Abrir Las Ciencias Sociales Immanuel Wallerstein
Abrir Las Ciencias Sociales Immanuel Wallerstein
Abrir Las Ciencias Sociales Immanuel Wallerstein
Immanuel Wallerstein
Traducción de Fernando Cubides*
Nota introductoria
Las páginas siguientes constituyen el registro de las palabras pronunciadas por Immanuel
Wallerstein el 24 de octubre de 1995 en la Social Science Research Council de Nueva York.
Su objetivo era la presentación del volumen Open the Social Sciences, un informe sobre la
reestructuración de las ciencias sociales auspiciado por la Comisión Gulbenkian. Wallerstein
es profesor de la Universidad del Estado de Nueva York en Binghamton y tiene a su cargo la
dirección del Centro Fernand Braudel dedicado al estudio de la economía, las civilizaciones
y los sistemas históricos. La editorial siglo XXI de México ha difundido en español los dos
primeros volúmenes de su extensa obra El moderno sistema mundial, que acaba de ser
escogido por la revista Contemporary Sociology como uno de los diez libros de ciencias
sociales más influyentes en los últimos 25 años. El libro desarrolla la teoría de la economía-
mundo, un influyente y ambicioso marco de referencia de la sociología histórica
norteamericana que estudia el impacto del capitalismo en la civilización moderna, El texto de
esta presentación apareció originalmente en Items, el boletín del Social Scíence Research
Council (vol, 50:1, marzo de 1996).G.C.
Anteriormente, los vocablos que las designaban, si no eran del todo intercambiables,
estaban imbricados de modo muy directo. Ambos significaban conocimiento y la gente no
establecía una nítida distinción entre filosofía y ciencia. A fines del siglo de las luces
asistimos al nacimiento de lo que C. P. Snow denominó “las dos culturas”. La ciencia
comenzó a definirse por su contenido empírico, a ser entendida ante todo como una
búsqueda de la verdad a través de la investigación, a diferencia de lo que estaban
haciendo los filósofos, especular o deducir de algún modo. Fue una continuación de la
ruptura entre la filosofía y la teología; aquí se daba un paso más hacia un sistema de
conocimiento íntegramente secularizado.
La Universidad y el conocimiento
*
Profesor del Departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia.
Líneas de demarcación
Se ha postulado que los académicos suelen incurrir en prejuicios acerca de los hechos
de su tiempo a causa de que están involucrados en sus propias sociedades. Por tal razón,
mientras más atrás se remonten en la historia, más neutrales podrían ser. Además, la
realidad objetiva del archivo se impone en el estudioso; no hay allí nada que sea reciente
y por ende sospechoso. Por su parte, tanto los Estados como las demás instituciones, no
suelen facilitar el acceso a sus documentos recientes a los investigadores. Todavía hoy
los documentos de Estado son secretos por cerca de 20, 30, 50, 100 años o aún más. Por
lo demás, con el fin de entender los archivos, se debe estar bastante bien informado
acerca del contexto cultural en el que se ubican. Esto suele llevar a los historiadores a
trabajar en los campos que les resultan más familiares, y de allí la tendencia
preponderante a trabajar en las historias de sus propios países. A la vez se hallan
Por su parte el trío nomotético tiene a su vez toda la lógica en su cabeza. Para ser
objetivo, dicen, debemos aportar ante todo datos que no estén al arbitrio del investigador.
Mientras más cuantitativos sean los datos, menos dependen de la subjetividad del
estudioso y más comparables son en situaciones diversas. Tal postulado nos conduce
inexorablemente al presente. Especialmente si se da el paso siguiente que es postular
que hay verdades universales acerca de la conducta humana que atraviesan todo tiempo
y todo espacio. Al minuto de decir eso, desaparece la diferencia de estudiar la Alemania
de hoy o la India del siglo y antes de nuestra era, puesto que se buscan verdades
universales. En tanto que los datos sobre la Alemania de hoy son 5000 veces mejores —o
podríamos decir pesan 5000 veces más— que los datos de la India de aquel periodo,
terminamos estudiando a Alemania con el fin de arribar a nuestras generalizaciones. Por
lo general esa solía ser la separación que se daba a fines del siglo XIX y a comienzos del
actual entre la historia y las tres ciencias sociales “duras”.
