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Reflexion No. 1

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Temas

1. Freud quien evoluciono el proceso psicoanalítico de la psicoterapia, ¿Cuáles son los aportes
de Freud a la psicología que dieron surgimiento al psicoanálisis.* Fuentes Bibliográficas.

2. Explique a través de un resumen los métodos del periodo pre-analítico, las primeras técnicas
psicoanalíticas y las fases del psicoanálisis. * Fuentes Bibliográficas.

3. Explicar en que consiste el determinismo psíquico y su vinculación con la conducta. *


Stewart, Robert L, Tratado de Psiquiatría. 2004

4. Explicar en no menos de 5 cuartillas como obra el inconsciente en la vida anímica de las


personas, y os aspectos relevantes que enriquecen tu experiencia.
Los comienzos del psicoanálisis

Durante el período de 1895 a 1900, Freud desarrolló muchos de los conceptos posteriormente


incorporados tanto a la práctica como a la doctrina psicoanalítica. Poco después de la publicación
de los estudios sobre la histeria, Freud abandonó el uso de la hipnosis como procedimiento
catártico, para reemplazarlo por la investigación del curso espontáneo de pensamientos del paciente
—llamado asociación libre—, como método idóneo para comprender los procesos mentales
inconscientes que están en la raíz de los trastornos neuróticos.
Los mecanismos mentales en los estudios de Freud

En sus observaciones clínicas, Freud halló evidencias de los mecanismos mentales de la represión y
la resistencia, describiendo la primera como un mecanismo inconsciente que hace inaccesible a la
mente consciente el recuerdo de hechos dolorosos o traumáticos; y la segunda como la defensa
inconsciente contra la accesibilidad a la consciencia de las experiencias reprimidas, para evitar la
ansiedad que de ella se deriva.
Freud propuso seguir el curso de los procesos inconscientes, usando las asociaciones libres del
paciente como guía para interpretar los sueños y los lapsus en el Lenguaje (además de chistes, actos
fallidos, etc). Mediante el análisis de los sueños llegó a sus teorías sobre la sexualidad infantil y
el Complejo de Edipo, que explicaría el apego del niño al progenitor del sexo contrario, junto con
los sentimientos hostiles hacia el del propio sexo (considerado —en principio— un rival). Estos
planteamientos, que hacían hincapié en la base biológica del comportamiento humano —
particularmente el sexo y la agresividad—, fueron muy controvertidos.
En estos años, desarrolló también la teoría de la transferencia, proceso por el que las actitudes
emocionales, establecidas originalmente hacia las figuras de los padres durante la infancia, son
transferidas en la vida adulta a otros personajes (maestros, autoridades, jefes, el propio
psicoanalista, etc.). El final de este período viene marcado por la aparición de su obra más
importante, La interpretación de los sueños (1900 primera edición, que posteriormente el mismo
Freud ampliaría). En ella analiza (además de algunos sueños de sus pacientes, amigos, hijos, e
incluso de personajes famosos) muchos de sus propios sueños, registrados durante tres años de
autoanálisis iniciados en 1897. Este trabajo expone todos los conceptos fundamentales en que se
asientan la teoría y la técnica psicoanalítica.
Importancia de sus aportes

La principal contribución de Freud fue la creación de un enfoque radicalmente nuevo en la


comprensión de la personalidad humana, al demostrar la existencia y poder de lo inconsciente.
Además, fundó una nueva disciplina médica y formuló procedimientos terapéuticos básicos que,
más o menos modificados aún se aplican, en el tratamiento mediante psicoterapia de las neurosis (y,
parcialmente, de las psicosis). Aunque nunca conoció en vida un reconocimiento unánime, y ha sido
a menudo cuestionado desde entonces, Freud es indudablemente uno de los grandes pensadores del
mundo contemporáneo.

Teoría
Freud no inventó exactamente el concepto de mente consciente versus mente inconsciente, pero
desde luego lo hizo popular. 

La mente consciente es todo aquello de lo que nos damos cuenta en un momento particular: las
percepciones presentes, memorias, pensamientos, fantasías y sentimientos. Cuando trabajamos muy
centrados en estos apartados es lo que Freud llamó preconsciente, algo que hoy llamaríamos
“memoria disponible”: se refiere a todo aquello que somos capaces de recordar; aquellos recuerdos
que no están disponibles en el momento, pero que somos capaces de traer a la consciencia.
Actualmente, nadie tiene problemas con estas dos capas de la mente, aunque Freud sugirió que las
mismas constituían solo pequeñas partes de la misma.

