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Diario Clandestino 1943 - 1945
Diario Clandestino 1943 - 1945
Diario Clandestino 1943 - 1945
Libro electrónico204 páginas2 horas

Diario Clandestino 1943 - 1945

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Información de este libro electrónico

Este Diario clandestino, como escribe su propio autor, «es tan clandestino que ni siquiera es un diario». Recoge, con un tono irónico y ocurrente, la vida cotidiana de los militares italianos internados en los campos de prisioneros durante la Segunda Guerra Mundial. Diario clandestino nos ofrece una profunda reflexión sobre la guerra y el encarcelamiento, demostrando que el humor es una vía de escape y una forma de recuperar la dignidad para todos aquellos que han sido forzados al cautiverio. La originalidad y humanidad de este diario ha servido de inspiración para películas tan reconocidas como La vida es bella.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento7 dic 2022
ISBN9788412573787
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    Diario Clandestino 1943 - 1945 - Giovannino Guareschi

    portada_Diario_clandestino-1000.png

    Índice

    Escalones

    Giovannio Guareschi

    Manuel Manzano Gómez

    Portadilla

    Créditos

    Diario Clandestino

    Instrucciones de uso

    1943

    1944

    1945

    Apéndice

    Escalones,

    16.

    Giovannino Guareschi

    1908 – 1968

    Giovannino Guareschi fue un escritor, periodista, humorista y caricaturista italiano. Su afilada pluma le procuró muchos enemigos y para evitar problemas con las autoridades fascistas se alistó en el ejército. Tras negarse a jurar lealtad a la República de Saló, fue hecho prisionero por los alemanes. Después de la guerra y su liberación, fundó la revista cómica Cándido, la cual ganó relevancia gracias a sus viñetas satíricas. Además, creó a su personaje más famoso y de mayor relevancia, Don Camilo, protagonista de varias de sus novelas y que cuenta con múltiples adaptaciones llevadas al cine y a la televisión.

    .

    Manuel Manzano Gómez

    Es traductor, editor senior y novelista, entre sus más de quinientas traducciones hasta la fecha, tanto de ficción como de no-ficción, constan obras de Giorgio Bassani, Gianni Rodari, Antonio Gramsci, Donato Carrisi, Vauro Senesi, Carlo Petrini, Pietro Bartolo, Luigi Zoja o Michele Navarra, en italiano; y de J. G Ballard, Ursula K. Le Guin, W. M. Thackeray, Peter George, Michael Pollan, Ray Dallo, H. G. Wells, Jerome K. Jerome, Ring W. Lardner, Stephen Leakock, Arthur Conan Doyle, Edgar Allan Poe o Rudyard Kipling, en inglés. Asimismo, es autor de tres novelas, thrillers de humor: Capitán de las sardinas, El hombre de plastilina, y El inhumano. .

    Giovannino Guareschi

    Diario clandestino

    1943 - 1945

    Traducción de Manuel Manzano

    Título original: Diario clandestino 1943-45

    © Giovannino Guareschi 1949

    Edición digital: noviembre 2022

    © de la traducción: Manuel Manzano, 2022

    © de la presente edición: La Fuga Ediciones, 2022

    © de la imagen de cubierta: Chini

    © de la fotografía del autor: Casa - Archivio Guareschi

    Corrección: Olga Jornet Vegas

    Revisión: Iago Arximiro Gondar Cabanelas - Leticia Clara Cosculluela Viso

    Diseño gráfico: Tactilestudio comunicación creativa

    Maquetación digital: Iago Arximiro Gondar Cabanelas

    ISBN:978-84-125737-8-7

    Esta obra ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Cultura y Deporte.

    Este libro forma parte del proyecto Cien Años de Humor en la Literatura Europea que cuenta con la financiación de la UE a través del programa Europa Creativa.

    Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia

    o la grabación sin el permiso expreso de los titulares del copyright.

    Todos los derechos reservados:

    La fuga ediciones, S.L.

    Passatge Pere Calders 9

    08015 Barcelona

    info@lafugaediciones.es

    www.lafugaediciones.es

    diario clandestino

    1943 - 1945

    A mis compañeros que no volvieron

    Él piensa que esta noche en el Lager nadie mirará al cielo del nuevo año: piensa en los compañeros que no han vuelto, pero con los que un día se encontrará de nuevo.

