(Colección de Análisis y Crítica) Gérard Lebrun - Kant y El Final de La Metafísica - Ensayo Sobre La Crítica Del Juicio (2008, Escolar y Mayo) - Libgen - Li
(Colección de Análisis y Crítica) Gérard Lebrun - Kant y El Final de La Metafísica - Ensayo Sobre La Crítica Del Juicio (2008, Escolar y Mayo) - Libgen - Li
(Colección de Análisis y Crítica) Gérard Lebrun - Kant y El Final de La Metafísica - Ensayo Sobre La Crítica Del Juicio (2008, Escolar y Mayo) - Libgen - Li
Gerard Lebrun
escolar
y w y o
Gerard Lebrun
e s c o la r
y tta y °
i a Edition, 2008.
ISBN: 978-84-936111-1-8
Deposito legal: M.3.222-2008
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Kant y el final de la metafisica
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Prologo
2 Proleg., IV, 276 [trad. esp. Prolegomenos a toda metafisicafutura que haya depoderpre-
sentarse como ciencia, Madrid, Istmo, 1999].
3 Proleg., Anhang, IV, 377.
4 KpV, Vorrede, V, 8, nota [trad. esp. Critica de la Razdn practica, Salamanca, Sigueme, 1997,
3a ed.].
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Kant y el final de la metafisica
s Eberhard, VIII, 247-8 [trad. esp. La polemica sobre la Critica de la Razon pura (respuesta
a Eberhard), Madrid, Antonio Machado Libros, 2002].
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Prologo
6 Hegel, Ph. Rechts, VII, 24-5, nota [trad. esp. Fundamentos de la filosofia del derecho,
Madrid, Libertarias, 1993].
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Kant y el final de la metafisica
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Prologo
12 Cf. Aristoteles, Metaphysique, 995 a 12; 3, 1005 b 4-5 [trad. esp. Metafisica, Madrid,
Gredos, 2006,3a ed.]. Debe aproximarse a la Dissertation de 1770, § 23 [trad. esp. Principios
form ales del mundo sensible y del inteligible (Disertacidn de 1770), Madrid, CSIC, 1996].
.*3 Leibniz, Nouveaux Essais, IV, 2, 11 [trad. esp. Nuevos ensayos sobre el entendimiento
humano, Madrid, Alianza, 1992].
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Kant y el final de la metafisica
del juieio que cada una p re te n d e d . Ahora bien, nos parece que la Critica
puramente critica, que no trata de representar nada, reclama por si misma
esta consideration, sin que al hacerlo ejerzamos ninguna violencia. Dado que
debemos negarnos, por fidelidad hacia el autor, a hallar en ella una pretension
doctrinal, ique queda sino una dialectica? dQue queda de ella, pero esta vez
segun la voluntad del autor, sino lo que queda de las obras tras el laminado
que les ha impuesto el historiador de la iilosofia? Aqui ya no hay necesidad de
hacerle sufrir al texto la reduction que fue preciso efectuar en las antiguas
obras doctrinales para que se convirtiesen en objetos de una historia de la filo-
sofia. Aqui estamos en presencia de una filosofia que se defiende por si misma
de cualquier intention objetiva, -q u e no pasa por ser un sistema entre otros,
sino el sistema (de la razdn) respecto del cual los sistemas que pretendian ser
ciencias (sistemas de verdades) tan solo podrian ser anticipaciones ciegas y
falsificaciones, -lo que la enfermedad es a la salud, asegura Schiller. Ahora
bien, los sistemas «dogmaticos» solamente cobran interes para el historiador
de la filosofia si los traslada a esta dimension que sus autores no sospechaban,
sometiendolos asi a una reduccidn muy diferente de la deformation arbitra-
ria de que hace mention Gueroult en estas mismas paginas: «En lugar de ter-
minar con la determination de la esencia de la filosofia, comienzan por supo-
ner su concepto y su definition, para valorar el conjunto de los sistemas pasa-
dos por medio de su reduccidn a este concepto. Asi, el fundador de la histo-
riografia de la filosofica antigua, Aristoteles, interpreta todo el pasado de la
filosofia en funcion de su sistema de las causas y del transito de la potencia al
acto»|r>. Ahora bien, dno hemos de distinguir entre la separation sin escrupu-
los que lleva a cabo un filosofo en los conceptos de sus predecesores o la inter
pretation anacronica que da de ellos y la neutralization indispensable que
ejerce el historiador de la filosofia sobre su objeto de estudio con el fin de
constituirlo como tal? Y esta reduccion de la obra a un texto, que tan solo es
justificable a partir del examen de su coherencia, dno es tambien, en un
segundo grado, efecto de una violencia? Pues, fmalmente, ddebido a que
magia ya no subsisten para nosotros mas que a titulo de obras de arte las
obras que han entrado en un proyecto que se llama «cientifico»? dEra este su
destino? O, dno seremos mas bien nosotros los que no podemos mirarlas mas
que traduciendo estas «epistemai» en «sistemas de la razdn pura» en el sen-
tido de Kant? La Critica, discurso filosdfico inedito, es la condition de posibi-
lidad de la historia de la filosofia, -incluso si Kant desprecia injustamente las
metafisicas, como observan Schelling y Gueroult, proponiendoles el ejemplo
de la matematica y obstinandose en juzgarlas como si debiesen ser ciencias.
Mas importante que esta estrechez de miras (corregida, por lo demas, por el
proyecto de una «historia filosofante de la filosofia») nos parece la pregunta
por la posibilidad de la metafisica como ciencia, formulada en un discurso
explicitamente ante-cientifico.
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Prologo
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Kant y el final de la metafisica
* * *
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Primera Parte
U n NUEVO NACIMIENTO
DE LA METAFISICA
1 Nota del traductor. En la version original de la obra, los subapartados en que se estructura
cada capitulo no tienen propiamente hablando un titulo, sino que vienen introducidos por la
simple indication tipografica que proporcionan los numeros romanos, apareciendo los mal
llamados titulos solamente en el indice. Los hemos reproducido en el cuerpo del texto por
pensar que ayudan a su comprension y, sobre todo, porque permiten localizar con cierta faci-
lidad cada pasaje. Como apreciara el lector, se produce con ello, no obstante, una cierta infi-
delidad hacia el proposito del autor, pues se propicia una interruption en lo que es un todo
continuo y unitario.
2 Cohen, Kants Theorie der Erfahrung, pp. 101-3.
21
Kant y el final de la metafisica
3 Ibid., p. 109.
4 Cohen, Kants Begriff der Aesthetik, p. 102.
s K.T.E., p. 346.
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Un nuevo nacimiento de la metajisica
6 Teleol. Prinz., VIII, 184 [trad. esp. Sobre el uso de principios teleoldgicos en la filosofia, en
En defensa de la Ilustracidn, Barcelona, Alba, 1999]. Este texto reafirma la necesidad de una
deduction trascendental para que no se considere que los conceptos puros estan privados de
signification, o que han sido «extraidos de la experiencia». Por tanto, no era del todo cierto
asegurar, como lo hacia la nota deAnfangsg. (IV, 476), que no hace falta conocer el modo en
que los conceptos puros hacen posible la experiencia para estar seguros de «que la experien
cia es posible simplemente por medio de estos conceptos*. Lo cierto entonces es que el uso
especulativo no se extiende mas alia de la experiencia posible. Pero, como no tenemos la cer-
teza de que un concepto como el de causa no haya sido «extraido de la experiencia*, no podri-
amos asegurar que tenga su asiento en el entendimiento puro y, en consecuencia, que no sea
una quimera (ein bloss Himgespinst) (B 103). La certeza de que el concepto puro posee una
signification es, pues, mas importante de lo que dejaba entender la nota deAnfangsg. Y, sin
embargo, la position de Kant es, a fin de cuentas, justificable, pues hay que distinguir dos
puntos: i° sin la Deduction, puedo afirmar que si hay un uso de la razon pura, entonces este
no sobrepasa la experiencia posible; 2° si no estuviese seguro de que la causalidad es un con
cepto puro que tiene signification teorica, no tendria derecho a hacer uso practico de el y a
afirmar la causalidad por libertad (cf. KpV, V, 56). La moral pierde su clave de boveda, pero
sigue habiendo certeza completa de que lo suprasensible es inaccesible.
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Kant y el final de la metafisica
7 «No se representaba el problema en su totalidad. - Temo que con la elaboration del proble
ma de Hume en su mayor extension posible (a saber, la Critica de la Razon pura) ocurra
como con el problema mismo, cuando se represento por primera vez. Se lo juzgara incorrec-
tamente, por falta de comprension...» (Proleg., IV, 260-1). Recoger el desafio de Hume no era
darle otra solution, sino elaborarlo en toda su amplitud y darle una «solution completa, aun-
que se revele contraria a lo que conjeturaba el autor del problema» (ibid., IV, 313).
8 B 498. So pretexto de que los conceptos puros son incomprensibles, Hume nego su exis-
tencia: esta salida es prematura. «Trataba de asegurarme de su numero y, como esto resul-
to tal como deseaba, partiendo de un principio unico, de aqui pase a la deduction de estos
conceptos; en adelante, estaba seguro de que no se derivaban de la experiencia, como temio
Hume, sino que eran extraidos del entendimiento puro» (Proleg., IV, 260). Se ve con ello
cuan esencial es el cuidado por plantear el problema «en toda su am plitude Hume paso de
la incomprensibilidad de las relaciones sinteticas a priori a su negation, «no considero el
conjunto» y no penso en enumerar las categorias, -lo cual le habria permitido percibir su
caracter sistematico.
9 B 501; Preissch., XX, 263.
10 Husserl, Krisis, pp. 91-2 [trad. esp. La crisis de las ciencias europeas y lafenomenologia
trascendental. Una introduction a lafenomenologia, Barcelona, Critica, 1990].
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Un nuevo nacimiento de la metafisica
11 Kant distingue los juicios analiticos, que explicitan los conceptos metafisicos («la sustancia
es lo que tan solo existe como sujeto»), y los juicios metafisicos propiamente dichos, sinteti-
cos a priori («todo lo que es sustancia en las cosas es permanente») {Proleg., IV, 273-4). La
metafisica del pasado nunca probo a priori estos dogmas. En cambio, la Critica por primera
vez «pone en juego la representation de principios metafisicos que son sinteticos, y los expo-
ne por medio de pruebas a priori. Mi afirmacion era que, no obstante, estos principios tan
solo son principios de la posibilidad de la experiencia» (Eberhard, VIII, 233). Cf. B 39.
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Kant y el final de la metafisica
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Un nuevo nacimiento de la metafisica
*4 «La metafisica dogmatica es la que procede sin investigation critica sobre la cuestion fun
damental: tcomo es posible el conocimiento sintetico apriori'?» {Rx 4458).
*5 El metodo de Eberhard, que avanza juicios sinteticos a priori en metafisica sin ni siquiera
pensar en la critica del conocimiento sintetico a priori, «es el mejor ejemplo de lo que la
Critica llama dogmatismo» (Eberhard, VIII, 227-8). En esta pagina, Kant le reprocha que sea
otro metafisico despreocupado: los metafisicos nunca se libraran del reproche de dogmatis-
mo, mientras no hayan resuelto la cuestion del conocimiento sintetico a priori. Aqui, Kant
habla en nombre de la metafisica «cientifica», finalmente «liberada del reproche de dogma-
tismo», que cuenta con publicar, - y que jamas publicara. En esta pagina se encuentra el ente-
ro enigma del kantismo. Eberhard ni siquiera entrevio la necesidad de la pregunta critica:
luego no es un metafisico serio. Pero Kant, por su parte, ipodria volver a convertirse alguna
vez en metafisico? Cuando Hegel rehabilite, contra Kant, «la antigua metafisica», compren-
dera, mejor que el mismo, su originalidad en esta pagina: a Kant no le parece que la metafi
sica de Eberhard sea «antigua», sino superficial.
16 Cf. Eberhard, VIII, 233.
-'Preissch., XX, 323.
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fisicas, hacian tanto mas libre de prejuicios, - e l hombre indicado para sobre-
volar y apreciar en su total encadenamiento las proposiciones de la Critica de
la Razonpura...» (Carta a Bernoulli, 16 de noviembre de 1781, X, 278). Ahora
ya no quedan alrededor de Kant mas que estos celosos amigos, que no dejan
de pedirle la publication de su metafisica, como si nada hubiese pasado desde
los anos 1765-72, en que la anunciaba regularmente a sus corresponsales,
siempre infiel por lo demas a los plazos prometidos. Kant se acuerda de aque-
llos anos en que Lambert y el creian estar tan cerca de la fundacion de la meta
fisica como ciencia, -e n que estaban tan lejos del proyecto critico; este espe-
jismo de otro tiempo, 6no explica la presente incomprension del publico?
1764. Es el ano de las Investigaciones sobre la claridad. Kant reconoce la
incertidumbre de las proposiciones metafisicas, pero para atribuirsela a un
defecto de metodo, al desconocimiento de las dificultades propias que han de
afrontar el metafisico y el matematico. Nadie duda de que la metafisica sea
capaz de certeza con el mismo derecho que las demas ciencias. En verdad,
«todavia no es tiempo de proceder sinteticamente en metafisica» (II, 290),
pero, al igual que la matematica, la metafisica esta en condiciones de aportar la
certeza necesaria para la conviction. Sin duda, «no se ha escrito todavia una
metafisica* y los filosofos «pasan como meteoros» (II, 283), pero es seguro
que, si juzgamos dentro de los limites de lo que sabemos y no nos aventuramos
a definir la cosa antes de que tengamos todas sus exigencias, no nos arriesga-
mos a extraviarnos (II, 292-3). «Estoy seguro del metodo que debemos obser-
var para evitar la ilusion que nos hace creer en todo momento que nos encon-
tramos en condiciones de decidir, cuando en seguida debemos retroceder,
-(ilusion) de la que nacen los desacuerdos dirimentes de los pretendidos filo
sofos, pues no poseen ninguna medida comun para uniformar sus esfuerzos. A
continuation, veo surgir en toda ocasion, de la naturaleza misma de cada inves
tigation que se me ofrece, lo que he de saber para obtener la solution de una
cuestion particular* (Carta a Lambert, 31 de diciembre de 1765, X, 55-6). Por
tanto, con «el verdadero procedimiento de la metafisica*, Kant cree que acaba
de descubrir la fuente de los errores que se cometen en ella y el patron de medi
da con el que se han de ponderar sus juicios. «Espero, pues, poder presentar en
breve, de modo exhaustivo (vollstandig), algo que puede servir para fundar mi
exposition de esta ciencia*, anuncia en el Nachricht de 1765-6 (II, 308).
Todavia el 2 de septiembre de 1770 presenta a Lambert la Dissertation como un
«esbozo de la forma en que concibo esta ciencia... El esbozo de esta ciencia
entera, que contiene su naturaleza, las primeras fuentes de sus juicios y el
metodo en virtud del cual se puede progresar facilmente en ella, lo podre some-
ter a vuestrojuicio en muy poco espacio, en algunas cartas...* (2 de septiembre
de 1770, X, 97). Y esta metafisica se pondra tanto mas «al abrigo de la duda y
se fundara sobre reglas indiscutibles*, por cuanto que vendra precedida por
una «phenomenologia generalis» donde se determinaran el valor y las restric-
ciones de la sensibilidad «a fin de que los principios de esta ya no turben los jui
cios sobre los objetos de la razon pura» {ibid., 98). Sin embargo, todavia una
vez mas, el retraso sera mas largo de lo que pensaba el autor.
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Kant y el final de la metafisica
Once anos mas tarde, Kant le confla a Bernoulli lo que acontecio enton-
ces: «En aquella epoca tenia algunas ideas sobre la mejora posible de esta
ciencia; queria dejarias madurar para someterlas al juicio de mi penetrante
amigo y elaborarlas mejor. De este modo, el trabajo convenido se vio siempre
aplazado, pues la explication que buscaba me parecia continuamente proxi-
ma, pero luego, tras un examen mas amplio, se alejaba aun otra vez. En el ano
1770, consegui delimitar perfectamente, en nuestro conocimiento, por medio
de marcas determinadas, lo sensible y lo inteligible; lo esencial -m ezclado
todavla con muchas otras cosas que ya no reconocerla h oy-, se lo envie a este
hombre ilustre en la Dissertation, pensando que el resto no tardaria dema-
siado tiempo. En aquel momento, el origen de lo que hay de intelectual en
nuestro conocimiento me planted nuevas dificultades imprevistas...» (X,
278). Podemos datar este momento: la celebre carta a Herz del 21 de febrero
de 1772 localiza la dificultad imprevista, «a la que nunca habla prestado aten-
cion durante mis largas investigaciones metaflsicas». «dComo puede mi
entendimiento formarse enteramente a priori conceptos de cosas (Dingen)
con las que deben concordar necesariamente las cosas (Sachen)? dComo
puede establecer, en lo que concierne a su posibilidad, principios reales con
los que ha de concordar fielmente la experiencia, cuando estos principios son
independientes de ella?» (X, 131). Brevemente: dcomo es posible el conoci
miento a priori? - Esta pregunta, anade, contiene «la clave del misterio» de
la metafisica. Pero nada indica en este texto que haya de entranar que esta
ciencia se ponga en suspenso. Si la metafisica comienza a parecer «misterio-
sa», Kant todavia no ha tornado la suficiente distancia al respecto como para
hablar de ella como «das Ding welches man Metaphysik genannt hat»l8,
para considerarla como una «terra incognita» por explorar (Rx 4458). La
«gran luz» que aporto en 1769 el descubrimiento de las Antinomias (Rx
5037), la cuestion «clave» formulada en 1772, son sin duda otras tantas eta-
pas en la formation de la filosofia trascendental: pero no anuncian la irrupti
on del proyecto critico. Se trata siempre de afrontar dificultades cuya soluti
on permitira poner por fin a punto el metodo infalible prometido a Lambert.
El conocimiento a priori bien puede encerrar un misterio; Kant todavia no
piensa en medir su esfera para decidir la suerte de la metafisica. Continua
pensando, pues, que, si nunca ha existido la metafisica, es por la falta de rigor
de los sabios y no por ausencia de reflexion sobre la naturaleza de esta «cien-
cia», despreocupacion inscrita, por lo demas, en esta misma naturaleza.
Demasiados estudios «evolucionistas» del pensamiento de Kant, por muy
instructivos que sean en cuanto a la maduracion de los conceptos, silencian
esta ruptura -im posible de datar, lo confesamos-, que sin embargo es funda
mental para la mera comprension de la Critica. Hablando entonces de «idea-
lismo critico», de la «metafisica de Kant», destamos seguros de no proseguir
la resena de los Anales de Gotinga? dEstamos seguros de hablar del mismo
hombre que escribia a Garve: «Tenga usted la bondad, tan solo una vez mas,
18 «Das, was bis daher Metaphysik geheissen hat» (Proleg., IV, 367). Cf. Preissch., XX, 343.
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Un nuevo nacimiento de la metafisica
20 B 44; «No he introducido aqui a nadie cuya lectura me haya ensenado algo. Me parecio
preferible seguir mi propia idea, apartando todo lo extrano. No he combatido los sistemas»
[Rx 5019).
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Kant y el final de la metafisica
21 Cf. Dissert., II, 411. El metodo sigue a la practica cuando los conceptos primitivos vienen
dados de modo intuitivo; por el Contrario, debe precederla cuando los principios «vienen
dados primitivamente por el entendimiento puro mismo y, al no ser intuitivos, no estan exen-
tos de errores». El Nachricht 1765-6 no establecia esta distincion entre la metafisica y las
demas ciencias: en metafisica, como en otros lugares, las consideraciones sobre el metodo
deben seguir a la exposition del contenido (II, 310). Por tanto, Kant pensaba aun que la meta
fisica puede contentarse con reglas que «la logica le prescribe generalmente a todas las demas
ciencias» (II, 411), opinion que imputa en 1770 a la falta de circunspeccion de los metafisicos.
«Logicamente», o en general, es cierto que el metodo viene al final: «E1 metodo es, propia-
mente hablando, la regia de la praxis (ejercicio), cuando somos conscientes de ella. Pensamos
primero de forma tumultuosa, a continuation segun reglas, al final metodicamente. El meto
do es lo que viene en ultimo lugar y lo mas importante del pensamiento* (Rx 3327). Pero no
sucede lo mismo alii donde «el uso recto de la razon constituye los principios mismos y donde
los objetos, asi como lo que se ha de pensar de ellos, los axiomas, son conocidos en primer
lugar unicamente por la naturaleza (indolem) de esta». Kant comienza a reconocer la especi-
ficidad de la metafisica cuando ve en ella el despliegue de la razon natural, que en su refle
xion sobre si misma ya no puede regirse solamente por la logica «artificial», que es el codigo
de las demas ciencias. En 1764 no lo habia visto: «La metafisica no tiene ningun principio,
formal o material, que sea de otra especie que los de la geometria. Tanto en un caso como en
el otro, lo formal de los juicios se rige por los principios de identidad y de contradiction; tanto
en un caso como en el otro, hay proposiciones indemostrables que constituyen el fundamen-
to de los razonamientos» (Deutlichk., II, 296). A veces, Kant parece pensar que la ausencia de
un metodo inicial fue fatal, historicamente. «Las obras de W olff son muy utiles como un
inventario de la razon, pero no como arquitectonica suya. Aunque no se deba aprobar esto en
Wolff, hemos de decir que esta quizas en el orden de la naturaleza que los conocimientos, al
menos las investigaciones del entendimiento, se encuentren primero dispersas sin metodo
correcto y sean llevadas, a continuation, bajo reglas» (R.r 5035).
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Un nuevo nacimiento de la metafisica
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V L a exigencia de completitud
22 Rx 3335. «E1 gran error que se ha cometido hasta aqui me parece que ha sido el de querer
proceder en metafisica yendo de las partes al todo y mezclando asi en ella partes extranas.
Aqui solo es posible comenzar con un conocimiento del todo, puro respecto de cualquier con
fusion, que uno solo debe llevar a cabo completamente» (Rx 4935). Cf. Rx 5025.
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Un nuevo nacimiento de la metafisica
dad el hecho de que en ella la presentation del todo es necesaria para rectifi-
car cada parte, y esta permitido, por tanto, dejar por algun tiempo (dicha pre
sentacion) en un cierto estado bruto para instaurar (el todo)»23. La panorami-
ca sobre el todo de la razon garantiza que su sistema no sera un castillo de nai-
pes mas, y la fragilidad de las filosoflas pasadas anunciaba que la metafisica
-y , para comenzar, su critica- podria parecerse algun dia a la logica de
Aristoteles, que «por naturaleza, no puede ganar en contenido, sino solamen-
te en exactitud y claridad» (Logik, IX, 20); este destino era el reverso de una
«rara suerte» (seltene Gluck) (B 15) - e incluso de un privilegio por entero
excepcional, si pensamos que la metafisica, al contrario que la logica y la gra-
matica, a las que imita en este punto24, no es una disciplina formal, y que se
ocupa de los objetos que se da ella misma. En una epoca anterior, la Rx 3948
afirmaba incluso que la metafisica es la unica que no puede esperar invencio-
nes nuevas, pues en ella no procedemos por conceptos susceptibles de ser
combinados arbitrariamente segun reglas universales, como en matematica y
en logica: en ella nos ocupamos tan solo de relaciones «que constituyen el pri
mer fundamento real de las reglas universales». Kant anadia entonces que en
metafisica nunca hacemos mas que analizar ideas, que «en ella no hay ningun
objeto dado». Pero la idea de una «totalidad que, segun el ejemplo de la logi
ca pura, no ha menester, ni es capaz de aumento» (XX, 321) subsistira inclu
so una vez que haya dejado de ver en la metafisica algo mas que un analisis de
los conceptos de la ontologia, y una vez que esta se vea reducida al papel de
«portico de la metafisica propiamente dicha» (Preissch., XX, 310).
Reconocida como «ciencia» posible, la metafisica conserva, por tanto, su afi-
nidad con las disciplinas formales: el progreso es contradictorio con su natu
raleza; la razon pura, reflexionando sobre si, debe replegarse en un sistema
cerrado. «Tiene el caracter, enteramente particular entre las demas ciencias,
de ser la unica que puede presentarse en toda su completitud, de manera que
la posteridad no tendra nada que anadirle, ya no aumentara su contenido, e
incluso de manera que, si de su Idea no resulta sistematicamente el todo abso
lute, no podemos formarnos un concepto valido de ella» (XX, 321).
En resumen, «nuestros nietos» no podran encontrar nada mas en meta
fisica, como, segun Descartes, tampoco en geometria... Sin embargo, ambas
suposiciones difieren de extremo a extremo. Descartes pensaba que habia
agotado un campo de conocimientos, la matematica (al que Kant reconoce,
por el contrario, una posibilidad de extension constante). Aqui, la exhausti-
vidad del sistema de la razon no precede tanto de la excelencia del metodo
cuanto del hecho de que la razon tiene un perimetro susceptible de ser reco-
rrido - la posibilidad de totalization procede de la presencia de un conjunto
limitado. La «perfeccion» de la Critica se debe a la lim itation natural de su
dominio; puede pretender la completitud de un «sistema», no porque pre-
23 Carta a Garve, 7 de agosto de 1783, X, 339. «He consagrado a la obra todas mis fuerzas»,
escribla Garve, «y toda la atencion de que soy capaz. La he leido de parte a parte. Creo que he
comprendido el sentido de la mayor parte de los pasajes, tornados uno por uno; pero no estoy
tan seguro de haber adquirido una vision correcta del todo» (13 de julio de 1783, X, 330).
24 Cf. Preissch., XX, 260.
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Un nuevo nacimiento de la metafisica
VI L a l im it a c i6n : n e g a c io n d e l Saber y s a b e r n e g a t iv o
2s Lo cual no impide tomar conciencia de que lo sistematico es tardio, y tanto mas por cuan-
to que no es una obra que foijemos artificialmente. Cf. la oposicion que establece Condillac
entre el «sistema» en las artes mecanicas y las bellas artes: «Las bellas artes parecen pre-
ceder a la observation y es menester que hayan hecho progresos para que se las reduzca a
sistema. Esto sucede porque no son tanto obra nuestra cuanto de la naturaleza. Ella rnisma
les da comienzo cuando nos forma; y las ha perfeccionado ya cuando pensamos en dar
razon de ellas» (Traite des systemes, p. 215 [trad. esp. Tratado de los sistemas, Barcelona,
Horsori, 1995]).
30 B 539-540; Proleg.. IV, 353.
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Kanty el final de la metafisica
31 Preissch., XX, 324. «Platon expuso de modo mistico los intellectualia, Aristoteles logica-
mente; el error de este fue el de pretender que tambien se hallaban depositados en los senti-
dos» (Rx 4868). Cf. Rx 6050.
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V II U N A « W lS S E N S C H A F T » IN ED ITA
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Un nuevo nacimiento de la metafisica
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Kant y el final de la metaflsica
33 «Podemos probar con la mayor certeza que, hasta Leibniz y W olff incluidos, la metafisica
no ha hecho la mas minima adquisicion con relation a su fin esencial, ni siquiera la del sim
ple concepto de un objeto suprasensible, de manera que hubiese podido demostrar al mismo
tiempo la realidad de este concepto, lo cual hubiese sido el menor progreso posible con res
pecto a lo suprasensible; ahora bien, alii donde seguia faltando el conocimiento de este obje
to situado mas alia de toda experiencia posible, e incluso si la filosofia trascendental recibie-
se, aqui o alia, alguna ampliation con relation a aquellos de sus conceptos a priori que valen
para los objetos de la experiencia, esta ampliation no seria aun aquella a la que apuntaba la
metafisica; tambien podemos afirmar con todo derecho que hasta la epoca esta ciencia no ha
hecho aun ningun progreso hacia su destination propia* (Preissch., XX, 317).
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34 Granger, «Manifeste pour un neo-positivisme», artlculo por aparecer en Man and World.
Gracias a la amabilidad del autor, hemos podido leer el manuscrito de este texto.
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Kant y el final de la metafisica
vamente el punto a partir del cual quedan necesariamente fuera de alcance los
conceptos metafisicos en litigio. Podemos haber decidido, por ejemplo, medir
la «verdad» de un saber por su capacidad de formalization: esta decision
siempre podra parecerle signo de sectarismo al metafisico, que se negara a
dejarse recusar tan brutalmente o, mas bien, se burlara de ello. En el espiritu
de Kant, la Critica es precisamente la meta-ontologia que debe mostrar auto-
maticamente la vanidad de todas las discusiones y querellas relativas a la pro-
piedad entre ontologias totalitarias opuestas. La metafisica clasica fue ante
todo, segun Kant, una ontologia no criticada.
En resumen, al igual que sus adversarios, los metafisicos nunca se han
tornado la expresion meta ta physika al pie de la letra; han entendido con ello
el acceso a una region superior del ente, cuando se trata de una dimension
hasta tal punto nueva del «saber», que deja de ser contemplation de objetos.
«Ya el nombre antiguo de esta ciencia, meta ta physika, da una indication
sobre la intention que la rodea; por medio suyo, se estima salir fuera de todos
los objetos de la experiencia posible (transfisica) y conocer lo que en absolu
te puede ser objeto de esta» (Preissch., XX, 316). Ahora bien, siempre se
interpreto la palabra meta como «por encima de» y nunca como «mas alia»;
el campo de la metafisica se definia sin mas como sector de la mathesis - y la
matematizacion del metodo filosofico fue tan solo una de las consecuencias de
esta decision originaria. Por tanto, si se rechaza toda gradation entre el ser de
lo sensible y el ser de lo suprasensible, la metafisica no puede ser restaurada
en sus derechos; el yo, el mundo y Dios tan solo podran ser restituidos a su
verdad si dejamos de considerarlos espontaneamente «en el interior de los
limites de la ontologia». - Un texto de Bolzano nos permitira medir mejor la
dificultad de esta empresa. t.Que queria decir Kant con «cosa en si»?, se pre-
gunta Bolzano: cosa en general, concepto de un objeto o de algo... «Pero seria
por entero irrational pretender que conozcamos las cosas fenomenicas, es
decir, una especie particular de cosas, y en absoluto las cosas en general. Pues
quien conoce ciertas especies no puede pretender que le resulte desconocido
el entero genero al que pertenecen estas especies. Quien conoce muchas pro-
piedades de figuras planas no podria decir que en absoluto conoce figuras en
general. Por tanto, los filosofos criticos deben entender por cosas en si o nou-
menos algo mas que las cosas en general»35. Pero tan solo podria tratarse de
«otras cosas (iibrigen Dinge) que se encuentran al lado de los fenomenos»,
como si lo suprasensible, para que se lo tome en consideration, debiese ser
objeto de otra ontologia material. «Afirman, pues, que no podemos juzgar sin-
teticamente sobre ningun objeto que no sea intuido por nosotros y concluyen
que nos resulta imposible llegar al conocimiento de cualquier verdad, por
importante que pueda ser para nosotros, sobre Dios, nuestra alma o cualquier
otro objeto suprasensible». El kantismo es, pues, un escepticismo de nuevo
estilo: puesto que cualquier saber supone una ontologia de su dominio, dque
podria significar aun un «saber» libre de toda ontologia? Kant arruino la
metafisica especial... O bien, para disculparle de ello, admitiremos que las
46
Un nuevo nacimiento de la metafisica
36 «E1 simple concepto de un fenomeno conduce a algo que no es fenomeno; no puedo determi-
nar materialmente este algo, pero es pensado como vinculado necesariamente con la represen
tation del fenomeno; tan solo tengo, por tanto, una mera Idea de el, pero, incluso si no consi-
dero esta Idea como eso mismo que se encuentra en el principio de los fenomenos, puedo al
menos interpretarla sin reservas de modo que indique un algo real en general, que difiere tanto
de la Idea, como del fenomeno, aunque no pueda determinar si este algo es representable 0 no.
La razon es la autoridad que me obliga a admitir semejante objeto; ahora bien, me obliga a pre-
suponer la realidad de algo como principio de lo que aparece, en el modo en que mis sentidos
me fuerzan a convenir con la realidad de los fenomenos. En el primer caso, la razon me remite
a un objeto, en el otro, los sentidos me representan un objeto. No puedo concederle menos cre-
dito a la autoridad de la razon que a los sentidos. Conocemos por la razon en efecto que hay
cosas en si. Ciertamente, a traves de la Idea. Esta Idea no expresa nada sobre las cosas en si, las
deja indeterminadas, pero indica, sin embargo, como pienso su presencia. Por vacia que este,
en tanto que remite a un objeto real, puede, segun me parece, llamarse conocimiento. Bien se
que me resulta imposible determinar que es la existencia real, si no puedo determinarla por
medio de una referencia en el tiempo a mi facultad de perception; pero el simple concepto logi-
co que vinculo con ella cuando digo que la cosa en si existe -q ue solo quiere decir que conve
ne el fundamento incondicionado de la realidad del fenomeno- es, sin embargo, una marca que
me haria capaz de buscar y hallar la cosa en si, suponiendo que tuviese un poder de intuition
intelectual» (Carta de Jacob a Kant, 4 de Mayo de 1790, XI, 169).
37 Hartmann, «Diesseits in Idealismus und Realismus», Kantstudien, XXIX (1924), p. 192.
3s Heidegger, Kant., trad., pp. 70-1 [trad. esp. Kant y el problema de la metafisica, Mexico, FCE,
1993, 2a ed.].
47
Kant y el final de la metafisica
48
Capitulo II
De la apariencia logica
A LA APARIENCIA TRASCENDENTAL
I D E LA FATALIDAD DE LA ILUSlON
49
Kant y el final de la metafisica
1 Platon, Teeteto, 178 a-c [trad. esp. Teeteto, en Dialogos, V. 5, Madrid, Gredos, 1998].
50
De la apariencia Idgica a la apariencia trascendental
2 Anthrop., § 13, VII, 149-50 [trad. esp. Antropologla en sentido pragmatico, Madrid,
Alianza, 1991].
51
Kant y el final de la metafisica
3 Spinoza, Ethique, II, 35 y ss.; IV, 1 y ss. [trad. esp. Etica demostrada segun el orden geome-
trico, Madrid, Alianza, 1995].
4 «Esto es lo que puedo alegar como plausible sobre la especie de turbacion mental que se
llama delirio y, cuando es mas fuerte, demencia. Lo propio de esta enfermedad consiste en
que el hombre perturbado transfiere fuera suyo simples objetos de su imagination y los con-
sidera como cosas realmente presentes ante el. Ahora bien, segun he dicho, habitualmente las
lineas directrices del movimiento que acompana a la fantasia en el cerebro, a titulo de auxi-
liar material, deben cortarse en el interior de este; durante la vigilia es alii, pues, donde se lo
localiza, cuando uno es consciente de su imagen. Admitamos ahora que, por efecto del azar o
de una enfermedad, ciertos organos del cerebro sean disfuncionales y que el movimiento de
los nervios que vibran en armonia con determinadas fantasias siga lineas directrices tales
que, prolongadas, se cruzasen fuera del cerebro; entonces el “focus imaginarius” se encuen
tra desplazado fuera del sujeto pensante, y la imagen, obra de la mera fantasia, es represen-
tada como un objeto que estaria presente para los sentidos exteriores. Aunque al comienzo
este fantasma tan solo sea debil, la sorpresa que suscita la presunta aparicion de una cosa que
no deberia estar presente segun el orden natural despertara pronto la atencion y le dara a la
sensation aparente una vivacidad tan grande que el hombre enganado ya no dudara de su
52
De la apariencia logica a la apariencia trascendental
53
Kant y el final de la metafisica
II La critica de la A pajriencia
54
De la apariencia logica a la apariencia trascendental
12 B 81. Cf. Logik, IX, 16 [trad. esp. Logica, un manual de lecciones, Madrid, Akal, 2000].
Logik, IX, 17. «La dialectica sofistica es un arte de la apariencia. La dialectica filosofica es
una ciencia de la disolution de la apariencia y tiene una parte propedeutica, que contiene el
criterio de la verdad, y una parte esceptica, que indica las fuentes de la apariencia y garanti-
za contra ella la verdad» (Rx 4952). Cf. la nota de Aubenque (op. cit., pp. 286-7) sobre la difi-
cultad para separar claramente la production y la critica de la apariencia tanto en Aristoteles
como en Kant. En Kant, la separation nos parece mas tiara que en Aristoteles. No obstante,
es cierto que un pasaje de la Disciplina de la razon en su uso polemico evoca un texto de las
Refutaciones sofisticas en el que Aristoteles le concede al dialectico el derecho a «aparentar
que conoce la cosa en discusion»: «Cuando el publico se imagina que sutiles razonadores no
tienden a otra cosa sino a hacer vacilar los firmes principios del bien general, no solo parece
conforme a la prudencia, sino licito y enteramente honrado venir en ayuda de la buena causa
con razones aparentes...» (B 490).
55
Kant y el final de la metafisica
proceder logico. Del mismo modo que la analltica logica engendra una apa-
riencia de saber cuando olvida su naturaleza estrictamente formal para trans-
formarse en metodo {organon) 14, asi, cuando el entendimiento puro hace un
«uso hiperfisico» de principios que en el son «fisiologicamente» legitimos (B
82), la Analltica trascendental deja de ser una logica de la verdad. De donde
la necesidad de una Dialectica trascendental, que subraye la afinidad entre
ambas analiticas con relacion a la production posible de la Apariencia.
Ambas tienen en comun el ser un canon, la una para el uso formal del enten
dimiento y de la razon (B 76), la otra para medir la extension y el valor del
conocimiento a priori; ahora bien, si es necesaria una Dialectica, es porque
siempre existe el peligro de transformar el canon logico en un organon, el
canon trascendental en un instrumento de conocimiento de cosas en general.
Tanto en un caso como en el otro el entendimiento es considerado como usur-
pador posible. Ahora bien, el modelo del entendimiento logico, dno induce al
entendimiento cognoscente a sobrepasar sus dereehos? f.No se da, tanto en el
uno como en el otro, en estado natural, la misma confianza irreflexiva en su
poder? De la aceptacion del modelo logico por parte de la filosofia trascenden
tal doctrinal pasamos, pues, a una critica del caracter ejemplar de la logica
formal. Siempre hay un «parentesco» -p o r lo demas «escondido»- entre la
metafisica especial y la silogistica, pero veremos que esta afinidad entre logi
ca y conocimiento trascendental se halla, esta vez, en el origen del extravio
dogmatico (B 260).
Por tanto, la logica pura -o , al menos, la ausencia tradicional de una cri
tica de la logica- bien podria ser la primera responsable de la Apariencia.
Encontramos ya indicios de ello en la Analltica trascendental. Aunque aporte
el canamazo para una investigation trascendental sistematica, la logica pura
jamas hubiese podido proporcionar la idea de esta: «Nadie puede arriesgarse
a juzgar sobre objetos con la simple ayuda de la logica y afirmar algo sobre
ellos sin haber obtenido previamente information fundada fuera de la logica,
para tratar simplemente a continuation de utilizar y coordinar (estas infor-
maciones) en un todo sistematico conforme a leyes logicas» (B 80). Pero esta
insuficiencia «objetiva» de la logica puede volverse nociva: asi, la ausencia de
una reflexion trascendental, inutil en el nivel de la logica formal, lleva al meta-
fisico derecho a la Anfibolia de la reflexion. «Podemos comparar logicamente
los conceptos sin preocuparnos de la pertenencia de sus objetos, 0 al entendi
miento como noumenos o a la sensibilidad como fenomenos» (B 220).
«Logicamente» es una reserva. Ahora bien, <ique hizo Leibniz sino olvidar esta
*4 En la Logik, Kant opone logica y matematica respecto de este punto. «La mera logica no
es, por tanto, un organon de las ciencias, pues supone el conocimiento exacto de las cien-
cias, de sus objetos y de sus fuentes. Asi, por ejemplo, la matematica es un organon notable,
en la medida en que es una ciencia que contiene el principio de la ampliation de nuestro
conocimiento con relacion a un uso determinado de la razon. La logica, por el contrario,
dado que es propedeutica universal de todo uso del entendimiento y de la razon en general,
no puede entrar en las ciencias, ni anticipar nada sobre su materia; tan solo es un arte ratio
nal general (canonica Epicuri) para conformar los conocimientos en general a la forma del
entendimiento...* (IX, 13).
56
De la apariencia logica a la apariencia trascendental
IV L ig e r e z a d e l a t r a d ic io n e n c u a n t o a l a in v e s t ig a c io n d e l s e n t id o
DE LO S CONCEPTOS
*5 Sobre la condena de la logica aristotelica como logica de lo finito por parte de Hegel, cf.
Gesch. Philo., 413-4 [trad. esp. Lecciones sobre historia de la filosofia, Mexico, FCE, 1981].
«Encontramos estas formas en todas partes en las relaciones finitas y hay muchas ciencias,
muchos conocimientos, que no utilizan y no aplican ninguna otra forma del pensamiento
salvo estas formas del pensamiento finito; constituyen el metodo general para las ciencias
finitas». Vemos que, en cierto sentido, Hegel es mas generoso con la logica formal que Kant:
si bien denuncia su abstraction, hace de ella el organon de las ciencias.
57
Kant y el final de la metafiisica
16 Cf. la respuesta de Hyperaspistes, que le reprocha que se haya contradicho sosteniendo que
basta con concebir una cosa sin limites para poseer la verdadera idea del infinito; hubiese
debido decir «un ser muy amplio» y no el infinito, reconoce Descartes, pero «he seguido el
modo mas usual de hablar» (agosto de 1641). .
u Descartes, Respuesta a las terceras Objeciones.
18 Carta de Descartes a Regius, enero de 1642.
«Quienes buscan la certeza en las cosas mismas se equivocan, de la misma manera que
quienes buscan en ellas la verdad; y cuando decimos que una cosa es incierta, tomamos el
objeto por la idea, como hace la retorica, al igual que cuando hablamos de una cosa dudo-
sa...» (Spinoza, Cogitata, PL, p. 317).
20 «Se que estos nombres tienen una signification diferente en el uso comun. Tambien es mi
intention explicar, no la signification de las palabras, sino la naturaleza de las cosas, y desig-
nar estas por medio de terminos cuya signification usual no se aleja absolutamente de aquel-
la con la que quiero emplearlos» (Ethique, III, Df. 20, Des Sentiments).
21 Hegel, Gesch. Philo., II, pp. 312-5: «...erscheint dieseMethode nach einerSeite empirisch».
58
De la apariencia logica a la apariencia trascendental
59
Kant y el final de la metafisica
gurar la realidad objetiva a las categorias (el hecho de que representen algo en general y no
sean conceptos vaclos)» (Carta a Beck, 20 de enero de 1792, XI, 315).
24 Descartes, Premieres responses, PL, p. 355 [trad. esp. Meditaciones metafisicas con obje-
ciones y respuestas, Madrid, Alfaguara, 1977].
25 Cf. Condillac, A rt depenser, p. 434 [trad. esp. La logica o los primeros elementos del arte
depensar, Madrid, Joachin Ibarra, 1784].
60
De la apariencia logica a la apariencia trascendental
dado ningun objeto...» (B 135); «Los esquemas de los conceptos puros del
entendimiento son, pues, las verdaderas y unicas condiciones que permiten
procurarle a estos una referenda a objetos, luego una sig n ifica tio n (B 138).
26 Cf. Cohen, K.T.E., p. 350 y ss. «La logica creia que era independiente de la metafisica por-
que lo era respecto de la psicologla». Segun Cohen, unicamente la exposition trascendental
de los conceptos puros pondra fin a este «logieismo» ingenuo y a su ontologla espontanea:
«Viendo en las unidades logicas modos de unification (Vereinigung), destruye la ilusion que
las hace residir pura y simplemente en las cosas».
61
Kant y el final de la metafisica
27 Cf. el posicionamiento contra Fichte: puesto que la doctrina de la ciencia es la logica pura,
no podriamos extraer nada de ella en cuanto al contenido del conocimiento (XXI, 370).
28 «En este presunto descubrimiento, hay aun un segundo error inexcusable: como presunta
definicion, no se deja convertir. Pues perfectamente puedo decir que los juicios sinteticos son
aquellos en que los predicados son atributos del sujeto, -pero no que todo juicio que expresa
un atributo de su sujeto es un juicio sintetico a priori] pues tambien hay atributos analiticos.
La extension es una parte esencial del concepto de cuerpo; pues es un caracter primitivo suyo,
que no puede derivarse de ningun otro caracter interno. La divisibilidad, por su parte, perte-
nece tambien como predicado necesario al concepto de un cuerpo, pero solo como predicado
subalterno, derivado del ser-extenso: es, pues, un atributo del cuerpo. Ahora bien, del con
cepto extenso (compuesto) se deriva segun el principio de identidad la divisibilidad; y el jui
cio todo cuerpo es divisible es a priori, teniendo por predicado un atributo de una cosa, sin
por ello ser un juicio sintetico. La propiedad de un predicado para ser atributo en un juicio no
es, pues, relevante para la distincion entre los juicios sinteticos a priori y los juicios analiti
cos* (Carta a Reinhold, 12 de mayo de 1789, XI, 34-35).
62
De la apariencia Idgica a la apariencia trascendental
de 1789, XI, 35-6). Por eso es por lo que Eberhard considera los juicios indi-
rectamente analiticos como juicios a los que llama «sinteticos», subordinan-
do asi el principio de razon suficiente al principio de identidad. Es tambien lo
que falsea en general los analisis de los metafisicos: se dejan guiar por princi-
pios formales, pero sin tomarse la molestia de reducirlos, -pues no dudan de
que lo form al es lo abstracto. La logica formal se convierte asi, por su abs
traction (en si misma perfectamente legitima), en el trampolin de una teoria
equivoca que traslada los analisis logicos a conocimientos de objetos, -viene
a ser lo mismo, exactamente, que considerar lo real como una proposition. La
tarea de la Critica consistira, pues, en descubrir bajo los conceptos ontologi-
cos y los principios metafisicos de la tradition los conceptos y reglas logicas a
los que estos no han hecho mas que dar una extension imprecisa; debera ras-
trear la confusion a todos los niveles. Esta confusion se encuentra presente ya
en las clasificaciones escolares: «En general, todo el capitulo de la esencia, los
atributos, etc., pertenece pura y simplemente no a la metafisica (donde lo
coloco Baumgarten junto con muchos otros), sino a la logica. Pues, descom-
poniendo todo lo que pienso en mi concepto, encuentro facilmente la esencia
logica, a saber, lo que forma los constituyentes primeros de un concepto dado,
o los atributos en tanto que fundados logicamente en esta esencia» (XI, 36),
pero con ello no hemos dado un paso en el interior de la esencia real de la
cosa. Hay confusion aun en todas estas «sentencias» metafisicas que no tie-
nen mas merito que el de respetar el principio de contradiction y que hay que
restituir a su banalidad analitica. Ejemplo: «el ser infinito es inmutable». Si
entiendo por «ser infinito» aquel que tan solo puede tener como predicado el
conjunto de lo real, es manifiesto que ningun otro predicado podra sustituir-
lo sin destruir el concepto, que no tolera, por tanto, el cambio (Eberhard,
VIII, 236). Mi proposicion es logicamente irreprochable; pero, teoricamente,
solo puede ser ilusoria.
Por ultimo, la misma confusion transforma en pseudo-conocimientos las
proposiciones sinteticas discursivas concernientes «a las cosas en general»,
aunque no determinen nada a priori sobre los objetos. Aqui, el «logicista» se
contenta con darle a una regia logica la suficiente indeterminacion como para
que olvidemos el valor solamente logico del pretendido «principio» y no pen-
semos en preguntarnos por su signification efectiva: la ontologia de los meta
fisicos tan solo obtiene seguridad al precio de esta negligencia y este descui-
do. - «Todo tiene una razon»: Eberhard enuncia de este modo el principio de
razon. Si hubiese dicho: «Toda proposicion debe tener una razon», no hubie-
se hecho mas que enunciar lo que modalmente distingue un juicio de una pro
posicion propiamente dicha: una proposicion es un juicio que se representa
como fundado. 0 aun, esto podria significar: «todo lo que esta vinculado con
un concepto, pero no por el principio de contradiction, supone algo mas (que
ese concepto) con lo que se encuentra vinculado» -e s el caso de la «razon» de
una propiedad matematica, determinable en la intuition a priori2?. Si hubie-
29 Cf. Vorarbeiten gegen Eberhard, XX, 360, 363; Eberhard, VIII, 193-4. Sobre la diferencia
entre juicio (problematico) y proposicion (asertorica), cf. Logik, IX, 109.
63
Kant y el final de la metafisica
se dicho «Todas las cosas deben tener su razon», habria enunciado una pro
position que vale sin exception «para todas las cosas en tanto que fenomenos
en el espacio y en el tiempo» (VIII, 213), es decir, un principio trascendental,
conforme a la definition que la Critica da de ellos: proposition sintetica por
conceptos, relativa a la «cosa en general», incapaz de ensenarnos nada sobre
ella, sino que nos proporciona solamente una indication a priori sobre una
sintesis de percepciones dadas, por su parte, a posteriori («todo lo que ocu-
rre supone algo a lo que sigue en virtud de una regla», B 473-4). Dicho de otro
modo, el llamado principio de razon o bien vale tan solo para las propositio
n s , sin tomar en consideration el objeto, o bien es un principio real que con-
cierne a «todas las cosas» (asi, la formulation de los principios del entendi-
miento comienza por «Todos los fenom enos...» o «En todo cambio en los
fenomenos...»). Pero Eberhard no se contenta ni con esta pureza formal, ni
con esta universalidad en una region ontologica determinada. Le resulta mas
ventajoso presentar el principio de modo que, «aunque tenga de hecho una
signification meramente logica, parezca abarcar, sin embargo, las razones
reales, y por tanto la de causalidad» (VIII, 195). Y esta subreption se lleva a
cabo al amparo de una palabra ambigua: Todo. «Usa la palabra todo (alles) y
se cuida mucho de decir todas las cosas (einjedes Ding)». - El sofisma es, por
tanto, facil de desmontar:
64
De la apariencia logica a la apariencia trascendental
nos abstractos por los que expresamos juicios generales sobre el ser» 3o. Mas
valdria elucidar, piensa Kant, que signifxca esta «correspondencia» entre con-
ceptos vividos espontaneamente como «objetivos» y nociones formales que
tan solo tienen un sentido seguro al nivel de las reglas logicas. «Unidad»,
«pluralidad», «sujeto», «predicado» son sin duda «representaciones de cosas
en general»; «realidad» designa «la determinacion que solamente puede ser
concebida por un juicio afirmativo» (A 161)... Pero, dque information se me
da con ello sobre la cosa a la que le conviene esta determinacion? Cualquier
ontologia que adopte como dominio lo que es tan solo el punto de referencia
de las categorias, el algo en general, no puede ser mas que una fantasmagoria.
Se considera como un saber, porque le ha conferido previamente objetividad
a esta forma. Husserl le reprochara a la logica tradicional que haya quedado
prisionera de una ontologia solamente reals1-, Kant la critica, por el contrario,
porque le da consistencia a la forma del «objeto en general». Sin este presu-
puesto, nunca nos habriamos creido autorizados para transformar un mero
examen de conceptos en una legislation de cosas. Por ejemplo: que no haya
desacuerdo logico entre «realidades», «tenemos aqui una proposition por
entero verdadera en cuanto a la relation de los conceptos, pero que no signi-
fica absolutamente nada ni en referencia a la naturaleza, ni en relacion a una
cosa en si misma (de la que no tenemos ningun concepto)» (B 222). La con
fusion entre reglas logicas y leyes de la naturaleza que senala la Anfibologia
tan solo es el sintoma de una subreption por la que le damos a las formas el
estatuto de cosas: sin esta reification inicial, nunca habriamos hablado de
cosas en general. La ontologia supone el rechazo (0 el desconocimiento) de
esta alternativa: 0 bien la abstraction de la logica, o bien la investigation
extra-logica del conocimiento de objetos; «debemos o bien hacer abstraction
de todo objeto (en la logica), 0 bien, si admitimos uno, pensarlo bajo las con-
diciones de la intuition sensible» (B 226).
65
Kant y el final de la metafisica
32 «Hago aqul una indication cuya influencia se extiende a todas las consideraciones que
seguiran y que se debe tener bien a la vista: no Uamo trascendental a todo conocimiento a
priori, sino solo a aquel por medio del cual conocemos que y como ciertas representaciones
(intuiciones o conceptos) son aplicadas 0 son posibles meramente a priori; trascendental
designa la posibilidad del conocimiento o del uso a priori de este» (B 78).
33 «Es manifiesto - y se ha dicho innumerables veces en la Critica- que un principio trascenden
tal debe determinar a priori algo sobre los objetos y su posibilidad...* (Eberhard, V III, 1 9 4 ).
34 B 208. Cf. B 231.
66
De la apariencia Idgica a la apariencia trascendental
20 «Hay aqui una ilusion dificil de evitar» (B 208). Dificil de evitar, pero
no inevitable: puesto que el sentido trascendental de los conceptos puros tan
solo puede llenarse en lo sensible, la mera apelacion a la reflexion basta para
prevenir el uso trascendental. iComo representarse una sustancia sin perma-
nencia en el tiempo, una causa sin action en el tiempo? A proposito de cada
categoria es posible mostrar que «la ontologia no concierne a lo suprasensi-
ble». Algo distinto sucede cuando se trata de conceptos puros que no estan
dados en ninguna experiencia posible. Aqui ya no podemos imputarle el tran
sito del sentido al uso trascendental a una mera falta de atencion - incluso si
es «dificil de evitar»; pasamos de una apariencia que desaparece si la refuta-
mos a una apariencia no-sofistica, -d e la Anfibolia, ambigiiedad superable, a
la ilusion inerradicable.
67
Kant y el final de la metafisica
68
De la apariencia logica a la apariencia trascendental
69
Kant y el final de la metafisica
39 «Emprendi la busqueda de una accion del entendimiento que contuviese todas las demas,
que solo se diferenciase por diversas modificaciones 0 momentos, y que fuese capaz de llevar
lo multiple de la representation bajo la unidad del pensamiento en general; encontre enton-
ces que esta accion del pensamiento consiste en juzgar» (Proleg., IV, 323).
70
D e la apariencia logica a la apariencia trascendental
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Kant y el final de la metafisica
72
De la apariencia logica a la apariencia trascendental
admitir premisas completas para una conclusion dada» (B 344), para creerse
definitivamente dispensado de la referenda al tiempo. - «Hasta ahora, nunca
nadie ha podido definir posibilidad, existencia y necesidad de otro modo que
por medio de una manifiesta tautologia, cuando se quiere extraer esta defini
tion unicamente del entendimiento puro» (B 206). Ahora bien, la sintesis de
la condition y lo condicionado, aunque sea tambien una «sintesis del mero
entendimiento» (B 343), tiene en si misma sentido suficiente como para que la
Critica deba recordar que no se aplica «en el mismo sentido » a las cosas y a los
fenomenos. Por tanto, a diferencia de los principios enunciados por Eberhard,
el prindpium de la razon parece conservar un sentido fuera de las condiciones
de la intuition. En la Respuesta a Eberhard, bastaba un poco de ateneion para
descubrir el sinsentido objetivo; aqui, sera necesario nada menos que el con-
flicto de la razon consigo misma para hacernos sospechar el contrasentido que
se ha cometido. Por tanto, la metafisica especial no ha nacido solamente, como
la ontologia, de «un uso material de meros principios formales del entendi
miento puro» - y por eso es por lo que hay que distinguir uso trascendental y
uso trascendente. «No entiendo con esto el uso 0 el mal uso de las categorias,
que es un mero error que comete la facultad de Juzgar cuando la Critica no la
refrena como es preciso y cuando no le presta la suficiente ateneion al limite
del unico terreno sobre el que le esta permitido desplegarse al entendimiento
puro; sino principios reales que nos incitan a derribar todos estos postes fron-
terizos y a apropiarnos de un terreno enteramente nuevo, que ya no conoce
demarcation alguna» (B 236).
«Un terreno enteramente nuevo»; entiendase: un conjunto de conceptos
respecto de los que seria vano querer medir su valor objetivo por medio de
una deduction 44, respecto de los que solamente podemos senalar su origen
en las operaciones de la razon logica y que deberemos examinar unicamente
por medio de la razon pura. Abandonando el hilo conductor de la referenda
a la objetividad, la Critica se convierte en una in vestig ation subjetiva»45,
-ciencia, sin duda, pero solamente en el sentido de explicitacion de presu-
puestos, -critica de las doctrinas, pero no para oponer a sus razones objecio-
nes que supondrian que conocemos «mejor que la parte adversa la esencia de
que se trata». dComo podriamos? Desde la Analitica, tenemos la garantia de
que, para nosotros, este «terreno» esta vacio de objetos. Y no obstante, la
refutation sistematica de las pruebas dogmaticas no es superflua, pues una
cosa sigue estando todavia oscura: que hayamos podido obstinarnos en
sobrepasar el campo de la experiencia sin que nos haya detenido nunca nin-
gun escrupulo. En el nivel de la metafisica especial, el dogmatismo es tanto
una position cuya inconsecuencia hay que denunciar todavia una vez mas (la
contra-experimentacion validara la distincion entre los fenomenos y las
cosas en si), como la expresion de una necesidad cuyo origen sigue estando
por comprender. A la ontologia dogmatica no se le planteaba este problema:
tan solo resultaba de una ausencia de analisis y no abria un campo de obje-
44 cf. B 259.
45 B 292; Proleg., IV, 329.
73
Kant y el final de la metafisica
tos «enteramente nuevo», sino que discurria sobre las cosas en la indetermi-
nacion, sin delimitar alii regiones. En el origen de la metafisica especial hay,
ademas, una motivation positiva que es preciso buscar. Sin duda, ha creido
por un malentendido poder dar una respuesta objetiva a las preguntas de la
razon pura; pero el analisis de dicho malentendido debe mostrar en que
medida tienen sentido estas preguntas y que no es un azar si, a diferencia de
los principios ontologicos, el principio trascendental de la razon resiste a la
critica que hacemos de el. Tan importante es comprender la necesidad de las
metafisicas como la necesidad de su fracaso. Para que la Critica sea comple-
ta y para que no nos veamos tentados de interpretarla en el sentido restricti
ve de una critica teorica, debe poner de manifiesto la intention de que era
depositaria la metafisica pasada. Cuando Kant, en la Dialectica trascenden
tal, ensaya determinar exactamente la utilidad de las Ideas y sacar de la
imprecision la «necesidad de la razon», evoca el transito a la critica practica
o sugiere incluso la idea de un sistema de conjunto de la critica: «6 A que
causa habremos de atribuir el deseo indomable de poner pie firme en otra
parte, mas alia del limite de la experiencia? La razon presiente objetos que
comportan un gran interes para ella. Toma el camino de la mera especula-
cion; pero estos objetos huyen ante ella. Tendra derecho a esperar mejor
suerte por el unico camino que le queda, el del uso practico» (B 517); «Quizas
estas Ideas hagan posible un transito de los conceptos de la naturaleza a los
conceptos practicos y, de esta manera, le proporcionen a las Ideas morales un
soporte y un vinculo con los conocimientos especulativos de la razon» (B
225). - Es posible que la Critica tan solo sea capaz de asumir toda su ampli-
tud y comprender su propia posibilidad dandole un estatuto trascendental a
esta «necesidad de la razon» que surge de algo mas profundo que la historia.
dLo logra la Dialectica trascendental? Para decidirlo, intentemos determinar
como circunscribe la condition de posibilidad de la metafisica especial y en
que direction la localiza. A traves de lo que se presenta como una simple des-
mistificacion, tenemos que tratar de reconstruir la genealogia cuyo reverso es
esta desmistificacion, -brevemente, leer la Dialectica ya no como una censu-
ra ejercida en nombre del entendimiento teorico, sino como una «historia
filosofante» de la metafisica clasica.
74
Capitulo III
1 &Ahora bien, lo infinito resulta ser lo contrario de lo que se nos dice que es: no es aquello
fuera de lo cual no hay nada, sino que el infinito es aquello fuera de lo cual siempre hay algo»,
trad, de Guillermo R. de Echandia, Madrid, Credos, 2002.
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Kant v el final de la metafisica
76
E l espejismo del mundo
2 «Las proposiciones trascendentales de la razon pura son tetieas cuando estan limitadas a las
condiciones del fenomeno, a las condiciones de la sensibilidad bajo las que es dado el objeto.
Pero si se convierten en trascendentales, son antiteticas y le proporcionan una hermosa mate
ria al metodo esceptico» (Rx 4985). «La antitesis trascendental se encuentra en todos los
lugares donde pretendo pensar algo sin las condiciones solamente bajo las cuales puede ser
dado: Hay un primero en la serie de lo contingente* (-Rx 4976).
3 «E1 razonamiento hipotetico no tiene termino medio... Todo razonamiento de la razon debe
ser una prueba. El razonamiento hipotetico tan solo aporta consigo un fundamento de prue
ba (Beweisgrund). En consecuencia, esta claro que no puede ser un razonamiento de la
razon» (Logik, §§ 75-76).
4 Sobre la diferencia entre las partes subordinadas, que se determinan «einseitig», y las par
tes coordinadas, que se determinan reciprocamente, cf. B 96.
s «Dado que el entendimiento, que se forja libremente el concepto de V2, no puede producir,
sin embargo, el concepto perfecto de este numero determinando su relation exacta con la uni-
dad, sino que debe contentarse, guiado por otra facultad, con emprender una determination
de este numero por medio de una aproximacion infinita, en realidad este acto se basa en la
progresion sucesiva como forma de todo acto de contar y de las magnitudes numericas, luego
en el tiempo como condition fundadora de la production de magnitudes. Es cierto que el sim
ple concepto de una magnitud positiva = Va, tal como lo representa el algebra, no tiene neee-
sidad de ninguna sintesis en el tiempo; igualmente, por simples conceptos de magnitudes, sin
poner en juego la condition del tiempo, podemos conocer la imposibilidad de la raiz cuadra-
da de una magnitud negativa = V-a (en la que la unidad, como magnitud positiva, deberia
referirse a otra magnitud = x, del mismo modo que esta a una magnitud negativa). Pero desde
el momento en que esta dado el numero cuyo signo es a y respecto del cual se trata no solo de
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Kant y el final de la metafisica
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El espejismo del mundo
8 Definition de la Ontologia de Wolff, § 866. «En Kant», comenta Kruger, «el concepto de
principio tiene casi siempre esta significacion logica: mayor para razonamientos posibles, y
no la significacion ontologica traditional* (trad., p. 39). Sobre la «confusion» logico-ontolo-
gica ligada a la palabra principio en la Carta-Prefacio de los Principia, cf. Belaval, Leibniz cri
tique, p. 457, n. 2, y la aproximacion entre Descartes y Aristoteles que a proposito de este
texto lleva a cabo Aubenque, Probleme de V tre, p. 51.
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Kant y el final de la metaflsica
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El espejismo del mundo
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Kant y el final de la metafiisica
11 Kommentar, II, 393 y ss. Cf. Rx 4720, sobre el hecho de que el tiempo, a diferencia del espa
cio, «no es el fundamento de la posibilidad de las cosas».
12 Bergson, Essai, Centenario, p. 151 [trad. esp. Ensayo sobre los datos inmediatos de la con-
ciencia, Salamanca, Sigueme, 2006, 2a ed.].
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El espejismo del mundo
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Kant v el final de la metafisica
J3 Descartes, Principes, II, §§ 16-17 [trad. esp. Losprincipios de lafilosofia, Madrid, Alianza,
1 9 9 5 ]; B 341-2 da un buen ejemplo de puesta a punto semantica. Cuando decimos que los
objetos «existen antes de toda mi experiencia*, «esto significa solamente* que los encontra-
re en la parte de mi experiencia hacia la que debo remontarme a partir de mi perception.
Pero, cuando se trata de objetos mundanos, poco importa «en cuanto al resultado (i'm
Ausgange)». La distincion solo se vuelve esencial con el «objeto» cosmologico. La Critica es
tambien una paciente rectification del hablar cotidiano, y asi hay que leerla en primer ter-
mino. Pongo otro ejemplo, tornado del primer paragrafo de la Introduction (B 27): todo
nuestro conocimiento comienza con la experiencia, pero no se deriva, sin embargo, de ella.
