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SOKAL Transgrediendo Las Fronteras

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Transgrediendo los límites: hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad

cuántica

A continuación transcribo parte del famoso artículo del físico Alan Sokal, profesor de
la Universidad de Nueva York, titulado "Transgrediendo los límites de la realidad:
hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad cuántica", publicado en la
prestigiosa revista Social Text 46/47, pp 217-252 (primavera-verano 1996). Debido
a la extensión del artículo, a pesar de que es apasionante, me limito a transcribir
las conclusiones finales a las que llega Sokal, hablando sobre la interrelación de las
ciencias puras y de las ciencias sociales. Este texto es imprescindible para
comprender el complejo concepto de postmodernidad, y su desarrollo en las últimas
décadas. He eliminado las notas a pie de página y las referencias bibliográficas para
hacer más cómoda su lectura.

TRANSGREDIENDO LAS FRONTERAS: HACIA UNA CIENCIA LIBERADORA

En las últimas dos décadas se han dado extensas discusiones entre los teóricos
críticos con respecto a las características de la cultura modernista versus la
postmodernista; y en los últimos años estos diálogos han comenzado a prestar
atención detallada a los problemas específicos postulados por las ciencias naturales.
En particular, Madsen y Madsen han provisto recientemente un sumario muy claro
de las características de la ciencia modernista versus la postmodernista. Ellos
postulan dos criterios para la ciencia postmoderna:

Un simple criterio para que la ciencia califique como postmoderna es que esté libre
de cualquier dependencia del concepto de verdad objetiva. De acuerdo a este
criterio, por ejemplo, la interpretación complementaria de la física cuántica debida a
Niels Bohr y la escuela de Copenhagen es vista como postmoderna.

Claramente, la gravedad cuántica es en este respecto una ciencia postmodernista


arquetípica.

El otro concepto que puede ser tomado como fundamental para la ciencia
postmoderna es el de esencialidad. Las teorías científicas postmodernas son
construidas desde aquellos elementos teóricos que son esenciales para la
consistencia y utilidad de la teoría. Así, las cantidades u objetos que son en
principio inobservables—tales como puntos del espacio-tiempo, posiciones exactas
de partículas, o quarks y gluones—no deben ser introducidas en la teoría.

Mientras que mucha de la física moderna es excluida según este criterio, la


gravedad cuántica aprueba nuevamente: en el pasaje desde la relatividad general
clásica a la teoría cuantizada, los puntos del espacio-tiempo (e incluso la variedad
espaciotemporal misma) han desaparecido de la teoría.

De todas formas, estos criterios, pese a ser admirables, son insuficientes para una
ciencia postmoderna liberadora: liberan a los seres humanos de la tiranía de la
"verdad absoluta" y la "realidad objetiva", pero no necesariamente de la tiranía de
otros seres humanos. En palabras de Andrew Ross, necesitamos una ciencia "que
sea públicamente responsiva y que sea de algún servicio para los intereses
progresistas. "Desde el punto de vista feminista, Kelly Oliver tiene una posición
similar: 

...para ser revolucionaria, la teoría feminista no puede pretender describir lo que


existe, o, "hechos naturales." Más bien, las teorías feministas debieran ser
herramientas políticas, estrategias para superar la opresión en situaciones
concretas específicas. La meta, entonces, de la teoría feminista, debiera ser
desarrollar teorías estratégicas—no teorías verdaderas, ni teorías falsas, sino
teorías estratégicas.

¿Cómo, dónde, debe ser hecho esto? En lo que sigue, me gustaría discutir los
lineamientos de una ciencia postmoderna liberadora en dos niveles: primero, en lo
que respecta a temas y actitudes generales; y segundo, en lo que respecta a metas
políticas y estrategias.

Una característica de la ciencia postmoderna emergente es su énfasis en la no


linealidad y la discontinuidad: esto es evidente, por ejemplo, en la teoría del caos y
en las teorías de transiciones de fase tanto como en la gravedad cuántica. Al mismo
tiempo, pensadoras feministas han señalado la necesidad de un adecuado análisis
de la fluidez, en particular la fluidez turbulenta. Estos dos temas no son tan
contradictorios como a primera vista aparecen: la turbulencia conecta con fuerte no
linealidad, y la fluidez/suavidad es asociada a veces con la discontinuidad (por
ejemplo en la teoría de catástrofes; por lo tanto una síntesis no está de ninguna
manera fuera de la cuestión. 

