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Eduardo Lizalde Su Obra PDF

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E DUARDO LIZALDE:

DEL NOMINALISMO
AL BESTIARIO

Vladimiro Rivas Iturralde La poesa de Eduardo Lizalde (Mxico, 1929) se resiste,


como toda obra tarda, a una indiscutible ubicacin
cronolgica. El poeta es algo posterior a Manuel Durn
(1925), Jaime Sabines (1925), Rosario Castellanos (1925) y
Toms Segovia (1927) y algo anterior a Thelma Nava (1931),
Vladimiro Rivas Iturralde es profesorinvestiga-
Marco Antonio Montes de Oca (1931), Juan Bauelos
dor del Departamento de Humanidades de la
(1932) y Gabriel Zaid (1934). Para 1966, ao en que se
UAM Azcapotzalco. Algunos de sus cuentos han

sido traducidos al ingls, francs, alemn y bl-


publica Poesa en movimiento la antologa preparada por
garo y constan en diversas antologas. Ha pu- Paz, Chumacero, Pacheco y Aridjis, todos los poetas con-
blicado cuento: El demiurgo (1967), Historia temporneos a Lizalde haban editado ya poemas que les
del cuento desconocido (1974), Los bienes daran cierta notoriedad. En 1956, ao fecundo en publica-
(1981), Vivir del cuento (1993); ensayo: Des- ciones de poesa y prosa mexicana, Lizalde propone su libro
ciframientos y complicidades (1991), Mundo La mala hora, cuya aparicin l ser el primero en deplorar.
tatuado (2003); y novela: El legado del tigre
Justo el ao 66, despus de aventurarse, con poemas no tan
(197), La cada y la noche (2000).
desechables como el poeta cree, por el poeticismo movi-
miento inventado por l y Enrique Gonzlez Rojo, al que se
adhirieron Marco Antonio Montes de Oca, Rosa Mara
Phillips, Arturo Gonzlez Cosso y David Orozco, y que
fue, segn l mismo, una mediocridad potica y un desati-
no terico, da a conocer Cada cosa es Babel, el libro
fundacional de una carrera literaria que se mantendra en
movimiento hasta comienzos del siglo XXI.

TIEMPO 2 LABERINTO
En 1966 el poeta tena ya 37 aos. Si su primer libro impor- porta es la relacin del hombre consigo mismo, con el tigre
tante coincidi con la aparicin de la antologa potica mexi- y con la mujer. El hombre y su pesadilla, el hombre y su
cana ms prestigiada de la segunda mitad del siglo XX, se desamor, el hombre y su soledad.
explica entonces por qu Lizalde fue excluido de esa selec-
cin que difundi internacionalmente la poesa mexicana La obra potica de Lizalde puede dividirse en cuatro gran-
contempornea. des periodos que responden no slo a una cronologa sino

