Poesía de Fray Luis de leon-ORDUNA PDF
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AIH. Actas IV (1971). La poesía de Fray Luis de León: persistencia de la concepción del mundo y de precedi...
Germán Orduna
AIH. Actas IV (1971). La poesía de Fray Luis de León: persistencia de la concepción del mundo y de precedi...
La poesía de Fray Luis de León
—IR] y UJ—«
Las dos liras que siguen —|Rj y |_FJ— introducen la reflexión filosó-
fica: «Morada de grandeza,/templo de claridad y hermosura:/mi alma que
a tu alteza/nació, ¿qué desventura/la tiene en esta cárcel, baja, oscura?//
¿Qué mortal desatino/de la verdad aleja ansí el sentido,/que de tu bien
divino/olvidado, perdido,/sigue la vana sombra, el bien fingido?».
La c.5a.' retoma la situación inicial invirtiendo el orden «el hombre-
5"
suelo-cielo»: A'
r
6H7
a a
Las liras 6. y 7. ([R] j_Fj) reiteran líricamente, como exhortación
dirigida a los hombres entregados al sueño, los mismos conceptos de las
liras 3.a y 4. a , y actualizan «el ansia ardiente» que el poeta declara en
la c.2a.: «¡Ay!, ¡despertad, mortales!/Mirad con atención en vuestro daño./
¿Las almas inmortales,/hechas a bien tamaño,/podrán vivir de sombra y
solo engaño?//¡Hay!, levantad los ojos/a aquesta celestial eterna esfera:/
burlaréis los antojos/de aquesa lisonjera/vida, con cuanto teme y cuanto
ÍA1
espera». Una vez reconocido el motivo inicial [c-sj, es posible advertir
cómo esa fórmula antitética aparece más o menos dibujada en cada una
de las estrofas 3. a , 4. a , 6.a y 7.a, es decir, las que exponen la reflexión
filosófica o tema de la oda.
La c.8a. vuelve al contenido de la 1.a estrofa con los términos inver-
tidos: «suelo-cielo», A" : «¿Es más que un breve punto/el bajo y torpe
s-c
suelo, comparado/a aqueste gran trasunto,/do vive mejorado/lo que es,
lo que será, lo que ha pasado?».
Hasta la c.8a. el poema muestra una estructura que reitera el motivo
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2. Una distinción de este tipo en el plano expresivo, es la que preocupa a don Juan
Manuel en muchos lugares del Libro de los estados y especialmente en El Conde Lucanor.
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3. Véase lo que sobre estos procedimientos se dice en el clásico tratado de E. Faral, Les
Arts Poétiques du XII' et du XIII" siécles, Paris 1924 (1962), pp. 48-103, y en Edgar de
Bruyne, Estudios, de estética medieval, Madrid 1958, t. I, pp. 235-236, 249-250.
4. Edgar de Bruyne, o. c, t. II, pp. 58 y ss.
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[c/sj, está íntimamente relacionada con el comienzo del momento citado
del Somnium, cuando Escipión Emiliano es amonestado por su abuelo, por
mantener con insistencia su mirada sobre la Tierra descuidando la grandeza
de los astros, y con esto se introduce la descripción del sistema planetario
según el orden que Macrobio en su Comentario atribuye a los caldeos. El
Africano dice: «hasta cuándo estará tu atención fija en la Tierra», y el
pensamiento de Fray Luis podría resumirse así: Que los mortales contem-
plen la belleza del cielo estrellado, trasunto del Sumo Bien y del Sumo
Amor y predicen así la bajeza de la Tierra. La estructura toda de la Oda
VIII se dispone sobre la reiteración de la antítesis «cielo/tierra = suelo».
Enriquecido el pensamiento por la ideología neoplatónica y cristiana, sin
embargo, en el germen de la Oda VIII está el famoso fragmento de Ci-
cerón. Que esto es así nos lo aseguran la situación lírica inicial y el asunto
elegido para la amplificación. Tanto en el Somnium como en a Oda VIII,
la voz admonitoria de un ser que está ubicado en alto (el Africano-Fray
Luis) insta (a Escipión Emiliano-a los mortales) a dejar la preocupación
por los asuntos terrestres y remontarse a la contemplación de los astros.
