La minificción
ya no es lo que era
VIOLETA ROJO
Comité editorial:
Néstor Mendoza
Geraudí González Olivares
Cristian Garzón
Violeta Rojo
La minificción ya no es lo que era
Esta edición se realiza bajo la Licencia Creative
Commons. Incentivamos la difusión total o parcial del
contenido de este libro por los medios que la astucia,
la imaginación y la técnica permitan, siempre y
cuando se mencionen las fuentes y se realice sin fines
de lucro.
Diseño y diagramación: El Taller Blanco Ediciones
Contacto: eltallerblancoed@gmail.com
Impreso en Bogotá, Colombia, marzo de 2020
Violeta Rojo
La minificción
ya no es lo que era
Colección Escolios
Para Gabi, como siempre.
También para Susa, Leo, Judith, Joan, Samy y Zoe.
La minificción ya no es lo que era
SI ES QUE ALGUNA VEZ LO FUE
Mientras más estudio la minificción, menos certezas
tengo sobre el género. Si alguna vez consideré que podía teorizar sobre sus características y orígenes, ahora
tengo muchas dudas y solo estoy segura de que es una
forma literaria muy breve.
Esa incertidumbre que la rodea, el saber que nunca podré hacer una afirmación que no lleve consigo el titubeo es, justamente, lo más atractivo para mí.
Sus antecedentes me parecen cada vez más remotos
y cada lectura me va mostrando muchas expresiones
narrativas y poéticas de siglos anteriores que pueden
considerarse parecidas, dejando de lado las diferencias
normales que se dan en toda forma artística con el correr del tiempo.
Eso hace, por supuesto, que sea muy difícil establecer
historia y tradiciones, más allá de las cercanas. Si en
Venezuela tenía por cierto que nace con José Antonio
Ramos Sucre a principios del XX, ahora no puedo sino
tomar en cuenta al Fraile Juan Antonio Navarrete a
mediados del XIX, y estoy segura de que ulteriores investigaciones desentrañarán nuevos ejemplos primigenios.
No se puede esperar otra cosa de un género que fue
establecido como tal hace menos de cincuenta años y
cuya primera antología fue anterior a que fuera clasificado.
En suma, no es que la minificción ya no es lo que era,
es que mis asertos tienen algo de niebla y nube y solo
quedan preguntas, cada vez más.
V.R
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Violeta Rojo
LA TRADICIÓN DE LO NOVÍSIMO:
Libros de sentido común, libros de almohada,
cajones de sastre y blogs de minificción
Está claro que el auge de la minificción en los últimos
años se debe en gran medida a las nuevas plataformas
de información. La literatura brevísima pareciera ser
el género literario perfecto para leer cómodamente en
pantalla. Las formas mínimas, consideradas el nuevo
género literario y los blogs forman un nuevo dúo dinámico. Los blogs, y la hiperficcionalidad en general,
parecieran ofrecer posibilidades ilimitadas de publicación y difusión, dándonos la impresión de que lo que
está en la red es fresco y reciente, nunca antes visto y
sólo factible virtualmente. Gracias a un blog se pueden
sacar a la luz muchos tipos de texto - escritos, sonoros, gráficos, o una mezcla de todos-, y hacerlos llegar
a millones de personas (siempre y cuando éstas tengan
algún interés en leerlo, por supuesto). Éstos textos no
tienen “orden preestablecido, sólo ofrecen de entrada
una primera y posible versión” (Barrera Linares, 2009,
221). Además ofrecen la posibilidad, no siempre consumada, del diálogo constante con el lector. Este “interviene” cada pieza a través de su comentarios, que a su
vez son ampliaciones, reescrituras, reinterpretaciones
a varias manos (las del autor y las de todos los lectores), entre individuos que no siempre se conocen y que
construyen una creación colectiva de orden siempre
cambiante, como afirma el escritor Jesús Nieves Montero (@elproximojuego, 2010).
Y aquí me pregunto si esto que les estoy diciendo es
verdad. Si toda la literatura en la red es realmente algo
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La minificción ya no es lo que era
que “no tiene principio ni fin, remite al texto casi infinito de que hablaba Jorge Luis Borges” (Barrera Linares, 2009, 221), si es verdad que tanta gente lee lo que
uno cuelga en el blog; si no es probable que la inmensa oferta funcione como una manguera agujereada; si
realmente el autor reescribe gracias a los lectores; si es
un hecho que el concepto de autor ha cambiado por el
de “primer proponente” de algo que va a ser manipulado y cambiado por los lectores/autores; si es cierto que
los lectores cambian los contenidos y que los autores lo
aceptan de buena gana. En suma, me pregunto si estas
posibilidades que teorizamos, indudablemente factibles, son ejecutadas verdaderamente en la práctica. Mi
duda abarca otras: al analizar los blogs los pensamos
como una respuesta literaria al espíritu de los tiempos,
a la nueva concepción del mundo o al nuevo milenio,
cuando en realidad pueden verse también como viejas
mas no gastadas estructuras, vueltas aparentemente
novedosas a los órdenes de anteayer. La brevedad, la
fragmentación, lo diverso y lo des-generado corresponden igualmente a la literatura mínima en blogs y también a tradiciones literarias ancestrales.
Los Makura no Sōshi (Libros de la almohada) japoneses, tienen su origen en el escrito por Sei Shonagon
alrededor del 994. Eran libros de notas e impresiones
que se escribían antes de dormir (según algunos de allí
su nombre). Estas anotaciones se inscriben en el Zuihitsu, género que abarca cuadernos con notas sueltas
sobre temas diversos (Bucio, 2003, 455) y que debe
su nombre al término “siguiendo el pincel”, o como
se dice castizamente en español, “a vuelapluma”, sin
detenerse a meditar, sin reflexión, sin esfuerzo. Para
Haruo Shirane, los Zuihitsu son pasajes casi independientes, de varia extensión” (Shirane, 1994, 42) Para
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Violeta Rojo
Ruch, El libro de la almohada de Sei Shonagon “no es
un diario ni un recuento de su vida, sino una aplicada observación del mundo en que vivía” (Ruch, 1994,
409). La dama Shonagon escribe distintos textos sobre
gustos y disgustos, listas de animales, costumbres de la
corte, descripciones específicas de vestidos y rituales,
momentos de tristeza y alegría. A diferencia de la épica
de la historia oficial del período Heian, Las crónicas
del historiador, en El libro de la almohada están las
costumbres y mentalidades, la pequeña historia, el día
a día del mismo período.
No muy diferentes son los Commonplace book medievales y renacentistas, mezcla de cuadernos de anotaciones, misceláneas, ayuda-memorias. Plett los define
como “varias entradas distintas, colocadas juntas de
manera aleatoria” (Plett, 1999, 319) (por cierto, definición que podría ser aplicada a un blog) y podían incluir
desde listas diversas, temas de conversación, poemas
de otros, sentencias, apotegmas ingeniosos, comidas,
definiciones extrañas, dibujos, sentencias morales,
mapas, pasajes de otros autores e inventarios de materiales literarios a ser desarrollados posteriormente.
Estos libros, que obviamente no siempre se publicaban, incluyen títulos tan distintos y de temas diversos
como Collecteana Adagiorum de Erasmo de Rotterdman (1500), Essays, Religious Meditations, Places of
Persuasion and Dissuasion de Francis Bacon (1597)
o el muy anterior Commonplace Book del Arzobispo
Wulfstan (1020).
Esta tradición de libros misceláneos (con textos más o
menos cortos) acaso se inicia en la literatura española
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La minificción ya no es lo que era
con la Silva de Varia Lección de Pedro de Mejía (1540),
influida por las Misceláneas, un género habitual del
mundo griego y romano que incluye las Noches áticas
de Aulo Gelio, Saturnalia de Macrobio, el Banquete de
los sofistas de Ateneo y la Moralia de Plutarco entre
muchos otros. (Lerner, 2003, 14).
Esta tendencia prosigue con los dietarios, también llamados “Cajones de sastre” (en el sentido de retazos distintos y desordenados) o “Literatura de cascajo” (por
los fragmentos). Los dietarios españoles tienen una
larga tradición desde el siglo XV, y aunque forman parte de la literatura autorreferencial, no son exactamente
diarios, ya que el elemento íntimo no siempre está presente. Para Romera Castillo (1995) son “la recopilación
de una serie de textos —cuadernos de notas dispersos
e indisciplinados o textos aparecidos, generalmente y
con anterioridad, en periódicos—, plasmados en forma
diarística”.
Paquita Noguerol en su estudio sobre los dietarios en
español los vincula a la minificción, porque están “a
medio camino entre el cuento, el ensayo, el aforismo y
la autoficción” y entre sus muchísimos ejemplos actuales incluye las Prosas apátridas de Ribeyro (1975), el
Manual del distraído de Rossi (1978), Historia abreviada de la literatura portátil de Vila Matas (1985), La
letra E de Monterroso (1987), Despistes y franquezas
de Benedetti (1990, al que este autor llama “libro-entrevero”: “cuentos realistas, viñetas de humor, enigmas
policíacos, relatos fantásticos, fragmentos autobiográficos, poemas, parodias, graffiti”). También incluye en los
dietarios a Jet Lag de Santiago Roncagliolo (2007) y
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Violeta Rojo
El jardín devastado de Jorge Volpi (2008), ambos libros extraídos de su sus respectivos blogs. Con lo cual,
para decirlo otra vez en castizo, se riza el rizo: la literatura de blog no se queda en lo virtual sino que pasa
nuevamente al libro, porque el blog se legitima al publicarlo. El fenómeno de los Book Deal Blog evidencia
que el desiderátum y la muestra del éxito del blog es,
justamente, pasar al formato papel.
En suma, que todas nuestras teorías sobre la brevedad,
fragmentación, desorden, des-género y desarticulación
de la escritura en los blogs no corresponde necesariamente a manifestaciones del soporte virtual, ya que hemos visto que está en muchas culturas, y que al final,
las virtualidades exitosas terminan pasando al papel y
al libro.
Para Javier Marías “es como si el mundo no tuviera
memoria, lo cual lo condena a repetir viejas fórmulas
creyendo que son nuevas” (2010). Nosotros podemos
especular y decir que todo lo nuevo ya ha sido hecho,
que recalentamos una y otra vez formas arcaicas, pertenecientes a épocas específicas y que terminan cuadrando a la perfección con la nuestra. Y que lo que nos
parece tan nuevo hoy y nos será tan aviejado mañana,
en unos días más no sólo no nos parecerá reiterado,
sino incluso inédito y flamante.
