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“‘Las recomendables Hijas que Dios ha puesto a su cuidado’ Las congregaciones femeninas de vida activa y su recepción por Mons. Jacinto Vera”. Soleriana, nº 44 (2022), pp. 53-77

2022, Soleriana

En el contexto de la progresiva organización de las Iglesias nacionales, a partir de la década de 1830 llegaron a los jóvenes países de América Latina, también a Uruguay, congregaciones religiosas femeninas de características hasta entonces desconocidas. Se trataba de institutos, de fundación en general relativamente reciente, que integraban la vida comunitaria a un intenso trabajo de asistencia social o de educación. En Uruguay, las congregaciones inmigrantes llegaron a partir de 1856, sobre todo desde Francia e Italia, y terminaron centrando su acción en el campo educativo, por diversas razones. Fueron propagadoras de la fe y servidoras de la sociedad, desde la perspectiva católica; curiosas protagonistas de la vida pública desde el punto de vista liberal. Las autoridades eclesiásticas, en particular Mons. Jacinto Vera, brindaron su decidido apoyo a la llegada de las congregaciones femeninas europeas. No difieren la actitud y las acciones del obispo oriental de las de los demás obispos de la región. Las similitudes son muy claras con las gestiones y acciones de los arzobispos de Buenos Aires y Santiago de Chile.

SUSANA MONREAL «Las recomendables Hijas que Dios ha puesto a su cuidado» Las congregaciones femeninas de vida activa y su recepción por Mons. Jacinto Vera Susana Monreal1 Resumen En el contexto de la progresiva organización de las Iglesias nacionales, a partir de la década de 1830 llegaron a los jóvenes países de América Latina, también a Uruguay, congregaciones religiosas femeninas de características hasta entonces desconocidas. Se trataba de institutos, de fundación en general relativamente reciente, que integraban la vida comunitaria a un intenso trabajo de asistencia social o de educación. En Uruguay, las congregaciones inmigrantes llegaron a partir de 1856, sobre todo desde Francia e Italia, y terminaron centrando su acción en el campo educativo, por diversas razones. Fueron propagadoras de la fe y servidoras de la sociedad, desde la perspectiva católica; curiosas protagonistas de la vida pública desde el punto de vista liberal. Las autoridades eclesiásticas, en particular Mons. Jacinto Vera, brindaron su decidido apoyo a la llegada de las congregaciones femeninas europeas. No difieren la actitud y las acciones del obispo oriental 53 Sección ESTUDIOS 1 Doctora en Ciencias Históricas por la Universidad Católica de Lovaina/ KU Leuven y Licenciada en Historia por la Pontificia Universidad Católica de Río Grande do Sul (brasil). Es profesora emérita y coordinadora del Seminario permanente de Historia y Religión de la Universidad Católica del Uruguay. Miembro activo del Sistema Nacional de Investigadores-ANII. smonreal@ucu.edu.uy SOLERIANA 44 (2022) de las de los demás obispos de la región. Las similitudes son muy claras con las gestiones y acciones de los arzobispos de buenos Aires y Santiago de Chile Introducción Sección ESTUDIOS Fueron muchos y variados los cambios que marcaron los comienzos de la vida independiente de las repúblicas hispanoamericanas, y que incidieron también en diversos aspectos de las estructuras eclesiásticas y de la vida religiosa. En ese sentido, en el contexto de la progresiva organización de las Iglesias nacionales, a partir de la década de 1830 llegaron a los nuevos países, incluido Uruguay, congregaciones religiosas femeninas de características desconocidas hasta entonces. En estos institutos misioneros, de fundación en general relativamente reciente, la vida comunitaria se integraba a un intenso trabajo de asistencia social o de educación, lo que definía al llamado “catolicismo de movimiento” desconocido algunas décadas antes.2 Las autoridades eclesiásticas de cada país promovieron políticas y estrategias de atracción de congregaciones que, en ocasiones, impactarían en la vida tradicional de los conventos coloniales o, en otras, establecerían las primeras bases de la vida religiosa local. Este sería el caso de Uruguay, donde el cuarto vicario apostólico Jacinto Vera, designado en diciembre de 1859, promovió de manera especial la llegada de congregaciones europeas, como vía de renovación de la muy modesta Iglesia local, en un primer momento, y como política de neutralización de las tendencias secularizadoras, un poco más tarde. En este trabajo, presentaremos en primer lugar el desarrollo de las congregaciones de vida activa que caracterizó la vida religiosa europea desde las primeras décadas del siglo XIX. Vamos a referirnos al “catolicismo de movimiento” que las congregaciones inmigrantes representaron; luego nos detendremos en los institutos de vida activa que llegaron al país como expresión de migraciones evangelizadoras, a partir de 1856, y que terminarían centrando su acción en el campo educativo. Estudiaremos finalmente a las relaciones que se desarrollaron entre el vicario, más tarde obispo, Mons. Jacinto Vera y los institutos religiosos en cuestión. 2 Elizabeth Dufourcq, Les Aventurières de Dieu. Trois siècles d’histoire missionnaire française (París: Perrin, 2009), 55-56. 54 SUSANA MONREAL 1. “Catolicismo de movimiento” La revolución política que se produjo en Francia a fines del siglo XVIII, y que tuvo consecuencias en todo el continente europeo, impactó severamente en la vida religiosa.3 La crisis revolucionaria se agravaría por la vinculación del catolicismo con la monarquía, por las tendencias secularizadoras más fuertes a partir de 1790, el desarrollo de la filosofía racionalista en las esferas sociales más prominentes y la ignorancia religiosa de los sectores populares. A partir de 1802, si bien las resoluciones revolucionarias y napoleónicas habían provocado la disolución de las comunidades monásticas y de las órdenes religiosas históricas, así como el cierre de seminarios y la secularización de diversas organizaciones católicas, también se dirigió hacia la religión una nueva mirada, en tanto elemento de contención de las pasiones populares, de las mujeres y de los jóvenes. Asimismo, en el campo intelectual, con fundamentos menos utilitarios, comenzó a desenvolverse una corriente de pensamiento que apreciaba la conciencia religiosa y, en especial, el cristianismo como religión humanizadora y creadora de civilización. En definitiva, desde 1815, la Restauración determinó la alianza renovada del trono y el altar, y, a pesar de las oleadas liberales de 1830, hacia 1840 la rehabilitación del catolicismo se vio asegurada por algunas décadas en Europa. Por otra parte, desde Roma se alentó un nuevo espíritu que nutriría la religiosidad popular: seguirían tiempos de fiestas patronales y de procesiones, de obras de juventud y de libros religiosos populares, de devoción al Sagrado Corazón, de culto eucarístico y de piedad mariana, de construcción de iglesias y peregrinaciones. Estos tiempos también se caracterizaron por un aumento de las vocaciones religiosas. En tal sentido, además de la restauración de las órdenes antiguas, con una lozanía afianzada por todo lo sufrido, se multiplicaron las nuevas congregaciones masculinas y femeninas, consagradas al cuidado de pobres y enfermos, y a la educación. Este dinamismo fundacional solo parecía comparable al de los siglos XII y XIII, con la diferencia de que, en el siglo XIX, Roma no planteó ningún reparo sino que interpretó este hecho como una manifestación de la Divina Providencia.4 55 Sección ESTUDIOS 3 Gérard Cholvy e Ives-Marie Hilaire, Histoire religieuse de la France. 1800-1880 e Histoire religieuse de la France. 1880-1914 (Toulouse: Privat, 2000); Jan De Maeyer, Sofie Leplae y Joachim Schmiedl, Religious Institutes in Western Europe in the 19th and 20th Centuries. Historiography, Research and Legal Position (Lovaina: Leuven University Press, 2004). 4 Raymond Hostie, Vida y muerte de las órdenes religiosas. Estudio pisco sociológico (bilbao: Desclée de Brouwer, 1973); Giancarlo Rocca, «Ciclo di vita degli istituti religiosi e ciclo di vita delle SOLERIANA 44 (2022) Sección ESTUDIOS Además, las fundaciones del siglo XIX, que se multiplicaron en Francia y en Italia, presentaron un dinamismo que muy pronto las proyectó a la acción misionera fuera de Europa. Este “catolicismo de movimiento” confirmaría las intuiciones expresadas con las fundaciones del siglo XVI -la Compañía de Santa Úrsula, en Brescia- y del siglo XVII -la Compañía de María en Burdeos, las Hijas de la Caridad, en París, y las Hermanas de San José de Le Puy-en-Velay, entre otras. Desde el siglo XIX, la vida religiosa activa ganó su lugar como opción ante el “catolicismo de referencia”, ligado a la vida contemplativa, preponderante hasta entonces y que había sido la única manifestación de la vida religiosa femenina, en América, durante la época colonial.5 En Francia e Italia, desde comienzos del siglo XIX, a los institutos restaurados se sumó una legión de nuevas congregaciones, dedicadas a las más variadas tareas: atención de niños y ancianos, asistencia de pobres y enfermos, enseñanza del catecismo, educación de niños y niñas de variados grupos sociales. Se trató de un fenómeno extraordinario: en el caso de Italia6, a lo largo del siglo XIX, se fundaron 183 instituciones femeninas y unas 24 masculinas, cuando se habían creado menos de 50 institutos entre los siglos XVI y XVIII. Por otra parte, de los 75 institutos fundados en la primera mitad del siglo XIX, 52 provenían del norte istituzioni di vita religiosa», Recollectio: annuarium historicum augustinianum, nº 42 (2017): 10191049. 5 Dufourcq, Les Aventurières de Dieu..., 54-56. «La dinámica ‘de referencia’, polarizadora y centrífuga por naturaleza, conllevaba la virtud de la solidez pero en germen el riego de la esclerosis. A la inversa, la dinámica ‘de movimiento’ presentaba riesgos de pérdida y de fragilidad, pero más posibilidades de renovación. Durante tres siglos, la complementariedad y la alternancia de estas dos lógicas jugarían un rol esencial en el crecimiento dialéctico de las obras de enseñanza y de caridad», 55-56. La traducción del francés es de la autora. 6 Ver: Giancarlo Rocca, Il nuovo modello di impegno religioso e sociale delle congregazioni religiose nell’Ottocento in area lombarda, en L’opera di don Luigi Guanella. Le origini e gli sviluppi nell’area lombarda (Como: Amministrazione provinciale di Como, 1988), 19-59; Rocca, Donne Religiose: Contributo a una storia condizione femminile in Italia nei secoli XIX-XX (Roma: Città Nuova, 1992); Fulvio De Giorgi, «Le relazioni del Pavoni con altri Fondatori e Fondatrici del suo tempo: influssi e processi storici» en I Santi sociali della Lombardia e del Veneto nell’Ottocento l’esperienza di Lodovico Pavoni, ed. por Lorenzo Agosti (Milano: Ancora, 2017), 193-208; De Giorgi, «Le congregazioni religiose dell’Ottocento e il problema dell’educazione nel processo di modernizzazione in Italia», Annali di Storia dell’Educazione e delle Istituzioni Scolastiche, nº 1 (1994): 169-206; Nicola Ramponi, «L’Etat de la recherche sur les congrégations religieuses en Italie» en Religious Institutes in Western Europe... ed. por De Mayer, Leplae y Schmiedl (Lovaina: Leuven University Press, 2004), 117-133; Roberto Sani, «Religious congregations and school in Italy in the Nineteenth Century», Historia y Memoria de la Educación, nº 4 (2016): 85-106. 56 SUSANA MONREAL de Italia, el 70 % de las fundaciones.7 En cuanto a Francia8, la participación de las mujeres en las acciones de resistencia contra la descristianización de fines del siglo XVIII fue enérgica, especialmente en las regiones rurales. En una primera etapa, se destacaron algunas individualidades, pero entre 1840 y 1880 las mujeres comenzaron a organizarse en comunidades y conventos. Fue necesario esperar hasta la segunda mitad del siglo XIX, cuando el crecimiento económico del campo francés estimuló la multiplicación de congregaciones femeninas. Incluso las fundaciones más modestas requerían recursos financieros mínimos para establecer una casa común, vestirse del mismo modo y crear una organización de 57 Sección ESTUDIOS 7 Raponi, “L’Etat de la recherche sur les congrégations religieuses en Italie”, 121-122. 8 Ver: Claude Langlois. Le catholicisme au féminin. Les congrégations françaises à supérieure générale au XIXe siècle (Paris: Editions du Cerf, 1984) y Catholicisme, religieuses et société. Le temps des bonnes sœurs (Paris: Desclée de Brouwer, 2011); Dufourcq, Les aventurières de Dieu... También las obras de Gérard Cholvy, Le XIXe grand siècle des religieuses françaises, 2ª ed. (Perpignan: Artège, 2012), y de Rebecca Rogers, “L’éducation des filles: un siècle et demi d’historiographie”, Histoire de l’éducation, nº 115-116 (2007): 37-79 y “Congregações femininas e difusão de um modelo escolar: uma história transnacional”, Pro-Posições, vol. 25/nº 1 (2014): 55-74. Sobre las congregaciones francesas educadoras en América Latina: Camille Foulard, “El apostolado educativo congregacionista francés y la construcción nacional en México: una aproximación ejemplar a la historia religiosa de las relaciones internacionales”, Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, nº 41 (2011): 79-101; “Les congrégations enseignantes françaises au Mexique, 1840-1940: pour un apostolat politique?”, Bulletin de l’Institut Pierre Renouvin, nº 29, (2009): 111-122; “Les congrégations enseignantes françaises au Mexique (1840-1940). Politiques religieuses, politiques de laïcisation et enjeux internationaux”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, [En ligne], Extraits de thèses, mis en ligne le 17 mars 2009, consulté le 23 août 2022: https://doi. org/10.4000/nuevomundo.55674 Alexandrine de la Taille, Educar a la francesa. Anna du Rousier y el impacto del Sagrado Corazón en la mujer chilena (1806-1880) (Santiago de Chile: Ediciones Universidad Católica de Chile, 2012) y “Anna du Rousier. Le legs sur trois continents d’une religieuse du Sacré-Cœur », en Femmes, genre et catholicisme? Nouvelles recherches, nouveaux objets (France, XIXe-XXe siècles) ed. por Anne Cova y Bruno Dumons (Lyon: Chrétiens et sociétés, 2012), 163-180; S. Serrano con la colaboración de A. de la Taille, Vírgenes viajeras. Diarios de religiosas francesas en su ruta a Chile. 1837-1874, 2ª ed. (Santiago: Universidad Católica de Chile, 2001); Agueda Bernardete Bittencourt, “A era das congregações - pensamento social, educação e catolicismo”, Pro-Posições, v. 28/nº 3 (2017): 29–59; Paula Leonardi, Além dos espelhos, memórias, imagens e trabalhos de duas congregações católicas (São Paulo: Paulinas, 2010); Mª Alzira da Cruz Colombo, Sion: da Belle Époque aos nossos dias (São Paulo: Editora Sion, 2013) y “La venue des congrégations religieuses françaises au Brésil à la fin du XIXe siècle et au début du XXe siècle”, Chrétiens et sociétés, nº 13 (2006): 117-132; Beatriz Castro Carbajal, “La escritura de las monjas francesas viajeras en el siglo XIX”, Anuario Colombiano de Historia Social y de Cultura, vol. 41/nº 1 (2014): 91-126. SOLERIANA 44 (2022) base.9 Así, entre 1800 y 1880, en Francia se fundaron más de 400 congregaciones y más de 200.000 mujeres ingresaron a la vida religiosa.10 2. Migraciones cristianizadoras y educadoras Sección ESTUDIOS En Uruguay, la llegada de las congregaciones religiosas femeninas fue un fenómeno tardío. Al mediar el siglo XIX, la vida religiosa en el país era muy débil y no había llegado aún ninguna congregación femenina.11 Los dos primeros institutos arribaron a fines de 1856, durante el vicariato apostólico de José Benito Lamas, el mismo día, en el mismo barco y desde el mismo puerto, Génova. En el mes de noviembre, llegaron a Montevideo en el vapor Cerdeña, cinco monjas salesas y ocho Hermanas de la Caridad Hijas de María Santísima del Huerto, que habían partido de Génova en agosto del mismo año. Eran institutos de historia y características bien diferentes, que llegaban con proyectos diversos: la fundación del primer monasterio de la Visitación en el Río de la Plata y el desarrollo de tareas asistenciales en el Hospital de Caridad de Montevideo.12 He aquí una realidad única en Iberoamérica: de manera muy tardía pero simultánea, en Uruguay comenzaba el desarrollo del apostolado femenino “de referencia” y del “de movimiento”. No se dieron por lo tanto las tensiones que implicó, en otras regiones, el desplazamiento de las consagradas contemplativas por las religiosas de vida activa, que cumplieron el rol de “madres sociales” que las repúblicas liberales en construcción aprobaban. En tal sentido, son de mucho interés los estudios de Sol Serrano sobre el caso chileno.13 9 Cholvy, Le XIXe grand siècle des religieuses françaises, 36-40. 10 Langlois, Le catholicisme au féminin..., 307-449; Cholvy, Le XIXe grand siècle des religieuses françaises, 51-80. 11 En el período colonial, se habían instalado en Montevideo jesuitas y franciscanos, sin embargo su presencia sufrió interrupciones y alejamientos más o menos extensos. Cuando Jacinto Vera fue designado vicario, los jesuitas no se encontraban en Uruguay, pues habían sido expulsados 1859. Los franciscanos, desalojados en 1811 por el gobierno español de Montevideo, habían vuelto a la ciudad, pero el convento volvió a clausurarse en 1838. La presencia franciscana resurgió en 1859 y, en 1891, llegaron además los padres capuchinos. 12 Historia de la Fundación del Monasterio de la Visitación Santa María de Montevideo. Libro diario manuscrito, ff. 6-25. Archivo del Monasterio Nuestra Señora de la Visitación, Progreso, Canelones, Uruguay. 13 Sol Serrano, «El ocaso de la clausura: mujeres, religión y Estado nacional. El caso chileno», Historia, nº 42 (2009): 505-535 y «El poder de la obediencia: religiosas modernas en la sociedad chilena del siglo XIX», en Las mujeres en la construcción de las sociedades iberoamericanas, ed. por 58 SUSANA MONREAL Como ya se ha dicho, la primera congregación religiosa de vida activa, de superiora general, llegó a Montevideo en 1856, las Hermanas de la Caridad Hijas de María Santísima del Huerto. Entre 1856 y 1880, a lo largo de 24 años, llegaron diez institutos religiosos, seis congregaciones femeninas -cinco de vida activa: tres francesas y dos italianas. Se trataba de institutos de diverso origen fundacional, y que vinieron de diferentes países europeos o americanos de la región.14 Cuadro nº 1 - Fechas de fundación, salida misionera a América y llegada a Uruguay Fundación Misiones Uruguay Hijas de María Santísima del Huerto 1829 1856 (Uy) 1856 Reino de Cerdeña Procedencia Orden de la Visitación de Santa. María 1610 1856 (Uy) 1856 Reino de Cerdeña Congregación del Sdo. Corazón de Jesús de Betharram (Betharramitas, bayoneses o vascos) 1832 1861 (Arg) 1861 Argentina Hijas de la Caridad o Vicentinas 1633 1850 (Chile) 1870 Argentina Compañía de Jesús (Jesuitas) 1534 1549 (brasil) 1872 (retorno) España 59 Sección ESTUDIOS Pilar González Aizpuru y berta Ares Queija (Sevilla-México: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, EEHA/El Colegio de México, 2004), 295-313. 14 Susana Monreal, «Femmes consacrées dans le cône Sud dans la deuxième moitié du XIXe siècle: immigrantes sans frontières», en Religieuses en Amérique Latine. Invisibles mais indispensables ed, por Véronique Lecaros, Ana Lourdes Suárez y Brenda Carranza (Paris: L’Harmattan, 2021), 53-70; «Educating despite everything: The Figlie di Maria Santissima dell’Orto from Chiavari to Uruguay», Annali di storia dell’educazione e delle istituzioni scolastiche, nº 28 (2021): 82-96; «Las Hermanas Dominicas de Santa Catalina de Siena de Albi. Su instalación en el Río de la Plata como modelo de itinerancia (1874-1886)», Itinerantes. Revista de Historia y Religión, n° 10 (2019): 7798; «Educadoras viajeras: religiosas francesas e italianas en Uruguay en la segunda mitad del siglo XIX» en Tierra de encrucijadas migratorias del pasado y del presente ed. por Silvia Facal Santiago (Berlín: Editorial Académica Española, 2012), 39-53; «Religiosas italianas en la consolidación de la Iglesia uruguaya moderna», Revista del Instituto Histórico y Geográfico, 32 (2010): 151-175; y «Las propuestas educativas francesas en Uruguay en el siglo XIX. Las congregaciones católicas francesas», Prisma, nº 20 (2005): 49-98; Carlos Vener y Álvaro Martínez, Aportes de las congregaciones religiosas de origen italiano en el Uruguay (1856-1919) (Montevideo: Obsur, 1998). SOLERIANA 44 (2022) Hermanas Dominicas de SC de Siena de Albi 1852 1874 (Uy) 1874 Italia/ Francia Hermanas del buen Pastor de Angers 1835 1842 (EUA) 1876 Chile Sociedad de San Francisco de Sales/Salesianos de Don bosco 1859 1875 (Arg) 1876 Italia Hijas de María Auxiliadora 1872 1879 (Uy) 1879 Italia Congregación de la Misión (Lazaristas) 1617 1859 (Arg) 1880 Argentina En cuanto al número de religiosas, los datos toman otro carácter. Del informe preparado para la Visita ad limina de Mons. Inocencio Mª Yéregui, de julio de 1888, se desprende que el total de religiosas en el país ascendía entonces a 251 y que 208 eran de vida activa. Cuadro nº 2 – Número de religiosas de vida activa por congregación, 1888 Nº de religiosas Año de llegada áreas de acción 143 1856 Atención enfermos, educación Hijas de la Caridad o Vicentinas 26 1870 Atención mendigos, educación Hermanas Dominicas de SC de Albi 29 1874 Educación, atención enfermos Hermanas del buen Pastor de Angers 12 1876 Atención mujeres “en corrección”, educación Hijas de María Auxiliadora 38 1879 Educación Sección ESTUDIOS Hijas de María Santísima del Huerto En concreto, en 1888, las religiosas de congregaciones italianas -no podemos saber cuántas seguían siendo nacidas en Italia- eran 181, el 69 % del total. Las religiosas de congregaciones francesas eran 67, el 26 % del total. Es de interés destacar que de las 181 religiosas de fundaciones italianas, las Hermanas del Huerto representaban el 79 % en Montevideo y el 54,5 % en el 60 SUSANA MONREAL interior de todas las consagradas.15 Ellas atendían en Montevideo a 400 enfermos, 600 dementes, 1.881 niños y 79 jóvenes “depositadas en corrección”. Los alumnos que asistían a sus colegios ascendían a 3.239; en Montevideo el 92% lo hacía en forma gratuita, el porcentaje era del 60% en el interior.16 Esta preeminencia de las Hermanas del Huerto en relación a otras congregaciones, las relaciones fluidas con Mons. Jacinto Vera, las vocaciones numerosas podrían explicar los frecuentes ataques de la prensa anticlerical.17 Parece claro que el desarrollo de la inmigración es uno de los factores que permite explicar el proceso secularizador, que se vivió en la región rioplatense desde 1860. Si en 1830, Uruguay tenía alrededor de 74.000 habitantes, en 1852 superaba los 130.000. Veinte años más tarde la población alcanzaba 420.000 habitantes, y serían 800.000 en 1894.18 Un “pueblo nuevo” surgiría de la integración de orientales criollos y de inmigrantes de variados orígenes, y el pueblo nuevo manifestaría de manera diversa su espíritu religioso. Muchos extranjeros de raíces campesinas y cristianas se alejaron, por causas diversas, de sus prácticas religiosas.19 También llegaron inmigrantes no cristianos que traían sus propias rupturas interiores, tal vez algunas decepciones o algunos resentimientos. Es el caso de los italianos garibaldinos y de los anarquistas catalanes, muy influyentes 61 Sección ESTUDIOS 15 Visita ad limina de Mons. Inocencio Ma. Yéregui a Roma, Montevideo, 5 de julio de 1888, f. 30-41. En Montevideo el 72% de las hermanas eran hospitalarias; en el interior predominaban las dedicadas a tareas educativas, 86%. 16 Visita ad limina de Mons. Inocencio Ma. Yéregui a Roma, Montevideo, 5 de julio de 1888, f. 20-22. En 1887, diez años después de aprobada la Ley de Educación Común, funcionaban en el país 366 escuelas públicas (45%), con 30.572 alumnos (58%), y 441 escuelas privadas (55%), con 21.810 alumnos (42%), de las cuales 74 eran católicas, con 8.144 alumnos, (16% del total). Eduardo Acevedo, Anales históricos del Uruguay. Tomo 4 1876-1894 (Montevideo: Barreiro y Ramos, 1934), 458. Los alumnos de escuelas de congregaciones italianas eran 4.057; el 80% provenía de los colegios de las Hermanas del Huerto. Visita ad limina de Mons. Inocencio Ma. Yéregui..., f. 16-24. 17 Monreal, “Católicos y anticlericales enfrentados por el aliado femenino. Polémica montevideana en torno a las Hermanas de la Caridad” en Derroteros en la construcción de Religiosidades. Sujetos, instituciones y poder en Sudamérica, siglos XVII al XX ed. por Gabriela Caretta e Isabel Zacca, (Tucumán/ Salta: Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino-CEPIHA-Universidad Nacional de Salta, 2012), 287-310. 18 Dirección General de Estadística, Cuadernos estadísticos, 1875-1883 (Montevideo: Dirección General de Estadística, 1875-1883) y Anuarios Estadísticos, 1884-1915 (Montevideo: Dirección General de Estadística, 1884-1915); Censo General de la República en 1908, Montevideo: Juan J. Dornaleche, 1908. 19 Carlos Musetti, Cultura uruguaya: ¿católica? (Montevideo: Don Orione-Conferencia Episcopal del Uruguay, 1981). SOLERIANA 44 (2022) Sección ESTUDIOS en la creación de las primeras organizaciones obreras desde la década de 1880. Por otra parte, la Iglesia uruguaya no estaba preparada para recibir y atender espiritualmente a este aluvión humano. Debe sin embargo precisarse que, si bien algunos grupos de inmigrantes fueron activos agentes secularizadores, hubo también inmigrantes, mujeres en este caso -las “aventureras de Dios” de Elizabeth Dufourcq; las “vírgenes viajeras” de Sol Serrano- que cumplieron tareas de cristianización de mucho valor. Para cerrar esta parte de nuestro estudio, resulta de interés poner de relieve que la mayoría de estas congregaciones femeninas no llegaron a Uruguay para dedicarse a tareas educativas y a menudo este no era su carisma. La realidad es que no llegaron como educadoras, pero se transformaron en educadoras, y cumplirían una tarea central en la formación de las mujeres al servicio de la fe cristiana. Las monjas Salesas no venían a educar. Las Hermanas del Huerto, las Vicentinas, las Dominicas, las Hermanas del Buen Pastor eran congregaciones dedicadas al cuidado de enfermos, niños abandonados o mujeres. Sin embargo, por diversas razones, todas se volvieron congregaciones educadoras, en mayor o menor medida y durante períodos diversos. ¿Cómo explicar el rol central que pasaron a ocupar las tareas de educación para los institutos inmigrantes? En primer lugar, deberíamos ubicar las demandas de la sociedad local, y el caso de las Salesas podría ser un buen ejemplo. Desde 1856, inmediatamente a su llegada, se manifestaron las expectativas de la sociedad montevideana en relación con la esperada labor educativa por parte de las monjas salesas: “Las personas más distinguidas de la ciudad se mostraban favorables a la nueva casa, ya que se hacían pedidos para confiarnos sus niñas, pero nuestra respetable Madre no quiso que se abriese el educandado (sic) tan luego, para darnos un poco de tiempo para que nos entregásemos más a formarnos a la vida religiosa”.20 Como sea, las salesas fundaron el monasterio el 8 de diciembre de 1856 y las clases comenzaron en febrero de 1857, con cuatro alumnas. En diciembre de 1859 ya tenían 70 niñas inscriptas y 40 pupilas, y, a pedido de las familias, desarrollaron especialmente la enseñanza del inglés. Las nuevas e inesperadas circunstancias llevaron a solicitar el envío de más religiosas para dedicarse a la educación, y en enero de 1859 se habían unido a la comunidad Sor Mª Sofía de Ornans, Sor Rafaela de Milán -“para enseñar el inglés”-, y una pretendiente del monasterio de Montpellier.21 20 Historia de la Fundación del Monasterio de la Visitación, f. 6-25. 21 Historia de la Fundación del Monasterio de la Visitación, f. 75 y 76. 62 SUSANA MONREAL Una segunda razón sería la propia evolución interna de los institutos: las Hermanas Dominicas de Santa Catalina de Siena de Albi serían un buen ejemplo. A la cabeza del segundo grupo de religiosas llegado de Francia, en noviembre de 1874, venía Sor Dominique Roques. En una congregación de hermanas veladoras de enfermos, la Hna. Dominique tenía un marcado perfil docente y había dedicado a la enseñanza más de diez años, en la ciudad de Pau. Este hecho, junto a las demandas locales, fue decisivo para el desarrollo del perfil educador de la congregación en Uruguay y en Argentina. Dominique Roques desarrolló una importante misión como priora de Montevideo y como primera superiora provincial, entre 1874 y 1896, desempeñando el papel de fundadora visionaria en la región. Sor Marie du Rosaire Kohler, su sucesora, mantuvo la misma línea de acción con la misma firmeza y la misma tenacidad.22 Una tercera motivación sería la de los insistentes pedidos de la Iglesia local, que sufría fuertes carencias en la educación de las niñas. En este caso, las Hermanas Vicentinas resultan un ejemplo claro. Después de largas gestiones, las primeras Hijas de la Caridad llegaron a Montevideo, desde Buenos Aires, en octubre de 1870, en plena revolución blanca de Timoteo Aparicio.23 Las cinco primeras religiosas se instalaron en la Unión, para atender el Asilo de Mendigos, recién fundado. Sin embargo, dados los constantes pedidos de educación, en junio de 1872, comenzó a funcionar una escuela gratuita para niñas, que tenía 200 alumnas dos años más tarde.24 En 1873, fundaron una “misericordia” en el centro de Montevideo y poco después, con el apoyo de la familia Jackson se instalaron en la calle Reconquista y abrieron una pequeña escuela gratuita. A principios del siglo XX, las Vicentinas, “sin perfil de educadoras”, tenían en Montevideo cuatro colegios: uno en la Unión, otro en la Ciudad Vieja, la Medalla Milagrosa en el Reducto, el Niño Jesús de Praga en el Cordón, 63 Sección ESTUDIOS 22 [Marie du Rosaire Kohler, O.P.]. Les Sœurs Dominicaines de la Congrégation de Sainte Catherine de Sienne d’Albi (Tarn) et leurs fondations dans l’Amérique du Sud, Albi, s. d., f. 1-4. Archivo de las HHDD de Santa Catalina de Siena, Casa Madre de Albi [En adelante AHHDDCS-Albi]. En Albi se puede consultar el texto original de la M. Kolher, escrito con mano temblorosa, y una copia posterior. Una reproducción de la copia se conserva en el Archivo de la congregación en buenos Aires. 23 Annales de la congrégation de la Mission et de la compagnie des Filles de la Charité (Paris: Librairie Firmin Didot Frères et Fils, 1874), vol. 39, p. 580. 24 Hospital Pasteur y Asilo Piñeyro del Campo, Páginas mecanografiadas (2), s. f. Archivo de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul, Montevideo. SOLERIANA 44 (2022) Sección ESTUDIOS 2. Jacinto Vera y las congregaciones femeninas En un país en proceso de modernización y en un siglo de relativa “feminización” del catolicismo, estas mujeres católicas, con una organización definida, llegaron para cumplir tareas evangelizadoras y para desempeñar funciones sociales relevantes. Fueron propagadoras de la fe y servidoras de la sociedad, desde la perspectiva católica; curiosas protagonistas de la vida pública desde el punto de vista liberal. Para explicar la llegada de la absoluta mayoría de las congregaciones estudiadas debemos tener en cuenta que casi siempre existió una llamada o una convocatoria precisa que explica su instalación en tierra oriental. A estas demandas se asoció el fuerte espíritu misionero de las fundaciones del siglo XIX, que se comprende por el crecimiento de las obras en Europa, por el impulso apostólico y por el desarrollo de las comunicaciones. Según Elizabeth Dufourcq, cuya tesis doctoral Les Aventurières de Dieu. Trois siècles d’histoire missionnaire française resulta de lectura imprescindible para el estudio de estos temas, en la mayoría de los casos estudiados, a los veinte años de realizada la fundación en Francia ya se habían iniciado obras misioneras en otros continentes. En el Río de la Plata concretamente, Montevideo fue el primer destino misionero de institutos italianos y franceses, que pronto se expandieron en la región. Las Hermanas del Huerto, las Hermanas Domínicas de Albi, y las Hijas de María Auxiliadora son muy buenos ejemplos. ¿Cómo se relacionó Mons. Jacinto Vera con esta llegada constante de congregaciones? Dadas las múltiples tareas del vicario apostólico, más tarde obispo, y especialmente su intensa dedicación a las misiones rurales, Jacinto Vera no realizó gestiones personales para el arribo de los institutos femeninos, si bien su apoyo a cualquier iniciativa en tal sentido fue decidido. En tal sentido, no difieren demasiado la actitud y las acciones del obispo oriental de las de los demás obispos de la región, todos deseosos de recibir nuevos institutos en sus diócesis. Las similitudes son muy claras con las gestiones y acciones de los arzobispos de Buenos Aires y Santiago de Chile, tal vez más comprometidos personalmente con el tema. Sobresale el caso de Mons. Rafael Valdivieso, arzobispo de Santiago de Chile entre 1848 y 1878, por su compromiso con el arraigo de nuevas congregaciones femeninas que se sumarían a las Hermanas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, las “Madres francesas”, en el país desde 1838. Valdivieso contó, por otra parte, con el fuerte y constante respaldo de la Sociedad de Beneficencia de 64 SUSANA MONREAL Señoras, fundada en 1852, que jugó un rol decisivo en la llegada de los institutos femeninos. A pesar de las “limitaciones” a las que alude repetidamente el arzobispo y a la falta de religiosas, a la que apelan constantemente las congregaciones desde Europa, Valdivieso logró la instalación en Chile de las Hijas de la Caridad (1854), la Congregación del Buen Pastor de Angers (1855), la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús o “Madres inglesas” (1865), la Compañía de María Santísima o de la Buena Enseñanza, de Jeanne de Lestonnac (1868), la Orden de la Visitación (1873), y las Hermanas de la Caridad Cristiana de Paulina Mallinckrodt (1874), todas fundaciones francesas con una excepción.25 Mons. Mariano Casanova, su sucesor entre 1887 y 1908, siguió la misma línea de acción. Por Buenos Aires, con el apoyo de los arzobispos Mariano José de Escalada, arzobispo entre 1835 y 1870, y Federico Aneiros, entre 1873-1894, ingresaron también a la actual Argentina numerosas congregaciones, con frecuencia desde los países vecinos. Desde Uruguay, serían recibidas las Hijas de María Santísima del Huerto (1858), las Hermanas Dominicas de Albi (1875), la Orden de la Visitación (1876), las Hijas de María Auxiliadora (1879), las Hermanas del Buen Pastor de Angers (1885), y la Compañía de Santa Teresa de Jesús (1891). De Chile, en 1880, llegaría la Sociedad del Sagrado Corazón. Desde Europa viajarían las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia, en 1875, y las Hermanas de San José de Saint Jean de Maurienne, en 1883, para instalar misiones en Santa Fe. Por otra parte, en territorio argentino surgieron varias fundaciones locales, algunas de las cuales no tardarían en realizar fundaciones en Uruguay, como es el caso de las Hermanas Adoratrices del Santísimo Sacramento, fundadas en Córdoba en 1885 y con colegio en Montevideo desde 1889.26 Volviendo a Uruguay, Mons. Jacinto Vera dio la bienvenida a cada grupo de religiosas, algunas veces en el puerto mismo, y les brindó constante acompañamiento como pastor. En mayo de 1874, llegó el primer grupo de Hermanas Dominicas de Albi, procedente de Génova: Sor Catherine Atané, la superiora francesa bastante enferma, y cinco novicias italianas. A los dos meses murió la 65 Sección ESTUDIOS 25 Rodolfo Vergara Antúnez, Vida y obras del Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Doctor Don Rafael Valentín Valdivieso, segundo arzobispo de Santiago de Chile, vol. II (Santiago de Chile: Imprenta de Nicasio Ezquerra, 1906), 299. El p. Vergara también se refiere a la llegada de congregaciones masculinas: la Congregación del Inmaculado Corazón de María, los Padres redentoristas y los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Vergara, Vida y obras..., 297-298. 26 Monreal, «Femmes consacrées dans le cône Sud ... », 56-67 y Susana Bianchi, «Acerca de las formas de la vida religiosa femenina. Una aproximación a la historia de las congregaciones en la Argentina», Pasado Abierto, nº 1 (2015):168-199. SOLERIANA 44 (2022) Sección ESTUDIOS madre Atané. Aunque no inesperado, este fue un golpe duro para las novicias, que pudieron contar sin embargo con el apoyo del vicario Vera. Cedamos la palabra a Sor Marie du Rosaire Kohler: «El venerado Mons. Vera, los RRPP de Bétharram, otros religiosos, los bienhechores y amigos de la fundación asistieron al funeral de la fundadora y expresaron sus sentidas condolencias a las cinco hermanas a quienes la muerte prematura de su Madre había dejado huérfanas».27 Asimismo, Jacinto Vera recibiría al segundo grupo de dominicas, que llegaría el 30 de noviembre, cuatro meses más tarde. Seis religiosas francesas, lideradas por Sor Dominique Roques28, definirían el rumbo definitivo a la fundación. Una vez más, Sor Kohler relata lo ocurrido: «¡No hace falta decir la cálida bienvenida que recibieron las Hermanas, de S. E. Mons. el Obispo, de los benefactores y amigos de la comunidad naciente!».29 Las Hermanas del buen Pastor de Angers contaron también con la presencia y la protección del obispo, sobre todo en momentos de especial necesidad. Esta congregación, había sido fundada, o refundada, en 1835, para organizar “refugios” para el cuidado y la rehabilitación de jóvenes “abandonadas y desgraciadas”. Como en otros casos, Chile sería el país de llegada al continente americano de la congregación, que se instalaría en Montevideo en 1876.30 Sin embargo, el inicio del proceso fundacional se ubica en 1867, cuando, en viaje hacia Francia, 27 [Marie du Rosaire Kohler, O.P.]. Les Sœurs Dominicaines..., f. 1-4. 28 Dominique Roques O.P. [nacida Clémence] (Sainte-Cécile, 1850- Montevideo, 1925) Nació cerca de Gaillac, el 30 de abril de 1850, en el seno de una acomodada familia de agricultores. Tomó el hábito en 1868, hizo su profesión en 1870, y fue destinada a Pau para dedicarse a la educación. Su vocación apostólica la condujo a América, para ocupar el lugar de la fallecida madre Atané. Durante su gobierno, en la provincia se fundaron cuatro colegios: Santo Domingo (Montevideo); Santa Rosa de Lima (San Juan de Cuyo); Nuestra Señora del Rosario (Buenos Aires) y Santa Catalina de Siena (Treinta y Tres, Uruguay). En 1913 solicitó ser destinada a la comunidad más pobre y tranquila de la Provincia. Se instaló en Treinta y Tres, dedicándose a preparar a los niños para la Primera Comunión, cuidar el recreo y trabajar como portera. Murió en 1925, y fue enterrada en el panteón de las Hermanas Dominicas de Albi, en el Cementerio Central de Montevideo. [Kohler], Les Sœurs Dominicaines, f. 14-18 ; Cuaderno de la Madre Albertina, f. 14-16; Registre des Sœurs Professes. Province d’Amérique Latine, f. 2. AHHDDCS-Albi y Archivo de las HHDD de Santa Catalina de Siena, Buenos Aires). 29 [Kohler], Les Sœurs Dominicaines..., f. 19. 30 Juan Isern, El Buen Pastor en las Naciones del Sud de América (Argentina, Brasil Chile, Paraguay y Uruguay). Estudio histórico documentado (Buenos Aires: Sebastián de Amorortu, 1923). Ver también: Mariela Sánchez Álvarez, «Mujeres institucionalizadas por convicción y sujeción en las postrimerías del siglo XIX: análisis de un caso. Asilo confesional de la Congregación Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor, 1876-1923» (tesis de Maestría, Universidad de la República, 2006), 25-38 y 48-57. 66 SUSANA MONREAL hicieron escala en Montevideo la superiora en Chile, Josefa Fernández Concha, Madre María de San Agustín31, su hermana Rosa, también religiosa, y el capellán del instituto, primo suyo. Alojadas en el monasterio de la Visitación, las viajeras y las salesas proyectaron el establecimiento del instituto en Montevideo. La falta de religiosas francesas disponibles detuvo esta iniciativa, reimpulsada en 1874, en ocasión de un nuevo viaje a Francia y una nueva escala en Montevideo. De regreso en Santiago, la madre María de San Agustín organizó la fundación con siete hermanas chilenas, que llegaron en enero de 1876 a Uruguay. Si bien, como en numerosos otros casos, las hermanas Clara, Elena y Sofía Jackson Errazquin, Félix Buxareo esposo de Sofía, Manuela Alcain Larrañaga, tía de las Jackson fueron permanentes referentes de las religiosas, Mons. Vera estuvo siempre dispuesto a atender a sus necesidades. En tal sentido, Jacinto Vera elevaría al Papa Pío IX la solicitud de instalación del noviciado de la congregación en Montevideo, formalmente inaugurado el 18 de julio de 1878.32 En diciembre del mismo año, llegaría a Montevideo el primer grupo de Hijas de María Auxiliadora, recibido también por Jacinto Vera. De todos modos, en cuanto al acompañamiento, el caso más notable es el de las Hijas de María Santísima del Huerto, que pronto consolidaron su presencia en toda la región. Resulta de mucho interés la correspondencia de Mons. Vera con la madre Chiara Podestá33, superiora de la congregación en América entre 1856 y 1862. Verdadero motor de la expansión en el Cono Sur, era una mujer fuerte y enérgica, una religiosa observante, una administradora muy competente y una mujer ampliamente dotada para las relaciones humanas. 67 Sección ESTUDIOS 31 María de San Agustín Fernández Concha, R.G.S. (nacida Josefa) (Santiago de Chile, 1835Buenos Aires, 1928). Nacida en el seno de una familia de la aristocracia católica de Santiago de Chile, ingresó como novicia en 1862, profesó y pronto fue vicaria del convento y superiora provincial de Chile, entre 1863 y 1867. Desarrolló una profunda amistad con la madre María Eufrasia Pelletier, fundadora y superiora en Angers, y fundó 35 comunidades religiosas y hogares en Chile, Uruguay, Argentina, Brasil y Paraguay. Murió en Buenos Aires y fue sepultada en la iglesia del convento del Buen Pastor, en el barrio de Caballito. 32 Sánchez Álvarez, Mujeres institucionalizadas..., 31. 33 Chiara Podestá, F.M.H. (Chiavari, 1815- Roma, 1869) Hermana de Caterina Podestá, cofundadora y primera superiora del instituto, ingresó a la congregación en 1834, a los 19 años. Se destacó como maestra de novicias y en 1856 lideró la salida misionera. Desde Uruguay, fue superiora provincial desde el 12 de junio de 1860 hasta su muerte. Durante su ausencia fue sustituida interinamente por la M. Filomena Ghiglione, entre junio de 1867 y junio de 1869. A su muerte la sucedió, la M. Luisa Solari, quien ocupó el cargo hasta junio de 1882. SOLERIANA 44 (2022) Sección ESTUDIOS A partir de 1857, a un año del arribo a Montevideo, las Hermanas del Huerto comenzaron a recibir llamados, repetidos y en aumento, desde otras ciudades de la región, especialmente de Argentina, para encargarse de hospitales y escuelas. Como consecuencia, desde ese mismo año, se sucedieron los viajes de nuevas misioneras desde Italia: cuatro religiosas llegaron en abril de 1857; veinte entre enero y diciembre de 1859; otras veinte en setiembre de 1860; once en noviembre de 1862; diez en 1865; catorce en 1868; otras veinte en junio de 1869; quince en noviembre de 1871.34 También se multiplicaron las vocaciones locales: el 25 de julio de 1857 ingresó la primera postulante, Eufrasia Duthu, seguida por otras cuatro jóvenes. A partir de 1860 entraron una o dos postulantes por año, entre las que se contaron dos sobrinas de Mons. Jacinto Vera, Prudencia Sánchez Vera, en 1860, y María de la Paz Vera en 1861.35 En 1888, la congregación tenía 12 novicias y 9 postulantes.36 En las cartas aludidas, y no sin cierta razón, la madre Clara insistía constantemente al Vera misionero, por lo mismo ausente de la capital, lo importante que sería su presencia en Montevideo. En julio de 1860, escribe la madre Clara: «Es de mucho bien y muy necesario que no deje pasar tanto tiempo sin dejarse ver de toda esta gente, así que si no quiere hacerlo por cariño, de miedo de dejarse transportar por la naturaleza, hágalo por hacer el bien que Dios quiere que haga no solo en la campaña sino también en la capital».37 En esas semanas, se sucedían los enfrentamientos entre la Iglesia y el gobierno, y Mons. Vera no estaba en la 34 Archivo de las Hijas de María Santísima del Huerto [En adelante AFMH], Montevideo, cit. en Luigi Rodino, Historia del Instituto de las Hijas de María Santísima del Huerto (buenos Aires: s.e., 1932), 276-280. 35 Carta de Mª del Consuelo Sánchez Vera (Prudencia) a Jacinto Vera, Buenos Aires, 19 octubre 1860, ACEM, Vicariato Apostólico, Gobierno de Mons. Jacinto Vera, Archivo 45. cit. en Congregatio de Causis Sanctorum, Beatificationis et canonizationis Servi Dei Hyacinthi Vera, episcopi Montisvidei (1813-1881). Positio super vita, virtutibus et fama sanctitatis. vol. 2, 2012: 317 [En adelante CCS, Positio]; carta de Mª de la Paz Vera a Jacinto Vera, Montevideo, 6 junio 1963. ACEM, Vicariato Apostólico, Gobierno de Mons. Jacinto Vera, Archivo 43, en CCS, Positio, vol. 3, 2012: 782 y 783. 36 Rodino, Historia del Instituto de las Hijas de María...:175-177; Hna. A. Abatti, Misión e inculturación de las Hijas de María Santísima del Huerto en América Latina (Roma: s. ed., 1997), 72- 96; Hna. Eulalia, Sin fronteras. 140 años en Montevideo (Minas: Imprenta Minas, 1998), 108-110 y 172. 37 Carta de Clara Podestá a J. Vera, Montevideo, 18 julio 1860, Archivo de la Curia Eclesiástica, Vicariato Apostólico 1860. Gobierno de Mons. Vera. Cartas de la Hna. Superiora del Hospital de Caridad a Mons. Vera. 68 SUSANA MONREAL capital. Clara Podestá le advertía «es peligroso estar ausente tanto tiempo». «Se le pueden extraviar las ovejas», agregaba. Precisamente en 1863, el vicario Jacinto Vera le escribía a la madre Caterina Podestá, superiora general en Roma, y se refería a la multiplicación de las vocaciones y al aprecio por las Hermanas en la región: Creo estará VR no poco contenta con las recomendables Hijas, que Dios ha puesto a su cuidado. Son todas edificantes y celosas cumplidoras de cuanto prescribe el Instituto a que pertenecen, Los americanos nos hacemos un deber en apreciarlas y hacer que su instituto se generalice como sucede de un modo maravilloso. Las jóvenes americanas cada día se aficionan más a él. Pues como V.R. sabe ya tienen un gran número de Hijas en estos países y que le son muy afectas.38 Ya reinstalada en Italia, Clara Podestá mantuvo fluida correspondencia con Vera, hasta su muerte, en Roma, el 2 de enero de 186939: «La Madre General y yo le agradecemos todos los cuidados de Padre que brinda a nuestras queridas Hermanas. En cuanto a eso, estoy tranquila, y tengo la certeza de que, con su presencia, estarán más animadas y contentas. Sé que las consolará y las cuidará muchísimo [...]».40 Reflexiones finales Con el apoyo de Mons. Jacinto Vera, las congregaciones femeninas que llegaron a Uruguay aportaron un modelo nuevo de vida religiosa, de “catolicismo de movimiento”, que representaba una adaptación a tiempos nuevos. Fueron constantes en las acciones de Vera los gestos de bienvenida, el acompañamiento personal o a través de colaboradores cercanos y laicos bienhechores. Si estaba en Montevideo, no faltaba su presencia en las fiestas señaladas de cada congregación. Sus sucesores -Mons. Inocencio María Yéregui, obispo entre 1881 y 1890, y Mariano Soler, obispo hasta 1897 y arzobispo hasta su muerte en 1908- mantuvieron la misma línea de acción, según sus estilos personales. En el caso de 69 Sección ESTUDIOS 38 Carta de Jacinto Vera a Catalina Podestá, Buenos Aires, 23 julio 1863, ACEM, Vicariato Apostólico, Gobierno de Mons. Jacinto Vera, Archivo 52. Positio, vol. 3: 856. 39 Abatti, Misión e inculturación de las Hijas de María... 259-261. 40 Carta de la Madre Clara Podestá a Mons. Jacinto Vera, Vicario Apostólico, Roma, 12 de enero de 1868.AFMH, Casa Generalizia, Roma, cit. en: Abatti. Misión e inculturación de las Hijas de María...: 172. SOLERIANA 44 (2022) Mons. Yéregui, se comprometió directamente en la instalación de nuevas religiosas en la diócesis. Un buen ejemplo se refiere a las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia de Savona, en Buenos Aires desde 1875. En enero de 1889, dos religiosas y dos alumnas se habían trasladado a Montevideo “a tomar baños por salud”, alojándose con las Hermanas Vicentinas en la Unión, Allí recibieron la visita personal del obispo Yéregui, quien las invitó a fundar un colegio en la ciudad, lo que se concretó en marzo del mismo año.41 En cuanto a Mariano Soler, contamos con el relato del P. Pierre Donat, superior de la Sociedad de San José y fundador de la Escuela Agrícola de San José en el Manga en 1890. A través de sus cartas de viaje, el padre Donat dejó un rico testimonio sobre la sociedad y la Iglesia locales, a fines del siglo XIX. En su viaje entre Burdeos y Montevideo, acompañado por dos padres de Bétharram, Donat recibió la primera información sobre Soler, administrador de la diócesis desde de la muerte de Mons. Yéregui: Este distinguido sacerdote, orador y escritor notable, designado por la opinión pública como el futuro Obispo de Montevideo, conoce particularmente a Francia, por donde ha viajado mucho y cuya historia y literatura ha estudiado. En las obras, ya muy numerosas, que ha escrito, aparece claramente la alta estima que profesa por nuestro país”.42 Sección ESTUDIOS Ya en Montevideo, siguieron la visita a Mariano Soler -«Tiene un gran interés en la obra del Manga, nos pidió muchas informaciones y desea que el colegio se desarrolle rápidamente».43- y la solicitud de Soler a Donat de estudiar la propuesta de Domingo Ordeñana para instalar una segunda escuela agrícola en Soriano.44 En los hechos, la designación de Soler como tercer obispo de Montevideo, y su inmediato viaje a Roma en un ambiente de dudas, interrumpirían la comunicación entre el novel obispo y el viajero francés. Las relaciones entre los obispos, otras autoridades eclesiásticas y las grandes familias bienhechoras -la familia Jackson Errazquin, Félix Buxareo, la familia O’Neill, la familia Fernández O’Neill, entre otras- con las congregaciones que llegaban al Cono Sur, y al Uruguay en particular, fueron evolucionando también por la propia dinámica de las migraciones religiosas. Nos hemos detenido, en 41 Reseña histórica del Colegio “San José”, Paso Molino, 1-2. Archivo de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia, Montevideo [consultados en 2004]. 42 R.P.D. [Pierre Donat], Mon voyage à Montevideo (Cîteaux: Imprimerie de l’Ecole Saint-Joseph, 1892), 50. 43 R.P.D. [Pierre Donat], Mon voyage à Montevideo, 89. 44 R.P.D. [Pierre Donat], Mon voyage à Montevideo, 123-130. 70 SUSANA MONREAL párrafos previos, en el tema de la formación de redes en diversos sentidos, que fortalecieron las relaciones entre los institutos y que les permitieron ganar cierta autonomía, por lo menos, en los aspectos prácticos, pero no poco importantes, de su instalación en tierras nuevas. En primer lugar, es fácilmente apreciable que las congregaciones partían de Europa hacia un puerto o ciudad, con una tarea predeterminada, pero el objetivo, no siempre explícito, no era instalarse en un país sino abarcar una región, que no contemplaba de ninguna manera las fronteras políticas. De este modo, las congregaciones crearon verdaderas redes regionales, lo que es claramente constatable en el Cono Sur. Por otra parte, la llegada de un grupo de religiosos migrantes nunca fue un acontecimiento aislado de la vida de las demás congregaciones. Así, se crearon firmes redes de solidaridad, que no sabían ni de nacionalidades, ni de carismas. Tampoco debe ignorarse que en estos dos tipos de redes interactuaron hombres y mujeres, religiosos y religiosas, seguramente con los mejores resultados. Son numerosos los ejemplos de estas redes de solidaridad -o “transcongregacionales”45- en relación con Uruguay. Al llegar a Montevideo, en 1874, las Hermanas Domínicas de Albi, contaron con la solícita acogida de las Hermanas del Huerto y de las monjas Salesas, y con la atención espiritual de los padres betharramitas o vascos.46 Otro buen ejemplo, de dos orillas, se refiere a la congregación del Buen Pastor y a las difíciles circunstancias que debió enfrentar a raíz de la aprobación de la Ley de Conventos de 1885, que implicaba la inspección policial de las casas religiosas. Ante esta situación las religiosas resolvieron volver a Chile; la superiora provincial les ordenó sin embargo esperar la evolución de los acontecimientos en Buenos Aires. Ocho religiosas, chilenas y uruguayas, fueron acogidas por las monjas salesas y contaron con el apoyo espiritual de los padres jesuitas, hasta el fin de la tormenta. La multiplicación de los institutos, y la consolidación de estas redes de atención y apoyo mutuo -que incluyeron alojamiento; enseñanza del idioma español a franceses e italianos; ofrecimiento de docentes y sobre todo buenos consejos para el proceso de integración- fueron haciendo menos necesa- 71 Sección ESTUDIOS 45 Agradecemos esta expresión a la Prof. Luciana Farfalla O. P., quien realiza estudios de Maestría en Ciencias Religiosas en Vic, España, y participó en el VII Simposio de la Historia de la Orden Dominicana en Argentina y el Cono Sur (San Pedro de Colalao, Argentina, noviembre de 2021), donde realizó este valioso aporte.. 46 Monreal, “Las Hermanas Dominicas de Santa Catalina de Siena de Albi. Su instalación en el Río de la Plata...”. SOLERIANA 44 (2022) ria la acción directa de los obispos u otras autoridades eclesiásticas, en aspectos ajenos al derecho canónico. Volviendo a nuestras religiosas de vida activa, ellas contribuyeron a crear, tal vez sin ser muy conscientes de ello, un nuevo estilo en la educación femenina. Destacamos su valiosa participación en el desarrollo del sentido del orden y del trabajo en las mujeres de los más diversos grupos sociales: la burguesía, las clases populares, los inmigrantes que se integraban -como ellas- en una sociedad nueva. Existen testimonios que prueban que no fue tarea fácil. Por otra parte, a menudo estas mujeres encontraron dentro de sus congregaciones, y en la Iglesia, espacios de libertad y de acción personal con los que no contaban otras mujeres de la época.47 Fueron, en un buen número, mujeres audaces, listas para asumir tareas imprevistas y para desplazarse sin reparar en fronteras políticas. En el marco de la progresiva - y discutida - “feminización” del catolicismo vivida desde el siglo XIX, estos institutos crearon auténticas redes regionales, definidas por liderazgos femeninos, por la combinación estratégica de tareas de evangelización y de servicios indirectos a los Estados liberales, proponiendo nuevos modelos educativos para las niñas y definiendo espacios de libertad y de acción para las mujeres. Bibliografía y fuentes Fuentes inéditas Sección ESTUDIOS Archivo de la Curia Eclesiástica de Montevideo, Uruguay Archivo del Monasterio Nuestra Señora de la Visitación, Progreso, Canelones, Uruguay Archivo de la Compañía de las Hijas de la Caridad, Montevideo, Uruguay Archivo de las Hermanas Dominicas de Santa Catalina de Siena, Casa Madre, Albi, Francia Archivo de las Hermanas Dominicas de Santa Catalina de Siena, Buenos Aires, Argentina Archivo de las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia, Montevideo [Consulta realizada en 2004] 47 Serrano, Vírgenes viajeras, 13-44. 72 SUSANA MONREAL Fuentes editas Annales de la congrégation de la Mission et de la compagnie des Filles de la Charité. Paris: Librairie Firmin Didot Frères et Fils, 1874, vol. 39. Disponible en: https://via.library.depaul.edu/annales/39/ R.P.D. [Pierre Donat], Mon voyage à Montevideo. Cîteaux: Imprimerie de l’Ecole Saint-Joseph, 1892. Bibliografía 73 Sección ESTUDIOS Abatti, Hna. Amábile. 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