La Sombra de Lucifer
La Sombra de Lucifer
La Sombra de Lucifer
LA SOMBRA DE LUCIFER
(Grupo: "Demonio", Antologa)
Lucifer's Shadow
Traduccin: Antonio Calvario
[Phillippe Boulle (editor)] - PRLOGO
[Michael B. Lee] - MEDIANOCHE EN EL JARDN
[Myranda Kalis] - TODAS LAS COSAS BUENAS
[Ellen Porter Kiley] - EL TIGRE POR LA COLA
[Sarah Roark] - LO QUE NOS COBIJA
[Greg Stolze] - EL AZUCAR DEL DIABLO
[Diane Piron-Geilman] - SE DETUVO CORTESMENTE POR MI
[Carl Bowen] - UNA OBLIGACIN LEGTIMA
[Lucien Soulban] - CASITAS DE CARAMELO
[Matthew McFarland] - PLANTADA
[Adam Tinworth] - TOMAR SU NOMBRE EN VANO
PRLOGO
Al principio
slo haba tinieblas.
Dijo Dios: "Hgase la luz"
Y la luz se hizo
Y vio Dios que era buena la luz.
Elohim
ANGELES
Nosotros nacimos en esos primeros das, seres celestiales
hechos de esa luz para servir como los instrumentos de Dios el
Hacedor.
El primero y el mejor de todos nosotros era Lucifer, puesto que
era l quien portaba la luz del Todopoderoso y anunciaba la Creacin.
HOMBRE Y MUJER
Entonces Dios dijo: "Hganse el hombre y la mujer". Y se hicieron.
Y esto tambin fue bueno.
Dentro de esas bellas criaturas verti Dios todo su amor infinito, y
nosotros tambin las amamos. Y Dios nos dijo: "Amadlos y
protegedlos, pero no os revelis a ellos, vosotros ni vuestros
misterios". Y esto... esto no fue bueno.
Porque, cmo podamos amarlos y protegerlos sin ensearlos?
Cmo podamos verlos dar palos de ciego con los elementos ms
bsicos? Temblaban en los inviernos y teman a la tormenta. Les
costaba incluso hacer fuego. No podan hablar, ni cantar ni soar.
Nuestros corazones dolan con el amor que el mismo Dios nos haba
enseado, en conflicto con las restricciones que l mismo haba
impuesto.
As que acudimos, como siempre habamos hecho, al Lucero del
Alba. "Lucifer", le dijimos, "cmo podemos reconciliar los dos
mandatos de Dios? Dnoslo, Portador de la Luz".
REBELIN
Tras largo tiempo, el Portador de la Luz respondi. Con voz
terrible, dijo: "No podemos. Dios est loco. Debemos rebelarnos
contra el Altsimo!".
Un tercio completo de nuestra hueste celestial se agrup en torno
al estandarte de rebelin del Lucero del Alba. De cada una de las siete
casas de los Elohim vinieron, y el cielo los maldijo a cada uno de ellos
de una forma.
De la Primera Casa (la de Lucifer) vinieron los Namaru, los
ngeles de la luz y el fuego. El cielo los marc como Diablos.
De la Segunda Casa vinieron los Asharu, ngeles guardianes y
portadores del hlito de la vida. El cielo los marc como Azotes.
De la Tercera Casa vinieron los Annunaki, ngeles de la tierra y
CONDENACIN
Nuestro castigo fue terrible. Al habernos rebelado contra Dios, l
que hizo la luz del universo, fuimos condenados a la oscuridad eterna.
El Infierno. El Trtaro. El Abismo. Infinita variedad de nombres
para un sitio de total y absoluta nada. Sin carne. Sin estrellas. Sin
esperanza. Y lo peor de todo, sin el Lucero del Alba. Porque el primero
de nosotros, el que nos haba llevado a rebelarnos y haba negociado
nuestra rendicin, no se uni a nosotros en el Infierno.
"Traicin!", gritaron sin boca algunos.
En el transcurso de la eternidad nuestra clera informe fue
aumentando. Dios el Hacedor nos permiti pagar esa clera con las
almas de los muertos, los mismos humanos que una vez habamos
amado por Su mandato. Era el infierno para los atormentadores tanto
como para los atormentados.
LIBERACIN
Muy pocos se zafaron de las cadenas de la nada. Treinta y tres
veintenas y seis ms se desvanecieron del abismo y fueron llamados
REDENCIN
Pero para algunos de nosotros no ha sido tan sencillo. Algunos de
nosotros hemos encontrado un resquicio de esperanza en el sitio ms
inesperado, las propias almas que hemos desplazado. En sus
recuerdos y emociones hemos recordado lo que significa amar,
querer, cantar. Y si podemos recordar esas cosas tras una eternidad
en el Abismo, debe haber esperanza para todos nosotros.
Y aun as, nos preguntamos: dnde est el Lucero del Alba?
MEDIANOCHE EN EL JARDIN
[Michael B. Lee]
La tierra tembl.
Los sent alzarse por toda la ciudad. Espritus poderosos agitados
por la fuerza de mi grito. Uno golpe a la tierra con la fuera de su
voluntad, y la Ciudad de ngeles tembl. Sent su odio, los eones de
oscuridad clamando venganza. Yo no los conoc, pero ellos me
conocieron de nuevo.
Ms all de ellos sent decenas de espritus menores, an dbiles,
an buscando sus alas, pillados desprevenidos en el tumulto. Me
maravill ante el espectculo. Ciertamente se haban roto las puertas
del Infierno. Cunto tiempo llevaban libres los Cados? Cmo poda
haber estado tan ciego?
Una estrella.
La ciudad estaba dispuesta con la forma de una estrella. Siempre
lo haba sabido, pero nunca antes haba pensado en ello. No haba
habido razn alguna para pensar en ello. Ese era el sello personal de
su propio hacedor, la estrella de ocho puntas; todos sus lugartenientes
de confianza la llevaban, algunos incluso en la frente, donde los haba
besado cuando haba aceptado su fidelidad. La mayora de los
de pinos. Desde ese ngulo poda ver que, de hecho, la luz sala por
las ventanas de la casa de t. Mir hacia atrs por el camino que
haba andado, sintindose ya algo culpable, y luego continu subiendo
los estrechos escalones con tanto cuidado como pudo. Casi estaba
totalmente a oscuras. En el cielo slo quedaba el ms leve rastro de
luz natural, y la luz que sala por las ventanas de la casita de t
realmente no era suficiente para ver.
--Hola? --Por otra parte, la casita de t estaba iluminada con
claridad, y avanz rpidamente hacia la puerta--. Hay alguien ah?
Nadie respondi. Mir al interior, con la esperanza de no estar
interrumpiendo nada.
La casa de t estaba vaca. Siguiendo la tradicin, era pequea,
apropiada como mucho para unas cinco personas, y contena poco
mobiliario. Una mesa baja, colchonetas tatami y varios cojines planos.
Sobre la mesa se encontraba la linterna que crea haber visto, un
farolillo de papel pintado con una escena de un dragn serpentino que
surga de un ocano encrespado. En el rincn opuesto haba un jarrn
con flores dispuestas con muy buen gusto; el jarrn tambin estaba
decorado con esbeltos dragones serpentinos de esmalte azul vivo.
Entre ambas cosas haba un rollo de papel parcialmente desenrollado,
un platito de tinta recin preparada y varios pinceles finos.
Chris dej los zapatos en la puerta y cruz en calcetines hasta la
mesa. Una parte de l le recordaba que haba varios caminos que
llegaban a la casa de t, pero slo una entrada. No haba visto salir a
nadie. Pero, igualmente, tampoco haba visto entrar a nadie.
--No creo --dijo dirigindose al aire-- que, puesto que ha sido lo
bastante amable para traerme aqu y dejarme esto para que lo
encuentre, sea tambin lo bastante amable para salir y explicarme lo
que ha pasado estos ltimos dos das.
Los grillos trinaron metafricamente.
--Creo que no --con un suspiro, volvi su atencin hacia la mesa.
La tinta no slo estaba fresca en el platillo: segua fresca en uno
de los pinceles y brillaba dbilmente en el propio papel. Haba un
diagrama de algn tipo dibujado con mano delicada pero firme. Una
estrella --El Lucero del Alba, le dijo una vocecilla en su cabeza-- se
encontraba en el centro. Ocho puntas, cuatro ms grandes y cuatro
ms pequeas.
Rodeando la estrella, por todas partes, haba un cmulo de
mndalas, algunos grandes y otros pequeos. Cada uno de los
mndalas grandes haba sido pintado a pincel con cuidado y
all. Aquello no era para lo que le haban creado. Aquello no era para
lo que los haban creado a ninguno de ellos. No volvera su mano para
deshacer aquello que haba sido creado para proteger, no mientras
quedaran en el mundo cosas dignas de ser salvadas. No lo hara.
Se arrodill donde estaba durante un buen rato, simplemente
recuperndose, a medida que la presin de la llamada fue cediendo.
Comprendi, de forma instintiva, que en esos momentos la Bestia
tena mejores cosas que hacer que obligarlo a obedecer, o de lo
contrario las consecuencias de su desafo hubieran sido mucho
peores. Lentamente, levant la cabeza y mir a su alrededor. El otro
extremo de Dickson, donde se ensanchaba entre las facultades Perloff
y Schoenberg, era un hervidero de actividad, as como la fuente de la
luz que haba visto antes. All haba varios camiones aparcados con
farolas instaladas en la parte trasera. Poda or el inconfundible sonido
de los grupos electrgenos porttiles. Tras una discusin interna, logr
convencer a sus endebles rodillas de que podan seguir un poco ms,
y avanz a duras penas en dicha direccin. A medida que se fue
acercando, pudo distinguir un grupo de tiendas de campaa color
verde oliva del ejrcito, vehculos todo terreno Hummer pintados de
camuflaje, no pocas personas uniformadas de rostro serio, y personas
de rostro incluso ms agitado vestidas de civil. Todos iban de ac para
all, estorbndose mutuamente.
