Psicoanálisis y Existencialismo
Psicoanálisis y Existencialismo
Psicoanálisis y Existencialismo
De la Psicoterapia a la Logoterapia
Vicktor E. Frankl
l. De la Psicoterapia a la Logoterapia
Psicoanálisis y Psicología Individual
Sería imposible tratar problemas de psicoterapia sin tomar como punto de partida el Psicoanálisis de Freud y la
Psicología Individual de Adler, y sus obras y doctrinas como base de las investigaciones.
El psicoanálisis va sustituyendo el ello por el yo, lo inconsciente por la consciencia, mediante la cancelación de
las represiones. La obra del Psicoanálisis consiste en anular los actos de represión por cuya virtud se produce lo
inconsciente, de aquí que el psicoanálisis vea en el síntoma neurótico una amenaza contra el yo y se esfuerce
por rescatar de lo inconsciente los contenidos vivenciales reprimidos, para restituirlos a la conciencia, e
incremente el poder del yo.
En la Psicología Individual desempeña un papel fundamental el concepto de “arregement” (simulación), con el
cual trata el neurótico de exculparse; se intenta descargar de responsabilidad: el síntoma es quien tiene que
cargar con la responsabilidad, descargando de ella al paciente. Aquí el síntoma es un intento de justificación
del paciente ante la comunidad o ante sí mismo. La terapéutica de la Psicología Individual se propone hacer al
hombre neurótico, responsable de su síntoma y ampliar la órbita del yo mediante un incremento de
responsabilidad.
Ambas teorías incurren en una limitación concéntrica de su horizonte científico, en un caso se limita a la
conciencia del hombre, en el otro a su responsabilidad. La conciencia y la responsabilidad constituyen los dos
hechos fundamentales de la existencia humana, esto se traduce en una fórmula antropológica: Ser hombre
equivale a ser consciente y responsable.
Ambas ven sólo uno de los lados del ser humano, cuando son los dos aspectos juntos y combinados los que
ofrecen la imagen total y verdadera del hombre.
El Psicoanálisis es Pandeterminista, nunca fue Pansexualista. Freud concibe el amor como un mero
epifenómeno, cuando en realidad es un fenómeno primordial de la existencia humana.
La Psicología Individual perdía de vista algo así como una aspiración a hacerse valer “moralmente“, que no se
contenta con los honores terrenales, sino que busca eternizarse.
La meta que el Psicoanálisis se traza consiste en lograr un compromiso, una transacción, entre las pretensiones
de su inconsciente, de una parte, y las exigencias de la realidad, de otra. Se esfuerza por adaptar al individuo y
sus instintos al mundo exterior, por reconciliarlos con la realidad, la cual reclama la renuncia a lo instintivo.
La meta que la Psicología Individual persigue, es más ambiciosa. Persigue una ambiciosa conformación de la
realidad, frente al que “tiene que ser” impuesto por el Ello, afirma y destaca el querer por parte del Yo.
A las categorías de “adaptación” y “conformación” se añade, si es que queremos obtener una imagen
adecuada de la íntegra realidad humana, somática, psíquica y espiritual; única imagen que no permitiría hacia
esa su realidad auténtica; la categoría de la “consumación”.
Entre la conformación de la vida exterior y la consumación interior de una persona media, hay una diferencia;
la conformación de la vida es una magnitud vectorial: tiene dirección o sentido, se endereza a la posibilidad de
valor reservada a cada individuo humano y en torno a cuya realización gira la vida.
Muchos se quejan de que les falta una tarea especial en la vida una actividad en la que pudieran hacer una
contribución única e insustituible. Están buscando una vocación y valores personales que los sostengan. Se
puede hablar de Neurosis Noógena: las cuales no nacen de los conflictos entre impulsos e instintos, sino más
bien de los conflictos entre principios morales distintos, entre los que la frustración existencial suele
desempeñar una función imp.
Toda patología requiere primero de una diagnosis, ser dia-gnos-ticada, mirada-a-través, referida al logos que
se esconde tras el pathos, al sentido que tiene la enfermedad. Toda sintomatología tiene primero que ser
diagnosticada, referida a una etiología, y en la medida en que la etiología es multidimensional, la
sintomatología será también plurivalente.
