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Wolf, Smithin. A World Central Bank. (1) Español

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¿Un banco central mundial?
John Smithin y Bernard M.Wolf

Introducción
Cuando los tipos de cambio empezaron a flotar a principios del siglo XX, tras la
Primera Guerra Mundial, Keynes (1924, 187) escribió que "el sueño académico
de cien años, despojándose de su gorro y bata, vestido con trapos de papel, se ha
colado en el mundo por medio de las hadas malas". 1 Este particular "sueño" se
hizo realidad una vez más, medio siglo más tarde, cuando las principales
monedas empezaron a flotar de nuevo tras la ruptura del sistema de Bretton
Woods a principios de la década de 1970.
Sin embargo, para muchos, los resultados del último cuarto del siglo XX no
han sido tanto un sueño como una pesadilla. La flexibilidad, y por tanto la
volatilidad potencial, de los tipos de cambio, se ha combinado con otros
cambios, como la globalización de los mercados financieros, la
desregulación/liberalización financiera y el cambio técnico, que han actuado
para aumentar enormemente tanto el volumen como la velocidad de los
movimientos internacionales de capital. La preocupación en este entorno es que,
en el ajuste de la balanza de pagos, es la cuenta de capital, incluidos los
movimientos de capital especulativo, la que domina o impulsa la cuenta
corriente a través de las variaciones del tipo de cambio. Los resultados de la
cuenta corriente, ya sean positivos o negativos, ya no se perciben como
derivados de un verdadero esfuerzo económico, por ejemplo, un superávit que
surge si una economía se vuelve más "productiva" o "competitiva", sino
simplemente como un subproducto de la actividad del mercado de capitales. A
principios de la década de 1990, la revista The Economist ya había bautizado
este fenómeno como "El miedo a las finanzas". 2 De hecho, a cierto nivel apenas
importa si las transferencias de capital se califican peyorativamente de
"especulativas" o se consideran respuestas adecuadas a auténticos incentivos
económicos. En cualquier caso, el impacto en la cuenta corriente es el mismo.
Es evidente que el curso real de los acontecimientos durante la década de los
noventa, incluidas las crisis del mecanismo de tipos de cambio (MTC) en
Europa en 1992/93, la crisis del peso mexicano de 1994/95 y las crisis
monetarias asiáticas de finales de 1997, sólo han servido para aumentar la
sensación de aprensión respecto al sistema monetario internacional (SMI).
Aunque, como advertencia, hay que señalar que en todos estos episodios se
intentó mantener los tipos de cambio fijos a niveles inadecuados (más bien
222UN BANCO CENTRAL
MUNDIAL?
que por la posible flexibilidad de los tipos), es fácil entender, sin embargo, el
creciente interés que suscitan las propuestas de reestructuración o renovación de
las actuales instituciones financieras internacionales (IFI) y de reforma profunda
del propio SMI. Entre estas propuestas se encuentran la de restablecer los tipos
de cambio fijos, la de crear un banco central mundial (BCM), como en el título
de este capítulo, la de regular los flujos de capital mediante impuestos u otros
medios, la de reformar las IFI existentes, como el Fondo Monetario
Internacional (FMI), o la de crear un "nuevo Bretton Woods" (Grieve Smith, en
este volumen).
No obstante, al igual que en un trabajo anterior (Smithin y Wolf, 1993),
seguimos siendo escépticos en cuanto a la viabilidad y la conveniencia de una
reforma institucional tan amplia como el establecimiento de un WCB en el
entorno económico mundial contemporáneo. El objetivo de este capítulo es
exponer algunas de las razones de este escepticismo. Muchas de ellas giran en
torno al probable sesgo deflacionista de las poderosas burocracias financieras
internacionales en el entorno social y político contemporáneo, y reflejan las
preocupaciones que se han expresado con frecuencia sobre la Unión Económica
y Monetaria (UEM) regional o la iniciativa de la "moneda única" en Europa. Sin
embargo, también existe otra vertiente del argumento. En gran parte de la
literatura sobre la reforma del SMI se presupone implícitamente que la
alternativa, la defensa continua de una política pública adecuada basada en el
ámbito nacional, ya no es viable en la economía global emergente, precisamente
debido a la mayor movilidad del capital a la que se ha hecho referencia. Este es
un aspecto de lo que McQuaig (1998) ha llamado el "culto a la impotencia" o el
"mito de la impotencia" en el contexto de la globalización. Sin embargo,
recientemente, autores como Eatwell (1996), Godley (1996), Paraskevopoulos,
Paschakis y Smithin (1996), y Paschakis y Smithin (1998), han señalado la
existencia de mecanismos por los que las pequeñas y medianas economías
abiertas pueden influir en sus propios destinos económicos, incluso en un
entorno global caracterizado por una movilidad del capital prácticamente
perfecta. Estos mecanismos, sin embargo, dependen en gran medida de que
sigan existiendo sistemas monetarios nacionales independientes, con tipos de
cambio que sean, al menos potencialmente, libres de cambiar, aunque en la
práctica se mantengan bastante estables. En resumen, una política monetaria
independiente puede ser una condición necesaria para poder llevar a cabo una
política independiente en otros ámbitos, como la política fiscal, la regulación del
mercado laboral, la protección social, etc. (Paraskevopoulos y Smithin, 1998;
Smithin, 1998). Esto implica que hay un "inconveniente" en cualquier tipo de
solución internacional que elimine la posibilidad de una política independiente, a
menos que podamos estar muy seguros de la buena fe de los que realmente
dirigirán las poderosas instituciones internacionales.
La capacidad potencial de las jurisdicciones políticas individuales para aplicar
políticas independientes no garantiza, por supuesto, un resultado económico
deseable ni para la economía en cuestión ni para la economía mundial en su
conjunto. Es tan posible, e incluso probable, que los responsables políticos
nacionales independientes apliquen políticas perversas y deflacionistas como las
burocracias internacionales. Sin embargo, en el mejor de los casos, unas
políticas expansivas coordinadas o afines en una serie de jurisdicciones
fomentarían el crecimiento mundial y permitirían un crecimiento (real)
JOHN SMITHIN Y BERNARD M.WOLF 223