La Guardia Nacional, se dio cuenta, pero sin sorprenderse
realmente. Si la situacin era la mitad de mala de lo que l haba
supuesto, la Guardia Nacional llevara cierto tiempo desplegada. Se
pregunt si se diriga a un hospital de campaa o a un campo de
refugiados, y decidi, tras un momento, que sera lo segundo.
Sospechaba que si hubiera ido en la direccin contraria, hacia el
hospital universitario, se habra encontrado con una escena
completamente diferente. All la mayora de la gente estaba bien,
aunque un poco conmocionada y llorosa, y deseando haber ido a la
universidad de Indiana.
Reconoci algn rostro aqu y all. Estudiantes. Algunos
miembros del profesorado y el personal. June no, ni...
Se detuvo. Sinti un tirn instintivo y se dej llevar por l, hacia un
lado, donde un grupo de tiendas ms pequeas y un equipo porttil de
comunicaciones sugera la presencia de un puesto de mando. Haba
menos civiles en ese extremo, y la actividad estaba bastante ms
organizada.
Una voz le lleg hasta lo odos y lo atrajo en la direccin de una
seguir pudiendo hablar con aquella boca, pero no haba venido all a
hablar.
Agazapado sobre sus cuartos traseros, alarg los brazos y agarr
al individuo por los hombros, hacindolo dar la vuelta. Fue cuando
mir al hombre a los ojos que se dio cuenta de que algo iba muy mal;
eran ojos duros y muertos, los ojos de un hombre que no tena nada
que ofrecerle al mundo ni siquiera cuando miraba a la muerte cara a
cara. Malakh se gir raudo para defenderse, pero era demasiado
tarde. Tres de los "saqueadores" que haban estado acechando
bloqueaban una de las salidas del callejn, empuando pistolas. Un
pequeo grupo de manifestantes se haba separado del grupo
principal para bloquear la otra salida. Los que estaban dentro sacaron
armas mientras que los que estaban fuera tapaban la vista de la calle
con sus grandes pancartas. Sonidos de roces, unos pisos sobre l, le
indicaron que arriba tambin haba enemigos. Malakh no necesit
mirar.
Estaba atrapado, no poda huir en aquella forma sin sembrar el
caos en las calles, provocando los disturbios que quera evitar. El
cuerpo de Alejandro no poda escaparse por s solo, y si hua
convertido en buho o rata poda no quedarle luego la suficiente
energa para reasumir su forma de combate si se vea obligado a
luchar. Entonces, Malakh luchara aqu. Al cebo de la trampa lo mat
sin pensrselo dos veces; las garras que aferraban los hombros del
individuo se apretaron, astillando el hueso y desgarrando el cartlago.
El torso del hombre se hundi y ste cay al suelo con un gorgoteo
sanguinolento.
Entonces volaron las balas, pero Malakh ya estaba en
movimiento. Dos impactaron en la pared de ladrillo frente a la que
haba estado; la tercera le dio, un sordo estallido de dolor en su
costado mientras caa sobre el grupo. Su aagaza lo enfureca ms
que las otras emboscadas, y que lo hirieran por la espalda slo
avivaba el fuego. Se plant entre ellos con un gran salto, golpeando
hacia delante con las alas con la fuerza suficiente para enviar a un
hombre al suelo, con el cuello doblado en un ngulo obsceno. Malakh
coce con sus zarpas traseras y oy los gritos de respuesta, luego
agarr un brazo que se agitaba para acercar su aterrorizada presa al
alcance de sus mandbulas. Los disparos sonaban con regularidad de
staccato. Oa los aullidos de dolor de sus enemigos con la misma
frecuencia que senta clavarse las balas en su espalda.
Tuvo un breve momento de satisfaccin cuando se lanz al suelo
impidiera.
A medio camino de casa, se detuvo. Pronto saldra el sol. Malakh
poda oler el roco.
--Lucifer --susurr. El mismo nombre era una oracin. No hubo
respuesta, pero el silencio no significaba muerte, significaba paciencia.
Continu, y el sol sali sobre un mundo y un hombre
irrevocablemente cambiados.
Incluso en las calles llenas de disturbios y sin ley de la ciudad,
nadie se meti con el hombre que caminaba lgubremente hacia su
casa, llevando su propio brazo.
nia me est pidiendo que lo haga. Tiene que habrselo pedido antes
a todos los dems. Me lo puedo imaginar: ni siquiera se molestan en
negar con la cabeza mientras recogen sus mantas y sus sacos de
dormir. Lo siento, pequea. Tengo cosas que hacer, colas en las que
esperar, gente a la que mendigar, caf que beber, priva que comprar.
No tengo tiempo de llamar una ambulancia.
Qu rpido cambian las cosas. Justo despus del terremoto
podas ver todos esos noticiarios, multitudes de gente viviendo bajo las
autopistas elevadas y en tiendas de campaa levantadas con dinero
para catstrofes del gobierno. Emotivas historias acerca de cmo la
gente se une cuando estn todos en la misma mala situacin. Y no
dudo que fuera as, durante un poco. La ayuda sigue llegando del
resto del pas, pero aqu en Los Angeles la gente se empieza a dar
cuenta de lo que van a tardar las cosas. De cunto tiempo va estar
esa gente teniendo que buscarse la vida. Y ya incluso los novatos han
aprendido que no siempre se puede confiar en la poli.
El hermano pequeo no quiere separarse del lado de su madre, ni
siquiera para ir a una cabina de telfono. Se la sealo a la chica: ves,
hay una al otro lado de la calle, junto al supermercado. La nia y yo
cruzamos la calle hasta la cabina. Ella empieza a andar con el
semforo de peatones en rojo. Mi mano baja instintivamente y la cojo
por el hombro. Ella me mira con esa graciosa expresin. Ahora s que
lo he hecho. La he jodido.
Los polis se portan bien, especialmente tras echarle un vistazo a
mi carn de veterano. Uno incluso me compra un caf. Los de la
ambulancia hacen el capullo por nada; no es que tengan ninguna
excusa para ponerse irritables, lo nico que estn haciendo es
recoger. Los nios no me sueltan de las manos. Los polis me los
tienen que arrancar. Alguien le da a Alexander un viejo y rooso Oso
Amoroso. Menos mal que los juguetes no tienen que respirar, porque
de la forma que lo aprieta... Monique, Monique Lamotte, la oigo
deletrearlo, responde a las preguntas con tranquilidad y paciencia. Los
meten en el coche patrulla. Ella me mira mientras se los llevan.
Esta historia viene de Marisa, que dice que pas hace mucho
tiempo en Brownsville. Haba un chico llamado Rafael, y su familia no
pudo encontrar ningn sitio para pasar la noche. As que se van a la
playa y se echan en la arena fra. Bueno, en mitad de la noche llega
una gran tormenta. Rafael levanta la vista al cielo y puede ver a la
Dama Azul y al Diablo luchando. Cundo l la golpea brilla el rayo, y
cundo ella devuelve el golpe estalla el trueno! Ahora la piel del Diablo
centellea como una serpiente de oro y plata, y la Dama Azul le arranca
un pedazo, que se cae al suelo y se convierte en un cuarto de dlar
nuevo y brillante. Entonces el Diablo agarra un ala de la Dama Azul y
tira de ella, y una de sus plumas cae al suelo y se convierte en una
hoja de palma. Ya ves, cuando Dios hizo los ngeles y los demonios,
Es tan fcil... Quiz sea eso lo que iba mal conmigo todo este
tiempo. Los metales, las sales, los cidos, los iones: las cosas de la
tierra siguen siendo maleables y obedientes bajo mis dedos. No saben
que se supone que no deben serlo. No tienen voluntad, slo
propiedades; algunas evidentes y otras ocultas para todos excepto
para los ojos de los ngeles que las formaron, aunque cualquiera
podra llegar a dominarlas con suficiente tiempo. No toda la creacin
se porta tan bien. No tena ni idea. Pens que tambin podra moldear
a los humanos, estructurarlos como a las molculas de un cristal. O, al
menos, no vi razn alguna para que alguien como el Lucero del Alba
debiera tener algn problema con eso.
Haba agujeros de bala en las cabeceras de las camas de los
chicos. Agujeros de bala. Esto es, honradamente, lo mejor que la
ciudad puede hacer por ellos. En teora tienen suerte, hay otros chicos
que duermen en contenedores de basura para oler tan mal que no los
violen.
Algo malo pasa con los ojos de la gente. No jodas, Monique, no
jodas.
Necesito hacer que el aparato sea pequeo, lo bastante para ir en
el bolsillo de una nia pequea o alrededor de su cuello. Clips
doblados y cuerda de piano van de perlas para el receptculo, una
tosca pero efectiva rplica celestial punteada con pequeos
fragmentos de imn de la puerta de un frigorfico para ayudar a atraer
y contener las energas. Pero los componentes del ncleo tardo todo
un da en conseguirlos. Me veo obligado a descartar mi primera y
mejor idea, e improvisar con algo que slo funciona realmente en la
gemologa del Renacimiento. As que busco una tienda de ocultismo,
arranco una pgina con el prrafo adecuado de Agripa y lo envuelvo
con cuidado alrededor del ofensivo anacronismo, como aislante.