En el primer parrafo, Kant muestra que, siendo la actividad del entendimiento necesaria-
mente «puesta en movimiento* por las impresiones sensibles, todo conocimiento pertene-
ce, por este hecho, al «conocimiento de objetos... que tiene el nombre de experiencia (die
Erfahrung heisst)». A continuation, opone el sentido vago de la palabra «experiencia* a esta
definition nominal: lejos de inducir una genesis empirista, la definition que hemos dado no
excluye que «incluso nuestro saber de experiencia* (= adquirido por experiencia) encierre
algo a priori. Es esencial, pues, distinguir en estas lineas el sentido rectificado de la palabra
(■die Erfahrung heisst) y el sentido impreciso que utiliza el empirista. Desde entonces, Kant
hace bastante mas que oponer una tesis a otra; cireunscribe una signification de manera que
se evite cualquier confusion.
!4 El postulado de la realidad no exige, en efecto, una perception inmediata «del objeto
mismo cuya existencia debe ser conocida, sino que requiere que este objeto concuerde con
alguna perception real, segun las Analogias de la experiencia, que representan todo vinculo
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E l espejismo del mundo
IV O R I G I N A L I DAL) D E L A A N T I T E T I C A C O N R E S P E C T O A L A D IS S E R T A T I O N
DE 1 7 7 0
real de una experiencia en general* (B 189-190). Por tanto, tengo derecho a afirmar la rea'li-
dad antes de percibir el objeto, «relativamente a priori», si se que su existencia se halla con-
tenida en la serie de las percepciones posibles, que no siempre signifiea la serie posible de las
percepciones. Una cosa es invocar una pereepeion posible de derecho, otra la posibilidad de
una pereepeion, que puede faltar «en vista de la groseria de nuestros organos sensoriales»
(caso de la fuerza magnetica). «La groseria de nuestros organos de los sentidos no afecta en
nada a la forma de la experiencia posible en general* y la afirmacion cientifica no podria
depender de la verificacion perceptiva. Estamos lejos (aun), pues, de una llamada al orden a
la ciencia en nombre del sentido comun perceptivo. En cuanto producto controlado experi-
mentalmente, y no como acontecimiento vivido, el hecho cientifico debe ser siempre referido
a la experiencia posible.
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Kant y el final de la metafisica
Critica, con el mismo derecho que el nuevo uso que se hace de las Antinomias.
Si ciertos interpretes han ignorado este punto, es porque han desconocido la
originalidad de la Antitetica en la obra de Kant y porque han querido encon-
trar a cualquier precio las Antinomias (al menos las dos primeras) en la
Disertacion de 1770. Asi L. Robinson: «Podemos concluir con certeza que
Kant, en el momenta en que escribia la Disertacion, conocia las dos primeras
Antinomias... (Pero) en la Disertacion, las Antinomias tan solo desempenan
un papel embrionario, en contraposition con la C r it ic a l. La palabra «papel»
es ambigua: 0 bien ya esta presente la estructura, o bien ya estan ahi los con-
ceptos, pero todavia no se ha iniciado su estructuracion. En este caso, nos
parece que es verdadera la segunda hipotesis. La confrontation de los textos
acusa la total diferencia de intention entre las dos obras: en 1770 solo se com-
bate la monadologia, el dogmatismo en sentido estrecho, y no se trata todavia
del dogmatismo inconsciente del entendimiento.
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El espejismo del mundo
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Kant y el final de la metaflsica
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E l espejismo del mundo
Ciertamente, tuvo un comienzo, pero jamas tendra fin... Utiliza nada menos
que una eternidad para poblar de mundos sin numero ni fin la entera exten
sion ilimitada de los espacios infmitos»l8. El universo es, pues, un inconmen-
surable realmente recorrido y recorrible por la Creadon y realmente dado en
Dios -contra el que no podriamos sostener el argumento de la imposibilidad
del numero infinito. La Dissertation evoca todavia este «infinitum simulta-
neum» (II, 391) que no tiene, ciertamente, nada que ver con el «concepto inte-
lectual de un todo» (puesto que esta temporalmente determinado con el
mismo derecho que el infinito sucesivo), pero cuyo concepto no es menos lici-
to en la region de lo sensible que el del todo acabado en la region de lo inteli-
gible. Por tanto, en esta epoca Kant todavia no piensa que la Idea de un
mundo dado en general (sea finito o infinito) se apoye en un presupuesto
inaceptable. Solo en la Critica, la Antitesis (es decir, la actitud antifinitista
que, en 1770, era juzgada como la unica valida para el mundo sensible) queda
tan poco fundada como lo estaba, en 1770, la tesis dogmatica - y al autor le
importa entonces senalar la diferencia que separa la Antitesis de la solution
critica, temiendo que el lector las confunda. «Se advertira que la prueba ha
sido conducida aqui de un modo completamente distinto a como fue llevada
mas arriba, en la antitesis de la primera Antinomia, la prueba dogmatica. Alii,
tras la representation corriente y dogmatica, le habiamos otorgado al mundo
sensible el valor de una cosa cuya totalidad se da en si misma antes de todo
regressus... Concluiamos, pues, la infinitud real [del mundo]» (B 356, nota).
18 Th. Himmels, 1 , 314 [trad. esp. Historia general de la naturaleza y teoria del cielo, Buenos
Aires, Paieduma, 1969].
89
Kant y el final de la metafisica
como aqui, en la exception de hecho que constituye este estatuto del espacio:
la respuesta a Kastner reivindica el derecho que tiene el filosofo para hablar
del espacio como de una totalidad dada (XX, 419-421). En la Estetica, una
correction de la segunda edition sustituye la frase «E1 espacio es representa-
do como dado, como una magnitud infinita» (A 33) por esta otra: «El espacio
es representado como una magnitud infinita dada» (B 53). tComo interpre
tar, en el corazon del criticismo, esta magnitud infinita dada?
Hermann Cohen evoca a este proposito las criticas de Trendelenburg y
Herbart. <LNo resulta paradojico escribir que el espacio se da como infinite,
significando «dado» ya «limitado, creado partes extra partes por el entendi-
miento»? «tNo es un milagro que residan en nosotros, seres finitos, el espa
cio y el tiempo infinites como formas acabadas? iComo han nacido estas for
mas estables?»lcJ. Tales criticas yerran su meta, responde Cohen, pues come-
ten la equivocation de considerar sin mas las formas de la intuition como
datos (Begebenheiten) objetivos. Pero el caracter paradojico de la infinitud
del espacio desaparece desde el momento en que «la infinitud acabada retor-
na a su fuente, en el pensamiento de una actividad originaria y que nunca se
detiene»20; el espacio de la Estetica tan solo es condition trascendental de la
geometria, pero, cuando encuentra su verdad en la Logica Trascendental y se
convierte en condition formal de toda la experiencia, y no ya de una ciencia
singular, no es mas que la condition necesaria para la construction de magni
tudes, uno de los «metodos fundamentales» que constituyen la apercep-
cion21... Sin embargo, no esta claro que la dificultad senalada por
Trendelenburg pueda resolverse tan facilmente. Si el espacio, como magnitud
infinita dada, no es nada mas que un «metodo», el espacio-forma de la intui
tion (en la Estetica) deberia ser un doble del concepto fisico de «espacio abso
lute » que, por su parte, se presenta expresamente como un metodo indispen
sable para la experiencia, necesario «no como concepto de un objeto real, sino
como una Idea que debe servir de regia para considerar en el cualquier movi-
miento como meramente relativo» (Erste Anfangsg., IV, 560). Ahora bien, la
comparacion de estos dos conceptos revela, sin embargo, que entre ellos hay
una considerable diferencia, que la interpretation de Cohen tenderia a borrar.
El «espacio unico que lo comprende todo» de la Estetica no es, como el espa
cio absoluto, una condition necesaria de la ciencia; corresponde ante todo a
una certeza eidetica inerradicable («nunca podemos representarnos que no
haya espacio»). El espacio absoluto, por el contrario, no esta dado en ningu-
na «experiencia» efectiva: sanciona simplemente la imposibilidad de deter-
minar en absoluto el movimiento y el reposo, y la posibilidad de que tomemos
siempre «un espacio todavia mas extenso» como nuevo referente, sin llegar
jamas por experiencia a un espacio inmovil22. Una vez mas, lo trascendental
90
El espejismo del mundo
Nos parece que el escrito de 1768 sobre las Regiones del espacio confirma
esta interpretation. Esta destinado a defender la legitimidad de la notion de
espacio infinito y homogeneo, y a establecer contra Leibniz que «el espacio no
nace por abstraction de la relation entre las cosas reales». Para comprender
lo que esta en juego en la discusion, refiramonos a la correspondencia Clarke-
Leibniz:
91
Kant y el final de la metafisica
Si el espacio, argiiia Leibniz, es algo mas que el orden de los cuerpos colo-
cados en el, entonces: l a) dado que un punto del espacio no difiere de otro; l
b)... no hay razon suficiente para que Dios haya dispuesto los cuerpos asi y no
de otro modo23.
Puesto que esta hipotesis entrana faltar al principio de razon, queda por
ello validada la otra hipotesis: «El espacio sin los cuerpos no es nada mas que
la posibilidad de colocarlos en el». Desaparece entonces toda dificultad.
Supongamos que Dios, «conservando las mismas situaciones de los cuerpos
entre si», haya sustituido una region por otra, el Oriente por el Occidente24:
en la hipotesis del espacio absoluto, hay aqui un cambio efectivo del que, sin
embargo, no podemos dar razon, vista la identidad de las relaciones; si, por
el contrario, admitimos la tesis de Leibniz, ya no tendremos derecho a hablar
de otra posicion del lugar y del tiempo, pues todas las partes del universo
habran conservado «entre si la misma posicion »25. Se suprime asi el proble-
ma: ya no nos ocupamos de esta diversidad de hecho de la que no daba cuen-
ta el principio de razon. Clarke replica a Leibniz, por una parte, proponiendo
una formulation mas flexible del principio de razon26, por otra parte, recu-
sando la tesis l a), es decir, el principio de identidad de los indiscernibles. Y
esto de dos maneras:
23 Tercer escrito de Leibniz, punto 5. Cf. Quinto escrito, punto 21: «No hay dos seres reales
absolutamente indiscernibles en la naturaleza; pues si los hubiese, Dios y la naturaleza actua-
rian sin razon tratando a uno de modo distinto que al otro» [trad. esp. Lapolem ica Leibniz-
Clarke, Madrid, Taurus, 1980].
24 Tercer escrito de Leibniz, punto 5.
25 «Asi, la hipotesis segun la cual el universo habria tenido en el comienzo una posicion en el
tiempo y en el espacio distinta de aquella a la que ha llegado efectivamente y que, sin embar
go, todas las partes del universo habrian tenido entre ellas la misma posicion que en efecto
han recibido, es una ficcion imposible» (Cuarto escrito de Leibniz, punto 6 ).
26 «Respecto de las cosas que son en si mismas indiferentes, la mera voluntad es razon sufi
ciente para darles la existencia o hacer que existan de una determinada manera; y esta volun
tad no tiene necesidad de ser determinada por una causa extrana» (Tercer escrito de Clarke,
punto 2).
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El espejismo del mundo
93
Kant y el final de la metafisica
28 «Pensamos probar, pues, que el fundamento completo de determination de una forma cor
poral no se basa simplemente en la relation y la position de sus partes unas con respecto a
otras, sino ademas en una relation con el espacio general absoluto tal como lo piensan los
geometras, aunque no podamos percibir inmediatamente, sin embargo, esta relation, sino las
diferencias corporales que descansan unica y exclusivamente en este fundamento* (Gegende
Raume, II, 380 [trad. esp. Las regiones del espacio, en Opusculos de filosofia natural,
Madrid, Alianza, 1992]).
29 «Es ya manifiesto, por los ejemplos triviales de las dos manos, que la figura de un cuerpo
puede ser por entero semejante a la de otro, que su extension puede ser la misma y que, sin
embargo, subsiste una diferencia interna. A saber: a la superficie que incluye uno le es impo
sible incluir el otro. Puesto que la superficie que limita el espacio corporal de uno no puede
servir de limite al espacio corporal del otro, cualquiera que sea el sentido en que la aplique-
mos, esta diversidad debe ser tal que se base en el fundamento interno...» (II, 380).
30 «A este efecto, tengo entera necesidad del sentimiento de una diferencia en mi propio suje-
to, a saber, la de la mano derecha y la mano izquierda. Llamo a esto un sentimiento, porque
estos dos lados, exteriormente, en la intuition, no presentan ninguna diferencia notable*
CS’orienter, VIII, 134 [trad. esp. iQue significa orientarse en elpensamiento?, Madrid, UCM-
Facultad de Filosofia, 1995]).
94
E l espejismo del mundo
pectivas segun las regiones, -p o r la relation con los lados de nuestro cuerpo».
En 1786, Kant reafirmara esta distincion entre la orientation pre-objetiva
(«principio de diferencia subjetivo») y la orientation «geografica» 0, mas
generalmente, «matematica» (VIII, 135). En ultimo analisis, el principio de
identidad de los indiscernibles no es refutable al nivel del espacio de la geo-
metrla y la mecanica, incluso si ya en ellos es inadmisible: unicamente la refe-
rencia al espacio sensorio-motriz y cinestesico hace saltar su inanidad. Dios,
pretende Leibniz, puede sustituir el Oriente por el Occidente conservando las
posiciones respectivas; dpuede hacer que yo ya no distinga en mi pecho el lado
en que late el corazon? (II, 381). Por eso es por lo que a Kant le importa insis-
tir en el caracter «filosofico» de la investigation y toma distancias con respec-
to a la refutation «cientlfica» de Leibniz por parte de Euler: la experiencia del
cuerpo me permite entrever la necesidad de un espacio que no sea ni el con-
junto de los puntos respectivos, ni una intuition dada. Comparese con este
texto la description de la experiencia originaria del espacio que lleva a cabo
Merleau-Ponty: «Tenemos necesidad de un absolute en lo relativo, de un
espacio que no se deslice sobre las apariencias y se haga solidario de ellas,
pero que, sin embargo, no venga dado con ellas a la manera realista»3'. Tanto
en un caso como en el otro, es posible designar un absoluto en lo relativo con
respecto al cuerpo y con anterioridad a la perception: la critica de la metafisi-
ca clasica termina siempre por recurrir a «evidencias» antropologicas.
Esto indica en que medida es precaria la relation con el espacio absoluto
que instituye el escrito de 1768. Pues fmalmente, dno percibo en el espacio
«matematico» ya desplegado los signos que atestiguan la «diferencia interna»
en el corazon de un espacio distinto32? Sin los objetos ya dispuestos en el
espacio, tcomo podria determinar «regiones»? Lo que escribia Kant en 1758
sobre un espacio matematico vacio vale tambien para el espacio original de
1768: «Incluso si quisiese imaginar un espacio matematico vacio de cualquier
criatura como lugar de los cuerpos, esto no me ayudaria en nada. Pues, ipara
que habriamos de distinguir las partes de este y sus diferentes lugares, si no
estan ocupadas por nada corporeo?» (Neuer Lehrbegriff, II, 17). En la
Estetica Trascendental surge la misma dificultad: la «forma de la intuicion»
que exponemos, por el hecho mismo de que la expongamos, es ya representa-
da, es decir, unificada por un acto del entendimiento; tan solo podemos repre-
sentar la diversidad pura bajo la forma de la intuition sintetizada y, desde
entonces, ya no es la diversidad originaria, sino que pertenece a la extension
v cae bajo la jurisdiction del discurso geometrico. Tan solo puedo conocer las
formas pre-matematicas (mi concepto de «lo recto» en tanto que «no encie-
rra ninguna idea de magnitud, sino solamente una cualidad») en la intuition
pura, luego cuantitativamente. dQue vale entonces la distincion entre el cono-
95
Kant y el final de la metafisica
33 «E1 conocimiento filosofico de las magnitudes las determina por limitation, partiendo de
la idea de omnitudo (todo absoluto)... El conocimiento matematico no comienza por el todo
absoluto, sino por el todo respectivo, y determina el todo por medio de las partes» (Rx 4123).
34 Bergson, Essai, Centenaire, p. 81.
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E l espejismo del mundo
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Kant y el final de la metafisica
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El espejismo del mundo
3" Schelling, Essais (trad. Jankelevitch), p. 424. Cf. Ph. der Offenbavung (Darmstadt, 1966),
pp. 48-9 [trad. esp. Filosofia de la Revelation, Pamplona, Universidad de Navarra, 1991].
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Kant y el final de la metafisica
38 B 540. Se trata aqui de la metafisica en sentido estricto; la metafisica en sentido amplio esta-
ra compuesta de la metafisica de la naturaleza y la metafisica de las costumbres.
39 Erste Anfangsg., IV, 477.
4° Entendida a la vez como teoria de la naturaleza en general (filosofia trascendental) y teoria gene
ral de la naturaleza empirica dada (fisiologia inmanente). Cf. Erste Anfangsg., IV, 469.
4 1 Schelling, Ph. der Offenbarung, pp. 145-6.
100
Capitulo IV
Si bien basta con un analisis del tiempo para mostrar la vacuidad del con-
cepto de «mundo», como basta con un analisis del espacio para comprender
la posibilidad de su genesis, resulta dificil ver en las Antinomias matematicas
el triunfo de la «inspiracion critica» que Brunschvicg1 celebra en ellas.
Amenazarian mas bien con engendrar un escepticismo dogmatico2 en cuanto
1 «Las antinomias matematicas reciben una solution que procede estrictamente de la inspi
ration critica: las nociones de todo y de parte se refieren a determinaciones en el espacio y en
el tiempo; si, para llevarlas al absoluto, las liberamos de la referencia a la intuition sensible,
que permite su aplicacion positiva, las despojamos con ello de toda signification intrinseca»,
(Brunschvicg, Experience humaine, p. 283).
2 «Resultado extrano y que, en apariencia, es muy perjudicial para la meta perseguida en toda
la segunda parte: con este poder no logramos superar los limites de la experiencia posible»,
(B 13). Sobre el estado de «escepticismo dogmatico* que engendra la Antinomia, cf.
Preissch.: antes de la Critica, «tesis y antitesis se negaban una a otra sin fin y debian precipi-
tar a la razon en un escepticismo absolutamente sin esperanza; de donde se seguia una suer-
te lamentable para la metafisica: esta, que no puede encontrar satisfaction en los objetos sen-
sibles en cuanto a su exigencia de lo incondicionado, tampoco podia afrontar la superacion
hacia lo suprasensible que constituye, sin embargo, su fin supremo*, (XX, 287-8); «el tercer
estadio de la metafisica parece volverse imposible* (ibid., 326). «Continuad empleando vues-
tras fuerzas, vuestra juventud y el hermoso talento del que estais dotado en corregir las pre-
tensiones de una razon especulativa que transgrede con tanta frecuencia sus limites, en repri-
mir con ello el entusiasmo siempre renaciente que se beneficia de semejantes pretensiones,
sin perjudicar, no obstante, al sublime uso de la razon -tanto teorica como practica-, ni pro-
porcionarle una almohada al escepticismo perezoso. Conocer de modo determinado el poder
de la razon y, al mismo tiempo, el limite de su uso hace seguro de si mismo, intrepido y deci-
dido a todo aquel que es bueno y util; por el contrario, aquel que se engana incesantemente
con dulces esperanzas ilusorias y se entrega a investigaciones siempre reanudadas que supe-
101
Kant y el final de la metafisica
ran sus fuerzas y culmimnan en otros tantos fracasos, este Uega a despreciar la razon y, con
ello, cae en la pereza o en el entusiasmo* (Carta a Bering, 7 de abril de 1786, X, 441-2).
102
La existencia como principio de la imposibilidad de la experiencia
3 Anfangsg., IV, 467. Por eso, anade Kant, la ciencia de la naturaleza, en la medida en que
concierne a la necesidad en la existencia de las cosas, supone una metafisica. Hay que distin-
guir tres usos de la palabra naturaleza en la filosofia teorica: i° sentido formal: «primer prin
cipio interior de todo lo que pertenece a la existencia de una cosa» (B 289, Anfangsg., IV,
467); - 20 sentido no matematico: existencia de las cosas en tanto que esta determinada
segun leyes universales (B 289, Proleg., IV, 294); - 30 sentido material: totalidad de los obje-
tos de la experiencia {Anfangsg., IV, 467, Proleg., IV, 295).
4 Proleg., IV, 343. En el regressus matematico, las condiciones de la serie deben formar siem-
pre parte de ella, -«p or tanto, son homogeneas y, en consecuencia, fenomenos»; en el
regressus dinamico, «donde no nos ocupamos de la posibilidad de un todo incondicionado a
partir de partes dadas o de una parte incondicionada a partir de un todo dado, sino de la deri
vation de un estado a partir de su causa o de la existencia contingente de la sustancia misma
con respecto a la existencia necesaria, la condition no necesariamente debe formar una serie
empirica con lo condicionado» (B 378).
103
Kant y el final de la metafisica
5 «E1 cambio es un modo de existir que sigue a otro modo de existir del mismo objeto. Todo
lo que cambia es, pues, subsistente y unicamente varia su estado... unicamente lo permanen-
te (la sustancia) ha cambiado; lo transformable no sufre ningun cambio, sino una variation,
puesto que ciertas determinaciones cesan y otras surgen» (B 165).
104
La existencia como principio de la imposibilidad de la experiencia
105
Kant y el final de la metafiisica
haber refutado con ello cualquier idea de ser necesario. Tanto en un caso como
en el otro se ignora que el problema de la existencia incondicionada no es de
la incumbencia del uso matematico; tanto en un caso como en el otro la cegue-
ra procede de la incapacidad para reconocer los fenomenos como fenomenos.
Sin embargo, dpodemos decir que sea un falso problema por el hecho de
plantearse en el terreno «matematico»? Como en las dos primeras
Antinomias, tampoco aqui se trata de eso. Ahora la ilusion «matematica»
obliga a cada uno de los dos partidos a hacer una election (contravenir la exi-
gencia del entendimiento o la de la razon) que ambos, por lo demas, juzgan
insatisfactoria: que el poder de comienzo absoluto sea posible, reconoce la
tercera Tesis, no es ni mas ni menos satisfactorio que el hecho de que la exis
tencia de una cosa sea puesta por otra (B 310); la Antitesis, en cambio, obser-
va que es dificil admitir una derivation sin un primer miembro, «pero si quie-
re usted eliminar con ello los enigmas de la naturaleza, se vera obligado a
rechazar muchas propiedades fundamentales sinteticas...* (B 311). Esta nece-
sidad de elegir procede de un malentendido (Missverstand): lejos de querer
conciliar, como en las dos primeras Antinomias, lo contradictorio (el fenome-
no como cosa en si), nos representamos ahora como incompatible lo concilia-
ble (Proleg., § 53, IV, 343) y desembocamos en una falsa alternativa: o bien
desatender al caracter esencial del tiempo, o bien rechazar cualquier cuestion
concerniente a la existencia, - o bien renunciar a la ciencia, o bien a la teolo-
gia. Con ello, las Antinomias dinamicas son tambien una exposition del deba
te entre Aufklarer y teologos. El punto de vista de la Antitesis es a grandes
rasgos el de Voltaire cuando ataca las teologias fisica o astronomica de su
tiempo y ridiculiza las intrusiones de la teologia en el estudio de la naturale
za. «Voltaire no solo se rebela contra los pretendidos resultados de esta fisica
teologica; trata ante todo de negarla metodicamente, de desacreditarla como
un aborto monstruoso del espiritu teologico, bastardo de la fe y la ciencia...
Pero la tiara separation metodica tan solo se abre camino poco a poco. La
geologia comienza rompiendo con el esquema temporal vinculado a la histo-
ria biblica de la Creacion»6. Por tanto, desde el punto de vista del uso empiri-
co, la Tesis es, ciertamente, condenable: rompe la unidad de la experiencia y
arruina el determinismo. Pero la Antitesis, recusando en terminos absolutos
la existencia de un ser necesario, no es mas fiel a los principios de la experien
cia cuando reduce la relation causal a la presencia de la causa y el efecto en el
tiempo. Segun pretende, «una causa absolutamente necesaria deberia comen-
zar a actuar y su causalidad perteneceria al tiempo* (B 315), pero no piensa
que la causalidad de la causa pueda hallarse determinada por «lo que no
6 Cassirer, Ph. Aufklarung, p. 63 [trad. esp. Lafilosofia de la Ilustracion, Mexico, FCE, 2002,
3a ed.]. Limitando el tiempo al fenomeno, Kant consagra este desfondamiento del tiempo
teologico: un fenomeno cuya causa no fuese determinable en el tiempo seria un fenomeno
sobrenatural; pero esto es contradictorio, pues, tanto para la relacion causa-efecto, como para
cualquier otra relacion; deben estar dados los dos correlatos. Por tanto, en rigor una tempo-
ralidad transversal al tiempo no tiene sentido. Esta adquisicion es definitiva. Ademas, a par-
tir de la historia, la biologia 0 la «existencia» se hara que resurja un tiempo mitico, homoni-
mo respecto del concepto de tiempo heredado de la mecanica clasica.
106
La existencia como principio de la imposibilidad de la experiencia
” Este es el tema de una carta de Tieftrunck a Kant: «Puedo formarme al menos el concepto
negative de una experiencia que no es la experiencia humana, de un entendimiento intuitivo.
Ahora bien, incluso este concepto meramente problematico resultaria imposible si las cate
gorias mismas y en si eonstituyesen solamente la experiencia. No podria superar la experien-
107
Kant y el final de la metafisica
I ll El s e n t id o t r a s c e n d e n t a l d e l a c a t e g o r ia n o s e r e d u c e a su u so
E M PIR IC O
cia por medio de la experiencia, -lo cual sucede, sin embargo, segun los conceptos de la uni-
dad de la sintesis en general (con relation a la experiencia posible e imposible para nosotros).
Por ultimo, si el entendimiento (en sus categorias) fuese pura y simplemente el entendimien-
to de la experiencia, se haria imposible el transito a lo practico, pues, alii son simples pensa-
mientos sin intuition los que determinan leyes, conceptos y objetos para la voluntad.
Confundimos la esfera de la aplicacion de las categorias con la esfera de sus funciones como
formas puras de la apercepcion en general. Como tan solo tomamos conciencia de ello
mediante la aplicacion en la experiencia (puesto que su empleo solo es posible en la experien
cia, en la conciencia empirica), pensamos entonces que no se elevan por encima de la esfera
de su aplicacion^ (Carta de Tieftrunck a Kant, 5 de noviembre de 1797, 218).
8 B 175. Sobre este punto preciso hay acuerdo entre Kant y Descartes. En efecto, para aproxi-
mar la causa eficiente a la causa positiva inedita que dispensa a Dios de tener una causa,
Descartes se ve llevado a no «restringir la signification de causa eficiente a aquellas causas
que son diferentes de sus efectos o les preceden en el tiempo». «Resulta evidente que no es
necesario que (la causa eficiente) preceda en el tiempo a su efecto, pues tan solo tiene el nom-
bre y la naturaleza de causa eficiente en la medida en que produce su efecto» (Descartes,
Quatrieme Reponse, PL, p. 456). Pero la renuncia a la sucesion como criterio de la causalidad
es aqul -e n la perspectiva de K ant- una astucia del dogmatismo para confundir mas los pia
nos (sensible y suprasensible). Se ve bien en la continuation del texto, que anuncia a
Eberhard y no ya a Kant. La causalidad que buscamos determinar en Dios no es, sin embar
go, anade Descartes, «una causa eficiente propiamente dicha». Para evitar caer en el regreso
al infinito, que arruinaria la teologia, el dogmatico hace asi una exception a su principio de
causalidad, valido para todo existente. Kant lo pone de manifiesto: si los dogmaticos no reto-
casen el principio de causalidad, no podrian probar la existencia de un ser primitivo. Cf.
Eberhard, VIII, 213, nota; Preissch., XX, 277
108
La existencia como principio de la imposibilidad de la experiencia
109
Kant y el final de la metaflsica
11 Cf. B 318.
12 Cf. B 199-200, nota. El hecho de que al movimiento en el instante 1 1 le suceda el reposo en
el instante f 2 no implica que el movimiento hubiese podido no darse en 1 1. «E1 movimiento
en un tiempo y el reposo en otro tiempo no se oponen de modo contradictorio. Por tanto, la
sucesion de determinaciones opuestas, es decir, el cambio, en absoluto prueba la contingen
cia segun los conceptos del entendimiento puro...» (B 320). Que haya, en la secuencia del
tiempo, juxtaposition de contenidos logicamente opuestos no significa que un contenido
hubiese podido ser remplazado por su opuesto, es decir, que se de sin razon suficiente.
*3 Dissert., II, 417; B 199. Todavia aqui debemos distinguir necesidad y contingencia en el
nivel de los fenomenos (categorias de la relation), y necesidad y contingencia en el nivel de
la existencia (categorias de la modalidad): «aquello cuyo no ser puede concebirse». De
hecho, sin el cambio nos resultaria imposible comprender la «contingencia* en general,
-p ero hay que evitar hacer del cambio el contenido de esta contingencia en si, respecto de
la cual tan solo es la imagen. Poder ser de otro modo (en el tiempo) ni siquiera es el signo
que permite concluir el poder no ser. Quizas cese aqui una indeterminacion que se remon-
ta a Aristoteles, - s i admitimos, con Aubenque, que lo contingente en Aristoteles significa
tanto lo que puede ser de otro modo, como lo que puede no ser (lo corruptible). Cf.
Aubenque, Probleme de l’ tre, p. 326.
110
La existencia como principio de la imposibilidad de la experiencia
14 cf. B 418.
I ll
Kant y el final de la metafisica
«Dasein»: tan solo nos atrevemos a comentar este termino y a darle sinoni-
mos porque lo referimos a aquello mismo que camufla su originalidad, que
enmascara su irreductibilidad, y que debemos llamar, sin ninguna resonancia
peyorativa, «nur Erscheinung».
Anfangsg., IV, 554. «Igualmente, algo se llama “sustancia” en el fenomeno cuando se determi-
na una intuicion con respecto a la categoria sustrato-inherencia; si llamo “simple” a esta “cosa en
el fenomeno” as! constituida, entiendo con ello que su intuicion es parte del fenomeno, pero que
no puede ser dividida» (A 249). La cosa [Ding) llamada «sustancia» no tiene, pues, nada que ver
con el «algo» (etwas), que es el sentido trascendental de la categoria y que me veo forzado a men-
cionar cuando hablo de algo llamado «sustancia». El algo remite a otra dimension ontologica,
pero para mi no significa nada: «Realmente, no se decir nada mas que: es algo». Por tanto, la
ousia tan solo es una palabra vacia de sentido, es decir, senala un lugar vacio.
112
La existencia como principio de la imposibilidad de la experiencia
16 «Es equivocado darle un gran papel a las leyes mas generales de la sensibilidad en metafi-
siea, donde solo importan los conceptos y los principios de la razon pura. Una ciencia muy
particular, aunque simplemente negativa (phaenomenologia generalis) parece que debe pre-
ceder a la metafisica; en ella se determinaran la validez y los limites de los principios de la
sensibilidad, para que ya no perturben los juicios sobre los objetos de la razon pura, como
ocurre aqui casi siempre» (Carta a Lambert, 2 de septiembre de 1770, X, 98).
113
Kant y el final de la metajisica
precisar mas, de las «condiciones a priori bajo las que es posible la naturale-
za como objeto de la experiencia»: «podrla caer facilmente en un malentendi-
do e imaginarme que tengo que hablar de la naturaleza como de una cosa en
sl» (Proleg., § 17, IV, 296). De ahl la reformulation, en este lugar, del princi-
pio de causalidad, a fin de prevenir la confusion de la objetividad del objeto
de experiencia con la objetividad de las cosas1?. Esta confusion es tanto mas
facil de cometer por cuanto que naturaleza, opuesta a «mundo», dice en un
sentido mas: designa el conjunto de los fenomenos en tanto que se encuen-
tran vinculados en lo que respecta a la existencia y no meramente presentes
en el espacio y en el tiempo. Pero, en otro sentido, dque significa este «mas»?
iCual es «este aliquid que supone la segunda clase de categorias en el espacio
y en el tiempo» (Rx 6338, XVIII, p. 663)? Respuesta de Kant: «lo que supo-
nemos como existente (existierend) en el espacio no significa nada mas que
un algo en general, en el que no hemos de representarnos ningun otro predi-
cado mas que el de una relation exterior» (Carta a Hellwag, 3 de enero de
1791, XI, 246). El transito de lo matematico a lo dinamico no le confiere nin-
guna profundidad al algo en general, ninguna proximidad a la cosa en si.
Ya lo indicaba el caracter semi-regulador de las Analogias. Pero la
Analitica, canon del uso empirico de la razon, se encargaba solamente de for-
mular condiciones bajo las cuales la experiencia puede tener una forma - y la
distincion entre matematico y dinamico, bajo este respecto de consideration,
no podia tener el mismo sentido que en la critica de la cosmologia. Las
Analogias no insistian tanto en la imposibilidad de conocer la existencia en si
misma cuanto en la posibilidad de orientarse a traves de ciertas relaciones de
existencia. No se trata, seguramente, de que haya incompatibilidad entre esto
y aquello; pero la iluminacion cambia segun consideremos la existencia
misma 0 la existencia con respecto a la experiencia posible. Tenemos aqui
dos temas que remiten a dos problematicas distintas en la historia del pensa-
miento de Kant. En la Carta a Herz del 21 de febrero de 1772 encontramos por
primera vez la pregunta: icomo podemos conocer relativamente a priori la
existencia? La Dissertation, escribe Kant, ha distinguido representaciones
intelectuales (que conciernen a las cosas tal como son) y representaciones
intuitivas (que conciernen a las cosas tal como aparecen). Pero ha silenciado
el siguiente problema: tcomo representaciones intelectuales, conceptos
puros, pueden referirse a priori a objetos que el entendlmiento encuentra y ya
no crea (como en la matematica)? Brevemente, tcomo son posibles juicios
dinamicos? Ahora bien, ningun texto pre-critico permite prever esta pregun
ta. Desde 1772, Kant solo emplea la notion de existencia para afirmar su hete-
rogeneidad respecto del concepto. La causalidad tan solo es mencionada
como ejemplo de una relation logicamente incomprensible, con el mismo
titulo que la oposicion real. «No me pago con palabras tales como causa y
n Ya no dira: «todo aquello respecto de lo que la experiencia nos ensena que ocurre, debe
tener una causa», -sino: «sin la ley segun la cual un acontecimiento percibido es referido
siempre a algo que lo precede, y a lo que sigue segun una regia universal, un juicio de percep
tion nunca puede valer como experiencia*. Asi se pone en evidencia la objetividad «subjeti-
va» del objeto de experiencia.
114
La existencia como principio de la imposibilidad de la experiencia
efecto, fuerza y action. Pues, cuando considero una cierta cosa como la causa
de otra o le atribuyo el concepto de fuerza, ya he concebido en ella la relation
del principio real con la consecuencia... desearia que me explicasen (esta rela-
cion)»l8. «Posicion absoluta» (Setzung) es el unico comentario que le convie-
ne a la «existencia*^: todas las demas definiciones que se dieron de ella han
errado su objeto, comprendida la de Crusius, que hacia del «hic et nunc» (das
Irgendwo und Irgendwenn) «una de las determinaciones infalibles de la exis
tencia; pero... queda siempre el hecho de que estos atributos convienen a
meros posibles»20. Esta doctrina pre-critica pasa a segundo piano cuando
Kant pregunta en 1772 icomo pueden ser los objetos en tanto que existentes
determinables, en cierta medida, a priori? De relacion incomprensible, la
causalidad se convierte entonces en una relacion determinable «en el tiem-
po». La pregunta sobre la posibilidad de los juicios dinamicos nos aleja, por
tanto, del tema «existencial».
V El s is t e m a d e l a e x p e r ie n c ia p o s ib l e n o d e c id e s o b r e el e s t a t u t o d e
l a e x is t e n c ia ; c o n t r a s e n t id o q u e e n t r a n a e l d e s c o n o c im ie n t o d e e s t e
HECH O
18 Neg. Gr., II, 203 [trad. esp. Las magnitudes negativas, en Optisculos defilosofia natural,
Madrid, Alianza, 1992]. «Estoy dispuesto a conceder que puedan existir, tanto en los objetos
materiales como en los objetos inmateriales, diferentes cualidades de las que no tenemos un
conocimiento completo; si queremos llamarlas poder o eficacia, sera de poca repercusion
para el mundo» (Hume, Traite, trad., I, 255 [trad. esp. Tratado de la naturaleza humana,
Madrid, Tecnos, 2002, 3a ed.]).
19 «Si no consideramos simplemente esta relacion (la copula), sino la cosa puesta en si y para
si, entonces este ser es equivalente a existencia (so ist dieses Sein so viel als Dasein)» (Einzig
Beweis, II, 73).
20 Ibid., II, 76; Deutlichk., II, 294. Cf. Crusius, Entwurf der notw. Vernunft Wahrheiten
(1766), §§ 50 a 59: la tesis, que se presenta como un «postulado de la experiencia* se vincu
la con una critica a Leibniz; las sustancias solo pueden ser distintas sobre el fondo del espa-
cio y este no puede ser considerado como un conjunto de relaciones.
21 «Todo lo que existe se encuentra completamente determinado, pero esta determination
completa no constituye el concepto de existencia, sino el hecho de que una cosa sea puesta de
modo absoluto y no simplemente con respecto a su concepto* {Rx 5710); «Lo que se encuen
tra completamente determinado por su concepto no por ello es existente, precisamente por-
que tan solo es puesto con relacion al concepto* {Rx 5230).
115
Kant y el final de la metafisica
116
La existencia como principio de la imposibilidad de la experiencia
mente» (KpV, V, 57). Si asi fiiese, las Analogias tan solo serian una replica
aberrante a la critica de Hume y unicamente instaurarian reglas ilusorias de
necesidad... Pero esta deception procede del hecho de que exigimos demasia-
do, - o mas bien del hecho de que exigimos lo imposible. En resumen,
Maimon le reprocha a la filosofia critica su excesiva modestia y ve en ella el
origen de dificultades insolubles: icomo pueden simples conceptos del enten-
dimiento prescribirle leyes a la naturaleza previamente dada? «Respondo
aqui: todo esto ocurre tan solo con respecto a un conocimiento de experiencia
que solo es posible bajo estas condiciones, luego bajo un punto de vista sub-
jetivo, que es, no obstante, al mismo tiempo objetivamente valido, porque los
objetos no son cosas en si mismas, sino meros fenomenos...» (Carta a M.
Herz, 26 de abril de 1789, XI, 51). £Por que denunciar como paradojas las uni-
cas condiciones posibles bajo las que podemos hablar de «objetos»? Porque
tan solo vemos en el fenomeno la donation de las cosas en la intuition sensi
ble, como si Kant hubiese sostenido que, para nosotros, las cosas resultan
estar dadas en el espacio y el tiempo, y que tan solo podemos comprenderlas
fragmentariamente. Confundimos entonces fenomenalismo y fenomenalidad;
consideramos como una operation quirurgica extravagante en «teoria del
conocimiento» lo que tan solo es un nuevo reglaje ontologico que justamente
debe permitirnos pensar la posibilidad de juicios necesarios (cf.
Prolegomenos, Anotacion III al § 13, IV, 291). No tiene nada de sorprendente
entonces que la fenomenalidad parezca incompatible con las relaciones nece-
sarias que en realidad estaba destinada a hacer pensables. Si seguimos adop-
tando los presupuestos de Hume, Kant tan solo es un Hume inconsecuente.
Pues el dogmatismo implicito de Hume, que «hace de los limites de nuestra
razon los limites de la posibilidad de las cosas mismas» {Proleg., § 57, IV,
351), es de la misma naturaleza que el dogmatismo explicito de los metafisi-
cos. Como ellos, no reconoce de manera expresa cosas en si, puesto que su cri
tica supone que solo nuestro conocimiento posible alcanza a las cosas en si;
como ellos aun, pero esta vez de modo explicito, sostiene que «nuestra intui
tion en el espacio v el tiempo es la unica intuition p osition Volvemos a
encontrar aqui la complicidad entre la Tesis y la Antitesis.
En cambio, las Antinomias bastan para mostrar como el post-kantismo,
incluso cuando pretende completar la revolution copernicana, sigue estando
mas aca de la Critica: condena a esta tan solo en la medida en que le asigno a
la revolution copernicana un programa que no era el suyo. «Las Antinomias
de la razon pura pueden proporcionarnos una buena piedra de toque - y esto
quizas convencera (a M aim on)- de la imposibilidad de considerar al entendi-
miento humano como especificamente homogeneo con el entendimiento divi-
no y diferente de el tan solo por limitation {Einschrtinkling), es decir, en
cuanto al grado, -p o r el hecho de que el entendimiento humano no pueda ser
considerado, a semejanza de este, como un poder de intuir, sino solamente de
pensar, que para producir el conocimiento debe tener de su lado - o mejor,
como m ateria- un poder por complete diferente de intuition (0 receptividad),
- y por el hecho de que, dado que esta intuition tan solo nos proporciona
117
Kant y el final de la metafisica
25 «Hemos de decir que si bien Kant aplica el termino Realitat tanto a los fenomenos como a
las cosas en si, nunca ha renegado de su reflexion sobre la posibilidad de esta doble aplica-
cion» (G. Martin, Science moderne, trad., pp. 218-9). Martin sefiala al igual que en B 382
Kant emplea «Wirklichkeit» (realidad efectiva) para designar la realidad de lo suprasensible.
iQuiere esto decir, no obstante, que Kant usa de modo indiferente terminos ontologicos a
proposito de fenomenos y cosas en si? La frase de B 382 prosigue: «No nos queda mas que la
analogia» para formarnos un concepto de seres inteligibles. Solo por analogia aplicamos
todos nuestros conceptos a lo suprasensible, - y sin riesgo de equivoco, pues lo suprasensible
es ante todo lo que nos autoriza a pensar «en otro sentido 0 en otra relation* (Grundl. IV,
456) como el mismo contenido o el mismo termino.
118
La existencia como principio de la imposibilidad de la experiencia
119
Kant y el final de la metafisica
3° Brunschvicg, A ges de I’intelligence, p. 114 [trad. esp. Las edades de la inteligencia, Buenos
Aires, Hachette, 1955].
3l Cf. Vuillemin, Heritage kantien, pp. 49-50; Gueroult, Maimon, pp. 130-1. La Critica, ase
gura Kant, es el unico medio para impedir la reduction del mundo sensible a una mera apa-
riencia y denunciar la Apariencia trascendental (promotion de los fenomenos al rango de
cosas en si), -lo cual deja entender que fenomenalismo y dogmatismo (en el sentido corrien-
te) proceden del mismo tronco {Proleg., IV, 292).
120
La existencia como principio de la imposibilidad de la experiencia
32 Nos parecerfa mas exacto decir que el ente que se presenta como fenomeno puede ser pen-
sado, en otro sentido, como ente en si. Es exactamente lo que expone Kant en el texto del
segundo Prologo (B 17), que Heidegger cita: la afirmacion de la libertad seria absurda si no
pudiesemos plantear sin contradiction la voluntad como a la vez libre y sometida a la necesi-
dad natural; ahora bien, esta contradiction se evita desde el momento en que ya no estoy obli-
gado a considerar «el alma humana», en uno y otro caso, con la misma signification.
Afirmando que el mismo contenido puede ser considerado tambien como cosa en si, no digo
que la cosa en si no sea mas que otro nombre para el fenomeno, sino que los «objetos» de
pensamiento no deben ser condenados a la abstraction de «cosas'> (a su estatuto ontologico
uniforme e impreciso), sino que pueden ser contemplados desde dos angulos. Nos parece
imposible resumir este pasaje del Prologo escribiendo que «el ente en el fenomeno no es dis-
tinto de la cosa en si». El autor cita a continuation, es cierto, un pasaje mas eonvincente con
relation a su tesis; pero extraido del Opus postumum, no de un texto critico.
33 No nos parece que esta sea la opinion de Vuillemin en Physique et metaphysique, donde la
«fenomenalizacion» de la sustancia, por ejemplo, es interpretada como signo de la destruc
tion de toda metafisica por parte de Kant: «A1 hacer fisica la sustancia metafisica, Kant eli-
mina de un solo plumazo las preguntas cosmologicas de la cieneia de la naturaleza» (p. 283).
Pero, epodemos hablar literalmente de una transformacion de la sustancia metafisica en
121
Kant y el final de la metafisica
indica que el saber puede decirse legitimamente «verdadero» fuera del campo
de seguridad dibujado por la tradition, - e incluso que tan solo alii puede
serlo. Por eso es por lo que no se rechaza el escepticismo oponiendo un
«Possumus» a un «Nonpossumus», sino mostrando que este esperaba dema-
siado como para no sentirse decepcionado34. Por eso la interpretation dogma-
tica del pensamiento kantiano comienza con la tentativa de justificar las for
mas de la intuition ya no con respecto a la experiencia, sino como formas
necesarias de las cosas en general. El espacio y el tiempo vuelven a convertir-
se entonces en form as subjetivas de todas las cosas, contrariamente a la lec
tion de la Critica, que hace de ellos form as objetivas de la intuicion. Por eso,
al final, el idealismo trascendental, entendido falsamente como boceto de una
genesis dogmatica (formas de todas las cosas), acaba entonces en el escepti
cismo o incluso (la forma mas sutil del mismo contrasentido) en el repliegue
sobre una finitud en que a los iniciados les seria dado escuchar el «Ser» en el
fenomeno, como en Dodona la voz del dios.
«substantia phaenomenon»? Kruger observa (Critique et morale, p. 47) que Kant no recha
za absolutamente la notion de sustancia metafisica. Y esto queda confirmado por numerosas
Reflexionen. «Entelechia, el primer sustrato, propiamente hablando, o el fundamento de
todos los fenomenos, cognoscible por el entendimiento puro. El resto es substantia phaeno-
menon» (Rx 5288); «Un fenomeno que es substrata de otros fenomenos tan solo es sustan
cia comparativamente. No podemos conocer algo como sustancia en los fenomenos (solo se
trata de un concepto de la apercepcion), sino que algo aparece solamente como substratum
del fenomeno, al que se le atribuye todo en el fenomeno* (Rx 5312); «En los fenomenos, cual-
quier magnitud es simplemente comparativa, en las cosas en si es absoluta. El entero sistema
solar podria estar contenido en una gota de agua; pues, ni en el uno ni en la otra hay un nume-
ro determinado de partes. Pero un mundo noumenico debe comportar un conjunto determi-
nado de partes. En si, una gota de agua no puede distinguirse de otra, sino solo por el lugar.
Pero, en la sustancia noumenica, la diferencia es real. Al igual que para la sucesion de las
revoluciones anuales platonicas. En un alma, un minuto puede contener lo que un siglo con-
tiene en otra. Pero, en si, debe haber, sin embargo, mas realidad en una que en otra» {Rx
6398). Seria demasiado facil hablar de una supervivencia del dogmatismo a proposito de
estos textos, pues no hacen mas que precisar una oposicion que reaparece sin cesar en la
exposition de los diversos aspectos de la Anfibolia: «En un objeto del entendimiento puro...
Por el contrario, en el fenomeno...*.
34 «Solo de un modo muy impropio se puede detir que la Critica refuta al esceptico; por el
contrario, le concede todo lo que pide y limita simplemente las pretensiones que en general
este formula, exactamente al igual que el dogmatico, respecto de un conocimiento de la cosa
en si, mostrando que semej antes pretensiones no estan fundadas* (Fichte, Grundriss,
trad., p. 223).
122
La existencia como principio de la imposibilidad de la experiencia
cias) o del «Erscheinung» (si somos fenomenologos). Pero, si asi fuese, Kant
no habria hecho mas que cometer (de modo explicito, esta vez) el error
inconsciente que pone de m anifesto en los metafisicos anteriores. Lejos de
haber destruido la cosmologia racional, le habria devuelto su validez, -lo cual
seria atribuirle un extrano proyecto a quien creia que el mejor modo en que
podria defender a Leibniz era negandose a interpretar la monadologia como
una «explicacion de los fenomenos de la n a t u r a le z a » 3 5 . Por lo demas, esta lec-
tura es incompatible con la solution de las Antinomias. Cuando, en la cuarta
Antinomia, la Tesis pretende determinar una existencia necesaria en el
mundo mismo de la experiencia, en tanto que la Antitesis niega cualquier
existencia necesaria en nombre unicamente de los principios de la experien
cia, ambas revelan que no alcanzan a plantear los problemas metafisicos salvo
en el modo de la fisica, que tan solo logran pensar el «Sein» en el modo del
«Welt». Ninguna de las dos entreve aun la disociacion para la que el entero
pensamiento clasico habria permanecido ciego. - Spinoza distingue perfecta-
mente entre extension atributo y extension divisible, entre eternidad y dura-
cion, en terminos que podrian evocar a veces las distinciones kantianas 36,
-pero se trata de una heterogeneidad aparente, puesto que duration y exten
sion divisible, incluso en tanto que marcas de nuestra finitud, se hallan inscri-
tas necesariamente en el Ser unico. Incluso cuando los metafisicos creacionis-
tas (Descartes, Malebranche) distinguen entre las nociones segun conciernan
a lo creado o a lo increado, esta diferencia se lleva a cabo en el interior de un
mismo genero. Cierto, «el nombre de sustancia no es univoco desde el punto
de vista de Dios y de las criaturas» (Principia, I, § 51), pero sustancias crea-
das y sustancia infinita no dejan de repartirse el campo de la misma existen
cia, y la frontera nunca separa mas que dos regiones del Ser. Aqui no hay nin
guna prefiguracion de la heterogeneidad radical entre el mundo y el Ser insti-
tuida por Kant; Gueroult muestra que, alii mismo donde Malebranche, distin-
guiendo entre la existencia de seres finitos y sus propiedades, parece anunciar
a Kant, sigue estando en realidad mas proximo de Spinoza y H e g e ls z . Mientras
123
Kant y el final de la metafisica
38 «Para probar la existencia de un Ser necesario, no debo utilizar aqui ningun otro argumen-
to sino el cosmologico... Si, ascendiendo en la serie de los fenomenos, pensamos encontrar
dificultades en cuanto a la existencia de una causa suprema absolutamente necesaria, estas
no deben basarse en meros conceptos de la existencia de una cosa en general y, por tanto, no
deben ser ontologicas...» (Anotacion sobre la cuarta antinomia, B 316-7).
39 Preissch., XX, 304. «Los principios de la modalidad no expresan, respecto de un concepto,
124
La existencia como principio de la imposibilidad de la experiencia
nada mas que la action de la facultad de conotimiento por la cual es producido. Ahora bien,
en matematica, llamamos postulado a la proposition practica que no contiene mas que la sm-
tesis por la que nos damos en primer lugar un objeto y producimos su concepto: describir un
circulo sobre una superficie con una linea dada a partir de un punto dado; y una proposition
de este genero no podria ser probada, puesto que el procedimiento que exige es precisamen-
te aquel por el que producimos en primer lugar el concepto de semejante figura. Podemos
postular con el mismo derecho, pues, los principios de la modalidad, ya que no aumentan el
concepto de cosas en general, sino que tan solo indican la manera en que (el concepto) se
encuentra vinculado en general con la facultad de conocer» (B 198). Considerando la necesi-
dad como una propiedad de la cosa, la cuarta Antinomia contraviene abiertamente, pues, los
Principios del entendimiento.
125
Kant y el final de la metafisica
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La existencia como principio de la imposibilidad de la experiencia
127
Kant y el final de la metafisica
128
La existencia como principio de la imposibilidad de la experiencia
humana en la forma general de las cosas; creo ver en cierta medida, y tambien haberlo mos-
trado ya en parte, como podrian elevarse quizas las diferentes instancias que deben restarle
todo caracter hipotetico a la afirmacion opuesta. Nuestro saber bien podria ser algo totalmen-
te imperfecto, de modo que el saber de nuestro no-saber ni siquiera quedase excluido de el»
(Carta de Jacobi a Kant, 16 de noviembre de 1789, XI, 104).
129
C a p it u l o V
I T r e s s u p o s ic io n e s p o s ib l e s c o n r e l a c io n a l o s u p r a s e n s ib l e
131
Kant y el final de la metafiisica
tuviese como unico fin dejar campo libre para la teologia practica, reconocida
en lo sucesivo como la unica posible, - o aiin: seria preciso que la Dialectica
Trascendental constituyese tan solo una propedeutica para la moral y, por
tanto, que solo tuviese sentido polemico y negativo. Ciertamente, esta es la
lectura que parece imponer la famosa frase del segundo Prologo: «Tuve que
suprimir el saber para hacer sitio a la creencia». Pero esta lectura es incom
patible con otros textos. Asi, cuando en los Prolegomenos se evoca la utilidad
que puede «tener la disposition de nuestra razon para conceptos trascenden-
tes», Kant matiza considerablemente la afirmacion del segundo Prologo. La
utilidad practica de las tres Ideas es muy indirecta. Tienen por cometido
suprimir, respectivamente, el materialismo, el naturalismo y el fatalismo. Con
ello, dejan un lugar «fuera del campo de la especulacion para las Ideas mora
les; y esto explicaria en cierta medida (einigermassen), segun estimo, seme-
jante disposition natural» (Proleg., § 60, IV, 363). Por lo demas, el alcance
practico de la Dialectica Trascendental es una coyuntura que no pertenece a
la metafisica propiamente dicha, sino a la filosofia (ibid.). Por tanto, desde el
punto de vista arquitectonico es ilegitimo pretender que la critica teorica se
encuentre enteramente subordinada a la moral -y , a fortiori, la segunda edi
tion fue victima de ello. Debemos decir solamente que la relation entre los
dos usos de la razon plantea un problema para la filosofia. Es dificil admitir,
por tanto, que si la razon emprende la ciencia de sus limites «en el sentido
positivo del termino» es solo con vistas a su funcion practica. Consideradas en
si mismas, las Ideas trascendentales tienen ante todo signification teorica:
«expresan la destination propia de la razon, a saber, ser un principio de la
unidad sistematica para el uso del entendimiento» (IV, § 56, p. 351).
La interpretation que le concede demasiado a la razon practica y dema-
siado poco a la razon teorica entrana dos inexactitudes. En primer lugar,
supone que la razon practica tendria el poder de llevar a cabo la postulation
de existencia que se le negaba a la razon teorica. En segundo lugar, supone
que esta no podria foijar por si misma ningun concepto licito de Dios.
132
El Dios de los filosofos y de los sabios
133
Kant y el final de la metafisica
mas alto que el de la opinion (Meinung) mas razonable para nosotros los
hombres» (KpV, V, 142). Detengamonos en esta ultima «hipotesis», que no se
formula con vistas al uso practico. Ciertamente, hace posible la postulation en
la medida en que determina en vacio el Ser supremo, como objeto en general,
con independencia de las condiciones de la intuition; sin ella resultaria impo-
sible postular a continuation la existencia de dicho ser. «Si no tuviesemos
ante los ojos un concepto problematico -pero, no obstante, inevitable- de la
razon, el de un Ser absolutamente necesario», no se trataria de necesidad,
sino tan solo de una inclination de la razon pura 3. Pero podriamos pensar que
la postulation practica hace inutil este «ser de razon». Ahora bien, el concep
to vacio sigue siendo indispensable, incluso tras el reconocimiento practico de
la existencia de Dios, precisamente en la medida en que se encuentra vacio y
nos impide creer que podriamos conocer a Dios. Si ha de haber una teologia
moral capaz de suponer la realidad objetiva del concepto, «la teologia trascen-
dental, que hasta aqui solo era problematica, prueba en que medida es indis
pensable por la determination de su concepto y por la censura incesante que
ejerce sobre una razon tan a menudo enganada por la sensibilidad...» (B 426).
La eternidad sin relation con la duration, la existencia fuera del mundo, la
presencia fuera del espacio, fcom o no habrian de prestarse estas expresiones
a ficciones delirantes, si no fuesen constantemente criticadas por una discipli-
na que nos recuerda su estricto sentido negativo? La tentacion de imaginar lo
inimaginable seria entonces demasiado grande. Si la extension teorica en que
se inscribe la postulation no es una extension del conocimiento, es porque se
trata de una «extension negativa», -n o enriquecimiento del saber, sino puri
fication respecto de los falsos saberes, diagnostico del antropomorfismo y el
fanatismo siempre renacientes (KpV, V, 135-6). Por eso es por lo que la criti-
ca de la teologia rational deja subsistir una teologia trascendental legitima
que nos impedira, tras la postulation, volver a caer en el error de los teolo-
gos. Si «los presuntos sabios en teologia» creian poder determinar la natura-
leza de Dios -cuando ni siquiera tenian fundamento alguno para decidir con
respecto a su existencia-, el sentido comun, una vez convencido, con todo
derecho, de la existencia de Dios, £no podria ceder, con mayor razon, a la ten
tacion teorica? Por lo demas, ino es asi como, desde los griegos, permanece-
ra ignorada la motivation practica de la Idea de Dios? Preferiran darle «el
esplendor de un presunto descubrimiento de la razon teorica» (V, 141). La cri-
tica de la teologia racional no dispensa de prevenir las extravagancias de la
teofania, a las que la prueba moral amenaza con dar libre curso. «E1 funda
mento practico de la creencia en Dios puede ser perfectamente suficiente:
pero son necesarias, sin embargo, razones especulativas in subsidium para
asegurar (este fundamento) contra las falsas racionalizaciones» (i?x 4584). De
ahi la utilidad de reconocer el ens realissimum como fundamento de todos los
seres: si mantenemos a la vista esta clausula, nos sera imposible suponer a
Dios como un ser y dejarnos tentar por la hiperfisica. El Ideal trascendental
impide que la idea de Dios se convierta en un idolo cuyo contenido seria ex-
134
El Dios de los filosofos y de los sabios
4 En el origen de todas las pruebas de la existeneia de Dios volvemos a encontrar esta subrep
tion: hacer pasar una «presuposicion a la que nos vemos solamente obligados» (Orient., VIII,
138) por una «intelecci6n libre». La razon humana se siente inclinada irresistiblemente a
darle una forma demostrativa a su necesidad (Carta a Schutz, noviembre de 1785, X, 428). A
primera vista esto podrla parecer de poca importancia: ino debe la razon acabar siempre por
admitir la existeneia de Dios? En realidad, el escrupulo en cuanto al camino a seguir es de la
mayor importancia (Morgensst., VIII, 152). Hegel transcribira esto del siguiente modo:
«Segun esta determination, el conocimiento de Dios depende de la pregunta por la naturale-
za del conocimiento en general* (Hegel, Ph. der Religion, II, 366 [trad. esp. Lecciones sobre
filosofia de la religion, 2 vol., Madrid, Alianza, 1990]).
s Sinonimo de infinidad, pero la palabra, segun senala Kant, tiene la ventaja de apartar cual-
quier confusion con el infinito matematico (Einzig B., II, 135-6 y 151).
135
K a n t y e l f i n a l d e la m e t a fis ic a
6 «No nos contentamos con lo que seria necesario en el uso corriente de las palabras para
conocer distintamente el concepto de un cuerpo, de un hombre, de una planta; pretendemos
cobrar conocimiento en todos sus caracteres; de aqui, cuando se anade la ley de la economia,
precede la definition. Pero, si hemos situado el objeto en una especie determinada de cosas,
pretendemos ademas pensarlo completamente con respecto a dicha especie. Un cuerpo per-
tenece a la materia y lo que en su extension no es materia, es espacio vacio; por tanto, forja-
mos el concepto de un cuerpo completamente denso. Hay cohesion: lo pensamos como com
pletamente duro, sin preocuparnos de si hay realmente semejantes cuerpos o incluso de si
son posibles. Asi, la perfection de una cosa de una especie determinada solamente sirve de
regia para todos los demas conceptos que pueden formarse y que tan solo difieren unos de
otros por la magnitud. Estas magnitudes son variables. Debemos compararlas con algo inimi
table, es decir, con algo que contenga todo aquello que puede hallarse contenido en su con
cepto con relation a su especie* (Rx. 6206). Texto que ilustra la afirmacion de la Critica
segun la cual las Ideas se encuentran «fundadas en la naturaleza de la razon humana* (B 351-
2), incluso si, teoricamente, no hacen mas que plantear problemas que dan lugar a ilusiones.
La dificultad consiste en separar la tendencia natural (y legitima) de su desviacion teoreticis-
ta, los juicios de perfection que formamos naturalmente del falso saber que suscitan. Hay una
naturaleza de la razon que la primera Critica supone como dada (y que podriamos pensar
entonces como una instancia antropologica), pero respecto de la cual la tercera Critica sera
una investigation trascendental: la «Urteilskraft» designa la naturaleza racional (asi, el
hecho de que debamos pensar por medio de generos y especies) antes de que se convierta en
sinrazdn tedrica.
136
El Dios de los jildsofos y de los sabios
7 En el Einzig B., Kant subraya la precedencia de la prueba ontologica por la precision y el rigor
(dando por admitido que las pruebas tradicionales no «prueban de ninguna manera»), y la
«popularidad» de la prueba cosmologica, «tan antigua como la razon humana» (II, 160-1). Cf.
B 403-4. Desde el punto de vista de la razon humana, la prueba ontologica es la mas «desafor-
tunada», puesto que oculta el «encaminamiento natural* por el que establecemos la existencia
de Dios. Pero esto mismo la hace esencial para la critica de la teologia racional: contiene expli-
citamente el sofisma sobre el que se apoyan de modo implicito las demas pruebas (aunque sean
mas respetables y menos «antinaturales»). iComo separar aqui la «naturaleza» de la ilusion?
En la historia de la religion, segun Kant, resulta muy dificil encontrar al comienzo el germen de
una creencia autentica. La Rx 6221 distingue dos caminos: el de la fe (que comenzo por la
superstition e hizo posible el «entusiasmo»), el del conocimiento racional, cuya prueba ontolo
gica es la verdad. El primer «encaminamiento» conduce a la fe moral, pero uno y otro fueron
igualmente ilusorios en el pasado.
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Kant y el final de la metafisica
138
El Dios de los filosofos y de los sabios
8 Bergson, Evol. creat., p. 738 [tras. esp. La evolution creadora, Madrid, Espasa, 1973].
9 La prueba no es propiamente hablando «genetica», leemos en la Nova Dilucidatio, I, 395;
esto es desmentido, ciertamente, en Einzig Beweis, II, 91. Pero la conclusion de esta obra
sugiere que el autor le concede poca importancia, en definitiva, al caracter «genetico».
139
Kant y el final de la metafisica
10 La reunion de los tres lados es, pues, contingente en sentido real: su no-ser es pensable.
Que al triangulo le pertenezcan indefectiblemente tres lados es una relation necesaria en sen
tido logico, que el triangulo sea rectangulo, es una propiedad contingente en sentido logico
(cuyo contradictorio es posible). Einzig Beweis, II, 83.
11 Por tanto, distinguiremos en lo posible entre la forma o acuerdo de los datos («ser posible
quiere decir: concordar», Rx 4581) y aquello en lo que tiene lugar este acuerdo: lo real de la
posibilidad (Einzig B., II, 78).
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El Dios de los filosofos y de los sabios
141
Kant y el final de la metafisica
2. Por otra parte, Kant afirma: «es cierto que para asegurar la verdad no
tenemos necesidad de la razon antecedentemente determinante y que basta
con la identidad entre el predicado y el sujeto. En los existentes, por el contra-
rio, se trata de la razon antecedentemente determinante...* (prop. VIII, sc.).
Esto significa retomar la tesis de la independencia de las verdades analiticas
con respecto al principio de razon -«hocprincipio non indiget arithmetica et
geometria, sed indiget physica et m echan ical6- , pero, advirtamoslo, de
modo antileibniciano. En efecto, Kant se aferra a la relation que Leibniz ins-
taura entre ambos principios en la mayor parte de los textos, - a saber, la su
bordination ideal del principio de razon al de no contradiction, de donde se
seguia la posibilidad de demostrar analiticamente, al menos de derecho, todas
las proposicionesv. La Nova Dilucidatio, considerando a Crusius como auto-
ridad, critica expresamente esta tesis. Si bien es cierto que la proposition Todo
cuerpo es divisible puede ser demostrada por medio de la notion de compues-
to (todo cuerpo es compuesto; todo lo que es compuesto es divisible...), esto no
impide que la proposition «todos los cuerpos son compuestos* sea, por su
parte, irreductible. «Estos principios materiales, dice Crusius con razon, fun-
h «Me ha parecido mejor elegir la palabra razon determinante en lugar de razon suficiente, en
lo cual cuento con el acuerdo del celebre Crusius. Pues la palabra suficiente es, como se ve, equi-
voca: no indica inmediatamente en que medida hay suficiencia. Ahora bien, determinar quiere
decir: poner de tal modo que quede excluido todo opuesto, e indica, por tanto, lo que con cer-
teza basta para que la cosa sea concebida asi y no de otro modo» (N ova Dilucidatio, I, 393).
