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Sam Waldron - El Hombre Como Sacerdote de Su Hogar

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El Hombre como Sacerdote en Su Hogar

Nombre Original: The Man as Priest in His Home


Autor: Sam Waldron, Benjamin Hoak

Copyright © 2012 por Samuel E. Waldron.


Todos los derechos reservados.

Traducción al español por Jorge A. Rodríguez Vega.


Revisión por Eduardo Flores Rivera.
Lectura de Prueba por Eduardo Cedeño Muñoz y Eliud Bouchant Rodríguez.
Diseño de Portada por Jorge A. Rodríguez Vega.

Traducido y Publicado por


© Editorial Legado Bautista Confesional
(Santo Domingo−Ecuador, 2020).

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o
copiada, bien sea de manera electrónica o mecánica, incluyendo fotocopias, grabaciones,
digitalización o archivo de imágenes electrónicas, excepto cuando sean autorizados por
la editorial.

Traducción de Las Sagradas Escrituras: LA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS. Copyright ©


1986, 1995, 1997. La Habra, CA: Editorial Fundación, Casa Editorial para La Fundación
Bíblica Lockman; a menos que se indique otra versión.

ISBN:
Clasificación Decimal Dewey: 230
Cristianismo Teología Práctica

Impreso en EE. U.U


PARA EL LECTOR
JUICIOSO E IMPARCIAL

En Legado Bautista Confesional creemos que una verdadera reforma


no tiene que ver solo con un entendimiento intelectual apropiado de la
verdad, sino con su manifestación práctica en la vida del creyente. Por eso,
nuestra misión no es solo poner en tus manos tratados teológicos que
desafíen la mente, sino también escritos prácticos que afecten el corazón y
nos lleven a vivir de manera consecuente con la verdad que predicamos.
Por esa razón, es para nosotros un placer poder compartir contigo de forma
gratuita el libro del Dr. Sam Waldron: “El Hombre como Sacerdote en Su
Hogar”. Desde el día que fue publicado en inglés, este libro ha sido una
verdadera bendición en la vida de muchos hermanos. Hoy, nos
complacemos en presentarlo en nuestro idioma con el propósito de que
aquellos que levantan en alto nuestro legado bautista confesional, sean
motivados a vivir conforme al llamado que recibieron de parte de Su Señor,
el cual empieza en sus hogares.
Al compartir contigo este libro de manera gratuita, queremos
incentivarte a que lo estudies con los hombres de tu iglesia o con tu familia
(especialmente con tus hijos varones). En medio de una época en la que la
providencia de Dios soberanamente nos mueve a invertir más tiempo con
nuestras familias, creemos que es una maravillosa oportunidad para volver
a ser desafiados por la Palabra de Dios al recordar el rol que Dios nos dio
como sacerdotes de nuestros hogares. Por favor, lee este libro con tu
corazón en la mano y con la disposición de responder a tu Señor: “Habla,
que tu siervo escucha”. Oramos para que este libro avive tu corazón en
obediencia a Aquel que te llamo a ser Su representante en tu propia casa.
Tanto el autor, como el precioso equipo que trabajó en la traducción y
revisión de este libro, estarían gozosos de saber de qué forma este libro está
siendo de bendición para ti. No dudes en escribirnos y contarnos que con
gusto daremos a conocer las buenas nuevas a aquellos que están orando por
ti.

Jorge A. Rodríguez V.
Legado Bautista Confesional
Sábado, 18 de Abril de 2020
CONTENIDO

Capítulo Uno
El Ministerio Sacerdotal 9
Capítulo Dos
La Garantía Escritural 19
Capítulo Tres
El Retrato Clásico 27
Capítulo Cuatro
El Hombre como Intercesor en Oración 38
Capítulo Cinco
El Hombre como Director de la Adoración Religiosa 50
Capítulo Seis
El Hombre como Mediador de la Bendición Divina 62
Capítulo Siete
El Hombre como un Instructor
en las Sagradas Escrituras 73
Capítulo Ocho
El Hombre como Juez en las Cosas Santas 81
Capítulo Nueve
Los Requerimientos Espirituales de un
Hombre como Sacerdote en Su Hogar 93
Capítulo Diez
Esperanza para un Hombre
como Sacerdote en Su Hogar 106
CAPÍTULO UNO
EL MINISTERIO SACERDOTAL

Los cristianos somos llamados a ser muchas cosas mientras seguimos a Dios
y Su santa Palabra, pero hay dos deberes que se destacan. Cuando se le
preguntó sobre la mayor responsabilidad que deberían tener sus seguidores,
Cristo no dudó en afirmar que el amor y el servicio a Dios son lo primero,
por encima de todo. Con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza,
debemos amar al Dios que nos creó y redimió. Nuestra segunda mayor
responsabilidad se centra en quienes constituyen el fundamento de nuestras
vidas. Cristo nos llama a amar a nuestro prójimo ⎯es decir, a cualquiera
que se cruce en nuestro camino⎯ como a nosotros mismos. Esa es una
tarea difícil de cumplir por causa de la enorme capacidad que tenemos de
buscar nuestros propios intereses.
Amar a nuestro prójimo demanda algo más que solo sentimientos vagos
por la familia que vive en la casa de al lado. A menudo, la mejor manera en
la que podemos mostrar amor es supliendo las necesidades de las personas
a través de servirles o ministrarles. Pablo enfatiza esto cuando dice a los
gálatas que Cristo los libró para que puedan servirse por amor los unos a
los otros (Gálatas 5:13).
El propósito de este libro tiene su origen en ese gran llamado a
servirnos unos a otros. Como esposos y padres cristianos, ¿cómo debemos
ver nuestro ministerio hacia nuestra familia? ¿Cómo debemos responder
cuando nuestro hijo adolescente acaba de saltar a los anales de la historia
con sus sin−sentidos y su comportamiento pecaminoso? ¿Cómo debemos
responder cuando decepcionamos a nuestras esposas? ¿Cómo podemos
ayudar a nuestras familias cuando están pasando momentos difíciles? ¿Qué
tipo de ministerio es el que deberíamos tener en nuestros hogares?
10 El Ministerio Sacerdotal

El Ministerio Sacerdotal
Para apoyar la conclusión final de este libro de que un hombre debe servir
como sacerdote en su hogar, debemos comenzar con la idea de que todo
ministerio cristiano es de carácter sacerdotal. Cuando hablamos de
ministerio, nos referimos no solo a los deberes oficiales de los pastores, sino
a todo el espectro de tratos entre cristianos, incluyendo cosas como
consejería, enseñanza, oración, reprensión, motivación, ayuda, etc. Para
probar la idea de que todo ministerio cristiano es de carácter sacerdotal,
veremos cuatro argumentos.

La Presuposición
Una presuposición es para un argumento lo que un cimiento es para una
casa. Como dice la canción infantil: “El hombre sabio sobre la roca su casa
construyó / el hombre necio sobre la arena la levantó”. Así como la roca es
el cimiento de la casa del sabio, una buena presuposición es el fundamento
de cualquier argumento bien construido.
La presuposición sobre la que se levanta el argumento de que todo
ministerio cristiano es de carácter sacerdotal es simplemente esta: el oficio
principal de Cristo es Su oficio sacerdotal. Según las Escrituras, Cristo ejerce
los oficios de profeta, sacerdote y rey. Él es el profeta como Moisés, el
sacerdote según el orden de Melquisedec y el hijo real1 de David. Cada uno
de estos oficios es esencial para saber quién es Cristo y lo que vino a hacer,
sin embargo, su oficio sacerdotal es el más básico de todos.
Esto es cierto, en primer lugar, debido al propósito salvador de Cristo.
“Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para
que el mundo sea salvo por Él” (Juan 3:17). Para juzgar al mundo, habría
sido suficiente que Cristo fuera un profeta (para decirnos lo que deberíamos
haber hecho) y un rey (para condenarnos por no haberlo hecho). Pero, para
salvar al mundo, tuvo que servir como sacerdote (para ofrecer un sacrificio
en nuestro lugar). Mateo 20:28 dice: “…el Hijo del Hombre no vino para

1 Nota del traductor: “real” de realeza (ing. kingly).


El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 11

ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”. El
sacrificio de Cristo, Su obra esencial y la razón suprema por la que vino a
la tierra, fue la obra sacerdotal.
La obra sacerdotal de Cristo también brilla a través de Su necesaria
encarnación. Hebreos 2:17 dice: “Por tanto, tenía que ser hecho semejante
a sus hermanos en todo, a fin de que llegara a ser un misericordioso y fiel
sumo sacerdote…”. Un ángel podría haber sido un profeta, y Dios es
nuestro Rey, pero era un hombre el que tenía que ser sacerdote para la raza
humana, ya que solo un hombre podía ofrecer el sacrificio necesario en
nombre de sus semejantes.
Además, vemos evidencia del sacerdocio de Cristo en Su peculiar
presencia en la iglesia. Apocalipsis 1:13 dice: “y en medio de los candeleros,
vi a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido con una túnica que le
llegaba hasta los pies y ceñido por el pecho con un cinto de oro”. Esta
gloriosa visión de la majestad de Cristo lo presenta como un sacerdote; los
siete candeleros de oro son Sus iglesias ⎯evocando al templo⎯ en donde
el Señor exaltado camina con vestimentas como las de un sacerdote.

La Prueba
Sabemos por las Escrituras que todo ministerio cristiano debe ser llevado a
cabo en el nombre de Cristo y en el contexto del cuerpo de Cristo.
Colosenses 3:17 nos dice: “Y todo lo que hacéis, de palabra o de hecho,
hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús…”. Romanos 12:4−8 y 1
Corintios 12:13 dejan en claro que la iglesia es el cuerpo de Cristo y, como
parte de este cuerpo, se nos dan dones para ministrarnos los unos a los
otros. Cuando servimos a otros en el ministerio, lo hacemos solo a través
de nuestro Cristo resucitado como sacerdote y de acuerdo con Su ley.
Como dice Gálatas 6:1−2, “…restauradlo en un espíritu de mansedumbre…
y cumplid así la ley de Cristo”.
12 El Ministerio Sacerdotal

En otra parte, la Biblia llama al cuerpo de Cristo: sacerdocio real (1


Pedro 2:5, 9; Apocalipsis 1:6) y, como tal, su ministerio debe ajustarse a su
identidad. Cuando la iglesia ministra a hombres y mujeres de una manera
que glorifica a Dios, conserva su identidad como sacerdocio santo. Cuando
la iglesia se enfoca en lo que agrada a los hombres en lugar de lo que es un
sacrificio aceptable para Dios, pierde esa identidad dada por Dios.
Debido a que el ministerio cristiano representa a Cristo, cuyo oficio
fundamental es el de sacerdote, el objetivo supremo de nuestro servicio
como cristianos debe ser redentor, así como el papel de un sacerdote es
redentor. La Biblia está llena de sacerdotes porque el tema principal de la
Biblia es la redención de los pecadores. Desde la creación hasta la caída de
Adán, los pactos del Antiguo Testamento, la muerte de Cristo en la cruz y
el comienzo de la iglesia, toda la Escritura se enfoca en la redención. Como
dice 1 Pedro 3:18: “Porque también Cristo murió por los pecados una sola
vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios”. Cada una de las partes
de nuestro ministerio sacerdotal hacia los demás debe tomar en cuenta este
contexto de redención, porque sin la redención de nuestro gran Sumo
Sacerdote, todos pereceríamos de la misma manera.

El Prejuicio
Aunque muchos cristianos no tendrán ningún problema con la idea de
actuar de una manera sacerdotal y redentora hacia los pecadores; sin
embargo, algunos podrían tener prejuicios contra ella. Tal prejuicio
representa una tendencia a reaccionar contra el espíritu de nuestros días
con tanta fuerza que nos balanceamos hacia el extremo opuesto.
Esta ha sido la era de la indulgencia cultural y el liberalismo, donde
nadie es responsable de nada ⎯especialmente cuando se trata de sus
propias acciones⎯ y todos son considerados víctimas. En nuestros días,
hemos visto la negación filosófica del pecado y la promoción de la
autoestima como el valor humano y cualidad de carácter más importante.
La embriaguez, la adicción y la desviación sexual ya no son pecados, son
enfermedades o problemas genéticos y, a veces, ni siquiera eso. Es probable
que el único pecado que queda es quitarle el autoestima a alguien. Nuestra
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 13

época ha sido una era de un evangelicalismo de evangelio fácil,


antinomianismo y ligereza hacia la iglesia local. La ley de Dios ha sido
echada por la borda y vivir en pecado no parece contradecir la esencia de
lo que significa ser cristiano o miembro de una iglesia.
En muchos sectores, se ha establecido una reacción violenta en contra
de esta perspectiva, haciendo de esta era una en la que cualquiera puede
expresar una opinión, sin importar cuán indignante pueda ser. Muchos
comentaristas critican sin piedad la indulgencia desenfrenada y el
liberalismo, pero como cristianos, debemos tener cuidado de reaccionar
con tanta dureza al pecado y la falta de responsabilidad que olvidemos la
compasión que Cristo mostró a los pecadores. Debemos reaccionar con
amabilidad en medio de nuestra ira justa. Debemos recordar que también
fuimos hijos de ira y que Cristo nos salvó por gracia conforme a Su voluntad
soberana. Debemos tratar a los demás como lo haría Cristo, nuestro
ejemplo sacerdotal.

La Práctica
El corazón de cómo debemos ministrar de manera práctica se encuentra en
Hebreos 4:14−5:3, un pasaje que se centra en lo que significa ser sacerdote:
Teniendo, pues, un gran sumo sacerdote que trascendió los cielos,
Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra fe. Porque no tenemos un
sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas,
sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado.
Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que
recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna.
Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es
constituido a favor de los hombres en las cosas que a Dios se refieren,
para presentar ofrendas y sacrificios por los pecados; y puede obrar
con benignidad para con los ignorantes y extraviados, puesto que él
mismo está sujeto a flaquezas; y por esa causa está obligado a ofrecer
sacrificios por los pecados, por sí mismo tanto como por el pueblo.
14 El Ministerio Sacerdotal

Hay una cualidad que debemos que tener en cuenta al usar este pasaje:
Nuestro ministerio debe basarse en el sacrificio ‘una vez para siempre’ de
Cristo por los pecados como mediador sacerdotal. No debemos repetir el
sacrificio de nuestro Sumo Sacerdote, sino que debemos personificar Su
espíritu. Con eso en mente, basados en el pasaje anterior, consideraremos
cinco aspectos del ministerio sacerdotal.

Cinco Aspectos del Ministerio Sacerdotal


Consideremos cinco aspectos del ministerio sacerdotal encontrados en
Hebreos 4:14−5:3.

La Meta del Ministerio Sacerdotal:


“constituido a favor de los hombres”
Si Dios no estuviera preocupado por el bienestar de los hombres, no habría
creado el oficio de sacerdote. La meta del ministerio sacerdotal es hacer
bien a las almas de los hombres. Es decir, los sacerdotes existen por el bien
de los hombres. Todo el ministerio debe estar centrado en Dios, pero debe
tener también un propósito humano.

El Enfoque del Ministerio Sacerdotal:


“en las cosas que a Dios se refieren”
El enfoque del ministerio sacerdotal es reconciliar a los hombres con Dios
corrigiendo su posición delante de Él. La relación del alma
que−nunca−muere de una persona con el Dios eterno es una preocupación
fundamental que debería elevarse por encima del bienestar físico o
emocional. Esta preocupación reemplaza las relaciones interpersonales y se
enfoca en la relación vertical de una persona con Dios. Cuando nos
acercamos a alguien como un miembro de la iglesia con la intención de
involucrarnos en el ministerio cristiano, la pregunta principal en nuestros
corazones debería ser: “¿Cuál es la relación de esta persona con Dios y qué
puedo hacer para mejorarla?” Si es un incrédulo, debemos tratar de llevarlo
a un conocimiento salvífico de Cristo. Si ya conoce a Cristo, deberíamos
tratar de fortalecer su relación con Él.
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 15

La Preocupación del Ministerio Sacerdotal:


“por los pecados”
La principal preocupación del ministerio sacerdotal es lidiar con el pecado
que ha arruinado la relación de una persona con Dios. En el caso de nuestro
Salvador, esto implicaba un sacrificio ‘una vez para siempre’ por el pecado.
En nuestro caso, simplemente debemos tratar de ayudar a las personas a
ver su pecado y arrepentirse para que puedan ser cubiertos por la sangre de
Cristo. El pecado ⎯no los problemas emocionales o psicológicos⎯ es el
asunto clave para un sacerdote. Cualquier intento por ministrar a otros que
no trate con el pecado, queda corto de ser verdaderamente sacerdotal. Esto
no significa que el ministerio cristiano no pueda abordar legítimamente las
necesidades físicas o emocionales, pero cuando el pecado es el problema
(o al menos parte de él), el verdadero ministerio cristiano tarde o temprano
tratará con ese pecado.

El Espíritu del Ministerio Sacerdotal:


“puede obrar con benignidad”
Este es el único lugar en el Nuevo Testamento donde se usa la palabra
griega que en este texto es traducida como “benignidad”. Está compuesta
de dos palabras,2 una es la palabra griega común para emoción o
sentimiento, de la cual obtenemos nuestras palabras pathos, pasión y
compasión. La otra raíz es la palabra griega común para medida, de la cual
derivamos nuestro palabra metro. Esta palabra transmite la idea de
moderación o autocontrol. Entonces, benignidad literalmente significa
lidiar con una pasión medida. El diccionario griego dice que la palabra
significa ejercer moderación hacia los demás en emociones y pasiones.
Cuando un amigo comete una ofensa profunda contra nosotros,
nuestra tendencia es a enojarnos (esto no siempre es incorrecto, ciertas
ofensas deberían provocar una ira justa). Aunque queremos enojarnos,
debemos tratar con benignidad a nuestro amigo. Cuando nuestros hijos se

2Nota del Traductor: Literalmente, en inglés dice palabras−raíces. Se refiere a


palabras griegas que son la base o raíz de donde se derivan otras palabras.
16 El Ministerio Sacerdotal

han portado mal, nuestra tendencia como padres es a enojarnos,


avergonzarnos, decepcionarnos, sentirnos abochornados; todas estas son
reacciones emocionales. Como sacerdotes, debemos medir nuestras
respuestas emocionales para que no se derramen como un diluvio
abrumador.
La fuerza se encuentra en la benignidad porque gobernar nuestras
emociones requiere el ejercicio del autocontrol y sabiduría. El
arrepentimiento nunca es algo fácil, pero no debemos agregar nuestra
propia ira pecaminosa como un obstáculo adicional para la reconciliación
de un pecador con Dios. Si alguien ha pecado, nuestro deber es acercarnos
de la manera más conveniente para ayudarlo en lugar de obstaculizar su
arrepentimiento. Nunca deberíamos permitirnos a nosotros mismos
convertirnos en el problema, pues nuestro objetivo no es satisfacernos. En
lugar de eso, debemos actuar como mediadores para resolver el verdadero
problema del pecado que separa a Dios del pecador. Esta fue la carga de
Job cuando ofreció sacrificios en nombre de sus hijos, como Job 1:5 lo
registra: “Y sucedía que cuando los días del banquete habían pasado, Job
enviaba por ellos y los santificaba, y levantándose temprano, ofrecía
holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque Job decía: “Quizá
mis hijos hayan pecado y maldecido a Dios en sus corazones”. Job no se
preocupa por sí mismo, sino por la relación de sus hijos con Dios.

La Perspectiva del Ministerio Sacerdotal:


“con los ignorantes y extraviados”
La Biblia presenta muchas formas potenciales de tratar el pecado, pero no
todas son sacerdotales. Los pecadores no son enemigos que deben ser
atacados, de quienes hay que defenderse o huir. No son personas inmundas
a las que hay que evitar, así como tampoco buenas personas que
simplemente cometieron un error. Su autoestima no se verá afectada ante
la exhortación. Un sacerdote simplemente debe tratar a los pecadores como
personas ignorantes y extraviadas que necesitan ser instruidas y guiadas de
regreso al camino correcto, como nos recuerda el texto en Hebreos.
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 17

¿Cómo vemos a los pecadores a quienes debemos ministrar? ¿Es


nuestra tendencia evitarlos o tenemos una perspectiva redentora y
sacerdotal que busca involucrarse con ellos? Si nos acercamos a ellos con
un espíritu de humildad, como pecadores redimidos por gracia guiándolos
gentil y cuidadosamente a través de la Palabra redentora de Dios, entonces
estamos actuando como verdaderos sacerdotes.

Aplicación
Para aplicar lo que significa practicar un enfoque sacerdotal en el ministerio
cristiano, imagine a un adolescente y a su padre. Es tarde en la noche y el
padre está a punto de entrar en la habitación de su hijo para continuar
lidiando con una discusión que había comenzado más temprano esa noche.
Esta discusión comenzó cuando el padre descubrió el pecado de su hijo y,
se agravó, cuando el hijo ‘caído en desgracia’ se defendió ante su enojado,
decepcionado y avergonzado padre. Intercambiaron palabras de enojo y, a
partir de ahí, la conversación fue en declive. Mientras el padre se prepara
para reanudar la discusión, se recuerda a sí mismo que no está tratando de
juzgar a su hijo, sino de dirigirlo hacia Dios. El problema no es haber sido
defraudado, sino el hecho de que su hijo haya pecado en contra de Dios.
Golpea la puerta suavemente, espera una respuesta entre susurros y
lentamente empuja la puerta para abrirla. Ni el padre ni el hijo saben
exactamente qué decir mientras los dos están en silencio, pero el padre
comienza confesando su propio pecado de ira en la conversación inicial.
Silenciosamente, rogando por gracia para evitar volver a perder los estribos,
intenta mostrarle a su hijo el pecado que cometió en contra de Dios.
Responde pacientemente una objeción tras otra e instruye pacientemente a
su hijo de la Palabra de Dios.
En esta conversación, el padre reconoce sus propios problemas
repetidamente para que su hijo no encuentre excusas en su padre por su
pecado. El padre confiesa que ha dado un mal ejemplo muchas veces y que
debería haber aprovechado más oportunidades para enseñar a su hijo.
Mientras hace esto, está crucificando su deseo innato de defenderse y atacar
a su hijo.
18 El Ministerio Sacerdotal

La discusión termina no solo con las palabras: “estás castigado”, sino


con un llamado al arrepentimiento y una súplica de que el adolescente hará
las cosas bien con Dios. El padre aguarda en oración con la esperanza de
que su hijo confiese su pecado y ore por limpieza en la sangre del gran
Sumo Sacerdote. Este es un auténtico ministerio sacerdotal cristiano.
Si estamos luchando profundamente con la sensación de lo inmundos,
débiles y pecaminosos que somos, o si estamos abrumados con cosas por
las que apenas podemos perdonarnos, tenemos esperanza. Cristo siempre
nos recibirá, Él es nuestro gran Sumo Sacerdote paciente que no evitará ni
rechazará a nadie, Quien está preocupado en restaurar nuestra relación con
Dios. Él es un Salvador tal que Su misma esencia e identidad fluyen para
nuestra salvación. ¡Nada debería impedirnos correr hacia los brazos de un
Salvador así!
CAPÍTULO DOS
LA GARANTÍA ESCRITURAL

La idea de que el hombre es un sacerdote en su hogar se deriva


naturalmente de la tesis de que todo ministerio cristiano es de carácter
sacerdotal. Sin embargo, este tema confronta a los hombres con algunas de
las responsabilidades más difíciles que tenemos que enfrentar. Cuando nos
damos cuenta de nuestro deber y sentimos nuestro pecado y debilidad en
esta área, debemos recordarnos constantemente la gracia y las promesas
que Dios nos ha dado. No podemos avanzar en nuestra propia fuerza. La
única manera de crecer y asumir nuestras responsabilidades es con la ayuda
de Dios.
Comenzaremos este proceso de crecimiento viendo la garantía
escritural del hombre como sacerdote en su hogar. En los capítulos
siguientes, examinaremos un retrato clásico de un hombre así y, luego,
estudiaremos sus roles especiales y requisitos espirituales. Tres argumentos
principales, que van de lo general a lo específico, nos proporcionarán el
bosquejo para una apologética bíblica de un hombre como sacerdote en su
hogar.