Quién sabe si lo que sucede es que todas las épocas son
la misma, necesitando asombrarse con nuevas figuras
que en realidad son antiguas. Tal vez Heráclito tenía
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La minificción ya no es lo que era
razón cuando decía: “En el mismo río entramos y no
entramos, pues somos y no somos”.
(2010)
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Violeta Rojo
BREVE E INCOMPLETO ACERCAMIENTO
A UNA POSIBLE HISTORIA DE LA
MINIFICCIÓN
Durante los últimos treinta años, los estudios de minificción han pasado de fundacionales y escasos a constantes y amplios en sus enfoques. Sin embargo, una
extensa y documentada historia de la minificción sigue siendo materia pendiente. El tema se ha tocado en
varios importantes artículos y capítulos de libro y se
evidencia en las antologías sobre la minificción de Argentina, Colombia, Chile, México, Panamá Perú y Venezuela. El reconocido crítico David Lagmanovich fue
constante trabajando este asunto, al que dedicó buena parte de su libro El microrrelato. Teoría e historia
(2006), en el que se anexa su “Crono-bibliografía del
microrrelato hispánico 1888-2006” que es primordial
para acercarse al tema. No quedan atrás los muchos y
significativos trabajos que el estudioso chileno Juan
Armando Epple ha dedicado a los orígenes y precursores de la minificción.
Es posible que la historia de la ficción brevísima todavía
no se haya podido establecer porque hay visiones muy
distintas de lo que es el género y, por ende, de cómo se
ha venido desarrollando. Estas discrepancias, obviamente, afectan incluso a la fijación de los orígenes. En
el caso de la historia, hay dos vertientes de pensamiento que, aunque contrapuestas, pueden ser consideradas
igualmente válidas. La primera no está completa sin la
segunda, empero. Una de estas perspectivas estima que
las brevedades son formas ancestrales que se han ido
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La minificción ya no es lo que era
desarrollando desde el comienzo de los tiempos y que
la minificción no es más que la expresión moderna de
tales formas. Para la otra, la minificción es una expresión latinoamericana que nació con el Modernismo y
las Vanguardias a principios del siglo XX y que luego se
ha ido desarrollando de maneras peculiares en varios
países, continentes y lenguas. En el caso de esta tendencia, se juzga que los ejemplos de la primera visión
son casos de antepasados o antecesores, pero no minificciones tal como las calificamos ahora. Lo que sí está
claro al revisar los estudios sobre el tema, es que hay
nombres que se repiten una y otra vez (y aquí también
los repetiremos para que se vea su importancia) y otros
que son identificados sólo por algunos y no por otros.
Es como si cada uno de los aportes fuera relativizado de
acuerdo a cada investigador.
En suma, las dos visiones implicarían, para una, la brevedad como un continuo desde las primeras expresiones literarias breves hasta ahora y, para otra, una serie
de etapas entre las que se cuentan literaturas antiguas
brevísimas y, ya en el siglo XX, brevedades del Modernismo y la Vanguardia que van configurando un género
que llega a constituirse posteriormente.
LAS FORMAS SIMPLES COMO INICIO
La literatura brevísima, efectivamente, es habitual en la
literatura mundial desde los comienzos de los tiempos.
En dos artículos (2010 y 2014) he analizado estos precursores de lo que hoy llamamos minificción, que podían resumirse diciendo que podemos encontrar textos
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Violeta Rojo
brevísimos en las Misceláneas griegas y romanas, los
Makura no Sōshi (Libros de la almohada) japoneses,
los Commonplace book medievales y renacentistas ingleses; los Hodgepodge (miscelánea) ingleses, los Gemeinplätze alemanes, los Lieux Communs franceses y
los Zibaldone italianos del siglo XIX. Francisca Noguerol (2009) lo vincula a los Dietarios españoles, Laura
Pollastri (2007) a las inscripciones en las estelas funerarias de la antigüedad, David Lagmanovich (2006) al
Haiku, Paul Dávila (2012) al Koan y Hugo Francisco
Bauzá (2008) coloca como precedentes a las lápidas
sepulcrales, las columnas y obeliscos conmemorativos,
algunas odas de Píndaro, las laminillas órficas de los
romanos, las “bagatelas” de Catulo y los apotegmas de
Julio César en Dicta Collectanea, entre otros. Nana
Rodríguez (1996) establece una tradición histórica del
relato breve que va desde los mitos precolombinos, el
Panchatantra hindú, la Biblia, las Metamorfosis de
Ovidio hasta el Conde Lucanor de Don Juan Manuel.
Por supuesto, no podemos olvidar toda la literatura llamada de “formas simples” o “géneros menores”: aforismos, alegorías, apólogos, bestiarios, cuadros, casos,
enxiemplos, epigramas, estampas, fábulas, parábolas,
proverbios, sentencias, viñetas y el largo etcétera de la
literatura mínima. Juan Armando Epple (2006) confirma que algunas formas literarias de la Edad Media
son también predecesoras y a las anteriormente nombradas suma leyendas, mitos y adivinanzas.
EUROPEOS Y AMERICANOS
Posteriormente comienzan los antecesores inmediatos.
Lagmanovich (2006) considera que los Pequeños poe13
La minificción ya no es lo que era
mas en prosa de Charles Baudelaire son el precursor
más importante. Igualmente Ambrose Bierce y Nataniel
Hawthorne en sus Cuadernos, dice Graciela Tomassini (2008 y 2011). Dolores Koch (2009) agrega a Franz
Kafka. Juan Armando Epple (2006) nombra a Aloysius
Bertrand, Villiers de L´Isle, Oscar Wilde, Jules Renard,
Lord Dunsany, Franz Kafka, George Loring Frost e I.A.
Ireland. Susana Salim (2011) a Federico García Lorca.
Stella Maris Colombo (2011) hace una compilación de
los distintos antecedentes de varios estudiosos, en los
que incluye al ya mencionado Franz Kafka y a Bertolt
Brecht y Ernest Hemingway (para Lagmanovich), el ya
nombrado Ambrose Bierce (para Tomassini) y Giovanni Pappini (para Colombo, Roas y Anderson Imbert).
Como ya se explicó anteriormente, una de las diferencias de criterio es que para algunos investigadores estos autores son antecedentes y para otros eran ya minicuentistas. La disimilitud entre estas expresiones y
la minificción tal y como la conocemos se debería a los
evidentes cambios que se han producido en el devenir
de la literatura. El concepto de minificción es reciente,
tanto así que podemos pensar que la forma literaria a
la que damos tal nombre fue creada por los estudiosos
del área que, al darle configuración teórica, hemos ido
conformando en un género literario lo que antes eran
diversas escrituras mínimas que los escritores desarrollaban sin preocuparse de la taxonomía.
EL MODERNISMO Y LAS VANGUARDIAS COMO
ARRANQUE
Lauro Zavala afirma que el nacimiento de la minificción “ocurrió a principios del siglo XX, en México…”
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Violeta Rojo
(Zavala, 2005, 9). Dolores Koch (2009) indica que el
autor primigenio fue Julio Torri. Laura Pollastri es más
específica al indicar que la “…primera manifestación
constatable en el siglo XX se remonta al texto -“A Circe”- que abre Ensayos y poemas (1917) del mexicano
Julio Torri”. (Pollastri 2010, 13).
Para David Lagmanovich (2006) los Modernistas y
Vanguardistas fueron lo que llama “precursores e iniciadores”: el nicaragüense Rubén Darío; los mexicanos
Alfonso Reyes, Julio Torri y Ramón López Velarde; los
argentinos Leopoldo Lugones, Macedonio Fernández,
Antonio Porchia, Ángel de Estrada hijo y Oliverio Girondo; los españoles Juan Ramón Jiménez y Ramón
Gómez de la Serna y el chileno Vicente Huidobro. A esta
lista creo que deberían añadirse el colombiano Luis Vidales y, sobre todo, el venezolano José Antonio Ramos
Sucre. Luis Armando Epple (2014) incluye a Darío, Torri, Lugones, Vidales, Ramos Sucre, Huidobro y a los
mexicanos Mariano Silva y Aceves y Carlos Díaz Dufoo.
Guillermo Siles (2007) nombra a Torri, Darío, Lugones, Girondo, López Velarde y añade al mexicano José
Juan Tablada. Lauro Zavala (2014) repite los nombres
de Torri, Reyes, Fernández, Girondo, Vidales y añade
al colombiano Jorge Zalamea.
Para los antólogos, los iniciadores por país serían Enrique Anderson Imbert en Argentina (Pollastri 2007);
Luis Vidales y Jorge Zalamea en Colombia (González
2002); Vicente Huidobro y Braulio Arenas en Chile
(Epple 1989); Alfonso Reyes, Genaro Estrada, Mariano Silva y Aceves, Julio Torri y Andrés Henestrosa en
México (Zavala 2002) y Carlos Díaz Dufoo jr. (Peru15
La minificción ya no es lo que era
cho 2006). En Panamá, Rogelio Sinán (Jaramillo Levi
2003), en Perú, Ricardo Palma, Abraham Valdelomar,
César Vallejo y Héctor Velarde (Minardi 2006) a los
que se agregan Manuel González Prada y Celso Víctor
Torres Figueroa (Vásquez 2014) y en Venezuela, José
Antonio Ramos Sucre (Rojo 2004 y 2009).
ESTABLECIMIENTO DE LA NARRATIVA BREVÍSIMA
En los años cuarenta, indica Lagmanovich, hay minificciones en la Antología de la literatura fantástica
de Borges, Ocampo y Bioy Casares. A partir de allí comienzan a ser comunes en los libros de Enrique Anderson Imbert, Juan José Arreola, Jorge Luis Borges y
Antonio di Benedetto. En 1955 aparece Cuentos breves
y extraordinarios de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy
Casares. Ésta es valorada como la primera antología de
un género que todavía no existía como objeto de estudio y recoge ejemplos de textos brevísimos que ahora
son catalogados como minificciones. Después hay textos mínimos en Ana María Matute, Virgilio Piñera y
Max Aub.
En 1959, aparece el más famoso minicuento de todos
los tiempos, “El dinosaurio” de Augusto Monterroso,
uno de los textos de Obras completas (y otros cuentos).
A partir de allí son varios los autores que comienzan a
desarrollar una literatura brevísima, desde el colombiano Álvaro Cepeda Zamudio, los argentinos Marco
Denevi, Julio Cortázar y Luisa Valenzuela, el cubano
Guillermo Cabrera Infante, el venezolano Alfredo Ar16
Violeta Rojo
mas Alfonzo, el dominicano Manuel del Cabral y muchos más. En 1964, Edmundo Valadés funda en México
El Cuento. Revista de Imaginación, revista que divulga
habitualmente minificciones.