razonable.
224UN BANCO CENTRAL
MUNDIAL?
La estabilidad de los tipos de cambio y el equilibrio aproximado de las cuentas
corrientes y de capital entre jurisdicciones. En el peor de los casos, en el que la
mayoría de los países no adoptaran tales medidas, aún sería posible que una o
dos naciones escaparan de las presiones globales adoptando una postura
contraria. Las naciones contrarias tendrían un crecimiento más rápido, menos
desempleo, una depreciación real de la moneda y superávits por cuenta corriente
a expensas de sus socios, que serían deficitarios. Pero, incluso en este caso, no
habría nada, excepto quizás el "poder de las ideas" y/o los "intereses creados"
(Keynes, 1936), que impidiera a las naciones deficitarias invertir su postura y
participar en una prosperidad general. En nuestra opinión, la preservación de un
cierto margen de maniobra para las economías nacionales sería un camino más
seguro en esta coyuntura que cualquier cosa que se parezca a un gobierno
mundial.
Sin embargo, esta postura no excluye una amplia variedad de sugerencias más
limitadas de reforma y reestructuración para las IFI existentes, o incluso la
introducción de nuevas IFI. Por ejemplo, incluso en un entorno de flotación
gestionada, hay motivos para aumentar el papel de un activo de reserva
internacional emitido por un FMI mejorado/reformado. Esto sería importante
sobre todo desde el punto de vista de la liquidez del sistema y del tratamiento de
las situaciones de crisis, más que de la gestión de los tipos de cambio como tal.

Modelos alternativos de banca central mundial


Está claro que hay varias ideas diferentes sobre cómo debería ser una institución
como la WCB, y varias propuestas de reforma individuales detalladas. No es
posible hacer justicia a todas las diferentes variantes potenciales en un breve
capítulo. Sin embargo, los diferentes modelos de banco central global pueden
agruparse al menos en tres grandes categorías a efectos de debate. Una de ellas,
que nos viene inmediatamente a la mente, es algo análogo a la "moneda única"
europea, pero a escala mundial. Es decir, una moneda mundial gestionada por un
WCB constituido de forma similar al propuesto Banco Central Europeo (BCE),
y que dirigiera la política monetaria como si se tratara de un banco central
nacional, con la salvedad de que su jurisdicción no coincidiría con un único
territorio bajo un gobierno. Sin embargo, dada la controversia sobre la
aplicación de las propuestas europeas incluso en el contexto regional más
restringido, parece poco probable que las propuestas de una moneda mundial
sean una opción práctica en este momento.
Posiblemente sean más realistas las diversas propuestas que se inspiran en los
planes que estuvieron sobre la mesa durante la Segunda Guerra Mundial en las
negociaciones que condujeron al establecimiento del sistema de Bretton Woods;
por ejemplo, el "Plan Keynes" para una Unión Internacional de Compensación
(UCI), o el "Plan Blanco" rival en el que se basó realmente el acuerdo de Bretton
Woods. 3 En otras palabras, la segunda gran categoría de modelos de WCB son
los que intentan adaptar algo parecido al concepto de la UCI a las circunstancias
y condiciones actuales. Esto implicaría una UCI, posiblemente emitiendo una
moneda internacional para su uso como numerario en la liquidación de la
balanza de pagos,
JOHN SMITHIN Y BERNARD M.WOLF 225

