El Bien y El Mal
El Bien y El Mal
El Bien y El Mal
OBJETIVOS
1. Diferenciar el bien moral del bien ontológico; identificando aquel que le
alcanza la plenitud a la persona humana.
2. Reconocer que el mal moral es el verdadero mal del hombre porque le priva
de su verdadero bien.
2. Asumir una actitud crítica ante las concepciones modernas erróneas del bien
moral.
CONTENIDOS
1. El bien ontológico
2. El bien moral
3. El mal moral
4. El obrar moral y sus condiciones o fuentes de la moralidad
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EL BIEN MORAL Y SU FUNDAMENTO METAFISICO
1. EL BIEN ONTOLÓGICO
1.1. Introducción
Como dice santo Tomás, «el bien es la primera realidad advertida por la razón
práctica, por la razón que dirige y planea la conducta». En consecuencia, toda persona
posee un conocimiento espontáneo acerca del bien.
Aunque se da ese conocimiento espontáneo acerca del bien, no es tarea fácil
realizar su definición con exactitud, ya que es un concepto básico y, también un
trascendental del ente. Pero, además, la noción del bien tiene diversas acepciones. No
es lo mismo decir que tengo buena dentadura que decir que el hombre realiza bien su
trabajo profesional. Por esto, distinguimos perfectamente una bondad de la otra.
En cuanto que una cosa «es», es buena, y ése es el bien ontológico; en ese sentido
hablaríamos del bien referido a la dentadura. En cambio, el otro es el bien moral, es
decir, el que se refiere al hombre que realiza bien su trabajo profesional. El bien moral
se relaciona con el bien ontológico aunque se distingue claramente de él (p. ej.: el acto
conyugal y la fornicación son dos actos ontológicamente buenos, pero moralmente uno
es bueno y otro es malo).
Aunque el bien moral se distingue claramente del bien ontológico, también hay
que hacer notar que se contrapone a la bondad técnica, que es la idoneidad para un fin
que en sí mismo no es el bien humano; de aquí que puedan discrepar bien técnico y
bien moral (p. ej.: se puede construir bien una llave -bondad técnica. como adecuación
a un fin material- para desvalijar una caja fuerte -ílicitud moral, por no estar tal acción
conforme con la norma de moralidad-).
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entendimiento quien forma la noción de fin al representarse un bien y ordenar la
actuación de la voluntad hacia él (p. ej.: si un cuadro está bien realizado es «bueno», y
esto nos lleva a contemplarlo, que es el «fin» de la acción).
2. EL BIEN MORAL
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respetar: si lo respeta, la persona humana es buena, es decir, tiene buena voluntad; si no
respeta el orden natural, es malo, es decir, tiene mala voluntad. En consecuencia, la
bondad moral es la bondad de acciones libres y, en último término, de la rectitud de la
voluntad humana.
De lo anteriormente enunciado se deduce que los fines esenciales de la naturaleza
son fines morales en la medida en que son la norma de la actuación libre del hombre.
Esos fines pueden ser captados de diversos modos: en primer lugar, a través del sentido
moral común (sindéresis) (p. ej.: todo el mundo sabe espontáneamente que matar es
malo). Pero además de este sentido moral común, la ética se fundamenta en el
conocimiento científico de la naturaleza humana. Y por eso dice Santo Tomás de
Aquino que «la razón entiende como bien todas aquellas cosas hacia las que tiende la
naturaleza». Por eso, se llama recta razón a la que conoce sin error los
fines que el hombre debe buscar con sus actos. Ahora se puede comprender más
fácilmente que la norma de moralidad es la recta razón, ya que la racionalidad indica la
condición específica del hombre; «recta» significa que no está desviada hacia fines no
racionales, en los que la razón no se reconoce, como sería el simple deleite de los
sentidos o la pura autoafirmación de la voluntad (la terquedad). Por eso, podemos
concluir que el bien moral es el bien conveniente a la naturaleza humana según el
principio de la recta razón.
Ahora bien, como el fundamento último del orden natural es Dios, será también el
fundamento último del orden moral. Por lo tanto, cualquier transgresión de la ley
natural es una ofensa a Dios. A este respecto, sostenemos que el fundamento último del
orden moral es Dios; sin embargo, el fundamento próximo de este orden moral es la
naturaleza humana. Y como ambos órdenes se nos presentan a través de la recta razón,
concluimos que ésta es la regla moral que guía de modo inmediato a la voluntad.
Por último, nos podemos preguntar qué es lo que hace que la voluntad sea buena
o sea mala. La respuesta es simple: la voluntad es buena cuando quiere libremente el
bien proporcionado a la naturaleza humana según el juicio de la recta razón; y es mala
cuando quiere libremente el mal. Por eso podemos afirmar que el orden moral se
fundamenta metafísicamente en el orden de la naturaleza humana a sus fines. El bien
moral es el bien absoluto (simpliciter) de los actos humanos, el que les conviene en
tanto que humanos: en cambio, las otras especies de bondad lo son en un cierto aspecto
(secundum quid), es decir, relativamente a su condición de ser (bien ontológico), o
relativamente a un fin restringido (bien técnico).