II. Del Psicoanálisis al Análisis Existencial
A. Análisis Existencial General
1. El Sentido de la Vida
El Psicoanálisis tiende a tornar consciente lo psíquico. La Logoterapia torna consciente lo espiritual. Se la
concibe como un análisis de la existencia, que se esfuerza por hacer que el hombre cobre conciencia de su
responsabilidad. La cual significa siempre “responsabilidad ante un deber que puede se interpretado cuando
partimos de un sentido concreto de la vida humana.
El Cuestionamiento del Sentido de la Vida
El problema del Sentido de la Vida, debe ser considerado como un problema verdaderamente humano; por lo
tanto no debe interpretarse como un síntoma sino como algo que expresa lo más humano que tiene el
hombre.
El problema del Sentido de la Vida, por lo general, suele darse en el período de la pubertad.
También puede plantearse el problema del Sentido de la Vida en ocasiones que el propio destino lo plantea. Se
considera que la angustia espiritual tampoco representa algo patológico.
La Logoterapia guarda relación, por lo común con hombres que sufren espiritualmente, pero que no deben ser
considerados como enfermos en el sentido clínico.
El Suprasentido
Del mismo modo que un animal no puede, trascendiendo su medio, llegar a comprender nunca el mundo de
los hombres que está por encima de él, el hombre no puede llegar nunca a comprender que es lo que está por
encima de su mundo propio. Puede, a lo sumo, llegar a vislumbrarlo (por medio de la Fe).
La fe en un sentido superior tiene importancia psicoterapeútica y psicohigiénica. La fe creadora hace al hombre
más fuerte, como auténtica fe que es, nacida de una fortaleza interior. Para quien se hace fuerte en esta fe no
existe nada carente de sentido.
El Principio del Placer y el Principio de la Nivelación
En general, el hombre no quiere el placer, sino que quiere “lo que quiere”, por lo tanto, si el placer fuese el
real Sentido de la Vida, habría que llegar a la conclusión de que la vida carece de todo sentido. Por lo que el
placer es sólo un estado; es un proceso que se desarrolla en la sustancia gris del cerebro.
La alegría puede dar sentido a la vida, si ella misma lo tiene. La alegría es un sentimiento intencional, al
contrario del simple placer. El hombre siente placer a causa “de algo”, mientras que la alegría se experimenta
“por algo”.
Toda persona representa algo único, cada una de sus situaciones de vida algo singular, que se produce una
sola vez. Estos dos caracteres, el de algo único y el de lo que se produce una sola vez, informan de un modo
relativo, en cada caso, el deber concreto del hombre. Esto hace que cada hombre pueda tener un deber único
en cada momento; pero esta unicidad es precisamente lo que presta a este deber su carácter absoluto. A cada
punto de vista corresponde una sola perspectiva, que es precisamente la certera. Existe una justeza absoluta,
no a pesar, sino precisamente a causa de la relatividad de la perspectiva.
Subjetivismo y Relativismo
El Sentido de la Vida es subjetivo, pero dicho sentido no puede ser mera expresión y mera reflexión de mi ser.
Y es relativo, es decir, está en relación con una persona y con una situación en que está metida y se encuentra
una persona.
El sentido de las cosas es también relativo a la situación, único e irrepetible, y esta unicidad de “lo uno que
hace falta” constituye su transubjetividad: hace que el sentido nos sea dado aún cuando su percepción y su
realización pueda depender de la subjetividad del conocimiento y de la conciencia del hombre.
La conciencia (capacidad intuitiva de percibir el sentido único e irrepetible que está escondido en cada
situación) es uno de los fenómenos específicamente humanos. Es un órgano que percibe el sentido. Al estar, la
conciencia, sometida a la condición humana, podemos decir que ésta puede hacer que se equivoque el
hombre. Para cada pregunta que se haga el hombre hay solamente una respuesta; por lo que el hombre “debe
encontrar el sentido” y no inventarlo.