Los años 70 son los del furor por la literatura mínima,
a la que se unen los nombres de René Avilés Fabila,
Edmundo Valadés, Gabriel Jiménez Emán, Eduardo
Galeano, Armando José Sequera, Jairo Aníbal Niño.
Además, José Emilio Pacheco utiliza por primera vez
el término “microrrelato”, según afirma Javier Perucho
(2006, 13).
En los años 80 aparece la revista colombiana Ekuóreo,
dedicada únicamente a este género y se da el comienzo
de la actividad crítica con el artículo de Dolores Koch
de 1981 “El micro-relato en México: Torri, Arreola,
Monterroso y Avilés Fabila”. En esos años comienzan
a conocerse algunos de los escritores consagrados actualmente: Pía Barros, Ana María Shua, Guillermo
Samperio, entre otros y se editan la revista argentina
Puro Cuento y las antologías seminales de Juan Armando Epple (1988) y Robert Shapard & James Thomas (1989).
A partir de los años 90, el género se desarrolla con
multitud de escritores latinoamericanos, españoles, de
lengua inglesa, brasileros, coreanos… Y aquí otro salto,
esta vez cuantitativo, con el nuevo siglo y el auge de las
redes sociales, la multitud de concursos, de congresos
y de publicaciones.
17
La minificción ya no es lo que era
Las listas anteriores no son más que un resumen ínfimo
de los cientos de autores que pueden ser considerados
antecesores, antepasados, precedentes y directamente
minificcionistas. Son muchísimos los textos brevísimos
que se han publicado desde el siglo XX sin adscripción
genérica. Como es evidente en esta enmarañada y a veces redundante aproximación, es muy difícil concretar
una sistematización histórica del género porque no hay
un desarrollo preciso y continuado, sino más bien apariciones puntuales y por separado, otras veces grupales,
estallidos aparentemente desordenados, en los que se
mezclan muchos géneros, autores que escriben textos
brevísimos en algún momento pero no siempre, textos
más o menos cortos, modas que pasan, experimentaciones que dan paso a otras búsquedas y, en otros autores, dedicación exclusiva al género. La multitud de
nombres (tanto de autores como el que se da a los textos) hace que al tratar de aprehender la secuencia, todo
quede en intento y sea muy difícil fijar una línea ininterrumpida de autores o textos.
Claro está, los eventos históricos no suelen ser continuos y por tanto la historia no lo puede ser. Es común
que haya acontecimientos que se solapan, incidentes
que coinciden, personajes que aparecen y desaparecen.
En la literatura pasa lo mismo y los antecedentes terminan siendo muchos, las influencias difieren de escritor a escritor y los padres son multitud. Estas dificultades explican entonces lo que consideramos ausencias
en los estudios que nos ocupan y hace que respetemos
más a los que han intentado esta difícil senda. Sigue
quedando pendiente, mientras un grupo de valientes
no la asuma, la historia completa y fehaciente del nacimiento y desarrollo de la minificción.
18
Violeta Rojo
(2015)
DE CUESTIONES, NOTICIAS Y VARIAS COSAS DE LAS MINIFICCIONES DEL FRAILE
NAVARRETE
Extraña, inaprensible, des-generada, difícilmente clasificable, la minificción como categoría literaria podría
ser definido como el dragón descrito por Borges:
posee la capacidad de asumir muchas formas, pero estas son
inescrutables. En general lo imaginan con cabeza de caballo,
cola de serpiente, grandes alas laterales y cuatro garras cada
una provista de cuatro uñas. Se habla asimismo de sus nueve
semblanzas; sus cuernos se asemejan a los de un ciervo,
su cabeza a la del camello, sus ojos a los de un demonio, su
cuello al de la serpiente, su vientre al de un molusco, sus
escamas a las de un pez, sus garras a las del águila, las
plantas de sus pies a las del tigre y sus orejas a las del buey.
(Borges, 1978, 10)
Esta multiplicidad, que seguramente es común a todas las formas literarias, me parece que tiene mucho
que ver con la minificción y sus diferencias entre texto y texto, autor y autor, época y época. La literatura
brevísima es múltiple en sus expresiones y modelos,
se forma con pedazos de otros géneros, tiene diversas
semblanzas y formas y, sobre todo, puede analizarse de
muchísimas maneras, diferentes y disonantes, pero no
por ello menos correcta.
Este género en el sentido de categoría literaria, tiene
además muchísimos años. Los intentos de hacer una
19
La minificción ya no es lo que era
historia de la minificción muestran ya siglos de antecedentes. Obviamente, como toda literatura, todo arte,
toda ciencia, toda costumbre también tiene una tradición, esa “esencia unificadora que une en silencio el
presente, el pasado y el futuro”, como resume Eagleton el concepto de Gadamer (Eagleton, 1988, 48). La
literatura mínima antigua es tan diferente de la actual
como la poesía de Góngora a la de Silvia Plath. Pero así
es el arte, seguro que hay diferencias fundamentales
entre una pieza de Praxíteles y otra de Anish Kapoor,
pero ambas son esculturas y no se puede pensar en la
reciente sin seguir la tradición de la antigua y la actual
solo puede romper paradigmas a partir de la añeja.
Entonces la minificción tiene tradición, igual que tiene
historia, antecedentes, acervo, solera, pero para nuestro género la tradición es fundamental justamente para
no respetar ese devenir, sea por la reconstrucción, el
aprovechamiento, la intervención, la parodia o el parricidio metafórico. Y quizás esa sería una de las características de la minificción: tomar lo anterior y convertirlo, transmutarlo de manera que la misma historia se
pueda contar muchas veces de maneras distintas para
que siempre haya miradas nuevas y diferentes.
El tema de este Congreso es La Minificción de hoy, pero
nuestro presente se basa en las raíces, en el pasado, en
los antecedentes. Y por eso quiero hablarles de un minificcionista que nació hace más de 250 años: el fraile José Antonio Navarrete, iniciador de la minificción
venezolana. Navarrete fue un escritor formidable que
desarrolló una amplia obra a partir de la obra de otros.
George Steiner dice que los críticos literarios somos
parásitos en una melena de león (Steiner, 2016). Pues
20
Violeta Rojo
Navarrete, aunque no fue crítico, sí fue un parásito que
terminó desarrollando una obra que es un león de frondosa melena. Sus textos son un compendio de lo que
Raúl Brasca llama minificciones de lector (2008, 487),
David Lagmanovich textos expurgados (2010, 192 y
193), Lauro Zavala cuentos dispersos (2004, 14) y Laura Pollastri relatos de piezas compiladas (2008, s/p)
entre los muchos nombres que le han dado los autores
que han estudiado el fenómeno.
Juan Antonio Navarrete, de quien escuché hablar por
primera vez gracias a la generosidad de Roberto Martínez Bachrich, tiene una vida literaria mas no novelesca. Nació el 11 de enero de 1749 en Guama, estado Yaracuy. Guama tiene ahora 25000 habitantes, así
que pueden ustedes imaginarse que en el siglo XVIII
sería una aldea escondida en el interior de Venezuela.
Sin embargo, esta pequeña población cuya actividad
económica más importante es y ha sido la cestería, es
llamada la Atenas de Yaracuy, por su alto porcentaje
de graduados universitarios. Los padres de Navarrete
mueren cuando es muy niño y se ocupa de él y sus hermanos, su tío sacerdote el doctor Juan Joseph Lorenzo
de Borges Méndez, quien era Canónigo Doctoral de la
Universidad de Caracas. Eso implica que se mudan a la
capital y que comienzan estudios y, por supuesto, que
todos pasan a vestir hábitos.
José Antonio Navarrete, todavía no fraile, recibe el título de Bachiller de la Universidad de Caracas en 1767,
De allí va a Santo Domingo y en 1770 llega a ser fraile
franciscano. En la Universidad Primada de las Indias
recibe el doctorado y en la misma universidad perma-
21
La minificción ya no es lo que era
nece como Lector de Artes, Filosofía y Sagrada Teología. De allí pasa a Puerto Rico y luego vuelve a Caracas. Allí, este hombre que a partir de la bibliografía que
maneja podemos inferir que sabe español, latín, griego,
italiano, francés e inglés, permanece en la magnífica biblioteca del Convento Franciscano hasta su muerte en
1814. Durante esos cuarenta años, el fraile Navarrete se
dedicó a leer todos los libros que pudo y a tomar anotaciones “con letra menuda, firme y extraordinariamente
clara, en un papel de hermosas filigranas: a veces de un
toro, a veces de un jinete armado, a veces de un jinete
inerme”, dice José Antonio Calcaño (1962, XIV).
Estas anotaciones quedaron en un manuscrito muy voluminoso, que sólo fue publicado de manera fragmentada en 1962 y completa en 1993. Ese libro es Arco de
Letras y Teatro Universal, escrito entre 1800 y 1814
y cuyo subtítulo informa: “De puntos, cuestiones, noticias, experimentos, secretos, sucesos y varias cosas
pertenecientes a diversas ciencias, artes, facultades,
asuntos y materias de todas clases”. Y de todas clases era el saber de este erudito, sabido en anatomía,
apicultura, astrología, astronomía, botánica, ciencias,
derecho civil y eclesiástico, dialéctica, filosofía, geografía, historia, lexicografía, liturgia, lógica, matemáticas,
mecánica, medicina, meteorología, navegación naval y
aérea, poesía, religión, relojería, retórica y teatro, entre
otras.
Escribió muchos libros, algunos se han perdido y otros
están publicados. De entre los que nos han llegado pueden encontrarse textos brevísimos en el que da título
a la compilación “Arco de Letras y Teatro Universal”.
22
Violeta Rojo
En éste, Navarrete va haciendo entradas en las que resume conceptos, personajes, situaciones que va encontrando. En todas las entradas coloca la referencia de lo
leído y además en algunas lo vincula con otros libros o
con otras de sus fichas y, sobre todo, no deja de expresar su opinión clara al respecto. Demás está decir que
es factible que muchas de las entradas se las invente.
Porque Navarrete no solo quería mostrar conocimientos, sino que además disfrutaba escribiéndolos. Los títulos de las distintas partes de su libro son literarios:
Anatomía Sagrada; Sol más luciente; El juego de la
paz y la guerra; Tratado curioso de la rueda de la
fortuna; Puntero astronómico; El oráculo más alto;
Bando Real y Supremo; Pauta para la inteligencia de
otros poetas, por dar algunos ejemplos.