--Nunca he odo hablar de ningn ngel Sephidor. --Monique
frunce el ceo cuando se lo llevo--. Ests seguro de que sale en las
historias secretas?
--Sale en algunas de las historias ms secretas que hay. Su
nombre es uno de los cuarenta y cuatro centenares que hay grabados
en la piedra angular de la tierra. --Es excitante poder decirle esas
cosas simplemente porque es una nia. Algunos das pienso que yo
podra ser slo un fragmento de las pesadillas del pobre Ashbury y
nadie, yo incluido, notara la diferencia--. Este amuleto contiene su
aliento. Si lo llevas, te proteger del dao. Y si sostienes la mano de
alguien, entonces tambin lo proteger.
Ella lo mira, girando en la cinta de terciopelo de la que lo he
colgado, brillando dbilmente a la luz de las farolas. Ahora mismo no
parece gran cosa.
--Dnde lo has conseguido? --quiere saber.
Y ah se acaban mis verdades.
--Mi hermana me lo dio, hace mucho --respondo--. Qudatelo.
Ella lo toca, lo coge en la mano, movindolo un poco porque el
aire nocturno lo ha dejado helado. Pero enseguida se calienta en la
palma de su mano. Doblo sus dedos, envolvindolo.
--Crees en los ngeles o no? --Le doy unas suaves palmaditas--.
Sigues creyendo que estn ah esperando para ayudar, si los llamas
por su nombre?
--Sigo creyendo --dice, y su voz tiembla, pero no de duda.
--Lo prefieres?
--Dnde ha ido la Dama Azul? --pregunta ella, aunque ya lo
sabe.
--Podra volver a ser la Dama Azul para ti, si eso te lo hiciera ms
fcil. Tus... amigos en el hogar dicen que sientes una gran devocin
hacia ella. --Se pasa la mano por el mentn mientras se acerca
andando. El olor a colonia brota de su piel, fresco y vivificante, como la
luz de la luna--. Pero quiz te ests cansando de las historias... quiz
haya una nueva que te gustara or. se es el motivo de que las
historias de los nios sean secretas no? --Va al armario, coge uno de
esos suteres suaves de boutique y se lo pone--. Venganza por
todos los secretos que los adultos os ocultan?
--No, no es eso --dice ella. Por suerte, sigue siendo demasiado
pequea para captar todo el atractivo de una de esas criaturas, pero
de todas formas est ese olor a luz de luna, esa sensacin de
promesa tcita, y es difcil pensar en una buena rplica.
--Pero estars de acuerdo en que lo justo es lo justo, no?
Monique, el sistema te est haciendo rodar de mano en mano como la
falsa moneda. Ya sabes que la nica salida es crecer. Seguirs siendo
pobre --frunce el ceo mientras contempla su hilera de zapatos de
sport--, pero al menos no sers propiedad de nadie.
--No necesito tu ayuda para crecer --le dice ella. Su voz no tiene
tanta fuerza como a ella le gustara. Es fina, chillona, infantil, y los
oscuros rincones de la habitacin se la tragan. Le arden los ojos con
un principio de lgrimas.
--Por supuesto que no --admite l--. Todos crecemos en algn
momento.
--No puedes hacerme dao.
--S, lo s.
Ella se retira hacia la cama, al otro lado de la puerta.
--Tengo un ng...
--Un ngel de la guarda? Shh, mejor que no me digas el nombre
a menos que quieras que yo lo utilice.
--Dnde est mi hermano?
--Ni idea. Se ha ido sin avisar. --Una mirada chispeante--. Lo que
quiere decir que tendremos que meter en esto a otro chico y que
nuestro horario previsto, digmoslo as, se ha visto perjudicado.
Ella lo observa. Quiere correr, pero nunca ha visto nada que se
mueva como l, de forma tan extraa y fluida. l se le acerca.
--Qu eres realmente? --pregunta ella.
--Mira y vers.
Extiende su mano hacia ella con la palma hacia arriba. Al principio
no lo entiende, pero algo llama su atencin y se acerca para mirar.
Pasa algo raro con las lneas de su mano. Hay demasiadas, y se
retuercen y se doblan en direcciones extraas. Mientras sigue mirado,
casi empieza a parecer que hay un patrn, algo que podra leer si
supiera la clave.
Sin siquiera darse cuenta, alarga la mano para tocar una lnea,
para seguirla hasta el fin. Ella levanta la vista, sobresaltada ante un
sonido de desgarro, y mientras levanta la cabeza siente como la mano
de la criatura se cierra firmemente sobre la suya propia.
hacia el sol.
Esto no se le haba ocurrido. Una pequea luz de esperanza brilla
en sus ojos hmedos. Asiente. El rostro de Monique se relaja, aliviada
por l.
--Ser suficiente? --pregunta l.
--Tendr que serlo --afirma Monique. Su mirada tambin busca el
horizonte. Los dos se merecen un ngel de verdad. No van a tenerlo.
Yo ya he acabado de darles regalos, pero quiz al menos pueda
cuidarlos a la manera humana. Y quiz eso sea suficiente. Tendr que
serlo.
Monique abre la caja y la levanta hacia la luz.
Gaviel flirte con May hasta que llegaron a las afueras de Los
Angeles. Alguien haba pintarrajeado una de las seales de la
autopista. Ahora deca "Bienvenidos a CULos ngeles".
Una neblina de humo segua envolviendo la ciudad. En silencio,
los fieles del autobs miraban por las ventanas. Quiz estaban
intentando ver los restos retorcidos de las autopistas elevadas. Quiz
estaban buscando ansiosamente disturbios, o saqueadores, o
soldados de la Guardia Nacional. Supuestamente lo peor ya haba
pasado. Supuestamente la gente poda volver a la Ciudad de ngeles
con seguridad.
Este autobs no era el primer grupo de cristianos que vena
cantando oraciones y trayendo suministros, pero s era el primero que
traa su propio equipo de televisin. En Missouri, el reverendo Matthew
Wallace era famoso por su programa de televisin "La Hora del Poder
de Jess", y a sugerencia de su hijo haba animado a sus
telespectadores a que donaran comida, mantas y dinero (siempre
dinero) para la gente de la afligida Los ngeles. Noah Wallace iba a
conducir un equipo de fieles a la ciudad rota para sanarla con
amabilidad, generosidad y oracin.
Matthew se haba quedado atrs para negociar con varias
cadenas de televisin por cable, tratando de vender los derechos del
evento para su retransmisin a escala nacional.
tan desesperado.
--NO ME PROVOQUES, PORQUE TENGO PODER
SUFICIENTE PARA LUCHAR CONTIGO!
--Quiz. --El otro rebelde lo mir y pareci dubitativo--. Pero
podras enfrentarte despus a tus perseguidores?
--CMO TE HAS ENTERADO DE ELLOS?
--Por favor. La forma en la que has estado actuando... Es un
milagro que todos los Elohim de California no te hayan sentido. No
tienes ningn adorador, no? --pregunt, pero antes de que pudiera
responderle fueron interrumpidos.
--All est!
Grice y Blandings doblaron la esquina con las pistolas
desenfundadas, slo para encontrarse a su ensangrentada presa
charlando con un hombre negro bien vestido. ste se dio la vuelta, y
con una fluidez perturbadora apareci en su mano una pistola de 9
mm. Grice cubri a la nueva amenaza mientras Blandings mantena
encaonado al enorme horror.
--Oh, vaya --dijo el humano--. Vasallos. --Lo dijo con el mismo
tono con que Richard Nixon hubiera dicho "Comunistas".
--Esto no es asunto tuyo --dijo Grice.
--Ver como los humanos atormentan a un Elohim? Creo que s
es asunto mo.
--Ests dispuesto a dispararle a un polica? --pregunt Blandings
sin apartar los ojos de Joriel.
El hombre solt una risita.
--Me alc en armas contra los ngeles vengadores de Dios. Tu
pequea placa no me da miedo.
--Adelante, dispara --dijo Carrie--. No estamos tan indefensos
como piensas.
--Estoy seguro. Qu habis conseguido a cambio de vuestras
almas? Invulnerabilidad fsica? No? Algo menos? Quiz curacin
rpida? --Neg con la cabeza--. No habis negociado muy bien, pero
no importa. Nada de eso funcionara contra unas balas benditas por un
sacerdote catlico.
--No me importa si tienes la ametralladora privada del Papa --dijo
Blandings, pero sus ojos se apartaron de Joriel durante un segundo...
...y la bestia ech a volar, saltando hacia arriba y al frente con un
batido de alas. El viento de su embestida levant por el aire basura y
polvo, pero el ruido qued ahogado por tres disparos. La pistola de
Blandings escupi fuego, pero el disparo sali desviado. El hombre de
--Alguien como t.
--Mm, t podras hacerlo si l siguiera confiando en ti. Pero
desperdiciaste la oportunidad.
--Tampoco confo en ti.
--Ni siquiera confas en mi egosmo? Porque creo que tres
pueden sobrevivir ms tiempo que dos. Especialmente si dos de esos
tres estn dispuestos a dejar que el tercero sea suicidamente
estpido, cuando llegue el momento.
--Una vez ms un Diablo nos llama a las armas, igual que el
Lucero del Alba en el amanecer de la guerra. Es que el liderazgo os
resulta realmente adictivo?
--Fue para lo que se concibi mi casa, pero esto no tiene nada
que ver. Esto va de la supervivencia. Va de... quiz de hacer algo las
paces con el mundo, con nuestra situacin --inclin la cabeza--. Este
cuerpo... este hombre... Noah... nunca hizo las paces con su padre. Ni
con su fe. Slo deseara... --Se encogi de hombros. Ella lo miraba
escptica.