    Un tren fantasma circula en silencio. Es un tren que ha recorrido todas las vías de Alemania, Polonia, Rusia, Yugoslavia y ha parado en todos los campos de concentración, y es un convoy que nunca se acaba porque es el que lleva las almas de los muertos en cautiverio. Ahora corre por las vías de Italia y se detiene solo cuando debe cargar el alma de un exprisionero. Y cuando, dentro de cincuenta o sesenta años, haya cargado el alma de todos los veteranos, tomará la vía aérea que lleva a donde Dios quiere, y nadie en la tierra lo verá nunca más.

    Sabe que un día el tren fantasma se detendrá en la estación de su pueblo, y él también subirá y se encontrará de nuevo con sus compañeros perdidos. Y, mientras tanto, se consuela con cada año que pasa.

    Instrucciones de uso

    Este Diario clandestino es tan clandestino que ni siquiera es un diario.

    Y sea dicho esto para rectificar un poco el título y consolar a quienes, al leer la palabra «diario», agudizan el oído con recelo.

    No es un diario, uno de esos de siempre donde se puede leer que un día el protagonista hizo tal cosa, que otro pensó tal otra… uno de esos diarios en los que el autor se pone en el centro del universo como si fuera el perno que lo sujeta todo.

    En realidad, tenía en mente escribir un diario de verdad y durante dos años anoté con mucha diligencia todo lo que hacía o dejaba de hacer, todo lo que veía y pensaba. Es más, era demasiado consciente, y también escribía lo que debería haber pensado, así que me llevé a casa tres libretas llenas de todo aquello, como para escribir un volumen de dos mil páginas. Y en cuanto llegué a casa puse una cinta de tinta nueva en la máquina de escribir y comencé a descifrar y a desarrollar mis apuntes, y de los dos años con los que pretendía montar la historia no olvidé ni un solo día.

    Fue un trabajo agotador y febril: pero al final tuve el diario completo. Luego lo releí con atención, lo pulí, traté de darle un ritmo agradable, después lo volví a mecanografiar por duplicado, y por fin lo tiré todo a la estufa de leña: original y copia.

    Creo que eso fue lo mejor que he hecho en mi carrera como escritor: tanto que es lo único de lo que nunca me he arrepentido.

    Y os preguntaréis, las páginas de este libro, ¿de dónde han salido?

    ● ○

    Sucedió que, como millones y millones de personas, me vi envuelto en el último gran desastre que ha entristecido a nuestro desafortunado mundo.

    Ahora no recuerdo bien cómo fueron las cosas: quien participa en una guerra suele tener mucho que hacer en el pequeñísimo sector que se le encomienda, y por lo tanto no tiene posibilidad de estar al día sobre la tendencia general del asunto. Por eso no sabe si están ganando o si están perdiendo y, al final, si ha ganado o si ha perdido la guerra.

    Además, el lío resultó tan grande y tan complicado que hoy, después de casi cinco años del final, la gente sigue discutiendo para ponerse de acuerdo sobre quién ganó y quién perdió, quién se equivocó y quién acertó. Sobre quiénes eran los aliados y quiénes los enemigos.

    Hubo enemigos, de hecho, que de pronto se encontraron con que eran aliados y aliados con que eran enemigos. Y, a la parte externa, se sumaron la parte política interna y la guerra civil anexa que hizo enfrentarse a los padres contra los hijos, a las esposas contra los maridos, al norte contra el sur, al este contra el oeste, tanto que el historiador objetivo que quisiera escribir una crónica honesta debería limitarse a escribir: «En un mundo de locos, los más locos fueron vencidos por los más locos», porque los unos estaban más locos que los otros y los otros estaban más locos que los unos.

    En resumen, yo, como millones y millones de personas como yo, mejores que yo y peores que yo, me encontré envuelto en esa guerra como italiano aliado de los alemanes al principio, y como prisionero italiano de los alemanes al final. Los angloamericanos bombardearon mi casa en 1943, y en 1945 vinieron a liberarme del cautiverio y me dieron un poco de leche condensada y de sopa enlatada.

    En lo que a mí respecta, la historia está toda aquí.

    Una historia banal en la que tuve el peso de una cáscara de nuez en un mar tormentoso, y de la que salí sin cintas ni medallas pero victorioso porque, a pesar de todo y de todos, logré pasar el cataclismo sin odiar a nadie.

    De hecho, incluso encontré un amigo valioso: yo mismo.

    Tras lo cual se comprende cómo, ya escrito el diario, tuve que quemarlo: nombres, hechos, responsabilidades, consideraciones históricas y políticas, todo ardió, y debía arder junto con las páginas del diario.

    Para llegar a mi historia, diré que junto a muchos otros oficiales como yo, me encontré un día de septiembre de 1943 en un campo de concentración en Polonia. Luego cambié a otros campos, pero en todas partes el asunto era el mismo que en el campo de concentración, y es inútil insistir en ello porque quien no ha estado en cautiverio en esa guerra, lo ha estado en la otra o lo estará en la próxima. Y si no lo ha estado o no lo estará, su hijo lo ha estado o lo estará, o su padre, o su hermano, o algún amigo suyo.

    Lo único interesante para los fines de nuestra historia, es que yo, aun en la cárcel, mantuve mi terquedad típica de la Baja Emilia: así que apreté los dientes y dije: «¡No me moriré aunque me maten!».

    Y no morí.

    Y es probable que no muriese porque no me mataron: pero el hecho es que no morí.

    También me mantuve vivo por dentro y seguí trabajando. Y, además de las notas del diario para desarrollar en casa, escribí muchas cosas para uso inmediato.

    Y así pasé una buena parte del tiempo yendo de barracón en barracón donde leía las cosas de las que este librito da una muestra. El material que, según mi intención en aquel entonces, escribí y utilicé de manera exclusiva para el Lager y que nunca debería haber publicado fuera del Lager.

    En cambio, pasados algunos años, fue lo único que todavía me parecía válido. Y esparciendo al viento las cenizas del Gran Diario, escogí unas cuantas hojas del paquete de papel grasiento, y he aquí el Diario clandestino.

    Diario, como decíamos, que es tan clandestino que ni siquiera es diario, pero que a mi juicio será útil en ciertos aspectos, más que un diario real, para hacerse una idea de aquellos días, aquellos pensamientos y aquellos sufrimientos.

    Porque es lo único válido que puede publicarse hoy.

    Es el único material autorizado, ya que no solo lo pensé y lo escribí dentro del Lager: también lo leí dentro del Lager. Lo leí en público una, dos, veinte veces, y todos lo aprobaron.

    En este libro la única parte arbitraria, la única que no fue aprobada por la asamblea de mis compañeros del campo es el «Apéndice», que apareció en una revista semanal después de nuestro regreso al cuartel general.

    El resto está acreditado.

    ● ○

    Para mis compañeros del Lager, siempre seré el número 6865, y por eso cuento solo por uno. Allí, en aquella arena y en aquella melancolía, cada uno se despojó de sus ropas y de su costra y se quedó desnudo. Y se mostró como aquello que era.

    Y no servía el hecho de que Fulano tuviera un gran nombre o un rango importante: cada uno contaba por lo que valía.

    Es decir, contaba por una unidad.

    Y cada uno era considerado y respetado por lo que hacía.

    Estábamos todos con los pies bien anclados en la realidad.

    Desde hace casi dos años vivimos en la verdadera democracia de los caballeros: hoy muchos de nuestros compañeros ocupan importantes cargos en la vida pública y privada de esta falsa democracia de los falsos caballeros.

    Y tal vez, por desgracia, algunos de ellos ya no serán los caballeros de aquella época porque el hombre es siempre producto del medio en el que vive. Antes que para nadie, este librito es para ellos. Para que puedan respirar un poco del aire de aquella época.

    ● ○

    No vivimos como salvajes.

    No nos encerramos en nuestro egoísmo. Ni el hambre, ni la suciedad, ni el frío, ni las enfermedades, ni la nostalgia desesperada por nuestras madres y nuestros hijos, ni el dolor sombrío por la infelicidad de nuestra tierra nos vencieron.

    Nunca olvidamos que éramos hombres civilizados con pasado y futuro.

    ● ○

    Nos metieron en vagones de ganado y nos descargaron, después de habernos saqueado, entre los piojos y las chinches de los lúgubres campos, cerca de cada uno de los cuales se pudrían, en el frío de las fosas comunes, decenas de miles de hombres que antes que nosotros habían sido arrancados de la guerra y arrojados detrás de aquel alambre de púas.

    El mundo se olvidó de nosotros.

    La Cruz Roja Internacional no podía interesarse por nosotros porque nuestro estatus de reclusos militares era nuevo y no estaba contemplado.

    De los dos generales, ambos nefastos para la historia de Italia, que instalados en campos adversos podían haber hecho o dicho algo por nosotros los soldados, uno era acérrimo enemigo nuestro por razones políticas, el otro nos ignoraba de la manera más absoluta porque no le interesaba la política.

    No esperábamos ayuda material: una palabra hubiera sido suficiente. Quien pudo habernos dicho esa palabra, o la dijo mal o no la dijo.

    Habíamos construido aparatos de radio que no dudo en llamar milagrosos y que bastarían para demostrar lo formidables que saben ser los italianos cuando tienen que luchar contra la adversidad. Escuchamos millones de palabras en todos los

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