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Compendio de Política Económica

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UNIVERSIDAD TECNICA DE MANABI

FACULTAD DE CIENCIAS ADMINISTRATIVAS Y ECONOMICAS

ESCUELA DE ECONOMÍA

ENTORNO VIRTUAL DE APRENDIZAJE

COMPENDIO
POLÍTICA ECONÓMICA

UNIDAD 1
METODOLOGÍA DE LA POLÍTICA
ECONÓMICA .

DOCENTE
Ec. Pablo Loor Cedeño

Periodo académico:
Mayo – septiembre 2021
INDICE DE TEMAS

UNIDAD 1
TEMAS A DESARROLLAR

1.- ECONOMÍA Y POLÍRICA ECONÓMICA

1.1. Las ciencias sociales y su vocación a la acción

1.1.1. Las ciencias sociales como ciencias empíricas

1.1.2. Ciencias sociales y acción

1.2. La economía como ciencia orientada a la praxis

1.3. El debate entre lo positivo y lo normativo

1.4. De la economía política al sistema de ciencias económicas. La


especialización

científica como necesidad

1.5. Concepto, ámbito y relaciones de la política económica con otras

disciplinas

Conceptos clave

2. EL MARCO DE LA POLÍTICA ECONÓMICA: DE LA ECONOMÍA DE MERCADO


A LAS ECONOMÍAS MIXTAS

2.1. ¿Qué es un sistema económico?

2.2. Los principios y elementos básicos de una economía de mercado

2.3. Ventajas y problemas del sistema de mercado


2.3.1. Las ventajas atribuidas al mercado

2.3.2. Los fallos del mercado

2.3.3. Los «fallos» del sector público

2.4. De la economía de libre mercado a las economías mixtas

2.5. Una nota sobre las economías «en transición»

Conceptos clave
UNIDAD 1
METODOLOGÍA DE LA POLÍTICA
ECONÓMICA
RESULTADO DE APRENDIZAJE: Interpretar la metodología de la
Política Económica a través de las concepciones básicas.
INTRODUCCIÓN
Las diferencias de opinión de los economistas sobre los problemas teóricos y,
más todavía, sobre las distintas políticas económicas a aplicar han sido y son
un hecho indiscutible. Los avances en el campo del análisis económico, la
disponibilidad demás y mejores estadísticas y la aplicación de nuevas técnicas
en el seguimiento de las economías hicieron pensar en algún momento que las
discrepancias existentes podrían llegar a eliminarse. Cuando menos en el
ámbito de lo estrictamente teórico, donde hoy existe sin duda un mayor
consenso que en el pasado sobre muchas cuestiones de la Microeconomía y en
determinados temas de la Macroeconomía. Sin embargo, es evidente que
cuando se analizan problemas como el crecimiento económico y sus factores
clave, la distribución de la renta o el comercio internacional, entre otros, las
divergencias entre distintos planteamientos persisten.Y si esto es así en los
modelos teóricos, las posibles discrepancias que existen entre ellos no sólo se
transmiten a las propuestas de política económica, sino que el hecho de que
estas últimas incorporen las preferencias y juicios de valor de quienes las
defienden da lugar a que puedan proponerse políticas de signo absolutamente
contrario.

