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Tesis José María Gallego Martín
Tesis José María Gallego Martín
Tesis José María Gallego Martín
Tesis Doctoral
A los directivos de los centros educativos que me facilitaron el acceso a las fuentes.
Presentación .............................................................................................................................................................. 7
1.4. La comparación con los países de nuestro entorno: OCDE y Unión Europea . 44
4.2. Cambios en las funciones en los contextos familiar y escolar .................................. 125
10.1. Las claves del buen desarrollo escolar y personal ........................................................ 217
11.4. Las amistades de los hijos ¿pueden resultar peligrosas? ........................................ 390
11.7. El aprendizaje del rol parental ¿es de sentido común? ............................................ 395
Presentación
Los protagonistas principales de esta tesis doctoral son los padres y las madres de un
grupo de estudiantes que recientemente han finalizado los estudios de Enseñanza
Secundaria. Ellos, con su participación, ofrecen la oportunidad de poner en primer
plano la visión del papel desempeñado por la familia en el buen desarrollo de los hijos
e hijas. La voz de los progenitores a menudo se considera en los temas educativos
como de un valor secundario y es percibida mediatizada por una cierta sordina.
Asimismo, son protagonistas acompañantes los alumnos y profesores, que con su
aportación contribuyen a incrementar la credibilidad y ofrecen un contraste
enriquecedor a las acciones y opiniones expresadas por los padres. Ellos forman parte
de los dos sistemas más implicados en el quehacer educativo, la familia y la escuela.
Me gustaría desde la primera línea de este texto dejar claro mi reconocimiento a este
hecho. Pero ocurre que, a la hora de hablar de padres y madres, nuestra lengua tiene
un uso sesgado, heredado de la lengua madre, el latín, de modo que el término
“padres” puede englobar en conjunto a ellos y a ellas. No así al revés. En aras de la
economía del lenguaje, emplearé a menudo términos genéricos, como progenitores,
alumnado o profesorado. Salvo casos excepcionales en que me refiero a personas de
un género en concreto, que se señalará explícitamente, hay que entender que los
sustantivos padres, alumnos y profesores incluyen, y en esta tesis con especial
relevancia, a las madres, alumnas y profesoras.
Coleman (1998) decía que cualquiera que desee entender cómo y por qué los
niños aprenden más o menos en la escuela necesita entender el rango de
posibilidades mediante las interacciones entre la triada formada por los padres, los
alumnos y los profesores. Si queremos comprender lo que pasa en la escuela
necesitamos saber qué pasa en la familia, porque son dos mundos unidos e
interdependientes.
Las fuentes de las que mana el deseo de llevar a cabo esta investigación se
encuentran ancladas desde hace tiempo en mi biografía personal. No obstante el
origen más inmediato puedo situarlo en un tiempo cercano y concreto. Un día de
finales de junio de 2013 me encontraba enfrascado, volcando mi atención sobre la
mesa en la que reposaba una hoja impresa que contenía unas pocas docenas de
nombres de alumnos y cientos de números ordenados en filas y columnas. Esta
conducta me resultaba conocida. La había realizado en numerosas ocasiones, en
los finales de cada trimestre y de cada curso, durante bastantes años. En este caso
eran las calificaciones de las Pruebas de Acceso a la Universidad (PAU) de la
promoción de alumnos que había finalizado el Bachillerato en el curso 2012/2013.
Por otra parte, quizá esa conducta estaba relacionada con los cuatro años en que
desempeñé el rol de orientador escolar y lo que pretendía era fijarme en los
alumnos que, de un modo u otro, resaltaban en sus calificaciones académicas,
bien porque estas manifestaban que todo iba razonablemente bien o, por el
contrario, que había que buscar las razones y las causas de las que no resultaban
satisfactorias.
Un año después, en 2014, estaba de nuevo ocupado en esa tarea. Cada alumno, a
través de aquel galimatías, aparecía y me daba ocasión de preguntarme qué le
habría pasado, cómo habría reaccionado, cuál sería su grado de satisfacción o de su
frustración. A la vez, miraba sus calificaciones y no podía evitar echar la vista atrás. Sí,
me decía, este chico, esta chica –y necesariamente se hacía presente su nombre- era
el que hace sólo unos años se debatía en un mar de dudas, de contradicciones, de
vacilaciones y también de creencias firmes que luego resultaban abandonadas.
Ahora tenían ya 18 años, pero solo unos pocos antes se mostraban inseguros,
vacilantes o tremendamente firmes. ¡Qué cambio de los 14 a los 18 años!
En estas cavilaciones me encontraba cuando una idea súbita, que, por otra parte, me
había asaltado numerosas veces cada año, apareció y pugnaba por hacerse con el
protagonismo. De alguna manera, había aparecido siempre, pero esta vez lo hacía
con un empuje especial, de modo que no tuve más remedio que acogerla allí
mismo, en la mesa en la que me encontraba haciendo subrayados, sumas, restas y
clasificaciones. Esta vez los protagonistas no eran ni los alumnos ni las pinceladas
que habían ido dejando los profesores con sus calificaciones. Esta vez los
protagonistas estaban ausentes y al mismo tiempo presentes. Si te fijabas bien,
podías verlos. ¡Ya está! Estaban en los apellidos de los alumnos. Eran sus padres, que
requerían toda mi atención.
Me dije: quieren hablar, quieren decir algo, reclaman una parte de protagonismo en
esta magnífica cosecha, quieren ser valorados como parte integrante y fundamental
de este valioso cuadro que ha tardado tantos años en pintarse y que se titula:
Resultados de las Pruebas de Acceso a la Universidad del Instituto de Enseñanza
Secundaria Alonso Quijano de Alcalá de Henares. Precisamente estaba lleno de
nombres conocidos, pues con estos alumnos me despedí del ejercicio directo de la
docencia, aunque esto no quiere decir que me despidiera de todo lo que me había
preocupado y sido objeto de dedicación absorbente durante las décadas en las que
apliqué gran parte de mi energía a la enseñanza y la educación. Por otro lado, valoro
a los alumnos en su integridad; el progreso en sus estudios se complementa con su
desarrollo de capacidades personales. Aprecio sus avances en independencia de
criterio, su autonomía en el pensar, sus actitudes y su comportamiento. Pienso en
sus familias.
Bueno, pues ya están aquí. Ya los padres, representados por los apellidos de los
alumnos, se plantan en el primer plano y empiezo a preguntarme: ¿qué parte del
éxito de cada alumno corresponde a sus padres y madres? Y esta pregunta me
embarga y me llena la mente de dudas, que, enseguida, comienzan a chocar con
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 11
Así pues, ahora que dispongo de tiempo para poder hacerlo, quiero dedicarlo a
satisfacer esa íntima deuda y cubrir esa laguna. Lo hago desde el convencimiento
de que los padres son el referente fundamental para los hijos y que la lealtad de
estos hacia ellos se lleva a cabo por encima de todos los obstáculos, por lo que es
preciso valorar esta circunstancia en la práctica educativa. Con la colaboración de
los padres se puede realizar casi todo, pero, con su oposición, apenas nada.
Pretendo, por tanto, conocer, escuchar e interpretar las variadas voces de los
padres en cuanto tiene que ver con la educación y el buen desarrollo de sus hijos.
Del mismo modo, el grupo formado por los treinta alumnos seleccionados como
punto de partida de esta investigación posee también unas circunstancias que le
hacen particularmente aprovechable a la hora de aportar reflexiones y
valoraciones sobre la práctica educativa en los centros escolares. Sus testimonios
pueden servir para triangular y contrastar las manifestaciones de sus
progenitores, dado que han superado las etapas educativas previas a la
universidad y poseen ya una visión madura y experimentada respecto a su rol de
escolares.
Esta tesis trata sobre la educación de las personas, en concreto, sobre la influencia
que el medio familiar ejerce sobre el adecuado desarrollo de un grupo de
escolares elegido para un estudio de caso. Los sujetos participantes en ella y que,
por tanto, van a ser sus protagonistas son hombres y mujeres, padres de familia,
que se encuentran en torno a la cincuentena de edad, pues en su mayor parte
nacieron en la década de los sesenta del pasado siglo. Sus hijos, que han finalizado
los estudios de Bachillerato y se encuentran ya cursando el nivel universitario,
rondan la edad de los 20 años. Por ello me parece procedente iniciar la indagación
teórica y su correspondiente exposición efectuando un estudio sobre el estado de
la Educación en España y un breve repaso a su historia reciente, de modo que
contemple, por un lado, el sistema educativo en el que se escolarizaron dichos
padres y también el momento actual, que corresponde al que han experimentado
los hijos. En el primer capítulo se valora cómo la Constitución Española de 1978
generó un nuevo marco legal que modificó profundamente la realidad de la
Educación en nuestro país; asimismo se realiza una exposición de los principales
índices que caracterizan el estado de desarrollo de nuestro sistema educativo y su
evolución en los últimos decenios. También se establece una comparación de
algunos indicadores que definen la Educación en España con respecto al resto de
los países de la Unión Europea y los pertenecientes a la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), señalando sus aspectos débiles y
fuertes y los principales problemas que aquejan a nuestro país en materia
educativa. Este capítulo, pues, servirá como contexto en el que ubicar los temas
que serán tratados a lo largo de la investigación.
14 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
Según esta última, tanto el sistema familiar como el sistema escolar necesitan
conocerse, complementarse y apoyarse mutuamente a fin de llevar a cabo la
función educativa que ambos sistemas sostienen perseguir, que no es otro que la
más adecuada promoción de las competencias personales que permitirán a los
sujetos educandos adquirir su formación e independencia.
Con relación al resto del proceso investigativo, en el capítulo séptimo recojo los
datos esenciales que sirven para enmarcar el contexto en que se sitúa la
investigación, tomando en consideración principalmente los centros educativos
en que han sido escolarizados los alumnos referenciados y caracterizando también
a las personas participantes: padres, alumnos y profesores. Los tres colegios y el
instituto en que ha transcurrido la vida escolar de estos alumnos se encuentran
enclavados en medio de tres barrios populosos de Alcalá de Henares, habitados en
su mayor parte por la clase trabajadora. El grupo de 30 alumnos y alumnas
seleccionado forma parte de las generaciones de niños y niñas nacidos en los años
1995 y 1996, que comenzaron su escolarización en 1998. Respecto a los padres de
estos alumnos se detallan su edad, formación académica y ocupación laboral
desempeñada. Igualmente se desglosa el número de los docentes seleccionados
para participar en la investigación y el centro educativo en el que se encuentran
ejerciendo su profesión.
1. Contexto educativo.
Historia reciente de la Educación en España
Esta tesis trata sobre Educación, sobre la importancia de los padres en la
educación de sus hijos. Trata también de unos alumnos que comenzaron su
escolarización en 1998, incorporándose a centros educativos a cursar la Educación
Infantil, y que abandonaron el instituto en 2013 y en 2014, una vez finalizados los
estudios de Bachillerato. La mayoría de sus padres nacieron en la década de los
sesenta del pasado siglo. Por ello, me parece procedente dedicar un espacio
amplio a considerar el pasado reciente de nuestro país en materia educativa con el
fin de que el contexto presente y el momento en que nos encontramos puedan
ser entendidos. Sólo desde esta dimensión de evolución histórica podemos
apreciar lo que tenemos, reflexionar sobre nuestra situación actual y tratar de
adivinar y dibujar el futuro. Así podremos enmarcar la investigación, que, como
decía, trata sobre la participación de las familias en el desarrollo educativo de sus
hijos.
Un conocido proverbio africano, ya citado, dice que para educar a un niño hace
falta toda una tribu. Si lo aplicamos a nuestro caso, a mi juicio, todo lo que
conforma nuestro presente educativo viene condicionado, directa o
indirectamente, por el pasado reciente. La sociedad española, su composición, el
nivel formativo de su población y el grado de su riqueza cultural son fruto en gran
parte de las condiciones en que ha transcurrido la vida de la gente, la escuela que
tuvieron y las experiencias que vivieron.
Hace poco más de medio siglo, al principio de los años sesenta, España se
encontraba en un proceso de transformación social y económica, que se dio en
denominar desarrollismo. Un eje básico sobre el que giró este proceso fue la
rápida industrialización del país, dirigida por y desde el Estado, con la creación y
fomento de empresas estratégicas públicas en sectores económicos decisivos.
Para ello era necesario establecer y poner en marcha sucesivos planes de
desarrollo, con las implicaciones consecuentes de señalamiento de zonas y
ciudades a industrializar y potenciar. Estos polos de desarrollo actuarían como un
imán, atrayendo a oleadas de pobladores rurales que abandonaban las
tradicionales tareas en el sector primario para incorporarse a un esperanzador
medio, habitualmente urbano, que ofreciera nuevas oportunidades de mejora en
salarios y en condiciones de vida (Bustelo, 2006).
Este era el panorama educativo que vivieron todos los niños escolarizados en
España antes de 1970. El Estado del franquismo había delegado la Educación en la
Iglesia y en sus instituciones y órdenes religiosas. Subsidiariamente, el Estado se
responsabilizaba de escolarizar allá donde no llegaba aquella (Puelles, 2010), como
24 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
es el caso de las áreas rurales, pueblos y aldeas. Así lo constata el artículo cuarto de
la ley de Enseñanza Primaria de 1945: “Corresponde al Estado proteger y promover
la Enseñanza Primaria en el territorio nacional y sostener las escuelas que, aparte
de la iniciativa privada y de la Iglesia, sean necesarias para la educación de todos
los españoles”. Las materias consideradas fundamentales eran la Formación
Religiosa y la Formación del Espíritu Nacional a las que se añadían las
Humanidades, siempre vistas a través del prisma de la religión y del imperio
español de la Edad Moderna. La Iglesia Católica debía autorizar todos los textos
escolares a través de la concesión del nihil obstat y podía ejercer la inspección en
los centros educativos, a fin de comprobar que la enseñanza se desarrollaba de
acuerdo con los preceptos morales establecidos. Esta situación continuó hasta
1970, cuando la Ley General de Educación (LGE) de 1970 modificó la anterior
norma educativa franquista y anuló la prohibición de la escuela mixta, así como
generalizó el mismo currículo para niños y niñas en la Educación General Básica
(Aubert, Duque, Fisas y Valls, 2004).
Coincidiendo con el éxodo rural hacia las ciudades y la mejora de las condiciones
de vida y económicas de la población y, en especial, de la incipiente clase media
formada por los trabajadores industriales y del sector servicios en las ciudades,
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 25
durante los años del desarrollismo muchas familias pretendieron que sus hijos
estudiaran el Bachillerato (Aubert, Duque, Fisas y Valls, 2004). El éxodo o
emigración masiva de pueblos y aldeas rurales hacia la ciudad había vaciado los
centros escolares de aquel entorno y, al contrario, en las ciudades en crecimiento
faltaban numerosos puestos escolares, que demandaban la urgente creación de
ellos (Álvarez García, 2006). Esta presión se encontró con un grave inconveniente:
los centros escolares eran insuficientes para atender a la población urbana, por lo
que muchos estudiantes se presentaban como alumnos libres, después de
preparar los temarios en academias, clases particulares o por su cuenta. Los
resultados eran abrumadores, las calificaciones negativas y el fracaso campaban
por sus respetos. Así podemos apreciar los datos sobre el porcentaje de aprobados
en las enseñanzas académicas del Bachillerato y del curso Preuniversitario que
ofrece el Libro Blanco para la reforma educativa de 1969, titulado “Situación
educativa actual” (MEC, 1969; Viñao, 2004).
El consenso no fue tal, aunque en las formas lo pareciera. De ese modo, el primer
apartado del artículo 27 reúne, separadas por un punto, las dos principales
vindicaciones de los que iban a consensuar. El acuerdo consistió en ponerlas
adosadas (Puelles, 2010), una a continuación de la otra: “Todos tienen el derecho
a la educación. Se reconoce la libertad de enseñanza”. Así ocurrió en la práctica
con los demás principios que los negociadores defendían, como la libertad de
creación de centros, la enseñanza de la religión católica, la democratización de
los centros docentes, la regulación de los criterios de admisión de alumnos, la
libertad de elección del tipo de centro por parte de los padres y la igualdad de
oportunidades.
En 1990 se promulgó una nueva ley educativa, la Ley de Ordenación General del
Sistema Educativo (LOGSE), que estableció en España un sistema educativo
equiparable a los vigentes en la Europa más desarrollada, con una educación
obligatoria y gratuita de diez años de duración, entre los 6 y los 16 años de edad,
dividida en las etapas de Primaria y Secundaria Obligatoria, con carácter
comprensivo y currículo común para toda la población y con espacios de materias
de estudio optativas en la etapa Secundaria.
Los reformistas educativos del momento optaron por imitar miméticamente las
reformas recientes de Europa, confiando en que esa sería la llave para acercarnos a
los niveles de renta y de bienestar de los otros países (Pérez-Díaz, Rodríguez y
Sánchez, 2001). El problema, argumentan estos autores, es que la reforma
comprensiva se adoptó en España de un modo tardío, cuando ya los vientos
soplaban en otra dirección. No obstante, esta reforma y las sucesivas han
caminado en la misma tónica, fomentando que la educación obligatoria llegue al
menos hasta los 16 años y facilitando la permanencia del alumnado en la
Secundaria no obligatoria (Formación Profesional y Bachillerato), con la creación
de numerosos puestos escolares.
2012). No resulta difícil detectar, dice este autor, las directrices de todos estos
procesos reformistas: calidad, eficiencia, equidad, ampliación de la escolaridad
obligatoria, incorporación de nuevos currículos y de las nuevas tecnologías de la
información e instauración de mecanismos de evaluación externa. Pero más
adelante veremos que este lenguaje y las connotaciones que incorpora son de
significado ambiguo. Aquel aparente consenso en educación en la transición
democrática y en los prolegómenos de la aprobación de la Constitución de 1978,
con el pacto educativo, ha derivado en una victoria de los postulados defendidos
por la derecha y en la degradación paulatina de la enseñanza pública (Viñao,
2011a).
quiebra de las instituciones financieras que han necesitado el rescate del dinero
público, en un proceso que aún no ha concluido.
Pero la crisis es sólo una coyuntura que ha servido para apuntalar un sistema
económico que se venía gestando desde la caída del bloque comunista: la
instauración del capitalismo global y financiero, con una ideología que lo sustenta,
el neoliberalismo (Martínez Rodríguez, 2013). De este modo, el mundo de la
Educación se encuentra inmerso en el contexto general del enfrentamiento
político entre las distintas alternativas que se ofrecen para llevar a cabo la gestión
de los intereses públicos.
El gasto público en Educación ha ido creciendo con firmeza a partir de 1970, sobre
todo con la llegada de la democracia, y solo desde el inicio de la actual crisis
económica se ha frenado esta tendencia y ha sido incluso objeto de recortes y
disminución.
En el año 2006 el gasto público en esta área alcanzó la cifra de 40.000 millones de
euros, que representaba un porcentaje del 4,6% del Producto Interior Bruto (PIB).
Este porcentaje es aproximadamente un 10% más reducido que la media de los
países de la Unión Europea (MEC, 2009). A pesar de este hecho, podemos observar
el incremento acusado de fondos públicos dedicados a Educación, aunque han
sido reducidos en los últimos años como consecuencia de las medidas de recorte
y ahorro tomadas en el contexto de crisis económica (MEC, 2013).
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 33
Si echamos la vista atrás, nos encontramos con que al final de la década de los
sesenta una gran parte de la población a la edad de 13 años ya había abandonado
34 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
la escuela para incorporarse al mundo del trabajo o a las tareas de la casa. A esta
situación se enfrentó el recién nombrado ministro de Educación Villar Palasí (Libro
Blanco para la Reforma, 1969; Viñao, 2004).
Situación Porcentaje
Una forma más amplia de concebir el fracaso escolar es incluir, dentro de dicho
fenómeno, los desajustes en la escolarización y la no superación habitual de los
distintos ciclos y etapas en que está estructurado el sistema de Educación
Obligatoria. Así lo entienden autores como Fernández Enguita, Mena y Riviere,
(2010); Torres Santomé (2011) y Pérez Gómez (2012), que tratan el tema del fracaso
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 35
Mucha gente sostiene que la promoción automática de curso para todos los
alumnos de acuerdo con la edad, con la consecuente restricción de la repetición, es
36 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
uno de los cánceres de nuestro sistema educativo, por la caída monstruosa, arguyen,
de exigencia de niveles y contenidos de enseñanza. Se da aquí el mito, que señala
Viñao, (2011a), según el cual cualquier tiempo pasado fue mejor en Educación.
Quizá, para quienes así se manifiestan, sería muy deseable mantener en la misma
aula cursando los mismos contenidos a alumnos repetidores conviviendo con
compañeros de aula de 2, 3 o más años de diferencia en el periodo de escolarización
obligatoria. O apartados en opciones más acordes con sus méritos académicos en
otros itinerarios educativos. En mi opinión, quienes así se manifiestan consideran el
derecho a la Educación como trámite que todos han de pasar para ser clasificados y
seleccionados como buenos o malos estudiantes. El mérito en Educación se mide,
en esta visión, por las calificaciones escolares exclusivamente y sólo existen dos
situaciones claras: o se tiene éxito o se cosecha fracaso. La primera puerta abre
nuevas posibilidades; con la segunda solo se constata que no se vale.
Uno de los indicadores que muestran el buen o mal funcionamiento del alumnado
en su tránsito por la Educación es el porcentaje de ellos que supera o promociona
cada curso, a partir de las calificaciones del profesorado. Comprobando dichos
porcentajes, podemos hacernos una idea del fracaso cotidiano. La repetición de
curso es un fenómeno arraigado en el contexto español, como prueba el hecho de
que un 40% de los estudiantes ha repetido al menos un curso al llegar a los 15
años, según la OCDE y su Programme for Internacional Student Assessment (PISA),
(OCDE-PISA, 2011). De acuerdo con los datos estadísticos publicados por el
Ministerio de Educación (MECD, 2013), referidos al año académico 2009/10 el
alumnado de Secundaria Obligatoria se comportó así en este sentido:
diferencia equivalen a un curso escolar. Ello quiere decir que los alumnos que
leen por placer aventajan en desarrollo en más de un curso académico a sus
compañeros de edad para quienes no es un placer leer y, por tanto, no lo
hacen habitualmente. En estos parámetros de nuevo las chicas manifiestan
unos hábitos más consolidados que los chicos.
Una vez que concluye la etapa de ESO, no todos los jóvenes permanecen en las
aulas. Se denomina con el término de abandono temprano del sistema
educativo al hecho de no permanecer escolarizados entre los 18 y los 24 años
de edad cursando las enseñanzas de la Educación Secundaria postobligatoria.
Si se comparan las cifras de abandono escolar temprano de la Unión Europea y
de España, se constata que este fenómeno resulta más acusado en España,
pues alcanza a ser el doble de porcentaje que nuestros socios europeos (31%
contra 15,2%.). Y lo peor es que el abandono ha seguido aumentando en el
último decenio, mientras que los países de la Unión Europea han demostrado
que era posible reducirlo incluso partiendo de cifras más bajas, como indican
Fernández Enguita, Mena y Riviere (2010). También en este apartado el
comportamiento de las mujeres españolas y europeas es más proclive a
continuar implicadas en los estudios.
una serie de conciertos a través de los cuales los fondos públicos financian la
enseñanza de los centros privados. Ello se ha traducido en un auge progresivo de
la enseñanza privada concertada. En España la proporción de este tipo de
enseñanza en comparación con la pública es superior a la de los países europeos,
si exceptuamos Bélgica y Malta. El porcentaje de sector público resulta muy
superior al español en países como Italia, Alemania, Suecia, Finlandia y Noruega, en
donde rondan o superan el 90% (MEC, 2013). El proceso de privatización de la
enseñanza va en aumento en nuestro país, debido al trasvase de población que
abandona los centros públicos para matricularse en los privados. Este fenómeno es
apoyado por la administración educativa con el argumento de la variedad de
oferta y libre elección de centro educativo por parte de los padres, de acuerdo con
las leyes de oferta y demanda.
La red de enseñanza privada crece en los últimos años a un nivel más rápido que
la red pública y este proceso es más pronunciado en las Comunidades
Autónomas de Madrid y del País Vasco. Durante el curso 2012/2013, la
enseñanza pública ocupaba el 68,3% en toda España y el resto se distribuía entre
enseñanza privada concertada y no concertada. Sin embargo, en ese mismo año
ese porcentaje en la Comunidad de Madrid solo era del 54,7% y en el País Vasco
del 50,8% (MEC, 2013).
Obligatoria. En tan solo los cinco años que median entre 2002 y 2007, el alumnado
extranjero en España creció espectacularmente.
Curso Nº de alumnos
2002/2003 307.151
2007/2008 703.497
2012/2013 755.156
Sobre este hecho el Defensor del Pueblo en su informe de 2004 ya manifestó una
reflexión, en la que denunciaba el desigual reparto del alumnado extranjero en los
centros según su titularidad. A pesar de ello, continúa siendo la escuela pública el
sector en donde se escolariza mayoritariamente al alumnado inmigrante, que en
muchos casos es rechazado por los centros privados al tratarse de un alumnado
que puede contribuir a bajar el ranking de los resultados en las evaluaciones.
Llama la atención la gran distancia que existe entre la titulación alcanzada por la
generación joven (25-34 años) y la de los adultos mayores (55-64 años), pero en
ella podemos observar también el grado de extensión y afianzamiento de la
Educación en la población. Las mujeres de 25 a 34 años destacan por haber
completado la Secundaria Postobligatoria y la Universidad en un porcentaje
mucho mayor que los hombres del mismo grupo de edad.
Suecia 85,9%
Finlandia 84,2%
Francia 82,8%
Bélgica 82,5%
Holanda 77,6%
Italia 76,3%
Alemania 74,4%
Dinamarca 68,3%
España 61,2%
Dos aspectos en que nuestro país destaca negativamente son el de las altas tasas
de fracaso escolar y en las de abandono escolar temprano, si las comparamos con
las de los países de la Unión Europea. Lo trataremos con más detenimiento en el
próximo capítulo, dedicado a la consideración del éxito y del fracaso escolar. En el
año 2012, el Abandono Educativo Temprano en España era del 24,9%, resultando
ser el más alto de toda la Unión Europea. Es decir, la población española que entre
los 18 y los 24 años no se encuentra ya escolarizada y que no ha completado
estudios de Formación Profesional ni de Bachillerato, alcanza unas proporciones
muy altas (uno de cada cuatro) si lo comparamos con el resto de los países de
Europa, pues la media de la UE-27 es del 12,8%, es decir la mitad que en España
(MEC, 2013), lo que hace a los jóvenes españoles candidatos a un tránsito lleno de
dificultades en el mundo laboral a lo largo de toda su vida, si no se instrumentan
medidas de reciclaje y actualización.
De entre todos los informes disponibles, el que tiene más trascendencia a nivel
mundial en los diversos medios de comunicación es el que corresponde al
programa PISA, que promueve la OCDE, y que evalúa a una muestra
internacional de estudiantes de 15 años en tres áreas de conocimiento: lectura,
cálculo matemático y saberes científicos. En el informe PISA del año 2009 la
evaluación se aplicó a 470.000 estudiantes de 65 países, sobre un total de 26
millones de alumnos de esa edad, siendo pues la muestra del 18% del total
(OCDE, 2011).
En cada una de las tres áreas de evaluación se clasifica a los alumnos en seis
niveles de rendimiento y, a partir de las puntuaciones obtenidas, se realizan todo
tipo de análisis y comparaciones. Unas son internas dentro de cada país,
comparando el rendimiento por género y por regiones. Otras son externas y tratan
de relacionar los datos nacionales con los referidos al resto de los países
participantes en la evaluación. El informe se plantea como si de una competición
48 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
Estos resultados dan origen, a su vez, a nuevos informes, en los que se ofrecen
procedimientos, fórmulas y consejos para igualar a los países punteros, como si
la Educación pudiera reducirse a la medida de rendimiento de estos tres
parámetros. Un ejemplo de ello es el informe McKinsey&Company titulado
“Educación en España. Motivos para la esperanza”, en el cual se sugieren diez
medidas concretas para que nuestro sistema educativo mejore en los resultados
de las evaluaciones PISA (McKinsey, 2012).
Una vez hechos públicos los resultados de PISA, cada tres años, los medios de
comunicación arman un importante revuelo tratando de interpretar unos datos
que no son fáciles de leer ni de analizar por parte de un público y unos
periodistas que habitualmente no suelen ser especialistas en estadísticas ni en
políticas educativas. Los informes de resultados PISA miden tres aspectos, como
señalaba anteriormente: comprensión lectora, alfabetización matemática y
alfabetización científica. Pero la Educación integral es algo más que estas tres
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 49
Esta pedagogía crítica es heredera de las tesis defendidas por Paulo Freire en el
último cuarto del siglo XX, postulando el papel transformador de la Educación, que
debía orientarse a la liberación de los seres humanos y al logro de una sociedad
más justa en la que se avanzara en la supresión de la relación opresores y
oprimidos. Frente a las concepciones del darwinismo social, que ven natural la
competición entre los individuos y entre los países y la fomentan y cuyo resultado
es siempre la reproducción de la desigualdad social de partida, se alza la voz de
quienes orientan el cambio educativo hacia la transformación de sociedades y
ciudadanos en función de valores solidarios, de justicia social y de derechos
52 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
humanos. Freire (1992) en su “Pedagogía del oprimido” de 1970 hace una crítica a
la educación tradicional, que denominó bancaria, por considerar que es el
educador el único poseedor de los conocimientos que ha de transmitir a los
educandos, los cuales se convierten en meros recipientes pasivos y, por tanto, en
sujetos oprimidos.
1.7. Recapitulación
De algún modo, esto es lo que ocurre con las pruebas PISA de la OCDE, que se
aplican cada tres años a unas muestras de alumnos de 15 años. Es realmente difícil
asumir que lo que se mide con estas pruebas sobre las materias escolares de
Lengua, Matemáticas y Ciencias es la calidad de nuestra Educación (Fernández
Sierra, 2002). De ese modo, opina Gimeno (2012), a través de estas pruebas e
informes se está sobredimensionando la obsesión por la eficacia mensurable, al
tiempo que el pensamiento que especula, critica y desvela va perdiendo
credibilidad. Las administraciones y las agencias que realizan las evaluaciones
externas se presentan como instituciones expertas, que con sus diagnósticos
pretenden orientar la mejora de la enseñanza, controlando y regulando los
cambios, desconfiando de la práctica de los profesores; sin embargo,
generalmente estos informes tienen poca capacidad para intervenir en la
renovación de la práctica (Gimeno, 2013), pues no llegan a dinamizar a los
principales actores del hecho educativo, esto es, a los profesores, los alumnos y los
padres.
Sin embargo, nos encontramos con que en las escuelas se evalúa poco y se
examina mucho (Álvarez Méndez, 2012), tergiversando el propio concepto de la
evaluación y su sentido más humano y enriquecedor. Lo importante en educación
es la comprensión, el pensamiento crítico, la toma de postura personal y la
aplicación del conocimiento; pero en la práctica diaria el alumno ha aprendido
que eso en la escolaridad no sube puntos, no te asegura el éxito. Ha aprendido
que lo que cuenta es la repetición, la fidelidad al texto y la superación de las
pruebas de control. Así, concluye Álvarez Méndez (2012), en la escuela debería
haber más evaluación y menos control. En el mismo sentido se manifiesta Pérez
Gómez (2012), cuando defiende que en la Educación Obligatoria es necesario
fomentar la evaluación formativa y reducir e incluso erradicar la calificación.
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 59
Muchos alumnos tienen la percepción de que los profesores sólo prestan atención
a los mejores alumnos y, respecto al resto, reducen el seguimiento principalmente
al control de la asistencia y disciplina y se olvidan del aprendizaje (Fernández
Enguita, Mena y Riviere, 2010). Estos mismos autores, hablando del vínculo en la
relación profesor-alumnos en Enseñanza Secundaria, concluyen que los profesores
de instituto sólo hacen caso a los que tienen buenos resultados y de los demás
únicamente les preocupa el hecho de que no molesten. Sin embargo, esta visión
de la educación selectiva y segregadora no se compadece con el ejercicio de la
Educación como un derecho del ser humano, que ha de concentrarse en ayudar a
cada individuo a construir su propio proyecto personal, social y profesional; a
transitar su propio camino desde la información al conocimiento y desde el
conocimiento a la sabiduría (Pérez Gómez, 2012).
Hay una problemática específica en todos los sistemas educativos de los países
desarrollados, que se concreta en situaciones como el fracaso escolar, el abandono
escolar temprano y los bajos rendimientos en las minorías y sectores sociales
desfavorecidos. Un ejemplo claro en España lo constituye el comportamiento
dentro de la institución escolar de los estudiantes integrantes de la etnia gitana, de
los inmigrantes y de los niños pertenecientes a los estratos de menor nivel social,
económico y cultural (Marchesi y Martín, 2000). El conjunto de los fracasados
estaría formado por quienes acumulan reiteradas calificaciones negativas en su
escolarización y sufren todas las penalidades que se derivan de esta situación
(Gimeno, 2013). El fracaso, nos dice este autor, no se produce súbitamente, sino
que ocurre ante nuestros ojos y se ha generado con la acumulación de pequeños
fracasos que le han precedido y a los que no se les ha prestado ni la atención ni los
recursos que merecían; así pues, es un fenómeno que se va fraguando desde los
primeros años escolares.
De igual modo, a los que alcanzan altos logros académicos y, por tanto, altas
calificaciones se les considera comúnmente como alumnos exitosos. Sin embargo,
esta opinión resulta muy simple y restrictiva. El éxito ha de encontrarse referido a
los fines que se persiguen con la Educación. El mero hecho de obtener altas
calificaciones no es sinónimo de un pleno desarrollo de la personalidad (Marina,
2010), pues la Educación ha de concebirse con la visión de que ayude a los niños y
adolescentes a usar las herramientas que permiten asignar significado y construir
humanamente la realidad, de modo que las personas puedan adaptarse mejor en
el mundo en que se encuentran y les ayude asimismo en el proceso de cambiarlo
según se requiera (Bruner, 1999).
Estas dos orientaciones de la Educación que conviven en los inicios del siglo XXI
hacen que Kincheloe (2008) la compare con el dios Jano y sus dos caras, que miran
en direcciones opuestas, con diferentes propósitos y resultados; por un lado, con
el objetivo democrático, inclusivo y sensible con los asuntos sociales; por el otro,
con un programa estandarizado, exclusivo y socialmente regulativo que sirve a los
intereses del poder dominante. Al objetivo democrático es al que se refiere Giroux
(2008), cuando valora a la Educación y a la Pedagogía como las piedras angulares
de la democracia, porque proporcionan los cimientos para que los alumnos y las
alumnas no aprendan tan sólo cómo ser gobernados, sino también el modo de ser
capaces de gobernar. Y continúa este autor señalando la finalidad de la Educación,
que no es otra que propiciar que los alumnos se conviertan en agentes críticos
que se cuestionan y discuten, de manera activa, la relación entre la teoría y la
práctica, entre el análisis crítico y el sentido común, entre el aprendizaje y el
cambio social.
Por otro lado, el fenómeno que denominamos fracaso escolar, que consiste en el
no logro de los objetivos perseguidos por la educación y la marginación en el
ejercicio educativo, no se distribuye por igual en la sociedad española. En
cualquiera de sus formas y grados, el fracaso escolar no es neutro ni imparcial ante
las desigualdades sociales (Aubert, Duque, Fisas y Valls, 2004; Feito, 2006;
Fernández Enguita, Mena y Riviere, 2010; Martínez Rodríguez, 2013). En la
actualidad, en medio de una profunda crisis económica y social, una de las
características que identifican a nuestra sociedad la constituye la desigualdad, que
tiene su raíz en el sistema económico dominante, el cual se manifiesta en la
64 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
ese medio lo constituye el ámbito familiar, como veremos más adelante, que se
encuentra enmarcado asimismo en un contexto social más amplio; otra es el
ámbito escolar y ambos interactúan en una sociedad determinada (Pérez-Díaz,
Rodríguez y Sánchez, 2001). Así pues, en cierto sentido el fracaso escolar implica
un fracaso no sólo del individuo, sino también de la familia, de la escuela y de la
sociedad (Herrero, 2001).
No todos los fracasos son idénticos. Algunos pueden ocultar trayectorias muy
meritorias de superación y desarrollo personal, teniendo en cuenta las
posiciones de partida de determinados alumnos; en otros muchos casos, el
fracaso es una realidad mejor que su inexistencia, como cuando se trata de
grupos de población que tradicionalmente se han encontrado excluidos del
sistema educativo, como es el caso de los gitanos en España; a veces, el fracaso
puede responder a un tratamiento inadecuado de las capacidades e intereses
del alumnado (Fernández Enguita, Mena y Riviére, 2010). El éxito escolar, aunque
generalmente es valorado como positivo, puede esconder a su vez ciertas
contradicciones. Por ejemplo, se dan casos de alumnos con altas calificaciones
que no desarrollan de forma integral su personalidad y su comportamiento se
caracteriza a menudo por la pasividad y el sometimiento acrítico y la aceptación
de la cultura escolar vigente y de los valores contenidos en ella (Marina, 2010).
También es posible que una alta calificación no responda a las verdaderas
capacidades de un estudiante que, de haber mediado una mayor motivación y
una dedicación mayor a la tarea, habría resultado aún más elevada y satisfactoria.
amplio y las formas de vida escolar, que concretan el sistema educativo en los
centros educativos (Pérez-Díaz, Rodríguez y Sánchez, 2001). Los distintos
condicionantes que afectan al fracaso escolar se articulan de un modo complejo.
Los factores más importantes, cuya influencia se ha demostrado que es
determinante, son la clase social de pertenencia y la familia y su nivel
económico, cultural y académico (Fernández Enguita, Mena y Riviere, 2010). El
riesgo de fracaso, dicen estos autores, se encuentra condicionado, además de
por el origen social, por el género, la inclusión en minorías o la condición de
inmigrantes y la pertenencia a familias disfuncionales. También el riesgo de
fracaso se concentra en la enseñanza pública, en donde se escolarizan los
alumnos procedentes de las familias menos pudientes (Aubert, Duque, Fisas y
Valls, 2004). Expondré brevemente algunas consideraciones acerca de los
factores más directamente implicados en este tema del fracaso y del éxito
escolar.
2.2.1. La familia
La familia adopta hoy día múltiples formas, desde la tradicional nuclear formada
por una pareja y sus descendientes hasta todas las posibles combinaciones de
convivencia de personas, unidas por lazos biológicos, afectivos, legales o de
cualquier otro tipo (Navarro, Musitu y Herrero, 2007). Las familias han cambiado
también en su composición y estructura. Bastantes de ellas no cuentan con los
dos progenitores. Y esta tendencia va en aumento. De acuerdo con el informe
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 67
Estos mismos autores manifiestan que algunas variables familiares tienen una gran
influencia en el futuro aprendizaje escolar de los niños; así, mencionan, son
destacables en este sentido la orientación y el apoyo académico para progresar en
las tareas que se presentan en la escuela, el ambiente comunicativo en el hogar, la
estimulación para discutir ideas y acontecimientos y las expectativas y aspiraciones
que tienen los padres sobre sus hijos. Pero ocurre también que las circunstancias
en que transcurre la vida de las familias actuales han cambiado mucho,
repercutiendo en la relación que los padres mantienen con sus hijos. Las familias
68 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
desertan en gran número de la educación de sus hijos, en parte forzados por las
circunstancias en que se desarrolla su vida laboral, que se caracteriza ahora por la
precariedad, la inseguridad en el empleo y la falta de perspectivas de futuro a
medio plazo, así como por las jornadas de trabajo agotadoras y muy extensas, que
impiden una imprescindible y adecuada conciliación entre la vida laboral y familiar.
Muchos padres y madres se encuentran más preocupados por asegurarse los
necesarios ingresos económicos que por comunicarse con los hijos (Souto, 2007).
Esta tendencia, apunta este autor, parece que se agranda cuando los hijos llegan a
la adolescencia. Muchos padres confiesan que no saben cómo educar a sus hijos.
Pero no sólo de dinero se vive. Los padres, a la vez que procuran unas condiciones
económicas al hogar, también aportan un cierto capital cultural, afectivo y de
valores o axiológico. Todos estos capitales son básicos y tienen incidencia en el
desarrollo de los hijos. Los hijos de padres y madres que sólo cursaron estudios
obligatorios o inferiores son los que concentran la mayor parte del fracaso (74%);
por el contrario, tener un progenitor con un título postobligatorio mejora mucho
el éxito escolar de los hijos en Secundaria, resultando esta positiva influencia aún
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 69
De este modo, la escuela tiene mucho que ver con las oportunidades educativas
de los alumnos. El sistema educativo es la primera fuente de exclusión y de
producción de fracaso escolar (Echeita, 2006). Los centros educativos plantean
determinadas exigencias y condiciones a los alumnos si quieren triunfar en los
estudios. Perrenoud (2008) manifiesta que el fracaso escolar existe en el marco de
la institución educativa, que tiene el poder de juzgar, clasificar y declarar que
determinado alumno se encuentra en situación de fracaso. La escuela evalúa a sus
alumnos y resuelve de manera unilateral que algunos están sumidos en el fracaso.
En primer lugar, la mayor parte de los contenidos de aprendizaje van a exigir el
dominio del lenguaje: la cultura de lo escrito será fundamental para el ámbito
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 73
Así pues, los centros escolares destilan su propia cultura escolar en la que el
lenguaje abstracto, las capacidades memorísticas e intelectuales y el cumplimiento
de las normas son pilares fundamentales para definir lo que es ser un buen
alumno o estudiante (Margalef y Pareja, 2008). Si muchos alumnos no
desempeñan correctamente su oficio, no debemos concluir enseguida que no son
capaces. Posiblemente lo que ocurre es que no han logrado acoplarse a la cultura
escolar y no atribuyen ningún sentido a las actividades que se les propone y, por
ello, no logran interesarse. Los niños contemporáneos, en su mayoría, no fracasan
en la escuela por el nivel de dificultad, sino por aburrimiento y falta de interés
frente a las propuestas que se les ofrecen (Pérez Gómez, 2012). Este mismo autor
valora a la mayoría de las escuelas contemporáneas como instituciones ancladas
en formatos de la época industrial y que, por ello, están generando fracaso
académico y abandono temprano. La vida en las escuelas está presidida por una
pedagogía obsoleta, escuelas segregadas, aulas masificadas, estudiantes aburridos
y faltos de implicación y docentes quemados. En este sentido, Morín (2000)
observa que nuestros sistemas de enseñanza nos enseñan desde la escuela
elemental a aislar los objetos de su entorno, a separar las disciplinas, a desunir los
problemas más que a unir y a integrar. Nos ordena reducir lo complejo a lo simple,
74 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
El fracaso escolar es un proceso que se vivencia todos los días, en cada actividad,
en cada calificación, en cada evaluación. Los alumnos de Educación Secundaria, a
lo largo de las casi doscientas jornadas de cada curso, reciben cotidianamente
calificaciones que en total superan las cien en el conjunto de las materias. La
evaluación formal a la que se encuentran abocados desanima a determinados
alumnos, los encierra en una identidad negativa de malos estudiantes y este
hecho les impide encarar y acceder a otros aprendizajes (Marchesi, 2004). Las
calificaciones positivas se asocian con bienestar, aprecio, respeto y dignidad. Las
negativas, con desaprobación, indignidad y oprobio (Hargreaves, 2003). Pertenecer
a cada una de las categorías potencia o dificulta el progreso y el desarrollo de los
estudiantes. Los efectos no se restringen al mero ámbito administrativo y legal,
sino que se manifiestan en la propia personalidad, en el mundo de los afectos y en
las relaciones sociales.
De este modo, los alumnos que quieran obtener buenas calificaciones deben estar
dispuestos a participar en el juego que se les propone; esto es, deben aprender a
comportarse disciplinadamente y estar propensos a desempeñar el oficio de
estudiantes tal como se les instruye. Muchos alumnos con altas capacidades de
aprendizaje, sin embargo, engrosan el número de los mal calificados en los
exámenes por no adaptarse al rol de buen estudiante. Los profesores poseen sus
filias y sus fobias ante los comportamientos del alumnado y las manifiestan en sus
calificaciones (Carpintero, González y Cabezas, 2014). El carácter objetivo de las
calificaciones escolares resulta poco congruente, cuando se constata que en
multitud de ocasiones un grupo de profesores califica de diferente modo un
mismo trabajo académico. Fernández Pérez (1999) se refiere a este hecho
denominando efecto halo a todos los elementos subjetivos que influyen en el
otorgamiento de una calificación realizada por cada profesor particular a una
prueba, examen o ejercicio.
Así pues, el contexto escolar puede ser generador de fracaso en los alumnos,
porque con frecuencia la vida en la institución sigue estando presidida por la
uniformidad, el predominio de la disciplina formal, la autoridad arbitraria, la
imposición de una cultura homogénea, burocrática y abstracta, el fortalecimiento
del aprendizaje academicista y disciplinar, incluso memorístico y sin sentido,
distanciado de los problemas reales (Feito, 2006; Perrenoud, 2007; Pérez Gómez,
2012). En concreto, el profesorado contribuye a la implantación de la cultura
escolar tradicional, en parte debido a su formación inicial y permanente como
docentes (Esteve, 2009). El profesorado de Secundaria, que en el momento de la
implantación de la ESO era el mismo que antes se encargaba del Bachillerato, con
su formación inespecífica en materia pedagógica y poco orientada hacia la
educación (Fernández Enguita, 2007a), genera tensiones en su relación con
determinados alumnos, que no se acomodan a su visión de alumno interesado y
disciplinado. Feito (2006) opina que quizá tengamos buenos historiadores,
filólogos, químicos, etc., pero, salvo honrosas excepciones, no poseen una
adecuada preparación pedagógica. En España los alumnos que han ido
incorporándose a la etapa ESO han pasado a depender de un profesorado, en su
mayor parte imbuido de una visión selectiva y meritocrática del sistema escolar,
que compagina mal con la universalización de esta etapa (Fernández Enguita,
Mena y Riviere, 2010). En definitiva, continúan estos autores, se ha sometido la ESO
a los modos y maneras del antiguo Bachillerato, que no son precisamente un
ejemplo de atención a las necesidades de un alumnado diverso.
2.2.3. La sociedad
Suele ocurrir que unos responsabilizan de los malos resultados del sistema a los
políticos de signo contrario, lo que les da un amplio margen de maniobra a la
vez que aquieta la conciencia de la propia responsabilidad. De cualquier modo, si
analizamos los resultados estadísticos del tiempo transcurrido en el siglo XXI,
podemos observar signos esperanzadores en el proceso educativo en España:
crece la tasa de idoneidad, disminuye el fracaso escolar en Secundaria
Obligatoria, disminuye el abandono escolar antes de los 24 años, por lo que hay
razones para un optimismo exigente (Gimeno, 2013).
Así pues, el fracaso escolar produce unas heridas profundas y persistentes que
permanecen con su carácter negativo durante toda la vida (Hargreaves, 2003).
Este efecto duradero se constata cuando a las personas adultas que fracasaron
en su trayectoria escolar se les inquiere, muchos años después, por sus
recuerdos y vivencias educativas; normalmente alcanzan puestos de segundo
nivel en las diversas profesiones y su horizonte de responsabilidades sociales se
encuentra muy limitado. De algún modo el fracaso escolar produce un estigma
que marca a las personas afectadas. Así, los estigmatizados acaban
interiorizando que no sirven para estudiar y sus expectativas de futuro no van
más allá de las que no precisan ninguna formación (Aubert, Duque, Fisas y
Valls, 2004).
Todas las encuestas de empleo y los informes sobre trayectorias de los jóvenes
apuntan insistentemente al hecho de que la formación lograda por una persona y
sus posibilidades de trabajo y de salario están muy relacionadas. A medida que
mejora la formación, son mayores las posibilidades de empleo y los salarios son
más altos (MEC, 2009; 2010; 2012), al mismo tiempo que una baja formación y el
abandono prematuro del sistema escolar coloca a los jóvenes en la marginación
con riesgo de exclusión social (OCDE, 2011). Asimismo, se producen asociaciones
positivas entre la educación y la salud (Calero, Gil y Fernández-Gutiérrez, 2012), de
modo que los adultos con mayor nivel educativo aseguran gozar de buena salud
en mayor número y medida que las personas con más bajos niveles (MEC, 2010) y
esta correlación afirmativa se da considerando el nivel de compromiso social y
cívico, de modo que a mayor nivel educativo alcanzado por una persona se
corresponde una responsabilidad social y una implicación mayores en su entorno.
El Proyecto Atlántida (2008) está formado por un colectivo plural que engloba a
profesorado, centros educativos y entidades colaboradoras entre las que se
encuentran las Consejerías de Educación de algunas comunidades autónomas,
destacando las de Canarias y de Andalucía. El proyecto busca dinamizar el
cambio en la enseñanza, favoreciendo la innovación, el desarrollo del currículo y
la conversión de los centros en contextos de convivencia y de desarrollo
democrático para todos los alumnos (Bolívar, 2006). Los derechos humanos
tradicionales y los denominados de cuarta generación o ciudadanía compleja
serían la referencia para guiar la acción educativa proyectada, caminando hacia
un nuevo código ético y profesional de los docentes, alumnado y familias
(Luengo, 2006).
En definitiva, son muy numerosas las iniciativas que ponen en marcha colectivos
de profesores, asociaciones locales e, incluso, comunidades autónomas, que
proponen innovaciones dentro del sistema educativo con el objetivo de lograr
una educación más inclusiva, que atienda eficazmente a la diversidad del
alumnado y mejore las tasas de éxito escolar. Pérez Gómez (2012) señala un gran
número de ellas, a las que ha tenido acceso en su larga experiencia educadora.
Los informes del Consejo Escolar del Estado (MEC-Consejo Escolar del Estado,
2013) se hacen eco de iniciativas innovadoras en las diversas comunidades
autónomas de España. Feito (2006) hace lo propio con experiencias renovadoras
en Educación Primaria y resalta la gran dificultad de llevar a cabo experiencias de
este tipo en Educación Secundaria. Recientemente, entre los días 16 y 18 de abril
de 2015, se ha celebrado en Santander el 23º encuentro de Consejos Escolares
Autonómicos y del Estado (MEC, 2015) para tratar sobre la implicación de las
familias en la educación escolar de los hijos, concluyendo que este es uno de los
factores más decisivos para mejorar los resultados del sistema educativo entre
todos los grupos sociales, especialmente, de los más desfavorecidos. En la
publicación de sus conclusiones se recogen quince experiencias de buenas
prácticas en la misma línea de las mencionadas anteriormente.
2.4. Recapitulación
En esta institución, pues, se reflejan los cambios sociales y los nuevos valores, la
cultura de la postmodernidad y el impacto de las nuevas tecnologías (Pérez
Alonso-Geta, 2002).
definición de familia ha de ser por fuerza compleja y abierta, para que pueda dar
cabida a las diversas formas de existencia de la institución (Musitu, Estévez y
Jiménez, 2010).
La imagen tradicional de la familia formada por un padre y una madre junto con
sus hijos, es decir, la familia nuclear, que era la típica de la era industrial en los
entornos urbanos, pierde fuerza y coexiste con nuevas formas de convivencia, que
cumplen las mismas o similares funciones sociales. Así pues, cuando la familia está
constituida por al menos dos personas, las relaciones que se dan en su seno
pueden ser variadas: de parentesco y consanguinidad, pero también de afecto,
identidad, pertenencia y apoyo.
En España los cambios han resultado aún más profundos y radicales que en
Europa, dado el nivel de conservadurismo y tradicionalismo implantado tras la
Guerra Civil y mantenido a lo largo del periodo franquista, que configuró una
sociedad basada en la jerarquía y en el principio de autoridad, defendiendo
valores ya antiguos y periclitados en el viejo continente; era la española una
visión machista y patriarcal de la sociedad, con preceptos tales como el respeto
incondicional a los mayores, el deber de obedecer a quien encarna la autoridad,
de cumplir las obligaciones sin cuestionarlas, el sometimiento a los diversos
grados jerárquicos, etc. Con el final de este periodo, en consonancia con la
evolución del nuevo régimen político, se desvanecen los modelos autoritarios y
94 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
La familia patriarcal y nuclear del pasado reciente, que aún pervive en la actualidad
en bastantes de sus características, solía asentarse en unos roles de género muy
definidos y diferenciados en los que la mujer se hacía cargo de los cuidados de la
prole y de las tareas del hogar; otras señas de identidad de dicha familia nuclear
eran también una marcada asimetría entre padres e hijos, el compromiso de por
vida de la pareja, el valor de la fecundidad en el matrimonio y la importancia del
sacrificio de los padres por los hijos (Musitu, Estévez y Jiménez, 2010). Estos autores
señalan también el destacado cambio acaecido en las sociedades occidentales
referido a la relación entre los cónyuges, en donde ahora prima el compañerismo y
la amistad dentro de la pareja, se reconoce el derecho a la autorrealización tanto
del hombre como de la mujer y se apuesta por una mayor autonomía y libertad de
cada miembro de la familia.
