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Bienestar Del Docente PDF
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Educación y Ciencia, Cuarta Época. vol. 3, num. 7 (42), 2014
Bienestar emocional de los profesores, Cisneros, Druet.
Introducción
Todo lo anterior, trae como consecuencia que estos estén sujetos a demandas que
ocupan cada vez más su tiempo, lo que implica una reducción de los momentos que
deberían dedicar a funciones educativas así como una saturación de tareas administrativas y
burocratizadas (Hargreaves, 2005), en el que el tiempo se ha vuelto en su contra, ya que
deben rendir cuentas a la administración escolar sobre las responsabilidades encargadas en
fechas específicas.
Asimismo, se les pide que cumplan con sus obligaciones a nivel de aula y que a su
vez se ajusten a las necesidades particulares de cada uno de los alumnos que tienen en la
clase (Álvarez, 2009).
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Este mismo autor también señala que en el ámbito educativo se debe prestar
atención a las emociones por la diversidad de repercusiones que tienen en el proceso
educativo, ya que al descuidarse este aspecto se presentan diferentes problemáticas, como
conductas agresivas o la violencia. Esto se debe a que la educación se centra en desarrollar
el intelecto, descuidando el aspecto emocional. Lo que tiene una gran implicación al no
respetarse la educación integral que deben recibir los estudiantes, puesto que la formación
recibida no abarca todas las áreas de su vida, manifestando una evidente incongruencia
entre la teoría y la práctica, ya que el desarrollo cognitivo debe complementarse con el
emocional.
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Por ello, el trabajo de los profesores está lleno de emociones, y éstas ocupan un
papel muy importante en la satisfacción profesional de los mismos, por lo que resulta
necesario preocuparse por su bienestar emocional, siendo una condición requerida para la
actividad educativa, pues hay que sentirse bien para educar bien (Marchesi, 2007), porque
no se puede enseñar con calidad ante la carencia de bienestar emocional (Palomera,
Fernández-Berrocal y Brackett, 2008).
El bienestar emocional se refiere a “lo que las personas piensan y sienten con
respecto a su vida y las conclusiones que sacan cuando evalúan su existencia” (Gómez,
Villegas, Barrera y Cruz, 2007, p. 314), y está relacionado al sentir mayores emociones
positivas que negativas, cuando se comprometen en actividades interesantes y están
satisfechos con sus vidas (Cuadra y Florenzano, 2003).
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Ante las múltiples dificultades por las que atraviesan los profesores es indispensable
que cuenten con estrategias efectivas de afrontamiento que les permitan sentirse bien
consigo mismos y por ende, en las actividades en las que se desarrollan.
Hargreaves (2005), menciona que los profesores deben mantener un equilibrio tanto
fuera como dentro de la escuela, sobre todo por el trabajo cotidiano realizado en los salones
de clases; en adición a esto Corvalán (2005), considera que si a los problemas profesionales
se les agregan los personales, resulta muy difícil mantener un equilibrio psicológico y el
nivel de entrega óptimo que requieren los alumnos.
Por lo tanto, es necesario que los profesores tengan cierto equilibrio emocional para
que se perciban de manera positiva a pesar de las experiencias emocionales desagradables
que puedan experimentar.
Ante todo esto, algunos profesores tienen la fortuna de conseguir que predominen
las emociones positivas, en cambio en otros, prevalecen habilidades limitadas de
afrontamiento, lo que conduce a que las experiencias negativas tengan un mayor peso
(Vivas, 2003).
Por ello es necesario construir estrategias para revertir este ciclo de malestar
(Gavilán, 1999), que afecta cada vez más a los docentes. El uso de estas estrategias
potenciará un estado de satisfacción personal y profesional, ya que el predominio de las
emociones positivas son importantes para el bienestar emocional (Sureda, y Colom, 2002).
Por tal motivo, a continuación se presentan algunas de las estrategias que pueden
facilitar el bienestar emocional de los profesores.
No obstante, Álvarez (2009) plantea que la realidad es que las técnicas pedagógicas
que se les exigen son nuevas para ellos y no tienen la preparación adecuada para ponerlas
en práctica ni toman en cuenta la heterogeneidad de los estudiantes. Por lo tanto, los
docentes deben adquirir aquellas competencias profesionales que necesitan para tener un
rendimiento óptimo en sus labores, pero éstas dependen de sus características personales y
de sus deseos de superación.