Liderazgo Espiritual
Primero, los sacerdotes en Israel ejercían muchas funciones de liderazgo
espiritual idénticas a los deberes que un hombre debe ejercer en su hogar.
Efesios 6:4, la clásica declaración bíblica de lo que un hombre debe ser
como padre, dice que los hombres deben practicar liderazgo espiritual en
el hogar: “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino
criadlos en disciplina y amonestación del Señor”.
20 La Garantía Escritural

En este versículo, el hombre es abordado (“Y vosotros, padres”), el


hogar es involucrado (“vuestros hijos”) y el espíritu es sacerdotal (“no
provoquéis a ira a vuestros hijos”). Los padres deben ser gentiles, sabios y
benevolentes en su liderazgo, y ya hemos visto que los sacerdotes deben ser
gentiles y llenos de gracia en su ministerio. El pasaje también implica la
naturaleza espiritual del trabajo de los padres. Tal como Pablo les dice a los
hijos en Efesios 6:1 que deben obedecer a sus padres “en el Señor”, la
misma frase en el versículo cuatro subraya que la disciplina y la instrucción
mandada a los padres tienen un enfoque espiritual.
Tal liderazgo espiritual implica realizar en el hogar muchas de las
funciones que los sacerdotes llevaron a cabo en Israel. En los capítulos
siguientes haremos una ampliación sobre cada una de estas funciones. Por
ahora, es suficiente tener en cuenta que los cinco roles especiales de los
sacerdotes de Israel se alinean muy bien con los roles que un hombre debe
desempeñar en su hogar. Los sacerdotes en Israel eran intercesores en la
oración (2 Crónicas 30:27), comunicadores de bendición (Números
6:22−27), directores de adoración (1 Reyes 4:2), instructores en las
Escrituras (Malaquías 2:7) y jueces en cosas santas (Deuteronomio 17:9,
12). Si un hombre quiere proporcionar un verdadero liderazgo espiritual
en su hogar, debe cumplir con cada una de estas responsabilidades. Tales
paralelos sugieren fuertemente que los hombres son realmente sacerdotes
espirituales en su hogar.

Historia Temprana
Segundo, los sacerdotes en el Antiguo Testamento eran vistos como padres
espirituales; por esta razón, es natural pensar en los padres como sacerdotes
espirituales. Dos hechos bíblicos interesantes dan crédito a este argumento:
el orden original después de la creación y el pensamiento común en Israel.
La historia del Antiguo Testamento del período anterior al pacto
Mosaico y al establecimiento del sacerdocio levítico, hacen evidente que los
padres funcionaban naturalmente como sacerdotes en sus hogares. Incluso,
dejando a un lado los sacerdocios especiales de Melquisedec y Jetro (que
sirvieron como sacerdotes de ciudades o tribus); Noé, Abraham, Isaac,
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 21

Jacob y Job parecen haber actuado como sacerdotes para sus familias al
ofrecer sacrificios y holocaustos según la orden de Dios en el principio.
La actitud general en Israel también nos señala en esta dirección, así
como lo muestran los versículos siguientes. Jueces 17:10 dice: “Entonces
Micaía le dijo: Quédate conmigo y sé padre y sacerdote para mí, y yo te
daré diez piezas de plata por año, el vestido y la comida. Y el levita entró”.
Además, Jueces 18:19 dice: “Y ellos le respondieron: Calla, pon la mano
sobre tu boca y ven con nosotros, y sé padre y sacerdote para nosotros. ¿Te
es mejor ser sacerdote para la casa de un hombre, o ser sacerdote para una
tribu y una familia de Israel?”. Estos dos pasajes se encuentran en los
últimos cinco capítulos de Jueces, una sección que subraya la condición
altamente caótica de Israel durante el período en el que los jueces
gobernaron.
El punto de interés en estos versículos es que durante la historia
temprana de la nación, el pensamiento generalizado de los israelitas
asociaba estrechamente los roles de padre y sacerdote. Micaía (un efraimita)
y los miembros de la tribu de Dan usan la frase “padre y sacerdote” mientras
hablan con un levita que había habitado en Judá. Con cuatro de las doce
tribus representadas en la transacción, el vínculo entre padre y sacerdote
parece haber sido común al menos a un tercio del pueblo de Israel. Cuando
se combina con el período anterior al pacto mosaico, este pensamiento
muestra que la asociación de paternidad y sacerdocio no fue una aberración
exclusiva de este período de los Jueces, sino una herencia común de los
patriarcas de Israel.

El Modelo de Cristo
El tercer argumento proporciona una razón aún más convincente de que
los hombres deben ser sacerdotes en sus hogares. Precisamente en el punto
de su obra sacerdotal, Cristo es considerado como el gran modelo del deber
más elevado de los esposos hacia sus esposas. Como Efesios 5:25−27
explica:
22 La Garantía Escritural
Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y
se dio a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado por
el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo,
una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa
semejante, sino que fuera santa e inmaculada.
Dado que a los esposos se les ordena aquí amar a sus esposas de la
misma manera que Cristo amó a la iglesia, se deduce lógicamente que si la
obra de Cristo es sacerdotal, entonces en cierto sentido un esposo es un
sacerdote para su esposa. Incluso un rápido vistazo a los versículos hace
evidente la naturaleza sacerdotal de las acciones de Cristo, trazando una
línea clara con el papel del esposo como sacerdote. Cuatro palabras
específicas tienen conexiones claras con el sacerdocio.
En el versículo 25, la frase verbal se dio a sí mismo habla de una acción
sacerdotal. El uso contextual más cercano del verbo es Efesios 5:2, que dice:
“y andad en amor, así como también Cristo os amó y se dio a sí mismo por
nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios, como fragante aroma”. Aquí, la frase
habla de Cristo como un sacerdote que se entrega en amor como una
ofrenda a Dios.
La palabra santificar en Efesios 5:26 también especifica una actividad
sacerdotal. Varios pasajes en Hebreos usan este significado de santificar,
incluyendo Hebreos 2:11; 10:10; 10:14 y 13:12. Con esta santificación, un
sacerdote hace que las personas sean aptas para entrar en los santos recintos
de adoración donde reside la santa presencia de Dios. Este uso de santificar
es distintivo en comparación con la mayoría de los otros usos en el Nuevo
Testamento, donde la palabra se refiere al Espíritu Santo quien hace del
pueblo de Dios un pueblo más santo.

La tercera frase con connotaciones sacerdotales ⎯habiéndola


purificado⎯ también se encuentra en Efesios 5:26. Nuevamente, el libro
de Hebreos nos es útil. Hebreos 9:13−14 dice:
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 23
Porque si la sangre de los machos cabríos y de los toros, y la ceniza de
la becerra rociada sobre los que se han contaminado, santifican para
la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual por
el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, purificará
vuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo?
Este es el único lugar en todo el Nuevo Testamento, aparte de Efesios
5:26, donde los verbos santificar y limpiar se usan juntos. Cristo, “como
sumo sacerdote de los bienes futuros” (Hebreos 9:11), santifica y limpia a
Su pueblo con Su sangre, haciéndolos aptos para la presencia de un Dios
santo y eliminando de sus conciencias el sentido de corrupción moral
creada por sus pecados.
Cuarto, la palabra lavamiento en Efesios 5:26 también está
estrechamente asociada con la actividad de un sacerdote. Hebreos 9:13 y
10:21−22 describe a sacerdotes que usaron agua mezclada con las cenizas
de una becerra para limpiar la contaminación ceremonial, como lo
mandaba el Antiguo Pacto en Números 19:9, 17. Pablo señala esa actividad
sacerdotal en Efesios 5:26, cuando habla del “lavamiento del agua con la
palabra”.
Este lenguaje sacerdotal deja en claro que Pablo realmente está
pensando en Cristo como sacerdote cuando lo presenta en Efesios 5:25−27
como un ejemplo de lo que debería ser un esposo. Un hombre debe imitar
el comportamiento sacerdotal de Cristo si anhela ser un sacerdote para su
esposa y en su hogar.
Dado que existe una sólida garantía bíblica para afirmar que un hombre
debe actuar como sacerdote en su hogar, debemos examinarnos a nosotros
mismo ante esa luz. Así como una lámpara ultravioleta puede revelar
realidades que no pueden ser percibidas a simple vista, a menudo
descubrimos nuevos aspectos de nuestra vida cristiana a la luz de las
Escrituras. Como cabezas de nuestras casas, a menudo hemos considerado
nuestro papel como esposos y padres, y tal vez incluso como profetas o
reyes; pero, ¿nos hemos visto alguna vez como sacerdotes? Bajo el intenso
resplandor de la Palabra de Dios, debemos prestar atención a nuestras
24 La Garantía Escritural

vestimentas sacerdotales y comenzar a cumplir con los deberes que debe


cumplir un sacerdote.

Aplicación
Podemos extraer algunas lecciones a partir de estas consideraciones.

Amar a Nuestras Esposas


En primer lugar, aprendemos algunas cosas de lo que significa ser sacerdote
de nuestra esposa. Debemos amarla mostrando una preocupación
constante por su bienestar espiritual y su progreso, y debemos buscar ese
bienestar lavándola con el agua limpia y sacerdotal de la Palabra. También
deberíamos hablar con nuestra esposa sobre estos asuntos espirituales. No
podemos enseñarle si no hablamos con ella. Sin embargo, estas dos cosas
⎯amar y hablar⎯ son precisamente las áreas donde muchos hombres
fallan. Debemos confesar nuestro pecado a Dios, a nuestra esposa y a
nosotros mismos, y comenzar por la gracia de Dios a tratar a nuestra esposa
de manera sacerdotal.

Cuando un Hombre Falla como Sacerdote


Las esposas y los hijos también deben respetar la autoridad sacerdotal de
un hombre y apoyarlo en sus roles sacerdotales, incluso cuando falla en
ellos. Ana es un maravilloso ejemplo de esto en 1 Samuel 1. Elí estaba lejos
de ser un sacerdote ideal y Ana debe haberlo sabido. A pesar de esta verdad,
ella responde respetuosamente a la falsa acusación que Elí le hace de
embriaguez con un simple: “No, señor mío” en 1 Samuel 1:15. El ejemplo
de Ana debería alentarnos a pedirle a nuestras esposas e hijos que nos
apoyen y se sometan a nosotros a pesar de que nuestros mejores esfuerzos
a menudo se quedan cortos. Cuando una esposa usa el pecado remanente
de su esposo como una excusa para su falta de respeto, necesita que le
recuerden que solo ha existido un hombre perfecto en esta vida, ¡y que ella
no está casada con él! Los niños deben recordar que no importa cuánto
quieran ser como su padre, él no es perfecto. Nuestra esposa e hijos pueden
pensar que no tenemos derecho a cuestionarlos ni exhortarlos debido a
nuestros fracasos y pecados. Es cierto que debemos confesar humildemente
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 25

esos pecados, pero incluso un sacerdote imperfecto debe cumplir con sus
deberes. Vamos a cometer errores, tal como lo harán nuestra esposa e hijos.
Dada nuestra naturaleza pecaminosa, la única forma de no cometer tales
errores sería abandonar nuestro papel por completo, pero eso podría causar
problemas aún mayores. Puede ser difícil respetar a un hombre
pecaminoso, pero los que no lo respetan lo lamentarán al final.

Preparación para el Sacerdocio


Incluso un hombre que aún no es esposo o padre debería ver su necesidad
de cualidades sacerdotales si es que en el futuro anhela serlo de la forma
correcta. Si deseamos llegar a ser el líder de un hogar, debemos poseer la
capacidad de cumplir con todos los roles necesarios de un sacerdote.
Debemos preocuparnos por la santidad de Dios y el pecado de las
personas. Debemos tener el espíritu de un sacerdote al menos en cierta
medida. Un sacerdote existe por el bien de otros. Entonces, de manera
peculiar, la abnegación es un requisito para el sacerdocio. Si un joven es tan
autoindulgente que no puede controlar su dinero, tiempo, emociones y
deseos ahora, probablemente eso es una buena señal de que aún no está
calificado para servir como sacerdote en el hogar de su familia. Si es tan
irresponsable que no puede liderar una vida productiva hoy, una futura
esposa no lo verá como un hombre capaz de liderarla. Debemos
prepararnos ahora para nuestras futuras responsabilidades.

La Esperanza de un Sacerdote
Finalmente, se nos recuerda el oficio y la obra más fundamental de Cristo.
Es crucial que siempre tengamos a la vista el carácter básico y central del
sacerdocio de Cristo. La iglesia medieval perdió en gran medida su visión
de Cristo como un sumo sacerdote compasivo y lo miró cada vez más como
un rey austero y exaltado. Las almas cansadas se volvieron hacia María y los
santos para que actuaran como mediadores ante este rey distante. Para
evitar esta trampa, debemos recordar nuestro problema básico.
Necesitamos un sacerdote que nos ministre porque en nuestras fuerzas
estamos condenados, contaminados y excluidos de la presencia de Dios. Si
26 La Garantía Escritural

hemos de recibir un vislumbre de la presencia de Dios, debemos ser


limpiados, justificados y santificados por Cristo, nuestro sumo sacerdote.
Cristo es nuestra única esperanza. La repulsión moral que agitamos en
el corazón de Dios por el pecado se aplaca únicamente por el sacrificio de
Cristo. Su lavado sacerdotal es la única forma de limpiar la corrupción
moral que nos impide estar en la presencia de Dios. Esta gran limpieza es
posible porque Cristo es nuestro holocausto, consumido y quemado en
nuestro lugar por el fuego de la ira de Dios. De las cenizas de ese supremo
holocausto se hace la única agua que puede limpiarnos de nuestras
impurezas. Todos los hombres en todas partes deberían creer en Cristo e
ir a Él como su sacerdote. Solo el hombre que se da cuenta de su propia
necesidad desesperada de un sacerdote y confía en Cristo para satisfacer esa
necesidad, puede realmente servir como sacerdote en su hogar.
CAPÍTULO TRES
EL RETRATO CLÁSICO

Para entender mejor el concepto de un hombre como sacerdote en su


hogar, será de ayuda darle una mirada al retrato escritural clásico de un
hombre así. Acabamos de considerar algunos argumentos lógicos, pero los
seres humanos son mucho más que simplemente seres lógicos. A menudo,
la lógica no es suficiente para convencer a las personas de una idea. Los
reconfortantes ejemplos vivos son un componente crucial para mover a los
hombres y a las mujeres a una verdadera mirada hacia sus deberes. Quizá
esta es la razón por la que mucho de lo que la Biblia dice viene a nosotros
en forma de narrativa histórica y no de tratados teológicos.
Vamos a examinar la vida de Job, una figura única en la Escritura y un
ejemplo primario de lo que verdaderamente debe ser un sacerdote en su
hogar. En Job 1:1−5 podemos encontrar el retrato clásico de su sacerdocio.
Hubo un hombre en la tierra de Uz llamado Job; y era aquel hombre
intachable, recto, temeroso de Dios y apartado del mal. Y le nacieron
siete hijos y tres hijas. Su hacienda era de siete mil ovejas, tres mil
camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas y muchísima
servidumbre; y era aquel hombre el más grande de todos los hijos del
oriente. Sus hijos solían ir y hacer un banquete en la casa de cada uno
por turno, e invitaban a sus tres hermanas para que comieran y
bebieran con ellos. Y sucedía que cuando los días del banquete habían
pasado, Job enviaba por ellos y los santificaba, y levantándose
temprano, ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos.
Porque Job decía: Quizá mis hijos hayan pecado y maldecido a Dios
en sus corazones. Así hacía Job siempre.

La Certeza del Sacerdocio de Job


Lo primero que debemos notar es que Job estaba ciertamente actuando
como un sacerdote para su familia ⎯el versículo 5 dice que santificaba a
28 El Retrato Clásico

sus hijos y ofrecía holocaustos por ellos. Aquí se destacan dos frases en
particular: Job enviaba por ellos y los santificaba, y ofrecía holocaustos. El
pasaje paralelo que trae mayor luz a esta primera frase es probablemente
Éxodo 19:7−15, donde Dios manda a Moisés: “Ve al pueblo y conságralos
hoy y mañana, y que laven sus vestidos; y que estén preparados para el tercer
día, porque al tercer día el SEÑOR descenderá a la vista de todo el pueblo
sobre el monte Sinaí”. Aplicando este pasaje a Job, podemos concluir que
con esta limpieza ritual y espiritual, los hijos e hijas de Job se estaban
preparando para la santa adoración a Dios. El hecho de que Job enviara y
santificara a sus hijos implica que estos estaban obligados a asistir a la
adoración que Job dirigió. A pesar de que algunos eran hijos adultos, Job
ejerció sobre ellos toda la presión sagrada que pudo, asumiendo el derecho
que tenía de guiarlos en la adoración a Dios.
Literalmente, Job también estaba presentando ofrendas por sus hijos.
La raíz de la palabra hebrea para ofrenda habla de hacer que algo suba. La
idea es que el humo del sacrificio ardiente ascienda a Dios y alivie sus fosas
nasales del hedor del pecado cometido por aquellos que estaban siendo
representados por el sacrificio. El holocausto también era una ofrenda por
el pecado ⎯un símbolo que señalaba hacia la forma en que Dios perdona
el pecado a través del sufrimiento sustitutorio. Hebreos 5:1 y 8:3−4 señalan
que uno de los rasgos distintivos de un sacerdote es que ofrece sacrificios.
Entonces, al hacer holocaustos por sus hijos, Job claramente estaba
actuando como un sacerdote.

Las Circunstancias del Sacerdocio de Job


El entorno físico de Job ⎯su historia, familia, finanzas, situación social y
moral⎯ ofrece más pistas sobre su sacerdocio.

La Historia de Job
Históricamente, la identidad de Job es algo misteriosa, aunque existen
algunas pistas dispersas en todo el Antiguo Testamento. En Job 1:3, se lo
describe como “era aquel hombre el más grande de todos los hijos del
oriente”. Una comparación de esta frase con 1 Reyes 4:30 (“Y la sabiduría
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 29

de Salomón sobrepasó la sabiduría de todos los hijos del oriente y toda la


sabiduría de Egipto”) y Génesis 29:1 (“Entonces Jacob siguió su camino, y
fue a la tierra de los hijos del oriente”), lleva a la conclusión de que él no
vivió en la Tierra Prometida y que no era judío ni de la simiente prometida
de Jacob. El nombre Uz (Job vivió en la tierra de Uz − Job 1:1) aparece en
otros siete lugares de la Biblia, pero es probable que el Uz mencionado en
el libro de Job se refiera al hijo de Aram descrito en Génesis 10:23. De ser
así, la ciudad de Uz estaba ubicada al noreste de la actual Palestina en las
cercanías de Siria.
Otra pista aparece en Job 42:16: “Después de esto vivió Job ciento
cuarenta años, y vio a sus hijos y a los hijos de sus hijos, hasta cuatro
generaciones”. Como tenía diez hijos y había construido una reputación
considerable antes de sus pruebas, y vivió 140 años después de ellas, debe
haber tenido cerca de 200 años cuando murió. Esto hace que su vida sea
más extensa que la de Abraham que vivió hasta los 175 años (Génesis 25:7),
lo cual se consideraba una buena vejez. El promedio de vida disminuyó
rápidamente después del diluvio, esto coloca a Job en la época de Abraham
o incluso antes. También encaja bien en este período de tiempo porque en
todo el libro de Job no se menciona ni a Abraham, ni a Israel, ni a Moisés
ni a ninguno de los distintivos del Pacto Abrahámico. Aparentemente, en
el mundo de Job no se sabía nada de la promesa especial de Dios a la
descendencia de Abraham. Entonces, Job debe haber vivido antes de que
se estableciera ese pacto.
Además, el ejercicio del sacerdocio familiar de Job lo ubica en un
tiempo anterior al período mosaico. Cuando el Pacto Mosaico entró en
vigencia, el sacerdocio quedó restringido por ley a la tribu de Leví y a los
hijos de Aarón. Sin embargo, antes de eso, tenemos registros de muchos
sacerdocios legítimos que fueron ejercidos por otros. Melquisedec es
llamado sacerdote del Dios Altísimo en Génesis 14. Jetro es claramente
reconocido como el sacerdote de Madián en Éxodo 18. Todavía más
importante es que Noé, Abraham y Jacob parecen haber ejercido
sacerdocios similares al de Job en sus propias familias (Génesis 8:20−22;
22:9−13; 35:1−7).
30 El Retrato Clásico

La Familia de Job
Job 1:2 deja en claro el hecho de que Job era el jefe de una gran familia,
con al menos diez hijos, una esposa y muchos sirvientes. Los versículos
cuatro y cinco muestran de manera evidente que Job se involucró en una
actividad sacerdotal al ofrecer sacrificios en nombre de sus hijos. No se
presenta a Job aquí como sacerdote de su nación o tribu, sino como un
sacerdote en su hogar.

Las Finanzas de Job


Financieramente, Job era un hombre rico, como lo muestra la extensa
descripción de sus posesiones en el versículo tres. Esta descripción
proporciona una base para que podamos comprender las pérdidas
devastadoras que Job sufre más tarde, pero también transmite la idea de
que debió haber sido un hombre muy ocupado administrando un imperio
personal y comercial tan grande.

La Situación Social de Job


Las circunstancias sociales de Job también eran envidiables. En parte por
su riqueza y en parte por su carácter moral, Job fue considerado como el
mayor de los hijos del oriente. Tenía una posición alta y de autoridad en la
sociedad y en su nación, sentándose a las puertas de su ciudad ⎯así como
a las puertas de la ciudad capital⎯ para juzgar. En el Antiguo Testamento,
Moisés (el mediador del Antiguo Pacto), David (el rey de Israel) y
Mardoqueo (el primer ministro del rey de Persia), entre otros, son descritos
como ‘grandes’. Aquí se usa la misma palabra para describir a Job, por causa
de la cantidad de influencia y estatura social que poseía.

La Moral de Job
En el ámbito moral, Job también era un hombre admirable. Job 1:1 nos
proporciona una descripción de su carácter moral. Él era un hombre
intachable, recto, temeroso de Dios y apartado del mal. Por supuesto, esto
no significa que Job no tuviera pecado. Job mismo confiesa su pecado en
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 31

Job 42:6, cuando dice: “Por eso me retracto, y me arrepiento en polvo y


ceniza”.
Pero, aunque no podemos sostener la rectitud de Job como perfección
sin pecado, tampoco debemos subestimar su excelente carácter moral. Su
carácter es una pieza central en todo el mensaje del libro de Job. La
pregunta principal del libro de Job es: “¿por qué sufren los justos?” Para
que esta pregunta tenga sentido, debemos saber desde el principio que Job
era un hombre genuina y consistentemente justo. No podemos ver las
acciones sacerdotales de Job como una profanación del oficio sacerdotal
por parte de un hombre malvado, sino más bien como la obra ejemplar de
un hombre justo que posee un carácter moral sobresaliente.