unos tipos de cambio fijos pero ajustables entre los principales actores, y un
conjunto de normas, que podrían incluir algún tipo de control de capitales,
destinadas a garantizar el buen funcionamiento del sistema. Evidentemente, hay
muchas variantes posibles de este esquema y diversas opciones estratégicas que
deben tomarse en el diseño de un sistema de este tipo, que se analizarán con más
detalle a continuación. Por ejemplo, es posible, en principio, separar o
"desacoplar" la función de creación o emisión de reservas del régimen cambiario
concreto. En otras palabras, abogar por una moneda internacional para utilizarla
como numerario en la liquidación de la balanza de pagos sería compatible con
un sistema de tipo Bretton Woods con una paridad fija pero ajustable, una
paridad móvil o un sistema de flotación controlada.
El modelo final del WCB no es tanto un plan como una descripción de lo que
ha ocurrido con frecuencia durante la historia del SMI. Se trata del crecimiento
de un sistema "hegemónico" de relaciones entre redes financieras
internacionales (Eichengreen, 1989; Gray, 1992). La moneda de una nación
poderosa en la economía mundial surge como dinero esencialmente mundial. El
banco central del hegemón se convierte en el banco central mundial y sus
obligaciones se convierten en el patrón de valor mundial y en el medio de pago
definitivo. La política monetaria de este banco central marca la pauta de la
política monetaria mundial y de la política monetaria nacional. Ejemplos obvios
serían el papel del Banco de Inglaterra y la libra esterlina durante el siglo XIX y
principios del XX, y el del Consejo de la Reserva Federal y el dólar
estadounidense a mediados del siglo XX. En años más recientes, el dominio del
Bundesbank alemán sobre el Sistema Monetario Europeo (SME) durante los
años 80 y principios de los 90 constituye un ejemplo de sistema hegemónico a
un nivel más restringido (regional). La experiencia sugiere que la aparición de
"monocentros" mundiales o regionales, por utilizar la expresión de Hicks (1982,
1989), se basa en indicadores bastante burdos del éxito económico nacional.
Básicamente, un país parece poder reclamar una posición de liderazgo para su
banco central si con el tiempo ha construido una posición de crédito neto
dominante. Que el sistema resultante tenga éxito o no depende claramente de las
políticas que sigan los funcionarios del banco central hegemónico. Por ejemplo,
se podría argumentar que la relativa prosperidad del cuarto de siglo posterior a la
Segunda Guerra Mundial se vio facilitada por los instintos expansivos de las
autoridades políticas estadounidenses durante este periodo, en particular según
el ejemplo del Plan de Recuperación Europea, mientras que en tiempos más
recientes, el Bundesbank ha extendido la presión deflacionaria por toda Europa.
En el contexto del presente argumento, es una cuestión extremadamente
importante si la relativa prosperidad económica de la era de Bretton Woods se
debió o no a la detallada planificación y a la exitosa aplicación del tratado, tanto
en lo que se refiere a las normas de funcionamiento como a las IFI que se
crearon, o más bien a las circunstancias históricas que incluirían el conjunto
particular de políticas aplicadas por el principal actor, los Estados Unidos. Hicks
(1986, 22-23) no lo dudó. Al buscar los factores explicativos de los resultados
económicos hasta principios de los años 70, señala
226UN BANCO CENTRAL
MUNDIAL?
El primer paso... es reconocer que Bretton Woods, el FMI y todo eso, era
en gran medida una fachada. La realidad que había detrás era el dólar
estadounidense. Era perfectamente obvio, en la década de 1950, mucho
más de lo que había sido en la década de 1920, que Estados Unidos era la
superpotencia, no sólo en el mundo político, sino también en el
financiero... se produjo sin que nadie hubiera dicho que debía producirse
que el dólar se convirtiera en la moneda internacional... el dólar se
convirtió en el centro del sistema monetario mundial, el FMI no era más
que una de las rutas por las que... [otras]... monedas... se convertían en
dólares.

A continuación, Hicks (1986, 23) señala la principal diferencia entre el sistema y


los anteriores regímenes financieros internacionales:

[Lo que marcó la diferencia fue un sentimiento generalizado, que antes


apenas existía, de que el gobierno de cada nación tenía la responsabilidad,
no sólo de mantener el valor de su dinero, sino también de mantener el
volumen de empleo. Estas... responsabilidades podían... chocar; pero... en
general... en el período de Bretton Woods... se equilibraron mutuamente.

A principios de la posguerra, las transferencias fiscales de EE.UU. a Europa y


Japón se convirtieron en el principal medio para evitar que el sistema se
hundiera. Estados Unidos, que se había mostrado reacio a aceptar las
obligaciones de nación acreedora principal en el plan de la UCI de Keynes, fue
mucho más allá de sus obligaciones formales con el FMI. Proporcionó una
enorme liquidez al SMI a través del Plan Marshall para Europa y el Plan Dodge
para Japón. Una de las funciones del Plan Marshall fue suscribir la Unión
Europea de Pagos (UPE) que se convirtió en el instrumento para restaurar la
convertibilidad de las principales monedas europeas. Lo más destacado aquí es
que lo decisivo fue el cambio de clima o de filosofía económica, sobre todo en
Estados Unidos, y no las normas y reglamentos detallados establecidos en el
tratado internacional.
No obstante, la mayoría de las propuestas de reforma contemporáneas se han
centrado en la cuestión de la reforma institucional, que a menudo implica la
creación de alguna forma de unión de compensación, como en el caso de
Keynes, y también suele subrayar la importancia de la estabilidad de los tipos de
cambio. Al resumir varias de las propuestas, Dow (1997) ha argumentado que:

la opción postkeynesiana preferida es diseñar un dinero internacional, para


el que una agencia global actúe como banco central; los atributos de ese
dinero deben ser tales que lo conviertan en el dinero preferido, en relación
con las monedas nacionales.

Davidson (1991, 1994, 1996) ha presentado un conjunto detallado de propuestas,


muy en la tradición de la UCI, que implica la creación de un sistema monetario
unificado (UMS), en el que las monedas nacionales se unen mediante
JOHN SMITHIN Y BERNARD M.WOLF 227

tipos de cambio fijos. También habría una agencia internacional de


compensación (ACI) para compensar los saldos netos entre países en términos
de una unidad internacional de compensación monetaria (IMCU), que sería
"dinero" sólo para estos fines. Los tipos de cambio se fijarían en función de la
UCIM, pero, al igual que en Bretton Woods, serían ajustables si los costes
unitarios de los distintos países se desvían demasiado.
Grieve Smith (1997) propuso un "plan de diez puntos", entre cuyas
características clave estaría un nuevo régimen de tipos de cambio gestionados,
en el que los cambios en las paridades deberían ser "relativamente pequeños y
frecuentes" (1997, 221-22), en lugar de las traumáticas crisis políticas que han
sido a menudo en el pasado, y también la creación de un nuevo fondo de
estabilización internacional (IFS) con recursos muy amplios y un mandato para
intervenir automáticamente para apoyar las paridades acordadas cuando sea
necesario. Otro aspecto importante sería la adopción de medidas contundentes
para frenar los movimientos de capital especulativo que impliquen tanto la
fiscalidad; por ejemplo, variantes de la famosa "tasa Tobin" (Tobin, 1978), como
la regulación y supervisión internacional de las instituciones financieras.
Así pues, la cuestión del diseño institucional correcto sigue estando muy
presente, siendo una cuestión crucial si alguno o todos los esquemas sugeridos
funcionarían en la práctica como lo harían sobre el papel.