En ciertos textos de los Opusculos ocurre que Leibniz presenta de igual modo el principio
de razon como «principium ratiocinandifundam entale».
16 Leibniz, Ph. sc., VII, 309.
n Ibid., VII, 199-200.
142
El Dios de los filoso fos y de los sabios
dan y hacen firme la razon humana. Pues son la materia de las definiciones e,
incluso si no hay definiciones, los datos a partir de los que podemos concluir
con seguridad» (Investigacion.es sobre la claridad, tercer cons., § 3, II, 295).
Por tanto, el reconocimiento de esencialidades materiales, es decir, no com-
prendidas en la notion del sujeto, legitima, en ultima instancia, la diferencia
irreductible entre principio de razon y principio de identidad - y la imposibili-
dad de poner este en conexion con aquel. Leibniz y los leibnicianos no admi-
ten, por el contrario, que para un predicado haya dos formas radicalmente dis-
tintas de pertenecer a la «posibilidad interna» de un sujeto dado18. Lo impor-
tante es, empero, que el principio de razon tan solo es indispensable para las
cosas existentes -y , especialmente, con el fin de decidir «no si la existencia de
estas cosas se encuentra determinada, sino desde donde lo esta {unde existen-
tia ipsorum determinata sit)» (prop. IX). En efecto, para que la determinacion
pueda decirse completa hay que saber si el ser es o no contingente, «si tiene o
no comienzo» (prop. VIII, sc.). Ahora bien, unicamente la aplicacion del crite-
rio de razon determinante. permite decidir al respecto: si cada determinacion
remite siempre a una razon determinante, la cosa se dira contingente; si, por
el contrario, es posible dar cuenta de una determinacion no por la exclusion
del posible opuesto, sino porque este opuesto resulta inconcebible, esta existe
necesariamente (prop. IX). El principio de razon permite separar asi, con el
maximo de generalidad, necesidad y contingencia en la existencia.
Ahora bien, ino hay una condicion efectiva, necesaria para que este prin
cipio siempre pueda actuar? Sabemos que, para Leibniz, la aplicacion del
principio de razon era inseparable de la finalidad y del principio del mejotiti
Pero, dno hemos de ir mas lejos en este analisis de las condiciones de posibi-
lidad? Es cierto que la election del mejor (entre todos los sistemas de compo-
sibles) es un presupuesto de aplicabilidad del principio de razon. Pero, para
que pueda efectuarse esta eleccion, es necesario que Dios tenga el poder de
retener uno solo de todos esos sistemas: con anterioridad a la eleccion del
mejor, se da, pues, la posibilidad de operar disyuntivamente en un campo
cuva clausura esta garantizada. La razon determinante arraiga asi en el prin
cipio del tercero excluido, entendido ya no como especificacion del principio
de no contradiction -unico sentido que le reconocia Leibniz20- , sino como
condicion de la existencia de los razonamientos disyuntivos, donde, «reuni-
dos todos los miembros de la disyuncion salvo uno, forman su opuesto con-
tradictorio» (Logik, § 77-8, IX, 130). Llamemos determinacion completa a la
certeza de que siempre se pueda aplicar el principio de razon determinante,
de que siempre se pueda suponer, si cabe, una determinacion mediante la
exclusion de su opuesto (condicion sin la cual la razon determinante ya no
podria funcionar como criterio: seguramente, no nos proporcionaria ningun
18 Como hemos visto mas arriba, Eberhard atenua esta diferencia con su definition de los jui-
cios sinteticos.
18 Cf. Raili Kauppi, fiber die leibnizsche Logik, p. 90.
20 Ibid. pp. 85-6.
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Kant y el final de la metafisica
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E l Dios de los filosofos y de los sabios
145
Kant y el final de la metafisica
V c ) P r in c ip io d e l a u n id a d - o r ig in a r ia d e l a s s u s t a n c ia s y s u d e p e n -
23 «Com plexus om nium eodem tem pore» : en la D issert. (II, 391) esta es una de las dos for
mas de la totalidad absoluta, que constituye «la cruz de los fil6sofos», en la medida en que no
han llevado a cabo la distincion entre concepto intelectual e intuicion sensible, Cf. R x 4046.
24 Schopenhauer, M onde com m e volonte, trad. p. 639 [trad. esp. E l mundo com o voluntad y
representacion, Madrid, Trotta, 2003].
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El Dios de los filosofos y de los sabios
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Kant y el final de la metafisica
2s Alusion a la obra de 1747 sobre L a sfu erza s vivas, que definla -d e forma erronea- la fuer-
za libre a partir del movimiento libre, que no hace mas que conservarse en su estado ( 1 ,140-
1). Segun Kant en esta epoca, unicamente la fuerza que revela el movimiento libre expresa la
espontaneidad de la sustancia, su «tendencia interna* (1 , 143). Y esta fuerza activa es estima
ble, no por el movimiento, sino p o r los efectos sobre las dem as sustancias (I, 20-21): cf.
Vuillemin, Physique et m etaphysique, pp. 236-7.
148
El Dios de los filosofos y de los sctbios
una sustancia se halla en relation con otras, pero esta relation no cambia, no
habra ningun cambio en su estado interno. Tampoco en un mundo privado de
todo movimiento (pues el movimiento es el fenomeno de los cambios de rela
tion) veremos la mas minima sucesion en el estado interno de las sustancias.
Por tanto, si eliminamos completamente la vinculacion de las sustancias, de-
saparecen con ello la sucesion y el tiempo» (ibid, id., I, 410). Asl, al igual que
el espacio es el «fenomeno» de las relaciones reclprocas26, el tiempo es el
«fenomeno» de las modificaciones de estas relaciones entre sustancias: uno y
otro atestiguan -«suponen, pero no muestran», dira la Dissert., § 2 - la unifi
cation real del mundo. - Hay que notar que la Nova Dilucidatio plantea, en
un lenguaje sustancialista, la euestion de la condition de posibilidad del tiem
po, dandole una respuesta metafisica del mismo estilo que la respuesta «psi-
cologica» de las Analogias2?: ya se conciba el tiempo como un «fenomeno»,
todavia en el sentido leibniciano, ya se lo defina como una forma a priori, sus
determinaciones corresponden siempre a exigencias sustanciales (sustancias
metafisicas, despues «substantia phaenomenon»). En el analisis de la «sus-
tancialidad» (en el sentido ontologicamente mas neutro) se disipan siempre
los secretos del tiempo.
VI T ie m p o y c o m u n id a d d e l a s s u s t a n c ia s
26 «(Der Ort] die Wirkungen der Substanzen in einander andeutet» (Fuerzas vivas, I, 21);
Nova D il, prop. XIII, I, 414.
2" La prop. IV de la Nova Dil. (I, 392-3) da ejemplo de un razonamiento que se basa en la
necesidad depoderpensar el tiempo. dPor que el movimiento de la luz es acompanado de una
duraeion susceptible de ser fijado? Kant -que se refiere, de forma demasiado fantasiosa, a
Descartes- invoca la elasticidad de las pequenas particulas de aire. «Pues si fuesen perfecta-
mente duras, no percibiriamos, a pesar de las inmensas distancias, ninguna diferencia de
tiempo entre la emision y la llegada de la luz».
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Kant y el final de la metafisica
150
E l Dios de los filosofos y de los sabios
V II C r it ic a s c o m p l e m e n t a r ia s d e L e ib n iz y N ew ton
Por eso tambien es por lo que Kant, desde la Nova Dilucidatio, rechaza un
Dios artista, que habria determinado «las sustancias de tal 0 cual modo segun
las circunstancias» (prop. XIII, apl. 6). Si las sustancias han de ser representa-
das «por su concepto como completamente aisladas», Dios puede combinarlas
«de manera que armonicen entre si, como si realmente influyesen unas sobre
otras», pero no puede hacer de ellas «Weltsubstanzen» (Preissch., XX, 283).
De todos modos, la filosofia clasica es un acosmismo: o bien negamos la plura-
lidad de las sustancias (Spinoza), pero «el mundo egoista no es un mundo» (Rx
4201), -0 bien concebimos el mundo como una maquina perfecta, pero una
maquina tan solo es un agregado. Al Dios de Leibniz hay que reprocharle su
artificiosidad, y no, como hacia Clarke, «el hecho de que no produzca en el uni-
verso nada mas que lo que una maquina corporal puede producir segun simples
leyes de la mecanica, una vez que ha sido puesta en marcha»32.
151
Kant y el final de la metafisica
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El Dios de los filosofos y de los sabios
por una variation libre de los circulos planetarios; pues las atracciones de los
planetas turban en cierto modo la uniformidad de su movimiento y, si no se
refiriesen exactamente a un mismo piano, tampoco se estorbarian mutua-
mente unas a otras» (Th. Himmels, I, 336).
A partir de la Teoria del eielo, el mundo deja de ser una «obra» para con-
vertirse en una Gestalt, y la expresion «determinismo inhumano» se salva de
la banalidad, pues se opone a «arquitectonica sobrehumana». Pero la obsti-
nacion de Newton exige reflexion; el, que proscribia la deduction a priori y las
«hipotesis» (fluidos invisibles, fuerzas especiales, torbellinos), ipor que le ha
encargado que regule el curso del mundo a un Dios mas antropomorfico que
nunca? Lo cierto es que «determinadas razones que se extraen de la natura-
leza de la cosa misma parecen contradecir» la doctrina del origen mecanico
del universo (ibid., 338). Ya una ilusion fundada, si no natural, explica el error
del «filosofo». En otro caso, dcomo comprender que el finalismo en Newton
no sea sistematico? «En ciertos casos, no temia perder de vista al ordenador
supremo de todas las cosas» (Einzig B., II, 121); admitia sin dificultad, por
ejemplo, que la forma esferica de la tierra resultase de la rotation de una masa
en origen liquida, conforme a las leyes de la estatica. tPor que un escrupulo
de orden teologico le habria impedido llegar hasta el final? iFue un acceso
repentino de piedad lo que le hizo recurrir a la mano de Dios para dar cuenta
de las revoluciones de los planetas y de las posiciones de sus orbitas? Kant
piensa que el finalismo que se ha injertado en la fisica de Newton se debe a la
imposibilidad que este experimentaba para explicar de modo mecanico la fo r
mation del sistema planetario. Dado que juzgaba preferible invocar, enton-
ces, la sabiduria de las vias, en lugar de dejar en suspenso el problema meca
nico, termino, a su vez, «como teologo». Pero como teologos siempre termi-
namos demasiado pronto; entre el asombro (Verwunderung) y la explication
a cualquier precio, se comete el error de no detenerse al menos en la admira
tion (Bewunderung) - y la Critica del Juicio es, en resumen, una teoria de la
admiration. Sin embargo, en 1755, Kant todavia piensa en mostrar tan solo la
inutilidad de la hiperfisica y en resolver el problema que Newton habia supri-
mido demasiado pronto. Una vez que los torbellinos han sido desterrados de
la «esfera de la naturaleza», se plantea, en efecto, una pregunta: iresulta
indispensable inventar fuerzas particulares para explicar el movimiento tan
gential de los planetas? (Einzig B., II, 148). Parecia que el abandono de la
hiperfisica de los torbellinos, «que se encargaban pretendidamente de arras-
trar a los planetas», y el reconocimiento del vacio - o de una «materia extre-
madamente rarificada en el espacio»- hacian evidente el hecho de que las
revoluciones de los planetas no podian imputarsele a ninguna causa mecani-
ca actual (ibid., II, 144), como declara Newton a Bentley. Para que la combi
nation de la fuerza de gravitation y el timpulso transversal» produjera una
revolution circular de la tierra alrededor del sol, «el impulso transversal debia
tener una magnitud precisa; pues, si fuese demasiado grande o demasiado
pequeno, la tierra deberia moverse en otra linea... No conozco ninguna fuer
za de la naturaleza que pudiera causar este movimiento transversal sin la
153
Kant y el final de la metafisica
34 Newton rechazaba expresamente este recurso: «La hipotesis que deriva la estructura del
mundo mediante principios mecanicos aplicandose a una materia distribuida regularmente a
traves de los cielos es incompatible con mi sistema».
35 En La form ation des planetes (1745), Buffon juzgaba imposible retrotraer «la fuerza tan
gential* a la atraction: «Ciertamente, esta fuerza de impulso le ha sido comunicada a los
astros en general por la mano de Dios, cuando puso en marcha el universo*.
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El Dios de los filosofos y de los sabios
V III R e i n s e r c i o n d e l a a t e o l o g i a d e E l u n ic o f u n d a m e n t o e n l a h i s -
T O R IA DE L A F ILO S O F IA
155
Kant y el final de la metafisica
36 Cf. Gueroult, Dynamique, p. 215. Cf. S. Bachelard en Thales, 1958, p. 6: en este artlculo, la
autora defiende, contra Gueroult, la originalidad epistemologica del principio de Maupertuis.
Pero no responde a la demostracion que realiza Gueroult, y que aqui es lo unico que impor-
ta, de la total diferencia, desde el punto de vista metafisico, entre el principio de accion mini
ma y el principio lefbniciano de la simplicidad de las vias.
37 Gueroult, op. cit., pp. 230, 225-6, 231-2.
33 Einzig B., II, 99. Partiendo de hechos, subraya Gueroult, y del valor explicativo del princi
pio de accion minima, Maupertuis deduce la existencia de Dios. «E1 principio segun el cual
Dios actua por las vias mas simples no es, por tanto, un axioma» (op. cit., p. 234).
156
E l Dios de los filosofos y de los sabios
IX i P O R QUE ES T R A N S F E R ID A A L A C R lT IC A L A D O C T R IN A DE I 763?
157
Kant y el final de la metafisica
Falta que nos preguntemos por que esta «teologia» debio integrarse en la
Critica, bajo la forma del Ideal trascendental. De estos tres requisitos, nos
parece que el ultimo debe justificar la transferencia. Esto se mostrara si esta-
mos dispuestos a no reducir el pensamiento de Kant al idealismo trascenden
tal y -sin negar por ello la originalidad de la Critica- accedemos a poner en
relation esta «metafisica de la metafisica» con la metafisica que le precedio.
Kant nunca volvio sobre su analisis de la notion de «cosmos»; el reexamen al
que somete este concepto no alcanza su contenido, sino su «lugar trascenden
tal ». Asi, el «mundo» es transferido y conservado bajo otro nombre en la ter-
cera Analogia -y , en la Antitetica, queda en bianco como «mundo trascenden
tal» «del que ni siquiera tengo un concepto». El siguiente texto del
Preisschrift indica a la perfection este reparto: «Si tomamos la intuition pura
del espacio, dado que funda a priori todas las relaciones externas, todas las
sustancias se hallan vinculadas, a partir de este hecho, por relaciones que
hacen posible el influjo fisico y forman un todo. Asi, considerados todos los
seres en conjunto, en tanto que cosas en el espacio, forman tan solo un unico
mundo, y no puede haber varios mundos uno fuera de otro. Si la establecemos
por meros conceptos, y sin que la fundemos sobre esta intuition, la tesis de la
unidad del mundo no puede ser demostrada en absoluto» (XX, 284). Este
«puro concepto intelectual de un todo de las cosas en general» sigue siendo,
por tanto, un concepto problematico, que no es asunto de la Antitetica; tan
solo dara lugar a «un Ideal de la razon pura, diferente del concepto de mundo,
aunque se encuentre en relation con el» (B 282). Estas ultimas palabras
sugieren que los malentendidos cosmologicos no comprometen la idea misma
de la unidad del mundo y que esta sigue estando vinculada a la misma repre
sentation de Dios. Se comprendera entonces por que la teologia es reinterpre-
tada antes bien que destruida y por que la segunda parte del Unico fundamen-
to es transferida al Apendice a la Dialectica Trascendental. Dios es tan solo
una Idea; el «mundo», en tanto que conjunto absoluto de los fenomenos, no
es al igual uno de ellos, -pero, una vez establecido esto, ipodemos renunciar
a legitimar la induction y la prevision cientifica? «Sin embargo, esta ilusion
resulta indispensable, si, ademas de los objetos que se hallan delante de nues-
tros ojos, queremos ver, al mismo tiempo, los que se encuentran alejados
detras nuestro, - s i queremos preparar al entendimiento para que pase mas
alia de toda experiencia dada (en la medida en que parte del conjunto de la
experiencia posible)...» (B 428). El entendimiento no tiene derecho a superar
la experiencia posible, pero astronomos y fisicos tienen el poder de recorrer-
la por entero; esto es lo que hay que justificar ahora, si queremos evitar que la
Critica de la razon pase por una desautorizacion de la ciencia.
158
Cap Itulo VI
La idea de sistema :
el Dios necesario
I L O S CONCEPTOS R E G U L A T IV O S SO N M A S QUE O P E R A C IO N A L E S ; E L P R E S U -
PUESTO SISTE M A T ICO
1 «Ahora bien, no hay la mas minima causa que nos impida admitir tambien estas Ideas como
objetivas e hipostaticas, con exclusion de la Idea cosmologica, donde la razon choca con una
antinomia cuando quiere realizarla (las ideas psicologica y teologica no contienen ninguna
antinomia)... Sin embargo, para admitir algo todavia no es suficiente con que en ello no haya
ningun impedimento positivo» (B 444-5).
2 «No solo estare autorizado, sino tambien obligado a realizar esta Idea, es decir, a suponer
para ella un objeto real, pero solamente como un algo en general que no conozco en si mismo,
y al que no otorgo propiedades analogas a las de los conceptos del entendimiento en el uso
empirico mas que a titulo de fundamento de la unidad sistematica, con respecto a este ulti
mo* (B 447).
159
Kant y el final de la metafisica
160
La idea de sistema: el Dios necesario
mos estos textos con los de Auguste Comte, mediremos cuan alejada se
encuentra aun la episteme del siglo XVIII respecto de la idea de positividad,
que implica la renuncia a la idea de unidad sistematica. Con el positivismo,
esta idea se vuelve superflua e incluso quimerica. i«N o ver en los fenomenos
qulmicos mas que meros efectos moleculares de la atraccion newtoniana»? Es
cierto, reconoce Comte, que Laplace expuso esta idea, pero la presentaba tan
solo como «un simple juego filosofico, incapaz de ejercer realmente ninguna
influencia util sobre los progresos de la ciencia quimica»6. Ahora bien, la cien-
cia depende aun, segun Kant y Button, de semej antes «juegos filosoficos»,
-prueba de que no han roto con la notion clasica del saber. De ahi la insisten-
cia que pone Kant en distinguir los principios regulativos de los principios
operacionales, simplemente heuristicos: el principio de la unification bien
podria ser «un principio trascendental de la razon, que haria necesaria la uni
dad sistematica, no solo de una manera subjetiva y logica, como metodo, sino
objetivamente»7. Regulation y metodos no son sinonimos. Ademas, seria
erroneo ver en una idea como la de «fuerza fundamental» (Grundkraft) solo
una fiction comoda, «un simple procedimiento economico de la razon»: se
trata de un proyecto, extraido de la naturaleza de nuestra razon, en el que se
inscriben a continuation elecciones teoricas deliberadas, -hipotesis y meto
dos propiamente dichos. Estos pueden fracasar, pero el proyecto teorico de
unification conserva, en si mismo, su validez. «Sin haber buscado todavia el
acuerdo de las diversas fuerzas e incluso si todas nuestras tentativas para des-
cubrirlo fracasan, suponemos, sin embargo, que aqui debe haber un acuerdo
tal» (B 431). Por tanto, este proyecto merece llamarse trascendental, en el
mismo sentido, si no con el mismo derecho, que los principios del entendi-
miento; tanto en un caso como en el otro lo trascendental designa la certeza
previa que la conciencia «ingenua» -sea perceptiva o cientifica- pone sin
saberlo, y sin la cual los objetos no podrian o bien aparecer, o bien determi-
narse teoricamente. Distintos de los principios constitutivos, puesto que tan
solo son «saludables» y no «esenciales» para el ejercicio del entendimiento,
los principios regulativos tampoco son simples preceptos logicos: en si, si no
para nosotros, son leyes trascendentales. De manera que la distincion entre
principios constitutivos objetivos y principios regulativos subjetivos se vuel
ve, en el limite, insatisfactoria: seria preferible hablar de principios objetivos
de la experiencia y principios objetivos de la razon, que tan solo presentan,
con relation al uso empirico, la utilidad subjetiva de una maxima (B 448-9),
pese a que resulten indispensables para la formation de las ciencias. En cier-
tas reflexiones pre-criticas que comienzan a entrever la estructura de la
Antinomia, sin hablar aun de regulation y constitution, Kant distingue ya
entre principios del uso fisico y principios del uso «hiperfisico» (arquitectoni-
co) de la razon; pero estos no se presentan como complementos de aquellos,
6 Comte, Cours, Primera lection, p. 29 [trad. esp. Curso de filosofia positiva, Barcelona,
Orbis, 1984].
t B 430. «Por tanto, estos principios son recomendados directamente y no como simples pro-
cedimientos del metodo» (B 437).
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como una simple maquina: cPor que esta extrana obstinacion en emparentarse
con los ateos? En realidad, Leibniz sostenia dos tesis corolarias contra los new-
tonianos: i° que no hay nada milagroso en la naturaleza; 2° pero que la analo-
gia antropomorfica entre la maquina del mundo y el producto fabricado por un
artesano humano es inadmisible. Ahora bien, para mostrar mejor que la prime-
ra tesis es tan solo un ateismo larvado, Clarke se desliza siempre a la segunda15.
Leibniz escribe: «Todo lo que sucede en el cuerpo del hombre y de cualquier
animal es tan mecanico como lo que sucede en un reloj»; Clarke replica: «... Si
los hombres estuviesen convencidos de que el cuerpo humano solo es pura
maquina y de que todos sus movimientos que parecen voluntaries se producen
por las leyes necesarias de un mecanismo material...»17. Se cuida mucho de
mencionar la siguiente frase de Leibniz: «La diferencia es semejante tan solo a
la que ha de haber entre una maquina de invention divina y la production de
un obrero tan limitado como el hombre». La argumentation de Clarke consis-
te, pues, en mutilar este pensamiento de Leibniz: la naturaleza actua como un
mecanismo (y no tiene, por tanto, necesidad de milagros), pero en si misma no
es comparable con una maquina ordinaria. Si escamoteamos esta segunda idea,
icomo comprender que Leibniz haya podido escribir que en la maquina de la
naturaleza «no sucede como en los relojes, en que, habiendo sido llevado el
analisis hasta los dientes de las ruedas, no hay nada mas que considerar»?
Como dar cuenta de la distincion que establece entre maquinas naturales u
organicas (donde la division va hasta el infinite) y maquinas artificiales (donde
la division es finita). De hecho, si Leibniz insistia tanto en el caracter inque-
brantable de la causalidad mecanica, era para subrayar que el sistema del mila-
gro perpetuo era incompatible con la obra de una inteligencia infinita, -en que
medida el desden de Clarke hacia el principio de razon atentaba contra la idea
que debemos formarnos de la sabiduria divina, y no contra esta necesidad abso-
luta «que podemos llamar ciega y que depende tan solo de causas eficientes».
Pues la posibilidad permanente de una explication mecanica no hace mas que
reflejar (o «expresar») la racionalidad de la naturaleza18, pero de ningun modo
es suficiente para definir lo razonable, -para hacer comprender, por ejemplo,
que un mecanismo sea capaz de realizar un optimum. Es cierto que «todos los
fenomenos naturales podrian explicarse por via mecanica, si los comprendiese-
mos suficientemente; pero los principios mismos de la mecanica no podrian
explicarse por via geometrica, pues dependen de principios mas sublimes, que
senalan la sabiduria del autor en el orden y perfection de su obra»19. Por tanto,
incluso considerando tan solo las operaciones de la naturaleza, siempre hay un
momento en que el principio de razon debe reinterpretarse como principio del
mejor. Por necesidades de su polemica, Clarke fingia ignorarlo: para el era
mucho mas ventajoso centrar el debate sobre el tema «finalidad o fatalismo»
que situarlo en su verdadero terreno y preguntarse si la finalidad es demiurgi-
ca o arquitectonica, exterior o inmanente a la obra.
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2s Sobre la necesidad de admitir esta tesis, cf. Premieres Principes (IV, 515). Puesto que
Newton no excluia el eter de la ley de la atraccion, «£que genero de materia podria quedarle,
cuyo choque le permitiese considerar la aproximacion reciproca de los cuerpos como una
atraccion meramente aparente?».
26 «Las dos fuerzas motrices son de especies completamente diferentes y no existe la mas
minima razon para hacer la una dependiente de la otra y tan solo admitir la posibilidad de
una por mediation de la otra» (ibid., IV, 514).
2z Nova Dilucidatio, I, 393. Cf. Crusius, Eimvurf..., § 31.
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como abandonados a si mismos, producen los vientos y las nubes, lluvias, rios
que banan la tierra y todas las consecuencias utiles sin las que la naturaleza
quedaria aislada, desierta e infecunda. Pero estos efectos no aparecen de
forma fortuita o por un simple azar, que tambien podria ser desastroso;
vemos claramente que se encuentran limitados por sus leyes naturales de
manera que no puedan actuar de otro modo... dComo poseeria la materia pre-
cisamente semej antes leyes, que conspiran en favor del orden y la convenien-
cia? dComo seria posible que una pluralidad de cosas cuyas naturalezas son
independientes se determinen por si mismas las unas a las otras, de manera
que surja un todo bien ordenado?» (Th. des Himmels, I, 225). Mientras el
orden solo es homogeneo (direction unica del movimiento de los planetas), la
aplicacion de las leyes mecanicas a las particulas de materia basta para dar
razon de el. Pero en la materia tambien hay un orden estructurado, tal que la
determination mecanica parece ser sumisa a la determinacion-conveniencia,
tal que el antiazar de primer grado (la no ausencia de causas) parece estar
subordinado a un antiazar suplementario (la no ausencia de fines). No se
trata, ciertamente, de volver a la distincion leibniciana entre lo infalible y lo
necesario; pero, si bien lo infalible es siempre necesario, tse reduce a esta sig
nification? La investigation de la naturaleza no puede dejar de lado los prin-
cipios arquitectonicos, incluso si atribuye integramente la production de los
fenomenos a las leyes naturales.
Pongamos aun un ejemplo extraido de la astronomia: el fenomeno de la
excentricidad creciente de las orbitas planetarias. Dos razones bastan para
explicarlo integramente: i° Las materias que constituyen los planetas han
sido recogidas, en su caida, a muy diversas alturas y tienen velocidades circu-
lares diferentes; pero esto no da cuenta aun del crecimiento de la excentrici
dad en razon inversa a la distancia con respecto al Sol; 20 Siendo el movi
miento de la materia mas debil a medida que nos alejamos del Sol, la caida de
las particulas menos densas se ha desviado antes y los planetas mas alejados
estan dotados necesariamente de un movimiento mas excentrico. Asi se expli
ca el crecimiento de las excentricidades, pero no la continuidad de suprogre-
sion, que se postula, al comienzo del capitulo, como «ley de la naturaleza»:
«Aqui como en todas partes, la naturaleza actua por gradaciones insensibles
y, recorriendo todos los grados de los cambios, enlaza por una cadena de
intermediaries las propiedades proximas con las propiedades lejanas»28.
i«Ley de la naturaleza»? Mas valdria decir: «costumbre de la naturaleza»,
-q u e hay que suponer para que las progresiones constantes que encontramos
en las «leyes particulares» de Newton se hagan comprensibles: leyes de la
excentricidad de las orbitas planetarias, de la desigualdad de velocidad en el
movimiento de los planetas, de la disminucion de su densidad. En todas par
tes, la continuidad de hecho remite a un principio arquitectonico de continui
dad. Respecto de este punto, la Critica sigue estando de acuerdo con la Teona
28 Th. des Himmels, I, 277-8. El descubrimiento de Urano y Neptuno, con orbitas casi circu-
lares, invalidara la tesis de la excentricidad creciente de los planetas a medida que nos aleja
mos del Sol.
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32 Cf.Leibniz, Nouveaux essais, III, cap. 6, § 12. «Continuidad entre las especies: no hay espe
cie que sea la mas proxima a otra de modo que entre ellas no pueda haber otras. Por tanto,
tampoco hay ninguna species infima. Si tenemos species infima, es porque desconocemos las
pequenas diferencias. Por ejemplo, el oro, del que no conocemos ninguna especie... Non
datur species infima puede querer decir tanto: no es posible que la haya, como: no es real.
Por ejemplo, los germenes que hay en el hombre pueden producir una criatura por entero
semejante a un mono» (Rx 4211). La Rx 4433 vincula la hipotesis del encadenamiento conti-
nuo de las especies con la que haria de ellas otras tantas variaciones de un ser original.
33 Leibniz, ibid., Ill, cap. 6, § 12.
34 Vuillemin, Physique et metaphysique, p. 333.
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V El o p t im u m
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38 Seneca, Ep. 65, 14, citado en Goldschmidt, Systheme stoicien, p. 92. Ciceron, De natura
deorum, XXXVII, 93-5 [trad. esp. Sobre la naturaleza de los dioses, Madrid, Gredos, 1999].
Notese que Kant cita a Ciceron en el Apendice a proposito de la «ignava ratio» (B 454).
39 Hegel, De orbitis planetarum, I, pp. 3-5 (Glockner).
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La idea de sistema: el Dios necesario
demas de las relaciones, entonces digo que estos cuerpos se encuentran vin-
culados juntos en una constitution sistematica» (Th. des Himmels, I, 246).
Asi concebido, el sistema obedece a la regia leibniciana (y anticartesiana) de
la independencia minima de los decretos de Dios, -reinterpretation del prin-
cipio de economia nominalista 4°: el universo mas unificado es tambien el mas
economico. Coaccion inmanente sobre la materia, el «sistema» es, por tanto,
la transposition de los principios que, segun Leibniz, regulan la eleccion de
Dios, -prueba de que aqui el determinismo tan solo suprime la conveniencia
integrandola. «La materia, que es el tejido original de todas las cosas, esta vin-
culada, por tanto, a ciertas leyes de manera que, confiada libremente a ellas,
necesariamente debe producir bellas combinaciones. No tiene ninguna liber-
tad para separarse de este plan de perfection® (ibid., I, 228).
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45 Leibniz, Tentamen..., IV, 272. Sobre la teologia abusiva que le da la mejor parte a los «natu-
ralistas», ef. Th. des Himmels, I, 223.
46 Einzig B., II, 94.
47 Leibniz, Theodicee, § 47. Sobre el sentimiento estetico como signo de un conocimiento inade-
cuado, cf. Mendelssohn, Briefe iiber die Empfindungen (1755), y Cassirer, Ph. der Aufklarung,
p. 474 y ss.
I ll
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48 Carta de Leibniz a Bourguet, Ph. Sch., Ill, 593. «Si por medio de una representation audaz
pudiesemos reunir en un unico concepto, por asi decir, toda la eternidad, percibirfamos el
espacio infinito enteramente Ueno de mundos y la Creation acabada. Pero como, de hecho, la
parte de la serie del tiempo por venir es infinita y la parte transcurrida finita, la esfera de la
naturaleza formada nunca es nada mas que una parte infinitamente pequena de este conjun
to que contiene el germen de los mundos futuros y que prosigue su despliegue desde el caos
informe en periodos mas 0 menos largos» [Th. des Himmels, I, 314).
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IX 30 La s a b id u r ia d e l a N aturaleza
51 Sobre la identification entre orden y naturaleza en san Agustin, a falta de «una notion
de la ley cientifica en el sentido moderno de la palabra», cf. Gueroult, Malebranche, II, vol.
I, pp. 48 - 53 -
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s2 Einzig B., II, 110, nota. Cf. Th. des Himmels, I, 318, y Segundo escrito de Clarke a Leibniz, § 8.
53 Leibniz, Tercer escrito a Clarke, § 13.
54 Einzig B., II, III, cf. Ideen, VIII, 17.
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60 B 539. Cf. Rx 2703: «Tecnicos: segun las similitudes; arquitectonicos: segun el parentesco
bajo un tronco comun*. Una nota de la Metafisica de las costumbres expone las dificultades
para la constitution de una arquitectonica: «La deduction de la division de un sistema, es
decir, la prueba tanto de la completitud de un sistema, como de su continuidad, a saber, que
en toda la serie de las subdivisiones no hay ningun salto (divisio per saltum) cuando pasamos
del concepto dividido a los miembros de la division, es una de las condiciones mas dificiles de
cumplir por el constructor del sistema. Es igualmente delicado determinar que debe ser el
concepto superior cuya division consiste en recto y no-recto (autfas aut nefas). Se trata del
acto de la voluntad libre en general. Asi los profesores de ontologia comienzan partiendo de
Algo y Nada, sin tomar conciencia de que se trata ya de miembros de una division y de que
les falta el concepto dividido, que no puede ser otro que el de un objeto en general* (Rechtsl.,
VI, 218, nota [trad. esp. Metafisica de las costumbres, Madrid, Tecnos, 1989]).
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La idea de sistema: el Dios necesario
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Kant y el final de la metafisica
porcionarle una materia» a la fisica (Opus p., XXI, 474-5); ahora bien, la fisica
«debe ser una ciencia como sistema» (ibid. 360). Prueba de que el sistema,
incluso si tiene tan solo un valor negativo en cuanto a la adquisicion de los
conocimientos, sigue siendo la condition suprema de toda ciencia, cualquiera
que sea el nivel en que tomemos la palabra. Desde entonces, haciendo como si
Kant hubiese opuesto las ciencias positivas, matematizadas y «encerradas en
los hechos» a los saberes no rigurosos (historia, description), olvidamos que
para el aquellas son (0 habrian sido) saberes fragmentarios. Cierto, Kant opone
lo racional -conocimiento por principios- a lo historico -conocimiento de algo
«en la medida en que esta dado» (Rx 1865)-; pero si consultamos las
Reflexionen que comentan la Vernunftlehre de Meier, percibimos que opone
igualmente el saber racional al saber del entendimiento, considerado como una
comprension del hecho, hasta el punto de dejar entrever la oposicion hegeliana
entre Verstand y Vernunft. «En el conocimiento del entendimiento, conocemos
que son las cosas, en el conocimiento racional que deben ser; alii, nuestros
conocimientos son descripciones 0 explicaciones (comprension), aqui son evi-
dencias (Einsichte); aquellas nacen de lo particular, estas de lo universal»65.
Aparece aqui algo que obstaculiza irreductiblemente el advenimiento de
la positividad o, si se prefiere, algo que hace de Kant el precursor de Hegel y
no de Augusto Comte: la certeza de que lo «sistematico», que define la inten
tion teorica, es lo racional en general - y no lo racional limitado a su forma
matematica, a pesar de la famosa frase del prologo de los Primeros principios
y una vez resituada en su contexto. Para Comte, por el contrario, la matema
tica es «tipo primordial de la racionalidad positiva», a condition de que no la
confundamos con el «calculo», que asegurara «el perfeccionamiento sistema-
tico de cualquier ciencia», en lugar del modelo logico tradicional, eliminado
totalmente 66. Ya no se trata entonces de terminar con la metafisica pasada,
sino de expulsar su nucleo de racionalidad -aquel que Baumgarten y Meier
transmitieron a Kant, aquel del que partira Hegel; entonces una definition de
la razon deja paso francamente a otra. A partir de este punto, las palabras
«razon» y «racional» se comprenden de tal modo que ya no tiene sentido
plantear la pregunta «dDe donde procede el hecho de que el mundo aparezca
como racional, si ya no lo garantiza una instancia teologica?». Aqui se encuen-
tra el verdadero corte, con tal de que admitamos que la razon, si la separamos
de los problemas que tiene como funcion no excluir, tan solo es una palabra
vacia. 6N0 es Kant mismo quien la definio como el campo en cuyo interior la
posibilidad misma de plantear las preguntas garantiza la posibilidad de res
ponder a ellas? La razon es la licencia que se concede una episteme para pre-
guntar con toda seguridad.
A cambio se ve mejor, creemos, como la «eutanasia» de la metafisica se
opone a una ruptura con ella. Desde la Teoria del cielo hasta la Critica, el
autor toma prestada de la metafisica la idea de la ciencia; termina por juzgar
que esta metafisica nunca la alcanzo. Desde la Critica hasta el Opus postu-
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Capitulo VII
I La « o m n i t u d o r e a l it a t is »; que no es englobante 1
1 Nota del traductor. El criterio adoptado para traducir los terminos borner, terminer, limi
ter y determiner es el siguiente: borner y sus derivados {borne, borne[e\) se han traducido
por restringir y los suyos (restriction, restringido [-a]); terminer y sus derivados {terme, ter-
minasion, termine[e\, terminatrice) se han vertido por acotar y sus derivados (coto, acota-
cion, acotado [-a], acotador). Estos terminos traducian a su vez los alemanes Schranke y eins-
chranken (borne y borner) y Beschrdnkung (terminasion). Por su parte limiter y sus deriva
dos {limite, limitation, limite[e\, limitatrice) se han traducido por limitar y sus derivados
(limite, limitation, limitado [-a], limitador). Limite traduce a su vez el aleman Grenze. No ha
sido posible mantener la habitual traduction al Castellano de Grenze por limite y Schranke
por limitation, pues cuando Lebrun utiliza el termino limitation sigue dentro del contexto
terminologico del aleman Grenze', por otra parte, ha resultado tambien imposible vertir ter
miner por delimitar, manteniendo asi en parte dicha correspondencia entre limites [Grenze]
y limitaciones [Schranke], porque Lebrun emplea terme y terminasion, que hemos debido
traducir por coto y acotacion, dado que delimitar no admite un desdoblamiento parecido.
Finalmente, determiner y sus derivados (determination, [m]defermme[e]) se han traducido
por determinar y los suyos.
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Kant y el final de la metafisica
2 «La pluralidad que se da al mismo tiempo no puede ser conocida de modo determinado,
pues la determinacion consiste en la acotacion. La que no se da al mismo tiempo no puede ser
conocida por acotacion, sino solamente por progreso» (Rx 5333); «E1 concepto de maximo es
relativo; el de la omnitudo absolute, ciertamente, pero indeterminado» (_Rx 5336).
3 «E1 ens realissimum debe estar dado con anterioridad a toda posibilidad; con ello, del
mismo modo que el espacio, no puede ser pensado como posible, sino como dado. Ahora
bien, el espacio no es dado como un objeto en si real, sino como una simple forma en que sola
mente pueden ser intuidos los objetos; igualmente, el ens realissimum no puede pensarse
como objeto, sino como la mera forma de la razon para pensar en su determinacion comple
ta la diferencia de todo posible, luego como Idea; de aqui no se sigue que el objeto de esta
Idea, en si, sea real* (Rx 6290).
4 «Ens, cuius essentia non est pars alterius, est Ens completum (ein vollstdndiges Ding)»,
Baumgarten, Metaph., § 158.
s «Aqui, un miembro determina, por tanto, a cada uno de los demas solamente en la medida
en que todos juntos se encuentran en comunidad como partes de una esfera total del conoci
miento, fuera de la cual nada se deja pensar bajo cierta relacidn» (Logik, IX, 107). Cf. B 127.
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El negador de los negativos
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Kant y el final de la metafisica
sus constitutivos contienen sus cotos, como todas las modificaciones de las cosas consisten en
las variaciones de sus llmites y no pueden ocurrirles otros cambios, el ser finito, por el hecho
mismo de su finitud, puede adoptar sucesivamente diferentes acotaciones y, en consecuencia,
diferentes modos».
8 «Como un grado de realidad con respecto al que es posible un grado mas alto se llama coto
{limes, Schranke), un ser que tenga un coto se Uamara finito, restringido (endlich, einges-
chrankt), un ser que no tenga ninguno se llamara infinito (uneingeschrankt). Luego un ser
que tenga el mayor grado de realidad (realissimum) es infinito, el resto de las cosas, finitas»
(Baumgarten, Metaph., § 248). Kant anota al margen: «Spatium et tempus habent terminos»
{Rx 3598). Por tanto, es necesario traducir limitatum (eingeschrankt) por «acotado» y no por
«limitado», si queremos respetar la distincion kantiana entre restriction {limes, Schranke)
y limite (Grenze). «Los limites son negaciones que excluyen la mayor adicion posible. Las res
tricciones son negaciones que lo excluyen todo respecto de lo mas grande (conjunto) dado,
excepto algo» {Rx 4322).
9 «Si nos representamos como necesaria para un ser restringido la existencia de un ser que es
el mas real, esto procede del hecho de que tan solo podemos pensar las cosas restringidas y
sus determinaciones negativas limitando (limitieren) el concepto mas real. Ahora bien, una
posibilidad mayor no puede componerse de otras mas pequenas. Y la posibilidad general no
es un agregado de todas las posibilidades particulares, sino que estas son consecuencias de
aquella. La cosa restringida es lo que tiene alguna realidad de todo lo posible y, con ello, es
distinta de las demas. Pero algo que se diferencia de todo lo posible solo es pensable por el
todo» CRX4262). En su comentario del Ideal trascendental, Schelling aproxima a un texto de
Malebranche la comparacion de los seres restringidos con las figuras en el espacio: «Por el
ser en general... creo que aquel padre (Malebranche) entendio no un ser vago e indetermina-
do, sino el Ser absoluto que difiere de los seres particulares restringidos, como el espacio
absolute y sin restricciones difiere de un circulo o de un cuadrado» (Schelling, Ph. der
Mythologie, I, 279 y 287).
192
E l negador de los negativos
10 «Las consecuencias se encuentran ligadas con los fundamentos, pero no como partes en un
todo» (Rx 4049); «La relacion de una parte y su complemento con respecto al todo debe ser
mutua y homogenea; por tanto, una consecuencia no puede ser parte del fundamento, ni per-
tenecer con su fundamento a un mismo todo. El pensamiento no es una parte del hombre; es
su consecuencia* (Rx 3787). Folge traduce «rationatum» = aquello que tiene su razon en
cosa con gue s e halls en relacion de dependencia y nunca de coordination. Cf.
Baumgarten, Metaph., §§ 14 y 28.
193
Kant y el final de la metafisica
194
El negador de los negativos
x) en uno de los miembros disyuntivos (A’, A ”...) del conjunto A. Es, pues: 1°
poner un sujeto en la parte de una esfera de la que hemos sustraldo el resto;
y 2° cualificarlo por el hecho mismo de haber sustraldo ese resto. «Los cono-
cimientos se excluyen reclprocamente, pero, con ello, no obstante, determi-
nan en el todo el verdadero conocimiento, puesto que todos en conjunto for-
man el entero contenido de un unico conocimiento dado» (B 89). Por tanto,
la determination-predication tan solo tiene valor apodictico si estoy seguro
de haber limitado integramente, en la esfera predicativa, la parte que le con-
viene al sujeto por determinar, - o aun: si estoy seguro de haber agotado
todos los juicios indefinidos que le conciernen. Al comienzo de la Analitica de
los conceptos, Kant pone un ejemplo de juicio indefinido que produce tan
solo una determination incompleta: el alma es no mortal. Con ello, «no he
dicho otra cosa sino que el alma pertenece al conjunto infinito de las cosas
que permanecen cuando elimino todo lo que es mortal. Asi no hacemos mas
que restringir la esfera infinita de todo lo posible, de manera que lo mortal se
separa de ello y el alma es puesta en el espacio restante de su extension. Pero,
con esta sustraccion, aquel espacio sigue siendo siempre infinito y aun pode-
mos eliminar muchas de sus partes sin que el concepto de alma aumente en
nada y se determine positivamente» (B 88). Solo llegaremos a una determi
nacion afirmativa si operamos en un conjunto tal que los juicios indefinidos
-q u e solamente indican que el predicado se encuentra en lo que resta de la
esfera- acaban por circunscribir una parte positiva de la esfera. Este es el
papel de la esfera disyuntiva. No solo me garantiza que puedo excluir todas
las partes menos una, sino tambien que una serie de exclusiones localizara el
predicado que pertenece al individuo. Lo cual no va en absoluto de suyo en el
nivel del juicio indefinido: afirmando que x es no A, no determino nada «mas
alia de la esfera finita A, sino simplemente que el objeto pertenece a la esfe
ra exterior a A, la cual, propiamente hablando, no es una esfera, sino tan solo
el hecho de que una esfera es limitrofe respecto del infinito, o la limitation
misma» (Logik, IX, 104)‘4. En este estadio, la negation no es mas que recha-
zo del contenido en la alteridad anonima de lo posible, -este es el motivo por
el que Hegel declarara absurdo el juicio indefinido, a la vez predication y
ausencia de predication1®.Pero es importante que Kant emplee aqui las pala-
bras A n g r e n z u n g y B e g r e n z u n g (limitation), y n o y a B e s c h r a
n k u n g (acotacion); pues debemos distinguir la negation limitadora y la
negation acotadora. Cuando limita, la negation es una abstraction y relega
el contenido a la indiferencia; cuando restringe (einschrankt), pone el conte
nido por diferenciacion. «Las restricciones son negaciones que lo excluyen
todo, salvo una cosa, respecto del maximo dado» (Rx 4322). El limite es la
das poniendo el sujeto como continente, el predicado como contenido simultaneo o conjun-
tivo. O al contrario: el sujeto como contenido, el predicado como continente alternative o dis-
yuntivo» (Leibniz, Ph. Sch., VII, 223). Desde este segundo punto de vista, los conceptos son
considerados entonces como «agregados disyuntivos de individuos». Cf. Leibniz, Fragmente
zur Logik (ed. Schmidt), p. 185).
'4 Cf. la presentation de la ciencia de los llmites en los Prolegdmenos, IV, 361.
*5 Hegel, W. Logik, II, 285.
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21 Spinoza, Carta 36 a Hudde, PL, p. 1246 [trad. esp. Correspondencia, Madrid, Alianza,
1988].
22 Dortous de Mairan, Cuarta carta a Malebranche, ed. Moreau, p. 154. «Aunque la extension
niegue en si el pensamiento, aqui no hay ninguna imperfection. Pero, si por el contrario se
viese privada de una cierta extension, habria aqui una imperfection; ocurriria esto, si estu-
viese determinada o si estuviese privada de duration o lugar» (Spinoza a Hudde, Carta 36,
PL, p. 1247).
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to depende de lo que la rodea: sea esto el aire o nada, lo mismo da»2s. Esto
significa afirmar contra Spinoza que no viene a ser lo mismo concebir la
extension sin extension (en el caso de una extension restringida) y la exten
sion sin existencia. Y esta respuesta tan solo es admisible si aceptamos distin-
guir entre el no ser en si como negacion de la existencia y el no ser como nega
tion en la «naturaleza» de la cosa; conduce, pues, -M airan lo senala inmedia-
tam ente- a establecer una diferencia entre el piano de las realidades y el de
la existencia mundana, donde ya no es inconcebible la vecindad de algo y
nada24. Spinoza tan solo puede ser refutado si nos procuramos la posibilidad
de tener una idea positiva de las privaciones. Tambien Leibniz entrevio el pro-
blema. Una vez hubo afirmado la compatibilidad de todas las formas simples
o perfecciones, puesto que -e n razon de su simplicidad- no pueden contener
negaciones25, debe explicar como realidades positivas, «in mundo», pueden
excluirse de la existencia: «Sin embargo, esto sigue siendo ignorado por los
hombres: ide donde precede la incomposibilidad de los diversos, o como
puede ocurrir que esencias diversas combatan una contra la otra, cuando
todos los terminos puramente positivos parecen ser compatibles entre si?»26.
Cuando sostiene que lo simple y la nada son los dos terminos simples funda
m en tals, se orienta hacia una explication; pero esto comporta orientarse
tambien hacia una reintegration de la negacion entre los conceptos positi
ves2?. Ahora bien, reconocer que una cosa es el piano de las realidades (com
patibles) y otra el piano de las realidades existentes (que pueden excluirse
reciprocamente), esto, como senala Gueroult, significa «admitir la idea de un
principio diferente para las esencias y las existencias, y concebir en esta dife
rencia una de las fuentes de la distincion entre el entendimiento y la voluntad
de Dios. Entonces, habria que suponer leyes heterogeneas para lo inteligible
y para el fenomeno...»28.
Unicamente el kantismo satisface la exigencia que salia a la luz a traves de
la filosofia dogmatica, permitiendo pensar la indisolubilidad de la realidad y
la negacion en los seres mundanos. Como la existencia es una position abso-
luta, individualiza el ser finito -co n mas derecho que en M alebranche- y le
impide considerarse como un modo; desaparece, pues, la tentacion de consi-
derar el todo de la realidad como la conjuncion masiva de realidades existen
tes. La comprension dogmatica de la existencia nunca permitia justificar cla-
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Kant y el final de la metafisica
200
El negador de los negativos
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Kant y el final de la metafisica
hacia el Oeste no se mueve hacia el Este o el Sur, etc., y no esta en todos los
lugares a la vez: otras tantas negaciones que conciernen a su movimiento.
Pero, entre todas estas negaciones, solamente lo que todavla es positivo en el
movimiento hacia el Oeste, lo mismo que hacia el Este, da lugar a una oposi
cion real, cuya consecuencia es cero» (ibid. 176).
Asi, por una parte, los defectos (defectus) de que se trataba en el escrito
de 1759 indican que los contenidos positivos a los que afectan son distintos
del fundamento real; como hemos visto mas arriba, Kant apenas decia otra
cosa que Malebranche («Pero en el Ser infmitamente perfecto no hay en abso
lute nada»). Por otra parte, la oposicion real entrana la presencia en el «Ser»
-o , al menos, en lo que el dogmatismo consideraba como ta l- de supresiones
(resultado de conflictos), muy diferentes de las simples negaciones, puesto
que exigen un principio positivo y no un mero «fundamento logico». Como el
axioma parmenideo no se vuelve a poner en cuestion, tan solo se muestra con
ello que la consecuencia de una oposicion real no es una nada. Y se plantea el
siguiente problema: dado que la nada no es, icual es el estatuto de esta opo
sicion que es, no obstante, un conflicto, y cuya presencia hay que reconocer en
el mundo? £Que debe ser el «ser» finite y mundano con respecto al Ser infi
nite para que podamos encontrar en el una relation incompatible, ciertamen-
te, con el Ser infinito? 36
Comprendemos con ello la incidencia que tendra en teologia «la introduc
tion en filosofia del concepto de magnitud negativa». Lejos de prefigurar el
hegelianismo, hace posible la cesura definitiva entre lo finite y lo infinite.
Ciertamente, los miembros de la oposicion real son positivos y su resultante
(el reposo) es algo; pero es tambien signo de que no han venido al ser dos rea
lidades (dos movimientos posibles). Ahora bien, seria inconcebible que, en la
o m n i t u d o r e a l i t a t i s , e 1 encuentro de dos determinaciones produje-
se una supresion de realidad. Puesto que dos realidades positivas, para no-
sotros, pueden entrar en conflicto, dcomo podrian todas estas realidades reu-
nirse en un ser que, por definition, excluye cualquier «negativum»? Lo que
en un cuerpo empirico es solamente incompatibilidad de dos positivos, se
convertiria de manera absurda, en este nivel, en defecto o en carencia absolu-
ta. «No porque semejante ser sea el mas real entre todos los seres posibles,
siendo incluso posibles todos los demas tan solo por el, seria menester com-
prender que toda realidad posible pertenezca a sus determinaciones...
(Cierto), la repugnancia real es algo completamente distinto de la repugnan-
cia logica 0 contradiction, pues lo que se sigue de esta es absolutamente impo-
sible. Pero en el ser supremamente real, no podria haber ninguna repugnan-
36 Problematica que no deja de evocar la de Sartre al comienzo de L ’ tre et le Neant [trad. esp.
El ser y la nada. Ensayo de ontologia fenomenoldgica, Madrid, Alianza, 1984]: dado que la
nada no es, id e donde viene que podamos emitir juicios negativos y que haya negatividades
en el ser? «El ser en si no seria capaz de producir esta nada intramundana: la notion de ser
como plena positividad no contiene la nada como una de sus estructuras... De aqui la pregun-
ta: si la nada no puede ser concebida ni fuera del ser, ni a partir del ser y si, por otra parte,
siendo no-ser, no puede extraer de si la fuerza necesaria para anularse, id e donde procede la
nada?» (op. tit., pp. 58-61).
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Kant y el final de la metafisica
43 Sobre la incompatibilidad entre el infinito y «lo entero y acabado», cf. Aristoteles, Fisica,
III, 207ato-t5 [trad. esp. Fisica, Madrid, Gredos, 1995].
44 Malebranche, Entretiens metaph., VIII, 7, p. 176 [trad. esp. Conversacion.es sobre la meta
fisica y la religion, Madrid, Encuentro, 2006].
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Kant y el final de la metafisica
4 8 Cf.la critica «dogmatica» que Sartre hace de Hegel: «Nieguese todo lo que se quiera del
ser, no podremos hacer que no sea por el hecho mismo de negar que sea esto o aquello... El
ser esta vaclo de toda determination diferente de la identidad consigo mismo; pero el no-ser
esta vacio de ser. En una palabra, lo que hay que recordar aqui contra Hegel es que el ser es
y la nada no es» (L’ tre et le Neant, pp. 50-51). A la luz de este pasaje, podriamos definir la
position de Kant en el Ideal trascendental como el minimo de dogmatismo (en sentido kan-
tiano) que hay que aceptar para no ser hegelianos.
49 Gueroult, Dynamique et meta., pp. 164-170. «E1 acuerdo queda establecido enteramente,
pues, entre la dinamica y una metafisica que, suprimiendo en todas partes las oposiciones
reales para dejar subsistir tan solo las oposiciones logicas, niega la posibilidad misma de la
destruction de lo positivo por lo positivo, niega que lo negativo pueda tener realidad propia»
(p. 168).
s° Hegel, W. Logik, I, 164.
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Kant y el final de la metafisica
cion del despliegue estrictamente racional, la mas flagrante metabasis eis alio genos. Merecia
la pena hacer el esfuerzo con el fin de elevarse hasta el punto de vista puro de la razon para
volver asi a caer en la experiencia» (Ph. myth., I, 276).
53 Hegel, W. Logik, II, 167.
54 «A1 identificar la suma de la realidad con la magnitud de la perfection siempre se produce
un gran malentendido; hemos visto mas arriba que el displacer es tan positivo como el pla
cer; ahora bien, tquien lo llamaria una perfection?* {Neg. Gr., II, 198).
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E l negador de los negativos
55 Spinoza, Court traite, Primera parte, cap. II, § 2, nota [trad. esp. Tratado breve, Madrid,
Alianza, 1990],
56 Hegel, Enzyklopadie, §§ 36 y 49 [trad. esp. Enciclopedia de las cienciasfilosoficas en compen
dia, Madrid, Alianza, 2005].
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Kant y el final de la metafisica
no son conscientes de que, con ello, se alinean con la opinion del panteismo abstracto de los
eleatas e incluso, de hecho, con Spinoza. La conception filosofica que toma por principio El
ser tan solo es el ser, la nada no es mas que la nada merece el nombre de sistema de la iden-
tidad; esta identidad abstracta es la esencia del panteismo*.
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E l negador de los negativos
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Kant y el final de la metafisica
64 Schelling, Ph. Mytho., 283, nota. Particularmente a partir del Ideal se ha hecho posible la
querella del ateismo. Cf. la carta de Lavater a Reinhold del 16 de febrero de 1799: «Un Dios
sin personalidad, sin existencia, que no crea nada y no da nada, no es un Dios, tan cierto como
que hay un Dios viviente, un Dios espiritu, una luz sin sombra y un amor que lo vivifica todo.
En las cosas mas santas, entretenerse con palabras magicas, vacias de sentido, es el mas
impio de los juegos» (citado por Xavier Leon, Fichte, II, 159).
214
Capitulo VIII
El simbolismo analogico
D E R E C H O A S IM B O L IZ A R
1 Grundl., IV, 458. Cf. Friedrich Kaulbach, «Der Begriffdes Standpunktes...», enArchiv filr
Philosophie, Band XII (Junio 1963). El autor muestra como la nocion de «punto de vista»
gobierna la analogia entre la Critica de la razon pura y la revolution copernicana, que es difi-
cilmente justificable de modo literal: dno es considerado el sujeto como en reposo con respec-
to a los objetos? En realidad, Copernico tan solo es ejemplar para Kant en la medida en que
considera nuestra situation terrestre como un simple «punto de vista» con respecto a la
razon, que, por su parte, no se encuentra vinculada a ningun lugar. La actitud de Copernico
muestra que la razon tiene derecho a elegir, para situarse en el, el punto de vista que le resul-
te mas comodo; de ahi surge la idea de la libertad del punto de vista para la razon, de su des-
arraigo de derecho. «Copernico hace la experiencia de la libertad de election del punto de
vista y hace uso de ella como fisico. Kant conoce esta libertad en cuanto tal y situa la razon en
el punto de vista de la libertad* (p. 22).
215
Kant y el final de la metafisica
2 Cf. Rx 4256. Grundl., IV, 461; KpV, V, 70. «Si pienso e l e n s r e a l i s s i m u m como prin
cipio de toda realidad, digo: Dios es el Ser que contiene el principio de todo aquello que, en
el mundo, hace necesario que nosotros, hombres, admitamos un entendimiento (por ejem-
plo, toda finalidad en el mundo); se halla en el origen de la existencia de todos los seres del
mundo, no por necesidad de su naturaleza (emanacion), sino segun una relation por la que
nosotros los hombres debemos admitir una Voluntad libre, si queremos hacernos compren-
sible su posibilidad. Aqui, la naturaleza del Ser supremo (objetivamente) sigue siendo inex-
plorable y puede ser puesto fuera de la esfera de todo conocimiento teorico posible, pero este
concepto puede conservar, no obstante, una realidad (subjetivamente) desde el punto de vista
practico (para la conducta en la vida)» (Vomehme Ton, VIII, 400-401).
3 «Quien admite una Idea de la Razon con la que no puede concordar ninguna ley de la expe-
riencia es un entusiasta; quien admite leyes de la experiencia con las que no es conciliable
ningun uso de la razon es un supersticioso. Pero quien admite el acuerdo entre la razon y la
experiencia en el juicio sobre un objeto conocido como necesario y, al mismo tiempo, no quie
re admitir ningun otro objeto mas que aquel cuya existencia es suficientemente probable por
la razon y la experiencia, este es un incredulo... La incredulidad tiene como principio negar
todo lo que no puede ser objeto de experiencia. Pues alii donde faltan razones objetivas para
creer, quedan siempre razones subjetivas» (Rx 6217, 6218).
216
El simbolismo analdgico
4 «No podemos decir que conozcamos con certeza, ni siquiera incluso con verosimilitud, por
razones objetivas que Dios existe. Pues la verosimilitud (aproximacion con respecto a aque-
Uo de lo que puede haber certeza) exige leyes que se encuentren sometidas a la naturaleza que
conocemos, y respecto de las cuales habria que admitir que explican tambien el origen de la
naturaleza misma. Pero tal cosa supone pasar de la naturaleza a un orden completamente dis-
tinto (metabasis) y querer, sin decirlo, que la misma regia que vale para las cosas de un gene-
ro determinado valga tambien para las cosas que se encuentran fuera de el, de manera que
ninguna verosimilitud puede cualificar un razonamiento que va de un efecto limitado a una
causa ilimitada» (Rx 6110). Cf. Vornehme Ton, VIII, 396.
217
Kant y el final de la metafisica
rias organicas -algo que tampoco concibe ningun hombre y que no podemos
negarnos a admitir, aunque para nosotros sea un misterio y siga siendolo. No
obstante, comprendemos muy. bien lo que quiere decir esta expresion»
(.Religion, VI, 144). O aun, aunque dejemos «en suspenso» (unausgemacht)
la cuestion de saber si lo que llamamos deber no es un concepto vacio, pode
mos al menos «mostrar lo que pensamos con ello y que quiere decir este con-
cepto» (Grundl., IV, 421).
Comprendemos mejor por que la «suposicion» del Ser supremo no perte-
nece a las reglas de la administration de la prueba: no es nada mas que un sub-
terfugio semantico, cuya audacia mediremos si lo reinscribimos en la filosofia
del lenguaje posterior a Locke. En efecto, Kant se atreve a llevar a cabo de
forma expresa lo que Locke y Condillac describian como el mecanismo de la
alienation del lenguaje. Para evitar una variation demasiado grande de las sig-
nificaciones, los hombres supondran que el signo se refiere a una esencia real
que el nombre se encargaria de significar, cuando de hecho «sus palabras sig-
nifican tan solo las ideas que tienen en el espiritu»s. «Interrumpimos pronto
y referimos los signos a realidades respecto de las que en absoluto tenemos
ideas»6, y que somos incapaces de explicar por demostracion. Segun se preten-
de, se trata de arquetipos, de modelos, iy si tan solo fuesen palabras - y nos
veriamos muy embarazados para mostrar su sentido? Todo comienza aqui: por
desatencion a la naturaleza del signo, confundimos signo e imagen (tamquam
imagines) y postulamos que las palabras son imagenes de para enmascarar
que no son signos de nada, como es siempre el caso en metafisica; preferimos
la imagination semantica a la critica del verbalismo... Ahora bien, ino condu
ce el uso epistemologico del Ideal trascendental a la normalization - esta vez
muy consciente- de semejante abuso? Hay expresiones que debemos com-
prender, y tan solo podemos hacerlo refiriendolas a una «realidad» 0 a una
«cosa trascendental» que nos es imposible mostrar. Y al empirista no le impor-
ta que esta «cosa» sea una no-cosa si, sea cual sea el estatuto ontologico que le
otorguemos, nos permite fijar el sentido de una palabra vatia. La «fe doctri-
nal» asume la ilusion que Locke descubria en el corazon del «discurso filoso-
fico»: mientras que el entero discurso de los filosofos solo se apoya en el sen
tido de las palabras, no se preocupan de circunscribirlo, sino que postulan cie-
gamente que las signification^ que usan reflejan algoL Esta convention
absurda les da derecho a significar sin designar, a comprender sin ver.
Posibilidad claramente rechazada en los Traume: «No se si hay espiritus;
es mas, no se ni siquiera que significa la palabra espiritu... Si este concepto
fuese extraido de nuestros propios conceptos de experiencia, habria un proce-
dimiento facil para hacernoslo distinto: tan solo indicar los signos de seres de
esta especie que nos han revelado los sentidos y mediante los que los distingui-
mos de las cosas materiales. Ahora bien, incluso cuando hablamos de espiri-
218
E l simbolismo analogico
219
Kant y el final de la metafisica
(Sobre Eberhard, XX, 386). Seguro que no. Pero falta saber si no tiene a su
disposition otros recursos, aparte del simbolismo de tipo matematico.
Garantizarle al metafisico el derecho a la palabra consistira, pues, en deducir
su derecho a simbolizar y, a este efecto, en arrebatarle el monopolio del «sim-
bolismo» a la «caracterizacion» o designation operacional.
En los textos concernientes a la matematica, Kant se ve llevado a identifi-
car (o a dejar que se crea que identifica) el sentido de un concepto con su mos-
tracion en la intuition, mas alia de la cual tan solo cabra «un juego de la ima
gination o del entendimiento con sus respectivas representaciones» (B 204).
En otros lugares, sucede algo distinto. Asi, en el § 59 de la KU. El conocimien-
to intuitivo, opuesto siempre al conocimiento discursivo, se entiende de
manera diferente, puesto que ya no comprende la caracteristica algebraica; el
«modo intuitivo» se subdivide en esquematico y simbdlico, pero a los simbo-
los no les pertenecen «simples caracterismas, es decir, senalizaciones de con-
ceptos por medio de signos sensibles asociados a ellos, sino que no contienen
nada de la intuition del objeto... por ejemplo, ya se trate de palabras, ya de
signos visibles (algebraicos o incluso mimicos), como meras expresiones para
conceptos» (KU, V, 352). Con ello, la «presentation* (Darstellung) de los
conceptos debe entenderse en un sentido mas vasto que la «presentacion»
que define la construction matematica. Si la intuition es el unico garante de
la objetividad, la fijacion del concepto a un signo sensible -com o la del nume-
ro «en las bolas de las tablas de calculo o en las rayas y puntos colocados
delante nuestro* (B 205)- no es el garante del sentido, y no es verdad, como
pretendia Condillac, que «las palabras deban ser a las ideas de todas las cien-
cias lo que las cifras son a las ideas de la aritmetica*11. Una palabra, una
expresion («unidad sistematica»), no quedan desprovistas de sentido por no
ser senalables en lo sensible; todavia pueden ser ilustradas «simbolicamente»
por medio de una representation, incluso abstracta (Dios en cuanto objeto en
la Idea), que basta para proporcionarles un sentido.