Quizá, pues, el fenómeno más relevante y trascendente a nivel familiar haya sido
la incorporación de la mujer al mundo laboral (Pérez de Pablos, 2003; Meil, 2006;
Cea, 2007), que ha provocado la aparición de nuevas formas de estructura
familiar, con roles más simétricos de la pareja y una distribución más equitativa
del poder (Pérez Alonso-Geta, 2002). Todos los miembros de la familia aparecen
afectados por los cambios ocurridos, pero posiblemente el cambio mayor se
haga más patente en el papel desempeñado por las mujeres, dado que, en la
familia tradicional, era numéricamente dominante la dedicación a sus labores,
esto es, al cuidado de la casa y la crianza de la prole (García Campos, 2005;
Aparicio, 2013). De aquellas mujeres amas de casa ha surgido una nueva imagen
de las mujeres que se incorporan al mundo laboral y logran la independencia
96 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
En efecto, ahora se plantea una relación entre los miembros de la familia más
teñida por el diálogo, democrática y de aserción de cada uno de ellos. Los hijos
tienen derecho a ser ayudados por los padres, pero también a que se tenga en
cuenta su opinión, sus gustos y preferencias, a que su situación de infantes sea
comprendida y regida por una moral respetuosa que conduzca a la autonomía
de cada persona. No se trata simplemente de ver, oír y callar, que era la receta
usual en la familia patriarcal y autoritaria, propia de tiempos recientemente
pasados y en la cual crecieron y se educaron muchos abuelos y algunos padres
de hoy en día.
Esta asunción de nuevas tareas por parte de la institución escolar, así como la
cesión de ellas por parte de la familia, resulta ser un proceso conflictivo y
contradictorio, porque choca con resistencias dispuestas por la inercia de
costumbres fuertemente arraigadas en la cultura escolar. Así, muchos profesores
todavía reniegan de su papel de cuidadores de los niños y se reafirman en su
faceta como enseñantes transmisores de conocimientos (Rivas, Leite y Cortés,
2011). La Educación en Valores, quizá la única educación digna de ser llamada
tal, es también desdeñada por muchos docentes como una tarea añadida y
ajena a sus concepciones de profesores de tal o cual asignatura (Gimeno, 2013),
quienes defienden que su misión esencial es explicar a los alumnos los
rudimentos de las disciplinas académicas de que son titulares y la misión del
alumnado es asimilarlos.
mismas familias, no puede resolver y, cuando aparecen problemas, que suelen ser
frecuentemente, sienten que las responsabilidades recaen sobre ellos (Parellada,
2003). Este autor constata el sinsentido del enfrentamiento actual entre padres y
profesores, cuando se observa la incomunicación y la hostilidad, más o menos
encubierta, en forma de suspicacias y recelos entre ambos colectivos. El espacio de
interrelación familia-escuela, que debería ser de cooperación y de ayuda
desinteresada en pro de un objetivo común, cual es la educación y el proceso de
crecimiento armónico de los niños y las niñas, se transforma en un escenario de
batallas con variedad de acusaciones cruzadas, donde abundan los malentendidos y
los bucles de respuestas simétricas.
Es muy ilustrativo constatar el tipo de hogares que se dan hoy en nuestro país y
observar la evolución habida en las tres últimas décadas. Lo veremos más
adelante, pero podemos avanzar que la familia nuclear, formada por los
progenitores biológicos y los hijos engendrados en esa unión es la mayoritaria,
aunque no con carácter exclusivo. Este tipo de familia convive con numerosas
familias monoparentales, en las que un progenitor, generalmente la madre,
reside con los hijos; otras formas de familia son las reconstruidas, en las que cada
uno de los cónyuges aporta, de haberla, su descendencia. Asimismo, existen
familias del mismo sexo, tanto de hombres como de mujeres y algunas
dedicadas a la crianza de hijos biológicos o adoptados. La variabilidad es alta y la
aceptación social de todas ellas es amplia, aunque existan simultáneamente
numerosos prejuicios hacia algunas familias novedosas, como las uniones
homosexuales, y se pongan en tela de juicio sus aptitudes para la crianza de los
niños. De acuerdo con los datos del INE (2013), durante ese año se produjeron
102 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
que se generan entre todos los miembros de la familia hacen que esta funcione
como un sistema en el que las actuaciones de unos tienen repercusión en todos
ellos.
Por otro lado, el largo camino que se inicia en el nacimiento y conduce hasta el logro
de la plena autonomía personal se realiza en la familia y con su apoyo. Cada nuevo
progreso, cada nuevo paso en esa dirección ha de verse sostenido por los adultos
que conviven con el niño. Así pues, la función de apoyo es esencial y da sentido a la
convivencia familiar. La calidad de los apoyos ofertados a los infantes caracterizará
sus avances. Dos de los principales recursos con que cuenta el niño o el joven para
basar su crecimiento y desarrollo son su propia autoestima y el apoyo que recibe en
la familia. Ambos recursos tienen mucha relación con el ajuste psicosocial y personal
del infante. Los niños y adolescentes que tienen un concepto favorable de sí mismos
y perciben el apoyo de sus padres, debido a ello, son capaces de establecer unas
adecuadas relaciones con sus iguales y manifiestan menos dificultades en su
evolución (Musitu, Buelga, Lila y Cava, 2001). Estos mismos autores, tratando sobre
los apoyos prestados por los padres en la relación con sus hijos, distinguen tres
tipos fundamentales: el emocional, el informacional y el material. El apoyo
emocional se refiere a compartir sentimientos, pensamientos, temores e
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 105
De igual modo, los padres y otros familiares pueden prestar apoyo a las
actividades de aprendizaje escolares, aunque sea indirectamente; por ejemplo,
dialogando con sus hijos sobre la vida escolar, los profesores, las actividades que
tienen que realizar o los exámenes. Álvarez Blanco (2006) señala que este tipo de
ayuda es el preferido por padres y madres, por encima de la ayuda directa a la
realización de los deberes escolares.
En otro orden de cosas, la familia es el primer agente socializador del niño. Desde
los primeros momentos de su vida el entorno familiar está influyendo en el
desarrollo de su personalidad, así como en la formación de actitudes y valores
(Rodrigo y Acuña, 1998). La socialización que ocurre en la familia es el proceso
por el cual los niños y adolescentes asimilan actitudes, valores, opiniones,
costumbres, sentimientos y conductas consideradas deseables o apropiadas
para convivir en la sociedad a la que pertenecen. A través de esta función de la
familia, tras largos años de entrenamiento, se logra la capacitación de los niños
para la convivencia con los demás en instituciones y entornos fuera de la familia:
el barrio, la escuela, la ciudad, el mundo laboral y la sociedad en general.
En la convivencia familiar diaria los niños aprenden de los adultos una escala de
enjuiciamiento y valoración de todo cuanto les rodea. Así, aprenden a valorar lo
que es importante y lo que no lo es, lo bueno y lo malo, aquello por lo que vale
la pena esforzarse y lo que no lo merece. Lo que gusta y lo que disgusta, lo digno
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 109
La temperatura emocional puede ser cálida, pero puede también ser fría, en
aquellos hogares donde la incomprensión y la indiferencia, cuando no la
enemistad entre sus miembros, caracterizan a las relaciones. El clima familiar
positivo hace referencia a altos grados de afecto, orden, conciencia de
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 111
Cuando el clima familiar es positivo, los hijos son más capaces de adoptar
distintas perspectivas para entender los sentimientos y emociones de los
112 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
Estos mismos autores hacen notar la importante relación que existe entre el
nivel sociocultural de la familia y el clima familiar predominante en ellas. Así,
en el comportamiento cotidiano, las familias de niveles socioculturales bajos
acentúan la obediencia y el respeto a la autoridad y son más restrictivas a la
hora de regular las conductas de los hijos. El clima derivado de estos
presupuestos es más frío y distante, menos comprensivo y más autoritario.
Los hijos que crecen en un clima semejante se encuentran poco estimulados
a proponer innovaciones y buscar alternativas a los problemas que les van
surgiendo. Por el contrario, en las familias de nivel sociocultural medio y alto
los padres promueven asiduamente la curiosidad, la ambición, la
independencia y la creatividad en sus hijos, se muestran más cariñosos y
cálidos con ellos, suelen ser más democráticos, fomentan la comunicación
familiar y utilizan un lenguaje más complejo (Musitu, Estévez y Jiménez,
2010).
En estrecha relación con el clima familiar, la educación propiciada por los padres
puede variar mucho de unos casos a otros. Las familias se caracterizan por ser
instituciones sociales que en cualquier situación elaboran alternativas y adoptan
estrategias para adaptarse a las circunstancias, buscando la eficiencia en el
cumplimiento de sus funciones. Ocurre, sin embargo, que no todas las familias
logran la misma eficiencia con la actuación concreta desplegada, llegando incluso
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 113
En este sentido, Valdivia (2010) relaciona las creencias con las actitudes; estas con
los comportamientos y, finalmente, ambas realidades con los estilos educativos.
Para ella, los estilos educativos se manifiestan en las distintas formas de actuación
en la familia, que no se establecen al azar ni en el vacío, sino que responden a las
actitudes, pues son formas organizadas de pensar, sentir y actuar con respecto a
los hijos. Así, concluye, se puede hablar indistintamente de actitudes o de estilos
educativos, dado que ambas se traducen inevitablemente en comportamientos y
conductas observables.
El estilo parental de educación, pues, se encuentra influido por las creencias y los
valores que son asumidos y mantenidos por los progenitores. Los estilos
educativos se concretan en los mensajes que los padres intentan transmitir a los
hijos: normas de conducta, actitudes ante los diversos acontecimientos e
información sobre lo que consideran valioso; asimismo forma parte del estilo
educativo el modo como se establece la relación padres e hijos, pudiendo adoptar
una gran variabilidad; en efecto, este puede ser de afecto, pero también de
hostilidad, puede haber o no propensión al diálogo y asimismo a la
incomunicación, puede establecerse una relación de control estricto de las
conductas de los hijos o, por el contrario, ser más liberal y fomentar la autonomía;
los padres pueden ofrecer apoyos y recursos a sus hijos que les sirvan de base para
su desarrollo y, finalmente, los padres pueden plantearse servir como modelos de
conducta para sus hijos.
Así pues, los estilos educativos parentales son sistemas complejos, más o menos
organizados, de creencias, valores, actitudes, procedimientos y niveles de
implicación de los padres que conforman una forma peculiar de educar a los
hijos (Cánovas, 2002). Son, por tanto, el conjunto de los modos de reaccionar y
actuar de los adultos con los menores ante cualquier situación cotidiana,
derivadas de criterios establecidos previamente y que poseen, por ello, un
carácter de permanencia y estabilidad (Comellas, 2009a). Dependen del grado en
que los padres participan de cuatro elementos fundamentales en su relación con
los hijos: grado de afectividad que establecen con ellos, grado de control de sus
114 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
Los diversos estilos educativos nunca se dan en estado puro en las familias, sino
que lo normal es la práctica de una cierta mixtura de estilos en función de las
circunstancias de cada momento, como pueden ser la edad de los progenitores
e hijos y la naturaleza de los conflictos que se generan en cada situación. El estilo
educativo es resultado de toda la constelación de actitudes que en su actuar
cotidiano con los hijos, consideradas conjuntamente, crean un clima emocional
en el que se expresan las conductas de padres y madres (Musitu, Estévez y
Jiménez, 2010).
El estilo educativo parental que caracteriza a cada familia puede ser identificado
y clasificado en función de diversos factores. Así, algunos autores señalan los dos
criterios fundamentales que integran el estilo educativo, que son la autoridad y
la afectividad; esto es, en toda relación educativa el modo en que se ejerce la
autoridad por parte de los padres y el grado de su implicación afectiva puesta en
juego en la relación con los hijos permite distinguir diversos estilos (Comellas et
al., 2013). Del mismo parecer son Musitu, Estévez y Jiménez (2010) al apuntar que
la mayoría de las investigaciones sobre estilos educativos parentales se basan en
dos dimensiones o factores que explican la mayor parte de la variabilidad
familiar: el apoyo (afecto y cariño de los padres versus hostilidad) y el control
(permisividad de los padres versus rigidez).
implicación de los progenitores son más eficaces que los estilos orientados hacia la
coerción para conseguir, por ejemplo, que los adolescentes interioricen un
sentimiento de responsabilidad de sus propios actos (Musitu, 2006).
Lo mismo opinan Comellas et al. (2013) al valorar este estilo como el más
adecuado y favorecedor del desarrollo de la personalidad de los hijos, pues
estimula sus capacidades, ofrece seguridad y pautas de comportamiento y de
aprendizaje en las relaciones cotidianas. Además, equilibra la presencia de
autoridad y de afecto, lo cual redunda en seguridad personal. Las personas adultas
valoran las necesidades de aprendizaje y ofrecen oportunidades para que los niños
asuman retos adecuados a su edad y a las características personales de cada uno
de ellos. Valdivia (2010) abunda en esta misma dirección. Para ella las relaciones
democráticas son el único tipo de relaciones que permiten a los hijos sentirse
queridos, respetados y valorados, tenidos en cuenta y apoyados. De ese modo, se
les facilita descubrir sus capacidades, desarrollar un buen autoconcepto y
favorecer su autoestima.
El estilo parental autoritario se identifica con un alto control por parte de los
padres en el establecimiento de las normas y conductas de los hijos y,
simultáneamente, una falta de diálogo y de razonamiento con ellos; es decir, se
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 117
trata de que las normas, según los progenitores, hay que acatarlas sin discusión y
no es necesaria su comprensión por parte de los niños. El estilo autoritario se
distingue también por la escasa implicación afectiva puesta en juego por los
padres en las relaciones con los hijos. Las formas autoritarias llevan implícitas
actitudes dogmáticas e impositivas y valoran en exceso la obediencia al poder
establecido, restringiendo la autonomía de las personas en formación y desarrollo
(Cánovas y Pérez, 2002).
El estilo educativo familiar adoptado por los padres transforma la relación padres-
hijos e influye en la configuración de la personalidad y en el desarrollo de estos
últimos (Cánovas y Pérez, 2002), aunque no sólo redunda en el desarrollo de los
hijos sino también en la de los propios padres, pues la interrelación padres e hijos
es bidireccional y ambos roles se encuentran afectados. Un adecuado estilo de
socialización parental, además de ser un recurso muy valioso para el desarrollo
personal de los niños y adolescentes, se constituye también como un baluarte
preventivo ante los abusos de consumo de las diversas sustancias, las conductas
de riesgo y las actitudes antisociales, que amenazan a los adolescentes en esta
etapa de grandes cambios corporales y psicológicos (Díaz-Aguado, 2006). Las
estrategias de socialización basadas en la reflexión, la argumentación y el diálogo,
acompañadas de afecto, son las más adecuadas en la adolescencia, mientras que,
por el contrario, las formas impositivas y de restricción severa, si van asociadas a
hostilidad y rechazo paternos, son las más perniciosas (Cánovas y Pérez, 2002).
Por otra parte, a la pregunta sobre si los diversos estilos de socialización familiar
guardan alguna relación con la clase social, económica, profesional, cultural y
educativa en que se encuentran enclavadas las familias, diversos autores afirman
que parece que hay evidencia en que existen tendencias en este sentido. No se
trata de una correspondencia mimética y automática entre la pertenencia a un
grupo determinado y un estilo de socialización correspondiente, pero pueden
observarse algunas regularidades. Así, Cánovas y Pérez (2002) han encontrado una
importante relación entre la clase socioeconómica de las familias con hijos
adolescentes y el entorno en que viven con la adopción de diversos estilos
educativos. De este modo, distinguen dos grandes grupos. El primero de ellos
estaría formado por padres con edades comprendidas entre los 35 y los 50 años,
que pertenecen a municipios de más de 500.000 habitantes y con niveles de
estudios mayoritariamente de Bachillerato y Formación Profesional, seguidos en
menor cantidad por las personas que han llevado a cabo estudios universitarios. Es
decir, se trata de padres relativamente jóvenes, con grado medio o elevado de
formación académica y que viven en entornos de grandes ciudades, siendo las
clases sociales predominantes la media-baja, media-media y media-alta.
Pues bien, este grupo de padres se caracteriza por su alto compromiso con la
educación de sus hijos. Suelen adoptar un estilo democrático y se muestran
dialogantes, concediendo gran importancia al clima comunicativo que desean
establecer dentro del contexto familiar. Destaca la convivencia cálida porque en
ella fluye la afectividad, la implicación de los padres y el ofrecimiento de apoyo y
recursos de desarrollo para los hijos. Se considera a los adolescentes iguales, sin
diferencias de género, y se asume como algo lógico el distanciamiento
generacional entre padres e hijos, reflejado en las formas de sentir, de pensar, de
vestir, etc. Sin embargo, se propicia un clima positivo de confianza y una relación
basada en el apoyo y la ayuda constante.
El segundo grupo estaría formado por padres y madres mayores de 50 años, que
viven en municipios menores de 500.000 habitantes y cuya formación mayoritaria
es sin estudios o con estudios primarios solamente. La clase social predominante
es la media-baja y la media-alta. Se trata de padres y madres con mayor edad que
el grupo anterior, que no alcanzaron un nivel de formación y de estudios elevado,
que viven en entornos rurales o urbanos pequeños y que manifiestan encontrarse
desorientados en la educación de los adolescentes. Estos progenitores no
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 119
Sea cual sea el estilo educativo parental adoptado en la familia, lo cierto es que
produce efectos y consecuencias sobre el desarrollo y la personalidad de los hijos
(Cánovas y Pérez, 2002; Musitu, Estévez y Jiménez, 2010; Del Fresno, 2013). De
entre los estilos más comunes adoptados por los padres españoles, según Musitu,
Estévez y Jiménez (2010), el estilo democrático se encuentra más relacionado con
el ajuste psicológico y conductual de los hijos, su elevada autoestima, el éxito
académico, la capacidad de comprender los sentimientos y pensamientos ajenos y
el bienestar emocional.
desarrollo de los hijos. Las consecuencias se agravan aún más si existe frialdad en
el trato y distancia emocional. También se ha comprobado que los adolescentes
procedentes de hogares autoritarios presentan problemas de autoestima y de
interiorización de normas sociales.
3.3. Recapitulación
4. La familia y la escuela
Una vez señalados los principales estilos educativos parentales y las repercusiones
que comporta cada uno de ellos para el desarrollo de los hijos, paso a considerar la
relación entre los dos sistemas más cercanos a estos: la propia familia y el sistema
constituido por la escuela, que es el ámbito de desarrollo al que suelen acceder los
niños, ampliando el horizonte del hogar. El sistema familiar es el primer y más
importante contexto de desarrollo y socialización de los individuos; la escuela, con
una incidencia más limitada en su duración que aquel, es el segundo sistema para
la formación y socialización de las personas. Entre ambos contextos pueden
establecerse relaciones de oposición y de actuación independiente, incluso con
desvalorización y hostilidad mutuos, o, por el contrario, también es posible que los
miembros de ambas instituciones, padres y profesores, mantengan una relación
coordinada y coherente. Los distintos tipos de relación que se establecen tienen
unos resultados y consecuencias determinados, que pueden ser positivos desde el
punto de vista del desarrollo de las personas en su seno o, en su caso, inhibidores
o destructivos (Martínez González y García-Bacete 2006).
En efecto, familia y escuela tienen muchas razones para presentar diferencias entre
sí, ya que se trata de contextos con distintas funciones, distinta organización del
espacio y del tiempo, y en los que participan diferentes personas con roles
específicos (Oliva y Palacios, 1998). Afirman estos autores que en la escuela se
tiende a utilizar un lenguaje muy descontextualizado, que se refiere a objetos y
fenómenos que no se encuentran presentes y en gran medida no son tangibles.
Además, los temas de los que se habla son distintos en cada uno de los ámbitos,
como también lo son las estrategias que se utilizan para enseñar el lenguaje. En
este sentido, Garreta y Llevot (2007) consideran que, aunque estos dos sistemas
son espacios yuxtapuestos, a menudo lo que se percibe es la separación, la
distancia, cuando no el conflicto: a veces parece existir una paz armada.
Hasta el último tercio del siglo XX no se comenzó a tratar este tema en el sistema
educativo español. En la Ley General de Educación de 1970 se reguló una
incipiente participación de los representantes de los padres a través de los
Consejos Asesores de los directores de los centros educativos. En la década de los
ochenta, sobre todo en el entorno europeo, se consideró primordial la
participación de los padres en las estructuras formales del sistema escolar, por lo
que muchos países llevaron a cabo reformas destinadas a incluirlos en los órganos
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 123
Por otra parte, en las últimas décadas del siglo XX la investigación sobre las
relaciones entre familia y escuela se vio enriquecida con una nueva perspectiva de
análisis surgida de la psicología evolutiva y la psicología social. Las teorías ecológicas
sobre el desarrollo humano, formuladas por autores como Bronfenbrenner,
comenzaron a plantear que no es posible comprender los procesos de desarrollo
infantil sin tener en cuenta la multiplicidad de factores interconectados que
caracterizan el contexto en el que vive la persona (Bronfenbrenner, 1987). Y, dentro
del entorno familiar se ponía el foco de atención en el análisis de la relación que los
estilos educativos de los padres y sus comportamientos con los niños tienen sobre
su desarrollo cognitivo y su motivación hacia el aprendizaje (Palacios y Rodrigo,
1998; Pérez Alonso-Geta, 2003; Musitu, 2004 y 2006).
Aún con eso, el nivel de participación de los padres en los centros educativos
resulta muy escaso e, incluso, aparecen muestras de divorcio de perspectivas y
contrariedad entre los miembros de ambas instituciones. Como apunta Comellas
(2009b), tratando el caso de los resultados educativos insatisfactorios, llega a
124 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
Este hecho no ocurre sólo entre los profesionales de la educación y los padres de los
alumnos, sino que también en los medios de comunicación y en la opinión pública
en general se expresan juicios, demandas, interpelaciones y reprobaciones sobre las
prácticas educativas desde el desconocimiento y desde análisis superficiales y
parciales, comparando a veces la situación actual con la de épocas pasadas, como si
nada hubiera cambiado ni en la sociedad ni en la educación (Comellas, 2009b). Esta
misma autora se pregunta por las causas de las que nace este problema, dado que
en teoría y formalmente todos, padres y profesores, quieren lo mejor para los niños y
adolescentes. Quizá, responde, es que no hemos reflexionado ni hablado lo
suficiente sobre este tema y no nos hemos puesto, consecuentemente, de acuerdo
acerca de qué hay que hacer y cómo colaborar desde el respeto mutuo para lograr
el objetivo de una mejor educación para todos.
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 125
Los cambios sociales exigen adaptaciones consecuentes en las familias con el fin
de seguir asumiendo en los nuevos contextos sociales sus funciones típicas, como
son la reproducción de la especie con eficacia y funcionalidad, la educación de los
hijos, los comportamientos económicos básicos y elementales y el tejido de
afectos y sentimientos entre sus miembros. De este modo la red de parentesco
familiar es concebida como la mejor urdimbre de protección social y el pilar más
importante del Estado del Bienestar (Musitu, Estévez y Jiménez, 2010). Este hecho
aparece más evidente en la actualidad, en medio de una prolongada crisis
económica, que ha producido un altísimo número de parados y el debilitamiento
de los servicios prestados a los ciudadanos por la administración pública, en
donde la familia aparece como el lugar al que regresar siempre que sea necesario,
para reponerse de cualquier forma de adversidad (Del Fresno, 2013).
señalando que se trata de una participación más formal que real. Por ello, postula
que es preciso implementar acciones familiares de carácter múltiple, que permitan
orientar una colaboración productiva entre familia y escuela.
Ambas instituciones, escuela y familia, cumplen una función educativa: la familia más
a largo plazo y la escuela más limitada en el tiempo, aunque este tiende a dilatarse
cada vez más. Pues bien, cuando se refuerza la relación de la familia con la escuela y
cuanto mayor es la calidad de esa relación, mayor y más profunda incidencia tiene
128 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
Para alcanzar este propósito, se proponían objetivos tan concretos como que en
la escuela todo el personal, desde el director hasta el último trabajador,
conociera el nombre no solo de cada niño sino también de sus padres y que el
trato con ellos resultara cercano (Wescott y Ronzal, 2002). Y reconociendo que,
para lograr el éxito, los niños necesitan múltiples apoyos desde la casa y los
padres, se defendía que las buenas escuelas eran las que trabajaban duro para
lograr la participación e implicación de estos (Neill-Hall, 2003).
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 129
No obstante, para que pueda darse una colaboración adecuada entre ambas
instituciones, es necesario que tanto los padres como los profesores cambien y
evolucionen buscando ese compromiso (Crozier y Reay, 2005). No es una
operación sencilla, porque la diversidad de situaciones, intereses y expectativas de
padres y madres, sumadas y confrontadas a las que también presentan los
docentes, pueden confluir o, por el contrario, generar choques entre ellos. Se dan
situaciones de falta de disponibilidad de algunos padres para la relación con el
profesorado por unas condiciones de vida precarias, por horarios de trabajo
incompatibles con los momentos destinados al contacto o, simplemente, porque
manifiestan escaso interés por participar en la vida de la escuela, por no ser para
ellos una prioridad (Garreta y Llevot, 2007). Ahora, además, el profesor encuentra
un tipo inusual de interlocutores al que no estaba acostumbrado, porque muchos
padres y madres poseen niveles académicos iguales o superiores a los suyos y sus
opiniones y decisiones pueden ser discutidas y cuestionadas.
padres y esa comunicación inefectiva les genera ansiedad. Por esta razón, Marina
(2014) sostiene que es esencial en el nuevo modelo de profesorado su
capacitación para relacionarse con los padres y animarles a realizar planes de
acción educativa conjuntos. En opinión de Bolívar (2006), si los padres han de ser
socios en la acción escolar, paralelamente los docentes han de ampliar el sentido
de su profesión.
Por otro lado, es frecuente el hecho de que los profesores encuentren muchas
dificultades para imaginar unas relaciones con las familias y los padres distintas a
las que ellos conocieron (Catarsi, 2011). Las relaciones actuales entre la familia y
la escuela se encuentran lastradas por visiones tradicionales, como si ambas
instituciones no hubieran cambiado con el paso del tiempo. La conflictividad y
dificultad de comprensión en esa relación procede a veces de la estigmatización
del contexto familiar por parte del profesorado, con argumentos variados como
la crítica por la procedencia geográfica de estas personas, la pertenencia a etnias
o minorías culturales, los distintos modos de vida o el funcionamiento de la vida
familiar cotidiana (Comellas et al., 2013).
Existe una fuerte vinculación entre las condiciones de vida familiares de los
niños y jóvenes y sus resultados educativos. Es un hecho que se comprueba en
la literatura científica: cuanto más apoyo y recursos familiares se ponen en
juego, se constata una mayor capacidad de autonomía y de adaptación por
parte de los escolares y mejoran los resultados académicos (Kñallinsky, 1999;
Cánovas y Pérez, 2002; Estévez, Jiménez y Musitu, 2007; Belinchón et al., 2009;
Pérez Díaz, Rodríguez y Fernández, 2009). La misma opinión es defendida por
Casals (2013) cuando afirma que cualquier variable que suponga un refuerzo
del clima emocional del niño o del adolescente tiene una repercusión positiva
en la escuela.
los hijos. Cuando las sinergias creadas se orientan positivamente, pueden mejorar
claramente su actitud hacia el estudio, la relación con los profesores, la
socialización con los compañeros y el rendimiento escolar (Casals, 2011). Si esa
implicación de los padres se amplía y extiende a su participación en la escuela, se
incide de forma positiva en el rendimiento académico, las habilidades sociales, la
autoestima, el menor absentismo, los hábitos de estudio y las actitudes favorables
de los hijos hacia la escuela (Musitu y Cava, 2001).
El denominado fracaso escolar es tanto más aceptado y asumido por las familias
cuanto más baja es la clase social en la que están enclavadas, porque las
expectativas formativas y educativas que los padres y madres desarrollan hacia
sus hijos son menos ambiciosas que las de las clases más altas (Martínez y
Galíndez, 2003; Collet-Sabé, 2013). Así, Crozier (2000) señala la diferente actitud y
perspectiva de los padres de clase media respecto a los de la clase trabajadora y
observa que los alumnos no motivados se encuentran asociados a padres
asimismo desmotivados, que suelen pertenecer a esta última clase social. No
todos los padres muestran igual predisposición para la colaboración con los
centros docentes. Muchos de los pertenecientes a las clases trabajadoras y más
desfavorecidas no se encuentran dispuestos y aducen que, debido a sus
ocupaciones laborales, no disponen de tiempo suficiente para dedicarlo a estos
menesteres (Kherroubi, 2008).
En este mismo sentido, Álvarez Blanco (2006) llama la atención respecto a que,
cuanto menor es el nivel formativo y educativo de los padres, más dificultad
134 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
manifiestan para ayudar a sus hijos en las tareas de aprendizaje y esto redunda en
un menor rendimiento académico. El riesgo de fracaso escolar, concluye, se da
mayoritariamente en las familias de clase trabajadora y baja, cuyos padres poseen
asimismo bajos niveles de formación académica. En el contexto de Estados
Unidos, Schulz (2010) señala la diferente forma en que se comportan las familias
que hablan en inglés comparados con los inmigrantes que no lo hacen y avisa de
que estos necesitan ayuda adicional para comprender cómo utilizar la escuela, de
la que muchos se sienten marginados.
4.6. Recapitulación
A lo largo de este capítulo he abordado la relación entre los dos sistemas más
cercanos a los alumnos, que son su familia y la escuela que les acoge durante los
años de su escolarización. He señalado que la consideración de la participación de
los padres en el entorno escolar es relativamente reciente y que su regulación
legal más detallada data de 1985 con la aprobación de la LODE. En ella se crean las
instituciones de representación de los padres más habituales en todos los centros
educativos, que son las AMPA y se instituyen los Consejos Escolares como órganos
colegiados de gestión de los centros con participación de todos los sectores de la
comunidad educativa.
La relación entre los padres de los alumnos y los profesores es compleja, porque
está sujeta a la concepción que de ella tienen tanto unos como otros; también
porque no existe una tradición de trabajo en equipo y colaboración entre ellos.
Existe un grado de consenso muy alto en que resulta muy deseable la
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 135
5. Pedagogía de la Familia
En este breve capítulo voy a abordar el tema de la Pedagogía de la Familia, que es
una disciplina pedagógica e interdisciplinar dentro del contexto de las Ciencias de
la Educación (Aguilar, 2002). Es una de las ramas de la Pedagogía y es una ciencia
práctica, porque es un saber descriptivo de la Educación, que se obtiene
educando, aunque se apoye en unas bases teóricas (Quintana, 2007). Como
sucede con otras pedagogías aplicadas, en la Pedagogía Familiar se concede más
importancia a lo pedagógico que a lo familiar. Se nutre de los conocimientos que
resultan aplicables al entorno familiar procedentes de la Sociología de la
Educación, de la Pedagogía Social, de la Antropología, la Psicología del Desarrollo y
otras, como el Derecho, la Economía y la Medicina, en cuanto tienen que ver con la
familia. Estos contenidos vienen a dar respuesta a las necesidades planteadas por
los progenitores en el ejercicio de la función parental. La relevancia de este tema
se deriva del hecho de que, en plena Sociedad del Conocimiento, como se
denomina a la actual, muchos padres y madres afrontan su tarea como
educadores desde la inseguridad y la confusión, se guían por la intuición y la
buena voluntad, pero tienden a sentirse torpes y descolocados ante el desempeño
de una labor para la que opinan no haber sido preparados (Rodríguez y Megías
Quirós, 2005), por lo que a veces se encuentran desinformados, desorientados y
desconcertados a la hora de entender, comprender y ayudar a sus hijos en sus
necesidades.
Además, el cambio social producido en las últimas décadas hace que el mundo
de hoy tenga pocos parecidos con el de antaño; los padres actuales sienten
que el mundo de sus hijos no es exactamente el mismo que ellos conocieron
cuando fueron niños (Rodríguez y Megías Quirós, 2005) o, dicho de otro modo,
el contexto familiar de los adolescentes de hoy en día es completamente
diferente al de sus padres y abuelos (Lila, Buelga y Musitu, 2006). De esa
constatación emana esa sensación difusa de encontrarse perdidos. Por ello,
dado que las nuevas generaciones tienen unas características muy diferentes a
las de generaciones anteriores, es preciso reflexionar y estudiarlas a fin de
adecuar la ayuda que precisan (Hernández-Sampelayo, 2013). Una gran
cantidad de padres, el 83%, confiesa que siente necesidad de conocer más
sobre métodos para ayudar a los hijos (Álvarez Blanco, 2006).
son tanto los padres como los hijos y los profesores. Todos ellos verían
reforzadas sus competencias para desempeñar las funciones que conllevan
cada uno de los roles (Oliva, Hidalgo, Martín, Parra, Ríos y Vallejo, 2006) .
padres y aparecen nuevas figuras familiares que hoy adquieren una importancia
creciente: los abuelos (Catarsi, 2011). Las personas que encarnan estos nuevos
roles y funciones son conscientes, ante todo, de que van a tener que aprender
mucho para tratar a ese nuevo ser que acaba de llegar. Si bien en los primeros
meses las necesidades se ciñen principalmente a los aspectos más biológicos,
como son la alimentación, la higiene y el establecimiento de rutinas horarias,
enseguida habrá que tomar decisiones de carácter educativo. Los padres
deberán aprender a ejercer de tales. La sensación de desconocimiento,
desorientación e impotencia se apodera de muchos de ellos, cuando los hijos
van creciendo y, especialmente, una vez que alcanzan la adolescencia (Pérez
Alonso-Geta, 2003).
A medida que aumenta la edad de los hijos, el entorno familiar entra en relación
con el segundo contexto de socialización y educación más importante para la
formación y el desarrollo personal de los niños: el ámbito escolar. La entrada en la
escuela y el trato con los profesores serán una nueva fuente de experiencias
vitales, tanto para los padres como para los hijos. Y aquí también van a surgir
nuevas exigencias, porque muchos padres manifiestan su necesidad de informarse
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 143
sobre métodos para ayudar al hijo con los deberes escolares y entienden que, si
adquieren un conjunto de habilidades de comunicación y de técnicas de estudio,
les resultará más sencillo cooperar con su hijo en las tareas escolares (Álvarez
Blanco, 2006). En su investigación, asegura esta autora, la necesidad de
información sobre métodos para ayudar a los hijos es sentida por el 83% de los
padres y madres, así como también el 59% de las familias declaran no tener una
idea nítida con respecto a lo que los profesores esperan de ellos en relación con la
educación de su hijo. A ello hay que añadir el hecho de que hay padres que
consideran que la labor educativa es competencia exclusiva de los profesores y
equiparan la participación de los padres en el ámbito escolar como una
intromisión en el área profesional de los docentes (Feito, 2006).
Sin embargo, las condiciones de escolarización actuales no son las que estaban en
vigor en la infancia de los padres y mucho menos de los abuelos. Hoy la asistencia
a la escuela es un derecho y una obligación durante un periodo que tiende a
abarcar alrededor de 18 años de la vida de niños y jóvenes. Este hecho supone un
cambio fundamental tanto para los profesores como para los padres, pues los dos
contextos de formación y socialización coexisten y conviven durante mucho
tiempo. Es preciso revisar, por tanto, el protagonismo de los microsistemas familiar
y escolar, buscando la cohesión y la coordinación para que se puedan generar
sinergias y repercutir en mayor y mejor modo en la población infantil y juvenil
(Comellas et al. 2013). Sólo cuando entre ambos entornos existe coordinación y
una buena conexión se puede lograr una coherencia y retroalimentación que
potencie la buena marcha del alumno en la vida escolar (Epstein, 2001; Belinchón
et al. 2009)
A pesar de que a nivel formal todo el mundo está de acuerdo en considerar que
la familia y la escuela deberían ser contextos yuxtapuestos y colaboradores entre
sí, a menudo lo que se percibe es la separación, la distancia, cuando no el
conflicto, entre ambos. Una parte importante de padres manifiesta tener
desconocimiento del entorno escolar (Álvarez Blanco, 2006) y, a la vez, muchos
profesores desconocen el entorno familiar e incluso consideran una intrusión la
participación de los padres en la vida escolar, argumentando que en otros
ámbitos de la vida social y laboral no se dan esos cauces de participación
democrática (Feito, 2006) y, para ejemplificarlo, comparan el mundo educativo
con el sanitario.
5.4. Contenidos
Esta pedagogía tiene un campo propio y definido que consiste en trabajar con
las teorías implícitas que orientan las prácticas educativas de cada familia, para
hacerlas explícitas. De ese modo, los padres a través de la reflexión podrían ser
conscientes de ellas y elegir una actuación intencionada, superando los
automatismos en el hacer por costumbre rutinaria (Catarsi, 2011). Este autor
enumera los contenidos de ese convivir cotidiano en la familia y explica que no
se trata de problemas academicistas, sino relacionados con la vida diaria en el
hogar, como son las reglas y la disciplina en casa, el uso de la televisión y de los
nuevos aparatos tecnológicos, la vida afectiva y sexual, los comportamientos
problemáticos y agresivos y la organización del tiempo extraescolar.
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 147
Otro gran campo de contenidos tiene que ver con el desarrollo de habilidades
sociales y estrategias comunicativas, que permitan a los padres una relación y un
trato afable y afectuoso con los hijos; se trata de habilidades como el fomento de
la autoestima y el autocontrol, así como el crecimiento de la asertividad, la
capacidad de empatía y de adaptación social; asimismo, se trata de poner en juego
estrategias para mantener un correcto diálogo, aprender a expresar sentimientos
propios y a escuchar los de los demás y aprender a negociar y a llegar a pactos
(Álvarez Blanco, 2006). Esta autora apunta un tercer campo de contenidos
aplicables a la Pedagogía Familiar dirigido al conocimiento de los niños en función
de la edad evolutiva en que se encuentran, como ocurre en la adolescencia. En
ella, los hijos y sus familias se encuentran en una situación de estrés, dado que este
periodo vital se caracteriza por un proceso de búsqueda en que los adolescentes
tratan de componer su imagen en un mundo que apenas comprenden, con un
cuerpo que están descubriendo (Musitu, Buelga, Lila y Cava, 2001). Las dificultades
propias de la adolescencia ponen de relieve la importancia que tiene ofrecer
apoyo a los padres y madres de adolescentes en su tarea educativa (Oliva, 2006).
Todo ello con la finalidad de que los padres y otros familiares comprendan y sepan
afrontar mejor los cambios que experimentan sus hijos. Kherroubi (2008), además,
advierte de otros dos momentos clave en que los padres necesitan estar
afianzados, la entrada en la Escuela Infantil y el inicio de la Enseñanza Primaria, por
su trascendencia para la escolarización de los hijos.
5.5. Método
El método más adecuado para tratar sobre las acciones cotidianas de los padres en
el seno familiar es el del trabajo en pequeño grupo, guiado por un profesional
facilitador y dinamizador. Esto es especialmente recomendable cuando los
comportamientos son problemáticos. Segura y Mesa (2011) hacen notar que las
familias más necesitadas de herramientas para educar a sus hijos e hijas, que
podrían ser obtenidas a través de la Pedagogía Familiar, no suelen acudir a charlas
o reuniones que se hacen en las escuelas, por lo que es preciso buscar otros
caminos de acceso para ellas.
padres y madres prefieren una definición más amplia y una estructura distinta
(Martínez y Galíndez, 2003). La Pedagogía Familiar, en su aplicación con padres y
madres, requiere de un formato especial, dado que son personas adultas y que el
tema puesto a valoración y a consideración son sus comportamientos, actitudes y
relaciones con los hijos y demás miembros de la familia. El objetivo es evaluar las
conductas y plantear innovaciones y modificaciones en ellas, cuando se considere
necesario. Implican profundamente a las personas y precisan entornos educativos
que favorezcan la reflexión, la comunicación de experiencias y la toma de
decisiones sobre las propias conductas. No está indicado, pues, para ser tratado
por medio de conferencias o cursos con asistentes pasivos.
Los contenidos de esta disciplina tienen que ver también con la evolución en
función de las edades de los hijos, que plantean unas circunstancias, necesidades y
conflictos muy diferenciados en cada etapa vital. De ese modo, sería posible
establecer itinerarios de formación, como apoyo a las familias, para promover
relaciones adecuadas en ellas y favorecer el desarrollo y crecimiento personal de
sus miembros en momentos diversos, como la preparación al parto, la primera
estancia en la escuela infantil, la etapa de Educación Primaria, la adolescencia y la
Educación Secundaria.
sino en otros ámbitos” (Belinchón et al. 2009: 61). Los contactos mantenidos con
los centros escolares por parte de los padres, así como el apoyo que prestan a
sus hijos y las expectativas académicas que mantienen sobre estos, condicionan
el éxito educativo (Álvarez Blanco, 2006).
5.9. Recapitulación
En efecto, una de las indicaciones más nítidas del método experimental consiste
en que es necesario separar y aislar los hechos que se quieren investigar en las
unidades más simples a las que se sea capaz de llegar. De ese modo, afirman sus
promotores, se podrán entender, conocer o resolver. El método experimental
consolidaba la afirmación del propio Newton en el sentido de que conocer
significaba siempre cuantificar (Colom, 2012), por lo que se impusieron los
modelos y técnicas cuantitativistas con carácter generalizado.
La segunda máxima del Discurso del Método de Descartes era fragmentar todo
problema en tantos elementos simples y separados como sea posible
(Bertalanffy,1978). Consecuentemente, el pensamiento tradicional, racional, lineal y
156 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
modelo cartesiano. En este sentido, defendió que ese método no es útil para
estudiar adecuadamente la organización de los seres vivos, porque el carácter que
define a un ser viviente es su organización y su relación con el medio que le
circunda. Por eso, el habitual examen de hechos aislados no puede darnos una
explicación completa de los fenómenos vitales, ya que no informa de la
coordinación entre las partes y los procesos (Bertalanffy, 1978). Si queremos
obtener una comprensión completa, concluye, no se puede ignorar el contexto.
De este modo, con paso firme, en el último tercio del siglo XX, acabó
imponiéndose la perspectiva contextual y ecológica derivada de la Teoría General
de Sistemas formulada por Bertalanffy como un nuevo paradigma que se enfrenta
a las leyes ciegas de la naturaleza y al concepto mecanicista del mundo, apelando
a un pensamiento más actualizado, a una visión orgánica del mundo considerado
como un conjunto de estructuras relacionadas. La Teoría de Sistemas promueve
un cambio de metodología en las Ciencias Sociales, proponiendo el paso de una
perspectiva individualista, aislada y descontextualizada de los fenómenos
humanos, hacia una visión más relacionada e integrada de estos, atendiendo a las
interrelaciones existentes tanto entre sus diversos elementos como con su
entorno (Álvarez Núñez, 2012).
Familia y escuela son, pues, sistemas (Colom, 2012) en el sentido formulado por
Ludwig von Bertalanffy en 1950; esto es, conjuntos complejos formados por
diversos elementos que establecen relación entre ellos y que, como resultado de
esas interacciones, propician desarrollos y propiedades nuevas que no pueden
explicarse solo a partir de las propiedades de los elementos aislados. Esta realidad
fue ya presentida por Artistóteles cuando formuló que el todo es más que la suma
de las partes.
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 159
Este carácter relacional propio del enfoque sistémico contextual se encuentra muy
indicado para la comprensión de los fenómenos sociales, por la especial
complejidad que posee su conocimiento. En efecto, lo importante para los
humanos no son solamente las cosas que les pasan, sino que lo es en mayor grado
la forma de sentirlas y vivenciarlas. La Fenomenología es, precisamente, la rama de
160 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
la Filosofía que pone el acento en los fenómenos, es decir, en el modo cómo las
personas viven los hechos en que se encuentran implicados. Ya el filósofo alemán
Kant en su Crítica de la Razón Pura denominó fenómenos a los objetos formados y
asimilados por la sensibilidad humana y los distinguía de los objetos-en-sí,
descontextualizados del espacio y del tiempo; posteriormente, Edmund Husserl
fundó y formuló la Fenomenología Trascendental, en la que liga la posibilidad de
conocer los hechos a partir de la vivencia y la experiencia de ellos por los seres
humanos (Husserl, 1959).
En los comienzos del siglo XXI ha surgido una nueva orientación de las Ciencias de
la Educación que pone el acento en el carácter sistémico del fenómeno educativo.
Se nutre de la Teoría General de Sistemas y del Enfoque Ecológico Contextual. Se
denomina Pedagogía Sistémica, porque trata de aplicar aquella teoría al mundo
educativo. Ha sido postulada y definida por el psicoterapeuta austriaco Bert
Hellinger y se caracteriza por su carácter sistémico, contextual y fenomenológico
(Olvera, 2006, 2009, 2012; Traveset, 2007; Parellada, 2008, 2012; Olvera, Traveset y
Parellada, 2011).
Las vivencias no son percepciones limpias y directas, sino una forma inconsciente
e indirecta de las experiencias del sistema familiar al que pertenecemos, basadas
en filtros perceptivos de estilos familiares, sociales y culturales impregnados a
través de las generaciones (Ventura, 2012a). Sigue diciendo este autor que cada
niño pertenece a un sistema familiar peculiar y singular. Debido a este hecho,
señala, únicamente pueden entenderse muchos de los acontecimientos,
disfunciones y desórdenes que emergen en las aulas, si se tiene en cuenta que el
niño no viene solo a la escuela, sino que aporta su sistema propio. En el aula no
sólo está presente el alumno, sino también aquellos sistemas en los que participa:
la familia, el grupo de amigos, su barrio de origen, sus creencias (Olvera, 2009).
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 163
De acuerdo con este enfoque, varios sistemas puestos en relación pueden formar
un sistema más amplio. Este es el caso de la familia y la escuela, al cual pertenecen
como miembros los padres, los docentes y los hijos/estudiantes. La Pedagogía
Sistémica, sostienen estos últimos autores, tiene como objeto de estudio a las
relaciones intrasistémicas, intersistémicas y transistémicas que existen entre la
familia y la escuela y que tienen un impacto en el proceso educativo de los seres
humanos. No podemos diferenciar por completo dónde termina el sistema de
familia y dónde comienza el sistema de escuela. Existe un espacio común, según el
cual, ser parte del sistema “escuela” implica que la escuela sea también parte de
todos los sistemas de familias relacionados con ella o, en sentido figurado, que las
familias originarias de todos los alumnos representen subsistemas de una escuela
(Franke-Gricksch, 2004).
Tanto la cultura familiar como la escolar dejan su impronta en los niños y niñas,
marcando su primera infancia y se constituyen en base de su desarrollo humano
(Palacios y Rodrigo, 1998; Morin, 2003). El entorno familiar, pues, tiene una
importancia decisiva en el desarrollo de los hijos y el posterior progreso o fracaso
académico en la escuela, que son fenómenos de una gran complejidad, porque
dependen de multitud de factores; dentro de todos ellos, la familia y la relación de
esta con el entorno escolar ocupan un lugar muy destacado (Kñallinsky, 1999).
Cuando son bajos los niveles de preocupación y de interés de los padres por la
marcha de sus hijos en el colegio, existe asimismo un factor de riesgo de fracaso
escolar. Así ocurre en determinados hogares de las clases populares, que se
encuentran distanciados y desconfiados del entorno escolar y, por tanto, en
peores condiciones de poder ayudar a sus hijos (Kñallinsky, 1999). Algunos
investigadores señalan que los padres con menor nivel educativo y económico
son los que menos se implican en la escuela y no colaboran, no asisten cuando
son convocados y no apoyan a sus hijos (Oliva y Palacios, 1998).
Los padres de clase baja y que poseen menor nivel formativo y educativo,
encarnan actitudes más tradicionales y se guían por normas más fijas, reguladas y
estereotipadas según el género y la edad de los hijos (Collet-Sabé, 2014). En tanto
que los que poseen niveles medios y altos de los capitales económico, cultural y
educativo adoptan con sus hijos unas actitudes proactivas y estratégicas de cara a
su futuro y aprovechan todas las circunstancias que les ofrece el medio ambiente
para convertirlas en momentos de aprendizaje, bien sean, por ejemplo, las
comidas, los momentos de ocio, las relaciones con los demás o los hábitos de
conducta cotidianos. De ese modo se genera un acercamiento o un alejamiento,
respectivamente, entre la cultura familiar y la escolar, que se traduce
posteriormente en mayores posibilidades de éxito y de fracaso en el desarrollo del
alumnado.
Por último, los valores inculcados por parte de los progenitores hacia los hijos
pueden constituir una motivación para el desarrollo o, por el contrario, una
rémora. Los padres de nivel sociocultural bajo intentan inculcar en sus hijos los
valores de respeto a los demás y de búsqueda de aprobación, en tanto que los de
nivel medio y alto lo hacen impulsando la autorrealización y la tolerancia hacia sí
mismos y hacia los demás (García, Ramírez y Lima, 1998). Los padres de clase
media entienden la relación con el profesorado y su implicación en la marcha
escolar de sus hijos de forma diferente a los de la clase trabajadora (Crozier 2000).
Una visión sistémica sobre la familia nos hace valorar este contexto como el
primero y primordial para el aprendizaje y la socialización de los hijos (Franke-
Gricksch, 2004). Cuando en la familia hay muchos conflictos o el funcionamiento
es inadecuado y se carece de recursos psicológicos y sociales para afrontarlos,
aparecen factores de riesgo de desajuste personal en los hijos (Lila, Buelga y
Musitu, 2006).
Además del sistema familiar, muy pronto el sistema escolar entra en juego en la
vida del niño. De cómo sea el tránsito y la cooperación entre el ámbito familiar y el
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 167
Sin embargo, a nivel formal, tanto padres como profesores manifiestan que una
buena coordinación y colaboración mutuas son necesarias y fundamentales para
asegurar el desarrollo académico y personal del alumnado; a tal fin les parece
necesario implantar y propiciar avances en educación familiar (Megías Quirós, 2005).
Cada vez se produce una mayor demanda de participación de los padres, gracias a
que existe un nivel alto de divulgación de contenidos pedagógicos y, también,
porque se relaciona este hecho con el éxito escolar del alumnado (Develay, 2001).
sistemas abiertos y las familias entran a formar parte de la escuela, son muy
importantes los efectos positivos sobre el alumnado, no solo en el rendimiento
académico sino también en el comportamiento (Martínez Pérez, 2014).
6.4. Recapitulación
7. Contexto de la investigación
En este capítulo expongo con brevedad algunos datos que sirven para enmarcar
el contexto en que se sitúa la investigación, tomando en consideración
principalmente los centros educativos en que fueron escolarizados los alumnos
referenciados y caracterizando también a las personas participantes: padres,
alumnos y profesores.
Esta investigación se ha proyectado para ser realizada con los padres y las
madres de una selección de alumnos que han finalizado sus estudios de
Bachillerato y superado las pruebas de acceso a la universidad en Alcalá de
Henares, en las convocatorias de junio de 2013 y 2014, procedentes del instituto
de Enseñanza Secundaria Alonso Quijano de Alcalá de Henares. Me propongo a
continuación dar cuenta del grupo seleccionado y de los criterios empleados
para dicha operación, porque considero apropiado que “en un estudio
etnográfico el investigador especifique con precisión cuál es la población
relevante o el fenómeno de investigación, usando criterios que pueden basarse
en consideraciones teóricas o conceptuales, intereses personales, circunstancias
situacionales u otras consideraciones” (Martínez Miguélez, 2007: 52). En este caso
uso dos criterios basados en circunstancias situacionales, que son el adecuado
progreso académico y el logro de cualidades personales estimables.
7.1. El escenario
Las familias de estos barrios disponían entonces para la escolarización de sus hijos
de cuatro colegios públicos, careciendo de centros concertados o privados. Con el
fin de atender a las necesidades de escolarización del alumnado que finalizaba su
etapa en dichos centros se creó el instituto Alonso Quijano. Se trata de un instituto
de titularidad pública, al que acuden alumnos que han cursado la Educación
Primaria en los colegios públicos de la zona: Luis Vives, Iplacea y Henares. Estos
alumnos, una vez que acceden al instituto a la edad de 12 años, tienen por delante
una estancia aproximada, si no repiten curso, de entre 4 y 6 años; los cuatro de ESO
y los dos de Bachillerato. Bastantes alumnos prolongan la escolarización con
repeticiones de curso, algunos abandonan los estudios al alcanzar los 16 años sin
haber terminado la ESO y otros cambian de centro para acceder a estudios de
Formación Profesional. Pero, no obstante, un itinerario bastante habitual para los
alumnos del instituto es el de complementar los estudios de ESO cursando el
Bachillerato, cuyo último acto está constituido por las pruebas de acceso a la
universidad (PAU), que cada año se celebran en la UAH.
