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Bienestar emocional de los profesores, Cisneros, Druet.

Cisneros Concha Israel Alberto


Druet Domínguez Nora Verónica
Universidad Autónoma de Yucatán

Bienestar emocional en los profesores


Resumen

El presente artículo aborda las repercusiones en el ámbito educativo de los cambios


sociales, dando como resultado la aparición de nuevas exigencias y problemas, como la
escasez de tiempo, la intensificación del trabajo, el aislamiento del profesor en las aulas y la
colegialidad artificial. Asimismo, se explica la importancia que tienen las emociones en la
profesión docente, las cuales al no ser adecuadamente manejadas pueden traer
consecuencias negativas a los profesores, tanto en su persona como en su desempeño
laboral, por lo tanto, es necesario procurar su bienestar emocional. Ante esto, se describen
diversas estrategias que favorezcan su desarrollo, y por consiguiente, se facilite que los
profesores tengan un desarrollo personal y profesional más satisfactorio.

Palabras clave: profesores, emociones, bienestar emocional, México.


Keywords: Teachers, Quality of working life, Mexico.

Fecha de recepción: Diciembre 2013


Fecha de aprobación: Junio 2014

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Educación y Ciencia, Cuarta Época. vol. 3, num. 7 (42), 2014
Bienestar emocional de los profesores, Cisneros, Druet.

Introducción

En esta época de competitividad global, como todos los momentos de crisis


económica, se está produciendo un pánico moral inmenso por la forma de preparar a las
generaciones futuras; lo que ha convertido a las escuelas en destinatarios políticos en los
que se depositan los asuntos no resueltos en la sociedad (Hargreaves, 2005). Debido a esto,
los docentes tienen que asumir grandes responsabilidades demandadas por esta nueva
sociedad que además sigue evolucionando y planteando nuevas necesidades y
compromisos. Como resultado de todo ello, la sensación general es que los profesores son
altamente exigidos (De Pablos, González y González, 2008).

Todo lo anterior, trae como consecuencia que estos estén sujetos a demandas que
ocupan cada vez más su tiempo, lo que implica una reducción de los momentos que
deberían dedicar a funciones educativas así como una saturación de tareas administrativas y
burocratizadas (Hargreaves, 2005), en el que el tiempo se ha vuelto en su contra, ya que
deben rendir cuentas a la administración escolar sobre las responsabilidades encargadas en
fechas específicas.

Asimismo, se les pide que cumplan con sus obligaciones a nivel de aula y que a su
vez se ajusten a las necesidades particulares de cada uno de los alumnos que tienen en la
clase (Álvarez, 2009).

Problemáticas actuales en los docentes

Las repercusiones de las actuales transformaciones sociales en la educación se


convierten en un problema cuando la administración escolar ejerce la presión sobre el
profesorado de educación básica para estar a la altura de los diversos cambios y
expectativas que se producen (Camacho y Padrón, 2006), lo que puede tener un efecto
contraproducente si se hace de forma violenta, ya que trae consigo diversas problemáticas.

Una de las problemáticas que aquejan a los profesores es el tiempo, ya que se


convierte en una limitación fundamental que se impone a lo que son capaces de hacer y se
espera que hagan en sus escuelas. La escasez de tiempo hace difícil planear las cosas de
forma más rigurosa, comprometerse con el esfuerzo de innovación o reunirse con los
compañeros. La tendencia administrativa se orienta a ejercer un control más rígido del
trabajo y del tiempo de los profesores, separándolo en componentes pequeños y concretos
con objetivos especificados para cada uno (Hargreaves, 2005).

Otra de las problemáticas es la intensificación del trabajo, convirtiéndose en un


problema actual debido al exceso de responsabilidades y la conflictiva situación de las
aulas, donde se producen agresiones, además la presión administrativa es cada vez mayor y
los padres pretenden que el profesor realice toda la labor educativa (Menéndez y Delgado,
2000). Asimismo, además de las clases, deben cumplir labores administrativas, donde
tienen que reservar tiempo para planear, evaluar y orientar a los alumnos; organizar
actividades extraescolares, asistir a reuniones de trabajo colegiado y actualizarse ante los

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frecuentes cambios curriculares. Tal fragmentación genera problemas de calidad en el


sistema de enseñanza (Rodríguez, Oramas y Rodríguez, 2007).

