOÑEZ. – (Seguro.) Tendrás que partir sola...
BARBARA. – Con mi hombre dije...
C. ORDOÑEZ. – No pienses en él...
BARBARA. - ¿Por qué?... Ni aunque juera muerta, metida en
un pozo dejaría de pensar en él...
C. ORDOÑEZ. – Tendrás que hacerlo...
BARBARA. – (Comienza a desbordar su fuerza.) Pero, ¿quién
es usté pa exigir tanto?...
C. ORDOÑEZ. – (El diálogo se hace más cortante.) Ya te lo
dije... aquí soy como el dueño y señor... Dicto las leyes de esta
avanzada en el desierto y mis leyes deben respetarse... y yo
ordeno, me entiendes, ordeno... que partas a tus tierras antes
de que despunte el nuevo día...
BARBARA. – Que me acompañe Jasón, él me trajo aquí... Que
me lleve a mis tolderías... de donde me sacó... a los míos, qu’él
me hizo traicionar...
C. ORDOÑEZ. – Sólo vos levantaste a tu pueblo contra tu
padre... ¡no merecés compasión!... (CURESES, 1960, p. 27).

La memoria de la potencia bárbara, como ya lo hiciera Jasón de


Eurípides, regresa con la acusación de la traición previa a su padre y la
prerrogativa de aniquilamiento se rehace a partir de un hecho fuera del
tiempo. La muerte de los niños, como cúspide del estado de barbaridad,
oscila con Cureses entre el desespero y la reivindicación de los hijos de
Bárbara como sus hijos, dándole el derecho de decidir sobre qué tipo de
vida pueden tener aquellos que tienen sus rasgos de identidad anulados.
En cierta medida, el autor intenta, como hicieran otros escritores, invertir
la noción de barbarie, componiendo el personaje que tiene de su lado la
presuposición patriótica como el sujeto de la violencia.
Fuera del contexto de la tomada de las tierras por el ejército de
la patria, lo que no deja de traer consigo la marca que la masacre de la
Nunt. Antiquus, Belo Horizonte, v. 14, n. 1, p. 133-157, 2018 145

colonización siguió produciendo, el bárbaro y su cuerpo cambiante se


dirigen hacia las herencias de las mezclas, sin perder en su condición
social el rasgo distintivo que lo habilita a la exclusión. El interior, la zona
rural y los espacios alejados de aquella Buenos Aires-Tebana ideada por
Sarmiento quedan en el imaginario como territorios donde la civilización
aún no se concretizó de forma completa. Es la tierra del gaucho. En las
extensiones semánticas que se le añaden al bárbaro, es en esos espacios
donde puede emerger la barbarie con su sentido radical y endógeno. Por
tanto, la transformación del territorio geográfico en escenario de ficción,
además de inscribir en esa perspectiva un relato a contrapelo, recrea las
voces de los ninguneados y apartados de los derechos garantizados por
un estado del bienestar social.
Es en ese espacio rural con sus signos de alejamiento donde surge
la protagonista de Medea del Olimar (2009), de la dramaturga uruguaya
Mariana Percovich. Según Percovich, en su pagina personal, el enredo
que sostiene la puesta en escena se da a partir de un hecho ocurrido en
el interior del país, una crónica policial:
En el año 2008 al regresar del viaje a Francia,
descubro en la crónica policial uruguaya un caso real
en el medio rural. Una madre mata en el campo a su
hija pequeña, lo que genera la ira en los lectores de
los diarios que comienzan a reaccionar casi de una
manera griega. Muchos claman por linchar a esa
madre, otros prefieren que no se hable del crimen,
“demasiado horrendo”. (PERCOVICH, 2010, s.p.).