Así pues, procedentes del alumnado escolarizado en los colegios Luís Vives,
Henares e Iplacea, en septiembre de 2007, de acuerdo con los archivos del
instituto Alonso Quijano, se incorporó a primer curso de ESO un total de 110
alumnos e igualmente esa misma cantidad en septiembre de 2008. Las
promociones de estos dos años sumaron, pues, un total de 220 alumnos que a lo
largo de los seis cursos siguientes sufrieron diversos cambios en su composición,
pues a ellos se sumaron alumnos procedentes de otras promociones anteriores
que repitieron algún curso, así como algunos alumnos dejaron de formar parte
de ese conjunto original por tener que repetir algún curso o por abandonar el
instituto al finalizar la ESO para incorporarse al trabajo o para seguir los estudios
de Formación Profesional en otros institutos que disponen de estas enseñanzas.
Por tanto, cuando seleccioné al grupo de treinta alumnos sobre el que trataba
de realizar la investigación, ya era consciente de que representaba,
aproximadamente, una porción equivalente al 15% del total de los alumnos
ingresados en el instituto en los cursos 2007 y 2008. Aunque el concepto de
buen desarrollo escolar y personal no posee una significación unívoca ni un valor
absoluto, pues más bien solo puede entenderse cabalmente relativizado y
aplicado a la condición y circunstancias de cada alumno individualmente
considerado, sin embargo decidí soslayar este inconveniente y considerar que el
grupo de treinta estudiantes seleccionado cumplía el requisito de haber
concluido los estudios de Bachillerato con un progreso adecuado en los dos
criterios mencionados.
Los alumnos que superan las PAU experimentan y vivencian el éxito en los
estudios, al menos en lo que se refiere a calificaciones positivas. El proceso del
desarrollo escolar satisfactorio repercute de un modo complejo en la
personalidad del alumno o alumna que lo ha conseguido y se manifiesta en
todos los aspectos de su personalidad, desde su ser físico y biológico al mental o
psicológico, desde el intelecto a la emoción, desde la intimidad a la sociabilidad,
desde el mundo práctico y cotidiano al de los valores. Buscamos, pues, ampliar
conocimiento sobre las circunstancias familiares de estos alumnos a través
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 175
El grupo a investigar está compuesto por los padres y madres de los treinta
alumnos y alumnas seleccionados, a los que solicité su colaboración. Sin embargo,
una vez iniciado el proceso de contacto, pude comprobar que no todas las
situaciones familiares permitían su participación. En varios casos, por distintas
circunstancias personales, no accedieron a colaborar en ella. Finalmente, han
participado en el estudio veintiún padres y veintitrés madres. A continuación
señalo los principales rasgos definitorios de este colectivo referidos a edad,
formación académica y ocupación laboral. El rango de edades oscila entre 46 y 63
años, encontrándose la mayoría en torno a los 50 años. La edad media es
ligeramente superior en los hombres que en las mujeres.
8. Objetivos de la investigación
Voy a describir en este capítulo los objetivos de investigación y desarrollaré con
brevedad su contenido. El propósito principal es ampliar el conocimiento acerca
del comportamiento, así como también los argumentos que lo avalan, de un
grupo de padres y madres de alumnos que han finalizado los estudios de
Bachillerato y lo han hecho con un adecuado progreso tanto académico como
personal. El universo de análisis, por tanto, estará formado por el conjunto de las
familias de los treinta alumnos seleccionados. El tema central de la investigación
es la influencia de los padres en la educación de los hijos. Para lograr el objetivo
general, que formulo como “conocer la influencia que el medio familiar,
personificado en los padres, ha ejercido sobre un adecuado desarrollo escolar y
personal del grupo de los alumnos seleccionados”, realizaré un trabajo de campo
etnográfico.
En el caso que nos ocupa, tengo la esperanza de que las actuaciones de los
padres de estos alumnos, junto con las actitudes, valores y juicios alegados y
aportados, nos ofrecerán pautas para comprender mejor el nicho ecológico en el
que están creciendo sus hijos. De la importancia del medio familiar para el
desarrollo de los hijos dan cuenta numerosos autores e investigadores,
comenzando por Bronfenbrenner (1987). También es considerado como un
privilegiado espacio antropológico por Pérez Alonso-Geta (2002), en tanto que
Alberdi (1999), por otro lado, destaca la función esencial de ese entorno en la
socialización de los niños, mediante la cual los individuos se capacitan para la
vida en la sociedad. Otros autores sostienen que este es el lugar donde se
forman los jóvenes ciudadanos (Musitu, Estévez y Jiménez, 2010). Las
aportaciones de los progenitores serán esclarecedoras de cuanto ocurre en esos
hogares y permitirán establecer hitos o jalones para ampliar el conocimiento
sobre el tema propuesto, aún a sabiendas también de que estos padres y madres
formarán un conjunto heterogéneo y no es esperable una uniformidad
sistemática en sus manifestaciones y vivencias.
Por otra parte, los centros educativos y los profesores se encuentran volcados en el
entorno académico, es decir, en los libros de texto, temas del currículo y
competencias de aprendizajes a conseguir. Realizar procesos de acercamiento
entre las culturas familiar y escolar es labor de todos, pero, en el caso de los
docentes, es la figura del profesor tutor la que se encuentra en una posición
privilegiada para intentarlo. Es conocido ya a través de múltiples investigaciones
que, cuando la cultura familiar se encuentra muy lejana de la cultura escolar, los
alumnos suelen no apreciar ni los estímulos ni los reconocimientos que
habitualmente los profesores utilizan para motivarlos. La importancia del
mesosistema como lugar de confluencia de las culturas familiar y escolar es
resaltada por numerosos autores, siendo considerada como un espacio de gran
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 179
Una condición básica para el adecuado desarrollo de los niños y jóvenes descansa
en la convivencia familiar. Cuando estos ocupan un puesto reconocido y valorado
180 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
mayor éxito para todos, de reducción de las tasas de fracaso escolar y, asimismo,
para atenuar las implicaciones negativas que conllevan un deficiente progreso y
desarrollo en los proyectos vitales de los alumnos que han pasado por el sistema
escolar sin haber alcanzado unos objetivos mínimos, acordes a sus capacidades.
1. Conocer las valoraciones y juicios de los padres acerca del buen desarrollo
escolar y personal de sus hijos.
• ¿Cuáles son los aspectos clave y las causas que explican, a juicio de los
padres y madres, el buen desarrollo de sus hijos como escolares y
como personas?
• ¿Dónde y cómo aprendieron a ejercer como padres y qué recursos les han
sido más útiles en este sentido?
8.2. Metaobjetivo
9. Metodología
Mediante la realización de esta investigación aspiro a conocer más sobre el
papel desempeñado por las familias de estos alumnos, personificado en sus
padres, en su positiva evolución a lo largo de una dilatada trayectoria escolar
que incluye la Educación Infantil, Primaria, Secundaria Obligatoria y
Bachillerato. El fin común a toda investigación es ampliar el conocimiento
existente sobre un objeto de estudio dado. Pero lograr este propósito depende
en gran medida de que la metodología empleada permita dar satisfactorias
respuestas a las preguntas de investigación formuladas. Más adelante detallaré
las razones que me mueven, pero anticipo ya que para esta investigación
considero necesario y pertinente emplear una metodología de tipo cualitativo.
El gran despliegue del método etnográfico para el estudio de la realidad social fue
inaugurado y fijado magistralmente a comienzos del siglo XX por Bronislaw
Malinowski, quien, cuando estaba realizando un estudio de campo en las islas
Trobriand en el Pacífico Occidental, se vio obligado a permanecer en dicho lugar
durante cuatro años, debido a las complicaciones en las relaciones internacionales
durante la Primera Guerra Mundial. Esta prolongada duración del estudio de
campo que realizó, que rara vez se ha podido duplicar, se ha utilizado como el
procedimiento áureo para la inmersión de un investigador en la sociedad que está
estudiando (Angrosino, 2012).
Soy consciente de que el hecho de haber sido profesor de estos alumnos puede
mediatizar su discurso y la emisión de juicios y opiniones, pero procuraré con mi
intervención activa que ese hecho no tenga una influencia negativa en la relación
entre el investigador y las personas investigadas. Tengo en cuenta esta
circunstancia, pero no tengo miedo de ser parte de la situación que estudio. Sé
que es imposible encontrar datos incontaminados. Me dispongo a “evaluarlo todo,
como el físico que tiene en cuenta la temperatura del termómetro que usa. Él sabe
que es uno de los actores de la escena; pero el modelo científico que sigue no es
el de las ciencias naturales clásicas, sino el de la física moderna, que tiene en
cuenta la relatividad general de Einstein y el principio de incertidumbre de
Heisenberg, según los cuales el efecto perturbador de la observación sobre lo que
es observado se integra en la investigación y en la teoría que de ella se genera”
(Martínez Miguélez: 2007:52).
360 ángulos diferentes para ver a un objeto material, del mismo modo puede
haber muy variados puntos de vista o enfoques igualmente apropiados y
respetables de ver una realidad o fenómeno cualquiera. Otro principio peculiar
del enfoque cualitativo es el carácter abierto y flexible de las distintas fases de la
investigación, porque los pasos a seguir no se establecen estrictamente desde el
principio (Flick, 2010). Esta es una ventaja que se deriva de su orientación
fenomenológica y naturalista. Por ello, el estudio de campo se caracteriza por
“descubrimientos fortuitos, ante los cuales se usa la famosa técnica que en
síntesis se resume así: si estás buscando una cosa y encuentras otra mejor, deja la
primera y sigue la segunda” (Martínez Miguélez, 2007: 46). Y continúa este autor
diciendo que las tres tareas básicas del estudio de campo, que son recabar datos,
categorizarlos e interpretarlos, no se realizan en tiempos sucesivos, sino que se
entrelazan continuamente. Al principio de la investigación hay un predominio de
la recolección de información sobre la categorización e interpretación; después,
a medida que se acerca el final, gradualmente, el balance cambia hacia la
interpretación con poca recolección de datos y categorización.
La característica común que une a los padres y madres protagonistas de este caso
reside en el hecho de que sus hijos e hijas han alcanzado un éxito educativo
adecuado.
comunidad estudiada (Angrosino, 2012), esto es, a las familias cuyos hijos se
encuentran inmersos en el proceso de escolarización y aprendizaje previos a la
universidad.
De acuerdo con Yin (2003), el estudio de caso se considera apropiado si reúne tres
condiciones de modo simultáneo: en primer lugar, que el investigador pretenda
dar respuesta a por qué y cómo se produce un determinado hecho humano; en
segundo, que el caso haga referencia a un problema contemporáneo y, por
último, que el investigador tenga escaso control sobre el fenómeno a estudiar.
Creo que las tres se cumplen en el caso que propongo, dado que, por un lado, el
estudio del adecuado o inadecuado desarrollo escolar, trivializado en la literatura
que trata sobre los rendimientos en el sistema educativo como éxito y fracaso
escolar y educativo, es un problema contemporáneo en nuestro país y en nuestro
tiempo de extraordinario alcance y consecuencias; pretendo, por otro, dar
respuesta a cómo son y se desenvuelven los padres de estos alumnos que he
elegido y, por último, el control personal que puedo desplegar sobre el fenómeno
a indagar es mínimo.
la buena voluntad de aquellos a los que reclama para llevar a cabo ese proceso. No
basta con acortar la distancia que nos separa del sujeto o sujetos a investigar, es
preciso, cuando aplicamos esta metodología naturalista y etnográfica, reconocerlo
como igual, como libre; “tan libre como para construir sus propias
representaciones, cuestionar las nuestras, proveernos de un lenguaje con cuyas
palabras logremos decir lo que tantas veces no sabemos cómo decir y de un
sentido con el cual no atribuir, sino reconocer la multiplicidad de sentidos, de
visiones, de mundos, de búsquedas, de esperadas realizaciones” (Vasilachis,
2006:59).
Por tanto, la entrevista por parejas me parece un formato más adecuado para
realizarlas con el alumnado y considero la modalidad indiferente en el caso de los
profesores, dado que estos profesionales se encuentran normalmente muy
habituados a exponer su punto de vista y sus razonamientos. Tanto las entrevistas
individuales como las de parejas contienen los mismos bloques de contenidos y se
192 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
El guión orientativo para llevar a cabo la entrevista de los padres está formulado en
cinco bloques directamente referidos a cada uno de los objetivos de la
investigación. Los ítems de dicho guión se identifican oportunamente mediante
códigos alfanuméricos, tal como paso a exponer a continuación.
• 5a. ¿Cuáles han sido las principales dificultades con las que se ha
encontrado para educar a sus hijos y ayudarles en sus estudios?
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 195
Los guiones de entrevista para los profesores y para los alumnos no eran
idénticos al ya mostrado dirigido a los padres. Procuré que, respetando los
mismos bloques de contenido, se adaptaran al peculiar papel que habían
desempeñado cada uno de los nuevos roles, de alumno y de profesor.
• 22a. ¿De qué modos te han ayudado tus padres en tus estudios?
• 22d. ¿Qué orientaciones te daban tus padres respecto a tu trato con los
profesores?
• 22l. ¿Hablas con frecuencia con tus padres de temas de actualidad, en qué
ocasiones?
Los profesores seleccionados para las entrevistas habrán ejercido durante algún
curso como maestros de las etapas de Educación Infantil, Primaria o Secundaria
Obligatoria y Bachillerato de algunos de estos alumnos, por lo que la entrevista no
podrá ceñirse exactamente a la experiencia completa de toda su educación. En
este hecho se diferencian netamente los padres y los profesores, porque los primeros
han sido partícipes de todo el desarrollo escolar y educativo de los hijos. Buscaremos
en los profesores, por tanto, más las valoraciones, opiniones y juicios, de acuerdo con
su práctica y su experiencia, aunque estas no se refieran exclusivamente a su trato con
este grupo de alumnos.
198 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
Los profesores propuestos para las entrevistas han sido seleccionados de los colegios
adscritos al instituto y del propio instituto. Son en total 18 profesores, de los cuales 5
desempeñan su labor en la etapa Infantil, otros 5 en Primaria y, por último, 8 en
Secundaria, algunos de los cuales se dedican principalmente a las enseñanzas de
Bachillerato, a fin de considerar todos los periodos educativos en los que se desarrolla
el alumnado. Con ellos desarrollaremos entrevistas semiestructuradas, en las que
pueda verse reflejada la visión de los profesores de cada una de las etapas en que está
organizado el sistema educativo.
• 111a. ¿Cuáles son, a tu juicio, los principales factores que explican el buen
desarrollo personal y académico de los alumnos?
• 111b. ¿Consideras que los padres tienen mucho que ver con ese buen
desarrollo de sus hijos?
• 111c. En caso positivo, ¿en qué aspectos y en qué medida?
• 222a. ¿Qué tipo de relación estableces con los padres de tus alumnos?
• 222b. ¿Qué importancia tiene para la vida escolar, a tu juicio, la AMPA?
• 222c. ¿De qué modo afecta la AMPA a tu ejercicio profesional en el aula y en
el centro?
• 222d. ¿Se propicia en el aula el trabajo en equipo y la ayuda mutua entre los
estudiantes?
• 222e. ¿A qué lugares de Alcalá se lleva a los alumnos desde el centro escolar
como un complemento de su formación?
• 222f. ¿Se tiene en cuenta en la escuela la influencia de los amigos en el
aprendizaje?
• 222g ¿Suelen usarse en el aula recursos tecnológicos: vídeo, ordenador,
Internet...?
• 222h. ¿Se solicita a los alumnos búsquedas de información o elaboración
de trabajos escolares que supongan el manejo de estos medios?
• 222i. ¿En el centro escolar se facilita el uso y aprendizaje de estos medios a
los alumnos?
• 222j. ¿En qué ocasiones se habla con los alumnos de temas de actualidad?
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 199
• 333a. ¿Es similar y equilibrado el trato con todos los padres de alumnos?
• 333d. ¿De qué modo crees que los padres inciden e influyen en el éxito
académico de tus alumnos?
• 333f. ¿De qué modo crees que los compañeros y amigos influyen en el
buen desarrollo escolar de cada alumno?
• 555d. ¿De qué modo podría organizarse una actividad en este sentido?
200 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
• 666a ¿Hay algún aspecto referido al buen desarrollo escolar de los alumnos
que no hayamos tocado y que te parezca importante?
Pero los datos obtenidos a lo largo del trabajo de campo no hablan por sí solos
y las conclusiones no derivan directamente de ellos, sino que la información ha
de ser previamente clasificada mediante un sistema lógico para facilitar su
manejo. Este proceso recibe el nombre de codificación y categorización de los
datos. “La codificación es un modo sistemático de desarrollar y refinar las
interpretaciones de los datos. El proceso de codificación incluye la reunión y
análisis de todos los datos que se refieren a temas, conceptos, interpretaciones
y propósitos” (Taylor y Bodgan, 1986:167)
examinados con detalle, clasificar los datos dentro de un marco referencial que
facilite su análisis, con el fin de desvelar su sentido más profundo (Piñuel,
2002).
Para que pueda existir una interpretación de los datos obtenidos es preciso
insertarlos en un esquema que les dé sentido. Como advierte Martínez
Miguélez (2007:94) “Si ese marco referencial falta, la observación no es tal, el
dato no es dato y el hecho no es nada. Son realidades neutras o plenamente
ambiguas”. Asegura este autor que el desarrollo de una estructura teórica
basada en los datos y que emerja de ellos no es fruto del azar, sino que se logra
mediante descripciones sistemáticas de los fenómenos estudiados, de la
codificación y formación de categorías conceptuales, de la asociación y de la
comparación con otros fenómenos en otros ambientes o situaciones similares.
De acuerdo con ello, propongo cinco unidades de análisis, que más adelante
explicaré, y en cada una de ellas establezco las categorías y subcategorías que
considero pertinentes. La adecuada codificación y categorización de los datos
permite avanzar en la descripción del objeto de estudio y elaborar un marco
conceptual a partir del conocimiento adquirido sobre el mismo. De ese modo,
se posibilita una estructura para el análisis de los datos, que “resulta ser la tarea
más fecunda en el proceso de investigación, en la medida en que, como
consecuencia de esta, podemos acceder a resultados y conclusiones y
profundizamos en el conocimiento de la realidad objeto de estudio”
(Rodríguez, Gil y García, 1999:197).
Las claves del desarrollo se organizan en torno a dos grandes apartados: por un lado,
las que obedecen a peculiaridades particulares y personales de los hijos, en donde
tienen sentido las dotes naturales, el carácter y las inclinaciones o aficiones; en tanto
que, por otro lado, se encuentran las que responden a factores de carácter más
contextual, como el entorno familiar, los ambientales y los que son fruto de procesos
aprendidos. Cada persona se caracteriza por una serie de rasgos de identidad que
explican sus avances y progresos. Interesa conocer a cuáles dan más importancia sus
progenitores, cuáles son los que, a su juicio, representan un papel primordial en los
que se fundamenta el éxito educativo.
204 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
Códigos identificativos
Valor y significado Claves del desarrollo VACLA Concepto de buen desarrollo VACLA-CON
del desarrollo Cualidades innatas VACLA-CUI
Cualidades adquiridas VACLA-CUA
escolar y
personal de Atribución de causas VAATR Valores VAATR-VA
Afición a la lectura VAATR-AL
los hijos
Entorno familiar VAATR-EF
He triangulado, pues, los datos procedentes de los padres con tres fuentes
principales. En primer lugar, he reunido, a través de la bibliografía consultada, un
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 209
A lo largo del proceso de recolección de los datos he ido anotando todos los
acontecimientos que llamaban mi atención. Estos hechos quedaron
convenientemente reflejados en las notas de un cuaderno de campo que
utilicé a este propósito. Me movían dos motivos a hacerlo: en primer lugar,
porque quería completar los resultados de cada entrevista realizada con
observaciones referidas a hechos que no se reflejan en las palabras dichas y
grabadas, como son los aspectos no verbales de la comunicación así como
cualquier matiz que resultara digno de mención. La segunda razón que me
impulsaba a llevar a cabo esas observaciones y a dejar constancia de ellas era la
conciencia del riesgo de que lo que no se encontrara reflejado en las
grabaciones y, por tanto, no hubiera sido escrito en las transcripciones quedara
relegado en el olvido. Por ello, tomé numerosas y extensas notas, que luego
vinculé a códigos identificativos de las distintas categorías analíticas en que
estructuré el análisis de los datos, con el fin de incorporarlas al estudio y
facilitar su posterior tratamiento.
A medida que iba llevando a cabo las entrevistas percibí un cambio acusado en mi
forma de desempeñar el rol de entrevistador. En las primeras ocasiones me
encontraba preocupado por la introducción de los temas previstos en el guión
orientativo así como por el abordaje de cada uno de los apartados, como la
presentación, la solicitud de autorización para la grabación, el agradecimiento final
y la despedida. Pero enseguida a la rigidez y dudas del comienzo les sucedieron la
flexibilidad, la seguridad y la confianza. De ese modo, podía estar más atento a
percibir las vacilaciones o la detección de aspectos candentes en la conversación,
así como a descubrir los centros temáticos que suscitaban mayor interés en los
entrevistados. El entrevistador, concluía para mí, también aprende de la
experiencia a desenvolverse con soltura en ese papel.
Una de las decisiones que la directora de tesis y yo tuvimos que tomar antes de la
celebración de las entrevistas fue la de escoger un lugar apropiado para ellas. No
era, a mi juicio, un aspecto menor ni inocuo, dado que cada lugar posee una
significación para los participantes y puede condicionar su intervención. Una vez
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 213
descartados lugares como el propio instituto, dado que suponía citar a los padres
en un terreno no neutral, nos pareció más conveniente que el espacio elegido se
situara en dependencias de la Universidad de Alcalá que se encuentran
relativamente próximas a los barrios de residencia de ellos. Así pues, los padres
fueron entrevistados en despachos y aulas universitarios. Enseguida me di cuenta
del acierto de la decisión. En efecto, se trataba no solo de un lugar neutro en
cuanto a experiencias previas de los padres, sino también adecuado al sentido de
la investigación, pues en ella quedaba bien enmarcada dado que todos los
alumnos se encuentran en la actualidad cursando estudios universitarios. El hecho
de que los padres reflexionaran en este lugar sobre la escolaridad previa de sus
hijos en los colegios y el instituto resultaba muy apropiado.
Los temas abordados en las entrevistas tenían que ver con las experiencias
personales relacionadas con la educación de los hijos y con sus vivencias de la
paternidad y de la maternidad en el seno del hogar familiar. Es decir, tratan de
espacios de cierta intimidad, de los que no suele hablarse en presencia de
desconocidos. Por ello, era de agradecer su confianza y su apertura del sancta
santorum en que consiste la convivencia en familia en el hogar. Los contenidos
abordados precisan la consideración y exteriorización de opiniones, juicios y
valores que implican intensamente a la intimidad de las propias personas que
participan en el relato, por lo que la carga afectiva que conllevan es alta.
Asimismo el abordar el tema de la parentalidad, la forma de llevar a cabo el rol
de padres y madres y descubrir los aspectos en que se pueden mejorar es un
ejercicio de autovaloración y autocrítica que solo pueden ser realizados en un
ambiente de confianza y de seguridad. Estas condiciones, a mi juicio, se daban
en las entrevistas.
Los profesores, por su parte, aunque consideran que la mayoría de los padres se
preocupan por sus hijos y les prestan todas las atenciones que estos requieren, sin
embargo observan que existe una tendencia cada vez más acusada a
despreocuparse de sus cuidados, especialmente en cuanto tiene que ver con la
motivación para los estudios y para su educación en general. Se hacen eco, ya lo
decía antes, de una consideración alarmista acerca de la reestructuración
constante que está sufriendo el entorno familiar de muchos alumnos. Parece que
tanto profesores como padres sienten una necesidad imperiosa de hablar unos de
otros. En este sentido, se detectan ciertas carencias de diálogo mutuo y de
comprensión y de respeto hacia el papel de unos y otros.
Los principales reproches que los profesores manifiestan hacia los padres de sus
alumnos se concretan así:
• Consideran que hoy en día hay muchos que desatienden los cuidados
hacia los hijos y les motivan poco para que se esfuercen en progresar
como estudiantes.
De acuerdo con las manifestaciones tanto de los padres como de los alumnos, se
detecta una especial dificultad en los estudios de las Matemáticas y de las áreas
científico-experimentales en general. Muchos alumnos confiesan haber tenido que
acudir a academias a fin de superar los escollos que se les presentaban en los
estudios de estas áreas, que parecían insalvables, y dicen que cuando se las
216 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
explican las entienden. Los padres generalmente en este terreno han podido
ayudar poco directamente.
Las páginas siguientes muestran, además del análisis de los datos, fragmentos
literales de las entrevistas, que ilustran las opiniones y valoraciones acerca de los
factores que más han influido en que sus hijos hayan desarrollado
adecuadamente su marcha escolar y personal. Cada fragmento contiene un
código mediante el cual se identifica el género de la persona que habla, su edad
y el rol que desempeña en la investigación: padre, alumno o profesor, así como
el número de la entrevista en que se ha recogido el dato reflejado. En el caso del
alumnado, con el fin de simplificar y reducir la identificación de las citas, por
tratarse de personas cuya edad se sitúa entre los 19 y los 20 años, no se
consignará este dato. En el caso de los docentes aplicaré dos denominaciones:
con el término maestros y maestras designaré a quienes desempeñan su labor
en colegios en las etapas de Infantil y Primaria, en tanto que emplearé los de
profesores y profesoras para los que lo hacen en la etapa Secundaria en el
instituto.
Les llena de satisfacción el hecho de que sus hijos se han desenvuelto bien en los
estudios, han obtenido altas calificaciones y han continuado estudios superiores
en la universidad y, además, lo han hecho madurando como personas y
asumiendo valores que, a su juicio, consideran positivos y adecuados. Al tratar
sobre los factores que más han influido en esos logros, los progenitores enumeran
una serie de claves, unas de carácter más individual y personal como capacidades
innatas de ellos, la inteligencia y el temperamento, y otras de carácter más
contextual o ambiental, como son las condiciones familiares que les han ayudado
a forjarse como buenos estudiantes.
Una primera clave se atribuye a que estos alumnos encaran bien los estudios
porque poseen agudeza intelectual, se les quedan las cosas, captan enseguida los
problemas y las soluciones y extraen conocimiento de las observaciones. Varios
padres identifican inteligencia con capacidad de aprender, de modo que estos
alumnos son de rápido y eficaz aprendizaje y, cuando han comprendido algo, ya
no lo olvidan.
“Es más inteligente que estudiosa... Se le quedan las cosas bien. Es buena estudiante porque
se preocupa y se organiza, pero no es de empollar, empollar. No hemos intentado
corregírselo porque vemos que es su forma de trabajar y que es capaz de llevar bien los
estudios. Ella siempre dice que hay compañeros y compañeras de clase que son los típicos
que clavan los codos y se lo empollan de memoria y ella dice que no, que prefiere entenderlo
y razonarlo y luego expresarlo” (Madre, 48 años. E-7)
Además de la inteligencia natural que los chicos y chicas poseen, varios opinan
que otra clave de su gusto por el estudio y de su avance en el dominio de
conocimientos deriva de su carácter curioso, que les lleva a indagar y obtener
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 219
satisfacción al descubrir las razones de las cosas. Inquieren por los motivos de los
acontecimientos y esto lo hacen impulsados interiormente por un deseo de saber.
Curiosidad e interés, pues, son ingredientes clave para que sus hijos hayan
desarrollado una escolaridad adecuada y exitosa. Este hecho nos remite al tema de
la motivación, que es la fuerza que nos impele a prestar atención y a esforzarnos
por conseguir algo. Cuando esta motivación es intrínseca, es decir, cuando nace
de la propia persona, resulta muy eficaz.
“Tiene motivaciones muy intrínsecas, muy de intereses,... el conocer el por qué de la vida,
es curioso, tiene muchas inquietudes, quiere saber. Estudia Sociales y quiere saber de la
vida. Esos valores y esos intereses están en la familia también”. (Madre, 53 años. E-18)
Por otra parte, en las manifestaciones de varios padres aparecen unos hijos que
se exigen mucho a sí mismos, que son sacrificados y que aparcan actividades
consideradas socialmente placenteras como salir con los amigos, practicar
deportes o jugar, en aras de responsabilizarse cuando lo requieren sus estudios.
Son personas que desean hacer todo lo mejor posible, perfeccionistas que no se
conforman con poco si pueden alcanzar mucho, que saben decir no a las
sugerencias o tentaciones de dejarlo para otro día. En definitiva, nace de sí
mismos un deseo de superación.
“Es muy constante, bastante más que yo, y muy perfeccionista, se exige mucho. Las cosas
no se hacen normal, si se pueden hacer mejor. Tiene ese afán de superación... que llega un
momento que, cuando ves que no puedes más, te sientes un poco frustrado. Se siente mal
cuando ve que puede sacar un 10 y solo saca un 9. Sin embargo, sabe sus límites y
cuando no puede sacar más que un 7, pues lo intenta y, si lo saca, se conforma y no se
siente mal”. (Padre, 53 años. E-1)
Esta responsabilidad que, según los padres, caracteriza a sus hijos se concreta en
el trabajo constante y la capacidad de resistencia cuando aparece el cansancio.
Son chicos y chicas inconformistas en sus estudios. En este sentido, varios padres
se muestran acordes con estos valores, porque consideran que esta será una
220 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
buena arma para que sus hijos afronten el futuro con esperanza. En repetidas
ocasiones comentan que ellos mismos proceden de medios sociales en los que
nadie regala nada y todo ha de ser conseguido a través del trabajo, el esfuerzo y
el afán de superación.
“Es muy exigente consigo misma... A base de sacrificio y trabajo. Tiene capacidad y
resistencia y, aunque esté cansada, sigue si lo necesita. Se esfuerza muchísimo. Es una
persona muy humilde y sencilla, con gran capacidad de superación: no se conforma con
cualquier cosa ni con cualquier calificación”. (Padre, 48 años. E-21)
“Mi hijo quiere quedar bien no solo ante el profesor sino también ante nosotros. Lo mejor
es dejarles que sean autónomos. Desde 4º de Primaria es autónomo. Solo te pide ayuda
cuando hay algo concreto... Hay que dejarles que sean responsables; si no, no son
autónomos nunca”. (Padre, 47 años. E-17)
Algunos exponen que sus hijos muestran una dedicación firme por el estudio
debido a que su afán de superación les lleva a estar en tensión y no se
conforman si pueden conseguir algo más. Esta estrategia perseverante se ve
recompensada por unas calificaciones de las que se sienten orgullosos,
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 221
“Es que tiene una obsesión...Yo creo que es excesivo, debería tener tiempo libre para otras
cosas, porque no solamente es estudiar... La vida no es solo meterse en una habitación y
estar todo el día... Oye, luego a lo mejor se sentirá orgullosa de lo que ha hecho y dirá:
bueno, he estado un tiempo sacrificándome por esto... y no se sabe lo que le deparará la
vida. Lo mismo tiene suerte y cuanto más preparada esté una persona, más oportunidades
va a tener en la vida, para tener un trabajo mejor”. (Padre, 54 años. E-4)
En otro orden de cosas, mencionan una cualidad de los hijos que tiene mucho que
ver con los estudios y que se asocia a la vida académica, que es el afán y el gusto
por leer. Fueron sus hijos niños que aprendieron a hacerlo con facilidad a
temprana edad y esta actividad les resultó placentera y provechosa. En algunas
ocasiones el deseo de aprender y de leer procedía del propio niño o niña, aunque,
en otras, esta inclinación obedecía a una estimulación de los progenitores, que
consideraban que esta sería una capacitación que en el futuro daría altos
rendimientos en su vida escolar y en sus aprendizajes.
“Le gusta mucho leer, le encanta. No sé de dónde le viene el gusto de leer, porque nosotros
tampoco leemos mucho. A lo mejor aprendió poco a poco, le gustó... y ya lo cogió como...
Ahora lo que pasa es que no tiene tiempo, porque tiene que estudiar mucho. Pero estos
años atrás leía todo lo que caía en sus manos”. (Madre, 52 años. E-4)
El libro para estos niños fue un gran compañero de viaje, de modo que leer se
convirtió para ellos en una afición y una práctica placentera, tanto para desarrollar
la imaginación y pasar el tiempo de una forma divertida, como para satisfacer su
curiosidad, encontrando respuesta en ellos a los interrogantes que en cada
momento les asaltaban.
bastante común que llevaban a cabo con sus hijos era la de estimular su
imaginación y despertar su interés con la exposición de situaciones y vivencias,
ficticias o no. Mencionan, asimismo, que el momento de ir a dormir era el preferido
para realizarla.
“Tiene la capacidad de que se le queda todo muy bien. Y busca información de lo que
necesita o de lo que le gusta sin descanso. Leer es un hobby, siempre va con el libro en la
mano. Siempre ha sido muy curioso... desde muy pequeño. Devora lecturas, aunque sean de
personas mayores”. (Madre, 50 años. E-2)
“Cuando era pequeña, practicaba ella sola las palabras. A mí me gusta mucho la lectura
y la niña llegaba... y todas las noches: los cuentos... Me inventaba los cuentos. Desde muy
pequeñita. Ella decía que tenía ganas de ser mayor y aprender a leer como yo. Yo
pensaba que cuando un niño lo coge bien desde pequeño, su comprensión va a crecer
muy rápidamente”. (Madre, 56 años. E-6)
“Es la persona, pero también el entorno familiar. Nosotros le hemos hablado de cómo era
la vida antes, de nuestro pasado. Esforzándote puedes llegar a tener una buena calidad
de vida. Quien no ha podido estudiar o no se ha esforzado no ha podido competir y está
en peores condiciones. Mi padre siempre decía: hay que superarse, hay que superarse.
Esto es lo que hemos intentado inculcar en nuestros hijos. Ella ha recogido el testigo”.
(Padre, 48 años. E-3)
“El éxito de un chaval depende en gran medida de la familia. Los valores de la familia
cuentan muchísimo... En treinta años que llevo en la enseñanza yo no tengo ningún
alumno ni alumna que yo vea que académicamente va bien sin una familia que valore la
educación y la enseñanza y el esfuerzo que requiere eso. Hombre, si el chaval no quiere, es
imposible, pero no los conozco”. (Madre, 53 años. E-18)
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 223
El apoyo ha ido transformándose a medida que los hijos crecían e iban, por tanto,
cambiando sus necesidades. Cuando los hijos han sido ya adolescentes, en el
instituto, la labor de los padres ha sido más de apoyo psicológico, comprensión y
ánimo que de ayuda directa en los estudios, que muchas veces les resultaban ya
desconocidos.
“Lo más importante que hemos hecho nosotros es estar detrás. También muchas veces es
ingrato, porque según van pasando los años hay cosas que no te acuerdas, que han
cambiado los conocimientos y tienes que volver a coger... buscas información, buscas
problemas y buscas... Siempre hemos estado ahí”. (Padre, 54 años. E-16)
El apoyo responsable hacia los hijos por parte de los padres no es gratuito ni
esporádico sino que se encuentra acompañado de otras connotaciones. La
primera de ellas, lo veremos a continuación más profusamente, es la de exigir a
cambio una conducta correspondiente al hijo, señalándole claramente cuál es su
obligación en el proceso, de modo que no se encuentre ignorante del papel que
se espera de él. Por otro lado, los padres se muestran activos en todo momento y
escenifican el apoyo a los hijos a través de una alta implicación y dedicación. A
veces, incluso, alguno reconoce que esa ocupación era excesiva y, aunque otras
personas le sugerían que la disminuyera, no podía evitarlo.
“Con los estudios siempre he tenido una lucha. Yo soy muy pesada. Me gusta saber cómo lo
llevan, lo que tienen por delante, estar siempre encima desde muy pequeña. Ahora ya no,
porque estudia unas cosas que a mí... ya me superan. De pequeñas se hicieron un poco
dependientes de mí. Algunos profesores me lo decían: eso no es bueno, tienes que dejarles
que lo hagan solas. Yo lo entiendo, pero si yo no me sentaba ahí y estaba pendiente... ellas
no es que no lo hicieran, pero les gustaba que yo estuviera”. (Madre, 46 años. E-5 )
Dentro del contexto familiar manifiestan que la exigencia hacia los hijos para que
se esmeraran en los estudios se ha visto anclada en la propia responsabilidad que
224 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
han mantenido ellos como padres. Sus hijos han podido observar, desde que eran
muy pequeños, el modo como sus padres se comportaban en el cumplimiento de
sus obligaciones, responsabilidades y trabajos. Dado que estiman que ellos actúan
de un modo consecuente con el papel que desempeñan, esperan que igualmente
sus hijos obren de manera adecuada a la posición que ocupan. Su papel ahora es
el de prepararse y formarse. Igual que ellos intentan cumplir con sus
responsabilidades como padres y trabajadores, se presentan como ejemplo a
seguir por sus hijos y les animan a que se comporten de modo igualmente
responsable en sus estudios. Además, mencionan a otros familiares que han
resultado importantes como apoyo o ejemplo para los hijos: principalmente
primos, abuelos y tíos.
“Yo creo que desde el principio entendió... o porque lo vio en casa o porque nos ha visto
esforzarnos a nosotros... que estudiar no era una cosa discutible o elegible. Ella sabía que
tenía que hacer sus estudios, incluso su carrera... Y no solo lo ha visto en nosotros, sino en
nuestra familia con nuestras sobrinas y mi hermano”. (Madre, 48 años. E-7)
Matizando sobre el contexto familiar como suelo nutricio del buen desarrollo de
sus hijos, varios se presentan como un ejemplo vivo; les plantean su propia
experiencia vital como ilustradora, para que ellos puedan contrastar lo que ocurre
cuando se procede de una o de otra manera y las consecuencias que tienen los
actos. Además, la situación que reflejan los medios de comunicación sirve también
como una fuente de reflexión que permite demandar a los hijos un
comportamiento responsable en sus ocupaciones, que ahora son principalmente
formarse y educarse. Los padres utilizan, como medios para ir generando en los
hijos una actitud de responsabilidad, el diálogo permanente con ellos, la
interpretación de los acontecimientos de actualidad y el aprovechamiento de la
realidad social.
“Es muy consciente de lo que pasa. Estamos cenando, sale el telediario, lo vemos. Han
despedido en tal empresa, crece el paro y... ¿qué ocurre cuando alguien se queda en paro? El
lidiar día a día con la realidad le hace ser consciente del mundo en que vivimos. Ella sabe
que solo preparándose bien podrá tener una calidad de vida como la que ve en casa, como
la que hemos llevado nosotros”. (Madre, 48 años. E-7)
Finalmente, los padres plantean a sus hijos un camino nítido, sin ambigüedades: la
tarea que hay que hacer lo determinan la edad y las circunstancias. La de los
padres es el de ganar el sustento desarrollando un trabajo, normalmente fuera de
casa, y el de los hijos es estudiar. Esta es la forma de trabajar mientras se preparan
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 225
“El trabajo principalmente de ellas es estudiar, ese es su trabajo. Su padre trabaja fuera, yo
también y ellas trabajan estudiando” (Madre, 46 años. E-8). “Son muy trabajadoras y lo
tienen muy claro, o sea, es lo que quieren hacer. Y les damos muchas facilidades, todas
las del mundo, por ejemplo las tareas de la casa las hacemos nosotros, más su madre que
yo, a pesar de que estamos trabajando. A ellas las dejamos para que estudien. Lo
tenemos así planteado”. (Padre, 51 años. E-8)
“En casa no es una opción el renunciar a estudiar o no llevar un trabajo hecho a clase. En casa
desde que eran pequeñitos todos los días tenemos diálogos como ¿qué ha pasado en clase,
qué has hecho, qué te falta...hace falta que te eche una mano? Esas frases son cotidianas, de
rutina. Siempre se pasa revista en multitud de ocasiones” (Madre, 48 años. E-7).
“Hay que trabajar. Siempre se plantean sus estudios como nosotros nuestro trabajo.
Siempre han recibido la sensación de que en casa está mal visto el tener una nota mala o
una nota de los profesores diciendo que algo se ha hecho mal, que se ha dado alguna
contestación, que no ha llevado los deberes...”. (Padre, 47 años. E-7)
Las opiniones de los alumnos refuerzan las expresadas por sus padres y se produce
una amplia coincidencia en los razonamientos y expresiones. La diferencia principal
entre ambos es la referida al papel del profesorado como motor que ha impulsado a
bastantes de estos alumnos a ser mejores estudiantes y personas. Llama la atención
el papel tan relevante que para bastantes alumnos desempeñan sus profesores. Este
es un hecho que los padres dan por supuesto implícitamente, pero que ni siquiera
mencionan. Los padres aluden a la importancia de los profesores numerosas veces a
lo largo de las entrevistas, principalmente cuando se trata sobre las relaciones entre
la familia y la escuela; consideran que la misión del profesorado es muy importante
de cara al aprendizaje y a la maduración de sus hijos. Sin embargo, dando este papel
por supuesto, no aluden a su importancia determinante, como sí lo hacen los hijos,
que, en alguna ocasión excepcional, consideran que la motivación recibida por
parte de los profesores es más fuerte que la recibida de los padres.
226 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
“Pues a mí me han influido muchísimo los profesores, sobre todo del colegio. El haber tenido
un profesor durante varios años que valorara el que estudiaras y ese tipo de cosas,... pues ha
hecho que me gustara... Y, la verdad, no es algo que cueste. Al ver a los profesores disfrutar,
pues te educan y acabas disfrutando también”. (Alumna nº 19. E-10)
“El afán por estudiar lo he sacado de los profesores, creo. Y yo misma. Pensaba que tenía que
estudiar para tener algo que hacer en la vida..., para pagarme la vida. Los profesores en el
instituto me motivaban a estudiar... La familia también, pero no tanto”. (Alumna nº 15. E-1)
Al igual que sus padres, varios alumnos destacan también las cualidades
personales como un factor explicativo de su buen desarrollo. Sin embargo, en
ningún momento opinan que este es una consecuencia casi mecánica de su
inteligencia innata, tal como manifestaban los progenitores; los alumnos no
tienen en cuenta esa circunstancia. Creen, más bien, que las causas de su
idónea evolución como estudiantes han radicado en la motivación y el deseo
de saber. Opinan que el afán por aprender sí juega un papel decisivo, dando
por hecho que el acceso al conocimiento está abierto a todo el mundo,
independientemente de su grado de inteligencia. Es decir, esta se manifiesta
como una consecuencia de la motivación, como si se tratara de un juego en el
que el deseo de participar hiciera posible la superación de los escollos que
inevitablemente conlleva la dificultad del estudio y del aprendizaje.
“Hay ámbitos en los que me cuesta, no soy la más... hábil. Por ejemplo,... con
Matemáticas, con Química. A mí el ámbito científico me cuesta mucho más... Y creo
que la implicación es muy importante. O sea, si tú te preocupas y te esfuerzas, al final lo
consigues. Creo que no depende de la capacidad intelectual, sino más que nada de la
predisposición que tú pones ante el aprendizaje. Si tienes ganas de aprender, puedes
hacerlo y tener éxito en lo que aprendas”. (Alumna nº 12. E-1)
desempeñado por sus padres y se muestran agradecidos por las acciones que
han llevado a cabo en sus primeros años, cuando necesitaban la tutela directa
y la ayuda en los estudios. La implicación de los padres es asumida y valorada
en numerosas ocasiones por los hijos y le dan un protagonismo alto en su
evolución como estudiantes.
“Las personas que más me han influido en los estudios han sido mis padres, los dos.
Más como contraejemplo, se podría decir. Siempre me han dicho que ellos no pudieron
estudiar en su día y mi padre tuvo que estar de trabajo en trabajo hasta encontrar uno
estable, que le permitiera vivir. No quiso estudiar, por eso me dice que yo tengo la
capacidad y la oportunidad para estudiar; me dice que lo haga”. (Alumno nº 17. E-3)
“Para mí (la clave) está en saber la oportunidad que tienes de estudiar, tanto mentalmente
como psicológicamente... Esto es algo que yo he valorado: que yo puedo elegir. Mi padre y mi
abuelo no pudieron. Y la verdad es que estudiar me gusta. Si haces algo que no te gusta, lo
puedes sacar, pero no lo vas a hacer con la misma habilidad y con el mismo gusto”. (Alumna
nº 21. E-2)
Del mismo modo que los padres consideraban que el entorno familiar juega un
papel de extraordinaria importancia como clave y factor del buen desarrollo de los
hijos, estos últimos matizan este mismo tema de un modo peculiar. Para varios, la
sensibilidad hacia el mundo del saber, la cultura, el conocimiento y los estudios se
transmite en la familia; esta es la parte que consideran más efectiva de cara a su
desarrollo como estudiantes. Pero, en su opinión, no solamente se trata de que la
familia transmite un capital cultural sino que educa en unos valores, la ética que
impera en casa, que hacen posible en ellos el deseo de progresar en los estudios y
en el desarrollo de la personalidad. Se trata, de nuevo, de la sintonía entre la
educación y la cultura recibida en casa que ha de ser compatible y afín con las que
se promocionan en los centros escolares.
sea, donde hay gente con carrera y donde no... Creo que ha sido fundamental que estuviese
allí, sobre todo, mi madre”. (Alumno nº 6. E-11)
A diferencia de los padres, los docentes sitúan a la familia como la clave principal,
incluso por encima de la responsabilidad de los propios hijos. Manifiestan su
convicción de que la familia es el medio fundamental de la educación de los hijos y
que la acción de los padres es definitiva para que los alumnos progresen como
estudiantes y como personas. Les conceden un puesto de preeminencia en la
responsabilidad de la educación y consideran que lo que la escuela hace al respecto es
aportar su grano de arena y complementar la educación familiar. Esta es, en definitiva,
la clave que explica la buena marcha escolar y personal de los alumnos. Destacan la
importancia del medio familiar como apoyo y control de la marcha del hijo y
especialmente como soporte de su estabilidad emocional.
“Una buena educación desde pequeños es lo que hace que haya buenos estudiantes y
progresen, que el niño haya recibido muchos “noes” desde pequeño, que le hayan marcado los
límites que tiene que tener el niño.... La educación en el centro... pues es un refuerzo. Yo siempre
digo que los maestros enseñamos, no educamos. Reforzamos la educación de los padres... Eso
lo he visto a lo largo de los veintitantos años que llevo trabajando y los veintitantos sobrinos
que tengo”. (Maestro, 51 años. E-4)
“Para que un chaval vaya bien en la escuela tiene que venir con ganas y contento. Este es un
frente con varias bandas. La familia influye muchísimo. Lo que le pueden exigir al niño tiene
que estar a su alcance. No es muy positivo decirle al niño: pásatelo muy bien en el colegio,
como les dicen a los niños de infantil, ni tampoco decirles: haz caso a la profesora... Lo
interesante es encontrar un equilibrio en el que el niño se dé cuenta de que lo que tiene que
hacer es su obligación, porque necesita formarse”. (Maestra, 55 años. E-6)
“Lo más importante es el valor que dan los padres a la educación... Lo he visto muchas veces.
Casi en el 99% de los casos. Los chicos de familias que conceden valor a la educación tienen
un alto interés por aprender, por querer saber, por hacer los trabajos, por participar... Tienen un
interés enorme en todo, aunque luego no tengan muchas capacidades. Eso es independiente”.
(Maestra, 55 años. E-10)
Los hijos acuden a la escuela con un caudal procedente de su hogar que facilita o
perjudica su evolución como escolares. Si la familia respeta y valora la escuela y si
los padres consideran que la experiencia escolar es positiva para sus hijos, estos
tendrán una segura ocasión de progresar. De igual manera cuando, además de la
existencia de sintonía entre la cultura familiar y la escolar, los padres se interesan
por la educación de sus hijos y se coordinan con los profesores, las posibilidades
de lograr un adecuado desarrollo de los escolares llegan a ser muy altas, por
encima, incluso, de las limitaciones que puedan presentar estos en sus
capacidades. Para ello es preciso que los encuentros entre tutores y padres sean
los que la situación requiera.
Valoran a las familias como un aliado de importancia para la educación de los hijos
y les conceden la primacía en esa responsabilidad. La educación intensa y
profunda que conlleva valores y hábitos de conducta, la buena educación, es la
que se mama en la familia. Varios profesores opinan que lo que ellos y la escuela
en general hacen es aportar su grano de arena, completando la labor de los
padres.
“Yo creo que la escuela es una continuidad de la familia y tenemos que ir los dos a la par.
Realmente donde se educa a un hijo es en la familia. Donde se inculcan los valores y la
230 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
buena educación y buenos hábitos... es en la familia. Normalmente los hijos reflejan lo que
viven en su casa. Yo muchas veces les digo a los niños: yo no sé cómo vivís, pero a través de
vosotros yo sé el orden que hay en vuestra casa... Luego en el colegio aportamos nuestro
granito de arena a formar a esos niños”. (Maestra, 56 años. E-9)
“Hoy en día tenemos el problema de que muchas familias están desestructuradas, lo notamos
muchísimo en el instituto. El niño vive solo con la madre, al padre a lo mejor no lo ve, o al
contrario, se da en menos casos pero también ocurre, que está con el padre y la madre no está
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 231
presente en la familia. Otras veces incluso los dos padres están ausentes y los niños viven con
los abuelos...”. (Profesora, 60 años. E-17)
“Cuando asistes a una evaluación y oyes hablar al tutor se te caen los palos del gallinero,
porque es que... qué difícil es que te hablen de familias que están en condiciones de hacer el
seguimiento correcto de sus hijos, porque los casos que se cuentan son de juzgado de guardia
la mayoría de las veces. Entonces te encuentras con alumnos brillantes que van derechos al
fracaso total por culpa de los padres”. (Profesor, 62 años. E-16)
Por otro lado, los profesores opinan que para llegar a ser un buen alumno no es
preciso disponer de grandes dotes intelectuales. La mayoría de los chicos y chicas
disponen de las necesarias. En esta apreciación coinciden con las opiniones
expresadas por los alumnos, para quienes era más importante la motivación y el
esfuerzo que el disponer de capacidades deslumbrantes.
“He tenido muy buenos alumnos que sus notas han sido justas..., con un cinco o con un seis.
Yo valoro mucho la iniciativa, la creatividad, el que participen en clase, el que creen buen
clima, el que tengan ganas de aprender... Luego los resultados... cada uno llegará hasta donde
pueda llegar, pero, si tiene todas esas cualidades, ese alumno va a seguir avanzando”.
(Profesora, 40 años. E-13).
Por último, los profesores, haciéndose eco de la enorme variedad en las situaciones
familiares de sus alumnos, encuentran que, a veces, no se produce una
correspondencia mecánica entre las circunstancias del hogar y las de su desarrollo,
pues se dan casos en que en un medio familiar complicado surgen estudiantes que
se desarrollan adecuadamente. Los psicólogos destacan la cualidad de la resiliencia
para describir el fenómeno de la existencia de personas que se sobreponen a
entornos áridos y negativos para su desarrollo y consiguen superar las adversidades.
“Se encuentra de todo. Hay padres que sí están preparados por su nivel cultural, que tienen
ciertos valores, pero otros padres que no. Hay veces que aquí se producen auténticos milagros,
que tú dices: no se cómo ha salido este niño de la familia que tiene. Yo di clase a un niño que
232 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
fue premio de la Comunidad de Madrid y su padre había muerto por sobredosis, la madre se
había despreocupado de él y vivía en un piso bajo con la abuela. Fue a Aeronáutica y dices:
esto...¿cómo es posible?”. (Profesora, 40 años. E-13)
Finaliza aquí la exposición de los resultados referidos a las claves explicativas del
buen desarrollo educativo de los alumnos. En ella queda constancia de la
complejidad que rodea al logro del éxito educativo por el numeroso grupo de
factores que entran en juego. Destacan entre ellos los referidos a las características
personales que conforman a cada estudiante. La automotivación, el interés, la
curiosidad, el inconformismo y la capacidad de resistencia ante las dificultades
resultan ser los ingredientes más mencionados. Junto a ellos se encuentran los
influjos recibidos del entorno familiar entre los que cuentan especialmente los
apoyos desplegados por los progenitores.