La pasión de Navarrete por la palabra es tal que cuenta
que sufrió de niño unas fiebres que pusieron en peligro
su vida, pero se curó gracias a la cédula de Santo Domingo para las calenturas:
…ab omni febre & malo te defendat… Sanctum est remedios salutis… Jesus te sanet… tenebatur magnis
febribus … dissisit eam febris… Jesus… in ea conservet
& sanet… & liberet te ab hac infirmitate & doloribus…
amen. (Polo, 1827, 42)
Fíjense qué fe en la palabra tenía este hombre, que cuarenta años después de los hechos, siendo un docto señor al tanto de todas las teorías médicas de su tiempo,
23
La minificción ya no es lo que era
sigue pensando que fue la oración de Santo Domingo la
que lo salvó. Y para mí no es un asunto de fe, de evitar
“arrojarse en el regazo de la ciencia moderna” y preferir alternativas que “ya en su época provocan rechazo y
burla” como dice el historiador Elías Pino (2009, 75),
sino de pensar que la palabra salva más que la ciencia.
Navarrete, como les dije, va haciendo resúmenes de lo
leído, reinterpretándolo y renarrándolo. Por ejemplo:
LIBROS FATALES
Así llamaban aquellos tres libros sibilinos, que Aulio
Gelio refiere, quedaron sin quemarse en los 9 que le
ofrecía a comprar al soberbio Rey Tarquino la Vieja
Huéspeda que refiere el dicho Aulo Gelio. Y como dichos tres libros fueron guardados en los armarios romanos y a ellos ocurrían en las consultas que hacían a
sus dioses inmortales (fabulosos), porque allí se contenían los Fatos Romanos y éstos solían ser fatales, de
aquí vino el llamarse Libros Fatales, aun de la misma
voz fato que significa: hado, estrella o planeta. (II,
300)1
Pero no solo habla de todo lo que ha leído, el fraile
inventa juegos de los que da instrucciones, o crea un
sistema de adivinación del porvenir, aunque dice que
su rueda de la fortuna debe ser para entretenerse y no
tomarla por cierta, porque si no será superstición y eso
1
Todas las citas de José Antonio Navarrete provienen de la
edición de 1993. Se indica tomo y página.
24
Violeta Rojo
lo prohíbe la iglesia.
Y este pequeño detalle ya nos dice mucho de Navarrete.
Si bien pareciera que toma en cuenta las santas enseñanzas y que es un devoto varón, su lado juguetón, iconoclasta, lúdico y rochelero siempre está ahí. Por una
parte, lee todo lo que encuentra de todos los temas, por
otro, sus textos van oscilando entre la fe, la ciencia, la
superstición, el pequeño estilete con el que se ríe de serias cuestiones. En suma, es un enciclopedista que ve
las cosas con humor, como por ejemplo en:
PEO O PEDO
Dios de los Vientos del Vientre. Se echa de menos en
el Diccionario de las Fábulas; y trata de él latamente el
Moreri, hoc verbo Pedo. (I, 569).
Cuando pienso en las tradiciones minificcionales y leo
de un hombre erudito que pasó la vida en una biblioteca y escribía sobre lo que leía, no puedo dejar de pensar en Jorge Luis Borges. Y es por eso que Navarrete termina pareciéndome un personaje borgiano y no
me es difícil pensarlo en La Biblioteca de Babel. Para
mí el fraile pasó su vida en una biblioteca, o sea en el
universo, biblioteca infinita, iluminada e interminable
que existía ab aeterno. El fraile, “obra del azar o de los
demiurgos malévolos” (Borges, 1974, 465), viajó en su
juventud, peregrinó buscando libros y terminó sus días
no pudiendo descifrar lo que escribía. El fraile trató de
escribir un libro que, como la Biblioteca, “abarcaba to25
La minificción ya no es lo que era
dos los libros” y ese fue su “tesoro intacto y secreto”
(Ibid, 468), este “Hombre del libro” trató de escribir un
libro que fuera “la cifra y compendio perfecto de todos
los demás” (Ibid, 469).
Steiner habla de colaboraciones entre artistas que viven en el mismo momento, pero distingue también entre las “presencias electivas” que los autores reconocen
tanto como influencias en su obra, ya sean colegas, críticos, amigos, rivales, “esas otras voces en el interior de
las suyas que pueden dar incluso al acto creativo más
complejo, por su carácter solitario e innovador, una
trama común, colectiva” (Steiner, 2001, 92). Pero lo
que me hacen pensar los ecos de Navarrete en Borges
(y viceversa) es en algo imposible de probar. Lo que me
planteo es la existencia de unos vasos comunicantes
entre escritores que nunca se conocieron ni se prefiguraron, esa tenue o fuerte relación que sólo los lectores
podemos percibir a partir de cómo nos resuenan algunos textos separados por kilómetros, siglos y sociedades distintas.
El punto es que hay un canal subterráneo que vincula
los textos mínimos de estos dos hombres que no tienen
en común más que su amor por leer y escribir. Seguramente Borges nunca supo de Navarrete, pero la tradición de Navarrete de escribir unos textos muy breves
expurgados de textos mayores está allí, vinculándose
irremediablemente con los cuentos breves y extraordinarios, esa antología seminal de la literatura brevísima,
en la que se toman fragmentos de obras mayores, se
reescriben y se convierten en minificción. Y al vincularse con Borges, las brevedades de Navarrete terminan vinculándose con gran cantidad de los que escriben minificciones intertextuales o letradas en nuestro
26
Violeta Rojo
continente. Entonces, habría una tradición evidente y
reconocida y otra en la que somos los lectores los que
reconocemos esa tradición tácita, invisible, no textual.
Entre autores que se desconocen.
La vinculación de Navarrete con Borges ya la había
visto José Balza, que habla de “Clasificaciones borgeanas, diccionarios que remiten a lo imposible, exactitud
y fantasía, conocimientos”. Para Balza esta mezcla de
realidad transfigurada “por la escritura (o la fantasía)
se convierte en cuento. El padre Navarrete podría ser
un puro precursor del cuento venezolano” (2008, 9293).
Veamos un ejemplo:
ORÍGENES
Fue hijo de San Leónidas, mártir, y se castró por el
amor a la castidad, encendido con aquella Sentencia
de Jesucristo por San Mateo, 19, 12 Sunt qui se ipsos
castraverunt propter Regnum Coelorum, entendiéndolo literalmente. Fue muy santo y muy erudito en las
Sagradas Escrituras. Quiso más bien, por no consentir
el nefando de un etíope a que atado le iban a obligar,
incensar a un ídolo. Fue cristiano y sacerdote ejemplar
que exhortaba a los mártires, aunque después se dice
que escribió herejías y que del pecado de haber incensado el ídolo no hizo penitencia. (…) Se asegura haber
padecido mucho por la fe católica. Pero los juicios del
Altísimo son muy profundos e inexorables… (I, 497)
27
La minificción ya no es lo que era
José Balza en el ensayo anteriormente citado se refiere al carácter “plagiario” y reescritural de los textos de
Navarrete. Lo mismo que en teoría de la literatura brevísima se llama la apropiación y reescritura de las minificciones de lector. Para Balza, Navarrete no funciona
como un copista, sino que toma el original y efectúa un
trabajo de transformación, a partir de la cual nace “otra
originalidad”. Y en este cambio, agrega, el texto primigenio cambia a otros “que nadie presentía o lo impulsa
a la novedad de la metamorfosis”. (Balza, 2008, 113). A
esto, agregaría yo, que la distancia temporal hace que
el lector efectúe otro tipo de metamorfosis, ya que leemos los textos de manera diferente. Esto se evidencia
en la lectura humorística que es muy fácil de hacer de:
ANTICRISTO
De él trata latamente el Alapide en el tomo de los profetas mayores. Reinará tres años y medio, según aquel
Tempus, et tempora et dimidium temporis (…) Su
muerte será pasadas las carnestolendas, el primer día
de Cuaresma, porque nosotros, como dicen Lactancio y
San Anselmo, hemos de resucitar el mismo día en que
resucitó Cristo. Y San Jerónimo dice que pasarán 45
días desde la muerte del Anticristo, hasta el día del Juicio en que hemos de resucitar, que son de 45 días hasta
el día de la Pascua de Resurrección (…) El Anticristo
prohibirá bajo pena de muerte el nombrar el nombre
de Jesús y de María. (I, 100).
28
Violeta Rojo
Y justamente esa nueva lectura, o esa resignificación
que hacemos los lectores modernos es lo que más me
recuerda a la minificción. Lo que es concepto, Navarrete (o nosotros) lo convertimos en narración; lo que
es hagiografía termina pareciendo sorna; el drama termina siendo una sutileza, lo que es información de la
época, tiene giros que en nuestro momento parecieran
otra cosa. Pongo por caso la entrada:
ROMA
En tiempo de Vespasiano el Menor, llegó a estar tan infecta de idolatrías, que entre sus muros no más cuentan
autores hasta treinta y dos mil dioses falsos… (I, 589).
O incluso los ecos arreolianos de:
ALMAS
Algunas después de condenadas al infierno salen a penar al mundo en ciertos lugares por divina disposición
para escarmiento de los vivos. (I, 99).
George Steiner hace un muy seductor análisis de la
“angustia de la influencia” (usando el término de Harold Bloom). Esto implica que la obra de arte “se pro29
La minificción ya no es lo que era
duce bajo las presiones instigadoras, deformadoras y
reactivas de las obras precedentes y contemporáneas”.