La parte más grande estaba formada por el inconsciente e incluía todas aquellas cosas que no son
accesibles a nuestra consciencia, incluyendo muchas que se habían originado allí, tales como
nuestros impulsos o instintos, así como otras que no podíamos tolerar en nuestra mente consciente,
tales como las emociones asociadas a los traumas.

De acuerdo con Freud, el inconsciente es la fuente de nuestras motivaciones, ya sean simples deseos
de comida o sexo, compulsiones neuróticas o los motivos de un artista o científico. Además,
tenemos una tendencia a negar o resistir estas motivaciones de su percepción consciente, de manera
que solo son observables de forma disfrazada.

El Ello, el Yo y el Superyo

La realidad psicológica freudiana empieza con el mundo lleno de objetos. Entre ellos, hay uno
especial: el cuerpo. El cuerpo (Nos referiremos a cuerpo como vocablo para traducir “organismo”,
ya que en psicología es más aceptado el término. N.T.) Es especial en tanto actúa para sobrevivir y
reproducirse y está guiado a estos fines por sus necesidades (hambre, sed, evitación del dolor y
sexo).

Una parte (muy importante, por cierto) del cuerpo lo constituye el sistema nervioso, del que una de
sus características más prevalentes es la sensibilidad que posee ante las necesidades corporales. En
el nacimiento, este sistema es poco más o menos como el de cualquier animal, una “cosa”, o más
bien, el Ello. El sistema nervioso como Ello, traduce las necesidades del cuerpo a fuerzas
motivacionales llamadas pulsiones (en alemán “Triebe”). Freud también los llamó deseos. Esta
traslación de necesidad a deseo es lo que se ha dado a conocer como proceso primario.

El Ello tiene el trabajo particular de preservar el principio de placer, el cual puede entenderse
como una demanda de atender de forma inmediata las necesidades. Imagínese por ejemplo a un
bebé hambriento en plena rabieta. No “sabe” lo que quiere, en un sentido adulto, pero “sabe” que lo
quiere…¡ahora mismo!. El bebé, según la concepción freudiana, es puro, o casi puro Ello. Y el Ello
no es más que la representación psíquica de lo biológico.

Pero, aunque el Ello y la necesidad de comida puedan satisfacerse a través de la imagen de un filete
jugoso, al cuerpo no le ocurre lo mismo. A partir de aquí, la necesidad solo se hace más grande y
los deseos se mantienen aún más. Usted se habrá percatado de que cuando no ha satisfecho una
necesidad, como la de comer por ejemplo, ésta empieza a demandar cada vez más su atención, hasta
que llega un momento en que no se puede pensar en otra cosa. Este sería el deseo irrumpiendo en la
consciencia.

Menos mal que existe una pequeña porción de la mente a la que nos referimos antes, el consciente,
que está agarrado a la realidad a través de los sentidos. Alrededor de esta consciencia, algo de lo
que era “cosa” se va convirtiendo en Yo en el primer año de vida del niño. El Yo se apoya en la
realidad a través de su consciencia, buscando objetos para satisfacer los deseos que el Ello ha
creado para representar las necesidades orgánicas. Esta actividad de búsqueda de soluciones es
llamada proceso secundario.

El Yo, a diferencia del Ello, funciona de acuerdo con el principio de realidad, el cual estipula que
se “satisfaga una necesidad tan pronto haya un objeto disponible”. Representa la realidad y hasta
cierto punto, la razón.

No obstante, aunque el Yo se las ingenia para mantener contento al Ello (y finalmente al cuerpo), se
encuentra con obstáculos en el mundo externo. En ocasiones se encuentra con objetos que ayudan a
conseguir las metas. Pero el Yo capta y guarda celosamente todas estas ayudas y obstáculos,
especialmente aquellas gratificaciones y castigos que obtiene de los dos objetos más importantes del
mundo de un niño: mamá y papá. Este registro de cosas a evitar y estrategias para conseguir es lo
que se convertirá en Superyo. Esta instancia no se completa hasta los siete años de edad y en
algunas personas nunca se estructurará.