Aunque el sentido está ligado a una situación única e irrepetible, hay además universales en el mundo de
sentido y esas amplias posibilidades de sentido es lo que llamamos valores. El descargo de conciencia que
experiemente el hombre al referirse a valores de validez más o menos universal, a principios morales y éticos
que se han cristalizado a lo largo de la historia de la sociedad humana y a partir de ella, ese descargo lo tiene al
precio de verse envuelto en conflictos.
Las Tres Categorías de Valores
No existen solamente los valores realizables por medio de los actos de creación, los “valores creadores”,
también existen los valores que se alcanzan por medio de la vida misma, los “valores vivenciales”.
En la vida del hombre son los puntos culminantes los que deciden en cuanto a su sentido, y un instante por
más fugaz que sea puede proyectar retrospectivamente un sentido sobre la vida entera.
También existen los valores de actitud, lo que importa es la actitud que el hombre adopte ante un destino
irremisible. Lo importante es como el hombre lo soporta. Se trata de actitudes humanas como el valor ante el
sufrimiento, o como la dignidad frente al fracaso.
La posibilidad de llegar a realizar esta clase de valores se da siempre que un hombre se enfrenta con un
destino que no le deja otra opción que la de afrontarlo; lo que importa es como lo soporta, como carga con él
como con una cruz. Se trata de actitudes humanas como el valor ante el sufrimiento, o como la dignidad frente
a la ruina o el fracaso.
La vida del hombre no puede carecer nunca de sentido: la vida del hombre conserva su sentido hasta el aliento
final.
Mientras el hombre es un ser-consciente, es también un ser-responsable. El ser-hombre equivale a ser-
consciente y a ser-responsable. Mientras el hombre conserva la conciencia, sigue siendo responsable frente a
los valores de la vida.
La Eutanasia
El morir de un hombre siempre forma parte substancial de su vivir y cierra su vida como una totalidad de
sentido.
Se piensa (desde el punto de vista de la Logoterapia) que el médico no es el llamado a juzgar acerca del valor o
carencia de valor de una vida humana. La misión del médico, o sea, su deber incondicional es salvar la vida del
hombre.
El Suicidio
Se considera suicidio - balance: cuando el hombre toma la decisión de quitarse la vida en base a un balance al
que somete su vida entera.
El suicidio no tiene nunca justificación moral, puesto que lo incapacita para reparar de una u otra manera el
mal causado a otro. Con lo cual el suicidio perpetua lo pasado, en vez de borrar del mundo una desventura
ocurrida. Lo que borra del mundo es el yo.
La vida como misión
Si queremos ayudar a un paciente a convertirse en un agente no debemos limitarnos a hacer que experimente
su existir como un ser responsable frente a las posibilidades de realización de los valores; y hacerle ver que la
misión de cuyo cumplimiento se le hace responsable es siempre una misión específica.
El carácter específico de la misión es doble: la misión no sólo cambia de unos individuos a otros, con arreglo al
carácter peculiar - insustituible de cada persona, sino que cambia también de hora a hora a tenor del carácter
singular - irrepetible de cada situación.
Lo más importante es ayudarlo al paciente a encontrar el camino hacia el cumplimiento de su propia misión y
avanzar resueltamente hacia el sentido de su vida, con lo que tiene de singular y peculiar.
La misión que el hombre tiene que cumplir en la vida existe siempre, necesariamente, susceptible de ser
cumplida. Lo importante para el Análisis Existencial es que el hombre sienta y viva su responsabilidad en
cuanto al cumplimiento de todas y cada una de sus misiones.
El Principio homeostático y la dinámica existencial
En la Neurología y Psiquiatría fue Kurt Goldstein quien logró demostrar que el principio de la “reducción de la
tensión”, en el que se han apoyado las hipótesis psicoanalíticas y psicodinámicas constituye un principio
patológico; el hombre debe más bien soportar las tensiones y orientarlas a los valores, y no deshacerse de
ellos.
Nosotros opinamos que una de las características esenciales del ser humano es estar en el campo polarizado
de tensiones entre el ser y el deber ser, estar en la presencia del sentido y de los valores, ser objeto de sus
exigencias.
