Resumen Sobre La Piedad Popular y La Liturgia
Resumen Sobre La Piedad Popular y La Liturgia
Resumen Sobre La Piedad Popular y La Liturgia
Carta Apostólica Vicesimus Quintus Annus “Juan Pablo II”: La piedad popular no
puede ser ni ignorada ni tratada con indiferencia o desprecio porque es rica en
valores, y ya de por si expresa la actitud religiosa ante Dios; pero tiene necesidad
de ser continuamente evangelizada, para que la fe que expresa, llegue a ser un acto
cada vez más maduro y autentico.
LOS DESTINARIOS.
LA TERMINOLOGÍA.
EJERCICIO DE PIEDAD.
DEVOCIONES.
el término viene usado para designar las diversas prácticas que animados de una
actitud interior de fe, manifiestan un aspecto particular de la relación del fiel con las
Divinas Personas, con la Virgen María o con los Santos, considerados en su
configuración con Cristo o en su misión desarrollada en la vida de la Iglesia.
PIEDAD POPULAR.
RELIGIOSIDAD POPULAR.
ALGUNOS PRINCIPIOS.
EL PRIMADO DE LA LITURGIA.
EL CANTO Y LA MÚSICA.
LAS IMÁGENES.
LOS LUGARES.
LOS TIEMPOS.
El ritmo marcado por el alternarse del día y de la noche, de los meses, del cambio
de las estaciones, está acompañado de variadas expresiones de la piedad popular.
La "fiesta", con sus días de preparación, hace sobresalir las manifestaciones
religiosas que han contribuido a forjar la tradición peculiar de una determinada
comunidad.
RESPONSABILIDAD Y COMPETENCIA
CAPÍTULO I.
LA ANTIGÜEDAD CRISTIANA.
Para las más antiguas comunidades cristianas, la única realidad que contaba era;
Cristo.
Sus palabras de vida.
Su mandamiento de amor mutuo.
Las acciones rituales que él ha mandado realizar en memoria suya.
A partir del siglo IV, por la nueva situación político-social, comienza la cuestión de
la relación entre expresiones litúrgicas y expresiones de piedad popular en la Iglesia.
Desde el siglo VII hasta la mitad del siglo XV se determina la diferencia entre Liturgia
y piedad popular, hasta el punto de crearse un dualismo celebrativo, sus causas
son:
La Liturgia es competencia de los clérigos y los laicos son espectadores.
Clara diferenciación de las funciones en clérigos, monjes, laicos – da lugar a
formas y estilos diferentes de oración.
El conocimiento insuficiente de las Escrituras por los laicos, clérigos y
religiosos, hace difícil comprender la estructura y el lenguaje simbólico de la
liturgia.
Difusión de la literatura apócrifa; ejerce un influjo notable sobre la iconografía,
y al despertar la imaginación de los fieles, capta su atención.
La escasez de predicación de tipo hemolítico; la celebración litúrgica se
mantiene cerrada a la comprensión y a la participación activa de los fieles,
los cuales buscan formas y momentos cultuales alternativos.
La tendencia al alegorismo, desvía a los fieles de la comprensión de la
verdadera naturaleza de la Liturgia.
En la Edad Media surgieron movimientos espirituales y asociaciones con diversa
configuración jurídica y eclesial, tuvieron un influjo notable en el modo de plantear
las relaciones entre Liturgia y piedad popular. Las órdenes religiosas evangélico-
apostólica, adoptaron formas de celebración más sencillas, favorecieron la aparición
de ejercicios de piedad, mediante los cuales expresaban su carisma y lo transmitían
a los fieles. Las hermandades religiosas, nacidas con fines cultuales y caritativos, y
las corporaciones laicas, constituidas con una finalidad profesional, dan origen a
una cierta actividad litúrgica de carácter popular: erigen capillas para sus reuniones
de culto, eligen un Patrono y celebran su fiesta.
LA ÉPOCA MODERNA.
Durante la segunda mitad del siglo XV la devotio moderna, contó con insignes
maestros de vida espiritual y que alcanzó una notable difusión entre clérigos y laicos
cultos, favorece la aparición de ejercicios de piedad con un fondo meditativo y
afectivo, cuyo punto de referencia es la humanidad de Cristo – los misterios de su
infancia, de la vida oculta, de la Pasión y muerte.
Entre el final del siglo XV y el inicio del siglo XVI, por los descubrimientos
geográficos – en África, en América, y posteriormente en el Extremo Oriente -, se
plantea de una manera nueva la cuestión de las relaciones entre Liturgia y piedad
popular. La labor de evangelización y de catequesis en países lejanos del rito
romano se realiza mediante el anuncio de la Palabra y la celebración de los
sacramentos.