Hay dos aspectos del Superyo: uno es la consciencia, constituida por la internalización de los
castigos y advertencias. El otro es llamado el Ideal del Yo, el cual deriva de las recompensas y
modelos positivos presentados al niño. La consciencia y el Ideal del Yo comunican sus
requerimientos al Yo con sentimientos como el orgullo, la vergüenza y la culpa.

Es como si en la niñez hubiésemos adquirido un nuevo conjunto de necesidades y de deseos


acompañantes, esta vez de naturaleza más social que biológica. Pero, por desgracia, estos nuevos
deseos pueden establecer un conflicto con los deseos del Ello. Ya ve, el Superyo representaría la
sociedad, y la sociedad pocas veces satisface sus necesidades.

Pulsiones de Vida y Pulsión de Muerte

Freud consideró que todo el comportamiento humano estaba motivado por las pulsiones, las cuales
no son más que las representaciones neurológicas de las necesidades físicas. Al principio se refirió a
ellas como pulsiones de vida. Estas pulsiones perpetúan (a) la vida del sujeto, motivándole a buscar
comida y agua y (b) la vida de la especie, motivándole a buscar sexo. La energía motivacional de
estas pulsiones de vida, el “oomph” que impulsa nuestro psiquismo, les llamó libido, a partir del
latín significante de “yo deseo”.

La experiencia clínica de Freud le llevó a considerar el sexo como una necesidad mucho más
importante que otras en la dinámica de la psiquis. Somos, después de todo, criaturas sociales y el
sexo es la mayor de las necesidades sociales. Pero, aunque debemos recordar que cuando Freud
hablaba de sexo, hablaba de mucho más que solo el coito, la libido se ha considerado como la
pulsión sexual.

Más tarde en su vida, Freud empezó a creer que las pulsiones de vida no explicaban toda la historia.
La libido es una cosa viviente; el principio de placer nos mantiene en constante movimiento. Y la
finalidad de todo este movimiento es lograr la quietud, estar satisfecho, estar en paz, no tener más
necesidades. Se podría decir que la meta de la vida, bajo este supuesto, es la muerte. Freud empezó
a considerar que “debajo” o “a un lado” de las pulsiones de vida había una pulsión de muerte.
Empezó a defender la idea de que cada persona tiene una necesidad inconsciente de morir.

La evidencia cotidiana de la pulsión de muerte y su principio de nirvana está en nuestro deseo de


paz, de escapar a la estimulación, en nuestra atracción por el alcohol y los narcóticos, en nuestra
propensión a actividades de aislamiento, como cuando nos perdemos en un libro o una película y en
nuestra apetencia por el descanso y el sueño. En ocasiones esta pulsión se representa de forma más
directa como el suicidio y los deseos de suicidio. Y en otros momentos, tal y como Freud decía, en
la agresión, crueldad, asesinato y destructividad.

Ansiedad

Una vez, Freud dijo: “la vida no es fácil”.

El Yo está justo en el centro de grandes fuerzas; la realidad, la sociedad, está representada por el
Superyo; la biología está representada por el Ello. Cuando estas dos instancias establecen un
conflicto sobre el pobre Yo, es comprensible que uno se sienta amenazado, abrumado y en una
situación que parece que se le va a caer el cielo encima. Este sentimiento es llamado ansiedad y se
considera como una señal del Yo que traduce sobrevivencia y cuando concierne a todo el cuerpo se
considera como una señal de que el mismo está en peligro.

Freud habló de tres tipos de ansiedades: la primera es la ansiedad de realidad, la cual puede
llamarse en términos coloquiales como miedo. De hecho, Freud habló específicamente de la palabra
miedo, pero sus traductores consideraron la palabra como muy mundana. Podríamos entonces decir
que si uno está en un pozo lleno de serpientes venenosas, uno experimentará una ansiedad de
realidad.

La segunda es la ansiedad moral y se refiere a lo que sentimos cuando el peligro no proviene del
mundo externo, sino del mundo social interiorizado del Superyo. Es otra terminología para hablar
de la culpa, vergüenza y el miedo al castigo.