El Carácter del Sacerdocio de Job


Job 1:4−5 ofrece varias perspectivas sobre el carácter del sacerdocio de Job.
El contexto de su actividad sacerdotal fue el ciclo de festividades descrito en
el versículo cuatro ⎯muy probablemente celebraciones de cumpleaños, y
esto, solo si la frase “en su día” [RVR60] significa el día de cumpleaños de
cada uno de sus hijos. El uso de Job de esta misma frase para describir su
propio cumpleaños en Job 3:1, apoya particularmente esta interpretación. 3
La idea es que cada hijo invitaba a sus hermanos y hermanas a un banquete
para celebrar su cumpleaños.
El versículo cinco dice que la ofrenda de Job tuvo lugar
consistentemente cuando “los días del banquete habían pasado”.
Aparentemente, las celebraciones de cumpleaños de sus hijos duraban
varios días, por lo que Job se levantaba temprano para ofrecer sus
holocaustos en la mañana después de que terminaba cada celebración. Si
asumimos que es correcta la interpretación de que esta frase es una
referencia al día de sus cumpleaños, entonces eso significa que Job hacía

3 Nota del traductor: LBLA (La Biblia de las Américas) traduce la frase hebrea
‫ ִ֣איׁש יֹומֹֹ֑ ו‬de Job 1:4 como “cada uno por turno”, mientras que la RVR60 (Reina
Valera Revisada 1960) la traduce como “en su día”. En Job 3:1, la frase hebrea ‫ִ֣איׁש‬
‫ יֹומֹֹ֑ ו‬es traducida en LBLA como “el día de su nacimiento” y en la RVR60 como
“su día”.
32 El Retrato Clásico

esto al menos siete veces al año. La regularidad con la que hacía estos
sacrificios es una evidencia notable de la constante piedad familiar de Job.
La prioridad del sacerdocio de Job en su vida se resume en una frase
en el versículo cinco: “levantándose temprano”. En términos generales, las
cosas que hacen que nos levantemos de la cama temprano en la mañana,
son de alta prioridad para nosotros. Estos sacrificios tenían este tipo de
prioridad para Job. Sus responsabilidades comerciales le tomaban tanto
tiempo que tenía que levantarse temprano en la mañana para asegurarse de
cumplir con sus deberes espirituales antes de que las presiones del día se
agolparan.
Job 1:5 también nos cuenta el motivo espiritual que llevó a Job a hacer
estas ofrendas periódicas: “Quizá mis hijos hayan pecado y maldecido a
Dios en sus corazones”. La declaración de Job nos dice que sus sacrificios
iban mucho más allá de ser rituales vacíos, externos y legalistas. Estos
sacrificios eran una práctica sincera de la forma designada para la adoración
del Antiguo Testamento, con el fin de librar a sus hijos de la ira de un Dios
ofendido. Job había tomado la determinación, en la medida en que
cualquier ser humano puede hacerlo, de conducir a sus hijos al
propiciatorio de Dios para que pudieran experimentar Su gracia. Debido a
esta carga ⎯una que solo pueden entender los padres de hijos no salvos⎯
Job usó toda la autoridad moral que podía para hacerlo.
El sacerdocio de Job también estuvo marcado por su perseverancia. El
versículo cinco concluye con la declaración: “Así hacía Job siempre”
(literalmente, todos los días). Job fue marcado por una gran consistencia en
esta y otras manifestaciones asociadas con la piedad de su familia. Ofreció
estos sacrificios con la precisión de un reloj después de cada una de las
celebraciones de cumpleaños de sus hijos, sin permitir que otras
responsabilidades o interrupciones lo desvíen del sacrificio designado. No
era errático, irregular o inconsistente. Estos asuntos tenían la prioridad
máxima para él.
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 33

La Perspectiva Espiritual de Job


A partir del carácter del sacerdocio de Job, podemos aprender siete cosas
sobre su perspectiva espiritual. Primero, vemos su resolución determinada
de guiar a su familia en la adoración al Dios viviente. Nada iba a apartarlo
del deber que se había propuesto.
Segundo, vemos su sentido de responsabilidad espiritual y cuidado
amoroso por el bienestar espiritual de sus hijos. Un padre que no ora por
sus hijos y no está agobiado por su bienestar espiritual no está haciendo su
trabajo.
Tercero, también aprendemos de la santa sospecha de Job sobre el
pecado de sus hijos. El orgullo familiar es duro de matar. Podríamos decir:
“Mis hijos nunca harían eso”, “¡Han sido criados para algo mejor que eso!”.
Pero Job descartó el orgullo familiar y dijo: “Quizá mis hijos han pecado”.
Cuarto, vemos el compromiso de fe de Job con los medios públicos de
gracia divinamente establecidos. Dios designó que Job usara el sacrificio de
animales como medio de gracia, lo cual él fue fiel en obedecer.
Quinto, también vemos su confianza en los medios designados para
satisfacer las necesidades espirituales de sus hijos. A veces, los cristianos
ponen su confianza en todo lo que creen que podría hacerles bien a sus
hijos, excepto por los medios de gracia que Dios ha designado. No está mal
usar todo tipo de cosas con el propósito de alcanzar a nuestros hijos, pero
debemos asegurarnos de usar aquello que Dios ha considerado como lo
mejor para ellos. Él quiere que creamos en Sus medios de gracia.
Sexto, observamos como Job asume su propia autoridad espiritual al
imponer esos medios de gracia a sus hijos. No dejó que las cosas se hicieran
a la manera de sus hijos, él sabía que tenía autoridad para darles la orden
de que obedecieran.
Séptimo, vemos el celo ferviente del liderazgo espiritual de Job. A
menudo, dirigimos a nuestras familias con muy poco entusiasmo. ¡Qué
Dios nos conceda un celo así!
34 El Retrato Clásico

La Continuación del Sacerdocio de Job


Job es el epítome de un hombre como sacerdote en su hogar. Sin embargo,
vivió en la era de tipos y sombras del Antiguo Testamento. Ofreció
sacrificios físicos que desde entonces han sido abrogados por el sacrificio
supremo de Cristo. A primera vista, puede parecer que su patrón no
debería aplicarse a los cristianos del Nuevo Pacto. Sin embargo, hay varias
razones por las que deberíamos imitar el modelo de Job, a pesar de que no
vivimos bajo la ley sino bajo la gracia.
Primero, el sacerdocio de Job no era levítico. Él no era judío y no vivía
en la tierra de Palestina, por lo que no podemos desechar su ejemplo
argumentando que no somos de la tribu de Levi. Job tampoco era un levita.
Segundo, el sacerdocio de Job no era pactual. No ejerció su sacerdocio
como uno de los patriarcas de Israel con quien Dios había establecido un
pacto especial, como en los casos de Abraham y Jacob. Era un gentil, como
lo somos la mayoría de nosotros.
Tercero, el sacerdocio de Job era legal. Su actividad sacerdotal es
presentada en Job 1 como una ilustración de su carácter “intachable, recto,
temeroso de Dios y apartado del mal”. Los ejemplos de Melquisedec, Noé
y Jetro justifican aún más las acciones sacerdotales de Job. No podemos
evitar lo contundente del ejemplo de Job diciendo que estaba actuando
fuera de la voluntad establecida de Dios.
Cuarto, el sacerdocio de Job era familiar. Toda la esfera del sacerdocio
de Job tal como se presenta en Job 1 tiene que ver solamente con su familia
e hijos. Era sacerdote porque era padre. Si tenemos familias y si somos
padres, nosotros también somos sacerdotes.
Quinto, el sacerdocio de Job era original. El papel de Job precedió a la
restricción del sacerdocio en el Pacto Mosaico a la tribu de Leví. Su
sacerdocio parece haber descendido de una antigua concepción del esposo
y padre como la cabeza y, por lo tanto, el líder espiritual de la familia. La
familia (con el hombre como cabeza) se estableció en la Creación, con
holocaustos introducidos inmediatamente después de la caída de Adán. El
sacerdocio familiar no se originó en el Antiguo Pacto ni tampoco en el Pacto
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 35

Abrahámico. Por lo tanto, no podemos suponer que esta forma de


sacerdocio cesó con la llegada del Nuevo Pacto.
Sexto, el sacerdocio de Job era ceremonial. La idea de ofrecer
holocaustos por el pecado se originó con la caída de la humanidad en obras
malas (Génesis 3:21; 4:4). Ahora que Jesús ha vencido el pecado mediante
Su sacrificio personal, esos sacrificios típicos ya no son necesarios. Aunque
la muerte de Cristo significa que ya no ofrecemos sacrificios de animales en
un altar familiar (como veremos más adelante), ésta no ha terminado con el
hecho de que el hombre es cabeza en su hogar. En particular, Job
demuestra que aún somos responsables de guiar a nuestros hijos a Dios a
través del gran sacrificio ofrecido por nuestro Señor.
Séptimo, el sacerdocio de Job era primitivo. Más adelante en la historia
redentora, Dios restringió la ofrenda de sacrificios a un lugar central y a un
hombre específico. Después, la iglesia reunida reemplazó al templo como
el lugar de la presencia especial de Dios. Estas instituciones posteriores no
deben verse como en oposición al sacerdocio original de un hombre en su
hogar, antes bien contribuyen con él. Por un lado, no podemos abdicar de
nuestro sacerdocio familiar dándoselo a la iglesia esperando que ella sea un
sustituto de nuestro liderazgo espiritual en el hogar. Por otro lado, no
debemos tratar de aplicar nuestro sacerdocio familiar aislado de la iglesia.
Debemos esforzarnos por ejercer nuestro sacerdocio espiritual en armonía
con la iglesia, y ver su rol y el nuestro como complementarios y no como
opuestos.

Aplicación
Entonces, en lugar de eludir el ejemplo de Job como sacerdote, debemos
filtrarlo a través de la obra de Cristo y aplicarlo a nuestras propias vidas.

La Prioridad de Nuestra Vida – No hay Excusas


El ejemplo de Job demuestra que cada esposo o padre debe hacer del
sacerdocio en el hogar una prioridad en su vida. Pronto examinaremos
cuáles son los roles específicos de ese sacerdocio. Sin embargo, a estas
alturas deberíamos tener muy en claro que el papel de un sacerdote en el
36 El Retrato Clásico

hogar tiene la más alta prioridad. Servir como sacerdotes trae muchas
demandas a los hombres, los cuales a menudo están listos para dar excusas.
Pero la conducta de Job nos enseña que no hay excusas adecuadas como
para no cumplir con este rol. Con una vida tan agitada, habría sido fácil para
Job eludir su deber citando todas las excusas que comúnmente usamos hoy.
Tenía una familia numerosa, un gran negocio y enormes responsabilidades
sociales, pero él hizo su trabajo. Era un líder espiritual constante que nunca
dejó de hacer sus ofrendas periódicas, sin importar cuán temprano tuviera
que levantarse de la cama. Nuestras excusas se ven terriblemente frágiles al
compararlas con Job.

Nuestra Carga Espiritual


Job también nos muestra que el peso de la carga espiritual que sentimos por
nuestra familia nos llevará a ser sacerdotes en nuestro hogar. La prioridad
que Job dio a su sacerdocio estaba basaba en la profunda responsabilidad
espiritual que sentía por sus hijos: “Quizá mis hijos hayan pecado y
maldecido a Dios en sus corazones”. A menudo podemos rastrear nuestros
fracasos como sacerdotes en nuestro hogar a una falta significativa de ese
tipo de preocupación.
Por supuesto, esto supone que la labor de un sacerdote no depende de
alguna virtud exótica que solo se encuentra en los cristianos de élite, sino
más bien del fruto del afecto cristiano más básico en nuestro corazón. El
deseo natural de que nuestros hijos sean santificados a través de ‘la gracia
que convierte’ debería ser suficiente para hacernos comenzar a actuar como
sacerdotes en nuestro hogar. Si nos caracterizamos por fallar de manera
drástica y continua en esta área, eso es un argumento poderoso de que no
somos cristianos. Por lo menos, si sabemos poco o nada de la carga de Job
por llevar a su familia hacia los medios de gracia, su ejemplo es un
llamamiento convincente al autoexamen y al arrepentimiento.

Esperanza para una Familia Feliz


Con el propósito de alentarnos en medio de este deber, el patrón de Job
también deja en claro que un liderazgo espiritual diligente en el hogar puede
producir una familia feliz y armoniosa. La familia de Job parece haber sido
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 37

un grupo de gente alegre y muy unido. Dado que la esposa de Job más tarde
le dijo a su esposo que maldijera a Dios y se muriera, es muy probable que
la felicidad de la familia no dependía de ella. En definitiva, una familia unida
y solidaria requiere de un padre que sea un líder espiritual fuerte. Una
madre diligente puede mantener a los hijos bajo control cuando éstos son
pequeños, pero si la mano firme del padre no es evidente, la rebelión de
los hijos cuando éstos son más grandes puede conducir rápidamente a
conflictos y falta de armonía en la familia. Si elegimos abdicar de nuestro
liderazgo espiritual por causa de la indiferencia, el miedo al conflicto, el
ajetreo o cualquier otra excusa, tarde o temprano pagaremos un precio muy
alto.

Un Sacerdote que No es Como Nosotros


Como hombres, tenemos un sacerdote de quien Job es una sombra. Él
también es inocente, pero de una manera mucho más elevada que Job. Él
es santo, inofensivo, sin mancha, exaltado, separado de los pecadores.
Nunca pecó en palabra, obra o naturaleza. Él no tuvo la necesidad de decir:
"He limpiado mi corazón".
Este sacerdote tiene una carga que no es simplemente como la de Job,
sino más bien, la fuente de dónde venía la carga que Job tuvo. Su carga se
expande hacia la perfección trascendente. Este postrer Adán no dijo:
“Quizá mis hijos han pecado”, sino “Mis hijos han pecado”. Él vive siempre
para interceder ante aquellos que vienen a Dios por medio de Él. Él no
ofrece corderos o toros para calmar a un Dios enojado como lo hizo Job,
sino que este sacerdote se convirtió en la ofrenda misma. Era la humanidad
perfecta habitada con la deidad perfecta. Como tal, fue presentado a Dios
como un sacrificio perfecto. No se necesita ningún otro sacrificio para salvar
al mundo. Al mirar a este sacerdote, podemos deshacernos de nuestros
pecados y pedirle a Dios la gracia de ser lo que fue Job y aún más.
Cualquiera que necesite lo que este sacerdote ofrece solo tiene que pedirlo.
Su gracia es suficiente.
CAPÍTULO CUATRO
EL HOMBRE COMO
INTERCESOR EN ORACIÓN

La mayoría de nosotros probablemente hemos estado en un oftalmólogo.


Él le pide que lea la tabla optométrica, comenzando con la letra grande “E”
en la parte superior. Sin sus anteojos o lentes de contacto, es posible que
pueda leer las primeras filas, pero las letras se vuelven más borrosas a
medida que avanza. Puede ver formas, pero son nebulosas e indistintas.
Para determinar su prescripción médica, el doctor le pedirá que mire a
través de varios conjuntos de lentes. A medida que él hace clic a través de
cada lente y se acerca a la intensidad adecuada para sus ojos, las letras se
deslizan lentamente hacia un enfoque mejor. Cuando él encuentra su
medida ideal, usted puede ver todo con una claridad nítida y perfecta.
En los primeros tres capítulos, hemos estado enfocando la idea de que
un hombre debe actuar como sacerdote en su hogar. Hemos considerado
la garantía escritural y el retrato clásico de un hombre así. Ahora,
agudizaremos la claridad de esa imagen estudiando los roles especiales que
un sacerdote debe cumplir. Dado que los hombres deben actuar como
sacerdotes, podemos aprender mucho sobre sus funciones distintivas al
estudiar el sacerdocio en Israel, así como en el resto de la Biblia.
Para empezar, es necesario darnos cuenta de que ni siquiera debemos
intentar emular ciertos roles que ejercían los sacerdotes. No ofrecemos
holocaustos en altares familiares (a menos que seamos particularmente
malos haciendo asados a la parrilla). Esa obra fue primeramente limitada a
los sacerdotes levitas en Israel, y luego fue eliminada mediante el sacrificio
‘una vez para siempre’ de Cristo. Además, no somos ministros en el templo
santo de Dios. Dios también restringió este deber a los sacerdotes levitas
bajo el Antiguo Pacto. Aun así, los sacerdotes cumplieron cinco roles
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 39

distintivos en la Biblia que debemos llevar a cabo en nuestros hogares. Los


sacerdotes son intercesores en oración, directores en la adoración,
mediadores de la bendición divina, instructores en las Escrituras y jueces en
las cosas santas. En este capítulo consideraremos el primero de estos roles.

Intercesión
En primer lugar, un hombre como sacerdote en su hogar debe servir como
intercesor en oración. Los hombres deben participar constantemente en la
obra de oración. La mayoría de los hombres cristianos lo saben. Sin
embargo, debemos practicar algo más que una oración en un sentido
general. También debemos ser activos en la forma específica de oración
conocida como intercesión ⎯es decir, pedirle a Dios en nombre de las
necesidades de otros. Específicamente, los hombres deben interceder por
las necesidades de sus familias y hogares. Es sorprendente lo egoístas que
podemos ser incluso en las cosas espirituales, y la cantidad de tiempo de
oración que invertimos en nosotros mismos. Por el contrario, la Biblia
enseña que también debemos orar por los demás. Echemos un vistazo a
algunas evidencias bíblicas del papel del hombre como intercesor en su
hogar.

Job como un intercesor


Como vimos en el capítulo anterior, Job actuó como un intercesor por sus
hijos. En Job 42:8, Dios les dice a los amigos de Job: “Ahora pues, tomad
siete novillos y siete carneros, id a mi siervo Job y ofreced holocausto por
vosotros, y mi siervo Job orará por vosotros. Porque ciertamente a él
atenderé para no hacer con vosotros conforme a vuestra insensatez, porque
no habéis hablado de mí lo que es recto, como mi siervo Job”. Este es el
registro de la reivindicación de Job, no solo en términos de su riqueza y
prosperidad, sino también con respecto a sus amigos. Al pedirle a Job que
ofrezca estos holocaustos ⎯el mismo tipo de holocaustos que él ofreció
por sus hijos en Job 1:5⎯, estos tres hombres también esperaban que Job
intercediera por ellos delante de Dios. Cuando alguien ofrece holocaustos
en la Biblia, hay una conexión íntima entre el humo que se eleva
40 Intercesor en Oración

simbólicamente del altar y la oración de quien está presentando esa ofrenda.


La palabra ofrenda significa “hacer subir”. Las ofrendas son una oración
simbólica.
En Job 42:8 se nos dice explícitamente que Job debía acompañar sus
holocaustos con oración intercesora. Es imposible pensar que habiendo
acompañado estas ofrendas con oración, él no haya hecho lo mismo
cuando ofrecía sacrificios por sus propios hijos. Job era un hombre que dijo:
“Quizá mis hijos hayan pecado y maldecido a Dios en sus corazones”.
También fue un hombre que se levantaba temprano para ofrecer sacrificios
cada vez que la ocasión lo requería. No es lógico pensar que un hombre así
simplemente se conformaría con la formalidad de ofrecer sacrificios por sus
hijos y que esos sacrificios no estuvieran acompañados de sus propias
oraciones. La conclusión lógica es que esa oración intercesora era una parte
integral de las ofrendas sacerdotales de Job por sus hijos.

Los Sacerdotes Israelitas como Intercesores


La relación íntima entre las ofrendas de Job y sus oraciones nos prepara
para ver que los sacerdotes en Israel ⎯el ejemplo supremo de aquellos que
ofrecieron sacrificios⎯ también deben ser considerados como intercesores
por Israel. Por lo tanto, no debe sorprendernos encontrar pasajes que
hablen de las ofrendas y oraciones sacerdotales como algo que va de la
mano, como en Esdras 6:9−10:
Y todo lo que se necesite: novillos, carneros y corderos para
holocausto al Dios del cielo, y trigo, sal, vino y aceite de unción, según
lo pidan los sacerdotes que están en Jerusalén, se les dará día por día
sin falta, para que puedan ofrecer sacrificios agradables al Dios del
cielo y orar por la vida del rey y de sus hijos.
El pasaje se refiere a un decreto del rey Darío con respecto a la
restauración del templo y los sacrificios en la tierra de Judá, que ahora era
parte de su imperio. Incluso un pagano en esa cultura, comúnmente asumía
que cuando los sacerdotes ofrecían sacrificios también oraban por aquellos
por quienes eran hechos esos sacrificios, en este caso, el rey y sus hijos.
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 41

En otras partes del Antiguo Testamento, también vemos este trabajo


intercesor de los sacerdotes de Israel con respecto a las ofrendas (en
particular las ofrendas de incienso). Dios instruyó a los sacerdotes a que
debían colocar ofrendas de incienso en el altar de oro junto al velo que
guardaba el Lugar Santísimo. Podían ir allí con frecuencia para presentar
una ofrenda de incienso. Estas ofrendas no estaban limitadas a una sola vez
en el año como en el caso del Lugar Santísimo. Estas ofrendas de incienso
fueron consideradas como un símbolo de oración. Hebreos 9:3−4 vincula
las dos cosas en su relato de una ofrenda de incienso: “Y detrás del segundo
velo había un tabernáculo llamado el Lugar Santísimo, el cual tenía el altar
de oro del incienso y el arca del pacto cubierta toda de oro, en la cual había
una urna de oro que contenía el maná y la vara de Aarón que retoñó y las
tablas del pacto”. Los relatos del Antiguo Testamento revelan que el altar
de oro del incienso (un lugar de oración) no estaba realmente en el Lugar
Santísimo, sino que estaba tan estrechamente relacionado con él que el
escritor de Hebreos podía decir que era parte de esa área. Este lugar de
oración era una parte integral del proceso de sacrificios.
En Apocalipsis 5:8 encontramos más evidencia de que las oraciones
están entrelazadas con las ofrendas: “Cuando tomó el libro, los cuatro seres
vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; cada
uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones
de los santos”. De nuevo, en Apocalipsis 8:3−4, Juan escribe:
Otro ángel vino y se paró ante el altar con un incensario de oro, y se
le dio mucho incienso para que lo añadiera a las oraciones de todos
los santos sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y de la
mano del ángel subió ante Dios el humo del incienso con las oraciones
de los santos.
Juan vio claramente el significado figurativo de la ofrenda de incienso como
un símbolo de las oraciones de los santos.
42 Intercesor en Oración

En el evangelio de Lucas, encontramos la combinación de las ofrendas


figurativas y las literales durante la adoración en el templo. Lucas 1:9−11
dice:
conforme a la costumbre del sacerdocio, [Zacarías] fue escogido por
sorteo para entrar al templo del Señor y quemar incienso. Y toda la
multitud del pueblo estaba fuera orando a la hora de la ofrenda de
incienso. Y se le apareció un ángel del Señor, de pie, a la derecha del
altar del incienso.
¿Ve el cuadro? Zacarías está encendiendo incienso delante del Señor,
justo al lado del Lugar Santísimo. El pueblo de Israel está afuera reunido,
conscientes de la importancia de este momento. Esta es la hora apropiada
para que el pueblo ofrezca sus oraciones, mientras el sacerdote ofrece
incienso como un símbolo de esas oraciones. Esta es una hermosa
asociación y aprendemos de ella que el rol especial del sacerdocio israelita
incluía la intercesión.

Cristo como un Intercesor


La tercera prueba bíblica para esta función es que Jesucristo, nuestro gran
sumo sacerdote, es peculiarmente un intercesor. Las intercesiones
sacerdotales de nuestro Señor por nosotros en el cielo se mencionan
explícitamente en dos pasajes del Nuevo Testamento. Romanos 8:34 dice:
“¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió, sí, más aún, el
que resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también
intercede por nosotros”. Además, Hebreos 7:25 dice: “Por lo cual Él
también es poderoso para salvar para siempre a los que por medio de Él se
acercan a Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos”.
La intercesión es lo que nuestro Señor está haciendo en el cielo ahora.
Él se ofreció como un sacrificio de ‘una vez para siempre’ por los hombres,
y ahora se sienta a la mano derecha del Padre, rogando continuamente en
nombre de Su pueblo. La palabra traducida como interceder en estos
pasajes también puede ser traducida de otras maneras, como acercamiento,
apelación, petición u oración. Cualquiera que sea la palabra en español que
se use, retrata a nuestro Señor como alguien que está constantemente
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 43

comprometido en el trabajo de la oración intercesora. Por el hecho de que


en Efesios 5:25 Pablo les dice a los esposos que amen a sus esposas como
Cristo amó a la iglesia, y dado que la obra de Cristo como sacerdote
(santificación y limpieza) ocupa los pensamientos de Pablo, no es
descabellado sugerir que la obra de intercesión sacerdotal de Cristo debería
servir como un patrón para nuestro amor hacia nuestra esposa e hijos. Esto
es parte de lo que Pablo tenía en mente cuando nos dijo que imitemos el
comportamiento de Cristo.
Aunque estos argumentos son útiles, simplemente subrayan lo que la
luz de la naturaleza y el sentido común santificado ya deberían enseñar a
los hombres cristianos. ¿Cómo podemos afirmar que somos los
proveedores, cabezas, guías y protectores de nuestras familias si
descuidamos el método más importante para asegurar su bienestar ⎯es
decir, los medios de la oración intercesora? Nuestro deber como cabezas
de nuestros hogares incluye necesariamente la intercesión por nuestras
familias.

Aplicación
Teniendo las evidencias bíblicas de un hombre como sacerdote en su hogar
como fundamento, ahora consideremos algunas lecciones prácticas para los
hombres. ¿Cómo se desarrolla la intercesión en la vida cotidiana? ¿Cuáles
son las cosas específicas que puede hacer un hombre para bendecir a su
familia a través de la oración? ¿Cómo debería orar un hombre?

Un Sacerdote Intercede Sacrificialmente


En primer lugar, debemos interceder sacrificialmente orando en asociación
explícita con un sacrificio que hayamos presentado. Así fue como Job
intercedió y también este fue el método de intercesión de los sacerdotes en
Israel. El rey les dio sacrificios esperando que se hicieran oraciones junto
con esos sacrificios. El principio también se aplica a la intercesión de
nuestro Señor. Su sacrificio es la base sobre la cual ahora Él se presenta
delante del trono de la gracia. Y así, cuando oramos como sacerdotes en
44 Intercesor en Oración

nuestro hogar, surge naturalmente la pregunta: “¿Dónde está mi sacrificio?


¿Cómo puedo orar sin un sacrificio que acompañe mi intercesión?”
Afortunadamente, no tenemos que preocuparnos por encontrar
animales para sacrificar. En lugar de eso, debemos mirar de inmediato hacia
la obra del Señor Jesucristo. Intercedemos sobre la base de Su gran
sacrificio que “hizo una vez para siempre, cuando se ofreció a sí mismo”
(Hebreos 7:27). No intercedemos sobre la base de cuán fieles hemos sido
como esposos o como cristianos, o cuán cuidadosos hemos sido en nuestros
deberes. Intercedemos por nuestras familias sobre la base de la sangre eficaz
de Jesucristo y nunca debemos olvidarnos de eso.
Este concepto es un estímulo útil y un recordatorio puntual para
cuando nos presentamos delante de Cristo en nuestra identidad sacerdotal.
¿Estamos yendo confiadamente ante el propiciatorio suplicando en los
méritos de la sangre de Cristo? No podemos hacerlo si vamos ante Él
ofreciendo nuestras propias obras y los deberes que hemos cumplido. No
nos podemos acercarnos confiadamente si creemos que en nuestras fuerzas
podemos amar a nuestras esposas fielmente y criar a nuestros hijos con
sabiduría. La única manera de acercarnos confiadamente al propiciatorio
de Dios es si venimos con las manos lavadas con la sangre de Cristo en la
vasija dorada del amor del Padre.