Debemos acotar algo más: la sociología del conocimiento. Por lo menos el 95% de
todos los estudiosos y de la investigación académica en el período entre 1850 y 1914, y
probablemente hasta 1945, proviene tan sólo de cinco países: Francia, Gran Bretaña, las
Alemanias, las Italias y los Estados Unidos. Hay todavía algo más; no sólo la investigación
académica proviene de estos cinco países, sino que gran parte de la investigación hecha
por la mayoría de los estudiosos es sobre su propio país. Esto es parcialmente
pragmático y en parte obedece a presión social y a razones ideológicas: son los países
importantes, lo que interesa y lo que debemos estudiar si queremos saber cómo opera el
mundo.
Esto nos conduce a la segunda diferenciación. El hecho real es que los cinco países en
cuestión no eran el mundo entero, y había en la comunidad académica la vaga sospecha
de que había un mundo más alejado de ellos. Lo que se hizo, a nuestro juicio, fue inventar
dos disciplinas adicionales que abarcaran el resto del mundo. La primera y más obvia fue
la antropología, a la que se creó para estudiar el mundo primitivo. Al mundo primitivo se lo
define de un modo bastante simple: en la práctica vienen a ser las colonias de los cinco
países anotados, incluyendo a su frontera interna. Teóricamente, su objeto se puede
definir como aquellos pequeños grupos de bajo nivel tecnológico que carecían de
escritura antes de sus contactos con Occidente y que no tenían creencias religiosas que
fueran más allá del propio grupo —cada uno tenía sus creencias características. Se
presumía que estaban estancados y el tiempo no transcurría para ellos.
En fin tenemos toda una ideología acerca de cómo abordarlos. Son gente muy extraña,
que habla lenguas bastante raras desde el punto de vista europeo. Tenía entonces que
irse allí, hacer observación participante, permanecer un par de años con “su tribu”,
aprender el idioma consiguiendo que alguien haga de intérprete. ¿Y qué se estudia? Pues
todo: etnografía. Puesto que para comenzar no sabemos nada, se ha de aprender todo:
cómo se casan, cómo intercambian bienes, cómo ventilan sus diferencias, cuál es la
gramática de la lengua, y al regreso hacemos un detallado informe de todo esto. Era algo
bastante ideográfico, basado además en la presunción de ahistoricidad.
La tercera de las delimitaciones tiene que ver con la existencia de las tres ciencias
sociales nomotéticas (la sociología, la ciencia política y la economía) ¿Por qué no una
única ciencia social? Pienso que la respuesta tiene que ver con la ideología dominante a
lo largo del siglo XIX. Básicamente, el punto de vista dominante a nivel mundial del
liberalismo, era que el estado, el mercado y la sociedad eran tres entidades diferenciadas.
Ellas operaban con lógicas diferentes y por lo tanto debían ser estudiadas en forma
separada, y en cierto sentido, se mantenían aparte en el mundo real. Por eso los
estudiosos tenían que segregar su conocimiento de tales aspectos. En líneas generales
eso fue lo que pasó, y lo que hacia 1945 estaba ya establecido como principio
organizativo para las ciencias sociales en las principales universidades. En el propio
surgimiento del sistema universitario como tal tenemos entonces lo que denominaríamos
la división tripartita, entre las ciencias naturales, las humanidades y las ciencias sociales.
Básicamente, eso es lo que significa filosofía versus ciencia, con las ciencias sociales en
algún punto intermedio, reproduciéndose en el interior de éstas la tensión resultante de la
contraposición de las “dos culturas”. Arribamos así a 1945. Y entonces todo esto cambió.
