El Derecho A La Pereza - Paul Lafargue
El Derecho A La Pereza - Paul Lafargue
El Derecho A La Pereza - Paul Lafargue
El derecho a la pereza
Prólogo
Un dogma desastroso
Bendiciones del trabajo
Las consecuencias de la sobreproducción
A una nueva melodía, una nueva canción
Apéndice
Autor
Notas
Esta polémica obra, «una verdadera máquina de guerra contra la sociedad burguesa y
capitalista de finales del siglo XIX», denuncia las «espantosas consecuencias» del trabajo
asalariado y del trabajo en general, pero sobre todo del «amor» al trabajo que se ha
apoderado de la mente de los propios trabajadores. Su autor, Paul Lafargue, yerno de Karl
Marx, considera que este «dogma» del trabajo significa una pérdida de las perspectivas
revolucionarias de la clase obrera y a la vez el obstáculo principal en la lucha por una
sociedad distinta.
Paul Lafargue
El derecho a la pereza
ePub r1.0
Sejmet 30.04.13
Título original: Le droit à la paresse
Paul Lafargue, 1880
Traducción: María Celia Cotarelo
Diseño de portada: orhi
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[3]Los exploradores europeos se detienen sorprendidos ante la belleza física y el aspecto
orgulloso de los hombres de los pueblos primitivos, no manchados por lo que Paeppig
llamaba el «hálito envenenado de la civilización».Refiriéndose a los aborígenes de las islas
de Oceanía, lord George Campbell escribe: «No hay pueblo en el mundo que sorprenda más a
primera vista. La piel lisa y de un tono ligeramente cobrizo, los cabellos dorados y ondulados,
su bella y alegre figura, en una palabra, toda su persona, formaban un nuevo y espléndido
ejemplar del genus homo; su apariencia física daba la impresión de tratarse de una raza
superior a la nuestra». Los civilizados de la antigua Roma, los César, los Tácito,
contemplaban con la misma admiración a los germanos de las tribus comunistas que
invadían el imperio romano. Al igual que Tácito, Salvino, el cura del siglo V que es llamado
el maestro de los obispos, ponía como ejemplo a los bárbaros ante los civilizados y los
cristianos: «Somos impúdicos entre los bárbaros, que son más castos que nosotros. Más
aún, los bárbaros se sienten ofendidos por nuestras impudicias; los godos no sufren el
hecho de que haya entre ellos libertinos de su nación; sólo los romanos, por el triste
privilegio de su nacionalidad y de su nombre, tienen el derecho de ser impuros. (La
pederastia estaba de moda entonces entre los paganos y los cristianos…). Los oprimidos se
van con los bárbaros en busca de humanidad y protección». (De Gubernatione Dei). La vieja
civilización y el cristianismo naciente corrompieron a los bárbaros del viejo mundo, como
el viejo cristianismo y la civilización capitalista corrompen a los salvajes del nuevo mundo.
El señor F. Le Play, cuyo talento para la observación debe reconocerse, así como deben
rechazarse sus conclusiones sociológicas, contaminadas de proudhonismo filantrópico y
cristiano, dice en su libro Los obreros europeos (1885): «La propensión de los Bachkirs por
la pereza [los Bachkirs son pastores seminómades de la ladera asiática de los Urales], los
ocios de la vida nómade, los hábitos de meditación que hacen nacer en los individuos mejor
dotados, otorgan a menudo a éstos una distinción de maneras, una agudeza de inteligencia
que raramente se observa en el mismo nivel social en una civilización más desarrollada… Lo
que más les repugna son los trabajos agrícolas; hacen cualquier cosa antes que aceptar el
oficio de agricultor». La agricultura es, en efecto, la primera manifestación del trabajo servil
que conoció la humanidad. Según la tradición bíblica, el primer criminal, Caín, era un
agricultor. <<
[4] Hay un proverbio español que dice: Descansar es salud. <<
[5] «Oh Melibea, un dios nos dio esta ociosidad»; Virgilio; Bucólicas. (Ver Apéndice) <<
[6] Evangelio según San Mateo, capítulo VI. <<
Discurso pronunciado en la Sociedad Internacional de Estudios Prácticos de Economía
[7]
testimonian su amistad poniendo fin a una vida que ya no se regocija con los combates, las
fiestas y los bailes. Todos los pueblos primitivos han dado a los suyos estas pruebas de
afecto: los masagetas del Mar Caspio (Heródoto), así como los Wens de Alemania y los
celtas de la Galia. En las iglesias de Suecia, incluso hasta no hace mucho, se conservaban las
mazas llamadas mazas familiares, que se utilizaban para librar a los padres de las tristezas
de la vejez. ¡Cuán degenerados están los proletarios modernos como para aceptar con
paciencia las espantosas miserias del trabajo fabril! <<
En el Congreso Industrial celebrado en Berlín el 21 de enero de 1879, se estimó en 568
[10]
millones de francos las pérdidas sufridas por la industria del hierro alemana durante la
última crisis. <<
La Justicia, de Clemenceau, en su sección financiera, decía el 6 de abril de 1880: «Hemos
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oído sostener la opinión de que, aun sin Prusia, Francia hubiera perdido de todas maneras los
miles de millones que perdió en la guerra de 1870, bajo la forma de empréstitos emitidos
periódicamente para equilibrar los presupuestos extranjeros; tal es también nuestra opinión».