10.2.1. En el hogar
El primer ámbito de actuación será el del hogar familiar. Voy a tratar de dar cuenta
del entramado de apoyo parental y del tipo de ayudas desplegado para propiciar
el adecuado progreso formativo de los hijos. Lo primero que llama la atención es
que los padres muestran un abanico muy variado de ayudas proporcionadas a los
hijos enfocado a la formación y al estudio. Se hace patente aquí el principio propio
de las organizaciones sistémicas denominado equifinalidad, que, en esencia,
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 233
Cuando comienzan a relatar las actuaciones que han llevado a cabo para ayudar a
que los hijos se orientaran en esa dirección, los comportamientos son diversos. En
algunas familias, los padres manifiestan que una de las primeras decisiones que se
plantearon en el momento de tener a sus hijos fue que la madre se dedicara a su
cuidado directo en sus primeros años de vida. Para conseguirlo, varias madres que
trabajaban dejaron su empleo durante unos años.
“Decidimos que me tomara un par de años sabáticos para atenderla. Siempre hay que
tomar en cuenta el tema económico. Lo hablé con mi marido: ¿podemos disponer de dinero
con tu trabajo? A partir de tenerla, lo primero y fundamental era la niña como persona y su
educación”. (Madre, 56 años. E-6)
“Yo me fui a estudiar inglés cuando ella empezó la Primaria, para poderla ayudar. Ha
habido mucha ocasión de contacto: los primeros años, aprendiendo a leer todos los días, a
234 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
“Quien se sentaba con la niña..., vamos a hacer los deberes, vamos a estudiar
matemáticas... una hora y otra hora era yo. La que más se ha involucrado, a lo mejor
porque es niña y los problemas que tenía como niña...”. (Madre, 56 años. E-6)
“En Primaria, como las tres iban a la misma clase, teníamos la costumbre de hacer los
deberes por la tarde. En el comedor yo ponía una pizarra y hacíamos los deberes de lectura y
de cálculo. Era yo la que me encargaba de los estudios y de los deberes”. (Madre, 46 años. E-
8)
Se plantean que sus hijos asuman como propios sus deberes como estudiantes y
les brindan las ayudas que precisen, pero a demanda, es decir, cuando resulten
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 235
necesarias. Defienden estos padres que es más educativo para sus hijos que se
enfrenten ellos a sus problemas, que intenten resolverlos y, si no pueden hacerlos
solos, pidan ayuda. Estaban atentos a las necesidades y carencias que presentaban
sus hijos y se proponían reforzar sus puntos débiles, bien se tratara de habilidades
de lectura o de conocimientos de cualquier otra índole. Para ello buscaban los
huecos horarios que hiciera falta por las tarde o incluso en los fines de semana.
“Ha pedido poca ayuda. Yo le decía: cuando no sepas algo, me lo preguntas, porque a mí
me gustaba que ella desarrollara. A lo mejor, si acaso, lo que yo hacía era repasarlo un poco
y le decía: pues, mira, esto tienes que revisarlo. Deberías haber mirado esto... Es como se
aprende mejor, porque si tú le haces los deberes..., pues eso no tiene mérito y luego se
acostumbran a ello y no aprenden”. (Padre, 54 años. E-14)
“Ellas han sabido siempre que nos podían contar todo. En mi época era distinto,
siempre procurabas ocultar. Hacías cosas que, si tu padre o tu madre no se enteraban,
mejor. Mis hijas han sabido que nos pueden contar todo, que si hay algún problema,
que si tuvo una vez un parte, que si una asignatura no va bien y dice que va a
suspender... pues, nada, vamos a verlo por qué has suspendido y cómo podemos
solucionar esto”. (Padre, 52 años. E-13)
Los padres y madres que buscan que su hijo se responsabilice de sus tareas y
que se enfrente a ellas justifican el gran valor educativo que comporta esta
236 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
Para los alumnos, de una forma paralela y mimética a lo manifestado por los padres,
aparecen también esos dos modelos de actuación. En primer lugar, la de aquellas
familias en las que las labores y tareas de aprendizaje eran realizadas conjuntamente
por los padres y los hijos. Se mencionan, principalmente, las madres y en ello hay
coincidencia con la versión emitida por los progenitores. Se trataba de una rutina, un
hábito cotidiano de relación directa e implicación de algunas madres colaborando
con sus criaturas. Los padres se mantienen en un segundo plano, aunque en
algunos casos se recurre a ellos puntualmente, en función de sus conocimientos.
“A mí sí que me ayudaban. Mi madre, sobre todo. Que se ponía conmigo eso es seguro, sé que
me mandaba hacer los cuadernillos esos de Rubio, de Casals... Ella con mis deberes me decía:
si no estás haciéndolos, ponte a estudiar”. (Alumno nº 6. E-11)
“Mis padres no han estado detrás diciéndome: venga, que tienes que hacer los deberes, no. Yo
sabía cuándo tenía que hacerlos y ellos no sabían si yo tenía deberes o no. Era mi trabajo, ellos
no estaban pendientes de si los tenía. Eso sí, si yo tenía alguna duda, dejaban lo que estuvieran
haciendo para atenderme”. (Alumna nº 10. E-7)
“Yo creo que mi madre en mis primeros aprendizajes no estaba muy encima de mí. Sabían que
yo tenía mis responsabilidades... A lo mejor me preguntaban qué estaba haciendo, pero
nunca hacían de un segundo profesor en mi casa para ayudarme... Alguna duda o alguna
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 237
pregunta, sí, pero no como esos padres que se ponen todos los días y les ponen ejercicios
adicionales. En algunas familias eso ocurre y conmigo no, en ninguna etapa, la verdad”.
(Alumna nº 3. E-11)
“Cuando nuestros padres no sabían algo para ayudarnos, siempre lo han buscado a su
manera: o bien ellos han cogido un libro y se han puesto a buscarlo o preguntaban y
luego nos lo explicaban. No ha sido necesario ir a academias ni a clases particulares. Solo
a academias de inglés, pero es que nosotras queríamos”. (Alumna nº 8. E-9)
Las ayudas requeridas por los hijos y prestadas por los padres son difíciles de
identificar, clasificar y catalogar, pues a veces solo se trata de respuestas a
necesidades de tipo psicológico y emocional, incluso de carácter teatral, como
es aquella en que un hijo, cuando quiere comprobar su grado de dominio de
una materia, ejercicio o examen, reclama a la madre que le escuche la exposición
y con eso le basta.
“Hoy por hoy todavía le coge su madre...y aunque le suene a chino... Es que yo pienso que le
hace reafirmarse... La cuestión es que en la universidad tiene que exponer trabajos, estar de
cara a los demás” (Padre, 50 años. E-22). “Yo estaba en casa, estaba mala con la
“quimio”(quimioterapia) y ya estaba preguntándole la lección. Yo a mi hijo no le he
enseñado nada, ni a leer...”. (Madre, 55 años. E-22)
Los padres manifiestan que existe un tipo de ayudas de gran valor emocional para
sus hijos. Se trata de las atenciones, preocupaciones y complicidades frente a las
dificultades que encuentran en los estudios. En la adolescencia, el apoyo, la
comprensión y la ayuda para organizar su tiempo es crucial, porque, si no, el
estudiante flaquea. Del mismo modo, cuando aparecen desajustes, pequeños
fracasos y calificaciones negativas, las palabras solidarias y de ánimo de los padres
resultan un apoyo importante. Mostrar interés por los estudios de los hijos, por si
se encuentran cansados o preocupados por algún motivo, escucharles y ayudar a
destensar situaciones enquistadas es otra modalidad de aportación de estos
padres.
Reforzando este mismo parecer, algunos alumnos mencionan que este tipo de
ayudas que recibían y que no tenían que ver directamente con los estudios les
hacían mucho bien; eran las palabras de ánimo para conseguir lo que se
proponían y de impulso para que no se conformaran con lo mínimo sino que
aspiraran siempre a más; eran también palabras de comprensión cuando se
producían altibajos. En el recuerdo de algún alumno, sus padres actuaban
interesándose por sus preocupaciones, con paciencia, y destaca también como un
aspecto positivo que nunca le forzaron para que hiciese algo que no quería,
siempre respetaron su libertad.
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 239
“Que si saco malas notas, tampoco me castigaban. No nos daban regalos, o sea, que si
sacas un diez, te doy no sé qué; pero tampoco si sacabas un seis o sacabas un cuatro,
tampoco... Era como que tú hacías lo que podías. Si querías ayuda, podías pedirla. Como
que te daban libertad para que sepas que lo estás haciendo porque quieres”. (Alumna nº 19.
E-10)
Como demostración de que las vías de ayuda de los progenitores hacia sus hijos
en su proceso de desarrollo como estudiantes y como personas son muy variadas,
algunos alumnos manifiestan que no son las ayudas directas las más apreciadas ni
las más importantes. Algunos recuerdan con mayor reconocimiento la convivencia
diaria, los paseos, las estancias vacacionales y las visitas a lugares de importancia
cultural. Ahora se dan cuenta del valor de todas esas experiencias compartidas con
los padres que, de algún modo, suponen un activo que pueden trasladar a sus
tareas estudiantiles. Estimular la imaginación y pasar experiencias juntos es, a juicio
de algún alumno, una formidable herencia que ha recibido de sus padres, que le
ha llevado a tener interés por conocer más y por aumentar las ganas de estudiar.
“Yo agradezco mucho a mis padres que me hayan llevado a viajar y hayamos pasado
muchos fines de semana en el campo o visitando lugares de España... más que yendo a
centros comerciales... Por ejemplo, cuando hablaban en Sociales, en Geografía, en 2º de
Bachiller de un montón de sitios, yo es que había estado en todos ellos. Me era mucho más
fácil imaginar y meterme en materia. Hemos ido a teatros, a museos, aunque no todos los
fines de semana. No sé... cosas así... y eso se lo tengo que agradecer a mis padres”. (Alumno
nº 6. E-11)
“Cuando tienes menos edad, tienes tendencia a dejar pasar el tiempo, entretenerte en
cualquier cosa, por eso es muy importante que los padres te vayan encauzando y el hábito
llega una vez que..., ya es que tú misma te das cuenta y dices: si tengo que preparar este
examen, tengo que ponerme desde ya... Era mi madre la que pasaba más tiempo conmigo
y me encauzaba”. (Alumna nº 2. E-8)
“Mi madre en el momento en que yo estaba un poco despistada en las decisiones que tenía
que tomar... Yo decía: pues voy a ir a por lo que más fácil vea... Ella me dijo: no te quiero
influir mucho, pero yo que tú iría por Ciencias, que yo sé que lo tuyo está por ahí... Y a lo
mejor si no me hubiese indicado, yo no me habría dado cuenta de mi vocación y hubiese
cogido otra cosa. Ahí también mi madre me ha conducido”. (Alumna nº 3. E-11)
“A mí, en 4º de la ESO, cuando ya teníamos que decidir por qué rama queríamos ir, si por
letras o por ciencias, yo tenía muy claro que quería ciencias, pero también tenía claro que
mis padres... en el ámbito de las Matemáticas, de la Física y de la Química... no iba a
poder tener una ayuda de ellos, como hubiera podido tenerlas en otras materias y aún
así, como era lo que yo quería, no me pusieron ningún impedimento. Escogí esa opción y
me vi con algunos problemas, necesitaba más apoyo, por ejemplo en Matemáticas, y
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 241
entonces recurrí al profesor particular para recibir algunas explicaciones... Con el profesor
particular era fácil entenderlas”. (Alumna nº 9. E-7)
Los profesores opinan también que la adolescencia es una etapa en la que los
padres han de estar más presentes en la vida de sus hijos. Este largo periodo, que
en su fase más virulenta se asimila a los años de estudio de la ESO, es señalado
por los profesores como la etapa más deficitaria en la presencia de los padres.
Consideran que es posible que en los progenitores aparezca ya el cansancio;
que, al ver a sus hijos ya tan mayores y cursando unos estudios que la mayoría de
sus padres ni siquiera hicieron, estos opten por no esforzarse más. Pero, señalan
algunos docentes, esta es la etapa en la que, aunque sea de otro modo, es
crucial que los padres se encuentren presentes comunicándose con sus hijos,
dialogando, buscando estrategias y recursos para la superación de los problemas
que van surgiendo en su convivencia y en su desarrollo como estudiantes y
personas.
Algunas de las fórmulas que varios profesores sugieren para aplicar en este periodo
contradictorio y cambiante de la adolescencia son interesarse por los hijos, procurar
una comunicación a la que los adolescentes se muestran cada vez más esquivos si la
convivencia no está suficientemente fundamentada, motivarles sin discursos
altisonantes para que se esfuercen en su mejora personal y hacerles saber las
preocupaciones parentales y el ofrecimiento de ayuda incondicional.
“Yo creo que los padres se pueden ver desbordados a esta edad, porque... han acompañado
los deberes de los hijos hasta hoy y ya no pueden... ni deben, que es lo importante. Como yo les
digo a los padres de mis alumnos: no, tu deber es una mesa, una silla, unos medios para que
puedan estudiar, que puedan... y ese ojo que antes lo aplicabas a sus tareas, ese ojo ahora
tiene que estar por encima... Ahora se le pueden dar ayudas puntuales, detectar donde está el
problema y poner unas clases particulares temporalmente...”. (Profesor, 60 años. E-15)
“Me parecería muy importante que los padres, desde que los niños son muy pequeños, pero
también en el instituto, sigan sentándose con ellos, estando con ellos día a día, porque
muchas veces ocurre que oyes a los padres que sermonean a los hijos: porque yo a este
siempre le digo que lo que haga es para él, para su futuro y que se tiene que esforzar... pero eso
son como discursos que no les llegan. Esos padres yo no sé si todos los días se sientan con sus
hijos y les preguntan: hoy, ¿qué habéis hecho en clase? O vamos a ver los libros”. (Profesora, 60
años. E-17)
Nada es gratuito, todo cuesta esfuerzo. De acuerdo con las opiniones de algunos
docentes, las formas de ayudar a un adolescente son múltiples y, aunque los padres
242 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
“Creo que hay cierta dejadez y entiendo que es muy agobiante encima tener que continuar:
bueno, a ver qué es lo que no te sabes... te ayudo, te puedo preguntar aunque yo no pueda
formarte. Claro,... ayudarle a buscar soluciones... Hay muchas formas de ayudar a un hijo:
ayudarle a organizar el tiempo o el poquito de control que necesitan: pero bueno, esto ¿lo has
hecho? ¿y esto no te ha dado tiempo? Bueno, pues sabes que mañana es lo primero... Eso
poquito. Yo de Lengua estoy muy pez y sin embargo ayudo a mi hija”. (Profesora, 44 años. E-
14)
“Cuando hay buenas notas una palabra de felicitación hace mucho, por parte de los
profesores y de los padres también. Se nos olvida hacer algún elogio y eso les motiva mucho a
los niños. Los padres también tienen que tenerlo en cuenta. No solamente decirles que es su
obligación, sino una palabra de ánimo: muy bien, hijo. Es una forma de valorar su trabajo y yo
creo que se motivan mucho más”. (Maestro, 51 años. E-4)
Para poder prestar ayudas en los estudios a sus hijos estos padres no han
escatimado esfuerzos. En algunas ocasiones para ellos ha supuesto el reto de
refrescar conocimientos que tenían escondidos ya en el olvido; en otras ha sido
necesario un trabajo de reelaboración de saberes, con el agravante de que los
términos y conceptos con que se explican los diversos fenómenos han cambiado y
en la actualidad ni siquiera el vocablo con que se identifican es igual que cuando
estos padres realizaron sus estudios.
Sin embargo, declaran que han estado cercanos a los hijos y les han ayudado hasta
donde ha sido posible. Varios manifiestan que estuvieron al tanto de sus dificultades
y progresos ofreciendo ayudas a sus hijos al principio de su escolaridad, pero que, a
medida que fueron pasando por Primaria y especialmente al llegar a la ESO, ya las
materias y los contenidos estudiados no les permitían poder echarles una mano y
explicarles, salvo casos puntuales de padres que, asimismo, los habían estudiado. La
mayor parte de ellos declara haber ayudado mientras ha podido, señalando los
primeros años del instituto como la frontera a partir de la cual dejaron sus hijos de
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 243
“La hemos apoyado y la hemos ayudado siempre que lo ha pedido. La ayudamos todo lo que
podemos. El problema se plantea con los cambios que ha habido en los conocimientos y en la
enseñanza. La Educación ha cambiado mucho, por ejemplo, en la asignatura de Lengua,...
porque: que si esto es un complemento del predicado... Hay un salto generacional de cómo
estudiamos nosotros de pequeños a cómo se estudia ahora”. (Padre, 53 años. E-1)
“Mi padre me ha podido dar pocas ayudas directas, si acaso en lo que le gusta hacer, como
por ejemplo dibujar. En plástica sí me ha ayudado. Pero sí ha intentado ayudarme a decidir
o cuando llegaba alguna mala nota, en lugar de ponerse como una fiera, me decía: bueno,
a la siguiente intenta mejorar. Mi madre tampoco me ha podido ayudar con los estudios.
Pero, si yo llegaba con un problema de clase, ella me escuchaba,... se paraba a hablarlo
conmigo y a enterarse de qué había pasado”. (Alumno nº 17. E-3)
Al igual que rememoran los padres, en la opinión de los hijos también había un
momento en que ya no podían ser ayudados de una forma directa en sus estudios.
Era una fecha variable en función de la preparación y de la formación alcanzada por
los progenitores, pero, en general, coincidía con la llegada a los primeros años del
instituto. A partir de ahí, las estrategias de ayuda habrían de variar. Ya todos eran
conscientes de que deberían dejar de estudiar juntos padres e hijos. Cuando llegaba
esa situación, aparecían como solución las clases particulares y las academias de
enseñanza. Ya los padres mencionaban estos dos recursos externos a la familia y es
de suponer que se hicieran con su consentimiento y aceptación, dado que ambas
actividades necesitan ser costeadas.
“Yo recuerdo que al entrar al instituto, el primer año sí que nos pudo ayudar nuestra madre,
pero, por ejemplo, en Matemáticas ya en 2º de la ESO nos dijo: lo siento, chicas, pero yo
tampoco me entero de las cosas. A partir de ese momento ya dejamos de estudiar juntas”.
(Alumna nº 18. E-10)
Así que van entrando en escena las ayudas externas a la familia. Cuando surgen
necesidades de estudio que no pueden ser satisfechas en el seno del hogar, los
padres facilitan a sus hijos otros recursos. Una situación bastante común es la que se
produce cuando los alumnos poseen determinadas lagunas de conocimiento en
algunas materias y los padres, por su falta de preparación, no pueden satisfacer sus
demandas. Los más socorridos son, por este orden, las clases particulares, en las que
una persona entendida en una materia presta una ayuda puntual al estudiante y,
244 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
después, las academias de enseñanza, que son instituciones privadas en las que se
suelen matricular los hijos para recibir refuerzos o explicaciones complementarias a
las cursadas en el ámbito escolar. Las materias de carácter científico o matemático,
así como las de idiomas, son las más solicitadas usualmente. Muchos de estos
alumnos han acudido a academias para perfeccionar el Inglés. La asignatura de
Matemáticas es muy citada en las manifestaciones de los padres, como una fuente
de conflicto y de necesidad de ayuda por parte de los hijos.
Otra forma de ayuda asiduamente reflejada se refiere a que, en el hogar, los padres
valoran todo lo que tiene que ver con los aprendizajes escolares, especialmente lo
referido a lectura y comprensión de lo leído. Bastantes manifiestan, se mencionó en
el anterior apartado, que, cuando sus hijos han sido pequeños, han dedicado
muchos ratos a la narración oral y escrita, les han contado muchas historias y
cuentos y la presencia de los libros ha sido frecuente en forma de regalos y de
estímulo. El resultado posterior ha sido bastante desigual, porque en el grupo de
alumnos participante en esta investigación hay una gradación de afición desde los
que muestran pasión por la lectura y están siempre con un libro en la mano hasta
otros que se han conformado con leer lo que en el instituto le encargaban sus
profesores y para quienes la lectura de libros no se encuentra entre sus aficiones
predilectas.
“Los cuentos a mí me han encantado siempre. Todas las noches había que leer un cuento,
pero no sentada..., en la cama; primero una, luego la otra o las tres. O su padre con una y yo
con la otra. Contarles historias o cantarles canciones... Las dos escriben muy bien, se
expresan muy bien escribiendo y siguen escribiendo...”. (Madre, 50 años. E-10)
préstamo quincenal de libros o las recomendaciones que los padres hacen a sus
hijos para canalizar sus gustos y preferencias.
“Desde pequeñitas les gustaba mucho leer. Con su abuelo sobre todo, cada una a su lado.
Mi padre y yo éramos lectores ávidos de todo lo que caía en nuestras manos. En casa
siempre nos han visto leyendo. Lo han visto como una cosa muy natural. Ellas tienen todos
los libros que han querido. A mí no me cuesta nada gastar 20 euros en un libro... A las
colecciones infantiles yo no sé la cantidad de vueltas que les habrán dado. Siempre las
hemos animado a leer”. (Padre, 52 años. E-13)
“Mi tía. Es que... no la conocí... pero es que me ha sorprendido mucho y me causa cierta
intriga... y pienso en ella muchas veces, cuando tengo dificultades. Ella nació en la familia de
mi padre. Es un grupo muy familiar, con mucha capacidad de conjunto y de amor en la
familia, pero es verdad que los estudios no se valoran tanto. Sin embargo, ella sacó Biología
brillante y se dedicó a los estudios. Ella murió cuando yo tenía 3 años o por ahí”. (Alumno nº 6.
E-11)
“Nos han ayudado nuestros abuelos y nuestros tíos. Al padre de mi padre le encantaba leer y
siempre estaba por ahí como un ratoncillo de biblioteca y siempre nos decía: leed... Y nos
enseñaba de todo y nos decía que teníamos que aprender de todo, que no nos quedáramos
quietas. Y mi tío, con los idiomas. Mi tío es hermano de mi madre y ha estudiado una carrera y
nos decía: tenéis que coger el hábito, porque luego os será mucho más fácil”. (Alumna nº 7. E-
9)
Por último, los progenitores mencionan unas actuaciones de estímulo y apoyo que
han realizado enfocadas al logro de unos hijos inquietos, interesados y curiosos por
conocer y desplegar sus capacidades; han sido actividades complementarias que
246 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
“Son muchas horas de tirarse al suelo y jugar. Yo he jugado mucho, a pintar con cartulinas, a
jugar al ajedrez, a recortar...”. (Padre, 56 años. E-20)
“Hemos jugado mucho en el coche: a los personajes, al veo-veo, a las palabras encadenadas...
Solíamos ir a Asturias de camping. Por lo menos hemos ido dieciocho años”. (Padre, 50 años.
E-22)
Los hijos abundan en otra idea no mencionada expresamente por los padres. Es la
que se refiere a las indicaciones que estos les daban respecto a las actitudes que
debían tener hacia los estudios. Los mensajes que recibían de sus padres eran
valoraciones positivas del esfuerzo y de la responsabilidad. Ahora, con el paso de los
años, algunos reconocen la importancia que han tenido esos valores en su progreso
como estudiantes. El esfuerzo, el tesón, la constancia y la responsabilidad son, a su
vez, compatibles con el fomento de la autonomía y de la libertad de elección por
parte de los hijos; su valoración como persona en su integridad, por encima de sus
resultados en los estudios, aparece también como una cualidad positiva.
“En general la forma en que nos han criado nuestros padres ha sido confiando en nosotras,
o sea, sabiendo que hay unas reglas y todo, pero que teníamos un campo donde
movernos... Incluso ahora, si ha pasado algo en clase, tengo confianza para hablar con
ellos. Yo nunca he sentido como que me han forzado en una dirección, pero también sé que
no estarían contentos, por ejemplo, si de repente empezara a fallar todo. Pero no en el
sentido de que: ah!, está fallando... sino en el de que me pasase algo. Se preocuparían por
mí y, como tengo tan claro que yo valgo más que las notas que saque, porque se preocupan
de mí como persona...”. (Alumna nº 10. E-7)
diferentes de entender la labor parental de ayuda: por una parte se encuentran los
padres que se implican directamente y colaboran de una forma estrecha y directa
con sus hijos en la realización de sus ejercicios y deberes escolares. Por otra están los
padres que, prestándose a dar la ayuda que en cada momento requieren sus hijos,
sin embargo pretenden inculcar en ellos la actitud de responsabilidad ante sus
tareas y obligaciones como estudiantes, de modo que les incitan a intentar que las
hagan ellos por su cuenta.
En este sentido, las manifestaciones que expresan los alumnos se parecen en mucho
a las que realizan los padres, apareciendo un cierto mimetismo y, cuando se trata de
los integrantes de una misma familia, las opiniones son tan coincidentes que
parecen dos versiones de un mismo caso. Los hijos constatan y remarcan los dos
modelos de atención que los progenitores han mantenido con ellos respecto a los
estudios.
Muchos profesores, al hablar de las acciones que los padres realizan en el hogar
para propiciar el desarrollo y la buena educación de los hijos, expresan una visión
negativa sobre las condiciones que, en su opinión, rodean actualmente la vida en
muchos hogares. Con tonos muy alarmistas exponen las disfunciones que, para
ese objetivo, tienen dos fenómenos muy en boga: por un lado, las nuevas reglas
de las relaciones laborales, en las que muchas veces no se puede tener una
adecuada conciliación entre la vida familiar y la laboral; por otro, el desorden en
muchas familias en la actualidad ocasionado por las separaciones de pareja y
nuevas formas de convivencia familiar en las que no impera el principio de la
prioridad de dedicación a los hijos.
Consideran que hoy día muchos padres han perdido la referencia de asumir a los
hijos como el principal deber y responsabilidad, dado que otras numerosas
obligaciones y ocupaciones han venido a reclamar su tiempo y dedicación.
Destacan que es durante la adolescencia de los hijos la época en la que los
progenitores se muestran más remisos a intervenir.
248 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
“Hay circunstancias... porque trabajan los dos, porque tienen horarios que los chicos a veces
están solos, que hay familias en donde hay mucha angustia por la situación económica,
que si viene algún problema ya te puede desbordar y hay otras cosas más prioritarias que
los problemas que plantean los hijos y su educación. Y hay muchos tipos de familias... Ya
tengo bastantes problemas, que no llegamos a fin de mes”. (Profesora, 58 años. E-11)
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 249
“Yo creo que lo difícil en la sociedad en que vivimos es pedirles también esfuerzos a los padres.
Para algunos es un esfuerzo muy grande, cuando el padre está trabajando de sol a sol y llega a
las nueve de la noche... pues ni hay ganas ni apetece el ponerte a... voy a ver qué ha hecho mi
hijo, voy a meterme en su vida. El chaval ya es huraño de por sí a esa edad y los hay muy
cerrados... Yo creo que ellos entienden que sí, que les gustaría... pero el cuerpo humano no da
para más”. (Profesora, 44 años. E-14)
El segundo eje articulador de las opiniones del profesorado en este tema se refiere a
los cambios producidos en las familias en el momento actual y en nuestro país; los
distintos tipos de familia imperantes hoy día y su repercusión en la convivencia en el
seno del hogar causan, a juicio de varios profesores, efectos nocivos en el desarrollo
de los hijos, principalmente en el ámbito emocional. Aparecen las nuevas
denominaciones de familia: monoparental, de padres separados, de parejas
reconstituidas, de convivencia a distancia, de nueva creación, etc. y las implicaciones
que ellas tienen en la vida de las personas que las integran. Para algunos docentes, la
variabilidad de las familias en la actualidad es un factor que distorsiona mucho su
labor y, según afirman, lo notan muchísimo en el ámbito escolar.
“En los años 90 en toda la clase había un niño que decía que estaba con el novio de la madre,
pero era un niño. Desde hace diez años es muy usual que en una clase de 25 te encuentres unos 7
u 8 que, por un aspecto o por otro, se encuentran en una familia desestructurada: es que esta
semana he estado con mi padre y en casa de mi padre me he dejado la cartera, me he dejado el
libro y ahora... estoy con mi madre y me deja... Luego tú le exiges al niño: tienes que coger tu
cartera,... pero es muy difícil para el niño asumir esas responsabilidades. Al niño no se le puede
exigir que sea ordenado, cuando lo que le rodea no lo está”. (Maestra, 55 años. E-6)
Los docentes aseguran que cuando hablan sobre las nuevas modalidades de familia y
sus repercusiones sobre la educación de los alumnos no exageran ni se inventan nada,
sino que lo ven palpablemente en las aulas y en sus alumnos. Reconocen que las
dificultades de relación en las familias se traducen también en dificultad de manejo de
las relaciones entre profesor y alumnos.
“El año pasado salió el tema de los padres separados y pregunté a los alumnos: ¿cuántos de
vuestros padres están separados? De veinticuatro alumnos que había en clase, dieciocho
levantaron su mano. Era un 1º de la ESO y había dieciocho padres separados. ¿Quiénes sufrían
esa circunstancia? Algunos alumnos con dificultades lo superan, pero muchos quedan tocados
emocionalmente y el sentido emocional influye mucho en los estudiantes... Los padres cuando
250 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
inician un proceso de separación deberían cuidar de que sus hijos siguieran siendo una
prioridad...”. (Profesor, 60 años. E-15)
“Las últimas generaciones de alumnos tienen un descoloque emocional importante, porque sus
rutinas, sus previsiones de con quién voy a estar hoy las tienen perdidas. Muchas estructuras
familiares están rotas, muy desorganizadas. En las familias, al trabajar el padre y la madre, no
hay una rutina, no hay una organización que le permita al niño prever: hoy es lunes, toca esto,
voy a hacer esto... Los niños están inestables porque su estructura y organización familiar se
están improvisando continuamente..., no saben para dónde tirar, se vuelven tiranos”. (Maestra,
55 años. E-6)
Así pues, finalizo este apartado dejando constancia de la diferencia de los discursos
efectuados por un lado por los integrantes de las familias y, por otro, por el
profesorado, anotando que ambos planteamientos resultan divergentes y no se
encuentran ceñidos a la misma situación explorada.
Esta exposición la voy a concretar en dos grandes núcleos: por una parte, el
referido a las relaciones mantenidas con el profesorado y, por otra, las que
tienen que ver con la AMPA, que es una institución de participación de los
padres en los centros y se encuentra gestionada plenamente por ellos y sus
representantes.
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 251
“El aprendizaje fue rodado en los primeros años. La profesora era una persona cariñosa y
quería mucho a los niños. Yo iba al colegio, participaba en los disfraces, les hacía tartas
de cumpleaños, les contaba cuentos, les hacía teatro... Los padres nos implicábamos. Las
profesoras te daban margen de participación. El trato con las profesoras era muy bueno”.
(Madre, 50 años. E-10)
Incluso las maestras solicitaban la colaboración de los padres para gestionar una
especie de cooperativa comunitaria de materiales de aula, a la que se contribuía
con una cantidad de dinero estipulada para la adquisición de los objetos que los
niños fueran necesitando a lo largo del curso. Algunos padres y madres se
responsabilizaban de llevar la contabilidad y hacer las compras que les fueran
solicitando las maestras.
“En Infantil participé mucho con las profesoras. Les dije que yo, sin pertenecer al AMPA ni
nada, estaba dispuesta para lo que necesitaran. Con otras dos madres nos encargamos
de comprar todo lo que nos pedían, en comunidad, para que todos llevaran lo mismo y
no fuera eso de que: es que me he olvidado o el mío tiene un elefante y es muy bonito”.
(Madre, 56 años. E-6)
“Mi padre tiene mucha relación con los profesores, tanto en el colegio como en el instituto,
como está en el consejo escolar y en la AMPA..., siempre ha tenido relación con ellos”.
(Alumna nº 4. E-8)
Para el profesorado, de una forma muy similar y mimética que para los padres, es
claro que llevan a cabo más contactos y son más intensos y frecuentes en los
colegios que en el instituto. En los colegios públicos se escolarizan los niños en la
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 253
etapa Infantil de 3 a 6 años. A la edad de 3 años muchos niños y niñas aún no han
alcanzado madurez suficiente para ser autónomos en la satisfacción de sus
necesidades y son todavía muy dependientes de los adultos en sus cuidados y su
higiene. Quizá por ello, los padres acuden diariamente a comunicarse con las
maestras, aunque solo sea en los minutos iniciales del comienzo y del final de la
jornada escolar. La indefensión de los niños, cuyo escaso desarrollo del lenguaje
todavía no les permite expresarse con soltura, así como el paso del acostumbrado
mundo hogareño al novedoso y desconocido de la relación con otros adultos y
otros niños, hace que los progenitores busquen el trato directo con los
profesionales que se encuentran al frente de las aulas de Infantil, con el fin de
facilitar el tránsito.
“Tengo muchas, muchas relaciones sobre todo en los primeros cursos..., a los 3 años es casi
diaria. Yo procuro citarles a casi todos a lo largo del año, pero ellos acuden diariamente. A
los 3 años los padres están más preocupados por los cuidados del niño, de la higiene, de la
comida..., físicamente, digamos; pero, a medida que van cumpliendo años, el interés suyo
cambia completamente, están más interesados por los contenidos de aprendizaje, por lo
que va a ser el futuro, la Primaria sobre todo”. (Maestra, 55 años. E-3)
“Siempre hay más demanda de relación cuando los niños son más pequeños, hay más
necesidad por parte de los padres de conocer su evolución que cuando son un poco más
mayores. Cuando son más pequeños les cuesta más trabajo expresar lo que les ha pasado y
las propias familias necesitan entonces más trato directo...”. (Maestra, 55 años. E-6)
De acuerdo con la ya reflejada teoría que defiende que las familias sufren una
evolución que camina en paralelo a la edad de los hijos, afrontando las etapas de la
infancia, la niñez, la adolescencia y la juventud, los profesores se hacen eco del
hecho de que los padres de los alumnos de la etapa Infantil suelen acudir a consultar
las dudas y los temores que les asaltan ante las nuevas experiencias y necesidades
que muestran sus hijos. Los progenitores se encuentran en una fase, al igual que sus
retoños, de acusado sentimiento de vulnerabilidad.
“En Infantil hay una relación de mucho apego; para ellos nosotras, además de ser las “profes”,
somos como las “mamis” también. Yo creo que,... eso, confían en dejarnos a sus hijos y en que
254 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
ejerzamos de mamás en el colegio, porque realmente a veces coges a los niños con dos años y
pico. A los niños yo les voy poniendo en la agenda: reforzar en casa... yo qué sé, los verbos,
reforzar las sumas con llevadas... Sí que te llegan a pedir ayudas. Nos preguntan: ¿le puedo
comprar un cuadernillo para que trabaje en casa o qué le puedo comprar?”. (Maestra, 51
años. E-7)
Esa misma tónica de accesibilidad y facilidad de trato con los tutores se mantenía en
el largo periodo de la Educación Primaria. Los padres manifiestan mucha confianza
en la labor del profesorado, a los que ven como continuadores de las tareas
educativas que se realizan en la familia. Un hecho a resaltar en la Educación Primaria
es la identificación del rol de profesor con la del tutor. Los padres hablan
indistintamente de ambos roles. El profesor tutor, que compartía con el alumno la
mayor parte del tiempo escolar, dado que solía impartir un conjunto amplio de
materias, era una referencia evidente para los padres; en él podían depositar su
confianza y atribuirle la responsabilidad de la marcha escolar del hijo. Los canales de
relación y de comunicación eran, a juicio de los padres, fácilmente identificables.
“En Primaria tuvieron un profesor que les daba la mayoría de las asignaturas y muy bien. Era
muy majo. Les enseñaba muy bien. La verdad es que a mí nunca me llamaban, pero a mí me
gustaba ir cada tres meses a verle. Yo pedía cita para hablar con él”. (Madre, 46 años. E-8)
“Ella estaba acostumbrada a un colegio muy tranquilo, no hay conflictos. Los profesores del
colegio son para los niños algo muy cercano, más cariñosos. Tu profesor es como tu padre o
tu madre, como que te protegen”. (Madre, 48 años. E-17)
De acuerdo con las exposiciones que los profesores realizan en las entrevistas, los
padres acuden a hablar con ellos a menudo en Primaria. Acuden, cuando quieren
comentar algún cambio en sus hijos o cuando se ven sin recursos para afrontar
alguna situación novedosa. En Primaria se tiene establecida una organización de
los encuentros con los padres que contempla tres reuniones generales de los
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 255
padres de alumnos de cada aula con el profesor tutor y, además, las reuniones
individuales que demandan tanto los progenitores como el propio profesorado.
Con tal sistema de intercambio, les parece que la ocasión de encuentro es
suficiente, aunque algunos opinan que, en los casos en que los niños no progresan
adecuadamente, sería necesario incrementarlas.
“Yo creo que con los padres tenemos todas las reuniones que necesitamos. Aparte de las tres
que considera la ley, si se tiene que hacer alguna más, la hacemos. Colectivas hacemos una
por trimestre, pero individuales hacemos más, sobre todo cuando se cogen a los niños por
primera vez... Las reuniones habría que incrementarlas en el caso de los padres que no
colaboran. Se nota en la marcha de los alumnos, te implicas un montón, mandas notitas
por la agenda y no se recibe respuesta”. (Maestra, 51años. E-7)
“En Infantil los padres se preocupan mucho de la enseñanza de los niños. Al principio de la
Primaria, también. Pero a partir de 3º de Primaria, que los niños saben leer, escribir, contar,
sumar, restar, multiplicar... baja un poco la atención de los padres por los alumnos; eso se va
notando. Si los alumnos ven que sus padres se preocupan de sus enseñanzas y demás,
responden mejor. Hay casos excepcionales de niños que sus padres no se preocupan y que
sin embargo van muy bien, pero eso es la excepción”. (Maestro, 51 años. E-4)
Surge así, en palabras de los maestros, una primera distinción de tipos de padres.
Por un lado, los que se preocupan por la marcha de sus hijos e intentan implicarse
en sus procesos de aprendizaje, que se caracterizan por mantener una relación
256 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
habitual y continua con el profesorado. Sus hijos suelen presentar una evolución
escolar adecuada y obtienen un desarrollo satisfactorio en todos los órdenes.
Por otro lado se encuentran los padres que distancian las ocasiones de trato con el
profesor tutor, a pesar de que a veces sus hijos no presentan un proceso evidente
de consolidación de sus avances y conquistas en los diversos aprendizajes. En
opinión de algunos profesores, es necesario un trato más frecuente para
coordinarse con estos progenitores y llevar a cabo una acción intencionada para
superar las dificultades de desarrollo que presentan dichos alumnos.
“Vienen a preguntar y a interesarse las familias de los niños que menos lo necesitan. Esta es
la sensación que tenemos los profesores. Porque ya están implicados, porque funcionan
bien, porque los niños están seguros... Por otro lado, los niños que se les ve más desastrosos,
más desorganizados, que siempre les faltan las cosas... son familias que, aunque las llames,
no vienen. Esos son los niños que están más necesitados de que sus padres hablen con los
profesores, pero no vienen”. (Maestra, 55 años. E-6)
“Con los que tienen más dificultades, los que ves que no se preocupan tanto, pues esos sí; los
llamas más y les explicas lo que puede pasar si no se preocupan. Estamos en la base. Yo les
digo: esto es como una casa. Si pones mal los cimientos, la casa va a caerse. Pero, si los
pones bien, no te preocupes que va a seguir bien y no se va a caer. Los padres suelen
entender esto, pero siempre hay casos de gente que no se preocupa, que no tienen tanto
interés”. (Maestra, 55 años. E-3)
“Yo he tenido mucha suerte con esto de los padres, pero también hay que currárselo. En las
reuniones de principio de curso hay que poner los puntos sobre las “íes” y decirles
claramente que tienen el derecho y la obligación, que no es solo el derecho, de venir a
hablar con el tutor, a colaborar con el tutor, a hacer que su hijo realmente se sienta
protagonista y que somos dos personas, tres personas, que estamos tirando, ayudándole y
queriendo que él se sienta protagonista”. (Maestro, 56 años. E-1)
El paso del colegio al instituto para cursar los estudios de Secundaria es vivido por
los padres como un cambio muy fuerte, tanto por las condiciones tan diferentes
del trato con los profesores, como por nuevos enfoques de estos respecto al
aprendizaje de las áreas y asignaturas. Se incorporan, pues, los alumnos a una
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 257
“En el instituto en esa época faltaban muchos profesores y los gamberros tiraban las mesas
por la ventana. Me presenté ese primer año al consejo escolar... Yo iba con mi listado de
horas de los profesores que faltaban cada día. Tanto el director como el jefe de estudios no
se llevaban muy bien conmigo. Estábamos un poco enfrentados, cuando yo soy de la
opinión de que los profesores son quienes nos ayudan en la educación de los hijos...
Faltaban tantos profesores que no había suficientes profesores de guardia... Los repetidores
campaban a sus anchas”. (Padre, 47 años. E-7)
Así que, por la conjunción de varios factores, todos ellos complejos, los conflictos
de relación y de competición entre el alumnado aumentan y el profesorado puede
258 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
“Sin embargo en el instituto le tocó vivir circunstancias muy complejas y nuestra hija con 12
añitos se asustó. Le tocó una clase que tenía varios repetidores y había tres muy... Se asustó y
yo también me asusté. Pasó un año muy difícil y a nosotros nos preocupaba por si entraba en
un círculo... No quería ir al instituto. Nosotros le preguntábamos: ¿qué pasa? y nos decía lo que
hacían. Comenzó a tener un poco de fobia al instituto”. (Padre, 47 años. E-7 vivir)
“En la ESO fue muy distinto todo (respecto al colegio de Primaria). Había una rivalidad mala.
Tuvo un episodio: un chico intentó agredirla, pero ella es un chica de kárate... Tenían envidia
entre ellos y acorralaban a la gente que no era de su colegio... Ahora, como mujer, ningún... Yo
no quiero que guerree con nadie, pero si en un momento te tienes que defender, la defensa
ante todo. Y no hizo más daño al chico porque se controló”. (Madre, 50 años. E-10)
Los institutos actuales son herederos de los centros de Enseñanza Media, vigentes
hasta la última década del siglo pasado, en los que se educaban aquellos
estudiantes que buscaban una formación académica que les permitiera acceder
posteriormente a la universidad. Ello se traduce en que bastante de su profesorado
aprendió a ejercer la profesión en aquellos centros y con los mencionados
condicionantes. Sin embargo, tras los años de implantación de la LOGSE, hacia
1996, precisamente cuando los alumnos participantes en esta investigación se
incorporaban a las aulas de Educación Infantil, se generalizaron los estudios de
ESO y Bachillerato en los ahora rebautizados Institutos de Enseñanza Secundaria
(IES). El cambio de etapa y la mayor exigencia del currículo propuesto hacen que
aparezca en toda su crudeza el fenómeno del fracaso escolar.
“Lo peor fue en la ESO, porque allí no es tanto aprender. En el instituto los profesores quieren
que se aprendan de memoria temas ya hechos... Mis hijas no estaban conformes con ese
tipo de educación... Sólo algunos profesores les enseñaban a pensar”. (Padre, 56 años. E-10)
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 259
En primer curso de ESO suelen concentrarse varios factores que hacen que sus
aulas estén formadas por un alumnado muy heterogéneo: en efecto, hay alumnos
que acceden con un año más de edad que el resto, por haber repetido algún
curso de Primaria, y estos se unen a otros alumnos que van a repetir el primer
curso de ESO. A ellos hay que sumar a quienes acceden por primera vez desde los
distintos colegios de la zona. Especialmente algunos de los que repiten 1º de ESO,
desmoralizados y sin ilusión por los estudios, es fácil que intenten implantar una
tónica de freno a las dinámicas del aula, de obstrucción de la actividad académica
y de desprecio por las tareas escolares.
“Hubo un par de años que teníamos miedo en el instituto, porque juntaron a los del colegio
con los más mayores, con los repetidores y ahí hubo un par de años que decíamos: a ver si
este se nos va a descontrolar un poco. ¿Qué puedes hacer ante ello? Pues nada, seguir
apoyándole y preocupándote. Pero, ¿sabes lo que pasa? Es que los padres de esos hijos que
repiten, no sé si la mayoría, pero en muchos casos son de familias desestructuradas... Falta
la madre... falta el padre. O sea, el papel de tutor, ¿quién lo asume?”. (Madre, 55 años. E-22)
De ese modo, al incorporarse a los institutos de Secundaria, el choque con los usos
y costumbres de los colegios de Primaria se hace muy evidente, así lo valoran los
progenitores. Este hecho, además, se une al distanciamiento cada vez mayor en las
relaciones de los padres con los profesores. De alguna manera, ralentizan sus
contactos con el profesorado, sobre todo si sus hijos se desenvuelven
aceptablemente en los estudios.
Ahora, en el instituto, es más complicado ajustarse a unos tiempos que los padres
consideran rígidos e intempestivos de reserva de horario para entrevistas con el
profesor tutor, quien, además, no cuenta con toda la información sobre la
evolución y el desarrollo de cada alumno concreto respecto al resto de los
profesores que le atienden en las distintas asignaturas.
“En el instituto es más difícil la relación con los profesores porque las entrevistas son a horas
intempestivas... Es fundamental facilitar el encuentro en horario adaptado a los padres. La
relación con los profesores en el instituto se queda muy pobre... simple y rápido, porque hay
otros padres esperando”. (Madre, 46 años, E-12)
El profesorado, al tratar el tema del paso de los alumnos de los colegios a los
institutos de Secundaria, muestra una opinión coincidente con los progenitores en
el sentido de que se da un cambio en la forma de relacionarse las familias y los
docentes. No mencionan, como sí lo hacen los padres, el asunto disciplinario y el
260 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
papel jugado a este respecto por los repetidores o los alumnos no proclives al
trabajo disciplinado dentro del ambiente escolar. Sin embargo, son conscientes de
que en los centros de Primaria rige un modelo característico de vinculación con las
familias distinto al vigente en los centros de Secundaria.
En estos, el profesorado, a través del tutor, mantiene el vínculo con la familia. Pero
el tutor es un profesor que normalmente imparte solo una asignatura en el aula.
Puede que su dedicación a ella se prolongue durante dos o tres horas semanales.
El resto de los profesores que dan clase en ese aula no tienen entre sus
responsabilidades las de relacionarse con los padres de esos alumnos. Este es el
modo habitual por el que se regulan los contactos entre padres y profesores en el
instituto. La información esencial de la evolución de los alumnos, entonces, es la
que se extrae de los boletines de notas que con carácter trimestral se envían para
el conocimiento de la familia.
“A ver..., aquí en 1º y 2º (de ESO) los padres siguen más o menos como en Primaria. En 3º y 4º,
menos. Y en Bachiller es que ya los chicos prácticamente son responsables ellos. O sea, la
edad cuenta muchísimo. O será que los padres no quieren venir porque los tutores tienen
una hora de tutoría y generalmente son los propios tutores quienes llaman a los padres.
Cuando van bien, pues no tanto. A los padres de los hijos que van bien, ¿para qué van a
llamarles los profesores, para decirles que son maravillosos? Los chicos que van bien, los
padres ven el boletín de notas, ven la actitud que han tenido...”. (Profesora, 66 años. E-18)
“Yo en las juntas de evaluación y tal... siempre me quejo de que tenemos poco contacto y
poco conocimiento de las familias y de sus circunstancias; siempre te enteras de que alguien
están sus padres separándose... y dices: ahora lo entiendo. Ese es el problema que yo veo en
los institutos, que no tenemos conocimiento de dónde vienen los chicos y cómo son sus
familias. En el colegio tienes veinticinco niños y, en cuanto notas un problema, llamas a la
familia...”. (Profesor, 56 años. E-12)
“Yo creo que el conocimiento de las familias es fundamental. Yo puedo entender muchos
problemas, muchas dificultades que pueda tener un chaval, si sé que detrás hay una
familia... una problemática en la familia. O, al revés, a la familia también le tiene que llegar
si su hijo no se relaciona bien con sus compañeros. Hay cosas que son fundamentales: si yo
llego a una junta de evaluación y me entero que tiene un problema de separación de sus
padres o tiene... un proceso de enfermedad familiar grave... claro, yo me he enterado ya
después y a lo mejor lo he tratado con una dureza que no lo tenía que haber tratado.
Encima le regaño y le presiono y no era el momento de presionar”. (Profesora, 44 años. E-14)
“La relación con los padres en el instituto es muy problemática, muy dificultosa por el
horario. A mí me hubiera gustado tener más contacto con los padres, alguna vez he ido a
las reuniones de tutores cuando no he sido tutor, para explicar cosas de mi asignatura, lo
que vamos a hacer... Yo encuentro dificultades para establecer contacto con los padres,
cuando no soy tutor. Suelo comunicarme con los padres de los chicos que trabajan menos,
para darles un toque de atención...”. (Profesor, 56 años. E-12)
262 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
De todo lo anteriormente expuesto se deduce que, cuando los alumnos van bien,
resulta innecesario el trato con los padres. Esto es lo que, en su opinión, es peculiar
en Secundaria. Incluso, si un profesor que no es tutor de un alumno se relaciona
frecuentemente con los padres, es mal visto por el resto del profesorado. Como si
rompiera con una costumbre arraigada, aunque no esté escrita. Preocuparse por
algún alumno y comunicarse con los padres se asocia a una actitud de tipo
paternalista que casa mal con el concepto de profesor en la Enseñanza Secundaria.
“Con los niños que van bien en el instituto los profesores damos por totalmente innecesario
el contacto con los padres. Aquí hay una diferencia fundamental entre Secundaria y
Primaria... Además, al que lo hace, como que se le ve mal, es visto como un maestro, que
sigue como en el rol de Primaria, un poco paternalista y aquí no está muy bien visto (…) Si
eres bueno como docente y te ven muy implicado, vale, pero si no... Queda mejor aquel
profesor que imparte sus clases y, si tiene un problema puntual, lo trata... Eso le da mucho
más prestigio”. (Profesora, 40 años. E-13)
“La verdad es que, como tienes poco tiempo, te centras en los problemas gordos. Entonces,
bueno, el que va tirando no te preocupa tanto. Sobre todo te fijas más en la parte
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 263
académica, no te fijas a lo mejor tanto si ha tenido un roce con un compañero, si... Hay
algunos problemas de tipo social, que a mí me parecen en estas edades más importantes
que lo otro... y eso pasa un poco desapercibido o queda un poco dentro de la clase pero no
llega a trascender” (Profesora, 44 años. E-14)
“Los alumnos que vienen obligados y que no quieren... estudiar... tienen difícil solución. Los
padres de estos alumnos, por lo poco que oigo... de tal palo tal astilla. O sea, la culpa de que
los hijos sean así, en muchos casos, en otros no... la tienen los padres. Padres... bueno, hay
uno que está expulsado; Qué madre, dios mío... si es que le da la razón en todo; si la culpa es
toda del profesorado”. (Profesora, 66 años. E-18)
“Yo tengo la sensación de que, tal como yo hago las tutorías con mis alumnos, da para que los
padres estén enterados de cómo van sus hijos, porque los primeros diez minutos son para
tratar de los problemas que ellos han tenido en la última semana. Y yo les tengo dicho a los
alumnos que lo que tratamos en tutoría, si les mando rellenar alguna ficha o tal... que lo
contrasten siempre con los padres. Entonces, esta parte me está dando muy buen resultado,
cuando vienen los padres están enterados de las cosas. Hay padres que me paran por la calle y
me dicen: me encanta lo que haces, porque no es lo clásico”. (Profesor, 60 años. E-15)
264 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
Para los padres, y en eso coinciden plenamente con los docentes, una cosa es
clara: las relaciones con los profesores cambian mucho en los institutos con
respecto a lo que estaban acostumbrados en los colegios. No obstante, muchos
de ellos, insisten en la búsqueda de citas para entrevistarse, porque no les basta
con el boletín de las notas. Quieren conocer de sus hijos otros aspectos: cómo se
comportan con los profesores, con los compañeros, si necesitan algún tipo de
refuerzo, etc. Alguno, incluso, se presenta como voluntario en las elecciones al
Consejo Escolar para mantener el trato y la relación con el centro en que está
escolarizado el hijo, para conocer por otras vías la organización en que está inserto
y tener acceso a personas con las que compartir las preocupaciones y deseos en
torno a la educación en el instituto.
“El trato con los profesores es muy distinto en el colegio que en el instituto. En el colegio es
como muy familiar, es...no sé, como una segunda casa. Es todo muy cercano, les ayudan,
están más encima de ellos. Cuando van al instituto cada uno se las empieza a apañar por
su cuenta. La relación entre profesores y alumnos es más distante, como más lejana”.
