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Escatologia

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DIOCESIS DE TRUJILLO

SEMINARIO MAYOR DIOCESANO


“SAGRADO CORAZON DE JESUS”
TRUJILLO – VENEZUELA

Ruiz de la Peña, J (1996)


La Pascua de la creación. Escatología
Biblioteca de Autores cristianos
Madrid, España
298 páginas

DEL FUTURO UTÓPICO A LA ESPERANZA ESCATOLÓGICA

La escatología se encarga del estudio del fin del tiempo y lleva a contemplar la esperanza
que se encuentra inmersa en el hombre, es por eso que la escatología se plantea la siguiente
pregunta: ¿por qué la teología cuenta en su haber con una doctrina escatológica? Esta pregunta
gira alrededor de dos respuestas: 1) desde la parte del razonamiento humano que se dice, que es
una apertura al futuro, 2) y la otra desde la parte cristiana que la vive desde la esperanza. Así
pues, con este preámbulo se pueden denotar algunas palabras claves para el desarrollo de este
tema; futuro, futurologías, esperanza y escatología.

La calificación del individuo como ser en el espacio representa, uno de los tópicos más
socorridos de la antropología actual. Con ella quiere significarse, ante todo, que la existencia
humana se despliega en el ámbito de ese modo de duración continua y sucesiva que es el
tiempo. Efectivamente, en la medida en que el ser humano es material no puede dejar de ser
temporal; pero, en la medida en que trasciende la apariencia bruta, no puede menos de
trascender la temporalidad bruta y encarnar una temporalidad específica.

Por tanto, sigue la intriga de conocer la necesidad antropológica de la apertura al futuro; sin
embargo, no cualquier comprensión del futuro coincide con el futuro genuinamente humano.
Este sólo será tal si en él se dan cita dos elementos dialécticamente referidos y armónicamente
conjugados: el elemento continuidad y el elemento novedad. Uno de los fenómenos ideológicos
más importantes de la modernidad ha sido sin duda el nacimiento de la fe en el progreso de la
sociedad, influenciado por pensadores europeos, donde se destaca el futuro tecnocrático que es
rigurosamente deducible del presente y el futuro utópico este quería ofrecer un modelo de
esperanza no religioso. De ahí, que el hecho luctuoso de la muerte de la utopía importa a la
escatología por una razón fácilmente comprensible: una sociedad blindada frente a las
esperanzas inmanentes, muy poco permeable al discurso utópico, ¿podrá mostrarse receptiva a
un mensaje sobre la esperanza trascendente? Desde esta interrogante y brindando una respuesta
netamente teológica se puede aseverar que solo será receptiva a este mensaje si reconoce que el
fin existe porque existe Dios (principio y finalidad-término de todo).
Pero aún sobre esta respuesta se imponen ideologías utópicas cargadas de contenidos
futurológicos que presentan oposición a los postulados escatológicos desde tres puntos
específicos, a saber: 1. Presentan la salvación con domicilio exclusivo en el todavía no pues se
piensa que la salvación no fabricada en la historia opera solo al término de esta. 2. La
escatología se presenta cargada de contenido mítico intentando retraducir las diferentes
situaciones o estados metahistóricos en términos locativos o espaciales, al tiempo que se
entiende el contenido escatológico como una lección sobre estos términos específicos lo cual se
presta a la mitificación de sus contenidos. 3. La escatología tiene una triple limitación
individualismo (desplazamiento de la cuestión sobre el fin de la historia en favor de la pregunta
acerca del fin de la existencia singular), espiritualismo (referente a toda la temática de fe
utilizada como representación para plasmar al yo individual el alma separada) y
desmundanización (presente en el individualismo que se evidencia en el desplazamiento que
sufre la pregunta acerca del fin de la historia en favor de la pregunta acerca del fin de la
existencia singular). A todas estas oposiciones se brinda respuesta desde la visión de la
escatología que considera y cree que no hay que esperar al final de la historia para alcanzar la
salvación: todo ya es kairós y espacio de gracia; pues la salvación como don, preexiste a la
historia, coexiste con ella y a ella adviene penetrándola en todos y cada uno de sus momentos.
Por ser don, cabe disfrutar de sus genuinas anticipaciones y esperar su postrera configuración