En los comienzos del siglo XV Los hombres más preocupados por una auténtica
reforma de la Iglesia, hay que recordar a los monjes camaldulenses Pablo Justiniani
y Pedro Querini, autores de un Libellus ad Leonem X; contenía indicaciones
importantes para revitalizar la Liturgia y para abrir sus tesoros a todo el pueblo de
Dios: formación, sobre todo bíblica, del clero y de los religiosos; el uso de la lengua
vernácula en la celebración de los misterios sagrados; la reordenación de los libros
litúrgicos; la catequesis, encaminada también a comunicar a los fieles el valor de la
Liturgia.
Las "misiones populares", surgidas en esta época, tienen por objeto conducir a
los fieles al sacramento de la penitencia y a recibir la comunión eucarística,
recurriendo a los ejercicios de piedad para inducir a la conversión, asegurando la
participación cultural de los mismos.
En la época de la Reforma católica, la relación entre Liturgia y piedad popular se
establece sólo en términos de carácter estático y desarrollo, se dan situaciones
anómalas: los ejercicios piadosos se realizan a veces durante la misma celebración
litúrgica, y en la actividad pastoral, tienen un puesto preferente con relación a la
Liturgia. El misterio pascual de Cristo, fundamento, cauce y culminación de todo el
culto cristiano, que tiene su expresión principal en el domingo.
En el siglo XVIII, Luis Antonio Muratori, supo conjugar los estudios eruditos con las
nuevas pastorales en su célebre obra Della regolata devozione dei cristiani propuso
una religiosidad que tomara de la Liturgia y de la Escritura su sustancia y se
mantuviese lejana de la superstición y de la magia. También fue iluminadora la obra
del papa Benedicto XIV (Prospero Lambertini) que permitió el uso de la Biblia en
lenguas vernáculas.
LA EPOCA CONTEMPORANEA.
En el siglo XIX es superada la revolución francesa que quiso desaparecer la fe
católica y debido a ello se da el renacimiento litúrgico. Junto con este despertar
eclesiológico hay que resaltar, como precursores del renacimiento litúrgico, el
florecimiento de los estudios bíblicos y patrísticos, la tensión eclesial y ecuménica
de hombres como Antonio Rosmini (+1855) y John Henry Newman (+1890).
En el S. XIX la relación entre Liturgia y la piedad popular, está afectada por un factor
negativo: el fenómeno de superposición de ejercicios de piedad con las acciones
litúrgicas.
Al comienzo del S. XX el Papa san Pio X (1903-1914) se propuso acercar a los fieles
a la Liturgia. Pensaba que los fieles adquieren el “verdadero espíritu cristiano”; que
es la participación activa en los sacrosantos misterios y en la oración pública y
solemne de la Iglesia. Rechazo la confusión entre la piedad popular y la Liturgia;
favoreció la clara distinción entre los dos campos y abrió el camino para una justa
compresión de la relación mutua.
Los sumos pontífices han reconocido el aliento del Espíritu que animaron el
movimiento litúrgico, favoreciendo la compresión y el amor por la celebración de los
sagrados misterios, renovando en ellos la conciencia de pertenecer a un pueblo
sacerdotal.
Escasa conciencia del sentido de la Pascua y del lugar central que ocupa la
historia de la salvación.
Pérdida del sentido del sacerdocio universal, los fieles están habilitados para
"ofrecer sacrificios agradables a Dios, por medio de Jesucristo".
El desconocimiento del lenguaje propio de la Liturgia - el lenguaje, los signos,
los símbolos, los gestos rituales, los fieles pierden en gran medida el sentido
de la celebración.
Así pues, Liturgia y piedad popular son dos expresiones cultuales que se deben
poner en relación mutua y fecunda:
La Liturgia deberá constituir el punto de referencia para "encauzar con
lucidez y prudencia los anhelos de oración y de vida carismática" que
aparecen en la piedad popular;
por su parte la piedad popular, con sus valores simbólicos y expresivos,
podrá aportar a la Liturgia algunas referencias para una verdadera
enculturación, y estímulos para un dinamismo creador eficaz.
LA IMPORTANCIA DE LA FORMACIÓN.
Capítulo II
Los documentos del Magisterio ponen de relieve las actitudes interiores y algunas
virtudes que la piedad popular valora particularmente, sugiere y alimenta: la
paciencia, "la resignación cristiana ante las situaciones irremediables"; el abandono
confiando en Dios; la capacidad de sufrir y de percibir el "sentido de la cruz en la
vida cotidiana"; el deseo sincero de agradar al Señor, de reparar por las ofensas
cometidas contra Él y de hacer penitencia; el desapego respecto a las cosas
materiales; la solidaridad y la apertura a los otros, el "sentido de amistad, de caridad
y de unión familiar".
La piedad popular dirige de buen grado su atención al misterio del Hijo de Dios que,
por amor a los hombres, se ha hecho niño, hermano nuestro, naciendo pobre de
una Mujer humilde y pobre, y muestra, al mismo tiempo, una viva sensibilidad al
misterio de la Pasión y Muerte de Cristo. En la piedad popular tienen un puesto
importante la consideración de los misterios del más allá, el deseo de comunión con
los que habitan en el cielo, con la Virgen María, los Ángeles, y los Santos, y también
valora la oración en sufragio por las almas de los difuntos.
