El Discurso Como Fuerza Simbólica para Dominar
El Discurso Como Fuerza Simbólica para Dominar
El Discurso Como Fuerza Simbólica para Dominar
-Carlos Mijares-
El lenguaje, es una actividad que sólo el hombre puede ejercer, y todo lo que el hombre
puede ejercer es un acto de poder. El poder es la capacidad humana de hacer algo
sociológicamente hablando. Desde la institucionalización del poder, este ha sido el
motor para que el hombre realice cosas tanto buenas como malas. El lenguaje, es la
institucionalización de nuestros procesos discursivos, funciona como un mecanismo de
transporte del ser, que al mismo tiempo regula nuestra capacidad de obrar, es en este
sentido, es posible comprender al lenguaje como un mecanismo de poder que, usándolo
negativamente no habrá otra forma moral o jurídica de calificarlo más que maligno.
Los discursos por otro lado son una de las manifestaciones del poder del hablar, pero
hablar es un poder simbólico. Un poder simbólico es: “ese poder invisible que no puede
sino ejercerse sino con la complicidad de los que no quieren saber que lo sufren o que lo
ejercen” (Bourdieu 1991). En otras palabras, es ese poder que no sabemos que tenemos
y que prevalece bajo la complicidad del que habla (emisor fundamentalmente activo)
junto al que escucha (receptor estrictamente pasivo) o en algunos casos, como el
político por ejemplo se manifiesta como un “sufrir”, ya que la complicidad del receptor
ha sido tan inconsciente que no acata más que simple palabras vacías de significado,
vivo ejemplo de ello, es la proliferación de tendencias políticas en el continente
latinoamericano. Sin embargo, la pretensión de dicha ponencia no es dilucidar
filosóficamente sobre la política en estas latitudes del continente sino más bien hacer un
poco más explícita la acción que posee el discurso como una fuerza simbólica capaz de
dominar en amplio sentido.
Venezuela busca hoy recuperar sus símbolos para la construcción de un capital cultural
con el que se sientas identificados con la finalidad de recuperar la unión de un hombre
con su patria.
Empero no puede haber un cambio ora político ora social sino hay un cambio
reivindicativo discursivamente. Las palabras son reflejo de nuestras ideas, nuestros
conceptos, nuestro mundo y nuestra voluntad, pero… recuperando la pregunta de
Foucault “¿qué hay de peligroso en el hecho de que las gentes hablen y sus discursos se
proliferen masivamente? ¿En dónde está por tanto el peligro” (Foucault 1970)
Reconociendo a primera vista que esto no ocurre, por el simple hecho de que su
ciudadanía ha dejado de ser participativa y de que el gobierno constantemente atenta
contra la dignidad humana de sus habitantes, el desenvolpamiento de estas palabras de
Foucault, ayudaría a recuperar esa “participación” y el rescate estructural del país.
“No hay por qué tener miedo de empezar; todos estamos aquí para
mostrarte que el discurso está a la orden de las leyes, que desde hace
mucho se vela por aparición; que se le ha preparado un lugar que le honra
pero que le desarma, y que, si consigue algún poder, es de nosotros y
únicamente de nosotros de quien lo obtiene” (Foucault 1970)
Los ciudadanos venezolanos, deben empezar a reconocer que ellos son parte de la ley y
que tienen un poder que cumplir más allá de sus vocaciones y profesiones.
El hombre como agente social está condenado a actuar libremente, pero, nuestra libertad
se ve condicionada a ciertas normas que al cumplirse nos hace más libre…también es
capaz de decir y elegir que decir o hacer, pero debe siempre hacerse responsable de sus
actos, ya que lo que haga no será simplemente un acto personalista sino concerniente a
lo colectivo. Esta es la idea sartreana de la libertad, la que hoy en día está en la ley y la
que por moral debería ser así.