Aunado a la reflexión teológica, se suma al compendio escatológico la realidad


escriturística, pues “la sagrada teología se apoya, como en cimiento perenne, en la palabra de
Dios escrita”1; así, la revelación bíblica está atravesada por la realidad escatológica, toda ella
impregnada por la convicción de que el Dios de la creación es el Dios de la salvación y por
ende, el proceso histórico está dinamizado por una promesa que garantiza el futuro humano
como futuro absoluto y plenificador; todo esto se presenta en la Sagrada escritura bajo la forma
de la Esperanza, entendida desde multiformes matices.

En el Antiguo Testamento se presenta como: expectación anhelante (Is. 25,9), la figura de


Dios como refugio seguro (Sal. 7, 2), visón optimista del final (Jr, 31,31 ss). En el Nuevo
Testamento por su parte las referencias al futuro se significan con verbos como esperar, vigilar
y perseverar pacientemente, en esta última se conceptualiza la mayor densidad del contenido
escatológico pues la expectación de la salvación es vivísima (1 Co. 1, 7-8) vivida con vigilancia
(Mt. 24, 42) y sostenida con la paciencia (Hb. 10,32). De esta manera, en el contexto bíblico lo
que se aguarda expectante es el cumplimiento de la voluntad salvífica divina, que abraza la
totalidad de lo real. Tal esperanza se juega, pues, al todo o nada.

Desde todos los presupuestos históricos, teológicos y escriturísticos hasta aquí explicitados
se puede definir la escatología como aquel sector de la teología al que incumbe reflexionar
sobre el futuro de la promesa aguardada por la esperanza cristiana. Su lugar teológico se ubica
1
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en la intersección de la antropología (hombre sujeto de salvación), la doctrina de la creación
(restitución íntegra y consumación escatológica) y la cristología (Cristo es nuestro éschaton y
nuestro reino, el fundamento de nuestra esperanza y el contenido de la misma).
Junto al concepto propio de la escatología surge también la cuestión sobre su misión y
finalidad, y esta se encuentra intrínseca en el propio querer de la Iglesia, que abre su
mensaje de salvación a todos los hombres. La escatología, por ende, no puede olvidar que
la esperanza escatológica no es para sí misma, sino para el mundo, esta, puede y debe
atreverse a suscitar en su entorno la sospecha y la añoranza de la trascendencia. En vista de
esto, la escatología no se presenta como mero compendio de doctrinas futurológicas, ni
como una mitificación de la fe cristiana; al contrario, valiéndose del contenido de estas
tematiza categorialmente sus contenidos; pues haciéndose consciente de sus propias
limitaciones debe reconocer que sólo aliándose con proyectos utópicos queda habilitada
para generar una praxis histórica que dé testimonio de la esperanza en el reino.

De todo lo anteriormente expuesto se puede concluir afirmando que la clave de la


discusión sobre el futuro radica en la inteligencia de la propia noción de futuro; solo desde
la fe cristiana se devela e verdadero sentido del discurso escatológico no entendido como
una futurología utópica sobre el porvenir de la misma historia. La teología, encuentra
claramente en el diálogo sobre el futuro la preeminencia del diálogo sobre el hombre, pues
como afirma Juan Pablo II “todos los caminos de la Iglesia conducen al hombre”2. Al
tiempo, que tiene claro que no hay salvación para este hombre si no se salva también su
mundo y su historia, y si no se hace visible ahora que tal salvación es real. En la fe cristiana
se hace posible el binomio antropó-escatologico; por ello mira (sobre la crítica) con
comprensión y respeto, los proyectos humanos de futuro, confiando a su vez que éstos
tomen en consideración sus respuestas a las eternas cuestiones del a dónde y el para qué,
del sentido último de la existencia humana y de la realidad en que se mueve y a la que
pertenece.

Kevin Vivas
Eduard Morales
III de Teología

2
Cfr. Juan Pablo II Carta encíclica Redemptor hominis. 14 (4-03-1979)

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