--Fe --dijo.
--se es el meollo del asunto, no?
--Y me ests pidiendo que tenga fe en ti.
--S. Y para demostrarte mi buena fe...
Por segunda vez ese da, pronunci parte de su nombre
verdadero. Por segunda vez, entreg una parte de la llave de su
destino, su esclavitud o su completa destruccin.
Por segunda vez aquel da, eso le compr un aliado.
compacta Edasul.
--He hablado con algunos polis. Estn bastante seguros de que
est pringada.
--Cmo les has sacado eso? --pregunt Edasul.
--Persuasin.
Sonri, y por un momento sus dientes se volvieron negros y
afilados.
--Pringada en qu sentido? --inquiri Gaviel.
--No estoy seguro. Pero haba algn asunto con Blandings y unas
pruebas extraviadas de una redada antidroga.
--Eso es lo mejor que has logrado? --demand Edasul volviendo
los ojos--. Has conseguido algo que yo pueda usar? Una prenda de
ropa o un mechn de pelo o algo.
--Servira esto? --Gaviel sac un pequeo pegote de plomo--. Es
una bala que dispar en un momento de rabia.
--De dnde la has sacado?
--Estaba alojada en mi fmur. --Mir a Joriel--. Por qu no dejas
que vea tambin la pistola de Blandings?
La Oscuridad de las Profundidades se preocup de sacar el
cargador y vaciar la recmara antes de entregar la enorme arma.
--Vale entonces --dijo Edasul, moviendo la bala en una mano
como si fuera el dado de un jugador--. Hm... --Sus pequeos dedos se
deslizaron arriba y abajo de la pistola de Blandings, casi acaricindola.
Tras un momento, emiti una corta risotada y abri los ojos
sbitamente.
--Pattico --dijo.
--El qu?
--Esos dos vendieron sus almas, odme bien, por un negocio de
coca. Consiguieron algunos beneficios adicionales, como curacin
rpida e inmunidad al envejecimiento, pero la recompensa ms grande
que pudieron imaginarse fue acabar de ricos capos de la droga de Los
ngeles.
--Tena que pasar --dijo Joriel--. La humanidad est tan
degradada que ya ni siquiera puede pecar a lo grande.
--Qu clase de negocio de coca? --pregunt Gaviel. La
Sembradora de Estrellas Fugaces le dedic un mirada desconfiada.
--Por qu debera importarnos?
--Seguramente ests de broma. Un vasallo demonaco que
resulta ser detective de polica? Uno que se est poniendo en una
posicin en la que podemos conseguir que unos mortales la priven de
almacn.
Diez minutos despus, la polica entr a la carga y empezaron los
disparos. Observando desde una cafetera cercana, Gaviel se acab
su t caliente con limn y se sec delicadamente los labios con la
servilleta.
--Vamos?
Dentro del almacn ya apestaba a cordita. Haba agentes de los
SWAT tomando posiciones con armas pesadas y chalecos antibala.
Pero los amigos de los Orgullo se haban entrenado en la Escuela de
las Amricas y estaban usando armas de lotes de ayuda militar a
Suramrica. El entrenamiento y el armamento de ambos bandos eran
bastante similares. Pero los Orgullo tambin tenan un compacto y
potente emisor de interferencias de radio para impedir que los policas
se coordinasen, lo que haca que las cosas estuvieran mucho menos
claras.
Gaviel sigui a Edasul al interior del almacn. Haban visto a
Grice entrar con un portafolios de piel de cocodrilo y salir con dos
pequeas maletas metlicas. Ellos iran tras el portafolios mientras
Joriel mataba a Grice.
--Sgueme de cerca --dijo Edasul. Gaviel obedeci. Cuando haba
problemas, haba sitios peores en los que estar que detrs de alguien
que vea el futuro.
Sin ningn motivo aparente, ella lo agarr y lo arrastr detrs de
una pila de embalajes. Segundos despus, tres policas con equipo
antidisturbios pasaron como flechas cerca de ellos, murmurando
"Vamos, vamos, vamos".
Edasul cerr los ojos un instante, y luego habl:
--Vale. Tenemos que ir a la izquierda por aqu.
Gaviel asinti, mientras se preguntaba como le ira a Joriel con
Grice.
Avanzaron a rastras y volvieron a detenerse, apoyndose contra
un tabique que era de madera y yeso hasta la cintura, y a partir de ah
de plexigls. Ella cerr los ojos con fuerza.
--Vale. Estn al otro lado de esta pared. Uno de ellos est
malherido, no puede disparar. Hay un guardia con ellos, tiene una
metralleta y est sobre... unos cinco pasos en esa direccin. Pero no
puede or nada con los disparos, as que...
--Entiendo --dijo Gaviel, ponindose de pie y apuntando con su
pistola.
--No, no...! --grit Edasul, pero era demasiado tarde.
dedos.
Se abri camino de vuelta a la puerta principal con un sigilo rpido
y competente que habra sorprendido bastante a Edasul. Le
dispararon varias veces, pero nadie trat de quitarle el portafolios, y
tras unos instantes de hacerse el muerto pudo curar sus heridas y
continuar.
Gaviel se preguntaba cmo lograra llegar al coche sin que nadie
se diera cuenta, pero no tena de qu preocuparse. La Oscuridad de
las Profundidades, tal y como l esperaba, haba organizado un
verdadero espectculo.
De algn modo le haba amputado una pierna a Grice y sostena
el cuerpo, que se sacuda por encima de su cabeza, de forma que la
sangre de ella caa por su garganta. Con su otra mano tena a un
agente cogido por el cuello, y lo agitaba del mismo modo que un terrier
sacude una rata.
Todos los policas y traficantes que quedaban estaban disparando
resueltamente en direccin a Joriel. No parecan darse cuenta del
hecho de que tambin estaban alcanzando a sus dos juguetitos
masticables.
Gaviel lleg sin problemas al coche de George Morrison.
Entonces se detuvo. La resistencia de Joriel era realmente admirable,
pero estaba empezando a flaquear. Las heridas ya no se le cerraban
inmediatamente, y al ritmo al que estaba recibiendo impactos, no iba a
durar mucho.
Cuando sus odos captaron el sonido de un agente de los SWAT
lloriqueando "Oh-Dios-oh-Dios-oh-Dioooos" una y otra vez, una
sonrisa cruz su rostro.
Un instante despus, la resplandeciente forma de Gaviel, ngel
de la Luz y Seor del Sol Estival, apareci en la refriega.
--VUELVE AL INFIERNO, CRIATURA ABOMINABLE! --grit, y se
lanz hacia delante mientras la Oscuridad caa de rodillas. El otro
demonio estaba justo volviendo a su forma humana cuando el cruel
fuego de las alas de Gaviel lo envolvi.
Algunos de los presentes se limitaron a seguir disparando, pero la
mayora se arrodill y dio gracias.
Gaviel lo sinti, pero no le dio importancia mientras emprenda el
vuelo buscando... eso.
La maleta metlica abandonada, manchada de sangre donde
Grice la haba dejado caer. Nadie le prestaba atencin, y unos
momentos despus seguan con la vista levantada preguntndose
*** 2 ***
--Quin eres?
Gaviel parpade y se concentr en el dolor de su nuca, pero
decidi no currselo. Haba un lmite a las imposiciones que poda
hacerle al mundo material, y tras aquel da tan ocupado, ese lmite se
estaba acercando rpidamente.
--Me llamo Noah Wallace. --Trat de ponerse de lado pero sinti
un extrao peso sobre su pecho, y en cada mueca y tobillo.
Parpade para aclararse la vista y vio el techo de un dormitorio. Haba
una mancha de humedad. Mir a la izquierda. Haba una hostia
consagrada sobre su mueca. Tambin vio una mesita de noche, un
oso de peluche, una cmoda anodina con fotos y velas y un helecho
de aspecto raqutico.
Mir a la derecha y vio otra hostia, y a una mujer robusta que
empuaba su pistola automtica robada. Su rostro tena una horrible
expresin de vaco que anulaba la calidez y el humor de su sudadera
(que deca: Alguien en Menominee, Wisconsin, me quiere!)
No llevaba el impermeable, pero l la reconoci. Incluso antes de
ver su cara sinti la familiar comezn de la fe que pareca seguirla
como un hedor.
Mentalmente se maldijo por distraerse con la Sembradora, la
agente estuvo gritando hasta que, hasta que no pudo. Nadie lo ayud!
Si miras, todava se ven las manchas de sangre en el asfalto...
Dej la frase sin acabar.
--Eso hace que los bolos y el trabajo resulten atractivos? --dijo
Gaviel tras un momento.
--Pero cuando lo vi era tan... tan bello, pero ms que eso. Era tan
real! Era como... como en El Mago de Oz, cuando todo de repente se
vuelve de colores. Fue as. l era mis colores!
--La maravilla y el horror son mejores amigos de lo que les gusta
admitir a los humanos. Mira, intentemos un experimento. Cierra los
ojos. --Ella lo mir desconfiada y l suspir--. Esos ojos entrecerrados
por la sospecha estn cerca, pero trata de cerrarlos por completo. As.
Ahora, quiero que pienses en tu antigua vida. En tu trabajo. Qu
haces? --Hago chequeos mdicos para Met Life.
--Se conoce mucha gente interesante?
Casi en contra de su voluntad, ella pareci relajarse al entrar en
los reconfortantes temas cotidianos.
--Alguna, de vez en cuando.
--Te levantas por la maana y te das una ducha, tomas el
desayuno... Qu bebes por la maana? Caf? T?
--Normalmente zumo de naranja.