Dinero y gobernanza económica


La cuestión que subyace en última instancia a los desacuerdos sobre la
arquitectura financiera adecuada, ya sea a escala nacional o internacional, es, por
supuesto, la relación entre el dinero y el poder. En el caso de un tratado tipo
Maastricht para el mundo en su conjunto, y ciertamente en el caso de los
sistemas hegemónicos que surgieron en el pasado, la naturaleza de las relaciones
de poder, y dónde reside finalmente el poder, sería quizás bastante obvia. Sin
embargo, hay que subrayar que algunas cuestiones deben surgir inevitablemente
en el establecimiento de una nueva UCI, ACI o FSI, o cualquier acrónimo que se
aplique finalmente a una nueva agencia global. Tal vez, como ha sugerido
Hicks, el FMI bajo Bretton Woods era una fachada que ocultaba la realidad de la
dominación estadounidense. Sin embargo, cualquier nuevo organismo,
suponiendo que vaya a disponer de los recursos necesarios para realizar el
trabajo que se espera de él, es decir, mantener un régimen de paridades
razonablemente estables, lograr la simetría en el ajuste de la balanza de pagos y
frenar la especulación, debe dominar inevitablemente la política monetaria
mundial. Como en los casos históricos de sistemas hegemónicos, el WCB estaría
marcando efectivamente el tono de los tipos de interés mundiales y, en última
instancia, determinando el ritmo de expansión del sistema en su conjunto.
En las discusiones históricas sobre Bretton Woods, hace ya más de medio
siglo, parece que la cuestión de la responsabilidad de la política monetaria
mundial no se abordó directamente. Quedó al margen de las discusiones. 4 El
énfasis se puso principalmente en la simetría, en el logro de un ajuste ordenado
de la balanza de pagos, etc., y no en la dirección general del sistema.
Ciertamente, una parte importante del énfasis en la simetría era evitar el sesgo
deflacionista de
228UN BANCO CENTRAL
MUNDIAL?
sistemas anteriores, como el patrón oro, en el que toda la carga del ajuste recaía
en las naciones deudoras y no en las acreedoras. Esto encontró su expresión final
en la famosa "cláusula de la moneda escasa" del acuerdo de Bretton Woods. 5 La
cuestión
de si el sesgo deflacionista debía ser sustituido por un sesgo expansivo
quedó implícita. De hecho, Keynes (1944; 1980, 16-19) defendió explícitamente
el acuerdo final de Bretton Woods precisamente sobre la base de que preservaba
la capacidad de las distintas autoridades nacionales para aplicar políticas
"keynesianas" independientes. En un discurso ante la Cámara de los Lores en
1944, argumentó lo siguiente:

Estamos decididos a que, en el futuro, el valor exterior de la libra esterlina


se ajuste a su valor interior, fijado por nuestra propia política interna, y no
al revés. En segundo lugar, nos proponemos mantener el control de
nuestro tipo de interés interno para poder mantenerlo tan bajo como nos
convenga... En tercer lugar, aunque nos proponemos evitar la inflación en
nuestro país, no aceptaremos la deflación al dictado de las influencias del
exterior...
¿Han sido los responsables de las propuestas monetarias lo
suficientemente cuidadosos para preservar estos principios de la
posibilidad de interferencia? Espero que sus señorías confíen en que no he
dado la espalda a todo aquello por lo que he luchado...
[Estas propuestas deben ser acogidas con satisfacción, sobre todo,
porque proporcionan un marco internacional para las nuevas ideas y
técnicas relacionadas con la política de pleno empleo.

Hay que recordar que en ese momento se daba por sentado el mantenimiento de
amplios controles de capital, pero no obstante hay motivos para cuestionar si la
defensa de Keynes era estrictamente exacta. Es posible que Keynes esperara del
FMI más de lo que era capaz de ofrecer sin el apoyo adicional de los Estados
Unidos a través del Plan Marshall. Como ya se ha dicho, resultó que bajo
Bretton Woods existía algo parecido a una política monetaria global, dirigida no
por el FMI sino por la Reserva Federal de EE.UU., y en cierto sentido fue
fortuito que esto contribuyera a la relativa prosperidad de la era posterior a la
Segunda Guerra Mundial.
Hay que destacar que la mayoría de las propuestas más recientes para
reactivar Bretton Woods, como se ha comentado en la sección anterior, no
tienen estas lagunas y sí abordan explícitamente la cuestión del restablecimiento
del pleno empleo mundial. Sin embargo, queda la cuestión de si las burocracias
internacionales, una vez creadas, seguirán desempeñando el papel que se les ha
asignado.
Curiosamente, la cuestión de la relación entre el dinero y la gobernanza
económica se ha abordado explícitamente en el reciente resurgimiento del
interés por el enfoque chartalista o del "dinero estatal" en el contexto de la
economía cerrada. 6 Por ejemplo, Wray (1997, 28) sostiene que:

[Si un gobierno puede crear a su antojo el dinero que el público ofrece


voluntariamente para obtener bienes y servicios, entonces... el gasto nunca
se ve limitado por decisiones de "financiación" limitadas.
JOHN SMITHIN Y BERNARD M.WOLF 229

La implicación es que, con el dinero chartalista, se puede emprender una amplia


variedad de iniciativas de política pública. Sin embargo, el corolario para los
acuerdos financieros internacionales aún no se ha explorado por completo.

