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Etica Moderna

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LA ETICA MODERNA

Entendemos por Ética Moderna la comprendida desde el siglo XVI hasta comienzos del siglo XIX.
Aunque es difícil reducir las múltiples y variadas doctrinas éticas de este periodo a un
denominador común, podemos destacar la tendencia antropocéntrica de ellas, destacando de
manera importante la ética de Kant.

Es entonces que la ética moderna se cultiva en una sociedad que sucede a la sociedad feudal
Medieval, caracterizándose por el desarrollo científico, la ciencia moderna, la clase social
burguesa y donde se crean los grandes Estados modernos, únicos y centralizados.

Para Aristóteles, la pregunta básica era «qué es aquello que quiero verdaderamente para
mí». Para Kant es, sin embargo, «qué es aquello que debo hacer con respecto al otro». En
la ética antigua, bueno se referirá a lo que es bueno en cada caso para el individuo, su
bien; en la ética moderna, lo bueno se refiere ya a las normas intersubjetivas, a nuestra
relación con los demás. En definitiva, por decirlo en palabras de macintyre: Y esto por la
sencilla razón de que la identidad, nuestra propia conciencia, se define ya al margen de
las estructuras normativas tradicionales. Aristóteles, aunque contemporáneo del derrumbe
de la polis, parte de la aceptación del interés común. Pero, en la ética moderna, los
objetivos a los que se debe aspirar no están prefigurados antológicamente o
teológicamente. Por ello, la tarea de la filosofía moral pasa a ser la pregunta por el cómo
fijarlos de nuevo, sin ningún tipo de experiencias compartidas y desde la libertad y la
autonomía alcanzada. La presión de la racionalidad económica sistemática es la
encargada de romper este marco normativo compartido de la comunidad. Si antes era la
virtud, como cualquier excelencia interna, el tema de la ética, ahora solo la virtud como
medio para la felicidad social puede considerarse moral. Si antes era la verdadera
felicidad el tema de estudio, ahora el problema central es la fundamentación de un campo
normativo con pretensión de universalidad. Por último, si antes lo moral se interpretaba
desde el par conocimiento/ignorancia, ahora es la dicotomía entre egoísmo/altruismo la
que establece la perspectiva moral (Montoya, 1989: 36). La pregunta, antes de respuesta
evidente, ¿por qué debo ser moral?, pasa a ser ahora el tema central de la ética. Con estas
consideraciones, es lógico que aparezca automáticamente la cuestión planteada por
Tugendhat: «¿Significa esto que podemos renunciar hoy a lo que para los antiguos era la
cuestión fundamental de la ética?» (1988: 58). La respuesta que va a ofrecer este libro es
negativa. La dimensión de la felicidad, de la virtud, de la vida buena, de una existencia
lograda, etc., son conceptos que necesariamente forman parte del fenómeno moral
(Camps, 1995). Pero esta recuperación del tema de la felicidad no puede llevarse a cabo
sacrificando el nivel de fundamentación alcanzado a partir del formalismo kantiano. Por
ello, hablaremos de la primacía del momento deontológico, pero también de su necesaria
complementación por parte de aspectos propios de cada forma de vida. La diferenciación
entre las cuestiones posteriores de la aplicación y de la motivación constituye el marco
apropiado para esta complementación.

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