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Roma - de Los Gracos A Sila

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UNED HISTORIA ANTIGUA UNIVERSAL

La crisis de la República: De los Gracos a Sila


El período de crisis de la República se inició en el 133 aC. y terminó cuando uno de los
triunviros, Octaviano, quedó como dueño único de Roma (30 aC). Sin embargo se puede situar
el fin de la República en el 44 aC. con el asesinato de César, pues en la etapa 43-31 aC las
formas republicanas estaban ya tocadas de muerte y se vivía el preludio del régimen imperial.

Los acontecimientos de esta fase final de la República están llenos de tensiones sociales y
cambios profundos del sistema de gobierno; momentos de innovaciones para las capas
populares a la vez que movimientos involutivos de los sectores sociales más conservadores. El
consenso social se mantuvo roto y los dos bloques sociales no dudaron en servirse de métodos
violentos, incluso de la guerra civil para imponer su propia voluntad.

Las fuentes de información

Se hace doblemente imperiosa acceder a todas las posibles fuentes. Existen enormes lagunas
de textos de los historiadores a la vez que se tienen monografías muy precisas sobre momentos
precisos. Para los últimas décadas de la República contamos con los escritos de César y la
abundante obra de Cicerón. Igualmente contamos con la epigrafía jurídica, la numismática y la
arqueología que últimamente está revelando aspectos de la organización del territorio y el
desarrollo urbano y la planificación urbanística de las ciudades republicanas.

LA ÉPOCA Y OBRA DE LOS HERMANOS GRACOS

La larga duración de la guerra numantina desveló la falta de moral de la tropa y la incapacidad


de los mandos militares. Además, las capas populares emigraban a las ciudades aumentando
las masas desheredadas y latinos y aliados sufrían la doble marginación de los problemas
económicos y la privación de la ciudadanía romana. Los caballeros por su parte seguían
excluidos de los cargos de la administración públicos. Finalmente, un sector del Senado
dominaba todos los resortes del poder: tribunales, gobiernos de provincias, mando sobre las
legiones e incluso manipulación de la voluntad popular. Ante tales condiciones, las propuestas
de Tiberio Sempronio Graco, al frente de un pequeño grupo, abrieron una brecha en el sistema
que empieza a resquebrajarse.

Tiberio Sempronio Graco

Hijo de un buen militar y político honrado, recibió una educación basada en el respeto a las
tradiciones a la vez que incorporaba la formación en la cultura griega y debió familiarizarse con
las ideas del estoicismo helénico en el sentido de exigir de los gobernantes su compromiso en la
mejora de las condiciones económicas de las capas populares.

Fue elegido como tribuno de la plebe (134 aC) y contaba con el apoyo de senadores de gran
prestigio. Inició su mandato con una propuesta de reforma agraria, revisando los
arrendamientos de tierras públicas del Estado, limitando el total de tierra arrendada,
devolviéndose el resto al Estado que se dividirían en pequeñas parcelas para concederlas a
ciudadanos romanos despojados de tierras sin que pudieran enajenarlas. Aplicar tales medidas
contribuiría a paliar la penosa situación de la plebe urbana, evitaría más emigración y reforzaría
la moral de las legiones, la mayoría hijos de campesinos. Era una tibia reforma, pero muchos
senadores se opusieron desde buen principio. Sin embargo el punto revolucionario de la
estrategia de Tiberio fue el procedimiento. Hasta entonces, las propuestas del tribuno de la
plebe eran consensuadas con el Senado. Tiberio se sirvió de una hábil maniobra legal para
obtener la aprobación de la proposición por parte de la asamblea contra la voluntad del Senado.
Ello equivalía a situar la soberanía popular por encima de la autoridad del Senado.

DE LOS GRACO A SILA Francesc Casaus. 1999-2000

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Pero la aplicación de la ley sufrió muchas trabas. Por una parte los problemas de los nuevos
campesinos: necesitaban semillas, aperos de labranza y financiación para subsistir. Por otra
parte, la obstaculización permanente por parte del Senado y los grandes propietarios. Tiberio
decidió dar un paso más: sometió a la asamblea una nueva ley incluyendo en las tierras el
patrimonio que el rey de Pérgamo había dejado al pueblo romano. Era un nuevo órdago: daba
participación al pueblo sobre decisiones de política exterior que tradicionalmente había tomado
el Senado en exclusiva. Éste inició una campaña de desprestigio contra Tiberio, acusándolo de
querer coronarse rey, a la vez que preparaban medidas judiciales para el momento en el que
cesara su mandato. Sin embargo, éste optó a un segundo mandato, cosa muy excepcional.
Ante la posibilidad del éxito de Tiberio, el Senado decidió intervenir con las armas “para salvar
al Estado” y Tiberio fue asesinado, rompiendo el Senado la inviolabilidad de los tribunos y
abriendo la vía del uso de la violencia armada como arma política.

