Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

Academia.eduAcademia.edu
View metadata, citation and similar papers at core.ac.uk brought to you by CORE provided by RACIMO - Repositorio Institucional USAL (Universidad del Salvador) Universidad del Salvador Facultad de Historia, Geografía y Turismo Tesis de Doctorado en Historia Fray Pedro Zavaleta O.P. y la Sociedad de Obreras del Santísimo Nombre de Jesús. Acción social femenina y religiosidad en Tucumán (1899-1952) Doctoranda: Silvina Daniela Roselli Directora: Dra. Viviana Elena Bartucci Febrero 2017 Abreviaturas y siglas Abreviaturas M.R.P. Mtro.: Muy Reverendo Padre Maestro. R.P.M.: Revendo Padre Maestro. R.P.: Reverendo Padre. s/a: sin año. s/f: sin folio. s/p: sin paginación. Smo.: Santísimo. Siglas de archivos Archivos Eclesiásticos Diocesanos: Archivo de la Acción Católica de Tucumán (AACT). Archivo del Arzobispado de Tucumán (AAT). Congregacionales: Archivo Conventual Franciscano de Tucumán (ACFT). Archivo de las Hermanas del Buen y Perpetuo Socorro de Buenos Aires (AHBPS). Archivo General de las Hermanas Franciscanas Misioneras de María. Roma (AGFMM). Archivo Lourdista de Tucumán (ALT). Entre los archivos congregacionales, los Archivos Dominicanos merecen un espacio aparte: Archivos Dominicanos Archivo de la Orden de Predicadores en Córdoba (AOPC). 2 Archivo de la Orden de Predicadores en Tucumán (ADT). Archivo de la Orden de Predicadores, Convento Buenos Aires (AOPBA). Archivo de las Hermanas Dominicas de Tucumán (AHDT). Archivo General de la Orden de Predicadores, Roma (AGOP). Archivos Civiles Archivo de la Federación de Círculos de Obreros de la República Argentina, Buenos Aires (AFCOA). Archivo del Ministerio de Educación de la Provincia de Tucumán (AMET). Archivo Histórico de la Provincia de Tucumán (AHT). Centro de documentación de la Universidad Católica de Lovaina, Documentatie en Onderzoekscentrum voor Religie, Cultuur en Samenleving, (KADOC). Archivo de La Gaceta, Tucumán (ALGT). Archivo Museo Avellaneda, Tucumán (AMA). Otras siglas BODT: Boletín Oicial de la Diócesis de Tucumán. C.D.S.O.: Comisión Directiva Sociedad de Obreras. CSSR: Congregación redentorista. FACE: Federación de Asociaciones Católicas de Empleadas. O.P.: Orden de Predicadores. SDB: Siervo de Don Bosco. SPMO: Sociedad Protectora de la Mujer Obrera. UNSTA: Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino. UPCA: Unión Popular Católica Argentina. VOT: Venerable Orden Tercera. 3 Índice General Introducción ............................................................................................................... 10 Capítulo 1. La “cuestión social” en Tucumán y la respuesta eclesial a la nueva realidad . 26 1.1. El surgimiento del catolicismo social en el contexto eclesial .............................. 26 1.2. La “cuestión social” en Tucumán ......................................................................... 37 1.3. El Obispo Pablo Padilla y Bárcena y el catolicismo social en Tucumán ............. 43 1.3.1. Monseñor Padilla y Bárcena en la nueva diócesis de Tucumán ....................... 43 1.3.2. El surgimiento de los círculos obreros y la participación de la elite ................ 50 1.4. La acción social en el convento dominicano ........................................................ 55 1.4.1. El promotor de la acción social en el convento y fuera de él: la igura del padre Boisdron............................................................................................. 55 1.4.2. El aprendiz: itinerario vital de fray Pedro Zavaleta y su proyección pastoral. 60 a) Su primer abordaje de la cuestión social: la fundación del “Centro Católico”. 68 b) Aspiraciones y logros del Centro ........................................................................ 72 Capítulo 2. Orígenes y fundación de la Sociedad de Obreras .................................... 75 2.1. El convento dominicano como espacio de sociabilidad femenina ..................... 75 2.2. La Cofradía del Santísimo Nombre de Jesús como punto de partida de un proyecto de vanguardia.............................................................................. 90 2.2.1. Orígenes, organización y funcionamiento de la cofradía .................................. 90 2.2.2. La reorganización de la cofradía: la Sociedad de Obreras se distancia de su origen y la asociación religiosa se desarrolla paralelamente ............................. 97 2.3. Una experiencia belga como modelo para la Sociedad: el surgimiento de las “escuelas domésticas” ........................................................ 99 2.3.1. Origen y desarrollo de las escuelas domésticas .................................................. 99 2.3.2. La destinataria de las escuelas domésticas: una mirada sobre la mujer trabajadora .......................................................................... 108 2.4. La inauguración de la Sociedad y los años de crecimiento.................................. 111 2.4.1. Miembros ................................................................................................................. 113 a) La comisión directiva ............................................................................................ 113 b) Las obreras ............................................................................................................. 115 c) Los directores honorarios ..................................................................................... 117 d) Los socios protectores........................................................................................... 117 e) La comisión de celadoras...................................................................................... 119 2.4.2. La vida de la Sociedad se organiza. Relación con otras asociaciones .............. 120 Capítulo 3. Bases constitutivas de la Sociedad de Obreras y relación de la misma y de su fundador con la Orden Dominica (1899- 1925) ............................................. 127 3. 1. Bases espirituales. De devociones y otras prácticas religiosas ........................... 127 3.1.1. La devoción al Niño Jesús ...................................................................................... 127 3.1.2. La celebración del triduo pascual ......................................................................... 129 3.1.3. El culto al Sagrado Corazón de Jesús ................................................................... 130 3.1.4. La devoción a la Virgen del Valle .......................................................................... 132 3.1.5. Otras prácticas religiosas ....................................................................................... 133 3.2. Bases jurídicas ...................................................................................................... 135 3.2.1. En torno al logro de la personería jurídica.......................................................... 136 3.2.2. Estudio del reglamento de 1914 ............................................................................ 138 3.3. Bases sociales ........................................................................................................ 141 3.3.1. El socorro mutuo .................................................................................................... 141 a) Médicos y boticas .................................................................................................. 142 b) La bóveda y el servicio de sepelio ....................................................................... 146 3.3.2. Buscando medios para la subsistencia de la obrera............................................ 152 a) El taller .................................................................................................................... 152 b) La agencia de trabajo ............................................................................................ 153 3.3.3. Actividades recreativas y formativas. ................................................................... 154 a) Conferencias y buenas lecturas............................................................................ 154 b) Medios de recreación ............................................................................................ 156 3.4. Bases económicas ................................................................................................. 161 3.4.1. Organización, caja de ahorros y bienes ................................................................ 162 3.4.2. Ingresos, egresos y socias en cuenta corriente .................................................... 163 3.5. La particular relación del padre Zavaleta y de su obra con la Orden Dominicana ................................................................ 169 3.5.1. El padre Zavaleta y sus hermanos dominicos ..................................................... 169 a) El tiempo de los “destierros” ................................................................................ 169 b) El ansiado retorno a Tucumán ............................................................................ 175 3.5.2. Relación de la Sociedad de Obreras con la Orden Dominicana....................... 177 Capítulo 4. Una etapa puente: cambios y permanencias en la Sociedad de Obreras entre 1925-1936 ................................................................ 180 4.1. La Sociedad se reorganiza: proyectando un taller para las obreras .................... 183 4.2. La puesta en marcha del Hogar de la Obrera Cristiana....................................... 187 4.3. La estrecha relación entre sociabilidad, economía y servicios del socorro mutuo .... 193 4.4. Un momento de transición tras el fracaso del taller............................................ 198 4.4.1. La iglesia tucumana y la acción social en la década del ‘30............................... 198 4.4.2. La Sociedad en la primera parte de la década: viejas prácticas con nuevas formas ................................................................................. 201 a) Conferencias, ciclos culturales y talleres ............................................................ 203 b) Los intentos por crear fuentes de trabajo ........................................................... 205 c) El proyecto de la lotería ........................................................................................ 206 4.5. Las presidencias de las docentes: Margarita Todd y Ana Fe Cabrera Serra ........ 207 a) La preparación del Año Eucarístico y la procesión de Corpus Christi ........... 213 b) El sosteniendo del Socorro mutuo y la organización del secretariado .......... 215 4.6. La nueva sede social: escuela, templo y asilo para la mujer obrera ..................... 217 Capítulo 5. La concreción deinitiva del proyecto de fray Pedro Zavaleta: “todo será cumplido con la ayuda de Dios” ................................................................ 225 5. 1. Las hermanas del Buen y Perpetuo Socorro en la obra y sus actividades .......... 225 5.1.1. La instalación de las hermanas del Perpetuo Socorro y la organización de su vida comunitaria....................................................................... 225 5.1.2. Se plasma el sueño inicial: la Escuela Doméstica ............................................... 232 5.2. Otros espacios y actividades ................................................................................. 240 5.2.1. La escuela primaria ................................................................................................. 240 a) Algunos aspectos del funcionamiento de la escuela y su relación con la comisión directiva de la “Sociedad Protectora de la Mujer Obrera” ............... 240 b) Las actividades religiosas en la escuela primaria .............................................. 243 c) Inscripción y rendimiento de las alumnas ......................................................... 246 d) Subsidios, ayudas y necesidades económicas .................................................... 246 5.2.2. Las socias de la ayuda mutua: buscando fuentes de ingreso para las asociadas y para la Sociedad. Reapertura del taller ........................................ 249 5.2.3. La preocupación por las obreras: promoción y controversias en torno al servicio doméstico ........................................................................................ 252 5.3. Las hermanas del Buen y Perpetuo Socorro se retiran de la institución............. 254 5.4. Derroteros de una institución en jaque ............................................................... 256 5.4.1. La desvinculación de la Sociedad con la cofradía: rupturas y problemas comunitarios ................................................................................ 256 5.4.2. La obra bajo el mando de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul ..... 267 a) La instalación de las religiosas en la diócesis ..................................................... 267 b) Relación de la obra y el padre Zavaleta con el peronismo ............................... 269 c) Problemas con la dirección de la escuela ........................................................... 275 d) Los últimos tiempos del fraile dominico y el cierre de una etapa .................. 277 Conclusión ................................................................................................................... 280 Fuentes ......................................................................................................................... 288 Cuadros Cuadro n° 1. Círculos Obreros de la Diócesis de Tucumán ............................................... 52 Cuadro n° 2. Otros círculos de la diócesis (incluían la provincia de Catamarca y Santiago del Estero) ............................................... 52 Cuadro n° 3. Asociaciones del convento dominicano de Tucumán a ines del siglo XVIII y siglo XIX ................................................................... 89 Cuadro nº 4. Muestreo 1902-1904 ......................................................................................... 165 Figuras Figura n° 1. Ingenio azucarero Los Ralos, 1899 ................................................................... 40 Figura n° 2. Monseñor Pablo Padilla y Bárcena ................................................................... 44 Figura n° 3. Fray Salvador Villalba......................................................................................... 53 Figura n° 4. Padre Bernardo Rives, entre dos religiosos lourdistas ................................... 53 Figura n° 5. Padre Ángel María Boisdron ............................................................................. 55 Figura n° 6. Jesús Méndez Huergo de Zavaleta .................................................................... 60 Figura n° 7. Zavaleta y su comunidad dominicana ............................................................. 64 Figura n° 8. Fray Pedro Zavaleta al pie de una cascada en Tafí del Valle .......................... 65 Figura n° 9. Fray Pedro Zavaleta, anciano y su irma .......................................................... 66 Figura n° 10. Anuncio del colegio en La Buena Noticia..................................................... 67 Figura n° 11. Colegio Santo Doming ..................................................................................... 68 Figura n° 12. Reglas o Estatutos Generales de la Cofradía del Santísimo Nombre de Jesús .. 92 Figura n° 13. Mme. De Gottrau-Watteville ........................................................................... 100 Figura n° 14. Folleto del Congreso de Enseñanza Doméstica en Friburgo, 1908 ............ 101 Figura n° 15. Tratado de Economía Doméstica.................................................................... 103 Figura n° 16. Traducción del texto: Veinte lecciones de economía doméstica .................... 104 Figura n° 17. El profesor Maximio Victoria y su señora Rita Lattallada........................... 105 Figura n° 18. Nota de admisión a la institución con el primer sello de la Sociedad de Obreras ....................................................................................................... 110 Figura n° 19. Ficha de ingreso a la Sociedad ........................................................................ 112 Figuras n° 20 y 21. Doctores Lídoro Quinteros y Servando Viaña .................................... 118 Figura n° 22. Fray Pedro Zavaleta, en primera ila del lado izquierdo y, en el centro, el gobernador Lucas Córdoba ....................................................................... 121 Figura n° 23. El Divino Niño, patrono de la Sociedad ........................................................ 128 Figura n° 24. El reglamento de 1914 ...................................................................................... 139 Figura n° 25. Médicos .............................................................................................................. 142 Figura n° 26. Anuncio de la farmacia Costanti .................................................................... 146 Figura n° 27. Aviso de la función de Fanny Brena ............................................................... 160 Figura n° 28. Monseñor Piedrabuena y, detrás, fray Pedro Zavaleta................................. 181 Figura n° 29. La princesa María Pía de Borbón y Padilla ................................................... 190 Figura n° 30. Algunas señoras de la comisión directiva junto a las obreras ..................... 192 Figura n° 31. Anuncio del Hogar de la Obrera Cristiana.................................................... 193 Figura n° 32. Monseñor Agustín Barrere .............................................................................. 200 Figura n° 33. Margarita Todd de Tula.................................................................................... 209 Figura n° 34. Ana Fe Cabrera Serra ....................................................................................... 211 Figura n° 35. Bosquejo del frente del ediicio de la Sociedad de Obreras......................... 220 Figura n° 36. El gobernador Campero, fray Pedro, damas de la comisión y benefactores .... 222 Figura n° 37. Casa de la Mujer Obrera en construcción ..................................................... 223 Figuras n° 38 y 39. Placas en agradecimiento al presidente Justo y al gobernador Campero 228 Figura n° 40. Escudo de la nación argentina ........................................................................ 237 Figura n° 41. Escudo dominicano .......................................................................................... 237 Figura n° 42. Escudo de la Santa Sede ................................................................................... 237 Figura n° 43. Claraboya central .............................................................................................. 237 Figura n° 44. La frase “Servite Domino in laetitia” .............................................................. 237 Figura n° 45. Placa que se encontraba en el mástil de la escuela ....................................... 243 Figura n° 46. Fray Manuel Suárez en el medio, en un costado -con sombrero- fray Pedro.... 246 Figura n° 47. Folleto explicativo de la Sociedad de Obreras............................................... 261 Figura n° 48. Estatuto de la “Sociedad Protectora de la Mujer Obrera” ............................ 266 Figura n° 49. Eva Perón llegando al aeropuerto de Tucumán ............................................ 270 Figura n° 50. Nota de Sor Lepicard a la presidenta de la Sociedad.................................... 277 Anexos ......................................................................................................................... 317 Cuadro de socias....................................................................................................................... 318 Cuadro de médicos, boticas y farmacias, socios protectores y presidentes honorarios .. 341 Presidentas de la Sociedad ...................................................................................................... 345 Cartas de fray Pedro Zavaleta ................................................................................................. 347 Introducción Este estudio pretende abordar una experiencia del catolicismo social tucumano de ines del siglo XIX que se extendió a lo largo del siglo XX. Surgió del proyecto de un fraile dominico, quien transformó una cofradía en una obra dedicada a la protección de la mujer obrera. A medida que me fui internando en los libros de actas de esta institución eclesial, encontré a un nutrido grupo de mujeres de la elite que comenzaron a tener nombres propios y rostros distinguibles, que no sólo desarrollaban actividades netamente religiosas sino que desplegaban otras ligadas a lo económico, lo educativo, la recreación y, principalmente, el socorro mutuo. El otro grupo que integraba la Sociedad, el de las trabajadoras, se me presentó de una manera anónima, pese a tener registro de algunos de sus apellidos y de sus ocupaciones. Buscaré hacer inteligible las prácticas de estos dos sectores bien diferenciados de la sociedad: la elite que condujo la obra y las obreras, destinatarias de la acción social. En la documentación encontrada, la voz de estas mujeres prácticamente no aparece; sin embargo, se puede leer entre líneas cuáles fueron sus necesidades, sus intereses, los motivos que las llevaron a acercarse y permanecer en esta asociación a lo largo de tantos años. Atravesando ambos grupos, el fundador y director de la asociación, fray Pedro Zavaleta, será uno de los sujetos principales de esta investigación junto a las socias de la comisión directiva, quienes interactuaron intensamente a lo largo del período estudiado. La obra de fray Pedro sigue hoy vigente en la escuela que lleva su nombre después que, quien fuera maestra y directora de la institución -Gabriela Figueroa de Ponce de León- tramitara el cambio de denominación al morir el fraile dominico. Los niños y docentes que hoy integran esa escuela descubrieron al padre Zavaleta a través de algunos de estos relatos, en forma especial, su itinerario vital. Para este estudio adopté el aporte de la microhistoria. Como sostiene Giovanni Levi, el enfoque microhistórico “es un procedimiento que toma lo particular como punto de partida […] y procede a identiicar su signiicado a la luz de su contexto especíico”1. Reducir la escala Giovanni Levi, “Sobre microhistoria”, en Peter Burke (comp.), Formas de hacer historia, Madrid, Alianza Universidad, 1996, p. 137. 1 10 de observación permitirá observar, a través de esta obra, múltiples aspectos de la sociedad tucumana, sobre todo aquellos que son el núcleo de esta tesis. Es a partir de esta institución que se pretende entrar en diálogo con la iglesia y la sociedad de ines del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, renunciando a muchos aspectos que serían inabarcables en esta tesis, pero profundizando en otros, particularmente los ligados a la vida cotidiana que incluyen la religiosidad. Un concepto que atraviesa este trabajo es el de “sociabilidad”. Este término se ha convertido, especialmente a partir de la década del 90, en una noción historiográica útil: “su interés principal residiría, por un lado, en su capacidad mostrada a la hora de abrir nuevos horizontes de posibilidades analíticas y metodológicas en la investigación histórica sobre diversos campos y temas de estudio”2. A esta tesis dicho concepto llega de la mano de Pilar Bernardo de Quirós, quien rescata el aporte de Maurice Aguhlon y de Francois-Xavier Guerra. Este último autor intenta desenmarañar los alcances del término para el caso de América Latina en un artículo3 que fue de gran utilidad. El término “sociabilidad” es un concepto todavía ambiguo, que da lugar a diversas interpretaciones o usos. En este caso se tomó de la obra de Gary Wray Mc Donogh, la categoría de “familia” como imagen cultural, fundamento de la legitimación cultural y del dominio ejercido por la clase alta4. Este concepto es utilizado por el autor como medio para entender la sociabilidad, ya que las familias de la elite son las que trazan el ideario de los valores, espacios, costumbres, pautas, rituales a seguir. Aplica este término a la sociedad de Barcelona, particularmente a la elite del siglo XIX y parte del XX. Los estudios relacionados con la historia de género fueron pioneros en abordar el rol de la mujer así como la historia de las trabajadoras. Ellos han contribuido, en la elaboración de esta tesis, a captar e interpretar la mirada de las mujeres de la elite hacia las obreras así como a entender el comportamiento esperado de las trabajadoras a partir de su incorporación a la Sociedad. La historia de género, que asomó en la década de los sesenta a partir de la corriente feminista, se integró a otros estudios que, durante los 70’ comenzaron a visibilizar a sujetos y problemáticas hasta entonces no abordados por el ámbito académico. Javier Navarro Navarro, “Sociabilidad e Historiografía: trayectorias, perspectivas y retos”, en: Saitabi, Revista de la facultat de geografía e historia, Universitat de Valencia, n° 56, Valencia, Artes Gráicas Soler, S.L., 2006, p. 113. 