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Si nos detenemos un momento en la
Autobiografa 1 precoz de Juan Vicen- te Melo, escrita a los 34 aos cumpli- dos, encontramos que su vida estuvo misteriosamente marcada por la re- peticin; en ella confluyeron por lo menos tres caminos: dos (la medi- cina y la escritura) fueron trazados de forma significativa por las genera- ciones que lo antecedieron (su padre y su abuelo eran mdicos; su madre y una ta, de la que l siempre reneg, gustaban de la literatura). El tercero, sin embargo, lo hizo vctima de un destino personalsimo, exclusiva- mente suyo: su signo zodiacal era Piscis con ascendente en Piscis: Nac escribe Melo el primer da de marzo de 1932: Todos los hors- copos registran que, en ese da, rige el signo de Piscis y los Piscis dicen, y estoy de acuerdo son nefastos, gustan de decir menti- ras. Estn destinados a diversos oficios y su configuracin astral es doble: dos peces que se abra- zan en sentido inverso: la cabeza de uno corresponde a la cola del otro y viceversa. Signo de agua, disolucin, habitacin en las pro- fundidades. Signo de la movili- dad, de la inconsistencia, lo que nunca permanece quieto, la ola. 2 NOTAS DESDOBLAMIENTO, TRAVESTISMO Y OTREDAD EN LOS CUENTOS DE JUAN VICENTE MELO Claudia Albarrn* * Centro de Lenguas, ITAM. 1 Vase Nuevos escritores mexicanos del siglo XX presentados por s mismos. Juan Vicente Melo, 1966, Mxico, Em- presas Editoriales. 2 Ibid., p. 18. ITAM Derechos Reservados. La reproduccin total o parcial de este artculo se podr hacer si el ITAM otorga la autorizacin previamente por escrito. 128 Si los dos peces que se miran en el signo zodiacal de Melo funcionan como espejos enfrentados (uno es la imagen del otro que, a su vez, es la imagen invertida), la repeticin y la otredad permean tambin sus cuentos, recorridos por infinidad de signos, de seales, de claves y tics que, por efectos de la aliteracin, adquieren sentido en los maniticos protagonistas de sus historias: las palabras o los nombres que ellos pro- nuncian repetidamente, las melodas que escuchan o tararean, los espe- jos en los que su imagen se desfigura o en los que intentan reflejarse, la escritura invisible que sus dedos trazan sobre la mesa o sobre el cristal de una ventana no tienen valor sino en la medida en que acusan una parti- cipacin con el otro, con esa otredad conflictiva que, al ser invocada, des- pierta de su escondrijo. 3 Pero este afn obsesivo y meticu- loso que casi todos los personajes de Melo realizan cotidianamente para encontrarse con lo otro (llmese como se llame: la mujer o el hombre amado, los momentos ldicos de la infancia o aquella ilusin que alguna vez tuvieron en el pasado, pero que ahora ha quedado enterrada bajo las cenizas de una mediocre vida coti- diana) no llega nunca a ser un antdo- to definitivo contra la triste realidad que los rodea. Se trata de una melan- cola ancestral, de un desencanto primigenio, una suerte de lodo denso y pegajoso que se amalgam a sus vidas en el instante de nacer y que nunca aunque lo intenten afanosa- mente lograrn arrancar de sus entraas. Ya lo haba dicho Juan Vicente cuando, en la Autobiogra- fa citada, habla del sentido que tuvo para l la literatura: Si me asustan los principios, los finales me aterran, simplemente porque la vida sigue, contino es- cribiendo, no s lo que va a ser de m el da de maana. Sin embar- go, repito, estas lneas representan un principio. Algo se me ocurre: seguir inventando lo no dicho, contando mentiras a fin de hacer- me partcipe de otra realidad, porque sta, la que vivo, me resul- ta intolerable. 4 3 Sobre esta ritualizacin que los per- sonajes de los cuentos de Melo reali- zan cotidianamente, Luis Arturo Ramos acu un trmino genial y contunden- te: melomanas, en el nico libro que hasta la fecha se ha escrito sobre el es- critor veracruzano, titulado, precisa- mente, Melomanas: la ritualizacin del universo (una lectura de la obra de Juan Vicente Melo), 1989, Mxico, UNAM-CONACULTA-INBA, Textos de Di- fusin Cultural (Serie Diagonal). 4 Ibid., p. 61. NOTAS ITAM Derechos Reservados. La reproduccin total o parcial de este artculo se podr hacer si el ITAM otorga la autorizacin previamente por escrito. 