(Madre, 50 años. E-14)
“En el instituto... hubiéramos ido nosotros a los profesores, en caso de que yo no hubiera
estado en la AMPA y en el Consejo Escolar. Normalmente hemos ido una vez al año, aunque
lo ideal sería ir por lo menos dos veces. Yo eso lo echo en falta, pero no se hace. Y tener un
diálogo distinto: ¿cómo veis a mi hija y qué lagunas se pueden presentar?... incluso una
llamada por teléfono. Nos vemos en una reunión y preguntas al profesor y te dice que todo
va bien y que no hace falta más...”. (Padre, 47 años. E-7)
“Siempre la relación con los profesores ha sido buena, yo siempre quería ser una madre
cercana, pero no pesada. Siempre que podía buscaba un hueco y pedía una entrevista con el
tutor o la tutora. Me importaba y quería conocer además de las notas: cómo se relacionaba
con los profesores, si tenía un comportamiento adecuado... Afortunadamente su
comportamiento era buenísimo”. (Madre, 56 años. E-6)
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 265
“Yo siempre tuve acceso a los profesores... A lo mejor es que yo soy... Yo he ido y me regalaban
los oídos. Siempre, con todos... Es que tienes un hijo muy responsable”. (Madre, 55 años. E-22)
La dificultad, por otro lado, de encontrar un hueco en los horarios del profesor y
tener que ajustarse a una hora concreta de la jornada escolar por la mañana
contribuye a que esa relación con los padres languidezca. Si a ello se une el hecho
de que el tutor posee una información parcial sobre el alumno, reducida en el
sentido de que el número de horas por semana que comparte con él es escaso,
entonces todo indica que, cuando un alumno va bien, no se ve como necesaria
mayor insistencia en la relación. Este mensaje, parece que por su reiteración, es
asumido por los padres de los alumnos, que entienden que, si el comportamiento
del hijo es bueno y las notas también, no es imprescindible ocupar el tiempo del
profesor.
“La relación con los profesores la hemos tenido cuando hemos querido, no hemos tenido
ningún problema. Yo iba a las reuniones que se establecen, a esas voy a todas, creo que de
esas no me he perdido ninguna. Luego, la tutoría... Hay que reconocer que, si el niño va bien,
pues no les gusta. Bueno, no es que no les guste, pero que están con el tiempo más limitado... y,
claro, eso de ir pidiendo tutorías cuando van bien, casi sobra”. (Madre, 51 años. E-16)
En resumen, los padres entrevistados manifiestan que las relaciones que han
mantenido con los profesores en los centros escolares han sido diferentes a lo
largo de la escolarización de sus hijos. Normalmente han sido cercanas y
relativamente constantes durante la etapa de Educación Infantil, de 3 a 6 años.
Durante la Primaria la referencia del profesor tutor era asimismo clara y nítida. Sin
embargo, la entrada de sus hijos al instituto para cursar la Educación Secundaria
supuso un cambio drástico en cuanto se refiere a las relaciones con el profesorado.
Las opiniones manifestadas por los alumnos respecto a las relaciones que sus
padres mantuvieron con el profesorado se parecen bastante a las realizadas por
sus progenitores. Recuerdan que durante la etapa de Educación Infantil sus padres
se relacionaban muy estrechamente con sus maestras y que, más o menos, esta
tónica se mantuvo durante la etapa de Educación Primaria. Se muestran asimismo
conscientes de que, poco a poco, fue aminorándose esta relación y que ya en
Secundaria prácticamente se reducían a la reunión anual que convocaba el
profesor tutor. Reconocen que sus padres no necesitaron coordinarse mucho con
el profesorado, porque ellos habían sido unos alumnos poco problemáticos y, más
o menos, se habían esforzado en los estudios.
“Mis padres se relacionaban muy poco con los profesores. Cuando había alguna reunión
general, sí. Pero, en general, no había necesidad de que fueran a charlas porque... no
teníamos problemas, así que...”. (Alumna nº 18. E-10)
“Yo siempre les he contado cosas de los profesores, de modo que a muchos los conocen por
lo que yo les decía. Al llegar al instituto ya las relaciones eran a lo mínimo, las reuniones con
los tutores. Lo único que había eran las notas del boletín”. (Alumno nº 17. E-3)
Sin embargo, aunque la relación directa y personal de sus padres con los
profesores no hubiera sido demasiado intensa y constante, ellos hablaban a
menudo con sus progenitores sobre sus profesores. Esta es la aportación más
nítida de las realizadas por el alumnado en el tema de las relaciones de sus padres
con el profesorado. Unas veces la iniciativa correspondía a los propios hijos, pero
en otras ocasiones eran los padres quienes preguntaban y se interesaban por
saber y conocer cómo los veían ellos. Las conversaciones de los hijos con sus
padres comentando múltiples aspectos de sus profesores son, en las evocaciones
de aquellos, muy continuas. En parte lo sentían como una necesidad, para
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 267
“Yo he hablado muchísimo de mis profesores con mis padres. Cuando había un profesor
muy bueno, yo siempre se lo decía. Luego, ya cuando los profesores no me gustaban tanto o
tenían problemas... ¡Ay! Este pesado... pues también se lo contaba. Mi madre ha soportado
muchas charlas mías, porque, claro, no iba a enemistarme con el profesor. Mi madre me
decía: pues intenta hacer esto, intenta hacer lo otro...”. (Alumna nº 9. E-7)
“Mi madre trataba de preguntarme en general que qué tal con los profesores. Bueno, un
poco por curiosidad, imagino. Cuando ella me preguntaba, yo le decía: pues con tal
profesor, mejor... o con tal profesor es que no me entero bien. A mí me han dicho que en las
relaciones con los profesores siempre tenía que poner mucho de mi parte, porque, claro, se
supone que el profesor que está ahí lo hace con su mejor intención. Si se ha dedicado a la
docencia es para intentar ayudar a los alumnos. Entonces... me decía que yo pusiese
también lo mejor de mi parte y a ver si así se podría mejorar”. (Alumno nº 6. E-11)
Bastantes alumnos del grupo recuerdan con claridad los mensajes que les daban
los padres acerca de cuál debía ser su comportamiento con respecto a los
profesores. Les animaban a que mantuvieran una actitud abierta y sincera con el
268 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
profesorado y que analizaran siempre las causas por las que se quejaban, no fuera
a ser que les atribuyeran a ellos razones para la discordia que, en realidad, le
correspondían al alumno. La postura conciliatoria de los padres aparece también
cuando se dirigen al hijo y le hacen reflexionar acerca de la necesidad de cambiar
de comportamiento cuando el que se está llevando a cabo no da los resultados
deseados.
Para algunos alumnos la alianza de sus padres con los profesores es palpable y
evidente. Sus padres, conversando sobre los docentes, les han hecho saber en
repetidas ocasiones que sus profesores no son sus enemigos. Quien recuerda ese
comportamiento de su madre, reflexiona sobre su pasado y reconoce que, si ella
no hubiera tenido esa actitud y se la hubiera comunicado tan claramente a él,
posiblemente hubiera adoptado otras conductas. Presentar a los profesores como
unos aliados en el proceso de mejorar los aprendizajes de los hijos aparece como
una estrategia que usaban sus padres. Esa alianza no supone exclusivamente la
obediencia ciega, sino una actitud abierta al diálogo, a la comunicación y al
intercambio de pareceres entre alumnos y profesores.
“Mi madre siempre se ha puesto del lado de los profesores y yo también... Si ella se hubiera
puesto contra los profesores, yo me habría apoyado en eso. Y si yo hubiese considerado a
los profesores como enemigos... es que no voy a aprender nada, se me iba a volver contra
mí. A lo mejor mi madre no compartía algunas cosas, pero no me decía nada”. (Alumno nº
6. E-11)
“Mi madre me decía que los profesores no eran mis enemigos y que podía hablar con ellos y
que no me iban a morder. Que mantuviese una relación, pero no una buena relación de
caerte bien, sino simplemente de que está trabajando contigo y tiene que haber..., tiene que
haber comunicación. Como yo soy muy tímida, mis padres me decían que no me diera
miedo a preguntar, a tener una conversación y plantear las dudas y los problemas que
tuviera; que no sean los profesores simplemente alguien a quien tienes que obedecer sino
llegar a un entendimiento, hablar el uno con el otro”. (Alumna nº 12. E-1)
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 269
Algunos de estos alumnos evocan las reacciones de sus padres cuando ellos se
quejaban de sus profesores. La actitud que adoptaban los progenitores, dicen, era
la de resaltar el respeto debido a la figura del profesional que se encuentra al
frente del aula. En ocasiones también justificaban la forma de actuar del profesor,
motivando a sus hijos a que reconocieran que cada cual tiene su modo de trabajar
y que hay que aprender a tolerar las diferencias. Del mismo modo, sus padres
reconocían ante sus hijos la autoridad del profesorado. Incluso, con una carga
amplia de tolerancia, procuraban que las relaciones entre los profesores y ellos no
se tensaran tanto que fueran a resultar perjudiciales. En ese caso, se recurre incluso
al humor y a una actitud un tanto senequista: el tiempo pasará y ese problema se
solucionará por sí mismo.
“Mis padres siempre me han dicho que los profesores eran la autoridad que mandaba en las
clases y que yo tenía que tratar de adaptarme a su sistema. A lo mejor en algunas cosas a ti
te gustaría que fuera de una manera y es de otra. Pero, en el caso de que hubiera
problemas... extremos o que la circunstancia fuera un poco difícil, pues que tampoco te lo
tomaras muy en serio, que, si no lo podemos remediar, el tiempo pasará y el profesor va a
seguir su vida y tú la tuya. El 98% de los profesores son gente cualificada, que van a hacer su
trabajo y no van a amargarte la vida a ti”. (Alumna nº 21. E-2)
Esta actitud flexible y dialogante, que, a juicio de los alumnos, mantuvieron sus
padres con los profesores y les comunicaron a través de múltiples medios y
conversaciones, no obsta para que hayan existido también ocasiones de
desavenencia. Menciono esta exposición de una alumna, destacando que guarda
una relación mimética con la que hizo en su día su madre comentando este
mismo incidente. Esta muestra de coincidencia, que se da en numerosas
situaciones a lo largo del análisis de los resultados de las entrevistas, es un ejemplo
claro de la comunicación y el entendimiento milimétricos entre padres e hijos
analizando una misma situación.
“Hubo una vez en 2º de la ESO que mi madre no estaba para nada de acuerdo con lo que
estaba diciendo la profesora. Era una profesora que...Y mi madre iba y la profesora ponía su
punto de vista. Pero, aún con eso, mi madre siempre me ha creído a mí, yo nunca he
mentido. Cuando he hecho algo malo o así, lo he reconocido siempre y yo sabía que ahí yo
no estaba haciendo mal, que el problema lo tenía la profesora y mi madre iba e intentaba
dialogar con ella para llegar a un punto de coincidencia pero...no hubo feeling y con esa
profesora nunca estuvo de acuerdo. Eso fue la excepción. Fue algo puntual”. (Alumna nº 3.
E-11)
270 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
Completaré este apartado exponiendo las valoraciones que los padres realizan
sobre el profesorado, que son las personas que más les han ayudado y colaborado
con ellos en la responsabilidad de educar a sus hijos. En efecto, a lo largo de las
etapas Infantil, Primaria, Secundaria Obligatoria y Bachillerato han cooperado con
la familia durante quince años consecutivos en los colegios y en el instituto. Con
ello respondo al objetivo número tres planteado en la investigación, que se
formulaba como descubrir las valoraciones de los padres en relación con el resto
de las instituciones y personas que han coadyuvado a la educación de sus hijos en
los centros escolares.
Los progenitores, casi por unanimidad, valoran a los maestros y maestras de las
etapas Infantil y Primaria de una forma positiva y elogiosa. Consideran que han
sido profesionales entregados y cercanos, a los que han tenido fácil acceso
siempre que lo han necesitado y han resultado una referencia sencilla y directa de
cara a mejorar el proceso de desarrollo y educación de sus hijos y a potenciar su
evolución como estudiantes. A lo largo de las entrevistas, su aprobación y
consideración por el profesorado de los colegios ha quedado patente, salvo
lógicas y mínimas divergencias, que se mencionan por los padres acompañadas
de aceptación y comprensión.
“En el colegio los profesores se implicaban más con nosotros. En el colegio teníamos la
misma profesora para tres o cuatro asignaturas y como eran varios años, entonces ya te
conocía, ya había tenido muchas reuniones con los padres”. (Alumna nº 7. E-9)
cabo es una segunda madre o un segundo padre para ti. Era como esa sensación de.... no
quiero defraudar, quiero hacerlo mejor, que se sientan orgullosos de mí. Recuerdo que en
quinto y en sexto tuve una profesora muy exigente y como era tan exigente... pues yo
también me exigía: yo no puedo sacar mala nota. Incluso me obsesionaba demasiado. En
el colegio me pasó eso. Era ese aliciente...”. (Alumna nº 3. E-11)
“Yo destacaría más el papel de los profesores en la motivación para la educación de los
alumnos. Para mí ha habido pocos profesores, pero para los pocos que ha habido, me han
marcado mucho... Y luego había otros profesores que te tenían cariño y tú les tenías cariño
y, aunque dieran mal la clase, pues no sé... Yo sinceramente a todos los profesores que he
tenido son como parte de mi familia”. (Alumna nº 19. E-10)
Sin embargo, esta situación cambia casi radicalmente cuando los progenitores se
refieren al profesorado de Educación Secundaria. En efecto, muchos padres
comienzan a expresar reservas y críticas, a manifestar sentimientos encontrados
respecto a algunos de los profesores que han tenido sus hijos en el instituto, a
relatar experiencias negativas que han vivido, como consecuencia de una
divergencia de pareceres entre ambos y de una falta de coordinación en cuanto a
los objetivos a conseguir.
“La formación en Secundaria adolece mucho porque los profesores se duermen en los
laureles. Los métodos en Secundaria están muy anquilosados. Salvo contadas excepciones,
los profesores de ESO eran de memorizar. No les enseñan (a los alumnos) a debatir, ni a
trabajar en equipo. No les motivan. Eso en la enseñanza pública es una desgracia... Las
técnicas modernas informáticas, audiovisuales... no han llegado a muchos profesores. No
saben manejar el ordenador, son profesores que no se han actualizado, tienen una falta
total de reciclaje...”. (Padre, 56 años. E-10)
“En el instituto con los profesores la cosa es distinta que en Primaria, pero no tanto porque
sean buenos o malos, sino porque saben mucho pero no saben cómo enseñárselo a los
alumnos, que es un problema bastante normal... A la hora de enseñar no lo consiguen
transmitir bien. La cosa en Bachillerato cambia, pero creo que no es porque los profesores
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 273
sean distintos, sino que, como ya los conoces,... ya sabes lo que puedes pedir a cada uno”.
(Alumno nº 17. E-3)
Los alumnos relacionan, para bien y para mal, a los profesores que han tenido con
sus inclinaciones y gustos académicos, de forma que han ido apreciando
determinadas asignaturas en función del profesorado que las impartía, mientras
que, por el contrario, han tomado una cierta manía a otras áreas de conocimiento
por esa misma razón. Al igual que los padres, los alumnos aluden a asignaturas en
concreto como indicativas de dificultades y desafección. Mencionan
principalmente las Matemáticas y existe una correspondencia plena entre los
progenitores y sus hijos, como si ambos hubieran vivenciado los mismos
problemas.
“El problema es la clase, no todos los chicos quieren ese tipo de educación. Algunos chicos
van al instituto a sacar el título, no van a aprender. Ese es el problema... Dices el
laboratorio... ¡qué pena! Mi hija ha entrado por primera vez a un laboratorio en la
274 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
universidad. Nos decía: no vamos al laboratorio, porque no existe, lo que hay es una ruina.
¡Cómo cambiarlo!”. (Madre, 50 años. E-10)
Varios padres se hacen eco de los casos excepcionales en que consideran que el
profesorado no ha respondido a las expectativas de ellos ni de sus hijos. Plantean
situaciones muy concretas, ajustándolas a una asignatura, a una forma de ser o a
un hecho puntual. Se refieren a experiencias reales que les han ocurrido. Casi de
improviso, hablando de sus relaciones con el profesorado de Educación
Secundaria, ocurre algo que no ha tenido el mismo correlato en la Educación
Infantil ni en la Primaria. De pronto, se exponen valoraciones negativas y críticas
acerca de una parte del profesorado que sus hijos han tenido en el instituto.
“En Bachiller tuvieron un tutor que ir a sus exposiciones... dan ganas de levantarse. No deja
hablar, empieza a hablar de los gordos, con desprecio. Tienes que controlarte, porque tu
hija está en Bachiller y echas el freno. A mí me repelía ese profesor, pero nunca hablé. Lo
conocí porque era tutor. Yo no sé cómo le pusieron de tutor”. (Madre, 50 años. E-10)
Opinan que los casos excepcionales de profesores que actúan con falta de
motivación o de interés son debidos a que la profesión, lógicamente, cansa. En ese
caso, deberían poder barajarse otras ocupaciones alternativas que no implicaran el
contacto continuo con el alumnado, como una solución provisional para docentes
que no se encuentren en condiciones de mantener una relación adecuada con los
alumnos.
“En el colegio con los profesores, bien. En el instituto, hay de todo como en botica. Hay
personas que se preocupan más y otras que están y ya está... Yo creo que la profesión cansa.
Están cansados, no están a gusto, no están cómodos. Es que llegado a un nivel... o el nivel
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 275
de tus alumnos te supera, no por los conocimientos sino por la actividad”. (Madre, 51 años.
E-1)
Los alumnos aportan en este aspecto una visión particular. Se trata de una
renovada valoración del profesorado de Secundaria, una vez que han completado
los estudios de Bachillerato. Según casi todos los alumnos entrevistados, algunos
docentes que tuvieron en Secundaria Obligatoria, a los cuales criticaban
acremente por considerar que se relacionaban mal con el alumnado y poseían
unos métodos anquilosados, sufren una mutación radical en el Bachillerato.
Destacan que ahora sí el profesorado considera que vale la pena trabajar con estos
alumnos, porque ven que son los que más se esfuerzan y porque el horizonte que
tienen por delante es la Universidad.
“Los profesores se toman más en serio a los alumnos que quieren pasar a la universidad que
a los que no, porque piensan que estos están aquí solo porque es obligatorio... Entonces, nos
trataban… ya veréis, cuando vayáis a la universidad, no tiene nada que ver”. (Alumna nº
19. E-10)
Sin embargo, varios padres consideran que el hecho de que existan unos
profesionales más entregados a su tarea y otros menos entusiastas es una
situación que se da en todas las actividades humanas y en todos los sectores.
Incluso, este reconocimiento de la diversidad también entre los profesionales
docentes puede constituirse en una ocasión para que sus hijos aprendan a
convivir con todo tipo de personas y a sacar el máximo beneficio de cada una. La
voluntad de acuerdo y una actitud constructiva para superar las dificultades y
obstáculos aparecen también en algunos progenitores que manifiestan su deseo
de colaborar con los docentes, de buscar soluciones conjuntas y de analizar las
causas de los desajustes cuando aparecen problemas en la enseñanza de sus hijos.
276 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
“Cuando mi hija me protestaba de algún profesor, yo le decía que en este trabajo, como en
todos, están los profesionales vocacionales que son los que les encanta enseñar,... que los
hay y que ella había tenido la suerte de tener muchos. Luego están los profesionales
correctos, que cumplen con su trabajo al 100 o al 90 por cien, pero no les pidas que
dediquen un extra para que lo compartan con vosotros, porque no quieren hacerlo... Y
luego están los malos profesionales, que los hay en todos los sitios, que no saben explicar,
que pasan de todo, que van allí a esperar a cobrar el sueldo”. (Madre, 56 años. E-6)
“Si el enfoque de la enseñanza hubiera sido de otra forma, me hubiera gustado que
hubiera habido más trato con los profesores. Pero tal como está montado quizás no valga
la pena, porque no te aportan nada. Los profesores siempre estaban quejándose de que no
tenían tiempo... Quizá no valga la pena”. (Madre, 50 años. E-10)
En parte señalan a esa inexistencia de trato entre padres y profesores como una de
las causas del fracaso escolar, que tan presente está en nuestro sistema educativo.
Varios padres opinan que si ellos y los profesores se pusieran a la tarea y aportaran
cada uno su parte de buena voluntad en el empeño, muchos de los alumnos, que
actualmente están confusos y malgastan su tiempo de escolaridad, podrían
obtener más fruto de su estancia en las aulas y encarar con más posibilidades de
éxito su desarrollo futuro.
“Hay mucho fracaso porque el profesor no va y el padre no viene... Ahora los profesores no
tienen tiempo para poder hablar con los padres, porque tienen los horarios saturados.
Horas de tutoría así... no tienen. El tiempo es el que es, pero yo creo que se podría sacar diez
minutos para una llamada por teléfono... A lo mejor tienes que coger a esos siete u ocho que
ves que se te van. A lo mejor con todos los padres no lo consigues, pero con algunos sí”.
(Padre, 47 años. E-7)
278 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
“Perdemos el tiempo de contacto con los niños, estamos muy escasos de tiempo para
relacionarnos con las familias y eso es muy importante. Cada vez nos sentimos más
aislados, los padres van por un lado y los profesores por otro”. (Maestro, 56 años. E-1)
En resumen: los padres de alumnos manifiestan que los maestros en las etapas
de Educación Infantil y Primaria fueron unos profesionales muy cercanos y
afectuosos, con los que sus hijos aprendieron mucho. Sus valoraciones se
dedican a resaltar la cercanía y la fácil comunicación entre los profesores tutores
y los padres. Sin embargo, mantienen una actitud crítica y de rechazo selectivo
ante algunos profesores del instituto cuando consideran que no realizan
correctamente su trabajo por encontrarse superados por los alumnos o por falta
de motivación. Mencionan numerosos conflictos, especialmente en las
asignaturas de Matemáticas y Ciencias, en los que se evocan unas relaciones
disfuncionales entre profesores y alumnos.
Ante las posturas críticas y rebeldes de los alumnos, bastantes padres defienden
con moderación medidas de aceptación y no enfrentamiento. Recomiendan a
sus hijos que pongan lo mejor de sí mismos para que esa relación no se enquiste
y procuran no exteriorizar sus desavenencias con el profesorado en presencia de
sus hijos, para no predisponerlos en contra. Opinan que el hecho de que exista
diversidad entre el profesorado es también una buena ocasión para promover en
sus hijos actitudes positivas hacia una convivencia tolerante, aprovechando al
máximo las virtudes que cada persona pueda tener.
Finaliza aquí el apartado en el que he expuesto la relación que han mantenido las
familias con el profesorado de los centros educativos. Asimismo he consignado las
valoraciones de los progenitores en torno a este mismo tema. Paso a trasladar
ahora los resultados referidos a la segunda parte del ámbito escolar, que es el
referido a las relaciones y valoraciones de los padres sobre las asociaciones de
padres y madres de alumnos.
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 279
Los padres de los alumnos, en su relación con los centros educativos, han llevado a
cabo una actuación de relación y coordinación con el profesorado, que acabamos
de ver en el apartado anterior. La segunda parte de este ámbito va a contemplar
las relaciones mantenidas con la AMPA. Los padres se muestran muy diversos y
heterogéneos respecto a la relación que han mantenido con dicha asociación. Las
AMPA se encuentran reguladas legalmente y, representando a los padres, pueden
influir en la vida y la organización de los centros educativos, canalizando iniciativas
y constituyéndose en interlocutor privilegiado con el profesorado y el equipo
directivo del centro.
“Nunca hemos sido de la AMPA, ni socios ni nada. Es que no me han convencido nunca y,
como tenía poco tiempo, no le prestaba atención. A lo mejor si mi hijo o mi hija hubieran
estado... diferentes, a lo mejor me hubiera involucrado más. Para mí no ha sido necesario”.
(Padre, 58 años. E-23)
Otros padres y madres muestran una postura más conciliatoria y tolerante. Han
observado que, de hecho, organizan determinadas actividades como excursiones,
que subvencionan una parte de ellas a los hijos de socios, que programan
actividades extraescolares o relacionadas con el comedor escolar y que colaboran
con los profesores en la celebración de fiestas y se encargan de organizar
actividades de cambio de libros de texto entre los padres. Para ellos, sin embargo,
la participación se ha limitado a pagar la cuota anual de afiliación, asistir a alguna
asamblea y utilizar a discreción los servicios que la asociación ofrecía.
“Siempre hemos sido socios (de la AMPA) en el colegio, por las actividades extraescolares.
Siempre hemos ido a las reuniones, pero no hemos participado activamente, yo creo que
por falta de tiempo. Era por las tardes y no me ha llamado la atención”. (Madre, 49 años. E-
11)
Los padres que han mantenido alguna relación con las AMPA señalan que esta ha
sido normalmente mayor en el colegio que en el instituto. Las razones aducidas se
refieren a que en el colegio se organizan actividades prácticas y satisfacen
necesidades como, por ejemplo, el servicio de desayuno y comedor, las
actividades deportivas y extraescolares por las tardes y la celebración de algunas
fiestas a lo largo del año. En definitiva, veían beneficios en el hecho de pertenecer
a la asociación y solían aprovecharse de ellos y usarlos.
“En Secundaria las posibilidades de hacer algo son mínimas, nulas,... porque la gente no es
participativa. No vienen a las asambleas, ni siquiera se preocupan por quién estará en la
directiva... Realmente los asociados solo se presentan si ven que van a sacar algún
beneficio… Pero los que están en la directiva solo van a pasar muchas horas y no se van a
llevar nada”. (Padre, 47 años. E-7)
“No he participado por falta de tiempo y comodidad, porque al final tienes que dedicarle
una tarde a la semana, como mínimo. Y mira que me hubiera gustado a lo mejor ya en el
instituto, porque tienes más contacto con los profesores, por las reuniones que hacen en el
consejo escolar... Sí, me hubiera gustado, pero yo creo que por falta de tiempo y de... y corte,
también me daba un poco de corte”. (Madre, 48 años. E-19)
282 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
“En el instituto mis padres no formaron parte de la asociación, pero en Primaria, sí,
muchísimo. Llegó un momento en que la AMPA del colegio eran las madres prácticamente
de la clase de mi hermano y había mucha relación entre las madres. Los chicos nos
quedábamos allí en la AMPA por las tardes”. (Alumna nº 21. E-2)
En sus valoraciones los padres abordan el tema de la escasa vitalidad de las AMPA.
Nuevamente aparecen juicios y opiniones que se diferencian mucho unas de
otras, apareciendo a veces como enfrentadas. De esta constatación surge la
necesidad, en mi opinión, de investigar las causas que generan tal diversidad de
pareceres y de planteamientos frente a una institución que, en principio, se
encuentra planeada para representar y canalizar la participación de las familias de
los alumnos en el centro educativo.
Existe amplia coincidencia entre padres y profesores al apuntar que las AMPA son
organizaciones que no gozan de una participación alta de afiliados. Sin embargo,
los docentes en los colegios consideran muy positivamente las actividades que se
realizan por intermediación de ellas, en las que colaboran principalmente las
personas del equipo directivo de la asociación y resaltan la generosidad de los
padres que dedican su tiempo a ella por el beneficio que generan para toda la
comunidad educativa.
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 283
“Yo tengo la experiencia de una AMPA que ha funcionado en este colegio maravillosamente
y siempre los defenderé a capa y espada, porque han estado apoyándonos en un montón
de actividades. Ha sido gente que ha sabido estar en su sitio, que ha sabido retirarse, no ser
protagonistas cuando no lo tenían que ser, dejar al maestro que tenga la pedagogía y que
ellos participen en actividades extra en el colegio y han estado trabajando
maravillosamente; los consejos escolares han sido un bálsamo, se notaba que había
conexión, había colaboración”. (Maestro, 56 años. E-1)
Se enumeran las actividades que a lo largo del año se realizan en los colegios: se
trata de días señalados por su carácter relevante para la Educación, como el día de
la Paz, o de otros que por su carácter lúdico y festivo producen un impacto
puntual en las dinámicas académicas regulares del centro, como el día de
Halloween o la Fiesta de Primavera. Los profesores consideran que este tipo de
celebraciones serían irrealizables en el caso de que los padres de la asociación no
se implicaran y corrieran con la mayor parte del trabajo y de la responsabilidad en
ellas.
“Hay cosas que no se pueden hacer si no está la AMPA detrás. Los profesores andamos
apurados... que no llegamos, que si los libros, que si el temario, que si hay que rellenar... O
sea, que las fiestas, que si Halloween, que si Primavera... cuatro, cinco o seis fiestas que se
hacen a lo largo del año. Es imposible si no están ellos, los padres. Pero no solo son esos días
puntuales, es el trabajo que está de fondo y es que los padres deben estar en el Consejo
Escolar y que vean que el Consejo Escolar decide algo a favor de... no solamente si elegimos
un uniforme o si tenemos dos fiestas al año”. (Maestro, 56 años. E-1)
así. Las familias se implican poco, el ritmo de vida y la poca conciencia... Creen que les van a
generar muchas complicaciones”. (Maestra, 55 años. E-6)
“Normalmente con quien más relación existe es con los padres de la AMPA y con los del
Consejo Escolar. Son gente que normalmente tiene mucho tiempo para ayudar. Muchas de
las actividades que se hacen no se podrían hacer sin la colaboración de la AMPA”. (Maestra,
50. años E-5)
“Y luego hay socios, pero ni siquiera participan. Es el equipo directivo de la AMPA el que lo
mueve todo con ayuda de algunos padres. Por falta de tiempo puedes entender a muchos
padres, porque les coinciden las actividades con el trabajo, pero en el centro hay muchas
madres que no están trabajando y tampoco participan o participan solo en momentos
puntuales”. (Maestro, 51 años. E-4)
Una de las explicaciones que los progenitores dan de forma más reiterada para
justificar su falta de implicación en las AMPA tiene que ver con el estilo de vida en
nuestra sociedad. En efecto, opinan que participar en organizaciones ciudadanas,
organismos benéficos, grupos, colectividades o asociaciones con una dimensión
de acción social no es una característica habitual que defina bien cómo son las
relaciones entre las personas de nuestra ciudad ni de nuestro país. No existe, en su
opinión, una tradición ni una cultura de la participación social. Los padres en
general se implican poco en la educación de sus hijos en los centros educativos y
piensan que quienes allí tienen la responsabilidad fundamental e imprescindible
de formar y educar a los alumnos son los maestros y profesores y que las AMPA
están un poco de relleno.
“El problema es que los padres no se involucran. Muchos dejan a sus hijos en el colegio para
que los eduquen los profesores. Esa es una labor de padres, no de profesores. La gente es
cómoda, quiere que les solucionen los problemas, pero no quieren trabajar. Solo van
cuando necesitan una solución, pero no para aportar nada...”. (Madre, 50 años. E-3)
En este sentido, algunos profesores también expresan sus valoraciones sobre esa
escasa afiliación e implicación, pero aportan un matiz diferente. Las identifican con
la dejadez, que denota un fenómeno similar al de la falta de cultura de la
participación. Se pagan las cuotas y con eso parece que ya basta. Además, creen
que a muchos padres les resulta difícil encarnar roles que implican representar a
todo un colectivo, como puede ser asumir responsabilidades en el equipo
directivo de la AMPA en representación del resto de los padres y madres de
alumnos; es preciso, dicen, desarrollar algunas competencias, como son las de
hablar en público, expresarse correctamente y ser capaz de planificar y de
argumentar proyectos. El hecho de que muchos padres se consideren poco
dotados en esas capacidades hace que este resulte un freno para la participación.
“A todo el mundo le cuesta tirar del carro, hablar en público, ser representación de... Hay
muchas personas que son trabajadoras, pero creen que no tienen ese don para poder
hablar en un grupo. Es un problema de timidez o de falta de confianza, porque luego todo
el mundo vale”. (Maestro, 58 años. E-2)
“Los padres, en general, se implican poco en todo lo referido a la educación de los hijos. Hay
padres para los que la escuela es un sitio donde se aparcan a los niños hasta que cumplan
los años que tienen que estar para que luego se vayan a trabajar”. (Padre, 56 años. E-10)
“Vivimos en una sociedad poco participativa. La gente se queja de la falta de tiempo. Solo se
movilizan cuando hay un problema, si tu hijo tiene un problema. Quizá si les pides ayuda, a
286 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
En los colegios, decíamos, las AMPA desarrollan una gran cantidad de iniciativas.
Pero esta tónica se corta radicalmente en el instituto. La afiliación es
incomparablemente menor aquí que en los colegios y, además, las actividades
organizadas y desplegadas en colaboración con la AMPA prácticamente
desaparecen. Sucede en este hecho, en opinión de algunos profesores, algo
similar a lo que ya se ha reflejado anteriormente cuando se exponían los resultados
de las relaciones mantenidas por los padres de alumnos con el profesorado. En
Secundaria hay un repliegue generalizado de la presencia de los padres. De igual
modo ocurre en lo que se refiere a su participación en la AMPA. Da la impresión,
dicen algunos profesores, de que, como los hijos son ya mayores, no fuera
necesaria la implicación de los padres.
“Yo creo que la AMPA tiene que jugar un papel fundamental en el entronque entre las
familias y el instituto. Sin embargo, están muy parados. En el colegio hay mucha más vida.
Hay colegios donde funcionan fenomenal y organizan actividades, organizan talleres para
padres y para chavales, organizan actividades extraescolares, de todo... Y luego llegan al
instituto y hay institutos en donde ni siquiera tienen AMPA, porque nadie se ha querido
presentar, a nadie le ha interesado. Pero, volvemos a lo mismo, es que entienden que,
bueno, los chicos son mayores y ya no necesitan nada”. (Profesora, 44 años. E-14)
Sería preciso, eso sí, realizar adaptaciones a las peculiaridades de los alumnos
adolescentes y a las necesidades requeridas tanto por ellos como por sus padres.
Se mencionan varios tipos de talleres que podrían resultar muy adecuados, como
son los de educación sexual, de teatro y, en general, sobre todos los temas que
pudieran interesar a los posibles participantes.
“Las mismas actividades que se hacen en Primaria pueden adaptarse a los de Secundaria.
Cualquier tipo de actividad que se haga, educación sexual, que han venido muchas veces,
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 287
“Yo le estoy dando mucha importancia a la AMPA. Hay muchas cosas que igual
organizamos desde dentro ¿no? Hacemos charlas o pido cosas... y hago que sea la AMPA
quien las muestre al exterior para que más gente vea que tienen importancia, se vayan
apuntando, etc. Charlas que se han dado, talleres de padres por la tarde, cursos de
inteligencia emocional, proyección de viajes, no sé...”. (Profesora, 40 años. E-13)
Sin embargo, las opiniones del profesorado del instituto no son uniformes y en
ello difieren respecto a las expresadas por los maestros y maestras, que, de un
modo generalizado, mantienen opiniones y valoraciones muy elogiosas acerca
de la actividad desplegada por las AMPA. Este carácter de consenso, pues, no
es tan evidente en el instituto, existiendo algunas opiniones extremas y
negativas sobre esta organización, a la que consideran prescindible. Estas dejan
traslucir una actitud de prevención hacia la AMPA, a quien no conceden
ningún crédito como gestora de actividades que pudieran tener relevancia
para la labor educativa, llegando a considerar el peligro de una invasión en sus
competencias como docentes.
“Yo creo que lo que hace la AMPA es totalmente nulo, su función real es nula. En principio
porque en los centros públicos no hay ni un 5% de padres que se afilien a estas asociaciones.
Yo he pertenecido a la asociación del centro donde iban mis hijos y, si no he sido presidente,
es porque no he querido; en una reunión donde hay cinco y hay que repartir cargos hay que
ser muy hábil para escabullirse y no serlo...”. (Profesor, 62 años. E-16)
288 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
“No me puedo pronunciar ni a favor ni en contra de las AMPA, porque en este instituto no sé
nada de lo que hacen. Sí que sé que ahí hay una asociación de padres, que hay cuatro o
cinco que están ahí los jueves... o no sé qué día tienen de reunión y me imagino que a mal lo
que vayan a hacer no va a ser, pero no sé la labor que hacen. Estuve en un instituto que
había un fontanero que al profesor de inglés le quería enseñar cómo tenía que dar las clases
de inglés. O sea, que se metían donde no les llamaban”. (Profesora, 66 años. E-18)
Por otro lado, algunos padres enumeran una serie surtida de razones por las que
creen que en los centros educativos las AMPA no cuentan con mucha presencia
de socios. Opinan que, al final, lo que se hace en ellas es bastante monótono, es
decir, poco motivante y que, además, son solo unos pocos padres los que acceden
a los puestos de dirección y se apoltronan en ellos durante varios años.
El hecho de que las competencias de las AMPA sean muy generales y abiertas no
facilita su asentamiento. En efecto, si no existe un proyecto de actuación conocido
y asumido por el resto de los progenitores, es fácil que quede abierto el campo de
la improvisación y de la buena voluntad de quienes se ponen al timón de estas
organizaciones. Consecuencia de ese lánguido existir es la carencia de espíritu de
lucha por conseguir unas metas u objetivos que dinamicen a la colectividad de los
padres, que no captan claramente los canales de comunicación y el modo de
encauzar iniciativas.
“En la AMPA hay un grupo de padres que son los que controlan el cotarro... Es muy
endogámica la AMPA. Es muy parecido a las asociaciones de vecinos. Tres o cuatro
personas acaparan... No aportan nada, pero tampoco dejan que entre gente nueva.
Además, hay falta de espíritu de lucha.”. (Madre, 50 años. E-10)
Por otro lado, se carece de recursos para llevar a cabo actuaciones, dado que
solamente se cuenta con las exiguas cuotas anuales de escasos socios, que
habitualmente se dedican a subvencionar viajes del alumnado y a gastarlo en las
fiestas y días señalados. Se menciona también el escaso interés y apoyo recibido
por parte de los profesores de los centros.
“Las AMPA, sobre todo en el instituto, tienen escaso apoyo desde el profesorado. Es muy
complicado... Tiene que haber también un equipo de profesores con esa mentalidad y que
estén convencidos, no de ideología solamente... Con mentalidades evolucionadas de
verdad, no de pacotilla”. (Madre, 53 años. E-18)
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 289
“Yo creo que a los padres hay que engancharlos en 1º de ESO, porque vienen con la
costumbre del colegio, de participar mucho, de estar muy implicados, de estar reunidos con
el tutor en cuanto su hijo tiene cualquier problema. Entonces... no sé qué pasa, que entran al
instituto y se desvinculan y ya no me hago socio de la AMPA, ya no voy a pedir cita
constantemente, porque, claro, esto ya es otro mundo. Entonces yo creo que este es el
momento de decir: no, que podemos continuar, que podéis participar, que podéis venir”.
(Profesora, 44 años. E-14)
Las sugerencias de algunos profesores sobre actividades que podrían tener interés
en el instituto de Secundaria se orientan no solo a la participación de los alumnos,
como ocurría en los colegios, sino que también abarcaría a los padres, que serían
destinatarios de una serie de actos como charlas, cursos o conferencias, que
podrían ir enfocados a capacitar a los padres en los retos que pueden plantear
ahora sus hijos adolescentes. Para apoyar estas iniciativas, recogen unas prácticas
realizadas a lo largo del curso anterior y que resultaron muy emotivas para algunos
padres asistentes, así como útiles para aquellos a quienes nunca les habían
hablado de eso. Trataban sobre la adolescencia.
“Lo que sí que hacen es organizar charlas para formación de padres, por ejemplo, una
charla sobre cómo encauzar la responsabilidad en los alumnos o cómo aprender a decir
NO a los niños o cómo es la evolución psicológica del niño para poder comprenderle. Ellos
ofertan de forma espontánea charlas para hacerlas aquí. Y nosotros a ciertas familias les
invitamos, les hacemos hincapié a que asistan a esas charlas. Pero son familias que se les ve
que están superadas por sus obligaciones”. (Maestra, 55 años. E-6)
290 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
“Hemos dado dos cursos: Cómo tratar a los niños en lo que sería la adolescencia, cómo
funcionan sus mecanismos... y fue muy emotivo. Vino una psicóloga muy buena y, pues, te
ayuda, te hace fijarte en que lo que tienes ahí es tu hijo. Muchas veces hay un efecto bucle,
de peleas, de profesores, te llamo... te llegas a olvidar de que es una persona. Te centra en un
momento y te recrea las metas. Es fundamental. Hay muchos padres que nunca les han
hablado de eso”. (Profesora, 40. años E-13)
Para los profesores, estas actividades son muy importantes y pueden tener
trascendencia para los alumnos en el caso de que sus padres se encuentren
desbordados y superados por las circunstancias, como, dicen, ocurre muy
habitualmente. Pero no solamente opinan que deberían organizarse actividades
para los padres, como las reflejadas en el párrafo anterior, sino que los propios
adolescentes podrían ser los destinatarios, con organización de cursos y talleres
sobre cómo mejorar en el estudio o los peligros escondidos en Internet y las redes
sociales.
“Estas charlas son fundamentales, por supuesto. Yo las he provocado porque en Educación
hago experimentos. Pero me sale de forma natural... y me encuentro a veces a padres
realmente superados, o sea, que su hijo adolescente les supera y que no saben cómo actuar
y que están totalmente agotados. Y entonces que una persona te escuche o que te dé una
charla, que se ponga en la misma posición en la que tú estás...” (Profesora, 40 años. E-13)
“Yo creo que la AMPA tendría que ser el núcleo fundamental de conexión de las familias con
el centro, que las familias hablaran abiertamente, que contaran sus cosas, que a lo mejor
acudir al equipo directivo es muy formal para algunas cosas. Pero para otras no tan
académicas, por ejemplo, enseñar a los chicos a estudiar o, a eso, a organizar actividades,
algo que luciera un poquito... que los padres dijeran: bueno, sí, les voy a dar este dinero, pero
porque se están moviendo”. (Profesora, 44 años. E-14)
personas implicadas. También reconocen que la AMPA puede apoyar la labor del
profesorado, contribuir al entendimiento de los docentes con el resto de los
padres y cooperar en la organización de actividades para el resto de los alumnos,
como pueden ser las fiestas de graduación y la celebración de días señalados
como el de Carnaval, Halloween, etc. Mencionan también la función de contribuir
al entendimiento y a la unificación de criterios en el consejo escolar.
“Yo creo que la labor de la AMPA es muy importante, porque gracias a ella los alumnos y los
padres tienen voz, digamos, en algunas decisiones y en las cosas que afectan a los
estudiantes. Y hay veces que en la AMPA solo hay cuatro o cinco personas y necesitaban
gente”. (Madre, 51 años. E-1)
“Y además... organizan cosas que, a lo mejor, no les llegaría de otra forma a los alumnos. No
sé, a mí me parece muy positivo, hacen excursiones y muchas cosas. Yo, como trabajo
ahora en el colegio, lo veo. Colaboran bastante, las pobres están ahí todo el rato”. (Madre,
46 años. E-5)
Valorando las actividades realizadas por las AMPA, se señalan algunas actitudes
negativas de padres que, por encima de todo, buscan exclusivamente su beneficio
particular e, incluso, consideran que el hecho de afiliarse y pagar una cantidad al
año les otorga privilegios que van mucho más allá de lo que puede demandarse a
una organización cuyo fin debe ser contribuir a la mejora de la educación en los
centros de un modo altruista y buscando el bien de toda la colectividad.
“La gente viene a la AMPA porque tienen algún conflicto con alguien determinado o con el
instituto. O para aprovecharse en Primaria de los beneficios que puede tener estar en la
asociación”. (Madre, 48 años. E-17)
“Los padres se quejan porque no me has conseguido los libros gratis este año o cosas así.
Nosotros hacemos una cosa más banal: uno aporta cinco libros y se lleva otros cinco.
Muchos padres se creen con el derecho de que, como pagan la cuota anual de 40 euros, que
ya pueden exigir”. (Padre, 47 años. E-7)
padres y también de los profesores, sin ser, a su juicio, bien mirados ni por unos ni
por otros.
“Estás mal visto por los dos lados: por los padres y por los profesores. Los profesores, porque
eres un intruso que los puedes controlar y por los padres porque te ven como un caradura,
que... algo sacarás. Estás entre dos fuegos. No puedes aprovecharte en nada realmente,
pero la gente lo piensa. La AMPA está en el medio y a veces te ponen a parir y eso que estás
ahí gratis. Todo es gratuito”. (Padre, 47 años. E-7)
“Yo pienso una cosa, que muchas veces los padres tenemos razón, pero otras no. La
principal función de la AMPA es aunar un poco criterios en el Consejo Escolar, para velar por
que las cosas vayan como razonablemente tienen que ir... Si un profesor está un año o dos y
los niños no aprenden...”. (Madre, 55 años. E-22)
En resumen, los profesores coinciden con los padres en sus apreciaciones respecto
a la escasa participación y afiliación en las AMPA, pero, a diferencia de los
progenitores, se deshacen en elogios respecto a la actividad desplegada por estas
instituciones en los colegios. Consideran que una parte importante de la actividad
educativa se lleva a cabo gracias a la intervención de la AMPA y mencionan como
las más relevantes el servicio del comedor, las actividades extraescolares y
deportivas y la celebración de días señalados a lo largo del curso. También
mencionan algunos encuentros organizados para la formación de los padres.
Coinciden igualmente en valorar que la participación es casi nula en el instituto,
pero bastantes profesores opinan que podría resultar muy beneficiosa la actividad
de la AMPA, si fueran capaces de entroncar con los intereses de los padres, como
se hace en Educación Primaria, y de los alumnos, que podrían ser destinatarios de
cursos, talleres y otros eventos.
Finaliza aquí el apartado dedicado a la relación entre las familias y los centros
educativos, en el que se han tenido en consideración los dos tipos de relación más
relevantes: con el profesorado y con las AMPA. De ese modo nos adentraremos a
partir de aquí en los resultados obtenidos sobre los sistemas extrafamiliares y
extraescolares.
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 293
Dado que el entorno de los amigos es otro sistema que se encuentra fuera de la
familia y que adquiere una especial significación en la adolescencia, he tratado de
indagar y conocer las reacciones y valoraciones de los padres acerca de las
amistades de sus hijos, el grado de control y de conocimiento que han tenido de
ellas y la aceptación o no de las personas que sus hijos iban eligiendo como
acompañantes y camaradas. También sobre cómo era su relación con ellos y los
motivos por los que actuaban así.
Manifiestan que les preocupaba conocer al círculo de los amigos de sus hijos y por
eso se han mantenido siempre atentos y con deseo de saber quiénes formaban
parte de él. Atribuyen a los amigos un gran valor para su desarrollo, así como no
ocultan la preocupación que les embargaba por si sus hijos se juntaban con
personas que ellos consideraban poco adecuadas, por la repercusión negativa que
pudieran tener. En la mayoría de los casos, sin embargo, lo que ocurre es que los
amigos se mantienen desde la primera infancia y ello da a los padres una gran
tranquilidad, de modo que apenas tienen que intervenir para dar orientaciones o
294 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
“Los amigos que tiene en Alcalá son los de toda la vida... Conocemos a los padres y tienen
muy buena relación. Sus amistades han sido siempre aceptadas por nosotros, porque han
sido buenas. Son chicas y chicos majos. Ahora ya tienen menos relación, porque cada uno
ha tirado por su lado, con sus carreras respectivas”. (Padre, 50 años. E-2)
“Muchas amistades de mis hijos permanecen desde los 3 años. Las conocemos, conocemos
también a las familias y las aceptamos plenamente. Las amistades influyen en los hijos,
claro… es una parte importante. Pero tenían las mismas metas. Salvo casos excepcionales
todas las amistades han progresado conjuntamente. Algunos se han quedado por el
camino porque no le dedicaban tiempo y se abandonaban”. (Madre, 51 años. E-16)
Muestran su deseo de saber con qué amigos se relacionan sus hijos y les animan a
que vayan por casa y a que se los presenten para conocerlos. Ese afán por
encontrarse cercanos a los amigos de los hijos hace que incluso aprovechen
momentos especiales, como las vacaciones y los fines de semana, para proponer
encuentros comunes, con la supervisión y el conocimiento del resto de los padres.
Mencionan la circunstancia de que, como son del mismo barrio y han acudido a
los mismos centros educativos, los amigos de sus hijos lo son desde los primeros
años y han celebrado juntos los cumpleaños, han jugado en los mismos parques y
han compartido las aulas escolares. La continuidad en las relaciones y las
similitudes entre sus hijos y sus amistades son citadas como un valor positivo que
les da tranquilidad. Incluso no eluden el contacto con ellos, sino que, por el
contrario, sugieren y aprueban que acudan por casa y compartan momentos en el
hogar familiar, durmiendo, por ejemplo, durante los fines de semana.
“Nos ha gustado tener contacto con los amigos, saber con quien anda mi niña... Tenemos
una casita en el campo y los hemos llevado al final de curso, a los que podíamos, y
montábamos unas tiendas de campaña en la parcelilla y se pasaban el fin de semana allí”.
(Madre, 46 años. E-5)
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 295
Una de las diferencias más llamativas entre las opiniones de los progenitores y los
docentes es que estos últimos conceden una escasa importancia a este tema. Da
la impresión de que el sistema de iguales fuera un terreno en el que no
encuentran campo de acción docente, como si consideraran que no forma parte
de las obligaciones y responsabilidades de su ejercicio profesional, como si la
enseñanza tuviera pocos puntos de contacto con el hecho de que los alumnos
convivan y establezcan relaciones de amistad y camaradería entre ellos, como si
este entramado perteneciera exclusivamente al mundo de lo personal y privado
de cada uno.
“En Infantil, trabajando por rincones, los niños se ayudan entre ellos. Sí que se trabaja la
interacción entre ellos. En Primaria no suele ser así. Se les coloca individualmente en las
mesas o de dos en dos...”. (Maestra, 55 años. E-6)
Porque me interesa trabajar la autoestima, porque veo que andan muy flojos, porque me
interesa limar las diferencias que tienen entre ellos, que son demasiado fuertes…”. (Maestro,
56 años. E-1)
En algunos casos, al hablar de los amigos de sus hijos, los padres consideran que
se han rodeado de personas muy similares a ellos, con los mismos gustos y
parecidos valores, lo cual les proporciona una estabilidad emocional de la que
carecerían de haberse juntado con personas totalmente diferentes o contrarias.
Por ello, argumentan, no han visto necesario estar de continuo dándoles
instrucciones, porque veían que sus hijos se juntaban con amigos responsables.
No necesitaban insistir a sus hijos en que no adoptaran hábitos y conductas
perjudiciales, como el consumo de tabaco o alcohol, que en la adolescencia son
típicos.
“No me he metido mucho, porque han sido chicas que no han fumado, no han tomado
botellón, no son chicas de estar en las discotecas... A lo mejor es que yo he tenido mucha
suerte. No es algo de prohibirles, sino que ellas mismas se den cuenta de lo que les beneficia
y de lo que les perjudica. A lo mejor es que nos han visto a nosotros en casa. Yo prefiero que
hagan las cosas por convencimiento.”. (Madre, 50 años. E-10)
“Siempre hemos tratado que estuviera en contacto con gente sana. Se relaciona bien con
todo el mundo, pero en su círculo más estrecho exige que tengan de alguna manera los
mismos objetivos y la misma forma de pensar que ella. Tenía una amiga muy íntima, que se
torció y empezó a hacer prácticas que a ella no le gustaron. Por ahí no pasaba”. (Madre, 50
años. E-3)
“Mis padres han conocido a mis amistades, algunas vienen de hace mucho y siempre las
han aceptado. Otra cosa es que te den consejos. A ver, siempre surgen situaciones en que no
es fácil llevar la amistad, a veces surgen conflictos entre... Te pueden dar consejos para bien
o para mal. Luego, tú los analizas y tomas la decisión que consideras. Pero de ahí a decir:
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 297
no, este no; con esa chica no, no. Es tu decisión, tú verás lo que haces. Yo te puedo dar un
consejo, pero, al fin y al cabo, tú eres quien tiene que decidir”. (Alumna nº 9. E-7)
Comentan las dificultades que han tenido en momentos ocasionales respecto a los
amigos con los que se relacionaban sus hijos, sobre todo con la llegada de la
adolescencia y les han hecho observaciones y orientaciones al respecto. Los
consejos se refieren casi exclusivamente a que se rodee de personas como él o ella y
las críticas se producen cuando han observado algunos efectos no deseables por
motivo de amistades nuevas. Mencionan conductas inapropiadas como contestar
airadamente, faltar al respeto de los padres y otros familiares, encontrarse irascibles y
preocuparse excesivamente por la imagen personal, así como asumir posturas y
roles alejados de su trayectoria vital.
“En el instituto tuvo dificultades de relación por la adolescencia y por la influencia de alumnos
mayores repetidores... Es que coincidió en esos años, en 1º y 2º de ESO, que son muy críticos”.