El principal objetivo de esta obra es ofrecer un conjunto de conocimientos y


de conceptos básicos que permitan al estudiante de economía, así como a
cualquier persona interesada en estos temas, comprender qué aspectos y
factores influyen en la elaboración de las políticas económicas, cuáles son los
objetivos generalmente perseguidos por los gobiernos, qué problemas plantea
su logro, y por último, cuáles son los principales instrumentos que están a
disposición de los policy makers, sus ventajas y limitaciones. La Política
Económica, como disciplina integrada en el «sistema» de Ciencias
Económicas, hace de todos estos temas su objeto de análisis. En consecuencia,
un aspecto que necesita ser aclarado como punto de partida es el de las
relaciones entre la Economía, en general, y la Política Económica, lo que
obliga a considerar también varias cuestiones que están muy directamente
relacionadas.
TEMA 1.-
Economía y política económica
1.1. LAS CIENCIAS SOCIALES Y SU VOCACIÓN A LA ACCIÓN
La clasificación de las ciencias ha sido objeto de muy diversas propuestas, que
en razón de los criterios epistemológicos y metodológicos adoptados, han
dado lugar a esquemas más o menos discrepantes. Sin embargo, la distinción
entre ciencias formales y ciencias empíricas o factuales suele aceptarse como
un claro punto de partida. En el primer grupo (ciencias formales) suelen
integrarse todas aquellas áreas científicas que se caracterizan por el hecho de
que tanto su enfoque básico como sus estructuras son esencialmente formales,
lo que implica que su construcción y aceptación no precisan del contraste con
la realidad, algo que sucede, por ejemplo, en el caso de la Matemática pura o
en el de la Lógica formal. Por el contrario, lo que caracteriza al segundo grupo
(ciencias empíricas) es su referencia obligada a esa realidad que llamamos
mundo, tanto para plantearse problemas como para contrastar las teorías y
explicaciones que el científico obtiene. Su característica esencial es, pues, que
toman como punto de partida la realidad (una «parte» acotada de la misma) y
que la validación de las hipótesis interpretativas y de las leyes de
comportamiento que en cada caso acaban proponiendo los investigadores
requiere la prueba experimental o la aportación de pruebas factuales
suficientes. En definitiva, las tres características más destacables de las
ciencias empíricas son:

1. Que se basan en juicios dictados por la experiencia.


2. Que contienen proposiciones que se sujetan siempre a verificación, lo que
implica que la observación de los hechos desempeña un papel insustituible.
3. Que su objetivo último es el establecimiento de leyes, por lo general
establecidas a partir del análisis de la realidad o del fenómeno observado y
con capacidad para anticipar el futuro del fenómeno analizado

1.2. LA ECONOMÍA COMO CIENCIA ORIENTADA A LA PRAXIS


El análisis del desarrollo de las distintas doctrinas económicas permite afirmar
que la Economía ha sido y sigue siendo, con carácter general, una ciencia
praxeológica. Es decir, una ciencia que genera un tipo de conocimientos que
se orientan a la acción eficaz para gobernar las economías, evitando errores
importantes, y para orientar sobre cómo pueden alcanzarse determinados
objetivos. Esta tónica general no supone, sin embargo, que muchos de los
trabajos que realizan los investigadores economistas no puedan integrarse en
el ámbito de los análisis puramente científicos. Bastantes desarrollos teóricos
pretenden, simplemente, explicar unos comportamientos en abstracto de los
sujetos, las empresas o las relaciones entre variables macroeconómicas. Pero
parece indiscutible que la gran mayoría de los trabajos y aportaciones de la
mayor parte de los economistas —desde A. Smith, D. Ricardo, A. C. Pigou o
J. M. Keynes, hasta los N. G. Mankiw, R. Lucas o P. Romer contemporáneos
—se han hecho preguntas que eran relevantes para comprender los problemas
económicos de cada época y siendo muy conscientes de las posibles
consecuencias y/o recomendaciones que podían derivarse de sus teorías y
modelos. Bien fuese para lograr un mayor crecimiento económico, para
mantener la estabilidad, para comprender problemas de los intercambios
comerciales, para combatir el desempleo o para mejorar la equidad en la
distribución de la renta.
Esta relación entre teoría y praxis merece algunas reflexiones. Dentro de las
ciencias sociales, el campo problemático de la Economía son las relaciones de
producción, intercambio y distribución de bienes y servicios entre los agentes
sociales. De forma implícita, se parte del supuesto de que este tipo de
actividades humanas responden a mecanismos cuyo adecuado conocimiento
no sólo tiene un valor intrínseco, es decir, como especulación científica y
avance del conocimiento humano, sino que puede favorecer su mejora y su
posible regulación para alcanzar los fines que se consideren deseables en
función de unos valores sociales aceptados con generalidad. Valores, por
cierto, cuyo estudio y consideración se remite a otras disciplinas,
principalmente la Filosofía
y, dentro de ella, la Ética.