De una manera más particular, el Santo Padre Juan Pablo II ha señalado a la familia
como sujeto de la piedad popular. La Exhortación apostólica Familiaris consortio,
después de haber exaltado la familia como santuario doméstico de la Iglesia,
subraya que "Para preparar y prolongar en casa el culto celebrado en la iglesia, la
familia cristiana recurre a la oración privada, que presenta gran variedad de formas.
También son sujeto igualmente importante de la piedad popular las cofradías y otras
asociaciones piadosas de fieles. Entre sus fines institucionales, además del ejercicio
de la caridad y del compromiso social, está el fomento del culto cristiano: de la
Trinidad, de Cristo y sus misterios, de la Virgen María, de los Ángeles, los Santos,
los Beatos, así como el sufragio por las almas de los fieles difuntos. Además,
disponen de una especie de calendario propio, en el cual están indicadas las fiestas
particulares, los oficios, las novenas, los septenarios, los triduos que se deben
celebrar, los días penitenciales que se deben guardar y los días en los que se
realizan las procesiones o las peregrinaciones, o en los que se deben hacer
determinadas obras de misericordia. A veces tienen devocionarios propios y signos
distintivos particulares, como escapularios, medallas, hábitos, cinturones e incluso
lugares para el culto propio y cementerios.
Capítulo III
Dios, que había hablado ya en los tiempos antiguos muchas veces y de diversas
maneras a los padres por medio de los profetas, en esta etapa final de la historia
nos ha hablado por medio del Hijo, a quien ha constituido heredero de todas las
cosas y por medio del cual ha creado también el mundo" (Heb 1,1-2). El misterio de
Cristo, sobre todo su Pascua de Muerte y de Resurrección, es la plena y definitiva
revelación y realización de las promesas salvíficas. En Cristo tenemos el modelo de
una existencia que en todo momento refleja la actitud de escucha de la Palabra del
Padre y de aceptación de su querer, como un "sí" incesante a su voluntad: "mi
alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado" (Jn 4,34).
En su vida de comunión con el Padre, los fieles son guiados por el Espíritu Santo
(cfr. Rom 8,14), que les ha sido dado para transformarles progresivamente en
Cristo; para que infunda en ellos el "espíritu de los hijos adoptivos", para que
adquieran la actitud filial de Cristo, de transformación; para que suscite, alimente y
dirija su oración. El culto cristiano tiene su origen y su fuerza en el Espíritu, y se
desarrolla y perfecciona en Él. Así, se puede afirmar que sin la presencia del Espíritu
de Cristo no hay auténtico culto litúrgico y tampoco puede expresarse la auténtica
piedad popular.
"En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo" comienza la celebración
de la Misa, se confiere el Bautismo y se da el perdón de los pecados; sabe que en
el nombre de las tres Divinas Personas se realiza toda forma de oración de la
comunidad cristiana y se invoca la bendición divina sobre el hombre y sobre todas
las criaturas. Así pues, es preciso que en la piedad popular se fortalezca la
conciencia de la referencia a la Santísima Trinidad que, como se ha dicho, ya lleva
en sí misma, aunque todavía como una semilla. Para este fin se dan las siguientes
indicaciones:
- Ilustrar a los fieles sobre el carácter particular de la oración cristiana, que tiene
como destinatario al Padre, por la mediación de Jesucristo, en la fuerza del Espíritu
Santo.
- Por lo tanto, es necesario que las expresiones de la piedad popular muestren
claramente la persona y la acción del Espíritu Santo. La falta de un "nombre" para
el Espíritu de Dios y la costumbre de no representarlo con imágenes
antropomórficas han dado lugar, al menos en parte, a cierta ausencia del Espíritu
Santo en los textos y en otras formas de expresión de la piedad popular.
- Las expresiones de la piedad popular pongan de manifiesto el valor primario y
fundamental de la Resurrección de Cristo, sólo así se trazará el rostro genuino del
cristianismo, que es victoria de la vida sobre la muerte, celebración del que "no es
un Dios de muertos, sino de vivos" (Mt 22,32).
- La devoción a la Pasión de Cristo lleve a los fieles a una participación plena y
consciente en la Eucaristía, en la que se da como alimento el cuerpo de Cristo y la
sangre de Jesús como bebida.Esta participación tiene su momento más alto y
significativo en la celebración del Triduo pascual, culminación del Año litúrgico, y en
la celebración dominical de los sagrados Misterios.
La Iglesia, "pueblo reunido en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" es
una comunidad de culto. Por voluntad de su Señor y Fundador, realiza numerosas
acciones rituales que tiene como objetivo la gloria de Dios y la santificación del
hombre. En las diversas acciones rituales, la Iglesia anuncia el Evangelio de la
salvación y proclama la Muerte y Resurrección de Cristo, realizando a través de los
signos su obra de salvación. En la Eucaristía celebra el memorial de la santa Pasión,
de la gloriosa Resurrección y de la admirable Ascensión, y en los otros sacramentos
obtiene otros dones del Espíritu que brotan de la Cruz del Salvador, en los
sacramentales, instituidos para socorrer a los fieles en diversas situaciones y
necesidades.
