Melina Rodríguez - Cuerpos para Otros PDF
Melina Rodríguez - Cuerpos para Otros PDF
Melina Rodríguez - Cuerpos para Otros PDF
Facultad de Psicología
Junio de 2013
Introducción
Desarrollo
1
Di Leonardo, M.: "La Economía Política del Acoso Callejero", Departamento de Antropología,
Universidad de California, EE.UU. 1981.
algún comentario sobre su cuerpo en el espacio público. Todos estos tipos de
controles se logran a través del hostigamiento, la humillación, la culpabilización,
la vigilancia constante, el insulto, la persecución, la ridiculización y la limitación
del derecho de circulación, causando graves perjuicios en la autonomía y
autodeterminación de las mujeres.
Para que la violencia del acoso y del abuso existan, es necesario que la
sociedad haya, previamente, fragilizado e inferiorizado al grupo social que es
objeto de esa violencia. Solo se victimiza a aquel colectivo que es percibido
como inferior, y así se legitiman todos los actos de discriminación en contra de
ese grupo, en este caso las mujeres. Los procesos de fragilización e
interiorización operan como naturalizaciones, conformando invisibles sociales.
La naturalización de la discriminación no es un proceso espontáneo sino que
hay que producirlo, y en esta producción de naturalidad juega un papel decisivo
la formación de consenso (de lo contrario, el orden del colectivo discriminado
solo podría mantenerse de forma represiva). A través del consenso, los
diferentes actores sociales, incluso los perjudicados, dan por natural este
estado de cosas. Una de las condiciones necesarias para la producción y el
mantenimiento de esos consensos en nuestra sociedad es que la
discriminación permanezca oculta. Estas violencias invisibles, para ser
eficaces, necesitan implicar una dimensión subjetiva que sostenga ese
consenso desde determinadas significaciones imaginarias que establecen
relaciones de sentido social. Pasaremos a puntualizar algunas de las creencias
y mitos que componen más comúnmente estos universos de sentido social
actual.
Creemos que si realmente la intención fuera halagar a una mujer, por ejemplo a
través de un “piropo”, este contacto se realizaría cara a cara y de manera
totalmente audible para que la receptora pudiera entenderlo, sin decirlo por la
espalda, ni susurrando o gritando y por supuesto, no incluiría insultos. También
se llevaría a cabo en un ámbito de confianza, comodidad e intimidad. En
cambio, si alguien se acerca a una persona desconocida, de la cual no se ha
obtenido ningún indicio de interés, por ejemplo alguien que camina
tranquilamente por la calle, y se emite una opinión sobre su cuerpo, forma de
vestir o de caminar, esta no está siendo halagada sino incomodada y agredida.
Entonces el mal llamado “piropo” no es un intento de seducción viable ya que
no hay un intercambio entre un hombre que halaga y una mujer que responde,
se trata más de una descarga que la mujer recibe y debe aceptar pasivamente,
lo que no suele resultar agradable. Es una de las tantas formas que el
patriarcado tiene para hacer ver el cuerpo de las mujeres como un objeto de su
propiedad que como tal puede ser tocado y maltratado, y sobre el cual se
puede opinar libremente. Es una manera de quitar independencia a las mujeres
que por estas situaciones suelen circular de manera más insegura por los
espacios públicos, volviéndolas vulnerables y dependientes. Una parte de esta
dependencia se basa en aquella protección que ofrecería salir siempre
acompañada por algún hombre conocido. Cuando las mujeres circulan junto a
una posible pareja heterosexual o cualquier otro hombre que se supone tiene la
función de cuidado, como puede ser un hermano mayor o un padre, las
situaciones de acoso suelen disminuir en su totalidad. Esto no sucede de la
misma forma si las mujeres están acompañadas por otras mujeres, incluso si
son un grupo numeroso, esto no cohíbe a los acosadores ya que se asume que
quien es merecedor de respeto es el hombre y si esto se realiza en su
presencia sería una ofensa en su contra y no de la mujer.
Esto nos conecta directamente con las creencias establecidas en relación a las
características de la masculinidad (no cualquiera sino la hegemónica). Suele
adjudicarse como característica universal de la sexualidad de los hombres un
instinto sexual irrefrenable, compulsivo y automático, ligado a cierto nivel de
agresividad típico en relación al erotismo. Es por esto que las acciones de
acoso y de abuso pueden ser vistas como propias de la naturaleza del hombre,
lo que le quita toda responsabilidad al mismo, ya que no puede ser controlado.