Las condiciones de aislamiento en el que se encuentran los profesores son otra de


las dificultades a las que se enfrentan, ya que la gran mayoría enseñan solos, a puertas
cerradas y en un ambiente aislado dentro de sus propias aulas. Este aislamiento permite a
muchos profesores mantener un deseado nivel de intimidad, lo que se convierte en una
protección frente a interferencias exteriores que, generalmente, valoran. Sin embargo, el
aislamiento en el aula también tiene sus inconvenientes; ya que por un lado, se evita que se
culpabilice y critique a la clase, pero por el otro lado, impide posibles alabanzas y
aprobaciones (Hargreaves, 2005).

Por otra parte, la colegialidad se convierte en una problemática, llamada


colegialidad artificial, cuando la colaboración entre maestros es obligatoria y no voluntaria;
limitada y fijada en un tiempo y espacio específicos; orientada a la implementación, en vez
de al desarrollo, y sus resultados son previsibles (Hargreaves, 2005). Es por ello que
autores como Moreno (según citado en Sánchez, Nishikawa, Cordero y Bocanegra, 2008)
expresa que la colaboración sólo es auténtica cuando ésta surge de la necesidad del
profesorado y no es impuesta por personas o condiciones externas a los mismos docentes.

Ante todo esto, se plantea la necesidad de resaltar la importancia de las emociones


en el ámbito de la educación, particularmente por las implicaciones que tienen en el
ejercicio profesional del docente y en los actores involucrados de manera directa e
indirecta; el cual es un aspecto que últimamente se le ha dado mayor relevancia, pese a que
la percepción, utilización, comprensión, y regulación de las emociones, así como sus
implicaciones, es una cuestión que se ha estudiado desde hace tiempo (Palomera,
Fernández-Berrocal y Brackett, 2008).

Las emociones y el profesor actual

Sin duda alguna, el área educativa se basa principalmente en las relaciones


interpersonales con los alumnos, padres de familia, compañeros y autoridades educativas,
por lo que las experiencias emocionales de los docentes son permanentes. Los factores
emocionales y afectivos son causantes de la mayoría de los conflictos que se suscitan en las
instituciones educativas al relacionarse con los actores que en ella participan (Vivas, 2003).

Este mismo autor también señala que en el ámbito educativo se debe prestar
atención a las emociones por la diversidad de repercusiones que tienen en el proceso
educativo, ya que al descuidarse este aspecto se presentan diferentes problemáticas, como
conductas agresivas o la violencia. Esto se debe a que la educación se centra en desarrollar
el intelecto, descuidando el aspecto emocional. Lo que tiene una gran implicación al no
respetarse la educación integral que deben recibir los estudiantes, puesto que la formación
recibida no abarca todas las áreas de su vida, manifestando una evidente incongruencia
entre la teoría y la práctica, ya que el desarrollo cognitivo debe complementarse con el
emocional.

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Esto concuerda con autores como Palomera, Fernández-Berrocal y Brackett (2008),


pues mencionan que la formación inicial del profesorado se centra en enseñar
conocimientos y procesos específicos, pero no de competencias básicas personales e
interpersonales que sirvan de herramientas para que el futuro docente se enfrente
adecuadamente a la resolución de problemas de su profesión, consecución de metas
educativas y sobre el aprendizaje continuo.

El conocimiento, el afecto y la acción se interrelacionan en la vida, sobre todo en


una profesión llena de emociones como es la docencia. Por lo tanto, si se toma en cuenta
que las emociones que no son adecuadamente canalizadas pueden traer consecuencias
negativas para la persona, resulta necesario reconocerlas, analizarlas y trabajar con ellas
(Marchesi, 2007).