La dinámica que se establece se denomina en la Logoterapia: Noodinámica, para diferenciarla de toda
psicodinámica. De esta se distingue el 1º lugar porque constituye una situación de libertad y al mismo tiempo
que me impulsan los instintos, me atraen los valores, puedo decidir por una o por otra cosa.
En el sistema cerrado de un aparato anímico dominado por el Principio del Placer, no hay ningún lugar para lo
que nosotros llamamos Voluntad de Sentido, que ordena y orienta al hombre hacia el mundo. El que hablemos
de la Voluntad de Sentido y no de la “propensión al sentido” significa que no se debe perder de vista el hecho
de la intención (primordialmente) directa, al sentido, es decir del hecho de que lo que le importa al hombre en
1º y último término es el sentido y solamente el sentido: porque si se tratara de una propensión o impulso,
entonces el hombre realizaría el sentido exclusivamente para deshacerse del aguijón del impulso y recuperar
su equilibrio. Pero ya no estaría actuando por el sentido, y nuestra teoría de la motivación vendría a reducirse
de nuevo al Principio de la Homeostasis.
Debe interpretarse la idea de una Voluntad de Sentido como una apelación a la voluntad, a la fe, al amor y la
esperanza no se pueden manipular ni fabricar. Se sustraen incluso a la intervención de la propia voluntad.
Resulta ocioso exigirle a un hombre que “quiera el sentido”. Apelar a la Voluntad de Sentido significa hacer que
resplandezca el sentido y dejarle a la voluntad quererlo o no.
Charlotte Böhler sostiene: “Al presente hay dos concepciones de las tendencias básicas de la vida, la 1º es la
teoría psicoanalítica, según la cual la única tendencia fundamental de la vida es la doctrina de la
autorrealización como fin último de la vida. Pero sólo en la medida en que el hombre cumpla el sentido se está
realizando a sí mismo. La autorrealización se presenta después por si misma, como efecto de haber cumplido
el sentido, y no como su fin. Solamente la existencia que se trasciende a sí misma puede autorrealizarse.
Corresponde a la esencia del hombre el estar subordinado, ordenado o dirigido a algo o a alguien, a una idea o
a una persona.
En mi opinión, el motivo oculto que está detrás de ambas teorías tiende a reducir todas las tendencias
provocadas por la brecha entre lo que es un hombre y lo que quiere llegar a ser, entre la realidad y aquellos
ideales que todavía faltan realizar; o la tensión entre la existencia y la esencia, entre el ser y el sentido.
Nosotros sabemos que esa tensión se basa en la esencia del hombre y es un parte constitutiva del ser hombre.
Por ello, es también condición inalienable del estar sano del alma.
En un ser finito como el hombre la existencia y la esencia no pueden ni deben coincidir y ser congruentes; por
el contrario, el sentido debe siempre preceder al ser,.
Una vez captada esta dinámica existencial podemos distinguir entre dos clases de hombres: marcapasos y
pacificadores, los marcapasos nos confrontan con los valores y el sentido, nos lo ofrecen a nuestra Voluntad de
Sentido. Los pacificadores tratan de descargarnos del peso de cualquier confrontación con el sentido.
La Logoterapia no es moralista en su práctica, porque el sentido no se puede recetar. El médico no le puede
dar a la vida del paciente un sentido, el sentido tiene que ser encontrado. La Logoterapia no juzga sobre el
sentido o falta de sentido, sobre el valor o la ausencia de valor.
El sentido de la Muerte
En el intento de dar una respuesta a la cuestión de la vida, el hombre se ve remitido a sí mismo como aquel a
quien la vida le pregunta y que tiene que responder y ser responsable ante ella. Se ve remitido al hecho
primigenio de que la existencia es ser-consciente y ser-responsable. En el Análisis de la Existencia la
responsabilidad es algo que brota del carácter concreto de la persona y la situación. La responsabilidad crece
con el carácter peculiar de la persona y con el hecho de que la situación es siempre singular e irrepetible.