1.3. EL DEBATE ENTRE LO POSITIVO Y LO NORMATIVO

La idea de delimitar con claridad los límites de «lo científico» y «lo-no-


científico» en Economía tiene una larga tradición, que T.W. Hutchison
sintetizó hace años de forma magistral, pero a la que también han hecho
excelentes aportaciones Gunnar Myrdal, P. Bauer y Mark Blaug, entre otros.
David Hume (1711-1780) figura casi siempre entre quienes primero
defendieron la necesidad de separar claramente el campo del «ser», es decir,
de lo que es, del mundo del «deber ser», equivalente a cómo se desea que las
cosas sean o debieran ser. De hecho, la llamada «regla de Hume» —que
implica la prohibición de discurrir directamente del ser al deber ser— se
convirtió muy pronto en un punto de referencia para definir hasta dónde podía
y debía llegar el economista, o cualquier científico social, en sus afirmaciones,
y cuál es el terreno que es propio ya del «arte», de la política; es decir, el de
las recomendaciones o sugerencias prácticas, que sin duda están
condicionadas por las preferencias y juicios de valor de quien las ofrece y
donde con frecuencia se mezclan ya diferentes planteamientos ideológicos.

Aunque esta «regla» o principio metodológico —la regla de Hume—fue


ampliamente difundido y aceptado, lo cierto es que, en la práctica, los
economistas han tendido mucho más a transgredirla que a respetarla. Lo
expuesto en el apartado anterior nos orienta ya en esta dirección, pero cuando
se acude a las obras de autores concretos —desdeA. Smith y T. R.Malthus
hasta nuestros días—, las pruebas en favor de la citada tendencia a la
transgresión son, en general, concluyentes. Gunnar Myrdal lo demostró hace
ya bastantes años en su obra El elemento político en el desarrollo de la teoría
económica, donde estudia el desarrollo de las ideas económicas hasta la
década de los veinte
del siglo pasado, precisamente cuando la idea de la que partía este autor era
probar que los grandes economistas habían dejado a un lado los valores y sus
preferencias a la hora de construir sus respectivas teorías. Las conclusiones a
las que llegó Myrdal en su investigación fueron claramente contrarias a esta
hipótesis y los resultados alcanzados en otros análisis disponibles realizados
por diversos autores son muy similares a los suyos: la mayoría de los
economistas no se han detenido en la frontera de «lo científico», sino que con
bastante facilidad y no menor frecuencia han discurrido hacia el terreno de las
recomendaciones.
Es decir, en el campo de lo que puede ser opinable, puesto que con mucha
frecuencia se han mezclado ya juicios de valor derivados de las preferencias
personales.

1.4.- DE LA ECONOMÍA POLÍTICA AL SISTEMA DE CIENCIAS


ECONÓMICAS. LA ESPECIALIZACIÓN CIENTÍFICA COMO
NECESIDAD
El análisis histórico nos muestra que el proceso de separación de las ciencias
sociales en disciplinas particulares (Antropología, Economía, Demografía,
Sociología, Ciencia Política...) ha sido el resultado, por una parte, de la propia
complejidad de los hechos sociales, y por otra, de que los distintos enfoques
metodológicos y las técnicas empleadas para observar tales hechos conducen
obligadamente a la especialización.