Por consiguiente, el aspecto emocional de los docentes es necesario para su propio


bienestar personal, donde se mide su efectividad y calidad al llevarse a cabo en los procesos
de enseñanza-aprendizaje en el desarrollo socio-emocional de sus alumnos (Sutton y
Wheatly, 2003 en Palomera, Fernández-Berrocal y Brackett, 2008).

Debido a esto, la capacidad de identificar, comprender y regular las emociones,


tanto positivas como negativas se tornan indispensables en esta profesión, así como el de
crear entornos que faciliten el aprendizaje (Marchesi, 2007); en particular, si se considera
que el aula de clases y la práctica docente son la fuente principal de la autoestima y
satisfacción obtenida, así como su debilidad (Zembylas, 2003).

Por ello, el trabajo de los profesores está lleno de emociones, y éstas ocupan un
papel muy importante en la satisfacción profesional de los mismos, por lo que resulta
necesario preocuparse por su bienestar emocional, siendo una condición requerida para la
actividad educativa, pues hay que sentirse bien para educar bien (Marchesi, 2007), porque
no se puede enseñar con calidad ante la carencia de bienestar emocional (Palomera,
Fernández-Berrocal y Brackett, 2008).

Definición de bienestar emocional

El bienestar emocional se refiere a “lo que las personas piensan y sienten con
respecto a su vida y las conclusiones que sacan cuando evalúan su existencia” (Gómez,
Villegas, Barrera y Cruz, 2007, p. 314), y está relacionado al sentir mayores emociones
positivas que negativas, cuando se comprometen en actividades interesantes y están
satisfechos con sus vidas (Cuadra y Florenzano, 2003).

Los profesores tienen que aprender estrategias adecuadas para desempeñarse


adecuadamente en sus clases; puesto que el realizar un buen trabajo en el aula es una
condición básica para asegurar su equilibrio emocional (Marchesi, 2007), y por ende,
facilitar su bienestar emocional.

Estrategias para favorecer el bienestar emocional

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Ante las múltiples dificultades por las que atraviesan los profesores es indispensable
que cuenten con estrategias efectivas de afrontamiento que les permitan sentirse bien
consigo mismos y por ende, en las actividades en las que se desarrollan.

Hargreaves (2005), menciona que los profesores deben mantener un equilibrio tanto
fuera como dentro de la escuela, sobre todo por el trabajo cotidiano realizado en los salones
de clases; en adición a esto Corvalán (2005), considera que si a los problemas profesionales
se les agregan los personales, resulta muy difícil mantener un equilibrio psicológico y el
nivel de entrega óptimo que requieren los alumnos.

Por lo tanto, es necesario que los profesores tengan cierto equilibrio emocional para
que se perciban de manera positiva a pesar de las experiencias emocionales desagradables
que puedan experimentar.

Ante todo esto, algunos profesores tienen la fortuna de conseguir que predominen
las emociones positivas, en cambio en otros, prevalecen habilidades limitadas de
afrontamiento, lo que conduce a que las experiencias negativas tengan un mayor peso
(Vivas, 2003).

Por ello es necesario construir estrategias para revertir este ciclo de malestar
(Gavilán, 1999), que afecta cada vez más a los docentes. El uso de estas estrategias
potenciará un estado de satisfacción personal y profesional, ya que el predominio de las
emociones positivas son importantes para el bienestar emocional (Sureda, y Colom, 2002).

Por tal motivo, a continuación se presentan algunas de las estrategias que pueden
facilitar el bienestar emocional de los profesores.

Adquirir competencias profesionales acordes al contexto educativo y social en el


que se desenvuelvan. Para crear un clima de convivencia agradable en las escuelas es
necesario que los futuros docentes tengan ciertas competencias como la sensibilidad ante
los problemas afectivos y sociales, dialogar con los estudiantes y diseñar adecuadas
actividades de aprendizaje (Marchesi, 2007).

No obstante, Álvarez (2009) plantea que la realidad es que las técnicas pedagógicas
que se les exigen son nuevas para ellos y no tienen la preparación adecuada para ponerlas
en práctica ni toman en cuenta la heterogeneidad de los estudiantes. Por lo tanto, los
docentes deben adquirir aquellas competencias profesionales que necesitan para tener un
rendimiento óptimo en sus labores, pero éstas dependen de sus características personales y
de sus deseos de superación.