El intermedio entre Tiberio y Cayo Graco

A pesar de que la reforma agraria no fue suprimida tras el asesinato de Tiberio S. Graco, su
aplicación fue obstaculizada y los cónsules elegidos en el siguiente año eran enemigos
declarados de los Gracos. Por su parte, los partidarios de los mismos mantuvieron una actitud
de prudencia y búsqueda continua de ampliación de los apoyos. Gracias a la renovación de la
exigencia del voto secreto, se impidió que los senadores conservadores interfirieran en los
resultados electorales.

A partir del tribunado de Tiberio se había quebrado el falso monolitismo social y la sociedad se
dividió entre los que defendían la necesidad de continuar la política de reformas ( populares) y
los defensores de la anterior situación social y política ( optimates), entre ellos la mayoría de los
senadores. La tensión entre ambos bandos fue el motor de los cambios que habrían de terminar
con el sistema de la República. Animados por los optimates, latinos y aliados itálicos se
quejaron de la discriminación de la ley agraria al no entrar en el reparto de tierras. La respuesta
de los populares fue que el problema dejaría de existir si accedían a la ciudadanía romana, muy
restringida en la fecha. EL Senado se negó a aceptar tal proposición y reprimió duramente la
presión de los latinos. A pesar de ello, al parecer la protesta sirvió para que el Senado abriera
levemente la ciudadanía a los latinos, según el censo del año 115 aC. respecto del de 131 aC.
Finalmente, los populares ampliaron su base social acercándose a los caballeros en este
período, preparando el programa de reformas más coherentes, que se manifestó en el
tribunado de Cayo Graco.

Los dos tribunados de Cayo Sempronio Graco (123-122 aC)

Cayo Graco fue apoyado masivamente por las capas populares con un programa muy ambicioso
a la vez que coherente. Entre las primeras propuestas se encontraba una ley para evitar que el
Senado sometiera a proceso a los líderes de los populares, prohibiendo que el Senado decidiera
hacer juicios extraordinarios sin mediar la voluntad popular. Otras leyes fueron aprobadas que
privaban al Senado de privilegios: los magistrados depuestos por voluntad popular no podían
ocupar cualquier otra; el reparto de competencia entre los cónsules provinciales sería según las
capacidades y no gobernarían según conveniencia personal o familiar. Pero más grave para los
optimates fue a ley Acilia que permitía a los caballeros formar parte de las comisiones judiciales
en igual número al de senadores, cuestión de gran importancia, ya que hasta la fecha no
habían ahbido condenas pro procesos de corrupción, debido a las relaciones clientelares,
amistad o corporativismo senatorial. La lex Acilia contribuyó al saneamiento de la
administración provincial y abría las puertas de la administración del Estado a los caballeros.
Unida a esta ley, se aprobó la ley Sempronio sobre la provincia de Asia que ponía en manos de
sociedades de publicanos, controladas por caballeros, la recaudación de impuestos de esa
provincia. En palabras de Apiano, “en poco tiempo se produjo un vuelco al poder al quedar la
capacidad ejecutiva en manos de los caballeros y la dignidad en el Senado.”
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Las medidas de Cayo destinadas a mejorar las condiciones de las capas populares fueron más
matizadas que las de Tiberio S. Graco: evitó entrar en conflicto con latinos y aliados por las
tierras alquiladas al Estado, pero puso en marcha un ambicioso programa de fundaciones
coloniales, algunas con la oposición firme del Senado (colonia de Iunonia, en la antigua
Cartago), abriendo la vía de otras fundaciones Palma (Palma de Mallorca) o Pollentia (Pollensa).
Sin embargo, el ritmo de fundaciones era necesariamente lento: necesitaba una ley específica
para cada una, crear la comisión que la llevaría a cabo, proveer los recursos iniciales, etc..
Mientras, se aprobó una lex frumentaria que comprometía la compra de trigo para distribuirlo a
la plebe de Roma a un precio fijo y más bajo que el del mercado, evitando la especulación de
los mercaderes privados. Fue la base de compromisos futuros del Estado en la ayuda
alimenticia a la plebe de Roma, mejorando vías públicas y construyendo silos y almacenes.
Igualmente en apoyo a las capas populares, se aprobó una ley impidiendo que se reclutara
soldados menores de 16 años y obligando al Estado a proporcionar todo el equipamiento militar
a los soldados.