--Zumo de naranja, y te maquillas y piensas en las citas del da,
piensas en lavar la ropa o en ir a la tintorera a recogerla. Es un da
normal.
--Por la maana le doy de comer a los gatos.
--Vale, nada especial. Por la tarde vas a ver la tele, o quiz a
tomarte unas cervezas con las chicas del trabajo. No?
Ella asinti.
--En este da ordinario, tienes un suceso neurolgico.
--Un qu?
--Algo te pasa en el cerebro. Quiz sea un trombo. Quiz te ha
salido un pequeo tumor que est presionando tu lbulo frontal. Quiz
es un desequilibrio qumico, o quiz un bromista te ha echado LSD en
la cerveza. Quiz te has dado un golpe en la cabeza durante el
terremoto.
--Pero nada de eso...
--...te ha pasado? Cmo lo sabes? Porque no lo recuerdas?
Porque viste un aura de luz y sentiste un amor y una devocin
sobrenaturales? Por qu todo parece vaco e irreal despus de eso?
Un dao cerebral podra explicarlo todo.
nausea se apoder de ella ante la idea. Una vez haba sido inmortal,
haba existido en incontables dimensiones de la realidad. Qu
pattico, verse reducida a aquella existencia viviendo al da.
Se apoy con una mano contra el fro costado de metal de un
contenedor de basuras rebosante. No ms, jur. Esto acaba esta
misma noche.
El olor de la basura putrefacta en el contenedor era insoportable.
Se alej de l hacia la boca el callejn. Cuando lleg a un sitio donde
el aire ola ms limpio, se sent con las piernas cruzadas en el
pavimento y respir hondo. Cada exhalacin ampliaba su percepcin,
hasta que pudo sentir las energas vitales de las hierbas que crecan
entre las grietas de la acera. Una oleada de sensaciones la recorri,
mareante y catica. En algn punto del remolino, se encontraba la
sustanciosa presa que deseaba.
All, un destello de olores complejos, una insinuacin de un
delicioso sabor en el filo de su lengua. Pimienta y amoniaco, ira
ardiente y amarga desesperacin. Y bajo las dos, el olor herbal de la
esperanza que se niega a morir. Esta alma estaba sufriendo, casi se
haba convencido de que ni a Dios ni al mundo le importaba su dolor.
Pero no del todo.
Suriel cabalg por el viento hasta su presa, cambiando
alegremente la fuerza por velocidad. En el espacio de tres latidos, se
encontr en las inmediaciones de un parque. Tierra removida y
columpios rotos compartan el espacio con bancos volcados y trozos
de hormign. En la columna de una fuente de agua potable, derribada
por la furia del terremoto, estaba sentada una esbelta mujer mortal con
una botella destellando en su mano.
delgadas piernas.
--Cundo fue la ltima vez que comiste algo? --le solt Linnea.
La chica se encogi de hombros.
--No hace mucho. Estoy bien, gracias. --Le devolvi la botella--.
Rafe.
--Linnea. --La respuesta sali automticamente, aunque una parte
de su cansado cerebro registraba incredulidad por estar
intercambiando cortesas con una golfilla callejera en un solar en
ruinas. La botella entre sus dedos le dio una sensacin de reafirmante
solidez, un contrapeso a la situacin surrealista.
--Me alegro de conocerte.
--Lo mismo digo.
Pasaron varios minutos en silencio, roto slo por el crujido del
papel mientras la botella iba y vena.
--Yo viva aqu --dijo Rafe. Hizo un gesto con la cabeza hacia un
edificio cercano, que ahora slo estaba en pie a medias--. En un
apartamento all. La casa de mi hermana.
--Qu pas?
--Annie muri. --Encogi sus delgados hombros--. Estaba
durmiendo cuando el edificio se derrumb.
--Lo siento. --Los ojos de Linnea se llenaron de lgrimas. Pobre
chica, perder casa y familia as, de un solo golpe. Era tan injusto...
Trag saliva para contener el impulso de llorar. El licor y el cansancio
estaban derribando sus defensas, consumiendo como el cido la
armadura que rodeaba su corazn. Se puso de pie bruscamente y
busc en su bolsillo un paquete de pauelos de papel. Si ceda ahora,
se ahogara en la tristeza y nunca saldra a la superficie.
--Y cul es tu historia? --dijo Rafe.
Le sali todo de golpe, una riada de palabras interrumpida por
tragos de saliva y sollozos entrecortados. La enfermedad y el dolor de
Julie. Su larga y horrible infancia, slo hecha soportable porque se
tenan la una a la otra. Los buenos aos despus de abandonar el
hogar familiar. Su propia y complicada vida adulta, con su trabajo y su
hermana como nicos puntos buenos. En algn momento en medio
del diluvio mir a los ojos de su acompaante y se sinti como si
estuviera cayendo por un agujero en medio del mundo. Y los ms
extrao era que la sensacin pareca completamente natural.
--Soy oncloga --le dijo a esas profundidades eternas--, mdica
especializada en cncer. Trabajo todo el tiempo con pacientes
terminales. S que la gente muere. S que no siempre puedo
haciendo un favor para pagar una vieja deuda. Le dije que hara esto
por l para quitrmelo de encima. Eso es todo.
--Eso es todo?
--S.
--As?
Estaba a punto de inocularle el bola a esta arpa, lo juro.
--S, seora, justo as. --Respir hondo y abr las manos, que
tena cerradas en puos--. Quiere ayuda o no?
Sylvia apret la mandbula, pero vi que su mano temblaba
mientras se limpiaba los dedos en el mantel. Poda darme cuenta de lo
mucho que le dola no saber dnde estaba su hija. Poda sentir la
desesperacin y la preocupacin devorndola desde dentro. Si no
tena una lcera del tamao del estadio Shea disolvindole el
estmago, yo era Jimmy Stewart.
Sylvia hundi los hombros y suspir a travs de los dientes
cerrados. El labio empez a temblarle y sus ojos se pusieron al borde
de las lgrimas. Sus sentimientos reales empezaban a mostrarse a
travs de la fachada de arpa. Ya era hora.
--Tiene usted razn. Necesito ayuda --dijo sorbiendo, tratando de
tragarse un sollozo--. No quera tomarla con usted. Por favor. Es que
no s qu hacer. Mi Sharon lleva tanto tiempo perdida... y nadie me
ayuda encontrarla.
El gimoteo en su voz lleg hasta m y trat de tocar algo enterrado
en lo ms hondo de mi interior, un concepto tan profundamente
asumido que la gente podra llamarlo instinto. Intentaba decirme que la
gente que sufre merece algn tipo de ayuda, sin importar quines
sean. Pero yo haba crecido bastante desde la ltima vez que estuve
de acuerdo con ese montn de mierda. La gente no se mereca una
mierda; ellos se buscaban su propio dolor. Siempre lo haban hecho.
Demonios, la cicatriz de mi frente y mi ojo derecho jodido eran prueba
suficiente de eso. Pero yo tena un trabajo que hacer, as que segu
con ella.
--Entonces hbleme de eso --le dije--. Qu quiere?
--Quiero que mi Sharon vuelva --dijo Sylvia, recuperando por fin la
compostura--. Si ha venido por eso, por favor aydeme. No me
importa quin lo haya mandado, de verdad.
A pesar de todo el dolor de esta seora, sonre. Si ella saba lo
que le convena, ms le vala decir eso. Pero se era su problema, no
el mo.
paliducho e intil que era este cuerpo mo. Era una desgracia.
--Eres un fofo saco de mierda, Harvey --dije mientras el vapor
empezaba a ascender detrs de m--. Lo sabes? Jodidamente
pattico.
*** 2 ***
Lo primero que me pas por la maana fue que uno de los
lugareos vino a verme.
No haba acabado de salir por la puerta principal de mi hotel
cuando me encontr con este tipo alto, delgado y rubio vestido con un
resplandeciente traje negro de tres piezas de pie justo frente a m.
Sostena un bastn lacado junto a su cadera como si fuera una
espada, y llevaba un abrigo largo sobre los hombros como una capa.
Nos miramos mutuamente, y supe que l haba estado en la guerra
igual que yo. No obstante, pareca que en su regreso le haba ido un
poco mejor que a m. Y lo que es mejor, pareca estar a punto de
empezar a predicar las virtudes de empezar una nueva vida
retomando lo que haba dejado haca ya tanto tiempo. Genial, pens,
all vamos.
--Saludos --dijo, exhibiendo esa sonrisa impecable que me
entraron ganas de patear. Sonrea como si yo fuera su nuevo mejor
amigo--. Usted no es de por aqu, no?
Oh, y adems era un jodido fsico nuclear.
--Por supuesto que no --continu--. Cunto hace que ha vuelto?
--Quin lo pregunta?
--Me llamo Daniel Mardero, pero mi nombre es Bedaliel. Soy un
Elohim de la Segunda Casa, a la que Miguel llam Asharu. Soy
emisario de Nazathor, Princesa de la Majestuosa Liberacin. Y usted
es...?
--Alguien muy ocupado --le dije--. Pero puedes llamarme Harvey
si vas a seguir hablando, Mandrake.
Rode al individuo hasta el bordillo de la acera e intent llamar un
taxi. Dos segundos despus, le o aclararse la garganta y andar hacia
m. Se puso justo a mi lado y me cogi por el codo. Resist el impulso
de hacer lo obvio.
--Es Mardero --dijo--. Y ya s exactamente a quin busca.