La última es la ansiedad neurótica. Esta consiste en el miedo a sentirse abrumado por los impulsos
del Ello. Si en alguna ocasión usted ha sentido como si fuésemos a perder el control, su raciocinio o
incluso su mente, está experimentando este tipo de ansiedad. “Neurótico” es la traducción literal del
latín que significa nervioso, por tanto podríamos llamar a este tipo de ansiedad, ansiedad nerviosa.
Es este el tipo de ansiedad que más interesó a Freud y nosotros le llamamos simple y llanamente
ansiedad.
Los Mecanismos de Defensa

El Yo lidia con las exigencias de la realidad, del Ello y del Superyo de la mejor manera que puede.
Pero cuando la ansiedad llega ser abrumadora, el Yo debe defenderse a sí mismo. Esto lo hace
bloqueando inconscientemente los impulsos o distorsionándoles, logrando que sean más aceptables
y menos amenazantes. Estas técnicas se han llamado mecanismos defensivos yoicos y tanto Freud
como su hija Anna, así como otros seguidores han señalado unos cuantos.

La Negación se refiere al bloqueo de los eventos externos a la consciencia. Si una situación es


demasiado intensa para poder manejarla, simplemente nos negamos a experimentarla. Como
podrían suponer, esta defensa es primitiva y peligrosa (nadie puede desatender la realidad durante
mucho tiempo). Este mecanismo usualmente opera junto a otras defensas, aunque puede funcionar
en exclusiva.

La Represión, defensa que Anna Freud llamó también “olvido motivado” es simplemente la
imposibilidad de recordar una situación, persona o evento estresante. Esta defensa también es
peligrosa y casi siempre va acompañada de otras más.

Ascetismo es la renuncia de las necesidades es una de las defensas que menos hemos oído hablar,
pero se ha puesto nuevamente de moda con la emergencia del trastorno llamado anorexia. Los pre-
adolescentes, cuando se sienten amenazados por sus emergentes deseos sexuales, pueden protegerse
a sí mismos inconscientemente a través de negar no sólo sus deseos sexuales, sino también todos
sus deseos. Así, se embarcan en una vida como si fueran monjes, con una tendencia ascética donde
renuncian a cualquier interés sobre lo que los demás renuncian.

Aislamiento (también llamado intelectualización) consiste en separar la emoción (o el afecto. N.T.)


de un recuerdo doloroso o de un impulso amenazante. La persona puede reconocer, de forma muy
sutil, que ha sido abusada de pequeña, o puede demostrar una curiosidad intelectual sobre su
orientación sexual recién descubierta. Algo que debe considerarse como importante, sencillamente
se trata como si no lo fuera.

El Desplazamiento es la “redirección” de un impulso hacia otro blanco que lo sustituya. Si el


impulso o el deseo es aceptado por ti, pero la persona al que va dirigido es amenazante, lo desvías
hacia otra persona u objeto simbólico. Por ejemplo, alguien que odia a su madre puede reprimir ese
odio, pero lo desvía hacia, digamos, las mujeres en general. Alguien que no haya tenido la
oportunidad de amar a un ser humano puede desviar su amor hacia un gato o un perro. Una persona
que se siente incómodo con sus deseos sexuales hacia alguien, puede derivar este deseo a un
fetiche. Un hombre frustrado por sus superiores puede llegar a casa y empezar a pegar al perro o a
sus hijos o establecer discusiones acaloradas.

Agresión contra el propio self (Utilizaremos aquí el propio término en inglés para referirnos al “sí
mismo, ya que en la psicología en español se usa con mayor frecuencia el vocablo en inglés “self”.
N.T.). Es una forma muy especial de desplazamiento y se establece cuando la persona se vuelve su
propio blanco sustitutivo. Usualmente se usa cuando nos referimos a la rabia, irritabilidad y la
agresión, más que a impulsos más positivos. Constituye la explicación freudiana para muchos de
nuestros sentimientos de inferioridad, culpa y depresión. La idea de que la depresión es muchas
veces el producto de la rabia contra un objeto (persona) que no queremos reconocer, es
ampliamente aceptada por freudianos y otros de diversas corrientes.

Proyección o desplazamiento hacia fuera, como Anna Freud le llamó, es casi completamente lo
contrario de la agresión contra el propio self. Comprende la tendencia a ver en los demás aquellos
deseos inaceptables para nosotros. En otras palabras; los deseos permanecen en nosotros, pero no
son nuestros. Confieso que cuando oigo a alguien hablar sin parar sobre cómo está de agresiva
nuestra sociedad o cómo está aquella persona de pervertida, no puedo dejar de preguntarme si esta
persona no tiene una buena acumulación de impulsos agresivos o sexuales que no quiere ver en ella
misma.