El primer años de Cayo Graco había traído mejoras para el pueblo de Roma y las provincias y
se presentó para un segundo mandato con la intención de completar su obra. El movimiento
popular era tan sólido que tanto Cayo Graco como otro popular, Fanio, accedieron al consulado.
Cayo Graco retomó el proyecto de ampliar el número de ciudadanos, accediendo los latinos a la
ciudadanía romana y los aliados itálicos quedarían para una posterior fase. Los optimates
iniciaron una feroz campaña de desprestigio de Cayo Graco a la vez que alimentaban el
egoísmo de las capas populares con amenazas demagógicas de posibles pérdidas de ayudas del
Estado si se ampliaba la base social del mismo. Por todo ellos y gracias a la demagogia de
Druso, que propuso crear colonias en Italia para evitar la emigración de romanos a provincias,
las propuestas de Cayo Graco fueron rechazadas, aceptándose las de Druso, aunque las
colonias no se llegaron a fundar jamás. La pérdida de apoyos de Cayo Graco era evidente y en
su intento de un tercer mandato fue derrotado. Inmediatamente, la acción de cónsules y
tribunos se orientó a desmontar toda la obra de Cayo. Éste intentó evitar votaciones del Senado
que dilapidaran definitivamente sus logros y por ello fue perseguido junto con sus seguidores
con el empleo de las armas. Cayo escapó de la masacre del Monte Aventino, símbolo de la
resistencia plebeya, pero mandó que lo matara uno de sus esclavos para no caer prisionero. La
represión senatorial fue implacable (unos 3.000 seguidores) y una vez más, el Senado hacía uso
de la violencia para fijar la política a seguir. Los optimates se fijaron como objetivo volver a la
época anterior a los Gracos, pero las razones sociales de éstos caló profundamente en la
sociedad romana y sus defensores se replegaron a la espera de tiempos mejores.

La nueva provincia de la Galia Narbonense

El sudeste de la Galia era vital para la conexión con Hispania y Roma ya había intervenido en
defensa de Marsella, aliada. Durante los años 125-120 aC. Se llevaron a cabo diversas
campañas con el resultado de controlar el territorio entre Pirineos, Tolosa y los Alpes en una
guerra propiciada por los populares, con vistas a obtener grandes beneficios económicos. Los
nuevos dominios se convirtieron en la provincia Narbonense, se fundaron nuevas ciudades, se
construyó la vía Domicia para unir Italia con Hispania y el territorio sufrió, en pocos años, una
profunda romanización.

La reorientación optimate de la obra de los Graco

Tras la muerte de Cayo Graco y la represión de sus seguidores, los populares quedaron sin
dirección. Los dueños de la situación, los optimates, se debatían entre los moderados,
partidarios de mantener algún aspecto de las reformas graquianas y los que defendían los
privilegios anteriores a los Graco. Sin atreverse a suprimir la ley frumentaria, una nueva ley
reducía los compromisos económicos del Estado con la plebe de Roma (120 aC). A su vez, se
limitó la aplicación de la ley agraria, al aprobar una nueva (111 aC), en la que todas las tierras
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asignadas podían ser transmitidas o vendidas, lo que permitía a los grandes propietarios
acaparar tierras como propias y no arrendadas. Finalmente, una nueva ley devolvía el control
de los tribunales a los senadores.

EL RESURGIMIENTO DEL MOVIMIENTO POPULAR BAJO MARIO

El sector duro de los optimates se dedicaba a destruir la obra graquiana al mismo tiempo que
llegaban noticias preocupantes de fuera de Italia, por la ineficacia de los mandos militares y una
elevada corupción de los gobernadores provinciales. Estas circunstancias favorecieron al sector
moderado, entre ellos los Cecilio Metelos, que creían en la incorporación de destacados
populares para mantener los resortes del poder.

La guerra de Yugurta

Los númidas, vecinos de la provincia romana de África y antiguos aliados de Roma, colaboraron
durante la III Guerra Púnica, en la toma de Numancia y otras operaciones militares. A la muerte
de su rey Masinisa (118 aC), el reino se dividió entre sus hijos Adherbal e Hiempsal, y su
sobrino Yugurta con el agrado de Roma. Sin embargo, Yugurta quiso recuperar por la fuerza el
reino unido y mató a Hiempsal y expulsó a Adherbal (116 aC). Éste último intentó recuperar sus
dominios pereciendo en el intento (113 aC) al tiempo que muchos itálicos comerciantes eran
masacrados. El Senado comprendió el peligro que representaba para sus intereses Yugurta y le
declaró la guerra (111 aC). En un principio las legiones acumularon derrota tras derrota y
Yugurta llegó a negociar en la propia Roma con garantías de inmunidad, comprando voluntades
en el Senado. Paralelamente se aliaba con Boco, rey de Mauritania, incrementando el peligro
para los intereses romanos en África.