129 El tan llevado y trado pesimismo de Juan Vicente Melo y los perso- najes de sus ficciones, su terca vo- luntad de evadir el presente mediante el idlico y sublimado recuerdo, se expresa en todos y cada uno de sus relatos. En La noche alucinada, cuento tiernamente cruel que da ttu- lo al primer volumen de relatos, la noche le dice al nio: Te he hablado de ese mundo mara- villoso que desconoces. No te resistas, sgueme. Te voy a ense- ar la verdad. No creas que estoy loca; ellos, los de abajo, s que lo estn. Se han olvidado de que existe un maana y la vida la redu- cen a instantes. Te han envenena- do, nio, con sus supersticiones y sus terrores, con sus enfermeda- des, con su sangre intoxicada con pastillas de dormir y para comer, tratando intilmente de excitar sus cerebros embotados y sus cuerpos insensibles, enloquecidos por el temor de perder una guerra o un alfiler, buscando, buscando, buscando con sus pies torpes y los ojos miopes algo que slo encuen- tran despus de muertos, cuando ya no les sirve de nada. Pero ya no puedo luchar ms; estoy vieja y me han vencido... No te ha gustado mi cuento? Quisiera con- tarte algo muy alegre, pero no puedo hablar ms que de cosas tristes porque no soy feliz. Me han enseado a no serlo. 5 Como la noche, los personajes de Juan Vicente Melo tratan infructuo- samente de salir de la desesperanza, pero se hallan inmersos en un estatis- mo mediocre y cotidiano, y su nico refugio (si es que podemos llamarlo as) consiste en recordar pocas pasa- das, jalando el hilo de una memoria frgil y escurridiza que se deforma o se encoge caprichosamente. No obstante, los caminos que eligen, las historias que se inventan no slo no los reconfortan, sino que incluso son an ms desoladoras y tristes que sus respectivas realidades. El intento de fuga, la falsa puerta de salida va lo otro, va el otro tan buscado y rumiado por los protagonistas que, a base de conjuros, guios, hbitos y maas cotidianas tratan de salir de sus propias crceles no les trae ms que un renovado vaco cada vez ms profundo, ms oscuro. Las ciernes de esos frustrados ri- tuales cotidianos que en relatos pos- teriores alcanzarn la fuerza de las ceremonias religiosas las encontra- mos en los cuentos de La noche alucinada (1956), libro que, a pesar de los repetidos esfuerzos de su autor por borrarlo del mapa literario, fue 5 Ibid., p. 50-1. NOTAS ITAM Derechos Reservados. La reproduccin total o parcial de este artculo se podr hacer si el ITAM otorga la autorizacin previamente por escrito. 130 reeditado por la Universidad Vera- cruzana en El Agua cae en otra fuen- te (1985), y que no volvi a recoger en ninguna otra ocasin afectado (por qu no) por la sinceridad de los comentarios de Len Felipe, a quien el audaz mdico le haba enviado el borrador de su primer libro. Cito las palabras de Len Felipe in extenso: Joven y querido amigo: He ledo sus cuentos. Para un libro, pienso yo que an no estn maduros. An no tiene usted herramienta. Pero tiene usted ima- ginacin, sensibilidad... y un mundo dentro de su sangre y de su espritu... un mundo potico... y la cantera de donde sale todo. La herramienta se adquiere... y usted tiene 23 aos. El cuento Por qu lloras? parece que va a cristalizar en un poema. Todo tiende en usted al poema, ms que al cuento... El relato marcha turbio muchas veces sombras y nieblas surrealistas pero hay siempre y por todos los rincones una vibra- cin mgica y permanente. Est usted en un momento difcil, muy comprometido entre lo que es ya, oficialmente, su profesin y la llamada de su vocacin. Es un conflicto que usted nicamente puede resolver. Yo slo le advierto que la Poesa no admite compo- nendas y que considerarla como un hobby es ponerla a la altura de un deporte. O todo o nada. O es usted un poeta o es usted un mdi- co. El problema es de usted. Per- sonalsimo... Problema heroico siempre el de la vocacin que es el de nuestro destino. Determinar bien aquello para lo que hemos nacido, para lo que se nos ha pues- to aqu y aceptarlo sin engaos ni cobardas es lo que ms le impor- ta al hombre... 