3 Pilar González Bernaldo de Quirós, “La ‘sociabilidad’ y la historia política”, en: Pani, E.- Salmerón, A. (coord), Conceptuar lo que se ve. François-Xavier Guerra, historiador. Homenaje. México, Instituto Mora, 2004, pp. 419-460. 4 Gary Wray Mc Donogh, Las buenas familias de Barcelona. Historia social del poder en la era industrial, Barcelona, Ediciones Omega S.A., 1989, p. 264. 2 11 El género supone, según Joan Scott, una construcción cultural y social que resalta los aspectos relacionales de las deiniciones normativas de lo masculino y de lo femenino, la creación de una identidad subjetiva y las relaciones de poder entre hombres y mujeres. Es un sistema de relaciones que pueden incluir el sexo pero no está directamente determinado por el sexo o es directamente determinante de la sexualidad 5. El término “género” dio y da lugar a variadas interpretaciones y aplicaciones, sólo se ha hecho uso de esta corriente de la historia por la profusión de estudios que competen al tema abordado en esta tesis. Estado de la cuestión Para esta investigación, fue necesario hacer un estado de la cuestión sobre las distintas problemáticas que se abordarían: la historia de la iglesia en Tucumán y su contextualización en el marco nacional y europeo, la cuestión social y el catolicismo social como respuesta a la realidad socio-económica, el convento dominicano y sus redes de sociabilidad, y el rol de las mujeres, particularmente las trabajadoras. Es necesario aclarar que no existe ningún trabajo acerca de la igura del padre Zavaleta ni de la Sociedad de Obreras del Santísimo Nombre de Jesús. Los primeros estudios que se acercan a esta temática son los propios6. En pos de contextualizar esta investigación se partió del marco internacional y, para ello, los estudios sobre historia de la Iglesia fueron de gran valor a in de mostrar las distintas formas en que esta institución reaccionó ante fenómenos como las ideologías o la cuestión social. Estas obras sirvieron también para mostrar las ideas dominantes en la cultura europea como el liberalismo, positivismo, materialismo y naturalismo, entre otros, y su relación con la Iglesia7. De manera particular, estos autores plantean la postura de los católicos liberales y la respuesta de los llamados “católicos sociales” ante la cuestión social. Es necesario destacar un Joan W. Scott, El género: una categoría útil para el análisis histórico, versión on line en: https://issuu.com/ eligeperla/docs/joan_scott, 2/08/2016. 6 Silvina Roselli, “De conlictos y destierros. Algunos trazos del itinerario vital del P. Pedro Zavaleta (18681952)”, en: 1er Congreso sobre Historia de las Órdenes y Congregaciones Religiosas, 4° Jornadas de Historia de la Orden Dominicana en Argentina. Historia, Escritura, Arte y Espiritualidad (13 al 15 de Agosto 2009), Tucumán, Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, CD y Silvina Roselli, “La Cofradía del Santísimo Nombre de Jesús. De la beneicencia a la ‘acción social’”, en: Segundas Jornadas de Historia de la Orden Dominicana en la Argentina, Actas, San Miguel de Tucumán, Editorial UNSTA, 2005. 7 Entre estas obras se destacan los clásicos “manuales” de historia de la iglesia, como Hubert Jedin, Giacomo Martina, Roger Aubert o Juan María Laboa. Los estudios de Philippe Boutry o Jacques Gadille fueron de gran ayuda para comprender los cambios entre la época de Pío IX y la de León XIII, como también la respuesta de este Papa a la cuestión social europea. 5 12 artículo de Gerardo Farrell en el que se analizan las causas de dicha cuestión a partir de la situación socio-económica del siglo XIX y la aparición de distintos movimientos que reaccionaron frente a ella. Uno de esos movimientos fue el “catolicismo social”, al que Farrell aborda a partir de sus orígenes en Francia y Alemania y su expansión por otros países europeos. Este autor plantea el desarrollo de la política eclesial de León XIII y su estrategia pastoral, particularmente a través de algunos documentos, entre los que sobresale la encíclica Rerum Novarum8. En Argentina, a las tradicionales obras de historia de la Iglesia, de un marcado tenor erudito, y profusas en documentos9 se sumaron nuevos estudios, centrados en la relación iglesia-estado, provenientes de grupos de universidades estatales10. En la región del noroeste, se formó hace unos años una red de investigadores convocados por el Instituto “Prof. Manuel García Soriano”, dependiente de la Universidad del Norte “Santo Tomás de Aquino”, que aborda la historia de la iglesia integrando múltiples perspectivas, acentuando el enfoque regional e integrando trabajos de otras regiones11. Entre los miembros y colaboradores del Instituto se encuentran Sara Amenta, Cynthia Folquer, Gabriela Peña, Cecilia Aguirre, Esteban Abalo, Lucía Santos, Alicia Fraschina, Lucrecia Jijena y Gabriela Quiroga. Para la historia de la iglesia en Tucumán durante la etapa de conformación de la diócesis fue muy valioso el aporte del padre Marcelo Lorca Albornoz. Entre las obras sobre historia dominicana, se destaca para la Provincia Argentina el sacerdote Rubén González, quien ha recogido el legado de fray Jacinto Carrasco, de quien se han tomado datos de uno de sus libros inéditos, que se halla en custodia del Archivo Dominicano de Tucumán12. Gerardo Farrell, “La Iglesia y la cuestión social en Europa (siglo XIX): Causas, tendencias y soluciones”, en: Teología, Revista de la Facultad de Teología de la Pontiicia Universidad Católica Argentina, n° 74, t. XXXVII, año 1999, pp. 7-27. Sus textos sobre la historia de la iglesia en Argentina han sido también de gran utilidad. 9 Cayetano Bruno, Historia de la Iglesia en Argentina, t. 12, Buenos Aires, Editorial Don Bosco, 1981; Cayetano Bruno, La Iglesia en Argentina. Cuatrocientos años de Historia. Buenos Aires, Centro Salesiano de Estudios, 1993; Juan Carlos Zuretti, Nueva Historia Eclesiástica Argentina. Del Concilio de Trento al Vaticano Segundo, Buenos Aires, Itinerarium, 1972; Enrique Amato, La Iglesia en Argentina. Buenos Aires, Peres- Friburgo- Cisor, 1965. Amato presenta un sucinto paso por las distintas etapas del catolicismo en nuestro país, optando por una mirada sociológica. 10 Miranda Lida, Patricia Foggelman, Claudia Touris, Roberto Di Stefano, Valentina Ayrolo de la Universidad de Buenos Aires, así como también Gabriela Caretta e Isabel Zacca, de la Universidad Nacional de Salta y pertenecientes a CEPIHA (Centro Promocional de Investigaciones en Historia y Antropología) entre otros investigadores, abarcan distintos períodos y/o aspectos de la historia de la iglesia en Argentina. 11 En 2003 el Instituto realizó las Primeras Jornadas de Historia de la Orden Dominicana en Argentina y luego se amplió la convocatoria a partir de las Jornadas de Historia de la Iglesia en el NOA. 12 Jacinto Carrasco O. P., La fundación de los conventos dominicos en Argentina, Tucumán, UNSTA, 1982 y Jacinto Carrasco, Ensayo Histórico sobre la Orden Dominica Argentina, t. 2, Actas Capitulares (1822-1890). Inédito. 8 13 Fray Rubén González produjo una gran cantidad de textos escritos, que comprenden artículos, libros, prólogos, notas necrológicas y reseñas bibliográicas sobre la Orden. Las biografías son un material de consulta obligatorio para quien trabaje sobre esta congregación religiosa13. Sus estudios han servido para contextualizar la labor de fray Pedro Zavaleta y para comprender su vinculación –y la de su familia– con el medio social circundante. La cuestión social, entendida como un fenómeno de ines del siglo XIX y principios del XX (pero no exclusivo de este período histórico), ha sido analizada en relación a nuestro país por Mirta Zaida Lobato, Juan Suriano y Daniel Lvovich, entre otros. Estos autores abordaron dicha cuestión desde la perspectiva de la historia social, la cual tuvo sus inicios en la década del ´60 a partir de la escuela de los Annales, francesa, y de Past and Present, inglesa. Esta corriente historiográica se ha ido modiicando, particularmente en nuestro país. Con la vuelta a la democracia (1983) la historia social ha ido incorporando nuevos adeptos, nuevos espacios, nuevas miradas que nos permiten dar una síntesis del campo de estudio que ella abarca14. Juan Suriano plantea en La cuestión social en Argentina 1870-1943 dos elementos valiosos para este trabajo: por un lado el concepto de cuestión social y su delimitación frente a otras cuestiones; por otro, las diferencias entre los conceptos de acción social/ ilantropía/ caridad15. Un grupo de investigadores de la Universidad Nacional de Tucumán trabajan este período desde un enfoque socio-económico, particularmente a través de la actividad productiva por excelencia en la provincia como es el sector azucarero. En esta línea se inscriben los estudios de Daniel Campi, María E. Fernández, Alejandra Landaburu y María Celia Bravo16. Alejandra Landaburu indagó en las respuestas de la iglesia a la cuestión social en particular, lo hizo en torno a los conlictos que desembocaron en la Semana Trágica (1919). SiguienSe citan sólo las obras utilizadas: Rubén González O. P., “El Estudio del Convento dominicano de San Miguel de Tucumán, Argentina, 1888-1899”, en: Los dominicos y el nuevo mundo. Siglos XVIII y XIX, Actas del IV Congreso Internacional, Santa Fe de Bogotá, 6-10 de septiembre de 1993, pp. 313-320; Rubén González O. P., Los dominicos en Argentina. Biografías I, UNSTA, San Miguel de Tucumán, 2001; Rubén González O.P., “Acción 13 evangelizadora de la Orden Dominicana en la Argentina. Siglos XVI a XX.”, en: José María Ramallo (dir.), Nuestra Historia. Revista de Historia de Occidente, n° 39-40, año XX, Buenos Aires, diciembre de 1992, pp. 238-250; Rubén González O.P., Los Dominicos en Argentina. Biografías I, San Miguel de Tucumán, UNSTA, 2001. Sobre este proceso cfr. Luis Alberto Romero, “¿El in de la historia social?” en: Fernando J. Devoto (dir.), Historiadores, ensayistas y gran público. La historiografía argentina en los últimos veinte años (1990-2010), Buenos Aires, Biblos, 2010. 15 Juan Suriano (comp.), La Cuestión Social en Argentina 1870-1943, Buenos Aires, La Colmena, 2000, pp. 1-12. 16 Daniel Campi, “Bialet-Massé y los trabajadores tucumanos de azúcar”, en: Marcelo Lagos, María Silvia Fleitas, María Teresa Bovi (comps.), A cien años del informe de Bialet Massé. El trabajo en la Argentina del siglo XX y albores del XXI, Jujuy, Editorial de la Universidad Nacional de Jujuy, 2004, pp. 175-190; Daniel Campi, “Captación forzada de mano de obra y trabajo asalariado en Tucumán, 1856-1896”, en: Anuario IEHS, nº 8, Instituto de Estudios Históricos y Sociales de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional del Centro, Tandil, Argentina, 1993, p. 47-71; Daniel Campi, “Comentarios a ‘Medios prácticos para mejorar la situación de las clases obreras, de Julio P. Ávila’, 1892, Estudios del Trabajo, nº 30, julio-diciembre, 2005, pp. 123-146; Daniel Campi, “Economía y sociedad en las provincias del Norte”, en: Mirta Zaida Lobato, Nueva Historia Argentina. El progreso, la Modernización y sus límites (1880-1916), t. 5, capítulo II, Buenos Aires, Sudamericana, 2000, pp. 75-84. 14 14 do la tesis que hubo un proyecto de romanización, y que la iglesia particular de Argentina se ajustaba a las directivas del Concilio Plenario Latinoamericano, Landaburu plantea que sus miembros fueron conscientes de la necesidad de organizarse ante los conlictos laborales. Este asociacionismo católico, que algunas veces contó con el apoyo expreso de la jerarquía, fue abordado a partir del accionar de la congregación salesiana17. En otro de sus artículos, escrito junto a María Estela Fernández, analizó la cuestión social en Tucumán y la construcción de políticas sociales para enfrentar esa situación, las cuales partieron del grupo de la elite local y desde una óptica liberal. En el mismo artículo, Fernández encara el proceso por el que atravesaba la salud pública y el impacto que la epidemia del cólera causó en el desarrollo de la misma: la apertura de una nueva fase en el desarrollo de las políticas de salud. Esta autora es un referente en la provincia en lo concerniente al estudio de la historia de la salud18. María Celia Bravo analiza la relación iglesia, socialismo y liberalismo19: en uno de sus artículos, además del enfoque económico, la sociabilidad constituye uno de los ejes que se ahondan a través de las conferencias, conferencistas y espacios de recreación y formación obrera20. En otro de sus trabajos, la autora explora la respuesta de distintos sectores de la sociedad tucumana a la cuestión social: el estado, la iglesia, los socialistas, los liberales. El punto de inlexión lo constituye la huelga de 1904 donde el Estado, frente a la conlictividad social, se encaminó a la introducción de criterios moralizadores tendientes a lograr la paz social. Sin embargo, la “reforma social” no dio los resultados esperados21. Desde una perspectiva católica, Néstor Tomás Auza ha sido quien realizó un estudio pormenorizado del catolicismo social y analizó su trayectoria destacando sus principales reAlejandra Landaburu, El proyecto católico para los trabajadores, una respuesta al problema social. Tucumán, ponencia en el 5° Congreso Nacional de Estudios del Trabajo, 2001, versión pdf: http://www.aset.org.ar/congresos/5/aset/PDF/LANDABURU.PDF, 22/02/2007. 18 Alejandra Landaburu - María Estela Fernández, La “cuestión social” en Tucumán: las primeras formas de intervención y la génesis de una política social a ines del siglo XIX y comienzos del XX, ponencia en las XI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de Historia. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Tucumán, San Miguel de Tucumán, 2007, versión pdf: http://cdsa.aacademica.org/000-108/912.pdf, 5/4/ 2015. María Estela Fernández, “Salud y condiciones de vida. Iniciativas estatales y privadas, Tucumán ines del siglo XIX y comienzos del XX”, en: Adriana Álvarez – Irene Molinari y Diego Reynoso (edit.), Historia de enfermedades, salud y medicina en la Argentina de los siglos XIX y XX, Mar del Plata, Universidad Nacional de Mar del Plata, 2004; María Estela Fernández Aspectos críticos de la realidad social en Tucumán a ines del siglo XIX, 1as. Jornadas Nacionales de Historia Social, 30 de Mayo- 1º de Junio, La Falda, Córdoba, 2007, versión pdf: http://www.cehsegreti. com.ar/historiasocial1/mesas%20ponencias/Mesa%203/Ponencia_Maria_Estela_Fernandez.pdf, 12/12/2011. 19 María Celia Bravo, “Liberalismo y catolicismo en la formación del Estado Argentino”, en: La Orden Dominicana en Argentina: Actores y Prácticas, San Miguel de Tucumán, UNSTA, 2008, pp. 13-20. 20 María Celia Bravo y Vanesa Teitelbaum, “Socialistas y católicos disputando el mundo de los trabajadores. Protesta, sociabilidad y política en Tucumán (1895-1910)”, en: Entrepasados; Revista de Historia, n° 35, Buenos Aires; 2009 p. 67- 87. 21 María Celia Bravo, “Liberales, Socialistas, Iglesia y Patrones”, en: Juan Suriano (comp.), La Cuestión Social en Argentina 1870-1943, Buenos Aires, La Colmena, 2000, pp. 31-61. 17 15 ferentes22. Las fuentes que relevó Auza han servido de base para las investigaciones de otros historiadores, aunque desde otras interpretaciones23. Han sido de gran ayuda otras miradas del catolicismo social con un enfoque local. Para el caso de Rosario, María Pía Martín analiza este movimiento relacionándolo con el contexto político y como respuesta a la cuestión social en el período que va desde ines del siglo XIX hasta 194724. La historiadora analiza el complejo entramado de asociaciones católicas y personajes que ocupaban la escena pública en ese período, la postura frente al socialismo y el rol del laicado. Con respecto al espacio cordobés, Gardenia Vidal fue quien estudió la temática de las asociaciones católicas –con especial referencia a los círculos obreros- y su vinculación con la cuestión social. La doctora Vidal, perteneciente a la Red de Estudios de la secularización y la Laicidad de la Universidad Nacional de Córdoba analizó especialmente la composición de las comisiones directivas de los círculos obreros a partir de la construcción de series de sus integrantes. De esta manera pretendía comprobar los resultados de algunos de sus anteriores trabajos que “señalaban la absoluta preeminencia de la élite social y política de la ciudad en las CD y comprobar el nivel de heterogeneidad social existente en esos órganos colegiados”25. Esto podría dilucidar el grado de inluencia que los sectores católicos tuvieron en la organización de los gremios obreros. Jessica Blanco también estudió la acción de los círculos obreros y la Juventud Obrera Católica en Córdoba durante los años peronistas, al igual que Azucena del Valle Michel, perEn sus obras: “El Catolicismo social latinoamericano”, en: Los Últimos cien años de la Evangelización en América Latina. Centenario del Concilio Plenario de América Latina, Simposio Histórico, Ciudad del Vaticano, 1999, pp. 479-495; Aciertos y fracasos sociales del catolicismo argentino, t. 1. Buenos Aires, Guadalupe, 1987; Corrientes sociales del catolicismo argentino, Buenos Aires, Claretiana, 1984; Los Católicos Argentinos. Su experiencia política y social, 2ª edición, Buenos Aires, Claretiana, 1984. 23 Es el caso de la obra de Roberto Di Stefano - Loris Zanatta, Historia de la Iglesia argentina. De la conquista hasta ines del siglo XX, Buenos Aires, Grijalbo, 2000. Allí se presenta un sucinto panorama del catolicismo social y se sostiene que los círculos obreros no tuvieron tanta inluencia como para convencer a las autoridades eclesiásticas de su eicacia para detener la descristianización de la clase obrera. Sin embargo, ese no fue el caso de Tucumán, donde se contó con el apoyo de la jerarquía eclesiástica. 24 María Pía Martín, “El mundo católico rosarino a comienzos del siglo XX. Orden, progreso y cristiandad en el espacio local”, blog Historia y religión, en http://historiayreligion.com, 23/05/2015; María Pía Martín, “Católicos, control ideológico y cuestión obrera. El periódico La Verdad de Rosario (1930-1946)” en: Estudios Sociales, nº 12, año VII, Santa Fe, 1997, pp. 59-81; María Pía Martín, “Los católicos y la cuestión social”, en: Todo es Historia, nº 401, año XXXIV, Buenos Aires, diciembre 2000, pp. 6-20; María Pía Martín, “Iglesia Católica y ciudadanía. Rosario. 1930-1947”, en: Revista Avances del Cesor, n° 1, año I, Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario, segundo semestre 1998. 25 Al respecto cfr. Gardenia Vidal, “Ciudadanía y asociacionismo. Los Círculos de Obreros en la ciudad de Córdoba, 1887-1912”, en: Revista Escuela de Historia, nº 5, año 5, vol. 1, Universidad de Salta, Salta, 2006, pp. 2557, en línea: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=63810502, 21/07/2013; Gardenia Vidal, “La unión popular católica Argentina: Su creación y funcionamiento en Córdoba”, en: Revista Escuela de Historia, n° 1, vol. 8, Salta, enero-junio, 2009, en línea y versión pdf: http://www.scielo.org.ar/pdf/reh/v8n1/v8n1a05.pdf, 20/10/2014. CD es una abreviatura de G. Vidal (comisiones directivas). Jessica Blanco, La Acción Católica Argentina y su conformación como espacio público (1931-1941), versión pdf: http://www.unsam.edu.ar/escuelas/politica/centro_historia_politica/material/Art%EDculo_Secyt.pdf, 2/02/2014. 22 16 teneciente a la Universidad Nacional de Salta, quien analiza la inluencia de la iglesia en la formación del sindicalismo católico durante el mismo período26. La historia de las mujeres y los estudios de género, en particular, han sido relevantes al momento de analizar el “discurso de la domesticidad”, la imagen de la mujer y las transformaciones en el mundo laboral. Algunos trabajos precursores de esta corriente datan de la década del 1960, aunque la proliferación de estudios se produjo a inales de los ‘80 y durante los años ‘90. Algunas referentes en este campo, como Mary Nash, Joan Scott o Michelle Perrot, fueron pioneras en esta temática27. Las investigadoras que abordan la problemática de las mujeres en nuestro país y cuyos trabajos sirvieron para poder interpretar los objetivos y proyectos de la Sociedad de Obreras son: María del Carmen Feijoo, Catalina Wainerman, Noemí Girbal-Blacha, Marcela Nari, Graciela Queirolo y Mirta Henault28, entre las más relevantes. María del Carmen Feijoo y Catalina Wainerman hacen sus aportes sobre el mundo femenino desde la sociología. La primera recorre en su artículo el rol de la mujer en la historia, intentando recuperar este sujeto de una historiografía tan escueta para el año en que lo escribe, sin bien plantea nuevas formas de acercarnos a dicho sujeto. Tomo para la interpretación de mi estudio una de sus propuestas, relacionada con el aporte de la sociología, donde se muestra el caso de la mujer trabajadora ante el proceso de desarrollo industrial, en el que se Michel, Azucena del Valle, “Del ‘Círculo Obrero de San José’ a la sindicalización en los inicios del peronismo salteño”, en: Revista Escuela de Historia, nº 6, año 5, vol. 1, 2007, en línea: http://www.unsa.edu.ar/histocat/ revista/revista0611.htm, 21/07/2013. 27 Mary Nash, “Identidad cultural de género, discurso de la domesticidad y la deinición del trabajo de las mujeres en la España del siglo XIX”, en: Georges Duby y Michelle Perrot (dir.), Historia de las mujeres. El siglo XIX. Cuerpo, trabajo y modernidad, Madrid, Taurus, 1993, pp. 585-598; Joan Scott, “La mujer trabajadora en el siglo XIX”, en: Georges Duby y Michelle Perrot (dir.), Historia de las mujeres. El siglo XIX. Cuerpo, trabajo y modernidad, Madrid, Taurus, 1998, pp. 405-436 y Michelle Perrot, “Salir”, en: Georges Duby, y Michelle Perrot (dir.), Historia de las mujeres, El siglo XIX. Cuerpo, trabajo y modernidad, Madrid, Taurus, 1993, pp. 461- 496. 28 Marcela Nari, La educación de la mujer (o acerca de cómo cocinar y cambiar los pañales a su bebé de manera cientíica), pp. 31-45 versión pdf: http://polsocytrabiigg.sociales.uba.ar/iles/2014/03/Nari.pdf, 27/12/2014; Marcela Nari, “De la maldición al derecho. Notas sobre las mujeres en el mercado de trabajo. Buenos Aires, 1890-1940”, en: Temas de Mujeres. Perspectivas de Género, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, CEHIM, 1998, pp. 139-269; Graciela Queirolo, “El trabajo femenino en la ciudad de Buenos Aires (1890-1940): una revisión historiográica”, en: Temas de Mujeres, n° 1, año I, Tucumán, 2004, Facultad de Filosofía y Letras Universidad Nacional de Tucumán, versión pdf: http://ilo.unt.edu.ar/wp-content/uploads/2015/11/t1_queirolo_el_trabajo_femenino.pdf, 23/02/2014; Graciela Queirolo, “La Federación de Asociaciones Católicas de Empleadas frente al trabajo femenino (Argentina, 1922-1954)”, en: Trabajos y Comunicaciones, n° 43, marzo 2016, en línea: http://www.trabajosycomunicaciones.fahce.unlp.edu.ar/article/ viewFile/TyC2016n43a03/7199, 1/04/2016, Mirta Henault, “La incorporación de la mujer al trabajo asalariado”, en: Todo es Historia, n°183, año XVI, Buenos Aires, 1982, pp. 42-83; Noemí M Girbal-Blacha, “ ‘Nacimos para constituir hogares. No para la calle’. La mujer en la Argentina peronista (1946-1955). Continuidades y cambios”, en: Secuencia, Revista de historia y ciencias sociales, n° 65, México, mayo-agosto, 2006, pp. 91-112, versión pdf: http://www.redalyc.org/pdf/3191/319127420004.pdf, 2/1/2016. 