El poder de las burocracias internacionales


Si aplicáramos conceptos estrictamente "utilitarios" a las cuestiones de las
finanzas internacionales y de la economía mundial, conceptos como la soberanía
o la independencia monetaria no tendrían presumiblemente ningún estatus real
como tales. Sólo serían útiles o necesarios si contribuyeran a alcanzar algún
resultado generalmente deseado y definido en otros términos. Lo que constituye
un fin deseable difiere también, según la perspectiva política ideológica, social y
teórica de quienes emiten los juicios. Por ejemplo, desde un punto de vista
ampliamente "keynesiano", los resultados deseables podrían consistir en el pleno
empleo, el crecimiento sostenible, una distribución más equitativa de la renta,
etc., mientras que los neoconservadores podrían considerar la estabilidad de los
precios o los presupuestos equilibrados como fines más o menos deseables en sí
mismos.
Esta diferencia de objetivos quizá explique por qué la defensa de acuerdos
financieros internacionales alternativos, instituciones globales y regímenes de
tipos de cambio parece atravesar con frecuencia las líneas de los partidos. Por
ejemplo, la defensa de regímenes de tipos de cambio "irrevocablemente fijos" en
el contexto del MTC (mecanismo de tipos de cambio) del SME (sistema
monetario europeo) a finales de la década de 1980 y principios de la de 1990
estaba claramente asociada a una agenda política neoconservadora.
Observaciones similares se aplicarían también al proyecto contemporáneo de la
moneda única en Europa, o UEM. Está claro que el Tratado de Maastricht
adoptó una postura inspirada en el Bundesbank con sus criterios de admisión a la
UEM. La estabilidad de los precios es la consideración clave en cuanto a los
límites de la deuda y el déficit como porcentaje del PIB, la convergencia de los
tipos de interés y la estabilidad de los tipos de cambio, frente a los objetivos de
crecimiento económico o empleo.
Por otro lado, como se ha detallado anteriormente, muchos keynesianos o
postkeynesianos también están a favor de regímenes de tipo de cambio fijo, de
reformas institucionales como la creación de un WCB y de la regulación
detallada de los mercados financieros internacionales, aunque con objetivos
finales muy diferentes. 7 Por lo tanto, a un nivel, el punto en cuestión no es tanto
la conveniencia de regímenes cambiarios particulares, acuerdos institucionales
particulares y la redacción de reglamentos formales per se, sino la conducta real
de la política por parte de aquellos que finalmente serán responsables de tomar
las decisiones. Esto, a su vez, depende en gran medida de "la teoría de la
economía" (Eatwell, 1996, 33) que sostienen esos responsables políticos.
Por lo tanto, nos parece que hay dos argumentos generales para conservar el
mayor margen posible para la elaboración de políticas nacionales independientes
en el actual entorno económico mundial y en las circunstancias políticas
contemporáneas. El primero es la cuestión de la responsabilidad democrática.
Desde este punto de vista, está claro que hay que alinear la responsabilidad de la
toma de decisiones económicas lo más estrechamente posible con los acuerdos
políticos existentes. Las deficiencias de la UEM europea propuesta en este
230UN BANCO CENTRAL
MUNDIAL?
sentido se han debatido con tanta frecuencia que
JOHN SMITHIN Y BERNARD M.WOLF 231

requieren pocos comentarios. Las instituciones internacionales, en general,


tienden a ser deficientes en este sentido, como ilustran muchos de los
comentarios sobre el papel del FMI en la respuesta a las crisis monetarias de
Asia a finales de 1997.
El segundo argumento, que también parece tener bastante peso en el clima
social, económico y político contemporáneo, es el potencial sesgo deflacionista
de las burocracias internacionales en la práctica, independientemente de los
detalles de la carta o el tratado por el que se establecen. Keynes, después de
todo, fue uno de los arquitectos originales del FMI, pero nadie diría que la
institución contemporánea que lleva ese nombre está particularmente imbuida
del espíritu keynesiano. La cuestión es que la ortodoxia económica y política
contemporánea es tal que los burócratas internacionales que serían nombrados
para administrar cualquier nueva institución económica y financiera mundial lo
harían casi con toda seguridad de manera informada por la teoría económica
neoconservadora, y posiblemente también por la ideología política
neoconservadora. En nuestra opinión, es poco probable que esto produzca
resultados económicos deseables.
Por supuesto, no se puede afirmar que la elaboración de políticas nacionales
independientes sea necesariamente una mejora con respecto a la solución
internacionalista en este sentido. Esto dependerá de los prejuicios, intereses y
competencias de los propios responsables políticos nacionales. Por ejemplo, los
resultados económicos inferiores de Canadá en relación con EE.UU. desde
finales de la década de 1980, a pesar de los acuerdos formales de libre comercio
como el CUFTA (Acuerdo de Libre Comercio entre Canadá y EE.UU.) y el
NAFTA (Área de Libre Comercio de América del Norte) son un claro ejemplo
reciente. Podría decirse que las dificultades canadienses estaban directamente
relacionadas con la búsqueda mucho más enérgica de la "inflación cero" por
parte del Banco de Canadá después de 1988 que su homólogo estadounidense
(Smithin, 1996). 8 La política macroeconómica japonesa en el momento de
escribir este artículo ofrece otro ejemplo. A pesar de la gran posibilidad de que
se produzca una recesión prolongada o incluso un periodo deflacionista, el
gobierno se resiste a ver un aumento significativo de su déficit.
No obstante, a largo plazo, argumentaríamos que casi siempre es de interés
nacional poseer una posible vía de escape de la camisa de fuerza en que podrían
convertirse las presiones deflacionistas aplicadas a nivel nacional o regional. 9
En el caso de Canadá, la política monetaria (tipos de interés) se modificó en
última instancia a finales de la década de 1990, y lo más probable es que la
política fiscal se modifique en Japón, sobre todo porque incluso el Gobernador
del Banco de Japón ha empezado a reprender públicamente al gobierno por su
postura rígida, y algunos comentaristas han comparado al actual gobierno
japonés con el de la Administración Hoover en EE.UU. durante la Gran
Depresión.
Resulta significativo que el biógrafo original de Keynes, Harrod (1951), haya
expuesto un tipo de argumento muy similar al anterior para explicar los cambios
de perspectiva del propio Keynes en cuestiones de política financiera
internacional a lo largo de su vida. Por un lado, en sus contribuciones de los
años 20, Keynes parecía ciertamente un defensor de la soberanía monetaria
nacional (Smithin y Wolf, 1993). Asimismo, cuando Gran Bretaña se vio
obligada a abandonar el patrón oro y dejar flotar la libra
232UN BANCO CENTRAL
MUNDIAL?
en 1931, era "exuberante" (Meltzer, 1988, 229). Sin embargo, a finales de la
década de 1940, Keynes parecía haber evolucionado hacia una orientación
mucho más internacionalista. Como se ha mencionado, fue el principal autor de
las propuestas oficiales británicas para una UCI en 1943, y fue uno de los
principales negociadores del lado británico en las discusiones que condujeron al
acuerdo de Bretton Woods de 1944. Harrod (1951, 525) explica el cambio de
opinión como sigue:

Sus instintos eran de cooperación internacional. Si estos instintos habían


estado dormidos antes de la guerra, era porque dicha cooperación parecía
impracticable; los internacionalistas solían ser aquellos que no habían
aceptado la economía keynesiana, y entregarles los acuerdos
internacionales sería fatal... pero ¿estaba cambiando el mundo ahora?

Como explican Smithin y Wolf (1993), se puede argumentar que uno de los
principales problemas de una solución internacionalista en la actualidad es que
la sabiduría convencional sobre cuestiones de política económica vuelve a
reflejar actitudes similares a las que prevalecían en los años veinte y treinta.
Desde este punto de vista, el mundo ha vuelto a cambiar.

¿Es la soberanía monetaria una opción en la economía


global contemporánea?
Sea o no deseable una política independiente, es evidente que también se
cuestionará en el entorno global contemporáneo si tal postura es incluso factible.
De no ser así, gran parte del debate anterior sería evidentemente discutible. Un
argumento que aparece con frecuencia en la prensa popular y financiera de estos
días es que ahora es casi completamente anacrónico que las autoridades
monetarias nacionales intenten influir en los acontecimientos económicos de sus
propias jurisdicciones. El argumento es que, en el mundo moderno, están más o
menos a merced de las caprichosas fuerzas económicas mundiales, incluidos los
movimientos especulativos masivos de capital ya comentados, lo que les deja
pocas opciones para ajustarse a lo que dicten las fuerzas del mercado
internacional. En otras palabras, los cambios estructurales en la economía
mundial a finales del siglo XX han hecho que la idea misma de sistemas
monetarios separados y la dirección de la política macroeconómica basada en el
país sean en cierto modo obsoletas e inviables. El mercado mundial de capitales
socava supuestamente cualquier intento de política independiente por parte de
las jurisdicciones individuales.
Sin embargo, sostenemos que este tipo de argumento es excesivamente
determinista y malinterpreta la naturaleza real de los cambios que se han
producido. Es cierto, por supuesto, que la globalización de los mercados
financieros y la ausencia de una regulación internacional efectiva de los flujos
de capital acercan cada vez más al mundo a una situación de movilidad de
capitales técnicamente perfecta, como la que se plantea en los libros de texto.
Sin embargo, mientras existan sistemas monetarios nacionales separados y los
tipos de cambio sean potencialmente libres de moverse, los cambios puramente
técnicos en
JOHN SMITHIN Y BERNARD M.WOLF 233