Un Sacerdote Intercede Específicamente


Un sacerdote también intercede por cosas particulares o de manera
específica. Puede que nunca hayamos pensado en esto, pero todos los
sacerdotes en la Biblia fueron puestos para el beneficio de personas
específicas. Esta es una de las razones por las cuales la doctrina de la
redención particular tiene sentido. El trabajo de un sacerdote es ofrecer
sacrificios, y los sacerdotes en la Biblia siempre son sacerdotes de personas
específicas. Un sacerdote ora por las mismas personas por las que ofrece
sacrificios. Job ofreció sacrificios por sus hijos e intercedió particularmente
por ellos; de la misma manera que lo hizo también por sus tres amigos. A
través de su muerte, Cristo se ofreció por Su pueblo elegido. Ahora, “Él
también es poderoso para salvar para siempre a los que por medio de Él se
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 45

acercan a Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos”
(Hebreos 7:25). Juan 17:9 también nos recuerda que Cristo ora
particularmente por Su pueblo: “no ruego por el mundo, sino por los que
me has dado”.
Intercesión significa que un hombre como sacerdote en su hogar debe
orar de manera específica por su esposa, sus hijos y las necesidades de su
hogar. También debemos orar por otras cosas. Sin embargo, todo lo demás
puede quedarse fuera de nuestra vida de oración, pero no el orar de manera
particular y con un enfoque especial por nuestra esposa e hijos. Debemos
traer cada día delante de Cristo su salvación, sus necesidades espirituales y
sus necesidades temporales.
Si no oramos por ellos, debemos sentirnos culpables. Este es un pecado
por el cual necesitamos buscar el perdón de Dios; un pecado por el cual
necesitamos a un sacerdote. ¿Cómo podemos sostenernos a la luz de las
Escrituras, e incluso a la luz de nuestras propias conciencias, negándole a
nuestras esposas e hijos el medio más efectivo para su bienestar? Al
interceder por nuestras familias, debemos ser como el Cristo de quien
cantamos: “Mi nombre en las palmas de Sus manos, la eternidad no borrará
/ Quedará impreso sobre Su corazón, en marcas de gracia indeleble”.4 Así
como nuestros nombres están impresos en el corazón del Salvador, los
nombres de nuestras esposas e hijos deben estar indeleblemente impresos
en nuestros corazones de manera que no podamos orar sin llevarlos ante el
trono de la gracia.

4 Nota del traductor: El autor está citando las palabras de la tercera estrofa del
himno “A Debtor To Mercy Alone” escrito por Augustus Montague Toplady. Cita
original: “My name from the palms of his hands, eternity will not erase / Impressed
on his heart it remains, in marks of indelible grace”.
46 Intercesor en Oración

Un Sacerdote Intercede Consistentemente


Tercero, un sacerdote de familia intercede consistentemente. Un
lenguaje de gran consistencia impregna los pasajes bíblicos sobre la
intercesión sacerdotal: “Así hacía Job siempre… Lejos esté de mí que peque
contra el SEÑOR cesando de orar por vosotros… Vive perpetuamente para
interceder por ellos”. Hay al menos dos cosas que están incluidas en una
consistencia así. Debemos orar regularmente por aquellos sobre quienes
tenemos responsabilidad. De hecho, no deberíamos estar satisfechos con
nosotros mismos si no oramos por nuestra familia todos los días. La
coherencia también significa que debemos orar con perseverancia. Hay
obstáculos legítimos que pueden alejarnos de darle lugar a la oración diaria,
pero tales obstáculos simplemente exigen perseverancia en lugar de
rendición y hacer concesiones. Incluso, nuestras esposas e hijos podrían
provocarnos y tentarnos a dejar de orar por ellos, pero estas cosas deberían
atraernos una y otra vez al propiciatorio. Aun los años más difíciles con
nuestros hijos no deberían reducir nuestros esfuerzos. La soberanía del
trono de la gracia y el poder de la sangre de Cristo deben hacernos decir:
“lejos esté de mí que cese de orar por ustedes”.

Un Sacerdote Intercede Con Sensibilidad


Un sacerdote también debe interceder con sensibilidad. Hebreos 5:2 dice
del sumo sacerdote: “y puede obrar con benignidad para con los ignorantes
y extraviados, puesto que él mismo está sujeto a flaquezas”. El versículo se
refiere a lo que llamamos sensibilidad en nuestros días. Si bien nuestra
cultura a menudo piensa en los hombres sensibles como débiles, nuestro
Señor mismo es un sumo sacerdote compasivo y sensible, como dice en
Hebreos 4:15: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda
compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo
como nosotros, pero sin pecado”.
Una sensibilidad como esta conducirá a tener discernimiento con
respecto a las necesidades espirituales y los pecados de nuestras familias.
Job era perceptivo en este sentido. Sabía que incluso las celebraciones y
festejos legítimos podían ser la causa de pecados graves. Aunque en realidad
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 47

no haya visto nada pecaminoso, él dijo: “Quizá mis hijos hayan pecado y
maldecido a Dios en sus corazones”.
Los hombres somos bien conocidos por la necesidad que tenemos de
aprender a ser sensibles porque la mayoría de nosotros somos
cabezas duras y egoístas por naturaleza. Las comedias de la televisión a
menudo alcanzan su punto cómico máximo cuando presentan casos
extremos de hombres desconsiderados y absortos en sí mismos. Pero, este
estereotipo es una tragedia del ideal bíblico. Para interceder correctamente
por nuestras familias, debemos pedirle a Dios que nos libere de nuestra
indiferencia e insensibilidad naturales. Pero es más que solo pedir ayuda.
Debemos trabajar en eso. Abrazar sincera y decididamente nuestro deber
de ser intercesores sacerdotales para nuestras familias nos ayudará a
desarrollar esta gracia.
Entonces, ¿qué es lo que nos permitirá tener discernimiento y
percepción? Aquí nuevamente llegamos a una de esas verdades que nos
humilla con respecto a nuestro orgullo y excusas. Una naturaleza perspicaz
y con discernimiento no es otra cosa que el simple resultado de amar a las
personas por las que nos interesamos. El verdadero amor nos hace sensibles
y, por lo tanto, dispuestos y capaces de satisfacer las necesidades de nuestra
esposa e hijos. Si nos preocupamos por nuestras familias, entonces les
prestaremos atención. Guardaremos notas mentales sobre lo que les gusta
a nuestras esposas, así como de aquello que no. Haremos un esfuerzo para
aprender los gustos de nuestros hijos. Descubriremos con qué problemas
se están enfrentando en el hogar y en la escuela. Luego, tanto en oración
como en acción, debemos hacer uso de toda la información que hemos
reunido.
El sacerdote sensible hará esto por su familia por causa de un corazón
anhelante que desea que ellos estén cerca de Cristo. Los hombres
insensibles se preocupan principalmente por sí mismos, siendo esa la razón
por la que descuidan a sus familias. Una vez que comencemos a amar
bíblicamente a nuestra familia y tomemos nuestra responsabilidad de
interceder por ellos seriamente, nos volveremos más perspicaces. Puede ser
difícil y podría ser poco a poco, pero iremos progresando. Vamos a crecer
48 Intercesor en Oración

en nuestra comprensión de lo que nuestra esposa e hijos necesitan. Incluso,


comenzaremos a preguntar cómo podemos orar por ellos de una mejor
manera. Lo que aumentará nuestra sensibilidad hacia nuestra familia no es
otra cosa que tener este tipo de preocupación y amor por ellos.

Un Sacerdote Intercede Fervientemente


Eso nos lleva al último punto: un sacerdote intercede fervientemente.
Cuando Job oró por sus hijos, lo más probable es que no se tratara de solo
una murmuración automática de algunas palabras que había repetido
innumerables veces en otras ocasiones. Sabemos que se levantó temprano
en la mañana para pedir misericordia por los pecados que sus hijos podrían
haber cometido. Seguramente Job oró fervientemente por sus hijos de la
misma forma en la que todos los verdaderos sacerdotes lo hacen, vertiendo
sus corazones al Dios del cielo.
¿Con qué frecuencia la intercesión por nuestras esposas e hijos
simplemente se convierte en una parte de la triste rutina de nuestra vida de
oración? Le decimos a otras personas que tenemos una esposa maravillosa
y alabamos su esfuerzo al trabajar, pero si está tan agobiada, ¿por qué no
oramos más por ella? Si estamos tan agradecidos, ¿por qué no le damos el
regalo de orar más por ella? Si nuestros hijos necesitan salvación, ¿hemos
orado y ayunado alguna vez por ellos? ¿Tienen nuestros hijos necesidad de
ser guiados con respecto a su educación, universidad, vocación o cónyuge?
A menudo, estas decisiones trascendentales llegan a ellos en momentos de
sus vidas en los que no están listos para tomarlas. Debemos clamar al Señor
por sabiduría para nuestros hijos.
Debido a nuestra pecaminosidad natural, el papel de intercesor en la
oración puede crear una carga pesada para los hombres. Una sensación de
debilidad e insuficiencia puede hacérsenos pesada, junto con la culpa por
fracasar en nuestra tarea. Algunos de nosotros tenemos que confesarle al
Señor que hemos fallado miserablemente en orar como deberíamos
haberlo hecho por nuestras esposas e hijos. Debemos pedir gracia para
cumplir nuestro llamado como sacerdotes.
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 49

Una Cura para Nuestra Culpa


Pero cuando nuestra culpa amenaza con abrumarnos, no debemos
desesperarnos. Siempre hay esperanza porque tenemos un sacerdote mejor
que nosotros que está orando por nosotros. Recuerde las palabras de
Hebreos 10:21, “tenemos un gran sacerdote sobre la casa de Dios”. Si el
ejemplo de Cristo nos enseña que debemos orar por nuestras familias,
también nos enseña que Él ora por Su familia. Si Su ejemplo nos muestra
que debemos intentar orar de manera efectiva por la bendición de nuestras
familias, también nos demuestra que Él ora soberanamente por las
bendiciones de Su propia familia. Y esta es la parte más reconfortante de
todas: las oraciones de Cristo siempre son escuchadas. Él ora por nosotros
como parte de Su familia, para que podamos orar por nuestras propias
familias. Pensar en esto ayudará a aligerar la sensación de insuficiencia y
culpa que tenemos, y nos permitirá comenzar a orar como deberíamos.
¡Cuán grande es el Dios al que servimos!
Si usted es un padre no convertido que está luchando con las tensiones
de la vida, esta verdad puede ser exactamente lo que necesita para
encaminarse hacia la salvación. Si siente que necesita que alguien ore por
usted, tiene razón; necesita a alguien que ore por usted. Esto es lo que el
evangelio le ofrece: Sobre la base de lo que logró en la cruz, un Salvador
todo−suficiente vive para interceder por aquellos que vienen a Dios a través
de Él. Él orará por usted mientras lucha, pero debe abandonar sus pecados
y acercarse a Dios a través de Cristo. No puede ir a Dios ni incluso orar a
Él sin Jesucristo. Sin Cristo, ni siquiera sus mejores esfuerzos son
aceptables; su adoración y oraciones son una abominación. Pero la buena
noticia, la increíblemente amable e interminable buena noticia, es que
Cristo vive para interceder por aquellos que acuden a Dios a través de Él.
Vaya a Jesucristo ahora y pídale que ore por usted. Él orará y sus oraciones
harán más de lo que pueda imaginar.
CAPÍTULO CINCO
EL HOMBRE COMO DIRECTOR
DE LA ADORACIÓN RELIGIOSA

Con cada año que pasa, el poder de los ejemplos en nuestras vidas se vuelve
más claro. A menudo nos encontramos respondiendo a una situación
exactamente de la misma manera que nuestros padres respondieron cientos
de veces antes que nosotros. Muchos de nosotros tenemos otros ejemplos
significativos ⎯pastores, maestros, amigos⎯ que nos han moldeado
profundamente. A medida que vemos que nuestros hijos nos imitan para
bien o para mal, la enorme influencia de nuestro ejemplo en nuestros hijos
también se hace cada vez más evidente.
Este extraordinario poder que tienen los ejemplos otorga gran
importancia al tema de este libro. Una gran parte del propósito del libro es
mostrarle a los esposos y padres, los sacerdotes en la Biblia que se destacan
como ejemplos poderosos en los roles que desempeñan. En este capítulo,
veremos el segundo de estos roles: el hombre como director de la adoración
religiosa.
A lo largo de la Biblia, el sacerdote aparece como aquel que ministra al
Señor y oficia durante la adoración. Por lo tanto, ejerce autoridad
administrativa sobre asuntos del culto religioso. En el lenguaje de la iglesia
contemporánea, él es un líder de adoración. Examinaremos este papel de
sacerdote, una vez más, observando el modelo de Job, el de los sacerdotes
de Israel y el de nuestro gran sumo sacerdote, el Señor Jesucristo.
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 51

Job como Director de la Adoración Religiosa


Podemos observar el liderazgo de Job en la adoración de su familia a través
de volver a leer Job 1:5:
Y sucedía que cuando los días del banquete habían pasado, Job
enviaba por ellos y los santificaba, y levantándose temprano, ofrecía
holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque Job decía:
Quizá mis hijos hayan pecado y maldecido a Dios en sus corazones.
Así hacía Job siempre.
Claramente, Job usó su iniciativa y liderazgo para reunir a su familia
para celebrar sacrificios periódicos a través de los cuales los encomendó al
cuidado de Dios. Las palabras clave son “Job enviaba por ellos y los
santificaba”. Esta simple frase implica volúmenes sobre el liderazgo de Job
en su hogar. Ejerció la prerrogativa de exigir la presencia de sus hijos en el
culto religioso que pretendía llevar a cabo. No los invitó ni les pidió
permiso. Simplemente los envió a buscar y los santificó. Job era sin lugar a
dudas un director piadoso y asertivo de culto religioso en su hogar.

Los Sacerdotes de Dios como


Directores de la Adoración Religiosa
Este es uno de esos hechos que se asume en todas partes en el Antiguo
Testamento sin ser declarado explícitamente en ningún pasaje en particular.
Entonces, veamos una serie de pasajes donde el papel de los sacerdotes en
Israel como administradores del culto religioso es evidente.
Deuteronomio 17:12, dice:
Y el hombre que proceda con presunción, no escuchando al sacerdote
que está allí para servir al SEÑOR tu Dios, ni al juez, ese hombre
morirá; así quitarás el mal de en medio de Israel… Y sucederá que
cuando Él se siente sobre el trono de Su reino, escribirá para sí una
copia de esta ley en un libro, en presencia de los sacerdotes levitas.
En otras palabras, los sacerdotes estaban allí para servir al Señor y para
dirigir que se hicieran copias de la ley.
52 Director de la Adoración Religiosa

Josué 22:13 describe la acción que tomó la nación de Israel en el caso


de Acán, “Entonces los hijos de Israel enviaron a los hijos de Rubén, a los
hijos de Gad y a la media tribu de Manasés, en la tierra de Galaad, a Finees,
hijo del sacerdote Eleazar.” Aquí hay un asunto de importancia religiosa –
un caso potencial de idolatría ampliamente conocido. Finees, el sumo
sacerdote, es enviado a juzgar las circunstancias porque era el director de
culto religioso en Israel.
1 Reyes 4:1–2 dice: “El rey Salomón fue, pues, rey sobre todo Israel. Y
estos eran sus oficiales: Azarías, hijo de Sadoc, era el sacerdote.” Así como
el presidente de los Estados Unidos tiene su gabinete para asesorarlo,
Salomón también tenía su gabinete. Azarías el sacerdote era su secretario
de religión. Fue él quien fue presentado como el director de culto religioso
en Israel.

2 Crónicas 19:8−11 dice:


También en Jerusalén Josafat puso algunos de los levitas y de los
sacerdotes y algunos de los jefes de las familias de Israel, para el juicio
del SEÑOR y para juzgar querellas entre los habitantes de Jerusalén.
Y les dio órdenes, diciendo: Así haréis en el temor del SEÑOR, con
fidelidad y de todo corazón… he aquí, Amarías, el sumo sacerdote,
presidirá sobre vosotros en todos los asuntos del SEÑOR.
Amarías, el sacerdote principal, era el director de la adoración religiosa en
Israel. Amarías era quien supervisaría los asuntos espirituales.
2 Crónicas 23:8 dice: “…los levitas y todo Judá hicieron conforme a
todo lo que había ordenado el sacerdote Joiada”. Los levitas y los miembros
de la tribu de Judá actuaron de acuerdo con el mandato del sacerdote. No
lo hicieron según sus propios deseos.
Algunos pasajes en el libro de Hechos se relacionan con el tema,
incluyendo Hechos 5:27; 7:1; 9:1−2; 22:5 y 23:1−5. En estos versículos,
aprendemos que el sumo sacerdote era la cabeza del Sanedrín de Israel.
Cuando Saulo, el perseguidor, planeó ir a Damasco para arrestar a los
cristianos allí, buscó cartas de este sumo sacerdote. A lo largo del libro, está
claro que el sumo sacerdote de Israel ejerció el liderazgo sobre Israel, no
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 53

solo en el templo y en Judea, sino incluso en las remotas sinagogas de la


diáspora. Pablo enfatiza especialmente esto en Hechos 23:1−5.
Hay dos lecciones cruciales que sacar de estos pasajes. Primero, los
sacerdotes en Israel poseían una autoridad real en la nación. En segundo
lugar, esta autoridad tenía que ver específicamente con el culto religioso de
la gente.

Cristo Jesús como


Director de la Adoración Religiosa
Aprendemos del Nuevo Testamento que el Señor Jesucristo es “un gran
sacerdote sobre la casa de Dios” (Hebreos 10:21). Aunque muy pocos
cristianos hoy reconocen el sacerdocio de Cristo sobre la iglesia, Su
voluntad debe dirigir lo que sucede en la iglesia. No importa cuántos
cristianos piensen que se les permite inventar la adoración a medida que
avanzan, la Biblia enseña que solo Jesucristo, como sacerdote sobre la casa
de Dios, tiene la autoridad para dirigir nuestra adoración.
Varios otros pasajes en el libro de Hebreos enfatizan esta autoridad de
Cristo sobre el culto religioso de Su pueblo. Hebreos 3:1 identifica a Cristo
como el enviado de Dios y el sumo sacerdote de Su pueblo confesor
cuando dice: “Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento
celestial, considerad a Jesús, el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe”.
Hebreos 5:4−5 agrega: “Y nadie toma este honor para sí mismo, sino que
lo recibe cuando es llamado por Dios, así como lo fue Aarón. De la misma
manera, Cristo no se glorificó a sí mismo para hacerse sumo sacerdote, sino
que lo glorificó el que le dijo: HIJO MIO ERES TU, YO TE HE
ENGENDRADO HOY”. Dios, el Creador Omnipotente del universo, fue
quien hizo sumo sacerdote a Su Hijo Jesucristo.
Cuando combinamos los argumentos bíblicos de que el sacerdote es
director de adoración religiosa con la enseñanza de la Biblia de que un
hombre es sacerdote en su hogar, debemos sacar una deducción muy clara:
Como sacerdotes en nuestros hogares, debemos sentir una especial
responsabilidad de ser el líder e iniciador de la adoración religiosa en
54 Director de la Adoración Religiosa

nuestro hogar. Incluso sin este argumento, podríamos haber llegado a esta
conclusión a través de una consideración cuidadosa y espiritual de nuestro
liderazgo como hombres. Sin duda, si somos la cabeza del hogar, debemos
serlo particularmente en la esfera religiosa. Esto significa que, como líder,
debemos dar dirección a nuestra familia en la adoración a Dios.
Sin embargo, esta conclusión se pierde tristemente en muchos hombres
que se jactan de ser cabezas en sus hogares, pero nunca guían a sus familias
en la adoración. Considerar el hecho que los hombres son cabezas en sus
hogares a través de las gafas sacerdotales que nos dan las Escrituras debería
aclarar el asunto incluso para mentes caídas como las nuestras. Debemos
ejercer iniciativa y liderazgo con respecto al culto religioso de nuestros
hogares.

Aplicación
Esta conclusión nos lleva a cuatro aplicaciones relacionadas con la
adoración personal, la adoración familiar, la adoración pública y el día de
adoración. Trazaremos estas aplicaciones en el resto del capítulo,
considerando todo esto a la luz de nuestro gran sumo sacerdote de arriba.

Como hombres, debemos ejercer liderazgo


con respecto a la adoración personal
de cada miembro de nuestra familia.
Debemos preocuparnos de que cada miembro de nuestra familia no solo
llegue a conocer al Señor, sino que también participe constantemente en las
disciplinas personales del estudio de la Biblia y la oración privada – la
adoración personal al Dios viviente. La verdadera adoración comienza solo
cuando un pecador se inclina en sumisión a Cristo (Juan 4:21−24). Si
queremos ser el director de adoración religiosa en nuestro hogar, debemos
involucrarnos con nuestros hijos en conversaciones personales sobre sus
almas, tratando de llevarlos a un conocimiento genuino de sus pecados y la
gracia de Dios. No debemos dejar este deber solo al pastor o a nuestra
esposa. Nuestro niño o adolescente puede tratar de hacer un movimiento
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 55

defensivo de brazo rígido5 cuando mencionamos las realidades espirituales,


pero como representante designado por Dios en favor de ellos, debemos
ser lo suficientemente atentos como para ser fieles a sus almas.
Esto también significa que, como padres, debemos asegurarnos de que
nuestros hijos, a la edad adecuada, desarrollen el hábito sagrado de pasar
parte de cada día en oración privada y en el estudio de sus Biblias. Debemos
supervisar a nuestros hijos para asegurarnos de que estén practicando estas
disciplinas. Debemos hablar con nuestra esposa para asegurarnos de que
mantenga una buena conciencia teniendo momentos diarios de devoción
privada. Es posible que tengamos que negarnos a nosotros mismos para
poder organizar nuestro hogar de tal manera que sea fácil adorar a Dios a
diario. Esto requiere una mentalidad espiritual, un manejo doméstico
cuidadoso y una buena comunicación para que estas disciplinas cruciales
no sean expulsadas de la vida de nuestra esposa o hijos por las presiones
mundanas.
Algunos pueden objetar que no deberíamos enseñar a los niños no
convertidos a orar y leer sus Biblias. Más bien, sugieren que deberíamos
retrasar esas prácticas hasta que esto pueda mostrarse como prueba de que
los niños se han convertido. Sin embargo, la oración y el estudio de la Biblia
son un deber de la naturaleza, no es un asunto únicamente de cristianos. La
Confesión Bautista de Fe de 1689 (22:3) dice que la oración, con acción de
gracias, “siendo…una parte de la adoración natural, la exige Dios de todos
los hombres”. Exigimos incluso a nuestros hijos no creyentes que adoren a
Dios durante los servicios públicos de la iglesia cada semana. ¿Por qué
debería ser diferente en la adoración personal? Presionar a los niños con
estos deberes también puede proporcionarles una influencia beneficiosa.
Su falta de deseo de leer la Biblia y orar puede despertarlos a ser conscientes

5 Nota del traductor: En el original dice “stiff−arm” lo cual es una referencia a


un movimiento de defensa en el fútbol americano en el que el portador del balón,
colocando la pelota de una manera segura en uno de sus brazos, puede extender
completamente su otro brazo con el propósito de empujar hacia afuera al
contrincante del otro equipo que pretende detenerlo. Esto debe ser hecho con la
palma de la mano en el pecho o en el hombro del oponente.
56 Director de la Adoración Religiosa

de su estado inconverso. De igual manera, esos momentos de oración diaria


y lectura de la Biblia pueden terminar siendo los medios que Dios usa para
convertirlos.
También debemos tener cuidado al sacar conclusiones precipitadas
sobre la condición espiritual de los niños. El hecho de que sean pequeños
no significa que no sean convertidos. Sin ningún problema ellos pueden
estar confiando en Cristo. Aun si no fuera por ninguna otra razón, la oración
diaria y el estudio de la Biblia, así como todos los buenos hábitos, pueden
arraigarse a una edad joven para que cuando los niños se conviertan, no
tengan dificultades en tener su devocionales de manera consistente.

Debemos ejercer liderazgo


con respecto al culto familiar.
La Biblia asume que es el deber de cada cabeza de familia reunir a su familia
regularmente para adorar al Dios viviente. Aunque este no es el lugar para
hacer un estudio completo del culto familiar, es importante decir que cada
esposo y padre cristiano debe creer que es su obligación guiar a su familia
en la adoración en el hogar. El simple hecho de que el hombre es un
sacerdote en su hogar debería ser suficiente para entender que este tipo de
liderazgo es su responsabilidad.
El culto familiar no tiene que ser un proceso complicado. Como
hombres, debemos pensar en lo que queremos decir. Y, aunque la vida es
agitada, deberíamos separarnos unos minutos para reunir a los niños y a su
madre ante el trono de la gracia. Después de la cena puede ser un buen
momento para programar el culto familiar. Otra oportunidad puede ser
justo antes de que los niños se vayan a dormir. Un breve tiempo de canto,
oración y una breve instrucción de la Palabra de Dios es suficiente para
dirigir la atención de la familia hacia el Dios que los creó. Esos momentos
también pueden ser un entrenamiento invaluable para los niños que están
aprendiendo a comportarse durante una reunión pública de la iglesia.
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 57

Como hombres, debemos preguntarnos cómo podemos pensar en


nosotros mismos como sacerdotes en nuestro hogar si no estamos llevando
a cabo un culto familiar consistentemente. Si un hombre es sacerdote,
entonces es un líder de adoración. ¿Dónde está esa adoración? La Biblia
nos encarga que eduquemos a nuestros hijos en la disciplina e instrucción
del Señor. También dice que los hombres son responsables de enseñar a
sus hijos. Uno de los mejores lugares para enseñar es en el culto familiar.
Esta adoración es un principio vital en el fundamento del sacerdocio de un
hombre en el hogar.