(Madre, 48 años. E-19)
“Nosotros hemos estado pendientes de sus amistades, desde siempre. En un momento dado,
cuando ves que algo no es conveniente, te preguntas: ¿qué es lo que está pasando? Cuando
hay algo raro, preguntamos: ¿hay algún amigo nuevo? Sabes que, cuando conoces a una
persona nueva, te llama la atención. Y ellas nos contaban. Siempre han tenido confianza con
nosotros, no nos han ocultado nada respecto a sus amistades. Algo nos habrán ocultado,
supongo”. (Madre, 49 años. E-13)
En estos casos, lo que pretenden los padres es que los hijos reflexionen acerca de las
influencias negativas que pueden proporcionarles amistades nuevas, con valores y
referencias diferentes. Esta crítica desaprobatoria puede llegar en algún caso
excepcional a la prohibición de salir con determinada persona. En ocasiones las
llamadas de los padres a la reflexión no son necesarias, porque de modo autónomo
298 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
el hijo decide que lo mejor es cortar con las personas que adoptan conductas
totalmente contrarias a las que él considera como valiosas.
“Yo siempre he controlado con quien se han juntado. Y si ellas en algún momento yo he
visto que había alguna amiga... si ves que van con un interés no sano tras esas amistad, yo
se lo he dicho a mi hija: descubre quién es esa persona. El golpe te lo vas a tener que dar”.
(Madre, 50 años. E-20)
“Había una chica que no nos gustaba nada. Mi hija tuvo un cambio de conducta muy...
agresiva con nosotros y con faltas de respeto. Esa chica era mala persona. Tenía problemas
estructurales de familia. Le dije que no quería que se relacionara con mi hija”. (Padre, 50
años. E-19)
Casi con las mismas palabras que los progenitores, los hijos hablan de la entrada
por primera vez al instituto como un momento especial. Los padres ya no están
presentes acompañando al hijo o hija y, además, en el instituto se produce el
encuentro con otros alumnos desconocidos. Algunos de ellos, entre los que
mencionan a los repetidores de curso, han madurado ya en algunos aspectos y
pueden ejercer roles de liderazgo o de manejo del grupo, resultando fácilmente
vulnerables las personas menos desarrolladas e inmaduras. En varias ocasiones las
palabras y los sentimientos que traslucen son totalmente equiparables a las
pronunciadas por los padres. Cuando esta situación se da en una misma familia, el
paralelismo y la coincidencia es total.
“En 1º y 2º de la ESO, que es cuando por lo menos yo tuve menos notas, mis amistades no
valoraban los estudios y yo... la verdad es que estuve bastante perdida y, en ese sentido, me
llevaron por el mal camino. Yo me sentía mal, de hecho, porque pensaba: soy una friki,
tengo que ser normal. Luego ya supe rehacerme y perdí bastantes amistades, porque dije:
mira, tú no me aportas nada, sino todo lo contrario. Luego ya en Bachillerato éramos
amigos y sí que nos apoyábamos”. (Alumna nº 19. E-10)
“El peor momento para los amigos es cuando entras en el instituto. Yo sinceramente no lo
veo un cambio sano. Es que el trabajo de toda la Primaria se va a la basura en... nada, en un
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rato, en unos meses. Yo, la verdad, lo dejaba hasta octavo en el colegio, como era antes”.
(Alumno nº 6. E-11)
“Mis amigos han tenido mucho que ver en cómo soy como estudiante, porque mi mejor
amiga desde pequeña... Hubo una etapa, desde 1º de la ESO, que nos separamos y me
empecé a juntar con otra gente, que no era mala gente, pero no era lo que a mí me
convenía. Se notaba en las notas y en cómo era yo hasta que volví a juntarme con ella y con
todos mis amigos de antes. Me centré y dije: ¿a dónde vas con gente que no te aporta nada,
que se dedican a salir y a beber como más mayores que lo que tenían que hacer con 14
años? Me centré y las notas empezaron a mejorar, comencé de nuevo a leer y a investigar”.
(Alumna nº 8. E-9)
“El complicado mundo de los amigos... en los primeros años de la ESO. Yo diría que mis
padres no me han dicho nunca que no vaya con nadie, pero hubo una etapa que yo iba
con gente... La gente con la que iba no era mala gente, pero era un grupo que igual... sí que
había algún comportamiento... Yo, de hecho, tuve problemas con ellos luego. Mi madre me
criticaba un poco, hacía juegos irónicos con eso. No es que no le gustase sino que... como
que no lo veía...”. (Alumno nº 6. E-11)
Los cambios producidos por causa de las nuevas amistades eran tan patentes que
surgió el conflicto con los propios padres. Ambos, padres e hijos, narran con el
mismo acento emotivo las escenas que se refieren a estos hechos. El mimetismo
es ajustado y exacto. De ese modo, recuerda una alumna la intervención de sus
padres y reconoce la perturbación anímica en que se encontraba.
“Yo al principio si que es cierto que me iba con alguna gente... Yo me decía: ¡pero qué hago!
Y a mis padres no les gustaba. Me decían: oye, no salgas con esa chica, que realmente no te
hace nada de bien. Además, era repetidora, era lo peor de lo peor. Y yo me iba con ella y no
me sentía a gusto del todo, porque yo nunca he sido así. Pero me parecía que si estabas con
300 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
ese tipo de gente eras socialmente más aceptada, no sé. A partir de ahí, mis padres me
dijeron: corta eso. Y se acabó cortando”. (Alumna nº 3. E-11)
Para algunos profesores del instituto, los primeros años de la Educación Secundaria
son momentos que se caracterizan por la conflictividad con que se establecen las
relaciones de los alumnos entre sí y también en relación con el profesorado. La
llegada de la adolescencia y las condiciones efectivas de escolarización en los
mencionados inicios de la Secundaria Obligatoria, en las que se congregan en un
mismo grupo de aula alumnado de diversa procedencia y condición, hace que entre
los objetivos del profesorado no figure la formación para la ayuda mutua de los
alumnos entre sí, ni que las relaciones de amistad se desarrollen de un modo
óptimo. Los docentes orientan su actuación a lograr el objetivo de que los más
rezagados avancen en sus conocimientos, al menos hasta límites que no sean
considerados insalvables por su diferencia con el resto de los alumnos.
“Yo creo que la entrada al instituto les hace estar desubicados y cada uno tiene que
encontrar su hueco. Entonces, en el colegio estaban con un papel asumido, estaban
controlados más o menos y ahora de repente se encuentra en un grupo donde nadie le
conoce... pues ¿quién soy?, ¿qué voy a ser?... ¿el empollón, el simpático, el gracioso?, ¿voy a
ser el malote? Entonces cada uno lo está intentando y el que no es capaz de desarrollar la
habilidad por un lado, intenta sacarlo por otro. Entones, yo creo que por eso hay más
problemas”. (Profesora, 44 años. E-14)
Por otro lado, los padres mantienen una buena opinión acerca de los amigos y
amigas de sus hijos. Consideran que un factor importante para su buena marcha en
los estudios ha consistido en haberse rodeado de compañeros y amigos que tienen
los mismos intereses y que se preocupan por mejorar cada día. El comportamiento
de apoyo mutuo en los estudios, que practican los alumnos de este grupo de
variadas maneras, es muy bien visto por los progenitores y lo valoran como un
influjo positivo para su desarrollo. Los amigos se prestan apuntes, acuden juntos a
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 301
“Se llevaban bien, se prestaban los apuntes y se llamaban. Se enviaban notas con el
whatsapp o con el teléfono, como ahora son tan rápidos los mensajes... Cuando no han
entendido algunas veces al profesor, entre ellas se aclaran, se ayudan a comprender los
problemas”. (Padre, 56 años. E-20)
“Cuando no sabe una cosa, tiene amigos que... busca ayudas. Mi hijo, por ejemplo, es el que
sabe inglés y cuando tienen problemas de inglés acuden a él... Yo creo que es una simbiosis”.
(Madre, 55 años. E-22)
“Yo pienso que ella ha sido la que más ha influido en su círculo. De hecho es el pañuelo, el
banderín de enganche de todos los que la necesitan. En el colegio, cada vez que uno
necesitaba un empujón o una ayuda, la llamaban. En el instituto con compañeros nuevos
pasaba lo mismo. Ahora están haciendo prácticas en la universidad y la llaman. Es así. Si la
llaman, va”. (Padre, 52 años. E-13)
“Es una cría que no sé de dónde le vendrá pero se vuelca en ayudar a los demás, quizá es lo
que ha visto en casa. Sin embargo no se deja influir, ella tiene su opinión. Si los amigos
quieren salir y ella tiene que estudiar, es muy madura y dice: no puedo, ya otro día, la
siguiente vez que pueda voy”. (Madre, 48 años. E-7)
“Para mí las amistades son importantes, pero al final te acabas juntando con gente que
tiene las mismas metas que tú, los mismos puntos en común que tú, aunque no sea
necesariamente estudiar lo mismo. Puedes llevarte muy bien con alguien que estudie algo
completamente distinto a ti... En cuanto a los estudios es muy importante no el grupo de
amigos personales, sino que haya buen ambiente en el grupo en el que te mueves”. (Alumna
nº 21. E-2)
“Gracias a mis amigos he llevado mejor los estudios. Me han ayudado a la hora de hacer los
exámenes, porque yo soy muy nerviosa, pero descargaba la tensión comentándolo con
ellos y repasando. Yo creo que la cercanía de mis amigos me ha llevado a ser buena
estudiante, porque con ellos preparaba las actividades y me ayudaban a aclarar las dudas”.
(Alumna nº 11. E-2)
“Yo creo que estar en un grupo de gente y quejarse de algo todos juntos... eso ayuda
muchísimo. Además de que es muy gracioso, porque tú salías de un examen, estaba todo el
mundo fuera: ¡Ay! Es que me ha salido fatal. Y, si lo hablas, te sientes mejor, porque no eres
la única que lo lleva mal. Yo tenía siempre dos o tres... siempre nos juntábamos, nos
llamábamos por teléfono para explicar cosas o para quejarnos. Sobre todo en 2º de
Bachillerato era muy importante tener gente para decir: Ay!, que no me entero, o ¿vas a
hacer esto? O déjame los apuntes que se me ha ido”. (Alumna nº 9. E-7)
“En el instituto atendemos muy poco al trabajo en equipo. Eso sí que lo echo de menos.
Desde donde ahora estoy, una de las cosas que le ando dando vueltas en la cabeza es cómo
darles más participación, más capacidad para asociarse, para significar algo y para
representarse a sí mismos... No sé. Por ejemplo, se ha movido lo de las Juntas de Delegados,
que era algo que estaba muy... abandonado. Eso, que a través de ellas se cuente lo que se
hace y por qué se hacen las cosas”. (Profesora, 40 años. E-13)
“Ellos llevan muy mal lo de formar grupos. Cuando trabajan en grupo están todo el rato
midiendo: es que yo he trabajado más que este, es que yo he hecho todo esto y este no ha
hecho nada... Respetan muy poco el resultado final que hayan obtenido como grupo. No
hacen más que marcarte muy bien qué es lo que ha hecho cada uno y pedirte que lo
valores. No, no son un grupo”. (Profesora, 44 años. E-14)
Algunos profesores creen que la colaboración mutua entre los alumnos tiene
efectos muy acusados para el buen desarrollo escolar y les recomiendan que hagan
grupo y se ayuden. Reconocen que el profesorado en el instituto se encuentra
totalmente enfocado al trabajo individualizado y valoran que el dirigido a fomentar
el trabajo en equipo es un tema desaprovechado en las aulas de Secundaria.
“Por la experiencia de la biblioteca, yo a mis alumnos les digo a principio de curso que
tienen que formar equipo, que tienen que formar grupo, que se tienen que ayudar. Por otra
parte, el trabajo de los chicos en el instituto es bastante individualizado, es complicado...
con el tiempo como va, la programación como va. El trabajo en equipo es un tema
desperdiciado”. (Profesor, 60 años. E-15)
Para el profesorado, esta es una labor mixta que se encuentra entre una tarea de
iguales y un ejercicio preparatorio para ejercer como profesional docente. Por tanto,
esta actividad ha resultado muy aceptada por todos los profesores implicados, que
han colaborado activamente en su puesta en marcha seleccionando al alumnado
participante. De este modo, los alumnos voluntarios asumen el rol de aprendices de
docente y desarrollan una labor de apoyo y ayuda a otros compañeros más
pequeños en edad y conocimientos, constituyéndose en un motor impulsor de su
proceso de aprendizaje.
“Este año hemos iniciado otro programa, que se llama Aprendizaje y Servicio. Son alumnos
de Bachillerato... y han dado clase a alumnos con problemas de 1º y 2º de la ESO. Eso se ha
hecho tres horas a la semana, los lunes, martes y jueves, nos quedábamos aquí de dos a
tres”. (Profesora, 40 años. E-13)
“E hicimos un Compromiso del Voluntario y un Compromiso también del Alumno que iba a
acudir, que era un compromiso totalmente voluntario y el que, si no se comportaba bien,
salía del programa y... que iba a ser un programa de ayuda en los deberes. Ha resultado
muy bien porque, incluso siendo séptima hora, solo hemos tenido dos bajas de niñas que
vieron que aquello era para ir a trabajar”. (Profesora, 40 años. E-13)
Por su valor como ejemplo de la ayuda mutua entre iguales, expongo aquí las
manifestaciones de una profesora, mediante las que relata el inicio y el desarrollo
exitoso de esta experiencia de innovación, para la que existen pronósticos fiables
de continuación y ampliación en próximos cursos.
“De los voluntarios no ha habido ninguna baja y para ellos ha sido una mejor experiencia
que para los niños pequeños. Los voluntarios han estado encantados y veían la
problemática que había. Ellos pasaban la lista: ¿tú qué haces cuando tienes deberes? Yo
hacía esto cuando tenía tu edad, me organizaba así... y entonces se creaba un vínculo
como muy especial. Los voluntarios eran de 1º de Bachillerato”. (Profesora, 40 años. E-13)
“Los alumnos que asistieron fueron seleccionados en la junta de tutores. No fue abierto
porque era un programa piloto y no nos podíamos lanzar a la aventura. Entonces los
tutores decían: pues yo creo que este niño lo necesita o a este niño le cuesta mucho. Era
gente como que podría caer, es decir que no eran fracasos absolutos de gente que tenía
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 305
ocho o nueve (asignaturas suspensas) o de gente que está fuera ya del sistema, sino
alumnos que tenían en torno a cuatro (calificaciones pendientes) y que podían repetir o
fracasar. Y ha resultado genial”. (Profesora, 40 años. E-13)
En los casos en que observaban conductas no apropiadas, hablaban con sus hijos
y les asesoraban, haciéndoles observaciones que consideraban pertinentes,
comunicándoles su parecer acerca de los amigos cuyo comportamiento no
aprobaban. Incluso les recomendaban que abandonaran alguna relación
considerada perjudicial. Sin embargo, lo que predomina es el sentimiento de
confianza hacia los hijos porque ven que, en lo referente a los amigos, han seguido
criterios que comparten con ellos, como son la responsabilidad en los estudios y
en los hábitos de ocio. Asimismo, aprueban los comportamientos de ayuda mutua
que se prestaban los amigos entre sí y consideran que la convivencia entre ellos
les ha ayudado a progresar como personas y en sus estudios.
Sin embargo hay dos temas que, en las opiniones de los hijos, ganan en intensidad
expresiva respecto a las de sus progenitores. Uno es el que atañe a las dificultades
que conlleva el inicio de la adolescencia con respecto al descubrimiento y las
exploraciones de relaciones de amistad. El segundo, el que se refiere a las ayudas y
306 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
apoyo aportados por los amigos de cara al desarrollo como estudiantes y como
personas, es expuesto por los alumnos con una gran riqueza narrativa.
10.2.4. En la ciudad
Uno de los sistemas en el que nos situamos y con el que interactuamos de una
forma natural por nuestro lugar de residencia es el sistema urbano, la ciudad. En
ella desarrollamos una parte muy importante de nuestras vidas y es el entorno
que, aparte del escolar, acoge a los niños desde sus primeros escarceos fuera de la
casa familiar. La ciudad poco a poco se convierte en un medio lleno de
posibilidades y sugerencias, desde las actividades meramente recreativas y de
ocio en los parques y paseos a otras más culturales y académicas, como las
bibliotecas, los cines y los museos. Los padres exponen su parecer acerca del
uso que han hecho de la ciudad en los años en que sus hijos han estado
creciendo, madurando y formándose y emiten valoraciones acerca de la
cantidad y calidad de oportunidades que ofrece para el desarrollo y la
educación.
“Es mi ciudad y me encanta. Por eso le pongo pocas pegas. Tiene recursos más que
suficientes para aprender idiomas, para practicar deportes, muchas bibliotecas, gimnasios,
piscinas, polideportivos...”. (Madre, 46 años, E-12)
Los alumnos reconocen que el sistema urbano les ha acogido desde que eran muy
pequeños y en sus calles, parques, plazas y establecimientos han encontrado la
oportunidad de realizar actividades diversas, que les han servido para ocupar su
tiempo y han redundado, de un modo u otro, en su desarrollo formativo. La
primera coincidencia entre lo señalado a este respecto por los padres y lo que
comunican sus hijos es que consideran que la ciudad de Alcalá es un ejemplo de
urbe completa, llena de posibilidades, con el añadido de que, al ser relativamente
pequeña y manejable, se puede disfrutar sin agobios.
“Alcalá está muy bien porque, si quieres, puedes tener aquí todo: hay colegios, institutos,
bibliotecas, incluso la universidad. Hay recursos de todo tipo, se pueden trabajar aficiones
como la pintura, la música y la danza en la Casa de la Juventud”. (Alumna nº 18. E-10)
“Yo la considero una ciudad muy completa, porque tiene lugares históricos, tiene muchas
actividades culturales, teatro, música... Aparte, tiene campo, naturaleza. Y la gente no es
como en Madrid, no es gente de paso, sino que está ahí. Se ve en el ambiente que la gente
no tiene prisa,... como una vida más cervantina”. (Alumna nº 20. E-3)
“Yo he hecho mucho deporte y no he echado nada en falta. He jugado muchos años como
federada, tengo muy buen recuerdo de los entrenamientos y de las salidas a jugar a otros
sitios. En los parques he pasado la mayoría de las tardes de mi etapa infantil y son muy
importantes ahora, incluso, para los mayores, para estar en un grupo... Cuando era
adolescente he salido mucho con la bici por el Parque de los Cerros y por el río, el Ecce Homo
y por ahí”. (Alumna nº 21. E-2)
Al hablar sobre las actividades más frecuentes que sus hijos han realizado en la
ciudad, que en su niñez eran normalmente programadas y sugeridas por los
padres, destacan sobre todas las de prácticas deportivas, como la natación, el
kárate y los juegos de equipo. Eran ellos quienes elegían las actividades
extraescolares y organizaban el uso del tiempo libre cuando sus hijos eran
pequeños. Procuraban seleccionarlas en función de los gustos de los niños y
también como una forma de cultivar las capacidades físicas, compensando y
equilibrando el sedentarismo característico de las actividades de estudio.
Los criterios que los padres usaban eran variados: desde que sus hijos tuvieran
oportunidad de practicar habilidades en las que presentaban carencias hasta que
pudieran ocuparse en aquellas otras para las que entendían que estaban más
dotados o que, simplemente, creían que les iban a gustar más.
“En las actividades extraescolares yo elegía las que más les pudieran gustar. De más
mayores ya van donde quieren, pero de pequeñas era yo quien las apuntaba por iniciativa
mía. Cuando han sido más mayores, cada una se ha dedicado a lo que ha querido y no les
decimos nada. Cuando hacen algo ahora es porque les gusta, porque nosotros no las
obligamos”. (Madre, 46 años. E-8)
Era muy común que sus hijos acudieran a las bibliotecas desde muy pequeños y a
las academias privadas, especialmente para aprender el idioma inglés, aunque
también, cuando eran un poco mayores, lo hacían para asistir a clases de refuerzo.
Con un sentido positivo y aprobatorio, señalan la existencia de numerosas
bibliotecas públicas, alguna incluso en el propio barrio en el que habitan.
“Las llevé yo de chiquititas a la biblioteca y sacábamos libros infantiles, libros con patos...
muy graciosos. La biblioteca de Cajamadrid funcionaba muy bien y, si no había algún libro,
te lo conseguían, los traían incluso de fuera”. (Madre, 46 años. E-8)
“Desde los 5 años ha estado estudiando inglés en una academia. Yo le llevé porque me
pareció que en el colegio daban muy poquito. Luego ha estado en la Escuela de Idiomas y
un señor dijo que si mi hijo había estado en Estados Unidos”. (Madre, 55 años. E-22)
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 309
Siguiendo la estela de las opiniones de sus padres, los alumnos destacan las
bibliotecas como lugares a los que han asistido con asiduidad y que les han
resultado muy provechosos en sus estudios. Consideran que existen suficientes a
lo largo de la ciudad y valoran este hecho como una ventaja añadida.
“De vez en cuando dices: ojalá viviera en Madrid, porque hay más cosas, pero luego piensas:
casi mejor en Alcalá, porque en Madrid hay demasiada gente, demasiado agobio y Alcalá
es más reducido”. (Alumna nº 4. E-8)
“Para la gente de fuera, Alcalá tiene un millón de cosas, pero para nosotros... Yo he nacido
aquí y lo tengo de siempre, pero tengo amigos de la universidad que no son de aquí y dicen
que están encantados en Alcalá porque tiene de todo”. (Alumna nº 2. E-8)
cerca también del centro de la ciudad. Advierten de que el hecho de ser una
ciudad con un casco histórico amplio y relativamente bien conservado facilita la
posibilidad de paseos por el centro en familia. Es precisamente ese centro histórico
el lugar donde se concentran los establecimientos culturales, teatros y salas de
exposición.
“Nosotros somos mucho de salir por Alcalá, por el centro y por el campo. Los fines de
semana vamos por el campo y por el río, al Parque de los Cerros,... mucho contacto con la
naturaleza. Les hemos enseñado a disfrutar con la bici”. (Padre, 56 años. E-10)
Aun con todos los elogios hacia la ciudad, a la que muestran aprecio, bastantes
padres consideran que existen algunas carencias en Alcalá de Henares, que echan
en falta algunos recursos y dotaciones para ocupar a niños y jóvenes. Se trata
principalmente de lugares de expansión y ocio, como pueden ser parques y
canchas deportivas, que se sitúan en grandes polideportivos, pero que son casi
inexistentes en los barrios. Algunos padres consideran que no existen servicios de
tipo municipal para la estancia temporal de los niños, como uno que se llamaba
Pequehora y que era una ludoteca en el distrito, a la que podían acudir los niños y
eran dinamizadas por personal especializado. Respecto a las programaciones
culturales, varios padres aprecian que falta una información continuada por parte
de los organizadores y responsables de ellas, aunque también reconocen que la
gente no usa suficientemente las que se anuncian. Achacan este hecho a que no
existen canales ágiles y de fácil divulgación entre la población. A veces aluden a la
falta de interés de la gente por participar en eventos de tipo cultural.
“Lo de Pequehora... mira que lo peleamos... Era un servicio gratuito que se llamaba
Pequehora... era del ayuntamiento y tenías la posibilidad de dejar allí a las niñas una o dos
horas e ir a hacer la compra o tomar un café con las amigas. Ellas mientras tanto jugaban...
Quizá falten en Alcalá zonas deportivas y las que hay no están muy cuidadas. En el barrio
no hay ninguna”. (Madre, 50 años. E-10)
“Yo creo que tiene bastante (actividad cultural) y por parte de nosotros como ciudadanos
no lo usamos. Yo leo el semanario y veo las programaciones... Creo que hay más oferta de la
que utiliza Alcalá. Pasa igual que todo:... la gente no es participativa y no tiene tiempo”.
(Madre, 48 años. E-7)
Este hecho produce una sensación entre la población de que existe una atonía en
la programación de actividades de ocio y tiempo libre, así como en el cultivo de
aficiones, tanto deportivas como de otro tipo.
Los alumnos, al igual que los padres, también descubren algunas carencias en la
ciudad. Pero, a diferencia de estos, las concretan en aspectos no mencionados por
sus progenitores, pues tienen que ver directamente con ocupaciones y
preferencias suyas. Encuentran que existen pocas instituciones verdaderamente
económicas para el estudio de idiomas por los jóvenes. La Escuela Oficial de
Idiomas desatiende sistemáticamente las peticiones de matrícula de los menores
de 18 años. Otra crítica referida a las dotaciones de Alcalá se refiere a la escasez de
actividades dirigidas expresamente a los jóvenes. Y lo comparan con las existentes
en otros lugares de España, como es el caso de la ciudad de Salamanca, y
constatan que aún tenemos mucho que mejorar en este terreno.
“La Escuela Oficial de Idiomas está muy saturada. Yo he intentado entrar varias veces, pero
como no tenía aún 18 años... A lo mejor, si hay tanta demanda, sería bueno reforzar y
ampliar”. (Alumna nº 21. E-2)
“A mí me parece que faltan muchas iniciativas para jóvenes en Alcalá, que debería haber
más debates, charlas, más concursos... más cosas así. Por ejemplo, esto es algo que, cuando
fui a Salamanca dije: ¡madre mía, club de debate, club de psicoanálisis, club de tal!... Eso era
una gozada. Algunas de estas actividades eran de la universidad, pero otras eran de la
misma ciudad”. (Alumna nº 19. E-10)
“A mí me gustan mucho los títeres. Podría haber en Alcalá un lugar donde se dieran sesiones
de títeres para los niños de Infantil. De cine actualmente no hay oferta para niños de
Infantil”. (Maestra, 55 años. E-3)
312 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
“Todo es mejorable. A lo mejor algún sitio para contemplar y manipular la ciencia, algo
tecnológico, yo no lo conozco. Experimentos de la luz, del sonido, del universo...”. (Maestra,
55 años. E-6)
La diferencia fundamental entre las opiniones expresadas por los padres y por los
hijos, tratando este tema, es que para bastantes de estos han resultado decisivos
los profesores que han tenido en los colegios y en el instituto para apreciar y
valorar los espacios de la ciudad. Los progenitores ni siquiera mencionan el hecho
de las visitas y salidas organizadas por los docentes y la importancia que hubieran
podido tener para completar la formación de sus hijos. Los alumnos reconocen
que, si han conocido bastantes lugares y apreciado actividades de tipo cultural
como cine y teatro, ha sido gracias a que en el instituto y en el colegio los
profesores les llevaban. De hecho, algunos dicen que no han ido nunca solos a
visitarlos. La labor del profesorado en este sentido cobra una especial relevancia y
resulta de trascendencia para el desarrollo de la afición por este tipo de
actividades.
“En los colegios y en el instituto también se impulsa... En el colegio nos sacaban a conocer
cosas... Yo recuerdo en Primaria el itinerario turístico por la ciudad. Lo repetí varias veces, ya
me lo sabía de memoria. Una cosa buena es que como casi todo es gratis. Cobran un
poquito en la universidad y los fines de semana para entrar en el Paraninfo, pero el resto es
completamente gratis”. (Alumna nº 21. E-2)
“A muchas cosas he ido con el instituto, que hacía salidas por aquí, por Alcalá. Las visitas
culturales las he hecho con el instituto (...) Y he ido a un montón de representaciones
teatrales. En todas esas cosas el instituto influye bastante. Al museo, a teatros, al Parque de
los Cerros, a ver las ruinas del castillo que hay allí. He ido con el instituto y luego también por
mi cuenta”. (Alumna nº 3. E-11)
Coincidiendo con la opinión de los alumnos, los profesores de los colegios aluden
a las numerosas salidas que programan y llevan a cabo con los estudiantes con la
intención de aprovechar y rentabilizar los distintos lugares que consideran útiles y
ejemplares para completar la formación de sus alumnos. Se trata de lugares
valiosos por su significación natural o cultural, principalmente. Estas salidas o
excursiones son objeto del trabajo escolar y se encuentran asumidas dentro del
currículo ordinario, pues, posteriormente, los escolares realizan actividades de
ampliación, resúmenes y exposiciones.
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 313
“Se hacen salidas a los museos, a todos en general, y hay visitas guiadas por Alcalá.
Hacemos trabajos sobre ella y además por los Cerros, por los exteriores, al jardín botánico...
Hay mucha oferta de actividades. Es vital conocer bien la ciudad en todos los aspectos,
lúdicos también, con bici se ha hecho alguna vez y también por las riberas del río, una
excursión de estas de salir a las nueve y volver a las dos”. (Maestro, 58 años. E-2)
Señalan que la crisis económica hace que no todas las familias puedan sufragar las
excursiones de sus hijos. Por ello, muchos docentes han tomado la ciudad de
Alcalá como el recurso gratuito más empleado para realizar salidas de ampliación
con los alumnos. De ese modo, cada vez se organizan desde el colegio más visitas
a la ciudad y menos las que precisan la utilización de autobuses y, por tanto, costes
económicos añadidos. Por otro lado, un hecho que facilita la organización de
salidas con alumnos desde los colegios y el instituto es la programación que la
Concejalía de Educación del Ayuntamiento de Alcalá envía cada curso escolar a los
centros educativos, con el fin de que estos puedan seleccionar de entre las
propuestas ofrecidas aquellas que resulten más interesantes. Existe un abanico
muy amplio de actividades, de diferente naturaleza, a las que pueden inscribirse y
todas son gratuitas para los escolares.
“Todos los colegios tenemos un acuerdo con el ayuntamiento: organiza talleres tanto
dentro del centro como fuera, organiza visitas para los alumnos, lo que llaman la “ruta de
las cigüeñas”, trabajamos también con el ayuntamiento en Muestra de Artes Escénicas y
pintura. En ocasiones son los propios talleres de Medio Ambiente... Es una forma de facilitar
una oferta que luego los niños pueden llevar a sus casas: exposiciones, el museo
arqueológico... Se establece una buena sintonía entre el centro, la oferta cultural y las
familias”. (Maestra, 50 años. E-5)
Llama, por tanto, la atención el hecho de que los padres no resalten, al hablar de
los recursos de la ciudad, el papel relevante que juegan los profesores al introducir
a sus hijos en el conocimiento y aprecio de los mismos. Los padres
necesariamente han de ser conscientes de que sus hijos, a lo largo de su
escolaridad en los colegios y en el instituto, han llevado a cabo numerosas salidas
a la ciudad, pues un requisito imprescindible para que los alumnos puedan asistir a
ellas es que los progenitores lo autoricen de forma expresa. Algunos profesores, no
obstante, mencionan que el equipo directivo de la Asociación de Madres y Padres
ve con buenos ojos que se promuevan salidas con el alumnado y las valoran con
agradecimiento, como una muestra de que los profesores ponen interés y se
esfuerzan por realizar voluntariamente unas actividades extraordinarias a las que
no se encuentran estrictamente obligados.
314 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
“Los padres de la AMPA tienen obsesión por que saquemos a los niños a excursiones. En
parte los entiendo, porque no tiene todo que ser aquí... Realmente los padres se motivan
mucho cuando ven que los sacas de excursiones, que ven cosas que merecen la pena, que te
esfuerzas en ellos”. (Maestro, 56 años. E-1)
Los progenitores son escasamente críticos respecto a sus carencias, de las cuales
sólo señalan en breves pinceladas la falta de espacios deportivos para jóvenes en
los barrios, la inexistencia de una información continuada de la programación
cultural que se ofrece y la carencia de servicios de apoyo a la familia en el cuidado
de los hijos fuera del horario escolar, como puede ser una actividad de distrito que
se llevaba a cabo en el barrio Nuevo Alcalá, consistente en una ludoteca donde se
podía dejar a los hijos durante cortos espacios de tiempo para que sus
progenitores pudieran dedicarlo a las tareas que más precisaran. A diferencia de
los progenitores, los hijos, al descubrir carencias en la ciudad, critican que faltan las
actividades especialmente dirigidas a los jóvenes.
Los progenitores exponen sus puntos de vista sobre el grado de uso de estos
nuevos medios tecnológicos por parte de sus hijos, así como sobre las condiciones
en que se lleva a cabo su práctica en el hogar familiar. Asimismo expresan
opiniones y temores acerca de los inconvenientes que esconden y también de las
ventajas que proporcionan. Consideramos en este apartado los medios que se
encuentran más utilizados y extendidos entre la población, que son la televisión,
los teléfonos móviles, el ordenador, la conexión a Internet y las noticias de
actualidad. De acuerdo con las manifestaciones de varios padres, sus hijos han
visto en televisión emisiones de dibujos animados y programas infantiles,
habituales desde hace ya muchos años. Pero eso ocurría cuando eran pequeños,
entendiendo la duración de esa edad hasta el momento en que entraron en el
instituto. De ahí en adelante, reconocen que sus hijos apenas ven lo que ponen en
el televisor, porque tienen poco tiempo libre, dado que los estudios y las aficiones
que practican, como los deportes y la música, les tienen ocupados; sobre todo
también porque creen que el tipo de programación que emiten los diversos
canales no les gusta. Sus hijos son selectivos, pues tienen afición principalmente a
los documentales, los dibujos y las películas.
“En realidad no tenían mucho tiempo para ver la tele, porque venían, comían, descansaban
un poco. A lo mejor si echaban una serie, como por ejemplo los Simpsons, veían un rato la
televisión hasta las cuatro y luego se ponían a hacer los deberes y a estudiar. Luego había
que ir... que si a la danza, que si a natación... Cuando llegaban eran las ocho o las ocho y
media y ¿qué quedaba? Ducha y cena, porque se tenían que levantar a las siete y media”.
(Madre, 51 años. E-16)
316 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
“Yo llevo cuatro años sin ver la televisión propiamente, porque encontrar un programa de
televisión que te guste es difícil; que te venga bien el horario también es muy difícil y luego...
que lo que te están explicando en televisión... A mí, por ejemplo, lo que me pasa
últimamente viendo películas, digo: superdivertido, sí, pero no me aporta nada, me parece
que pierdo el tiempo y por eso no me gusta. Luego, los documentales o programas
didácticos, muchas veces pienso: van muy lento y entonces no los pienso ver. No van a mi
ritmo”. (Alumna nº 19. E-10)
“En general no me gusta la tele. La he visto más que ahora, Pasapalabra y cosas de esas,
programas así... chorras. Pero siempre me levantaba y decía: ¡qué asco, he perdido el
tiempo, he perdido toda la tarde! La verdad es que la 2 es la única televisión que veo
interesante. En la 2 no hay programas basura, casi siempre hay cosas interesantes. No sé
por qué la gente no la ve... Ese tipo de televisión está muy bien y hay solo un canal y me da
mucha pena”. (Alumno nº 6. E-11)
“A mí de pequeña me gustaban mucho los dibujos animados y los sigo viendo ahora (se ríe).
Ahora me gustan los documentales, documentales de animales y poco más... La actualidad
no me gusta nada. Son noticias siempre negativas: que si tal ha robado tantos millones y el
otro también...¡Y a mí qué me importa!... Es algo que... te sientes impotente. A mí las
películas me encantan... es cine. Algunas veces las veo en televisión, pero raras veces... Más
frecuente es que las consiga en DVD y las veo cuando quiero”. (Alumna nº 20. E-3)
Pero, de igual modo que varios padres señalan que sus hijos no se someten a la
programación horaria que llevan a cabo los canales de televisión, sin embargo
comprueban que tienen más tendencia a ver televisión a la carta, es decir, a
visualizar programas a los que acceden vía Internet o una vez que los han
descargado por cualquier otro medio. Lo que les gusta especialmente son las
series y las películas en versión original y la música en general. Aprovechan este
recurso que supone ver en pantallas series y clips musicales para practicar los
idiomas extranjeros, principalmente el inglés, a no ser que estén interesados en
otros idiomas como el francés y el alemán por los estudios que realizan. Esta es
una característica muy común de estos alumnos.
“Ven poco la televisión. Son más de ver por Internet. Ahora mismo están siguiendo series,
algunas muy famosas. Las siguen en inglés, sin subtítulos de ningún tipo. Hablan inglés casi
perfectamente. Una de sus aspiraciones es ir a estudiar a Estados Unidos. Ellas estuvieron
aprendiendo inglés en academias desde muy pequeñas y la afición a las series en versión
original la tienen desde hace mucho”. (Padre, 56 años. E-10)
“Les gustan las películas, porque programas así... no. Algún documental y sobre todo
películas. Las ponen en inglés, en blanco y negro, además. Es lo que más les gusta. Ellas lo
hacen por iniciativa propia. No vemos la tele con ellas, porque no consienten que haya
ningún ruido. Como haya algún ruido, te paran” (Padre, 51 años. E-8)
318 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
“La televisión aquí a lo mejor se hubiera podido aprovechar más, por ejemplo, en el ámbito
de los idiomas para niños, no doblar las películas o subtitularlas y ponerlas en versión
original. En muchos países se hace eso”. (Alumna nº 21. E-2)
Por otro lado, algunos padres afirman que, cuando sus hijos eran pequeños, han
controlado y establecido normas y condiciones para ver la televisión en el hogar y
les dejaban verla a horas que consideraban adecuadas como un modo de
descansar de las actividades y trabajos realizados. El televisor estaba situado en un
lugar común, que solía ser el salón de la casa. Era usual que los padres vieran la
televisión con los hijos, pero, normalmente, en la actualidad la ven ya por
separado, dado que los gustos de unos y otros, tal como anteriormente
mencionaba, no son coincidentes.
Las declaraciones y opiniones de los padres respecto al uso que sus hijos hacen
del medio televisivo coinciden, pues, con las que estos últimos realizan. Los
profesores hablan sobre el uso de las nuevas tecnologías y los temas de
actualidad, pero hablan muy poco sobre el televisor, dado que, como tal, se utiliza
muy poco en el centro escolar y solamente como soporte para la visión de
documentales de diversa temática.
En otro orden de cosas, en los hogares de estos alumnos el uso del ordenador y de
la conexión con Internet están completamente normalizados. En general, los
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 319
“El ordenador hemos empezado a usarlo, como todos los compañeros, en 1º o 2º de la ESO y
hemos aprendido a usarlo solas, aunque teníamos algo de idea de informática, pero hemos
aprendido solas. Yo creo que se lo empezamos a pedir a nuestros padres por moda, porque
en casa de nuestros tíos habían comprado el ordenador a mis primos y nosotras dijimos:
¡hala, nosotras también queremos uno!”. (Alumna nº 18. E-10)
Casi todos los padres mencionan que la razón por la que adquirieron este recurso
era porque los hijos lo demandaban, pero también ellos se daban cuenta de que
les resultaba necesario para poder seguir las asignaturas a las que se enfrentaban
en los nuevos estudios y como instrumento de consulta y de trabajo. Algunas
familias, no obstante, ya disponían en casa de estos medios debido,
principalmente, al trabajo de los padres.
“Me compré el primer ordenador en el año 97 y pusimos línea ADSL en el 99. Mis hijas
utilizaban el ordenador para pintar, para jugar y para juegos educativos... En el trabajo iban
a tirar dos ordenadores y me los traje y los puse en funcionamiento y les di uno a cada una,
para que hiciesen sus cosas y sus trabajos y con su conexión a Internet. Les expliqué los
elementos básicos: esto es tal... así funciona el teclado. Así aprendieron, aunque en el
320 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
colegio y en el instituto también tenían ordenadores y les explicaban. Para sus estudios los
han usado mucho”. (Padre, 52 años. E-13)
“Hasta la ESO para los estudios siempre he usado los libros más que Internet. Mi padre tiene
muchísimos libros y enciclopedias. A mi padre siempre le ha gustado y a mí también me
educaron para... yo qué sé... leer un libro y pasar las hojas, leer apuntes y subrayar y tomar
notas. En los estudios se ha intentado llevar tanto el terreno a las nuevas tecnologías que
me parece ya abusivo... El ordenador más que nada lo uso para buscar alguna información
o para complementar los apuntes del libro”. (Alumna nº 12. E-1)
“En casa tengo Internet desde los 14 años. En 4º de la ESO y luego en Bachillerato y
muchísimo más en la universidad es absolutamente imprescindible. Sin Internet, a nivel
universitario, no puedes vivir. Mi padre siempre ha sido muy reticente a que usara Internet
en los trabajos escolares, no le gustaba eso de “corta y pega”, siempre prefería que hiciera los
trabajos buscando en libros”. (Alumna nº 21. E-2)
Manifiestan varios alumnos que, cuando sus padres comprobaron que los estudios
se iban complicando, acabaron transigiendo. Es compatible esta constatación con
la versión que los padres realizaban respecto a que, llegados a los primeros cursos
de ESO, ellos ya no pudieron ayudar a sus hijos en los estudios y, entonces,
apareció como un recurso providencial el ordenador, que, de paso, les permitía
liberarse de la carga que les suponía el enfrentarse a conocimientos que ellos no
habían cursado o que lo habían hecho con una terminología ya obsoleta y
superada. Así pues, han usado, dicen, el ordenador e Internet para sus estudios,
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 321
sobre todo a partir de los primeros cursos de ESO y, lógicamente, mucho más en
Bachillerato y actualmente en la Universidad.
“Internet lo he usado mucho en los estudios, desde 3º de la ESO que fue cuando empezaron
a pedirme trabajos elaborados. Ya necesitaba tener más información y dije: en Internet
tiene que estar. Y me acostumbré a buscar en Internet”. (Alumna nº 7. E-9)
“Mis padres eran muy reacios a Internet, hasta que no vieron que ya era una necesidad,
porque estaba en el instituto. Iba a hacer Bachillerato,... como que lo necesitabas para
información y porque era mucho más cómodo”. (Alumna nº 5. E-6)
Los progenitores relacionan el uso que sus hijos hacen del ordenador con sus
tareas en los estudios más que con las de entretenimiento y juegos. Creen que
dedican un tiempo razonable a estos medios y en sus inicios, cuando sus hijos
cursaban la ESO, lo normal era que existiera un solo ordenador en la casa a
disposición de todos los miembros de la familia y que este se encontrara ubicado
en una sala de acceso común para todos.
“Desde que mi hija mayor comenzó la ESO siempre hemos tenido en casa el ordenador e
Internet para los estudios. No ha sido preciso regularles su uso, porque creemos que han
consumido responsablemente cuando lo necesitaban. Estaba en el salón, a la vista de
todos. El niño es mucho más feliz con un libro en las manos que estando con el ordenador”.
(Padre, 50 años. E-2)
“Nosotros hemos tenido un ordenador para la casa y era el de sobremesa, en un lugar fijo.
Se ha usado cuando cada uno lo necesitaba. Más que nada mis hijos lo usan para buscar
información o para las redes... Su profesor tiene una página en Facebook y les pone
artículos que tienen que leer, les pone obras, les pone artículos que tienen que ver con la
música...”. (Madre, 53 años. E-18)
Varios alumnos, de un modo similar y paralelo a lo expresado por sus padres, citan
que al principio el ordenador se encontraba en un lugar común de la casa y que
podía ser usado por cualquier miembro de la familia. Este hecho refleja
condiciones biográficas y de evolución de los productos y del mercado de las
nuevas tecnologías. Hace aproximadamente diez años los ordenadores ofrecían
menos prestaciones que los actuales y, además, eran más onerosos que ahora.
Lo mismo ha ocurrido con la conexión a Internet a través de ADSL. Hoy día resulta
ya más común y está más extendida la posesión individual de varios productos
tecnológicos como son el ordenador portátil, las tabletas y el teléfono móvil con
322 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
conexión a Internet. Lo que reflejan las opiniones de estos padres y estos hijos se
encuentra referido a los años en que estos últimos eran adolescentes. Ahora es
bastante normal que el uso del ordenador o del portátil sea exclusivo para el
estudiante, que ya se encuentra cursando estudios universitarios.
“El ordenador estaba en mi habitación y allí lo usábamos todas. Mi madre también, si tenía
que poner un e-mail. Pasábamos mucho tiempo en el ordenador, buscando información y
curiosidades y cualquier tontería. También nos bajábamos series y películas”. (Alumna nº
18. E-10)
“Cuando era pequeño, el ordenador de casa era para todos y teníamos una especie de
agenda de cuándo utilizarlo. En los primeros años de la ESO lo usaba mucho, sobre todo
para redes sociales o para trastear en él... No me gusta usar el ordenador, lo hago por
necesidad. Si para un trabajo puedo usar un libro, lo prefiero antes que buscar cosas en
Internet y leerlo en el ordenador”. (Alumno nº 17. E-3)
“Desde el colegio se potencian las nuevas tecnologías. En Infantil ya tienen el rincón del
ordenador. En Primaria, en las aulas de informática, van dos veces por semana. El uso de
tecnologías está ya muy asentado. Ahora también con la dotación de las tablets, con el
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 323
proyecto que estamos haciendo. Trabajan con “compañeros de hombro”, una tablet para
cada dos. En todas las clases de mayores tenemos pizarras digitales. Cuando hay dudas
enseguida se busca en Internet”. (Maestra, 55 años. E-6)
“El ordenador se usa para presentarles el trabajo, para contarles cuentos, para actividades
como matemáticas y también para jugar, colorear, etc. Las editoriales nos facilitan
materiales con actividades de tipo interactivo. No se puede desechar lo tradicional, las
fichas, los libros, pero las nuevas tecnologías son fundamentales”. (Maestra, 55 años. E-3)
“El trabajo con Internet en las aulas es a diario, porque tenemos pizarras digitales. Se trabaja
a nivel grupal. También tenemos un aula de informática que se usa mucho para consultar
información o para hacer algún trabajo en equipo. Lo que no hacemos es enseñar a los
niños a manejarse en las redes sociales. Esa es una carencia que yo creo que tenemos que
cubrir enseguida. Es que tampoco hay tiempo. Tendríamos que buscar alguna fórmula de
cómo trabajar eso, sobre todo con los alumnos mayores”. (Maestro, 51 años. E-4)
Por otro lado, varios maestros llaman la atención acerca de los mitos que se
construyen alrededor del uso de los ordenadores y de Internet. Existe la creencia
entre los padres, dicen algunos docentes, según la cual, una vez que los hijos
poseen la fuente de conocimiento que representan las nuevas tecnologías, el
aprendizaje es algo que se produce por sí solo y basta con conocer el manejo del
ordenador. Sin embargo, no se da una transferencia automática tal entre
324 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
“Actualmente los profesores usamos cada vez más las herramientas del mundo de la
información y de la imagen. La cultura del libro se va... por el tipo de alumno que tenemos.
Al alumno de ahora no le podemos poner solo delante de un libro, es absurdo. Cuando un
profesor es consciente de ello, aunque no utilice las nuevas tecnologías en clase, les remite a
ello”. (Profesor, 60 años. E-15)
“El aprendizaje de los niños con Internet no es tan rápido como creemos. El utilizar un
pendrive, que es mi primer libro, para que se lleven los resúmenes, el vocabulario, los
cuadernos de clase, que se lleven material interactivo y que puedan hacer en casa el blog
diario, los deberes y las actividades... Es, por desgracia, lento, pero se va consiguiendo”.
(Maestro, 56 años. E-1)
Hay padres que se reconocen como personas totalmente ignorantes en el uso del
ordenador e Internet e incluso bromean acerca de su incapacidad de
desenvolverse hasta con el teléfono móvil. Es decir, la brecha no solo generacional
sino de acceso y uso de las nuevas tecnologías aparece dentro de los hogares
entre los padres y los hijos y constituye un fenómeno reseñable. Este hecho posee
muchas connotaciones, que tienen que ver con la dificultad que presentan los
padres en la actualidad para poder seguir, asesorar y controlar el uso que los hijos
hacen de estos medios. Más adelante dejaré constancia pormenorizada de este
tema.
“Le pusimos Internet por los estudios, yo creo que a finales del colegio, para tener una ayuda
ahí, ya que nosotros no podíamos y ella lo pedía, porque le hacía falta para estudiar. Todo
lo que sabe de ordenadores lo ha aprendido ella, porque nosotros no tenemos ni idea, yo
me pierdo en esas cosas (se ríe abiertamente). Yo no sé ni manejar el móvil todavía. Hemos
estado acostumbrados a vivir sin eso; ellos ya no pueden…”. (Madre, 52 años. E-4)
Los hijos corroboran con sus opiniones las declaraciones de sus padres respecto a
las personas que les introdujeron en el manejo del ordenador. Son muy contados
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 325
los casos en que las profesiones y la preparación de los padres les permitían iniciar
a sus hijos en esas destrezas. Algunos alumnos así lo constatan, pero lo común era
que se introdujera su conocimiento y uso en el colegio, en forma de talleres y
rincones, y posteriormente en el instituto a través de asignaturas regladas como la
de Tecnología.
Para algunos alumnos lo que ocurrió es que sus padres se mantuvieron un poco al
margen de cómo usar el ordenador, una vez que decidieron adquirirlo, porque no
poseían conocimientos de informática. Así que los hijos, con lo que aprendían en
el colegio y obteniendo información de otros amigos y compañeros, conseguían
manejarse y usarlo. Reconocen que ellos se consideran un poco autodidactas con
estos medios y basta con breves indicaciones de algún compañero que posea un
aparato, para que enseguida puedan familiarizarse con su funcionamiento y esto
lo consiguen fácilmente.
“Yo creo que en nuestra época somos autodidactas, porque... lo vas viendo. A lo mejor
alguien se ha comprado un móvil y dices: A ver cómo es y tal... Llegas y te lo coges tú
también, porque te ha gustado y... ya, más o menos, sabes cómo va. Estamos rodeados de
tecnología y lo vas captando”. (Alumna nº 3. E-11)
Varios profesores, al evaluar el uso que realizan sus alumnos de las nuevas
tecnologías, consideran que está ocurriendo un hecho particularmente grave. Los
padres confesaban que su preparación en el manejo de las tecnologías es muy
escaso y que, por tanto, no eran ellos quienes introducían a sus hijos en ese
conocimiento. Sin embargo, apenas mostraban intranquilidad por ese hecho,
dado que las consideraban principalmente como una herramienta con la cual los
hijos podrían satisfacer sus necesidades de ayuda en los estudios, que ya ellos
reconocían que no podían darles. Este hecho permite visualizar la fractura que
supone la alfabetización digital entre unas personas que se mantienen alejadas y
ajenas a los nuevos medios y otras, los hijos, que se encuentran enfrascados en su
uso y, a veces, abuso.
“Los padres, yo creo, se encuentran con una dificultad, que son las tecnologías. Las
tecnologías son un problemón, porque lo es incluso para mí. Yo les he llevado a un
326 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
“Virus, timos, engaños, desprotección ante los datos emitidos en Internet... Lo de la imagen
personal lo aprenden a base de darse la guantada, porque muchos de ellos su primera mala
experiencia con esto la tienen en 1º o 2º de ESO, que es cuando empiezan a tener móvil,
porque le mando una foto a no sé quién y... esto circula. O no sé quién ha soltado un bulo
en Internet y está diciendo tal cosa por whatsapp...”. (Profesora, 44 años. E-14)
“Yo me escandalizo, porque en 4º de ESO les hablo de cómo usar las nuevas tecnologías de
forma segura y resulta que han llegado a 4º manejando todo tipo de tecnologías sin tener
ni idea de los riesgos que hay ni de los peligros. Año tras año no dejo de sorprenderme de
cómo en esta sociedad en donde un niño de 5 años puede manejar un teléfono, una tablet,
Internet,... cualquier cosa,... Y lo peor es que veo a las familias que tienen menos idea
todavía. Creo que hemos dejado una herramienta,... pero los propios padres creo que son
los peores, porque no saben”. (Profesora, 44 años. E-14)
Los profesores opinan que en este momento son precisamente los padres los más
necesitados de formación sobre las nuevas tecnologías, para que a su vez puedan
ayudar a sus hijos y ejercer una tutela efectiva sobre estos medios y así poder
evitar las numerosas disfunciones de que periódicamente se hacen eco los medios
de comunicación, con el consiguiente gasto emocional para las personas que
sufren situaciones no deseadas. El desconocimiento que bastantes padres tienen
ante los medios tecnológicos les impide asesorar, controlar y educar a sus hijos en
su desarrollo como seres digitales. Ellos no poseen el libro de instrucciones de
estos medios ni son conscientes de los efectos negativos que pueden acarrear.
Eluden, por tanto, inmiscuirse en los entresijos de estos aparatos y renuncian a
supervisar el buen uso de ellos por parte de sus hijos.
