Self-Improvement > Personal Growth">
BUNGE, CARLOS OCTAVIO - La Sirena (LIBRO COMPLETO) PDF
BUNGE, CARLOS OCTAVIO - La Sirena (LIBRO COMPLETO) PDF
BUNGE, CARLOS OCTAVIO - La Sirena (LIBRO COMPLETO) PDF
•A J • A ' A. ¿
A a a ^;'.>i4;v.^:;V:VA'Sv ^ t m -¿A X A W
} m a a :ú> m;mA?AAA:,^m
.•::v A ín^ A. AA/: - A A ' ^ ' - X\?A ^ ^ > y ' y ' . Í - ^ X ? ^
v ; 7
Í
R
t^VA^m Ahi:^f>:
.5 !
•A. *\ :•'
V
< . - . -
» -K 1 -,-"V
^ 1
v
1 o
> \1
T
i r
i
y i * >
> A Í
i ¿ i
i
7 S
'
•f
V
> 1. 1
i >
1
1
A
i b . * /
v J
Y
^NA
NARRACIONES W FANTÁSTICAS &
ESPASA-CALPE.S.A
MADRID ^
LA SIRENA
( N A R R A C I O N E S F A N T Á S T I C A S )
OBRAS COMPLETAS DE GARLOS OCTAVIO BUNGE
CIENTÍFICAS:
Historia del Derecho argentino. (Dos tomos.)
El Derecho.
Casos de Derecho penal.
Estudios Jurídicos.
Estudios Filosóficos.
Estudios Pedagógicos.
LITERARIAS:
LA SIRENA
(NARRACIONES FANTÁSTICAS)
ESPASA-CALPE, S. A.
MADRID
1 9 2 7
ES PROPIEDAD
L A APARICIÓN DE L A SIRENA
L A PESCA DE L A SIRENA
L A FUGA DE L A SIRENA
Lí SIRENA. s
EL PERRO INTERIOR
(CARTA CONFIDENCIAL DE UN HOMBRE DE CIENCIA)
I
ATISBOS
MATERIALIZACIÓN
SUPERVIVENCIA
TERESA
EL VOTO DE TERESA
— Ya lo sabrás, Lucas.
Asaltado por súbita idea, exclamé entonces:
— ¡Ah, ahora comprendo! No te has podido separar
de tu esposo, esposa querida, y me llevarás en cuerpo y
alma al valle de la Muerte. ¡Esta es la especial gracia que
Dios te ha concedido!... ¡Feliz idea tuviste al pedirla, por-
que yo tampoco hubiera podido separarme de ti!
Ella meneó negativamente la cabeza, y repuso:
— Nadie morirá antes de su hora. Nadie entrará antes
de morir en el valle de la Muerte...
— Si es así, ¿adonde me llevas? ¿Te irás tú para la
eternidad y me dejarás solo y . perdido?... — pregunté
angustiosamente, mirando las sombras que me rodeaban.
— Muy pronto debo, sí, dejarte solo en el mundo.
Pero antes de que yo exhale mi último suspiro, harás el
viaje más portentoso que cabe imaginar...
— ¿Serás tú mi guía?
— No. Yo esperaré tu vuelta aquí, en mi lecho de
muerte —. Y al cabo de un instante, díjome Teresa,
como Jesús a Lázaro: — Levántate y anda.
Obedecí como un sonámbulo. Andaba yo, casi a tien-
tas, por una senda opalina y sonrosada. A ambos lados
se extendían profusas y algodonosas nubes, que soles
invisibles teñían caprichosamente con todos los tintes
del iris: azul, anaranjado, amarillo, violeta, blanco, rojo...
Marchando solo por aquella senda, exclamé acongo-
jado:
— ¿Adonde voy?... ¿Adonde me mandas, Teresa?...
¿Qué voto has hecho al Altísimo, para que yo emprenda
tan extraña peregrinación por mundos ignorados?
Una voz lejana, muy lejana, que reconocí como de
mi pobre esposa, me respondió suavemente:
— Prosigue tu camino.
