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EDITORIAL 5
AUTORES 139
DOI: 10.17151/rlef.2015.7.1.
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demográfica; los cuales, además, permiten cuestionar la contradicción entre la
violación a los derechos humanos y los derechos de los niños(as) en relación con
los instrumentos del derecho internacional y con las políticas antimigratorias que
incumplen las garantías de los niños(as) migrantes.
Desde la Argentina Eleonor Faur, investigadora del CONICET, nos presenta:
“El maternalismo en su laberinto. Políticas sociales y cuidado infantil en Argentina”;
donde analiza un conjunto de políticas sociales implementadas en la Argentina entre
los años 2002 y 2014, a través de tres programas destinados a sostener ingresos de los
hogares más relegados socialmente los cuales tienen hijos e hijas de hasta 18 años.
La autora se interesa en analizar las maneras en las que estos programas inciden
en la organización social y política del cuidado infantil. Examina los cambios y
continuidades que sucedieron entre estos programas desde una perspectiva de género.
Indagando en qué medida se facilita, mediante estos planes, la desmaternalización
del cuidado; o si, más bien, las políticas sociales perpetúan, con su accionar, una
concepción maternalista.
En el artículo los “Procesos de democratización familiar: posibilidad para
construir condiciones de transición hacia una sociedad del postconflicto armado en
Colombia”, de Jhoana Alexandra Patiño López de la Universidad de Caldas, la autora
argumenta su reflexión alrededor de la prioridad que tiene el país de transformar las
comprensiones y prácticas de la democracia, inclusive en la vida íntima y privada,
para construir condiciones favorables para una sociedad del posconflicto. Sus
deliberaciones, además, destacan los procesos de democratización familiar como una
posibilidad importante para una sociedad en transición.
“Políticas de vida, prácticas de sí en los contextos de fragmentación institucional”,
de Fabián Herrera Morales de la Universidad de Caldas, es el último artículo de
esta sección. En este, el autor reflexiona sobre los procesos de individualización y
las nuevas formas de organización familiar en relación con el papel de las políticas
públicas. Se parte de una aproximación a los regímenes de bienestar en el contexto
latinoamericano, pasando por los significados, tendencias e información estadística
sobre los hogares unipersonales en Colombia, para terminar con un acercamiento a
las prácticas del cuidado de sí en la experiencia del vivir solas y solos como alternativa
de bienestar y resistencia.
La segunda sección de este número, Interseccionalidad en los estudios de familia:
género, raza y sexualidad, contiene una interesante discusión de Juan Guillermo
Figueroa Perea del Colegio de México sobre “El ser hombre desde el cuidado de sí:
algunas reflexiones”. Los análisis y argumentaciones del autor giran alrededor de la
pregunta sobre si se puede ejercer violencia contra sí mismo, a partir de la discusión
con diferentes categorías consideradas al intentar interpretar procesos de salud y
enfermedad en diversos grupos de hombres.
6
El último artículo que cierra esta edición, es: “Cuidado, trabajo emocional y
mercado: los servicios estéticos y corporales”, de Luz Gabriela Arango Gaviria de la
Universidad Nacional de Colombia; en este la autora, a partir de los resultados de tres
investigaciones realizadas (una en Colombia y dos en Brasil), analiza las tensiones y
paradojas entre género, cuidado y mercado en los servicios de cuidado de la apariencia
desde una perspectiva de género. Su reflexión se organiza en torno a los efectos de
la profesionalización de los servicios de peluquería y manicure sobre el trabajo de las
mujeres; la mercantilización de las emociones en el trabajo de las manicuristas y las
dimensiones reparadoras del cuidado del cabello en salones ‘étnicos’ brasileños.
7
CAMBIOS Y TRANSFORMACIONES
EN LAS FAMILIAS LATINOAMERICANAS
CHANGES AND TRANSFORMATIONS IN LATIN AMERICAN FAMILIES
EL ABUELAZGO: ENLACE
INTERGENERACIONAL EN LA CRIANZA Y
CUIDADO DE LA PRIMERA INFANCIA*
Como citar este artículo:
Marín-Rengifo, A.L. y Palacio-Valencia,
Alba Lucia Marín-Rengifo**
M.C. (2015). El abuelazgo: enlace María Cristina Palacio-Valencia***
intergeneracional en la crianza y cuidado de
la primera infancia. Revista Latinoamericana
de Estudios de Familia, 7, 11-27.
Recibido: 29 de abril de 2015
Aprobado: 09 de diciembre de 2015
*
Este artículo es producto de la investigación: “El abuelazgo, una mediación del cuidado y la crianza en la primera
infancia: Manzanares, Marquetalia, Pensilvania y Marulanda”. Convenio interinstitucional entre la Universidad de
Caldas, Departamento de Desarrollo Humano y el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar regional Caldas.
Se realizó entre agosto de 2014 y enero de 2015.
**
Magíster en Estudios de Familia y Desarrollo. Universidad de Caldas, Manizales, Colombia. E-mail:
alba.marin@ucaldas.edu.co. orcid.org/0000-0002-9301-4166.
***
Es†udios de maestría en Ciencias Políticas. Universidad de Caldas, Manizales, Colombia. E.mail:
mcpv1950@gmail.com. orcid.org/0000-0001-8142-1779.
DOI: 10.17151/rlef.2015.7.2.
INTRODUCCIÓN
13
Alba Lucia Marín-Rengifo y María Cristina Palacio-Valencia
REFERENTE TEÓRICO-CONCEPTUAL
la sustitución de las figuras del padre y/o madre por ausencia física o emocional e
incapacidad o negligencia en los abuelos y las abuelas.
En otras palabras, el abuelazgo o la abuelidad (Noriega y Velasco, 2013)
conecta tres generaciones “el abuelo o la abuela, su hija o su hijo, que a su vez son el
padre o madre de su nieto o nieta” (gráfica 1).
Gráfica 1. Enlace intergeneracional en la vivencia del abuelazgo. Fuente: elaboración propia por parte de las autoras.
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Alba Lucia Marín-Rengifo y María Cristina Palacio-Valencia
simbólica con una intensa emocionalidad; la cual puede girar, paradójicamente, entre
la obligación impuesta del ejercicio de una maternidad o la paternidad subrogada
y la responsabilidad de maternar o paternar a hijos o hijas de sus hijos o sus hijas.
Una dinámica relacional y vinculante que se representa desde señalamientos de
“alcahuetería, permisividad, mala crianza, alcabuelos” hasta el agotamiento y el
desgaste de tener que asumir una obligación que ya no les corresponde. Aunque tanto
la una como la otra validan el reconocimiento o la imposición de lealtades parentales
y ciertas solidaridades intergeneracionales.
Esta carga emocional tiene un soporte en los planteamientos de Micolta,
Escobar y Maldonado (2013), en torno a algunas significaciones valorativas acerca de
la crianza y el cuidado:
(i) como pensamiento y acción implica reconocerlo por la solicitud de hacer
algo bien con recelo, preocupación y temor. Implica, además, estar alerta. Las autoras
piensan que el cuidado como locución verbal tiene una connotación de obligatoriedad.
(ii) En torno a la atención y el esmero, expresa el sentido de garantizar cierto
bienestar y blindar a los niños y las niñas frente a amenazas y daños.
(iii) Es una acción consciente y reflexiva, relacionada con un sentido ético.
Indica reconocimiento, diligencia, atención y acompañamiento a la otra persona.
(iv) Actividad cognitiva y emocional que enlaza y vincula, por lo menos a dos
personas: quien cuida y quien es cuidado; en este lazo circulan emociones positivas y
negativas que se derivan de las condiciones en las cuales se presenta el proceso tales
como las expectativas, los requerimientos y los acuerdos.
(v) Actitud de preocupación y compromiso según la necesidad y el beneficio,
así como la reciprocidad y la solidaridad. También puede contener valoraciones de los
lugares y las relaciones de poder y autoridad, al igual que de dominación y sumisión.
(vi) Atención sostenida e intensiva que puede conectarse con la configuración
de alianzas, lealtades y reciprocidades emocionales incluso legales.
METODOLOGÍA
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
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Alba Lucia Marín-Rengifo y María Cristina Palacio-Valencia
Yo procuro que los errores que haya cometido con mis hijas en la crianza,
no repetirlos con las nietas […] porque muchas veces uno dice que los
abuelos somos muy alcahuetes […] es cierto […] soy consciente de los
errores que tuve con mis hijas […] por eso, con mis nietas no voy a
cometer los mismos errores. Entonces es tratar de no repetir lo que hice
con mis hijas. (Grupo focal Manzanares)
Una mirada reflexiva que puede aludir a una especie de triple juego moral
y social: por una parte, asumir cierta forma de compensación emocional de no
repetición quizás por el descubrimiento de opciones menos autoritarias, democráticas
y más responsables en la crianza y el cuidado; por otra, la flexibilidad de la obligación
socializante y el desplazamiento del control de un proceso que ya no les corresponde;
y, por último, la significación de los cambios en el ejercicio del poder y la autoridad
en la crianza y el cuidado de los niños y las niñas según el reconocimiento de sus
derechos y capacidad de autonomía. Voces que enunciaron:
cuando tuve a los hijos, no tenía tiempo para dedicarles más amor, para
hacer con ellos lo que uno debe hacer como mamá… ahora, ya tenemos
el tiempo y una experiencia vivida con nuestros hijos […] entonces, ver
ese bebé y hacer con él lo que no hicimos con nuestros hijos […] darles
más amor, yo me siento que les estoy dando más amor y se vuelve uno
más alcahuete. (Grupo focal Marquetalia)
Reflexión crítica que acompaña otra visión del tiempo y cierta compensación
vital y emocional en clave de distinguir su participación en la crianza y el cuidado
de sus nietos y nietas. Con relación a la primera, el tiempo aparece como referente
significativo en lógicas de sus interacciones; hay un significado diferente al
acompañamiento en actividades tales como pintar, jugar, leer, estar pendientes de
su salud y su alimentación; al igual que saber lo qué hacen y con quién lo hacen,
expresarles afecto y valorar el bienestar físico, psicológico y social de los niños y
las niñas.
En cuanto a la compensación vital y emocional aparece como argumento y
justificación la alcahuetería; una estrategia que de cierta manera les permite pagar
una deuda y saldar una culpa. Una dinámica que se observó de manera significativa
en la participación periférica de los abuelos y las abuelas.
Dos aspectos que se derivan de la distinción planteada frente a la crianza y el
cuidado. La crianza es orientar y formar desde los sistemas de significación social
(normas, valores y sanciones).
Mientras que cuidar es una atención puntual, de vez en cuando, donde no hay
tanta obligación:
criar es lo que hago yo con ella desde acostarse y levantarse con ella y
todo, y cuidar es cuando me traen el nieto que yo lo voy a tener unos
días, que yo lo cuido unos días, lo voy a cuidar bien, lo voy atender bien,
lo voy a querer, eso es cuidar. (Entrevista, Manzanares)
La entrada a las condiciones del abuelazgo enfrentó a los abuelos y las abuelas a
paradojas emocionales y afectivas. Reconocen cierto sacrificio, renuncia y resignación;
así como la culpa y la deuda relacionada con algunas concepciones morales, religiosas
y sociales respecto al qué dirán y a la crítica sobre la crianza que le dieron a sus propios
hijos e hijas, al abandono y el incumplimiento de estos ante las nuevas obligaciones
y al peso de cierta amenaza de acciones legales e institucionales debido a la situación
que pueden llegar a tener sus nietos y nietas. Señalan los nuevos discursos, sobre los
derechos de los niños y las niñas y los cambios en la crianza, con cierta nostalgia
por un tiempo anterior vinculado con certezas y confianzas sociales; además, de la
obediencia al padre real o simbólico.
Esta paradoja del abuelazgo expresa una fragilidad del sentimiento (Ricouer,
2004), que se confunde con el anclaje de una ideología familística (Barrett y McIntosh,
1991) la cual argumenta una razonabilidad afectiva en los valores altruistas de la
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Alba Lucia Marín-Rengifo y María Cristina Palacio-Valencia
Una obligación que indica los diversos matices relacionados con el abuelazgo
respecto a las condiciones de entrada, la organización de la cotidianidad y el tipo de
participación; matices entrelazados por condiciones de ser temprano y no esperado,
esperado pero impuesto por la separación de la pareja y esperado o no ante la
migración interna o externa de la madre o el padre.
Tengo muchos problemas con ella […] si ella llama, dice que es la mamá
pero ella no hace el papel de mamá bien […] como debe de ser […]
yo fui la culpable de que ella no fuera mamá y de que ella me hubiera
dejado la obligación […] quería que saliera adelante […] que estudiara,
que hiciera algo […] y yo le decía: váyase a Argentina, pues, y estudia
y trabaja y me colabora con la niña económicamente. (Entrevista,
Manzanares)
Yo le dije […] no Carolina […] qué pereza, tan ligero nosotros abuelos,
no hemos terminado con los hijos para estar empezando otra vez […].
Es que volver a empezar no es fácil […] en ese momento me dio como
nostalgia pero uno va asumiendo las cosas. (Entrevista, Manzanares)
Esta manera imprevista de irrupción del abuelazgo indica una fusión entre
una visión convencional, transicional y moderna de asumir la responsabilidad y la
obligación de la crianza y el cuidado de los nietos y las nietas. De manera convencional,
es la respuesta a la resignación de asumir el abuelazgo como la obligación de apoyo
y colaboración que se les debe brindar a los hijos y las hijas con la participación
directa en la crianza y el cuidado de los nietos y las nietas, con la valoración de
su propia maternidad y paternidad y la continuidad de los proyectos individuales.
Aquí, se produce la mediación del abuelazgo en una doble connotación moral afectiva
y económica.
Respecto a una aceptación transicional los abuelos y las abuelas brindan
sin desconocer la obligación económica de sus hijos y sus hijas, aceptando una
participación puntual entre central y periférica que se traduce en un apoyo más
moral y afectivo que económico. Mientras que en una apuesta más moderna se
reconoce la participación y el apoyo periférico centrado en el cuidado sin desplazar
ni sustituir la figura del padre o la madre en la crianza y el cuidado con una referencia
moral y afectiva.
Estas tres líneas también se relacionan con las formas de organización familiar,
a saber: la familia multigeneracional o extensa, con la presencia de abuelos o abuelas,
la cual asume el abuelazgo con la participación directa en la crianza del nieto o nieta
y con los que convive o tiene corresidencia; las familias nucleares, con la presencia del
abuelo o abuela, con una atención puntual en el cuidado, donde este ejercicio se torna
periférico y donde los nietos y las nietas no conviven con el abuelo o abuela.
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Alba Lucia Marín-Rengifo y María Cristina Palacio-Valencia
Se vive, porque, como se dice, ya no hay esa energía. Ya con los años, uno
se cansa con cualquier cosa y más con niños que a todo momento están
corriendo, todo lo quieren coger y uno está detrás de ellos […] y se van
de un lado para otro […] llega un momento en el que uno dice […] no
más […] me desesperó […] voy, lo meto en el corral y me salgo para el
1
La noción de desfamiliarización proviene de los análisis feministas sobre la organización social del cuidado.
Alude a las condiciones de los regímenes del Estado de bienestar, respecto a su desfamiliarización, en un estándar
de vida aceptable, más allá de la familia (Esquivel, Faur y Jelin, 2012).
2
Estas tendencias en la noción de la desfamiliarización corresponden a la vinculación institucional de los niños
y las niñas a los centros de desarrollo infantil en los cuatro municipios de la investigación; lo que no permite
disponer de datos de otra tendencia del abuelazgo como alternativa a la desfamiliarización de la crianza y el
cuidado.