Pensamos que todo cambió con posterioridad a 1945, primordialmente porque el mundo
real cambió en varios sentidos. Tras la segunda guerra mundial surgen los Estados
Unidos como la fuerza dominante económica, política y culturalmente. Por cerca de 10 o
15 años llega a ser de modo literal y numérico dominante también en el mundo de la cien-
cia social. Yo mismo me sorprendí al examinar uno de los informes de la UNESCO en los
años de la posguerra y constatar cómo, de un comité de 16 miembros, 15 provenían de
los Estados Unidos. Y hoy no puedo imaginar un documento de la misma UNESCO en el
Se trata de una estructura organizativa muy interesante. La idea básica fue algo así
como, “no modificaremos la estructura de las disciplinas. La gente seguirá obteniendo sus
doctorados (sus Ph.D.) en cada una de ellas; pero trataremos de inducir a los estudiantes
de posgrado a que se especialicen en las áreas y adquieran conocimiento sobre ellas
dándoles al menos un año más a los requeridos normalmente para su Ph.D., durante el
cual pueda aprender un poquito de todo acerca de la región de que se trate”. Si se estaba
interesado en la India, tenía entonces que aprender algo de historia de la India, de la
sociología de la India, de su economía, de su ciencia política. Después podía estudiar el
idioma urdu o hindi, o lo que fuese. Esto se llamó —para usar la expresión ya
consagrada— estudios multidisciplinarios. Los estudiantes adquirían ese conocimiento, en
seguida obtenían su Ph.D. en alguna de las disciplinas y luego se esperaba que
continuasen con su trabajo empírico sobre la India ya como sociólogos, como
economistas o historiadores. Debe decirse que fue un programa bastante exitoso que en
los últimos 40 años se expandió más allá de los Estados Unidos. Muchos países
adoptaron el mismo esquema y así es como hemos producido miles de investigadores de
primera línea, haciendo toda clase de trabajos, lo que hubiera sido impensable antes de
1945.
¿Pero qué significa esto ahora? Ante todo, que la delimitación mundo civilizado/resto
del mundo se ha roto por completo en términos de las disciplinas. Antes de 1945 se
hubiese considerado bastante extraño, que usted emprendiera un trabajo empírico por
fuera del mundo occidental si no fuera antropólogo u orientalista. Y de pronto aparecen
historiadores, politólogos, sociólogos e incluso economistas ocupándose del resto del
mundo. Si se reflexiona sobre ello encontraremos que parece haberse subvertido la lógica
teorética de la antropología cultural y de los llamados estudios orientales. Dicha lógica
consistía en que aquellas disciplinas tenían cosas especiales que hacer en esas áreas
que nadie más podría hacer —y que además debían hacerlo en forma diferente. Y como
solían hacerlo de un modo ahistórico, pronto son rebasados al encontrarse con nuevos
enfoques, ya se trata de una realidad muy dinámica y cambiante —esa fue la razón por la
que se crearon los estudios de áreas. Y ello desafió la lógica de las disciplinas. Los
estudios orientales pierden su nombre, los investigadores se unen a otras divisiones y se
convierten en historiadores o en profesores de religión. Los antropólogos culturales
ensayan varias cosas. Deciden que tanto Europa como Norteamérica también tienen sus
propias tribus; se dedican al estudio de los montañeses suizos y de los habitantes de los
barrios pobres de Chicago, y en seguida resuelven lo que estudiarán, la “cultura”. Están
en la búsqueda de una raison d’être.
Cuando miramos nuestros doctorados, hay algo indefinido acerca de lo que se exige
como investigación original. Investigación original significa cualquier cosa que hasta el
momento no haya sido investigada. Y como el número de doctorados se incrementa
rápidamente, eso tiende a ser un problema. Uno tiene que encontrar sus propios nichos.