Sin embargo, para quienes conocimos la poesa lizaldeana tambin a una evolucin temtica: a) la tentativa por l lla-
en los aos setenta y ochenta, se volvi emblemtica de un mada poeticismo, del que dan testimonio La mala hora
modo desilusionado de ver el mundo. Leerla nos hizo ma- (1956) y desiguales poemas publicados en plaquettes entre
durar: despej de falsas ilusiones nuestras mentes cndidas, 1949 y 1962 y recogidos en breve muestra en Nueva memo-
borr espejismos, rompi telaraas. Esos poemas parecan ria del tigre (1993); b) la reflexin potica sobre el vnculo
decir todo acerca del desamor y el desengao. Estaban lle- entre el nombre y la cosa, desarrollado en Cada cosa es Babel
nos de garras y desgarramientos. Los memorizbamos y los (1966); c) los bestiarios, que incluye la metfora del tigre
hacamos circular por donde podamos: Mxico, Espaa, con sus mltiples variaciones, y los temas de la soledad y la
Ecuador. prdida del amor, en El tigre en la casa (1970), La zorra en-
ferma (1974), Caza mayor (1979) y Tabernarios y erticos
La poesa de Lizalde sobre todo la de El tigre en la casa (1989); d) la ciudad de Mxico reflexin potica sobre la
(1970), La zorra enferma (1974), Caza mayor (1979) y urbe, que consta sobre todo en su Tercera Tenochtitln
Tabernarios y erticos (1989) es de una intimidad (1999); y e) el descubrimiento potico de la flora: Rosas
estrujante. Su mundo es estrecho pero profundo. Como en (1994) y Manual de flora fantstica (1997).
los cuadros de Francis Bacon, con cuya violencia y austeri-
dad asocibamos su parte medular, no hay en el fondo ms Cada cosa es Babel es un desafo del poeta a la casi
que tres elementos que se metamorfosean y se combinan: innominable cosa para nombrarla, un duelo a muerte. El
un hombre, un tigre (una ua, una garra, un colmillo, un poema es el escenario de una confrontacin mortal y mort-
cuchillo) y una mujer. Es un mundo sin paisaje, un coto fera como en el circo romano, donde el gladiador lucha
cerrado pero abierto a la pesadilla, donde lo nico que im- con la fiera entre el nombre y la cosa. Empieza el libro

TIEMPO 3 LABERINTO
conminando el poeta a las cosas a obedecerlo y, en primer quilacin del hombre en la narracin y su sustitucin por la
lugar, a la cosa dura por excelencia: la roca. La conmina a cosa; en Lizalde, en cambio, la presencia de un yo lrico
decir su nombre. La cosa no puede nombrarse a s misma, y dramtico y desgarrado es ms que evidente. La coinciden-
el poeta s puede nombrarla: cia reside exclusivamente en la comn preocupacin por la
cosa y su nombre.
Y le digo a la roca:
muy bien, roca, ablndate, En esta pugna entre nombre y cosa se impone una suerte de
despierta, desperzate, nominalismo pues, como los estructuralistas, niega los uni-
pasa el puente del reino, versales que podra formularse de esta otra manera: la pa-
s t misma, s ma, labra no es consustancial a la cosa y es independiente de ella:
dime tu ptreo nombre
de roca apasionada. Cosa nombrada, ya existas
antes de llamarte incluso
No slo se trata de la roca en s: no slo roca, sino lasca, con la palabra cosa.
rompiente, turbonada, albatros, gamo, estruendo, maremo-
to. No slo la cosa en s sino la cosa en accin y movimien- Si la palabra no es consustancial a la cosa, ninguna de las
to; no slo la cosa sino las chispas que saltan de resultas de dos debera sufrir la sujecin de la otra. No hay nada en la
la accin de la cosa en el mundo. cosa que obligue a llamarla de una manera u otra. Los dos
trminos no se obligan mutuamente. Son independientes:
La gran pregunta, en consecuencia, es la siguiente: qu cosa
lo uno existe en el reino del lenguaje; lo otro, en el reino de
dicen de las cosas los nombres?:
las cosas. Nada debera unirlas forzosamente sino el acto
arbitrario, convencional, de nombramiento y, en el caso de
Cosa, cmo te llamas.
la palabra potica, el acto denotativo de la conciencia vigi-
Si el nombre humea por tu cuerpo
lante y tambin libre del poeta. Sin embargo, este acto
como la trepadora escrita...
denotativo es en Lizalde un acto de violencia, como el del
La relacin entre las palabras y las cosas, tal es el problema. cazador que persigue y atrapa a su presa. Hay en estos poe-
Lizalde vuelve a plantearse, no como reflexin filosfica sino mas acerca de un problema filosfico y lingstico una pa-
como reflexin potica, el viejo problema suscrito por Platn sin, una vitalidad, una carnalidad y una violencia ajenas al
en el Cratilo, desarrollado a lo largo de la historia de la filo- tema, y la incipiente manifestacin de algo que dominar
sofa por Aristteles, Hobbes, Locke, Stuart Mill, Taine, toda la poesa ulterior de Lizalde: la presencia simblica de
Husserl, Frege, Wittgenstein y Foucault, y expuesto (y sim- la bestia en el poema con sus paradigmas violentos: tigre,
plificado) por Borges en los siguientes trminos: zarpas, colmillos, sangre, crimen, cacera, devoracin, etc-
tera, presencia que acabar por conformar un singular
Si (como el griego afirma en el Cratilo) bestiario. No hay poema en Cada cosa es Babel que no aluda
el nombre es arquetipo de la cosa, al animal o, de plano, lo nombre. Pero no se trata de un
en las letras de rosa est la rosa bestiario a secas, sino de la presencia de la bestia en lucha
y todo el Nilo en la palabra Nilo. con su cazador y su crcel, el lenguaje:

Los problemas que Lizalde se plantea coinciden de algn Las cosas se distinguen de las cosas aullando,
modo con los experimentos narrativos del nouveau roman piden su nombre a gritos,
francs (Robbe-Grillet, Sarraute, Butor), grupo que haba reclaman su poeta.
centrado su discurso en las cosas en vez de en los hombres; y Tienen sus cuatro patas
con los problemas planteados por los ensayistas y filsofos bien puestas en la tierra, las cosas:
estructuralistas acerca del vnculo entre los nombres y las mesas, garzas o serpientes,
cosas (Foucault, Barthes). Sin embargo, hay diferencias ra- y dan su flor cuando alguien
dicales de temperatura y temperamento, sobre todo con los las reconoce en el coto cerrado y expansivo
primeros: el nouveau roman busca sin drama alguno la ani- del lenguaje... (p. 27)

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Si las cosas allan como lobos y tienen cuatro patas, si pue- movimiento del concepto potico empieza desde abajo, par-
den ser garzas o serpientes y habitan un coto cerrado, el del tiendo de los hechos de la experiencia y, concretamente, de
lenguaje, son entonces para el hombre como bestias suscep- la experiencia del amor, la tensin de esta poesa evoluciona
tibles de amaestrar. De amaestrar, o sea de nombrar y, en esa desde la bsqueda del nombre hacia una pulsin ostensible-
medida, de ser dominadas por el amo que las nombra, el mente ertica, ya evidente en El tigre en la casa.
hombre. Como la cosa es inerte y el hombre activo en su
accin de nominar y por ello mismo de dominar, la relacin La de Lizalde es una poesa exasperada, erizada por la ten-
entre la palabra y la cosa es para Lizalde, en fin de cuentas, sin, la pasin y un dolor a veces enmascarado por la irona.
una relacin violenta, de sujecin y poder. Es el uso de la El poema no es un jardn de flores:
metfora potica lo que anima a la inerte cosa. Conviene
recordar la frase de P. Lamy: Las metforas hacen sensibles Este jardn de pas. El poema.
todas las cosas.1
Poesa erizada por la conciencia de ser duea de un instru-
En el poema Nombra el poeta hay una prefiguracin de lo mento (el lenguaje) que hiere y desgarra. Dice:
que ser toda su obra potica ulterior:
Erizo es el poema,
He aqu la cosa para nombrar, poeta: castaa en bolsa de fauces.
nombre del pan que tiembla ante el cuchillo,
El tigre en la casa (1970) es, desde el ttulo, una pesadilla
del cuadro que en el terremoto
con una visin resplandeciente y terrible: el de la fiera en la
altera el ojo y el pincel,
casa. Aloja algunos de los ms intensos y acabados poemas
del crimen y el asado de ternera. (p. 16)
de Lizalde, aquellos que hacen de l uno de los mayores
Este poema afronta el tema terico, abstracto, de la deno- poetas mexicanos de la segunda mitad del siglo XX. Se puri-
tacin; sin embargo, lo hace a travs de una imaginera car- fica de esa retrica y de ese carcter declamatorio que acaso