Enlace intergeneracional
23
Alba Lucia Marín-Rengifo y María Cristina Palacio-Valencia
normativo y a los abuelos con acciones más flexibles. Aunque, en este dualismo,
se encuentra la fisura de la resignificación del afecto en la mirada masculina.
No obstante, en esta precisión, se hace más visible la presencia de un vínculo estrecho
entre los nietos y las nietas con los abuelos y las abuelas que con sus padres y madres.
Esta predilección está asociada, quizás, a la experiencia de la formación entre la
exigencia del cumplimiento a la norma (papel del padre y la madre) y la trasgresión
de esta (papel del abuelo y la abuela).
CONCLUSIONES
25
Alba Lucia Marín-Rengifo y María Cristina Palacio-Valencia
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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27
EL CUIDADO EN EL MARCO DE LA MIGRACIÓN
INFANTIL
Como citar este artículo: Eduardo Andrés Sandoval-Forero*
Sandoval-Forero, E.A., Román-Reyes, R.P.
y González-Becerrilel, J.G. (2015). Cuidado Rosa Patricia Román-Reyes**
en el marco de la migración infantil. Revista Juan Gabino González-Becerril***
Latinoamericana de Estudios de Familia, 7,
28-44.
Recibido: 25 de febrero de 2015
Aprobado: 09 de diciembre de 2015
*
Doctor en Sociología. Universidad Autónoma del Estado de México, Ciudad de México, México. E-mail:
esandovl@uaemex.mx. orcid.org/0000-0003-1659-7588.
**
Doctora en Estudios de Población. Universidad Autónoma del Estado de México, Ciudad de México, México.
E-mail: rpromanr@uaemex.mx. orcid.org/0000-0001-5874-9207.
***
Doctorando en Estudios de Población. Universidad Autónoma del Estado de México, Ciudad de México,
México. E-mail: jggonzalezb@uaemex.mx. orcid.org/0000-0003-4274-4203.
DOI: 10.17151/rlef.2015.7.3.
Key Words: child migration, child care, children rights, international law, anti-
immigration policies.
INTRODUCCIÓN
E n las discusiones recientes sobre migración hay varios fenómenos entre los
que destaca la condición humanitaria que viven los migrantes, en particular
los menores de edad cuya migración resulta relevante desde cualquier punto de vista.
Es importante cuantitativamente porque los datos apuntan a que migran miles de
niños, niñas y adolescentes mexicanos a Estados Unidos; muchos de los cuales son
detenidos en la frontera controlada por la patrulla fronteriza, las bandas de traficantes
de personas, policías de los tres niveles de gobierno, elementos del ejército y la armada
mexicana, así como el personal del Instituto Nacional de Migración (INM) que se
encarga de la administración de las estaciones migratorias.
29
Eduardo Andrés Sandoval-Forero, Rosa Patricia Román-Reyes y Juan Gabino González-Becerril
METODOLOGÍA
Para lograr el objetivo central de este artículo se optó por utilizar el método
comparativo, el cual es una herramienta de análisis que permite estudiar situaciones
31
Eduardo Andrés Sandoval-Forero, Rosa Patricia Román-Reyes y Juan Gabino González-Becerril
A partir de allí, se han hecho diversos trabajos entre ellos “La migración
infantil: un problema acuciante” de Gabriel Mario Santos Villarreal en 2009.
Dicho autor reconoce el ascenso de la migración infantil en su forma irregular, su
fragilidad e indefensión, haciendo hincapié en la trata de menores y sus consecuencias
al igual que los mecanismos de repatriación. La parte final del texto trata sobre los
instrumentos internacionales de defensa de los menores. Silva (2010) analiza la niñez
migrante retornada y destaca los riesgos en la migración, así como una cadena de
factores asociados al fenómeno.
Por su parte, Mancillas (2009) expone diversos temas como son: los menores
hijos de migrantes que permanecen en México a la espera del regreso de sus padres;
menores que migran a Estados Unidos en condición de tránsito; los menores e hijos
de migrantes mexicanos en Estados Unidos y menores migrantes en la frontera
Norte; los cuales plantean desafíos ante su invisibilidad y vulnerabilidad.
Aguilar (2012) en su trabajo, “Migración de menores de edad Estados Unidos-
México en el período 2000-2010: ¿retornados o inmigrantes?”, justamente, trata el
tema de los menores de retorno y para ello hace algunas estimaciones y caracteriza
demográficamente a los menores retornados según el lugar de nacimiento.
El más reciente trabajo de Olvera et al., intitulado “Migración de jóvenes,
adolescentes y niños mexiquenses a Estados Unidos: una lectura sociodemográfica”
(2014), propone las características sociodemográficas de la migración de menores
mexiquenses y sostiene la importancia de que se considere este tema en las leyes
nacionales y estatales.
Por su parte, las instituciones públicas también han estado al pendiente de
este fenómeno migratorio. Por ejemplo, el Instituto de los Mexicanos en el Exterior
(IME) ―órgano desconcentrado de la Secretaría de Relaciones Exteriores― reporta
que de los 30’7 millones de hispanos residentes en Estados Unidos hasta 2008, 65,5 %
correspondía a mexicanos. En ese mismo año, el Census Bureau de los Estados Unidos
estimaba que residían en ese país 11’8 millones de personas que declararon haber
nacido en México; de los cuales alrededor de 8 % eran niños menores de 15 años.
Según datos del Centro de Estudios Migratorios del Instituto Nacional de
Migración tan solo de enero a septiembre de 2009 fueron repatriados un total de
21220 menores de edad de Estados Unidos a México; de los cuales: 13110 regresaron
sin compañía y 8110 con algún familiar; 1782 eran menores de 11 años y el resto
contaba entre 12 y 17 (19438). De estos, 16552 pertenecían al sexo masculino y 4668
al sexo femenino (Santos, 2009).
De acuerdo a las cifras publicadas por la Secretaria de Relaciones Exteriores
(SRE) del 1 de enero al 31 de mayo de 2014, la red consular mexicana proporcionó
asistencia a 7847 menores mexicanos no acompañados procedentes de Estados
Unidos en su proceso de repatriación a México.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
LA MIGRACIÓN DE MENORES MEXICANOS AL EXTERIOR Y
LOS RETORNOS
México vive un proceso migratorio dinámico al exterior de sus fronteras. Por
tal motivo, algunas características de movilidad espacial de la población menor de
edad tienen un interés especial tanto para aquellos que deciden la política pública
como para la académica y las organizaciones no gubernamentales.
En los temas recientes sobre la migración internacional en México abundan
los estudios relacionados con historia, cambios en su monto, creciente participación
femenina, remesas, menores repatriados y otros temas emergentes. Sin embargo, los
relacionados a la protección y cuidado de la migración de menores de edad son escasos.
Antes de pasar a analizar este tema, es imprescindible conocer algunos datos
relevantes: primero que nada tenemos que los migrantes menores, aquellos que tienen
entre 0 y 14 años de edad, aumentaron entre 2000 y 2010. Es decir, la cifra pasó
de 87062 niños emigrantes en 2000 a 157035 menores involucrados en migración
internacional en 2010 (figura 1). Con dichas cifras es posible afirmar que se registró
un incremento igual al retorno de menores de 15 años, al pasar de 19 mil en 2000 y a
42 mil en 2010 (figura 1). De ellos, más del 90 % se dirigió hacia los Estados Unidos.
Migración
internacional
infantil México-
Estados Unidos
2010: niños
2000: niños
emigrantes,
emigrantes, 87062
157035
Figura 1. Migración internacional infantil México-Estados Unidos. Fuente: elaboración propia de los autores a
partir de datos de los Censos de Población 2000 y 2010 del INEGI.
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Eduardo Andrés Sandoval-Forero, Rosa Patricia Román-Reyes y Juan Gabino González-Becerril
16,0
13,4 13,3 18,0
14,0 Porcentaje 2000-0-14 16,0 Porcentaje2000 0-14
13,2
12,0 14,0
10,0 Porcentaje 2010-0-14 12,0 10,8
Porcentaje 2010 0-14
8,0 10,0 7,97,4
8,0 6,6
6,0
6,0
4,0 4,0
2,0 2,0
0,0 0,0
Michoacán de…
Veracruz de Ignacio…
Veracruz de Ignacio…
Nayarit
Oaxaca
Sonora
Colima
Aguascalientes
Morelos
Guanajuato
Hidalgo
Tlaxcala
Baja California
Quintana Roo
Yucatán
Chihuahua
Total
Coahuila de Zaragoza
Jalisco
Colima
México
Durango
Distrito Federal
Puebla
Tamaulipas
Nuevo León
Morelos
Chiapas
Tabasco
Oaxaca
Campeche
Chihuahua
Yucatán
Gráficas 1 y 2. Porcentaje de niños mexicanos emigrantes y migración de retorno por entidad federativa a Estados
Unidos (2000-2010). Fuente: elaboración propia de los autores a partir de datos de los censos de población y
vivienda 2000 y 2010 del INEGI.
44,4 49,5
Hombre 50,5 Hombre
55,6
Mujer Mujer
Fuente: elaboración propia de los autores a partir de datos de los censos de población y vivienda 2000 y 2010
del INEGI.
35
Eduardo Andrés Sandoval-Forero, Rosa Patricia Román-Reyes y Juan Gabino González-Becerril
Fuente: elaboración propia de los autores a partir de datos del INEGI, 2000-2010.
37
Eduardo Andrés Sandoval-Forero, Rosa Patricia Román-Reyes y Juan Gabino González-Becerril
Al igual que los adultos, los niños, niñas y adolescentes no migrantes también
se ven beneficiados con mayores oportunidades de desarrollo como consecuencia del
aumento de los ingresos de su familia; pudiendo directamente o a través de las remesas
recibir alimentación, vivienda, educación y salud; de forma tal que seguramente no
hubiese sido posible sin la migración.
Las remesas permiten financiar la educación de los niños, prevenir deserciones
y contribuir así a evitar el trabajo infantil o migrar. Sin embargo, las familias con
intención de migrar tienden a invertir menos en la educación de sus hijos porque
suponen que esta no será reconocida ni relevante en el país de destino. En el caso
de los niños y las niñas migrantes, nuevas oportunidades educativas chocan con las
dificultades de adaptación a nuevos programas escolares en especial por ser en un
idioma totalmente desconocido.
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Eduardo Andrés Sandoval-Forero, Rosa Patricia Román-Reyes y Juan Gabino González-Becerril
Este mapa describe y proporciona los datos de los Estados patrocinadores de menores no acompañados en Estados
Unidos, en el período del 1 de enero al 31 de julio de 2014.
Esto ayudará a aprovechar los efectos positivos de la migración, al mismo tiempo que
se abordaran sus riesgos y repercusiones negativas. En varios instrumentos de las leyes
internacionales sobre derechos humanos se reconocen derechos sociales, económicos
y culturales a todas las personas que residan en un Estado. En la Convención se señala
una serie de derechos que deben garantizarse a todos los niños incluyendo el derecho
a ser inscrito al nacer, a vivir en un entorno familiar, a gozar de un nivel accesible de
atención sanitaria, a acceder a la educación y a estar protegido de cualquier tipo de
violencia, abuso y explotación, sin distinción de nacionalidad o situación migratoria.
Sin embargo, el reconocimiento de este núcleo de derechos que no pueden
ser negados a ninguna persona, sobre ninguna base, en ninguna jurisdicción, ha sido
obstaculizado por la aprobación en muchos Estados de marcos legales y normativos en
los que se hace hincapié en el concepto de ciudadanía y se distingue entre ciudadanos
y no ciudadanos de cada país. Para que este conjunto de derechos sea reconocido
debe haber colaboración entre los países de origen, tránsito y destino. Un primer
paso es el de abordar el crítico desafío que representa la migración para niños, niñas
y adolescentes (Feuk et al., 2010).
En un estudio realizado recientemente por la Universidad Nacional de Lanús,
sobre la situación irregular de la niñez migrante en América Latina y el Caribe, se
llegó a la conclusión de que hacen falta normas, reglamentaciones y políticas públicas
que estén dirigidas a proteger a los menores migrantes en especial en el contexto
de la migración irregular. En el documento se destacan los complejos problemas
que han surgido de las prácticas y políticas que tienen como objetivo regular las
corrientes migratorias en términos de entrada, residencia y expulsión las cuales han
derivado en la violación de derechos humanos de los menores que están en tránsito.
Con algunas excepciones, en la mayoría de los países de la región, no se ha reconocido
el derecho a la unidad o reunificación familiar dentro de las legislaciones nacionales;
lo que significa que los niños están siendo separados de sus padres por largos períodos
de tiempo. Hay varias situaciones comunes en la región donde se debería procurar la
reunificación familiar. Por ejemplo: cuando los padres desean reunirse con sus hijos
que han emigrado no acompañados por ellos; el caso de niños que quedaron en su país
de origen y tienen que reunirse con sus padres en el país al que estos han emigrado y
en casos originados en el contexto de un proceso de deportación (Feuk et al., 2010).
En la mayoría de los países de América Latina y el Caribe no hay leyes
migratorias que aborden explícitamente el tema de los derechos económicos, sociales
y culturales de los menores migrantes y sus familias. Esto significa que, en la práctica,
las políticas públicas no protegen estos derechos y existen pocos programas para la
protección y el tratamiento adecuado de las necesidades específicas de los niños.
Esta brecha legal y la falta de servicios especializados derivan en la negación del acceso
a la educación, la salud y otros tipos de apoyo social; además, generan situaciones
de explotación infantil laboral o sexual. Por tanto, se estaría transgrediendo la
mencionada Convención sobre los Derecho del Niño (Feuk et al., 2010).
41
Eduardo Andrés Sandoval-Forero, Rosa Patricia Román-Reyes y Juan Gabino González-Becerril
CONCLUSIONES
situaciones que les auguran junto con su familia un nulo porvenir; viéndose obligados
a emigrar en busca de condiciones humanas menos penosas.
43
Eduardo Andrés Sandoval-Forero, Rosa Patricia Román-Reyes y Juan Gabino González-Becerril
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*
Agradezco los comentarios y sugerencias de los dos evaluadores anónimos de la revista.
**
Doctora en Ciencias Sociales. CONICET, Buenos Aires, Argentina. E-mail: eleonorf@gmail.com.
orcid.org/0000-0002-7993-1216.
DOI: 10.17151/rlef.2015.7.4.
INTRODUCCIÓN
47
Eleonor Faur
49
Eleonor Faur
año 2005; la cual se incorporó al Plan Familias (MTEySS, 2005), y que analizaremos
más adelante. El PJJHD no ofreció a las mujeres ni a las familias ningún tipo de
asistencia ni de servicios para el cuidado de sus hijos e hijas. En su diseño, esto no
aparece como un problema que el Estado deba encarar para facilitar la salida de la
pobreza de las “jefas de hogar desocupadas”.
Con la llegada de Néstor Kirchner al gobierno, en 2003, habiendo sido
superados los más duros azotes de la crisis y en un contexto de reactivación del empleo,
en la Argentina hubo un paulatino recambio en el área de los programas sociales.