Los historiadores modernos discuten sobre la posición del Senado ante la amenaza: para unos,
los populares eran partidarios de someter Numidia y los optimates optaban por negociar para
conseguir de Yugurta un reino cliente no sometido. Otros defienden una alianza entre populares
y Yugurta, pero se hace difícil de creer, ya que, a petición del tribuno de la plebe, se creó una
comisión para investigar la corrupción e ineficacia de los gobernadores y una vez marginados
destacados optimates, la asamblea atribuyó a Mario el mando de las tropas de África (107 aC)
con el visto bueno de un sector de los optimates, que esperaban que Mario resolviera pronto la
situación. Mario fue elegido cónsul y recibió el encargo de luchar contra Yugurta. Sila, su
lugarteniente, consiguió que Boco abandonara la alianza con el númida y firmara una similar
con Roma, lo que permitió la circulación de productos romanos en Mauritania. El 105 aC.
Finalizó la guerra contra Yugurta y los territorios pasaron a ser dominios romanos.

Mario reclutó su propio ejército, en el que no sólo incluyó propietarios sino que empezó a haber
proletarios en sus tropas, simpatizantes de la causa popular. Se crearon las bases de una
reglamentación del tiempo de milicia y la creación de un ejército profesional, en el que el
Estado corría con todos los gastos militares. De esta manera, se establecieron vínculos entre los
soldados y los jefes, de quien esperaban recompensas al final de las operaciones militares.
Igualmente, con el nuevo sistema de reclutamiento se sentaron las bases para que un jefe
militar pudiera servirse del ejército como arma política. Por ejemplo, en el marco de esas bases,
se aprobó una ley concediendo tierras en África a los veteranos del ejército de Mario.

La amenaza de cimbrios y teutones

Los cimbrios, procedentes de Jutlandia, se desplazaron hacia el sur por causas que
desconocemos. En los Alpes orientales chocaron con los tauriscos, aliados de Roma, a la que
pidieron ayuda. Las tropas romanas fueron derrotadas (113 aC) y hacia el 110 ac, los cimbrios
legaron al sudeste de las Galias, lugar de estratégico interés para Roma. Allí las legiones
acumularon derrota tras derrota, algunas de ellas estrepitosa (Orange, 105 aC), resucitando los
miedos antiguos a una invasión de Italia por parte de los cimbrios ante la derrota de los
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ejércitos consulares. Los populares acusaron al Senado y a los nobles de ineficacia y Mario, que
regresaba victorioso de su guerra contra Yugurta fue de nuevo propuesto como salvador del
Estado, siendo elegido cónsul, desempeñando el cargo seis años consecutivos, hasta librar
Roma del peligro cimbrio. Éstos intentaron entrar en Hispania pero fueron rechazados por los
celtíberos y vueltos a la Galia, se unieron a los teutones, pueblo bárbaro de germanos,
deseosos de conquistar territorios donde asentarse. Mario entrenó de manera concienzuda su
ejército y salió al encuentro de los cimbrios y teutones en Aix-en-Provence (102 aC),
derrotándolos. Ante unnuevo ataque de los supervivientes (101 aC), las tropas de Mario
obtuvieron una victoria aplastante y con la población de Roma tranquilizada, Mario fue
reelegido como cónsul para le año 100 aC.

Nuevas revueltas de esclavos

Las anteriores revueltas de esclavos que se produjeron 30 años antes no sirvieron para que los
grandes propietarios cambiaran las penosas condiciones de vida de los mismos. Se produjeron
pequeñas revueltas pero la que mayor dimensiones presentó fue nuevamente la de Sicilia,
análoga a la anterior. Además de las lamentables condiciones de vida se daba una
particularidad añadida: según una reciente ley, no se podían mantener como esclavos a
aquellos que pertenecieran a comunidades de aliados. Sin embargo, los esclavistas de Sicilia se
negaban a cumplirla, lo que servía de estímulo para el método violento como único método de
recuperar la libertad.