Lo que plantea Steiner es una “angustia” prospectiva,
pensando que sus obras “serán germen de nuevas creaciones”. Evidentemente, no tenemos ninguna prueba
de que Navarrete tuvo estas angustias, pero no dejo de
pensar en lo entretenido que podría haber sido que el
fraile pudiera preocuparse, o mejor aún disfrutar con la
posibilidad de que sus textos pudieran ser leídos o resignificados posteriormente. Quizás bien entendidos, o
mal entendidos. Quizás sus némesis convertidos en héroes y viceversa a través de la interpretación narrativa
de sus entradas:
ESPINOSISMO
Así llaman a la secta de los infames secuaces de Benito
Espinosa, natural de Amsterdam y autor de la renovación del ateísmo, año 1670 y cuya muerte fue en Holanda año 1677, antes de cumplir 44 años de edad. Judío
de nacimiento y después cristiano. Pero últimamente
apóstata de una y otra religión y suscitador del error de
los epicúreos, enseñando que se puede seguir con solo
el exterior y la religión que se quiera y que nada importa que interiormente se siga ésta o aquella. (…) Prohibió que le entrase en su enfermedad cosa de Ministro
Eclesiástico, para que no le turbaran la conciencia. (I,
271)
Es evidente que ahora leemos a Navarrete (y a muchos
otros escritores) en un sentido diferente a aquel en
que se pensaron. Ya Eagleton dice que “leer equivale
30
Violeta Rojo
siempre a reescribir” (1988, 11). Imagínense todas las
lecturas que se pueden hacer (literarias, psicológicas,
religiosas, anatómicas) de:
MONSTRUO
En Francia hubo uno, que siendo ya de edad adulto,
como tenía dos cabezas, se conocía que tenía dos almas
por las diversas operaciones de la voluntad, que es la
regla más segura que da Nuestro Sutil Doctor, para conocer si hay dos almas, esto es observar si hay diversas
intelecciones y diversas voliciones. Porque en habiendo esto, precisamente ha de haber dos almas. En dicho
monstruo se experimentaba, que una parte (porque tenía dos cabezas) manifestaba querer lo que el otro no
quería. El uno quería vivir casto y continente; el otro
no quería vivir en continencia. El uno comía mucho,
el otro poco; y éste que comía poco, se quejaba de que
se sentía gravado y pesado por la mucha comida del
otro. En tales monstruos se debe dar el bautismo a cada
cabeza, con distinta acción; no una sola; porque a dos
Almas corresponden dos bautismos. (I, 435)
Podrá parecer un poco procaz que llame monstruo a la
minificción, pero es que, si bien puede ser eco, reverbero, fantasma o resonancia de otros textos, también
tiene algo de animal fantástico, sea de dragón borgiano
o de Anfisbena, la serpiente de dos cabezas de la que
podemos suponer que también tenía dos almas, y que
necesita distintos modos de verla. Pero también es Ouróboro que se muerde la cola; es Fénix que renace en
cada lectura; es Cerbero que requiere que pongamos
31
La minificción ya no es lo que era
de nuestra parte para dejarnos pasar; es doble en su
naturaleza como el Hipogrifo o el Ictiocentauro; es
Quimera, híbrida en su cuerpo de cabra, cola de dragón y cabeza de león; es Bahamut que sostiene nuestros estudios; es Burak, cabalgadura resplandeciente;
es Centauro armonioso y heterogéneo, es Crocota que
digiere todo y Leucrocota que “remeda con dulzura la
voz humana” (Borges, 1978, 182), es el docto pájaro
Garuda-purana que “declara a los hombres el origen
del universo” (Ibid, 78). En suma, es un animal mitológico que merece los muchos estudios distintos que se
le puedan hacer, cada uno con su visión, con las diferencias que le daremos, con los enfoques divergentes y
contrarios que merece esta criatura extraña, conocida,
nueva, ancestral, híbrida y cambiante a la que tantas
palabras dedicamos.
(2016)
32
Violeta Rojo
EN EL PRINCIPIO FUE EL CAOS:
BORGES Y BIOY CREADORES DE LA MINIFICCIÓN
Toda poética moderna ha de encararse como iniciativa
móvil,
consciente de que la realidad que enfrenta,
más que un paisaje estático,
es un fluir incesante de cauces paralelos,
cruzados y a veces ambiguamente superpuestos.
La realidad verbal y metodológica de la poética
como acto intelectual o afectivo debería ser, entonces,
la del movimiento perpetuo.
Miguel Gomes. Los géneros literarios en Hispanoamérica.
Pocas cosas son tan estimulantes como las fronteras
móviles, los animales que cambian de forma y de color,
las situaciones ambiguas, la hibridez. Lo establecido,
claro, preciso, es muy cómodo, pero no tiene interés
como campo de estudio porque es muy fácil trabajarlo. Se describe, se hace una lista de características, se
revisa su plana historia y está listo. Las conclusiones
van a ser iguales a la de cualquier otro que vea el mismo fenómeno. En cambio, lo que se metamorfosea en
segundos, lo que cambia a la segunda mirada y a las
33
La minificción ya no es lo que era
sucesivas, lo que no está claro y tiene matices, pone en
juego nuestra manera de ver el mundo, nuestra imaginación y conocimientos. Lo mixto nos obliga a mirarlo
todo desde distintos puntos de vista, y es posible que
nos haga entender que lo más cercano a la forma artística es lo caleidoscópico. Las estrategias interpretativas
de textos complejos son difíciles, mañosas e iluminadoras porque tienen que adecuarse a textos distintos,
que se vinculan a otros de maneras inéditas. El examen
de lo incierto al final se convierte en un ejercicio de humildad intelectual: siempre hay más de lo que parece,
nada podrá ser definitivo y constantemente nos hará
comprobar que hay más en el cielo y la tierra de lo que
sueñan nuestras filosofías.
Por supuesto, entre las disciplinas llenas de claroscuros el arte tiene un lugar especial. La literatura, entre
todos, es un arte particularmente ambiguo. Lo vinculado a ella cambia, se transforma, encuentra nuevos
derroteros. No es posible acercarse a la literatura sin
recordar que es polisémica. El concepto de ficción varía y es imposible de establecer en la práctica. La realidad puede ser más extraña que la ficción, pero también
puede ser menos verosímil que ella. En literatura no
hay compartimientos estancos ni hay una sola manera
de analizar los textos. Los géneros son distintos en diferentes épocas y van evolucionando, se mezclan y fagocitan: la poesía se encuentra con el ensayo, la crónica
con el cuento, el teatro con la novela y al final todos
con todos. Es por eso no hay ejercicio más inútil que la
crítica literaria prescriptiva: cualquier afirmación contundente en este sentido no tiene asiento real y termina
siendo sonido y furia.
La minificción es una de las más ambiguas formas de
34
Violeta Rojo
un arte ambiguo. Desde su carencia de nombre específico, la dificultad de establecer su historia que no sea
mediante un acto de fe, y sobre todo su inasibilidad genérica. La minificción es proteica, transgenérica, cambiante, des-generada y así lo ha sido desde sus inciertos
orígenes.
Ya Terry Eagleton en su Literary Theory había establecido que no hay lectura de texto que no implique
también una reescritura.2 Con eso implicaba que cada
sociedad e individuo en épocas distintas percibe el
mismo texto literario de distinta manera. Sin embargo, podemos comprenderlo también en el sentido de
que todo texto cambia constantemente, de acuerdo a
los conocimientos que el lector va a acumulando. Y es
justamente esta reescritura, ese ver a un texto con la
mirada del lector que la lee muchos años después y no
la del autor que la concibió, lo que nos permite analizar
los Cuentos breves y extraordinarios, la compilación
de Borges y Bioy Casares, como una colección de textos que muestran las características de un género que
aún no existía. No hay duda que Cuentos breves y extraordinarios es la primera antología de minificción,
“precursora antología”, la llama Lagmanovich (2010,
185), compilada cuando el género aún no era estudiado, ni reconocido, ni el término se conocía. Borges y
Bioy fueron unos adelantados, que hicieron un trabajo
de recopilación de textos breves sin saber que, de cierta
manera, iban a ser visionarios y a conformar un canon
de textos que sesenta años después siguen siendo fundamentales. Muchos estudiosos han reconocido a esta
antología como pieza iniciática y angular de las compi2
“All literaty Works (…) are ‘rewritten’, if only unconsciusly
by the societies which read them, indeed there is no reading which is
not also a ‘rewritting’ (Eagleton, 2008, 11)
35
La minificción ya no es lo que era
laciones de textos brevísimos. Creemos que no solo es
un ejemplo importante, sino que también es un libro
que permite caracterizar un género al que cuesta mucho poner límites por su propio carácter híbrido y desgenerado. Para seguir las palabras de Laura Pollastri
“toda antología se vuelve un modelo de lectura.” (2004,
s/p)
Borges y Bioy querían hacer una antología de “cuentos breves”, como se evidencia en los diarios de Bioy
Casares (2006, 73, 74, 76, 80), o “cuentitos” (2006,
77, 85). En la “Nota preliminar” de Cuentos breves y
extraordinarios dicen que quieren “proponer al lector
algunos ejemplos del género narrativo”, para ello han
“interrogado” textos de distintas naciones y épocas, especifican que “La anécdota, la parábola y el relato hallan aquí hospitalidad, a condición de ser breves” y terminan estableciendo “Los esencial de lo narrativo está
(…) en estas piezas; lo demás es episodio ilustrativo,
análisis psicológico, feliz o inoportuno adorno verbal”.
(Borges/Bioy, 1957, 7).
De esta manera, podemos ver que estos textos que Borges y Bioy escogen deben ser muy breves, con narraciones a veces completas en sí misma y otras esenciales
o abocetadas y que en ellas se encuentran ejemplos de
otras formas literarias. Esto es, en Cuentos breves y extraordinarios se demuestra que la minificción debe ser
breve, que la narración puede ser sugerida por el autor
y completada por el lector y que su forma genérica es
diversa.
36
Violeta Rojo
De esta antología podemos inferir también algo que es
una característica importante y no siempre reconocida:
que la minificción puede ser “producida”. Eso quiere
decir que no sólo se escribe, sino que puede ser también “realizada” a través de la fragmentación de un texto mayor, o ser inspirada transficcionalmente por otro
texto, o ser inventada colocando un autor falso.
En el mes de abril de 1953, Borges y Bioy traducen
cuentos para esta antología. El 28 de abril, podemos
deducir que el trabajo de traducción iba aderezado por
largas conversas recordando lecturas, es por eso que
ese día ya no está dedicado a la traducción sino a la
composición en base al recuerdo de la historia leída:
Martes, 28 de abril. Buscamos en vano cuentos en los
tres tomos de cuentos árabes de René Basset. Borges
recuerda una leyenda de dos dioses de la India, uno con
miles de esposas y otro sin ninguna. BORGES: «Mañana compro el libro donde lo leí». BIOY: «No, contemos nosotros el episodio y lo atribuimos a un autor
cualquiera». Así lo hicimos: empieza con las palabras:
«Una tradición recogida por sir William Jones quiere que un dios del Indostán…»; lo atribuimos al libro
Cuarenta años en el lecho del Ganges de un jesuita
portugués”. (Bioy, 2006, 76)
El 20 de junio, vuelven a trabajar “Del Mabinogion traducimos o parafraseamos” (Ibid, 79), nos dicen, con lo
que queda evidenciado que hay una elaboración sobre
los textos leídos en otros idiomas. El 21, Bioy nos dice
que:
37
La minificción ya no es lo que era
Domingo 21 de junio. Reescribí el cuento de los órganos
abstractos o supuestos; lo atribuyo a un señor T. Chang
y a un libro imaginario, a Grove of Leissure (Shanghai,
1882) (…) lo incluyo en la antología de cuentos breves.