En estos dos aspectos esenciales de su existencia se manifiesta el carácter finito del hombre, esta finitud tiene
que representar algo que de una sentido a la existencia humana, en vez de quitárselo.
Viviendo con la presencia de la muerte como límite infranqueable de nuestro futuro y nuestras posibilidades,
nos vemos obligados a aprovechar el tiempo de la vida de que disponemos, la finitud, la temporalidad es una
característica esencial de la existencia humana, un factor constitutivo del Sentido de la Vida.
Al comienzo, la vida es sustancia, sustancia aún no consumida, a medida que discurre va perdiendo la
sustancia, para convertirse poco a poco en función, hasta que sólo consiste en acciones, vivencias y los
sufrimientos que su portador ha ido acumulando. El hombre elabora la materia que el destino le brinda, para
convertir su vida en valores de creación, vivencia o de actitud.
La vida no puede ser nunca un fin en sí misma, y la propagación de la vida no puede ser concebida, como el
sentido propio de esta. Lejos de ello, recibe su sentido por obra de otros factores: espirituales, morales,
estéticos, etc. Estos factores representan un momento trascendente.
Sociedad y Masa
La peculiaridad de cada hombre es la coexistencia de los individuos. Así como la muerte no priva de sentido la
vida, así la limitación interior del hombre, sirve para dar sentido a su vida. Si todos los hombres fueran
perfectos, todos serían iguales entre sí, cada individuo podría reemplazarse por otro sustituto cualquiera. La
imperfección es la que determina que cada individuo sea indispensable o insustituible.
No sólo la existencia Individual necesita de la comunidad para cobrar un sentido, sino que, la comunidad
necesita también de la existencia Individual para significar algo.
Ser persona quiere decir ser-otro absolutamente.
La verdadera comunidad es una comunidad de personas responsables, mientras que la simple masa no es sino
la suma de entes despersonalizados. Al perderse en la masa, el hombre pierde su cualidad más propia y
peculiar: la responsabilidad. En cambio, mediante la entrega a la misión que la comunidad le impone, el
hombre gana una suma de responsabilidad adicional. El huir hacia la masa equivale, por parte de la persona, a
huir de su responsabilidad individual que es el móvil del colectivismo.
Libertad y Responsabilidad
La responsabilidad del hombre es encuadrada dentro del carácter peculiar y singular de la existencia, como
algo único y que sólo se vive una vez, el existir humanamente consiste en ser-responsable a la vista de la
finitud. Podemos decir que el destino también es parte constitutiva de la vida. Si maldice su destino es porque
no llega a comprender el sentido de su destino. Dentro del marco de su destino cada hombre es insustituible.
Es lo que hace que el hombre sea responsable de la conformación de su destino. Su destino no se repite. Nadie
vendrá al mundo con sus mismas posibilidades que él, ni el mismo volverá a tenerlas.
La libertad sin destino es imposible; la libertad sólo puede ser libertad frente a su destino, un comportarse con
el destino. El hombre es libre y se halla frente a una muchedumbre de vínculos. Pero estos vínculos son
propiamente el punto de apoyo de su libertad. El hombre se define como un ser que va liberándose en cada
caso de aquello que lo determina (como tipo biológico, psicológico y sociológico); es decir, como un ser que va
trascendiendo todas estas determinaciones al superarlas o conformarlas, pero también a medida que va
sometiéndose a ellas.
La existencia humana es ser responsable, porque es ser libre. Es un ser que decide cada vez lo que es: un “ser-
que-decide”. Es Existencia (Dasein, da-sein; “ser ahí”, ser concretamente “aquí y ahora”), y no está siendo
simplemente, como una cosa. Lo que caracteriza su Existencia como tal es la multiplicidad de posibilidades
distintas, de las que su ser sólo realiza una en cada caso. El hombre que es Existencia tiene en cada caso la
posibilidad de destruirse así mismo, de extinguirse por su propia voluntad.
