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Herpes Zoster
Herpes Zoster
Herpes Zoster
Historia:
La descripción del herpes zóster está
presente en los textos médicos desde
hace mucho tiempo, pero estos relatos
históricos no distinguen la formación de
ampollas causadas por VVZ y las
causadas por
la viruela, ergotismo y erisipela. No fue
hasta finales del siglo
XVIII cuando William Heberden estableció
una forma de diferenciar entre el herpes
zóster y la viruela, y a finales del siglo XIX
se distinguió de la erisipela.13 En 1831, Richard Bright sostuvo la hipótesis de que
la enfermedad surgía del ganglio de la raíz dorsal, lo cual fue confirmado por Felix
von Bärunsprung en 1861.
Los primeros indicios de que la varicela y el herpes zóster están causados por el
mismo virus se observaron a principios del siglo XX. Algunos médicos comenzaron
a informar que se producían casos de varicela en personas jóvenes que convivían
con pacientes afectados de herpes zóster. La idea de una asociación entre las dos
enfermedades tomó forma cuando se demostró que la linfa de una persona que
sufre de herpes zóster puede inducir a la varicela en jóvenes. Finalmente, la
relación se demostró al aislarse el virus en cultivos celulares por el premio
Nobel Thomas Huckle Weller, en 1953.
Hasta la década de 1940, la enfermedad era considerada benigna y las
complicaciones graves se creían que eran muy raras. Sin embargo, en 1942, se
reconoció que el herpes zóster es más grave en adultos que en niños, y que
aumentaba la frecuencia con la edad. Otros estudios durante la década de 1950
en los individuos inmunodeprimidos mostraron que la enfermedad no era tan
benigna como se pensaba, comenzándose a buscar medidas terapéuticas
preventivas.
Epidemiología
El herpes zóster es una enfermedad distribuida mundialmente. A diferencia de
la varicela, el herpes zóster no presenta estacionalidad. Se calcula que afecta
alrededor del 20 % de la población, presentando un mayor riesgo las personas
caucásicas que las de otras etnias.1819 Puede aparecer a todas las edades,
aunque es más común en personas mayores de 50 años. Otros factores de riesgo
son el estrés, la exposición a inmunotoxinas y los traumatismos.
Aproximadamente, el 4 % de los enfermos padecen un segundo episodio de
herpes zóster, y en algunos pacientes se han descrito más casos.
La incidencia de esta patología varía en los diferentes grupos de edad. La
frecuencia anual del herpes zóster es de 4,8 casos por cada 1000 habitantes y
cerca del 75 % de los casos ocurren en personas mayores de 50 años. 8 La
incidencia anual es de 1-3 casos por cada 1000 habitantes en menores de 50
años, mientras que para las personas con edades comprendidas entre los 50 y los
79 años, es de 5-7 casos por cada 1000. La incidencia se eleva hasta cerca de 11
casos por cada 1000 individuos mayores de 80 años. En niños de corta edad, el
herpes zóster es raro. Si durante la gestación la madre ha padecido varicela,
puede que haya ocurrido una primoinfectación del feto en el útero y que desarrolle
herpes zóster en la lactancia.
En un estudio, se estimó que el 26 % de los pacientes que contraen el herpes
zóster desarrollan complicaciones. La neuralgia postherpética se presenta en
aproximadamente el 20 % de los pacientes. Otro estudio llevado a cabo
en California en 1994, encontró tasas de hospitalización de 2,1 pacientes por cada
100 000 personas al año, llegando a 9,3 por cada 100 000 personas al año para
mayores de 60 años.23 Un análisis anterior en Connecticut halló una tasa de
hospitalización aún mayor, posiblemente debido a la prevalencia del VIH en el
primer estudio, o la introducción de los antivirales en California antes de 1994.
¿Qué es la culebrilla?
La culebrilla o herpes zóster es una erupción de sarpullido o ampollas en la piel.
Es causada por el virus de la varicela-zoster, el mismo que causa la varicela.
Después de tener varicela, el virus permanece en su cuerpo. Puede que no cause
problemas por muchos años, pero a medida que envejece el virus puede
reaparecer como culebrilla.
¿Es contagiosa la culebrilla?
La culebrilla no es contagiosa, pero alguien con culebrilla puede contagiar la
varicela. Si nunca ha tenido varicela ni se ha puesto la vacuna contra la varicela,
trate de mantenerse alejado de alguien que tenga culebrilla.