La Rendición altruista es una forma de proyección que parece a primera vista como lo opuesto:
aquí, la persona intenta llenar sus propias necesidades de forma vicaria a través

La Formación reactiva, o “creencia en lo opuesto”, como Anna Freud llamó, es el cambio de un


impulso inaceptable por su contrario. Así, un niño. Enfadado con su madre, puede volverse un niño
muy preocupado por ella y demostrarle mucho cariño. El niño que sufre abusos por parte de un
progenitor, se vuelve hacia él corriendo. O alguien que no acepta un impulso homosexual, puede
repudiar a los homosexuales.

La Anulación Retroactiva comprende rituales o gestos tendientes a cancelar aquellos


pensamientos o sentimientos displacenteros después de que han ocurrido. Por ejemplo, Anna Freud
mencionaba a un niño que recitaba el alfabeto al revés siempre que tenía un pensamiento sexual, o
que se volvía y escupía cuando se encontraba con otro niño que compartiese su pasión por la
masturbación.

La Introyección, muchas veces llamada identificación, comprende la adquisición o atribución de


características de otra persona como si fueran de uno, puesto que hacerlo, resuelve algunas
dificultades emocionales. Por ejemplo, si se le deja solo a un niño con mucha frecuencia, él intenta
convertirse en “papá” de manera de disminuir sus temores. En ocasiones les vemos jugando a con
sus muñecos diciéndoles que no deben tener miedo. También podemos observar cómo los chicos
mayores y adolescentes adoran a sus ídolos musicales, pretendiendo ser como ellos para lograr
establecer una identidad.

Debo agregar en este momento que en la teoría freudiana, el mecanismo de identificación es aquel a
través del cual desarrollamos nuestro Super-yo.

Identificación con el Agresor es una versión de la introyección que se centra en la adopción no de


rasgos generales o positivos del objeto, sino de negativos. Si uno está asustado con respecto a
alguien, me convierto parcialmente en él para eliminar el miedo.
Dos de mis hijas, las cuales se han criado con un gato de bastante mal genio, recurren muchas veces
a maullar y chillar para evitar que salga repentinamente de un armario o de una esquina oscura y
vaya a morderle los tobillos.
La Regresión constituye una vuelta atrás en el tiempo psicológico cuando uno se enfrenta a un
estrés. Cuando estamos en problemas o estamos atemorizados, nuestros comportamientos se tornan
más infantiles o primitivos. Un niño, por ejemplo, piede empezar a chuparse el dedo nuevamente o
a hacerse pis si necesitan pasarse un timepo en el hospital. Un adolescente puede empezar a reirse
descontroladamente en una situación de encuentro social con el sexo opuesto. Un estudiante
preuniversitario debe traerse consigo un muñeco de peluche de casa a un exámen. Un grupo de
personas civilizadas se pueden volver violentas en un momento de amenaza. O un señor mayor que
después de 20 años en una empresa es despedido y a partir de ese momento se vuelve perezoso y
dependiente de su esposa de una manera infantil.

El mecanismo de Racionalización es la distorsión cognitiva de los “hechos” para hacerlos menos


amenazantes. Utilizamos esta defensa muy frecuentemente cuando de manera consciente
explicamos nuestros actos con demasiadas excusas. Pero, para muchas personas con un Yo sensible,
utilizan tan fácilmente las excusas, que nunca se dan cuenta de ellas. En otras palabras, muchos de
nosotros estamos bastante bien preparados para creernos nuestras mentiras.

Una buena forma de entender las defensas es verlas como una combinación de negación o represión
con varias clases de racionalizaciones.

Todas las defensas son, de hecho, mentiras, incluso si no somos conscientes de ellas. Es más, si no
nos damos cuenta de ellas, son aún más peligrosas, si cabe. Como su abuela le dice: “Ay, cómo nos
complicamos la vida…”. Las mentiras traen más mentiras y nos lleva cada vez más lejos de la
verdad, de la realidad. Después de un tiempo, el Yo no puede preservarnos de las demandas del Ello
o empieza a hacerle caso al Superyo. Empieza a surgir fuertemente la ansiedad y nos venimos
abajo.

Pero aún así, Freud consideró que las defensas eran necesarias. No podemos esperar que una
persona, especialmente un niño, pueda con todo el dolor y las penas que la vida le depara. Aunque
algunos de sus seguidores sugirieron que todas las defensas podían utilizarse con fines positivos,
Freud dijo que solo había una, la sublimación.