Uniendo ese hecho a las tragedias de Eurípides, Séneca y a la


recreación del mito en Medeamaterial (1992) de Heiner Müller, Percovich
mantiene algunas referencias que retoman el texto griego, pero desde la
divulgación de la pieza la autora ya alerta que el público se encontrará con
una “Medea sin furor”, concepto fundamental del personaje senequiano.
La madre del Olimar no mimetizará el exceso, la ira o un rasgo cruel. Lo
bárbaro de su hecho representa una condición que a lo largo del texto
está presente en la composición de la mujer-vaca, o sea, en una condición
femenina bajo la sumisión impuesta socialmente. En ese sentido el
146 Nunt. Antiquus, Belo Horizonte, v. 14, n. 1, p. 133-157, 2018

texto de Percovich se aproxima al de Müller (y, por qué no, Cureses),


al tratar de la venganza como denuncia de los abusos resultantes de las
obligaciones históricas que se engendran en ese cuerpo, a partir de su
deber de procreación en un orden jerárquico masculino.
En el cartel de estreno del espectáculo en 2009, el pequeño texto
ratifica la perspectiva de una historia extraída de lo real, desde un punto
de vista donde la voz de esa mujer oriental – como son llamados los
que nacen en el Uruguay, cuyo nombre oficial es República Oriental del
Uruguay – se hace como una versión posible de la narración de un crimen
que no permite perdón social, sobre el cual no se aceptan justificaciones
más allá del juicio de barbaridad.
FIGURA 1 – Cartel de la pieza

Fuente: <http://marianapercovich8.blogspot.com.br/
search?updated-max=2010-08-26T17:01:00-07:00>.

La pieza tuvo mucha repercusión en Latinoamérica, incluso fue


presentada en 2009 en la inauguración de la Escuela Municipal de Teatro
de San Pablo. El drama es un monólogo, lo que es fundamental para
escuchar lo que puede decir esa mujer y que fuera de la ficción no le sería
permitido. Los personajes que comparten la historia son presentados por
esa voz que desde el comienzo reivindica una comprensión de los espacios
simbólicos que se inscriben en el cuerpo-mujer-rural-desechable:
Nunt. Antiquus, Belo Horizonte, v. 14, n. 1, p. 133-157, 2018 147

Yo soy Medea
La vaca oriental
Triste y gorda vaca del Olimar
Despeinada
Con el cerebro frito por los electroshock del hospital
Soy como esa vaca que pasta en la ruta,
comiendo el pasto que quedó
después del paso de Seca
Araña autóctona
Araña domiciliaria y rural
Vivo detrás de los muebles
Me muevo poco
Y solo ataco en la cama revuelta
Si me molestan .
Vaca
que parió hace seis años
un potrillo raquítico
una yegüita temblorosa y flaca
con las costillas marcadas en los flancos de un lomo
marrón,
una potrilla joven y nerviosa
que me mira con ojos negros y busca mis tetas cansadas
y caídas
Milagros me dicen que se llama.
Me lo dice Jasón
y yo miro sin entender
Milagro de parir, me dice la nodriza
y yo miro con asco a ese montón de huesitos todavía blandos y
mojados que acaba de salir de mí
Jasón el hombre al que seguí
Contra mi padre y mi madre
Por que quise
148 Nunt. Antiquus, Belo Horizonte, v. 14, n. 1, p. 133-157, 2018

Hoy es un pastor roñoso de ovejas que mete los dedos en la


lana sucia
Y se los chupa
Jasón
Que toma caña con Seca
Jasón que no habla
Nunca
Jasón, pastor de almas para Seca
Medea del olimar
Soy una asesina triste
Obesa y vacía
como una vaca en un tajamar inútil que busca en el fondo de
barro y pasto lo que Seca dejó a su paso
Vaca
(PERCOVICH, 2009, p. 3-5. Grifo nuestro).3

Las analogías que se hacen con los animales recrean una Medea
fabular en su correspondencia alegórica, trazando una aproximación entre
las características de dichos animales y los personajes, como vemos en
“la vaca” que pasta y da la leche; “la araña” que se esconde en el rincón
y ataca cuando acosada; “el potrillo, la yegüita y la potrilla” como un
solo personaje raquítico parido por esa vaca; y en “las ovejas” como
imagen de las mujeres pastoreadas por un Jasón que mantiene su poder
en el orden patriarcal.
Híbridos de lo humano y lo animal, la Medea del Olimar y su
hija/cría recuperan la perspectiva de un legado donde la inscripción en
lo monstruoso las distingue de los hombres como Jasón y Seca. Con
respecto a ese personaje, la psicoanalista Marta Labraga, en artículo
para la página personal de Mariana Percovich, propone una lectura de
los elementos imbricados en su composición multifacética y polisémica,
al argumentar que Seca sea al mismo tiempo:

3
El texto fue gentilmente cedido por la autora para integrar el presente artículo.
Nunt. Antiquus, Belo Horizonte, v. 14, n. 1, p. 133-157, 2018 149

‘La’ Seca que se come las tierras y las cosechas


[...], la locura que calcina estos cerebros que son
después “reparados” por los choques eléctricos
hasta la quema de todo pensamiento, el ‘dueño de
todo’, el dueño de la tierra y de los seres, el Macho
de la horda que circularmente coge a las hembras, les
hace sus ‘milagros’ y después se los reapropia [...].
(LABRAGA, 2010, s.p.).

Seca y Jasón permanecen en el centro del poder masculino, sin


embargo es desde la caída moral como se los nombra; sus presencias, que
solo se hacen posibles por la voz de Medea, representan a los responsables
de un orden de sometimiento, en el cual a las mujeres solo les quedan los
espacios destinado a los animales – el pasto o el rincón de una araña – o a
los locos. La parte humana de ese monstruo híbrido debe ser controlada,
y para eso servirán los choques eléctricos que, además de calcinar el
cerebro, deben aniquilar la parte humana del monstruo, es decir: su
potencia pensante. Una vez más, mito y recreación se encuentran en la
propuesta de revisión, recuperando un personaje que elabora, piensa,
razona, como vemos en el propio nombre de Medea y su posible relación
con el verbo médomai, que en griego puede significar ‘pensar’, ‘cuidar’,
‘elaborar’ y ‘planear’, remitiendo aún a la noción de ‘buen consejo’.
No por casualidad, ese lugar ofrecido a una Medea que habla
y reivindica una mirada hacia las violencias históricas impuestas a las
mujeres, desde su posición en un orden social sin igualdad de géneros
y partiendo de una maternidad problemática, se muestra en la autoría
femenina. La pieza de Percovich nos hace recordar lo que dice Gayatri
Spivak, en el capítulo “Femenismo y teoría crítica”, de su libro En otras
palabras, en otros mundos (2013), al afirmar que “el esencialismo es una
trampa” (SPIVAK, 2013, p. 156), refiriéndose a los estudios feministas
de base positivista que, a través de la literatura, intentaron hablar del
cuerpo de la maternidad como un cuerpo de poder. Si lo ubicamos en ese
escenario, una pregunta al mismo tiempo obvia y fundamental merece
ser hecha: ¿de dónde parte tal poder? Si a la maternidad se la considera
como un índice del poder en la generación de nuevos seres, el hombre
sigue dictando los límites y posibilidades del cuerpo-mujer, y los hijos
150 Nunt. Antiquus, Belo Horizonte, v. 14, n. 1, p. 133-157, 2018

siguen siendo signos de su poder en la sociedad, sobre todo teniendo en


cuenta que, recuperando lo que propone Spivak en su discusión sobre la
reproducción dentro de una problemática marxista, “el hombre retiene los
derechos de propiedad legal sobre el producto del cuerpo de una mujer”
(SPIVAK, 2013, p. 142).
Por lo tanto, además de revolver y cuestionar tal esencialismo,
clavando un dardo en la maternidad a partir de la madre que mira hacia
su propia condición, Percovich parece rescatar en su texto el intenso
momento en el que la Medea euripidiana pone en escena la oposición
entre los deberes de las mujeres y los derechos de los hombres, como
dos sendas incompatibles y por siempre paralelas, al decir:
De todos los seres animados y dotados de pensamiento
las mujeres somos el más desdichado. Pues, en primer
lugar, tenemos que comprar un marido con excesivo
gasto de dinero y conseguir un dueño de nuestro
cuerpo, pues ésta es una desgracia más dolorosa aún.
[...] Dicen que nosotras pasamos en nuestros hogares
una vida carente de peligros, mientras ellos combaten
con la lanza. Pero razonan con torpeza. Que tres veces
preferiría yo permanecer junto al escudo, antes de
tener un solo parto. (EURÍPIDES, Medea, v. 231-
234; 248-253).