Promover el desarrollo profesional. Las escuelas tienen que apoyar las


oportunidades de aprendizaje profesional de sus docentes con diversas actividades dentro y
fuera de la misma, que satisfagan sus necesidades y tomen en cuentan los factores que los
agobian (Day, 2007).

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Para que esta formación tenga éxito tiene que adaptarse a las necesidades de los
docentes o del sistema educativo, puesto que se incrementarán los conocimientos y
habilidades o se producirá un cambio significativo en sus creencias y destrezas. Por ello, las
autoridades educativas deben preocuparse en que sus profesores tengan oportunidades de
formación y apoyen los proyectos de innovación que elaboren, pues la probabilidad de que
se sientan más satisfechos se incrementa. Asimismo, es importante que las escuelas
ofrezcan a sus profesores los medios, tiempos, recursos y condiciones que les faciliten su
trabajo dependiendo del contexto donde laboren (Marchesi, 2007).

Reforzar la identidad profesional. Para tener éxito en la docencia se necesita tener


un sentido claro de identidad, es decir, saber quién es uno, en qué circunstancias se enseña
y qué influye en la práctica docente. Las identidades profesionales de los docentes están
relacionadas con la asignatura que enseñan, las relaciones con los alumnos y el vínculo que
existe entre los papeles que tiene en su vida dentro y fuera de la escuela. Las
complicaciones de la vida personal pueden estar estrechamente ligadas a los problemas del
trabajo. La identidad del docente no sólo se crea a partir de los aspectos más técnicos de la
enseñanza, sino también de las experiencias personales de los profesores y de los entornos
en los que se desenvuelve (Day, 2007).

Asimismo, Marchesi (2007) indica que la identidad profesional de los docentes se


construye con las diferentes experiencias que viven en distintos contextos, de los
significados que les atribuyan, de la valoración social y de la cultura escolar en el que se
desarrollan.

Con todo esto, las autoridades educativas deben estar conscientes de la importancia
de que los profesores se sientan orgullosos de su profesión.

Relacionarse con otros. Es importante que los docentes eviten quedarse aislados de
otros colegas, aun cuando las condiciones sigan colocándolos en aulas durante la mayor
parte del tiempo, la escuela debe fomentar positivamente las reuniones colegiales (Day,
2007). Las relaciones con los demás ayudan a mantener la estabilidad emocional y el buen
ánimo en la profesión ya que se comparten iniciativas, proyectos, frustraciones y
satisfacciones, así como se propicia un ambiente de comprensión y apoyo mutuo (Marchesi,
2007).

Si los profesores se reúnen para trabajar en un proyecto determinado, a pesar de que


tiendan a ser individualistas, estos mejoran su competencia profesional, descubren nuevas
posibilidades y se sienten más seguros en su trabajo. Es en este proceso donde se crean los
vínculos personales y la confianza mutua y se comparte el sentir de la actividad docente de
cada uno (Marchesi, 2007).

De igual forma, autores como León (1999) y Camacho y Padrón (2006) concuerdan
en la importancia de la creación de grupos de trabajo entre los profesores que les permita
reflexionar sobre su trabajo y el intercambio de ideas, experiencias, perspectivas y
conocimientos.

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Para que esto se lleve a cabo de manera efectiva se deben evitar que estas
relaciones lleguen a un alejamiento de la dinámica del centro educativo o de los otros
compañeros de trabajo o que sean grupos de presión que distorsionen el funcionamiento de
la institución escolar (Marchesi, 2007).

Por lo tanto, es conveniente que a los profesores se les proporcione una educación
emocional que les permita externar las dificultades a las que se enfrentan cotidianamente
(Álvarez, 2009).

Mantener un equilibrio entre la vida profesional y personal. La enseñanza exitosa


exige una dedicación sostenida, tanto personal como profesional, aunque a veces los límites
entre ambas no se diferencian, ya que los docentes se llevan trabajo a casa, ya sea para
calificar las tareas, planear las clases o reflexionar sobre su práctica educativa (Day, 2007).

