Resumen Del Libro Escuela Inteligente
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Resumen Del Libro Escuela Inteligente
- LA ESCUELA INTELIGENTE
DAVID PERKINS
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a) Estar informada: en la escuela inteligente, los directores, los docentes e incluso los
alumnos saben mucho sobre el pensamiento y el aprendizaje humanos y sobre su
funcionamiento óptimo. También saben mucho sobre el funcionamiento óptimo de la
estructura y de la cooperación escolar.
b) Ser dinámica: este tipo de escuelas no necesita sólo información sino un espíritu
enérgico. Las medidas que se toman tienen por objeto generar energía positiva en la
estructura escolar, en la dirección y en el trato dispensado a maestros y alumnos.
c) Ser reflexiva: la escuela inteligente es un lugar de reflexión en la doble connotación
del término: atención y cuidado. En primer lugar, quienes la integran son sensibles a
las necesidades del otro y lo tratan con deferencia y respeto. En segundo lugar, la
enseñanza, el aprendizaje y la toma de decisiones giran en torno del pensamiento, es
decir, es de capital importancia colocar el pensamiento en el centro de todo cuanto
ocurre.
Como personas pensantes, siempre nos hemos hecho ésta pregunta ¿qué esperamos
de la educación? He ahí la pregunta fundamental. Sabemos la respuesta, por cierto, de una
manera general e incluso podríamos resumirlo en una sola palabra: todo. Cualquier empresa
que desee progresar necesita de un espíritu enérgico y vigoroso, y nada quita más energía
que hacer muchas cosas y no tener tiempo para hacerlas medianamente bien. Pero, como
no es humanamente posible cumplir con todas las expectativas y metas propuestas, hay que
preocuparnos por enfocar nuestra atención en el centro o “médula de la educación”, el cual
no es más que idealizar un programa de estudios que se limite sólo en los temas
fundamentales, y no llevar a cabo “el programa que lo abarca todo”, que actúa como un
vampiro que desangra a maestros, alumnos y directores. Pero aún así lo queremos abarcar
todo. Entonces ¿qué preferimos? Para contestar ésta pregunta sin muchos eufemismos,
preferimos, como mínimo, tres metas generales, estrechamente ligadas con la esencia de la
educación y difíciles de refutar:
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b) Comprensión del conocimiento: no sirve de mucho tener conocimientos que no se
entienden. No es posible comprenderlo todo, desde luego; pero si no se comprende
cuándo es el momento de usar el álgebra y la aritmética, de poco valdrá el haberlas
aprendido. Si uno no entiende cómo se desarrolla la historia, no podrá captar los
acontecimientos del presente, votar con sensatez o conducir su propia vida teniendo
en cuenta las fuerzas históricas.
c) Uso activo del conocimiento: no reporta ningún beneficio recordar e incluso e
incluso comprender lo estudiado en la escuela, si esos mismos conocimientos no se
aplican en las situaciones más mundanas: analizar en profundidad un problema
público, hacer compras en el supermercado, decidir por quién votar, comprender por
qué existe la agitación dentro y fuera del país, manejar las relaciones laborales, etc.
Hay una expresión que las engloba a todas: “conocimiento generador”, es decir,
conocimiento que no se acumula sino que actúa, enriqueciendo la vida de las personas y
ayudándolas a comprender el mundo y a desenvolverse en él. Por lo cual, necesitamos de
éstas metas para alcanzar un conocimiento generador que nos permita seguir investigando
en el futuro, sea dentro o fuera del marco académico, y que a la vez capacite a las nuevas
generaciones para que vayan aún más lejos. Además de las metas antes mencionadas,
existen otras igualmente fundamentales e irrefutables. Mortimer Adler, en “The Paidea
Proposal: An Educational Manifesto”, aparecido en 1982, postula tres objetivos:
Luego entonces que la retención y el uso activo del conocimiento son metas que
apuntan a la acción, pero éstas reglas, aunque nos suenen sencillas, exigen una vasta
experiencia pedagógica y, si se las pone en práctica, bastan para crear escuelas inteligentes.