Se desarrolla entonces un proceso natural de incursiones furtivas. Citaré como ejemplo mi
propio campo de estudio, la sociología. Una de las primeras subdisciplinas que se
desarrolló con posterioridad a la segunda guerra mundial fue la denominada sociología
política. Luego vino la sociología económica y un poco después la sociología histórica. Y
no quiero hablar de sociologías más esotéricas, como la sociología del turismo, por
ejemplo, pero cada una de ellas a la vez significó una incursión en campos vecinos.
Recuerdo mi propia experiencia hace unos 40 años cuando hice la sustentación oral de mi
disertación doctoral. Uno de los campos en que me movía era la sociología política, y uno
de los jurados me interrumpió para preguntarme: ¿“Cuál piensa Ud. que es la diferencia
entre la sociología política y la ciencia política”?, una pregunta que, confieso, no se me
había ocurrido antes. Reflexioné y solo atiné a contestar: “Bueno, en verdad no encuentro
ninguna” Y todavía hoy no la encuentro. Tenemos pues un problema de yuxtaposiciones
que crece día a día.
Por una u otra razón asisto a diferentes congresos académicos de carácter nacional.
Una de las cosas que me ha impactado al mirar los programas de esos eventos, es que
los títulos de las ponencias se parecen cada vez más, y a decir verdad, de guiarse por sus
nombres es muy difícil saber en qué congreso se encuentra uno. Los títulos son los
mismos tanto en un congreso de sociología como de antropología, ciencia política o
historia. La yuxtaposión es cada día mayor. Esta es la situación desde 1945; los estudios
de áreas subvirtieron la lógica de la ciencia social al dividir lo que hasta entonces existía.
Las mutuas invasiones también contribuyen a esta situación.
Y entonces, simbólicamente, vino 1968, y con él surgieron dos cosas. Primero que
todo, uno de los temas principales del 68 fueron los “pueblos olvidados”, que de inmediato
se tradujeron en términos académicos: estudios sobre la mujer, sobre las negritudes y una
serie más de temas y de nombres antes marginales. Sus portadores y cultores afirmaron:
ahora tenemos un sitio definido y legitimo en la estructura académica; querríamos también
una línea de publicaciones, programas especiales, fondos de investigación e inclusos
doctorados sobre el tema —aun cuando sobre esto último todavía haya ciertos
escrúpulos. Lo que podemos ver de todo este proceso, fuerte, con una amplia base social
y por lo visto irreversible, es que de hecho nos estamos moviendo en otra dirección. Si
entre 1750 y 1850 teníamos muchos nombres que después se redujeron a seis en 1945,
la curva se está moviendo ahora en dirección contraria. Vamos de seis a veinte nombres.
Cuando leo los catálogos universitarios me impresiona que agrupan sus áreas del saber
bajo diez o doce denominaciones. Todas las universidades conservan los seis o siete ya
consagrados, pero cada una le agrega a su vez tres o cuatro que además varían según la
institución de que se trate. Y lo previsible es que esa tendencia continuará en el futuro.
En los años setenta y ochenta sucedieron otras dos cosas fundamentales para el tema
considerado en este informe. La primera consistió en una revolución de grandes alcances
en las ciencias naturales. Las ciencias naturales fueron epistemológicamente muy
estables desde el siglo XVII hasta los 70’s en el sentido de que las premisas newtonianas
y cartesianas siguieron siendo fundamentales para toda la actividad científica. La ciencia
siguió considerándose como la búsqueda de las leyes más simples; la ciencia era
objetiva, neutral, se ocupaba de los equilibrios y se la consideraba acumulativa.