6 Aunque, ciertamente, La noche alucinada es un libro de juventud (hermtico, exagerado, difcil y, por momentos, incomprensible por la excesiva presencia de referencias a autores a quienes el joven Juan Vicente intentaba imitar), en l asis- timos a un abigarrado mundo de espacios, voces y gestos en el que se mezclan, hasta confundirse, los nombres, los rostros, los sexos, como una suerte de carnaval orgis- tico. Pienso, sobre todo, en dos rela- tos: Tarntula y Estela. En el primero, con evidente influencia kafkiana, el hombre-tarntula con- densa en una frase el delirio persecu- torio que padecern muchos otros protagonistas de los cuentos de Melo 6 Melo incluy la carta de Len Felipe como prlogo a la primera edicin de La noche alucinada y tambin la inclu- y en El agua cae en otra fuente, op. cit., p. 45. NOTAS ITAM Derechos Reservados. La reproduccin total o parcial de este artculo se podr hacer si el ITAM otorga la autorizacin previamente por escrito. 131 (recordemos El da del reposo, del libro Fin de semana, o la novela La obediencia nocturna, por slo men- cionar dos ejemplos ya clsicos en la narrativa de este escritor), quienes son uno y muchos a la vez: El del espejo soy yo, y yo soy el otro, 7 dice el hombre-tarntula. Por su parte, la Estela de La noche alucinada inaugura en la cuentstica de Melo la figura del travesti, que tambin estar presente en El ve- rano de la mariposa, cuando la solterona Titina decide probarse el vestido de la seora Lola, y alcanza mayor riqueza y complejidad desde el punto de vista narrativo en El da del reposo (ambos cuentos se inclu- yen en Fin de semana). En la Estela de La noche alucinada, Xavier o Roberto o quiz la propia Estela se mira frente al espejo, pero su voz y su imagen convulsa se yuxtapone y combina con otras ms, hasta el lector llega a perder el rostro supues- tamente inequvoco de la voz inicial. Quin grita: Te amo, te amo, Xavier!? Quin fuma mientras se contempla en el espejo, si se nos acaba de decir que Estela no ha en- cendido un cigarrillo? Quin cierra la puerta (o es la ventana!) del cuarto? Quin tiene las uas pinta- das: es Estela, es Xavier, es Roberto, o bien, es ese otro personaje sin nombre que al final del relato surge del fondo del espejo para afirmar contundentemente: Lo siento... pero no me llamo Estela!? La nica certeza que el lector tiene es que alguien sea cual fuere su identidad se mira al espejo mientras intenta recuperar un recuerdo que, al menos al principio, parece dulce y reconfor- tante. No obstante, transcurridos algu- nos minutos, a su imagen reflejada en el espejo van yuxtaponindosele otros rostros, otros gestos ajenos, fantasmas trados de tiempos y viven- cias remotas que no slo deforman su figura sino que incluso consiguen colarse en la mente del narrador-per- sonaje, en su pensamiento, desvir- tuando y traicionando el discurso con el que haba iniciado la historia. Y es que la Estela de La noche alucinada de alguna manera pronos- tica el enriquecimiento que la figura del doble tendr en la obra posterior de Juan Vicente Melo. Como dije, se trata de un relato sumamente com- plejo en el que el escritor veracruza- no consigue dibujar los rasgos del esquizoide, esa figura fragmentada, evanescente e inasible que alcanzar su expresin ms acabada en La obe- diencia nocturna, pero a la que Melo volvi una y otra vez en sus relatos. A esa imagen del yo desdoblado o distorsionado de la primera Este- la, Juan Vicente le ir aadiendo en cuentos posteriores un complejo jue- 7 Ibid., p. 68. NOTAS ITAM Derechos Reservados. La reproduccin total o parcial de este artculo se podr hacer si el ITAM otorga la autorizacin previamente por escrito. 132 go de voces, de reiterados movi- mientos corporales, de maas, horas y das precisos que, al pronunciarse o suceder con la exactitud de un reloj, darn mayor densidad y corpo- reidad a las metamorfosis de los personajes. En Los muros enemigos, 8 nos en- contramos con otra innumerable serie de repeticiones que adquieren en los relatos el poder de un ritual religioso. As como los fieles asisten los domingos a la ceremonia de la misa con el propsito de invocar a Dios el gran ausente el mdico de la Estela de Los muros enemigos todos los lunes lleva a cabo un ritual para invocar a su novia de la adoles- cencia, otra gran ausente. Las letras que el mdico dibuja sobre la super- ficie de su escritorio (y que no son sino la escritura invisible del nombre de la muchacha Estela) prefiguran el constante subir y bajar del acto onanista que realizar ms tarde en su pequeo santuario, el bao, mientras invoca a su diosa-virgen. El movi- miento ascendente y descendente del dedo del mdico (quien copia ince- santemente el nombre de Estela sobre su mesa de trabajo) encuentra eco en el subir y bajar del rastrillo por su