En 2004 se lanzó el Plan Familias por la inclusión social, que procuró funcionar
como una ‘salida’ (o derivación) al PJJHD. Los beneficiarios fueron las ‘familias’ en
situación de pobreza con hijos menores de 19 años, así como mujeres embarazadas
que no percibían subsidios por desocupación ni asignaciones familiares ni becas de
retención escolar. La madre era la titular del subsidio y la prestación consistía en
un subsidio mensual calculado en proporción al tamaño de la familia a partir de un
mínimo de 185 pesos mensuales por hijo o mujer embarazada, con 30 pesos por cada
hijo adicional, hasta un máximo de 6 hijos y 305 pesos. El PF nunca llegó a alcanzar
sus metas de cobertura, definidas en 700000 familias. De acuerdo con los informes
ministeriales de la época, el 94,4 % de sus beneficiarias fueron mujeres (Faur, 2009).
En lugar de brindar una contraprestación laboral, como en el caso del PJJHD,
las mujeres que recibían el subsidio se comprometían a ocuparse de la escolaridad y la
salud de sus hijos menores de 19 años. Las contraprestaciones en salud consistían en
controles periódicos según la edad de los niños y la presentación de los certificados de
vacunación. Las contraprestaciones en educación requerían certificar, trimestralmente,
la asistencia a la escuela de los niños entre 5 y 18 años. La presentación de dichos
certificados frente a la autoridad ejecutora del programa constituía un requisito para
mantenerse como beneficiaria. El criterio de ser ‘madre’ para recibir el subsidio fue
uno de los pilares centrales del programa. Pese a este sesgo, no hay ninguna mención
positiva de empleo para las beneficiarias. De hecho, si un beneficiario varón del PJJHD
deseaba cambiar el subsidio por el del PF debía cambiar también la titularidad para
pasársela a la mujer (Campos et al., 2007). La naturalización y promoción política de
la figura madre-cuidadora solo admitía una razón fehaciente y ‘extraordinaria’ como
justificación para modificar la titularidad femenina del subsidio; el cual, en última
instancia, estaba destinado no a ella sino a los niños del hogar (Faur, 2014).
En conjunto, podría decirse que estos programas consiguieron sostener los
ingresos del universo de hogares que alcanzaron pero sobrevaloraron su capacidad
de atender las complejas y variadas facetas de la pobreza; en tanto que en toda
Latinoamérica persisten rasgos estructurales que hacen a la distribución desigual de
los recursos, sostienen mercados laborales altamente estratificados, obstaculizan el
acceso a servicios de igual calidad para toda la población, presionan los presupuestos
de los hogares más pobres mediante una política fiscal regresiva y, por último,
51
Eleonor Faur
A lo largo del período analizado se observa que, con el correr de los años, los
programas de transferencias de ingresos no solo modificaron los criterios de elegibilidad
y las coberturas sino que de manera significativa fueron ‘puliendo’ su definición de los
titulares de los subsidios: primero fueron los jefes y las jefas, luego las madres como
representantes de las ‘familias’ y finalmente los niños, niñas y adolescentes. De este
modo se delinearon perfiles particulares a los sujetos destinatarios de los beneficios
―y requisitos― sociales en función de la o las posiciones que cada quien adscribiría
en el hogar y la comunidad, así como de la responsabilidad que el Estado le asignaba
en cuanto al bienestar de la infancia y la adolescencia. Así que aquello que en el
PJJHD podía detentarse como un beneficio concebido a título personal, y recibido
en carácter de “jefa de hogar desocupada”, en el PF (y para las mujeres que ‘migran’
de uno a otro) se tornaba en un subsidio cuyos auténticos destinatarios no fueron las
mujeres sino sus familias.
Existe una gran diferencia entre observar a las mujeres como jefas de hogar
o como madres. Más allá de una cuestión semántica, esto acarrea significados más
profundos en relación con los derechos y las asignaciones respecto del cuidado; en la
medida en que se codifica (o no) las relaciones de género como una plataforma de
desigualdad construida. En el contexto argentino, así como el PJJHD significó un
avance en cuanto a considerar a la “jefa de hogar desocupada” a la par de los ‘jefes’
y reconocer que las mujeres no solo son madres y esposas sino también potenciales
trabajadoras y destinatarias por derecho propio de un plan social que las titularice
53
Eleonor Faur
como tales, a medida que la crisis fue menguando fueron los hombres quienes
consiguieron empleo y abandonaron el plan mientras que las mujeres permanecían
‘inactivas’. A partir de entonces, fueron denominadas ‘inempleables’ (MTEySS,
2005); es decir que fueron consideradas carentes o personalmente deficitarias para
ser elegidas por la demanda de fuerza de trabajo. En el tránsito entre el PJJHD y
el PF puede verse una alteración de los supuestos subyacentes a la división sexual
del trabajo y el cuidado en las familias de los sectores populares. Esta reorientación
recuperó un cariz maternalista, de larga tradición en las políticas sociales argentinas,
que asocia sujetos (jefes(as), madres entre otras) y roles (proveedor(a), cuidadora) con
el argumento ‘esencialista’ (Nari, 2004).
Jerarquizar el lazo maternal al extremo de convertirlo en la condición necesaria
para percibir las transferencias condicionadas indica una clara perspectiva en la
construcción social del género, mediante la modelización de lo que significa ser una
“buena madre” en los contextos de pobreza. Este nuevo giro hacia las viejas categorías
puso de relieve las bases normativas de la relación entre las políticas sociales y las
mujeres; aunque, al mismo tiempo, echó por tierra el avance simbólico alcanzado con
el PJJHD: el hecho de sostener que ser mujer, pobre y trabajadora (aún desocupada),
era una situación posible que la política social destinada a los hogares de bajos
ingresos podía, cuando menos, reconocer. Sin embargo, la cuestión de clase se asoció
a la diferenciación social y cultural de las jerarquías de género al igual que a finales
del siglo XIX; así:
Tal como observó Molyneux (2007) para el caso de México, las mujeres
(madres) aparecen como recursos de la política social en tanto mediadoras del
bienestar de los hijos. En el caso argentino comprendemos que las mujeres son vistas
exclusivamente como madres cuando, dentro del marco de los planes de transferencia
de ingresos, su salud solo adquiere el estatus de un factor pasible de ser atendido
(como una contraprestación obligatoria) en el momento del control del embarazo
mas no como parte de la planificación de la fecundidad (y, por ende, sin considerar
el deseo de las parejas o de las mujeres con respecto a tener hijos o no y cuántos y
cuándo tenerlos). Esta omisión de una mirada integral en el diseño de los planes pone
de manifiesto que las mujeres destinatarias son percibidas por el Estado a partir de su
vínculo con la prole, antes que como personas con necesidades particulares y sujetos
de derechos por ley.
1
El nivel inicial fue obligatorio desde los 5 años entre 1993 y 2014. En 2015, se aprobó una ley que anticipa la
obligatoriedad a la edad de 4.
55
Eleonor Faur
tiene un empleo de baja calidad (el 34,1 % de ellas está inserto en una ocupación
informal y el 18,1 % en el servicio doméstico) y sus ingresos tampoco se comparan
con aquellas que se insertan en trabajos formales y que aportan el 54,5 % del ingreso
total del hogar (Observatorio de la Maternidad, 2012).
Los límites del mercado de trabajo se superponen, para estas mujeres, con la
persistencia de patrones de división sexual del trabajo en el interior de los hogares y
con el escaso o nulo acceso a servicios públicos para el cuidado de sus hijos; por lo que
aquellas que consiguen un empleo deben recurrir a las redes familiares o a los servicios
privados para cubrir esta necesidad. En este escenario, gran cantidad de mujeres de
los sectores populares quedan ‘atrapadas’ entre las responsabilidades domésticas y
comunitarias a menudo confinadas a un sinnúmero de actividades impagas, aunque
altamente intensivas en mano de obra. Para ellas, el ingreso y la permanencia en el
mundo del trabajo remunerado, es una realidad compleja solo ineludible si son jefas
de hogar (Faur, 2014).
Leídos desde el género, la novedad de los programas de transferencias
condicionadas de ingresos fue la de haber dado visibilidad al trabajo doméstico no
remunerado de las mujeres como una dimensión necesaria para el bienestar de las
familias. De este modo, las políticas sociales tienden a apelar al rol materno y altruista
de las mujeres en detrimento de la mercantilización de su trabajo; fortaleciendo así, su
dependencia económica respecto de otros miembros del hogar que presuntamente se
encontrarían en mejores condiciones de proveer los ingresos para el bienestar familiar.
Aun así, se genera una paradoja: tal como es cierto que al centrar las provisiones en las
mujeres y disminuir las condicionalidades esperadas de las madres la política estatal
reconoció la notable diferencia en la distribución del tiempo que en promedio se
reparte entre actividades remuneradas y no remuneradas según el género, también
hay que subrayar que el reconocimiento de una diferencia de ‘roles’ no siempre
implica ―ni convive en buenos términos con― la búsqueda de mejores condiciones
de igualdad y de ampliación de elecciones para mujeres y hombres. Como destacó
Ellingsaeter (2007): “si el reconocimiento se conceptualiza como la valorización de
ciertas identidades grupales, por ejemplo, identidades tradicionales de género, tiende
a promover la reificación de estas identidades, colocando presiones morales sobre los
individuos” (p. 51). Identificar y asociar términos, conceptos, acciones e instituciones
a una determinada situación tiende a cristalizarla. En este caso, la contracara del
reconocimiento del papel materno se expresa en que las mujeres no siempre son
percibidas como trabajadoras (de hecho o de derecho). Mediante la asignación de
responsabilidades diferenciales en función de clase y género, vemos que las políticas
y programas analizados parecieran encasillar a las mujeres en el espacio de la
domesticidad o del voluntariado social sin promover sus posibilidades de articular la
actividad comunitaria y familiar con la oportunidad de percibir un ingreso y participar
en el mercado laboral.
57
Eleonor Faur
CONCLUSIONES
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61
PROCESOS DE DEMOCRATIZACIÓN FAMILIAR:
POSIBILIDAD PARA CONSTRUIR CONDICIONES
DE TRANSICIÓN HACIA UNA SOCIEDAD DEL
POSCONFLICTO ARMADO EN COLOMBIA*
Como citar este artículo:
Patiño-López, J.A. (2015). Procesos de
Jhoana Alexandra Patiño-López**
democratización familiar: posibilidad para
construir condiciones de transición hacia Recibido: 20 de abril de 2015
una sociedad del posconflicto armado en Aprobado: 09 de diciembre de 2015
Colombia. Revista Latinoamericana de
Estudios de Familia, 7, 62-79.
*
El presente artículo es el resultado de los trabajos y actividades de investigación realizadas en el marco del
GT Familia y Género en Dinámicas Transnacionales y locales, así como en la investigación “Las escuelas como
territorios de paz” desarrollada entre el 2011 y el 2013 en el Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud.
**
Magíster en Educación y Desarrollo Humano. Universidad de Caldas, Manizales, Colombia. E-mail:
johanna.patino@ucaldas.edu.co. orcid.org/0000-0002-8431-7317.
DOI: 10.17151/rlef.2015.7.5.
INTRODUCCIÓN
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Jhoana Alexandra Patiño-López
En este sentido resulta urgente preguntar por el lugar que ocupan las familias
como actores del desarrollo social y político en los procesos de democratización de
una sociedad como la colombiana. En otras palabras, asumir a las familias como
actores fundamentales para los procesos de construcción del posconflicto al ubicarlas
en el centro de las acciones.
De acuerdo con lo anterior se considera que los procesos de democratización
de las familias son centrales para construir condiciones macro y microestructurales
favorables a dicho proceso. Es decir que democratizar la vida familiar es apostar
de forma consciente y colectiva por la reorganización de los modos de vida, de
socialización, de comunicación y de resolución de conflictos que han marcado la
cotidianidad del conflicto armado en Colombia.
METODOLOGÍA
RESULTADOS
Las masacres: su uso es una de las formas en la que más claramente se expresa
la degradación de la guerra y el desprecio de los combatientes por la población
civil. Los informes del Centro Nacional de Memoria Histórica entre ellos Trujillo.
Una tragedia que no cesa (2008), las muestran como estrategias utilizadas por los
actores armados para controlar a la población civil.
65
Jhoana Alexandra Patiño-López
Los despojos: esta estrategia ha sido empleada especialmente por los grupos
paramilitares, su objetivo es la expropiación de bienes materiales fundamentalmente
la tierra. “Una vez deshabitados los campos, los actores armados procedían a ocupar
y apropiarse de las mejores tierras” (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2013,
p. 76).
El desplazamiento forzado: es un fenómeno masivo, sistemático, de larga
duración y vinculado en gran medida al control de territorios estratégicos. Según el
Centro Nacional de Memoria Histórica (2013):
las 1.754 víctimas incluidas en el RUV (733 entre 1985 y 2012, más
821sin año de ocurrencia identificado) contrastan con las 96 confesadas
por los paramilitares en sus versiones libres en el marco de la Ley 975
del 2005 y las 142 documentadas por varias organizaciones de Derechos
Humanos.
67
Jhoana Alexandra Patiño-López
[…] Con la violencia sexual hay un cálculo estratégico por parte de los
actores armados que hace de ella un arma de guerra contra las mujeres.
Es, además, una práctica extendida y sistemática
Asimismo, otra de las forma de violencia contra la mujer de parte de los grupos
armados tiene que ver con el silenciamiento de su subjetividad; esto ocurre a través
del desarrollo de diversas prácticas. Algunas de estas son: uniformar las prendas de
vestir femeninas y prohibir las consideradas provocativas o insinuantes, así como las
que exponen partes del cuerpo y ‘provocan’ la mirada de los hombres; prohibición de
contacto con sus familias de origen; limitación del acceso a información; esterilización
y mutilación genital para el control de su vida sexual; esclavitud sexual por parte de
los líderes de los grupos combatientes y restricción de la maternidad a partir de la
anticoncepción y el aborto forzado.
Familia y socialización en el conflicto armado: según Patiño (2014), en un
contexto de violencia como el que se ha generado en las zonas de conflicto armado
en Colombia, las familias han representado un grupo social fundamental para el
suministro de guerreros; por ello los grupos armados se han disputado su control,
creando estrategias violentas que les permitan permear la vida cotidiana de las
familias y sus procesos de socialización y sobrevivencia.
En este sentido se puede afirmar que en medio del conflicto armado, la vida
cotidiana de las mujeres y las familias sigue desarrollándose; aunque sus dinámicas,
prácticas y sentidos se transforman sin la importar etnia, generación o condición
socioeconómica dando lugar a la modificación de la percepción del tiempo y de los
espacios en los cuales se tejen las interacciones.
Para Palacio (2004), los espacios privados en los cuales los individuos
encuentran condiciones materiales y simbólicas de tranquilidad, protección y acogida
se ven afectados por las lógicas de la aniquilación y el terror de la guerra que quiebran
la estabilidad emocional que propicia la familia como referente institucional y social
de seguridad.
69
Jhoana Alexandra Patiño-López
71
Jhoana Alexandra Patiño-López
Mientras que para Patiño (2014), la peor consecuencia del daño moral es
la parálisis que causa a la actuación individual y colectiva. Las personas pierden su
capacidad de sentirse parte de un conjunto de procesos sociales se aíslan y, por tanto,
dejan de actuar de forma coordinada. Según el informe ¡Basta Ya!:
73
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CONCLUSIONES
77
Jhoana Alexandra Patiño-López
religión o partido político; escuchar y validar las voces de los actores implicados en
los contextos de conflicto y transición a partir de la conformación de comisiones de
consulta que estén integradas por diversas familias, académicos, políticos y distintos
profesionales; garantizar enfoques de atención que atiendan a las convenciones
internacionales (perspectiva de derechos, perspectiva de género), pero que a la vez sean
capaces de reconocer la particularidad de las familias y las comunidades (perspectiva
de democratización) y ampliar la noción jurídica de víctima que individualiza los
daños, reconociendo así a las familias como víctimas del conflicto armado. De tal
forma que se incorporen procesos de reconocimiento y reparación de la violencia
doméstica y sexual como parte de los efectos de dicho conflicto.