En verdad esta revolución maduró a finales del siglo XIX, pero ella no adquirió fuerza
organizativa sino hasta el decenio de 1970. Viene y nos dice que la ciencia no es
determinista y que todo lo que podemos alcanzar es una serie de afirmaciones
probabilísticas acerca del futuro. Que la exactitud matemática es imposible de obtener y
que cada vez que medimos, se mide algo diferente. Los procesos no son lineales sino
bifurcados, que la ciencia es la búsqueda de lo complejo y no de lo simple, y lo que es
más importante para nuestro propósito, las leyes científicas son irreversibles. Un
presupuesto básico para la ciencia natural era que el tiempo no afectaba la operatividad
de la ley. Hoy en cambio varias ciencias naturales proclaman que la reversibilidad es una
premisa básica de la actividad científica. El slogan de hoy es “la flecha del tiempo”1.
Incluso las partículas atómicas tienen un tiempo y cambian con el tiempo. Todo esto ha
redundado en una modificación de las relaciones entre las ciencias sociales y las ciencias
naturales.
Cuando yo era estudiante nos enseñaban que los científicos sociales éramos inferiores
a los científicos de la naturaleza, pero que algún día nos hallaríamos a la par. Si
perseverábamos, algún día podríamos hablar de los procesos sociales del modo que los
naturalistas hablaban de los procesos físicos, esto es, que eran lineales, que tendían al
equilibrio básico y que siendo irreversibles, las leyes que los rigen eran universales. Y de
pronto tenemos a un grupo mayoritario de científicos de la naturaleza diciéndonos: no, no,
se trata en verdad de “la flecha del tiempo”, de la flecha psicológica, pero el tiempo puede
verse en otras direcciones2. Y ello significa, entre otras cosas, que las ciencias sociales y
las naturales se van aproximando, pero ya no sobre la base del modelo newtoniano de la
ciencia natural y de su mecanicismo, sino sobre la base de premisas que ya de antes eran
fundamentales para las ciencias sociales. En efecto, el movimiento de dicho acercamiento
va de las ciencias naturales a las ciencias sociales. En cierto modo lo que los físicos
parecen estarnos diciendo es que son sociólogos inferiores análogamente a lo que
decíamos cuando nos sentíamos menos científicos que ellos. En cualquier caso
reconocen que los procesos sociales son los más complejos.
1
Wallerstein alude a uno de los capítulos de La historio riel Tiempo del físico y matemático inglés Stephen
Hawking. en el que se puede leer: “El tiempo imaginario es indistinguible de las direcciones espaciales. Si
uno puede ir hacia el norte, también puede dar la vuelta y dirigirse hacia el sur: de la misma Forma si uno
puede ir hacia adelante en el tiempo imaginado debería poder también dar la vuelta e ir hacia atrás (...) las
leyes de la ciencia no distinguen entre el pasado y el Futuro”. Ver Stephen W. Hawking, Lo Historio del
tiempo, Editorial Crítica, Barcelona, 1989, pp. 189-90. (Nota del traductor).
2
“Son la flecha termodinámica, la dirección en la cual el desorden aumenta; la flecha psicológica, la
dirección del tiempo según la cual recordamos el pasado y no el futuro: y la flecha cosmogónica, la dirección
del tiempo en la cual el universo se expande en vez de contraerse”. Hawking, Opus nt, p. 200 (Nota del
traductor).
Digitalizado por RED ACADEMICA
No.32 I SEMESTRE 1996 UNIVERSIDAD PEDAGOGICA NACIONAL
hoy en día. Su semillero fueron las humanidades, pero hoy hay muchos antropólogos e
historiadores dedicados a ellos, y esa clase de estudios se está expandiendo hacia las
demás ciencias sociales. Hay algo confuso todavía, pese a que la gente que se dedica a
los estudios culturales le gusta acentuar el grado en que su enfoque es una reacción
contra el cientificismo, e incluso una condena del mismo. Ellos se refieren desde luego al
modelo newtoniano de ciencia, que como decía antes, ha sido abandonado por la propia
ciencia natural. Pero lo que resulta impactante es el grado en que los estudios culturales
significan un movimiento que, surgido en las humanidades, las va acercando
progresivamente a las ciencias sociales. El objeto de los llamados estudios culturales es
entendido como un proceso social más y por esa vía es una intersección entre las
humanidades y las ciencias sociales. Tenemos entonces que no sólo las demarcaciones
entre las ciencias sociales se están borrando, sino que la propia división tripartita —
humanidades, ciencias naturales, ciencias sociales— está siendo cuestionada.