Debemos ejercer liderazgo


con respecto a la adoración pública a Dios.
En los días de Job, antes del Pacto Mosaico, no había un culto público
designado hacia Dios. Job vivió antes de la época en que un lugar especial
(Jerusalén) y un sacerdocio especial (los hijos de Aarón) fueran elegidos en
Israel. Ahora que Dios ha establecido su adoración en la iglesia, una
institución distinta de la familia, nuestra situación es diferente a la de Job.
Hoy, ejercemos nuestro sacerdocio en conexión y con el apoyo de la
adoración pública ordenada de Dios.
No debemos sentirnos ofendidos ni ser negligentes con la iglesia como
si estuviera compitiendo con nuestro sacerdocio. Algunas iglesias pueden
crear rivalidad injustamente con respecto al tiempo que necesitamos como
familia si multiplican las reuniones y funciones interfiriendo con la
integridad de la familia. La iglesia debe reconocer esto y no socavar el
liderazgo del hombre sobre su familia. Pero algunos hombres han
desarrollado tantos celos por su liderazgo en sus hogares que han
comenzado a ver a la iglesia como algo que interfiere de alguna manera con
su liderazgo. Algunos se oponen a las escuelas dominicales donde la iglesia
se esfuerza por instruir sistemáticamente a los niños en las Escrituras porque
esto les quita el control. Algunas familias incluso se han vuelto tan
insensibles a la ordenanza divina de la iglesia y al culto público que adoran
en sus propios hogares, algunas veces con una o dos familias más, sin
pretender ser una iglesia. Esto es claramente una violación de las Escrituras.
58 Director de la Adoración Religiosa

Tal conducta a menudo surge de un individualismo insensible que no


puede apreciar cómo Dios ha restringido el sacerdocio familiar a través del
nombramiento de Su culto público. Después de que se instituyó el culto
público en Israel, los sacerdotes familiares se vieron obligados a participar
en ese culto. Hoy, Dios ordena a los sacerdotes y sus familias que no
abandonen el reunirse con la iglesia (Hebreos 10:25).
La iglesia a su vez no se opone al sacerdocio familiar. Más bien, apoya
y complementa a la familia a medida que los hombres ejercen su sacerdocio
en el contexto y en armonía con la iglesia local. Debemos apoyar de todo
corazón la adoración pública de nuestra iglesia como parte de nuestro
sacerdocio. Deberíamos estar pendientes de los pastores y del culto de la
iglesia. Además, en nuestros hogares, debemos esforzarnos de todas las
maneras posibles para apoyar y promover los ministerios legítimos de la
iglesia.
Es nuestro deber llevar a nuestra familia a la adoración pública dirigida
a Dios. Deberíamos organizar nuestro propio horario y el de nuestra familia
para poder asistir juntos a las reuniones públicas de adoración y oración de
la iglesia (a menos que seamos providencialmente impedidos). Nuestra
familia debería sentir una presión santa de nuestra parte que los haga pensar
dos veces antes de perderse una reunión de la iglesia.

Debemos ejercer liderazgo con respecto


al día de adoración, el Día del Señor.
Dios siempre le ha dado a Su pueblo un día de cada semana para la
adoración. Desde la creación hasta la resurrección de Cristo, ese día de
reposo recayó sobre el séptimo día de la semana. Desde la resurrección de
Cristo un día domingo, hemos celebrado el día de reposo del Señor el
primer día de la semana. Este día de reposo es un día de descanso de
nuestras labores, recreaciones y empleos ordinarios. Debe ser santificado
para el Señor con el propósito de adorar de manera pública y privada. La
Confesión de Fe Bautista de 1689 enseña esto en el Capítulo 22:7−8:
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 59
Así como es la ley de la naturaleza que, en general, una proporción de
tiempo, por designio de Dios, se dedique a la adoración a Dios, así en
su Palabra, por un mandamiento positivo, moral y perpetuo que obliga
a todos los hombres en todas las épocas, Dios ha señalado
particularmente un día de cada siete como día de reposo, para que sea
guardado santo para él; el cual desde el principio del mundo hasta la
resurrección de Cristo fue el último día de la semana y desde la
resurrección de Cristo fue cambiado al primer día de la semana, que
es llamado el Día del Señor y debe ser perpetuado hasta el fin del
mundo como el día de reposo cristiano, siendo abolida la observancia
del último día de la semana.
El día de reposo se guarda santo para el Señor cuando los hombres,
después de la debida preparación de su corazón y de haber ordenado
de antemano todos sus asuntos cotidianos, no solamente observan un
santo descanso durante todo el día de sus propias labores, palabras y
pensamientos acerca de sus ocupaciones y diversiones seculares, sino
que también se dedican todo el tiempo al ejercicio público y privado
de la adoración de Dios, y a los deberes que son por necesidad y por
misericordia.
Observar este día de descanso promoverá naturalmente la adoración
personal, familiar y pública a Dios. Por eso es tan importante para un
hombre de Dios en su hogar. Un día entero lejos de la televisión, el trabajo,
los deportes y otras distracciones mundanas, crea un espacio perfecto en
nuestras ocupadas vidas, que podemos llenar fácilmente con
conversaciones y adoración en comunión con otros. El descuido de este día
hará que sea más fácil marginar estos tipos de adoración.
Es especialmente un deber del hombre ver que él y su familia observen
el día. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento enseñan que hay un
día de adoración para el Señor. Éxodo 20:8−11 dice:
Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás y
harás toda tu obra, mas el séptimo día es día de reposo para el SEÑOR
tu Dios; no harás en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo,
ni tu sierva, ni tu ganado, ni el extranjero que está contigo. Porque en
seis días hizo el SEÑOR los cielos y la tierra, el mar y todo lo que en
ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, el SEÑOR bendijo el
día de reposo y lo santificó.
60 Director de la Adoración Religiosa

Cada uno de los Diez Mandamientos, incluido el cuarto mandamiento,


está especialmente dirigido a los hombres como cabezas de familias. El
décimo mandamiento aclara esto. Por lo tanto, como cabeza del hogar,
debemos alentar la observancia del cuarto mandamiento promoviendo
actividades espirituales que glorifiquen a Dios y desalentando cualquier cosa
que interfiera con las grandes oportunidades que Dios nos ha dado en este
día.
Entonces, aquí hay algunos estímulos para ayudarnos como cabeza de
nuestro hogar a perseverar en santificar el Día del Señor. Tenemos este
maravilloso regalo de todo un día para dedicarlo al ejercicio de la adoración
pública y privada. Deberíamos usarlo. El culto de adoración a Dios es un
evento bendito que los verdaderos cristianos disfrutan, por esa razón, nada
debería obstaculizarnos del lugar de la adoración pública. Debemos
asegurarnos de que toda nuestra familia esté en la escuela dominical y en la
adoración de la mañana y de la tarde. Alrededor de la mesa del almuerzo,
podemos discutir lo que los niños aprendieron en la Escuela Dominical y
los puntos principales del sermón del pastor.
Para ocupar el resto de la tarde, podríamos revisar los versículos de
memoria asignados con nuestros hijos y hablar con ellos sobre lo que
significan los versículos. Podríamos darle a un niño mayor un buen libro
para leer y luego discutirlo con él o ella. Podríamos elegir a uno de nuestros
hijos cada semana, acostarnos con él o ella para su siesta y usar ese tiempo
para hablar sobre el evangelio, Cristo y el estado de su alma. Una cosa es
que los niños vean a su papá ir a la iglesia, otra muy distinta es verlo entrar
en su habitación, acostarse en su cama y hablarle sobre cosas eternas.
También podríamos llevar a nuestros hijos a caminar o iluminar los rostros
de personas mayores con una visita a un hogar de ancianos. Luego, al final
del Día del Señor, mientras la familia cena o come un refrigerio, podríamos
pedir a nuestros hijos que compartan algo del día que haya quedado
especialmente guardado en sus mentes.
Las posibilidades que nos brinda el Día del Señor son infinitas si vemos
el día desde el gozo y privilegio que este es, en lugar de verlo como un día
restrictivo diseñado para despojarnos de todo placer. Dios nos ha dado una
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 61

grandiosa oportunidad si tomamos en serio nuestra responsabilidad de


guiar a nuestras familias a observar Su día. Que Dios nos conceda gracia a
través de su Hijo, el gran sumo sacerdote, para prestar atención a estas
cosas, confesar nuestros pecados, recibir fortaleza para el bien de nuestras
familias y, finalmente, hacer estas cosas para Su gloria.
CAPÍTULO SEIS
EL HOMBRE COMO MEDIADOR
DE LA BENDICIÓN DIVINA

Un texto muy conocido dice: “Porque hay un solo Dios, y también un solo
mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre” (1 Timoteo 2:5).
El escritor de himnos lo puso de esta manera:
Jesús, mi gran sumo sacerdote, ofreció su sangre y murió.
Mi conciencia culpable no busca un sacrificio aparte de Él,
Su poderosa sangre hizo una vez expiación
Y ahora rogando ante el trono está.
Aunque solo hay un Mediador entre Dios y los hombres, aquí en la
tierra hay muchos tipos y sombras del gran Mediador. Uno de esos
símbolos es un hombre que es esposo y padre en su hogar. En este capítulo,
consideraremos el papel sacerdotal especial del hombre como mediador de
la bendición divina para su familia. Los roles que hemos visto hasta ahora
han estado llenos de recordatorios de los deberes que los hombres deben
enfrentar. Deberíamos acercarnos a este capítulo con corazones llenos de
fe en el Mediador que nos permite cumplir con esos deberes y que nos
llama a reflejar sus bendiciones para aquellos que están en nuestros hogares.
En el Nuevo Testamento, la palabra griega que se traduce como
mediador en español se usa seis veces. Esta palabra se deriva de la palabra
griega para medio o mitad. Por lo tanto, un mediador es literalmente el
hombre en el medio. Esta palabra se usa dos veces con respecto a Moisés,
quien era el intermediario que conectaba a Dios con la nación de Israel
(Gálatas 3:19-20). La misma palabra se usa cuatro veces con respecto a
Cristo (1 Timoteo 2:5; Hebreos 8:6; 9:15; 12:24). Los pasajes de Hebreos
muestran especialmente que Cristo funcionó como mediador en su
capacidad sacerdotal. Por definición, los sacerdotes se encuentran en la
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 63

brecha entre el Dios santo y el hombre pecador. Hebreos 5:1 dice que son
“constituidos a favor de los hombres en las cosas que a Dios se refieren”.
Entonces, un mediador es alguien que sirve como un canal o conducto de
bendición. Un mediador es como el hombre del antiguo programa de
televisión “El millonario”6 que entregaba cheques a aquellos a quienes su
millonario empleador quería dar un millón de dólares. El millonario no le
daba los cheques a los destinatarios, sino a su mediador. Así también es a
través de Cristo que todas las bendiciones del Nuevo Pacto llegan a aquellos
a quienes Dios ha elegido.

Evidencia de los Hombres como


Mediadores de la Bendición Divina
En algunos aspectos, este es el más difícil de aplicar de los cinco roles de
un sacerdote a un hombre en su hogar. Hablar de los hombres como
mediadores de la bendición divina no equipara su carácter mediador con el
de Cristo. Pero, hay principios que se aplican en ambos casos. Considere
los siguientes cinco argumentos a favor de un hombre como mediador de
la bendición divina en su hogar:

Job
Job intentó mediar las bendiciones espirituales a sus hijos ofreciendo
sacrificios en su nombre.
En Job 1:5, él ofreció sacrificios para satisfacer cualquier venganza
divina como resultado de que sus hijos hubieran maldecido a Dios en sus

6 Nota del Traductor: The Millionaire era una serie de televisión


estadounidense que se transmitió en el canal CBS de 1955 a 1960. Esta serie,
contaba la historia de personas a las que la riqueza repentina les cambió la vida
(algunos para bien y otros para mal) al recibir un millón de dólares por parte de un
benefactor que ellos no conocían. Durante el programa, los espectadores sólo
podían escuchar la voz del benefactor dando instrucciones o haciendo comentarios,
y ver su brazo cuando sacaba un cheque por un millón de dólares para dárselo a su
secretario ejecutivo, quien era el responsable de hacer llegar el cheque al
destinatario. Esta era la dinámica de cada programa, semana tras semana.
64 Mediador de la Bendición Divina

corazones. Si tenía éxito, sus acciones habrían resultado en algo opuesto a


maldecir. Habría traído la bendición divina a sus hijos. Por lo tanto, esas
acciones que Job inició como sacerdote de su hogar habrían sido el canal
de bendición para su familia.

Los Patriarcas
Los patriarcas que eran sacerdotes en sus hogares mediaban bendiciones
divinas a sus hijos pronunciando bendiciones efectivas sobre ellos.
Varios pasajes del libro de Génesis muestran a los patriarcas
bendiciendo a sus hijos (Génesis 9:24−27 [Noé]; 27:1−28:3 [Isaac]; 48:1−20
y 49:1, 28 [Israel]). En estos pasajes, Noé, Isaac y Jacob estaban ejerciendo
un poder y un privilegio prohibido a los hombres comunes. Las
bendiciones con las que bendijeron a sus hijos vinieron, en última instancia,
del Espíritu de profecía que habitaba en ellos. No podemos aplicar la
posición privilegiada de los patriarcas ni el espíritu profético a nuestra
realidad hoy, pero aún podemos obtener varios elementos de gran
importancia a partir de ellos y otros hombres prominentes del Antiguo
Testamento.
Primero, su patrón nos muestra que debemos aspirar a ser una fuente
de bendición para nuestras esposas e hijos. En 2 Samuel 6:20 y 1 Crónicas
16:43, el corazón de David lo obligó a bendecir a su familia cuando
regresaba del lugar de culto. ¿Podemos decir lo mismo? Cuando volvemos
de la iglesia ¿volvemos más decididos que nunca a ser una bendición para
nuestras familias?
Segundo, su ejemplo nos enseña a hablar de manera positiva y
alentadora a nuestras esposas e hijos siempre que podamos. Estos hombres
proféticamente pronunciaron una bendición sobre sus hijos. De hecho, la
declaraban hablando. Es muy fácil ser negativos en lo que decimos,
especialmente cuando tenemos que corregir a nuestros hijos una y otra vez.
Debido a esto, debemos hacer un esfuerzo concertado por alentarlos tanto
como sea posible. Debemos desear que nuestras familias recuerden cuánto
los bendecimos, tanto verbalmente como a través de las Escrituras.
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 65

Tercero, tal como los patriarcas entendieron a sus hijos, deberíamos


intentar reconocer los dones y talentos peculiares que Dios les ha dado a
nuestros hijos. Cuando se desarrollan y santifican adecuadamente, estos
dones pueden ser un canal de bendición divina. Jacob tipifica esto cuando
bendice a cada uno de sus hijos con la “bendición que le correspondía” en
Génesis 49. Estas bendiciones no resultaron exclusivamente del Espíritu de
profecía. Hubo una correlación directa entre el carácter claramente
manifestado de sus hijos y las bendiciones que Jacob les otorgó. Nosotros
también deberíamos intentar señalar a nuestros hijos en el camino de la
bendición que mejor se adapte a sus naturalezas particulares. Encontrarán
aliento a medida que desarrollen sus dones para que puedan ser bendecidos
por Dios.

Los Sacerdotes Israelitas


Hay una inmensa evidencia en todo el Antiguo Testamento de que la
bendición del pueblo de Dios era una de las principales responsabilidades
de los sacerdotes en Israel.
El peso del énfasis en el Antiguo Testamento debería ser suficiente para
convencernos. Deuteronomio 21:5, una muestra representativa, dice:
“Entonces se acercarán los sacerdotes, hijos de Leví, porque el SEÑOR tu
Dios los ha escogido para servirle y para bendecir en el nombre del
SEÑOR”. Entre otros pasajes, están incluidos Levítico 9:22−24; Números
6:22−27; Deuteronomio 21:5; 1 Crónicas 23:13; 2 Crónicas 30:27; 2
Crónicas 6:41; y Salmo 132:16.
Así como los sacerdotes en Israel estaban para bendecir al pueblo de
Dios, nosotros en nuestras propias casas debemos bendecir a nuestras
familias. Deuteronomio 21:5 pone al mismo nivel servir a Dios con
bendecir a las personas en Su nombre. El Salmo 132:16 dice que los
sacerdotes están vestidos de salvación, cuyo propósito es llevar la salvación
de Dios a la gente. Si una de las principales responsabilidades de un
sacerdote es bendecir a su pueblo, entonces, como sacerdotes, debemos
proclamar bendiciones en nuestro hogar.
66 Mediador de la Bendición Divina

Nuestro Gran Sumo Sacerdote


Nuestro gran sumo sacerdote es un mediador de la bendición divina para
nosotros, Su Iglesia (Génesis 14:19; Lucas 24:50−51; Hebreos 7:22; 8:6).
El pasaje de Lucas 24 registra los últimos momentos de Jesús en la tierra
con sus discípulos. Cuando los bendijo, levantó las manos y el Espíritu lo
llevó al cielo. Lo último que los discípulos de Jesús vieron fueron Sus manos
levantadas cuando pronunció una bendición verbal sobre ellos. Con
certeza, nuestro Señor Jesucristo fue un sacerdote bendecido, y si Él es un
ejemplo para nosotros, debemos esforzarnos por pronunciar los mismos
tipos de bendiciones sobre nuestras familias.
Sabemos por la enseñanza directa de las Escrituras que un hombre
como cabeza de su hogar traerá bendiciones divinas o maldiciones sobre su
hogar, dependiendo de su propio carácter y conducta.
Esta es una enseñanza de gran importancia, seria e incluso difícil. Pero,
es una que debemos enfrentar como hombres. Así como los sacerdotes
mediaron la bendición divina a Israel (o la maldición divina, como en el
caso de los hijos de Elí), y así como el Señor media perfectamente la
bendición divina a Su pueblo, así un hombre como sacerdote en su hogar,
en un sentido, media ya sea la bendición divina o la maldición a su hogar.
Algunos han tomado este hecho bíblico como argumento para bautizar
a sus hijos pequeños. Creen que de alguna manera pueden mediar el estado
del pacto o una bendición salvadora para sus hijos de una manera que los
califique para el bautismo. Sin embargo, la afirmación bíblica de que un
hombre afecta su hogar a través de sus acciones no debe interpretarse de
ninguna manera en el sentido de que un hombre debe conferir la marca o
señal del nuevo pacto de bautismo a sus hijos. Muchos de los hijos de un
hombre piadoso experimentarán una gran bendición a través del canal que
es su padre. Pero, no hay justificación bíblica para proclamar a través del
bautismo que los hijos pequeños de un hombre piadoso ya han
experimentado la mayor bendición de todas, la salvación. Después de todo,
eso es lo que decimos cuando bautizamos a los bebés. Estamos
proclamando al mundo que la salvación les pertenece. Sin embargo, en
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 67

ninguna parte las Escrituras enseñan que la señal del bautismo se aplica a
los bebés que no pueden creer por sí mismos.
Pero, aunque no es un argumento para el bautismo infantil, la Biblia
enseña que hay una doctrina de solidaridad familiar, particularmente en el
libro de Proverbios. Esta doctrina enseña que la conducta de un hombre
influye profundamente en el bienestar de su casa o familia. El Salmo
112:1−2 muestra claramente esto: “¡Aleluya! Cuán bienaventurado es el
hombre que teme al SEÑOR, que mucho se deleita en sus mandamientos.
Poderosa en la tierra será su descendencia; la generación de los rectos será
bendita”. Proverbios 3:33; 11:29; 12:7; 14:11; 15:6, 25, 27; 17:13 y 21:12 se
basan en esta misma realidad.
Agregue a esto el deber claramente establecido de que un hombre debe
ser la cabeza y salvador de su esposa (Efesios 5:23−29). Debemos ser el
nutriente, y aquello que preserva y cuida a nuestra esposa. Si no cumplimos
con este papel, el mal será el resultado para nuestras esposas e hijos. Pero
si realizamos nuestros deberes como sacerdotes en el hogar, mediaremos la
bendición divina para nuestra familia.
Como dijimos al comienzo de este capítulo, gran parte de la forma en
que un hombre actúa como mediador de la bendición divina en su hogar
permanece envuelto en dificultades y misterio, pero lo que sabemos con
seguridad nos enseña algunas lecciones cruciales.

Lecciones
Nuestra conducta como sacerdote en nuestro hogar tendrá
un profundo impacto espiritual en nuestra esposa e hijos.
Por lo tanto, los hombres deben aspirar a ser una bendición (y no una
maldición) para sus familias al cumplir su papel de verdaderos sacerdotes
en su hogar. Lo que es cierto en el ámbito económico es cierto en el ámbito
espiritual hasta cierto punto. Si somos sabios y diligentes, esto significará en
general que nuestras familias eventualmente vivirán en una prosperidad
comparativa. Si somos necios y perezosos, nuestras familias sufrirán. Un
hombre que toma en serio sus responsabilidades sacerdotales, da un buen
68 Mediador de la Bendición Divina

ejemplo y es espiritualmente sabio y diligente, generalmente cosechará una


esposa y familia santas y felices.
Observe aquí el ejemplo de la familia de Job—las celebraciones de
cumpleaños dan testimonio de lo felices que estaban sus hijos y lo mucho
que se amaban. Hay una conexión entre la felicidad y la armonía que vemos
en Job 1:4 y el sacerdote familiar diligente y sabio que vemos en el siguiente
versículo. Teniendo en cuenta lo que sabemos sobre la esposa de Job, quien
más tarde lo instó a maldecir a Dios y morir, podemos estar bastante
seguros de que la felicidad de la familia no era solo un asunto de la madre.
En última instancia, una familia feliz, armoniosa y muy unida, por lo
general, requiere un padre que sea un líder espiritual fuerte. Una madre
puede mantener a los niños bajo control cuando son jóvenes, pero si papá
no está a cargo a medida que crecen, cualquier conflicto, desarmonía y
rebelión dará evidencia de un liderazgo masculino ausente. Como hombres,
no podemos atrevernos a abdicar de nuestro liderazgo espiritual dándoselo
a nuestras esposas por temor a conflictos, pura indiferencia, ocupaciones o
cualquier otra excusa, porque eventualmente pagaremos el precio, cuando
nuestra necedad sea exhibida para que todos la vean.
En cierto sentido, no hay nada muy misterioso acerca del hecho de que
somos mediadores de la bendición divina para nuestras familias. La fuerza
de nuestro ejemplo, carácter y vida como padres trae esta bendición. Si
somos líderes débiles, padres pasivos o incluso solamente hombres
“buenos”, nuestra influencia general para el bien disminuirá. Solo un
liderazgo piadoso y firme producirá un hogar bendecido. Entonces,
necesitamos clamar por gracia para establecer el tono espiritual de nuestros
hogares. Debemos darnos cuenta de que Dios quiere que tengamos el
control de nuestros hogares y familias. No debemos permitir que la
pasividad, el egoísmo o la indecisión roben el privilegio y la bendición de
mediar en la gracia de Dios. Necesitamos aferrarnos a nuestras
responsabilidades y bendecir a nuestras familias al liderarlas, amonestarlas,
exhortarlas y alentarlas. Debemos dejar de tener tanto miedo de decir algo
incorrecto, que pequemos no diciendo nada en absoluto. Si seguimos estas
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 69

pautas, mantendremos una conciencia limpia, daremos un buen ejemplo y


exigiremos rectitud en nuestras familias.
Es demasiado tarde para abandonar la responsabilidad solo porque no
la queremos. El único momento para tal vacilación fue antes de casarnos.
Ahora tenemos la responsabilidad, y para bien o para mal, tendremos un
profundo impacto espiritual en nuestras esposas, nuestros hijos y los hijos
de nuestros hijos.