La Sublimación es la transformación de un impulso inaceptable, ya sea sexo, rabia, miedo o


cualquier otro, en una forma socialmente aceptable, incluso productiva. Por esta razón, alguien con
impulsos hostiles puede desarrollar actividades como cazar, ser carnicero, jugador de rugby o fútbol
o convertirse en mercenario. Una persona que sufre de gran ansiedad en un mundo confuso puede
volverse un organizado, o una persona de negocios o un científico. Alguien con impulsos sexuales
poderosos puede llegar a ser fotógrafo, artista, un novelista y demás. Para Freud, de hecho, toda
actividad creativa positiva era una sublimación, sobre todo de la pulsión sexual.

Los Estadios

Como mencioné antes, para Freud la pulsión sexual es la fuerza mtivacional más importante. Éste
creía que esta fuerza no era solo la más prevalente para los adultos, sino también en los niños, e
incluso en los infantes. Cuando Freud presentó sus ideas sobre sexualidad infantil por primera vez,
el público vienés al que se dirigió no estaba preparado para hablar de sexo en los adultos, y desde
luego menos aún en los niños.

Es cierto que la capacidad orgásmica está presente desde el nacimiento, pero Freud no solo hablaba
de orgasmo. La sexualidad no comprende en exclusiva al coito, sino todas aquellas sensaciones
placenteras de la piel. Está claro que hasta el más mojigato de nosotros, incluyendo bebés, niños y
adultos, disfrutamos de as experiencias táctiles como los besos, caricias y demás.

Freud observó que en distintas etapas de nuestra vida, diferentes partes de la piel que nos daban
mayor placer. Más tarde, los teóricos llamarían a estas áreas zonas erógenas. Vio que los infantes
obtenían un gran monto de placer a través de chupar, especialmente del pecho. De hecho, los bebés
presentan una gran tendencia a llevarse a la boca todo lo que tienen a su alrededor. Un poco más
tarde en la vida, el niño concentra su atención al placer anal de retener y expulsar. Alrededor de los
tres o cuatro años, el niño descubre el placer de tocarse sus genitales. Y solo más tarde, en nuestra
madurez sexual, experimentamos un gran placer en nuestras relaciones sexuales. Basándose en
estas observaciones, Freud postuló su teoría de los estadios psicosexuales.

La etapa oral se establece desde el nacimiento hasta alrededor de los 18 meses. El foco del placer
es, por supuesto, la boca. Las actividades favoritas del infante son chupar y morder.

La etapa anal se encuentra entre los 18 meses hasta los tres o cuatro años de edad. El foco del
placer es el ano. El goce surge de retener y expulsar.

La etapa fálica va desde los tres o cuatro años hasta los cinco, seis o siete. El foco del placer se
centra en los genitales. La masturbación  a estas edades es bastante común.

La etapa de latencia dura desde los cinco, seis o siete años de edad hasta la pubertad, más o menos
a los 12 años. Durante este período, Freud supuso que la pulsión sexual se suprimía al servicio del
aprendizaje. Debo señalar aquí, que aunque la mayoría de los niños de estas edades están bastante
ocupados con sus tareas escolares, y por tanto “sexualmente calmados”, cerca de un cuarto de ellos
están muy metidos en la masturbación y en jugar “a los médicos”. En los tiempos represivos de la
sociedad de Freud, los niños eran más tranquilos en este período del desarrollo, desde luego, que los
actuales.

La etapa genital empieza en la pubertad y representa el resurgimiento de la pulsión sexual en la


adolescencia, dirigida más específicamente hacia las relaciones sexuales. Freud establecía que tanto
la masturbación, el sexo oral, la homosexualidad como muchas otras manifestaciones
comportamentales eran inmaduras, cuestiones que actualmente no lo son para nosotros.

Estas etapas constituyen una verdadera teoría de períodos que la mayoría de los freudianos siguen al
pie de la letra, tanto en su contenido como en las edades que comprenden.

La crisis Edípica
Cada estadio comprende una serie de tareas difíciles propias de donde surgirán multitud de
problemas. Para la fase oral es el destete; para la anal, el control de esfínteres; para la fálica, es la
crisis edípica, llamada así por la historia griega del rey Edipo, quien inadvertidamente mató a su
padre y se casó con su madre.