nal de verdugos y vctimas, de lastimadores y lastimados, de manchaban a Cada cosa es Babel y se abre a una poesa ms
sujetos activos y punzantes que infligen heridas sobre obje- depurada y austera, epigramtica en su brevedad, concep-
tos pasivos o vulnerables. Es un mundo de amenazas, de tista, clsica, pero no de un clasicismo apolneo sino
garras, espadas y cuchillos a punto de caer y herir; de pugna dionisaco. La violencia epigramtica de Catulo y Marcial
de poderes desiguales donde el menos fuerte cae: se da la mano con la insolencia de un Villon, con la plasti-
cidad de las pesadillas de Poe o Kafka y con la despiadada
Para nombrar un ciervo lucidez especulativa de Sade.
hay que tener mejores msculos que el ciervo. (p. 16)
En esta poesa imaginativa y vehemente hay ngeles lepro-
El principio darwiniano de la seleccin natural parece regir sos, tarntulas que muerden a otros seres porque no pueden
este acto de nominacin y esta potica. El mundo del len- morderse a s mismas, tigres que desgarran por dentro a quien
guaje y de su apoteosis la poesa es el escenario de una los mira, piojos incrustados en las vetas de un puro rayo de
lucha sin compasin por la preminencia del ms fuerte. Y el sol, perras que corrompen la tierra, zorras enfermas, falenas
ms fuerte es el que posee el lenguaje para nombrar el que caen muertas al suelo, cobras que hacen flotar su testa
victimario a la cosa nombrada su vctima. Quien frente a un nio, amor desgastado y rebajado, garras, colmi-
nombra posee a la cosa nombrada, tal parece ser la tesis de llos y heridas, zarpazos y dentelladas. La aguda inteligencia
Lizalde. Nombro, luego poseo lo que nombro. De ah su del autor su constante irona sazona la crueldad imagi-
violencia. El solo nombre de las cosas deja marca en ellas, nativa de los surrealistas con una vehemencia romntica
las hiere como un zarzal de letras y da testimonio de la baudelaireana, y logra una rara y feliz mezcla de rigor clsi-
presencia del hombre en la Tierra en tanto que nominador co con desenfado conversacional.
y homo venator, es decir, cazador.
No slo hay excelentes poemas en este libro. Hay la imagen
Como la poesa de Lizalde no se escribe desde arriba, desde de un alma solitaria, paisaje desolado que nos obliga a con-
la filosofa o desde una metafsica de las formas, sino que el templarla a medida que lo leemos. Lnea tras lnea, poema

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tras poema, nos sentimos atrados hacia un paisaje interior ra vez en el extraordinario poema El tigre, cuyos dos pri-
amargo y dolido. Maestro de la sinceridad como Catulo o meros versos magnifican el miedo:
Villon, Lizalde expresa abiertamente su intimidad: miedos,
fobias, amarguras, misoginia, soledad y su condena: un hom- Hay un tigre en la casa
bre condenado al infierno de la soledad y el desamor y, como Que desgarra por dentro al que lo mira,
Baudelaire, condenado a la poesa.
poema que concluye con esta esplndida metonimia:

Cuando un artista habla de sus pasiones o las canta, el resul- Pero s claramente
tado no suele ser siempre uniformemente provechoso para que hay un inmenso tigre encerrado
el arte en general ni para su propio arte. Pero Lizalde pone en todo esto.
los sentimientos al servicio de la poesa, de una puesta en
escena verbal como luego veremos, y no al revs. Una Es el tigre de Lizalde smbolo de algo que no puede nom-
notable imaginacin visual y verbal y una irona amarga lo brarse? Hay dos opciones: si puede nombrarse, qu es ello?
ponen a distancia de su intimidad dolida y lo acompaan Cul es la equivalencia, la ecuacin del tigre? Si no puede
como una sombra en todos sus poemas, lo cual nos permite nombrarse, una de tres: o el autor oculta deliberadamente su
ver tambin el rostro humorstico de la crueldad, ver el ri- significado, o ese significado se le escapa a l mismo pues
gor formal del clsico detrs de la sinceridad del romntico se mueve en el mbito de lo inconsciente o, en fin, no pue-
y de la violencia del surrealista. A pesar de la obsesiva recu- de nombrarse porque simplemente no es, porque es el Mal,
rrencia de algunos de sus temas, no nos fatiga nunca: con el porque es la negacin, como el Prncipe de las Tinieblas.
odo y la imaginacin de un buen msico, nos hace aden-
trarnos en su mundo a travs de imaginativas variaciones. Proteico como todo smbolo, el tigre lizaldeano se meta-
morfosea sucesivamente en emblema del amor, la muerte,
Aunque Lizalde no parezca un poeta muy sutil lo que el odio, la soledad. Pero ante todo es una imagen potica
tiene que decir lo dice abiertamente y a veces con cierta que se basta a s misma, la imagen de la pesadilla, llena de
brutalidad nos atrapa literalmente como un experto na- ese placentero horror que encontramos en las imgenes de
rrador y nos obliga a seguirlo, a seguir abriendo cajones para Poe o Kafka. El tigre es el tigre es el tigre.
hurgar en su interior y ver qu hay, qu hay distinto de lo
que ya habamos encontrado. Lizalde es claro y generoso Lizalde subraya ciertos rasgos del tigre que le sirven para
desde los primeros poemas de El tigre en la casa: nos entrega asociarlo con el hombre en general o con su personal expe-
en ellos las claves de su obra posterior. Sin embargo, como riencia humana. La soledad, en primer lugar. El tigre es un
en toda gran poesa, hay una vasta zona de misterio, un te- cazador solitario en la selva. Un animal bello, hambriento y
rritorio donde lo no dicho y aun lo indecible se encierran en carnvoro; un semental fuerte, primitivo, feroz. Pero, a la
la crueldad de las palabras. luz de Cada cosa es Babel queda claro que existe una analo-
ga entre el tigre que devora su presa y el hombre que some-
A pesar de no reservarse casi nada es uno de los poetas te a las cosas, que las devora con las palabras. Se trata de dos
que ms abiertamente se confiesan de la literatura mexica- cazadores solitarios: el tigre, de su presa en la selva, y el poe-
na, una tradicin marcada por la reserva, llama la aten- ta, del tigre en su acto de nombramiento.
cin cmo captura el inters del lector y se deja seguir e
La analoga del tigre con el hombre es evidente: ambos car-
interrogar, aunque no todas las preguntas obtienen respues-
nvoros y cazadores, ambos portadores de muerte, ambos
tas. El secreto est en la riqueza imaginativa de sus variacio-
amos, solos y soles, ambos acechados por la muerte:
nes, en la constante y afortunada irona que rige en sus ver-
sos. Cada variacin sobre un tema ya expuesto es tratada
Comprendo que alguien me persigue,
como si fuese la primera vez que se expusiera.
alguien me apunta
alguno acecha, me caza,
La poesa de Lizalde est regida, ms empecinadamente an
venadea, tigrea, destruye.
que la de Blake o Borges, por la imagen potica del tigre. Es
la imagen emblemtica de toda su obra. Aparece por prime- (Caza mayor, VI)

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En el poema siguiente, cuyo final cito, y cuyo sujeto es el
amor, por aquello de que dos cosas iguales a una tercera son
iguales entre s, colegimos que el tigre es tambin la muerte:

Todo lo vence, compaeros,


vence a la muerte, ciudadanos,
porque es la muerte l mismo.