Al respecto se recomienda que los profesores pongan distancia de sus problemas y


tensiones emocionales que viven en su actividad docente, así como el mantenerse alejados
de los alumnos y compañeros y a la vez distribuir responsabilidades, el tener compromiso
profesional, apreciar a los demás y actuar con justicia; y además es necesario que se
dediquen a otros aspectos de su vida, como la familia, el ocio, el deporte, el arte, la lectura,
la recreación y otras actividades que ayudan a minimizar las tensiones (Marchesi, 2007).

Fomentar la autoestima. Una autoestima alta permite alcanzar los objetivos que una
persona se plantee para su vida (Manual de recursos del maestro, 2009).

Para lograr esto, Marchesi (2007), señala que el sentimiento de pertenencia a un


grupo contribuye a la autoestima y al equilibrio personal. Por su parte Nias (según citado en
Day, 2007) identificó como factores que producen satisfacción laboral y por consiguiente,
una mejor autoestima, el sentido de competencia, las recompensas de tipo afectivo, trabajar
con los compañeros, satisfacción intelectual ante los retos impuestos y la variación del
trabajo y el sentimiento de autonomía.

Asimismo, es conveniente hacer partícipes a los profesores en los diferentes


proyectos y actividades relacionadas con la institución educativa, ya que el sentido de
pertenencia influye en una buena autoestima. Por ello es necesario conocer la implicación
de los profesores en planes y proyectos que no tengan otro fin más que elevar la calidad
educativa (Álvarez, 2009), aunque no solamente basta participar en las instituciones
educativas, sino también el que se involucren en la elaboración y aplicación de las reformas
educativas que se implementen (Camacho y Padrón, 2006).

Cabe resaltar que si la autoestima es afectada, también tendrá repercusiones en su


bienestar psíquico y físico. De igual forma, tendrá consecuencias tanto en su desempeño
como docente como en la autoestima de sus alumnos, ya que “un profesor con baja
autoestima contagia esta carencia a sus alumnos” (Manual de recursos del maestro, 2009, p.
115).

Del mismo modo, algunos profesores interiorizaron la desvalorización social, lo que


repercute en que ellos apenas se valoren profesionalmente. El sentimiento de pérdida de la
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estima y del reconocimiento social quebranta las bases de la identidad profesional y reduce
las buenas relaciones entre los miembros de la profesión y su sentido de pertenencia a la
misma (Marchesi, 2007). Por eso es importante que se extiendan campañas de
revalorización social de la profesión y de los profesores desde todos los organismos
pertinentes (Esteve, 2000 en Camacho y Padrón, 2006).

Promover el liderazgo. El profesor debe ser un líder dentro de su clase, ya que se


necesita que alguien guíe los procesos de formación y las relaciones que se generan dentro
del aula. Asimismo, debe ser líder ante sus compañeros y hacia la misma organización.
Para esto debe dominar habilidades interpersonales que le permitan comprender, comunicar
y motivar a los demás, así como tener una visión global y sistémica de las personas y de la
organización (Manual de recursos del maestro, 2009).

Esto no implica que las autoridades educativas se dediquen a controlar todo


movimiento del profesorado, pues cuando las personas están excesivamente controladas y
supervisadas, sienten que se desconfían de ellas, con lo que dejan de tener el entusiasmo y
compromiso en el trabajo, y por consiguiente el sentimiento de pertenencia y lealtad a la
escuela (Day, 2007).

Desarrollar la práctica en la formación inicial del docente. Uno de los problemas


fundamentales de la formación inicial de los profesores es la distancia que existe entre las
destrezas y/o capacidades que adquieren y las que son necesarias para enfrentarse a las
situaciones presentes (Camacho y Padrón, 2006). A este respecto, León (1999) señala que
debe reconocerse la validez de los conocimientos prácticos de la misma manera en que se
hace con los teóricos.

