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Antologia..Evaluacion de Personas Con NEE

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Evaluaciones de Personas con Necesidades Educativas Específicas

Instituto Hidalguense de Educación


Universidad Pedagógica Nacional-Hidalgo

Licenciatura en Intervención Educativa

Evaluaciones de Personas con Necesidades


Educativas Específicas
Compilación:
Minerva Nava Escamilla
José Luis Flores Flores

ADVERTENCIA
ESTOS MATERIALES FUERON ELABORADOS CON FINES EXCLUSIVAMENTE
DIDÁCTICOS PARA APOYAR EL DESARROLLO CURRICULAR DEL PROGRAMA
EDUCATIVO.

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PRESENTACIÓN

El presente curso denominado “Evaluación de Personas con Necesidades


Educativas Específicas” corresponde al quinto semestre de la Licenciatura, en la
Línea de Educación Inclusiva.

El curso se orienta a la integración de saberes e intervención sobre las diferentes


formas y metodologías de evaluación de las necesidades educativas específicas y
para su estudio se organiza en dos bloques; en los que se abordan conceptos
generales sobre evaluación y el desarrollo de ésta, y la evaluación
psicopedagógica, como el procedimiento más completo y sistemático de evaluar
las necesidades educativas específicas, en relación a las personas y a los
contextos, dando paso con ella al proceso de intervención. Se hace también,
una revisión de aquellas formas más usadas en la evaluación de las nee
asociadas a la discapacidad, esto por considerar la especificidad que conlleva la
evaluación, así como las implicaciones de cada discapacidad en el desarrollo y
aprendizaje de las personas; lo que se habrá de considerar fundamentalmente
para realizar una intervención, pertinente y de calidad.

La evaluación de las personas con necesidades educativas específicas, es un


elemento importante en el ejercicio profesional, por ello se circunscribe en el marco
de intervención con carácter de obligatorio.
La realización de la evaluación requiere de antecedentes teóricos y formativos que
conduzcan al estudiante paso a paso en la comprensión de las necesidades
educativas específicas, de los elementos que inciden en éstas, los enfoques de
ésta práctica, así como de los métodos, técnicas e instrumentos que pueden
emplearse como estrategia para realizar la valoración de estas personas. 1

Esta Antología se integró con textos de la teoría educativa actual, acerca del
campo de conocimiento de las necesidades educativas específicas, de la
1
Tomado del Programa Sintético”Aprendizaje y desarrollo de personas con necesidades educativas
específicas asociadas a la discapacidad”, Línea de Educación Inclusiva de la Lic. en Intervención educativa.
UPN, 2002.
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discapacidad y la evaluación psicopedagógica, con un enfoque educativo,


apegándose a los propósitos de la formación de ésta licenciatura.

EVALUACIÓN DE PERSONAS CON NECESIDADES EDUCATIVAS


ESPECÍFICAS

Competencia

Identificar las necesidades educativas específicas a partir de la valoración de las


personas, contextos y situaciones que intervienen en su configuración, mediante el uso y
análisis de metodologías y herramientas de investigación social y evaluación de
desempeños, con una actitud crítica, reflexiva, de respeto, aceptación a la diversidad y
apertura al trabajo interdisciplinario.

Propósito general del curso

Al término de este curso, el estudiante será capaz de emplear distintas metodologías de


evaluación para valorar a las personas y contextos, a fin de identificar las necesidades
educativas específicas.

Organización general del curso

BLOQUE PROPÓSITO TEMÁTICAS RECURSOS

I. Enfoques de la Abordar las distintas - Enfoque psicotéc- Revisión y análisis de


evaluación de las aproximaciones teóricas nico textos que abordan
personas con desde las cuales las aspectos determinados
necesidades necesidades educativas - Enfoque funcional en las temáticas.
educativas específicas han sido
específicas. conceptualizadas y su - Perspectiva neuro-
impacto en las prácticas de psicológica con
evaluación y atención orientación histórico
cultural o de
potencial de
aprendizaje.

- Enfoque de
diagnóstico
pedagógico.

2. Metodologías - Principios de la Revisión y análisis de


de evaluación de Profundizar en el evaluación psicope- textos que abordan
las personas con conocimiento de los dagógica. aspectos determinados
necesidades edu- principios básicos de la en las temáticas.
cativas evaluación y sus finalidades, - Técnicas e Instru-
específicas como elementos que tienen mentos. Análisis de evaluacio-

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una estrecha relación con las nes psicopedagógicas,


metodologías y técnicas de - Interdisciplinarie- en donde se identifi-
evaluación para las personas dad. que el enfoque de la
con necesidades educativas evaluación y los
específicas con y sin instrumentos y
discapa- cidad; desde el técnicas y se
enfoque ecoló- gico determinen aquellos
contextual y neuropsico- Instrumentos que los
lógico con orientación alumnos puedan
histórico cultural. elaborar.

Observación del
trabajo
interdisciplinario en la
elaboración del reporte
de evaluación psicope-
dagógica.

Elaboración de Instru-
mentos determinados
desde el análisis de la
evaluación psicopeda-
gógica.

Uso de técnicas y
aplicación de
instrumentos elabora-
dos, valorando su
utilidad para la
evaluación
psicopedagógica.

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GARCÍA Vidal Jesús y GONZÁLEZ Manjón Daniel


Evaluación e Informe Psicopedagógico. Una perspectiva curricular. Vol I
Editorial EOS. Madrid, España, 1998. pp.89-159

INTRODUCCIÓN

En los últimos años, tal y como comentábamos en la introducción general a


esta obra, se ha producido una verdadera "crisis de crecimiento" en el terreno de la
evaluación psicopedagógica, así como en el de la evaluación psicológica, en general. Sin
embargo, ha sido éste un desarrollo un tanto anárquico, impulsado fundamentalmente por
la vertiente práctica o aplicada de aquélla, lo que resulta poco adecuado para una
actividad que se concibe a sí misma como "una práctica científica, en el doble sentido de
que en su ejercicio se siguen los cánones del método científico y de que es una práctica
técnico-científica, esto es, en laque se aplican los conocimientos extraídos de la ciencia
psicológica básica" (Godoyy Silva, 1990),así como de otras Ciencias de la Educación y
particularmente, la Pedagogía.
Y como afirma Rivas (1988:52), "cuando en un área de conocimiento se producen
desequilibrios entre la Teoría (T), la Metodología (M) y la Aplicación (A), el conocimiento
científico resultante de su relación dialéctica, que podría expresarse como la intersección
de esas tres entidades (T,M y A), suele ser escaso y en general problemático". Y ésta
parece ser la situación de nuestra disciplina en el momento actual. Anguera (1990) insiste
en la insuficiente adecuación metodológica, pero señala que en la actualidad contamos
con "diversos modelos teóricos que posibilitan una actividad evaluadora" (pág. 62). Sin
embargo, por nuestra parte entendemos que incluso a este nivel es aún muy largo el
camino por recorrer, si podemos repetir la afirmación de Rivas (op. cit.), al respecto, del
proceso de asesoramiento vocacional: "aún se sigue invocando a la experiencia
profesional como la principal justificación posible del eventual acierto teórico" (pág. 53).
También coincidimos con Rivas, en que en la situación actual la Psicología se ha
visto sometida a la presión resultante de una creciente demanda de servicios psicoló-
gicos, que "ha superado el nivel de oferta científica disponible" (pág. 52) en este
momento, de manera que no podemos, en sentido estricto, hablar de "modelos teóricos",
tal y como hace Anguera en su obra. Más bien creemos que en el terreno de la evaluación
psicopedagógica, en estos momentos, es preciso mantener una postura de cierta
"prudencia" y recurrir a una expresión menos ambiciosa.
Siguiendo a Rivas (op. cit., pág. 54) hemos optado por el término ENFOQUE o
APROXIMACI ÓN tomado de Crites (1974,1981), definido como el "conjunto de
elaboraciones conceptuales, metodológicas y aplicadas" que pueden apreciarse en el
tratamiento de la evaluación psicopedagógica". Como propuesta original algo más
adelante, el profesor Rivas hace una propuesta de esquema para el análisis y descripción
de los diversos enfoques del asesoramiento vocacional, que creemos perfectamente
aplicables al campo que ahora nos ocupa. Considera los siguientes elementos (pág. 55):
TEORÍAS:
- Teorías psicológicas generales.
- Supuestos teóricos de la conducta.
- Objetivo del asesoramiento.

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TECNOLOGÍA:
- Diagnosis.
- Proceso de relación interpersonal de ayuda.
- Técnicas de entrevista y exploración psicológica.
- Interpretación de la información.
- U so de ayudas externas.
- Toma de decisiones.

Evidentemente, el esquema de análisis se hace sobre un proceso de mayor


generalidad que el de evaluación. Vierte sobre el enfoque general del asesoramiento, y no
sobre uno de sus momentos (como es la evaluación psicopedagógica). No obstante,
entendemos que puede ser de gran utilidad en el contexto de la planificación sobre el
tema que nos ocupa. En consecuencia, en las páginas que siguen intentaremos dar
respuesta a la mayor parte de sus elementos, si bien de un modo algo menos exhaustivo,
pues sería un objetivo que escapa de los que nos hemos propuesto en esta obra, que
pretende ser esencialmente práctica.
Concretamente, se trata de describir y analizar mínimamente los enfoques que
hemos denominado PSICOTÉCNICO (que coincide con la aproximación a la evaluación
psicopedagógica desde la teoría del rasgo psicológico), CONDUCTUAL, del POTENCIAL
DE APRENDIZAJE (aproximación a las teorías cognitivas y el conductismo social) y del
DIAGNÓSTICO PEDAGÓGICO. Hemos optado por dejar fuera de este capítulo los
enfoques psicodinámico, operativo y neuropsicológico por considerar que, en la
actualidad, no presentan un nivel suficiente de representatividad y/o desarrollo en el
contexto psicopedagógico.

EL ENFOQUE PSICOTÉCNICO

Hemos querido denominar así, al enfoque habitualmente llamado "psicométrico" en la


bibliografía al uso sobre el tema, y puede resultar necesario aclarar el porqué de este
cambio de denominación. Si nos atenemos al sentido etimológico de los dos términos en
litigio, podemos ver cómo la expresión "psicométrico" tiende a poner de relieve los
procesos de MEDIDA de los fenómenos psicológicos, sin comprometer los instrumentos y
estrategias específicos con que procederemos a esa medición. El término "psicotécnico",
en cambio, hace una referencia explícita a los procedimientos de medida, que
tradicionalmente se han venido identificando aquí con los llamados "tests psicológicos".
En nuestra opinión, toda evaluación psicológica -aun aquélla de carácter más
cualitativo-, desde el momento en que se configura una actividad científico-técnica,
implica problemas de medida o psicométricos. En este sentido, hemos de indicar que con
más frecuencia de la deseable, se confunde el planteamiento cualitativo como contrario a
medición, considerándose cualitativo como sinónimo de "intuitivo". La evaluación podrá
suponer mayor o menor grado de intervención del evaluador, podrá emplear o no
instrumentos estandarizados de medida (Anguera, 1990), pero no puede evitar la
presencia de elementos métricos. Incluso en el enfoque conductual, en donde
tradicionalmente se ha puesto el énfasis en la medida directa y en las estrategias
ideográficas, resulta hoy evidente, la necesidad de considerar expresamente criterios de
calidad psicométrica (Silva, 1989). Así, pues, nos parece incorrecto atribuir a un enfoque
determinado la cualidad psicométrica como diferenciadora, cuando en realidad son otros
los parámetros que realmente lo identifican.
Hemos optado, en consecuencia, por el término PSICOTÉCNICO para identificar
aquel enfoque que considera el procedimiento usual en los "tests psicológicos" como el
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idóneo en la evaluación psicopedagógica, y de él vamos a ocupamos en estos momentos.

A. DEFINICIÓN GENERAL DEL ENFOQUE.

Concretando nuestras últimas palabras algo más, definimos el enfoque psicotécnico como
aquél que considera que el procedimiento ideal en evaluación psicopedagógica es la
aplicación de tests estandarizado s en la situación de experimento psicológico ", es decir,
manteniendo las condiciones de laboratorio en que fue validado el instrumento cuando
llegamos al momento de su aplicación a los sujetos.
Es, por tanto, un enfoque esencialmente NOMOTÉTICO, que versa sobre la
variabilidad interindividual de las puntuaciones de los sujetos examinados: la ejecución de
cada individuo, obtenida en una situación de examen estándar, es evaluada en
comparación con una "norma" grupal obtenida al replicar el examen, en las mismas
condiciones, en un número muy elevado de casos. Pero hay que insistir en que es
también un enfoque "DE RASGO", esto es, que "puede caracterizarse por seleccionar
rasgos o síndromes (...) como su objeto de estudio" (Cone, 1988; citado por Silva,
1989:40) y proceder a un tipo de examen DEDUCTIVO.
Dentro de este enfoque, que cuenta con una larga tradición, podemos en realidad
identificar dos grandes líneas. Una de ellas, la más propiamente psicotécnica, no parte de
una concepción teórica dada sobre el desarrollo de los individuos, sino que siguiendo el
procedimiento inaugurado por Binet - trata de elegir tareas representativas del fenómeno
a medir y obtiene el mayor número posible de ejecuciones de sujetos de diferentes
edades, status, etc. Finalmente, construye sus normas a partir del tratamiento de las
puntuaciones de esos grupos de sujetos.
La segunda línea a que nos referimos es la comúnmente denominada "aproxi-
mación del desarrollo y la conducta adaptativa" (Gil Roales-Nieto, 1988). A diferencia de
la anterior, se parte de un enfoque teórico, comúnmente una teoría del desarrollo
psicológico como la de Piaget u otras, lo que evidentemente introduce dos aspectos
nuevos. El primero, que la elección de ítems se realiza desde una perspectiva evolutiva
del desarrollo. El segundo, que las normas desde las que se valoran las ejecuciones de
los sujetos examinados se relacionan estrechamente con esa misma teoría. Ejemplos de
sobra conocidos son las escalas de Gessell y Amatruda, las BrunetLézine, la Vineland
Social Madurity Scale, etc.
Desde nuestro punto de vista, pese a las diferencias entre esta segunda línea y la
primera, ambas guardan una estrecha relación en cuanto a ciertos supuestos básicos y
procedimientos que justifican su inclusión en un mismo y único enfoque. Por lo demás,
existen desde hace ya tiempo serios intentos por introducir la perspectiva evolutiva de la
"aproximación del desarrollo" en la evaluación más puramente psicotécnica (ver Garrido
Landívar, 1984: 182 y siguientes).

B.- SUPUESTOS TEÓRICOS MÁS RELEVANTES.

Si los tests psicológicos constituyen, tal vez, el mejor ejemplo de desarrollo de una
instrumentación sin un soporte teórico claro y sólido, no por ello, el enfoque psicotécnico
deja de asentarse sobre una serie de supuestos que es preciso resumir aquí, bien sea
con brevedad.

1.- LA APLICACIÓN DE UN TEST PSICOLÓGICO DEBE CONSIDERARSE COMO


UN EXPERIMENTO PSICOLÓGICO. Aunque, afortunadamente, éste es un principio que
empieza a dejar de ser axioma entre los autores del enfoque psicotécnico, ilustra
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suficientemente la idea básica de que la evaluación del individuo debe descansar en el


respeto escrupuloso de las condiciones en que se validó el instrumento de medida.
Habitualmente, una situación de neutralidad por parte del examinador que debe limitarse
a repetir las consignas, escrupulosamente especificadas, con que se obtuvieron las
normas. A este respecto, interesa recordar aquí dos puntualizaciones:

a) En primer lugar, el tipo de examen aquí señalado, por la actitud impuesta al


examinador, suele provocar rechazo abierto en numerosos sujetos, al tiempo que limita
claramente la ejecución de otros tantos, los cuales mejoran notablemente su rendimiento
previo a poco que el examinador realice un mínimo entrenamiento previo o actúe según
el "examen de límites" propuesto por Sattler (ver Navarro y otros, 1990).
b) En segundo lugar, tal y como nos recuerda Silva (1989:11O), la validación de un
instrumento de evaluación psicológica no es algo que ocurra "de una vez para siempre".
En realidad, el mismo concepto de validación del instrumento resulta fundamentalmente
incorrecto: "La validez está relacionada con las inferencias que se hagan a partir de las
puntuaciones obtenidas mediante un instrumento en determinadas circunstancias". En
otras palabras, es cada evaluación concreta y, más exactamente, el modelo explicativo
elaborado a partir de la información obtenida, lo que realmente precisa de un proceso de
validación. Lo que no deja de restar sentido, desde una perspectiva teórica, a este primer
supuesto.

2.- LAS DISTINTAS VARIABLES EVALUADAS SON CONSIDERADAS COMO


"RASGOS" (sean síndrome s, aptitudes, factores intelectuales, etc.) Las variables
psicológicas relativas al sujeto son conceptualizadas en forma de constructos teóricos,
definidos por Cronbach y Quirk ( 1976: 170) como "categorías creadas con el fin de
organizar la experiencia en proposiciones generales que tengan forma de leyes", y las
elaboradas por Standards, del American Psichological Asociation (1974) como "una idea
que se desarrolla o construye como fruto de una imaginación científica e informada; es
decir, es una idea teórica que se desarrolla para explicar y organizar algunos aspectos del
conocimiento existente" (citado como los anteriores por Silva, 1989:29).
Ello implica una evaluación indirecta, inferencial, puesto que difícilmente puede ser
directamente evaluado un constructo de carácter teórico. Implica, asimismo, que la
validación de los constructos habrá de ser una de las tareas esenciales en este enfoque.

3.- LA CONDUCTA EVALUADA SE ENTIENDE COMO "SIGNO", ESTO ES, SE


ASUME QUE DEBE ENTENDERSE COMO MANIFESTACIÓN INDIRECTA DE V
ARIABLES SUBYACENTES. Una consecuencia inmediata del planteamiento anterior es
que la evaluación, como hemos dicho, ha de ser indirecta. ¿Qué evaluamos, entonces,
realmente? Nos estamos preguntando, evidentemente, por las llamadas "validez de
contenido" y "validez de criterio" de la evaluación psicotécnica, y en particular, por la vieja
discusión en evaluación psicológica, entre "orientación hacia muestras" y "orientación
hacia signos", introducida por Goodenough en la década de los 40.
Para Goodenough, considerar el comportamiento como signo significa que lo
consideramos una manifestación indirecta de características subyacentes, mientras que
considerarlo como muestra equivale a comprenderlo como un subgrupo de las variables-
criterio que pretendemos evaluar. Cuando adoptamos el primer punto de vista, un
problema fundamental de la evaluación consiste en determinar en qué medida la situación
de test es realmente la situación de criterio.

4.-LA EVALUACIÓN LO ES DE UNIDADES "MOLARES", NO "MOLECULARES".


Consecuentemente a los dos principios anteriores, las unidades de análisis son
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necesariamente amplias. Son las conductas a las que antes hicimos referencia.

5.- LA INTERPRETACIÓN DE LOS RESUL T ADOS DEL EXAMEN PSICOLÓGICO


HA DE HACERSE REFIRIÉNDOSE A NORMAS. Ya indicamos hace un momento, que el
enfoque psicotécnico es esencialmente nomotético. Su propia lógica de base así lo exige.
La evaluación es posible en este enfoque siempre y cuando hayamos construido
previamente las normas grupales con las cuales compararemos las puntuaciones del
sujeto examinado.
A este respecto, es interesante señalar que las interpretaciones clásicas en términos
de C.I. y Edad Mental no relacionadas directamente con la posición del sujeto en su
grupo, hace ya años que dieron lugar al concepto de "Cociente de Desviación", que al
igual que otras puntuaciones-resumen no hace sino expresar el lugar ocupado por el
sujeto examinado en la "curva normal" (sea expresada ésta como deciles, cuartiles,
centiles o C.I.).

6.- CUANDO SE ADOPTA LA APROXIMACIÓN DEL DESARROLLO, LA


EVALUACIÓN PUEDE REFERIRSE NO SÓLO A NORMAS SINO T AMBIÉN A
DOMINIOS, E INCLUSO A CRITERIOS. En efecto, cuando se adopta el enfoque del
desarrollo, la norma grupal puede expresarse en otras dos formas diferentes.
Hablaríamos de evaluación referida a dominios cuando graduamos una misma tarea
en función de su dificultad (¿en qué nivel puede el sujeto superar dicha tarea?), como
ocurre en las baterías del estilo de la Binet - Terman, en donde la misma tarea básica se
hace progresivamente más compleja en función del nivel de edad; en cambio,
hablaríamos de evaluación referida a criterios cuando partimos de una serie de conductas
cuyo logro es considerado significativo, y valoramos en qué medida el sujeto satisface
estos requisitos (como ocurre, por ejemplo, en escalas del tipo Brunet -Lézine ).

7.- LAS CAPACIDADES HUMANAS SON CONSIDERADAS BÁSICAMENTE


ESTABLES. El enfoque psicotécnico parte de un supuesto básico acerca de la estabilidad
de las variables evaluadas; aún cuando parte de una perspectiva evolutiva, considera el
comportamiento estable para cada periodo evolutivo dado.
Recordemos a este respecto, que uno de los conceptos básicos en este enfoque es
el de la confiabilidad de la medida, siendo uno de los procesos básicos para su
determinación el de la "constancia test-retest" (Comellas, 1990:220): "se aplica el mismo
test, después de cierto intervalo de tiempo, a los mismos sujetos. La correlación entre las
dos series de medidas se llama coeficiente de confiabilidad. Dicho coeficiente (...)
depende de la estabilidad del rasgo psicológico en los sujetos".

8.- LA EVALUACIÓN TRATA DE ASEGURAR SU OBJETIVIDAD MEDIANTE


MEDICIONES CU ANTIT A TIV AS. Desde la lógica del enfoque psicotécnico, la
objetividad de las medidas tomadas trata de encontrarse por el camino de la
cuantificación, que debe entenderse en un doble sentido:

a) Cada ítem correctamente resuelto por el sujeto del examen recibe una "puntuación
directa" que posibilita el posterior tratamiento matemático de su ejecución.
b) Las puntuaciones directas, al no permitir la comparación mediante procedimientos
estadísticos, precisan de un segundo nivel de elaboración, por medio del cual quedan
"ponderadas" o "normalizadas" gracias al uso de estadísticos de tendencias centrales de
medida y tendencia de desviación.
C.- INSTRUMENTACIÓN.

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Como ha quedado patente a lo largo de los últimas páginas, el instrumento


básico con que se cuenta en el enfoque psicotécnico son los llamados TESTS
PSICOLÓGICOS, denominación en la que, a efectos de exposición, incluiremos los
cuestionarios estandarizados, de uso tan frecuente en la evaluación de aspectos de la
personalidad y de integración/adaptación psicosocial, así como en la evaluación de
deficiencias del rendimiento intelectual. En un intento de ofrecer una visión sintética de
conjunto respecto a los tipos de test más empleados en la evaluación psicopedagógica,
podemos seguir la clasificación realizada por Comellas (1990), en la que se distinguen:

1.- TESTS DE APTITUDES. Para esta autora, "hablamos de aptitudes cuando hacemos
referencia a aquellas capacidades que tiene el sujeto, fruto de la interrelación entre la
herencia y el ambiente" (pág. 31) con lo que entramos de lleno en el tema de las diversas
teorías sobre lo que sea "la inteligencia", puesto que -casi por definición hablar de
aptitudes es hablar de ejecución intelectual.
Ciñéndonos al enfoque psicotécnico y a sus teorías más representativas, podemos
afirmar que los tests de aptitudes se sustentan en el concepto de FACTOR
INTELECTUAL (componente básico de la inteligencia o característica de la misma (...) los
factores son independientes entre sí o, al menos, escasamente dependientes. Se suelen
obtener a partir de una técnica estadística denominada análisis factorial"; Romány Díez
(l988),y en las denominadas TEORÍAS FACTORIALISTAS DE LA INTELIGENCIA, sean
bifactoriales (como en el caso de Spearman), sean multifactoriales(Guilford, Vernon,
Cattell, ...).
Los tests de aptitudes, fuertemente enraizados en la historia de la Psicología
Diferencial, tratan fundamentalmente de caracterizar el funcionamiento intelectual
particular de un individuo aludiendo a su nivel de ejecución en los distintos factores
examinados. Comellas ( op. cit.) establece entre ellos una subdivisión, en función de que
pretendan" ofrecer una información general sin preocuparse por la heterogeneidad de las
aptitudes que contribuyen a establecer el puntaje [mal" (tests de exploración global), o que
traten de "explicar las diferencias individuales que se observan en las aptitudes humanas
mediante el menor número de factores mentales" (págs. 34 y 35), a los que llama tests
factoriales. Entre los primeros, incluye instrumentos como las Escalas Wechsler; entre los
segundos, otros de los tests de Factor G de Cattell.
No obstante, no podemos por menos que manifestar nuestra disconformidad con
esta categorización interna, pues -como veremos al hablar de la interpretación-, por más
que los llamados tests globales (que tienden a resumir la ejecución en medidas de c.1.
global, verbal y manipulativo) ofrezcan una valoración inicial en función de los
CONTENIDOS DELAS TAREAS DE EXAMEN, subyace a ellos, una categorización
factorial que constituye su verdadero núcleo de interés para la evaluación
psicopedagógica. Más adelante insistiremos en esta idea por considerar que, desgra-
ciadamente, en la práctica psicopedagógica habitual suele haber un uso insuficiente de la
información factorial contenida en estos instrumentos.
Desde nuestro punto de vista, la única diferencia real entre una y otra subclase
radica en se adoptan formatos diferentes de presentación superficial, y no en lo que
podríamos llamar su "estructura profunda". De ahí que no podamos tampoco compartir la
distinción entre tests factoriales de la inteligencia general y de aptitudes diferenciales.

2.- TESTS DE HABILIDADES. Por comparación con los anteriores, los tests de
habilidades se diferencian en que pretenden evaluar, no aptitudes, sino las "posibilidades
de realizar unas tareas concretas, ya sea por unas facilidades inherentes al propio
individuo -habilidades innatas- o por un aprendizaje (...) –habilidades adquiridas-"
(Comellas, op. cit: :35). Nos encontramos, pues, con una evaluación del tipo de la que
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denominamos "referida a criterios".

3.- TESTS DE CONOCIMIENTOS. Frente al interés central de los tests de aptitudes


y habilidades de determinar capacidades del individuo, los tests de conocimientos
pretenden analizar en qué medida éste posee determinados repertorios de aprendizaje,
que -habitualmente- se consideran relevantes para una actividad dada. Son muy
frecuentes en la intervención psicopedagógica, desde el momento en que el diseño
curricular tiene entre sus elementos básicos, como ya vimos, los objetivos y contenidos
("qué enseñar"), siendo necesario en toda evaluación determinar aquéllos ya adquiridos
por el alumno.
Los llamamos "test de conocimientos" pueden ser estandarizado s (partiendo, por lo
general, en este caso, de una definición de los conocimientos que esperamos encontrar
en el sujeto a una edad o en un periodo educativo concreto), o no estandarizado s, sino
criteriales. Tras un análisis de tareas, se determinan los (pre)requisitos cognoscitivos
necesarios para su correcto desempeño y, a continuación, se elabora el test al efecto.

4.- TESTS DE INTERESES. Los intereses, -como vimos- constituyen una de las
fuentes básicas de diferenciación de los individuos, así como una de las teorías
fundamentales de la actividad psicopedagógica, que encuentra en la orientación
vocacional y profesional uno de los ejes básicos de su identidad. En cuanto a variables de
tipo motivacional, que se ponen de manifiesto en actitudes estables de búsqueda de
actividades en determinada área seleccionada del ambiente (Rocabert et al., 1990),
suponen un aspecto crucial en la vertiente escolar de la orientación.
En una obra ya clásica, Super (1967) establece 4 categorías de intereses en función
de las técnicas de evaluación empleadas en el examen psicológico: expresados,
manifiestos, inventariados y comprobados.

a) Los intereses manifiestos son los recopilados a través de la observación o


descripción de las actividades espontáneas del sujeto y de sus propias manifes-
taciones, o las de aquéllos que lo conocen de cerca.
b) Los intereses expresados son los que el propio sujeto revela directamente en
respuesta a preguntas explícitas del examinador, sean orales o escritas.
c) Los intereses comprobados hacen referencia a los apreciados en situaciones de
tests, sujetas a control, cuyo contenido aparente no tiene relación directa con los
intereses que se pretenden medir.
d) Los intereses inventariados, por fin, son los que se revelan por el sujeto en
respuesta a múltiples preguntas que le piden expresar su atracción o rechazo
hacia numerosas actividades, organizadas en un inventario, "instrumentos cuyas
respuestas son evaluadas según un sistema de calificación estadística" (Rocabert
et al., 1990:29).
Aunque no es éste el momento de profundizar en el tema, sí es necesario recordar,
que los intereses son un ámbito del desarrollo evolutivo altamente dinámico, estrecha-
mente dependiente tanto del contexto socio-familiar y educativo, como del "periodo vital"
que está viviendo el sujeto en el momento del examen (citar la madurez vocacional y la
monografía de Rivas).
En la actualidad, la mayoría de los autores tienden a sostener la idea de que los
intereses son adquiridos por los individuos por medio de la experiencia, en interacción con
su ambiente, evolucionando a lo largo de su ciclo vital.

5.- TESTS DE PERSONALIDAD. La noción de personalidad, tal vez una de las


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más controvertidas en psicología, ha traído al enfoque psicotécnico dos grandes grupos


de tests: los Cuestionarios e Inventarios de Personalidad y los llamados Tests
Proyectivos. Mientras que los primeros "se basan en la respuesta del sujeto ante multitud
de preguntas, respuesta que debe ser cuantificada según él considere que es más o
menos frecuente (...). Cuando hablamos de tests proyectivos hacemos referencia a
aquellos tests en los que el sujeto se encuentra ante una situación y debe dar respuestas,
libremente o bien interpretando unas escenas (...), unos dibujos más o menos claros (...),
o bien debe realizar él los dibujos o escenas gráficamente" (Comellas, 1990:38).
Hablar de tests de personalidad supone, desde nuestra óptica, hacer una llamada
de atención sobre la necesidad de ser extremadamente prudentes a la hora de su uso e
interpretación en el contexto educativo. Existen numerosas "escuelas" y teorías
explicativas de la personalidad que difieren, incluso, en su modo de definir este
constructo, lo que no facilita, precisamente, la objetividad en las interpretaciones ni,
mucho menos, la orientación de intervenciones educativas.
Desde nuestro punto de vista, que será desarrollado puntualmente en el penúltimo
capítulo de esta primera parte, los tests de personalidad tienen un valor muy limitado en la
práctica psicopedagógica y, desde luego, no ofrecen información directamente utilizable
en el contexto escolar, por lo que ésta debe ser elaborada y transformada por el asesor
psicopedagógico para su posible uso orientador. Lo que incrementa aún más el margen
de subjetividad, ya de por sí muy alto, como hemos dicho, en este tipo de instrumentos.

6.- LOS TESTS DE ADAPTACIÓN. Aunque puedan, en cierto modo, considerarse


como un subgrupo de los llamados tests de personalidad, se diferencian de éstos por su
objetivo :no pretenden examinar la estructura de la personalidad, sino "determinar el
grado de equilibrio y madurez que manifiesta el sujeto en los ámbitos que son más
próximos (familiar, escuela o centro donde trabaja, entorno social) y en cuanto así
mismos" (Comellas, 1990:37).
No obstante esta diferencia con los anteriores, los tests de adaptación participan
tanto del formato de los cuestionarios de personalidad, como de los problemas teóricos y
prácticos señalados para ellos.

D.- PROCEDIMIENTOS Y ESTRATEGIAS.

1.- EN LA RECOGIDA DE DATOS. En la fase de la recogida de datos, el enfoque


psicotécnico opera mediante la aplicación de tests psicológicos, como vimos hace un
momento. No obstante, se emplean también procedimientos complementarios, como
puede seria entrevista (o, mejor, las diversas modalidades de entrevista) con fines
diagnósticos. La recogida de datos se realiza siguiendo estas fases:

1. Entrevista inicial. Su finalidad básica es establecer el "encuadre" del proceso


evaluador, así como tener un primer acercamiento al caso desde el cual elaborar
las primeras hipótesis tentativas.
2. Selección de instrumentos de evaluación. En función de la información obtenida en
la primera fase y de las hipótesis elaboradas, se procede a seleccionar los tests
psicológicos que se consideran más adecuados para el caso, así como a planificar
la secuencia de utilización de los mismos.
3. Aplicación de Pruebas. La recogida de información finaliza con el examen
psicotécnico del/de los individuo/s a evaluar, incluyendo la obtención de las
"puntuaciones directas".
A lo largo de este proceso, debe recogerse información acerca de 4 tipos generales
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de variables (Comellas, op. cit.), además de las estrictamente evaluadas por los diferentes
tests empleados:

1) Variables del sujeto.


2) Variables ambientales.
3) Variables de las pruebas.
4) Variables del examinador.

Las VARIABLES DEL SUJETO se refieren a "aquellos elementos que determinan o


pueden determinar los resultados logrados en una prueba, siendo ajenos a los factores
que se están evaluando, con lo que de no controlarse o conocerse pueden distorsionar los
resultados y su interpretación" (pág. 23).
En otras pruebas, hacen referencia tanto a los aspectos actitudinales (motivación y
esfuerzo) del sujeto, como a las variables de ritmo de trabajo, atención concentración
durante el examen, capacidad de respuesta ante las situaciones novedosas y seguridad
acerca de la propia ejecución.

Las VARIABLES AMBIENTALES hacen referencia, por su parte, a las condiciones


de aplicación del examen: agrupamiento (individuales, pequeño grupo, gran grupo,…),
horade aplicación, duración de la/s sesióne/s de una aplicación, etc.

En tercer lugar, las VARIABLESDELASPRUEBAS llaman la atención tanto sobre la


validez, fiabilidad y sensibilidad discriminativa de los tests efectivamente utilizados, como
sobre los "formato s" de presentación y tipos concretos de tareas que éstos adoptan
(características de los estímulos, distribución de los mismos, etc.).

Finalmente, denominamos VARIABLES DEL EXAMINADOR a la actitud de éste


durante el examen, tanto desde el punto de vista del "rapport" que se establece con el
sujeto, como desde el punto de vista de sus interacciones con el sujeto sobre la tarea.

2.- EN EL ANÁLISIS Y TRATAMIENTO DE LA INFORMACIÓN. Una vez finalizada


la primera fase general de recogida de información, que acabamos de describir, el
proceso evaluador pasa a la fase de análisis y tratamiento de los datos recogidos. En el
enfoque psicotécnico, los procedimientos de tratamiento de la información son
esencialmente CUANTITATIVOS YEST ADÍSTICOS, puesto que al partir de la utilización
de tests psicológicos "normalizados" grupalmente, no podía ser de otro modo. Los
diferentes pasos, sucesivos, son los siguientes:

1. Obtención de las puntuaciones tipificadas o normalizadas, a partir del contraste


entre las puntuaciones directas del sujeto, acudiendo a las tablas de normalización
ofrecidas por los autores.
2. Análisis de las puntuaciones tipificadas en cada una de las pruebas de examen,
para determinar en qué medida se aproximan o se desvían éstas de la tendencia
central del grupo de referencia. Según la tipificación realizada, esa desviación será
considerada en forma de deciles, cuartiles, desviaciones típicas, etc.
3. Elaboración del "perfil" del sujeto o sujetos examinados, tomando como referencia
el producto de las dos operaciones anteriores.

No es preciso destacar especialmente que, al describir los tres pasos en el proceso


de análisis y tratamiento de la información con carácter general, no hemos considerado el
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concepto clásico de C.I. como relación entre Edad Mental y Edad Cronológica, que es
empleado en las versiones iniciales de algunos tests de inteligencia tradicionales (como el
de Binet- Terman). Por el contrario, nos hemos venido refiriendo al concepto de Cociente
de Desviación (entre otros índices similares), que procede normalizando las puntuaciones
al adoptar una media de 100 con desviaciones estandar en tomo a 15/16 puntos.
Lo que sí hay que subrayar, sin embargo, es que esta fase puede realizarse en, al
menos, dos niveles diferentes de "profundidad": la forma más habitual de proceder
consiste en limitarse a obtener las puntuaciones tipificadas, bien con carácter global, bien
atendiendo a subdivisiones semiglobales (como ocurre en las escalas Wechsler al obtener
el C.I. Global, C.I. Manipulativo, C.I. Verbal y Puntuaciones Típicas en cada uno de los 12
subtests -o, mejor, en los efectivamente aplicados).
No obstante, el desarrollo teórico e instrumental logrado durante todos estos años
de investigación, posibilita proceder a niveles de análisis más "sustanciales", como
ejemplifica perfectamente la técnica del Binetgrama, desarrollada por Garrido Landívar
(1984).
Dicha técnica parte de la consideración del test, no a partir de los "contenidos"
explícitos de las tareas ("vocabulario", "información", "copia de figuras"...), sino de los
análisis que evidencian las habilidades que dichas tareas ponen en juego por parte del
sujeto, sean éstos factoriales o "intuitivos".
Para cada una de estas habilidades del sujeto se trata, a continuación, de ponderar
en qué segmento de población se sitúa el sujeto examinado, tomando como referencia el
número de desviaciones típicas, o estandar, en que su ejecución real se aleja de la media
de su grupo normativo. Procediendo de este modo se establece, lo que hemos
denominado un "análisis profundo" de la ejecución del sujeto a lo largo del examen, que
nos permite una verdadera evaluación de sus capacidades en la medida en que los tests
psicológicos lo posibilitan.

3.- EN LA INTERPRETACIÓNDELA INFORMACIÓN. Una tercera fase en el


examen psicotécnico, por desgracia no siempre llevada a efecto, es la interpretación de
los datos tras el-análisis anterior. Un análisis de los datos no es, en ningún caso, una
verdadera interpretación, aunque sí supone un cierto grado de elaboración. Coincidimos
con Godoy y Silva (1990) en que la evaluación como actividad técnico-científica requiere
CONCEPTUALIZACIÓN DEL CASO, es decir, una fase del DIAGNÓSTICO en el sentido
más estricto del término: "hacer un diagnóstico científico es describir el estado X
(presente) y un estado Y (a alcanzar), de tal forma, que pueda recurrirse a las leyes o
principios de la psicología básica que, siendo aplicables al caso particular que tenemos
entre manos, indiquen o permitan desviar la forma o procedimiento que probablemente
nos llevará de X a Y . Caso de no existir dichas leyes o principios habrá que generarlos
hipotético-deductivamente sobre la información reunida en la fase anterior" (Godoyy Silva,
1990:67).
En otras palabras, se requiere la elaboración de dos constructos teóricos (que den
cuenta de X e Y) y de una teoría que los relacione entre sí. NO BASTA CON LIMITARSE
A UNA DESCRIPCIÓN DE RESULTADOS OBTENIDOS, INCLUSO SI ESA
DESCRIPCIÓN CONSISTE EN UN ANÁLISIS PROFUNDO TAL YCOMO HEMOS
DESCRITO HACE UN MOMENTO. A la hora de realizar esta interpretación de los datos
obtenidos desde el enfoque psicotécnico, los procedimientos posibles son varios:

1 ° Cabe la posibilidad, como se afirma en la extensa última cita, de que la


Psicología Básica (y, en nuestro caso, la Pedagogía) haya desarrollado modelos teóricos
suficientes para la conceptualización del caso particular de que nos ocupamos, y en este
caso, se trata de aplicarlos al mismo. Evidentemente, dicha conceptualización debe
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posibilitar -en un momento posterior del proceso- la decisión sobre el tratamiento más
adecuado, cuyos resultados permitirán (en cierta medida al menos) contrastar el ajuste
real.
Por su trascendencia práctica en el terreno psicopedagógico, queremos recordar en,
este momento, que la extrapolación de los resultados del examen para la explicación de
problemas educativos requiere fundamentos empíricos sólidos derivados, como mínimo,
de análisis correlacionales serios entre variables examinadas y las variables criterio, que
demandaron la intervención psicopedagógica, y no teorizaciones basadas en la pura
intuición, más o menos formalizada.
2° De este último tipo es la clase de interpretación más comúnmente empleada en
la práctica habitual, la cual tiene una larga historia que se remonta al propio Alfred Binet.
A partir del análisis de los contenidos de las diversas tareas empleadas en el examen, y
siguiendo el criterio de "validez aparente", se procede a generalizar directamente el perfil
psicotécnico a las tareas de enseñanza/aprendizaje escolares.
El concepto de validez aparente se sustenta en la relación de similitud entre la
variable-criterio y la tarea empleada para evaluarla de modo que, por ejemplo, a partir de
un rendimiento bajo en pruebas de vocabulario y memoria verbal, podremos inferir que el
bajo rendimiento de un alumno en problemas orales se debe a ella, y prescribir un
tratamiento educativo que insista en ambos tipos de tareas (vocabulario y memoria
verbal), con la esperanza de incrementar el rendimiento del alumno en los problemas
orales.
Si bien este modo de proceder a la interpretación no es, en principio, reprobable, e
incluso cuenta con serios avales teóricos (el viejo principio de que la mejor predicción es
la que se basa en el rendimiento previo en tareas de la misma categoría de la variable -
criterio), si nos parece que exige un requisito fundamental: como toda inferencia científica,
precisa de un control riguroso sobre las predicciones realizadas, de manera que la
interpretación basada en el perfil psicotécnico debe considerarse teórica y prácticamente
como una HIPÓTESIS QUE ESTÁ SOMETIDA A UN PROCESO DEFALSACIÓN.
3° El tercer procedimiento que queremos recoger en estas páginas se encuentra,
por lo que se refiere al grado de elaboración teórica, a medio camino de los anteriores, y
puede ejemplificarse con un tema tópico en psicopedagogía, como es el de las
dificultades del aprendizaje lector.
Si recordamos la historia del concepto de dislexia (Gerschwind, Bravo, Valdivieso y
otros autores), podemos ver cómo un constructo teórico que inicialmente surge para
explicar un fenómeno determinado y llega, incluso, a tener cierta "potencia" explicativa en
su contexto inicial y un cierto grado de elaboración, acaba por ser generalizado de un
modo abusivo, en el sentido de carente de todo control, de tal manera, que llega a
constituirse en supuesta explicación de los fenómenos y dificultades de una correcta
orientación de los procesos educativos. Sin ir más lejos, pensemos en cómo los
contenidos de los programas de reeducación lectora se han ido sobrecargando de
aspectos perceptivo-motores, a pesar de la evidencia empírica en contra de esta
tendencia (Vellutino, Bravo, Valdivieso, Alegría, ...)

Queremos ejemplificar con esta muestra, el tipo de interpretación de los datos


basada en el empleo de constructos teóricos desarrollados en una faceta dada, en la cual
pueden llegar a ser relevantes, pero que se emplean en otras facetas diferentes sin tomar
las medidas precisas que garanticen la cientificidad del proceso, que como en e12°
procedimiento, no es otra cosa que un proceso de generación de hipótesis que deben ser
falsadas. Ello excluiría toda aproximación teórica, o conceptualización, del caso que no
permita predicciones explícitas al respecto. La hipótesis en que consiste el diagnóstico,
propiamente dicho, debe formularse de tal modo que pueda ser recusada por los datos
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posteriores (y al decir esto, estamos pensando en las conceptualizaciones más o menos


tautológicas, para las cuales nos encontramos con que cualquier comportamiento de los
datos le es siempre favorable… ¡¡¡casi los resultados de unas
elecciones para los responsables de las distintas organizaciones que concurren a ellas,
de manera que ninguna pierde en las mismas!!!)

4.- EN LA ORIENTACIÓN DEL TRATAMIENTO EDUCATIVO. Aunque han


quedado, en gran medida, recogidos en los procedimientos de interpretación -de los que
son inseparables-, los procedimientos de orientación del diseño curricular son
inexcusables en cuanto hablamos de evaluación psicopedagógica.
Queremos añadir a lo ya dicho que, desde el enfoque psicotécnico, estos
procedimientos son ESENCIALMENTE INDIRECTOS. Y no podía ser de otro modo si
consideramos sus propios supuestos básicos. En primer lugar, la situación de examen es
diametralmente opuesta a la situación de enseñanza/aprendizaje. Nada más ajeno a ella,
que un examinador neutro que no manipula el contexto físico e interaccional para
promover el aprendizaje de los alumnos. Por lo pronto, el hecho de que los objetivos no
sean tratados para ser mutuamente compartidos, de que el examinado no reciba
información real acerca de su ejecución, de que cualquier respuesta sea considerada
válida de cara a él... constituyen elementos que hacen la situación de examen totalmente
artificiosa, y ello sin perjuicio de que dicha situación sea individual o grupal, ya que en
ninguno de ambos casos se parece en nada a un contexto de educación escolar.
En segundo lugar, el supuesto de estabilidad de la conducta implícito en este
enfoque es radicalmente opuesto a la idea misma de educación, como un dispositivo
sistemáticamente organizado para promover la transformación de las estructuras
cognitivas del educando.
En tercer lugar, queremos resaltar muy especialmente la organización tan
radicalmente diferente de los contenidos considerados en el diseño del examen
psicotécnico y en el diseño curricular. Mientras en el primero, las tareas se agrupan y
analizan atendiendo al parámetro de capacidades individuales, desde la idea de que éstas
son ajenas a la estrictamente educativa, en el segundo, se hace atendiendo a "áreas" o
"materias" (según los ciclos escolares) de conocimientos, sean éstos conceptuales o
procedimentales. En consecuencia, los datos obtenidos mediante estos procedimientos
han de ser traducidos, del mismo modo que al operar con ordenadores necesitamos de
intermediario, o lenguaje, que nos permita acceder al "código-máquina" con que suelen
operar dichos aparatos. Tal vez, la comparación no esté de más si recordamos cuántas
veces los informes psicopedagógicos son tachados de ininteligibles por quienes devienen
sus usuarios (¡y no siempre sin razón objetiva!), corriendo la misma suerte que tantos
ordenadores personales adquiridos con ilusión: terminar rellenando un hueco en alguna
habitación de la casa.
Puesto que al hacer nuestra propuesta de evaluación psicopedagógica más
adelante nos ocuparemos con más detalle de estas cuestiones, tal vez baste con las
reflexiones apuntadas hasta ahora y sea el momento de pasar a ocupamos del segundo
"enfoque": el de la evaluación conductual.

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Teorías y principios Procedimientos Conceptos e instrumentos

1. La aplicación de un test ha 1. EN LA RECOGIDA DE A. SON CONCEPTOS IMPOR-


de entenderse como un INFORMACIÓN TANTES en este enfoque:
experimento a. Entrevista inicial
científico. b. Selección de instrumentos 1. Validez: grado en que se
c. Aplicación de pruebas mide aquello que se quiere
2. La inteligencia es un medir:
conjunto de aptitudes. 2. EN EL ANÁLISIS DE LA a. V. Criterial
INFORMACIÓN, mediante b. V. de constructo
3. Las capacidades humanas métodos cuantitativos y c. V. de contenido
son estables y consistentes y esatdísti- cos:
por lo tanto, es factible a. Obtención de puntuaciones
representarlas en términos de típicas 2. Fiabilidad: como ausencia
C.I. o coeficientes de b. Análisis de las puntuaciones de error en la medida obtenida
desarrollo. típicas por un instrumento.
c. Elaboración del perfil
4. La evaluación para ser
objetiva es necesario que sea 3. EN LA INTERPRETACIÓN
cuantitativa DE LA INFORMACIÓN. B. LOS INSTRUMENTOS
- Teniendo en cuenta una BÁSICOS de este enfoque
5. La conducta evaluada es teoría factorial de la inteligencia son:
considerada como rasgo y o el de- sarrollo.
como signo. - Deducción hipotético- 1. Los tests psicológicos:
deductiva de las hipótesis
6. El análisis se hace sobre diferenciales. a. De aptitudes
unidades molares y no b. De habilidades
moleculares 4. EN LA ORIENTACIÓN c. De conocimientos
CURRICULAR, mediante d. De intereses
7. La evaluación debe ser proce- dimientos indirectos por: e. De personalidad
normativa y nomotética f. De adaptación
- La situación de examen psico-
8. La referencia puede técnico no tiene nada en
hacerse, además de a normas, común con la situación de
a dominios y criterios. aprendizaje.
- La desigual organización de
9. El examen tiene sobre todo los contenidos en el examen y
características deductivas. en el diseño curricular.
- La supuesta estabilidad de las
conductas.

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EL ENFOQUE CONDUCTUAL

A mediados de los años 40, comienza a desarrollarse en Evaluación


Psicológica un enfoque radicalmente diferente al que suponen los planteamientos
psicotécnicos, y en gran medida como respuesta a éstos. En su planteamiento inicial, este
enfoque trata de hacer girar la tarea del evaluador desde la descripción de lo que el sujeto
ES y lo que el sujeto TIENE, hacia lo que el sujeto HACE y las condiciones bajo las cuales
lo hace (ver Silva, 1989:23).
De hecho, su aparición está empujada por dos impulsos diferentes. La reacción
critica frente al enfoque que hemos denominado psicotécnico (y que en la bibliografía
conductual se identifica como "tradicional" y "psicotécnico") y la pujanza del paradigma
comportamental en la psicología básica. De ambos aspectos vamos a ocupamos a
continuación.

A. LA CRÍTICA AL ENFOQUE "PSICOTÉCNICO".


Desde el punto de vista del paradigma conductual, se entendía tempra-
namente que la aproximación tradicional en evaluación, por una parte, respondía a
planteamientos teóricos que eran fuertemente cuestionados desde el nuevo enfoque y, al
mismo tiempo, no favorecía precisamente las decisiones sobre la intervención posterior al
diagnóstico, o tratamiento. Atendiendo a ambas cuestiones, se hacían las críticas
siguientes (ver Gil Roales-Nieto, 1988):

la. El supuesto de estabilidad del comportamiento no responde a la realidad, como han


venido a demostrar largamente las variaciones en las medidas del C.I. derivadas de las
experiencias de enriquecimiento ambiental.
2ª. El enfoque tradicional confunde el "nivel manifiesto" de funcionamiento con la "eficacia
funcional" del sujeto.
3a. - Los instrumentos por excelencia de dicho enfoque, los tests psicológicos,
sobrevaloran
determinadas tareas en detrimento de otras, al tiempo que están enormemente cargados
de un
importante sesgo socio-cultural.
4ª. Las medidas psicotécnicas son medidas indirectas que, además, sólo miden los
resultados de la historia previa del individuo, sin aportar datos para una intervención
ajustada (no permiten previsiones eficaces).

5ª. Los tests psicológicos parten de un supuesto de "generalización transituacional" que


no se cumple en buen número de casos.
6ª. Otro tanto ocurre con el supuesto de "generalización transconductual", que afecta a la
generalidad del repertorio de comportamientos evaluados en su relación con el conjunto
total de comportamientos del sujeto.
7ª. Los tests psicológicos no parecen útiles para describir y detectar déficits específicos,
particularmente, en los casos de sujetos con graves trastornos o muy pequeños y de alto
riesgo.

B. EL SOPORTE TEÓRICO DEL PARADIGMA CONDUCTUAL.


Pese a lo que a veces pueda pensarse, el enfoque conductual de la evaluación no
responde, en absoluto, a una concepción estrecha de la psicología del comportamiento,

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sino que recoge -en cuanto disciplina aplicada de ésta-la heterogeneidad y riqueza
inherente a su origen, hasta el extremo de que se llegan a contabilizar 32 modelos
diferentes de evaluación conductual (Cone, 1986, citado por Silva, 1990:40), según que la
clasificación tome en cuenta el uso de procedimientos inductivos o deductivos, en la
medida en que la evaluación sea ideográfica o no, etc. No obstante esta diversidad y
riqueza de dentro del enfoque conductual, podemos identificar algunos planteamientos
teóricos que son compartidos por las diferentes aproximaciones:
1°.- La evaluación conductual se sustenta sobre el llamado "PARADIGMA A-B-C",
que sostiene la importancia del ambiente presente y de los determinantes externos e
internos en el control de la conducta. El paradigma ABC expresa la idea de que la
conducta (Behavior) depende estrechamente de las variables situacionales (Antecedentes
y Consecuentes), lo que la hace esencialmente modificable a través del llamado "control
de contingencia".
2°.- El repertorio comportamental que es objeto de evaluación en un momento dado
no puede ser considerado como signo, sino como MUESTRA del repertorio conductual
total, según el valor de ambos términos considerado en páginas anteriores.
3°.- La conducta debe ser considerada en sus CONTEXTOS NATURALES, antes
que en situaciones "de laboratorio", procediendo al análisis funcional de los determinantes
situacionales que la controlan. Lo que equivale a plantear que una conducta dada de be
ser analizada en contextos diferentes.
4°. - Lo recogido en los puntos 20 y 3 o implica que la conducta que nos interesa
conocer debe ser evaluada directamente, es decir, sin recurrir a constructos teóricos que
no procedan de modelos de aprendizaje experimentalmente contrastados. En conse-
cuencia, el estudio de la conducta tenderá a ser individual y los tratamientos, planteados a
partir de "una línea base" desde la que establece una evaluación referida a CRITERIOS.
Este conjunto de referencias básicas, no obstante ser compartido por las diferentes
aproximaciones propias del enfoque conductual, ofrece matices más o menos amplios
según los autores que tomemos como referencia. Por ejemplo, en cuanto se refiere a la
cuestión de los constructos teóricos, la posición radical de los primeros planteamientos
conductuales ha dado paso a la aceptación de los denominados "PROGRESOS
MEDIACIONALES", serán cogniciones, afectos, u otros acontecimientos mediacionales
que son concebidos como respuestas internas que también sirven como estímulos,
ligando las entradas (inputs) estimulares externas con las ulteriores salidas ( ouputs)
manifiestas finales, a través de complejas cadenas estímulo respuesta" (Berline, 1965,
citado por Silva, 1989).
Junto a esta evolución que ha incluido en "lo conductual" respuestas diferentes a la
conducta motora directamente observable, este enfoque ha ampliado, también, el
conjunto de técnicas de recogida de información aceptable más allá de los simples
registros observacionales.
Finalmente, la tercera línea de evolución se ha producido al incluir en las relaciones
entre variables determinantes del comportamiento, no sólo los esquemas ER, sino
también otros tipos de asociación, como los esquemas R-R.

C. DEFINICIÓN DE LA EVALUACIÓN CONDUCTUAL.


Si a lo largo de la historia de esta disciplina se ha utilizado "análisis conductual
aplicado" y "evaluación funcional de conductas" para definir este enfoque, en la actualidad
parece aceptarse la expresión EVALUACIÓN CONDUCTUAL, históricamente posterior,
como más general e inclusiva: "exploración que debe permitir formular hipótesis acerca de
los enlaces funcionales entre las variables conductuales objeto de estudio y aquéllas que,
según determinados modelos de funcionamiento psicológico que implican aprendizaje, las
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determinarían" (Silva, 1989).


Esta definición asume como parte del proceso tanto el análisis conductual aplicado
(análisis de la conducta en sus contextos sociales habituales), como la evaluación
funcional de la conducta, definida como análisis y descripción de las relaciones
sistemáticas entre variables. O sea, descripción y explicación del fenómeno conductual en
relación con su utilidad dentro de un sistema según el paradigma ABC. Ello incluye la
demostración empírica de las relaciones entre conducta y condiciones ambientales.
Resumiendo, Haynes (1978, citado por Gil Roales-Nieto, 1988:35), caracteriza los
determinantes de este modelo de evaluación del siguiente modo:
1. Una cercana asociación entre evaluación e intervención.
2. Énfasis en la explicación de las variables.
3. Énfasis en la cuantificación.
4. Énfasis en la causalidad ambiental actual.
5. Aceptación de diferencias individuales en las características conductuales y en los
determinantes.
6. Énfasis particulares sobre eventos públicos.
7. Énfasis sobre la observación de la conducta en ambientes naturales.
8. Evaluación de los procedimientos de evaluación.
9. Entendimiento del tratamiento de un sistema cibernético en su funcionamiento.

