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Positividad en Hegel

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El concepto hegeliano de positividad

Ervin Pérez Martínez

27/Enero/2019

Para comenzar haré una precisión: el interés que persigo en el presente escrito no es
explicitar la forma en que Hegel resuelve su problema en su texto, es decir, cómo llega
a saber si la religión cristiana es positiva, o mejor, si en sus raíces, el árbol del
cristianismo tenía el malus positivus. Lo que me interesa es sólo una parte de este
problema de Hegel, el cual gira en torno a precisar el concepto de positividad. Me
centraré entonces en el esclarecimiento de dicho concepto de acuerdo a la versión de
1800 del inicio del texto original: La positividad de la religión cristiana.

Comienza el texto con la distinción religión positiva / religión natural. La religión natural
es una, del hecho de haber una naturaleza humana; mientras que religiones positivas
puede haber muchas. Podemos decir pues que religión positiva será aquella antinatural,
que contenga conceptos y conocimientos que trasciendan el entendimiento humano,
además de exigir, por medios violentos, acciones y sentimientos que no surgen en el
hombre naturalmente. Con esto tenemos que la distinción viene dada por el concepto de
naturaleza humana. Lo importante será pues esclarecer dicho concepto. Y así nos lleva
Hegel a ver que en su tiempo este concepto es simple, universal y además conlleva cierta
necesidad ya que engloba dentro de sí ciertas características esenciales del humano. Lo
que no encierra este concepto: las costumbres, opiniones y disposiciones éticas de
distintos pueblos, será lo contingente. Es decir, cuando aquello que queda fuera del
concepto de naturaleza humana es abarcado por la religión, esta se vuelve positiva.

Pero Hegel se da cuenta de algo, la naturaleza humana está sujeta a infinitas


modificaciones. Es decir, sabemos sin recurrir a la experiencia, que muchas veces el
concepto general de naturaleza humana pura se refiere solamente a la concordancia del
concepto consigo mismo, es decir, con lo que piensa el sujeto que es la naturaleza
humana. Y si recurrimos a la experiencia nos damos cuenta que la naturaleza humana
es variante, siempre diferente. Así, lo que en el concepto general de naturaleza humana
es contingente, en lo viviente esto puede ser lo único necesario, y además bello y único
nos dice Hegel.

Por lo tanto, la primera distinción se viene abajo. Lo que queda fuera del concepto de
naturaleza humana es tomado como lo positivo, habíamos dicho. Pero no sabemos
certeramente qué queda fuera, o qué dentro, porque según los parámetros conceptuales
puede quedar dentro lo necesario únicamente, aquello que el entendimiento concibe
como necesario. Mientras que en la realidad, lo que supuestamente es contingente, de
acuerdo al entendimiento, será ahora necesario. Con lo cual ya no podemos decir qué
hace a una religión positiva, ya que si apelamos a la naturaleza humana, nos damos
cuenta que es un juego de conceptos vacíos que no nos dice nada respecto a lo humano
y su relación con la divinidad.

Ahora bien ¿qué hace a una religión, positiva? Es sencillo, se convierte en positiva una
religión cuando sus órdenes son mandadas y hechas cumplir por medios violentos,
además de que quien las cumple lo hace por mera obediencia y no de manera natural.
Pero hay que hacer caso a una serie de distinciones que hace Hegel a esto: puede ser
que cierta obediencia ciega sea también natural. Y aquí menciona ejemplos: hablar sin
pensar, callar por mera domesticación, sin pensarlo, etc. Puede ser que todo ello surja
naturalmente, que el tiempo lo pida así. Y una naturaleza que anhele este tipo de religión
será obvio miserable, pero no por ello tendrá una religión positiva. Por ello es que cuando
surge un ánimo nuevo, cuando la humanidad tiene un nuevo sentido de sí misma y
reclama para sí la libertad puesta en su Ser todopoderoso, es que se puede hablar de
que la religión vigente se vuelve positiva.

Ha quedado así definida la positividad en cierta religión. Hegel lo aplica para la religión
cristiana. Pero dije no centrarme en eso y terminaré con una última distinción de lo dicho
hasta aquí respecto a la positividad: no es válido apelar a la razón como juez último de
todas las acciones y sentimientos humanos, ya que existen algunos sentimientos,
acciones espontáneas que escapan de su jurisdicción. Esto pues porque para alguien
que juzga desde tal estrado, dichas acciones tendrán pues el sesgo de positivas, lo cual
es un error: no existe, nos dice Hegel, superstición, por estúpida que sea, positiva para
el hombre sin alma, sin conciencia. Pero esta misma superstición se vuelve positiva
cuando despierta en este hombre el alma, la conciencia. La superstición de la que era
esclavo se vuelve un yugo del que ha de liberarse. Y esto puede contar pues como
ejemplo mismo de la descripción ya dada de cuando una religión es positiva.

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