Segundo, las ciencias postmodernas deconstruyen y trascienden las distinciones


metafisicas cartesianas entre la naturaleza y la humanidad, observador y
observado, Sujeto y Objeto. Ya la mecánica cuántica, a comienzos de este siglo,
destruyó la ingenua fe newtoniana en un mundo objetivo prelingüístico de objetos
materiales "ahí fuera"; ya no podíamos preguntar, como dijo Heisenberg, si las
"partículas existen en el tiempo y el espacio objetivamente". Pero la formulación de
Heisenberg todavía presupone la existencia objetiva del espacio y el tiempo como el
terreno neutral y no problemático en el cual las ondas-partículas cuantizadas
interactúan (si bien indeterminísticamente); y es precisamente este posible terreno
el que la gravedad cuántica problematiza. Así como la mecánica cuántica nos
informa que la posición y el momento de una partícula son traídos a la existencia
solo por el acto de observación, también la gravedad cuántica nos informa que el
espacio y el tiempo mismos son contextuales, su significado definido solo en
relación con el modo de observación.

Tercero, las ciencias posmodernas desplazan las categorías estáticas ontológicas y


las jerarquías características de la ciencia modernista. En lugar de atomismo y
reduccionismo, las nuevas ciencias hacen hincapié en la red dinámica de relaciones
entre el todo y las partes; en lugar de esencias individuales fijas (ej. partículas
newtonianas), ellas conceptualizan interacciones y flujos (ej. campos cuánticos).
Intrigantemente, estas características homólogas surgen en numerosas áreas de la
ciencia aparentemente dispares, desde la gravedad cuántica hasta la teoría del caos
y la biofísica de los sistemas autoorganizados. De esta forma las ciencias
postmodernas parecen estar convergiendo a un nuevo paradigma epistemológico,
uno que puede ser denominado una perspectiva ecológica, entendido en un sentido
amplio como "reconociendo la interdependencia fundamental de todos los
fenómenos y el encastre de todos los individuos y sociedades en los esquemas
cíclicos de la naturaleza."

Un cuarto aspecto de la ciencia postmoderna es su énfasis consciente en el


simbolismo y la representación. Como señala Robert Markley, la ciencias
postmodernas están transgrediendo confines disciplinarios cada vez más,
adoptando características que han sido hasta aquí provincia de las humanidades:

La física cuántica, la teoría bootstrap de los hadrones, la teoría de los números


complejos, y la teoría del caos comparten el postulado básico de que la realidad no
puede ser descripta en términos lineales, que las ecuaciones no lineales—e
insolubles—son el único medio posible de describir una realidad compleja, caótica, y
no deterministica. Estas teorías postmodernas son—significativamente —todas
metacríticas en el sentido en que se proponen a sí mismas como metáforas más
que como descripciones "exactas" de la realidad. En términos que son más
familiares para teóricos literarios que para teóricos físicos, podemos decir que estos
intentos de los científicos por generar nuevas estrategias de descripción
representan notas hacia una teoría de las teorías, sobre cómo la representación—
matemática, experimental, y verbal—es inherentemente compleja y
problematizante, no una solución sino parte de la semiótica de investigar el
universo.

Desde un punto de partida diferente, Aronowitz asimismo sugiere que una ciencia
liberadora puede surgir de compartir interdisciplinariamente epistemologías:

...los objetos naturales están también construidos socialmente. No es una cuestión


de si estos objetos naturales, o, para ser más preciso, los objetos del conocimiento
científico natural, existen independientemente del acto del conocimiento. Esta
pregunta se responde asumiendo el tiempo "real" como opuesto al presupuesto,
común entre los neokantianos, de que el tiempo siempre tiene un referente, que la
temporalidad es por tanto una categoría relativa, no incondicionada. Seguramente,
la tierra evolucionó mucho antes que la vida en la tierra. La cuestión es si los
objetos del conocimiento científico natural están constituidos fuera del campo
social. Si esto es posible, podemos asumir que la ciencia o el arte podrían
desarrollar procedimientos que neutralicen efectivamente los efectos emanados de
los medios por los cuales producimos conocimiento/arte. El arte de representación
puede ser tal intento.

Finalmente, la ciencia postmoderna provee una refutación poderosa del


autoritarismo y el elitismo inherentes a la ciencia tradicional, tanto como una base
empírica para un abordaje democrático al trabajo científico. Porque, como señala
Bohr, "una elucidación completa de uno y el mismo objeto puede requerir diversos
puntos de vista que desafíen una única descripción"—este es simplemente un hecho
acerca del mundo, pese a que los autoproclamados empíricos de la ciencia
modernista prefieran negarlo. En tal situación, ¿cómo puede un apostolado secular
autoperpetuante de "científicos" acreditados tratar de mantener el monopolio de la
producción del conocimiento científico? (déjenme enfatizar que no estoy de ninguna
manera opuesto al entrenamiento científico especializado; objeto sólo que una
casta de elite trate de imponer su canon de "alta ciencia", con la mira de excluir a
priori formas de producción científica por aquellos que no son miembros).