26 17 fractura el espacio donde debía desarrollar sus roles de madre y de trabajadora y se ganan nuevos espacios29. Catalina Wainerman analiza en sus textos el rol de la mujer en textos escolares, revistas, novelas y cuentos, a la vez que la mirada de la iglesia católica sobre la mujer trabajadora. La elección de este sujeto a partir del cual se hace el análisis responde a dos motivos: el primero, que la autora considera a la Iglesia Católica como “productora de ideología” y de un discurso donde la mujer juega un rol fundamental en la unidad doméstica; el segundo, que, por ser la religión oicial del país, la idea que el pueblo argentino es católico forma parte de las representaciones cotidianas y el lenguaje común30. Wainerman, en su marco del estudio, parte de la airmación que la iglesia católica tiene una “ideología” respecto de la mujer y el trabajo y desde esta concepción, también ideológica, analiza las estructuras jerárquicas de dicha institución. Cuando todavía el mundo laboral era abordado frecuentemente desde una perspectiva masculina, la historiadora Mirta Z. Lobato exploró la historia del trabajo femenino en Argentina en uno de los trabajos más completos hasta el momento: Historia de las trabajadoras en la Argentina (1869-1960); pero sus numerosos artículos también enriquecieron este abordaje31. En general, son muchos los estudios sobre historia de las mujeres que surgieron en los últimos años, tanto desde la perspectiva de género como de otros aportes de la historia social, que incluyen el surgimiento y la posterior explosión del movimiento asociacionista en el Tucumán decimonónico y durante los primeros años del siglo XX. Desde el CEHIM (Centro de Estudios Históricos Interdisciplinarios sobre las Mujeres), dependiente de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT y creado en 1991, las historiadoras tucumanas María Celia Bravo, Norma Ben Altabef y María Cecilia Gargiulo colaboraron en la búsqueda por desentrañar el rol de la mujer tucumana y sus transformaciones. María Celia Bravo, junto a Alejandra Landaburu, recorren el tema de la maternidad y la cuestión social desde la visión de la iglesia. Relacionan el modelo de mujer, ligado desde la esfera eclesial a la Virgen María, con la virginidad como un valor que otorgaba una cierta María del Carmen Feijoó, “La mujer en la historia argentina”, en: Todo es Historia, n°183, año XVI, Buenos Aires, 1982, pp. 12-13. 30 Catalina Wainerman, La mujer y el trabajo en la Argentina desde la perspectiva de la Iglesia Católica, Buenos Aires, CENEP, 1980. 31 Mirta Zaida Lobato, Historia de las trabajadoras en la Argentina (1869-1960), Buenos Aires, Edhasa, 2007; Mirta Lobato - Juan Suriano, La Protesta Social en la Argentina, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2003; Mirta Zaida Lobato, “Lenguaje laboral y de género en el trabajo industrial. Primera mitad del siglo XX”, en: Fernanda Gil Lozano- Valeria Silvina Pita - María Gabriela Ini, Historia de las mujeres en Argentina. Siglo XX, t. 2, Buenos Aires, Taurus, 2000; Mirta Zaida Lobato, “Entre la protección y la exclusión: Discurso maternal y protección de la mujer obrera, Argentina 1890-1934”, en: Juan Suriano (comp.), La cuestión social en Argentina, 1870-1943, Buenos Aires, La Colmena, 2000, pp. 245-275. 29 18 superioridad moral. También plantean, dentro del catolicismo social, el rol de la mujer como aglutinador de la familia mientras la iglesia se encargaba, a través de los círculos obreros, de la moralización de los hombres. En general, el artículo es valioso para esta tesis, aunque no concuerdo con la airmación que los “círculos fueron una estrategia dirigida a los trabajadores varones, puesto que el reclutamiento de las obreras no fue considerado32. Justamente, el intento de la Sociedad de Obreras fue el de lograr la adhesión de la mujer trabajadora para lograr un idéntico in moralizador. Otro de sus artículos, escrito con Daniel Campi, analiza desde una perspectiva económica el tema de la mujer en Tucumán a ines del siglo XIX33. Norma Ben Altabef, junto a Alejandra Landaburu, escribieron sobre la huelga de las costureras, abordando dos puntos relevantes para este trabajo: por un lado, la situación de la mujer trabajadora; por otro, la huelga de 1936, la que coincidió exactamente con una de las colectas de las mujeres de la comisión directiva34. También ha sido de gran utilidad un artículo de María Estela Fernández sobre el trabajo femenino en la costura y el servicio doméstico. En él, analiza las características de estas ocupaciones y hace uso de los censos (1869, 1895 y 1914) para mostrar el peso de cada una de ellas a la vez que las condiciones laborales en que las mujeres desarrollaban su trabajo35. María Cecilia Gargiulo analiza, junto a Marcela Vignoli, el rol de las mujeres de la elite tucumana a ines del siglo XIX, el modo en que ellas marcaban un patrón a seguir36. En este punto, es muy signiicativo compararlo con el de los miembros de la comisión directiva de la Sociedad de Obreras: señoras y señoritas de la alta sociedad que si bien dentro de la institución no presumían de nada, eran conscientes de pertenecer a un mundo distinto de aquellas mujeres a las que intentaban cuidar. María Celia Bravo - Alejandra Landaburu, “Maternidad, cuestión social y perspectiva católica. Tucumán, ines del siglo XIX”, en: Fernanda Gil Lozano; Valeria Pita; María Gabriela Ini, Historia de las mujeres en Argentina. Colonia y Siglo XIX, t. 1, Buenos Aires, Taurus, 2000, p. 221. 33 Daniel Campi – María Celia Bravo, “La mujer en Tucumán a ines del siglo XIX. Población, trabajo, coacción”, en: AAVV, Población y trabajo en el Noroeste Argentino. Siglos XVIII y XIX, UNIHR, Facultad de Humanidades, UNJU, San Salvador de Jujuy, 1995, pp. 143-169. 34 Norma Altabef y Alejandra Landaburu, “Las trabajadoras a domicilio: la huelga de las costureras en Tucumán, 1936”, en: Espacios de Género, t. 2, III Jornadas de Historia de las Mujeres, Rosario, 1995. 35 María Estela Fernández, “La costura y el servicio doméstico: ocupaciones distintivas de las mujeres de los sectores populares. Tucumán, 1869-1914”, en: VI Jornadas de Historia de las Mujeres y I Congreso Iberoamericano de Estudios de las Mujeres y de Género, Buenos Aires, UBA, Facultad de Filosofía y Letras, 2000; 36 Maria Cecilia Gargiulo – Marcela Vignoli, “ ‘Nuestras bellas’. Representaciones identitarias de las mujeres de la elite tucumana a ines del XIX”, en: Varia Historia, n° 50, vol. XXIX, Belo Horizonte, mai/ago 2013, pp. 531-551, versión pdf: http://www.scielo.br/scielo.php?pid=S0104-87752013000200009&script=sci_arttext, 6/01/2013. En su tesis doctoral trata el rol de la mujer de la elite en el seno de la Sociedad de Beneicencia y su relación con el Estado: Gargiulo, María Cecilia, Sociedad de Beneicencia y Estado. Tucumán (1858-1917), Editorial Académica Española, 2012. 32 19 Otros estudios han sido de gran valor para comprender el rol de las mujeres de la elite en la sociedad tucumana, los más representativos por remarcar la relación entre poder político y poder económico son los de Claudia Herrera37. De los trabajos de los que abrevó esta tesis, analizados en su momento en el proyecto del Instituto “Profesor Manuel García Soriano” durante el período 2005-2009, se rescatan los de Alejandro Alvarado, Cynthia Folquer y el de Landaburu- Fernández y Macías38. Aspectos fundamentales en torno a esta tesis El estudio de la Sociedad de Obreras del Santísimo Nombre de Jesús constituye el tema central de esta tesis, en la que se pretende indagar en la acción social que dicha asociación llevó a cabo en la provincia de Tucumán y sus cambios a lo largo del extenso período abordado. También se analizarán unas prácticas religiosas concretas, en las que se traslucen una red de sociabilidades muy notorias, y la intensa relación del fraile dominico Pedro Zavaleta con esta institución y de ambos con la Orden Dominicana de Tucumán. El marco temporal de este estudio (1899-1952) coincide con el tiempo de fundación de la Sociedad de Obreras y la muerte de su fundador. También hace referencia al período en que surgieron y se multiplicaron las asociaciones dentro y fuera del convento dominicano. Los cambios culturales, las expresiones religiosas y las nociones de caridad y acción social acompañaron este proceso histórico que encontraron en el peronismo un punto de inlexión. Esta investigación culmina con la muerte de fray Pedro Zavaleta, quien fue el principal motor y sostén de la obra. El tema de esta tesis surgió del encuentro, en el Archivo Dominicano de Tucumán, de un libro de Actas llamado “Sociedad de Obreras del Santísimo Nombre de Jesús”. El título de Claudia Elina Herrera, “Federico Helguera: negocios, transmisión patrimonial y redes de poder. Un caso de la élite tucumana en el siglo XIX”, en: Travesía, nº 12, 2010, pp. 113-139, en: http://www.travesia-unt.org.ar/pdf/ travesia12_5.pdf, 4/04/2016; Claudia Herrera, “La élite tucumana: familias azúcar y poder”, en: La generación del Centenario y su proyección en el Noroeste Argentino (1900-1950). Actas de las VI Jornadas, San Miguel de Tucumán, Imprenta Editorial Amalevi, 2006, pp. 57-69. 38 Alejandro Alvarado, “Elite y terciarias tucumanas”, en: Cynthia Folquer, La Orden Dominicana en Argentina: actores y prácticas. Desde la Colonia al siglo XX, San Miguel de Tucumán, UNSTA, 2008, pp. 129-158; Cynthia Folquer, “La construcción dell Estado-Nación Argentino. El caso de Benjamín Paz y Elmina Paz de Gallo (ines del siglo XIX-principios del siglo XX)”, en: Revista de Indias, nº 240, vol. LXVII, 2007, pp. 433-458.; Landaburu, Alejandra – Fernández, María Estela – Macías, Flavia, “Esfera pública, moralidad y mujeres de elite. La Sociedad de Beneicencia de Tucumán, en: AAVV, Temas de Mujeres. Perspectivas de Género, Tucumán, Universidad Nacional de Tucumán, 1998, pp. 197-210. 37 20 esta fuente me produjo una gran inquietud y recurrí al historiador de la Orden, fray Rubén González, quien me guió hacia un personaje: el padre Pedro Zavaleta. Con su enorme bagaje de conocimientos y su generosidad, el sacerdote dominico me dijo no conocer mucho de la obra de Zavaleta ya que el período en cuestión todavía no había sido abordado por él. Sólo me mencionó que el nombre de Zavaleta aparecía en la historia de la Orden relacionado con las cuestiones sociales. De hecho, él mismo escribía que, entre las asociaciones del convento de Tucumán, “desde la década de 1890 hasta mediados del siglo XX la Cofradía del Santísimo Nombre de Jesús tuvo una importante actividad social”39. Fray Rubén se refería a la Sociedad de Obreras, a la cual se la conocía dentro de la Orden como parte de la cofradía del Santísimo Nombre de Jesús. El padre González, viendo mi interés en el tema, me introdujo en la lectura de los antecedentes históricos de la Orden Dominicana en Tucumán y particularmente de algunos rasgos de la vida conventual. El abordaje del Archivo Dominicano lo realicé a partir de las asociaciones del convento, tanto masculinas como femeninas. A través de una de ellas, en la que parecía desplegarse un proyecto del padre Ángel M. Boisdron, el Centro Católico, tuve contacto con la igura de Zavaleta. Sin embargo, los datos relacionados con fray Pedro parecían escurridizos, en particular durante la primera etapa de investigación. La hipótesis que se pretende demostrar es que la Sociedad de Obreras del Santísimo Nombre de Jesús, sobre la base de un proyecto de fray Pedro Zavaleta, fue una institución de acción social que unió el sistema de las escuelas domésticas con un ideario religioso con el in de educar, cristianizar y moralizar a la mujer trabajadora. En la concreción de estos ines se pusieron en juego los conceptos de caridad, beneicencia y acción social. El primero de estos términos estuvo tradicionalmente vinculado a la iglesia, a la necesidad de compasión, de dar limosna y a una actitud paternalista de un grupo de sus miembros para con otros, que necesitaban de su ayuda. El segundo, el de beneicencia o ilantropía, estaba relacionado con una valoración económica de la población a la que tenía que responderse –en la concepción liberal– ante la abstención del Estado en la cuestión social desde políticas públicas40. La acción social implicaba dar un paso cualitativo en la forma de enfrentar las problemáticas surgidas en torno a las consecuencias de la revolución industrial. Rubén González O.P., La Provincia Dominicana de Argentina. Síntesis Histórica 1550-1995, San Miguel de Tucumán, Gráica Laf S.R.L., 1997, p. 43. 40 Juan Suriano (comp.), La Cuestión Social en Argentina,1870-1943, Buenos Aires, La Colmena, 2000 p. 12. 39 21 Este paso fue crucial en asociaciones como la abordada en esta tesis, donde la propuesta tendía a establecer acciones vinculadas a la resolución de problemáticas sociales, en este caso, la situación de las mujeres de trabajo. Caridad y acción social fueron tendencias que incidieron, a veces de modo pendular, en el rol que cumplió esta asociación y la postura que adoptaron tanto el padre Zavaleta como las mujeres de la elite en su conducción. Algunas hipótesis secundarias que surgieron en este trabajo fueron las siguientes: Primera, que el punto de partida de esta institución fue tomar la espiritualidad de una cofradía dominicana, no así su organización, e implementarla en la ejecución del modelo de las escuelas domésticas. Segunda, que en los discursos y prácticas (sobre todo del padre Zavaleta y la comisión directiva) hay una tensión constante entre los conceptos de “beneicencia” o “caridad” y el de “acción social”. Tercera, que el trabajo pastoral de fray Pedro Zavaleta en la Sociedad de Obreras fue motivo de enfrentamiento con algunos miembros de la Orden Dominicana, porque se lo consideraba un riesgo para la “observancia regular” y porque, al no ser asumido por la comunidad, se convertían en “proyectos personales”. Cuarta, que el rol que asumieron las Hermanas del Buen y Perpetuo Socorro fue decisivo en la marcha de esta asociación, por la impronta que buscaba darle el padre Zavaleta, y un punto de inlexión su alejamiento de la obra. Quinta, que el modelo de las escuelas domésticas implementado a través de esta asociación tuvo vigencia hasta la época del peronismo, donde se dio una fractura. Se intenta con este estudio hacer un aporte a la historia de la Iglesia local, particularmente a la temática del catolicismo social. En relación a esta tesis, posiblemente el aporte original más relevante se encuentre en el trabajo de archivo. Las fuentes inéditas que fueron trabajadas a lo largo de esta investigación se encontraron mayoritariamente en el Archivo Dominicano de Tucumán y en el del Arzobispado de Tucumán. El primero custodia las principales fuentes trabajadas: el primer y el tercer libro de actas de la Sociedad de Obreras, los libros de la cofradía del Santísimo Nombre de Jesús, legajo del padre Zavaleta, cartas conventuales, entre otros documentos. En el segundo, el hallazgo más importante fue el de un libro de actas que, encontrado años después de haber comenzado la investigación, sirvió para completar una década de esta historia en lo que parecía un corte de la obra en 1914. 22 También en este archivo se encontró una carpeta donde estaba la documentación referida a las congregaciones religiosas que por allí pasaron: se utilizaron sólo la del Buen y Perpetuo Socorro y la de las Vicentinas por una cuestión de la periodización escogida. Fue de gran valor para este estudio el hallazgo de la correspondencia de los obispos Padilla y Bárcena y Agustín Barrere con las señoras de la comisión directiva, las religiosas, fray Pedro Zavaleta y otras autoridades. Respecto del manejo de las fuentes, muchos documentos no fueron fáciles de clasiicar en un principio debido a la confusión que generaba el desarrollo de la cofradía con la obra de acción social. También se cree que mucha de la documentación mencionada en actas se ha perdido y a esta carencia se suma el hecho que nunca se encontró el archivo de la Sociedad, aunque parte de su contenido se supone es el perteneciente al archivo del Arzobispado. La consulta al Archivo de la Federación de Círculos Obreros de la República Argentina, al que accedí por gentileza de su presidente -el señor Daniel del Cerro-, permitió conocer la correspondencia entre el Círculo Central y los círculos de la provincia. El archivo de las Hermanas del Buen y Perpetuo Socorro proporcionó un libro de actas de la casa, bastante simple, que fue de gran utilidad para corroborar la información de las actas de la Sociedad y completarla con algunas actividades propias de las religiosas. Lamentablemente, no se contó con el archivo de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul, por no tenerlo organizado. La documentación sobre los orígenes de las escuelas domésticas en Bélgica fue proporcionada por la hermana Catherine Bazin, del Archivo General de las Franciscanas Misioneras de María (Roma), y por Mark D´hocker, de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica). Los archivos de donde se han rastreado las fuentes que se utilizaron para este trabajo han sido citados con sus respectivas siglas al comienzo de esta tesis, como también entre el listado de fuentes. El aporte de la fotografía histórica hallada en diversos archivos fue muy signiicativo para conocer los rostros de algunos de los personajes estudiados. Como la casa de la Sociedad de Obreras se halla todavía en pie (aunque con algunos arreglos), el haberla recorrido contribuyó a acercarme al espacio físico donde esta institución desarrolló gran parte de sus actividades. Asimismo, las entrevistas que pude realizar ayudaron a conirmar o a anular el valor de algunos de los documentos. La carta enviada por la Hna. Leticia en contestación a la mia aportó, de primera mano, la visión de uno de los personajes de esta historia con respecto a las obreras y la inalidad de la institución. 23 A in de hacer más luida la lectura y para evitar confusiones con los libros de la cofradía, las fuentes más utilizadas (e imprescindibles) -los libros de actas correspondientes a la Sociedad- se citarán a pie de página como Actas I, Actas II y Actas III, en lugar de usar su nombre correspondiente, a saber: Sociedad de Obreras del S.S. Nombre de Jesús. Libro de Actas, Tucumán 6 de Agosto de 1899 (Actas I), Libro de actas de la Sociedad del Santísimo Nombre de Jesús, protectora de la mujer obrera. Tucumán, Julio 1925 (Actas II), Libro de Actas. Cofradía del Santísimo Nombre de Jesús, Protectora de la Mujer Obrera (Actas III). Dentro de las fuentes, para mayor claridad, se citan estos libros consignando también los años comprendidos en cada uno de ellos. Respecto a la organización de la tesis, se la dividió en cinco capítulos. En el primero, se analizará el surgimiento de la cuestión social en el contexto europeo, en nuestro país y en la provincia de Tucumán con el in de indagar en la respuesta de la Iglesia: el “catolicismo social”. Se abordará la acción social en el convento dominicano y dos de sus iguras: los padres Boisdron y Zavaleta, intentando reconstruir el itinerario vital de este fraile: sus orígenes, la relación de su familia con la Orden Dominicana y su inclinación hacia la acción social cristalizada a través de sus principales proyectos pastorales, en particular el “Centro Católico”. En el segundo capítulo se explorará el origen de la Sociedad de Obreras: la cofradía del Santísimo Nombre de Jesús. Esta institución formó parte de un grupo de asociaciones que proliferaron en el convento dominicano y, al fundarse la Sociedad de Obreras, se produjo un distanciamiento entre ambas, cuyos motivos serán objeto de análisis. Se estudiará, asimismo, el origen y signiicado del sistema belga de las “escuelas domésticas” que sirvió como modelo para la Sociedad de Obreras para comprender de qué manera este proyecto se encarnó en la asociación tucumana estudiada. En el tercer capítulo se desarrollarán las bases sobre las que se asentó la Sociedad de Obreras: las prácticas religiosas, los aspectos socio-culturales, económicos y jurídicos de la obra. También se examinará la relación del padre Zavaleta con la Orden Dominica a partir de la vivencia que este fraile tenía del apostolado y los conlictos comunitarios ocasionados por esta actividad. El capítulo cuarto explorará la marcha de la Sociedad durante el período 1925-1936: los cambios y permanencias con respecto a la etapa fundacional, la inserción de la institución en la vida de la iglesia durante la década de 1930 y la materialización del proyecto del padre Zavaleta con la construcción de la sede social. 24 El último capítulo analizará la concreción del sueño de Zavaleta y las problemáticas que debió enfrentar hasta su muerte. Se abordará la actividad de las hermanas del Buen y Perpetuo Socorro en tres espacios: la escuela primaria, las socias de la ayuda mutua y la escuela doméstica. El marco temporal de esta labor abarcará desde 1936 -con los trámites para la instalación de las religiosas- hasta su alejamiento de la obra en 1947. Se intentará identiicar las causas que frenaron el desarrollo pleno de la asociación y colaboraron con el abandono del proyecto inicial: los problemas de fray Zavaleta con sus hermanos de la Orden; la gestión de las religiosas de la Caridad de San Vicente de Paul; la irrupción del peronismo y su relación con la obra; los problemas con la dirección de la escuela y la muerte de Zavaleta. Al inal de la tesis, se incorporarán en los anexos cuadro con los nombres de todas las socias mencionadas en los libros de actas y otro con el nombre de los médicos, boticas y farmacias, socios protectores, y presidentes honorarios. También se añadirá un listado de las presidencias y algunas de las cartas de fray Pedro Zavaleta que se consideran signiicativas para esta tesis. 25 Capítulo 1 La “cuestión social” en Tucumán y la respuesta eclesial a la nueva realidad 1.1. El surgimiento del catolicismo social en el contexto eclesial Las teorías ilosóicas y políticas que surgieron y dominaron el siglo XIX en Europa, propiciaron una modiicación sustancial en el orden social. Algunas corrientes aseveraban la inexistencia de Dios y la existencia de una única realidad material, mientras que el conservadurismo intentaba el retorno al “antiguo régimen” como respuesta a las teorías demócratas y liberales. El liberalismo –basado en la doctrina del contrato social y del derecho natural propugnada por la Ilustración– se había airmado principalmente con la revolución francesa, la cual “representa la última etapa de la apostasía moderna iniciada con el Renacimiento y desarrollada luego con el protestantismo y la Ilustración”1. La ideología liberal tendía a absolutizar el ideal de libertad y ponía su conianza en el progreso de la razón. En este contexto, se intentó reducir la religión a la práctica individual y privada (desvalorizando su rol educativo) como también se buscó limitar la práctica de la caridad2. Para los hombres de la Iglesia en general, el liberalismo se relacionaba con otros conceptos como el de laicismo, secularización, deísmo, individualismo religioso. Sobre la laicidad, Juan María Laboa sostiene que “fue una ideología de combate contra la potencia intelectual y espiritual de la Iglesia, y contra su poder social, y, a menudo, no intentaron tanto el distribuir adecuadamente las diversas competencias y el separar campos, cuanto el destruir la fuerza eclesial”3. Ante este fenómeno, los ieles católicos fueron adoptando distintas posturas: unas más aines a algunos principios del liberalismo (católicos liberales), otras más bien conservadoras (católicos intransigentes). Este último grupo asumió claramente una postura antiliberal y Giacomo Martina, La Iglesia de Lutero a nuestros días. Época del Liberalismo, t. 3, Madrid, Cristiandad, 1974, p. 14. Temática trabajada en el Instituto de Investigaciones Históricas “Prof. Manuel García Soriano”, dependiente de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, en el marco del proyecto “Actores y prácticas en la Orden Dominicana en Argentina, 1850-1930”. 3 Juan María Laboa, La Iglesia del siglo XIX. Entre la Restauración y la Revolución, Madrid, UPCO, 1994, p. 85. 