(Bioy, 2006, 80).
El 27 de junio, Borges revisa el material y tiene dudas
evidentemente irónicas:
Sábado 27 de junio. Borges: ¿No defraudaremos a la
gente? ¿No será un error no poner los cuentos que
el lector espera? La historia del sargento Cabral, por
ejemplo. O el descubrimiento de América: Colón creía
que la tierra era redonda. Para llegar a la India se embarcó en tres naves y descubrió América. Bioy: O el
huevo de Colón, que lo cortó con un cuchillo, de esos,
de mesa. Borges: En estilo tosco también podríamos
escribir “Cuando el diluvio, para que no se ahogaran
tantos animales construyeron un arca de Noé”. Así,
como si fuera una clase de arcas.” (Bioy, 2006, 81).
En estas citas podemos ver que la compilación de
Cuentos breves y extraordinarios implicaba revisar
bibliografía, entresacar y extraer ficciones de textos
mayores, traducir libremente y reescribir, esto es, lo
que Raúl Brasca llama “minificciones de lector” (Brasca, 2008, 487). Estas formas, que suponen recortar,
reescribir, tomar prestado y apropiarse de otros textos,
como analiza Raúl Brasca (2009, s/p) se han convertido en formas típicas de las antologías de minificción.
38
Violeta Rojo
En el caso de Cuentos breves y extraordinarios, David
Lagmanovich (2010, 192 y 193) considera que Borges y
Bioy tienen una técnica de la antología no confiable, a
caballo entre lo real y ficticio, en el que los textos son
expurgados de otras obras, se imponen títulos y se debilita el concepto tradicional de autor. Esta resemantización de la autoría, es, para Siles (2007, 150) parte
de la idea borgeana del “texto que se escribe mirando
otros textos, usándolos como subtextos, glosándolos de
muchas maneras distintas para corroborar la idea de
que la escritura es escritura de lecturas y no de invenciones”. Para Laura Pollastri, Borges y Bioy “realizan
la doble operación de abastecer su antología con una
lectura fragmentada de los bienes de la cultura, por un
lado; mientras, por otro, se inscriben como relatores de
las piezas que compilan”. (2008, s/p).
Esto implica que el recorte, el des-género, la narración
sugerida y la brevedad, no sólo pueden ser características de la minificción, sino que también implican un
acercamiento distinto a la literatura, más lúdico, menos rígido. Como afirma Zavala: “El surgimiento (…)
de los textos literarios que ahora llamamos minificción
es el resultado de nuevas formas de lectura y escritura
literaria, y es también el anuncio de nuevas formas de
leer y reescribir el mundo,” (Zavala, 2004, 8).
Si cada antología es una lectura del género compilado
que muestra la visión única e intransferible del antólogo sobre qué considera que es superior, fundamental,
establecido. Si cada antología es el establecimiento de
un canon, Cuentos breves y extraordinarios nos dice
que la minificción es breve y narrativa, pero que lo “na39
La minificción ya no es lo que era
rrativo” es un término amplio y poco claro y que los
lugares de donde se puede extraer la minificción son
muchos, escondidos y complejos.
(2015)
40
Violeta Rojo
LA MINIFICCIÓN YA NO ES LO QUE ERA:
UNA APROXIMACIÓN A LA LITERATURA
BREVÍSIMA
¿Qué es la minificción? ¿Es un género3 o un subgénero?
¿Tiene una longitud precisa? ¿Cuáles son sus características? ¿Cuál es el nombre más adecuado? ¿Cuál es
su historia? ¿Es una forma moderna? ¿Se sabe dónde
y cuándo apareció? Como suele suceder con las expresiones artísticas, hay muchas respuestas distintas,
unas veces contradictorias, otras coincidentes, todas
igualmente bien argumentadas, pero no hay más que
algunos consensos.
Podríamos ir por la vía simple y decir que la minificción es una forma literaria muy breve, narrativa y ficcional. Su longitud es variable, pero no debería tener
más de una página impresa, o sea unos 1500 caracteres. Su nombre se debate entre micro y minificción,
mini y microrrelato, micro y minicuento y variaciones
que implican su escasa longitud y su carácter vinculado a la narración ficcional. Sus características implican elegancia escritural (porque en tan poco espacio
debe utilizarse la palabra justa); hibridez, proteísmo y
des-género (porque cambia de forma y de género); uso
de la intertextualidad (porque de esa manera el lector
conoce los antecedentes y el autor puede dar por sabidas muchas cosas), así como el uso de la parodia, la ironía, la elipsis y el humor. Se considera un género que
nació en Latinoamérica, de donde vienen sus pioneros:
3
Se usa género literario en el sentido tradicional del Diccionario de la Academia Española: “Cada una de las distintas categorías o
clases en que se pueden ordenar las obras literarias”
41
La minificción ya no es lo que era
Rubén Darío, Julio Torri, Leopoldo Lugones y Juan
José Arreola, entre otros. También en Latinoamérica
fue donde comenzó a desarrollarse con gran ímpetu
a partir de Augusto Monterroso, Jorge Luis Borges y
Julio Cortázar, sobre todo en los años 70 y de manera
ubicua desde los años 90 del siglo pasado hasta ahora,
en la que se dan ejemplos en muchas lenguas y países.
Ojalá fuera tan fácil. Todo lo que recién afirmado podría verse de otra manera menos sencilla en el momento en el que comienza a analizarse en profundidad. El
resultado implicará que las certezas desaparecen; que
puede que sea un nuevo género o posiblemente no; que
no se sabe cuándo comenzó, que sus características no
están claras, que el nombre tampoco y que los padres
son muchísimos. Incluso, si existe como género independiente es porque los teóricos han decretado su existencia y a partir de algún momento los escritores han
desarrollado ejemplos que confirman a los estudiosos.
Tantos titubeos tienen su razón de ser. Si hay un género
que rechaza los absolutos, las certezas, las afirmaciones
contundentes es éste que nos ocupa. Su longitud es variable dentro de su corta extensión; su expresión como
género es complicada, ambigua, inaprensible, elusiva;
sus características son pocas o demasiadas, dependiendo de quién las enumere; su definición es poco clara, su
nombre varía de país a país, de autor a autor. Lo que
se puede hacer son propuestas, acercamientos, sugerencias, dudas, tanteos. Cualquier certidumbre queda
pronto descartada ante un nuevo ejemplo que niega la
presuposición anterior. Si lo típico de la minificción es
lo elusivo y ambiguo, los ordenamientos a los que so42
Violeta Rojo
mos tan dados en la Academia terminan siendo restrictivos y poco veraces. Además, todo con la minificción
pareciera un work in progress, de manera que lo que
hoy nos parece el inicio, tiempo después, con nuevos
hallazgos demuestra ser algo a mitad del camino.
Por supuesto, esta indeterminación ocasiona muchas
trabas y malentendidos. Ha pasado de no existir, a ser
despreciado por ser algo raro, a estar de moda, a ser
omnipresente, a ser una extravagancia y, otra vez ser
desdeñado esta vez por ser demasiado común. Después
de todo este tiempo algunos aún no lo juzgan como literatura y a pesar de los muchos congresos internacionales y nacionales, las publicaciones, las editoriales dedicadas al tema, todavía hay quienes lo califican como
una excentricidad cuando son misericordiosos, o algo
sin importancia que es perfecto para holgazanes de la
escritura y la lectura. Y todo esto tiene también que
ver con la brevedad, porque pareciera muy corto para
ser importante. Pero al ensayo en sus inicios lo vieron
como algo raro, la poesía sin métrica ni rima fue reputada también como refugio de vagos y la polémica sobre las artes plásticas no figurativas prosigue en pleno
siglo XXI.
La brevedad también conlleva su aparente facilidad de
escritura (no es igual escribir una novela, está claro).
Eso hace que muchos piensen que cualquier pequeña
ingeniosidad vale como muestra del género, para desesperación de analistas y minicuentistas serios. Los generosos premios que se ofrecen en los concursos del
área (teniendo en cuenta el número de caracteres),
hacen que tengan decenas de miles de concursantes,
que “prueban a ver” si su textito funciona. La brevedad,
entonces, que tanto esfuerzo implica para los cultores
43
La minificción ya no es lo que era
escrupulosos, resulta también en la banalidad de algunas propuestas y el abaratamiento del género. Al haber
crecido el corpus de manera exponencial, se hace complicado conocer las propuestas de cada país y de cada
lengua. La abundancia, por otra parte, se convierte en
una selva en la que se hace difícil encontrar joyas. Pero
sobre todo, la profusión implica también tal amplitud
de propuestas que se hace difícil tener una visión más
o menos clara de lo que se produce.
Y aquí pasamos a algo importante. Al ser tan ambiguo,
movedizo y resbaloso ¿quiere decir que todo vale? Pues
no. Las minificciones deberían ser pequeñas obras de
arte, y eso, como bien sabemos, es siempre muy difícil
de lograr.
LA HISTORIA DE LO MÍNIMO
Como en el chiste del profesor, podríamos decir que la
minificción comenzó por no existir, aunque la escritura
de miniaturas literarias es ancestral. Está en las Misceláneas griegas y romanas, los Makura no Sōshi (Libros
de la almohada) japoneses, de alrededor del año 1000
que pertenecen al género Zuihitsu (textos breves, escritos a vuelapluma) y los Commonplace book medievales
y renacentistas ingleses. También hay brevedades en lo
que los ingleses llaman Hodgepodge (miscelánea), los
Gemeinplätze alemanes, los Lieux Communs franceses, los Zibaldone italianos del siglo XIX (Rojo, 2010).
Francisca Noguerol (2009) lo vincula a los Dietarios
españoles, Laura Pollastri (2007) a las inscripciones en
las estelas funerarias de la antigüedad, David Lagma44
Violeta Rojo
novich (2006) al Haiku, Paul Dávila (2010) al Koan, y
así podríamos seguir hasta el infinito. A partir de allí se
da un salto de varios siglos.