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 327
“A los primero que hay que orientar es a los padres. Los padres dicen: ¿Que quieres un móvil,
que quieres una tablet? Toma. Los padres le compran un teléfono móvil a los 12 años. ¿Es
que no revisas su teléfono? Es una menor. Ella tiene que entender que le compras el teléfono
pero, como es una menor, el control lo tienen que tener los padres... Entonces, a los padres
les da mucho miedo. Se han desentendido de esto, de la educación y de todo (...) Compran a
sus hijos un ordenador con Internet y no les ponen medidas de protección. Si te compro un
móvil, te creas una lista, vas a formar parte de un grupo de whatsapp, pero vas compartir el
mío”. (Profesora, 44 años. E-14)
Algunos padres manifiestan que la adquisición y entrega del ordenador a sus hijos
les dejó tranquilos, pues ellos no tenían ya posibilidades de ayudarles más en los
estudios. De este modo, el ordenador viene a ser su sustituto pues, estando ya
Internet, lo que pudieran hacer ellos por los estudios de los hijos está de sobra. Es
como si su conciencia quedase tranquila, dado que con esa herramienta podrán
progresar en los estudios y realizar las tareas que los profesores les encarguen. No
ven muchos peligros en el manejo del ordenador. La brecha tecnológica, hasta
cierto punto, les exime de esa responsabilidad.
Un tema emergente, que ya mencioné al hablar del uso del televisor, que tanto los
padres como los hijos señalan nítidamente, es el del uso de Internet y las pantallas
para ampliar y profundizar en el conocimiento de los idiomas extranjeros. A través
de Internet obtienen series y películas en versión original. Para muchos alumnos esta
es la ocupación prioritaria, si sus estudios tienen que ver con las Lenguas Modernas y
también, si no lo es, dado que consideran que para cualquier profesión y en
cualquier circunstancia el dominio sobre todo del idioma inglés es básico y
fundamental.
“Algo que he descubierto ahora y que me hubiera gustado encontrarlo antes es lo fácil que es
aprender idiomas a través de Internet. Porque, claro, el hecho de ver películas y escuchar
canciones en versiones originales... A lo mejor en el instituto, si no te vas a dedicar a ello o no te
llama la atención, no lo usas... En la universidad te organizan y estructuran para lo que es más
académico, pero lo que es escuchar... ese tipo de cosas te lo tienes que buscar tú”. (Alumna nº
21. E-2)
“Hay que controlar pero las tecnologías están ahí. Cerrar la puerta al viento... no puede
hacerse, los medios están ahí. El siguiente reto creo que es concienciarles de que no todo lo
que pone en Internet es verdad, ni cierto ni real. Mira, me han mandado esta noticia... Yo les
digo: cuidado, es dudoso, hay mucha manipulación”. (Padre, 53 años. E-1)
“Se manejan a una velocidad increíble. El ordenador siempre para consultar cosas. Ahora ya
hacen un uso múltiple, pero lo que más es para comunicarse: tienen redes de la universidad,
de grupos y de otros chicos de fuera”. (Padre, 56 años. E-10)
“A mí me preocupa que centre todo su ocio en eso. Dice: ¡me aburro! Se aburre porque no
tiene la tablet... En el momento en que le convenzo de que coja un lápiz y se ponga a
dibujar, se puede pasar dos horas. Es muy creativo y dibuja muy bien. Ponte a dibujar o
ponte a no hacer nada. Se puede estar muy bien sin hacer nada... A mí lo que me preocupa
y me da pena es que o hay una pantalla y está atado a ella o no hay nada interesante que
hacer”. (Madre, 48 años. E-7)
“Y también dependencia. Esto te lo cuento casi más como madre. Los chicos ahora no
saben relacionarse de otra manera. Se aburren y sacan el móvil. Están juntas el grupo
de amigas y están con el móvil. ¡Yo no me lo puedo creer! Los padres tienen que
gestionar esto también, tienen que gestionar el tiempo de uso. ¿En qué momento los
padres no han visto que lleva el móvil pegado a la mano, que está todo el rato, que
está comiendo y está...mandando un whatsapp?”. (Profesora, 44 años. E-14)
“Por la noche veíamos la tele todos juntos, en la cena. A nosotros nos gusta ver las noticias
con ellas. Ellas decían que no les gustaban, pero también las veían (ríe). Ya son mayores y
tienen su criterio, pero las noticias se comentan. Y, a cuenta de las injusticias,... un poco lo
que... lo que la vida refleja, claro... Nos permite dar nuestro punto de vista,
independientemente de lo que vean en otras partes... Para nosotros es importante
comentarla, la actualidad”. (Padre, 46 años. E-5)
“Cuando salen las noticias, las comentamos. Se habla todo. Nosotros les decimos: eso es así
y tiene que ser de esta forma, y lo que no puede ser es “pa-pa-pa”,... para encauzar un poco
la visión a veces subjetiva que te da la televisión. Hay veces que se miente y a veces se
camufla la verdad porque no interesa o porque no me viene bien. El que tiene el grifo de la
información... Ellos son ya mayores y tienen opinión”. (Padre, 53 años. E-1)
“En la televisión vemos las noticias. Nos pilla a la hora de la cena. Vemos un rato las noticias
al principio, porque luego hablamos. Y lo aprovechamos. El día que sale violencia de
género, su padre le dice: nunca te dejes pegar por nadie, nunca te dejes avasallar por nadie,
que nadie te diga lo que tienes que hacer y menos un chico. Lo hemos hecho desde muy
pequeños”. (Madre, 48 años. E-7)
La mayor parte de los padres considera que los hijos deben ser conscientes de los
principales problemas sociales y mencionan expresamente varios: la crítica contra
la desigualdad y la opresión de los hombres sobre las mujeres, la desmitificación
de las relaciones afectivas entre las personas como algo definitivo y para siempre,
las nuevas formas de construcción y reconstrucción del mundo familiar y, sobre
todo, la necesidad de formarse y prepararse para poder desenvolverse en un
mundo tan competitivo como el que vivimos y así eludir el estigma del paro y
acceder a unos medios de vida que les permitan vivir con cierta holgura.
“Todas las noches cenamos con el telediario puesto y comentamos cualquier noticia que a
alguno le llame la atención. Lo hablamos, lo discutimos, lo discutimos acaloradamente...
Hay cosas en las que coincido con mis padres, pero hay otras en que no. Cada uno defiende
su posición”. (Alumna nº 8. E-9)
Las horas de las comidas son las que, según varios alumnos, usan los integrantes
de la familia para informarse y comentar sobre la actualidad. Ahora que ellos ya se
encuentran cursando estudios universitarios ocurre que van defendiendo posturas
propias, no como cuando eran adolescentes, en que adoptaban actitudes más
pasivas y evasivas ante los razonamientos y sugerencias de los progenitores.
Algunos manifiestan que estar informados les permite, como un valor añadido,
relacionarse con el resto de amigos y compañeros de estudios y comentar
también con ellos. Descubren, dicen, el valor de conocer los temas que están en el
candelero, para así poder opinar ante cualquiera y conversar sobre variados
asuntos.
“En mi casa siempre se han visto las noticias a la hora de desayunar y de comer. Cuando
pasa algo, cuando hay un tema que causa revuelo, en mi casa se habla en la mesa y se
discute y salen diferentes puntos de vista y de opinión. Antes te creías todo lo que te decían,
tanto en la tele como tus padres. Ahora puedo estar perfectamente en contra de mis padres
en ideología o en opiniones sobre una noticia”. (Alumna nº 3. E-11)
“Yo veo necesario estar al tanto de lo que pasa, conocer la actualidad. Como en mi familia
solemos cenar juntos, lo hacemos con las noticias y habitualmente las comentamos.
Coincido en los planteamientos, sobre todo con mi madre; con mi padre, aunque tengamos
la misma opinión, solemos discutir un poco,... chocamos un poco más”. (Alumno nº 17. E-3)
“La actualidad se tiene en cuenta solo en momentos puntuales. Tenemos unos programas
muy recargados, hay falta de tiempo y la actualidad se usa como un tópico de enseñanza
en momentos excepcionales, en escasas ocasiones. Habitualmente no se trabaja y, desde
que se quitaron los temas transversales, pues también menos”. (Maestro, 51 años. E-4)
Otros profesores, y en esto vienen a validar las opiniones expresadas por los
padres, consideran que en cada clase siempre hay un pequeño grupo de alumnos
que se interesan por la actualidad, que comentan con sus padres, que se
encuentran informados y mantienen opiniones personales sobre los diversos
acontecimientos de interés. Pero suelen ser una minoría. Y señalan un aspecto,
referido al género del alumnado, que ya ha sido constatado en numerosas
investigaciones relativas al rendimiento y éxito escolar, que se traduce en el
sentido de que las alumnas, a igualdad de edad que sus compañeros, suelen
adoptar un comportamiento más maduro y adecuado a las circunstancias.
“Lo tienen mucho más claro las chicas que los chicos en todos los aspectos. En 5º y 6º, en el
colegio, se las ve más centradas a ellas que a ellos, maduran mucho antes, a nivel mental.
Maduran mucho antes y eso les hace... y ven el futuro mejor. Tú les hablas de futuro y los
niños piensan que aún queda mucho. Las niñas empiezan a pensar ya en el futuro, son más
previsoras hacia el futuro”. (Maestro, 51 años. E-4)
Algunos docentes emiten su opinión acerca del tratamiento que se da a los temas
de actualidad con los alumnos y lamentan que la potencialidad que ofrecen como
recurso didáctico se ve contrarrestada por la normativa rígida, que plantea una
pormenorizada regulación de los temas a tratar en el aula a lo largo de cada curso.
Los programas escolares actúan, a su juicio, como un corsé que dificulta el
tratamiento de los hechos de actualidad en la educación de los adolescentes y
jóvenes.
“La actualidad no se tiene en cuenta como un potente medio educador con los
adolescentes (…) Hoy, por ejemplo, ha habido un desastre. Lo lógico sería en esos días dar
el entorno, ver los desastres naturales... Pero no, tú das los desastres naturales cuando te
venga esa lección. Yo creo que el programa obliga excesivamente. Esta mañana he estado
escuchando un programa en el que hablaban de la violencia de género a los 14 años, 15
años… Vendrías a clase y le dedicaría aunque solo fuera quince minutos: ¿Oye, tenéis
experiencias en... y tal? Pero es que no se puede. Y ocurre que esto no lo haces hoy, no lo
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 333
Las noticias de actualidad son aprovechadas por muchos padres para entablar
diálogo con sus hijos y a través de él les hacen saber cuál es su visión de las cosas
que ocurren y les procuran orientar para que tengan criterios a la hora de opinar
sobre los diversos temas. Sin embargo este recurso se encuentra desaprovechado
en las aulas, tanto de Educación Primaria como de Secundaria, porque los
programas de estudios se encuentran tan reglamentados, que no contemplan la
importancia ocasional que pudieran tener para la formación y educación de niños
y adolescentes.
Finaliza aquí el recorrido de los cinco ámbitos de actuación en los que los padres
han ido actuando, acompañando a sus hijos en su desarrollo y evolución. Nos
adentramos ahora en los campos referidos a las competencias para el ejercicio del
rol de la paternidad y la maternidad.
334 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
Con el cuarto objetivo, formulado como explorar los contextos de aprendizaje del
rol parental de este grupo de padres y madres, planteo indagar en las
circunstancias biográficas que han condicionado el aprendizaje del desempeño de
dicho rol, así como conocer las distintas fuentes de inspiración o modelos que han
imitado a lo largo de su trayectoria de vida familiar. Es presumible que, de nuevo,
el conjunto de motores y motivos de aprendizaje del rol parental haya sido
complejo y variado, en función de las vicisitudes por las que han pasado cada
padre y cada madre.
Por medio de este objetivo trataré de hacer aflorar sus opiniones acerca de la
paternidad y maternidad, procurando revelar, por un lado, los componentes
esenciales de los que, a su juicio, se nutre un buen ejercicio de ese rol de cara a la
educación de los hijos y, por otro, recogiendo los procedimientos más usuales a
través de los que han aprendido a desenvolverse en este terreno.
Varios padres afirman que, cuando ellos eran pequeños, las condiciones de las
familias eran muy diferentes respecto a las de ahora. Las circunstancias
económicas, culturales y sociales eran muy distintas. La propia composición de la
familia, donde era usual tener bastantes hijos y que estos se criaran durante gran
parte del tiempo en la calle, hace que no sea comparable la situación de entonces
con la vigente hoy día.
“Las familias antes eran diferentes... Cuando yo era pequeño me echaban al corral o a la
calle a jugar. Eran otros tiempos, otras relaciones” (Padre, 52 años. E-13)
“En cómo se forma uno como padre influye mucho la sociedad. Mi abuelo tuvo once hijos...
Era imposible que se dedicaran a hablar personalmente con cada uno de ellos... Mi padre
tuvo cinco; son también muchos y... con ganar el sustento ya era una labor enorme. Ahora
tenemos menos hijos y tenemos más tiempo para poder dedicarles. En aquellas épocas no
podías estar tan pendiente de lo que pasaba, de lo que ocurría a tus hijos. No es que fueran
malos padres. Lo que habían recibido y las circunstancias en que vivían no eran las mismas
que ahora” (Padre, 48 años. E-3)
en esa práctica vital les han servido, aseguran, no sólo para copiar en algunos
casos los patrones familiares, sino, lo que es más importante, para mejorar e
intensificar lo que les había resultado bueno y para, en muchos casos, rectificar las
carencias y los aspectos que habían considerado negativos en sus respectivas
familias.
“Hemos aprendido a ser padres... por una parte, de la familia. Porque hay una cuestión de
educación que no se aprende en la escuela: el respeto, la honestidad, el llevarte bien con la
gente... cosas que te enseñan tus padres”. (Padre, 56 años. E-10)
“Los valores fundamentales son... lo que hemos vivido en nuestras casas, nosotros mismos
con nuestros padres. Yo soy un poco más, como mi padre, un poco más ogro en ese
sentido... Creo que tampoco se podría escribir un libro, porque cada situación es diferente,
cada persona es diferente en una casa y eso condiciona mucho”. (Padre, 46 años. E-5)
Los planteamientos de los hijos actuales son muy similares y existe una
correspondencia muy estrecha, especialmente cuando se observan
simultáneamente las manifestaciones de padres e hijos dentro de una misma
familia. A veces da la impresión de que las vivencias que comunican los padres son
exactamente iguales a las que expresan los hijos, salvo por el distinto matiz que
genera la visión de cada uno de los roles. Así, varios alumnos valoran la relación
que han mantenido con sus padres y manifiestan que, unas veces apreciando y
otras desaprobando su forma de proceder, ellos cambiarían los aspectos que les
parecen más negativos, en caso de fundar una familia. Esto mismo es lo que
decían sus progenitores.
“Yo creo que mis padres conmigo han dado lo mejor que han podido, sinceramente. Es que
no les puedo reprochar nada. Hay cosas que a lo mejor yo las haría de otra forma... pero eso
es la vida: si ves fallos en los otros, tú intentarás no hacerlos. De mi madre he aprendido la
importancia de la perseverancia, la responsabilidad y que todo cuesta trabajo y que nadie
te va a regalar nada. De mi padre, el amor por la vida y la capacidad y la importancia de la
soledad, que puedas estar bien estando solo”. (Alumno nº 6. E-11)
Varios progenitores se hacen eco de la gran importancia que para ellos han tenido
sus propios padres, quienes han sido una referencia a la hora de optar en la vida y
también para imitar su forma de proceder en la relación que posteriormente ellos
mismos han mantenido con sus hijos.
“Yo creo que hay una parte... Yo me reconozco en mi madre mucho... al estilo de mi madre.
Mi madre valoraba mucho la cultura, por eso soy maestra. Yo no conozco a nadie que sus
336 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
padres, sus madres sobre todo, no hayan valorado la cultura y que luego ellos sí lo hayan
hecho.... En mi familia somos los únicos que hemos estudiado, por mi madre y mi padre que
valoraban la cultura”. (Madre, 53 años. E-18)
“Yo, si alguna vez llegara a ser madre, haría lo mismo que han hecho mis padres. Que a lo
mejor mi madre no ha tenido formación, salvo la básica... pues sí, es verdad, pero eso no
quita para que ella te dé unos valores. No es necesario para eso tener una formación
académica o un grado universitario. Con que sepas valores y educación... para mí es
suficiente”. (Alumna nº 12. E-1)
“Yo creo que mis padres están bien preparados y los veo como referentes. Yo pretendo ser
como mínimo como ellos. Yo a mi madre siempre la he visto con admiración y yo me decía:
de mayor yo quiero trabajar como mi madre o, por lo menos, saber desenvolverme tan
bien”. (Alumna nº 2. E-8)
“Yo no quería repetir lo que se daba cuando yo era niño. Los padres no eran tus amigos,
eran más bien distantes. La casa no era una unidad de amor, sino que cada uno iba por su
lado. Mi padre me firmaba las notas, pero él nunca se preocupaba por si iba bien o mal.
Nunca iban a conocer o a hablar con el profesor. Solo había mano dura, si te desviabas... Yo
no quería que la familia que iba a fundar fuera así. Yo quería que mis hijos también fueran
mis amigos. La disciplina tipo ejército no me gusta. Cuando empezamos a salir (con la
pareja) hablamos mucho de esto, de lo que queríamos conseguir”. (Padre, 48 años. E-3)
“Mi madre no era una persona afectiva. Yo personalmente rompí, no quería ser como ella.
Yo me decía: si tengo hijos, yo les voy a dar todo el cariño. A lo mejor me equivoco, pero yo
creo que con cariño y dedicación... Yo cuando veo a padres... Vas al parque y ves que le
regaña y que da un golpe a su hijo, digo: ¡para qué tenéis hijos, si parece que hasta os
molestan! ¡Es un compromiso tan importante!”. (Madre, 50 años. E-10)
“Es cierto que se entiende mejor a los padres cuando se tienen hijos. Mi madre me decía: el
día que tengas hijos verás que muchas veces se hacen cosas no por fastidiar sino por tu
bien, aunque no lo creas. A mí me ha servido para darme cuenta de eso. Es distinto el punto
de vista del hijo al punto de vista del padre”. (Madre, 50 años. E-3)
“Mi experiencia como hija me ha servido mucho. Cuando eres madre, reconoces las cosas
que han hecho tus padres y las entiendes. Pero otras yo las he querido cambiar. La
confianza, como yo de hija no la he tenido, he querido conseguirla con mi hija. Esa cercanía
yo la he logrado. Antes te regañaban enseguida y decidías no contar nada”. (Madre, 46
años, E-12)
“De mi padre aprendí a tener un talante dialogante, más conciliador... La imposición por sí
misma no me ha llamado nunca la atención. En el momento en que mis hijas han tenido
capacidad para entender cosas he preferido que las asumieran más por convicción que por
obligación. Evidentemente a los niños hay que decirles.. pero hemos estado abiertos a que
ellos pudieran tener también razón, si no toda, al menos parte de razón”. (Madre, 50 años. E-
10)
“Cuando yo era más pequeño pensaba que no quería ser para nada como mis padres, pero
según he ido creciendo y he ido viendo a dónde he ido a parar… Ahora veo que no. No
repetiría todo lo que han hecho mis padres, pero seguiría su modelo, porque no somos las
mismas personas, ni mi hijo va a ser igual que yo, claro. Pero, a grandes rasgos, yo creo que
me han educado de la manera que mejor han podido y lo mejor que han sabido y yo espero
hacerlo como mínimo igual que ellos”. (Alumno nº 17. E-3)
“Hemos aprendido hablando entre nosotros. Nos habremos podido equivocar, pero jamás
hemos discutido en presencia de los hijos ni nos hemos quitado la razón el uno al otro”.
(Padre, 50 años. E-22)
“Mi marido es muy diferente a mí. Él es muy estricto y cree que con decir las cosas ya basta.
Yo tengo la mano más blanda. Pienso que hay que trabajárselo, hay que convencer. Yo le
digo: ¿ves como nos ha salido muy bien?”. (Madre, 46 años, E-12)
“Cuando eran pequeñas yo quería imponer una formación más férrea, más espartana. Yo
vengo de familia de ocho hermanos y mi padre era de los que pasaron la guerra. Mi padre,
cuando llegaba y tosía, todo el mundo se quedaba quieto. Mi mujer no me ha dejado que
sea tan duro”. (Padre, 56 años. E-10)
“En la educación de las hijas nos hemos apañado bien, hemos comentado mucho entre
nosotros, aunque a veces no hemos tenido el mismo punto de vista, pero hemos ido ahí”.
(Padre, 46 años. E-5)
Hay veces que uno de los progenitores adjudica al otro toda la autoridad y respeta
su forma de llevar a cabo el gobierno y la organización de las relaciones en el
hogar y la forma en que establece y mantiene las normas con respecto a los hijos,
porque le considera más preparado, más cercano a ellos y con más recursos para
regular la convivencia. Varios padres manifiestan que, en lo tocante a la educación
de los hijos, las madres resultan más adecuadas, porque son más afectuosas, más
flexibles y propician el entendimiento y el acuerdo. Ellos se reconocen más
autoritarios, pero, dicen, se han dado cuenta y les ceden el protagonismo a ellas.
Les va bien, porque aprenden de esa situación y les resulta cómodo seguir la estela
que marcan las madres.
“Ella es buena madre. Yo a veces soy un poco... porque cuando me enfado, me enfado...
Tengo un carácter que cuando me molesta una cosa, se me ve. Ella es muy paciente. Yo sí
he ido aprendiendo según se iban presentando las cosas”. (Padre, 51 años. E-8)
“Yo... soy distinto. Ella en el tema de los estudios las ha breado a conciencia y las sigue
breando constantemente. Pero, bueno, a la hora de poner, de imponer... Eso lo he hecho yo,
que parece que se respeta un poco más... Pero, vamos, yo creo que tengo muchas carencias
como padre. Yo siempre lo he dicho: no hay una enciclopedia, un libro que te diga cómo
tienes que educar”. (Padre, 46 años. E-5)
Bastantes alumnos, al igual hacen sus padres, son conscientes de que sus
progenitores son distintos entre sí y valoran positivamente el complemento que
se suponen el uno para el otro, que se traduce en una atención más variada y
completa para con ellos. Destacan que, gracias a la acción conjunta de sus padres,
ellos han podido desarrollarse del modo en que lo han hecho. Si hubieran estado
por separado, dicen, el resultado hubiera sido muy distinto. Algunos hijos
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 341
“Yo pienso que mis padres son buenos porque son padres juntos, a ver si me explico...
porque son muy distintos en su forma de ser. Yo creo que si mi padre nos hubiera criado
solo, pues habría sido muy estricto y, por ejemplo, mi personalidad hubiera sido de
rebelarme contra él”. (Alumna nº 9. E-7)
“Mis padres se complementan. Mi padre es más reflexivo, más de pensar cómo hacer las
cosas y mi madre es más práctica. Entonces, se complementan muy bien el uno al otro.
Ninguno de los dos ha tenido formación universitaria y, sin embargo, yo sí que considero a
mi padre como una de las personas más sabias que conozco. A mi padre, en muchos
ámbitos de la vida, le tengo como referente. Mi madre es una persona muy preocupada por
la gente. Es muy humanitaria y eso yo creo que ha sabido transmitírnoslo a nosotros, eso de
preocuparnos por la gente”. (Alumna nº 21. E-2)
Al tratar sobre otras fuentes de aprendizaje del rol parental, exponen que también
han sacado enseñanzas de sus experiencias y vivencias vitales, porque han
intentado adecuarse a las circunstancias y a los problemas según se iban
presentando, de modo que, en este sentido, han actuado siguiendo los principios
del ensayo y error. Cuando se daban cuenta de que la opción tomada en la
educación de los hijos no daba resultado, rectificaban.
“¿Que cómo hemos aprendido a ser padres? (Risas) Pues siéndolo. Aprendiendo sobre la
marcha, lo que has vivido, lo que te gusta para tus hijos. Yo creo que es eso. Hay cosas que
la naturaleza propia te enseña y muchas veces también es bueno tener ganas de aprender
de la experiencia... El aprendizaje de ser padres no se aprende, te sale de dentro el ser
protector, desde que nacen ya estás con ellos”. (Padre, 50 años. E-2)
“Hemos ido adecuándonos a las circunstancias y actuando según iban surgiendo las
necesidades. A lo mejor no hemos tenido problemas con los hijos, porque hemos trabajado
con ellos desde muy pequeños”. (Madre, 47 años. E-15)
342 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
“A ser padres se aprende en el ejercicio y hay padres con mucha suerte, si hablamos de niños
buenos en el sentido intelectual. En este tiempo que casi todo lo ocupa el trabajo escolar, si
te ha salido un niño bueno, los padres lo tienen fácil. Incluso en el caso de que el padre
llegue tarde a casa, le dice al hijo: tú tienes que hacer las cosas solo. Pero si cuando yo llegue
necesitas ayuda, yo me pongo contigo. Y un no es un no. A mí me preocupa más cuando
sale un niño con problemas. Ahí si los padres están casi totalmente desorientados y sin
recursos”. (Profesor, 60 años. E-15)
“Los estudios también me han aportado mucho y la experiencia del día a día me ha puesto
en mi sitio como madre. Además veo las consecuencias y elijo... Luego, he aprendido
también de leer, pero como a posteriori. Las lecturas eran algo como que me confirmaban”.
(Madre, 53 años. E-18)
“Ser padres es una asignatura que no se da en ningún sitio, se aprende sobre la marcha... Yo
estaba acostumbrada a estar con niños pequeños, por los estudios que hice”. (Madre, 49
años. E-11)
En algún caso, las profesiones y actividades laborales ejercidas por algunos de los
padres participantes en la investigación también han sido, en su opinión, una
fuente de conocimiento para afrontar los retos, siempre cambiantes, que plantea
la educación de los hijos, porque se trataba de trabajos que, aunque no eran
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 343
“Por mi oficio he tratado mucho con niños y con padres. Te encuentras de todo. Yo veía a los
niños: mira qué educado, tan atento, tan obediente... Porque el niño listo es simple, es un
don de la naturaleza. Pero el trabajador, el respetuoso, el atento... algo tendrán que ver sus
padres. Los padres venían a contarme sus problemas. A lo mejor de ahí sacas datos y
experiencia para aplicarlos en tu caso”. (Padre, 52 años. E-13)
“Nuestros hijos son muy fáciles como hijos. Esto lo hablamos con los amigos. Al final en el
grupo de los amigos, las informaciones que nos damos, los comentarios que hacemos: mira
tal, mira cual... Sabiendo y viendo también que sus hijos tienen comportamientos que no te
gustan, debido a que tú crees que está ocasionado por cómo les están educando. Tú tienes
tu ejemplo y, cuando ves los de enfrente, dices: cómo no te va a salir así el chaval, si tú eres
como eres”. (Madre, 48 años. E-7)
Por último, otra de las fuentes de aprendizaje para el ejercicio parental es la huella
dejada en su formación por determinados profesores que han tenido a lo largo de
su vida, los cuales han marcado de un modo indeleble su carácter y su modo de
entender los valores y las relaciones con los demás. Les han influido hasta tal
punto, dicen, que ahora se reconocen en ellos, actuando como padres. En muchos
detalles de la educación de los hijos, se sienten condicionados por la forma de
proceder de sus profesores, a los que les vincula un lazo invisible de gratitud.
344 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
En otro orden de cosas, consideran que ser padre o madre es un rol de actuación
complejo, que implica el engranaje y la combinación de numerosos factores.
Opinan que algunos ingredientes resultan más fundamentales que otros, de modo
que, en ausencia de ellos, el ejercicio parental se resiente. Entienden que para
educar bien a los hijos es básico y necesario que exista afectividad en la relación
familiar, que las interacciones entre los miembros de la familia estén presididas por
la cordialidad y la comunicación, así como que padres e hijos compartan muchas
vivencias y ratos en común, realizando tareas gratificantes como jugar, conversar,
leer y comer.
“Para mí es que es lo básico: el amor, el cariño. Si a un hijo le dices: quiero que seas un
triunfador... Yo a mis hijas les digo que eso no, que ellas tienen que ser felices, que la vida es
muy corta. Tú tienes que ser feliz con lo que haces y hacer felices a las personas que te
rodean”. (Madre, 50 años. E-10)
“Padres buenos los hay listos, tontos, del máximo nivel social y del más bajo. La clave está en
las ganas de ser padres, en el interés, en el cariño y en el amor que tengas por tus hijos”.
(Padre, 53 años. E-1)
declarar que, entre los padres de sus alumnos, se dan ocasiones en que el ejercicio
de la paternidad no se corresponde automáticamente con el nivel de formación
académica alcanzada. Hay padres con una formación escolar elemental que, sin
embargo, colaboran mejor en la educación de sus hijos que los que poseen títulos
superiores, de quienes habría que esperar una conciencia de su responsabilidad
mucho más fundamentada debido a la formación recibida.
Al parecer de los docentes, los padres de los alumnos actuales han crecido y se
han formado en unas circunstancias de prosperidad económica y de comodidades
y, debido a ello, no se han curtido en las adversidades y aprendido a manejarse
responsablemente en las complicaciones. Los profesores que emiten estos juicios
se están refiriendo a los padres que en el momento actual llevan a sus hijos a los
centros educativos y sus observaciones no tienen, por tanto, una relación directa
con los padres que han participado en la investigación, cuyos hijos fueron
escolarizados en los colegios hace ya tiempo y han superado las etapas educativas
preuniversitarias. Si dejo constancia de ello es para remarcar la valoración de los
docentes, que mantienen la convicción de que, de algún modo, cada persona es
hija de sus circunstancias y aprende de ellas.
“A veces te sorprende gente con títulos que no muestra tanto interés y colabora menos que
otras personas más sencillas. No es lo normal, pero a veces ocurre”. (Maestra, 55 años. E-3)
“Las familias ahora no es que estén peor formadas que antes, pero ante las dificultades
como que se arrugan, se enfrentan peor a ellas, no tienen estrategias, a veces se ahogan en
un vaso de agua, ven un problema enorme donde no hay ningún problema. Quizá es que a
nuestros hijos... Hemos educado a esta generación en la abundancia, nunca les ha faltado
de nada y, ahora que estamos en una época de crisis, no se encuentran con estrategias, se
agobian por todo, les faltan cosas materiales y están hechos polvo”. (Maestra, 55 años. E-8)
“El punto real es que hay que estar encima... Tengo varias amigas que me decían: no, es
mejor dejarles libertad, porque ellos son ya mayores... Yo decía: no, hay que estar encima de
ellos, en esta edad sobre todo. Y algún padre con ideas muy buenas, con una voluntad muy
buena, pero... han pensado que no tenían que estar ahí, creían que era mejor no estar
presionando a los hijos y... se les han ido”. (Madre, 53 años. E-18)
“Ser padres yo creo que es más fácil de lo que pueda definir un libro, si tú te preocupas de
ello, claro. Yo creo que ahí está el quid de la cuestión. Por ejemplo, mi hijo. Si tú le dejas, se
puede convertir en un extraño que vive en tu casa y que cena contigo. Yo creo que tienes
que estar ahí, decirle que aquí estoy yo también. Y al final, o sea, por más que lo quieras no
vas a ser su amigo, porque eres su padre. Tú tienes que decirle que también estás ahí y que
las normas las estableces... las establecemos ambos ¿no? Quizás sea ese el momento más
difícil para mí”. (Padre, 54 años. E-16)
juego en que consiste la vida cotidiana. De forma pesimista, algún padre constata
que esta no es siempre la situación habitual y que muchos niños no encuentran
en sus padres esos aliados dispuestos a compartir su tiempo y sus ilusiones con
ellos, sino que, más bien, los toman como una pesada carga que vale la pena
eludir y evitar.
“Ves a padres que... no le hacen caso a su hijo. Es que vienen cansados del trabajo. Es que yo
lo he visto. ¿Cuántos padres juegan realmente y agradablemente con sus hijos? Habría que
ver eso”. (Madre, 50 años. E-10)
“Yo creo que los padres están asustados con sus hijos adolescentes, que les da miedo
meterse en su vida y ejercer el control que todavía necesitan y también un poco por
comodidad. Oye, es que ya es mayor, que se busque la vida. Es que entran en 1º (de ESO) y
ya es que... Yo creo que es por comodidad y por desconocimiento, no saben cómo abordar a
un chaval y cómo entrar... Te tienes que meter en su vida, porque todavía es muy tierno”.
(Profesora, 44 años. E-14)
El respeto hacia los hijos es otro ingrediente fundamental del ejercicio del rol
parental. Varios padres manifiestan que han de ser comprensivos hacia los hijos y
aceptar que, tras el periodo de maduración, formación y desarrollo de la infancia,
inician con la adolescencia un camino de afirmación de su propia personalidad
que les va a llevar a constituirse como personas diferentes y únicas. Y que el
respeto hacia ellos comporta que los padres habrán de ser tolerantes y aceptar las
decisiones que vayan tomando, ya se trate de las referidas a los estudios que
quieren cursar como a las distintas actividades que deseen y quieran realizar.
Por su parte, varios hijos señalan que la relación con sus padres se encuentra
presidida por el diálogo y la comunicación constante y lo valoran también como
una circunstancia positiva, que les permite a ellos expresarse y sentirse
348 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
“Creo que los hijos no tienen que ser como uno quiere que sean, que hay que aceptarlos
como son y que muchas veces en las decisiones que ellos tomen, nosotros como padres a lo
mejor no lo vamos a entender, pero son personas y hay que aceptarlo”. (Madre, 46 años. E-
8)
“Yo creo que mis padres son muy comprensivos, nunca han intentado... Siempre han
escuchado cuál era el problema, qué queríamos... A lo mejor no teníamos razón, pero
siempre han intentado que no saliese nadie perjudicado o hacértelo entender, pero no te
imponían nada. Obviamente alguna vez te decían: pues esto es así y punto pelota, te
aguantas y esto es así... Siempre me decían: te digo esto y quiero que hagas esto por esto”.
(Alumna nº 8. E-9)
“Yo tampoco me considero que sea buen o mal padre. Yo intento hacerlo bien... Intentamos
hacerlo bien. A lo mejor otra persona ve cómo soy yo como padre y no le gusta.... Si tú vas
con la intención de hacerlo lo mejor posible, es dificilísimo que te equivoques”. (Padre, 54
años. E-16)
Por último, voy a exponer aquí las expectativas que se plantean algunos padres.
También las aspiraciones y deseos que les orientan en su actuación como
educadores principales de sus hijos. Una de las ambiciones más repetidas es la que
se refiere a la capacitación en alguna profesión o simplemente en su formación
integral, para que ellos puedan defenderse en la vida y realizar el proyecto que
más les ilusione. Para lograr ese fin, uno de los instrumentos más necesarios es el
de la formación. Por ello valoran muy positivamente que cursen estudios que les
habiliten para ejercer una profesión desde la que poder ganarse la vida y la
independencia económica.
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 349
Consideran que todo va a serles más fácil si previamente se forman y, para ello,
acuden a su propia experiencia biográfica. Ellos rondan ya la cincuentena de edad
y se formaron en una España muy diferente de la actual, en donde estudiar no
estaba en el horizonte ni en las posibilidades de la mayoría sino solamente de una
parte exigua de la población. Por ello, resulta coherente que estos padres
defiendan que la educación es el arma más eficaz para lograr desarrollar una vida
con más oportunidades. Ahora que la formación se ha universalizado y extendido
a prácticamente toda la población infantil y juvenil quizá haya perdido un poco de
vigencia esta creencia.
Sin embargo, otros padres fijan sus aspiraciones en objetivos que superan con
creces la mera preparación en estudios y profesiones pues, afirman, lo que desean
de verdad es que sus hijos se enfrenten a la vicisitudes de la vida y encuentren en
ella la felicidad y el desarrollo de una personalidad plena.
“Yo tampoco aspiro a que mi hijo sea Einstein, lo que sí aspiro es a que el día de mañana sea
feliz y punto. Tienes que estar disponible para cuando sea capaz de tomar sus propias
decisiones... Tienen que equivocarse y aprender. El noventa por ciento de las veces se tienen
que equivocar para aprender, como hemos hecho los demás”. (Padre, 54 años. E-16)
Algunos exponen que su ideal educativo tiene poco que ver con los estudios y
con los libros y lo sitúan en un plano muy distinto. Plantean que lo importante es
la persona en su conjunto y sus cualidades. En el desarrollo de los hijos se han
planteado una formación integral, que les lleve a interesarse no solo por los
estudios sino también por todo cuanto ocurre a su alrededor, con un carácter
responsable y solidario para con los demás. Para ello, aseguran, es fundamental
que sea equilibrado y completo, que abarque no solo las facetas intelectuales sino
también las emociones y el gusto por realizar bien las tareas a las que se va
enfrentando cada día y las que vengan en el futuro.
“Para mí lo fundamental era que saliera buena persona, por encima de los estudios. Y lo he
intentado fomentar eso desde muy pequeñita. Lo que más me preocupaba era que mi hija
fuera una persona con mayúsculas, que supiera pensar, que supiera ser crítica, solidaria...
transmitirle mucho eso, que fuera una persona adulta y con sentimientos”. (Madre, 46 años,
E-12)
Una aspiración de varios padres consiste en ser los principales educadores de sus
hijos, por encima de los docentes y de otros profesionales y agentes de
socialización que hoy son tan influyentes como los medios de comunicación, las
350 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
“Yo creo que hay un concepto básico de entrada. Hay padres que piensan que a su hijo le
tienen que educar en el colegio. Hay que decirles que es en casa donde se educan, que en el
colegio lo que pueden hacer es adquirir conocimientos”. (Madre, 50 años. E-20)
“La educación empieza por los padres. La educación es de los padres y la enseñanza es de
los profesores. Que luego los profesores se involucran con los chavales, pues muy bien. La
responsabilidad de la educación al 100% es de la familia y la responsabilidad de los
profesores es la enseñanza de su materia al 100%. Yo no quiero que los profesores le
enseñen cosas diferentes a las que yo pienso”. (Padre, 63 años. E-6)
“Yo creo que tener un hijo no es que dé a luz la madre ni decir: ahora la sociedad me lo va a
arreglar todo, porque va a estar en la guardería o va a estar en el colegio; lo vamos a pedir
todo gratis y... venga, que haya por ahí profesionales que un año tras otro me lo van a sacar
a flote. Porque aunque esos profesionales se impliquen, el niño luego, cuando va a su casa,
ve lo que hay”. (Profesor, 62 años. E-16)
Finalmente, asumen que ser padres es una tarea complicada, para la que
reconocen que no han recibido demasiadas instrucciones. Algunos manifiestan
que dudan sobre si han actuado correctamente en todas las ocasiones y se
tranquilizan viendo que los resultados son aceptables. Se encuentran contentos y
orgullosos al ver cómo han madurado sus hijos y opinan que su evolución ha sido
positiva. Consideran como un valor el haber aprendido de la experiencia y haber
sido flexibles para reaccionar frente a las situaciones en que han descubierto fallos
y lagunas. La buena voluntad y la capacidad de rectificación hacen que quiten
dramatismo a la responsabilidad del ejercicio parental.
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 351
“Ser padres es muy difícil. Tú crees que puedes ser una buena madre y luego te dices pues a
lo mejor no es la mejor forma... Luego las ves a ellas y dices: pues no he fallado mucho. Creo
que ellas son felices, en general. La relación que tienen con nosotros es... genial”. (Madre, 50
años. E-10)
“Nadie nos ha enseñado a ser padres. Nos hemos equivocado mucho, mucho, mucho... Pero
hemos sabido rectificar. Creo que es una de las virtudes que hemos tenido, cuando nos
hemos dado cuenta de que algo no iba bien, que hemos metido la pata”. (Madre, 49 años.
E-13)
Del mismo modo, los hijos, al valorar cómo ha sido el ejercicio parental que sus
progenitores han desarrollado con ellos, manifiestan que, aunque algunos
aspectos no les han gustado o descubren defectos que ellos intentarían no repetir,
en general predominan los hechos positivos.
Los alumnos reconocen estos mismos valores con que han sido tratados por sus
padres y su sentimiento es de reconocimiento y de gratitud. Mencionan como
virtudes más apreciadas el cariño, la tolerancia, la consideración y el respeto
hacia sus personas. Destacan que la comunicación fluida con los padres ha sido
una característica que ha presidido sus relaciones y, gracias a ello, han tenido
ocasión de exponer sus razones y comprender, a su vez, las de los progenitores.
352 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
Así pues, en este apartado voy a exponer las necesidades de formación que han
señalado los progenitores, así como sus sugerencias sobre los métodos, actividades
y contenidos que consideran más adecuados para suplir tales carencias y avanzar en
este sentido. Los padres emiten numerosas observaciones acerca de las dudas que
les han asaltado en algunos momentos cruciales de las etapas evolutivas por las que
han ido pasando sus hijos.
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 353
Su voz resulta sin duda valiosa a la hora de conocer e identificar las principales
necesidades que pueden sentir los progenitores en los diversos periodos
evolutivos de los hijos, así como al señalar cuáles son los momentos en que el
asesoramiento y la información por parte de agentes e instituciones externas a la
familia pueden ser más útiles y necesarios.
Sus padres son como son; a ellos les valen así y no consideran el supuesto de que
sus cualidades pudieran ser cambiadas o sometidas a procesos de mejora, en
función precisamente de una más adecuada actuación con ellos. De algún modo,
consideran que ese ejercicio de pensar en mejorar a los padres se sale de sus
competencias y, sobre todo, de su interés. De ese modo, la triangulación en este
objetivo vendrá dada sobre todo por el profesorado, quien parece que sí tiene
mucho que opinar al respecto.
“Es una cosa superdifícil hablar de cualidades positivas y negativas de los padres... Es que no
lo sé... Es que veo tantas que no soy capaz de encajonarlos, es que no puedo decir que mi
madre es esto... Yo creo que, a pesar de todos los errores que puedan cometer las personas a
lo largo de su vida, pero es que tienen tantas cosas buenas... que no puedo decir ninguna en
concreto, la verdad”. (Alumna nº 3. E-11)
“Me acuerdo cuando mi hija era pequeña que en el colegio se pusieron a hacer una cosa
como Escuela de Padres, que nos juntamos tres o cuatro parejas y lo tuvieron que
suspender... Se vino abajo porque no había colaboración... También era en Maganzo, que
era un barrio obrero; tampoco eran condiciones ideales para la gente, que... seguramente
no podrían ir”. (Padre, 58 años. E-23)
“Esto de la formación de los padres es fundamental, es muy importante, está clarísimo. Pero
nosotros hemos organizado conferencias en la AMPA y no hay asistencia. Yo creo que a la
gente no le gusta que le digan cómo tiene que actuar. Depende del nivel de los padres.
Cuando los padres no han conseguido tener un cierto nivel cultural,... pues desprecian esas
cosas. Mandan a los hijos para que les eduquen en el colegio... No creen que ellos tengan
que ser partícipes de esa educación”. (Padre, 47 años. E-7)
Al plantear el supuesto de cómo habrían valorado el que en los centros a los que
han asistido sus hijos hubiera habido alguna actividad formativa para ellos, se les
ilumina la cara y manifiestan que hubiera resultado muy interesante. Incluso
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 355
piensan en los padres que actualmente tienen sus hijos en edad escolar y creen
que valdría la pena que hubiera ese tipo de recursos, por el bien tanto de los
progenitores como de los propios hijos, que podrían ser orientados, guiados y
tratados con fundamentos más contrastados y madurados. Cada familia, por
supuesto, tendría unas necesidades peculiares, así como también cada hijo y cada
hija.
“Habría padres que necesitarían más apoyo que otros y a esos les vendría muy bien. El
problema es que hay padres que no han sabido cortar a los hijos y siempre les han dicho
que sí a todo... Un club de padres y madres sería interesante. Tanto para padres como para
hijos. Estaría muy bien, fenomenal. Lo que pasa es que luego cada niño tiene... necesita
unas necesidades especiales”. (Madre, 47 años. E-15)
“Creo que un poco de formación para los padres sería muy bueno. En alguna reunión
pequeña donde poder comunicarnos, compartir experiencias y poder aprender de otros
padres, de sus situaciones”. (Madre, 46 años, E-12)
“Sería muy importante que en los centros hubiera actividades de formación para padres...
Pero para eso tendrían que cambiar muchas cosas, habría que cambiar mucho toda la
mentalidad. Hay muchos padres que se ven en inferioridad de condiciones, si tienen que
hablar con un profesor, pues para ellos es no estar a la altura. Los padres se inhiben delante
del profesor. Si el profesor bajara y el padre no se minusvalora tanto…”. (Madre, 48 años. E-
7)
Otros amplían el foco donde situar este tipo de actividades. Sugieren que sería
bueno no ceñirlos exclusivamente a un solo centro educativo sino que fuera algo
más genérico y global, como puede ser el ámbito de un distrito o un barrio entero
de la ciudad. Les gustaría, dicen, que la Universidad o el Ayuntamiento tomaran el
liderazgo en esta iniciativa.
“Yo haría algo ajeno al centro escolar... Habría que separarlo, sería interesante crearlo para
algo más, como algo de distrito,... que uniera a varios centros o más la universidad, donde
la gente se pueda... encontrar con otras personas interesadas”. (Madre, 46 años, E-12)
“Soy consciente de que ser padre no se nace, se va haciendo, pero tienes que tener
predisposición. Es que muchos padres tienen hijos como tienen, no sé... Es que para ser
padres hay que hacer un montón de exámenes y muchos padres no los han hecho, que no
han aprobado ese examen de ser padres... y eso se nota”. (Padre, 56 años. E-10)
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 357
“Ahora se ve en muchos centros que los niños los sueltan a las siete de la mañana...”es que
tengo que trabajar”... y los recogen a las ocho de la noche. Y los niños están faltos de cariño
de los padres porque se pasan todo el día en el colegio. El padre no está, la madre no está y
el niño está solo. La persona no se forma solo en la escuela. La educación prioritaria se da
en la familia”. (Madre, 51 años. E-1)
Consideran que, para que el ejercicio parental resulte exitoso y eficaz, es preciso
aplicarlo desde el principio, cuando los hijos son muy pequeñitos. Y reconocen
que no se trata solo de alimentarlos, sino también de prestarles muchas
atenciones y cuidados. Tantos como uno sea capaz de aportar.
“La formación para padres es imprescindible, pero es un terreno escabroso. Porque para que
alguien sea un buen padre no necesita tener muchos estudios, porque puedes ser un padre
estupendo siendo prácticamente analfabeto. Son como valores sociales. No puedes traer un
hijo al mundo y decir: hala, ahí ya estás”. (Padre, 53 años. E-1)
“Para ser padre no hay que estar preparado, tienes que ir preparándote, desde el colegio,
desde que son pequeñitos. Si tienes hijos, tu obligación es buscar lo mejor para ellos, no solo
darles un plato de comida... sino muchas más atenciones. Eso tiene que venir de muy atrás”.
(Padre, 50 años. E-2)
Al igual que los padres, entre los profesores existe unanimidad en su apreciación
acerca de lo adecuada y provechosa que puede resultar la formación de los padres
358 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
para la mejora de los alumnos. Asimismo reconocen que, salvo experiencias muy
selectas y puntuales, apenas se promueven de modo continuado y regular en los
centros educativos. No obstante mencionan actividades que se han llevado a cabo
recientemente, tanto en los colegios participantes como en el instituto, que, hasta
cierto punto, desmienten esa apreciación general acerca de lo excepcionales que
resultan. De nuevo nos encontramos con la distorsión temporal de los contextos:
los padres se refieren a los últimos quince años y los profesores tienden a
reflexionar sobre el momento presente.
“Una madre me comentó el otro día que fue al médico porque su hija estaba muy nerviosa y
me dijo que el médico le había dicho que tenía que comprar un libro y que allí venían
actividades que tenía que hacer ella. Muy bien, dije yo. Es que a lo mejor la solución está en
ti y que, si actúas de una determinada manera, va a mejorar tu hija. Eso me sorprendió, pero
a lo mejor hay que actuar así y proponer actividades... Que de vez en cuando los padres
tuvieran actividades en este sentido me parece muy conveniente. Actividades en las que
tuvieran que hacer algo, para que después sus hijos se beneficiaran”. (Maestra, 55 años. E-3)
Los profesores manifiestan su convicción de que los centros escolares son los
lugares más adecuados para que los padres de los alumnos puedan participar en
actividades formativas que les ayuden a encarar las responsabilidades y
obligaciones para con sus hijos, especialmente cuando se encuentran referidas a
su desarrollo como estudiantes.
Pero, acto seguido, reflexionando sobre las razones por las que no suelen darse
este tipo de actuaciones, exponen una serie de obstáculos, algunos internos del
propio centro docente, como la exclusiva dedicación del profesorado a las tareas
con los alumnos o la falta de cuidadores por las tardes y otros que se atribuyen a
hipotéticas dificultades de los padres en las familias, como puede ser el cuidado
del resto de los familiares.
“Yo creo que una de las funciones del centro es asesorar a las familias y orientarles según los
niveles. El problema con el que nos encontramos tiene que ver con la dificultad de hacerlo
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 359
dentro de la jornada escolar y nosotros estamos en otras tareas y, si es fuera del horario
escolar, ¿qué hacen ellos con las criaturas?”. (Maestra, 50 años. E-5)
“Yo creo que si, sería estupendo, podría facilitar a los padres tomar conciencia de estos
factores que desde la escuela se ven clarísimas. Se podrían organizar talleres, escuelas de
padres... Quizá podría ser algo promovido por los departamentos de orientación y los
equipos directivos y buscar colaboración yo creo que con los ayuntamientos”. (Profesora, 60
años. E-17)
“Yo echo mucho de menos la idea, el concepto de escuela de padres. Hay una película,
Cadena Perpetua, y, cuando liberan a uno de ellos que estaba condenado a cadena
perpetua,... dice: es que este hombre no puede salir, porque está institucionalizado... A mí
me pasa un poquito: yo también me siento institucionalizado. Quiere decir que intentas
hacer lo que hace todo el mundo. Tú ves qué se podría hacer y querrías sugerirlo, pero... Y en
esto de las tutorías para padres, de las escuelas de padres, está clarísimo. Se trata de que o
volvemos a tratar a los padres y les hablamos de los hijos adolescentes, de cómo poner
límites, de cómo trabajar con ellos... o... se pierden muchas oportunidades, muchos
talentos”. (Profesor, 60 años. E-15)
“Sería muy importante que hubiera en los centros educativos o en los centros médicos
profesionales a los que pudieras consultar. Hay momentos en que dices: pues a lo mejor
consultaría. No todo el mundo lo necesita, pero a muchos sí que les vendría bien”. (Madre,
46 años, E-12)
“En una situación normal, digamos, que todo está encaminado, pues... no necesitas ese
tipo de asesoramiento. Pero es cierto que surgen problemas, tanto en la infancia como en
la adolescencia, que uno está tan perdido... Todos los problemas son diferentes, cada
familia es diferente. Una familia en un momento dado puede tener un problema como la
anorexia o un conflicto y necesita ayuda puntual en ese sentido y otra familia puede ser
distinto”. (Madre, 51 años. E-16)
Expresan su opinión acerca de cuáles son los momentos más cruciales en los
que se concentran las dudas y necesidades de asesoramiento y bastantes
coinciden en señalar como más adecuados los tiempos de la Educación Infantil,
de 3 a 5 años, y luego el inicio de la adolescencia, que asimilan e identifican con
el paso de los colegios al instituto, a la edad de los doce años y los
inmediatamente siguientes. Creen que los primeros años de la vida de un niño
son básicos para sentar unas buenas bases de relación entre padres e hijos y para
entroncar eficazmente a estos en el sistema escolar, que se presenta ahora por
primera vez en su horizonte. Opinan que lo que no se consigue con los hijos en
estos años, luego es muy difícil que se logre, haciendo uso del mensaje
contenido en el dicho sobre que los “árboles se enderezan de pequeñitos”.
“Desde abajo, desde los primeros años. Si de pequeños no ha habido confianza, cuando
se llega a la adolescencia ya es muy difícil de conseguirlo. Hay que aprender a actuar en
determinados momentos”. (Madre, 46 años, E-12)
“El momento mejor sería a edades tempranas, cuando los niños son muy pequeños, en la
Educación Infantil y Primaria. Se podrían hacer una especie de círculos de padres o de
terapia... En esos años, cuando tú estás llevando al niño al colegio por primera vez, es
cuando los padres somos más vulnerables, más sensibles a que te digan, porque tienes
más... miedos. Ahí es donde se puede”. (Madre, 50 años. E-20)
“Estaría muy bien, sobre todo en los cambios importantes. Por ejemplo, el cambio al
instituto. Cuando hay esos cambios para los niños es un trauma. Es cuando más líos hay”.
(Madre, 48 años. E-17)
“Yo creo que cualquier profesional puede ser bueno, estaría bien,... incluidos los profesores.
Hay muchísimos profesores que saben mucho, independientemente de su ideología. No es
necesario que sean muy innovadores y que tengan un gran “pico”, lo importante es que su
trabajo lo hagan bien”. (Madre, 53 años. E-18)
“Las profesoras de Infantil tienen veinte niños, con muchas circunstancias distintas y tienen
más datos y te pueden dar directrices. A nosotras, como madres, se nos cae el mundo encima.
Ellas tienen mucha más experiencia. Mi hijo, cuando tenía 3 años, comenzó a tartamudear...