Es por ello que se les debe enseñar a enfrentarse con la práctica cotidiana de la
enseñanza. Para lograr esto, es necesario realizar prácticas profesionales para que tengan
una idea más certera de la magnitud del trabajo que enfrentarán en un futuro próximo, ya
que si no quedarán desconcertados al encontrar que la práctica educativa real no concuerda
con los esquemas ideales con los que se habían formado (Camacho y Padrón, 2006).

Desarrollar estrategias para la solución de conflictos. Una buena estrategia para


que los futuros docentes adquieran destrezas y habilidades ante situaciones de conflicto y
tensión sería la que señalan Martínez-Abascal y Bornas (1995), quienes implementaron un
programa de entrenamiento en solución de problemas, el cual tuvo como resultado una
reducción significativa en los niveles de estrés y depresión de los profesores que
participaron. Asimismo, se deben modificar los mecanismos de selección para la profesión
docente, es decir, se debería de tomar en cuenta los criterios de la personalidad y no
solamente los de conocimientos, ya que así se evitaría que accedieran a esta profesión
personas poco equilibradas que tuvieran más tendencia a tener experiencias poco
gratificantes que repercutieran negativamente en sus alumnos (Camacho y Padrón, 2006).

Tener sentido del humor. Una estrategia que se considera efectiva es el humor, ya
que el grado en que influya ese evento depende de la percepción que se tenga del mismo.
Por ello las personas que tienen un alto sentido del humor posiblemente tienen

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apreciaciones más positivas, evitando las emociones negativas (D' Anello, D' Orazio,
Barreat y Escalante, 2009).

Asimismo, otras estrategias que pueden ayudar al incremento del bienestar


emocional en los docentes son las siguientes: realizar constantemente técnicas de relajación
y de respiración, técnicas de autocontrol y toma de decisiones, mantener buenas
condiciones físicas, tener información continua sobre el estado biológico, adquirir
habilidades para la solución de problemas, manejo del tiempo, asertividad, comunicación
efectiva y habilidades sociales, adquirir destrezas para el control y manejo de emociones,
implementar programas para adquirir mayores competencias profesionales y tener
momentos de descanso (Manual de recursos del maestro, 2009).

Por su parte, Vivas (2003) plantea como estrategia incluir en los programas
escolares la enseñanza de ciertas habilidades como el autoconocimiento, el autocontrol, la
empatía y el saber escuchar, así como el poder resolver conflictos de manera óptima y en
colaboración con los demás

Por último, se debe reforzar el compromiso profesional pues también es una


garantía de estabilidad emocional, ya que la dedicación a la actividad docente amplía las
experiencias emocionales positivas de los profesores (Marchesi, 2007).

Es por ello necesario fomentar acciones preventivas desde las propias instituciones
educativas (Gavilán, 1999). Para esto se deben olvidar los modelos de buen y mal profesor,
en lugar de eso se deben propiciar el desarrollo de las habilidades intrapersonales, el
autocontrol y el autoconcepto entre otras, para ofrecer a los docentes las competencias
profesionales necesarias para resolver problemas que surgen de la práctica docente y por
consiguiente, promover buenas interrelaciones en toda la institución educativa (Camacho y
Padrón, 2006). De igual forma, se deberían incluir en los distintos programas de formación
y actualización docente que se ofertan la información necesaria para que puedan enfrentar
las problemáticas de manera óptima (Carbonero y Crespo, 1994). Evitando así
repercusiones negativas en los estudiantes en formación (Del Pozo, 2000).

Por último, Day (2007), afirma que durante la carrera profesional de los docentes es
inevitable que en ocasiones ésta se transforme, ya sea por motivos personales, cambios en
las políticas o en las condiciones laborales, por lo que el compromiso con la profesión
puede convertirse en frustración, fatiga, rutina, escepticismo, agotamiento o malestar
docente, lo que puede ocasionar repercusiones negativas en su desempeño. Estas
situaciones pueden ocurrir por un tiempo, sin embargo ante todo esto es necesario
identificarlas, comprenderlas y afrontarlas mediante el uso de estrategias adecuadas, por lo
que resulta necesario que las instituciones educativas tomen medidas para enfrentar estas
circunstancias. Con todo esto, se desarrollaría el bienestar emocional de los docentes, y por
consiguiente, de los estudiantes, pues hay que concebir que la enseñanza es una profesión
tanto emocional como intelectual.