En nuestro país y otros países, incluido Estados Unidos, la educación está muy lejos de
ofrecernos una versión siquiera razonable de éstas metas. Por eso mismo los alumnos que
egresan hoy de la escuela primaria, secundaria e incluso de la universidad, lo hacen con
enormes lagunas en los conocimientos básicos acerca del mundo en que viven. Es decir,
luego de haber recibido una educación en la que se tratan con claridad principios importantes
y accesibles de la Física, la Biología y las Matemáticas, muchas personas siguen
manteniendo una concepción completamente errónea del mundo en que viven. Y, lo que es
peor, no usan lo que saben. El problema clave es que no podemos retener, ni comprender, ni
usar activamente el conocimiento tal como lo desearíamos. Si lo que hacemos no nos da
resultado, ¿qué alternativa nos queda? ¿Qué indican éstas deficiencias?
“El arte de recordar es el arte de pensar… Cuando queremos fijar algo nuevo en
nuestra mente o en la del alumno, el esfuerzo consciente no debería limitarse a “imprimir y
retener” el nuevo conocimiento sino, más bien, a “conectarlo” con otras cosas que ya
sabemos. Conectar es pensar, y si prestamos atención a la conexión, es muy probable que
lo conectado permanezca en la memoria.”
2.4.4.- Las conexiones: los problemas vistos desde una nueva perspectiva
Ahora bien ¿cuál es ese conocimiento y qué nos dice de los problemas y de sus posibles
soluciones? A continuación se desarrollarán “las piezas del rompecabezas” con el fin de
conformar una imagen más ajustada de las escuelas inteligentes:
Con respecto a las causas del fenómeno, encontramos por lo menos dos factores
ampliamente difundidos:
Estos dos factores traen como consecuencia principal una erosión económica, en la
que aumenta la riqueza de los ricos y la pobreza de los pobres, al tiempo que provoca la
caída de la productividad y del estándar de vida a niveles inferiores a los de otros países.
Entonces vemos que ésta serie de eventos desencadena, de manera inevitable, un bajo nivel
de vida, y todo ello prueba que sin una buena educación, la prosperidad de un país se ve
seriamente afectado.
a) Conocimiento inerte: cuando se les toma un examen, los alumnos recuerdan con
bastante frecuencia los conocimientos adquiridos, pero son incapaces de recordarlos
o usarlos en situaciones que admiten más de una respuesta y en las que
verdaderamente los necesitan. El conocimiento inerte podría compararse con el
televidente crónico que está allí pero no se mueve ni hace nada. La instrucción
convencional, que consiste en leer manuales y en escuchar las clases dictadas por el
profesor, tiende a producir un conocimiento inerte.
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b) Conocimiento ingenuo: uno de los descubrimientos más penosos de los últimos
años es que los alumnos captan muy superficialmente la mayor parte de los
conocimientos científicos, sociales y matemáticos. Aún después de haber recibido una
instrucción considerable, suelen tener ideas ingenuas acerca de la naturaleza de las
cosas, mismas que los investigadores han hallado en todos los niveles educativos. Lo
grave no es que los estudiantes crean en teorías ingenuas antes de la instrucción,
sino que sigan adhiriendo a ellas “después” de recibir instrucción, y a menudo
inmediatamente después.
c) Conocimiento ritual: en lugar de conocer plenamente una cosa, los alumnos
adquieren lo que podríamos llamar un conocimiento ritual, es decir, un conocimiento
obtenido a través de la costumbre o repetición mecánica de ciertas actividades y
experiencias académicas. Cabría pensar que estos estudiantes se resisten al tipo de
enseñanza impartida desplegando un escepticismo reflexivo (o irreflexivo), pero no es
así. Sencillamente no entienden lo que se les enseña, o al menos no por completo, y
compensan esa insuficiencia con rituales que funcionan bastante bien en el mundo
artificial de las clases habituales. Mientras tanto, sus teorías ingenuas prevalecen,
sobreviven sin sufrir mayores alteraciones y parecen cobrar más fuerza que nunca al
tratar de explicar lo que supuestamente saben.