Un programa de reforma
¿Qué clase de ciencia social debemos construir? Primero que todo, sugerimos que el
problema del futuro no es simplemente una cuestión de reestructurar las ciencias
sociales. Ni siquiera he sugerido que deba hacerse una. Lo que estoy diciendo es que el
actual fundamento racional de las disciplinas ya no tiene mucho sentido. Y que mejor nos
dediquemos a reflexionar sobre nuevos fundamentos racionales y sobre nuevos criterios
de delimitación. Nótese que lo que hoy denominamos biología, hasta hace relativamente
poco lo denominábamos zoología y botánica, y que hoy los departamentos de zoología y
botánica virtualmente han desaparecido. La biología tiene muchas subdivisiones, pero la
botánica y la zoología ya no son las divisiones en las cuales está organizada, luego el
pastel puede dividirse de otras maneras.
Sugerimos que las universidades deben examinar la división tripartita. Está construida
sobre el concepto de las “dos culturas” que se formuló para el siglo XVIII y que ha sido
superado en gran medida. Y no está mal que seamos un poco chovinistas y pensemos
que las ciencias sociales puede ser centrales en el proceso en cuestión. Tenemos
derecho a seguir pensando que la universidad sea el ámbito primario de la producción y
reproducción del conocimiento. Hasta no hace mucho lo era. Con la formidable expansión
de las universidades y de su población estudiantil, una de las cosas que ha ocurrido es lo
que llamaría la gran escolarización del sistema universitario, esto es, la enorme presión
social —uno tiene que enseñar cada vez más a un mayor número, y además seguir
siendo relevante— una presión social para tener una gran número de graduados
universitarios con la posibilidad de adquirir empleos profesionales, etc. Los profesores de
secundaria se convierten en profesores de universidad, e incluso de posgrado, y están
comenzando a ingresar a los institutos y centros avanzados. Y tenemos que pensar lo que
ocurrirá en 20 ó 50 años, si no desarrollamos instituciones más aptas, y si no solventamos
el problema de sus bases financieras. ¿Cómo conseguiremos gente que haga
investigación? Históricamente, la universidad ha sido la solución para el problema de
financiar investigadores. Usted consigue trabajo como profesor, y por esa vía tiempo y
eventualmente recursos para investigar y para hacer otras actividades académicas. Si la
tendencia de ahora es empujar a los investigadores fuera de la Universidad, o ellos
mismos se colocan fuera de ella, ¿quién y cómo se los financia?
Lo mismo podría aplicarse para los estudiantes de posgrado. Hacer obligatorio que
tomen un número de cursos en departamentos distintos a aquel que ofrece el programa.
Por ahora ello es opcional, pero muchos departamentos se las arreglan para frustrar esa
posibilidad. Ahora, en cambio, proponemos que usted no pueda obtener un título de Ph.D.
en cualquier disciplina, a menos que tome la cuarta parte de los cursos en otro
departamento. Obtendrá un título en la disciplina del departamento primario, pero también
podrá escoger una segunda. Y los departamentos tendrán que adaptarse a eso.
Las anteriores son mis principales recomendaciones. Pienso que serán revolucionarias
y subrayo que no se traducirán en incrementos presupuéstales, para concluir, permítanme
citar la última frase de nuestro informe extenso: “lo más importante es que los aspectos
subyacentes sean debatidos de modo claro, abierto, inteligente y de manera urgente”.