es poco probable que induzcan a los agentes de los mercados financieros,


incluidos los especuladores, a tratar los activos financieros de diferente
denominación como sustitutos perfectos. Pero es este último requisito, la
perfecta sustituibilidad de los activos, el que se requeriría para que las
autoridades nacionales pudieran afirmar legítimamente que no tienen "ninguna
opción" cuando suben los tipos de interés. Con mucha más frecuencia, estos
episodios son literalmente una cuestión de elección, ya que la alternativa es
simplemente dejar que el tipo de cambio se deprecie.
El verdadero mensaje del aumento de la movilidad de los capitales en los
últimos años es simplemente poner de manifiesto de forma dramática, como se
ha destacado anteriormente, el predominio final de la cuenta de capital sobre la
cuenta corriente. Esto puede considerarse ciertamente como una evolución
indeseable e incómoda por todo tipo de razones. Sin embargo, de ello no se
deduce lógicamente que los responsables políticos nacionales no tengan ninguna
influencia sobre los tipos de interés nacionales, en relación con los tipos
extranjeros, por la que puedan intentar influir o controlar los flujos de capital, o
que deban renunciar a cualquier influencia que aún posean. De hecho, el
escenario descrito aquí puede interpretarse más bien como un argumento para
reflexionar mucho más detenidamente que hasta ahora sobre lo que podría ser
una política monetaria sensata en cada jurisdicción, y para concebir un nuevo
conjunto de principios para la política monetaria en el nuevo entorno. Se trata de
una respuesta muy diferente a la de abandonar el control de las restantes
palancas monetarias a un WCB, a alguna otra forma de burocracia internacional
o al banco central de alguna otra nación.
En un trabajo relevante para el argumento, Paraskevopoulos, Paschakis y
Smithin (1996) y Paschakis y Smithin (1998) han demostrado que teóricamente
existe un mecanismo por el que la economía abierta pequeña y "mediana" puede
alcanzar la soberanía monetaria incluso en condiciones modernas con libre
movilidad del capital. Estos resultados también se apoyan, en el contexto de un
modelo teórico diferente, en un reciente ejercicio de simulación de Godley
(1996). El argumento de los primeros autores se basa en la importante distinción
entre fuga de capitales y salida de capitales, y en el impacto potencialmente
beneficioso de un aumento de la posición de crédito exterior de una nación sobre
la prima de riesgo exigida por los inversores extranjeros para mantener activos
denominados en la moneda nacional. Muestran que si una economía pequeña
consigue (por ejemplo) reducir los tipos de interés reales a niveles inferiores a
los que prevalecen en otros lugares, el resultado final, además del impacto
beneficioso de un aumento de la producción y el empleo, es tanto una
depreciación real de la moneda como un aumento de la posición de crédito
exterior neto real, como podría predecir el razonamiento económico estándar.
Sin embargo, el proceso dinámico implicado no es necesariamente inestable,
como parece ser la suposición implícita de quienes sostienen que cualquier
política sostenida de dinero barato conducirá inevitablemente a un colapso de la
moneda. En otras palabras, los ajustes de cartera pertinentes acaban llegando a
su fin, ya que los agentes de los mercados financieros se ajustan a la nueva
situación. Se demuestra que esta conclusión es válida incluso en condiciones
modernas sin barreras a la movilidad del capital, salvo la condición básica de
que las promesas de pago denominadas en diferentes monedas no sean sustitutos
perfectos. El aumento implícito de la posición de crédito exterior puede
234UN BANCO CENTRAL
MUNDIAL?
En realidad, tienen un impacto beneficioso en la prima de riesgo, y es esto lo que
permite mantener la diferencia entre los tipos de interés reales extranjeros y
nacionales.
Aunque la reducción de los tipos de interés reales nacionales provoca una
salida de capitales y una depreciación real de la moneda, la cuestión es que esto
no es necesariamente malo desde el punto de vista de la "calificación crediticia"
de la economía. Si la salida de capitales no se convierte realmente en una fuga
de capitales, en la que tanto los capitalistas como sus fondos se esfuman, la
economía nacional que experimenta la salida de capitales está construyendo en
realidad una posición crediticia neta con el resto del mundo que acabará
generando un futuro flujo de pagos de intereses y dividendos a los residentes
nacionales. En la medida en que las promesas de pago de las naciones
acreedoras se consideren más fiables y confiables que las de los deudores (lo que
se suele suponer), esto puede mejorar la situación internacional de la moneda en
lugar de perjudicarla. Si los tipos de interés reales bajos también son buenos
para la producción y el empleo, puede haber un "ciclo virtuoso" en las naciones
con un coste del capital bajo (pero positivo).
Los argumentos presuponen, naturalmente, una jurisdicción con suficiente
crédito para poder emitir deuda soberana en su propia moneda, y también que
sea posible demostrar al menos la estabilidad del punto de equilibrio en los
procesos dinámicos de los tipos de cambio reales y las relaciones deuda/PIB
(Paschakis y Smithin, 1998). Sin embargo, con estas advertencias, el mecanismo
sugerido repara potencialmente lo que tradicionalmente se ha considerado un
defecto en el típico argumento keynesiano a favor del dinero barato y la política
expansiva en general. Por ejemplo, Meltzer (1988, 202) criticó la famosa
"eutanasia del rentista" de Keynes (1936, 376) porque "...Keynes nunca
menciona la fuga de capitales y no explica cómo un solo país puede llevar el tipo
de interés a cero". Una respuesta a esto es sugerir que el análisis keynesiano
debe aplicarse a la economía mundial en su conjunto (en cuyo caso, se
necesitaría algo como un WCB para aplicarlo). Otra sería que Keynes estaba
asumiendo que se establecerían controles de capital exhaustivos. El análisis
anterior, sin embargo, sugiere que incluso un actor relativamente pequeño puede
ser capaz de aplicar políticas "keynesianas", siempre que las autoridades
mantengan el control sobre su propia moneda, incluso en condiciones modernas
con un grado extremadamente alto de movilidad de capitales. En efecto, una
política monetaria juiciosa es capaz de manipular la prima de riesgo de los
activos denominados en la moneda nacional. La existencia de una prima de
riesgo manipulable, sin embargo, implica la existencia continua de sistemas
monetarios separados, y también de tipos de cambio que son potencialmente
libres de cambiar, incluso si son estables en la práctica y no se espera que
cambien. La participación como nación miembro en un sistema monetario
internacional con tipos de cambio fijos, y en el que la política monetaria mundial
es dictada efectivamente por un WCB, elimina obviamente esta posibilidad, y
por lo tanto implica un sacrificio considerable en términos de maniobrabilidad
política. Las ventajas de un sistema más estructurado tendrían que ser muy
grandes para compensar este inconveniente.
JOHN SMITHIN Y BERNARD M.WOLF 235

La posibilidad de una creación limitada de reservas


internacionales por parte de un FMI reforzado
Quizá haya que subrayar, de nuevo, que el análisis anterior no excluye la
defensa de algunas reformas y reestructuraciones de las IFI existentes. Por
ejemplo, un FMI mejorado y reformado podría desempeñar un papel importante
en lo que respecta a la creación, de vez en cuando, y según sea necesario, de
nuevos activos de reserva internacionales. Esto no depende realmente de la
naturaleza del régimen cambiario. Bajo una flotación gestionada, todavía puede
haber situaciones de crisis, y/o periodos en los que se acuerde que la liquidez
global es inadecuada. Hay varios escenarios en los que se podría acordar que
sería mejor que una IFI creara dichas reservas en lugar de depender de los
déficits de la balanza de pagos de algunos de los actores para crear reservas.
Mientras que los Derechos Especiales de Giro (DEG) creados por el FMI,
distribuidos en los años setenta y ochenta, constituyen sólo alrededor del 2% de
las reservas mundiales distintas del oro, existe ciertamente la posibilidad de que
desempeñen un papel más importante. Sin embargo, no se convertirían en el
"principal activo de reserva", como preveía originalmente el FMI. A diferencia
del sistema de reservas automáticas (Bancor) más potente del plan de Keynes
para una UCI, que tiene tanto sus ventajas como sus inconvenientes en cuanto a
la estructura de poder de la economía mundial, una válvula de seguridad
limitada en términos de creación potencial de DEG (quizás con un título más
adecuado) proporcionaría beneficios a un coste político o económico
relativamente bajo.