220
El simbolismo analogico
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Kant y el final de la metafisica
222
E l simbolismo analdgico
n «No queda nada (so bleibt nichts als)» mas que la universalidad de la ley segun la que se
producen efectos para darle un sentido al imperativo (G r u n d lIV, 420-1). Las otras dos for-
mulaciones, menos esenciales, tendran principalmente un merito pedagogico: hacer mas
intuitivo el criterio (ibid., 437).
18 Hume, Dialogues, Cuarta parte, p. 83 [trad. esp. Dialgos sobre la religion natural, Madrid,
Alianza, 1999]. Kant responde a esta pregunta en el § 80 de la K U (V, 420-1): ambas hipote
sis no tienen el mismo valor, pues una le da una respuesta suficiente a la pregunta por la uni-
dad del principio.
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Kant y el final de la metafisica
I l l L im ites de la analogia
‘9Gilson, Espritph. medievale, p. 98 [trad. esp. El espiritu de lafilosofia medieval, Madrid, Rialp,
1981].
20 Leibniz, Opuscules, p. 440.
224
El simbolismo analogico
225
Kant y el final de la metafisica
miento cientifico esta mas aca de la analogia: tan solo podemos determinar un
individuo o una especie dejando de lado los caracteres universalmente analo-
gicos; asl, para determinar las especies de un genero, nos cuidaremos de ape-
lar a rasgos comunes a todos los vivientes (sueno, crecimiento, respira-
cion...)23. La analogia tan solo tiene utilidad en el interior de un genero deter-
minado, que no es un ser de razon.
23 Aristoteles, De partibus animalium, 639a20 [trad. esp. Partes de los animales, Madrid,
Gredos, 2000].
24 No podemos hacer nada mas en filosofia, donde los «momentos» de verosimilitud no pue-
den cuantificarse como en matematica, ni medirse con respecto a la certeza, sino solo «sope-
sarse segun el efecto»; no hay logica de los probables (Logik, IX, 82).
25 «dLas bestias son maquinas? Me parece que sus operaciones, los medios con que obran y
su lenguaje de accion no permiten suponerlo; seria cerrar los ojos a la analogia* (Condillac,
Traite des animaux, p. 685).
226
El simbolismo analogico
26 «Hay que considerar, como digo, que juicio elevaria este hombre sobre los animales que hay
entre nosotros, cuando los viese; principalmente si estuviese imbuido del conocimiento de
Dios o, al menos, hubiese notado en que medida toda la industria que usan los hombres en sus
obras es inferior a la que la naturaleza hace aparecer en la composition de las plantas...»
(Descartes, Cartas [a Reneri?], marzo de 1638, PL, p. 1005), Volvemos a encontrar la misma
fiction en Voltaire, Decimotercera Lettre philosophique [trad. esp. Cartas filosdficas,
Barcelona, Altaza, 1993]; pero los ingenuos de Voltaire, descubriendo sucesivamente los vege-
tales y los animales, concluyen «un poder que no es explicable mediante mecanica alguna».
22Rx 3292. La misma frase en la Logik (IX, 133) comporta una negation y dice exactamente
lo inverso, -lo cual contradice la nota del § 90 de la KU.
28 «Todas las cosas pueden ser dispuestas en forma de series, no en cuanto las referimos a
227
Kant y el final de la metafisica
algun genero de ser, como hicieron los filosofos que las dividieron conforme a sus categori-
as...» (Descartes, Regia VI [trad. esp. Reglaspara la direccion del espiritn, Madrid, Alianza,
1984]).
29 Locke, Essai, III, cap. 3, § 13.
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E l simbolismo ancilogico
V K ant a c e p t a l a c r i t i c a d e l r a z o n a m i e n t o p o r a n a l o g i a q u e t .t.f v a a
cabo H ume
3 ° Hume, Enquete, cap. II, p. 200 [trad. esp. Investigation sobre el entendimiento humano,
Madrid, Istmo, 2004]. Cf. Einzig Beweis, II, 160.
a1 Hume, Enquete, p. 198.
229
Kant y el final de la metafilsicci
Kant recupera muy pronto este lenguaje. Cuando he hablado de una ana-
logia entre la gravitation universal y las leyes que rigen el mundo de los espi-
ritus, responde a Mendelssohn, que se habia tornado demasiado en serio los
Traume, se trataba «mas bien de un ejemplo que mostraba hasta donde
podemos llegar, y sin ninguna contradiction, en las divagaciones filosoficas
cuando faltan los datos y como, ante este problema, es preciso estipular que
se exige para su solution si no faltan los datos requeridos» (Carta del 8 de
abril de 1766, X, 72). Si, para comprender la relation que pueda tener con el
mundo de los espiritus o con cualquier ser suprasensible, nos vemos obliga-
dos a transferirle a lo que es por entero diferente del mundo determinacio-
nes que tan solo tienen sentido en lo sensible, no forjamos mas que una «fic-
cion heuristica» sin valor. Kant nunca se echara atras respecto de esta con
clusion, -perm anece fiel a los dos principios de Hume, pero no puede con-
tentarse con ellos. El lenguaje teista es injustificable, pero no es verdad, como
pretende Hume, que no nos sirva para nada y que la formulation de Dios sea
tan «inutil» como «incierta». «Aparte de que el curso ordinario de la natura-
leza puede convencernos de que casi todo se regula por maximas y principios
diferentes de los nuestros, ademas de esto, digo, es preciso que cualquier
razonamiento que concluya a partir de las intenciones y proyectos de los
hombres los de un Ser tan diferente y superior en tan alto grado parezca evi
dent emente contrario a todas las reglas de la analogia» 32. Aceptemos la
segunda parte de esta frase, pero no la primera, y le tomaremos la medida
exacta a la dificultad que Kant estima resolver en los §§ 57 y 58 de los
Prolegomenos (IV, 356 a 360). Si bien no tenemos derecho a determinar la
relation del mundo con una inteligencia creadora, es un hecho, sin embargo,
que suponemos en el mundo una «Vernunftform» y que la observation del
curso de la naturaleza nos hace llamarlo «vernunftmassig». Ciertamente,
esta palabra es equivoca: dconforme a una razon que lo gobernaria?, o, icon-
forme a la seguridad que tiene nuestra razon de orientarse siempre a traves
de un orden? Ambas son verdaderas, - y esto es lo que hemos de expresar: la
Naturforschung determina un orden respecto del que tiene conciencia, al
mismo tiempo, de no ser su autora. La critica de Hume prohibe formular
esto, impidiendome determinar -co n todo derecho- una causa mas alia de lo
que autoriza el efecto, como si la prohibition de decir lo que no veo tuviese
como contrapartida la de enunciar lo que me parece. Decir que el mundo me
parece apropiado para el pleno ejercicio de la razon humana, conforme a mi
razon, todavia no es prejuzgar respecto de su origen y pretender, 0 incluso
sobrentender, que fue dispuesto por una razon divina. Y la relation traditio
nal de la obra con el obrero ya no tiene el mismo alcance segun la pongamos
en paralelo con: 1° la relation del orden del mundo con el efecto de inteligi-
bilidad que suscita en mi, o 20 la relation del mundo con la causa de la que
seria efecto. En este ultimo caso, la analogia es un rodeo para determinar
(fraudulentamente) un cuarto termino incognoscible; en el otro, tan solo es
el comentario de una relation dada, cuyos dos terminos son de igual modo
32Ibid, p. 201.
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El simbolismo analogico
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Kant y el final de la metafisica
33 Cf. Religion, VI, 65, nota [trad. esp. La religion dentro de los limites de la mera razon,
Madrid, Alianza, 1986].
34 Platon, Republique, V, 476 c [trad. esp. La republica, en Dialogos, V. 4, Madrid, Gredos,
2003].
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El simbolismo analogico
35 Cf. Gottfried Martin, Problem der Principienlehre, Kantstudien, Band 52, Heft 2, pp. 179-81.
36 Encontramos la expresion en la Metafisica de Baumgarten, mencionada peyorativamente:
«E1 antropomorfismo grosero es el error de quienes le atribuyen a Dios una figura, por ejem-
plo humana; el antropomorfismo sutil, el error de quienes le atribuyen a Dios las imperfec-
ciones de las cosas finitas (de los hombres)» (§ 848).
37 Hume, Dialogues, Duodecima parte, pp. 167-8.
3 8 Deleuze, Empirismo et subjectivity, p. 77 [trad. esp. Empirismo y subjetividad, Barcelona,
Gedisa, 1996].
39 Kriiger, op. cit., p. 193.
4 ° Proleg., IV, 360. Cf. Rx 6038.
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El simbolismo analdgico
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Kant y el final de la metafisica
42 B 460.
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E l simbolismo analdgico
43 «La position de los tirculos unos con respecto a otros, la concordantia en la direction, la
excentricidad, todo esto puede ser reducido a las causas mecanicas mas simples y podemos
esperar firmemente su descubrimiento, porque sus principios son los mas faciles y distintos.
Pero desde el momento en que se trata de la menor planta o el menor insecto, ipodemos alar-
dear de semejantes ventajas? Podemos decir: tdadme materia, os mostrare como puede ser
producida una oruga? dNo nos vemos, aqui, desde el primer paso, hundidos en la ignorancia
respecto de la verdadera naturaleza del objeto y en la complejidad de lo multiple que encon-
tramos en el? Que nadie se sorprenda, pues, si me permito decir: conoceremos la formacion
de todos los cuerpos celestes, la causa de sus movimientos, brevemente el origen de toda la
constitution presente del mundo, antes de conocer distinta y enteramente la production de
una sola hierba o de una sola oruga por medio de principios mecanicos* (Th. Himmels, I,
230). El tema no tiene nada de original en la epoca. «E1 gran Descartes*, decia Reaumur,
«prejuzgo menos respecto de las fuerzas de su genio cuando emprendio explicar la formacion
del universo que cuando intento explicar la formacion del hombre*.
44Adviertase, con Adickes, que es Stahl (y no Lavoisier) quien representa a la quimica entre
los grandes fundadores, en el Prologo a la Crltica.
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Kant y el final de la metajisica
45 «Mi intention ahora tan solo es determinar con exactitud el concepto de raza, si las hay en
el genero humano; la explication del origen de las razas realmente dadas, a las que con dere
cho hemos de dar este nombre, tan solo es obra accesoria, respecto de la cual puede pensar-
se lo que se quiera» (Bestimmung, VIII, 91).
46 Meyerson, Identite et realite, p. 355 [trad. esp. Identidad y realidad, Madrid, Reus, 1929].
47 Cf. N. Hartmann, Ph. der Natur, p. 233 y ss. [trad. esp. Filosofia de la naturaleza, en
Ontologla, V. 4, Mexico, FCE, 1986, 2a ed.].
48 Buffon, Morceaux choisis (Gallimard), p. 316.
238
E l simbolismo analogico
23 9
Kant y el final de la metafisica
240
El simbolismo analdgico
Ahora bien, no ocurre asi. Entre 1787 y 1789 va a nacer un «escrupulo cri-
tico», cuyas huellas no conserva la Correspondencia, pero que aparece con
evidencia cuando comparamos el Apendice a la Dialectica (reeditado en 1787)
con la Primera introduction a la KU (escrita en 1789). A 1 enviar este texto a
Beck, Kant lo resumirla asl: «Lo esencial del prologo trata sobre esta presu-
posicion particular y extrana de nuestra razon: que la Naturaleza, en la mul-
tiplicidad de sus productos, ha consentido -p o r asi decir voluntariamente y
con vistas a nuestra facultad de comprension- en acomodarse a los limites de
nuestra facultad de juzgar por la simplicidad y unidad descifrables de sus
leyes, presentando la infinita diversidad de sus especies segun una ley deter-
minada de continuidad que hace posible su unification bajo un pequeno
numero de conceptos genericos; no que conozcamos esta finalidad como
necesaria en si, sino que tenemos necesidad de ella y estamos igualmente legi-
timados para admitirla a priori y utilizarla tan lejos como sea posible» (Carta
a Beck, 18 de agosto de 1793, XI, 441). dPor que la presuposicion, que justifi-
caba todo el Apendice a la Dialectica, se ha convertido en «extrana»? iPor
que sorprenderse de un a priori que la Critica y los Prolegomenos habian
normalizado ampliamente, si no es porque Kant tuvo conciencia de que la
metafisica no estaba enteramente muerta y de que la teologia habia sido inte-
grada mas bien que «criticada»? Hipotesis arbitraria, se dira. Entonces, que
se explique por que la Primera introduccion es una nueva version del
Apendice y por que intenta darle una formulation trascendental original
-m as aca del esquema de la analogia tecnica- a la acomodacion de la
Naturaleza a nuestra «facultad de comprension». Por ultimo, por que titula
Kant Uber Philosophic iiberhaupt lo que podria parecer la reglamentacion de
un punto de detalle.
Durante mucho tiempo, se prefirio negar contra la evidencia la autentici-
dad de la Primera introduccion. Este escrupulo erudito era muy comodo: a
este precio, la Critica del Juicio se convertia, tras la Dialectica Trascendental,
en un segundo «addendum» a la Analitica, en el que Kant juzgo conveniente
reunir algunas opiniones sobre el sentimiento de lo bello y (sin gran preocu-
pacion por la coherencia) sobre la especificidad del viviente. El hecho de que
la Primera introduccion retome el final de la Dialectica nos parece, por el con-
trario, fundamental: indica que al final de esta, la metafisica clasica no estaba
enteramente destruida o al menos que la Critica no habia encontrado todavia
su equilibrio. - iHubo, pues, una «revolucion en la revolution* copernicana?
Dejemos aqui la revolution copernicana. Kant se hubiese sorprendido mucho
de que se hiciese de esta metafora pedagogica el emblema de la obra critica.
Si hubo revolution, hay que reinscribirla en el dialogo ininterrumpido de
Kant con la tradition: una buena parte de las Reflexionen consiste en un
comentario inflexible («una repetition*, se dice hoy) de los manuales de
Baumgarten y Eberhard. Kant arreglaba cuentas con ellos; no posaba para la
leyenda. Para el, la Critica designaba ante todo la distancia que se tomo para
241
Kant y el final de la metafisica
242
S egunda Parte
L a f r a g m e n t a c io n d e l a f in a l id a d t e c n ic a
a) La f o r m a c io n
D E L C O N C E P T O D E VTVIEN TE
245
Kant y el final de la metafisica
I N e c e s id a d d e r e c u r r ir a l a im a g e n d e l a m a q u in a p a r a p e n s a r e l
ORG AN ISM O
246
La fragmentation de la finalidad tecnica
247
Kant y el final de la metafiisica
ganico, tiene sentido ciertamente con respecto a los cuerpos. Pero no debe-
mos situar en el mismo nivel «cuerpo» y «materia»: «toda materia es en
cuanto tal sin vida (leblos)», y no le resulta esencial, por tanto, formar cuer
pos organicos o inorganicos. Por eso la divisibilidad al infinito puede ser
«aplicada a la subdivision de un fenomeno en tanto que esta llenando un
espacio», pero jamas a un cuerpo organizado en cuanto tal, pues es una tota-
lidad dada que contiene un conjunto determinado de partes. iCom o podria-
mos aplicar a un cuerpo dado y limitado la misma regia que a la materia mera-
mente espacial? El organismo solo es divisible al infinito en la medida en que
lo consideramos como region anonima de la materia, pero no podemos afir-
mar que este organizado hasta el infinito en tanto que organismos. Esto es lo
esencial: la discontinuidad entre vida y materia, la imposibilidad para aquella
de inscribirse en esta de un modo que no sea contingente. Y la
«Schwarmerei» -tod a «Schwarmerei»- comienza con el olvido de esta dis
continuidad: ya nos representemos la materia como esencialmente animada o
lo organico como reductible a lo inorganico, la confusion de los ordenes con
duce al absurdo. Contra el primer partido (los leibnicianos) sostendremos que
«incluso si la division no llegase con certeza a ninguna parte inorganica, al
menos estas partes deberian residir, no obstante, en la experiencia posible»6.
Contra el segundo partido (los materialistas), defenderemos la «emergencia»
de la organizacion. Es cuestion mas bien de claridad metodologica que de con
viction metafisica: el concepto de materia es tal que «en el hacemos abstrac
tion de toda forma (figura y textura) y solo pensamos un Stojfi (materia ex
qua) capaz de toda clase de formas» (Opuspost., XXII, 546). Hablando de un
«cuerpo material organico», nos cuidaremos, pues, de pensar «organico»
como un simple atributo; habremos de sobrentender siempre que el organis
mo es un cuerpo material y esta organizado.
Investigabamos que era lo que legitimaba el uso de la metafora artificia-
lista tradicional. He aqui la respuesta: la metafora se impone una vez que
hemos reconocido que es imposible el transito de un orden al otro. Lo com-
prendemos mejor en el Opus postumum. Kant, por cuanto que intenta pre-
sentar alii la fisica como sistema de la Naturforschung empirica (XXII, 299),
esboza una doctrina a priori de los cuerpos y se propone deducir las diversas
formas de vinculacion de las fuerzas motrices empiricamente dadas que
caracterizan las diversas especies de cuerpos. Abordando la form a de la dis
position de las fuerzas motrices en el cuerpo organico, describe asi, de mane-
ra mas precisa que antes, la fmalidad/ormaZ propia de este: «Un cuerpo de la
naturaleza es el todo de una materia vinculada de cierta forma (Form) en
cuanto a la configuration interna (textura) 0 externa (figura). Ahora bien, las
fuerzas internas formadoras pueden serlo mecanica u organicamente» (XXI,
188-9). Lo organico es, por tanto, un cierto tipo formal de estructuracion de
248
La fragmentation de la fmalidad tecnica
las fuerzas (Kant emplea aqul a menudo la palabra «Structur») que aporta
una restriction de hecho al polimorfismo de la materia. Esta definicion del
organismo, a la vez form al y negativa -q u e es aproximadamente la de Cuvier
cuando formula, por la misma epoca, la ley «de las condiclones de existen-
cia» 7- , contiene, sin embargo, una indication positiva. «Una materia organi-
ca es una contradiction, dado que la simple materia todavia no es un cuerpo
dotado de cierta vinculacion de las fuerzas motrices, y tan solo como maqui-
na puede un cuerpo tener la fuerza motriz que pensamos en un cuerpo orga-
nico» (XXI, 193). Entendamos por «maquina» simplemente un cuerpo defi-
nido por un mecanismo; diremos entonces que el organismo, en la medida en
que es mas que un trozo de materia, es al menos una maquina. «El ser maqui-
na (Maschinenwesen) -m ecanism o- significa una especie particular de fuer
zas motrices colocadas por la naturaleza en una materia...» (XXI, 186). Decir
que el organismo es una maquina viene simplemente a expresar de otra forma
el hecho de que lo pensamos en un nivel distinto de la «blosse Materie»...
II E l m o d o d e p e n s a r e l o r g a n is m o p a r e c e e n t o n c e s s o l id a r io c o n e l
D io s a r t is t a
Pero este concepto entrana otro, inseparable de el: al siglo XVIII le resul-
ta dificil no dar entrada a la palabra «intencion» (Absicht) en la definicion de
la maquina. «Cuando las partes de un cuerpo», escribe Erxleben, «estan vin-
culadas unas con otras de manera que el modo de composition tiene como
intention un cierto movimiento de las partes fluidas en el, el cuerpo se llama
un organon; y llamamos organizado a un cuerpo constituido por semejantes
organos»8. Y Kant: « (estas fuerzas motrices) son capaces de un efecto artifi
cial (kilnstlich); por ejemplo, la rigidez de la palanca que, sobre un apoyo, es
capaz de mover intencionalmente (absichtlich) con cierta fuerza un determi-
nado peso». Mas lejos aun: «Dado que cualquier maquina, pensada como tal,
es un cuerpo compuesto de partes solidas que posee una fuerza fundada y
dirigida con respecto a fines, debemos enjuiciarla (beurteilen) por analogia
con un producto del arte como obra de una causa actuante dotada de enten-
dimiento, dicho de otro modo, como obra de un autor (Urheber), incluso si no
pudiesemos encontrar ninguna causa de esta indole» 9. En resumen, el predi-
z «Estas combinaciones, que parecen posibles cuando las consideramos de una manera abs-
tracta, no existen todas ellas en la naturaleza, porque en el estado de vida los organos no se
encuentran simplemente en proximidad, sino que actuan unos sobre otros y concurren jun
tos a una meta comun. Segun esto, las modificaciones de uno ejercen influencia sobre la de
todos los demas. De estas manifestaciones, aquellas que no pueden existir juntas se excluyen
reciprocamente, mientras que otras, por asi decirlo, se Uaman» (Cuvier, Legons d’anatomie
comparee, 1800, p. 45).
8 Erxleben, Anfangsgriinde der Naturgeschichte, 1772, pp. 4-5.
? Opus post., XXI, 186 y 193. «E1 organismo es la forma de un cuerpo considerado como
maquina, es decir, como instrumento del movimiento con cierta intention. La relation inter
na de las partes del cuerpo intencionalmente dirigido por cierta clase de movimiento es el
mecanismo del cuerpo. Todas las leyes del movimiento de la materia son mecanicas, pero solo
249
Kant y el final de la metafisica
cado «ser maquina* atribuido a los cuerpos organicos prohibe, sin duda, asig-
narselos a la «simple materia», pero para hacerlos analogos a productos fabri-
cados. Este es el simbolismo tecnico legitimado.
Se preguntara por que es necesario insistir en la fabrication humana de las
maquinas hasta hacer de ella una parte de su definition: ino basta con deter-
minar la naturaleza de su mecanismo (regulation o transformation del movi-
miento)? Pero en el siglo XVIII, la maquina no es un artefacto definidopor la
coordination posible de acciones, en que varios tipos de trabajo se ajusten de
manera que uno es desencadenado o regulado por otro. Es un cierto modo de
canalization o de utilization de las fuerzas naturales con vistas a transformar
en movimiento un movimiento u otra especie de movimiento, y cuyo modelo
sigue siendo la maquina simple: polea, piano inclinado, cuna, palanca. «Las
maquinas son cuerpos rigidos (no fluidos) que, por su forma exterior (figura)
y su ensamblaje interno (textura), tienen el poder de poner en movimiento (in
eine Ortbewegung versetzen) otras materias ponderables, fluidas o rigidas»
(XXII, 599). Todavia se considera la maquina, por tanto, bien como un util
(multiplication o conservation de un efecto), bien como un instrumento (con
version de un tipo elemental de action en otro). En lo esencial, el pensamien-
to tecnico del siglo XVIII sigue siendo artesanal: la maquina le parece aun una
invention ingeniosa y considera su funcionamiento inseparable de la «action
artificiosa»10 de su creador. En su definicion, Monge insistira en ello: artificio
que convierte unas fuerzas en otras, tales que los tres elementos principales
(masa, direction, velocidad), que de modo natural raramente convienen a la
meta propuesta, sean de naturaleza tal que produzcan el efecto deseado11.
Dispositivo en esencia economico, sustituto de la action humana; es igualmen-
te lo que destaca Kant: «La mecanica, como arte de usar las fuerzas motrices
de los cuerpos rigidos para mover un peso, consiste en mover el peso a traves
de un espacio mas corto en un tiempo mas largo... La rueda con el torno, la
polea y la cuna solo son diferentes especies de economia de fuerzas en cada
momento: mediante el aumento del espacio que describe la fuerza, acortar el
espacio que describe el peso»12. No es sorprendente que la metafora maquinis-
ta haga surgir necesariamente la imagen de un entendimiento artista: la
maquina, siendo por esencia artificio, solo puede ser un modelo de finalidad
intencional. No hay organismo maquina sin presencia de un ingeniero.
250
La fragmentation de la finalidad tecnica
« Traume, II, 329. Notese que la dificultad que crea la relation organica entre alma y cuerpo
se resuelve fatil - y verbalmente- al comienzo de la Verdadera estimacidn de lasfu erzas vivas
(I, 19-21). La dificultad se desvanece si ya no medimos, como Leibniz, la fuerza motriz por el
movimiento, sino por los efectos sobre otras sustancias. «E1 alma debe poder actuar hacia el
exterior, dado que esta en un lugar. Ahora bien, si analizamos el concepto de lo que llamamos
lugar, encontramos que indica los efectos de unas sustancias sobre otras». La necesidad de
recurrir a la armonia preestabletida procedia, pues, de una «confusion de conceptos».
h Cf. Anfangsg., IV, 532-3. «Los mecanismos son la exception en la naturaleza. En la indus
tria, por el contrario, se encuentran por todas partes*. De donde el artificio de las explicacio
nes «mecanicistas»: «La explication de los fenomenos por medio de mecanismos analogos a
los de la tecnica o al menos extraidos de la mecanica de los sistemas trabados ya no es toma-
da en consideration por ningun fisico» (Pacotte, Pensee technique, pp. 32-3).
251
Kant y el final de la metafisica
Ill L lM I T A C ld N D E L CONCEPTO DE V IV IE N T E EN K A N T ; C O M P O R T A , N O O B S
T A N T E , U N A R E C TIFIC A C IO N DE L A C O N C E P C I6 N D E L O R G A N IS M O
252
La fragmentation de la finalidad tecnica
18 Johann Peter Eberhard, Erste Grilnde der Naturlehre (1774). Citado por Adickes en XIV,
366-7.
Cf. Gueroult, Descartes, II, 178.
20 Carta de Leibniz a Arnaud, Textes choisis (Prenant), p. 185.
21 Leibniz, Nouveaux essais, III, 10.
253
Kant y el final de la metaflsica
caracter comun a todos los cuerpos organicos («vivientes» o no). Las «maqui-
nas» dotadas de vida o movidas por representaciones son con toda evidencia
mucho mas que simples maquinas; la pura explication artificialista de su com-
portamiento ya no es evidentemente satisfactoria22. Pero, tlo es mas para cier-
tos comportamientos de esos organismos no vivientes que son los vegetales?
dNo deben tambien, por ciertos aspectos, ser situados entre las maquinas
espontaneas? Es cierto que estos organismos no tienen mando interno y no
poseen el mismo grado de centralization. Pero su capacidad de asimilacion y de
reproduction los situa ya infinitamente por encima de los «organismos», en el
estricto sentido artificialista. «Que haya ademas en estos cuerpos un poder de
conservar su especie por reproduction a partir de la materia dada, esto no per-
tenece necesariamente al concepto de organismo; es un anadido (Beisatz)
empirico del que no podemos hacer abstraction en el concepto de cuerpo orga-
nico» (XXII, 547). La diferencia entre el organismo viviente y lo organico no
viviente comienza entonces a atenuarse; los caracteres comunes superan a las
diferencias. No solo «los animales no son simples maquinas», sino que, de
modo mas general, «un ser organizado no es solo maquina» (XXII, 369; KU, V,
374). Y sobre el ejemplo de un arbol, ser no viviente, enumera Kant en la KU los
tres caracteres esenciales que Blumenbach asigno a «la vida» y que el atribuye
al organismo en tanto que fin natural: crecimiento, reproduction, autoconser-
vacion23. Lo biologico -o lo que va a convertirse en ta l- se constituye asi al mar-
gen de la clasificacion de los «organismos» (vivientes y no vivientes). No se
trata ya de una nueva frontera que separaria dos clases de seres, sino mas bien
de una segunda aclaracion que se proyecta sobre los mismos seres: las maqui
nas naturales. 0 bien los consideraremos como «maquinas naturales» en el
sentido tradicional, cuerpos «organizados» (y, desde este punto de vista, se
mantiene la diferencia de esencia entre animal y vegetal), -0 bien atenderemos
a su caracter comun de auto-organizacion y los llamaremos «fines naturales».
Adickes asegura en su Kant als Naturforscher que esta expresion es una con
tribution original de Kant. Richter (Lehrbuch einer Naturhistorie, 1775) solo
llega a la primera parte de la definition del organismo: ordenacion de las par
tes con respecto al todo. En este nivel es imposible aun distinguir de modo
esencial al viviente del producto tecnico, como advierte Kant: «En la medida en
que una cosa solo puede concebirse como posible de esta manera (forma y exis-
tencia de las partes gobernadas por su referenda al todo), no es mas que una
obra de arte» (KU, V, 373). Unzer (Erste Grilnde einer Physiologie, 1771) opone
maquinas artificiales y maquinas organicas, y se contenta con retomar los con-
ceptos leibnicianos: en las maquinas organicas, toda la maquina, hasta en sus
partes minimas, consiste aun en maquinas. Y el mismo Blumenbach -lo cual es
mas sorprendente- solo utiliza la expresion «fm natural» en la quinta edition
de su Handbuch der Naturgeschichte, tras haber leido la Critica.
254
La fragmentation de la finalidad tecnica
IV T r ip l e in n o v a c io n q u e a p o r t a e l c o n c e p t o d e «f in n a t u r a l »; d is
t e n s io n DE LO ORG AN ICO Y LO F A B R IC A D O
255
Kanty el final de la metafisica
27 Reimarus, Vornehmste Wahrheiten der naturlichen Religion (1755; reed. 1782). Cf. Ill, §
4, p. 205; III, § 10, p. 223; IV, § 10, p. 345 y ss.
28 Sade, Justine ou Les Malheurs de la vertu, p. 119 (Tchou) [trad. esp. Justina o los infortu-
nios de la virtud, Madrid, Catedra, 1985].
256
La fragmentation de lafmalidad tecnica
nicos, sino «tecnicamente, es decir, al mismo tiempo como arte» (XX, 217). A
traves de este vocabulario indeciso se dibuja la dificultad: r.como pensar los
organismos como productos de un arte, pero no como productos artificiales?
dComo pensar la causalidad organica como una tecnica, pero no como una
fabrication? t'Como separar dos actos (production y fabrication consciente)
que hasta aqui hatia indisolubles la relation entre la episteme y el modelo
artesanal? Mientras estos dos conceptos seguian estando intrincados, perfec-
tamente podiamos hablar -ta l como Leibniz en el Systeme nouveau de la
nature- de una diferencia de genero y no solo de especie entre «maquinas
naturales» y maquinas artificiales: unas y otras tenian en comun al menos el
pathos de la fabrication. Es cierto, reconocia Leibniz, que la naturaleza
«viviente» trabaja de forma inconsciente, pero esta inconsciencia es el rever-
so de la ciencia de Dios, el desarrollo de un programa que la maquina desgra-
na «en el tiempo». Cudworth habla de «naturalezas plasticas». Valga, respon-
de Leibniz, «por tanto, dire que los cuerpos tienen en si naturalezas plasticas,
pero que estas naturalezas no son distintas de su misma maquina, que produ
ce obras excelentes sin tener conocimiento de lo que hace, pues estas maqui
nas han sido inventadas por un maestro todavia mas excelente. La fuerza
plastica esta en la maquina, pero la idea de lo que hace esta en Dios»29. El
«viviente» tampoco goza (si se puede decir), por tanto, mas que de la libertad
del asador. Para burlarse, Bayle habla de un barco teledirigido sin tripulacion,
y Leibniz, lejos de ofenderse, acepta la imagen. «Nada impide que exista un
barco nacido feliz, por asi decir, para llegar siempre a puerto sin gobierno» 3°.
<iNo fabricamos automatas capaces de volver la esquina de las calles y de
«acomodarse a los accidentes»?... Por el contrario, hay una cosa que ni Dios
mismo puede hacer: «Bayle tendria razon, si le pidiesemos a Dios que le diese
al barco una cierta facultad, perfection o cualidad oculta para gobernarse
siempre por si mismo en su camino, sin ningun conocimiento en el interior y
sin ninguna direction en el exterior, como el navio de los feocios en la Odisea
de Homero. Pues semejante suposicion resultaria imposible y atacaria al prin-
cipio de razon suficiente, ya que en absoluto seria posible dar razon alguna de
semejante perfection...»3i. La razon suficiente permite a la metafisica clasica
profetizar practicamente los giros de la electronica, pero la biologia es una
ciencia fiction que aquella no concibe: seria o bien el reino del perpetuo mila-
gro, o bien la normalization de la «sinrazon».
Pero si Dios no fuese tramoyista, si las «maquinas naturales» no fuesen
de su competencia mas de lo que incumbia a sus designios la formation del
universo tras la Teoria del cielo, ipor que la genialidad del viviente seria un
29 Leibniz: Carta a lady Masham, G. Ill, 374. Cf. Carta a Vierling: «...Piensan que estas natu
ralezas no operan mecanicamente en el cuerpo; soy de la opinion de que, al contrario, todo
en la naturaleza corporal adviene mecanicamente, incluso si los mismos principios del meca-
nismo no dependen unicamente de la materia* (Leibniz, G. VII, 489).
3° Leibniz, Respuestas a Bayle, G. IV, 517 y ss.
31 Por eso sucede como si la conception materialista del automata viviente fuese compatible
con el principio de razon: basta con corregirla en el nivel de los «principios»: «Sucede como
si la mala doctrina epicureista de Hobbes fuese cierta».
257
Kant y el final de la metafiisica
escandalo metafisico? Hay que romper, por tanto, o cuando menos distender
al maximo la afmidad entre lo organico y lo fabricado, -K ant lo expresa
hablando de «una lejana analogia (entfernte Analogie) con nuestra causali-
dad segun fines en general» (KU, V, 375). El fin (Zweck) debe hacerse expli-
citamente independiente de la intention (Absicht): incluso en los productos
naturales que mejor parecen convenir a la imagen de una production «inten-
cional», esta no puede prestarnos ningun servicio. Desde este nuevo punto de
vista, la espontaneidad (autoelaboracion, autoconservacion) sera mas que un
«agregado empirico» al concepto de organismo: pasa a primer piano y, en lo
sucesivo, lo caracteriza mejor. «Podemos considerar cualquier fmalidad de la
naturaleza ya sea como natural (forma finalis naturae spontanea), ya como
intencional. La mera experiencia solo autoriza el primer modo de representa
tion; el segundo es un modo de explication hipotetica que se anade al concep
to de las cosas como fines naturales »32.
Es cierto que romper al maximo la analogia con la practica humana toda-
via no es dar una determination positiva del organismo. Pero esta negativa a
determinar, dno es la mejor determination? tQue ganaremos con emplear la
notion de «vida», ya que todavia se encuentra restringida a una causalidad
conforme a representaciones? «Nos aproximamos mas quiza a esta cualidad
insondable llamandola un analogo de la vida»; pero, si curvamos esta nueva
analogia hasta la asimilacion, volveremos a caer en las dificultades del artifi-
cialismo o el animismo (que tan solo es otra de sus formas) (KU, V, 374): uni-
camente hay imagenes aproximativas de la creation organica. Seria necesario
un desplazamiento de sentido de la palabra «vida» para que esta venga a
designar precisa y unicamente el conjunto de los fenomenos organicos irre-
ductibles a la finalidad intencional. Peripecia semantica que poco cambia la
dificultad de conceptualizar la creation organica. Cuando Claude Bernard
escribe que «la vida es la creation®, comenta esta formula por medio de la
analogia con «la idea directriz», pero para ponernos en guardia, en seguida,
contra el peligro que correriamos al pasar de la analogia a la asimilacion, del
«plan organico® al «principio vital®. Llamemos o no «vida» a los fenomenos
de reproduction, asimilacion y regeneration, estos no remiten a ningun con
cepto de causalidad ya disponible, -com o mucho, a una imagen psicologica
(«idea directriz®, «psiche») que, si se toma al pie de la letra, traiciona en lugar
de aclarar. La vida es la creation, -pero la creation organica es ante todo la
no fabrication: volvemos a ello. Y la biologia del siglo XIX es un buen ejem-
plo de estos «saberes negativos® cuya importancia indico Kant33.
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Kant y el final de la metajisica
V N e c e s id a d d e m a n t e n e r l a c a u s a l id a d in t e n c io n a l p a r a c o m p r e n -
D E R L A C AU SA LID A D O RG AN ICA
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Kant y el final de la metafisica
VI L a p r o h ib ic i6 n d e d e c ir « V e s t ig iu m D e i v id e o »
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La fragmentation de la fmalidad tecnica
Pero vayamos algunas paginas mas abajo. Si decimos que el fin del crista-
lino es la refraction de los rayos luminosos, escribe Kant, entendemos con ello
que es, por asi decir, un medio que el hombre habria podido inventar para
obtener el mismo efecto (Erste Einl., XX, 236). Esta vez, tenemos aqui el len-
guaje del como si. Sin duda, Kant precisa que dejaremos indeterminada la
cuestion de saber si la fmalidad es intencional o no, pero el empleo mismo de
la imagen basta para que volvamos a dejar en la sombra la diferencia de natu-
raleza entre organo y herramienta, y para que se oscurezca la originalidad del
«fin natural». No pienso que el cristalino sea la obra de un arquitecto, pero
como no hay inconveniente para comprenderlo asi, juzgo el organo como el
usuario juzga la calidad de un producto. El lenguaje tecnico se ha vuelto
menos metaforico y no esta tan alejado del que emplea Eberhard en su
Teologia natural: «Si el ojo es perfecto, no es por una causa diferente de la
que hace del telescopio un instrumento perfecto. Esta advertencia puede con-
vertirse incluso en un medio para el arte de inventar instrumentos utiles, si
investigamos a traves de que composition la naturaleza ha alcanzado la
misma meta»47. El arte gana imitando a la naturaleza; pero, dseria capaz de
ello si no encontrase en esta los mismos problemas y el mismo estilo de reso
lution? tPlagiariamos a un escritor sin conocer su lengua? Es significativo
que Darwin, poniendo el mismo ejemplo, insista en la inutilidad de la analo-
gia: «La comparacion entre el ojo y el telescopio se presenta al espiritu de
forma natural. Sabemos que este ultimo instrumento ha sido perfeccionado
gracias a los esfuerzos continuos y prolongados de las mas altas inteligencias
humanas, y concluimos de ello naturalmente que el ojo ha debido formarse
por un procedimiento analogo. Pero, <ino es presuntuosa esta conclusion?
iTenemos derecho a suponer que el Creador ponga en juego fuerzas inteligen-
tes analogas a las del hombre? tCabe admitir que haya podido formarse asi un
instrumento optico viviente, tan superior a un aparato de cristal como son
superiores las obras del Creador a las del hombre?» 48. Tenemos aqui, disfra-
zado de humildad religiosa, el finalismo que el autor, por supuesto, quiere
abatir. Pero el interes del texto reside en que le reprocha -antes que Bergson-
«que extienda demasiado lejos la aplicacion de ciertos concept os, naturales a
nuestra inteligencia»49. Ahora bien, este reproche es de naturaleza critica, y
tanto Darwin como Bergson son mas fieles en estas lineas a la inspiration de
la critica kantiana de la teleologia que el propio Kant en el ambiguo texto que
acabamos de citar. fTan arbitrario es, confiando en algunas lineas, hacer que
Darwin y Bergson se crucen en una encrucijada kantiana? Pensamos que no,
pues uno y otro, antes de introducir el concepto de selection natural 0 el de
impulso vital, deben localizar el «territorium» de la vida, - y la Critica no
tiene precisamente otro objeto, cuando, respetuosa con su programa, no se
inclina hacia una doctrina. Mas aca de las mas profundas divergencias teori-
cas venideras, traza las divisiones que todos habran de tener en cuenta y saca
265
Kant y el final de la metafils ica
saca a la luz un terreno que siempre tendremos que atravesar, toda vez que
decidamos tan solo hablar de la vida.
V II L a C r I t ic a o s c il a e n t r e d o s v is io n e s d e l v iv ie n t e
50 «Que las fisuras del determinismo autoricen la emergencia de finalidades... quizas lo admi-
tiremos, pero, en cuanto a ver en estas fisuras la finalidad misma y la manifestation del prin
cipio “espiritual” de las organizations, es complacerse en una confusion de talante poco
aceptable* (F. Meyer, Problematique de 1 ’evolution, p. 231).
51 Ruyer, Monde des valeurs, pp. 145-6 [trad. esp. Filosofia del valor, Mexico, FCE, 1969].
266
La fragmentation de la finalidad tecnica
267
Capitulo X
b) La r e f l e x i G n c o m o m e t o d o d e l a f il o s o f ia
I E l o r g a n is m o , p a r a d ig m a s o b r e d e t e r m in a d o d e l o r d e n
269
Kant y el final de la metaflsica
todas (Rx 4137), que toda conexion en el mundo esta sometida a una regia. Y
la palabra O r d n u n g no quiere decir otra cosa. No que una Providencia vele
por la naturaleza, sino que por muy lejos que vaya nuestra investigation,
nunca encontramos materias tan heterogeneas que su composition escape a
toda ley, ni un desorden tan absoluto que no se pueda disipar. Ciertamente,
resulta diflcil expresar esta confianza sin decir mas de lo necesario. iLlegare
a hablar de una «sabidurla divina»? Incluso entre comillas, la expresion ha
torcido ya mi pensamiento; tan solo pedlamos seguridad contra el caos, una
garantla para la ciencia, - y no contra el Apocalipsis... £En que ha consistido,
precisamente, la confusion? Se han superpuesto dos constataciones de impro-
babilidad. La palabra «improbabilidad» no tiene el mismo sentido segun con-
cierna a la production de una cosa o a la posibilidad de encontrar un hecho.
Si digo «es muy improbable que esta combination haya podido darse sin que
una intention la haya guiado», la improbabilidad designa una realidad dema-
siado maravillosa como para ser fortuita; si digo «es muy improbable que el
agua sobre el fuego se transforme en hielo», nombra una eventualidad dema-
siado caotica como para que sea imaginable. En el primer caso, debemos
suponer un maximo de ingeniosidad, en el segundo un minirno de invariabi-
lidad. Y el llamado problema del «fundamento de la induction* nacera en
gran parte de la confusion entre ambas exigencias. Confusion que Kant evita,
que resurge tras el y que es perfectamente explicable desde un punto de vista
historico. Destruyendo la veracidad del Dios de los «sistemas», la Aufklarung
volvio problematico el fundamento de la invariabilidad de las leyes. tComo
podia el fisico comprender, entonces, el acto de prevision? «La certeza de la
analogia», escribe por ejemplo Gravesande, «se basa en la invariabilidad de
estas leyes, que no podrian estar sujetas a cambio sin que el genero humano
se resienta por ello y perezca en poco tiempo». Como anade Cassirer, titan-
do esta frases, se le da libre curso, por tanto, al antropocentrismo: la bondad
de Dios hacia sus criaturas proporciona al sabio un sentimiento de seguridad
y a sus inducciones valor de universalidad. El lenguaje de Lachelier, en Lefon-
dement de Yinduction, deja trasparecer aun esta tentacion: la hipotesis de la
disolucion de los elementos «nos parece monstruosa» y estamos persuadidos
de que siempre subsistira «una armonia entre los elementos del universo»,
pues este es «el interes supremo de la naturaleza». Doctrina que, confundien-
do la seguridad del viviente con la del sabio, el dia de colera con la detention
del determinismo, mina aquello que pretende fundar. La bondad de Dios
garantiza sin duda la permanencia del orden, pero no la del orden de las leyes.
Muy al contrario, rompe en un agregado de fines parciales la totalidad que
interesa a la ciencia. «Cuanto mayor es el numero de las sustancias, tanto mas
dificil es hacer que su concordancia surja de intenciones singulares... La natu
raleza del Todo debe contener leyes segun las cuales es posible simplemente
que concuerden las intenciones parciales» (Rx 4524). Por lo demas, dque cre-
dito habremos de concederle a un Dios cuyas decisiones serian independien-
270
La fragmentation de la finalidad tecnica
271
Kant y el final de la metafisica
de («o se especifica, por analogia con el uso que los juristas hacen de esta
palabra», XX, 216) en generos, especies y subespecies exhaustivamente deter-
minables. La idea de especifiicacion remplaza aqui, por tanto, a la analogia
tecnica como aproximacion a la idea de orden, y esta sustitucion entrana las
siguientes consecuencias.
II El paradigm a de la especificacion
7 «Por el contrario, el principio de la finalidad practica, que debe ser pensado en la idea de
una determination de la voluntad libre, seria un principio metafisico, porque el concepto de
una facultad de desear como voluntad debe estar empiricamente dado» (JKU, V, 181).
8 «E1 juicio teleologico presupone un concepto de objeto y juzga sobre su posibilidad segun
una ley de vinculacion de las causas y los efectos. Podriamos llamarpZdsfzca a esta tecnica de
la naturaleza, si esta palabra no estuviese ya en curso, en un sentido mas general, tanto para
la belleza natural como para las intenciones naturales; luego tecnica organica, si se quiere,
expresion que extiende el concepto de finalidad no solo al modo de representation, sino a la
posibilidad de las cosas mismas» (Erste Einl., XX, 233-4).
272
La fragmentation de la finalidad tecnica
9 «Todavia hay ciertas exposiciones de cosas que son o bien diagnosticas, o bien geneticas.
Aquellas nacen de las similitudes o desemejanzas entre las cosas en las comparaciones, luego
por marcas externas, -estas por la posibilidad interna» (Rx 3003). Cf. Rx 2835.
10 «Sin embargo, mas valdria llamar agregados de la naturaleza a los sistemas de la naturale
za que hasta aqui se han compuesto, pues un sistema supone ya la idea del Todo, de la que se
derivan las cosas. Por tanto, todavia no tenemos propiamente hablando sistema de la natura
leza. En lo que actualmente se llama asi, las cosas solamente estan yuxtapuestas y subordina-
das las unas a las otras» (Physische Geographie, IX, 160). Cf. las reservas de Goethe respec-
to del sistema de Linneo, al que presto confianza en un primer momento; no obstante, «inclu-
so este hombre profundo y genial tan solo pudo dominar la naturaleza a grandes rasgos»
(Goethe, Naturwissenschaft. Schriften, VI, 115 y ss.).
11 «Si digo, por ejemplo: el rinoceronte pertenece a los cuadrupedos o al genero de los cuadru-
pedos artiodactilos, se trata de una division que hago en mi cabeza, de una division logica. El
systema naturae es como un registro del todo donde coloco todas las cosas, cada una en la
clase que le corresponde, dondequiera que se encuentren sobre la tierra y cualquiera que sea
la distancia entre las regiones. La division fisica, por el contrario, considera las cosas segun
los lugares que ocupan sobre la tierra. El sistema asigna el lugar en la division en clases. La
description geografica de la naturaleza indica donde podemos encontrar realmente estas
cosas sobre la tierra».
12 «Cuando hemos colocado las especies en series y todas ellas han sido bien colocadas segun
sus relaciones naturales, si elegimos una y a continuation, dando un salto por encima de
muchas otras, tomamos otra mas alejada, puestas estas dos especies en comparacion presen-
tan entonces grandes desemejanzas entre si. Pero si seguimos la serie desde la especie que
hemos elegido al comienzo hasta la que hemos tornado en segundo lugar, y que es muy dife-
rente de la primera, llegaremos a ella de matiz en matiz sin haber advertido distinciones dig-
nas de ser notadas» (Lamarck, Ph. zoologique, pp. 41-42).
273
Kant y el final de la metafisica
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La fragmentation de la fmalidad tecnica
del movimiento uniformemente acelerado expresaba la esencia del movimiento, puesto que
era su formula mas simple.
En su artlculo sobre Laplace (en Thales, 1958), Vuillemin muestra como la verdadera mate-
matizacion de la naturaleza comienza cuando el sabio: i° relega la «simplicidad» entre las
elecciones arbitrarias y subjetivas; 2° busca, como Laplace, «todas las leyes matematicas
posibles entre la velocidad y la fuerza, y (presenta) asi bajo un nuevo punto de vista los prin
cipios generales del movimiento*. La notion de «facticidad» pierde entonces su sentido y la
coherencia de la naturaleza de hecho deja de aparecer como un milagro, pues las leyes de
esencia que hacen aparecer su contingencia (inercia, action y reaction, proportion de la fuer
za y la velocidad) en realidad tan solo eran las mas simples entre las relaciones de hecho
(«para nosotros tan solo son hechos observados», escribe Laplace).
16 Husserl, ibid., p. 393.
>7 Husserl, ibid., p. 395.
18 Cassirer, Erkenntnisproblem, III, p. 136.
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Kant y el final de la metafisica
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La fragmentation de la fmalidad tecnica
20 B 86. «Ahora bien, el entendimiento no puede hacer otro uso de estos conceptos sino juz-
gar por medio de ellos» (B 85). Cf. Rx 3049, 3053.
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Kant y el final de la metafisica
IV R eplanteamiento de la logica , el « R e f l e k t i e r e n »
278
La fragmentation de la fmalidad tecnica
tos inferiores» (Logik, IX, 99). Ahora hay que analizar la seguridad de «poder
siempre». «El principio segun el cual, para todas las cosas naturales, podemos
encontrar conceptos empMcamente determinados, no tiene, a primera vista,
el aspecto de una proposition sintetica y trascendental; parece mas bien que
es tautologico y pertenece a la mera logica. En efecto, esta nos ensena a com-
parar una representacion dada con otras y a hacer de ella un concepto extra-
yendo lo que tiene en comun con representaciones diferentes, como un signo
(Merkmal) para un uso general. Solamente, cofrece la naturaleza para cual-
quier objeto muchos otros objetos como terminos de comparacion que tengan
en el fondo algo en comun con el primero? La logica no nos dice nada al res-
pecto. Esta condition de posibilidad de la aplicacion de la logica a la natura
leza es mas bien un principio de representacion de la naturaleza como un sis-
tema para nuestra facultad de Juzgar» (Erste Einl., XX, 211-2). Dado que
garantiza la conceptualization ilimitada, el principio de especificacion es, por
tanto, uno de los presupuestos implicitos de la logica form ats.
En efecto, dque nos ensena esta sobre el «concepto»? El logico parte
-«ingenuamente», dirfamos h o y- de «representaciones dadas » para descri-
bir la constitution de los conceptos en cuanto a la forma; no le corresponde
exponer como llegamos a conceptos de tipo diferente en cuanto a la materia,
sino solo decir mediante que acciones del entendimiento estamos en condi-
ciones de formar un concepto en general, es decir, cualquiera que sea su ori-
gen. «La logica general tan solo ha de considerar el concepto con relation a su
forma, unicamente de modo subjetivo; no como determina este un objeto por
medio de un signo, sino solo como puede ser referido a muchos objetos. No
tiene que indagar, por tanto, la fuente de los conceptos, (preguntarse) por el
modo en que nacen en tanto que representaciones, sino como representacio
nes dadas pueden convertirse en conceptos en el pensamiento. Por lo demas,
estos conceptos deben contener algo, ser tornados de la experiencia, 0 inven-
tados, 0 extraidos de la naturaleza del entendimiento... Quien considera el ori-
gen de los conceptos con relation a la materia (conceptos empiricos, arbitra-
rios o intelectuales) es la metafisica»24. Este punto de vista es doblemente
abstracto:
23 Sobre la abstraction logica, cf. la Vernunftlehre de Meier, § 292: «Ningun concepto se deja
abstraer de conceptos por entero diferentes, pues no tienen nada en comun: el mas sabio no
podria abstraer un tercer concepto de nada y algo... Y si los conceptos no difieren unos de
otros como cuando tomo 100 veces el concepto de hombre, no puedo reconocer que debe ser
dejado de lado en ellos para obtener otro concepto*. - Baumler insiste en la crltica, por parte
de Baumgarten y Meier, de esta genesis por abstraction: querer hallar el ser por abstraction,
escribe Baumgarten, lleva a encontrar la nada (Baumler, op. cit., p. 206).
24 Logik, IX, 94. Sobre la clasificacion de los conceptos «en cuanto a la materia*, cf. Rx 3855:
«o bien dados (sea a priori, sea a posteriori) 0 bien forjados (sean intelectuales 0 arbitrarios)*.
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Kant y el final de la metafisica
25 «Las formas del pensamiento no pueden ser extraidas de los generos de los juicios que dis
tingue la logica formal o general, pues en estos tan solo figuran los productos del espiritu, y
los juicios son analiticos... Las formas de este pensamiento sintetico no pueden ser extraidas
de los generos del pensamiento analitico* (Cohen, Th. Erfahrung, p. 314).
26 Husserl, F.T.L., p. 234, trad. p. 353. Segun Husserl, la validez incondicional que se atribu-
ye a la logica formal entrana, ademas, el deslizamiento de la Critica hacia el psicologismo,
pues impide a Kant acceder al autentico a priori trascendental. Cf. el texto de 1915 titulado:
«E1 verdadero sentido del a priori y de los juicios aprioricos* (Husserliana, VII, 203).
«Para Kant, que se adhiere al prejuicio del racionalismo logico, tan solo hay una verdadera
clase de contrasentido: el contrasentido analitico, la contradiction de la logica formal.
Tampoco ve que cualquier a priori autentico -sintetico como analitico- produce un contra
sentido por su negation y vale absolutamente conforme a su sentido. Para Kant, los juicios
sinteticos a priori no son necesidades y generalidades de esencia, sino que expresan necesi-
dades cuya validez es estrictamente humana, -q u e se encuentran vinculadas con el caracter
propio de una subjetividad de hecho, con la especie de la subjetividad humana. Por ejemplo:
para nosotros, hombres dotados de una sensibilidad y obligados a ordenar en nuestras for
mas de espacio y tiempo los materiales de la afection sensible, es valida la geometria pura.
Pero no es valida en absoluto para todo sujeto puro en general. Lo mismo sucede con toda la
matematica pura, con toda la aritmetica pura».
En resumen, la dignidad que le concede al a priori analitico habria impedido a Kant pensar
en su generalidad la notion de «ley de esencia»: matemdtica y fisica ya no podian ser justifi-
cadas entonces mas que con relation a estructuras antropologicas. El privilegio abusivo que
le concede a la logica formal impide plantear la cuestion trascendental en toda su envergadu-
ra, -d e l mismo modo que, segun Kant, el privilegio injustificado que Hume le concedia a la
matematica. Con ello, una interpretation como la de Cohen es rechazada a fin de cuentas por
el lado del «antropologismo». Advirtamos que Heidegger le reprochara a Kant que en la etica
haya abandonado la restriction «uns Menschen wenigstens» y haya pretendido hablar en ella
en nombre de los «seres racionales en general*. dQue habria pensado Husserl de esta acusa-
cion, el que lamenta que este ultimo punto de vista ni siquiera haya sido afrontado por Kant
en su critica teorica?
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La fragmentation de la finalidad tecnica
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Kant y el final de la metafisica
28 Erste Einl., XX, 211; Logik, IX, 94; Rx 2851 y 2878. Sobre los antecedentes de esta defini
tion de la Reflexion en W olff y sus sucesores, cf. Baumler, op. cit., p. 203 y ss., y 274 y ss.
29 Rx 5051. Sobre la diferencia que se establece aqui entre conceptos reflexionados y reflexio-
nantes (categorias), cf. Heidegger, Kant, § 11.
30 «para el conocimiento, como se apoya en juicios, se requiere reflexion ( Uberlegung) y con
ello la conciencia de la actividad en la relation de lo multiple de nuestra representation,
segun una regia de unidad, es decir, conforme a un concepto y al pensamiento en general, en
tanto que distinto de la intuition; tambien la conciencia debe dividirse en intuitiva y discur-
siva» (Anthrop., VII, 141).
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La fragmentation de la finalidad tecnica
283
Kant y el final de la metafisica
3 1 «Ha hecho usted bien al retrotraer el entendimiento (la inteligencia) y la facultad de juzgar
-aunque sean dos facultades muy distintas- a una unica esfera, pues la facultad de juzgar no
es mas que el poder de mostrar su entendimiento in concreto y discernir los casos en que se
aplican los conocimientos disponibles. El titulo de “sentido comun” es el que mejor conviene,
de hecho, a la facultad de juzgar* (Carta a Beloselsky, verano de 1792, XI, 346).
32 Esta «restringe los conceptos y contribuye mas a su correction que a su ampliation; se la
honra mucho, pero es, no obstante, poco amada, pues es seria, estricta y limitadora con res
pecto a la libertad del pensamiento; la obra del ingenio que compara es mas bien un juego, la
de la facultad de juzgar, un trabajo* (A n t h r o p VII, 221. Cf. VII, 199).
284
La fragmentation de la finalidad tecnica
33 Estos textos plantean una dificultad, pues parece que la derivation de las reglas logicas a
partir del uso se lleva a cabo emplricamente sobre el fondo del pensamiento, como dato de
hecho. La famosa clausura de la logica aristotelica bien podria ser, para Kant, a la vez una
constatacion de hecho y un veredicto de derecho: la «gramatica del pensamiento* esta defi-
nitivamente constituida. Pero este origen, ino es incompatible con la prioridad de la logica?
285
Kant y el final de la metaflsica
l. Sin reglas no hay uso licito del entendimiento (Rx 1572), sin la coac-
cion externa (Zwang) del metodo, conjunto de preceptos constitutivos, no
hay transito del conocimiento conuin a la ciencia (Rx 3322, 3323, 3326). Y el
respeto que se le concede al metodo no hace sino marcar el abismo que sepa-
ra la ciencia del «sentido comun», espontaneamente «regellose». No tiene
nada en comun con los filosofos del siglo XVII, que hallaban el metodo por
reflexion sobre el uso natural de la razon. Si el orden analitico, segun
Descartes, era testimonio de exhaustividad, tenia tambien un papel pedagogi-
co: la via analitica es «la mas verdadera y la mas apropiada para ensenar». Si
se nos contradice, es porque no hemos sido comprendidos. Kant no dice exac-
tamente esto: «no corro el peligro de ser contradicho, sino el de no ser com-
prendido»34. Los criticos no contradicen ya porque no sepan leer, sino porque
no pudieron sospechar la novedad del proyecto. Mientras que, tras la atenta
relectura de las Meditaciones, ya no era excusable duda alguna, no sucede lo
mismo tras la relectura de la Critica: «E1 examen puramente escolastico de un
conocimiento puede permitir que todavia se dude a veces de si no lo habre-
mos examinado de modo unilateral* (Logik, IX, 48). Es imposible satisfacer
a la vez las exigencias de racionalidad y «popularidad», de precision y «clari-
dad estetica»; la oposicion entre una y otra es insuperable. «Saber unir la pre
cision escolastica en la determination de los conceptos con la popularidad de
una imagination floreciente es un talento demasiado raro como para que
podamos encontrarlo con prontitud... El humor y el ingenio que me han sedu-
cido tan a menudo en sus poemas no me hubiesen permitido esperar que tam
bien la arida especulacion tuviese atractivo para usted» (Carta a Boutewerk, 7
de mayo de 1793, XI, 432).
286
La fragmentation de la finalidad tecnica
Por tanto, el metodo deja de ser el medio que se ofrece al lector para ir
adelante en compania del autor. Es incapaz de garantizar a la vez la univer-
salidad y la conviccion. No tiene nada de sorprendente: ha desaparecido la
referencia al instrumento matematico. El orden, de tipo algebraico, engen-
draba las razones y garantizaba, con el mismo movimiento, su validez; el
«sistema» kantiano solo asegura, como hemos visto, que el campo de los con-
ceptos ha sido recorrido integramente: la garantia de validez, impuesta desde
fuera, se separa de la genesis. Medio para la Ciencia de «verificarse» a si
misma, el metodo ya no es un movimiento que nosotros, lectores, debamos
volver a efectuar, sino una estructura (las comparaciones anatomicas de Kant
autorizan el uso de una palabra de origen anatomico) cuyo cierre debemos
constatar, -desde fuera. Estamos muy alejados de la idea de «sistema» que
se formaba el siglo XVII. Este seguia siendo, en buena parte, retorico (cf. el
lamento de Leibniz porque la filosofia platonica no hubiese sido reducida a
un sistema), y Descartes tan solo insistia en la sistematicidad de su obra al
dirigirse a quienes se detenian deshonestamente en una verdad aisladass. La
idea de sistema formaba parte ante todo de la estrategia polemica y no corria
en absoluto el riesgo de suscitar por si misma la incomprension del lector,
antes bien que su adhesion; no representaba el tributo «escolastico» que el
filosofo -e n tanto que sabio- debe conceder a la «cientificidad». El pensador
elasico es a la vez, y como inocentemente, «hombre filosofante» y matemati
co; una vez desplegada la matematica, el pensador del final de la Aufklarung
experimenta en si la cesura entre «el hombre filosofante» y el «sabio», entre
el «cosmico» y el «escolastico». La matematica -la otra ciencia racional-
puede dispensarse, por su parte, de esta envoltura escolastica (Rx 2025):
dado que en ella las reglas no son «abstraidas del uso, sino independientes
Cselbstandige)», no tiene necesidad de ningun «instrumento rectificador
(Richtschnuhr) de sus proposiciones» (Rx 1602). Unicamente la filosofia
exige la exposicion estructural.
Pero, (.define esta exigencia, por si sola, la esencia de la filosofia?
Suficiente para indicar su distancia con respecto a la matematica, ya no lo es
para distinguirla de lo que Kant siempre desprecio bajo el nombre de «erudi-
cion» (Gelehrsamkeit), -«conjunto de conocimientos historicos formales»,
pero mas a menudo pedanteria, saber vano. «Con ello, nunca comprendemos
nada mas que aquello para lo que es necesario ser instruido y que no podemos
hallar, por tanto, en nosotros mismos por medio de la razon» 3 6. En cierto
sentido, sin embargo, la filosofia cae bajo la incumbencia de la
«Gelehrsamkeit»: <ino se sirve del mismo instrumento? La logica general es el
organon de toda Gelehrsamkeit y tambien el organon necesario de la critica
35 «Todas mis opiniones estan tan unidas entre si y dependen tan estrechamente las unas de
las otras que no podria apropiarse de ninguna sin tenerlas todas» (Carta de Descartes a
Valier, 22 de febrero de 1638). A proposito del «inventario exacto» de los conocimientos que
debera preceder a la Ciencia General, Leibniz precisa: «Este inventario del que hablo estaria
muy alejado de los sistemas y los diccionarios...» (Opuscules, Cout., p. 229).
36 KpV, V, 138. En su carta a Lambert del 31 de diciembre de 1765, Kant saludaba con alegria
la «putrefaccion» (Fdulnis) de esta «Gelehrsamkeit» (X, 57).
287
Kant v el final de la metafisica
que ejerce la filosofia; es el unico uso licito que podemos hacer de ella como
organon, y esto atempera la advertencia segun la cual «la logica general, con-
siderada como organon, es siempre una logica de la apariencia»37. Aqui tene-
mos a la critica, entonces, en el mismo nivel que los demas «saberes» erudi-
tos y futiles... dHabra conquistado la filosofia su independencia con respecto
a la matematica tan solo para situarse entre las ciencias librescas? Aunque en
ocasiones se preocupe por distinguir al filosofo del «sabio» o incluso del
«genio» (sin desfavorecer forzosamente a este ultimo), Kant recuerda enton
ces que la «Gelehrsamkeit» siempre es justificable para el «entendimiento
comun», que la forma escolastica siempre esta subordinada a la facultad de
Juzgar. Puesto que no podria insistir en el fragil parentesco «racional» que
todavia vincula matematica y filosofia sin arriesgarse a volver al malentendi-
do secular, -dado que debe prevenir, no obstante, la posible confusion entre
filosofia y «ciencias historicas», aproximara filosofo y hombre de sentido
comun, o incluso filosofo y hombre de «vivo ingenio» 38. «Ni el filosofo ni el
ingenio vivo son sabios (Gelehrte)» (Rx 1882). Entre la matematica, que se
aleja de ella, y la Historia, que ya la amenaza, la filosofia habilita para si el
espacio del «Philosophieren». «Saber», sin duda, con el mismo derecho que
los saberes anecdoticos, pero tambien reflexion del entendimiento sobre si
mismo. De este modo el filosofo, si ya no es un matematico, todavia menos es
un doctrinario. Debeform ular sistematicamente las preguntas (aspecto doc
trinal), pero no puede aprender a plantearlas: ten que otro lugar las hallara
sino en si, por «Einsicht» (aspecto reflexionante)? Otra forma de este equili-
brio entre la razon matematica y la historia: en matematica no hay diferencia
entre el conocimiento del contenido y su posesion racional, entre la adquisi-
cion de un saber y su transmision 39; en las ciencias historicas, no hay diferen
cia entre el conocimiento del contenido y el caracter «historico» del saber.