La revuelta tuvo varios focos y jefes locales en sus inicios (103 aC). Coordinados los
sublevados, eligieron a Salvio como jefe, le dieron el título de rey, basileus y el sobrenombre de
Trifón. Triocala, un enclave fortificado, se convirtió en la capital y sede del reino de los
esclavos. La revuelta tomó grandes dimensiones y como dato hay que destacar que en la
batalla de Scirtea, donde murió Salvio/Trifón, el ejército romano contaba con 17.000 hombre y
los rebeldes unos 40 mil. Éstos eligieron como nuevo jefe a Atenión, quien salvó parte de sus
tropas y las condujo a Triocala, donde con gran carisma consiguió evitar las defecciones.
Además utilizaba sus dotes adivinatorias para reforzar su posición al hacer creer que se
comunicaba con los dioses. A pesar de estas dotes de liderazgo y los medios con los que
llegaron a contar los rebeldes, éstos fueron derrotados por un ejército bien dotado y bien
preparado al las órdenes de Manio Aquilio (101 aC). El año siguiente lo dedicó Aquilio a
reorganizar la isla para evitar nuevos levantamientos.

Los populares, Saturnino y Mario

Mario necesitaba el apoyo de la asamblea popular para que se aprobaran leyes de distribución
de tierras a sus veteranos. Aliado con dirigentes del movimiento popular, Saturnino y Glaucia,
Mario salió reelegido como cónsul y Saturnino como tribuno de la plebe (103 aC). La época de
los Graco parecía retornar: se aprobaron leyes de distribución de tierras para los veteranos de
Mario, los caballeros recobraron el control de los tribunales y se aprobó una ley por la que se
podía perseguir a quienes obraran contra la dignidad de los ciudadanos, evitando que desde el
Senado se interviniera contra los representantes de la voluntad popular. Finalmente se aprobó
una ley contra la piratería (101 aC) instando a los reyes del Mediterráneo oriental a colaborar
en la supresión de los piratas que tanto dañaban los intereses comerciales de los caballeros.

En el año 100 aC. Se tomaron nuevas medidas para asentar a los veteranos de Mario en la
Galia pero fue el año de la ruptura entre Mario y los líderes del movimiento popular. El Senado,
por su lado, no estaba dispuesto a renunciar a sus privilegios y al control de la política exterior.
Saturnino y Glaucia no estaban dispuestos a aplazar sus objetivos e hicieron uso de la
demagogia y la violencia para conseguir sus fines. En las elecciones del año 100 aC. Acudieron
a los sectores más radicales de los populares, que formaron bandas armadas para asegurar la
elección. Ése fue el pretexto encontrado por el Senado para decretar la medida de excepción
(senatus consultum ultimum) y encargaron a Mario reprimir las bandas armadas populares.
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Mario se presentaba de nuevo como salvador de la crisis, esta vez contra sus aliados populares.
Sin embargo, Mario cometió un grave error político: perdió todo el crédito ante los populares a
la vez que el Senado le acusaba de no aplicar una represión más dura. Abandonado y
menospreciado, encontró una salida airosa al aceptar un mandato para poner orden en Oriente
y frenar las amenazas de Mitríades, rey del Ponto, que no dejaba de hostigar. Sin el amparo de
Mario y los populares sin líderes, al Senado le fue fácil debilitar al partido popular y recuperar
sus privilegios; sin embargo, no se confeccionó un programa nuevo que se adaptara a las
necesidades políticas y sociales del pueblo de Roma y sus provincias.

LA CUESTION DE LA CIUDADANIA Y LA GUERRA SOCIAL

El sector mayoritario, apoyado por una parte de los caballeros y parte de los ciudadanos
romanos se oponía a la concesión de la ciudadanía romana a itálicos y aliados. Sin embargo,
cada día era más patente la injusticia de exigencias militares y económicas a los mismos a
cambio de la discriminación social, política e incluso económica. En el año 91 aC., el tribuno de
la plebe Livio Druso creyó encontrar la fórmula mágica que pudiera satisfacer a todos.

El tribunado de Livio Druso

Hijo de Druso, que se opuso a las reformas de Cayo Graco, era representante de los sectores
conservadores pero deseoso del consenso social. Para buscar el apoyo popular, propuso una
nueva ley frumentaria en la que el Estado aportaría ayudas al comprar el trigo a un precio
bajo, asegurándose así el abastecimiento de la plebe de Roma. Propuso que los jueces se
nombraran entre los senadores pero aumentando el número de éstos en 300, reclutados entre
los caballeros. Asimismo, propuso conceder la ciudadanía a itálicos y aliados para que se
pudieran beneficiar del reparto de tierras.

Livio Druso era osado e imaginativo, pero cada propuesta creaba un problema nuevo: los
caballeros que no formaban parte de los 300 se sentía discriminados, la ciudadanía no veía
ninguna ventaja en las propuestas y los senadores no creían en ellas. El Senado anuló las leyes
de Livio Druso y poco más tarde, apareció asesinado.