D. PROCEDIMIENTOS Y ESTRATEGIAS.
Desde el punto de vista de los procedimientos empleados para la obtención,
análisis e interpretación de la información, el enfoque conductual de la evaluación es, tal
vez, uno de los que más han sistematizado las sucesivas fases.
l. FASE DE VALORACIÓN Y MEDICIÓN. Siguiendo el principio básico de análisis
conductual aplicado, se procede a la recogida de datos en los ambientes naturales en que
se produce la conducta. A lo largo de esta fase se trata de identificar el repertorio
conductual del sujeto (tanto sus déficits como sus excesos conductuales, además de sus
habilidades de conducta), describiendo tanto las condiciones estimulares antecedentes,
como la consecuentes, ligadas a cada conducta concreta.
El instrumento de recogida de información por excelencia es aquí la OBSERV
ACIÓN DIRECTA YSISTEMATIZADA (observación incidental, observación categorial,
observación con muestreos situacionales, temporales, etc.). No obstante, se emplean
también -según los casos- autorregistros, auto informes y entrevistas estructuradas.
El gran problema de esta primera fase de la evaluación es, como bien afirma Silva
(1989:22), el de la VALIDEZ DE CONTENIDO: "parece haber consenso en que, más aún
que en la evaluación psicológica de tipo tradicional, la preocupación por asegurar una
validez de contenido de los instrumentos utilizados ha de ser la máxima". En efecto,
cuando consideramos el repertorio examinado como una MUESTRA, es necesario
preguntarse por la medida en que dicho repertorio es realmente representativo del
dominio conductual que pretendemos evaluar, pero... ¿hablamos de representatividad
estimular o de representatividad de respuestas?
En el enfoque más clásico se ha considerado predominante el segundo de ambos
problemas, en la medida en que la representatividad estimular no es un problema de
validez, sino de relevancia de los contenidos examinados, mientras que la verdadera
validez de contenidos afecta al grado en que los comportamientos del sujeto en la
muestra tomada representan realmente sus respuestas ante un universo de conductas
más general, que es el que nos interesa en ese momento.
En los enfoques más recientes, la validez de contenido afecta por igual a ambos
tipos de representatividad, que aparecen indisolublemente unidos desde la perspectiva de
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la necesaria validación de constructos que se elaboran con fines explicativos en la 2a fase


de la evaluación: el análisis funcional de conducta.
Desde el punto de vista práctico, de la elección de las muestras para la evaluación,
el problema de representatividad que acabamos de comentar obliga a una estrategia MUL
TIMÉTODO, MULTISITUACIÓN Y MULTICONDUCTA(Silva,1989:39).

2. FASE DE ANÁLISIS FUNCIONAL DE LA CONDUCTA O DIAGNÓSTICO CONDU


CTUAL. Completada esta primera fase de recogida de información, llega el momento de
proceder a relacionar funcionalmente los datos que se han obtenido durante la misma.
Aunque ya se ha expresado en momentos anteriores, queremos insistir en que la tarea
central de esta fase de la evaluación conductual es la elaboración de modelos FUN CI
ONALES en donde se relacionan de un modo específico las distintas variables
registradas, resultando de ello tanto una hipótesis explicativa de la situación actual, como
una orientación clara de la fase de tratamiento posterior para lo que es necesario,
previamente, dar respuestas a las siguientes preguntas:

¿Qué conductas han de ser potenciadas?


¿Qué conductas han de ser instauradas?
¿Qué conductas han de ser eliminadas/reducidas?
¿Qué procedimientos se emplearán para ello?
¿Cuáles serán los criterios de evaluación del tratamiento?

En palabras de Owens y Ashcroft (1982,citado por SILVA, 1989:28-29), "un análisis


funcional enfrenta un problema o fenómeno intentando responder preguntas que se
relacionan con la función del fenómeno en el sistema como un todo y la forma de relación
entre el fenómeno y la/s función/es que cumple. Tales análisis se producen sobre la base
de información referente a lo que se ha dado en llamar el paradigma A.B.C., esto es, la
investigación del comportamiento (B), sus antecedentes (A) y sus consecuencias (C).
Pensamos que los intentos de analizar el fenómeno que omitan cualquiera de estos
factores producirán, probablemente, análisis incompletos".
No es preciso recordar que el "paradigma ABC" ha dado lugar a numerosas
formulaciones teóricas en la psicología básica, de las que se nutre el análisis funcional, y
no sólo las que a veces se sobrevaloran en la práctica, ligadas al conductismo más o
menos clásico o radical (de hecho, al analizar el siguiente enfoque de la evaluación
veremos cómo recoge aportaciones del denominado "conductismo social", algunos de
cuyos mayores exponentes son Bandura y Staats).
Antes de terminar, creemos que es preciso abordar aún dos cuestiones importantes
en relación con esta fase de la evaluación conductual: la de validez de constructos y la de
evaluación criterial y normativa en el análisis funcional.
a. Normas y criterios en evaluación conductual. Como hemos repetido ya en
varias ocasiones, el enfoque conductual propone como uno de sus rasgos básicos la
preeminencia de la evaluación referida a criterios, frente a la evaluación normativa
característica del enfoque psicotécnico.
No obstante, este no es un "principio de fé", sino la expresión de una tendencia que
postula como dominante. Por lo demás, "la aproximación conductual se encuentra
próxima a los instrumentos construidos por referencias a un criterio" (Gil Roales- Nieto,
1988:39) del enfoque psicotécnico, en los que los ítems del examen se elaborarán tras un
análisis de la tarea criterio.

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En consecuencia, cierto número de autores que se inscriben en el enfoque conductual no


han encontrado inconveniente en integrar en sus planteamientos, al menos hasta un
cierto punto, una evaluación referida a criterios, particularmente en el campo educativo,
en donde a la hora de determinar los objetivos y contenidos del programa("el qué" del
diseño curricular) han de tomarse necesariamente en cuenta consideraciones de
relevancia social (lo que denominamos "fuente sociológica del diseño curricular"). Se parte
del propósito de desarrollar conductas adaptativas y corregir o mejorar conductas
desadaptativas.
Este punto de vista en el marco de la evaluación conductual se aproxima,
particularmente, ala llamada "aproximación del desarrollo de la conducta adaptativa"
desde el momento en que se plantea el interrogante (entendemos que inevitable desde el
punto de vista adaptativo)de QUÉ REPERTORIOS CONDUCTUALES debería poseer un
sujeto a una edad dada, no sólo de la esfera de las respuestas públicamente observables,
sino también de las respuestas mediacionales, lejos del conductismo operante radical.

b.- La validez de constructo en evaluación conductual. En la medida en que el


análisis funcional es una fase en donde la tarea central consiste en elaborar modelos
funcionales, explicativos, y en que no es posible realizar una evaluación absolutamente
directa, la elaboración de constructos y su validación parecen inevitables, por más que
esta consideración fue rechazada en las primeras formulaciones del enfoque conductual.
De acuerdo con Silva (1989:67), "una adecuada conceptualización de la validación
de constructo contrarresta las críticas, provenientes de la evaluación conductual, en
particular aquéllas que surgen de una consideración sustancialista de los constructos".
Para este autor, la "adecuada conceptualización" se desarrolla en los puntos
fundamentales:

1 ° Los constructos son exclusivamente conceptos científicos, con valor sólo


epistemológico, cuya validez no es otra cosa que el grado de adecuación de las e
inferencias conceptuales hechas a partir de los datos de la evaluación.

2°Los constructos no son algo estático, sino que en cuanto intentan explicar las
respuestas de los sujetos se ven abocados a una aproximación dinámica, una
interpretación en función de procesos.

3°.- Los constructor aparecen generalmente relacionados entre sí de forma


probabilística, constituyendo "redes nomológicas".

4° Los constructos deben estar sujetos a una validación tanto "convergente" (se
relacionan positivamente las diferentes mediciones del mismo constructo y las de
otros teóricamente relacionados con él) como "discriminante" (la medición no está
indebidamente relacionada con indicadores de otros constructos diferentes).

5°. - La validación de constructo ha de referirse, tanto al concepto como al método


implicado (aunque es preferible que sean varios los métodos de medición).

6°. – El constructo tiene un status científico caracterizado por:

a) Está indisolublemente unido a la evidencia empírica.


b) Pese aello, excede en su significación adicha evidencia.
c) Es sólo un medio de conocimiento, un instrulnento que guía desde el
punto
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de vistaepistemológico.
d) Su finalidad es potenciar la predicción.
e) Un constructo es valioso en cuanto es útil.

7°.- La validez de constructo engloba en sí la de criterio y la de contenido,


confundiéndose así con el concepto mismo de validez. .
8°.- El proceso de validación de constructo no tiene límites en cuanto a las
estrategias, procedimientos, instrumentos y tipos de datos a emplear.

9°.- El proceso de validación, en cuanto implica falsación de hipótesis, no tiene


realmente fin.

10°.- La validación de constructo coincide, esencialmente, con la aplicación del


proceso de formulación y contrastación de hipótesis científicas.

3. FASE DE PRESCRIPCIÓN DEL TRATAMIENTO Y EVALUACIÓN CONTINUA


Al justificarse a sí mismo, en gran medida, en función de la posibilidad de articular
tratamientos directamente a partir de la evaluación, es frecuente en el enfoque conductual
postular, que la propia definición de dicho tratamiento y la evaluación continua o
seguimiento del mismo forman parte del proceso evaluador. No obstante, en sentido
estricto, la prescripción del tratamiento viene a ser un momento del análisis funcional de la
conducta. Se deriva directamente del modelo funcional elaborado, en el cual quedan
determinados tanto las conductas sobre las que intervenir, como los procedimientos más
idóneos para ello en el caso particular.
Así pues, la tercera fase queda constituida realmente por la evaluación continua (o
seguimiento) del programa prescrito, cuyos resultados se consideran, en principio, como
evidencia a favor o en contra del modelo funcional propuesto.
Con todo, existen planteamientos diferentes acerca de esta última afirmación. Silva(
1988) analiza con cierto detalle esta cuestión, concluyendo que existen variables,
diferentes a las propiamente evaluativas, que condicionan en gran medida los resultados
del programa previsto, de modo que la validación de la evaluación y la evaluación
continua del tratamiento han de organizarse como procesos diferentes, con sus propios
requisitos y criterios.
En este sentido, la fase de seguimiento del programa puede conceptualizarse, al mismo
tiempo, como una parte más del proceso evaluador y como algo diferente a él, que
precisa de procedimientos y estrategias propios, si bien del mismo estilo que los
comentados hasta ahora. Tal y como queda recogido en el trabajo ya citado de Jesús Gil
Roales-Nieto (1988), las fases de diagnóstico conductual son: valoración y medida y
evaluación continua o seguimiento, como puede observarse en el cuadro adjunto.

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EL ENFOQUE DEL POTENCIAL DE APRENDIZAJE

Frente a la dicotomía conductual/psicométrica que ha venido dominando


durante largos años la controversia en el terreno de la evaluación psicológica, el auge de
la llamada Psicología Cognitiva ha venido, en los últimos años, a dar cuerpo a una nueva
aproximación que, partiendo al mismo tiempo de la tradición experimental y de la tradición
diferencialista (ver más adelante, Capítulo 4) se opone a una y otra, sin renunciar a sus
aportaciones más interesantes: emplea como instrumentos, ciertamente, los tests
psicológicos aunque de una manera peculiar y bastante poco "ortodoxa" para las normas
psicotécnicas clásicas; pero, también, las tareas de laboratorio típicas del enfoque
experimental, así como la observación naturalista tan querida de los psicólogos
conductistas y de quienes toma un principio básico: ES PRECISO FUNDAMENTAR LOS
TRATAMIENTOS CORRECTIVO S EN LA PROPIA EVALUACIÓN. Siguiendo una
terminología más extendida (Feuerstein, 1979; Marín, 1987), hemos decidido referimos a
él con la denominación de ENFOQUE DEL POTEN CIAL DE APRENDIZAJE.

A. FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA.
Aunque el uso de una denominación genérica puede inducir a pensar en un
cuerpo teórico más o menos único, lo cierto es que la aproximación del potencial de
aprendizaje encuentra sus orígenes en un conjunto de modelos y teorías psicológicas
tremendamente dispares que van desde las aportaciones de L. S. Vygotski y sus
"seguidores" tanto soviéticos como occidentales, hasta los desarrollos más dinámicos y
sugerentes del conductismo representados por autores como Bandura o Staats y Bums,
pasando por los psicólogos cognitivos experimentales al estilo de R. J. Stemberg o Hunt,
o por las reformulaciones del enfoque psicométrico inauguradas por Guilford,
encaminadas a la identificación y descripción de los procesos cognitivos
Ciertamente, demasiados padrinos y demasiado diferentes entre sí, como para dar
cuenta de ellos en tan breve espacio. De algunos de ellos nos ocuparemos más adelante
con cierto detenimiento, al considerar sus aportaciones de cara a la inevitable
interpretación de los fenómenos psicológicos implicados en la evaluación, pero no
podemos dejar de traer en estos momentos algunos aspectos básicos de sus teorías que
sustentan el enfoque de la evaluación que nos ocupa. Excusándonos de antemano por
ello, trataremos de evitar en lo posible las reiteraciones.

1.- LAS TEORÍAS DE LOS PROCESOS. En la década de los 50, se produce en el


desarrollo de las teorías psicológicas un conjunto de fenómenos que, con la perspectiva
de los años, resultaron cruciales para la aparición de un nuevo paradigma general:
diversos trabajos independientemente vienen a coincidir en poner de nuevo en el punto de
mira de los psicólogos, los aspectos "internos" del funcionamiento "mental", dos palabras
éstas (interno y mental) que habían sido desterradas con el auge del credo conductista.
Desde la concepción racionalista del ser humano, se viene a proponer que los
individuos poseen un papel activo fundamental en la determinación de su propio
comportamiento, surgiendo inmediatamente el interés por llegar a identificar y describir las
características del funcionamiento mental, el cómo ocurre esa actividad. Aparecen, así las
TEORÍAS DE LOS PROCESOS que, tomando como "metáfora" del funcionamiento
mental el ordenador, tratan de elaborar modelos generales con el suficiente poder
explicativo para dar cuenta incluso de las diferencias individuales (De Juan y Coloro,
1989).
Entre este grupo de teorías, consideradas desde la perspectiva de lo que aportan al
enfoque del potencial de aprendizaje, podemos citar el modelo de memoria distributiva de
Hunt, los análisis de Carroll acerca de los procesos cognitivos implicados en la resolución
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de tests de inteligencia, las teorías del razonamiento deductivo e inductivo de Pellegrino y


Kail, etc. (cfr. Román y Díez, 1989). Sin embargo, hay que destacar muy especialmente,
por su alcance y nivel de elaboración, la teoría triárquica de la inteligencia de R. J.
Sternberg, y en particular su "subteoría componencial" (Sternberg, 1990).
Aunque en el capítulo dedicado al funcionamiento intelectual como variable de la
evaluación se considerará esta teoría con cierto detalle, es preciso destacar en este
momento que las teorías de los procesos en general, y la de Sternberg en particular, nos
ofrecen, en primer lugar, el convencimiento de que los complejos procesos del
conocimiento humano pueden ser analizados y comprendidos a partir de la identificación
de un número relativamente reducido de procesos, o "componentes", que se encuentran
presentes en toda tarea (componentes generales), en una clase dada de tareas
(componentes de clase) o sólo en algunas muy concretas (componentes específicos).
Por supuesto, que no sólo a partir de la identificación de sus componentes; en
palabras del propio Sternberg: "En sí mismo, una lista de componentes es insuficiente
para realizar una tarea. U no debe también ordenar estos componentes de una forma que
facilite la realización del ejercicio, decidir en qué proporción se va a emplear cada uno de
estos componentes, y qué componentes se van a ejecutar serialmente y cuáles en
paralelo (Sternberg, 1990: 123).
Una distinción adicional (que, por otra parte, ha encontrado un amplio sustento en la
evidencia empírica) es la que supone la existencia de una clase especial de procesos o
componentes, caracterizados por poseer una función ejecutiva o de control (Sternberg,
1990; Butterfield y Belmont, 1977; Flawell Y Wellman, 1977): se trataría de metaprocesos
o metacomponentes encargados del control y gestión de la propia actuación cognitiva
(identificación de problemas, selección de los procesos básicos más adecuados,
selección del modo de organización de esos procesos en la solución de la tarea,
evaluación, etc.). Como puede observarse, se trataría de procesos encargados de una
función jerárquicamente superior a la de los procesos básicos encargados del tratamiento
directo de la información.

2.- LA TEORÍA P.A.S.S: UN MODELO DE INTEGRACIÓN DE LA INFORMACIÓN.


Dentro del modelo cognitivo de aproximación a la inteligencia, en los últimos años se ha
venido desarrollando una nueva teoría de amplio alcance, que sus autores sitúan en "un
término medio entre la aproximación cognitiva de componentes de Sternberg y otros, y la
aproximación cognitiva de correlatos de Hunt y otros" (Kirby y Das, 1990). La
aproximación de los correlatos cognitivos es un enfoque, dentro del paradigmacognitivo
general, caracterizado por tratar de averiguar los mecanismos de procesamiento
implicados en las distintas habilidades medidas en los tests psicométricos tradicionales
(Marrero y otros, 1989). Nos estamos refiriendo a la teoría Planificación Atención-
Simultáneo-Sucesivo (PASS), más conocida como Modelo de Integración de la
Información de Das, Kirby y Jarman (1979 Y 1990).
Tomando como referencia los trabajos de Luria en neuropsicología, distinguiendo
entre 3 unidades funcionales cerebrales (de regulación del tono y el estado de alerta; de
procesamiento y almacenamiento de la información; y de planificación y regulación de la
actividad mental), Das, Kirby y Jarman elaboran, a lo largo de estos 20 últimos años, un
modelo de procesamiento que ha conocido diversas versiones, la primera de las cuales se
denominó Teoría del Procesamiento Sucesivo y Simultáneo por centrarse en estos dos
aspectos del sistema cognitivo. En estos momentos (Kirby y Das, 1990:2-3), "la idea base
de la teoría es que se puede entender la cognición como el resultado del funcionamiento
interdependiente de tres sistemas neurológicos responsables de la estimulación (y
atención), el procesamiento (o codificación) y la planificación".
(a) El Sistema de Atención. Localizado en el bulbo raquídeo y la corteza
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cerebral inferior, e incluyendo el sistema de activación reticular, realiza la


función de estimulación y mantenimiento del estado de alerta, influido por 3
factores: factores físicos externos, como el consumo de drogas; factores
externos psicosociales; y factores de tipo interno. El sistema de atención, o
estimulación, participa directamente en las funciones psicológicas de
atención sostenida y atención selectiva, jugando, de este modo, un papel
fundamental en la distribución de los escasos recursos atencionales del
individuo en una situación dada. Consecuentemente, mantiene importantes
interacciones con los sistemas de codificación y de planificación.
(b) El Sistema de Procesamiento o Codificación. Localizado a nivel neuro-
lógico en la corteza posterior, este segundo sistema funcional es el
responsable de la recepción, interpretación, transformación y
almacenamiento de la información. Los autores de la teoría centran su
interés, respecto a este sistema, en el análisis y descripción de los tipos de
procesamiento que realiza: "se entienden éstos como categorías de
procesos no como una lista exhaustiva de procesos reales" (Kirby y Das,
1990). Proponen la existencia de dos tipos de procesamiento: EL
PROCESAMIENTO SIMULTÁNEO, por medio del cual diferentes unidades
de información se sintetizan en una única organización global; y el
PROCESAMIENTO SUCESIVO, que produce una organización temporal o
secuencial de estímulos separados que acceden al sistema. Ambos tipos
de procesamiento pueden trabajar con unidades de cualquier nivel de
complejidad, así como incluir cualquier tipo de contenido.

Un dato funcional importante es que tanto el sistema de procesamiento sucesivo,


como el simultáneo suelen operar en colaboración en el transcurso de casi cualquier
tipo de tarea, y ambas guardan una estrecha relación con la memoria a corto plazo.

(c) El Sistema de Planificación. Localizado en las áreas prefrontales del


cerebro, el sistema de planificación es el responsable del establecimiento
de objetivos, selección o elaboración de estrategias y control de actuación,
funciones todas que ejecuta a diversos niveles de realización de una tarea.

Junto a los 3 sistemas funcionales descritos, la teoría PASS incluye un elemento


estructural de primera magnitud, la BASE DE CONOCIMIENTOS.
Siguiendo, a través de Luria, la idea vygotskiana de que pensamiento y lenguaje
son productos de la evolución social, DAS y sus colaboradores consideran la inteligencia
en el contexto de la sociedad y de la historia personal del sujeto: el Constructo de la Base
de Conocimiento hace referencia a la incorporación de la experiencia en el marco de la
inteligencia. La Base de Conocimiento equivale al "almacén" del que dependen todas las
funciones mentales.

3. LOS POSTULADOS TEÓRICOS DEL CONDUCTISMO SOCIAL. Como ya


hemos apuntado en varias ocasiones a lo largo de las páginas anteriores, dentro de la
matriz general del enfoque conductual en psicología, ciertos autores como Bandura,
Staats y Bums han llegado a desarrollar un paradigma conocido como CONDU CTISM O
SOCIAL (Staats, 1971), el cual define la inteligencia atendiendo a repertorios específicos
de destrezas aprendidas, tanto cognitivas como lingüísticas, sensomotrices y
motivacionales-emocionales. Román y Díez (1988:41-43) resumen los postulados básicos
de este paradigma atendiendo a 9 principios:
1 ° La inteligencia puede conceptualizarse como conjunto de destrezas funcionales que
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permiten dar respuesta a problemas diferentes de los directamente aprendidos.


2° Es posible entrenar cierto número (una pequeña muestra) de las destrezas funcionales
que constituyen el repertorio total del sujeto, las cuales pueden ser transferidas a
situaciones múltiples de la vida real del sujeto.
3° La inteligencia consta de repertorios conductuales básicos facilitadores de ejecuciones
intelectuales variadas.

4° El entrenamiento de la inteligencia debe plantearse como combinación de diversos


repertorios conductuales básicos.
5° El "aprendizaje" mejora la tasa de aprendizaje: los repertorios conductuales básicos
preparan aprendizajes más avanzados y se basan en las destrezas intelectuales
adquiridas, dando lugar a un proceso progresivo y acumulativo.

6° Ese proceso acumulativo es también jerárquico, en cuanto los repertorios conductuales


simples preceden a los complejos.
7° La inteligencia es de naturaleza social, y no sólo (ni fundamentalmente) producto de la
herencia y los procesos de maduración biológica.

8° Los déficits intelectuales tienen causas tanto biológicas como socio-culturales. En


cualquier caso, las deficiencias se deben a la aparición de "destrezas antiaprendizaje"
derivadas de la calidad aversiva de experiencias de enseñanzas inadecuadas.

9° La inteligencia puede incrementarse mediante un entrenamiento progresivo, jerárquico


y paso a paso.

4. DESARROLLO POTENCIAL Y POTENCIAL DE APRENDIZAJE. El concepto de


aprendizaje potencial encuentra su origen en los trabajos de L. S. Vigotsky,
concretamente, en su análisis de los mecanismos de "construcción social" de la
inteligencia.
Para articular su idea de que los procesos psicológicos superiores son en primer
lugar procesos sociales, externos, que más adelante se interiorizan, Vigotsky propone
(Ver Capítulo 4) los conceptos de Zona de Desarrollo Próximo (ZDP) y Zona de Desarrollo
Real (ZDR), estando definida esta última por el conjunto de tareas que el sujeto puede
llevar a cabo satisfactoriamente de manera autónoma.
La ZD P, en cambio, quedaría definida por el conjunto de actividades que el sujeto
no puede realizar autónomamente, pero sí con la ayuda de otros. La Zona de Desarrollo
Próximo expresa la intervención intencional del entorno sobre el desarrollo psicológico
infantil: entendemos, entonces, como POTENCIAL DE APRENDIZAJE ese conjunto de
tareas que el individuo aún no realiza por sí mismo, pero que puede llegar a realizar con
un adecuado apoyo ("andamiaje", en la terminología de Bruner) por parte del entorno.
Desde el punto de vista de la evaluación pedagógica, la trascendencia del constructo no
puede pasar desapercibida, ya que de ser correcta esta interpretación quedaría
palmariamente manifiesta la insuficiencia del enfoque psicotécnico: los tests psicológicos
son instrumentos inadecuados, al menos en su uso "ortodoxo" o normativo, para una
verdadera evaluación. Se trataría de instrumentos que miden el nivel de ejecución, pero
en ningún caso competencia, potencial de aprendizaje, aspecto este último que vendría

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"indicado por el número de ayudas necesarias para que el sujeto alcance la solución del
problema dado o la solución del ítem del test" (Román y Díez, 1988:46).

MAPA COGNITIVO DE FEUERTEIN

1. EN LA FASE DE ENTRADA DE LA INFORMACIÓN

1.1 Percepción clara y precisa


1.2 Comportamientos explorativos no impulsivos
1.3 Instrumentación verbal para la identificación
1.4 Orientación espacial
1.5 Orientación temporal
1.6 Constancia y permanencia del objeto
1.7 Recopilación precisa y exacta de datos
1.8 Consideración de varias fuentes de información a un tiempo

2. EN LA FASE DE ELABORACIÓN DE LA INFORMACIÓN

2.1 Percepción y definición claras y precisas del problema


2.2 Distinguir entre datos relevantes e irrelevantes
2.3 Comportamiento comparativo espontáneo
2.4 Amplitud del campo mental
2.5 Percepción estructurada de la realidad
2.6 Razonamiento lógico-deductivo
2.7 Interiorización del propio comportamiento
2.8 Razonamiento hipotético-inferencial
2.9 Verificación de hipótesis
2.10 Planificación del propio comportamiento
2.11 Elaboración de categorías cognitivas
2.12 Conducta sumativa espontánea
2.13 Establecimiento de relaciones virtuales

3. EN LA FASE DE SALIDA DE LA INFORMACIÓN

3.1 Comunicación comprensible para otros (no egocéntrica)


3.2 Proyección de relaciones virtuales
3.3 Comunicación fluida de las respuestas
3.4 Control de las respuestas por ensayo-error
3.5 Posesión de instrumentos verbales
3.6 Precisión y exactitud de las respuestas
3.7 Precisión en el transporte visual
3.8 Conducta reflexiba

En segundo lugar, la aceptación del constructo de aprendizaje potencial parece que


obliga a un planteamiento esencialmente DINÁMICO de la evaluación, puesto que la
consideración del desarrollo psicológico como producto de la interacción social obliga a
colocar esta última como elemento básico: no nos interesa tanto, o tan sólo, el
rendimiento del sujeto en un conjunto de tareas-prueba, sino las diferencias de ejecución
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cuando se da la intervención social durante su trabajo y cuando no se da. La intervención


activa del examinador, actuando como "mediador" (ver más adelante), será una clave
fundamental en la evaluación psicológica y psicopedagógica.

5. LA TEORÍA DE LA MODIFICABILIDAD ESTRUCTURAL COGNITIVA. Uno de


los autores que han desarrollado estas nociones de la psicología vygotskiana en la
dirección de establecer un verdadero sistema de evaluación del potencial de aprendizaje
ha sido R. Feuerstein (1977, 1979). Para este autor, el concepto de MEDlACION, en
cuanto que concreta de manera efectiva la intervención del entorno en la construcción
social de la inteligencia, supone uno de los elementos centrales para comprender el
desarrollo cognitivo humano.
De acuerdo con el modelo teórico de R. Feuerstein, el desarrollo psicológico puede
establecerse como el resultado de tres tipos básicos de procesos: los propios del
desarrollo madurativo, "sensustrictu", del organismo; los que caracterizan el aprendizaje
en las situaciones de exposición directa a los objetos; finalmente, los que caracterizan la
denominada "experiencia de aprendizaje mediado" (EAM), siendo justamente esta última
modalidad de aprendizaje la que determinará el rendimiento que podemos apreciar en un
momento dado.
En su formulación concreta, Feuerstein y Rand (1974) distinguen en la causación
del desarrollo cognitivo unos factores etiológicos lejanos o distintos (como factores
genéticos, situación del organismo, estatus socioeconómico, diferencias culturales, etc.),
que actuarían como simples condicionantes, y un factor etiológico próximo (la presencia o
ausencia de EAM en la historia del sujeto) que actúa con valor determinante, "filtrando" la
influencia de los factores lejanos. La existencia de EAM propicia un buen rendimiento
cognitivo, al proporcionar al sujeto una alta modificabilidad cognitiva; la carencia de EAM,
por el contrario, determina el rendimiento intelectual bajo, al propiciar una reducida
modificabilidad cognitiva.
La noción de MO D IFI CABILIDAD COGNITIV A, central en la teoría, hace
referencia a la "capacidad propia del organismo humano para cambiar la estructura de su
funcionamiento" (Prieto, 1989:28).
Con todo, una de las mayores aportaciones de los trabajos realizados por
Feuerstein y sus colaboradores ha sido la de mostrar que el grado de modificabilidad
cognitiva presente en un sujeto en un momento dado NO ES ALGO IRREVERSIBLE, sino
susceptible de ser transformado (incrementado) a condición de ofrecerle una adecuada
EAM. Y ello, con independencia tanto de la edad, como del grado de deficiencia del
rendimiento cognitivo actual.
Puesto que más adelante nos ocuparemos de los aspectos relativos a los procesos
de mediación y modificación cognitiva (o "Enriquecimiento Instrumental"), nos ocuparemos
a continuación de un elemento de la teoría especialmente enfocado hacia la evaluación:
"EL MAPA COGNITIV O". Tal como lo describe Prieto (1989:48), "el concepto de mapa
cognitivo no tiene un sentido topográfico, sino que es más bien un instrumento de análisis
de la conducta cognitiva del individuo con problemas de rendimiento". Como herramienta
esencialmente heurística, el mapa cognitivo de R. Feuerstein proporciona un conjunto de
siete parámetros o variables que nos van a permitir adentramos en la descripción y
comprensión del acto mental, con el fin de detectar "el origen del fallo o diseñar el modelo
de intervención adecuado (Prieto, ibíd. :51). Aunque el acto mental supone la interacción
del sujeto con la tarea, creemos que es posible afirmar que de los 7 parámetros del mapa,
cuatro hacen especial referencia a las características de los estímulos, mientras los tres
restantes se relacionan especialmente con la actividad cognitiva del sujeto. Son los
siguientes:
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(a) Parámetros relativos a los estímulos de la tarea.

(a.1) CONTENIDO: El contenido del acto mental hace referencia a la materia sobre la que
versa la tarea, al "tema" del acto mental. Es éste uno de los parámetros en los que las
diferencias socio-culturales introducen diferencias individuales más evidentes,
relacionadas con la familiaridad del sujeto con cada uno de los contenidos.

(a.2) MODALIDAD O LENGUAJE: El segundo parámetro del mapa se refiere a la forma


de presentación de la información. De acuerdo con Prieto (op. cit.: 53), su importancia
"radica en el hecho de que el rendimiento manifiesto de un individuo depende de la clase
de modalidad empleada, puesto que todos los individuos no son capaces de aprender
con la misma facilidad (según diferentes modalidades)". Entre las diferentes modalidades
posibles se encuentran la figurativa, numérica, verbal, kinestésica, etc.

(a.3) NIVEL DE ABSTRACCIÓN: Este parámetro del mapa cognitivo se define como la
"distancia que hay entre un acto mental y el objeto o suceso sobre el cual se opera, de
tal forma, que el contenido puede oscilar desde la pura percepción sensorial hasta el
nivel más elevado de abstracción y representación mental" (Prieto, ibíd. :56). En el
contexto de la teoría de Feuerstein, el grado de abstracción es una de las fuentes de
diferenciación en el rendimiento cognitivo: un sujeto puede ser capaz de realizar
correctamente determinadas operaciones en un nivel de abstracción y, en cambio,
mostrarse ineficiente en la resolución de una tarea equiparable, pero más abstracta.

(a.4) NIVEL DE COMPLEJIDAD: la complejidad en el acto mental viene definida porel


número de unidades de información que deben procesarse, así como por el número de
relaciones existentes entre esas unidades. Está también parcialmente determinada por el
grado de novedad para el sujeto y la familiaridad que éste tenga con el problema.

(b) Parámetros relativos a la actividad cognitiva del sujeto.

(b.1) NIVEL DE EFICIENCIA: La eficacia con que el sujeto realiza el acto mental es un
parámetro que viene definido por el binomio rapidez/precisión, así como por "la cantidad
de esfuerzo proyectado objetiva y subjetivamente por el sujeto en la actividad presente"
(Prieto, ibíd.:56). Dentro del enfoque del potencial de aprendizaje, éste es un concepto
de gran importancia, pues es justamente el binomio rapidez/precisión lo que los tests
habituales evalúan, suponiendo que evalúan capacidad. En palabras, de nuevo, de Ma.
D. Prieto (op. cit.:57), "es precisamente esta confusión entre eficacia y capacidad la que
trae como consecuencia un diagnóstico y prognosis erróneos del individuo, lo que hace
que se tengan pocas expectativas educativas y vocacionales para éste. "

(b.2) OPERACIONES MENTALES: Feuerstein entiende las operaciones mentales en el


sentido piagetiano, esto es, como acciones interiorizadas, organizadas y coordinadas por
medio de las cuales procesamos la información. En el marco del mapa cognitivo, uno de
los aspectos básicos que debemos tener en cuenta al analizar el acto mental es,
justamente, éste: comprender la actividad mental supone identificar con la mayor
precisión posible las operaciones implícitas que dan cuenta de la tarea, así como su nivel
de complejidad, que puede ir desde la simplicidad del reconocimiento o la identificación a
la complejidad de operaciones como la clasificación, la comparación o la seriación.
Algunas de las operaciones descritas por Feuerstein son, además de las ya señaladas, el
análisis y la síntesis, la codificación, la proyección de relaciones virtual es, la discrimina-
ción, etc.
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(b.3)FUNCIONES COGNITIV AS DEFICIENTES Y FASES DEL ACTO MENTAL: Con el


fin de facilitar el análisis mental, Feuerstein propone considerarlo como una actividad
secuencial que consta de tres fases: INPUT, o entrada de la información, su
ELABORACIÓN y el OUPUT o salida subsiguiente. Evidentemente, el modelo postula
una interrelación real entre las tres fases, una verdadera interdependencia entre ellas, si
bien lo considera separadamente en el mapa cognitivo con el fin de facilitar el análisis.

En cada una de las tres fases del acto mental tiene lugar una serie de funciones que
hacen posible el procesamiento de la información. Para explicar "el cómo" del rendimiento
intelectual bajo, Feuerstein define un conjunto más o menos reducido de funciones
cognitivas deficientes (¿disfunciones cognitivas 7) en las fases de input, elaboración y
output:

B. ESTRATEGIAS PARA LA OBTENCIÓN DE INFORMACIÓN EN EL ENFOQUE DEL


POTENCIAL DE APRENDIZAJE.

Como afirman Kirby y Das (1990), "la aplicación más importante de cualquier teoría
de la inteligencia está en la evaluación, ya sea para la medida de potencial, o la
identificación de debilidades o fuerzas para el diseño instruccional". Han sido ya varios los
intentos de aplicación de las teorías que acabamos de exponer (pese a su juventud y
evidentes limitaciones) no exentos de críticas, constituyen aproximaciones efectivas hacia
una evaluación dinámica de la inteligencia, cada vez más ampliamente difundidas y
aceptadas. Todos ellos coinciden en "considerar al sujeto como un sistema abierto que
puede sumar modificaciones a través de su exposición a los estímulos internos y/o
externos" (Marín, 1987 :39), pero presentan también ciertas diferencias.
En las siguientes páginas se realiza una breve presentación de los intentos de
sistematización de evaluación en Potencial de Aprendizaje, uno de ellos basado en la
teoría de la Modificabilidad Estructural Cognitiva y puesto a punto por sus mismos
autores; el otro, puesto a punto entre nosotros: el test de Evaluación del Potencial, de R.
Fernández Ballesteros y otros.

1. DISPOSITIVO PARA LA EVALUACIÓN DEL POTENCIAL DE APRENDIZAJE (LPAD)


de R. FEUERSTEIN. El LPAD, (Leaming Potential Assessment Device), elaborado por R.
Feuerstein y sus colaboradores del Hadassah Wizo Canada Institute de Jerusalen,
constituye uno de los primeros intentos sistemáticos de poner a punto un instrumento
práctico para la evaluación del potencial de aprendizaje, con base en la teoría general de
la Modificación Estructural Cognitiva, y enfocado, por tanto, a un objetivo muy claro:
conocer las disfunciones de la actividad cognitiva para intervenir, superándolas.
Es así, aún cuando toma en sus procedimientos instrumentos procedentes de la
psicología diferencial clásica, Una herramienta concebida para el tratamiento
(re)educativo, antes que para la pura y simple medición de las diferencias individuales, lo
que supone necesariamente una serie de cambios fundamentales en la estrategia de
evaluación (Feuersteinetal., 1979; Alonso, 1989; Marín, 1987):

(a) CAMBIOS EN LA RELACIÓN EXAMINADOR-EXAMINADO. Frente a la situación


de evaluación clásica, propia del enfoque psicométrico, en la que el psicólogo es descrito
como un ser neutro que trata de reproducir un experimento psicológico, el evaluador del
potencial de aprendizaje es propuesto como alguien cálido y activamente interesado en el

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trabajo de su sujeto. No es su rol el de un aplicador pasivo de tareas y fórmulas


previamente normalizadas, sino el de un profesor activo, comprometido con su alumno en
la empresa del aprendizaje: el de un mediador.
Para que este rol, por tanto, se lleve a efecto, el tipo de interacción que es preciso
desarrollar durante el proceso de evaluación debe caracterizarse desde los parámetros
que la teoría otorga a la experiencia de aprendizaje mediado (ver más adelante):
a) La interacción entre el adulto y el niño ha de ser intencional y recíproca.
b) El mediador debe buscar activamente la "trascendencia", provocar la situación y ese ir
más allá de ella misma que se encuentran en la base de la generalización y la
transferencia, propia de la actividad cognitiva humana.
c) Debe suponer, también, una mediación del significado personal de la experiencia para
el sujeto que aprende.

Estos son los rasgos básicos, aunque no los únicos, pues una verdadera mediación
requiere del cumplimiento de otros criterios adicionales, como la regulación y control de la
propia conducta, la mediación del cambio o promoción del interés por la búsqueda de
novedad o complejidad, la mediación por la propia capacidad, etc.

(b) CAMBIOS EN LA ESTRUCTURA DEL EXAMEN. Cuando concebimos la


relación examinador-examinado como una experiencia de aprendizaje mediado, es
inevitable que la propia situación de prueba se transforme: no es ya, como decíamos, "un
experimento psicológico", sino una situación en donde examinador y examinado
interactúan para lograr promover el aprendizaje.
Dentro de una estructura general TEST - ENTRENAMIENTO-RETEST, dirigida a
evidenciar la posible ganancia lograda por el sujeto en la ejecución autónoma de las
tareas tras la mediación experimentada, la fase de entrenamiento supone el tramo de
mayor interés en estos momentos. Durante él, y siguiendo las partes generales de la
mediación, el examinador dirige su atención a determinadas áreas relacionadas con la
actuación cognitiva del sujeto, a saber:
1) El control del comportamiento impulsivo, tanto en la recopilación de datos como
en la elaboración de la información y en la emisión de la respuesta; para lo cual se
eliminan las restricciones de tiempo en las pruebas, al tiempo que el examinador
proporciona al sujeto continuamente retroinformación verbal sobre su conducta, le sugiere
pautas de acción y le facilita instrucciones.
2) La mejora de las funciones cognitivas deficientes en cada una de las fases del
acto mental ayudándole a tomar conciencia de la existencia del problema, induciendo la
ejecución de los procesos cognitivos pertinentes, modelando la actuación, etc. Cada
función cognitiva deficiente detectada se convierte en objeto de entrenamiento específico,
siguiendo las pautas del método de Enriquecimiento Instrumental.
3) En función del contenido específico del test empleado en cada momento,
entrenamiento en el uso de determinadas operaciones mentales (clasificación, seriación
progresiva, inferencia inductiva...) para incluirlas en el repertorio del sujeto, cuando
previamente no estaban "disponibles" en él; para hacerlas "accesibles", cuando ya
estaban en ese repertorio, pero que no se empleaban espontáneamente o el sujeto no era
consciente de ellas.

(c) CAMBIOS EN LA INTERPRETACIÓN DE LOS RESULTADOS. Sien la


aproximación psicométrica clásica los resultados se interpretan como expresión de la
capacidad/nivel intelectual del individuo, una vez "normalizados" según el baremo
pertinente, partiendo básicamente de lo que el sujeto realiza con éxito, en el enfoque del

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potencial de aprendizaje. LOS ERRORES cobran un valor fundamental como caminos de


entrada a la comprensión del funcionamiento cognitivo del sujeto. LOS ACIERTOS, por su
parte, dentro de una serie de respuestas erróneas, al no promediarse en una puntuación
general nos sirven como indicios del número de errores: en el esquema interpretativo de
Feuerstein son, justamente, éstas las respuestas que nos conducen a conocer el
verdadero potencial intelectual de un sujeto.
Con todo, el aspecto fundamental al interpretar los resultados es la V ALORACIÓN
DEL GRADO DE MODIFICABILIDAD COGNITIV A del sujeto que, en las aplicaciones
individuales se evalúa de manera esencialmente clínica. En aplicaciones colectivas,
Feuerstein (1979) propone un tratamiento de las puntuaciones basándose en el grado de
corrección de las respuestas, entendido como número de elementos correctos posibles
considerados por el sujeto al emitir su respuesta (ya que cada una de ellas puede
subdividirse en varios componentes aditivos). Propone, igualmente, distinguir entre
respuestas incorrectas, correctas (la mejor posible en cada caso) y "casi" correctas
(respuesta aceptable, pero no la mejor).

Combinando las respuestas correctas y casi correctas, pueden obtenerse dos


índices que deben hallarse independientemente para cada modalidad de contenido:
* Una medida de en qué grado el proceso de elaboración de la respuesta se halla
interferido por mecanismos inadecuados.
* Una medida del grado en que el entrenamiento consigue corregir esas inadecuaciones
(realizadas a partir de los datos del postest).

Finalmente, Feuerstein propone la obtención de un Índice de Potencial de


Aprendizaje (IP A), global para cada modalidad de información y/o para cada tipo de
contenido, partiendo de una predicción (ecuación de regresión) del resultado del postest y
de su comparación con la medida realmente obtenida más tarde. No debe pensarse, a
pesar de esta propuesta (realmente secundaria en el conjunto del dispositivo para la
evaluación del potencial de aprendizaje), que el IP A sea un índice consistente en el
tiempo: la verdadera medida del potencial de aprendizaje debe obtenerse a través del
proceso de intervención; o lo que es lo mismo, el IP A es una medida modificable ella
misma

Respecto a las técnicas empleadas en el examen del potencial de aprendizaje, el LP


AD parte de la selección de un conjunto de tests psicométricos clásicos, modificados
parcialmente con el fin de satisfacer una serie de criterios básicos (ALONSO, 1989):
1) Las técnicas escogidas deben proporcionar información sobre el funcionamiento
cognitivo de todas las operaciones mentales.
2) Deben incluir diferentes contenidos y modalidades de información, con el fin de
que sea posible observar las diferencias de rendimiento intelectual en unos y otros casos
3) Los diferentes tests deben permitir una evaluación del rendimiento intelectual del
sujeto en tareas con diferentes niveles de abstracción y complejidad.
4) Las técnicas deben seleccionarse evitando la recogida de información redundan-
te.
5) Al elegir entre diferentes tests, se preferirán aquéllos que nos aporten mayor
cantidad de información respecto a los cuatro primeros criterios.

El L.P.A.D. procede siguiendo los principios de progresión gradual en la dificultad


relativa de las tareas, utilización de diversas modalidades o lenguajes para cada grado de

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dificultad y entrenamiento de las diversas operaciones mentales y funciones cognitivas.


Proponiéndose los siguientes objetivos:

l) Determinar el grado de "modificabilidad cognitiva" del sujeto.


2) Determinar el grado de entrenamiento necesario para producir efectivamente una
modificación cognitiva estructural.
3) Conocer las estrategias del sujeto en cada fase del acto mental con el fin de definir las
estrategias más adecuadas en la intervención educativa.

Los instrumentos que se suelen emplearen el examen son los siguientes:


a)Test de la Organización de Puntos, de André Rey y Dupont.
b)Test de las Matrices Progresivas, de Raven.
c) Test de las Plataformas, de Rey.
d) Test de Diseños Estarcidos, de Arthur.
e) Test de Progresiones numéricas, de Feuerstein.
f) Test de Analogías Verbales y Figurativas de R. Feuerstein. g) Test de Aprendizaje
Profesional, de Rey.

2.- EPA: TEST DE EVALUACIÓN DEL POTENCIAL DE APRENDIZAJE. Aunque


existen otras pruebas relativas a la evaluación del potencial de aprendizaje en el mundo,
como puede ser la Batería de Evaluación para Niños K-ABC (Kaufman y Kaufman, 1983)
cuyo objetivo es medir la competencia de procesamiento de la información, los estudios
de Haywood (1975, 1977) sobre tareas de semejanzas verbales o los de Budoff (1975)
sobre competencia en tareas ejecutivas (cubos de Kohs, ...), nosotros hemos optado por
introducir como segundo y último instrumento, el EP A (Evaluación del Potencial de
Aprendizaje) realizado en nuestro país por Rocío Fdez. Ballesteros y otros (1987, 1991),
basándose para ello, además de en sus propias investigaciones, en los estudios del
último autor señalado sobre problemas matriciales (sobre todo en fase de entrenamiento)
y aunque todavía se encuentre en fase experimental es el único que existe en nuestro
idioma.
El EPA nace como consecuencia de la necesidad social de predecir el éxito de
individuos concretos en entrenamientos de desarrollo cognitivo y como señalan los
autores: "El EP A persigue como objetivo, predecir el grado de modificabilidad de un
sujeto en un entrenamiento intelectual de larga duración con el que se pretenda el
aprendizaje de estrategias, procesos o herramientas necesarias en la resolución de
problemas cognitivos" (Fdez. Ballesteros y otros, 1990).
Las investigaciones en que se basa el test se han realizado con alumnos l0 a 14
años, C.I. entre 50 y 85 y con déficits socio-culturales, recomendándose su aplicación
entre los 5 y 14 años, aunque los autores no descartan su aplicabilidad a otras
poblaciones teniendo en cuenta dos condiciones:

1 a.- Que se adapten las instrucciones del entrenamiento.


2a.- Que los sujetos a los que se les aplique no alcancen el techo de las distintas
series de los tests de Raven que se utilizan en la fase pretest.

Como puede deducirse, y señalan los autores, la limitación esencial del EP A no


proviene tanto de la edad de los sujetos, como de su ni vel intelectual de partida y como
consecuencia de ello, de la amplitud marcada por la puntuación pretest.

(a) Descripción del E.P.A. En el proceso de aplicación del EP A pueden

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distinguirse tres momentos o fases que obedecen esencialmente al proceso test -postest,
y son:
1) Antes: Se aplica al sujeto el Test de Raven, Matrices Progresivas o Matrices
Progresivas en Color según la edad del sujeto, siguiendo las instrucciones correspon-
dientes de los tests.

Respecto a otros instrumentos, el EPA posee la característica de poder ser aplicado


a grupos reducidos y no sólo a nivel individual.

2) Entrenamiento: Es un periodo de tiempo, dos sesiones, durante el cual el sujeto al


que se le han aplicado las Matrices Progresivas de Raven es sometido a un
entrenamiento en la resolución de problemas matriciales. El material (conjunto de
diapositivas) para el entrenamiento es suministrado con el test. El entrenamiento debería
tener en cuenta los siguientes planteamientos:

a) Que el objetivo prioritario del entrenamiento es demostrar que las respuestas


dependen de la búsqueda activa, por parte del sujeto, de los principios que las rigen
y que esos principios no son arbitrarios ni caprichosos. Por tanto, es básico
comprometer al sujeto con la solución del problema planteado.
b) En el entrenamiento han de tenerse en cuenta, de manera importante, los siguientes
principios: refuerzo, ensayo de conducta, modelado e instrucción.
c) El entrenador debe ser un incitador de respuestas de los alumnos, pidiendo, a los
mismos explicaciones de las opciones elegidas (correctas, semicorrectas o
erróneas), y contrastando las distintas soluciones aportadas por cada alumno.
d) El entrenador no debería enlentecer el entrenamiento, de ahí que no deba explicar
demasiado y sí implicar a los alumnos, en la formalización verbal de los procesos de
resolución de los problemas.
e) El grupo no debería superar la cantidad de 6 alumnos.
f) La secuencia básica de actividades que señalan los autores para cada problema
matricial sería:

1) Mostrar la diapositiva.
2) Requerir una respuesta.
3) Reforzar inmediatamente las respuestas correctas.
4) Solicitar explicaciones verbales sobre el por qué de sus respuestas.
5) Dibujar todas las posibles respuestas.
6) Mostrar la diapositiva de respuesta, enfatizando por qué es correcta.

Al igual que en la fase anterior, puede realizarse de manera individual o colectiva,


señalando los autores las influencias positivas, estimulantes, que los procesos interactivos
pueden tener para el sujeto, además de la economía que ello supone.

3) Después: Se aplica de nuevo el test aplicado en la primera fase (Matrices


Progresivas o Matrices Progresivas en Color), para comprobar lo que los autores llaman
Puntuación Directa de Ganancia (PDG), y que supone el índice resultante de restar a los
resultados de la segunda aplicación los alcanzados en la primera.

PDG = PUNTUACIÓN DESPUÉS - PUNTUACIÓN ANTES


Se establece como criterio, considerar como ganador a aquéllos cuyo índice de
ganancia es superior a 5 puntos. Estos sujetos son de los que el EP A puede predecir la
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mejora tras un tratamiento cognitivo de larga duración y amplio alcance. Con ello no
quiere decirse que los que no alcancen dicha puntuación no sean modificables, sino que
el test no ha podido predecirlo por razones motivacionales, biológicas, etc. que podrían
estar contaminando los resultados. Por tanto, los sujetos que no alcancen la puntuación
no deberían ser excluidos de dichos tratamientos.

(b) El análisis cualitativo en el E.P.A. Por lo descrito hasta ahora, existen pocas
diferencias entre el EP A Y los tests tradicionales, al menos en lo que se refiere al
procedimiento, ya que en última instancia, se trata de obtener un índice a partir del nivel
de resolución de situaciones problemáticas.

Sin embargo, el EP A permite un análisis cualitativo cuando es aplicado individual-


mente, mediante la realización de inferencias sobre las operaciones mentales que el
sujeto realiza durante el entrenamiento, desde la observación sistemática de ciertos
comportamientos, como señalan sus autores. Se establecen dos categorías inferenciales;
de un lado, aquéllas referidas a los errores que el individuo comete; y de otro aquéllas que
tienen que ver con la estrategia usada por éste en la resolución de los problemas que se
le presenten. Los errores que un individuo suele cometer en la resolución de problemas
matriciales son según Fouls (1959; citado por Fdez. Ballesteros, 1990):

- Correlatos incompletos: cuando el sujeto no tiene en cuenta todas las variables


relevantes del problema.
- Razonamiento erróneo: cuando se expresa verbalmente un razonamiento equivocado,
en relación con la solución correcta del problema.
- Confluencia de ideas: cuando se tienen en cuenta para la resolución aspectos
irrelevantes del diseño (bonita, fea, etc).
- Repetición: cuando se selecciona la alternativa que es igual a una parte del diseño.
- Perseveración: cuando se selecciona la respuesta que ocupa la misma posición que en
la lámina anterior.

Siguiendo a Feuerstein, se establecen categorías inferenciales en relación con el


tipo de respuesta, la modalidad y el tipo de "input" o entrada:

- Según el "input":
- Exploración sistemática.
- Exploración no sistemática. - Respuesta impulsiva.
- Respuesta no impulsiva.

- Según el resultado:
- Respuesta Correcta.
- Respuesta Incorrecta.
- Corrige espontáneamente.
- Corrige después del "feedback" del entrenador.
- Corrige la respuesta tras la intervención.
- Según la modalidad:
- Gráfica.
- Gestual verbal.
- Anticipatoria internalizada.

Es evidente, que un análisis cualitativo conlleva la recogida sistemática de


información referida a estos procesos, por observadores expertos.
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C. LA ELABORACIÓN Y CONTRASTACIÓN DE HIPÓTESIS

Como en el caso de la evaluación conductual, en el enfoque del potencial de


aprendizaje, la elaboración de hipótesis explicativas de la situación del alumno se postula
como una de las partes fundamentales del proceso evaluador, consistiendo en cierto
sentido esta fase, también aquí, en un ANÁLISIS FUNCIONAL a lo largo del cual se
perfila un modelo de relaciones (funcionales) entre diversas variables, si bien con la
salvedad de que, en este contexto, dichas variables no son (sólo) la conducta observable
del sujeto examinado y las contingencias externas, sino estas mismas y un conjunto más
o menos amplio de constructos que, en función de la teoría, se postulan como relevantes.

Este modelo funcional al que aludimos como hipótesis explicativa debería, en


consonancia con el marco teórico general, contener, al menos, los siguientes elementos:

1.- Una descripción detallada de los datos de ejecución del sujeto en las diversas tareas,
antes y después de haber procedido a "mediar" su trabajo.
2.- Una descripción de los procedimientos específicos (tipo de ayuda, grado, etc.)
empleados para mediar la actuación del sujeto a lo largo del examen.

3.- Una estimación, fundamentada en los datos anteriores, del grado de "modificabilidad
cognitiva" del sujeto, a partir de la cual realizar predicciones sobre su evolución futura
atendiendo a un tratamiento correctivo.

4.- Una descripción lo más precisa posible de la "estructura" del funcionamiento cognitivo
del sujeto, en la que quedasen reflejados: características que muestran los distintos
sistemas funcionales, funciones cognitivas deficientes en las diferentes fases del acto
mental, "preferencias" por unas u otras modalidades de presentación de los contenidos,
así como dificultades específicas con estos últimos, etc.

5.- Una explicación lo más puntual posible de las características del rendimiento, tanto
inicial como final, del sujeto realizada desde el modelo de funcionamiento cognitivo
anterior.

A diferencia del modo habitual de proceder en otros enfoques, como el psicotécnico, en


donde las hipótesis explicativas operan de tal modo que parecen "derivarse naturalmente"
de los resultados del examen, la evaluación del potencial de aprendizaje puede definirse
como un enfoque esencialmente teórico, en la medida en que sólo desde las teorías de
base es posible elaborar con cierta confiabilidad un modelo funcional del "caso": en última
instancia, cada caso individual puede ser considerado como un "ejemplo" particular de la
teoría general, introduciéndose, de este modo, la necesidad de contrastar
específicamente la hipótesis

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elaborada: como sugería Silva (CIT. Enfoque Conductual), la validez -siempre


esencialmente validez de contenido- es algo que debe corroborarse en cada aplicación
concreta.
Desde esta perspectiva, el tratamiento derivado de la valoración diagnóstica
implícita en la evaluación; se constituye en algo tan esencial, que nos vemos obligados a
considerar uno y otra como dos momentos de un solo proceso global, repitiéndose, en
consecuencia, cuanto afirmábamos al hablar de esta misma cuestión en la sección
dedicada al enfoque conductual, con independencia de que al contrastar nuestra hipótesis
sea preciso considerar en qué medida el tratamiento efectivamente llevado a cabo,
responde a las prescripciones emanadas de la valoración diagnóstica.
Además del caso de contrastación de la hipótesis por medio del seguimiento del
tratamiento individual, a partir de una "línea base", la investigación básica en la Psicología
Diferencial Cognoscitiva (De Juan- Espinosa y Colom, 1989) nos aporta una estrategia,
variante de aquélla, que puede resultar de gran utilidad en el contexto educativo, en que
nos manejamos con grupos de alumnos: nos estamos refiriendo a la denominada
estrategia de Interacción Grupo x Tarea (ibíd:80 y ss.). Adaptada a las necesidades que
nos ocupan, el curso de acción en esta estrategia sería el siguiente:

1° Elaboración de la "hipótesis diferencial", explicativa del caso.