Si el amante en Lizalde devora al ser amado, como el tigre a


su presa, el carcter devorador del amor postulado por su
poesa tiene que ser necesariamente tantico? No es ms
El tigre es smbolo del amor, aunque la naturaleza del amor bien el odio el que tiene ese carcter devorador de lo ama-
sea irrepresentable porque no se satisface a s misma sino do? Es que el odio es excluyente, aparta de s al objeto ama-
que constituye una bsqueda ms que un descubrimiento. do, en vez de absorberlo? El amor-odio, en cambio, absorbe
Como el deseo, y segn palabras de Cernuda, es una pre- y excluye a la vez, y sobre todo absorbe y encadena.
gunta que no tiene respuesta. Por ello para Lizalde es una
fiera representable pero inasible como el tigre, una agresin, El tigre lizaldeano es tambin baudelaireanamente el
una fiera lentsima, una jaura de flores carnvoras, un mal, el demonio, un satnico carcelero:
ramo de tigres, una condena a la devoracin, una cita con
la muerte: Es bestia fiel este rayado azote,
O mon cher Belzebuth, je tadore:
Y mismamente recuerdo resguarda bien la casa,
que el amor era una fiera lentsima: pero la cuida slo
morda con sus colmillos de azcar para que nadie salga.
y endulzaba el mun al desprender el brazo.
Eso s lo recuerdo. Si hubiera que resumir la imaginera lizaldeana en dos mo-
Rey de las fieras, mentos supremos, seleccionara, adems de los dos versos
jaura de flores carnvoras, ramo de tigres iniciales de El tigre ya citados, ese poema dotado de un
era el amor, segn recuerdo. solo verso memorable:

El amor es sueo de alguien que muere, es tortura, veneno, Algo sangra, el tigre est cerca.
odio:
Los animales del bestiario lizaldeano tienen poder, no en la
Uno se hace a la idea, medida en que sirven domsticamente al hombre, sino en
desde la infancia, que, como el tigre o la tarntula, son surtidores de miedo.
de que el amor es cosa favorable En el poema Gunman el mulo, amaestrado, estril, til y
puesta en endecaslabos, seores. vegetariano, aparece como la anttesis del bello y feroz tigre.
Pero el amor es todo lo contrario del amor, La ferocidad: he ah la clave del poder y el respeto que in-
tiene senos de rana, funde la bestia. Pero esa bestia feroz es solitaria: tambin en
alas de puerco. su soledad reside su fuerza. En la soledad del poeta reside
Mdese amor por odio. tambin la suya. Slo que la ndole del poeta Lizalde, como
la del tigre, es carnicera y agresiva: escribe para el odio, se-
No es una conclusin a la que se llega desde la inocencia, gn sus propias palabras: hiere, lastima, lleva una existencia
sino desde la experiencia, que bien puede ser corrupcin, maldita, baudelaireana.
como afirma en su poema Kindergarten, donde contrasta
dos momentos del ser humano, el de la inocencia del nio y Finalmente, el tigre es el poema mismo. Segn esta inter-
el de la putrefacta experiencia del adulto. pretacin autorreferencial, las rayas son al tigre lo que los