La guerra social y sus consecuencias

La anulación de las leyes de Livio Druso condujo a los itálicos y aliados a una respuesta
contundente: crear un Estado propio y separado de Roma con la ayuda de las armas. En el
invierno del 91-90 aC. se formaron dos federaciones, una al Norte y otra al Sur, quedando los
etruscos temporalmente neutrales. Llegaron a reclutar un ejército de 100 mil hombres
equipados como las legiones. A su vez, el Estado romano movilizó todas sus legiones y reclutó
gran número de tropas auxiliares hasta llegar a un ejército equiparable al rebelde.

Los sublevados eligieron Pentina como capital y la llamaron Italia; la reorganizaron


urbanísticamente con un foro y una curia; acuñaron moneda en la que se representaba al toro
de Italia embistiendo a la loba de Roma. En un último intento de mantener la guerra
trasladaron la capital a territorio samnita, pero Sila terminó con los rebeldes y la guerra se
prolongó hasta que los rebeldes se rindieron (88 aC). La dureza de los enfrentamientos fue tal
que se calculan las pérdidas en 300 mil muertos. Para algunos autores, fue el inicio del declive
de Italia frente a las provincias. Las operaciones militares permitieron conocer a jefes militares
que jugarían un papel destacado en el futuro: Pompeyo Escipión y Sila. A su vez, Mario volvió a
aparecer en el escenario militar y en los juegos políticos de Italia.

El éxito militar se comprende mejor si se conocen las medidas que acompañaron la campaña
militar. Dichas medidas iban encaminadas a dividir a los insurrectos: en el año 90 aC. se aprobó
una ley que concedía la ciudadanía romana a latinos y aliados se habían mantenido fieles a
Roma con una cláusula que permitía a los jefes militares conceder la ciudadanía a quienes se
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distinguieran por méritos de guerra en las tropas auxiliares. Ese mismo año se aprobó otra ley
que permitía el acceso a la ciudadanía a las comunidades aliadas que colaboraran con Roma y
una tercera ley (89 aC.) permitía el acceso a la ciudadanía a quien la solicitase entre los aliados
en el plazo de dos meses. Tales medidas servían para debilitar las comunidades rebeldes y
ampliar el contingente de ciudadanos romanos que podían reclutarse en las legiones.

La guerra social sirvió para unificar jurídicamente las poblaciones de Italia al sur del río Po. Las
poblaciones transpadanas constituían la Cisalpina, a cuyas comunidades se les concedió la
ciudadanía latina y se arbitraron medidas para el acceso a la ciudadanía romana de las
oligarquías locales. Se simplificaron los estatutos jurídicos de las poblaciones libres de Italia y al
sur del Po, en pocas décadas, todos pasaron a ser ciudadanos romanos. Las divergencias
estatuarias se mantuvieron en provincias. Igualmente se tendió a unificar organizativamente las
nuevas ciudades incorporadas, estableciendo límites territoriales, realizando nuevos censos y
catastros del territorio municipal, conduciendo con ello a un mejor aprovechamiento agrario.
Las oligarquías locales tuvieron mayor autonomía y mayor posibilidad de promoción. Se pasó
del “Estado-ciudad” al “Estado municipal”, paso fundamental para su aplicación posterior en
provincias.

EL MOVIMIENTO DE LOS POPULARES FRENTE A SILA (88-81 aC)

Al final de la guerra social afloró de nuevo el conflicto entre populares y optimates, con la
variante de la presencia de jefes militares como líderes políticos y enfrentados entre sí, como
ocurrió entre Mario y Sila.

El año del tribunado de Sulpicio Rufo (88 aC.)

Durante las campañas militares sobresalieron Sila y Pompeyo Estrabón, obteniendo éxitos
militares espectaculares pero también Mario que volvía a estrechar vínculos con los populares.

El tribuno de la plebe del año 88 aC., Sulpicio Rufo, se erigió en defensor de los grupos sociales
más descontentos y propuso varias leyes: la distribución de los nuevos ciudadanos en 35 tribus;
la entrada en el Senado de los caballeros con fortuna saneada; el abandono del mismo de los
senadores más endeudados; la privación del mando del ejército a Sila, que se hallaba ya en
Campania listo para iniciar una campaña en Asia Menor para luchar contra Mitríades del Ponto.
En vez de Sila, se proponía para el mando del ejército a Mario. La respuesta de Sila fue
contundente: se dirigió a Roma y entró en la ciudad, creando un precedente peligroso para la
libertad del Senado y la asamblea popular, ya que con la presencia de las tropas impuso
medidas para eliminar físicamente a los líderes más destacados de los populares. Mario
consiguió escapar. Asimismo impuso una ley en la que imponía la autorización previa del
Senado antes de someter una ley a la asamblea, quedando ésta sin capacidad legislativa. Las
leyes de Sulpicio Rufo fueron anuladas y se dictó la reducción de las deudas a una doceava
parte, beneficiando a capas muy diversas de la sociedad. Posiblemente Sila hubiera llegado más
lejos, pero Pompeyo Estrabón y Cornelio Cinna, líder de los populares, se lo impidieron. Sila
dirigió sus legiones a Grecia para cumplir el mandato senatorial de luchar contra Mitríades.