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Para que esta formación tenga éxito tiene que adaptarse a las necesidades de los
docentes o del sistema educativo, puesto que se incrementarán los conocimientos y
habilidades o se producirá un cambio significativo en sus creencias y destrezas. Por ello, las
autoridades educativas deben preocuparse en que sus profesores tengan oportunidades de
formación y apoyen los proyectos de innovación que elaboren, pues la probabilidad de que
se sientan más satisfechos se incrementa. Asimismo, es importante que las escuelas
ofrezcan a sus profesores los medios, tiempos, recursos y condiciones que les faciliten su
trabajo dependiendo del contexto donde laboren (Marchesi, 2007).
Con todo esto, las autoridades educativas deben estar conscientes de la importancia
de que los profesores se sientan orgullosos de su profesión.
Relacionarse con otros. Es importante que los docentes eviten quedarse aislados de
otros colegas, aun cuando las condiciones sigan colocándolos en aulas durante la mayor
parte del tiempo, la escuela debe fomentar positivamente las reuniones colegiales (Day,
2007). Las relaciones con los demás ayudan a mantener la estabilidad emocional y el buen
ánimo en la profesión ya que se comparten iniciativas, proyectos, frustraciones y
satisfacciones, así como se propicia un ambiente de comprensión y apoyo mutuo (Marchesi,
2007).
De igual forma, autores como León (1999) y Camacho y Padrón (2006) concuerdan
en la importancia de la creación de grupos de trabajo entre los profesores que les permita
reflexionar sobre su trabajo y el intercambio de ideas, experiencias, perspectivas y
conocimientos.
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Para que esto se lleve a cabo de manera efectiva se deben evitar que estas
relaciones lleguen a un alejamiento de la dinámica del centro educativo o de los otros
compañeros de trabajo o que sean grupos de presión que distorsionen el funcionamiento de
la institución escolar (Marchesi, 2007).
Por lo tanto, es conveniente que a los profesores se les proporcione una educación
emocional que les permita externar las dificultades a las que se enfrentan cotidianamente
(Álvarez, 2009).
Fomentar la autoestima. Una autoestima alta permite alcanzar los objetivos que una
persona se plantee para su vida (Manual de recursos del maestro, 2009).
estima y del reconocimiento social quebranta las bases de la identidad profesional y reduce
las buenas relaciones entre los miembros de la profesión y su sentido de pertenencia a la
misma (Marchesi, 2007). Por eso es importante que se extiendan campañas de
revalorización social de la profesión y de los profesores desde todos los organismos
pertinentes (Esteve, 2000 en Camacho y Padrón, 2006).
Es por ello que se les debe enseñar a enfrentarse con la práctica cotidiana de la
enseñanza. Para lograr esto, es necesario realizar prácticas profesionales para que tengan
una idea más certera de la magnitud del trabajo que enfrentarán en un futuro próximo, ya
que si no quedarán desconcertados al encontrar que la práctica educativa real no concuerda
con los esquemas ideales con los que se habían formado (Camacho y Padrón, 2006).
Tener sentido del humor. Una estrategia que se considera efectiva es el humor, ya
que el grado en que influya ese evento depende de la percepción que se tenga del mismo.
Por ello las personas que tienen un alto sentido del humor posiblemente tienen
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apreciaciones más positivas, evitando las emociones negativas (D' Anello, D' Orazio,
Barreat y Escalante, 2009).
Por su parte, Vivas (2003) plantea como estrategia incluir en los programas
escolares la enseñanza de ciertas habilidades como el autoconocimiento, el autocontrol, la
empatía y el saber escuchar, así como el poder resolver conflictos de manera óptima y en
colaboración con los demás
Es por ello necesario fomentar acciones preventivas desde las propias instituciones
educativas (Gavilán, 1999). Para esto se deben olvidar los modelos de buen y mal profesor,
en lugar de eso se deben propiciar el desarrollo de las habilidades intrapersonales, el
autocontrol y el autoconcepto entre otras, para ofrecer a los docentes las competencias
profesionales necesarias para resolver problemas que surgen de la práctica docente y por
consiguiente, promover buenas interrelaciones en toda la institución educativa (Camacho y
Padrón, 2006). De igual forma, se deberían incluir en los distintos programas de formación
y actualización docente que se ofertan la información necesaria para que puedan enfrentar
las problemáticas de manera óptima (Carbonero y Crespo, 1994). Evitando así
repercusiones negativas en los estudiantes en formación (Del Pozo, 2000).