1 2 26 sus representantes fueron quienes “denunciaron las cuatro plagas intelectuales de este siglo: el laicismo [...], el individualismo en política y en moral, el materialismo en las ciencias y el romanticismo en las letras y en las artes”4. Esta corriente veía en la acción social –concebida en una perspectiva muy paternalista– un medio para conseguir que las masas populares se alíen con ellos en la lucha contra la oligarquía burguesa anticlerical, a la que detestaban por dos motivos: por anticlerical y por pretender reemplazar las antiguas jerarquías sociales por el poder del dinero5. Ellos querían lograr, ante todo, la restauración de los principios cristianos en la sociedad por medio de la defensa de los privilegios y la autoridad de la Iglesia y la lucha contra los ideales liberales del “mundo moderno”. En esta línea, el pontiicado de Pío IX (1846-1878) había marcado –en pleno siglo XIX– una época “intransigente” dentro de la historia del catolicismo6, anticipada por la obra restauradora de León XII (1823-1829). Este Papa había abordado una serie de reformas que demandaron claras acciones, principalmente en el campo de la enseñanza y en el religioso. En el primero, se trató de reordenar los estudios, principalmente universitarios, teniendo a la fe cristiana como fundamento de toda cultura; mientras que en el segundo se abordó el reordenamiento de las diócesis y parroquias, la reforma de las órdenes religiosas, la mejora de la vida espiritual del pueblo y la reconstrucción de los seminarios7. Con la promulgación de la encíclica Quanta Cura en 1864, quedaron condenados los errores del mundo moderno. Dicho documento fue acompañado de una serie de tesis contenidas bajo el título de Syllabus errorum, consideradas por un sector progresista de la Iglesia como inadmisibles. A esta postura de la jerarquía eclesiástica le siguieron ciertos acontecimientos que acentuaron la necesidad pontiicia de reairmar sus derechos. La desaparición deinitiva de los Estados Pontiicios y la anexión de Roma como capital del reino de Italia en 1870, fueron hechos a los que siguieron la promulgación del dogma de la infalibilidad pontiicia y del primado de jurisdicción del Papa sobre la Iglesia universal en el Concilio Vaticano I (1869-1870). Juan María Laboa, La Iglesia del siglo XIX..., p. 89. Roger Aubert-Bruls-Crunican y otros, Nueva Historia de la Iglesia. La Iglesia en el Mundo Moderno (1848 al Vaticano II), t. 5, Madrid, Ediciones Cristiandad, 1984, pp. 147-148. 6 Término que, según Philippe Boutry, se impuso entre los historiadores para clariicar la corriente antes denominada ultramontana, es decir, italiana o romana. Esta se caracterizaba por el rechazo de toda transacción, es decir, de todo retroceso, de toda concesión, de todo acomodamiento, de todo compromiso o de todo trato que pudiera poner en peligro la conservación y la transmisión de la fe, los dogmas y la disciplina católica. Philippe Boutry, “Un catolicismo intransigente, La ‘era Pío IX’ (1846-1878)”, en: Alain Corbin (dir.), Historia del cristianismo. Para entender mejor nuestra época, Barcelona, Ariel, 2008, pp. 383-386. 7 Cfr. Guido Zagheni, La Edad Contemporánea. Curso de historia de la Iglesia I, Madrid, San Pablo, 1998, pp. 34-41. 4 5 27 En dicho contexto, Jacques Gadille hace referencia a la “desacralización” de Roma, lo que signiicaba la restitución del inmenso patrimonio del humanismo antiguo a una cultura de la cual era el fundamento esencial y que el poder temporal del Papa había hegemonizado por dos milenios8. En el ámbito socio-económico tuvo lugar la revolución industrial que se originó en Inglaterra y se propagó por todo el continente europeo. Los efectos de esta revolución se hicieron sentir en la mayoría de la población y fue acompañada por una gran transformación en los medios de transporte, la construcción de grandes vías férreas, el desarrollo de la industria siderúrgica y la industria química. Los salarios de la época variaban según los países, las profesiones, los sexos y las edades pero en su mayoría eran tan bajos que obligaban a muchos padres y madres de familia a llevar a sus niños a las fábricas y sumarlos al trabajo en condiciones precarias. Todo esto provocó también modiicaciones en relación a la vivienda, la alimentación y la salud. Las familias se alojaban en pequeñas habitaciones, lo que ocasionaba frecuentemente, que padecieran diversas enfermedades a causa de la mala alimentación que las condiciones habitacionales ayudaban a propagar. […] el espectáculo que ofrecían las consecuencias de la revolución social impulsó a la búsqueda de remedios para los males aparentes: crisis del artesanado, como consecuencia del progreso del maquinismo; miseria del proletariado obrero, a causa de la insuiciencia de salarios, de la crisis de paro y de las condiciones de alojamiento en las grandes aglomeraciones urbanas; agravación de la desigualdad social9. Como consecuencia de la situación socio-económica, aparecía en 1848 el maniiesto del partido comunista, y en 1862 Marx fundaba “La Internacional”. Surgió también el anarquismo, y el sindicalismo fue reconocido como de pleno derecho en Inglaterra hacia 1875 y en Francia en 1884. Con ello, el movimiento obrero podía recurrir a la huelga a in de tratar de mejorar la condición material de sus miembros y de obtener las reivindicaciones relacionadas al empleo, duración del mismo, y las condiciones en que éste se desarrollaba, como la seguridad y los salarios, entre las más importantes. La aparición del socialismo fue también una reacción frente a las consecuencias de la revolución industrial. Éste criticaba fundamentalmente el liberalismo individualista y la pro- Jacques Gadille, “Liberalismo, Industrializzazione expansione europea (1830-1914)”, en: AAVV, Storia del Cristianesimo, t. 11, Roma, Borla/ Cittá Nuova, 2003, p. 418. 9 Pierre Renouvin, Historia de las Relaciones Internacionales. Siglos XIX y XX, 2ª edición, Madrid, Akal, 1990, pp. 115-116. 8 28 piedad privada de los medios de producción. De esta crítica va a pasar, a lo largo del siglo XIX, a la conformación de una fuerza política y seguidamente a la internacionalización del movimiento obrero con su impronta marxista. Tanto el sindicalismo como el socialismo como corrientes políticas, provocaron que los países industrializados se plantearan algunos aspectos del orden liberal. Así, se limitó el trabajo de las mujeres y los niños, se elaboraron medidas de protección contra los riesgos sociales: seguros contra accidentes de trabajo, de enfermedad, sistemas de retiros, etc. Surgieron entonces una serie de políticas sociales destinadas a cubrir aspectos fundamentales de la vida humana. Esto se dio principalmente a ines del siglo XIX en Alemania, Gran Bretaña y Francia10. Dos innovaciones, que fueron instrumentadas por el liberalismo, surgieron para la misma época y tuvieron importantes repercusiones en el plano político y social: el sufragio universal y la generalización de la instrucción primaria gratuita. En relación a la universalización de la instrucción, los objetivos que la deinieron fueron los siguientes: en primer término, un cristianismo racionalizado, moralizador pero no dogmático, y recluido en el ´santuario inviolable de la conciencia´ […] Junto a este primer rasgo, una fe profunda en el poder transformador de la razón y un organicismo en lo social, que empujaba a admitir la situación existente como óptima y lógica. Habría que añadir [...] su adhesión al liberalismo progresista, en el plano político11. Todo el proceso que conllevó la secularización de la educación, implicó el enfrentamiento con las instituciones que habían tenido en sus manos esa misión: entre ellas, la mayoría eran instituciones católicas. En cuanto a la universalización del sufragio, ésta se propuso la “creación de una sociedad en la que todos los hombres, desaparecidas las trabas seculares, fueran ilimitadamente libres. Una sociedad en la que todos los hombres fueran para siempre hombres liberales”12. Comenzó entonces a plantearse en Europa lo que se denominó “cuestión social”, la cual “deriva de la lenta incorporación de la problemática del trabajo y de las relaciones entre los sectores dominantes y el industrial y inanciero y el sector de las fuerzas del trabajo, el de los poseedores de la tierra y los que sólo disponen de su trabajo”13. Sobre este panorama sociopolítico cfr. Franciscanas Misioneras de María, El Siglo de María de la Pasión, Prefacio de Marie-hérèse de Maleissye f.m.m., Madrid, Franciscanas Misioneras de María, s/a, pp. 89-99. 11 Gonzalo Redondo, EUNSA Historia Universal, t. 12, Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra, 1984, p. 48. 12 Ib., p. 51. 13 Néstor T. Auza, “El Catolicismo social latinoamericano”, en: Los Últimos cien años de la Evangelización en América Latina. Centenario del Concilio Plenario de América Latina, Simposio Histórico, Ciudad del Vaticano, 1999, p. 479. 10 29 Podría airmarse que, a nivel eclesial, esta problemática se manifestó en dos etapas: la primera tímidamente antes de la Rerum Novarum, cuando ciertos grupos emprendieron iniciativas de tipo social, fundamentalmente desde el segundo tercio del siglo XIX. En 1833 surgió en Francia, por obra de Federico Ozanam, la Sociedad de San Vicente de Paul, institución de carácter internacional cuyo objetivo es la práctica organizada de la caridad. La segunda etapa surgió de forma abierta y más aceptada por la mayoría de los católicos después de la publicación de la mencionada encíclica en 1891. El “catolicismo social” fue entonces el modo en que respondió la Iglesia a la problemática expuesta, buscando la mejora moral y material de los obreros pero fue contrario a la lucha de clases, al uso de la violencia e incluso algunos de sus representantes cuestionaron el uso de la huelga como un derecho legítimo del trabajador. Aspiraba a la reconciliación de las clases, ya sea por medio de las asociaciones obreras como también por medio de cambios en la legislación. Uno de sus objetivos fundamentales consistió en lograr el acercamiento del obrero a la vida y normas de la Iglesia. […] el catolicismo social estuvo representado durante 20 años casi exclusivamente por conservadores, partidarios convencidos de los métodos paternalistas, y que ponían menos empeño en modiicar la situación de los trabajadores en nombre de los imperativos de la justicia, que en hacer volver a los trabajadores a la Iglesia y en mantener en vigor el orden al precio de algunas mejoras de su situación material14. Fue necesario un tiempo más para que la mayoría de los católicos comprendiese la situación creada por la revolución industrial y que no era sólo un deber de caridad sino de justicia comprometerse con la problemática laboral y sus consecuencias. Ya que muchos católicos “consideraban las reformas sociales más como atentados a sus derechos que como medidas indispensable para cumplir con la justicia. Aún los mismos sacerdotes, se preocupaban más por el orden que por atender a las necesidades sociales”15. En la segunda mitad del siglo XIX algunas asociaciones caritativas se hicieron eco de esta situación. En Bélgica, Charles Périn publicó una obra que llegó a conocerse en toda Europa titulada De la richesse dans les sociétés chrétiennes. Este profesor de economía política de Lovaina se esforzó, entre otras cosas, por aplicar los principios de la economía sin descuidar las pautas morales. Hubert Jedin (dir.), Manual de Historia de la Iglesia, t. 7, Barcelona, Herder, 1978, p. 970. Gerardo Farrell, La Iglesia y la cuestión social en Europa (siglo XIX): Causas, tendencias y soluciones, pp. 7-27. http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/revistas/teologia74.pdf, 2/07/2012. 14 15 30 Los máximos representantes del catolicismo social fueron los alemanes, quienes teniendo como precursor a monseñor Ketteler (1811-1877, obispo de Maguncia) dejaron de tratar el tema de la respuesta a la pobreza como un mero acto de caridad para abordarlo dentro de una idea general de sociedad: “los católicos alemanes fueron descubriendo que el problema obrero era una cuestión de reforma institucional más que un sencillo asunto de organización de socorros”16. Monseñor Guillermo Ketteler dirigió su esfuerzo a dos objetivos: 1) lograr la libertad de la Iglesia frente a la presión ejercida por el Estado alemán y 2) la implantación del catolicismo social. En 1864 publicó su trabajo sobre “La cuestión obrera y el cristianismo”, lo que sirvió de estímulo para que otros siguieran profundizando esta orientación hacia lo social. Hacia 1870 fue Adolfo Kolping quien, siguiendo estos lineamientos, propició la fundación de los primeros círculos obreros en Alemania. Después de 1890 crecieron las asociaciones católicas obreras en ese país y se multiplicaron los primeros sindicatos cristianos. Un año después, Albert de Mun fundó en Francia la Obra de los Círculos. A pesar de su aparente fracaso, esta obra iba a ejercer en ese país un inlujo duradero en el desarrollo del movimiento social cristiano, difundiendo las realizaciones concretas de León Harmel, patrono cristiano ejemplar, y el programa doctrinal del Consejo de Estudios, animado por René de la Tour du Pin17. Otros destacadas iguras del catolicismo social fueron: en Suiza, el obispo de Ginebra monseñor Gaspar Mermillod y los sociólogos Gaspar Decurtins y George Python; en Italia, José Toniolo con la Obra de los Congresos, los padres Luis Taparelli y Mateo Liberatore a través de la revista jesuítica La Civiltà cattolica. Estos esfuerzos de compromiso del catolicismo con el mundo del trabajo fueron vistos con desconianza o como desaciertos en algunos ambientes católicos, ya que no se aceptaban los intentos obreros por asociarse y defender sus intereses. En el campo de las relaciones sociales se aianzaban cada vez más, las ideas del más crudo liberalismo social y económico [...] Y el señuelo tendido de la felicidad indeinida había hecho caer en la trampa del liberalismo a la casi totalidad de los hombres [...] La familia, los gremios, las corporaciones, las instituciones sociales, todo ello se vio resentido y aniquilado por la fuerza pujante del liberalismo. Y entró la sociedad en una tromba de desarticulación18. Roger Aubert- Bruls-Crunican y otros, Nueva Historia de la Iglesia..., p. 151. Ib., p. 149. 18 Roberto Bonamino, “Los propulsores laicos del catolicismo social”, en: AAVV, Destacadas iguras del Catolicismo Social, Buenos Aires, Sociedad de San Vicente de Paul, 1950, pp. 92-93. 16 17 31 Fue la misma autoridad papal quien impulsó un cambio de mirada hacia el mundo del trabajo. La enseñanza social de la Iglesia tuvo como uno de sus mayores exponentes a León XIII, pontíice entre 1878 y 1903, quien seguía los acontecimientos europeos donde los problemas sociales tenían cada vez más importancia, por sobre las cuestiones meramente políticas. Hay que notar que el socialismo se convertía en una proposición ‘universalista y cientíica’ en el cuadro de la doctrina marxista. Se presentaba como una reivindicación que trascendía lo político; como una antropología. El documento fundamental de esta temática es la encíclica Rerum Novarum (15.V.1891) considerada símbolo del inicio de la Doctrina Social Católica19. Según Guido Zagheni, con León XIII el proyecto de presencia de la Iglesia en la sociedad (aún anclado en una visión tradicional sobre sí misma y sus relaciones con el mundo) se abrió a unos horizontes culturales, políticos y sociales más amplios20. La Rerum Novarum fue el fruto de la maduración de experiencias distintas, inmersas en el mundo del trabajo. En esta encíclica el Papa León XIII encaró el grave problema del desorden social que provocaba pobreza e injusticias. Allí describió la miseria de los obreros: buscó sus causas en la usura y en el monopolio del trabajo, refutaba las soluciones socialistas que, partiendo del materialismo histórico y de las luchas de clases, propugnaban la supresión de la propiedad privada y el estatismo. A ello se oponía proponiendo la reconciliación de las clases por el cumplimiento de sus deberes recíprocos y el uso moral de las riquezas; ijaba los límites dentro de los cuales habría de inluir la Iglesia, el estado y las asociaciones obreras y terminaba abogando por el restablecimiento de las costumbres cristianas21. Con esta encíclica, “texto de compromiso”, se elaboraron orientaciones y quedó establecida la legitimidad de una doctrina social de la Iglesia. Mientras en Europa surgía el interés de los católicos en el ámbito de la acción social, en Argentina se vivían momentos de cambios. La década de 1880 había estado signada por la lucha de laicos militantes como Félix Frías, Santiago de Estrada y Pedro Goyena entre otros, que se opusieron al régimen liberal y laicizante. Hacia 1890 la revolución política dio paso a una nueva etapa en la experiencia colectiva de los católicos: se pasó de la participación activa en política a la experiencia social22. Gerardo Farrell, Doctrina Social de la Iglesia, Buenos Aires, Guadalupe, 1991, p. 61. Guido Zagheni, La Edad Contemporánea..., p. 18. 21 Cfr. AAVV, Destacadas iguras del Catolicismo Social..., p. 112. 22 Auza se reiere al “nacimiento del movimiento social católico”, cuya punta de lanza fue la creación de los círculos obreros por parte de F. Grote. Cfr. Néstor T. Auza, Los Católicos Argentinos. Su experiencia política y social, 2ª edición, Buenos Aires, Claretiana, 1984, p. 57. 19 20 32 En la llamada Primera Pastoral Colectiva (1889) los obispos reunidos en Buenos Aires buscaron dar una nueva dirección al movimiento católico, rechazaban el planteo liberal y “advertían al gobierno los desastrosos efectos que tenía para los católicos del país la aceptación de sus postulados”23. El Concilio Plenario Latinoamericano tuvo lugar en la ciudad de Roma, en 1899. Fue uno de los acontecimientos más trascendentales para los países del continente nuevo, por haber uniicado la acción de los pastores y dado un cuerpo de doctrina simpliicador de las normas dispersas en el antiguo derecho. [...] De la Argentina intervinieron el arzobispo Uladislao Castellano, y los obispos Reginaldo Toro, Pablo Padilla y Bárcena, Rosendo de la Lastra, Mariano Antonio Espinosa, Juan Agustín Boneo y Matías Linares. [...] Entre los actos más salientes, decidieron los padres conciliares el 31 de Mayo consagrar dicha asamblea al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María con fórmula especial y triduo preparatorio24. Es claro el objetivo del Concilio que, buscando una uniicación de criterios respecto a la disciplina eclesiástica, no hizo más que profundizar el proceso de romanización iniciado por Pío IX. Éste había fundado varios seminarios en Roma, entre ellos el colegio Pio Latino Americano (1858), y apuntado a normas tendientes a una mayor separación del sacerdote de la vida secular y a la centralización de la conducción eclesial25. Para Roberto Di Stefano, este proceso de romanización fue fundamental en el paso de la cristiandad colonial al catolicismo argentino26. En este Concilio Plenario el tema de la cuestión social no estuvo ausente aunque no se tocó tampoco con exhaustiva profundidad. Según Néstor Auza, el pontiicado de León XIII tuvo dos cuestiones innovadoras: la inmigración y la cuestión social. Con respecto a la primera, el Concilio advertía sobre la conveniencia de prestar auxilios materiales y espirituales a los inmigrantes y solicitaba que éstos fuesen protegidos por los católicos. En relación a la segunda, el Concilio dedicó unos artículos dirigido a patrones y obreros deseando que aspirasen a la justicia y la caridad , se pagasen salarios justos, se conceda un Juan Carlos Zuretti, Nueva Historia Eclesiástica Argentina, Buenos Aires, Itinerarium, 1972, p. 363. Cayetano Bruno, Historia de la Iglesia en Argentina, t. 12, Buenos Aires, Editorial Don Bosco, 1981, p. 345. 25 Gerardo Farrell, Iglesia y Pueblo en Argentina. Historia de 500 años de Evangelización, 4ª edición, Buenos Aires, Editora Patria Grande, 1992, pp. 120-121. 26 Cfr. Roberto Di Stefano, “De la cristiandad colonial a la Iglesia nacional. Perspectivas de investigación en historia religiosa de los siglos XVIII y XIX”, en Revista Andes, nº 11, CEPIHA, Universidad Nacional de Salta Versión pdf, p. 21. http://www.educ.ar, 4/02/2013. 23 24 33 tiempo al descanso y la piedad y pidiendo a los obreros que no atenten contra los derechos de los patrones. También se propiciaba la formación de Círculos de Obreros27. La presencia del movimiento social de los católicos en América Latina fue cobrando fuerza tanto en las obras sociales como en el esfuerzo por lograr una legislación que favorezca la situación del obrero y su familia; en los centros de formación y difusión como semanas sociales, congresos, círculos de estudio así como también en el movimiento sindical y en el plano político a través de la democracia cristiana. El primer Congreso de los Católicos Argentinos –realizado en Buenos Aires en 1884– apenas se había ocupado de la cuestión obrera, pero ya se había tratado en él la función de los centros católicos, los cuales “están en el deber de propender en la esfera de su posibilidad a la creación de Escuelas de Artes y Oicios [...] al establecimiento de talleres para obreros [...] oicinas para procurar colocación a los necesitados...”28. Pedro Santos Martínez detalla el proceso de inmigración –y sus efectos socioeconómicos– que se impuso a partir de 1870 y tenía una doble intención: poblar las tierras desiertas y transformar socialmente el país mediante la europeización. Pero estas consignas sólo se lograron a medias y con inesperadas consecuencias: si bien hubo ocupación de tierras con ines agropecuarios, muchos se vieron atraídos hacia los centros urbanos y se dedicaron a actividades subsidiarias de la economía con lo cual la mano de obra no especializada excedió las reales necesidades ocupacionales. A ello deben sumarse las deicientes condiciones de trabajo, malos salarios y la llegada de socialistas y anarquistas que reaccionaron ante ello y en muchos casos se organizaron en gremios, según el modelo de sus países de origen29. Estas dos tendencias políticas encarnaron en el país modos de acción e idearios diferentes. Los socialistas sostenían que la sociedad argentina estaba en desarrollo pero aún era inmadura. Justo y los socialistas argentinos se veían a sí mismos como los constructores de una tradición de reforma del país pero, al mismo tiempo, como protagonistas de una ruptura histórica con el pasado argentino. En la óptica socialista, el colonialismo español había interferido en el curso natural del desarrollo30. Según esta concepción, la misión del partido socialista consistía en: 1º) contribuir al aianzamiento de las instituciones republicanas para que fueran realmente representativas y se libeNéstor T. Auza, El Catolicismo social..., pp. 483-484. Néstor T. Auza, Corrientes sociales del catolicismo argentino, Buenos Aires, Claretiana, 1984, p. 289. 29 Pedro Santos Martínez, “Acción Social y Sindicalismo Católicos en la Argentina (1880-1910)”, en: Archivum, t. 19, Buenos Aires, Junta de Historia Eclesiástica Argentina, 2000, pp. 31-32. 30 Jeremy Adelman, “El Partido Socialista Argentino”, en: Lobato, Mirta Zaida, Nueva Historia Argentina. El progreso, la Modernización y sus límites (1880-1916), t. 5, capítulo VI, Buenos Aires, Sudamericana, 2000, p. 268. 27 28 34 raran de los sectores incultos y atrasados; 2º) la redistribución de la tierra de manera de romper el dominio de la oligarquía y 3º) fomentar prácticas culturales y asociaciones colectivas para sacar de la apatía a los sectores populares y convertirlos en agentes históricos y operantes31. Los anarquistas tenían la convicción de que era el movimiento espontáneo el que creaba las condiciones para el progreso ideal. El anarquismo ha sido vinculado tradicionalmente casi con exclusividad al movimiento obrero. Sin embargo debe destacarse por encima de la acción gremial la inmensa actividad cultural, ideológica y política desarrollada por esta corriente desde una ininidad de grupos, círculos culturales y centros de estudio. A partir de estos núcleos se irradió buena parte de la actividad libertaria, incluida la gremial32. Hacia ines del siglo XIX, cuando los conlictos gremiales fueron en aumento, la situación del país cambiaría notablemente. Con el nacimiento del siglo XX, la Federación Obrera Argentina en su segundo Congreso de 1902 se dividió en la FORA (Federación Obrera Regional Argentina) y la UGT (Unión General de Trabajadores), ambas preponderantemente de tinte socialista y anarquista. A medida que las disputas entre obreros y patrones aumentaba, dichas corrientes políticas iban ganando terreno entre los trabajadores. En el marco de los lineamientos de la doctrina social de la Iglesia y particularmente ligados a la encíclica Rerum Novarum surgieron los círculos de obreros. De aquí que la pastoral social de la época señalaba claramente la acción mutualista y asistencial que se plasmó en los círculos, junto a la labor educativa. El padre Federico Grote, igura central en la obra de los círculos, nació en Münster, capital de Westfalia, el 16 de julio de 1853. Miembro de la congregación redentorista, llegó a Buenos Aires el 20 de agosto de 1884, e impregnado de los principios del catolicismo social “comenzó la obra social, ayudado por el vicentino Antonio Solari, con un círculo de obreros de más de 100 hombres, fundado [...] el 2 de febrero de 1892”33. La novedad que introducía el padre Grote era el haber creado un tipo de organización en la que el laicado asumía un rol protagónico y en que se diferenciaba la acción religiosa de la acción social: en la primera el clero debía desempeñar un papel de conducción y en la segunda el laicado debía tener una amplia autonomía; de esta manera, el movimiento católico era concebido como una “confederación” de iniciativas autónomas. Este modelo buscaba un compromiso más directo de los católicos con la vida pública que implicaba la toma de medidas más avanzadas, en especial en el terreno social. Sin embargo, este Jeremy Adelman, “El Partido Socialista Argentino”, en: Lobato, Mirta Zaida, Nueva Historia Argentina. El progreso..., p. 269. 32 Juan Suriano, “El anarquismo”, en: Lobato, Mirta Zaida, Nueva Historia Argentina. El progreso, la Modernización y sus límites (1880-1916), t. 5, capítulo VII, Buenos Aires, Sudamericana, 2000, p. 299. 33 Cayetano Bruno SDB, La Iglesia en Argentina. Cuatrocientos años de Historia. Buenos Aires, Centro Salesiano de Estudios, 1993, p. 693. 31 35 criterio no era compartido por la mayoría de la cúpula eclesiástica que propiciaban un modelo centralizado y jerárquico, que fue en deinitiva el que se impuso34. Grote se había propuesto que el primer círculo fundado (denominado “Central”35) se constituyese en modelo para los otros. A éste le siguieron otros en Buenos Aires, como el de las parroquias Santa Lucía y San Cristóbal y en 1895 se organizaron como una federación de todos los círculos del país. Ésta constaba de una Junta Central de Gobierno (establecida en Buenos Aires) que tenía atribuciones como el nombramiento de las comisiones directivas de los círculos fundados, buscar que se incorporen a la estructura nacional, enviar visitadores que los observaran, corrigieran, aconsejaran y –de ser necesario– los intervinieran; además de buscar la “unidad y prosperidad de los círculos”36. El primer congreso nacional de los círculos (1898) fue presidido por Santiago Farrell, autor de la primera ley de descanso dominical en 190537. En 1899 Grote impulsó la creación de la Casa correccional de Mujeres y el periódico La voz del Obrero, antes había ya fundado el órgano de propaganda de los círculos: La Defensa. Al año siguiente, creó el diario católico El Pueblo. Siguiendo el modelo de Toniolo en Italia con la Democracia Cristiana, fundó en 1902 la Liga Democrática Cristiana. A partir de ese momento los círculos de obreros se difundieron rápidamente por todo el país. La Iglesia argentina entró lentamente en una etapa de cambios: por un lado se lanzó a una etapa defensiva: ante la oleada inmigratoria, la diseminación de cultos importados, de ideas y doctrinas revolucionarias, por otra, se puso en una actitud más ofensiva a través de la organización del laicado38. Los círculos realizaron masivas manifestaciones para abogar ante el Congreso por el proyecto de ley reglamentario del trabajo de mujeres y menores y para reiterar el pedido de sanción de la ley del descanso dominical. Lo que los Círculos proponían en el campo legislativo durante el decenio 1910-1920 exigirá más de veinte años para obtener la sanción del Congreso. Con eso se probaba, Roberto Di Stefano-Loris Zanatta, Historia de la Iglesia argentina. De la conquista hasta ines del siglo XX, Buenos Aires, Grijalbo, 2000, pp. 371-372. Para entender la problemática por la cual Grote tuvo tantos inconvenientes para llevar adelante su obra, resulta imprescindible la lectura de Clara Freitag, “Federico Grote, ´El Apóstol de los trabajadores´”, en: Archivum, n° XXIII, Buenos Aires, Junta de Historia Eclesiástica, pp. 33-42. 35 La denominación nada tenía que ver con alguna situación de preeminencia sobre los otros, Grote quería evitar el título de “católico”, el que -sin embargo- les fue impuesto oicialmente más tarde a todos los círculos. Cfr. Alfredo Sánchez Gamarra CSSR, Vida del Padre Grote (redentorista), Madrid-Buenos Aires, Studium, 1949, pp. 204-205. 36 Ib., p. 201. 37 Juan Carlos Zuretti, Nueva Historia Eclesiástica Argentina. Del Concilio de Trento al Vaticano Segundo, Buenos Aires, Itinerarium, 1972, p. 377. 38 Cfr. Enrique Amato, La Iglesia en Argentina. Buenos Aires, Peres- Friburgo- Cisor, 1965, p. 113. 34 36 no que eran idealistas consumados, sino que, por el contrario, fueron oportunos en buscar soluciones para los sectores populares en mucha mayor medida que lo que se les reconoce. Lamentablemente, no siempre tuvieron en su época la dicha de ser escuchados39. En 1912 se le solicitó a Grote la renuncia a la dirección de la obra de los círculos40. De allí se trasladó a Montevideo, donde predicó retiros y misiones; pasó después a conducir la comunidad religiosa de Tupiza (Bolivia) y, al año, regresó a Salta. Murió a los ochenta y seis años en la víspera de San José Obrero, el 30 de abril de 1940. 1.2. La “cuestión social” en Tucumán Se ha visto anteriormente cómo, desde el Estado y la Iglesia, se intentó responder a la cuestión social en Europa. Respecto a este concepto, se lo puede deinir como el conjunto de consecuencias derivadas del proceso de inmigración masiva, de urbanización e industrialización, relacionados con el surgimiento de la clase obrera y el modo de producción capitalista. Sin embargo, es interesante la interpretación de Inés Cortazzo, para quien no necesariamente hay que ligar la cuestión social al capitalismo, para ella habría que redeinir las diferentes cuestiones sociales o distintas manifestaciones de la ‘cuestión social’, tanto las anteriores al capitalismo como las desde el inicio del capitalismo en consonancia con las distintas etapas de acumulación capitalista. Pues, es obvio, que era diferente la cuestión social presente en la II Revolución Industrial, o en la etapa del imperialismo, que por señal es en el momento histórico en que es escrita la famosa Encíclica Rerum Novarum, que en la crisis del 30, o en la postguerra u hoy41. Según Robert Castel, la “cuestión social” es: una aporía fundamental en la cual una sociedad experimenta el enigma de su cohesión y trata de conjurar el riesgo de su fractura. Es un desafío que interroga, pone de http://www.fcco.com.ar/leyes-laborales/, 17/06/2013. Institucional, Leyes Laborales, Años 1910-1920. Caferatta, Bas: Diputados Nacionales. 40 Sobre su renuncia y el conlicto con monseñor Espinosa, además de aspectos generales de su obra cfr. Ezequiel Méndez, “Federico Grote y su respuesta a la cuestión social: los círculos de obreros”, en: M. P. E. Camusso, L. A. López, M. M. Orfali Faber (coords.), Doscientos años del humanismo Cristiano en la Argentina, Buenos Aires, EDUCA, 2012, pp. 368-371. 41 Inés Cortazzo, ¿Qué es esto de la cuestión social y de la exclusión social?, en: www.redalyc.org/pdf/195/19500905. pdf, p. 1, 22/06/2013. 39 37 nuevo en cuestión la capacidad de una sociedad […] para existir como un conjunto vinculado por relaciones de interdependencia42. De lo que no cabe duda es que la cuestión social originaba un debate sobre la capacidad de las instituciones liberales para proveer soluciones a los nuevos problemas43. ¿Cómo llegó a plantearse la “cuestión social” en Tucumán? A mediados del siglo XIX la provincia atravesaba por un proceso de transformación. La llegada del ferrocarril en 1876 fue un elemento disparador del crecimiento notable del cultivo de la caña de azúcar, al igual que la utilización de la máquina a vapor para accionar los trapiches. Así tuvo lugar la modernización de la industria, y la necesidad de mano de obra –que se fue multiplicando– se cubrió con la llegada de los trabajadores “golondrinas”. La agroindustria se vio favorecida también porque los empresarios y políticos del norte del país gozaron entre 1880 y 1890 de una gran inluencia a nivel nacional, lo que les permitió negociar ventajosas condiciones institucionales para el desarrollo de esta actividad44. La mayoría de esos empresarios y políticos eran miembros de la elite que fue conformando el sector público de la provincia. Hacia 1890 funcionaban en la provincia treinta y cinco ingenios, cuya fuerza de trabajo era coaccionada por la ley de conchabos, que se estableció en 1888 y era un documento emitido por una autoridad competente (policía o juez de paz) que certiicaba que determinado individuo estaba bajo relación de dependencia laboral con un patrón. Para quienes no poseían “oicio, profesión, renta, sueldo, ocupación o medio lícito con que vivir” era condición de su existencia legal, ya que sin tal documento eran considerados vagos (o sospechosos de serlo) y pasibles de ser perseguidos y castigados como tales45. El gobernador de Tucumán Lídoro Quinteros (1887-1890) justiicó la coacción que imponía esta ley sosteniendo que la actividad productiva de la provincia dependía exclusivamente de la mano de obra nativa y ésta carecía tanto de hábitos de trabajo como de la noción de ahorro46. Robert Castel, Las metamorfosis de la cuestión social, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 20. Cfr. Eduardo Zimmermann, Los liberales reformistas. La cuestión social en la Argentina 1890-1916, Buenos Aires, Sudamericana-Universidad de San Andrés, 1995, pp. 12-13. 44 Daniel Campi, “Economía y sociedad en las provincias del Norte”, en: Lobato, Mirta, Zaida, Nueva Historia Argentina. El progreso, la Modernización y sus límites (1880-1916), t. 5, capítulo II, Buenos Aires, Sudamericana, 2000, p. 114. 45 Cfr. Daniel Campi, “Captación forzada de mano de obra y trabajo asalariado en Tucumán, 1856-1896”, en: Anuario IEHS, nº 8, Instituto de Estudios Históricos y Sociales de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional del Centro, Tandil, Argentina, 1993, p. 47. 46 Cfr. María Celia Bravo, “Liberales, Socialistas, Iglesia y Patrones”, en: Juan Suriano (comp.), La Cuestión Social en Argentina 1870-1943, Buenos Aires, La Colmena, 2000, p. 36. 42 43 38 A raíz de las crisis de superproducción de la caña, entre 1896 y 1900 se cerraron siete ingenios, y tres suspendieron la molienda por tres años, centenares de pequeños cañeros se arruinaron y los salarios de los trabajadores descendieron. La intensiicación del malestar obrero renovó el interés por la “cuestión social”, que hasta 1890 había suscitado escasa atención47. Un gobernador reformista fue Benjamín Aráoz (1894-1895), quien al proveer de agua potable a la capital tucumana impulsó notablemente la mejora de la salud de la población. Aráoz estuvo secundado por el entonces diputado nacional Eliseo Cantón, que en su argumentación a favor del proyecto sintetizó los conceptos del higienismo y de las nuevas corrientes respecto a lo social. Las relaciones entre salud, trabajo y economía; agua y salud; la necesidad de contemplar los avances en la medicina, de realizar obras públicas para bien de la población y de lograr una legislación de la salud desde la órbita del Estado fueron las principales ideas enunciadas48. Asimismo, el gobernador Lucas Córdoba durante su primer gobierno (1895-1898) amplió la red de agua corriente para la ciudad y se ocupó de hacer aprobar la Ley de Riego en la legislatura, a in de evitar el uso irracional del agua. Concretó la derogación de la ley de conchabos y le dio un notable empuje cuantitativo y cualitativo a la educación de su tiempo. Sin embargo no pudo evitar la crisis de superproducción azucarera, a la cual se enfrentaría durante su segundo gobierno49. Algunos informes revelaron la situación social de la provincia: el de Julio P. Ávila Medios prácticos para mejorar la situación de las clases obreras (1892) y el de Paulino Rodríguez Marquina Las clases obreras. La mano de obra, costumbres, vicios y virtudes y medios para mejorar sus condiciones” (1894). Una segunda obra de Rodríguez Marquina, publicada en 1899, demostraba las condiciones en que se hallaba la población infantil a través de datos estadísticos de los años 1897-189850. El panorama hacia 1897 fue descripto por el diario El Orden: María Celia Bravo-Alejandra Landaburu, “Maternidad, cuestión social y perspectiva católica. Tucumán, ines del siglo XIX”, en: Fernanda Gil Lozano, Valeria Pita, María Gabriela Ini, Historia de las mujeres en Argentina. Colonia y Siglo XIX, t. 1, Buenos Aires, Taurus, 2000, p. 220. 48 María Estela Fernández, Aspectos críticos de la realidad social en Tucumán a ines del siglo XIX, 1as. Jornadas Nacionales de Historia Social, 30 de Mayo- 1º de Junio, La Falda, Córdoba, p. 5. http://www.cehsegreti.com.ar/ historiasocial1/mesas%20ponencias/Mesa%203/Ponencia_Maria_Estela_Fernandez.pdf, 12/12/2011. 49 Cfr. Carlos Páez de la Torre (h), Historia de Tucumán, Buenos Aires, Plus Ultra, 1987, pp. 585-590. 50 Esta obra se denominó La mortalidad infantil en Tucumán. 47 39 El malestar, las inquietudes y hasta el hambre se sienten en toda la república, pero sin duda alguna en ninguna otra provincia se siente tan intensamente como en Tucumán. Aquí la crisis obrera asume tal gravedad que la vida se hace poco menos que imposible para las clases proletarias […] el gobierno se hace el sordo a los justos reclamos de la prensa independiente y en vez de rebajar las enormes patentes, contribuciones e impuestos que gravan la propiedad, el comercio y las industrias, cada día sanciona nuevas y más irritantes gabelas que contribuyen a agravar la situación51. El estudio de Julio Ávila, no sólo denuncia las degradantes condiciones de vida de los trabajadores sino que también reclama una política estatal relativa a la jornada laboral, salud, vivienda y educación52. Daniel Campi lo ubica como el precursor de Bialet-Massé en la reivindicación de los derechos sociales de los trabajadores tucumanos53. Figura n° 1. Ingenio azucarero Los Ralos, 1899 (Fuente: Archivo General de la Nación, inventario 325294). Otro de los estudios más completos acerca del mundo laboral en 1904 se encuentra en el conocido Informe sobre el estado de la clase obrera del médico y jurisconsulto recién mencionado, Juan Bialet-Massé, quien después de viajar incansablemente por el país ela- El Orden, nº 3909, Tucumán, 5 de julio de 1897. Daniel Campi, “Comentarios a ‘Medios prácticos para mejorar la situación de las clases obreras, de Julio P. Ávila’, 1892, Estudios del Trabajo, nº 30, julio-diciembre, 2005, pp. 123-146. 53 Daniel Campi, “Bialet-Massé y los trabajadores tucumanos de azúcar”, en: Marcelo Lagos, María Silvia Fleitas, María Teresa Bovi (comps.), A cien años del informe de Bialet Massé. El trabajo en la Argentina del siglo XX y albores del XXI, Jujuy, Editorial de la Universidad Nacional de Jujuy, 2004, pp. 179-180. 51 52 40 boró un cuidadoso texto, el cual había sido encargado por el ministro de Julio Argentino Roca, Joaquín V. González54. En dicho informe se muestra la situación económico-social de Tucumán, especialmente el mundo de los ingenios azucareros: las consecuencias de la ley de conchabos, las jornadas de trabajo extremadamente largas, las condiciones habitacionales, los salarios magros, la explotación de las proveedurías55. Una serie de hechos que hacían del obrero un hombre que sufría todo tipo de miserias. Los cambios económicos provocaron importantes modiicaciones en la ciudad: tuvo lugar un aumento demográico, a lo cual se sumó la falta de viviendas, problemas de salubridad y la crisis obrera. En el segundo gobierno de don Lucas Córdoba (1901-1904), se tomó la medida de reducir el área cañera a través de las “leyes machete”, por medio de las cuales se indemnizaban a los productores que erradicaban cañaverales56. Así, se pretendía resolver el problema ocasionado por la superproducción azucarera, pero estas leyes sólo funcionaron entre 1902 y 1903 ya que después la Corte Suprema de Justicia las declaró inconstitucionales. La industria tucumana del azúcar debió enfrentar otra crisis cuando en 1904 tuvo lugar el primer movimiento huelguístico en los ingenios, que comenzó en Cruz Alta y se extendió por toda la región. Los dirigentes locales pidieron la intervención de Adrián Patroni, de la Unión General de Trabajadores. El conlicto se resolvió mediante un aumento del salario y la eliminación del vale como forma de pago. Esta huelga marcó un hito y constituyó un punto de inlexión a partir del cual los obreros comenzaron a tomar conciencia de grupo y de los beneicios que podían obtener a partir de la organización57. En 1915 un nuevo conlicto en el sector azucarero se produjo a raíz de la degeneración biológica de la caña criolla, con lo cual se fueron agotando las plantaciones. Otra huelga afectó a varios ingenios azucareros en 1919 con el objetivo de obtener la jornada laboral de ocho horas y mejoras salariales. En ella, los empresarios azucareros intentaron oponerse a las propuestas del Departamento Provincial del Trabajo creado durante el gobierno del primer gobernador radical de la provincia Juan B. Bascary58. En 1901 Roca lo había designado como ministro del Interior y, al mismo tiempo, se hizo cargo en forma interina de los ministerios de Justicia e Instrucción Pública y de Gobierno y Relaciones Exteriores. 55 Cfr. Juan Bialet-Massé, Informe sobre el Estado de la clase obrera, t. 2, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986. 56 Cfr. Carlos Páez de la Torre (h), Historia de Tucumán…, pp. 593-594. 57 Sin embargo, en la actividad zafrera como en otras donde se incorporaba a “trabajadores golondrinas”, la organización fue mucho más compleja y tardía. Y si bien la explotación incentivó la protesta popular, ésta no fue un rasgo suiciente para dotar al conjunto de trabajadores de una identidad de clase. Cfr. Mirta Lobato- Juan Suriano, La Protesta Social en la Argentina, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2003, p. 28. 58 Cfr. Alejandra Landaburu, “El empresariado azucarero tucumano frente a la política laboral del radicalismo. La ley de Salario Mínimo de 1923”, en: XXI Jornadas de Historia Económica, Buenos Aires, 23-26 de septiembre de 2008, pp. 2-3. http://xxijhe.fahce.unlp.edu.ar/programa/descargables/landaburu, 2/02/2011. 54 41 Hacia 1923 una serie de “huelgas azucareras” pretendieron que las leyes sancionadas ese mismo año59 se cumpliesen y exigían aumentos de salarios; pero no consiguieron sus objetivos y terminaron con violentos disturbios60. Respecto al problema de la vivienda, ya en el Informe Bialet-Massé se describía la precariedad habitacional del obrero, lo cual había que remediar61. Uno de los medios propuestos desde 1895 por los círculos obreros en Buenos Aires era la construcción de casas-habitaciones. Éstas se levantarían mediante la presentación de un proyecto al Congreso Nacional para que se otorguen ciertas franquicias de carácter general para el país y obteniendo del Consejo Deliberante de la capital la exoneración de impuestos y derechos de ediicación62. En Tucumán, el problema fue agravándose a medida que transcurrían las crisis económicas. Necesitase solucionar el problema de la ediicación para obreros, procurando que éstos vivan en casas higiénicas, con relativas comodidades, y que, sin grandes sacriicios, puedan convertirse en propietarios de las mismas mediante el pago de pequeñas cuotas periódicas […] Sabido es que en la actualidad la mayoría de éstos viven amontonados en conventillos antihigiénicos, sin luz ni aire, expuestos a todas las pestes y pagando los alquileres […] a altos precios63. Durante el gobierno de Luis F. Nougués (1906-1909) se acordó una suma para la construcción de viviendas para obreros y a las casas de vecindad destinadas a su alojamiento se las eximió del pago de impuestos. Esto fue un buen aporte pero no el suiciente. Otra respuesta se dio a ines de 1907, al aprobarse un proyecto de ley de construcción de casas para obreros. Se creyó que esto interesaría al sector privado, al concedérseles ciertas ventajas a las empresas participantes en la ejecución, pero dicha iniciativa no funcionó y se dejó la resolución del problema en manos del Estado64. El 26 de marzo de 1923, el gobernador Octaviano Vera sancionó las leyes de jornada legal de ocho horas y de salario mínimo, resistidas por los industriales. En mayo, emitió un decreto proclamando la neutralidad del gobierno en cuanto a la aplicación de estas leyes, lo cual fue interpretado como un intento por desligar responsabilidades políticas. Comenzaron así los conlictos que tendrían por protagonistas al gobernador, al Centro Azucarero, los líderes obreros y los jefes policiales. 60 Para el estudio de esta huelga es importante la selección de documentos realizada por Daniel Santamaría, Las huelgas azucareras de Tucumán, 1923, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1984, particularmente las pp. 47-54. 61 Juan Bialet-Massé, Informe sobre el Estado de la clase obrera, t. 2, pp. 772-774. 62 Actas del Consejo General, nº 15, f. 44, Buenos Aires, 27 de junio de 1895. AFCOA. 63 El Orden, nº 6162, Tucumán, 29 de mayo de 1905. 64 Cfr. Analía Salvatierra de Michel – Stella Maris Cazón, “La problemática de las viviendas para obreros en el diario El Orden entre 1905 y 1912”, en: Actas de las VII Jornadas La Generación del Centenario y su proyección en el Noroeste Argentino. Tucumán, Editorial Amalevi, 2008, pp. 286-289. 59 42 Este tema se vinculó con el de la salud pública. En esta área se habían tomado medidas urgentes, desde ines del siglo XIX, a raíz de la epidemia del cólera (1886-1887). Pero con el estado de precariedad y falta de condiciones en las viviendas (tanto de limpieza como del espacio para el sano desarrollo de sus ocupantes) se multiplicaron los casos de peste bubónica, tuberculosis, sarampión y iebres intestinales, lo que hizo necesario implementar ciertas medidas sanitarias e incrementar la prédica higienista65. Tanto en Buenos Aires como en otras ciudades del país, fueron surgiendo organizaciones en la sociedad civil atentas a la “cuestión social”. Para el caso de Tucumán, puede distinguirse, entre las sociedades mutuales, aquellas con un origen étnico (las sociedades ligadas en general al fenómeno de la inmigración, como ser la Sociedad Francesa), otras basadas en los oicios (la Sociedad Tipográica) o las vinculadas a la religión (como es el caso de los círculos obreros)66. En 1897 se fundó el Centro Cosmopolita de Trabajadores y en 1899 se formó la Sociedad de Socorros Mutuos de Mujeres. Entre 1902 y 1905 surgieron las sociedades gremiales de oiciales peluqueros, cocheros, mozos de hoteles y coniterías, carpinteros y herreros y anexos. A su vez, se formaron las sociedades de albañiles y anexos y la de sastres. En ese periodo, se formó también el gremio de panaderos y la Sociedad de Empleados de Comercio (1903) y el Centro Socialista (1904)67. A ines del siglo XIX y principios del XX, el gobierno de Tucumán se internaba en la búsqueda de respuestas a todos estos conlictos apoyando e incentivando proyectos particulares o de instituciones, entre las que se encontraba la iglesia católica. 1.3. El Obispo Pablo Padilla y Barcena y el catolicismo social en Tucumán 1.3.1. Monseñor Padilla y Bárcena en la nueva diócesis de Tucumán A partir de la encíclica Rerum Novarum la institución eclesial dio un marco concreto para responder a lo que se denominó la “cuestión social”. Para entonces la iglesia de Tucumán Sobre la epidemia del cólera en Tucumán, ver: Elba Estela Romero, La salud pública en Tucumán. 1880-1920, en: Res Gesta, n° 48, Rosario, 2010. http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/revistas/salud-publica-tucuman-1880-1920.pdf, 3/10/ 1014; Cynthia Folquer, Colera Morbus y Cólera divina: miedo a la muerte e imaginario religioso en Tucumán, Argentina, a ines del siglo XIX, en: http://www.raco.cat/index.php/boletinamericanista/article/viewFile/250050/334605, 23/02/2015. 66 Cfr. Alejandra Landaburu, “Organizaciones de la sociedad civil en Tucumán a ines del siglo XIX y comienzos del siglo XX: las sociedades mutuales”, en: en: Actas de las VI Jornadas La Generación del Centenario y su proyección en el Noroeste Argentino. Tucumán, Editorial Amalevi, 2005, p. 277. 67 Cfr. Vanesa Teitelbaum, “Contra `la tiranía del mostrador` La campaña de la prensa y los trabajadores por el descanso dominical en Tucumán del entresiglo”, en: Anuario de Estudios Americanos, vol. 68, n° 1, Sevilla, enero-junio, 2011, p. 235. 65 43 se encontraba en un momento de cambio. El 5 de febrero de 1897 el Papa León XIII erigía la nueva diócesis cuya conducción asumía monseñor Pablo Padilla y Bárcena, quien se trasladó al año siguiente desde Salta hacia la catedral emplazada en San Miguel de Tucumán68. Nacido en Jujuy en 1848 y perteneciente a una familia de la elite, Padilla y Bárcena realizó sus estudios eclesiásticos en el seminario mayor “Nuestra Señora de Loreto” de Córdoba y fue ordenado sacerdote en 1871. Se doctoró en teología y en 1893 se encontraba ocupando el obispado de Salta. Ya en Tucumán, gobernó la diócesis incansablemente aunque debido a continuas convalecencias por enfermedad pasó parte de sus Figura n° 2. Monseñor Pablo Padilla y Bárcena (Fuente: Archivo del Arzobispado de Tucumán). últimos años en su ciudad natal. A ines de 1915, cuando su salud se vio seriamente resentida, se nombró como obispo auxiliar a Carlos Echenique y Altamira. Su muerte tuvo lugar el 21 de febrero en 1921 y sus restos descansan en la capilla del Buen Pastor, en Jujuy69. Cuando asumió el obispado de Tucumán, su territorio comprendía 229.278 kilómetros cuadrados y su población era de aproximadamente 500.000 habitantes. Esta nueva jurisdicción incluía las provincias de Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca70. Sólo la primera de éstas contaba con once parroquias, de las cuales dos estaban ubicadas en la ciudad y el resto en el interior; tres conventos masculinos: el de los predicadores, franciscanos y mercedarios, y nueve casas de religiosas: una de Nuestra Señora del Buen Pastor de Angers, dos de terciarias dominicas, una de terciarias franciscanas, una de joseinas, una de Esclavas del Corazón de Jesús y tres de las hermanas del Huerto71. Manuel Lizondo Borda, Historia del Tucumán (Siglo XIX), Tucumán, Imprenta El Progreso, 1948, p. 226. Una breve biografía sobre el obispo Padilla está incluida en el artículo del Padre Marcelo Lorca, quien analiza su acción pastoral durante los primeros años de la diócesis. Marcelo Lorca, “Aportes para una Historia de la Iglesia”, en: 2as. Jornadas de Historia de la Iglesia en el NOA. San Miguel de Tucumán, 15 al 17 de Mayo de 2008. CD. 70 Pablo Padilla y Bárcena, Visita ad limina, 1899, folio 1v. AAT. Agradezco a la Hna. Cynthia Folquer que me facilitó la transcripción del documento. 71 Ib., f. 2v. 68 69 44 Cuando hacia ines del siglo XIX y principios del XX el liberalismo mostraba su vulnerabilidad como doctrina, se planteó si el Estado liberal sería capaz de dar soluciones a los conlictos ocasionados por la cuestión social. La acción social propuesta desde la Iglesia exigía una nueva forma de encarar la realidad de la pobreza: entonces las organizaciones de beneicencia de la provincia fueron “institucionalizando” su ayuda, incorporándose al aparato burocrático del estado, este tránsito es lo que José Luis Moreno describe como el paso para constituir una política social72. Este accionar fue característico de algunas instituciones religiosas y civiles, entre estas últimas, la Sociedad de Beneicencia. Esta institución, aunque fundada en 1859, tuvo vigencia desde entonces y, en particular, a ines del siglo XIX. Fue una obra emblemática constituida por un grupo de damas ilustres de la sociedad tucumana, presididas por Dorotea Terán de Paz. La Sociedad de Beneicencia se dedicó a gestionar la “caridad pública” allí donde el Estado no llegaba, especialmente los establecimientos sanitarios. Administraron el hospital de la Caridad y el de Mujeres, donde contaron con la presencia de las hermanas del Huerto. Estas religiosas se hicieron cargo también del Hospital de Niños en 190573, fundado por el esfuerzo conjunto de la Sociedad de Beneicencia y el Consejo Particular de las Conferencias de San Vicente de Paul en 1898 para paliar los problemas sanitarios. Otras de las obras realizadas por la Sociedad de Beneicencia fueron: la Casa Cuna, el Asilo Maternal, el Hogar San Roque –destinado al cuidado de ancianos enfermos y discapacitados–, la Escuela Hogar de Obreras –atendida por las hermanas Adoratrices– y el Hogar General “Anselmo Rojo”, donado por la señorita Alcira Rojo y destinado a la atención y albergue de ancianas74. En lo que se reiere al ámbito religioso, las conferencias de San Vicente de Paul fueron pioneras de la acción social, aunque todavía muy vinculada a las prácticas de beneicencia. Fue una de las asociaciones que más apoyo obtuvo de monseñor Padilla, por considerarla “una milicia perfectamente organizada, que, teniendo por bandera la caridad, desprende soldados por todos los rincones de los pueblos donde se encuentra establecida, para perseguir la miseria, bajo cualquier forma que se presente”75. Siguiendo el modelo francés, surgieron José Luis Moreno (compilador), La política social antes de la política social (Caridad, beneicencia y política social en Buenos Aires, siglos XVII al XX), Buenos Aires, Prometeo Libros, 2000, p. 6. 73 Decretos, Libro 1, f. 90. ADT. 74 http://www.lagaceta.com.ar/nota/43083/informacion-general/sociedad-beneicencia.html, 10/03/2015. La Sociedad de Beneicencia. Con mayor profundidad trabajan el tema Alejandra Landaburu-María Estela Fernández- Flavia Macías, “Esfera pública, moralidad y mujeres de elite. La Sociedad de Beneicencia de Tucumán, en: AAVV, Temas de Mujeres. Perspectivas de Género, Tucumán, Universidad Nacional de Tucumán, 1998, pp. 197-210. María Cecilia Gargiulo trabajó el tema en su tesis de doctorado en Humanidades, Sociedad de Beneicencia y Estado. Tucumán (1858-1917), Editorial Académica Española, 2012. 75 Pablo Padilla y Bárcena, Obras Pastorales, t. 1, 2ª edición, Friburgo, Herder, 1916, p. 110. 72 45 en Argentina en 1859 de la mano de Félix Frías y Julio André-Fouet. “Signiicó la inserción nacional en un sistema universal de caridad [...] su acción se limitó al radio parroquial en nuestro país quizás debido a que actuó en una sociedad secularizada como fue la de Buenos Aires de ines del siglo XIX y comienzos del XX”76. Las conferencias tenían por inalidad agrupar a laicos católicos que asistieran material y moralmente a los necesitados a través del contacto personal, de las visitas domiciliarias. En un principio se organizó para hombres, posteriormente surgieron las conferencias para señoras, señoritas y jóvenes. Desplegaron su actividad en múltiples instituciones, como asilos, hospitales, casa-cuna y a ines del siglo XIX centraron su interés en la formación de la mujer trabajadora. En Tucumán, encontramos la conferencia de San Francisco en 1877 y en 1910 la de San Miguel, que funcionó en la Iglesia Catedral77 y que fue presidida durante varios años por Guillermina Leston de Guzmán, una de las más reconocidas benefactoras de la sociedad tucumana. Las conferencias vicentinas se diseminaron por la provincia durante el obispado de monseñor Padilla: algunos de sus directores espirituales fueron los padres Julio Zavaleta, Joaquín Tula, Bernardo Rives y fray Salvador Villalba78. Si las conferencias fueron una experiencia importante dentro de la diócesis, hubo una inquietante realidad que atrajo la atención de la Iglesia y comenzó a preocuparla: la amplia acción ejercida por el socialismo y el anarquismo dentro del mundo obrero. Ambas ideologías fueron consideradas un peligro, una fuerza a combatir, por lo que la institución eclesial se movilizó y empezó a generar asociaciones en su seno que no sólo respondieran a las obras de caridad sino que ijasen su interés en una pastoral vinculada con el mundo del trabajo. En 1896, Pablo Padilla y Bárcena visitó la provincia de Tucumán cuando ésta formaba parte de la diócesis de Salta, y dejó muy claras sus ideas sobre los peligros de las ideologías que se abatían sobre el mundo obrero: Llamaremos igualmente vuestra atención sobre la importancia y utilidad que, en la presente época, tienen los Círculos Católicos de Obreros. Las malas doctrinas proclamadas por la revolución y el liberalismo van traduciéndose, por los encargados de sacar las consecuencias que aquellos sistemas entrañan, en hechos horripilantes, que son una amenaza a los principios en que se apoya el orden social. Las utopías María Inés Passanante, “Acción solidaria y organizaciones de la sociedad civil en Argentina. Una perspectiva histórica”, en: Cuestiones Sociales y Económicas, Pontiicia Universidad Católica “Santa María de los Buenos Aires”, Facultad de Ciencias Sociales y Económicas, EDUCA, octubre 2007, año V, nº 9, pp. 5-22. http://docplayer. es/15571393-Contenido-pontiicia-universidad-catolica-argentina-santa-maria-de-los-buenos-aires-facultad-deciencias-sociales-y-economicas.html, 3/02/2011. 77 Carpeta: Conferencias de San Vicente de Paul. s/f. AAT. 78 Libro I Decretos, 1898-1928, pp. 21; 29; 32; 156; 166; 221; 231; 272; 275. AAT. 76 46 del socialismo comienzan a trocarse en los horrores del anarquismo; y uno y otro conmueven la sociedad europea, amenazando tocar nuestras puertas con el petróleo y la dinamita, que son sus armas. El artesano y el obrero son los elementos de que pretenden apoderarse para llevar adelante su obra, por lo mismo que en ellos suponen encontrar instrumentos dóciles, por el defecto de sólida instrucción y de cristiana educación79. En su Pastoral fomentó la creación de los círculos y alentó a la participación y cooperación entre obreros y patrones, siguiendo el modelo asociacionista que promovía la Iglesia a través de la Rerum Novarum. los Círculos Católicos de Obreros, recomendados por Su Santidad León XIII, son uno de los medios más fáciles para combatir el socialismo, ahogar sus resultados y levantar el espíritu de la clase trabajadora. Allí el obrero retempla su alma al calor de las enseñanzas de la fe, se estimula el cumplimiento de los deberes religiosos, morigera sus costumbres, aprende a estimar el tiempo y a no malgastar el fruto de su trabajo: allí, puesto en contacto con el patrón y el propietario, depone sus prevenciones y sus odios; y uno y otro, en la presencia de Dios y, transformados por la gracia que beben en la misma fuente de los sacramentos, juran vivir unidos por la ley de la caridad, prestándose mutuo apoyo, y cooperando, cada uno en su esfera, al bienestar de la sociedad y el engrandecimiento de la patria80. Considerados los obreros como gente carente de instrucción eran, por lo mismo, más proclives a los malos hábitos, especialmente al alcohol. Esto motivó al obispo a promulgar una pastoral en donde se proponía la creación de círculos obreros y escuelas de artes y oicios como medios de extirpar los vicios81. La “plaga social” del alcoholismo sumada a la desocupación creaba, según la jerarquía eclesiástica, el ambiente propicio para que los socialistas recluten allí sus adeptos82. Durante un discurso pronunciado en la apertura del primer Sínodo Diocesano, en marzo de 1905, monseñor Padilla alertaba sobre el avance que iban haciendo las teorías socialistas y el peligro que ellas conllevaban, ya que provocaban disturbios, alteraban al obrero en sus tareas diarias y recurrían a las huelgas como recurso para imponerse al propietario y capitalista. Según el obispo, estas ideologías no podían producir sino trastornos en la sociedad y conlictos entre los operarios honrados que, compelidos por los huelguistas 79 80 81 82 Pablo Padilla y Bárcena, Obras…, t. 1, p. 111. Ib., pp. 111-112. Ib., pp. 150-151. Pablo Padilla y Bárcena, Obras…, t. 2, p. 207. 47 a abandonar su trabajo, se veían privados de su salario, sufriendo la familia consecuencias de esta privación, sobre todo por la falta de hábitos de ahorro en la clase trabajadora. Para remediar esta “llaga social”, monseñor Padilla recomendaba la fundación de sociedades cristianas de trabajadores, por medio de los cuales el sacerdote instruiría al obrero en los deberes de su estado, le apartaría del camino del vicio y le inculcaría hábitos de trabajo y de ahorro. Entre las asociaciones conocidas en el medio, el obispo recomendaba en particular a los círculos de obreros, por considerarlos “un dique a los avances del socialismo” 83. Queda claro aquí la visión del obispo acerca de las huelgas: las reconocía como obra del socialismo y no podía aceptarlas como legítimo recurso del trabajador; al igual que en otras ocasiones, quedó demostrado el interés de monseñor Padilla en que el orden social se mantuviera por la relación armónica entre patrones y obreros. En otra pastoral planteaba las relaciones entre ricos y pobres en términos de caridad y de misericordia, mucho más que de promover al obrero como sujeto social a la altura de los patrones. Sostenía que las relaciones del rico y del pobre se resolverían satisfactoriamente siempre que el rico tuviera misericordia y el pobre se contentara de su suerte y se entrase satisfecho con su trabajo, “pues ni uno ni otro han nacido para el goce de los bienes perecederos, y deben subir al cielo, el uno por la generosidad y el otro por la paciencia”84. Entre los proyectos presentados al primer congreso católico diocesano (1908), iguraban el promover el progreso de los círculos católicos de obreros y, en ellos, establecer “cajas de ahorro” como estímulo y recompensa del trabajo. El Congreso Católico estimularía la formación de sociedades gremiales o profesionales de artesanos y obreros con el doble in de socorro mutuo y de combatir los vicios del juego y del alcoholismo85. La Iglesia asumió la tarea de moralizar al ciudadano por medio, entre otras obras, de los círculos obreros. Se intentaba encauzar a los hombres de trabajo dentro de los principios cristianos como también implantar conductas86. La relación entre monseñor Padilla y el padre Federico Grote fue crucial para la puesta en práctica de catolicismo social en la diócesis. Ambos coincidieron en el interés por contener Pablo Padilla y Bárcena, Obras..., t. 1, p. 467. Ib., p. 191. 85 Proyectos presentados al Primer Congreso Católico Diocesano, Tucumán, Imprenta La Argentina, 1908, pp. 13-14. ADT. 86 Lo mismo sucedió en el Círculo de Córdoba y en el del Salta. Cfr. Gardenia Vidal, “Ciudadanía y asociacionismo. Los Círculos de Obreros en la ciudad de Córdoba, 1887-1912”, en: Revista Escuela de Historia, año 5, vol. 1, nº 5, 2006. http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=63810502, 21/07/2013 y Azucena del Valle Michel, “Del ‘Círculo Obrero de San José’ a la sindicalización en los inicios del peronismo salteño”, en: Revista Escuela de Historia, año 5, vol. 1, nº 6, 2007. http://www.unsa.edu.ar/histocat/revista/revista0611.htm, 21/07/2013. 83 84 48 al obrero dándole un espacio de cuidados, de recreación, de moralización. Es por eso que el obispo pretendía que Grote y los redentoristas misionasen y se establecieran en Tucumán. La carta que Grote le envió en esa época al Padre General de su congregación, muestra su interés por responder a esta invitación: Tucumán es una de las zonas más hermosas y fructíferas del país, un verdadero jardín, con abundante vegetación. El principal producto es la caña de azúcar, que es procesado por un gran número de fábricas […] donde trabajan miles de obreros. […] Los redentoristas son conocidos allí y valorados por su trabajo; también existe allí un loreciente Círculo de Obreros. Somos conocidos también por los verdaderos dueños de las tierras, los fabricantes de azúcar, por nuestra actividad social cristiana87. Ambos forjaron una amistad a lo largo de los años que se manifestó en el apoyo que el obispo hiciera de la obra del redentorista. En palabras de Grote: “El prelado de la diócesis, monseñor Padilla y Bárcena, que tantas pruebas de entrañable amistad nos dio, protegía y difundía nuestra propaganda de justicia social y de instrucción religiosa y cívica con la mayor solicitud, tanto en las cartas como en las visitas pastorales”88. Entre las múltiples expresiones de apoyo, una de las más claras fue el viaje de Padilla a Roma, en defensa de Grote contra la postura del arzobispo Mariano Espinosa, quien se oponía a la participación de los católicos en política. En 1905, Federico Grote le escribió una carta al General de su congregación en la que le avisaba que monseñor Padilla estaba por viajar a Roma con el in de informar allí la verdadera situación y pedía que lo “orienten en su andar por la curia romana”. Uno de los objetivos principales que mons. Padilla se propuso en este viaje a Roma es cortar con la oposición del arzobispo [Espinosa] a que los católicos participen en la política y en las elecciones. Aquel se opone ya desde años, y por motivos insostenibles, contra esta actividad tan necesaria [...] si los católicos se mantienen distanciados de la política, no tienen ningún otro medio, a pesar de todas las asociaciones católicas, para oponerse a la promulgación de leyes anticlericales y de la obra de los masones, que aquí son muy poderosos, y a la dispersión de los religiosos, a la separación Iglesia-Estado, divorcio, que dentro de poco será una realidad89. Correspondencia del P. F. Grote, t. 1, carta nº 57, carta del P. Grote a Adolfo Brors, Buenos Aires, 30 de septiembre de 1911. AFCOA. 88 Alfredo Sánchez Gamarra CSSR, Vida del Padre Grote…, p. 228. 89 Correspondencia del P. F. Grote, t. 1, carta nº 11, carta del P. Grote a Matías Raus, Buenos Aires, 3 de mayo de 1905. AFCOA. 87 49 Quizás éste haya sido el puntapié de un sin in de conlictos entre Espinosa y Grote que concluyeron cuando se le pidió a Grote que presentase la renuncia a la dirección de los círculos, reemplazándolo por monseñor De Andrea. La amistad entre Padilla y Grote terminó de consolidarse en este momento de “destierro”, entonces el obispo preparó una reunión en Tucumán en la que se trataría la renuncia de Grote y la situación de los círculos90. Cabe aclarar que la jerarquía eclesiástica porteña pretendía uniicar a todos los movimientos pastorales bajo su conducción y con un sesgo más “religioso”, más “espiritual”. En esta perspectiva se puso el acento en un movimiento de tipo mutualista, donde el obrero fuese adoctrinado, alejándose de la acción gremial, sindical o política91. 1.3.2. El surgimiento de los círculos obreros y la participación de la elite Fue el “Centro Católico” el primer círculo de obreros del noroeste92 fundado en 1895 en la ciudad de Tucumán por el fraile dominico Pedro Zavaleta con la aprobación del entonces provincial fray Ángel María Boisdron. Sobre su persona se profundizarán algunos aspectos más adelante. Según las fuentes encontradas, el segundo círculo que se estableció en la ciudad se denominó “Círculo Central”93. Fundado oicialmente el 12 de agosto de 1900, reunió a hombres destacados de la elite tucumana entre los que iguraban Ernesto Padilla, Juan Posse, Julio López Mañán, Fortunato Mariño, Luis Cossio, Félix Rousseau y Miguel Carrasco, entre otros94. Los círculos se fueron multiplicando, tanto en las capitales provinciales como en localidades alejadas. Se pudo reconstruir un panorama de los círculos que en ese entonces integraban la diócesis gracias al relevamiento de dos archivos: el del Arzobispado de Tucumán y el de la Federación de Círculos Obreros de la República Argentina. Correspondencia del P. F. Grote, t. 1, carta nº 42, carta del P. Grote al P. Juan Hudecek, Montevideo, 2 de septiembre de 1912. AFCOA. 91 Cfr. María Pía Martín, “Los católicos y la cuestión social”, en: Todo es Historia, Buenos Aires, nº 401, año XXXIV, diciembre 2000, p. 7. Martín plantea que el movimiento social de la época puso sus miras minoritariamente en la acción sindical y política, aunque la jerarquía más bien dejó de lado estas acciones. 92 Sobre el Centro Católico cfr. Silvina Roselli, “El ‘Centro Católico’ de Tucumán: los conlictos en el interior de este círculo obrero y su relación con el P. F. Grote”, en: Gabriela Caretta e Isabel Zacca (comps.), Para una historia de la Iglesia. Itinerarios y estudios de caso. Salta, CEPIHA, 2008, pp. 299-310 y “El ‘Centro Católico’: su fundación y primeros años de vida”, en: Actas de las 1as Jornadas de Historia de la Orden Dominicana en Argentina. Tucumán, UNSTA, 2003, pp. 310-325. 93 Fue el primer círculo federado de la provincia y el que intentó lograr la federación del resto de los círculos que se fueron creando en Tucumán. 94 Carta de Ernesto Padilla al Presidente del Consejo General de los Círculos, Tucumán, 2 de agosto de 1900. AFCOA, Caja “Tucumán”. 90 50 En la capital tucumana el círculo de San José del Carmen, establecido en la Iglesia Catedral, fue dirigido por el padre Julio Zavaleta, el cual se adhirió al Círculo Central en 1906, aunque no se han encontrado datos acerca de su creación. Otro círculo, que aparentemente se desprendió del Central, fue erigido en 1908 en la denominada “parroquia sud”. Comenzó funcionando en el colegio Santo Domingo, espacio cedido por fray Pedro Zavaleta, a quien los socios pidieron como director espiritual. Del resto de las provincias de la diócesis sabemos que en 1896 ya estaba instalado el Círculo de Catamarca porque existen registros del pedido de medallas que éste hace al Círculo de Buenos Aires y la notiicación que poseían libro de contabilidad95. En ese mismo año habrían desempeñado el cargo de directores espirituales los sacerdotes lourdistas Domingo Duthu y Agustín Barrere96 y se instaló el primer círculo de Santiago del Estero, cuyos directores espirituales fueron fray Francisco Martini97 y Bernardino Ascencio. En el interior de la provincia de Tucumán se fundaron círculos principalmente donde funcionaban ingenios azucareros, ésta era una preocupación constante del obispo Padilla, como ya se advirtiera anteriormente, quien sostenía: “Esta provincia, por su fertilidad y riqueza, por el número de sus fábricas de azúcar y la gran cantidad de brazos que se emplean, es para el socialismo bocado apetitoso, del cual hará empeño en apoderarse”98. En la localidad de Concepción se creó un círculo en 1897 por iniciativa del padre Domingo Díaz y Cortés, rector de la iglesia del lugar99. También en el sur tucumano se formó, en octubre de 1899, el círculo de Monteros. En 1906 se hallaba en plena actividad el círculo del ingenio Luján y un año después se fundó otro en el ingenio Esperanza. El círculo de la Villa de Lules quedó instalado en abril de 1908 por medio de una asamblea de vecinos, a la que concurrió el padre Grote y allí mismo fue designado el sacerdote Augusto Mazzoli como su director espiritual. Actas del Consejo General, nº 42, f. 107, Buenos Aires, 17 de septiembre de 1896. AFCOA. Ambos fueron, posiblemente, los directores espirituales en el período 1896-1898. Agustín Barrere nació en Buenos Aires el 19 de agosto de 1865 e ingresó de joven a la congregación de padres Lourdistas. Cursó sus estudios de ilosofía y teología en Roma, en la Universidad Gregoriana, y una vez concluidos éstos, retornó a la Argentina y se radicó en Catamarca entre 1894 y 1900. Desde allí se trasladó a Tucumán para hacerse cargo de la fundación del Seminario Mayor y de un colegio de su congregación. Luego de unos años de estadía en Buenos Aires, retornó en 1930 a Tucumán, al ser designado obispo por el Papa Pio XI, en reemplazo de Bernabé Piedrabuena. Cfr. La Semana Católica, n° 53, Tucumán, 3 de agosto de 1930. 97 Sacerdote dominico, italiano, abocado al servicio de los humildes. En Tucumán dirigió -hasta 1898 aproximadamente- la cofradía del Santísimo Nombre de Jesús. ADT, Legajos, s/f. 98 Decretos, Libro 1, f. 120. AAT. 99 El Orden, nº 4051, Tucumán, 28 de diciembre de 1897. 95 96 51 En Famaillá se fundó en 1911 la “Sociedad de Obreros de San José” que, a diferencia de la mayoría, contaba entre los deberes de los socios el profesar la religión católica100. El padre Grote coincidía con monseñor Padilla en la necesidad de fundar círculos en los ingenios azucareros. En Buenos Aires, durante una asamblea celebrada en 1907, el padre Grote anunciaba su viaje a Tucumán para fundar círculos en los que participarían trabajadores y patrones, pagando media cuota cada uno. Además, los patrones tendrían que dar un local donde funcionaría la escuela y pagaría los seguros en caso de accidente101. Según el sacerdote lourdista Bernardo Rives, los círculos no prosperaron ya que, cuando el padre Grote vino a Tucumán y procuró fundar uno en el Ingenio Esperanza, “halló que los administradores no buscaban en la Iglesia más que el gendarme defensor de sus intereses”102. Cuadro n° 1: Círculos Obreros de San Miguel de Tucumán (ines del siglo XIX a principios del XX) Fecha Denominación 1895 Centro Católico 1900 Círculo Central ? 1900 1908 Lugar de funcionamiento Convento dominicano Muñecas 376 San José del Carmen Iglesia Catedral Círculo Central de Obreros del Alberdi 51 Patronato de San José Círculo de Obreros Parroquia Sud local provisorio Santo Domingo Director espiritual P. Pedro Zavaleta P. Joaquín Tula P. Julio Zavaleta Fray Salvador Villalba Colegio P. Pedro Zavaleta Cuadro nº 2: Otros Círculos de la diócesis (incluía la provincia de Catamarca y Santiago del Estero) Fecha 1896 1896 1897 1899 1906 1907 1908 1911 Denominación Círculo de Catamarca Círculo de Santiago del Estero Círculo de Concepción Círculo de Monteros Círculo del Ingenio Luján Círculo del Ingenio Esperanza Círculo de la Villa de Lules Sociedad de Obreros de San José –Famaillá Director/es espiritual/es P. Duthu y P. Barrere P. Francisco Martini P. Domingo Díaz y Cortés P. Francisco Reyes Díaz se desconoce se desconoce P. Augusto Mazzoli P. José Ribas Fuente de ambos cuadros: elaboración propia a partir de datos del Archivo del Arzobispado de Tucumán. 100 101 102 Reglamento de la Sociedad de Obreros de San José de Famaillá, Tucumán, 1911, pp. 4-5. AAT. Actas del Consejo General, nº 321, fs. 355-356, Buenos Aires, 22 de agosto de 1907. AFCOA. Manuscritos del P. Rives, s/f. ALT. 52 Figura n° 3. Fray Salvador Villalba Figura n° 4. Padre Bernardo Rives entre dos religiosos lourdistas (Fuentes: Álbum del Centenario y Archivo Lourdista de Tucumán, respectivamente). Además de los círculos, otra asociación vinculada a la acción social en Tucumán hacia ines del siglo XIX fue la UPCA (Unión Popular Católica Argentina), institución cuyos estatutos comenzó a redactar monseñor De Andrea en Buenos Aires en 1916, basándose en los de la Unión Popular Italiana. Esta asociación tuvo sus estatutos aprobados por el Episcopado en 1919; buscaba “promover, organizar y coordinar el conjunto de las fuerzas católicas de la República, bajo la dirección de una Junta Nacional, en el terreno moral, religioso y social”103. En Tucumán, contó con el apoyo de monseñor Padilla y Bárcena, quien fue considerado uno de sus fundadores104 y funcionó, al menos, en Alderetes (parroquia de Cruz Alta), en Trancas y en Graneros, donde además de la Junta Parroquial se formó la Liga Argentina de Damas Católicas105. Es necesario reconocer, entre aquellos que fomentaron el catolicismo social tucumano, a un grupo de sacerdotes diocesanos: los padres Joaquín Tula, Federico Palacios, Abraham Aráoz y Salvador Basso. Un fraile franciscano sobresalió con su actividad social: Salvador Estatutos de la UPCA, Buenos Aires, Tipografía del Colegio “Pío IX”, s/f. AAT, Carpeta “UPCA”. Carta de Horacio Beccar Varela -presidente de UPCA- al Vicario Capitular del Obispado de Tucumán, Pbro. Abraham Aráoz, 3 de febrero de 1921, en ocasión de la muerte de Monseñor Padilla. AAT, Carpeta “UPCA”. 105 Datos extraidos del AAT, Carpeta “UPCA”, s/f. 103 104 53 Villalba106, entre los dominicos se destacaron los ya mencionados fray Ángel M. Boisdron y Pedro Zavaleta y entre los lourdistas, los padres Agustín Barrere y Bernardo Rives107 . La participación del laicado local en el catolicismo social de la época también fue notoria. En el comité diocesano conformado en ocasión de la celebración del Congreso Católico Nacional (1907), encontramos a los doctores Francisco Marina Alfaro, Juan Manuel Terán, Patricio de Zavalía, Manuel Páez de la Torre, Ernesto Padilla, Juan Carlos Nougués y a los señores Ezequiel Padilla y Jorge Paverini108. A este grupo se suma la especialísima igura de José Fierro109. Algunos de ellos formaron parte de la conducción de los círculos obreros, otros contribuyeron económicamente con las actividades destinadas a mejorar las condiciones materiales y morales de los obreros. Esta elite, comprometida con la problemática de su tiempo, estaba destinada a extender su inlujo en la sociedad. Conformaron un grupo que constituyó lo que M. Pía Martín denomina la –cara laica– de la Iglesia institucional110. Nació en 1880 e ingresó a la orden franciscana siendo muy joven, donde solicitó el hábito de novicio a la edad de 15 años, siendo aceptado en mayo de 1890 por el ministro provincial fray José Quiroga. Fue uno de los más reconocidos conferencistas de los círculos. Monseñor Padilla le conió al padre Villalba la tarea de promover la Confederación de los círculos tucumanos. Falleció en Santiago del Estero, el 23 de mayo de 1941.Cfr. Sección: Información para novicios, Legajo X-56. ACFT. Agradezco la ayuda del P. Marcelo Lorca para acceder a esta documentación. 107 El P. Bernardo Rives nació en Manlis -Francia- en 1871. A los 19 años llegó a Argentina como uno de los primeros miembros de la congregación Lourdista. En Buenos Aires conoció, entre otros, a Pedro Goyena y al P. Botaro y allí fue ordenado sacerdote, desde donde fue designado a Tucumán. Fue rector del Seminario de Catamarca y del Colegio del Sagrado Corazón en Tucumán, provincia donde se radicó deinitivamente, y en la que realizó una gran labor social a través de la fundación de círculos de obreros en varios ingenios y particularmente a través de la fundación del Círculo de Estudios Sociales “San Miguel”. Fue asimismo asesor de varias entidades como del Consejo Diocesano de la Federación de la Juventud Católica (1936) y director de las Conferencias Vicentinas. El P. Rives falleció el 24 de Mayo de 1958, el Ministerio de Instrucción Pública de Francia lo había condecorado con las palmas académicas en mérito a su labor cultural. Cfr. Leonor S. de Wúrschmidt, “P. Bernardo Rives 1871-1958”, en: Docencia. año I, nº 2, Tucumán, noviembre 1958. pp. 52-54. 108 Pablo Padilla y Bárcena, Obras…, t. 1, p. 368. Acerca de Ernesto Padilla, se hará una referencia como director del Centro Católico. 109 Fierro nació en Córdoba hacia 1858 y se estableció en Tucumán para estudiar en la Escuela Normal, donde fue discípulo de Paul Groussac. Llegó a ser un reconocido maestro que estableció lazos estrechos con el convento, particularmente con el P. Boisdron y fray P. Zavaleta. Preocupado por las cuestiones sociales, tuvo un papel relevante en la conformación de varios círculos obreros: en el Centro Católico, el Círculo Central y el Círculo de los padres Mercedarios, entre otros. Llegó a ocupar el cargo de director de escuelas y estuvo entre los fundadores de la Sociedad Sarmiento. Este hombre de notable actuación cultural, falleció en 1943 dejando una amplia producción escrita compuesta por conferencias, discursos y escritos históricos y pedagógicos. Cfr. Ramona Serrano de Brunetti, “Metodología del Idioma Nacional, de José Fierro. Semiosis de un texto escolar”, en: Actas de las IV Jornadas La Generación del Centenario y su proyección en el Noroeste Argentino (1900-1950), Tucumán, Editorial Amalevi, 2002, p. 151. 110 María Pía Martín, “Católicos, control ideológico y cuestión obrera. El periódico La Verdad de Rosario (19301946)” en: Estudios Sociales, año VII, nº 12, Santa Fe, 1997, p. 60. 106 54 1.4. La acción social en el convento dominicano 1.4.1. El promotor de la acción social en el convento y fuera de él: la igura del padre Boisdron Ángel María Boisdron nació el 10 de enero de 1845 en Montmoreau, provincia de Charente, Francia. Entró al noviciado a los 17 años en el convento de Lyon, donde vistió el hábito dominicano el 13 de mayo de 1862 y luego de emitir sus votos religiosos en 1863 se trasladó cerca de Avignon, a la casa de estudios de Carpentras. El 22 de mayo de 1869 recibió la ordenación sacerdotal y un año después pasó al convento de Poitiers, que era de predicación. Debido a un encuentro en Carpentras (1874) con el padre Reginaldo Toro, en el cual compartieron un mes de conidencias y charlas, Boisdron se sintió interesado por conocer la Argentina. Así, en 1876, llegó a este país en una situación precaria, irregular, sin licencias111, donde fue recibido por el prior, fray Reginaldo González y permaneció seis meses en Buenos Aires, luego de los cuales fue enviado a Tucumán, lugar en el cual desarrolló una loreciente obra pastoral y donde murió en 1924. Aquí logró sobresalir con su prédica, con su Figura nº 5. Padre Ángel María Boisdron (Fuente: Archivo de las Hermanas Dominicas de Tucumán) vida religiosa, sus relaciones con la sociedad tucumana, por sus iniciativas. Abrió una escuela de enseñanza primaria, semillero de jóvenes que ocuparían cargos de honor en el país y con algunos de los cuales mantuvo una larga amistad: Ernesto Padilla, Vicente Gallo, Ángel y Benjamín Padilla, Luis Sobrecasas entre otros112. Fue prior del convento tucumano entre enero de 1883 y agosto de 1890 y formador de varias camadas de religiosos en sus funciones como rector del Estudio, maestro de postulan- Sobre la vida de Ángel M. Boisdron y su decisión de salir de Francia para venir a Argentina, cfr. Cynthia Folquer, “Razones para un exilio. Los viajes de fray Boisdron, un camino interior”, en: Sandra Fernández, Patricio Geli, Margarita Pierini (editores), Derroteros del viaje en la cultura: mito, historia y discurso, Rosario, Prohistoria ediciones, 2008, p. 209. 112 Autobiografía. AHDT, Caja: “Escritos de Fray Boisdron”. 111 55 tes y de novicios. Fue prior provincial entre 1883 y 1890. Entre ese año y 1893 permaneció en Friburgo, donde asumió funciones como profesor de teología. Dirigió espiritualmente y animó a Elmina Paz de Gallo a fundar la congregación de Hermanas Terceras Dominicas del Santísimo Nombre de Jesús. Hoy, los restos de ambos descansan en la capilla de la casa madre de dicha institución. Con la llegada del padre Boisdron a la provincia de Tucumán, el convento dominicano sufrió importantes transformaciones. Fue el gran impulsor del restablecimiento de la vida en común de los hermanos. Este proceso, mediante el cual se intentaba implementar la observancia regular en los conventos de la Orden, había comenzado en Europa con el Vicario General Vicente Jandel y se extendió a partir de 1871 cuando se “prescribió para toda la Orden las normas de observancia que estaban insertas en las constituciones. Muchos conventos empezaron entonces a cantar la misa, las vísperas y las completas todos los días”113. Fue una reorganización acentuada y centralizadora, que se inscribió dentro de la evolución de la Iglesia romana por la época del Concilio Vaticano I. Consistió en el retorno a las fuentes, en una voluntad de salvaguardar valores antiguos, de volver a un pasado glorioso y todo por medio de codiicaciones minuciosas que recusaban las excepciones114. Sin embargo, gracias a la idiosincrasia de Boisdron, este proceso no resultó asixiante para la comunidad sino que, paradójicamente, produjo una apertura al progreso y la modernización. Con respecto al pensamiento de fray Boisdron frente a la cuestión social, éste recibió el inlujo de los católicos liberales para quienes el tema de la libertad de la Iglesia respecto al Estado no era algo imposible. Este sector, del cual se ha hecho referencia con anterioridad, estuvo representado entre otros por los creadores del diario L´Avenir: Montalembert, Lacordaire y Lammenais El catolicismo liberal deseaba realizar –a instigación de Lamenais (sic)– la conciliación entre la orientación tradicional de la Iglesia católica y la sociedad moderna. Combatía la alianza del trono y el altar y estimaba que la Iglesia debía renunciar a buscar el apoyo del Estado; quería que las instituciones políticas se fundasen en la soberanía del pueblo115. Lamennais (1782-1854) publicó en su “época católica” obras como Essai sur l´indiférence en matière de religión (1817), De la religion considere dans ses rapports avec l´ordre politique W. A. Hinnebusch, Breve historia de la Orden de Predicadores, Salamanca, Editorial San Esteban, 1982, p. 184. Raymond Hostie, Vida y muerte de las Órdenes Religiosas. Estudio psicosociológico, Bilbao, Desclée de Brouwer, 1973, pp. 279-309. 115 Pierre Renouvin, Historia de las Relaciones Internacionales..., p. 116. 113 114 56 et social (1825-1826) y Des progrés de la Revolution et de la guerre contre l´Église (1829). En esta época mantuvo una postura de un rígido montanismo que “se caracteriza en su vida personal por la airmación a ultranza del autoritarismo eclesiástico, conjugado con la gran aridez espiritual que lo acompañará siempre”116. En 1830 salió a la luz su periódico L´Avenir: allí expuso su concepción del liberalismo católico, inluido entre otras cosas por la situación político-social de Francia y de Europa a raíz de la revolución de 1830117. Cuando en 1834 lanzó su obra Paroles d´un croyant cayó sobre él la sentencia papal ante la que se mantuvo inconmovible. El papa Gregorio XVI condenó en la encíclica Mirari vos –sin mencionar el nombre de Lamennais ni el del periódico– la libertad de prensa y de conciencia. Lacordaire fue discípulo del anterior hasta 1832, pero por algunas diferencias que lo hacían desconiar de la ortodoxia de su maestro, y sin ninguna intención de dejar la Iglesia Católica, se separó de él. Fue restaurador de la orden de los dominicos en Francia, defensor de la libertad de enseñanza, progresista y buen orador, convirtiéndose en otro de los representantes del liberalismo católico. Por último, Montalembert, quien escribió Historia de Santa Isabel de Hungría y Los monjes de Occidente (obra inconclusa porque lo sorprendió la muerte) fue otro de los que decidió abandonar a Lamennais, no dispuesto a ser condenado por Roma. En este contexto, el planteo del liberalismo belga contribuyó al pensamiento sobre el cual se asentaron los representantes del catolicismo liberal francés. Monseñor Dupanloup (obispo de Orleans) fue un católico considerado como uno de los representantes de los “liberales” por los ultramontanos franceses mientras que los católicos liberales lo criticaban por su moderación. El padre Boisdron, quizás por provenir de una familia modesta de trabajadores, sintió una profunda atracción por la cuestión social, “se interesó vivamente por los principios sociales y difundió los principios enunciados por el Papa León XIII en su famosa encíclica Rerum Novarum, publicada [...] mientras él se encontraba en Europa”118. Promovió la renovación de las cofradías de la Orden en Tucumán y fomentó en esta provincia la labor del Centro Católico, al que dirigió dos discursos en los que expresó algunas de sus principales ideas respecto a la acción social. El primero de estos discursos, denominado La Cuestión Social, consistió en una conferencia pronunciada en el Centro Católico de Obreros en junio de 1896, en el primer aniversario de esta institución. En ella, Boisdron planteaba la noción del socialismo y las causas que 116 117 118 Guido Zagheni, La Edad Contemporánea..., p. 29. Juan María Laboa, La Iglesia del siglo XIX..., p. 95. Rubén González O. P., Los dominicos en Argentina. Biografías I, UNSTA, San Miguel de Tucumán, 2001, p. 116. 57 llevaron a su aparición, los puntos de contacto con el catolicismo y las profundas diferencias del uno con el otro: Si por socialismo se entendiese un desarrollo normal y sereno de la actividad humana para el perfeccionamiento del orden social, yo diría altamente: soy socialista [...] Pero el Socialismo representa actualmente un concepto bien distinto del que acabo de expresar [...] El Socialismo me agrada como principio de evolución, no como término; lo acepto como el despertar de un sueño doloroso de la humanidad, no como realización del estado imaginado durante este sueño119. Esta interpretación del socialismo, como la de otros tantos conceptos vertidos por Boisdron, llamó poderosamente la atención de los sectores eclesiales más conservadores, para los que la sola mención de esta ideología les parecía condenable. Pero esto no impidió que el fraile dominico entrara incluso en discusión con referentes de la sociedad que pensaran distinto en éste y otros temas. Boisdron conirió a la prensa un papel muy importante en la gran expansión de la ideología socialista, e incluyó en su oratoria el tema de las desigualdades sociales y las condiciones del trabajo femenino. Se reirió a la obrera, con sus prolongadas y fatigosas jornadas laborales que continuaban en su casa, cumpliendo sus deberes de esposa y de madre, aunque gran parte del día, el hogar quedaba desamparado120. Como corolario de esta conferencia expuso el programa para el Centro Católico: llamó a los miembros a perfeccionarse como individuos, cumpliendo los deberes y trabajos de la vida, con fortaleza y honradez. Deberían también cuidar al Centro y extender su acción, incorporando nuevos socios, luchando contra los excesos del capitalismo como contra las utopías del socialismo. También debían mediar ante los legisladores, pidiendo por las reivindicaciones de la clase obrera, así, cumpliendo este programa, responderían a los ines de la institución y a las exigencias de su tiempo121. El segundo discurso, de septiembre de 1897, fue otra conferencia dirigida también a los miembros del Centro denominada Conexión de las Ideas y de los Hechos y era un directo alegato contra el anarquismo. Allí realizó un repaso por la historia desde la aparición de Proudhon, rechazando categóricamente la violencia y proponiendo inculcar otras ideas en la sociedad a partir de la educación. 119 120 121 Ángel María Boisdron, Discursos y Escritos, Buenos Aires, Talleres Gráicos Preusche y Eggeling, 1921, p. 22. Ib., p. 23. Ib., p. 29. 58 Por último, en La cultura del obrero, discurso pronunciado por el padre Boisdron en el Asilo San Miguel, planteó los cambios sociales que se produjeron en la sociedad a partir de la Revolución Francesa, de qué manera se desvirtuaron los principios de libertad, igualdad y fraternidad y cómo era necesario oponer a la revolución una evolución plena y sinceramente cristiana. Para inalizar, destacó las virtudes del obrero tucumano en relación a la cultura ilustrada. El obrero de Tucumán, en particular, es admirablemente dotado para aprender y saber; y es un deber ayudarle a acopiar conocimientos conformes con sus aptitudes, no solamente los que hoy son instrumentos necesarios de la vida práctica leer, escribir, contar; sino los que son relejos de la ilustración moderna. Con ellos su vista se abrirá sobre más vastos horizontes, sus pensamientos se ensancharán y se elevarán122. Boisdron se destacó en su época por su valor al poner en palabras situaciones particularmente dolorosas por las que atravesaba la provincia en el aspecto laboral. En relación al trabajo infantil, condenó las largas jornadas laborales a las que eran sometidos los niños de diez a doce años que debilitaban su desarrollo físico y moral123. Describió las calamidades por las que atravesaba la clase proletaria: el hambre, el frío, la miseria, la falta de útiles de trabajo y la indiferencia de algunos miembros de la sociedad: “y, Señores, el que meditando y profundizando este orden de cosas, queda indiferente, mudo, impasible, es que no tiene corazón en su pecho, ni alma en su cuerpo”124. Asimismo Boisdron tomó del conde de Ketteler las reivindicaciones que debían hacerse para modiicar el orden social: aumento de salario, disminución de horas de trabajo, descanso dominical, interdicción del trabajo de los niños, contra el trabajo de las mujeres y, sobre todo, de las madres de familia125. Sostuvo los principios de la doctrina católica airmando el derecho de propiedad, la diferencia de estados y grados jerárquicos en la sociedad y la autonomía del individuo, de la familia y de toda la sociedad fundada en principios naturales y divinos. Boisdron fue uno de los más representativos exponentes del catolicismo social en Tucumán, esto se releja especialmente a través de un sin número de escritos, cartas, artículos y conferencias. Tuvo el don de la palabra para dar respuesta a lo que en esta época constituyó un tema crucial como fue la cuestión social. Ángel María Boisdron, Discursos y Escritos, Buenos Aires, Talleres Gráicos Preusche y Eggeling, 1921, p. 149. 123 Ib., p. 24. 124 Id. 125 Ib. p. 25. 122 59 1.4.2. El aprendiz: itinerario vital de fray Pedro Zavaleta y su proyección pastoral Los datos biográicos del padre Zavaleta son escasos: es muy poca la información que encontramos sobre él, y aún ella no siempre es veraz, o se presenta como confusa126. A esto hay que sumarle las contradicciones entre las opiniones respecto a su persona. Entre algunos todavía persiste la idea que era un hombre profundamente religioso, cercano a la santidad127; mientras que, por algunas cartas, sabemos de la imagen negativa que el fraile tenía entre algunos miembros de la Orden. Fray Pedro pertenecía a una importante familia, cuyos miembros tuvieron una amplia acción en la provincia y, como se verá, en el ámbito dominicano. Hombre fuertemente cuestionado a lo largo de su vida sacerdotal que, pese a los conlictos por los que debió atravesar, murió consagrado a Dios dentro de la Orden de Predicadores y se encuentra hoy enterrado frente al atrio de la Virgen Milagrosa, en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario, en San Miguel de Tucumán. Pedro Zavaleta nació en la capital tucumana un 7 de febrero de 1868. Su padre, Julio Zavaleta Vázquez, provenía de una tradicional familia que se estableció en la Argentina en 1742 a partir de la llegada de José Prudencio Zavaleta. Este vasco se unió a la porteña María Agustina de Inda y Tirado con la cual se trasladarían más tarde a San Miguel de Tucumán. La madre de fray Pedro, doña Oroila del Corazón de Jesús Méndez y Huergo, nació en la ciudad de Tucumán en 1836. Jesús Méndez Huergo –tal como se la conocía– fue miembro de otra notable familia tucumana. Sus hermanos Juan Manuel y Juan Crisóstomo tuvieron una destacada trayectoria en la industria azucarera de la provincia y ocuparon distintos cargos electivos. Fue Juan Manuel Méndez, según cuenta fray Ángel María Boisdron en su Autobiografía, uno Figura n° 6. Jesús Méndez Huergo de Zavaleta (Fuente: Archivo de las Hermanas Dominicas de Tucumán). de los protectores de la comunidad dominica que, especialmente en los primeros años de El caso más notorio es el del Libro de los Anales, donde encontramos apenas unos pocos renglones sobre su actuación como prior del convento y algunos de sus logros no aparecen o se les adjudica a otro fraile. Anales, Priorato de Pedro Zavaleta (1901-1904), f. 74. ADT. 127 Existen todavía relatos sobre su presencia, en la vejez, al fondo del templo participando de la misa. Se dice que poseía un “halo de santidad”, que al trasladar sus restos del Cementerio del Norte a la Basílica de Santo Domingo, se habría encontrado su cuerpo incorrupto. 126 60 estadía de los frailes en Tucumán, los ayudó con buenas mensualidades y costeó la cúpula de Santo Domingo, con lo que se terminó la construcción total del templo128. También fue quien solventó la ediicación del altar de la Santísima Trinidad en esa misma iglesia. Los hermanos Méndez colaboraron también con la obra de los padres franciscanos y con la construcción del Seminario Diocesano (hoy Arquidiocesano), donando el terreno donde fue construido en la avenida Sarmiento. Doña Jesús Méndez aianzó los vínculos sociales y económicos de su familia con otra dedicada también a la industria azucarera: los Zavaleta. Algo bastante usual en la elite provincial era la unión de familias dedicadas a la política con la de azucareros a través de lazos matrimoniales. En este caso, tanto los Zavaleta como los Méndez, eran sinónimo de poder en la provincia. Algunos de sus miembros ocuparon cargos políticos, aunque entre 1885 y 1888 (cuando terminó el primer mandato presidencial de Roca y comenzó el de Juárez Celman) se evidenció un cambio notable: Las familias Avellaneda, Colombres, Paz, Terán, Zavaleta, Nougués y Gallo –que hasta ese momento habían hegemonizado la política– paulatinamente dejaron de ocupar cargos electivos, aunque no se descarta que pudieran estar detrás del poder. Sí se mantuvieron los Alurralde, Bascary, Cainzo, Frías, García, Lobo, López, Méndez, Padilla y Posse129. Así se tejieron redes de sociabilidad que, a través de los lazos matrimoniales, ampliaron o profundizaron las relaciones muchas veces existentes, ya sean familiares, de amistad o comerciales. Jesús Méndez fue miembro de la Tercera Orden Dominicana, espacio éste de sociabilidad donde “pertenecer” prestigiaba a sus integrantes130. En 1898, fue la primera priora mencionada en el libro de Actas de la VOT131. Fue también miembro honoríico de la primera Autobiografía, f. 32. AHDT, Caja “Escritos de Fray Boisdron”. Claudia Herrera, “La élite tucumana: familias azúcar y poder”, en: La generación del Centenario y su proyección en el Noroeste Argentino (1900-1950). Actas de las VI Jornadas, San Miguel de Tucumán, Imprenta Editorial Amalevi, 2006, p. 65. 130 Sobre el prestigio que otorgaba la pertenencia a las terceras órdenes se puede consultar a Lucrecia Jijena, La Venerable Orden Tercera de Santo Domingo, Presencia en Buenos Aires durante el siglo XVIII, Colección Historia I, Tucumán, Instituto de Investigaciones Históricas, UNSTA, 2006, pp. 34-35, y de la misma autora con Nora Siegrist de Gentile, “Dos órdenes terciarias en épocas de la colonia. San Francisco y Santo Domingo. Conformación, reglas, indulgencias y enterramientos”, Archivum, XXIII, Junta de Historia Eclesiástica Argentina, Buenos Aires, 2004, p. 150. Así también Alejandro Alvarado se reiere al tema para el caso de la VOT tucumana. 131 Libro de Acuerdos de la VOT -Venerable Orden tercera- (Actas I), 1879-1931. Citado por Alejandro Alvarado, “La Venerable Orden Tercera de Santo Domingo en Tucumán”, en: Segundas Jornadas de Historia de la Orden Dominicana en la Argentina, San Miguel de Tucumán, Instituto de Investigaciones Históricas “Prof. Manuel García Soriano”, UNSTA, 2005, p. 57. 128 129 61 orden (privilegio del que muy pocos gozaban) y benefactora del convento. Como socia de las “Hijas de María” contribuyó para la compra de la araña grande de Santo Domingo además de ocuparse de la decoración del templo132. Posibilitó la construcción del altar de los Sagrados Corazones, coniado a la “muy digna y muy piadosa Sra. Doña Jesús Méndez de Zavaleta, fervorosa devota del Sagrado Corazón, siempre atendido, cuidado y embellecido por ella y por su hija Vicenta Zavaleta con grandes sacriicios y diicultades, atrae las almas”133. Como compañera y hermana de Elmina Paz en la tercera Orden, fue invitada a ser madrina de profesión de Eloísa Quirós (sor Vicenta de María) al conformarse la congregación de las hermanas dominicas tucumanas. Participó también en la cofradía del Santísimo Nombre de Jesús, del Apostolado de la Oración134 y del Apostolado del Sagrado Corazón de Jesús de la enseñanza de la Doctrina Cristiana135. La pertenencia de Jesús Méndez a tantas asociaciones religiosas dominicanas muestra su estrecha vinculación al convento dominicano. También había una cercanía física al mismo, ya que los Zavaleta fueron dueños de una propiedad en la misma cuadra del templo de Santo Domingo. La casa, hoy anexo de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, se encuentra situada en la calle 9 de Julio 187136. La madre de fray Pedro falleció el 13 de abril de 1904 de cáncer a los sesenta y tres años. Hizo testamento ológrafo el 19 de marzo de 1903137. El diario El Orden publicó una larga necrológica en esa ocasión, de la que se extrajo este pasaje: La noble señora entregó el alma al Creador, en medio del cariño de los suyos, que hoy lloran su partida eterna con lágrimas del alma. Es la muerte de la señora de Zavaleta una de esas desgracias que enluta toda una sociedad, pues representa la desaparición de un ser que vivió para la práctica de las más santas virtudes, inculcándolas, también, en el corazón de sus buenos hijos. La noticia de tan sensible pérdida –aunque esperada– ha producido profundo y sincero pesar en todas las clases sociales, porque la extinta fue, además de una matrona distinguida, una protectora de los menesterosos, que nunca llamaron a su puerta sin encontrar el consuelo de la caridad138. Cfr. Anales, Priorato de David Ghiringhelli (1894-1900), fs. 73, 75 y 77. ADT. Autobiografía, f. 33. AHDT, Caja: “Escritos de Fray Boisdron”. 134 Apostolado de la Oración, Registro Oicial de Socias, 28 de agosto de 1891. ADT. 135 Cofradía Apostolado de la Doctrina Cristiana Cuaderno de Socias, socia nº 32, s/f. ADT. 136 Donada a la UNSTA por la Asociación del Empleado Público Católico de Tucumán por gestión del señor Ángel Nuñez Molina, y antes escriturada a nombre de Juana María Angélica Zavaleta. Bienes Inmuebles. ADT. 137 Cfr. Carlos Méndez Paz (h) - Jorge Corominas, Los Méndez de Tucumán, Buenos Aires, R .J. Pellegrini e hijo Impresiones, 1991, pp. 37-38. 138 El Orden, n° 5832, Tucumán, 14 de abril de 1904. 132 133 62 El mismo periódico publicó también diversas participaciones a misas organizadas por sus parientes, por la Tercera Orden de Santo Domingo o por la comunidad del colegio de las Hermanas Esclavas. La familia cultivó una relación de amistad con los miembros de la Orden Dominica, en especial con el padre Boisdron, que se trasluce particularmente en la forma en que éste trataba a fray Pedro139. Al parecer doña Jesús tuvo doce hijos: Mercedes (1854) murió a los diez años, Benito Ramón Lino Vicente Zavaleta Méndez (1858), Tomás Julio de la Santísima Trinidad (1859), Néstor (1860), Néstor Dionisio (1861), Liboria Vicenta (1862), Diego –murió párvulo en 1863–, Pedro Gregorio (1868), Luis (1870), Ángel Miguel (1871), Juana M. Angélica (1876) y Dolores Cayetana, quien nació en 1878140. De los numerosos hermanos de fray Pedro, de quien más datos se conocen es de su hermano Julio quien fue sacerdote del clero secular, llegando a recibir el título honoríico de “monseñor” como agradecimiento por sus innumerables contribuciones a la iglesia local. Se hizo cargo del colegio de las Hermanas Esclavas durante dos décadas en las que colaboró con numerosas ediicaciones. Con su fortuna personal costeó la reparación del templo de la Merced y erigió la casa parroquial y como cura de la Catedral construyó el crucero del ediicio y también la casa parroquial. Donó a los padres Salesianos un terreno en el que había construido una escuela de artes y oicios para niños denominada “Asilo San Miguel”, que los religiosos transformaron en el colegio de “Artes y Oicios General Belgrano”141. Preocupado por las cuestiones sociales acompañó a su hermano en la fundación del “Centro Católico” y creó la Sociedad de Obreros de San José. Hoy, una calle lleva su nombre en la ciudad de San Miguel de Tucumán142. Poco sabemos de su hermano Ángel. Este se casó con Yolanda Ricardone, una mujer que se convertiría en estrecha colaboradora del padre Pedro en la “Sociedad de la Mujer Obrera”. En esta asociación participó también como socia activa su hermana Vicenta Zavaleta, quien al igual que toda su familia estuvo íntimamente vinculada al espíritu dominicano. Fue miembro del grupo que secundó a Elmina Paz de Gallo en la fundación de la congregación de Hermanas Dominicas del Santísimo Nombre de Jesús adoptando al ingresar el nombre A lo largo de la vida religiosa de fray Pedro, en especial de los conlictos comunitarios, el P. Boisdron intentó protegerlo, posiblemente por la amistad que lo unía con la familia Zavaleta. 140 Le agradezco al profesor Alejandro Alvarado quien me proporcionó los datos genealógicos sobre los Zavaleta Méndez. 141 La Gaceta, nº 7237, Tucumán, 12 de febrero de 1973. 142 Carlos Páez de la Torre (h) y Ventura Murga. (comp.), San Miguel de Tucumán: las calles y sus nombres, San Miguel de Tucumán, La Gaceta, 1981, pp. 289-290. 139 63 de Sor María Imelda de Jesús Sacramentado y contó con el madrinazgo de Susana Muñoz de Méndez143. Con la madre Elmina y bajo la dirección de Boisdron comenzaron esta obra en la que ocupó el cargo de tercera consejera y secretaria144. Fray Pedro Zavaleta entró a la Orden de Predicadores siendo muy joven en el convento del Santísimo Rosario de Tucumán. Perteneció al grupo denominado los “frailitos” con 15 años de edad145 y en 1887, después de rendir el examen de latinidad y pasar la votación del Consejo, fue admitido al noviciado (“vestición”) y enviado por su formador –el padre Boisdron– a Córdoba. Hizo su primera profesión religiosa el 10 de marzo de 1888 y como en ese mismo mes se inauguraba el Estudio en Tucumán, fue uno de sus primeros alumnos junto a los hermanos Alberto Palavecino, Miguel Robles y Gabriel Gramajo y tuvo como profesores a los padres Boisdron, Enrique Lichtemberg y Miguel Roldán. Recibió la aprobación para realizar su profesión solemne en 1891146. Después de cursar sus estudios de ilosofía y teología en el convento tucumano, se ordenó sacerdote el 11 de junio de 1892. Figura n° 7. Zavaleta y su comunidad tucumana (Fuente: Archivo Dominicano de Tucumán). Crónicas I, Congregación Hermanas Dominicas del Smo. Nombre de Jesús 1886-1894, f. 18. AHDT. Ib., f. 6. 145 Se denominó así a un grupo de frailes adolescentes que eran postulantes, en el convento de Tucumán se encontraban en ese entonces Miguel Robles, Antonino Acuña, José Ruiz y Pedro Zavaleta. Cfr. Jacinto Carrasco, Ensayo Histórico sobre la Orden Dominica Argentina, t. 2, Actas Capitulares (1822-1890), p. 546. Inédito. Rubén González O. P., “El Estudio del Convento dominicano de San Miguel de Tucumán, Argentina, 1888-1899”, en: Los dominicos y el nuevo mundo. Siglos XVIII y XIX, Actas del IV Congreso Internacional, Santa Fe de Bogotá, 6-10 de septiembre de 1993, pp. 313-320. 146 Primeros Libros de Consejo 1783-1907, t. 1, fs. 39, 46 y 68. ADT. 143 144 64 Ocupó diversos cargos en su vida religiosa: procurador en 1898, maestro de los hermanos conversos, examinador de novicios, maestro de postulantes. Siendo subprior se le dio autoridad para invertir dinero en la reparación de los techos de la Iglesia147. Al ser constituido prior para el período 1901-1904, su designación fue “acogida con simpatía por todos los amigos de la comunidad dominicana”148. Además de las refacciones en la iglesia realizó otras en la casa-escuela de Lules149, así como también propuso y concretó la ediicación de una casa en Tafí del Valle para el descanso de los frailes “contando con la ayuda de los vecinos de dicho valle […] dada la sana y agradable temperatura del lugar150. Ese lugar tenía una enorme inluencia sobre él, era su segundo hogar: el espacio donde los Zavaleta poseían sus campos y al que fray Pedro visitaba huyendo de los calurosos veranos tucumanos. Acompañó a su hermano Julio dictando clases de moral cristiana en la escuela de Artes y Oicios que éste fundara151 y viajó junto a él a Córdoba para concretar los trámites de entrega de esta obra social a la Orden Salesiana152. Figura nº 8. Fr. Pedro Zavaleta al pie de una cascada en Tafí del Valle (Fuente: Archivo Dominicano de Tucumán). Primeros Libros de Consejo 1783-1907, t. 1, f. 219. ADT. El Orden, nº 4916, Tucumán, 15 de febrero de 1901. 149 Lules fue el primer lugar de asentamiento de los dominicos en Tucumán al recibir parte de los bienes jesuitas cuando éstos fueron expulsados del territorio en 1767. Sobre este tema se puede consultar la obra del P. Jacinto Carrasco O. P., La fundación de los conventos dominicos en Argentina, Tucumán, UNSTA, 1982. 150 Primeros Libros de Consejo ..., f. 223. ADT. 151 El Orden, nº 5354, Tucumán, 21 de agosto de 1902. 152 Cfr. Pbro. Mario Mondati, Álbum Bodas de Plata Colegio Salesiano “Tulio García Fernández”, Imprenta Fontenla e Hijos, 1950, s/p. 147 148 65 Asumió funciones como la dirección de la cofradía del Santísimo Nombre de Jesús y del Centro Católico de Obreros. También fue colaborador de instituciones de la provincia de Santiago del Estero y presidió la Sociedad Hijas de María durante el período 1901-1904 en el que les solicitó a las damas de esta institución ayuda para costear las imágenes de Santo Domingo y San Francisco, encargadas por él y enviadas desde España153. Su obra estaba claramente inscripta en la línea del catolicismo social europeo, que se enfrentaba a la burguesía liberal y anticlerical154. En Tucumán no se dio una lucha contra este grupo social: los mismos hombres de la elite provinciana que llevaban una política liberal, profesaban la religión católica. Al respecto, María Celia Bravo sostiene que “los ecos de esta querella por la secularización que se fundaba en la delimitación del papel del Estado y de la Iglesia en la sociedad argentina, no deben inducirnos concluir en la presencia de rígidas posiciones doctrinarias por parte de la elite gobernante”155. Dentro de este contexto al cual pertenecía, Pedro Zavaleta intentó llevar a cabo una “cristianización” y una “moralización”156 de hombres, mujeres y niños humildes a través de una labor educativa que se desplegó en distintas actividades, principalmente el colegio Santo Domingo y la Sociedad de Obreras. Hacia ines del siglo XIX, la Iglesia trataba por todos los medios posibles de recuperar el control sobre la educación (que el gobierno había tomado a su Figura n° 9. Fray Pedro Zavaleta, anciano y su irma (Fuente: Archivo Dominicano de Tucumán). cargo) y presentar un modelo alternativo al liberal, propio de la época. En el caso de Tucumán, la elite católica sostendría económica y moralmente cada una de las iniciativas para llevar adelante el ideario educativo basado en la educación religiosa, moral y patriótica157. Primeros Libros de Consejo…, f. 227. ADT. Sobre el tema se hizo referencia en el punto 1.1 de este capítulo. 155 María Celia Bravo, “Liberalismo y catolicismo en la formación del Estado Argentino”, en: La Orden Dominicana en Argentina: Actores y Prácticas, San Miguel de Tucumán, UNSTA, 2008, p. 20. 156 Cristianizar y moralizar son dos objetivos claros dentro del catolicismo social: en el caso del obrero y de las mujeres se los “moraliza” alejándolos de los vicios y de las corrientes marxistas, anarquistas o socialistas. Pero estos principios se aplican -como modo de encauzamiento de conductas- a la sociedad entera, en los niños y jóvenes a través de la educación. 157 Las familias Padilla, Nougués, Paz, Méndez y otras colaboraron con la obra de fray Pedro, también con las hermanas Dominicas del Santísimo Nombre de Jesús, que dirigieron escuelas y asilos y con otras muchas instituciones dependientes de la iglesia local. 153 154 66 A esta realidad dio respuesta Pedro Zavaleta quien, bajo el priorato de fray Tomás Ortega y con autorización del entonces provincial fray Angel Boisdron, fundó el colegio Santo Domingo como “escuela infantil”158, institución de la cual se constituyó en su primer director. Comenzó funcionando –provisoriamente– en el local del Centro Católico, en la calle Buenos Aires segunda cuadra, donde se realizó la primera matriculación entre mayo y junio de 1904159. El 3 de junio comenzaron allí las clases en dos horarios: de nueve a once horas por la mañana y de catorce a dieciséis de la tarde. En el anuncio del periódico local, la dirección de la escuela advertía a los padres de familia “para evitar confusiones, que la enseñanza será gratuita y no será exclusivamente para niños pobres, aunque éstos podrán gozar de sus beneicios”160. Luego se trasladó al antiguo local del noviciado dominico ubicado en la calle San Lorenzo 551, en un ediicio que constaba de ocho salones en los que funcionaban las clases, la dirección, la biblioteca y los gabinetes161. Este colegio, incorporado a la escuela iscal de la provincia162, se caracterizó por la buena marcha tanto en la exigencia educativa así como también en la disciplina allí impartida, concurrían allí niños de la elite tucumana. A comienzos de 1906 los padres dominicos accedieron a que el padre Julio Zavaleta estableciera una escuela nocturna para obreros en el local donde funcionaba el colegio, por el término de un año. El colegio llegó a Figura n° 10. Anuncio del colegio en La Buena Noticia (Fuente: Archivo Dominicano de Tucumán). tener hasta sexto grado y fue constituido “conforme a las exigencias de la pedagogía moder- na, donde al par de los ramos instrumentales que clarean al niño los caminos de la vida enseñásele a saber conservar a Dios en la conciencia”163. Algunos de los frailes que estuvieron al frente de la conducción del colegio, además del fundador Zavaleta, fueron Jacinto Carrasco como director y Miguel Robles como rector En las escuelas infantiles se impartían los primeros cuatro grados de la enseñanza primaria. El Orden, n° 5856, Tucumán, 13 de mayo de 1904. 160 El Orden, n° 5859, Tucumán, 17 de mayo de 1904. 161 El Álbum del Magisterio de la Provincia de Tucumán (1594-1920), A. Valdéz del Pino (editor), San Miguel de Tucumán, 1920, p. 144. 162 Cuadros de exámenes “Colegio Santo Domingo”, Tucumán, 1094, f. 156. AMET. 163 La Buena Noticia, nº 47, Tucumán, 1° de marzo de 1908. 158 159 67 Figura n° 11. Colegio Santo Domingo (Fuente: Archivo Dominicano de Tucumán). (1914), Ceslao Herfort (1920) y Miguel Molina (1935). Después de muchas diicultades en torno a esta institución, el colegio terminó cerrando sus puertas en 1946. La obra más importante de fray Pedro y a la cual dedicó todo su esfuerzo y más de cincuenta años, fue la Sociedad de Obreras del Santísimo Nombre de Jesús, tema que constituye el núcleo de este trabajo. Al morir, el 27 de septiembre de 1952, la necrología que se escribió sobre su persona en un importante periódico local hizo referencia a su sentido creador y rescataba su atracción por las cuestiones sociales y la solución de ellas, mediante la aplicación de los principios de las encíclicas papales. Entendía que muchos de los problemas del pueblo, tienen su origen en la falta de una profunda educación moral y cristiana en el seno del hogar. Fue ese convencimiento el que lo llevó a fundar la Sociedad Protectora de la Mujer Obrera y las Escuelas Domésticas, que preocuparon sus luchas de los últimos tiempos164. a) Su primer abordaje de la cuestión social: la fundación del “Centro Católico”: Una de las primeras responsabilidades que asumió en su labor pastoral fray Pedro Zavaleta fue la creación del denominado “Centro Católico”. Deseoso de integrar a todo el elemento obrero en esta lucha Grote denominó, a secas, “círculos de obreros” a estas asociaciones, lo cual le valió una fuerte crítica de un sector de la iglesia católica que todavía no asimilaba su contacto con el mundo de los trabajadores. 164 La Gaceta, nº 5443, Tucumán, 28 de septiembre de 1952. 68 Incluso, según N. Auza, fue “el primer sacerdote a quien los mojigatos e ignorantes tacharon de socialista.”165. Fray Pedro Zavaleta, sin embargo, le sumó el caliicativo de “católico” al círculo inaugurado en San Miguel de Tucumán el 2 de junio de 1895 y ubicado en un local cedido por los padres dominicos en la calle Buenos Aires 141. Creado bajo el auspicio del entonces provincial fray Ángel Boisdron, sus primeros directores fueron el ya mencionado padre Pedro Zavaleta y su hermano Julio, mientras que su primer presidente fue el señor Isidoro Sarracín y como secretario fue elegido el señor José Olazo. El día de su inauguración se realizó una solemne función religiosa por la mañana en el templo de Santo Domingo presidida por fray A. M. Boisdron quien pronunció un notable discurso alusivo a la formación de un Centro Católico de artesanos. A dicha función asistieron el gobernador de la provincia, don Benjamín Aráoz y el intendente municipal Carlos A. Vera166. Por la noche se iluminaron los elegantes salones del Centro, siendo al poco rato invadidos por una numerosa concurrencia de señoras, señoritas, caballeros y artesanos. El ilustrado presbítero D. Fermín Molina fue quien primero hizo uso de la palabra [...] Después el Dr. Melitón Caamaño leyó un discurso [...] Siguió a los anteriores en el uso de la palabra el Sr. D. José R. Fierro [...] Por último [...] resumió el discurso pronunciado y los leídos, el M. R .P. Provincial, quien terminó diciendo que recordaba haber visto en los amplios pliegues del estandarte de una asociación europea grabadas estas palabras: que viva, crezca y lorezca y (con ello) hacía votos porque el centro que se inauguraba viva, crezca y lorezca con indecible lozanía167. Las tareas sociales que se llevaban a cabo en él eran: la aplicación del socorro mutuo para casos de enfermedad; fundación de escuelas primarias para los niños de ambos sexos de los socios y clases nocturnas para los adultos, en las que se les proporcionaría una instrucción sólida y religiosa. Durante la existencia del círculo se crearían agencias de trabajo, se realizarían actos festivos en el local del centro, donde al mismo tiempo que se accedería a un recreo honesto, se ilustraría el espíritu con conferencias sobre temas cientíicos, morales y religiosos. Se estableció una caja de ahorro y se alentó la concurrencia, por medio de delegados, a los congresos de obreros168. 165 166 167 168 Néstor Auza, Aciertos y fracasos sociales del catolicismo argentino, t. 1. Buenos Aires, Guadalupe, 1987, p. 31. El Orden, nº 3299, Tucumán, 5 de junio de 1895. El Orden, nº 3297, Tucumán, 3 de junio de 1895. Estatutos del Centro Católico. Tucumán, La Moderna, 1908. pp. 4-5. AAT, Carpeta “Círculos de Obreros”. 69 Las clases tenían lugar en una sala cuya madrina fue la señora Seraina Romero de Nougues, una de las más reconocidas benefactoras de la sociedad tucumana y el doctor Pedro Koch, ministro de gobierno. La agencia, por su parte, contó con la dirección del señor José Faría169. El círculo constituyó un espacio de sociabilidad en el que se realizaron tareas de formación y recreación. Entre las actividades de formación, el Centro organizó clases semanales de materias como historia nacional, instrucción cívica y religión, dictadas por distinguidos abogados, catedráticos y sacerdotes. También se impartía instrucción sobre materias religiosas para los hijos varones de los socios. Entre los conferencistas más reconocidos se encontraban el maestro Fierro y los padres Planes y Salvador Villalba. La recreación estaba destinada a apartar a los trabajadores de toda diversión deshonesta y de los vicios. Al concurrir con sus hijos, se proyectaron algunas actividades orientadas a ellos, como las funciones de payasos170. Para los adultos un motivo obligatorio de festejo era el día del aniversario: algunas veces se acompañaba esta celebración con veladas literarias como en 1902, o con veladas musicales y la celebración del Te Deum como ocurrió en 1907, donde fueron invitadas otras agrupaciones como la anteriormente mencionada “La Argentina”, los miembros del “Círculo Central de Obreros” y el “Centro de Abastecedores”171. En ocasión de una velada celebrada en honor al obispo Padilla en 1898, éste se dirigió al auditorio con un discurso donde se enfatizaba la “misión providencial” de los círculos y su in moralizador: Las sociedades de obreros están llamadas, en la época presente, a servir de base irme al orden social cristiano, minado por la piqueta revolucionaria […] En el Círculo, escuela práctica de moralidad y buenas costumbres, el obrero tomará cariño al trabajo honrado que levanta y digniica al hombre y horror al vicio que degrada y empobrece: en él encontrará el ejemplo y el consejo que lo estimulan al trabajo y a la economía, el socorro mutuo que contribuye poderosamente a su bienestar y al de su familia, el ahorro que le permite acumular un fondo de reserva para la ancianidad ó la vejez, y hasta el honesto pasatiempo que lo aleja de los lugares de perdición moral y material172. Cfr. El Orden, nº 3926, Tucumán, 26 de julio de 1897. El Orden, nº 5276, Tucumán, 17 de mayo de 1902. 171 Cfr. El Orden, nº 5287, Tucumán, 31 de mayo de 1902 y La Buena Noticia, nº 29, Tucumán, 9 de junio de 1907. 172 Discurso del Ilustrísimo Obispo Diocesano Dr. D. Pablo Padilla y Bárcena en el círculo de obreros de esta ciudad. Tucumán, Imprenta La Argentina, 1898, pp. 9-11. ADT. 169 170 70