barbilla mientras pronuncia una y otra vez el nombre sagrado que le permitir seguir la huella, el rastro, la estela (de ah el nombre de la mujer) del amor adolescente. Y es que, como Juan Vicente Melo expli- c en varias ocasiones: uno no puede decir jams una palabra porque, si la dice, la realidad deja de pertene- cernos. El nombre, la palabra, la meloda, un da especfico funcionan, pues, como formas rituales para que los personajes construyan otro mundo; son frgiles puentes que les permiten aunque slo sea por un instante la comunin con el otro. Pero tambin es cierto que esa posibilidad debido justamente a su carcter evocativo (todo sucede en un mbito imagina- rio) los precipita a un abismo mucho ms oscuro, mucho ms cruel. Se trata, entonces, de un doble fracaso, de una doble cada: aquella produc- to de la insatisfaccin del deseo, del desamor, del abandono, de la espe- ranza frustrada en el pasado, y aque- lla otra, la que viene despus de realizada la liturgia o el rito y que, como la cruda que sigue a la euforia de la borrachera, sumergir a los personajes en una realidad ms te- rrible y desesperanzadora a la que intentaban escapar. En Los muros enemigos abundan ejemplos sobre este tema. Pensemos en Enrique, personaje del cuento Los amigos, que intenta reavivar 8 Lo public la Universidad Veracru- zana en 1962 y luego se incluy en El agua cae en otra fuente. NOTAS ITAM Derechos Reservados. La reproduccin total o parcial de este artculo se podr hacer si el ITAM otorga la autorizacin previamente por escrito. 133 sin xito su deseo homosexual por Andrs cuando recorre una y otra vez el camino hacia la casa del amigo muerto o cuando silba la seal que los haca cmplices de su callada e insatisfecha relacin amorosa. Pense- mos tambin en el protagonista de Cihuateotl, quien, desde la culpa y el remordimiento, se tortura recor- dando la historia de la relacin con su mujer para tratar, sin xito, de enmendarla. A diferencia de La noche alucina- da y de Los muros enemigos, en los que, como dije, el desdoblamiento de los personajes aparece intermiten- temente, en Fin de semana (1964) el problema del doble parece reco- rrer todas las historias. El ttulo de este tercer volumen de relatos esta- blece una sutil distincin respecto a los dos libros anteriores: Juan Vicen- te Melo no privilegi un cuento para nombrar al volumen completo, sino que reuni tres relatos (dos de ellos publicados con anterioridad en revis- tas literarias) bajo un nuevo nombre: Fin de semana, para referirse a ese otro tiempo en el cual la rutina, la cotidianeidad, el trabajo diario se inte- rrumpen para permitir el descanso y el ocio. Ser all, en ese parntesis temporal, en donde los protagonis- tas de los cuentos experimentarn una mutacin a veces efmera pero decisiva para su identidad. Concebido a la manera de un ritornello, La hora inmvil (primer relato del libro) funciona como un laberinto caleidoscpico en el que los dos protagonistas guiados por un supuesto testigo reproducirn la historia de enemistad que marc la vida de sus respectivos padres y que, a la vez y de acuerdo con la estructu- ra circular del cuento, ser reproducida hasta el infinito por las generacio- nes que les siguen, como una suerte de obsesivo e ineludible destino. Desde luego, a la obediencia incondi- cional de los protagonistas del cuento (que, al duplicarse, repiten y cumplen cabalmente con lo que el supuesto narrador-testigo les ordena), se le aadir una metamorfosis ms: la del propio narrador, que no acta como el testigo que prometi ser, 9 sino que controla, altera, aconseja y gua a ambos personajes (ya encarnados en sus respectivos progenitores) hasta conseguir que sus vidas se encuen- tren y la historia se repita. En El verano de la mariposa, la tmida y mediocre seorita Titina 9 El relato inicia y concluye con la si- guiente frase del narrador: Esto fue lo que vi, pero a lo largo de la historia este supuesto testigo no slo ve, sino que mueve los hilos de la vida de los protagonistas. Por ende, la frase de inicio y trmino del cuento resulta falsa, mentirosa. Tendra que haber sido: Esto fue lo que hice. NOTAS ITAM Derechos Reservados. La reproduccin total o parcial de este artculo se podr hacer si el ITAM otorga la autorizacin previamente por escrito. 