Por ello es importante trabajar con las emociones de los docentes durante su práctica
educativa, ya que si son positivas pueden mantener un bienestar emocional adecuado (Birch
y Ladd, 1996 en Palomera, Fernández-Berrocal y Brackett, 2008).
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Por todo lo anterior se recalca la importancia de que el profesor tiene que sentirse
bien consigo mismo para que pueda impartir clases de manera óptima, y no se afecten
negativamente los procesos que se generan en la interacción docente-alumno, propiciando
así condiciones favorecedoras de aprendizajes significativos en los estudiantes. Con lo que
se verían beneficiados tanto los docentes como las instituciones educativas, pero en
particular los alumnos, porque como afirma Lipka (1999), la calidad de vida de un
estudiante está directamente relacionada a la calidad de vida del maestro.

Conclusiones

Ante las transformaciones que la sociedad actual está teniendo, el trabajo de los
profesores también se ve afectado, especialmente cuando las autoridades educativas en vez
de apoyarlos les exigen, dando lugar a diversas situaciones como la falta de tiempo,
saturación de actividades administrativas, exceso de responsabilidades dentro y fuera del
aula, la poca valoración de la profesión, la presencia de conflictos en el práctica educativa y
en algunos casos las condiciones poco óptimas en las que se trabaja.

Todo esto no queda exento del involucramiento emocional de los profesores, pues
en el ámbito educativo se encuentran siempre inmersas las emociones, como por ejemplo al
interactuar con los alumnos, las autoridades educativas, los compañeros de trabajo y en
algunos casos con la comunidad circundante y los padres de familia. Es por ello que si las
emociones no se manejan adecuadamente pueden traer consecuencias negativas para el
docente, existiendo un mayor riesgo en su nivel de satisfacción profesional.

Es inevitable que en la práctica docente se produzcan experiencias negativas, lo que


puede hacerse es que éstas no afecten al profesor, pues ocasionan repercusiones a su
persona, lo mismo que a su desempeño docente y al desarrollo de sus funciones en la
escuela, impactando a su vez a la institución donde labora y a los estudiantes que tiene a su
cargo.

Del mismo modo, tal vez no se puedan evitar las condiciones de desventaja en las
que los docentes trabajan en la actualidad ni modificar las características de su
personalidad, pero al menos, tomando en cuenta que ambas variables se relacionan siendo
factores desencadenantes de efectos negativos en los docentes y dada la relevancia que las
emociones tienen en la profesión, es indispensable que las autoridades educativas sean
conscientes de la importancia de favorecer el bienestar emocional de sus profesores y
emprendan acciones permanentes que garanticen mayores espacios al desarrollo personal y
emocional mediante diversas estrategias que cada centro educativo considere pertinente a
sus condiciones y necesidades.

También sería recomendable que estos aspectos sean considerados por las escuelas
formadoras de profesores para que incluyan el fomento del bienestar emocional en sus
planes y programas, pues brindarían una verdadera formación integral de una temática que
cada vez tiene mayor realce en la actualidad.

Por último, es indispensable recalcar que el conocimiento intelectual es necesario


pero no suficiente y particularmente en esta profesión donde las emociones están inmersas,
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por lo que el impacto que éstas tienen es de fundamental importancia, siendo primordial
mantener una satisfacción por la vida y un bienestar emocional.

Referencias

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Educación y Ciencia, Cuarta Época. vol. 3, num. 7 (42), 2014
Bienestar emocional de los profesores, Cisneros, Druet.

DATOS DE LOS AUTORES

Cisneros Concha Israel Alberto


Universidad Autónoma de Yucatán
alberto.cisneros@uady.mx

Druet Domínguez Nora Verónica


Universidad Autónoma de Yucatán
ddoming@uady.mx

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Educación y Ciencia, Cuarta Época. vol. 3, num. 7 (42), 2014

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