Conozco el sitio donde se revel, y tambin dnde fue visto por ltima
vez. S lo que mostraron en las noticias y lo que cortaron. Tengo
*** 3 ***
Mardero me busc cuando el sol se estaba poniendo, ese mismo
da, slo unas horas despus de haber despegado finalmente de la
azotea para seguir persiguiendo la sombra de Lucifer. El viento me
trajo su voz desde dondequiera que estuviese, dicindome que le
haba seguido el rastro a mi Ellis a travs de una cadena de camellos
y distribuidores. Me dio la direccin donde viva el chaval, me dijo
cmo encontrarla y me dese suerte. Me alegr de librarme de l, y
me fui a hacerle una visita a Ellis. Dej mi sombrero en la cama y
guard mis gafas en el bolsillo de la camisa.
Las indicaciones de Mardero sobre el barrio de Ellis eran bastante
claras, as que no me cost nada encontrarlo. De hecho, no estaba ni
a diez manzanas de la casa de Jimmy Sphener, lo que haca incluso
ms pattico que el borracho no supiera a dnde iba su hija. Era una
hilera de casas destartaladas a tiro de pistola de los proyectos de
nuevas viviendas. Supuse que debido al terremoto y los disturbios
tendran peor aspecto del habitual, pero probablemente no tan
diferente. Haba basura y cristales rotos por todas partes, y el
pavimento era una ruina veteada de negro. El cascarn calcinado de
un coche estaba bocabajo frente a uno de los edificios, y detritos de
toda clase se acumulaban en las bocas de las alcantarillas. Y
exactamente igual que en todos los sitios de esta ciudad a los que
haba ido, no haba nadie en la calle ahora que se estaba poniendo el
sol. Eso estaba bien.
La supuesta casa de Ellis estaba en el centro de la manzana.
Todas las ventanas del sitio estaban rotas y cubiertas con gruesas
planchas de plstico gris, pero pude ver luz en el interior y o el
retumbar de la msica alta. Quiz haba una fiesta. Qu suerte la ma.
Abr la puerta de una patada y un fuerte viento sopl a mi alrededor.
Un par de vagos canijos y colgados me miraron a travs de
CASITAS DE CARAMELO
[Lucien Soulban]
*** 1 ***
El sonriente portero de la chaqueta roja le abri la puerta al
Polizeikomissar Gerhard Liebner, llenando el coche climatizado con un
soplo de aire caliente de Las Vegas. Liebner, de aspecto curtido como
un polizonte de novela barata, se abri paso a gruidos desde el
asiento del conductor. Estaba a bastante distancia del
Polizeipressidium de Templehof, en Berln, haciendo el papel de turista
involuntario, de zngano sin rostro en una ciudad que ofreca sus
servicios al anonimato.
fuera. Pero el viejo Thaol nunca hubiera puesto este pretexto... pedirte
ayuda... traerte aqu para matarte.
--No --admiti Ahrimal.
--Siempre he ido directo a la garganta. Por qu estropear mi
ventaja descubriendo mi nuevo anfitrin?
--Vale --dijo Ahrimal--. Pongamos que te creo. Por qu debera
ayudarte?
--Porque te dar todo lo que quieras. Una lista de traficantes de
droga y sus pisos francos en Berln y msterdam, mis contactos
sicilianos y mis antiguos conocidos de la mafia turca que siguen
operando desde Kreuzberg y Neunkirchen.
--Los delataras as como as?
--Bueno... me volaron por los aires. Adems, ya no es mi vida.
Yo... tengo mejores cosas en esta vida. Espero.
--Dame un nombre de buena fe --dijo Ahrimal--. Uno que la Kripo*
pueda comprobar de inmediato... y que merezca mi atencin. [*Nota
del T.-- Diminutivo de Kriminalpolizei, ms o menos como la Polica
Nacional espaola]
Thaol asinti y se sac un papel del bolsillo.
--Pens que me lo pediras. --Desliz el papel hasta Ahrimal. ste
se levant.
--Ven a verme maana por la maana para desayunar, a las siete
en punto. Si no han contrastado tu informacin para entonces --dijo
Ahrimal--, me voy.
*** 2 ***
Ahrimal pas la maana con Thaol antes de que el renacido ngel
fuera a trabajar. Fue tiempo suficiente para tomarle las huellas
dactilares usando un juego de maquillaje que compraron en una
tienda, y sacarle una foto en el fotomatn de una coqueta galera
comercial.
Las opciones de investigacin de Ahrimal en aquel caso eran
limitadas, tanto por su parte como por lo que le haba ofrecido Thaol.
Un polica alemn no tena autoridad para investigar en los Estados
Unidos, y tampoco es que Thaol le hubiera proporcionado mucha
informacin. Ni nombre, ni direccin, ni nmero de la seguridad social;
ningn indicio de identidad. Todo lo que tena era un juego de huellas
dactilares que resultaron estar llenas de cicatrices. Quienquiera que
fuera "Darren", se haba limado la piel superficial de los dedos. Aun
as, haba quedado lo suficiente para obtener unas huellas parciales.
Tras resaltar un remolino fragmentario en el pulgar izquierdo, dos
arcos, un rizo y varias pautas nicas de cicatrices, Ahrimal fue a una
copistera y ampli las imgenes para que pudieran ser identificadas
claramente por el fax. Luego le mand vario faxes a su amigo el
Polizeioberkomissar Rudolph Boch, de Berln. Boch tena algunos
contactos en la Interpol y no le hara demasiadas preguntas. Ahrimal
tena la esperanza de que Boch pudiera convencer a sus contactos
para que accedieran al sistema automatizado de identificacin de
huellas del FBI. Despus de eso, estaba bastante seguro de que el
SAIH del FBI estaba conectado a los departamentos de polica
regionales y sus propias redes SAIH. Era un intento de colarse por la
puerta de atrs que hablaba a gritos de complicaciones, pero Ahrimal
tena pocas opciones. Todos esos problemas, slo para descubrir si
Darren tena historial delictivo. Sin embargo, Ahrimal estaba bastante
seguro de que alguien que se haba tomado la molestia de limarse las
huellas dactilares estaba en la lista de alguien.
Eso lo dej con dos opciones: o sentarse a esperar que le llegara
una informacin que poda o no poda serle til, o salir a pescar y
hacer algunas preguntas discretas. A Ahrimal no le gustaba esperar.
hebras del tiempo como haba hecho con la rosa. El tiempo se dilat a
su alrededor y el universo se despleg a sus pies como un atlas
geogrfico hecho de luz. Todo brillaba con un azul clido, cubierto con
una red de lneas y rutas, potencialidades y eventualidades que
partan desde all hacia un millar de destinos. Todo lo que tena que
hacer era tirar de una hebra celestial para descifrar su destino ms
probable. Aquello era un mapa celestial que reflejaba el movimiento de
la creacin misma, era el recopilatorio ideal de un cartgrafo. Todo
tena su camino, y Ahrimal comprenda cada segmento de esos
caminos. Sin embargo, ahora el universo se encontraba desordenado,
un tendido ferroviario de posibilidades e intereses convergentes. Los
ingenieros celestiales ya no manejaban las locomotoras, y todo estaba
descarrilado. Haca falta una mente perspicaz para moverse por l,
aunque slo fuera para seguir los fragmentados indicios de
posibilidades que conducan a otra parte.
Ahrimal mir fijamente a la Srta. Collings, y su divinidad manch
el aire como el olor de los pastelillos de miel. Ella dej el telfono, con
los ojos abiertos de par en par ante la revelacin. Ahrimal no se
preocup de esconder su naturaleza. Quera que ella lo viera, que
sintiera el peso de la cruz que colgaba de su cuello. El destino de la
Sita. Collings se despleg ante l, un hilo largo y gastado que
perforaba el maana con una inamovible y firme certeza. Ella era un
animal de costumbres, uno cuyo destino slo cambiara cuando los
hados la rozaran. De lo contrario, ella no alterara su rumbo. Su rumbo
estaba marcado y firme como el cemento. Las amargas imgenes
fluyeron hacia l, como si estuvieran deseosas de una audiencia:
Instantnea... la Srta. Collings llevaba una existencia vaca y
desconfiada tras la puerta de una apartamento con tres cerraduras.
All era tanto protegida como prisionera...
Instantnea... la Srta. Collings visitando una tumba cada domingo.
En la lpida pona Marcus...
Instantnea... quera a Marcus con todo el corazn. Pasaba horas
mirando viejos lbumes de fotos de cuando eran nios... Marcus era
su hermano. Sus sonrisas eran slo para l.
Instantnea... Instantnea... Instantnea...
Ahrimal odiaba a veces la Visin. Senta simpata cuando no
quera sentirla. Esperaba ser libre para actuar sagrado en su
venganza, para creer que la Srta. Collings era amargada y cruel...
Pero no lo era.
Estaba sola y asustada, y su nico amigo de verdad estaba dos
*** 3 ***
Ahrimal se encontr a Thaol sentado a una mesa, con aspecto
cansado y agitado. Rebosaba de energa negativa.
--Pareces preocupado --dijo Ahrimal, sentndose tambin.
--A mi supervisora... la jodida puta --dijo rojo de ira-- no le gusta
que pase mis descansos aqu. Le dije que se fuera a tomar por culo.
A Ahrimal no le gust la forma en la que estaba actuando el otro.
Estaba ardiendo, casi brutal, como el Thaol que Ahrimal recordaba.
--Darren --dijo modulando la voz con cuidado--, cul es tu
apellido, el que has escogido?
--Qu pasa? --dijo Thaol mientas su cuerpo se sacuda con una
energa nerviosa--. Has descubierto algo o no?
--Tu apellido? --repiti Ahrimal.
--Hamel.
--H-A-M-M-I-L? --pregunt Ahrimal.
--No. H-A-M-E-L.