Debemos comunicar verbalmente


la bendición divina a nuestras familias.
Si nuestra comunicación verbal con nuestras familias es
predominantemente crítica y sarcástica, algo está drásticamente mal. Hay
lugar para la crítica en el matrimonio y la familia, pero no es lo
predominante. Debemos tratar de comunicar bendiciones, motivar y darles
esperanza con respecto al futuro a nuestros seres queridos. Es fácil para
nosotros caer en el hábito de la comunicación crítica y negativa con nuestras
familias; a menudo sacamos nuestras frustraciones al destruir las tiernas
almas de nuestras esposas e hijos. No es así como actúa un sacerdote
compasivo. Deberíamos esforzarnos por encaminar a las personas a Dios,
no a alejarlas de Él a través de la ira. Dios no le pidió a los sacerdotes con
gran sacrificio cada año que maldijeran al pueblo, les pidió que lo
bendijeran.
Esto nos llama a ser hombres de fe. ¡Qué necesario es para nuestras
familias nuestro aliento y bendición! Hay momentos en los que estamos
abrumados con responsabilidades, preocupaciones, afanes y temores, y
necesitamos a nuestras esposas para tranquilizarnos y alentarnos. Dicho
esto, un hombre debe ser el principal animador de su esposa y familia.
Nuestras esposas necesitan que los animemos sobre el futuro. Necesitan
escuchar que son apreciadas, que están haciendo un buen trabajo con los
niños, que las promesas de Dios son verdaderas y que, por la gracia de Dios,
el futuro aún está lleno de esperanza. Nuestro trabajo como sacerdotes en
nuestros hogares es ser líderes de fe y valor. Si nuestras esposas son
emocionalmente débiles y tienden a la tristeza y la desesperación con
70 Mediador de la Bendición Divina

respecto al futuro, no debemos permitir que esto descarrile su fe. Nosotros


debemos ser hombres de fe. Este tipo de fe, la confianza determinada de
que las promesas de Dios son verdaderas, es el corazón de lo que significa
ser un hombre.
En una serie de exhortaciones al final de 1 Corintios 16, Pablo dice en
el versículo 13: “Estad alerta, permaneced firmes en la fe, portaos
varonilmente, sed fuertes”. Las palabras griegas para portaos varonilmente
literalmente significan actuar como un hombre adulto. Pablo le está
diciendo a toda la iglesia de Corinto que actúe con las características de los
hombres adultos.
Se espera que los hombres adultos se porten con valentía y fortaleza.
¿Pero dónde encuentran tal valentía? Pablo proporciona la respuesta justo
antes de su orden de actuar como hombres. “Permaneced firmes en la fe”,
escribe. La fe permite a los hombres ser fuertes, ser valientes, estar siempre
alertas y listos. Es la fe la que cree las promesas de un Dios que no miente
y no puede fallar. Lo que permite a un hombre actuar como un hombre, es
que crea que Dios es verdadero y que cumplirá Sus promesas pase lo que
pase.
Los hombres debemos recordar esto cuando los problemas y la
oscuridad aparezcan sobre nosotros, haciéndonos querer retroceder de
miedo. Debemos mantenernos firmes en la fe. Debemos creer las promesas
de Dios cuando la confianza de nuestras esposas comienza a tambalear,
cuando nuestros hijos claman por ayuda. Se necesita fe para tener un
hombre valiente y para recordar que Dios ha prometido el bien para Su
pueblo. Cuando las facturas se acumulan, cuando el útero es estéril, cuando
llega una muerte inesperada, cuando cualquier providencia oscura asalta a
nuestra familia, debemos recordar que Dios es verdadero para que con
compasión y gracia, podamos recordárselo a nuestras familias también.
Esto exige que comuniquemos visión y aliento a nuestros hijos, aquellos
que tienen mayor necesidad de la bendición de su padre. Sí, son pecadores
que no tienen esperanza y están sin Dios en el mundo. Pero también son
criaturas hechas a la imagen de Dios con dones y talentos particulares.
Como padres, tenemos que sentarnos con nuestros hijos de todas las edades
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 71

y pintarles un cuadro sobre el futuro brillante que tienen si siguen a Cristo.


Deberíamos enfatizar los talentos únicos que Dios les ha dado y mostrarles
qué desperdicio terrible será si malgastan estos regalos en sus propios
deseos y placeres. Debemos comunicarles que tienen tanto para ofrecerle
al mundo y tanto para lograr en el reino de Dios como para desperdiciar
sus vidas en sí mismos. Si continúan pensando solo en sus propios deseos,
serán enviados a un futuro sin esperanza en esta vida y en la venidera. Pero
que, si se vuelven a Dios, les vendrán innumerables bendiciones.
En una nota relacionada, los padres necesitan ayudar a sus hijos a
discernir lo que Dios les ha dotado para hacer en la vida. Necesitamos
proporcionar dirección con respecto a la vocación a la luz de quién y qué
Dios ha hecho que nuestros hijos sean. Deberíamos abordar este privilegio
y, de hecho, es un privilegio ayudar a moldear y dar forma a una vida, no
con un enfoque tosco y único, sino con sensibilidad y perspicacia con
respecto a las personalidades y talentos de nuestros hijos. Debemos
preparar a nuestros hijos para la vida, y uno de los componentes principales
de esa preparación es guiarlos a un lugar donde puedan ser bendecidos y
transmitir bendiciones a los demás. Necesitamos orar por discernimiento y,
luego, utilizar la percepción que Dios nos da para ayudar a nuestros hijos a
determinar su curso en la vida. Al hacerlo, ellos serán inmensamente
bendecidos.

Aplicación

Para el No Convertido
Para cualquier hombre no convertido que pueda estar leyendo este libro, la
mejor manera de obtener la bendición de Dios es responder a Su Evangelio
que cambia la vida.
No malgastes tu vida. No desperdicies tus años terrenales en tus propios
deseos egoístas y pierdas así la enorme bendición que Dios tiene para todos
los que se arrepienten y creen en Jesucristo. Estás hecho a imagen de Dios,
y si te arrepientes de tus pecados, no desperdiciarás tus talentos en ti mismo.
Puedes hacer mucho por el nombre de Jesucristo y la gloria de Dios.
72 Mediador de la Bendición Divina

Cuando llegues al final de tu vida, podrás decir que viviste de una manera
que tendrá un eco por la eternidad. Si eso provoca un profundo anhelo en
tu alma, aléjate de tus pecados y cree en las promesas de Dios. Es así de
simple. Si no crees en las promesas de Dios, no serás salvo. Al no creer en
Sus promesas le dices que no crees que se pueda confiar en Él. Si quieres
ser salvo y realmente bendecir a tu familia, debes creer en el Evangelio de
Cristo—que un Dios santo se convirtió en un hombre perfecto para llevar
nuestros pecados y hacernos justos ante Él. Nada menos y nada más servirá.
Si actúas como un verdadero hombre y te humillas ante Dios, Él te
bendecirá para que tú puedas bendecir a tu familia.

Para la Esposa
Una esposa (o una que espera ser esposa) debe apreciar y comprender la
enorme carga y responsabilidad que conlleva su esposo.
Seremos alentados si nuestras esposas nos ayudan y oran
fervientemente por nosotros. Pueden (y deberían) reprendernos cuando sea
necesario, pero no deberían rompernos en pedazos con la lengua,
erosionando así los cimientos de nuestra propia felicidad y aliento.

Para Esposos y Padres Creyentes


Para esposos y padres creyentes, esta responsabilidad de bendecir a
nuestras familias es una carga pesada.
Para comenzar a soportarla, podemos preguntarnos: “¿Cómo
queremos ser recordados?” Cuando estamos perdiendo los estribos con
nuestras esposas o hijos, esa pregunta nos puede aplacar. Podemos aplicar
la misma pregunta a Jesucristo—¿cómo quería que sus discípulos lo
recordaran? En su última aparición ante ellos, Él levantó las manos y los
bendijo. Este es nuestro Salvador, el que es el mediador de todas las
bendiciones del Nuevo Pacto en favor de cada hombre, mujer y niño
creyente. Entonces, deberíamos recordarlo a Él de esa manera y no
hundirnos bajo esta carga. Él nos llevará, nos sostendrá y nos bendecirá.
CAPÍTULO SIETE
EL HOMBRE COMO UN INSTRUCTOR
EN LAS SAGRADAS ESCRITURAS

A los niños les encantan los juegos en los que ellos tienen que ser diferentes
personajes. Ya sea que se estén disparando entre sí como policías y
ladrones, usando sus superpoderes para salvar la tierra de las fuerzas del
mal o sentados para un delicioso té de la tarde, ellos se sumergen en sus
roles profundamente, vistiéndose con la ropa adecuada y evocando
escenarios elaborados en los que pueden jugar una y otra vez. Esta parte de
la infancia que nunca cambiará ayuda a desarrollar la imaginación, las
aspiraciones y los talentos de los niños. Además, es divertido verlo.
Lo mismo que nuestros hijos hacen en estos juegos por diversión, es lo
que hemos estado haciendo muy seriamente al hablar de los hombres como
sacerdotes en sus hogares. No estamos simplemente jugando a ser un
personaje vistiéndonos con trajes sacerdotales y parándonos entre los
accesorios del escenario de un templo. Nos ponemos las vestiduras
sacerdotales que nos pertenecen. Vivimos en nuestros hogares como en un
templo y lo hacemos para el beneficio eterno de nuestra familia. A medida
que continuamos analizando este tema, no debemos tratarlo como un juego
de disfraces de niños, sino como la verdad sobria y alegre que realmente es.

Un Instructor en la Escritura
El cuarto papel especial de un hombre como sacerdote en su hogar es el de
un instructor en las Sagradas Escrituras. Uno de los énfasis más claros del
Antiguo Testamento, que se encuentra en una gran cantidad de pasajes, es
que los sacerdotes israelitas impartían instrucciones sobre la ley de Dios.
Algunos pasajes nos mostrarán la importancia de la responsabilidad de los
sacerdotes para instruir al pueblo de Dios en las Sagradas Escrituras.
74 Instructor en las Sagradas Escrituras

Después de ver estos pasajes, los aplicaremos al papel que cumple hoy un
hombre en su hogar.

1 Samuel 2:12−13 dice: “Los hijos de Elí eran hombres indignos; no


conocían al SEÑOR ni la costumbre de los sacerdotes con el pueblo”. La
afirmación es que se esperaba que los hijos de Elí conocieran las
costumbres de los sacerdotes para que así pudieran liderar al pueblo.
Tristemente, ellos no poseían este conocimiento, lo cual fue uno de sus
grandes defectos como sacerdotes.
2 Reyes 12:2 muestra el efecto de la instrucción de un sacerdote aun
sobre un rey. “Y Joás hizo lo recto ante los ojos del SEÑOR todos los días
en que el sacerdote Joiada lo dirigió”.
En 2 Reyes 17:27, leemos: “Y el rey de Asiria ordenó, diciendo: Llevad
allá a uno de los sacerdotes que llevasteis al destierro, y que él vaya y habite
allí; y que les enseñe la costumbre del dios de la tierra”. Un poco de
contexto puede ayudar. Cuando Asiria llevó en cautiverio a las 10 tribus del
reino del norte, los nuevos colonos tomaron sus lugares en la tierra de
Israel. Como no temían a Dios, Él envió leones que comenzaron a matar a
la gente. Para sofocar los ataques, el rey de Asiria envió a un sacerdote
israelita de regreso a su tierra natal para informar a los nuevos residentes
cómo adorar al Dios de la tierra. El rey asumió que el sacerdote sabía cómo
adorar a Dios y, por lo tanto, era responsable de impartir ese conocimiento
al pueblo.
2 Crónicas 15:3 dice: “Y por muchos días Israel estuvo sin el Dios
verdadero, y sin sacerdote que enseñara, y sin ley. Este versículo es sacado
de una profecía hecha por el Espíritu de Dios; ésta muestra que un
sacerdote−maestro era el gran medio para poner a Israel en contacto con el
Dios verdadero y Su ley. Esdras 7:6, 10, 11 dice:
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 75
Este Esdras subió de Babilonia, y era escriba experto en la ley de
Moisés, que el SEÑOR, Dios de Israel, había dado; y el rey le
concedió todo lo que pedía porque la mano del SEÑOR su Dios
estaba sobre él. …Ya que Esdras había dedicado su corazón a estudiar
la ley del SEÑOR, y a practicarla, y a enseñar sus estatutos y
ordenanzas en Israel. Esta es la copia del decreto que el rey Artajerjes
dio al sacerdote Esdras, el escriba, instruido en las palabras de los
mandamientos del SEÑOR y de sus estatutos para Israel.
Los versículos del uno al cinco de este pasaje describen la genealogía
de Esdras, quien como sacerdote en Israel, había decidido estudiar la ley
del Señor y cumplir con las tareas sacerdotales de enseñar los estatutos y
ordenanzas de la ley en Israel.

En Nehemías 8:1−9, Esdras llevó a cabo su ministerio de una manera


muy similar a lo que conocemos como una adoración cristiana. En el
versículo ocho, él y los otros sacerdotes leen las Escrituras en voz alta,
traduciendo a medida que avanzan para que la gente entienda la palabra de
Dios que están escuchando. Esto ocurrió después del cautiverio israelita,
cuando el pueblo de Dios hablaba un dialecto ligeramente diferente como
resultado de haber nacido en tierra extranjera.
Jeremías 2:8 dice: “Los sacerdotes no dijeron: “¿Dónde está el
SEÑOR?” Los que se ocupaban de la ley no me conocieron, los
gobernantes se rebelaron contra mí, y los profetas profetizaban por Baal, y
andaban tras cosas que no aprovechan”. Esta es una profecía de
condenación a los sacerdotes, quienes son descritos como aquellos que
ocupaban la ley y eran responsables por comunicársela al pueblo.
En Jeremías 18:18, dice: “Entonces dijeron: Venid y urdamos planes
contra Jeremías. Ciertamente la ley no le faltará al sacerdote, ni el consejo
al sabio, ni la palabra al profeta. Venid e hirámoslo con la lengua, y no
hagamos caso a ninguna de sus palabras”. Vemos aquí cómo la palabra de
Dios afecta a tres personas diferentes. Es una revelación para el profeta y
un consejo para el hombre sabio, mientras que la responsabilidad especial
del sacerdote es no permitir que la ley de Dios perezca. El sacerdote está
llamado a retener ese conocimiento e impartirlo al pueblo.
76 Instructor en las Sagradas Escrituras

Todos estos pasajes dejan en claro que uno de los deberes principales
de los sacerdotes en Israel era instruir al pueblo en los preceptos de la ley.
Existe un gran paralelismo entre los sacerdotes en Israel y un hombre como
sacerdote en su hogar que instruye a su familia en las Escrituras. Esta
correlación se señala explícitamente en las páginas del Antiguo Testamento,
comenzando en Deuteronomio 4:9−10, el cual dice:
Por tanto, cuídate y guarda tu alma con diligencia, para que no te
olvides de las cosas que tus ojos han visto, y no se aparten de tu corazón
todos los días de tu vida; sino que las hagas saber a tus hijos y a tus
nietos. Recuerda el día que estuviste delante del SEÑOR tu Dios en
Horeb, cuando el SEÑOR me dijo: “Reúneme el pueblo para que yo
les haga oír mis palabras, a fin de que aprendan a temerme todos los
días que vivan sobre la tierra y las enseñen a sus hijos.”

Vemos el paralelo repetido en Deuteronomio 6:4−7, el pasaje con la


famosa declaración citada por el Señor mismo como el primer y más grande
mandamiento:
Escucha, Oh Israel, el SEÑOR es nuestro Dios, el SEÑOR uno es.
Amarás al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y
con toda tu fuerza. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre
tu corazón; y diligentemente las enseñarás a tus hijos, y hablarás de
ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino,
cuando te acuestes y cuando te levantes.

El mismo tema emerge en Deuteronomio 11:18−19, el cual dice:


Grabad, pues, estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma;
atadlas como una señal a vuestra mano, y serán por insignias entre
vuestros ojos. Y enseñadlas a vuestros hijos, hablando de ellas cuando
te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes
y cuando te levantes.
Estos mandamientos no solo son regulativos para el pueblo de Dios del
Antiguo Testamento, [pues] el llamado a enseñar las palabras de Dios a
nuestros hijos nunca pasará. Debemos hablar de ellos en cada una de las
oportunidades que tengamos para que nuestros hijos puedan temer y amar
a Dios tan pronto como sea humanamente posible.
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 77

Aplicación
Los pasajes que hemos visto han demostrado claramente que Dios ha
establecido a los hombres como maestros bíblicos en sus hogares. Si
queremos estar a la altura de este ideal, ¿cómo debería funcionar este
principio de manera práctica en la vida cotidiana?

Debemos conocer las Escrituras


Obtener un conocimiento de la Biblia requiere de los dos medios
principales que Dios ha designado para el aprendizaje espiritual: el estudio
personal de la Biblia y estar bajo el ministerio público de la Palabra. En
Deuteronomio 17:18−20, se le dice al rey de Israel que escriba una copia
de la ley de Dios para que esté a su lado todos los días de su vida. Necesitaba
consultar constantemente la ley de Dios, tanto que tuvo que escribirla él
mismo. Si el rey del pueblo de Dios puso en tan alta estima lo que Dios
dijo, ¿cómo pueden los cristianos de hoy hacer algo menor a eso? El mejor
medio para llegar a ser un buen maestro de la Palabra de Dios es estudiarla
por nosotros mismos, como Esdras 7:10 señala: “Ya que Esdras había
dedicado su corazón a estudiar la ley del SEÑOR, y a practicarla, y a
enseñar sus estatutos y ordenanzas en Israel”. Esto continúa en el Nuevo
Testamento, ya que los bereanos estudiaron las Escrituras diariamente para
verificar la enseñanza de Pablo (Hechos 17:11).
Si queremos instruir a nuestras familias, debemos prestar atención al
mandato de las Escrituras de participar en un estudio bíblico personal
constante. Si estamos demasiado ocupados para pasar al menos unos
minutos al día con la Palabra de Dios, simplemente estamos demasiado
ocupados. Debemos tomar los pasos radicales que sean necesarios para
encontrar tiempo para leer la Palabra de Dios a diario.
Sin embargo, el estudio personal de la Biblia nunca tuvo la intención
de ser una fuente adecuada de instrucción por sí sola. A veces practicamos
una forma de cristianismo tan individualista que nos convencemos de que
debemos aprender todo lo que necesitamos saber al estudiar la Biblia por
nuestra propia cuenta. Creemos que somos un fracaso si no podemos
78 Instructor en las Sagradas Escrituras

hacerlo. Eso está lejos de ser verdad. También debemos ponernos bajo un
ministerio público de la Palabra de Dios que sea sólido.
Dado que la mayoría de nosotros no estamos llamados a estudiar y
predicar la Biblia para nuestro sustento, el tipo de ministerio bajo el cual
nos ubicamos es fundamental. En Esdras 7:10, Esdras no solo se propuso
estudiar la Palabra de Dios, sino enseñarla en Israel, porque tal enseñanza
era la que ordinariamente se necesitaba para que los hombres y mujeres
israelitas puedan conocer la Palabra de Dios. En Hechos 8:30 35, cuando
Felipe le pregunta al eunuco etíope si entiende la parte de las Escrituras que
está leyendo, el eunuco sabía instintivamente que necesitaba ayuda. Él
preguntó: “¿Cómo podré a menos que alguien me guíe?”

Efesios 4:11−13 enseña que Cristo ha dado los dones necesarios a la


iglesia, incluidos apóstoles, profetas, evangelistas y pastores−maestros, para
que la iglesia pueda alcanzar la plenitud de la medida de la estatura de
Cristo. Los pastores y el ministerio bajo los cuales nos ubicamos son de vital
importancia si queremos convertirnos en sacerdotes bien enseñados que, a
través de esto, enseñemos bien a nuestras propias familias. Participar en una
congregación local con pastores fieles debe ser una prioridad vital tan
necesaria como lo son las casas en las que vivimos y las escuelas a las que
asisten nuestros hijos.

Debemos desarrollar la gracia de tener


una mentalidad espiritual.
De acuerdo con los textos bíblicos que hemos visto, la instrucción bíblica
no debe venir exclusivamente en los momentos formales de adoración
familiar. Si bien esos tiempos son necesarios, también debemos enseñar a
nuestras familias durante los momentos cotidianos que marcan el
desbordamiento de una mente espiritual. Dichos momentos están
entrelazados a lo largo de toda la vida y poner en práctica una mentalidad
espiritual nos ayudará a llevar la Palabra de Dios a cada situación, ya sea
que estemos jugando con nuestros hijos, hablando con nuestras esposas o
sentados a la mesa.
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 79

En la era digital de hoy, la sobrecarga de música, televisión e


información que enfrentamos brinda oportunidades constantes para usar
una cosmovisión bíblica para analizar las perspectivas éticas y prácticas que
bombardean a nuestras familias. Si vemos un programa de televisión o
escuchamos una canción con nuestros hijos, deberíamos poder compartir
espontáneamente un breve punto de vista bíblico sobre lo que acabamos de
ver o escuchar. Eso no es algo que tiene que suceder siempre, pero debe
ocurrir con la frecuencia suficiente como para que nuestros hijos sepan que
la Palabra de Dios nunca está lejos de nuestras mentes.
Debemos suplicar por gracia para que tengamos una mentalidad
espiritual. Una gracia que nos recuerde lo que la Palabra de Dios dice acerca
de cada aspecto de nuestras vidas. Solo esta gracia, junto con oración
ferviente y disciplina piadosa, puede convertirnos en el tipo de esposos y
padres que deberíamos ser.

Debemos hablar con nuestras familias.


Probablemente parezca un poco obvio señalar esto, pero comunicarse con
la familia es algo difícil para muchos hombres, especialmente para aquellos
que tienden a ser silenciosa y comunicativamente reservados. Debemos
evitar horarios y estilos de vida tan ocupados o egoístas que no nos permiten
tomarnos el tiempo para hablar con nuestros hijos sobre cosas espirituales.
Nuestros hijos anhelan especialmente la atención de sus padres. Tenemos
que asegurarnos de dársela a través de nuestras palabras.
Para ayudar con esto, puede funcionar establecer momentos
específicos para hablar y orar con nuestras esposas e hijos de manera
individual con respecto a las cosas espirituales. Una opción es salir
ocasionalmente con cada niño a comer solos, y luego usar algo del tiempo
para hablar sobre su alma. Tal vez podríamos separar una parte de los
sábados por la noche o los domingos por la tarde para hablar con nuestros
hijos. Puede elegir hablar con uno de sus hijos cada semana sobre su
comprensión de la salvación, sus luchas espirituales y sus pecados, y para
contestar alguna pregunta sobre las Escrituras o el catecismo que están
memorizando. Esta no es una regla legalista. Es bueno para nosotros pasar
80 Instructor en las Sagradas Escrituras

tiempo hablando con nuestros hijos. ¿Alguna vez hemos preguntado a


nuestros hijos si son cristianos o si entienden y pueden explicar el
Evangelio? Estas son cosas sencillas, pero muy importantes para nuestra
responsabilidad como esposos y padres. Debemos hablar con nuestras
familias.

Debemos comprometernos con los tiempos establecidos en los que


enseñamos a nuestras familias en el Señor.
Según Deuteronomio 6, una de las veces que debemos hablar con nuestras
familias es cuando nos sentamos en nuestras casas. Este es otro buen
argumento para el culto familiar del que hablamos en el último capítulo.
No podemos llamarnos instructores de nuestras familias si nunca nos
tomamos el tiempo para sentarnos con ellos, leer un pasaje de la Biblia y
explicar cómo se aplica a sus vidas. Para garantizar una adoración familiar
provechosa, es posible que tengamos que dedicar un poco de nuestro
tiempo devocional a planificar brevemente cómo lo abordaremos y qué
queremos decir. Esta es una práctica común de hombres piadosos que
debemos emular.

Debemos apoyar la instrucción que recibe nuestra familia a través


de la iglesia en la que nos congregamos.
La enseñanza y la predicación de los pastores en la iglesia local es una
extensión de nuestra propia instrucción sacerdotal en nuestros hogares.
Necesitamos asegurarnos de no hacer que nuestros hijos piensen
ligeramente de la iglesia criticando a los pastores o maestros frente a ellos.
Más bien, debemos alabar y hablar bien de estos líderes. No podemos
esperar que nuestros hijos admiren a sus pastores o sigan sus enseñanzas si
siempre estamos hablando mal de ellos. Que Dios conceda que los héroes
de nuestros hijos no sean estrellas de rock o atletas, sino pastores y hombres
de Dios.
CAPÍTULO OCHO
EL HOMBRE COMO JUEZ
EN LAS COSAS SANTAS

Llegamos ahora al quinto y último rol que un hombre debe cumplir como
sacerdote en su hogar. El rol de un juez en las cosas santas está
estrechamente relacionado con ser un instructor en las Sagradas Escrituras.
Sin embargo, es lo suficientemente importante como para ser considerarlo
por sí solo.
Un juez no es solo un erudito en la ley o un instructor en una escuela
de derecho, aunque pudiera ser ambas cosas, es algo más que eso. Se
requiere que un juez aplique la ley a casos específicos, emita un veredicto
en esos casos y luego aplique el castigo apropiado o implemente el cambio
necesario. Un juez es alguien muy práctico. Él toma decisiones que afectan
la vida de las personas. De la misma manera es en nuestros hogares, nuestro
juicio es lo que está en pie. Aunque podemos tener luchas y tomar
decisiones que estén lejos de ser perfectas, Dios nos ha designado como
jueces. Nuestras familias (incluyendo a nuestros adolescentes) están
llamados a someterse a nuestro liderazgo.
Aquí, podemos comenzar a ver la diferencia entre los roles de
instructor y juez. Si hay un error común que los hombres comenten en las
cosas espirituales es dejarse llevar por la doctrina compleja, teórica y
abstracta, al tiempo que no pueden aplicar todo lo que saben de una manera
práctica. Es posible que tengan un doctorado en teología, pero a menudo
tienen problemas para gobernar bien sus hogares o para tomar la decisión
ética más sencilla con prudencia. Salomón dice de tales hombres en
Proverbios 17:24: “En presencia del que tiene entendimiento está la
sabiduría, pero los ojos del necio están en los extremos de la tierra”. El
necio no es práctico, se enfoca en lo que está fuera de su alcance en lugar
82 Juez en las Cosas Santas

de aquello que está justo frente a él. Por ejemplo, los hombres necios
discutirán interminablemente diferentes teorías con respecto a la
imputación del pecado de Adán mientras que sus hijos destrozan la casa y
hacen que su mamá quiera arrancarse el cabello. Esta falla común de los
hombres hace que sea crucial enfatizar que, como sacerdotes en nuestros
hogares, debemos cumplir el papel de jueces de manera práctica aplicando
nuestro conocimiento de las Escrituras en situaciones de la vida real cada
día.
Como lo hemos hecho anteriormente, veremos en este capítulo cómo
los sacerdotes cumplieron el papel de jueces en Israel. Luego, observamos
lo que dice la Biblia acerca de cómo podemos cumplir ese mismo papel en
nuestros propios hogares y cerraremos el capítulo con varias aplicaciones
prácticas.