Más allá de la referencia directa a la tragedia, la recepción del


personaje Medea en el texto de Percovich parece rescatar esa voz que
surge en aquella Atenas del siglo V a.C. ya como un problema, aunque
sea un problema planteado por la bárbara y, por extensión, sin cualquier
contexto histórico viable a lo que hoy podemos identificar en muchos
de los debates feministas que se disponen a leer la maternidad desde su
rasgo compulsorio; no más basado en el esencialismo y en el mito del
amor materno (BADINTER, 1985).
La madre-vaca que solo puede parir un potrillo raquítico
destinado a la muerte, cuando asume su forma humana migra del pasto
hacia el manicomio, espacio-cárcel donde su cuerpo-cerebro precisa
ser quemado para aniquilar la parte humana responsable de la muerte
Nunt. Antiquus, Belo Horizonte, v. 14, n. 1, p. 133-157, 2018 151

de su hija y discapacitada del ejercicio de la maternidad socialmente


aceptada. En Medea del Olimar vemos esa transgresión sumarse a la
desconstrucción de un cuerpo históricamente obligado a la reproducción.
Afuera de las fronteras que delimitan simbólicamente la propia figura de
la madre en una sociedad judeocristiana, la pieza, al referirse a un hecho
real, hace su crítica a partir de una mujer de carne y hueso que mata a
su hija de seis años y, como suele ocurrir en los casos de infanticidios
por parte de la madre, será juzgada duramente por toda la sociedad que,
igual que sucede con las Erinias de los mitos griegos, nunca jamás la
perdonará. Dejarle hablar, aunque sea (o porque sea) en la representación
teatral, es sacarla de su comprensión social monstruosa y devolverla
simbólicamente a su porción humana, constituciones alegóricamente
presentes en la composición de la mujer-bicho que pare bichos no aptos
para la vida.
La aptitud para la vida en un contexto basado en las leyes y en
oposición a la violencia debe contraponerse a la barbarie, luego, el filicidio
se vuelve el crimen bárbaro por antonomasia. Pero aún en relación con
tal aptitud, otra pregunta puede aparecer cuando nos cuestionamos acerca
de qué vida se habla cuando los herederos de esas mujeres híbridas
también llevan en su destino el rechazo de su poder humano. Si hablar
del término humano es demasiado extenso, hablemos de su correlación
con las leyes y, así, hablemos de los derechos, como metonimias para
pensarlo cuando el sujeto de la discusión es una mujer. ¿Hablaremos de
los derechos de las mujeres que todavía tienen sus cuerpos bajo el control
de leyes que no les permiten decidir sobre su cuerpo? Entonces, sin riesgo
de anacronismos, lo que nos dice la trágica Medea en los versos 250-253
es extremadamente actual cuando nos ubicamos en la frontera brasileña
y vemos nuestros cuerpos dispuestos en las narrativas que impiden, por
ejemplo, una discusión seria acerca de la despenalización del aborto,
hecho que para muchos brasileños es un crimen bárbaro.
La vida como algo mucho más amplio que la existencia y
el derecho de decisión son dos de los temas que vemos en la voz de
Medea de Mata teu pai (2016), de Grace Passô. Una vez más, como
porta-demanda de su tiempo, la princesa de la Cólquida regresa desde
152 Nunt. Antiquus, Belo Horizonte, v. 14, n. 1, p. 133-157, 2018