En el ámbito de la Economía también se ha producido un claro proceso de


especialización, que obliga a referirse actualmente a un «Sistema de Ciencias
Económicas», que comprende un variado conjunto de disciplinas, más que a
una Ciencia Económica única. En último término, la Economía sigue siendo
«una»; pero la diversidad de aspectos que pueden ser «objeto» de análisis,
unidos a los distintos métodos que cabe aplicar, así como a la necesidad de
subdivisión del trabajo científico, han desembocado en el fecundo —y quizás
todavía incompleto— conjunto de ramas con las que hoy contamos. «La
Economía se ha convertido ya —decía J. A. Schumpeter en 1954—en un gran
autobús... en el que viajan muchos pasajeros de inconmensurables intereses y
habilidades, con diversidad de disciplinas, stocks de conocimientos,
información y técnicas».

La separación de la Economía Política tradicional en una serie de disciplinas


más o menos autónomas ha tenido a veces un componente ligado a lo que ha
dado en llamarse la «sociología del mundo científico», donde los distintos
grupos de especialistas tienden a constituirse en colectivos que intentan
definir, con mejor o peor fortuna, las fronteras de su especialidad. Pero en
general, en nuestro caso, como en el de otras ciencias, la especialización ha
sido una necesidad, producto de la conveniencia científica, aunque «quizás
ello no sea una virtud», como señaló agudamente J. K. Galbraith, criticando la
falta de visión global de muchos economistas contemporáneos. J. A.
Schumpeter sitúa el inicio de la etapa moderna del desarrollo de la Economía
como ciencia en la escuela fisiocrática, que —como se sabe— tuvo una
enorme influencia en Adam Smith, considerado el padre de la Economía
Política, que él todavía consideraba como una rama de la Filosofía Moral. Las
aportaciones de A. Smith, D. Ricardo, R. Malthus y J. Stuart Mill, entre otros,
permitieron que la Economía Política reuniera en buena medida las
condiciones que Nagel establece para la existencia de una ciencia social:
cierto grado de formalización, búsqueda de leyes, universalidad de las leyes
propuestas, explicación causal de los hechos, contrastación de las hipótesis
formuladas y capacidad de predicción.
Una vez desligada la Economía Política de la Filosofía y del tronco común de
las ciencias sociales, el avance científico fue convirtiéndola en un campo de
conocimiento cada vez más amplio, complejo y, sobre todo a partir de las
aportaciones de los marginalistas, cada vez más sistemático. Sin embargo, en
el análisis de los problemas económicos, siempre siguieron entrecruzándose
gran cantidad de elementos teóricos, históricos, estructurales, normativos, etc.,
que demandaban análisis cada vez más diferenciados.

Esto ha desembocado en la aceptación de que los distintos problemas


planteados
a la Economía como ciencia exigían su articulación en distintas disciplinas,
todas ellas ligadas —por supuesto— a un tronco común. De hecho, el propio
desarrollo y aplicación de los tres grandes enfoques metodológicos (inductivo,
deductivo y sintético) y la diferenciación de algunos «campos» específicos
dentro de la Economía Política original han ido dando lugar al nacimiento de
un conjunto de disciplinas económicas especializadas. La lucha de los
métodos (Methodenstreit) que enfrentó a inductivistas y deductivistas en el
último tercio del siglo XIX no fue del todo inútil, en este sentido. Terminó con
el reconocimiento de la importancia de la Teoría Económica, abstracta y
marcadamente deductiva, y otorgando estatus científico a la Historia
Económica.

Los estudios de Hacienda Pública tenían ya un lejano antecedente en los


cameralistas alemanes, y aunque casi ninguno de los clásicos dejó de tratar las
cuestiones tributarias en sus obras, la especialidad hacendística se consolida al
irse ampliando y haciendo cada vez más complejo su campo problemático
dentro de la Economía Política o, si se quiere, dentro de la Economía
Aplicada, siguiendo la definición de J. Neville Keynes. La Econometría es
quizás la única disciplina especializada a la que puede asignársele una fecha
de nacimiento: 1930, cuando I. Fisher convocó—junto con otros colegas— la
primera reunión de la Econometric Society.