Pero en filosofia, ciencia a la vez racional y no matematica, el contenido racio
nal de los conocimientos puede ser poseido de manera solamente «historica»
(aquel que ha «aprendido en especial el sistema de W olff» o el sabio que sigue
siendo alumno toda su vida): «Un conocimiento perfectamente puede proce-
der de la razon y, sin embargo, ser historico» 4o. para guardarse de esta tenta-
288
La fragmentation de la finalidad tecnica
N A C ID A S D E L K A N T ISM O
se aprendido no podria presumirse filosofo, pues su conocimiento siempre seria tan solo sub-
jetivamente historico. Sucede de manera. muy diferente con las matematicas. De alguna
manera podemos aprender esta ciencia, pues aqui las pruebas son tan evidentes que cada uno
puede convencerse de ellas» (ibid., 28-9).
41 Fichte no tuvo reparos, sin embargo, en senalar los textos en que Kant oponia el sistema de la
razon pura al «proposito» de la Critica. «No se ve bien como la Critica de la razon pura se habria
transformado en un sistema por virtud unicamente de su edad» (Fichte, Deuxieme introduction,
trad., p. 283 [trad. esp. Primera y segunda introduccion a la doctrina de la ciencia, Madrid,
Tecnos, 1987]). Esta es tambien la opinion de Mellin, aunque felicite a Kant por haber roto abier-
tamente con Fichte: «De nuevo se ha comprendido mal, en esta toma de position, lo que ha dicho
usted sobre la completitud de las grandes lineas de su filosofia trascendental en la Critica de la
razon pura, y se piensa encontrar en ella la afirmacion de que usted habria entregado ya el sis
tema de la filosofia trascendental completamente elaborado, lo cual es desmentido, no obstante,
en muchos lugares de la Critica» (Carta de Mellin a Kant, 13 de abril de 1800, XII, 303).
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Kant y el final de la metafisica
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La fragmentation de la finalidad tecnica
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Kant y el final de la metafisica
45 KU, V, 170. «...La Critica del gusto, con la que acabare mi obra critica para continuar con
la obra dogmatica* (Carta a Jacob, 11 de septiembre de 1787, X, 494).
45 Hegel, Difference, trad., p. 104 [trad. esp. Diferencia entre el sistema de filosofia de Fichte
y el de Schelling, Madrid, Alianza, 1989].
47 «La filosofia no tiene comienzo en el sentido de las otras ciencias... Aqui el comienzo tan
solo puede ser una relacion con el sujeto que quiere resolverse a filosofar, pero entonces no
hay relacion con la ciencia en cuanto tal» (Hegel, Encyclopedic, Introduccion, § 17).
48 «Kant encuentra, en el juicio reflexionante, el termino medio entre el concepto de natura
leza y el concepto de libertad... Ahora bien, segun Kant, esta identidad, que es ella sola la ver-
dadera y la unica razon, no concierne a la razon, sino solo al juicio reflexionante... Kant plan-
tea la idea de una imagination que se da sus propias leyes, de una legalidad sin ley y una libre
armonia de la imagination y el entendimiento... estas explicaciones tienen una resonancia
soberanamente empirica; en efecto, nada en absoluto permite sospechar que se encuentre en
el dominio de la razon» (Glauben, trad., pp. 219-220).
49 Hegel, Difference, trad. p. 160.
292
La fragmentation de la fmalidad tecnica
5° «La logica pura, segun Kant, debe ser corta y arida, como conviene a la presentation esco-
lar de una doctrina elemental del entendimiento. Todo el mundo conoce las lecciones publi-
cadas por Jasche y sabe en que medida satisfaran peligrosamente esta exigencia caracteristi-
ca. Asi, esta logica, de una pobreza indecible, tsera el modelo al que deberiamos tender?
Nadie consentira en pretender por su cuenta esta reduction de la ciencia al punto de vista
aristotelico-escolastico* (Husserl, Prolegomenes, pp. 214-5 [trad. esp. Investigaciones logi-
cas, vol. 1, Prolegomenos a la logica pura, Madrid, Revista de Occidente, 1929]).
s1 «Asi, la unidad sintetica de la apercepcion es el punto mas alto al que se debe referir todo
uso del entendimiento, incluso la entera logica y, tras ella, la filosofia trascendental...» (B
109). En el Prologo a su edition de la Logik, en 1800 (IX, 6-7), Jasche aborda el problema de
la relation de la logica con la filosofia y distingue dos niveles: i° la «logica es una ciencia inde-
pendiente y fundada en si misma», y los principios logicos son lo suficientemente evidentes
como para no tener necesidad de deduction; 20 «en cuanto a saber si, realmente, los princi
pios logicos de identidad y de contradiction no son en si susceptibles de ser deducidos de mas
lejos, esta es con toda seguridad una cuestion muy diferente, que conduce a una pregunta
muy rica de sentido: ihay, en general, un primer principio absoluto de todo conocimiento?,
ihay una ciencia que investigue si un principio semejante es posible y puede ser hallado?».
Fichte y Schelling, anade Jasche, discuten la incondicionalidad de los principios logicos:
habiendo nacido la logica «por abstraction a partir de proposiciones determinadas», no
podria aspirar a un papel fundador y presupone, por el contrario, «los mas altos principios
del saber y, con ellos, la doctrina de la ciencia*. Jasche admite esta subordination de la logi
ca, al igual que cualquier otra ciencia, a la doctrina de la ciencia. Pero la logica en absoluto
resulta afectada por ella «en el interior de su perimetro*, y el logico puede continuar su cami-
no «con la misma tranquilidad y seguridad* que el matematico, sin tener que preocuparse en
adelante «de la cuestion trascendental que plantean,_/uera de su dominio, el filosofo trascen-
dental y la doctrina de la ciencia: icomo son posibles como ciencias la matematica pura o la
logica pura? Hegel analiza precisamente este arbitraje en la introduction a la W. Logik: si
subordinamos «en si» la logica a una ciencia suprema, continuamos considerandola como un
«agregado de proposiciones esteriles* que, desde Aristoteles, usurpa su titulo. Encerrando
esta logica tradicional en un dominio reservado, Kant no hacia mas que poner de relieve su
vacuidad y su insuficiencia; se imponia entonces (Fichte) la tentacion de un saber supra-logi-
co, y la de «un brutal desprecio, que no ha quedado, por cierto, impune*, hacia lo logico. El
293
Kant y el final de la metafisica
compromise) de Jasche aclara sin duda la position de Kant, pero para yuxtaponer dos actitu
des a ojos de Hegel tan abstractas la una con respecto a la otra.
s2 Cf. Husserl, Log. Unters., Einleitung, pp. 9 y 16.
53 Vuillemin, Ph. algebre, p. 492.
294
La fragmentation de la finalidad tecnica
l. Para que Kant concibiese el proyecto de acabar «la obra critica», era
preciso que poco a poco esta hubiese adquirido para el un valor distinto del de
295
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La fragmentation de la fmalidad tecnica
IX De la necesidad de la tercera C r I t i c a
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Kant y el final de la metafisica
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La fragmentation de la fmalidad tecnica
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Kant y el final de la metafisica
300
Capitulo XI
El placer puro
I Q u e no h a y estetica kantiana
301
Kant y el final de la metafisica
nicas» a estas falsas proposiciones practicas, tenemos que decir, por tanto,
que el acto y la prescription tecnicas no merecen ninguna autonomia: no hay
termino medio entre la practica y lo teorico-tecnico. Por eso Kant, en la
Primera introduccion (XX, 200, nota), se echa atras respecto de la clasifica-
cion de los imperatives de la Fundamentacion de la metafisica de las costum-
bres y rcune los imperatives de la habilidad y de la prudencia bajo la rubrica
comun de «imperativos tecnicos, es decir, del arte», con el fin de oponerlos de
manera mas tiara al imperativo practico. «Todas las demas proposiciones de
aplicacion, sea cual sea la ciencia a la que se hallen vinculadas, pueden llamar-
se tecnicas en lugar de practicas, si queremos evitar toda ambiguedad» (ibid.,
199). De aqui la imposibilidad de una doctrinafilosofica del arte y la teleolo-
gia: «Cuando dividimos la filosofia, en la medida en que contiene los princi-
pios del conocimiento racional de las cosas por conceptos..., en teorica y prac
tica, procedemos como conviene... La filosofia se divide con todo derecho en
dos partes completamente distintas por sus principios» (KU, EinL, V, 171).
La «suposicion» segun la cual la naturaleza procederia por analogia con
el arte humano concierne unicamente, pues, a la filosofia teoricas. Y es nece-
saria una Critica del Juicio solo porque tenemos que distinguir, respecto de
esta presuncion teorica de una finalidad ficticia, la presuncion de una quasi-
finalidad: presuponer que la naturaleza, especificandose en un sistema, mues-
tra benevolencia hacia nuestra facultad de conocer implica una signification
nueva, que legitima por si sola el nuevo papel que por derecho corresponde a
la facultad de Juzgar. Pero, tde que disponemos, al comienzo, para medir su
envergadura, a no ser de la exigencia misma que ha hecho necesaria su admi-
sion: la naturaleza como sistema de leyes particulares bien trabadas 4? Aparte
de esto, no queda otro paradigma de la Reflexion salvo el juicio teleologico,
que mas valdria llamar determinante que reflexionante. Pues, si es cierto que
no conocemos nada mas del objeto por haberlo colocado entre los «fines natu-
rales», esto no impide que el juicio teleologico recurra a una regia extraida de
la razon (la vinculacion de los fines) y, sobre todo, que no nos obligue a aban-
donar el mundo ya constituido de la objetividad: concebir un organismo
como fin natural supone que ya lo conocemos como objeto, por conceptoss. La
facultad de Juzgar todavia no puede aparecer, pues, como instancia original:
si bien el pensamiento sobre el viviente hace uso de nuestro poder de reflexio-
nar, no podra ser su modelo.
en cuanto a los principios de su posibilidad segun leyes de la libertad. Pero esta diferencia no
consiste en que aqui la causa se ponga en un querer y alii fuera del querer, en las cosas mis-
mas. Pues, si la voluntad no sigue ningun principio distinto de los principios conocidos por el
entendimiento, de manera que el objeto sea posible segun estas (consideradas como) simples
leyes naturales, la proposicion que contiene la causalidad del objeto por medio de la causali-
dad del querer perfectamente puede llamarse proposicion practica; sin embargo, no es dife-
rente en cuanto al principio de las proposiciones teoricas que conciernen a la naturaleza de
las cosas» (Erste EinL, XX, 197).
3 «En cuanto a su aplicacion, el juicio teleologico concierne, por tanto, a la parte teorica de la
filosofia* (XX, 194).
4 XX, 242-243.
s XX, 228.
302
El placer puro
6 «Si cabe pensar que los conceptos que empleamos como principios empiricos tengan un vin
culo de parentesco con la facultad pura de conocimiento a priori, es util intentar dar una defi
nition trascendental de ellos, por medio de categorias puras, en la medida en que unicamen
te estas indican ya de modo suficiente la diferencia entre el concepto en cuestion y los
demas...» (nota de la Erste Einl., XX, 230, repetida en V, 177).
La Analitica de lo bello recurrira, pues, a las categorias en la medida en que estas permiten
distinciones de esencia que no podriamos solicitar del analisis psicologico. Al igual que en
moral, esta distincion en modo alguno prohibe la referencia a la antropologia: «A menudo
hemos de tomar por objeto la naturaleza particular del hombre, que solo es cognoscible por
experiencia, para mostrar lo que en ella se desprende de los principios morales universales
sin hurtarle nada, no obstante, a la pureza de estos, ni hacer dudoso su origen a priori. Esto
viene a significar: una metafisica de las costumbres no puede basarse en la antropologia, pero
puede serle aplicada» (Met. Sitten, VI, 217).
z Cartas a Marcus Herz, 7 de junio de 1771 y 21 de febrero de 1772, X, 123 y 129.
303
Kant y el final de la metafisica
304
El placer puro
11 «E1 pensamiento logico formal consiste en la verdad (en el concepto) y en sus medios. El
pensamiento estetico formal, en la capacidad de ser aprehendido intuitivamente. La forma de
la sensibilidad que facilita la perfeccion del entendimiento es lo bello absoluto que puede ser-
vir para hacer intuitivos conceptos generales y que elabora los fenomenos para un conoci
miento distinto por medio de conceptos generales* {Rx 1794).
305
Kant y el final de la metafisica
nunca renegara: la prelacion que le otorga a la poesla sobre todas las demas
artes basta para mostrarlo12. dEn que sentido, entonces, se va a apartar de
Baumgarten? En primer lugar, por su rechazo de una «doctrina del gusto».
Pero sobre todo por la transformation que le impone a la palabra «estetica»:
en lugar de designar actividades del espiritu o metodos apropiados para la
«cognitio sensitiva», de ahora en adelante la palabra apuntara a un campo
original de significaciones. Tiene menos de nueva definition de una discipli-
na que de desplazamiento semantico de una expresion. En la medida en que
no pone en cuestion el horizonte trazado por Baumgarten, Kant no habla un
lenguaje muy diferente, incluso si asegura que la «estetica» -e n el nuevo sen
tid o - no puede adquirir el rango de ciencia: «Nadie puede esperar progreso
en la ciencias bellas si no pone la perfeccion logica como fundamento de su
conocimiento» (Logik, IX, 39). Pero desde el momento en que nos pregunta-
mos si las «schdne Wissenschaften» poseen la verdad de la Schonheit apare-
ce un escrupulo que Baumgarten ignoraba. En efecto, «exercitatio aestheti
c s , «disciplina aesthetica» eran para el recetas 0 saberes pertenecientes a la
estetica, y las figuras de estilo, la cultura historica requerida por la obra poe-
tica, merecian asi - y por excelencia- el apelativo de «bellas»13. Con la KU
cesa esta confusion: hablar de «ciencias bellas» es un sinsentido y solo pode-
mos llamar bellas a las ciencias historicas al precio de una doble ambigiiedad:
«porque constituyen la preparation necesaria y el fundamento de Isabellas
artes y tambien porque en ellas hemos comprendido incluso el conptimiento
de las producciones de las bellas artes (elocuencia y poesia)» (XU/comienzo
del § 44). «Un conocimiento bello es una expresion vacia de sentido; pues,
cuanto mas tengo en consideration lo subjetivo, tanto menos se exige lo obje-
tivo del modo de representation, es decir, el conocimiento. Pero la bella
representation de un objeto, como presentation de un concepto, consiste en
el acuerdo subjetivo de ambas facultades de representation, que pertenecen
al conocimiento mientras que cada una sigue sus leyes» (Rx 1935). Texto que
muestra a la perfeccion el transito del intelectualismo a la critica del Juitio.
Admitiendo que la belleza consiste en la «Darstellung eines Begrijfes», no
hay, sin embargo, conocimiento bello: en cuanto tal, el acto de conocimiento
es indiferente a la belleza o el encanto. Incluso si, psicologicamente, el senti-
miento de lo bello es una propedeutica para el saber, el noema de belleza es
excluyente respecto del noema de conocimiento1^ Ya en 1776, Kant, ponente
306
El placer puro
307
Kant y el final de la metafisica
308
El placer puro
significara, por tanto, nada mas que “representation de los sentidos” (intui
tion empirica), a diferencia tanto de los conceptos como de la intuition pura»
(VII, 143). La otra notion de sensibilidad resulta menos justificable etimolo-
gicamente, puesto que contierne al placer experimentado y no a la inteleccion
facilitada. «Desde hace cierto tiempo, hemos adquirido el habito de denomi-
nar tambien modo de representation estetico, es decir, sensible, no al sentido
de la referenda de una representation a un objeto, sino al del sentimiento de
placer y displacer. Aunque, a falta de otra expresion, nos hayamos acostum-
brado a llamar tambien a este sentimiento, conforme a tal denomination, un
sentido (modification de nuestro estado), sin embargo, no es un sentido obje-
tivo cuya determination fuese empleada para el conocimiento de un objeto
(pues intuir 0 conocer algo con placer no es una mera referencia de la repre
sentation al objeto, sino receptividad del sujeto)» (Erste Einl., XX, 222). Esta
nueva Sinnlichkeit ya no tiene nada que ver con la de la Estetica trascenden-
tal: si bien «estetico» sigue siendo equivalente de sensible, «sensible» deja
ahora de ser sinonimo de «presente en la intuition*. Podemos conservar, por
tanto, la denomination «estetica» tal como la emplean los alemanes, pero a
condition de prevenir cualquier confusion con la acepcion admitida hasta
ahora: doctrina de los sentidos o de las leyes del conocimiento sensible. Esta
innovation es propia de la KU, pues la mayor parte de las Reflexionen concer-
nientes a la logica o a la antropologia continuan incurriendo en la contamina
tion: «E1 placer del gusto nace de las leyes de la actividad del sujeto, particu-
larmente del conocimiento sensible que coordina* (Rx 1789); «La belleza
consiste en el acuerdo del fenomeno con las leyes de la sensibilidad* (Rx
1793 )- La cuestion es saber, pues, por que Kant habla de pronto de los juicios
de gusto como juicios «esteticos», mientras que en la KrV criticaba este uso
del termino, -p o r que insiste en la distincion, que antes ignoraba, de dos con
ceptos de «sensibilidad» solamente homonimos.
30 9
Kant y el final de la metafisica
21 Ibid., 247. «Hablando de un juicio estetico sobre un objeto, indicamos que una representa
tion dada es referida a un objeto, pero sin comprender en el juicio la representation del obje
to, solamente la del sujeto y su sentimiento» (ibid., 223). - «Lo subjetivo de nuestra repre
sentation tambien puede ser referido a un objeto con vistas a su conocimiento (segun la
forma objetiva o la materia): en el primer caso, se trata de una intuition pura, en el segundo,
de una sensation... O bien lo subjetivo de la representation no se convierte en parte integran-
te del conocimiento (Erkenntnisstiick), porque contiene solamente la referencia de este al
sujeto y nada que sirva para el conocimiento del objeto. Esta receptividad de la representa
tion se llama entonces sentimiento, el cual contiene el efecto de la representation (ya sea sen
sible o intelectual) sobre el sujeto y pertenece a la sensibilidad, aunque la representation
misma pueda pertenecer al entendimiento o a la razon» (M. Sitten, Einl., pp. 211-2).
22 Tambien nos parece dificil, incluso para subrayar que la KU no es una filosofia del arte,
hacer de ella una filosofia del conocimiento estetico (cf. Gilson, Introd. arts, p. 28).
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El placer puro
23 Vorarbeit zum Gemeinspruch, XXIII, 139. «El metodo moral es estetico 0 filosofico; los
principios son empiricos o intelectuales* {Rx 6687).
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Kant y el final de la metafilsica
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El placer puro
26 Bergson, Essai..., p. 12. En efecto, el conocimiento estetico tan s61 o puede suprimirse como
tal a medida que se realiza como vivencia cualitativa. «Si el arte entero es descrito en este pri
mer momento como hipnosis, la influencia estetica es una experiencia primera y completa-
mente negativa, donde mi tiempo propio tan solo es solicitado para adormecerse* (Bayer, op.
cit., p. 62).
313
Kant y el final de la metafisica
IV UN P L A C E R DE O R IG E N N O E M P fR IC O ; E L P S E U D O -«IN T E L E C T U A L IS M O »
K A N T IA N O
Los juicios reflexionantes por excelencia deben ser esteticos: esto quiere
decir que su principio de determinacion sera una «sensacion» y nunca un
concepto. «Ahora bien, unicamente hay una sensacion asi llamada que jamas
pueda ser concepto de un objeto: el sentimiento de placer y displacer. Un jui-
cio estetico es, pues, aquel cuyo principio de determinacion reside en una sen
sacion que se halla inmediatamente vinculada con el sentimiento de placer»
CErste Einl., XX, 224). En los juicios esteticos sensoriales, una «sensacion»
semejante es producida por la intuition empirica del objeto. En los juicios
esteticos reflexionantes, la referencia armoniosa entre las dos componentes
de la facultad de Juzgar (imagination y entendimiento) «produce una sensa
cion, que es el principio de determinacion de un juicio, llamado por ello este
tico...». iEncontramos de hecho en el campo estetico esta ultima clase de ju i
cios? iH ay juicios de no-conocimiento que no sean empiricos, es decir, un
placer que no sea de origen sensorial? «Si el juicio (estetico) no debiese con-
tener nada mas que la referencia de la representation al sentimiento (sin la
mediation de un principio de conocimiento), como es el caso en el juicio este
tico de los sentidos, que no es ni un juicio de conocimiento, ni un juicio de
reflexion, entonces todos los juicios esteticos serian simplemente empiricos».
La posibilidad de un juicio estetico reflexionante descansa, pues, sobre la de
un placer que no sea suscitado por una representation empirica. Impone un
examen de la notion de placer. La lectura psicologista no tiene en cuenta esta
«positio quaestionis». Supone que el autor analiza el placer estetico, en el
muy turbio sentido en que lo entendemos corrientemente, como si se tratase
de una notion psicologica indiscutida, - y no de una esencia por constituir. El
metodo eidetico pasa entonces por un prejuicio intelectualista. Ahora bien,
esta interpretation contradice los textos de Kant.
27 Rx 806 (XV, 354). «E1 gusto es la facultad de discernir lo conveniente, es decir, lo que no
contradice la Idea que esta dada» (Rx 819). Cf. Rx 1812 a.
314
El placer puro
28 Sobre esta division en las teorias del placer en el siglo XVIII, que no deja lugar para la «con-
ciencia estetica* kantiana, cf. Mauzi, L’idee de bonheur, p. 418 y ss. «La voluptuosidad pre
cede del alma, el placer, de los sentidos*; «Las tres cuartas partes del mundo, por tanto, con-
cluyo Mme du Puisieux, jamas han sentido voluptuosidad*.
315
Kant y el final de la metafiisica
camente por una opinion sobre... Sin embargo, si entendemos por placer este-
tico el placer especifico que procura la belleza, tpor que se le habria impues-
to al criticismo necesariamente este tema? Refiramonos a la problematica de
Kant: al comienzo no es ni evidente ni necesario que el juicio reflexionante se
vincule con algo como el placer. Y cuando la Segunda introduccion intenta
vincular ambos temas, como si su relation fuese de suyo en el nivel del senti-
do comun, tan solo puede hacerlo de modo artificial (V, 187). Solo el rodeo
que tenemos que dar por el «juicio estetico» para determinar mejor el juicio
reflexionante se hace cargo de la solidaridad entre Reflexion y placer: si hay
una facultad dejuzgar reflexionante, entonces el placer es una instancia auto
noma del Gemilth. En efecto, dado que lo propio de la facultad de Juzgar no
es referir las representaciones a objetos y puesto que el placer tan solo desig-
na el hecho «de que una determination sea recibida en un sujeto» (Erste
E in l, XX, 208), es probable que aquella deba proporcionarle a este sus prin-
cipios a priori. Se vuelve esencial, por tanto, mostrar que el placer es suscep
tible de tener una legislation propia y que, al igual que las facultades teorica
y practica, posee principios a p r i o r i. Mientras no se haya llevado a cabo
esta demostracion, nada nos garantiza que el juicio reflexionante en estado
puro no sea una quimera. iH ay un placer libre de cualquier elemento extrano
y notoriamente distinto de la facultad de desear?2? La validation del juicio
reflexionante depende de la respuesta a esta pregunta. Lo que motiva la inves
tigation sobre el placer puro es, por tanto, el advenimiento de la Reflexion.
Tan solo comprendemos a Kant situandonos en este punto donde no ha naci-
do el «placer estetico», donde la perception de lo bello no plantea por si
misma ningun problema; unicamente sabemos que, si es cierto que hay una
facultad de la Reflexion, el placer puro debe ser localizado.
V E l p l a c e r d is o c ia d o d e l a f a c u l t a d de d esear ; r e d u c c io n e t ic a y
2? De este modo, el sentimiento de placer tan solo seria «la sensacion de esta determinabili-
dad del querer por la razon misma y no un sentimiento particular y una receptividad particu
lar que mereciese una rubrica particular entre las propiedades del alma. Ahora bien, como en
la economia de las facultades del alma en general esta irrecusablemente dado un sentimien
to de placer -independiente de la determinacion de la facultad de desear y, ademas, capaz de
procurarle un principio de determinacion-, este sentimiento, para poder vincularse con las
otras dos facultades en un sistema, debe, al igual que ellas, no basarse simplemente en prin
cipios empiricos, sino tambien en principios a priori» (Erste E in l, XX, 207).
316
El placer puro
3° «E1 deseo indeterminado del objeto, que solamente incita al sujeto a salir de su estado pre
sente, sin que sepa en cual quiere entrar (appetitio vaga), puede llamarse deseo lunatico
(launische Wunsch) que nunca es satisfecho* (Anthrop., § 73, VII, 251).
31 Aristoteles, Ethique a Nicomaque, 1175 a 20. Cf [trad. esp. Etica a Nicomaco, Madrid,
Credos, 1985]. Hamelin, Elements... p. 352; Ricoeur, Ph. Volonte, p. 95.
32 KU, § 2, V, 204. Met. Sitten, Einl., VI, 212-213.
317
Kant y el final de la metafisica
33 «Nur davon istjetzt nicht die Rede. Man will nur wissen ob...» (V, 205). Recordemos la
recomendacion de la Regia XIII de Descartes: «ne plura et strictiora quam data sint suppo-
namus», y la aplicacion que se hace de ella en la Recherche de la verite («Usted no ha com
prendido bien mi pregunta y responde a mas cosas de las que le habia pedido»). Cf. Descartes,
PI., p. 894.
34 Nietzsche, Genealogie M., tr., p. 179 [trad. esp. Genealogia de la moral, Madrid, Alianza,
1991].
31 8
El placer puro
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Kant y el final de la metajisica
32 0
El placer puro
4 1 Cf.
la critica de Scheler: «En resumidas cuentas, y aparte de la ley moral de caracter a la vez
racional y formal, el hombre para Kant es un egoista absoluto y un hedonista del placer sen-
sible» (Formalismo, tr., pp. 253-4).
42 KpV, V, 24. Cf. KU, V, 277. La misma idea es formulada por Maupertuis: «no existen pla
ceres nobles: los placeres de los sentidos y los placeres del alma tienen el mismo precio» (cita-
do en Mauzi, L ’Idee de bonheur, p. 406).
43 «E1 placer procedente de la representation de la existencia de una cosa, en la medida en
que debe ser un principio determinante del deseo de dicha cosa, se basa en la capacidad de
sentir del sujeto, puesto que depende de la existencia (Dasein) de un objeto» (KpV, V, 22).
321
Kant y el final de la metqfisica
V I La s cinco consecuencias del aislam iento quim ico del placer puro
322
El placer puro
momenta en que se trata del deber» 44, el gusto, a fortiori, de ninguna mane-
ra incluye, por tanto, una renuncia a lo sensible: se niega a tomar en conside
ration la realidad de lo sensible. Si cabe, la expresion «ascetismo estetico* es
todavia mas desafortunada, pues, que la de «rigorismo moral» contra la que
Kant protestaba45. Lejos de verse abocado a la austeridad, el sujeto estetico
-incluso si deja presentir al sujeto m oral- no hace mas que imitar la morali-
dad y anunciarla de lejos. Dar prueba de gusto en su conducta es tomar dis-
tancia con respecto a la ley moral, asi con respecto a las inclinaciones, e inclu
so preferir el civismo mundano a la intention etica: «Solamente podemos dis-
tinguir entre la multitud quien tiene gusto y quien no lo tiene cuando queda
apaciguada la necesidad. Del mismo modo, hay costumbres sin virtud, ama-
bilidad sin benevolencia, decencia sin honestidad» (KU, § 5). Por tanto, si se
juzga moralmente la libertad de indiferencia del sujeto estetico, no es mas que
alienation en la apariencia: «Podriamos llamar al gusto la moralidad en la
apariencia externa, aunque esta expresion, tomada al pie de la letra, sea con-
tradictoria»46. Tomada al pie de la letra, entiendase: con respecto a la etica,
donde el hombre, barajando solo dos mundos, debe elegir necesariamente
uno u otro. Pero el hombre del «mero placer» elude estas dos jurisdicciones,
ni angel ni bestia, e inconsciente aun de esta disyuncion (KU, § 5, V, 210).
Ademas, desconfiaremos menos de la inocencia estetica, si dejamos de juzgar-
la en la perspectiva de la etica ya constituida. La mirada estetica se contenta
con la apariencia, pero esta todavia no es el disfraz de la realidad. Este apare-
cer no disimula el ser, sino que deja desplegarse una presencia; no es sinoni-
mo, pues, de mentira, sino de despreocupacion. Desarticulada asi toda pre
tension ontologica, tcomo habria de ser impostura la apariencia? Es condena-
ble como mala fe cuando nos lleva a «convencernos de que no somos culpa-
bles de nuestra falta». Pero hay otras formas, demasiado benignas como para
enganar: los saludos raramente son expresion de la verdad, «sin embargo, en
absoluto enganan, pues cada cual sabe el caso que debe hacer de ellos»
(Anthrop., VII, 152). Aqui, comenta Schiller, «la apariencia no aspira a reem-
plazar (vertreten) la realidad y no hay necesidad de que sea reemplazada por
ella». El ingenuo, que se siente decepcionado por haber confundido buena
education y benevolencia, no debe culparse mas que a si mismo: «le falta el
sentido de la apariencia autonoma (selbstandige Schein); ademas, solo puede
44 KpV, V, 93. Sobre este punto, Scheler le hace justicia a Kant en Formalisme, trad., p. 241.
45 Cf. la condena del «ascetismo monacal* que tiene por efecto la «mortificaci6n y la tortura
del cuerpo», v no aspira en absoluto a la virtud. Tugendl, § 53, VI, 485.
4bAntropologia, § 69, VII, 244. «Solamente se puede distinguir entre la multitud quien tiene
gusto y quien no cuando ha sido apaciguada la necesidad. Igualmente hay costumbres (Sitten,
conducta) sin virtud, amabilidad sin benevolencia, decencia sin honestidad* (KU, § 5, V,
210).
Se hallara en el discurso de Robespierre del 18 pluvioso del ano II (Ed. Sociales, vol. Ill, p.
112) una formulacion de la «moralidad en la apariencia*: «Queremos sustituir en nuestro
pais el honor por la probidad, los usos por los principios, los buenos modales por los deberes,
la tirania de la moda por el imperio de la razon..., la buena compania por las buenas gentes,
el ingenio vivo por el genio, el brillo por la verdad*.
323
Kant y el final de la metafisica
47 Schiller, Educ. esthetique, 26a carta, p. 330 (Aubier [trad. esp. Cartas sobre la educacion
estetica del hom bre, Madrid, Aguilar, 1981]).
48 Carta a Reinhold, 19 de mayo de 1789, XI, 41. Cf. KU , V, 270.
49 Cf. Mauzi, op. cit., pp. 414-415.
5° Rousseau, Reveries, Quinto paseo [trad. esp. L a s ensohaciones del paseante solitario,
Madrid, Alianza, 1998].
51 Diderot, Traite du beau, PI. Ill, p. 2.
324
El placer puro
libertad moral. Desaflo supremo a las descripciones del sentido comiin, libra
al hombre de toda determination en el nivel mismo de las inclinaciones, y ya
no mas alia. En este momento, cuando la palabra «estetica» todavla designa
una region psicologica y ya una disciplina filosofica, cuando de adjetivo se
convierte en sustantivo, su desplazamiento mismo es indice del descubri-
miento de una libertad de envergadura diferente a la de la libertad moral.
s2 Cf. Husserl, Ideen, I, trad., p. 373 [trad, esp., Ideas relativas a u nafen om en ologla p ura y
una filo so fia fenom enologica, Mexico, UNAM, 2000], sobre «la actitud puramente estetica
que no implica ninguna privation, sino una modification, precisamente la de neutralization*.
53 Fink, Vergegenw artigung und Bild, Jahrbuch, XI, p. 300 y ss. La modificacion cualitativa
(o de realization) es una co n stitu tio n aparente», de ninguna manera «una modificacion
atencional, una indiferencia o una falta de interes del yo... y puede ser conducida en un sen
tido eminente por un interes del yo». La modificacion de neutralidad del contenido es, por el
contrario, la constitution del Schein. «Los momentos neutrales se encuentran comprometi-
dos, por asi decir, en la existencia material, residen en el nucleo de sentido mismo y no en los
caracteres teticos. En otras palabras, se trata de una especie fundamental de actos a cuyo
noema pertenece encerrar una no-realidad en su contenido de ser de noemas».
325
Kant y el final de la metafiisica
una division escolar de los contenidos psiquicos54, sino que se basa mas bien
en un analisis de la relacion de los contenidos con el objeto inmanente.
Brentano lo sugiere, apoyandose precisamente en un texto de la Primera
introduccion: «Lo que decidio a Kant a adoptar una clasificacion tripartita
fue, segun creemos, el hecho de que las actividades psiquicas concuerden o
difieran cuando nos situamos en un punto de vista semejante al de Aristoteles
en el momento en que opone pensamiento y voluntad... (Kant) basa clara-
mente la distincion entre el conocimiento y el apetito en la diferencia de su
relacion con el objeto, mientras que el caracter propio del sentimiento apare-
ce en completa ausencia de una relacion semejante, pues se trata de un feno-
meno psiquico que se refiere unicamente al sujeto»55. Podemos ir mas lejos
que Brentano: resulta sorprendente que el examen del juicio de gusto - s i con-
sentimos en ver en el algo mas que la exposition de las opiniones de Kant
sobre. la belleza- se vincule nuevamente con un examen aristotelico. La dis
tincion entre el aparecer de la «phantasia» y de la «doxa» remonta a
Aristoteles: «Cuando suponemos algo como terrible o espantoso, experimen-
tamos en seguida una emotion... en la imagination, por el contrario, nos com-
portamos como si contemplasemos en pintura las cosas terribles o tranquili-
zadoras»56. Por tanto, aunque la imagination siga siendo susceptible de lo
verdadero y de lo falso, ya no se reduce, como en Platon, a «la opinion sobre
lo que se siente» 57, y se convierte en esencialmente pre-doxica. Asi el desinte-
res del «mero placer», si no interpretamos el analisis de esencias que lleva a
cabo Kant como la description de una conducta humana efectiva, -com o el
«acto ascetico de desrealizacion» que Scheler veia en la reduction fenomeno-
logica. Entendido como acto magico, parece entonces que el desinteres
requiera una sensibilization con respecto a los «valores» de la que solo son
capaces unos pocos elegidos; la «imagen pura» se convierte en la imagen mas
sublime, como si su contenido inedito o fantastico tuviese alguna relacion con
su pureza. Brevemente, la representation de un trasmundo sustituye a la
«blosse Vorstellung» y se comprende como una superacion de la apariencia
cotidiana lo que tan solo era el retorno a un «Erscheinung» que ya no articu-
laria la «doxa» teorica.
326
El placer puro
327
Kant y el final de la metafisica
Karl Philip Moritzs8, que lo hello era pensado en esta epoca como el analogo
o la anticipation del cosmos: por mucho que excluya cualquier marca, com-
prende en si todo lo real, escribe Baumgarten, del mismo modo que el
mundo, «non estpars alterius» (Baumgarten, Meta, § 345). Pero, para estos
mismos autores, el placer se convertia en un efecto accesorio de la perfection
interna de la cosa sobre el alma del espectador, - e l indicio de la percepcion
de un orden. Suscitado por la idea del Todo, el placer del gusto no atestigua,
pues, la presencia de una facultad capaz de engendrar un Todo.
Encontramos este ultimo tema mas bien en las teorias inglesas de lo bello, a
condition de que no se las reduzca -com o hace Baum ler- a simples profesio-
nes de psicologismo. Afirmando que la belleza no es percibida, sino «senti-
da», Hume no consideraba que estuviese limitando el sentimiento de lo bello
a una afeccion; insistia al igual en el hecho de que la belleza es una totalidad
que no encontramos en ninguna parte -d e l circulo o de la colum na-, sino
que «resulta del conjunto de esta figura cuando se le presenta al espiritu inte-
ligente». «De algun modo, el gusto hace surgir una creation nueva»; da tes-
timonio de un orden que no contemplo (la representation no presenta las
relaciones), que tampoco forjo por medio de un acto de unification arbitra-
ria de las «impresiones» y que, sin embargo, solo adviene por mi. Ahora bien,
ies un azar que Hume comience a presentar el placer del gusto como esen-
cialmente totalizador y denuncie, antes que Kant, la fiction cosmologica?
iN o es mas bien el presentimiento de que la conciencia mas originaria de la
totalidad contiene la verdad del pseudo-conocimiento del Todo absoluto?
Kant saca a la luz esta relation: si para dar cuenta del gusto debemos circuns-
cribir idealmente un «mero placer», hemos de admitir una conciencia refle-
xionante sin la cual dicho placer seguiria siendo un enigma; se comprende
entonces por que postulamos legitimamente una unidad del mundo: se res-
tituyen a su fuente «subjetiva» significaciones que tan solo nos llegaban
deformadas y «racionalizadas» por la teologia.
Por eso hemos insistido en el caracter estrictamente eidetico del analisis
del placer. Importa mucho distinguir psicologia de lo bello y critica de la facul
tad de Juzgar, pues si es cierto que esta es la comprension ultima de la teolo
gia y una «desmistificacion» de la teologia rational, su indistincion supondria
de nuevo -d e modo consciente o n o - que unicamente una antropologia puede
asumir en ultima instancia el papel de la critica de la metafisica. Ahora bien,
nada hay mas discutible que este postulado (comun hoy dia al marxismo, el
existencialismo y la ideologia eclectica de las «ciencias humanas»), -nada
mas nocivo ciertamente para la comprension de Kant. Pues la Tercera Critica
ya no es una teoria del comportamiento humano con respecto a lo bello, como
la primera no era una teoria del conocimiento. Es menester que decapemos la
Critica respecto de esta antropologia parasitaria; que la restituyamos al terre-
no neutro que eligio como sede de su tribunal, a la encrucijada de lo teorico,
lo practico y el placer, poniendo cuidado solamente en devolverle a estas pala-
328
El placer puro
bras su sentido exacto y licito; que la reinscribamos por ultimo en una epoca
en que la angustia y la desesperacion eran el lote de los fanaticos (cf. Hume,
Decimo dialogo), y el goce sinonimo de vida: comenzaremos a entrever por
que la nocion de un placer que todavla no es un contenido psicologico se
entrelaza con la nocion de un mundo que ya no es de la incumbencia de la cos-
mologla racional.
329
C a p it u l o XII
L a f in a l id a d s in f in
Y LA AMBIGUEDAD DE LO BELLO
I L a t e n t a c io n in t e l e c t u a l is t a
331
Kant y el final de la metafisica
332
La finalidad sin fin y la ambigiiedad de lo hello
333
Kant y el final de la metafisica
production organica o tecnica (la estructura del ojo dispuesta con vistas a la
maxima claridad de las imagenes retinianas), solamente recoge esta acepcion.
«Toda perfection^ anade Wolff, «tiene una razon general por la que com-
prendemos por que los elementos que componen el ser perfecto se comportan
asi antes bien que de otro modo» (§ 505).
Ademas, es notable que Spinoza, criticando radicalmente la idea de per
fection, admitiese como licita, sin embargo, esta signification minima de la
palabra, que recoge la definition tomista de la «perfeccion» de las cosas arti-
ficialess. «Diremos que una casa es perfecta tan pronto como veamos que la
obra ha sido llevada al termino que el autor se habia propuesto... Esta parece
haber sido la primera signification de los terminos» (Etica, IV, Prologo). La
segunda signification (esta ilegitima) de la perfection nace, segun Spinoza,
con las ideas de las cosas naturales, pues la fijacion de la norma estandariza-
da a que debe obedecer el objeto natural queda entonces a la entera disposi
tion de nuestra fantasia. Spinoza sugiere incluso que la teoria de las Ideas
nacio de un mal uso del esquema tecnico, del que seria responsable el juicio
de valor del usuario sobre el producto artificial: «Cuando los hombres hubie-
ron comenzado... a representarse modelos de casas, edificios, torres... y a pre-
ferir ciertos modelos a otros... cada uno llamo imperfecto aquello que a sus
ojos era menos conforme con el modelo que habia concebido, incluso si el
objeto del artesano estaba plenamente realizado»6. Este es el initio de una
idea que encontraremos mas lejos, en Kant: el concepto tradicional de finali-
dad bien podria ser una mala interpretation del acto tecnico.
Por tanto, el nucleo de perfection que se vincula con el placer es el pleno
ejercicio de la fmalidad artificial y esta es, a fin de cuentas, el unico punto de
referenda de la validez del juicio de belleza. «La misma propiedad hace bello
un edificio y contribuye a su Bonitat, - y un rostro no deberia tener una
forma distinta (para satisfacer) su fin y ser bello. Si conocemos la belleza de
muchas cosas de la naturaleza sin conocer los fines, hay que creer que el pla
cer que se obtiene de su apariencia no corresponde a su fin, sino que es con-
secuencia suya»7. Ciertamente, lo util y lo bueno no siempre coinciden con lo
bello -K ant, en esta epoca, conviene en ello al igual que Hume8- , pero,
dcomo decidir, en ultima instancia, sobre lo bello, si no es con respecto a la
normalidad de la cosa contemplada? iQ ue otra piedra de toque encontrar
para mi «juicio»? «La facultad de Juzgar es la actividad del espiritu consis-
tente en referir lo multiple en un objeto a su fin» (Rx 813); «La facultad de
Juzgar es el poder de referir las acciones a una idea como a su meta. El pro
ducto (le presta asidero a) la facultad de Juzgar si conduce a la Idea y, asi,
concuerda con ella... No hay ordenacion concebible sin Idea, el fenomeno
334
La fmalidad sin fin y la ambigiiedad de Jo hello
9 Santo Tomas, citado en Maritain, A rt et scolastique, p. 179 [trad. esp. Arte y escolastica,
Buenos Aires, Club de lectores, 1983].
10 Leibniz, Opuscules, p. 491; VII, p. 86.
11 La Rx 746 prefigure este pasaje: «Hay que senalar que placer y displacer no son represen-
taciones de la perfeccion, sino que esta los presupone; hay una perfeccion para nosotros, por-
que obtenemos placer de una concordancia; pero no todo placer significa una perfeccion, solo
aquel (que procure el entendimiento)» (Rx 746).
12 «Rameau pretende que la armonia es la fuente de las mayores bellezas de la musica; pero
este sentimiento es desmentido por los hechos y por la razon. Por los hechos..., las bellezas
puramente armonicas son bellezas sabias que tan solo colman a gentes versadas en el arte; en
335
Kant y el final de la metafisica
II La g e n e s is d e l a «f in a l id a d s in f in »
lugar de ello, perteneciendo las verdaderas bellezas de la musica a la naturaleza, son y deben
ser igualmente sensibles para todos los hombres, sabios o ignorantes. Por la razon, puesto
que la armonla no proporciona ningun principio de imitation por el que la musica, forman-
do imagenes o expresando sentimientos, pueda elevarse al genero dramatico o imitativo, que
es la parte mas solida del arte y la mas energica» (citado enAk-Aus., XV, 277-9).
*3 «A menudo esta conciencia (de unificacion) puede ser tan solo debil, de manera que unica-
mente este vinculada con la production de la representation en el efecto, pero no en el acto
mismo (inmediatamente); pero a pesar de esta diferencia es preciso encontrar en ella, no obs
tante, una conciencia, incluso si le falta la claridad distinta; en caso contrario, los conceptos
son por entero imposibles y, con ellos, el conocimiento de objetos* (A 79-80).
«No podria representarme algo ni, en consecuencia, hacer del fenom eno una experiencia
en sentido objetivo, si las representaciones no se refiriesen a algo que es paralelo a mi yo...»
CRx 4675).
336
Lafinalidad sin fitly la ambigiiedad de lo bello
15 «Este mismo objeto no es vivido o consciente (bewusst), aunque sea percibido, -igualmen-
te, no lo es el color percibido en el (an ihm). Si el objeto mismo no existe y debemos critical’
la perception como equivocation, alucinacion, ilusion, entonces el color visto, percibido, el
del objeto, no existe. Estas diferencias entre perception normal y anormal, correcta y enga-
nosa, no conciernen al caracter interno, puramente descriptivo 0 fenomenologico, de la per
ception... Muy a menudo confundimos ambas: sensation de color y coloration objetiva del
objeto*. E r l e b n i s s es, pues, sinonimo de lo que aparece en cuanto tal: «Elfenomeno de
la cosa (la vivencia) no es la cosa que aparece... Cuando, en el flujo de conciencia, vivimos los
fenomenos (Erscheinungen) como perteneciendo al mundo fenomenico (phanomenal), apa-
recen las cosas: por su parte, los fenomenos (Erscheinungen) no aparecen, son vividos* (Log.
Unt., II, 1, pp. 348-351: cf. p. 219 [trad. esp. Investigaciones logicas, Madrid, Alianza, 1999-]).
En la linea de esta oposicion inicial entre «Erlebniss-Erscheinen» y «Phanomen», Husserl
insiste mas tarde, tras la reduction fenomenologica, en la importancia de la «hule», no como
momento real de lo vivido concreto (este era aun el sentido de la palabra E r l e b n i s s e n las
Log. Unt.), sino en tanto que esta animada por las aprehensiones: «Lo vivido incluye en su
composition real no solo los momentos hyleticos (colores, sonidos sensibles), sino tambien
las aprehensiones que los animan, -luego, tomando los dos juntos: el aparecer del color, del
sonido y de cualquier otra cualidad del objeto* (Ideen, I, § 97, trad., p. 338). Segun comenta
Ricoeur, asi se inicia la idea de que «la constitution del yo como temporalidad y como hule es
mas radical que la de la objetividad en la vivencia*. Y Zeitbewusstsein se abre en efecto con
un recordatorio de la distincion entre «vivencia» y «cosa que aparecer. «E1 rojo sentido es
un datum fenomenologico que, animado por una cierta funcion de aprehension, presenta una
cualidad objetiva: el mismo no es cualidad. No el rojo sentido, sino el rojo percibido, es una
cualidad en sentido propio, es decir, una propiedad de la cosa que aparece. El “rojo" sentido
tan solo es un rojo equivoco, pues rojo es el nombre de una cualidad real... Los data tempo-
rales no son ellos mismos temporar (p. 371).
337
Kant y el final de la metafisica
16 «Podemos explicar estos sentimientos de bienestar y de dolor por el efecto que la sensation
de nuestro estado produce en nuestro espiritu. Lo que me incita inmediatamente (por el sen
tido) a salir de mi estado me hace dano; igualmente, lo que me incita a mantenerlo (a perma-
necer en el) me resulta agradable* (Anthropologie, § 60).
33 8
La finalidad sin fin y la ambigiiedad de lo bello
339
Kant y el final de la metafisica
La expresion es de Ch. Lapicque (lim itation et figuration®, en Essais sur I’espace, pp. 145-
6). Sobre la compatibilidad entre valor estetico y producto tecnico, cf. Francastel, A rt et tech
nique, p. 127.
340
La finalidad sin fin y la ambigiiedad de Jo bello
inseparable, en Platon, de las formas canonicas: del mismo modo que la exi-
gencia de perfection, la exigencia de una finalidad sin fin en el contenido
intuitivo entorpece el ejercicio del gusto. Nos impide reconocer que el juicio
reflexionante no tiene «dominio» propio, sino que suprime todo «dominio»,
y que no hay, por tanto, «objetos esteticos», como hay objetos sagrados u
objetos de uso20. Si lo bello solo tiene sentido por la finalidad subjetiva, no
podria designar al mismo tiempo una region de la objetividad; si no es mas
que una figura de lo imaginario, no puede ser depositado en una categoria
determinada de formas mundanas, -aunque sea la de lo informe.
Kant opone aun el arte arquitectonico, donde lo esencial es «la conformi-
dad del producto a cierto uso» (§ 51, V, 322), a la «mera obra plastica» (bios-
ses Bildwerk), que «se hace puramente para la vista y debe agradar por si
misma». Pero esta distincion es artificial, si se olvida la composition tecnica
de la obra arquitectonica, por el hecho mismo de que se convierta en tema del
juicio de gusto, si la utilidad del objeto es anulada de oficio por la impresion
estetica. Aqui, Schelling es sin duda mas fiel que Kant al espiritu kantiano
cuando senala - a proposito de la arquitectura- que la belleza consiste en la
unification de la «forma del fenomeno» (su signification, su utilidad) y su
esencia21; poco importan la procedencia y destination del objeto, desde el
momento en que lo dejo aparecer en su aparecer y desde el memento en que,
para emplear una distincion de Kant, el «Phanomen» es reabsorbido en el
«Erscheinung». Solamente entonces cobraremos conciencia de la mutation
de la esencia del arte que impone la Critica: en lugar de que el artista estilice
para obtener la perfection intelectual, «reduce» para alcanzar la estilizacion
imaginaria; su retorica ya no es un instrumento de selection, sino de des-
orientacion; su meta ya no es lo caracteristico, sino lo insolito. Ahora bien, la
asignacion de la finalidad sin fin al objeto enmascara esta diferencia. Segun la
finalidad formal sea atribuida a un simple momento de conciencia o a la per
ception de un objeto determinado, el tercer estadio de la Analitica de lo bello
nos lleva de una description de lo imaginario a un posicionamiento estetico,
del no-platonismo al contra-platonismo del «arte por el arte».
I l l El color puro
20 C f. la s r e fle x io n e s d e S im o n d o n s o b r e la t r a n s i t i o n e n t r e o b je t o t e c n ic o y o b je t o e s t e t ic o
( M o d e d ’e x is t e n c e , p p . 1 8 4 - 1 9 1 , y s o b r e t o d o p . 1 8 7 ).
21 « P a r a la a r q u it e c t u r a , e n c u a n t o a r te b e llo , la u t ilid a d y la r e f e r e n d a a lo n e c e s a r io t a n s o lo
e s la c o n d it io n , n o e l p r in c ip io ... L a fin a lid a d e s la f o r m a y n o la e s e n c ia d e l f e n o m e n o , y la
a r q u it e c t u r a s e c o n v ie r t e e n a r te b e llo p o r e l h e c h o d e u n if ic a r fo r m a y e s e n c ia , p o r la r e la
t i o n e n q u e h a c e d e e s t a fo r m a , q u e e n s i c o n c ie r n e a la u t ilid a d , a l m is m o t ie m p o u n a f o r m a
d e la b e lle z a » (P h . K u n s t , p . 2 1 9 [tr a d . e s p . F ilo s o f ia d e l a r t e . M a d r id , T e c n o s , 1 9 9 9 ]) .
341
Kant y el final de la metafisica
22 Sobre la adhesion de Kant a la teoria euleriana de las vibraciones del eter, cf. Op. post., XXI,
469 y 523-
342
La fmalidad sin fin y la ambiguedad de lo hello
343
Kant y el final de la metaftsica
IV La «G estalt» p r e - c o n c e p t u a l y e l e s t a t u t o d e l a c o n c ie n c ia s e n
s ib l e
344
La finalidad sin fin y la ambigiiedad de lo hello
26 « E s ta s m t e s is e s u n e f e c t o d e l e n t e n d im i e n t o s o b r e la s e n s ib ilid a d * (B 1 2 0 ) . L a d if e r e n c ia
e n t r e la s in t e s is t r a s c e n d e n t a l d e la im a g i n a t i o n ( speciosa ) y la s in t e s is in t e le c t u a l p r o p i a
sen
m e n t e d ic h a c o n s is t e e n q u e a q u e lla c o n c ie r n e e x p r e s a m e n t e a l o d iv e r s o d e la in t u ic io n
sible, m ie n t r a s q u e e s t a « s e r ia p e n s a d a r e la t iv a m e n t e a lo d iv e r s o d e u n a in t u ic io n en gene
ral e n la m e r a c a t e g o r ia * (B 1 1 9 ).
27 T r a n D u e T a o , e n Pheno-Mat. [ tr a d . e s p . Fenomenologia y materialismo dialectico,
B u e n o s A ir e s , N u e v a V is io n , 1 9 7 1 ] , s e r e fie r e d o s v e c e s a e s te t e x t o . - L a p r im e r a v e z (p p . 1 1 0 -
1 11) p a r a i n t e r p r e t a r lo e n u n s e n t id o f r a n c a m e n t e in t e le c t u a lis t a . N o o b s t a n t e , a n a d e , K a n t s e
d a c u e n t a e n s e g u id a d e q u e a c a b a d e a b s o r b e r la E s t e t ic a e n la A n a lit ic a y « s e a p r e s u r a a a n a -
d ir p o r m e d io d e u n r a z o n a m ie n t o s o r p r e n d e n t e * q u e « la u n id a d d e e s t a in t u ic io n a priori
p e r t e n e c e a l e s p a c io v a l t ie m p o , y n o a l c o n c e p t o d e l e n t e n d im i e n t o * . - L a s e g u n d a v e z (p p .
2 1 1 - 2 1 2 ) , e l a u t o r v e e n e s ta s lin e a s la n e c e s id a d q u e e x p e r im e n t a b a K a n t, s in s a b e r lo , d e
« lib e r a r s e d e l fo r m a lis m o * . « L a r e l a t i o n d e la f o r m a d e la in t u ic io n c o n l a in t u ic io n f o r m a l
a b r e p e r s p e c t iv a s n u e v a s s o b r e l a s in t e s is d e la a p e r c e p c io n q u e , e n s u a c to o r ig in a r io , p r e c e
d e a c u a lq u ie r c o n c e p t o y s o lo p u e d e fu n d a r s e a s i s o b r e e l m o v im ie n t o m is m o d e lo s e n s ib le
e n c u a n t o t a l» . E s to e s im p u t a r le a K a n t m u c h a v e r s a t il id a d e n p o c a s lin e a s .
28 « N i s iq u ie r a s a b r ia q u e t e n g o e s t o s data s e n s ib le s ; e n c o n s e c u e n c ia , n o e x i s t ir ia n a b s o lu -
t a m e n t e p a r a m i e n t a n t o q u e s e r c o g n o s c e n t e , p u e s t o q u e (s i m e h a g o a n im a l e n e l p e n s a -
m ie n t o ) e s t a r ia n e n m i, in c o n s c ie n t e d e m i e x is t e n c ia , c o m o r e p r e s e n t a c io n e s q u e v in c u la r ia
u n a le y e m p ir ic a d e a s o c ia e io n e in f lu ir i a n t a m b ie n e n e l s e n t im ie n t o y e n la f a c u lt a d d e d e
s e a r; s e r ia c o n s c ie n t e d e c a d a u n a d e e s t a s r e p r e s e n t a c io n e s , p e r o n o d e s u r e la t i o n c o n la
u n id a d d e r e p r e s e n t a t io n d e s u o b je t o p o r m e d io d e la u n id a d s in t e t ic a d e s u a p e r c e p c io n ; su
345
Kant y el final de la metafisica
juego se ejerceria siempre regularmente sin que yo conociese nada por ello, ni siquiera el que
es mi estado» (Carta a Herz, 26 de mayo de 1789, XI, 52).
29 Distinction que se efectua explicitamente en el § 30: «La finalidad tiene entonces su princi-
pio y su configuration (Gestalt) en el objeto, aunque no indique la relation de este objeto con
otros segun conceptos (en consideration de un juicio de conocimiento), sino que concierne en
general a la simple aprehension de esta forma (Form) en tanto que es conforme en el espxri-
tu con la facultad de los conceptos, asi como con facultad la de la presentation...* (V, 279).
346
La fmalidad sin fin y la ambigiiedad de lo bello
3° « (Husserl) ha sido perfectamente consciente del peligro y ha escrito que no habla nada en
comun entre la intuition tal como el la comprendla y un procedimiento escolastico que pre-
tende extraer del conocimiento de las cosas juicios anallticos que se pueden formar sobre la
signification de las palabras* (Sciences H. et Pheno., C.D.U., no paginado [trad. esp. La feno-
menologia y las ciencias del hombre, Buenos Aires, Nova, 1969]). Idea que retoma en el pre-
facio de la Ph. P.: «Buscar la esencia de la conciencia no sera desplegar la Wortbedeutung
“conciencia"... sera encontrar el hecho de mi conciencia, que es lo que quieren decir finalmen-
te la palabra y el concepto de conciencia*. Falta por saber como tendria la certeza de haber
alcanzado «el hecho*. - Sobre la diferencia que existe, desde este punto de vista, entre Kant
y Husserl, por una parte, y el existencialismo, por otra, cf. las indicaciones de Ricoeur en
1951, pp. 364 y 368.
31 «Kant mismo muestra en la K U que hay una unidad de la imagination y del entendimien
to, y una unidad de los sujetos, anterior al objeto... Aqui, el sujeto ya no es el pensador uni
versal de un sistema de objetos rigurosamente vinculado... se descubre y se aprecia como una
naturaleza espontaneamente conforme con la ley del entendimiento. Pero si hay una natura-
leza del sujeto, entonces el arte oculto de la imagination debe condicionar la actividad cate-
gorial, no ya solamente el juicio estetico, sino el conocimiento que se apoya en el...» (Ph. P.,
Prologo, p. XIII).
347
Kant y el final de la metafisica
siempre la lengua original que parece hablar. El hecho aparente tan solo
expresa un derecho que el analisis debe hallar; el derecho no se reduce al
hecho que describe el fenomenologo. De manera que la siguiente objecion de
Merleau-Ponty vale tanto contra la Tercera Critica como contra la primera:
«Si el a priori conserva el caracter de lo que debe ser por oposicion a lo que
existe de hecho y como determination antropologica, es solamente en la
medida en que (Kant) no llevo hasta el final su programa, que era el de defi-
nir nuestros poderes de conocimiento por nuestra condition de hecho, y que
debia obligarle a situar cualquier ser concebible sobre el fondo de este
mundo» (Ph. P., p. 255). Falta por saber si este fue el programa del criticismo.
«Defmir nuestros poderes de conocimiento por medio de nuestra condition
de hecho», dviene a ser lo mismo que enumerar las condiciones sin las cuales
serian injustificables nuestras pretensiones de hecho? No obstante, para
poder acusar al kantismo de «legalismo» y abstraction hay que producir este
desplazamiento, en detrimento de la inspiration subterranea que creemos
descubrir en el. Haciendolo, el existencialismo bien podria mostrar sin saber-
lo que el mismo es incapaz de fundar la filosofia en otro lugar salvo en la fac-
ticidad del sujeto encarnado. Nunca hay que olvidar que el reproche de inte-
lectualismo se formula contra Kant en nombre de una doctrina de las esencias
que, paradojicamente, exige a los «hechos» la garantia de su validez, a la
«experiencia» originaria el secreto de su rigor. «A la vision de la esencia le
resulta esencial saberse posterior a las cosas de que parte» y resulta vano pre
tender «apuntar a esencias sin tener la experiencia de ningun hecho» 32. Pero,
tcomo estar seguros de que la investigation eidetica no estara hipotecada por
prejuicios quizas disimulados en la description de lo inmediato? El debate
concierne al metodo: consiste en saber de donde puede surgir el prejuicio mas
peligroso, si del control previo de la esencia por los «hechos» o de una fijacion
quasi-geometrica y en apariencia arbitraria de la esencias, tal como la lleva a
cabo la Analitica de lo bello.
iFue Kant un pensador tan temeroso por haber elegido esta ultima via?
Haciendo creer esto, se escamotea su originalidad, pues la tematica de la
«encarnacion», en la medida en que resulta de la disolucion de la metafisica
clasica, esta presente en la obra. Instituir una separation de esencia entre el
agrado y la belleza sensible significaba romper con la tradition, que descuida-
damente los identificaba. Es preciso, decia Pascal, que las cosas se nos repre-
senten «de manera que aquellos a los que hablamos puedan entenderlas sin
dificultad y con placer», pero «quienes, tras haber pintado, anaden aun algo,
hacen un cuadro en lugar de un retrato» (fragmento 25), una obra bella y no
una obra verdadera. Esta es la actitud que rechaza Kant cuando le deniega a
lo agradable como tal el poder de definir, ni siquiera parcialmente, la belleza,
32 Sc. h. et Pheno. De ahi el reproche a Sartre por haber separado, en L ’lmaginaire, la inves
tigation psicologica de la investigacion eidetica, «como si se pudiesen considerar las esencias
sin tener la experiencia de ningun hecho, o abordar los hechos sin implicar en la manera en
que se los trata cierta vision de esencia*. Reproche que valdria a fortiori contra la Analitica
de lo bello, donde se elimina voluntariamente toda investigacion psicologica.
348
La finalidad sin fin y la ambigiiedad de lo hello
V E l in t e r e s e n e l c o n t e n id o y l a s in t e r f e r e n c ia s r e s p e c t o d e l j u i-
C IO DE GU STO PU R O
349
Kant y el final de la metafisica
pensees, p. 194). Este sera, por tanto, el recto camino de la reflexion sobre lo
bello: «De la imagination creadora negada a la idea de la profesion de crea-
dor». Dado que nada en el espiritu del artista precede a la obra realizada, hay
que partir de el, y solo reconoceremos la belleza inscrita en el objeto. La obra
que se juzga perfecta se convierte en el canon de lo bello: nos vemos remiti-
dos aqui al placer interesado. «Es necesario que una puerta bella sea, en pri
mer lugar, una puerta. Si un asiento no esta hecho en absoluto para que este-
mos bien sentados en el, jamas sera bello. Lo util va siempre por delante y el
artista es, en primera instancia, artesano... Lo bello tan solo florece sobre lo
util». Desde entonces, c'.definiremos lo bello por esta conformidad minima
con lo util? Alain no lo piensa, -y , en esta medida, no escapa por entero «a la
peligrosa trampa» de que se cuida. Si la belleza no es nada mas que lo que se
presenta en la superficie de las cosas bellas, si las bellas formas tan solo exis-
ten moldeadas 0 grabadas (H . de mes pensees, p. 195), el mundo estetico
queda arbitrariamente restringido a sus soportes existentes. Pero, como hay
que reconocer, no obstante, que lo bello difiere, de derecho, de lo util y lo per-
fecto, en modo alguno hemos esquivado la paradoja kantiana, y aparece
todavia mas la verdad que esconde. En el nivel del mero analisis del «esto me
agrada», lo bello no es sino un desierto, un predicado que ninguna intuition
dada colma. Decir que un objeto es bello es «darle valor de enigma», como
dira Valery33, y no determinarlo. A la cosa bella solo le corresponde un juicio
de gusto impuro, regulado por una exigencia inesencial. cQue? «Todo lo que
ha sido y es considerado por quienes sienten y juzgan lo bello como las mani-
festaciones esteticas supremas, todas las obras maestras de las artes plasticas
y de las artes de la palabra... todo eso debe ser expulsado sin piedad del domi-
nio de lo bello »34. Kant no afirma tanto, sino solamente que la expresion
«esto me agrada» no tiene el mismo sentido segun contemple un paisaje 0
una Madona de Rafael; en este ultimo caso, debo «tener en cuenta al mismo
tiempo la perfection de la cosa» (§ 48, V, 311). Del mismo modo que la belle
za pura instaura un sistema de condiciones restrictivas con respecto a los
contenidos sensibles, asi la objetividad nos obliga a forjar un segundo siste
ma -pero que ya no concierne al gusto p u ro - con respecto a las formas ima-
ginarias. Importa distinguir, pues, el dominio de los objetos y el reino de las
formas. Cada uno tiene sus exigencias propias. Alii donde se que debe tratar-
se de un hombre, de un animal 0 de una casa, la bella apariencia debe com-
ponerse con un juicio de finalidad que se vuelve inseparable de ella, si no
constitutivo. «Podriamos disponer en un edificio muchas cosas que agrada-
sen inmediatamente a la intuition, si no fuese una iglesia... y este ser huma-
no podria tener rasgos mucho mas finos y un rostro mas dulce, si no debiese
representar a un hombre o a un guerrero» (§ 16, V, 230). Si la cosa debe
agradarme en cuanto tal, es preciso como minimo que no contravenga mi
concepto, para que no me desagrade. «Su representation me agrada... sim-
350
La finalidad sin fin y la ambigiiedad de lo hello
35 Las artes son o bienfigurativas (bildende) (arte de los jardines, arquitectura) o bien de imi
tation (nachbildende) (pintura, escultura). «Aquellas conciernen a los objetos hellos, estas a
las bellas representaciones de objetos* (Rx 1816). Notese que, en la mayor parte de las
Reflexionen, la «TJrteilskraft'» es la facultad de apreciar la belleza adherente: «...la facultad
de juzgar es la facultad de distinguir lo conveniente (das Schickliche), es decir, lo que no con-
traviene la idea que esta dada» (Rx 819).
351
Kant y el final de la metafisica
resulta inevitable: para juzgar una belleza natural «no tengo que tener de ante-
mano un concepto de lo que debe ser la cosa», mientras que la belleza artisti-
ca es «una bella representation de una cosa» (§ 48, V, 311).