- Tener una visión correcta de las relaciones entre la Iglesia particular y la Iglesia
universal; la piedad popular suele centrarse en los valores locales, con el riesgo de
cerrarse a los valores universales y a las perspectivas eclesiológicas;
- Situar la veneración de la Virgen Santísima, de los Ángeles, de los Santos y
Beatos, y el sufragio por los difuntos,
Capítulo IV
AÑO LITÚRGICO Y PIEDAD POPULAR
Numeral 107. Durante este tiempo de Navidad, tienen lugar otras que están
íntimamente relacionadas con el misterio de la manifestación del Señor: el martirio
de los Santos Inocentes, la memoria del Nombre de Jesús, la fiesta de la Sagrada
Familia, la solemnidad del 1 de enero, memoria importante de la maternidad divina,
virginal y salvífica de María entre otras.
Numeral 108. Gran parte del rico y complejo misterio de la manifestación del Señor
encuentra amplio eco y expresiones propias en la piedad popular.
Numeral 109. La noche de navidad: en el tiempo que discurre entre las primeras
Vísperas de Navidad y la celebración eucarística de media noche. La piedad popular
propone algunas de sus expresiones de oración, distintas según los países, que es
oportuno valorar y, si es preciso, armonizar con las celebraciones de la Liturgia. Se
pueden presentar, por ejemplo:
Numeral 110. La Iglesia desea que todos los fieles participen en la noche del 24 de
diciembre, a ser posible, en el Oficio de Lecturas, como preparación inmediata a la
celebración de la Eucaristía de media noche.
Numeral 111. En la Misa de media noche, que tiene un gran sentido litúrgico y goza
del aprecio popular, se podrán destacar:
el canto del anuncio del nacimiento del Señor, con la fórmula del Martirologio
Romano
la oración de los fieles deberá asumir un carácter verdaderamente universal
al final de la celebración podrá tener lugar el beso de la imagen del Niño
Jesús por parte de los fieles
Numeral 113. La fiesta de los Santos Inocentes: La tradición litúrgica los llama
"Santos Inocentes" y los considera mártires. La piedad popular, atenta a los
problemas concretos, en no pocos lugares ha dado vida a manifestaciones de culto
y a formas de caridad como la asistencia a las madres embarazadas, la adopción
de los niños e impulsar su educación.
Numeral 119. La fiesta del Bautismo del Señor: Los misterios del Bautismo del
Señor y de su manifestación en las bodas de Caná están estrechamente ligados
con el acontecimiento salvífico de la Epifanía. Esta fiesta puede constituir un
momento oportuno para iniciativas eficaces, como: el uso del Rito de la aspersión
dominical con el agua bendita en todas las misas que se celebran con asistencia
del pueblo; centrar la homilía y la catequesis en los temas y símbolos bautismales.
Numeral 121. En el actual Rituale Romanum está prevista una bendición para la
madre, tanto antes del parto como después del parto, esta última sólo en el caso de
que la madre no haya podido participar en el bautismo del hijo.
Numeral 122. El 2 de febrero en la fiesta de los que se dedican al servicio del Señor
y de los hermanos, en las diversas formas de vida consagrada.
Numeral 123. La fiesta del 2 de febrero conserva un carácter popular. Sin embargo,
es necesario que responda verdaderamente al sentido auténtico de la fiesta, que es
Cristo. Las velas, conservadas en los hogares, deben ser para los fieles un signo
de Cristo "luz del mundo" y por lo tanto, un motivo para expresar la fe.
Numeral 125. Se debe ayudar a los fieles, que acuden en gran número a recibir la
Ceniza, a que capten el significado interior que tiene este gesto, que abre a la
conversión y al esfuerzo de la renovación pascual.
Numeral 130. La lectura de la Pasión del Señor: Esta lectura, de gran sentido
doctrinal, atrae la atención de los fieles tanto por el contenido como por la estructura
narrativa, y suscita en ellos sentimientos de auténtica piedad: arrepentimiento de
las culpas cometidas, compasión y solidaridad con el Inocente injustamente
perseguido. Fuera de la celebración litúrgica, la lectura de la Pasión se puede
"dramatizar" si es oportuno, confiando a lectores distintos los textos
correspondientes a los diversos personajes; asimismo, se pueden intercalar cantos
o momentos de silencio meditativo.
Numeral 131. 132. 133. 134. 135. El Viacrucis: El Vía Crucis es la síntesis de varias
devociones surgidas desde la alta Edad Media: la peregrinación a Tierra Santa, El
Vía Crucis es la síntesis de varias devociones surgidas desde la alta Edad Media:
la peregrinación a Tierra Santa. El Vía Crucis, difundido sobre todo por San
Leonardo de Porto Mauricio (+1751), ha sido aprobado por la Sede Apostólica,
dotado de indulgencias y consta de catorce estaciones.