Se estima en cinco mil millones la pérdida de los capitales ingleses en los empréstitos a
América del Sur. Los trabajadores franceses no sólo han producido los cinco mil millones
pagados a Bismarck, sino que siguen pagando los intereses de la indemnización de guerra a
los Ollivier, a los Girardin, a los Bazaine y otros portadores de títulos de renta que han
causado la guerra y la derrota. Sin embargo, les queda un pequeño consuelo: esos miles de
millones no ocasionarán ninguna guerra de recuperación. <<
Bajo el Antiguo Régimen, las leyes de la iglesia garantizaban al trabajador 90 días de
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descanso (52 domingos y 38 feriados), durante los cuales estaba estrictamente prohibido
trabajar. Era el gran crimen del catolicismo, la causa principal de la irreligiosidad de la
burguesía industrial y comercial. Bajo la Revolución, cuando ésta se hizo dominante, abolió
los días feriados y reemplazó la semana de siete días por la de diez. Liberó a los obreros del
yugo de la iglesia para someterlos mejor al yugo del trabajo.
El odio contra los días feriados no apareció hasta que la moderna burguesía industrial y
comercial tomó cuerpo, entre los siglos XV y XVI. Enrique IV pidió su reducción al Papa, pero
éste se rehusó porque «una de las herejías más corrientes hoy en día es la referida a las
fiestas» (carta del cardenal d'Ossat). Pero en 1666, Péréfixe, arzobispo de París, suprimió
17 feriados en su diócesis. El protestantismo, que era la religión cristiana adaptada a las
nuevas necesidades industriales y comerciales de la burguesía, fue menos celoso del
descanso popular; destronó a los santos del cielo para abolir sus fiestas sobre la tierra.
La reforma religiosa y el libre pensamiento filosófico no eran más que los pretextos que
permitieron a la burguesía jesuita y rapaz escamotear al pueblo los días de fiesta. <<
Esas fiestas pantagruélicas duraban semanas. Don Rodrigo de Lara gana a su novia
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de las clases acomodadas, indica el progreso de ese país en lo que respecta a riqueza nacional
y civilización». (Martin, R. M.; Ireland before and after the Union, 1818). Gambetta, que
negaba la cuestión social desde que dejó de ser el abogado pobre del Café Procope, quería
sin duda hablar de esta clase doméstica en constante crecimiento cuando reclamaba el
advenimiento de nuevas clases sociales. <<
Dos ejemplos: el gobierno inglés, para complacer a los países indios que, a pesar de las
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hambrunas periódicas que asolan el país, se obstinan en cultivar amapolas en vez de arroz
o trigo, ha debido emprender guerras sangrientas a fin de imponer al gobierno chino la
libre introducción del opio indio. Los salvajes de la Polinesia, a pesar de la mortalidad que
ello trajo como consecuencia, debieron vestirse y embriagarse a la inglesa para consumir
los productos de las destilerías de Escocia y de las tejedurías de Manchester. <<
[17] Leroy-Beaulieu, Paul; La cuestión obrera en el siglo XIV; 1872. <<
He aquí, según el célebre estadístico R. Giffen, de la Oficina de Estadística de Londres, la
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