3. EL MAL
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3.2. División del mal
El mal se puede dividir en mal físico, que no es otra cosa que la privación de una
perfección entitativa, y en mal moral, que es la privación de la bondad moral.
De la noción de mal que hemos visto podemos definir el mal físico como «la
privación de un bien debido a la naturaleza corpórea del individuo» (p. ej.: la
enfermedad, los defectos psíquicos, etc.).
Ahora bien, el mal físico sólo lo podemos considerar como mal en sentido
impropio, pues no constituye un desorden respecto del último fin. En los seres
irracionales hay que tener en cuenta el bien de la especie y del Universo. Por lo tanto,
que un animal devore a otro es un mal relativo, pues esto es necesario para mantener la
armonía entre las especies, y en el hombre el mal físico es la ocasión que Dios nos da
de obtener mayores merecimientos y fortalecer las virtudes.
Definimos el mal moral, al que también se llama pecado, como «la ofensa hecha
a Dios, Creador y Fin último del hombre, y que se concreta en la libre transgresión del
ser racional de las exigencias de la naturaleza que constituyen el orden al último fin».
Como puede verse, éste es el único y verdadero mal, ya que supone la pérdida del
fin último, es decir, la privación del verdadero bien. Por lo tanto, el mal moral, al
desviar al hombre del último fin, le hace a éste malo en sentido absoluto, mientras que
el mal físico solamente le hace malo en sentido restringido. En este sentido, podemos
decir que el mal moral no designa sólo una carencia o una privación sino una cualidad
de las acciones puestas por el hombre.
4. EL OBRAR MORAL
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razón. Por consiguiente, se designan como actos humanos aquellos que proceden de
una voluntad deliberada; como se encuentran otros actos en el hombre (p. ej la
digestión, la circulación de la sangre, la respiración. Etc.), se les puede designar a éstos
como actos del hombre, pero no propiamente como actos humanos, puesto que no son
propios del hombre como hombre. Estos actos involuntarios que el hombre no realiza
deliberadamente se denominan técnicamente actos del hombre y no son objeto de
moralidad.
El acto humano se caracteriza fundamentalmente por ser libre. Por eso, la libertad
es la capacidad de la voluntad de dirigirse por sí misma al bien que la razón le presenta.
Por eso, los actos humanos son los que el hombre domina, es decir, que controla
conscientemente y quiere deliberadamente y de los que es tenido como responsable.
Esos actos son los estudiados por la ética.
Concretamente, las dos condiciones de los actos humanos son las siguientes:
4.2.1 El conocimiento
Para que el acto sea moral es necesario que la voluntad esté previamente asistida
por la inteligencia; es decir, que el hombre delibere sobre lo que va a hacer.
4.2.2 La libertad
Esta condición es necesaria para que la voluntad pueda elegir entre las opciones
que se le presentan y no esté obligada a realizar una acción determinada.
Esta libertad, incluso, se da con referencia al último fin, que es Dios, ya que en
esta vida se conoce a Dios de un modo deficiente y analógico, como ya hemos
demostrado anteriormente; y también el hombre es libre con respecto a los medios, ya
que no mueven necesariamente a la voluntad, pues son bienes particulares y al no
agotar la razón de bien no mueven necesariamente a la voluntad.
4.3.1 Objeto.
Se llama objeto moral a aquello a lo que la acción tiende de suyo y en lo que
termina, considerándolo en su relación con la norma moral.
Con esta definición queremos decir lo siguiente: no podemos simplemente
«querer», sino que hemos de querer «algo», es decir, hemos de querer hacer u omitir
algún acto, que es, por consiguiente, el «objeto» del consentimiento de la voluntad. La
moralidad deriva, en primer lugar y ante todo, de la clase de acto que la voluntad
consiente en hacer. Por lo tanto, si la voluntad quiere algo objetivamente malo, el
querer será malo (p. ejm. : robar un alimento es de por sí malo, pero sustraerlos en caso
de extrema necesidad es justificable) .
4.3.2 Circunstancias
Las circunstancias son los diversos elementos que rodean un acto, pues éste no
depende sólo de un ser específico. Las circunstancias suelen responder a las siguientes
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preguntas: ¿quién obra?, ¿dónde obra?, ¿cuándo?, ¿cómo?, ¿a quién?, ¿con qué
medios?, ¿cuán a menudo?, y otras por el estilo (p. ej.: no es lo mismo la falsedad de un
notario que la falsedad de una persona privada; no es lo mismo robar en una iglesia que
en una casa privada; no es lo mismo robar a mano armada que robar sin violencia; etc.).