Vamos, que no podía hablar. La profesora me dijo: tú tranquila, que lo único que hay que
hacer es tranquilizarlo. Me ayudó mucho con sus consejos”. (Madre, 51 años. E-16)
En cuanto al profesorado que atiende a los propios hijos, varios padres mantienen
posturas contradictorias, dado que algunos de ellos consideran que serían los más
apropiados para dirigir y coordinar actividades de formación para los progenitores
de sus alumnos, en tanto que otros sostienen que sus aportaciones serían vistas
con un poco de recelo, pues los padres pensarían que lo que les dice es para que
él trabaje menos, porque lo que buscaría sería responsabilizar más a los
progenitores de la marcha de sus hijos.
psicólogos, resultarían muy indicados, porque, al fin y al cabo, son los que se
dedican a la formación de los hijos y suponen en ellos preparación suficiente.
“Yo creo que este tipo de formación para padres estaría muy bien en los centros escolares...
Podrían participar padres, psicólogos y profesores. Estaría muy bien porque al fin y al cabo
se dedican a tus hijos y aportan mucho a su educación”. (Madre, 58 años. E-23)
Los profesores también opinan sobre las personas que podrían dinamizar, dirigir
y coordinar actividades formativas para los padres y, coincidiendo básicamente
con los progenitores, señalan un variado elenco de profesionales: desde personal
médico a terapeutas, desde maestros a psicólogos, desde trabajadores sociales a
orientadores, incluso hasta personal de los cuerpos de seguridad, con la
condición de que tengan alguna relación con la problemática adolescente y
juvenil.
“Gente que sepa transmitirte y que conozca la realidad de los críos, de las familias y de la
escuela. Puede ser psicoterapeuta, puede ser un profesional de la enseñanza, incluso que
esté jubilado, una persona que sepa comunicar y que entienda, tenga conocimiento de los
críos. La trabajadora social del equipo que viene a este centro sería muy capaz de llevar a
cabo esta formación y sería capaz de meterse dentro de las familias”. (Maestra, 55 años. E-6)
“Los centros tendrían que ser también centros de formación para los padres. De hecho se
han tomado ya algunas iniciativas... no sé... escuelas de padres y algún otro tipo de
actividad. Esta AMPA se mueve mucho, lo que pasa es que están en un proceso de
renovación... Los talleres de sexualidad les gusta mucho, cómo prepararse ellos para este
tipo de cosas; también interesa el tema de drogas, cómo prevenir, cómo puedes saber que
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 363
tu hijo que está rodeado de peligros, sobre todo cuando van al instituto”. (Maestro, 58 años.
E-2)
Los docentes apuntan que uno de los objetivos más adecuados que podría cubrir
la AMPA de cada centro sería el de promover actividades y recursos para que los
padres de los alumnos encontraran asesoramiento y apoyo en el desempeño de
su rol para con sus hijos. Sostienen que el valor ejemplarizante de la conducta de
los padres sobre los aprendizajes de los hijos es de tal importancia que actividades
sencillas realizadas en colaboración con los progenitores posteriormente tendrían
una segura repercusión en el alumnado y resultarían muy provechosas.
“Yo no vería mal que uno de los objetivos de la AMPA fuera intentar elevar el nivel de
formación de los padres para que redundara en la mejora de sus hijos. Aquí se han hecho
talleres, pero vienen los que menos los necesitan. Han hecho charlas, escuelas de padres,
pero suelen venir los de siempre... los que más implicados están ya de por sí”. (Maestra, 51
años. E-7)
“Yo creo que a lo mejor es la AMPA quien debería promover este tipo de actividades y
hacerles ver a los padres que son importantes. Al final de (la etapa de educación) Infantil ya
se aprende la lectoescritura y yo les pregunto a algunos padres: ¿pero vosotros leéis en casa?
Porque, claro, queréis que vuestros hijos aprendan a leer, pero ¿os ven leer a vosotros?”
(Maestra, 55 años. E-3)
Valoran que la AMPA, como principal canal de la participación de las familias en los
centros, debería resultar más cercana a los padres y plantear con ellos una relación
natural de confianza. Que los padres pudieran acudir y hablar abiertamente de los
temas que resultaran de su mayor interés.
El contacto entre los padres de los alumnos y los profesores permite a estos
últimos conocer algunas carencias que comunican los progenitores. Las
actividades formativas de padres que se propusieran en la AMPA deberían estar
orientadas a combatir estas lagunas y necesidades para mejorar la formación de
los hijos. De ese modo, los padres podrían implicarse más en su vida cotidiana.
“Bueno pues esto se puede hacer, se podría hacer de esta forma, pero es que igual nadie se
lo ha dicho y entonces mucha gente vive agobiada con el trabajo, en casa, los niños... y me
encuentro a veces a padres realmente superados, o sea, que su hijo adolescente les supera y
que no saben cómo actuar y que están totalmente agotados. Y entonces que una persona
te escuche o que te dé una charla, que se ponga en la misma posición en la que tú estás”.
(Profesora, 40 años. E-13)
364 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
Tanto los maestros de los colegios como los profesores del instituto se hacen eco
de actividades de esta naturaleza que se han organizado recientemente en los
centros. De algún modo, como decía antes, vienen a desmentir sus afirmaciones
respecto a lo excepcional de estas iniciativas. Recuerdan, incluso, que la
Confederación de AMPA también promovió en su centro algún curso para los
padres, pero con escaso éxito de participación y asistencia por parte de estos.
Los temas sobre los que han tratado las más recientes convocatorias de estas
actividades han sido: Cómo decir “no” a los niños, Cómo tratar a los niños en la
adolescencia y los Peligros en la Red. Son asuntos que, dicen los profesores,
inquietan a los padres porque a muchos de ellos nunca les han hablado de eso.
“Hemos dado dos cursos en el instituto: Cómo tratar a los niños en lo que sería la
adolescencia, cómo funcionan sus mecanismos... y fue muy emotivo. Vino una psicóloga
muy buena y, pues, te ayuda, te hace fijarte en que lo que tienes ahí es tu hijo. Muchas veces
hay un efecto bucle, de peleas, de profesores, te llamo... te llegas a olvidar de que es una
persona. Te centra en un momento y te recrea las metas. Es fundamental. Hay muchos
padres que nunca les han hablado de eso”. (Profesora, 40 años. E-13)
“Eran charlas puntuales, seguidas de debate y los padres podían preguntar. Me cuesta
mucho traer a la gente por la tarde, esa es otra, tú haces una convocatoria y los padres
dicen: bueno, aquí lo mismo me vienen a soltar un... rollo. Y, bueno, te cuesta la
participación, pero la gente que vino quedó muy contenta. Algunos padres se emocionaron
luego, salieron llorando”. (Profesora, 40 años. E-13)
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 365
“Está muy bien porque da a los padres estrategias para poder participar más en la
educación de sus hijos, para reconocer sus carencias y cómo ayudar a sus hijos. Me parece
que esa es una de las funciones de la AMPA”. (Maestra, 55 años. E-6)
Los profesores observan que corren en paralelo las edades de los alumnos y la
coordinación que mantienen sus padres con el centro escolar. Ya expuse en un
apartado anterior de los resultados que estas relaciones se caracterizan por el
carácter de cercanía y regularidad en las etapas de Educación Infantil y Primaria y
se distancian y llegan casi a desaparecer en Educación Secundaria.
“Yo creo que cuando los niños están en 1º y 2º de Primaria es cuando los padres deberían
informarse más de cómo ayudarlos, porque en Infantil ya están de por sí implicados.
Cuando en 1º y 2º de Primaria los niños se van haciendo más autónomos y van trabajando
por su cuenta, los padres dejan un poco su implicación en el centro. Yo creo que ese sería el
momento de decirle a los padres: oye, que a pesar de que tu hijo ya va siendo autónomo, yo
creo que debemos seguir trabajando con él y con nosotros, trabajar todos con el niño”.
(Maestro, 51 años. E-4)
“La adolescencia les asusta a los padres, pero es porque han abandonado su preocupación
por los hijos en los seis años de Primaria. Esto se nota en las citas de tutoría: en 1º y 2º (de
366 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
Educación Primaria) todas las citas están llenas, pero a partir de 3º y cada vez más adelante
ya hay muchos huecos... y en los mayores ya solo es la cita obligatoria de una vez al año.”
(Maestro, 51 años. E-4)
“Sobre todo, el paso del colegio al instituto les da mucho miedo y es para tenerlo, porque
aquí los niños están muy controlados; es como una gran familia, es como una continuidad
de su casa, pero en el instituto aún son muy pequeños los niños con 12 años, se creen que
son mayores y no lo son, se mezclan con niños mucho más mayores, hay más libertad, no
hay tanto control y ahí los padres se ven un poco perdidos, sin recursos a la hora de actuar”.
(Maestra, 56 años. E-9)
Así pues, late en el profesorado la sensación de que todas las edades de los
alumnos son importantes para promover la implicación y la mejora en la
formación de los padres. Pero, no obstante, opinan que es en el comienzo de la
ESO cuando los padres dejan de reconocer al niño pequeño y se encuentran sin
resortes para afrontar la relación. La adolescencia es una época también de
ampliación de los contactos sociales del alumno fuera de la familia y el control que
pueden ejercer los padres sobre ellos se vuelve más difícil.
“Yo creo que la mejor edad para tener actividades de este tipo es la temprana adolescencia,
1º y 2º de la ESO, es donde los padres dejan de reconocer al niño pequeño... Vete a la ducha
o ponte a estudiar... y te encuentras al adolescente que, si te dice que no, los padres se ven ya
sin recursos, sin herramientas... Y luego también están las cosas que rodean a los alumnos,
sus amistades, en dónde se pueden meter, el inicio de experiencias sexuales, de experiencias
con las drogas o el alcohol... y todo eso les desborda”. (Profesora, 40 años. E-13)
vida a instituciones como las escuelas infantiles, en las que otros profesionales
hubieran podido influir en sus hábitos de higiene, orden y alimentación. Cuando
se manifiestan de ese modo, esos progenitores tienden a no dar importancia a su
propia responsabilidad en ese sentido.
“Hombre, no sé... cada uno es como es. Tampoco creo que a unos padres tenga que
ayudarles nadie. Es decir,... si a lo mejor mis hijos hubieran ido a una guardería y se hubieran
acostumbrado a comer lo que hay allí, pues a lo mejor hubieran aprendido y no habría
estos problemas... Creo que nuestro error es que les hemos dado mucha libertad, han hecho
lo que han querido”. (Padre, 54 años. E-4)
“Trabajando con los padres se podría conseguir que algún alumno no se fuese, pero los que
se han ido ya es muy difícil hacer algo por ellos. Primero porque no tienen un cierto nivel, no
tienen los conocimientos mínimos y, luego, no tienen hábitos y ya están perdidos. Además
son chicos que vienen mal del colegio y los profesores hablando con sus padres. Y los padres
368 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
no vienen a abordar el problema, vienen a defender a su hijo ante los profesores”. (Profesor,
56 años. E-12)
“Yo creo que cuando una familia ve que su hijo está fracasando totalmente, pues no venir a
hablar no es solución... Es que algunos lo dan por admitido. No sé si es lo que vienen
recibiendo de años y etapas anteriores, pero que lo asumen totalmente. Deberían
reaccionar, claro, pero desde que son pequeños”. (Profesora, 66 años. E-18)
Señalan también algunas dificultades más, que tienen que ver con la escasa
movilización de los padres para participar en actos grupales, la problemática que
rodea a la familia, en la que los progenitores se encuentran muy ocupados y
desbordados e, incluso, la dificultad de ponerse de acuerdo sobre los temas y
contenidos que resultarían de mayor interés para todos.
“Y, luego, pues la problemática en que se encuentra envuelta la familia dificulta que los
padres puedan acudir. De hecho estamos haciendo charlas y talleres por la tarde... Ahora
tenemos uno con la policía sobre peligros en las redes sociales y, bueno,... algunos padres
vienen, pero no tantos como sería deseable”. (Profesora, 60 años. E-17)
que los temas sobre los que podrían versar estas actividades deberían ser abiertos
y comprensivos de todo el desarrollo evolutivo de los hijos así como asumir las
peculiaridades que comporta cada una de las etapas, con atención más directa al
periodo de la adolescencia.
A diferencia de los padres, los docentes valoran casi unánimemente que la AMPA
de cada centro educativo debería ser la institución promotora de estas actividades,
por su carácter de cercanía a las familias y por ser una labor que encajaría de forma
natural en sus funciones. El profesorado podría animar e impulsar, a través de los
equipos directivos, el departamento de orientación y los profesores interesados en
ello.
Los padres tenían ocasión de resaltar o sugerir algún aspecto que consideraran de
importancia o que no hubiera sido tratado suficientemente. Dos temas
emergieron en sus aportaciones: el primero se refería al tipo de educación con el
que más se identifican y resultó ser el de la educación pública, en la que
descubrían determinados valores que les hacían preferirla a la enseñanza
concertada o a la privada.
El segundo tema resaltado fue el de los fines de la educación y las diferencias entre
la educación meramente académica y la buena educación. Es decir, en este punto
los padres establecían distinciones acerca de lo que querían y apreciaban en sus
hijos. En este sentido, sus valoraciones adquirían una dimensión más amplia y
profunda que la mera referencia a las calificaciones escolares que habían obtenido
en los estudios.
Los padres afirman tener razones para esta preferencia y señalan las principales: la
primera, la costumbre y la tradición de sus familias respectivas; el segundo motivo
aducido es la cercanía entre el hogar familiar y el centro educativo. Reconocen
que, tanto ellos como sus familiares, han estudiado en la escuela pública y han
seguido con esa costumbre al escolarizar a sus hijos, porque no les había ido mal
en su experiencia. Otros arguyen que fue la cercanía al hogar, es decir, el hecho
de que los centros se encontraran en el mismo barrio, lo que les hizo decantarse
por estos colegios y por este instituto; además, cuando tuvieron que escolarizar a
sus hijos, los vecinos y conocidos les hicieron llegar comentarios y opiniones
positivos sobre los centros educativos de la zona. Lo cual les hizo reafirmarse en
su elección.
“Nosotros elegimos el más cercano. Yo desde casa veo el patio del colegio,... que me
encanta ver a los chicos jugar. Tenemos vecinos, gente normal, que sus hijos han estudiado
en él y han hecho sus carreras, alguno de ingeniero, y están trabajando incluso en Francia”.
(Madre, 50 años. E-10)
“El colegio lo elegimos por cercanía. Quisimos llevarla a un colegio público, porque
nosotros hemos estudiado todos en la pública: nosotros y los hermanos de uno y de otro.
Además es que confío más en la pública, o sea,... porque hemos estudiado nosotros lo
primero y nos ha resultado bien y porque veo que los de la privada no se reciclan”. (Madre,
48 años. E-19)
“Hay muchos colegios privados buenos, pero los malos son malos de verdad... La mayoría
de los colegios privados que conocemos son religiosos y nosotros no creemos en esas
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 371
cosas... Aparte de que cuesta mucho dinero... No merece la pena esforzarse para pagar un
dinero que no iba a servir para nada”. (Padre, 56 años. E-10)
“Yo he preferido y prefiero la educación pública a la privada, porque veo que hay más
libertad para los profesores a la hora de,... no sé, de dar la docencia. En la privada pueden
estar más condicionados por el tema religioso... Yo a la privada, no. Prefería un colegio
público, está claro”. (Madre, 48 años. E-19)
Por último, otros expresan su opción por los centros públicos porque, dicen,
valoran positivamente a los profesores de ese sector. Consideran que están más
preparados y tienen mayores méritos profesionales que los de la privada, porque,
al menos, han sido capaces de preparar unas oposiciones y se han preocupado de
actualizarse y reciclarse. Mantienen el argumento de que esto no ocurre en la
enseñanza privada, dado que a ella acceden los maestros y profesores más por
influencias y relaciones sociales que por méritos docentes.
“Decidimos que fuera a la pública lo primero porque nosotros no somos nada religiosos. Yo
conozco a chavales que han terminado la carrera y nunca más han hecho nada ni se han
reciclado ni nada y estaban de profesores en un colegio privado. En la pública se están
reciclando continuamente. En la pública además hay una exigencia mayor hacia los
alumnos que en la privada”. (Madre, 56 años. E-6)
Los alumnos no han opinado acerca de la elección de los centros públicos como
los lugares de su educación porque, obviamente, esa no fue una competencia
suya. Sin embargo, a lo largo de las entrevistas, han abordado el otro punto
seleccionado por sus padres: el de la buena educación.
Los padres, al opinar sobre el éxito en los estudios de sus hijos, manifiestan que,
por encima de las calificaciones, lo que más valoran, lo que realmente les llena de
satisfacción es comprobar que sus hijos se van desarrollando y formando como
buenas personas, en el sentido de que poseen cualidades que para ellos son muy
valiosas, como la honradez, la responsabilidad, la capacidad de esfuerzo y la
solidaridad con los demás. Eso es lo que ellos, afirman, han procurado conseguir
desde el principio con sus retoños.
372 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
Valoran las buenas calificaciones escolares como una oportunidad para lograr una
formación profesional que les permita tener opciones de trabajo cualificado y
posibilidades de vivir con holgura. Pero distinguen con claridad lo que denominan
educación integral, que es la formación en valores y en hábitos de conducta
respetuosos y consecuentes, de lo que es solo una mera instrucción o aprendizaje
de conocimientos de las asignaturas escolares; respecto a este tema, consideran
que el papel fundamental de la educación de los hijos es patrimonio y
responsabilidad de la familia, mientras que el de la instrucción es más propia de los
centros docentes y de los profesores.
“Sobre la educación de los hijos, me parece muy importante educar para saber, para ser, no
para estar por encima, no para ser el número uno. Esto creo que ha formado parte de la
educación de mis hijos y estoy contenta... Eso marca mucho a los chavales. Me parece que
he educado a mis hijos no pensando en que ocuparan el número uno siempre, sino que
ocuparan el lugar que fuera... y eso es una peculiaridad mía de la cual estoy muy orgullosa.
Cuando haya que competir, hay que ir a por todas, pero respetando siempre a los demás”.
(Madre, 53 años. E-18)
Por ello, varios, al tratar sobre las finalidades de la educación, afirman que lo más
importante no son las calificaciones ni lo que socialmente se entiende por triunfar.
Lo definitivo es la búsqueda de la felicidad y el bienestar con uno mismo, porque
la vida es solo una y, además, es corta. Lo verdaderamente sustancial, para ellos, es
armonizar la realidad con los deseos, el poder realizar los sueños.
Lo que comúnmente se entiende como éxito del estudiante, que se limita a sacar
buenas notas, no agota el ideal de progreso de una persona. Existen personas,
aducen, con extraordinaria valía y que, sin embargo no han obtenido notas
brillantes en los estudios. Y, viceversa, el haberlas conseguido en el sistema
educativo que tenemos no es garantía de que la persona se haya educado
realmente.
“Yo me estoy dando cuenta de que la mayoría de los alumnos que entran en la
universidad... realmente hay muy pocos motivados. En mi clase de ochenta y tantos que
somos, los que vamos por vocación los puedo contar... Serán cinco o diez. Van porque les
ha llegado la nota, porque quieren hacer algo, por tener un título...”. (Alumna nº 19. E-10)
“Yo creo que es importante saber que el sistema que tenemos no es el único, o sea, que no
solamente hay lo de la inteligencia de que saques buenas notas, porque yo conozco gente
que no ha sacado buenas notas, que son amigos míos, y que son personas muy
inteligentes y que tienen muchos recursos. Hay gente que no ha sacado buenas notas y es
extraordinaria y vale para otras cosas. Hay mucha gente que tiene muchos estudios, pero
son muy elitistas y piensan que los que no saben son peores que ellos. Yo me he dado
cuenta de que eso es mentira”. (Alumna nº 9. E-7)
Todos los alumnos poseen unos límites de potencial intelectual, pero también
tienen otras cualidades que cultivar y formar, sus talentos, que contienen y
abarcan toda la integridad de la persona. Cuando hablamos de educación es
preciso abarcar a esa totalidad y tanto profesores como padres deben coincidir en
ese diálogo.
“Lo de que vayan bien los hijos es también lo psicológico, que sean felices y que sean
buenas personas, porque hay algunos que, por mucho que tú intentes, tienen unos límites y
eso cuesta mucho verlo. Triunfar es estar a gusto con lo que haces; no todo el mundo tiene
que ir para eso a la universidad”. (Maestro, 58 años. E-2)
“Y mira que yo lo hago con mi tutoría y me da esa parte de saber que están tratando a sus
hijos como personas. Y si no tratas a tu hijo como persona y el padre no lo ve y se queda
solo como estudiante, entonces lo que ocurre es que, si el hijo va bien, el padre no va al
instituto, porque no le interesa más que la parte intelectual o académica. Y hay una parte
importante que se está olvidando, que es la personalidad, la formación integral de la
persona”. (Profesor, 60 años. E-15)
Si recojo aquí las valoraciones del concepto educación que expresan y comunican
varios padres, alumnos y profesores es por varias razones. La primera es porque
responde al sentido de la investigación, pues trata de la contribución y
participación de las familias en el desarrollo integral de los alumnos; otra es porque
cada una de las citas transcritas es portadora de un mensaje de reflexión y de
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 375
En resumen, los padres de los alumnos entrevistados señalan dos aspectos que, a
su juicio, no habían sido tratados suficientemente en ellas. El primero se refiere a
su preferencia por la enseñanza pública y a las razones que avalan esa elección. El
segundo aspecto se encuentra relacionado con sus valoraciones acerca de lo que
es la buena educación que han querido para sus hijos y, para ellos, este concepto
es más amplio y superior al del éxito académico solamente.
11. Conclusiones
Una vez reflejados los resultados extraídos de la información recogida y llevada a
cabo la triangulación entre lo manifestado por los padres y madres con lo
expresado por los hijos y los profesores, que ha servido para dar consistencia y
fiabilidad a los testimonios, me dispongo a exponer las principales conclusiones
alcanzadas, tras un análisis minucioso de esos resultados, con el fin de dar
respuesta a los objetivos e interrogantes que planteaba en la investigación.
estadísticas, por muy elaboradas que ellas fueran. La palabra y la expresión han
sido los vehículos que han permitido encauzar todo el caudal subjetivo de cada
participante.
El carácter exitoso del desarrollo de sus hijos no se refiere, pues, solamente a sus
notas escolares, sino que lo amplían a la integridad de la persona, en el mismo
sentido que señala Pérez Gómez (2012), para quien un buen alumno es el que
desarrolla competencias que le permiten motivarse para comprender y actuar a lo
largo de su vida. Son, en otra caracterización, personas éticas, solidarias,
colaborativas y corresponsables (Torres Santomé, 2011) o, como dice Feito (2006),
respetuosas y dignas de confianza.
La primera conclusión, pues, que se extrae es que estas familias muestran una
positiva valoración acerca del hecho educativo y de cuanto puede reportar una
adecuada formación al desarrollo personal de sus hijos. En este sentido, se aprecia
que la cultura familiar se encuentra muy cercana a la cultura escolar.
A tal fin, ellos han desplegado un número variado de ayudas en el hogar y valoran
esta labor de apoyo como su más importante contribución al éxito educativo de
sus hijos. La implicación en las actividades relacionadas con el estudio ha ido
cambiando a lo largo del tiempo y, cuando los aprendizajes se fueron
complicando y no pudieron ayudarlos directamente, buscaron otros recursos
externos a la familia, como las clases particulares y las academias. En la
adolescencia y en el instituto la labor de los padres ha sido, pues, más de apoyo
emocional, comprensión y ánimo, que de ayuda directa en las tareas escolares.
Para ellos esta función ha dado sus frutos y ha influido en la forma en la cual sus
hijos han progresado.
De lo cual se concluye que una de las estrategias más eficaces de las familias para
facilitar el adecuado desarrollo de los hijos es la puesta en práctica de un sistema
amplio de ayudas. La investigación en Educación es abundante respecto a este
380 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
Estas familias, por tanto, pueden ser ubicadas dentro de las que despliegan un
estilo de socialización de tipo democrático y permisivo; es decir, aquellas en que
los hijos son valorados y tenidos en cuenta y en donde se busca su asunción de
responsabilidades más a través del convencimiento y del diálogo que por la mera
imposición. Han procurado que sus hijos comprendieran que es necesario hacerse
cargo de las obligaciones que cada uno tiene. Del mismo modo que ellos intentan
cumplir con sus responsabilidades como padres y trabajadores, se presentan
como ejemplo a seguir por sus hijos y les animan a que se comporten
responsablemente en sus estudios. Esta forma de proceder es la que García-Perales
(2011) señala como la que produce los mejores desarrollos de personalidad,
autoestima y logro académico.
Y así ocurre que cuando los padres de forma afectuosa se implican con sus hijos
resultan más eficaces que con la simple coerción o el control normativo y
consiguen que los adolescentes desarrollen un sentimiento de responsabilidad de
sus propios actos (Musitu, Estévez y Jiménez, 2010). Los alumnos participantes,
pues, pertenecen al tipo de familias con estilos más propicios para la socialización
y el desarrollo, tal como señalan Palacios y González (1998); Cánovas y Pérez (2002);
Pérez Alonso-Geta (2003); Musitu (2006); Musitu, Estévez y Jiménez (2010) y
Valdivia (2010).
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 381
Aún con todo eso, se produce en el grupo un fenómeno frecuente, que lleva a los
progenitores a sostener que el éxito educativo alcanzado por los hijos es fruto de un
382 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
Uno de los significados de este fenómeno tiene que ver con el carácter resiliente de
cada persona. En efecto, los alumnos mismos aluden a diversos anclajes en que
basaron sus avances y progresos en los estudios y entre ellos citan, además del
ejemplo de sus padres, el de otros familiares que les han influido grandemente, el de
algunos profesores que les han marcado y, por último, una motivación interna que les
impulsaba. La resiliencia se concibe como la capacidad de sobreponerse a las
circunstancias adversas y a los obstáculos que surgen gracias a puntos de apoyo a los
que cada persona da un significado particular y personal, traduciéndose en fortaleza
para la superación (Hargreaves, 2003; Giordano y Nogués, 2007; Bolívar y Gijón, 2008;
Zancajo, Castejón y Ferrer, 2012). Cada persona lo vivencia de un modo distinto y
peculiar.
Vistos los resultados del buen desarrollo académico y personal del grupo de alumnos
seleccionado, una conclusión que emana de ellos es que el éxito educativo no se
encuentra predeterminado, sino que puede ser potenciado por la acción de las
familias. Y este hecho, asimismo, es un contenido a desarrollar en la Pedagogía de la
Familia. En este caso, podría aplicarse el parecer de Lahire (2003) cuando observa que
existen familias con escasos recursos en las que los padres o adultos, sobre todo las
madres, suplen con responsabilidad, implicación y compromiso las carencias
materiales, se relacionan intensamente con sus hijos, les rodean de afecto y realizan
una extraordinaria labor de intermediación cultural.
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 383
Por lo que toca a este grupo, pues, no se han cumplido las negativas previsiones que
auguran que los alumnos cuyas familias pertenecen a las clases trabajadoras y
humildes, valorado este hecho en términos estadísticos, tendrán pocas posibilidades
de acceder a los estudios universitarios (Subirats, 2013) e igualmente ocurrirá si los
padres poseen niveles culturales y educativos bajos (Collet-Sabé, 2014). Más bien, es
aplicable aquí la observación realizada por Lila, Buelga y Musitu (2006) al afirmar que
existe un amplio consenso entre la comunidad científica acerca de que los niños
instrumentalmente competentes son hijos de hogares con padres afectuosos y con
normas racionales, que permiten la autonomía de sus hijos con límites y mantienen
una buena comunicación con ellos.
De donde concluyo, por tanto, la conveniencia de que los padres y madres que se
encuentran inmersos en situaciones laborales adversas pudieran contar con recursos y
apoyos de tipo formativo para afrontar los retos que supone la educación y la atención
de los hijos. Asimismo la necesidad de que se promuevan medidas de conciliación
laboral que permitan una adecuada atención a la familia por parte de los trabajadores
y hagan factible también la coordinación de los progenitores con el resto de los
agentes que comparten la educación y formación de los hijos.
problemas de importancia a la hora de relacionarse con los tutores, dado que han
permanecido en ese rol durante varios años y, además, les han resultado
accesibles para comunicarse y consultar.
Los primeros años del instituto son vividos como un periodo de sobresaltos y, en
concreto, les preocupa el influjo negativo que pudieran tener en sus hijos los
alumnos repetidores, porque se trata de chicos y chicas que tienen más edad y
que generan cierta inestabilidad en el clima relacional. Además se dan cuenta de la
peculiar organización de la enseñanza en el instituto, en la que los profesores van
rotando hora tras hora por las aulas y en donde existe la figura del tutor, pero este,
como decía anteriormente, pierde la cualidad referencial que tenía para ellos el
maestro en el colegio.
poca atención a los alumnos que tienen más dificultades o que no son brillantes
como estudiantes. De este modo opina Álvarez Méndez (2012) al decir que una
parte del profesorado se encuentra muy identificado con la tarea de detectar y
seleccionar a los alumnos con más posibilidades de proseguir estudios
universitarios y muestra resignación ante el hecho de que muchos de los restantes
escolares no alcanzarán un desarrollo satisfactorio. Asimismo Fernández Enguita,
Mena y Riviere (2010) señalan que muchos alumnos tienen la percepción de que
los profesores de su instituto únicamente prestan atención a los mejores alumnos
y, con respecto al resto, reducen el seguimiento principalmente al control de la
asistencia y disciplina y se olvidan del aprendizaje.
Continúan diciendo estos autores que los profesores consideran que una de sus
principales competencias consiste en constatar y definir quiénes valen y quiénes
no para cada una de las materias de enseñanza. El hecho de que una parte del
profesorado de Secundaria proceda de las antiguas Enseñanzas Medias y de que
atesore un alto caudal de conocimientos sobre la materia de la que es titular pero
escasa formación en materia pedagógica es puesta de relieve por numerosos
autores (Fernández Pérez, 1999; Fernández Enguita, 2007a; Fernández Enguita,
Mena y Riviere, 2010; Pérez Gómez, 2012 y Gimeno, 2013), quienes consideran que
esta característica del profesorado compagina mal con la universalización de la
etapa de Educación Secundaria Obligatoria. Por ello, es preciso que en la
formación del profesorado se diseñen y desarrollen contextos más comprensivos
hacia este tipo de circunstancias de aprendizaje, tanto en la formación inicial como
en la permanente del profesorado, basados en la colaboración y la reflexión sobre
la práctica (Canabal y García, 2012).
Los alumnos aportan una versión del profesorado del instituto un poco peculiar,
porque distinguen claramente dos etapas: la ESO y el Bachillerato. Señalan como
periodo conflictivo el de la ESO, que coincide con la adolescencia, y mantienen en
ese caso posiciones muy críticas hacia el profesorado. Sin embargo, este parecer
cambia radicalmente cuando se refieren a los profesores habidos en el
Bachillerato, aunque básicamente son los mismos que en la etapa anterior; esto
podría deberse a que los profesores consideran que estos estudios son cursados
por los alumnos y alumnas que poseen más capacidades y voluntariamente
quieren seguir estudiando en el futuro en la universidad. También a que los
alumnos considerados no aptos para graduarse en la ESO no pueden acceder al
Bachillerato, lo que aminora la heterogeneidad de los grupos.
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 387
Parece necesario, pues, que en los institutos debe reforzarse la labor de tutoría de
modo que la relación con el profesorado tutor y los padres resulte sencilla, fácil y
accesible. Que se incrementen los canales de comunicación y los contenidos de la
relación, de modo que sean tenidos en cuenta aspectos no estrictamente
académicos sino de evolución social e integral de los alumnos, incorporando
horarios más abiertos, actividades de encuentro entre los padres de alumnos de
un grupo y el tutor, jornadas de puertas abiertas e, incluso, sean ampliadas las
aplicaciones de los modernos medios tecnológicos como el teléfono móvil, el
correo electrónico o la página web para facilitar la comunicación, diversificando
sus funciones.
los alumnos. Así pues, diversos padres y madres mantienen una actitud fría y
distante hacia ella, en tanto que otros sostienen una opinión muy favorable a su
existencia, dado que representa la voz del conjunto de los padres a la hora de
afrontar cualquier iniciativa o problema que surge en el centro.
Los profesores coinciden con los padres en sus apreciaciones respecto a la escasa
participación y afiliación, pero, a diferencia de ellos, los docentes se deshacen en
elogios aludiendo a la actividad desplegada por estas instituciones en los colegios,
porque consideran que realizan una labor de apoyo y que, de no existir la
asociación, numerosas actividades quedarían sin ser llevadas a cabo.
Los padres que han mantenido alguna relación con las AMPA señalan que esta ha
sido normalmente mayor en el colegio que en el instituto. Siguen en este aspecto
la tendencia repetidamente señalada de alejamiento del control de sus hijos a
medida que estos van cumpliendo años (Parellada, 2003). Fernández Enguita
(2007b) considera que la escasa participación de los padres en los centros de
Secundaria es una tradición consolidada. En tanto que Feito (2009) ve en este
hecho un déficit de ejercicio democrático dado que la inmensa mayoría de padres,
madres y alumnos viven por completo al margen de cauces de participación y la
estructura de funcionamiento cotidiano del centro no promueve esa misma
democracia de participación. Comellas et al. (2013) afirman que las familias
participan poco en los centros educativos y aparecen menos cohesionadas y más
frágiles que el conjunto de los docentes. Lo mismo opina Feito (2006) al decir que
los padres participan muy poco en los cauces de que disponen en los centros
educativos y su nivel de implicación es tremendamente decepcionante, aunque
para él la explicación a este hecho se encuentra en el rechazo de facto con que es
vista esta participación por parte de algunos profesores, que no desean
intromisiones ajenas en su terreno profesional.
Las relaciones de amistad mantenidas por los alumnos y alumnas del grupo han
sido en general saludables y exitosas. Para ello, los progenitores han mantenido
unas relaciones de control y supervisión desde la cercanía y la benevolencia, dado
que sus hijos mantienen la mayor parte de los amigos desde que entraron al
colegio de pequeños. Ello hace que este no sea un tema polémico, del que se
puedan extraer conclusiones relevantes.
Los padres han aprobado las relaciones de amistad de sus hijos, porque
consideraban que resultaban positivas tanto para su desarrollo como para su
condición de estudiantes. Comprobaban con agrado que sus hijos se rodeaban de
personas y compañeros similares a ellos, que tenían las mismas aficiones y les
motivaban las mismas preocupaciones. Consideran que, en parte por esa razón,
han sido buenos estudiantes, porque se han ayudado mutuamente cuando lo
necesitaban. Los amigos, pues, han cumplido un papel de relevancia que ha
reforzado el progreso académico y personal de sus hijos.
Esto mismo es corroborado con mayor lujo de detalles por los alumnos
participantes, quienes detallan los numerosos beneficios que obtenían de la
relación con sus amigos y compañeros de estudios. La comunicación y el
asesoramiento hacia sus hijos en este sentido han sido constantes, haciéndoles las
observaciones que les parecían pertinentes y manifestándoles su parecer cuando,
por parte de sus amigos, se producían comportamientos que ellos no aprobaban.
Incluso les recomendaban que abandonaran alguna relación que consideraban
perjudicial. Sin embargo, la tónica general ha sido la de aceptación, el buen trato y
la aprobación.
Los profesores consideran que, por el modo en que está organizada la enseñanza
en las aulas y por la presión que encuentran en el cumplimiento de los programas
de cada materia, dedican muy poco tiempo a fomentar el trabajo en equipo entre
los escolares. Algunos opinan que esta es una faceta olvidada en el devenir
cotidiano de la práctica educativa en los centros, a pesar de que, cuando
reflexionan sobre la ayuda mutua que podría llevar a cabo el alumnado entre sí, la
392 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
La conclusión que se deduce de este hecho es que el tema de las amistades y las
influencias de los iguales son consideradas en la escuela como un ámbito que
atañe a la esfera privada de los alumnos y en las aulas no se encuentra asentado
como un objetivo explícito del profesorado el fomento del trabajo en equipo y la
colaboración entre los coetáneos, que puede constituir un recurso poderoso en el
desarrollo de los niños y adolescentes.
Parece, por otro lado, conveniente que se establezcan procedimientos que doten
de mayor autonomía a las decisiones del profesorado respecto a los aspectos
educativos que consideren prioritarios y, de ese modo, se aminore la presión que
suponen las evaluaciones externas, evitando que la actividad educativa se vea
condicionada fuertemente por la superación de dichas pruebas estandarizadas.
En este ámbito los padres muestran una aprobación general de la ciudad, en cuanto
tiene que ver con la educación de sus hijos. Alcalá resulta muy completa en recursos
y tiene todo lo que han necesitado para que estos se desarrollaran. No han echado
nada en falta, porque hay bibliotecas, centros de idiomas, conservatorio, escuelas
deportivas, academias, casa de la juventud, teatros y salas de exposiciones, cines e
incluso personas o centros a los que recurrir para las clases particulares de sus hijos.
Han usado estos recursos de acuerdo con su edad y necesidades y mencionan los
parques, los espacios naturales, la cercanía del río, los polideportivos, el parque de
los Cerros como lugares de esparcimiento accesibles. Consideran que todo lo que
han necesitado lo han encontrado.
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 393
Los hijos, a diferencia de sus padres que no mencionan este hecho, resaltan la
importancia que para ellos han tenido las actuaciones del profesorado a fin de
que ellos pudieran conocer los recursos de Alcalá, puesto que en múltiples
ocasiones les han llevado a conocer distintos espacios de la ciudad y a
actividades de tipo cultural. Los profesores corroboran esta apreciación y señalan
que desde los colegios y el instituto se organizan numerosas salidas para
fomentar entre los escolares el conocimiento y aprecio del medio urbano,
principalmente en lo referido a expresión cultural y también a la aproximación a
la naturaleza.
Los progenitores han facilitado a sus hijos las herramientas tecnológicas ahora
habituales entre los jóvenes: el televisor, el ordenador, el teléfono móvil, el
ordenador portátil y la conexión a Internet. Se encuentran confiados respecto al uso
que hacen sus hijos de los modernos medios de comunicación. Creen que hacen un
consumo razonable de estos recursos, que los usan principalmente para sus estudios
o para el ocio y no se muestran preocupados por los peligros que pudieran tener,
que desconocen. Incluso miran estos instrumentos con simpatía, porque son los que
les liberan a ellos de la tarea de facilitar ayudas a sus hijos en unos estudios en los
que no se consideran ya preparados. Muchos progenitores no se mueven con
soltura con estos medios. Aparece así una brecha tecnológica, añadida a la
generacional (Rodríguez y Megías Quirós, 2005), que impide que los padres y madres
puedan enseñar y tutelar el uso que hacen sus hijos de estos dispositivos. Sin
embargo, no sienten esto como una necesidad, sino que lo ven como un hecho
natural; consideran que sus hijos son seres muy familiarizados con el mundo de lo
digital y, de hecho, son quienes facilitan su uso a los propios padres.
Esta fractura digital y la falta de control consiguiente es señalada por los profesores,
que perciben que los padres entregan estos medios a sus hijos pero no les
previenen acerca de sus riesgos, ni controlan y tutelan el manejo que hacen de ellos.
Para los docentes hay algunos temas de los medios tecnológicos que no están
actualmente contemplados ni por los padres ni por el profesorado en las aulas,
como son los riesgos y peligros que implica la participación en redes sociales, el
ejercicio de la privacidad, así como el comportamiento ante las informaciones que
circulan por la red, que han de ser contrastadas y comprobadas.
cuenta también en este campo el mundo de los valores. Este es, pues, un contenido
de educación familiar imprescindible en nuestro tiempo.
En los centros educativos, sin embargo, dicen los profesores que los programas de
estudios se encuentran tan reglamentados y pautados, que no contemplan la
importancia ocasional que pudieran tener los hechos de la actualidad para la
formación y educación de niños y adolescentes, por lo que se pierden ocasiones
excepcionales que permitirían relacionar los conocimientos académicos con los
hechos producidos simultáneamente ante nuestros ojos. Esta constatación apunta
a la conveniencia de que se trabajen con más intensidad en las aulas las
estrategias para que los alumnos y alumnas puedan desarrollar competencias de
comprensión crítica de la realidad social en que se encuentran insertos. Sierra,
Carpintero y Pérez (2010) afirman que dentro de la enseñanza tradicional las
habilidades de interpretaciones múltiples de toda información se trabajan menos
de lo que sería conveniente, ya que suele estar centrada en los contenidos
previamente señalados.
Tanto las vivencias positivas como las negativas experimentadas como hijos en sus
familias de origen han dejado una huella profunda en los padres participantes en
la investigación y han sido decisivas para la acción posterior llevada a cabo en las
familias que posteriormente formaron. Este hecho es reafirmado por Catarsi (2011),
para quien la experiencia previa influye de forma determinante sobre el
396 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
comportamiento del adulto frente a sus propios hijos. De allí han tomado
numerosos modelos y formas de actuar, pasados por el tamiz de una
personalizada actualización. En efecto, todo aquello que les gustó como hijos han
procurado potenciarlo, pero han intentado modificar lo que les pareció negativo.
Su experiencia como padres les ha hecho reencontrarse emocionalmente con sus
propios progenitores y se han dado cuenta de que muchas veces se actúa de un
modo que no gusta a los hijos, pero se hace por su propio bien.
El trato personal habitual establecido entre padres e hijos es lo que menos les
gustaba en sus familias de origen, porque antes los hijos temían a los padres, no
tenían confianza con ellos, no hablaban entre sí y se comunicaban muy poco.
Rechazan el autoritarismo que antaño era la norma en las relaciones familiares y se
decantan por comportamientos más cercanos y dialogantes en las relaciones
entre padres e hijos. Estas se conciben ahora de un modo más democrático,
menos impositivo y, por el contrario, más basado en la reciprocidad y en la
colaboración.
De donde se deduce la importancia decisiva del medio familiar como modelo, que
deja una huella duradera en los miembros que lo constituyen. La reflexión sobre la
vida familiar es un potente recurso de aprendizaje que ha de ser tenido en cuenta
por la trascendencia que posee para facilitar positivamente la adaptación de sus
integrantes a los cambios sociales. Este es un contenido de mucha entidad en los
programas formativos para padres y madres.
A base de hablar sobre los hijos y de sopesar cómo habían de proceder en cada
ocasión, han colaborado conjuntamente en su educación. Han aprendido a ser
padres apoyándose uno a otro en la pareja, comentando, dialogando y
proponiendo medidas. Han procurado no quitarse la razón mutuamente delante
de los hijos y rectificar cuando se daban cuenta de que los resultados no eran
buenos. Este tipo de actuación de la pareja es señalado por Cánovas y Pérez (2002)
como muy beneficioso, porque cuanto más aumenta la coherencia y el acuerdo
entre los progenitores, más se incrementan las posibilidades de éxito en la
educación de los hijos. En ocasiones, dentro de la pareja se reconocen muy
distintos e incluso han llegado a soluciones de tipo estratégico, de modo que uno
de los dos se encargaba de determinadas funciones, en tanto que la otra persona
asumía otras distintas. El padre suele adoptar las actitudes de tipo decisorio y
ejecutivas, en tanto que la mujer se muestra más afectuosa, proclive a la
comunicación y al acuerdo en las relaciones con los hijos.
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 397
Por encima de todos los cambios habidos entre las familias de origen y las
actuales, estos padres se decantan porque lo importante en la familia es que las
relaciones afectivas funcionen bien, que las interacciones entre los miembros de la
familia estén presididas por la cordialidad y la comunicación, así como que padres
e hijos compartan muchas vivencias y ratos en común, realizando tareas
gratificantes como jugar, conversar, leer y comer juntos. Este mismo argumento es
corroborado por el profesorado que observa que lo importante no son los títulos
académicos que poseen los padres sino las ganas, el entusiasmo, el interés y la
implicación que desarrollan en la relación que mantienen con sus hijos. Respecto a
los padres de sus actuales alumnos se muestran ciertamente pesimistas debido a
la falta de implicación y de interés que descubren en ellos.
Una conclusión que surge de este hecho es que el buen desempeño de los roles
parentales no depende de factores externos a las personas, sino que su base
procede del interés, la motivación y la implicación puestos en juego. Y estas son
cualidades que se encuentran al alcance de cualquier persona,
independientemente de los medios materiales que posea y de la posición social
que desempeñe. De nuevo, este es un contenido relevante en los proyectos
formativos para progenitores.
Respecto a las necesidades sentidas en su desempeño del rol parental, los padres y
madres opinan que sería muy interesante que existiera algún tipo de recurso
formativo al que pudieran acudir a consultar en las ocasiones en que se
encuentran desorientados y confusos. Aunque cada familia es un mundo
particular que tiene sus necesidades propias, sostienen que hay determinados
momentos críticos en la evolución de los hijos. Álvarez Blanco (2006) opina que el
conocimiento de los niños en función de la edad evolutiva en que se encuentran
es un gran campo de contenidos de la Pedagogía Familiar. En concreto, los
398 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
primeros años de vida son básicos para sentar unas buenas bases de relación entre
padres e hijos y para entroncar eficazmente a estos en el sistema escolar, que se
presenta ahora por primera vez en su horizonte. Opinan que lo que no se consigue
con los hijos en estos años, luego resulta muy difícil, haciendo uso del mensaje
contenido en el dicho “los árboles han de enderezarse tempranamente”.
La primera conclusión que se extrae del relato de los padres es que no han
encontrado en los centros educativos oportunidades ni recursos para mejorar su
formación parental, no han tenido actividades expresamente diseñadas con este
fin. Algunos, excepcionalmente, han acudido a actividades de este tipo, pero no
les han gustado, porque eran charlas en donde no se podía participar. Catarsi
(2011) observa que existen pocas experiencias de apoyo a los padres en situación
de normalidad y que lo usual son las conferencias en las que determinados
expertos comunican su saber a los padres.
Sin embargo, sienten que en determinadas ocasiones les hubiera venido muy
bien haberse podido formar mejor con actividades dirigidas por profesionales. Ríos
(2005) defiende que la familia en su conjunto sufre un proceso de maduración
similar y paralelo a la edad de los hijos, de modo que los retos que se plantean a
cada edad en los retoños son vivenciados también por los padres, que aprenden a
superar los escollos a la vez que los hijos. Creen que hubiera sido interesante la
existencia de actividades formativas principalmente en dos momentos cruciales: la
entrada en las aulas a los tres años y, sobre todo, el inicio de la ESO, por las
dificultades que supone la adolescencia y por tratarse de unos centros educativos,
en donde existe una forma de trabajo un poco más desconocida y alejada de los
padres y madres, pues de ese modo hubieran podido fundamentar mejor su
actuación.
Catarsi (2011) opina que es fundamental que los conocimientos acumulados sobre
la familia se constituyan en un recurso y apoyo para que los adultos puedan
encontrar el adecuado camino para llegar a ser buenos padres. Varios autores
detallan una serie de beneficios que reporta para los progenitores el avance en
educación familiar y señalan que los principales son que adquieren mayor sentido
de eficacia, valoran más su papel en la educación de los hijos, mejora el nivel de la
comunicación con ellos, desarrollan habilidades positivas de paternidad,
comprenden más los programas escolares y se motivan para continuar su propia
educación (Musitu, Estévez y Jiménez, 2010).
El principal valor que verían en actividades de este tipo sería que los asistentes
pudieran beneficiarse del aprendizaje mutuo y de la experiencia de todos. De esta
manera se podría trabajar con los padres y madres desde la propia diversidad de
circunstancias en que se desarrolla la función parental. Para ello sería importante
contar con el apoyo de un equipo interdisciplinar y grupos de progenitores
comprometidos con la educación de sus hijos, que pudieran a su vez interactuar
400 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
con otras familias que, por distintas causas, se encuentran con dificultades para
desempeñar adecuadamente este rol.
Finaliza aquí el capítulo dedicado a las conclusiones derivadas del análisis de los
resultados. He procurado que estas se ciñeran, de acuerdo con la metodología
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 401
Baste decir que en la actual ley educativa LOMCE, tras las loas del preámbulo a la
importancia de la acción de las familias en la educación de los hijos, a lo largo de
su extenso articulado, solamente se menciona dos veces la participación de los
padres y madres. Una, para recordar que dicha participación se canaliza a través de
las AMPA y del Consejo Escolar; la segunda, para señalar que una de las
competencias de los directores de los centros educativos consiste en impulsar la
402 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
colaboración con las familias, con instituciones y con organismos que faciliten la
relación del centro con el entorno. La primera ha sido comprobada por la
experiencia como una vía casi muerta en los centros de Enseñanza Secundaria y la
segunda puede ser considerada como un brindis al sol.
Marina (2012) hace notar que en Estados Unidos, desde los años noventa, se
elaboran programas para ayudar a los padres a enfrentarse a situaciones difíciles y
se ha creado en ellos la necesidad de ser aconsejados. Sin embargo, en nuestro
país no existen campañas con resonancia social ni planes de alcance, ni
programaciones de ayuntamientos o administraciones de cualquier nivel
promoviendo proyectos o haciendo énfasis en el objetivo de lograr que los padres
se impliquen más en la educación de sus hijos en los centros educativos y en las
ciudades. Se movilizan pocos recursos materiales y estratégicos para progresar en
este terreno.
bajo rendimiento y desmotivación, que los hace seguir sacando malas notas y
perder aún más el compromiso con su educación. Y ese bajo rendimiento en la
escuela tiene consecuencias a largo plazo, tanto para el individuo como para el
conjunto de la sociedad.
Ante esta situación, admitiendo que las causas son complejas y que, por tanto,
también han de serlo las soluciones, se propone un conjunto de medidas que
deberían implementarse en las políticas nacionales de cada país. De entre ellas
destacan dos relacionadas con las familias y que se concretan en formulaciones
como promover la participación de padres y comunidades locales, por un lado, y
ofrecer apoyo específico a escuelas o familias socio-económicamente
desfavorecidas, por otro. Sin embargo, cuando se analiza detenidamente el
contenido de estas dos propuestas, se constata que no aparece definida una
actuación decidida en la promoción de la participación de las familias, pero al
menos queda sugerida la importancia de ellas en el logro del éxito educativo de
los hijos
Los centros docentes despliegan escasos medios y recursos específicos para evitar
el fracaso escolar, quizá porque no cuentan con ellos. Dentro de la programación
docente no destaca, como uno de los aspectos sustanciales, la labor preventiva,
que ha de estar unida a la evaluación desde los primeros años escolares. Al
descubrirse las primeras dificultades en los alumnos, es cuando resulta necesario
movilizar los medios para que se supere la situación, dedicando recursos
personales y materiales e implicando a los progenitores.
Cada vez existen más iniciativas para fomentar y extender a más población los
contenidos de la Pedagogía de la Familia, pero aún no ha llegado a forjarse como
disciplina potente y consolidada en nuestro país. En los centros educativos se
realizan esporádicamente actividades de formación para los padres. Eso ocurre a
pesar de todas las evidencias que subrayan los beneficios que reportan la mayor
formación y participación de las familias en el ámbito educativo.
404 La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica
Por otro lado, Marina, Pellicer y Manso (2015) han elaborado el Libro Blanco de la
Profesión Docente y su Entorno Escolar, en donde, aunque se menciona, se da
escasa relevancia al hecho de la colaboración de los profesores con los padres y
madres del alumnado. No se considera este requisito como una parte sustancial de
las competencias docentes ni de la formación del profesorado.
Además, no existe una legislación que garantice que los padres puedan conciliar la
vida laboral y la familiar, ni que las relaciones con los centros docentes estén
contempladas como prioritarias, de modo que se encuentren admitidas como un
derecho de los trabajadores en su horario laboral. Marchesi (2014) señala que las
condiciones de vida de un amplio numero de familias son muy complicadas, en
gran medida por el incremento del número de personas desempleadas, pero
también por las dificultades de aquellas que trabajan debido a la presión laboral, a
la inseguridad en el empleo y a la dificultad de conciliar los horarios.
Para finalizar, quiero reflejar la aportación del conocido pedagogo José Luís
Carbonell (2010), el cual expone un decálogo de alternativas para luchar contra el
fracaso escolar. La novena medida que propone se refiere a la relación familia-
escuela y la acompaña con una catarata de acciones que se podrían implementar,
la mayoría de ellas ya empleadas parcialmente en distintas experiencias realizadas
en el ámbito escolar. El valor que tiene su aportación es que las presenta todas
unidas, por lo que es muy sugerente comprobar la cantidad de iniciativas que
podrían ponerse en marcha. Se trata, dice, de que tanto la escuela como la familia
La familia y el desarrollo educativo de los hijos: una mirada sistémica 405
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