VIAJE A TRAVÉS DE LA ESTIRPE 69
DARWIN
LA GÉNESIS
¡ADELANTE!
EL HOMBRE-MONO
L A SIRENA. 7
VIII
EL HOMBRE PRIMITIVO
EL HOMBRE SALVAJE
EL HOMBRE CIVILIZADO
L A SIRENA;
I
— ¡Cía-vi-cor-dio!
— ¿Y no está colgado en esa sala algún retrato de
nuestro amado pariente el conde de Targes, el marido
de doña Inés?
Don Fernando se encogió de hombros y salió, se-
guido del vizconde, en dirección a la sala del clavicordio.
Manuel volvió a la cocina, bamboleándose y creyendo
haber soñado; pero la arcaica moneda atestiguaba la
realidad del supuesto sueño... ¡Y, más que la moneda,
su borrachera!
— Se han querido reir de ti — le observó Bautista.
Al día siguiente, también se quisieron reir de Bau-
tista. Pues Guy le pidió una tintura, con estas enigmáti-
cas palabras:
— Búscame pronto algo para teñirme el bigote otra
vez de negro, pues se me está destiñendo; y no quiero
volver al cuadro del Tintoretto sino como él me pintó,
con los mostachos ennegrecidos por la pasta que fabrica
maese Sabino, el barbero del rey.
Parece que una caja de betún ordinario substituyó
bastante pasablemente la antigua industria de maese
Sabino.
Todas estas cosas raras se comentaban, aunque par-
simoniosamente, en la antecocina. Acostumbrados al
respeto y a la obediencia, los criados se contentaban con
decir que esos nobles de provincia eran incansables bro-
mistas, ¡y nada más!...
Donde se decía mucho más era en la corte. Corrían
las versiones más extraordinarias. Hablábase vagamente
de una secreta compañía de titiriteros que el joven duque
albergaba en su palacio. Otros sospechaban que allí vi-
vía una comparsa de bufones, cuyo oficio era distraer,
a la antigua usanza, los ocios del magnate moderno.
EL ÚLTIMO SANDOVAL 141
L A SIRENA. 11
II
— ¡Eso la postra!...
— Disminuya la dosis.
Y se fué el médico, con sus anteojos y su reloj.
Requerida por Lita, miss Mary... salió a comprar las
agujas de madera y lana blanca, celeste y rosada. Se
hizo esperar mucho ella también. Pero, mientras vol-
vía, la madre vistió a Lita, la lavó, la peinó, le puso agua
de Colonia y la sentó en su silla rodante.
Poca lana trajo miss Mary. Como no alcanzaba para
las tres colchas pedidas por el hada madrina, Lita re-
clamó el doble más de lana de cada color... Su mamá le
dijo que aprendiese primero a tejer lo que tenía delante,
y comenzó a enseñarle...
Con gran sorpresa de su mamá, en un momento
aprendió Lita, toda ojos, los puntos del tejido. Antes
de la' hora de almorzar, ya tejía; bien que imperfecta-
mente, ¡ya tejía!... Como primeros ensayos, fabricó unas
tiras largas y desparejas y unos cuadraditos, aunque su-
cios y no sin nudos que revelaban tropiezos y equivo-
caciones.
Inmediatamente quiso comenzar su colcha blanca.
Nada pudo detenerla: ni las súplicas de su mamá para
que descansase, ni siquiera la severidad de que se armó
su padre, todavía vestido con su bonita bata azul ramea-
da de negro.
Rodeada de su padre, de su madre, de sus hermani-
tos y de miss Mary, ella seguía en su labor como una
brujita, teje que teje, teje que teje, teje que teje... Entre
sus purpurinos labios, contraídos por la atención, ace-
chaba su lengua, a la manera de una vecina curiosa que
se asoma por la ventana. Sus pequeñas manos parecían
dos arañas de cinco patas, apuradísimas en reconstruir
una tela rota por el viento.
III
— Tiene pecas.