El contenido y la metodología de la ciencia postmoderna provee entonces un


soporte intelectual poderoso para el proyecto político progresista, entendido en su
más amplio sentido: la transgresión de confines, la destrucción de barreras, la
democratización radical de todos los aspectos de la vida social, económica, política
y cultural. {90} A la inversa, una parte de este proyecto debe involucrar la
construcción de una ciencia nueva y verdaderamente progresista, que pueda servir
a las necesidades de tal futura sociedad democratizada. Como observa Markley,
parece haber dos elecciones posible para la comunidad progresista, más o menos
mutuamente excluyentes:
 
Por un lado, los científicos políticamente progresistas pueden tratar de recuperar
prácticas existentes para los valores morales que ellos sostienen, argumentando
que sus enemigos de derecha están destruyendo la naturaleza y que ellos, como
contramovimiento, tienen acceso a la verdad. [Pero] el estado de la biosfera—
polución del aire, polución del agua, desaparición de las selvas húmedas, miles de
especies al borde de la extinción, grandes áreas de tierra recargadas más allá de su
capacidad, usinas nucleares, armas nucleares, claros donde solían haber bosques,
hambre, desnutrición, desaparición de tierras fértiles, inexistencia de praderas, y
una multitud de enfermedades causadas por el medio ambiente—sugieren que el
sueño realista del progreso científico, de recapturar en vez de revolucionar
metodologías y tecnologías existentes, es, como mínimo, irrelevante para una lucha
política que busca algo más que la reposición del estado socialista.

La alternativa es una reconcepción profunda de la ciencia tanto como de la política: 

El movimiento dialógico hacia la redefinición de sistemas, de ver el mundo no solo


como un todo ecológico sino como un conjunto de sistemas competitivos—un
mundo sostenido por las tensiones entre varios intereses naturales y humanos—
ofrece la posibilidad de redefinir qué es la ciencia y qué hace, de reestructurar
esquemas determinísticos de educación científica en favor del diálogo acerca de
cómo intervenimos en nuestro medio ambiente.

Además de redefinir el contenido de la ciencia, es imperativo reestructurar y


redefinir los espacios institucionales en los cuales la labor científica tiene lugar—
universidades, laboratorios gubernamentales, corporaciones—y reencuadrar el
sistema de recompensas que empuja a los científicos a convertirse, normalmente
en contra de sus mejores instintos, en pistoleros a sueldo de capitalistas y
militares. Como Aronowitz señala, "un tercio de los 11.000 estudiantes graduados
de física en los EE.UU. están en el único subcampo de física de estado sólido, y
todos ellos serán capaces de conseguir trabajos en ese subcampo". Por contraste,
hay pocos trabajos disponibles tanto en gravedad cuántica como en física
ambiental.

Pero todo esto es sólo el primer paso: la meta fundamental de cualquier


movimiento emancipador debe ser desmitificar y democratizar la producción del
conocimiento científico, destruir las barreras artificiales que separan a los
"científicos" del "público". De manera realista, esta tarea debe comenzar con la
nueva generación, a través de una profunda reforma del sistema educativo. La
enseñanza de la ciencia y la matemática debe ser purgada de sus características
autoritarias y elitistas, y el contenido de estos temas enriquecido con la
incorporación de los conocimientos de las críticas feministas, homosexuales,
multiculturales y ecológicas.

Finalmente, el contenido de una ciencia está constreñido profundamente por el


lenguaje en el cual sus discursos son formulados; y la física de la corriente principal
occidental ha sido formulada, desde Galileo, en el lenguaje de las matemáticas.
¿Pero las matemáticas de quién? La pregunta es fundamental, porque, como ha
observado Aronowitz, "ni la lógica ni las matemáticas escapan a la ‘contaminación’
de lo social". Y como las pensadoras feministas han señalado repetidamente, en la
presente cultura esta contaminación es sobremanera capitalista, patriarcal y
militarista: "la matemática es representada como una mujer cuya naturaleza desea
ser conquistada". Por tanto, una ciencia liberadora no puede estar completa sin una
profunda revisión del canon de las matemáticas. Hasta ahora tal matemática
emancipadora no existe, y nosotros sólo podemos especular sobre su eventual
contenido. Podemos ver atisbos de éste en la lógica multidimensional y no lineal de
la teoría de los sistemas difusos; pero este abordaje está todavía marcado
fuertemente por sus orígenes en la crisis de las relaciones de la producción del
capitalismo tardío. La teoría de catástrofes, con su énfasis dialéctico en
discontinuidad/suavidad y metamorfosis/desdoblamiento, indudablemente jugará
un rol mayor en las matemáticas futuras; pero mucho trabajo teórico queda por ser
hecho antes que este abordaje pueda volverse una herramienta concreta para la
praxis política progresiva. Finalmente, la teoría del caos—que provee nuestros más
profundos conocimientos dentro de los ubicuos pero misteriosos fenómenos de no
linealidad—será central en toda matemática futura. Y aún, estas imágenes de la
matemática futura deben permanecer como el más ligero atisbo: porque, junto con
estas tres jóvenes ramas en el árbol de la ciencia, surgirán nuevos troncos y ramas
—estructuras teóricas totalmente nuevas—las cuales nosotros, con nuestras
anteojeras ideológicas actuales, no podemos todavía ni siquiera concebir.

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