Sila y la guerra contra Mitríades del Ponto

La guerra contra Mitríades, rey del Ponto, es una muestra más del imperialismo romano y se
cuenta con la obra de Apiano como fuente de información de la misma. Los romanos
presentaban a Mitríades ambicioso, enemigo de romanos, expansionista, con la intención de
repetir la obra de A. Magno pero en sentido occidental hasta acabar con el Estado romano. Por
otro lado, el propio Mitríades afirmaba que para estar en paz con Roma, sólo se podía ser
súbdito. Aspiraba a crear una monarquía de corte helenística integrando Capadocia, Frigia,
Bitina y otros territorios, considerados tradicionalmente dominios familiares. Invadió Bitina (año
88 aC.) a la vez que se producía una masacre de italo-romanos (¿80 mil?) en Asia Menor que
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sirvió de pretexto y despejó todas las dudas que Roma pudiera albergar. Mitríades unió todos
los odios latentes contra los romanos al haber acaparado éstos el comercio de Asia Menor. Así
pues, la campaña contra Mitríades presentaba un doble objetivo: castigar a quienes habían
atentado contra la dignidad del pueblo romano y frenar el expansionismo de Mitríades,
sometiéndolo a la única relación posible con Roma: como vasallo o cliente del Imperio.

Mitríades se dirigió al Egeo y a la Grecia continental, cometió otra masacre en Delos (20 mil
italo-romanos) y Atenas y otras ciudades se sumaron a su causa. Sila contraatacó
desembarcando en el Epiro, asaltó Atenas y destruyó el Pireo. Más tarde, con éxitos en
Queronea y Beocia libró a Grecia de las tropas de Mitríades. Durante los años 87-85 aC. se
produjeron defecciones de las ciudades de Asia Menor de un bando o del otro en función de la
campaña militar, sufriendo el hostigamiento de ambos bandos en función de su posición. En el
año 85 aC.:, finalmente, Mitríades aceptó las condiciones de paz impuestas por Roma (paz de
Dárdanos): abandonar los territorios ocupados, devolver los prisioneros, entregar su armada y
pagar una indemnización. Las ciudades que colaboraron con Mitríades fueron duramente
castigadas perdiendo su libertad y sometidas a pagos de indemnizaciones de guerra.
Finalmente, Sila disovió el sistema de gobierno de Mitríades apoyado en las capas populares,
retornando al apoyo de las oligarquías locales. Después, volvió a Italia.

La época de Cinna y su fin

En el momento en el que Sila emprendía su campaña oriental, los populares se recuperaban


bajo la dirección de Cinna y el apouo de Mario. Los dos cónsules del aó 87 aC. Representaban a
fuerzas sociales contrapuestas y Cinna fue desposeído por el Senado y huyó de Roma.
Acudieron los ejércitos de Mario, Cinna, Sertorio y Papirio Carbón poniendo cerco a Roma y
Mario entró en Roma finalmente, eliminando a sus enemigos más destacados, controlando el
Senado y la asamblea popular y declarando Sila enemigo público. Mario y Cinna fueron elegidos
cónsules para el año 86 aC., muriendo Mario y ocupando los consulados Cinna y Papiro Carbón
en 85-84 aC. Las medidas sociales fueron parcas a pesar del control absoluto: se eliminó la
moneda de mala calidad para sanear el sistema monetario y se agilizó el censo del año 85 aC.
Para estimular la inclusión en las listas de nuevos ciudadanos. La razón de los pocos logros hay
que buscarla en que mientras tanto toda la atención estaba en la preparación de la defensa de
Italia frente a los ejércitos de Sila. Cuando Cinna y Carbón preparaban las tropas para frenar el
avance de Sila, éstas se amotinaron y asesinaron al primero.