Los Sacerdotes Israelitas como Jueces


Los sacerdotes de Israel fueron llamados a servir como jueces o
adjudicadores de las preguntas relacionadas con las cosas santas. Este papel
surge claramente en Levítico 13 y 14, donde el sacerdote hace todos los
juicios sobre la lepra. ¿Era cierto caso lepra o no lo era? Era decisión del
sacerdote. Cuando se confirmaba un caso de lepra, ¿debía derribarse toda
la casa? ¿Debían enviar a la persona fuera de la ciudad? El sacerdote hacía
estos juicios, así como cualquier otra decisión necesaria sobre lo que iba a
suceder.
Este mismo papel es evidente en Levítico 27, donde el sacerdote debía
hacer juicios prácticos sobre el valor de ciertas cosas que se le debían al
Señor. Si un israelita hacía un voto, pero no pudo pagar exactamente lo que
le había ofrecido al Señor, su promesa tenía que ser evaluada. ¿Quién hacía
la evaluación? Según el texto, “el sacerdote lo valuará… el sacerdote lo
valuará como bueno o como malo… el sacerdote le calculará el precio”
(vers. 8, 14, 18). En Números 5, el sacerdote es quien administra y aplica la
prueba de adulterio a la mujer cuyo esposo sospecha de ella. Cuando Israel
finalmente conquistó Canaán, fue el sacerdote Eleazar, junto con Josué,
quien repartió las herencias en la tierra a las diferentes tribus.
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 83

Deuteronomio 17:9, 12 dice:


Y vendrás al sacerdote levita o al juez que oficie en aquellos días, e
inquirirás de ellos, y ellos te declararán el fallo del caso… Y el hombre
que proceda con presunción, no escuchando al sacerdote que está allí
para servir al SEÑOR tu Dios, ni al juez, ese hombre morirá; así
quitarás el mal de en medio de Israel.
En este pasaje los sacerdotes no estaban dando conferencias sobre los
principios de la ley de Dios, sino que estaban allí para dar su veredicto en
un caso, y la gente estaba obligada a acatar la decisión.

En Esdras 10:10−11, leemos:


Entonces se levantó el sacerdote Esdras y les dijo: Vosotros habéis sido
infieles y os habéis casado con mujeres extranjeras añadiendo así a la
culpa de Israel. Ahora pues, confesad al SEÑOR, Dios de vuestros
padres, y haced su voluntad; separaos de los pueblos de esta tierra y
de las mujeres extranjeras.
En este pasaje, Esdras está emitiendo su veredicto en el caso de los
israelitas que se casaban con esposas extranjeras. Esta es la forma en la que
un sacerdote cumplió el papel de juez: Daba el veredicto (aquí, la parte
infractora era culpable de los cargos), y luego impartía el castigo por el
crimen.
Hageo 2:11 manda al pueblo: “Así dice el SEÑOR de los ejércitos: Pide
ahora instrucción a los sacerdotes”. El punto es que no era cualquier
persona la que hacía esta aplicación de la ley en la tierra de Israel, sino el
sacerdote.
En cada uno de estos pasajes clave, está claro que en cualquier caso
específico donde había una pregunta sobre la aplicación e implementación
de la ley de Dios, el sacerdote era la máxima autoridad. No era su deber
simplemente instruir a las personas en la ley; sino más bien, decidir cómo
se aplicaba específicamente la ley y luego, hacerla cumplir utilizando
sanciones.
84 Juez en las Cosas Santas

El Hombre como un Juez en Su Hogar

Esposas
Esta imagen del sacerdote del Antiguo Testamento encuentra un paralelo
exacto en un hombre que es sacerdote en su hogar. 1 Pedro 3:6−7 nos
instruye sobre cómo debemos relacionarnos con nuestras esposas:
Así obedeció Sara a Abraham, llamándolo señor, y vosotras habéis
llegado a ser hijas de ella, si hacéis el bien y no estáis amedrentadas
por ningún temor. Y vosotros, maridos, igualmente, convivid de
manera comprensiva con vuestras mujeres, como con un vaso más
frágil, puesto que es mujer, dándole honor como a coheredera de la
gracia de la vida, para que vuestras oraciones no sean estorbadas.
El texto enseña claramente que las esposas deben obedecer a sus
esposos en asuntos prácticos, considerando a sus esposos como alguien que
ejerce un señorío sobre ellas. Esto implica el derecho y el deber del esposo
de actuar como juez en asuntos prácticos y éticos relacionados con su
esposa.

Hijos
Con referencia a los hijos, Pablo dice en Efesios 6:4: “Y vosotros, padres,
no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la disciplina e
instrucción del Señor”. A primera vista, este texto prueba que los hombres
deberían ser instructores de sus familias. Una mirada más cuidadosa revela
que también debemos actuar como jueces.
La idea de instrucción está presente en las dos palabras utilizadas en
este texto. Este podría leerse: “críelos en la instrucción e instrucción del
Señor”. De hecho, estas palabras griegas se traducen como instrucción en
otros lugares de la Biblia. El léxico Griego−Inglés estándar da el mismo
significado (instrucción) para ambas palabras. Lo interesante es el sabor
específico de ambas formas de instrucción mencionadas en el versículo. La
primera palabra, disciplina, se refiere literalmente al entrenamiento de los
niños. El léxico también sugiere varias otras traducciones, incluyendo:
educación, entrenamiento, disciplina y corrección. Tales acciones implican
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 85

mucho más que instrucción abstracta. Los padres deben actuar no solo
como maestros, sino como jueces que corrigen y castigan a sus hijos,
entrenándolos así en el Señor.
La segunda palabra, aunque es traducida como instrucción, también
tiene otras dos traducciones sugeridas en el léxico, las cuales son:
amonestación y advertencia. De hecho, este es el significado común de
amonestar en el Nuevo Testamento. Esta palabra en particular se usa en
otros dos lugares en el Nuevo Testamento. En Tito 3:10, Pablo instruye a
Tito a desechar “al hombre que cause divisiones, después de la primera y
segunda amonestación…”. Después de que Pablo relata los horribles juicios
que sobrepasaron a Israel debido a su pecado en el desierto, dice en 1
Corintios 10:11: “Estas cosas les sucedieron como ejemplo, y fueron escritas
como enseñanza para nosotros…”. Pablo se refiere a la inmoralidad de
Israel y al castigo que vino en consecuencia por sus pecados. Estos eventos
fueron escritos para nuestra advertencia, amonestación e instrucción.
En Efesios 6:4, ambos usos de la palabra instrucción van más allá de
mera información, implican instrucción comunicada en forma de
advertencia. Un padre está obligado a advertir a sus hijos. Debería decir
cosas como: “Hijo, debes mantenerte alejado de esas personas en la escuela,
solo te llevarán por el camino equivocado”. O puede decir: “Cariño, lo
siento, pero no puedes ver esa película. No tiene nada de utilidad para ti”.
Como sacerdotes en nuestros hogares, no podemos darnos el lujo de
ser mariscales de campo de sillón, observando todo lo que pasa desde fuera
del campo de juego y luego teniendo todas las respuestas a lo que pasó.7
Debemos involucrarnos y nuestra instrucción debe aplicarse a casos
específicos y hacerla cumplir mediante advertencias verbales y sanciones

7 Nota del traductor: La expresión original es “arm−chair, monday−morning


quarterbacks” (mariscales de campo de sillón reclinable de los lunes por la
mañana). El autor está utilizando el cuadro de alguien que, mientras ve por la
televisión un partido de futbol americano desde la sala de su casa un lunes por la
mañana, expresa libremente sus opiniones sin entrar realmente en el juego y, luego
que termina el juego, tiene todas las respuestas de lo que pasó y “sabe” cómo
tendría que hacerse jugado ese partido.
86 Juez en las Cosas Santas

apropiadas. En resumen, no solo debemos ser eruditos legales (bíblicos),


sino que también debemos funcionar como jueces.

Aplicación

Nuestro deber de ser un juez no niega


nuestra necesidad de sabiduría y consejo.
No debemos actuar como despreciables arrogantes solo porque somos
jueces y tenemos autoridad. Debemos buscar el consejo de nuestra esposa
y, en situaciones difíciles, pedir el consejo de nuestro pastor. Nuestro deber
de ser jueces no nos otorga automáticamente todo el poder y el
conocimiento. Seguimos necesitando consejos de otros. Luego, cuando
todo está dicho y hecho, debemos hacer lo que creemos que la sabiduría
bíblica exige. Debemos ser firmes, pero cuidadosos de infundir nuestra
autoridad con humildad y gracia hacia nuestras familias.

Nuestro deber de juzgar no significa que debemos ser demasiado


estrictos de manera que siempre nos equivoquemos del lado de la
severidad.
Cuando algunos hombres se dan cuenta de que están llamados a
implementar la ley de Dios en su familia, piensan que eso significa que
deben convertirse en jueces implacables.8 Afortunadamente, ese no es el
caso. Llevar la responsabilidad de juzgar no significa que siempre debamos
equivocarnos del lado de la severidad al infligir castigos que son demasiado
inflexibles. Equivocarnos del lado de la severidad es un error. Equivocarnos
del lado de la indulgencia es un error también. Debemos juzgar con
rectitud, sin desviarnos ni hacia la zanja a la derecha ni hacia el cañón a la
izquierda. Pero no estamos solos ni hemos sido abandonados a nuestros

8 Nota del traductor: En la versión original en inglés, la expresión es “Hanging judge”

que literalmente significa: “jueces colgantes”. Esta expresión coloquial evoca la figura de
aquellos jueces que ganaron notoriedad por imponer castigos de muerte a los condenados
tales como la horca, entre otros. La expresión tiene la idea de un juez que es implacable y
que demanda todo el peso de la ley en cada uno de sus casos.
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 87

propios recursos. La gracia y la humildad ante Dios nos permitirán caminar


por esta tenue cuerda floja.

Nuestro deber de ser jueces reprende nuestro deseo egoísta de


quedarnos solos.
Nuestra inclinación masculina natural no quiere lidiar con los problemas
cotidianos que requieren de nuestras decisiones. Queremos escabullirnos
detrás del periódico o frente al televisor. Pero, un juez tiene que juzgar, y a
menudo habrá una carga de casos por resolver cuando cruzamos la puerta
[de nuestra casa] por la noche. No podemos ser propietarios ausentes.
Debemos darnos cuenta de que es nuestra responsabilidad dar aplicación
práctica e implementación a los principios de la Santa Palabra de Dios en
nuestros hogares.
No podemos delegar esta responsabilidad a nuestras esposas, aunque a
menudo debemos buscar su consejo y sopesar cuidadosamente lo que
dicen. Al final, debemos hacer lo que creemos que es más justo delante de
Dios. No es responsabilidad de nadie más sino nuestra el ser juez en nuestro
hogar. Si esperamos que las decisiones morales y éticas que tomamos
promuevan verdaderamente la piedad y la santidad, deben venir con el peso
pleno y decisivo de nuestro liderazgo moral como jueces de nuestro hogar.

Debemos continuar con nuestra enseñanza con aplicación práctica y


cumplimiento.
Debemos imitar a Calvino y no a Lutero, como Warfield lo describe en su
libro Calvino y los Calvinistas:
Cuando Calvino llegó a Ginebra, él mismo nos dice que encontró que
el evangelio había sido predicado allí, pero no había ninguna iglesia
establecida… Había encontrado las cosas en el mismo estado que en
todos los otros lugares del mundo protestante… Así como lo expresó
un historiador reciente—el profesor Karl Rieker—de forma jocosa:
“Lutero, cuando hubo predicado y sembrado la semilla de la Palabra,
dejó el cuidado de la producción de la fruta al Espíritu Santo, mientras
que con su amigo Felipe bebía con tranquilidad su vaso de cerveza
Wittenberg”. Calvino no podía tomar este punto de vista sobre el
88 Juez en las Cosas Santas
tema. “Sea lo que sea que otros crean”, él observó, “no podemos
pensar tan estrechamente con respecto a nuestro oficio como para
creer que cuando se termina la predicación, nuestra tarea ha sido
cumplida y podemos descansar”. En su opinión, la marca de una
verdadera Iglesia no es simplemente que el evangelio sea predicado en
ella, sino que éste sea “seguido”.9
La marca de un hogar cristiano no es simplemente que el Evangelio sea
predicado en él, sino que el Evangelio se viva allí. Nuestro trabajo como
sacerdotes es asegurarnos de que eso suceda. Aquí es donde está el
verdadero trabajo y donde fallamos con mayor frecuencia. Sin embargo, a
menos que llevemos a cabo nuestra instrucción y doctrina, nuestras esposas
e hijos sufrirán en gran manera.

Debemos buscar crear en nuestros hogares


un clima de santidad y justicia ética.
Este era el objetivo de la función de los sacerdotes como jueces en Israel.
Su objetivo era mantener en Israel el lema “Santidad al Señor”. Para seguir
en esa tradición, debemos aplicar el Salmo 101:6−8 a nosotros mismos:
Mis ojos estarán sobre los fieles de la tierra, para que moren conmigo;
el que anda en camino de integridad me servirá. El que practica el
engaño no morará en mi casa; el que habla mentiras no permanecerá
en mi presencia. Cada mañana destruiré a todos los impíos de la tierra,
para extirpar de la ciudad del SEÑOR a todos los que hacen iniquidad.
Estos versículos describen cómo el rey de Israel expulsará a los
malvados de la tierra y mantendrá la pureza en la nación. Como rey de
nuestros hogares, debemos adherirnos al mismo principio. Debemos
comprometernos todas las mañanas a erradicar el pecado y expulsar la
maldad para mantener una atmósfera de santidad. Proverbios 20:26 dice:
“El rey sabio avienta a los impíos, y hace pasar la rueda de trillar sobre
ellos”. Probablemente no deberíamos conducir una rueda de trillar sobre
nuestras esposas e hijos, pero debemos lidiar agresivamente con cualquier

9Warfield, Benjamin B., “Calvin and Calvinism”, Vol. 5 of The Works of


Benjamin B. Warfield (Grand Rapids: Baker Book House, 1981), 15−16.
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 89

pecado que interrumpa el clima de paz y pureza que estamos tratando de


crear.
Una de las áreas principales en las que tendremos que hacer juicios
prácticos es en el consumo de televisión, películas y música por parte de
nuestras familias. En una era de acceso instantáneo a Internet, teléfonos
celulares con mensajes de texto, reproductores de música digital y cientos
de canales, debemos vigilar de cerca lo que nuestros niños están leyendo,
escuchando y viendo. Debemos estar listos para señalar y prohibir cualquier
cosa que sea contraria a la Palabra de Dios y que aleje a nuestros hijos de la
justicia.
También necesitaremos vigilar la relación entre nuestros hijos para
asegurar que mantengan una interacción saludable entre ellos. Un hijo
mayor no debe provocar continuamente a sus hermanos menores de
manera que cuando crezcan y lo aborrezcan. Los hermanos o hermanas
menores no deben ser gravosos ni chismosos. En cualquier situación,
debemos determinar lo mejor que podamos quién tiene razón y quién está
equivocado, disciplinar al hijo que peca y enseñarle a actuar correctamente
con sus hermanos. Cuando él pide perdón, deberían concedérselo;
debemos modelar este proceso para asegurarnos de que ocurra una y otra
vez en nuestros hogares. También debemos enseñar a nuestros hijos a tratar
a sus padres con respeto, incluido el uso ocasional y apropiado de “Sí,
señor” y “Sí, señora”.
Deberíamos esperar más que un simple comportamiento superficial en
nuestras familias. Debemos buscar un espíritu verdaderamente dulce en
nuestras esposas e hijos. Nuestros hijos no deberían gruñir cuando se
levantan de la cama por la mañana. No deberían responder a su madre y
no deberían quejarse de cada pequeña cosa que se les pide. Debemos
enfrentar sus pecados, incluso los aparentemente menores y mostrarles
cómo Cristo quisiera que vivan. También debemos arrepentirnos de todo
lo que hemos hecho para ofender a nuestras familias. Si no admitimos
nuestros defectos y pedimos perdón, nuestra autoridad moral se verá
comprometida.
90 Juez en las Cosas Santas

A modo de motivación, tenemos el derecho y


el privilegio de ser jueces de nuestros hogares.
Dios nos ha otorgado la autoridad moral para tomar la decisión final sobre
lo que está bien o mal en nuestros hogares. Aun con lo claro que esto podría
estar en las Escrituras, puede ser difícil para algunos hombres lograrlo de
manera práctica. Las situaciones en las que tenemos que hacer este tipo de
juicios a menudo están llenas de emoción, como cuando un hijo está
enojado con su madre o cuando los adolescentes se tienen del cuello el uno
al otro. No es fácil juzgar cuando sabemos que alguien será infeliz sin
importar lo que digamos. Pero tenemos el derecho, de hecho, la obligación
de hacerlo. Dios ha designado hombres para dirigir a sus familias, y así
debemos hacerlo.
La tarea a menudo parece aún más difícil porque no tenemos una
sabiduría infinita. Es fácil trazar la línea ética de una manera, o muy estricta
o muy amplia. A menudo, veremos consecuencias y fracasos por causa de
nuestras decisiones. Podemos hacer enojar a nuestros hijos. Nuestras
esposas pueden no estar contentas con nosotros. Nuestros juicios pueden
parecer estrechos o ligeros para nuestros amigos. Dada la atmósfera cultural
en la que constantemente se nos dice que debemos tolerar lo que hagan
nuestros hijos, tenemos un trabajo difícil. Sin embargo, estamos llamados a
hacer lo que sabemos que es correcto en cada situación que tengamos que
enfrentar.
Debido a todo esto, deberíamos ser alentados por el hecho de que
tenemos el derecho de ser jueces de los estándares éticos en nuestros
propios hogares. Como cristianos, debemos recordar que Dios estará con
nosotros cuando hagamos juicios. Él dará sabiduría y bendecirá nuestras
decisiones a medida que las tomemos en buena conciencia delante de Él.
Puede que no nos bendiga si somos arrogantes despreciables que no
buscamos consejo y nos negamos a escuchar las opiniones de nuestras
esposas. Tampoco puede bendecirnos si rechazamos los estándares
morales de Su Palabra. Pero si hacemos un esfuerzo en oración, piadoso,
humilde y de buena fe por mantener una atmósfera de santidad y pureza
bíblica en nuestros hogares, Dios anulará nuestros errores marginales,
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 91

honrará nuestros débiles esfuerzos y aumentará nuestro pequeño


abastecimiento de sabiduría y valentía. Si Dios llama a los hombres a ser los
jueces de sus hogares, como de hecho lo hace, entonces a medida que
cumplamos ese deber Él estará con nosotros.

Estos principios subrayan claramente


nuestra necesidad constante de gracia divina.
Estos deberes exponen nuestra falta de sabiduría práctica en asuntos
esenciales. Pone de manifiesto nuestra falta de paciencia para reunir la
información necesaria para tomar una decisión acertada. Sacan a la luz
nuestra inconsistencia moral cuando debemos tomar decisiones éticas que
exigirán cambios en nuestras propias acciones. Un sentido agonizante de
insuficiencia no debe hacer que nos rindamos o huyamos, sino que debe
conducirnos una y otra vez hacia la sangre y la bendición del pacto eterno
(Hebreos 13:20−21). Dios nos ha dado una enorme carga con estas
responsabilidades. En nuestras propias fuerzas, fallaremos. Pero, su
misericordia inagotable no nos ha dejado solos. Si caemos de rodillas ante
el trono de la gracia, “recibiremos misericordia, y hallaremos gracia para la
ayuda oportuna” (Hebreos 4:16). ¿Qué más podríamos pedir para este fin
que una promesa como esta? Esta promesa está respaldada por el Creador
del cielo y de la tierra, por lo tanto, no fallaremos; no debemos fallar. Dios
no fallará en darnos fuerzas.
CAPÍTULO NUEVE
LOS REQUERIMIENTOS ESPIRITUALES DE UN
HOMBRE COMO SACERDOTE EN SU HOGAR

En nuestro estudio de los roles especiales de un hombre como sacerdote


en su hogar, hemos observado principalmente la apariencia y conducta
externa en el cumplimiento de nuestros deberes dados por Dios. Sin
embargo, en este capítulo veremos más de cerca el corazón, el espíritu y el
carácter. Nuestro sacerdocio en nuestros hogares no depende
principalmente de lo que hacemos, sino de quiénes somos.
Al estudiar a los diferentes sacerdotes en la Biblia, hay tres
características principales del sacerdocio que se destacan. La Biblia presenta
estos rasgos, que solo el Espíritu de Dios puede producir, como cualidades
de carácter esenciales para un verdadero sacerdote. Así como la fe, la
esperanza y el amor son las tres grandes marcas del verdadero cristianismo,
estas tres cualidades: ser irreprensible, tener compasión y ser fiel, son las
principales marcas de un verdadero sacerdote piadoso. Analizaremos cada
una de estas características, una a la vez.

¿Qué es Ser Irreprensible?


Todos los verdaderos sacerdotes en la Palabra de Dios debían ser
irreprensibles. Ya hemos visto un excelente ejemplo de esto. Job 1:1 dice:
“Hubo un hombre en la tierra de Uz llamado Job; y era aquel hombre
intachable, recto, temeroso de Dios y apartado del mal”. La descripción
cuádruple de la integridad de Job en este versículo comienza (y se resume
en) la primera característica. Job era intachable, como lo traduce LBLA. La
RVR60 traduce esta palabra como perfecto. Job era irreprensible o perfecto
en el sentido de ser moralmente completo. No es que no tenía pecado, sino
que ningún pecado en particular se manifestó de manera tal que formara
un borrón, una mancha o una deficiencia en su carácter general.
94 Los Requerimientos Espirituales

La versión griega del Antiguo Testamento traduce la palabra como


irreprensible o completo. La derivación de esta palabra significa
literalmente sin culpa. Esta misma palabra se usa en Lucas 1:5−6, que dice:
Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, cierto sacerdote llamado
Zacarías, del grupo de Abías, que tenía por mujer una de las hijas de
Aarón que se llamaba Elisabet. Ambos eran justos delante de Dios, y
se conducían intachablemente en todos los mandamientos y preceptos
del Señor.
La descripción en realidad se aplica tanto a Zacarías como a su esposa
Elisabet, lo cual refuerza la idea de que si un hombre es irreprensible, es de
vital importancia que su esposa lo sea también. Aunque la traducción de
LBLA no lo refleja, la palabra irreprensible se coloca al final de la
descripción del personaje de Zacarías, tal como aparece al comienzo de la
descripción del personaje de Job. Podríamos traducir el versículo: “Ambos
eran justos a la vista de Dios, caminando en todos los mandamientos y
requisitos del Señor, sin mancha”. Así, la palabra irreprensible, sin un
defecto moral obvio en su reputación, resume el carácter de Zacarías ante
los hombres.
Bajo el Antiguo Pacto, se requería que los sacerdotes fueran físicamente
libres de defecto, un presagio de la inocencia espiritual requerida de los
sacerdotes en el Nuevo Pacto. Levítico 21:21−23 dice:
Ningún hombre de la descendencia del sacerdote Aarón que tenga
defecto se acercará para ofrecer las ofrendas encendidas del SEÑOR;
porque tiene defecto no se acercará para ofrecer el alimento de su
Dios. Podrá comer el alimento de su Dios, tanto de las cosas
santísimas como de las sagradas, sólo que no ha de entrar hasta el velo
o acercarse al altar, porque tiene defecto, para que no profane mis
santuarios; porque yo soy el SEÑOR que los santifico.
Así como los sacerdotes del Antiguo Testamento no debían tener
defectos físicos, de la misma manera, como sacerdotes en nuestros hogares,
no debemos tener defectos espirituales.
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 95

Lecciones de la Cualidad de Ser Irreprensibles


Este carácter irreprensible de los verdaderos sacerdotes sugiere algunas
lecciones para los hombres.