su discusión sobre la maternidad, ahora poniendo en escena cuestiones


como el racismo, la misoginia y el odio a los pobres e inmigrantes en
un Brasil cada día más reaccionario que nos toca vivir. En este punto,
la fibra materna (BADINTER, 2011) se hace desde la interrupción del
destino como deinós: la muerte como acto de amor capaz de cambiar la
senda terrible de las herederas de un camino ya trazado por la sumisión
femenina.
Como las protagonistas de La frontera y Medea del Olimar, la
de Passô no mata por venganza. La unión de un estado febril con las
doce señoras que la acompañan, en una reactualización del coro griego,
hacen que el público conozca de a poco un nuevo personaje, capaz de
entresacar de los mitos la potencia del verbo médomai en una Medea
dispuesta a cuidar a los otros, o mejor, a las otras que como ella son
obligadas a aceptar la frontera como línea intraspasable en la demarcación
de sus diferencias. Así como en la pieza de Percovich, estamos ante un
monólogo, pero desde un habla que reivindica al otro como interlocutor
y participante en sus debates, aunque el espectáculo no sea interactivo.
Por muchos momentos, ella retóricamente pregunta a su público si la está
escuchando, para después reescribir su historia con la frase grafiteada
en el escenario en letras mayúsculas: “SOU DO TAMANHO DO
AMOR”,4 otra vez presentándose sin el furor senequiano y desnuda de
la venganza gestada por la Medea de Eurípides. Su grito-grafiti genera
otra dimensión sobre ese cuerpo y su incómodo se alía a las mujeres en
continua deslocalización, las que como ella (y la india Bárbara) deben
ceder el paso para que se erijan las violencias tergiversadas en la idea de
progreso y, por qué no, de civilización. Los signos de su tierra recuperan
los poderes de las hierbas de la mítica Cólquida, donde hay medicinas
capaces de sacarla de una fiebre que, como los choque eléctricos, le
calcina el cerebro, como vemos en el extenso fragmento que corresponde
al monólogo de apertura de la pieza:

4
En español, “soy del tamaño del amor”.
Nunt. Antiquus, Belo Horizonte, v. 14, n. 1, p. 133-157, 2018 153

Preciso que me escutem.


Vou ser breve, não vou demorar.
Vivo aqui, foi aqui que chegaram estes pés.
E também outros:
Logo ali, uma vizinha cubana.
Ali, minha vizinha judia.
Ali, aquela paulista.
Ali, a haitiana.
A mulher síria mora naquela direção.
Eis minha vizinhança: aqui os que são de lá. [...]
Toda imigrante que encontro pelas ruas eu cumprimento,
compro o que vende, pergunto se quer água.
Penso sempre nas haitianas.
Terra da gente é terra da gente.
Na minha, por exemplo, tratariam essa febre de outra forma.
Preste atenção, toda exilada olha como se tivesse um segredo.
Os homens riscam um quadrado no chão e pronto, nomeiam
um país como se desenhassem suas bolsas no solo e depois
colocassem nos ombros como suas.
Mentira. Escravizam outros homens pra carregá-las.
Já pisei várias vezes em fronteiras. [...]
Na minha terra, tratariam essa febre com uma simpatia que não
existe aquí. [...]
Na minha terra tem fruta que só existe lá.
Ninguém chora com aquela música, EU choro com aquela
música.
O sal não é o mesmo em todos os lugares.
Fora que é exaustivo ter que contar a sua história toda vez que.
Alguém me pergunta de onde eu vim e meu olho se enche.
Aqui, sempre me perguntam de onde eu vim, como que pra me
lembrar.
A paulista que mora ali só me pergunta isso.
154 Nunt. Antiquus, Belo Horizonte, v. 14, n. 1, p. 133-157, 2018

Penso sempre nas hidrelétricas dando fim às cidades. Na lama.


Terra da gente é terra da gente. [...]
Vocês escutaram tudo que eu disse até aqui?
(PASSÔ, 2017, p. 23-27)5

Al evocar el amor como parte de sí misma, la Medea de Passô


es solidaria con la soledad de la mujer judía; sufre con la incomprensión
lingüística y el embarazo de la mujer siria, a quien le propone el aborto;
comparte los secretos de la mujer cubana y no se permite interactuar con
los prejuicios de la mujer paulista. Al público solo se le permite conocerlas
a través del monologo del personaje, así como a las hijas mujeres y a un
Jasón que, como una constante desde los mitos y la tragedia de Eurípides,
debe su poder a Medea y se presenta a partir de su caída moral.
El tema del racismo, como parte de su carácter como una porta-
demanda, se inserta en la relación de Jasón y su actual compañera,
la nueva intendente de la ciudad, una mujer negra con quién Medea
hipotéticamente dialoga, pidiéndole perdón por no acordarse de un día
haberla empleado en su casa como doméstica. En ese punto, Passô como