4.3.3 Fin
Por fin se entiende lo que el sujeto pretende lograr en la acción (al fin algunos
autores lo llaman motivo). Responde a las preguntas ¿por qué? o ¿para qué? (p. ej.:
robar para obtener dinero, ducharse para limpiarse).
2. Además de que la acción tenga el objeto bueno, necesita que el fin del agente o el
motivo de obrar sea bueno (p. ej.: decir algo que ha sucedido con intención de des-
prestigiar a la persona, vicia la acción).
3. Las circunstancias pueden aumentar o disminuir la bondad o malicia de los actos. Y,
además, pueden hacer que un acto bueno se convierta en malo, pero jamás que un acto
malo se convierta en bueno (p. ej.: el parricidio aumenta la maldad del acto).
4. Como consecuencia de los tres puntos anteriores podemos afirmar que los actos
humanos nunca pueden ser moralmente indiferentes. A esta consecuencia se añade el
que para que una acción sea buena han de serIo el objeto, el fin y las circunstancias.
Por eso, la maldad en uno de los tres elementos hace siempre la acción mala.
La ignorancia.
Es la carencia de conocimiento en un sujeto capaz. La ignorancia puede ser de
dos tipos:
a) Antecedente: es la ignorancia que precede al acto de la voluntad, y es causa de que
la voluntad ponga tal acto. Por ser anterior destruye la voluntariedad y la
responsabilidad del acto (p. ej.: el disparar una escopeta creyendo que no está cargada y
matando a una persona).
b) Consecuente o también llamada consiguiente: es la ignorancia voluntaria, ya que la
voluntad es la causa de tal ignorancia. Es culpable, pues produce un acto voluntario en
la causa. La voluntad no quiere la acción directamente, pero quiso la causa que la
desencadenó (p. ej.: un conductor que ignora la totalidad de las señales de tráfico y
provoca un accidente mortal es culpable, pues no puso los medios para conocer todas y
cada una de las señales).
La pasión
Es la tendencia que nos arrastra hacia algún objeto conocido por facultades sensibles.
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Puede ser de dos tipos:
a) Antecedente: cuando precede y es concausa del acto voluntario. La pasión puede ser
tan fuerte que perturbe el uso de la razón y disminuya o anule, en casos extremos, la
voluntariedad y libertad del acto (p. ej.: el crimen pasional realizado por celos
disminuye la responsabilidad que tienen los cometidos a sangre fría).
Dentro de la pasión ocupa un lugar destacado el miedo, que también puede
disminuir o anular la responsabilidad si se trata de un mal probable e inminente. El
miedo, cuando paraliza totalmente la voluntad se convierte en pánico (p. ej.: el fuego
que quema un edificio puede llegar a quitar la responsabilidad de aquel que se tira por
la ventana).
Con respecto al miedo, podemos decir que éste no es la causa de la acción, y, por ello,
no disminuye la responsabilidad (p. ej.: la persona que realiza un atraco también suele
tener miedo, pero éste es consecuencia de la decisión que ha tomado. Por eso, no
realiza la acción «por miedo», sino «con miedo»).
4.6.1 La responsabilidad.
Es la capacidad que tiene el sujeto de los actos humanos de ser libre para asumir
o «responder de» los actos que realiza y las consecuencias que se derivan de ellos.
Aunque psicológicamente se pueda sentir responsabilidad de un acto involuntario,
moralmente no siempre se puede imputar al sujeto.
La responsabilidad supone siempre responder ante alguien de nuestros actos. Y
esta respuesta se puede realizar en tres vertientes:
5. Ante sí mismo:
La conciencia nos reprocha las acciones mal hechas y aprueba las buenas. Esta
responsabilidad es variable, pues todos los hombres no tienen el mismo grado de
sensibilidad moral.
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aborto de una mujer soltera puede ser atenuante de la falta cometida).
7. Ante Dios:
Es la responsabilidad que se tiene ante el Creador de la persona humana. Sin embargo,
esta responsabilidad presupone un conocimiento y admisión del fin último del hombre
y que además la Ley Moral sea un reflejo de la Ley Divina La responsabilidad ante
Dios es el fundamento último de la responsabilidad, ya que se puede acallar la
conciencia humana y se puede eludir la justicia humana, pero jamás podremos eludir la
responsabilidad ante Dios, que conoce las verdaderas intenciones del corazón humano.
8. El mérito
Es la recompensa a la que tiene derecho un sujeto por la realización de un acto
moral bueno, imputable a su persona. Para que sea imputable, es necesario que haya
sido hecho con responsabilidad y cumpla las condiciones de todo hecho moral.
9. El demérito
Es la disminución del mérito por haber realizado una acción mala imputable.