Primero, ser un sacerdote irreprensible en


nuestro hogar es un objetivo realista y alcanzable.
Este no es el tipo de ideal hipotético ante nosotros que ningún ser humano
ha sido capaz de vivir jamás. Sabemos por la palabra de Dios que al menos
dos hombres fueron realmente irreprensibles. Dios no nos muestra estos
ejemplos solo para convencernos de cuán pecaminosos somos. Esto es algo
que Job era. Esto es algo que era Zacarías. Debido a que estos hombres
pudieron ser irreprensibles, no nos está permitido cambiar esta
responsabilidad. En realidad, se supone que somos irreprensibles por la
gracia de nuestro Señor Jesucristo.
Vivimos en una época donde un carácter moralmente defectuoso y la
depravación restante en los cristianos han sido sobre enfatizados. Las
doctrinas de la creencia fácil, el cristianismo carnal y la gracia barata han
llevado a que existe una multitud de cristianos nominales, cuyas vidas son
terriblemente inconsistentes y descaradamente defectuosas. Hablar de vivir
una vida irreprensible para este tipo de personas parece casi una negación
de la gracia de Dios. Pero, el ejemplo de Job y Zacarías nos enseña
claramente que una vida irreprensible es un objetivo realista y alcanzable.
El verdadero carácter de un cristiano puede y no debe tener deficiencia
moral ante los ojos de su familia y su prójimo.

Segundo, ser un sacerdote irreprensible en nuestros hogares es un


objetivo necesario y crucial.
Ser irreprensible es una base para todo lo demás. Si no somos
irreprensibles, socavaremos cada uno de nuestros roles especiales como
sacerdotes en nuestros hogares. Si somos moralmente defectuosos, no
podremos interceder por nuestras familias. El Salmo 66:18−19 dice: “Si
observo iniquidad en mi corazón, el Señor no me escuchará. Pero
ciertamente Dios me ha oído; El atendió a la voz de mi oración”. El texto
96 Los Requerimientos Espirituales

no dice: “Si tengo iniquidad en mi corazón, el Señor no me escuchará”,


porque cada uno de nosotros tiene iniquidad en su corazón. Dice: “Si
observo iniquidad en mi corazón, el Señor no me escuchará”. Algunos de
nosotros podemos estar considerando la iniquidad, o albergar un pecado
predilecto sin arrepentimiento. Hacerlo trastornará nuestra capacidad de
orar por nuestras familias.
Esto también debilitará nuestro papel como mediador de la bendición
divina. Dicha bendición depende del hecho de que el jefe de familia es
justo. Si somos justos, nuestra casa puede ser descrita como la casa de los
justos. Si somos malvados, ¿cómo pueden las bendiciones de Dios
descender sobre nuestros hogares?
Además, la falta de irreprensibilidad socavará nuestro papel como
directores del culto religioso e instructores de las Sagradas Escrituras.
Careceremos de autoridad moral a los ojos de nuestras familias si no
tenemos un caminar irreprensible. Nuestras esposas e hijos son muy
conscientes de todas las inconsistencias en nuestras vidas. Si nos excusamos
a nosotros mismo de todas las cosas que hacemos en contra de las
convicciones que hemos establecido a partir de las Escrituras, nuestras
propias acciones pondrán sobre nosotros el cargo de hipocresía y tentarán
a nuestras esposas e hijos al cinismo.
En adición a esto, si no somos irreprensibles dañaremos nuestro papel
como jueces en las cosas santas. Cuando tenemos que justificarnos
constantemente por un camino de pecado, no podemos mantener un buen
discernimiento ni la sensibilidad moral necesarios para este papel. No tratar
con el pecado nubla nuestras conciencias, hace que nuestro carácter sea
defectuoso y corrompe todo nuestro ser. Tal negligencia a menudo nos
hace reaccionar con demasiada dureza o liviandad a lo que sucede en
nuestros hogares.
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 97

Tercero, vivir como un sacerdote irreprensible en nuestros hogares


exige un trato abierto y honesto con respecto a nuestros pecados, no
una vida perfecta.
En otras palabras, esto demanda que vivamos por el Evangelio de Cristo.
Para llegar a ser sacerdotes irreprensibles, no tenemos que guardar la ley
perfectamente. Sin embargo, debemos vivir según el Evangelio de manera
consistente, especialmente en lo que respecta a los pecados específicos que
puedan estar descarrilando nuestro ministerio e influencia en nuestros
hogares.
Los cristianos cometerán pecado e incluso los sacerdotes irreprensibles
lo harán. La pecaminosidad está en nuestra propia naturaleza y nunca será
erradicada por completo hasta que alcancemos la gloria. Pero esta es la
mejor parte de ser cristiano: todos nosotros nos arrepentimos. Los pastores
se arrepienten, los hombres se arrepienten, las mujeres se arrepienten. Los
niños se arrepienten. El estándar para ser cristiano no es la perfección, es
Su sacrificio expiatorio lo que nos permite arrepentirnos de nuestros
pecados cada día.
Es importante que no pequemos. Pero, es igualmente importante, y
quizá aún más, que nos arrepintamos. Una cosa es perder los estribos, mirar
un programa de televisión cuestionable con nuestra familia, ser descuidados
al ordenar el culto familiar, no disciplinar a nuestros hijos o tomar una
decisión egoísta sobre nuestro tiempo, y luego, al darnos cuenta de nuestro
pecado, abiertamente arrepentirse y pedir perdón. Pero es algo
completamente diferente, y mucho peor, cometer los mismos pecados y
justificarnos o endurecernos en nuestro pecado en lugar de arrepentirnos.
David cometió adulterio y se arrepintió. Si cometemos adulterio y no nos
arrepentimos, nos dirigimos a un destino muy diferente que al de David.

1 Juan 2:1−2 dice: “Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no
pequéis. Y si alguno peca, Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo
el justo. El mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no sólo por
los nuestros, sino también por los del mundo entero”.
98 Los Requerimientos Espirituales

Si nos estamos justificando en un camino de pecado o si hay un defecto


moral con el que nos negamos a tratar, debemos arrepentirnos. El
Evangelio nos da la oportunidad de hacerlo. La gracia de Dios consiste en
esto: que podemos volvernos a Él y ser irreprensibles una vez más. Pero no
podemos seguir negándonos a lidiar con nuestro pecado. El
arrepentimiento es la única forma de reclamar nuestra autoridad moral y
liderazgo en el hogar. No nada más que podamos hacer para reparar la
influencia de nuestro carácter defectuoso e hipócrita. Cuanto más
avancemos en la dureza del corazón, más daño le haremos a nuestro hogar
espiritualmente.
Tanto Job como Zacarías pecaron. En los versículos siguientes en Lucas
1, vemos que Zacarías cometió un error tan grave que Dios lo dejó mudo
durante nueve meses. Job también pecó mientras luchaba por comprender
la providencia de Dios que parecía tan en contra de él. Pero ambos
sacerdotes se arrepintieron, se apartaron del mal y continuaron siendo
irreprensibles. La diferencia entre los cristianos y los que no lo son no es
que uno peca y el otro no, sino que los cristianos se arrepienten cuando
pecan. Por lo tanto, parte de nuestro papel como sacerdotes irreprensibles
delante de nuestras familias es la humilde confesión de pecado para con
ellos. ¿Cómo podemos saber si somos sacerdotes irreprensibles delante de
nuestra familia? Si nunca nos hemos arrepentido frente a ellos, lo más
probable es que no lo seamos. Una de las marcas de un verdadero cristiano
es que éste continúa confesando sus pecados y Cristo continúa perdonando
sus pecados y limpiándolo de toda injusticia. Una de las marcas de un
verdadero sacerdote es que continúa confesando sus pecados ante su
familia, y ellos continúan perdonándolo. Una confesión así no erosionará
el respeto de una familia por un hombre y su autoridad. Más bien, eso es
lo único que lo recibirá a cambio. Mientras sigamos ejerciendo este tipo de
influencia gravosa “supuestamente piadosa” en nuestro hogar sin un trato
sincero delante de nuestras familias, ellos continuarán pensando que
nosotros somos, en el mejor de los casos, charlatanes llenos de pretensión
y orgullo.
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 99

Una vez que hayamos hecho una confesión sincera de nuestros


pecados, debemos respaldarla con frutos apropiados de arrepentimiento.
Debemos exhibir, en el lenguaje del catecismo, “nuevos esfuerzos después
de la verdadera obediencia”. No cumpliremos a la perfección el ideal de la
obediencia, pero debemos hacer nuevos esfuerzos hacia ese fin. Nuestras
familias no tienen que vernos actuar perfectamente, pero tienen que vernos
tratando de lidiar con el pecado, ya sea este: el mal genio, egoísmo,
negligencia de nuestras familias o cualquiera otra de los cientos de cosas
más. Solo el arrepentimiento verdadero nos permitirá ser sacerdotes
irreprensibles en nuestros hogares.

Cuarto, vivir como un sacerdote irreprensible en nuestro hogar


debe señalarnos al Señor Jesucristo como el principal ejemplo y la
fuente de la gracia que necesitamos para ser irreprensibles.
Hebreos 7:26 deja en claro que nuestro Señor es el más ejemplo más
sublime de un sacerdote irreprensible: “Porque convenía que tuviéramos
tal sumo sacerdote: santo, inocente, inmaculado, apartado de los pecadores
y exaltado más allá de los cielos”. Sería un error de nuestra parte pensar en
sacerdotes irreprensibles y no levantar nuestra mirada hacia Cristo. Nuestro
objetivo debe ser vivir como Él vivió. Como dice 1 Juan 2:6: “El que dice
que permanece en El, debe andar como El anduvo”. Cristo mismo es la
fuente de la irreprensibilidad que necesitamos.

¿Qué es la Compasión?
La compasión es una preocupación tierna y una simpatía amorosa nacida
de experiencias personales difíciles. Es el amor empático que sentimos por
alguien que enfrenta sufrimiento o dificultades que también hemos
experimentado. Es más probable que alguien que ha sobrevivido al cáncer
entienda los sentimientos de alguien que acaba de ser diagnosticado con la
enfermedad, que alguien que nunca ha sido afectado por ella. La compasión
significa sentir desde nuestro interior lo que otra persona siente. Cuando
hemos sufrido de la misma manera que otras personas (o podemos
ponernos en su lugar imaginando lo que sufren), eso es algo que le da una
dimensión adicional al amor que les mostramos.
100 Los Requerimientos Espirituales

El ejemplo de Job vuelve a ser relevante sobre cómo un verdadero


sacerdote debe vivir con compasión. Cuando Job dijo de sus hijos: “Quizá
mis hijos hayan pecado y maldecido a Dios en sus corazones”, lo dijo como
un hombre experimentado en el mal del corazón humano, las tentaciones
del mundo y las luchas peculiares de la juventud. Él sabía muy bien que
incluso una celebración legítima de una fiesta de cumpleaños podía
convertirse en ocasión para que sus hijos cometieran pecados graves. Esa
fue su experiencia personal. Pero de esta experiencia surgió su tierna
preocupación por sus hijos. No dijo: “Si mis hijos han maldecido a Dios en
sus corazones, entonces nunca más volveré a hablar con ellos”. Tampoco
dijo: “Si mis hijos han maldecido a Dios en sus corazones, bueno, así son
los hijos, algún día crecerán”. Su preocupación compasiva era por su
bienestar, y esa preocupación se manifestó en acciones destinadas a
restaurar a hijos descarriados del favor divino.
El ideal es que todo verdadero sacerdote exhiba la misma cualidad.
Hebreos 5:2 dice: “y [el sumo sacerdote] puede obrar con benignidad para
con los ignorantes y extraviados, puesto que él mismo está sujeto a
flaquezas”. Como vimos en el primer capítulo, la palabra traducida
benignidad por LBLA transmite la idea de que un sacerdote debe actuar
siempre con una pasión medida. Él debe contener su indignación, ira e
impaciencia que naturalmente aumentan cuando ve el pecado, la ignorancia
y las necedades morales de los hombres. Solo la verdadera compasión le
permitirá actuar como un sacerdote con moderación y gentileza.

Lecciones de la Cualidad de ser Compasivo


El carácter compasivo de un verdadero sacerdote sugiere algunas lecciones
para nosotros como hombres.

Primero, debemos tomar al pecado con seriedad.


Necesitamos tener un sentido profundo de las terribles consecuencias que
el pecado trae consigo. Debemos comprometernos a detener su paso por
la vida de aquellos a quienes amamos y ministramos: nuestras esposas e
hijos. La obra de la vida de un sacerdote es lidiar con las consecuencias del
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 101

pecado restaurando a los pecadores a Dios y librándolos de las calamidades


que el pecado traerá sobre ellos. Entonces, si debemos ser sacerdotes en
nuestros hogares, tenemos que mantener una conciencia tierna y un
compromiso vigoroso para lidiar con nuestro propio pecado y con el de
nuestra familia.

En segundo lugar, debemos mantener un delicado equilibrio entre


indulgencia y severidad.
Esto es algo difícil de hacer. La actitud que tolera e incluso pasa por alto las
transgresiones de la ley de Dios en nuestras esposas o hijos, a menudo se
basa en una visión autocomplaciente de los pecados de nuestra juventud.
Por otro lado, la severidad que reacciona con enojo ante los errores de los
jóvenes inmaduros y necios es a menudo el resultado de la justicia propia
que ha olvidado convenientemente la enorme cantidad de iniquidad juvenil
por la cual Dios nos ha perdonado. Como sacerdotes, debemos recordar
nuestras propias debilidades para encontrar el equilibrio apropiado entre
compasión y principio, al tratar con los pecados de los miembros de nuestra
familia.

Tercero, siempre debemos tratar con los pecados de


los miembros de nuestra familia con miras a su restauración al favor
divino y la bendición.
En cada situación de disciplina, en cada confrontación y decisión, uno de
los factores decisivos en cómo lidiar con aquellas cosas debería ser el interés
espiritual del pecador. Nuestra respuesta debería venir con una emoción
medida. No queremos equivocarnos simplemente colocando una curita en
la herida que ha causado el pecado, diciendo “paz, paz” cuando no hay paz.
Por otro lado, no queremos llevar al pecador a una desesperación tal que
se abandone irremediablemente al pecado. Siempre debemos pensar:
“¿Cuál es la mejor manera de tratar con una persona así, con el propósito
de traerla de regreso a Dios?”. Debemos tomar en serio tanto el pecado, así
como la necesidad del pecador.
102 Los Requerimientos Espirituales

Cuarto, debemos mirar al Señor Jesucristo como el gran ejemplo y


fuente de una compasión así (Hebreos 2:17−18; 4:14−16).
La guía y fuerza que necesitamos para ejercer un sacerdocio así, vendrán
solamente cuando miremos a Jesús, el autor y consumador de nuestra fe.

¿Qué es la Fidelidad?
Nuevamente, veamos primero el ejemplo de Job. Las últimas palabras de
Job 1:5 dicen: “Así hacía Job siempre”. Literalmente, el texto dice todos los
días. El énfasis está en la consistencia de Job como sacerdote en su hogar.
Él era veraz y digno de confianza. Su familia podía contar con él. Cada vez
que llegaba la hora señalada para el sacrificio familiar, Job estaba allí
haciendo su trabajo. Podemos inferir de esto que en todas las otras
responsabilidades de Job como sacerdote en su hogar, él también fue fiel.
Esta cualidad de fidelidad en un verdadero sacerdote es subrayada con
un lenguaje similar en otras partes del Antiguo Testamento. En 1 Samuel
2:35, Dios dice: “Pero levantaré para mí un sacerdote fiel que hará
conforme a los deseos de mi corazón y de mi alma; y le edificaré una casa
duradera, y él andará siempre delante de mi ungido”. Dios dice que en
contraste con la infidelidad de Elí y sus hijos, Él levantaría un sacerdote fiel
para Sí mismo. Es interesante que el versículo 35 termina con las mismas
palabras que Job 1:5 ⎯este sacerdote andará siempre delante de mi ungido.
La frase subraya la fidelidad del sacerdote. Al igual que Job, iba a ser
habitual, constante y consistente en su ministerio.
Sin embargo, la idea clave aquí radica en el adjetivo fiel. El hombre que
Dios planeaba levantar era un sacerdote fiel. La raíz de la palabra utilizada
es muy común en hebreo y significa ser firme, sólido, verdadero o duradero.
También se usa en la frase una casa duradera que aparece en el mismo
versículo. Una casa duradera es aquella que permanece. En otros pasajes,
la misma raíz se refiere a creer en Dios. Creemos en las cosas porque son
verdad. En el versículo de 1 Samuel, la palabra lleva la idea de alguien que
es veraz y digno de confianza, o fiel. Un sacerdote fiel es aquel que continúa
haciendo sus responsabilidades todos los días. Esta fidelidad tiene dos
aspectos. Incluye fidelidad al Señor. Dios dice que el sacerdote fiel “hará
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 103

conforme a los deseos de mi corazón y de mi alma” (1 Samuel 2:35). Esto


está en marcado contraste con los hijos de Elí, quienes según 1 Samuel 2:12,
13: “eran hombres indignos; no conocían al SEÑOR ni la costumbre de los
sacerdotes con el pueblo”.
El segundo aspecto se relaciona con el pueblo de Dios. Como vimos
anteriormente, el papel vital del oficio sacerdotal es restaurar a los
pecadores al Señor. Los hijos de Elí abusaron de aquellos que venían a
adorar en Silo al tomar carne cruda que no les correspondía. También
parecía que consideraban apropiado acostarse con las mujeres que servían
en la puerta de la tienda de reunión. Por otro lado, Samuel no tenía ese tipo
de fallas en su carácter. Dando la oportunidad de que respondan, incluso
el pueblo de Israel estuvo de acuerdo en que él había sido fiel a ellos (1
Samuel 12:1−5; comparar con Lucas 12:41−48). Imitar a Samuel (en
contraste con los hijos de Elí) significa que, como sacerdotes, debemos
luchar contra la lujuria mundana que nos hace tomar ventaja de aquellos a
quienes deberíamos ministrar. Debemos desempeñar nuestro papel de
manera cuidadosa, confiable y fiel.

Lecciones de la Cualidad de ser Fiel


Esto tiene lecciones muy importantes para nosotros.

Primero, como sacerdotes en nuestros hogares,


debemos mostrar constancia perseverante (o fidelidad) en nuestros
deberes.
Nuestras esposas e hijos deberían contar con nosotros para la celebración
regular del culto familiar, manifestar principios consistentes al tratar con los
problemas familiares, ser inquebrantables para guiarlos a la iglesia y cuidar
de sus almas.

Segundo, debemos recordar que nuestra principal preocupación es


el bienestar espiritual de nuestra familia.
Por lo tanto, debemos disciplinarnos para ese ministerio. No debemos
tratar a nuestras familias como meros vehículos para cumplir nuestros
104 Los Requerimientos Espirituales

deseos carnales de placer y tranquilidad. Es muy fácil para nosotros


volvernos egocéntricos. Cuando nos encontramos resbalando en dirección
a ese mal, debemos recordar que si nos ocupamos de los negocios de Dios,
él se encargará de nuestras necesidades y deseos. No debemos pensar en
nuestras esposas como creadas simplemente para suplir nuestras
necesidades y deseos de satisfacción sexual. No debemos usar a nuestros
hijos para cumplir nuestros propios deseos frustrados de éxito o reputación.
Nuestra principal preocupación debería ser su bienestar espiritual. Si
hacemos lo mejor por nuestras familias colocando sus necesidades antes
que las nuestras, encontraremos mucha satisfacción legítima en ellos.

Finalmente, como sacerdotes en nuestro hogar, contemplamos en


nuestro propio sumo sacerdote el gran ejemplo y la fuente de un
ministerio sacerdotal fiel.
Nadie ha realizado un ministerio más fielmente que el Señor Jesucristo. Un
verdadero cristiano sabe eso en su cabeza (al leer las Escrituras) y también
en su corazón (por la fidelidad del Señor en su propia vida).
CAPÍTULO DIEZ
ESPERANZA PARA UN HOMBRE
COMO SACERDOTE EN SU HOGAR

Un hombre que quiere vivir como un afectuoso líder piadoso en un mundo


que se burla de tales principios puede sentirse abrumado ante la idea de
tener que estar a la altura del estándar bíblico de lo que debe ser un esposo
y un padre. Él podría mirar la gran cantidad de trabajo que se necesita para
vivir como un sacerdote piadoso y desanimarse pensando cuántas veces ha
fallado. ¡Hombres así son los que deberían recobrar el ánimo! Hay
esperanza en la personificación de las cualidades y características de un
verdadero sacerdote en Cristo.
Jesucristo es el más grande y verdadero sacerdote porque Él ofreció el
único sacrificio posible por el pecado. Ahora Él está sentado a la diestra de
Dios, listo para salvar a todo aquel que viene a Dios por medio de Él. Un
pecador en desesperación por causa de sus problemas puede encontrar en
Cristo todas las cualidades que podría necesitar. Cristo es un sacerdote
irreprensible. Incluso los cínicos y escépticos que ven lo peor en todas las
cosas, nunca encontrarán un defecto en Él. Dios mismo no encontró
ninguna mancha en Su Hijo ni en Su sacrificio.
Cristo es también un sacerdote compasivo. No permite que Su justa ira
por nuestros pecados rompa las cadenas de restricción de Su paciencia y
amor. Pero tampoco trata nuestros pecados y fracasos con un sentimiento
superficial. Cristo trata nuestros pecados de una manera firme pero gentil,
siempre mostrando que nos ama.
Además, Cristo es un sacerdote fiel. Nunca dejará de servir como
nuestro sacerdote. Él siempre estará orando e intercediendo por sus hijos.
Incluso aun cuando pensamos que no podemos orar ni por nosotros
mismos, Él será fiel a nosotros. Ahora tenemos, y siempre tendremos, a
El Hombre como Sacerdote en Su Hogar 107

Jesucristo como nuestro gran sumo sacerdote y como nuestro abogado


delante del Padre. Lo maravilloso de esto es que no hay nadie que pueda
sentir que está fuera del alcance de la gracia de Dios. No importa qué tipo
de hombre alguien pudiera ser, lo que haya hecho o lo culpable que se
sienta, Jesucristo está listo para ser su sumo sacerdote irreprensible,
compasivo y fiel. Aprendemos sobre el oficio de sacerdote en la Biblia
porque el propósito de Dios es traer los hombres a Sí mismo mientras trata
con sus pecados. Lo hace a través del único sacerdote verdadero y final, el
Salvador de los pecadores con Él que cada hombre necesita una relación
personal. Esto es lo que significa el cristianismo: necesitar, conocer y tener
un sacerdote irreprensible, compasivo y fiel delante Dios.
Ningún ser humano que haya vivido sobre la tierra puede prescindir de
ese sacerdote irreprensible que se coloque en su lugar y le otorgue el
derecho de las bendiciones de Dios. No podemos obtener estas
bendiciones por nuestros méritos. El pecado nos convierte en seres tan
bajos, débiles y depravados que quedamos imposibilitados en nuestras
fuerzas sin poder levantarnos, en una desesperada necesidad de compasión
y gracia. Somos como un ciego que camina al borde de un acantilado. No
nos damos cuenta de lo misericordioso que Dios ya ha sido con nosotros y
de cuánto necesitamos de alguien – un sacerdote fiel – que nos tome de la
mano y nos lleve a un lugar seguro. Cuando clamamos a Dios por
misericordia, Dios contesta nuestras oraciones y nos envía a Cristo como
un sacerdote compasivo para evitar que caigamos en el precipicio. Él
intercambia Su justicia por nuestro pecado y somos adoptados en la familia
de Dios. Solo así podemos comenzar a vivir verdaderamente como
sacerdotes en nuestro hogar.
Mientras servimos como sacerdotes, a menudo nos preguntamos cómo
Dios puede seguir perdonándonos por nuestros errores. Pero si ordenó a
sus discípulos que perdonaran a sus hermanos siete veces al día, y setenta
veces siete, ciertamente Él hará lo mismo. Solemos preocuparnos al pensar
si Dios nos preservará o no cuando enfrentemos una nueva circunstancia,
pero debemos recordar que tenemos un sacerdote fiel que está con
nosotros todos los días.
108 Esperanza

¿Cómo llegaremos a ser el tipo de hombres que Dios quiere que


seamos? Una y otra vez, cuando nuestros pecados están delante de
nosotros, y sentimos nuestra debilidad, falta de compasión, inconsistencia y
debilidad, esos problemas deberían llevarnos de regreso a Jesucristo. Él es
quien dice: “El que cree en mí, como ha dicho la Escritura: ‘De lo más
profundo de su ser brotarán ríos de agua viva’”. Él es quien, como dice
Pablo, nos transformará de gloria en gloria cuando lo contemplemos (2
Corintios 3:18).
Esa transformación tiene lugar cuando vivimos en la presencia de
Jesucristo. Al igual que Moisés, que habitaba en la presencia de la gloria de
Dios en el monte, nuestros rostros brillarán con Su gloria. Tenemos que
vivir con Cristo. Tenemos que despertarnos con Él. Tenemos que caminar
con Él. Tenemos que terminar el día con Él. Tenemos que estar con Él
siempre. Tenemos que leer Su Palabra y hablarle. Mientras lo hacemos, la
gloria de lo que Cristo es como sacerdote comenzará a iluminarnos a
nosotros también. Que Dios permita que sea así en la vida de cada uno de
nosotros.

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