Carácter

Las experiencias que uno va acumulando a lo largo de la vida contribuyen a forjar su personalidad o
carácter como adulto. Freud creía que las experiencias traumáticas tenían un efecto especialmente
fuerte en esta etapa. Indudablemente, cada trauma en particular podría tener su impacto específico
en una persona, lo cual solo podía explorarse y comprenderse sobre una base individual. Pero,
aquellos traumas asociados con los estadios de desarrollo por los que todos pasamos, tendrían
mayor consistencia.

Si una persona presenta algún tipo de dificultad en cualquiera de las tareas asociadas con estas
etapas (el destete, el control de esfínteres o en la búsqueda de la identidad sexual) tenderá a retener
ciertos hábitos infantiles o primitivos. A esto se le llama fijación.

La fijación provoca que cada problema de una etapa específica se prolongue considerablemente en
nuestro carácter o personalidad.

Cuando tenemos entre 5 y 8 meses de edad, empezamos la dentición. Una acción que nos satisface
mucho en este período es morder todo lo que esté a nuestro alcance, como por ejemplo, el pezón de
mamá. Si esta acción es causante de displacer o se corta demasiado rápido. Podremos desarrollar
entonces una personalidad oral-agresiva. Esta personas retienen de por vida un deseo de morder
cosas, como lápices, chicles, así como personas. Tienden a ser verbalmente agresivos, sarcásticos,
irónicos y demás.

En el estadio anal estamos fascinados con nuestras “funciones corporales”. Al principio, podemos
hacerlo de cualquier forma y en cualquier lugar. Posteriormente, sin razón aparente empezamos a
comprender que podemos tener control sobre ello, haciéndolo en ciertos lugares y a ciertas horas.
¡Y los padres parecen valorar sobremanera el producto final de estos esfuerzos!.

Algunos padres se someten a merced del niño en el entrenamiento del control de esfínteres. Le
piden de rodillas que lo hagan en el váter, se alegran considerablemente cuando lo hacen bién y se
rompe su corazón cuando no lo hacen correctamente. El niño, mientras, es el rey de la casa, y él lo
sabe. Este niño, con esos padres, desarrollará una personalidad anal-expulsiva (también anal-
agresiva). Estas personas tienden a ser sensibleros, desorganizados y generosos ante una falta.
Pueden ser crueles, destructivos y muy dados al vandalismo y los grafiti. El personaje de Oscar
Madison en la película “Un par de gruñones” (The Odd Couple) es un buen ejemplo.

Otros padres son estrictos. Pueden estar compitiendo con los vecinos a ver cuál de los niños
controla primero los esfínteres (muchas personas creen que si un niño lo hace muy pronto en su
evolución, es un signo de gran inteligencia). Pueden llegar a usar la humillación o el castigo. Este
niño puede perfectamente sufrir de estreñimiento, tratando de controlarse constantemente y
desarrollará de mayor una personalidad anal-retentiva. Será especialmente pulcro, perfeccionista y
dictatorial. En otras palabras el anal-retentivo está atado por todas partes. El personaje de Félix
Unger en la película mencionada es un ejemplo perfecto.

Existen también dos personalidades fálicas, aunque a ninguna de ellas se le ha dado nombre. Si el


niño, por ejemplo, es rechazado en demasía por su madre y además amenazado por su padre
excesivamente varonil, tendrá posiblemente una sensación muy pobre de autovalía en cuanto a su
sexualidad. En este caso, intentaría lidiar con esto o bién declinando cualquier actividad
heterosexual; convirtiéndose en un ratón de biblioteca o llegando a ser el macho de todas las
mujeres. En el  caso de una niña rechazada por su padre y amenazada por una madre excesivamente
femenina, también producirá una autoestima muy baja en el área de la sexualidad. Así, podría llegar
a ser un jarrón de flores de adorno y una belleza exageradamente femenina.

Estos distintos caracteres fálicos demuestran un punto importante de la caracterología freudiana: los
extremos conllevan a los extremos. Si usted se encuentra frustrado o es demasiado indulgente, tiene
problemas.. Y, aunque cada problema tiende a desarrollar ciertas características, éstas últimas
pueden ser fácilmente reversibles. Así, por ejemplo, una persona anal-retentiva puede volverse
excesivamente generosa o ser bastante desorganizada en algunos aspectos de su vida. Esto puede
llegar a ser suficientemente frustrante paralos científicos, pero de hecho es la realidad de la
personalidad.

