Anthropology">
Educaci+ N F+¡sica. Etica. Est+®tica. Salud. Silvino Santin
Educaci+ N F+¡sica. Etica. Est+®tica. Salud. Silvino Santin
Educaci+ N F+¡sica. Etica. Est+®tica. Salud. Silvino Santin
(Traducción de la cátedra)
1. Algunas observaciones.
Inicialmente necesito hacer algunas observaciones para, más que orientar, alertar
sobre los procedimientos utilizados para elaborar el presente trabajo.
Así, espero poder contribuir para que cada uno pueda evaluar y situarse frente al
contenido que será expuesto.
En primer lugar, esta conferencia representa la continuidad y el resultado de más
de diez años de actividades en el área de la educación física. Diría que se trata de
una cierta síntesis de mis investigaciones, de mis prácticas docentes y de mis
publicaciones sobre temas de educación física. Con esto no quiero decir que esté
estableciendo una conclusión sobre lo que pienso de la educación física o lo que
imagino que ella podrá ser en el futuro. Esta síntesis reúne, apenas, las ideas
centrales que orientan mis preocupaciones frente a lo que se puede hacer en el área
de la educación física.
En segundo lugar, queda claro que todo este trabajo tiene un punto concreto de
referencia. A mi entender, un pensamiento tiene sentido cuando está enraizado en
una realidad objetiva y, especialmente, en lo vivido. Así, siempre pensé la educación
física en el contexto de la situación brasileña. Mis reflexiones, por lo tanto, están
marcadas por el espacio brasileño con todas sus disparidades culturales, sociales,
geográficas, etnológicas, económicas y educacionales. Además, preciso decirles que
mi subjetividad no está excluida; por el contrario, en ella se fundamenta una buena
porción de mis investigaciones. No acredito que ella sea impedimento para un estudio
serio. No hago la defensa o la apología de la subjetividad como fuente inspiradora de
grandes descubrimientos científicos, apenas, hago mías estas palabras de Niezsche:
“Yo siempre coloqué en mis escritos toda mi vida y toda mi persona; ignoro lo que
puedan ser problemas puramente intelectuales”. Ante esto, aquí está el gran límite de
mi estudio, no se si es posible transferir pura y simplemente tales análisis y
conclusiones para la realidad chilena.
Por fin, preciso recordar que mi formación es filosófica y, más específicamente,
en el área de la filosofía de la lengua. Por lo tanto, mi abordaje no podría ser sino
bajo el punto de vista filosófico. Sería temerario pretender hablar en nombre de otras
ciencias. Además, todas mis posiciones intelectuales están íntimamente vinculadas
con mis creencias filosóficas, que, deseo acentuar con mucha fuerza, no pueden ser
entendidas como la Filosofía. Es importante señalar esos límites de esta incursión en
la educación física para que nadie crea que se trata de una verdad absoluta. No
sabría rotular filosóficamente mis actitudes filosóficas; entretanto, si esto ayuda,
puedo decir que trabajo con la metodología fenomenológica-hermenéutica. Con esto
quiero decir que pretendo describir la educación física y presentar sus posibilidades y
los valores que ella pueda desenvolver dentro del proceso de desarrollo humano.
Vamos a iniciar, buscando escuchar lo que dicen las dos expresiones: “educación
física” y “desenvolvimiento humano”.
2. LA ESCUCHA DEL HABLA DE LAS PALABRAS
Estamos habituados a usar palabras para hablar. Juzgamos que ellas son células
aisladas que, cada uno al hablar, utiliza como cualquier instrumento a fin de organizar
un discurso, observando reglas gramaticales y sintácticas. Difícilmente nos damos
cuenta que las palabras son hablantes, esto es, tienen un habla propio, son
autónomas, poseen un significado y son parte de un discurso, a veces, milenario.
Ellas no son apenas signos lingüísticos a disposición de los hablantes y los
escritores. Cada palabra tiene su historia, y esta historia puede remitirnos a discurso
míticos o científicos con significados económicos, sociológicos, ideológicos,
filosóficos o, simplemente, nos puede introducir en la banalidad de la vida cotidiana
del hablar familiar y popular. Y esto es fundamental para quien pretende filosofar
sobre el enunciado de un tema.