La guerra civil entre Sila y los populares duró hasta el año 80 aC. Movilizando todos los pueblos
de Italia y comprometiendo a las provincias. Los enfrentamientos fueron indecisos hasta que
Metelo obtuvo el apoyo de la Cisalpina y el joven Pompeyo, defensor de la causa silana, se
adueño de Sicilia y sometió África. El año 82 aC. fue clave en la contienda. Los cónsules
populares cosecharon sendas derrotas frente a Sila y Pompeyo. El Senado nombró, tras
negociación con Sila, interrey a L. Valerio Flaco, como instrumento para revocar las leyes
antisilanas y poner fin a la guerra civil. Posteriormente, mediante la ley Valeria, Sila era
nombrado dictador. Sus tropas sofocaron los focos rebeldes que quedaban e Hispania se
convirtió en refugio de los populares bajo el mando de Sertorio. Los acontecimientos
demostraban que por encima del Senado y de la asamblea del pueblo estaban los mandos
militares. Se habían puesto en práctica las consecuencias de las reformas militares de Mario.

La dictadura de Sila (82-80 aC.)

Sila fue nombrado dictador mediante la ley Valeria, que le concedía autoridad absoluta para
reorganizar el Estado, lo cual implicaba derecho de vida o muerte sobre sus enemigos, poder
proponer nuevas leyes, disponer de los bienes estatales, el mando supremo de las tropas y
dirigir la política internacional. Era el modelo de lo que sería el régimen imperial. La medida más
negativa, que empañó su obra, fuer la de las proscripciones. Al creer insufieciente al
marginación política de sus adversarios, elaboró listas de enemigos públicos a los que se
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UNED HISTORIA ANTIGUA UNIVERSAL

asesinaba sin juicio, pasando sus posesiones a propiedad del Estado, ofreciendo recompensa a
los asesinos y sin atender a las llamadas que le aconsejaban eliminar los jefes populares y
ofrecer clemencia al resto. Las proscripciones se dictaron por motivos políticos pero también por
motivos económicos, ya que el Estado necesitaba tierras para repartir entre los veteranos y
carecía de ellas y el ser rico se convirtió en su serio problema en Roma, más si se había
simpatizado con los populares. Unos 5.000 ciudadanos sufrieron tal medida, dictándose una ley
que impedía que sus hijos y nietos pudieran acceder a la magistratura para impedir revanchas.
Consiguió con ello el apoyo de veteranos agradecidos y el de otro importante colectivo:
concedió la libertad de más de 10 mil esclavos a los que dio el nombre de Cicerón como si
hubieran sido suyos. Los pocos proscritos que pudieron huir se refugiaron en Hispania, donde
Sertorio organizaba la resistencia al régimen silano.

Las reformas políticas de Sila fueron orientadas a restaurar el prestigio del Senado como
máximo órgano directivo de la política interior y exterior. Amplió los componentes del mismo en
300, caballeros y oligarcas urbanos de Italia, dejando la asamblea popular para aprobar las
leyes que ya se habían aprobado en el Senado. Igualmente, determinó que sólo los senadores
podían ser jueces de los tribunales, ordinarios o especiales. Sobre las magistraturas, obró para
privarlas de poder político. Los tribunos de la plebe presidían las asambleas del pueblo pero
necesitaban la autorización del Senado para proponer leyes, se privaba a los mismos a acceder
a la pretura o consulado, cerrándoles la carrera política y haciendo menos atractiva su
ocupación. Restableció la obligación del intervalo de diez año para desempeño de una y otra
magistratura, evitando así que el idealismo e ímpetu de la juventud en la ocupación de tales
funciones pudiera tener una continuidad necesaria para llevar a cabo sus objetivos.

Sila también acometió reformas en otros ámbitos. En las provincias exigió que los gobernadores
hubieran sido pretores o cónsules, dándoles mayor mando sobre dos legiones pero
impidiéndoles el reclutar tropas o intervenir fuera de sus provincias, las cuales fueron
delimitadas. Por otro lado, modificó el sistema de nombramiento de los magistrados religiosos,
suprimiendo la ley que imponía que fueran elegidos por la asamblea popular. Volvió a
establecer el sistema de la cooptación, abriendo el camino para que fueran ocupadas por
miembros de las grandes familias senatoriales. Así, el calendario, la interpretación de los delitos
religiosos y los rituales quedaban en manos de senadores probados. Al parecer, Sila no era muy
piadoso , pero se sirvió de la religión para su propaganda política. Loas griegos decían que
estaba protegido por Afrodita; los latinos lo presentaban como protegido de la diosa Fortuna.

En el año 80 aC. Sila consideró que había completado su obra y renunció a la dictadura,
retirándose a la vida privada, aunque siguió manteniendo una gran autoridad moral hasta su
muerte (78 aC) Pronto se vio que el orden institucional creado no daba soluciones a los
problemas importantes que Roma arrastraba: no se había eliminado toda la oposición política –
seguía viva en Hispania- y no había encontrado la fórmula para evitar que otro tratara al
Senado como lo había hecho él usando la fuerza militar como argumento de convicción.

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