«Representacion bella» (schdne Vorstellung) significa mas que im it a
tion bella» (schdne Nachahmung): la exigencia de conformidad es mas
amplia que la exigencia de perfection figurativa. Como reconocera Hegel, la
belleza adherente no esta necesariamente ligada a la figuration. («La repro
duction de un leon, de un arbol en cuanto tal o de cualquier otro objeto de
ninguna manera responde a una necesidad primitiva del arte;... por el contra-
rio, el arte, principalmente en las artes plasticas, se consagra en su decaden-
cia a la representation de estos objetos, con el fin de hacer valer la habilidad
subjetiva para crear apariencias»). Poco importa que la obra sea o no imitati-
va. Lo esencial es que proceda de una representation, luego de una intention
humana: «como el arte supone siempre un fin en la causa, es menester que se
establezca en primer lugar el concepto de lo que debe ser la cosa». Segun
Kant, cualquier obra de arte, en tanto que obra del arte, incluye este momen
ta, en el que Hegel vera un sintoma de decadencia: «Ya no admiramos la cosa
misma, ni la forma en su adecuacion al contenido, sino al poeta y al artista con
sus intenciones subjetivas, su saber hacer y su habilidad en la ejecucion. Asi,
el publico ya no se halla en relation mas que con el artista, pues se trata ante
todo de que cada cual se de cuenta de lo que el artista ha querido hacer y de
la destreza y habilidad con que ha sabido realizar lo que q u e r i a » 3 6 . iN o es
exceso de severidad ver en esta situation el signo de decadencia del arte?
Cuando las formas han sido producidas por la mano del hombre, es practica-
mente imposible evitar que el sujeto de gusto no juzgue la habilidad tecnica
(■Geschicklichkeit) del autor en funcion de la idea directriz que le atribuye
(Vorbild). Desde el momento en que la cosa es considerada como producto
fabricado (Handwerk), resulta inevitable que se plantee la cuestion de la ade
cuacion de la forma al contenido espiritual. A continuation esta vision artesa-
nal del mundo invade incluso el reino de la belleza natural: dhablariamos de
un hombre bello o de un caballo bello si las normas de la fabrication humana
no siguiesen gobernando sin que nosotros lo supiesemos nuestra apreciacion?
«La naturaleza ya no es juzgada del mismo modo que cuando aparecia como
si perteneciese al arte, sino que, en la medida en que pertenece realmente al
arte, este es en verdad sobrehumano» (V, 311). Sombra del hombre-artesano,
el Dios-«artista» cierra todo acceso a la belleza fibre.
VI E l e f e b o o l a im a g e n o r ig in a r ia
36 Hegel, Esthetique, trad. Ill, 2, p. 13 [trad. esp. Estetica, 8 Vol., Buenos Aires, Siglo Veinte, 1985].
352
Lafmalidad sin fin y la ambigiiedad de lo bello
gen», anota Kant37, pero esta ilusion tiene, sin duda, raices distintas de la
practica artesanal, pues, si para producir lo bello son necesarios modelos, esto
todavia no explica que sean indispensables para apreciarlo. Es cierto que el
«buen gusto» se forma y se conserva solo por la obediencia a ciertas normas
llamadas «Muster» (modelos), temas culturales que orientan necesariamente
mi juicio, pero que deben distinguirse de los «Modelle» objetivos, de los
«Vorbilder» presentes en el pensamiento o en el recuerdo del hombre del ofi-
cio. «Toda presentation sensible, que solo es posible mediante conceptos,
pertenece al arte; lo que unicamente es posible a partir de formas canonicas
( ; vorbildlichen Formed) pertenece al oficio (Handwerk)» s . tCual es, pues, la
3
Rx 634. Sobre los modelos inconscientes que crea la imagination para toda clase de obje
tos, cf. Anthrop., § 30.
38 Rx 963. Sobre la diferencia entre « Urbild», «Muster» y «Modell», cf. Rx 1869 y 722: el pri-
mero de estos conceptos concierne a la creation genial, el segundo a la imitation, el tercero a
la copia (Abdruck),
39 «Los conceptos racionales puros, que vienen dados por la naturaleza de la razon, no son ni
imagenes originarias, ni copias. pues no son pensados a nuestro capricho, sino que contienen
el fundamento de posibilidad de todas las Ideas racionales arbitrarias» (Rx 3978).
353
Kant y el final de la metafisica
354
La finalidad sin fin y la ambigiiedad de lo bello
40 KU, V, 234. Nos referiremos a la reinterpretation que hace Canguilhem de las ideas de
Quetelet. «Segun nosotros, si Quetelet se ha equivocado atribuyendole un valor de norma
divina a la media de un caracter anatomico humano, es quizas solamente especificando la
norma, pero no interpretando la media como signo de una norma* (Canguilhem, Normal
Patho., p. 102).
355
Kant y el final de la metafisica
v En la Rx 918, donde afirma que la humanidad es la forma ideal, «das Mittlere» a partir del
cual se pueden obtener todas las formas, pone como ejemplo suyo el hecho de que en la «ana-
morfosis» (en el vocabulario de la epoca: «proyeccion» deformante) es posible, a partir del
rostro humano, recrear todas las cabezas de animales posibles.
+2 Comparense los textos de Hegel sobre la beileza griega con el § 17 de la KU, donde Kant
admite la relatividad de la idea normal de la beileza segun las razas. «Podemos objetar, cier-
tamente, que esta conformation del rostro tan solo era bella a los ojos de los griegos, mien
tras que los hindues, los chinos, los egipcios considerarian bellas, e incluso mas bellas, con-
formaciones diferentes, hasta opuestas, de modo que nada prueba que el perfil griego presen
te el tipo de la verdadera beileza. Aqui no hay mas que una objecion muy superficial. El per
fil griego, lejos de ser una forma exterior y accidental, encarna el ideal mismo de la beileza,
porque gracias a el encontramos realizada una conformation del rostro donde la expresion de
lo espiritual ocupa el primer piano...» (Hegel, Esthetique, trad., vol. Ill, 1, p. 131).
t3 Cf. Hegel, ibid., 1, pp. 210-211.
356
La finaliclad sin fin y la ambigiiedad de lo bello
Esta reserva expresa mas que una opinion estetica. A traves de la contex-
tualizacion de la belleza adherente sobre el fondo de la belleza libre esta en
cuestion el origen del pathos de la adecuacion. Lo comprendemos mejor si
proseguimos el paralelismo con Hegel: nos lleva de la estetica a la Logica,
donde Hegel afirma que entiende estar rehabilitando y reformulando, contra
viento y marea, la torpe definicion que la «antigua metafisica» daba de la ver-
dad: adecuacion del concepto al objeto, -definicion que la Logica trascenden-
tal (B 60) descartaba como inutil. dComo se atreve a decretar, pregunta Hegel,
la imposibilidad de todo criterio general de la verdad material so pretexto de
que la verdad, de hecho, es siempre el acuerdo de cierto concepto con cierto
contenido? Este argumento de Kant, demasiado escrupuloso, no es honesto,
pues supone ya invalidada la definicion clasica de la verdad: por su formula-
cion misma, implica la posibilidad de que un concepto se separe de su conte
nido y un contenido se de «begrijfilose». Esto sucede por tomar demasiado al
pie de la letra la definicion clasica, y en lo que tiene de equivoca. De hecho, la
«adaequatio» que menciona no vincula despues dos terminos dados separa-
damente: el concepto y la «Sache» que refleja son inseparables y conviene
tomarse en serio la metafora cartesiana «tamquam imagines rerum». Para
Hegel es aberrante, por tanto, dejar en suspenso la nocion de adecuacion e ir
a situarse sin mas, por medio de un extrano golpe. de timon, en el pais de la
no-verdad, de la no-adecuacion posible. Segun Kant, por el contrario, hacer
del adagio clasico una exigencia incondicional es un prejuicio, -com o plan-
tear en estetica que lo bello es siempre la adaptation de una forma a una
materia. La Idea de lo bello, -« lo verdadero de segunda especie», dira
Valery- gobierna entonces cualquier interpretation sobre la belleza y el dog-
matismo precritico recobra vida; -p o r lo demas, Hegel no hara de ello ningun
misterio: «Debemos comenzar por la Idea de lo bello... Le damos asi su plena
signification a las palabras de Platon: debemos considerar lo bello y no los
objetos particulares calificados como bellos» (Estetica, I, pp. 18-19). Una vez
que hemos considerado la adecuacion como la formulation original de la ver
dad (cuya aproximacion es lo bello), ipor que nos inquietariamos por saber si
la belleza adherente no sera un horizonte deformante del gusto?
V III E l o r ig e n d e l a o b r a d e a r t e d e H e id e g g e r
357
Kant y el final de la metafisica
44 «tCreemos verdaderamente que el cuadro de Van Gogh copia un par dado de botas de cam-
pesino, y que es una obra de arte porque lo ha logrado? iQueremos decir que el cuadro ha saca-
do copia de lo real y ha elaborado un producto de la production artistica? De ninguna manera»
CHolzwege, p. 26 [trad. esp. Caminos de bosque, Madrid, Alianza, 1995]); «iDonde esta y como
es esta esencia general para que las obras de arte puedan ser conformes a ella? iA que esencia
de que cosa es conforme (iiberstimmen) un templo griego? Simplemente esta ahi, en pie en el
valle rocoso» (ibid., p. 30).
45 Si nos atenemos al menos a una lectura (y a una traduction) tradicional de Aristoteles, que
Heidegger pondra en cuestion ulteriormente (en su ensayo «Sobre el concepto de phusis»).
358
Lafinalidad sin fin y la ambiguedad de lo hello
46 «La verdad de que aqui se trata no se identifica con lo que ordinariamente conocemos bajo
este nombre, y que asignamos al conocimiento y a la ciencia como una cualidad, para distin-
guirla de lo bello y del bien que funcionan como valores del comportamiento no-teorico»
CHolzwege, p. 67).
359
Kant y el final de la metafisica
+7 Spinoza, Ethique, II, Df. 4. «La forma del pensamiento verdadero debe residir en este pen
samiento, incluso sin apelar a otros pensamientos. Y no reconoce un objeto exterior al pensa
miento como causa, sino que debe depender de la potencia y de la naturaleza misma del
entendimiento... Luego, para estudiarlo, pongamonos en presencia de una idea verdadera
respecto de la que sepamos con certeza que su objeto depende de nuestro poder de pensar y
que no corresponde a ningun objeto en la naturaleza» (De Emendatione, §§ 71 y 72).
36 0
La finalidad sin fin y la ambigiiedad de lo bello
index sui» y, con ella, el rechazo del esquema tecnico heredado de Platon, la
crltica de esos artesanos demasiado respetuosos con el modelo, que a Socrates
le gustaba citar. Si Descartes y Spinoza instauraron un paralelo entre metodo
y fab ricatio n 8, es en la medida en que el artesano es capaz de inventar y
fabricar sus utiles. Por el contrario, los griegos del siglo V le negaban al arte
sano este esplritu de i n v e n t i o n s Entrevemos entonces lo que tienen en
cornun lo verdadero espinosista y la belleza libre: nociones que concuerdan en
criticar la «doctrina platonica de la verdad», descubriendo en ella una des
cription partial del acto tecnico. Todavla sobre este punto, Kant se nos mues-
tra como el lugar de transito de una tematica sepultada en el corazon de la
metaflsica clasica y explicitada por la filosofia moderna.
361
C a p it u l o X I I I
L a s par ad o jas
DE LA IN’IKRS UB J LTIVI DAD
E l o t r o o y o , s e g u n s e d ic e t e n e m o s
q u e e le g ir . P e r o e le g im o s a l u n o c o n
tr a e l o t r o y a s i a f ir m a m o s a lo s d o s .
M e r le a u - P o n t y , P h e n o . p e r c e p ., p .
414.
363
Kant y el final de la metafisica
nicion del juicio de gusto? Aqui tenemos, por tanto, la primera paradoja:
desde el punto de vista del entendimiento, el juicio puramente reflexionante
es un juicio desorientado, irreflexivo.
Pero para que en ello hubiese en verdad un escandalo, seria menester que
el sujeto de gusto se hallase en condiciones de ser persuadido o convencido,
que su discurso fuese enjuiciable desde lo verdadero y lo falso. No es el caso
cuando la Razon se ejerce en el vacio, sin determinar el objeto, como en la dis
puta dogmatica, en que ninguno tiene nada que temer del otro, pues cada tesis
es tan invencible como inverificable: «Cabe entonces una justification
kath’anthropon... que le garantice (a la razon) una posesion regular que no
tenga nada que temer de pretensiones extranas, aunque ella misma no pueda
ser probada de maneta suficiente kath’aletheia» (B 484). Sin embargo, hay
una diferencia entre el ergotista y el sujeto de gusto. Si la razon dogmatica no
tiene nada que temer de otra razon dogmatica que se le enfrente, tiene que
temerlo todo, como sabemos, «de una razon mas elevada que la examine con
el ojo critico de un juez». Ahora bien, si comparamos el dialogo entre el filo-
sofo critico y el metafisico con el dialogo entre el hombre de gusto y el critico
de arte, este desempenara el papel del metafisico, y habra que concederle a
aquel la ventaja. De entrada, el hombre competente esta en estado de inferio-
ridad: ignora que solo puedo compartir su parecer si este confirma con su
reflexion mi estado de placer o displacer. No estamos, pues, en igualdad: el,
como el metafisico, habla todavia el lenguaje de la verdad; yo, como el filoso-
fo critico, hablo ya el lenguaje de la Reflexion.
No obstante, ise ha disipado con ello la paradoja? El hecho de que mi jui
cio de gusto sea inaccesible a todo argumento «como si fuese meramente sub-
jetivo» (§ 33) hace todavia mas extrano que «pretenda valer para todos los
sujetos». El enigma del juicio de Reflexion no procede tanto de su obstinacion
cuanto de su imperialismo. Se entiende que si el otro pretende imponerme su
opinion, apele al respecto «al derecho natural, que consiste en someter a mi
propio sentido y no al de los demas un juicio que se apoya en el sentimiento
inmediato de mi propio bienestar» (KU , V, 277). Pero, ipor que exigir de
todos los demas la adhesion que acabo de negarle a algunos? Esta pretension
de universalidad parece exorbitante. Y, mientras no la hayamos analizado, no
habremos dado cuenta de la diferencia de intention que distingue la subjeti-
vidad reflexionante de la subjetividad individual, el gusto del agrado.
Incluso si un juicio de agrado logra la unanimidad, siempre sera conside-
rado como contingente; incluso si, de hecho, juzgo en nombre de todos los
demas, de derecho tan solo me pronuncio por mi. A la inversa, incluso si nadie
asintio a mi juicio de gusto, tengo la sensation de juzgar de modo universal.
Ahora bien, para el logico, nada distingue los dos juicios singulares: este vino
me resulta agradable, esta rosa es bella; en ambos casos, «un concepto que
carece de esfera queda simplemente encerrado como parte en la esfera de
otro*1; en ambos casos, pasando al universal («todas las rosas son bellas»),
pronuncio un juicio que tiene valor objetivo. Pero precisamente aqui termina
364
Las paradojas de la intersubjetividad
La ultima clase de juicios resulta embarazosa, del mismo modo que lo era
el juicio sintetico a priori2; obliga a reconsiderar la nocion de universalidad.
En efecto, La que universalidad aspira? Sin postular la adhesion de cada
uno (como en el caso de un juicio logicamente universal) «exijo» de cada uno
esta adhesion 3 y supongo que cualquier otro sujeto debe reconocer lo bien
fundado del placer que experimento. Mi juicio no tiene la pretension de ser
objetivo; pero si otro viene a discutirmelo, reacciono como si acabase de pro-
nunciar un juicio objetivo. Por tanto, es la oposicion del otro lo que me fuer-
za a reconocer, despues, su sentido implicitamente universal. Mientras que la
universalidad de un juicio teorico solo puede designar la validez de un con-
cepto para todos los objetos de una esfera dada, aqul tenemos a la universali
dad convertida en una exigencia que no se basa en la asignacion previa de
objeto, -aproximadamente como en los dialogos de Platon a veces solo la
adhesion de los oyentes sirve de validations Es cierto que esta adhesion - y
menos aun cuando solamente es «exigida»- no podria garantizar una verdad,
pero es ya un medio para que el sujeto teorico se asegure de la validez de su
juicios; para el sujeto de gusto se trata de una norma con respecto a la que se
regula. Si la convergencia dialectica de las opiniones ya no es un criterio, sigue
siendo una Idea («nur eine Idee») y el asentimiento del otro, que el saber
objetivo relegaba a segundo piano, vuelve a convertirse en esencial. A falta de
2 C f. Prolegomenes, I V , 7 5 .
3 KU, § 8, V , 2 16 .
4 « C a d a v e z q u e e s t e m o s d e a c u e r d o r e s p e c t o d e u n p u n t o , e s te p u n t o s e r a c o n s id e r a d o p o r
u n a y o t r a p a r t e c o m o s u fic ie n t e m e n t e p r o b a d o , s in q u e q u e p a e x a m in a r lo d e n u e v o ...
N u e s tr o a c u e r d o p r o b a r a r e a lm e n t e q u e h a b r e m o s a lc a n z a d o la v e r d a d * ( Gorgias , c it a d o e n
P e r e lm a n , Rheto. Etphilo., p . 1 2 8 ). L a p r e o c u p a c io n p o r la u n iv e r s a lid a d s u b j e t i v a e s t a s ie m -
p r e p r e s e n t e e n P la to n , p u e s s e t r a t a t a n t o d e o b lig a r a l in t e r lo c u t o r a r e c o n o c e r u n a e s e n c ia
q u e s e le im p o n e , c o m o d e o b t e n e r l a c o n f e s io n d e e s te r e c o n o c im ie n t o . « L o q u e P a s c a l lla m a
el consentimiento de usted mismo a usted mismo », a fia d e P e r e lm a n , c o n s t it u y e e n t o n c e s e l
fu n d a m e n t o d e la o b je t iv id a d . T a n s o lo c o n o c a s io n d e u n d e s a c u e r d o , « lo s t it u b e o s , la d u d a
y la d e l ib e r a t io n n o s in c it a r a n a p r e o c u p a r n o s p o r la s p r u e b a s d is c u r s iv a s * .
s « E 1 e g o is t a lo g i c o n o c o n s id e r a n e c e s a r io p r o b a r s u j u i c i o a n t e e l e n t e n d im ie n t o d e lo s
d e m a s , a b s o lu t a m e n t e c o m o s i n i s iq u ie r a t u v ie s e n e c e s id a d d e e s t a p ie d r a d e t o q u e ( crite-
rium veritatis externum ). S in e m b a r g o , lo c ie r t o e s q u e n o p o d e m o s p r e s c in d ir d e e s t e m e d io
p a r a a s e g u r a r n o s d e la v e r d a d d e n u e s t r o j u i c i o * , Anthrop., § 2. C f. Logik, I n tr ., § 7, I X , 5 7.
365
Kant y el final de la metafisica
II L a p r e t e n s io n d e u n iv e r s a l id a d d e l g u st o
366
Las paradojas de la intersubjetividad
9 Logik, IX, 76. Si no hay hombre de gusto fuera de la sociedad, no por ello deja el gusto de
ser una escuela de no conformismo. Una vez mas, el hombre de gusto aparece como interme-
diario entre el erudito, que se interesa por los autores clasicos por si mismos, y el sabio, para
el que no hay autores clasicos. «Las verdades racionales valen an6nimamente», afirma la
Loqik, y la Rep. Eberhard: «lo que es filosoficamente iusto, nadie puede ni debe aprenderlo
de Leibniz» (VUI).
10 § 8, V, 216. «Ejemplar», en el sentido de Beispiel mas que en el de «Exempel». Alii donde
no hay ni principios ni maximas, no solo tenemos necesidad de Exempel (piedras de toque de
la aplicaeion de una regia que cada uno debe poseer), sino de Beispiele (presentaciones y
aproximaciones de una regia que nadie posee). «Das Exempel es un caso particular de una
regia practica, en la medida en que esta regia representa una action como practicable 0
impracticable. Por el contrario, un Beispiel tan solo es el particular (concretum) representa-
do como contenido en el general concebido por el espiritu (abstractum), y la exhibition pura-
mente teorica de un cierto concepto* (M . Sitten, § 51, VI, 479). Sobre la estetica como «teo-
ria del ejemplo» y el valor propio que Baumgarten le concede a lo individual, cf. Baumler, pp.
209-215.
367
Kant y el final de la metafisica
368
Las paradojas de la intersubjetividad
12 K U , V , 2 7 6 . C f. M . S it t e n , V I , 4 5 0 , d o n d e K a n t h a b la d e « m is a n t r o p ia e s t e t ic a » . M u c h o s
t e x t o s d e R o u s s e a u g a n a rx a n d e s e r a e la r a d o s c o n e s t o s c o n c e p t o s . A s i: « E n la m a s p r o f u n d a
s o le d a d , v u e s t r o e o r a z o n o s d ic e q u e n o e s t a is s o la ... C u a n d o s e v i v e s o lo , s e a m a m a s a lo s
h o m b r e s , u n t ie r n o in s t in t o o s a p r o x im a a e l l o s » ( S e x t a c a r t a a S o p h ie ) .
369
Kant y el final de la metafisica
370
Las paradojas de la intersubjetividad
legitimado por aquello que el mismo funda. Nos contentaremos, pues, (§ 31)
con comprender el hecho del juicio de gusto como una propiedad de la facul-
tad de Juzgar en general, es decir, con reconocer la necesidad en que nos
hallamos de admitirlo. «Esta Deduction resulta tan facil solamente porque no
tiene que justificar la realidad objetiva de un concepto... (El juicio de gusto)
tan solo afirma que estamos legitimados para suponer en general en cualquier
hombre las mismas condiciones subjetivas de la facultad de Juzgar que
encontramos en nosotros» (§ 38, Anotacion). Asi, aunque desempena el
mismo papel que la naturaleza (para el juicio teorico) y la libertad (para el jui
cio practico), la «Gemeinschaft» no es fundada por el juicio de gusto.
Apelamos a ella, pero sigue siendo irrealizable.
Sin embargo, esta apelacion metamorfosea mi «sentimiento» -e n apa-
riencia subjetivo- por el hecho de que lo precede. La armonia entre imagina
tion y entendimiento deja de ser un azar subjetivo y desvela la posibilidad
ultima del conocimiento, a saber, «la referencia reciproca de las facultades
representativas en la medida en que ponen una representation dada en rela
tion con el conocimiento en general* (§ 9).
Pero hay mas. Si la pretension de universalidad solo se sobreanadiese al
placer, no hay duda de que yo conservaria el sentimiento de que el acto de
conocer es, en su fondo, un misterio y solamente viene posibilitado por un
pacto informulable entre la facultad de las intuiciones y la de los conceptos.
Pero el juicio de gusto seria, entonces, el mejor argumento del esceptico, pues
no haria mas que iluminar la raiz irreductiblemente «subjetiva» del conoci-
miento^. Si la exigencia de universalidad no fuese por delante del placer,
nada me indicaria que mi presuposicion no es una mera fiction y todo pare-
ceria dar la razon al esceptico; mi sentimiento seguiria siendo algo en si «no
o C a s s ir e r h a m o s t r a d o c o m o e l s e n t im ie n t o e s t e t ic o fu e la t ie r r a e le g id a d e l a Skepsis e n el
s ig lo X V I I I ; « N o h a c e s in o e x p r e s a r u n a c ie r t a c o n fo r m id a d e n t r e e l o b je t o y lo s o r g a n o s y
f a c u lt a d e s d e n u e s tr o e s p ir it u . L u e g o , e n c ie r t o s e n t id o , n o p o d e m o s j u z g a r o b je t iv a m e n t e
s o b r e la b e lle z a , p r e c is a m e n t e p o r q u e e s a lg o p u r a m e n t e s u b je tiv o , - n o u n a c o s a , s in o u n
e s t a d o e n n o s o t r o s » (Ph. A u fkl, p . 4 0 9 y s s .) . C f. H u m e , Standard o f fast., § 10 .
S in e m b a r g o , e s ta a fir m a c io n d e C a s s ir e r d e b e s e r m a t iz a d a . E n H u m e , p o r e je m p lo , e l s e n t i
m ie n t o d e la r e la t iv id a d d e l g u s t o q u e d a c o m p e n s a d o p o r la c e r t e z a d e q u e h a y « d e t e r m in a -
d a s c u a lid a d e s e n lo s o b je t o s , que la naturaleza ha efectuado p a r a p r o d u c ir lo s s e n t im ie n -
to s » d e lo b e llo y lo fe o (C f. O liv ie r B r u n e t, Hume Esth., p . 7 1 0 y s s .) . « L o s p r in c i p io s g e n e r a -
le s d e l g u s t o s o n u n if o r m e s e n la n a t u r a le z a h u m a n a » (St. ofTast., § 2 8 [ tr a d . e s p . La norma
del gusto y otros ensayos, B a r c e lo n a , P e n in s u la , 1 9 8 9 ]) y e l s e n t id o c o m u n , a p o y a d o e n el
c o n o c im ie n t o d e la s o b r a s , d e b e p e r m it ir lib e r a r lo s . H u m e n o p o n e e n c u e s t io n , p u e s , la e x is -
t e n c ia d e r e g la s d e l a r te y m o d e lo s d e l g u s to ; p a r a d o jic a m e n t e , e l in c o n f o r m is t a s e r a K a n t - e l
r e s t a u r a d o r d e « la o b je t iv id a d d e lo b e llo » . E l e m p ir is m o e s m a s c o m p a t ib le c o n e l c la s ic is -
m o d e lo q u e lo e s la b e lle z a lib r e : a f i n d e c u e n t a s , u n a v e z q u e h e m o s r e a b s o r b id o la u n iv e r
s a lid a d e n u n a u n a n im i d a d a p r o x im a t iv a , p o d e m o s d e c id ir s o b r e g u s t o s y c o lo r e s ... D e l
m is m o m o d o , u n a v e z q u e h e m o s r e c h a z a d o la « n e c e s id a d n a t u r a l* , n o s d a m o s c u e n t a d e q u e
h a y t a n t a c o n s t a n c ia e n la s a c c io n e s h u m a n a s c o m o e n la s o p e r a c io n e s d e la n a t u r a le z a y se
h a c e p o s ib le u n a « c ie n c ia d e l h o m b r e » : « D e ig u a l m o d o q u e l a u n io n e n t r e lo s m o t iv o s y la s
a c c io n e s t ie n e la m is m a c o n s t a n c ia q u e la u n io n e n t r e la s o p e r a c io n e s d e la n a t u r a le z a , a s i s u
i n f lu e n c ia s o b r e e l e n t e n d im ie n t o e s t a m b ie n la m is m a ... E n c o n s e c u e n c ia , n o p o d e m o s a tr i-
b u ir le n e c e s id a d a u n a s y d e n e g a r s e la a o tr a s s in in c u r r ir e n u n a b s u r d o m a n if ie s t o * (Trade,
t r a d .. II, 5 1 3 ).
371
Kant y el final de !a metafisica
comunicable» y que, por tanto, no es «valido para cada uno» (filr jedermann
giiltig). Si la exigencia de universalidad pertenece esencialmente al juicio de
gusto sucede algo distinto.
Ill
372
Las paradojas de la intersubjetividad
!5 K U , § 2 1, V , 2 3 9 .
16 E l « s o lip s is t a » e s ta a m e d io c a m in o e n t r e e l f ila n t r o p o y e l m is a n t r o p o : « U n e g o ls ta ( s o lip -
s is t a ) e s a q u e l q u e p e r m a n e c e in d ife r e n t e a n t e lo q u e p u e d a o c u r r ir le s a lo s d e m a s a c o n d i
c io n d e q u e p a r a e l t o d o p r o s p e r e » ( T u g e n d l., § 2 6 , V I , 4 5 0 ) .
v E n c o n t r a m o s t o d a v ia e n l a R e c h t s l. e s t a j u s t i f i c a t i o n d e l « d e r e c h o c o s m o p o l i t a n « E 1 p r in
c ip io d e e s t a I d e a r a c io n a l d e u n a c o m u n id a d t o t a l y p a c ific a , s i n o a m is t o s a , d e t o d o s lo s p u e
b lo s q u e , s o b r e la t ie r r a , p u e d e n e n t r a r e n r e la c io n e s e fe c t iv a s n o e s f il a n t r o p ic a ( e tic a ) , s in o
j u r id ic a . L a n a t u r a le z a lo s h a in c lu id o a t o d o s ju n t o s e n d e t e r m in a d o s lim it e s ( c o n f o r m e a la
f o r m a e s fe r ic a d e s u r e s id e n c ia , c o m o g l o b u s t e r r a q u e u s ) . D e s d e e n t o n c e s , l a p o s e s io n d e l
s u e lo s o b r e e l q u e v iv e e l h a b it a n t e d e l a t ie r r a t a n s o lo p u e d e s e r p e n s a d a c o m o p o s e s io n d e
u n a p a r t e d e u n t o d o d e t e r m in a d o ; e n c o n s e c u e n c ia , t a l q u e c a d a u n o d e e llo s t ie n e o r ig in a -
r ia m e n t e u n d e r e c h o . T o d o s lo s p u e b lo s s e h a lla n o r ig in a r ia m e n t e , p u e s , e n u n a c o m u n id a d
d e l s u e lo , n o u n a c o m u n id a d ju r i d i c a ( c o m m u n i o ) y , p o r t a n t o , d e u s o y p r o p ie d a d , s in o d e
c o m m e r c iu m f ls ic o p o s ib le , e s d e c ir , e n u n a r e l a t i o n t o t a l d e u n o c o n t o d o s lo s d e m a s ...» (§
6 2 , V I , 3 5 2 ).
373
Kant y el final de la metafisica
18 S i c o n s id e r a m o s la s c o s a s u n ic a m e n t e d e s d e el p u n t o d e v is t a ( G e s ic h t s p u n k t ) d e la r a z o n ,
e n c o n tr a r e m o s q u e - c u a n d o c o m e t e m o s e l m a l - h a y u n a c o n t r a d ic t io n e n t r e e l h e c h o d e
r e c o n o c e r la u n iv e r s a lid a d o b je t iv a d e l p r in c i p io y e l h e c h o d e r o m p e r s u u n iv e r s a lid a d s u b
j e t i v a p o r l a e x c e p t i o n q u e in s t it u y o e n m i fa v o r . « E s to n o p u e d e q u e d a r j u s t i f i c a d o e n n u e s -
tr o p r o p io j u i c i o c u a n d o e s t e s e d a im p a r c ia lm e n t e » ( G r u n d l., I V , 4 2 4 ) . E l « p u n to d e v is t a »
m o r a l c o n s is t e , p u e s , e n n o d is o c ia r n u n c a a m b a s u n iv e r s a lid a d e s .
19 A n t e J u s t in e , q u e i n t e n t a m o s t r a r le q u e la v ir t u d e s e l p a r t id o q u e n o s r e s u lt a m a s p r o v e -
c h o s o e n t r e lo s h o m b r e s , C o e u r - d e - F e r r e p lic a q u e s e m e ja n t e v ir t u d e s s ie m p r e la m a s c a r a
d e l e g o is m o , p e r o a n a d e q u e el e g o is m o q u e e l p r o fe s a « n o t ie n e l a m a s lig e r a a p a r ie n c ia d e
v ir t u d » . D e d o n d e la v e n t a ja d e la s o c ie d a d c r im in a l s e g u n S a d e : c o m o e n e lla y a n o n o s u fa -
n a m o s c o n p a la b r a s y n a d ie s e e n g a n a r e s p e c t o d e la s in t e n c i o n e s d e s u s c o m p a n e r o s , s a b e -
m o s q u e la a s o c ia c io n es t e m p o r a l y q u e e n e lla la t r a ic io n e s p o s ib le e n t o d o m o m e n t o .
N in g u n a g a r a n t ia j u r id ic a m e p r o te g e , p e r o s o b r e t o d o , n in g u n a g a r a n t ia j u r i d i c a a m e n a z a
c o n e n c a d e n a r m e . P ie r d o e n e lla la s v e n t a ja s d e la u n iv e r s a lid a d ( v a lid e z d e la s p r o m e s a s y
d e lo s c o n t r a to s ) , p e r o e s t o s a c to s e n q u e m e c o m p r o m e to , d a d o q u e s u p e r a n m is in t e r e s e s
374
Las paradojas de la intersubjetividad
terio que permite salvaguardarla, el unico medio que tengo para vivir de
manera coherente mi condition de «Weltbilrger».
Como esta referencia a la comunidad humana de derecho le hurta al for-
malismo su apariencia de abstraction, hemos visto, con Schopenhauer, un
resurgir del utilitarismo, como si, en ultima instancia, los actos fuesen juzga-
dos en nombre del displacer que nos causarian si se generalizasen20. El con-
trasentido, en el contexto kantiano, es manifiesto. Pero, icomo no caer en el
- y como no acusar a Kant de incoherencia- si no admitimos la
Mitmenschheit como estructura a priori? Para que la inmoralidad sea en si
misma contradictoria, es preciso que el mundo cuya posibilidad dibuja resul-
te absurdo. Si la exception que instituyo se convirtiese en la regia, se hundi-
ria el horizonte de co-humanidad bajo el que necesariamente vivo; el mal
generalizado tan solo podria tener como teatro el universo fantastico de la
incomunicabilidad absoluta. La inmoralidad hace saltar asi un estado de dere
cho que unicamente el formalismo moral es capaz de reconocer, puesto que,
conformandome a el, abandono toda consideration «privada-subjetiva» para
contarme solamente en el numero de todos y convertirme en otro entre ellos:
me convierto de manera efectiva en aquel que nunca he podido dejar, al
menos por conveniencia, de parecer que era. Lejos de expresar una concesion
a la que mi egoismo consentiria solapadamente, el formalismo sobreentiende
que debo volverme totalmente otro para que, en el mundo interhumano, mi
acto corresponda por fin a mi palabra, mi conducta a mi situation. El forma
lismo asumido quiere decir que representamos la comedia resignandonos a
no ser nada mas que comediantes. Es la cortesia de la desesperacion, asi como
su humor. Y solo en nombre de una ruidosa «subj etividad» psicologica o exis
tential podemos ver aqui un egoismo reprimido.
IV « G e m e i n s c h a f t » k a n t ia n a y « G e m e i n s c h a f t » h e g e l ia n a
Volvamos al juicio de gusto. Si, hace un momento, nos parecia tan extra-
no, es porque, para comprenderlo, nos situabamos de entrada en una esfera
de subjetividades aisladas de derecho. No tanto desde el punto de vista del
sujeto de gusto, cuanto desde el de su contradictor. Pues el sujeto de gusto,
por su parte, habla en tanto que hombre anonimo, intercambiable; lo que
desde fuera nos parece placer ambiguo es para el el esbozo de un verdadero
d e l m o m e n t o , i n o a m e n a z a b a n a n t e t o d o c o n v o lv e r s e c o n t r a m l? L a u n iv e r s a lid a d y a n o s ig -
n if ic a m a s q u e u n s a c r ific io d e la in m e d ia t e z q u e n in g u n c a lc u lo p o d r ia j u s t if ic a r , n in g u n a
e s p e r a n z a c o m p e n s a r . V e m o s c o n e llo q u e la c r lt ic a d e la u n iv e r s a lid a d p o r p a r t e d e S a d e e s
a n t i - m i s t if i c a d o r a y n o d e s m is t if ic a d o r a . E l d e s m is t if ic a d o r d e n u n c ia la i n t e n t i o n in c o n fe -
s a b le y la h ip o c r e s ia q u e la r e c u b r ia ; e l a n t i- m is t if ic a d o r p r o c la m a b ie n a lto la i n t e n t i o n
in c o n fe s a b le , p o r t e m o r d e s u c u m b ir el m is m o a la t r a m p a d e la h ip o c r e s ia . N o le im p o r t a
t a n t o d e s c u b r ir e l s e n t id o e s c o n d id o d e u n d is c u r s o , c u a n t o p r e v e n ir e l p e lig r o d e o c u lt a r lo .
D e s d e e s t e p u n t o d e v is t a , s i e l u n iv e r s a lis t a e s s ie m p r e u n u t ilit a r is t a d is f r a z a d o , e l c a lc u la -
d o r u t ilit a r is t a t a n s o lo e s h a b il a m e d ia s . D e a h i la c o n v e r g e n c i a e n t r e S a d e y K a n t e n l a c ri-
t ic a d e l a « v ir tu d » d e la I lu s t r a c io n , c o n c e b id a a l e s t ilo d e l T r a it e d e m o r a le d e H o lb a c h .
20 C f. M o n d e c o m m e v o lo n t e , p p . 6 5 7 - 6 6 0 .
375
Kant y el final de la metafisica
21 S o b r e la m a x im a d e l « s e n t id o c o m u n * q u e n o s o r d e n a « p e n s a r s it u a n d o n o s e n e l lu g a r d e l
o t r o » y la c o m p a r a c io n c o n e l ju i c i o d e l o t r o c o m o « p ie d r a d e t o q u e * d e l a v e r d a d , cf. K U , §
4 0 , V , 2 9 4 - 5 ; S ’o r ie n t e r , V I I I , 1 4 4 ; L o g ik , I n t r o d ., § V I I , A k - A u s ., I X , 5 7 . S in e m b a r g o , h a y u n
lim it e a e s te « p e n s a r c o n o tr o » : e l a b s u r d o ( U n g e r e im t h e it ) ( i b id ., p . 5 6 ) . P u e d o p r o b a r el
e r r o r , p e r o j a m a s e l a b s u r d o , p u e s c o n s is t e e n l a im p o s ib ilid a d p a r a p e r c ib ir l a a p a r ie n c ia e n
q u e s e e n c u e n t r a m i in t e r lo c u t o r . H a y , p u e s , u n p u n t o c o m u n e n t r e e l a b s u r d o y e l j u i c i o d e
g u s to : l a in c a p a c id a d d e p o n e r s e e n c u e s t io n c o m o s u b je tiv id a d .
376
Las paradojas de la intersubjetividad
tiempo la critica que Sartre le hace a Hegel: «De hecho, ha olvidado su propia
conciencia, es el Todo y, en este sentido, si resuelve tan facilmente el proble-
ma de las conciencias, es porque jamas ha habido para el un verdadero pro-
blema a este respecto... (las conciencias), desde el punto de vista totalitario en
que se coloca, son rigurosamente equivalentes entre si, muy lejos de que algu-
na de ellas este separada de las demas por un privilegio particulars Esta es la
actitud del sujeto de gusto; su contradictor le reduce a esta otra: «No puedo
trascender mi ser hacia una relation reciproca y universal en que pudiese ver
como equivalentes a la vez mi ser y el de los otros: por el contrario, debo esta-
blecerme en mi ser y plantear el problema del otro a partir de mi ser. Ningun
optimismo logico o epistemologico podria, pues, hacer cesar el escandalo de
la pluralidad de las conciencias»22. Brevemente, basta con postular la inter-
subjetividad para hacer de ella un problema, afirmar el caracter fundamental
de la Gemeinschqft para hacer que se disuelva en un agregado: la monadolo-
gia entrevista me remite a la monada. Desde el momento en que despliego la
universalidad subjetiva, con ello mismo la he abolido.
Por tanto, porque no es creido de palabra, el sujeto de gusto hace la expe-
riencia anticipada de que, si la etica solo tiene sentido en el interior de una
comunidad, la realization de la comunidad etica no esta en poder de ningun
hombre; de que el «altruismo» absoluto puede igualmente pasar por «egois-
mo» delirante, cuando, so pretexto de hablar en nombre de todos los demas,
me arrogo la ubicuidad divina, pues unicamente Dios, que puede leer en los
corazones v garantizar la transparencia de las intenciones (comprendida la
mia), tiene el poder de fundar la ciudad etica23. Olvidando su estatuto de
«Weltbilrger», el sujeto de gusto aparecia, por su parte, como un «legislador»
insensato24. La legislation etica no esta cortada a la medida de ningun hom
bre y el «sensus communis» solo puede darse en Idea: sin estas certezas des-
encantadas, la intersubjetividad no se habria convertido en un problema.
Por el contrario, basta con rechazar semej antes presupuestos para zanjar
la aporia. Es lo que hara Hegel. Podemos oponer el final de la dialectica de la
moralidad en la Fenomenologia a los textos concernientes a la dialectica del
gusto. Es posible encontrar alii un equivalente del sujeto de gusto en el «alma
bella», cuyo destino seguimos hasta la «dislocation en la locura»: obstinada y
segura de si, excluyendo de si toda determination para pasar mejor por uni
versal, buena conciencia vanidosa que ignora que, despues de todo, no es mas
que una singularidad tan arbitraria como las demas25. Todavia opone su des-
22 S a r t r e , treetN eant.
2s S o b r e D io s c o m o le g is la d o r s u p r e m o d e l a c iu d a d e tic a , c f. Religion, V I , 9 9 ; K r u g e r ,
Critique et morale, t r a d ., p p . 1 3 7 - 1 4 0 .
24 F r e n t e a l e g o is m o q u e s e m a n if ie s t a e n e l g u s t o p o r la p a r a d o ja y « la o b s t in a c io n lo g ic a »
(logische Eigensinn), la Antropologia o p o n e « e l p lu r a lis m o , e s d e c ir , e l m o d o d e p e n s a r q u e
c o n s is t e e n c o n s id e r a r s e y c o m p o r t a r s e c o m o c iu d a d a n o d e l m u n d o , e n l u g a r d e c r e e r q u e
u n o e n c ie r r a e n s i e l m u n d o e n t e r o » (§ 2 , V I I , 1 3 1).
2s « E s ta c o n c ie n c ia j u z g a n t e ... e s h ip o c r e s ia , p u e s n o h a c e p a s a r s u j u i c i o p o r otro modo d e
s e r m a lv a d o , s in o p o r la justa conciencia d e la a c c io n ; p u e s , e n s u in e f e c t iv id a d y e n s u v a n i-
d a d d e s a b e r b ie n y m e jo r , s e p o n e a s i m is m a p o r e n c im a d e lo s h e c lio s - q u e d e s p r e c i a - y
q u ie r e q u e s u d is c u r s o i n o p e r a n t e s e a c o n s id e r a d o c o m o u n a e f e c t iv id a d e x c e le n t e » (Pheno.,
t r a d . H v p p o lit e , II, 1 9 5 ).
377
Kant y el final de la metafisica
26 H e g e l, P h e n o ., ib id ., p p . 1 9 6 - 7 .
2? I b id ., p . 2 0 0 .
28 A s i l a a m is t a d , d e b e r e tic o q u e o r d e n a a d o s p e r s o n a s « la p a r t ic ip a t io n y la c o m u n ic a c io n
d e l b ie n d e l o t r o a t r a v e s d e l a n o c io n d e s u s v o lu n t a d e s m o r a lm e n t e b u e n a s » , e s « u n a m e r a
I d e a , p r a e t ic a m e n t e n e c e s a r ia , p e r o in a l c a n z a b le e n la a p lic a c io n , a u n q u e l a r a z o n n o s p r o -
p o n g a a s p ir a r a e lla » ( T u g e n d l., § 4 6 , V I , 4 6 9 ).
378
Las paradojas de la intersubjetividad
29 Cf. la critica de las teorlas del Contrato en Naturrechts («Lo divino de la unification es
exterior con respecto a los multiples reunificados, que tan solo deben sostener con el una
relation de domination, pues el principio de una empiria semejante excluye la unidad abso-
luta de lo uno y lo multiple*, ed. Glockner, I, 451 [trad. esp. Sobre las maneras de tratar
cientificamente el derecho natural, Madrid, Aguilar, 1979]) y la critica a Rousseau en
Rechstsph., § 258.
3° Marx, Mega, I, vol. 3, p. 164.
31 Max Adler, Marx Studien, 1, 1904. Citado en Scherer, Structure et Fondement, p. 385.
32 «En cambio, hay una cierta vinculacion -q u e encontramos, es cierto, mas en la idea que en
la realidad- que puede ser iluminada por medio de una analogia con los fines naturales inme-
diatos* (V, § 65, nota, p. 375).
379
Kant y el final de la metafisica
V LA C IU D A D E T I C A , M A S A L L A D E L M U N D O
380
Las paradojas de la intersubjetividad
37 «Para el filosofo, el hierro v el trigo han civilizado a los hombres y han perdido al genero
humano» (Inegalite, PI., 171).
381
Kant y el final de la metafisica
38 Con ello se aclara el antagonismo descrito por Schiller entre el instinto formal y el instinto
sensible. El inmiscuirse de cada uno en el otro nos hace faltar a nuestra destination
(.Bestimmung verfehlen). O bien (predominio del instinto) «el hombre nunca sera el mismo,
o bien nunca sera mas que el mismo» (Decimo tercera carta, Aubier, pp. 178-9).
39 Por el hecho mismo de ser exterior a cada uno, la coaccion civil es signo de que el pacto no
ha sido concluido entre arbitrios singulares. Hay que advertir que esta coaccion llega incluso
a poder poner en cuestion la «posesion en el fenomeno*, puesto que Kant le reconocera al
Estado un derecho eminente sobre los bienes de los ciudadanos (sobre las relaciones entre
soberania y propiedad, cf. Vlachos, P. Politique, pp. 388-95). Villey insiste en el hecho de que
el derecho publico kantiano se reduce a una teoria del Estado: «Se abandona al Estado el con
tenido de las leyes perentorias y definitivas... Para convertirse en un derecho aplicable, peren-
torio, (el derecho racional) tiene necesidad de ser completado por determinaciones precisas y
por la sancion del Estado... Practicamente, la doctrina kantiana entrega a los juristas al impe-
rio de las leyes positivas, sin restriction ni condition* (Annales Ph. P o l, n° 4, pp. 60-61).
382
Las paradojas de la intersubjetividad
V I La genesis im pu r a de la B elleza
tPor que exigimos del otro que comparta nuestra opinion, como exigiria-
mos de el el cumplimiento de un deber? Responder a esta pregunta es com-
prender la funcion del juicio de gusto; es necesario, pues, abandonar el terre-
no del analisis estructural. Ya no nos preguntamos por que el objeto bello nos
agrada, sino por que su presencia nos causa placer; no ya como podemos ser
amantes de la belleza, sino por que debemos serlo. Este planteamiento de la
cuestion limita ya el campo de las hipotesis: desde el momento en que se trata
de un placer vinculado necesariamente a la existencia de un objeto, debera ser
un placer practico (facultad de desear). Es decir: o bien un interes de inclina
tion (determinando el deseo), o bien un interes de la razon (emanado de la
voluntad racional). iQ ue valor tiene la primera hipotesis? Si el placer de lo
bello determina una inclination, una tendencia a la repetition, es menester
que cumpla o revele una propension de nuestra naturaleza, una tendencia a la
«Geselligkeit». Ahora bien, ique sucede con ella?
En el opusculo de 1786 sobre El comienzo conjetural, la cultura, el arte y
la sociabilidad misma solo aparecen tras el momento del intercambio
('Vertauschung) y en la estela de lo economico. «Las primeras necesidades de
la vida solo pueden satisfacerse por medio de la diferenciacion de los modos
de vida, de manera que entonces puedan ser intercambiados unos por otros.
De aqui debe nacer la cultura y (aqui hay que situar) el comienzo del arte, lo
mismo como pasatiempo que como labor... En esta epoca comenzo tambien la
desigualdad entre los hombres, fuente abundante de tanto mal, pero tambien
de tanto bien» (VIII, 19). El otro deja entonces de ser un companero fortuito;
nace como «otro» a traves del intercambio, diferente de mi e identico a mi. El
hombre reconoee. que no puede. satisfacer sus necesidades con independencia
del otro, que produce para otro con el fin de consumir lo que este produce: la
mera coexistencia de naturaleza deja paso, por tanto, al vinculo cultural. «Un
objeto no le satisface si no puede sentir el placer en comunidad con otros...
4°Cf. Starobinski, Transparence, pp. 318-9 [trad. esp. Jean-Jacques Rousseau. La transpa-
rencia y el obstaculo, Madrid, Taurus, 1983].
383
Kant y el final de la metafisica
incluso si el placer que cada uno encuentra en un objeto semejante tan solo es
insignificante y no presenta por si ningun interes notable, la idea de que es
universalmente comunicable acrecienta, sin embargo, su valor de forma casi
infinita» (§ 41, V, 297). El comienzo de la comunidad estetica es asi la ideali
zation de la comunidad economica. Ademas, el interes por lo bello asi enten-
dido «solo podria proporcionar una transition muy equivoca (sehr zweideu-
tige) de lo agradable al bien» (V, 298): no busco tanto el asentimiento de suje-
tos universales cuanto un compromiso con antagonistas: «En la compra y la
venta, los hombres son de modo inmediato enemigos. El comprador despre-
cia y critica, el vendedor se jacta de su mercancia, cada uno disimula su opi
nion. En el juego, la ambition y el afan de ganancia se refuerzan, y la conser
vation de estas dos propensiones es, sin embargo, lo que alimenta la socie-
dad» (Rx 1184). Es cierto que sin el intercambio no tendriamos la idea de la
comunicacion y el producto no se convertiria en algo esencialmente social.
Asi, respecto del objeto del arte: desde el origen es producido y expuesto con
vistas a su valor «comunitario». «Un hombre abandonado en una isla desier-
ta no limpiaria ni su cabana, ni a si mismo unicamente para si; no buscaria
flores para adornarse y menos aun las plantaria» (V, 297). El placer del orna-
to solo tiene sentido por la admiration de los demas, supone que me «compa-
ro» con un antagonista y tengo en cuenta su mirada^. Placer «patologico»,
por tanto, puesto que en el se confunden la satisfaction de los sentidos y el
deseo de «aparentar». Pero, poco a poco, este ultimo extremo prevalece, como
si mi sensation de placer quedase borrada por la admiration del otro, que al
comienzo fue su instrumento; el contenido sensorial ya no cuenta tanto como
la adhesion que suscita; su color o su sonoridad ya no tienen mas que un valor
de intercambio y, de modo fantastico, terminan por simbolizar la apreciacion
que se hace de el. El valor se convierte en el emblema del precio, si es cierto
que «el precio (pretium) es el juicio sobre el valor de una cosa pronunciado en
publico (das djfentliche Urteil), con respecto a la cantidad proporcionada de
lo que representa (stellvertreten) universalmente el intercambio retiproco del
trabajo» (Rechtsl., VI, 288). Resulta instructive comparar el analisis del dine-
ro («IVas ist Geld?») en la Doctrina del derecho con el § 41. La definition que
daba Achenwall del dinero, «una cosa cuyo uso solo es posible porque lo alie-
namos» (VI, 286), ino se aplica igualmente al objeto bello? En el limite (el de
la belleza libre), este se niega en tanto que objeto existente, tema de goce
inmediato -com o el dinero (Silber) se niega en tanto que m ercancia- para
convertirse en indice del asentimiento universal que solicitaba para el; se
reduce a «forma bella», cuando ya no es mas que el signo de su supuesta uni-
versalidad. Lo que Kant llama «refinamiento» (Verfeinerung) de la civiliza
tion puede ser medido, pues, por el grado de abstraction de los signos emple-
ados. Caracterizando «la civilization que ha alcanzado el punto mas alto» por
41«Tan pronto como un hombre se compara con los demas, se convierte necesariamente en
su enemigo, pues queriendo cada uno en su corazon ser el mas poderoso y el mas feliz, no
puede mirar sino como un enemigo secreto a cualquiera que, albergando en si el mismo pro-
yecto, se convierta en un obstaculo para llevarlo a cabo» (Rousseau, PL, III, p. 478).
384
Las paradojas de la intersubjetividad
el hecho de que «en ella las sensaciones solo tienen valor en tanto que se dejan
comunicar universalmente» (V, 297), hace del gusto una figura de la econo-
mla de mercado, la mediation gracias a la cual se canjea lo sensible. Solo en
este contexto se desarrollara la ilusion de la gratuidad, del signo que vale en
tanto que signo, pues el signo se ha vuelto lo bastante convencional como para
que se lo pueda recortar de la cosa material y no designarla ya de forma uni-
voca. Librandonos de la presencia inmediata del bien material, ya no nos
remite mas que a si mismo. Este es, segun Kant, el estadio «equivoco» del
gusto, la genesis impura de la estetica.
Es notable que este momento, que Kant juzga secundario, pase. al primer
piano en la Educacion estetica de Schiller. En efecto, afirmar que el conteni-
do sensible ya no vale mas que por su «alienacion» comporta decir que el
hombre ha alcanzado un estado en que conserva lo que de positivo tiene la
determination sensible, suprimiendo la limitation que esta indicaba. «Por
tanto, la determination que el hombre ha recibido a traves de la sensation
debe mantenerse, pues no es necesario que pierda la realidad; pero, al mismo
tiempo, debe ser suprimida en tanto que limitation... »42. Solution apacigua-
dora que salvaguarda la felicidad egoista de poseerlo todo, aboliendo el arre-
pentimiento que le corroe por el pensamiento de que poseer algo es no po
seerlo todo. Y esta es la unica cuestion que preocupa a Schiller: dcomo puedo
ser a la vez yo mismo y otro distinto de mi? dJustificar mi posesion sensible
sin que por ello deba pasar por propietario inteligible y desencarnado? «La
belleza nos sirve de prueba victoriosa de que la actividad no resulta excluida
por la pasividad, la materia por la forma, la limitation por lo infinito; de que,
en consecuencia, la dependencia necesaria en que se encuentra el hombre con
respecto a la vida fisica en modo alguno suprime su libertad moral... El hom
bre no tiene necesidad de huir de la materia para afirmarse como espiritu;
sino que ya es libre cabe la sensibilidad»^3 , Hay, pues, un apego licito a lo
sensible, una forma de vivir la sensation sin perder de vista la autonomia:
«penetramos en el mundo de las Ideas, pero hay que advertir que, sin embar
go, no abandonamos el mundo sensible». Poseedor autonomo o propietario
feliz -com o se quiera-, el sujeto estetico concilia los dos mundos que la
Critica mantenia separados y me convierte en beneficiario de ambos a la vez.
Una reconciliation semejante, de creer a Schiller, ya la habia descubierto
oscuramente Winckelmann en el arte griego: las imagenes de los dioses nos la
imponian a la vez que nos encantaban, y la mirada que echamos sobre ellas
nos situa en el punto de equilibrio buscado, a media distancia entre el agrado
y el respeto44. Muchos otros tras Schiller escrutaran sus sonrisas de marmol.
Contentemonos con formular el problema filosofico que requirio su presen
cia: sea para encontrar objetos lo suficientemente placenteros como para rete-
ner los sentidos, lo suficientemente lejanos como para no suscitar ningun
agrado. O aun: ique transfiguration imponerle a lo sensible para que yo tenga
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con Hume, frente a «la belleza de la pura imagination sin fundamento en las
apariencias sensibles» prefiere la contemplation de las ventajas que, «por la
vivacidad de la imagination, compartimos con el propietario»s5. El «arte de
los jardines», «pintura sin tema determinado», nos desvia, segun Kant, de
esta imagination fascinada por el valor y el uso; hay que aproximar el § 51 a
la description del jardin en que Julie «ha puesto gran cuidado» para borrar
las huellas de los pasos. «E1 error de las pretendidas gentes de gusto... (con-
siste en) querer arte en todas partes y nunca contentarse con que no aparez-
ca el arte; en lugar de ello, el verdadero gusto consiste en esconderlo; sobre
todo cuando se trata de las obras de la naturaleza... dEmplea la naturaleza sin
cesar la escuadra y la regia? Tienen miedo de que se la reconozca en algo a
pesar de sus cuidados por desfigurarla»57. «Reconocer» la naturaleza es vol-
verla geograficamente anonima («Julie, el fin del mundo esta a su puerta»),
conocerla como limite ideal de la antifinalidad, -libre despliegue donde con-
fio en que no encontrare ninguna intention tecnica, decoration respecto de
la cual tengo la seguridad de que es el agotamiento del azar. «In n a t u r a
non datur casus»; pero, en la «natura» del jardin ingles, esta «naturaleza»
determinada se eonvierte precisamente en el horizonte mudo que hace indes-
cifrable el enigma de la belleza.
Aqui, el sentimiento entra en contraste con el saber: se que las causas y
los efectos constituyen una red perfecta y, sin embargo, no puedo evitar ver a
traves suyo, si no una intention artistica, al menos algo asi como una disposi
tion benevolente en el origen de mi placer. Ciertamente, la naturaleza no ha
trabajado con vistas a mi agrado, pero ha permitido un placer puro. Como en
el azar aristotelico, hay coincidencia entre un encadenamiento necesario y
una relation de finalidad ficticia, de manera que tan imposible es percibir
como meramente contingente la presencia de bellas formas naturales, como
la caida del tripode que vuelve a posarse sobre sus pies en la Fisica 58: «En sus
productos bellos, la naturaleza se muestra como un arte, no simplemente por
azar (nicht bloss durch Zufall), sino, por asi decir, intencionalmente» (V,
301). Sucede, pues, como si este espectaculo ambiguo permitiese conciliar (o
enviar a cada cual por su lado) el ingenuo maravillarse del alma piadosa con
la indiferencia del ateo; queda colmado el abismo que separaba durante sus
paseos a Julie del senor de Wolmar: «Imagine a Julie paseando con su mari-
do; la una admirando en el rico y brillante ornato que la tierra despliega la
obra y los dones del autor del universo; el otro viendo en todo ello tan solo una
combination fortuita en que nada esta vinculado mas que por una fuerza
ciega... el espectaculo de la naturaleza, tan vivo, tan animado para nosotros,
esta muerto a ojos del infortunado Wolmar, y en esta gran armonia de los
seres, donde todo habla de Dios con una voz tan dulce, no percibe mas que un
silencio eterno» (Nouvelle Heloise, Quinta parte, Carta 5, PL, p. 591).
390
Las paradojas de la intersubjetividad
Podemos plantear entonces de una forma mas precisa la cuestion del inte
res vinculado a lo bello. iQ ue interes deja entrever esta discordancia entre
nuestra certeza y nuestro sentimiento, entre la contingencia constatada por el
entendimiento y el orden supuesto por el juicio?, dde donde nace la satisfac
tion que se injerta en el placer puro?, ies el placer de poderle encontrar un
sentido («gleichsam eine Sprache», escribe Kant, V, 302) a un espectaculo
que deja a otros indiferentes? Es cierto que en Kant esta presente la idea del
nacimiento de una forma a traves y por medio de lo informe: la naturaleza
aparece como arte cuando un sentido articula magicamente el puro desorden;
y Levi-Strauss da una definition kantiana de la emotion estetica cuando ve en
ella la promotion «de un objeto no significativo a un papel de signification»,
el volverse significante de «algo que no existe de este modo o bajo este aspec-
to en estado bruto»59. Pero la cuestion aqui tan solo es saber si esta donation
de sentido me agrada unicamente por la satisfaction del amor propio que
oculta. Excluyase, pues, cualquier motivation egoista, directa o indirecta,
cualquier demanda social, consciente o inconsciente. Atengamonos al respec-
to a uno de esos ejemplos limite que le gusta poner a Kant (el hombre ante la
potencia, el desesperado que no apunta ya a ningun fin): el hombre que pre-
feriria el espectaculo de la naturaleza en soledad a las bellezas artisticas, «sin
intention de comunicar a otros sus observaciones» e incluso si obtuviese de
ello mas perjuicio que provecho (V, 299). «La naturaleza ha producido esta
belleza; este pensamiento ha de acompanar a la intuition y a la reflexion; y el
interes inmediato que tomamos en la belleza se basa solamente en el». Se reu-
nen asi todas las condiciones para que el placer desinteresado sea vivido como
tal y para que el sujeto de gusto ideal se encarne en este contemplador. iD e
donde procede el placer segundo que experimenta el solitario, cuando toma
conciencia de que la naturaleza sola suscita en el un «mero placer»? No pien-
sa que la naturaleza conspire magicamente para agradarle: si la superstition
consiste en creer que «medios naturales» pueden influir «en lo que no es
naturaleza» (Religion, VI, 174), el interes vinculado al gusto es inverso a la
superstition, pues el sentimiento de lo bello es diametralmente opuesto a la
creencia en el milagro. «Se trataria siempre de una finalidad objetiva de la
naturaleza, si esta hubiese producido sus formas con vistas a nuestra satisfac
tion... somos nosotros quienes acogemos favorablemente a la naturaleza, y no
un favor que ella nos hace» (V, 350). Esta «acogida favorable» es descrita en
la tercera carta de Rousseau al senor de Malesherbes, cuyo contrapunto nos
parecen los §§ 42, 58 y 59 de Kant. Iba «a buscar algun lugar salvaje en el bos-
que, algun lugar desierto donde nada mostrase. la mano de los hombres, ni
anunciase la servidumbre y la domination, algun asilo donde pudiese creer
que habia penetrado el primero y donde ningun tercero inoportuno viniese a
interponerse entre la naturaleza y yo. Alii parecia desplegarse ante mis ojos
59 Entretiens avec Levi-Strauss, pp. 130-131 [trad. esp. Conversaciones con Levi-Strauss,
Focault y Lacan, Barcelona, Anagrama, 1969].
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Kant y el final de la metaflsica
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Las paradojas de la intersubjetividad
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Kant v el final de la metafisica
394
C a p it u l o XIV
E l g e n io
Y E L L E N G U A J E D E L O IM A G IN A R IO
I U n a nueva circunscripcion de la « t e c h n e » .
a ) A rte y naturaleza
dComo puede llamarse bello un producto tecnico? dComo puedo, sin ilu-
sion, juzgar una obra artificial como si fuese natural? En el mundo demasia-
do humano de la cultura, que hasta aqui se ha presentado como incompatible
con la belleza fibre, icomo puede, no obstante, surgir el «Kilnstler»? La res-
puesta a esta pregunta exige que, por divisiones sucesivas, lleguemos a aislar
las «bellas artes» dentro del genero «arte en general» y a enunciar la diferen-
cia especifica que las caracteriza. Por tanto, hemos de ver en los §§ 43-46 la
progresiva delimitation de una esencia, la enumeration de las condiciones
necesarias de la belleza artistica, hasta que haya sido localizada su condition
suficiente. Kant se orienta, pues, a traves de las oposiciones conceptuales que
le lega la tradition, aceptando unas, criticando otras. En unos pocos parrafos,
lleva a cabo una nueva circunscripcion de la notion de «techne», para ganar-
se el derecho a admitir una «tecnica reflexionante».
1. En primer lugar, conviene que opongamos el arte (en tanto que gene
ro) a la naturaleza, como la production inteligente al proceso ciego. Esta opo-
sicion habra de rectificarse cuando hayamos descubierto en la «obra bella» la
transition entre ambas regiones; pero jamas debemos perderla de vista, si
queremos medir la paradoja que constituye la «obra bella». Es preciso con-
vencerse de que arte y naturaleza son extranjeros el uno con respecto a la otra,
para que lo bello artistico aparezca mas tarde como la unica reconciliation
posible entre estos opuestos. Si la operation natural y el acto tecnico no difi-
riesen esencialmente, cualquier production podria ser descrita como el des-
395
Kant y el final de la metafisica
1 Cf. la analogia entre la actividad del artista y el papel del esperma en la generacion, en
Metaphysique Z IX , 1034 a 33. Y sobre todo en Meteorologues 381 a: «La ebullition no difie-
re en nada en los instrumentos de la naturaleza y los de la industria humana».
2 El arte imita a la naturaleza (Aristoteles, Meteorologues, 381 a 9) y «como hay mas finali
dad y belleza en las obras de la naturaleza que en las del arte» [Part. Animal, 639 b 19), todos
los ejemplos tornados del arte serviran para poner en evidencia la inanidad del mecanicismo.
3 Citado en Belaval, Esthetique, p. 60.
4 Gilson, Peinture et realite, pp. 141-2 [trad. esp. Pintura y realidad, Pamplona, EUNSA,
2000].
396
El genio y el lenguaje de lo imagincirio
II b ) T ecnica y teoria
5 La Praxis, en este sentido amplio, comprende las tres disposieiones que, segun la
Antropologia (VII, 322-4) caracterizan al hombre: «disposition tecnica (= mecanica, vincu-
lada a la conciencia) para el manejo de las cosas... disposition pragmatica (para utilizar a los
demas hombres con vistas a nuestros fines)... disposition moral (a actuar respecto de si
mismo y de los otros segun leyes, segun el principio de libertad); cada uno de estos tres gra-
dos por si solo puede diferenciar al hombre de los demas habitantes de la tierra».
6 Sobre el problema del estatuto de las tecnicas en la filosofia clasica, cf. Canguilhem,
Descartes et la technique (en Etudes cartesiennes, vol. II, pp. 81-85).