A la libertad se contrapone el destino. Llamamos destino a lo que se sustrae esencialmente a la libertad del
hombre, lo que no se halla en su padecer ni es de ello responsable. Del destino forma parte todo lo pasado,
pues es algo incambiable. El hombre es todavía libre frente a su pasado, su destino. El pasado hace
compresible al presente, pero no hay derecho a que el futuro se determine exclusivamente partiendo de él. El
hombre es libre de situarse ante el pasado en una actitud fatalista o aprender de él.
La capacidad de oposición del espíritu
El destino se presenta al hombre en tres formas: 1) como sus disposiciones, lo que Tandler llama “fatalidad
somática del hombre”; 2) como su “situación”, como la totalidad de las circunstancias suyas de cada momento.
Las disposiciones y la situación integran “la posición” de un hombre. Y esta actitud es libre. Prueba de ello es
que existe la posibilidad de dar un viraje en la vida, cambiando de posición en ella o ante ella. Del cambio de
posición forma parte, por ej.: todo lo que llamamos educación, posteducación y autoeducación, también la
psicoterapia.
Las disposiciones representan el destino biológico del hombre mientras que la situación representa su destino
sociológico. Hay que añadir su destino psicológico, entendiendo por tal la actitud psíquica del hombre, en
cuanto no es libre ni entraña una libre actitud espiritual. Examinaremos como estos interfieren con la libertad
humana:
El destino biológico
Fijémonos en aquellas circunstancias en las que el hombre se enfrenta con el destino biológico y nos veremos
frente al problema del radio de acción de la libertad humana frente al acaecer orgánico.
Lo que caracteriza la vida del hombre es la eterna lucha entre su libertad espiritual y su destino interior y
exterior.
El destino biológico constituye el material que la libertad espiritual tiene que encargarse de plasmar y
conformar en cada caso. Tal es, visto desde el hombre, su sentido último. Continuamente nos encontramos
con personas que han logrado de manera ejemplar superar los entorpecimientos y limitaciones originarios a su
libertad desde el lado biológico, vencer las dificultades con que en un principio tropezaba el desarrollo de su
espíritu.
El destino psicológico
Entendiendo por tal el conjunto de aquellos factores anímicos que se interponen ante la acción de la libertad
espiritual.
Mientras una persona comete el error de empeñarse en creer, antes de intentar algo, que el intento está
condenado necesariamente al fracaso y se aferre a tal creencia, es evidente que fracasará en lo que se
proponga; porque nadie gusta de quitarse la razón, no siquiera.
En muchos casos de enfermedades mentales, como mejor se logra la posible libre actitud espiritual ante ellas
es en la forma de una reconciliación con el destino que la enfermedad presenta. Quien sabe aceptar
pacientemente los estados patológicos a que se ve inevitablemente sujeto puede ignorarlos con mayor
facilidad y está en mejores condiciones para sobreponerse a ellos.
El destino sociológico
El individuo aparece siempre ante nosotros dentro de una trama social. Se halla sujeto, desde dos puntos de
vista, a la acción de la comunidad, es decir, su vida está condicionada por el organismo social en su conjunto, y
por otra parte, se le educa simultáneamente con vistas a este organismo social. Podemos hablar de la
causalidad social que actúa sobre el individuo y de su finalidad social. La causalidad, no determina nunca
totalmente al individuo y, no lo despoja de su libertad. Lejos de ello, tienen que pasar por una zona de libertad
individual, antes de poder manifestarse en el individuo mismo y en su conducta. Por donde el hombre
conserva frente a su destino social un margen libre de posibilidad de decisión.
Pasando ahora a lo que llamamos finalidad social, debemos referirnos al error en que la Psicología Individual
incurre en el campo de la Psicoterapia: a la equivocada concepción según la cual toda conducta valiosa del
hombre no es sino una conducta socialmente correcta. Esto sólo puede conducir a un empobrecimiento de los
valores de la existencia humana. Existen en el mundo de los valores reservas individuales, en el sentido de
valores cuya realización puede incluso y puede llevarse a cabo más allá de toda comunidad humana e
independientemente de ella.
Debemos dirigir la mirada hacia lo social, como verdadero destino, es decir, como algo más o menos inmutable
o ininfluenciable, como algo que escapa a la voluntad humana y la reta a combate.