Así, por metodología fenomenológica-hermenéutica, la primera actitud de
reflexión filosófica consiste en dejarse interrogar por las palabras que anuncian el
objeto de investigación. Y esta interrogación podría ser formulada así: ¿qué
entendemos cuando oímos decir: educación física y desenvolvimiento humano?
¿Será que todos escuchamos el mismo mensaje y formamos la misma idea?
La educación física podrá decir muchas cosas desde que nos distanciemos de su
sentido literal y la vinculemos a otros discursos que no los aporta la acción educativa.
Delante de los ideales de cientificidad del pensamiento moderno que se imponen
como único conocimiento válido o científico, surgirán intelectuales que se esfuercen
para que la educación física se transforme en nombre o rótulo de una nueva ciencia.
Mas, al mismo tiempo que se propone el ideal de cientificidad, se coloca en cuestión
la propiedad de la expresión educación física para designar a esta nueva ciencia.
Precisa ser sustituida, por ejemplo, por ciencia de la motricidad humana, como
propone Manuel Sérgio.
Observando los currícula escolares, verificamos que en ellos se transformó en
una simple disciplina o materia de enseñanza, como cualquier otra. Ella es, apenas,
en un primer momento de la pedagogía escolar, una recreación; posteriormente, se
convirtió en iniciación deportiva. En ciertos casos, se torna sinónimo de actividades
deportivas o, lo que es más sintomático, en simples prácticas de entrenamiento.
Últimamente la educación física asumió un discurso que resalta su compromiso
social. Siendo dirigida su acción educativa hacia las diferentes formas de actividades
físicas o prácticas deportivas, no podría dejar de envolverse con las cuestiones
sociales. Esta nueva extensión del discurso de la educación física, debido a la
importancia alcanzada por el fenómeno deporte, parece ampliarse cada vez más y,
hasta cierto punto, se ha incorporado definitivamente.
5. DOS DIRECCIONES
Un número cada vez más expresivo de pensadores de las más diversas áreas
hablan de post-modernidad. Podrá ser un concepto de moda o podrá ser una palabra
sin sentido; de cualquier manera, somos colocados ante alternativas despreciadas
por la modernidad. Así, si la post-modernidad no tiene un contenido definido, ella
representa, según el americano George Yudice, una interpretación de la modernidad.
Sería una reinterpretación del entendimiento del crecimiento económico y social del
modelo occidental. Con eso descubrimos que ese modelo moderno no funciona para
explicar que ciertos aspectos de la realidad contemporánea y, también, constatamos
que las ciencias nos eludirán porque no cumplirán sus promesas de solucionar todos
los problemas del hombre. (O pensamento do fim do século, p. 153).
Es en el campo del rescate de alternativas desconsideradas y abandonadas por
el desenvolvimiento científico y tecnológico que podemos encontrar otro camino de
desarrollo para el hombre. No se trata de renegar de los avances de la ciencia, ni de
sus conquistas, sino de reparar sus fallas por la restauración de todos los valores que
no son objeto de su mirada, por el simple hecho de ser limitada. Probablemente,
como en el diálogo entre Don Juan y Carlitos, tengamos que aprender a “ver”. Ante la
pregunta de Don Juan, “Carlitos, ¿viste eso?”, el responde “no, no vi nada”. Esa
experiencia frustrante se repitió innúmeras veces, hasta que Don Juan exclamó:
“Carlitos, ¡tu sólo sabes ‘ver’ las cosas que sabes ‘explicar’; entonces, si renunciaras
a la explicación, comenzarías, finalmente, a ‘ver’!” (En: Do caos à inteligência
artificial, p. 206).
Las ciencias nos enseñarán a ver solamente aquello que es explicable; lo que no
posee explicación permanece invisible a sus ojos. Es ese mundo desconocido el que
será preciso aprender a ver. Gran parte de la vida humana, lo específicamente
humano que acontece en la esfera de la subjetividad, es parte de esos dominios.