7 Sobre Etica a JXicomaco VI, 1140 a y los demas textos en que Aristoteles opone el arte a la
ciencia y no al tanteo v a la experiencia, cf. el comentario de Aubenque, Prudence, pp. 67-70.
En Metafisica A 980 b-981 b Aristoteles insiste en la irreductibilidad del arte a la experien
cia. pero sobre todo a la ciencia: «...para la practica, parece no haber ninguna diferencia entre
la experiencia v el arte: mas aun, vemos que los medicos con experiencia tienen mas exito que
los que no tienen mas que la doctrina, sin experiencia... Pues el medico no le devuelve la salud
al hombre en si, salvo por accidente, sino a Calias o a Socrates... a quienes ocurre por acci-
dente ser hombres. Por tanto, si un medico posee la doctrina sin experiencia, y se limita al
conocimiento del universal sin eonocer, en este universal, los casos particulares que se rela-
cionan con el, cometera muchos errores en el tratamiento... No obstante, el hecho de tener la
ciencia de algo y ser experto se relacionan mas bien con el arte que con la experiencia*.
397
Kant y el final de la metafisica
Pero Santo Tomas, al definir el arte como «ratio recta factibilium», lo redujo
a una virtud intelectual, a la que el acto mismo de production (constituere
ipsum opus) no anadia nada esencial8. Y Descartes seguia en esta linea. Uno
de los aspectos del anti-cartesianismo es tambien la reevaluacion, en el siglo
XVIII, de las tecnicas y del «instinto» artesanal. En el articulo «Arte» de la
Enciclopedia, Diderot opone, frente a aquellos que «estudian la mecanica sin
saber fisica y fabrican al azar nuevos motores» (Regia V), al teorico demasia-
do seguro de si, -antecesor, si se quiere, del «politico» segun Alain 9. Esta idea
de un desajuste entre la consideration teorica y el poder empirico aparece
igualmente en la Aufkldrung alemana. El «genio», para Flogel (1765), se ha
hecho indispensable por la limitation del saber «sistematico»; suple «lo que
no podria estar determinado en las reglas generales del sistema»10.
Esta rehabilitation de la tecnicidad, por la que los enciclopedistas home-
najean a Bacon, roza sin duda el desprecio del saber puro, del que Kant esta
muy alejado. Pero debe reconocer que en el acto tecnico la aplicacion de la
regia elude su comprension. Baumler observa el interes que se le presta en la
epoca a la «Erfindungskunst» y refiere estas palabras de Lambert: «Es
lamentable que los inventores no expongan las verdades que han alcanzado
en la forma en que llegaron a ellas*11. Comporta volver a la explication carte-
siana: los geometras de la Antigiiedad debian conocer un analisis que mantu-
vieron en secreto para asegurar mejor su gloria... Ahora bien, 6 es cierto que se
de siempre un transito consciente de la teoria a la practica? Dado que presu-
pone esta continuidad, la idea de metodo entrana la despreocupacion en
cuanto a los obstaculos tecnicos: «He aprendido mucho en lo tocante a nues-
tros cristales... y el todo parece tan fa cil de ejecutar y es tan cierto, que ya
practicamente no dudo en lo que depende de la mano» (Carta de Descartes a
Ferrier, 18 de junio de 1629). Ahora bien, dpodemos considerar tan comoda-
mente «facil» y «cierto» como sinonimos (o «quasi» sinonimos) de r e a liz a
ble*? Si la imagen esta indeterminada con respecto al esquema, ino lo esta
todavia mas el efecto a producir en referenda a su concepto? Una cosa es
determinar la causa de un efecto dado, otra distinta disponer una causa con
vistas a un efecto por venir; la necesidad causal es retrospectiva, el acto pro-
8 «En efecto, esta definition tan solo se aplica correctamente a las artes de conocimiento, en
las que comprender la regia no se distingue en nada de poder aplicarla. Por el contrario, las
artes de producir difieren de las artes de conocer, en las que el conocimiento de los metodos
o de los procedimientos operatorios no basta para permitir apliearlos» (Gilson, Intro, arts du
beau, pp. 80-81).
9 «Cuantas malas maquinas no nos son propuestas a diario por gentes que se han imaginado
que las palancas, las ruedas, las poleas, los cables actuan en una maquina como sobre el
papel; y que, a falta de haberse puesto manos a la obra, nunca han sabido cual es la diferen-
cia entre los efectos de una misma maquina, o la de su perfil... Descartes, ese genio extraor-
dinario nacido para extraviar y para conducir, y otros que valian tanto como el autor de los
Essais, £no han dicho que el espejo de Arquimedes era una fabula? Sin embargo, dicho espe-
jo esta expuesto a la vista de todos los sabios en el Jardin du Roi», Diderot, Encyclopedic, art.
«Art» (alusion a Descartes, A, vol. 1, 109 [trad. esp. Arte, gusto y estetica en la Enciclopedia,
Valencia, Museu Valencia de la Ilustracio, 2005].
10 Flogel, Geschichte des menschlichen Verstandes (1765), p. 45.
11 Baumler, op. cit., p. 177.
39 8
El genio y el lenguaje de lo imaginario
I l l c ) A rtista y artesano
399
Kant y el final de la metafisica
400
E l genio y el lenguaje de lo imaginario
IV d ) L a doble fascinaci 6 n
sentido amplio del termino, - y no miembros del Estado. No estan, por tanto, cualificados
para ser ciudadanos. Ciertamente, el obrero al que le doy mi lena para que la corte y el sastre
al que le doy mi tela para que me haga un traje parecen estar en la misma situation con res
pecto a mi. Sin embargo, el primero es tan diferente del segundo, como el barbero del pelu-
quero, como el jornalero del artista 0 del artesano (von Kiinstler oder Handwerker), de
aquel que hace una obra (Werk) que le pertenece en tanto que no se le paga. El ultimo, en la
medida en que ejerce una profesion, cambia, pues, su bien con otro (opus), - e l primero no da
mas que el uso de sus fuerzas (den Gebrauch seiner Krafte), que concede a otro (operam)»,
Theorie und Praxis, VIII, 295.
401
Kant y el final de la metafisica
esencialmente social20. £Que habra de ser una obra «estetica» para que haya
amantes, no usuarios, y para que en ningun respecto podamos asimilarla de
este modo a una obra mecanica? «La naturaleza era bella cuando aparecia al
mismo tiempo como arte, y el arte solo puede llamarse bello si somos cons-
cientes de que es arte y, sin embargo, nos parece naturaleza» (V, 306). Se que
estoy en presencia de un producto artificial, pero tal que no puedo evitar con-
siderarlo como naturaleza bella. Sucede como si, a traves de una doble «fas-
cinacion»21, la una rectificando el efecto de la otra, se restableciese la verdad,
pero en lo imaginario. Doble mentira, en efecto: niego la finalidad efectiva-
mente presente en la obra de arte, para proyectar en su lugar esta finalidad
imaginaria que suscitaba un bello espectaculo de la naturaleza; en la superfi-
cie de esta obra, que es verdaderamente el producto de una intencion y de un
esfuerzo, solo encontramos la intencionalidad en el modo de la fiction.
Merced a esta inversion, en lo sucesivo el arte puede agradar en «el mero
juego» con el mismo derecho que la naturaleza, puesto que en el juego, al
igual que en la naturaleza, la finalidad esta ausente y presente, perdida y reen-
contrada. Solo bajo esta condition la obra puede hacer que el espectador olvi-
de el artificio que la produjo: que sea un desorden bello. Lo bastante descon-
certante como para que no encuentre en ella la serial del «oficio», lo bastante
dominada como para que todavia vea en ella el efecto de un anti-azar.
Brevemente, es menester que la finalidad pueda negarse en la obra para rea-
parecer aumentada.
20 Sobre las artes del placer en el siglo XVIII, entre las que algunas son menos inocentes que
las que menciona Kant, cf. Mauzi, Idee de bonheur. «La voluptuosidad reside en las maqui-
nas, los accesorios del teatro, los ecos y perfumes artificiales. El placer se pone en escena al
modo de una opera. Ya no se trabaja sobre los sentimientos, sino sobre los objetos. La volup
tuosidad deja el alma para instalarse en las cosas» (p. 422-3).
21 En laAntropologia, este es exactamente el sentido de la «fascinacion» (Bezauberung). «La
fascinacion es, en un espiritu por lo demas sano, una ilusion de los sentidos de la que deci-
mos que no procede de causas naturales. Pues el juicio que plantea la existencia de un objeto
(o de una propiedad de este objeto) interfiere irresistiblemente, cuando no le prestamos aten-
cion, con el que plantea su no-existencia o la plantea de otro modo. El sentido parece contra-
decirse, pues, a si mismo; como un pajaro que revolotea ante un espejo en el que se ve tan
pronto toma la imagen por otro pajaro real, como no» (Anthrop., VII, 150).
402
El genio y el lenguaje de lo imaginario
403
Kant y el final de la metafiisica
22 Sobre la ampliation del concepto de imitacion, cf. Cohen, Kants Begrijf derAesth., p. 92;
Baumler, op. cit., pp. 145-155. Para que haya semejanza, escribe Elias Schlegel, basta con que
haya cointidencia de las relaciones determinantes entre las partes. Baumler aproxima esta
teoria a ciertos pasajes de la Ontologla de Wolff: «Nascitur adeo similitudo entium ex iden-
titate determinationis» (§ 217).
23 «Bajo el nombre de pintura comprendo las artes plasticas en general, del mismo modo que
no me comprometo a no examinar en ocasiones bajo el nombre de poesia las demas artes en
las que la imitacion se desarrolla en el tiempo» (Lessing, Laocoon, Prologo [trad. esp.
Laocoonte, Madrid, Tecnos, 1989]).
24 Bouhours, Entretiens d’A riste et d ’Eugene, Sexta conversation.
25 Logique de Port-Royal, pp. 156-159.
26 Lessing, Laocoon, cap. XVII.
2? Ibid., cap. XIV.
404
El genio y el lenguaje de lo imaginario
28 Ibid., cap. XV. - «Lo que encontramos hello en una obra de arte no lo es gracias a nuestros
ojos, sino gracias a nuestra imagination por intermedio de los ojos» (cap. VI).
2C1 Rousseau, Essai, p. 420.
80 Ibid., p. 486.
405
Kant y el final de la metafisica
VI El a t r ib u t o e s t e t ic o y l o in e f a b l e d e d e r e c h o
El genio no tiene nada que ver, pues, con la profusion de las imagenes; a
cuenta de ello, cualquier imagination serla genial y el poema, por su parte,
serla tanto mas logrado cuanto mas brillantes fuesen las metaforas en el.
Ahora bien, la genialidad se encuentra mas alia, pues el problema que resuel-
ve es de expresion. «E1 genio no es algo semejante a un demonio presa de ins-
piraciones o revelaciones. Para que un genio tenga materia, debe haber apren-
dido mucho o estudiado metodicamente. El genio tampoco es una especie y
una fuente particular de intuiciones: debe poder ser comunicado y hacerse
inteligible para cada uno» (Rx 899). El genio se atestigua en la instauracion
de un nuevo modo de comunicacion, y por eso es por lo que Kant clasifica en
el § 51 las bellas artes (artes del genio) por analogia con los diferentes aspec-
tos de la comunicacion linguistica (articulation, gesticulation, modulation^1.
Mientras el gusto encuentra la imagen que conviene a un concepto determi-
nado, el genio encuentra, para las imagenes embrolladas que acompanan a
un concepto, el equivalente verbal o plastico que de un trazo las hara surgir en
el oyente 0 en el espectador. Poco importa, entonces, el contenido de esta
palabra, con tal de que nos remita a una representation que «nos hace pen-
sar, ademas del concepto, en muchas cosas inexpresables» (V, 316), traduci-
bles, pero nunca designables. Entonces, el signo ya no es una expresion indi
recta, sino la marca de un cierto indecible; ya no funciona como serial en el
interior de un codigo, sino como mediador de un contenido indeterminado,
inapto para cualquier «presentacion adecuada» y, sin embargo, comunicable
por el hecho de ser indicado de esta manera. Asi son, por ejemplo, los atribu-
tos esteticos (el aguila de Jupiter, el pavo real de Juno): no ilustran una idea
abstracta (la majestad de la Creation), sino las representaciones marginales y
no conceptualizables que vinculamos con semej antes conceptos. El signo
genial es el signo sintomatico en que trasparece una signification que nunca
sera una Idea. Hegel se sorprendera de que los egipcios hayan vivido sus sim-
bolos (el ibis de la crecida del Nilo, el buitre de la adivinacion) como enigmas
por esencia indescifrables: «Lo que hay de singular en estas asociaciones es
que no se trata de una idea general que sea expresada por medio de una ima
gen, como nos representamos la poesia, sino que partimos inversamente de
una intuition sensible y proyectamos en ella la imaginacion >>32. Para que la
simbolizacion barbara se convierta en expresion genial, basta con que se
tenga menos confianza en la transparencia del lenguaje: si hay una limitation
del lenguaje que informa, dicha limitation hace necesario el despliegue de un
«lenguaje» distinto, alusivo respecto de una signification ausente y, sin
embargo, dotado de inteligibilidad; aproximadamente a la manera en que el
antropomorfismo simbolico era el unico medio para hablar de Dios sin olvi-
3 1 Heydenreich, en su System derAesthetik (1790), clasifica las Bellas Artes con relation a la
comunicacion de las impresiones y define la relation entre el artista y su publico como
«Mitanschauen des Vollkommenen».
32 Hegel, Ph. histoire, trad., p. 162.
406
E l genio y el lenguaje de lo imaginario
dar la distancia infinita que nos separa de el. Ademas, las palabras del poema
cuentan mas que las «imagenes». Cuando Kant cita y comenta en el § 49 los
versos, bastante mediocres, de Federico II, se advertira que no ve en ellos la
metafora de mal gusto que nos ofende (tarde de la vida - puesta de sol); no ve
la traduction imaginada de un sentimiento abstracto, sino «la expresion de
una representation que despierta en nosotros una multitud de sensaciones y
representaciones secundarias inexpresables». En el arte poetico que esboza,
la imagen literaria sigue siendo de orden retorico: si le presto demasiada aten-
cion, me ocultara el fondo de sentido que, en tanto que «atributo estetico»,
precisamente se encargaba de sugerir; en lugar de ser mediadora de algo no
significable, se convierte en sustituto de un significado. Ahora bien, el atribu-
to estetico debe ser lo bastante pobre como para que se borre detras de la
Gestalt indecisa que hace dibujarse. De este modo, la «poesia kantiana» ilus-
tra bien la doble mentira de que hablabamos mas arriba. Una palabra que no
localiza ninguna signification no es, sin embargo, una nada; la sonoridad
supera al sentido, las palabras han sido elegidas por su resonancia y, no obs
tante, es como si nos hablasen, cuando se esfuerzan por no decirnos nada. Por
tanto, este no-sentido en la estela de un sentido que no importa no es cual-
quiera: no se dice nada, pero queda indicado lo indecible y las palabras pare-
cen funcionar al servicio de un codigo distinto. En resumen, el genio nos fuer-
za a distinguir el lenguaje que utiliza alegoricamente las imagenes y un len
guaje que, nombrandose a si mismo, reduce las significaciones aparentes de
que parece servirse a meros soportes de lo imaginario. El «decir» es homoni-
mo de una region a otra. Cuando Wittgenstein define los conceptos filosoficos
como «nociones desprovistas de sentido que proceden del hecho de que
alcancemos los limites del lenguaje», no hace mas que atribuirles la geniali-
dad en sentido kantiano. Con ironia, sin duda. Pero esto no impide que, al
hablar de «limites del lenguaje», se preserve al menos un «problema filosofi-
co»: tcomo puede el lenguaje superar sus limites, parecer inteligible y ya no
ser «utilizado»? No porque se transforme en aberration deja la genialidad de
ser tan irreductible como una apariencia.
Y esta prolonga la Apariencia trascendental. El analisis del genio es inclu-
so el mejor ejemplo de la continuidad que vincula el «Schein» trascendental
con el «Erscheinung» estetico: la Idea trascendental era un concepto inade-
cuado para cualquier intuition, la Idea estetica que suscita el genio es una
representation intuitiva cuyo caracter inexpresable viene indicado precisa
mente por su formulation alusiva; la metafisica pretendia comprender lo
suprasensible, por su parte, la «comprension» del poema consiste en darle un
sentido a un texto en que tan solo se anuncia la imposibilidad de poner al des-
cubierto el sentido. Tanto en un caso como en el otro, se trata de la misma
dificultad para respetar el Hmite, la misma tentacion de pensar el infinito en
los terminos de la finitud. Se trata tambien del mismo limite, cuyo trazado
emprende el filosofo critico y que el genio se ve abocado a vivir: todos los ras-
gos que Kant senala en el genio son otras tantas variaciones en torno al con
cepto de «limite». Asi, el genio no es un atajo de la inteligencia; su descubri-
407
Kant y el final de la metafisica
33 «Si la Gestalt puede ser expresada por una ley interna, esta ley no debe ser considerada como
un modelo segun el cual se realizasen los fenomenos de estructura... (La forma) es el nacimien-
to de una norma, y no se realiza segun una norma» (Merleau-Ponty, Ph. perception, p. 74).
34KU, V, 308. Cf. la crltica de Nietzsche, Humain, trop humain, Primera parte, n° 162 [trad,
esp. Humano, demasiado humano, Madrid, Akal, 1996].
35 KU, V, 309. La misma idea es desarrollada por Merleau-Ponty, senaladamente en L ’Oeil et
VEsprit (p. 227 [trad. esp. El ojo y el espiritu, Barcelona, Paidos, 1986]): si podemos hablar de
progreso en pintura, «no se trata de que algun destino nos retenga por detras, lo que ocurre
mas bien es que, en cierto sentido, la primera de las pinturas iba hasta el fondo del futuro».
408
E l genio y el lenguaje de lo imaginario
36 Anthrop., VII, 191; Cf. KU, V, 351. Sobre la diferencia entre signification conceptual y sig
nification borrosa, cf. Humboldt y la oposicion que establece entre las palabras que expresan
«propiedades morales* y aquellas que expresan «puros conceptos del entendimiento*.
«Estas expresiones tienen habitualmente una esfera doble: logica, determinada por los limi-
tes del concepto que designan, - y practica, determinada por el uso de la lengua. La verdade-
ra diferencia entre ellas procede de que nunca hay coincidencia completa entre el concepto
forjado por el entendimiento y la imagen del objeto, que es aprehendida por el sentido y por
el sentimiento... (una palabra nuevamente formada) no hace mas que presentar el concepto
al entendimiento, - la imagination y el sentimiento no influyen sobre ella; en efecto, como ha
sido creada por una action libre del entendimiento y no con ocasion de una perception del
tacto, y como el uso no la ha asociado todavia a ninguna co-representation, ni una ni otro tie
nen nada a lo que atenerse» (Humboldt, Das achtzehnte Jahrhundert, pp. 458-9).
409
Kant y el final de la metafisica
de lo que los hombres mismos «han pensado en realidad al componer sus tex-
tos sagrados, entonces, la interpretation ya no debe ser simbolica, sino lite-
ral». Senalar que una cierta poesia tan solo obtiene su encanto de «la falta de
medios para expresar los conceptos», observar que la riqueza en simbolos de
una lengua arcaica unicamente da testimonio de su pobreza c o n cep tu a l, es
hablar todavia como Aufklarer o prefigurar la manera en que Hegel presenta-
ra el simbolismo 38. Pero Kant pone mucho cuidado en distinguir, respecto de
esta carencia de significaciones debida a la incultura, lo inefable de derecho,
que el espiritu de fineza del genio solo llega, como mucho, a circunscribir. Por
eso es por lo que el genio es sin modelo y de el solo podria hacerse un pasti
che: tque variaciones serian posibles sobre un texto que no fue escrito en nin-
guna parte? Pero la ironia del genio consiste en invitarnos a encontrar siem
pre un «contenido real» bajo el «contenido aparente» de la obra, como si lo
que habia que comprender debiese. ser siempre enunciable y cualquier inter
pretacion (Auslegung) debiese terminar en una explication.
V II L a o b r a , figura de la limitacion
Si asi fuese, ya no habria belleza artistica, pues las obras tan solo serian
aproximaciones ingenuas al concepto, y su contemplation el preludio de una
exegesis siempre posible. Pero puesto que el juicio de gusto es un no saber del
que parece surgir un sentido, es necesario que tenga por correlato un anti-len-
guaje que imite al lenguaje, y el «genio» tan solo es el nombre que se le da a
la naturaleza en que debe arraigar la obra para convertirse a la vez en objeto
de un no saber y en apariencia de signification. «Como lo bello no debe ser
apreciado segun conceptos, sino segun la disposition de la imagination apro-
piada para la consonancia con la facultad de los conceptos en general, ningu-
na regia ni prescription debe servir de medida subjetiva para esta finalidad
estetica, pero incondicionada, en el arte bello..., sino solo lo que en el sujeto
es meramente naturaleza, de manera que no pueda ser comprendido bajo
reglas o conceptos, es decir, el sustrato suprasensible de todas sus facultades
(que ningun concepto del entendimiento alcanza)» (KU, V, 344).
3? «Lo que se admira tan a menudo como la presentation viva que los salvajes le dan a sus dis-
cursos (e incluso aquellos que son considerados como sabios en un pueblo todavia rudo) no
es nada mas que pobreza de conceptos y, por tanto, de palabras que los expresen» (.Anthrop
VIII, 191).
3 ®«Ciertamente, la signification todavia no es concebida en toda su claridad... Aunque la sig
nification asi liberada implique en su contenido la negatividad de lo natural, lo verdadera-
mente interior solo comienza a desprenderse de lo natural, todavia se encuentra englobado
en ello y, sin que revista una forma exterior, todavia no puede ser tornado en toda su clari
dad y universalidad por la conciencia» (Hegel, Esthetique, II, pp. 60-61, trad.). La condena
de las artes plasticas del mundo oriental se hace mas vehemente en la introduction a la
Filosofia de la historia: «Una materia fantastica que no encuentra en si sus limites - y lo razo-
nable es precisamente lo que tiene en si medida y fin - vuelve la forma a la vez desmesurada
y amorfa, o bien mezquina y penosa» (trad., p. 61). En el mismo pasaje Hegel la emprende
con «la pretenciosa crftica estetica (que) afirma que el fondo, es decir, la sustancia del conte
nido, no debe determinar nuestro placer».
410
El genio y el lenguaje de lo imaginario
39 Schelling, Ph. der Kunst, pp. - ; cf. Ph. der Mythologie, I, pp. 1 9 4 -6 .
54 55
411
Kant y el final de la metafisica
epoca o que retraso sufrian las condi ciones economicas, no porque el genio sea
una subjetividad insondable, sino porque las mitologlas eluden cualquier lec-
tura alegorica. Nunca habra elucidation de Mallarme a partir de sus recuerdos
de infancia o de los temas que estos engendraron, no porque hayan sido dema-
siado sabiamente elaborados como para reaparecer entre las palabras, sino
porque la mitologia de un poeta no es un codigo que el se hubiese fijado. La
genialidad rechaza a priori todas las plantillas significantes gracias a las cua-
les los criticos querrian hacer hablar a las obras un lenguaje familiar. «Si Dios
hablase verdaderamente al hombre, no habria modo de saber que es Dios el
que nos habla». Admitamos que, a traves de las obras, Dios nos habla por
encargo: ipara que traductores? Se objetara que, por esta inquietante pendien-
te, la genialidad anunciaria la vanidad de toda «ciencia humana»; pero,
idonde ha considerado Kant el «Menschenkentniss» como una ciencia?
Pudiera ser que las «ciencias humanas» fuesen nuevas formas, mas triviales,
de la Apariencia trascendental.
Sin embargo, una vez mas sucede como si Kant se negase a aventurarse
por caminos que entreve; una vez mas, la filosofia, mientras sigue siendo
medida critica de la finitud, se cuida tanto del Saber Absoluto como del
pathos de la finitud. Y el «genio» en sentido kantiano, en lugar de confundir-
se con una description antropologica pretendidamente concreta, queda como
un concepto residual de la Reflexion. Quisieramos poner algunos ejemplos de
esta timidez de Kant con respecto a sus sucesores.
412
El genio y el lenguaje de lo imaginario
Fedro: es inevitable que la ascension al pais de las Ideas me haga pasar por
loco a los ojos de los insensatos... Ahora bien, en tal caso, el juicio del «insen-
sato» no seria distinto del juicio del filosofo critico. Por lo demas, para Kant
no hay «insensatos» en sentido clasico. O bien, solamente los hay a condition
de que me incluya entre ellos: «Es mejor ser Democrito que Heraclito: consi-
deramos el mundo como una casa de locos y nos burlamos de las locuras de
los hombres, pero no debemos excluirnos de ellas» (Rx 495). En cambio, no
cabe distinguir entre enfermedad mental y «sinrazon », si entendemos con
ello la divagation en lo trascendente (y no ya la sordera ante los argumentos).
El delirio noble, que Platon distinguia del delirio morbido, pertenece tanto
como este a la terapeutica y, en el ensayo sobre las Enfermedades de la cabe-
za, «entusiasmo» y «fanatismo» se situan verdaderamente entre las categori-
as patologicas4°. Del mismo modo que en la enfermedad, el hombre rompe
con su pertenencia al mundo, renunciando entonces a su estatuto de
«Weltbiirger»; es presa de esta «enfermedad que tiene su germen en nuestra
naturaleza» y de la que solo la Critica nos preservara: «contraria a la inclina
tion a arraigar en el suelo natal, deseo de dejar nuestra esfera hacia otros
mundos» (Rx 5073). «Enfermedad», pues esta inclination, si bien puede
curarse a veces, nunca puede ser impugnada como opinion. Todavia hay
«insensatos», si se quiere, pero con relation al sentido comun (gemeine
Verstand) y no ya con respecto a la razon teorica. La frontera ya no se fija
entre la atencion a las Ideas y la despreocupacion teorica, sino entre las «teo-
rias» extravagantes (tanto del visionario como del metafisico) y el sano enten-
dimiento: «Hay una diferencia especifica entre la locura, que cree percibir
objetos que no existen, y el entendimiento» (Rx 503). Por tanto, la locura es
la vision aumentada de la metafisica pasada; la evasion fuera de la Caverna es
incluso la mejor imagen del «desorden de espiritu» (Verriickung) en el senti
do mas etimologico: «E1 enfermo se echa a volar por encima de la escala de la
experiencia y corre tras principios que pueden dispensarse de la piedra de
toque de la experiencia; aspira a concebir lo inconcebible... Esta ultima forma
de la perturbation mental no es simplemente desorden y desviacion con res
pecto a la regia del uso de la razon, sino tambien sinrazon positiva; es una
regia distinta, un punto de vista completamente diferente al que el alma se ve,
por asi decir, mudada y desde el que ve todos los objetos de otro modo; se
traslada a una position muy alejada del sensorium commune necesario para
la vida (animal), -d e donde la palabra desorden. Asi, el dibujo a vista de paja-
ro de un paisaje de montana no da lugar al mismo juicio sobre la region que
cuando la contemplamos desde la llanura» (Anthrop., VII, 215-6). Todo
opone la maestria del genio a esta locura del visionario, - e l testigo de la limi
tation, a aquel que la transgrede: el papel del genio no consiste en ver otra
4° M a la d i e s m e n t a le s , II, 261. El analisis kantiano se situa, pues, mas aca de lo que Foucault
llama «la disociacion de la experiencia de la razon »: «lo que pertenecia a la enfermedad sera
de la incumbencia de lo organico; y lo que pertenecia a la sinrazon, a la trascendencia de su
discurso, sera nivelado en lo psicologico. Y es precisamente aqui donde nace la psicologia...»
(Foucault, H o s t o ir e d e l a f o l i e , p. 411 [trad. esp. H i s t o r ia d e la lo c u r a e n la e p o c a c la s ic a ,
Mexico, FCE, 1979]).
413
Kant y el final de la metafsica
IX E l ARTISTA Y SU PUBLICO
414
El genio y el lenguaje de lo imaginario
42 Schiller, Poesie naive et sentimentale, pp. 255 y 259 [trad. esp. Poesia ingenua y poesia
sentimental, Barcelona, Nova, 1963].
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Kant y el final de la metafisica
X E l «l ib r o cerrado »
416
E l genio y el lenguaje de lo imaginario
417
Kant y el final de la metafisica
Hay que advertir que el analisis del genio y las bellas artes termina en el
§ 54 mediante una description de los mecanismos del placer que procura el
juego con Ideas esteticas. Kant toma la broma (Scherz) como ejemplo de estas
estratagemas de lo imaginario: «En todos estos casos, la broma debe contener
siempre algo que por un instante produzca ilusion; si la apariencia queda anu-
lada, el espiritu mira hacia atras para buscarla una vez mas y, por una tension
y una relajacion que se suceden con rapidez, salta de un lado a otro y perma-
nece en oscilacion» (V, 334)46. Parece, pues, que el autor haya atajado una
metafisica del inconsciente y que prefiera reconocer el «sentido dentro del sin
sentido» en la futilidad de lo cotidiano. La production imaginaria se pierde en
el no saber: lo no-serio de la vida es lo que mejor revelara su misterio; itene-
mos otras indicaciones sobre ella aparte de una fascination repentina, un
estallido de risa; rasgos imprevistos en la superficie de nosotros mismos, que
no dejaremos de recorrer una y otra vez? En lugar de una metafisica del genio
(que tan solo seria una super-psicologia racional), mas vale la atencion al
juego de las sensaciones, pues el unico texto de lo imaginario es el juego con
la Apariencia. Y siempre sucede asi con lo suprasensible: esta noche profun
da nos libra de nuestra «profundidad»; tan solo es invocada para restringir-
nos a lo superficial y deshacer la Apariencia que jugo con nosotros y que,
incluso neutralizada, no acaba. Creeriamos siempre que el placer obtenido de
las palabras y las imagenes arraiga en nuestra vida interior, del mismo modo
que el poeta continuara pensando que interpreta un mensaje y que de su obra
quedara algo mas que efectos de estilo. Cuando la Critica deshace estas tena-
ces ilusiones, es para hacer que se replieguen sobre un enigma: la genialidad
aparece entonces como una «animacion» inesperada del lenguaje, un juego
cuya regia nunca descubrira el conocimiento antropologico, -la expresion
poetica, como el arte de hacer presentes significaciones mudas que tan solo
existen mientras dura una alusion. Se hace posible entonces contemplar el
juego desde fuera, a la vez que seguimos j u g a n d o 4 7 , y vivir lucidamente la
Apariencia de donde surgen todas las figuras de la existencia y de la cultura:
ya no habra «estado poetico», sino sorpresas del lenguaje que producen esa
ilusion tanto para el autor como para el destinatario. Si la Aufklarung reduce
al hombre a su «mediocridad», lo suprasensible es la instancia metodologica
que nos obliga a llevar a cabo esta reduction: solo es posible encontrar la Ley
moral como resultado de esta antropologia negativa.
4 6 Habria que establecer una aproximacion entre el capitulo V de M ot d ’esprit de Freud [trad,
esp. El chiste y su relation con lo incosciente, en Obras completas, V. 8, Buenos Aires,
Amorrortu, 1976] y el § 54 de la KU; ciertamente, evitando llegar a reconocer en Kant la pro-
blematica de Freud; pero es el mismo estilo de analisis y de observation, muy alejado del dog-
matismo de las filosofias romanticas del inconsciente; es tambien quizas la misma idea del
«Menschenkenntniss», a medio camino entre la disciplina especializada y el discurso literario.
47 Cf. la distincion entre «conocer el mundo» y «poseer su sentido» {Welt haben in ihrer
Bedeutung): «el uno no hace mas que comprender el juego del que ha sido espectador, el otro
ha entrado en el juego* {Anthrop., VIII, 120).
418
Capitulo XV
I La im a g in a c io n COMO in s t a n c ia p r e s e n t a t iv a
419
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La imagination sin imagenes
medida y esta unidad de estilo que no puede establecerse por repetition (kanrt
nicht wiederholentlich gesetzt werden) (Rx 5729) no hay en comun nada mas
que la palabra. Cuando Tieftrunck cree mostrar como el sentido de la catego-
ria es irreductible a su inscription en la intuition, insiste en la originalidad de
esta «Einheit des Setzens» que engendra, por ejemplo, las tres categorias de
la cantidad sin ninguna alusion aun a la intuition pura: «Lo propio de la cate-
goria de magnitud, aquello por lo que se distingue al mismo tiempo de la
forma de la sensibilidad -espacio y tiem po- es el acto de la unidad (synthe
sis intellectualis) de lo multiple homogeneo. La condition fundamental de
este acto es la sintesis en Uno (Synthesis zu Einem), que hace posible la sin-
tesis de uno a uno, es decir, lo multiple y, de nuevo, la vinculacion de lo mul
tiple en Uno, el Todo. Aqui todavia no estan contenidos el espacio, el tiempo
o un quantum real; tan solo esta dada la regia o la condition solamente bajo
la cual puede haber apercepcion de un quantum» (Carta a Kant, 5 de febrero
de 1797, XII, p. 212)4.
De ahi la necesidad de distinguir entre el quantum, que incluye una «mul-
titud» (Menge) establecida por repetition, y el concepto de la magnitud de
una cosa en general, pensada fuera de las condiciones de la intuition sensible
(Rx 6338). Ademas, ambas significaciones se envuelven: sin la unidad onto-
logica, icomo concebir la unidad numerica? Pero, sin el quantum, el concep
to de magnitud quedaria vacio y no sabriamos si designa «ein Ding oder
Unding»; sin la unidad ontologica, no tendriamos la idea de una representa
tion, pero, por otra parte, sin la progresion intuitiva que engendra el quan
tum, no habria para nosotros diversidad y la representation quedaria troque-
lada en el instante: «En tanto que encerrada en un solo instante, una repre
sentation no puede ser nada mas que una unidad absoluta» (A 77).
Brevemente, si bien la unidad intuitiva le da un contenido al Uno, el sentido
de este no se reduce a dicho contenido. En general, una signification ontolo
gica no esta enteramente desprovista de sentido por el hecho de que quede
desprovista de correspondencia intuitiva.
iQueremos otro ejemplo? Alii mismo donde la notion de «totum» no es
efectivamente representable, no por ello resulta absurdo el concepto de tota-
lidad. Asi sucede con los quanta que no son pensados como determinables
por la composition, donde el todo precede a las partes: el espacio infinito
(Carta a Schulz, 17 de febrero, XI, 84). Este «Todo» no es en absolute incon-
cebible, salvo para aquellos que, subrepticiamente, entienden por «infinito»
un maximo en la composition, - y la nocion de una totalidad no enumerable
sigue teniendo validez. tPor que, para ser precisos? La totalidad no represen
table, mas aca de la intuition (que jamas la colmara), conserva algo del Uno
ontologico, antes de que este se despliegue en el espacio y se repita en el
tiempo. El espacio nos da asi la idea de una totalidad-unidad primordial:
4 «En toda magnitud hay composition. Llamamos unidad a aquello de lo que esta compuesta
y es comparativamente no-compuesta, luego simple. Las unidades son, en consecuencia, rela-
tivamente simples, pero en si mismas pueden ser nuevamente compuestas, es decir, ser mag
nitudes...* (Rx, 5726). -<(Distinguir) la unidad de una cosa (cualitativa) y de una unidad
(cuantitativa, matematica)» (Rx 5733).
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s «Zuletzt asthetisch (d.i. subjektiv und nicht objektiv bestimmt)» (KU, § 26, V, 251).
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una pared para marcar la altura de un nino, entre una suma en el abaco y la
amplitud de una mirada.
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reparto que lleva a cabo Eberhard entre sensible y suprasensible es, como
poco, arbitrario: «De creerle, un pentagono seria un ser sensible, mientras
que un quiliogono seria ya un puro ser de razon o, como el dice, no figurable
(unbildliches)»m. Asi, lo suprasensible comenzaria alii donde la multiplicidad
«supera el grado actual de la imagination y su poder de comprension
(Fassungsvermogen)». Si asi fuese, la capacidad de evaluation estetica medi-
ria la posibilidad de construir un concepto en la intuition; mas alia de esta, la
matematica perteneceria al entendimiento puro. Pero habria entonces conti-
nuidad y no ruptura, diferencia de grado y no de naturaleza entre imagination
estetica y entendimiento puro: este. triunfaria alii donde aquella fracasa, pero
tan solo estaria relevandola y llevando a buen termino lo que «a los sentidos
y a la imaginacion, en su estado presenter se les impide realizar. El intelec-
tualismo de Eberhard encierra, pues, un prejuicio en favor de la estructura
«imagen» y revela que la razon intuitiva de los clasicos bien podria ser, sin
ellos saberlo, solamente una prolongation fantastica de la imaginacion (pre-
matematica, segun Kant). Proclamando, contra Descartes, la homogeneidad
entre la imaginacion y el entendimiento, Gassendi no habria hecho, entonces,
mas que expresar la vergonzosa verdad de este «racionalismo»n . Eberhard
condena lo sensible. Pero es porque constata la deficiencia de su poder de
«figurations Esto es lo importante. Pues es prueba de que no abandona la
exigencia de inteligibilidad que nace de lo sensible.
El infinito, asegura, no es un concepto figurable. Sin duda. Pero de ello se
sigue, segun el, que el espacio infinito no tiene nada que ver con la intuition.
«Es enteramente imposible un concepto figurado de un espacio infinito o una
intuition pura de el; seria una no-cosa, una ilusion, un fantasma. En conse-
cuencia, el concepto (de este espacio infinito) debe ser un concepto no-figura-
do, un concepto del entendimiento que tan solo contenga las determinaciones
generales de los fundamentos ultimos de la imagen del espacio. Argumento de
peso, pero que desgraciadamente se basa en un contrasentido con respecto a
ritu tan solo se sirve de si mismo, mientras que en la imaginacion, contempla alguna forma
corporal; y aunque lasfiguras geometricas sean enteramente corporales, sin embargo, no se
deja persuadir de que estas ideas, que sirven para hacernos concebirlas, lo sean tambien
cuando en absolute caen bajo la imagination*.
10 Rep. Eberhard, VIII, 211. «Objeta que un quiliogono es suprasensible y que, sin embargo,
podemos conocerlo matematicamente. Se trata de un desconocimiento tan absurdo del con
cepto de suprasensible, que hasta un nino lo advertiria. Pues lo que esta en cuestion es la pre
sentation en una intuition posible para nosotros segun la cualidad de nuestra sensibilidad; el
grado hasta el que la imaginacion abraza lo multiple puede ser tan grande o tan pequeno
como se quiera y, incluso si en presencia de un poligono de un millon de lados no podemos
advertir a primera vista la ausencia de un lado, sin embargo, no por ello esta representation
dejara de ser sensible; y la posibilidad de la presentation del concepto de un quiliogono en la
intuition puede fundar por si sola la posibilidad de este mismo objeto en la matematica*
(Carta a Reinhold, 19 de mayo de 1789, XI, 46).
11 Esto es lo que Gassendi intenta hacer confesar a Descartes, asimilando, es cierto, la impo-
sibilidad de discriminar imaginariamente (en el caso del quiliogono) con la confusion intelec-
tual. «Por lo demas, os ruego que considereis de que modo rebajais la mteleccion y hasta que
punto elevais la imagination; pues, que pretendeis sino envilecer la una y elevar la otra, cuan
do le dais en reparto a la inteleccion la negligencia y la confusion, y le atribuis a la imagina
cion toda clase de distincion, claridad y diligencia* (ibid.).
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latius pro eo quod similitudinem cum alio habet» (A .T., VII, 373). Pero la palabra «latius»
todavia sugiere que hay una comunidad de esencia entre la semejanza en eflgie y la «seme-
janza* del efecto con la causa.
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i? «Un objeto muy vasto - e l oceano, una llanura extensa, una vasta cadena de montanas, un
bosque extenso- o una coleccion muy numerosa de objetos -u n ejertito, una flota, una mul-
titud- excitan una emotion sensible en el espiritu; y la admiracion suscitada por el aspecto
de semejantes objetos es uno de los placeres mas vivos que es capaz de experimentar la natu
raleza humana» (Traite, trad., II, p. 478).
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18 B 409. La metafora vuelve a aparecer en B 453: la razon, cuando deja el suelo de la expe-
riencia «y se aventura, por encima de el, hasta lo inconcebible y lo insondable
(Unerforschliche) es presa a esta altura necesariamente del vertigo, pues, desde este punto de
vista, pierde por completo el contacto con cualquier uso conforme a la experiencia». Por
tanto, esta actitud no es admisible teoricamente, y el Ideal trascendental bien comprendido,
como regulativo, nos apartara de ella. «Puesto que ni siquiera esta dado como objeto pensa-
ble, por tanto, no es insondable* (B 410). Pero este vertigo, inutil para la razon teorica, no
deja de ser necesario para el presentimiento de la inaccesibilidad de la Ley moral. Alii donde
vemos que «la supresion del saber* no es estrictamente equivalente al advenimiento de la
«creencia».
'9 Carta del 16 de mayo de 1645, Corresp., VI, p. 226. Cf. Leibniz, Origine radicale: «Nos com-
placemos incluso de nuestros pequenos terrores*.
433
Kant y el final de la metafisica
434
La imagination sin imcigenes
2s «Tal como debemos mostrarselo a los demas hombres, el concepto de respeto tan solo es
un deber negativo. No estoy obligado a reverenciar a los demas (considerados simplemente
como hombres), es decir. a mostrarles una estima positiva. Todo el respeto al que estoy vin-
culado por naturaleza es el respeto a la Ley moral. Este y no el deber de reverenciar a otros
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V II C U E S T IO N A M IE N T O DE L A R E P R E S E N T A C IO N
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La imagination sin imagenes
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438
La imagination sin imagenes
Asi, la filosofia practica se abre camino a traves de «la estetica del juicio
reflexionante» y entrevemos el transito de lo teorico a lo practico que la facul-
tad de Juzgar tiene por cometido asegurar. Sigue siendo cierto que unicamen-
te el gusto es capaz de atestiguar la presencia de una facultad de Juzgar en
estado puro: desde este punto de vista, como sabemos, la Analitica de lo bello
constituye el nucleo de la Critica. Pero sucede algo distinto «si tratamos la cri-
tica del gusto desde un punto de vista trascendental: por el hecho de llenar una
falla en el sistema de nuestras facultades de conocimiento, abre una perspec-
tiva sorprendente y, en mi opinion, rica en promesas respecto de un sistema
completo de todas las facultades del espiritu, en la medida en que estas, en su
determination, no se refieren solamente a lo sensible, sino a lo suprasensible,
sin que resulten desplazadas, no obstante, las restricciones que una critica sin
indulgencia le ha impuesto a su ultimo uso»2s. Por primera vez en el curso de
la obra, el sentimiento de lo sublime hace manifiesta la referencia a lo supra
sensible; da ejemplo de un «empleo posible de las intuiciones sensibles para
hacernos sentir en nosotros mismos una finalidad por entero independiente de
la naturaleza»26. Concepto sin duda menos importante esteticamente que el de
lo bello, lo sublime nos desvela mejor nuestra «destinacion». Sin el juicio de
gusto, seria imposible poner en evidencia el juicio reflexionante, pero, sin lo
sublime, no sospechariamos que una «estetica» -p or modificado que haya
sido el sentido de la palabra, como senala la Primera introduction- posee la
clave de lo suprasensible. La palabra «estetica» no evoca tanto la presencia de
lo sensible, sino que demarca mas bien, por oposicion a los juicios logicos, una
nueva clase de juicios a los que les es propio «referir intuiciones sensibles a
una idea de la naturaleza, cuya legalidad no podria comprenderse sin su refe
rencia a un sustrato suprasensible» (XX, 247). Pero en la Exposition del juicio
de gusto nada hace presentir este sustrato, nada anuncia en ella este « Uber-
gang» en forma de trasgresion violenta que despoja a lo sensible de todo pres-
tigio y a la imagination de su privilegio. Hay que distinguir aqui, pues, la des
cription de la facultad de Juzgar de la estrategia de la obra: si el gusto revela
la presencia de una facultad de Juzgar, lo sublime indica su destination. «Lo
bello debe complacer sin interes. Lo sublime debe complacer inmediatamente
por su resistencia al interes de los sentidos» (V, 267). A partir de aqui, la deter
mination de lo suprasensible se convierte, pues, en el hilo conductor de la
obra. dComo se puede atestiguar lo suprasensible sin que sea representado,
como puede ser determinado sin que sea imaginado? La segunda parte de la
Critica tendra por objeto descubrir este enigma: la Critica teleologica -secun
daria seguramente cuando no se trataba de circunscribir la facultad de
Juzgar- se vuelve entonces esencial con respecto a la economia del conjunto.
Si el autor, en el § 23, presenta lo sublime como un mero «apendice» a la
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La imagination sin imagenes
mas bellas» solo eran un juego, pero un juego en el vacio: mas alia de las ima
genes, la imaginacion no desembocara en ninguna contemplation. No hay ini
tiation a la Ley, y por eso la belleza no es un saber exoterico.
Tambien por eso lo sublime kantiano esta lejos de ser, como querra Hegel,
un episodio en la historia de la cultura, que pronto pasara. Si es la verdad de
la imaginacion, esta «verdad» no significa acceso a una instancia mas alta,
que la instancia inferior dejaba adivinar. En lo sublime, la imaginacion se
niega, pero no se transfigura: no hay metamorfosis de lo bello, y la historia de
lo imaginario se acaba en este encuentro silencioso con la Ley. El juicio de
Hegel es muy distinto. Para el, la religion de lo sublime solo tiene el merito de
liberar al hombre del fetichismo: en una naturaleza que se ha vuelto profana
de arriba abajo, es imposible adorar a Dios bajo la forma de una vaca o de un
signos1; asl, para los hebreos, «un ldolo tan solo era madera y piedra». Pero
esta negativa a caricaturizar lo divino paga el tributo de la renuncia a dejarlo
aparecer. Lo sublime es ante todo inapropiado para expresar lo infinito: tam
bien la religion judaica precede, en la exposition de la Philosophic der
Religion, a la religion griega, - y la Estetica relega el arte de lo sublime del
lado de la barbarie prehelenica. Ciertamente, la Erscheinung griega todavia
pertenece al ciclo de la finitud: el Espiritu, presente en un elemento que le
sigue siendo extrano, no es comprendido aun como lo Apareciente. Pero esta
r e p re s e n ta tio n necesariamente imperfecta da mayor testimonio de madu-
rez que el fracaso «representative» de lo sublime; indica un paso mas en la
explicitacion del Espiritu. Es necesario que lo divino aparezea en otra cosa
para que esta «Erscheinung», al quedar abolida, deje paso a la
«Offenbarung», «manifestacion para si del Espiritu» 32. Ahora bien, por este
camino, lo sublime es mas un bloqueo que una anticipation. Confesando su
impotencia para conciliar, incluso en la piedra y la madera, lo divino con lo
sensible, el hombre de lo sublime se acomoda en su finitud y termina por bas-
tarse con ser conciencia desgraciada. Para que comience la historia del
Espiritu, no es suficiente con que la piedra deje de ser idolo; todavia hace falta
que se convierta en estatua. Por eso el templo griego sera la verdad del taber-
naculo judio. A este precio, la «representation» estetica se integra en una his
toria. Pero podemos preguntarnos si el arte no paga esta inteligibilidad con su
autonomia: la representation bella» es, para Hegel, representation de», - y
tan solo es celebrada en la medida en que, en ella, se anticipa la verdad que
acabara por hacerla util. Adviertase, por el contrario, que en lo sublime kan-
441
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Capitulo XVI
La teleologia reencontrada
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Kant y el final de la metafisica
2 K.U., § 75, V, 398. Cf. Erste E in l, XX, 251, Preissch., XX, 294.
3 Asi,en el escrito de 1785 sobre Los volcanes en la luna: «Considero inadmisible que, en pre-
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La teleologia reencontrada
«Standpunkt», una figura retorica: no hacemos mas que designar «una espe-
cie de la causalidad de la naturaleza segun una analogla con la nuestra en el
uso tecnico de la razon» (§ 60, V, 383).
Sin embargo, que nadie se equivoque: se ha dado un paso mas con respec-
to a la Dialectica trascendental. En verdad, alii la Idea regulativa tan solo
tenia «la utilidad subjetiva de una maxima*: tenia como funcion aproximar
conocimientos discordantes, encarrilar una investigation, pero jamas era
invocada necesariamente por la simple presencia de ciertos objetos. Aqui, lo
que requiere el uso de un concepto extraido de la razon ya no es la practica del
naturalista, sino la percepcion del objeto-organismo. Mas que una licencia
del lenguaje, la hipotesis de la production final se ha convertido en un codigo
indispensable de desciframiento. Se trata ahora de la imposibilidad en que se
encuentra el naturalista de renunciar al principio «nada existe en vano» (§ 66,
V, 376), y no ya de la utilidad que obtiene de el. Del mismo modo que la expe-
riencia en general se hundiria si no admitiesemos que «non datur casus», asi
el objeto de estudio del naturalista perderia su sentido propio si no fuese refe-
rido analogicamente al esquema de la causalidad racional. La finalidad no
recobra por ello un rostro dogmatico y el naturalista sigue siendo un
«Wissenschaftler», -pero aquella se convierte en una presuposicion inevita
ble. Y comprendemos mejor la importancia de la distincion que establece la
Logik entre nuestros prejuicios (o juicios provisionales) y los conocimientos
falsos que se injertan en ellos por irreflexion. El error no procede tanto de un
juicio cuya verdad no hemos examinado, cuanto de un prejuicio sobre el que
no hemos reflexionado (principio subjetivo que tomamos por objetivo)4; un
concepto no es erroneo porque sea injustificable (y lo «probable» tiene dere-
cho de ciudadania en la epistemologia kantiana), pero acaba siempre por serlo
si sigue siendo una presuposicion inconsciente de sus limites. Desde este
punto de vista, la Critica teleologica es una rehabilitation anti-cartesiana del
«prejuicio», a condition de que sea considerado como plantilla de lectura,
cuya necesidad «subjetiva» no garantiza la verdad, -diriam os hoy, con menos
precauciones, «signification* o «esencia material*. - En tal caso, es como si
aceptasemos las premisas de la tesis «bien pensante* de Cleante, en los
Dialogos de Hume, sin llegar a la conclusion que extrae de ella: «Considerad
el ojo, disecadlo; y decidme, segun vuestro propio sentimiento, si no os pene-
tra inmediatamente, con una fuerzaparecida a la de la sensacion, la idea de
sencia de un hecho natural que presenta semejanza con fenomenos cuya causa al menos
podemos suponer segun leyes conocidas en otra parte -p o r ejemplo el calor del so l-, se con
tinue apelando de forma desesperada a la disposition divina inmediata como principio de
explication* (VIII, 76).
4 Sobre el caracter indispensable del «juicio provisional*, cf. Logik, IX, 74: «Cuando medita-
mos sobre un objeto, debemos haber juzgado siempre ya previamente y, por asi decir, presen
t s el conocimiento que nos aportara la meditation... Los prejuicios son, a veces, verdaderos
juicios provisionales, pero no deben valer como principios o como juicios determinantes...
Perfectamente podemos admitir conocimientos (proposiciones inmediatamente ciertas) sin
examinarlos, es decir, sin probar las condiciones de su verdad, pero no podemos juzgar sobre
ellos sin reflexionar, esto es, sin comparar un conocimiento con la facultad de conocer en que
tiene su origen* (ibid, 76).
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La teleologia reencontrada
sea suficiente para determinar a priori las consecuencias dadas» (B 504). Por
otro lado, uno queda dispensado de criticar otras explicaciones igualmente
plausibles, -y , ademas, se contraviene la primera condicion requerida para
una hipotesis: «no servirse de otros principios de explication aparte de los
que dependen de las cosas dadas» (B 503-504). Las aserciones por las que se
pretende decidir sobre el valor de la maxima reflexionante son, pues, insoste-
nibles, no porque apelen a lo suprasensible, sino porque proporcionan sin
escrupulos un pseudo-conocimiento teorico al respecto. Spinoza tenia razon
sin duda al no ver en el Dios de la teologia mas que un «asilo de la ignoran-
cia», pero el mismo nos presentaba «algo suprasensible» hasta cuya altura es
dificil seguirle.
En realidad, ni siquiera tenemos derecho a plantear la pregunta («es kann
auch nicht einmal darnach gefragt», § 74, V, 396) por el valor en si de la
maxima reflexionante, pues encierra ya el error comun a ambos dogmatis-
mos. Presupone que el concepto de «fin natural» tiene realidad objetiva o no
la tiene, y que no hay tercera via (§ 75, V, 400). Esto supone desconocer que
hay conceptos no contradictorios e incluso indispensables -ta l como el de
noumeno10- cuya validez objetiva no se puede decidir. Ahora bien, el fin natu
ral pertenece al numero de estos conceptos. Para convencerse de ello basta
con demostrar el mecanismo del error en que cae el dogmatismo.
Este error es doble. En primer lugar, parece que la notion de «fin natu
r a l solo es admisible a condicion de que sea un predicado objetivo; fiando-
nos de esta opinion, nos creemos obligados a una election que podriamos
rechazar legitimamente, pues, cuando el predicado o su contrario no son
determinables con respecto al sujeto (.Rx 4944, 4945), la pregunta queda
vacia de sentido (del circulo es mortal 0 inmortal?). Pero esta ilusion procede
de otra, comparable con la de las antinomias dinamicas: a falta de distinguir
entre fenomenos y cosas en si, creemos que podemos decidir sobre la existen-
cia o la no existencia de un contenido (la libertad, la finalidad...), sin pregun-
tarnos previamente por su «topos» (mundo sensible o suprasensible). Esta
negligencia esta en el origen del error dogmatico. Si el metafisico analizase
mejor la idea de «fin natural», se daria cuenta de que incluye el concepto de
una cosa sometida a la «ciega» necesidad natural11 y «al mismo tiempo, no
obstante, {dock zugleich)» la relation de la form a de esta cosa con «algo que
no es la naturaleza empiricamente cognoscible» (§ 74). Si el organismo es un
hecho ambiguo, la presencia de la unidad organica requiere otro fundamen-
to 0, en todo caso, remite en una direction distinta del conocimiento experi
mental del objeto organico. Los biologos alemanes hallaron esta distincion
nos a que mostremos una contradiction en sus presupuestos... pueden ser puestos en un gran
apuro por otras posibilidades que no son mas audaces» (B 272).
10 «E1 concepto de un noumeno no es en absolute contradictorio, pues no podemos afirmar
de la sensibilidad que sea el unico modo posible de intuition. Ademas, este concepto es nece-
sario para que la intuition sensible no se extienda hasta las cosas en si...» (B 211).
11 «Ciega» es aqui sinonimo de «sin fundamento» (ohne Grund): «La necesidad sin ningun
fundamento en el mundo es la necesidad ciega. La contingencia, en el mundo, sin ningun fun-
damento es el azar ciego» (Rx 3906).
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12 « tC o m o s e e x p lic a ju s ta m e n te e s te c o m p le jo d e c o n d ic io n e s q u e es el h u e v o fe c u n d a d o ? A q u l
c e s a la e x p lic a tio n p u ra m e n te m e c a n ic a d e l d e s a rr o llo . P u e s e s te h u e v o y s u c o m p le jo d e c o n d ic io
n e s re s u lta n d e u n d e v e n ir h is to ric o ; p o r ta n to , es n e c e s a rio c o m p re n d e r lo e n su p a rtic u la rid a d ,
h a b id a c u e n ta d el d e c u rs o h is to ric o d e lo s o rg a n is m o s q u e h a n c o la b o ra d o e n s u p r o d u c c id n en el
c u rs o d e la h is to r ia d e la tie rra » (B iits c h li, M e c h a n is m u s u n d V ita lis m u s , L e ip zig , 19 0 1 , p . 54).
J3 C o u r n o t, F o n d e m e n t s d e n o s c o n n a is s a n c e s , c a p . V , p . 81.
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La teleologia reencontrada
2. Lo suprasensible aparece una vez mas como «la unica clave para
resolver el enigma» (§ 57, V, 341). Pero es evocado de tal modo que plantea
una nueva dificultad. La causalidad final es un concepto «problematico» en la
medida en que indica un fundamento del mundo fuera del mundo.
Entiendase: una «Gedankending», tal que alii se deja «en suspenso» (unaus-
gemacht) la posibilidad del objeto, -p o r oposicion al «Unding», «non ens»,
concepto vacio, imposible ( R x 5724). Llamando «Gendankendinge» a los
noumenos, Kant precisaba que «estos conceptos sin objeto... no deben con-
tarse entre las posibilidades, aunque no por ello deben ser considerados como
imposibles» (B 232). Sin embargo, en la causalidad final hay algo mas que en
el noumeno. Este, concepto de un no-objeto, no hace mas que indiciar abs-
tractamente una limitation de la sensibilidad; por su parte, la idea de finali-
dad esta como inscrita en un soporte natural del que resulta dificil separarla;
tiene un «representante» mundano. En lenguaje kantiano, se trata de un
«conceptus terminator»: pertenece al mundo sin ser parte suya^. Pero,
entonces, ino debe la fmalidad ser concebida mas bien como una fiction util,
un rotulo que se coloca sobre la ignorancia del naturalista? iResponde, como
el noumeno, a una exigencia trascendental? De ahi la necesidad a) de una
deduction de los conceptos problematicos en general, b) despues, del concep
to de «fin natural» en particular, para decidir sobre su legitimidad.
*4 « E 1 c o n c e p t o d e D io s - c o m o C a u s a s u p r e m a , S e r n e c e s a r i o - e s u n conceptus terminator.
P e r t e n e c e a l m u n d o y n o e s , s in e m b a r g o , u n a p a r t e d e l m u n d o » ( Rx 5 4 9 7 ) . - « E l c o n c e p t o
d e u n S e r a b s o lu t a m e n t e n e c e s a r io e s u n conceptus terminator p o r q u e d e b e m o s c o n s id e r a r
t o d o lo c o n t in g e n t e c o m o n e c e s a r i a m e n t e p r o d u c id o p o r u n a c a u s a y p o r q u e , f in a lm e n t e ,
d e b e f a lt a r la c o n d it io n ; d a d o q u e c a e l a c o n d i t i o n d e in t e lig ib ilid a d , n o h a y n a d a q u e c o m -
p r e n d e r s e g u n la s l e y e s d e la r a z o n , p u e s t o q u e e n l a s e r ie d e l a s in t e le c c io n e s p o s ib l e s h a y
a lg o e n r e la t i o n c o n la s c o n s e c u e n c ia s , - y u n lim it e c o n l a n a d a , c o n r e s p e c t o a lo s f u n d a m e n -
to s . E l c o n c e p t o d e lib e r t a d e s t a m b ie n e l c o n c e p t o lim it e d e u n c o m ie n z o a b s o lu to » (Rx
4 0 3 9 ).
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'5 « H e a q u i p o r q u e d is t in g u im o s lo p o s ib l e d e lo r e a l: n o c o n o c e m o s la s c o s a s p o r m e d io d e
in t u ic io n e s d e l e n t e n d im i e n t o , p o r t a n t o , t a n s o lo s e r e fie r e n a n u e s t r a f a c u lt a d d e p e n s a r ,
lu e g o a l a in t u ic io n » (R x 5 7 1 8 ) .
16 T r a u m e , I I, 3 7 1 .
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La teleologia reencontrada
v «E1 f a b u l a d o r e m p le a h a b it u a lm e n t e e l s ig u ie n t e a i'tific io p a r a d a r le a s u ig n o r a n c ia u n a
t o n a li d a d d e c ie n c ia . P r e g u n t a : i c o n c i b e u s t e d la v e r d a d e r a c a u s a d e l a f u e r z a m a g n e t ic a ? ,
ic o n o c e u s t e d la m a t e r ia q u e p r o d u c e e fe c t o s t a n n o t a b le s e n lo s f e n o m e n o s e le c t r ic o s ? C o m o
e l m a y o r in v e s t ig a d o r s a b e t a n p o c o c o m o e l s o b r e l a n a t u r a le z a in t e r n a d e la c o s a , p ie n s a
e n t o n c e s q u e t ie n e t a n t o d e r e c h o c o m o e s t e a p r o n u n c ia r s e e n lo q u e c o n c ie r n e a lo s e fe c t o s
p o s ib le s d e e s ta . P e r o e l s a b io s o la m e n t e a d m it e e fe c t o s q u e p u e d e p o n e r b a j o n u e s t r o s o jo s
p o r m e d io d e la e x p e r ie n c ia , t e n ie n d o e l o b je t o p o r e n t e r o e n s u p o d e r , - m i e n t r a s q u e e l o t r o
r e c o p ila p r e c ip it a d a m e n t e e f e c t o s q u e t a n s o lo p u e d e n p r o c e d e r d e la i m a g in a t io n d e lo
o b s e r v a d o o d e l o b s e r v a d o r y q u e n o s e p r e s ta n , p o r t a n t o , a u n a v e r d a d e r a e x p e r ie n c ia »
( C a r t a a B o r o w s k i, m a r z o d e 1 7 9 0 , X I , 1 4 2 ).
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Kant y el final de la metafisica
RAL»
454
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18 Dissert., § 15 , I I, 4 0 2 - 3 .
*9 Ibid., I I, 4 0 8 ( a lu s io n a lo s §§ 4 8 y 6 0 d e l a Cosmologia d e W o lff ) : K a n t lla m a in d if e r e n t e -
m e n t e «tota analytica» o «eomposita idealia» a e s t a s t o t a l id a d e s q u e , p o r e s e n c ia , e s c a p a n
a l a c o m p o s it io n . «...Composita idealia, n i d e s u s t a n c ia s n i d e a c c id e n t e s , s in o d e r e la c io n e s ,
q u e p r e c e d e n a la s c o s a s » (Rx 5 8 8 5 ) . C f. Rx 3 7 8 9 .
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20 V u ille m in , P h . A lg e b r e , p . 4 3 8 .
21 D e s c a r t e s , P r in c ip e s , § 2 0 3 .
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V L as DOS c a u s a l i d a d e s d is o c ia d a s e n e l f e n o m e n o , u n if ic a d a s e n l o
SU PR A SEN SIB LE
22 O p u s p o s t ., X X I I , 4 9 9 - 5 0 1 .
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Kant y el final de la metafisica
que ambas causalidades sean irreductibles en si. Dado que el uso de dos maxi-
mas se me impone solamente por las condiciones de mi conocimiento, no
tengo derecho a hacer que su dualidad se prolongue en el fundamento supra-
sensible que es, con toda seguridad, exterior a ambas (ausserhalb beiden) (V,
412). Aqui ocurre lo mismo que en los Paralogismos, donde se eliminaba el
dualismo en tanto que tesis ontologica: no siendo el yo y los objetos en el
espacio cosas intrinsecamente distintas, «tanto el objeto trascendental que
sirve de fundamento a los fenomenos exteriores, como aquel que sirve de fun
damento a la intuition interna, no es en si ni materia, ni ser pensante (A 238),
y esta indiferencia de lo suprasensible con respecto a nuestras distinciones
fenomenicas permite formular la hipotesis plausible de una identidad de fun
damento de la materia y el yo (B 278). En el caso presente, Kant va mas lejos:
«esta garantizada la posibilidad de que las dos maximas puedan unirse obje-
tivamente en un fundamento» (§ 78, V, 413). Esta asercion, audaz a primera
vista, tan solo es un corolario de la fundacion de la maxima teleologica en la
finitud: para hurtarle cualquier esperanza a la teleologia dogmatica, hemos de
llegar a afirmar que en si la teleologia ya no tiene razon de ser. Si se ha recha-
zado el antifinalismo, mostrando que es ilegitimo unificar ambas causalidades
en elfenomeno 0 contar con llegar a hacerlo, hay que admitir, en cambio, con
tra la tesis del adversario, que es legitimo pensarlas como unificadas en lo
suprasensible, incluso si es vano esperar que penetremos en las condiciones
de semejante union. En lo suprasensible, el organismo es por entero natura-
leza. Asi, para establecer mejor, contra la teleologia clasica, la distincion entre
suprasensible y sobrenatural, la Critica llega a determinar que es lo suprasen
sible, por el hecho mismo de decir lo que no es; para cerrarle mejor cualquier
salida al finalismo ingenuo, prefigura aqui a Schelling y a Hegel, y parece
sugerir, como observa V. Delbos, que «el idealismo formal apela al idealismo
absoluto para completarse y justificarse»23.