Lagmanovich (2006) considera que los Pequeños poemas en prosa de Charles Baudelaire son un precursor
importante. Entre los antepasados están también Ambrose Bierce y Nataniel Hawthorne y sus Cuadernos,
dice Graciela Tomassini, (2008 y 2011). Juan Armando Epple (2006) nombra a Aloysius Bertrand, Villiers
de L´Isle, Oscar Wilde, Jules Renard, Lord Dunsany,
Franz Kafka, George Loring Frost e I.A. Ireland. Y allí
hay otro salto, esta vez a los latinoamericanos del siglo XX: Rubén Darío, Alfonso Reyes, Julio Torri, José
Antonio Ramos Sucre, Luis Vidales, Vicente Huidobro
y Leopoldo Lugones, entre otros. Stella Maris Colombo (2011) hace una compilación de los distintos antecedentes de varios estudiosos, en los que incluye al ya
mencionado Franz Kafka y a Bertolt Brecht y Ernest
Hemingway (para Lagmanovich), el ya nombrado
Ambrose Bierce (para Tomassini) y Giovanni Pappini
(para Colombo, Roas y Anderson Imbert). Según Dolores Koch, el iniciador fue el mexicano Julio Torri.
David Lagmanovich y Laura Pollastri han estudiado en
profundidad el precedente de las vanguardias latinoamericanas y la literatura modernista en el género. Por
supuesto, las Greguerías de Ramón Gómez de la Serna
deben ser tomadas en cuenta.
Pero allí hay otro salto más hasta 1955, cuando aparece Cuentos breves y extraordinarios de Jorge Luis
Borges y Adolfo Bioy Casares. Ésta es valorada como
la primera antología de un género que todavía no exis-
45
La minificción ya no es lo que era
tía como objeto de estudio y recoge ejemplos de textos
brevísimos que ahora son catalogados como minificciones. Y poco después, en 1959, Augusto Monterroso
publica el más famoso minicuento de todos los tiempos, “El dinosaurio”, uno de los textos de Obras completas (y otros cuentos). A partir de allí es fácil seguir
la lista de autores que comienzan a desarrollar una literatura brevísima, desde el mexicano Juan José Arreola,
el colombiano Álvaro Cepeda Samudio, los argentinos
Marco Denevi y Enrique Anderson Imbert, el cubano
Virgilio Piñera, el venezolano Alfredo Armas Alfonzo,
y muchos más. Y del furor de los años 70, otro salto a
los años 90 –aunque algunos autores dicen que es más
bien en los 80– cuando de nuevo el género se desarrolla con multitud de escritores latinoamericanos, españoles, de lengua inglesa, brasileros, coreanos… Y otro
salto, esta vez cuantitativo, con el nuevo siglo y el auge
de las redes sociales. La minificción tiene la longitud
más amable para ser leída en blogs, Twitter, Facebook,
Tumblr y demás, por lo que en la red hay miles de páginas dedicadas a esta forma. Incluso, ya hay autores
(Raguseo 2011, Zambrano 2013) desarrollando una
teoría literaria específica sobre la tuiteratura, esto es, la
minificción en no más de 140 caracteres. Con esto hemos llegado a tal omnipresencia de los textos brevísimos que, como dice Julia Otxoa, «levantas una piedra,
un lagarto, una miga de pan y te encuentras un(o)…»
(2010). Como con la victoria, la minificción tiene muchos padres y como con los héroes, también tiene muchos pueblos que reclaman ser su cuna.
Como es evidente con este intento de sistematización
histórica, no hay un desarrollo preciso y continuado,
sino estallidos desordenados en los que se mezclan
muchos géneros, autores que escriben textos brevísi46
Violeta Rojo
mos en algún momento pero no siempre, textos más
o menos cortos, modas que pasan, experimentaciones
que dan paso a otras búsquedas y, en otros autores, dedicación exclusiva al género.
El problema con las historias es que siempre son relativas, así es que tal cantidad de antecedentes muestra que, como siempre en los fenómenos literarios, las
influencias son muchas, múltiples y personales. Todos
los autores citados habrán sido precedentes para alguno, mas no para otro. Quizás hay un Zeitgeist que tiene
que ver con la brevedad, pero en esas mismas épocas
se dieron ejemplos de textos narrativos de muy largo
aliento, de manera que cualquier vinculación temporal
con la minificción no puede ser sino limitada.
Por otra parte, tantos fundadores me hacen pensar que
quizás la respuesta sea más sencilla. La literatura brevísima ha existido desde el principio de los tiempos de
la escritura, y se da sea en forma de aforismo, alegoría,
apólogo, cuadro, caso, enxiemplo, epigrama, estampa,
fábula, parábola, proverbio, sentencia, viñeta, y la infinita variedad de antiguos textos literarios muy cortos.
¿Y cuál sería la diferencia con la minificción? Ninguna
o mucha. La minificción es literatura del siglo XX en
adelante, y tiene las mismas diferencias con sus antecesores que la que tiene la novela, la poesía o el ensayo del
siglo XX y XXI con sus antecesores. El término minificción (y sus múltiples variaciones) comenzó a utilizarse
hace poco tiempo, lo que implica que la forma literaria a la que damos tal nombre se puede pensar que fue
creada por los estudiosos del área, que le hemos dado
forma teórica, conformando en un género literario lo
47
La minificción ya no es lo que era
que antes eran distintas formas mínimas que los escritores desarrollaban sin preocuparse de la taxonomía.
LA CUESTIÓN DEL NOMBRE
Pocos géneros tienen tantos apelativos: arte conciso, brevicuento, caso (aplicado a la narrativa breve
de Anderson Imbert), cuasicuento, cuentín, cuento
breve, cuento brevísimo, cuento corto, cuento cortísimo, cuento diminuto, cuento en miniatura, cuento escuálido, cuento instantáneo, cuento más corto,
cuento rápido, fábula, ficción de un minuto, ficción
rápida, ficción súbita, hiperbreves, historias mínimas,
microcuento, microficción, microrrelato, microtexto,
minicuento, minificción, minitexto, nanocuento, relatillo, relato corto, relato mínimo, relato microscópico,
rompenormas, texto ultrabrevísimo, ultracorto, varia
invención (para la de Juan José Arreola), textículo,
entre muchos otros.
Los que más se usan son los términos minificción, microrrelato, minicuento y microficción. La distinción
implica que es un cuento muy corto, un relato muy
breve, o una forma ficcional (no necesariamente un
cuento o un relato) mínima. Si bien la ausencia de un
nombre preciso desespera a algunos, el que no haya
un nombre específico y que tenga tantos apelativos es
perfecto para una forma literaria ambigua e híbrida.
Si bien se ha considerado que la forma sólo es factible
si se narra una historia, hasta en eso hay dudas. Las
historias en la minificción no están necesariamente
explicitadas, sino que la participación del lector es la
48
Violeta Rojo
que completa lo propuesto por el autor. En ese caso,
la historia en algunas ocasiones se esboza y el lector la
integra. Por eso Tomassini y Colombo (2013) denominan a la minificción «una máquina de pensar».
Al revisar la historia del género podemos comprobar
que la nomenclatura minificción/microrrelato/minicuento es reciente. En los diarios de Adolfo Bioy Casares, cuando habla de la génesis de la antología Cuentos
breves y extraordinarios dice que Borges y él escriben
cuentos o cuentitos. Ítalo Calvino, cuando habla de “El
dinosaurio” de Augusto Monterroso lo llama cuento.
Según Javier Perucho (2006), el término microrrelato
lo utilizó en primer lugar José Emilio Pacheco en su
columna Inventario a partir de 1977. Dolores Koch,
posiblemente la primera teórica del género, utilizó
micro-relato a partir de 1981. En los años 70 también
se usaba minicuentos. Minificción se hizo más usual a
partir del Primer Coloquio Internacional en México en
1998. Yo utilicé el término minicuento en 1992 porque
me parecía que era un cuento muy corto, con todas las
características de la forma canónica, con la excepción
de la longitud. Sin embargo, ahora no tengo tal certeza,
así que prefiero minificción. Si bien hay estudios que
establecen diferencias entre uno y otro en razón de sus
características, siendo la minificción el término paraguas que acoge a los relatos y cuentos muy cortos, creo
que tal especificidad sólo complica.
En asuntos de nomenclatura, quizás es más adecuada
la teoría de William Shakespeare: «What’s in a name?
That which we call a rose/By any other name would
smell as sweet» (Romeo y Julieta, II, 2).
49
La minificción ya no es lo que era
LA LONGITUD, LA DEFINICIÓN Y LAS CARACTERÍSTICAS
Como ya se afirmó anteriormente, la única convicción
que tenemos sobre este tema es que la minificción es
una forma literaria muy breve. Y esa brevedad es categórica. Todo en la minificción termina siendo determinado por su longitud. La brevedad es lo que genera
muchas de sus virtudes y sus problemas. Al ser tan breve, los ignaros piensan que es fácil, y algunos se largan
con total impudicia a escribirla, con resultados lamentables, mientras que otros deciden que el género es lo
que falla, y no que lo que falla son los textos escritos en
minutos.
Pero, sobre todo, la brevedad ocasiona la longitud del
corpus. Por ejemplo, un libro del género puede tener
cien textos, cada uno distinto al otro en su manera formal. Al tener una muestra tan increíblemente amplia,
hay muchísimos ejemplos diferentes y las excepciones
no pueden resolverse con el fácil argumento de que
confirman la regla. Son tantas las excepciones que la
regla termina por no existir. Eso explica que la caracterización, a menos que sea muy amplia, termina siendo
relativa, que lo que se consideran antecedentes terminan extendiéndose hasta el principio de los tiempos y a
que sea tan acomodable que es posible terminar encontrando minificciones en cualquier texto.
Por otra parte, la brevedad originará sus características y hará el género: es ella la que provoca el cuidadoso lenguaje, esa necesidad de encontrar la palabra
50
Violeta Rojo
adecuada, porque son pocas las que se utilizan. Al ser
breve tendrá que ser des-generada e intertextual para
que el lector tenga referentes e información previa y el
autor no deba desarrollar aspectos que da por sabidos;
eso también implica que la ironía, la reinterpretación y
la parodia siempre estarán cerca; asimismo tendrá que
utilizar también un lenguaje muy preciso, no podrá evitar utilizar las elipses y sugerencias. En suma, las características de la minificción estarán vinculadas a los
juegos textuales a los que obliga su brevedad.
No hay un número específico ni de caracteres ni de palabras, pero a simple vista debería verse el texto. Lauro
Zavala (2005) establece diferencias entre cuentos cortos (1000 a 2000 palabras), cuentos muy cortos (200 a
1000 palabras), cuentos ultracortos (1 a 200 palabras).
Otros autores prefieren no establecer una longitud
máxima determinada; para ellos son breves y ya.