Numeral 136. 137. “El Via Matris”: María es la "mujer del dolor", que Dios ha
querido asociar a su Hijo, como madre y partícipe de su Pasión (socia Passionis).
La intuición fundamental es considerar toda la vida de la Virgen, desde el anuncio
profético de Simeón, hasta la muerte y sepultura del Hijo, como un camino de fe y
de dolor: camino articulado en siete "estaciones", que corresponden a los "siete
dolores" de la Madre del Señor.
Las palmas y los ramos de olivo o de otros árboles: La palma y el ramo de olivo
se conservan, ante todo, como un testimonio de la fe en Cristo, rey mesiánico, y en
su victoria pascual.
Numeral 140. TRIDUO PASCUAL. Todos los años en el "sacratísimo triduo del
crucificado, del sepultado y del resucitado" o Triduo pascual, que se celebra desde
la Misa vespertina del jueves en la cena del Señor hasta las Vísperas del Domingo
de Resurrección, la Iglesia celebra, "en íntima comunión con Cristo su Esposo", los
grandes misterios de la redención humana.
CAPITULO IV. SEGUNDA PARTE
DOMINGO DE PASCUA
Es la máxima solemnidad del año litúrgico. Las expresiones culturales que exaltan
la nueva condición y la gloria de cristo resucitado, así como su poder divino que
brota de su victoria sobre el pecado y sobre la muerte.
En toda la liturgia pascual, es nueva la naturaleza; son nuevos los corazones de los
cristianos, renovados por el bautismo de la penitencia y por los mismos sacramentos
de iniciación cristiana. La eucaristía: son signos y realidades-signo de la nueva
condición de vida inaugurada por Cristo en su Resurrección.
Entre los ejercicios de piedad que se relacionan con la pascua se encuentran las
tradicionales bendiciones de huevos, símbolos de vida, y la bendición de la mesa
familiar, que adquiere un significado particular en el día de pascua.
EN EL TIEMPO ´PASCUAL
El “vía lucís”
Los fieles recorriendo un camino, consideran las diversas apariciones en las que
Jesús, desde la resurrección a la ascensión, con la perspectiva de la parusía,
manifestó su gloria a los discípulos, en espera del espíritu prometido.
El vía lucís, finalmente, en un estímulo para establecer una “cultura de la vida”, una
cultura abierta a las expectativas de la esperanza y a las certezas de la fe.
La novena de pentecostés
En el misal y en la liturgia de las horas, sobre todo en las vísperas, esta “novena”
ya está presente: los textos bíblicos y eucológicos se refieren, de diversos modos,
a la espera del paráclito. La novena de Pentecostés debería consistir en la
celebración solemne de las vísperas. Donde esto no sea posible dispóngase la
novena de Pentecostés “comienza desde la Ascensión hasta la vigilia de
Pentecostés”.
PENTECOSTÉS
El domingo de Pentecostés
EN EL TIEMPO ORDINARIO
La mayor parte de los ejercicios de piedad comienza con el signo de la cruz “en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Otros ejercicios de piedad emplean
formulas similares a la actual liturgia de las horas, y comienzan dando “gloria al
Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Otros concluyen con la bendición impartida en el
nombre de las tres Personas Divinas.
Entre los ejercicios de piedad dedicados directamente a Dios Trino y Uno hay que
recordar, junto con la pequeña doxología (gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu
Santo…) y la gran doxología (Gloria a Dios en el cielo…), el trisagio bíblico (Santo,
Santo, Santo) y litúrgico (Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de
nosotros), muy difundido en oriente y también en algunos países, órdenes y
congregaciones de Occidente.
La procesión de la solemnidad del Cuerpo y Sangre de cristo es, por así decir, la
“forma tipo” de las procesiones eucarísticas. Prolonga la celebración Eucarística:
inmediatamente después de la misa, la Hostia que ha sido consagrada en dicha
Misa se conduce fuera de la Iglesia.
La Adoración Eucarística
La práctica de los nueve primeros viernes de mes, que tiene su origen en la “gran
promesa” hecha por Jesús a Santa Margarita María de Alacoque.
El mismo Misal Romano contiene tres formularios de Misa “por la unidad de los
cristianos”. Esta intención aparece también en las preces de la Liturgia de las horas.
La oración común se recomienda especialmente durante la “semana de oración por
la unidad de los cristianos”, o en el tiempo entre la ascensión y Pentecostés”
Capítulo V
La celebración de la fiesta
Los ejercicios de piedad marianos se relacionan, casi todos, con una fiesta
litúrgica presente en el Calendario general del Rito Romano, o en los calendarios
particulares de las diócesis o familias religiosas. A veces, el ejercicio de piedad es
previo a la institución de la fiesta, a veces la fiesta es muy anterior al ejercicio de
piedad. Este hecho pone de manifiesto la relación que existe entre la Liturgia y los
ejercicios de piedad y cómo estos últimos encuentran su momento culminante en
la celebración de la fiesta.