Edgar Morin, uno de los pensadores de la post-modernidad, en su último libro, Mes
démons, una especie de autobiografía, muestra con mucha precisión la unidad que
debe existir entre lo intelectual y lo vivido. Dice: “Mi vida intelectual es inseparable de
mi vida. Yo no soy de aquellos que tienen una carrera, sino de aquellos que tienen
una vida” (p.11). Por esta razón, reniega de los rótulos, que le atribuyen, de
sociólogo, profesor, intelectual o intelectual de izquierda, y dice: “querría
reconocerme en mis ideas fuerza” (p.10). Con esto el juzga poder encontrar su
identidad, asumiendo en plenitud la identidad de ser humano (p.42).
Es bueno recordar a Hubert Dreyfus cuando refuta las tesis de que las máquinas
inteligentes pueden ultrapasar y sustituir a los hombres. Para él, “las computadoras
jamás dispondrán de la suficiente intuición para aprehender la complejidad de nuestro
mundo, pues no escaparán de su enfoque mecanicista secuencial” (Do caos à
inteligência artificial, p. 208). Gary Kasparov, el ajedrecista ruso que disputó partidas
con computadoras, dice que “no fui derrotado por la computadora porque ella no está
dotada de intuición” (Nota: Do caos à inteligência artificial, p. 210).
El descubrimiento de la post-modernidad de la ineficiencia del modelo occidental
para la comprensión de muchas situaciones vividas por el hombre actual, llevó a los
intelectuales a trazar algunas propuestas concretas, además de mostrar las
deficiencias del estado moderno que privilegia al individuo en detrimento de lo social.
Para Maffesoli, el estado defiende al individuo contra lo social. El anuncia el fin de lo
político y proclama la vuelta al tiempo de las tribus. Lo social es sustituido por la
comunidad emocional, que se caracteriza por la unidad de destino de sus miembros.
La comunidad emocional tiene sus bases exactamente en aquellas dimensiones
humanas, esto es, en el sentimiento, en la sensibilidad, en la emoción, en la
corporeidad y en lo cotidiano. En esta apertura a la intimidad de la vida y de lo
cotidiano, al sentimiento, afirma Maffesoli, gana espacio, refuerza su presencia en el
espacio público y produce una solidaridad orgánica, lo que rescata la forma
comunitaria de la sociabilidad, acreditada como superada (O tempo das tribos, p. 23).
El hombre deja de diferenciarse de la animalidad, apenas por las virtudes de la
razón, (Homo aestheticus, p. 41). Este nuevo estatuto de lo humano sería definido
por la idea de Aesthesis, en su sentido original griego, de sensibilidad, de sentir con y
junto con el otro, como afirma Maffesoli. Este sentir y sentirse con los otros se
concreta en la experiencia de lo vivido en común.
Las ideas de la post-modernidad no se caracterizan por la claridad y por la
utilidad, sino por su complejidad, tal vez, confusión, y por el desinterés que no
significa indiferencia. Lo fundamental es vivir las emociones del presente. Lo que
fundamenta la experiencia de lo vivido en común.
Es en estos espacios, abiertos por la post-modernidad, que pueden construirse
caminos alternativos para la educación física.
El tercer paso consiste en trabajar con la idea de que el ser vivo está dotado
de una solidaridad orgánica (Maffesoli). El no puede ser visto como una máquina
donde las piezas están relacionadas pro una causalidad lineal y secuencial. Cada
pieza encastra en la otra, pero no hay un vínculo colectivo de unidad, a no ser su
funcionalidad. A esto Maffesoli llama solidaridad mecánica. El ser vivo, al contrario,
establece una relación de sentimiento. Cualquier alteración que se da en una célula,
todo el organismo tiene conocimiento y se dispone a socorrer el punto atacado en
caso de necesidad. Un estímulo direccionado para cualquier parte del cuerpo
moviliza a todo el sistema. Por esto es que el orden biológico es una compleja red de
comunicación. El organismo, más que un conjunto de piezas es un sistema de
comunicación solidaria. Basado en estos descubrimientos de la biología, Niklas
Ludman dice que “la sociedad no está compuesta de seres humanos, sino de
comunicaciones” (Niklas Ludman. Sociedad y sistema: la ambición de la teoría, p.