Terapia

La terapia de Freud (en el ámbito de la psicología, se utiliza “psicoterapia” para hablar de terapias
psicológicas. N.T.) ha sido la más influyente de todas, a la vez que la parte más influyente también
de su teoría. A continuación veremos algunos de sus puntos más importantes:

Atmósfera relajada. El cliente debe sentirse libre de expresar lo que quiera. La situación
terapéutica es, de hecho, una situación social única, en la que uno no se debe sentir miedoso ante un
juicio social u ostracismo. De hecho, en la terapia freudiana, el terapeuta prácticamente desaparece.
Añada a este situación un diván cómodo, luces tenues, paredes insonorizadas, y el ámbito está
servido.

Asociación libre. El cliente puede hablar de cualquier cosa. La teoría dice que con una buena
relajación, los conflictos inconscientes inevitablemente surgirán al exterior. Si nos detenemos un
poco aquí, no hay que ir tan lejos para observar una similitud entre esta terapia y el soñar. Sin
embargo, en la terapia, existe un terapeuta que está entrenado para reconocer ciertos aspectos o
pistas de problemas y sus soluciones que el cliente pasa por alto.

Resistencia. Una de estas pistas es la resistencia. Cuando el cliente intenta cambiar de tema, o su
mente se le queda en blanco, se duerme, llega tarde o falta a una sesión, el terapeuta dice “¡Ajá!”.
Estas resistencias sugieren que el cliente, a través de sus asociaciones libres, está cercano a
contenidos inconscientes que vive como amenazantes.
Análisis de los sueños. Mientras dormimos, presentamos menos resistencia a nuestro inconsciente
y nos permitiremos algunas licencias, de manera simbólica, que florecerán en nuestra consciencia.
Estos deseos del Ello proveen al cliente y al terapeuta de mayores pistas. Muchas formas de terapia
usan los sueños en sus prácticas, pero la interpretación freudiana es distinta en tanto tendencia a
hallar significados sexuales en ellos.

Paráfrasis. Una paráfrasis es una desvío del discurso verbal. (Muchas veces este acto supone una
invasión directa de contenidos inconscientes o del Ello, llamado también “lapsus linguae”. N.T.).
Freud creía que estos fallos o desvíos también sugerían pistas para llegar a conflictos inconscientes.
También se interesó por los chistes que sus clientes contaban. De hecho, creía que cualquier cosa
que dijera el paciente siempre significaba algo; equivocarse de número al llamar por teléfono,
desviarse de ruta, decir mal una palabra, suponían serios objetos de estudio para Freud. No obstante,
como él mismo mencionó,  en respuesta a un estudiante que le preguntó cuál era el significado
simbólico de un cigarro, él contestó que “a veces, un cigarro no es más que un cigarro”. ¿O no?.

Otros seguidores de Freud desarrollaron un interés especial sobre los test proyectivos, como el
famoso test de manchas Rorschach. La teoría base de este test es que cuando se presenta un
estímulo vago, el cliente lo completa con sus propios temas inconscientes. Una vez más, esto puede
proveer de más pistas al terapeuta.

Transferencia, catarsis e introspección. (Usaremos indistintamente “insight” e “introspección”


para referirnos al mismo fenómeno. N.T.)

La transferencia ocurre cuando un cliente proyecta sentimientos sobre el terapeuta que de manera
más bién tienen que ver con otras personas importantes. Freud entendía que la transferencia era
necesaria en la terapia para traer a la luz aquellas emociones reprimidas que habían estado causando
problemas al paciente por tanto tiempo. Por ejemplo, uno no puede sentirse verdaderamente rabioso
si no existe una persona con la que estarlo. Contrariamente al pensamiento popular, la relación entre
el terapeuta y el cliente en la teoría freudiana es muy cercana, aunque se establece de manera que no
pueda traspasar unos límites.

La catarsis es la explosión súbita y dramática que ocurre cuando el trauma resurge. ¡Las letras
pequeñas de un contrato no están ahí de adorno!.

La introspección es el estado de alerta ante la fuente de la emoción o de su fuente traumática. Se


alcanza la mayor parte de la terapia cuando el insight y la catarsis se han experimentado. Aquello
que debió ocurrir hace muchos años y que por ser muy pequeños para lidiar con ello o porque la
presión era demasiado para nosotros, empieza ahora a surgir, de manera de lograr una vida más
feliz.

Freud dijo una vez que el objetivo de la terapia era simplemente “hacer consciente lo inconsciente”.

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