134 adopta una personalidad desinhi- bida gracias a que, azarosamente, se prueba el vestido de su clienta, la seora Lola. El cambio de vestua- rio, el ritual que la solterona lleva a cabo en el ro (y que, por lo dems, en la obra de Melo constituye una de las escenas ms ricas en cuanto a simbolismo se refiere) le permiten salir por un momento de la crislida y conocer al enemigo, a ese ser amena- zante con quien lamentablemente, debido a sus miedos y a sus prejui- cios morales la solterona no podr tener un encuentro ertico. El ttulo que Juan Vicente eligi para este cuento tiene, adems, un doble juego metafrico implcito que podra servirnos de smil, de imagen totali- zadora para referirnos al papel que desempea el desdoblamiento, la otredad y el travestismo en su obra. El primero de estos trminos remi- te al simbolismo del verano como un perodo de plenitud. Asociado a las estaciones del ao y a la actividad agrcola, el verano es el tiempo en el que se recogen las cosechas y, por ello, generalmente se habla de l como la poca de mayor abundancia. En este cuento, como en muchos otros, la protagonista vivir un segundo de felicidad, un momento fugaz, pareci- do a la plenitud, y renacer simblica- mente para morir instantes despus. Por su parte, el segundo de los trmi- nos del ttulo conduce, mediante esa figura metafrica que lo constituye, a la transformacin de la identidad de la seorita Titina y, en general, remite tambin a la temtica cons- tante de la cuentstica de Melo: la despersonalizacin. Al igual que muchos otros prota- gonistas de los cuentos grises, insig- nificantes, mediocres, la seorita Titina intentar por nica vez trans- gredir ciertos lmites, tratar de in- ventar el mundo (como escribi el propio Melo en su Autobiografa) y por un instante vivir un momento de plenitud, tras desobedecer el tab familiar de no ir a la otra orilla del ro. Pero, evidentemente, el que Titi- na u otros personajes de los cuentos sean seres degradados no quiere decir que sus experiencias necesaria- mente lo sean: la paradoja constante en los relatos de Juan Vicente es que esta sed de ser otro, este deseo de tras- cender su estatismo, esa incipiente y espordica voluntad de transfor- macin encarne en seres imposibili- tados para alcanzarlo en realidad. No hay nada ms desalentador, pare- ce decirnos Melo, contradiciendo a Marcel Proust, que recurrir al recuer- do como una va para enmendar la realidad. La verdadera zaga de estos trgicos hroes consiste, pues, en hacer sangrar una y otra vez esa llaga que el tiempo pasado ha querido sanar, pero que ellos deben mantener abierta cada minuto de su presente. NOTAS ITAM Derechos Reservados. La reproduccin total o parcial de este artculo se podr hacer si el ITAM otorga la autorizacin previamente por escrito. 135 Por ltimo, en el tercer relato que integra Fin de semana, Antonio ad- quiere, tambin por la fuerza de la repeticin, la personalidad del amigo Ricardo mientras que, en forma simul- tnea, en el narrador de la historia se lleva a cabo el mismo proceso de identificacin que ha hecho posible la mutacin de Antonio en Ricardo. Se trata de un cuento cerrado, perfec- to, en el que Melo logra fundir la voz (o voces) del narrador con los dems personajes de la historia, al tiempo que entremezcla sus personalidades y yuxtapone sus deseos. Valindose de nuevo de un sinfn de registros discursivos ya caractersticos de su complejo estilo narrativo (negritas, cursivas, guiones), Juan Vicente ir transformando la identidad del narra- dor hasta que consigue confundirla con la del personaje central. As, mientras en Antonio se realiza la me- tamorfosis fsica (usa el carro del amigo, se viste como el amigo, habla como el amigo... ergo, es el amigo), en ese supuesto narrador-testigo se realiza tambin un cambio paulati- no de identidad en la medida que va contando la historia: primero, se vuel- ve Antonio y, cuando Antonio consi- gue ser Ricardo, el narrador-testigo abandona la imparcialidad y se asu- me como Ricardo. Siempre dobles, evanescentes, escondidos, mentirosos, disfrazados, los personajes de los cuentos de Juan Vicente se escabullen como peces en el agua: son otros y los mismos, como ese signo Piscis que, si de alguna manera marc la vida de Juan Vicen- te Melo, en su obra terminara con- virtindose en destino. NOTAS ITAM Derechos Reservados. La reproduccin total o parcial de este artculo se podr hacer si el ITAM otorga la autorizacin previamente por escrito.