VI P e r s is t e n c e d e l f in a l is m o t r a d ic io n a l
23 D e lb o s , P h . p r a t iq u e , p . 5 7 2 .
24 H e g e l, G la u b e n u n d W i'ssen , G lo c k n e r , I, p p . 3 1 9 - 3 2 1 .
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Kant y el final de la metafisica
animales: «de ello resultaria solamente (nichts weiter daraus folgen, als
dass) que lo que llamamos razon tambien seria efecto de un mero juego de
fuerzas de la naturaleza, mas altas y necesariamente desconocidas» 31.
Senalemos, sin embargo, que de este «nada mas» van a surgir las filoso-
fias del inconsciente: producto de la vida, la razon es impotente para volverse
sobre ella y comprenderla, y lo inorganico, por mediation de los ritmos orga-
nicos, proporciona la clave de las causalidades conscientes. La antropologia
kantiana, por el contrario, permanece del lado de la teoria de los «instintos»
de Reimarus, concebidos no como pulsiones, sino «como representaciones
innatas» 32: lo humano sigue siendo el modelo de lo instintivo, el acto tecnico
la referencia del sonambulismo animal. Esta relation se invierte a partir del
momento en que la revelation de lo suprasensible como «productividad natu-
ral» deja campo libre a genesis cuyo fin ultimo ya no es la razon. Oscuramente,
esto es lo que esta en juego en el debate entre la «Naturphilosophie» y la
Critica del Juicio. La renuncia al dogmatismo de la finitud, tal como lo entien-
de Schelling, es sin duda la liquidation de los vestigios del finalismo, pero es
tambien la reabsorcion de la razon en la naturaleza.
V II E m e r g e n c ia y a u t o n o m ia d e l o v iv o
Por lo demas, des justo pretender que Kant dudo de si renegaria comple-
tamente del finalismo del siglo XVIII? Si sostiene que el Urgrund de los orga-
nismos nos parece necesariamente un autor inteligente, no es por la preocu-
pacion de tratar con consideration una tradition, sino simplemente porque el
aspecto contingente y «emergente» que adquiere a nuestros ojos el reino
organico se encuentra ligado a nuestra finitud. El «entendimiento = X» es una
Apariencia inevitable, a causa de la ontologia del todo y de las partes. Nada
nos autoriza a elegir el punto de vista de lo suprasensible, a considerar como
real solamente la union de las maximas y como ilusoria su disyuncion. Por lo
demas, dcual seria la ventaja de esta decision? dDarle al organismo un estatu-
to que respete por entero su especificidad, como pretendera Schelling? Ni
siquiera. Pues, por otra parte, Schelling hara que el objeto organico se disuel-
va y lo arrojara a la homogeneidad de la «naturaleza». Una vez suprimida la
maxima teleologica como prejuicio de la finitud, la oposicion entre organico e
inorganico, segun proclama, se convierte en un «falso problema»: «Se trata
aqui de un falso problema que no admite solution. En efecto, este problema
implica una oposicion entre el producto organico y el producto inorganico,
mientras que en realidad el producto organico representa solamente una
potencia superior a la del inorganico y resulta de la action de las mismas fuer-
3 1 Schelling,
S. W., II, 373-4.
32 Reimarus no admite que los instintos sean regulaciones divinas de nuestras acciones. En el
hombre, los instintos son dirigidos por la razon. «Los instintos que tenemos en comun con
los animales son lo que los vientos al navio: sin ellos, no puede navegar; si se confia a ellos,
se va a pique». - Sobre la asimilacion de la razon al instinto, cf. Hume, Traite, Cuarta parte,
c a p .16.
460
La teleologia reencontrada
zas que dieron nacimiento a este ultimo»33. Ahora bien, el pensamiento cons-
tante de Kant es que la presencia del viviente suscita un asombro del que las
explicaciones fantasticas, a traves del artesano divino o de las metamorfosis
de la naturaleza, unicamente creen librarnos. «Cualquiera que sea el medio
que empleemos para facilitar su comprension, no obstante, el asombro
(.Bexvunderung) permanece. Pues solamente es sorprendente que algo como
un cuerpo de animal haya sido posible... Finalmente, incluso despues de que
se me haya mostrado que tanta unidad y armonia han sido posibles por la
existencia de un ser que, junto con los principios de la realidad, contiene tam-
bien los de toda posibilidad, esto aun no suprime la razon de mi asombro»
(.Einzig Beweis, II, 152). La Critica del Juicio no vuelve a poner en cuestion
estas lineas de El unico fundamento. Por lejos que llegue el sabio en la expli
cation «natural» o por mucho que se arriesgue el teologo en la explication
creacionista, el uno hara «fisica», el otro teologia; ni uno ni otro habran avan-
zado un paso en la explication de que es un fin natural en cuanto tab «La
razon humana, siguiendo esta maxima (del mecanismo de la naturaleza),
jamas hallara el mas minimo principio de lo que constituye la especificidad de
un fin natural, sino muchos otros conocimientos de leyes de la naturaleza» (§
70, V, 388). El estudio de las formas vivas tan solo es un saber original por-
que se desdobla en una fenomenologia a la que ningun saber esta en disposi
tion de sustituir. La «vida» sera un dominio dentro de un dominio: en reali
dad esto es lo que significa el apego a la formula teleologica. Lejos de ser
incompatible con el concepto de «fm natural», como piensan Schelling y
Hegel, pone de relieve la discontinuidad que motive la tematizacion del
viviente: puesto que, a diferencia de otros seres naturales, el viviente se me
presenta como una totalidad inconcebible y, no obstante, dada, para mi es
como si fuese el producto de una causalidad artistica. Pues solo a traves de
este sesgo me es posible considerar al viviente como ese objeto que pierde su
sentido cuando intento percibirlo o estudiarlo como objeto de experiencia.
«E1 conocimiento que el anatomista adquiere de un organismo es una suerte
de muestrario en la extension. Pero el organismo mismo no vive en el modo
espacial en que es percibido»34. Nos parece que estas lineas localizan con bas-
tante exactitud la funcion de la maxima teleologica: no se trata de que nos
resulte imposible prescindir de un Dios arquitecto, pero nos es imposible con-
tentarnos con la mirada del anatomista.
Por tanto, en la Critica no hay nostalgia alguna del finalismo que ella
misma ha destruido. Solamente podrian sugerirlo ciertos textos en que Kant
afirma abruptamente la necesidad de admitir un nexo final (Opus post., I,
558). Pero otros textos son mas explicitos: «Un cuerpo organico presupone un
principio organico exterior o interior. Este debe ser simple; si no, el mismo
tendria necesidad de organization. Ahora bien, en tanto que simple, no puede
461
Kant y el final de la metafisica
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La teleologia reencontrada
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Kant y el final de la metafisica
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La teleologia reencontrada
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Kant y el final de la metafiisica
postulado que tienen en comun con Kant. Tambien la respuesta a Forster, dis-
tinguiendo preordenacion y sabiduria vital, explica en su origen la dificil
notion de adaptacion: no ajuste (mecanico o milagroso) a las circunstancias,
sino posibilidad para la «fuerza vital» de mantener la constancia del organis-
mo a traves de las perturbaciones que lo afectan.
Ahora bien, elaborando la idea de una sucesion sin prefiguracion, de un
orden temporal orientado, pero no previsto, la doctrina de la «Lebenskraft»
da espesor y confiere interes al pasado de las especies. Puesto que unicamen-
te la organization es previa y no un Dios calculador, no todo ha sido reglado
desde el origen. Es verosimil que en una especie dada «las formas ulteriores
procedan segun leyes de desarrollo progresivo de disposiciones originarias
que podiamos encontrar en la organization desde su tronco...» (VIII, 179).
Pero este mismo «tronco», impenetrable para nuestra razon, es un limite que
establecemos nosotros y no un comienzo natural. La organization primitiva
no es un mito fundacional; designa mas bien el caraeter inaccesible del origen.
Cournot hara que la historia tenga su lugar de alumbramiento en esta ^inte
rruption teorica». Aunque la observation pone fuera de toda duda el hecho de
que las especies no siempre han existido, resulta imposible «concebir en la
historia de la naturaleza la primera aparicion de seres vivos y la formation de
un organismo que no se derivase de otro preexistente», como concebimos,
por ejemplo, sin ninguna dificultad, «la formation de los cristales» 38. La
importancia que se le atribuye a la historia es consecuencia de este retroceso
al infmito del origen y de la imposibilidad reconocida de determinar en algun
momento las leyes (o los propositos) que se entrelazan en el. El destino de un
embrion, asi como el de una especie, no esta escrito en ninguna parte: en el
interior de la «preformacion generica» (del modelo que la creation organica,
hoy dla, ya no transgrede); su devenir es una aventura. - No a la ligera, dice
Kant, llamo a la raza «progenesis». «La palabra progenesis indica que no se
trata de caracteres originales, divididos en otros tantos troncos de especies del
mismo genero, sino de caracteres que se desarrollan en la sucesion de las
generaciones» (VIII, 164). Y es aun sintomatico que distinguiendo descrip-
cion e historia de la naturaleza, confiese sus escrupulos a la hora de recupe-
rar una palabra tomada del griego, «historia» (relato, description), «en uso
desde hace demasiado tiempo como para que podamos llegar facilmente a
darle otro sentido» (TeZeoZ. Prinz., VIII, 162). Aunque Kant, personalmente,
solo practica esta nueva disciplina como un juego (Carta a Breitkopf, X, 230),
reconoce en ella el contrapunto indispensable de la «mera denomination
metodica* y de los «catalogos», el complemento del «conocimiento nominal*
que desprecia Buffon39. El reino organico abre un dominio en que «el conoci-
miento de las cosas naturales tal como son hoy hace todavia que siempre se
desee el conocimiento de lo que fueron antes y a traves de que serie de modi-
466
La teleologia reencontrada
I X . . . Y EL e v o l u c io n is m o ; d e t e r m in a c i6 n r k s t r ic t iv a de la «Lebens-
KRAFT»
de la Physische Geographie. «La historia es un relato, la geografia una descripcion. Por tanto,
perfectamente podemos tener una descripcion de la naturaleza, pero no una historia de la
naturaleza. Esta denominacion, que muchos emplean, es incorrecta. Pero, como se cree pose-
er la cosa cuando se posee el nombre, nadie piensa verdaderamente en entregar al publico
semejante historia de la naturaleza... Si nos referimos a los acontecimientos de la naturaleza
entera, tal como han tenido lugar a traves de todos los tiempos, entonces - y solo entonces-
escribimos una historia de la naturaleza digna de ese nombre. Si intentamos decir como las
diferentes razas de perros han surgido de un tronco unico y que modificaciones les han sido
aportadas a traves de todos los tiempos por la diversidad del pais, el clima, la procreation,
-esto seria una historia de la naturaleza de los perros, - y se podria hacer otro tanto con res-
pecto a cualquier parte singular de la naturaleza, por ejemplo: las plantas» (IX, 161-2).
4° Bestimmung, VIII, 98.
467
Kant y el final de la metafisica
cion independiente para cada especie, icomo podria suceder que la parte del
organismo que difiere de la misma parte en otras especies del mismo genero
creadas tambien independientemente, sea mas variable que las partes que se
parecen mucho en las diferentes especies de este mismo genero?». Por el con-
trario, «si las especies no son mas que variedades fuertemente pronuncia-
das», comprendemos con facilidad que las partes que han marcado su dife-
rencia en el interior del mismo genero «desde una epoca relativamente
reciente» continuen variando 41. Esta pagina de Darwin mantiene la distincion
kantiana: por un lado, los caracteres especificos, «puntos por los que las espe
cies difieren de otras especies del mismo genero», -p o r otro lado, los caracte
res genericos, que «el ancestro comun ha transmitido por herencia a sus des-
cendientes». La selection natural evita ahora que la diversification se atribu-
ya a creaciones independientes; pero, tanto en un caso como en el otro se pre-
fiere apostar por la flexibilidad del tipo antes que postular la discontinuidad.
Pero aqui se detiene la semejanza, pues, para Kant, hay limites a este ideal
unitario. Por esta epoca, volvemos a encontrar tambien en Maupertuis la
necesidad de explicar la diversification sin multiplicar los principios. Pero
este la lleva hasta un punto inaceptable para Kant. Leemos en el Ensayo de
cosmologia de 1750 que las especies mas desemejantes «tan solo habrian
debido su origen a ciertas producciones fortuitas en que las partes elementa-
les no habrian retenido el orden que tenian en los animales padre y madre;
cada grado de error habria constituido una nueva especie; y, a fuerza de repe-
tidos desvios, habria sobrevenido la infinita diversidad de los animales que
vemos hoy dia»42. Brevemente, el origen de las especies es la degeneration,
pequeno desajuste entre los procreadores y el producto engendrado, «altera-
cion que experimenta en su desarrollo un ser organizado cualquiera, por la
que se aleja de su prototipo»43. Ahora bien, Kant no acepta que las especies o
las razas correspondan a otros tantos grados de error. Leemos ya en una de
las Reflexionen que preceden al Escrito sobre las razas de 1777: «No puedo
considerar como contingente la multiplicidad de las formas, de los caracteres
e incluso de las enfermedades 0 malformaciones, simplemente porque sea
hereditaria. Se trata de otros tantos fines que componen la intention ultima
global del universo, y semejantes desviaciones (por ejemplo enfermedades,
estupideces, inclinaciones al robo) le resultan necesarias a esta... Si queremos
decir que la naturaleza ha empleado un solo punzon para grabar su sello y que
le ha dejado el cuidado de producir variaciones al simple azar, no se como
estas pueden producirse» (Kx 1459). En la Critica, la elaboration de la notion
de «fin natural» refuerza esta conviction: si la unidad organica de una sola
especie resultase de una desviacion debida al azar, ya nada nos aseguraria que
la finalidad interna no sea efecto de nuestra ignorancia, susceptible de ser
borrada en algun plazo (§ 80, V, 420). Si la anomalia pudiese crear una clase
468
La teleologia reencontrada
469
Kant y el final de la metafisica
gan dada la ocasion, sino simplemente algo asi como limitaciones inexplica-
bles de una facultad auto-formadora que tan poco podemos explicar o hacer
concebible» (Herders Ideen, VIII, 62). Una matriz comun ha podido contener
perfectamente todos los generos, el tronco adamico todas las razas: esta
potencialidad original no estaba completamente indeterminada, ni era tal
que, con ayuda de una causalidad que surgiese de improviso, pudiera produ-
cirse y perpetuarse cualquier forma. «No debemos considerar a la naturaleza
como creadora de formas con plena libertad» (VIII, 166). Esta determination
unicamente restrictiva de la vida, en funcion de un « Urbild» cuya presencia
solo adivinamos por lo que prohibe, hace incompatibles kantismo y evolucio-
nismo, a pesar de las curiosas tentativas que se han hecho para aproximar-
los44. Para este la contingencia de las formas es total: la naturaleza no solo no
proporciona ningun modelo, sino que no hay «limitaciones» tales que la
«fuerza generadora» no sea capaz de franquearlas. Si asi fuese, piensa Kant,
«ya no veriamos en absoluto el original del que partio la naturaleza, ni hasta
donde puede llegar su m od ification (Bestimmung, VIII, 97). Por tanto,
puesto que no cualquier modification puede implantarse en la fuerza procre-
adora, queda recusada a priori la transmision de lo adquirido: si un rasgo
nuevo se transmite hereditariamente, siempre habra que admitir que estaba
depositado en los germenes (o bien, como las enfermedades hereditarias, que
no pertenece a la organization): «lo que debe perpetuarse debe haber sido
situado ya en la fuerza procreadora, determinado para desarrollarse ocasio-
nalmente, segun las circunstancias en que se ve puesta la criatura y en las que
debe mantenerse constantemente. Pues en la fuerza procreadora no debe
entrar nada extrano al animal» (Versed. Rassen, II, 435). Ni fatalidad prefor-
macionista, ni reino de lo accidental: la biologia, navegando entre estos dos
escollos, librara a tiempo su positividad, -pero precisamente contra Darwin.
Tambien Driesch tiene razon al distinguir la historia (vinculada al modelo
ontogenetico) y la evolucion filogenetica: mientras que aquella es sinonimo de
maduracion, esta dispersa las formas en un espacio donde se suceden las ten-
tativas 45. Para Darwin, «la sola duration del tiempo no puede nada por si
misma» 46; la evolucion es la inscription de la vida en lo geografico, la
«Geschichtlosigkeit».
44 Cf. N. Hartmann, Philosophie der Natur, p. 641 y ss. - Pinski, Die Descendenztheorie in
der Gegenwart (1941).
45 Driesch, Wirklichkeitslehre (1922), p. 202 y ss.
46 Numero citado de Thales, p. 34.
470
La teleologia reencontrada
47 De ahi el rechazo de la doctrina que hace proceder todas las razas de la raza blanca «por las
impresiones que produjeron a continuation el sol y el aire sobre sus descendientes»
(B e s t i m m u n g , VIII, 101). Paradojicamente, el rechazo de la teoria de la degeneration prefi-
gura en Kant el «racismo» de un Gobineau. Gobineau vera igualmente en la hibridacion el
«unico testimonio... de la fraternidad primitiva». £De donde procede entonces «la eterna
separation entre las razas»? Es imposible expliearla por una diversification debida a la
influeneia de causas externas: «Esta claro que no se trata de agentes exteriores actuando hoy
dia, que le impongan sus caracteres a los tipos humanos... No es de creer que estas causas
hayan ejereido jamas mucha action*. El rechazo de la explication por «degeneracion* deja
paso entonces a la «explication* por el destino de la raza.
48 Hume, Dialogues, Septima parte, pp. 108-109 (Pauvert).
471
Kant y el final de la metafisica
falta por entero, tambien falta el sentido». Ahora bien, ya Kant establecio esta
distincion entre sentido e intention que reclama Nietzsche, cuando observa
contra Hume que, una vez destruida la teleologia, sin embargo, no da lo
mismo recurrir a la imagen de un «entendimiento» o invocar la espontanei-
dad magica de la materia (§ 80, V, 420). El finalismo abolido no hace sino
acusar mejor la necesidad del concepto de «sentido».
472
Capitulo XVII
473
Kant y el final de la metafisica
2 KU, V, 369, cf. V, 378. «Corremos casi siempre el riesgo de caer en el error cuando conside-
ramos un interes humano como motivo de una operation divina» (Einzig Beweis, II, 136).
3 Hegel, W. Logik, II, 402.
4 «(El filosofo) reflexiona, y ve en el arbol del bosque el mastil que debe oponer un dia su alti-
va cabeza a la tempestad y a los vientos; en las entranas de la montana, el metal bruto que
bullira un dla en el fondo de hornos ardientes y adquirira la forma de las maquinas que fecun-
dan la tierra...» (Diderot, citado en Belaval, Esthetique, p. 87).
474
E l derecho del sehor
5 Cf. el texto de Hegel sobre la pobreza teleologica al final de la Ph. der Religion: si la natura
leza inorganica es considerada como «autonoma» (selbststandig) y el hombre no hace mas
que anadirse a ella, «se considera contingente el acuerdo entre lo inorganico y lo organico: ya
no hay necesidad de solicitar una unidad; se da por contingente el hecho mismo de que haya
finalidad* (Ph. der Religion, XI, 528-9). Sobre el vuelco necesario de esta vision del entendi-
miento, cf. W. Logik, II, 423: «E1 sujeto es fin de si mismo (Selbstzweck), el Concepto que
tiene su medio y su realidad subjetiva en la realidad que se le somete; con ello, esta constitui-
do como la Idea que es en si y para si, como lo independiente esencial con respecto al cual el
mundo exterior presupuesto solo tiene el valor de algo negativo y dependiente». La primacia
ontologica que Hegel le concede a lo organico entrana su oposicion a cualquier doctrina de la
selection natural y a la doctrina de las condiciones de existencia («Estos generos habrian
desaparecido porque habrian cesado las condiciones requeridas para su existencia*, Ph. der
Religion, II, 529).
6 Sobre la «praxis» como designando una actividad del viviente cf. Aristoteles, De caelo, 292
a 20-292 b 5 [trad. esp. Acerca del Cielo, Madrid, Gredos, 1996]. Cf. la dialectica de la obser
vation de lo organico en la Fenomenologia: «Lo organico no produce nada, no hace mas que
conservarse a si mismo, 0 bien lo que viene a ser producido ya esta presente tambien cuando
es producido* (trad. Hyppolite, p. 218). Cf. el comentario de Hegel sobre la entelequia de
Aristoteles: «En esta expresion de Aristoteles esta contenido el concepto de vida; pero se ha
perdido este concepto aristotelico de la naturaleza, de la vitalidad; esta ausente de la vision
moderna de la naturaleza y de la vida, donde se considera como principios la presion, el
choque, las relaciones quimicas, brevemente, las relaciones exteriores. Solo en la filosofia
kantiana ha resurgido este concepto: el viviente es en si mismo fin, debe ser juzgado como fin
de si mismo. Es cierto que Kant le da a esto la forma subjetiva, como si esta expresion fuese
auxiliar respecto de nuestro razonamiento subjetivo; pero lo verdadero reside, no obstante,
en el hecho de que se produzca - s e alcance- un fin en si mismo, que es el productor, y en esto
es en lo que consiste la conservation de la figura organica. Es, por tanto, la entelequia, la
energeia de Aristoteles (Gesch. Philo., II, 346-7).
475
Kant y el final de la metqfisica
va en la medida en que el objeto que llamamos «fm» sigue siendo distinto del
medio, como es siempre el caso cuando la finalidad se define segun el esque-
ma artesanal: un constructor inteligente que dispone los elementos con vistas
a realizar una obra. Ahora bien, la action del sujeto viviente no es asi. Es cier-
to que siente la presencia del medio-entorno como la de una «objetividad
indiferente», a menudo hostil, en la que estaria inserto: asi, experimenta en el
dolor, y despues rechaza, una agresion convirtiendose el mismo en objetivi-
dad y en util de su conservation; en la contra-violencia que ejerce sobre el
mundo no supera, por tanto, el nivel de la finalidad externa, -« en esta rela
tion se manifiesta su caracter particular y finito» 7. Pero seria equivocado
interpretar el viviente a partir de esta situation patologica (en el doble senti-
do de la palabra). Ocurre algo completamente distinto si pasamos de la rela
tion mecanica «stimuZus-reacci6n» a la relation «necesidad-asimilacion»,
caracteristica de la vida: el organismo, entonces, ya no trata la objetividad
como objetividad; se la apropia en lugar de apartarla y, desde entonces, hace
de ella no solo un medio, sino un medio que no subsiste ya en tanto que ser
independiente y que pasa por entero a su uso, al contrario que la cosa dispo-
nible de la utilidad. De modo que se hace manifiesta la diferencia de natura-
leza entre organismo y producto artificial: en la medida en que el reloj y la
casa tan solo eran «fines» aparentes (con relation a los instrumentos que sir-
vieron para fabricarlos), pero en realidad estaban constituidos por otros
medios (piedras, ladrillos, resortes) que les comunicaban su fragilidad, el
viviente niega en su ser mismo el medio de su subsistencia. Para satisfacer su
necesidad no solo recurre a la naturaleza inorganica, sino que la suprime en
su ser inorganica. Posee, pues, el poder de conservar su forma, no solo resis-
tiendo al ser-otro (que permaneceria entonces eternamente ser-otro indife-
rente), sino aboliendo su alteridad. Por su estilo de «produccion» es ejemplo
de que no toda production es necesariamente transformation de una cosa
dada en otra cosa, - o aun de que hay una production que es reproduction.
Ejemplo, tambien, de que hay medios que merecen este nombre mas que las
estratagemas divinas imaginadas por teologos en busca de lo maravilloso,
pues el verdadero medio no es ni un rodeo, ni una etapa que queden por
detras del fin una vez alcanzado, sino aquello que queda abolido en el fin rea-
lizado. El fin desnaturaliza los medios, y en este sentido los justifica: porque
los metamorfosea, y no porque corrija retroactivamente la apreciacion que
habiamos hecho sobre ellos. En la asimilacion el medio se comporta como
medio: es borrado por su fin. Centrada en adelante en los comportamientos,
la naturaleza se convierte, por tanto, verdaderamente - y no por las necesida-
des apologeticas de la «buena causa»- en un sistema orientado a fines.
Desarrollo de la idea que expresa el § 82 de la KU: una cosa solo puede ser
medio seguramente con respecto a un ser organizado. Sin estos puntos de
anclaje que son los organismos, cualquier red teleologica tan solo seria una
serialization arbitraria en el mapa de la utilidad; unicamente la presencia de
476
EJ derecho del senor
II E l p r o c e s o v it a l c o m o r e f e r e n t e
8 Sade, Justine ou Les Malheurs de la vertu, p. 204. En este pasaje, la description del deseo
es al mismo tiempo una critica del optimismo utilitarista: «Debe resultarle indiferente que
este objeto sea feliz o infeliz, con tal de que se haya deleitado; no hay verdaderamente nin-
guna clase de relaciones entre este objeto y e h .
A ll
Kant y el final de la metafisica
Ill Q u e l a f e l ic id a d n o e s f in s u p r e m o . E s t a d o d e n a t u r a l e z a e h is -
T O R IA
478
E l derecho del senor
dudar que la expresion «fm natural» tenga algun sentido1'*. Incluso admitien-
do, con Camper, que la humanidad haya sabido sobrevivir por medio del inge-
nio a las erupciones volcanicas, al hundimiento de continentes, ies esta una
razon para ver en su fragil suerte un privilegio metafisico? «La arqueologia de
la naturaleza» revela la miseria del hombre con mas fuerza aun que la medi
tation sobre los dos infinitos en el siglo XVII: conforme la naturaleza se reti-
ra hacia su pasado, medimos mejor lo irrisorio del orgullo humano. No hay
vivientes elegidos.
Nos parecia que la notion de vida salvaguardaba y renovaba por entero
la «finalidad externa»: ttenemos entonces que renunciar a ella? Seria ir
demasiado deprisa. Es cierto que en si mismo el viviente no es ni un modelo,
ni una anticipation del fin supremo - y ya no se encontrara en la vida, como
tampoco en la historia, el reflejo del Absoluto: el final de la K U extiende por
adelantado un balance de las decepciones inevitables. Si la teleologia puede
relanzarse a partir del concepto de fin natural, no es porque este revalorice
una cierta region de la naturaleza, sino porque es prueba de que puede resul-
tar imposible comprender el fenomeno sin referirlo a lo suprasensible: la
vida no transfigura tanto la naturaleza, cuanto mas bien nos sugiere que bus-
quemos el fin supremo mas alia de ella; no es tanto la realization inmediata
de la Idea, sino el signo de la incompatibilidad entre Idea y naturaleza. Si el
hombre es «fin ultimo», es en la medida en que logra establecer una relation
tal con su entorno que la naturaleza seria incapaz de instaurarla por si
misma: esto es todo lo que anuncia la vida. Por lo demas, en tanto que vivien
te, el hombre pertenece a la objetividad, y seria arbitrario designar como des
tination de la naturaleza a este objeto mundano dado: no hay objeto empi-
rico como tal que sea fin ultimo, salvo por una decision gratuita; ningun
viviente que sea el centro del mundo. «Si el hombre esta presente (w e n n d
e r M e n s c h d a i s t), hace de la felicidad su intention suprema
(Endabsicht), -p ero esto no explica, en ultima instancia, por que se encuen-
tra alii, ni que valor tiene el mismo para hacer agradable su existencia» (V,
442). Si el hombre esta presente... Pero nada, salvo la locura del humanismo,
autoriza a transformar este azar geo-biologico en un fin intencional (era pre-
ciso que el hombre estuviese presente).
*3 «E1 hombre no ha nacido para construir moradas eternas sobre este frivolo escenario*
(Erdleben 1755, 1 , 460). Ni siquiera tiene derecho a quejarse de la inclemencia de los elemen-
tos: «No seria mejor pensar: era necesario que seismos sacudiesen cada cierto tiempo el suelo
terrestre, pero no lo era que nosotros construyesemos mansiones suntuosas. Los habitantes
del Peru viven en casas cuyos muros son muy poco elevados; el resto son de canas. El hom
bre debe acomodarse a la naturaleza y no querer que esta se acomode a el» (ibid., 456). El
desastre de Lisboa, escribe Rousseau a Voltaire (18 de julio de 1756), no es tanto un argumen-
to contra la Providencia, cuanto una advertencia a.los arquitectos de las ciudades: tpara que
indignarse de que la naturaleza ignore la geografia humana? Fragilidad de nuestras residen-
cias, fragilidad de nuestros tabues, esta es la leccion antropologica de los cataclismos. Habra
predicadores que pretendan que el seismo que sacudio Jamaica fue un castigo del cielo atra-
ido por los vicios de sus habitantes: «este acontecimiento», responde Kant, «debe contarse
entre el numero de los que se producen segun una ley general de la naturaleza* (Einzig
Beweis, II, 104).
479
Kant y el final de la metafisica
*4 Rx 6837. «Epicuro queria dar motivos para la virtud y le quito su valor interno. Zenon que-
ria darle un valor interno a la virtud y le quito los motivos. Unicamente el Cristo le dio valor
interno y motivos» (Rx 6838). - «(E1 valor de mi estado empirico) es el principio de la felici
dad, (el valor de mi existencia) el principio de lo que nos hace dignos de la felicidad. Aquel,
es el principio del amor de si, -este, el de la estima de si; aquel es el principio del valor del
estado a los ojos de la persona, -este, el del valor de la persona misma y su existencia a jui-
cio de la razon practica en general... Aquel situa la mas alta condition del Soberano Bien en
lo que depende del azar, este en lo que esta siempre en nuestro poder» (Rx 7242).
480
E l derecho del senor
>5 Cf. Rx 1521, XV, 887: «APor que le concedemos tan poco valor a la existencia de seres ratio
nales y felices, pero que no progresan en la cultura? Pareee que tan solo llenen el vatio de la
Creation® (ibid., p. 891). - «Rousseau no cometio un error tan grande al preferir el estado de
los salvajes, con tal, seguramente, de que no tengamos en cuenta el ultimo grado al que debe
aun elevarse nuestra especie® (Ideen, VIII, 64).
481
Kant y el final de la metajisica
482
E l derecho del senor
sobre su esencia, nos dirigiremos al futuro del genero humano; puesto que el
individuo racional es mortal, le confiaremos a la especie, inmortal, el cumpli-
miento de su destino racional abortado (Ideen, VIII, 20). Hegel retomara esta
definition anti-individualista, porque anti-naturalista, de la humanidad, con
tra la que ya Herder elevo una protesta «humanista». iN o resulta absurdo,
preguntaba, sostener que la especie posee algo mas que los individuos que la
componen? Seria tanto como afirmar que «ningun caballo tiene cuernos, pero
que la especie equina esta provista de ellos». La objecion no vale nada, repli
ca Kant: «Hay que entender por especie la totalidad de un linaje de genera-
ciones extendiendose hasta el infinite* (Ideen, VIII, 65). Sin esta temporali-
dad acumulativa, el hombre tan solo seria un animal dotado de menos instin-
tos que los demas y nada compensaria esta fragilidad. Asi, la naturaleza, tanto
en sentido fisico como en sentido mitico, ya no anuncia nada del hombre, ni
deja presagiar nada de el. Pero, ihay que deplorarlo por ello? tD e que servia
«cantar la sabiduria y la magnificencia de la Creation en el dominio de la
naturaleza, donde esta ausente la razon..., si sobre el vasto escenario en que
actua la sabiduria suprema encontrabamos un terreno que nos planteaba una
objecion ineluctable?* (Ideen, VIII, 30). Mientras la naturaleza daba testimo-
nio en favor de Dios, como aun en el Vicaire Savoyard, seguia siendo la refe
renda suprema, y la desnaturalizacion tan solo tenia sentido tragico, como
salida incierta. Todo cambia cuando la postulation del Dios teorico se trans
forma en aproximacion a lo suprasensible: la desnaturalizacion ya no resulta
catastrofica. El concepto de historia tan solo era posible aprovechando este
cambio de regimen teologico: Rousseau hablaba aun el lenguaje de
Malebranche, Kant habla ya el de Hegel.
Lejos de ser inconciliable con la filosofia etica, el recurso a la historia es
mas bien su preambulo: entre lo patologico y lo pragmatico, la historia traza
un corte que separara a continuation lo patologico y la moralidad. Una vez
reconocida la division entre nuestras dos vocaciones -«com o animal, hecho
para la conservation de si, como hombre, hecho para la sociedad»l8- , la his
toria nace sobre la segunda vertiente: solo tiene sentido en el nivel de la cul-
tura. Haciendo de esta, en el § 83, «el fin ultimo de la naturaleza para el hom
bre*, la K U consagra la separation entre naturaleza e historia, que Hegel
ampliara y cuyo caracter «idealista» (historia de las superestructuras, «extra-
mundana, supramundana*)1? denunciara Marx. Ahora bien, parece que la
cultura, segun Kant -«aptitud para proponerse fines en general*, «para utili-
18 Rx 1423, XV, 621: «Si consideramos la felicidad del salvaje, no es para volver a los bosques,
sino para ver lo que hemos perdido, ganando por otro extremo. Con ello, no vinculamos el uso
de los placeres de la sociedad a inclinaeiones contrarias a la felicidad y a la naturaleza, y el
hombre civilizado sigue siendo un hombre de la naturaleza. Esto sirve como criterio. Pues la
naturaleza nunca crea un hombre para el estado civil y sus inclinaeiones tan solo apuntan a
conservar el estado de inocencia de la vida» (Bemerkungen, XX, 31 [trad. esp. Obseruadones
acerca del sentimiento de lo bello y de lo sublime, Madird, Alianza, 1990]).
«Por tanto, la relation del hombre con la naturaleza fue excluida de la historia y por esta
razon se engendro la oposicion entre naturaleza e historia*, Marx, Deutsche Ideologic, III, 39
(Dietz Verlag [trad. esp. La ideologia alemana, Valencia, Universidad de Valencia, 1994]).
483
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484
El derecho del senor
sin duda, la cultura tan solo progresa por la desigualdad y la «discordia», pero
esta estratagema en nada atenua «el veto sin apelacion» que la razon practi-
ca nos dirige: «no debe haber guerra» (Rechtsl., VI, 354); el curso de la histo-
ria, aprovechando el juego de las pasiones, puede llevar a cabo lo que hubiese
podido ordenarnos la razon practica: asi el espiritu lucrativo contrarresta el
ardor belicoso. Pero no creamos que basta con esta garantia natural «para que
podamos predecir teoricamente, a partir de ella, el advenimiento de la paz
perpetua» {Ew. Fried., VIII, 368). Si la astucia de la razon en la historia con-
siste en una delegation que esta haga en las pasiones, la astucia kantiana de
la razon siempre queda incompleta; el medio indirecto jamas tendra la digni-
dad, ni siquiera la eficacia, de la buena voluntad. Y nada seria mas peligroso
que imaginar normas eticas en el curso de la historia. Hufeland pretendia
derivar el derecho de enaction del derecho al perfeccionamiento
(Vervollkommung) de todo ser rational: Kant le replica que la pretendida
«obligacion» de eliminar lo que obstaculiza el progreso de la humanidad no
podria valer como fundamento juridico (Hufeland, VIII, 128).
Nos parece que la lectura kantiana de la historia se halla asi a medio cami-
no entre dos interpretaciones opuestas: o bien la historia-teodicea hegeliana,
o bien «la historia natural del hombre». Pero como, por una parte, Kant no
piensa que un progreso temporal pueda realizar jamas el fin suprasensible al
que esta ordenada la historia, como por otra parte reconoce el indeleble carac-
ter natural de lo historico, es al final el segundo termino el que se impone, y
la historia es practicamente despreciada por la misma razon que llevara al
joven Marx a otorgarle prioridad epistemologica. Podemos leer en ello los sig-
nos precursores de la moralidad por venir, pero jamas encontrar aqui la dulce
pendiente que nos conduciria a ella. Un poco mas que la vida, la historia es
indice de una vocation supranatural; pero hasta seria exagerado hablar de
una aproximacion. Incluso si la serie de las generaciones progresa lentamen-
te hacia el bien, este progreso no es nada a la vista de lo suprasensible, y por
eso «el problema de la education moral de nuestra especie resulta insolu-
ble»22. Nos parece tambien que ha habido que forzar los textos para asegurar
que, segun Kant, hay continuidad entre historia y moralidad. «Mostrando que
la historia es el progreso de la libertad», escribe Delbos, «se preparaba para
concebir que la libertad pueda tomarse a si misma como contenido».
Preparar (vorbereiten) es en efecto la misma palabra que encontramos en el
§ 83 de la KU: «Para descubrir donde debemos situar en el hombre, al menos,
el que las domina todas, al mismo tiempo que en lugar del mal (staff des Bosen), que se des-
truye a si mismo, hace triunfar el bien que se sostiene a si mismo en el futuro, desde el
momento en que existe» (Theorie und Praxis, VIII, 312). - La distincion hegeliana entre his
toria universal v esfera de la moralidad vuelve vana esta precaution: «Ante acciones histori-
cas de alcance universal y ante sus autores no debemos pronunciar exigencias morales, que
les resultan extranas. No debe oponerseles la letania de las virtudes privadas -modestia,
humildad, amor a los hombres, beneficencia» [Ph. Histoire, 59, trad.).
22 «E1 problema de la education moral para nuestra especie permanece, pues, sin solution en
razon de la eualidad del principio y no solo en cuanto a su grado, pues una mala inclination
innata en la especie bien puede ser censurada por la razon humana universal, como mucho
refrenada, pero con ello jamas extirpada» (Anthrop., VII, 327).
485
Kant y el final de la metafisica
486
El derecho del senor
para subrayar mejor esta diferencia de origen: «E1 fin ultimo de la naturaleza
es la cultura; pero este no es el fin supremo de la razon» (Rx 1521, XV, 8 8 8 )25.
En este estadio, el hombre es mas que un instrumento del equilibrio ecologi-
co, pero no deja de ser un medio: «Sin embargo, nosotros solo somos medios
para un fin supremo indeterminado» (V, 434, nota). Ahora bien, mientras no
hayamos podido localizar un ser que sea mas que un medio al servicio de un
fin exterior a el, resulta imposible darle un contenido a la palabra «fin supre
m o). Por tanto, ni la historicidad del hombre, ni su capacidad de cultura le
otorgan todavia el derecho de proclamarse «Endzweck»; solo le garantizan un
lugar privilegiado en la naturaleza; todavia no es la exception ontologica que
requiere la idea de «fin supremo», aun no equivale a esta ruptura radical con
la naturaleza, sin la cual todo fin pretendidamente supremo no seria, de
hecho, mas que un fin ultimo. Un fin supremo no es el que esta situado mas
alto en la creation, sino el que, bajo cierto respecto de consideration, ya no es
situable en ella. En la teleologia historica de Herder, nuestra especie se pre-
senta como la coronation de la obra divina, pero sigue siendo «solamente una
pequena parte del Todo»26. Por alto que Herder -a l igual que Reimarus en su
teleologia «biologica»- eleve al hombre sobre los demas vivientes, tan solo lo
considera en definitiva como un ser racional (v e m i t n f t i g e s W e s en),
no como un ser de razon (V e m u n f t w e s e n): «digo ser de razon y no ser
racional, pues la razon como poder teorico bien podria ser la propiedad de un
simple cuerpo viviente» (Tugendl., VI, 418). En tanto que animal dotado de
razon, el hombre sigue siendo un producto y lo que cree que es su destination
bien puede ser solamente una meta a la que apunta a traves suyo una poten-
cia superior. Centro de la Creation, no es mas que una parte de ella, y no el
fundamento. Por eso habra un «humanismo cristiano» (o un «cristianismo
progresista»), - y Herder anuncia uno de sus temas mas ruidosos cuando sos-
tiene (contra Kant) que «ningun individuo tiene derecho a creer que existe
con vistas a otro o con vistas a la posteridad»: ipor que no romper una lanza
en favor de la persona humana, una vez que el hombre ha quedado inscrito
sabiamente en el registro de las especies creadas? Pero precisamente por eso
hay una reflexion sobre e l V e r n u n f t w e s en, considerado mas alia de la
naturaleza y de la historia, que no pasa por un humanismo profesado con tan
poco esfuerzo y que se muestra mas exigente en cuanto a la determination del
«fin supremo». Pretender que el advenimiento del reino de la moralidad
constituye «el fin supremo» del Creador es tan solo un discurso piadoso; y
exige sobrentender que los hombres son solamente «seres resultantes de la
Creation, luego resultantes del querer de otro (durch den Willen einesAndern
entstehende Wesen)» (Preissch., XX, 306). Ahora bien, la moralidad tan solo
es fin supremo si el hombre «no es un efecto, ni el fin que otro pueda jactar-
se de haber producido» (ibid.). Por definition, un «fin supremo» no es cierta-
2s Cf. el analisis del progreso de la cultura en el § 83: «...y con ello el fin de la naturaleza, aun-
que no sea nuestro fin, no obstante, es alcanzado» (V, 432).
26 Herder, /dees pour une histoire, p. 278 (Aubier [trad. esp. Ideas para una filosofia de la
historia de la humanidad, Buenos Aires, Losada, 1959]).
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Kant y el final de la metafisica
488
E l derecho del senor
V La m ora lida d como unica determ inaci 6 n posible del fin supremo
«E1 fin supremo no es un fin tal que la naturaleza baste para efectuarlo
(.beivirken)... » {KU, V, 435). La naturaleza esta vacia de intenciones y una
obra tan solo mereceria llamarse «orientada a fines» si su realization ha sido
guiada - y solamente guiada- por una Idea (condition necesaria): la cuestion
del fin supremo se plantea, por tanto, con respecto a un autor inteligente.
iE xiste o no? Por el momento dejaremos de lado esta dificultad.
Contentemonos con investigar en que lugar tenemos oportunidad de determi-
nar el concepto... Ya sabemos que resulta dificil elegir entre lines realizados,
existentes, cosas entre las cosas; icomo obtendremos la garantia de que una
de estas cosas creadas fue la razon que desencadeno la creation y que, a la
vista del autor, el efecto que nos parece mas elevado no es tan solo un medio
todavia al servicio de un fin que no imaginamos? Habria que encontrar un ser
tal que no sea, con toda seguridad, un medio. Y este problema parece insolu
ble: viene a ser lo mismo que buscar, en el sistema de los fines, un ser que ya
no sea considerado como producto del autor y que, por su misma naturaleza,
ni siquiera se encuentre incluido en el plan de la creation. De nada serviria
repetir aqui que unicamente el hombre es capaz de someter a si la naturaleza
y dominar a los animales, menos aun suponer que la naturaleza conspira en
secreto para su bienestar. Por innegable que sea, el privilegio historico del
hombre se convierte entonces en un argumento tan debil como el de su voca
tion a la felicidad. Sera todo lo senor de la naturaleza que se quiera: esta ven-
taja de hecho tan solo es como mucho un indicio del privilegio de derecho que
demandamos. Para que este indicio tuviese el valor de signo inequivoco, el
hombre deberia «presuponerse ya como fin supremo de la Creation® (V,
446). Ahora bien, icon que derecho llevamos a cabo esta presuposicion?
El ser que buscamos no sera ni el punto de confluencia de los fines de la
naturaleza, ni siquiera el sujeto capaz de representarse todos los fines, sino
-aparte de naturaleza y cultura- «un ser no solo capaz de actuar, sino tambien
de actuar conforme a fines de modo tan independiente respecto de la natura
leza, que la existencia misma de la naturaleza solamente puede ser fin bajo
esta condition® (V, 434). O aun: el unico modo de action que revelara sin
ambigiiedad la presencia del fin supremo es un comportamiento tan indiferen-
te a la naturaleza, que la existencia de su autor no sea integramente «natural®.
No a la fuerza una action, sino un proyecto cuya sola posibilidad es indice de
un principio de exception en el ser que lo forma. No forzosamente un compor-
tamiento-final de un genero nuevo, sino un comportamiento con respecto a
los fines (no es lo mismo), que sea indicador de una nueva region ontologica.
Cuando Kant escribe: «El fundamento moral es la motivation de las acciones
segun los fines originarios de los seres racionales, es decir, unicamente por
aquellos fines que hacen posible la existencia (de estos seres)® (.R x 6977), no
se entienda por «fines originarios® las tareas que estoy ontologicamente
encargado de efectuar, las operaciones a las que estoy destinado y cuyo cum-
plimiento atestiguara que soy fiel a mi esencia: esto seria ya tecnificar la pala-
489
Kanty el final de la metafisica
490
El derecho del senor
491
Kant y el final de la metafisica
debil... Jamas he creido que la libertad del hombre consistiese en hacer lo que
quiere, consiste mas bien en no hacer jamas lo que no quiere, y esta es la liber
tad que he reclamado siempre, la que a menudo he conservado, y por la que he
resultado mas escandaloso a mis contemporaneos» 32.
3 2 Rousseau, Reveries, Sexto paseo, p. 1059. «La clase de felicidad que me resulta necesaria
no es tanto la de hacer lo que quiero, cuanto la de no hacer lo que no quiero. La vida activa
no tiene nada que me tiente; antes consentiria cien veces en nunca hacer nada, que en hacer
algo a mi pesar» (Primera carta a Malesherbes, p. 1132).
33 Platon, Lois, 661 [trad. esp.. Las leyes, en Dialgos, Vols. 8 y 9, Madrid, Gredos, 1999].
34 La expresion es de Lachieze-Rey en Idees morales (cap. III). En este texto, Lachieze-Rey
492
E l derecho del senor
y por eso es por lo que la relacion de las «technai» con la sabiduria griega no
tiene comun medida con la relacion de lo tecnico-pragmatico con lo practico
segun Kant. Pues mientras la tecnica tan solo se encuentra subordinada al
uso, aunque sea el mas racional y definido por el mas sabio de los planifica-
dores, el valor sigue siendo apreciado segun la utilidad Humana, la etica remi
te siempre al confort, el «Wohl v e r h a I t e n» al «Wohl b e f i n d e n»35. Es
cierto que determinados textos de Platon le deniegan a la razon teorica el
poder de decidir sobre nuestra destination suprema. El politico, hubiera
dicho Alain, no lo puede todo; pero si no lo puede todo, segun el Carmides, no
es porque solo sea tecnico, sino porque todavia no es tecnico universal y no
consigue adaptar integralmente el hombre al mundo. De manera que la «cien-
cia de las ciencias» sonada por Carmides, que eliminaria el error y haria a los
tecnicos infalibles, no tendria derecho a aspirar a la tecnocracia: todavia no
seria la ciencia del bien y del mal. «Nuestra salud seria mejor que ahora, esca-
pariamos al peligro en la guerra y en el mar; nuestros utensilios, todos los ves-
tidos y todo nuestro calzado, todos los objetos que poseyesemos habrian sido
habilmente hechos» 36; pero dnos aseguraria esta planificacion sin fallas de los
conocimientos, pregunta Socrates, el actuar bien (eu prattein) y lafelicidad
Ceudaimonein)? Por tanto, se trata siempre de nuestra situation mundana, y
no de nuestra «destinacion» en sentido kantiano. En el momento mismo en
que parece discutir la etica intelectualista, Platon no hace mas que desvelar su
raiz utilitarista. El saber absoluto de Carmides no es defectuoso porque no
este en proportion con la exigencia etica, sino que solamente es inadecuado
con respecto a ella, porque tan solo ajustaria los medios con vistas a la felici-
dad, sin garantizar su buena utilization y porque seria solamente garante de
habilidad (con vistas a todos los fines), pero no maestro de p r u d e n c ia 3 7 . Se
hace evidente que la «ciencia del bien y del mal» en que piensa aqui Socrates
tan solo es considerada como una habilidad superior, cuando en la prosecu-
493
Kant y el final de la metafisica
38 Platon, C h a r m id e , 175 a.
39 Platon, R e p u b liq u e , I, 333 e.
s° Cf. .J.-P. Vernant, M y t h e e t P e n s e e , pp. 219-227 [trad. esp. M it o y p e n s a m i e n t o e n la G r e e ia
A n t i g u a , Barcelona, Ariel, 1973].
u Nietzsche, G e n e a lo g ie (trad., p. 30). Cf. Canguilhem, «Qu'est-ce que la psychologies*, en
R . M . M ., enero-marzo 1958, pp. 22-3.
494
El derecho del senor
4 2 Heidegger, Holzwege (trad. p. 195). Cf. el texto de Birault, Beatitude chez Nietzsche, en
Nietzsche, Cahiers de Royaumont (partieularmente pp. 14-17).
495
Kant y el final de la metaflsica
es un bien, precisamente porque todas las criaturas tienden a el? Pues esta es
la ley de la naturaleza, que todos los seres tiendan al bien»43. En el fondo, la
moral kantiana tan solo es proclamada inhumana en la medida en que el suje-
to moral de la segunda Critica sigue siendo a nuestros ojos este «ambicioso»
de que habla Aristoteles (el «senor» despojado de que hablara Nietzsche),
mientras que la unica ambition, aqui, es descubrir un ser que ya no se encuen-
tre perdido -incluso para su felicidad- en el laberinto de los medios y de los
fines en que la ontologia tecnicista, desde los griegos, extraviaba «a todos los
seres». Si hay un fin supremo, es que no «a todos los seres» les incumbe esta
ley de naturaleza teleologica.
43 Aristoteles, Magna Moralia, II, 7,1205 b 28-36 [trad. esp. Magna moralia, Buenos Aires,
Losada, 2004], trad. Festugiere, en Le Plaisir.
44 Cf. el comentario de la tereera formulacion del imperativo: unicamente una voluntad que
instituya una legislacion universal para todas sus maximas no se basa, con toda seguridad, en
ningun interes. En todos los sistemas morales anteriores, «veiamos al hombre vinculado por
su deber a leyes, pero no se reflexionaba sobre el hecho de que tan solo esta sometido a su
legislacion propia y, no obstante, universal, y que tan solo esta obligado a actuar conforme a
su propia voluntad, pero legislando universalmente segun el fin de la naturaleza. Pues si lo
496
E l derecho del senor
pensabamos tan solo como sometido a una ley (cualquiera que sea), esta incluiria entonces
un interes cualquiera -atraccion u obligation-, puesto que no naceria como ley de su volun
tad, sino que esta estaria legalmente obligada por algo distinto a actuar de cierta manera»
(Grundl., IV, 432-3). _ _
45 Tugendl, VI, 435. Esta es la definition de la «dignidad» o el «valor interno absolute* (cf.
G rundl, IV, 435). Renunciando a mi dignidad, es poco decir que me hago cosa; merezco ser
juzgado como una cosa y ser despreciado, en este caso, con respecto a ella. Cf. el analisis de
la mentira: «La mentira es rechazo y, por asi decir, negation de su dignidad de hombre. Un
hombre que no cree el mismo lo que le dice a otro (ya se trate de una persona simplemente
ideal) tiene menos valor que si fuese una cosa; pues otro puede hacer uso de la propiedad de
una cosa, puesto que esta es real y esta dada; pero comunicar sus pensamientos a alguien por
medio de palabras que contengan intencionalmente lo contrario de lo que el locutor tiene en
el espiritu es un fin que va contra la fmalidad natural del poder de comunicar los pensamien
tos; es, pues, una renuncia a su personalidad y una simple ilusion de hombre, no el hombre
mismo» (Tugendl., VI, 429).
46 Cf. KU, V, 4 3 5 -
497
Kant y el final de la metafisica
47 Durkheim, Sociologie et philosophic, pp. 63-65 [trad. esp. Sociologia y filosofia, Buenos
Aires, Mino y Davila, 2000].
48 Tugendl, VI, 389.
498
E l derecho del senor
49 En el principio que nos hace considerar la humanidad y toda naturaleza rational como fin
en si, la humanidad se representa como un fin objetivo que «debe constituir en ley la condi
tion limitativa suprema de todos los fines sujetivos, cualesquiera que sean los fines que nos
propongamos; luego (por principio) debe extraerse de la razon pura» (Grundl., IV, 431) -
«Unicamente el hombre, y con el toda criatura rational, es un fin en si mismo. Es el sujeto de
la moral, que es santa en virtud de la autonomia de su libertad» {KpV, V, 87).
499
Kant y el final de la metqfisica
axiomatica del deber, pero todavia no esta presente el hombre en tanto que
objeto dado, fin posible para mi action. Su sombra apenas se extiende sobre
el suelo que la razon pura, por el hecho de limitarse, circunscribe. Objeto de
la etica, «el hombre» no es una signification esencial de la fUosofia etica. Lo
esencial es que la Creation no sea un despliegue indefinido, sino que tenga un
horizonte, puesto que todo ser de razon puede representarse como abstenien-
dose de perseguir los fines que le prescribiria su naturaleza de ser mundano.
Lo que hemos llamado, sin ambigiiedad, «sujeto moral» 5° es el emblema
antropomorfico de la finalidad de la razon.
s° Sobre la ambigiiedad del «sujeto moral», cf. Alquie, Introduction a la Critica de la razon
practica, pp. XX-XXI.
s1 Heidegger, Kant, p. 270 (trad.).
s2 Ibid., pp. 273-4.
53 Ibid., p. 226.
54 Ibid., p. 224.
500
E l derecho del senor
55 KU, V, 196. Para la critica de esta descentracion del hom bre con respecto a la finitud,
cf. Heidegger, ibid., pp. 87 y 225.
56 La distincion se hace expresam ente en KU, V, 443.
501
Kant y el final de la metafisica
sario aun que haya un creador inteligente y que haya obedecido a finesse.
Hemos vuelto, pues, a la teologia: el enigma del « V e r n u n ftw esen » deja
paso a la finitud «especificamente humana» de un «W e l twesen».
Esto no impide que la determination del fin supremo, termino de la
Critica del Juicio, sea ejemplo de la «ampliacion» de la finitud que critica
Heidegger, -«hasta el punto de que el concepto del ser rational finito ya no se
confunde con el concepto de hombre» 58. Ni antropologia, ni teologia: esto
podria significar que la disolucion de la ontologia en la tercera Critica no de-
semboca en una problematica cuyo «lugar y cuyo centro» fuese la reflexion
sobre la esencia del hombre.
502
C onclusion
503
Kant y el final de la metafisica
1 Schelling, Lettres sur le dogmatisme et le criticisme, p. 67 (Aubier [trad. esp. Cartas sobre
dogmatismo y criticismo, Madrid, Tecnos, 1993]).
2 Schelling, Ph. Mythologie, Decimoquinta leccion, p. 359.
504
Conclusion
3 Schelling, Lettres.
4 Schelling, Ph. Mythologie, Decimosexta lection, p. 375.
505
Kant y el final de la metafisica
506
Conclusion
Modernidad que instaura. Es como si, a traves de este extrano libro, la tradi
tion metafisica dudase a la hora de borrarse ante los saberes pretendidamen-
te «concretos» (filosofias del arte, del inconsciente, de la historia) que deja
germinar y que van a relevarla. Teoricamente, la metafisica esta muerta -pero
su edad teorica esta todavia demasiado proxima como para que el
«Verstehen» y el «Erlebnis» puedan pasar por sustitutos de la racionalidad.
Los temas predilectos del «Philosophieren» ya estan establecidos, pero
correspondera a las criticas y a los positivismos del siglo XIX liberar estos
contenidos de su motivation trascendental o, a fortiori, del Absoluto del que
son emblemas (en Hegel y Schelling), y concederles asi el espesor de objetos
de conocimiento, que se nos impondran con tanta evidencia como a los meta-
fisicos de antano los «objetos suprasensibles». Entonces, pronto habremos
perdido de vista lo que una lectura de la Critica del Juicio debe obligarnos,
por el contrario, a reconocer: que los temas de la Modernidad, tan concretos
e inevitables como los autores de manuales se los muestran a los adolescen-
tes, tan solo son los vestigios de una muerte muy lenta de Dios. Pero, a falta
de atencion genealogica, pasamos el tiempo considerando como cosas las reli-
quias de antiguos conceptos («el sentido de la historia», «la finalidad del
viviente», «el sentimiento estetico»); esto es ideologia, -m as grave que el
hecho de tomarse demasiado en serio ciertas preferencias sociales. Por eso es
por lo que a menudo nos hemos permitido insistir en la relatividad de nocio-
nes que, desde Kant, nos parecen objetivas: no hay conceptos concretos, ni
regiones empiricas (comprendido «el hombre») que desde siempre merezcan
suscitar mas en particular la atencion del filosofo. La aclaracion de ciertos
temas no se atiene a su importancia intrinseca, sino a los desplazamientos y
las remodelaciones de un discurso, que una obra como la Critica del Juicio
contribuye a hacer un poco menos imperceptibles: ha sido necesario que el
discurso teologico se enturbiarse para siempre, para que a traves del «senti
miento estetico» obras geniales y paisajes pareciesen «hacernos senas»; para
que «el organismo» herede significaciones del «cosmos», ha sido necesario
que este concepto se vuelva problematico y la notion de Creation quede aban-
donada a los exegetas de la Biblia. Nuestros temas de hoy tan solo son las
marcas de estos corrimientos de tierra: para comprender o desmistificar
aquellos hay que remontarse a estos, antes bien que a condicionamientos eco-
nomicos o sociologicos falsamente tranquilizadores, puesto que tan solo son a
su vez otras tantas secuelas de la muerte de la metafisica. Sabemos a que acu-
sacion nos exponen estas lineas: presentar la metafisica no como una flores-
cencia cultural, sino como un campo de significaciones originales e indeduc
tibles (donde se inscribe, entre otras, la signification «cultura»), tno es una
paradoja bastante grosera o, por lo menos, sin interes? Sin ninguna duda,
pero a condition de que nos coloquemos en la perspectiva del positivismo,
entendido en el sentido -am plio, pero preciso- que Vuillemin le da a esta
palabra al final de la Philosophie de I’algebre: posibilidad de situarse en un
terreno «a la vez neutro y absoluto; neutro en tanto que es enteramente extra
no a las elecciones y las querellas de las teorias metafisicas, absoluto en la
507
Kant y el final de la metafisica
medida en que una eleccion diferente del sistema de los principios resulta a
priori imposible para un ser racional en general» 5. Ahora bien, como esta cer-
teza de poder alcanzar un fundamento libre de todo presupuesto recupera la
esperanza de una instauracion definitiva de la «ciencia», esta igualmente
expuesta al fracaso, que fue siempre el sino de estas tentativas; de hecho, eli-
mina de forma demasiado apresurada «lo metafisico», complejo de significa-
ciones que perfectamente puede ser transpuesto o incluso «destruido», pero
con el que resulta imposible acabar de una vez por todas. El elemento metafi-
sico no es nada mas que la imposibilidad para el filosofo de no ser un conti-
nuador, el blando movimiento de una tradicion que reaparece jugueteando a
traves de aquello mismo que pretende clausurarla: si hay una unidad de la
historia de la filosofia, mas aca de las rupturas efectuadas por los grandes fun-
dadores, ino es porque estos operan siempre, de un modo u otro, en el campo
que pretenden abarcar enteramente? Por tanto, reconocer que «la metafisica»
es este a priori envolvente no es sustituir a modo de desafio la superestructu-
ra por la infraestructura, sino solamente constatar que jamas tenemos garan-
tia de saber a partir de que pensamos los «objetos» que nos parecen mejor
localizados («la vida», «la tecnica», «la estetica»), y discutirle a las inciertas
positividades la seguridad en que se encuentran de aportar la verdad sobre
«cosas» respecto de las que ni siquiera se preguntan si no se trataria de los
avatares del principio de razon suficiente o del principio de determinacion
completa. Muy lejos de profesar un idealismo delirante, se trata de prevenir la
confusion entre lo metafisico y lo empirico. Los analisis falsamente «concre-
tos» de la Critica del Juicio comienzan a hacer posible esta confusion; en
seguida Schopenhauer la va a normalizar en un texto capital6. Pero, en la
medida en que la Critica constituye la tematica de la que los filosofos iran a
sacar sus «datos inmediatos», nos permite retomar aun la estrategia concep
tual respecto de la que estos tan solo seran el disfraz y encontrar el suelo en
que tienen su matriz tantos saberes que se pretenden «humanos» tan solo
porque estan desprovistos de «territorium».
En efecto, de aqui nace lo que Granger llama «esa parte ambigua de la
filosofia, que tan solo es una mitologia, compromiso bastardo entre metafisi
ca y ciencia, escoria tornasolada pero sin peso depositada por el pensamiento
irracional» 7. Diriamos mas bien, en este caso: depositada por una racionali-
dad que Kant juzgaba ya arcaica, pero que reinterprete en lugar de suprimir-
la. Vemos en esta «irracionalidad» el efecto de un destino, mas que el de una
mistificacion: en el sector conceptual que hemos circunscrito en el curso de
este trabajo, tan solo se trata del otro nombre para contenidos metafisicos que
la Aufklarung habia desechado sin disolverlos y que la tercera Critica intro-
dujo en una nueva red. LEstas significaciones vuelven obstinadamente al dis-
curso filosofico tan solo por complacencia o por pereza? iN o es mas bien por
que resulta imposible librarse de ellas, incluso una vez que hemos renuncia-
508
Conclusion
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Kant y el final de la metafisica
510
Index rerum
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Kant y el final de la metafiisica
512
Index rerum
513
I ndex de los autores citados
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Kant y el final de la metafisica
516
Index de los autores citados
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Kant y el final de la metajisica
ROUSSEAU. 14, 324, 33E 335 , 368- 295, 428-429, 456, 507-508.
369, 379-380, 383-384, 3 9 0 - 393 , WINDELBAND. 245 -
402, 405, 481, 483, 491 -4 9 2 , 479 - WOLFF (Christian). 10, 34, 35, 44,
480. 52,57, 64, 79, 88,191,205, 210, 250,
RUYER (Raymond). 266-267. 282, 288, 296, 308, 312, 313, 319,
SADE. 256, 374 -375 , 477 - 4 0 4 , 455 -
SARTRE. 202, 206, 344, 348, 368, WOLFF (Friedrich-Gaspar). 262,
376 -377 - 464.
SCHELER (Max). 321, 323, 326, ZENON DE CITIO. 480.
491.
SCHELLING. 16, 99, 100, 183, 192,
203, 207, 214, 341, 411, 4 4 0 , 458 -
462, 504, 505, 507 , 509.
SCHERER (Rene). 379.
SCHLEIERMACHER. 491.
SCHOPENHAUER. 146, 318, 327,
375, 412, 414, 495 , 508.
SCHUHL (Pierre-Maxime). 308.
SENECA. 174.
SIMONDON (Gilbert). 250, 341.
SOCRATES. 353, 355, 36i.
SOMMERING. 248, 462-463.
SOURIAU (Etienne). 334 -
SPINOZA. 51-52, 58, 123, 151, 193,
194, 196-200, 205-213, 334, 360-
361, 428, 430, 4 4 8 -4 4 9 -
SPRENGEL. 262.
STAHL. 237, 264.
S T A R O B IN S K I (Jean). 383.
T E T E N S . 10,160, 310, 325.
Santo TOMAS. 335, 398-400.
TIEFTRUNCK. 107-108, 421, 430.
TRAN DUC TAO. 345 -
TRENDELENBURG. 90.
ULRICH (Johann). 22.
UNZER. 254.
VAIHINGER. 82.
VALERY. 350, 357 , 388-389.
VERNANT (J.-P.). 361, 494.
VILLEY (Daniel). 382.
VLACHOS (Georges). 382.
VOET. 58.
VOLTAIRE. 50,106, 227, 479.
VUILLEMIN (Jules). 38, 90, 109,
120-121,148,171, 197, 225, 275, 294-
518
I ndice
P rologo............................................................................................................. 9
I De la fatalidad de la ilusion............................................................ 49
II La critica de la Apariencia..................................................................... 54
III La logica como responsable de la Apariencia..................................... 55
IV Ligereza de la tradition en cuanto a la investigation
del sentido de los conceptos................................................................... 57
V Inconsciencia en que se encontraba con respecto a la
especificidad de lo formal; las inconsecuencias de Eberhard
como ejemplos de la confusion logico-ontologica.............................. 61
VI Que esta es a la vez excusable y evitable............................................. 65
VII Transito a la Apariencia trascendental y la ilusion insuperable..... 67
VIII Entendimiento y Razon........................................................................ 69
IX La metafisica especial plantea un problema
que no planteaba la ontologia................................................. ........... . 72
519
Kant y el final de la metafisica
520
Indice
521
Kant y el final de la metafisica
522
Indice
523
Kant y el final de la metafisica
524
Indice
Conclusion.............................................................. 503
Index rerum....................................................................................................... 5 11
525
COLECCION DE A n A L IS IS Y C R IT IC A 2008
escolar
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