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versos a la pgina en blanco. Pero no a todos los poetas les cin, expresa en el poema su propia intimidad, sus emocio-
corresponde el privilegio y la legitimidad de esta analoga, nes, sensaciones, experiencias y estados de nimo. Esta es la
porque para que sta tenga lugar es indispensable que los interpretacin ms fcil, difundida y generalmente acepta-
poemas estn sostenidos por una ferocidad interior, una fuer- da. En el otro estn quienes, como Pedro Salinas, sostienen
za temperamental que la haga posible, condicin que en el que el yo enunciador desempea un papel ficcional, es de-
caso de Lizalde parece cumplirse. cir, que el poeta es un locutor imaginario cuya identidad se
construye a travs de los enunciados que se le atribuyen; en
Hay una innegable estructura cuentstica en los poemas de otras palabras, es ficcional porque se endosa una mscara,
Lizalde. Primero, hay en muchos de ellos una representa- que es el lenguaje potico. En virtud de esta ltima inter-
cin, una puesta en escena, una narracin metafrica. Se- pretacin, el poema lrico es una representacin que no difie-
gundo, ponen en escena a personajes ficticios: animales, cosas re mucho de la invencin ficcional, el cuento o la novela,
o ideas antropomorfizadas. Tercero, mantienen el suspenso por ejemplo. Creo que Lizalde pensara como Salinas. Todo
aun en pocos versos hasta el final revelador y sorprendente. poeta, en efecto, se expresa casi siempre a travs de una puesta
Lizalde crea una expectacin sostenida y la satisface con im- en escena: Machado con sus campos de Castilla y sus cre-
prevista contundencia, de suerte que el punto final, el final psculos; Borges con sus ntimos patios y calles de Buenos
del camino, se deja sentir con mayor rotundidad y eviden- Aires, sus laberintos, su ceguera, sus libros, sus tigres y per-
cia. Cuarto, poseen un tema recurrente: narran breves his- sonajes picos; Blake con sus visiones del cielo y del infier-
torias de amor (que ms bien son de desamor), aunque a no; Gngora con sus alegoras mitolgicas y sus errancias
veces nos topemos con la mera conclusin de una historia del peregrino, etctera. Aun los poemas ms abstractos res-
sobrentendida, que existe antes del poema. Quinto, poseen ponden a una puesta en escena: de hecho, las palabras mis-
cierto carcter aleccionador, ejemplar, en el sentido en que mas se organizan para ella, en funcin de ella: el poema es
las Novelas ejemplares de Cervantes lo tenan, es decir, ofre- una escenificacin, un teatro o, mejor, una experiencia dra-
cen al lector una leccin moral para curarlo de su ingenui- mtica.
dad y candor (vase Kindergarten). Pero Lizalde es un poeta
inteligente: nunca se toma en serio sus lecciones, que son Pocos poetas hacen tanto honor a esta interpretacin acerca
siempre irnicas, pardicas: llevan en s mismas su propia del yo potico como Lizalde. Lneas arriba habamos men-
contradiccin. Aun la naturaleza las flores, el mar, el p- cionado, a propsito de la estructura cuentstica de sus poe-
jaro est presente para cumplir el propsito, a su manera mas, la existencia de una representacin, una puesta en es-
didctico, de desilusionar al iluso, desengaar al optimista, cena. Sus poemas son ficciones, invenciones poticas, puestas
desesperanzar al esperanzado. Que muchos de estos poemas en escena del lenguaje que no se contradicen con la sinceri-
sean epigramticos potencian su carcter moralista. Sex- dad y abierta confesin de la intimidad que tambin hemos
to, a menudo el cuento narrado es una pesadilla, y una pe- sealado ya. Porque inventar no es necesariamente mentir.
sadilla no es slo una sensacin pura, sino una combinacin Sus sentimientos, sus confesiones, aun las ms ntimas y
precisa de significantes y significados que forman una his- amargas, aparecen escenificadas, puestas a distancia del suje-
toria terrible, una narracin cuya ambigedad no hace sino to enunciador por los smbolos, las metforas, la irona. A
exacerbar su ndole perturbadora. Ejemplos: El tigre, La travs de la irona, precisamente, Lizalde se re un poco de s
cobra, Charlie Brown en la loma, Samurai (que alude mismo, de su propia y amarga intimidad. Sus tigres, su
al film noir de Jean-Pierre Melville El samurai, film que es, bestiario, constituyen la mdula de una representacin ver-
como el poema de Lizalde, una radiografa de la soledad. El bal a travs de los cuales el yo potico se configura.
epgrafe del filme dice, recordmoslo: La soledad del sa-
murai es slo comparable a la del tigre en la selva, Libro del
bushido. Notas
1Citado por Grard Genette en La retrica restringida, en Investi-
Helena Beristin recoge una interesante polmica que se da gaciones retricas, II, Buenos Aires, Tiempo Contemporneo, 1974,
en el seno de toda discusin acerca del yo enunciador lri- p. 208.
co,2 en uno de cuyos extremos estn los que sostienen (como 2Helena Beristin, Anlisis e interpretacin del poema lrico, 2. ed.,
Wolfgang Kaiser) que el poeta lrico, el sujeto de la enuncia- Mxico, UNAM , 1997, pp. 54-60.

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