Observaciones finales
El sistema monetario actual no es hegemónico. A diferencia del anterior patrón
oro o del sistema de Bretton Woods, no hay un actor abrumadoramente
dominante. Aunque Estados Unidos es claramente la principal potencia
económica, comparte el escenario con Alemania/la UE y Japón. Con tres actores
clave, y en combinación con los demás cambios estructurales de la economía
mundial ya comentados, aumentan las posibilidades de inestabilidad monetaria
internacional. Ciertamente, el actual sistema de tipos flotantes gestionados entre
las principales monedas ha sido todo menos estable, y ha sido testigo de grandes
y frecuentes cambios en los tipos de cambio nominales y reales.
Una posible solución, que muchos sugieren, es la creación de una nueva IFI,
por acuerdo entre los principales actores, que serviría como algo parecido a un
Banco Central Mundial (BCM). Por lo general, se ha sugerido que la
arquitectura financiera incluya un régimen de tipo de cambio relativamente fijo
y también algunas medidas para frenar o limitar la libertad de movimientos de
capital. Si bien no se rechaza la idea de reformar y reestructurar las IFI
existentes, en particular en el ámbito de la provisión de reservas adicionales (en
la línea de los DEG y Bancor) cuando se alcance un consenso sobre la necesidad
de impulsar la liquidez mundial, en este capítulo se ha argumentado que los
tipos de cambio fijos no son la respuesta. Evidentemente, ningún régimen
cambiario tendrá posibilidades de éxito si no se siguen las políticas
macroeconómicas adecuadas. Sin embargo,
236UN BANCO CENTRAL
MUNDIAL?
las posibilidades de éxito en las distintas jurisdicciones se ven reforzadas cuando
los países no se sienten obligados a aferrarse durante demasiado tiempo a tipos
sobrevalorados o infravalorados.
Hemos argumentado que las economías abiertas pequeñas y medianas pueden
alcanzar cierto grado de soberanía monetaria incluso en condiciones modernas
con libre movilidad de capitales. Sin embargo, los mecanismos que podrían
permitirles hacerlo dependen de que sigan existiendo sistemas monetarios
nacionales independientes y tipos de cambio que sean potencialmente libres de
moverse. En nuestra opinión, la preservación de la soberanía monetaria nacional
es deseable, tanto desde el punto de vista de la responsabilidad democrática
como de la preocupación por el probable sesgo deflacionista de las burocracias
internacionales en el entorno político y social actual.
Hay, por supuesto, argumentos de peso para tomar medidas directas que
limiten la movilidad del capital, pero, en la práctica, al menos en lo que respecta
a las relaciones entre las naciones industriales avanzadas, somos algo escépticos
en cuanto a las posibilidades de "devolver el genio a la botella" en las
condiciones actuales, ya sea a través de un "impuesto Tobin" o de otros
métodos. Pero también hay que tener en cuenta que, si las distintas
jurisdicciones pueden tomar medidas para "gestionar" el sistema y mantener
cierto grado de soberanía monetaria en el sentido expuesto anteriormente (por
ejemplo, mediante una política prudente de tipos de interés), los costes del
aumento de la movilidad del capital per se pueden no ser tan grandes como se
suele suponer; desde luego, no en comparación con la aplicación deliberada de
políticas macroeconómicas deflacionistas por parte de las distintas jurisdicciones
o a nivel internacional. Sin embargo, el argumento podría tener que modificarse
en el caso de las economías en desarrollo, en las que las autoridades, y en
particular las instituciones financieras, tienen problemas especiales a la hora de
tratar con el capital suelto. En estos casos, la regulación o la imposición de los
flujos de capital, apoyada u orquestada por la comunidad internacional, puede
ser factible y cumplir una función útil.

Notas
Nos gustaría agradecer a los editores, John Grieve Smith y Jonathan Michie,
varios comentarios y sugerencias que han mejorado el documento.

1 Es decir, "los malvados ministros de Hacienda" (1924, 187).


2 Véase "A survey of the world economy", The Economist, 19 de septiembre de 1992.
3 Keynes fue el principal autor de las propuestas presentadas por el gobierno
británico en el Cmd 6437, Proposals for an International Clearing Union,
Londres: HMSO, 1943. Harry Dexter White fue el principal negociador de los
Estados Unidos.
4 Esta frase se debe a John Grieve Smith en correspondencia personal con los
autores con fecha 11 de diciembre de 1997.
5 Como es sabido, esta cláusula nunca se invocó en la práctica.
6 Keynes, por cierto, suscribió plenamente esta opinión. Véase A Treatise on Money,
vol. 1, (1930, 3-9).
7 Verengo (1998) ha propuesto un modelo teórico que explica y defiende esta
posición.
JOHN SMITHIN Y BERNARD M.WOLF 237

8 Se podría argumentar que el "ciclo económico" canadiense, desde finales de los


años 80, ha estado mucho más desfasado con el de EE.UU. que en cualquier otro
momento de la historia anterior. Y ello a pesar de la globalización en curso y de los
avances hacia el libre comercio continental.
9 Véase, por ejemplo, la discusión de Temin (1989) sobre el impacto negativo de los
intentos de restaurar el patrón oro en el período de entreguerras.

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