Para los profesionales en procesos de intervención es perentorio privilegiar
un enfoque psicosocial y educativo que logre articular las perspectivas de género y el
enfoque intercultural en el trabajo de reconocimiento, defensa y fortalecimiento de
los derechos de la familia, las mujeres y los niños; desarrollar procesos individuales y
colectivos que permitan determinar los efectos emocionales que la violencia tuvo en
la vida de las familias, las mujeres, los niños entre otros, a partir de la recuperación
de las historias personales con miras a la creación de nuevas historias que abran el
horizonte futuro hacia la paz.
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79
POLÍTICAS DE VIDA, PRÁCTICAS DE SÍ, EN
LOS CONTEXTOS DE FRAGMENTACIÓN
INSTITUCIONAL*
Como citar este artículo:
Herrera-Morales, F. (2015). Políticas de Fabián Herrera-Morales**
vida, prácticas de sí, en los contextos
de fragmentación institucional. Revista Recibido: 26 de enero de 2015
Latinoamericana de Estudios de Familia, 7, Aprobado: 17 de julio de 2015
80-96.
*
El presente artículo hace parte del avance del trabajo de investigación sobre “Hogares unipersonales y
configuraciones erótico-afectivas”.
**
Estudios de maestría en Estudios de Familia y Desarrollo. Universidad de Caldas, Manizales, Colombia. E-mail:
fabian.herrera@ucaldas.edu.co. orcid.org/0000-0002-1871-543X.
DOI: 10.17151/rlef.2015.7.6.
INTRODUCCIÓN
81
Fabián Herrera-Morales
posiciones contrasta con el papel de la comunidad y la familia; familia que, hasta el día
de hoy, había tenido un lugar central y ―para algunos― privilegiado en los asuntos
públicos y cotidianos. Tal realidad conlleva a indagar sobre los matices que rodean la
experiencia de la individualidad, y la manera en que los procesos de invidualización
latinoamericanos, a través de la experiencia de vivir solas y solos, devienen en un
marco de relaciones álgidas.
En el contexto de los procesos de individualización, los hogares unipersonales
vislumbran hoy con su alto crecimiento demográfico. Estos promueven serias inquietudes
al respecto, en una sociedad donde yacen dudas y preguntas sobre la cultura del
cuidado. En este sentido, se plantea el siguiente interrogante: ¿existe una cultural
social del cuidado, incluso en las experiencias de quienes viven solas y solos?
Introducirse en la discusión contemporánea respecto a la cultura del vivir para
sí implica situaciones ambientadas en sentimientos de desesperanza e incertidumbre
tal como acontece en la esfera laboral, al igual que en otras formas de violencia y
falta de compromiso institucional. Esto tiende a que las nuevas generaciones sean
afectadas por la corrosión del cuidado, ya que este pasa sin ser reconocido como
uno de los cimientos más significativos de la vida social. Es así que la inquietud por
conocer lo que sucede en sociedades influenciadas constantemente por los ritmos
del capitalismo y los procesos de globalización, sugiere una crítica al modo en que se
construyen subjetividades con una mayor vocación al consumismo que a la producción
del cuidado.
A partir de lo anterior, se subraya que los estudios culturales de la vida
cotidiana permiten emprender la construcción de nuevos significados y prácticas
del cuidado de sí. Donde tal cuidado debe entenderse como “arte de vida”.
Permitiendo reflexionar sobre sus retos y dificultades, sobre la manera en que se
puede ser partícipe y agente de un viraje histórico en las relaciones de poder y
sobre su capacidad de creación; pues no solo despierta este estilo de vida formas de
resistencia, sino también la posibilidad de ser artesanos de nuevos métodos vitales
que ponen en escena la autogobernabilidad.
1
Como el Instituto de Bienestar Familiar (ICBF), el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), Instituto de
Mercado Agropecuario (IDEMA), Instituto Nacional de Vivienda de Interés Social y Reforma Urbana (INURBE),
Instituto Nacional de Reforma Agraria Colombiana (INCORA), hospitales públicos entre otras (Departamento
Administrativo de la Función Pública, 2006)
83
Fabián Herrera-Morales
ficcionaba la aspiración de formas de vida no solo estables y seguras sino también del
establecimiento de sociedades de confianza; condiciones que llevaban a las sociedades
a pensar en la posibilidad de un futuro. Sin embargo, esta situación tuvo una mayor
prolongación en los países industrializados siendo más que una realidad; mientras
que en los países periféricos dicho eje programático fue tan pasajero que, en países
como Colombia, esta situación no distó de ser más una ficción que una realidad.
En el otro extremo se subraya que lo que nunca se comprendió y aceptó,
desde el discurso dominante del desarrollo, fue el hecho de que en las sociedades
latinoamericanas las realidades sociales y culturales eran otras; por lo que los
requerimientos según el auge de los Estados de bienestar necesitaban otros tipos
de administración. Esta situación llevaría a que, más adelante, los intensos procesos
de globalización y la fuerte presencia del neoliberalismo generarán experiencias
diferentes en la vida social latinoamericana a nivel político y económico.
Al leer a Del Valle (2010) se observa que en los cambios y transiciones de los
modelos de regímenes latinoamericanos se transitó de un bienestar “conservador-
informal” a uno “liberal-informal”. Esto supuso no solo una realidad para el Sur global,
sino también para el Norte global; pues, pese a que la idea de bienestar continuaba,
ahora surgía ligado a procesos de seguridad estratificada según empleos formales y
atención para determinados segmentos sociales. Esto quiere decir que otros aspectos
como la salud, la educación, los servicios públicos y el empleo fueron progresivamente
desprotegidos de forma tal que las responsabilidades pasaron a manos de la familia
y ―en cierto modo― a manos de las personas.
Bauman (2004) comenta como en el transcurrir del final del siglo XX, sin
previo aviso, los Estados iniciaron progresivamente una carrera en la que el objetivo
estuvo suscrito a la entrega de los ejes de soberanía, autoridad y poder de los
entes globales. En otras palabras: “a un país de nadie”. Quizás, esto se deba a la
transformación continua del sistema capitalista; realidad que llevaría a que el primer
sacrificado fuese la política de bienestar que otrora reivindicaba las relaciones de
confianza interinstitucionales. Ante esta crisis la familia y luego el individuo serian
ahora quienes deberían ser los responsable de la gestión de sus necesidades, así como
de sus aspiraciones2.
La desaparición repentina del Estado de bienestar como modelo central de
la gestión política internacional no solo llevó a que las sociedades entraran en un
dilema de desconfianza, sino que ocasionó que para las familias ―como para los
mismos individuos― “los hechos los siguieran tomando por sorpresa” debido a que
la desestructuración del régimen de bienestar como epicentro de la política pasaba a
un segundo plano. Se imponía el paradigma neoliberal que entre líneas promulgaba
la posibilidad del desarrollo sostenible, la libertad individual al ritmo de “derechos
2
“‘No más salvación por la sociedad’, proclamaba el famoso apóstol del nuevo espíritu comercial Peter Drucker.
‘No existe la sociedad’, declaraba más rotundamente Margaret Thatcher” (Bauman, 2004, p. 35).
civiles” y la libre empresa; pero, por otro lado, a su vez, el individualismo exacerbado
en el sentido de la promoción de potencialidades individuales y no familiares; aspectos
propios de una nueva fase del sistema económico.
Ahora bien, las nuevas formas económicas de hoy constituyen una continua
desarticulación burocrática y gubernamental donde prima el auge de instituciones
con menos control centralizado; situación que ha desembocado, según Sennett
(2006), en una mayor desigualdad económica y en una mayor inestabilidad
social. Es así que la nostalgia por un pasado se hace notable (Beck, 2007), pues la
estructura interna de la primera modernidad se cuestiona y se disuelve a través de
individualizaciones y globalizaciones como también por inseguridades y peligros
producidos sistémicamente. En el caso latinoamericano puede verse que:
85
Fabián Herrera-Morales
Así pues, las diversas situaciones causadas por la globalización no solo han
puesto en tensión a la familia sino también a la manera en que esta se ha edificado.
Entre estas situaciones debemos mencionar el auge de los hogares unipersonales,
el papel de las nuevas subjetividades, el cambio de significado del estatus social de
los solteros y el protagonismo de la agencia individual; la cual resalta que muchas
elecciones no son únicamente el resultado de libres deseos sino de ambiciones de
todo tipo. Esta situación, en términos de Bauman (2008), nos lleva a pensar en la
clausura de los vínculos permanentes; pues, en el mejor de los casos, dichos vínculos
presagian un destino incierto.
Esta ruptura se hace explicita en el enfoque de la economía del cuidado, ya
que se tiene que otrora la provisión de bienes y servicios de las personas y las familias
devenía contundentemente en la relación Estado-familia-sociedad; incluso en la
medida en que suponían derechos universales. Pero ahora, cuando la globalización
y el individualismo son los personajes principales en la contemporaneidad, ¿cómo
concebir las políticas del cuidado de sí y el bienestar social en la incertidumbre del
mundo de hoy? ¿Cómo comprender la individualización enmarcada en el auge de
hogares unipersonales?
Para responder a estas inquietudes, hay que ubicarse en la realidad concreta
derivada en la experiencia del vivir solas y solos. Debido a que esta clase de
individuos ve en todas las formas de compromiso una atadura a la libre solvencia
de su individualidad ante la urgencia que significa el mantener un acceso a sus
derechos personales.
su hogar como unidad doméstica en el sentido de que no es solo un espacio sino que
suele ser un espacio territorializado en la intimidad y el sentimiento3.
Entre otras acepciones tenemos que para Martin (2007): “los hogares
unipersonales son hogares formados por una sola persona. Estos hogares pueden estar
formados por solteros, viudos, casados y/o divorciados” (p. 15). Bajo este entendido,
Palacio (2009) comenta que el hogar unipersonal es un hogar conformado por una
sola persona; persona, que se constituye en un indicador por excelencia de la tensión
entre la individualización (autonomía e independencia) lo cotidiano (lo líquido) y la
dependencia de residencia en el grupo familiar (lo sólido).
Teniendo en cuenta las definiciones anteriores la perspectiva empírica indica,
a nivel de estadísticas, que en los últimos años en Colombia ha venido aumentando
el ritmo de crecimiento de hogares unipersonales. Por ejemplo, la investigación de
Flórez (2010) determinó que en el contexto nacional los hogares unipersonales
pasaron del 2,7 % en 1978 al 7,7 % en 2003; mientras que para el 2008, aumentaron
en un 11,7 %. Las causas más visibles de estos nuevos hogares son la ruptura entre
el matrimonio, la sexualidad y la crianza4. Otra perspectiva subsiguiente se puede
observar con la investigación de Velásquez (2012) acerca de los tipos de hogar según
su composición en el departamento de Caldas, ya que más de la mitad (el 55,2 %) son
nucleares; los demás son hogares extensos (36,4 %) y hogares unipersonales (8,5 %).
De acuerdo con Velázquez (2012) tales porcentajes son similares a los obtenidos por
la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (ENDS) de 2010. Según este estudio,
el crecimiento de los hogares unipersonales y la baja incidencia de las estructuras
nucleares y extensas son otras de las tendencias identificadas por distintos autores
preocupados por la familia en el país.
Pese a lo anterior se puede revisar la investigación de Flórez (2013) en la
que, si bien la familia ‘tradicional’ biparental sigue siendo la forma dominante de la
conformación de los hogares colombianos especialmente en las cabeceras urbanas
con un 57 % en 2008, la importancia creciente de los hogares unipersonales y de los
monoparentales refleja una tendencia en la reducción de la organización familiar
como forma predilecta de organización social. Por ello, el hogar no familiar cobra
relevancia de manera significativa. De todos modos, el hogar unipersonal pasa a
constituir una forma importante de organización en la estructura de los hogares
donde su notabilidad aumentó más de cuatro veces entre 1978 y 2008.
3
En su discusión sobre lo significativo de considerar al territorio como un asunto sensible, Jerome Monnet (1999)
señala que “en realidad no existe un territorio en sí, solo existe un territorio para alguien sea un actor social
o un colectivo”. Por ende, la noción de territorio no es pertinente como tal (solo su uso o medida meramente
cuantificable) sino como valor (memoria, sentimiento): la territorialidad. Se observa en la investigación “La
evolución de los hogares unipersonales en México”, elaborada por el INEGI, que los hogares unipersonales
responden al igual que en todas las familias a una organización doméstica que implica una obtención y una
asignación de recursos para la reproducción cotidiana (INEGI, 15).
4
Estudio sobre la familia y el hogar realizado por el CEDE-Uniandes para la Presidencia de la República en 1996,
adelantado bajo la supervisión de las investigadoras Carmen Elisa Flórez y Regina Méndez. Los datos fueron
procesados a partir de las encuestas de hogares del DANE correspondiente a los años 1972, 1978 y 1992.
87
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negación aun más extrema puesto que son los medios teledirigidos los que direccionan
la vida hacia la libertad de compra, hacia la competencia desmedida y, en general,
hacia nuevas formas de alienación y desigualdad social; individualismos orientados al
consumismo y no a la producción de cuidado.
En dicha perspectiva es posible creer que la era del capitalino light manifiesta
la idea sobre la urgencia del individualismo en la ficción que representa la posibilidad
de autogestión del tiempo, espacio y libertad, en la medida en que el individuo es el
único responsable de su vida; como un valor que progresivamente se ha trasmitido
en el orden de las familias latinoamericanas y las relaciones de hoy, al ser este un
nuevo discurso como impronta de la liberación de responsabilidades. El Estado y
las instituciones implican otro sinuoso camino referente a las transformaciones que
derivan del sistema económico, en la perspectiva de Tous (2014):
En estos términos, y siguiendo a Tous (2014), Chul (2014) afirma que, “el
sujeto neoliberal como empresario de sí mismo no es capaz de establecer con los
otros relaciones que sean libres de cualquier finalidad” (p. 7); lo que implica que el
individualismo de hoy no sería capaz de enlazar relaciones familiares y de amistad
si no es con un fin alguno. El cual, imbricado a cierta libertad, no es posible sin
la participación de otro como empresario de sí mismo; en estos mismos términos,
Chul (2004) agrega que la eficiencia e inteligencia neoliberal llega incluso a explotar
todas las formas de libertad como la emoción, el juego y la comunicación. En esta
perspectiva el individuo ya no es presa directa del apoderamiento y la dominación,
ahora es el mismo individuo quien actuando por sí mismo reproduce lógicas de
dominación interpretadas por él como pautas de libertad.
93
Fabián Herrera-Morales
CONCLUSIONES
95
Fabián Herrera-Morales
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
DOI: 10.17151/rlef.2015.7.7.
INTRODUCCIÓN
101
Luz Gabriela Arango-Gaviria
103
Luz Gabriela Arango-Gaviria
Tronto crítica las concepciones liberales del mercado como un sistema adecuado
para distribuir recursos escasos desde una lógica de agentes racionales que persiguen
su propio interés. Señala que no todas las personas están en capacidad de tomar
decisiones, ni todas las decisiones que toman las familias son adecuadas para todos sus
miembros. Adicionalmente, el mercado ignora las relaciones de poder entre quienes
cuidan y quienes son cuidados y no se preocupa por la ausencia de correspondencia
entre el valor de mercado del servicio de cuidado y la calidad del mismo.