Si usted tiene culebrilla, trate de evitar acercarse a quienes no hayan tenido
varicela o no se hayan puesto la vacuna contra la varicela, o cualquier persona
que pueda tener un sistema inmunitario débil.
¿Quién está en riesgo de tener culebrilla?
Cualquier persona que haya tenido varicela corre el riesgo de padecer culebrilla.
Pero este riesgo aumenta a medida que envejece. La culebrilla es más común en
personas mayores de 50 años.
Las personas con sistemas inmunitarios débiles corren un mayor riesgo de tener
culebrilla. Esto incluye a aquellos que:
Tienen enfermedades del sistema inmunitario como el VIH y sida
Tienen ciertos tipos de cáncer
Toman medicamentos inmunosupresores después de un trasplante de
órgano
Su sistema inmunitario puede estar debilitado cuando tiene una infección o está
estresado. Esto puede aumentar su riesgo de culebrilla.
Es raro tener culebrilla más de una vez, pero puede ocurrir.
¿Cuáles son los síntomas de la culebrilla?
Los primeros signos de culebrilla incluyen ardor o dolor punzante y hormigueo o
picazón. En general, se presenta a un lado del cuerpo o la cara. El dolor puede ser
de leve a severo.
Entre uno a 14 días después, tendrá una erupción. Esta consiste en ampollas que
generalmente duran entre siete y 10 días. El sarpullido suele presentarse en una
sola banda alrededor del lado izquierdo o derecho del cuerpo. En otros casos, la
erupción ocurre en un lado de la cara. En raras ocasiones, usualmente en
personas con sistemas inmunitarios debilitados, la erupción puede estar más
extendida y parecerse a una erupción de varicela.
Algunas personas también pueden presentar otros síntomas, como:
Fiebre
Dolor de cabeza
Escalofríos
Dolor abdominal
Transmisión:
Una persona con culebrilla activa puede propagar el virus cuando el sarpullido se
encuentra en la fase de las ampollas. La persona no es contagiosa antes de que
aparezcan las ampollas. Cuando se forman las costras en las ampollas, la persona
deja de ser contagiosa.
Si tiene culebrilla:
Prevención:
Una de las formas para prevenir la aparición de esta patología a través de
la vacunación de los niños contra la varicela. Según el Comité Asesor de Vacunas
de la Asociación Española de Pediatría, la vacuna frente a la varicela, “contiene una
pequeña porción de virus vivos que ayudan a estimular las defensas del organismo sin
producir enfermedad o produciendo una forma muy leve”, asegura.
Tipos:
No existen tipos de esta enfermedad.
Diagnóstico:
Tratamientos:
En casos de personas sanas, el tratamiento suele ser innecesario, salvo paliar las
molestias causadas por el picor y la fiebre. También se pueden recetar antiinflamatorios
para reducir el aumento de la temperatura corporal y que disminuya el dolor.
Es aconsejable mantener una higiene correcta de los sarpullidos y las ampollas hasta
que mejoren para evitar que se lleguen a infectar. Lo correcto es mantener
reposo durante el tiempo que recomiende el médico y aplicar baños calmantes a las
personas afectadas.
Si aparece en casos de personas que tengan problemas en el sistema inmune como
pacientes de VIH, se pueden poner tratamientos antivirales para eliminar dicho virus
en un periodo de tiempo más corto y, además, ayudar a disminuir las molestias que
ocasiona en los enfermos.
Otros datos
Complicaciones:
Las posibles complicaciones que pueden aparecer derivadas de esta enfermedad
pueden ser las siguientes:
La aparición de la patología otra vez.
Infecciones cutáneas derivadas del herpes zóster.
Puede ocasionar ceguera y sordera.
Infecciones como encefalitis o sepsis, que son de mayor gravedad, sobre todo en
gente que tiene algún déficit en el sistema inmunitario.
Puede aparecer el síndrome de Ramsay Hunt, que se manifiesta con una erupción
en la dermis que rodea la zona del oído cuando el virus de la varicela afecta algún
nervio localizado en la zona de la cabeza.
Neuralgia postherpética. Es una complicación neurológica frecuente según
SEDolor. Se define como “la persistencia del dolor tras el cuadro inicial,
considerando un periodo de tres meses”, aseguran.
Terapia antiviral:
Un estudio reciente sugiere que la inyección de toda la zona afectada con toxina
botulínica A (40 inyecciones en un patrón de tablero de ajedrez) puede reducir el
dolor.