Psicología del campo de concentración
En los campos de concentración se deformaba la existencia del hombre.
Tres fases se distinguen en las reacciones observadas en los individuos recluidos en los campos:
La fase de su entrada en el campo, que se caracteriza por el llamado “choque de entrada”; esta forma de
reacción es un medio no habitual, anormal, no presenta psicológicamente nada de nuevo o de extraordinario.
El recluso recién ingresado que es despojado de todas sus cosas, echa una raya entre su ida anterior y la que
ahora comienza. Sus impresiones lo conmueven o sublevan hasta el máximo, algunos se suicidan contra las
alambradas de alta tensión, etc.
Va cediendo la etapa anterior y comienza una etapa: la de su verdadera vida en el campo, que da paso a una
profunda apatía, ella es un mecanismo con que se rodea el alma y se protege a sí misma, es un fenómeno
anímico de adaptación al medio en que vive y lo que ocurre dentro de él, sólo llega a su conciencia de un modo
apagado, así la vida afectiva va descendiendo hasta un bajísimo nivel; algunos observadores psicoanalíticos lo
consideran como una regresión al primitivismo. Sus intereses se concentran en las necesidades más
elementales, sus aspiraciones se condensan en sobrevivir un día más y todo lo que trascienda a la conservación
vital es un lujo, los únicos intereses que sobreviven son los políticos y religiosos. El primitivismo de su vida
interior se expresa en sus sueños: sueñan con pan, cigarrillos, baños calientes, etc. Ansían pasar esa denigrante
situación que los hace pensar en comer.
La vida en el campo conduce al primitivismo, a la subalimentación; que hace que los deseos y pensamientos
giren en torno al instinto de nutrición y que provoque desinterés por todos los temas sexuales de
conversación. Además de la apatía había irritabilidad; la alimentación que recibían, los hacía apáticos, y la falta
crónica de sueño, irritables.
A estos factores fisiológicos, sobre los que descansaban los cambios de carácter, se le suma un factor de orden
psíquico: la mayoría padecían de ciertos complejos como los de inferioridad; ya que todos ellos habían sido
“alguien”, y en el campo de concentración eran tratados peor que un “don nadie”.
Pese a todas las restricciones sociales impuestas a su libertad personal; el hombre sigue siendo dueño de su
libertad para estructurar su existencia de un modo o de otro, dentro de las condiciones en que vive. Así, el
hombre, en situaciones tan tremendas, puede afirmar su personalidad. Nadie podría despojarle de la libertad
de comportarse de tal o cual modo ante su destino.
La existencia de los recluidos es “previsional”, es una Existencia provisional sin plazo, es una incertidumbre en
cuanto al fin; ninguno de los reclusos sabía, ni podía saber cuanto tiempo pasaría allí, sus vidas carecían de
futuro, de mañana; la vivían como un pasado, como una vida concluida, como la de un muerto.
El hundimiento psíquico, por falta de un punto espiritual de apoyo, el entregarse a una apatía total, era un
fenómeno conocido y temido en los campos, pues constituía un proceso tan rápido, que en pocos días podía
conducir y conducía a la catástrofe; nada los sacaba de su apatía, ni los más terrible castigos, eran seres
embotados e indiferentes a todo, se jugaban la vida.
El estado de inmunidad del organismo depende de la situación afectiva del individuo y de cosas como el deseo
de vivir o el cansancio de la vida.
El recluso liberado del campo, requiere también ciertos cuidados psíquicos, la liberación, la súbita salida que
descarga al hombre de la presión psíquica, representa, desde lo psicológico, un peligro. Esta contrapartida
psíquica de la enfermedad, se conoce como “enfermedad de Caisson”. Es esta la tercera fase: al principio todo
le parece un hermoso sueño, no se atreve a creer en lo que ve, recuerda las desilusiones amargas, el recluso
libre, no cree en la libertad de lo que lo rodea, se siente aún dominado por un sentimiento de
despersonalización. No acierta a gozar, no vivir, no disfrutar; necesita hacer de nuevo, el aprendizaje de la
vida.