Cristela le repuso:
— Haz de cuenta que sus pecas son las monedas de
oro de su dote.
El príncipe Fénix añadió:
— Su cabello es rojo y su cuerpo parece agobiado...
Mas Cristela le dijo:
— Piensa que, si tiene el cabello rojo, es porque no
sabe teñirse y no le gusta engañar, y que, si su cuerpo
se agobia, es porque siente sobre su espalda las penas de
todos los desgraciados... ¡Alégrate, hijo mío, de que sea
verdadera y buena!
No se alegró mucho el príncipe Fénix. Sólo aceptó
a la infanta Isaura para no entristecer a su madre... Y el
Papa mismo llegó de Roma expresamente para casarlos,
cabalgando sobre su caballo blanco y coronado con su
tiara. Seguíale un cortejo de rojas sotanas cardenalicias
y de violetas capas episcopales, tan largo y compacto
como un río que baja de las cumbres.
La princesita Isaura quería tanto a su esposo, que
cuando le miraba se quedaba mirándole, como un mi-
rasol que se adormece mirando el sol. No tenía otro pen-
samiento que servirle. En su bastidor le bordó unas za-
patillas con sus iniciales de perlas y rubíes. También
le bordó una relojera para el día de su santo; pero no
le puso iniciales, para que no se confundiese con las za-
patillas...
Cada noche, cuando el príncipe colgaba su reloj en
la relojera, y cada mañana, cuando se ponía las zapa-
tillas para ir al cuarto de baño, no podía menos de re-
cordar conmovido el cariño de su mujer. Y llegó a ido-
latrarla. Fué muy feliz. Fué también un buen rey, por-
que tuvo la suerte de que muriera pronto su abuelo y
190 C. O. BUNGE
TUCKER
PROCURADOS
PESADILLA GROTESCA 197
TUCKER
PROCURADOR
TUCKER
PROCUKADOE
L A SIETNA.
VII
Faginas.
LA SIRENA (TRÍPTICO) i
I. La aparición de la Sirena 7
II. La pesca de la Sirena 16
III. La fuga de la Sirena. 26
CIA) ..., 35
I. Atisbos 37
II. Materialización 44
III. Supervivencia 55
I. Teresa 61
II. El voto de Teresa 67
III. Darwin 71
IV. La génesis 77
V. Las primeras especies 82
VI. Adelante 88
VII. El hombre mono 93
VIII. El hombre primitivo 98
IX. El hombre salvaje 104
X. El hombre civilizado 108
286 ÍNDICE
Páginas.
-<'•
f. <•.
tfV ^ 1
- ^ f
-AAAAA'- ^VTÍ»- 0
1
1002228493
1
-A- , ;^ A-AAA'-^
A-.R'VA: / A ' A A.-;
C'L- < • - ' .'• • , ¡ - w ' , . "T-.j- 0 c
;~ ''/. ,->v> :
•- A «''J^
yvtó. A 'A
1
A, v Í a ^ V
: Aa
^AAAAíAAA AA< US lAy f.-.sÁ'?¿\ AA) A'AA. A <V
a a v , • •
: f
*A-Í < A ' O / ' V V A ^ V"A>;A < ,-. . •' A- *; : AAA. ^-VRV< •;• ¿ V ' K ;;
A A..
IÍÍAL -A «.V - A.<" é v V ' Í K Y:< AÍ'
I
¿~
R
éA>
v < A A ' A A A^ ; • *<rJ>A¡A. Af AAAASA A
{!•••: A: ^ SA (A KAA Á <:
A \/. S A \ ' t :
f r - ¡ V- -I,.;-. - A >....'-• V • . > *- . ' • f=
V%AA > A F ! ^ ^ ^ - v ? - ; ^
V <A ^TA/
7
L
/V
" < V ^ a A -U n
í. a - ; ' ^ v ^ y : -
>5AArA,y.
<• O'A:"
i' , -f. ..•• i * • f, . > •*.-.„•
ÍV
A
/ í : A vM/ ^^ - ra V, ; , AA' * A A A A N ; A(