La autora retoma las investigaciones de Robert E. Lane (1991), quien muestra
que el mercado satisface las necesidades de aquellos que tienen dinero y lo hace según
la cantidad de dinero de las personas y no con base en la urgencia de sus necesidades.
Los efectos perversos del cuidado ofrecido a través del mercado fueron revelados por
Julian Tudor Hart en 1971, en el caso del Reino Unido, en su artículo “The Inverse
Care Law”. De acuerdo a la “ley invertida del cuidado”, las personas en las peores
condiciones de salud recibían el menor cuidado médico mientras los más saludables
recibían un mayor cuidado.
Los estudios latinoamericanos sobre las reformas neoliberales a los servicios
de salud, confirman estos efectos perversos ―y muchas veces criminales― de la
distribución del cuidado a través de lógicas mercantiles.
Por otra parte, Tronto cuestiona las ideas morales que cierto pensamiento de
mercado hace pesar sobre quienes son víctimas de opresión o de discriminación al
atribuirles el deber de levantarse por sí mismas frente a las injusticias; razonamiento
que contribuye a absolver a las personas privilegiadas de sus responsabilidades frente
a dichas opresiones. Para Tronto, una “democracia cuidadosa” debe entender que la
igualdad entre ciudadanas y ciudadanos no resulta de una declaración legal sino de un
elaborado proceso social. El ocultamiento de las dimensiones temporales de la vida
humana obstaculiza la discusión de las responsabilidades.
El mercado neoliberal no puede producir una distribución equitativa del
cuidado porque ignora la historia y olvida que el cuidado, individual o colectivo,
siempre tiene un pasado. Reparar las injusticias pasadas implica entender su historia
y su naturaleza, asignar responsabilidades por las acciones del pasado y revertir los
efectos continuos de las injusticias por todos los medios posibles.
105
Luz Gabriela Arango-Gaviria
cuidado del ámbito privado al ámbito público. Con una perspectiva que podríamos
inscribir dentro de las falacias identificadas por Zelizer, Stone parte del supuesto de
que el trabajo de cuidado proviene de la esfera privada, la intimidad, las relaciones
personales y las emociones y analiza qué ocurre cuando se traslada a la esfera pública
del trabajo la racionalidad y lo impersonal del mercado y el Estado.
En la esfera privada el cuidado se realizaría de manera espontánea, no regulada
ni remunerada, por personas con vínculos familiares entre sí; mientras en la esfera
pública, el trabajo de cuidado se formaliza y es realizado por personas que se ven a sí
mismas como profesionales cuya principal ocupación y fuente de ingreso es cuidar
a otros. Allí el trabajo es controlado por organizaciones, asociaciones profesionales,
empresas privadas, instituciones estatales, siendo regulado por normas en cuya
definición poco intervienen las cuidadoras.
Su consulta a profesionales del cuidado como enfermeras, terapeutas y
trabajadoras sociales le permiten destacar la vigencia de valores del trabajo asociados
con ideales familiares de relaciones basadas en el afecto, la preocupación por el otro
y la reciprocidad. Muchas de las entrevistadas manifestaron que su ideal profesional
consistía en cuidar a sus clientes o pacientes como si se tratase de sus padres,
hermanos-as o hijos-as. Por otra parte las cuidadoras distinguen entre “hacer la tarea”
y ‘cuidar’, entre trabajo físico y relación emocional, entre calidad técnica y valor moral
del trabajo.
Stone sugiere que las normas, ideas y reglas del trabajo de cuidado en la
esfera pública son en alguna medida incompatibles con las normas, ideas y reglas
del trabajo de cuidado en la esfera privada. Así, por ejemplo, las cuidadoras estiman
que la conversación ―sobre todo la escucha de los pacientes― es parte importante
del cuidado; sin embargo la descripción racional de su trabajo por parte de la
administración busca medir actividades que sean cuantificables, donde no caben la
conversación ni la escucha.
Paradójicamente, los valores asociados a una ética del cuidado se convierten
en fuente de sentido y de resistencia frente al deterioro creciente de las condiciones
laborales que obstaculizan la realización de estos ideales al aumentar controles
centrados en los aspectos técnicos y de productividad, ignorando las relaciones
personales con los pacientes. Por ello, una parte importante del estrés en el trabajo de
cuidado profesional proviene de la tensión entre los ideales y las prácticas.
Una mezcla similar de valores profesionales y ética familiar del cuidado, es la
que encuentra Hedalid Tolentino (2007) en su investigación sobre las enfermeras
del Instituto Nacional de Nutrición de México. Sus ideales profesionales combinan
competencias técnico-profesionales, habilidades relacionales, destrezas afectivas y
orientaciones éticas hacia la profesión pero la preocupación por el bienestar humano
es el valor más alto. El decálogo de las enfermeras comprende valores tales como
el respeto, el cuidado, la integridad, el compromiso con la profesión y su entorno y
107
Luz Gabriela Arango-Gaviria
con la vida de las personas. De esto, resulta un sentido de identidad atravesado por
una tensión entre el saber teórico y los saberes prácticos emocionales considerados
femeninos y aprendidos en la educación familiar; no obstante, asimismo, reapropiados
institucionalmente y regulados a través de un código de ética. Tolentino ve en el
deber humanitario de las enfermeras y en su lenguaje neutro que habla de salud
y enfermedad, un lenguaje de género y prácticas de género donde subyace una
imagen maternal.
Estas investigaciones permiten ver como los valores del cuidado pueden existir
y orientar prácticas de cuidado en ámbitos externos a la familia ―teniendo como
referente un modelo ideal de familia―, aunque también muestran cómo estos entran
en tensión con lógicas de mercado productivistas y de precarización laboral con dos
efectos: una dificultad creciente para realizar los valores éticos en el ejercicio laboral
del cuidado y una resistencia subjetiva amparada en dichos valores.
Por último, mencionaré otra relación entre mercado y cuidado que se asocia
con la expansión de los servicios personales y con la idea de trabajo emocional como
competencia y habilidad incorporada al trabajo de atención al cliente y requisito para
el desarrollo exitoso del mismo: la mercantilización de las emociones.
Como lo recuerda McDowell (2009), en 1951, el sociólogo Wright Mills había
identificado los aspectos principales de lo que hoy llamamos trabajo emocional al
afirmar que los trabajadores de cuello blanco no solo vendían su tiempo y su energía
sino también su personalidad.
La invención de esta categoría se le debe a Arlie Russell Hochschild (1979),
quien define emotion work como el esfuerzo que despliegan las personas para ajustar
sus emociones a las normas sociales que las rigen. Posteriormente introdujo el
concepto de emotional labor para dar cuenta del uso de las emociones en espacios
laborales, donde estas se convierten en trabajo remunerado, haciendo referencia
a encuentros cara a cara o voz a voz donde se espera que la trabajadora produzca
un estado emocional en el cliente mediante la gestión de sus propias emociones.
En estos trabajos, la gerencia o el empleador ejercen algún grado de control sobre las
actividades emocionales de las empleadas (Hochschild, 1983).
El trabajo innovador de Hochschild dio pie a una extensa literatura que
expandió la investigación empírica y propuso nuevas categorías de análisis.
Wharton (2009) identifica varias vertientes en estas investigaciones de acuerdo con
la modalidad de trabajo emocional estudiada. En la base de la jerarquía se sitúa al
“proletariado emocional”, categoría propuesta por Macdonald y Sirianni (1996) para
referirse a trabajadoras que desarrollan un trabajo interactivo pero no tienen control
sobre las reglas emocionales y se encuentran en una posición subordinada frente al
cliente tal como ocurre en call centers, servicios de comida rápida, supermercados.
En la cima, se ubicaría el trabajo emocional realizado por profesionales y expertos
que actuarían como “gerentes emocionales privilegiados” (Orzechowicz, 2008).
Otras autoras buscan resaltar la naturaleza corporeizada del trabajo emocional
(McDowell, 2009; Wolkowitz, 2006; Kang, 2010).
La perspectiva del trabajo emocional revela la instrumentalización de uno de
los dispositivos que operan en el trabajo de cuidado: el control de las emociones con
miras a generar efectos emocionales en la persona cuidada. Si podemos decir que
todo trabajo de cuidado supone un trabajo emocional, no todo trabajo emocional
está asociado con los cuidados. Desde una perspectiva feminista, resulta fundamental
precisar que el trabajo emocional exigido a las mujeres en el mercado reposa
ampliamente en la idea de que ellas estarían dotadas de disposiciones innatas a servir
y a entender las necesidades ajenas.
El cuidado de la apariencia
En este artículo me referiré a una rama de los servicios personales: los servicios
estéticos y corporales como la peluquería, el manicure y el pedicure. Estos pueden
incluirse en el campo del cuidado en la medida en que su propósito es responder a
necesidades de las personas que se relacionan con su bienestar corporal y emocional.
Situados entre la higiene y el embellecimiento estos trabajos remiten a apuestas
importantes en torno a la dignidad, la autoestima y el lugar de los individuos y los
grupos en la sociedad. Están atravesados por relaciones de género, raza, edad, estatus
socioprofesional; son espacios de producción, reproducción y negociación de las
normas de belleza, las reglas del prestigio y la conveniencia.
En América Latina, los servicios estéticos y corporales están asociados por
nuestro pasado colonial con un trabajo de cuidado del cuerpo de otros-as realizado
mayoritariamente por mujeres dentro de relaciones de dependencia doméstica o
de servidumbre. Una parte importante del cuidado de la apariencia se realiza en la
esfera íntima, bien sea en forma de autocuidado o como cuidados dispensados por
algunos integrantes del hogar (frecuentemente mujeres: madres, esposas, hermanas o
empleadas domésticas2) a otros particularmente niños y niñas.
2
Encontramos referencias a una división sexual del cuidado de la apariencia en las familias campesinas de dos
personas entrevistadas. En ellas un hombre, el padre o un tío, se encargaba de cortar el cabello a los niños y
las niñas.
109
Luz Gabriela Arango-Gaviria
El cuidado del cabello y las uñas está asociado con prácticas, disposiciones y
saberes domésticos que contribuyen a reproducir un orden social sexuado y el estatus
subordinado de la feminidad; aunque también son un espacio de sociabilidades
femeninas y de complicidades entre mujeres (Hooks, 2005). Estas actividades
se relacionan con los efectos ambiguos de la belleza, entendida bien como forma
de opresión y alienación de las mujeres (Wolf, 1990), bien como poder femenino
subordinado (Lipovetzky, 1997) o como norma que establece jerarquías, desigualdades
y exclusiones entre mujeres (Arango, Bello y Ramírez, 2011).
No es posible entender plenamente lo que se juega en el cuidado de la apariencia
que realizan peluqueras y estilistas sin considerar la existencia de normas estéticas que
determinan el prestigio diferencial que separa y jerarquiza a las personas de acuerdo
con su ‘look’. Así, el cuidado de la apariencia puede significar simultáneamente la
preservación del estatus social de los grupos dominantes, la adecuación de trabajadoras
y trabajadores a las exigencias del mercado laboral o el acceso a una respetabilidad
social mediante la incorporación de los cánones dominantes de la presentación
personal. Puede, asimismo, significar la afirmación de fronteras de género y fortalecer
una clara delimitación entre las identidades masculinas y femeninas o propiciar la
transgresión de las distinciones de género, edad, raza y sexualidad.
De este modo el trabajo de estilistas y manicuristas está atravesado por la
tensión entre, por un lado, su función ‘moderna’ de asistir a las personas en la expresión
de su individualidad y “estilo propio”; y, por otro, la conservación o transformación de
un orden social configurado por diversas relaciones de dominación y poder.
Algunas investigaciones abordan los servicios estéticos y corporales desde la
perspectiva del cuidado y el trabajo emocional. Gimlin (2002), por ejemplo, estudia en
profundidad un salón de belleza de clase media blanca en Nueva York como espacio
femenino en el que se negocia la difusión de ideologías de la belleza y resalta la
importancia del trabajo emocional. Black (2004) estudia salones de belleza femeninos
en Gran Bretaña que prestan servicios de manicure, pedicure, tratamientos faciales y
corporales; la autora se interesa por la profesionalización de estos oficios y destaca
el lugar central del trabajo emocional, mostrando como las cosmetólogas coinciden
en que el propósito último de su trabajo consiste en hacer sentir bien a sus clientas.
A partir de una perspectiva interseccional, Miliann Kang (2010) analiza los salones
de manicure coreanos en Nueva York y propone una definición de trabajo corporal
para dar cuenta de intercambios mercantiles en donde las trabajadoras de los servicios
cuidan del bienestar físico y la apariencia de la clientela, mediante un contacto directo
con el cuerpo (tocar, acariciar, masajear) que les exige un trabajo físico y emocional.
A continuación examino tres tipos de relaciones de mercado en el campo de
los servicios estéticos y corporales con el fin de discutir sobre las tensiones entre
cuidado, mercado y género.
La mercantilización del cuidado del cabello y las uñas son procesos que se
expanden en el mundo a partir de la segunda mitad del siglo XX, en relación con el
crecimiento de la industria internacional de la belleza y los procesos de globalización.
El historiador empresarial norteamericano, Geoffrey Jones (2010) sigue
detalladamente este proceso y muestra las distintas estrategias que van dándole una
estructura y una identidad a este sector de producción.
En Colombia, a pesar de la expansión de la oferta, el uso de servicios
profesionales de belleza no es generalizado y está marcado por grandes diferencias
socioeconómicas y culturales. El recurso a servicios profesionales remunerados no
depende únicamente del nivel de ingresos, las exigencias de la profesión u ocupación,
la posición de las personas en los ordenamientos de género, edad o conyugalidad, sino
también de las ideas y sentimientos que tengan sobre su propio cuerpo y apariencia en
especial sobre su ‘derecho’ a ser atendidas por especialistas, así como de su disposición
a invertir tiempo y dinero en ello (Arango, Bello y Ramírez, 2013).
Las características actuales de las peluquerías y salones de belleza en Bogotá
son el resultado de la confluencia entre una división tradicional entre salones de
belleza femeninos y barberías masculinas y el surgimiento en la década de 1970, de
peluquerías unisex que se vuelven mayoritarias. En 2010, había más de 48000 personas
ocupadas directamente en la actividad de “salones de belleza y peluquerías” con un
promedio de remuneración inferior al del sector de los servicios. La gran mayoría
eran mujeres y su ingreso promedio equivalía a la mitad del ingreso promedio de
los varones. Las estadísticas de la Cámara de Comercio de Bogotá registraban 4400
empresas, de las cuales cerca del 99 % eran microempresas (menos de 5 trabajadores-
as) y el 1 % eran pequeñas empresas (entre 6 y 20 trabajadores-as) (Arango y
Pineda, 2012).
La propiedad de las empresas estaba en un 74 % en manos de mujeres y en
un 26 % de hombres. La encuesta realizada a una muestra de 350 establecimientos
mostró que las mujeres propietarias, en su mayoría peluqueras, tenían negocios que se
ubicaban en mayor proporción en los estratos bajos (74,3 % frente al 60,2 %) y en un
porcentaje menor en los estratos altos (25,7 % frente al 39,8 %). Asimismo, las mujeres
propietarias de salones participaban más que los hombres en establecimientos con
tarifas por debajo de 15 mil pesos (91,6 % frente al 77,1 %) (Arango y Pineda, 2012).