5
En español: “Necesito que me escuchen./ Voy a ser breve, no voy a tardar./ Vivo acá,
fue acá que llegaron estos pies./ Y también otros:/ Bien allí, una vecina cubana./ Allí,
mi vecina judía./ Allí, aquella paulista./ Allí, la haitiana./ La mujer siria vive en aquel
lado./ Esta es mi vecindad: acá los que son de allá. [...]/ A toda inmigrante que encuentro
por las calles, saludo,/ compro lo que vende,  pregunto si quiere agua./ Pienso siempre
en las haitianas./ Nuestra tierra es nuestra tierra./ En la mía, por ejemplo, tratarían esa
fiebre de otra manera./ Prestá atención, toda exiliada mira como si tuviera un secreto./
Los hombres trazan un cuadrado en el suelo y listo, nombran un país como si dibujaran
sus bolsas en el piso y después se las pusieran en las espaldas como suyas./ Mentira.
Esclavizan a otros hombres para cargarlas./ Ya pisé inúmeras veces las fronteras.[...]/
En mi tierra, tratarían esa fiebre con una sanación que no/ existe acá. [...]/ En mi tierra
hay fruta que sólo existe allá./ Nadie llora con aquella canción, YO lloro con aquella
canción./ La sal no es la misma en todas partes./ Además de que es agotador tener que
contar su historia siempre que./ Alguien me pregunta de donde vine y mi ojo se llena./
Acá, siempre me preguntan de donde vine, como para hacerme recordar./ La paulista
que vive allí solo me pregunta eso./ Pienso siempre en las hidroeléctricas poniendo un
fin a las ciudades. En el barro./ Nuestra tierra es nuestra tierra. [...]/ Ustedes escucharon
todo lo que dije hasta acá?”
Nunt. Antiquus, Belo Horizonte, v. 14, n. 1, p. 133-157, 2018 155

escritora negra reivindica en su proyecto la importancia de hablar del


racismo en un país maculado por el mito de la democracia racial, que
más impide el diálogo franco y abierto que propiamente favorece al
reconocimiento de derechos en un sistema simbólico donde las fuerzas
hegemónicas aún son de los blancos. Bárbaras, la Medea que no es de ahí
y la mujer negra tienen sus fronteras inscritas en el espacio geográfico
y en el color de la piel. Pese a eso, la fecha de publicación del texto es
un dato bastante relevante si se lo compara con los años siguientes de
nuestro país. Publicada en el 2016, el país inhóspito desde donde Medea
nos habla todavía es un escenario donde la mujer negra puede tomar un
lugar de reconocimiento en el gobierno. Posiblemente, teniendo en cuenta
el poder de porta-demanda del personaje, con el brutal asesinato de la
concejala del Río de Janeiro, Marielle Franco, el 14 de marzo de 2018,
el cierre de la tragedia contemporánea escrita por Passô apuntaría a ese
hecho hediondo que, al intentar callar a Marielle, se dispuso a ser una
amenaza a todas las mujeres de Brasil, sobre todo, a la voz de la mujer
negra, reafirmando que sus cuerpos históricamente están a disposición
de un estado que plantea su perversa civilización desde la barbarie.
Como cierre posible de un legado prohibido en lo referente a los
derechos de las mujeres, esa Medea dispara su ametralladora hacia el
público, donde se proyecta la presencia de sus hijas, todas mujeres que,
según ella, están condenadas al encuentro con un Jasón cualquiera, otro
dueño de sus cuerpos, otro hombre autorizado al abandono como práctica.
La muerte misericordiosa pone un punto final a ese cuerpo que, desde
Eurípides, sirve de mote para hablar de lo que persiste en el silencio o
en la voz del sujeto incómodo. Es el fin del destino deinós.
Sea como una mujer de tierra bárbara o como la india bárbara;
sea como la madre y su crimen bárbaro en Olimar o en un país donde la
barbarie asume el sinónimo de futuro, las mujeres desvelan las violencias
a las que están sometidas. Escucharlas o no, además de un deseo, puede
traducir el deber del aquel civilizado cuyo reconocimiento de humanidad
de que nos habla Todorov hace parte de su encuentro con los otros.
En las fronteras que nos unen simbólicamente desde la Cólquida,
nuestro sueño de herencia quizá sea lo más simple: reivindicar, desde
156 Nunt. Antiquus, Belo Horizonte, v. 14, n. 1, p. 133-157, 2018