1.5.- CONCEPTO, ÁMBITO Y RELACIONES DE LA POLÍTICA


ECONÓMICA CON OTRAS DISCIPLINAS

Con los términos «política económica» designamos generalmente la


aplicación de determinadas medidas que realizan las autoridades para
conseguir unos determinados fines. La política económica, en cuanto «praxis»,
ha sido definida de distintas formas, aunque si se comparan las definiciones
más conocidas, es posible advertir en ellas bastantes coincidencias:
1.- Se afirma que la política económica es siempre el resultado de una
decisión de la autoridad (la cual puede definirse con carácter más o menos
amplio; desde el gobierno, hasta otros niveles inferiores).
2. Es siempre una acción deliberada por parte de dicha autoridad; incluso
cuando aparentemente no se «hace» política económica.
3. Toma como referencia unos fines u objetivos deseados, y para lograrlos
emplea determinados medios o instrumentos. De hecho, J. Tinbergen
afirmó en su día que «la política económica consiste en la variación
deliberada de los medios para alcanzar ciertos objetivos».
Pues bien, el análisis de los problemas básicos que plantea la elaboración de
las políticas económicas, sus objetivos, instrumentos, conflictos y resultados
comparados es lo que constituye el objeto de la Política Económica, en cuanto
disciplina integrada en lo que anteriormente hemos descrito como el «Sistema
de Ciencias Económicas», dentro del grupo de materias que ordinariamente se
califican como Economía Aplicada.
Es preciso distinguir pues, claramente, los dos significados que pueden
atribuirse a los términos «política económica». Por un lado, éstos suelen
aplicarse a las medidas y actuaciones de las autoridades en el terreno
económico orientadas a conseguir determinados fines. Por otro, dichos
términos designan también el tratamiento y análisis científico de las acciones
llevadas a cabo por los gobiernos y otras instituciones. En el primer sentido, la
política económica se concibe desde el punto de vista de la praxis, mientras
que en el segundo se considera desde una perspectiva científico-analítica,
como disciplina autónoma dentro del campo general de la Ciencia Económica.
El contenido de la Política Económica como disciplina se ha ido consolidando
en las últimas décadas y hay coincidencia en señalar que abarca desde la
simple exposición y análisis de medidas políticas pasadas y presentes, hasta el
análisis de los móviles y deseos político-sociales, pasando por investigaciones
históricas y estadísticas sobre los efectos reales de ciertas medidas ya
adoptadas o los posibles efectos de otras medidas alternativas. Todas ellas son
cuestiones que los estudios teóricos de Economía no suelen considerar, al
igual que ocurre con la definición/discusión del marco socioeconómico en el
que se desenvuelven las políticas económicas concretas, la elaboración de las
políticas, sus fases y los agentes que participan en la misma, el contenido de
los fines y objetivos perseguidos, los medios o instrumentos que están
disponibles, la consistencia
o inconsistencia entre los diversos fines, y entre los fines y los medios, la
modelización de las relaciones entre ellos, el análisis de los efectos indirectos
de las medidas, desde una perspectiva general, y tantos otros aspectos a los
que el economista debe dar respuesta a partir de un planteamiento riguroso,
científico.
Dentro del «Sistema de Ciencias Económicas», la Política Económica es
especialmente tributaria —como antes se ha subrayado— de la Teoría
Económica (Análisis Económico) y, por supuesto también, de otras ramas
analíticas e instrumentales. Pero como disciplina fronteriza que es, tiene
también una estrecha relación con la Ciencia Política. Como se verá en los
Capítulos 3, 4 y 5, lo económico y lo político presentan un alto grado de
interacción en bastantes frentes, algunos de ellos tan centrales como el de la
toma de decisiones en materia económica, la asignación de recursos, la
distribución de la renta o la estabilización de las economías.

BIBLIOGRAFÍA
Cuadrado R. Juan. Política Económica, tercera edición. 2015. Editorial Planeta.
Barcelona, España.

CRONOGRAMA DE FIN DE CICLO

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