La mercantilización del cuidado de la apariencia está asociada con la
profesionalización de estas ocupaciones y tiene efectos contradictorios sobre el
reconocimiento económico y moral del trabajo de las mujeres. El hecho de acordarle
un valor de cambio a saberes y habilidades consideradas como aptitudes ‘naturales’
de las mujeres, abre la posibilidad de impulsar su reconocimiento; aunque esto se
111
Luz Gabriela Arango-Gaviria
113
Luz Gabriela Arango-Gaviria
de maniobra para desplegar un trabajo emocional cara a cara con sus clientas.
Este genera compensaciones cuando las clientas expresan su satisfacción o manifiestan
su reconocimiento. El contacto cercano con clientas de mayor estatus socioprofesional
que el suyo puede ampliar el capital social de las manicuristas y dar lugar a ayudas o
recomendaciones dentro de relaciones con visos paternalistas. El trabajo emocional
opera también para controlar o modificar las propias emociones frente a clientas con
las que no se sienten a gusto.
Dentro de la variedad de condiciones de trabajo que enfrentan las manicuristas,
los salones de servicio rápido encarnan más claramente la idea de “proletariado
emocional” propuesta por Macdonald y Sirianni (1996). La libertad de las profesionales
para incidir en las reglas emocionales del salón, se reduce considerablemente mientras
una parte sustancial de su esfuerzo se orienta a defenderse de los efectos estresantes
del trabajo. El servicio que se ofrece solo contempla los aspectos básicos de arreglo de
uñas y los pasos han sido organizados con economía de esfuerzos y recursos.
La observación y los relatos de las entrevistadas permiten identificar una
carga alta de trabajo emocional ‘defensivo’ en los salones de servicio rápido. Allí las
manicuristas deben administrar el estrés y el cansancio generados por la presión
del tiempo, la exigencia de un trabajo rápido y bien hecho, el ruido, el apiñamiento
y el calor, controlando sus emociones para mantener una expresión amable y una
actitud servicial ante la clientela. Aunque las condiciones de trabajo no favorecen el
desarrollo de relaciones cercanas con las clientas, las manicuristas esperan que estas
queden satisfechas con el trabajo y regresen para ser atendidas por ellas.
El análisis comparativo permite poner en evidencia el papel central que juega
la clientela y su papel activo dentro de las condiciones de trabajo: de su satisfacción
depende la estabilidad del ingreso y el reconocimiento de sus competencias
profesionales y cuando se produce, su reciprocidad emocional es fuente de satisfacción.
La clientela ejerce un control sobre las normas del trabajo, interviene en las relaciones
entre trabajadoras y contribuye al éxito o al fracaso de sus trayectorias profesionales.
La posición subordinada de las manicuristas en los servicios estéticos y
corporales está relacionada con desigualdades de género y clase que condicionan
una segmentación vertical y horizontal del trabajo. Ello no elimina la capacidad de
agencia de las manicuristas como lo muestra el uso estratégico que hacen del trabajo
emocional y que les permite retener a la clientela, administrar las rivalidades entre
trabajadoras, construir sentido y lazos intersubjetivos, negociar familia y trabajo.
Cuidado del cabello, racismo y reparación: reflexiones a partir del caso brasileño
115
Luz Gabriela Arango-Gaviria
CONCLUSIONES
Como lo muestran los casos anteriores las relaciones entre cuidado, mercado
y género son complejas y variadas. La mercantilización del cuidado de la apariencia
tiene efectos contradictorios sobre la remuneración y el reconocimiento del trabajo
de las mujeres. Si bien ciertas habilidades y saberes, presentes en las ocupaciones del
sector de peluquerías y salones de belleza, son objeto de mayor reconocimiento al
entrar a hacer parte de los discursos promovidos por la industria de la belleza y al
formalizarse a través de cursos especializados. Esto se produce de manera jerarquizada,
reproduciendo una división sexual de las ocupaciones que devalúa los trabajos más
feminizados como el manicure.
Las grandes desigualdades sociales y la informalidad que caracterizan el
mercado laboral colombiano solo permiten que una minoría de las y los trabajadores
del sector obtenga buenos ingresos y un mejor estatus social. En medio de estas
inequidades y de condiciones de empleo relativamente precarias para la mayoría, los
117
Luz Gabriela Arango-Gaviria
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*
Versiones iniciales de este artículo se discutieron en marzo de 2015 en el seminario “Estudios de género en
Alemania, China y México ¿avances en la equidad?”, celebrado en El Colegio de México y en el III Seminario
internacional “Los debates sobre la globalización desde una perspectiva de género”, celebrado en la Universidad
Nacional Autónoma de México.
**
Doctor en Sociología y Demografía. El Colegio de México, Ciudad de México, México. E-mail: jfigue@colmex.mx.
orcid.org/0000-0002-2918-8145.
DOI: 10.17151/rlef.2015.7.8.
Key Words: self-care, violence against himself, being a man, right to health, health
and disease.
INTRODUCCIÓN
antes de limitarla a un sinónimo del acto de fallecer se propone leerlo como el sentir
que se vive ante una situación que se desea experimentar. Lo contradictorio es que
parece ser que muchos hombres se mueren en la búsqueda de algo ambivalente, al
grado de que las principales causas de muerte tienen que ver con actos violentos;
incluso ejercidos por quien fallece después de los mismos. Estudios recientes aluden
a un contexto de violencia en México, lo que ha llevado a que la esperanza de vida de
los hombres muestre descensos en este país (Canudas, García y Echarri 2015); algo
excepcional en las trayectorias demográficas.
Valdría la pena problematizar de quién y sobre quién es la violencia: ¿en
términos grupales sería entre varones o de varones a mujeres? Si se piensa en
términos individuales, ¿podría ser violencia de un varón sobre sí mismo? De ser así,
¿quién es responsable de su cuidado y cómo puede ponerse en práctica el entorno que
posibilite “ver por sí mismo”? Es más, ¿podría ser el mismo sujeto un obstáculo para
cuidarse? Por lo tanto sugiero reflexionar sobre el significado del “ser hombre”, desde
la perspectiva del ‘cuidado’, para lo cual inicio con una visión más demográfica antes
de seguir con lo conceptual y lingüístico.
123
Juan Guillermo Figueroa-Perea
las dos poblaciones era el hecho mismo de ser varón. Se afirma que si se pudieran
igualar los niveles de mortalidad masculina reduciéndolos al de las mujeres, el efecto
benéfico desde el punto de vista epidemiológico sería mucho mayor que si pudiera
curarse el cáncer. ¿Cómo interpretar teórica y políticamente que “el ser varón” es un
factor de riesgo para la sobrevivencia de los propios sujetos de la población masculina?
Al finalizar la primera década del presente milenio el Consejo Nacional
de Población (CONAPO) (2010) preparó un documento donde se analizan las
principales causas de mortalidad en México con el propósito de ser presentado en
las Naciones Unidas dentro de una comisión sobre población y desarrollo. En este
documento se analizan las cinco principales causas de muerte, a partir de diferentes
grupos de edad y en todos los casos, considerando las diferencias entre hombres y
mujeres. Además se muestran trayectorias de los indicadores a lo largo del tiempo, y
durante tres décadas, empezando en 1980, para lo cual se privilegia comparaciones de
la distribución al interior de cada grupo.
Llama la atención que desde el período de 1 a 4 años de edad, continuando
con el grupo de 5 a 14 años, los accidentes constituyen la principal causa de muerte
en todos los años tanto para niños como para niñas; si bien, los porcentajes son
más altos en el primer grupo. Una de cada tres muertes en niños y una de cada
cuatro muertes en niñas se deben a dicha razón. En 5 de los 7 años considerados en
la secuencia temporal de análisis aparece como cuarta o quinta causa de muerte el
concepto de “lesiones intencionales”, pero solamente en la experiencia de los sujetos
del sexo masculino.
Un panorama distinto se presenta al pasar al cuarto grupo de edad, estimado en
este documento de 15 a 24 años, ya que los adolescentes y adultos jóvenes presentan
en todos los años del análisis las “lesiones intencionales” como segunda causa de
muerte solo atrás de los accidentes; la cual se mantiene como la principal explicación
de la muertes en jóvenes de ambos sexos. Entre las mujeres las lesiones intencionales
aparecen una vez como segunda causa de muerte y en tres ocasiones como tercera; si
bien, las proporciones de accidentes y lesiones intencionales en los dos últimos años
analizados constituyen poco más del 60 % de las muertes de hombres y alrededor del 32
% en el caso de las mujeres. Casi el doble de sujetos del sexo masculino, en esta etapa de
la vida, fallecen por causas de tipo violento al ser comparado con el caso de las mujeres.
En el siguiente grupo de edad (25 a 44 años de edad) las lesiones intencionales
se mantienen como segunda causa de muerte de los hombres, detrás de los accidentes;
mientras que entre las mujeres los accidentes pasan a ser la tercera causa en importancia,
desapareciendo de las cinco primeras el rubro “lesiones intencionales” y emergiendo
los tumores malignos y los problemas cardiovasculares como las dos más significativas
estadísticamente hablando. Las lecturas sobre estas diferencias ofrecen interesantes e
intrigantes posibilidades de interpretación desde los respectivos aprendizajes de género.
125
Juan Guillermo Figueroa-Perea
Una característica de los arreglos sociales actuales, a partir del avance del
conocimiento sobre enfermedades infecciosas y de otros padecimientos, es la
organización institucional de acciones para cuidar de la salud de la población.
Bajo este tenor se reconoce el derecho a la salud el cual se ha instrumentado desde
una interpretación mínima como el poder asegurar el acceso a servicios de salud,
ya que resulta imposible asegurar el estado de equilibrio y de bienestar al que alude
la Organización Mundial de la Salud (OMS) en contraposición a la ausencia de
enfermedad. Esto es así porque hay malestares y enfermedades que no dependen
de instancias externas al individuo, sino que están asociadas a sus prácticas de
autocuidado y a su etapa de vida y en parte también porque el Estado ―al igual que
la definición de dicho derecho― asume la corresponsabilidad de los sujetos en la
construcción de su proceso de salud y enfermedad.
Lo anterior no pretende ignorar la influencia de los modelos económicos, ni
pasar por alto las estrategias de algunos gobiernos, al delegar en los ciudadanos la
gestión de los recursos que necesitan para cuidar de sí mismos, dejando de lado las
responsabilidades mínimas que se espera de las instancias de gobierno. Sin embargo
quiero subrayar los resultados que ha documentado la literatura sobre salud de los
hombres, en términos de que muchas de sus muertes podrían posponerse si los
aprendizajes de género legitimaran el autocuidado en dicha población (Klein, 1995;
Stillion, 1995; Nesse and Kruger, 2002; de Keijzer, 2003; Figueroa, 2007) o si se
evidenciaran los costos de la temeridad y la búsqueda de riesgos; valores asociados a
muchos modelos de masculinidad.
Un elemento que me interesa explorar es el contexto de las responsabilidades
de los individuos al ejercer como titulares de derechos, ya que una visión integral del
concepto de salud podría darle entrada a la “no ciudadanía” como un problema de
salud; lo cual se origina por los mismos modelos de masculinidad. Es decir que, si no
se cuida de sí ni se legitima el autocuidado, se corre el riesgo de ser negligente con sí
mismo. Esto podría tener un significado filosóficamente pensado, aunque no es tan
obvio desde lo jurídico o incluso desde el discurso de los derechos humanos.
Podría parafrasear la contradicción que sugieren los datos sobre las muertes
masculinas, al contrastarlas con el derecho a la salud del que también son titulares los
hombres, en términos de que tienen el derecho a estar sanos pero no la obligación
de buscarlo. Es más, en muchos casos, pareciera que no buscan estar sanos (desde
una lectura epidemiológica) en la búsqueda de bienestar (desde sus aprendizajes
de género). Por ello es necesario problematizar cómo es que los sujetos del sexo
masculino interpretan “el bienestar y el equilibrio” entre las dimensiones fisiológicas,
emocionales y sociales aludidas en la definición de la OMS.
Es decir ¿podría ser que prácticas legitimadas y promovidas dentro de la
identidad de género de los varones fueran atentados a su derecho a la salud física o
emocional desde la lectura de especialistas en dichos temas? De ser así, ¿qué significado
adquiere entonces el derecho a la salud (que de acuerdo a cierta interpretaciones
supone autocuidado físico y emocional), si potencialmente hay hombres que buscan
ser reconocidos por sus pares, como un criterio de bienestar y de certezas en su
autoestima, y que por ello dejan de cuidarse (desde otras interpretaciones) o que
incluso se exponen intencionalmente a lo que algunos llamarían “factores de riesgo”
para su salud (de Keijzer, 1995)?
Bidart (1989) señala que el ejercicio de los derechos humanos supone la
participación de un sujeto activo y otro u otros pasivos; el individuo como titular
de derechos se constituye en el sujeto activo por la idea de ser quien demanda la
obtención de un bien o la prestación de un servicio a otro (Estado, instituciones) el
cual se constituye en el sujeto pasivo por tener la misión u obligación de proporcionar
dicho bien o servicio. Cuando no existe una instancia ante quien solicitar su atención,
los derechos pierden sentido y efectividad; ¿cómo construir la otredad del sujeto
activo y del pasivo al aludir al sí mismo como titular y responsable de derechos en la
experiencia de los hombres?
127
Juan Guillermo Figueroa-Perea
¿Será que pueden calificarse como negligentes o violentos con sí mismo o con
respecto a un personaje del colectivo social, o sea ellos mismos? De ser así, ¿cómo
monitoreamos su responsabilidad y cómo redefinimos su derecho a la salud?, ¿cómo
interpretar la experiencia de la población masculina al cuidar su posición social,
incluso más que su entorno fisiológico? ¿Qué repercusiones tiene el centrarse en la
proveeduría económica como una de sus principales responsabilidades para el propio
sujeto y para otras personas con quiénes se relaciona en la cotidianidad cuando se
piensa desde “el cuidado”?
Tronto (1993) sugiere cuatro acepciones del término cuidado, desde el
conseguir los recursos para que otros cuiden hasta el hecho mismo de que una
persona es cuidada y recibe atenciones por parte de otros, a saber: preocuparse
por; encargarse de; dar cuidado y recibir cuidado1. Esta autora comenta que las dos
primeras modalidades “suelen masculinizarse” en los arreglos sociales; mientras
que las dos últimas (de cercanía física con el acto de cuidar) suelen recaer más en
la experiencia de las mujeres, incluyendo el recibir cuidado. ¿Qué sucede cuando
en los estudios sobre uso de tiempo se encuentra que la mayor parte del trabajo
doméstico lo realizan las mujeres, además, afirmando que esto muestra un menor
involucramiento de los varones a pesar de que pudieran estar centrados en cumplir
con otras modalidades del cuidado y de que no siempre estas se nombran así?, ¿cómo
interpretar su experiencia de “ser cuidado”, pues implica reconocer una relación de
dependencia o de vulnerabilidad demandando atención hasta de forma autoritaria,
quizás con el fin de justificar social y ‘masculinamente’ que están enfermos?
1
Las cuatro modalidades incluyen: preocuparse por, existe el reconocimiento de las necesidades de otras
personas y un interés en que estas sean satisfechas (aunque sin llegar a concretarse en alguna acción específica);
encargarse de, se pasa del reconocimiento de las necesidades del otro a tomar acciones dirigidas a ello (aunque
esto no necesariamente se traduzca en una práctica de cuidado como tal. No obstante puede entrelazarse con la
posibilidad de que alguien más realice una actividad de cuidado que de manera directa satisfaga las necesidades
identificadas); dar cuidado, conjunto de actividades que directamente suplen las necesidades de alguien más, lo
que en general implica trabajo físico y un contacto directo con quien recibe el cuidado; recibir cuidado, supone que
quien recibe el cuidado responde a esta interacción debido a que no es un proceso unidireccional.