Haciendo un recuento de características: para Dolores
Koch (1981) son relatos sin introducción, anécdota o
acción, sin personajes delineados, ni punto culminante
y, por tanto, sin desenlace. Además, apunta, la prosa
es sencilla, cuidada, precisa y bisémica; utiliza el humor, la paradoja, la ironía y la sátira; rescata formas
literarias antiguas y las inserta en formas no literarias.
Para Laura Pollastri (2007) sus características serían:
humor, plurisemia, intertexto, fragmentariedad, los
pactos entre lector y autor. Para Francisca Noguerol
(1996) son textos escépticos, en los que se recurre a
la paradoja; privilegian los márgenes y experimentan
con temas, personajes y formatos; son fragmentarios,
necesitan la participación del lector, son polisémicos,
51
La minificción ya no es lo que era
intertextuales, utilizan el humor y la ironía. Para Lauro
Zavala (2005) tiene seis características: brevedad, diversidad, complicidad, fugacidad y fractalidad. Nana
Rodríguez (2007) enumera el humor, la ironía y el lenguaje simbólico; lo poético, lo onírico, lo filosófico y lo
fantástico, y la conexión entre título y contenido como
elementos fundamentales.
Podríamos seguir revisando las características que
cada estudioso propone y también las que se incluyen
en los decálogos de la minificción, pero creo también
que, dado el ingente corpus, podríamos encontrar cada
vez más características. Mientras más textos se analicen, posiblemente más características se encontrarán.
Si tratáramos de llegar a una caracterización minimalista, quizás podríamos reafirmar que la minificción es
breve y de cierta manera ficcional, pero aquí entramos
en un problema que escapa de los límites de este texto. ¿No es ficcional todo texto escrito? Creo que ya en
el siglo XXI sabemos que los límites entre la escritura
documental y no-documental son tenues e imposibles
de determinar. ¿Es de verdad importante la invención
argumental o es preferible el texto bien escrito? Cuando Oviedo y Baños dice de la Caracas de 1723: «en igual
templanza todo el año, ni el frío molesta, ni el calor enfada, ni los rigores del invierno afligen», más emociona
la cadencia del buen decir que la rigurosidad científica
del clima caraqueño. ¿Es un texto ficcional? ¿Importa
que lo sea?
En suma, estas formas brevísimas son tan o tan poco
ficcionales como cualquier texto literario. Lo que importa es lo que dicen y cómo lo dicen. Como dice Gui52
Violeta Rojo
llermo Bustamante Zamudio “Se trata, entonces, de
buena literatura breve, donde el criterio imprescindible es que sea buena” (2010). Las definiciones y caracterizaciones muy breves son tan poco concretas como
las muy amplias. ¿Hay características específicas de la
minificción? Sí y no, como siempre. Dependerá de la
muestra, del autor, del lector.
EL ASUNTO DEL GÉNERO
Se supone que la minificción es narrativa. Por eso muchos de sus apelativos implican el relato, o el cuento. El
problema es que el relato puede estar presente en muchos géneros como la poesía y el ensayo. El otro problema es que el cuento ya no sólo relata.
Para Charles Johnson y Stuart Dybeck (En: Shapard
y Thomas, 1989) la minificción es proteica, porque
como el griego mítico cambia de forma constantemente. Des-generado lo he llamado, porque revolotea entre
diversas formas escogiendo en qué género insertarse
(Rojo, 2009). Son muchos los que han vinculado la
minificción con otras formas: Miguel Gomes, Guillermo Samperio y Francisca Noguerol lo vinculan con la
poesía (2004). José Manuel Trabado Cabado (2010)
lo llama género fronterizo por sus evidentes relaciones con lo poético. Lauro Zavala (2004), al hacer su
catalogación de formas brevísimas incluye textos narrativos, poéticos y extraliterarios y en (1996) habla de
su tendencia a la hibridación génerica, especialmente
con el poema en prosa, el ensayo, la crónica y géneros de naturaleza no narrativa. Raúl Brasca (2004) en
53
La minificción ya no es lo que era
sus antologías incluye no sólo textos brevísimos, sino
también fragmentos de piezas literarias y no literarias.
Para Taha (2010) es “intergénero”, no por su vinculación con otros géneros, sino porque comparte características con éstos. Guillermo Siles (2007) lo llama un
género híbrido por sus relaciones con el poema en prosa, el ensayo breve y la crónica, pero especifica que la
minificción se desplaza e interactúa con otros géneros,
en un proceso de relectura y apropiación de formas genéricas antiguas y modernas. Siles reconoce que todos
los géneros son híbridos, pero que en la minificción la
hibridez es explícita. Juan Armando Epple vincula la
minificción con distintas formas simples o más librescas, y que usa uno u otro género como «simple vehículo
coyuntural». (Epple, 1990, 17)
Para Graciela Tomassini y Stella Maris Colombo, la minificción es una clase textual transgenérica, ya que al
examinar el corpus se ve que «pertenecen a una misma clase textual a pesar de su diversidad estructural»
(1996, 83) En otro artículo dicen:
Es en reconocimiento de esta complejidad que hemos
aplicado a toda la clase textual de la ficción brevísima
el atributo de transgenericidad. Con ello no hemos intentado cubrir con un cómodo paraguas la rica variedad de formas específicas exhibida por el corpus, sino
centrar nuestra atención en la hibridez como operación
transgresora y vector cultural que muestra creciente
relevancia en múltiples órdenes de la realidad (Tomassini y Colombo, 2013). Dolores Koch (2009) se refiere
a su carácter de transgresor de géneros, en el sentido
de que no encajan en ninguno de los géneros conocidos
pero cada texto en particular puede compartir similitudes con alguno en específico.
54
Violeta Rojo
Creo que es evidente que la crítica considera que la
minificción cabalga entre géneros, estableciéndose en
aquel que quiera adoptar en un momento específico.
Y si bien Lagmanovich tenía razón cuando decía que
“Híbridos son todos los géneros literarios” (66), la minificción es específicamente des-generada. Es un texto
literario que adopta las formas más variadas: cuento,
relato, definición de diccionario, receta de cocina, nota
periodística, ensayo, hagiografía, referencia histórica,
poema en prosa, anuncio publicitario, anécdota, diálogo, las formas breves ancestrales que nombré anteriormente y cualquier forma escrita que podamos conocer.
Por lo general estas apropiaciones genéticas las hace
desde la ironía, la parodia y la visión alterna y el humor.
¿CONCLUSIONES?
En algún momento dije que la minificción es un artefacto literario experimental, lúdico, intertextual, extraviado del canon, elíptico, necesario de participación
(2009). Es verdad, pero así es toda la buena literatura.
Siempre en ella hay experimentación, juego, intertextualidad, elipsis. En todo buen texto literario es necesario un lector activo y, si es posible, avezado. En las buenas expresiones literarias no hay pureza y los géneros
pueden desaparecer, fundirse, entremezclarse.
De manera que la analizaremos mucho, le daremos
vueltas, desentrañaremos mecanismos internos, vislumbraremos vertientes, estableceremos diferencias
(a la larga el análisis literario es otro género y posiblemente uno ficcional) pero todas las características que
55
La minificción ya no es lo que era
nos parecen tan específicas quizás no lo sean: la minificción es igual que cualquier otra forma literaria, pero
más corta.
(2016)
56
Violeta Rojo
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64
ÍNDICE
4
Si es que alguna vez fue
5
La tradición de lo novísimo: Libros de sentido común,
libros de almohada, cajones de sastre y blogs de minificción
11
Breve e incompleto acercamiento a una posible historia
de la minificción
19
De cuestiones, noticias y varias cosas de las minificciones del fraile Navarrete
33
En el principio fue el caos: Borges y Bioy creadores de
la minificción
41
La minificción ya no es lo que era: Una aproximación a
la literatura brevísima
57
Referencias
Violeta Rojo
Caracas, Venezuela, 1959.
Profesora titular en la Universidad Simón Bolívar.
Doctora en Letras y Magíster en Literatura Latinoamericana (Universidad Simón Bolívar); licenciada en
Letras (Universidad Central de Venezuela). Research
Fellow Kingston University (Reino Unido) 20002001. Individuo correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Ha publicado:
Las heridas de la literatura venezolana y otros ensayos (Caracas: El Estilete, 2018); La lectura de minificción (Santiago de Chile: Ediciones Sherezade, 2016);
Liberándose de la tiranía de los géneros y otros
ensayos sobre minificción (Lima, Micrópolis, 2015);
con Kira Kariakin y Virginia Riquelme, es coeditora de
Cien mujeres contra la violencia de género (Caracas,
Fundavag, 2015); Mínima Expresión. Una muestra de
la minificción venezolana (Caracas, Fundación para
la Cultura Urbana, 2009); Breve manual (ampliado)
para reconocer minicuentos (Caracas, Equinoccio,
2009); con Héctor Abad Faciolince y Carlos Leáñez
Aristumuño, preparo la Antología de la novísima narrativa breve hispanoamericana (Caracas: Grijalbo/
Unión Latina, 2008); Teresa Carreño (Caracas, Biblioteca Biográfica Venezolana, 2005); El minicuento
en Venezuela (Bogotá. Universidad Pedagógica Nacional, 2004 y 2007); Breve manual para reconocer minicuentos (México: Universidad Autónoma Metropolitana, 1997 y Caracas: Fundarte/Equinoccio, 1996).
TÍTULOS PUBLICADOS
Ensayo
COLECCIÓN Escolios
☙
Oficio de elipsis
Geraudí González
El país de las luciérnagas
Luis Guillermo Franquiz
Ophelia ignota
Aglaia Berlutti
Tinta y celuloide
Omar Ardila
Otros bosques
Ricardo Ramírez Requena
El evangelio histriónico
Luis Moreno Villamediana
La nación de los platos rotos
Gianni Mastrangioli Salazar
Si existe una investigadora del género breve que ha desarrollado un
amplio trabajo crítico, es justamente Violeta Rojo. En La minificción ya no
es lo que era, Rojo demuestra que este género tiene sus matices, y que sigue
siendo demasiado pronto para dar la última palabra en torno a ello; en
cinco ensayos, nos acerca a su historia, a sus múltiples formas de
publicación, a sus iniciadores (Borges y Bioy), al fraile Navarrete, y
finalmente a lo que ya no es la minificción. Todo, con una absoluta certeza
de la incertidumbre, pues el estudio de lo breve es una permanente
polémica. Tenemos, así, una obra para conocer este género breve y preciso,
pero también para percibir otros aspectos poco discutidos; y sobre todo,
confrontarlo desde nuestras propias motivaciones de lectura.
Geraudí González Olivares
Colección Escolios