El sábado
Entre los días dedicados a la Virgen Santísima destaca el sábado, que tiene la
categoría de memoria de santa María. Esta memoria se remonta a la época
carolingia (siglo IX). Posteriormente se dieron numerosas explicaciones que no
acaban de satisfacer del todo a los estudiosos de la historia de la piedad. Hoy en
día, prescindiendo de sus orígenes históricos no aclarados del todo, se ponen de
relieve, con razón, algunos de los valores de esta memoria, la "santa Virgen que
‘durante el gran sábado’ cuando Cristo yacía en el sepulcro, fuerte únicamente por
su fe y su esperanza, sola entre todos los discípulos, esperó vigilante la
Resurrección del Señor".
El "Ángelus Domini"
Es la oración tradicional con que los fieles, tres veces al día, conmemoran el
anuncio del ángel Gabriel a María. El Ángelus es, un recuerdo del acontecimiento
salvífico por el que, según el designio del Padre, el Verbo, por obra del Espíritu
Santo, se hizo hombre en las entrañas de la Virgen María. La recitación está
profundamente arraigada en la piedad del pueblo cristiano y es alentada, por los
Romanos Pontífices. En algunos ambientes, las nuevas condiciones de nuestros
días no favorecen la recitación del Ángelus, pero en otros muchos las dificultades
son menores, por lo cual se debe procurar por todos los medios que se mantenga
viva y se difunda esta devota costumbre, sugiriendo al menos la recitación de tres
avemarías.
El "Regina caeli"
Durante el tiempo pascual, por disposición del Papa Benedicto XIV (20 de Abril de
1742), en lugar del Ángelus Domini se recita la célebre antífona Regina caeli. Esta
antífona, que se remonta probablemente al siglo X-XI, asocia de una manera feliz
el misterio de la encarnación del Verbo (el Señor, a quien has merecido llevar) con
el acontecimiento pascual (resucitó, según su palabra), mientras que la "invitación
a la alegría" (Alégrate) que la comunidad eclesial dirige a la Madre por la
resurrección del Hijo, remite y depende de la "invitación a la alegría" ("Alégrate,
llena de gracia": Lc 1,28) que Gabriel dirigió a la humilde Sierva del Señor,
llamada a ser la madre del Mesías salvador.
El Rosario
Esta distribución, si se mantiene con demasiada rigidez, puede dar lugar a una
oposición entre el contenido de los misterios y el contenido litúrgico del día: se
pueden pensar, por ejemplo, en la recitación de los misterios dolorosos en el día
de Navidad, cuando sea viernes. En estos casos se puede mantener que "la
característica litúrgica de un determinado día debe prevalecer sobre su situación
en la semana; pues no resulta ajeno a la naturaleza del Rosario realizar, según los
días del Año litúrgico, oportunas sustituciones de los misterios, que permitan
armonizar ulteriormente el ejercicio de piedad con el tiempo litúrgico".
"Al ilustrar a los fieles sobre el valor y belleza del Rosario se deben evitar
expresiones que rebajen otras formas de piedad también excelentes o no tengan
en cuenta la existencia de otras coronas marianas, también aprobadas por la
Iglesia", o que puedan crear un sentimiento de culpa en quien no lo recita
habitualmente: "el Rosario es una oración excelente, pero el fiel debe sentirse
libre, atraído a rezarlo, en serena tranquilidad, por la intrínseca belleza del mismo".
Entre las formas de oración a la Virgen, recomendadas por el Magisterio, están las
Letanías. Consisten en una prolongada serie de invocaciones dirigidas a la Virgen,
que, al sucederse una a otra de manera uniforme, crean un flujo de oración
caracterizado por una insistente alabanza-súplica. Las invocaciones,
generalmente muy breves, constan de dos partes: la primera de alabanza ("Virgo
Clemens"), la segunda de súplica ("ora pro nobis").
En los libros litúrgicos del Rito Romano hay dos formularios de letanías: Las
Letanías lauretanas, por las que los Romanos Pontífices han mostrado siempre su
estima; las Letanías para el rito de coronación de una imagen de la Virgen María,
que en algunas ocasiones pueden constituir una alternativa válida al formulario
lauretano.
La consagración-entrega a María
A los fieles les gusta llevar colgadas del cuello, casi siempre, medallas con la
imagen de la Virgen María. Son testimonio de fe, signo de veneración a la Santa
Madre del Señor, expresiones de confianza en su protección maternal. La Iglesia
bendice estos objetos de piedad mariana, recordando que "sirven para rememorar
el amor de Dios y para aumentar la confianza en la Virgen María", pero les
advierte que no deben olvidar que la devoción a la Madre de Jesús exige sobre
todo "un testimonio coherente de vida".