2° Diseño del programa de tratamiento o tarea compensatoria, TC, en la terminología


original: si tenemos en cuenta que lo que, en esta estrategia de investigación, se
denomina Tarea Estandar (TE) estaría constituido en nuestro caso por las tareas de
enseñanza-aprendizaje ordinarias, podemos ver que la TC habrán de ser estas mismas
tareas modificadas en el sentido aconsejado por la hipótesis funcional, pudiendo ser las
modificaciones catalíticas o protésicas (Rohwer, 1976; en De Juan y Colom, op.cit.:82):
"Las primeras obedecen a ligeras modificaciones en la forma de indicaciones que
induzcan a los sujetos a emplear algún proceso dentro de la tarea, mientras que en las
segundas dicha modificación puede llegar a ser casi una intervención directa en forma
de entrenamiento" .

3°) Organización de los grupos de tratamiento, experimentales y de control: si queremos


tener cierta confianza en que los posibles efectos de mejora no se deben al azar u otras
variables extrañas en los sujetos evaluados, parece aconsejable aplicar el programa de
compensación (TC) a un grupo de sujetos que no muestren las deficiencias de los de la
evaluación (segundo grupo experimental), al mismo tiempo que mantenemos un grupo
de control para establecer nuestras comparaciones.

4 °) Aplicación de las condiciones previstas acada grupo, registro y valoración de


resultados.

En la página adjunta, se ofrecen diversas figuras que ilustran esquemáticamente los


posibles resultados de una aplicación experimental de este tipo, con el pertinente
comentario valorativo. Todas ellas están tomadas de la obra de De Juan-Espinosa y
Colom (pag. 83-85), y codifican con las iniciales GC al grupo de contraste y GE al grupo
experimental constituidos por nuestros sujetos de evaluación.

D. CRÍTICAS Y LIMITACIONES.
La primera crítica de alcance que podríamos realizar al enfoque del potencial de
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aprendizaje se relaciona con su posible limitación de uso, en función del tipo de sujetos
que podrían beneficiarse de él. En palabras de Marín (1987:88): "EILP AD no resulta
adecuado para aquellos niños que no funcionan correctamente por razones
independientes de su estructura cognitiva". En este sentido, como el lector habrá podido
observar a lo largo de nuestra exposición, es bien cierto que el peso fuerte del enfoque se
ha centrado en la evaluación del funcionamiento intelectual, siendo fácil situar el origen de
esta limitación en la propia naturaleza cognitiva de las teorías en que se basa.
Sin embargo, y pese a ser cierta esta afirmación, no es posible argüir "olvido" de
otros factores (p.e. motivacionales) en sus autores, puesto que el propio Reuven
Feuerstein considera la "creación de motivación intrínseca" (Feuerstein, 1980) como uno
de los objetivos básicos de su Enriquecimiento Instrumental, al tiempo que considera
estas cuestiones en conceptos como el de "mediación del sentido de la competencia" o
los de "mediación del optimismo" y "mediación de la búsqueda de la dificultad".
Así, pues, podemos considerar que, en lo que respecto a los aspectos motivacio-
nales y de personalidad, la crítica es perfectamente real, pero matizable: la aproximación
del potencial de aprendizaje no se propone como un enfoque "total", sino centrado en el
funcionamiento cognitivo, recurriendo a otras formulaciones teóricas y prácticas para
abordar este tipo de fenómenos.
Cuestión bien diferente, es su valor como instrumentos en el establecimiento de
diagnósticos diferenciales "finos" entre diferentes tipos de limitaciones de la esfera
intelectual, su centración en la intervención educativa (tratamiento) posterior a la
evaluación y su juventud (¿ también la propia indefinición general en la teoría de las
deficiencias intelectuales?) son factores que condicionan una limitación que, a nuestra
opinión, resulta cierta por el momento.
Desde una perspectiva diferente, se ha criticado también enormemente a este
enfoque el uso generalizado de instrumentos psicométricos clásicos, enraizados en una
tradición tan diferente y pensados para medir productos, no procesos. Paralelamente, se
han criticado también sus limitaciones a la hora de superar la "filosofía" del CJ, es decir, la
tendencia a elaboración de índices globales de dudosa validez (ya vimos como el propio
Feueistein llega a proponer un procedimiento en este sentido, al elaborar el IP A): "Aún
autores como Aderssony Detterman, que tratan de mental izar a sus colegas acerca de la
necesidad de superar -o siquiera aclarar- el concepto de C.I. lo hacen desde un
planteamiento tan fuertemente psicométrico que no logran superar ellos mismos esas
posiciones" (Benedet, 1991 :77).
Es, desde luego, una cuestión que merece un comentario detenido, pero conviene
aplazarlo en tanto no consideremos las diferencias y relaciones existentes entre los
enfoques diferencial y cognitivo.
Podríamos continuar enumerando críticas durante largo tiempo (escasa rentabilidad
a causa del tiempo implicado en el examen, falta de claridad en ladefmición de una buena
parte de los constructos utilizados, dificultades de fiabilidad, etc.). No obstante, es preciso
reconocer que pese a su corta historia y sus innegables limitaciones de toda índole la
aproximación del potencial de aprendizaje supone una línea de trabajo sugerente y
renovadora en muchos sentidos; una línea de trabajo que ha comenzado a aportar sus
primeros frutos, especialmente en un campo que es el que justifica cualquier evaluación
psicopedagógica: la prescripción de tratamientos concretos fundamentados en el
diagnóstico a medio y largo plazo.
Para terminar con este enfoque, podemos resumir que los rasgos que lo sustentan
son los siguientes:

1.- El desarrollo intelectual se concibe como algo esencialmente dinámico, no estable, y


estrechamente dependiente de factores sociales y culturales.
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2. - La inteligencia es definida de manera operativa como conducta inteligente, ya sea


bajo la denominación de "repertorios básicos de conducta" y destrezas intelectuales,
componentes o procesos cognitivos.

3. - Se hace una diferenciación expresa entre ejecución intelectual y competencia,


señalando que la ejecución actual es el resultado de una historia de experiencias
determinada, que no cierra la posibilidad en absoluto de cambio, a la mejora.
4. - La conducta inteligente se considera así fundamentalmente" entrenable" y no sólo
parcialmente, sino desde el punto de vista de verdaderos cambios estructurales.

5. - Ese entrenamiento requiere la identificación de los parámetros relevantes que


determinan la conducta inteligente, sea mediante el análisis componencial, la
elaboración del mapa cognitivo u otros medios.
6. - Desde el punto de vista de la evaluación, no nos interesa, tanto determinar cuál sea la
ejecución actual del sujeto, como determinar el grado y tipo de ayudas que éste precisa
para actualizar su potencial de aprendizaje.

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EL ENFOQUE DEL "DIAGNÓSTICO PEDAGÓGICO"

Los enfoques hasta ahora analizados, ponen el acento en las variables psicológicas
del aprendizaje ya sea desde una perspectiva tradicional o psicotécnica, conductual o
desde el potencial de aprendizaje. Desde el entorno escolar, al mismo tiempo, y
apoyándose en las distintas teorías psicológicas, se ha venido desarrollando más que un
enfoque una forma de entender la evaluación, o mejor dicho el diagnóstico pedagógico.
Al tratar de definir el concepto de DIAGNÓSTICO PEDAGÓ9ICO, Pérez Juste
(1989: 36) expresa una opinión que compartimos: "la literatura sobre el tema no se
caracteriza por su claridad y precisión. De hecho, cuando se analiza el concepto de
diagnóstico se puede apreciar tanto una superposición y confusión con el de evaluación,
cuanto una diversidad de enfoques, relacionados en gran medida con la adscripción de
sus autores a una determinada concepción teórica de la Psicología o la Pedagogía".
Álvarez Rojo (1984: 12), por su parte, define el Diagnóstico Pedagógico como una
disciplina relacionada con el tratamiento de los fracasos y trastornos escolares, afirmando
lo siguiente: "aunque el psicodiagnóstico proporcione información imprescindible para la
determinación de los trastornos escolares y la elaboración de estrategias de recuperación,
ésta no es suficiente porque los fracasos de los alumnos tienen siempre una vertiente
pedagógico-didáctica a la cual no llega el psicodiagnóstico, pues quien lo maneja - el
psicólogo- no ha recibido la formación para ello".
Finalmente, Buisan y Marín (1987) afirman que el diagnóstico pedagógico sería el
puente necesario entre la evaluación y la orientación.
Parece, pues, que lo que hemos denominado corno "enfoque del diagnóstico
pedagógico" representa realmente un amplio abanico de modos de entender lo que
nosotros denominamos evaluación psicopedagógica. Corno mínimo, aparecen problemas
en su definición relacionados con el concepto de evaluación, con el posicionamiento
teórico de los distintos autores, con su papel en el proceso educativo e, incluso, con
cuestiones de afirmación del rol social del pedagogo o el psicólogo, desde el punto de
vista de la profesión.

A. APROXIMACIÓN AL CONCEPTO DE DIAGNÓSTICO PEDAGÓGICO.

1.- DIAGNÓSTICO Y EVALUACIÓN PEDAGÓGICA. La mayor parte de los autores


encuadrados en este enfoque general tienden a conceptual izar evaluación y diagnóstico
corno dos actividades que, aún estando relacionadas, son sustancialmente diferentes
entre sí. Mientras la evaluación se concibe corno un elemento más del diseño y proceso
educativo, el diagnóstico aparece corno una actividad de carácter más específico y
restringido.
Así, Álvarez Rojo (1984: 11 ) lo define indicando que "tiene por finalidad detectar
cuáles son las causas de los trastornos escolares, corno el bajo rendimiento académico,
las conductas agresivas o inadaptadas, las perturbaciones del aprendizaje (dislexias,
discalculia, etc.) y elaborar planes de pedagogía correctiva para la recuperación",
siguiendo la idea expresada por Brueckner y Bond (1975: 11) en una obra ya clásica,
según la cual, la finalidad del diagnóstico pedagógico sería "determinar la naturaleza de
las dificultades, su gravedad y los factores que subyacen a ellas, y ello con tres grandes
objetivos:

1) APRECIACIÓN. Comprobación del proceso de los alumnos hacia las metas


previamente establecidas, desde el punto de vista educativo, para los ámbitos
cognoscitivo, afectivo y psicomotor.
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2) PRONÓSTICO. El diagnóstico pedagógico debe permitir la identificación de los


factores que en una situación de enseñanza/aprendizaje pueden interferir en el
desarrollo óptimo de los escolares, entendido corno proceso hacia las metas
educativas a que nos referíamos hace un momento.

3) PEDAGOGÍA CORRECTIV A. Todo lo anterior, debe desembocar en la adaptación


de los diferentes elementos de la situación de enseñanza-aprendizaje a las
necesidades y características del alumno, con el fm de asegurar la superación de los
retrasos y un desarrollo continuado del alumno, con lo cual se convertiría,
efectivamente, el diagnóstico en ese puente entre evaluación y orientación
educativas de que nos hablaban Buisán y Marín, que describen este proceso como
tendente a "describir, clasificar, predecir y, en su caso, explicar el comportamiento del
sujeto dentro del marco escolar (incluyendo) un conjunto de actividades de medición
y evaluación de un sujeto o grupo de sujetos, o de una institución con el fin de dar
una orientación" (pág. 13).

Tenemos, así, una primera definición de esta actividad, pero ¿cómo podemos definir
de un modo más preciso sus relaciones con el proceso de evaluación? ¿Son
completamente extraños entre sí uno y otro? ¿hay relaciones de inclusión entre ellos?
En su excelente obra, Pérez Juste (1989) hace una propuesta que merece la pena
recoger por lo que tiene de claridad y sistematización. Tras dejar constancia de la
superposición conceptual que se da entre ambos términos, que llega al punto de que
algunos autores los emplean indistintamente (cfr. Fernández Ballesteros, 1981), otros
entienden la evaluación como proceso más general e inclusivo (tal y como nosotros
mismos opinábamos en las primeras páginas de esta obra) y finalmente, otros invierten
esa relación inclusiva (cfr. Lázaro, 1986:24 y siguientes), plantea su propio punto de vista.

Para este autor, la evaluación pedagógica consiste en un proceso en el que cabe


identificar cinco momentos:

1) FIJACIÓN DE OBJETIVOS. Consiste en la selección, estructuración, ordenación y


formulación adecuada de las metas perseguidas, teniendo esencialmente un valor
orientador. Podemos evaluar correctamente cuando sabemos de qué realidad concreta
se trata.

2) DECISIONES. Antes de iniciar el proceso de evaluación propiamente dicho, es preciso


también tener en cuenta qué tipo de decisiones están implicadas en el proceso
valorativo: una vez que intervenga, ¿qué tipos de decisiones deberá tomar? .En el
terreno de la educación escolar, dichas decisiones podrán ser:
a) SELECCIÓN.
b) PROMOCIÓN.
c) RECUPERACIÓN.
d) RETROACCIÓN.
e) ASIGNACIÓN DE TRATAMIENTOS.

3) JUICIOS DE VALOR. La evaluación consiste, esencialmente, en integrar aspectos


aislados que se han ido percibiendo en interacciones parciales sucesivas, a partir de las
cuales es posible afirmar o negar algo acerca de algo: ello implica, tanto una valoración
de la realidad presente como de las posibilidades futuras.

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4) RECOGIDA DE INFORMACIÓN. En función de los juicios a emitir, las decisiones a


tomar y el tipo de variables a considerar, se estructura esta fase de recogida de la
información, que puede abordarse desde fuentes muy diversas y mediante técnicas muy
variadas. En cualquier caso, tanto el momento como la periodicidad y el grado de
formalización de esta tarea vendrán determinados por el tipo de juicios a emitir.

5) INFORMACIÓN A LOS INTERESADOS. Fase, también, fundamental e insoslayable


en el proceso de evaluación. Todos los datos de que disponemos apuntan en la
dirección de que una buena y detallada información sobre las propias producciones es
un recurso esencial para mejorarlas (y no nos referimos sólo a los alumnos al expresar
estas palabras). El diseño de evaluación debe considerar, tanto los sistemas de
información a emplear como el tipo de información y grado de especificidad de la misma.

En el caso de que el proceso de evaluación dé lugar al desencadenamiento de


"sistemas de acción", se precisa de una 6a fase de "SEGUIMIENTO". Respecto a la
EXTENSIÓNDELAEV ALUACIÓN, esto es, los campos sobre los que ha de incidir la
misma, Pérez Juste señala los siguientes:
1) El sujeto de la educación, en la dimensión procesual y en la dimensión de sus
logros.
2) Los recursos, incluyendo aquí tanto las técnicas de motivación a emplear por el
profesor, como los tipos de actividades programadas y material didáctico. 3) La
eficacia docente.
4) Los programas educativos.
5) El centro, como contexto social y educativo inmediato en que el proceso de
enseñanza/aprendizaje ocurre.

En este contexto general, el diagnóstico se concibe como un proceso "INCOR-


PORADO EN SU SENO" (en el de evaluación), al igual que la toma de decisiones.
Concretamente, se afirma lo siguiente: "De este modo, la evaluación precisará del
diagnóstico para la realización de pronósticos que permitan una actuación preventiva y
que facilite los juicios de valor de referencia personalizada (...) además, claro está, de
para personalizar el proceso educativo con objetivos adecuados de nivel y de campo (...),
las técnicas de motivación, las actividades o la metodología" (pág. 37).

2. DIAGNÓSTICO PEDAGÓGICO Y PSICODIAGNÓSTICO. Una vez determinado el


estatuto de las relaciones entre diagnóstico pedagógico y evaluación, quedarían por
perfilar las relaciones de aquél con el psicodiagnóstico.
Desde nuestro punto de vista, y afuer de sinceros, consideramos que tras una
formulación conceptual del problema no se encierran sino las tensiones propias de dos
profesiones que "se disputan" un mismo campo de intervención, siendo ambas aún
débiles desde el punto de vista de anclaje social. Una nueva versión, desde otra óptica,
de las viejas disputas entre psicología y medicina y que exigen un replanteamiento
superador de la misma.
Así, no podemos por menos que manifestar nuestro desacuerdo con los términos en
que algunos autores plantean la cuestión, sobre la base de la formación básica
(académica) recibida y sobre la distribución puntual de tareas (véase Álvarez Rojo, 1984:
12 y 42-43). Máxime cuando todos los jóvenes titulados en Psicología y Pedagogía se
sienten con las manos vacías al enfrentarse a este trabajo, y cuando nuestra experiencia
personal en equipos psicopedagógicos no tiene nada que ver con ese reparto de

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"parcelas".
Nuestro planteamiento personal quedará claramente expresado en el capítulo final
de esta primera parte y, por lo demás, creemos que el lector puede llegar a sus propias
conclusiones una vez queden abordadas las cuestiones relativas a funciones,
instrumentos y estrategias del enfoque del diagnóstico pedagógico, que completen este
capítulo de la obra.

3. TIPOS DE DIAGNÓSTICO PEDAGÓGICO. Una vez han quedado establecidas las


vertientes correctiva y preventiva del Diagnóstico Pedagógico, cabe preguntarse por los
diferentes tipos, o clases, del mismo. Siguiendo a Bruecknery Bond (op. cit.), la mayor
parte de los autores suelen coincidir en señalar la existencia de 3 tipos:

1) DIAGNÓSTICO GENERAL. Con esta denominación, ambos autores se refieren a


aquella actuación diagnóstica que abarca un conjunto de alumnos y recae sobre un
conjunto amplio de variables consideradas relevantes. Tiene una finalidad esencialmente
preventiva, puesto que su función es la de acumular información sobre ámbitos diversos,
que permita realizar diseños y adaptaciones curriculares. Vendría a coincidir, en líneas
generales, con la función de DIAGNÓSTICO INICIAL, parte esencial del proceso
programador en la escuela (Amengual, 1975).

2) DIAGNÓSTICO ANALÍTICO. Frente al anterior, tiene una finalidad esencialmente


correctiva, estando ligado al incremento del conocimiento de las variables y alumnos que
han mostrado problemas de algún tipo. El diagnóstico analítico trata de identificar y
definir con claridad tales problemas, de modo que sea posible articular tratamientos
eficaces.

Aunque cabe la tentación de pensar en el diagnóstico general como una función del
profesor, y en el analítico como una tarea especializada, estos conceptos no lo implican
en absoluto. En el primero, puede intervenir el especialista. Yel segundo, puede ser
llevado a cabo por el profesor.

3) DIAGNÓSTICO INDIVIDUAL. Se reserva, en la conceptualización de Brueckner y


Bond, para aquellos casos en que un alumno determinado muestra dificultades y
fracasos reiterados y generalizados, coincidiendo con lo que Pérez Juste (op. cit.)
denomina "estudio de casos".

Para este último autor, el estudio de casos supone una respuesta ante "la
complejidad habitual de los casos y la necesidad de trazar una línea de ataque, con la
formulación de hipótesis verosímiles como explicación de la situación", que "hacen más
aconsejable una ACTU ACIÓN COOPERA TIV A del profesorado con frecuencia auxiliado
por especialistas en psicopedagogía" (pág. 265). Se trata, en otras palabras, de proceder
ante el fracaso recurrente y generalizado de un individuo siguiendo la metodología de
caso único, desde una perspectiva científica respetando las etapas de (pág. 266):

1ª. Identificación y definición clara del problema.


2ª. Recogida de la información disponible y análisis de tal información en cuanto a sus
relaciones.
3ª. Replanteamiento del problema, formulación de hipótesis provisionales y selección de
la/s más verosímil/es.
4ª. Preparación de un diseño de intervención adecuado a la hipótesis.
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5ª. Valoración de resultados y toma de decisiones adecuadas.

B. CONTENIDOS DEL DIAGNÓSTICO PEDAGÓGICO.

Completar una visión general del enfoque del Diagnóstico Pedagógico exige,
además de una aproximación a su definición a partir de sus grandes objetivos ya sus
diferentes tipos, tratar de clarificar tanto los ámbitos de que se ocupa, como las variables
alas que atiende en cada uno de ellos... Tarea que no resulta simple si nos remitimos ala
bibliografía al respecto.
Para Brueckner y Bond (op. cit.: 19), la cuestión queda determinada a través de 5
ámbitos de intervención y 3 tipos de variables. Los ámbitos, conceptualizados desde un
enfoque netamente escolar, serían los del diagnóstico de las dificultades lectoras,
escritoras, del lenguaje oral, ortográficas y del aprendizaje aritmético. Los tres grandes
grupos de variables, por su parte, serían:
1) Los conocimientos básicos relacionados con el programa: dominio de técnicas,
conocimientos útiles y métodos de pensamiento, de trabajo y de estudio.
2) Resultados del desarrollo escolar: salud mental, física, etc.; actitudes; intereses;
tendencias; gustos; creatividad, ...
3) Resultados de naturaleza social: habilidades de resolución de problemas reales;
habilidad de cooperación democrática; sensibilidad social.

Álvarez Rojo (op.cit.), por su parte, delimita los problemas propios del diagnóstico
pedagógico refiriéndose a los propios del alumno habitualmente considerados (problemas
de personalidad, educacionales, vocacionales, aptitudinales, ...), a los que añade -
atendiendo ala progresiva complejidad de la vida escolar- los siguientes (pág. 39):

- Diagnóstico o tratamiento de las relaciones grupales tanto de los profesores como


de la comunidad escolar en su conjunto.
- Diagnóstico psicosocial e institucional.
- Diagnóstico del profesorado, en especial de sus actuaciones docentes y
relacionales, y orientación subsiguiente para su perfeccionamiento.
- Diagnóstico de los problemas familiares y planificación de servicios de asesora-
miento a los padres de alumnos.

En cuanto a Pérez Juste (op. cit., pág. 49 Y siguientes), se ocupa de esta cuestión
cuando se refiere a la "Evaluación Inicial. Diagnóstico del Alumno". En síntesis, viene a
indicar que son aspectos específicos a considerar:
- El estado biológico del alumno, en cuanto "las deficiencias biológicas pueden ser
un elemento significativo de determinados fracasos e inadaptaciones escolares".
- La dimensión psicológica, considerada en la triple vertiente de las aptitudes, los
intereses y la motivación.
- El historial del alumno, en cuanto se refiere a constitución familiar y niveles
socioeconómico y cultural, completados con lo referente a la problemática de
relaciones de amistad.
- Técnicas y hábitos de estudio.
- Estrategias y técnicas de trabajo intelectual.
- Conceptos básicos, entendidos en sentido amplio, de modo que pueden incluir

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técnicas y estrategias básicas para la asignatura de que se trate.

Finalmente, tal vez sean Buisán y Marín quienes presenten un panorama más
exhaustivo, en su publicación original de 1984, acerca de las variables que han de
considerarse en el diagnóstico pedagógico. Reproducimos en la página siguiente el
cuadro-resumen que presentan bajo el título "ELEMENTOS QUE INTERVIENEN EN UN
DIAGNOSTICO".

C. FUNCIONES DEL DIAGNÓSTICO PEDAGÓGICO.

Para cubrir los objetivos propuestos en los diferentes ámbitos de la actuación, al


diagnóstico pedagógico se le asigna un conjunto bastante amplio de funciones. Las más
generales de ellas, la función CORRECTIV A y la función PREVENTIV A ya citadas hace
un momento, que obligan a considerar el diagnóstico "como una finalidad en sí mismo"
(Buisán y Marín, 1987).
Pero una profundización más allá de estas dos funciones de carácter general, nos
lleva a considerarlo como un tipo de intervención esencialmente condicionada por los
fines y objetivos que se persigan en cada momento, tanto de carácter individual como en
relación a los diferentes ciclos o períodos educativos, en los que institucionalmente se
prescriben unos objetivos de acuerdo con los criterios de "deseabilidad" de un
determinado desarrollo personal y de comportamiento social (De La Orden, 1969).
Así, pues, podemos afirmar que una de las señas de identidad del enfoque del
diagnóstico pedagógico consiste, justamente, en señalar la influencia esencial que los
objetivos de la educación formal ejercen sobre el modo de entender sus funciones.
Atendiendo a ello, Álvarez Rojo (op. cit.) esquematiza las diferentes funciones del
diagnóstico pedagógico siguiendo la taxonomía de objetivos de Bloom, ampliamente
conocida. Pérez Juste, por su parte, propone remitirse a intentos de taxonomía más
amplios, que abarquen todas las dimensiones de la educación atendiendo a su carácter
integrado y unitario, como pueden ser la de García Hoz (1986) o la de D'Hainant (1977).
Siguiendo la sistematización de Álvarez Rojo, las funciones serían (cfr. pág. 26 y
siguientes):

1) FUNCIONES EN EL DOMINIO DE LOS OBJETIVOS COGNOSCITIVOS Este


primer grupo recae tanto sobre las aptitudes para conseguir dichos objetivos, como sobre
las habilidades para utilizarlos en diferentes situaciones. Las funciones aquí coincidirían
con las del diagnóstico general, analítico e individual de Bruecknery Bond.
2) FUNCIONES EN EL DOMINIO DELOS OBJETIVOS AFECTIVOS. Al recaer
sobre el ámbito de las actitudes, entendidas como tendencias estables del
comportamiento, son las funciones respectivas que se refieren a la conducta de los
alumnos en cuanto al grado de adaptación personal y social que manifiestan. Las
funciones del diagnóstico pedagógico se concretarían en la determinación de la "madurez,
normalidad y adaptación ambiental" (pág. 29) en cuanto a:
a) Comportamiento individual y social.
b) Hábitos personales y sociales.
c) Actitudes.
d) Intereses.
e) Situación familiar.

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3) FUNCIONES EN EL DOMINIO DE LOS OBJETIVOS PSICOMOTORES.


Finalmente, por lo que respecta a este ámbito, se definen tres tipos de funciones:

a) Realizar balances psicomotores y determinar si el perfil de desarrollo psicomotor de los


alumnos es acorde con los patrones de ejecución propios de su edad.
b) Describir las áreas psicomotrices insuficientemente desarrolladas, que se encuentran
en la base de determinados problemas escolares, y establecer los programas de
reeducación.
c) En los casos de deficiencia mental y disminución física, en donde las posibilidades
educativas residan fundamentalmente en el plano psicomotor, ayudar a prescribir el
tratamiento apropiado.

Como puede observarse, las funciones del diagnóstico parecen describirse


pensando fundamentalmente en el alumno, de acuerdo con la definición general inicial,
aún cuando se insiste en la perspectiva escolar: desde una taxonomía de objetivos, como
en el caso expuesto, e incluso desde la óptica de los objetivos planificados para cada
nivel educativo (Buisán y Marín, 1984). Sin embargo, no se recoge en los textos la misma
precisión al describir sus funciones respecto a los demás elementos que participan en los
procesos de enseñanza/aprendizaje, por más que en todos los planteamientos generales
se señala explícitamente su importancia.

D. INSTRUMENTOS DEL DIAGNÓSTICO PEDAGÓGICO.

Cuando revisamos los distintos textos de autores que se incluyen en este enfoque
de la evaluación, llama la atención el hecho de que, prácticamente, no existen referencias
a instrumentos específicos. En líneas generales, bien se trata de recursos procedentes de
la evaluación psicológica (y no sólo individual, sino también grupal), o bien procedentes
de la evaluación educativa, en su sentido general. Una breve clasificación general incluiría
los siguientes instrumentos:

1.- TESTS PSICOLÓGICOS DE CAPACIDADES. Indefectiblemente, las obras


consultadas tienden a dedicar un espacio considerable a la definición de instrumentos
propios del enfoque psicotécnico; tanto los tests referidos a normas, como los referidos a
criterios se consideran como un recurso básico en el diagnóstico pedagógico.
Siguiendo la estrategia general de trabajo del enfoque psicotécnico, los diversos
textos insisten en los criterios y requisitos de medida que deben tenerse en cuenta a la
hora de nuevos tests de carácter estrictamente escolar (v.g. tests de rendimiento
académico). Algún texto, de los consultados, se dedica casi exclusivamente a dicha tarea.

2.- OTROS TESTS PSICOLÓGICOS. En general, se siguen clasificaciones del


estilo de la ya citada de Comellas (1989), en una línea claramente psicotécnica. Buisán y
Marín (1984) llegan a hablar expresamente de "examen psicotécnico", al que dedican un
tema completo en su obra.
Lo que llama poderosamente la atención es la inclusión, por estos autores, de las
pruebas proyectivas en el "arsenal de instrumentos del diagnóstico pedagógico". Y ello
por dos razones. La primera, la muy dudosa utilidad de este tipo de pruebas en un
diagnóstico pedagógico, cuando su ámbito es claramente clínico. La segunda, que
requieren una formación básica y aplicada muy específica para que su uso mantenga
unos requisitos mínimos de seriedad. Según nuestro punto de vista, desde el
planteamiento interdisciplinario (necesariamente interdisciplinar) de las Ciencias de la
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Educación, y del fenómeno educativo mismo, no es preciso llegar a caer en una especie
de centripetismo absoluto... salvo que se quiera correr el riesgo de perder la necesaria
especificidad de los diversos ámbitos y disciplinas.

3.- PRUEBAS OBJETIVAS. Un tercer grupo de recursos, típico desde el ámbito


pedagógico, lo constituyen este tipo de pruebas, que se diferencian de los tests
estandarizados por los siguientes rasgos (Pérez Juste, 1989: 130):

- Elaboración cuidadosa, pero de menos costo que los tests.


- Contenido menos amplio, aunque no menor n° de ítems.
- Carencia de reglas específicas para una aplicación estandar.
- Ausencia de normas de interpretación.

4.- O BSERVACIÓN. En el ámbito del diagnóstico pedagógico, la observación


presenta los mismos rasgos y requisitos de medida que se especifican en el ámbito
psicológico, y particularmente en el enfoque conductual.

5.- EXÁMENES CONVENCIONALES. Desde el momento en que el diagnóstico


pedagógico está radicalmente condicionado por los objetivos propuestos para cada ciclo
educativo, los exámenes convencionales, tanto orales como escritos, constituyen una
fuente de información no desestimable.

6.- LISTAS DE CONTROL Y ESCALAS DE ESTIMACIÓN. Ambos resultan recursos


de primera magnitud, desde el momento en que el diagnóstico pedagógico considera la
"progresión del alumno hacia las metas educativas previamente establecidas" (Brueckner
y Bond) y ocurre en un contexto escolar, en donde existe una definición de los modelos de
diseño y desarrollo curricular que consideramos adecuado.

7.-ANÁLISIS DE TAREAS y ANÁLISIS DE CONTENIDO. Resultan dos instrumentos


de primer orden en determinados aspectos del diagnóstico pedagógico como son la
evaluación de los recursos o la evaluación del grado de adecuación existente entre la
dificultad del alumno y actividades propuestas.

8.- MODELOS REFERENCIALES. Con esta denominación queremos referimos a


una actividad reiteradamente considerada por los autores de este enfoque, y es la
evaluación de programas, de centros, de modelos de aprendizaje, etc. Suponen una
comparación entre la realidad con que nos encontramos y un modelo "ideal" claramente
especificado, tanto en forma general como de manera analítica.

E. PROCEDIMIENTO GENERAL DE EVALUACIÓN.


Respecto al desarrollo del proceso de diagnóstico pedagógico, son pocos los
autores que se detienen a considerado de modo específico, al contrario que en los
enfoques anteriores, en donde ésta llega a ser una variable diferenciadora básica entre
unos y otros. Al planteamiento general propuesto (Buisán y Marín, 1987) suele seguir una
secuencia de pasos:

1.- PLANIFICACIÓN. La organización general del proceso, en donde se intenta


responder a los interrogantes:
- ¿Qué voy a hacer?
- ¿Cómo lo voy a hacer?
- ¿Dónde?
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- ¿Cuánto cuesta?
Ambos autores insisten en que en esta fase deben considerarse, tanto las
condiciones de organización escolar del centro en donde se interviene como los recursos
disponibles de todo tipo.
2.- RECOGIDA DE DATOS E HIPÓTESIS. En este momento del proceso se aplican
las diferentes técnicas y procedimientos para obtener la información relativa al ambiente
familiar, relaciones familiares, contactos familia-escuela, actitudes y expectativas
familiares sobre la escuela en general y sobre su hijo en particular. Asimismo, en lo
tocante al alumno se observan su proceso de evolución y desarrollo, sus características
psicológicas, actitud hacia las actividades escolares, relaciones dentro y fuera de la
escuela, hábitos, proceso de aprendizaje, etc.
En cuanto al Centro, se consideran especialmente los aspectos relativos a la
metodología, definición de objetivos, actitudes hacia el grupo-clase y hacia alumnos
concretos, historia de cada grupo, mecanismos de orden, disciplina, etc. Se propone en
esta fase una secuenciación de las diferentes tareas a realizar en los siguientes
momentos o sub-fases:
- Consulta de archivos y ficheros del Centro.
- Entrevistas con padres, profesores y alumnos.
- Observaciones estructuradas.

Como consecuencia de estas primeras actuaciones se elaboraría la correspon-


diente anamnesis, desde la cual se FORMULARÍAN LAS HIPÓTESIS PERTINENTES,
que habrán de guiar las siguientes fases del proceso diagnóstico:
- Delimitación de objetivos.
- Selección de instrumentos.
- Decisiones de derivación a otros especialistas.

3.- COMPROBACIÓN DELAS REALIZACIONES DE LOS ALUMNOS. Consiste


básicamente en el desarrollo del proceso planificado tras la elaboración de hipótesis
anterior. A lo largo de esta fase se aplican las técnicas e instrumentos seleccionados:

- Aplicación de tests psicológicos.


- Observación y análisis del rendimiento escolar.

Los autores que estamos citando en estos momentos subrayan, como hemos
venido haciendo nosotros hasta ahora, que el desarrollo de esta fase dependerá del
enfoque ("modelo de diagnóstico" en su terminología; pág. 31) al que nos adscribimos,
considerando así que las bases a) y b) son comunes a los diferentes modelos.

4.- CORRECCIÓN E INTERPRETACIÓN. Fase de análisis de los datos recogidos a


lo largo de todo el proceso , en la cual se realiza la normalización de los datos y su
interpretación "a la luz de los objetivos e hipótesis planteadas al comienzo o en la fase de
comprobación de resultados (...) depende del modelo de intervención que guíe nuestro
trabajo y del ciclo educativo en el que nos situemos" (pág. 35).
En definitiva, la tarea central de esta fase es la SÍNTESIS de todos los datos
obtenidos, con el fin de describir, predecir y/o explicar la conducta de los alumnos en
función de las variables individuales, familiares, escolares y sociales.
5.- DEVOLUCIÓN DERESULTADOS: ORIENTACIONES Y/O TRATAMIENTOS. Se
conceptual iza esta fase como "punto final" del diagnóstico, siendo su tarea central la
entrega de información oral y/o escrita a los padres, profesores u otros profesionales (lo
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que requiere, en cada caso, un tipo de informe diferente), desde el presupuesto de los
objetivos esencialmente propuestos para el proceso de diagnóstico desarrollado.
Finalizaremos este resumen general del enfoque del diagnóstico pedagógico,
señalando las características que estos autores (págs. 38-39) proponen como generales
para los informes de resultados:

1) SER DOCUMENTOS CIENTÍFI COS, en el sentido de que debieran permitir identificar


tanto a su autor como el procedimiento diagnóstico seguido por éste. Además, debieran
contener los datos de identificación del sujeto evaluado, el motivo del diagnóstico, el
diagnóstico a que se ha llegado y las orientaciones pertinentes.
2) SERVIRDE VEHÍCULO DE COMUNICACIÓN, en el sentido de que debe ser
comprensible para quien ha de recibirlo, evitando tecnicismos innecesarios y
expresiones ambiguas o especulativas.
3) SER ÚTILES, lo que depende particularmente de la concreción de las orientaciones.

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RESUMEN

En este capítulo, hemos analizado de manera muy breve la crisis actual de nuestra
disciplina, para pasar a continuación a exponer las características fundamentales de los
cuatro enfoques de la evaluación que nos parecen más significativos.
EL ENFOQUE PSICOTÉCNICO, que no psicométrico, lo hemos definido como
nomotético, de rasgo, deductivo y cuyo instrumento esencial es la "experimentación" de
los tests psicológicos. Siendo sus supuestos teóricos más importantes los siguientes:
1) La aplicación de un test debe considerarse como un experimento científico.
2) Las distintas variables evaluadas son consideradas como "rasgos".
3) La evaluación lo es de unidades "molares", no "moleculares".
4) La conducta evaluada se entiende como "signo", como manifestación indirecta de
variables subyacentes.
5) La interpretación de resultados se hace refiriéndose a normas.
6) Desde la aproximación al desarrollo, la evaluación puede referirse no sólo a normas
sino también a dominios y criterios.
7) Las capacidades son consideradas básicamente estables.
8) La evaluación trata de asegurar su objetividad mediante mediciones cuantitativas.

La instrumentación básica está constituida por tests psicológicos de aptitudes,


habilidades, conocimientos, intereses, personalidad y adaptación. Respecto a los
procedimientos y estrategias hemos indicado:
a) La recogida de datos se realiza durante tres fases: Entrevista Inicial, Selección de
Instrumentos y Aplicación de Pruebas, referidas a cuatro tipo de variables: del sujeto,
ambientales, de las pruebas y del examinador.
b) El análisis y tratamiento de la información, con técnicas básicamente estadísticas y
cuantitativas, en tres momentos: obtención de puntuaciones típicas, análisis de estas
puntuaciones y elaboración del perfil del sujeto.
c) Interpretación de la información: se realiza desde tres procedimientos: modelos
teóricos, contenidos de las tareas (validez aparente) o dificultades del aprendizaje
lector.
d) Procedimientos de orientación: son esencialmente indirectos por su forma de "examen",
por la supuesta "estabilidad" de la conducta y por la organización de los contenidos tan
diferentes a "lo escolar".

EL ENFOQUE CONDUCTUAL. Gira alrededor de lo que el sujeto hace y bajo qué


condiciones, criticando al enfoque psicoténico en lo siguiente:

a) La consideración de la estabilidad del comportamiento.


b) La confusión entre "nivel manifiesto" y "eficacia funcional".
c) A los tests, por su inadecuación científica y sociocultural.

El soporte teórico básico de las distintas aproximaciones está constituido por:

1) Gran importancia del ambiente en el control de la conducta (paradigma ASC).


2) La conducta evaluada es considerada como muestra.
3) La evaluación ha de realizarse en "condiciones naturales".
4) El estudio de la conducta ha de ser ideográfico y respecto a criterios.

Los procedimientos empleados son:


a) Valoración y medición: observación directa y sistemática.
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b) Análisis funcional de la conducta: elaboración de modelos funcionales de conducta.


c) Prescripción del tratamiento: se percibe como evaluación continua.

EL ENFOQUE DEL POTENCIAL DE APRENDIZAJE: lo hemos visto como una


alternativa a la dicotomía psicotécnico/conductual, a partir de los planteamientos teóricos
del procesamiento de la información, siendo sus principales instrumentos los tests
psicológicos y teniendo como fundamentación teórica, la siguiente:

a) Las teorías de los procesos, como la de la memoria distributiva de Hunt, los análisis
cognitivos de Carroll, las teorías del razonamiento inductivo de Pellegrino y Kail o la
teoría triárquica de la inteligencia de Sternberg.
b) La teoría PASS de Das y Kirby que, básicamente, intenta explicar el funcionamiento
cognitivo a partir de los tres sistemas neurológicos de Luria: el sistema de atención, el de
procesamiento o codificación y el de planificación.
c) El desarrollo potencial, como forma vygotskiana de entender el desarrollo humano,
entendido éste como producto de la construcción social antes que individual.
d) La teoría de la modificabilidad estructural cognitiva, de Feuerstein, que establece como
herramienta el aprendizaje mediado, plantea la capacidad del propio individuo para
cambiar su estructura de funcionamiento mental.

En cuanto a las estrategias utilizadas hemos destacado las empleadas por dos
instrumentos:
1) El L.P.A.D., de Feuerstein, que plantea cambios importantes respecto a las vistas hasta
ahora:

a) En la relación examinador/examinado: la interacción debe ser intencional y


recíproca, el mediador ha de buscar la trascendencia y mediación del significado
de la experiencia,...
b) En la estructura del examen: se plantea con estructura de test-entrenamiento-
retest, y el observador dirige su atención hacia cuestiones como la impulsividad, la
mejora de las funciones deficientes, e] desarrollo de la metacognición,…
c) En la interpretación de los resultados: los errores se convierten en la puerta de
entrada para la comprensión del funcionamiento mental. Se distinguen tres tipos
de respuestas: correctas, incorrectas y semicorrectas.

2) El E.P.A., de R. Fdez Ballesteros sigue, en parte, la filosofía del instrumento anterior.


Hemos señalado sus intenciones (predecir e] grado de modificabilidad cognitiva de
sujetos en entrenamientos intelectuales de larga duración); indicado su descripción: antes
(test de Raven), entrenamiento (problemas matriciales de Budoft) y e] después (retest de
Raven), explicado como se calcula la PDG (Puntuación Directa de Ganancia) y
finalmente, hemos abordado el análisis cualitativo que puede realizarse con este
procedimiento.

EL ENFOQUE DEL DIAGNÓSTICO PEDAGÓGICO se caracteriza por una


"dispersión paradigmática", siendo sus instrumentos básicos los tests psicológicos en el
sentido psicotécnico y pruebas normativas de rendimiento, pudiéndose plantear tres tipos
de diagnóstico: general, analítico e individual (Brueckner y Bond). Los componentes de]
diagnóstico pedagógico son:

a) Las funciones se plantean en relación a los objetivos de los distintos dominios:


cognoscitivos, afectivos y psicomotores.
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b) Su instrumentación básica está compuesta por los tests psicológicos en el sentido


psicotécnico y pruebas normalizadas de rendimiento escolar, así como listas de
observación y control, etc.

El procedimiento general de evaluación de este enfoque, según Buisán y Marín,


tiene las siguientes fases o momentos:

1) Planificación.
2) Recogida de datos e hipótesis.
3) Comprobación de las realizaciones de los alumnos. 4) Corrección e interpretación.
5) Devolución de resultados.

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VERDUGO Alonso Miguel (dir.)


Evaluación curricular. Una guía para la intervención psicopedagógica.
Editorial Siglo XXI. México, 1996. pp. 145-170.

EVALUACIÓN y CLASIFICACIÓN
Miguel ángel verdugo alonso

1. INTRODUCCIÓN

«Este libro comienza con un pasaje de Borges, que más allá del estallido de risa, según
leía el pasaje, todas las guías familiares de mi pensamiento -nuestro pensamiento, el
pensamiento que lleva el sello de nuestra edad y nuestra geografía- disolvían todas las
superficies ordenadas y todos los planos con los cuales estamos acostumbrados a
domesticar la salvaje profusión de cosas existentes, y continuaban largo tiempo después
para alterar y amenazar con colapsar nuestra distinción de la edad de oro entre lo Similar y
lo Otro. Este pasaje cita a una 'enciclopedia china' en la cual está escrito que 'los animales
se dividen en: a) que pertenecen al emperador, b) embalsamados, c) mansos, d)
lechoncitos, e) sirenas, f) fabulosos, g) perros perdidos, h) incluidos en la presente
clasificación, i) innumerables, k) dibujados con un pincel fino de pelo de camello, 1) et ce-
tera, m) que acaban de romper el cacharro del agua, n) que desde muy lejos parecen
moscas'. Lo asombroso de esta taxonomía, la cosa que comprendemos con gran rapidez,
la cosa que, por medio de la fábula, está demostrada como el exótico encanto de otro
sistema de pensamiento, es nuestra limitación, la completa imposibilidad de pensar eso»

FOUCAULT, 1970, p. xv; trad. mía (M. Á. V.)

Esta cita de Foucault perteneciente al prólogo del libro Las palabras y las cosas, que a su
vez utiliza una cita de Borges, nos sirve para ilustrar el aspecto clave de la crítica posible
a cualquier sistema de clasificación. Foucault nos transmite a través de ella la limitación
de nuestro sistema de pensamiento, que nos hace incapaz de imaginar esa clasificación.
Para Foucault el discurso humano es el que limita la verdad. La verdad o falsedad de una
clasificación, su relación con las cosas, siempre es parcial y se basa en reglas y
compromisos del discurso que no pueden justificarse racionalmente. Según esto, las
clasificaciones deben ser siempre provisionales, pues siempre son erróneas en alguna
medida.
Hablamos de evaluación y clasificación en el presente capítulo por la necesidad de
aportar información útil para desentrañar la confusión existente hoy sobre la utilidad o no
de la clasificación, así como sus posibles efectos perniciosos por el etiquetaje que suele
conllevar sobre las personas. Los cambios habidos en las últimas décadas en el
acercamiento educativo a las personas con dificultades y deficiencias han estado
orientados por el principio de normalización, y esto se ha traducido en la escuela por el
desarrollo de la integración escolar. Estos cambios de emplazamiento y sistema de
atención en la Educación Especial de alumnos con dificultades y trastornos han sido de
gran profundidad, y deben traer consigo cambios en las concepciones y prácticas
educativas. Cambios a los que no se les ha prestado la atención que requieren, y que
afectan tanto a la comprensión de los alumnos y sus dificultades, como a los procesos de
evaluación e intervención educativas.
Modificar el sistema educativo es realmente costoso, y debe ser acometido en un

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período prolongado de años. Una de las actividades más difíciles de abordar es la


modificación de las prácticas profesionales. En el campo concreto de la evaluación
psicopedagógica es preciso modificar las prácticas profesionales hacia nuevos
planteamientos que reduzcan la importancia dada a la clasificación de los alumnos según
patologías o tipos de problemas, porque generalmente no sirven para planificar la
educación. Sin embargo, también hay que evitar caer en aquellas reacciones pendulares
extremas que afirman la inutilidad de las clasificaciones y defienden su eliminación junto a
la de los procedimientos o tests basados en la norma.

II. LA CLASIFICACION y EL ETIQUETAJE

La clasificación, el establecimiento de categorías para diferenciar los fenómenos, es un


modo de proceder habitual de la mente. La dificultad de examinar o analizar conjuntos
complejos y variados de fenómenos nos lleva a establecer categorías que simplifiquen la
tarea. Cuando las clasificaciones se refieren a las personas hay que entenderlas como un
acto social más serio que la simple percepción, pues nos sirven para tomar decisiones
que pueden ser de gran significación para la vida de las personas. Y éste es precisamente
el caso de las clasificaciones de los alumnos en el sistema educativo.
Los sistemas de clasificación pueden llevar a identificar necesidades individuales y
generar mejores y más adecuados servicios para los alumnos. Sin embargo, en el pasado
han sido utilizadas para apartar a algunos alumnos de la escuela normal. Se clasificaba o
se intentaba clasificar en una patología a todo aquel alumno que no era asumido o
admitido en la escuela corriente por diferentes razones, y esa clasificación servía para
relegar al alumno a una escuela especial. Los efectos que la etiquetación y clasificación
tienen sobre los alumnos con deficiencias es un debate antiguo en la literatura profesio-
nal, que sin embargo no pierde vigencia. Mientras unos autores argumentan que la
clasificación sirve para que los alumnos consigan servicios, otros dicen que la
etiquetación estigmatiza a los estudiantes y origina el desarrollo de actitudes negativas
hacia ellos por parte de la población (Dickie, 1982; Gallagher, 1976; Hobbs, 1975;
Langione, 1990; MacMillan, 1982; Meyen, 1988; Meyers, MacMillan y Yoshida, 1978;
Roger, 1982; Smith y Neisworth, 1975).
La clasificación o etiquetación de los alumnos puede llevar a situaciones
problemáticas y negativas para el alumno. Denominaciones como la de «retraso mental»
se consideran especialmente estigmatizadoras, aunque algunos autores opinan que todas
las categorías son estigmatizadoras y sirven para etiquetar a los alumnos como
deficientes (Smith y Neisworth, 1975). La aplicación de la categoría a un alumno genera
en muchas ocasiones comportamientos de rechazo inmediato por parte de profesionales,
compañeros del niño y de otras personas de la comunidad. La aplicación de la categoría a
un alumno suele permanecer siempre con él a pesar de que su aplicación correcta
pudiera ser sólo transitoria. El acto de etiquetar afecta tanto al etiquetador como al
etiquetado reduciendo siempre las posibilidades de desarrollo del alumno (MacMillan,
1982).
Los autores que se oponen al uso de las clasificaciones desde un análisis
estrictamente educativo plantean que con ellas (Langione, 1990): a. se magnifican las
áreas débiles de un sujeto; b. se causa en los maestros la llamada profecía autocumplida
que explica por qué los estudiantes no hacen progresos; c. los estudiantes adquieren un
autoconcepto negativo; y d se permite a los profesionales tener a los estudiantes fuera de
los programas educativos corrientes. Gallagher (1976) indicó tres características
negativas del etiquetaje en la educación que son de gran importancia y apenas han sido
comentadas por otros autores: a. categorizar puede conducir a una jerarquía social; b. ca-
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tegorizar o clasificar puede ser visto por los profesionales como el final de un proceso y
por tanto no llevar al cambio; y c. la clasificación constituye un tratamiento individual que
puede llevamos a ignorar los complejos problemas sociales y ecológicos que necesitan
ser reformados.
Los argumentos que avalan el rechazo total a los sistemas clasificatorios desde
perspectivas clínicas se pueden agrupar en tres áreas (Morey, Skinner y Blashfield,
1986): 1.el desarrollo de la perspectiva sociológica en psicopatología que ha centrado la
atención sobre los posibles efectos destructivos del etiquetaje, que comentamos
brevemente a continuación; 2.la emergencia de los enfoques conductuales que ha
planteado muchas dudas sobre la adecuación del modelo médico como base conceptual
para la clasificación; y 3.las críticas que se han dirigido a la fiabilidad insatisfactoria de los
sistemas de clasificación tradicionales.
La teoría del etiquetaje en el ámbito de los trastornos de conducta hace referencia,
siguiendo a Laing (1967), a que la identificación de una persona con una clase de
alteración mental se convierte en una profecía que se autocumple. Etiquetar a los
individuos con frecuencia sirve para devaluar su autoconcepto de tal manera que les
impide desarrollar una adaptación social y profesional satisfactorias. Los efectos
negativos del etiquetaje parecen muy claros en las escuelas, donde diagnosticar como
retardado a un sujeto frecuentemente supone reducir las expectativas de los profesores y
profesionales que se traduce en una reducción de los objetivos de la programación y en
una simplificación de los contenidos. Además, la etiqueta excusa al sujeto etiquetado de
las actividades y conductas posteriores como efecto de que ya no es «responsable» de
sus acciones (Szasz, 1966). En otros casos, se tiende a justificar la no intervención del
personal de atención directa porque el sujeto es «hiperactivo» o «autista» o «depresivo»,
y eso significa atribuir la responsabilidad a otros profesionales especializados.
La preferencia de los individuos sobre las etiquetas usadas para describirlos ha sido
todavía poco estudiada, aunque su importancia queda fuera de toda duda. Abaglo y
Downing (1990) hicieron un estudio con 51 adolescentes y adultos con una variedad de
déficits visuales para determinar qué etiquetas preferían ellos que se usaran para
describirlos. Las opciones ofrecidas permitían escoger entre etiquetas que destacan la
discapacidad (<<deficiente visual») y etiquetas que destacan la persona antes que la
discapacidad (<<personas con deficiencia visual»). Los resultados no ofrecieron
diferencias significativas, probablemente debido a problemas metodológicos (elección
entre un elevado número de etiquetas, pequeña muestra de sujetos, novedad de los
términos utilizando la palabra persona). Sin embargo, las razones más comunes
esgrimidas para la elección enfatizaban la importancia de poner primero a la persona para
ser tratado normalmente y para no enfatizar las limitaciones reales o percibidas.
Los autores que proponen el uso de las clasificaciones en la educación, que son los
menos, se apoyan en que (Langione, 1990; Meyen, 1988): a. las etiquetas permiten que
se financie más fácilmente a las categorías en las cuales la necesidad es mayor, dado
que la ausencia de etiquetas confundiría a todos los procedimientos de recogida de datos;
b. los compañeros no deficientes pueden aceptar más fácilmente las conductas de los
alumnos etiquetados como deficientes; y c. los profesionales pueden comunicar mejor los
resultados de la investigación cuando los individuos están ubicados en categorías
específicas. Otros argumentos utilizados hacen referencia a que las categorías y las
etiquetas permiten establecer metas realistas para el rendimiento de los alumnos (Meyers,
MacMillan y Y oshida, 1978), o que la etiquetación se precisa para asegurar una
prestación adecuada de servicios (Gardner, 1982; Hallahan y Kaufman, 1982; Kirk y
Gallagher, 1979). En todo caso, desde el punto de vista educativo, la pertenencia de un
alumno a determinada categoría nosológica (deficiencia motórica, autista, etc...) implica
que dicho sujeto va a compartir una serie de necesidades educativas propias de tal
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población.
La utilidad de los sistemas de clasificación está hoy fuera de duda en los ámbitos
clínicos. La clasificación sirve, se dice, para ordenar los fenómenos observados de tal
manera que se puedan establecer relaciones significativas mutuas, y además permite
manejar con mayor economía grandes conjuntos de datos. El papel de la
clasificación es de gran importancia a nivel epistemológico,- --
estableciendo una serie de criterios que permiten la identificación de individuos
homogéneos en torno a esos criterios, y otorga significado a las experiencias clínicas
(Millon, 1987). Las funciones específicas en el ámbito clínico de la clasificación pueden
resumirse en (Blashfield, 1984; Blashfield y Draguns, 1976; Hersen, 1988; Mezzich, 1984;
Morey, Skinner, y Blashfield, 1986; Nelson y Hayes, 1986; Vázquez, 1990c): 1. Organizar
y acumular la información clínica; i Facilitar la comunicación entre profesionales; 3.
Proporcionar sugerencias sobre variables controlador as de los problemas a evaluar; 4.
Predecir el curso clínico y la respuesta al tratamiento; 5. Seleccionar el tratamiento
adecuado; 6. Facilitar el desarrollo teórico, 7. Describir las entidades básicas; y 8. Otras
funciones como clarificar la etiología de la alteración, determinar el estatus legal de un
paciente respecto a su competencia física o psíquica, y determinación del reembolso
económico por parte de terceros a los profesionales que prestan servicios.
Investigaciones específicamente desarrolladas para evaluar cuál de las creencias o
posiciones anteriores, la proclasificadora y la anticlasificadora, es más correcta en la
educación de niños con diversos tipos de problemas o dificultades, han dado resultados
poco claros: los datos resultan equívocos y confusos (Heward y Orlansky, 1988); las
investigaciones han arrojado resultados contradictorios desde hace años y se han
desarrollado con defectos metodológicos evidentes (MacMillan, 1982); la evidencia
específica de los efectos del etiquetado en el autoconcepto y posición social de los niños
es cuestionable y dudosa (Reynolds y Birch, 1988).
Es difícil concluir sobre los efectos del etiquetaje dada la dificultad de investigar un
proceso tan complejo, así como por la variación de situaciones personales de un
individuo a otro. Con seguridad podemos encontrar ejemplos en los que el etiquetaje ha
desempeñado un papel clarificador y tranquilizador para los padres o profesionales,
aunque será más fácil encontrar ejemplos de las consecuencias negativas del proceso.
En todo caso, la clasificación se puede convertir hoy en una barrera de acceso al
currículo corriente escolar para muchos alumnos que sin ella podrían progresar con
menos obstáculos. En el apartado siguiente y en el final volvemos sobre esta discusión
con otros argumentos.