--Y dijiste que tu anfitrin no tena recuerdos.
--No, maldita sea! A qu vienen estas jodidas preguntas?
--Porque el nombre original de tu anfitrin es Darren Hammil --dijo
Ahrimal recostndose en su asiento.
--Y una mierda!
--No, y me apuesto a que el nombre te gust mucho cuando lo
escogiste.
--Pues s --dijo Thaol, moviendo nerviosamente los ojos.
--Por qu ests tan alterado?
--Te lo he dicho... esa arpa...
--No creo que sea por eso. Hay algo que no me ests contando,
Thaol.
Thaol mir por el saln. Se mordi la punta del pulgar antes de
volverse hacia Ahrimal.
--Recuerdas que te dije que haba estado soando acerca de...
hacerle dao a la gente?
--Ja.
--Bueno... eran sueos hasta hace dos semanas. Entonces fue
cuando trat de localizarte.
--Le hiciste dao a alguien?
--No --dijo Thaol, aterrado ante la posibilidad--. Todava no, al
menos. Pero hace unas dos semanas, los sueos empezaron a
aparecer estando yo despierto.
--Cmo alucinaciones?
--No, como si me hubieran transplantado. Como si estuviera en
otro sitio...
--S que esto te resulta difcil --dijo Ahrimal deslizndose en su
papel de polica--, pero necesito saber lo que viste.
--Yo... --empez Thaol--. A veces... estaba de vuelta en el
Abismo, terriblemente solo y aislado de todo el mundo, o estaba
devorando a mortales que me invocaban. A veces... era Letbeg, el
turco, torturando gente.
--Espera --dijo Ahrimal, confuso--. Los sueos eran de ti, o de lo
que hiciste como Thaol?
--A veces. A veces los sueos pertenecan a mi anfitrin... creo.
Estoy de pie al lado de una mesa... Hay una mujer o un nio atado y
amordazado. Los estoy torturando...
--Con un soldador.
Thaol asinti, hundiendo los hombros.
--Lo que me da miedo es... Las torturas y los asesinatos no me
dan miedo... son los momentos en los que estoy de vuelta en el
Abismo, en esa nada fra como el acero.
--Creo que tu anfitrin tiene recuerdos --dijo Ahrimal--. Cosas que
vas recordando poco a poco. Por eso Darren Hamel te pareci un
buen nombre. Te resultaba familiar. Slo que... inadvertidamente
cambiaste como se escriba para que no te rechazaran al pedir trabajo
aqu.
--Qu ms has descubierto? --pregunt Thaol, en un tono
apagado.
--Que estuviste en Ironbrook despus de pegarle una paliza... -hizo una pausa-- a tu novio.
--Mi qu? --dijo Thaol, levantando la voz varias octavas y
dndole a Ahrimal como un clavo a travs del crneo.
--Quieres decir que no has sentido ningn... deseo? --le
pregunt Ahrimal, encontrando las palabras a duras penas.
--No soy maricn.
--No, ya s que no lo eres. Pero tu anfitrin era gay...
--No soy maricn! --rugi Thaol. Se puso en pie de un salto,
agarr el borde de la mesa con ambas manos y la hizo saltar por el
aire, duchando a Ahrimal con ccteles derramados y cacahuetes. La
mesa se estrell un instante despus contra la silla de Ahrimal, pero
ste ya se haba apartado. Todo el mundo estaba mirando. El
encargado de planta ya estaba llamando a seguridad.
le gustaba. Aun as, todava tena dos asuntos que comprobar antes
de tomar su decisin final. Cogi el telfono y marc una larga hilera
de nmeros.
--Detective Boch --anunci una voz en alemn.
--Boch, feo sabueso, cmo ests? --dijo Ahrimal, sonriente. Se
senta bien hablando alemn de nuevo, como una buena siesta
despus de un da de trabajo agotador.
--Gerhard? Viejo bastardo grun... Me gustara verte, para
poder escupirte a los ojos.
--Qu pasa ahora? --pregunt Ahrimal. Esto era un ritual para
ambos hombres. En esos instantes, Ahrimal casi se olvid de que no
era Liebner... casi.
--Las huellas que me mandaste --dijo Boch--. De dnde las
sacaste?
--Estoy ayudando a un amigo que tiene un problema.
--Un buen problema, Gerhard.
--Qu pasa? --pregunt Ahrimal.
--El FBI nos ha preguntado cmo conseguimos las huellas. Las
mand a travs de la INTERPOL como me pediste, y ellos las
mandaron al SAIH. Casi inmediatamente encontraron una que
coincida a travs del PCCV.
--PCCV?
--Es una divisin conjunta del FBI y de algo llamado Centro
Nacional para el Anlisis de Crmenes Violentos. Tiene un programa
en red llamado Programa de Captura de Criminales Violentos, que
rene y compara informacin acerca de crmenes violentos sin
resolver.
--Y las huellas que mand aparecan all?
--S, en seis asesinatos. Cuatro mujeres y dos nios fueron
violados, torturados con, escucha esto, un soldador, y descuartizados.
--Cundo?
--En el transcurso de cuatro aos, pero el ltimo fue hace tres.
Todos alrededor de los Grandes Lagos.
--Y ninguna pista?
--Ninguna, excepto por dos huellas parciales y llenas de cicatrices
y algunas muestras de semen. Les acabas de proporcionar su juego
de huellas ms completo.
--Espera. Reconocieron las huellas llenas de cicatrices... las
parciales?
--S. Por qu?
Barclay temblaba.
--Eres uno de ellos? --pregunt con una mezcla de miedo y
reverencia.
Ahrimal asinti solemne y mir a Barclay a los ojos.
--Esccheme atentamente --dijo--, slo estoy aqu para averiguar
lo que pas.
Barclay asinti. Tena la garganta reseca.
--El informe mdico dice que Darren sufra un trastorno de
personalidad mltiple --dijo Ahrimal--. Una personalidad se llamaba
Corbaiyus, un antiguo aliado mo. Qu le pas?
Pasaron algunos momentos antes de que Barclay recuperara el
habla. Ahrimal tuvo que comprarle una cerveza para calmarle los
nervios y remojarle la garganta. Por fin...
--Corbi era un ngel... mi ngel --dijo Barclay, y su voz reflej una
vulnerable ternura que Ahrimal no se esperaba--. Me habl de
vosotros, de lo que pasasteis... Dios, fue tan horrible.
--Le habl acerca de su anfitrin, Darren?
--Se encontr a Darren en un hospital de Denver, en coma --dijo
Barclay--. Corbi dijo que fue como si se cayera en el cuerpo. Como si
lo arrastrara la gravedad. As fue como lo describi. Cuando se
despert, los recuerdos del tipo estaban en blanco, pero en su carn
pona Darren Hammil.
--Deje que lo adivine --dijo Ahrimal--. Encontr un agujero en
Darren, uno donde meter toda su ira y su odio.
Barclay asinti.
--Le dijo por qu dej Denver, por qu se mud aqu?
--Dijo que otros ngeles lo confundan con otro tipo. Alguien malo.
--Quin?
--Alguien que se llamaba... Vekabo? Vekanablo?
--Veckonablos?
--Eso es! --salt Barclay.
--Siga --dijo Ahrimal, ocultando el fro que le atenaz el estmago.
--Bueno, Corbi vino aqu, nos conocimos y nos enamoramos.
--Hiciste algn pacto con l? --pregunt Ahrimal, exhibiendo su
verdadera falta de tacto.
Barclay se qued callado, obligando a Ahrimal a repetir la
pregunta.
--Vale, s, hice un pacto con l. Pero entonces todava amaba a
Corbi.
--Qu le ofreci?
*** 4 ***
Darren salud.
--Corbaiyus?
--No, Corbi se fue, pero me ense algunas cosas antes de que
me lo comiera.
--Cmo?
--Me gustara saberlo. Las consigo una vez que vosotros los virus
dejis de resistiros al proceso digestivo.
--Qu sucedi... en Ironbrook? --pregunt Ahrimal.
--Puto Corbaiyus --dijo Darren, volviendo a sus rasgos--.
Corbaiyus se me resisti el tiempo justo para que los mdicos me
drogaran. No poda hacer nada, as que me met.
--En el agujero?
--En ese jodido agujero --dijo Darren, casi escupiendo saliva
caliente--. El agujero se coma mis sueos. Los mdicos me decan
que sufra de una enfermedad degenerativa encefaloptica, pero no
saban qu era. No podan descubrir por qu yo ya no soaba, pero yo
saba que era el puto agujero.
--Eso te dej en coma...
--Poco a poco. Los mdicos me dijeron que mi cerebro no poda
resistir sin REM, as que llegara un momento en que se
desconectara. Intent sacrificar otras vctimas al agujero, para volver
a soar, pero no me dejaba. Hubiera muerto, hecho un vegetal en
algn hospital de Columbus, pero ah entris vosotros.
--No lo cojo --dijo Ahrimal, animando a Darren para que hablara y
bajara la guardia. Darren sigui desbarrando, con el punto de mira
puesto en la frente de Ahrimal, sin titubear--. Cmo encajamos?
--No lo s, pero aliviis mi cerebro y alimentis al agujero hasta
que ya no tiene hambre. Entonces me deja salir de nuevo, y soar
vuestros recuerdos.
--Pero llega el momento en que vuelve a comerse tus sueos -dijo Ahrimal.
--Caigo de vuelta al agujero. Pero vers, eso ya no me preocupa
porque os he cogido el gusto a vosotros, los virus --dijo Darren--. Os
seguir atrapando, bastardos, y en mi momento volver a salir. Antes
no poda hacer una mierda, pero ahora... Lobbata, Veckonablos,
Corbaiyus, Thaol... No tienes ni idea de lo que estos cabrones me han
enseado.