un cuerpo respetado por esos otros, la vida que debe y puede haber en
todas las mujeres. Por qué hablar de Medea, además de una pregunta,
traduce nuestra urgencia. Su carácter fuerte y su crimen imperdonable
revisitados en otros tiempos y espacios, por medio de nuevas voces y
exigencias de reconocimiento, ponen en escena un teatro crítico y un
discurso atento al género. Desde la ficción, la maternidad vuelve con su
potencia transgresora: en la escrita dramatúrgica de tres mujeres, Medea
trae en si la cicatriz bárbara, exponiéndola como marca de las violencias
a que las mujeres estamos sometidas en la historia. Los filicidios sin el
trazo de la venganza traducen lo que puede haber de más primitivo en los
discursos acerca de la maternidad: la protección. Contradictoriamente, es
matando a los herederos de una identidad desautorizada en la narrativa
oficial que cada una, a su manera, amplifica la voz femenina y deja libre
el escenario para que la historia sea suya, de los suyos y, por que no, de
nosotras.

Referencias
BADINTER, E. Um amor conquistado. O mito do amor materno.
Tradução de Waltensir Dutra. Rio de Janeiro: Nova Fronteira, 1985.
BADINTER, E. O conflito: a mulher e a mãe. Tradução de Vera Lucia
dos Reis. Rio de Janeiro: Record, 2011.
BOURDIEU, P. O poder simbólico. Tradução de Fernando Tomaz. Rio
de Janeiro: Bertrand Brasil S.A, 1989.
CURESES, D. La frontera. Buenos Aires: Argentores, 1960.
EURÍPIDES. Medeia. Tradução do grupo Trupersa e coordenação de
Tereza Virgínia Ribeiro Barbosa. São Paulo: Ateliê Editorial, 2013.
EURÍPIDES. Tragedias I. Edición de Juan Antonio López Férez. Madrid:
Ediciones Cátedra, 2010.
JASON, T. A história das línguas: uma introdução. Traducão de Marcos
Bagno. São Paulo: Parábola, 2015.
157 Nunt. Antiquus, Belo Horizonte, v. 14, n. 1, p. 133-157, 2018

LABRAGA, M. Sobre el texto y la puesta. Disponible en: <http://


marianapercovich8.blogspot.com/2010/03/sobre-el-texto-y-la-puesta.
html>. Visitado el: 07 mayo 2018.
MITCHELL, L. Panhellenism and the Barbarian in Archaic and
Classical Greece. Swansea: The Classical Press of Wales, 2007.
PASSÔ, G. Mata teu pai. Río de Janeiro: Cobogó, 2017.
PERCOVICH, M. Medea del Olimar. Montevideo, 2009. Edición de la
autora.
PERCOVICH, M. Presentación del proyecto. Disponible en: <http://
marianapercovich8.blogspot.com/2010/03/presentacion-del-proyecto.
html>. Visitado el: 07 mayo 2018.
POCIÑA, A.; LÓPEZ, A. Otras Medeas. Nuevas aportaciones al estudio
literario de Medea. Granada: Editorial Universidad de Granada, 2007.
SAID, E. Cultura e imperialismo. Tradução de Denise Bottmann. São
Paulo: Companhia das Letras, 1995.
SARMIENTO, D. F. Facundo. Buenos Aires: Eudeba, 1999.
SPIVAK, G. Quem reivindica alteridade? In: HOLLANDA, H. B. de
(Org.). Tendências e impasses: o feminismo como crítica da cultura. Rio
de Janeiro: Rocco, 1994. p. 187-205.
SPIVAK, G. En otras palabras, en otros mundos. Ensayos sobre política
cultural. Traducción de Alcira Bixio. Buenos Aires: Paidós, 2013.
TODOROV, T. El miedo a los bárbaros. Traducción de Noemí Sobregués.
Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2014.

Enviado em: 30 de abril de 2018.


Aprovado em: 18 de junho de 2018.

También podría gustarte