III. LA CLASIFICACIÓN EN EL RETRASO MENTAL

Vamos a analizar la clasificación de los alumnos diagnosticados como retrasados


mentales y su evolución en los últimos años2. Gran parte de las afirmaciones aquí vertidas

2
El diagnóstico y la clasificación del retraso mental ha dependido tradicionalmente de un enfoque
psicométrico. Las propuestas de Grossman (1983) haciendo hincapié en la conducta adaptativa junto al
criterio psicométrico son hoy predominantes en los textos y, probablemente en las prácticas educativas. Sin
embargo para una actualización sobre el tema, el lector debe conocer la última propuesta sobre el <<Sistema
de diagnóstico, clasificación y sistemas de apoyo en el retaso mental>> de la Asociación americana sobre
retraso Mental (1992), donde se expone detenidamente la Reconceptualización del retraso mental para la
presente década. Las referencias a las habilidades adaptativas, las dimensiones clasificatorias psicológico-
emocionales y de salud y el análisis de ambientes, junto al establecimiento de de tipos de apoyo y sus distintas
intensidades, supone un replanteamiento de la concepción sobre las personas con retraso mental que hacen
imprescindible la lectura del libro por todos los profesionales que tengan relación con la población. En
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sirven para la clasificación de otras categorías de trastornos utilizadas por los


profesionales de la educación y los investigadores, como son las dificultades de
aprendizaje, el autismo, los trastornos graves de personalidad u otros. De hecho, la
diferenciación entre categorías apenas existía en la práctica cuando la educación especial
respondía a un modelo segregado en España. Y los diferentes alumnos con problemas
eran con frecuencia englobados en la categoría general de retraso mental. Además, el
campo del retraso mental es especialmente indicado como ejemplo porque establece
unas subcategorías del retraso directamente relacionadas con la definición, y que han
sido utilizadas con frecuencia en la literatura profesional para describir distintos subgrupos
de alumnos con dificultades de aprendizaje y trastornos del comportamiento.
Las definiciones del retraso mental se pueden organizar en distintas categorías
(Langione, 1990; MacMillan, 1982): biológicas, sociales y psicométricas. Las definiciones
biológicas están claramente emparentadas con el modelo médico y postulan como origen
del retraso un desarrollo cerebral incompleto o una afectación del sistema nervioso
central. Las definiciones sociales plantean que el retraso mental tiene su origen en la
interacción de los individuos con el ambiente, refiriéndose esencialmente a los individuos
con deficiencias ligeras. Las definiciones psicométricas están directamente relacionadas
con el desarrollo de los tests de inteligencia. La definición y clasificación del retraso
mental de la AAMR (1992) supone una superación de las categorías de definición
descritas, pues integra nuevas dimensiones relativas a los aspectos biológicos y
ambientales junto al examen de la inteligencia y adaptación social.
A continuación se expone la concepción psicométrica y su evolución hasta hoy en día.
También comentaremos la clasificación posible a partir de criterios etiológicos, y la
clasificación en base a criterios provenientes de la experiencia educativa que fue corriente
hace unos años en Norteamérica. Finalmente, se abordan las críticas a estas
clasificaciones en el sistema educativo.

III.I. Definiciones psicométricas y la propuesta de la AAMR (1992)

La clasificación del retraso mental se ha realizado en la práctica profesional


mayoritariamente desde criterios psicométricos, pero progresivamente se han ido
teniendo en cuenta competencias de conducta que hacen referencia a la adaptación
social del retrasado de acuerdo a su edad cronológica. Sin embargo, el concepto de
adaptación social ha creado mucha controversia en los profesionales dada la mayor
subjetividad de la medida frente a las puntuaciones psicométricas de un test de
inteligencia. La nueva definición de la Asociación Americana en favor de las personas con
Retraso Mental (AAMR) replantea los niveles de retraso mental, aludiendo al concepto de
«intensidades de apoyo» que necesitan las personas para su integración social
satisfactoria. Con este concepto se elimina la alusión a niveles, y por tanto la clasificación
en base a criterios psicométricos.

La definición de retraso mental más aceptada por los profesionales en ámbitos


educativos y clínicos es todavía la propuesta por la AAMR en la década de los ochenta
(Grossman, 1983, p. 11):

El retraso mental se refiere a un funcionamiento intelectual general significativamente inferior a la


media, que se manifiesta en el período de desarrollo, y que va acompañado de un déficit de la
conducta adaptativa.

castellano se puede consultar el Manual sobre personas con discapacidad (Verdugo, en prensa), donde se
analiza el cambio conceptual y las perspectivas de evaluación e intervención actuales en el retraso mental.
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De esta definición se deriva una concepción que subraya los aspectos adaptativos
junto a los intelectuales como requisito imprescindible para denominar a una persona
retrasado mental. Solamente se debe hablar de retraso mental cuando una persona
muestra a la vez retraso intelectual y adaptativo como se puede observar en el cuadro
3.1. Este retraso en ambas áreas es de vital importancia cuando se está evaluando a
personas con deficiencias intelectuales ligeras.

CUADRO 3.1 Concepción de retraso mental (Grossman, 1983)

A pesar de que la definición de la AAMR de 1983 destaca tres aspectos


distintos(inteligencia general inferior a la media según las puntuaciones de tests
individuales de inteligencia; déficit en la conducta adaptativa y que ocurra antes de los 18
años), a la hora de clasificar a los individuos con retraso mental la mayor parte de los
profesionales han utilizado exclusivamente las puntuaciones en los tests de inteligencia
(véase cuadro 3.2).

CUADRO 3.2. Niveles de retraso mental con criterios psicométricos

Término Rango de CI para el nivel

Retraso mental ligero 50-55 hasta aprox. 70


Retraso mental moderado 35-40 hasta 50-55
Retraso mental severo 20-25 hasta 35-40
Retraso mental profundo Inferior a 20 Ó 25

El problema de la evaluación del retraso mental se sitúa en la falta de especificación


de los niveles de adaptación social, que son muy difíciles de precisar. La conducta
adaptativa es entendida como la eficacia con que un individuo satisface los patrones de
independencia personal y responsabilidad social esperados para su edad y grupo cultural.

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Esto lleva a plantear una clasificación de la conducta adaptativa en tres etapas evolutivas
diferentes (Grossman, 1983):

A. Durante la infancia o niñez temprana: 1) Desarrollo y habilidades


sensoriomotoras; 2) Habilidades de comunicación; 3) Habilidades de
autoayuda; y 4) Socialización.
B. Durante la niñez y adolescencia temprana: 5) Aplicación de habilidades
académicas básicas a la vida diaria; 6) Aplicación de juicio y razonamiento
apropiados en el dominio de ambiente; y 7) Habilidades sociales.
C. Durante la adolescencia tardía y la edad adulta: 8) Ejecuciones y
responsabilidades sociales y profesionales.

CUADRO 3.3. Clasificación del retraso mental por puntuaciones de CI y competencias conductuales

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* La mayor parte de los tests de inteligencia tienen desviaciones estándar de 15 puntos (Standford-Binet,
Escalas de Bayley) o 16 puntos (Escalas de Wechsler). Con esas diferencias, las puntuaciones de CI por
categoría difieren.
Fuente: Adaptado de Crnic (1988).

A pesar de esa especificación de la conducta adaptativa por edades se hace


necesario profundizar más en el concepto de adaptación y concretar cómo se debe
proceder a su medición. Algún autor aporta concreción mayor a la clasificación (Crnic,
1988), especificando las puntuaciones en función de distintos tests, así como indicando
criterios de competencia de conductas en la edad preescolar y escolar (cuadro 3.3).
Como se puede observar, medir con precisión la adaptación resulta difícil. Únicamente
se establecen áreas deficitarias para distintas edades, o para distintas edades según
distintos niveles de afectación. Y todo ello lleva simplemente a identificar a los individuos
por sus características más sobresalientes (como retrasados mentales o no, y con un
nivel u otro), prestando simplemente una información general del comportamiento
esperado. Si pretendemos utilizar esa información para planificar la ecuación
fracasaremos. Solamente nos puede orientar globalmente para conocer el tipo de
emplazamiento y programas más adecuados, así como sus posibles expectativas de
rendimiento. Pero, incluso eso no se debe realizar sin tener en cuenta otra evaluación de
tipo curricular y contextual que puede ser más determinante. Por esos motivos, la AAMR
ha planteado una revisión del sistema clasificatorio para los años noventa.
La nueva definición y clasificación del retraso mental que probablemente esté vigente
hasta finales de este siglo, modifica la concepción de los niveles de retraso mental así
como la concepción mantenida sobre la conducta adaptativa. En lugar de niveles de
retraso mental se habla de <<apoyos>> que necesita el individuo en el contexto concreto
en el que vive para poder tener una integración plena o mayor que la actual. De esta
manera, se alude a distintas necesidades de apoyo (intermitente, limitado, extensivo, y
generalizado) como criterio clasificatorio diferenciador de las personas con retraso mental.
En el cuadro 3.4 presentamos la definición que propone la AAMR (1992) sobre las
intensidades de apoyo.

CUADRO 3.4. Definición y ejemplos de la intensidad de los apoyos (AAMR, 1992)

Intermitente
Apoyo sobre la base de «cuando sea necesario». Caracterizado por su naturaleza episódiea, la
persona no siempre necesita el (los) apoyo(s), o necesita apoyo de corta duración durante
momentos de transición en el ciclo vital (ej. pérdida de trabajo o agudización de una crisis médica).
Los apoyos intermitentes pueden ser, cuando se proporcionen, de alta o de baja intensidad.

Limitado
Apoyos intensivos caracterizados por su consistencia en el tiempo, el cual es limitado pero no de
naturaleza intermitente, y puede requerir un menor número de miembros de personal y menos
costes que otros niveles de apoyo más intensivos (ej. formación en el empleo, entrenamiento
laboral por tiempo limitado, o apoyos durante el período de transición de la escuela a la vida
adulta).

Extensivo
Apoyos caracterizados por una implicación regular (ej. diaria) y en, al menos, algunos entornas
(tales como el hogar o el trabajo) y no limitados en el tiempo (ej. apoyo a largo plazo y apoyo en el
hogar a largo plazo).

Generalizado
Apoyos caracterizados por su constancia, elevada intensidad; proporcionada en distintos entornas,
con naturaleza potencial de sustentar la vida. Estos apoyos generalizados suelen incluir más

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personal y mayor intrusión que los apoyos extensivos o los de tiempo limitado.

Como puede apreciar el lector, la propuesta actual de la AAMR subraya la importancia


de las necesidades del sujeto en función del entorno, desplazando así el énfasis de la
persona (y clasificación sobre sus limitaciones) al ambiente (y clasificación según las
necesidades del individuo en él). Esta propuesta traerá consigo multitud de cambios en la
forma de concebir y atender a las personas con retraso mental. Y, en relación con la
clasificación, supone una apuesta por un sistema que no permite la etiquetación de la
persona, que relaciona la clasificación con sus necesidades de integración, y que permite
planificar la intervención. Las propuestas previas quedan, pues, obsoletas.
Respecto a la conducta adaptativa se modifica también el concepto. En lugar de hablar
de un déficit en «conducta adaptativa», la nueva definición dice que existen
discapacidades significativas en dos o más áreas de «habilidades adaptativas». Estas
áreas de habilidades adaptativas son: comunicación, auto-cuidado, vida en el hogar,
habilidades sociales, utilización de la comunidad, auto-dirección, salud y seguridad,
habilidades académicas funcionales, tiempo libre u ocio, y trabajo.
El cambio propuesto pretende actualizar la concepción de comportamiento adaptativo
y evitar que se mida con una simple puntuación o escala limitada a alguno de los
aspectos citados.

III.2. Definiciones biológicas

Algunos autores han propuesto otros criterios de clasificación en base a la etiología del
retraso desde los años treinta de este siglo hasta la actualidad (Burack, Hodapp y Zigler,
1988; Chiva, 1973; Zigler, BaIla y Hodapp, 1984). La clasificación basada en criterios
etiológicos ha estado difundida principalmente en el ámbito de la investigación, pero en
los últimos años algunos trabajos indican posibles implicaciones también para la
intervención. La clasificación actual más conocida es la propuesta por Zigler y cols. (1984)
y consiste en un sistema de clasificación simple que diferencia los niños con daños
orgánicos conocidos de aquellos que no evidencian daños orgánicos. Se destaca el papel
de la herencia en la inteligencia, que pasa a explicar entre el 50% Y el 80% del total de la
varianza del Cl. Estos distintos grupos de niños con retraso mental muestran diferencias
en la ejecución de algunas tareas cognitivas.
En la práctica profesional, la clasificación basada en criterios etiológicos apenas es
conocida y utilizada. A pesar del atractivo aparente de encontrar diferencias en ejecución
o desarrollo en base a diferencias en la etiología, las implicaciones prácticas son tan
pocas que-no presta datos útiles para la planificación de la enseñanza.

III.3. Sistemas de clasificación basados en criterios educativos

Tradicionalmente en el ámbito educativo de algunos países se han utilizado dos sistemas


para describir los niveles de afectación de las deficiencias: a. Retrasado mental educable:
que se refiere a aquellos que tienen minusvalías o deficiencias ligeras; y b. Retrasado
mental entrenable: aquí estarían todos los que muestran déficits medios. Los casos de
individuos con niveles de afectación más grave se denominarían retrasados mentales de
custodia.
Este tipo de clasificación ha sido muy popular en décadas anteriores porque servía
para diferenciar groseramente a los alumnos, estableciendo distintas metas para su

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educación, y en base a ello planificar un currículo que acentuaba aspectos diferentes. El


retrasado mental educable era aquel a quien se le podía instruir en las habilidades
académicas básicas, mientras que el retrasado mental entrenable no podía ser
«educado» en el sentido tradicional debiendo realizar aprendizajes de habilidades de
autoayuda, comunicación básica, y otras áreas que preparan para acudir a un taller
protegido.
El uso de la clasificación basada en criterios educativos ha recibido críticas muy
serias de muchos autores por generar imágenes negativas de las personas con
deficiencias (Koegal y Edgerton, 1982), así como por la limitación artificial que los
términos ponen al aprendizaje de los alumnos contribuyendo así al desarrollo de las
profecías auto cumplidas (Langione, 1990). Los desarrollos educativos de los últimos
años han demostrado fehacientemente que estas nociones anticuadas no pueden
mantenerse hoy. Con el desarrollo de nuevos métodos y procedimientos, los alumnos
aprenden habilidades que previamente no parecían posibles, siendo inadecuado dividirlos
entre educables y entrenables. Por otro lado, la concepción de la educación se ha
ampliado lo suficiente como para incluir muchas áreas de contenido diferentes, y la
«educabilidad» no se restringe a las meramente académicas. Además, hablar de alumnos
entrenables o de custodia supone una negación del derecho a la educación de muchos
alumnos, segregándoles inmediatamente de la convivencia con sus compañeros no defi-
cientes. La utilidad, por tanto, de este tipo de clasificación es prácticamente nula.

lIl. 4. Problemas de la clasificación

El problema esencial de la clasificación del retraso mental y de las otras categorías


usadas en contextos educativos reside en su falta de conexión con todo el proceso de
enseñanza. Las etiquetas únicamente permiten obtener conocimiento de los alumnos y
tomar decisiones sobre su enseñanza de una manera muy global y general. Ésta es la
razón que hace a algunos seguidores de planteamientos radicales postular por su
eliminación. Sin embargo, una cosa no se debe seguir de la otra. Es cierto que el uso de
las clasificaciones para fundamentar un tipo de enseñanza u otro está fuera de lugar, pero
eso no significa que no tengan sentido ni utilidad para otros menesteres. Las cla-
sificaciones cubren algunas funciones de interés para el propio proceso de enseñanza.
Muchas de las críticas a la clasificación aluden al estigma generado, a la resistencia a
las etiquetas planteada por grupos minoritarios, al incremento de la segregación de los
alumnos, al incremento del coste económico de la atención educativa, a los límites
asignados a las categorías, y al exceso de burocracia y regulación para definir sus límites
(Reynolds y Birch, 1988). El estigma generado por la clasificación de un alumno como
retrasado mental, ya comentado en el apartado anterior, suele ir acompañado de un grado
de etiquetación pública negativa, especialmente cuando a este alumno se le separa de la
enseñanza corriente a una escuela especial. El uso de las clasificaciones discrimina a los
miembros de grupos minoritarios por estar excesivamente representados, todo ello debido
al mal uso de los tests psicológicos, tal como se ha comentado en la primera parte de este
libro al hablar del modelo psicométrico. A pesar de tener puesta en marcha la integración
educativa en toda España, el uso de categorías puede contribuir a incrementa la
segregación de los alumnos en las escuelas tal como parece suceder el otros países.
Frente a las certeras críticas sobre la etiquetación, estigmatización, facilitación de la
profecía autocumplida, y otras consecuencias negativas generadas del uso de las
clasificaciones, sus defensores plantean como ventajas de 1 misma el que se utiliza un
conjunto de procedimientos estándar y replicable, el que se mide la ejecución actual y no
el potencial futuro que es un cOn! tructo hipotético, que se centra en tareas relacionadas
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con el desarrollo de alumno que requieren la medida de contextos y expectativas


apropiadas a su edad, y que se facilita: a. la toma de decisiones, b. la financiación, c. la
evaluación, d la prestación de servicios, e. el establecimiento de parámetros para l
investigación, f la comunicación, y g. la determinación de la prevalencia de la población.
Estas ventajas citadas responden también a la realidad. La clasificación no es una
actividad que carezca de sentido. Con ella, se facilita 1 investigación, las decisiones
administrativas, las decisiones judiciales, t prestación de servicios, la comunicación entre
profesionales, y puede contribuir a una mejora de los servicios prestados. Sin embargo,
no se justifica para nada cualquier aspecto relacionado con su uso dentro de sistema
educativo a la hora de plantear una adaptación o diversificación curricular o una
intervención específica. En esos casos se necesita el estudio individual en detalle del
rendimiento en distintas áreas, del comportamiento personal y social, y de otras
características particulares de cada alumno. .
En el campo de la salud mental infantil, la discusión sobre la utilidad o no de las
clasificaciones, y el estigma que su uso puede generar, también está siendo considerada
desde hace años, de manera que algunos se han llegado: preguntar ¿qué utilidad tiene en
el diagnóstico? Edelbrock (1988) opina que es una situación desafortunada que proviene
de la falta de apreciación de rol que las clasificaciones desempeñan: «La habilidad para
diferenciar COI precisión y fiabilidad entre desórdenes emocionales y de conducta en la
infancia es esencial para progresar en investigación, servicios clínicos, y entrenamiento
sobre niños con problemas» (p. 99). Las ventajas que aportaría la clasificación radicarían
en permitir establecer mediante la investigación las diferencias sistemáticas entre grupos
de trastornos infantiles, de donde se puede derivar la necesidad o no de tratamiento, el
tipo particular de tratamiento más indicado, el pronóstico y muchas otras conclusiones de
utilidad. Sin embargo, un sistema de diagnóstico y categorización debe satisfacer los
estándares científicos ordinarios de fiabilidad y validez (Reynolds y Birch, 1988) algo que
no ocurre en este campo. La clasificación de los alumnos puede variar radicalmente de un
lugar a otro, especialmente si hablamos de las dificultades de aprendizaje, el retraso
mental ligero y los problemas de comportamiento.
Algunos autores han propuesto sistemas alternativos de clasificación intentando obviar
las desventajas que ha generado el uso y abuso de las etiquetas en educación. Dunlap e
Iceman (1985, 1989) plantean una clasificación basada en la habilidad fundonal para la
vida independiente de las personas con retraso mental estableciendo distintos niveles
educativos, de vida y de trabajo.

CUADRO 3.5. Clasificación de habilidades para la vida independiente


Niveles de vida
I. Atención de enfermera
experta.
II. Supervisión a tiempo completo.
III. Supervisión general (supervisión diaria a
tiempo parcial).
IV. Supervisión regular (vive en su propio cuarto).
V. Supervisión disponible para casos de emergencia o asistencia u orientación ocasional.
VI. Sin supervisión.

Niveles de trabajo
l. Centro de actividad de día.
II. Centro de actividad laboral.
III. Trabajo protegido.
IV. Empleo competitivo.

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Niveles educativos
I. Entrenamiento en desarrollo sensoriomotor.
II. Entrenamiento en habilidades básicas/enriquecimiento sensorial.
III. Entrenamiento preacadémico/profesional.
IV. Entrenamiento académico funcional/profesional.

Esta clasificación evita ciertamente los errores de clasificar por niveles de retraso
mental entendidos de manera rígida, centrándose en aspectos prácticos relacionados con
el tipo de servicios y programas prestados. Sin embargo, no aporta más que una
información también general del individuo, que se encuentra limitada por no servir para
planificar la educación o programas de entrenamiento.
Los problemas de la clasificación del retraso mental en los alumnos de primaria y
secundaria están, más que en la bondad o maldad de la clasificación en sí, en los
sistemas tradicionales de clasificación utilizados, en el proceso de hacerla y en el uso que
damos a la misma.
Los sistemas tradicionales de clasificación se han quedado obsoletos y resultan poco
útiles para afrontar los cambios que han ocurrido en la escuela en las últimas décadas.
Esos sistemas deben reformarse, especialmente en sus concepciones sobre los retrasos
mentales ligeros. Una de las posibles direcciones de esos cambios consiste en
reemplazar las clasificaciones categóricas de los alumnos con minusvalías ligeras por un
enfoque dimensional; en lugar de hablar de retrasados mentales ligeros hablaríamos de
dimensiones basadas en el currículo. La perspectiva dimensional, al contrario que la
perspectiva categórica actual, contribuiría a la planificación de la enseñanza (del trata-
miento en términos clínicos). La evaluación de las competencias en lectura, cálculo,
competencia social u otras áreas son dimensiones relevantes del currículo en distintos
niveles y están directamente relacionadas con los objetivos y actividades educativas a
proponer. Los sistemas de clasificación basados en esas dimensiones pueden tener un
peso importante en la respuesta educativa de los años venideros.
El proceso de clasificación se ha realizado frecuentemente de manera incorrecta y
poco científica, utilizando procedimientos poco válidos y fiables. Las investigaciones sobre
el proceso de evaluación y clasificación realizadas a finales de los setenta y en los años
ochenta por Ysseldyke y otros investigadores en el Centro para Estudios Educativos del
Instituto de Investigación Triángulo (RTI) en Minnesota (Ysseldyke y cols., 1983), así
como estudios de muchos otros autores sobre el proceso de evaluación y la toma de
decisiones educativas (Ysseldyke, 1987) han mostrado que la práctica habitual de
clasificar estudiantes como deficientes ha sido arbitraria. Se ha encontrado gran
variabilidad entre distintos lugares en las prácticas de evaluación corrientes, y el proceso
de clasificación depende en gran manera de los procesos de derivación y evaluación
desarrollados. Además, también se ha mostrado en esos estudios que la práctica de
clasificar alumnos está guiada y determinada por los profesores, y que muchos de los
alumnos están mal clasificados.
Finalmente, debemos dejar bien sentado que la utilización de etiquetas no presta
información útil para diseñar las opciones curriculares apropiadas para cada alumno. Los
sistemas de clasificación pueden tener su utilidad, pero esa utilidad no está en la
actualidad en prestar información para la planificación de la actividad educativa. Si
nuestra preocupación es el currículo o los programas educativos, la clasificación de los
alumnos nos presta una información en el mejor de los casos, general e introductoria, y
con frecuencia una información confusa, falsa o inútil.
En el ámbito educativo, la clasificación debe seguir los pasos marcados por la nueva
propuesta de la AAMR ya comentada. En lugar de etiquetar in dividuos vamos a
determinar sus necesidades de apoyo (dimensiones), y h intensidad que requieren. Los
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años venideros nos dirán si esta nueva propuesta permite organizar la educación en todas
sus facetas (administrativa, de intervención, organizativa...) mejor que las concepciones
anteriores.

IV. LAS DISTINTAS FINALIDADES DE LA EVALUACIÓN

La clave de la posición a mantener frente a las clasificaciones descansa en clarificar las


metas y objetivos científicos de la evaluación. Dependiendo del objetivo que nos
propongamos con el proceso de evaluación será correcto o no utilizar categorías y
sistemas de clasificación. La evaluación no puede consistir en una actividad mecánica
que se estructura igual independientemente de los objetivos que se proponga. Fernández
Ballesteros (1992) diferencia las siguientes metas: diagnóstico, orientación, selección y
tratamiento. Las tres primeras se refieren a objetivos científicos de descripción, predicción
y clasificación de la conducta que pueden realizarse en base a planteamientos
metodológicos correlacionales. El tratamiento exige un objetivo científico de control de la
conducta, requiriendo un planteamiento metodológico experimental. Cuando la meta es
diagnosticar en sentido estricto resulta apropiado usar un sistema de clasificación, al igual
que puede ser adecuado si lo que pretendemos es seleccionar. Sin embargo, en la
orientación y más aún en la intervención la clasificación de las personas no tiene sentido.
Desde una aproximación más centrada en la educación, Salvia e Ysseldyke (1988, p.
5) dicen que la evaluación «es el proceso de toma de datos con el propósito de (1)
especificar y verificar problemas y (2) tomar decisiones sobre los estudiantes». Las
decisiones que se pueden tomar responden a cinco tipos distintos: referir, seleccionar o
filtrar, clasificar, planificar
la educación y evaluar el progreso del alumno. Cuando la decisión que se busca es referir
o buscar ayuda adicional para la evaluación, al igual que cuando se realiza un despistaje,
habrá que utilizar información concreta más allá del uso de una etiqueta que puede
resultar aventurada, aunque en alguna rara ocasión podría tener utilidad. La decisión
puede ser la clasificación en sí de los alumnos que tiene sentido para acceder a
determinado tipo de servicios especiales, apoyos materiales, o ayudas técnicas, o
también por motivos de investigación o de otro tipo de los ya comentados antes. Si las
decisiones están en la esfera de la planificación de la educación la clasificación carece de
sentido. Y, finalmente, si la decisión se centra en evaluar el progreso del alumno, el uso
de la clasificación es escaso, más bien aquélla se debe fundamentar en las medidas de
adaptación y diversificación curricular tomadas.

IV.1. El diagnóstico y la clasificación

Con cierta frecuencia la actividad de los psicólogos y de los equipos psicopedagógicos ha


estado centrada en una tarea clasificatoria-diagnóstica, aplicando técnicas psicométricas
para determinar el grado de retraso intelectual, y en el mejor de los casos alguna
apreciación sobre su nivel de adaptación social. Como ya hemos dicho, este tipo de
evaluación ha sido duramente criticado por los efectos sociales negativos del etiquetaje,
por su inutilidad para el tratamiento, y por su escasa incidencia en la dinámica educativa
cotidiana. En definitiva, limitarse a clasificar a un alumno asignándole la etiqueta de
retrasado mental y con un nivel determinado de retraso (ligero, medio, severo o profundo)
puede ser irrelevante para la vida del sujeto evaluado. Y en todo caso, el papel a
desempeñar por los componentes de los equipos psicopedagógicos debe buscar una
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mayor involucración en el proceso de enseñanza de la que se deriva de la mera


asignación de una etiqueta diagnóstica.
A pesar de sus limitaciones, el uso de pruebas psicométricas para obtener datos
sobre la inteligencia, aptitudes o rendimiento de los alumnos tiene sentido en el contexto
de la evaluación global para: la identificación de similitudes y diferencias en las
puntuaciones de los tests, los cambios observados en el tiempo y la interpretación de los
perfiles de habilidad (Berger y y ule, 1987). Además, las pruebas psicométricas pueden
servir para:

- Una primera evaluación global del sujeto que nos sirve para determinar si el sujeto
es retrasado, y el nivel de retraso: tiene implicaciones administrativas generales
(derecho a percibir subvención familiar, nivel de responsabilidad legal,
obligaciones y derechos legales) y posiblemente educativas (tipo de atención,
centro educativo).
- Establecer las áreas en que posteriormente hay que evaluar el funcionamiento
concreto del sujeto: lenguaje, habilidades motoras, problemas de conducta.
- Progreso científico: comunicación entre expertos, para poder establecer
generalizaciones adecuadas en relación con los sujetos, marcos para organizar
nuestro conocimiento, entrenamiento profesional, investigación... (Edelbrock,
1986; citado por Benedet, 1988a).

Las repeticiones en la evaluación general de los alumnos son necesarias a lo largo del
proceso escolar por distintos motivos, entre los que puede destacarse el cuestionamiento
del emplazamiento del alumno o el tipo de programa que está siguiendo. En un reciente
estudio (Clarizio y Halgren, 1991) sobre la evolución de 654 alumnos de educación
especial desde preescolar a secundaria para determinar qué proporción había cambiado
en la clasificación o programación, se encontró que el cambio de los alumnos es mucho
mayor en la realidad que el percibido. El 38,2% de los alumnos había cambiado su
clasificación, 21,9 % de ellos por dejar de utilizarse y el 16,3% por reclasificación. Por otro
lado, de los alumnos ubicados en aulas, el 33,1% había cambiado el tipo de programa
educativo y el 71,2% la frecuencia de los servicios recibidos.

IV.2. La planificación y la intervención

En los últimos años, se ha producido un significativo giro hacia una evaluación más
relacionada con la planificación e intervención educativas. La influencia del enfoque
conductual en la evaluación ha contribuido notablemente a este cambio. El psicólogo, el
pedagogo o el componente del equipo psicopedagógico no deben ampararse
exclusivamente en el uso de los tests y refugiarse en el despacho. Su rol profesional más
valorado está en la incidencia directa sobre el alumno. Su participación, como técnico
especialista cualificado en el conocimiento de las personas con discapacidad y
dificultades de aprendizaje, y en el desarrollo de las adaptaciones, adecuaciones y
diversificaciones curriculares es indispensable para incrementar la calidad del proceso
educativo.
La evaluación requiere algo más que simplemente determinar un diagnóstico
apropiado. Desde una perspectiva escolar, las etiquetas diagnósticas se consideran útiles
solamente si ayudan a metas más amplias de evaluación (Wodrich, 1986): formular una
estrategia de recuperación, predecir el curso de un problema para permitir la planificación,
e informar a las partes interesadas (padres u otros) acerca del estatus o alteración del
niño. Pero junto a las etiquetas diagnósticas, los psicólogos deben aportar descripciones
detalladas de las habilidades académicas y de adaptación del niño, y en muchos casos
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una relación de las habilidades cognitivas de cara a la planificación e intervención.


La tendencia hacia una evaluación basada en el currículo significa una reducción de la
confianza depositada en los tests psicoeducativos, subrayando la evaluación individual y
continua hecha por el profesor -cuya responsabilidad en la evaluación ahora es máxima-
sobre habilidades académicas funcionales y sociales. El valor de la evaluación desde las
aulas en último término se refleja en el grado en que guía la intervención e instrucción.
Cuando se propone la evaluación curricular, algunos autores y profesionales extraen una
conclusión apresurada y equivocada interpretando que todos los estudiantes que
manifiestan problemas en la escuela pueden ser ayudados a través de una mejor
enseñanza, y que no existe la necesidad de realizar las evaluaciones clínicas
tradicionales. Esta conclusión es incorrecta: pues las dificultades, hándicaps o déficits de
algunos alumnos van mucho más allá del ámbito de la propia clase y proceso educativo.
Evaluar las necesidades de algunos alumnos requiere la cooperación de un número
variado de profesionales trabajando en conjunto para determinar qué factores están
implicados y cuál es la mejor manera de ayudar a un alumno en particular. Y en esos
casos no conviene rechazar aproximaciones, procedimientos y técnicas que nos pueden
ser de gran utilidad. En esos casos tiene sentido, o pudiera tenerlo en algunas ocasiones,
las perspectivas clasificatorias y categóricas del comportamiento y de los individuos.

V. CONCLUSIONES E IMPLICACIONES PRÁCTICAS

Sobre la clasificación de los alumnos existen muchas opiniones, originándose gran parte
de ellas en la observación de los hechos. Los autores escriben sobre la clasificación de
acuerdo a sus observaciones sobre los aspectos positivos o negativos que el uso de la
misma produce en los alumnos. Pero los efectos de la clasificación de los estudiantes no
son conocidos con certeza: «El experimento crítico no se ha hecho. No hemos clasificado
estudiantes sin deficiencias, los hemos puesto en programas de educación especial, y ob-
servado los efectos. No hemos hecho esto por razones éticas obvias» (Ysseldyke, 1987,
p. 266). Sin embargo, sí podemos concluir acerca de la utilidad que las clasificaciones
pueden tener en la educación, y sugerir algunas recomendaciones.
A lo largo de este. capítulo se ha visto cómo la clasificación resulta una actividad con
sentido para los profesionales y el avance del conocimiento en muchas actividades, y que
puede producir algunos beneficios para algunos alumnos en algunas situaciones. Pero el
apoyo empírico para pensar que las clasificaciones ayudan a los alumnos es muy poco
(Ysseldyke, 1987). Los problemas comienzan cuando los profesionales confían en exceso
en los sistemas de clasificación y asumen que estos sistemas pueden ayudarles a diseñar
programas que satisfagan las necesidades de un alumno concreto (Reynolds, 1988). Hay
que recordar que la mayor parte de los sistemas de clasificación vigentes obedecen a
criterios que no tienen en cuenta los aspectos más relevantes del proceso de enseñanza.
En todo caso, habría que desarrollar sistemas de clasificación basados en las respuestas
curriculares del alumno.
La tendencia de los últimos años hacia una evaluación basada en el currículo significa
una reducción de la confianza depositada en los tests psicoeducativos de tipo
psicométrico, subrayando la evaluación individual y continua hecha por el profesor sobre
habilidades académicas funcionales y sociales. La medición detallada de las respuestas
del alumno al currículo junto a la toma en consideración de otros aspectos contextuales
del proceso de enseñanza -como se puede observar hablamos de variables ambientales y
de la interacción del alumno con el medio, y no de variables referidas al alumno y sus
características- serían las actividades clave del proceso de evaluación en el aula. Hemos
de buscar nuevos y mejores caminos para clasificar a los alumnos. Nos deberíamos
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mover desde una clasificación basada en los tests hacia una clasificación «basada
principalmente en el progreso en el currículo y orientada estrictamente a los problemas de
instrucción» (Reynolds, 1984, p.84).
Desde la escuela, el valor de la evaluación en último término se refleja en el grado en
que guía la intervención e instrucción. Se defiende con razón que es el perfil único de
habilidades cognitivas, de adaptación, y educativas, así como el estatus biomédico
asociado con cada sujeto, lo que nos sirve para planificar e intervenir individualmente. La
clasificación por muy precisa que sea nunca da respuesta a las necesidades de
instrucción individual. Sin embargo, necesitamos categorías de alumnos para poder
hablar de ellos y tratados categóricamente. Por ejemplo, hablamos de deficiencias au-
ditivas, deficiencias visuales, problemas de habla y comunicación, retrasos severos y
profundos, y otros. Y nos son útiles esas categorías porque nos facilitan y simplifican la
comunicación profesional, y porque cubren un importante papel en la trasmisión de
conocimientos, el aprendizaje y la investigación. Probablemente, el hablar de los apoyos
necesitados (tipo de apoyos) y de la intensidad de los mismos (intermitente, limitada,
extensiva, generalizada), como propone AAMR (1992), permite utilizar unos criterios y un
sistema clasificatorio que está directamente unido a las necesidades de las personas.
Una recomendación que debe ser tomada seriamente y que ayudaría a aliviar el
problema del estigma y etiquetaje sería no utilizar las categorías de clasificación para
identificar a aquellos alumnos que presentan deficiencias o discapacidades ligeras,
incluida la mental. En esos casos, los profesores y los profesionales, especialmente los
profesores de educación especial y los profesores de primaria o secundaria, deben
trabajar juntos para «crear un ambiente escolar corriente más poderoso que prevenga la
necesidad del retrato categórico de las necesidades de los niños y que les sirva bien en la
integración» (Reynolds y Birch, 1988, p. 67). El trabajo en equipo de diversos
profesionales aparece como la tarea primordial para superar las dificultades encontradas
por los estudiantes. La categorización del problema y la asociada asignación de respon-
sabilidad casi exclusiva a otro profesional o profesionales «especializados» es uno de los
mecanismos más negativos y peligrosos que puede desencadenarse en la actual
situación de integración educativa.
Los daños de la clasificación en los alumnos son evidentes en las poblaciones límites
o de afectación ligera, y más aún en aquellas cuya deficiencia o dificultad puede
calificarse de transitoria. La segregación, la reducción de expectativas de rendimiento, la
menor interacción con las personas sin dificultades o deficiencias reflejan algunos de los
efectos más negativos, que además tienden a consolidar e incrementar esa dificultad o
deficiencia. Por el contrario, en poblaciones cuya afectación es mayor, el mismo uso de la
etiqueta puede resultar de ayuda en determinar las expectativas apropiadas, además de
otros posibles beneficios.
Las modificaciones de las prácticas actuales escolares en relación con la clasificación
de los alumnos debe ir en el sentido que apuntan Reynolds y Birch (1988): en el cuadro
3.6 se expone la comparación entre lo que son las prácticas dominantes en la actualidad y
las preferidas para el futuro. Excepto alguna de las comparaciones que se centra más en
la particular situación estadounidense (las números 1, 7, 8 y 9 sobre todo) el cuadro
presenta una buena síntesis de las recomendaciones a seguir en el futuro.
Por último, conviene recordar la provisionalidad de todas las taxonomías, que son
sistemas tentativos que habrá que modificar y sustituir a medida que acumulemos
investigación adicional. En concreto, las actuales concepciones clasificatorias referidas a
los problemas o trastornos comunes en el ámbito educativo así como las referidas a
grupos de población (tal como vienen reflejados en los manuales más difundidos y
reconocidos como es el DSM-IlI-R o la ICD-lO) resultan hoy inadecuadas para la
planificación de la enseñanza. La modificación en términos mucho más próximos al
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aprendizaje y a la adaptación social de cada alumno es el camino a seguir en el futuro


inmediato.
Nos identificamos con las críticas realizadas hacia la clasificación en la educación
(sistemas utilizados, proceso de realización y carencia de utilidad para la intervención
educativa). Sin embargo, reconocemos su utilidad para el desarrollo del conocimiento, y
en concreto el conocimiento educativo. Por esta razón acabamos este capítulo citando
nuevamente a Foucault, para justificar en este caso la necesidad de las clasificaciones
como característica ineludible del conocimiento humano. Foucault (1970), al hablar de la
historia de la ciencia natural, analiza la clasificación y su origen histórico, y afirma que:

Más bien, concierne a una organización fundamental del conocimiento, que ordena el conocimiento
de las personas de manera que haga posible representarlos en un sistema de nombres, Hubo sin
duda, en esta región que ahora llamamos vida, muchas otras averiguaciones que los intentos de
clasificación, muchas otras clases de análisis que el de identidades y diferencias, Pero todas ellas
descansaron en una especie de a priori histórico, que las autorizaba en su dispersión y en sus
proyectos singulares y divergentes, y volvía igualmente posible todas las diferencias de opinión de
cualquier origen [p. 157].

CUADRO 3.6. Prácticas predominantes y prácticas preferidas

Prácticas predominantes Prácticas preferidas

1. Incentivos de finanaciación y de otro tipo 1. A través de los programas de integración y


animan la identificación de estudiantes como cambio en los sistemas de financiación, se han
minusválidos. hecho esfuerzos para limitar el número de
estudiantes clasificados como minusválidos.

2. El diagnóstico y clasificación de los alumnos


2. El diagnóstico y clasificación de los alumnos están orientados estrictamente a la mejora de la
está orientado poderosamente a la etiología y instrucción; basados principalmente en el
simple pronóstico. currículo.

3. Las categorías de la excepcionalidad están 3. La mayoría de las categorías de la


alta- excepciona- lidad están reconocidas como
mente medicalizadas. conveniencias administrativas y específicas a la
educación.

4. El diagnóstico es principalmente categórico o 4. El diagnóstico es principalmente dimensional,


tipológico. preservando en detalle todos los datos
relevantes de evaluación.

5. La evaluación en educación especial es una 5. La evaluación está basada directamente en


operación en dos fases: primero, determinar las necesidades educativas y no asume una
que un chico es deficiente por su categorización clasificación <<libre de contexto>> del niño
y después considerar sus necesidades como deficiente.
educativas.
6. Los alumnos deficientes ligeros son
6. Los alumnos deficientes ligeros se clasifican educados en base a una evaluación y
como Retrasados mentales ligeros, Dificultades planificación no categórica.
de aprendizaje, Dificultades emocionales, etc.
7. Los profesores de educación especial sin
7. Los profesores especializados por categorías especialización por categorías trabajan en aulas
negocian con profesores de integración, los integradas para mejorar los servicios a un

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servicios en el aula integrada. mayor rango de estudiantes con necesidades


especiales.

8. La financiación especial está ligada a la 8. La financiación especial está ligada a los


clasificación de los alumnos en una categoría servicios o al personal preferentemente que a
déficit. los niños por categoría.

9. Las categorías de educación especial están 9. La educación especial renegocia sus


establecidas por los legisladores para limitar relaciones con la educación no especial, para
gastos. servir a propósi-
tos preventivos como también para servir a los
niños considerados dentro de la educación
especial.

Fuente: Adapatado de Reynolds y Birch, 1988.

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GARCÍA Vidal Jesús y GONZÁLEZ Manjón Daniel


Evaluación e Informe Psicopedagógico. Una perspectiva curricular. Vol I
Editorial EOS. Madrid, España, 1998. pp. 163-167.

EVALUACIÓN O DIAGNÓSTICO PSICOPEDAGÓGICO

Cabe preguntarse por qué, al elegir el título de esta obra, nos hemos inclinado por la
expresión EVALUACIÓN PSICOPEDAGÓGICA, en lugar de atenemos a la más común de
DIAGNÓSTICO PSICOPEDAGÓGICO. Es posible, asimismo, pensar que la elección de
uno u otro término es irrelevante, pues lo que a fin de cuentas importa es el concepto que
encierre tras él. No obstante, no es la nuestra una elección caprichosa ni, en nuestra
opinión, es indiferente inclinarse hacia uno u otro lado, por lo que el título responde a una
"toma de partido" en una polémica conceptual que hace ya varios años viene
manteniéndose en nuestro campo de actuación profesional, así como en el marco más
general de la psicología.

A.- DIAGNÓSTICO O EVALUACIÓN PSICOPEDAGÓGICA.

Tradicionalmente, se ha venido haciendo una distinción conceptual en el campo


educativo entre EVALUACIÓN y PSICODIAGNÓSTICO, en el sentido de plantearse la
primera como un elemento más del proceso de programación y acción pedagógica,
directamente vinculado a la actividad docente del profesor, en tanto que el segundo
término -diagnóstico- se reservaba para definir la intervención del psicólogo
(fundamentalmente) o del pedagogo de manera excepcional, ante problemas de
aprendizaje que, de un modo u otro, escapaban a la competencia técnica del profesor.
Así, el término "evaluación" se mantenía con una significación más general e
inespecífica, ligado directamente al docente, que el de "diagnóstico", al tiempo que ambos
aparecían como separados en la teoría y en la práctica.
Afortunadamente, en los últimos años, se ha venido produciendo una reconfortante
tendencia tanto a introducir el término diagnóstico entre las actuaciones educativas
ordinarias (ver, p.e., R. Amengual, 1975), como a emplear el de evaluación para definir la
tarea técnica de obtención y valoración de datos relevantes para la (re)orientación de los
procesos de aprendizaje de todo tipo de alumnos, pero especialmente de aquellos que
presentan algún tipo de necesidad educativa especial.
Por nuestra parte, compartimos plenamente el punto de vista según el cual (ver
Pérez Juste, 1989:35) "la auténtica evaluación exige el conocimiento detallado de los
alumnos a fin de adecuar tanto la actuación del profesor en el aula -motivación, métodos,
técnicas-, cuanto su diseño pedagógico -objetivos, actividades, sistemas de evaluación-, e
incluso el nivel de exigencia". En este sentido, hemos de entender que los conceptos que
con anterioridad se definían como separados, no pueden verse sino como unidos de tal
modo que el DIAGNOSTICO PSICOPEDAGÓGICO resulta incluido en la EVALUACION
PSICOPEDAGOGICA, constituyendo un momento - no el único, y a veces ni tan siquiera
el principal de esta última. Concretamente, por diagnóstico se entiende aquella fase de la
evaluación psicopedagógica en que los agentes educativos, a partir de una información
recogida, elaboran modelos funcionales explicativos de la situación actual de un alumno o
grupo de alumnos, con el fin de orientar un programa de intervención educativa.

A lo anterior, es necesario añadir una tercera consideración o razón a favor del uso

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del término evaluación y es que mientras el término diagnóstico tiene unas connotaciones
claramente patologistas sin que implique algo más que la exclusiva valoración de los
déficits, carencias o hándicaps que un individuo presenta, evaluación tiene unas
connotaciones más claramente ligadas con la (re)orientación de los procesos a que hace
referencia.
En bastantes de los documentos «oficiales» de la Reforma del Sistema Educativo
se opta claramente por el término valoración frente a los de diagnóstico o evaluación,
cuestión que nos hace reflexionar acerca de dicho término que queda a medio camino
entre los dos últimos. Valorar es «sopesar» algo, o lo que es lo mismo «medir
comparativamente»; en otras ocasiones, se sinonimiza con identificación (es éste el
sentido en que se emplea en los citados documentos). Creemos que este término al igual
que el de diagnóstico puede quedar reducido a una parte o fase de la evaluación,
excluyendo de manera explícita (semánticamente), o al menos no incluyendo, elementos
o aspectos importantes de la misma como pueden ser la (re)orientación y el seguimiento
correspondiente.
No es la nuestra, sin embargo, una actitud "intransigente" a este respecto, pues
somos perfectamente conscientes de que la literatura sobre el tema no se caracteriza,
justamente, por su claridad y precisión en el terreno conceptual y terminológico. En este
sentido, estos términos han evolucionado históricamente por derroteros diferentes, en
disciplinas muchas veces separadas entre sí, y han estado, además, condicionados por
los avatares de estas disciplinas (p.e., el término "diagnóstico" ha sido y es muchas veces
rechazado en el campo educativo por las resonancias a él asociadas de un modelo
clínico-médico- lo que ha obligado a "etiquetar" de otro modo el proceso concreto que el
concepto encierra). Sí queremos mantener, por el contrario, una actitud "menos abierta"
frente a los conceptos efectivamente implicados en ambas etiquetas, que serán
desarrollados con amplitud más adelante, al hablar sobre los diferentes "enfoques" de la
evaluación psicopedagógica.
Quede claro, por tanto, desde este momento, que en estas páginas optamos por un
modelo de EVALUACIÓN PSICOPEDAGÓGICA que, brevemente, implica tanto procesos
de recogida, tratamiento e interpretación de datos, como procesos de análisis y valoración
de los mismos, encaminados a la elaboración de modelos funcionales explicativos del
fenómeno de enseñanza/aprendizaje (y aquí hablamos de "diagnóstico"), pero también -y
de modo inexcusable- procesos de toma de decisiones relativas al tratamiento educativo
del sujeto o sujetos implicados en la evaluación, la correspondiente comunicación de los
mismos y de forma obligada, el seguimiento del programa de intervención educativa
diseñado a tal efecto, debiendo entenderse este último como el elemento retroalimentador
que todo proceso evaluativo debería contener y cuya explicitación resulta imprescindible
cuando sobre un determinado proceso de aprendizaje actúa más de un profesional.

B. EVALUACIÓN PSICOLÓGICA, PEDAGÓGICA Y PSICOPEDAGÓGICA.

La segunda cuestión que nos inclina a la elección del término evaluación, en lugar
del-posiblemente- más difundido de diagnóstico y del más «oficialista» de valoración, se
relaciona con la especificidad de esta actividad (la evaluación psicopedagógica) frente a la
evaluación psicológica en general y la pedagógica tal como ha sido entendida ésta
tradicionalmente.
Ciertamente, la evaluación psicopedagógica, tal y como la hemos definido hace un
momento, coincide plenamente con el concepto general de la evaluación psicológica (ver
Silva, 1990), yen este sentido, comparte las características generales de la misma, así
como sus elementos constitutivos. Y sin embargo, creemos que es lícito, y obligado,
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desde el punto de vista estrictamente técnico-científico (y no sólo desde una perspectiva


profesional, más o menos corporativista, como con demasiada frecuencia ocurre), es lícito
-decíamos- reclamar la especificidad de la EVALUACIÓN PSICOPEDAGÓGICA.
En última instancia, cabía pensar que éste es un planteamiento carente de sentido,
pues nuestra evaluación es en definitiva evaluación de variables psicológicas: inteligencia,
desarrollo afectivo y social, aprendizaje... que son conceptos radicalmente psicológicos,
de modo que cabría entender esta evaluación como un simple "subconjunto" del campo
más general de la evaluación psicológica, posiblemente con algunos rasgos peculiares,
pero en cualquier caso una simple subclase de esta disciplina más general.
Es igualmente cierto nuestro acuerdo con la definición de Pérez Juste (1989),
citada en páginas del capítulo anterior desde la perspectiva pedagógica de la evaluación
(siempre y cuando la evaluación pedagógica se plantee como previo el conocimiento del
alumno como medio para la adecuación metodológica y curricular , como muy bien
plantea dicho autor) ya que nuestra actividad profesional implica procesos evaluativos que
tienen marcado carácter educativo ( o al menos deberían) y que son llevados a cabo en
común o de manera indistinta, por profesionales de la psicología y la pedagogía.
Queremos llamar la atención, sin embargo, sobre un hecho que nos parece
esencial y clarificador a este respecto, tanto desde la perspectiva teórica como -muy
particularmente- desde la práctica diaria de nuestra profesión: el desarrollo y aprendizaje
de un individuo (variables estrictamente psicológicas), no son elementos que ocurran en
el vacío. Bien al contrario, en sociedades avanzadas -postindustriales- y complejas, es el
propio medio social, cultural, político y económico el que se encarga de crear unas
estructuras de socialización, con características peculiares, que llamamos "de Educación
Formal" o "Sistema Educativo". y no es éste un hecho anecdótico: sociedades como la
nuestra introducen una variable crítica para los procesos de aprendizaje y desarrollo de
sus miembros, cuando hacen que ambos discurran y ocurran en un contexto organizado
peculiar. Si bien con carácter general este contexto lo denominamos "escuela", con un
carácter más específico podríamos hablar (o deberíamos hablar) de currículum.
En otras palabras, variables tan estrictamente psicológicas como las implicadas en
los procesos de aprendizaje y desarrollo, se hacen más complejas y adquieren un grado
de singularidad elevado al insertarse en un sistema dado (con un alto nivel de
estructuración estimular), en el que, al menos, interactúan con variables de tipo
sociológico (qué objetivos se sitúan como metas deseables y prioritarias, cómo se
organiza su consecución, de qué valores se parte, etc.), epistemológico (el aprendizaje se
produce en un contexto de conocimientos sociales, históricas y culturalmente
conformados como "materias") y pedagógico-didáctico (modelos, procedimientos y
estrategias que orientan el diseño de los procesos de "enseñanza" de aquellos objetivos
que se pretenden alcanzar, así como los materiales específicos de aprendizaje utilizados).
Desde nuestro punto de vista, esta múltiple fundamentación que informa el
currículum escolar (que será tratada con más detalle más adelante) hace que la
evaluación psicopedagógica deba conceptualizarse como UNA DISCIPLINA CON
CARÁCTER PROPIO, estrechamente emparentada con la evaluación psicológica, en
general, de la que en buena parte procede, en efecto. Pero, al mismo tiempo, no
identificable plenamente con ella ni incluible como simple subconjunto de la misma: el
contexto, que hemos descrito brevemente antes, no es una anécdota, sino una verdadera
variable crítica, y exige, al mismo tiempo, aportaciones diferentes a las estrictamente
psicológicas (fundamentalmente pedagógicas y didácticas, pero también otras).

Hechas estas puntualizaciones, no quisiéramos dejar de subrayar una noción que


nos parece fundamental, procedente de la estrecha vinculación entre evaluación
psicológica y psicopedagógica y muy acertadamente expresada por F. Silva (op. cit.:61):
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"la lengua inglesa cuenta con dos palabras de etimología distinta, "assessment" y
"evaluation", con lo cual puede otorgar a cada una, con facilidad, distintas connotaciones.
Al traducir al español "assessment" por evaluación no ha quedado más remedio que
traducir "evaluation" por una palabra distinta, pero rigurosamente sinónima: valoración
(...).
Con la feliz traducción de Assessment por evaluación, no termina de quedar clara una
última implicación de lo que significa la evaluación psicológica como disciplina aplicada:
su necesaria relación (...) con estimaciones y juicios valorativos y, por ello, con
CUESTIONES ÉTICAS QUE HAN DE SER DEONTOLÓGICAMENTE CONSIDERADAS.
SIN ESTE ALCANCE DEONTOLÓGICO, TODO CONCEPTO DEEV ALUACIÓN
PSICOLÓGICA QUEDA TRUNCADO, INCOMPLETO, y NECESITA EN BUENAS
CUENTAS DE UNA PROFUNDA REVISIÓN" (el subrayado es nuestro).

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MARCHESI Álvaro, COLL César, PALACIOS Jesús. Comp.


Desarrollo psicológico y educación. 3. Trastornos del desarrollo
y necesidades educativas especiales.
Alianza Editorial. Psicología y Educación. Madrid, España. 2001. pp. 389-410

LA EVALUACIÓN PSICOPEDAGÓGICA
Climent Giné

1. Introducción

La evaluación de las posibles necesidades educativas del alumnado se revela como uno
de los componentes más críticos de la intervención psicopedagógica; no sólo porque los
profesionales de la Psicopedagogía (psicólogos, pedagogos y psicopedagogos) dedican a
esta tarea buena parte de su tiempo, sino porque en ella se fundamentan las decisiones
orientadas a la prevención y, si es el caso, solución de las posibles dificultades del
alumnado y en definitiva a la promoción de las mejores condiciones para su desarrollo.
Probablemente el contexto en el que los psicopedagogos ubican la mayor parte de sus
actuaciones en el campo de la evaluación psicopedagógica sea el escolar. Por esta razón,
este capítulo se centra preferentemente en este ámbito. En este sentido, téngase
presente que la concepción actual del proceso de enseñanza y aprendizaje, que se ha
impulsado a partir de la reforma educativa, conlleva cambios importantes en el modelo de
evaluación de las necesidades educativas del alumnado y, en consecuencia, en las prác-
ticas y en los instrumentos utilizados; el modelo hasta ahora vigente -y que todavía se
manifiesta con gran vitalidad- orientado al individuo y basado en la utilización de
instrumentos a menudo descontextualizados se revela claramente insuficiente para el
diseño de la respuesta educativa.
Dichos cambios tienen su origen en la necesidad de analizar y conceptualizar las
dificultades y problemas que presenta el alumnado a lo largo de su desarrollo a partir de
un modelo que en lo psicológico asuma el origen social del desarrollo y del aprendizaje; y
en lo pedagógico obedezca a un enfoque plenamente educativo, es decir, orientado a
identificar los apoyos necesarios para su progreso. Las características más importantes
de este modelo, en el contexto escolar, se recogen en el Cuadro 1.

Cuadro 1. Rasgos principales que caracterizan las dificultades de aprendizaje

El desarrollo es fruto de la interacción del individuo, con su equipo biológico de base, con adultos y
compañeros significativos en los distintos contextos de vida.
La interacción tiene lugar a través de las oportunidades y experiencias de los
adultos/compañeros proporcionan al individuo (alumno).
Para que pueda producirse desarrollo (aprendizaje) es necesaria la participación del alumno y
la guía del adulto (profesor) y/o de compañeros más capaces.
Lo que debe preocupar al profesional no es profundizar el déficit, sino conocer sus
posibilidades.
Debe evitarse establecer categorías entre los alumnos según sean sus condiciones personales,
y centrarse en las condiciones que afectan a su desarrollo personal y que justifican la provisión de
determinadas ayudas específicas.
Existe una amplia gama de necesidades comunes a todos los alumnos, por lo que los apoyos
especiales precisar determinados alumnos tendrán siempre un carácter complementario.
Las necesidades educativas especiales muestran siempre un importante grado de relatividad y
pueden tener un carácter permanente o transitorio.
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Las necesidades educativas de un alumno deben identificarse sobre la base de las exigencias
que la escuela le plantea, por lo general, en torno al currículum.
La identificación de las necesidades educativas especiales del alumnado se convierte en el
inicio de la determinación de las actuaciones educativas apropiadas y de los recursos personales y
materiales que se le deben proporcionar en orden a su progreso personal.

En consecuencia, la práctica de la evaluación psicopedagógica debe ser coherente,


tanto desde el punto de vista conceptual como metodológico, con el origen social del
desarrollo, y por tanto del aprendizaje, y con una visión de las diferencias individuales
como indicadores de la naturaleza y tipo de apoyos que deben procurarse al alumnado.
No es ocioso recordar que la tradición en este campo y las inercias profesionales,
probablemente atribuible s tanto a la formación recibida como a las insuficiencias propias
del modelo y de los instrumentos utilizados, siguen más bien un modelo clínico que tiende
a la categorización de los individuos a partir de las características del sujeto normalmente
expresadas en términos de déficit.
Por otro lado, la importancia de los contextos en el desarrollo y la adopción de un
enfoque educativo conlleva asumir que la evaluación psicopedagógica no es una tarea
que un profesional (pedagogo, psicólogo, psicopedagogo) pueda asumir de forma
exclusiva. Antes al contrario, se hace imprescindible la estrecha colaboración de dichos
profesionales con los otros mediadores presentes en los diferentes contextos de
desarrollo; en particular, los padres y los profesores. La interdisciplinariedad es un requi-
sito para la adecuada valoración de las necesidades educativas especiales de los
alumnos, aunque justo es reconocer la escasa tradición de trabajo cooperativo y
respetuoso entre los diversos profesionales implicados.
Así pues en este capítulo3 se propone en primer lugar un marco conceptual y
metodo1ógico para el análisis y conceptualización de las dificultades y problemas que
presentan los alumnos a lo largo de su desarrollo, y por tanto, para la identificación de las
necesidades especiales que eventualmente pudieran derivarse. En otras palabras, se
ofrece y justifica una concepción interactiva y contextual de la evaluación; ésta no puede
limitarse al sujeto, sino que debe extenderse a los diversos ámbitos y circunstancias
presentes en el desarrollo. En este sentido, la evaluación de las necesidades educativas
especiales del a1umnado adquiere pleno sentido cuando, más allá de las condiciones
particulares de un alumno determinado, se orienta a la mejora de las condiciones del
proceso de enseñanza y aprendizaje, y a la identificación de los apoyos necesarios para
su progreso.
En segundo lugar, se describe el proceso de identificación de las necesidades
educativas especiales en el contexto escolar y los aspectos que deben contemplarse;
asimismo se sugieren algunas prácticas evaluadoras e instrumentos coherentes con el
modelo propuesto.
El último apartado se centra en la identificación y valoración de los apoyos necesarios
a lo largo del proceso educativo con especial referencia a la elaboración de las
adaptaciones curriculares, como medida de ajuste de la respuesta educativa a las
necesidades especiales de algunos alumnos.

3
Parte del contenido de este capítulo se corresponde con el trabajo publicado por el autor en <<Suports,
Revista Catalan d’Educació Especial i Atenció a la Diversitat>>, vol. 1, núm. (1997).
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2. La evaluación psicopedagógica: la trascendencia de un nuevo modelo

2.1 Una concepción interactiva y contextual del desarrollo

En las últimas décadas han sido numerosos los autores (Schaffer, 1977 y 1993; Bruner,
1977; Bronfenbrenner, 1987; Wertsch, 1979 y 1988; Kaye, 1986; Rogoff, 1993) que han
coincidido en señalar la naturaleza social del desarrollo humano, en el sentido de que éste
tiene lugar en el ámbito de las relaciones personales en el marco de un contexto
determinado; como afirma Martí (1994), se abandonan, en consecuencia, posiciones
centradas en el individuo y que conciben el desarrollo principalmente como un «viaje en
solitario», recogiendo la metáfora de Bruner, y también aquellas otras que, aun
reconociendo la importancia del contexto en el desarrollo, consideran al individuo y al
contexto como entidades independientes que mutuamente se condicionan.
De acuerdo con la obra de Vigotsky, el desarrollo humano es visto como una actividad
social en la que los niños y niñas toman parte en acciones de naturaleza cultural que se
sitúan más allá de su competencia a través de la ayuda de los adultos o de compañeros
más experimentados.
En síntesis, puede afirmarse que el proceso de desarrollo, y por tanto de aprendizaje,
es fruto de la interacción del sujeto (con su equipamiento biológico de base y su historia
personal) con los adultos y compañeros significativos en los diversos contextos de vida
(familia, escuela, sociedad); en consecuencia, la valoración de los posibles trastornos y
problemas que eventualmente pueden aparecer a lo largo del proceso de desarrollo
deberá tener en cuenta todas las diferentes variables que intervienen, estableciendo una
clara diferencia con otros modelos de evaluación (diagnóstico) que únicamente se centran
en la valoración del sujeto.
Esta naturaleza interactiva y contextual del desarrollo tiene también otra consecuencia
que no puede olvidarse. No es suficiente con identificar las posibles variables que pueden
ayudar a explicar el problema, sino que la solución pasa también por modificar las
condiciones del entorno de forma que incidan favorablemente en el progreso de los
alumnos. Las dificultades y los trastornos de los alumnos no son independientes de las
experiencias que se les brindan en casa y en la escuela ni de las ayudas que se les
facilitan.

2.2 Algunas consecuencias para la evaluación de las necesidades educativas del


alumnado

Parece claro que si el desarrollo y el aprendizaje de los alumnos está en función de las
oportunidades y de las experiencias que los adultos y compañeros les facilitan en los
diversos contextos de desarrollo, el proceso de identificación de las posibles necesidades
educativas especiales del alumnado en el marco escolar habrá de contemplar todas y
cada una de las variables que inciden en la enseñanza y el aprendizaje.
No obstante, conviene reconocer que éste no ha sido el enfoque con el que
tradicionalmente se ha abordado la valoración de las necesidades educativas especiales
de los alumnos. En general, lo que ha preocupado es diagnosticar sobre la base de unos
determinados criterios (CI, tipo de déficit o trastorno) y clasificar a los alumnos afectados
en grupos supuestamente homogéneos.

Al menos cuatro características sobresalen en el enfoque tradicional:

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1. La valoración se centra fundamentalmente en el alumno.


2. La valoración se realiza a través de pruebas al margen de los contextos de desarrollo.
3. El CI se transforma en un criterio para determinar el nivel de desarrollo.
4. El tipo de déficit se convierte en el mejor indicador para determinar los apoyos
necesarios.

Parece pues que la adopción de un modelo de desarrollo de naturaleza interactiva y


contextual habría de generar cambios importantes en las prácticas de evaluación propias
de este enfoque tradicional. Entre otros, cabe señalar los siguientes:
En primer lugar, conviene dotarse de un modelo explicativo del desarrollo como el
señalado que permita, por un lado, identificar las prácticas de evaluación más oportunas
en cada caso y, por otro, que permita relacionar las diferentes informaciones recogidas y
atribuirles el sentido adecuado.
En segundo lugar, las prácticas profesionales y los instrumentos han de acomodarse a
la concepción interactiva del proceso de enseñanza y aprendizaje en el contexto del aula.
Aunque también, llegado el caso, en relación con el contexto familiar o social.
En tercer lugar, por encima de otros intereses, lo que realmente importa es conocer
cuáles son las necesidades de los alumnos en términos de las ayudas que necesitan para
progresar.
En cuarto lugar, la información recogida deberá permitir el ajuste constante (tipo e
intensidad) de la ayuda que el profesor presta al alumno o grupo de alumnos.
Y en quinto lugar, la información recogida deberá permitir también tomar decisiones
respecto de la optimización del contexto, en este caso la escuela.
La nueva definición de retraso mental que ha propuesto la American Association on
Mental Retardation (1997), ofrece un buen ejemplo de lo que acaba de señalarse, al
tiempo que constituye un referente de autoridad. Esta definición se basa en una
aproximación multidimensional al fenómeno del retraso que conlleva consecuencias
importantes para la evaluación psicopedagógica. Si se menciona, necesariamente de
manera breve, en el marco de este capítulo, es simplemente porque se convierte en un
claro ejemplo de lo que se ha señalado hasta ahora, concretándolo en el campo de una
de las condiciones personales de discapacidad más frecuente como es el retraso mental4.
En efecto, la nueva definición se convierte en un indicador de la fuerza y la
universalidad de las posiciones sostenidas; es decir, el enfoque interactivo y contextual
del desarrollo y de la evaluación es ampliamente compartido y no se puede atribuir ni a
razones de oportunidad ni de moda a raíz de los nuevos planteamientos de la reforma
educativa de nuestro país.

Las consecuencias de la nueva definición son:

1. Amplía el concepto de retraso mental -hasta ahora muy limitado a los aspectos
intelectuales- incorporando dimensiones no tenidas en cuenta suficientemente.
2. Rechaza la confianza depositada en el CI como criterio para asignar un nivel de
retraso.
3. Deja claro que las capacidades del individuo se modulan a través de las
exigencias que se le plantean en los diversos contextos.
4. Las necesidades particulares de estas personas guardan una estrecha relación
con el tipo y nivel de apoyo de que dispone.

4
En los capítulos 10 y 13, dedicados a los alumnos con retraso mental y a los alumnos con necesidades de
apoyo generalizado, respectivamente, se ha desarrollado el significado de esta definición.
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La American Association on Mental Retardation utiliza un triángulo para representar


gráficamente la definición:

El punto más importante para este tema radica en el enfoque funcional del retraso mental
y, por 10 tanto, en su valoración; en efecto, la valoración de las capacidades no puede
hacerse sin ponerlas en relación con las exigencias del entorno (en la escuela, articuladas
en torno al currículum) y con los apoyos que el entorno le facilita para funcionar.
Los puntos débiles de una persona se manifiestan siempre en relación con un
entorno determinado (exigencias y apoyos) y, por 10 tanto, si se le provee de ayudas
apropiadas, su funcionamiento mejorará. De nuevo queda claro que la atención se ha de
desplazar del sujeto al entorno y que 10 que realmente es imprescindible es la
identificación de los apoyos apropiados al sujeto en cada contexto.
Como afirma la American Association on Mental Retardation (1997), «para cualquier
persona con retraso mental, la descripción de este estado de funcionamiento requiere
conocer sus capacidades y comprender la estructura y expectativas de su entorno
personal y social» (p. 26).

2.3 La definición de la evaluación psicopedagógica

Así pues la evaluación psicopedagógica ha de proporcionar información relevante para


orientar la dirección de los cambios que han de producirse a fin de favorecer el adecuado
desarrollo de los alumnos y la mejora de la institución escolar.
Desde esta perspectiva, se puede definir la evaluación psicopedagógica como:

Un proceso compartido de recogida y análisis de información relevante, relativa a los distintos


elementos que intervienen en el proceso de enseñanza y aprendizaje, para identificar las
necesidades educativas de determinados alumnos o alumnas que presentan dificultades en su
desarrollo personal o desajustes respecto al currículo escolar por diferentes causas, y fundamentar

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las decisiones respecto a la propuesta curricular y el tipo de ayudas que precisan para progresar
en el desarrollo de las distintas capacidades, así como también para el desarrollo de la Institución.

Conviene detenerse un momento en el análisis y consecuencias de la definición que se


propone (Giné, 1997). Se trata de un proceso compartido de recogida y análisis de
información relevante; la evaluación psicopedagógica no puede quedar restringida a un
acto puntual, por sofisticados que sean los instrumentos utilizados, ni a la suma de
diversas exploraciones en un mismo período de tiempo. Además, ha de contemplar a los
distintos elementos que intervienen en el proceso de enseñanza y aprendizaje; es decir, el
propio alumno, el contexto escolar (aula e institución), y el contexto familiar.
La información recogida ha de permitir identificar las necesidades educativas de los
alumnos. La finalidad más importante de la evaluación psicopedagógica no es la de
clasificar a los alumnos en diferentes categorías diagnósticas y hacer una predicción
sobre su posible rendimiento, sino orientar el proceso de toma de decisiones sobre el tipo
de respuesta educativa que precisa el alumno para favorecer su adecuado desarrollo
personal. En otras palabras, la evaluación psicopedagógica ha de servir para orientar el
proceso educativo en su conjunto, facilitando la tarea del profesorado que trabaja
cotidianamente con el alumno.
Una evaluación centrada solamente en el análisis descontextualizado y normativo de
las capacidades del alumno, o de los niveles de afectación o pérdida, y concebida como
una tarea exclusiva del especialista, se revela como claramente insuficiente. La
multidisciplinariedad se muestra, pues, como una condición indispensable del modelo de
evaluación que se propone; en la medida en que los agentes que intervienen en los
distintos contextos, y en particular en el proceso de enseñanza y aprendizaje, son
diferentes, todos ellos han de tener un papel relevante en el proceso de evaluación. Si la
información debe recogerse en las situaciones de aprendizaje en el aula, el profesor pasa
a ocupar un papel de primer orden en el proceso de evaluación y, además, será quien
vaya a responsabilizarse de las distintas medidas de apoyo que eventualmente puedan
considerarse necesarias.
La evaluación psicopedagógica, en definitiva, ha de proporcionar información relevante
para conocer de forma completa las necesidades del alumno así como su contexto
escolar, familiar y social, y para fundamentar y justificar la necesidad de introducir
cambios en la oferta educativa y, en su caso, la toma de medidas de carácter
extraordinario. Dicha información debe obtenerse, en consecuencia, de la evaluación de
los aspectos que se señalan a continuación:

1. La interacción entre el profesor y los contenidos de aprendizaje, es decir las


prácticas educativas en el aula. Supone evaluar fundamentalmente la calidad de la
docencia y la naturaleza de la propuesta curricular, o sea las programaciones del
aula, el equilibrio entre las distintas capacidades y los distintos tipos de contenido,
la secuenciación, la metodología, y los criterios de evaluación.
2. La interacción del profesor con el alumno y el grupo clase en relación con los
contenidos de aprendizaje; supone prestar atención a la naturaleza de la
participación que se exige del alumnado así como a las ayudas que el profesor les
presta y a la relación personal y afectiva que se establece entre éste y el grupo;
esta relación resulta crítica para el equilibrio emocional y la formación del auto
concepto de los alumnos y alumnas.
3. La interacción del alumno con sus compañeros, sea individualmente con alguno de
ellos sea con el grupo. Supone conocer el tipo y calidad de la relación, tanto en el
campo más lúdico y afectivo como en relación con el aprendizaje; es decir, si
existe o no una cultura de trabajo compartido.

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4. Los contextos de desarrollo: el centro escolar y, en su caso, la familia. En cuanto al


centro, interesa tanto la dimensión institucional como la más próxima del aula,
como escenario en el que tienen lugar las interacciones del alumno con los
profesores, los compañeros y los contenidos de aprendizaje.

Finalmente, la evaluación psicopedagógica ha de perseguir, también, la mejora de la


oferta educativa en su conjunto y, por lo tanto, el desarrollo de la institución escolar
entendida como sistema.

3. El proceso de identificación de las necesidades especiales de los alumnos

De acuerdo con lo señalado en el punto anterior, el proceso de identificación de las


necesidades educativas especiales de los alumnos ha de contemplar tanto el propio
individuo, con su equipo biológico de base y su historia personal de relación con el medio,
como los diversos contextos de desarrollo de los alumnos y alumnas, y, sobre todo, la
relación que se establece entre ellos.
Así pues, tanto el individuo, como la familia y la escuela se convierten en los ámbitos
propios de evaluación; interesa conocer las condiciones personales del alumno y la
naturaleza de las experiencias que se le brindan en casa y en la escuela, a partir de la
interacción con los adultos y compañeros en estos contextos y con los elementos
materiales presentes.
Para cada uno de estos ámbitos será necesario disponer de instrumentos adecuados
tanto para la valoración del alumno (nivel de competencia curricular; ritmo y estilo de
aprendizaje;, condiciones personales de discapacidad), como de la naturaleza de las
experiencias que se le brinden en la escuela (aspectos institucionales; práctica docente
en el aula) y en la familia (condiciones de vida en el hogar; prácticas educativas
familiares).
De todas maneras, se observa fácilmente que en el modelo de evaluación que se
propone prima la metodología observacional y cualitativa por encima de otros enfoques.
Es decir, la información realmente relevante es la que da cuenta de la relación entre las
características del sujeto y las de los contextos donde éste se desarrolla. En este sentido,
las mayores dificultades para que los profesionales puedan adoptar un enfoque de la
evaluación como el que se propone están, por un lado, en poder disponer de instrumentos
respetuosos con el carácter interactivo del desarrollo y, en particular, del proceso de
enseñanza y aprendizaje; y, por otro, en la falta de formación específica y quizás de
condiciones de trabajo que lo faciliten. El estado actual de la investigación en este campo
hace que sea prácticamente imposible remitir al lector a fuentes de información
contrastada.
La presencia de estas dificultades, sin embargo, no debiera ser excusa para abonar el
uso de métodos e instrumentos de evaluación de corte clínico y centrados exclusivamente
en el individuo; más bien habría de convertirse en acicate de un número mayor de
iniciativas en este campo que permitan a medio plazo consolidar y contrastar
aproximaciones alternativas. De todas maneras, conviene insistir en que más allá de los
instrumentos que eventualmente puedan utilizarse, lo importante es el marco conceptual
(el modelo de evaluación) a partir del cual se deciden las actuaciones a seguir y se
analizan los resultados.
No obstante, sería también injusto no reconocer la existencia de un buen número de
iniciativas orientadas en esta dirección; en los últimos años, algunos profesionales, bien
en el marco de un equipo psicopedagógico bien en algún centro educativo, han elaborado
diversos instrumentos que año tras año han ido perfeccionando a través de la práctica y
de la reflexión conjunta. Lo que sucede, lamentablemente, es que por diversas razones
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tales iniciativas quedan a disposición de un círculo más bien reducido de colegas y no son
dadas a conocer a través de los medios habituales.
Y éste es el camino a seguir. A pesar de las evidentes dificultades, los retos son claros:
poder recoger información relevante sobre la interacción del alumno con el profesor, los
compañeros y los contenidos en el marco de la escuela que permita tomar decisiones
relativas a la oferta educativa. El trabajo diario y la colaboración confiada entre los
profesionales implicados, permitirá avanzar en la dirección adecuada.
La colaboración entre los profesionales no es sólo una exigencia del enfoque
interdisciplinario de la evaluación de las necesidades educativas especiales, sino que
resulta igualmente imprescindible para posteriormente desplegar iniciativas que permitan
disponer a corto plazo de procedimientos e instrumentos útiles que mejoren la atención
que se presta al alumnado ya los centros educativos. No es pues una cuestión
estratégica, ni metodológica, sino que es inherente a la propia acción de evaluación.

3.1 El alumno como ámbito de la evaluación psicopedagógica

El objetivo es conocer en qué medida las condiciones personales del alumno, incluidas las
asociadas a algún tipo de discapacidad, pueden afectar a su proceso de desarrollo y, por
tanto, a su aprendizaje; es decir, cómo inciden en sus posibilidades de relación con los
adultos, los compañeros y los contenidos de aprendizaje. El nivel de competencias del
alumno; su autoconcepto; las características y gravedad de una posible discapacidad; la
existencia de otros trastornos asociados o de problemas de salud; o bien sus experiencias
tempranas en el marco familiar o en la escuela pueden ser indicadores sumamente útiles.
La exploración habría de incluir estas dos dimensiones:

1. Aspectos referidos al grado de desarrollo alcanzado (con relación a todas las


capacidades: cognitivas, motrices, de equilibrio personal... y en todas las áreas).
2. Condiciones personales de discapacidad (se incluyen aspectos físicos, biológicos
y de salud).

3.1.1 Grado de desarrollo

Por lo que respecta a la primera dimensión, es necesario explorar la interacción del


alumno con los contenidos y materiales de aprendizaje, con los profesores y con sus
compañeros; el análisis debe centrarse en la naturaleza de las demandas del medio
escolar, reflejadas en el currículo, en relación con las características del alumnado. De
esta manera será más fácil identificar el tipo de ayudas que va a requerir a lo largo de su
escolarización.
a) La evaluación de las competencias curriculares.-Una de la informaciones más
relevantes sobre el alumno la proporcionará la evaluación de sus competencias en
relación al currículo; recuérdese que la identificación de las necesidades educativas
especiales de un alumno no puede limitarse a explorar sus «problemas» o sus
condiciones personales de discapacidad, sino que fundamentalmente debe atender a la
naturaleza de las demandas del centro escolar reflejadas en el currículo.
En torno al currículo los profesores organizan las experiencias de enseñanza y
aprendizaje y, en consecuencia, concretan las oportunidades para estimular el progreso
del alumnado; conocer los puntos fuertes y débiles del alumno respecto a la propuesta
curricular de su centro es indispensable para poder ajustar la oferta educativa a sus
necesidades y proporcionarle los ajustes necesarios.
En definitiva, la evaluación de las competencias curriculares del alumno ha de permitir
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identificar lo que el alumno es capaz de hacer con relación a los objetivos y contenidos de
las diferentes áreas curriculares, teniendo en cuenta todas las capacidades (cognitivas o
intelectuales; motrices; de equilibrio personal o afectivas; de relación interpersonal; y de
actuación e inserción social) y los tres tipos de contenidos (conceptos, procedimientos y
valores).
Como afirman Coll y Martín (1993), evaluar los aprendizajes de un alumno equivale a
precisar hasta qué punto ha desarrollado unas determinadas capacidades contempladas
en los objetivos generales de la etapa; el hecho de que el alumno pueda atribuir sentido a
los nuevos aprendizajes propuestos exige identificar sus conocimientos previos, finalidad
a la que se orienta la evaluación de las competencias curriculares.
Desde un punto de vista metodológico, surgen tres cuestiones importantes: determinar
los referentes que van a servir para llevar a cabo la evaluación; diseñar un protocolo de
registro ágil y eficaz; y concretar el tipo de responsabilidad del profesor y del
psicopedagogo en este proceso (Giné, 1997).
En primer lugar hay que especificar los referentes de la evaluación de las
competencias curriculares. Éstos no pueden ser otros que los criterios de evaluación
previstos para cada una de las áreas curriculares, dado que estos criterios informan del
grado de desarrollo que se desea que el alumno haya conseguido al final del ciclo y de la
etapa sobre cada una de las capacidades. Ahora bien, si se tiene presente que un criterio
no es, en sí mismo, observable directamente, resulta que para cada criterio de evaluación
deberán elegirse necesariamente diversas actividades o tareas referentes a los diversos
contenidos implicados, que puedan informar del grado con que el alumno cumple los
criterios de evaluación señalados.
Así pues, de lo que se trata es de identificar para cada una de las áreas aquellas
actividades -normalmente recogidas en los objetivos didácticos- más representativas de
cada uno de los tres tipos de contenidos que permitan evaluar el grado de cumplimiento
de cada uno de los criterios de evaluación.
Al final, la reflexión se ha de trasladar a un doble plano. En primer lugar, al plano del
análisis de las causas de por qué un alumno no ha desarrollado suficientemente una
determinada capacidad, lo que conduce a prestar atención a los procesos, que
lógicamente implicarán tanto al alumno (cómo aprende) como al profesor (cómo enseña).
El análisis de los contenidos referidos a los procedimientos y a las actitudes es
particularmente aconsejable en este campo. En segundo lugar, al plano de las medidas
de ajuste de la propuesta educativa adecuadas al grado de desarrollo del alumno y,
siempre que sea necesario, de los apoyos necesarios.
En segundo lugar, es preciso decidir sobre el protocolo. Éste debe ser claro y simple.
Ha de recoger, por un lado, las actividades -objetivos didácticos- seleccionadas y, por
otro, si el alumno realiza o no la actividad; ciertamente, puede ser de utilidad contemplar
alguna información complementaria respecto a la situación, si se le ha facilitado ayuda o
no al alumno, etc.
Conviene también señalar que el protocolo puede variar en función de una
circunstancia muy frecuente en la práctica psicopedagógica y es si la evaluación de la
competencia curricular se lleva a cabo con carácter previo a la escolarización del alumno
o bien una vez el alumno asista regularmente a la escuela. La diferencia podría solamente
estar justificada por razones organizativas y no de fondo; la realidad es que el tiempo del
que se dispone en una u otra situación es ciertamente diferente y razonablemente se
deberán adaptar las estrategias en el momento de evaluar las competencias curriculares
de un alumno en una u otra situación; probablemente la adaptación podría consistir en
una mayor selección de las actividades en el caso de la evaluación previa a la
escolarización.
En tercer lugar, es preciso establecer los términos de colaboración entre el profesor y
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el psicopedagogo en la evaluación de las competencias curriculares de los alumnos. No


es una tarea fácil; y seguramente no es posible fijarlos de antemano. Lo que parece claro
es que una evaluación de este tipo adquiere pleno sentido si se planifica, se lleva a
término y se evalúa de forma conjunta entre el profesor y el psicopedagogo. Hacerlo de
manera conjunta no quiere decir que la participación de ambos profesionales tenga que
ser necesariamente simétrica en todas las fases del proceso; sólo quiere decir que la
colaboración es necesaria y ésta únicamente se conseguirá a partir de la voluntad y del
trabajo que permitirá encontrar en cada caso las vías más adecuadas.
Parece claro que el mayor conocimiento del alumno y del currículo otorga una especial
responsabilidad al profesor a lo largo de todo este proceso; la contribución del
psicopedagogo puede consistir más en aportar criterios psicopedagógicos para la
selección de las actividades en el análisis de las causas que permitirán explicar el
rendimiento del alumno, en la búsqueda de las alternativas de respuesta y en la
evaluación de la bondad del proceso.
b) Ritmo y estilo de aprendizaje.-Resulta importante saber cómo aprende y cómo se
maneja el alumno: las características individuales que definen la forma en que se enfrenta
a las tareas escolares, sus preferencias, sus intereses y sus habilidades; se trataría, en
resumen, de obtener información sobre una combinación de procesos cognitivos,
motivacionales y afectivos.
La información respecto de los niveles de competencia y del tipo y grado de
conocimiento que manifiesta el alumno en relación con la propuesta curricular, y también
respecto de la forma en que aprende, resulta indispensable para tomar decisiones en
cuanto a las ayudas necesarias para facilitar su progreso personal y académico, tanto si
éstas se refieren a procedimientos metodológicos, alternativas organizativas o incluso a
modificaciones de la propuesta curricular.

3.1.2 Condiciones personales de discapacidad

Lo que interesa conocer en este caso es cómo las condiciones personales de


discapacidad pueden afectar al aprendizaje. Los alumnos con necesidades educativas
especiales derivadas de discapacidades sensoriales, motoras, psíquicas... presentan una
serie de peculiaridades que inciden en su proceso de desarrollo personal y que es preciso
conocer a fondo para ajustar la respuesta educativa y proporcionarles las ayudas
necesarias. Dado que en este ámbito existe una mayor tradición, tan sólo se incluyen aquí
los tres aspectos más importantes 5.

1. Naturaleza de la discapacidad motora, sensorial o mental y su incidencia en el


aprendizaje. Es decir, de acuerdo con la American Association on Mental
Retardation (1997), identificar las capacidades y las limitaciones, y las
necesidades de apoyos. Por ejemplo, la evaluación de la movilidad y la
comunicación en los alumnos con discapacidad motriz con objeto de identificar las
ayudas técnicas más adecuadas; o bien la evaluación de las características
comunicativolingüísticas en los alumnos sordos así como el grado de pérdida.
2. Aspectos etiológicos y, en su caso, neurológicos.
3. Aspectos de salud: condiciones de salud/enfermedad; higiene; hábitos
alimenticios.

A diferencia de los modelos más clínicos, no interesa profundizar en las condiciones y

5
Los capítulos Que constituyen la segunda y tercera parte de este volumen desarrollan estos aspectos
aplicados a las dificultades o alteraciones que se abordan en cada uno de ellos.
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naturaleza del déficit, sino que el esfuerzo ha de dirigirse hacia la identificación de cómo
estos factores condicionan el aprendizaje y, por tanto, de qué apoyos se necesitan.

3.2 El contexto escolar como ámbito de evaluación psicopedagógica

Desde una concepción interactiva del desarrollo, una adecuada evaluación del proceso de
aprendizaje de un alumno exige tener en cuenta el conjunto de experiencias a lo largo de
su proceso de escolarización mediatizadas fundamentalmente por determinadas variables
que afectan al centro en su conjunto y por los procesos de enseñanza que se llevan a
cabo en el aula.
Se trata, en definitiva, de explorar, por un lado, en qué medida la existencia o no de un
proyecto educativo compartido y de un proyecto curricular que tiene en cuenta la
diversidad de los alumnos, con todas las medidas organizativas y metodológicas que ello
implica, puede afectar a la calidad de la enseñanza que recibe el alumno; y, por otro, los
procesos de enseñanza que se llevan a cabo en el aula: la relación del profesor con los
contenidos y con el alumno, así como también la relación del alumno con sus com-
pañeros.

3.2.1 El análisis de la institución escolar

Es preciso observar los aspectos institucionales más relevantes para la respuesta


educativa. En primer lugar, cómo se atienden las diferencias individuales en el centro y
cómo se identifican las necesidades educativas. En segundo lugar, las decisiones que se
adoptan en relación a la metodología y a la evaluación del alumnado. En tercer lugar, los
criterios que se utilizan para la distribución de los espacios y los tiempos así como para la
organización de las actividades de enseñanza. Finalmente, las relaciones entre los
profesores y, de forma especial, la coordinación entre los profesores de aula y el profesor
de apoyo.

3.2.2 EL análisis de la práctica docente en el aula

Anteriormente (véase el apartado 3.1.1.) se describió el instrumento de evaluación


centrado más en el aprendizaje del alumno. Ahora se aborda a la otra cara de la moneda,
el proceso de enseñanza que tiene como protagonista al profesor. Ambos procesos, a
pesar de no agotar todas las variables significativas, se vuelven críticas en la valoración
de las necesidades educativas especiales de los alumnos. En efecto, se ha de tener
presente que en este punto sólo se hace referencia a la relación del profesor con los
contenidos y los alumnos, aspectos que deberían complementarse con la evaluación de la
relación del alumno con los contenidos, con el profesor y con sus compañeros.
En relación con la evaluación de la actividad docente, se plantean tres tipos de
cuestiones: cuáles pueden ser los indicadores; cómo obtener la información más
relevante; y en qué debe consistir la colaboración entre el profesor y el psicopedagogo6.
a) Respecto a los indicadores 5 que pueden aportar información respecto a la actividad
docente, es decir, cómo el profesor facilita el aprendizaje de sus alumnos, pueden
señalarse los siguientes:
- si la unidad didáctica ha sido convenientemente planificada;
- si se llevan a cabo las actividades de inicio de la sesión de trabajo;

6
En el documento del MEC (1996) sobre <<Evaluación Psicopedagógica: Modelo, Orientaciones e
Instrumentos>> se abordan a fondo algunas de estas cuestiones.
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- cómo el profesor explica los contenidos;


- qué metodología sigue el profesor;
- si se realizan actividades de comprobación de la comprensión por parte del alumno
de los contenidos explicados y si, en consecuencia, se adoptan medidas de ajuste;
- naturaleza de los ajustes que el profesor proporciona a los alumnos; - tipo de
participación que se pide al alumno a lo largo de las clases; - si utiliza o no estrategias
de aprendizaje;
- qué actividades de evaluación utiliza el profesor y cómo utiliza esta información de
cara a los alumnos;
- la relación afectiva del profesor con los alumnos.

b) Una manera de obtener esta información podría consistir en analizar detenidamente


estos indicadores -y otros que la experiencia de los profesionales aconseje- para
transformados en unas pautas de observación en el aula más detalladas. Es decir,
fácilmente se puede advertir que de cada indicador pueden deducirse diversas
actividades consideradas como «buenas prácticas», que se convertirían en aspectos a
observar. El resultado sería una relación -no necesariamente exhaustiva- de pautas para
la observación del aula.
Queda así claro que la metodología a emplear en este caso sería la metodología
observacional que proporciona una información cualitativa sobre la naturaleza de las
experiencias de los alumnos en el aula, que puede contribuir a una mejor comprensión de
las dificultades de los alumnos y, en consecuencia, del tipo de ajustes que podrían
precisar.
No está de más alertar acerca de que esta metodología requiere una formación
específica y que no se puede trivializar la práctica de la observación; a la falta de tradición
relativa a la observación en el aula en los centros, se le debe añadir las dificultades meto
do lógicas que conlleva una observación rigurosa y confiable.

c) La cooperación del profesor y del psicopedagogo se establece en una doble


dirección. Por un lado, en la elaboración de las pautas de observación. De la experiencia
de ambos tipos de profesionales y de la reflexión en el seno de los equipos educativos
pueden emerger los indicadores y las actitudes que han de permitir concretar las pautas
que deberán guiar la observación. La ambición de exhaustividad y el preciosismo no
acostumbran a ser buenos consejeros en esta tarea; todo registro de observación ha de
ser claro y ágil de utilizar, sabiendo que podrá mejorarse a partir de la experiencia.
Por otro lado, esta cooperación se concreta en la observación propiamente dicha. Se
necesita una buena dosis de confianza generada a partir de otras colaboraciones
anteriores antes de enfrentarse a este nuevo reto. Además, no se ha de partir de roles
predeterminados en lo referente al observador y al observado; todos -profesores y
psicopedagogos- deberían poder tener alguna experiencia en observar y en ser
observados; sólo así se da uno cuenta de la riqueza y de las dificultades de la
metodología empleada. Se ha de tener presente que la observación se puede llevar a
cabo en tiempo real, observación directa en el aula, o bien grabando en vídeo una sesión
de trabajo con los alumnos y realizando la observación a posteriori.

3.3 La familia como ámbito de evaluación psicopedagógica

Tal como se señalaba al principio de este apartado, el contexto familiar constituye un


ámbito fundamental e insoslayable para la identificación de las necesidades de los
alumnos y, en consecuencia, para tomar decisiones en relación con la respuesta
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educativa. En efecto, la investigación actual atribuye a la familia una responsabilidad


decisiva en el desarrollo de todas las personas, dado que se configura como el contexto
básico en el que tiene lugar la interacción de los niños y niñas con sus padres y hermanos
a través de la relación afectiva y de las actividades y experiencias que éstos les pro-
porcionan. Como afirma Kaye (1986), «no hemos de confiar en descubrir las
explicaciones al desarrollo dentro del niño; una parte de la responsabilidad del desarrollo
corresponde a los adultos que organizan las experiencias de los niños y que les permiten
estar activos en distintos tipos de actividades». El objetivo es, pues, conocer, hasta donde
sea posible, en qué medida las condiciones de vida en el hogar y las prácticas educativas
familiares influyen en la dirección que toma el desarrollo de estos alumnos.
Dado que la intervención en el contexto familiar, y en consecuencia también la
evaluación, está ampliamente contemplada en otro de los capítulos de este volumen
(véase el Capítulo 17), no parece necesario abundar aquí en esta cuestión. Baste ahora
con recordar, no obstante, la necesidad de disponer de información relevante tanto de las
características del medio familiar que pueden favorecer o dificultar el desarrollo del
alumno (entre otras variables conviene tener en cuenta la estructura; las condiciones físi-
cas; los valores; las actitudes; y las expectativas de las familias), como la interacción que
mantiene el alumno con las distintas personas que configuran su contexto familiar
(relaciones afectivas; calidad de la comunicación; confianza/autonomía que se le otorga;
oportunidades que se le brindan). El objetivo es, en definitiva, analizar qué variables del
entorno familiar pueden estar condicionando el desarrollo de los alumnos, con la finalidad
de poder mejorar, si es el caso, las prácticas educativas familiares.
Para finalizar este apartado dedicado a la evaluación psicopedagógica, conviene
recordar que no es suficiente con obtener información respecto de los tres ámbitos
señalados; 10 realmente decisivo es ponerla en relación en el marco de la concepción del
desarrollo apuntado. Lo que le ocurre al niño (su progreso y sus dificultades) no es
independiente de las experiencias que le brindan en casa y en el centro escolar; al
contrario, el aprendizaje se construye a través de la interacción que mantiene con los
adultos y compañeros significativos en los distintos contextos de desarrollo. Y es
justamente en esta labor de interrelacionar la información, donde aparece como
imprescindible el carácter interdisciplinario de la evaluación. La evaluación
psicopedagógica no es una cuestión reservada exclusivamente a especialistas; todos los
profesionales -y los padres deben participar en el proceso, evidentemente en distinto
grado. Pero es igualmente cierto que aquellas personas que ocupan un lugar relevante en
el proceso de enseñanza y aprendizaje no pueden quedar excluidas del proceso de
evaluación.

4. La finalidad última de La evaluación psicopedagógica

4.1 La función de los apoyos

Si se tiene en cuenta la naturaleza social del aprendizaje, se tendrá que convenir que la
evaluación psicopedagógica no puede quedar limitada a la descripción y análisis de las
características individuales del sujeto; ni tampoco, aunque supone un paso adelante
decisivo, a establecer relaciones funcionales entre el nivel de desarrollo de dicho sujeto y
determinadas variables de sus contextos de desarrollo. La evaluación psicopedagógica ha
de estar necesariamente orientada a identificar las necesidades de los alumnos en tér-
minos de los apoyos personales y materiales necesarios para estimular su proceso de
desarrollo.
Algunas razones justifican esta afirmación. En primer lugar, debe tenerse presente que
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el progreso del alumno no depende tanto de sus características personales cuanto de la


naturaleza de las oportunidades y de las ayudas que se le ofrecen. En consecuencia, el
tipo de apoyos que eventualmente se brindan a un alumno adquiere un relieve especial.
No está de más recordar que, como afirma Coll (1990), en el proceso de enseñanza y
aprendizaje, tan importante es el rol activo del alumno en la construcción del conocimiento
como el apoyo que le presta el profesor. La influencia educativa eficaz prestada por el
profesor se entiende en términos de un ajuste constante y sostenido de la ayuda en el
proceso de construcción que lleva a cabo el alumno. En esta misma línea cabe entender
el concepto de «participación guiada» introducido por Rogoff (1993), que supone la
participación del alumno en actividades culturalmente valoradas y la guía/dirección por
parte del profesor. Ambas aportaciones ofrecen el marco psicopedagógico adecuado para
comprender y ubicar el concepto de apoyo.
El profesor, al disponer los escenarios en los que se concretarán las situaciones y
oportunidades para el aprendizaje de los alumnos y guiar su actividad, ejerce una
influencia decisiva. En este sentido habrá de tener en cuenta necesariamente las
características de los alumnos con objeto de ajustar la respuesta educativa. Esta labor de
ajuste progresivo se realiza fundamentalmente mediante el aporte de los apoyos
adecuados que pueden concretarse de forma diversa y que, en ocasiones, pueden
incluso precisar el concurso de elementos personales y materiales no habituales en el
aula.
En segundo lugar, es necesario referirse a la ya citada definición de retraso mental que
propone la American Association on Mental Retardation (1997), por la importancia
decisiva que concede a los apoyos en el proceso de desarrollo de las personas con
retraso mental; aunque ciertamente su objetivo se centra en estas personas, su
aportación es igualmente de aplicación a las personas con otra discapacidad o bien con
problemas de aprendizaje. La creencia en que la prestación razonable de los apoyos
necesarios puede mejorar las capacidades de las personas con alguna minusvalía da
cuenta de su papel necesario en la educación de estos alumnos (Schalock et al., 1994).
De todo 10 expuesto se desprende que, en el marco escolar, el tipo y el grado de
apoyo que debe prestarse al alumnado viene postulado por el ajuste de la oferta
educativa, fundamentalmente concretada a través del currículo, a la naturaleza de sus
necesidades educativas identificadas a través de la evaluación psicopedagógica.
A modo de resumen, y en relación con el entorno escolar, la evaluación
psicopedagógica de los alumnos habrá de aportar información relevante que permita dar
respuesta a las siguientes cuestiones:
a) Necesidades educativas, condiciones del alumno y de! contexto escolar:
1. Necesidades educativas del alumno en términos de competencias con relación a
los aprendizajes contemplados en el currículum escolar.
2. Condiciones del alumno que facilitan o dificultan el proceso de enseñanza y
aprendizaje.
3. Condiciones del contexto escolar, sobre todo del aula, que facilitan o dificultan el
proceso de enseñanza y aprendizaje.

b) Tipo de actuaciones educativas que se han de desarrollar en la escuela:


1. Decisión en cuanto a la escolarización (en un centro ordinario o en un centro de
educación especial).
2. Decisión en cuanto a la propuesta curricular, que en función de las competencias
podría concretarse en una adaptación del currículo.
3. Decisión respecto a las ayudas y apoyos personales o materiales necesarios.

c) Tipo de actuaciones educativas que se han de desarrollar en el ámbito familiar.


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La respuesta educativa a las necesidades de los alumnos puede concretarse de forma


distinta; en ocasiones puede ser suficiente con algunas decisiones organizativas y meto
do lógicas en el centro en relación con alguna área específica; otras veces, sin embargo,
puede conllevar una propuesta curricular que se aparte de la de sus compañeros y que
puede exigir la participación de otro profesor o especialista incluso en espacios y tiempos
distintos.
Una de las formas más frecuentes de los apoyos a los alumnos con necesidades
educativas especiales se ha venido concretando en los últimos años a través de la
adaptación del currículo. Esta es una cuestión que por su actualidad y por su
trascendencia en el proceso educativo del alumno merecería ser abordada con mayor
detenimiento y profundidad; de todas maneras, se ofrecen a continuación unas
orientaciones generales tanto para su elaboración como para su evaluación.

4.2 La evaluación de las adaptaciones del currículo

En un sentido amplio, la adaptación del currículo puede entenderse como un proceso


compartido de toma de decisiones tendentes a ajustar la respuesta educativa a las
diferentes características y necesidades de los alumnos con objeto de garantizarles el
pleno acceso a la enseñanza y a la cultura. Tales decisiones deben tomarse, pues, en el
marco del proyecto educativo del centro, del proyecto curricular de la etapa y en línea con
las programaciones del aula. En ellas deben participar tanto los profesionales directa-
mente implicados en el proceso de enseñanza y aprendizaje de dichos alumnos, como
aquellos otros profesionales que pueden aportar una información relevante acerca de sus
necesidades, como es el caso de aquellos que prestan sus servicios en los equipos
psicopedagógicos y en los departamentos de orientación.
En el capítulo siguiente se aborda ampliamente el significado de las adaptaciones
curriculares y las fases de su elaboración, por lo que no parece razonable hacerlo en
estas páginas. Baste señalar que el concepto de adaptación curricular no puede
confundirse con la programación del aula que trata de adaptar el proyecto curricular de la
etapa a las características de los alumnos. El concepto de «adaptación del currículo» se
reserva para cuando ésta responde a un proceso motivado, por diversas circunstancias,
de carácter extraordinario y que supone una respuesta diferenciada para los alumnos
tributarios de la misma; en determinados casos, además, la adaptación puede afectar a
alguno o varios de los componentes prescriptivos del currículo, por lo que podría tener
consecuencias en la vida académica de los alumnos en la medida en que puede
comportar itinerarios curriculares que no conduzcan a la obtención del título de graduado
en educación secundaria.
En síntesis, se trata de una medida razonada, de carácter extraordinario en cuanto se
aparta de lo que con carácter general requiere la mayoría de los alumnos-, que puede
tener trascendencia en la vida académica y que persigue el máximo desarrollo personal y
social de los alumnos.
Lo que es importante destacar en un capítulo dedicado a la evaluación
psicopedagógica es todo aquello que hace referencia a la propia evaluación de las
'adaptaciones curriculares. Es todavía un campo de estudio con poca tradición y
desarrollo en el ámbito educativo. No obstante, lo que está fuera de duda, en la medida
en que la oferta educativa para determinados alumnos pueda concretarse en una
adaptación o modificación del currículo, es la necesidad de evaluar tanto la forma en que
se ha llevado a cabo el proceso de toma de decisiones, como la calidad de su contenido y
su contribución al progreso personal y académico del alumno/a.
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A continuación se presentan brevemente tres dimensiones que debieran ser tenidas en


cuenta en todo proceso de evaluación de las adaptaciones del currículo: su calidad, el
proceso de adopción de las decisiones y los resultados, y los apoyos y servicios. De cada
una de ellas se sugieren algunas cuestiones que pueden orientar la tarea de evaluación.

4.2.1 La calidad de las adaptaciones del currículo

Una de las preocupaciones constantes en este campo remite a la necesidad de asegurar


que el contenido de las adaptaciones cumpla con unos determinados parámetros y se
oriente a facilitar a los alumnos su máximo desarrollo personal y social para una vida
adulta autónoma y plena; es decir, la máxima calidad de vida en los términos que la
sociedad establece para todos sus ciudadanos.
Diversos autores coinciden en que las mejores prácticas educativas para el alumnado
con necesidades especiales son aquellas que son funcionales, adecuadas a la edad
cronológica, y desarrolladas siempre que sea posible en los entornos comunitarios y
escolares ordinarios -aunque sea de forma parcial-, favoreciendo así la interacción social.
Otro parámetro a considerar es la necesidad de que los contenidos de la adaptación
reflejen siempre aspectos «valorados» en la sociedad (Wolfensberger, 1986), aunque las
actividades puedan apartarse, en ocasiones, de 10 que hagan sus compañeros. En
consecuencia, es imprescindible referir sus objetivos a las capacidades que se establecen
para cada etapa educativa.
He aquí algunas cuestiones que pueden ayudar a precisar los objetivos de la
evaluación, aunque ciertamente no agotan el tema:
a) ¿En qué medida las adaptaciones del currículo han facilitado el progreso del alumno
con necesidades especiales hacia la adquisición de las capacidades de la etapa?
¿Cuáles han sido los referentes curriculares?
b) ¿En qué medida la adaptación del currículo propuesta es realmente una adaptación
del currículo general o bien procede de enfoques y materiales ajenos al mismo, e
incluso antagónicos?
c) ¿Hasta qué punto la adaptación del currículo ha facilitado la participación de estos
alumnos en entornos y actividades de enseñanza aprendizaje comunes a todos los
alumnos, o ha generado dinámicas de segregación?
d) ¿Se enriquece suficientemente el marco de experiencias del alumno? ¿Cuál es el
tipo y el grado de participación del alumno en la aplicación de la adaptación?

4.2.2 EL proceso de toma de decisiones y los resultados

Tres son los parámetros fundamentales que deben tenerse en cuenta. En primer lugar,
asegurar su carácter extraordinario y que se ajuste a las necesidades del alumno. En
segundo lugar, garantizar que la adaptación sea el fruto de un proceso compartido por los
profesionales que tienen que ver con la educación del alumno: el tutor, otros profesores,
el departamento de orientación o el equipo psicopedagógico, la comisión de coordinación
pedagógica, los departamentos didácticos y los especialistas. En tercer lugar, es
necesario evaluar hasta qué punto la adaptación elaborada sirve a los objetivos de
progreso del alumno que se hayan establecido.
Las siguientes cuestiones apuntan algunos temas que hay que tener presentes:

a) ¿Qué factores se han tenido en cuenta para proceder a la elaboración de una


adaptación del currículo? ¿De qué manera se han identificado las necesidades del
alumno?
b) ¿Cuáles son los procesos y operaciones que se han seguido para la adaptación del
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currículo, y su vinculación a la identificación de las necesidades especiales del


alumno?
c) ¿En qué medida la adaptación del currículo ha sido un proceso compartido de toma de
decisiones? ¿Cómo han intervenido los distintos profesionales señalados antes, los
padres o tutores y, en su caso, el propio alumno en la toma de decisiones?
d) ¿Hasta qué punto se tienen en cuenta las consecuencias de que se lleve a cabo una
adaptación del currículo en relación con el crecimiento personal del alumno, su
promoción escolar, el tránsito hacia otros ciclos, etapas educativas y estudios
posteriores a la educación obligatoria?

4.2.3 Los apoyos y Los servicios

Es necesario, por último, evaluar la funcionalidad de los servicios y apoyos que el alumno
recibe. Los parámetros que se deben tener en cuenta son si su contribución queda
justificada por los objetivos educativos señalados en la adaptación, así como el tipo de
ayuda que se presta; el grado de coordinación entre los profesores -y especialistas- de
apoyo y el resto del profesorado que tiene que ver con el alumno; la relación entre la
naturaleza del apoyo que se presta y el resto de objetivos y contenidos educativos que se
trabajan en las distintas áreas.
Una última consideración. Cuando se aborda la evaluación de un determinado proceso o
producto es cuando más se percibe la necesidad de disponer de la mayor concreción
posible respecto de la naturaleza de lo que se pretende evaluar. En este sentido, avanzar
hacia la propuesta de procedimientos e instrumentos para la evaluación de las
adaptaciones del currículo exige precisar mejor el alcance y los objetivos de las
adaptaciones del currículo así como sus componentes y proceso de elaboración.

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GARCÍA Cedillo Ismael y colaboradores.


La integración educativa en el aula regular. Principios, finalidades y estrategias.
SEP, Fondo Mixto de Cooperación Técnica y Científica México-España, Cooperación
Española. México, 2000. pp. 73-123.

DETECCIÓN DE NIÑOS CON NECESIDADES EDUCATIVAS ESPECIALES

Consideraciones previas

Antes de proporcionar algunas sugerencias para la detección de los niños con


necesidades educativas especiales, queremos plantear algunas situaciones sobre las que
consideramos necesario reflexionar como las siguientes:

a) La identificación de las necesidades educativas especiales no es una responsabilidad


única y exclusiva de la maestra o maestro del grupo. Ciertamente, el profesor está en
una posición privilegiada para observar a los niños, pero la detección de las
necesidades y la delimitación de los apoyos pertinentes es una responsabilidad del
personal de educación especial e implica necesariamente un trabajo conjunto con los
maestros y los padres.
b) Es de la mayor importancia que la detección de los problemas y los apoyos necesarios
no se conviertan en etiquetas a partir de las cuales deba concebirse a los alumnos; ya
la historia y la situación actual nos muestran las consecuencias negativas que esto
puede tener sobre el destino de los niños.
c) El diagnóstico debe enfatizar las acciones que podemos realizar para ayudar al alumno,
y no debe servir solamente para ponerle un nombre a sus problemas ni para determinar
la etiología (origen) de los mismos. Debe, asimismo, subrayar las capacidades del niño,
sin perder de vista sus limitaciones. Es cierto que en el ámbito médico el diagnóstico y
la etiología definen el tratamiento que debe ofrecerse al paciente, pero para fines
educativos -en donde el alumno no es un paciente- no nos indican cómo debemos
tratarlo. Por ejemplo, si un niño es diagnosticado como "autista" ¿qué procede en
nuestro trabajo como maestros?, ¿qué acciones concretas podemos desarrollar con él
en el aula?
d) Ciertamente, a otros profesionales les puede resultar muy útil el diagnóstico realizado
bajo los supuestos del modelo médico. A los audiólogos, por ejemplo, saber que los
problemas auditivos de un niño se ubican en el oído medio o interno puede representar
una enorme diferencia, pues se podrá prescribir una intervención quirúrgica o el uso de
un auxiliar auditivo. Saber si la sordera fue provocada por un trauma acústico o por
factores genéticos también puede hacer una gran diferencia. En el primer caso, hay
posibilidades de que el niño recupere la audición, así sea parcialmente; en el segundo,
el pronóstico estará mucho más comprometido, ya que influyen otras circunstancias.
Esta información es importante para que el maestro comprenda mejor la situación del
niño, pero no para cuestiones estrictamente relacionadas con su trabajo pedagógico.
e) Los profesores deben tener muy claro que una discapacidad no es una condición que
solamente está en el niño, sino que el ambiente juega su parte (con mucha frecuencia
la más importante). Si el chico tiene problemas para oír, por ejemplo, unos buenos
auxiliares auditivos, un ambiente áulico no agresivo desde el punto de vista sonoro
(cortinas gruesas que amortigüen el ruido, tapetes o alfombra, un clima de trabajo sin
gritos), y la puesta en marcha de algunas estrategias por parte del profesor (dirigirse al
grupo de tal forma que siempre esté cerca y de frente al niño con este problema,

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apoyar sus explicaciones con recursos visuales, permitir y fomentar que lea las notas
de su compañero de banca), disminuirán las limitaciones de tal manera que incluso
pasen desapercibidas.
f) Todo diagnóstico tiene un grado de confiabilidad limitado. Ante algún padecimiento
físico, a muchos de nosotros nos ha pasado que un médico diagnostica una hernia
mientras otro dice que se trata de apendicitis. Es cierto que hay discapacidades que
son muy evidentes, como la ceguera, pero en otras se debe tener un cuidado extremo,
pues no es difícil equivocarse (por ejemplo, es posible que un especialista piense que
un niño tiene rasgos autistas, mientras otro puede hablar de discapacidad intelectual).
También puede ser que el diagnóstico sea confuso. En todo caso -dado que lo que más
interesa es definir cómo ayudar al niño- es indispensable plantearse preguntas para
profundizar en el conocimiento de la situación del niño. Por ejemplo, si tenemos un niño
sordo podemos preguntarnos ¿de qué tipo y grado es la pérdida?, ¿a qué edad se
detectó su problema?, ¿a qué edad se inició la atención?, ¿qué tipo de tratamiento
recibió y dónde? En caso de utilizar auxiliares auditivos, ¿de qué tipo son?, ¿cómo es
el molde?, ¿los usa regularmente?, ¿siempre trae la pila en buen estado?
g) Aun cuando en ocasiones parezca que los apoyos requeridos por el alumno
rebasan las posibilidades de atención del maestro, es necesario ofrecer algún tipo
de ayuda mientras se determinan o consiguen los apoyos específicos pertinentes.
Por ejemplo:

Sebastián es un chico de nueve años que acude de manera irregular a la escuela, pues se
enferma con frecuencia. Se le nota triste, apático, pálido, ojeroso, desmotivado. Tarda más que
el resto del grupo en hacer algunos trabajos. Constantemente deja de prestar atención a lo que
dice su profesor, dando la impresión de que se desconecta de este mundo para refugiarse en
uno de fantasía. Durante los recreos se aísla, si acaso se sienta en cualquier lado a platicar
distraídamente con algún niño que se le acerque. Su profesor notó que, a pesar de que lleva
comida, apenas si la prueba, prefiriendo los líquidos al alimento sólido. En alguna ocasión una
niña le quitó un lapicero muy bonito, envidia de otros chicos, y a Sebastián pareció no
importarle; no hizo esfuerzos serios por recuperarlo. Los datos anteriores sugieren que
Sebastián probablemente pasa por una etapa depresiva. ¿Qué la ocasiona? El maestro intentó
acercarse, pero el niño se negó a contestar sus preguntas. ¿Qué puede hacer el profesor?
Podría, por ejemplo, llamar a alguno de los hermanos del niño (que asisten a la misma
escuela), para intentar saber qué pasa con Sebastián. Debería llamar a la madre y al padre,
para que le informen lo que sucede y externarles su preocupación. Podría solicitar el apoyo del
personal de educación especial, en caso de que sea posible. Debería exigir a los padres que
llevaran al chico al DIF (Desarrollo Integral de la Familia) o a alguna otra institución de salud.
Podría enviar a Sebastián con un psicólogo o médico amigo para que lo vean. Sin embargo,
todo lo anterior probablemente tome mucho tiempo. ¿Y mientras? ¿Qué pasa con el aprendizaje
del niño? Es aquí donde el maestro tiene que echar mano de todos sus recursos para ayudar a
Sebastián. Obviamente, el maestro no puede "curar" al niño de su probable depresión. Pero sí
hay muchas acciones que puede emprender:
La primera, y tal vez la más importante, es mostrar su preocupación, interés y afecto hacia
el niño, involucrándolo en actividades sencillas como borrar el pizarrón o llevar un recado al
director, solicitándole ejercicios sencillos que resuelva sin mayor problema y alabándolo por sus
esfuerzos, o jugando con él y con otros niños durante el recreo. En otras palabras, puede
proporcionarle un ambiente en el que Sebastián se sienta seguro, protegido, estimulado e, inclu-
sive, exigido de acuerdo con sus capacidades. Si el ambiente hogareño en que vive Sebastián
es muy violento o peligroso, el maestro puede construirle un ambiente seguro, cálido, grato, de
aceptación en la escuela y en su grupo (no está de más decir que un ambiente de este tipo
beneficiará a todos sus alumnos).
¿Qué pasaría con Sebastián si, en vez de hacer todo lo anterior, el maestro califica sus
trabajos con un número inferior al seis, con tinta roja y lo regaña acremente por su mal
desempeño? ¿Qué pasaría si, frente a sus compañeros lo llama flojo, descuidado, inútil?

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h) A los niños se les involucra en la evaluación psicopedagógica por distintas razones: en


ocasiones los padres toman la iniciativa y solicitan al personal de educación especial
que la realicen; otras, el personal de educación especial visita los salones para
observar a los alumnos y detecta quiénes pueden requerir este tipo de evaluación. Pero
lo más frecuente que los maestros y las, maestras soliciten este servicio, aunque
algunas veces se sienten inseguros respecto a qué alumnos valorar. En este sentido,
es importante tener presente que la evaluación psicopedagógica es un procedimiento
costoso -ya que son varias las personas que deben participar y puede tomar mucho
tiempo por lo que es necesario ser muy cuidadosos en la selección de los alumnos que
deben ser evaluados. Es frecuente escuchar a maestros decir: "en mi grupo, por lo
menos la mitad de mis alumnos tienen necesidades educativas especiales", pero esto
no es posible; si se considera la definición que se ha proporcionado con respecto a
quiénes son los niños con estas necesidades, se verá que sólo excepcionalmente
habrá más de uno o dos alumnos por grupo que estén en esa situación.

Identificación inicial de niños con necesidades educativas especiales

Procedimiento inicial

El proceso de detección de los niños que pueden presentar necesidades educativas


especiales consiste, básicamente, en tres etapas:

1. Realización de la evaluación inicial o diagnóstica del grupo. Median te pruebas


iniciales, el maestro conoce el grado de conocimientos de los alumnos de su grupo
al principio del ciclo escolar. Esta evaluación formal es complementada por las
observaciones informales que realizan los profesores, de manera que no solamente
se considera el grado de conocimientos de los alumnos, sino las formas en que se
socializan, sus estilos y ritmos de aprendizaje, sus intereses y preferencias,
etcétera. Con esta base se realizan ajustesgenerales a la programación, para
adaptada a las necesidades observadas.
2. Evaluación más profunda de algunos niños. Aún con los ajustes generales a la
programación, algunos alumnos mostrarán dificultades para seguir el ritmo de
aprendizaje de sus compañeros de grupo. El maestro los observa de manera más
cercana y hace ajustes a su metodología, de tal forma que involucra a estos niños
en actividades que les permitan disminuir la brecha que hay entre ellos y el resto del
grupo.
3. Solicitud de evaluación psicopedagógica. A pesar de las acciones realizadas,
algunos alumnos seguirán mostrando dificultades para aprender al mismo ritmo que
sus compañeros, por lo que será preciso realizar una evaluación más profunda. Lo
que procede entonces es solicitar que el personal de educación especial organice la
realización de la evaluación psicopedagógica, pues el profesor o profesora ha
hecho lo que estaba a su alcance para ayudar a estos niños con dificultades.

Para saber quiénes son los alumnos que probablemente presentan necesidades
educativas especiales, le sugerimos realice los ejercicios que se presentan a
continuación. El primero lo llevará a una reflexión más profunda sobre el concepto de
necesidades educativas especiales; el segundo le permitirá identificar a los alumnos de su
grupo que probablemente las presentan.

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EJERCICIO 3

Actividad: Alumnos con necesidades educativas especiales.7


Objetivo: Identificar a los niños que probablemente presentan necesidades educativas
especiales.
Procedimiento:

1. Consulte nuevamente el apartado "De la discapacidad hasta las necesidades


educativas especiales del capítulo 2" (pág. 45).
2. Individualmente responda las preguntas del cuestionario Alumnos con necesidades
educativas especiales, que se presenta a continuación.

3. En lo posible, comparta los resultados del ejercicio con sus compañeros y con el
director de la escuela.

Puntos para la reflexión:

a) Realmente, ¿qué son las necesidades educativas especiales?

b) ¿Qué diferencias encuentra entre los conceptos de discapacidad y de necesidades


educativas especiales?

Alumnos con necesidades educativas especiales

Cuestionario

1. En su opinión: ¿quiénes son los alumnos que presentan necesidades educativas


especiales?________________________________________________________
__________________________________________________________________
_________

2. Piense en algún alumno que conozca bien, del que sepa claramente que tiene
problemas para seguir normalmente el ritmo de aprendizaje de la mayoría de sus
compañeros, y describa brevemente los problemas más importantes que observa
en
él:________________________________________________________________
__________________________________________________________________
_________

3. ¿Qué se puede hacer para resolver los problemas de ese niño?


___________________
__________________________________________________________________
__________________________________________________________________

7
Actividad desarrollada a partir del material “Necesidades Educativas Especiales en la Escuela Ordinaria”.
MEC, Madrid, 1989.
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________

4. Piense nuevamente en el mismo alumno. Con la descripción que ha hecho de los


problemas que presenta y de lo que se puede hacer para resolverlos, intente
clasificados en una de las tres categorías siguientes:

PROBLEMAS CUYA PROBLEMAS CUYA PROBLEMAS CUYA


SOLUCIÓN DEPENDE SOLUCIÓN DEPENDE DEL SOLUCIÓN NO ESTÁ EN
FUNDAMENTALMENTE DEL MAESTRO DE GRUPO CON MANOS DEL DOCENTE NI
MAESTRO APOYO DEL PERSONAL DE DEL PERSONAL DE
EDUCACIÓN ESPECIAL EDUCACIÓN ESPECIAL

Consideraciones sobre el ejercicio

Si solamente llenó la primera columna ("Problemas cuya solución depende


fundamentalmente del maestro"), el alumno en cuestión no presenta necesidades
educativas especiales. Esto no quiere decir que esté libre de dificultades, pero no requiere
apoyos distintos a los que habitualmente se encuentran en la escuela y el aula regular.
Si también llenó la segunda columna ("Problemas cuya solución depende del maestro
de grupo con apoyo del personal de educación especial"), es probable que sí se trate de
un alumno con necesidades educativas especiales. Sin embargo, se tendrían que aclarar
algunas cuestiones:
a) Probablemente le resulte difícil definir cuándo es necesario el apoyo del personal de
educación especial, por desconocer los alcances y limitaciones que la actividad de
estos profesionales puede tener en las escuelas. En este caso, es conveniente que se
acerque a alguno de los integrantes de la USAER que atiende a su escuela y le solicite
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esta información.
b) El hecho de necesitar la intervención de un especialista no significa que el profesor
deje de lado su responsabilidad sobre este chico. Es muy probable que el especialista
precise las necesidades educativas especiales del alumno, pero muy frecuentemente
su intervención será solamente orientadora, sugiriendo a los padres formas de ayudar a
su hijo y al profesor estrategias para el trabajo en el aula o para realizar adecuaciones
curriculares. Sólo en casos muy particulares trabajará con los alumnos en lo que se
conoce como "aula de apoyo".
c) La participación activa de los padres de familia es fundamental. No son raros los casos
en los que el simple hecho de que ellos estén conscientes de que su hijo presenta
alguna necesidad especial, propicia un avance considerable en su resolución.
d) Cuando no hay personal de educación especial en las escuelas, es mucho lo que
puede hacerse cuando los compañeros docentes apoyan al profesor del alumno con
dificultades.

Si también llenó la tercera columna ("Problemas cuya solución no está en manos del
docente ni del personal de educación especial"), lo más probable es que el alumno sí
presente necesidades educativas especiales, pero que tanto el personal de educación
regular como el de especial juzguen conveniente remitir al niño a alguna institución para
que reciba una atención complementaria, o derivado a otra institución para su educación.
Por ejemplo, si el alumno presenta epilepsia, necesitará consultar al neuropediatra para
que éste le prescriba medicamentos que permitan el control de su problema, pero el niño
seguirá asistiendo a la escuela regular. Si se trata de un autismo muy severo, que se
manifiesta en una conducta incontrolablemente agresiva, probablemente se tenga que
canalizar al alumno a alguna institución. Por su trascendencia, esta última decisión deben
tomada los padres, con la orientación y apoyo de los docentes regulares y del personal de
educación especial.

¿Cómo detectar a los alumnos con necesidades educativas especiales?

La detección de los alumnos con necesidades educativas especiales no depende


exclusivamente del maestro regular, por lo que no implica que se convierta en un experto
en educación especial. Lo que sí es indispensable es que el profesor se convierta en un
observador interesado, agudo e ingenioso de sus alumnos, de manera que detecte
problemas en ellos y destaque sus habilidades:

a) Detectar problemas. Es evidente que los profesores son los indicados para detectar si
alguno o algunos niños aprenden con un ritmo marcadamente diferente al del resto del
grupo. Más aún, sus posibilidades de relación con ellos les permiten identificar, hasta
cierto punto, cuando alguno parece tener problemas físicos y/o emocionales.
Saber que un niño tiene problemas representa una parte de la situación; la otra es
definir cuándo, quién y cómo ayudado. Insistimos en que, independientemente de que
el alumno necesite apoyo especializado, generalmente no deja de ser responsabilidad
del profesor. Es mucho lo que el maestro puede hacer, aun en los casos en que el
problema se ubique fuera de su campo principal de acción. Si un niño es
excesivamente agresivo, por poner un ejemplo, el maestro no puede esperar a que
reciba un tratamiento psicológico o farmacológico que le ayude a superar el problema;
algo debe hacer para proteger al resto del grupo y al mismo niño, y para acercarlo a los
propósitos establecidos en los planes y programas. Este algo puede consistir en
acercar al alumno a su escritorio o sentarlo con niños más grandes, hablar con los
padres, poner en marcha un programa de modificación de su conducta, etcétera.
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b) Destacar las habilidades. El maestro debe tener claro que, desde el punto de vista
educativo, en todo lo que haga debe considerar las capacidades de los niños,
otorgando una importancia secundaria a las carencias. Destacar las habilidades per-
mite diseñar estrategias para capitalizarlas, en vez de utilizar las deficiencias como
excusas para justificar lo que no se hace. Más adelante proporcionaremos algunas
sugerencias para realizar una evaluación más profunda de los niños que proba-
blemente presentan necesidades educativas especiales, especificando el papel que
juega el maestro de grupo. En principio, podemos señalar que es el maestro regular
quien indica a cuáles niños es importante evaluar. La siguiente actividad puede ser útil
en este sentido:

EJERCICIO 4

Actividad: Detección de los niños que probablemente presentan necesidades


educativas especiales.

Objetivo: Definir cuáles niños requieren de una observación más particularizada


(evaluación psicopedagógica) para determinar si presentan necesidades educativas
especiales.

Procedimiento:

1. Tal como vayan apareciendo en su mente, escriba en una hoja, numerándolos, los
nombres de tres niños de su grupo (no utilice el orden alfabético ni de aparición en
alguna lista).

2. Posteriormente escriba, en el orden en que vaya recordándolos, los nombres de


todos los alumnos de su grupo, numerándolos después de los anteriores. Si al
terminar se da cuenta que le faltan niños, consulte su lista para identificarlos y
escríbalos.

3. Concéntrese en los tres primeros niños que escribió en su lista. ¿Por qué los
eligió? Escriba su respuesta junto al nombre de cada niño.

4. Concéntrese ahora en los últimos tres niños que anotó. Trate de dar alguna
respuesta al hecho de anotarlos al final. Escriba su respuesta junto al nombre de
cada niño.

5. Es muy probable que entre los tres niños que evocó en primer lugar, así como
entre los tres que anotó al último haya niños que requieran de una observación
más particular, debido a que presentan ciertos problemas. Ponga una marca
especial a los nombres de esos niños.

6. Si tiene dudas, revise brevemente los nombres de todos sus alumnos, uno a uno,
para identificar si alguno de ellos faltó en su lista de niños a observar con más
detenimiento.

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7. Complete el siguiente cuadro para cada uno de los niños que considere que tienen
algún problema.

PROBLEMAS CUYA PROBLEMAS CUYA PROBLEMAS CUYA


SOLUCIÓN DEPENDE SOLUCIÓN DEPENDE DEL SOLUCIÓN NO ESTÁ EN
FUNDAMENTALMENTE DEL MAESTRO DE GRUPO CON MANOS DEL DOCENTE NI
MAESTRO APOYO DEL PERSONAL DE DEL PERSONAL DE
EDUCACIÓN ESPECIAL EDUCACIÓN ESPECIAL

Consideraciones sobre el ejercicio

Es conveniente comentar las respuestas del ejercicio anterior con los colegas, el director
o el personal de educación especial, ya que los distintos puntos de vista enriquecerán los
resultados. Además, muchas cabezas encuentran más opciones que una sola. Por
ejemplo, si en el tercer casillero anotó que Maricela es una niña que constantemente llega
con moretones, que a ratos parece refugiarse en sus fantasías, que en ocasiones es muy
violenta con sus compañeros, lo más probable es que usted, el personal de apoyo, el
director o alguno de sus compañeros realicen gestiones para que la atiendan en algún
servicio del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), o bien que
hablen con sus padres para que ellos la lleven a consulta en alguna otra institución de su
localidad.
Como resultado del ejercicio ahora tiene usted una lista de no más de seis alumnos a
quienes le sugerimos observar con mucho cuidado. Las respuestas registradas en el
segundo casillero implican la participación de los especialistas; si en la zona en que se
ubica la escuela no se cuenta con ellos, usted podría consultados en otros lugares.
Habitualmente el personal de educación especial muestra buena disposición y deseos de
ayudar, aÚn cuando los requerimientos que reciba sean ajenos a su trabajo institucional.
Por definición, todos los problemas anotados en el tercer casillero requieren de la
atención de personal o servicios distintos a la escuela. Conviene que, junto con el
personal de educación especial, se elabore una lista de los servicios que se prestan en la
comunidad en que se ubica la escuela o en las más cercanas a ella (ya sea del DIF, el
Sistema de Salud, hospitales, instituciones privadas o profesionales que realizan práctica

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privada). En caso de que en su comunidad o cerca de ella no haya servicios públicos para
atender a los niños y sólo se encuentre alguno de carácter privado, no se desanime; es
frecuente que estas instituciones o profesionales sean sensibles a la problemática de la
comunidad. Una solicitud de servicios enviada por la escuela puede representar una
buena posibilidad para que a sus alumnos les hagan descuentos sustanciales o incluso de
que los atiendan sin costo. Cuando esto Último sucede, es recomendable informar a quien
proporcionó el servicio sobre los progresos de los niños. Una carta de agradecimiento a
nombre de la escuela siempre es bienvenida y contribuye a mantener una buena relación.
Ahora bien, las sugerencias que proporcionaremos en relación con la evaluación
psicopedagógica deben tomarse estrictamente como tales: son orientaciones para
identificar si un niño o niña tiene necesidades educativas especiales, para perfilar de qué
tipo y para determinar los apoyos que requiere. Como podrá apreciarse, estas
sugerencias en principio fueron pensadas para los especialistas, pero estamos
convencidos de que también pueden ser de utilidad para los profesores de educación
regular y para el personal de educación especial en general, por las siguientes razones:

a) Para los profesores de las escuelas que cuentan con el apoyo de educación especial,
porque así sabrán cómo participar y qué resultados pueden esperar.
b) A los profesores de escuelas que no cuentan con el apoyo de educación especial, les
permite conocer la forma en que se realiza una evaluación psicopedagógica. Así,
estarán en condiciones de valorar cuáles mecanismos pueden aplicar para identificar el
tipo de apoyos que precisan algunos de sus estudiantes.
c) Para el personal de educación especial porque el enfoque de esta evaluación, en el
contexto de la integración educativa, es muy distinto del tradicional.

La evaluación psicopedagógica en el contexto de la atención a los niños con


necesidades educativas especiales

Generalidades

La evaluación psicopedagógica constituye un procedimiento ampliamente utilizado para


profundizar de manera sistemática en el conocimiento de los niños. Habitualmente la
realiza uno o varios especialistas y puede ser de gran ayuda para aquellas personas que,
de una u otra forma, están en estrecha relación con el niño evaluado. Sin embargo, hasta
ahora la práctica común ha sido que dicha evaluación se realice de acuerdo con el
siguiente procedimiento general:

1) Se lleva a cabo en el gabinete del especialista, lo que implica sacar al niño de su


contexto natural.
2) Se le aplica al alumno una batería de pruebas predeterminadas, muchas veces
diseñadas para niños de otras culturas y que, incluso, ni siquiera han sido normalizadas
y/o estandarizadas.
3) Se proporcionan resultados basados en un análisis cuantitativo y con un lenguaje
técnico que, con mucha frecuencia, únicamente los especialistas comprenden.
4) Por lo anterior, es frecuente que los resultados de esta evaluación solamente sean
útiles para que el especialista planee y desarrolle un tratamiento terapéutico
individualizado, y no ofrezca información práctica para el maestro o maestra del alumno
evaluado.

En el contexto de la integración educativa, la evaluación psicopedagógica debe


concebirse como un proceso que aporte información útil principalmente para los
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profesores de educación regular, quienes podrán así orientar sus acciones para satisfacer
las necesidades educativas de sus alumnos. En el marco de la atención a los niños con
necesidades educativas especiales no se puede prescindir de una evaluación
psicopedagógica cuya finalidad sea la de ofrecer elementos suficientes y oportunos
relacionados con las capacidades, habilidades, dificultades, gustos e intereses del niño al
que se evalúa, ya que con esa base se determinan las adecuaciones curriculares per-
tinentes. En este sentido, hay dos preguntas que guían el procedimiento de evaluación:

• ¿Para qué me sirve el dato o la información que estoy obteniendo?


• ¿Qué acciones concretas se pueden poner en marcha a partir de esta información?

Además, quienes realicen la evaluación psicopedagógica deberán:

• Orientar la evaluación con una perspectiva más pedagógica y no exclusivamente


clínica, lo cual requiere de un trabajo estrecho entre el especialista, el maestro regular
y los padres de familia; en conjunto, estas figuras estarán en posibilidad de integrar la
información suficiente sobre el proceso de desarrollo por el que atraviesa el niño,
sobre sus capacidades, su estilo y ritmo de aprendizaje, sus dificultades para
apropiarse de ciertos conocimientos escolares, sus actitudes, sus intereses, su
conducta, etcétera.
• Partir del principio de que para profundizar en el conocimiento del niño deberán
privilegiar la observación directa de su desempeño cotidiano en el aula y de otras
actividades llevadas a cabo fuera de ella. De esta manera se enfatiza el carácter
educativo del proceso de evaluación.
• Considerar que los puntos anteriores no implican la eliminación de los instrumentos
psicométricos. Estos instrumentos pueden aportar información útil, siempre y cuando
se seleccionen cuidadosamente y se realice una interpretación cualitativa de los
resultados cuantitativos, en un sentido que destaque abiertamente las potencialidades
y cualidades del niño, el nivel en el que puede realizar una tarea por sí mismo y lo que
solamente puede hacer con ayuda de otra persona. De esta manera, el maestro
regular podrá planear y desarrollar un programa de trabajo, brindando al alumno
mejores y más variadas oportunidades para acceder al aprendizaje académico y social
que pretende la escuela.
• Tomar en cuenta que el reporte de los resultados de la evaluación será leído y
comentado -dentro de los límites de confidencialidad que impone una evaluación de
este tipo- no sólo por el personal de apoyo, sino también por el maestro regular y por
los padres de familia. Por esta razón, es necesario que el especialista cuide no sólo el
tipo de información que va a comunicar sino también la manera en que lo hace, es
decir, deberá procurar que el lenguaje empleado sea claro y preciso, de tal forma que
cualquier persona pueda entender la explicación que se ofrezca sobre la situación del
niño y las pautas de trabajo pedagógico a seguir.

Por consiguiente, una buena comunicación entre los especialistas, el maestro de


grupo y los padres es imprescindible para tener éxito con el programa de trabajo que se
proponga.

Características de la evaluación psicopedagógica y su organización

A continuación se señalan algunas características que a nuestro parecer deben distinguir


a una evaluación psicopedagógica. No se pretende proporcionar un formato al que deban
sujetarse los especialistas, sino identificar los principales elementos que permiten realizar
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un proceso evaluativo lo más completo posible, la integración y organización de la


información, y la comunicación de los resultados.
1. Datos personales

La información que interesa para este apartado está relacionada con los datos generales
del niño evaluado y de sus padres. Los datos que se requieren del niño son su nombre,
edad en años y meses, fecha de nacimiento, tipo de escuela a la que asiste y nivel y
grado que cursa. En relación con los padres, conviene conocer su domicilio, nombre,
edad, escolaridad y ocupación.
Estos datos permiten identificar al niño, comparar su edad cronológica con su
escolaridad, así como conocer la preparación de sus padres, de la cual a veces depende
el tipo de estimulación que ha recibido el alumno.
Es importante incluir en este apartado la fecha que comprende la evaluación y el
nombre de las personas que participaron en su realización.

2. Motivo de la evaluación

Es importante destacar aquí la razón por la que se determinó evaluar al niño o la niña, así
como la persona o institución que solicitó este servicio. Es importante hacer un esfuerzo
especial para definir el motivo por el cual se solicitó la evaluación, pues en ocasiones se
dan razones muy vagas. Por ejemplo, puede solicitarse la evaluación porque el alumno
presenta "problemas de conducta", categoría que incluye infinidad de situaciones. Al
mencionar el motivo de la evaluación también podrían comentarse las acciones que se
han realizado para ayudar al niño o la niña en cuestión, es decir, lo que el maestro -con o
sin el apoyo del personal de educación especial realizó en cuanto a observaciones o
ajustes en su práctica cotidiana.
La información obtenida permitirá identificar el tipo de instrumentos que sería más
conveniente aplicar, así como qué información se desconoce y, por tanto, debe indagarse.

3. Apariencia física

Es necesario registrar los rasgos físicos del niño y, en su caso, destacar alguna seña muy
particular (estatura, peso, color y textura de la piel, postura y locomoción, etcétera). Estas
características suelen ser indicadores importantes sobre el tipo de alimentación que
recibe, el cuidado que se tiene de su persona, la atención que recibe de sus padres, entre
otros, y permiten tener una imagen global de la persona de quien se habla. Estos datos
deberán presentarse de manera muy general, a menos que el motivo de la evaluación
indique que es necesario profundizar.
Conviene en este momento hacer una advertencia: con frecuencia estos datos son
malinterpretados, generando prejuicios. No resulta extraño que se piense que un niño
enfrenta dificultades serias simplemente por el hecho de pertenecer a una familia
económica y socialmente desfavorecida.8 Debe quedar claro que las condiciones de
pobreza coadyuvan, pero por sí mismas no determinan la aparición de necesidades
educativas especiales

4. Conducta durante la evaluación

8
Esta situación ha sido objeto de estudios a escala internacional. Jane Mercer, por ejemplo, describió en la
década de los setenta que en los Estados Unidos de América las escuelas especiales estaban constituidas,
fundamentalmente, por niños hispanos y negros, con muy pocos niños anglosajones.
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Se recomienda registrar, también de manera general, las condiciones en las que se


llevó a cabo la evaluación, sobre todo si no fueron las más apropiadas y se piensa que
pudieron interferir con los resultados obtenidos por el niño.
Lo que interesa reportar en este rubro es la actitud, el comportamiento, el interés y la
cooperación que mostró el alumno ante las tareas asignadas y la relación que se
estableció entre éste y el examinador. Se sugiere señalar también el compromiso
mostrado por los padres y el mismo niño en la asistencia y puntualidad a cada una de las
sesiones de evaluación.
Es igualmente importante señalar los cambios observados en el comportamiento, la
actitud y el rendimiento de los alumnos, entre otros aspectos, en los distintos contextos
donde se llevó a cabo la valoración.

5. Antecedentes del desarrollo

Antes de mencionar cuáles son los aspectos que deben considerarse en este rubro, es
conveniente señalar que aunque no aportan información que apoye directamente la
determinación de las necesidades educativas especiales -y, por tanto, la toma de
decisiones curriculares- son datos importantes para tener una idea completa de las
características del alumno, lo cual permite atenderlo de una mejor manera. En este
sentido y al igual que en otros apartados, a menos que el motivo de la evaluación nos
indique que el conocimiento de ciertos antecedentes de desarrollo es de suma
importancia, deberá presentarse de manera muy general. Los aspectos que pueden revis-
arse son los siguientes:

a. Embarazo. Las condiciones bajo las cuales se desarrolló el embarazo (deseado,


planeado o lo contrario, estado físico y emocional de la madre, abortos,
condiciones económicas, etcétera), duración, lugar donde fue atendido el parto y
características del mismo.

b. Desarrollo motor. Desarrollo psicomotor (edades en las que sostuvo la cabeza,


se sentó, gateó, caminó), el control de esfínteres durante el día y la noche, edad
en la que logró bañarse, vestirse y comer sin ayuda, etcétera.

c. Desarrollo del lenguaje. Información referente al desarrollo de su competencia


comunicativa: respuesta verbal ante sonidos ambientales y voces, aparición de
sus primeras palabras (edad y ejemplos), empleo de pares de palabras y frases
(edad y ejemplos) y su nivel de desarrollo actual.

d. Familia. Las características de su ambiente familiar y socio-cultural: nombre y


edad de las personas que integran la familia, señalando el lugar que ocupa el niño
evaluado (esto se puede reportar de manera gráfica en el familiograma);
actividades más frecuentes y tiempo que conviven juntos; tipo de relación que
establece con la familia y con las personas que no pertenecen a ella (amigos,
otros familiares, extraños); actividades de su preferencia, motivos de sus alegrías y
disgustos, etcétera. Este panorama general sobre lo más relevante del contexto en
el que se desenvuelve el niño permite conocer el tipo de estimulación que ha
recibido, así como su interés y respuesta ante los eventos que se le presentan.

e. Antecedentes heredo-familiares. Referidos a algún problema de visión o de


audición, por ejemplo, que puede haberse transmitido al niño.

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f. Historia médica. Estado de salud que ha tenido hasta la fecha el niño; en su


caso, especificar los problemas que ha padecido, el tipo de estudios que se le han
realizado, el tratamiento recibido y los resultados alcanzados. No sólo interesan los
problemas médicos de tipo general, sino también de cualquiera otra índole por los
que se haya tenido que recurrir a algún especialista, ya sea psicólogo, terapeuta,
neurólogo u otro.

g. Historia escolar. Se considera la edad en la que inició su vida escolar, los años
que ha cursado hasta la actualidad, el tipo de escuela a la que ha asistido
(educación especial o regular, privada o pública), sus dificultades (reprobación, por
ejemplo) y logros, el tipo de relación que establece con sus maestros y com-
pañeros, el interés que muestra hacia la escuela y hacia las actividades que
realiza en ésta. Para tener datos más precisos al respecto, se recomienda
entrevistar no sólo a los padres del niño sino, en lo posible, a los maestros que lo
conocen y, por supuesto, al propio alumno.

Insistimos en lo siguiente: cuando se solicite una información relacionada con los


antecedentes del niño es porque se tiene interés en integrarla para comprenderlo más
ampliamente. No tiene caso solicitar información simplemente por llenar un formato. Por
ejemplo, no tiene sentido investigar si la madre tuvo abortos terapéuticos, espontáneos o
provocados (pues evidentemente es una información muy delicada) cuando el niño al que
se está valorando no presenta ningún problema médico que justifique dicha indagación o
cuando ni siquiera se sepa qué hacer con esta información. A manera de recomendación,
enseguida se presenta un cuadro en el que se sugiere al responsable de indagar la
información y de quién se puede obtener:

INFORMACIÓN RESPONSABLE DE OBTENER FUENTE PARA OBTENER LA


LA INFORMACIÓN INFORMACIÓN

1. Datos generales Encargado de la evaluación Entrevista a padres de familia

2. Motivo de consulta Encargado de la evaluación Entrevista a padres de familia


Entrevista a maestro de grupo
Entrevista al alumno

3. Apariencia física Encargado de la evaluación Entrevista a padres de familia


Observación directa al alumno

4. Conducta durante la evaluación Encargado de la evaluación Impresión de la persona


encargada de la evaluación

5. Antecedentes del desarrollo Encargado de la evaluación Entrevista a padres de familia


Entrevista al maestro de grupo
Entrevista al personal de
educación especial vinculado con
el alumno
Observación directa al alumno

6. Situación actual

Con la información anterior tenemos una visión bastante completa de quién es el


alumno al que estamos evaluando. Conocemos las principales características
relacionadas con su desarrollo, su familia, el contexto social en el que se desenvuelve, su
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historia escolar -tanto en el ámbito regular como en el especial- y, sobre todo, sabemos
cuál es el motivo por el que se realiza una evaluación más profunda.
Pero esto sólo es el primer paso; hasta aquí no estamos aún en condiciones de
determinar cuáles son las necesidades educativas especiales del alumno, y mucho menos
de tomar decisiones curriculares. Recordemos que para determinar las necesidades
educativas especiales de los niños es necesario tomar en cuenta el contexto educativo en
el que se encuentran. Por ello se sugiere evaluar también los siguientes aspectos
(CNREE/MEC, 1992):

a) Aspectos generales del alumno.


b) Nivel de competencia curricular.
c) Estilo de aprendizaje y motivación para aprender. d) Información relacionada con el
entorno del alumno.

Aspectos generales del alumno

Con la finalidad de ajustar la respuesta educativa -y dependiendo tanto de los


antecedentes del niño como del motivo para realizar la evaluación- es fundamental
conocer con mayor profundidad cómo ha sido su desarrollo en las siguientes áreas:
a) Área intelectual. Con algunos alumnos -por ejemplo aquellos de los que se sospecha
que presentan discapacidad intelectual o los que tienen marcadas dificultades para
acceder a ciertos contenidos- es importante profundizar sobre sus capacidades
intelectuales básicas (procesamiento de la información, atención, memoria, proceso de
razonamiento, etcétera).
b) Área de desarrollo motor. Con aquellos alumnos que presentan dificultades de
coordinación gruesa y/o fina, es necesario contar con información amplia sobre sus
habilidades funcionales para moverse, tomar objetos, mantener la posición de su cuerpo,
es decir, de todos los movimientos que puede realizar, así como de los apoyos que
pueden compensar sus dificultades. Esta información es imprescindible para tomar ciertas
decisiones, como la adecuación de las instalaciones de la escuela para facilitar el
desplazamiento del niño, o la adaptación del mobiliario y los materiales que se utilizan.
c) Área comunicativo-lingüística. Es muy importante contar con una evaluación profunda
de aquellos alumnos con dificultades de lenguaje para conocer su competencia en los
distintos niveles (fonológico, semántico, sin táctico y pragmático), así como en el
sistema de comunicación que el niño utilice (lenguaje manual, sistema Braille)
d) Áreas de adaptación e inserción social. Se define a la conducta adaptativa como la
eficacia con que un individuo se ajusta a los patrones de independencia personal y
responsabilidad social esperados para su edad y grupo social. En algunos casos, espe-
cialmente aquellos que se consideran como discapacidad intelectual o como problemas
de adaptación social, es muy importante conocer las habilidades de un alumno para
iniciar o mantener relaciones apropiadas con los demás. Es recomendable indagar
cómo se producen las interacciones al interior de la familia y en el vecindario, pues es
posible que existan diferencias significativas con el contexto escolar, sea porque el niño
se comporta con más naturalidad estableciendo intercambios más ricos y variados o
porque se muestre más aislado.
e) Aspectos emocionales. Con algunos niños conviene profundizar en la manera en que
perciben al mundo y a las personas que les rodean, así como su autoconcepto y
autoestima, dadas sus repercusiones en el proceso de aprendizaje. También es
importante conocer el tipo de atención recibida cuando se identificaron problemas en
alguna de estas áreas.

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La evaluación de estos aspectos siempre ha sido tarea del personal de educación


especial, por lo que existe un buen número de instrumentos y de estrategias para
realizarla, así como una experiencia acumulada que debe aprovecharse. A continuación
se mencionan algunos instrumentos que se han utilizado para evaluarlos:
ASPECTO PERSONA MÁS INSTRUMENTOS SUGERIDOS
INDICADA PARA
EVALUARLO

Aspectos intelectuales Psicólogo WISC-RM, K-ABC, Test de Matrices


Progresivas Raven.

Aspectos de desarrollo motor Especialista en terapia Escalas de Desarrollo Motor, en el SOMPA


física o especialista en (Sistema of Multicultural and Pluralistic
neurodesarrollo Assessment) Adaptado en México

Aspectos comunicativo- Especialista en Batería de Evaluación de la Lengua


lingüísticos comunicación Española (BELE).

Aspectos de adaptación e Psicólogo ABIC (Adaptative Behaviour Inventory for


inserción social Trabajador social Children) Adaptado en México

Aspectos emocionales Psicólogo Pruebas proyectivas. HTP, Figura Humana,


Frases Incompletas, CAT (Children
Aperception Test)

Nivel de competencia curricular

La evaluación del nivel de competencia curricular significa determinar lo que el alumno es


capaz de hacer en relación con los propósitos y contenidos de las diferentes áreas del
currículo escolar. Supone verificar en qué medida desarrolla las capacidades que se
consideran básicas para el grado en que se encuentra inscrito; por lo tanto, es necesario
tomar como referencia su nivel real de competencia en relación con los propósitos y
contenidos establecidos en el grado anterior y, si es necesario, los de los grados
anteriores. Se sugiere considerar las siguientes cuestiones:

• Las áreas sobre las que es preciso realizar una evaluación a profundidad.
Dependiendo del motivo de la evaluación y de la información obtenida en los
antecedentes y en el motivo de la evaluación, lo más probable es que se deba
realizar una evaluación exhaustiva sólo en algunas áreas (aquellas en las que el
alumno presenta mayores dificultades).
• La situación de partida del alumno. La evaluación deberá ser diferente si el alumno
se escolariza por primera vez, si estaba inscrito en una escuela de educación
especial o si ha cursado algunos grados en una escuela regular.
• El momento en que se realiza la evaluación. Antes se c:)mentó que esta
evaluación tendría que basarse en los propósitos y contenidos de grados
anteriores pero, si se realiza a mitad del ciclo escolar, además tendrán que
tomarse en cuenta los del grado que el alumno está cursando.
La estrategia fundamental para evaluar el nivel de competencia curricular está
relacionada con las actividades de aprendizaje y de evaluación que realizan los maestros
con su grupo, aunque en ocasiones será necesario diseñar actividades concretas para
evaluar determinados aspectos. Se basa en el trabajo cotidiano, en los propósitos y
contenidos establecidos en los planes y programas de estudio.

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El registro del nivel de competencia curricular puede hacerse de distintas maneras. Un


ejemplo es el siguiente:

PROPÓSITO/ EL ALUMNO CON AYUDA EL TIPO DE AYUDA EL ALUMNO


CONTENIDO ES ALUMNO ES QUE REQUIERE TODAVÍA NO
CAPAZ DE CAPAZ DE ES CAPAZ DE

Resolver Aplicar las ope- Reflexionar y Hacerle Problemas


problemas raciones de revi- sar el preguntas utilizando la
sencillos mediante suma, resta y proceso de dirigidas. división.
la utilización multiplicación resolución de los
adecuada de las en la resolución problemas.
cuatro operaciones de los
básicas con problemas.
números naturales
de hasta cinco
cifras y revisar el
proceso de resolu-
ción.

Estilo de aprendizaje y motivación para aprender

Con la evaluación del nivel de competencia curricular sabemos lo que el alumno es capaz
de hacer, pero esto no es suficiente. También es importante conocer cómo lo hace, cómo
enfrenta y responde a las tareas escolares, ya que esta información ayuda al maestro a
mantener, modificar o incorporar las condiciones educativas más favorables para el
alumno. En este sentido, se recomienda indagar sobre:

• Las condiciones físico-ambientales en las que el alumno trabaja con mayor


comodidad: nivel de ruido, luz, temperatura y ubicación del alumno en el aula.
• Las respuestas y preferencias del alumno ante diferentes agrupamientos para
realizar las tareas escolares (¿cómo trabaja mejor?, ¿de manera individual, en
parejas, en pequeños equipos, con todo el grupo?).
• Los intereses del alumno: en qué tareas, con qué contenidos y en qué tipo de
actividades se muestra más interesado, en cuáles se siente más cómodo y con
más seguridad.
• El nivel de atención del alumno. Esto tiene que ver con los momentos del día en
que está más atento, de qué manera se puede captar mejor su atención, cuánto
tiempo puede centrarse en una misma actividad, etcétera.
• Las estrategias que emplea para la resolución de tareas: si es reflexivo o
impulsivo, qué recursos utiliza, qué tipo de errores comete con más frecuencia, si
es capaz de utilizar distintas estrategias de resolución o si, por el contrario,
siempre son del mismo tipo.
• Los estímulos que le resultan más positivos, la valoración que realiza de su propio
esfuerzo, la satisfacción por su trabajo.

Otro aspecto relevante por conocer es aquello que motiva al alumno a aprender. Es
sabido por todos que una de las condiciones básicas del aprendizaje es tener una actitud
favorable hacia el mismo, y es deseable que el maestro consiga que el alumno desarrolle
su curiosidad y deseo ante los contenidos y las tareas escolares. Para indagar sobre ese

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aspecto es importante considerar los niveles de dificultad de las tareas, ya que pueden
condicionar la motivación del alumno. Así, debe tomarse en cuenta si:

• Las tareas le provocan un reto interesante, es decir, si tienen en cuenta los


conocimientos previos del alumno y, por tanto, se sitúan en la distancia óptima
entre lo que ya sabe y lo que tiene que aprender.
• Las tareas están alejadas de las posibilidades actuales del alumno, provocándole
una continua frustración y desmotivación.
• Las tareas son repetitivas, ya que el alumno se ha enfrentado anteriormente a
ellas y no encuentra ninguna dificultad en superarlas.

Para registrar la información sobre el estilo de aprendizaje y la motivación para


aprender se sugiere el cuadro siguiente:

ASPECTO PAERSONA MÁS INDICADA PROCEDIMIENTO SUGERIDO


PARA EVALUARLO

Estilo de aprendizaje y motiva- Psicólogo Observación directa en las acti-


ción para aprender. Maestro de apoyo vidades de enseñanza apren-
Maestro de grupo dizaje.
Entrevista al alumno.
Entrevista a los padres de
familia
Diario de clase (registro de dife-
rentes acontecimientos).

Información relacionada con el entorno del alumno

Los aspectos del entorno del alumno que más interesa conocer, son el contexto escolar y
el socio-familiar.
Contexto escolar. Interesa identificar los factores que favorecen u obstaculizan el
proceso de aprendizaje del niño en su contexto más próximo: el aula. Estos factores se
refieren tanto a la planificación educativa como a la práctica y concepciones del profesor,
es decir, a su estilo de enseñanza, y la medida en que éste se adecua a las necesidades
de los alumnos.
Contexto socio-familiar. En este sentido, la tarea más trascendente consiste en
identificar los factores del medio social y familiar en el que se desarrolla el niño, que
favorecen o dificultan su proceso de aprendizaje. Recordemos que la información que
interesa es aquélla que nos permita tomar decisiones educativas; en este sentido, pode-
mos agrupada en tres bloques:

• Información relacionada con el alumno. Su grado de autonomía en casa y en el


barrio; sus hábitos de higiene, alimentación y vestido; el sistema de comunicación
que utiliza en casa (en el caso de alumnos con discapacidad auditiva, por
ejemplo); su actitud personal y las interacciones que establece con los distintos
miembros de la familia; sus aficiones y preferencias, etcétera.
• Información relacionada con la familia. Los hábitos, rutinas y pautas de educación
que se dan en la familia; las actitudes y expectativas que tienen los padres hacia
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su hijo con necesidades educativas especiales; el conocimiento que tienen de las


características específicas propias de la discapacidad del niño, en caso de que
tenga alguna; el grado de colaboración que se puede esperar entre la familia y la
escuela; sus concepciones y expectativas en relación con la escuela, etcétera.
• Información relacionada con el entorno social. Recursos de la vivienda en relación
con las necesidades del niño (sobre todo en el caso de presentar alguna
discapacidad); recursos existentes en la zona (parques, centros deportivos o
recreativos) que favorezcan la integración social de alumno.

El análisis de la forma en que el entorno favorece o interfiere en el aprendizaje del


alumno permite definir actividades para el ámbito familiar, o bien estrategias de
información para los padres de familia. En relación con el procedimiento para obtener esta
información, se sugiere lo siguiente:

ASPECTO PERSONA MÁS INDICADA PROCEDIMIENTO


PARA EVALUARLO SUGERIDO

Contexto escolar Maestro de apoyo de la Observación directa del trabajo


USAER del maestro de grupo.
Entrevista al maestro de grupo.
Entrevista al alumno.

Contexto socio-familiar Visita a la comunidad en la que


Maestro de apoyo de la vive el alumno.
USAER Visita a la casa del alumno.
Trabajador social Entrevista con los integrantes
de la familia.
Entrevista con el alumno.

Consideraciones para el procedimiento de evaluación y la selección de los instrumentos

Con las sugerencias presentadas hasta este momento no se espera que se aplique el
mismo tipo de evaluación a todos los alumnos. Después de obtener una visión general
sobre el niño y de conocer el motivo por el que se solicita la evaluación, los especialistas
deben definir el procedimiento más adecuado para obtener la información que se requiere
y realizar una selección cuidadosa de los instrumentos que van a aplicar, atendiendo a las
características particulares del alumno.
No es posible aplicar a cualquier niño o niña el mismo paquete o batería de pruebas sin
contemplar su individualidad; su historia de vida, sus capacidades, dificultades,
necesidades y estilo de trabajo que, entre otras características, lo convierten en una
persona muy distinta a cualquiera otra y, por consiguiente, requiere de un tipo de
evaluación pensada exclusivamente para él o ella. Por ejemplo, si se sospechan aptitudes
sobresalientes en un alumno, difícilmente sería recomendable aplicarle la prueba de
Bender, cuyo propósito es identificar la posible existencia de una lesión o de inmadurez
cerebral. Tampoco se propone la eliminación de las pruebas psicométricas o Lo que se
propone, en síntesis, es:

a. Que los instrumentos y las estrategias para valorar a un alumno se definan de


acuerdo con sus necesidades individuales.

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b. Que, en el caso de utilizar instrumentos psicométricos, se haga el mayor


esfuerzo para interpretar sus resultados de manera cualitativa, en un lenguaje
claro. Al profesor no tiene por qué interesarle cuál es el puntaje obtenido por el
niño en el Bender, de acuerdo con la calificación de Koppitz, por poner un
ejemplo. Lo que le interesa es saber qué puede hacer para ayudar al alumno a
superar sus dificultades

c. A los profesores les resulta poco útil conocer información fragmentada. Más
que elaborar un reporte de los resultados de cada prueba aplicada, lo que el
profesor necesita es contar con una visión general de la situación del alumno,
de sus capacidades y dificultades, y de sugerencias viables para aplicar en el
salón de clases.

7. Interpretación de los resultados

Cuando se proporcionan resultados sin una reflexión que los explique y les dé significado,
se limita seriamente su utilidad. La interpretación de los resultados es, pues, un elemento
clave para que una evaluación psicopedagógica sea productiva.
Por ejemplo, el rendimiento mostrado por el niño en uno de los aspectos de la
evaluación en el cual se utilizaron pruebas psicométricas no puede quedarse en un plano
cuantitativo, ni aislado del resto de la información. La interpretación debe entenderse
como un proceso de análisis y contrastación de los resultados encontrados en cada
instrumento para darles un sentido global y comprender su significado.
Cada dato interpretado debe ser transferido a un lenguaje accesible y práctico, de
manera que ofrezca información sobre aquellos aspectos que favorecen el desarrollo del
niño y también, aunque sin otorgarles prioridad, sobre los que lo obstaculizan. Una forma
de presentar los resultados obtenidos, es hacerlo por áreas, tal como se presenta en los
apartados anteriores.
En cada una de las áreas del desarrollo deben reportarse todos los datos relacionados
con ella, sin importar que provengan de fuentes distintas. Lo importante es que el
resultado de un instrumento se relacione e integre con el de otro (s), de tal forma que se
aumente su significatividad. Por ejemplo, si algunas de las pruebas utilizadas fueron el
WISC-RM (evalúa la capacidad intelectual) y la BELE (valora el desarrollo del lenguaje), y
en ambas se observa un buen nivel conceptual o se encuentran habilidades altas para
emplear la experiencia y el sentido común en la resolución de situaciones planteadas
hipotéticamente, entonces habrá que reportarlas una sola vez, como una característica
importante del niño evaluado.
Otra recomendación importante es que las habilidades, capacidades y dificultades
identificadas en las diferentes áreas del desarrollo personal, se relacionen con las áreas
de desempeño escolar: escritura, lectura y matemáticas.

8. Conclusiones y recomendaciones

Esta parte del proceso evaluativo tiene una especial importancia. La comunicación de los
resultados deberá contemplar el planteamiento sobre la situación del niño y las
orientaciones del trabajo a realizar; en otras palabras, el objetivo de esta sección es
determinar cuáles son las necesidades educativas especiales del niño que van a orientar
la toma de decisiones curriculares. Por esta razón conviene que los especialistas
entreguen personalmente los resultados al maestro regular y a los padres del alumno, ya
que así podrán aclarar las dudas y confusiones que se generen, y proponer y diseñar
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conjuntamente propuestas educativas. Con los acuerdos establecidos será factible


realizar una propuesta curricular ajustada, que dé respuesta a las necesidades de cada
alumno.
No se trata de dar un diagnóstico, en el sentido médico del término; lo que se requiere
es ofrecer una información lo más completa y clara posible sobre la situación del niño
evaluado, que sea útil para explicar y contextualizar su comportamiento y rendimiento
escolar. Las recomendaciones que se hagan deberán incluir pautas de trabajo apegadas
a las necesidades y posibilidades del niño y a la realidad del contexto escolar
(características del maestro, condiciones de la escuela, material y espacios disponibles,
entre otros), destacando siempre aquellos aspectos que favorecen el aprendizaje del
alumno.
Una última recomendación: es conveniente que no sólo maestros y padres tengan
acceso a los resultados de la evaluación sino que, en lo posible, el propio niño conozca
sus capacidades y cualidades para que participe más conscientemente en su propio
proceso educativo.

Nota especial para los profesores de escuelas regulares

Si bien es cierto que muchas escuelas regulares no cuentan con servicios de educación
especial -instancia que formalmente debe realizar la evaluación psicopedagógica- los
puntos abordados en este capítulo pueden ser útiles a los profesores regulares que atien-
den alumnos con necesidades educativas especiales. Sólo les pedimos que reflexionen
sobre dos cuestiones importantes.
En primer lugar, nos interesa recalcar la importancia de acercarse y conocer a los
alumnos para evitar la práctica de "etiquetados". Como mencionamos antes, es muy fácil
ceder a esta tentación, pues se ahorran esfuerzos y se justifica la ausencia de acciones
para apoyados; en esta lógica, el siguiente paso es canalizar a los alumnos para que
dejen de ser responsabilidad del profesor. Se ha observado, por ejemplo, que algunos
profesores sacan de sus grupos a algunos estudiantes por considerar que son deficientes
mentales, simplemente porque tienen más dificultades que otros niños para apropiarse de
algunos conocimientos en determinadas áreas. Estos profesores no han reflexionado o
desconocen que:

• Cuando un niño ingresa a una escuela de educación especial difícilmente regresa


a una escuela regular.
• Cuando un niño es "etiquetado", pierde su nombre. Su identidad queda marcada
por la etiqueta que se le ha impuesto: ya no es Pedro o María, sino el "deficiente
mental", por ejemplo.
• La vida de estos niños estará marcada por su discapacidad, por su "etiqueta", con
lo cual verán seriamente comprometidas sus oportunidades de acceso a una vida
plena en lo familiar, social y laboral.
• Muy probablemente, en una escuela de educación especial aprenderán menos
que en la escuela regular, pues su convivencia se restringirá a los compañeros
que comparten su etiqueta y probablemente accedan a un currículo menos
exigente.

En segundo lugar, los lineamientos generales para realizar la evaluación pueden ser
aplicados por los profesores, con una excepción: la aplicación de pruebas psicométricas,
para lo cual se necesita una preparación muy específica e, incluso, un permiso especial.
Sin embargo, también es necesario dimensionar a estos instrumentos: en muchas
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ocasiones nos proporcionan información que también podemos obtener por otras fuentes.
Ciertamente tienen la ventaja de permitirnos comparaciones con un estándar (en el caso,
más bien excepcional, de que las pruebas estén estandarizadas), pero estas pruebas no
son la fuente principal de información para los especialistas. La fuente más valiosa es la
observación, el contacto directo con los niños, sus padres y sus profesores.

A manera de resumen, enseguida le proporcionamos un esquema general de los


principales puntos que deben considerarse en una evaluación psicopedagógica.
Posteriormente, le proporcionamos un ejemplo de este tipo de evaluación; se trata de una
evaluación real; lo que pretendemos es que posteriormente lo analice, de preferencia
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junto con compañeros de educación especial y regular, y logre identificar sus omisiones y
deficiencias.

Ejemplo de un informe de evaluación psicopedagógica

1. Datos personales

NOMBRE: Eduardo Andrade Zárate.9


FECHA DE NACIMIENTO: 12 de marzo de 1987
FECHA DE APLICACIÓN: Septiembre de 1999
EDAD: 11 años 6 meses
DOMICILIO: 16 de septiembre No 24. Tlalpan, D. F. ESCUELA:
Miguel Hidalgo
UBICACIÓN DE LA ESCUELA: Calle 8, No 33. Tlalpan
GRADO ESCOLAR: 4° año de primaria
NOMBRE DEL PADRE: Carlos Andrade B.
EDAD: 36 años
OCUPACIÓN: Maestro de química en educación secundaria
ESCOLARIDAD: Normal superior
NOMBRE DE LA MADRE: Evelia Zárate F.
EDAD: 33 años
OCUPACIÓN: Educadora
ESCOLARIDAD: Normal básica para educadoras

2. Motivo de evaluación

Valoración integral del proceso de integración educativa de Eduardo.

3. Técnicas e instrumentos aplicados

• Entrevista a la madre
• Entrevista a la maestra de grupo
• Guía de observación en el aula
• Pruebas psicométricas: Escala de Inteligencia de Wechsler estandarizada en
México (WISC-RM); Batería de Evaluación de la Lengua Española (BELE); Tests
Sociométricos
• Pruebas pedagógicas

4. Apariencia física

Eduardo es un chico que aparenta 12 años, de aproximadamente 1.60 m. de estatura, con


un peso aproximado de 65 kg. Su apariencia es la de un preadolescente un tanto obeso y
grande. Su presentación personal es adecuada.

9
Los datos relacionados con la identificación del niño son ficticios, para preservar su anonimato.
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5. Conducta durante la evaluación

Se muestra cooperativo, atento a las instrucciones que se le dan. En ocasiones parece


impaciente y pregunta "si falta mucho" para terminar lo que se está haciendo. Cuando se
le solicita una respuesta verbaI lo hace rápido y sin mucha reflexión; cuando se le solicita
una respuesta con papel y lápiz, le dedica una mayor atención y tiempo.

6. Antecedentes del desarrollo

Desarrollo general

De acuerdo con la entrevista a la madre, el desarrollo pre, peri y posnatal de Lalo fue
normal. Durante los dos primeros años no presentó problemas de alimentación ni de
sueño. Comenzó a caminar aproximadamente al año; a los dos se desplazaba de manera
autónoma y comenzaba a decir algunas palabras. Precisamente cuando tenía dos años
presentó fiebres muy altas, acompañadas de convulsiones que duraban varios minutos
(tal vez se trató de una meningitis; la madre no guarda registros médicos de ese problema
y desconoce el diagnóstico preciso). Como consecuencia perdió habilidades ya
adquiridas, como el equilibrio, el desplazamiento, el lenguaje y la atención, entre otros.
Primeramente se le diagnosticó retraso generalizado en la maduración y más tarde
discapacidad intelectual.
En el aspecto motor, después del problema mencionado se presentaron dificultades
para caminar y hasta los diez años arrastraba los pies al hacerlo y corría torpemente. A la
fecha ha superado estas dificultades. También se le dificultaron las tareas de cortado y de
trazo, aunque también las ha superado, realizándolas con una calidad satisfactoria,
aunque requiere de más tiempo para terminarlas.
En el área cognoscitiva las dificultades se han manifestado, hasta la fecha, en
problemas para comprender diferentes tipos de situaciones de la vida diaria y escolares,
en problemas para mantener la atención, en las dificultades de memorización, en la
necesidad de que le repitan las cosas, etcétera
El desarrollo del lenguaje en general (articulación, estructuración sin táctica, semántica
y competencia comunicativa) ha sido lento. Hasta los 10 u 11 años superó sus dificultades
de articulación y empezó a demostrar mayor capacidad de interacción verbal. Su
estructuración sin táctica y su competencia comunicativa son adecuadas, es capaz de
mantener un diálogo y hablar de una situación cuando tiene conocimiento del tema. En su
expresión verbal utiliza estructuras simples.
En cuanto a la socialización, hasta antes de los 10 u 11 años se le dificultó la relación
con otras personas que no fueran sus familiares. Incluso en la escuela permanecía
aislado, casi siempre se sentaba solo. A partir de esta edad, los demás compañeros lo
empezaron a incorporar en sus juegos y llegó a ser más sociable. Actualmente se
muestra más activo para relacionarse y juega con los compañeros que ya conoce.
Desde los dos años tiene un tratamiento médico para controlar las convulsiones y un
tratamiento especializado para estimular el desarrollo motor y de lenguaje.
Ambiente familiar y sociocultural
Los padres de Eduardo eran jóvenes cuando iniciaron su relación conyugal, ella tenía 20 y
él 25 años, y recién habían concluido sus estudios. Al casarse, se establecieron de
manera independiente; ambos trabajaban y al año de matrimonio nació Eduardo, su único
hijo.
Comenta la madre que la relación familiar durante los tres primeros años de matrimonio
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fue estable y de armonía, pues ambos seguían trabajando y tenían varios proyectos. A
partir de que a Lalo se le diagnosticó retraso general de desarrollo, la dinámica familiar
empezó a cambiar. El padre no aceptó del todo la situación del menor y no se
comprometió en la búsqueda de soluciones (acudir a citas de médicos y especialistas,
estar al tanto del niño, asumir los costos de tratamientos, etcétera), de tal manera que
decidió separarse de la familia cuando Eduardo tenía 8 años. Desde ese momento a la
fecha, la madre vive con sus padres y se hace cargo de Lalo con ayuda de sus familiares.
Este apoyo ha sido importante, sobre todo la presencia del abuelo, que ha dado a Lalo
una imagen paterna muy positiva; él es muy apegado al abuelo y ambos se quieren
mucho.
Actualmente, la madre no tiene apuros económicos pues, además de su trabajo como
educadora, tiene una tienda de abarrotes que atiende con ayuda familiar, incluido Lalo.
Esta actividad ha sido valorada por la familia como una posibilidad de futuro laboral para
el menor.

Historia escolar

A partir de los dos años Lalo ha asistido a diferentes servicios de educación especial:
hasta los cuatro años asistió a un centro de estimulación temprana; de los cuatro a los
siete recibió atención en un Centro de Atención Psicopedagógica para la Educación
Preescolar (CAPEP); de los 7 a los 9 años y medio se le inscribió en una escuela de
educación especial para alumnos con discapacidad intelectual. Desde los tres años recibe
el apoyo de una especialista en lenguaje en consulta privada.
A partir del ciclo escolar 1996-1997 Eduardo se integró a una escuela primaria regular
en turno vespertino, en 2Q grado; actualmente está en 4Q. Recibe atención por parte de
una Unidad de Apoyo a la Educación Regular (USAER) en el horario escolar y de un
Centro de Atención Múltiple (CAM) en turno alterno.
Además de apreciar la importancia del tratamiento médico y de la escuela especial,
tanto la madre como la especialista en lenguaje que atiende, a Lalo reconocen el impacto
positivo que tuvo su asistencia a la escuela regular en la estimulación de sus habilidades
académicas, de socialización, de lenguaje y de conducta. Por ejemplo, la asistencia a la
escuela y la compañía de amigos sin necesidades educativas especiales han permitido a
Lalo cierta independencia para dirigirse a lugares a los que asiste de manera cotidiana: la
escuela, la casa de algunos compañeros, tiendas, etcétera. Esto significa para la madre
que Lalo puede alcanzar otras habilidades que le permitan ser cada vez más
independiente.
Una preocupación actual de la madre se relaciona con el desarrollo de la sexualidad de
Lalo, ya que él se empieza a interesar en este tema y no sabe cómo manejarlo. Asimismo,
empieza a pensar en el futuro de su hijo, en términos de su preparación para el trabajo.

7. Resultados obtenidos

a. ASPECTOS GENERALES

Intelectual

Los resultados de Eduardo en la Escala de Inteligencia WISC-RM muestran un nivel


cognoscitivo considerado como discapacidad superficial, con desempeño similar en el
área verbal y de ejecución. Este nivel cognoscitivo se describe de la siguiente manera:
Eduardo presenta un nivel de pensamiento concreto que se manifiesta en la dificultad
para establecer categorizaciones y conceptualizaciones abstractas. Puede establecer

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relaciones entre conceptos de manera muy elemental. Por ejemplo, puede agrupar
objetos con base en sus características físicas o su función (una pelota y un muñeco son
para jugar), pero no con base en una categoría más amplia (una pelota y un muñeco son
juguetes).
Sus habilidades perceptuales y de organización están poco desarrolladas: únicamente
puede memorizar y retener a corto plazo cantidades pequeñas de información (percepción
auditiva); presenta atención a detalles y cierre perceptual solamente en figuras simples
(percepción visual); aplica el análisis y la síntesis de manera exitosa en secuencias
lógicas sencillas y puede relacionar el todo y las partes en figuras simples con pocos
componentes; puede seguir instrucciones sencillas y requiere de mayor tiempo para
realizar tareas de rutina.

Comunicativo-lingüística

Su nivel de comprensión verbal también es concreto y su vocabulario muy básico. Tiene


dificultades para comprender, manejar y utilizar información del medio que le rodea
(escolar, social y de la vida diaria). Puede utilizar y comprender estructuras sin tácticas al
nivel de oración directa, pero se le dificulta la comprensión y expresión de oraciones
compuestas (subordinadas, yuxtapuestas, etcétera). Puede identificar el tema, la idea
principal y algunas relaciones causales entre eventos en historias sencillas.

Adaptación e inserción social

De acuerdo con la observación en clase, la entrevista a la madre y la entrevista a la


maestra de grupo, puede decirse que Eduardo está integrado socialmente con sus
compañeros. Se reconoce que uno de los avances importantes del chico en la escuela es
su interacción con los maestros y otros alumnos, ya que de ser un niño muy aislado y
miedoso, actualmente se muestra con interés por jugar y conversar. En el aula se
relaciona con sus compañeros para intercambiar resultados de ejercicios, pero también
para platicar o hacer bromas. En el recreo manifiesta una actitud activa para la búsqueda
de compañeros de juegos y participa en los juegos o en las charlas. De acuerdo con el
análisis del cuestionario sociométrico, tiene aceptación entre sus compañeros, pues dos
de ellos le eligen como el compañero con quien más les gustaría jugar, pero también es
rechazado, pues dos compañeros lo eligen como con quien menos les gustaría jugar o
compartir el lugar.
Según los comentarios de los maestros, Eduardo es un alumno que respeta las reglas
de trabajo y la disciplina, algo que se confirma con la observación de las clases. Este
aspecto es muy valorado por el maestro. Se comenta que tiene temor hacia los maestros,
lo cual se observa también en clase, pues se pone un poco nervioso si la maestra se
dirige a él.

b. NIVEL DE COMPETENCIA CURRICULAR

El nivel de competencia académica de Lalo se ha incrementado de manera notable a


partir de su asistencia a la escuela regular, aunque está muy por debajo al promedio del
grupo. Considerando las escalas de valoración del cuarto grado completadas por la
maestra, la observación en el aula y la evaluación de conocimientos básicos, el
rendimiento de Eduardo en las asignaturas de matemáticas y español es el siguiente:

Matemáticas

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Eje los Números, sus Relaciones y sus Operaciones: comprende las reglas del sistema
métrico decimal y puede componer y descomponer hasta unidades y decenas, la
descomposición a partir de las centenas se le dificulta y sólo lo puede hacer con ayuda.
Puede leer cantidades no mayores de tres cifras y resolver problemas de suma y resta
con estas cantidades, y a veces requiere de ayuda. No puede resolver problemas de
multiplicación y división de dos cifras, pero puede resolver problemas sencillos de
multiplicación de una sola cifra siempre y cuando se le aclare el problema. Comprende la
noción de división en situaciones concretas y sencillas de reparto, pero se le dificulta la
resolución de operaciones y su aplicación a problemas escritos. No resuelve problemas
que impliquen el uso de fracciones, pero comprende la noción de fracción y de reparto de
manera elemental, con gráficos sencillos y material concreto. Se le dificulta la noción de
números decimales, no identifica cantidades con punto decimal.

Eje Medición: Puede resolver problemas sencillos de medición lineal, perímetros y


áreas con ayuda, si le recuerdan los procedimientos y se le va guiando. No puede
resolver de manera individual problemas de capacidad, peso y tiempo.

Eje Geometría: Comprende la ubicación relativa de los cuerpos en el espacio y logra


representarlos de manera aproximada, aunque no logra interpretar ni elaborar en sentido
estricto la ubicación de objetos en un espacio cartesiano. La clasificación y construcción
de cuerpos geométricos a partir de criterios básicos (tipo y número de caras, ángulos,
etcétera) es muy elemental, pues identifica los más comunes
(cubo y esfera) y puede construir algunos de manera guiada. Maneja los instrumentos de
geometría para el trazo de líneas básicas (paralela, perpendicular...), aunque no para el
trazado de figuras.

Eje Tratamiento de la Información: Puede registrar diversos hechos y describirlos uno


por uno; puede describir y clasificar un conjunto pequeño de hechos sencillos si se le
ayuda. Todavía no logra recolectar, organizar, comunicar e interpretar información de
tablas, cuadros o gráficos que impliquen mucha información o varios eventos.

Español

Eje Lengua Hablada: Expone, comenta y argumenta sobre temas de diversas


asignaturas con mucha dificultad, opina o contesta solamente cuando la maestra le
solicita información muy específica, por ejemplo de la vida cotidiana, o de la resolución de
un ejercicio sencillo de español o de matemáticas, o comenta con sus compañeros
resultados de ejercicios, pero no presenta argumentos sobre su punto de vista, aceptando
el de otros. No planea ni realiza entrevistas, pero no es una actividad que se haya
estimulado en el aula.

Eje Lengua Escrita: Reconoce diferentes fuentes escritas sin dificultad, pero requiere
que se le ayude con respecto a su uso, por ejemplo para encontrar palabras en el
diccionario, la localización de una lección, etcétera No identifica los diferentes tipos de
texto en términos de los objetivos comunicativos de cada uno, todos son "para leer".
Puede redactar sin dificultad recados muy breves e instrucciones; resúmenes y cartas con
dificultad, pues casi siempre son incomprensibles para un lector, necesitando ayuda para
organizarlos. Emplea algunas reglas ortográficas como la interrogación, la mayúscula en
nombres propios y al principio de oración; el uso de otras convenciones (puntuación,
acentos, b-v, m-n, c-s-z, g-j…) es asistemático.
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Eje Recreación Literaria: Disfruta de la lectura de chistes, anécdotas y relatos, lo mismo


que de la lectura individual; participa en la lectura coral, aunque no logre tonos o
volúmenes adecuados. No puede crear cuentos, trabalenguas, adivinanzas, etcétera; ni
elaborar diálogos a partir de textos leídos o participar en la representación de un texto.
Eje Reflexión Sobre la Lengua: Usa los tiempos verbales pasado, presente y futuro
únicamente en oraciones sencillas, cuando se le indica y se le ponen ejemplos. En
general, no identifica las diferentes categorías gramaticales (pronombres, artículos,
adjetivos, sustantivos, verbos). Se le dificulta la noción y utilización de antónimos y
sinónimos.
De acuerdo con la maestra, los contenidos del resto de las asignaturas son de mucha
complejidad para Eduardo, por lo que la actividad que realiza en éstas casi siempre es
una copia de lo que hacen sus compañeros.

c. ESTILO DE APRENDIZAJE Y MOTIVACIÓN PARA APRENDER

Las actividades que se realizan en el aula generalmente se organizan de manera


individual, aunque se da cierta libertad a los alumnos para interactuar. A Lalo le gusta más
trabajar individualmente e intercambiar resultados con sus compañeros, de preferencia
con los que están cerca de él. Los materiales de trabajo más comunes son los libros de
texto, cuaderno y lápiz; él prefiere las actividades sencillas de los libros de texto, sobre
todo de matemáticas; también le gustan las actividades en que se realizan relatos o
lecturas de historias y las actividades de tipo manual, aunque no es muy diestro en ellas.
Regularmente requiere de más tiempo para realizar las actividades, y algunas tareas
que realiza son copia de las de sus compañeros, tipo de intercambio común en el grupo
(cuestionarios de historia, ciencias naturales, análisis de oraciones). En la mayoría de las
tareas requiere orientación; aunque no solicita ayuda a la maestra, la acepta.
Se le reconoce que tiene una actitud muy positiva ante el trabajo, lo cual también se
observa en clase: atiende a la maestra y a las consignas, y trata de concentrarse en su
trabajo. También se reconoce que es uno de los alumnos que asisten con más regulari-
dad a la escuela y que es cumplido en las tareas. Esto es importante en un contexto en el
que los alumnos faltan mucho a clase y se manifiesta mucho desinterés por sus estudios.

8. Interpretación de resultados

Eduardo es un alumno de 12 años con un nivel cognoscitivo considerado como


discapacidad intelectual superficial de acuerdo con el WISC-RM. Por estas razones, las
habilidades relacionadas con la comprensión verbal y la organización perceptual se ven
decrementadas, lo cual se refleja en las dificultades considerables que presentó para la
adquisición de los aprendizajes correspondientes a su grado en todas las asignaturas.
Sus características cognoscitivas pueden verse reflejadas en el nivel y las formas de
sus aprendizajes escolares. Su pensamiento concreto se caracteriza por la dificultad para
establecer relaciones entre eventos y secuencias temporales complejas, para establecer
generalizaciones, para relacionar el todo y las partes, para planificar y para memorizar a
corto y largo plazo, lo cual significa que tiene dificultades para acceder a contenidos que
requieren la aplicación de un pensamiento abstracto. Por esta razón, Lalo puede realizar
sólo tareas muy concretas o que no exijan un alto nivel de abstracción. Además, requiere
de más tiempo, de indicaciones precisas y de ayuda individual para la realización de las
actividades.

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Los tipos de apoyo que Lalo requiere para continuar su integración hacen referencia a
las adecuaciones curriculares: más tiempo para la realización de algunas tareas;
instrucciones precisas y sencillas; explicaciones paso a paso en la mayoría de tareas;
menor nivel de exigencia en el grado de profundidad de contenidos que representan un
grado de abstracción para los que no es competente y la eliminación de otros contenidos.
El maestro de apoyo y la maestra del grupo están de acuerdo con estos puntos. De
hecho, algunas de estas consideraciones se realizaban a pesar de que no se habían plas-
mado por escrito en algún documento, ni se habían abordado de manera conjunta entre
ambos. Por ello, es necesario sistematizarlos por medio de una planeación, realización y
evaluación.
Las expectativas acerca de Lalo parecen realistas, pues apuntan a la integración
laboral. Este tendría que ser uno de los criterios a tomar en cuenta para planear y realizar
las adecuaciones curriculares.
Tanto los apoyos de la escuela, de los especialistas y de la familia han posibilitado el
desarrollo integral de Lalo. Según la información obtenida, puede decirse que en su
proceso de integración se ha beneficiado académica, social y conductualmente, lo cual es
reconocido por la madre, especialistas y maestros de la escuela. La integración de Lalo
podría mejorar con un trabajo más sistemático.

9. Conclusiones y recomendaciones

• El proceso de integración de Eduardo ha sido favorable, pues le ha beneficiado en


diferentes aspectos. Este proceso podría mejorar si se tomaran en cuenta las
siguientes sugerencias:
• Establecer acuerdos entre maestro de grupo y USAER acerca de lo que Lalo
puede lograr a partir de sus características cognoscitivas y sus logros académicos
reales, para plantear objetivos educativos realistas y la manera en que se
evaluarán sus avances.
• Al plantear objetivos educativos, tomar en cuenta la importancia del aspecto
laboral, sus intereses y necesidades como adolescente, su estilo de aprendizaje,
el desarrollo de su socialización y su necesidad de autonomía.
• Proporcionar de manera sistemática los diferentes tipos de ayuda pedagógica que
necesita para lograr los objetivos educativos propuestos.
• Incorporar a la madre al proceso de integración de Eduardo, mediante su
orientación para: a) propiciar una mayor participación en las tareas académicas, b)
realizar actividades que permitan el desarrollo de la autonomía de Lalo, c) manejar
información relacionada con el área sexual y d) tomar en cuenta la integración
laboral.
• Establecer un plan de trabajo en el Documento Individual de Adecuaciones
Curriculares (DIAC) en el que se describan los objetivos anteriores, el compromiso
de los participantes, los avances del plan de trabajo y su evaluación.

Como se podrá apreciar, el ejemplo anterior se ha elaborado de acuerdo con el


enfoque propuesto en este capítulo, aunque es evidente que hay omisiones importantes.
Para propiciar una mayor reflexión con respecto a las características que, desde nuestro
punto de vista debe reunir este aspecto del proceso de integración, le pedimos que a
continuación realice el siguiente ejercicio.

EJERCICIO 5

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Actividad: Evaluación del ejemplo de evaluación psicopedagógica de Eduardo.

Objetivo: Reflexionar con respecto al enfoque que se ha planteado en el texto para la


realización de la evaluación psicopedagógica.

Procedimiento:
1. Lea nuevamente este capítulo.
2. Concéntrese en el cuadro "La Evaluación Psicopedagógica en el Contexto de la
Atención a los Niños con Necesidades Educativas Especiales".
3. Revise la evaluación psicopedagógica de Eduardo y escriba en el cuadro que
aparece a continuación, los aspectos que, desde su punto de vista, se ajustan al
enfoque, así como los procedimientos sugeridos en el texto y los que no.
4. De ser posible, comparta los resultados del ejercicio con sus compañeros de
educación regular y especial.

Puntos para la reflexión:

a) Realmente, ¿qué tan útil es realizar una evaluación psicopedagógica de acuerdo con lo
que se propone en el texto?
b) ¿Qué diferencias encuentra entre una evaluación tradicional y la que ahora se
propone?

ASPECTOS DEL EJEMPLO QUE COMPLEN CON ASPECTOS DEL EJEMPLO QUE NO CUMPLEN
EL ENFOQUE Y PROCEDIMIENTOS SUGERIDOS CON EL ENFOQUE Y PROCEDIMIENTO
10
EN EL TEXTO SUGERIDOS EN EL TEXTO

1. 1.

2. 2.

3. 3.

4. 4.

5. 5.

6. 6.

7. 7.

8. 8.

9. 9.

10. 10.

11. 11.

10
En el anexo 1 se presentan algunas ideas que pueden consultar al terminar el ejercicio
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MOLINA García, Santiago.


Deficiencia Mental. Aspectos Psicoevolutivos y Educativos.
Ediciones Aljibe. Colección Educar para la Diversidad.
Málaga. España, 2002. pp. 166 – 180.

DIAGNÓSTICO PSICOPEDAGÓGICO

4. TÉCNICAS MÁS UTILIZADAS

En este apartado no pretendo presentar todas las técnicas usadas en el diagnóstico


psicopedagógico, sino sólo las más frecuentes, tales como la observación, la entrevista y
el registro acumulativo de datos personales. Tampoco haré un examen exhaustivo de su
problemática, sino que me limitaré a exponer aquellos datos que considero de mayor
utilidad para los destinatarios de esta obra. Por ello, las personas que deseen profundizar
más en la problemática de estas técnicas, deben consultar la bibliografía que se cita en el
texto. En cualquier caso, esa ampliación me parece necesaria, dado que son estas
técnicas las más adecuadas para ser usadas por los profesores de Educación Especial.

4.1.- La observación

La observación es, sin duda alguna, la técnica diagnóstica más pertinente para ser
usada por los profesores y profesoras. Por ello, este tipo de profesionales deberían ser
unos auténticos expertos en la comprensión y manejo de dicha técnica, lo cual implica,
evidentemente, que la descripción que se ofrece a continuación (tomada de Molina, Arraiz
y Berenguer, 1990) debe ser ampliada, bien a través de la lectura de las referencias
bibliográficas que aparecen en el texto, bien como consecuencia del estudio de los con-
tenidos propios de otras asignaturas del plan de estudios de la carrera.
Anguera (1986) define la observación como "un método científico con indudable
arraigo en el ámbito de la Educación Especial, que pretende articular una percepción de la
realidad manifestada de forma espontánea, con su adecuada interpretación, captando su
significado, de forma que mediante un registro objetivo de la conducta y/o eventos, y una
vez se ha sometido a éste a una adecuada codificación y análisis, proporciona unos
resultados descriptivos e incluso explicativos dentro de un marco genuino de conoci-
miento".
A mi juicio, lo más relevante de la definición anterior es que pone de manifiesto el
hecho de que la observación equivale a percepción más interpretación; es decir, hay una
participación activa del observador que interpretará en función de su marco de referencia
teórico. Ello hace que la observación sea un procedimiento más complejo y variable de lo
que se tiende a considerar. De ahí, la gran importancia de clarificar el modelo teórico, que
servirá de base en la percepción e interpretación del contenido de la observación.

4.1.1. Tipos de observación

A) PASIVA VERSUS ACTIVA

Se diferencian por la intencionalidad al observar. Realmente hasta la observación


cotidiana presenta cierto grado de intencionalidad, ya que nuestra percepción siempre es
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selectiva.
Sin embargo, el científico y el evaluador tienen una intención u objetivo explícito (si
bien presenta grados diferentes) y marcan la observación activa. Obviamente este ob-
jetivo va a estar presente en todo el proceso de la observación y determinará la elección
de los otros tipos de observación.

B) NATURAL VERSUS DE LABORATORIO

Autores como Anguera consideran que corresponde a las dos formas de ob-
servación: técnica y método. La observación de laboratorio sería la observación como
técnica y se caracteriza por provocar la conducta a observar; esto es, existe una mani-
pulación de la situación. La situación de test sería un ejemplo. Se utiliza a veces para
observar conductas que se producen en marcos a los que el observador no tiene acceso
(ej.: role playing para observar conductas que se producen en el marco familiar).
La observación natural o directa es la genuina. En ella se recoge la conducta tal
como transcurre sin una previa manipulación.

C) NO SISTEMA TIZADA VERSUS SISTEMA TIZADA

La sistematización va a afectar al grado de control y estructuración de todo el pro-


ceso de observación y muy especialmente al registro de datos y al tipo de muestreo, con
repercusiones posteriores en el tratamiento.
Por ello, la observación no sistematizada es definida como una descripción simple,
llana y en estilo narrativo que recoge cualitativamente todas las características de la
conducta, evento, escena o situación. El análisis será de contenido y el registro narrativo.
Sin embargo, la observación sistematizada, al plantearse como objetivo según
Pascal y Jenkins (1961) el descubrir y precisar con exactitud determinados elementos
conductuales que poseen valor predictivo y heurístico, va a delimitar previamente los
datos a registrar, de tal forma que puedan tomarse sin pérdida de información, lo que ne-
cesariamente pasa por la categorización, llegando a usarse como sinónimos.
Esta observación es la que en el paradigma racionalista se considera rigurosa y
científica.
Las características que le proporcionan este carácter son:

- Definición estricta y concreta de los comportamientos


- Indicación de las condiciones en que la observación debe realizarse
- Posibilidad de tratamiento cuantitativo
- Significado y posible influencia de lo observado
- Comprobación de la fiabilidad

Asimismo, es el tipo de observación utilizada en el diagnóstico y orientación de


tipo conductista, tanto para plantear la línea base del programa de modificación de con-
ducta como para la valoración de la eficacia del mismo.
El carácter científico de esta observación sistematizada, frente a la no sistemati-
zada, ha sido puesto en cuestionamiento por el paradigma naturalista.

4.1.2.- Procedimientos de observación

A) NARRACIONES
Se trata de descripciones de acciones y/o conductas, incluyendo normalmente ras-
gos del contexto. Son propias de la observación no sistematizada. Emplean el muestreo
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ad libitum o en algunos casos el de ocurrencias. En investigación se han utilizado funda-


mentalmente en estudios de campo y de casos y en evaluación al inicio del proceso. Sue-
len incluir aspectos de interpretación, ya que intentan valorar el significado de las con-
ductas. Son susceptibles de análisis cualitativo. En casos extremos puede llegarse a lo
cuantitativo a través de una semi- sistematización y posterior categorización. El observa-
dor es participante, adoptando en muchos casos un rol activo, lo que le permitirá una
"captación" mejor. No están sujetos a controles de validez y fiabilidad. El sesgo de
reactividad suele ser mínimo, si bien el de expectancia puede aumentar. No hay una hi-
pótesis muy definida, sino que el objetivo y las consiguientes hipótesis suelen ir variando
a medida que transcurre el tiempo.

B) LISTAS DE CONTROL

Registran la conducta codificada en listas de acción (categorías y/o signos). Son


típicas de la observación sistematizada, ya que son susceptibles de un control riguroso,
con un sistema de muestreo muy estructurado (tomando como unidad el tiempo o el com-
portamiento) y un registro inmediato. El análisis de los datos es cuantitativo a partir de
procedimientos estadísticos. El observador es participante externo pasivo, lo que puede
aumentar el sesgo de la reactividad. Al tener muy delimitado el objetivo y las hipótesis,
hará que el sesgo de expectancia pueda aparecer a veces. Permiten un control riguroso
de la validez y de la fiabilidad.

C) ESCALAS DE ESTIMACIÓN

Son procedimientos que se adaptan a la situación de observación sistematizada, por


la previa determinación de las conductas a registrar. Permiten todo tipo de muestreo, aun
cuando resulta más adecuado el de acción o de intervalos, si la valoración pretende ser
mínimamente fiable.
Los datos recogidos con este procedimiento son susceptibles de análisis estadís-
ticos, ya que reflejan diferencia de grado.
El observador puede no ser participante (registro diferido), si bien se recomienda ser
participante allegado para poder tener mayor cantidad de elementos de juicio a la hora de
realizar la valoración. Lógicamente aumenta el riesgo de expectancia, disminuyendo el de
reactividad.

4.1.3.- El control de la validez y de la fiabilidad

Uno de los grandes problemas del uso de la técnica de la observación es el que


hace referencia al control de los múltiples sesgos que pueden contaminar los resultados y,
en consecuencia, disminuir la validez y la fiabilidad de dicha técnica. Evidentemente, por
esa razón se han experimentado diversos métodos y procedimientos para su control, que
no van a ser presentados aquí para no caer en la tentación de adentrarme en
complicados tecnicismos. Por ello, únicamente presentaré algunas recomendaciones en
las que suelen coincidir la mayor parte de los expertos en el tema.

A) PARA EL CONTROL DE LA VALIDEZ

- A menor grado de inferencia en las categorías, mayor posibilidad de validez en el


instrumento.
- El acuerdo a la hora de categorizar una conducta entre varios profesionales
garantiza una mayor validez.
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B) PARA EL CONTROL DE LA FIABILIDAD

- A medida que los intervalos son más breves, hay menor fiabilidad por la rapidez en
el registro que exigen.
- Si la tasa de frecuencia es elevada, se garantiza alta fiabilidad siempre que se
registre la ocurrencia o no en cada intervalo. Desciende la posibilidad de alta fiabilidad si
se registra el número de ocurrencias por intervalo. También disminuye si no hay partición
en intervalos y se registran globalmente las ocurrencias.
- Si la tasa de frecuencia es baja, suele resentirse la fiabilidad al despistarse el
observador de su comienzo o de su ocurrencia.
- La utilización de medios técnicos puede favorecer el acuerdo entre observadores.
- Se tiende a considerar que el conocimiento por parte de los observadores de
que su registro será comprobado en determinado momento, aumenta la fiabilidad.

4.2.- La entrevista

Bingham y Moore (1960, 13) definen la entrevista como una conversación que se
sostiene con un propósito definido y no por la mera satisfacción de conversar. Entre la
persona que entrevista y la entrevistada existe una correspondencia mutua, y gran parte
de la acción recíproca entre ambas consiste en ademanes, posturas, gestos y otros
medios de comunicación. Incluso las palabras adquieren gran variedad de significados y
valores al ser pronunciadas con inflexiones diferentes o al formar parte de contextos
distintos. Todos estos elementos de comunicación -la palabra hablada, los ademanes, las
expresiones, las inflexiones- concurren al intercambio intencionado de conceptos que
constituye la entrevista.
Por su parte, Nahoum (1961, 10) define la entrevista como una situación psicosocial
compleja cuyas diferentes funciones, aunque formalmente analizables, se disocian
difícilmente en la práctica profesional.
Rodríguez y colaboradores (1993) hacen una serie de críticas a las entrevistas
diagnósticas "de corte más tradicional" (págs. 193-194) y, a partir del análisis de los con-
dicionantes de la relación personal, definen la estructura de la entrevista, en el contexto
de la orientación educativa (pág. 198), como el proceso por el que el entrevistado y el en-
trevistador definen las líneas que van a marcar su relación. Según dichos autores, los re-
quisitos de este tipo de entrevistas serían éstos:
a) Debe considerarse como algo natural y, por tanto, desarrollada de modo conjunto
a fin de que una posible rigidez o imposición por parte del entrevistador no ahogue la
relación.
b) Debe facilitar una autoprotección para ambos al permitir la identificación de las
expectativas, roles, derechos y obligaciones de cada uno, eliminando o corrigiendo
falsas imágenes y proporcionando mayor seguridad y confidenciabilidad, ya que las reglas
están sentadas y los límites anunciados.
c) Debe ser estructurada, pues la propia experiencia de estructuración es altamente
positiva para el sujeto, dado su protagonismo, y le permite aprender que la relación
establecida ha de enmarcarla en una determinada realidad y no puede "volar" sin rumbo.
Silva (198], 203), después de presentar un resumen de las principales definiciones
dadas acerca de la entrevista, afirma que todas ellas tienen en común los siguientes
rasgos: una relación directa entre personas; una vía de comunicación simbólica, prefe-
rentemente oral; unos objetivos prefijados y conocidos, al menos, por el entrevistador; una
asignación de roles que significa, al menos idealmente, un control de la situación por parte
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del entrevistador.
Lógicamente, la entrevista sirve para muy variados objetivos y se usa en muy variados
contextos (policiales, judiciales, periodísticos, etc.), pero su utilidad, según Bingham y
Moore, se hace más evidente en la investigación de hechos, antecedentes personales,
opiniones o actitudes, que sólo puede facilitar el propio individuo entrevistado. En nuestro
caso, nos referiremos exclusivamente a la entrevista cuya finalidad es de tipo diagnóstico
y, en todo caso, orientador.

4.2.1.- Tipos de entrevistas

De acuerdo con Silva (198], 203-207) haré la siguiente clasificación:

A) ENTREVISTAS DE INVESTIGACIÓN Y DE INTERVENCIÓN


Las primeras se encuentran enraizadas en la Psicología social, siendo la inves-
tigación su finalidad principal, cuando no exclusiva. Se trata, en este caso, de recoger
información acerca de un estado de cosas, siendo luego sometidos los datos a un pro-
cesamiento que no tiene repercusión directa sobre el entrevistado. El contacto suele ser
más o menos fugaz e impersonal. Se trabaja, por lo general, en un contexto de estudios
de campo donde se registran las respuestas de un alto número de sujetos muestreados
por estratos, típicamente a través de equipos de entrevistadores que no reciben un
entrenamiento muy intenso (aunque pueden tener, por cierto, una gran experiencia como
tales). Son las clásicas encuestas, término que debería preferirse sobre la denominación
«entrevistas de investigación», a causa del malentendido que conlleva esta última.
Dentro de las entrevistas de intervención suelen distinguirse las entrevistas diag-
nósticas y las entrevistas terapéuticas. Ambos tipos comparten, como entrevistas de in-
tervención, el hecho de significar una repercusión directa sobre el sujeto entrevistado, ya
sea a través de una descripción, selección o clasificación, de un consejo o de un tra-
tamiento. Se suele hablar más específicamente de «entrevistas diagnósticas» cuando no
se pretende, primariamente, producir cambios más o menos duraderos en la conducta del
entrevistado a través del manejo de entrevista, sino obtener información útil para diseñar
y llevar a cabo planes de modificación, siendo conscientes de que una entrevista diag-
nóstica lleva necesariamente consigo un momento modificador o terapéutico y que una
entrevista terapéutica conlleva, a su vez, un momento diagnóstico o de recopilación de
información útil para la acción futura.
Dentro de las entrevistas diagnósticas conviene distinguir entre:

a) Entrevistas de recepción, las cuales permiten una oportunidad para conocer


al cliente y suministran información que va desde las quejas y problemas que se plantean
como motivo de la consulta, hasta la exploración de los comportamientos problemáticos
más específicos y sus posibles determinantes funcionales.
b) Entrevistas anamnésicas, las cuales sirven para obtener información acerca de
áreas más amplias de la vida, tanto actual como pasada, con especial énfasis en la gé-
nesis y evolución de los comportamientos problemáticos, pero explorando también los
recursos conductuales del cliente.
c) Entrevistas de planificación, las cuales, tras haber recogido la información
necesaria a través de la relación interpersonal y de otras técnicas e instrumentos de
evaluación, se habla con el cliente de objetivos, prioridades y estrategias a seguir.
B) ENTREVISTAS MÁS O MENOS ESTRUCTURADAS

De acuerdo con el criterio del grado de estructuración, suelen distinguirse estos tres tipos:
a) Entrevistas estructuradas, siendo su característica determinante el llevar a
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cabo la entrevista siguiendo un cuestionario en el que hay una secuencia prefijada de pre-
guntas, generalmente de respuesta cerrada.
b) Entrevistas abiertas, en las que el entrevistador lleva el curso de la conver-
sación de acuerdo con el ritmo y los temas presentados por el cliente, limitándose el en-
trevistador a reflejar sus verbalizaciones, usando estrategias típicas para tal efecto y
cuidando ser lo menos directivo posible.
c) Entrevistas semiestructuradas, en las que el entrevistador trabaja con pre-
guntas abiertas y en una secuencia prefijada, o bien cuando ni el texto ni la secuencia de
las preguntas están prefijadas, pero se trabaja con ayuda de esquemas o pautas de entre-
vista que deben ser complementadas.
Ambos tipos de entrevistas tienen sus ventajas y sus inconvenientes y, en la práctica,
resulta imposible seleccionar de antemano uno u otro tipo, dependiendo ello de los
objetivos y, sobre todo, de la pericia del entrevistador.

4.2.2.- Problemas derivados del grado de directividad

Rogers insiste, en sus múltiples trabajos relacionados con la psicoterapia, que lo


menos importante en el desarrollo de una entrevista es la cuidada selección de una de-
terminada técnica o de una estrategia. Según dicho autor, nada positivo podrá lograrse,
por muy buena que sea la estrategia elegida, si el entrevistador no acepta y respeta es-
crupulosamente la individualidad del entrevistado, dejando de desempeñar el papel de
juez de los comportamientos de los entrevistados. Sin embargo, ello no quiere decir que
tenga que ser pasivo, sino únicamente no directivo.
Los rasgos más típicos de las entrevistas no directivas son éstos, según Nahoum
(1961):
- Escuchar lo máximo posible al sujeto entrevistado, evitando interrogado o
presentarle interpretaciones de su comportamiento.
- El entrevistador debe limitarse a esclarecer y objetivar los sentimientos expresados
por el entrevistado, formulándolos nuevamente.
- El entrevistador debe esforzarse para que el entrevistado lo perciba como un
verdadero amigo que está dispuesto a ayudarle.
- El entrevistador debe tener claro que no está allí para solucionar los problemas del
entrevistado, y ni siquiera para proponer explicaciones o soluciones, sino que debe ser
siempre el entrevistado quien encuentre la solución a sus problemas.
- La iniciativa, en el transcurso de la entrevista, pertenece al sujeto que expone sus
problemas, juzga sus sentimientos y las ideas o los hechos que aporta. Es decir, se parte
de la hipótesis de que adquirir una responsabilidad conduce a adquirir una conciencia, la
cual, a su vez, permite la búsqueda activa de una solución.
Otros autores opinan que no siempre es conveniente adoptar una actitud no di-
rectiva en el transcurso de una entrevista psicológica, pues hay muchas ocasiones en las
que el entrevistado no es consciente de sus problemas y, si se le deja total libertad, los
resultados de la entrevista pueden ser irrelevantes desde el punto de vista diagnóstico.
Por otra parte, tampoco conviene olvidar que los planteamientos de Rogers acerca de la
entrevista son siempre referidos a las entrevistas terapéuticas. Según Nahoum, no con-
viene confundir entrevistas directivas con entrevistas invasoras. Para este autor, las en-
trevistas directivas son un método que tiene por objeto valorar sistemáticamente, y mo-
dificar si es preciso, todo rasgo importante de la personalidad y del funcionamiento
cognitivo de un sujeto por medio de la utilización ecIéctica de todas las técnicas dispo-
nibles, teniendo en cuenta sus indicaciones y contraindicaciones. Es más, no conviene
perder de vista tampoco que la necesidad de dirección que manifiesta un sujeto está en
relación inversa con su capacidad de dirigirse efectivamente por sí mismo, la cual puede
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ser deficiente y limitada como suele ser el caso de las personas deficientes mentales.

4.2.3.- Ventajas e inconvenientes

Uno de los principales problemas que posee el uso de la entrevista como técnica
diagnóstica es el que se refiere al control de su validez y de su fiabilidad. Por ello, son
muchas las técnicas disponibles para lograr el mayor grado de validez y de fiabilidad con
el uso de la entrevista. Sin embargo, intentando no sobrepasar uno de los objetivos men-
cionados al inicio de este capítulo (no adentrarnos en excesivos problemas técnicos), me
limitaré a presentar las recomendaciones que ofrece Silva (1981, 216) para lograr el ma-
yor grado posible de objetividad, de fiabilidad y de validez:

Aseguran, preferentemente, una mayor objetividad:


- La estructuración de preguntas y respuestas.
- El uso de categorías de registro claramente definidas.
- La ordenación precisa de las respuestas en escalas o pautas.
- La unidad de perspectivas de juicio entre los diversos entrevistadores.
- El entrenamiento en el registro y la tabulación de la información.

Aseguran preferentemente una mayor fiabilidad:


- La estimulación de las bases motivacionales de la respuesta.
- La utilización de escalas o racimos de preguntas, más que de preguntas aisladas.
- La clara especificación temporal de las preguntas.
- Preguntar por acontecimientos objeti vos o indicadores observables de la conducta.
- Facilitar al entrevistado la posibilidad de contrastar la adecuación de sus respuestas.

Aseguran una mayor validez:


- Dar instrucciones y aclaraciones que sitúen al entrevistado en los diversos temas.
- La transparencia en las preguntas y la utilización de un lenguaje comprensible.
- La facilitación de varias alternativas de respuesta.
- El uso de preguntas que se circunscriban a intervalos temporales o a acontecimientos
determinados.
- La preferencia por indicadores observables de la conducta y criterios «duros».
- Los intentos por detectar y neutralizar tendencias de respuesta (preguntar lo mismo a
través
de formulaciones opuestas, minimizar prejuicios o valoraciones sociales frente a
determinados
tópicos).
- Asegurar la confidencialidad de la información y el secreto profesional.
- Abrir las posibilidades de contrastación de las respuestas a través de otras fuentes de
información.
- La evitación de sugerencias.
- Una estructuración «hipotético-deductiva-experimental» de la entrevista, que
permita ir contrastando, a medida que ella se desenvuelve, consistencias e in-
consistencias el
relato

4.3.- El registro acumulativo de datos personales

Son muchas las definiciones que se han dado acerca del Registro Acumulativo de
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Datos Personales y, por ello, no voy a ofrecer aquí otra más. Sólo diré que el registro
acumulativo es un medio para un fin y nunca un fin en sí mismo, dependiendo su utilidad
del objetivo que se persiga y de su manejabilidad funcional. De acuerdo con Knapp (1965,
109), el registro acumulativo es uno de los baremos más comprensivos de la efectividad
del servicio de la escuela para orientar el desarrollo del alumno: la medida en que una
escuela utiliza el registro acumulativo de sus alumnos es el criterio más importante para la
determinación de la efectividad de su programa de orientación e incluso para la valoración
del modelo y del estilo didáctico de su profesorado.
Un registro acumulativo de calidad, sigue diciendo Knapp, debe recoger y resumir
todos los progresos del alumno y su índice de formación, a través de la acumulación de
datos referidos a las potencialidades, rendimientos, necesidades y adquisiciones del niño
a través de las numerosas experiencias que afectan a su desarrollo y a su formación. Por
ello, un registro acumulativo en el que únicamente se reflejen las conductas problemáticas
de los alumnos y sus retrocesos no es un buen registro. Knapp plantea que un registro
acumulativo de calidad debe abarcar las siguientes áreas de información:

A) DATOS PERSONALES E INFORMACIÓN DEL HOGAR

Estos aspectos incluyen elementos personales acerca del niño, tales como el
nombre, procedencia, edad, fecha y lugar de nacimiento. La información acerca del
panorama familiar y del hogar incluye los nombres de los padres, educación y ocupacio-
nes de ambos, su lugar de nacimiento, e información sobre los hermanos y hermanas
similar a la reunida sobre los padres. Es imperativo registrar hechos acerca de las con-
diciones del hogar, estado marital de los padres, oportunidades educativas que se le
ofrecen en el hogar y otros aspectos que podrían de algún modo afectar al progreso del
niño. Gran parte de esta información sólo hay que reunida una vez, en el momento del
ingreso del niño en la escuela.

B) INFORMACIÓN SANITARIA: FÍSICA Y MENTAL

La información de esta clase procede de muchas fuentes: padres, niños, profesores


y autoridades sanitarias. Se recoge por medio de observaciones, entrevistas y exámenes
sanitarios. Debe incluir datos sobre enfermedades, vacunas e inmunizaciones, exámenes
periódicos de salud e información particular sobre trastornos de las condiciones físicas. La
información concerniente a la salud mental del niño es de excepcional significación.
Interesa conocer su estado emocional, sus sentimientos para consigo mismo, con sus
padres, la escuela, sus iguales y otros. Los que se dedican a la enseñanza se dan cada
vez más cuenta de la extrema importancia que la salud mental juega en el desarrollo del
niño.

C) INFORMACIÓN OBTENIDA A TRAVÉS DE LOS "TESTS" DE APTITUD ESPECIAL Y


APTITUD ESCOLAR

Son de particular interés las medidas de aptitud escolar que dan alguna indicación de
las potencialidades presentes. Un "test" de aptitud escolar, basado en el principio de
medida factorial, que da puntuaciones separadas sobre varios aspectos de la aptitud
escolar, parece dar más información que el "test" de inteligencia general. Los "tests" de
aptitudes especiales, que indican potencialidades en campos específicos, tales como el
arte y la música, también tienen algún valor en la orientación. Todos los "tests" intentan
presentar evidencia objetiva de las potencialidades, rendimientos y necesidades de los
niños.
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D) INFORMACIÓN SOBRE EL RENDIMIENTO ESCOLAR

Un registro de lo que el niño ha conseguido realmente a través de las experiencias


del curso añade al núcleo central de datos valiosa información para la labor del consejo.
Deben ser anotadas las calificaciones y estimaciones de los profesores a los rendimientos
del alumno. Son válidas, con limitaciones, las puntuaciones de los "tests" de rendimientos
tipificados.

E) INFORMACIÓN SOBRE EL DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD

A causa de la complejidad de la personalidad humana, existen grandes dificultades


para recoger datos sobre ella. Las medidas o inventarios deben utilizarse con cautela. Los
registros anecdóticos y de observación revelan algo. Es de importancia extraordinaria lo
que concierne al niño como persona. Los profesores deben estar vigilantes para
reconocer los signos y evidencias de inadaptación personal.

F) INFORMACIÓN SOBRE LA FORMACIÓN Y DESARROLLO SOCIAL DEL NIÑO

Una faceta muy importante del desarrollo total del niño es su adaptación a la vida
del grupo. No es suficiente que el niño desarrolle sus capacidades y potencialidades como
individuo; debe aprender a reaccionar con éxito y armoniosamente en su grupo o grupos
sociales. Los profesores y consejeros deben observar continuamente las relaciones
interpersonales que existen entre los miembros de un grupo.

G) INFORMACIÓN SOBRE LOS INTERESES Y PLANES PARA EL FUTURO

Esta información debe revelar las metas y objetivos que el niño pretende, y debe
influir en alto grado sobre los programas de orientación y consejo relativos a él. Son
consideraciones extraordinariamente importantes para el profesor o consejero, saber lo
que interesa de modo inmediato al niño y lo que desea realizar en el futuro. La mayor
parte de estos elementos de información se obtienen por medio de cuestionarios y entre-
vistas. La reunión de información significativa, de tantas fuentes como sea posible, y su
ordenación y sistematización en forma utilizable, son los primeros pasos en la práctica de
la información. Esta debe basarse en la comprensión de los niños, que sólo puede
proceder de una información completa acerca de sus capacidades y necesidades.
El registro acumulativo es uno de los instrumentos más importantes para la
orientación. Su principal utilidad estriba en lo que supone para los profesores la com-
prensión de sus alumnos, facilitando así la educación y orientación de los mismos. No
todas las escuelas reunirán los mismos elementos de información; lo esencial es con-
servado en forma ordenada que facilite a los profesores, o a otras personas, recurrir a
ellos.

5.- NUEVAS DIRECTRICES PARA EL DIAGNÓSTICO PSICOPEDAGÓGICO

5.1.- Análisis de la legislación vigente

Como se recordará (véase el capítulo segundo de esta misma obra), la evaluación


psicopedagógica ha sido regulada desde el ámbito de la administración central educativa
a través de la Orden Ministerial de 14 de Febrero de 1996 (B.O.E. del 23-2-96) Y en
concreto a través del capítulo primero de dicho precepto legal. Este capítulo, desde mi
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punto de vista, ofrece unas directrices de excelente calidad, aunque imposibles de ser
puestas en práctica por los equipos psicopedagógicos y por los departamentos de orien-
tación existentes en nuestro país, no sólo por la escasa dotación personal de los mismos,
sino también por la falta de recursos técnicos de que disponen, por el elevado número de
alumnos que tienen asignados y por el escaso tiempo que pueden dedicar a la evaluación
diagnóstica. Además, existen otros impedimentos graves, no siendo el de menor impor-
tancia la cultura psicopedagógica existente en nuestro país, que consiste en creer que el
diagnóstico debe ser hecho exclusivamente por los psicólogos y pedagogos, dejando para
los profesores y profesoras la puesta en práctica de las prescripciones que estos
profesionales hacen en su informe.
En la referida Orden Ministerial se define la evaluación psicopedagógica como un
proceso (es decir, no como un acto puntual) que, aunque su responsabilidad directa recae
sobre los equipos psicopedagógicos y los departamentos de orientación, trasciende el
ámbito de tales equipos especializados ya que, además de los expertos integrantes de
esos equipos, debe contar también con la participación de todos los profesionales que
participan directamente en los procesos de enseñanza y aprendizaje (art. quinto). Esa
participación de todos los profesionales de la educación en el proceso de evaluación
psicopedagógica resulta absolutamente lógica, ya que uno de los fines de la misma es
contribuir a la mejora de la calidad de la institución escolar y, en definitiva, de las con-
diciones educativas en las que se dan las situaciones individuales (art. segundo, punto 3).
Por otra parte, esa colaboración interdisciplinar resulta perfectamente comprensible, ya
que el informe de evaluación psicopedagógica debe contemplar estos tres ámbitos:
A) El alumno: condiciones personales de discapacidad o sobredotación, historia
educativa y escolar, competencia curricular y estilo de aprendizaje.
B) El contexto escolar: análisis de la intervención educativa, de las características y
relaciones que se establecen en el grupo clase, así como de la organización de la
respuesta educativa.
C) El contexto familiar: características de la familia y de su entorno, expectativas de
los padres y posibilidades de cooperación en el desarrollo del programa de
atención educativa en el seno familiar.
Evidentemente, concebida la evaluación psicopedagógica tal y como ha sido ex-
puesta en las líneas anteriores, la realización de la misma no puede circunscribirse a la
aplicación puntual de unas determinadas pruebas, sino que tiene que abarcar el uso de
técnicas más procesuales y mucho más cualitativas. Por ello, el artículo sexto especifica
que se tendrán que utilizar técnicas e instrumentos como la observación, los protocolos
para la evaluación de las competencias curriculares, los cuestionarios, las pruebas psico-
pedagógicas, las entrevistas y la revisión de los trabajos escolares. Es decir, se deben
utilizar técnicas e instrumentos que garanticen que la interpretación de la información
obtenida sea coherente con la concepción interactiva y contextual del desarrollo y del
aprendizaje.

5.2.- Nuevas orientaciones de la American Association on Mental Retardation


(A.A.M.R.)

Esta asociación (probablemente, la de mayor prestigio científico a nivel interna-


cional) emite, de tiempo en tiempo, una serie de orientaciones sobre cómo debe enten-
derse el retraso mental y, en consecuencia, sobre cómo debe efectuarse el diagnóstico
psicopedagógico. Dado el impacto internacional que tienen esas orientaciones, a conti-
nuación presento un resumen del informe elaborado en 1997.
El citado informe comienza definiendo el retraso mental en estos términos:
"El retraso mental se caracteriza por un funcionamiento intelectual significativa-
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mente inferior a la media, junto con limitaciones asociadas en dos o más de las
siguientes áreas de habilidades adaptativas: comunicación, cuidado personal, vida
en el hogar, habilidades sociales, utilización de la comunidad, auto gobierno, salud y
seguridad, habilidades académicas, funcionales, ocio y trabajo. Tales limitaciones se
manifiestan siempre antes de los dieciocho años".

A la vista de esa nueva caracterización, mucho más funcional y flexible que la


concepción clásica, una correcta evaluación di agnóstica debe abarcar toda esa amplia
serie de habilidades adaptativas, e interpretar los resultados en función de los contextos
en que se desenvuelve el sujeto, como asimismo tomar en consideración las cuatro
premisas siguientes:

A) Una evaluación válida ha de tener en cuenta la diversidad cultural y lingüística, así


como las diferencias en los modos de comunicación y en factores comportamentales.
B) Las limitaciones en habilidades adaptativas se manifiestan en entornas comunitarios
típicos para los iguales en edad del sujeto y reflejan la necesidad de apoyos
individualizados.
C) Junto a las limitaciones adaptativas específicas existen a menudo capacidades en
otras habilidades adaptativas o capacidades personales.
D) Si se ofrecen los apoyos apropiados durante un período prolongado, el funcionamiento
en la vida de la persona con retraso mental mejorará generalmente".

Dicha definición implica, a su vez, que la evaluación no puede estar basada en la etiología
y, por tanto, no es lícito apoyarse en un modelo médico ni psicológico, sino en un modelo
funcional que tenga en cuenta la importancia del entorno y su impacto en el
funcionamiento social del individuo. Ello quiere decir que el retraso mental no puede
entenderse como un rasgo (aunque, evidentemente, está influenciado por ciertas capa-
cidades personales), sino como un estado de funcionamiento en ciertos aspectos concre-
tos. O lo que es lo mismo, el retraso mental constituye una discapacidad sólo como
resultado de la interacción dinámica que se establece entre capacidades (inteligencia y
habilidades adaptativas), entorno s (hogar, escuela, trabajo, comunidad) y funcionamiento
(respuesta a los apoyos facilitados).

Según dicha Asociación, el diagnóstico del retraso mental tiene que evaluar, de
forma
dinámica, interactiva y funcional, estas cuatro dimensiones:
- Dimensión I: funcionamiento intelectual y habilidades adaptativas.
- Dimensión II: funcionamiento emocional.
- Dimensión III: estado físico, salud y etiología.
- Dimensión IV: funcionamiento adaptativo en relación con el entorno: hogar,
escuela,
trabajo, grupo de iguales, comunidad.
En consecuencia, "bajo ninguna circunstancia un test de inteligencia grupal, basado
en el Cociente Intelectual, debe constituir el único determinante. para diagnosticar el
retraso mental" (pág. 44). Asimismo, "términos como retraso mental ligero, medio, severo
y profundo, basados en el Cociente Intelectual o en cualquier otro test psicométrico,
nunca más serán utilizados" (pág. 53).
Como ha podido comprobarse, los rasgos típicos de esta nueva concepción del
diagnóstico del retraso mental son: provisionalidad, dinamicidad, flexibilidad y funcio-
nalidad.
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6.- EL INFORME FINAL Y LA ORIENTACIÓN TERAPÉUTICA

Puesto que está ampliamente demostrado que un tratamiento psicopedagógico


resulta ineficaz si las personas implicadas en él no comprenden su verdadero sentido ni
consienten explícitamente (algunos autores defienden, incluso, que el consentimiento se
explicite por escrito) en que se inicie el proceso, es absolutamente imprescindible que
antes de llevar a la práctica dicho tratamiento se informe detalladamente (evidentemente,
de forma adecuada al receptor de la información) de los resultados obtenidos a través del
diagnóstico, tanto a los familiares directos del chico, como a los profesores del colegio
donde se supone que recibirá el tratamiento como, si es posible, hasta al mismo individuo
(niño, adolescente, o joven).
Es decir, con esta comunicación a los afectados se trata de: conseguir que los im-
plicados en el tratamiento conozcan las discapacidades y potencialidades del chico; lograr
el consentimiento explícito de éste, de sus padres y de los profesores del colegio, en lo
que respecta a las actuaciones que se derivan del diagnóstico diferencial y, finalmente,
tener las mayores garantías de éxito en caso de que se pase a desarrollar el tratamiento.
Cuando se lleva a cabo esta información puede aflorar un problema difícil de resolver.
Puede ocurrir que los padres o tutores del niño no consientan en los lineamientos que el
equipo multiprofesional ha trazado, o que ese no consentimiento provenga de los
profesores del colegio. Cuando esto ocurre es difícil dar una respuesta, ya que en nuestro
país este caso no está contemplado claramente por la legislación (mientras sí lo está en la
práctica totalidad de los países civilizados). Ante esta falta de prescripción legal, consi-
dero que son los padres o tutores del niño quienes tienen la potestad de decidir, de igual
forma que si una persona va al médico y éste le aconseja que debe someterse a una ope-
ración quirúrgica, es el paciente o sus tutores quienes tienen la potestad de aceptar o no
tal intervención. El problema es más difícil de resolver cuando la disensión se da entre el
equipo multiprofesional y los profesores del colegio donde está o debe estar situado el
niño. A mi juicio, es este último supuesto el que debería estar clarísimamente regulado
por la ley.
En cualquier caso, esos problemas suelen presentarse cuando el psicólogo se li-
mita a emitir el informe final a través de un texto escrito que entrega a sus destinatarios,
sin ningún tipo de explicaciones. Por el contrario, cuando, antes de elaborar el informe
final, se explica pormenorizadamente a los padres del niño todos y cada uno de los de-
talles del diagnóstico y se les hace ver que la intención del mismo no es colocarle una
simple y peligrosa etiqueta di agnóstica a su hijo, sino ayudarle a que supere o mejore sus
dificultades, lo lógico es que los padres, o los profesores, acepten sin reservas el consejo
orientador del psicólogo.
En resumen, el informe final debe ser el resultado de un proceso de ciclos en es-
piral, en los que intervienen en el mismo plano de igualdad y de responsabilidad distintos
profesionales, semejantes a los del modelo de investigación-acción: detección del
problema, establecimiento de un plan a seguir, negociación del plan entre todos los afec-
tados, aplicación de las técnicas más aconsejables según los casos y situaciones, refle-
xión participativa y democrática entre todos los afectados sobre los resultados del proceso
seguido, orientación terapéutica, diseño y desarrollo del tratamiento con la corres-
pondiente evaluación formativa incorporada al proceso y replanificación continua.
Es decir, el psicólogo no debe olvidar que el propósito fundamental del informe final,
fruto del diagnóstico, es producir un cambio en los individuos y en la cultura de los grupos
sociales en los que viven (familia, escuela, grupos de amigos, etc.), e incluso, si fuera
posible, de las propias instituciones. Por ello, como sucede en el modelo de la
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investigación-acción, hay que tener muy en cuenta los siguientes principios (Kemmis y
McTaggart, 1988,23):
- El individuo es portador del lenguaje, pero «recibe» el lenguaje, por así decirlo, ya
que lo encuentra preconstituido como un aspecto de la cultura de un grupo o de la
sociedad; el lenguaje «contiene» un potencial expresivo y comunicativo, y el modo en que
lo utilizamos sólo puede cambiar si cambian también los «acuerdos» sociales acerca de
cómo debe utilizarse el lenguaje; las pautas de utilización del lenguaje son un primer
aspecto de la cultura de un grupo.
- El individuo es un actor, pero sus actos se enmarcan y se entienden en un
contexto de interacción social; un cambio en la acción social requiere también, habi-
tualmente, cambios en los modos en que los demás se relacionan con nosotros; las
pautas de interacción son un segundo aspecto de la cultura de un grupo.
- El individuo se define parcialmente a través de sus relaciones con los demás, pero la
naturaleza y ]a significación de esas relaciones sociales deben entenderse sobre el telón
de fondo de las relaciones sociales que caracterizan a grupos, instituciones y sociedades
más amplios; los cambios y las relaciones sociales requieren, habitualmente, que otras
personas cambien también de perspectiva en cuanto al modo en que nos relacionamos
con ellas y al modo en que nuestras relaciones con ellas encajan en el marco más amplio
de las relaciones que estructuran la sociedad; las pautas de relación son un tercer
aspecto de la cultura de un grupo.

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GALLARDO Jáuregui, Ma. Victoria y SALVADOR López, Ma. Luisa..


Discapacidad Motórica. Aspectos Psicoevolutivos y Educativos.
Ediciones Aljibe. Colección Educar para la Diversidad.
Málaga. España, 1999. pp. 43 – 57.

VALORAR, ASESORAR, TRATAR Y EDUCAR

Qué, quienes, cómo, dónde y cuando. La valoración de las posibilidades cognitivas.


Modalidades de escolarización. ¿Qué es un Centro de Recursos para personas con
discapacidad motórica?