--Te han enseado todos sus dones? --dijo Ahrimal horrorizado.
Todas las vctimas de Darren pertenecan a casas diferentes, todas
dotadas por Dios de forma distinta en el amanecer de la Creacin.
PLANTADA
[Matthew McFarland]
--Puedes creerlo?
Nolan sacudi la cabeza.
--Hay cada cual... Tienes que tener cuidado en estas cosas.
Sobre la mitad de la gente que hay en esta habitacin no est aqu por
las pelculas. Slo est buscando acostarse con alguien.
Probndome con el vocabulario, pens Sabriel. Ahora dir "follar"
y ver si me ofendo. Dej escapar una risita nerviosa. "Acostarse" no
era suficiente para herir la sensibilidad de nadie.
--Ves al tipo que hay all en la barra? --Sabriel sigui la mirada
de Nolan y vio a un hombre de unos cuarenta aos, pelo blanco, traje
negro, reloj caro, fantasas acerca de limusinas y mujeres con liguero-. Viene mucho a este tipo de fiestas. No es nadie, slo un millonario
segundn sin gusto alguno, pero finge ser Joel Silver para follarse a
cualquier aspirante a actriz.
Sabriel volvi a rerse nerviosamente y le dedic a Nolan una
mirada de "no puedo creer que hayas dicho eso". La sonrisa de l le
dijo lo que ella quera saber: se lo haba tragado. Lo haba conseguido.
Pero haba algo extrao. Detrs de sus ojos haba una extraa
clase de hambre, no desesperacin, ni siquiera deseo, sino
intencionalidad. Estaba disfrutando de la caza, de la seduccin, tanto
como ella. Ella se pregunt si habra descubierto su actuacin, pero
no: las vrgenes de sus fantasas ahora tenan su rostro. Estaba
funcionando.
Se qued a su lado mientras l recorra la fiesta. En el mismo
instante en que dej de prestarle atencin, se escurri y fue a
sentarse, a tomarse su copa y poner mala cara. Tard exactamente
cinco minutos y medio en volver a encontrarla, y despus de eso la
mantuvo en todas las conversaciones, a veces haciendo verdaderos
esfuerzos. Fue construyendo a Kirsten sobre la marcha: estudiante de
arte dramtico en Bowling Green, de vacaciones, pensando si
matricularse en clases de cine, se supona que iba a encontrarse con
una amiga aqu en Chicago, pero la haba dejado plantada. Slo veinte
aos. Viva en un apartamento. Dolorosamente virgen de forma obvia.
Sabriel observ las fantasas cambiando toda la noche, de mujer
polica a profesora a estudiante y a ella. La dominacin presente en
todas ellas. Una vez se sorprendi actuando con demasiada confianza
frente a una mujer con el pelo negro muy corto, y tuvo que fingir
sorpresa cuando Nolan le dijo que la mujer era lesbiana.
Nolan la invit a subir a su habitacin, y ella no estuvo segura de
cmo proceder. Si rehusaba, poda revelarle que no era tan ingenua.
algo.
Y por qu segua Magdiel yendo all? Conoca la respuesta a la
perfeccin. Estaba siguiendo las costumbres de la vida anterior de su
cuerpo. Era uno de los sitios favoritos de Anila, un lugar donde huir de
las presiones de su trabajo de asistenta social durante una hora o as.
No haba nada ms cerca de su oficina en Hackney que estuviera
abierto durante el da, as que todo el personal de los servicios
sociales sola ir por all de vez en cuando. Si Magdiel quera seguir
hacindose pasar por Anila, lo mejor era mantener sus viejas
costumbres.
Aparte de eso, le gustaba. Haba mucho que ver, y siempre algo
para distraerla. Reflejaba a la perfeccin al multirracial East End, lo
mejor y a veces lo peor. Aquel da, realmente necesitaba algo que la
distrajera.
Haba vuelto a discutir con su esposo (no, con el de Anila) la
noche anterior. Comprenda que Tony la atacara verbalmente porque
estaba confuso. Poda sentir que algo iba mal con ella y no le gustaba.
Pero qu poda decirle? "Lo siento cario, tienes razn. Pasa algo
malo. Realmente no soy tu mujer. Soy un demonio del Infierno, que
vive en su cuerpo y se hace pasar por ella".
A lo mejor Tony se sentira insultado de que intentara una mentira
tan evidente. A lo peor haca que la internaran en un manicomio.
Magdiel suspir para sus adentros. Le gustaba explorar la relacin que
Anila haba tenido con su marido. Disfrutaba del amor que l le
mostraba, la misma adoracin que ella siempre haba querido de la
humanidad. Pero mereca realmente los problemas? Podra seguir
mucho tiempo ms fingiendo ser esa mujer?
Por ahora evitaba el problema mirando fijamente los dibujos que
las gotas de lluvia hacan en el mugriento escaparate de la cafetera
mientras esperaba que se le enfriara el caf. Segua cada gotita de
agua con la mxima atencin mientras se una a otras y creaba
diseos aleatorios, pero de una profunda belleza, en el cristal. Perdi
diez buenos minutos en eso, pelando capas de la realidad para ver la
estructura subyacente al paso de las gotitas, intentando comprender
por qu la atraa tanto. Al final, se detuvo porque se dio cuenta que se
le estaba enfriando el caf.
A pesar de que sus compaeros de trabajo llamaran al caf "ese
sucio cieno que sirve Steve", Magdiel lo encontraba una fuente de
placer interminable. Tras cada sorbo se detena un instante y
saboreaba el sabor fuerte y amargo que se abra paso ardiendo hasta
quieren volar a una ciudad donde hay tal caos? Los disturbios y los
terremotos no son buenos para el negocio, ya sabes. Y lo que es ms,
tendrn hasta el ltimo chiflado religioso del planeta tratando de llegar
all despus del espectculo de antes.
Magdiel lo mir durante un momento, tratando de descubrir
adonde quera llegar. Entonces cay en la cuenta.
--Crees que soy una de ellos? Una chiflada?
--Bueno, parece raro que no hayas hecho nada desde que
llegaste a casa ms que tratar de conseguir un vuelo hacia all.
Pensaba que vosotros los hinduistas no creais en los ngeles --dijo
Tony, sentndose junto a su mujer y acercndosela.
--No soy hinduista --dijo Magdiel de forma automtica, repitiendo
como un loro la respuesta acostumbrada de Anila a las provocaciones
de su marido mientras se acomodaba entre los brazos de l. Su calor
en torno a ella la haca sentirse bien.
--Qu crees acerca de lo que viste esta tarde?
Tony baj la mirada por un momento, con los ojos llenos de amor
y de confusin. Entonces su pelo largo le cay por la cara de esa
forma que ella encontraba tan atractiva. Pareca estar pensando su
respuesta con cuidado, y Magdiel tuvo la breve esperanza de que ese
momento de intimidad durara para siempre.
--Nunca he sido religioso, ya sabes. S, mami y papi me mandaron
a la escuela dominical y toda esa mierda, pero nunca he credo
realmente. O sea, nadie cree en estos tiempos, o s?
--Ests evitando la pregunta, amor mo. Qu pensaste de lo que
se vio por televisin?
Ella supo la respuesta antes de que l hablara. Poda sentirla
agitndose en su interior, la recin nacida fe en algo.
--No lo s. Me gustara creer que fue algo. Se sinti como algo,
pero...
El silencio se mantuvo entre ellos durante algunos minutos.
Magdiel no tena intencin de romperlo. Quera or lo que l tena que
decir. l la mantuvo junto a s durante un poco, como si estuviera
inseguro y necesitara apoyo. Magdiel dud, y luego lo bes. l
retrocedi y le dedic una enorme sonrisa.
--Haca mucho que no besabas as.
--El ngel... --le apremi Magdiel, jugueteando con el lado de su
cuello.
--Oh, s, eso. Bueno, me gustara que hubiera pasado delante de
m. Cuando lo vi por primera vez en la tele pareca tan real, tan
Bazza result ser un tipo gordinfln con una camiseta sucia y una
interesante seleccin de tatuajes. Maldeca profusamente mientras
pulsaba una y otra vez el interruptor de la luz que haba junto a su
puerta principal. Las luces del apartamento se negaban
testarudamente a encenderse.
An maldiciendo, se abri paso hasta el saln, tanteando en
busca del telfono. Slo cuando su mano toc algo liso, muy fro y con
forma de brazo, not los ojos de fuego que lo miraban fijamente.
Mientras gritaba sorprendido, un golpe en la cara lo envi
por lo bajo. David la mir intrigado, y luego asustado cuando sinti que
su cuerpo empezaba a cambiar.
Magdiel observ con tristeza como su pelo encaneca. Una
telaraa de finas lneas se extendi por su piel, que lentamente fue
perdiendo flexibilidad a medida que las lneas se convertan en surcos
y luego en arrugas. Tras algunos momentos, su cuerpo ahora
envejecido perdi la fuerza para mantenerse arrodillado y cay hacia
delante. Mientras se desplomaba, su cabeza, ahora poco ms que un
crneo, se separ y se qued en las manos de ella. Ella la vio
desmoronarse, hasta que los restos polvorientos cayeron entre sus
dedos.
Magdiel se levant, se sacudi el polvo y se dirigi hacia la
puerta. Cuando pas junto a la mesa del recibidor, se detuvo un
momento y cogi las llaves de l. No se poda permitir tener un
esclavo, pero no tena sentido desperdiciar una residencia
potencialmente til.
FIN