El himno "Akathistos"
Capítulo VI
- La "comunión de los santos", por la que la Iglesia del cielo, la que tiende a la
purificación final "en el estado llamado Purgatorio" y la que peregrina sobre la tierra,
están en comunión "en la misma caridad de Dios y del prójimo"; de hecho, todos los
que son de Cristo, al tener su Espíritu, forman una sola Iglesia y están unidos en Él.
San José
La Liturgia, al celebrar los misterios de la vida del Salvador, sobre todo los de su
nacimiento e infancia, recuerda con frecuencia la figura y el papel de san José: en
el tiempo de Adviento; en el tiempo de Navidad, especialmente en la fiesta de la
Sagrada Familia; en la solemnidad del 19 de Marzo; en la memoria del 1º de
Mayo. El nombre de san José aparece en el Communicantes del Canon Romano y
en las Letanías de los Santos. En la Recomendación de los moribundos se
sugiere la invocación al santo Patriarca y, en la misma circunstancia, la comunidad
ora para que el alma del difunto, que ha partido ya de este mundo, encuentre su
morada "en la paz de la santa Jerusalén, con la Virgen María, Madre de Dios
El día de la fiesta
El día de la fiesta del Santo tiene una gran importancia, tanto desde el punto de
vista de la Liturgia como de la piedad popular. En un breve e idéntico espacio de
tiempo, concurren numerosas expresiones cultuales, tanto litúrgicas como
populares, no sin riesgo de conflicto, para configurar el "día del Santo". Los
eventuales conflictos se deben resolver a la luz de las normas del Misal Romano y
del Calendario Romano General, en lo referente al grado de la celebración del
Santo o del Beato, establecido según su relación con la comunidad cristiana
(Patrono principal del lugar, Título de la iglesia, Fundador de una familia religiosa o
su Patrono principal); también sobre las condiciones que se han de respetar, en el
caso de un eventual traslado de la fiesta al domingo.
En la celebración de la Eucaristía
El Concilio Vaticano II recuerda que "de acuerdo con la tradición, la Iglesia rinde
culto a los santos y venera sus imágenes y sus reliquias auténticas". La expresión
"reliquias de los Santos" indica ante todo el cuerpo - o partes notables del mismo -
de aquellos que, viviendo ya en la patria celestial, fueron en esta tierra, por la
santidad heroica de su vida, miembros insignes del Cuerpo místico de Cristo y
templos vivos del Espíritu Santo. En segundo lugar, objetos que pertenecieron a
los Santos: utensilios, vestidos, manuscritos y objetos que han estado en contacto
con sus cuerpos o con sus sepulcros, como estampas, telas de lino, y también
imágenes veneradas.
Confirma la validez del "uso de colocar bajo el altar, que se va a dedicar, las
reliquias de los Santos, aunque no sean mártires". Puestas bajo el altar, las
reliquias indican que el sacrificio de los miembros tiene su origen y sentido en el
sacrificio de la Cabeza, y son una expresión simbólica de la comunión en el único
sacrificio de Cristo de toda la Iglesia, llamada a dar testimonio, incluso con su
sangre, de la propia fidelidad a su esposo y Señor.
Es necesario, sobre todo, que los fieles adviertan que el culto cristiano de las
imágenes es algo que dice relación a otra realidad. La imagen no se venera por
ella misma, sino por lo que representa. Por eso a las imágenes "se les debe
tributar el honor y la veneración debida, no porque se crea que en ellas hay cierta
divinidad o poder que justifique este culto o porque se deba pedir alguna cosa a
estas imágenes o poner en ellas la confianza, como hacían antiguamente los
paganos, que ponían su esperanza en los ídolos, sino porque el honor que se les
tributa se refiere a las personas que representan".
Por su significado cultual, la Iglesia bendice las imágenes de los Santos, sobre
todo las que están destinadas a la veneración pública, y pide que, iluminados por
el ejemplo de los Santos, "caminemos tras las huellas del Señor, hasta que se
forme en nosotros el hombre perfecto según la medida de la plenitud en Cristo".
Las procesiones
La piedad popular, sobre todo a partir de la Edad Media, ha dado amplio espacio a
las procesiones votivas, que en la época barroca han alcanzado su apogeo: para
honrar a los Santos patronos de una ciudad o corporación se llevan
procesionalmente las reliquias, o una estatua o efigie, por las calles de la ciudad.
Para que la procesión conserve su carácter genuino de manifestación de fe, es
necesario que los fieles sean instruidos en su naturaleza, desde un punto de vista
teológico, litúrgico y antropológico.
Capítulo VII
La muerte es el final de la etapa terrena de la vida, pero "no de nuestro ser", pues
el alma es inmortal. "Nuestras vidas están medidas por el tiempo, en el curso del
cual cambiamos, envejecemos y como en todos los seres vivos de la tierra, al final
aparece la muerte como terminación normal de la vida"; desde el punto de vista de
la fe, la muerte(castigo del pecado) es también "el fin de la peregrinación terrena del
hombre, del tiempo de gracia y de misericordia que Dios le ofrece para realizar su
vida terrena según el designio divino y para decidir su último. La obediencia de
Jesús transformó la maldición de la muerte en bendición". La muerte nacimiento en
el cielos, es un acontecimiento de gracia, significado positivo.