En la Oda VIII, las liras 3a. a 8a., inclusive, desarrollan las variacio-
nes de este motivo en distintos procedimientos de amplificación (invo-
cación, interrogación, apostrofe). En el fragmento de Cicerón y en la Oda,
a la admonición inicial —amplificada en la Oda—, sigue una digresión
descriptiva, en la que se enumeran las distintas esferas: las de cada
planeta y la de las estrellas fijas, que envuelve a todas las otras. El orden
de presentación es el mismo; pero el sentido es inverso. El Africano
comienza por la esfera de las estrellas fijas y sigue por Saturno, Júpiter,
Marte, el Sol, Venus, Mercurio, la Luna, y, finalmente, la Tierra en el
5. «Quam cura magis intuerer, "quaeso", inquk Africanus, "quousque humi defixa tua
mens erit? nonne aspícís quae ¡n templa veneris? novem libi orbibus vel potius globis conexa
sunt omnia, quorum unus caelestis est, extumus, qui reliquos omnes complectitur, summus ipse
deus arcens et continens ceteros; in quo sunt infixi ¡lli qui volvuntur stellarum cursus sempiterni.
cu¡ subiecti sunt septem qui versantur retro contrario motu atque caelum. ex quibus summum
globum possidet illa quam in terris Saturniam nominant; deinde est hominum generi prosperus
et salutaris ¡lie fulgor qui dicitur Iovis; tum rutilus horribilisque terris quem Martium dicitis;
deinde subter mediam fere regionem Sol obtinet, dux et princeps et moderator luminum reli-
quorum, mens mundi et temperatio, tanta magnitudine ut cuneta sua luce lustret et compleat.
hunc ut comités consequuntur Veneris alter, aher Mercurii cursus, in infimoque orbe Luna radiis
Solis accensa convertitur. infra autem iam nihii est nisi mortaie et caducum praeter ánimos
muñere deorum hominum generi datos; supra Lunam sunt aeterna omnia. nam ea quae est media
et nona, Tellus, ñeque movetur et Ínfima est, et in eam ferunlur omnia nutu suo pondera"»
{Somnium Scipionis, 4-17, ed. de Alessandro Ronconi, Firenze 1967).
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centro. Fray Luis, que como «yo» lírico se supone en alto, pero sobre la
Tierra, sigue el orden inverso o ascendente en su contemplación, y no
menciona al Sol. En ambos textos, la adjetivación ha sido cuidadosamente
escogida («...deinde est hominum generi prosperus et salutaris ille fulgor
qui dicitur Iovis; tum rutilus horribilisque terris quem Martium dicitis...»
«...el sanguinoso Marte airado,/y el Júpiter benino...».
La Edad Media, siguiendo a Tolomeo, admitirá una esfera o cielo más
externo aún o sobre los otros: el Cristalino o Primer Móvil6. Fray Luis
no lo dice expresamente; pero el poema se cierra con tres liras destinadas
a la exaltación exclamativa del reino o esfera del Amor sagrado que, en
principio, parece identificado con el cielo todo 7; pero luego, en la estrofa
final, se presenta como un «locus amoenus», Campos Elíseos, lugar de
bienaventuranza eterna, por encima o exterior a las otras esferas.
Ahora podemos intentar una explicación de la estructura que Fray
Luis dio a la extensa digresión amplificatoria y descriptiva: dos grupos
n
de tres liras cada uno (lOa.-lla.-12a./14a.-15a.-16a.) enmarcados y separa-
6. Alberto Magno hace una reseña de las diferentes opiniones sobre la cantidad de las
esferas celestes en De cáelo et mundo, L. II, tract. III, cap. XI: «omnes antiqui usque ad
témpora Ptolemaeí consensisse videntur quod sphaeras fuerunt octo, quarum superior sit sphaera
stellarum fixarum et secunda Satumi et... Ptolemaei sententiae autem... est quod decem sunt
orbes coelorum». En el poema enciclopédico De Vetula, L. III, vv. 156-173, se da el mismo
orden de esferas que el que maneja Fray Luis y al llegar al noveno cielo dice: «At nonum
celum, quantum ad nos, ordine primum, / Quantum ad naturam, dictum quoque mobile pri-
mum. / Nullum corpus habet, sed lux diffusa per ipsum». (De Vetula, III, vv. 171-173, ed. de
Dorothy M. Robathan, Amsterdam 1968).