129
Juan Guillermo Figueroa-Perea
Las referencias de los apartados anteriores sugieren que más que limitarse a
acciones de salud pública para atender y curar las causas de morbilidad y mortalidad
de los varones, en términos de los efectos visibles y finales de las mismas, parece
que es más eficiente un cuestionamiento sobre las causas que socialmente legitiman
como referentes simbólicos el ejercicio de la violencia por parte de los varones hacia
otros varones y hacia otras personas con las cuales llegan a vincularse; pero, además,
la violencia hacía sí mismos, a través de no cuidarse. No me interesa abordar solo el
cuidado del propio sujeto masculino, sino la forma de interpretar cómo se relaciona
el hombre en la lógica del cuidado con otras personas. En este sentido el reflexionar
sobre ser hombre desde la categoría del “cuidado de sí”, como sugiere Muñoz (2006,
dialogando con Foucault), puede potenciar una toma de distancia del sí mismo;
aunque a la par una reubicación de su acompañamiento de los demás3. En este
apartado reflexiono inicialmente sobre una de las problemáticas importantes de salud
de los varones (los suicidios) con el fin de releerla desde la lógica del cuidado, pasando
después a uno de los principales atributos que se construyen socialmente para los
hombres (la proveeduría económica) dado que según Tronto esta puede leerse como
una forma de cuidado la cual también es vista como uno de los obstáculos para estar
2
La película “Sólo contra sí mismo” fue dirigida por Jan Mikael Håfström, Suecia, 2003.
3
Nora Muñoz (2006) señala que “la noción del cuidado de sí está constituida no sólo por la relación que
establecemos con el cuerpo sino también con los otros y con nuestro entorno”.
ejerciendo otro tipo de cuidados tal como lo es la presencia más cercana con la pareja
y con sus hijos.
131
Juan Guillermo Figueroa-Perea
Otra causa importante de muerte entre los hombres tiene que ver con accidentes
automovilísticos, en especial en grupos de edades jóvenes. En diferentes estudios se
ha observado que ello no solo tiene que ver con el consumo de alcohol y con el
hecho de que se maneja a altas velocidades (Treviño et al., 2014). En un reportaje
realizado en Argentina, se encontró a hombres que declaraban que no respetan
los señalamientos de tránsito debido a que “estos están pensados para quienes no
saben manejar, es decir, las mujeres”. No obstante las estadísticas muestran mayores
imprudencias al manejar por parte de hombres (asociado a accidentes más violentos)
y por lo tanto más accidentes producidos por ellos, al margen de que en el imaginario
social se hable de que “las mujeres no saben conducir”; incluso afirmado por personas
del sexo femenino. Sin embargo las tasas de accidentes viales y las de trabajo son
superiores en la población masculina en parte por la práctica socialmente legitimada
de la temeridad, por una noción de menor vulnerabilidad y por una representación
de no necesitar cuidarse (Gastaldo, 1995; Stillion, 1995). Al parecer la población
masculina tiene serios problemas, no de acceso a servicios de salud sino de legitimar
simbólicamente el cuidado de su salud como un derecho.
Desde aquí me pregunto ¿cómo ubicar la experiencia cotidiana de los varones
cuando, por ejemplo, no existe una demanda desde los mismos de reconocimiento de
sus procesos de salud, enfermedad y muerte, potencialmente asociados a la soledad
con la que viven su existencia dada la autorreferencia que los permea en tanto sujetos
133
Juan Guillermo Figueroa-Perea
CONCLUSIÓN
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Memorias del seminario-taller “Identidad masculina, sexualidad y salud reproductiva” (pp. 7-24).
Ciudad de México, México: El Colegio de México.
Stillion, J. (1995). Premature Death Among Males. En D. Sabo and D. Frederich Gordon (Ed.). Men’s
health and illness. Gender, power and the body. (pp. 46-67). California, USA: Sage Publications.
Szasz, I. (1998). Los hombres y la sexualidad: aportes de la perspectiva feminista y primeros acercamientos
a su estudio en México. En S. Lerner (Ed.). Varones, sexualidad y reproducción (pp. 137-162). Ciudad
de México, México: El Colegio de México y Sociedad Mexicana de Demografía.
Tena, O. y Jiménez, L. (2014). Algunos malestares reproductivos en la experiencia de los varones:
¿podemos ir delimitando sus derechos reproductivos?” En J.G. Figueroa y A. Salguero (Coord.). ¿Y
si hablas desde tu ser hombre? Violencia, paternidad, homoerotismo y envejecimiento en la experiencia de
algunos varones (pp. 331-358). Ciudad de México, México: El Colegio de México.
Treviño, S. et al. (2014). Masculinidad, accidentes viales y políticas públicas. En J.G. Figueroa (Coord.).
Políticas públicas y la experiencia de ser hombre. Paternidad, espacios laborales, salud y educación. Ciudad
de México, México: El Colegio de México.
Tronto, J.C. (1993). Moral Boundaries, a political argument for an ethic of care. New York, USA: Routledge.
139
ÍNDICE DE NÚMEROS
REVISTA LATINOAMERICANA DE ESTUDIOS DE FAMILIA
140
§ El reconocimiento al derecho de unión entre Gabriel Gallego Montes y José Fernando 176-194
personas del mismo sexo: el caso de Colombia, Vasco
Argentina, Uruguay y el distrito federal en México.
§ Derechos humanos, derechos económicos, sociales Juan Antonio Ciliento, Lucas Santiago 197-207
y culturales. Objetivos del milenio en las familias Alberro y Liliana Lupi
iberoamericanas.
§ Del asistencialismo a la formación de ciudadanía: Sandra Milena Franco Patiño y Cristian 208-229
desafío del programa familias en acción, Manizales David Soto Ospina
(Caldas).
141
§ Algunas reflexiones en torno de la violencia
Mónica De Martino Bermúdez 56-75
doméstica a partir de la realidad uruguaya
§ Cuidado informal: una mirada desde la perspectiva Perla Vanessa De Los Santos A, Dra.
138-146
de género Sandra Emma Carmona Valdés
§ Cuidado familiar, orden discursivo hegemónico y Gloria Inés Sánchez Vinasco, María
29-45
contrahegémonico Cristina Palacio Valencia
142
§ Conversaciones terapéuticas que acompañan las
transformaciones sociolingüísticas en las relaciones María Hilda Sánchez Jiménez 160-185
sociofamiliares
§ Transforming conflict: from right/wrong to
Sheila McNamee 186-198
relational ethics
§ Democratización familiar como enfoque de
prevención de violencia de género: experiencias en Beatriz Elba Schmukler 199-221
México
§ El bullying como construcción social, más allá de las
víctimas, los agresores y los testigos… la familia, los Paula Vanessa Sánchez Agudelo 222-247
docentes y la sociedad
§ Relación familia-escuela: una mirada desde las Jazmín Lorena Suárez Ortiz, Lina
97-113
prácticas pedagógicas rurales en Anserma, Caldas Mayerli Urrego Murillo
§ Vínculos afectivos juveniles: dilemas y
Martha Luz Páez Cala 114-129
convergencias entre padres e hijos
143
§ Procesos de democratización familiar: posibilidad
para construir condiciones de transición hacia una Jhoana Alexandra Patiño-López 62-79
sociedad del posconflicto armado en Colombia
144
NORMAS EDITORIALES
El autor que desee enviar artículos para consideración por parte del comité editorial de nuestra
publicación deberá:
2. El artículo debe estar en formato Word. De igual forma debe incluir: título del artículo, autor o
autores y dirección del contacto (correo electrónico y dirección postal). Es indispensable indicar
cuál autor se encargará de recibir y enviar la correspondencia o de lo contrario se asumirá que el
primer autor se hará cargo de tal función. El texto debe estar digitado a espacio y medio, letra arial,
tamaño 12. Al interior del artículo especificar los datos centrales del autor o autores, lo cual debe
incluir: escolaridad máxima, la filiación institucional, ciudad, Estado o departamento, país y el
correo electrónico (institucional) y ORCID (http://orcid.org/).
3. La remisión del artículo debe ir acompañada de la hoja de vida de cada uno de los autores (ver
formato) y de la carta de cesión de derechos firmada por todos los autores (ver formato).
4. Escribir el artículo con una extensión máxima de 25 hojas (folios o cuartillas tamaño carta), el cual
debe ir precedido de un breve resumen analítico (objetivo, metodología, resultados y conclusiones)
del trabajo en castellano y en inglés que no sobrepase las 150 palabras. Inmediatamente después
de este resume deben ir de cuatro a seis palabras clave para identificar las principales temáticas
abordadas.
5. Redactar las críticas y reseñas de libros con una extensión máxima de 10 hojas (folios o cuartillas
tamaño carta), la cual debe ir precedida de los nombres, apellidos y profesión de quien realiza la
crítica o reseña, así como de los elementos bibliográficos completos (nombres y apellidos del autor,
título completo del libro, número de edición, ciudad de publicación, editorial, año de publicación).
6. Entregar artículos inéditos. Si se trata de un artículo traducido se debe indicar con claridad las
fuentes y procedencia del texto original, así como los respectivos permisos para la publicación.
7. Enviar los gráficos, mapas y fotografías en una resolución mínima de 266 dpi en formato jpg
o gif. Junto a los cuadros deben ir los anexos al artículo, indicando el lugar donde se pondrán
dentro del texto. Todos estos recursos se deben enumerar consecutivamente en numeración arábiga
e indicar con claridad la(s) fuente(s) correspondiente(s). En las tablas se deben usar únicamente
líneas horizontales de acuerdo a las normas APA sexta edición.
8. Citar las fuentes bibliográficas, menores a 40 palabras, dentro del texto del siguiente modo:
(autor, año, página). Ejemplo: (Muñoz, 1996, p. 30). Las citas que tienen más de 40 palabras se
escriben aparte del texto, con sangría, sin comillas y sin cursiva. Al final de la cita se pone el punto
antes de los datos ―recuerde que en las citas con menos de 40 palabras el punto se pone después―.
145
9. Las notas al pie de página numeradas en orden consecutivo se utilizaran solo para aclaraciones,
comentarios, discusiones, envíos por parte del autor y deben ir en su correspondiente página, con el
fin de facilitar al lector el seguimiento de la lectura del texto.
10. Las referencias bibliográficas se harán con base en las normas APA, sexta edición. Recuerde que
todas deben de llevar sangría francesa. Así:
Libro:
Apellido, Iniciales nombre del autor. (Año). Título del libro. Lugar de publicación: Editorial.
Salazar, L.M. (2008). Las viudas de la violencia política. Trayectorias de vida y estrategias de sobrevivencia
en Colombia. Ciudad de México, México: El Colegio Mexiquense.
Mendoza, D. (ed.). (2004). Historia, género y familia en Iberoamérica (siglos XVI-XX). Caracas,
Venezuela: Universidad Católica Andrés Bello, Fundación Konrad Adenauer.
Capítulo de libro:
Apellido, Iniciales nombre del autor. (Año). Título del capítulo. En Iniciales nombre del editor o
compilador. Apellido. (ed.) o (comp.), Título del libro (pp. xx-xx). Lugar de publicación: Editorial.
Seidler, V. (1985). La violencia: ¿el juego del hombre? En J.C. Ramírez y G. Uribe (coord.),
Masculinidades. El juego de género de los hombres en el que participan las mujeres (pp. 113-130).
Ciudad de México, México: Plaza y Valdés.
Artículo revista:
Apellido, Iniciales nombre del autor. (Año). Título artículo. Nombre de la revista, volumen (número),
pp-pp.
Seal, D. and Ehrhardt, A. (2003). Masculinity and urban men: Perceived scripts for courtship,
romantic, and sexual interactions with women. Culture, Health & Sexuality, 5 (4), 1298-1333.
Apellido, Iniciales nombre del autor. (Año). Título del artículo. Nombre de la revista, volumen
(número), pp-pp. doi: xx.xxxxxxx.
Bezuidenhout, A. (2006). Consciousness and Language (review). Language, 82 (4), 930-934. doi:
10.1353/lan.2006.0184.
146
Artículo de periódico:
Apellido, Iniciales nombre del autor. (Fecha). Título artículo. Nombre del periódico, pp-pp.
Apellido, Iniciales nombre del autor. (Año). Título de la tesis (Tesis de pregrado, maestría o doctoral).
Nombre de la institución, lugar.
Caicedo, M. (2008). Migración de mujeres centroamericanas y caribeñas hacia Estados Unidos y su inserción
laboral (tesis de posgrado). El Colegio de México, Ciudad de México, México.
Online:
Apellido, Iniciales nombre del autor. (Fecha). Título del artículo. Recuperado de
Arriagada, I. (2004). Estructuras familiares, trabajo y bienestar en América Latina. Recuperado de http://
repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/6775/S0412955_es.pdf?sequence=1.
147
POLÍTICAS ÉTICAS DE LA REVISTA
Propósito
La Revista Latinoamericana de Estudios de Familia es una publicación internacional, que se edita
anualmente. Su objetivo general es difundir el conocimiento construido sobre las familias, como
resultado de procesos de investigación e intervención y de reflexiones teóricas y metodológicas con
perspectiva de género y reconocimiento de las diversidades. Sus objetivos específicos apuntan a servir de
foro de discusión, nacional e internacional, en el campo de los estudios de familia y del género; estimular
nuevas corrientes de pensamiento e interpretación en torno a este grupo social y participar en el debate
sobre los cambios y transformaciones de las familias en las sociedades contemporáneas y las respuestas
sociales a través de acciones de política pública.
Publicación y autoría
La Revista Latinoamericana de Estudios de Familia es una publicación que circula semestralmente en
el ámbito nacional e internacional. Recibe artículos en inglés, portugués y español sobre investigaciones
originales e inéditas que contribuyan al avance del conocimiento y a la discusión académico-científica en
el Derecho, las Ciencias Sociales y Humanidades. A su vez, es un espacio donde académicos, estudiantes
de derecho de pre y postgrado, docentes e investigadores, profesionales y funcionarios públicos pueden
publicar artículos de investigación, reflexión o revisión, particularmente en las áreas de: acceso a la
justicia; cultura, derecho e inclusión social; derecho y medio ambiente; estudios constitucionales; estudios
políticos; estudios políticos regionales; estudios de administración pública; geopolítica y estudios críticos
del derecho; entre otros.
La Revista Latinoamericana de Estudios de Familia no acepta material previamente publicado; por
tanto, todo artículo postulado debe ser original e inédito. Asimismo, mientras el artículo se encuentra
en proceso de evaluación los autores se comprometen a no presentar el artículo a cualquier otra revista o
publicación. Los autores son responsables de obtener los oportunos permisos para reproducir parcialmente
material (texto, tablas o figuras) de otras publicaciones y de citar su procedencia correctamente. Las
colaboraciones que aparecen aquí no reflejan necesariamente el pensamiento de la Revista ni del Comité
Editorial, se publican bajo responsabilidad de los autores.
Igualmente si el autor de un artículo desea incluirlo posteriormente en otra publicación, la revista donde
se publique deberá señalar claramente los datos de la publicación original, previa autorización solicitada
al editor de la revista.
Por su parte, la Revista se reserva los derechos de impresión, reproducción total o parcial del material,
así como el de aceptarlo o rechazarlo. Además, se reserva el derecho de hacer cualquier modificación
editorial que estime conveniente. En tal caso, el autor recibirá por escrito recomendaciones de los
evaluadores. Si las acepta, deberá entregar el artículo con los ajustes sugeridos dentro de las fechas fijadas
por la Revista para garantizar su publicación.