251. En la muerte, el justo se encuentra con Dios, que lo llama a sí para hacerle
partícipe de la vida divina. Pero nadie puede ser recibido en la amistad e intimidad
de Dios si antes no se ha purificado de las consecuencias personales de todas sus
culpas Estos sufragios son, en primer lugar, la celebración del sacrificio eucarístico,
y después, otras expresiones de piedad como oraciones, limosnas, obras de
misericordia e indulgencias aplicadas en favor de las almas de los difuntos.
Las exequias cristianas comprenden, según las tradiciones, tres momentos, aunque
con frecuencia y debido a las condiciones de vida profundamente cambiadas,
propias de las grandes áreas urbanas, se reducen a dos o a uno solo:
Otros sufragios
260. La piedad popular para con los difuntos se expresa de múltiples formas, según
los lugares y las tradiciones.
Capítulo VIII
SANTUARIOS Y PEREGRINACIONES
El Santuario
Algunos principios
"Siempre y en todo lugar, los santuarios cristianos han sido, o han querido ser,
signos de Dios, de su irrupción en la historia. Cada uno de ellos es un memorial del
misterio de la Encarnación y de la Redención".
Reconocimiento canónico
La condición previa para que un lugar sagrado sea reconocido canónicamente como
santuario diocesano, nacional o internacional, es la aprobación del Obispo
diocesano, de la Conferencia de Obispos, o de la Santa Sede, respectivamente. La
aprobación canónica constituye un reconocimiento oficial del lugar sagrado y de su
finalidad específica, que es la de acoger las peregrinaciones del pueblo de Dios que
acude para adorar al Padre, profesar la fe, reconciliarse con Dios, con la Iglesia y
con los hermanos, e implorar la intercesión de la Madre del Señor o de un Santo.
La celebración de la Penitencia
La celebración de la Eucaristía
273. Innumerables centros de comunicación social divulgan todos los días noticias
y mensajes de todo tipo; el santuario, en cambio, es el lugar en el que continuamente
se proclama un mensaje de vida: el "Evangelio de Dios" (Mc 1,14; Rom 1,1) o
"Evangelio de Jesucristo" (Mc 1,1), esto es, la buena noticia que proviene de Dios y
que tiene por contenido a Cristo Jesús: Él es el Salvador de todos los pueblos, en
cuya muerte y resurrección se han reconciliado para siempre el cielo y la tierra.
La peregrinación
Peregrinaciones bíblicas
Para las tribus salidas de Egipto, el Sinaí, monte de la teofanía a Moisés (cfr. Ex 19-
20), se convierte en un lugar sagrado y todo el camino del desierto del Sinaí tuvo
para ellos el sentido de un largo viaje hacia la tierra santa de la promesa: viaje
bendecido por Dios, que, en el Arca (cfr. Num 10,33-36) y en el Tabernáculo (cfr. 2
Sam 7,6), símbolos de su presencia, camina con su pueblo, lo guía y la protege por
medio de la Nube (cfr. Num 9,15-23).
Jerusalén, convertida en sede del Templo y del Arca, pasó a ser la ciudad-santuario
de los Hebreos, la meta por excelencia del deseado "viaje santo" (Sal 84,6), en el
que el peregrino avanza "entre cantos de alegría, en el bullicio de la fiesta" (Sal
42,5) hasta "la casa de Dios" para comparecer ante su presencia (cfr. Sal 84,6-8).
La peregrinación cristiana
281. Desde que Jesús ha dado cumplimiento en sí mismo al misterio del Templo
(cfr. Jn 2,2223) y ha pasado de este mundo al Padre (cfr. Jn 13,1), realizando en su
persona el éxodo definitivo, para sus discípulos ya no existe ninguna peregrinación
obligatoria: toda su vida es un camino hacia el santuario celeste y la misma Iglesia
dice de sí que es "peregrina en este mundo".
284. En la época moderna, debido al cambio del ambiente cultural, a las vicisitudes
originadas por el movimiento protestante y el influjo de la ilustración, las
peregrinaciones disminuyeron: el "viaje a un país lejano" se convierte en
"peregrinación espiritual", "camino interior" o "procesión simbólica", que consistía en
un breve recorrido, como en el Vía Crucis.
A partir de la segunda mitad del siglo XIX se recuperan las peregrinaciones, pero
cambia en parte su fisonomía: tienen como meta santuarios que son particulares
expresiones de la identidad de la fe y de la cultura de una nación.
Espiritualidad de la peregrinación
286. A pesar de todos los cambios sufridos a lo largo de los siglos, la peregrinación
conserva en nuestro tiempo los elementos esenciales que determinan su
espiritualidad: