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Kuina recordaba el día que Zoro llegó al dojo de su padre. Pidió enfrentarse al mejor alumno de la escuela y que si ganaba, el maestro del dojo tendría que escribirlo en una hoja de papel. A cambio, Koshiro le hizo jurar que, si perdía, tendría que pasar a ser alumno suyo.
Zoro ya llevaba cerca de un año en el dojo.
Kuina también recordaba que su padre le dejó elegir a Zoro las katanas de madera que quisiera para luchar. Eligió varias que sujetó con los brazos y la boca. Lástima que eligió tantas que no paraban de caérsele. Si usara más el cerebro, se habría dado cuenta de que con una katana en cada mano y otra en la boca era más que suficiente para el duelo. Aunque no, para ganarla, claro.
Un estilo de lucha de tres espadas. Era un estilo que jamás había visto en su vida. Y eso que desde niña conocía muchos espadachines, el primero, su padre. Decidió probarlo. Al fin y al cabo, ella era la mejor alumna del dojo y quería probar la eficacia y técnica de ese estilo.
Un día que nadie la vio, se fue al bosque que había al lado de la aldea Shimotsuki con tres katanas de madera que había tomado prestadas sin pedir permiso del dojo de su padre. Primero había pensado en entrenar en la zona de entrenamiento, pero temió que Zoro la viera y la acusara de copiarle su estilo de lucha. Zoro tenía un carácter muy difícil.
Cuando llegó a un claro, sujetó una de las katanas con la boca… ¡Dios! ¡Cómo pesaba! Puso en cruz las katanas que sujetaba con las manos, corrió hacia unos matorrales y… consiguió cortar algunas hojas.
Le pareció una estocada atroz. Si fueran katanas de verdad y el matorral fuera un enemigo, le habría rebanado todo el pecho. Serían unos cortes en cruz de extremo a extremo del cuerpo.
Volvió a probarlo con otro matorral, obteniendo el mismo resultado.
Pensó que era un buen estilo de combate. La posición de las katanas en cruz, hacía tener al espadachín un aspecto más despiadado y un resultado muy sanguinario. Era una forma de luchar que encajaba con la personalidad de Zoro, pero no con ella.
Dejó dos de las katanas y agarró la otra con las dos manos. Se puso en posición de ataque y corrió hacia otro matorral, cortándolo por la mitad de un solo ataque. Ese era su estilo: elegante, pero letal. Uno que derribaba al enemigo de un solo ataque sin desperdiciar energías o haciendo movimientos innecesarios.