Este trabajo realizado por profesionales de la psicopedagogía, que pertenecen a


equipos específicos para la atención a las discapacidades motóricas en el ámbito
educativo, pretende abordar estos importantes aspectos de valoración, asesoramiento,
tratamiento y educación, tanto de la familia, de la propia persona discapacitada, como del
centro escolar al que asista.
• Obviamos pues, todo lo referente al diagnóstico clínico; sólo subrayar que ha de
ser:
• Lo más precoz posible.
• Completo.
• Realizado por especialistas.
• En conexión con las diferentes especialidades necesarias.
• Con información veraz y realista a los padres.

Nos hemos decidido por ofrecer el contenido de este apartado organizado en esquemas
para tener una visión de conjunto acerca de:
QUÉ debemos valorar, asesorar, tratar y educar.
QUIENES han de abordar estas tareas.
COMO consideramos que es la mejor forma de realizarlas.
DONDE son los lugares más adecuados para ello.
CUANDO es el momento más oportuno en función de cada objetivo.

Habíamos dejado a los padres buscando el centro educativo más adecuado para su hijo.
Y, es en este momento, cuando suele producirse el primer contacto con los equipos y
servicios educativos. En las páginas siguientes aparece detallado un resumen de lo que
consideramos debe ser evaluado en estas situaciones, así como estrategias para soslayar
las dificultades que existen a la hora de conocer-estudiar a una persona que tenga
mermados sus canales de comunicación y de movilidad. Antes de entrar en ello nos
gustaría ofrecer unas reflexiones:

- En campos de trabajo básicos de los equipos, como son la evaluación, el


asesoramiento
y el tratamiento, tienen un papel protagonista las visiones globales de la situación: del
entorno socio-familiar, de la persona discapacitada y del centro. Nos hemos encontrado
en ocasiones estrategias de intervención muy bien planificadas que no nos han dado los
frutos esperados porque no hemos tenido en cuenta algunos de estos factores esenciales.

Para un chico sin lenguaje oral, no podemos basar su medio alternativo de


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comunicación en la lengua escrita, sin saber si sus padres saben leer.

- Si los servicios o equipos que atienden a esta población están coordinados y


trabajan con unos criterios comunes, todo el proceso se simplifica, se agiliza y se
enriquece. Luchamos por esa coordinación que, a veces sólo hay que iniciarla, luego, a
todo el mundo le resulta muy gratificante.

- Nos interesa huir del etiquetaje a la hora de la evaluación de la persona


discapacitada y de la emisión de informes tecnicistas que no clarifican ni ofrecen
alternativas de intervención. No se es mejor profesional por utilizar un lenguaje
comprensible sólo para técnicos.
- Ante este sector de la población, y, sobre todo en los casos de deficiencias
asociadas o pluridiscapacidades, los profesionales debemos abordar estas tareas con
naturalidad, serenidad, pensando que son sólo y sobre todo niños y niñas, con sus
deseos, aficiones, sentimientos, discapacidades y potencialidades. (Ver capitulo" Atención
a alumnos y alumnas gravemente discapacitados.")
- Por supuesto que nos tenemos que olvidar del rol clásico de "examinador-
testólogo-orientador", si queremos que nuestro trabajo sea eficaz. Hemos de conocer
hasta el último rincón de una casa, hablar con los hermanos, que no nos importe el
manchamos de baba y, por supuesto, compartir el suelo si hiciera falta (hemos de estar a
su altura.)
- En este campo, como en realidad en todos los que haya un trabajo implicado con
personas, hay que trabajar en equipo. Es imposible que haya un solo profesional que
reúna en sí todos los conocimientos V puntos de vista diferentes y necesarios para un
abordaje serio de la habilitación y la educación de este colectivo. No hemos de tener
reparo en reconocer que no sabemos algo y en recurrir a personas o medios más
cualificados.

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Se planteará quien lea estas páginas que no han sido abordadas con detalle
cuestiones tales como la valoración de las capacidades cognitivas del alumnado
gravemente afectado, o un análisis exhaustivo de las diferentes modalidades de
escolarización; o qué se entiende por Centro de Recursos Educativos para personas con
discapacidades motóricas. Y es cierto, hemos querido esquematizar el modelo de
intervención sobre QUÉ EVALUAR, CUANDO, CÓMO, y DONDE, por considerar que, con
este guión, se abarcaba bien toda la finalidad del proceso, que no es otra, sino tener una
visión global de las necesidades educativas especiales de la persona. SÍ creemos que
algunos de estos aspectos deben ser tratados particularmente.

SOBRE LA VALORACIÓN DE LAS POSIBILIDADES COGNITIVAS.

Es muy frecuente, cuando intercambiamos experiencias con otros profesionales,

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que se nos planteen interrogantes tales como:


• ¿qué pruebas utilizáis para valorar a un niño con secuelas de parálisis
cerebral?,¿qué hacéis ante un alumno tetrapléjico que no puede hablar?,...
Ciertamente en nuestros encuentros con alumnos universitarios de las Facultades
de Psicología o Pedagogía, siempre es una preocupación constante de los estudiantes el
conocer qué tipo de tests son los que se aplican y cómo se exploran las capacidades
intelectuales de una persona gravemente discapacitada desde el punto de vista motor.
Desde luego no es tarea fácil; día a día seguimos modificando estrategias,
adaptando materiales y poniendo en práctica todas las aportaciones que vamos
recogiendo.
Todos recordamos que las pruebas estandarizadas solían clasificarse según la
respuesta que se pidiera al examinando; esta podría ser verbal (pruebas verbales) o
podría implicar la realización manual de alguna tarea (pruebas manipulativas).
Las personas con las que habitualmente trabajamos tienen afectadas sus
posibilidades motóricas, por lo que se encuentran en desventaja ante la aplicación de
cualquier prueba. Téngase en cuenta que la expresión oral, el habla, exige el control de
todo el aparato fonoarticulatorio y que ésta es una actividad motora. El ejecutar alguna
actividad manual, o incluso señalar es en ocasiones imposible para alguno de nuestros
chavales con afectación de sus miembros superiores, por lo que también hemos de
descartar todo tipo de pruebas gráficas y manipulativas.
La utilización de pruebas estandarizadas ofrece algunas ventajas, pero ya
comentábamos que no siempre es factible su aplicación. Sobre todas las ventajas
destacamos la rapidez tanto en la administración como en la corrección, así como el
hecho de que nos permitan la comparación del rendimiento con un grupo que se supone
que ha sido sometido a estas pruebas en condiciones similares.
Es cierto que los profesionales encargados de realizar estas valoraciones, a veces,
se encuentran más seguros de la validez y fiabilidad de su información si han podido
aplicar alguna escala estandarizada, parece como si responsabilizáramos de los
resultados a un tercero, que se supone experto conocedor de las características de la
población infantil y de las aptitudes que intenta medir (controlar) la prueba.
Cuando comenzamos a trabajar con personas con deficiencias motóricas pronto
evidenciamos como estas pruebas no suelen tener en cuenta la historia del sujeto, sus
características y posibilidades de acción, y presentan una gran inflexibilidad en su
aplicación. Ello nos lleva a ir introduciendo modificaciones que a veces afectan:
• Al tiempo de respuesta, (obviamente hay que aumentarlo);
• A la presentación de los rtems (adaptándolos a las posibilidades de cada
persona).

Caben modificaciones tales como ampliación en cuanto al tamaño de cada uno de


los elementos, mayor separación entre los mismos, para facilitar la señalización (directa o
codificada) o el empleo de sistemas de barrido (manual -humano- o electrónico).
Por todo ello es tan imprescindible lograr algún código de comunicación con la
persona afectada, aunque éste sea tan simple como la emisión de un sonido o un
movimiento discriminativo para afirmar o negar (Si/No), o la existencia de algún
movimiento residual, que pueda realizar voluntariamente, para poder acoplar un
conmutador adecuado a esa parte del cuerpo y utilizar entonces alguna ayuda técnica a la
comunicación.
Ejemplos de estas adaptaciones las hemos realizado en pruebas tales como la Escala de
Madurez Mental de Columbia: C.M.M.S. (que suele utilizarse muy frecuentemente con
alumnos con deficiencias motóricas) separando cada uno de los ítems:

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Estamos intentando asimismo adaptar algunas escalas y tests estandarizados


para poder aplicarlos valiéndonos de la pantalla del ordenador (C.M.M.S., Escala
Internacional de Leiter,...) Las Matrices Progresivas del test de Raven (Forma Color)
están siendo en la actualidad validadas; ya hemos conseguido su adaptación mediante la
interrupción de un sistema de barrido (variable en velocidad según los tiempos de
respuesta -tiempos de reacción- de cada sujeto) la persona puede seleccionar la
respuesta adecuada. Al modificar las condiciones de aplicación de las pruebas,
alteramos las características de las mismas; por ejemplo la pasación de la prueba
mencionada, el Test de Raven, tal y como nos indica su autor se realiza en un plano
horizontal, mientras que la pantalla del ordenador ofrece las diferentes alternativas sobre
un eje vertical; todos estos cambios perceptivos a determinadas edades pueden ser muy
significativos y es por ello que aún no presentamos datos concretos, puesto que se
encuentran en fase de experimentación.

Queremos llamar la atención, una vez más, sobre la flexibilidad que han de mostrar
los técnicos ("testólogos") y como han de recabarse datos recurriendo a otras medidas no
estandarizadas como son:

• la observación directa del sujeto en diferentes situaciones y ambientes,


• las entrevistas con la familia, el profesorado y otros profesionales que conozcan a

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la persona;
• las situaciones de prueba, experimentación de recursos con tareas bien
planificadas, facilitando un entrenamiento adecuado.

Todo ello en aras de lograr una valoración inicial de la persona lo más completa
posible que, se irá perfeccionando con un trabajo sistemático y continuado dentro del
aula.
Creemos que el objetivo principal que debemos planteamos es el de establecer
algún sistema de comunicación con la persona. Es necesario que podamos abordarla de
alguna forma, que podamos comunicamos con ella, para poder saber lo que siente, qué
piensa, qué quiere decimos, qué sabe, qué puede aprender, qué le interesa... Si no es
posible esta comunicación, por básica que sea, sinceramente, no llegaremos a
conocerla, no nos enteraremos, ni tan siquiera sospecharemos, cuales son sus
capacidades y posibilidades.

MODALIDADES DE ESCOLARIZACIÓN.

Plantearemos el tema de las modalidades de escolarización desde la perspectiva de


unos servicios educativos de valoración que han de orientar sobre la opción escolar y la
respuesta educativa, que de una manera mas favorable pueda atender las necesidades
educativas especiales de los alumnos con deficiencias motóricas.
Nos encontramos en una etapa de incorporación paulatina al nuevo sistema
educativo (atendiendo a las sucesivas fases de implantación que va marcando la
L.O.G.S.E.).
No obstante, en materia de escolarización de alumnos con n.e.e., siguen
manteniéndose, a nivel legal, los criterios recogidos en el Real Decreto 334/85 de 6 de
marzo, sobre Ordenación de la Educación Especial.
A lo largo de varios de los capítulos expuestos hemos ido indicando como, en
ocasiones, aparecen factores exógenos a las características del alumnado que van a
condicionar su proceso de escolarización, su modalidad educativa.

Estos pueden ser entre otros: las dificultades para acceder a los Centros, las
características familiares, la existencia de barreras arquitectónicas, la falta de recursos
materiales y humanos (profesoras de apoyo, educadoras, equipos de especialistas,..) .
Aunque hay que reconocer la importancia de todas estas circunstancias, existen
una serie de principios que intentamos respetar:

1.- Toda persona en edad escolar debe tener una plaza educativa, debe ser
escolarizada, independientemente del grado de afectación que presente. En los casos
extremos en los que la gravedad de la patología no posibilite el acceso a un Centro
Escolar, hay que propiciar una atención educativa bien en el domicilio particular, bien en
las aulas hospitalarias.
2.- Siempre, que las características del alumnado lo permitan, tendemos a integrarlo
en grupos/clase normalizados, esto es en Centros Ordinarios.

Propugnamos una adaptación de la Escuela a las características de este tipo de


alumnado, y para ello describiremos en estas páginas muchos de los cambios
estructurales, organizativos y de funcionamiento que debieran ir arbitrándose en los
Centros.
Existe también la posibilidad de recurrir a Centros Específicos; pero la decisión
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sobre esta modalidad de escolarización ha de ser responsable y compartida con los


diferentes agentes educativos (la familia es uno de ellos). Es cierto que en este tipo de
centros se suele contar con más personal especializado, mayor número de recursos
concentrados, y con gran experiencia en el trabajo con personas gravemente afectadas; si
a ello añadimos la menor ratio (proporción de alumnos por clase), la existencia de un
transporte adaptado, comedor,... la opción es, a veces, tan tentadora y la alternativa de
resolución del caso tan cómoda que nos sería muy fácil orientar en este sentido.
Debemos continuamente recordar que el sacrificar la integración con un grupo
normalizado, el contacto con otros niños sin ese tipo de problemática, y la asistencia a
Centros más cercanos a sus domicilios, donde acuden sus vecinos, hermanos y amigos,
ha de estar bien argumentada y justificada.
El derecho a ser diferentes, derecho a la diversidad, es bidireccional, los grupos de
niños "sin problemas" deben (mejor, tienen derecho) también conocer a esa persona de
su misma edad, que vive aliado de su casa, que es el hermano de su amigo,..., que "no
puede andar", "no se le entiende lo que habla" o "aún lleva pañales". .
Porque conviviendo todos, aprenderán a respetarse y a percibir todas esas otras
conductas que si que pueden realizar, adquirir y aprender.

3.- La incorporación del alumnado con n.e.e. al sistema educativo ordinario supone la
adaptación, insistimos, de la escuela a las características de nuestros alumnos, en este
caso con discapacidades físicas, por lo que obliga a la Administración Educativa (en el
caso de centros públicos y concertados) y a las instituciones privadas, a DOTAR a los
Centros de una serie de recursos materiales y humanos Que posibiliten su atención
educativa.

Tenemos que reconocer que si bien en un principio optamos por la adaptación de


determinados Centros (Centros de Integración Preferente de Alumnos/as con Deficiencias
Motóricas) en distintas barriadas y localidades de nuestras ciudades, este criterio, en los
últimos años se nos está desestructurado, pues a lo largo de varios cursos escolares los
colegios acaban saturándose, y bloqueados no pueden ofrecer la calidad educativa a la
que aspiramos.
En nuestros comienzos está medida se adoptó por rentabilidad de recursos:
• Había que escolarizar un número elevado de personas con discapacidades físicas
que sencillamente estaban en sus casas.
• Había Que eliminar barreras arquitectónicas.
• Dotar de recursos humanos.
• Facilitar ayudas técnicas para el desplazamiento, la comunicación,...
• Adaptar mobiliario y materiales escolares.
• Formar a los profesionales.
Todas estas intervenciones no podían plantearse en todos los Centros, por lo que se optó
por iniciar experiencias concretas con estratégicas ubicaciones.
La realidad educativa, ahora, es diferente; pese a la desajustada (y desastrosa)
situación económica, cada día vivimos situaciones en las Que con un estudio sistemático
de cada caso, analizando con sentido práctico las necesidades de la persona, los
recursos existentes y con la colaboración de los responsables de la política educativa,
podemos ir escolarizando (orientando) a cada niño o niña hacia el Centro de su barriada,
o al menos, hacia algún colegio cercano a su domicilio.
No crean que somos utópicas, desconocedoras de la realidad y/o ajenas a los
presupuestos económicos con los que se desenvuelven los Centros Educativos; NO,
desde una perspectiva francamente insertada en la cotidianidad de la escuela seguimos
insistiendo y defendiendo que el alumnado con n.e.e. esté en el Centro ordinario, sólo así
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se evidenciarán los recursos con los que habrá que dotarlo, los cambios que éste tendrá
que realizar, y las adaptaciones que en su currículum el profesorado tendrá que arbitrar
para posibilitar que el niño pueda ejercer uno de sus más importantes derechos: el
derecho a la educación.
No hemos abordado el tema de la concienciación social, ni otro muy importante, el
de la formación del Profesorado, porque se analizan ya en otros capítulos.
Si Queremos reseñar la importancia de CONOCER A LA PERSONA, Y comprobar
cómo y dónde pueden atenderse mejor sus necesidades escolares. El hecho de Que
asista a un aula de educación especial (mejor abierta y flexible, cerradas van siendo más
escasas, afortunadamente), Que reciba apoyos individualizados y/o especializados dentro
o fuera de su grupo/clase, Que acuda periódicamente al aula de integración (aula de
recursos), se irá perfilando una vez Que el alumno inserto en el centro educativo y
desenvolviéndose en éste, vaya manifestando y evidenciando sus posibilidades y
dificultades, sus intereses, aptitudes y limitaciones.
Es un verdadero reto educativo que solo puede plantearse a los PROFESIONALES
DE LA EDUCACIÓN.

¿QUÉ ES UN CENTRO DE RECURSOS PARA PERSONAS CON DISCAPACIDAD


MOTORICA. ?
Todas las personas afectadas por este problema, sus familias y los profesionales
que nos dedicamos a este campo, ambicionamos que sean creados, en todas las
Comunidades Autónomas, Centros de Recursos donde poder acudir y obtener respuesta
a las numerosas incógnitas que se nos plantean cada día.
Muy bien acogidos fueron tanto el Centro Nacional de Recursos para la Educación
Especial, dependiente del M. E. C. como el Centro Estatal de Autonomía Personal y
Ayudas Técnicas (C.E.A.P.A.T.) dependiente deI I.N.S.E.R.S.O., éste último de ámbito
estatal, pero, por ello mismo insuficiente para abarcar todo el territorio.
El Centro de Recursos lo concebimos como un lugar que ofrezca:
• Un espacio de encuentro para personas con discapacidad, familias, profesionales,
estudiantes y cualquiera interesado en la búsqueda de recursos que faciliten la
vida de este colectivo.
• Profesionales especializados en:
- evaluación,
- orientación,
- formación,
- asesoramiento,
- creación e investigación, de todas las áreas que inciden en la consecución de
una mayor autonomía y desarrollo de las personas con déficits motrices.
• Documentación, videoteca y biblioteca sobre temas relacionados con la
minusvalía.
• Asesoramiento, préstamo y facilitación de las ayudas técnicas y adaptaciones
necesarias para cada caso.
• Materiales divulgativos para campañas de sensibilización.
• Materiales didácticos adaptados y diseñados para uso individual o colectivo.
• Canales de formación y perfeccionamiento para personas afectadas, familias,
profesionales (externos o pertenecientes al ámbito escolar, estudiantes
interesados en general).
• Exposición de materiales específicos, ayudas técnicas y adaptaciones.
• Canalización de ideas y fabricación de prototipos para mejorar la autonomía.

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• Coordinación de las actuaciones que, en este sentido se estén llevando desde los
distintos campos (informático, sanitario, educativo...)

Así, una familia que necesite reformar su cuarto de baño para uso de una
persona en sillas de ruedas, podría encontrar el asesoramiento acerca de la forma
más adecuada y direcciones de los proveedores.
Estudiantes de psicología podrían contar con asesoramiento para el futuro
abordaje profesional de la poblaci6n con minusvalía.
Una persona tetrapléjica podría experimentar mediante apoyos informáticos como
puede tener acceso a la escritura, al dibujo o a controlar su entorno de forma activa.
Los profesionales de un centro educativo podrían ver y experimentar
materiales didácticos apropiados a sus necesidades y orientaciones acerca de cómo
eliminar las barreras arquitectónicas de su colegio.

Éstos son algunos de los muchos ejemplos que podríamos poner acerca de la
utilidad de los Centros de Recursos.
Estos centros consideramos que han de tener un ámbito provincial, con una
financiación pública o mixta (dependientes de fundaciones, aportaciones personales en
función de ingresos...), pero de cualquier forma que esté garantizada la atención, directa o
indirectamente, a todas las personas con discapacidad motórica.
El horario ha de ser flexible y amplio, de forma que los profesionales puedan acudir
con comodidad.
Por supuesto, todos los centros han de estar coordinados entre sí e
interinstitucionalmente con los que ya existen en el resto del estado, independientemente
de su dependencia y ubicación.
Siempre que se demanda la creación y puesta en marcha de este tipo de servicios,
sin detenerse demasiado a reflexionar ni haber cuantificado su coste real, surge éste
como un hándicap insuperable. Continuamente nos asaltan las mismas preguntas que
aún no han sido respondidas:
¿Tan difícil es ver el beneficio social de este tipo de centros?
¿Se ha realizado algún estudio del coste real por parte de los responsables políticos y
técnicos?
¿Se han analizado los recursos actuales, que, coordinados podrían rentabilizarse para
ello?
¿Se ha hecho algún intento interinstitucional para estudiar el asunto a fondo?
¿No sería un buen proyecto que entra de lleno en las competencias de las Conserjerías o
Servicios Centrales de Asuntos Sociales, Sanidad y Educación?
¿Interesa a los responsables técnicos y políticos la calidad de vida de las personas con
discapacidades?

Siempre nos queda la esperanza de que pronto debamos dejar de hacemos estas
preguntas porque tengan ya una respuesta plasmada en realidades.

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ROMERO Contreras, Silvia y NASIELSKER Leizorek Jenny.


Elementos para la detección e integración educativa de los alumnos con pérdida
auditiva.
SEP, Fondo Mixto de Cooperación Técnica y Científica México-España, Cooperación
Española. México, 2000. pp. 55-71.

EL PAPEL DE LA ESCUELA EN LA DETECCIÓN DE ALUMNOS CON


PÉRDIDA AUDITIVA
Las pérdidas auditivas de difícil detección

En el capítulo anterior dijimos que uno de los retos de la escuela es contribuir a la


oportuna identificación de los alumnos con pérdida auditiva menor y ofrecerles el apoyo
adecuado. Con frecuencia suponemos que el niño con pérdida auditiva está claramente
identificado cuando llega al aula regular o cuando se planea su integración educativa. Sin
embargo, las pérdidas ligeras y superficiales, las que afectan a un solo oído y las que sólo
afectan a determinadas frecuencias (especialmente a las frecuencias altas) son de difícil
detección. Este tipo de pérdidas suele pasar desapercibido y se maneja como si se tratara
de alteraciones específicas del aprendizaje, del lenguaje o de la conducta. En este
capítulo abordamos el fenómeno de las pérdidas auditivas de difícil detección y
presentamos una propuesta para su identificación oportuna en el contexto escolar.
En la mayoría de los casos, las pérdidas auditivas no van acompañadas de síntomas
físicos, por lo que su identificación resulta problemática. Cuando no existen programas de
sondeo para descubrir oportunamente las pérdidas auditivas menores, el comportamiento
de los alumnos que las padecen puede interpretarse como debido a otras causas y
aplicarle un tratamiento equivocado. La ineficacia de las medidas tomadas produce gran
frustración en los niños y en los padres y maestros.
Algunos alumnos con pérdidas de este tipo omiten ciertos sonidos o palabras al
hablar, o cometen diversos errores de pronunciación o estructuración porque su nivel de
audición no les permite escuchar todos los elementos de la lengua oral o los oyen distor-
sionados. Esta sintomatología puede conducimos a la conclusión de que el niño tiene un
problema de habla o de lenguaje, que si bien existe, está asociado a una pérdida auditiva
de la que no se sospecha.
El niño con una pérdida auditiva menor de difícil detección en el contexto escolar
puede aparecer como distraído porque presta poca atención, tiene dificultad para
concentrarse y presenta un nivel de cooperación inferior al de los demás niños. En otros
casos, incluso se puede sospechar que el niño tiene una disfunción en el sistema nervioso
central, ya que responde apropiadamente a la mayoría de los sonidos ambientales e
incluso a la voz del profesor (por ejemplo cuando le llama por su nombre) pero no a
instrucciones u órdenes sencillas que se le dan en clase. Finalmente, se puede llegar a
pensar que el niño "oye cuando quiere" y que su conducta puede deberse a falta de
cooperación, de motivación o a problemas emocionales.
Estas conductas se explican fácilmente cuando se conoce la naturaleza del problema

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(suponiendo que se tratara de una pérdida auditiva de difícil detección), ya que el niño no
sufre un problema auditivo mayor o típico pero tampoco tiene una audición normal. Res-
ponde a algunos sonidos del medio ambiente, pero su' capacidad para percibir un
mensaje largo en situaciones ruidosas, con ecos, cuando está lejos del hablante o cuando
se realizan otras actividades simultáneas, se ve comprometida. Ya hemos señalado que
por cada niño con pérdida auditiva profunda existen siete con pérdida auditiva ligera o
superficial (Elsmann, Matkin y Sabo, 1987). Este dato debe alertarnos sobre la
probabilidad bastante alta de que en cualquier salón de clase haya uno o varios alumnos
con este tipo de problema.
En la tabla 2.1 se resumen los diversos síntomas que puede presentar el alumno con
pérdida auditiva de difícil detección y las interpretaciones más comunes que se le dan
cuando se ignora que el motivo es la pérdida auditiva. Estos síntomas también los
presentan las personas con pérdidas auditivas más notorias aunque su interpretación
suele ser distinta porque la causa está claramente identificada. De ahí la importancia de
realizar revisiones periódicas de la agudeza auditiva de todos los alumnos.

Tabla 2.1. Interpretaciones comúnmente asociadas a síntomas derivados de pérdidas auditivas


menores no detectadas

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Como se mencionó, las sintomatologías descritas pueden deberse a:


- Pérdidas auditivas ocasionadas por infecciones de oído u otitis media.
- Pérdidas auditivas unilaterales, es decir, que afectan a un solo oído.
- Pérdidas auditivas que afectan exclusivamente las frecuencias altas.

A continuación se explican estas tres clases de pérdidas auditivas:

Otitis media

La otitis media es una infección del tejido mucoso que recubre el oído medio. Es un
padecimiento sumamente común en la infancia y constituye la principal causa de pérdidas
auditivas conductivas en los niños. Las investigaciones en países desarrollados revelan
que la otitis media se presenta en forma recurrente en casi la tercera parte de los niños
entre O y 5 años (Klein, 1992) y afecta, al mE:nos una vez, a casi la totalidad de los niños
menores de seis años (Brown, Meyerhoff y Ginsburg, 1986). La pérdida auditiva que
produce la otitis media siempre es de tipo conductivo, bien unilateral o bilateral, y suele
ser fluctuante y de grado ligero o superficial (Fria, Cantekin y Eichler, 1985; Brookhouser,
Worthington y Kelly, 1993).
La otitis media puede presentarse en cuadro agudo o crónico. Generalmente la otitis
media aguda está precedida de una gripa o un dolor de garganta, y los síntomas son
fiebre y dolor. Hay pus en el oído medio y puede llegar a reventarse el tímpano con lo cual
el dolor desaparece. Los síntomas disminuyen con tratamiento médico, pero la pérdida
auditiva puede persistir semanas o incluso meses. Este padecimiento es unilateral.
La otitis media crónica puede deberse a una perforación del tímpano. Cuando hay
catarro o entra agua en el oído, produce dolor y puede salir pus. El problema es unilateral
y el grado de pérdida auditiva depende de la gravedad del daño en el oído medio y no
tanto del tamaño de la perforación timpánica. En unos casos puede ir acompañada de mal
olor, en otros puede no secretar pus y el tímpano estar intacto. Los principales síntomas
son la pérdida auditiva y, si el tímpano está intacto, la dificultad para equilibrar las
presiones cuando hay cambios de presión atmosférica (al bucear o viajar por carretera o
en avión), lo cual produce la sensación de tener los oídos tapados.
Finalmente, existe la otitis media serosa, el tipo de otitis media que más debe
preocupamos ya que, a diferencia de los otros tipos, es asintomática y casi siempre
bilateral. En las etapas iniciales, el líquido que se acumula en el oído medio es tan poco
visible que puede pasar desapercibido en los exámenes médicos de rutina; por eso se
descubre generalmente cuando está avanzada y el líquido ya es más espeso, lo que
ocasiona una pérdida auditiva de mayores consecuencias.
Los episodios frecuentes (crónicos) o prolongados de otitis media pueden repercutir en
el desarrollo de la lengua oral y el habla, especialmente si ocurren durante los primeros
años de vida. Hay que estar alerta cuando algún alumno se queje de dolor de oído, o falte
a clases por gripas, sobre todo si presenta alguno de los comportamientos descritos. En
este caso conviene que el profesor envíe al alumno al otorrinolaringólogo o al audiólogo.

Por otra parte, los niños con pérdidas auditivas neurosensoriales son más propensos a
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desarrollar otitis media, por lo que pueden adquirir pérdidas auditivas mixtas, temporales o
permanentes, que empeoran su nivel de audición. En estos casos hay que realizar
revisiones audiológicas periódicas.
Son varias las causas que pueden predisponer a un niño a sufrir una otitis media.
Entre las más comunes están las siguientes:

1) Los cambios bruscos de presión (barotrauma), como puede suceder al bucear o volar
en
avión.
2) Un mal funcionamiento de la trompa de Eustaquio, que es la que se encarga de
mantener ventilado el oído medio y de equilibrar la presión entre éste y el exterior.
3) Las deformidades anatómicas del oído medio o de la trompa de
Eustaquio.
4) La edad, la otitis media es mucho más común durante los primeros años de vida por
cuestiones del desarrollo anatómico, pues el ángulo de inclinación de la trompa de
Eustaquio es menor en la infancia.
5) Las alergias, la otitis media se presenta con más frecuencia durante la época
primaveral.
6) El clima frío, la otitis media es más común en invierno que en verano.
7) La integridad y funcionamiento del sistema inmunológico.

Pérdidas auditivas unilaterales

La persona que sufre una pérdida auditiva unilateral tiene audición normal en un oído y
baja de audición en el otro. La pérdida auditiva en el oído afectado puede tener diferentes
grados de severidad. En cuanto a la etiología u origen de la pérdida auditiva unilateral, en
cerca del 50% de los casos es desconocida, alrededor del 75% es congénita (es decir,
que está presente en el momento de nacer), y la herencia es el factor predominante. Entre
las causas de pérdidas unilaterales adquiridas más comunes se encuentran la meningitis,
la rubéola y las paperas (Everberg, 1960).
Durante muchos años se consideró que los niños con pérdida auditiva en un solo oído
apenas experimentaban dificultades para la educación y la comunicación (Bess y Tharpe,
1986). De hecho, se reconoció hace poco que este tipo de pérdidas auditivas pueden
ocasionar múltiples problemas, y que la disminución de la agudeza auditiva unilateral
afecta los procesos psicolingüísticos y, consecuentemente, el rendimiento escolar
(Brookhouser, Worthington y Kelly, 1993). En los países desarrollados se ha comprobado
que tres de cada mil niños presentan pérdidas auditivas unilaterales superiores a 45
decibeles, cifra que aumenta a 13 de cada mil cuando se incluyen las pérdidas
unilaterales entre 26 y 45 dB (Bess y Tharpe, 1986).
La identificación temprana es poco usual, generalmente ocurre a los 7 años de edad
(o incluso después), cuando el niño ingresa a la primaria y asiste por primera vez a la
enseñanza formal de la lengua escrita. Dos son los factores principales que obstaculizan

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la identificación temprana de las pérdidas auditivas unilaterales: por una parte, el


desarrollo del habla y de la lengua oral en estos niños suele ser normal o casi normal; por
otra, las pérdidas auditivas unilaterales no se detectan con las pruebas informales de
rutina que practican los pediatras en su consultorio. Las pruebas auditivas pediátricas de
rutina consisten en aplaudir por detrás del niño, sacudir unas llaves cerca del oído o
llamarlo por su nombre. El niño con pérdida auditiva unilateral escucha y responde
adecuadamente a estos estímulos gracias a su oído sano, lo que hace pensar a los pa-
dres y al médico, que no tiene ningún problema auditivo.
Los niños con pérdida auditiva unilateral tienen problemas para:
• Localizar la fuente que produce el sonido o fuente sonora.
• Entender un mensaje cuando hay ruido, particularmente si al oído sano le llega más
directamente el ruido que el mensaje.
• Mantener la atención y seguir conversaciones o instrucciones en un salón de clase
ruidoso.
• Desempeñarse debidamente en la escuela y realizar labores académicas que se
basan en habilidades lingüísticas (lectura, escritura, deletreo, etcétera).

Los niños con pérdida auditiva unilateral tienen serios problemas de aprovechamiento
escolar, cuando las pérdidas no son detectadas, curadas o compensadas oportunamente.
Más de la cuarta parte de los niños con pérdida auditiva unilateral reprueba uno o más
grados escolares y alrededor del 13% necesita ayuda especial en la escuela (Bess y
Tharpe, 1986; Oyler, Oyler y Matkin, 1988).

Pérdidas auditivas en frecuencias altas

La pérdida auditiva en frecuencias altas es aquélla en la que se oyen normalmente las


frecuencias bajas, generalmente hasta los 1,000 Hz, mientras que la agudeza auditiva
decrece en una o más de las frecuencias altas, a partir de los 2,000 Hz (ver figura 2.1). No
se puede precisar qué porcentaje de niños tiene pérdida auditiva en frecuencias altas, por
tratarse de una pérdida muy difícil de detectar. Sin embargo, se sabe que es
relativamente común en la población infantil. Su origen también es desconocido, aunque
se supone que en muchos casos es congénita (Matkin, 1986). Para detectarla hay que
recurrir a pruebas especiales con estímulos de frecuencias altas.
La configuración de este tipo de impedimento auditivo provoca que el niño escuche sin
problema los sonidos de frecuencias bajas, como son los sonidos ambientales y algunos
elementos de la lengua oral, pero que no pueda escuchar los sonidos de la lengua oral
que por su naturaleza son agudos. Por esta falta de consistencia en la recepción auditiva,
el niño tiene dificultades para desarrollar la lengua oral que difieren marcadamente de las
que presenta un niño con pérdida auditiva más regular, por lo que suele catalogársele con
problema de lenguaje. En los casos más severos, la expresión oral llega a ser
incomprensible y aberrante, y puede confundirse con retraso mental, daño cerebral o
problemas emocionales serios. A veces, el diagnóstico no es tan drástico, pero sigue
siendo parcial, y por tanto equivocado, y las medidas que se tomen para remediarlo no
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serán efectivas.
Figura 2.1. Ejemplos de configuración de una pérdida auditiva en frecuencias altas y su relación con
los sonidos del habla.

Programas escolares de sondeos auditivos

Para reducir al mínimo los efectos de las pérdidas auditivas de difícil detección es
necesario que los maestros conozcan estos problemas y sus efectos en el aprendizaje y
el desarrollo de los alumnos y que en las escuelas se implementen programas de
sondeos auditivos.
El sondeo auditivo consiste en una prueba rápida y sencilla que mide aspectos
generales de la agudeza e integridad auditivas, con el fin de que quienes puedan sufrir
pérdida auditiva sean enviados al especialista (audiólogo u otorrinolaringólogo) para ser
sometidos a estudios más específicos.
En nuestro país todavía no se reconoce la importancia de los sondeos auditivos, quizá
porque la mayoría de las personas consideran que los niños escuchan perfectamente bien
o no escuchan nada. Esta creencia se debe a que la audición se entiende en términos
extremos, o blanco o negro, y se ignora que existen muchos y muy variados tipos y
grados de pérdidas auditivas, que vendrían a conformar toda la gama de grises, en la que
generalmente no pensamos. Al no ser conscientes de que la mayoría de los problemas de
audición no tienen manifestaciones físicas o fisiológicas (con excepción de algunos tipos

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de otitis media), sólo cuando un niño sufre fracaso escolar nos preocupamos y
comenzamos a actuar, es decir, aplicamos un modelo remedial, cuando lo recomendable
sería aplicar un modelo preventivo. Los pasos del modelo remedial y del modelo
preventivo son los mismos, con la salvedad de que se realizan en orden inverso. En el
modelo remedial el punto de partida es la identificación de un síntoma, que regularmente
consiste en un fracaso; mientras que en el modelo de prevención el punto de partida es
la revisión constante y sistemática de las habilidades o procesos necesarios para el
aprendizaje o desarrollo.
En la figura 2.2 se muestra cómo un cambio de enfoque nos permite pasar del modelo
remedial al modelo preventivo. Comúnmente se enfrenta el problema de derecha a
izquierda (siguiendo el diagrama de la figura 2.2), o sea, a partir del fracaso se indaga
sobre las diferentes áreas en las que el niño puede tener alguna dificultad (motora,
emocional, social o cognoscitiva). Las áreas de visión y audición aparecen al final en el
modelo remedial, y por tanto, su exploración puede no ser considerada relevante. El
modelo de prevención requiere que todos los alumnos tengan audición y visión normales,
y un buen estado de salud general. Estos aspectos son esenciales para que los
estudiantes puedan desarrollarse en todas las áreas y logren un aprendizaje escolar sin
tropiezos. Cuando se detectan problemas en alguna área, el nivel escolar estará en
relación directa con el apoyo y las compensaciones que reciban.
El modelo de prevención incluye programas de sondeo auditivo, visual y de salud
general, como actividades escolares prioritarias que deben realizarse anualmente. Aquí
únicamente abordaremos lo referente al sondeo auditivo, pero hay que tomar en cuenta
todas las medidas del modelo de prevención para que tenga los efectos deseados. Las
consecuencias de no identificar oportunamente la pérdida auditiva se van a manifestar, no
sólo en el desempeño escolar de los alumnos, sino en todos los aspectos de su vida.
El impacto de la pérdida auditiva es mayor cuanto más temprano aparece, por lo que
se recomienda aplicar los sondeos auditivos principalmente a los niños de preescolar y de
los tres primeros grados de primaria. A partir del cuarto grado de primaria la aplicación de
los sondeos auditivos es menos crítica, pues la probabilidad de no haber detectado una
pérdida auditiva en los años anteriores o de que se presenten episodios de otitis media,
por primera vez, en niños mayores de 8 ó 9 años con niveles de salud, nutrición e higiene
apropiados es muy baja (Bess, Gravel y Tharpe, 1996). No obstante, en las zonas
marginadas o cuando por causas familiares o individuales los alumnos no cuenten con
niveles adecuados de bienestar, sigue siendo necesaria la evaluación periódica después
de las edades señaladas. En el caso de los alumnos de secundaria y preparatoria también
se recomienda aplicar anualmente sondeos auditivos, aunque por razones diferentes. Los
jóvenes de estas edades suelen estar expuestos a ruidos muy intensos sobre todo en
discotecas, al jugar con cohetes o trabajar en fábricas o talleres, lo que puede
ocasionarles pérdidas auditivas permanentes.

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Las poblaciones específicas en las que es particularmente importante realizar el sondeo


auditivo escolar son los alumnos:

- Menores de 8 años.
- Que carecen de condiciones mínimas de bienestar.
- Que se exponen con frecuencia a ruidos intensos.
- De nuevo ingreso.

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- Con una pérdida auditiva neurosensorial.


- Que tienen problemas de habla o de lenguaje.
- Que se reincorporan a clases tras una enfermedad relacionada con posible pérdida
auditiva, como paperas, meningitis...
- Con bajo rendimiento escolar general.
- Que repentinamente bajan su rendimiento escolar.
- Con problemas de conducta o de tipo afectivo/emocional.

Cómo realizar los sondeos auditivos

Los sondeos auditivos son breves, no causan dolor y no requieren ninguna preparación ni
condición especial por parte del examinado y consisten en estudios audiológicos que
miden la agudeza auditiva y la integridad del oído externo y del oído medio. La medición
se realiza con un aparato llamado audiómetro, generalmente portátil. Para ello se le
ponen al alumno unos audífonos en los oídos a través de los cuales escucha sonidos; la
participación del alumno consiste en indicar cuando sí oye levantando la mano o con
alguna otra señal.
La revisión del oído externo y del oído medio no requiere ninguna respuesta voluntaria
por parte del alumno, y se realiza ocularmente con una pequeña lámpara llamada
otoscopio, y mecánicamente colocando una especie de tapones (olivas) en los oídos para
medir la presión del oído medio. Los sondeos auditivos abarcan generalmente las
frecuencias de 500, 1,000 y 2,000 Hz; pero es preferible que se incluyan frecuencias
altas, superiores a los 2,000 Hz, para poder detectar a los alumnos con pérdida auditiva
en esas frecuencias.
Antes de los sondeos auditivos escolares es aconsejable explicar detalladamente a los
alumnos con demostraciones lo que se va a hacer. La demostración ayuda a que los
estudiantes se familiaricen con el personal que va a realizar el sondeo y con el equipo que
se va a utilizar, especialmente los audífonos, garantizando así el éxito del procedimiento
en el menor tiempo posible. Durante la explicación los alumnos pueden observar y
manipular el equipo para escuchar diferentes tonos, e indicar por grupos diciendo "sí" o
levantando la mano, cada vez que escuchen los sonidos producidos por el audiómetro.
Finalmente se les aclara que el día del sondeo van a hacer lo mismo pero
individualmente.
Los sondeos auditivos deben realizarse en un lugar silencioso, bien iluminado, con
buena ventilación y con suficiente espacio para el equipo y el acceso de los alumnos. Los
sondeos los realiza un audiólogo, que es un profesional especializado en el diagnóstico
de la audición, o un otorrinolaringólogo. Si el audiólogo o el otorrino no pueden estar
presentes, ellos mismos deben capacitar a las personas que realicen el estudio
(enfermeras, maestros, psicólogos, etc.), y después supervisar las pruebas e interpretar
los resultados.
Idealmente, los sondeos audiológicos, visuales y de salud son servicios que la escuela
debe ofrecer a los alumnos. Sí las condiciones de la comunidad y de la escuela no lo
permiten, los profesores pueden acudir a los centros de salud pública más cercanos y
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solicitar estos exámenes clínicos para sus alumnos. Los centros de salud y los
hospitales, regularmente cuentan con programas de trabajo comunitario en los que
pueden incluir estas pruebas.

Comportamientos que deben alertar al maestro sobre la presencia de una pérdida


auditiva
Además de los sondeos auditivos, visuales y de salud general que deben realizarse
periódicamente, el profesor puede observar diariamente a los alumnos para detectar
posibles pérdidas auditivas.
Los comportamientos que se describen a continuación suelen estar relacionados
con ellas, y el maestro debe tenerlos en cuenta mientras está con su grupo y en las
entrevistas con los padres, para comentarles sus observaciones y pedirles que también
ellos observen el comportamiento de su hijo para comprobar si padece una pérdida de
audición.

Reacciones al sonido en general


• Muestra preferencia para escuchar con un sólo oído. Voltea la cabeza siempre hacia
el mismo
• lado cuando nos dirigimos a él.
• Muestra dificultad para localizar sonidos como por ejemplo: alarmas, voces, pasos,
etc., sobre todo si está distraído o hay ruido en el aula.
• Muestra dificultad para escuchar la voz, especialmente cuando el que habla está fuera
de su
• campo visual o si hay ruido en el aula.
• Frunce el ceño o se inclina hacia delante cuando se le pregunta algo.

Comprensión de mensajes orales


• Frecuentemente pide que se le repitan las instrucciones o explicaciones.
• Responde inadecuadamente a preguntas u órdenes sencillas.
• Depende demasiado de la información visual para entender los mensajes orales.

Voz
• Habla demasiado quedo o demasiado fuerte.
• Su voz es monótona, nasal o ronca.

Interacción en el salón de clase


• Presta poca atención en clase y se distrae fácilmente.
• Las labores académicas lo cansan más que a sus compañeros.
• Participa poco o nada en discusiones de grupo.
• Se aísla del grupo o el grupo lo aísla a él.
• Tiene poca tolerancia a la frustración.

Rendimiento escolar
• Su lectura es deficiente en comparación con el promedio de los niños de su grado
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escolar.
• Su desempeño en matemáticas es mejor que en lectura.
Desarrollo del lenguaje
En comparación con el promedio de los niños de su edad o grado escolar:
• Muestra deficiencias en la lengua oral y escrita.
• Distorsiona u omite sonidos al hablar.

Salud general
• Frecuentemente falta a clases por infecciones de oído o gripas.
• Respira por la boca o sufre problemas nasales.
• Se queja de mareos o de zumbidos o "ruidos" en los oídos.

Estos comportamientos pueden sugerir, mas no confirmar, una pérdida auditiva; si un


alumno presenta en repetidas ocasiones alguno de estos comportamientos debe visitar al
audiólogo o al otorrino para confirmar si tiene algún impedimento auditivo. Una vez
identificados los alumnos con pérdidas auditivas, hay que evaluar al menos anualmente
su audición, y verificar si la pérdida auditiva no ha progresado, o si hay otitis media.
Cuando la pérdida auditiva es unilateral, debe cuidarse el oído sano para evitar
infecciones o exposiciones a ruidos muy intensos.
En este capítulo hemos abordado las características de las pérdidas auditivas de difícil
detección y el papel central de la escuela en la identificación oportuna de los alumnos que
las padecen. Las escuelas integradoras no sólo deben comprometerse a atender
adecuadamente a los alumnos con necesidades educativas especiales plenamente
identificados; deben asumir también un papel activo en la detección oportuna de
discapacidades poco evidentes, hasta ahora ignoradas o confundidas. Esperamos que las
propuestas presentadas en este capítulo contribuyan a ello.

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CHECA Javier Benito y Otros.


Psicopedagogía de la ceguera y la deficiencia visual. Manual para la práctica educativa
con personas ciegas y deficientes visuales.
Editorial Promolibro, Valencia, España 2000. pp. 97 a 103.

RESULTADOS DE LA EVALUACIÓN

Los resultados de la evaluación, deben facilitar una impresión diagnóstica y permitir


determinar las necesidades educativas. Todo ello se reflejará en el informe
correspondiente, que sintetizará los aspectos negativos (a mejorar) como los positivos
(valores)
El análisis de datos y la interpretación de los mismos, dependerá del modelo de
evaluación, las técnicas e instrumentos de evaluación que hayamos empleado, y la forma
en que lo hayamos hecho.

Habitualmente habremos realizado Entrevistas, Observaciones y Test, Los dos primeros


nos proporcionarán una información descriptiva, por lo que serán necesarias pocas
interpretaciones. En el caso de las pruebas normativas si va a ser necesario un análisis e
interpretación de los datos muy rigurosa.

Interpretación normativa e interpretación criterial

Tras poner al sujeto en una situación de evaluación, podemos adoptar estas dos formas
de analizar sus respuestas: compararlas con las que dio sus grupo de referencia, o
compararlas con un criterio previamente est5ablecido (por ejemplo que acertara el 50%
de las preguntas; lo que respondió tiempo atrás, o en otras circunstancias; etc.) esta
segunda forma, que damos en llamar criterial es más adecuada a la hora de evaluar la
efectividad de los programas de aprendizaje que sigue un alumno.

No me resisto a hacer en este punto una última observación respecto a los test.
Desgraciadamente nos hemos encontrado son que las puntuaciones obtenidas en ellos,
en ocasiones, se utilizan para explicar mucho más de lo que permite el propio test, o
pretendía el autor del mismo cuando lo concibió. Por otra parte estos resultados se
interpretan en ocasiones como definitorios del perfil personal y total del individuo y,
además, suele estereotiparse de tal forma que esta definición del individuo se entiende
duradera en el tiempo, o al menos, muy estable. En este sentido, hay que decir que, la
diversidad en cada individuo no puede definirse en su totalidad, ni siquiera con todos los
test que existan o puedan existir.

Esta forma de proceder, a conducido al desprestigio del que menos culpa tiene, el test,
llegándome a cuestionar su utilidad como nula, sin embargo, la cuestión no parece ser si
“los tests son indispensables” o <los tests no valen para nada>, si no que hay que saber
para qué vale y para qué no vale cada uno de ellos. En definitiva, un test no es más que:
- Una situación (preguntas,…) estandarizada. Es decir, que se aplicará de forma
idéntica para todos.
- Baremada según una/s muestra/s.

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Supuesto unos condicionantes estadísticos (fiabilidad, validez,…), la interpretación solo se


refiere a las respuestas que dé el sujeto a esas preguntas, en comparación con las que
dio la muestra con las que se Baremo el test. (¿Es un buen resultado obtener 27 puntos
en un test de comprensión verbal? ¿Es un resultado malo? Depende de la distribución de
puntuaciones de la muestra con la que vallamos a comparar).
En el caso de las personas con ceguera o deficiencias visuales graves, el empleo de
pruebas estandarizadas y su interpretación normativa, puede inducirnos a graves errores
si no hacemos un escrupuloso uso de las mismas.
Analizar los datos de una evaluación desde el punto de vista criterial, no requiere de
ninguna aclaración distinta de la cualquier profesional debe conocer. Si por el contrario,
seguimos una interpretación normativa, debemos tener en cuenta si esta es procedente y,
en tal caso, cuál es el grupo normativo con el que vamos a comparar los resultados.
Podemos comparar los resultados obtenidos por el sujeto con los del grupo normativo de
videntes cuando:
a. El área que estamos evaluando, existe en sujetos ciegos y en videntes. (Por
ejemplo asociación de palabras e imágenes, percepción de perspectiva espacial,
percepción de colores, etc. Pueden no existir en sujetos con baja visión y de hecho
no existen en sujetos ciegos. En estos últimos, percepción visual para el
aprendizaje de la lectura, debería sustituirse por percepción tactil, etc.)
b. Existiendo en ambos casos el área que estamos evaluando, tiene el mismo
significado para sujetos videntes que para ciegos. (Por ej. Orientación espacial,
siendo la misma variable, tiene muy diferente sentido si el sujeto dispone o no de
visión e incluso, si la perdida es o no congénita).
c. Teniendo el mismo significado, puede emplearse el mismo procedimiento de
aplicación, sin requerir adaptaciones o cuando éstas no produzcan sesgos en la
respuesta, que pudieran comprometer la fiabilidad o la validez del instrumento de
medida (P. ej. Tiempos de reacción auditiva no tendrían sesgos puesto que el
procedimiento de aplicación sería el mismo, pero una prueba de comprensión
verbal, leída por el evaluador en lugar de por el propio sujeto, sí podría tenerlos).

Estos requisitos, hacen que resulte metodológicamente complicado establecer


comparaciones entre un sujeto con una importante limitación visual y un grupo normativo
de videntes. Se plantea aquí el problema de si es adecuada la comparación con la
población vidente. Por ejemplo la velocidad lectora (…) ¿Qué podremos decir, de la
velocidad lectora de un sujeto ciego que obtiene una puntuación de 80 ppm? ¿es normal
o baja? ¿le orientaremos hacia una actividad profesional en la que la velocidad lectora
sea determinante?

Algunos autores cuestionan la propia comparación entre ciegos y videntes, por cuanto
consideran que las diferencias entre ambos no son sólo de grado (Warren, 1984), por lo
que debería siempre compararse con muestras con la mismo problemática visual ( Hall,
Scholl, y Swallow, 1986).

Estas dificultades pueden resolverse en ocasiones empleando grupos normativos


específicos de deficientes visuales. No obstante, esta medida no resulta simple, ya que,
como hemos visto, además de por las características propias del grupo general (
edad, sexo, nivel sociocultural, etc.) tendríamos que diferenciar en todos los casos, en
función del grado de visión, y muy frecuentemente según la patología visual, momento de
aparición, etc. Nos encontramos, en consecuencia, con la heterogeneidad de la población
a que nos hemos referido en otras ocasiones. Por otra parte, o quizás por ello, no está
justificado hablar de desarrollos homogéneos en esta población, por lo que además de la
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complicación de obtención de grupos normativos homogéneos, sería cuestionable la


predicción que pudiera hacerse a partir de esos datos.

Como norma general, cuando utilicemos tests, serán aquellos que tengan baremos
específicos para la población con deficiencia visual, siendo la situación ideal aquella en
que existieran baremos para población vidente, ciega, y diferentes tipos de aja visión,
aunque como ya se ha comentado, la obtención de estos últimos resultan poco menos
que imposible.

Por tanto, un instrumento baremado con poblaciones de videntes se puede aplicar a un


sujeto ciego, con intención de hacer una interpretación normativa de resultados, cuando
en ambos casos estemos midiendo la misma variable, y la modificación de la prueba no
sea significativa, lo que debe demostrarse psicométricamente. En caso contrario, deberá
realizarse una prueba específica para deficientes visuales.

Por otra parte, conviene matizar que, es perfectamente lícito realizar una evaluación, con
instrumentos baremados para muestras generales, empleándolos en sentido criterial, es
decir para comparar al sujeto consigo mismo en otro momento distinto, o con un criterio
externo previamente establecido.

Síntesis individual y en equipo

(…) Son necesarias ambas, y beben hacerse en ese orden, independientemente de quien
asuma posteriormente la responsabilidad de las decisiones educativas que se adopten.
No es necesario insistir aquí, en las razones éticas y prácticas de esta cuestión.

Como hemos visto, la evaluación recoge aspectos de las Variables Personales, el


contexto escolar y el contexto sociofamiliar. En relación con las variables personales, el
Trabajador Social y el Psicólogo tendrán una especial participación en recoger datos
acerca de la historia de salud general y ocular, la historia evolutiva y la escolar. En
relación con las aptitudes y la adaptación personal, escolar y social, será generalmente el
psicólogo quien tenga una mayor implicación. Sobre el nivel de competencia curricular y el
estilo de aprendizaje. Tutor y profesor de apoyo serán los profesionales que más puedan
colaborar en su evaluación.

En la evaluación de los contextos, el tutor y el profesor de apoyo estarán en mejores


condiciones para evaluar el escolar, mientras que el trabajador social y el psicólogo
podrán ocuparse del contexto sociofamiliar.

Esta asignación no debe entenderse de un modo restrictivo, sino orientativo y explicativo


del distinto nivel de participación de los principales agentes de la evaluación, ya que, y
aquí vale la expresión, ni son todos los que están, ni están todos los que son.

Del trabajo de cada uno de ellos, se obtendrán unos resultados individuales, que
posteriormente habrá que analizar desde la perspectiva global de todos los aspectos
evaluados, por lo que necesariamente requerirá un abordaje de Equipo. La síntesis
evaluativo fruto del trabajo en equipo, llevará a la determinación de las necesidades
educativas especiales que proceda y las consecuentes orientaciones educativas para la
propuesta curricular.

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Evaluaciones de Personas con Necesidades Educativas Específicas

Perspectivas futuras

Desde hace una década venimos asistiendo a un evaluación e intervención


psicopedagógicas basadas en el Potencial de Aprendizaje. Este modo de hacer se
presenta como el más adecuado, pero al igual que ocurriera con la evaluación Conductual
respecto a la psicométrica Tradicional, no parece que vaya a sustituirlas totalmente.

En la práctica, el futuro se percibe como el empleo de instrumentos basados en los tres


modelos, aun cuando a propri no parezca congruente basarse en modelos teóricos
diferentes. Razones prácticas (comodidad” economía y “autoridad, de los test,
operatividad de las técnicas conductuales y coherencia del potencial de aprendizaje)
justifican el empleo simultáneo de las diversas técnicas e instrumentos, que por otra parte,
también podría justificarse en el hecho de que ninguno de ellos consigue explicar la
globalidad del fenómeno educativo.

Desde la reforma educativa propuesta en la LOGSE, y las normas posteriores que la han
desarrollado, en nuestro país va consolidándose una tendencia de evaluación
psicopédagógica general, basada en el currículo escolar, dirigida al estudio de los
procesos de enseñanza – aprendizaje, en el marco de los procesos escolares y
sociofamiliares.

Este planteamiento imperante, va a suponer el impulso de tres tipos de acciones


encaminadas a:

- Desarrollar nuevos instrumentos de evaluación a cerca de: perfil de


competencia curricular, estilo de aprendizaje, contexto escolar, contexto
sociofamiliar y adaptación de instrumentos evaluación psicométrica tradicional
a las áreas curriculares.
- Desarrollar metodologías de intervención basadas en los resultados de estos
instrumentos de evaluación, que puedan ser llevadas a la práctica por la
comunidad educativa.

Ambas acciones, inseparables, representan una ambiciosa tarea para el futuro que ya ha
comenzado.

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