27).
El tratamiento mecanicista es una violencia contra la propia organización
comunicativa de la corporeidad. Nosotros sabemos que la fatiga es un desequilibrio o
sea una defensa del organismo, exactamente en este proceso de informaciones y de
órdenes que el propio organismo elabora.
3. ETICA Y SENSIBILIDAD
Introducción
La historia de la ética no lleva hasta el momento en que ella no era una cuestión
intelectualizada. Juzgo fundamental, por lo tanto, presentar una descripción, aunque
rápida, de la genealogía del proceso histórico de los problemas éticos.
Probablemente esta visión histórica no traerá novedades; mientras tanto, a mi
entender, se torna indispensable para construir y exponer una perspectiva de las
posibles aproximaciones entre ética y sensibilidad.
Un pequeño paréntesis para recordar lo obvio. Siempre que nos referimos a la
ética, normalmente recordamos la palabra moral. Etica y moral dicen la misma cosa.
Si nos limitamos a nuestra herencia lingüística, encontramos claramente una cierta
sinonimia, ya que ética –término griego- remite a moral –término latino- que presume
ser la traducción del primero, y ambos se refieren a las costumbres. Entretanto, si
observamos la evolución del pensamiento occidental, cuando los temas morales
fueron intelectualizados, la ética pasó a ser entendida como la ciencia de la moral.
Ella apunta hacia la idea de la teoría de la moral. Y la moral pasó a ser caracterizada
como el conjunto de reglas y normas que inspira nuestra conducta e identifica las
consecuentes transgresiones. En el lenguaje cotidiano, entonces, ética y moral se
confunden porque ambas hablan respecto a las costumbres y prácticas de los
hombres. (Kostas. Axelos. Pour une etique problematique, p. 12).
1.3. La transdisciplinariedad
3. LA ETICA DE LA ESTETICA
3.2. El hedonismo
3.3. La tactilidad
Los tres puntos ya enfocados no sólo remiten a las cuestiones sociales, sino, y
particularmente, a una revisión del orden social y, además, a una nueva comprensión
de la sociabilidad. Una cosa es cierta: el orden social instalado por la modernidad
bajo la inspiración de la era industrial está profundamente sustentada. Todo indica
que la sociabilidad adquiere las características de la vida comunitaria o, al decir de
Maffesoli, del tribalismo.
Fue colocado encima del orden social, al decir de Marilena Chaui, es una
invención del hombre moderno y que exige constantemente ser justificada. La
sociabilidad de la comunidad tiene como primera señal, también siguiendo el
pensamiento de Chaui, la indivisión interna, lo que genera el sentimiento de una
unidad de destino, y establece la definición de un bien común. Elementos que
desaparecen en el mundo moderno y que, parece, serían recuperados en este final
de siglo con las ideas de la posmodernidad. (Teoría y debate n°8., 1989, p.51).
En la perspectiva de Maffesoli, la modernidad se estructuró sobre una
episteme como conjunto de representaciones que determinó al conjunto de la
organización de la sociedad; en ella se proclamó la autonomía del yo, lo que quiere
decir que mi ley es la ley. En la posmodernidad, en la perspectiva del tribalismo, no
exite más la autonomía del yo, sino que se instala la heteronomía estructural.
Autonomía quiere decir yo soy mi propia ley. Eso es modernidad. Para la
posmodernidad es la heteronomía, lo que quiere decier que mi ley, la ley en general,
me es dada por el otro. (Textos, p.7 –Geempa, p. 13). Levinas refuerza esta misma
visión al decir que “el rostro me puede, me ordena” (Etica e infinito, p. 89).