Por último, Day (2007), afirma que durante la carrera profesional de los docentes es
inevitable que en ocasiones ésta se transforme, ya sea por motivos personales, cambios en
las políticas o en las condiciones laborales, por lo que el compromiso con la profesión
puede convertirse en frustración, fatiga, rutina, escepticismo, agotamiento o malestar
docente, lo que puede ocasionar repercusiones negativas en su desempeño. Estas
situaciones pueden ocurrir por un tiempo, sin embargo ante todo esto es necesario
identificarlas, comprenderlas y afrontarlas mediante el uso de estrategias adecuadas, por lo
que resulta necesario que las instituciones educativas tomen medidas para enfrentar estas
circunstancias. Con todo esto, se desarrollaría el bienestar emocional de los docentes, y por
consiguiente, de los estudiantes, pues hay que concebir que la enseñanza es una profesión
tanto emocional como intelectual.
Por ello es importante trabajar con las emociones de los docentes durante su práctica
educativa, ya que si son positivas pueden mantener un bienestar emocional adecuado (Birch
y Ladd, 1996 en Palomera, Fernández-Berrocal y Brackett, 2008).
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Por todo lo anterior se recalca la importancia de que el profesor tiene que sentirse
bien consigo mismo para que pueda impartir clases de manera óptima, y no se afecten
negativamente los procesos que se generan en la interacción docente-alumno, propiciando
así condiciones favorecedoras de aprendizajes significativos en los estudiantes. Con lo que
se verían beneficiados tanto los docentes como las instituciones educativas, pero en
particular los alumnos, porque como afirma Lipka (1999), la calidad de vida de un
estudiante está directamente relacionada a la calidad de vida del maestro.
Conclusiones
Ante las transformaciones que la sociedad actual está teniendo, el trabajo de los
profesores también se ve afectado, especialmente cuando las autoridades educativas en vez
de apoyarlos les exigen, dando lugar a diversas situaciones como la falta de tiempo,
saturación de actividades administrativas, exceso de responsabilidades dentro y fuera del
aula, la poca valoración de la profesión, la presencia de conflictos en el práctica educativa y
en algunos casos las condiciones poco óptimas en las que se trabaja.
Todo esto no queda exento del involucramiento emocional de los profesores, pues
en el ámbito educativo se encuentran siempre inmersas las emociones, como por ejemplo al
interactuar con los alumnos, las autoridades educativas, los compañeros de trabajo y en
algunos casos con la comunidad circundante y los padres de familia. Es por ello que si las
emociones no se manejan adecuadamente pueden traer consecuencias negativas para el
docente, existiendo un mayor riesgo en su nivel de satisfacción profesional.
Del mismo modo, tal vez no se puedan evitar las condiciones de desventaja en las
que los docentes trabajan en la actualidad ni modificar las características de su
personalidad, pero al menos, tomando en cuenta que ambas variables se relacionan siendo
factores desencadenantes de efectos negativos en los docentes y dada la relevancia que las
emociones tienen en la profesión, es indispensable que las autoridades educativas sean
conscientes de la importancia de favorecer el bienestar emocional de sus profesores y
emprendan acciones permanentes que garanticen mayores espacios al desarrollo personal y
emocional mediante diversas estrategias que cada centro educativo considere pertinente a
sus condiciones y necesidades.
También sería recomendable que estos aspectos sean considerados por las escuelas
formadoras de profesores para que incluyan el fomento del bienestar emocional en sus
planes y programas, pues brindarían una verdadera formación integral de una temática que
cada vez tiene mayor realce en la actualidad.
por lo que el impacto que éstas tienen es de fundamental importancia, siendo primordial
mantener una satisfacción por la vida y un bienestar emocional.
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