7. El éter-cielo entendido como la divinidad misma es concepción muy antigua. As! Lac-
tancio en su Divinarum Institutionum, L. I, 5, 19, dice: «Cleanthes et Anaximenes aethera esse
dicunt summum deum».
8. Las tres liras dedicadas a la presentación de los planetas-dioses están enlazadas sintác-
ticamente por constituir el sujeto de una oración que queda interrumpida y se retoma e integra
en la c. 13a., síntesis temática de la exhortación. Las tres liras finales, que culminan el tono
lírico y completan la descripción del Universo con el éter-cielo cristalino residencia del Sumo
Amor, están vinculadas por la reiteración del adverbio aquí, procedimiento eficaz para lograr
la actualización del momento, lo que el poeta consuma hábilmente mediante las exclamaciones
arrobadas y ponderativas que cierran el poema.
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9. Recordemos entre los textos más conocidos: M. Minutius Félix, Octavias, cap. XXII
(Migne, Patr. Lat., III, 319-322), Tertulianus, Apologética ad nationes, L. II, 594 (Migne,
Patr. Lat., I, 666), San Agustín, Civ. Dei, VIII, 26, IX, 16, y XVIII, 12 a 21. Lactancio
refuta el error de llamar dioses a los astros y estrellas en Divinarum Institutionum, II, cap. 5
(Migne, Patr. Lat., VI, 276-277); en el L. I, al citar el rapto de Europa y de Ganimedes, expone
su opinión sobre la obra de los poetas en la creación de las historias de la mitología: «Non
ergo ipsas res gestas finxerunt poetae; quod si facerent, essent vanissimi: sed rebus gestis addi-
derunt quemdam colorem. Non enim obtrectantes illa dicebant, sed ornare cupientes... cum
officium poetae sit in eo, ut ea, quae gesta sunt veré, in alias species obliquis figurationibus
cum decore aliquo conversa traducat...» (ibid., 171-172),
10. Lactancio hace la mejor exposición patrística de la teoría sostenida por Euhemero tres
siglos antes de Cristo y recogida por Ennio (cf. J. D. Cooke, «Euhemerism: A mediaeval Inter-
pretation of classical Paganism», Speculum, II [1927], 396-410).
11. San Jerónimo y San Agustín tratan frecuentemente de la interpretación de las fábulas
y metamorfosis de los dioses. Con Servio, en su Comentario a Virgilio, y especialmente con los
tres libros de las Mitologiae de Fabio Fulgencio, la mitología se carga de ideales éticos que
sirven a cristianos y paganos. Obras enciclopédicas muy leídas como las de San Isidoro y Rábano
Mauro contienen largas disertaciones sobre asuntos mitológicos. Por San Isidoro, Macrobio y
Fulgencio este modo de interpretación llega al siglo xv.
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GERMÁN ORDUNA
Universidad de Buenos Aires
Investigador del Consejo Nacional
de Investigaciones Científicas y Técnicas
12. Recordemos el Macrobius in Somnium Scipionis et Saturnalibus, Venecia 1472. Cf. Paul
Lehmann, Erforschung des Millelalters, t. IV, Stuttgart 1961, p. 347).
13. Véase nota 11.
14. El mismo Fray Luis, en la Oda IV, «En el nacimiento de doña Tomasina», hace una
mención ordenada de los planetas (Júpiter-Venus, Saturno-Marte, Sol, Apolo), con la que en-
riquece la imagen dinámica del descenso del alma de la niña desde las altas esferas celestiales a
la Tierra. Los dioses imperan en su rueda y cada uno da o desvía sus atributos. Son dioses que
se aproximan mucho a los dioses astrológicos medievales.
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