Los Misterios Dolorosos Del Santo Rosario Son Meditados Los Martes y Viernes
Los Misterios Dolorosos Del Santo Rosario Son Meditados Los Martes y Viernes
Los Misterios Dolorosos Del Santo Rosario Son Meditados Los Martes y Viernes
Iniciamos
el rezo de estos misterios preferentemente frente alguna imagen de la Santísima Virgen
María (aunque no es indispensable) y con un Rosario bendecido entre las manos. Recuerde
que lo importante aquí, es meditar cada uno de los misterios mientras los acompañamos con
nuestras oraciones.
A modo de asistirle, podrá ver unas cajas llamadas “check-boxes”, mismas que puede
emplear a manera de “cuentas de Rosario” (en caso de no contar con uno) para registrar así
el progreso de su oración.
Llegados al huerto de Getsemaní, donde Jesús se había reunido muchas veces con sus
discípulos, se apartó del grupo, tomando consigo a Pedro, Santiago y Juan, a quienes les
confió, lleno de pavor y angustia: «Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí
y velad conmigo». Pero ellos no fueron capaces de acompañarle velando y orando. Jesús
fue y vino repetidas veces de la oración a la compañía de sus adormecidos discípulos. A
solas, cayó rostro en tierra, y suplicaba así: «Padre mío, si es posible, que pase de mí esta
copa, pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú»; «¡Abbá, Padre!; todo es posible
para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú»;
«Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya».
Entonces, se le apareció un ángel venido del cielo que le confortaba. Y sumido en agonía,
insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en
tierra. Finalmente, se levantó de la oración, fue donde los discípulos y les dijo: «¿Cómo es
que estáis dormidos? Levantaos y orad para que no caigáis en tentación; ha llegado la hora
en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores».
Después del prendimiento de Jesús en el Huerto, lo llevaron a casa del Sumo Sacerdote;
Pedro y otro discípulo lo fueron siguiendo, y se quedaron en el atrio. Allí empezó el
proceso religioso contra Jesús, que lo condenó a muerte, por reconocer que era el Mesías de
Israel y por confesar que era verdadero Hijo de Dios.
Las autoridades judías no podían por sí mismas ejecutar esa sentencia; por eso, cuando
amaneció, llevaron a Jesús ante el procurador romano y se lo entregaron. Pilato, al saber
que Jesús era galileo y por tanto súbdito de Herodes, se lo remitió; pero éste, después de
mofarse de Jesús, se lo devolvió.
Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, y les dijo: «Me habéis
traído a este hombre como alborotador del pueblo, pero yo le he interrogado delante de
vosotros y no he hallado en este hombre ninguno de los delitos de que le acusáis. Ni
tampoco Herodes, porque nos lo ha remitido. Nada ha hecho, pues, que merezca la muerte.
Así que le castigaré y le soltaré».
Pilato intentando liberar a Jesús, les hablo de nuevo pero ellos seguían gritando:
«¡Crucifícale, crucifícale!» Por tercera vez les dijo: «Pero ¿qué mal ha hecho éste? No
encuentro en él ningún delito que merezca la muerte; así que le castigaré y le soltaré». Pero
ellos insistían pidiendo a grandes voces que fuera crucificado y sus gritos eran cada vez
más fuertes. Finalmente, Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás,
condenó a Jesús, mandó azotarle y lo entregó para que fuera crucificado.
Después de haberse burlado de Jesús, los soldados le quitaron el manto de púrpura que le
habían echado encima, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle. Al salir,
encontraron a un hombre de Cirene llamado Simón, y le obligaron a llevar la cruz detrás de
Jesús.
Lo seguía una gran multitud del pueblo y también unas mujeres que se dolían y se
lamentaban por él. Jesús, volviéndose a ellas, les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por
mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos…».
Llevaban además otros dos malhechores para ejecutarlos con él. Llegados a un lugar
llamado Gólgota, que quiere decir Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores.
Las Letanías de la Virgen María se recitan al final del Rezo del Santo Rosario, ya sea
después de los 15 misterios o al final de los 5 misterios del día (si no tiene tiempo para
rezar los 15 misterios diarios que con tanta insistencia nos pide la Santísima Virgen María).
Las Letanías pueden ser también recitadas en cualquier momento pero su uso esta
ampliamente asociado con la devoción del Santísimo Rosario de la Virgen María.
Cristo, óyenos
Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos
Cristo, escúchanos
Santa María,
Ruega por nosotros (emplear esta respuesta de ahora en adelante).
Santa Madre de Dios,
Santa Virgen de las Vírgenes,
Madre de Cristo,
Madre de la Iglesia,
Madre de la divina gracia,
Madre purísima,
Madre castísima,
Madre siempre virgen,
Madre inmaculada,
Madre amable,
Madre admirable,
Madre del buen consejo,
Madre del Creador,
Madre del Salvador,
Madre de misericordia,
Virgen prudentísima,
Virgen digna de veneración,
Virgen digna de alabanza,
Virgen poderosa,
Virgen clemente,
Virgen fiel,
Espejo de justicia,
Trono de la sabiduría,
Causa de nuestra alegría,
Vaso espiritual,
Vaso digno de honor,
Vaso de insigne devoción,
Rosa mística,
Torre de David,
Torre de marfil,
Casa de oro,
Arca de la Alianza,
Puerta del cielo,
Estrella de la mañana,
Salud de los enfermos,
Refugio de los pecadores,
Consoladora de los afligidos,
Auxilio de los cristianos,
Reina de los Ángeles,
Reina de los Patriarcas,
Reina de los Profetas,
Reina de los Apóstoles,
Reina de los Mártires,
Reina de los Confesores,
Reina de las Vírgenes,
Reina de todos los Santos,
Reina concebida sin pecado original,
Reina asunta a los Cielos,
Reina del Santísimo Rosario,
Reina de la familia,
Reina de la paz.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios Para que seamos dignos de alcanzar las promesas
de nuestro Señor Jesucristo.
ORACIÓN
Te rogamos nos concedas, Señor Dios nuestro, gozar de continua salud de alma y cuerpo, y
por la gloriosa intercesión de la bienaventurada siempre Virgen María, vernos libres de las
tristezas de la vida presente y disfrutar de las alegrías eternas. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.