Proceso de revisión por pares doble ciego
Cada uno de los artículos recibidos es sometido a un proceso de revisión y selección. En una primera
etapa se evalúa la originalidad y pertinencia del artículo por parte del Comité Editorial, posteriormente
es sometido a una evaluación tipo doble ciego a cargo de uno o dos árbitros de igual o superior nivel
148
educativo que el autor o los autores quienes conceptuaran sobre su calidad científica, estructura,
fundamentación, manejo de fuentes, rigor conceptual y metodológico, suficiencia del dominio de la
literatura sobre el tema, actualidad y contribución al área del conocimiento, organización y articulación
de las secciones, calidad y claridad de la redacción, correspondencia entre el título y el resumen con el
contenido del artículo, al igual que la clasificación del artículo según la percepción del evaluador.
En el proceso de evaluación se exige el anonimato tanto de los autores como de los evaluadores. De
igual manera, esta evaluación será informada al autor del artículo vía correo electrónico, con la finalidad
de que realice los ajustes necesarios que hayan solicitado los evaluadores. Ante la recepción del artículo
con las correcciones realizadas, el Editor de la Revista verificará el acatamiento de las sugerencias de
los evaluadores y analizará las justificaciones de aquellas que no se hayan tenido en cuenta. Una vez
aprobada esta fase, el artículo será enviado a los evaluadores para su dictamen final; de nuevo, se remitirá
al autor para realizar los ajustes a que hubiere lugar. Durante los meses siguientes al envío del texto, el
autor será notificado del resultado de los procesos de evaluación.
Ante desacuerdo con la evaluación realizada por los pares evaluadores, el o los autores tendrán la
posibilidad de apelar de manera argumentada ante el Editor de la Revista y el Comité Editorial que
tomarán las medidas pertinentes, las cuales serán informadas al autor vía correo electrónico.
Política de autoría
La Revista solo recibe artículos con un máximo de tres autores. En la lista de autores firmantes deben
figurar únicamente aquellas personas que han contribuido intelectualmente al desarrollo del trabajo.
Haber ayudado en la recolección de datos o haber participado en alguna técnica no son, por sí mismos,
criterios suficientes para figurar como autor. En general, para figurar como autor se deben cumplir los
siguientes requisitos:
• Haber participado en la concepción y realización del trabajo que ha dado como resultado al
artículo en cuestión.
• Haber participado en la redacción del texto y en las posibles revisiones del mismo.
• Haber aprobado la versión que finalmente va a ser publicada.
La Revista declina cualquier responsabilidad sobre posibles conflictos de intereses derivados de la
autoría de los trabajos que se publican.
La Revista Latinoamericana de Estudios de Familia se adhiere a los lineamientos del COPE: Code of
Conduct (http://publicationethics.org/files/u2/New_Code.pdf ).
Conflicto de Intereses
La Revista espera que los autores declaren cualquier asociación comercial que pueda suponer un conflicto
de intereses en conexión con el artículo remitido. También deberán aclarar la fuente de financiación de
la investigación a partir de la cual se escribió el artículo.
Derechos de Autor
Se remitirá junto al artículo el formato “Declaración de compromiso de los autores” respectivamente
firmado por cada uno de ellos, en donde se especifica que el documento es inédito, de su autoría y
que se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros, que el artículo no se ha presentado
149
simultáneamente para publicación en otra revista y que se obtuvieron los permisos necesarios para
reproducir cualquier material protegido por derechos de reproducción. Los juicios y opiniones expresados
en los artículos y comunicaciones publicados en la revista son del autor(es) y no del Comité Editorial.
Derechos de publicación
Si un documento es aceptado para su publicación, los derechos de impresión y de reproducción por
cualquier forma y medio son de la Universidad de Caldas, aunque se atenderá a cualquier petición
razonable por el autor para obtener el permiso de reproducción de sus contribuciones.
Normas éticas internacionales
Cuando sea pertinente, se incluirá una explicación sobre los procedimientos seguidos en la investigación
a fin de garantizar el cumplimiento de los principios y normas éticas de la Declaración de Helsinki de
1975 y posteriores revisiones.
Política de acceso abierto
Esta revista provee acceso libre a su contenido a través de su página Web (http://revlatinofamilia.
ucaldas.edu.co/) bajo el principio de que hacer disponible gratuitamente investigación al público apoya
a un mayor intercambio de conocimiento global.
Los contenidos web de la revista se distribuyen bajo una licencia Creative Commons de Atribución
esta licencia permite a otros distribuir, mezclar, ajustar y construir a partir de su obra, incluso con
fines comerciales, siempre que le sea reconocida la autoría de la creación original.
Declaración de privacidad
La Revista Latinoamericana de Estudios de Familia autoriza la fotocopia de artículos y textos para fines
académicos o internos de las instituciones, con la debida citación de la fuente. Los nombres y direcciones
de correos introducidos en esta revista se usarán exclusivamente para los fines declarados por ella y no
estarán disponibles para ningún otro propósito u otra persona.
Sistema DOI
Los artículos de la Revista se adhieren al sistema DOI, por medio del cual se establece una infraestructura
técnica y social para el registro y uso de identificadores para su uso en las redes digitales.
150
EDITORIAL GUIDELINES
The authors wishing to submit articles for consideration by the editorial board of our publication shall:
1. Send the article to the journal e-mail: revista.latinofamilia@ucaldas.edu.co The article must meet
one of the categories proposed by Publindex for scientific papers (for further information see
ethical policies of the journal). The type of article must be indicated in the subject section of the
e-mail.
2. The article must be submitted in Word format. Similarly it should include: title, author or authors
and contact address (email and postal address). It is essential to indicate which author will be
responsible for receiving and sending correspondence or otherwise it will be assumed that the
first author will take over that function. The text must be space and a half typed and, 12-point
Arial font. Core data of the author or authors should be specified inside the article which must
include: professional education, institutional affiliation, city, state or province, country and email
(institutional), and ORCID (http://orcid.org/).
3. The Article reference must be accompanied by the curriculum vitae of each of the authors (see
format) and the copyright release form signed by all authors (see format).
4. The article must be 25 sheets maximum (letter size sheets or quartos), which must be preceded
by a brief abstract (objectives, methodology, results and conclusions) of the work in Spanish and
English, not exceeding 150 words. Immediately after this abstract four to six key words must be
included to identify the main issues under discussion.
5. Write the reviews and book reviews with a maximum of 10 sheets (letter size sheets or quartos)
which must be preceded by the names, surnames and profession of the person making the review
or book review, as well as complete bibliographical data (author’s name and surname, full title of
the book, edition number, place of publication, publisher, year of publication).
6. Provide unpublished articles. If it is a translated article the sources and origin of the original text
as well as the respective permits for publication should be indicated clearly.
7. Send graphs, maps and photographs to a 266 dpi resolution in jpg or gif format. Next to the tables,
the article annexes must be attached indicating the place where they will be inserted in the text.
All these resources should be numbered consecutively in Arabic numerals and indicate clearly
the corresponding source(s). Only horizontal lines should be used in the tables according to APA
format sixth edition.
8. Cite bibliographical sources, less than 40 words within the text as follows: (author, year, and page).
Example: (Muñoz, 1996, p. 30). Citations having more than 40 words are written aside from the
text, indented, unquoted and without using italics. At the end of the citation the period must be
placed before the data -remember that for citations less than 40 words the period goes after.
9. Footnotes, numbered sequentially, will be used only for clarification, comments, discussions and
references by the author and should go in the corresponding page in order to facilitate the reader
following of the text.
151
10. References are made based on APA norms, Sixth Edition. Remember that all must have hanging
indentation. So:
Book:
Last name, Author’s name initials. (Year). Title of the book. Publication place: Publishing house.
Salazar, L.M. (2008). Las viudas de la violencia política. Trayectorias de vida y estrategias de sobrevivencia
en Colombia. Ciudad de México, México: El Colegio Mexiquense.
Mendoza, D. (ed.). (2004). Historia, género y familia en Iberoamérica (siglos XVI-XX). Caracas,
Venezuela: Universidad Católica Andrés Bello, Fundación Konrad Adenauer.
Book Chapter:
Last name, Author’s name initials. (Year). Chapter Title. Initials of the editor or Publisher name.
Last name. (Ed) or (Comp), Title of the book (pp. xx-xx). Place of Publication: Publishing house.
Seidler, V. (1985). La violencia: ¿el juego del hombre? En J.C. Ramírez y G. Uribe (coord.),
Masculinidades. El juego de género de los hombres en el que participan las mujeres (pp. 113-130).
Ciudad de México, México: Plaza y Valdés.
Journal article:
Last name, Author’s name initials. (Year). Article Title. Name of Journal, volume (number), pp-pp.
Seal, D. and Ehrhardt, A. (2003). Masculinity and urban men: Perceived scripts for courtship,
romantic, and sexual interactions with women. Culture, Health & Sexuality, 5 (4), 1298-1333.
Bezuidenhout, A. (2006). Consciousness and Language (review). Language, 82 (4), 930-934. doi:
10.1353/lan.2006.0184.
Newspaper Article:
Last name, Author’s name initials (Date). Title of Article. Name of Newspaper pp-pp.
Caicedo, M. (2008). Migración de mujeres centroamericanas y caribeñas hacia Estados Unidos y su inserción
laboral (tesis de posgrado). El Colegio de México, Ciudad de México, México.
152
Online:
Last name, Author’s name initials (Year). Title of Article. Taken from (URL).
153
JOURNAL ETHICS POLICY
Purpose
Revista Latinoamericana de Estudios de Familia (Latin-American Family Studies Journal) is an
international journal published annually. Its overall objective is to spread knowledge about families
built as a result of research and intervention processes and theoretical and methodological reflections
about gender perspective and diversity appreciation. Its specific objectives point to become a national
and international forum for debate in the field of family studies and gender, to stimulate new thinking
and interpretation around this social group and to participate in the debate on family changes and
transformations in contemporary societies and social responses through public policy actions.
Publication and authorship
Revista Latinoamericana de Estudios de Familia (Latin-American Family Studies Journal) is a national
and international semiannual publication. Articles in English, Portuguese and Spanish on original
and unpublished research that contribute to the advancement of knowledge and academic-scientific
discussion about Law, Social Sciences, and the Humanities are received. In turn, it is a place where
academics, undergraduate and graduate Law students, professors and researchers can publish research,
reflection and review articles on areas such as access to justice, culture, Law and social inclusion, Law
and environment, constitutional studies, political studies, regional political studies, public administration
studies, geopolitics and Law critical studies among others.
Revista Latinoamericana de Estudios de Familia (Latin-American Family Studies Journal) does not
accept previously published material, therefore all postulated articles must be original and unpublished.
In turn, while the article is being evaluated, authors commit not to submit the article to any other
journal or publication. Authors are responsible for obtaining the appropriate permissions to partially
reproduce material (text, tables or figures) from other publications and cite the source correctly. The
collaborations that appear in each publication do not necessarily reflect the thought of the Journal or of
the Editorial Committee and are published under the authors’ responsibility.
Likewise, if the author of an article would like to include it in another publication afterwards, the
journal in which it will be published shall clearly identify the data of the original publication, previous
requested authorization of the journal editors.
For its part, the Journal reserves printing rights, total or partial reproduction of the material, as well
as accepting or rejecting the article. It also reserves the right to make any editorial changes it deems
appropriate. In this case, the author will receive written recommendations of the evaluators. If accepted,
the author will deliver the article with suggested adjustments within the dates fixed by the journal to
guarantee its publication.
Double-blind peer review process
Each of the articles received is subjected to a process of review and selection. In a first step the originality
and relevance of the article is evaluated by the Editorial Committee. Then the article is subjected to
a double-blind evaluation type by one or two referees of equal or higher level of education than the
154
author or authors, who will judge on scientific quality, structure, foundation, source management,
conceptual and methodological rigor, sufficiency of knowledge of literature on the subject, timeliness
and contribution to the field of knowledge, organization and articulation of the sections, quality and
clarity of writing, correspondence between the title and the abstract with the article content, as well as
the classification of the article as perceived by the evaluator. In the evaluation process the anonymity
of both the authors and evaluators are required. Similarly, this evaluation will be reported to the author
of the article via email in order for him to make the necessary adjustments requested by the evaluators.
Upon receipt of the article with the corrections made, the Editor of the Journal will verify compliance
with the suggestions of the evaluators and analyze the justifications for those that are not taken into
account. Once approved this phase, the article will be sent to the evaluators for final judgment; again, it
is sent to the author for adjustments that might arise. During the months following the dispatch of the
text, the author will be notified of the outcome of the evaluation process.
Given disagreement with the assessment by peer evaluators, the author or authors will have the
opportunity to appeal in an argumentative way before the Editor of the Journal and the Editorial
Committee who will take appropriate measures, which will be reported to the author via email.
Policy authoring
The journal only receives articles with up to three authors. Only those authors who have contributed
intellectually to the development of the work must be included in the list of signing authors. Having
helped in data collection or having participated in a technique are not, by themselves, sufficient criteria
for authorship. In general, in order to be listed as an author the following requirements must be met:
§ Have participated in the design and implementation of the work that has resulted in the article in
question.
§ Have participated in drafting the text and in any of its revisions.
§ Have approved the version that will eventually be published.
The Journal accepts no responsibility for any disputes regarding the authorship of the works published.
Revista Latinoamericana de Estudios de Familia (Latin-American Family Studies Journal) adheres to
the guidelines of COPE: Code of Conduct (http://publicationethics.org/files/u2/New_Code.pdf ).
Conflict of interests
The Journal expects authors to declare any commercial association that might pose a conflict of interests
in connection with the submitted article. They should also clarify the source of funding for research
from which the article was written.
Copyright
The form “Declaration of Commitment of the authors” which specifies that the document is
unpublished, of their authorship and that the intellectual property rights of third parties are respected,
that the article was not submitted simultaneously for publication elsewhere and that the necessary
permits were obtained to reproduce any material protected by copyright, will be sent along with the
article dully signed by each of the authors. The judgments and opinions expressed in the articles and
communications published in the journal are of the author(s) and not of the Editorial Committee.
155
Publishing rights
If an article is accepted for publication, the rights of printing and reproduction in any form and medium
are from Universidad de Caldas, although any reasonable request by the authors to obtain permission to
reproduce their contributions will be responded.
International Ethical Standards
Where applicable, an explanation of the procedures followed in the investigation to ensure compliance
with the principles and ethical standards of the 1975 Helsinki Declaration and subsequent revisions
will be included.
Open Access policy
This journal provides free access to its content through its website (http://revlatinofamilia.ucaldas.edu.
co/) under the principle that making research freely available to the public supports a greater global
exchange of knowledge.
The Journal web contents are distributed under a Creative Commons Attributions license which
allows others to distribute, mix, adjust and build from his work even for commercial purposes
provided that the original creation authorship is acknowledged.
Privacy statement
Revista Latinoamericana de Estudios de Familia (Latin-American Family Studies Journal) authorizes
photocopy of articles and texts for academic or internal purposes of the institutions, with proper citation
of the source. The names and email addresses entered in this journal will be used exclusively for the
purpose the journal stated and are not available for any other purpose or another person.
DOI System
The articles in the Journal adhere to the DOI system whereby technical and social infrastructure for the
registration and use of identifiers for use in digital networks is established.
156
FORMATO DE SUSCRIPCIÓN
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Ciudad / City
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Institución / Employer
Mayores informes:
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A.A. 275 Manizales - Colombia
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revistascientificas@ucaldas.edu.co