Bible">
Compendio. DEI VERBUM
Compendio. DEI VERBUM
Compendio. DEI VERBUM
SEMINARIO DE SÍNTESIS
TEOLÓGICA
Compendio
CAPÍTULO I
LA REVELACIÓN EN SÍ MISMA
4. Después que Dios habló muchas veces y de muchas maneras por los
Profetas, "últimamente, en estos días, nos habló por su Hijo". Pues envió a
su Hijo, es decir, al Verbo eterno, que ilumina a todos los hombres, para que
viviera entre ellos y les manifestara los secretos de Dios; Jesucristo, pues, el
Verbo hecho carne, "hombre enviado, a los hombres", "habla palabras de
Dios" y lleva a cabo la obra de la salvación que el Padre le confió. Por tanto,
Jesucristo -ver al cual es ver al Padre-, con su total presencia y manifestación
personal, con palabras y obras, señales y milagros, y, sobre todo, con su
muerte y resurrección gloriosa de entre los muertos; finalmente, con el envío
del Espíritu de verdad, completa la revelación y confirma con el testimonio
divino que vive en Dios con nosotros para librarnos de las tinieblas del
pecado y de la muerte y resucitarnos a la vida eterna.
5. Cuando Dios revela hay que prestarle "la obediencia de la fe", por la que
el hombre se confía libre y totalmente a Dios prestando "a Dios revelador el
homenaje del entendimiento y de la voluntad", y asintiendo voluntariamente
a la revelación hecha por El. Para profesar esta fe es necesaria la gracia de
Dios, que proviene y ayuda, a los auxilios internos del Espíritu Santo, el cual
mueve el corazón y lo convierte a Dios, abre los ojos de la mente y da "a
todos la suavidad en el aceptar y creer la verdad". Y para que la inteligencia
de la revelación sea más profunda, el mismo Espíritu Santo perfecciona
constantemente la fe por medio de sus dones.
Confiesa el Santo Concilio "que Dios, principio y fin de todas las cosas,
puede ser conocido con seguridad por la luz natural de la razón humana,
partiendo de las criaturas"; pero enseña que hay que atribuir a Su revelación
"el que todo lo divino que por su naturaleza no sea inaccesible a la razón
humana lo pueden conocer todos fácilmente, con certeza y sin error alguno,
incluso en la condición presente del género humano.
CAPITULO II
CAPÍTULO III
Para descubrir la intención de los hagiógrafos, entre otras cosas hay que
atender a "los géneros literarios". Puesto que la verdad se propone y se
expresa de maneras diversas en los textos de diverso género: histórico,
profético, poético o en otros géneros literarios. Conviene, además, que el
intérprete investigue el sentido que intentó expresar y expresó el hagiógrafo
en cada circunstancia según la condición de su tiempo y de su cultura, según
los géneros literarios usados en su época. Pues para entender rectamente lo
que el autor sagrado quiso afirmar en sus escritos, hay que atender
cuidadosamente tanto a las formas nativas usadas de pensar, de hablar o de
narrar vigentes en los tiempos del hagiógrafo, como a las que en aquella
época solían usarse en el trato mutuo de los hombres.
Condescendencia de Dios
CAPÍTULO IV
EL ANTIGUO TESTAMENTO
15. La economía del Antiguo Testamento estaba ordenada, sobre todo, para
preparar, anunciar proféticamente y significar con diversas figuras la venida
de Cristo redentor universal y la del Reino Mesiánico. mas los libros del
Antiguo Testamento manifiestan a todos el conocimiento de Dios y del
hombre, y las formas de obrar de Dios justo y misericordioso con los
hombres, según la condición del género humano en los tiempos que
precedieron a la salvación establecida por Cristo. Estos libros, aunque
contengan también algunas cosas imperfectas y adaptadas a sus tiempos,
demuestran, sin embargo, la verdadera pedagogía divina. Por tanto, los
cristianos han de recibir devotamente estos libros, que expresan el
sentimiento vivo de Dios, y en los que se encierran sublimes doctrinas acerca
de Dios y una sabiduría salvadora sobre la vida del hombre, y tesoros
admirables de oración, y en los que, por fin, está latente el misterio de nuestra
salvación.