Con la instalación del ideal comunitario o del tribalismo, Maffesoli anuncia la
sustitución de la moral política por la ética de la estética, exactamente porque en la
dimensión comunitaria acontecen las características arriba descriptas, de la
construcción del cuerpo, del hedonismo y de la tactilidad. Para ello, el ideal
democrático es sustituido por el ideal comunitario, lo que quiere decir el fin de lo
político y la introducción de lo doméstico. El sentido de doméstico debe ser entendido
en su significado proveniente de domus, no apenas como casa y sí con todo lo que
la circunda, por lo tanto tiende más al significado de oikós, ecología. Se daría, así, el
pasaje de una lógica política a una lógica de lo doméstico (Geempa, p. 17)
Para completar esta visión de una sociabilidad familiar, doméstica o tribal,
podemos recurrir una vez más al pensamiento de Levinas, retomando la idea del
rostro. El rostro está íntimamente relacionado a otras dos características: la de
responsabilidad y la de subjetividad. La responsabilidad, nos dice Levinas, puede ser
tomada como la estructura esencial, primera y fundamental de la subjetividad. La
subjetividad debe ser entendida aquí no bajo el ángulo epistemológico, sino en
términos éticos. Y es en la ética, entendida como responsabilidad, que se da lo
propio, no desde la subjetividad. Es importante aclarar que, para Levinas, la
responsabilidad debes ser entendida como responsabilidad por el otro. De la misma
manera, la subjetividad no es un para sí mismo; ella es, una vez más, inicialmente
para el otro. Subjetividad y responsabilidad son los lazos que establecen las
relaciones inter-humanas como proximidad con el otro. Esta proximidad no es estar
próximo espacialmente ni por el parentesco, sino en cuanto me siento y soy
responsable por el otro. (Autrement qu' être ou au-delà de l'essence). Volviendo a
Maffesoli para quien, con el fin de lo político y la instalación de los doméstico, surge
un cimiento nuevo, una nueva base que se sustenta en lo el llama de lo “estético”,
esto es, el hecho de que voy a experimentar emociones con los otros en todos los
dominios. Son las nuevas “normas” de la ética de la estética. (Textos UFBA).
CONCLUSIÓN
¿Por qué hablar de ética y de estética? Ética, tal vez, sea una palabra que se
usa con mayor frecuencia. Mientras tanto, estética es una palabra que suena extraño
para el oído de la mayoría de las personas. En el fondo, ninguna es parte del
discurso cotidiano. En el debate académico aparecen como partes integrantes de un
mismo discuro, que pretende ser nuevo. Se tornan inseparables.
¿Dónde podríamos encontrar las razones que justifiquen las preocupaciones
de gran parte de los intelectuales y pensadores actuales? Es un viejo problema de la
humanidad, aún no solucionado que, en determinadas épocas de crisis, resurge
como fuente inspiradora de nuevas perspectivas. Y, en este sentido, es bueno
recordar a Henri Atlan cuando dice que existe un viejo sueño de la humanidad: el de
la unión de la ley moral con la ley natural, o de un mundo que se confundiese con la
verdad y, por qué no, también con lo bello. Ese sueño, actualmente, estaría
fuertemente comprometido, pero, como un ave fénix, renace repentinamente de sus
cenizas (Entre o cristal e a fumaça, p. 228)
Entonces, debemos indagar, ¿por qué el sueño de la unidad entre bien,
verdad y belleza se tornó una ilusión? Tal vez, no sea difícil encontrar la respuesta.
Ella está ahí desafiadora, expuesta claramente delante nuestro. Lo difícil es asumirla.
Ella invade y domina nuestro cotidiano. En la casa, en la calle, en el trabajo, en el
deporte, en los medios de comunicación, en todo lugar y en todo momento nos
encontramos con los fragmentos de ese sueño desecho.
¿Y la estética porqué sería importante? ¿Sería ella un refugio o una fuga para
el hombre racionalizado y maquínico? Cercado por las lógicas racionales, enredado
en los nudos de conceptos y definiciones, transformado en fórmulas matemática y
químicas, en fin, cansado de las promesas ilusorias de la razón, ¿tendría el hombre
de la era de la ciencia y de la técnica, mirando a la estética, un lugar de reencuentro
consigo mismo, esto es, con los valores humanos perdidos? Esta podría ser una
buena razón; mientras tanto, existe un dato mucho más decisivo traído
necesariamente por el retorno de los temas éticos. Etica y estética andan juntas. Son
complementarias, por lo menos, considerando la manera como emergen en el
contexto actual. Sin pensar la estética, se torna imposible hablar de una nueva ética.