Estas características son marcas de virilidad, la cual se pone en escena desde
juegos de asalto y conquista llevados a cabo por los varones, mientras las
mujeres se mantienen en su lugar de objeto. La pasivización de las mujeres
sostiene este tipo de virilidad específico, garantizando el protagonismo erótico
del varón. Esto se contrapone con los datos que arrojan los estudios
cuantitativos en relación a las violaciones sexuales, los cuales indican que el
80% de los casos se trata de ataques planificados, en donde la víctima y la
oportunidad son cuidadosamente elegidas por el hombre.2 Hay una
planificación racional, lo que no es compatible con la urgencia del instinto.
En relación a esto es cita obligada la autora Eva Giberti, quien explica: “Los
violadores no son enfermos. Salvo situaciones excepcionales de hombres
compulsivos que clínicamente son diagnosticados con una severa alteración
hormonal, la gran mayoría de los violadores son gozadores del abuso de poder.
(…) El alcohol o las drogas no empujan a ningún hombre a golpear o matar a
una mujer, sino que forman parte del placer del abuso del poder. (…) Todos
estos delitos como las violaciones, los maltratos a mujeres o los abusos
2
Hercovich, I.: “De la opción “sexo o muerte” a la transacción “sexo x vida”” en “Las mujeres de la
Imaginación Colectiva”, Ed. Paidos, Buenos Aires, 1992.
sexuales son el resultado de un abuso de poder”.3 Desde esta perspectiva, no
se puede hablar de una cura para aquellos hombres que acosan y abusan de
las mujeres, porque no se trata de una enfermedad individual, sino de una
cuestión social que implica la distribución desigual del poder por género. De
hecho, la gran mayoría de los hombres que comente acoso callejero e incluso
abusos sexuales, son perfectamente normales, cultos, sanos, de posición
social y económica no marginal, que no suelen ser conscientes de lo que esos
actos significan para la mujer. Por último, en los casos de violación, ha sido
comprobado que el 60% de los hombres que las comenten tiene una vida
sexual normal4 y que solo el 3% son psicóticos y presentan una capacidad de
violencia superior a lo que se podría considerar como normal5.
Conclusión
3
Giberti, E.: “Los violadores no son enfermos”, Diario El Territorio, Buenos Aires, Argentina, 7 de
Octubre de 2012.
4
Amir, M.: “Patrones de violación a través del uso de la fuerza”, Illinois, Universidad de Chicago, EE.UU,
1989.
5
Alexander, K. y Walldon, C.: “Reclamando nuestras vidas”, Massachusetts, Departamento de Salud
Pública, EE.UU, 1985.
El fin último de la continuidad de estas prácticas es la restricción de la
autonomía de las mujeres entendida como un término político y su reducción a
una propiedad más del varón. La autonomía de genero la desmarcamos aquí
de cualquier psicología del yo y la definimos como el grado de libertad que una
mujer tiene para actuar de acuerdo a su elección y producir acciones
deliberadas (voluntad). Ser subjetivadas como sujetas de derecho implicaría
que pudieran desestimar sus históricas circulaciones públicas marginales. Si
bien la autonomía que logren alcanzar las mujeres no depende solamente de
sus voluntades personales, también puede pensarse que “siempre es factible
forzar los límites de lo posible e inventar existenciarios que potencien e
incrementen libertades” (Fernández, pag.69, 2009). En este caso, eso
significará abrir interrogación, problematizar críticamente aquellos procesos de
naturalización por las cuales se sostienen estas formas de violencia.
En los últimos años las iniciativas de lucha contra el acoso callejero han ido
aumentando. En nuestro país existe la campaña de Hollaback atrévete,
también presente en otros países latinoamericanos como Perú y Colombia, y
se ha creado un grupo de Facebook llamado “No al acoso callejero o piropos”
que tiene más de 4.500 seguidores. En Ecuador se ha lanzado la campaña
“Quiero andar tranquila”, y en Chile el Servicio Nacional de la Mujer creó un
proyecto titulado “Levanta la voz si no te respetan”. En todos los casos los
objetivos son similares: debatir e informar a la sociedad entera sobre esta
forma de violencia, sobre sus causas y sus consecuencias, difundir las
conductas preventivas y educar acerca de cómo reaccionar frente a estos
ataques. Estudiar esta problemática es pertinente en la medida en que se
comprenda que deben ser transformadas todas aquellas realidades que han
sido naturalizadas, las cuales han violentado históricamente a las mujeres y
vulnerado sus derechos. Así comienza a ponerse en crisis la legitimidad que
durante mucho tiempo sostuvo estas prácticas. Esto no quiere decir que las
mismas quedarán suprimidas en lo inmediato ni que desaparecerán
rápidamente, pero puede ser un paso más hacia la lenta creación de un nuevo
paradigma legitimador de la igualdad en la diferencia.
Bibliografía
- http://buenosaires.ihollaback.org
- http://paremoselacosocallejero.wordpress.com
- http://www.infoleg.gov.ar/infolegInternet/anexos/150000-
154999/152155/norma.htm