16. Dios, pues, inspirador y autor de ambos Testamentos, dispuso las cosas
tan sabiamente que el Nuevo Testamento está latente en el Antiguo y el
Antiguo está patente en el Nuevo. Porque, aunque Cristo fundó el Nuevo
Testamento en su sangre, no obstante los libros del Antiguo Testamento
recibidos íntegramente en la proclamación evangélica, adquieren y
manifiestan su plena significación en el Nuevo Testamento, ilustrándolo y
explicándolo al mismo tiempo.
CAPÍTULO V
EL NUEVO TESTAMENTO
18. Nadie ignora que entre todas las Escrituras, incluso del Nuevo
Testamento, los Evangelios ocupan, con razón, el lugar preeminente, puesto
que son el testimonio principal de la vida y doctrina del Verbo Encarnado,
nuestro Salvador.
19. La Santa Madre Iglesia firme y constantemente ha creído y cree que los
cuatro referidos Evangelios, cuya historicidad afirma sin vacilar, comunican
fielmente lo que Jesús Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y
enseñó realmente para la salvación de ellos, hasta el día que fue levantado al
cielo. Los Apóstoles, ciertamente, después de la ascensión del Señor,
predicaron a sus oyentes lo que El había dicho y obrado, con aquella crecida
inteligencia de que ellos gozaban, amaestrados por los acontecimientos
gloriosos de Cristo y por la luz del Espíritu de verdad. Los autores sagrados
escribieron los cuatro Evangelios escogiendo algunas cosas de las muchas
que ya se trasmitían de palabra o por escrito, sintetizando otras, o
explicándolas atendiendo a la condición de las Iglesias, reteniendo por fin la
forma de proclamación de manera que siempre nos comunicaban la verdad
sincera acerca de Jesús. Escribieron, pues, sacándolo ya de su memoria o
recuerdos, ya del testimonio de quienes "desde el principio fueron testigos
oculares y ministros de la palabra" para que conozcamos "la verdad" de las
palabras que nos enseñan (cf. Lc., 1,2-4).
El Señor Jesús, pues, estuvo con los Apóstoles como había prometido y les
envió el Espíritu Consolador, para que los introdujera en la verdad completa
(cf. Jn., 16,13).
CAPÍTULO VI
22. Es conveniente que los cristianos tengan amplio acceso ala Sagrada
Escritura. Por ello la Iglesia ya desde sus principios, tomó como suya la
antiquísima versión griega del Antiguo Testamento, llamada de los Setenta,
y conserva siempre con honor otras traducciones orientales y latinas, sobre
todo la que llaman Vulgata. Pero como la palabra de Dios debe estar siempre
disponible, la Iglesia procura, con solicitud materna, que se redacten
traducciones aptas y fieles en varias lenguas, sobre todo de los textos
primitivos de los sagrados libros. Y si estas traducciones, oportunamente y
con el beneplácito de la Autoridad de la Iglesia, se llevan a cabo incluso con
la colaboración de los hermanos separados, podrán usarse por todos los
cristianos.
25. Es necesario, pues, que todos los clérigos, sobre todo los sacerdotes de
Cristo y los demás que como los diáconos y catequistas se dedican
legítimamente al ministerio de la palabra, se sumerjan en las Escrituras con
asidua lectura y con estudio diligente, para que ninguno de ellos resulte
"predicador vacío y superfluo de la palabra de Dios que no la escucha en su
interior", puesto que debe comunicar a los fieles que se le han confiado,
sobre todo en la Sagrada Liturgia, las inmensas riquezas de la palabra divina.
Epílogo
26. Así, pues, con la lectura y el estudio de los Libros Sagrados "la palabra
de Dios se difunda y resplandezca" y el tesoro de la revelación, confiado a
la Iglesia, llene más y más los corazones de los hombres. Como la vida de la
Iglesia recibe su incremento de la renovación constante del misterio
Eucarístico, así es de esperar un nuevo impulso de la vida espiritual de la
acrecida veneración de la palabra de Dios que "permanece para siempre"
(Is., 40,8; cf. 1 Pe., 1,23-25).