La estética representa una alternativa a la racionalidad lógico-matemática para fundar
una ética diferente.
Por lo tanto, el redescubrimiento de la estética puede ser motivado por una
triple pérdida de lo humano, del hombre o, según la expresión de Konrad Lorenz, por
la “demolición de lo humano”. El hombre ser perdió a sí mismo. Las pérdidas
sucedieron porque el hombre no buscó construir su identidad a partir de él mismo.
Buscó identidades en lugares distantes. La primera gran pérdida fue con el
pensamiento racional. El hombre se volvió un concepto abstracto universal. El se
identificó con una esencia, una sustancias, eternamente la misma. El ser humano
temporal, existencial y presente en la cotidianeidad de la vida debe ser entendido a
partir de un concepto ideal de hombre. La segunda gran pérdida aconteció cuando
fue transformado en alma, o sea, en espíritu, portador de la imagen y semejanza de
Dios. No se niega la posibilidad del hombre de participar de la divinidad; pero no se
puede desconocer la condición humana. El hombre no vive su condición mundana
para garantizar una ciudadanía celeste. Más que humano, precisaba ser santo. La
última y más feroz pérdida de sí mismo infligida al hombre fue cuando se convirtió en
una máquina. La maquinaria hizo del hombre un robot, un autómata subyugado a los
principios de funcionalidad y acoplado a un sistema de producción.
Así, el hombre de hoy no se ve más en las antropologías. Su humanidad se
perdió en la fluidez de las categorías universalizantes de lo común, de la igualdad y la
homogeneidad. Se siente mezclado en el amalgama gelatinoso de lo impersonal, de
la ausencia y del exilio. El hombre actual no tiene demasiado sentido del territorio
natal, de la lengua materna, de la casa paterna, de la patria.
Para reforzar esta situación, nada mejor que recodar algunos pasajes de la
carta de Mary Mccarthy, dirigida a su amiga Hannah Arendt, cuando afirma que “hace
mucho tiempo pienso que la igualdad es el espectro que ronda al mundo desde el
siglo 18”. Yo agregaría, sin miedo a errar, desde la invención del saber conceptual
por Sócrates. Y ella continúa diciendo que “una vez introducida esta idea en la mente
humana, la existencia se vuelve insoportable”. Para ella, paradojalmente, a esta
masacre igualitaria, “las únicas personas que continúan felices o contentas son las
que no olvidan de hablar de ella, por una razón o por otra –en ambos extremos de la
escala social- (Carta de Hannah Arendt, In Folha de Sao Paulo, Cad. 5-7, de
18.6.95).
Unos son aquellos que, admitiendo el principio de la igualdad de los hombres,
se juzgan, en el lenguaje de Orson Welles, más iguales que los otros. En el otro
extremo se sitúan los que no saben que son iguales a los demás humanos, porque
se juzgan inferiores. Además, a toda hora, la gran empresa les confirma esta
situación de inferioridad, porque no supieron aprovechar las oportunidades ofrecidas.
Ellos no son parte de los que surgiendo de la nada, se tornan poderosos, señores de
imperios económicos. No se encuadran en la categoría del programa Gente que faz,
de la red Globo de televisión.
En este momento podemos concluir que el redescubrimiento de la ética y de la
estética podrá representar la propia sobrevivencia de lo humano del hombre.
El desafío, entonces, está en descubrir cuál es la forma más adecuada para
entrar en el núcleo de la cuestión, sin tergiversarla, especialmente, sin cooptarla a los
esquemas lógico-racionales del pasado. Es fundamental, en el caso de que quiera
persistir en las mismas ilusiones, encontrar la originalidad y las diferencias que la
ética y la estética pueden marcar, no sólo para la educación y la salud, sino para
repensar el propio proyecto antropológico.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
1
Nota del traductor: El autor utiliza el término portugués costume, traducido literalmente como
costumbre, pero que refiere al carácter de los sujetos y de las situaciones, al modo de ser, a lo
acostumbrado.